cyborg - sueños y pesadillas de la tecnologia

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La evolución de la tecnología y la visión de la perfección del ser humano puede tener buenos o malos finales. Dale un vistazo a esta basta historia de la evolución de las tecnologías en el ser humano gracias a Igor Sádaba.

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Cyborg S uefios y pesadillas de las tecnologfas

19 EDICIONES PENINSULA

BARCELONA

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©-Igor Sadaba, 2009.

Quedan rigurosamente prohibidas, sin Ia autorizaci6n escrita de los tirularcs del· <<CQpyri!iht», b~o las sanciones establecidas

en las I eyes, Ia reproducc16n rota. o parcial de esta obra par cualquier niedio 6 procedimiento, compren,:idos Ia reprograffa

y el tratamiento informatica, y Ia distribuci6n de ejemplares de ell a mediante alqu iler o prestamo ptlblicos.

Priwem ediridn: junio, 2009.

©de esta edici6n: Grup Editorial 62, S.L.U., Ediciones Peninsula,

Peu de Ia Creu 4, o8oor-Barcelona. correu®grup62 .corn

grup62.corn

VlCTOR IGUA L · fotocomposici6n LIBERD UP LEX, S.L. · impresi6n

DEP6SITO LEGAL: B. 22.244-2009 ISBN: 978-84-8307-862-4

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iNDICE

Introducci6n . . . . . . . . . . . . . . . 9

1. Historia de una idea: los organismos ciberneticos. Acuiiando un concepto . . . . . . . . . . . . . . 2 I

2. Historia de una idea: los organismos ciberneticos. La cibernetica y los hombres como sistemas. 43

3. En el principia fue Ia ciencia fi.cci6n . . . . . . . 6 I 4- Altius, citius, Jortius: seres proteicos . . . . . . . . 8 5 5. Biomaquinas: HAL9ooo y robots que casi viven . I09 6. Sintia: ingenierfa genetica extrema y biologfa sintetica.

Engeridros de la pro beta . . . . . . . . . . . . . I3 3 7· Mas alla del ser humano. La evoluci6n participada I49 8. Haraway y sus secuelas. El cyborg como metafora. I 7 I 9· Voces de alerta, pesadillas imaginadas y tecnofobia I89

I o. U topfas tecnol6gicas: los hopeful monsters. . . . . . 207

Conclusiones: sobre sociedad y tecnologfa. El cyborg como sfntoma.

Bibliograffa . . . . . . . . . . . .

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INTRODUCCION

Hemos transformado nuestro entorno tan radical­mente que ahora nos tenemos que transfonnar a nosotros mismos.

NORBERT WIENER

Sentada eternamente frente a la pantalla de un ordenador, Ma­rfa del Socorro Pinheiro es una mnjer brasilefia de cuarenta y

tres afios que diariamente navega y surfea por los laberintos de Internet y que dedica gran parte de su tiempo a leer y enviar e-mails. En esc sentido se podria considerar que pasa las horas casi como cualquier otra persona, atornillada al ocio electr6nico de las pantallas que conforman nuestras vidas. Hay una leve pero intensa diferencia, si se nos permite la contradicci6n. Socc~To no tiene brazos y entra al mundo de la informatica gracias al «ra­ton ocular>>, un software desarrollado en Brasil. Es una discapa­citada que, ayudada por w1 sistema electromecanico, se incorpo­ra al consumo tecnol6gico como el resto de los mortales. Este mouse visual ad hoc (que cuesta poco mas de roo d6lares) esta pensado para los cuatro millones de tetraplejicos que viven en Brasil y cuyas posibilidades de conexi6n ala red (el gran mantra de nuestro tiempo) pasan por estas ayudas tecnol6gicas. Todos los enferf!1ns Je distrofia o de enfermedades degenerativas, mu­tilados en accidentes labor::des o paraplejicos debido a ,iniestros ric trafico, al igual que victimas de alglin ataque cardiovascular grave, dependen de este tipo de asistencias para normalizarse corporal y socialmente. Cada vez que se ha presentado el inven­to en publico ha sido para mostrar a los cuatro vientos lzs capa­cidades infinitas e insondables de la ciencia y de Ia tecnologia.'

r. Etimologicameme, «tecnologia>> proviene del termino griego tekh-

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INTRODUCCI6N

Despues de que alguien coloque una serie de cables de colores vistosos alrededor de los ojos de Marfa del Socorro, elb escribe laborios_amente y con mucha paciencia. -~sa especie de electro­cardiograma de sus sentimientos y emociori_es lee ~u pensamien­to, para luego ir tecleando con parsimonia, letra a letra, con el fin de formar cada palabra, palabra a palabra, para acabar creando frases, etc. Los electrodos que tocan ciertos pw1tos cerebrales de Socorro captan algunas de las sefiales electricas qne emiten los musculos que rodean sus ojos y que se mueven a velocidad de vertigo. C C)n ella, desplazan cl cwsor por un teclado virtual don­de la nueva literata va scleccionando los caracteres uno a uno. La selecci6n es aun mas llamativa: un pestafieo equivale al clic de lill raton manual y supone como una pequei'ia puerta que permite a! usuario comunicarse con el resto delmtmdo a a·aves de Internet o simplemente escribir un texto. Un abrir y cerrar de ojos es Ia seiial para posarse sabre una letra, un numero o w1 sfmbolo, las jJfimeras piezas de un largo puzzle que habra que ir completan­do con entereza y aguante.

A traves de esa permanente interacci6n ojo-pantalla lo im­pensable se haec posible. Y no es puro software, sino todo un

ne, que viene a significar 'arte', 'tecnica' y engloba el conjunto de procedi­mientos y medios creados por el hombre para ucilizar recursos y fuerzas na­turales en su propio provecho. En este libro utilizamos de una manera mas o menos similar e indiscinta «tecnologia» y «tecnica», aunque no son pro­piamente idencicas. Las diferencias pueden ser variadas. Hay quien consi­dera que la tecnologia es el estudio racional de las tecnicas. Otros sitU.an las tecnicas c;-; el momento anterior ala constituci6n de una ciencia, mientras que las tecnologias suponen ya una ciencia en marcha, y abren el camino a nuevos desarrollos . Por ejemplo: «A diferencia de las tecnicas, la tecnologia es un sistema de instituciones que no ha exiscido siempre, es un producto de Ia sociedad contemponinea constiruiuo con las materiales de otras institu­ciones cercan:b ,, (Broncano, zooo, p. 83). Una tercera distinci6n afirmaria que tecnologfa es tecnica racionaL es decir, conocimiento por causas )' razo­ncs. La tccnologfa, por tanto, serfa conocimiento tecnico basado en razones ci"cntfficas.

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INTRODUCCI6N

sistema destinado a mejorar h1 salud (Ia vida de las personas) y cuyo coste de cerca de 6 millones de reales (unos 2,5 millones de . euros) fue financiado por val"ias empresas del distrito de Manaos. La misma fuhdaci6n est<! trabajando en Ia actua lidad sabre o"tros proyectos similares, entre los que destaca el de un telefono m6vil para sordomudos. Socorro ha sido completada o mejorada tecnicamente para suplir su discapacidad, adosan­do a su cuerpo artefactos que Ia auxilian y normalizan. Resul­ta complejo decir d6nde empieza Socorro y d6nde terminan sus dispositivos integrados, formadores de un todo que penni­te leer, navegar y escribir de una manera coordinada.

El caso de Socorro, como el de otros tantos, es atractivo y desconcertante, aunque la mayor parte de las veces uno se tapa leyendo con Ia documentada tragedia del actor Christo­pher Reeve, quien clio vida al Superman de las pelfculas de nuestra infancia. Reeve era el Clark Kent con poderes de su­pe1·heroe, refractario a la kriptonita, de los afios ochenta. En 1995, el actor se cay6 por accidente del caballo que montaba con tan mala suerte que qued6 tetraplejico. En vez de hundir­se en su tristc destino y abandonarse en un~ oxidada silla de ruedas para el resto de su inm6vil vida, Reeve se convirti6 en el tenaz portavoz y reputado ilder de nna campafia en apoyo de una tecnificaci6n creciente que faci!itase la vida de enfer­mos con ciertas discapacidades (paraplf!jicos, con daiios en la columna o la medula, etc.). Encabez6 una serie de propuestas novedosas de investigaci6n medica, apareci6 en la rev1sta Time y habl6 enla Convenci6n N acicr.:!l Republicana de I 996 a favor de experimentar medicamente con la tecnologia. Desgraciada­mente el famoso actor, que fue presidente de la American Pa­ralysis Association, no lleg6 a beneficiarse de ninglin importante avance biomedico o tecno16gico surgido de los experimentos que ei m.is1no patrocin6. Muri6 en 2004. A1 aiio siguiente, en su fundaci6n consiguieron reparar lesiones medulares de ratones usando celulas madre provenientes del tejido nervioso de seres humanos.

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INTRODUCCION

Hace poco lefamos en los rotativos internacionales que los dem6grafos esran preocupados par el ritmo de crecimien­tn de Ia poblaci6n mundial, que, en unos treinta y cinco afios y salvo acontecimientos inesperados, puede alc<i.i.lzados 9·000

mill ones, una sima cion de 'saturaci6n plane'taria sin preceden­tes. A pes:u de sonar a soma o inocentada, una de las ::! lterna­tivas que se baraja es Ia colonizaci6n de Marte. El proyecto I-SWARM ha propuesto que las primeras «criaturas» que ha­biten Marte, como avanzadilla antes de Ia migraci6n humana, sean un enjambre de robots de pequefio tamafio. En dicho pro­yecto, dotado con fondos comunitarios par valor de 4>4 millo­nes de euros, se planea fabricar una familia de robots aptos para realizar tareas de exploraci6n sabre el terreno marciano. Son equipos de pequefias maquinas, capaces de colaborar entre sf, que, una vez encuentren agua, podran comenzar a edificar es­tructuras, a modo de habitaculos, para la visita futura de cien­tfficos humanos. Estos microrrobots, que ahara pertenecen a Ia escala centimetrica y se preven del tamafio de una hormiga, tendrfan un gr~1do de autonomfa muy alto. Se trata de artefac­tos soberanos capaces de efectuar en comun labores que pue­den realizar los insectos de verdad, de carney caparaz6n, como construir nidos, explorar y buscar alimentos para sobrevivir . La vida terrestre sabre Ia superficie marciana dependerfa total­mente de la existencia de estos nanobots. Las criaturas creadas porI -SWAR.i\!I deslumbran a la entomologfa clasica, ya que tie­nen Ia capacidad de comunicarse entre ellos a traves de infra­rrujos y de percibir con bastante detalle y realismo el entomo que les rodea, tal y como lo hacen los invertebrados «autenti­cos». De esta manera, todo el enjambre rob6tico esta informa­do y se forma una suerte de percepci6n colectiva al mas puro es­tilo de muchos invertebrados hasta ahara existentes.

Una ultima historiet"' nos ayudara a entrar en este libra. Si bien la oveja Dolly tuvo su momenta de gloria y fue, hace ya varios afios (z 3 de febrero de 1997), el avance mas llamativo de Ia nueva geneti c·:', este ha sido superado por numerosos casas

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INTRC;)UCCION

espectaculares. lam bien en su momenta (el 2 5 de julio de 1978), Ia pdctica de Ia primera fertilizaci6n in vitro en Ia espe­cie humana con el nacimiento de Louise Brown result6 un so­nora triunfo cientffico. Pero si hoy en dfa leemos noticias co~·10 ~< Un pollo canta como una codo~niz· tr~s un iQ1plante cerebral», en alusi6n a un experimento en el que un cicntffico estadounidense logr6 injertar dos partes del cerebra de un ave a otra ave y variar su comportamiento, nos quedamos estupe­factos. En el Instituto de Neurobiologfa de La Jolla, en Cali­fornia, Evan Balaban, el cientffico encargado del proyecto, qucriendo demostrar que los pollos no aprenden su canto ex­clusivamente a traves de Ia herencia educativa de sus padres sino por unas sefiales innatas procedentes del cerebro, ha ju­gueteado, mediante tecnicas extraii.as, para componer dos aves obteniendo resultados que nos dan escalofrios.

