d a r o c a daroca

26
DAROCA / 235 Daroca, ciudad cabecera de comarca del Campo de Daroca, está ubicada en el extremo suroccidental de la provincia de Zaragoza, en la margen derecha del río Jiloca. Su caserío se extiende entre dos elevados cerros, al fondo de un barranco. La separan de Zaragoza 88 km que actualmente son muy cómodos de recorrer gracias a la mejora de las principales vías de comunicación de esta zona. Para llegar a ella deberemos tomar la A-23, en dirección a Teruel, y abandonarla en la salida 210 para incorporarnos a la carretera A-1506, que nos llevará direc- tamente a Daroca. Según Madoz, su topónimo derivaría de la raíz árabe Darek o Darok, que significa “camino, senda o calle”, haciendo alusión a la configuración del caserío de esta población a lo largo de una calle central originada por su topografía, y a su fundación musulmana datada a finales del siglo VIII. Otros autores nombran Daruqa, topónimo que parece no tener significado en árabe, haciéndose alusión a ella en el año 837. Algunas fuentes árabes, como Idrisi y al-Himyari, coin- ciden en afirmar que se trataba de una ciudad pequeña pero muy populosa, con abundantes jar- dines y viñas, siendo una de las medinas más importantes de la Marca Superior de al-Andalus. Alfonso I el Batallador la conquistó para el reino aragonés en junio de 1120, una vez lograda la victoria en la batalla de Cutanda, el 17 de ese mismo mes. Aún podríamos acotar más esta fecha, tal como lo hace Corral, si tenemos en cuenta que la entrega de Calatayud se produce el día 24, por lo que la toma o entrega de Daroca, situada a mitad de camino entre ambos puntos geográficos, se llevaría a cabo entre estas dos fechas. Dicho monarca la repobló de gentes cristianas y la convirtió en plaza fuerte avanzada de los aragoneses, con el objetivo DAROCA Vista general de la localidad

Upload: others

Post on 25-Jul-2022

2 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 235

Daroca, ciudad cabecera de comarca del Campo de Daroca, está ubicada en el extremo suroccidental de la provincia de Zaragoza, en la margen derecha del río Jiloca. Su caserío se extiende entre dos elevados cerros, al fondo de un barranco. La separan de Zaragoza 88 km que actualmente son muy cómodos de recorrer gracias a la mejora de las principales vías de comunicación de esta zona. Para llegar a ella deberemos tomar la A-23, en dirección a Teruel, y abandonarla en la salida 210 para incorporarnos a la carretera A-1506, que nos llevará direc-tamente a Daroca.

Según Madoz, su topónimo derivaría de la raíz árabe Darek o Darok, que significa “camino, senda o calle”, haciendo alusión a la configuración del caserío de esta población a lo largo de una calle central originada por su topografía, y a su fundación musulmana datada a finales del siglo viii. Otros autores nombran Daruqa, topónimo que parece no tener significado en árabe, haciéndose alusión a ella en el año 837. Algunas fuentes árabes, como Idrisi y al-Himyari, coin-ciden en afirmar que se trataba de una ciudad pequeña pero muy populosa, con abundantes jar-dines y viñas, siendo una de las medinas más importantes de la Marca Superior de al-Andalus.

Alfonso I el Batallador la conquistó para el reino aragonés en junio de 1120, una vez lograda la victoria en la batalla de Cutanda, el 17 de ese mismo mes. Aún podríamos acotar más esta fecha, tal como lo hace Corral, si tenemos en cuenta que la entrega de Calatayud se produce el día 24, por lo que la toma o entrega de Daroca, situada a mitad de camino entre ambos puntos geográficos, se llevaría a cabo entre estas dos fechas. Dicho monarca la repobló de gentes cristianas y la convirtió en plaza fuerte avanzada de los aragoneses, con el objetivo

DAROCA

Vista general de la localidad

Page 2: D A R O C A DAROCA

236 / D A R O C A

de afianzar y consolidar la nueva frontera del reino. Allí se asentó una tenencia militar confiada en un primer momento a Fortún Garcés, en la fecha de 1124. El 13 de junio de 1129 Pedro de Librana, obispo de Zaragoza, consagró una primera iglesia dedicada a la Ascensión de Santa María. Previamente a esta fecha, según Corral, y por esas mismas fechas, citando a Canellas, el rey Alfonso I concedía a Daroca un generoso fuero con unas amplias libertades, propias de un territorio fronterizo. Este documento se encuentra desaparecido, por lo que se desconoce su contenido y fecha exacta. Sí que ha quedado constancia documental de los siguientes fueros darocenses: el promulgado por Ramón Berenguer IV, en noviembre de 1142, y el de Jaime I, el 8 de marzo de 1256. El primero de ellos, ampliado posteriormente en 1154, es el que tiene mayor importancia histórica, ya que vertebraba el territorio y convertía la villa de Daroca en cabeza de una organización administrativa, que recibió el nombre de Comunidad de Aldeas de Daroca, sobre la que su concejo actuaría como un auténtico “señor feudal”, con plena juris-dicción sobre el resto de poblaciones, cuyos habitantes eran considerados como “hombres de Daroca”. De esta forma, Ramón Berenguer IV remontaba una importante crisis acaecida desde la muerte de Alfonso I (1134) y el posterior repliegue de fronteras, creando un nuevo reclamo para la repoblación. En estos momentos era tenente de la fortaleza darocense Sancho Iñigones, que consiguió un clima de seguridad gracias a un sistema defensivo basado en varias líneas fortificadas, en el que jugaban un papel importante la mayoría de los lugares de la Comunidad de Aldeas de Daroca.

