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David y Amanda veranean en un pueblecito de una pequeña isla griega,dondesuamigoYani,huérfano,estáapuntodeperdersucasaysustierras.Sólo con gran ingenio y astucia, los tres jóvenes serán capaces deenfrentarsealainjusticia.
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GeraldDurrell
LossecuestradoresdeburrosePubr1.0
Titivillus30.01.2018
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Títulooriginal:ThedonkeysrustlersGeraldDurrell,1968Traducción:MªLuisaBalseiroIlustraciones:MabelAlvarez
Editordigital:TitivillusePubbaser1.2
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ParamiahijadoadoptivoAndreasDamaschinos,queviveenunaisladondebienpodríahabersucedidoloqueaquísecuenta
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Capítulo1
Melisa
Melisa es una isla perdida en el mar Jónico. Es tan pequeña, y está tan atrasmano.quemuypocagentesabedesuexistencia.Esunaislaafortunadaporquetieneaguaenabundancia;elcampoestápobladodeolivaresycipresesyenciertasépocassevengrandesextensionescubiertasdefloresdealmendroblancasyrosadas.UnavezalañovisitalaislaunbarquitodeturistasqueatracaenelpuertodeMelisa,y allí los turistas desembarcan en pelotón y compran grandes cantidades de falsasantigüedadesgriegas,queconstituyenlaprincipalfuentedeingresosdelosalfarerosdellugar.
La isla se enorgullece de tener una pequeña colonia extranjera, compuesta enprimer lugar por un francésmuy anciano, que reside en una villa apartada ymuyrarasveces sedejaver enpúblico.Se rumoreaqueestá recuperándosedeunamordesgraciado,peroa juzgarporelnúmerodecampesinasque tieneempleadasen lavilla, todasellasrollizasydebuenver,sediríaquehaencontradoelantídoto idealparasuspenas.Tambiénhaydosseñorasinglesasdeciertaedadquesepasanlavidarescatandogatosextraviados,haciendobuenasobrasydandoaburridísimasleccionesdeinglésalosmelisiotasquedeseanadquirirconocimientosdeesalengua.
Esaes,porasídecirlo,lapoblaciónestable,perodurantelosmesesdeveranolaspocas gentes que saben de la existencia deMelisa (y que además son lo bastanteinteligentes) alquilan destartaladas villas en el campo y van allí a tomar el sol y abañarseenelmartemplado,conlocualcadaañolevantomandomáscariñoalaislayasussimpáticosybondadososhabitantes.Verdaderamente,Melisaesunaespeciedemundoalrevésenelquelalógicanotienenadaquehacer;enMelisapuedepasarcualquiercosa,yamenudopasa.
El santo patrón deMelisa es San Policarpo. Una vez, en el transcurso de susviajesen1230,unsirocoleapartódesurumboyelsantonotuvomásremedioquequedarse en la isla hasta que mejoró el tiempo. En señal de gratitud por la
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hospitalidadqueselehabíamostrado,hizoobsequioala isladeunpardevetustaszapatillas. Los melisiotas, conmovidos por tanta generosidad, inmediatamente lenombraron su santo patrón, y de allí en adelante las zapatillas, cuidadosamentecolocadasenunrelicario,fueronelnúcleodetodaceremoniareligiosa.
EnlapartenortedelaislahayunpueblecitoquesellamaKalanero.Estásubidoaloaltodelmonte,yasuspiesseextiendeunafértilllanuracultivadaquellegahastael mar. Todas las mañanas se levantan los aldeanos y descienden en burro por laladera—habrásusbuenoscuatroocincokilómetros—paratrabajarsuscampos.Enelcentrodelpueblosealzaunagranvillavenecianaquellevatrescientosañosomásdesmoronándosebajoelsol.
Durantemuchotiempolosaldeanosmiraronaquellavillaconciertaanimosidad,porquelapocagentequellegabahastaallínolaalquilabanunca,porlocualnopodíaKalanero presumir como otros pueblos de poseer villas habitadas por forasteros.HastaqueundíallegaronlosFinchberry-White.
Elpadre,generaldedivisiónFinchberry-White,eralavivaimagendeloqueparalosmelisiotasdebíaseruninglés:eraaltoyunpococorpulento,yportodaspartessemovíaconairesdeserelamo.Pero laverdadesqueenel fondoeraunmelisiota.Poseíaunrarotalento—raroentrelosingleses,porlomenos—,queerasufacilidadpara los idiomas.No recuerdo ahoramismo cuántos idiomas hay enEuropa, pero,sean losque fuesen,elgeneral loshablaba todos tanbiencomounnativo.Asíqueparaelcampesinadolocalpresentabaelatractivoinmediatodeseruninglésque,cosanuncavista,hablabagriego.Y teníaotroatractivomás:habíaperdidounapiernayllevabaunapostizadealuminio,articulada,sobrelacualenlosmomentosdetensiónejecutabacomplicadosritmosdetamboresafricanos.EncuantodescubriólavilladeKalanero la alquiló paramucho tiempo, y ni que decir tiene que los lugareños sellevaron una gran alegría.Ahora no sólo iba a vivir entre ellos un inglés, sino uninglés que hablaba griego y que además era evidentemente un héroe de la guerra,porquelefaltabaunapierna.Laaldeasedividióendoscorrientesdeopiniónacercadecómolohabíalogrado.MedioKalaneroinsistíaenquelehabíaocurridomientrastomaba Roma él solo; el otro medio Kalanero estaba convencido de que le habíapasadomientrastomabaBerlínélsolo.LoquenosabíanadieeraqueelgeneralhabíaperdidolapiernaundíaquebebiómásdelacuentaysecayóporlasescalerasdelacasadeunamigosuyoenChelsea.Perolaverdadesqueerasudominiodelalenguagriegaloquelehacíasermásqueridodetodos.
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Elgeneralsóloteníaunaambiciónenlavida,yesaambiciónerapintar.Perolapiernamalano lepermitía recorrer sinodistanciasmuycortas.Esa fue la razóndeque alquilara la villa deKalanero sinpensarlodosveces.Teníauna amplia terrazadesde la cual se dominabaunpanoramade cipreses con elmar de fondo, y por lotantoeraunbuensitioparapintar.Elgeneralinstalabaelcaballeteypintabamuchosymalísimoscuadrosdecipreses,porqueensuopinióneraunárbolfácildedibujaryponiéndolesmuchoscolorinespordetrásseconseguíanunospaisajesqueno teníannada que envidiar a los de la Real Academia. Así, con una pertinencia que estoyseguro de que fue lamisma que le valió sus galones, pintaba un cuadro tras otrodesdeaquelmismopuntodevista,parasucompletasatisfacciónyladelosaldeanos,los cuales, naturalmente, le trataban con una reverencia de la que el propioRembrandtsehabríaenorgullecido.
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Había también, claroestá,una señoraFinchberry-Whiteydosniños,unniñoyunaniña.Laesposadelgeneraleraunadeesasseñorasinglesasuntantoajadasquedebierondesermuyguapasensujuventud,yahorallevabaelpesodelosañosconsuma elegancia. Dedicaba su tiempo a deambular distraídamente, recoger floressilvestres y organizar comidas totalmente desorganizadas a intervalos irregulares.Pero,porsupuesto,losprotagonistasdeestahistoriasondosniños:DavidyAmanda.
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Capítulo2
Llegada
Naturalmente,losdoscientoscincuentahabitantesdeKalaneroestabanenteradosdelallegadainminentedelosFinchberry-White,locualqueríadecirquetodoenelpueblo era emoción y actividad. Sin duda el más emocionado de todos era YaniPanioti.Yaniteníalamismaedadquelosniños,erasumejoramigoydesdeelprimermomentosehabíaenamoradolocamentedeAmandaylaobedecíacomounesclavo.Sucuerpoesbeltoestaba tostadoporel sol,y semovíacon laagilidaddeungato.Bajosumatadepelo,negrocomoelazabacheyrizadocomolavirutademadera,susenormesojososcuroscontemplabanelmundoconunaireirresistibledeinocenciaorelampagueaban conmirada traviesa ymaliciosa.AhoraYani ayudaba a limpiar lavillasilbandobajitoyconfinooídomusical,yteníaelcorazóncontentoporqueporfinAmandavolvíaaél.
Se abrieron de par en par las grandes contraventanas de la villa, chirriantes yresquebrajadas por el sol, y la vieja Mama Agathi y su marido, que eran losguardianes, se aplicaron a quitar las telarañas acumuladas durante el invierno y afregotear los blancos suelos demadera,mientras el propioYani atendía a barrer ylimpiardemalashierbaslagranterraza.Dehechoesmásqueprobablequelagranterraza se barriera y limpiara conmayor esmeroque el resto de la villa, cosamuynaturaltratándosedelpuestodeobservacióndelgeneral.
Hastaqueunamañanalosaldeanossedespertaronsabiendoquehabíallegadoelgran día, pues en el puerto se esperaba a la Ninfa de Jonia, un modesto navíoescorado a estribor y con un gran boquete en la proa que era el único enlace deMelisaconelcontinente.Apesardeserunbarcomuypocomarinero,algenerallegustabaviajarenél,pues,segúndecía,cadatravesíaeraunaaventuranáuticadignadeunsirWalterRaleighounsirFrancisDrake.LaNinfadeJoniaatracófelizmenteen el puerto deMelisa, y poco después Yani Panioti, encaramado a lo alto de unolivo,comunicócongestosygritosalosdelaaldeaqueyaseveíalablancanubedepolvoquelevantabaelúnicotaxideMelisasegúnconducíaalosFinchberry-White
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haciaKalanero.Elalborozoconque losaldeanossaludaron la llegadadel taxia laplazamayor
del pueblo fue indescriptible. Hasta el viejo PapaYorgo, que (como sabía todo elmundo)pasabadeloscienaños,pidióqueselesacara,apoyadoendosbastones,parasaludar a los forasteros. El alcalde,NikosOizus, un hombre esférico con enormesbigotes demorsa, que exudaba sudor y servilismo rastrero almismo tiempo, salióparadarleslabienvenidaennombredelpuebloentero.AllíestabainclusoCoocos,elllamado tonto del pueblo, con su cara redonda convertida en una pura sonrisa yluciendo en honor a la ocasión el viejo sombrero hongo que el general trajera deInglaterrael añoanterior.Aquel sombreroeraunode los tesorosmáspreciadosdeCoocos,despuésdeun jilgueroque llevabaa todaspartesenuna jaulitaysobreelcualderramabasuamorysuscuidadoshastaextremosincreíbles.Huboobsequiosdetodos:cestasdenaranjasylimones,pañuelosllenosdehuevos,almendrasynueces,y,porsupuesto,enormescantidadesdefloresmulticoloresdetodasclases.
AYani le pareció queAmanda estaba, si acaso,más guapa todavía que el añoanterior,ylasiguióconunaanchasonrisaensucaramorenamientrasellacorreteabaemocionadaporelpueblobesandoyabrazandoatodoelmundo,resplandecientealsol su cabellodoradoybrillantesde emoción sus azulesojos.David la seguía conpasomástranquilo,repartiendosolemnesapretonesdemanos.
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—¿Os gusta Kalanero?—preguntóYani en broma, cuando, ya amortiguado elalborozodelaaldea,lostresniñosemprendieronelcaminodelavilla.
—¿Cómo que si nos gusta? —dijo Amanda, de cuyos ojos el sol arrancabachispasdecolorzafiro—.Claroquenosgusta.Esnuestropueblo.
Cuandollegaronalasgrandesyherrumbrosasverjasdehierroqueguardabanlaentrada de la villa, pareció como si la animación y el entusiasmo deYani ante su
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llegadahubierandecaído.-—¿Por qué pones esa cara tan triste? —le preguntó Amanda—. ¿No estás
contentodequehayamosvuelto?—Claroquesí—dijoYani—.Esqueestoypreocupado.—¿Yporquéestáspreocupado?—preguntóAmandamuysorprendida.—Ahora no os lo puedo decir —respondió él—. Esta tarde nos vemos en el
olivar.Ahoramevoyporquetengocosasquehacer.—¿Esalgodivertido?-—preguntóAmandamuyanimada.—No—dijoYani-—.Noesnadadivertido,yosquieropedirconsejo.—Dínosloahora—pidióDavid.—No.Estatarde,enelolivar,dondenadienosoiga—dijoYani,ydandomedia
vueltaregresócorriendoalpueblo.Amanda y David entraron en la villa, y se encontraron con que ya había sido
amorosamente desorganizada por la señora Finchberry-White y Mama Agathi. Apesardehaberlo intentadopor todos losmedios, la señoraFinchberry-White jamáshabía logrado aprender más de cuatro o cinco palabras de griego, y comoMamaAgathinoeratampoconingunalingüista,eldúoqueformabanlasdoseradignodeoírse.Elgeneralhabía sacadode lasmaletas loquepara él constituía lapartemásvitaldelequipajefamiliar,esdecir,sucaballeteysuspinturas,yloshabíainstaladoenlaterraza.
—¿Verdadquelagentedelpuebloesmaravillosa?—dijoAmanda,tendiéndoseatomarelsolsobreelenlosado.
—Sonmuycariñosos—dijoelgeneral,poniendotodosuesmeroendibujarotrocipréscongranprecisiónyabsolutainexactitud.
—Papá, no me digas que vas a pintar otro de esos cuadros horrorosos—dijoDavid—.¿Porquénolopintasdesdeotroángulo?Yademásestáshaciendomallosárboles.
—Cuandomigradodesenilidadaconsejequetúmedesleccionesdepintura,tenpor seguro que no dejaré de comunicártelo —dijo el general, y siguió pintandoimpertérrito.
—YocreoquedeberíashacercosascomolasquehacePicasso—dijoAmanda—porqueasínadiesedaríacuentadelomalquedibujas.
—¿Porquénovasaayudara tumadre?—dijoelgeneral—.Sino,conlobienqueseledalalenguagriega,metemoquenosquedamossindesayuno.
Amanda exhaló un suspiro de resignación, y cruzando las destartaladashabitacionesdonderesonabansuspasossedirigióalacocina.Allísumadreestabaintentando explicarle aMama Agathi, sin demasiado éxito, cómo eran los huevosrevueltos. ParaMamaAgathi no habíamás que dos clases de huevos: o crudos ococidosypintadosderojoenPascua.
—Mamá, no tienes arreglo —dijo Amanda con impaciencia—. Ya que noaprendesgriego,porlomenospodríasdejardeconfundirlapidiéndolecosasqueen
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suvidahaoídonombrar.—Perohijamía,sitodoelmundohaoídonombrarloshuevosrevueltos—dijola
señoraFinchberry-Whitemuysorprendida—.Todoelmundo.Cuandoyo era jovenloshacíamostodoslosdíasparaeldesayuno.
—Enesahabitaciónhayunasflorecitascolorderosamuyinteresantesquemehadado Yani—dijo Amanda—; ¿por qué no vas a ponerlas en agua y mientras yoorganizoeldesayuno?
Encantada de quitarse de encima la pesada responsabilidad de los huevosrevueltos,laseñoraFinchberry-Whiteabandonólacocinaparaañadirlasfloresasucolección, y Amanda, con unas frases rápidas y decididas, organizó el tipo dedesayunoquequeríaelgeneral.
Al poco rato estuvo dispuesta la mesa en la terraza, y el general, despidiendofuerteoloratrementina,ocupósuasientoenlacabeceraysepusoadevorargrandesmontañas de huevos revueltos del color del sol poniente, y enormes tostadas quegoteabanmantequillaysosteníanunagruesacapademermeladadenaranjaespecialqueélmismohabíatraídoconsigoconesefin.
—¿Quévaisahacerhoy?—preguntólaseñoraFinchberry-Whiteasushijos.—YoquieroiraHespérides—dijoAmanda.—No—dijoDavidtajantemente—.NopodemosiraHespéridessinYani,yYani
tienecosasquehacer.—Puesyoquierobañarme—dijoAmanda.—Puestebañas,peroaHespéridesnovamossinYani.AunqueparacasitodoAmandaeralamásdominantedelosdos,enlasrarísimas
ocasionesenquesuhermanoadoptabaaqueltonodevoz,Amanda,apesardeserlamayor,cedíadócilmente.
—Estábien—dijoconresignación.HabíandescubiertoHespéridesduranteelprimerveranoquepasaronenMelisa.
Erauna islita situada frente a la costa a pocadistancia de la aldea, tanpobladadecipresesquesobresalíadelaguacomounaespeciedelanudotriánguloisósceles.Enlomásaltohabíaunaexplanadaconunaiglesiadiminuta,comolasquetanamenudose encuentran en Grecia, cuyo interior podía alojar cómodamente a tres feligresessiempre que no estuviera además el cura. Junto a la iglesia había dos cuartitosencaladosenlosquedurantemuchosañoshabíavividounmonjemuyviejo.Hacíatiempoquemurieraelmonje,yaunqueelarzobispodeMelisahabíaescritoaAtenaspidiendounsustituto,norecibiórespuesta.Transcurridosdosañossinrecibirnoticiaalguna deAtenas, el arzobispo dedujo que su carta se había perdido, y tomó notamentalmentedequedebíavolveraescribir;peroselehabíaolvidadohacerlo,yenconsecuencialaislitaestabaabsolutamentedeshabitada.Erafácilllegaraellaanadodesde la costa, y en la primera ocasión en que así lo hicieron los niños,Amanda,segúnsalíaatierrachorreando,habíavistounmandarinocargadodefrutosalpiedelaescalinataqueconducíaalaiglesia.
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—¡Mira, David —gritó, casi negros de emoción sus ojos azules—: mira,manzanasdeoro!
Davidinspeccionóelárbolcongranseriedad,ydespuésdijo:—Nosonmanzanas,bruta;sonmandarinas.—Bueno,puespodemoshacercomoquesonmanzanas—dijoellariéndoseante
laevidencia—,yllamaraestesitioHespérides.YporesodesdeaquelmomentolaislatomóelnombredeHespérides,yhastalos
aldeanos habían empezado a llamarla así. Hasta entonces nadie le había puestonombre,ysimplementeselaconocíapor«laisladondeestáelmonje»,locualnoeradeltodojusto.
—¿Vais a estar fuera todo el día? —preguntó la señora Finchberry-White—.Porqueentoncestendréqueprepararosalgodecomida.
—Sí, estaremos todo el día fuera—respondióAmanda—;pero no temolestes,mamá,yotardomenosenprepararla.
—Bueno,hija—dijolaseñoraFinchberry-Whiteconalivio—,porqueyoquieroprensarunmontóndefloresquemehandadolosaldeanos,ytupadrequierepintar.
—Sí—dijoelgeneral con satisfacción,ygirando sobre suasiento secolocóelmonóculoenelojoycontemplóconorgullosuespantosolienzo—.Voyaversi lotengoterminadoparalapuestadelsol.
—Puesvámonos,David—dijoAmandaimpaciente—:quierobajaralaplaya.Sefuea lacocina,ymetódicamente llenóenseguidaunamochilapequeñacon
losdiversoscomestiblesqueleparecieronnecesariosparasíyparasuhermano.Nosemolestóencogeragua,porquelaplayaadondeibanteníaunmanantialquebrotabaentrelosacantiladosrojosyamarillos,centelleababrevementesobrelaarenayluegoseperdíaenlasaguasazulesdelabahía.
Amanda y David descendieron unos ochocientos metros por la ladera hasta laplaya.Eracurioso,pero,aunquelosdoshermanossequeríanmucho,hablabanmuypoco cuando estaban juntos. Sólo cuando salían con Yani se volvían eufóricos yparlanchines.Caminaronlentamenteporelabruptosenderoqueconducíaalaplaya,contentocadaunodeirencompañíadelotroysumidoensuspensamientos.Losojosde Amanda se disparaban acá y allá a medida que iba anotando mentalmente lasdiferentesfloressilvestresqueveía,yquerecogeríaalavueltaparallevárselasasumadre.Davidibaatentoalaslagartijaspardasyazulesqueseescabullíanportodaspartesalpasodesussandalias,ysepreguntabacuántaslagartijasharíanfalta,siselaspudieraengancharconvenientemente,paratirardeuncarro.Elaireestabacalienteycargadodeoloratomilloyarrayán.Losniñosdepositaronsuscosasenlaplaya,sequitaronlaropaysezambulleronenlasaguasazulesycálidas.
CadaunodeellosdisfrutóasumaneradesuprimerdíadeestanciaenMelisa.Davidencontróunacríadepulpodebajodeunaroca,yentre losdos lehostigaronsuavementeconunpaloparavercómoseponíacolorderosayverdeirisadodepurairritación,hastaquealfinsaliódisparadohaciaaguasmásprofundas,comounglobo
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arrastrando tras de sí sus cuerdas, dejando un velo de tinta negra que quedósuspendido y meciéndose en las aguas tranquilas. Amanda encontró una rama deolivo retorcida a la que primero elmar había frotado y lijado y luego el sol habíadesteñidohastadarleunablancuraasombrosa.
—Me gustaría saber—dijo con aire pensativo— por qué cuando la naturalezahacealgoasíresultabonito,yencambiocuandopapáintentadibujarlamismaclasedeárbol,resultatanhorroroso.
—Muy sencillo, porque la naturalezadibujamejorquepapá—dijoDavidmuyserio.
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Losdossemiraronuninstante,yluegolesdiounataquederisatanfuertequeleshizo rodarpor laarena, riendocomo locos.Agotadosde tanto reír, sequedaronunrato tendidos y adormilados al sol; luego se tomaron el almuerzo, se dieron otrochapuzónysevolvieronaadormilar.
—NoseteolvidequehemosquedadoconYani—dijoAmanda,incorporándosedepronto.
—¿Dijoaquéhora?—preguntóDavidsoñoliento.—No—dijoAmanda—,peromeimaginoquequerríadeciraesodelahorade
lasluciérnagas.—Puesentoncesvámonosya—dijoDavid,guiñandolosojosalsol.Remontaron la ladera a paso lento, entontecidos por el sol, sintiendo el cuerpo
áspero de la sal que se les iba secando sobre la piel. Cuando llegaron a la villa,Amanda había recogido un gran ramo de flores para su madre y David habíacalculado, como mejor pudo sin ayuda de papel y lápiz, que se necesitarían seismillonesochocientascuarentaydosmil lagartijasparaarrastraruncarro.Teníasusreservasacercadelnúmeroexactoporque,segúnseconfesóasímismo,noestabadeltodosegurodecuáleralacapacidaddetraccióndeunalagartija.Sehizoelpropósitodecogerunayexperimentarconella.
—¡Ah, ya estáis aquí! —dijo la señora Finchberry-White—. Iba a salir abuscaros.