Ante todas estas descripciones, quedamos aturdidos par la extrafieza que nos generan los ejemplos relatados. Ademas, en proporciones variables segun el caso, no queda del todo clara rl6nde empieza el humano/animal y d6nde termina la maqui­na, o d6nde finaliza lo natural y comienza lo artificial, o, una vez mas, que cae dellado organico y que dellado inorganico. Tal y como se dice en una novela de ciencia fi.cci6n (China lt.1ountain Zhang, de Maureen l'.1cHugh, r 992 ): «En breve, sed imposible decir d6nde termina lo humano y d6nde em­piezan las maquinas» (citado en Gray, zoo2, p. 12). Son solo unos pocos signos de una tendencia que se percibe y se palpa. Vacunaciones e inmunizaciones, interfaces, pr6tesis, vidas co­nectadas a aparatos (incluidos autom6viles y ordenadores), ci­rugfas esteticas extremas, alteraciones corporales mediante adi­tamei:..tos artificiales, bio~ :::::::lologfas complejas, ultimos gritos en ingenierfa genetica, informatica humanoide, inteligencia ar­tificial biol6gica , etc. Todos ellos apuntan a cierta simbiosis de lo hurnano conla maquina, pero ta,ubien a una situaci6n de confusion, barullo y desconcierto. Nuestras categorfas de pen­samiento (heredadas y sedimentadas durante siglos) compo-

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INTRODUCCI6N

nen un mapa que ya no orienta como debiera, que no nos gufa o no nos emplaza ;ldecuadamente ante estos escenarios.

Durante Ia larga historia ·de la cultura occidental, hemos separado el ambito de la materia.animada del mundo de lama­teria irianimada. Hemos perseverado en ia costumbre de·divi­dir nuestro universo en dos zonas claramente distintas: Ia de los seres vivos (hechos de materia organica) y la de los objetos «muertos». Sin embargo, este libra plantea que ese equilibria entre la parte viviente y la parte inerte del mundo se esta rom­piendo, que Heva tiempo resquebrajandose y que su funda­mento va perdiendo solidez. La vida escapa de manos de los bi6logos para pasar a las de los ingenieros. Hasta fechas recien­tes, cuando queriamos saber algo de dichos seres vivos teniamos que recurrir ala parte cientifica de nuestra enciclopedia. Ahara comienza a existir una parte no explicada, que no figura en los Iibras de anatomia y zoologia, y que, tras un esfuerzo vigoroso de la tecnica mod erna, se redibuja y reinventa de manera sor­prendente.

Desde tiempos inmemoriales la relaci6n del ser humano con la tecnologia ha sido intensa y decisiva en su superviven­cia y en la organizaci6n de la vida colectiva. La huella filoge­netica dejada en el cazador neolftico y sus utensilios de guerra, cocina o pintura parece haber perdurado durante la larga e•.ro­luci6n del Homo sopi~ns sapiens, entretenido ahara con otr-os artefactos y cachivaches del presente (un Homo habilis hiperde­sarrollado). Y tambien desde esos confines remotos hasta la actualidad, el vinculo con la tecnica ha sido una coust_ante his­tnrica y antropologica. El ciudadano posindustrial Gc nuestros dias no recurre esporadicamente a lanzas de piedra y aperos de labranza; aunque sus relaciones sociales estan mediadas por otras tecnologias en un grado mncho mas alto y frecuente de lo que cree. No hace falta ser etologo, paleontologo o antro­pologo para comprender hasta que punta el comportamiento humano (social) es un comportamiento condicionado por las invenciones tecnicas que le circundan y acompafian. Invencio-

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INTRODUCCI6N

nes y creaciones que han dejado de ser dec01·ado para conver­tirse en protagonistas.

A pesar del reconocimiento de la ubicuiclad de tales objetos y de las nuevas matrices 'culturales o economicas que generan, segnimos sintienclolos externos, los describimos comp ajenos y circunstanciales, los valoramos como recursos secunclarios y accidentales. Las nuevas tecnologias son vistas como comple­jas, pero utilisimas, aplicaciones que nos facilitan la vida diaria, solo eso. La opinion publica ha asumido el rol de la tecnologia como suministro de bienestar y fuente de ocio, eficacia, utili­dad, rentabilidad, productividad o r<lpidez.Juzgamos la tecnica dentro de aquel mito del progreso racional e inclefinido que se fraguo en la Ilustraci6n. Nos guiamos aun por los mapas mo­dernos que vislumbran una cultura cientffica y tecnologica que sirva para allanarnos los caminos a partir de la multiplicacion de objetos. No obstante, el Homo h~fonnatims (Gubern, zooo, p. 8) u Homo digitalis (Terceiro, 1996) parecen haber alterado m<1s de lo evidente sus pautas emocionales, ffsicas o .conductua­les, debido al innumerable elenco de aparatos que forman su

. entorno diario. No somos meros primates con objetos o mo­nos desnudos tecleando sin cesar; la morfologia individual y so­cial esta siendo esculpida completamente por la interaccion con Ia cultura material. Si algo se puede aprender simplemente echando lma ojeada a nuestro ecosistema social es que la difu­sion de elementos muertos es condici6n de posibilidad y efecto simetrico de la organizacion de los elementos vivos.

Somos todavia herederos de la vision cartesiana del mun­do, la que disecciona quirlirgicame;:te el cuerpo del alma, di­sociandobs y distanciandolos. Descartes (1596-r65o) sentolas bases para una representacion separada del cuerpo ffsico y del alma humana como entes interpretables distintivamente. Sin embargo, todas las indicaciones actuales apuntan con su dedo a una revision del cartesianismo mas rampl6n, intentando ha­cer justicia a la realidad empfrica que se abre ::nte Ia hibrida­cion constante del cuerpo con su entorno cultural v t ecnol6 gi-

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INTRODUCC!6N

co. No queda clara que tengamos un cuerpo material, fijo, re­mora pesada, y un alma eterna e inmutable que aletea libre­mente par los mas insospechados parajes espirituales·. Lasca­sas no parecen tampoco tan simples.

En las paginas que siguen se iritroduce una idea algo mas compleja, que tiene que ver con nuestro «futuro actual». El catalogo de ejemplos que hemos reunido nos impele a indagar y a escudrifi.ar el boom tecnol6gico que nos absorbe y atrapa des­de otros angulos. Se trata de inspeccionar que ocurre no cuando las tecnologfas se introducen en nuestras vidas, sino cuando se implantan en nuestros cuerpos. Tenemos que hacer fr·ente con valentfa al hecho de que cada vez es mas difiCil distinguir nues­tra parte natural de nuestros anexos artificiales. No estamos hacienda recuento del consumo tecnol6gico (entretenimien­to, transporte, informatica, decoracion o bisuterfa), sino de Ia produccion normalizada de cuerpos tecnicamente modifica­dos (o creados). Unos tecnocuerpos que han pasado de ser la excepci6n a ser la norma. Cada nuevo avance esta siendo en­caminado a dilat~r nuestras facultades y a trascender nuestras limitaciones fisicas o psicologicas. Esa capacidad para incor­porar extensiones de nuestro propio cuerpo disloca los marcos tradicionales de interpretacion del uso que hadamos del mun­do tecnico y de los objetos que nos circundan. Es cierto que hemos sido constantemente construidos y reconstruidos a partir de nuestras propias invenciones a lo largo de la historia (remota y reciente), pero ahara el asedio ha concluido. La tee- . nica se ha incorporado al cuerpo de manera indistinguible. Podemos considerar que la cultura material, producto de las invenciones humanas, es un autentico caballo de Troya (cuya bondad o maldad estan por determinar) llV Jesalojable. Es un inquilino que se ha tomado todas las confianzas, quedandose a vivir dentro de nosotros.

No se ha llegado a esta situacion de un modo inmediato o directo. Han tenido que confluir varios caminos y entrecruzar­~~ ideas y acontecimientos. De un lado, el desarrollo military

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INTRODUCCI6N

rob6tico, una imparable carrera de innovaciones belicas o aero­espaciales, y de robotizaci6n delmundo (clonaci6n tecnica del humano). Descle aproximadamente Ia revolucion industrial (y mucho -~mtes), el desfile . de innovaciones y tecnologias no ha conduido ni por un momenta, alcanz;111clo un ·ritm·o de vetda­dero vertigo. El siglo anterior ha supuesto Ia consoiidaci6n e, induso, aceleraci6n de esa tendencia. De otro Lldo, las mitolo­gfas y las fantasias de la ciencia ficci 6n , una suerte de incons­ciente colectivo. La produccion imaginaria de ciertos generos ha sido el mejor campo de experimentaci6n virtual posible. Y, final mente, la cristalizacion de nuevas disciplinas teoricas o te6-rico-practicas (como Ia cibernetica), que ha otorgado ala situa­cion su legitimacion intelectual y le ha dado tm empujon adi­cional. Las aportaciones ciLcrneticas de hace unas decadas se han tomado Ia molestia de pensar las condiciones de igualacion y comprensi6n hom6loga entre los diversos <1 mbitos a empa­rentar. Pero tambien hay que afi.adir los pasos de gigante dados por Ia geHetica industrial o las biotecnologias, o por la medici­na quinirgica y protesica. La complementaci6n de todos t:>stos factores ha generado un humus propicio para pensar Ia h;lJri­daci6n hombre-miquina. Un sumatorio de agentes que, a su vez, han te11ido su historia y sus encuentros o desencuentros. Intentaremos proyectar una mirada L ~i"l':ergentt:> ~ su con junto para dibujar una adecuada genealogia del rnOl"ii.Cnto actuaL

Todos estos factores nos han abocado, durante ellargo si­glo xx, ala hegemonfa de la gran ciencia (Big Science) aplicada, la tecnociencia, una practica cientffica orientada hacia la apli­caci6n industrial y sociaL Un tipo de macroinvestigaci6n, guia­da por los rafles de la gran empresa, gestionada por la figura del ingeniero y con Ia expectativa de poder ser aplicada mediante tecnologfas utiles. Esa simbiosis entre saber cientffico, cultura material y tecnica, y perspectiva ingenieril cristaliza en un for­dismo triunfa;~te y, tras la Segunda Guerra Mundial, en uno de los grandes estandartes del mundo occidental: un paradig­ma de ciencia industrial que tiene, como gran epftowe; el in-

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INTRODUCCION

forme de Vannebar Bush al presidente Roosevelt: Science, The

endlessfrontier del ai1o I 945 (Echenrrfa, zoo.8, p. wr). En estc texto se rcconocfa finalmente Ia centralidad de Ia teci10ciencia en las relaciones i11teni.acionales yen la configuraci6n del or­den capitalista planetaria que tom~l"ba cuerpo en aquellos n{o­mentos. Las cuestiones cientfficas ya no son monopolio de los sabios locos y despeinados, sino materia de reflexi6n y deci­sion polftica.

En tal enredo de rnezclas, c6cteles, composiciones e hibri­dacioHes, las tecnofilias y las tecnofobias se entrecruzan al modo de la doble helice del ADN. Unas, como rechazo sistematico a todo elemento tecnol6gico, compai'iero del capitalismo global; la desconfianza generalizada ante otra pesadilla maquinica que ate al humano a su 16gica perversa. Otras, como suculentas re­compensas a una promesa redentora. Estas novedades se pos­tulan para solucionar milagrosamente problematicas asfixian­tes. Ambas perspectivas (a favor o en contra) reproducen la ambivalencia que genera la tecnologfa en la conciencia del mundo rnoderno, un amasijo de imagenes, representaciones y discun;ns que combinan sospechas e ilusiones sin fin. El cy­borg, nuestra materia de estudio, nova a ser menos y com por­ta dosis intensas de ambigua fascinaci6n, de odios recalcitran­tes y de ansias ut6picas.