Entre los siglos xii y xiii se llegaron a construir en Daroca hasta catorce parroquias, fruto del importante crecimiento generado a raíz de esta segunda fase de repoblación. Desde ese momento, y debido a su situación estratégica, Daroca se convirtió en la principal fortaleza de Aragón frente a Castilla en época medieval. También se erigió como centro mercantil de una amplia zona contando con mercado semanal, legalizado por el monarca Jaime II desde el año 1249, y con afamadas ferias que atraían a gentes de Castilla, Cataluña, Valencia y sur de Fran-cia. Tanto Jaime I como Pedro IV celebraron en ella Cortes lo que, unido a la concesión del título de Ciudad y Puerta Férrea de Aragón por parte de este último monarca, el 26 de junio de 1366, nos da visos de su densa e importante historia a lo largo de la Edad Media.

A finales del siglo xii y comienzos del xiii la cifra total de casas rondaría las 700, lo que implicaría una cifra de 3.500 habitantes. El primer censo de habitantes de Daroca data de 1230. Se trata del reparto de vecinos entre las diez parroquias existentes del que se conserva una copia en un cartulario de la iglesia de San Miguel, en el Archivo de la Colegial de Daro-ca. La suma de cristianos arroja la cifra de 926 vecinos, lo que supondría unos 3.500 o 3.700 habitantes. Esta lista, que no incluía a clérigos, mudéjares ni judíos, le permitió a Corral hacer una estimación aproximada, llegando a la conclusión de que el número de pobladores totales superaría los 4.000, una cifra muy alta si la comparamos con los 738 fuegos de 1405 y los 470 contabilizados en 1495. Para contextualizarla debemos tener en cuenta que algunos vecinos vivirían en las aldeas más próximas y que muchos de estos habitantes estarían esperando al avance de las tropas cristianas sobre las tierras del Levante para dirigirse hacia el Sur, sin olvidar el descenso demográfico que causó la epidemia de la peste negra en toda la Península Ibérica y el territorio europeo a mediados del siglo xiv.

En los siglos xvi y xvii, Cook y Labaña, respectivamente, resaltan en sus escritos las estruc-turas defensivas de la ciudad de Daroca. Entre ellas se encuentran las murallas, levantadas en piedra, tapial y ladrillo, que cuentan con un perímetro de cuatro kilómetros construido en el siglo xiii, y numerosos añadidos y restauraciones posteriores. La muralla está flanqueada por más de 100 torreones defensivos y poseía tres fortificaciones, siendo la principal la conocida como Castillo Mayor, y las secundarias los castillos de San Cristóbal, del que queda la Torre del Andador, y el de la Judería. Dos monumentales accesos, la Puerta Alta y la Baja, colocados a ambos extremos de la calle Mayor, completan este sistema defensivo. Daroca puede estar orgullosa de conservar el recinto amurallado, además de buena parte de su organización urba-

Page 3: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 237

na medieval. En el interior del caserío sus cuatro iglesias, San Miguel, Santa María, San Juan y Santo Domingo, conforman el principal conjunto de arquitectura románica al sur del Ebro, con unas características especiales en algunos casos, como el ábside de San Juan y la torre de Santo Domingo, a caballo entre formas románicas y características mudéjares, o el ábside de esta última iglesia, que guarda camuflado su inicial planteamiento románico, enmascarado por el resto de la estructura gótica y mudéjar. Esta ciudad es uno de los conjuntos histórico-artísticos y monumentales más importantes de la Comunidad Autónoma de Aragón, por lo que fue declarada Monumento Histórico-Artístico el 3 de junio de 1931.

Alrededores de la iglesia de Santo Domingo

Page 4: D A R O C A DAROCA

238 / D A R O C A

Todo parece indicar que la mezquita que ocupó el solar de la actual iglesia se utilizó como lugar de culto cristiano poco después de 1120, fecha de la

conquista, siendo en ese momento la única iglesia abierta al culto. Se tiene noticia documental de ella entre 1130 y 1136, en una referencia a las constituciones acordadas por don García, obispo de Zaragoza, para la ecclesia beate Marie de Darocha, firmadas en presencia de Fertun Garceç alchaide de Darocha, tal como recoge Lacarra. Más adelante se habría empezado a construir el edificio románico, de nueva planta, a mediados del siglo xii, del que tan sólo nos queda el ábside y parte del paramento mural del exterior del antiguo transepto. El 13 de octubre de 1283 aparece una referencia documental a esta ecclesia de Santa María de Daroca al haberse reunido el concejo en ella, segunt que es

costumbrado, “para designar a los procuradores ante la junta de Zaragoza para defensa de los fueros de Aragón”. Esta iglesia fue objeto de especial atención por parte de arzo-bispos, papas y reyes, ya que los Sagrados Corporales la convirtieron, junto con Daroca, en un importante centro religioso y lugar de peregrinación para los cristianos. Según el documento de 1230, citado en la introducción, esta parroquia contaba con 104 vecinos en esta fecha, situándose en la quinta posición por número de almas, aunque consiguió erigirse en la principal, a lo que debió de contribuir el traslado de los Corporales a la misma. Esta preeminencia quedó expresamente reconocida al ser elevada a Colegiata por el arzobispo de Zaragoza don Lope Fernández de Luna en 1377, confirmando tal con-cesión Benedicto XIII en 1395.

