de caminos, fronteras y ocasiones

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De caminos, fronteras y ocasiones Reflexiones acerca de la habilitación de la oportunidad en el Proyecto Casa del Niño y Casa del Adolescente 1 La pregunta sobre la habilitación de la oportunidad en nuestro trabajo con niños, niñas y adolescentes en contextos complejos, nos invita a descubrir en los hilos de la trama de un Proyecto, aquellas experiencias que funcionan como habilitantes. Habilitar, nos remite a ofertar condiciones de posibilidad para que algo aparezca, a una potencia que se actualiza. A la autorización, al permiso publico, al poder. Oportunidad tiene que ver con la chance, con probar lo nuevo, con la ocasión, con la pertinencia en el tiempo. Su etimología alude a los vientos que conducen a un puerto. ¿Se puede habilitar una oportunidad al otro? ¿Quién habilita y desde dónde? Estas preguntas nos hacen pensar en un intento de dar lo que no se tiene, y esto nos instala en una perplejidad, en un trastorno lógico, nos convoca a la invención de una posibilidad en la imposibilidad, en palabras de M. Percia 2 . Aceptar lo que no se posee, lo que no se sabe, lo que tantas veces no se puede. Imposibilidad que se torna potente en el encuentro con los otros, que nos convoca a la invención de una chance, a la creación en la incertidumbre. Habilitar, habilitarnos, estar habilitándonos oportunidades, aperturas, búsquedas que se resisten a sucumbir a los efectos de la exclusión. Espacios que intentan abrir brechas construyendo nuevos sentidos. Vientos, movimientos, experiencias que intentan cambiar direcciones en busca de nuevos puertos. ¿Cómo pensar en la oportunidad en contextos que parecerían destinados a la supervivencia? ¿Cómo producir acontecimientos que pongan en entredicho las certezas de exclusión? Al pensar en las experiencias habilitantes en nuestro trabajo, en las Casas de los Niños y Casas del Adolescente de la Ciudad de Buenos Aires, aparecen múltiples escenas e ideas. Detrás de cada relato hay nombres, historias, voces. Aquí se presenta el primer obstáculo. El esfuerzo de hacer un recorte, de elegir. Y esto no solo tiene que ver con la complejidad del tema, o con las dificultades de traducción de la escritura, sino con el lugar que otorgamos en el proyecto a lo singular, a pensar en cada situación. A partir de la discusión y confrontación en el equipo, hemos demarcado algunos recorridos. - La oportunidad del encuentro - La oportunidad de transitar nuevos mundos - La oportunidad de pensar el dolor - La oportunidad para el equipo de trabajo. En primer lugar, la oportunidad de un encuentro como terreno donde se juegan las otras oportunidades. Desde ahí la habilitación para transitar nuevos mundos, el lugar que tiene en el proyecto el abrirse a los desconocido, a lo nuevo. En tercer lugar elegimos también aquello que en nuestro trabajo, da cuenta de una particular manera de ayudar al otro a tramitar su dolor. Y finalmente, la experiencia como una oportunidad para nosotros, para el equipo. Experiencia de construir con otros una práctica que desde los bordes de las teorías nos habilita a pensar y a hacer en el trabajo con niños y adolescentes. La oportunidad del encuentro Un encuentro habilitante se funda en el respeto y construye confianza, desde una

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Reflexiones acerca de la habilitación de la oportunidad en el Programa Casa de los Niños y de los Adolescentes

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De caminos, fronteras y ocasiones

Reflexiones acerca de la habilitación de la oportunidad en el Proyecto Casa del Niño y Casa del Adolescente1

