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D7 L O S D O M I N G O S D E A B C 8 DE NOVIEMBRE DE 2009 Imagen captada por el Imagen captada por el fotógrafo Chema fotógrafo Chema Alvargonzález durante Alvargonzález durante la caída del Muro la caída del Muro EN PORTADA EN PORTADA FIRMAS Guy Sorman: «La destrucción del Muro» Barbara Bollwahn: «Buen día, mal comienzo» Fernando Castro Flórez: «El Muro , límite del arte» REPORTAJES Rebeldes frente al Muro La huida del «paraíso comunista» La implosión de la Unión Soviética Felipe, el amigo de Kohl LA ENTREVISTA Lothar de Maizière: «Thatcher odia Alemania, Mitterand la temía» 1989: 1989: Cae el Muro Cae el Muro Se hunde el Se hunde el comunismo comunismo CHEMA ALVARGONZÁLEZ Cuando se cumplen veinte años del Cuando se cumplen veinte años del desplome del Muro, ABC desgrana desplome del Muro, ABC desgrana todas las claves de aquellas jornadas todas las claves de aquellas jornadas que cambiaron el mundo que cambiaron el mundo

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EN PORTADA EN PORTADA FIRMAS Guy Sorman: «La destrucción del Muro» Barbara Bollwahn: «Buen día, mal comienzo» Fernando Castro Flórez: «El Muro ,límite del arte» REPORTAJES Rebeldes frente al Muro La huida del «paraíso comunista» La implosión de la Unión Soviética Felipe, el amigo de Kohl LA ENTREVISTA Lothar de Maizière: «Thatcher odia Alemania, Mitterand la temía» 8DEN OVIEMBRE DE 2009 que cambiaron el mundo que cambiaron el mundo CHEMA ALVARGONZÁLEZ

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D7L O S D O M I N G O S D E A B C

8 DE NOVIEMBRE DE 2009

Imagen captada por elImagen captada por elfotógrafo Chemafotógrafo ChemaAlvargonzález duranteAlvargonzález durantela caída del Murola caída del Muro

E N P O R T A D AE N P O R T A D A

FIRMASGuy Sorman: «La destrucción del Muro»

Barbara Bollwahn: «Buen día, mal comienzo»Fernando Castro Flórez: «El Muro , límite del arte»

REPORTAJESRebeldes frente al Muro

La huida del «paraíso comunista»La implosión de la Unión Soviética

Felipe, el amigo de KohlLA ENTREVISTA

Lothar de Maizière: «Thatcher odia Alemania,Mitterand la temía»

1989:1989:Cae el MuroCae el Muro

Se hunde elSe hunde elcomunismocomunismo

CHEMA ALVARGONZÁLEZ

Cuando se cumplen veinte años delCuando se cumplen veinte años del

desplome del Muro, ABC desgranadesplome del Muro, ABC desgrana

todas las claves de aquellas jornadastodas las claves de aquellas jornadas

que cambiaron el mundoque cambiaron el mundo

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¿Caída del Muro?Sin embargo, el9 de noviembrede 1989, el Murode Berlín «no ca-

yó»: lo destruyeron. ¿Cómo se hageneralizado la expresión «caídadel Muro»? ¡Como si se hubiera des-plomado solo! La destrucción fuedeliberada y laboriosa: los alema-nes del Este, protagonistas y no me-ros espectadores de esta «caída»,sólo disponían de herramientas ru-dimentarias: acabaron con la mu-ralla de hormigón a martillazos.Yo estuve allí; fui testigo de que, na-da más atravesar el Muro, los ale-manes del Este liberados se preci-pitaban a los supermercados delOeste y volvían a sus casas carga-dos con lo que no se encontraba enel Este, especialmente pañales pa-ra bebés y plátanos. Como escribióBertold Brecht en su Ópera de cua-tro cuartos, «La revolución estábien; pero primero hay que co-mer». Así pues, Berlín no fue Jeri-có: la destrucción del Muro no fueinstantánea, lo cual también po-dría hacer creíble la expresión«caída del Muro». Del mismo mo-do, no quedó claro de repente queAlemania del Este hubiera desapa-recido, ni que Europa se hubiera re-

unificado, ni que la Unión Soviéti-ca hubiera desaparecido del mapao que la ideología comunista estu-viera fuera de juego. La desintegra-ción de la dictadura soviética avan-zó lentamente y sólo llegó a buentérmino gracias al talento visiona-rio de Helmut Kohl en Alemania,de George Bush en Estados Unidosy de Boris Yeltsin en Rusia: gra-cias a ellos, que supieron aprove-char la ocasión, Europa acabó re-unificada y la URSS desapareció.

En 1989, este fin de la historiacomunista no obedecía a ningunanecesidad. En el bando soviético,en Europa del Este y entre algunosdirigentes occidentales comoFrançois Mitterrand, se esperabaque la destrucción del Muro abrie-ra la vía a un nuevo socialismo derostro humano: sin el Muro, ¿no po-dría el comunismo convertirse enlegítimo y democrático? En diciem-bre de 1989, un mes después de ladestrucción del Muro, FrançoisMitterrand hizo una visita oficiala Alemania del Este y declaró: «To-davía nos queda mucho por hacerjuntos». Alemania, muy a pesar deMitterrand, no se reunificó hasta1990. Lejos de anunciar de repentela victoria del capitalismo liberal,la destrucción del Muro se inter-pretó y se esperó, en su momento yen la izquierda, como la inaugura-ción de una Tercera Vía, ni capita-lista, ni comunista. Recordemosque Gorbachov se ilusionó con estemito de la sustitución hasta que Bo-ris Yeltsin, que era demócrata, lepuso fin en 1991. En Polonia, losmiembros del aparato comunistaintentaron también reconvertirsea una Tercera Vía: parte de la Igle-sia Católica polaca y checa y losprotestantes alemanes se suma-ron a ella antes de que Juan PabloII, sin entusiasmo pero lúcido, ad-mitiera que sólo la economía demercado podía sacar a Europa delEste de la pobreza.

Así pues, hicieron falta dosaños de controversias intelectua-les, maniobras diplomáticas y re-conversiones precipitadas para en-terrar a la vez, bajo las ruinas delMuro, al comunismo duro, al co-munismo de rostro humano y a laUnión Soviética. Al final de estosdos años de dudas, los pueblos di-rectamente afectados y sus diri-gentes admitieron que nunca ha-

bía existido más que un solo comu-nismo, el comunismo real. Y queno podía existir otro que fueraideal y diferente de su experienciahistórica.

La destrucción del Muro y elposterior debate revelaron por fin,sin lugar a dudas y por fuera decombate, la verdadera naturalezadel comunismo. No, no era unaideología alternativa a la democra-cia liberal; no era otra vía hacia eldesarrollo económico; no era otraforma de democracia popular encontraste con la democracia bur-guesa. El comunismo había sidosiempre una ocupación por las ar-mas: sin fusiles, no hay comunis-mo. Nadie acepta, salvo si es miem-bro del aparato, vivir en un régi-men comunista, a menos que se leobligue. Esto lo demuestra el he-cho de que la destrucción del Murosólo fuera posible porque la policíadel Este no disparó. No se abstuvode hacerlo por humanismo, sinoporque Gorbachov había decidido

LA DESTRUCCIÓNDEL MUROBerlín no fue Jericó. El Muro no cayó por sí solo. Su destrucción fue

deliberada y laboriosa. Los alemanes del Este acabaron con él a

martillazos. Sin fusiles ya no era posible el comunismo

ABCAgosto de 1961. Un policía escapa de Berlín Este cuando se empieza a levantar el Muro

Guy SormanEscritor,politólogo

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que la policía y el ejército no dispa-rarían más contra el pueblo. Estecambio del régimen había comen-zado en la primavera de 1989, en Le-tonia, cuando Gorbachov ordenó asus tropas que no lucharan contralos independentistas de Riga. ¿Ac-tuó así Gorbachov porque era paci-fista, humanista o débil? Es másprobable que no hubiera compren-dido los fundamentos de su propiopoder. Al contrario que Yeltsin yque los «duros» de su Partido, Gor-bachov vivía con la ilusión de uncomunismo humano, legítimo yeficaz.

Pero, a favor de Gorbachov y demuchos otros, hay que recordarque la Historia sólo adquiere senti-do después de los acontecimientos.La destrucción del Muro y la caídadel comunismo soviético, que en laactualidad parecen inevitables, enrealidad eran imprevisibles, noobedecían a una necesidad históri-ca. Prueba de ello es que, natural-mente, nadie lo había previsto y

que los que se aventuraban a profe-tizar lo interpretaban al revés: enjunio de 1989, el Presidente de Ale-mania del Este, ratificado inmedia-tamente por el líder socialdemócra-ta de Alemania Occidental, Ger-hard Schroeder, declaraba que elMuro estaría allí cien años. Sin du-da, para preverlo exactamente, ha-cía falta una inspiración casi místi-ca de algunos estadistas como Ro-nald Reagan, quien, en Berlín, en1987, se atrevió a decir «derribe es-te Muro», dirigiéndose a Gorba-

chov. Reagan estaba convencido deque si no lo escuchaba el PartidoComunista Soviético, lo escucha-ría la Providencia.