Iglesia Colegial de Santa María y de los Corporales

Exterior

Page 5: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 239

Planta

Alzado este

10 m0 5

10 m0 5

Page 6: D A R O C A DAROCA

240 / D A R O C A

Las etapas principales de la iglesia de Santa María se pueden simplificar en tres grandes momentos: la construc-ción primitiva románica, la reforma y ampliación gótica y la configuración definitiva renacentista. No parece quedar claro si el primitivo templo románico contó desde su ori-gen con una o tres naves. En todo caso, ya fuese modifi-cando dicha construcción o finalizándola, en período góti-co se elevaría la nave central y se añadirían las laterales. Se tiene constancia de que se edificó un claustro en 1282, que estaría cubierto con bóveda de crucería simple y ado-sado al muro norte de la iglesia románica, del que quedan abundantes dovelas reaprovechadas en la fábrica del siglo xvi. Desde mediados del siglo xiv hasta su transformación definitiva en el siglo xvi se alargan las naves en un tramo más hasta configurar la puerta del Perdón, se realizan las obras de la capilla de los Corporales y se reviste con sillería caliza la antigua torre de ladrillo mudéjar del siglo xiii o xiv. Del último período de esta época data la capilla de los Ruiz o de los Alabastros. En la fase renacentista se configura el grueso de la edificación actual cambiando la orientación del templo. La obra fue encargada al arquitec-to castellano Juan Marrón y en 1598 ya estaba terminada. Su configuración es la de una iglesia-salón de tres naves de igual altura, cubiertas con bóvedas estrelladas salvo en la zona del presbiterio, que es de casetones. También la actual portada principal abierta en el muro sur es de esta época.

A lo largo de su historia ha sido reparada y restaurada en varias ocasiones aunque la que le proporcionó la ima-gen actual fue la de la década de los 60 del siglo xx, bajo la dirección del arquitecto Antonio Chóliz. A pesar de ser polémica en algunos aspectos, recibió el premio Ricardo Magdalena de arquitectura en 1965. En ella se sustituyó la cubierta de las naves principales, se demolió la antigua sacristía para liberar el ábside románico y se reformó la capilla de los Corporales, reconstruyendo el exterior del ábside y recomponiendo sus ventanales, columnillas, zócalo y cornisa. Entre los años 1987 y 1998 se ejecutó la última restauración a cargo de los arquitectos Fernando Aguerri y Javier Ibargüen para minimizar los daños estruc-turales que causaban algunas de las soluciones empleadas en los años 60 y la ubicación en pendiente del templo.

Todo parece indicar que la planta del original edifi-cio románico contaba con tres naves, la central de mayor altura y anchura, seguramente de tres tramos, y con un crucero que no rebasaría la anchura de las naves laterales. La cabecera se compondría de tres ábsides, contando el central, el único conservado, con un largo presbiterio. Acerca de los laterales, algunos autores afirman que serían de testero recto, mientras otros los suponen semicircula-

res, lo que sí parece claro es que los tres estarían interco-municados, hasta las reformas bajomedievales, por altos arcos apuntados. En el central se conservan tres vanos de medio punto que abren al Este, Norte y Sur, sobre un aparejo sillar bastante perfecto con unas potentes medidas de hiladas entre 20 y 38 cm.

El hecho de que la portada del Perdón, la conside-rada como principal en el momento de su construcción, fuera realizada siguiendo esquemas góticos, es uno de los indicios para Torralba que indica que la obra románica no llegó a terminarse como tal, pues de haber sido así se hubiera respetado la portada románica, al igual que se conservan otras en la villa, como la de San Miguel, a cuyo planteamiento arquitectónico parece que se asemejaría el conjunto del templo. El sistema de cubrición utilizaría la bóveda de cañón apuntado, con arcos fajones doblados del mismo tipo, que apearían sobre columnas adosadas a cua-tro recios pilares cruciformes. Éstos compondrían los tres tramos de las naves que ocupaban a lo largo todo el ancho de la iglesia actual, con un coro alto a los pies. De esta pri-mitiva iglesia se conserva restaurado el ábside, convertido en capilla de los Corporales, un pequeño espacio cubierto con cañón apuntado, perteneciente al ábside lateral del lado norte, hoy pórtico de la sacristía, y un paño de muro con un vano románico al sur del crucero.

El ábside queda dividido al exterior en tres paños verticales de 5,60 m de anchura, separados por dos medias columnas adosadas, que terminan en capiteles con deco-ración vegetal a base de sencillas hojas lanceoladas estria-das. En cada segmento vertical abre una ventana de arco de medio punto, achaflanado, sobre columnillas de fuste cilíndrico rematadas con capiteles decorados con motivos vegetales e historiados. Las tres ventanas tienen un arco exterior a modo de chambrana con ajedrezado, que apoya sobre una imposta, igualmente ajedrezada, que recorre toda la semicircunferencia absidial. La única diferencia entre las ventanas es que la arquivolta achaflanada de la central está decorada con rosetas cuadrifolias mientras que las de las laterales son lisas. Los ábacos de todos los capiteles presentan esta misma decoración vegetal, al igual que el friso de arquillos ciegos achaflanados que recorren el ábside. Estos arquillos, salvo los que apean en las colum-nas adosadas al cilindro absidial, descansan sobre ábacos ajedrezados dispuestos sobre modillones lisos. Por encima de los arquillos ciegos discurre la cornisa volada, de nue-vo decorada con ajedrezado, que apoya en otra serie de modillones lisos, algo menores que los anteriores.

Por suerte las construcciones adosadas al exterior del ábside sólo han dañado algunas partes de los capiteles de las ventanas. Al interior se han conservado igualmente,