La pregunta sobre la habilitación de la oportunidad en nuestro trabajo con niños, niñas y adolescentes en contextos complejos, nos invita a descubrir en los hilos de la trama de un Proyecto, aquellas experiencias que funcionan como habilitantes. Habilitar, nos remite a ofertar condiciones de posibilidad para que algo aparezca, a una potencia que se actualiza. A la autorización, al permiso publico, al poder. Oportunidad tiene que ver con la chance, con probar lo nuevo, con la ocasión, con la pertinencia en el tiempo. Su etimología alude a los vientos que conducen a un puerto. ¿Se puede habilitar una oportunidad al otro? ¿Quién habilita y desde dónde? Estas preguntas nos hacen pensar en un intento de dar lo que no se tiene, y esto nos instala en una perplejidad, en un trastorno lógico, nos convoca a la invención de una posibilidad en la imposibilidad, en palabras de M. Percia2. Aceptar lo que no se posee, lo que no se sabe, lo que tantas veces no se puede. Imposibilidad que se torna potente en el encuentro con los otros, que nos convoca a la invención de una chance, a la creación en la incertidumbre. Habilitar, habilitarnos, estar habilitándonos oportunidades, aperturas, búsquedas que se resisten a sucumbir a los efectos de la exclusión. Espacios que intentan abrir brechas construyendo nuevos sentidos. Vientos, movimientos, experiencias que intentan cambiar direcciones en busca de nuevos puertos. ¿Cómo pensar en la oportunidad en contextos que parecerían destinados a la supervivencia? ¿Cómo producir acontecimientos que pongan en entredicho las certezas de exclusión? Al pensar en las experiencias habilitantes en nuestro trabajo, en las Casas de los Niños y Casas del Adolescente de la Ciudad de Buenos Aires, aparecen múltiples escenas e ideas. Detrás de cada relato hay nombres, historias, voces. Aquí se presenta el primer obstáculo. El esfuerzo de hacer un recorte, de elegir. Y esto no solo tiene que ver con la complejidad del tema, o con las dificultades de traducción de la escritura, sino con el lugar que otorgamos en el proyecto a lo singular, a pensar en cada situación. A partir de la discusión y confrontación en el equipo, hemos demarcado algunos recorridos. - La oportunidad del encuentro - La oportunidad de transitar nuevos mundos - La oportunidad de pensar el dolor - La oportunidad para el equipo de trabajo. En primer lugar, la oportunidad de un encuentro como terreno donde se juegan las otras oportunidades. Desde ahí la habilitación para transitar nuevos mundos, el lugar que tiene en el proyecto el abrirse a los desconocido, a lo nuevo. En tercer lugar elegimos también aquello que en nuestro trabajo, da cuenta de una particular manera de ayudar al otro a tramitar su dolor. Y finalmente, la experiencia como una oportunidad para nosotros, para el equipo. Experiencia de construir con otros una práctica que desde los bordes de las teorías nos habilita a pensar y a hacer en el trabajo con niños y adolescentes.

La oportunidad del encuentro Un encuentro habilitante se funda en el respeto y construye confianza, desde una

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presencia sostenida en el tiempo. Respeto por el misterio del otro y confianza que apuesta. Encuentros entre personas, sujetos de derechos, a convocar y producir.

Problematizar nuestra mirada y nuestras representaciones, la posición desde donde nos hacemos presentes; evaluar y recrear, además, los dispositivos institucionales para que den espacio a las maneras singulares de habitar la institución y favorezcan así la ocasión del encuentro, cobran un carácter central para nosotros Los chicos eligen venir y esto nos interroga permanentemente sobre aquellas cosas que los convocan. Intentamos ofrecer una propuesta subjetivante en la que, al participar de una pluralidad de experiencias, puedan jugar diferentes identificaciones. Aventura de encontrarse, descubrirse, recrear significaciones en ensayos de identidad que ponen en entredicho lugares cristalizados. Un encuentro cotidiano entre grandes y chicos en el que se juega una responsabilidad diferenciada y un difícil trabajo para ambos -Nosotros, como adultos, sosteniendo una intencionalidad de inscripción en la cultura y propiciando la construcción de ciudadanía. -Los más jóvenes eligiendo ocupar un lugar y asumiendo las consecuencias, ya sean arduas o gratas, sin ubicarse como meros destinatarios de una oferta, sino como participes en la producción de acontecimientos.