Evidentementenoseleocurriópensarquenoteníanilamenorideadeadóndehabíanidolosniños,porloquehabríatenidoqueregistrartodalaisladeMelisaparaencontrarlos.
—¡Qué flores tan bonitas, hija! Muchas gracias —siguió diciendo—. Hoy hetenidoundíaestupendo.Heencontradotresespeciesnuevasahímismo,alpiedelaterraza.
—¿Quéhabéishechodecomida?—preguntóAmanda.—¿De comida?—repitió la señora Finchberry-White despistada—. Ah, sí, de
comida.Puessí,loquehabía.—Pero¿habéishechoalgodecomida?—insistióAmandaconseveridad.—Ya no me acuerdo, hija —dijo la señora Finchberry-White con expresión
contrita—.Pregúntaleatupadre.El general estaba en la terraza dando los últimos toques a su cuadro, es decir,
añadiéndoleuncrepúsculovirulentomásalládeunoscipresesmaldibujados.—¿Tehadadomamáalgodecomer?—preguntóAmanda.—Ah,yaestásaquí,hijamía—dijoelgeneral.Y,dandounpasoatrás,señalóal
lienzo—. ¿Qué me dices de esto, eh? — preguntó—. Poderoso, ¿no te parece?Poderoso.
—Demasiadopoderoso—dijoAmandadespiadadamente—.¿Habéishechoalgodecomida?—Sí,hancomido—dijoDavid,apareciendosinhacerruido—.Lehepreguntado
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aAgathi.—Bueno, bueno—dijo el general, echándose grandes cantidades de trementina
sobretodasupersona—.¿Lohabéispasadobien?—Muy bien —dijo Amanda. Y, asomándose al olivar, vio las primeras luces
verdosas e intermitentes de las luciérnagas—. Es hora de ir a buscar a Yani—lesusurróaDavid—.VeacomprobarqueAgathinoshapreparadoalgoparalacena.
—¿Porquénovastú?—dijoDavid.—Porqueno—dijoAmandacondesparpajo—.Metengoquedesenredarelpelo,
quelotengollenodesal.Demodoque,mientrasAmandasedesenredabalalargamelenarubiayseponía
unvestidoqueensuopiniónlesentabamuybien,Davidorganizósolemnementeelmenú conMama Agathi. Después. gritando a sus distraídos padres que salían unmomento,emprendieronlabajadaporlosolivaresyaoscurecidos,dondelosárbolesseinclinabanretorciéndosecomosiestuvierancuchicheandounosconotros,ydondecadarincónoscuroconteníalaamistosaluzverdedeunaluciérnagaquepasaba.
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Capítulo3
Malevolenciadeunalcaide
Alpiedelosolivoslaoscuridaderacasitotal.Alosoídosdelosniñosllegabanlasllamadasmelodiosasdelosmochuelos.
—¿QuéseráloquenosquieredecirYani?—dijoAmanda.—Debeseralgorelacionadoconsupadre—dijoDavid.—Perosisupadresemurióelañopasado.Seráotracosa.—Puesyocreoquetienealgoqueverconsupadre—dijoDavid,testarudo.Se fueron internando cada vez más en el oscuro olivar, bajo las misteriosas
formas de los árboles, cuyas hojas susurraban subrepticiamente con la brisa delanochecer. Pero no había ni rastro de Yani. Al cabo de un rato se detuvieron ymiraronenderredor.
—¿Dóndesehabrámetido?—preguntóAmanda.—Seguroquellegaenseguida—dijoDavid.EnesemomentoYaniseabalanzósobreellosdeimproviso,saliendodedetrásde
unolivogigantesco.—¡Cuidado!—bisbiseó—.¡Soyeldemonio!Rióalverelsustoqueleshabíadado,ydespuésledijoaAmanda,acercándole
lasdosmanosjuntas:—Datelavuelta,quetehetraídounregalo.Ella se dio la vuelta y Yani, abriendo las manos, esparció varias docenas de
luciérnagas sobre sus cabellos dorados, donde se quedaron brillando comoesmeraldas.
—¡Erestonto,Yani!—dijoAmandaenfadada,sacudiéndoselacabeza—.Tardarésiglosenquitármelassinmatarlas.
—Puesdéjatelas—sugirióYani—.Tesientanmuybien.—¿Quiénhaydetrásdeeseárbol?—preguntódeprontoDavid.Yanisevolviórápidamenteamirar.—Ah, no pasa nada, es Coocos—dijo, y llamó al chico para que viniera con
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ellos.Coocosllegóarrastrandolospies,sequitóelsombrerohongoysaludóaAmanda
conuna inclinación,dejóenel suelo la jaulitadesu jilgueroy luegosesentómuycontentoalladodelosniños.
—¿Quéesloquenostienesquedecir?—preguntóAmanda.
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—Puessetratademipadre—empezóYani.—¿Loves?—dijoDavidconairetriunfal—.Yalosabíayo.—¡Cállate!—dijoAmandaconimpaciencia—.DejaqueYaninoslocuente.—Puesveréis—explicóYani—:esquehastadespuésdemorirmipadrenome
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enterédequelehabíapedidoprestadasdieciochomildracmasaNikosOizus.—¿Quédices?¿Alalcalde?¿Aeseviejoseboso?—dijoAmanda,horrorizada—.
Yonomehabríafiadodeél.—Sí,peroeselmásricodelpuebloyelúnicoquepodíaprestarleamipadreesa
suma—dijoYani—.Ya sabéisquemipadremedejó losviñedosy las tierrasy lacasitaqueteníamos.Esoestodoloqueposeo.HaceunañoquelovengotrabajandoconayudadeCoocos.Nosaconingunaganancia,peromedaparavivir.Masahoraalalcalde se le ha metido en la cabeza que tengo que devolverle las dieciocho mildracmas,osinosecobraráladeudaquitándomelosviñedos,lastierrasylacasa.¿Yyodedóndesacodieciochomildracmas?TengounprimoenAtenas,yleescribíporver si me podía echar una mano, pero él también es pobre y encima ha estadoenfermo. Así que, como no encuentre alguna solución muy pronto, me voy a vertotalmentearruinado.
Amanda,quemientrasYanicontabasuhistoriahabíaestado todaerizadacomoungatoenfurecido,explotó.
—¡Esesapoasquerosoycontrahecho!—exclamófuriosa—.¡Esehipócritaviejo,aceitosoyviscoso,quenotienemásquebarriga!Nuncalehetragado,ahoramenosaún.¿Porquénovamosyleprendemosfuegoasucasa?Leestaríabienempleado.
—Noseasabsurda—dijoDavidplácidamente—.Nosirvedenadaponerseasí.Hayqueestudiarlasituaciónconsentidocomún.
—¡Yaestá!—dijoAmandamuyexcitada—.Podemospedirleeldineroapapá.—Ni hablar—dijoDavid con desdén—.Ya sabes que el lema de papá es «ni
prestarnitomarprestado»,—Sí,peroporYanisíloharía—dijoAmanda—.AlfinyalcaboYaniesamigo
nuestro.—Siamíseniegaaprestarmedinero—dijoDavidamargamente—,desdeluego
quenoselovaaprestaraYani.Asíqueesaideanovale.—Tenemosquepensaralgo—dijoAmanda.—Pues¿porquénotecallasydejasdedarvocesypiensas?—preguntóDavid.Sentadosencorro,contemplaronlasluciérnagasquehacíanguiñosenlosrubios
cabellosdeAmandaysepusieronapensar.—Lo que hay que hacer—dijo por fin David— es algo que nos proporcione
algunafuerzasobreelalcalde,demaneraquepodamoshacerleentrarenrazón.QuesedécuentadequeesimposiblequeYaniledevuelvalasdieciochomildracmasdeunavez,aunquequizápudierahacerlopocoapocoenunoscuantosaños.
—Todoesoestámuybien—dijoAmanda—,pero¿dedóndevamosasacaresafuerza?
—Yoséqueunaprimaterceradesumujerpareceserquehatenidounlíoconunhombrecasado—dijoYani,deseosodeayudar—.¿Esoserviríadealgo?
—Tratándosedeunapersona comoOizus, no—dijoAmandacondesprecio—.Nocreoqueleimporteunpimientoloquehagansusprimas.
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—No,tienequeseralgomejor—dijoDavid—,ytienequeserunplaninfalible,porque si nos sale mal habremos metido la pata y agravaremos todavía más lasituacióndeYani.
—¡Ya está! —exclamó de pronto Amanda—, ¿Por qué no secuestramos a sumujer?
—¿Quéessecuestrar?—preguntóYaniperplejo.—Quiere decir —explicó David— que cojamos a la mujer del alcalde y la
encerremos en algún sitio y luego pidamos dinero a cambio de soltarla. Amimepareceunaideaabsurda.
__Bueno, pues tú todavía no has propuesto nada—dijo Amanda—, y no meparecequefueraimposible.
—Yocreoquenodaríaresultado,Amanda—dijoYanicontristeza—.Enprimerlugar,esamujeresmuygrandeygordaynoscostaríamuchotrabajocargarconella,yademásyocreoqueelalcaldesepondríamuycontentodequitárseladeencima.Ysicogemosa lamujerdel alcaldeyélnoquiere recuperarla,vaa serunproblematremendo,porqueesbiensabidoquelaalcaldesacomemásqueningunaotrapersonadelpueblo.
—Además,nosepuedeirporelmundosecuestrandoalagente—señalóDavid—.Vaencontradelaley.
—¡Alaporralaley!—dijoAmanda—.¿EsqueloqueOizusleestáhaciendoaYaninovaencontradelaley?
—No—dijoDavid—,esosellamaejecutarsobrelosbienesyescompletamentelegal.
—¡Ah! —dijo Amanda, un tanto chafada por la erudición de su hermano—.Bueno, pues me da igual, no veo razón para que no secuestremos a la mujer delalcalde.Alfinyalcabo,hastaaquínollegaprácticamentelaley.
—EstáMenelousStafili—dijoDavid.AmandasoltóungraznidoderisacoreadaporYani,pueserabiensabidoqueel
policíalocalerademasiadobondadosocomoparadeteneranadie,yademásalcabodelosañoshabíacultivadoconmetódicoempeñoelartedenohacernada,porlocualresultabaextremadamentedifícilsacarledelacamasiporacasoalgunaexcepcionalemergenciarequeríalapuestaenaccióndelaleyyelorden.
—PuessiMenelouseslaúnicaleyquehayquetemer—dijoAmandariendo—,yodiríaquepodríamossecuestraratodoelpuebloimpunemente.
—Sí,peroamínomeparecequelaalcaldesasealomásadecuado—dijoDavidconseriedad.
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—Yasé—dijoAmanda—.Seloconsultaremosapapá.—Niseteocurra.Sabesqueinmediatamentenosimpediríahacerunacosaasí.-—No me refería a contárselo, tontaina —dijo Amanda exasperada—. Sólo
averiguarquépiensasobreeltema.—Noveocómolovasaconseguirsinoescontándoselo—dijoDavid.—Tú déjamelo a mí—dijo Amanda—. Yo soy más diplomática que tú. Pero
ahora tenemosquevolver a casaa cenar,Yani. ¿Nopodríasvenirte connosotrosaHespérides mañana por la mañana, y seguimos hablando del asunto?Mientras yotantearéamipadreaverquépiensa.
—Deacuerdo—dijoYani—,nosreuniremosenlaplayaporlamañana.Losniñosregresaronalavilla,discutiendovehementementeenvozbajasobrelos
pros y los contras del secuestro. Al llegar encontraron encendidas las grandeslámparas de petróleo, que por las ventanas proyectaban un círculo de luz doradasobrelaterraza,dondeyaestabapuestalamesaparalacena.
—Ah, ya estáis aquí, hijos míos —dijo la señora Finchberry-White—. Ahoramismoibaairabuscaros.Agathidicequelacenaestálista.Oporlomenosesoesloqueyocreoquedice,porquevuestropadresehanegadoairalacocinaadiscutirloconella.
—Habiendodosmujeresenlacasa—retumbóelgeneral,chupandosupipaconairemeditabundo—, verdaderamente no creo que sea demi incumbencia el ir a lacocinaparadiscutirlossórdidosdetallesdequéesloquevamosacomer.
—Bien dicho, papá —dijo Amanda, sonriéndole dulcemente—; tú estáte aquísentado.Yomeocuparédetodo.
—Eresidiota—bisbiseóDavid,quelahabíaseguidoalacocina,dondeAmandahabíaidoasupervisarlasactividadesdeAgathi.
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—¿Porqué?—preguntóAmanda.—Porqueteestáspasandoenesodehacertelaniñabuena—dijoDavid—.Sino
teandasconcuidado,papáseoleráquepasaalgoraro.—Esoesunatontería—dijoAmanda—.Túesperayverás.Se sentaron a cenar en la terraza, y durante algunos minutos comieron
tranquilamenteyensilencio.—¿Haspintadobienhoy,querido?—preguntó la señoraFinchberry-Whitea su
esposo.Tiempoatráshabíarenunciadoalaideadeverasumaridoconvertidoenunverdaderopintor,yporesoahorasereferíaasupinturacomosifueraunachaque.
—Otra obra maestra —reconoció el general—. Por cierto, este estofado estábuenísimo.
—Gracias, querido—dijo la señoraFinchberry-Whitemuycomplacida, aunquesuparticipaciónenlapreparacióndelacenahabíasidonula.
—Dime, papá —preguntó Amanda—: si tú supieras pintar tan bien comoRembrandt,¿quéharías?
—Estaríasumamentesatisfecho—dijoelgeneral.—No,loquequierodeciresque,sideprontodescubrierasquepintabasigualde
bienqueRembrandt,¿venderíastuscuadros?—Porsupuestoquesí—dijoelgeneralmuysorprendido.—Sí,pero¿haríascreerqueeranoriginalesdeRembrandtquehabíasencontrado
eneldesván?—preguntóAmanda.Davidestabacadavezmásalarmadoyperplejoantelosextrañosrodeosquedaba
suhermanaparaplantearelproblemaquelespreocupaba.—Siyohiciera creerque eranobrasoriginalesdeRembrandt—dijo el general
reflexionando sobre la cuestión—, eso sería ilegal, de modo que los tendría quevenderconminombre.Claroestáquepodríautilizarunpseudónimo,Rembranta,porejemplo. Pero de no ser así, la cosa tendría todo el aspecto de una maquinaciónfraudulenta.
—¿Porquéunascosasseconsiderandelitoyotrasno?—preguntóAmanda.—Eso,hijamía—dijoelgeneral—,esunproblemaquedesdequeelmundoes
mundovieneatormentandoalassectasreligiosasyalosfilósofos,yportantoyoenestacoyuntura,llenodeestofado,nomesientocapazdedarteunarespuestarápida.
—Es que los delitos que hacen daño a alguien —continuó Amanda—, ya seentiende que son cosasmalas, pero hay otras cosas que no le hacen daño a nadienecesariamente,yquesinembargotambiénseconsiderandelito.
—Haymomentos—dijoelgeneralconresignación—enquemeresultascasitanincomprensiblecomotumadre.
—Quiero decir…—dijo Amanda, accionando con el tenedor—, pongamos…,hum…,pongamoselsecuestro,porejemplo.Suponiendoquenosehicieradañoalavíctima,¿túdiríasqueelsecuestroesundelito?
El general se echó a la boca un gran bocado y lo masticó pensativo mientras
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meditabalarespuesta.—Enmiopinión—dijoporfin—,despuésdelasesinato,laviolación,latorturay
votarporelpartidolaborista,nohaydelitopeor.Davidmiróasuhermanacongestosatisfecho.—Perobueno—prosiguióelgeneral,apartandosusilladelamesaysacandola
pipa del bolsillo—, ¿a qué viene ese interés repentino por las actividades másindecorosasdelarazahumana?Esperoquenoestéspensandodedicarteenunfuturopróximoalrobodegatosoalgoporelestilo.
—No,erameracuriosidad—dijoAmanda—.Siemprenoshasdichoquecuandotuviéramosalgunadudatepreguntáramos.
—Lomaloesquecadavezquemepreguntáismeasaltanlasdudasamítambién—-explicóelgeneral,yconlapipavacíaejecutóunritmorápidoycomplicadosobresupiernadealuminio.
—Henry, querido, ¿no puedes dejar de hacer eso?—dijo la señoraFinchberry-White.
—Eselritmodelostamboresdeloswatusi—dijoelgeneral—.Siemprelotocanantesdeatacar.
—Es muy interesante —dijo la señora Finchberry-White poco convencida—.pero nome parece bien que lo hagas en lamesa. Es darles unmal ejemplo a losniños.
—Noveoquetenganingunarelaciónconellos—dijoelgeneral—,quenifumannitienenpiernasdealuminio.
—Sí,perocuandoyoerajoven—dijolaseñoraFinchberry-White—uncaballeronohacíaesascosasenlamesa.
—Yo no soy ningún caballero -dijo tajantemente el general—. Ya lo sabíascuandotecasasteconmigo,yhaceveinteañosquepierdeseltiempointentandoquelosea.Teruegoquedesistasdetanvanoempeño.
Losniñosdejaronasuspadresdiscutiendoamigablementeenlamesaysubieronaacostarse.
—Ya te avisé que no servía lo del secuestro —dijo David según subían loschirriantes peldaños de madera, deformados y combados por el reúma demuchosinviernos.
—Bueno,puesya senosocurriráalgo—dijoAmandacon firmeza—.Hayqueresolveresteproblema.NopodemospermitirqueesegordohorriblelequiteaYanitodaslastierras.Alfinyalcabonolleganaunahectárea,yconesoapenastieneparavivir.
—Ya lo sé—dijoDavid—.Pero sigodiciéndote que tendrá que ser unabuenaidea,porquesimetemoslapataserápeorparaYani.
—Yopensaréalgomañanapor lamañana—dijoAmandacongrandignidad;y,llevandoenaltosuquinquéconandaresdeprincesaaltiva,semetióensuhabitaciónycerrólapuerta.
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—¡Noenvidioalquesecasecontigo!—gritóDavidmientrasseguíaporelpasillohaciasucuarto.Amandaabriólapuerta.
—¡Pues contigo ni siquiera habrá quien se quiera casar!—replicó, y volvió acerrar.Davidquisodarlealgunarespuestalobastantecortanteperonoseleocurriónada,demodoqueoptóporirsealacamayseguirdándolevueltasalproblemadelaslagartijasyloscarros.
A la mañana siguiente se reunieron con Yani en la dorada playa, y los tresnadaron lentamente hasta Hespérides, parándose de vez en cuando para bucear yexaminaralgúnpezextrañoounnegroerizodemar,replegadoenalgunarendijadelasrocasapocaprofundidad,comoloserizosdetierraenhibernación.Llegaronalaislitaysubieronlaescalinata,dejandohuellasnegrasyhúmedasqueprontosecabaelsol. En la explanada de arriba se tendieron como estrellas de mar alrededor delpequeñopozo,yunavezmásseconcentraronenelproblemadeYani.
—Mipadredice—explicóAmanda—queel secuestroesundelitomuygrave,asíquenopodemossecuestraralaalcaldesa.
Mealegromuchodequeasísea—-dijoYani—,porqueyaoshedichoquepesamuchoparallevarlaacuestasycomeloquetrescerdosjuntos.
—Anoche estuve pensando que en el pueblo nadie le tiene simpatía a Oizus,¿verdad?—dijoDavid.
—No—dijoYani—,laverdadesqueatodoslesresultamuyantipático.Perovaaseralcaldedurantecuatroaños,asíqueletienenqueaguantar…
—Si pudiéramos hacer algo que pusiera al pueblo en contra de él, tal vez asíentraraenrazón—dijoDavid.
—Sí,pero¿qué?—preguntóYani.Los tres se devanaron los sesos. Por fin Yani se puso en pie y con una gran
sonrisasedirigióaAmanda,todarubiaydeslumbrantealsol.—¿Quieresuntrago?—lepreguntó.—¿Untrago?—repitióella—.¿Dedónde?—Delpozo—dijoYani,chispeantesdehilaridadsusojos.—Puesno,laverdad—dijoAmandacongestosevero—.Notengoningunagana
decogereltifus.—¡Ah,no!—dijoYani—.¡Mira!Yacercándosealpozolevantólagrantapadehierroquelocubría.Luegotiróde
la cuerda. Se oyó un chapoteo, un gorgoteo y un entrechocar de vidrios, y de lasfrescas profundidades del pozo Yani extrajo un cubo en el que reposaban unosbotellines de limonada. De debajo de una piedra que había junto al pozo sacó unabridor,abrióunbotellínyseloofrecióaAmandaconairosoademán.
—Pero¿cómohanllegadohastaahí?—preguntóAmandaatónita.Yaniledirigiósuanchaysimpáticasonrisa.—Estamañanavineanadoconellas—dijo—,muytemprano,ylasbajéalpozo
paraqueestuvieranfrías.Asíquenovasacogereltifus,¡eh!
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—Eresmuybueno,Yani—dijoAmanda,y susojos se llenaronde lágrimas—.Megustaríaquepudiéramoshaceralgoporayudarte.
Yaniseencogiódehombrosfilosóficamente.—Sinosepuede,nosepuede—dijo__.peroporlomenoslohabéis intentado.
Esodemuestraquesoismisamigos.Amandasebebióelrefrescoyluegovolvióatumbarsealsol,dándolevueltasal
problema deYani,mientrasDavid yYani discutían sobre el problema de arrastrarcarrosconlagartijas.ElairellevabahastalaislitalejanossonidosdeMelisa:lavozcascadadeunacampesinaviejaquesaludabaaotra,lavozdeungalloquehacíasusprimeros pinitos de canto con bastante torpeza, el ladrido de un perro y luego ellúgubreyfamiliarrebuznodeunburro.
Amandaseincorporódepronto.—¡Callaos!bisbiseóalosniños—.¡Escuchad!Ellosinterrumpieronsuconversaciónyescucharonpacientementeduranteunpar
desegundos,peronoseoíaotracosaqueellamentosorebuznodelburro.—¿Quéesloquehayqueescuchar?—preguntóalfinDavid.—Eso —dijo Amanda, sobre cuyo rostro se extendió una sonrisa beatífica al
mismotiempoquecesabanlasúltimasnotasdolientesdelrebuzno.—Perosinoesmásqueunburro—dijoYani,perplejo.—«Noesmásqueunburro»—repitióAmanda—.¿Hasdichoquenoesmásque
unburro?Puesahítieneslasolucióndetuproblema.—¿Dequéhablas?—dijoDavidirritado—.¿Cómovaaresolversusproblemas
unburroquerebuzna?Amandasevolvióhaciaellos,conelrostroencendidoylosojoscasinegros.—¿Pero es que no lo entendéis, cabezas de chorlito?—preguntó—.Estábamos
intentandodarconalgoquepusieraalpuebloencontradelalcalde,yahílotenéis.—Pero¿cómopuedeponerunburroalpuebloencontradelalcalde?—dijoYani,
hechounlío.Amandasuspiróconelcortosuspirodeexasperaciónde lamujerque tieneque
tratarconlanecedaddeloshombres.—Atended—dijo—.Todosloscamposdelpuebloestánalpiedelmonte,enla
llanura.¿Cómoselasarreglalagenteparatrabajaresastierrasyrecogerlacosechayllevarlaalpueblo?