Page 7: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 241

Ventana sur del ábside Ventana central del ábside

gracias al revoco dispuesto para realizar la decoración pictórica de época gótica, aunque en su picado se hayan perdido algunas partes. Respecto a los exteriores, siguien-do un orden de Sur a Norte se representan las siguientes figuras o escenas: en el primer capitel de la ventana sur se aprecia un animal cuadrúpedo de difícil interpretación por su deterioro, mientras que el segundo representa la lucha entre dos caballeros a lomos de sus cabalgaduras; el de la izquierda del espectador porta escudo en almendra, en tanto que el de la derecha se defiende con rodela cir-cular, lo que nos lleva a considerar la posibilidad de que se represente el combate entre un caballero cristiano y otro musulmán, caracterizado igualmente por una cabeza desproporcionada que recibe el impacto de la lanza de su oponente. En cierto modo nos recuerda al combate entre Roldán y Ferragut del palacio de Estella (Navarra), aunque en Daroca ninguna inscripción identifica a los protagonis-tas. En la ventana central aparecen dos aves enfrentadas, en el primero, y un personaje calvo (¿con bolsa al cuello símbolo de la avaricia?) entre dos demonios gesticulan-tes, en el segundo. Curiosamente, también en Estella el

combate entre caballeros está acompañado por un capitel con castigos infernales. Finalmente el primer capitel de la ventana norte se decora con un entrelazo muy mal resuel-to y el segundo mediante dos cuadrúpedos enfrentados (que recuerdan a los leones patilargos del pleno románico hispanolanguedociano) sobre un fondo vegetal bastante erosionado. Tras la última restauración se puede acceder al interior del cilindro absidial, oculto tras el cascarón de bóveda nervada de la capilla de los Corporales construido en el siglo xv, gracias a una escalera vertical colocada en el camarín que permite ascender a una plataforma, desde la que pueden admirarse los capiteles y las pinturas góti-cas. En estos capiteles interiores se pueden identificar la mayoría de los temas representados con pasajes de la vida de Jesucristo, a pesar de que parte de ellos se encuentren cubiertos por el revoco y las pinturas. Estas escenas desa-rrollan un ciclo de la infancia de Jesús. Sus esquemas com-positivos son simples, generalmente con una figura en cada cara. De la Anunciación vemos a María sedente y la punta del ala del ángel que toca su hombro; el ángel se sitúa a la derecha del espectador, alterando la distribución más

Page 8: D A R O C A DAROCA

242 / D A R O C A

Capitel de la ventana sur del ábside. Duelo de jinetes

Capitel de la ventana central del ábside. Castigo del avaro

Page 9: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 243

Capitel del interior del ábside. Anunciación

Capitel del interior del ábside. Visitación

Page 10: D A R O C A DAROCA

244 / D A R O C A

Capitel del interior del ábside. Presentación en el Templo

Capitel del interior del ábside. Huida a Egipto

Page 11: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 245

habitual. En la visitación de María a Santa Isabel también una de las mujeres extiende su brazo para tocar el hombro de la otra, que inclina su mirada al suelo. La escena de la presentación de Jesús se resume en María portando las palomas y Simeón que extiende los brazos para recibir a Jesús, cuya figura se ha perdido, sobre el altar. De la huida a Egipto es visible la figura de José portando un bastón en tau y el ronzal de la cabalgadura cuya cabeza asoma tras el enlucido. Igualmente se han identificado el sueño de San José y Jesús entre los doctores. Los rasgos formales indican la perduración de fórmulas languedocianas en el tratamiento de los plegados, caracterizados por el recurso a líneas dobles incisas, predominio de suaves curvas y orlas de vestidos adornadas. Los rostros también manifiestan ecos del arte languedociano a la manera bearnesa, con óvalos alargados, ojos almendrados oblicuos y barbas y

cabellos tratados mediante mechones paralelos. Las cabe-zas resultan grandes, desproporcionadas con relación al resto del cuerpo.

Las pinturas góticas del siglo xiv, semejantes a las de los ábsides de San Miguel y San Juan, fueron encargadas en 1370 al pintor Enrique de Bruselas, que las finalizó antes de acabar la centuria. Su programa narra el tránsito de la Virgen que, rodeada de los apóstoles, yace en una cama mientras su alma se le escapa por la boca. Son manifiestas las semejanzas en las soluciones constructivas de época románica de dichas iglesias, sobre todo en el friso de arqui-llos ciegos que coronan los cilindros absidales de las tres, creando una tipología característica en esta ciudad, propia de un románico tardío que, en el caso de la primitiva igle-sia de Santa María y de los Corporales se puede fechar en la segunda mitad del siglo xii.

La iglesia de san Miguel, también conocida popular-mente como San Valero, es la iglesia de Daroca que mejor conserva su disposición románica. Según el

documento de 1230, ya citado en la iglesia de Santa María y de los Corporales y en la introducción, esta parroquia contaba con 146 vecinos, lo que la situaba en cuarta posi-ción en aquella fecha.

Las reformas comenzaron pronto en este templo, puesto que ya en el siglo xiv se decoró el ábside con pin-turas murales dedicadas a la Coronación de la Virgen y un friso de ángeles y apóstoles, sin variar nada la estructura del edificio. Tampoco lo hicieron las reformas efectuadas en el siglo xv, consistentes en la construcción de una torre de estilo mudéjar a los pies, junto a la portada. Entre 1518 y 1540 se edificó un nuevo coro a los pies, ampliando lon-gitudinalmente el edificio, y una capilla en el lado norte, también en este siglo. La reforma más negativa fue la del siglo xviii, ya que se derribó la bóveda que la cubría con el fin de construir otra de lunetos siguiendo los nuevos cáno-nes. También se levantó una cúpula sobre pechinas en el crucero y se añadieron capillas entre los contrafuertes. A principios del siglo xx, concretamente en 1919, se demolió la torre mudéjar. La restauración de 1965 devolvió a la iglesia su estructura primitiva, aunque se respetó cuidado-samente el coro de los pies.

Su planta original estaba compuesta por tres naves de dos tramos con crucero, ábside semicircular orientado al Este y presbiterio. La nave central, más ancha que las late-rales, tiene una longitud de 35 m, aunque si descontamos

el tramo del coro, posterior a la construcción románica, ronda los 26,60 m. El crucero tiene una anchura de 21,30 m, mientras que la nave central cuenta con 8,75 m y el ábside con 6,80 m. La cabecera tiene tres vanos de medio punto, uno centrado en el ábside que fue cegado al interior por las pinturas góticas, y otros dos a ambos lado del pres-biterio. Además de éstos, otros dos vanos de iluminación de medio punto se disponen en los lados norte y sur del transepto. En el tramo de los pies, orientada hacia el Sur, se abre la portada románica abocinada, con cinco arqui-voltas de medio punto.