La oportunidad de transitar nuevos mundos Pensamos el transitar nuevos mundos como imagen que alude al recorrido por escenarios materiales y simbólicos que la cultura de una época ofrece. Habilitación de la oportunidad de lo humano. Lo tomamos especialmente aquí porque esta tarea, en nuestra experiencia, busca resistir, los movimientos de encierro y segregación que se orientan a la clausura, a la negación de las condiciones de posibilidad para que algo aparezca. Efectos de políticas que progresivamente cercenan a los sujetos el acceso a lo que por derecho les corresponde. Pensamos, entonces, la oportunidad de transitar nuevos mundos en dos líneas de significación: - La primera nos habla de mundos que están allí para ser descubiertos. Nos posiciona, siguiendo a Violeta Núñez, en un lugar de responsabilidad respecto de dar a ver, asegurar la transmisión del patrimonio cultural de nuestra época, entre generaciones y entre los diversos grupos sociales. Una tarea que busca filiar, inscribir simbólicamente, que nos ubica en la difícil posición de mostrar a los niños y adolescentes, cómo es el mundo sin pretender instruir acerca de cómo habitarlo. Una propuesta que, con esta intencionalidad, intenta recorrer los mundos de la ciencia, la lectura, la escritura, la plástica, la música, la danza, y construye desafíos para cada uno y para el grupo. En el trabajo grupal, en los talleres, en los espacios individuales, dentro de la institución o recorriendo otros espacios públicos, se abren posibilidades para que los chicos narren sus propias historias. - La segunda línea de significación alude al tránsito por otras geografías concretas. Trazados de caminos entre un adentro y un afuera, para que el territorio propio no quede cercado. De esta manera, ir al hospital, retomar los estudios, transitar la ciudad, ver una obra de teatro, elegir capacitarse en distintos centros teniendo en cuenta los intereses particulares, permite conectarse con diferentes recursos, tender puentes desafiando muros, amenazas y encierros. Pensamos la estrategia del acompañamiento, como un acompañamiento efectivo hasta que el otro adquiera confianza y autonomía. A veces es la única chance para abrir un camino de salida. Cuando se carga con una historia de ser objeto de derivaciones sucesivas

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y compulsivas, cuando se han padecido exclusiones, cuando las distancias son cada vez mas grandes y solo se siente la inadecuación, es muy difícil pensarse participando en instituciones y accediendo a nuevos espacios. La estrategia del acompañamiento intenta trabajar sobre esta dificultad. Busca que el sujeto se autorice. Simultáneamente opera sobre las instituciones armando redes y enlazando posibilidades.

La oportunidad de pensar el dolor Oportunidad de pensar el dolor. Intentar transformar el dolor en pensamiento. Construir una narración que otorgue sentido. Aún en el sin sentido, ofrecer escenarios para que el dolor no lo invada todo.

María, con sus 15 años, hace ya un año que participa en la Casa. Durante este tiempo, además de las actividades grupales va construyendo espacios de encuentros personales donde confía situaciones difíciles de su vida. María está siendo expuesta por su madre a presenciar sucesivas escenas ligadas a lo siniestro. Una madre en permanente estado de desvalimiento y una hija a la cual no se le vela protectoramente ningún secreto, ni ninguna intimidad. Su relato revela también sin censuras, detalles del horror. ¿Cómo transformar algo de ese horror en pensamiento? Ofrecemos un espacio de encuentro que hace posible una escucha. Una escucha que aloja el sufrimiento sin quedar atrapada en él. Una palabra que abre sentidos y no se abstiene de intervenir. Un libro que acompaña y calma su miedo por las noches. La elección de una novela que devuelve su gusto por la lectura y sus hallazgos de placeres o disfrutes pasados. Una red barrial e institucional (Parroquia, Centro de Salud, escuelas, vecinos) que le permita organizar ciertas instancias de su vida cotidiana, instaurando un ordenamiento y apertura posibles., en una situación vivenciada por ella como“sin salida”.