Es preciso un aviso a navegantes: este libro no se dedica a valorar las consideraciones morales sobre la tecnologia (no, al menos, consciente o directamente). Las connotaciones eticas de lo que vamos a describir son infinit::s, pero no es nuestra ta­rea evaluarlas pormenorizadamente. Ni mucho menos pre­sentaremos una verdad acab<tda y consumible, o unmanual de instrucciones ante las antinomias que se suscitan. No vamos a someter a un juicio sumarisimo la aportaci6n social o politica del sistema cientffico o tecnol6gico; eso lo dejamos para el/la lector/a, muy capaz y dotado/a para pensar libremente. De ahi que adoptemos un enfoque sociol6gico, tratando de percibir y rescatar la percepci6n colectiva del papel social de Ia tecnolo-

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INTRODUCCTnN

gia. Nose encontrar;1 en estas p;1ginas un;1 defensa a ultranza delmodelo econ6mico-tecnol6gico dominante. No somos tan .ingenuos como para abrazar un capitalismo hipertecnol6gico sin criticarlo o desenmascararlo. 'Iunpoco elaboraremos una · refutaci6n ideol6gica comFileta delmismo, abogando por un rechazo frontal a todo demento artificia 1. Por desgracia, mu­chos publicos demandan textos que secunden una u otra op­ci6n de manera notoria y definitiva. Mas bien se pretende aquf comprender, desde un punta de vista sociol6gico, como se piensan a sf mismas las sociedades contemporaneas cuando lo tecnico --s parte constitutiva de este universo social. Lo intere­sante es retlcxionar colectivamente sobre como podemos actuar cuando los frutos de nuestros modelos de ciencia y tecnologfa retornan a nosotros, modifiG1ndonos, reconstruyendonos, rein­

vent<1ndonos. Por otro lado, un libra como este tiene que responder con

premura a la cuesti6n de como justificar h1 necesidad de pen­sar tematicas tan esotericJs a primera vista cuando las mact·ote­matic::ts polfticas (capitalismo, globalizaci6n, pobreza, violencia, genera, inmigraci6n, etc.) resultm a todas luces prioritarias y superiores. Muchos ven los entresijos de la tecnociencia como «ciencias del tercer milenio», vicio intelectual o rompecabe­zas para frikis aburridos que no aciertan a entretenerse de otra manera. Un pasatiempo del primer mundo occidental que, ante el tedio dominante, opta por buscar los temas mas an6-malos. Si las preocupaciones sociales de primera lfnea se en­marcan en cuestiones de mucho mas calado, ~que pobre excusa podemos dar desde estas paginas para enfrentar, cara a cara, unas aparentemente subsidiarias y reconditas reflexiuues sobre los proccsos de hibridaci6n pntre lo organico y lo tecnico? Aclaramos allector que todo ello se vera a lo largo de los capf­tulos que siguen, pero que nuestra mas elemental hip6tesis de partida c::; que la tecnologfa constituye un campo mucho mas politico de lo que pareciera a primera vista . No es exclusiva­mente materia de sesudas clisquisiciones epistemol6gicas o de

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INTRODUCC!ON

expertos ingenieros en rob6tica de ultima generaci6n. Por el contrario, constituye un fen6merro que toea de lleno nuestras vidas cotidianas, nuestros modos de organizarnos socialmente y nuestras perspectivas (utopicas o no) de construir un mundo siempre rn"as justa. La agenda de las tecnociencias esta repleta -de refercncias a los desenfrenos autoritarios o a las alternativas liberadoras. Los grandes sistemas integrados de ciencia-tecni­ca-empresa son agentes polfticos en toda regia y las polemicas que les afectan se han convertido en cuestiones vi tales. El ca­pitalismo global es tambien un capitalismo cimentado en la ciencia y apoyado en la tecnologia, y los entornos polfticos de­pen den, en gran medida, del tipo de respuesta que se de al in­terrogante de como gestionar el canon oficial del saber (cien­cia) y el tipo de creaciones e invenciones de Ia cultura material f!Ue se asocian a ella (tecnologia). La dominaci6n, el poder, Ia autoridad o Ia violencia estructural se inscriben, en muchos casas, en los rcgistros tecnocientificos que definen nuestra realidad .

. -\1 igual que Ia economia (neoclasica) asent6 su dominio sabre Ia idea de Ia naturalidad de las leyes economicas y del mercado, los gigantes tecnoeconomicos furldamentan la suya en una supuesta neutralidad e inevitabilidad de Ia ciencia y Ia tecnologia. Pero Ia tecnociencia es politica por otros medias, y si sus objetos son (o deberian ser) bienes publicos o bienes comunes, orientados al bienestar colectivo, la cuesti6n se hace aun mas relevante, si cabe. Las sociedades actuales no son iner­mes a las investigaciones de las ciencias aplicadas, act:Uan y padecen sus ensayos y experimentaciones. Nuestras vidas no deberian convertirse en pasivas recepciones de lo que a un in­geniero con batao a nn experto tecnico se les pueda antojar. Si su poder para cambiar Ia sociedad es tan fuerte, no debemos excusar Ia invitaci6n a reflexionar y a decidir colectivamente. Basta ahara, la tecnociencia se ha dedic«do a transformar el mundo; ahara hay que interpretarla.

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HISTORIA DE UNA IDEA: LOS ORGANISMOS CIBERNETICOS; ACuNANDO UN c;o"NCEPTO_

La imaginaci6n es rnas importante que el conoci­miento. El conocimiento es limitado, mientras que Ia imaginaci6n no.

ALBERT EINSTEIN

Si Ia gente no hiciera cosas esn1pidas, nunca se po­dria haber hecho nada inteligente.

LUDWIG WITTGENSTEIN

M:!!:.rred C lynes (I925) naci6 en Viena en el seno de una fa­milia altamente creativa. Su abuelo materna habi£1 inventado Ia soda en sifon. Su padre, ingeniero naval, diseii6 los barcos de ruedas giratorias que navegaron por el Danubio a princi­pios del siglo xx y, en I 9 I 3, esbozo y desarrollo el primer sub­marino para usos no militares. Incluso su madre, cantante amateur, habida cuenta de las pocas mujeres escritoras de Ia epoca, componia obras de teatro y poesia, y llego a dedicarse esporadicamente a Ia ffsica. La trayectoria del joven Clynes, en cambia, es mas erratica de lo que pudiera pensarse a pri­mera vista. Estudio musica en ;;u juventud, se hizo amigo in­tima del compositor Pau Casals y se convirtio en un renom­brado pianista y concertista internacional. En I 930 Ia familia se mud6 a Budapest hasta I938. Sin embargo, su carrera no termino ahi. Aprendio, asimismo, musica y neurologia en Ia Universidad de Melbourne (Australia), yen esta ultima disci­plina se revelo como un gran investigador, descubriendo Ia ley biologica de la ratio de sensibilidad unidireccional o 1"ein

control. Posteriormente, Clynes se apcmtola invencion del or-

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CYBORG

dcnador C:A1: que media las respuest<lS cerebLlles a ciertos

cstfmulos sensoriales (~· que, en su momenta, cost6 ro.ooo dolares), lo que coi11plet6 con el desarrollo clel.sen.t6grafo, un

extraiio medidor de acciones expresivas deliberadas de I·o.s ·de­dos. ' Pas6 un tiempo im·estigando en C1liforni~1· ( r.949) y via­

j:mdo por diversos pafses para tocar el piano, y lleg6 a cono­

cer personalmente a Albert Einstein en 1953· Fue profesor en Princeton de Psicologfa de Ia Miisica. Un cerebra irnparable e incansable que no dejaba de sorprender.'

Podrfamos seguir aiiadiendo artefactos o descubrirnientos asociadas a Clynes durante varias paginas mas (especialrnente relacionados con Ia psicologfa y Ia rnusica), pero lo que mas

nos interesa es que Clynes se mud6 a Estados Unidos en los

afios ci ncuenta y que des de I 9 55 pas6 a formar parte del Hos­pital Rockland State en Nueva York, quedando a cargo del

Dynamic SymuL1tion Laboratory. Hacia Ia decada de r96o,

Manfred era un joven medico que estudiaba Ia psicologia de los astronautas para la NASA, un campo novedoso y en ex­

pansion que le gustaba sobrerrianera. Se habfa convertido en

un disei'iador de instrumentaci6n psicol6gica y de sistemas electr6nicos de procesamiento de datos para dicho organismo. Nada mas y nada menos.

Hasta esa fecha, Clynes no habfa cambia do Ia historia, linica­rnente habfa ideado numerosas primicias que brotaban sin cesar

de su acelerado intelecto: un estudio sobre arritmias cardiacas

r. «EI ingeniosc i~strumento mostraba que las diferencias en Ia vibra­ci6n, Ia presion y Ia duraci6n de Ia digitaci6n del ejecutante sobre las teclas del piano constituyen los parametros cuantitativos de su factor expresivo y son, en su conjunto, los que transmiten la expresi6n de Ia obra» (.8;az y Flores, 2001, p. 27). Puede consultarse tambien: M. C!ynes (1990), «Some guid.cli:1es for the '·''1thesi; and testing of pulse microstructure i;1 relation to musical meaning», Music Perception, vol. 7, n°4, pp. 403 --tz2.

z. Para indagar mas sobre su vida es imprescindible Ia entrevista que Chris I fabl es Gray hizo a 1\Ianfred Clynes y que aparece en Tbe Cybmg I falldllrHJ!.:, pp . ..;.; .'>3·

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HISTORIA DE UNA IDEA: LOS ORGANISMOS CIBEHNET!CCS f ... j

controladas, que apareci6 en Science y por el que recibi6 el prc­

mio Baker (Baker Award), por ejemplu. E n 1960, si n embargo,

publico un articulo coi1 el neur61ogo Nathan Kline 1 («Cyborgs

and Space»,4 vease Gr;y et al., I995, p: s), al que conoci6 en

195 5, qu~ sacudi6 cl panorama intelectual delmomento y de los pr6ximos aiios. E n el se referfan a las vent<ljas de los sistemas mi­

tad maquinas, mitc1d humanos, para realizar exploraciones por el

espacio y desarrollaban por primera vez una reflexi6n optimista

y realista sobre la posibilidad de construir tal tipo de mezclas. El

comienzo de su texto era de lo mas evidente y directo:

Los viajes al espacio suponen un desaffo a Ia humanidad no solo tec­nologica sino espiritualmente, en tanto en cuanto invitan <11 hombre a tomar parte activa en su propia evoluci6n l; i:::>logica. Los avances cientificos del futuro podran ser utilizados para permitir Ia existencia humana en entornos que difieren radicalmente de aquellos produci­dos porIa naturaleza, tal como los conocemos [ ... ]. En el pasado Ia evoluci6n operaba alterando las funciones corporales para adaptarse a diferentes entornos. Desde ahora, sera posible conseguirlo basta cierto punto sin altemr la herencia mediante modificaciones bioqui­micas, psicologicas y electr6nicas ajustadas al modus vivendi humano actual (Clynes y Kline, r96o, p. 29, traducci6n y cursivas mias).

Para desplegar con fuerza toda la potencia de su ueclaraci6 ,,

programatica, nuestrn<; autores acuiiaron un termino, cybnrg, que resultaba de la contracci6n de «cybernetic» (cibernetico)

y «organism» ( organismo ):

,. Nathan S. Kline habia sido director de investigaci6n r1PI Rockland State desde 1952 y era profesor asistente de psiquiatria clinica en el Colum­bia Univer<ity College de Fisicos y Cirujanos desde 1957. Autor de mas de cien articulos cientificos, posee una enorme lista de premios y meritos. Su li­nea de investigacion principal en aqud lllomento era Ia psicofarmacologia.

4· Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline, «Cyborgs and Space», en As­

tronautics, septiembre de r 96o, pp. 2.6-2 7 y 74-7 5. Ha sido reproducido en Ia mejor recopilaci6n sobre estos temas: C. H. Gray et rd. , eds., The Cvbo1g Handbook, Nueva York, Routledge, r995, pp. 29-33·

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Para el complejo organizativo, completado ex6genamente, que fun­cione inconscientemente como un sisteni.a homeost<itico integrado, proponemos el tcrmino «Cybo rg>>. El cyborg in corpora deliberada­mente componentes ex6genos e"xtendiendo Ia funci6n .de control autorreguladora del org·anismo para -adaptarlo a los nu evas entornos (Ciynes y Kline, 1960, p. 30).

Es decir, traduciendo esa oscura ·y barroca sentencia ingenie­ril: se trata de una simbiosis entre el hombre y un conjunto de elementos exteriores tal que el todo completo resultante fun­cione equilib~·adamente, como si fuera un solo organismo. Fue Ia primera vez que se utiliz6 un neologismo que se con­vertiria en un autentico fen6meno de masas y que trastocaria Ia atmosfera intelectual que se abria por aquellos afios. La co­operaci6n deliberada y constante entre un organismo vivo y mecanismos tecnicos, de manera que el producto tlnal viva arm6nicamente, era nn planteamiento a tener en cuenta. Este libro pretencle estirar las reflexiones que pueden surgir dedi­cha idea .