El conjunto de la obra presenta buena fábrica sillar cuyo grosor de hiladas varía entre 25 y 40 cm. Se aprecian algunas marcas de cantero con forma de flecha en el inte-rior, concretamente en algunas de las columnas adosadas a los pilares que sostienen el arco triunfal, y una en forma de B tumbada en uno de los sillares exteriores del muro norte del crucero. Las naves estarían cubiertas inicialmente con bóveda de cañón apuntado sobre fajones, apeando su peso sobre pilares compuestos con columnas adosadas en los frentes y dobles en los codillos (ya que sostienen arcos doblados), mientras que el ábside se cubre con bóveda de cuarto de esfera.

El ábside se haya exteriormente dividido en cinco paños de 2 m de anchura, separados por triples columnas cilíndricas adosadas, donde la central es más gruesa y alta que las laterales. La central llega hasta el alero del tejado mientras que las laterales sólo lo hacen hasta la fila de arquillos ciegos que, en razón de tres por cada segmento,

Iglesia de San Miguel

Page 12: D A R O C A DAROCA

246 / D A R O C A

Planta

Exterior

10 m0 1 3 4 52

Page 13: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 247

Alzado sur

Sección longitudinal

10 m0 1 3 4 52

10 m0 1 3 4 52

Page 14: D A R O C A DAROCA

248 / D A R O C A

coronan el cilindro absidial. Todas ellas parten del zócalo del ábside y rematan en capiteles no muy bien conserva-dos, con motivos de carácter vegetal, sirviendo de apoyo los laterales a los arquillos de los extremos, mientras los demás apean sobre modillones de rollo. Las tres ventanas de la cabecera cuentan con doble derrame y arcos de medio punto de diversos tipos, que apoyan sobre colum-nas de fuste cilíndrico y capiteles tallados. Las abiertas en los muros norte y sur del presbiterio están a una altura más baja que la central, son más pequeñas y más sencillas en su configuración y ornamentación. La central es la que ofre-ce mayor interés, aunque se encuentra cegada al interior por el revoque que sirve de base para las pinturas góticas. Dispone de aspillera estriada y abocinamiento exterior de remate lobulado enmarcado por baquetón corrido, sin capitel. El conjunto cuenta con adorno exterior formado por columnas de capiteles labrados muy deteriorados,

pero en los que aún se distingue alguna de sus formas. En el capitel del lado sur cabe reconocer una figura central en pie en el centro, flanqueada por dos ángeles. Por delante se ven dos animales que acercan sus cabezas a lo que se muestra como una pila. Cabría interpretarlo como una imagen de la Virgen María ante la habitual figuración románica del Niño en el pesebre (en este caso en forma de pila bautismal) que recibe el aliento de la mula y el buey. En el capitel del lado norte apenas se pueden distinguir las figuras humanas, que parecen componer la tradicio-nal iconografía de la adoración de los Magos, con María llevando al Niño en el extremo derecho del observador, ante ella el primer rey que dobla la rodilla y por detrás los otros dos. El arco que soportan los capiteles se adorna con pencas complementadas por bolas. La chambrana continúa la sencilla molduración de los cimacios. La parte superior del semicilindro absidal, con su combinación de

Detalle del ábside

Page 15: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 249

Interior

Capiteles de la ventana absidal

Page 16: D A R O C A DAROCA

250 / D A R O C A

haces de columnas y sucesión de dos órdenes de arquillos sobre modillones, recuerda lejanamente a otras obras del románico tardío, como San Lorenzo de Vallejo de Mena, en Burgos, la iglesia de Bordecorex, en Soria, o en la igle-sia de Santa Clara en Molina de Aragón, en Guadalajara. Suponen la evolución de un tipo iniciado en templos rele-vantes, como Santa María de Irache (Navarra).

El interior del cilindro absidal está recorrido en su parte baja por un zócalo a modo de bancada con una moldura en el reborde, y en su parte superior por una imposta entre el paramento vertical y la bóveda. Los capi-teles sobre los que apea el arco triunfal están decorados con formas vegetales consistentes en sencillas hojas de palma, mientras que los que separan presbiterio y ábside son historiados, aunque no fáciles de interpretar por su mal estado. En los dos del lado norte se distingue el cuer-po de un ángel sosteniendo una balanza. Es San Miguel, el titular del templo, frente a otra figura muy deteriorada que será el demonio; a su lado otro ángel, de nuevo el capitán de la milicia celeste, clava la lanza en las fauces del dragón, un animal fantástico con forma de serpiente con garras, ambos sobre un fondo estriado de esquematiza-ción vegetal. En los dos del lado sur se distingue un ángel blandiendo una espada frente a dos fragmentos de équidos sobre fondo liso. Aunque recuerda a la composición de la burra de Balaam, esta identificación no explicaría la apari-ción de la segunda montura. Además, el relato bíblico no identifica como San Miguel al ángel que protagonizaba la escena. En el último capitel se reconocen tres figuras, dos de ellas femeninas con los brazos en alto, y una masculina que parece que alancee a un enemigo, sobre un fondo estriado. En todos ellos se conserva parte de la policromía gótica. Las figuras, muy simples y adelgazadas, se alejan

de las pautas plenamente románicas todavía presentes en Santa María de Daroca, atestiguando la presencia de un taller inercial. La bóveda de cuarto de esfera que cubre el ábside se adorna con tres rosetas lobuladas de siete pétalos cóncavos distribuidas en una misma hilada a media altura y una más en la clave.