En los contextos en los que trabajamos, parecería que al dolor de lo humano se le sumaran, en un gris sobre gris, los dolores de la injusticia. El dolor del desarraigo, de la humillación, del estigma, de las muertes prematuras o evitables. Sufrimientos que pasan de generación en generación, y llegan al limite de lo deshumanizante, de la condena a la supervivencia. Una práctica que ayude a la tramitación del dolor tiene que poder abstraerse del mismo, hacer un paréntesis, no ver únicamente el sufrimiento. Desestimamos así, esas formas de intervenir que perpetúan identidades clausuradas, saturadas de pena o de alarma, en las que el otro es victimizado en la figura del carente, del pobre o como personaje de crónicas policiales. Desde allí, parecería que el dolor es lo que les ha tocado en suerte. Deben cargar con ese padecer naturalizado, significado únicamente desde lo individual y familiar, en un análisis que no encadena ese padecer con las prácticas y sus violencias, y que tampoco lo encadena con el terreno de lo político. Frente a estos dolores de la injusticia, muchas veces nos sentimos inermes, excedidos, pero no nos declaramos impotentes ante la manera singular en que se encarnan en los niños y jóvenes con los que trabajamos ¿Qué hacemos cuando un niño o un adolescente, como María, nos participa de su dolor? Nasio3 nos dice que "dar un sentido al dolor del otro significa entrar en concordancia con el dolor, tratar de vibrar con él y, en ese estado de resonancia esperar a que el tiempo y las palabras lo erosionen(...)encontrarle y disponerle un lugar(...)en donde podrá ser gritado, llorado, y gastado a fuerza de lágrimas y palabras." Como mencionábamos antes, hay algo del orden de una trama vincular que se teje cotidianamente a la que llamamos encuentro. Una manera de hacernos presentes desde el respeto por el otro y una confianza que se construye.

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Esta trama nos remite a la imagen del armado de una red que oferta un espacio para que ese dolor pueda aparecer, como la red que cuida y protege al trapecista que se anima a lanzarse sabiéndose sostenido. Solo así es posible, y ya es todo un primer trabajo. Sabemos que no estamos a salvo de negar la situación o de simplificarla, de quedar como testigos inmóviles, o su contracara, de reaccionar compulsivamente frente a la urgencia, sin pensar. Ante la complejidad de las situaciones es importante ser prudentes y cautelosos. No hay recetas. Cada uno tiene sus tiempos, sus recursos, sus maneras de significar y vivir el sufrimiento y esto, muchas veces, suele pesar mas que el tenor mismo de la situación vivida. El trabajo es entonces aquí a nivel singular, en el uno a uno.

Habilitamos entonces un escuchar, un decir y un hacer con otros, para que disminuya el dolor o pueda ser vivido de otra manera. Hay una distancia, un esfuerzo para que la emoción de ese sufrimiento no nos impida escuchar, decir y hacer. Hay un pudor y una abstención del regodeo, de quedar fascinado, de violentar al otro para que hable de aquello de lo que, a veces, no se puede hablar. En ese escuchar, intentamos que ese dolor pueda ser alojado. Posibilitamos su despliegue sin quedar atrapados en él. A veces es solo un silencio. Otras, en el espacio tranquilo de una sala, o camino al parque, en una visita al hospital, invitando o siendo invitados a una conversación. Se juega la confianza de la continuidad de una presencia, de un otro disponible que seguirá escuchando.

Un decir de palabras y gestos para que el otro se encuentre en un recuerdo, para que pueda pensar una explicación. En otras ocasiones, palabras y gestos que le marquen un corte, un “basta, esto no puede ser”. Un decir no improvisado, un decir desde una palabra pensada previamente con otros y que ha evaluado las articulaciones de una red de recursos posibles Preguntas con las que pueda construir un relato y seguir adelante. María dice "Yo veo como todo negro, no se qué hacer. Cuando usted me habla, me quedo pensando y se me abren caminos." Un decir que trata de abrir sentidos y no se abstiene de intervenir. En este no abstenerse hablamos también de un hacer. Habilitamos, frente a los quiebres que el sufrimiento produce, un hacer que no se centra en el vacío, en la falta, el déficit. el abandono o el abuso, sino en las posibilidades de sus bordes, para acompañar al sujeto en un zurcido, hebra por hebra, de la trama original. Un hacer pensado y confrontado, en el que convocamos a otros, aquellos que por fuera de la institución, ayuden a tejer la trama. Un hacer, que desde los bordes de las teorías, estudia, investiga, piensa con otros. Opuesto a prácticas asistencialistas, se autoriza a ensayos sin la garantía de los resultados pero con la certeza de la responsabilidad de actuar.