La profecía es un género aleato-rio, pero ello no impide que los he-chos, desde hace veinte años, ha-yan dado la razón a la hipótesis deFrancis Fukuyama, en el momen-to de la destrucción del Muro, so-bre el Fin de la Historia. No escri-bió que ya no habría Historia en ab-soluto, sino que ésta se definiría enfunción de un único modelo de refe-rencia: el capitalismo democráti-co. Desde hace veinte años, éste esefectivamente el caso: de buen omal grado, tanto en tiempos de cre-cimiento como en tiempos de cri-sis, la reflexión política, la cienciaeconómica y las decisiones demo-cráticas actúan todas, en todas par-tes, dentro del paradigma exclusi-vo del capitalismo democrático.Que algunos pretendan huir de él,y que algunos quizás lleguen a in-ventar ideologías de sustitución,

entra dentro de lo normal: Fukuya-ma vaticinó que la búsqueda de loabsoluto, por poco razonable quefuera, no cedería nunca ante elprincipio de realidad. Actualmen-te, en Alemania, en el resto de Eu-ropa del Este y en Rusia, hay una«intelligentsia» descontenta con elcapitalismo liberal que no es queañore el Muro, sino que le da vuel-tas a la búsqueda insaciable deuna sociedad más perfecta sin él.

La añoranza del Muro afectatambién, de manera no expresa, alos nostálgicos de una Europa esen-cialmente francogermana que, an-tes de 1989, aparecía ante sus diri-gentes como una alternativa a lapotencia estadounidense, una ter-cera fuerza entre la URSS y Esta-dos Unidos. Pero la reunificaciónde toda Europa, generada necesa-riamente por la destrucción delMuro, acabaría también con esaEuropa. La nueva Europa resulta

La izquierda interpretó la caída del Muro comoel principio de una Tercera Vía, ni capitalistani comunista. Gorbachov se ilusionó con estemito hasta que Yeltsin le puso fin en 1991

Los hechos dan la razón a Fukuyama, quien nodijo que ya no habría más Historia, sino queésta se definiría en función de un solo modelode referencia: el capitalismo democrático

EPAUn grupo de berlineses hace pedazos el Muro: era el momento en que quedaba al descubierto la verdadera naturaleza del comunismo

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El Muro prohibía que se abandonase unasociedad presuntamente ideal por uncapitalismo supuestamente odioso. Suobjetivo era de una incongruencia total

ser mucho más liberal en cuanto ala economía y más favorable a Esta-dos Unidos de lo que lo fue nunca eldúo francogermano. Lejos de con-vertirse en la nueva tercera poten-cia, con la que soñaban De Gaulle yMitterrand, la Unión Europea seconvirtió en una extensa zona delibre comercio, y en una configura-ción cultural de identidad difusaque se parece más a lo que fue elImperio otomano que a una terce-ra fuerza neutralista. Puede que ladestrucción del Muro haya hechoperder fuerza y coherencia a la vie-ja Europa; pero ha conseguido queavance en la paz y en la prosperi-dad común. Los europeos, en suconjunto, han salido ganando.

Demuestra cierta necedad delEste y del Oeste el que hayan espe-rado a la destrucción del Muro pa-ra llegar a la conclusión de que laideología comunista nunca fueotra cosa que un maquillaje de la

ocupación militar. Esta verdaderanaturaleza del comunismo habríadebido imponerse como evidenciauniversal, no con la destruccióndel Muro, sino desde que se levan-tó, en agosto de 1961. Porque la His-toria está sembrada de muros, cer-cas y murallas, cuyo único objetoha sido siempre prohibir a los bár-baros la entrada en la Civiliza-ción. Nunca se había visto un Mu-ro para impedir que salieran. Porañadidura, el Muro de Berlín debíaprohibir que se abandonase una so-ciedad presuntamente ideal porun capitalismo supuestamenteodioso. Su objetivo era tan incon-gruente como los argumentos parajustificarlo: los dirigentes comu-nistas decían en 1961, apoderándo-

se del vocabulario de la profilaxis,que era para proteger la pureza co-munista de las «miasmas» capita-listas. Después de 1961, ¿cómo sepudo creer en Occidente que, sin elEjército Rojo, el comunismo pudie-ra llegar a ser alguna vez una alter-nativa al capitalismo? Esta ilusiónsólo engañaba a la izquierda: enlos años sesenta, Raymond Aron,filósofo liberal aunque pesimistapor temperamento, preveía una«convergencia» entre los sistemaseconómicos comunista y liberal.Ahora se acepta en Occidente com-parar la quimera comunista conuna especie de fe religiosa que lohacía impermeable a la realidad.Es cierto. Pero eso sería subesti-mar la eficacia de la propagandasoviética, la complicidad política eintelectual, y el papel de la corrup-ción financiera en este amor exce-sivo de la intelligentzia europea deizquierdas por la URSS. Sería sub-estimar también que la pasión porla URSS era indisociable de la otrapasión, negativa ésta, que infectapermanentemente a la «intelligent-sia» europea: el anti-americanis-mo.

¿Quizá el comunismo sólo haexistido en la imaginación, los de-seos y el esteticismo de los que novivían en un régimen comunista?El comunismo como ilusión idíli-ca, pero en Occidente, no en el Este.En 1990, en Gdansk, Lech Walesa,entonces líder del sindicato Solida-ridad, me aseguraba en una con-versación que nunca había conoci-do a un solo comunista polaco:«¡Oportunistas sí, miembros delaparato también, pero comunistasnunca!». La observación irónica yprofunda de Walesa era válida pa-ra el conjunto del mundo soviético,igual que es aplicable todavía a lospueblos aislados de China y Coreadel Norte. Recordemos que no sehan derribado todos los muros.Los chinos, los norcoreanos, los cu-banos o los vietnamitas no son li-bres todavía para salir cuandoquieran de su paraíso comunista.Esos muros ya no son de hormi-gón: el control de las fronteras o lacensura de Internet son alternati-vas más sofisticadas que el primiti-vo Muro de Berlín. Pero el princi-pio es el mismo: el aislamiento si-gue siendo indisociable de cual-quier régimen comunista, mien-tras que ningún país capitalista seha aislado nunca. Se me puede ob-jetar que hay un muro que separaIsrael de Cisjordania y otro que di-vide a México y Estados Unidos. Sepuede y se debe lamentar su exis-tencia, pero su función es de segu-ridad, no ideológica: el Muro deBerlín y los que todavía se le pare-cen son los únicos que están sola-mente para representar una ideolo-gía. Así pues, la elección definitivapara la humanidad es la siguiente:vivir en el «infierno» capitalistapero con derecho a salir, o en el «pa-raíso» comunista con la obliga-ción de quedarse. Dante no se ha-bía imaginado esa Comedia. "

Ladestrucción

del Muro

ABCUna anciana de 77 años es ayudada a escapar del «paraíso comunista» del Este

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El mega-canciller que ga-nó cuatro elecciones yreunificó las dos Ale-manias es tan prácticocomo imperioso: en

cierto modo podría ser el alemánde la calle, incluso provinciano, sino hubiera sido también un políti-co providencial. Tanto, que es elúnico canciller en no haber llega-do al puesto por elección, sino pormoción de confianza.

El estribillo de «cada día Kohl»,o sea, «coliflor» hasta en la sopa, seconvirtió en los años 80 y 90 en elimprescindible menú diario de lapolítica alemana. Era como la ver-dura: local, adecuada, insustitui-ble, práctica y descomplicada, osea, también algo berza: «Sirve,aun sin pensar para lo que sirve»,explica su antiguo portavoz KarlHugo Pruys. La clave de su éxito,escribe en su biografía la veteranacorresponsal Patricia Clough, fueun «modo de ser corriente, supe-rior a lo corriente».

Una resuelta perseverancia enunos pocos principios y relax antelos dimes y diretes que le vinierandel exterior, especialmente de losperiodistas, a los que despreciaba.

Es «alguien que cree en sí mismo»,aunque también sin grandes ami-gos, señala el ex portavoz de laCDU en Bonn, Karl Hugo Pruys.

Hijo del Rin y de Konrad Aden-auer (primer canciller alemántras la Segunda Guerra Mundial,el canciller de la recuperación eco-nómica), Helmut Kohl parecía tanpreocupado por comer como porno saber «qué será de Alemania sino conseguimos crear Europa atiempo», un objetivo que él veíavinculado a Francia y a la OTAN.Último de la política renana delconsenso, Kohl se hizo omnipoten-te —«el partido soy yo»— y desmo-ralizador para amigos o enemigos,además de omnipresente: tantopor su descubrimiento de la televi-sión como porque siempre supodónde estar en una elección.