Siguiendu con el articulo de Clynes y Kline y con su idea de fundir a los astronautas con sus naves espaciales, el cyborg se definfa entonces como alga que incorporaba controles ho­rnPn~taticos artificiales y aut6nomos sobre los procesos orga­;-;icos desde el interior de los organismos:

La tarea de adaptar el cuerpo humano a cualquier entorno que pue­da elegir sera mas facil si aumenta el conocimientn del funciona­miento homeostatico, los aspectos ciberneticos del mismo que estan comenzando a ser entendidos e investigados (Clynes y Kline, 1960, . -­p. 29).

La idea inicial de Clynes y Kline era lanzar sabre el tapete un prnyecto c-ientffico que adecuara artificialmente a los seres hu­manos para la vida en nuevas contextos y parajes (se pensaba en las condiciones extremas que se suponfa tendrian que so­porur los astronautas en viajes interestelares yen donde tem-

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HISTORIA DE iJNA IDEA: LOS ORGANIS~!OS C!BERNETICOS [ . .• )

peraturas o presiones se salian de las escalas habituales). Se trataba de un «humano mejon1do>> (eubnnced human), capaz de sobrevivir en ambientes extraterrestres ante l~s adversidades que pudieran existir «ahi fuera». La. NASA estaba en pleru

· ebullici6n. y los viajes extraterrestres comenzaban a prohlema­tizar Ia supervivencia humana al proyectar Ia posibiiidad de vida fuera de los tibias, apacibles y oxigenados ecosistemas co­nocidos. El concepto que aportaban era el resultado de pensar sabre la necesidad de una relacion de mayor intimidad entre lo humano y la maquina, en tanto la exploraci6n espacial empe­zaba a despuntar ..:xigiendo meclidas lddicales y originales. Mas aun, muchos podrian barruntar a bote pronto que Ia pro­puesta suponia, en primera instancia, una subordinaci6n hu­mana a los cachivaches exteriores (par.1sitismo). Pero, lejos de pensar en el hombre como mero vasallo del sistema tecnol6gi­co, nuestros autores abogaban por romper con Ia esclavitud frente ala maquina e idear una relaci6n mucho mas horizon­tal, dotando al ser humano de una mayor libertad mediante su integraci6n sin~t·gica con la tecnica disponible (simbiosis efec­tiva). De hecho, mas que colocar un nuevo yugo, Clynes siem­pre ha insistido en que Ia motivaci6n inicial era la contraria: liberar, liberar al hombre de las restricciones del entorno (Clynes, 1995, p. 47). Por tanto, la meta principal era liberar al hombre, liberarlo de Ia tecnica clasica y de los lfmites fisio­l6gicos que la naturaleza, la tierra y el cuerpo le imponen. Una

libertad espacial y otra libertad corporal:

Si el hombre en el espacio, aparte de pilotar su vehiculo, debe estar continuamente cumprobando cosas y realizando aju::.cc; simplei>>en­te para mantenerse vivn , se convertira en un esclavo de Ia maquina. El prop6sito del Cyborg, e igualmente de sus sistemas homeostati­cos, es constituirse en un sistema organizativo en el cual dichos pro­blemas rob6ticos son tenidos en cuenta automatica e incnnsciente­mente, dejamlo al hombre libre para explorar, para crear, para pensar y para sentir (Ciynes y Kline, r96o, p. 30).

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CYBORG

La idea de «homeostasis» la tomaron del psicologo Walter

Cannon (1932), que posteriormente serfa desarrollada en la cibernetica (vease el cap. 2) por Wiener (i948) y se aplicaba a los mecanismos autorreguladores que se controlan con un . « feedback negativo» (no requieren la solicitud desde el «orga­nismo madre»). El toncepto, creado a su vez por el biologo y medico frances Claude Bernard (1810-1873), se refiere a una caracterfstica de ciertos sistemas (especialmente los vivos, pero no solo) para regular su ambiente intern a, manteniendo una cierta condicion de estabilidad. Por ot:ra parte, hay quien distingue entre homeostasis biologica, psicol6gica y ciberneti­ca. La homeostasis cibernetica, que era en la que pensaban

Clynes y Kline, es un rasgo de los sistemas autorregulados (tambien denominados «sistemas ciberneticos») que radica en la capacidad para conservar determinadas variables internas en un equilibria dinamico, estado estacionario o dentro de ciertos lfmites tolerables, ala vez que pueden cambiar algunos parametros de su estructura interna (vease, para mas detalles, Bateson, 1993, pp. 140-178). Es decir, la concepcion origina­ria del cyborg pensaba en la integracion de lo humano con los utensilios exteriores de una manera corripensada, sosegada y nivelada, de tal forma que se pudiera asegurar una convivencia pacifica, igualada y beneficiosa en ultima instancia.

Clynes y Kline sabian que est:!ban proponiendo algo que se derivaba naturalmente de las expectativas de progreso tec­nico y cientifico de la epoca y que testimoniaba tambien el ro­sario de superinventos y el exito del fil6n espacial. Intufan a la par que la idea sngerida, de alguna manera, imitaba ala natura­leza (abundan los animales que innovan fisiologicamente para -poder sobrevivir en co11Jiciones adversas). Pero tambien sospe­chaban que estaban rozando los limites de h r.iencia ficcion (vease el cap. 3) y que estaban, ala vez, tanteando las frontens de lo imaginado: «Otras soluciones son proyecciones en el fu­turo que por su autentica naturaleza nos deben recordar a la ciencia ficcion >> (Ciynes y Kline, 1960, p. 30). En suma, sus in-

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I HISTORIA DE UNA ID.t:A: LOS Oi<GANISMflS C!BERNETICOS [ ..• ]

tuiciones paredan adecuadas para sus tiempos. No se trataba de que el ser humano intentara llevarse consigo tod::> su ecosis­tema terraqueo, sino de que tratara de adaptarse en cierto gra­do y mode:> a los nuevas contextos. No podemos ser ayudados porIa «madre tierra» en nuestras conquistas ·celestes o extrate­

rrestres, tenemos que elegir un numerolimitado de tecaolo­gias que nos transformcn para subsistir allende la estratosfera. Las biosferas no son de quita y pon, asi que la solucion optima pasara por adecuar medios (tecnicos) a fines (exploracion espa­ciai). Vivir como en casa fuera de casa solo es posible mediante

los arreglos que el cyborg podrla llegar a materializar:

Si el hombre intenta ]a adaptacion parcial a las condiciones espacia­les en vez de insistir en transportar todo su entorno con el, nuevas y numerosas posibilidades aparecen. Es posible entonces pensar en la incorporaci6n de dispositivos ex6genos integrales para desarrollar los cambios biol6gicos que puedan ser necesarios en los mecanismos homeost:iticos humanos que le permitan vivir en el espacio qua na­

tura (Clynes y Kline, 1960, p. 30).

De todas formas, una de las aclaraciones que, con el paso de los

tiempos, mas ha subrayado Clynes ha sido que su primera pro­puesta iba encaminada exclusivamente a ayudar a sobrevivir a los astronautas, no a cambiar por completo su naturaleza. Esta segunda opcion es la deriva natural del termino (por «natural>> entendemos la continuidad que de inmediato se dedujo de la idea inicial, lma consecuencia quf> estaba contenida en la alin timida propuesta de los acuiiadores del termino). Sus intuicio­nes consistian originari~mente en fijar una serie de mecanis­mos de supervivencia fisiologica y psicol6gica para astronautas, no en componer una nueva raza o especie humana totalmente transformada. Una anecdota resefiable es que cuando Clynes propuso el termino ~<cyborg>>, Kline, mof:indose de la palabreja,

agreg6: «Suena como el nombre de una ciudad danesa>>.

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Volviendo a nuestra historia, inicialmente Ia NASA qut;d6 embelesada por el termino y por Ia idea de Ia creacion de esos «sistemas hombre m<1quina autorregulados (self-regulating man­machine systems) >~ (ibid., p. 30), y a! poco tiempo Ianzo el «Cy-

. borg Program >> dentro de Ia division NASA's Biotechnology a!'d Human Research . Un estudio detallaclo del programa puc­de consultarse en Driscoll (1963, reproducido en Gray et al., 1995, pp. 75-81). La agencia espacial norteameric;ma dedic6, por esas fechas, denodados esfuerzos a implementar todo un equipo de cyborgs para recorrer el espacio sideral. Incluso el ma­gazine Life publico un reportaje completo con una «toto de un cyborg>>. Con el paso de los afios, las dificultades crecientes, el re­corte de presupuesto, Ia lejania con Ia que comenzaron a perci­birse los viajes duraderos en el espacio, algunos malogrados y sonoros fracasos (Apolo XIII, Challenger y otros desengafios), etc., el plan se desinfl6 dentro de los programas institucionales y las modas de investigaci6n en Estados Unidos. Como todo lo que viene va, muchas ideas se hacen populares durante un corto lapso de tiempo para luego perd~;.·se en el olvido. Tm·o, no obs­tante, para la NASA, w1os cuantos afios de gloria efimera. El pa­seo de Amstrong por los cniteres lw1ares, afios mas tarde, y sues­pectacular retransrnisi6n televisiva no consiguieron rescatar el proyecto cyborg del baul de los recuerdos aeroespaciales.

Solo en una de las ramas de la ingenieria aplicada se puede decir que la idea cuaj6 con cierta solidez (al menos en el tipo de desarrollos posteriores): en el campo militar. Basta ver los cascos de piloto de combate con sus visores para procesar la informacion, o los nuevos trajes de asalto que incorporan mi­riadas de virguerias ciberneticas para sobrevivir a la cruda y s:1 lvaje guerra. En estos casos, los interfaces incorporados (cas­co, traje, visores, armamento, etc.) materializaban el «cyborg militar>>, el soldado bi6nico y otras criaturas semejantes. Pero en el terreno cspacial, el cyborg qued6 algo obsoleto y pasado de IIIoda hasta que fu e recogido por las ciencias sociales y hu­manas algunos :1fios despues.

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Mas alla de su continuidad o persistencia, Ia intuici6n de C lynes y Kline de implementar algun tipo de «bricolaj e hu­mano>> para adecuarnos mejor a I a~ condiciones adversas que­do para siempre en el imaginario cultural de Occidente. Plan­ta ron una semilla con illuchos frutos. 0, exprcsado en. otr~1s palabras, dieron forma te6rica a algo que ya venfa barruntan­do Ia ciencia ficci6n y que ya venia producienclose de facto: nuestro ajuste corporal segtin contextos, contrariedades y obs­taculos (tanto internos como extemos) mediante la tecnologfa a! cambiante mundo en el que habitamos. La historia demues­tra que nuestra convergencia con la tecnologfa !leva siglos pro­duciendose. Como se dice de tantas genialidades, la acm1aci6n del concepto de cyborg no supuso realmente una revoluci6n novedosa, sino que molde6 intelectual y cuuceptualmente algo que llevaba cocinandose desde varios siglos antes, mate­rializando en un termino un proceso social e hist6rico qu e tie­ne siglos de recorrido (nuestra fusion con Ia tecnologia). El duo que formaron estos cienlfficos le puso finalmente nombre a un proceso que estaba eclosionando desde hada tiempo. La mediaci6n tecnica incorporada se comenz6 a visualizar y a en­tender, a potenciar conscientemente. Pn.i- primera vez se bau­tiz6 de una manera coherente al proceso de integraci6n hom­bre-maquina y se dieron las condiciones para pen::.u.,! o y reflexionarlo. Con el paso del tiempo, en decadas posteriores, se recogi6 la idea y se amplific6 con otros tonos y matices, pero siempre bajo la etiqueta «cyborg».

YJine y Clynes no eran visionarios futuristas o sectarios, y se dieron cuenta inmediatamente de las numerosas im!Jli­caciones de su propuesta, como ya hemos mencionado. Por ejemplo, sabf"..'1 que el hecho de llegar siquiera a plantearnos un «mejoramiento>> de las caracterfsticas humanas redunda ­rfa en el conocimiento mismo de lo que hoy en dfa conside­ramos como tal y en su potenciz.l utilizaci6n; expresado en otros terminos y como adelantaban en su articulo seminal, cambiar lo que somos nos permitirfa profundizar en saber lo

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que somos: s «La dinamica Cyborg puede ayudar a conseguir un mejor conocimiento y utilizaci6n de las habilidades hu­manas natu_rales» (ihid_., p. 3.0). Solo el ser modificado sabe de

. su propio ser, por expresarlo en Ul_l formato algo metafisico. Y, dicho de un modo mas vulgar: aprendienclo a sortear las li­mitaciones naturales que tt'nemos, identificaremos con niti­dez esas restricciones y los nuevos limites que surjan. Planear adecuadamente las marchas espaciales posibilitara compren­der en mayor profundidad necesidades, procesos psicologicos y satisfacciones humanas.