Proponemos acciones en las que el arte, el juego, o la escritura, pongan entre paréntesis el dolor o lo transformen en creación. Recordamos a un grupo de chicos y chicas de entre 8 y 10 años, que tenían dificultad en la elección de un nombre para su grupo, un nombre que los representara. Además era imposible, a pesar de los intentos de los coordinadores, que se escucharan, y escenas de violencia se repetían cotidianamente. El proyecto que el grupo había elegido junto con sus coordinadores, era la realización de un libro. Las historias escritas por ellos, solo hablaban de tiroteos, asesinatos, consumo de drogas, maltrato, violencia en los pasillos de la villa. Nos detuvimos a pensar en esas escrituras, más catárticas que elaborativas, más entregadas como ofrendas para nuestra fascinación que portadoras de otros sentidos.

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Decidimos un corte. Parar. Suspender una modalidad del habla que no llevaba a nada. Probamos cambiar el proyecto de grupo. Se introdujeron juegos dramáticos en los que empezaron a pensarse como una tribu y a inventarse un nombre y un mito sobre el origen. Aparecieron diferentes tipos de máscaras y juegos sobre la identidad. Se incorporó la pintura, la música y la danza. Leyeron e investigaron. Crearon un tótem, imaginaron luchas guerreras, inventaron un hábitat y unas leyes y prohibiciones para vivir, que incluían “las cosas de hombres y de mujeres .” Las palabras volvieron así transformadas; ahora, era posible la metáfora, el juego. El juego incluido como posibilidad de pensar el dolor, porque, como sabemos, en las regiones del “como si”, se conjuran miedos, se ensayan otredades y despuntan creaciones.

El sufrimiento aparece de múltiples formas. Algunas veces censurado como signo de debilidad; otras, naturalizado en la resignación del "esto no cambia más", o en crónicas desmesuradas que solo buscan fascinar al que escucha. Otras, disfrazado en pasajes al acto que suelen banalizarse como “problemas de conducta.” ¿Cómo pensar estos dolores escondidos o camuflados sin violentar al otro? Debemos aquí también, ser muy cautelosos y sensibles. A veces, buscamos el momento adecuado para darle un espacio al registro del sufrimiento. Otras, simplemente respetamos que no quiera hablar de él. Hay silencios y pudores que ayudan a vivir.

Juan vive siempre al borde, solo. No puede hablarnos de su dolor, del sufrimiento de no contar casi para nadie. Quizás se desmoronaría. Nosotros le decimos: “sabemos que esto para vos es muy difícil, reconocemos tu inteligencia y tus ganas para armarte una vida y todos los días, alguien te espera" Esta espera de un otro, garantiza el poder ir y venir, confiando en la seguridad de una presencia que permanece. Algo estable, en medio de la fragilidad que conlleva el dolor. Hemos reflexionado acerca de experiencias en las que el pensamiento ofrece una oportunidad de transformar el dolor. Sufrimientos tan intensos que, a veces, llevan al proyecto a los limites de su sentido. Creemos que frente a los movimientos de encierro y aislamiento propios de la exclusión y la injusticia, es necesario introducir una perspectiva que luche por la condición ciudadana. No dejarlo solo al otro con su dolor, también tiene que ver con esto.

Fuera del contexto de la actividad institucional, tres jóvenes, juegan con sus amigos en el Polideportivo, mas allá de los márgenes de la villa. En un momento , el cuidador del Parque les dice que se tienen que ir. No es la primera vez que les pasa, pero esta vez decidieron no retirarse. Piden explicaciones que no llegan, y son amenazados con llevarlos a la comisaría. El dolor del estigma reaparece. La operación del exilio ha sido puesta nuevamente en marcha, y con ella, disciplinamientos sociales y territoriales bajo el mandato de “no traspasarás tus fronteras”. Pero ellos no se resignan a la pérdida de un espacio público que por derecho, les corresponde. Piensan, discuten y se autorizan a transformar esa segregación en denuncia. La escriben en el periódico del taller de periodismo, y reclaman sanciones de orden político institucional.