—Conlosburros,conquévaaser—dijoYaniperplejo.—¡Pues ya está!—dijoAmanda con aire triunfante—. ¡Llévate a los burros y
paralizarás a todo el pueblo, y a eso no se le puede llamar secuestro porque sonburrosynopersonas!
—¡Québonito!—dijoYani,echándoseareír.—Pues a mí me parece una idea muy sensata —dijo David—. Habría que
estudiarlo.—Noséporquétienesesamaníadeestudiartodaslascosas—dijoAmanda—.
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Nosetratadeestudiarlas,sinodehacerlas.—Perobueno,vamosaver,¿cuálestuidea?—preguntóDavid.—Os la voy a explicar—dijoAmanda, y se inclinó hacia ellos con lamirada
encendida.
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Capítulo4
Reconocimiento
Loprimeroesaveriguarcuántosburroshayenelpueblo—dijoAmanda—.¿Túsabescuántoshay,Yani?
Yaniseencogiódehombros.—Noloséexactamente—dijo—.Nuncaloshecontado.Unosveinte,quizá.—Puestenemosqueestarabsolutamentesegurosdecuántosson—dijoAmanda
—,porquenotendríasentidollevarnossólolamitad.—Sigosinveradóndequieresiraparar—dijoDaviddudoso.—Cállate y escucha—dijo Amanda—. En cuanto averigüemos cuántos burros
hay,organizamosunaredadagigantescaparacogerlosatodosalavez.—Túestásloca—dijoDavidmuyconvencido.—Mira, si los cogemosdeunoenuno—dijoAmanda—,cuandonoshayamos
llevadotresocuatrolosdueñosdelosdemásestarányapreocupadosyencerraránalossuyosbajollave.Tenemosquecogerlosatodosalavez.
—Sigosinvercómovamosacogeraveinteburrosdeunavez—dijoDavid—.Yademás,cuandolostengas,¿quéhacesconellos?
—Meterlosenalgúnsitiodelmonte—dijoAmandaalegremente.
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—Nomeparecemuybuenaidea—dijoYani—,porqueprácticamentenohayporaquíningúnsitiodondesepudieranesconderveinteburrosyqueno losencontraranadie.Tendríaqueserunsitioqueanadieseleocurriese.
—¡Yaestá!—exclamóAmanda,conunbrilloenlosojos—.¡Lostraemosaquí!—¿AHespérides?—preguntóDavid—.Ahorasiquenomequedalamenorduda
dequetehasvueltoloca.¿Cómoíbamosatraerloshastaaquí?—¿Cómovenimosnosotros?—dijoAmanda—.Nadando.
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—Sí,pero¿losburrosnadan?—preguntóDavid.LosdosmiraronaYaniconexpectación,peroYaniseencogiódehombros.—No lo sé —dijo—. No se me ha ocurrido nunca pensarlo. Nosotros no los
usamosparanadar.Perodesdeluegosilosescondiéramosaquíanadieselepasaríani remotamente por la imaginación venir a buscarlos a esta isla. Es una ideamuybuena.
—Yocreoqueesunplanabsolutamentedescabelladodesdeelprincipiohastaelfinal—dijoDavid.
—¿Porquénointentarlo?—dijoAmanda.David consideró la idea atentamente. Cuanto más pensaba en aquel plan más
arriesgadoleparecía,ysentíaunligeromareoalimaginarselasirasdesupadresilesdescubrían.Peropormásque lo intentabano se leocurríaningunaalternativa a laideadeAmanda.
—Estábien—dijoaregañadientes—.Peroconunacondición:quemedejesamílaorganizaciónynohagasningunatontería.Estohayquellevarlolomismoqueunaoperaciónmilitar,yloprimeroquehayquehaceresaveriguarcuántosburroshayenelpueblo.Losegundoesaveriguarsilosburrosnadan,porquesinosabennadarelplannovale.
—Bueno,loscaballosnadan—señalóAmanda.—Yalosé.Peroesonoquieredecirquelosburrosnadentambién—dijoDavid
—-.Vamos a ver, cada uno de nosotros tiene que tener unamisión para así poderrepartirnos.Antesquenada,túyYaniyCoocos,sipodéisecharmanodeél,vaisalpueblo y contáis los burros.Mientras tanto yo pensaré un plan para que podamosaveriguarsinadanono.
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—¿Noseríasuficienteconquenoslleváramosunoalaplayaylometiéramosenelagua?—sugirióAmanda.
—Nosepuede—dijoDavid—,porquesialguiennosvierasedescubriríatodoelpastel. Yo pensaré algo. Ahora vamos a volver y tú yYani y Coocos os ponéis acontar.
Muy emocionados, los niños hicieron la travesía de vuelta y subieron la laderacaminodelpueblo.
AhoraquehabíaaceptadolaideabásicadeAmanda,laverdadesqueaDavidletenía muy animado todo el asunto. Reconoció para sí que organizar aquello erainfinitamente más interesante que hacer cálculos complicados sobre lagartijas ycarros.Asíqueduranteelrestodeldíanohizootracosaquepensarenlamaneradeaveriguar si losburrosnadaban,en tantoqueAmanda,YaniyCoocos, armadosdelápizycuaderno,recorríansolemnementeelpueblohaciendounalistadelosburrosque poseía cada cual. El interés que mostraron por las bestias de carga de todosconmovióverdaderamentealoslugareños.
—Esunasuertequeningunodelosburrostengacrías—dijoYanicuandoyacasihabíanterminado—,porquemeimaginoqueseríamuycomplicadollevarlashastalaisla.
—¡Bah!—dijoAmanda,desechandoesaideaconungesto—.Siemprehabríalaposibilidaddepasarlasenbarca.
Cuandoterminaronresultóqueelpuebloteníadieciochoburrosyunpotro.Cincode los burros y el potro, según descubrieron con gran satisfacción, pertenecían alalcalde.
—Aélleestarámuybienempleadoquelerobemos—dijoAmanda—.Apuestoaquecuandoseenteresudarátodavíamásdeloquesudaahora.
A la hora de las luciérnagas los niños celebraronotro consejo de guerra en losolivares. Amanda informó a David del número de burros, y también, cosa másimportante,dedóndeseguardabacadaunoporlanoche.
—Vaaserunpocodifícil—dijoDavidmuyserio,estudiandolalista—.Yodiríaqueprobablementepodríamos cogernueveodiez enunanoche, perono estoydeltodosegurodecómonoslasvamosaarreglarconlosdemás.
—Bueno, pero después del alcalde el que tiene más es Papa Nikos —dijoAmanda.
—Ysiempreselevantamuy,muytempranoparairalcampo—dijoYani—.Alomejorselospodríamoscogerallí.
—De todosmodos—dijoAmanda, impaciente—, ¿se te haocurrido a ti cómopodemosaveriguarsinadan?
—Sí—repusoDavid,bastanteufano—.Semehaocurridounaideamuybuena.¿Sabéis ese canal que hay antes de llegar a los campos, donde el puentecito demadera?
—Sí—dijoAmanda.
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—Puessipudiéramossabotearlodealgunamanera,deformaquecuandoalguienlocruceenburrosehunda,averiguaríamossielburrosabenadar,yalmismotiempo,comoelcanalespocoprofundo,sinosabenadarpodríamossacarlo.
—David, eso sí que es una idea inteligente —dijo Amanda, con los ojoschispeantes.
—Pero¿cómosesaboteaelpuente?—preguntóYani.—Puesesta tardehebajadoa inspeccionarlo—dijoDavid—.Laverdadesque
estátandesvencijadoquenohayquehacergrancosa.Yocreoqueconsóloaserrarlosdospuntalesdelcentro,cualquieraquepaseporahíharáquetodosevengaabajo.
Amanda,muyregocijada,soltóungraznidoderisa.—Eres listo, David—dijo con admiración—.Me muero de ganas de hacerlo.
¿Cuándovaaser?—Cuantoantesmejor—dijoDavid—.Hepensadoquepodríamosprepararloesta
noche, ya que no hay luna.Mañana por lamañana nos levantamosmuy pronto ybajamosaobservar.Lomaloesquemeparecequenohayningúnserruchoencasa.
—Yotengounserrucho—dijoYanicongrananimación—.Yolollevo.—Y tú,Coocos—dijoDavid, señalando severamente conundedoal chicodel
sombrerohongo—,acuérdatedequenopuedesdecirleanadieniunapalabradeesto.Coocossacudiólacabezaconenergíaysesantiguó.No,Coocosnodiránadaporqueesamigomío—dijoYani.Aquella noche los niños salieron de sus alcobas y bajaron la escalera
sigilosamente. Con cada crujido se llevaban un sobresalto, por temor de que elgeneralsedespertaraydescargarasobreellostodassusiras.Alfinsalierondelacasasin que sus padres lo notaran, y, en compañía de Yani y Coocos, tomandoprecauciones infinitas e innecesarias para no ser vistos, bajaronhasta el puentecitoquecruzabaelcenagosocanalalbordedelosmaizales.Davidsequitólaropaytrasecharse al agua desapareció debajo del puente, habiendo situado a los demás enpuntos estratégicos para que le avisaran si alguien oía el ruido del serrucho y seacercabaainvestigar.Luegopusomanosalaobra.Enmuypocotiempo,porquelamaderaestabablandaysemipodrida,consiguióaserrardeladoaladolosdospuntalesquesosteníanelcentrodelpuente.Despuéslossacódesusitioylosvolvióahincarenel lodo,de formaqueaprimeravistaparecieraque todavía sosteníanelpuente,aunqueenrealidaderancompletamenteinútiles.Hechoestoseencaramóalaorilla,se quitó cuidadosamente el barro de las piernas, se vistió y todos regresaron a suscasas.
La luzdelamanecerhabía teñidoelcielodeverdey rosaperlado,y todavíaseveían en él unas pocas estrellas, cuandoDavid entró en el cuarto deAmanda y ladespertó. Al salir encontraron a Yani y Coocos, y todos juntos, respirando el airefrescodelamañana,sedirigieronalpuentecito.Aunadistanciaconvenientecrecíanvarios macizos grandes de cañas, que ofrecían magnífico escondite desde el cualobservarelresultadodesuexperimento,yallíseacomodaronyesperaronensilencio
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aqueaparecieraelprimeraldeano.Tal vez fuera una desdichada casualidad que el primero en dirigirse al puente
aquella mañana fuera el propio alcalde. Desde luego era quien menos se habríanimaginado los niños, pues lo normal era que Oizus se pasara la mayor parte deltiemposentadoenelcafé,mientrassuseñoracargabacontodoeltrabajodelcampo.Peroeldíaanteriorlaalcaldesasehabíaquejadodequealgúnextrañoanimalparecíaestar echando a perder la cosecha demaíz, por lo cual el alcalde tomó la insólitadecisióndeirélmismoaverquépasaba.Y,paraahorrarselaarduatareadecaminar,resolvióiralomosdeunodesusburros.
—¡SanPolicarpo!—susurróYani,abriendomucholosojos—.¡Sieselalcalde!—¡Fenomenal!—dijoAmanda,yseechóareírporlobajo.—¡Cállate!—bisbiseóDavid—.Nosvaaoír.—Sevaaponerhechounafuria—dijoYani.—Le está bien empleado—dijo Amanda—. Esto es lo que mi padre llamaría
«justicianatural».Contemplaroncómoelburro,congranresignaciónteniendoencuentaelpesodel
alcalde, bajaba la cuesta a paso lento, clip-clop, y se dirigía al puente. Era muytemprano,yelalcalde,quenoestabaacostumbradoalesfuerzofísicodecabalgarenburro al amanecer, iba cabeceandoadormecido sobre sumontura.Elburro llegó alpuente.Losniñoscontuvieronlarespiración.Subióalpuente,yDavidloobservóconlamásangustiosazozobra,porquenoestabadeltodosegurodequeelsabotajedieraresultado. Pero cuál no sería su contento cuando, al llegar el animal al centro delpuente, todo él cedió dando un crujido de lomás satisfactorio, y burro y jinete seprecipitaron al agua en medio de una espectacular rociada, acompañada de unreconfortantealaridodeterrorporpartedelalcalde.
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—¡Haresultado!—dijoDavid,brillantesdeemociónsusojos—.¡Haresultado!—¡Absolutamentemaravilloso!—exclamóAmanda,embelesada.—Lohashechomuybien,David—dijoYani.En seguida descubrieron dos cosas: que el burro nadaba estupendamente, y no
tardóensalirdelcanal,yqueelalcaldenosabíanadar.—¿Quéhacemos?—dijoYani—.Novamosadejarqueseahogue.Hayqueira
ayudarle.Elalcaldesehabíaagarradoaunmaderodelpuenteypedíasocorrocontodala
fuerza de sus pulmones, aunque bien sabía que a aquella hora de la mañana erabastanteimprobablequehubieranadieporlosalrededores.Invocóalossantosvariasvecesytratódesantiguarse,perosisesantiguabateníaquesoltarelmadero,queeraloúnicoqueleseparabadeunatumbaacuática.
—YaninopuedeiraayudarleporquesiveaYanisedarácuenta—dijoAmanda
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—,asíquevamosnosotros.AmandayDavidcorrieronporlaorillahaciaelalcaldenaufragado.—¡Noseapure,señoralcalde!—gritóAmanda—.¡Yavamos!—¡Salvadme!¡Salvadme!—chillóelalcalde.—Dejedegritar,queyavamos—dijoDavidirritado.Corrieronporelbordedelcanalysetiraronalagua.—¡Quemeahogo!—gritóelalcaldeconvoztanlastimeraqueaAmandaledio
unataquederisafloja.—Tranquilícese—dijoDavidtratandodecalmarle—.Nohapasadonada.Unoacadaladodelcorpulentoalcalde,lesostuvieronpordebajodelosbrazosy
learrastraron,empapadoycubiertode lodoyhierbajos,hasta laorilla,a lacualseencaramó de modo semejante a como una morsa bastante torpe se subiría a uniceberg. Tan cómico era su aspecto queAmanda tuvo que refugiarse detrás de unolivoparapoderreírseasusanchas,ynisiquieraDavidconseguíamantenerlacaraseriacuandotiernamenteinterrogóalalcaldesobresuestadofísico.
—Me habéis salvado la vida—dijo el alcalde, santiguándose varias veces congranrapidez—.Soisunosniñosmuyvalientesymehabéissalvadolavida.
—Bah,nohasidonada—dijoDavidquitándole importancia—.Pasábamosporcasualidad y le oímos gritar. Ibamos a…, íbamos a darnos un baño antes dedesayunar.
—Ha sido lamisericordiadeDios loqueoshahechopasar por aquí—dijo elalcalde, quitándose un hierbajo del bigote—. Sin duda ha sido la misericordia deDios.
—¿Quéhacíaustedlevantadotantemprano?—dijoDavidentonodereproche.—Teníaqueiralcampoavercómoestáelmaíz.Estodemuestraquenohayque
hacer tonterías.Hacemuchísimotiempoquehabíaquehaberarregladoestepuente.Se lo tengo dicho—jadeó, faltando totalmente a la verdad—. Ahora tendrán quehaceralgoconél.
Fue una suerte que el burro hubiera salido a tierra en la misma orilla que elalcalde, donde se puso a pastar plácidamente bajo los árboles. Amanda y DavidizaronalenlodadoyempapadoOizusallomodesumonturayleacompañaronhastaelpueblo.
—Ahorayasabemosdoscosas—dijoAmandaeninglés,paraqueelalcaldenoseenterara—.Una,quelosburrosnadan,yotra,quelosalcaldesno.
Yunavezmáslediolarisa.—Cállate, tonta—bisbiseóDavid—-. Como sigas así va a sospechar que pasa
algoraro.Cuandollegaronalpuebloyasehabíalevantadotodoelmundo,yloslugareños
sequedaronboquiabiertosalavistadesuprimerciudadano,queentrabaenlaplazamayor rebozadoen lododepies a cabezaydejando trasde síun reguerodeagua.Inmediatamente,comoporartedemagia,secongregócasitodalapoblación.Aparte
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dequelesdababastantegustoveralalcaldeenaquelestadolamentable,esqueenelpueblonohabíaocurridonadaemocionantedesdeque,tresañosatrás,elviejoPapaNikos se emborrachara y se cayera a un pozo, del cual fue sacado con sumadificultad.
El alcalde, dispuesto a sacar el máximo partido de lo ocurrido, descabalgópenosamenteysearrastróconpasovacilantehastalasillamáspróximadelcafé.Sedaba cuenta, como se la habría dado cualquier griego, de que aquella situaciónencerraba magníficas posibilidades dramáticas. Respiraba con fatiga, se desmayóvariasvecesyhubodeserreanimadoconouzo[1],yalprincipiosuspalabraserantanincoherentes que los aldeanos se consumían de ganas de saber qué había pasadoexactamente.Por fin, entremuchosaspavientosy santiguamientos,el alcaldecontósuhistoria,y,aunquelospresentesdebíansercercadedoscientos,allísehabríaoídoel vuelo de unamosca. Parecía como si el pueblo entero estuviera conteniendo larespiraciónparaquenadieseperdieraniunapalabradelemocionanterelato.Cuandoel alcalde llegó a la parte del rescate, los lugareños se quedaron embelesados.¡Imagínate! ¡Rescatar al alcalde los niños de los ingleses! Más tarde, cuando secomentara el incidente, la opinióngeneral coincidiría enque, bienmirado, era unapena que le hubieran rescatado, pero en aquel breve instante no se pensó en eso.AmandayDavideran lospersonajesdeldía.Recibieronabrazosybesos,y fueronatiborrados de vino y de unas horribles conservas pegajosas que gozaban de altaestima entre la población de Kalanero. Ni que decir tiene que Amanda y Davidestaban lamarde azoradosy se sentíanmuyculpables, y se lesnotaba en la cara,perolosaldeanosatribuyeronsuexpresiónalanaturalmodestiainglesa.
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Porfin, luegodeserabrazadosybesadosenamboscarrillosporelalcalde,quedebidoallodoempezabaaolerunpocomal,sevieronlibresdelosfelicesaldeanosyregresarona lavilla, acompañadosdegritosde«¡Bravo!»y«¡Adiós,valientes!»yotrasaclamacionesporelestilo.
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Alllegara lavillaencontraronasuspadresenmitaddeldesayuno.Despuésdecambiarsederopa,sesentaronalamesatandisimuladamentecomopudieron.
—Ah,estáisaquí—dijolaseñoraFinchberry-White—.Ahoramismoibaasalirabuscaros.
—Tengoentendido—dijoelgeneral,masticandograndescantidadesdetostada—queacabáisdetenerelhonoruntantodiscutibledesalvarlavidadenuestroalcalde.
—¿Cómotehasenterado?—preguntóAmanda,sobresaltada.—Hay muchas cosas —dijo el general—, como los Secretos de la Vida por
ejemplo,queunpadrenodebeconfesarasushijos;yunadeellassonsusfuentesdeinformación.
—Nohasidonadaenrealidad—seapresuróadecirDavid—.Esqueelpuentecedióyélsecayóalaguaynosabenadar,asíquenosotroslesacamos.
—¡Unanobleacción!—dijoelgeneral—.AlFinyalcabo,nopesapoco.—¿Quieresunpocomásdemermelada?—preguntóAmanda,deseosadedesviar
laconversaciónhaciaotrostemas.—No,muchasgracias—dijoelgeneral.
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Y,sacandolapipadelbolsillo,ejecutóunrápidotamborileosobresupierna.—¿Nopuedesdejardehacereso,Henry?—dijolaseñoraFinchberry-White.—Así tocan los tambores los watusi cuando el ataque ha fracasado—dijo el
general—. Lo recuerdo como si lo estuviera viendo. Eramos cinco; estábamosaisladosenunaltozano,ynosatacaronalamanecer.Eranunoshombretonesenormes,todos demás de unmetro ochenta, con escudos de piel de cebra y largas y finasazagayas.Veníanentalnúmeroquealláabajolallanuraestabanegra,comosifueranhormigas. Disparamos hasta que los rifles se pusieron al rojo vivo, y al finconseguimosrechazarles;allífuedondeperdílapierna.
—No,querido—dijolaseñoraFinchberry-White—-;laperdistecuandotecaísteenelsótanodelosWestbury.
—Querida—dijomalhumoradoelgeneral—,meencantaríaquenotuvierasesamaníadeestropearlasbuenasanécdotascorrigiéndolasconunadosisdeverdad.
Elgeneralhabíaperdidosupiernaentaldiversidaddecircunstancias,tiemposylugaresqueyasushijosprestabanmuypocaatenciónasusanécdotas.
David tenía otra cosa en que pensar: un problema que expuso a Amanda tanprontocomo,acabadoeldesayunopudohablarasolasconella.
—¿Ysilosburrosrebuznan?—preguntó.—¿Cómoquesirebuznan?—dijoAmanda—.¿Quéquieresdecirconeso?—Quiero decir que si reunimos a todos los burros enHespérides y se ponen a
rebuznar,entoncestodoelmundosabrádóndeestán.Amandareflexionósobrelacuestiónconelceñofruncido,peroenseguidadijo:—Nohayporquépreocuparse.Al finyal cabo, losburros sólo rebuznanpara
llamarseentresi.Escomounamaneradehablarunburroconotroqueestáalotroextremodelvalle,perosiestántodosjuntosyentierrafirmenoquedaningunoconquienhablar,supongoqueseestaráncallados.
—Esperemosqueasísea—dijoDavid—.AhoravamosaveraYaniyacelebrarotroconsejodeguerra.
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Capítulo5
Elsecuestro
LosniñossereunieronenlacasitaencaladadeYaniysesentaronalasombradelaparra,bebiendolimonada.Coocosestabaenunestadodegranexcitaciónporquesujilguerohabíapuestounhuevo,queélllevabacuidadosamentemetidoenelbolsillode la camisa con la esperanza de incubarlo. Dado que el jilguero (la jilguero) nohabíatenidoocasiónderelacionarseconningúnotrojilguero,losniñospensaronquelaprobabilidaddellegaraunfelizresultadoeramuyescasa,peronoselodijeronaCoocospornodisgustarle.