El resto del articulo, despues de sen tar los cimientos filos6-ficos del cyborg, operaba a un nivel mas concreto y se dedicaba a listar una retahila de problemas psicofisiol6gicos con los que se enfrentaria el ser humano que viajara por el espacio y que el cyborg vendria a afrontar: desvelamiento nocturno (wakeful­ness), efectos producidos por la radiacion exterior (radiation ef­fects), problemas metabolicos y controles hipodermicos (meta­bolic problems and hypothermic controls), renovaci6n del oxigeno y del diox.ido de carbona (o:tygenation and carbon dioxide renoval), toma y expulsion de fluidos (jluid intake and out-put), sistemas enzimaticos (enzyme systems), funciones vestibulares y auditivas (vestibular function), controles cardiovasculares (cardiovascular co;zt;;·ol), tonificacion muscular (muscular maintenance), proble­mas perceptivos (perceptual problems), presion (pressure), varia­ciones externas de temperatura (variations in external tempera­ture), gravedad (gravitation), campos magneticos (magnetic fields), psicosis (psychoses), falta de actividad (sensory inuariance and action deprivation), etc. Resum.iendo, se trataba de resolver problemas basicos: estados de alerta y vigilia, efectos de Ia ra­diacion, problemas metabolicos y controles termicos, oxigena­cion y reduccion del carbona, entrada y salida de fluidos, con­trol cardiovascular y mantenimiento musn1lar, problemas de

5· «Nn <nmos !c :;ue somas, sino lo que hacemos para cambiar lo que SOITIOS>> (Galeano).

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HISTORIA DE UNA iDEA: LOS ORGANISMOS CIBERNI'fTIC:OS ( ... ]

percepcion, variacion de la temperatura y Ia presion externas, trastornos psiquiatricos, etc. Toda una larga lista de asignaturas pendientes para que los hombres del futuro conquisten las ga­laxias cercanas o, al "menos, deambulen por el espacio exterior y quiza, dentro de ·no inucho, puedan contra tar tours o~ganiza­dos por alguna luna de Saturno con vistas a la supernova mas

cercana. Los progenitores del nuevo tennino, un pianista vocacio­

nal metido a psicologo de astronautas con un don especial para inventar cachivaches y un psiquiatra experto en drogas psicotr6picas, en su aaiculo en coautoria t.enian en mente la posibilidad de usar implantes o drogas para merodear por las estrellas sin necesidad de pesados y costosos trajes. Los as­tronautas de la epoca dependian de naves mastod6nticas 0 so­fisticados anclajes con un grado de autonomia muy relativa. Los organos corporales de estos exploradores siderales no rea­lizaban ninguna sintesis efectiva con el resto del entramado tecnol6gico que les acompafi.aba, que era visto como un lastre pesado. La relaci6n con la tecnologia existia, por supuesto, pero no se habia optimizado de manera adecuada; era preciso un giro copernicano en la forma de enfocar Ia cuestion. Habia un dese­quilibrio manifiesto: se sabia mucho de las herram.ientas para viajar al espacio, pero muy poco de la supervivencia en el. Cly­nes, posteriormente, ha usado la comparacion con un pez que qui era vivir fuera del agua en una zona seca (Clynes, I 995, p. 3 s): transforma su sistema de agallas para sobrevivir o acabara pere­ciendo por falta de un metodo para obtener oxigeno.

Por tanto, hay que recordar, yes un hecho resefi.able, que el contexto de emergencia de Ia idea del cyborg es la carrera espacial con Ia guerra fria como tel6n de fon<ln Los viajes es­paciales representaban, en aquel momenta, la bandera del po­derio economico y militar, y los proyectos de conquista extrate­rrestre (el Sputnik I lanzdo por la URSS en I957 o el progr;;.ma Apolo que comenzo en I96o, por ejemplo) resultaban la utopia y esperanza de una sociedad que abrazaha la tecnologia como

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la salvaci6n mundial. El cyborg era Ia respuesta a un<l pregun­ta que se hacia.el ser humano que pisaba (o estaba a punto de pisar) par primera vez la Lw1~ y que planeal;>a visitar Marte .y lugares similares. Nuestros antares eran coriscien,tes de que unicamente una aventura te6rico-pdctica COID0 LJ que propo­nfan pod!a suponer una ventaja respecto a los sovieticos:

Aunque algw1as soluciones propuestas puedan parecer exu·avagantes, deberia tenerse en cuenta que hay referencias en Ia litet·atura sovieti­ca sobre investi gaci6n en much as de estas areas ( Clynes y Kline, I 960, p. 33)-

En suma, el cyborg es tambien un hijo de la guerra fria y sus tensiones, de Ia competencia entre bloques y de Ia escalada belica ir;:; isible que impuls6 indirectamente una ola tecnol6-gica (no necesariamente militar) inigualable: el horno micro­ondas (1946), el ordenador moderno (El\TJAC, 1947), el dis­co Long Play (1948), la holografia, la cimara Polaroid y el batiscafo (todos de 1948), la tarjeta de credito y Ia fotocopia­dora (1950), los videocasetes (1951), el cinemascope (1953), el . . trasplante de 6rganos (I954), la fibra 6ptica (I955), los prime-ros satelites (Sputnik I en I957 y, posteriormente, los meteo­rol6gicos en I96o), el chip de silicio (I96o), la primera nave espacial tripulada (la Vostok I, pilotada por Yuri Gagarin en 196I), el primer tren de alta velocidad (I964), las camaras de video portatiles (I965), la pre-Internet (ARPANET en I969), los disquetes (I97o), los microprocesadores (I971), la primera estaci6n espacial (la URSS lanz6 la Salyut I en 197I), etc. Como se ve, una incesante cadena de tecnicas que se super­ponian en una carrera tecr.d6gica acelerada. El cyborg com­parte con todos ellos un humus hist6rico, un backgTound poli­tico de competici6n y persecuci6n desenfrenada por plantar Ja bandera interplanetaria allende la tierra. Nunca una rivali­dad polftica internacional fue tan fructifera para la industria tecnol6gica. Asi que la idea, a pesar de ser acuiiada por Cly-

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nes y Kline, surgi6 indirectamente de los proyectos de la fuerza area estadounidense que huscaban potenciar las c:>rac­terfsticas psicofisicas de los astronautas para subsistir en con­diciones precarias. Y como ha ocurrido en OtrOS C3SOS, el concepto clesboidarfa el campo militar para fiitrarse, lenta perr) ya irreversiblemente, en el mundo civil. Estamos ha~ blando de invenciones que emanan del imaginario belico y que encuentran acomodo en la pd.ctica no militar, reciclan­

dose en paz. En resurnidas cuentas, un cyborg, en la imaginaci6n de

Clynes y Kline, era un astronauta mejorado, un viajero interes-•pacial integrado con la nave, ayudado par artilugios para con­trolar su presion, temperatura, pulso cardiaco y demas varia­bles fisiol6gicas. Representa ba un artefacto que servia para poder sobrevivir en habitats lejanos, en estrellas remotas y ari­das. Sin embargo, como veremos, la idea se extendi6, conver­giendo con la cie:o.cia ficci6n, la ciencia real y las esperanzas y miedos sociales, para designar, con el termino «cyborg», a to­dos los s.::res hfbridos entre materia organica y materia inorga­nica (mec-~nica, electrica, etc.). Un cliche o meme (Dawkins) poderoso cobr6 vida y rept6 hasta las mas rec6nditas esquinas de Ia cultura occidental. Desde la idea de unos «humanos su­periores» de Clynes y Kline hasta lo que hoy puede interpre­tarse hay un mundo, pero la semilla siempre resurge y retoma su andadura. No en vano, el final de su articulo (la ultima fra­se) se proyecta en un futuro incierto pero prometedor, fijando Ia pauta de un pequefio paso para el hombre pero un gran paso

para la humanidad:

Resolver los muchos problemas tecnol6gicos derivados de los vuelos espaciales tripulados mediante Ia adaptaci6n del hombre a su entor­no, en vez de al reves, no solo supondn1 un paso adelante significa­tivo en el progreso cientffico humano, sino que puede tambien pro­porcionar una nueva y superior dimension para el espfritu humano (Clynes y Klme, 1960, p. 33).

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Desde el punto de vista estrictamente cronologico o genealo­gico, la propuesta de nuestros dos neurologos espaciales es realmente avanzada y prem?tura porque, a pesar de todas las re­voluciones y olas tecnologicas (Toffler), no sera basta prin­cipios de los afios setenta que las tecnologias digitales van a comenzar a hacer su irrupcion. Recordemos que el micropro­cesador, ri1as o menos similar al actual, aparece en Ia escena social en r97r (Castells, 1996, y .Maldonado, 1998), y la ex­plosion de las tecnologfas digitales no se produce basta las de­cadas posteriores (r98o-r990). La convergencia tecnologica entre ramas dispersas y dispares, perc, cada vez m;1s potentes (biotecnologfa, telecomunicaciones, ingenieria genetica, me­dicina, robotica, nanobiologia, etc.), se convertira en el dispa­rador o catapulta de todos estos planes intelectuales que seve­nfan procesando en el mundo de la ingenieria. Por ejemplo, si somas fieles ala historia, un poco antes, en 1958, el psiquiatra y cirujano de las US Air Forces FlightJack Steele (r958) ya ha­bia usado el concepto de «bionica» (Bionics) con la intenci6n de integrar lo biologico y lo ingenieril. Asi que, con anteriori­dad a! boom cyborg y a estas tempranas e incipientes intuicio­nes, un campo relativamente cercano y affn, el de !a bi6nica, ya habia comenzado a despuntar. Dicha bionica suele entenderse como la aplicacion del estudio de soluciones biologicas a !a tecnica de los sistemas de arquitectura, ingenieria y tecnologia modernas (etimologicamente, bi6nica viene del griego, signifi­cando 'relativo a la vida'). Para algunos, la bionica es aquella rama de la cibernetica (vease el cap. z) que trata de simular el comportamiento de los seres vivos, haciendolos mejores por media de iristrumentos mecanicos. Inspirarse en la biologfa a la hora de construir objetos artificiales cs tan viejo como !a propia historia humana; Leonardo da Vinci reconoci6 haber­se inspirado en los murcielagos para sus disefios voladores. Desde ese punta de vista, las ideas del cyborg y la cibernetica estan pe.::-fectamente solapadas con la bionica, pero, si bien esta ultima es una simple rama de la ingenieria, las primeras

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comportan una filosoffa y un proyecto aparentemente tm1s completo y abarcador.

Incluso, buscando similit)Jdes y pareciclos, hay quien ha se­fialaclo que el padre de la sociobiologfa moderha, Ed'Yarcl Wil­son, reflexionando sabre las sociedades de insectos, xa habfa teorizaclo sabre sistemas de las mismas caracterfsticas cuando en I97I escribio acerca de los «superorganismos cibernetica­mente regulados» (cybernetically regulated super--organism, Wil­son, 197r). Wilson, revitalizador de !a investigacion sociobio­logica a fines del siglo pasado, planteaba que las colonias de hormigas funcionaban mediante procesos autorregulados de recoleccion de comida y defensa del honniguero, utilizando fe­romonas para transmitirse informacion entre ellas. Las activi­dades individuales de cada una de las honnigas estaL,n tan es­trechamente coordinadas y organizadas que daba !a impresion de que todo el hormiguero operaba como un unico superor­ganismo mas qile como Ia suma de sus pequefiitos insectos. Si bien estamos lejos de la idea del cyborg, que incluye alglin tipo de simbiosis o integracion con lo tecnico (inorganico ), !a idea no deja de ser sugerente y similar en su concepcion de un todo coordinado, mayor que la suma de las partes.