La portada, que abre al muro sur, se dispone en un cuerpo adelantado, de 1,50 m de grosor medio y una anchura de 7,35 m. Se articula mediante cuatro arquivol-tas de medio punto que apoyan sobre cuatro columnas a cada lado, de fuste cilíndrico. Sus capiteles son de difícil interpretación por su mal estado de conservación. Los del lado oeste presentan el sólido capaz. En algunos del lado se adivinan algunas figuras aladas, como en el primero o el tercero desde el interior, pero sin capacidad para identifi-car ninguna escena. Sobre las jambas del vano, que mide 2,10 m de luz, se disponen sendas ménsulas con un rollo en su nacela, decorado con una roseta cuadrifolia incisa, que sostienen el tímpano donde, según se perfila, apare-cía esculpida una representación de Cristo en majestad, dentro de una mandorla rodeada por el Tetramorfos, cuyo relieve está picado y arrasado. Respecto a las arquivoltas, conviene señalar que todas presentan modelos diferentes. Las dos interiores son simples, con un toro entre dos esco-cias, la primera, y tosca decoración ajedrezada, la segunda. La tercera y la cuarta son dobles, aunque con molduras de distinto grosor. Por encima de la cuarta, la chambrana presenta decoración de dientes de sierra y una moldura decorada con ajedrezado. Toda la portada se halla prote-gida por un tejaroz sobre modillones lisos.

La iglesia de San Miguel posiblemente se comenzó a construir a finales del siglo xii, extendiéndose su obra durante el siglo xiii, con añadidos del xiv y del xv, siendo

Capiteles de la capilla mayor

Page 17: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 251

Portada

Page 18: D A R O C A DAROCA

252 / D A R O C A

reformada en el siglo xvii. En lo que respecta a la primitiva fábrica románica, existen dos razones que influyen en su datación tardía: la primera está en función de la afinidad existente entre su ábside y los citados paralelos tardorro-

mánicos, que suelen situarse en los últimos años del siglo xii, y la segunda es el carácter inercial (“goticismo” lo llama Canellas) de los ángeles representados en los capiteles del presbiterio.

Entre las diez parroquias existentes en Daroca en el año 1230, la de San Juan estaba en séptimo lu-gar, con 70 vecinos incluidos en sus límites. Fue

parroquia hasta 1905, fecha en la que quedó abandonada,

iniciándose así una etapa en la que su estado era ruinoso, aunque posteriormente fue restaurada. Su nombre hace re-ferencia al lugar en que se levantó esta iglesia, en lo alto de una de las laderas de la ciudad, casi en el límite del caserío.

Iglesia de San Juan de la Cuesta

Vista general de la iglesia

Page 19: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 253

En el año 2001 el Gobierno de Aragón declaró como Bien de Interés Cultural el ábside de esta iglesia por su valor histórico-artístico.

De la planta primitiva sólo subsiste dicho ábside románico, al que se le añadió en el siglo xvii la actual nave. Desde el derrumbe de su cubierta a comienzos del siglo xx, la iglesia había permanecido en ruinas. En la última restauración, a comienzo de los años ochenta del siglo xx, se levantó de nuevo el muro hastial, con una configuración basada en elementos modernos, y se construyó una cubier-ta en madera.

San Juan de la Cuesta es una iglesia de proporciones modestas, de 24 m de longitud, que en su origen tuvo una sola nave con un ábside semicircular que todavía conserva. La anchura de esta nave sería similar o ligeramente supe-rior a la del anteábside o presbiterio, que es de 6,60 m. En origen se trataba de una iglesia de una sola nave rectangu-lar y ábside semicilíndrico, que en sucesivas reformas fue ampliada con capillas laterales. El acceso se sitúa en el lado sur, en el último tramo de la nave. Cuenta con dos ventanas de similar configuración, una de ellas abierta en el centro del ábside semicircular y otra en el muro sur del presbiterio.

Se comenzó a construir en la segunda mitad del siglo xii, en piedra sillar con buena técnica de cantería y con

esquemas típicamente románicos. En este momento sólo se levantó la mitad inferior de la cabecera, deteniéndose su fábrica. Con posterioridad alarifes mudéjares continuaron la construcción utilizando el ladrillo en lugar de la piedra sillar, debido posiblemente a los problemas económicos y de mano de obra causados por las luchas y conflictos propios de un lugar fronterizo. Este cambio de material no afectó al esquema constructivo original ya que siguieron las directrices del sistema románico del plan inicial. La nave se cubre actualmente con tejado de madera a dos vertientes, fruto de la última restauración, pero es fácil apreciar en el interior el arranque de los arcos fajones y los nervios de la bóveda que se hundió a principios del siglo xx. El ábside lo hace con una bóveda de cuarto de esfera apuntada, y el presbiterio con bóveda de cañón apuntada, ambas en ladrillo.

En el exterior de la cabecera se aprecia perfectamente el cambio de materiales en la construcción ya que, levan-tado en piedra sillar el zócalo y la mitad del semicilindro, que se compone exteriormente a base de siete segmentos verticales separados por medio de seis fustes cilíndricos de columnas adosadas, se continuó en ladrillo por las razones ya explicadas, sin más alteración que la conversión de los fustes en pilastras, rematando el ábside hasta el tejado con

Planta

10 m0 1 3 4 52

Page 20: D A R O C A DAROCA

254 / D A R O C A

Sección longitudinal

Alzado este Sección transversal

10 m0 1 3 4 52

10 m0 1 3 4 52 10 m0 1 3 4 52

Page 21: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 255

aparejo mudéjar de buena calidad. En la parte superior volvemos a encontrar una excelente muestra del arte romá-nico darocense, con la típica cornisa absidal de arquillos y modillones que ya hemos visto en la Colegial de Santa María y en San Miguel, con la peculiaridad de que en San Juan de la Cuesta se realizó en ladrillo. Se trata de una fila de arquillos con una mínima abertura ornamental en su centro que, en razón de tres por segmento (salvo por el último del lado norte en el que sólo hay dos), recorren la parte alta del cilindro absidal apoyando los de los extremos en los capiteles de ladrillo de las pilastras y los interiores sobre los modillones comentados. Por encima de ellos se dispone otra hilera de modillones, igualmente de ladrillo, que sustentan la cornisa. En el segmento central y en el muro sur del presbiterio abren dos ventanas similares con

un trazado de arco apuntado, casi aspillerado en el caso de la del ábside, guarnecido por otro lobulado de siete arcos, que siguen modelos de la arquitectura musulmana, muy próximos a los del palacio de la Aljafería de Zaragoza.