En «Anatomía de un éxito», Jür-gen Busche considera su figura depera, de 1,93m y 140 kilos, entre di-suasoria y chistosa. Lo que hizo a«The Economist» dudar de si eraun Jumbo o un Dumbo. Ponía his-térica a Thatcher, de la que, sin em-bargo, admiraba su franqueza. Noera un conservador como ella, pe-ro tampoco hombre de letras como

Mitterrand, ni carismático comoReagan ni intelectual como Havel;era eficiente.

Confiaba en eso que los alema-nes califican de «camaradería en-tre hombres», trátese de Mitte-rand, Gorbachov, Yeltsin o FelipeGonzález. En la UE, en Washing-ton y en Moscú afianzó la confian-za en la «fiabilidad alemana», in-ciada por Brandt. Por su «extraor-dinaria aportación a la integra-ción y cooperación» fue nombrado—único tras Monnet— en 1998 ciu-dadano honorario de Europa.

Gran pagadorComo saben en la UE, pagaba porcasi todo. Kohl arregló con Poloniala frontera final del Ode para com-prar la unidad. Y su hipoteca mo-ral y económica con Hungría aúnestá en pie. Pagó al ejército ruso pa-

ra que se marchara en 1992. Tam-bién compró a los alemanes del Es-te con la conversión del marco. Loshizo felices por una noche.

Improvisar no es virtud local yasí, tan súbita como vino, la reuni-ficación resultó chapucera, aun-que valiente. Busche opina que fueuna mezcla de típica dilación y atí-pica improvisación alemana. Talvez el Este de Alemania sea des-agradecido con los inauditos600.000 millones de euros que reci-bió por la reunificación —ademásde librarles de Honecker, el líder co-munista que la gobernó. Pero en ca-sa tuvo el mayor nivel de desem-pleo desde los años 70. Reconociósu derrota y el error de volver a pre-sentarse en 1998. Y vivió en sole-dad el escándalo de financiaciónde su partido, retado precisamentepor su «niña» Merkel.

Tal vez no debió venir a Berlín,Debió haberse despedido conaquel discurso con el que cerró se-sión en el último Parlamento deBonn. Nunca ha sido reputado porsu humildad ni cercanía, y sólo re-cientemente reconocía que «no vol-vería a hacerlo todo como lo hice,pues el camino ha estado marcadopor altibajos y por mis propioserrores», especialmente «por mimodo de comportarme con mis co-legas, con el propio grupo parla-mentario».

Tras la dura muerte de su mu-jer, a sus 79 años ha rehecho su vi-da con la economista Maike Ri-chter, de 45. El antiguo jefe de suCancillería, Ulrich Pohlmann, love en su relación «de nuevo en ple-na forma…», últimamente estima-da en unos 160 kilos, que le provo-can que le fallen las rodillas. El so-berano ex gobernante dice sentir-se solo en su enorme mismidad; so-lo también en su papel y represen-tación ante la historia. "

POR RAMIRO VILLAPADIERNA. BERLÍN

Un berlinés de Massachusetts

Parecía un político muy corriente, pero su actuación

estuvo por encima de lo habitual. Fue el paciente

artesano de una unidad germana en la que pocos creían

Fiabilidad paraunir Alemania

El líder soviético Nikita Jruschovhizo un análisis muy equivocadode John Fitzgerald Kennedy.Pensaba que era un bisoño niñode papá a quien podría intimidar.Pero, ante las amenazas, Kennedydejó en claro que la OTANentraría en guerra si lossoviéticos intentaban apoderarsede Berlín Occidental.La respuesta del Kremlin fue ellevantamiento del Muro, quedividió en dos a Alemania yEuropa. Durante su visita a Berlínen junio de 1963, le habíanpreparado un discursodiplomático y contenido. Pero

Kennedy aún se sentíaconmocionado por su recienteinspección del Muro. Y ante elpueblo berlinés improvisó unnuevo discurso. Dijo que aquelparedón era la muestra visible delfracaso de un sistema. Condenóla tentación del apaciguamiento yde intentar hacer negocios con laURSS. Y fue entonces cuando,para expresar su solidaridad, dijoaquello de «yo soy un berlinés», yque todo ciudadano del mundolibre debe sentirse berlinés. Fueun discurso que marcó doctrina.Como le dijo antes a Jruschov:«Un largo invierno nos espera».

EPA

APAl margen de la política activa, el canciller Kohl hoy se siente en absoluta soledad

John F. Kennedy š Presidente de EE.UU. 1961-1963

Helmut Kohl š Canciller alemán de 1982 a 1998

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Cuando Herta Müllerpresentó hace poco«Protocolo de un inte-rrogatorio», del poetadisidente Jürgen Fu-

chs y el fotógrafo Tim Deussen, nosabía que pronto iba a convertirseen la premio Nobel de 2009. La vidaha dado muchas vueltas en el Ber-lín del último siglo. Hace años,enlos tiempos del comunismo, tampo-

co Deussen sabía la historia enque le envolvería su nueva casa. Nila antigua dueña de ésta que el Mu-ro la apartaría de ella y sería oku-pa en el otro Berlín. Ni el poeta Fu-chs, que moriría a consecuencia desu estancia en la cárcel. Ni que se-ría declarado enemigo público dela República Democrática Alema-na (RDA) por criticar la deporta-ción de su amigo Wolf Biermann, a

quien la Stasi le pondría sus male-tas en la frontera cuando salió degira en noviembre de 1976, lo quedesataría uno de los mayores es-cándalos culturales de la guerrafría inter-alemana. Peripecias enel imperio del eufemismo protec-tor y de su único intérprete, el par-tido de la Unidad Socialista (SED).

En el homenaje, Herta Müllerabrazó a la viuda de Fuchs, y Bier-

Eva Maria Hagen, madre de la primera punki de Alemania del Este, Nina Hagen (izq), y mujer del rebelde cantautor Wolf Biermann

POR RAMIRO VILLAPADIERNA. BERLÍN

El paredón que dividía en dos Alemania se alzó también por mitad del corazón de muchos germanos,

cuyas vidas fueron quebradas y a menudo arruinadas en aras de una ideología fanática

Vidas partidasRebeldes frente al Muro

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6-7 D 7 L O S D O M I N G O S D E

mann a ambas. Veinte años habíanpasado desde la caída del Muro ymás de 30 desde los hechos queunieron como una familia a ungrupo de escritores y artistas, vio-lentados física y moralmente porsu propio Estado y por algunoscompañeros chivatos. En los 90,cuando Fuchs y Biermann solicita-ron sus actas de la Stasi, descubrie-ron que los escritores Sascha An-derson, David Menzer y Fritz Mü-ller estaban entre los topos.

El llamado muro de «protec-ción antifascista» fue edificadopor mitad del corazón de muchagente, tal y como titula su tragediaSigrid Paul. Esta dentista tenía asu bebé enfermo en un hospital deBerlín Oeste el 13 de agosto de 1961,cuando la ciudad se cerró y ellaquedó atrapada en el Este. Por in-tentar reunirse con su hijo, fue en-cerrada 19 meses en la prisión deHohenschönhausen.

A sus 75 años, Sigrid Paul ya «só-lo desearía volver a hablar» con suinterrogador. «Le he escrito, peroes tan cobarde… en la dictadura sesentían fuertes, en la libertad sonbasura». Su apartamento carece

de puertas y tabiques a resultas desu trauma, «ni siquiera cortinas»,y aún llora al pensar en los cincoaños que su hijo permaneció aban-donado en aquel hospital.

Berlín está taladrada de metra-lla, pasadizos y memorias por lasque el frío de la historia y sus ideo-logías atraviesa vidas reales. El deMüller ha sido un Nobel a la litera-tura del desamparo y la persecu-ción, como su propia andadura o la

del fallecido Fuchs, o la del cantau-tor Biermann, ese Aute de la RDAcasado con la actriz Eva Maria Ha-gen, madre de la primera punkidel Este, Nina Hagen.

Es difícil entender cómo el buenFuchs pudo convertirse en enemi-go público con poemas fotocopia-dos. En su despacho del Memorial-Prisión de Hohenschönhausen,Hubertus Knabe recuerda que unrégimen así «no podía permitirse

la mínima disensión porque peli-gra». Y si la había, «requería de in-mediato una autocrítica públicagenuflexa. No era una simple dicta-dura bananera: el socialismo se in-vestía de una justificación supe-rior».

El estudioso Knabe, cuyo padrenació en la RDA y luego cofundóLos Verdes en Alemania occiden-tal, desmenuza un sistema que he-redaba, «a la vez que encubría»,usos del nazismo: «El llamado anti-fascismo sirvió a muchos para apa-ñar biografías enteras». Dan cuen-ta de su vileza los 300.000 encarcela-dos en la RDA por motivos de opi-nión, supuestos o reales. «Hastaque sus crímenes no estén tan gra-bados en nuestras mentes como losdel nazismo no habremos supera-do esa herencia», dice apuntando ala ola de nostalgia de Alemania delEste dirigida por el partido La Iz-quierda, heredero de quienes rigie-ron los destinos de la RDA y que,en Turingia, tiene su domicilio iró-nicamente en la nueva calle Jür-gen Fuchs. Ellos se niegan a usaresa dirección en sus documentosoficiales.