En general, entenderemos por cyborg la integraci6n hom­bre-m:iquina en sus diferentes vertientes y versiones, un tipv especial de relacion (individual y social) entre los sistemas na­turales (biologicos, org:inicos) y los sistemas inorganicos o tecnicos (mec:inicos, electricos, digitales, etc.) en la cual se di­luyen las fronteras de los mismos. Una posterior definicion del termino la proporciono Donna Haraway (vease el cap. 8) en Manifiesto para cyborgs, en el que se refiere al mismo como «Un hfbrido entre Dna maquina y un organiSffiO» (Haraway, I99I, p. so). Es cierto que Haraway realiza una.aproximaci6n mas academica y politica a! termino, extendiendolo a las dico­tomfas clasicas con las que clasific~mos bs sociedades (genera, raza, etc.) para proponer una metafora del nuevo sujeto o agente social. Haraway, como veremos, sigue el rastro de Cly-

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nes y Kline, aunque con enfoques algo distintos. C. H. Gray los define como «organismos autorregulados que combinan juntamente "Io natural y lo artificial en un solo sisten1a» (2002,

p. 2) y, a su vez, ha planteado Ia necesidad de distinguir entre simple contra/len, bio-tecb inter.rmton v ametic nborgs (Gray, o· J ,:, -

r995), una de las pri1ueras tipologfas que pueden ser utiles. En Ia teoria militar (si es que eso existe), ya se han desarrollado desde hace tiempo modelos de cyborg diferentes: tecnologfas «restaurativas», tecnologias «normalizantes» y tecaologfas «re­configurantes»,- «de mejoramiento», etc., terminos usados es­pecialmente para referirse a los pilotos de com bate rodeados de complejo armamento y funciones especiales en su casco o en su nexo con el avi6n, o para dar cuenta de esos so!d,1dos atiborra­dos de maquinas y armas integradas en sus trajes. Las nuevas taxonomias parten de Ia constataci6n de que existe un gra­diente de integraci6n hombre-tecnologia y de que hay formas diversas (en intensidad y cualidad) de fusionarnos con !a tecni­ca, desde Ia simple adaptaci6n de pr6tesis ocasionales hasta Ia reconversion de toda Ia estructura fisiol6gica desde el ambito genetico. Los simple controll~:n·, para Gray, suelen ser los cy­borgs formados par el uso de interfaces informaticos y digita­les, derivados de Ia comunicaci6n mediada por ordenador (vease el cap. 4) o de :::l6lln tipo de inyecci6n sabre el cuerpo (vacu­nas y similarcs). Los bio-tecb integrators tienen que ver mas bien con la protesificaci6n del cuerpo, con Ia anexi6n de ele­mentos articulados o la implantaci6n de mejoras de nuestras capaciJaJes fisiol6gicas (vease el cap. 3). Finalmente, los ge,tt:­tic cybuigJ, que suponen el grado maximo de cyborgizaci6n, apuntan a Ia formaci6n de hibridos mediante la ingenieria ge­netica (vease el cap. s), a los exoesqueletos mecanicos, cubier­tos totalmente de musculatura humana (veanse los caps. 2 y 3), o :1 Ia posible transferenci2. de las facultades humanas (con­ciencia y memoria) a almacenes inorganicos (chips, discos, etc.). En cualquier caso, se mantiene una lfnea de continuidad conceptu<ll con nuestros originales autores, aunque se va for-

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HISTORIA DE UNA IDEA: i.OS ORGANISMOS CIBERNETICOS ( ..• j

mando un racimo extenso de subdefiniciones, utilizaciones y apreciaciones o matices. La amplia gama de cyborgs sera uno de los hechos que habra que tener en cu.enta a medida que avimcemos en Ia tematica que nos ocupa. .

Disquisiciones aparte, la oefinici6n.es··excesivamente am­plia, ya que, segun ella, marcapasos, pr6tesis dentalcs u orto­pedicas, gafas, piercings, tatuajes, audifonos, vacunas, cirugias esteticas o muletas y sillas de ruedas nos habrfan cyborgizado ya hace lustros. Cuando un Homo sapims cualquiera se coloca, cada manana, su par de gafas de manera inconsciente, y se monta en una bicicleta sabre Ia q•1e pedalea automatic~mente para dirigirse a sus tareas diarias, (110 ha sufrido y <1 una meta­morfosis, debido a la interacci6n con su entorno tecnico? (Que decir de los pacientes de gravedad cuya vida rnisma de­pende de una maquina (un respirador), 0 de aquellos de no tanta gravedad pero que necesitan una conexi6n peri6dica para mantener una vida normal (di;ilisis)? Son cyborgs o cy­borgs intermitentes peru, en cualquier caso, no puede plantear­se ya su distinci6n corporal con lo tecnico. Somas tecno-cuer­pos desde antai'io. (Que decir igualmente de nuestra promiscua relaci6n con ordenadores, telefonos, televisores, autom6viles o herramientas de bricolaje o, incluso, con Ia ropa que nos cu­bre el cuerpo? Materia viva y dispositivos ciberneticos hace mucho que conviven con cercania. Podrfamos listar ejemplos ad infinitum en los que Ia coexistencia o continuidad entre lo animado y lo inanimado es plena. El propio Clynes, previen­do Ia complejidad y profundidad de la cuesti6n, ya se encarg6 de realizar taxonomias un poco mas elaboradas del concepto, dis­tinguiendo inicialmente entre tos cyborgs mecanicos y los cy­borgs organicos y, a! go mas tarde, entre cyborgs I (como el que describen en su articulo seminal: un astronauta ayudado a sobrevivir fuera de la atmosfera terrestre, el cyborg fisiol6gi­co), cyborgs II (los que, ademas. incorporan mecanismos de rcgulaci6n emocional, el cyborg psicol6gico), cyborgs III (los que han hecho uso del conocimiento biol6gico y genetico ac-

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tual, insertando nuevas genes en su ADN, el cyborg genetico) y cyborgs IV (aun no existentes, pero que seran capaces inclu­so de, acu.mulando todo lo anterior, modificar su propia he­rencia y descendenCia).

Asi que, desde hace decadas, miles de «cyborgs benignos» nos rodean, tales como aquellos que tienen implantado u1r · marcapasos, corneas artificiales, caderas de titanio 0 protesis mamarias e, incluso, 6seas. Pero tambien esas maquinas inte­ligentes que nos imitan o que incorporan elementos biologi­cos. ~ Y que decir de los experimentos biotecnologicos y gene­ticos (clonaciones, replicas, hfbridos, mutaciones, injertos, ADN modificados, Pte.) que rompen todas las clasificaciones aceptadas? Aunque quien quisiera hacer de abog~1do del diablo nos asegurarfa que, ya en el Neolftico, la gama de utensilios utilizados era bastante mas variada de lo que pensamos: mate­riales animales, fibras vegetales, minerales, arcilla, metales ... , etc., se especula que hasta unos 70.ooo distintos (Manzini, r 993, pp. 3 7-39), y que nuestra convergencia con Ia mediacion tecnologica tiene una larga y dilatada historia. No obstante, en este libra trataremos de mostrar los saltos cualitativos que se estan produciendo y la posibilidad de pensar en el paradigm.i de una sociedad nueva donde la idea del cyborg, lejos de estar ubicada en un sustrato puramente individual, puede tener grandes consecuencias en las formas de organizacion social y colectiva. La diferencia estriba ahi, en que ya no son casos ais­lados, sino una norma generalizada, en que ya no son medidas compensadoras y reactivas ante situaciones de vida o muerte, sino una continua fabricacion de collages y cocteles en ocasio­nes hasta por puro placer.

Asi, en los siguientes capitulos vamns 3. ver varios modos de aproximarnos al cyborg. Primeramente, dos posibles carninos, Ins mas simples e instintivos: los humanos, cada vez mas maqui­nizados (capitulo 3), y las maquinas, cada vez mas humanas (ca­pitulo 4). 0 el humano tiende hacia la maquina (se desplaza ha­cia cllado inorganico del mundo) o la maquina se traslada hacia

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el humano. Serfan dos escenarios que convergen en Ia idea del cyborg desde dos trayectos complementarios. El primero, deno­minado «integraci6n end6gena» (Koval, wo6), puede ser con­ceptualizado como la apllcacion extensiva de Ia logica manufac­turera a los humanos mediante afiadidos o acoples: Ia protesis como ampli·,cion de lo humano (16gica protesica). Potencia~11os el ser humano mecanizandolo, electrificindolo, digitalizandolo, etc., hasta c'onseguir un cyborg protesico. El segundo, Ia «inte­graci6n ex6gena» (ibid.), implica una 16gica mimetica de cons­trucci6n de maqui11~1S, las COnfeccionamOS a nuestra imagen Y semejanza. Nos recuerda, en este caso, al viejo t6pico de la inte­ligencia artificia l (IA), a Ia fabricaci6n de robots pensantes y sen­sibles, de maquinaria cuasi humana, de replicas perfectas, indis­tinguibles del original. Son las biocomputadoras y otras formas de componer lo natural y lo tecnico en un todo autorregulado. Resultan de una proyecci6n del patron antropomorfo al a para to,

humanizandolo de alguna r.:::::nera. Veremos, no obstante, que existe un tercer tipo de fusion

material biologia-cultura que no ha sido considerada dentro de los estudios temrwanos de la cyborgologia por ser nueva e inverosimil en un principia. Nos referimos a los exitos sona­dos de las biotecnologfas, las nanotecnologias y la genetica de ultima gci!eraci6n, que 110 se han dormido en los laureles en las dec::~das recientes y han empezado a combinar sus mas de­puradas herramientas en la formacion de seres mitad organi­cos, mitad inorganicos, o donde lo organico ha sido reformu­lado, retocado y refundado hasta no poder ser distinguido de t::ualquier otro. La posibilidad de redefinir los componentes fundamentales de la materia viva supone una vfa hasta ahara inexplorada desde el pun to de vista cyborg que habia imagina­do el proceso como la elaboraci6n de un rompecabezas con piezas de distinta naturaleza. Ahora las piezas son, en aparien­cia, todas similares, pero ya mezcladas desde el principia.

Gracias a las definiciones tan amplias y maleables que he­mos proporcionado, desde un punta de vista descriptivo podc-

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mas entender estos tipos de cyborg (noun tipo unico, sino va­rios) como tipos ideales de «sistemas de naturaleza mixta» o tipos ideal~s de «sistemas hfbridos»:

Inicio Metodo Logic a Final

Humrmo Pr6tesis (bi6nico): End6gena: Cyborg humanos . maqmmzar (humano tecnol6gicamente lo humano protesico) modificados de un modo significative

Nlriq11inn Mimesis (IA): Ex6gena: Cyborg m;\quinas humanizar (maquina replicantes o Ia maquina androide) imitantes de lo humano, incluso con componentes biol6gicos ana didos

, Humnno + Recombinaci6n a Fusion e Cyborg Miquinn muy pequeiias hibridacion (posthumano) (Tercem escalas desde Ia via) (nanobiotecnologfa gestaci6n

e ingenierfa genetica)

La primera parte de este libra sera un recorrido par estos tres elementos, las tres patas centrales que sostienen la idea con­temporanea de cyborg y que van trazando in crescendo modifi­caciones e hihridaciones del cuerpo humano con su entorno sociotecnico. Como ya apuntaremos, este movimiento tam­bien va basculando descle la protesis primaria a la genetica fi­nal, en un movimiento de formacion de nueva:, sociedades; desde la anexion simple a la reconversion generalizada, desde Ia adici6n manual hasta la programacion automatica.

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A partir de ahf, c.l e Ia presentacion en sociedad de tres tipos principales de cyborgs, tantearemos ;1lgunos de los elementos de debate que se abren. No pretendemos realizar una explo­racion exhaustiva sino plantear nuevos conceptos que surge1:i («evoluci6n participada»), recoger teorfas que comienzan a incorporar estas ideas en sus fonnulaciones analfticas'y esbo­za r las posturas que, representad~s como palos extremos de una discusicin, se disputan el monopolio de la interpretacion legftima sabre el cyborg. Ella nos permitir:i componer un re­gistro un poco mas completo de nuestro tema de estudio.

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Asf que uno de los grandes problemas futuros que debemos enfrentar es el de Ia relaci6n entre el hombre y Ia maquina, el de las funciones que de­berfan ser correctamente asi rrnadas a cad a una es--· tas dos agencias.