Al interior un conjunto de cinco arcos ciegos apunta-dos recorre el hemiciclo del ábside. Estos arcos se rellena-ron de mortero para la realización de una pintura mural, de la que sólo nos queda la parte superior aplicada sobre el cascarón absidal, ya que la inferior se picó para sacarlos a la luz durante la última restauración. En los muros norte y sur, correspondientes al presbiterio, también existen dos arcos por lado, aunque en este caso son de medio punto. Todos ellos, tanto los del ábside como los del presbiterio, apoyan sobre columnas con capiteles decorados a base de motivos vegetales. Estos capiteles presentan, en mayor o

Vista lateral del ábside

Page 22: D A R O C A DAROCA

256 / D A R O C A

Vista central del ábside

Interior

Page 23: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 257

menor grado de conservación, elementos decorativos ba-sados en hojas lisas vueltas en piñas o bolas en las esquinas, y motivos fitomórficos estriados en sus laterales. Otro ele-mento del interior del edificio que merece atención es el arco apuntado polilobulado, situado en la embocadura del ábside, a modo de arco triunfal, que todavía guarda en el interior de sus jambas de ladrillo las basas de las columnas del primer plan constructivo. Los restos de pintura mural gótica conservados en el ábside se dividen en dos seccio-nes. En la estrecha banda superior aparece representada la Última Cena, con Jesucristo y sus discípulos sentados tras una mesa. En el registro inferior vemos a San Juan Bautis-ta, bajo una arquería gótica lobulada, que lleva el cordero místico en su mano izquierda y junto a él dos escenas de su vida: San Juan en presencia de Herodes, a su derecha, y encerrado en la prisión, a su izquierda.

La fábrica de la iglesia de San Juan de la Cuesta co-menzaría a construirse en la segunda mitad del siglo xii, momento en el que tan sólo se levantó la mitad inferior del ábside, acorde con las características del estilo romá-nico de la época y usando sillares de piedra caliza, como era costumbre en la edilicia religiosa. Tras interrumpirse la obra del templo, se reanudaría en fecha indeterminada, si bien se ha propuesto que fuera ya en el siglo xiii, siendo maestros alarifes mudéjares los que continuarían su edi-ficación. Éstos siguieron el esquema románico anterior, pero haciendo uso del ladrillo en sustitución de la piedra

sillar, incorporando de esta manera el material propio de la arquitectura hispanomusulmana y creando lo que puede considerarse como una de las primeras obras de la arqui-tectura mudéjar de Aragón.

Texto: JAN - Fotos: JAN/JNG - Planos: MMS

Bibliografía

AA.VV., 1998, pp. 93 y 101-102; Abbad Ríos, F., 1957, pp. 473-486; aguerri Martínez, F. e ibargüen soler, J., 1990, pp. 235-241; AraMen-día alfranca, J. l., 2004, vi, pp. 121-138; burillo lafarga, L., 1981, pp. 65-67; burillo lafarga, L. y lorenzo sainz-calleJa, J., 1990, pp. 277-278; canellas lópez, A., 1972, II, pp. 223-224; canellas lópez, A. y san vicente, A., 1971, pp. 403-414; cobreros aguirre, J., 2004, pp. 219-220; corral lafuente, J. L., 1983, pp. 61-88; corral lafuente, J. L., 2003, pp. 101-111; corral lafuente, J. L., 2004, pp. 68-70; corral lafuente, J. L. y Miguel ballestín, P., 2007, pp. 17-18; delgado echeverría, J. (coord.), 1990, pp. 85-86; Gudiol Ricart, J. y Cook, W. W. S., 1950 (1980), pp. 221-222; hernando sebastián, P. L., 1998a, p. 49; hernando sebastián, P. L., 2004a, p. 77; Lacarra de Miguel, J. M., 1982-1985, pp. 205-206; Madoz ibáñez, P., 1845-1850 (1985), pp. 139-143; Mañas ballestín, F., 1987, p. 249; Mañas ballestín, F., 2003, pp. 140-142, 147; Mañas ballestín, F., 2006, pp. 11-15, 29-32 y 55-61; Mañas ballestín, F. y pérez gonzález, M. D., 1984, pp. III-V; Mañas pérez, L., 2003, p. 169; pano gracia, J. L., 1987, p. 91; Quadrado, J. M., 1886, pp. 594-595 y 600; sánchez gonzález, M. V., 1998, pp. 18-20; torralba soriano, F., 1974b, pp. 7-12 y 21; SesMa Muñoz, J. a. y laliena corbera, C., 2004, pp. 147-163 y 195-206; Ubieto Arteta, A., 1984-1986, I, pp. 456-458; Yarza luaces, J., 1980, pp. 270 y 329; Zapater Cerdán, A., 1986, IV, pp. 950-955.

Iglesia de Santo Domingo

La iglesia de santo doMingo estaba asociada al Hospital que, bajo la misma advocación, se levantó junto al templo para socorro y cuidado de los nece-

sitados. Esta iglesia es uno de los templos de Daroca en los que es visible la huella del románico, pero también la de etapas históricas posteriores, puesto que fue una empresa constructiva detenida y reanudada en un lapso de tiempo muy amplio.