Norma Barbagelata nos cuenta que Frida Kalho en el accidente comprendió todo en un segundo, y envejeció en instantes, todo junto. Esto mismo resuena en los relatos de dolor de los niños y jóvenes con los que trabajamos. Y allí están, además, los discursos que ante la incertidumbre se apuran a decretar finales, en este caso el de la infancia y la adolescencia. Decíamos que el dolor puede hacer envejecer, pero esto no es todo . El dolor no lo invade todo. Ellos están creciendo. Los vemos así, como niños y adolescentes que juegan, se

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asombran con un cuento, proyectan, sueñan un futuro, tienen ilusiones: Pedro, buscando un recuerdo que eclipse las imágenes de violencia; Sergio, manejando marionetas y atravesando el duelo por sus padres sin estallar como tantas veces; Hernán, construyendo alcancías que duren, mientras cartonea para sostener su economía; Paula, soñándose escritora produce cuentos mas allá de situaciones de abuso; Carlos, intentando sostener su presencia, desafiando historias de expulsiones… Oportunidad para el equipo Finalmente nos referiremos al proyecto, como una oportunidad también para nosotros como equipo de trabajo. Una aventura de construir en los bordes de la teoría, nuevas maneras de hacer, nuevas formas de acercarnos al otro en horizontes que son complejos y en los que es necesario contar con un nosotros. Habilitación que se relaciona con la experiencia y con el pensamiento. Es esta aventura la que concentra gran parte de nuestros intereses y preocupaciones, preservando a los niños y jóvenes de que sean ellos, con sus vidas, los que den sentido a lo que hacemos. Desde el comienzo, éramos conscientes de la oposición a determinadas maneras de intervenir, que desde diferentes disciplinas coincidían en anular al otro, patologizarlo o criminalizarlo. Fuimos así, construyendo una práctica que en contraposición a estos enfoques, siempre se pensaba como de margen, imposible de formalizar, de traducir. Los ensayos eran permanentes, y esto que fue una oportunidad, hoy los asumimos como una forma de trabajo y no ya como señal de lo inexperto. Ensayos - oportunidad, no tanteos ciegos. Historizados nos devuelven un saber, y van articulando los marcos desde donde trabajamos intentando no clausurar lo nuevo que cada situación ofrece. Marcos teóricos, éticos, políticos, nos brindan señas de identidad y nos albergan para pensar, pero no nos ponen a salvo de caer en lo que enunciamos combatir, no nos ofrecen garantías de prácticas siempre consecuentes. Ante una situación devenida problema, intentamos no simplificar lo complejo. Frente a las múltiples dimensiones y elementos en juego, ensayamos articulaciones y enlazamientos, buscando referencias en lo pedagógico, lo clínico, lo jurídico, lo estético. Así, construimos un enfoque que, en la multiplicidad de escenas posibles, aborda la cuestión en el marco de tres registros: el del sujeto, el de las prácticas y el de lo político. El del sujeto, que da cuenta de su singularidad. El de nuestra prácticas, siempre interrogadas, sospechadas, nunca a salvo de reformulaciones, siendo este debate permanente por el sentido, donde buscamos la legitimidad de nuestras acciones. Por último el registro de lo político entendido -en términos de Rancière4 - como el reconocimiento en cada situación, de la causa del otro que reclama justicia. Registro de lo político que se juega en escenarios que por acciones u omisiones públicas, delimitan o abren contextos y posibilidades.

Clot, Patricia. Psicopedagoga. Ilimovich, Ida. Lic. Cs. de la Educación

Jou, Adriana. Psicóloga Monzani, María Ana. Psicopedagoga

Soler, Graciela. Trabajadora Social Tártalo, Miriam. Psicóloga

Valerio, Diana. Psicopedagoga

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Bibliografía

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1. Programa de la Dirección General de Niñez y Adolescencia de la ciudad de Buenos Aires, creado en 1992, que se propone hacer efectivo el acceso de chicos de 6 a 18 años, a las distintas políticas publicas y acompañar su sostenimiento. Actualmente funcionan cinco Casas ubicadas en Barracas (Villa 21/24), La Boca (Plaza Matheu), Bajo Flores (Bo.Illia) y Lugano (Bo. Savio), a las que concurren 460 chicos y 48 jóvenes que conforman el grupo de egresados del Programa. 2. Percia, M. “Ideas que responden, preguntas que no cesan. Para una clínica de las instituciones”. En: Duschatzky, S. y Birgin, A. (comp.), ¿Dónde está la escuela?, Buenos Aires, FLACSO Manantial, 2001. 3. Nassio, J. El libro del dolor y del amor. Barcelona: Gedisa, 1998 4 . Ranciére, J.. El maestro ignorante, Barcelona, Alertes, 2003