NORBERT WIENER

La concepcion del cyborg acufiada por Clynes y Kline, cornen­tabamos en el capitulo anterior, el «sistema hom.bre-maquina autorregulado», tiene su marco y posterior desarrollo dentro de la disciplina conocida como c:ibernetica. Seglin la Wikipe­dia, «la cibernetica es d estudio del control y comunicaci6n ert los sistemas complejos: organismos vivos, maquinas y or­ganizaciones. Especial atencion se presta a la retroalimenta­cion y sus conceptos derivados».' El termino proviene del grie­go Kv{3EpvrfTYJ<; (kybemetes) y significa, literalmente, 'arte de pilotar un navfo'. Wiener definfa la cibernetica como «ciencia de la informacion»; Couffignal, como el «arte de la eficacia en accion» (o la «tecnica de hacer eficaz la accion»); Ashby, como «la ciencia racional de las maquinas», y Gordon Pask, de modo mas lfrico, como «la cienci<> de las metaforas a ser defendidas». A la vista de esta ristra de definiciones poeticamente in crescen­do pareciera que estamos ante una disciplina mezcla de inge­nierfa directa y metafisica trascendental. Vamos a sobrevolar someramentc el campo cibernetico para proponer la hipotesis de que tanto la cibernetica como otra serie de ciencias y

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metodologfas afines supusieron un espacio privilegiado para que germinara Ia idea del cyborg y se des;lrrollara convenien­temente. Y, alrededor de ello, toda una multitud de micro­ciencias'y,raiJ:laS aplicadas que a porta ban nuevos enfoques epis­temologicos y metodol6gico5 y donde Ia integracion entre lo organico y lo inorganico no solo era posible sino deseable.

Se cuenta en diversos lugares que el mismfsimo Platon uti­liz6 el termino «cibernetica» en su celebre obra La Repttblica con relaci6n a! «arte de dirigir a los hombres» o «arte de go­bernar». Norbert Wiener encontr6 en dicha palabra el signi­ficado que querfa asignar a sus nuevos descubrimientos me­diante el paralelismo con h conduccion de los grandes barcos en Ia antigua Grecia. Tales maquinas, durante sus incursio­nes en Ia mar, debfan batallar contra Ia lluvia o las tormentas, el viento (huracanado, e:c ocasiones) y las mareas, elementos que en ningun caso eran predecibles o controlables. A Wiener le atrafa Ia idea de poder ajustar el rumba y reconducir la ruta del barco en tiempo real a traves del timon. La funcion dei ti­monel consistfa en ir manipulando tecnicamente Ia deriva del barco en funci6n de los datos visuales que obtenia (por ejem­plo, la distancia a un faro). Homero, sin ir mas lejos, a Ia hora de dar cuenta de las epopeyas griegas y los viajes de los heroes de su tiempo, asignaba un gran valor a! timonel del barco (kyber­netes) frente a los laureados guerreros. La idea, no obstante, cay6 en el pozo del olvido y no fue rescatada hasta que, en el siglo xrx, dos fisicos expertos en electricidad y magnetismo (Andre-Marie Ampere y James Clerk Maxwell) retomaron el sentido politico de Ia palabra. Ampere, por ejemplo, definia la cibernetica como ~~e1 arte de gobernar las maquinas» (Ruiz de Gopcgu.i, 1983, p. 4), recuperando, en parte,<:! sentido plat6-nico del termino. Sin embargo, es comun afirmar que Ia ciber­netica, tal y como se Ia entiende hoy en dia, fue formalizada y sistematizada por Norbert Wiener a lo largo de sus diversas obras, no sin cierta colaboracion de otros investigadores, como ]".!eden ser Arturo Rosenblueth y William Ross Ashby.

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HISTORIA DE UNA IDEA : LOS ORGANISMCS CIBERNETICO~ ( ... )

Dejando de !ado Ia discusion etimol6gica e hist6rica, fue Norbert Wiener (1894-1963) quien populariz6 y extendi6 el espiritu de Ia cibernetica mas alia de las fronteras de Ia inge­nieria hacia las colectividades humanas. Wiener, hijo de un in­geniero ruso de re ligion judfa (Leo Wiener, que emig;6 .en I 88o a N neva Or!e:~ns), fue un nino prodigio gracias a Ia for­maci6n directa de su padre y a Ia gran biblioteca familiar de Ia que clisfrutaba: en diez meses termin6 su licenciatura a los 14 afios, ley6 su tesis doctoral a los 16 afios (con una ob.ra sobre l6gica matematica, dirigida por Karl Schmidt) y a los I 8 ya impartfa clases de matematicas en el prestigioso MIT nortea­mericano. Pareda ese tipo de genios brillantes e indomables que son capaces de lidiar con cualquier problema y resolverlo en decimas de segundo. ' Durante Ia Segunda Guerra Mundial fue invitado a trabajar en cilculos balisticos por el Aberdeen Proving Ground de Maryland y, concluido el conflicto, se in­corpora a! .MIT como profesor d::: matematicas (desde 1932 hasta 196o). Su meteorica carrera esta salpicada de muchas aportaciones y producciunes intelectuales, pero para nuestros propositos solo importa '=J1Y~ en I948 publicara un libra que sera clave: Cibernitica, controly comzmicaci6n entTe mdquina y animal, y, en 1952, un segundo libra, continuaci6n del ante­rior: Cibernitiw J' sociedad. En ambos voll'unenes plan tea Ia po­sibilidad de pt>nsar lo humano como se piensa una maquina, y la sociedad, como un conjunto de dispositivos interconectados y en funcionamiento, cuyas variables puedan ser controladas. A pcs~r- de que los dos texi.us requieren un cierto hagaje matc­mati:::8 para su adecuada comprensi6n, no tardaron en conver­tirse en best-sellers de fama mundial. La novedad que Wiener introduce es Ia de aplicar, y no es poco, ia teorfa de sistemas

2. Una delicwsa biografia sobre Wiener ha sido publicacla reciente­mente desvelando algunos datos familiares y profesionales muy instructivos: Dm'k Hero of the lnfor~mation Age: In Search OfNm·bert Wiene-r-Father of Cy­bernetics, de Flo Conway y Jim Siegelman, N ueva York, Basic Books, 2004.

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(casi un modelo de ingenieria) a ese ente difuso, abstracto y un tanto complejo que denominamos sociedad. ALmque en Ia his~ toria intelectual no han t~1ltado intentos de transpm'tar las cien~ cias naturales dura-sa las ciencias sociales (el positi~smo y el or:­ganicismo de Herbert Spencer en cl siglo XIX, por ejemplo), Ia propuesta de vViener se mostraba mucho mas refinada y poten­te. Wiener habia identificado determinados procesos y fenome­nos concretos que eran similares en ambos-espacios (los organi­cos y los inorganicos) y que podian servir de puente (conceptual y practico) entre ambos. Asi, seleccionado ese lenguaje analitico especial, podia conceptualizar los elementos de control y comu­nicaci6n (casi todos los importantes) de los sistenus homologos que encontramos a nuestro alrededor.

Para algunos, Ia cibernetica fue o ha sido una revoluci6n teorica sin precedentes (Bateson, r972 y r993), una ruptura epistemol6gica sin parang6n para desplegar una «disciplina total», capaz de generar un conocimiento global de lo natural y lo social (!eyes fundamentales capaces de aplicarse a casi todo). Ciencia de la organizaci6n, teorfa interdisciplir..Jr de los flujos de informacion o teoria de los sistemas complejos, loin­teresante es que la cibernetica desarrolla la posibilidad de po­der aplicarse tanto a sistemas animados como inanimados: maquinas, manadas de mamiferos, naves espaciales, cerebros, fabricas, sociedades, rebaii.os y enjambres de insectos, etc. Real­mente lo que aporta son ciertos lenguajes formales de las cien­cias duras para estudiar el comportamiento de casi todos los sistemas conocidos, desde la meteorologia hasta Ia accion hu­mana colectiva, desde los mercados financieros hasta los gru­pos politicos informales. Par desgracia, una herramienta tan util quelo describe todo puede ser que no Io haga tan adecua­damente, como han sospechado algunos.

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En cualquier caso, para los propositos de estc libro, baste con destacar que la cibernetica es una disciplina relativamente reciente, una ciencia-encrucijada que simultaneamente trata de m~\quinas y seres vivos, dos tipos de objetos que quedan a su

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HISTORIA DE UNA IDEA: LOS OUGANISMOS CIBERNETJCOS [ ... )

alcance. Esa peculiaridacl de «sintesis», de mirada que se ceJ"t­tra en alga que comparten tanto artefactos como animales, clonde coinciden sistemas ingenieriles y_ colectividades huma­nas, es lomas resenable. Presupone q-t1e hay un punto.doncle. ingenierfa y psicosociologfa,· aunque sea de manera p\.mtual, casan y se armoniz;m. Se asume que existe un Iugar d~ contac­to, un minima com{m denominador entre ambos entornos que, hasta la fecha, se trataban separadamente, desagregados, como si fueran de naturalezas distintas. La cibernetica los su­pone iguales y cso es toda una revolucion conceptuaL Tras ha­ber desenterrado algunos de sus mecanismos subyacentes mas medulares y comprobar las semejanzas, los ciben1eticos conclu­yen dicha paridad o correspondencia. No obstante, si hemos de ser fieles al espfritu de la cibernetica, su giro intelectual va mu­cho mas alia. Dentro de su nuevo esquema .interpretativo entran casi todas las disciplinas cientificas conocidas: la lingiiistica, la anatomia, la biologfa, la fisica, la informatica, la sociologfa, la ingenierfa, etc. Toclo el universo, desde lo a~<Smico hasta lo cosmol6gico, pasando par las escalas intermeclias, es objeto de estudio potencial de la cibernetica. Por tanto, de lo que habla­mos no es tanto de una nueva especialidad o de una tecnica original para tal o cual calculo, como de una nueva «forma de pensar» (una «ecologia de la mente», Bateson, 197 2' p. Is) .

Una de las grandes aportaciones de la cibernetica la consti­tuyen conceptos como el de feedback (retroalimentaci6n) o (auto)poiesis . Son vocablos que buscan describir y representar el devenir y los mecanismos de equilibria y dinamica propios de los sistemas de que trata dicha disciplina. A la cibernetica le fascina el hecho de yue los sistemas (tecnicos, sociales, vivos, inanimados, etc.) sean capaces d~ _sobrevivir, equilibrarse, com­pensar flujos, autorreproducirse o estabilizarse ante condicio­nes adversas y cambiantes. Por ella anhela encontrar los termi­nos yue detallen, punta por puntc, todos esos procesns que dan pie a Ia vida, al funcionamiento mecanico o a las grandes orga­nizaciones. La retroalimentacion (o feedbacle), par ejemplo, da

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cuenta de los procesos por los que una cierta proporcion de la sefial de salida, relativa a un sistema (informacion, masa, flujos de energ~a, etc.), se redirige y vuelve de nuevo a la entr-ada. Se­rfa factible. hablar de un bucle donde la salida presente puede formar parte de una entrada futura; ode un «truco>> de uso fre­cuente para controlar el comportau1iento dinamico del siste­ma. Dicho feedback es una suerte de «piloto automatico» que va impidiendo que un sistema se salga de una ruta o estrategia prefijada. El efecto (h «salida», la decision de girar o virar unos grados hacia una direcci6n u otra) actU.a «retrospectivamente» sabre la causa (va proporcionando nueva informacion visual que se convierte en una «entrada>>) en una especie de armonfa oscilante. Cuentan que \Viener estaba obsesionado con esta idea y fue una sabre las que mas vueltas clio, hasta el punta de que algunos la denominan da nueva teleologia de la circulari­dad». Casas en los que pueda comprobarse esta idea de retro­alimentacion son habituales y frecuentes en la gran mayorfa de lo que denominamos sistemas complejos (ingenierfa, arquitec­tura, economfa, biologfa, sociologfa, etc.). Asimismo suele dis­tinguirse el ftedback positivo (la famosa zanal1uria para el burro) del negativo (el palo), aunque en los sistemas complejos mu­chas veces operan los dos simultaneamente. Es ya un topico adscribir a Wiener y a J:<.osenbl'.!eth la idea original de postular que el comportamiento controlado por la retroalimentacion negativa, aplicada a un animal, al ser humano, a los grupos so­ciales o a las maquinas (de diferentes tipos), debfa ser un prin­cipia fijo y directivo, eu la naturaleza o en las creaciones hu­manas (Rosenblueth, V/ienery Bigelow, 1943). Una gran parte de los fenomenos de interaccion, de alternancia, de oscila­cion, de cambia y vaiven, etc., estan ligados a este tipo de me­canismos «ciberneticos>>. La identificacion de esta norma rec­tora y determin.ante, caracteristica esencial de todos esos sistemas, sento las bases para la nueva ciencia de la cibernetica. A partir de entonces, los diferentes modos rle retroalimenta­ci6n (informativa) fueron determinando el abanico de sistemas