El edificio que hoy contemplamos posee planta de salón y despejadas proporciones, con una bella torre mu-déjar de planta cuadrada a los pies. Su altar mayor está dirigido al Oeste, su entrada principal en el muro sur, y presenta a los pies un ábside semicircular en tambor que formó parte del proyecto inicial románico. Este templo, que presentaba unos planteamientos muy similares a los de la darocense iglesia de San Juan de la Cuesta, con la que comparte rasgos estilísticos y cronología, fue iniciado con posterioridad a la segunda mitad del siglo xii. Cuando las

obras se reanudaron en el siglo xiii, su aspecto se enmasca-ró por la incorporación de elementos góticos y mudéjares Esta vez se utilizaron nuevos materiales, como el ladrillo, y técnicas de construcción de estilo mudéjar.

De aquel templo románico de Santo Domingo tan sólo se conservan, por tanto, la parte inferior del ábside del lado oriental, y los restos de un arco cegado, al parecer secundario, que ahora está alojado en el muro norte. El ábside combina elementos decorativos de distinta raíz y presenta en su base sillares bien trabajados, cuyas hiladas oscilan entre los 27 cm de la menor y los 33 de la mayor, medidas idénticas a las que encontraremos en los sillares del cuerpo inferior de la torre. El ábside se articula a partir de un zócalo o plinto semicircular, sobre el que se levantan dos cuerpos. En el inferior se conservan cuatro columnas cilíndricas adosadas, una de ellas pegada en el ángulo derecho junto al muro, mientras que las restantes dividen el cuerpo en tres lienzos. En una segunda etapa construc-

Page 24: D A R O C A DAROCA

258 / D A R O C A

Cuerpo bajo de la torre

Portada cegada del lado norte

Page 25: D A R O C A DAROCA

D A R O C A / 259

tiva, que tuvo lugar entre la segunda mitad del siglo xiii y principios del xiv, este ábside se adaptó al estilo gótico, de modo que, con objeto de dotar de apoyos a la bóveda de crucería que se tendió al interior, las columnas de la base fueron recrecidas en forma de gruesos contrafuertes. Además, añadieron a los fustes de las columnas capiteles con hojarasca naturalista e individualizada de gran tama-ño, perteneciente al repertorio habitual del gótico clásico, y colocaron a cada lado de dichos capiteles ménsulas con rostros humanos y cruces. Para iluminar la cabecera, abrieron entre los contrafuertes tres ventanas aspilleradas en arco apuntado, enmarcadas por arquivoltas, igualmente de forma apuntada, que apean sobre pequeñas columnas cilíndricas con decoración floral gótica en los capiteles; sus chambranas se ornamentan con puntas de diamante.

En cuanto al otro elemento que podemos calificar como románico de inercia, el arco cegado emplazado en el muro septentrional, está formada por una arquivolta se-micircular con su correspondiente chambrana, ambas muy molduradas. Alcanza una anchura total de 2,70 cm y una luz interior de 1,82 m. La arquivolta interior está decorada con una faja de rosetas o estrellas de seis puntas inscritas en círculos, bien conservadas. El hecho de que aparezca enca-jado en el muro, con su interior cegado y con las arquivol-tas apeando sobre columnillas cortas, refuerza la impresión de que se hubiera tratado en origen de un arcosolio. El lado izquierdo de la portada parece embebido en el muro, pero en el derecho todavía se conserva parte de la imposta y las jambas. Aunque el motivo de las rosetas se difunde en el románico pleno, el modo como está tallado aquí, en la parte central de las dovelas muy molduradas, lleva a considerar que se hizo en época tardía, ya en el siglo xiii.

En cuanto a la torre de la iglesia, adosada al muro norte, ya hemos anticipado que su zócalo presenta sillares de las mismas características que los del ábside. Poseía como única ornamentación dos finas columnas cilíndricas adosadas a cada lado. El diseño de la moldura del zócalo se aparta de lo habitual en el románico y el bujardeado de la piedra evidencia una intervención posterior. Su segundo piso se alzó en ladrillo, a excepción de las esquinas, que se remarcaron en piedra. La estructura inicial de planta cuadrada fue respetada y se añadieron elementos de tra-dición islámica, constituidos por dos niveles de ventanas, entre las que destacan las inferiores, con arcos mixtilíneos entrecruzados y arcos trilobulados. Torres Balbás señaló que podría tratarse, por la técnica y el estilo empleados en su construcción, de la primera torre mudéjar de Aragón. Al interior del templo, el amplio espacio de planta de salón, planteado en estilo gótico y cubierto con bóveda apuntada, sufrió un grave incendio en el siglo xvii. Se

remodeló entonces al gusto de la época, con la construc-ción de una cúpula con linterna decorada con pinturas al fresco y se abrió una entrada en arco de medio punto en el muro meridional. Fue entonces cuando se reorientó litúrgicamente. Descubrimos que, de resultas de aquello, el ábside semicircular está oculto al interior por la sillería del coro, en la parte inferior, y por un espléndido órgano en la superior. Al estar cerrado al culto, resulta impactante su desnudez, su carencia de bancos o huellas de actividad litúrgica alguna. En cambio, sí alberga en sus sacristías y cuartos secundarios gran parte de los retablos y obras de arte de otras iglesias darocenses desaparecidas. Un verda-dero tesoro desconocido y oculto.

Texto y fotos: DSA - Planos: MMS

. Bibliografía

AraMendía alfranca, J. l., 2004, pp.129-132; canellas lópez, a. y san vicente, A., 1971, p. 414; garcía izuel, M. c. y Miguel ballestín, p., 2000, pp. 90-92.

Ábside

Page 26: D A R O C A DAROCA