—Bueno—dijoAmanda—,¿cuándoentramosenacción?—Hedecididoquehayqueesperarhastaquehayalunallena—dijoDavid.—Peroparaesofaltantodavíadiezdías—protestóAmanda.—Medalomismo—dijoDavid,testarudo—,tienequeserconlunallena.Hay
que tener luz suficiente para ver bien, y los diez días que faltan no serán tiempoperdidoporquetenemosmuchísimascosasquehacer.Acordaosdequenopodemoscometerningunaequivocación.
—Yo estoy de acuerdo con David —dijo Yani—. Me parece esencial que lohagamosconlunallena,porquesinotodoseráeldoblededifícil.
—De acuerdo—dijoAmanda demala gana—, pero ¿qué vamos a hacer hastaentonces?
—Pues loprimeroquehayquehacer—dijoDavid—es llevarcomidaa la islapara alimentar a los burros cuando los tengamos allí. No sabemos cuánto tiempohabrá que tenerlos. No lo podemos llevar todo de una vez porque eso levantaríasospechas,asíquecadadía,depoquitosenpoquitos,iremosllevandoforrajeymaíz.
—AlgunasveceslopodráhacerCoocosdenoche—sugirióYani—.Nadiesefijaenloquehace.
—Esunabuenaidea—dijoAmanda,yCoocosledirigióunaampliasonrisa.—Después—dijoDavid—,tendremosquepracticarunpocoparaqueluegopor
lanochesepamosexactamentequéesloqueestamoshaciendo.
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—Sí,esomeparecemuyimportante—asintióAmanda—.Sinonosharemosunlíoytodosaldrámal.
ConquealolargodelosdiezdíassiguientesloscuatroniñosfuerontrasladandoaHespérides, disimuladamente y sin llamar la atención, la suficiente cantidad deforrajeparatenercontentoalburromásexigenteduranteporlomenosunasemana.También organizaron un sistema de comunicación imitando las llamadas de losbúhos, con mensajes distintos según el número de llamadas. Escogieron el mejorcaminodesdeelpueblohastalaplayaquehabíafrenteaHespéridesylorecorrieronen un sentido y en otro hasta que llegaron a conocer cada una de sus piedras yrecodos. También recorrieron el pueblo una y otra vez para comprobar dónde seencerrabaalosburrosporlanoche.
Yporfinlaluna,quehabíasidounmerohilodeplataenelcielo,crecióysepusoredondaysealzósobreelmarteñidaderojosangre,ysupieronquehabíallegadoelmomentodelagranaventura.
—Mamá, ¿te importaría que pasáramos la noche acampados? —preguntóAmanda una mañana—. Está ahora la luna tan bonita, que hemos pensado quepodríamosbañarnosporlanoche.
—Claroquepodéis,hija—dijolaseñoraFinchberry-White—.Ospreparoalgodecomida,¿verdad?Ynoseosolvidellevarosunamantaytodasesascosas.
—Notemolestes,yoloorganizarétodo—dijoAmanda.—¿Adóndepensáisir?—preguntóelgeneral,mientrasañadíauntoquedecolor
violeta a un desdichado ciprés—.No es queme interese demasiado, pero será útilsaberloporsitengoqueenviaraalguienarescatarosdeuntiburónoalgoasí.
—No pensamos ir muy lejos—dijo David—. A la playa que hay enfrente deHespérides.
Amandapreparócomidaencantidadsuficienteparaellosdos,YaniyCoocos,ypor darle un tinte de verosimilitud a aquella historia (y que su madre se quedaratranquila)lióunpardemantasy(antelainsistenciadesumadre)unpardesábanas.Alascincodelatardelosniñosbajaroncargadosconsuscosashastalaplaya,dondelesestabanesperandoYaniyCoocos.Allíencendieronunahogueracon lasastillasque recogieron en la propia playa y asaron unos pescadosmientras esperaban queoscurecieseysalieralaluna.Habíandecididodejarlahogueraencendidaparaquesipasabaalguiendiera la impresióndeque todavíaestabanen laplaya,yademás lesserviríadefaroseñalandoelpuntoexactomáspróximoaHespérides.Davidsehabíapasado dos días calculándolo con ayuda de una cuerda de tender e interminablesfórmulasmatemáticas.
Losniños aparentaban tomárselo conmucha indiferencia, pero todos tenían losnervios en tensión, y Amanda, aunque por nada del mundo lo habría queridoconfesar,senotabainclusounpocomareada.Alfinlaluna,redondayrojacomounagotadesangre,despuntósobreelhorizontedelmarylentamenteseelevóenelcielo,cambiandopocoapocodecolor,delbroncealoroyfinalmentealplata.
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—Bueno—dijoDavid,conairedespreocupado—,creoqueyaeshoradequenospongamosenmarcha.
—Sí—dijoAmanda,tragandosaliva.—¿Seguroquetodossabemosloquetenemosquehacer?—preguntóDavid.Coocos asintió vigorosamente con la cabeza, y también lo hicieron Yani y
Amanda.Alfinyalcabo,llevabandiezdíashaciendoprácticas.Habiandecididoquesuprimerobjetivofueranlosburrosdelalcalde.Parecíalo
másjusto,yademáseraélelpropietariodelmayornúmerodeburrosenelpueblo.Asípues,ascendieronlaladerayseacercaronconinfinitosigiloalacasadelalcalde.Oizusguardabasupotroysusburrosenunpequeñocobertizoquehabíaaespaldasdelacasa.MientrasAmandaseescondíadetrásdeunolivodispuestaadarlaalarmasideimprovisoaparecíaelalcalde,losdemássedirigieronalatraseradelacasa.Lapuertadelestabloeraviejaysecerrabaconunapesadatrancademadera,locuallesdiobastantetrabajo,pueshuboquelevantarlatrancaconinfinitasprecaucionesparanohacerruidoyabrirlapuertacentímetroacentímetroparaquenochirriara.Luegohubo que sacar uno por uno a los burros, que no tenían ninguna gana de salir, yatarlosunosaotros,yporúltimoataralpotrodelantedetodosparaqueguiaraalarecua. Por fin los condujeron a todos al olivar, donde Amanda les esperabadesbordantedeemoción.
—¡Loshabéissacado!—susurrómuyexcitada—.¡Esmaravilloso!—No cantes victoria antes de tiempo —dijo David seriamente—. Ahora tú,
Coocos, montas el caballo, te llevas este lote a la playa, los dejas allí atados yvuelves.
—Pensándolo bien—dijo Amanda meditabunda—, ese caballo nos podría sermuyútil.ConélCoocospodríairyvenirmuchomásdeprisa.
—Sí, tienes toda la razón—dijo Yani—. Sería muy útil, y además me da laimpresióndequealosburroslesgustaseguirle.
ConqueCoocosfuedespachadoalaplayaconloscincoburrosdelalcaldeylosdemásaguardaronsuregreso.
Mientrasestabanesperando,DavidvolvióaescurrirsehastalacasadelalcaldeyclavóenlapuertadelestablouncartelónquelehabíapedidoaYaniqueescribieraengriego, y que en letras mayúsculas bastante temblorosas decía: BURROS DELMUNDO,UNIOS.
-—Así tendrán algo en que pensar—dijoDavid satisfecho, una vez que hubodejadoelcartelbienclavadoalapuertadelestablo.
En un santiamén reaparecióCoocos a lomos del potro del alcalde, y los niñosreanudaronlaoperación.Enbastantescasoslatareanopodíasermássencilla,pueselburro estaba simplemente atado a un olivo a propósito y bastaba con desatarlo yllevárselo.
Pero la cosa se puso un pocomás difícil con los burros de Filimona Kouzos.Kouzoserafamosoporserelhombremáscobardedelpueblo,ytodaprecauciónle
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parecíapocaparaprotegerseasímismoyasuganadodelosinnumerablesdesastresquesegúnélleacechabanentodomomento.Enconsecuencia,denocheencerrabaasusdosburrosenuncobertizocuyapuertaquedababienaseguradaconuncandadoantiguo y de buen tamaño. Amanda y David lo habían examinado y habíandescubierto que con un destornillador se podía quitar todo el candado, pero esaoperaciónllevaríaciertotiempo.AsíqueYaniesperófrentealacasaporversisalíaKouzosmientrasAmandayDavidtrabajabanconeldestornillador.EstabansacandoelúltimotornillocuandoaDavidseleescurrióeldestornilladordeentrelasmanossudorosas. No habría pasado nada si no fuera porque la herramienta fue a caerruidosamentesobreuncubopuestodelrevésquehabíajuntoalapuertadelestablo.Losniñossequedaronpetrificadosycontuvieronlarespiración;enmediodelanochesilenciosa,elgolpedeldestornilladorcontraelcubohabíasonadocomolaexplosióndeunabomba.Dentrodelacasaseoyeronmovimientosymurmullos.
—¡Deprisa!—bisbiseóDavid—.¡Saquemosalosburros!
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DeprontoYanivioaFilimonaKouzos,encalzoncillosygruesacamisetadelana,enmarcadoporelumbraldesucasa.Ibaarmadodeunfarolyunaescopeta.
—¿Quiénandaahí?—dijoconvoztemblorosa—.¡Quietoodisparo!ComoKouzoseratanfamosoporsumalapunteríacomoporsucobardía,aquello
lehizo reíraYani.Exhalóunparde fuertesgemidos,yadoptandoun tonodevozchirrianteyentrecortadodijo:
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—¡SoyViraclos,Kouzos!¡Hevenidoachupartelasangreyllevarmetualma!Kouzos,queen su fuero interno siemprehabíapensadoquealgúndíaocurriría
unacosaasí,delsustodejócaerelfarol,queseapagóenseguida.
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—¡SanPolicarpomeproteja!—gritóconfuertevoz—.¡Diosmío,socórreme!—¡Noteservirádenada!—dijoYani,soltandounahorriblerisotada—.¡Vengoa
llevarmetualma!Entre tantoAmandayDavid,yadentrodel establo, tratabande sacara losdos
burros de Kouzos. Los animales habían tenido un día de mucho trabajo, y,
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comprensiblemente, no les entusiasmaba la idea de ser desalojados de un establocómodo y calentito, seguramente para tener que hacer un turno de noche.Así quecostómuchísimotrabajosacarlos,peroYaniestabahaciendodelantede lacasaunaimitacióntanexcelentedeViraclosqueteníaaKouzosinvocandoatodoslossantosdelcalendario,por loqueelpoco ruidoquehacían losniñosempujando, tirandoyarrastrandoalosburrospasóinadvertido.TanprontocomoYanilesviodesaparecerenlaarboledaconlosburros,exhalóunoscuantosgemidosmásparadejarcontentoaKouzosylessiguióatodavelocidad.
Así, cuando por el este el horizonte empezó a palidecer hacia el alba verdosa,tenían reunidosen laplayaa todos losburrosdelpueblomenoscuatro.Loscuatroque faltaban eran los pertenecientes a Papa Nikos, y eran los que más le habíanpreocupadoaDavid,puesdebidoalaposicióndelestabloeraimposiblerobarlosdecasadePapaNikos.PeroYanihabíaanunciado,nosinciertomisterio,queteníaunsistemaparahacerseconellos.
—Yo creo que hemos hecho maravillas —dijo Amanda, contemplando consatisfacciónlarecuadecatorceburrosdeprimidosyunpotro.
—Todavíanohemosacabado—señalóDavid.—¿No os parece que deberíamos pasar este lote a Hespérides? —preguntó
Amanda—,yasíluegosólotendremosqueocuparnosdelosdePapaNikos.—Sí,eslomássensato—dijoYani.Desdeelprimermomento,todoslosburrossehabíanmostradobastantereaciosa
salirdenoche.Ahorabien,yaqueeldestinohabíadecretadoquefuerandesalojadosdesusconfortablesestablosyconducidosalaplayaenmitaddelanocheyobligadosa permanecer allí, lo aceptaron con su acostumbrada mansedumbre. Pero cuandodescubrieronque sepretendíahacerles entrar en el aguaynadar, sudesaprobaciónfueunánime.Cocearon,corcovearon,yunodeellosllegóinclusoasoltarseytuvolaincreíbleosadíadeecharacorrerporlaplaya,perseguidodecercaporlosniños.Porfinleagarraronylevolvieronaatarconlosdemás.
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Laresistenciaqueopusieronlosburrosabañarseenelmaralamanecerfuetanfuerte que se tardó más de una hora en pasarlos a Hespérides. Una vez allí seencaramaronatierra,sesacudieronvigorosamenteyexhalaronsuspirosprofundosylúgubresparamanifestarsuirritaciónysurepulsadetodoaqueltrajín.Unoporunolossubieronlosniñosconcuidadoporlosescaloneshastalapequeñaexplanadaquerodeaba la iglesia.Allí los ataron y le sirvieron a cada uno comida suficiente paratenerlosdistraídos,ydespuésregresaronanadoalacostaparaocuparsedelaúltimapartedelsecuestro.
—Aquellos dos sembrados son los de Papa Nikos —susurró Yani cuando yaestabancerca,escondidosdetrásdeunmacizodecañas—.Sueleatarlosburrosaesahiguera.Cuandollegue,yomeacercarépordetrásdeaquellascañasyorganizaréunescándalo.
—¿Quéclasedeescándalo?—preguntóAmanda.—Ya loveréis—dijoYanimisteriosamente, dirigiéndoleuna amplia sonrisa—.
Teaseguroqueharáqueseolvidendelosburros;perovosotrostrestenéisqueactuardeprisa,porqueyonopodréentretenerlosmuchorato.
—AKouzossupisteentretenerle—dijoAmandaechándoseareír.—Bah,erafácil—dijoYani—.Eseestonto;peroPapaNikosnoestonto,asíque
conélhabráqueandarseconcuidado.Losniños esperaronpacientemente, ypor fin, cuandoya iba clareandoy el sol
empezabaaelevarseenelcielo,oyeronquePapaNikosysufamiliaseacercaban.ElúnicofalloquepodíahaberenelplaneraquePapaNikosnollevaratodasucuadrillade burros, pero en seguida vieron con alivio que traía consigo a los cuatro. El, sumujerysusdoshijosllegaroncharlandoalegremente,ataronalosburrosalahigueraydespués,sacandosusazadones,sepusieronaremoverlatierra.
—Hallegadoelmomento—dijoYani.Ante el asombrodeAmanda, sacóde repenteunanavajagrandedel bolsillo y,
antesdeque losniñosse lopudieran impedir, sediodoscuchilladasenunode lospiesdescalzosyleempezóacorrerlasangreentrelosdedos.
—¿Quéhaces?—dijoAmandahorrorizada.Yanisonrió:—Hayquehacer las cosas con realismo,porque sinoPapaNikosno sedejará
engañar.Bueno,cuando tengáis losburros lospasáisaHespéridesy luegovenísalpueblo.Yoestaréallí.
Yguardándoselanavajadesaparecióentrelascañas.—¿Quécreestúqueiráahacer?—preguntóDavid.—No lo sé—dijo—,perono tieneunpelode tonto, asíquedejémosle.Venid,
serámejorquenosacerquemosmásalahigueraparaestarpreparados.Andando a gatas rodearon el sembrado y se escondieron en losmatorrales que
habíacercade lahiguera.Alpoco tiempovieron,conasombroyalarma,queYanisalíadeentrelascañasdelantedelasnaricesdePapaNikosysufamilia.Yporsieso
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fuerapoco,lediolosbuenosdíasaPapaNikos,quelecontestóalegremente.Haciéndolepreguntasinteligentesacercadelacosecha,Yanifuecaminandopor
elbordedelsembradoyentrelahierbahaciadondeestabatrabajandoPapaNikos.Deimproviso, tan de improviso que Amanda dio un respingo, Yani soltó un alaridotaladranteysedejócaeralsuelo.
—¡Unavíbora,unavíbora!—gritó—.¡Mehamordidounavíbora!AlinstantePapaNikosytodoslossuyossoltaronlosazadonesycorrieronallado
deYani,queseretorcíasobrelahierbacongranrealismo.Seapiñaronasualrededor,lelevantaronlacabezayleexaminaronlaheridadelpie,parloteandomuyexcitadosy condoliéndose de su desgracia y sugiriendo toda una serie de antídotos dereconocida utilidad en caso demordedura de culebra. Los gritos deYani eran tanensordecedores que Papa Nikos y los suyos tenían que hablar a voces paraentenderse.AquelalborotoahogóperfectamenteelruidoquehacíanAmanda,DavidyCoocosparadesataralosburrosyllevárselos.
—¡Unaplanchacaliente!—vociferabaPapaNikos—.¡Esoes loquehacefalta,unaplanchacaliente!
—¡No,no!¡Ajoyaceitedeoliva!—gritabaMamaNikos—.¡Mimadresiempreusabaajoyaceitedeoliva!
—¡Memuero!—chillabaYani.Desdequevioporelrabillodelojoquelosburrosyaestabanfueradesusitio,laverdadesqueempezóadisfrutardelasensaciónqueestabacausando.
—Quita,quita,corazón,cómovamosadejarquetemueras—bramóPapaNikos—.Vamosallevartealpuebloytepondremosunaplanchacaliente.
—¡Ajoyaceitedeoliva!—chillóMamaNikos—.¡Nadadeplanchacaliente!—¡Cierralaboca,mujer!—gritóPapaNikos—.¿Acasopiensasqueyo,contoda
laexperienciaquetengo,noséloquehayquehacer?—Memuero—gimióYaniconvozmuyconvincenteytemblorosa.—¡Dadleun tragodevino!—ordenóPapaNikos—.Hayunabotelladonde los
burros.TannerviosaestabatodalafamiliaalavistadelasituacióndeYani,queunode
los hijos fue corriendo por la botella y ni se dio cuenta de que los burros ya noestaban atados a la higuera. Yani se desmayó con gran realismo y tuvieron quelevantarlelacabezayecharleunchorritodevinoentrelosdientesapretados.
—Estoymuerto—gimió,volviendoensí—.Mehemuerto.—¡No,hijomío!¡No,corazón!—gritóPapaNikos—.Ahoramismotellevamos
alpuebloytecuramos.Traedacáunburroparallevarle.Loshijoscorrieronaobedecerle,ysúbitamentesepararonasombradosensecoal
verquelahiguerasehabíaquedadosinburros.—Papá—dijeron—,losburrosnoestán.ElrostrodePapaNikosseenrojeciódeira.—¡Mujer inútil!—dijo, arremetiendo contra sumujer como causa evidente de
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aquelcontratiempo—.¡Noloshasdejadobienatados!¡Cabezadechorlito!—¡Cabeza de chorlito lo serás tú!—chilló indignadaMama Nikos—. ¡Yo los
dejébienatados!—Pues no están, así que no puede ser que los hayas atado bien—dijo Papa
Nikos.—Memuero—gimióYani.—Bueno, pues habrá que llevarle al pueblo a cuestas—dijo Papa Nikos—, y
volverluegoabuscaralosburros.Nohabránidomuylejos.—Yaestoymuerto—dijoYani—.Nisirvedenadallevarmealpueblo.—Quita,quita,corazónmío—dijoPapaNikos,dándoleunaspalmaditas—.Note
vasamorir.Entreloscuatrolelevantarondelsueloycargaronconélhastaelpueblo.Acada
pasoquedabanlesasegurabaYaniquelomismopodíantenderlealpiedeunolivoydejarlemorir,porquelosuyonoteníasalvación.
Por fin, jadeando exhaustos, llegaron a la plaza del pueblo, donde en aquellosmomentosloslugareñosempezabansujornada.RápidamentesejuntarondosmesasdelcaféysetendióaYanisobreellas.Inmediatamentesecongregóallícasitodoelpueblo.HastaPapaYorgo(quecomoserecordaráteníamásdecienaños)vinoconpasovacilanteparadar su consejo,y fueescuchadocon respetoporqueera elmásviejo del lugar y por consiguiente debía tener más experiencia de mordeduras devíboraquenadie.Todoshablabanalavez.Cadaunollevabalacontrariaalosdemás,ylacosaadquiriótalesproporcionesqueYanituvoquehacergrandesesfuerzosparanosoltarlarisa.Alfin,luegodeaplicarleenelpiediecisieteremediosdiferentesyvendárselo con un trozo de tela de lo más antihigiénico, le transportaronreverentementehasta sucasay le acostaron.Cerraronbien lospostigosy lapuertaparaquenopudieraentrarniunsoplodeairefresco,pueserabiensabidoqueelairefresco era lo peor del mundo para un enfermo, y después, discutiendoestridentemente,sevolvieronalpueblo.Enlaoscuridaddesucuartito,Yani,metidoenlacama,rióhastaquelaslágrimaslecorrieronporlasmejillas.
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Capítulo6
Conmoción
Jamás la aldea de Kalanero había conocido un día como aquél. Volvieron losaldeanos, todavía charlando animadamente sobre la mordedura de Yani, y en elmomento en que empezaban a dispersarse y a tirar cada uno por su lado, entrócorriendoenlaplazaFilimonaKouzos,conlacaradelcolordelpapel.
—¡Oídmetodos!¡Oídmetodos!—gritócondramatismo—.¡Brujería,brujería!Y,dejándosecaeranteunadelasmesasdelcafé,sollozóteatralmente:—¡Brujería!
Ningunaotrapalabrahabríaimpresionadotantoalosaldeanos.HastaPapaYorgo(que como se recordará tenía más de cien años) tuvo que beberse dos ouzos unodetrásdeotro.LosaldeanosseapiñaronalrededordelsollozanteKouzos.
—Dinos,FilimonaKouzos—suplicaron—,¿dequébrujeríanoshablas?Kouzosalzólacarasalpicadadelágrimas.—Anoche—dijoentresorbetones—,aaltashorasdelanoche,oíunruidofuera
demicasa.Yasabéisquesoyunhombredemuchocoraje.Tanfascinadosestabanlosaldeanos,quenoacogieronaquellapalpablefalsedad
conelestallidoderisasarcásticaquehabríasidonormalenotrascircunstancias.—Cogílaescopetayelfarol—siguiódiciendoKouzos,secándoselanarizconla
manga—,ysalíenmitaddelanoche.