De aquellos tiempos, la cantan-te del Este Annet Louisan apenasrecuerda que «te llevaban a la di-rectora por llevar una camiseta de

ABCMarianne Gross se marchó porque la veían como «enemigo de clase»

AFPWolf Biermann, el rebelde cantante germanooriental a quien la RDA nunca le permitió volver de una de sus giras al Oeste

(Pasa a la página siguiente)

AFP

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8 11 09 E L F I N D E L C O M U N I S M O T E S T I M O N I O S

El autómata que mandó disparar

ABCSibylle (junto a su familia) intentó escapar a los 19 años por Checoslovaquia. Fue atrapada y confinada para su «reeducación»

Mickey al colegio». Y que la disci-plina exigía empezar la mañana ala voz de «Por la paz y el socialis-mo: ¡Estad preparados!» Y «tenía-mos que contestar ¡preparados,siempre!». Annet Louisan tenía só-lo 12 años en 1989, y supo que algosucedía al ver llorar a su abuelo:«La emoción se le mezclaba con elmiedo a las represalias y a los ru-sos». De repente, su madre mandóempaquetar... y ya «no paramoshasta llegar a casa de mi tía enHamburgo. Teníamos hambreatrasada del Oeste».

El mismo impulso de correr yno parar confiesa la escritora Bar-bara Bollwahn, que viajó hasta Es-paña y Latinoamérica; o uno de losúltimos presos de Hohenschönhau-

sen, Manfred Haferburg, quientampoco paró hasta llegar a París.Recuerda no haber dormido unasola noche durante su condena:«Cada 15 minutos te encendían lasluces; sabían destrozarte los ner-vios». Tras rehusar entrar en elpartido y ver «cómo destruían» suvida, su carrera y su familia, inten-tó huir. Lo atraparon. Cuando cayóel Muro «quería arrancarles lasmáscaras, que vieran sus almas si-filíticas. Hoy ya es irrelevante».

Pero tampoco era un mundo enblanco y negro, sino envuelto en lamás confusa bruma. MarianneGross se marchó porque no podíaestudiar: «Era un enemigo de cla-se. Mi padre fue propietario de esteedificio y de la fábrica de tejas delpatio», cuenta en el mismo edificioque ha vendido al fotógrafo Deus-

sen. En Berlín-Oeste, esta «propie-taria» se convertiría en okupa.

«Me fui sobre todo porque mimadre era tiránica y quería liber-tad. Pero mi hermano no, y aquí sequedó» ¿Hablaban de política cuán-do se visitaban? Gross, perpleja:«¿Y por qué?» Ella no huyó: «El mu-ro no existía, sólo era entonces uncontrol militar». Gross recuerda«la tarde de verano en que corrió elrumor de que empezaban a levan-tar el Muro. Oímos los tanquesamericanos, pensamos que empe-zaba otra guerra». Veintinueveaños después se enteró de la caídadel Muro por los súbitos timbrazosde su familia del Este: «Sobre todo,querían ver el campanario roto dela Iglesia-Memorial, la única ima-gen que conocían del Oeste».

A sus 19 años Sibylle Gertler de-cidió escapar por Checoslovaquia:«Fui atrapada por un guardafron-teras checo y encarcelada para ree-ducación». Al guardafronterastampoco le había ido bien: era ma-rino, pero estaba allí castigado porla fuga de su hermana. La libertadde Sibylle costó 12.000 euros a laRFA. La noche en que, 10 años des-pués, contempló cómo la gente seencaramaba al odiado muro, lloróante el televisor. Su marido, soció-logo de Düsseldorf, no encontró asus primos orientales hasta la ma-ñana siguiente. Wilfried y Doris sehabían acostado temprano. «Espe-rábamos la libertad de viajar, decomprar lo que no había, de no es-perar 20 años por un coche». Aho-ra tienen coche y su primo, el soció-logo, una cátedra en Jena, la ciu-dad de Fuchs, pero para los orienta-les es uno de los que vinieron a«quitarles» el puesto.

«Creía en el socialismo»Más que el Muro duraría el matri-monio de Helga y Wolfgang Aue, se-parados en 1961 por su construc-ción. Con 24 años, Helga era «unaciudadana leal... creía en el socia-lismo», pero, sobre todo, estabaapegada a su barrio de Pankow, asus padres y a su empleo. Wolfgangera viajante, del occidental Span-dau, se habían conocido en el cineBabylon y casado cinco años antesdel muro. «El partido me puso antelos papeles de divorcio, pero nues-tra relación estaba por encima. Alprincipio llevaba a los niños a laWollankstrasse, para que saluda-ran de lejos a su padre». Quedabanen verse en la feria de Leipzig, lue-go lograron pases de Navidad y Pas-cua y, finalmente, se organizaronpara pasar las vacaciones juntosen Hungría… así hasta 1989.

En «El cielo partido», de la escri-tora oriental Christa Wolf, la jovenRita llega a clamar: «¿Quién en es-te mundo tendría derecho a ponera un ser humano ante una elecciónque, elija lo que elija, exigirá unaparte de su propio ser?». Una cues-tión clasificada, según Knabe, co-mo basura ideológica por cuantos«se atenían sólo al destino supe-rior del socialismo». "

Fue comunista ya desde los diezaños. Un comunista rígido,siempre aliado con la ortodoxia.Un burócrata habituado a cumplirórdenes como un autómata y aquien le gustaba que leobedecieran en consonancia.Su obsesión fue que lacomunidad internacionalreconociera a Alemania del Este(la RDA) como un Estado legítimoy a él como a un honorable líder.Convirtió la RDA en una fachadaque presumía de potenciaindustrial. Todo era mentira. Traslas cuatro calles-escaparate paraturistas, el país se caía a pedazos.Entre otros motivos, el Muro se

desplomó por bancarrota delEstado. Fue tan reacio a la«perestroika» de Gorbachov quellegó a prohibir la difusión depublicaciones soviéticas. Aunquemucho más le irritó que aquellaURSS no quisiera pagarle lasincontables facturas impagadas.Creía que los súbditos deAlemania Oriental debían estaragradecidos de vivir en el«paraíso comunista» y que notenían derecho a escapar. Fue élquien mantuvo en vigor hasta elúltimo día la orden de dispararcontra quien intentase saltar elMuro. A quien quisiera escapar deaquella siniestra farsa, tiros.

Vidaspartidas

ABC

Erich Honecker š Líder de Alemania del Este

(Viene de la página anterior)

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Mi comienzo en el Oestefue el horror. En las se-manas previas me ha-bía manifestado con

miles de ciudadanos de la RDA porla libertad de opinar y poder viajary, como todo el mundo, no pudecreer cuando, el 9 de noviembre de1989, de un minuto a otro, se abrie-ron las fronteras.

Al amanecer, me fui directa-mente a la policía para pedir un vi-sado de salida único: nadie sabía sivolverían a cerrar la frontera. Coneste visado tenía que dejar mi paísen 24 horas.

De noche, subí un taxi para via-jar los 200 kilómetros de Leipzig aBerlín-Oeste. Los trenes estaban to-talmente desbordados ya. Al alcan-zar Berlín encontré lo que había es-perado, lo que sabía de la otra Ale-mania, a través de amigos y la Tele-visión: tiendas con una oferta in-creíble, un consumo sinfín. Perono había venido a por eso. Lo queme había llevado hasta allá era al-go que no se podía ver ni comprar:la certidumbre de poder hacer allípor fin lo que quería, sin que nadiedictara mi vida.

Fui a casa de una estudianteque había podido conocer años an-tes en Leipzig y que podía alquilar-me una habitación. Ella me invitóa desayunar y pude comer el pri-mer kiwi de mi vida: con cáscara ytodo. Con un sabor aún peludo enla lengua, me encaminé a la poli-cía a registrarme.

Para mi sorpresa, el agente medijo que tenía que marcharme alcampo provisional de refugiadosde la RDA, al sur de Berlín. En fin,no había remedio y allá me fui.

Me encontré con tanta gente ca-si como días antes en las manifes-taciones. Miles y miles de ciudada-nos esperaban con paciencia infi-nita ser repartidos por los diferen-tes estados federados de la Alema-

nia occidental. No me cabía en lacabeza que les diera igual adóndelos mandaban, a qué domicilio, aqué región. Nunca olvidaré al mu-chacho que entró con una mochilaen una de las salas de espera di-ciendo: «Yo me voy a los EstadosUnidos ¿Quién viene conmigo?»

Pero yo ya tenía mi sitio en Ber-lín Oeste y estaba convencida deque sólo sería un trámite burocrá-

tico. Después de rellenar miles depapeles, entre otros una «solicitudde acogida en la RFA incluido Ber-lín», y muchas horas de espera, meatendió una mujer. Leyó mi solici-tud, me dio un número de registro,el 928.065, y, sin mirarme, me dijouna frase que me heló la sangre:«Usted no puede quedarse en Ber-lín». Lo que me quedé es perpleja¿Cómo? Ahora estoy estoy en elOeste y, de nuevo, ¿alguien va a di-rigir mi vida?

Me explicó que Berlín Oeste yahabía cumplido con su cuota deacogida y, como ni había nacido nivivido en Berlín, no podía quedar-me. Me mandó a la cola con destinoa Renania-Westfalia, para ser alo-jada en un domicilio provisional.¿Qué diablos iba a hacer yo en unaregión de la que no sabía ni dondeestaba? Ni por un momento habíadudado de que, ahora, iba a podervivir donde quisiera.

La mujer volvió a pedirme quehiciera cola para Renania-Westfa-lia y yo vi que estaba a punto dedesmayarme. Era como si el suelose hubiera abierto bajo mis pies...Entonces pensé: «¡Qué leches!¡Ahora estoy en el Oeste! ¡No tengopor qué recibir órdenes de nadie!»

Simplemente ignoré a la mujer,su instrucción y la cola. Despacito,empecé a caminar hacia la salida,no sin miedo de que un grito de «¿Adónde va usted?» me alcanzara co-mo una bala en la espalda. Pero na-die me retuvo. Así me había imagi-nado el Oeste: poder ir a donde qui-siera.

Y así seguí y, poco después, lle-gaba España, donde al principiopensé que la gente se estaba pelean-do todo el día... Pero, gracias a ello,trabajé después con prensa españo-la y, de hecho, me hice periodistapara el «Tageszeitung»; y aún se-guí viajando hasta llegar a Lati-noamérica. Por fin mi horizonte al-canzaría hasta donde deseara. "

BUEN DÍA, MAL COMIENZO

La fuerza del optimismo

La autora nos relata su experiencia personal del primer día en que se abrieron las puertas del Muro

y descubrió que, en Occidente, lo mejor es tomarse la libertad por la mano y no dejarse avasallar

Estaba convencido de que elcomunismo era un fracaso y deque el capitalismo hacía tiempoque había ganado la batalla.Cuando cada vez más políticos enEuropa se habían acomodado a ladivisión del continente yempezaban a tratar a Alemaniadel Este como un Estadorespetable, Reagan recuperó eldiscurso de los principios y actuócon la convicción de que elcomunismo terminaríadesapareciendo tras habermostrado toda su ineptitud.Supo también llevarse bien conGorbachov, mantener su firmezasin por ello renunciar a una mayorcooperación. En Berlín, dos años

antes de la caída del Muro, ante ellíder soviético pronunció sufamosa frase: «Señor Gorbachov,si busca la paz, si busca laprosperidad para la URSS, ¡abraesta puerta! ¡haga caer estemuro!». Prodigó abrazos alcreador de la perestroika, celebrócon él varias cumbres, mantuvo elrumbo de la distensión. Peronunca renunció a hacer frente contodos los recursos a su alcance alo que quedaba de imperialismosoviético. Creía una estupidez lateoría de que los dos sistemasterminarían convergiendo. La deque podían competir le parecíamejor, porque sabía que elcapitalismo ya había ganado

APUn grupo de alemanes derriba un panel del Muro tras el que aparecen unos imperturbables guardias germano-orientales

BarbaraBollwahnEscritora.Autora de «Elenemigo declase y yo»

AP

Ronald Reagan š Presidente de EE.UU. 1980-1989

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Se piensa que en las «de-mocracias populares»(comunistas) no se vota,y no es así. Se vota, loque no impide obtener

«mayorías a la búlgara» (del 99 porciento) para el partido del gobier-no, con tongo garantizado. Ante loque la población de Alemania delEste (RDA) creó su propia fórmulaelectoral, resolviendo la dicoto-mía entre votar y huir en un soloacto: «votar con los pies». Su sím-bolo imperecedero es el soldado defronteras Conrad Schumann que,a sus 19 años, el 15 de agosto de1961, soltó en un arrebato su fusil ybrincó como una gacela en direc-ción Oeste en la Bernauerstrasse.

Su foto —tomada por Peter Lei-bing— saltando las alambradas,como la del joven albañil Fechter(de 18 años) desangrándose en laZimmerstrasse, o la de Jutta Ga-llus reclamando durante años asus hijos en el Checkpoint Charlie,constituyeron una mala campañaelectoral para el régimen oriental.

Entre 1950 y 1953, cuando los so-viéticos delinearon la frontera, unmillón de germano-orientales sehabían refugiado en el Oeste. Lademarcación entre zonas, en pala-bras de Stalin, debía pasar «a serconsiderada frontera, y no cual-quier frontera, sino una fronterapeligrosa… que los alemanes de-ben proteger con sus vidas».

Berlín siguió siendo un colade-ro hasta que, en 1956, el indignadoembajador soviético observó sa-gazmente que «ese contacto abier-to entre los mundos socialista y ca-pitalista suscita involuntariascomparaciones entre ambos, nosiempre en favor de nuestro Berlíndemocrático (oriental)».

Cuando Moscú dicta la cons-trucción del muro al jefe de los co-munistas del SED, Walter Ulbri-cht, en agosto de 1961, 3,5 millonesde germanoorientales (uno de ca-da cinco, un 10 por ciento de la po-blación laboral) ya habían emigra-do. La pérdida de mano de obra fuecalculada en 8.000 millones de dó-lares; y en 22.000 millones las pér-didas provocadas por la huida deintelectuales y universitarios.

TEXTO: RAMIRO VILLAPADIERNA. INFOGRAFÍA: FERNANDO RUBIO

EPAPeter Fechter, albañil de 18 años, asesinado al intentar huir a través del Muro en 1962

La gran escapadaHuir del paraíso comunistaA la carrera y a la desesperada, en compartimentos ocultos en coches, en globo, en avioneta, a través

de alcantarillas. Los alemanes del Este huían en masa y, a menudo, perdían la vida por escapar de un

país que presumía de ser un idílico oasis, pero que no permitía a sus ciudadanos salir del «edén»

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La legendaria «gran escapada»,conocida como la fuga de Colditz,de los oficiales británicos apresa-dos por los nazis, parecería prontoun juego de niños comparada conlas artimañas ideadas por los berli-neses. «La bala en la espalda» seconvirtió en dicho popular: era labala que se arriesgaba a recibir elfugitivo.

El primero en probarla fue el al-bañil Fechter. Le alcanzó en la pel-vis, cuando colgaba del Muro. Ca-yó en la franja de la muerte y se des-angró durante una hora a la vistade todos. El último caído «in situ»,ya en 1989, fue el estudiante ChrisGueffroy: diez balas en el pecho re-cibidas junto al canal de Britz. Unmes después, y sólo seis meses an-tes de la caída del Muro, moría elelectricista Winfried Freuden-berg, al caer a tierra el globo de fa-

bricación casera en el que intenta-ba huir. Tumbas desconocidas, yescapadas heroicas, jalonan los187 kms del Muro.

A los personajes públicos les re-sultaba más fácil escapar. En 1961huyó del circuito del Gran Premiode Suecia el campeón de motoci-clismo Ernst Degner tras sacar asu familia oculta en el bajo de uncamión. En 1979 huyeron los futbo-listas Lutz Eigendorf y Jörg Ber-ger y, en 1983, Falko Götz. Los tenis-tas checos Lendl y Navratilova ha-bían huido de la llamada «Normali-zación» en los años 70. La más fa-mosa desertora, no obstante, fue lapropia hija de Stalin, en cuyo ho-menaje tantas sesentañeras en elEste se llaman Svetlana.

Tan desesperada como mediáti-ca fue la lucha de Jutta Gallus, co-nocida como «la mujer del Chec-

kpoint Charlie» en los años 80. LaRDA le había impedido visitar asu padre moribundo y, tras protes-tar, perdió su trabajo y solicitó do-ce veces emigrar al Oeste. Final-mente, según cuenta hoy, «fui de-nunciada» e interceptada en lafrontera al intentar huir con sushijas por Rumanía. «Acabé en laprisión de Hoheneck y me quita-ron a Claudia (de once años) y Bea-te (de nueve)».

Dos años después, Alemania Oc-cidental «compró mi salida de lacárcel, pero, cuando fui abandona-da en la frontera, se me informó deque mis hijas quedaban retenidaspara su reeducación» en la RDA.Era práctica socialista entregarlos hijos de huidos, disidentes opresos a una familia adicta al régi-men. Durante seis años, «bajo nie-ves y tormentas», pudo verse a Ju-

tta manifestándose ante el Murocon un cartel al cuello que decía«Devuélvanme a mis hijos»; en1985, «llegué a encadenarme enHelsinki» ante la cumbre de la Con-ferencia para la Cooperación y laSeguridad en Europa. Sólo un añoantes de la caída del Muro «conse-guí volver a ver a el rostro de mishijos». Una historia, pese a todo,con final feliz.