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Losaldeanossoltaronexclamacionesahogadasysesantiguaron.—Derepente—dijoKouzos—,veoquededetrásdeunárbolsaltahaciamíuna
cosa.—¿Quéera,Filimona?—preguntóPapaYorgoconvoztemblorosa.Kouzosbajólavozhastadejarlareducidaaunsusurroescalofriante.—¡EraViraclos!—bisbiseómelodramáticamente.La multitud que ya rodeaba a Kouzos se quedó sin respiración. Kouzos había
vistoaViraclos.—¿Cómoera,cómoera?—lepreguntaron.—Era—dijoKouzos,echandomanodesu imaginación—,comounacabracon
figura de hombre, pero con cara de perro enseñando los dientes y dos grandescuernos.Ytambiénteníaunrabomuylargo,bifurcadoenlapunta.
—Sí, sí —convino Papa Yorgo, asintiendo con la cabeza—. Era Viraclos, sinduda. Recuerdo que un tíomío por el lado demimadre le vio una vez. Y así esexactamentecomoledescribía.
—Ydijo:«Kouzos,hevenidoallevarmetualma»—continuóKouzos.Losaldeanosvolvieronasoltarexclamacionesahogadas.—Afortunadamente,comoyosoyunhombrebueno,honradoytemerosodeDios,
invoquéanuestrosantopatrón,yasísabíaquenopodíahacermeningúndaño.—¿Estás seguro—dijo Petra, que era el cínico del pueblo—de que no habías
bebidounpocodemás,Filimona?Filimonaseenderezócondignidad.—Noestababebido—dijofríamente—;yaúnhaymás.¿Másaún?Loslugareñoscasinocabíanensí.Sindudaalgunaeraaquéllaunade
lascosasmásemocionantesquehabíansucedidoenKalanero.—¿Quémáspasó?—clamaronconansia.—Estamañana—dijoKouzos—, cuando fui a sacar a los burros,me encontré
conqueelcandado,esecandadograndetanbuenoquepertenecióamipadre,habíasido arrancado de la puerta como por una mano gigantesca, y los burros habíandesaparecido.
—¿Desaparecido?—preguntaronlosaldeanos.—Desaparecido—dijoKouzos—.¡Estoyarruinado!Otravezseechóallorarysepusoadarpuñetazosenlamesa.—¡Viraclosmehaarruinado!—gimoteó—.Comoelbuensantonoledejóquese
llevaramialma,loquehizofuellevarselosburros.—¿Estássegurodequenoesquesehayanidoalolivar?—preguntóPetra.—¿Crees que no los he buscado?—chilló Kouzos—. Por todas partes los he
estadobuscando.Handesaparecidosindejarrastro.Losaldeanossemiraronunosaotrosconinquietud,puesentrelamordedurade
Yaniyunacosay laotra, laverdaderaqueningunodeelloshabíavistoaúnasusburros.Inmediatamentesedisipólamultitud,ycadacualcorrióasucasaporversi
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losburrosestabanabuenrecaudo.Peronohabíatranscurridomediahoracuandoyaestabandevueltaenlaplaza,conunclamorindescriptibledehorrore indignación,porquetodosqueríancontaralavezlahistoriadelaausenciadesusburros.
—Indudablementeha sidocosadebrujería—dijoPapaYorgo—.Para estonoshacefaltalaayudadelaiglesia.IdadespertaralPadreNicodemus.
ElPadreNicodemusnosolíasalirdelacamaantesdelasdocedelmediodía,yllevabaunaexistenciabastanteintachable.Setentaycincoañosllevabaenlaiglesiaortodoxagriegasinentregarseamayoresesfuerzosquelosdepeinarselabarbaydevezencuandobeberseunouzoasorbitos.Heteaquíqueahoraseveíasacadodelacama ignominiosamente, y obligado a dar consejo espiritual a sus feligreses a unahora que para él venía a ser la del amanecer. Cuando los lugareños acabaron deexplicarlelasituación,teníataldolordecabezaquetuvoquebeberseunvasodevinoapesardeseraúntantemprano.
—¿Quépodemoshacer?—preguntóPapaYorgo.—¡Exorcizar!—gritóunavozentreelgentío.—¿Exorcizarqué,silosburrosnoestán?—dijoPapaYorgo.—Perosiexorcizamoselsitiodondeestaban—dijoMamaAgathiconvozaguda
—,entoncespuedeserqueViracloslosdevuelva.Algo ledecíaalPadreNicodemusqueenaquel razonamientodeMamaAgathi
habíaunfallo,peronoacababadeverclaroendóndeestaba.—Usted es sacerdote, ¿no?—dijoPapaNikos, que ya había vuelto del intento
infructuosodelocalizarasusburros—.Debesabercómoseexorciza.—Mepareceque lo tengo escrito por algunaparte—dijo elPadreNicodemus,
faltandodescaradamentealaverdad.Conpasovacilantesedirigióasucasayregresócondosimpresionanteshojasde
papel,delascualesunaconteníaunahomilíaquesolíadarenlasfiestasdelossantos,ylaotraunalistadevíveresquequeríapediraMelisa,perodeesonoteníanporquéenterarseloslugareños.
Entodasucarrerajamáshabíavividodoshorastanextenuantes.Provistodeuncirioyunincensario, tuvoqueexorcizartodosycadaunodelosestablosolugaresdondehabíahabidoalgúnburro.Hastaquellegaronacasadelalcaldenosedieroncuenta de queOizus, que también tenía costumbre de dormir hasta altas horas, noestaba enterado de la catástrofe que se había abatido sobre el pueblo. Tan prontocomo recibiónoticiade loshechos, corrióa supropioestabloyallí comprobóconhorror que también faltaban sus burros y su potro. El Padre Nicodemus estabaincensandoatodoincensarcuandoelalcaldedescubrióelcartelquedecíaBURROSDELMUNDO,UNIOS.
—¡Loscomunistas!—exclamóOizuspalideciendo—.¡Hansidoloscomunistas!Yarrancandoelcartelseloleyóconvoztrémulaalosaldeanos.—Hayquereuniralconsejomunicipalinmediatamente—dijo.El consejo, compuesto por cuatro miembros, se reunió en la plaza bajo la
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presidenciadelalcalde,ylapoblaciónenteradeKalanerosecongregóasualrededorparaescucharsusdeliberacionesyentrometerseenellasconlamejorintención.
—Y o estoy seguro de que es cosa de brujas—dijo Papa Nikos—. RecuerdohaberoídodeuncasomuysemejantequehuboenCefaloniahacemuchosaños.
—Noseasnecio—dijoelalcalde,señalandoelcartel,quehabíadepositadoenlamesadelantedesí—.Esevidentequehansidoloscomunistas.¿Quiénsinopediríaquelosburrosseunan?Yademás,esbiensabidoqueViraclosnosabeescribir.
—Esoesverdad, esoesverdad—dijoelPadreNicodemus,queveíaque sinoapartaba a los aldeanos de la teoría de la brujería iba a tener una existencia muyagitadaapartirdeesemomento.
—Sí—asintió Papa Yorgo—, es bien sabido, en efecto, que Viraclos no sabeescribir,asíqueyocreoquehandebidoserloscomunistas.
—Pero,¿paraquélohanhecho?—preguntóelalcaldeconvozlastimera—.¿Paraquéhanqueridollevarsenuestrosburros?
Durantealgunosinstantestodosmeditaronsobreaquelenigma.—Debede seruncomplot—dijodeprontoPapaNikos—.Esuncomplotpara
arruinarlaagriculturadelpueblo.—¿Quéquieresdecirconeso?—preguntóelalcaldeperplejo.—Está clarísimo—dijo Papa Nikos—. Sin los burros no podemos recoger la
cosecha,asíqueestamosarruinados.Eseltípicocomplotcomunista.—Yocreoquetienerazón—manifestóelPadreNicodemus.—Esposible—dijoelalcalde,nomuyconvencido—.Sí.Esposible.Puedeser.—Alomejornohasidosóloaquí—dijoPapaYorgo—.Alomejorlohanhecho
en todos los pueblos de la isla para arruinar la economía deMelisa. De todos essabidoqueloscomunistashacenesaclasedefechorías.
Hasta el alcalde se quedó un poco impresionado ante la idea de que loscomunistashubieranhechodesapareceratodoslosburrosdeMelisa.
—Bueno,y¿quéhacemos?—dijoPapaNikos.—¡Eso,eso!—clamaronlosaldeanos—.¿Quéhacemos?
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Elalcaldemiróasualrededor,desesperado.Desdequeestabaenelcargojamássehabíatenidoqueenfrentarconunproblemadetalesdimensiones.
—Túereselalcalde—dijoPapaNikos—.Túverásquésehace.Elalcaldesabíaquenuncahabíagozadodegrandessimpatías,yquedehechosi
habíaresultadoelegidoeraporqueloscuatromiembrosdelconsejoledebíandinero.Veíaclaramentequeentrelosaterrorizadosaldeanosseestabaextendiendounestadodeánimomuypeligroso,ysudabacomonohabíasudadoentodasuvida.
—¿DóndeestáMenelousStafili?—preguntó.—Enlacama—dijoPapaNikos,sorprendidodequenoselehubieraocurrido.—Puesidabuscarle—dijoelalcalde—.Esevidentequeestoescompetenciade
laley.Al ratoMenelous Stafili llegó a la plaza arrastrando los pies, abotonándose el
uniformeyfrotándoselosojosconcaradesueño.Elalcalde,loscuatromiembrosdelconsejoydoscientoslugareñosleexplicaronpuntoporpuntoelespantosocomplot.Una vez que hubo asimilado los datos esenciales, lo cual llevó su tiempo porquenunca estaba muy despejado a aquellas horas de la mañana, Menelous Stafili sevolvióhaciaelalcalde.
—¿Yquépiensaustedhacer,señoralcalde?—preguntó.—¡Insensato!—rugió el alcalde, todo rojo—. ¿Para qué crees que te he hecho
sacardelacama?Túereselpolicía.Esatiaquiencorrespondebuscarunasolución.Menelous Stafili se rascó la cabeza. Jamás le había llegado un ascenso, por la
sencillarazóndequenuncahabíaconseguidodeteneranadie.Apartedeeso,nosepodíadecirqueladelincuenciadeKalanerofueramuyvistosa.Ahora,enfrentadoaaquellaaccióncriminal,MenelousStafilisesentíaexactamenteigualqueelalcalde.
—YocreoquehabríaqueenviaruntelegramaaAtenas—dijoporfin.—¡Majadero! —rugió Papa Nikos—-. ¿Qué crees tú que pueden hacer desde
Atenas?—Seríamásoportunoinformardelasuntoal jefedepolicíadeMelisa—dijoel
alcalde—.EsbiensabidoquePrometheousSteropesesunhombremuyastuto.—Enefecto—asintióPapaNikos—.Estoytotalmentedeacuerdo.Yocreoquetú
como alcalde, yMenelous Stafili como representante de la ley en nuestro pueblo,debéisirpersonalmenteacomunicárselo.
—Desdeluego—dijoelalcalde,ysonriósatisfecho.—Pero¿cómovamoshastaallí?—preguntóMenelousStafili—.Notenemosen
quéir.La expresión de profunda satisfacción que iluminaba el rostro del alcalde se
esfumó.—Dadas las circunstancias—se apresuró a decir—, yo sugiero queMenelous
Stafilivayaapieyluegovuelvaparainformarnosdelresultado.—No—dijo severamente PapaNikos—, yo creo que debéis ir los dos a pie y
luegovolverparainformarnosdelresultado.
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—¡Eso!—rugieronlosaldeanos—.Esoes,esunadecisiónmuysensata.Conqueelalcalde,viéndoseacorralado, fueaponerseel trajede losdomingos;
MenelousStafili secepillódesganadamente laspolainas,y losdosecharonaandarhaciaMelisa.
Había sus buenos quince kilómetros de distancia, y el que hizo la carretera lahabía trazado conbastante despiste, así que todo eran eses y subidas y bajadas.Elcaminoyacíacubiertodepolvoblanco,comounacapaespesadetalco,yrecalentadoporunsolabrasador.ElalcaldeyMenelousStafilicaminabanconpasocansino,máspolvorientosysudorososacadakilómetro.Jamásensusvidashabíanvistotanclaralautilidaddelosburros.Porfin,mediomuertosdecansancio,llegaronalasafuerasdeMelisa.Inmediatamenteseencaminaronalcafémáspróximo,sereanimaronconlasdebidascantidadesdeouzo,yactoseguidodirigieronsuspasosalacomisaríadepolicía,dondeteníasudespachoelinspectorPrometheousSteropes.
El inspector Prometheous Steropes se tomaba su trabajomuy en serio. Era unhombre ambicioso, y lemolestaba que enMelisa se cometieran tan pocos delitos,porque estaba seguro de que, si se le presentara una oportunidad, sería capaz dedesplegarunasbrillantesdotesdetectivescasquedeslumbraríana sus superioresdeAtenas y le ganarían un rápido ascenso. Pero en aquellas circunstancias sussuperioresdeAtenasapenasseacordabansiquieradesuexistencia.
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UnadesusposesionesmáspreciadaseraunacoleccióndehistoriasdeSherlockHolmes, con bonita encuadernación de tafilete rojo, que el general de divisiónFinchberry-White le había regalado el año anterior, y que él había estudiadoasiduamentehastaaprendersedememorialosmétodosdel«maestro».
Prometheouseraunhombrealtoyflaco,deafiladabarbillatanazulyrelucientecomouncañóndepistola,ylarganarizque,ensuopinión,hacíadeéllavivaimagende su detective favorito. Cuando se le comunicó que el alcaldeOizus yMenelousStafili,losdosenunestadolamentable,solicitabanverle,sequedóbastanteintrigado,porquesabíaqueKalaneroeraunodelospueblosdelaisladondemásserespetabalaley. ¿Qué querrían de él? Se hizo pasar a los dos hombres, todavía sudorosos, aldespacho, donde el inspector jefe, con impecable uniforme, estaba sentado ante sugran mesa de madera de roble, tratando de asemejarse lo más posible a SherlockHolmesenelmomentodeentrevistarauncliente.Se levantóy lessaludóconunaligerainclinación.
—SeñorOizus,MenelousStafili—dijo—.Haganelfavordetomarasiento.ElalcaldeyMenelousStafilisederrumbaronjadeandoensendassillas.—Pareceser—dijoelinspectorjefe,examinándolesconmiradataladrante—que
hanvenidoustedesandando.—Asíes—dijoelalcalde,enjugándose lacaraconelpañuelo—.Hastahoyno
mehabíadadocuentadelolejosqueestáesto.Elinspectorjefereflexionóuninstante.—¿Porquénohanvenidoustedesenburro?—preguntó.—Eseesexactamenteelmotivodenuestravisita—dijoelalcalde—.Notenemos
burros.Elinspectorjefefruncióelentrecejo.—¿Cómoqueno?—preguntó—.Kalaneroestaba llenodeburros laúltimavez
queyoestuveallí.Ustedmismo,sinorecuerdomal,poseíacinco.—¡Pues ahí está!—gimió el alcalde—.Que ya no tenemos ningún burro. Los
comunistasseloshanllevado.Elinspectordiounrespingo.—¿Loscomunistas?—repitió,incrédulo—.¿Quémeestáusteddiciendo?—Anoche—explicóelalcalde—unoscomunistassinvergüenzasestuvieronenel
puebloynosrobarontodoslosburrosymipotro.—Señor alcalde—dijo el inspector con severidad—, ¿habré de pensar que ha
bebidoustedmásdelacuenta,oquehaperdidolarazón?—No, no, está diciendo la verdad, señor inspector—dijo Menelous Stafili—.
Todoslosburrosysupotrohandesaparecido.Elinspectorcogiódelamesaunalargapipacurvayconairepensativosediocon
ellaenlosdientes,ydespuésserascóconellaeldiminutobigotenegro.
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—¿Yparaquéquerríanburrosloscomunistas?—preguntóastutamente.—Esuncomplot-—jadeóelalcalde—.Encomplotparaarruinarlaagriculturade
Kalanero.Yprobablementeseaelprimerpasodeunaconspiracióngigantescaparaarruinarlaagriculturadetodalaisla.
Elinspectorquedóvisiblementeimpresionado.—Pudieraser—dijo—.Pero,¿porquéestáustedtansegurodequehansidolos
comunistas?—¡Leaesto!—dijoelalcaldecongestomelodramático,arrojandosobrelamesa
elcartelquedecíaBURROSDELMUNDO,UNIOS.—¡Ajá!—dijoelinspector,embelesado—.¡Unapista!Y cogiendo una lupa enorme examinó atentamente el cartel por delante y por
detrás.—Tieneustedtodalarazón—reconoció—.Nohaydudadequehasidoobrade
loscomunistas.—¿Quésugiereustedquehagamos?—dijoelalcalde—.Sinorecuperamos los
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burros,serálaruinadetodoelpueblo.—Noseexcite,señoralcalde—letranquilizóelinspector,levantandounamano
—.Yomismomeocuparédelcaso.Llamóasusecretarioydioordendequeestuvierandispuestostresagentes,junto
conelúnicocochedepolicíadeMelisa,unFordantiguoymuyestropeadoqueelinspector solía utilizar para ir a ver el estado de sus viñedos. Después, con unaeficiencia que impresionó visiblemente al alcalde y a Menelous Stafili, tomó elteléfonoymarcóunnúmero.Esperóunmomento,entornandolosojosydándoseconlapipaenlosdientes,convertidodepiesacabezaenlapersonificacióndeldetectiveresuelto.
—¿Gregorius?—dijodeprontoalteléfono—.SoyPrometheous.Oye,Gregorius,¿teacuerdasdeesosdosperrosdecazaqueteofrecisteaprestarme?Bueno,¿yquétal rastrean? Bien, ¿eh? ¿Serían capaces de seguir la pista de un burro? Sí, sí, unburro.No,noestoydebroma.Estoy tratandode resolveruncaso.Túcreesquesí,¿eh?Bueno,¿yme lospuedesprestar?Muchísimasgracias.Ahoramismopasaréarecogerlos.
Así,nosindificultades,elalcalde,MenelousStafili,el inspector, trespolicíasydos perros grandes y amigables que jadeaban de contento se apretujaron comopudieron en el coche de policía, que poco despuésmarchaba dando tumbos por lacarretera de Kalanero, donde el inspector esperaba ver llegado el gran día de sutriunfo.
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Capítulo7
Lasfuerzasdelaley
Sabían los niños, claro está, que la desaparición de los burros ocasionaría unaconmoción sin precedentes en el pueblo, y la reacción de los lugareños les habíadivertidomucho. Pero con lo que no contaban era con la llegada de refuerzos delexterior. Cuando supieron que el alcalde y Menelous Stafili habían tomado lainusitadaaccióndeirapiehastaMelisaparaveraljefedepolicía,esehecholesdejóbastanteconsternados.
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—¿Qué creéis que puede pasar ahora? —preguntó David, preocupado—. Siconsiguen meter en esto a toda la policía, es casi seguro que antes o despuésencuentrenalosburros.
—¡Bah!—dijoAmandacondesdén—,eseinspectornoescapazdeencontrarnisuspropiasnarices.
Peroensu fuero internoella tambiénestabaun tantoalarmadapor lasnoticias,aunquepornadadelmundolohabríaqueridoreconocer.
—¿Nodeberíamosiradardecomeralosburros?—dijoYani.—No —respondió Amanda—. No podemos arriesgarnos a que nos vean ir a
Hespérides, porque si encuentran allí a los burros, entonces sabrán que fuimosnosotrosquienesnoslosllevamos.
—Sí,tienesrazón—dijoYani—.Nosemehabíaocurrido.—Tienen comidamás que suficiente—dijoAmanda—, y esta noche podemos
acercarnosparaponerlesmás.—¿Quécreéisquelediráelinspectoralalcalde?—preguntóDavid.—Lomásprobableesquevengaaquíenpersona—dijoAmandatranquilamente.—¿Quédices?—dijoYani,pasmado—.¿Veniraquíelinspector?—Nomesorprendería—dijoAmanda—.Semueredeganasdehacerseelgran
detective,yyodiríaqueéstaessugranocasión.—Bueno,pues tenemosqueestarmuyatentosa loquepase—dijoDavid—,y
estarpreparadosparadarnoscoartadasunosaotrossisospechandenosotros.—Imaginaosquevengaelinspectorenpersona—murmuróYanicondesasosiego
—.Nosé,escomosiasífueratodomásdelictivo.DeprontoCoocosseechóallorardesconsoladamente.Amandacorrióhaciaély
lerodeóconsusbrazos.— No te preocupes, Coocos —dijo—. El inspector no te hará nada. Aunque
descubranquefuimosnosotros,nolesdiremosquetúnosayudaste.PeroCoocos,haciendoun tremendoesfuerzoporvencersu tartamudez,explicó
quesudisgustonosedebíaaltemoraserdetenido,sinoaqueacababadedescubrirqueelhuevodeljilgueroselehabíarotoenelbolsillo.
—Vamosasubiralmonteparavigilardesdeallílacarreterayversivuelven—dijoDavid—,porquemeimaginoquevolveránentaxi.
Conquerápidamentesubieronaloaltodelmonte,yYaniseencaramóalmismoolivodesdedondehabíaesperadolallegadadelosniños,ylosdemássetumbaronalasombraalpiedelárbol.Alcabodeuntiempoquelesparecióinterminable,Yaniexclamódepronto:«¡Yavienen!¡Yaseveelpolvodelcamino!¡Yavienen!».
Bajóenseguidadelolivo,ytodoscorrieronalaplazadelpueblo.—¡Yavuelveelalcalde,yavuelveelalcalde!—gritóAmanda,einmediatamente
losaldeanosacudieronalaplazaenpelotón.Elcochedepolicíaseparóensecoenelcentrodelaplazaconunimpresionante
chirridodefrenos,ysevaciódesuvariopintocargamento.
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—Loprimeroquenecesito—dijoelinspector,dandounaspalmaditasalacarteraquetraíaconsigo—esunlugaradecuadoparainterrogaralostestigos.
En seguida se juntaron dos mesas del café y se buscó un mantel blanco paracubrirlas.Allítomóasientoelinspector,ycuidadosamentefuesacandodelacarteraunmagnífico equipo de artefactos para la captura de delincuentes, que impresionómuchoa los lugareños,asaber: su lupa,unpequeño tampónyunashojasdepapelparatomarimpresionesdactilares;unacámarafotográficaparafotografiarpruebasy,tal vez lo mejor de todo, seis pares de esposas. Entre tanto los tres policías seocuparondeataralosdosperrosdecaza.Luegodescansaronalasombraydejaronque los aldeanos les atiborraran de bebidas, mientras escuchaban reverentementecómoelinspectorPrometheousSteropesllevabaelcaso.