Más dramática es la historia deSigrid Paul. «A mí me atravesaronel corazón con el Muro», señala alrecordar su tragedia, cuando en1961 su bebé enfermo quedó en unhospital del Oeste y ella, al quererrecuperarlo, acabó en la prisión demáxima seguridad de Hohens-chönhausen. Desde su libertad, ensu apartamento no ha vuelto a ha-ber paredes, ni puertas, ni contra-ventanas «ni siquiera cortinas». "

600 14.000 239 u 800* 27302 22

Personasarrestadas

3.221Fugas con éxito

5.043 (*) Según distintas fuentes

©ABC|FernandoRubio

Muro dehormigón.Entre 3 y 4metros dealtura

Valla eléctrica.De 2 metrosde altura

Zona de minas.Formada por unacalle de tierra de 6 a15 metros deanchura

Estructurasanti-vehículo(Pasillo de Stalin)

Pasillo de vigilanciaDe 3 a 4 metros de ancho.Se utilizaba para la vigilanciamotorizada y a pie

Farolasde cincometros dealto

Vehículoblindado

Torre devigilancia

Vallametálica.De 2 metrosde altura

Pasillo para losperros de unos2 metros deanchura

Alambre de espinocon un cable dealarma

EL MURO DE LA VERGÜENZA Alemania en la «Guerra Fría»

Total del muro: 155 km

En Berlín: 43,1 km

Del muro de hormigón: 107,3 km

Perrosguardianes

Bunkers Guardias defrontera Muertos en

intentos de fuga

Policías ysoldadosmuertos

Tubo de cemento.Imposibilitaba laescalada conganchos

Longitudes:

Primera valla dehormigón o de alambre.Con un dispositivoeléctrico

Torres devigilancia

MURO

Métodos de huida

Desde Berlín Oeste seexcavaron 70 túnelespara ayudar a escapara ciudadanos del Este

Así se pudieronrealizar ocho fugas

Túneles

Coches concompartimentosescondidos

El fugitivo se escondeentre dos panelescolocados en la capotadel automóvil

Escondites enla capota del coche

Pasaportesfalsos

Miles de germanoorientalesescaparon con pasaportesfalsificados por estudiantesdel Oeste

Huida a travésdel alcantarillado

En avioneta

Utilizado por varioscientos de fugitivos

Thomas Knugenescapó en unavioneta deportiva

En globo

Dos familias huyeronen un globo gigante

Berlín

ESTE

OESTE

Reinickendorf

SpandauWedding

Charlottenburg

Reinickendorf

SpandauWedding

Charlottenburg

Wilmersdorf

Zehlendorf Steglitz

Tempelhof

Schoneberg

Neukolin

Kreuzberg

Tiergarten

Pankow

Weissensee

KopenikTreptow

Friedrichshain

PrenzlauerBerg

Mitte

BerlínEste

BerlínOeste

MURO

Lichtenberg

Bonn

PASSPORTPASSPORT

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TEXTO Y FOTO: RAMIRO VILLAPADIERNA

La Iglesia protegíaa todos

Nacido en una familia de origenhugonote. De Maizière emergió enel largo verano de 1989 con una duracrítica no sólo a los comunistas delSED, sino también a una UniónDemocristiana (CDU) del Este que leparecía inservible para el momento.«En el verano de la huída por Hungría,había en medios cristianos un rumorcreciente contra la cercanía de laCDU con el poder del SED...

—¿Y qué papel desempeñó entoncesla Iglesia?—Hoy todos quieren serdesencadenantes de la revolución,pero la revolución pacífica no hubiesesido posible si la Iglesia no hubieraestado al frente. La protesta masivanació de la oración por la paz de laparroquia de San Nicolás de Leipzig.Mucha gente ajena a la religión senos unió por la libertad que allíencontraban. Pacifistas, ecologistas,grupos humanitarios, alternativos:todo el espectro de la insatisfacciónestaba bajo la protección de laIglesia.

Fue el primer y último je-fe de gobierno de la anti-gua Alemania del Esteelegido democrática-mente. El «liquidador»

formal de aquella «República De-mocrática Alemana» (RDA), unode los firmantes de su carta de de-función. En esta entrevista evocaaquellas históricas jornadas.—¿Qué se siente como último presi-dente del gobierno de un país desapa-recido?—Recuerdo abrir mi primer Conse-jo de ministros diciendo «tenemosla misión absurda para un políticode hacerse innecesario. Tenemosque desmontar nuestro país».Cuando despedí a la RDA el 2 de oc-tubre de 1990, el propio Kurt Ma-sur, que dirigía la Novena de Bee-thoven, me confesó su inseguridadante la nueva Alemania. Y tam-bién había pena porque, aunque noqueríamos mucho a ese país, eranuestra casa. Y no sabíamos cómocaeríamos en la nueva.—¿Cuándo quedó claro que la reunifi-cación sería irreversible?—Ya con el gobierno de Modrow,tras la caída del Muro, tuve accesoa las cuentas, y vi que la RDA esta-ba en la ruina. Pensé entonces quesólo nos salvaría la unión con elOeste. La economía no tenía curay, tras la caída del Muro, cada díase nos marchaban 3.000 ciudada-nos. Había que darles alguna espe-ranza. La gente quería dinero occi-dental por encima de cualquier ilu-sión. Aunque el portazo interior ala RDA se produjo tras el aplasta-miento de la Primavera de Praga,cuando perdimos toda esperanzade democracia. Entonces inmigra-mos interiormente.—¿Cómo pudo durar tanto un régi-men en el que todo era fachada?—Un norteamericano dijo que, almargen de sistemas, los alemanesvan a trabajar todos los días conpuntualidad… Y así fue. La gentede la RDA era muy trabajadora,aunque la mitad del trabajo denuestra vida fue a parar a Rusia.—¿Se vio en algún momento hacien-do Historia?—En Moscú, la noche antes de di-solver el Pacto de Varsovia, Havelnos comentó que si éramos cons-cientes de que un historiador como

Antall (jefe de Gobierno de Hun-gría), un filósofo como Mazowietz-ki (de Polonia), un escritor como él(de Checoslovaquia) y un músicocomo yo (de Alemania del Este) es-taban jugando a cambiar la Histo-ria. Y así fue: desmontamos laalianza más peligrosa de la Guerra

Fría. Unos meses antes, Havel esta-ba aún en la cárcel cuando recibióel Premio de la Paz de los LibrerosAlemanes.—¿Estaban ustedes preparados parala reunificación?—La experiencia me enseñó queuno no puede prepararse para la

Lothar de Maizière,en su despacho,durante la entrevista

Lothar de MaizièreÚLTIMO PRIMER MINISTRO DE LA ANTIGUA ALEMANIA DEL ESTE

«Thatcher odia Alemania,Mitterand la temía»

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«Los socialdemócratas se dividieron ante lareunificación. Vi llorar a Willy Brandt, perogente como Lafontaine estaban en contra.Perdieron las elecciones con motivo»

«No nos querían. La CDU del Oeste era muycatólica, mientras que aquí eran protestantes.Lo cierto es que Helmut Kohl quería la unidad,pero no a la gente del Este»

Historia. Los cambios sorprendie-ron a todos menos preparados de loque era de esperar y, para los ale-manes del Este, fue un aprendizajemuy duro. Al galope tuvieron queacostumbrarse a un nuevo sistemade valores, político, económico, ju-rídico… Toda su experiencia vitalse había vuelto inútil. En mi despa-cho tuvimos que tirar y comprartoda una biblioteca. Pero la reuni-ficación fue una gran suerte parael Este porque, de lo contrario, ha-bría caído en un caos político y eco-nómico. Lo duro fue ver cómo losoccidentales pensaban que teníanque ser nuestros profesores.—¿Fueron buenos profesores?—No siempre. Además, con cin-cuenta años no se acepta muy bienque te digan cómo hacer las cosas.Pero lo hemos superado. Los del Es-te ya no necesitan paternalismo yhan recuperado su autoestima. Nosomos tontos ni vagos, simplemen-te diferentes. Y también vemos no-sotros diferentes a los del oeste,porque en el fondo los del Este se

mantuvieron más alemanes.—¿Vivieron una reunificación diferen-te?—Los del Este sabíamos que todocambiaría, pero los del Oestecreían que para ellos todo iba a se-guir igual. Los de Alemania del Es-te dijimos a los de Alemania delOeste que no les iba a costar dine-ro, y luego ellos se sintieron tima-dos. Tardaron en aprender que pa-ra ellos también habían cambiadolas cosas. Y, además, han estadoconfundiendo problemas de la glo-balización con los de la reunifica-

ción. Esta crisis nos enseñará quesolo podemos salir juntos y tal veznos acerque más.—¿Cómo fue la unificación de la mo-neda?—Ante la ruina, un Estado empie-za a imprimir dinero y a crear in-flación. Nosotros no podíamos ha-cer algo así. Estaba viva la memo-ria de la gran inflación de los años20. Así que dije a Kohl que debía-mos dar a la gente una señal positi-va, que debía ser la unificación delmarco. La gente del Este quedó en-cantada de su poder de compra, depoder viajar, lo que nos dio un pocode tranquilidad para el pacto de lareunificación. Transformar unaeconomía planificada en una demercado y, sobre todo, llegar a éstaantes de que se declarase en banca-rrota me tuvo noches enteras sindormir.—¿Se vendió barata la RDA?—La gente no entendía que un pro-ducto sin mercado carece de valor.Y nadie quería comprar un cocheTrabant. También era un proble-ma socialista de traducción del tér-mino «justicia» por el de «igual-dad»: si todos viven igual de malentonces es justo. Trabajar más, en-tonces, era insolidario. Lo curiosoes que el socialismo siempre se ha-bla del principio de rendimiento,pero jamás lo aplica.—Hay alemanes que aún creen que laRDA estaba bien pensada pero malejecutada.—El comunismo había prometidola felicidad. Y la gente se dio cuen-ta de que con Honecker no iban aobtenerla. Luego pensaron quecon Kohl funcionaría; pero tampo-co. Así que ahora cavilan si tal vezel antiguo sistema no estaba tanmal. El comunismo ofrecía la con-vicción de una meta, pero despre-ciaba el camino y a la persona; lademocracia dice que el camino y laresponsabilidad de emprenderloes el objetivo. Pero la gente necesi-ta también una bella meta.—Valore a las parejas de protagonis-tas: Kohl frente al jefe del último Go-bierno comunista de Alemania del Es-te, Hans Modrow.—Eran muy distintos pero los dosvenían de familias humildes y lo-graban entenderse bien. Kohl esuna persona robusta y pragmáti-ca, muy preso del día a día, y aquien le falta elegancia espiritual.Yo me sentía más intelectual. Nome llevaba nada bien con él. Perono era solo su culpa... A mí no meinteresa el fútbol.—¿Bush (padre) y Gorbachov?—Se llevaban muy bien, amboseran presidentes de grandes paí-ses. Las grandes naciones tienen ri-tuales parecidos y están encanta-das de haberse conocido. Ambos sa-bían la responsabilidad que supo-nía tomar la decisión más difícilde la historia reciente. Pero Gorba-chov no sabía aún que fallaría ensu misión. Gorbachov es buena per-sona, siempre espera lo mejor de lagente. A los rusos que lamentabanentregar Polonia o Checoslova-

quia, él les decía que no estabandando nada que les perteneciera.—Mitterrand y Thatcher—Mitterrand vino en la Navidadde 1989 a firmar un acuerdo comer-cial con la RDA ¡para 5 años! Tuveque explicarles la estupidez que es-taban haciendo. Él y Thatcher te-nían en común su temor a que, siAlemania se unía, aspiraría al lide-razgo europeo. Mitterrand temíaque Alemania parase el proceso eu-ropeo. O que la UE se extenderíahacia el Este y Francia y Reino Uni-do ya no serían el centro. Pasabana convertirse en potencias medias.Thatcher pertenece a la genera-ción de la guerra y, simplemente,odia a lo alemanes. Mitterrand, apartir de cierto momento, aceptóseguir trabajando por una Europaunida, pero Thatcher sólo queríamolestar.—¿Boicoteó la reunificación?—Cuando comuniqué a JacquesDelors, entonces presidente de laComisión Europea, que la econo-mía de la RDA iba a necesitar deperiodos transitorios para su inte-gración —como todos los paísesque ingresaron después— That-cher lo impidió. Entonces la econo-mía del Este, ya muy debilitada,fue ajustada contra una monedamucho más fuerte de un día paraotro y sin ningún mecanismo de se-guridad. Fue como enfrentar a unpeso ligero con uno pesado.—La reunificación fue un regalo parala Unión Democristiana ¿Cómo lo viola oposición socialdemócrata?—La generación mayor reaccionófeliz. Vi llorar a Willy Brandt el díade la reunificación. Pero gente co-mo Lafontaine estaban en contra.El Partido Social-Demócrata(SPD) estuvo muy dividido. Perdie-ron las siguientes elecciones conmotivo, porque no sabían qué ha-cer con la reunificación. Tambiénen la RDA había socialdemócratasque preferían una tercera vía ha-cia un socialismo suave. Los ver-des del Oeste estaban decididamen-te en contra de la reunificación. Yfueron castigados por ello en laselecciones.—Era una izquierda contra el cambio.—No querían que cambiara nada.Gente que había dicho estar en con-tra de la RDA ahora la defendían.No se daban cuenta de que tam-bién ellos cambiarían.—¿Qué clase de CDU (Unión Demo-cristiana) sobrevivió a la dictadura enel Este?—Era una CDU inservible, tuveque reformar el partido, construirsu estructura desde abajo, elegirdirigentes y separarlo de los comu-nistas del SED. Un mes después dela caída del Muro fuimos los prime-ros en hacer un congreso. Allí dijepor primera vez que nuestra prime-ra meta debía de ser la reunifica-ción, lo que produjo espanto enotros partidos y grupos de dere-chos humanos que sólo querían re-formar la RDA.

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—¿Se sentía comprendido por la CDUdel Oeste?—No nos querían. Desconfiabande que no quisiéramos seguir ha-ciendo socialismo. Y la CDU delOeste era muy católica, mientrasaquí eran protestantes. Lo cierto

es que Kohl quería la unidad, perono a la gente del Este.—El SPD no quiso la capitalidad deBerlín.—La poderosa SPD renana queríaque siguiera en Bonn. Yo luché porBerlín, no porque sea de aquí, sinoporque pensaba que el deber de lafutura Alemania era ser un enlace

entre el Este y Oeste, entre el espa-cio franco-ibérico y el germano-es-lavo, como lo fue en los años 20.Bonn no puede hacer eso.—¿Ha sido la República de Berlín?—Algunos creyeron que Alema-nia se iba a teutonizar, pero no hasido así. Los diputados que vota-ron en contra admiten ahora quejamás volverían a Bonn.—¿Y la fusión de Berlín con su regiónde Brandenburgo?—Siempre lo defendí pero la capi-tal tenía tanta deuda que Branden-burgo tuvo miedo de heredarla... yestaban cansados de cambios.—¿En la reunificación se pensó en laeconomía y se olvidó a la gente?—La economía puede ser manipu-lada, pero no el comportamientode la gente. El ajuste económicofue caro y lento. Un día hablé con elembajador español en la RDA y lepregunte cómo lo hizo el Rey JuanCarlos. Me dijo que funcionó sóloporque era un país católico... Elprotestantismo es muy riguroso, yno funciona porque las personasno son ángeles.—¿No es prematura la ola de nostal-gia de la RDA?—La nostalgia es acordarse de lajuventud. Además, que la RDA ha-ya sido tratada de forma indiferen-ciada como basura produjo unanostalgia también indiferenciada.Habría sido mejor reconocer algu-nas cosas buenas. La reunifica-ción dejó una generación perdida,la de quienes eran mayores paraempezar pero jóvenes para jubilar-se. Ahora están en paro, con pensio-nes bajas; pero ellos fueron quie-nes levantaron la RDA. Si observala edad de los votantes de La Iz-quierda verá que son ellos. Esa sen-sación de estar olvidados apareceen momentos de ruptura. Aunqueahora el contacto entre jóvenes esmás fácil. Para la primera genera-ción reunificada la RDA es ya co-mo la guerra de los Treinta años.—¿Creyó alguna vez que habría uncanciller alemán que sería del Este yprotestante? ¿Y que no sería Vd.?—Nunca pensé en serlo, estaba cla-ro que me iba con la RDA. Yo reco-mendé a Kohl a Ángela Merkel. Yavi sus capacidades analíticas, queson excepcionales. Pero nunca pen-sé que sabría abrirse camino deese modo. Creo que es bueno paraAlemania que haya una cancillerdel Este;. Y tiene mucho crédito enEuropa, en las cumbres los presi-dentes tiemblan ante ella. Aunque,con los socialdemócratas primeroy ahora con los liberales, ha descui-dado el origen conservador de laCDU. Pero si consigue renovar laindustria y la economía, será unagran canciller.—¿Mantienen el contacto?—Tenemos una buena relación, pe-ro sólo la molesto por trabajo, co-mo presidente del foro Diálogo Ale-mania-Rusia. Le insisto en que larelación entre Rusia y Alemaniano puede limitarse al gas y el petró-leo, Europa debe tener una culturaespiritual común. "

El Espíritu contra la fuerza bruta

EPA1990. Lothar de Maizière visita las obras de derribo del Muro en el barrio de Kreuzberg

¿Cuántas divisiones tiene elPapa?, preguntó Stalin paramofarse del poder del Pontífice. Eldictador soviético no comprendíaque la historia no se mueve sólopor la fuerza de la sangrederramada. Diez años antes delmovimiento de Solidaridad, elPapa pronunciaba en Varsoviauna oración al Espíritu Santo en laque pedía la renovación de la fazde la tierra». Desde entonces, suprédica por la dignidad y libertaddel hombre se convirtieron enmotor de la caída del comunismo.Los polacos iban a Misa en masa,y lo hacían con un bloc para

tomar apuntes del sermón. Paraentonces el pueblo polaco ya lehabía perdido el miedo alcomunismo y se convertía enejemplo para cuantos estabanansiosos por liberarse del yugototalitario.Karol Wojtyla conocía elcomunismo desde dentro. Sabíaque éste no era una meradoctrina política, sino queperseguía la eliminación delespíritu en la sociedad. Supontificado fue todo un ejemplode cómo hay fuerzas en laHistoria mucho más poderosasque mil divisiones armadas.