—Interroguemosalostestigos—dijoelinspector.—Esquenohaytestigosseñalóelalcalde—;nadiepresencióelrobo.PeroestabaesetalKouzos—dijoelinspector,entornandolosojos—.¿Nomeha
dichoustedqueélvioalgo?—PeroaquienviofueaViraclos—protestóPapaYorgo—.Escosamuydistinta.ElinspectorseinclinóhaciadelanteyatravesóconlamiradaaPapaYorgo.—¿Y cómo sabe usted —preguntó— que ese Viraclos que vio no era un
comunistadisfrazadodeViraclos?
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Una oleada de admiración recorrió la multitud. ¡Qué astucia! ¡Qué brillantezdetectivesca!¡Cómonoseleshabríaocurrido!Elinspectoresbozóunasonrisaleveysevera,lasonrisadeundetectiveparaelquenadaestáoculto.
—No habían pensado en eso, ¿verdad? —dijo con satisfacción—. QuecomparezcaKouzos.
Manos diligentes empujaron a Kouzos desde las últimas filas del gentío hastadelantedelamesa,dondesequedóparadoyunpocotemblorosoantelamajestaddelaley.
—Dígameustedexactamentequéocurrió—dijoelinspector.—Oyóunruidoaaltashorasdelanoche—empezóPapaYorgo.—Sinolemolesta—dijoelinspectoralzandounamano—,preferiríaquefueseel
propiotestigoelquelocuente.—Oí un ruido a altas horas de la noche —empezó a decir Kouzos con voz
temblorosa—, y como soy hombre de talante intrépido inmediatamente cogí laescopetayelfarolysalíainvestigar.
—¿Quéclasedeescopetaera?—preguntóelinspector.—Unaescopetadedoscañonesdeldoce—dijoKouzos.Elinspectortomónota,dandomuestrasdesatisfacción.
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—Enuncasocomoéste,esimportantenopasarporaltoniunsolodato—dijo—.Nosabemossilaescopetaresultaráserunapistacrucial.Estábien,continúe.
—Yogrité:«¿Quiénandaahí?¡Quietootecosoabalazos!»—dijoKouzos.—Habríasidomuy imprudentehacerlo—observóel inspectorconseveridad—.
Podríahabermevistoobligadoaencarcelarleaustedporhomicidio.Continúe.—Dedetrásdeunárbol saltó sobremíaquello—dijoKouzos—:unacosacon
cuernosenormesyunraboenormeypatasgreñudascomounacabra.—¿Teníapezuñas?—preguntóelinspector.—Sí,sí—asintióvehementementeKouzos—.Unaspezuñasenormes.Elinspectortomónota.—¿Yquémás?—dijo.—Ymedijo:«Kouzos,hevenidoallevarmetualmaychupartelasangre»—dijo
Kouzos,santiguándose.—¿Alocualreplicóusted?—preguntóelinspector.—«SanPolicarpomeprotejadeViraclos»—dijoKouzos.—Muybien.Una respuestamuyadecuada—dijoel inspector,y arrellanándose
enelasientosesacódelbolsillo lapipacurvaysedioconellaen losdientes,congestomeditabundo.
—Evidentemente era un buen disfraz—dijo por fin—.De no ser así, usted sehabríadadocuentadequeerauncomunista,¿noescierto?
—Claro que sí—asintió Kouzos—. Enmi familia siempre hemos tenidomuybuenavista.
—Bien—dijo el inspector—: pues ahora lo que hay que hacer es examinar ellugardondeustedlovio.
Y empuñando la lupa se dirigió a la casa deKouzos, seguido de cerca por losextasiadoshabitantesdeKalanero.
Sumanerade llevarelcasohastaesemomentoteníafascinadosa losniños.LaverdadesqueAmandatuvoquehacergrandesesfuerzosparacontener larisa.Unavez que, acompañado por la aldea en pleno, el inspector llegó a casa de Kouzos,sujetólapipaentrelosdientesyexaminóellugarmajestuosamente.
—¿Pordóndeloviousted?—lepreguntóaKouzos.—Porahí—yKouzosseñalóunsectoralpiedelosolivosqueenesemomento
estabaocupadoporunoscientocincuentaaldeanos.—¡Insensatos!—rugióel inspector—. ¡Apártense! ¡Estánustedespisando todas
lashuellas!Los aldeanos retrocedieron precipitadamente, y el inspector se arrodilló en el
sueloconsumocuidadoyexaminóconlalupaunaampliaextensióndeterrenoalpiedel olivo, emitiendo ligeros gruñidos en voz baja de tanto en tanto. Los aldeanoscuchicheabanentresí sobre lo inteligentequeerael inspector,como lodemostrabapor sumanera de llevar el caso, y la certeza absoluta que tenían todos de que, sialguieneracapazderecuperarsusburros,esealguieneraél.Alcabodeunratoel
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inspectorsepusoenpieysesacudióelpolvodelasrodillas.—No hay huellas —dijo, dando muestras de satisfacción, y lo anotó en el
cuaderno.—¿Cómoquerráencontrarhuellas, siestáel suelomássecoqueelesparto?—
susurróDavidaAmanda.—Sisenoshubieraocurrido,lepodíamoshaberdejadoalguna—dijoAmanda.Elinspectorvolvióalaplazaconandarmajestuosoydenuevosesentóalamesa.—Veamos —dijo—. Este caso presenta algunos aspectos muy curiosos. Muy
curiosos, en efecto. Sin embargo, pueden ustedes estar seguros de que no dejarépiedrasinremoverporcapturaraesoscomunistasylograrqueustedesrecuperensusburros.Yo,PrometheousSteropes,seloprometo.
Hubounmurmullodeaprobacióndetodosloslugareños.—Comoverán,he traídoconmigo—yel inspectorseñalóconorgulloa losdos
chuchos que jadeaban debajo de la mesa del café— a dos excelentes perros derastreo, con cuya colaboración no debe sernos difícil descubrir el paradero de losburros.Sinembargo,comoesbastanteprobablequeloscomunistasesténjuntoalosburrosallídondelosencontremos,quisierapedirseisvoluntariosquenosacompañenamíyamishombres,antelaeventualidaddequelosladronesofrezcanresistencia,o,comotambiénpuedesuceder,dequenosaventajenennúmero.
Seisjóvenesdelpuebloseapresuraronadarunpasoalfrente.Nohabíaescasezdevoluntarios;alcontrario,porelmovimientogeneralquehubohaciadelantediolaimpresióndequetodoslosdelpuebloqueríanofrecerse.Peroelinspectortomóalosseisjóvenes.Ellossepusieronmuycontentosyorgullosos,porquesabíanqueapartirdeesemomento,cadavezquepasaranporlacallelagentediría:«¿Vesaesequevaporahí?Puesesunodelosqueatraparonaloscomunistasquenoshabíanrobadolosburros».
—Loprimeroquehemosdehacerahora—dijoelinspector—esdarleselrastroalos perros. Señor alcalde, ¿tendría usted la amabilidad de prestarme una de sussudaderasparaqueselademosaoleralosperros?
El alcaldemandó corriendo a casa a su hijomás pequeño, que volvió con unamantadecolorines.Elinspectorprocedióasacudirladebajodelasnaricesdelosdosperros, quienes la olfatearon, estornudaron violentamente y a continuación sesentaronjadeandoymeneandoelrabo.
—¡Hanestornudado!—dijoelinspectorconsatisfacción—.Esosignificaquehancogidolapista.
Desatóalosdosperrosy,sujetandolatraílla,lospaseóporelpueblo,seguidodeMenelous Stafili, los tres policías de Melisa y los seis voluntarios. Los aldeanosdejaronqueseadelantaranunoscienmetrosydespuéslessiguieronenmasa.
En un principio, aquella tarde de excursión les había parecido a los perrosbastantegrata.Leshabíagustadoelviajeencoche,porejemplo,aunqueunodeellossehabíapuesto tannerviosoquevomitóencimadeunode lospolicías.Peroahora
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llevabanmuchoratopasandocalordebajodelamesadelcafé,porlocualnoeradeextrañarqueestuvieranunpocoaburridos.Sinembargo,elamableinspectorestabadispuesto a pasearles. ¡Qué bien! Pegaron el morro al suelo y fueron olisqueandotodos esos olores fascinantes que olfatean los perros, y a menudo arrastrando alinspectoralosladosdelacalleparalevantarlapatajuntoaunportal.Olfateandoyresoplando,dieronvueltasyvueltasencírculo.
—Creoqueyahanencontradoelrastro—dijoalborozadoelinspector.Habían dejado atrás el pueblo y estaban a cierta distancia, en los olivares. Los
perrossemovíanencírculo,gañendoymeneandoelrabovigorosamente,ydeprontolosdosecharonacorrerenlamismadirección.
—¡Adelante!—gritóelinspector—.¡Estamossobreelrastro!Losperrostirabancomolocosdelatraílla;elinspectorteníaquecorrerparano
perderlos, y tras él corría su cuadrilladevalientes.Losperros recorrieronel olivartrazandoun amplio círculo, y luegovolvieron a entrar en el pueblo.Arrastraron alsofocadoinspectordeunladoaotrodelaplaza,doblaronvariasesquinas,subieronlosescalonesquellevabanalpozodelpuebloydespués,anteelasombrodetodos(yenprimerlugardelinspector),seabalanzaronalapuertadelacasadelalcaldeysepusieron a arañarla, gañendo y moviendo el rabo con delectación. El alcaldepalideció.Habíaoídohablardealgunoserroresdelajusticia,ycomprendióque,silaactuacióndelosperrossetomabacomoprueba,ibaaverseimplicadoenelcomplotde los burros. El inspector frunció el entrecejo al ver cómo los perros arañaban lapuerta.
—Dígame, señor alcalde—dijo—, ¿a qué atribuye usted el que los perros noshayanconducidohastasucasa?
—Notengolamenoridea—dijoelalcaldesudando—.Leaseguroquenotengolamenoridea.
—Noseastonto—dijodeprontolaseñoraOizus—.¿Nosabesquetenemosalaperraencelo?
Aquella declaración fue acogida con una carcajada general de los aldeanosreunidos,yelinspectorsepusomuycolorado.
—Deberían habérmelo dicho antes —dijo secamente—. Semejantecomportamientocasiequivaleaentorpecerlaaccióndelajusticiaeneldesempeñodesudeber.
—Lolamentomucho,inspector,peronoestabaenterado—dijoOizus,dirigiendounamiradamalévolaasumujer.
—Estábien.Tendremosquerepetirlo—dijoelinspector—.Losllevaremosmáslejosdelpueblo,dondenohayatantoselementosdedistracción.
Conque echaron a andar por los olivares hasta encontrarse a unos quinientosmetrosdelpueblo,yallíunavezmássedioaoleralosperroslasudaderadelburro.Viendo que se les impedía presentar sus respetos a una perra en tan interesanteestado,losperrosaceptaronfilosóficamenteloquecreyeronserunavulgarsalidade
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caza.En lasquesolíanhacerconsuamo teníanporcostumbredeambularaciegasporelcampohastaquese tropezabanconuna liebreo levantabanaunachochadedebajo de un olivo, y no veían razón para variar de comportamiento por ir con elinspector.Asíquelesarrastraronaélyasushombresmontearribaymonteabajo,entrando y saliendo de cañaverales y vadeando arroyos, sin dejar de dar constantealientoasusacompañanteshumanosabasedehusmearymoverelrabo.Notardaronmuchoenllegaraunaladeramuyabruptaypedregosadondeelinspectorresbalóysecayóporunbarranco,dedondesalióconunapantorrilladesolladay la lupahechapedazos.FueenesepuntodondeSteropesdecidióqueeramejorllevaralosperrossueltos.
Aquella decisión resultó ser muy imprudente. Hubo de transcurrir muy pocotiempoparaqueelinspectorysushombresperdierantodocontactoconlosperros,yal diseminarse en su busca pronto perdieron todo contacto entre sí. Los perrossiguieron paseando por el monte tan contentos, y luego, al descubrir que a susacompañanteshumanosalparecernolesinteresabayalacacería,puestoquenoibandetrásdeellos,decidieronvolveralpuebloporunatajoyhaceralaperradelalcaldeaquellavisitadecortesíaqueantesnoseleshabíapermitido.
Pocoapocofueanocheciendo,ylapoblacióndeKalaneroempezóapreocuparse.Los primeros en volver habían sido los perros, seguidos de cerca por MenelousStafili, quien afirmó que había perdido contacto con el grueso de la expedición y,como no iba preparado para detener él solo a un número indeterminado decomunistas, había juzgado más razonable volver al pueblo. Poco después fueronapareciendolosjóvenesdeKalanero,todoscontandolamismahistoria,quesehabíanseparadodelgrupoprincipalyleshabíaparecidoinútilseguiradelantesolos.PeronohabíanirastrodelinspectorylostrespolicíasdeMelisa.
—¿Quéhabrásidodeellos?—dijoDavid—.Esperoquenoleshayapasadonadagrave.
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—Nocreo—dijoAmanda—.Nolespuedepasarnadaenelmonte.—No sé —dijo David preocupado—. Se puede uno caer por un barranco y
romperseunapierna.—¡Hombre, no seas tan pesimista!—dijo Amanda con impaciencia—. Seguro
quenoleshapasadonada.—Tiene razón David dijo Yani muy serio—. Hasta que salga la luna es muy
difícilverdóndesepisaenelmonte,yhaysitiosmuypeligrosos.—Bueno, ¿y qué le vamos a hacer?—preguntó Amanda—. No podemos ir a
buscarles.—PodríamosproponerleaPapaYorgoquesalganabuscarlesalgunosdelpueblo
confaroles—dijoDavid.—Excelente idea —asintió Yani—, porque así verán las luces y sabrán para
dóndetienenqueir.Así que los niños fueron a hablar con Papa Yorgo y le propusieron enviar un
equipo de búsqueda. Los aldeanos inmediatamente aclamaron a los niños por suastucia,yenseguidaunnutridogrupodegenteconfarolessubióalmonte.Pasadaunahoraocosaasí,elinspectorysustreshombres,sucios,desaliñadosyconlaropahecha jirones, fueron conducidos ignominiosamente al pueblo.El inspector se dejócaerenunasilladelcafédandomuestrasdecansancio,ylosaldeanosleatendierontiernamente, sirviéndole vino y aplicando ungüentos a sus diversas heridas yrasponazos, pero nada pudieron hacer por su alma herida, pues bien claro veía elinspector que su reputación en el pueblo había caído casi tan bajo como la delalcalde.
—Hemosestado—anunció,aclarándoselavoz—aunpasodeléxito.—Sí,sí,asíes—dijeronacorolosaldeanos,quesentíanlástimaporél.—¡A un paso del éxito! —repitió, golpeando la mesa con el puño cerrado.
Tragabasalivairacundo.—Si no fuera por esos malditos perros obsesos y esa perra de usted —dijo
dirigiéndosealalcalde—,aestashorastendríamosseguramentealosburrosyaloscomunistas.
—Eso es, eso es—corearon los aldeanos—. La perra del alcalde ha tenido laculpa.
Y dirigieron al alcalde miradas de odio, como si él personalmente fuera elcausantedequesuperraestuvieraencelo.
—Peroyonomerindo—dijoelinspector—.Pasaréaquílanoche,siusted,señoralcalde,mepuedeproporcionarunacama,ymañanavolveremosaintentarlo.Tenganlaseguridaddequetriunfaremos.
—Claroquesí—letranquilizaronlosaldeanos—.Claroquetriunfarán.AmandayDavidregresaronalavillaparacenar,dejandoalinspectorhaciéndoles
alosextasiadosaldeanosunabrillanteexposicióndeunodeloscasosmásconocidosdeSherlockHolmes(que,sinsaberporqué,losaldeanosinterpretaroncomouncaso
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resueltoporelpropioinspector).—¡Ah, ya estáis aquí, hijosmíos!—dijo la señora Finchberry-White—.Ahora
mismoibaasalirabuscaros.Yaestálacena.La cena resultó complicada desde muchos puntos de vista. Los niños estaban
preocupadosporquepensabanquesilosaldeanosseguíanbuscando,antesodespuésdarían con los burros, y todas las sospechas recaerían sobre ellos, porque eran losúnicos que iban a Hespérides. Entre pincelada y pincelada, el general de divisiónFinchberry-White se había pasado la tarde perfeccionando algunos mensajes detamtamcongoleño sobre supierna,ynohacíamásquepedir cosas como la sal, lapimientaypanporese sistema.Como la señoraFinchberry-Whitenoeracapazdedescifrarlosmensajesdetamtamcongoleño,sefueponiendocadavezmásnerviosa,y el general cada vez más irritable. Pero por fin los niños acabaron de cenar, seescurrieronporlosolivaresplateadosporlalunaycruzaronaHespéridesparadardecomeralosburros.
Detodosloshabitantesdelacomarca,probablementeeranlosdieciochoburrosyelcaballitodelalcaldequienesmásdisfrutabande lavidaenesemomento.Habíanpasado un día muy tranquilo sesteando y comiendo, y ahora aquellos simpáticosniñosvolvíanparaponerlesmáscomida.¿Quémáspodíapedirunburro?
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Capítulo8
Solución
La mañana siguiente, para consternación del inspector Steropes y de todo elpueblo,seencontróotrocartelquedecíaBURROSDELMUNDO,UNIOS,clavadoa la puerta de la casa del alcalde. Amanda y David se quedaron tan atónitos yalarmadoscomolosaldeanos.
—HabrásidoYani—dijoDavid—.Estonto.—Serátonto,peroleshapuestoatodosdecabeza—dijoAmanda.PerocuandofueronaveraYaniélnegóacaloradamentesabernadadelcartel.—Pues¿quiénhasido?—preguntóAmanda.TodossevolvieronamiraraCoocoscomosospechosomásprobable,yCoocos
asintió con la cabeza vigorosamente y sonrió aAmanda. Con grandes dificultadesdebidoasutartamudez,explicóque,comohabíanpuestouncartelcomoéselanochequesellevaronalosburros,élhabíacreídoquehabíaqueponerotroigualtodaslas
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noches.—¡Oh,Coocos,eresidiota!—dijoDaviddesesperado.—¡No le trates así! —dijo Amanda indignada—. El pobrecillo sólo pretendía
ayudar.—Puesnocreoquenosayudemucho—dijoYanimuyserio—.Losdelpuebloy
elinspectorsehanenfadadotantoquelomásseguroseráqueredoblensusesfuerzos.Yeraverdadquelosdelpuebloestabanenfadados.—¡Aquienseledigaqueaunestandoaquíelinspectorloscomunistasentrany
salen del pueblo como Pedro por su casa!—rugió PapaNikos, colorado como untomate—.¡Hayquehaceralgo!
—¡Síseñor,hayquehaceralgo!—rugieronlosaldeanos.—Tranquilos, tranquilos —les apaciguó el inspector—. Ahora por la mañana
llevaremos a cabo otra operación de búsqueda. Ayer casi lo logramos. Hoy lolograremos.
Peronohabíamásqueveralosaldeanosparadarsecuentadequenocompartíaneloptimismodelinspector.Detodosmodos,acompañadodesusdosfielessabuesosy su cuadrilla de policías y voluntarios, el inspector pasó una mañana calurosa ypegajosatrepandoportodoslosmontesdelascercaníasdeKalanero,pararegresaralmediodíaderrotadoysinburros.
—VoyairaveralgeneralFinchberry-White—ledijoalalcalde—.Esunhombredegranvalor,corajeeinteligencia,yademáscompatriotadeSherlockHolmes.Estoysegurodequepodrádarnosalgúnconsejoprovechoso.
AsíquePrometheousSteropessubióalavilla.—¡Dios mío! ¡No será que nos ha descubierto! —exclamó David cuando le
vieronllegar—.¿Túquécrees?—No, seguro que no—dijo Amanda, sintiendo como un peso en la boca del
estómago—.Habrávenidoasaludarapapá.—¡Ah,queridosniños!—dijoSteropes,dirigiéndolessonrisascariñosas—.¿Está
vuestropadreencasa?Tengomuchointerésenhablarconél.—Sí, señor inspector—dijoAmanda sumisamente—.Está afuera en la terraza,
pintando.—¿Selepuedeinterrumpir?—preguntóSteropes.—Sí,sí-dijoAmanda—.Pormuchoqueseleinterrumpasiemprepintaráigualde
mal.—Nodeberíasdecireso—dijoelinspectorescandalizado—.Tupadreesungran
artista.Ysalióalaterraza,dondeelgeneralestabadandolosúltimostoquesaunapuesta
desolqueparecíaunaexplosiónatómica.—¡Querido inspector! —dijo el general, dejando a un lado los pinceles y
adelantándosecojeandoparaestrecharlelamano—.¡Cuántomealegrodeverle!—¿Tendría usted la amabilidad de permitir que interrumpa su trabajo durante
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unospocosminutos?—preguntóSteropes.—Nofaltabamás,amigomío—dijoelgeneral.Y sacando la pipa del bolsillo interpretó sobre su pierna un ritmo rápido y
complicado.—Del Congo —le explicó al inspector—. Es lo que allí llaman tambores
parlantes; sirven para enviar mensajes. Acabo de estar enseñándoselo a mi mujer.Vamosaversifunciona.Siéntese,siéntese,porfavor.
En ese momento apareció en la terraza la señora Finchberry-White, con unabandejagrandedebotellasycopas.
—¡Magnífico, Agnes! ¡Lo entendiste! —dijo el general, sorprendido yembelesado.
—¿Quéesloqueheentendido,querido?—preguntólaseñoraFinchberry-White,despistada.
—Elmensaje—explicóelgeneral.—¿Quémensaje?—preguntólaseñoraFinchberry-White.-Elmensajedequenostrajerasalgodebeber—dijoelgeneral.—¡Ah!¡Ah,sí!—dijolaseñoraFinchberry-White—.Amandamelodijo.Elgeneralsuspiróabatido.—Tomeunacopa,inspector—dijo.Por unos momentos se dedicaron a paladear sus ouzos, y el inspector hizo
amablescomentariossobreelúltimocuadrodelgeneral.
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—Ydígame—preguntóelgeneral—,¿quéesloqueletraeporKalanero?—Puesesprecisamentelarazóndequehayavenidoaverle—dijoelinspector—.
Estoyaquíinvestigandounodelospeorescasosdetodamicarrera.—¡Caramba!¿Cómoeseso?—preguntóelgeneral.—¿Esposiblequetodavíanosepaustedlodelosburros?—dijoelinspector.—¿Losburros?—repitióelgeneralconperplejidad—.¿Québurros?—TodoslosburrosdeKalanero—dijoelinspector,haciendounademándeabrir
mucho los brazos, con lo que casi tira la copa—. Todos los han robado loscomunistas.
Elgeneralseajustóbienelmonóculoenelojoycontemplóalinspector.—Nomediga—dijo.—Como lo oye —dijo el inspector—. Desde hace veinticuatro horas estoy
investigandoelcasosinéxito,yporesohevenidoapedirleconsejo.Porque,alfinyalcabo,ustedescompatriotadeSherlockHolmes.
—Nuncamecansarédedecirle—dijoelgeneralconairedepacientesufrimiento—queSherlockHolmesesunpersonajeenteramenteimaginario.
—Ah,peroesquenoesposiblequeunhombrecontalespoderesmentaleshayasidoenteramenteimaginario—dijoelinspector—.YoaspiroairaLondresalgúndíay conocer el lugar donde vivió. Pero volvamos a los burros. Ya que hasta estemomentomisinvestigacionesnohandadoningúnfruto(ypuedeustedestarsegurodequenohedejadopiedrasinremover),leagradeceríamuchoquemedieraustedsuconsejo.
Elgeneralsequitóelmonóculo,lofrotócuidadosamenteyselovolvióaponer,conexpresiónunpococeñuda.
—Miqueridoinspector—dijo—,yovengoaquíunavezalañoenbuscadepazy
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tranquilidad para poder pintar. Durante mi estancia procuro no inmiscuirme en lapolíticade la isla.Elprimeraño intentaronobligarmeadecidiraquiénpertenecíanunasvacas.ElsegundoañoquisieronquedictaminarasiPapaYorgohabíaestafadoaPapaNikoscontresquintalesdeaceituna,yeltercerañoquisieronquedictaminarasieralícitoqueKouzospusierauncandadoensupozoparaquenadiepudierabeberdeél. En las tres ocasionesme negué a intervenir, así que verdaderamente no veo lamaneradeayudarleenestacuestión.
Amanda y David, apostados tras las contraventanas entornadas del cuarto deestar,escuchabanlaconversaciónsinatreversecasiarespirar.
—Eso estámuy bien—susurróAmanda—. Si papá le ayudara podría llegar aalgunaparte.
—Pero,migeneral—suplicóelinspector—,piensequemifuturoenterodependedeusted.Siresuelvosatisfactoriamenteestecaso,quiénsabe,elasuntopodríallegaraoídosdemissuperioresdeAtenasyquizáinclusomeganaseunascenso.
El general se puso en pie, encendió la pipa y echó a andar lentamente por laterraza,renqueandoconelinspectorasulado.AquellolefastidiómuchoaAmandayDavid,porquemientrascaminabansupadreyel inspectorsólo llegabanhastaellosalgunosretazosdelaconversación.
—…y casos semejantes—decía el general—, sucede amenudo…yo recuerdoqueunavezestandoenBangalore,dondeperdí lapierna…pero loqueusted tienequehacer…
Aguzaroneloído,peronopudieronentenderquéeraloqueproponíaelgeneral.Alpocoratoelinspector,muysonriente,sedespidió.
Los Finchberry-White se sentaron a almorzar. Amanda y David se mirabanintranquilos, porque su padre parecía estar de excelente humor. Entre bocado ybocadotarareabafragmentosde«LiliMarlén».
—¿Qué quería el inspector, papá?—preguntó por fin Amanda, vencida por lacuriosidad.
—¿Elinspector?—repitióelgeneral—.Nada,veníaapasarunratoyapedirmeconsejosobreunpequeñoproblema.
—¿Ylehaspodidoayudar,querido?—preguntólaseñoraFinchberry-White.—Creoquesí—dijoelgeneralalegremente.AmandayDavidseapresuraronavaciarelplatoyabandonaronlamesaa toda
prisa. Era evidente que el general no pensaba revelar en qué había consistido suconsejo, así que su única esperanza de averiguarlo estaba en no perder de vista alinspector. Bajaron corriendo a casa deYani, y todavía sin resuello le contaron lasnoticias. Luego los tres se dirigieron al pueblo. Allí se encontraron con que elinspectorhabíaconvocadounareuniónextraordinariadelconsejomunicipal.Niquedecirtienequealamismaasistíatambiénlamayorpartedelapoblación.
—Demodoque,comoyahedichoantes—estabadiciendoel inspector,con lapipa firmemente sujeta entre los dientes—, este caso presenta muchos aspectos
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insólitos. Ya saben ustedes que he intentado resolverlomediante losmétodosmásmodernosyperfeccionadosdeladetección.Peroladetección,comoustedessaben,sebasaeneljuegolimpio,yloscomunistas,comoustedessaben,noentiendensiquieraloqueeseso.Yesoesloquenoshaperdido.
—Cierto,cierto—asintióPapaYorgo—.Yorecuerdoqueunavezmerobótodala cosecha de fresón uno de Melisa que era comunista declarado. Como dice elinspector,nosabenloqueesjugarlimpio.
—Asíes—dijoelinspector—.Poresohedecididoadoptarotraestrategia.—¿Cuál,cuál?—preguntaronansiososlosaldeanos.—Hedecidido—dijoelinspector,adoptandounaexpresiónseveraynoble—que
ofrezcamos,omejordichoqueofrezcanustedes,unarecompensaporladevolucióndesusburros.
Aloíraquellohubounmurmullodeconsternación.—¿Perodedóndevamosasacareldineroparapagarportantosburros?—gimió
MamaAgathi.—Yo tengo aquí —dijo el inspector, sacando del bolsillo un papel y
depositándolo sobre la mesa—, yo tengo aquí la lista de todos los animalessustraídos, y sus precios aproximados en el mercado. La totalidad asciende aveinticincomildracmas.
Delosaldeanosbrotóungemidodeaflicción.—¿Pero de dónde sacamos veinticinco mil dracmas? —preguntó Papa Nikos
desesperanzado.—¡Ahíestáelquid!—dijoelinspectorastutamente—.Nosetratadeofreceruna
recompensa que ascienda a esa suma. Se trata de ofrecer una recompensa másmodesta, pero suficiente para que resulte tentadora. De todos es sabido que a loscomunistaslesatraeeldinero,demodoque,siofrecemosesarecompensa,esseguroqueunodelosladronestraicionealosotros,porque,comoanteslesdecía,nosabenloqueesjugarlimpio.
—Esunaideamuybuena,peroaquítodossomospobres—señalóPapaNikos.—Sí,sí—seapresuróaconfirmarelalcalde—,aquítodossomospobres.Demí
meatreveríaadecirquesoycasimenesteroso.—Bah, ¿tú menesteroso? —dijo Papa Nikos con infinito desdén—. Todo el
mundo sabe que eres el más rico del pueblo. Deberías ser tú el que ofreciera larecompensa.
—¡Eso,eso!—dijeronlosaldeanosacoro—.Eslomásjusto.Alfinyalcabo,eselmásricodelpuebloyademáseselalcalde.
—Sí,creoquetienenustedestodalarazón—dijoelinspector.Aún le escocíael asuntode laperradeOizus,y ahoraveía laocasión idealde
sacarselaespina.—Perosiosestoydiciendoquesoypobre—gimióelalcalde.—Aversidentrodepoco,ademásdeserpobre,noeressiquieraalcalde—dijo
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ceñudamentePapaNikos.—¡Sí!—dijoPapaYorgo—.¿Legustaríaal inspectorconocer lahistoriade los
boniatos?Elalcaldesepusolívido,porquenosabíaquenadieestuvieraenteradodelagran
estafaquehabíahechoelañoanterior.—Ibaadecir—dijodesesperado—,loquepasaesquenomedejáisacabar,que
aunquesoypobreestoydispuestoaofrecerunamodestarecompensa,de,pongamos,quinientasdracmas.
Losaldeanosrieronsarcásticamente.—Conesonorecuperamoslosburros—dijeronacoro.—No—convinoelinspector—.No,esdemasiadopoco.Tendríaquesermucho
más.—Bueno, pues digamos que mil dracmas —sugirió el alcalde, haciendo un
esfuerzo.—¡Mentecato! —dijo Papa Nikos con desdén—. Si tú hubieras robado unos
burrosquevalenveinticincomil dracmas, ¿vendrías a informarde suparaderoporunamiseriademil?
—Sí,yotambiénmeinclinoaesaopinión—dijoserioelinspector—.Tendráqueserunacantidadmuchomásimportante.
—¡Cincomildracmas!—dijoelalcalde,aquienelsudorlecorríaenhilillosporlacararedondayselemetíaensusbigotesdemorsa.
—¡Queseanveinte!—sugirióalguiendeentrelamultitud.—Esoestaríamuchomejor—asintióelinspector—.Veintemildracmasseríauna
sumabastantetentadora.—Estábien,deacuerdo—dijoelalcalde,enjugándoselafrenteconunpañuelo
—.Veintemildracmas.Unmurmullodeaprobaciónseextendióporlamultitud.—Oiga usted —dijo Papa Nikos dirigiéndose al inspector—: y cuando ese
comunistaselepresenteconlainformación,¿quépiensaustedhacerconél?—Puesdarleeldinero,naturalmente—dijoelinspector.—¿Pero no le va a detener?—preguntó Papa Nikos sorprendido—. De todos
modos,seráuncomunista.—Esbiensabido—dijoel inspector juiciosamente—quecuandouncomunista
tienedinerodejadesercomunista.Asíqueyanohabrámotivoparadetenerle.Alosaldeanoslesimpresionómuchoaquellapoderosaargumentación.—Oiga, ¿y cómo vamos a hacer que se enteren de lo de la recompensa? —
preguntóPapaYorgo.Todosmeditaronsobreelloduranteunosinstantes.—¡Carteles!—dijodeprontoOizus,conlaprimeraideaoriginalqueseleocurría
desdequeestabaenlaalcaldía—.Pondremoscarteles.—¿Perodóndelosvamosaponer?—preguntóPapaYorgo.
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—Habríaquediseminarloscomohicierondurantelaguerra—dijoPapaNikos.—Unaeroplanoseríalasolución—dijoelinspector—,ounhelicóptero,perose
tardaría demasiado en que nos lo enviasen desde Atenas. No, yo sugiero que lospongamosentodoslossitiosdondepuedanverlosloscomunistas.
—¿Yesodóndees?—preguntóPapaNikos—.Normalmentelosponemosenelpueblo.
—Fuera,enlosolivares—explicóelinspector,accionandoconlasmanos—,enlosviñedosyenloscamposdondeseocultan.
—¿Ydedóndesacamosloscarteles?—preguntóelalcalde.Aquél fue el granmomento del inspector, que se enderezómajestuosamente y
dijo:—Yo tengo un primo en Melisa que es propietario de una imprenta, y él los
imprimiráparaustedes…gratis.Elestallidodeaplausosybravosquebrotarondelamultitudfueatronador,yel
inspectorsonriósatisfecho,segurodehaberseganadootravez laaprobaciónde loslugareños.
—¿Yquéponemosenloscarteles?—preguntóPapaNikos—.Nonospodemosdirigiranadieenparticular,porquenosabemosquiénesson.
—Heestadopensandoeneso—dijoelinspectorconorgullo,ysacódelbolsillootropapel.
—Este es el texto—siguió diciendo,mientras escribía afanosamente— que yosugiero: «A todos los interesados, y a los comunistas en particular: Nosotros, elpueblodeKalanero, estamosdispuestos a abonar la sumadeveintemil dracmas acambiodeinformaciónsobreelparaderodenuestrosburros».
—«Firmado»—continuó—, «Oizus, alcalde». Ahora me lo llevaré aMelisa ydiréqueloimpriman,yparamañanaestaránlistosloscarteles.
Semarchó en el coche de policía, despedido por los vítores de los aldeanos, yéstossefueroncadaunoasucasa,charlandoanimadamente.Sóloelalcaldeparecíaentristecido.Losniñosnocabíanensídeemoción.
—¡Esmaravilloso!—dijoAmanda,conlosojosbrillantes—.¡Tehemossalvado,Yani,tehemossalvado!
—Nocantesvictoriatodavía—dijoDavid.¡Porquéserássiempretanpesimista!—dijoAmanda—.Puesclaroquelehemos
salvado. Lo único que tiene que hacer es decir dónde están los burros y pedir larecompensa.
—¿Peroesquenotedascuentadequesipidieralarecompensatodoelmundopensaríaquehabíasidoélelquerobólosburros?
—Eso es verdad, Amanda —dijo Yani—, porque todo el pueblo sabe que elalcaldemetieneamenazado.
—Yo creo que eso no importa —dijo Amanda—. Podemos pedir nosotros larecompensa y luego dársela a Yani. Yo creo que los del pueblo se pondrán tan
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contentosalverquerecuperansusburros,quelesdaráigualsaberquiénselosllevó.—Bueno,puesnonoshagamosdemasiadasilusiones—dijoDavid—.Yonome
fíoniunpelodelalcalde.Alomejorintentadarmarchaatrás.—Nocreoquepudierahacerlo—dijoYani—.Tendrádemasiadomiedodeloque
haríanconéllosdelpueblosiseatreviera.—Bueno,yaseverá—dijosentenciosoDavid.AlamañanasiguientevolviódeMelisaelcochedepolicía,ydesupartetrasera
elinspectorsacóconorgullounapilaenormedecarteleselegantementeimpresosenrojo sobre fondoblanco, y con la cifra deveintemil dracmas escrita en caracteresgrandísimos (letras y números), por si acaso, según señaló, el comunista eraanalfabeto.
Loscartelestuvieronunéxitoinmediato.Apartedecualquierotraconsideración,eran muy agradables a la vista. El primo del inspector no era un impresor muyexperto,yporello las líneasde loescrito subíanybajabancomo lasolasdelmar,pero todos estuvieronde acuerdo enque esedetalle no las estropeaba sinoque lesdaba más gracia, y de hecho, según señaló Mama Agathi, eran unos carteles tanbonitosqueseríaunapenaponerlosdondesólolosvieranloscomunistas.Todoslosdemás se mostraron de acuerdo, por lo cual apartaron un cartel y lo clavaroncuidadosamente a la puerta del café. Después se repartieron los restantes entremuchasdiscusionesymalosmodos,porqueerantanbonitosquehastaloshabitantesdeKalanero que no tenían burros, y a quienes por lo tanto no se les había robadonada,queríanuncartel.
Los niños contemplaron con regocijo cómo los aldeanos se pasaban lamañanaclavandocuidadosamenteyconorgullosuscartelesenlosolivos,enlascepasdelosviñedosy en las empalizadasde cañaquedelimitaban los camposde labor.MamaAgathi estaba tan entusiasmada con sus dos carteles que incluso fue a pedirleprestadounplumeroalaseñoraFinchberry-Whiteparaquitarleselpolvodevezencuando, y estar segura de que ni una sola mota deslucía su prístina brillantez.AmandayDavidibanmuertosderisacuandovolvieronalavillaacomer.
—Ah, ya estáis aquí, queridos —dijo la señora Finchberry-White—. Ahoramismo iba a salir a buscaros. La comida estará un poco tarde. Hemos tenido unpequeñoaccidente con la sopa.Ledije aAgathique la sirvierayno séporqué laechóporelsumidero.Sedisgustómucholapobre.
Los niños salieron a la terraza, donde el general guiñaba el ojomalévolamenteparamirarsuúltimaobramaestraatravésdelmonóculo.
—Mamádicequelacomidaseretrasaráunpoco—informóAmanda—.DicequenosabeporquérazónMamaAgathitirólasopaporelsumidero.
—Pueslarazónesbiensencilla—dijoelgeneral—:quetumadre,conesetalentoquetieneparalosidiomas,envezdequelasacaseledijoquelatirase,conellógicoresultadodequeellalaecharaporelsumidero.
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—¡Ah!—dijoAmandariendo—.Nosemeocurrióquehubierasidoeso.—Apropósito—dijo el general, inclinándose para añadir un toque de color al
cuadro—,esperoquelesestaréisdandosuficientecomidaaesosburros.Amanda y David, que se acababan de tender boca arriba sobre el caliente
enlosado,seincorporaroncomosileshubieranpegadountiro.—¿Québurros?—preguntóAmandacautamente.Elgeneralañadióotrotoquedecoloralcuadro.—Burros—dijo—.Ya sabéis lo que digo, unos cuadrúpedos, bestias de carga;
unascosasdelargasorejasquerebuznan.DavidyAmandasemiraron.—Nosé…aquéterefieres—dijoAmanda.—Merefiero—dijoelgeneralpacientemente—atodoslosburrosdeKalanero,
quetenéiscuidadosamenteocultosenHespérides.Losniñossemiraronconhorror.—¿Cómotehaspodidoenterar?—dijoAmanda.Elgeneraldejólapaletayelpincel,sacólapipaylaencendió.—Ya os dije el otro día que no tengo por costumbre revelar mis fuentes de
información—dijo—.Peroporunavezoslodiré.Coocoshasidomiinformante.—¿Coocos?—dijeron los niños a coro con voz incrédula—. ¿Coocos te lo ha
dicho?
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—Sí.Mehatenidoinformadodesdeelprimermomento.—Perono es posible—dijoAmanda—. ¿Cómova a haber sidoCoocos?Si ni
siquierasabehablar.—Alcontrario,sabehablarmuybien—dijoelgeneral—.Padeceundefectodel
habla,node lamente.Loqueocurreesque todos tenemos tanpocapacienciaquenadieledejahablar.ACoocosleencantahablar,peronadieledeja.
—Pobre Coocos —dijo Amanda lentamente—. Nunca se me había ocurridopensareneso.
—Peroyosí tengo lapacienciadeescucharle—siguiódiciendoelgeneral—,yporesosiemprequepuedesevieneporaquí,yyopintoyélhabla.Peronocreáisqueoshatraicionadocondecírmelo.Coocosteníalaimpresióndequeyoeraelcerebrorectordetodoelcomplot,porqueoshabíaoídodeciralgodepedirmeconsejo.
—Ah,sí,sobreelsecuestro—dijoAmanda.—Esopenséyo—dijoelgeneral—.Peronoquisedesengañarle,asíqueheido
recibiendoconinterésuncaudalconstantedenoticiassobrelamarchadelaconjura.—Pero¿porquénoshasdejadoseguir?—preguntóDavid.—MiqueridoDavid—dijoelgeneral—,yatenéisedadycabezasuficientespara
organizaroslavidavosotrossolos.Siqueríaismeterosenlíos,esoeracosavuestra,no mía. En cualquier caso, como actuabais guiados por la mejor intención, no viabsolutamenteningunarazónparaentrometerme.
—Entonces,¿quéledijistealinspector?—preguntóAmanda.
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—Ah, ahí debodecir que símeentrometí ligeramente—dijo el general, dandochupadas a la pipa—.Me parecía que no habíais cometido ningún delito grave alllevarosalosburros,puestoquepensabaisdevolverlos.Ahorabien,enelcasodequeenviarais una nota pidiendo rescate (lo cual me imaginé que sería vuestro pasosiguiente),entoncesmetemíanopodersalvarosdelasirasdelaley.Poresolesugeríalinspectorquelomejoreraofrecerunarecompensa.
—Papá,eresmuyinteligente—dijoAmandaconadmiración.—Muchas veces me quedo yo mismo deslumbrado de mi agudeza —dijo el
generalmodestamente.—¿Yahoraquéteparecequedebemoshacer?—preguntóAmanda.—Yoosaconsejaríaqueesperéishastamañana—dijoelgeneral—,yquemañana
reveléiselparaderodelosburrosypidáislarecompensa.Vaciólapipasobreelbordedelaterrazaytarareóenvozbajaunoscompasesde
«LiliMarlén».—Yomeanimaríaincluso—observó—airandandohastalaplazadelpueblopor
verpagaraOizus.Laverdadesqueyono le tengomuchamássimpatíade laquepodáistenerlevosotros,ydalacasualidaddequeapreciomuchoaYani.
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Capítulo9
Pago
Despuésdecomer,losniñosbajaronacelebrarsuúltimoconsejodeguerraconYani.
—LaverdadesquedeberíamosecharleunabroncaaCoocos—dijoDavidsegúnibancaminandoporelolivar.
—¡Niseteocurra!—dijoAmandaindignada—.Sóloqueríaayudarnos.—Sí, pero lo habría echado todo a perder si papá se hubiera puesto flamenco
señalóDavid.—Puesnotepermitoqueledigasniunapalabra—dijoAmandaconfirmeza—.
¿Tegustaríaatiirporelmundoqueriendohablarysinquenadietedejara?—Está bien—dijo David sumiso—, pero esas cosas son precisamente las que
estropeanlosmejoresplanes.CuandoselocontaronaYanisequedótanhorrorizadocomoellos,perotambién
éldio la razónaAmandayopinóquenose ledebíadecirnadaaCoocossobreelasunto.
—Ahorayasóloquedapedirlarecompensa—dijoAmandaenérgicamente—.Yoopinoqueestatardeseríabuenmomentoparadescubrirdóndeestánlosburros.
—Oye,vamosadejarestobienclaro—dijoDavid—.Yaninodebemeterseenlodeldescubrimientode losburros.Si lohiciera,elalcaldesabríaqueparticipóenelsecuestro.Tenemosquehacerlonosotrossolos.
—Deacuerdo—dijoAmanda—.CruzamosaHespéridesaesodelascuatroylosdescubrimosallí.¡Sorpresa,sorpresa!
—Sí—dijoDavid—,porqueparacuandovolvamosalpuebloconlanoticiatodoelmundohabrádormidoyalasiesta.
—¿Cómoreaccionarán?—sepreguntóAmanda.—Estaránagradecidísimos—dijoYani riendopor lobajo—.Yocreoquehasta
ahoranosehabíandadocuentadelonecesariosquesonlosburros.—Es muy poco probable que el alcalde tenga veinte mil dracmas en casa—
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observóDavid sagazmente—, lo cual significa que tendrá que ir aMelisa por eldinero,locualsignificaqueenrealidadnocobraremoslarecompensahastamañana.
—Bueno, eso da igual—dijo Amanda—. Nos da lo mismo cobrarla hoy quemañana.
—No.Porquesiconsultaconlaalmohada,alomejorcambiadeopinión—señalóDavid.
—Sí,peronopuedeiraMelisaestatarde,porqueestarácerradoelbanco—dijoYani.
Davidfruncióelceñoysuspiró.—Sí. No seme ocurre otramanera de hacerlo—dijo—.Habrá que correr ese
riesgo.ConqueaquellatardeYaniyCoocoshicieronverclaramenteacuantosaldeanos
seencontraronque se ibana echar la siesta,y, cuandoyaerancercade las cuatro,AmandayDavidcruzaronanadolastibiasaguasazuleshastaHespérides.
—Tendrásquereconocer—dijoAmanda,mientrassesacudíaelcabelloypasabarevista a los burros y el potro del alcalde— que tienen muchísimomejor aspectodespuésdeestedescanso.