«Thatcherodia

Alemania»

(Viene de la página anterior)

AP

Juan Pablo II š Papa, de 1978 a 2005

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El amigo FelipeKohl supo ser agradecido

El 26 de noviembre de1993, Felipe Gonzálezacompaña a Helmut Ko-hl por las calles del Al-bayzín granadino. Se

dispone a enseñarle la magnificavista de La Alhambra que se con-templa desde el mirador de San Ni-colás, cuando una mujer, bien en-trada en carnes y vestida de riguro-so negro, llama la atención del en-tonces presidente del Gobierno:«Felipe, Felipe». González se acer-ca para estrecharle la mano, mo-mento en que la mujer lanza, conun marcado acento andaluz un«bienparío», que le hace sonreír. Asu lado, Helmut Kohl parece diver-tido, aunque, naturalmente, no al-canza a entender el piropo.

De haberlo hecho, tal vez lo hu-biera suscrito, porque, a lo largode la relación que mantuvieron los

dos gobernantes durante casi ca-torce años, el democristiano Kohlsiempre mostró un gran afecto porGonzález, sobre todo desde que és-te fue el único de los dirigentes eu-ropeos que abiertamente apoyó elproceso de reunificación alemana,tras la caída del muro de Berlín.

Margaret Thatcher le había di-cho abiertamente que prefería dos

Estados alemanes a uno sólo.François Mitterrand, más solapa-damente, metía palos en la ruedade la reunificación, temeroso deuna gran Alemania. Y Giulio An-dreotti decía cínicamente que que-ría tanto a Alemania, que preferíaque hubiera dos.

En esa situación, Kohl valoróenormemente las llamadas de Feli-pe González no sólo a él sino a to-dos los líderes alemanes, aseguran-do que España apoyaría, sin reser-vas, el proceso de recuperar la uni-dad de Alemania.

Además, el canciller era cons-ciente de que para España no resul-taba fácil respaldar algo que podíaponer en peligro las ayudas quenuestro país recibía de la Unión Eu-ropea, donde Alemania era uno delos principales contribuyentes.Los «landers» de la RDA iban a ne-

cesitar cuantiosos fondos para si-tuarse a la altura de los de la Repú-blica Federal y eso podía ir en detri-mento de los que necesitaban las re-giones españolas más atrasadas.

Pero Kohl supo agradecer conhechos la apuesta estratégica de Fe-lipe González. En marzo de 1990,cuando aún no se había llevado acabo la reunificación, Kohl despe-jó las dudas de González mientrasnavegaban por el Lago Constanza,a bordo del «Gran Zeppelin», du-rante una de las cumbres bilatera-les anuales que ambos habían insti-tuido en 1984.

Cumbre de MaastrichtEn diciembre de 1991, el jefe del Eje-cutivo español comprobó que Kohlcumplía su palabra. Durante elConsejo Europeo de Maastricht nosólo se puso en marcha la UniónEconómica y Monetaria, sino quese acordó, como quería España,que la cohesión económica y socialquedara incluida en el Tratado co-mo protocolo con carácter jurídicovinculante. Se creó así el Fondo deCohesión, destinado a financiarproyectos que permitieran a lospaíses de la UE con rentas per cápi-ta más bajas acercarse a los más ri-cos. España sería, con el tiempo,una de los grandes beneficiadas.

En aquella cumbre europea, laintervención de Kohl también fuedecisiva para incorporar el concep-to de ciudadanía europea, una pro-puesta de Felipe González, que da-ría a los naturales de los Estadosmiembros de la Unión libertad decirculación y de residencia en todoel territorio comunitario.

La ayuda del canciller alemánno terminó ahí. Cuando un añomás tarde, en el Consejo Europeode Edimburgo, hubo que debatirlas perspectivas financieras de laUE para el periodo 1993-1999, Kohlfue un firme aliado de González, alque inoportunamente el entonceslíder de la oposición, José MaríaAznar, había calificado de «pedi-güeño» por sus reclamaciones. Gra-cias a ese respaldo, se consiguie-ron 8,9 billones de pesetas en fon-dos estructurales y unos 244.000 mi-llones más para el recién creadoFondo de Cohesión, que resultaronclaves para el desarrollo español.

El canciller alemán siguió apo-yando muchas de las propuestas deGonzález en Europa e incluso llegóa proponerle como presidente de laComisión Europea, algo que el diri-gente socialista rechazó.

Tal vez por eso, en aquella visi-ta a Granada de 1993, mientras pa-seaban por El Carmen de Los Már-tires, en cuyos jardines había unasestatuas de Fernando VI y CarlosIII, Helmut Kohl se permitió propo-ner al alcalde que pusieran allíotra de Felipe González. Era unabroma, pero cuando el alcalde lepreguntó si a tanto llegaba su admi-ración por González, Kohl respon-dió: «Y más». Desde luego, no erasólo por los jamones pata negraque le enviaba. "

Tres años después de la reunificación, Kohl,de visita por Granada, bromeó proponiendoque en el Carmen de los Mártires se erigierauna estatua al entonces jefe del Ejecutivo

TEXTO: LUIS AYLLÓN

El desarrollo español de las últimas décadasdebe mucho a la buena sintonía quemantuvieron siempre los dos gobernantes, porencima de sus diferencias ideológicas

ABCEl canciller Kohl con Felipe González, cuyo gobierno apoyó la reunificación alemana sin reticencias

El canciller alemán nunca olvidó que González fue el único dirigente europeo que apoyó abiertamente

el proceso de reunificación alemana, tras la caída del Muro de Berlín. El apoyo de Kohl resultó clave

para que se creara en la UE el Fondo de Cohesión del que tanto se benefició España

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TEXTO: RAMIRO VILLAPADIERNAFOTOS: CHEMA ALVARGONZÁLEZ

Lo contrariode una guerra

Para quien ha rastreado consu cámara el movimientoque subyace tras la inmovili-

dad de las ciudades, la caída delMuro sólo pudo ser la apoteosis.

«Fue lo contrario a una gue-rra», buscaba explicar el fotógrafoAlvargonzález revisando hacedías estas fotos de entonces, cuan-do era un estudiante vecino del Mu-ro y vio aquella noche cómo se leabría Europa entera sobre la Potsd-amer Strasse: «Una monumentalenergía de cambio que sacó lo me-jor de nosotros mismos».

Chema Alvargonzález ansióhasta el último momento este pro-yecto. Y aquí está, con lo poco quele dio tiempo a hacer antes de falle-cer. Una mirada tan reputada co-mo personal del momento que qui-so prestar a ABC como hicieronotros artistas a lo largo de un siglo.Le emocionaba situar su nombrejunto a los de Cecilio Plá, Vázquezde Sola, Saura, Alberti o Tapiès, enuna tradición y compromiso gráfi-co únicos en España. Sus imáge-nes están tiradas en un viejo for-mato de 9x12 y, con su manera deelectrificar y hacer fugaz la quie-tud, aún pensaba tratarlas. Peroasí publicadas, con permiso deuna familia que ha respetado su úl-timo esfuerzo creativo, cuentancon la espontaneidad de la nocheen que «se despertaron todos nues-tros sueños». Así la verá un día elhijo que estaba ya para nacer.

El artista había aterrizado enBerlín un año antes de la caída delMuro para proseguir estudios enBellas Artes. Quedó para siempreimpregnado de su tono de luz, asíllegaran luego sus éxitos, proyec-tos, exposiciones y trasplantes, yBerlín adquiriera una capitalidaden la escena gráfica mundial. Unaluz que veía como una vaharada so-bre los tonos, los vacíos y las for-mas urbanas, que le recordaban aGoethe clamando «¡Más luz!» en sulecho de muerte.

Cuando, el 9 de noviembre de1989, fotografió a la gente picandoel muro, vio en los golpes «una ra-bia acumulada de décadas contralo que partió sus vidas». Y luego«la generosidad natural de las per-sonas al reencontrarse, abrazándo-se y regalándose». Aquella nochemarcó su relación con Berlín, don-de deja huella y proyectos en mar-cha. Aquí pensaba en celebrar su50 aniversario, así que éste es su re-galo; que lo es en realidad suyo, alos lectores. "

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Sobre estas líneas, unamultitud jubilosa se alzasobre el Muro, juntoa la puerta deBrandenburgo. Elencuentro de un puebloque nunca se dejóseparar. De izquierda aderecha, un vecinoarranca una esquirla delparedón con su martillo.Detalle de quienes seapoderaron del Muro enuna jornada de euforia.Unos guardias delEste observan elpanorama con totalpasividad