—Síque lo tienen—asintióDavid—.Comoqueno estaríamal que les pasaraestounavezalaño.
—¿Elqué,quelostrajeranaHespérides?—preguntóAmanda.—Sí—dijoDavid—, como si fuerauna especiede campamentodevacaciones
paraburros.—Seríabuenaidea—dijoAmandapensativa—,perodudoquelosdelpueblose
dejaranconvencer.—Bueno —dijo David—, lo que tú tienes que hacer es volver corriendo al
pueblo.Aestashoraselalcaldeestaráyadespierto,tomándoseelprimercafé,ytodoslos demás estarán también en pie. Acuérdate de echarle todo el dramatismo quepuedas,yporloquemásquierasnoterías.
—Yonomerío—dijoAmandaausteramente.—Claroquesí,nohacesmásquereírteportodo.—Sólomeríocuandoalgomehacegracia.—Bueno,puesestonolatiene,asíqueestáteseriecita.Demodoque,luegodedarlesunaspalmaditasalaspeludasgrupasdelosburros
Amandabajópresurosalaescalinatadepiedradelaiglesiayunavezmássetiróalagua.Paradarunairedeautenticidadasuactuaciónsubióelmontecorriendo,yllegóalaplazadelpuebloexhaustaysinaliento.
Talycomohabíansupuesto,elalcalde,PapaNikosymuchosotrosmiembrosdelapoblaciónseacababandelevantardelasiestaysehabíancongregadoentornoalasmesasdelcaféparadiscutirel temacandente:cuándorecibirían informacióndelos comunistas sobre el paradero de sus burros. Estaban metidos en una larga ycomplicadísimadiscusiónsobresi loscomunistas sabían leeronocuandoAmanda
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entróenlaplazaalacarrera,sudandoportodossusporos.
—¡Señor alcalde, señor alcalde, que los hemos encontrado! —jadeó, y sedesmoronó,exhaustaysinresuello,enelregazodelalcalde.
—¿Quehabéisencontradoqué,hijamía?—preguntóélsorprendido.PeroporlaincoherenciadeAmandaeraevidentequenoestabaencondicionesde
responderle, así que la atiborraron de vino y le dieron palmaditas en la espalda ehicieronruidostranquilizanteshastaquerecuperóelaliento.
—Losburros—dijoporfinentreboqueadas—.Loshemosencontrado.El efecto de aquella afirmación fue como una descarga eléctrica. El alcalde se
levantódelasiento,dejandocaeraAmandaalsueloyponiendopatasarribalamesa,quesosteníadoceouzosycincotazasdecafé.
—¿Quédices?—preguntóalapostradaAmanda—.¿Queloshabéisencontrado?—¿Dónde,dónde?—gritóPapaNikos.—¿Dóndeestán?—Dínoslo,dínoslodeprisa—dijoPapaYorgo.PeroAmandadisfrutabadelosefectosteatralestantocomolospropioslugareños,
asíquesepusoenpieyseapoyótrágicamenteenlamesapatasarriba.—¡Loshemosencontrado!—repitióconunsollozo.—¡Loshanencontrado!—gritóelalcalde—.¡Hanencontradoalosburros!Inmediatamentecorriólavozdecasaencasa,ycomoporartedemagialaplacita
sellenódealdeanos,todosclamandoporsaberlaverdad.—¿Dóndeestán,dóndeestán?—preguntóPapaNikos.Amandarespiróhondo,seestremecióyalzónoblementelacabeza.—Esta tarde, David y yo—dijo con voz temblorosa— salimos a bañarnos. Y
fuimosnadandohastaHespérides.Creoquetodosustedesloconocen,¿no?Hubo un murmullo de asentimiento por parte de todos los presentes, que fue
rápidamenteacalladopornoperderniunapalabradelrelato.—Subimos los escalones hasta la explanada que hay al lado de la iglesia —
prosiguióAmanda,estirandolahistoriatodoloquepodía.
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—Sí,sí,laconocemos,laconocemos—dijeronlosaldeanos.—¡Yallí—dijoAmandaconexpresiónmelodramática—,cuálno seríanuestro
asombrocuandoencontramosatodoslosburrosyelpotrodelalcalde!¡SanPolicarponosvalga!—exclamóelalcalde—.¡Esunmilagro!—¿Habíacomunistasconellos?—preguntóPapaYorgo.—No —dijo Amanda—. No había ningún comunista, y parece como si los
hubierantenidobiencuidados.
—¡LoadoseaDios!—exclamóPapaNikos—.Pobreshijosmíos,sioshubieraisencontradoconunabandadecomunistas,quiénsabeloqueoshabríanpodidohacer.
—Pero tenemosque ir a recogerlos—dijo el alcalde—.Hayque recogerlos enseguida,antesdequeregresenloscomunistas.
—Ah, no se preocupen, David se ha quedado con ellos —dijo Amanda—.Estandoélallínopasaránada.
—Cuantoanteslosrecuperemos,mejor—dijoPapaNikos.—¡Todos a las barcas! —gritó Papa Yorgo—. ¡Todos a las barcas para ir a
recogerlos!YloshabitantesdeKalanero,conAmandaa lacabeza,bajarona todocorrer la
pedregosa ladera, tropezando algunos y rodando por tierra, hasta el diminutofondeaderodelpueblo,dondeestabanancladas lasbarquitasdepesca,yqueestabasituadoapocadistanciadeHespérides.
Allísearmóunlíotremendo:aunosselesenredabanlascadenasdelancla,otrossinquerersedaban trastazoscon los remosy,congransatisfaccióndeAmanda,elalcaldequisosubiraunabarcaqueenesemomentoseapartabaysecayóalagua.Peroporfintodaslasbarquitas,rebosantesdealdeanosansiosos,cruzaronjuntaslas
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aguasazuleshastaHespérides.ADavid,quecontemplabasuavancehacialaisla,leparecía estar viendo unas lanchas de placer que había visto una vez en la playainglesadeSwanage,repletasdeexcursionistasqueseembarcabanparadarunavueltaalabahía.LaprimerabarcaquefondeóenlasorillasdeHespéridesfuelaquellevabaal empapado alcalde, y las demás no tardaron en seguirla. Saltaron a tierra losaldeanos,ytrassubircorriendolaescalinatasedetuvierondramáticamenteparasoltarexclamacionesdealegríaalavistadelahileraqueformabansusburrosyelpotrodelalcalde,todoselloscomiendoplácidamente.
—¡Mipotro,mipotro!—gimoteóelalcalde,surcadasdelágrimassusmejillas.
Y,cosanuncavista,echólosbrazosalcuellodesuburromásgrandeylediounbeso en el morro. Incluso a Kouzos, que no se distinguía por su buen trato a losanimales, se le vio dar palmaditas a sus burros disimuladamente, con la carailuminadaporunaampliasonrisadecontento.
—Pero ¿cómo los habrán traído hasta aquí los comunistas? —preguntó PapaNikoscuandoyalaexcitaciónsehabíacalmadounpoco—.Leshabráhechofaltaunbarcomuygrandeparatransportaratodosestosanimales.
—Puedequeno—dijoAmanda—.Alomejorloshantraídoanado.—¿Losburrosnadan?—preguntóPapaNikos.AAmandalecostómuchotrabajomantenerlacaraseria.—Pregúnteseloalalcalde—respondió.—Sí,sí,síquenadan—dijoelalcalde—.Aqueldíaquemecaídelpuenteyestos
valientesniñosmesalvaron,miburronadabacomounpez.—Lessugieroqueselosllevenustedesdelamismamanera—dijoAmanda.Así que, con infinito cuidado, los aldeanos condujeron a sus burros por los
escalonesdelaiglesitahastalaorilladeHespérides.Peroevidentementelavacaciónles había sentado demasiado bien a los burros y el potro. Se mostraron aún más
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reaciosaentrarenelaguaquecuandolosllevabanlosniños,conelresultadodequela playa tomó todas las apariencias de un rodeo incontrolado, lleno de aldeanosempujando y tirando y luchando por meter en el agua a sus burros. A poco deiniciarselacuestiónelalcalderecibióunacozdesupotroenelestómagoytuvoqueiratumbarsealpiedeunciprésparareponerse,dejandoaAmandayDavidlatareade meter en el mar a sus bestias de carga. Pasado cierto tiempo, sin embargo, laflotilla de barquitas pudo regresar remando a tierra firme, con la hilera de burrosrecalcitrantesnadandodetrás,hastaelfondeadero.Allísehabíacongregadoelrestodelpueblo,quelesrecibióconesaclasedeovaciónquenormalmentesereservaparadespedir la primera salida de un gran transatlántico. Todos tenían que tocar a losburrosydarlespalmaditas,todosexclamabanquémilagrohabíasidoencontrarlosyqué listos eran Amanda y David. Por fin llegaron agotados a la plaza del pueblo,dondeel alcalde, enunarranquedegenerosidad sinprecedentes,mandó llevarunabotelladesupropiovinoparabrindarporAmandayDavid.Solemnementesebrindópor los niños, y luego, mientras bebían, los aldeanos les aclamaron con gritos de«¡Bravo!»,«¡Hurraporlosniños!»,«¡Vivanlosrubitos!»yotrosporelestilo.
—No se le olvidará austed la recompensa, ¿verdad, señor alcalde?—preguntóAmandadulcemente,dejandoelvasovacíosobrelamesa.
Elalcalde,quehastaesemomentoeratodosonrisas,diounrespingoycasisoltóelvaso.
—¿Recompensa?—dijo—.¿Recompensa?—Acuérdese, lo que ponía en los carteles—dijo David—. La recompensa de
veintemildracmas.—¡Ah, eso! —dijo el alcalde—. Ah…, hum…, sí, pero eso era para que se
destaparanloscomunistas.Eraunatrampa,porasídecirlo.—Teloavisé—susurróDavidaloídodeAmanda.—Pero, señor alcalde—dijo Amanda con firmeza—, en los carteles dicemuy
claroquepagaránustedesveintemildracmasaquienlesinformedelparaderodelosburros.Nosotros no sólo les hemos informado de su paradero, sino que les hemosllevadohastaallí.Asíquetenemosderechoalarecompensa.
—Pero, hijitosmíos—dijo el alcalde, empezando a sudar—, todo eso era unabroma.
—Noeraunabroma,ytúlosabes—dijoseveramentePapaNikos.—No,no,noeraunabroma—dijoPapaYorgo.—Túteofrecisteapagarlarecompensa,ylatienesquepagar—dijoPapaNikos
—.Estosniñosselahanganado.—¡Claroquesí,selahanganado!dijeronacoroloslugareños.—Estábien—dijoel alcaldedesesperado—,si esunadecisiónunánime tendré
quepagarla,peroahoramismonotengoaquíeldinero.TendréqueirporélaMelisa.—Noimporta—dijoAmandacondulzura—.Vendremosarecogerlomañanapor
latarde,alascuatro.
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—Eso,eso,alascuatro—corearonlosaldeanos.—Alascuatro—asintióelalcaldealicaído.Conque los niños, luego de dejarse dar palmaditas, abrazos y besos por los
agradecidoshabitantesdeKalanero,regresaronalavilla.—¿Quétal?—preguntóelgeneralcuandosalieronalaterraza—.¿Cómohaido
todo?—Espléndido—dijoAmanda—.Deberíashabervistoalalcaldecaersealagua;
fuetodavíamásdivertidoquecuandosecayódelpuente.—Sí,yoesomeloheperdido—dijoDavidtristemente.—Yluego—siguiódiciendoAmanda—,estabantanemocionadosporrecuperar
asusburrosqueelalcaldellegóabesaralossuyos.—Mejoriríaelmundo—observóelgeneral—silagentededicaramástiempoa
besaralosburros.—Laspasaronmoradasparaconvencerlosdequevolvierananado—dijoDavid
—,yelpotrodelalcaldelediounacozenelestómago.—Se la tenía ganada hace mucho tiempo —dijo el general con notable
satisfacción.—Losvolvimosatraeratodos,yluegolepedimoslarecompensaalalcalde—
dijoDavid.—¡Ah!—dijoelgeneral—¿Yélquédijo?—¡Pues quiso hacernos creer que todo había sido una broma! —respondió
Amandaindignada.—Telodijequeloharía—dijoDavid—.Yonomefíonadadeesehombre.—Afortunadamente —siguió diciendo Amanda—, todos los del pueblo se
pusierondenuestraparteydijeronquenoshabíamosganadolarecompensa,asíquealfinalelalcaldetuvoqueceder.Mañanavamosairarecogerlaalascuatro.
—Magistral—dijoelgeneralconsatisfacción—.Verdaderamentemagistral.-Mesorprendequeteparezcabien—dijoAmanda.—¿Porquéhabíadeparecermemal?—dijoelgeneral—.Hasidounplanmuy
bientrazadoycuidadosamentepuestoenpráctica;nolehahechodañoanadieylevaa hacer a Yani mucho bien. No veo absolutamente ninguna razón por la que medebieraparecermal.
Amanda se encogió de hombros. Los procesos mentales del general siemprehabíansidoysiempreseríanunenigmaparasuhija.
—Yotambiéniréconvosotros—dijoelgeneral—,ymellevaréavuestramadre.—¿Adóndemevasallevar,Henry?—preguntólaseñoraFinchberry-White,que
enesemomentosalíaalaterrazaconairebastantedespistado.—Al pueblo, a ver cómo Amanda y David cobran la recompensa —dijo el
general.—¿Qué recompensa?—dijo la señora Finchberry-White—. ¿Por qué les van a
recompensar?
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—Mehepasadotodalamañana—dijoelgeneralirritado—contándoteloporeltambordelapierna,ymeniegoenrotundoavolveraempezar.
—Esquelosdelpuebloperdieronsusburros—seapresuróaexplicarAmanda—,y nosotros los hemos encontrado, y por eso podemos pedir la recompensa queofrecieronporellos.
—¡Cuántome alegro, hija!—dijo la señoraFinchberry-White—. ¿Habéis vistoesa orquídea verde pequeñita que crece por donde esos árboles? Estoy casi, casiseguradequenolatengoenlacolección.
Alamañanasiguienteelalcalde,alomosdesupotro,emprendióeltroteporlacarreterapolvorientahaciaMelisa,yallí,aunquealhacerloselepartíaelalma,sacóveintemildracmasdesucuentacorriente,lascontócuidadosamenteyselasguardóenlacartera.LuegoregresócabizbajoaKalanero.
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A las cuatro de la tarde no había un solo habitante de Kalanero, que fuerademasiadoviejoodemasiadojovenparanoestarpresente,yquenoestuvieraenlaplazaparaverlaentregadelarecompensa.Elplacerqueaquelloproporcionabaalosaldeanoseradoble:enprimerlugarporloestimadosqueeranenelpuebloAmandayDavid,yensegundolugarporquelesentusiasmabalaideadequeelalcaldetuvieraquedespedirsedeveintemildracmas.ElgeneraldedivisiónFinchberry-Whiteysuesposasequedaronalfondodelamultitudquellenabalaplaza,yAmandayDavidse
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adelantaronhastaelcafé,dondeelalcaldeestabasentadoaunamesaqueenhonoralaocasiónsehabíacubiertoconunmantelblanco.Unavezquehuboaceptadoquenolequedabamásremedioquesoltareldinero,elalcaldedecidióafrontarlasituacióndelamejormaneraposible;yasí,cuandoAmandayDavidsedetuvierondelantedelamesa,élsepusoenpieypronuncióunpequeñodiscurso.
—¡PueblodeKalanero!—dijoretóricamente—.DesdehacemuchotiempovienesiendountimbredegloriadeMelisa,yenparticulardelpueblodeKalanero,labuenadisposiciónqueen todomomentohamostradoparaacogera forasterosensuseno,asícomosuhospitalidadparaconellos.
—Muybiendicho—murmuróPapaYorgo.—Cuando estos rubitos vinieron por vez primera a residir entre nosotros —
continuó el alcalde—, al instante se ganaron nuestro corazón. ¡Bravos, nobles ymodestosaristócratas!
Unmurmullodeasentimientocorrióportodalaplaza.—Mientras los hemos tenido aquí—dijo el alcalde—hanhechomuchas cosas
excelentespornosotros,elpueblodeKalanero,delascualesnohasidolamenorelsalvarmividacuandosehundióelpuentebajomispies.
Hizounapausaysebebióunvasodeagua.—Ahora —prosiguió, abriendo los brazos con dramático ademán—, con su
astucia y su coraje han salvado al pueblo entero de Kalanero, al recuperar paranosotrosnuestrosburrosymipotro.
—Yasepodíacallar—dijoDavid,quecadavezestabamásazorado.—Pobrehombre,déjalequesedivierta—susurróAmanda.—Como todos sabéis —dijo el alcalde—, yo ofrecí una recompensa por la
recuperación de los burros, y, porque soy hombre de palabra, quiero ahora hacerentregadeesarecompensaaestosdosniñosmaravillosos.
Con recio ademán se sacó la cartera del bolsillo, y procedió a contar con granatencióndosfajosdebilletesdeciendracmas.Atodoslosaldeanosselesoíacontarconel alcalde segúnéste ibapasando losbilletes.Aldejar sobre lamesaelúltimobillete,abriólosbrazosyexclamóconvozestremecida:
—¡Veintemil dracmas!Veintemil dracmas que entrego por la recuperación denuestrosburrosporobradelosdosforasterosdeMelisaaquienesmásqueremos.
Lasaclamacionesdelamultitudfueronensordecedoras.—Venga,cogetúeldinero—murmuróDavid.—No,cógelotú—dijoAmanda,quesesentíatanculpablecomoél.—Bueno, pues vamos a cogerlo juntos —dijo David como solución de
compromiso.Así que los dos dieron un paso al frente y cada uno cogió su fajo de diezmil
dracmas.Al instantesehizoel silencioen laplacita;eraevidenteque losaldeanosesperabandeellosalgunaréplicaaldiscursodelalcalde.AmandamiróaDavid,peroélestabatodocoloradoyconfuso,demodoqueellaseaclarólavozyempezó.
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—¡PueblodeKalanero!-dijo—.Hoynoshemosvistomuyhonradosporelseñoralcalde, porque él nos ha hecho entrega de la recompensa ofrecida por eldescubrimiento de vuestros burros. Ahora bien, sabemos que muchos de los queestáisaquíreunidossoispobres,muchomáspobresquenosotros,porejemplo,yporesomihermanoyyopensamosquenoseríajustoquedarnosconestedinero.
El alcalde dio un respingo al oír esto, y en su alma se encendió una pequeñachispadeesperanza.
—Asíquemihermanoyyo—siguiódiciendoAmanda—hemosestadopensandoquéseríalomejor.SabéisquetodosloshabitantesdeKalanerosonnuestrosamigos,perounodelosmásamigosesYaniPanioti.
Hizo una seña aYani, que estaba entre lamultitud, y él se adelantó y se pusojuntoaellosdosalladodelamesa.
—Como sabéis —dijo Amanda—, el padre de Yani falleció el año pasado, ydesdichadamentedejódeudas.
—Sí,sí,losabemos—murmuraronlosaldeanos.—Así que mi hermano y yo —dijo Amanda— hemos decidido entregar este
dineroaYani,paraqueconélpuedapagarlasdeudasquedejósupadre.Los gritos de «¡Bravo!», «¡Qué generosidad!» y otros semejantes fueron
atronadores.AmandayDavidhicieronsolemneentregadeldineroaYani.Yani,conlágrimasenlosojos,besóaDavidenambasmejillasy,paradeleitedeloslugareños,ledioaAmandaunbesoenlaboca.Luegosevolvióalalcalde.
—Señoralcalde—dijo—,aquítieneustedlasdieciochomildracmasqueledebíamipadre.Elpuebloenteroestestigodequeliquidosudeudahastaelúltimocéntimo.
Ycuidadosamentedepositóelmanojodebilletesdelantedel alcalde.Denuevolos vítores fueron ensordecedores, pero el alcalde, en lugar de alegrarse al ver quevolvía a susmanos lamayor parte del dinero, parecía estar sufriendo una extrañaalteración.Sucaranormalmentepálida,colorqueso,sehabíapuestodeprontotodaroja,alavezqueseleabultabanlosojos.
—¡Vosotros habéis sido!—gritó, poniéndose en pie súbitamente y apuntando aAmanda,DavidyYaniconundedotembloroso—.¡Vosotroshabéissido!
Los aldeanos enmudecieron. Aquella nueva complicación del asunto no estabaprevista.
—¡Ellos se llevaron a los burros! —vociferó el alcalde, fuera de sí de ira—.¡Ellos se llevaron a los burros para poder pedir la recompensa y dársela a YaniPanioti, y despojarme de mis derechos legales sobre sus tierras! ¡Estos son los«comunistas»quehemosestadobuscando!
Losaldeanosmiraronalosniñosconojosabiertoscomoplatos.Hubodepasarunmomentohastaqueasimilaronlaspalabrasdelalcalde,perocuandoalfinsedieroncuenta de lo que querían decir, ante sus ojos se descubrió toda la hermosura de lasituación. El alcalde había recibido un trato ignominioso, había sido obligado adesprendersedeveintemildracmas,yYaniPaniotisehabíasalvado,ytodograciasa
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la inteligencia de los niños ingleses. Fue Papa Nikos el que empezó, porque tanprontocomose lereveló todalabellezadelasuntosoltóunrelinchoderisaquesehabríapodidooíramediokilómetro.Cualquierotramultitudsehabríaindignadoalavista de lo que habían hecho los niños, pero aquellas gentes eran melisiotas ypensabandeotramanera.Todoslosdelpuebloseecharonareír,yrieronyrieronsinparar. El alcalde rabiaba y vociferaba, pero al cabo de un rato lo tuvo que dejarporqueenmediodeaquelestruendodecarcajadasnoleoíanadie.
Yfueasícomolostresniños,conunosandaresqueteníanmuchodepavoneo,seabrieronpasopor la plazadel pueblo entre los lugareños, algunosde los cuales sereíantanfuertequecasinoseteníanenpie,yregresaronasuscasas.
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GERALDDURRELLesconocidouniversalmenteporsuaficiónalosanimales,conlosquehavividomúltiplesaventuraspor todos loscontinentes.Peroes igualmenteconocidoporsusnarracioneshumorísticasquesuelen tenerporescenario laGreciadonde pasó su infancia, en la que uno se puede encontrar en las situaciones másdisparatadas y vivir los episodios más divertidos… como les sucede a estossimpáticossecuestradoresdeburros.
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Notas
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[1]Bebidaalcohólicagriegaquesetomadiluidaconagua.(N.delT.)<<
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