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posibles que encajaban en los dnones cibenH~ticos. Pero, y no podemos dejar de subrayarlo muchas veces, Ia caracterizaci6n de los sistemas naturales y de los sistemas arti ficiales a traves de una mism:::a regia de «autogobierno>; fue lo que permitio pensar el cyborg, en tanto existfa un puente entre lo aniniado y I? ina­nimado que era una misma norma operativa. Decfa Wiener: «Mi tesis es que el funcionamiento psfquico del individuo vivo y las operaciones de cierto tipo de maquinas, son exactamente paralelas en sus esfuerzos identicos de controlar la entropfa mediante el uso de la retroalimentacion>>.

u nos afios mas tarde, Herbert Simon (I 916-: 00 I), premia Nobel de Economfa, denomin6 a todo un nuevo complejo de disciplinas y tecnicas como «ciencias de lo artificial»: teorfas matematicas de la planificacion econ6mica, teorfa de juegos, investigaci6n operativa, programaci6n lineal, teorfa de la elec­cion colectiva, ciencias de !a computacion, inteligencia artifi­cial, ciencias cognitivas ... (Broncano, woo, p. 91). Pareda que Simon, como buen visionario, iba preparando el terreno para la extension de la cibernetica hasta el infinito, v mas alla. Alvin Toffler, futur6logo agnostico, como ha sido bautizado, tam­bien ha hecho recuento de la cantidad de ramas o disciplinas que cayeron bajo el paraguas de la cibemetica o se pueden pensar como materias derivadas de las anteriores: teorfa cog­nitiva, teoria del aprendizaje, logica difusa, neurobiologfa y otras (Toffler, 1980). Simon, al igual que otros te6ricos afines, se aplico a desentrafiar cuestiones relacionadas con la toma de decisiones en sistemas complejos, las «racionalidades limita­das» y estructuras de informacion diversas. Este tipo de apor­taciones, teoricas y practicas, venian a sumarse a la corriente cibernetica (aunque nose solaparan directamente) ~nla elabo­racion de marcos te6ricos de gesti6n e interpretacion, tanto de colectivos humanos como de medios fisicos. El gobierno de todos ellos pasaba por la urgente comprensi6n rle sus piezas internas y de su:; engranajes intimas, algunos de los cuales eran similares en sistemas organicos e inorganicos.

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Otro tanto se puede afirmar de Ia teorfa de Ia comunica-. cion y la informacion de Shannon y Weaver que, alrededor de 1950, edifico los cimientos para una interpretacion de Ia in­formacion y.los tipos de comunicacion, tanto humana como'• humana-maquina. La noci6n contempodnea de informacion es crucial para Ia cibernetica, qc~e desplaza otros terminos o conceptos al extrarradio para centnli zar este. Silo que quere­mos es entender como se (auto)regulan algunos procesos me­diante la comunicacion intema y e~1:erna, debemos comprender que es y como se transmite la informacion. Elmodelo comuni­cacional de Shannon y vVeaver ha sido superado posteriormen­te, pero clio un espa!Jarazo a las tcsis ciberneticas al otorgar un papelmuy relevante a lo comunicativo, no ya como elemento de ocio y relacion espor<1dica sino como proceso de manteni­miento, supervivencia y desarrollo de todos los sistemas (ani­mados e inanimaclos). Expresaclo en otros terminos, Ia infor­macion actlia no tanto como una mera interaccion para el intercambio de ideas cuanto como punta! central en el control y Ia estabilidad de las colectiviclades. La transmision de men­sajes, por ejemplo, no es unicamente util para relacionarnos con nuestro ambiente de cqra a satisfacer nuestros mas oscu­ros y reconditos instintos, sino tambien porque, ai igual que en el caso de las maquinas, actlia como un dispositivo que re­gula y equilibra nuestra relacion con el entorno. Aunque la teo­ria de Shannon y Weaver era de un alcance muy acotado y de claro corte ingenieril, ya que se limitaba a valorar las condi­ciones tecnicas de dicha comunicacion, tuvo un gran impacto en las ciencias sociales, avidas de encontrar ese tipo de meca­nismos universales que describieran el mayor mimero de siste­mas posibles. :2n ese sentido, Ia sola reaccion encc~">trada que genero en algunos (McLuhan, por ejemplo), ya podemos in­cluirla como virt:ud de Ia propuesta.

La puntilia Ia pone la teoria general de sistemas, cuya pa­ternidad suele adscribirse a Bertalanffy (r95r), por las mismas fechas :tproximadamente, aunque fue popularizada por otros

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teoricos, e]m;\s renombrado N . Luhmann . Dicha teorfa o fa ­milia· de teorfas, al igual que Ia cibernetica, posee un afan in­terdiscipliar y una actitud de b{Isqueda de propiedades comu­nes de todas las entidades qu~ observamos en cl.mundo real, aunque las mismas se h~yan asociad·o historicati1ente-a· distin-. . tas disciplinas academicas. De ahf que haya pretendido ser un intento de superacion de ciertos dualismos tipicos de la filoso­ffa o las ciencias sociales, aunque, si bien las primeras versio­nes biologicas eran mas mecanicistas, posteriores reformula­ciones han ida corrigiendose. No deja de ser otra mirada analftica, bastante abstracta, que busca etiquetar todos esos fe­nomenos comunes que colman la cotidianidad de los sistemas

reales (la entropia, por ejemplo). La cibernetica posterior (de «segundo orden» o «segunda

cibernetica», seglin Magoroh Maruyama, una formula que quedo para la posteridad, atribuida tambien a Von Foerster) se ha reconvertido, a traves de reformulacim~ :::s nominales, en teo­rias de la complejidad (e, incluso, del caos). Esta segunda hor­nada o generacion de cibernelicos (G. Pask, H . von Foerster, G. Basteston, H. Maturana y F. v~rela, I. Prigogine e I. Sten­gers, etc.), ubicada temporalmente a partir de Ia decada de 1970, se ha centrado mas en otros patrones de comportamien­to (caoticos, morfogeuesis, morfostasis, gestion de la infonna­cion, entropia, efecto mariposa, efectos disipativos, transicio­nes de fase, fractales, etc.), pero siempre manteniendo intacto ese paralelismo o isomorfismo entre natural y artificial, biolo­gico y maquir:.ico. En cualquier ca::,u, el rasgo distintivo de esta nueva versi6:: cibernetica no es tanto el campo de estudio como el reconocimiento de una carencia, la carencia de un su­jeto y de un observador. El rol del observador habla sido nin­guneado y desatendido, no quedando claro si dicho sujeto ob­scrvante y pensativo forma parte del sistema o no. Ademas, en el propio proceso de conocimiento conformamos y alteramos el mismo sistema del que damos cuenta. Asi que la cibernetica de segundo orden construyo los fundamentos para una teoria del

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observador de los sistemas natu.rales y artificiales (que inclufa nociones como «autorreferencia», «autopoiesis» y «autono­mfa» ). La aportacion de Ia observacion ha producido un cier­to desplazamiento de las preocupaciones ciberneticas, desd~ la regulacion pnictica y empfrica de artefactos (primera ciberne­tica) hacia una reflexion y renovaci6:1 epistemologica general (segunda cibernetica).

La nocion de autopoieisis, en cambio, ha sido rescatada mas recientemente por te6ricos .como Humberto Maturana Qunto con F. Varela y la escuela de Palo Alto)3 en libros como Autopoiesis y cognici6n (198o), en el que, partiendo de dicho ter­mino, ha tratado de explicar los procesos de conocimiento y formaci6n dellenguaje. En los sistemas autopoieticos existe, para Maturana, una red de relaciones que regeneran continua­mente dicho sistema a traves de relaciones e interacciones, que de esta manera mantiene constante su organizacion y de­fin e sus fronteras a traves de la produccion ininterrumpida de sus componentes. La autopoiesis (del griego avro-, «auto-», 'sf mismo', y 'TTOLT)<n<;, <<poiesis», 'creacion' o 'producci6n'), aisladamente, se entenderia como una caracteristica de un sis­tema relacionada con la produccion o creaci6n de sf mismo. La dimension vital de lo orgamco o lo social tiene que ver con esa no interrupcion de la autopoiesis. Lo vivo, dicho de una manera algo tosca, consiste en coleccionar componentes que dotan a Ia unidad de entidad, que se esta desintegrando e inte­grando sin cesar. Lo inanimado podra asemejarse y acercarse a lo vivo replicando, a su manera, tales procesos de regulacion fisiologica.

No hace falta enumerar muchas mas aportaciones te6ricas. Lo significativo para este libra es que, coincidentes en el tiem-

3- La escuela de Palo Alto tiene una concepcion un poco mas amplia y ~ene ral, nose circunscribe Unicamente ala cibernetica. Pensadores como < ;n:gorv Bateson, Ervin g- Goffman, Edward Hall, Paul \Vatzlawick, etc., <: nrran en Ia corriente asf etiquetada .

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po y con una vocacion relativamente afin, se fueron sucedien­do una serie de contribuciones teoricas (y pdcticas) de diversa indole que coadyuvaron a Ia formaci6n de ciertas representa­ciones identicas .de lo natural y lo artificial, del hombre y Ia rna­quina. Y "de ahf iba a su~gir un dim a de opinion o un:a· atmos­fera academica muy cercana y propicia a Ia idea de cyborg . A pesar de que no podemos discernir con precision d6nde ter­mina Ia cibernetica y donde comienza Ia teorfa de sistemas, o en que difieren algunas hipotesis de la teorfa de Ia informacion de otras de Ia cibernetica de segundo arden, todas elias gene­ran un sustrato intelectual en el que el tratamiento de lo orga­nico y lo inorganico debe realizarse conjuntamente, bajo los mismos pan·ones de comportamiento, en unidades similares de funcionamien to, Una igualaci6n te6rica que tendra sus consecuencias practicas.

Una de las dudas que afloran al aproximarse inicialmente al mundo cibernetico es si lo vivo (humano) puede entenderse y estudiarse como una maquina, como un sistema complejo que responde a ciertas regulaciones, !eyes y aplicaciones tales como las que presentan los artefactos maquinales. Por expre­sarlo en terminos de lo que el matematico ingles Alan Turing investigo, (puede una maquina ser igual que un cerebro, o una sociedad humarta igual que un conjunto de aparatos interco­nectados? Tanto la mente humana como el ordenador son procesadores o posibles «maquinas de Turing». La nocion de maquina de Turing, acufi.ada por este l6gico ingles hacia 1947, es una idealizacion matematica uti! para demostrar que algu­nas tareas no son automatizables o que ciertas funciones no son computables. La reduccion del cereuro a unos cl1ips ca­bleados 1· el isomorfismo planteado requieren cicrtas cautelas metodol6gicas, epistemologicas y hasta ideologicas. Contraer o traducir lo humano (y social) a lo construido artificialmente presupone una seriL Je operaciones discursivas e intelectuales con consecuencias incluso politicas. Como dirfa aquel: a veces, las c:omparaciones son odiosas. Desde luego, en el caso de los

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cyborgs, en los que se supone que la complementariedacl y combinacion entre_lo tecnico y lo org<1nico es indistinguible,

· estas ideas pueden.cobrar sentido, pero no sin cierta vigilan­cia. En un primer momento,_el s.alto ola conexion entre lo so­cial-humano )· los sistem<Js tecnicos noes tan evidente, y sin Ia prudencia adecuada nos puede pbocar a la deshumaniiacion de un conductismo extrema (Skinner). Recordemos que en los afios 1940, la psicologia dominante explicaba la conducta hu­mana a partir de ciertas leyes del aprendizaje en la linea de Pavlov, Watson o Skinner. Representaba una concepcion me­canicista y asociacionista que reducfa el espectro de acciones humanas al esquema estfmulo-respuesta sin una concepcion global del ser humano, lo que le valio no pocas criticas y car­gas de profundidad (con Noam Chomslry ala cabeza). La sim­ple asociacion conductista no resulta ser valida para explicar los mecanismos conductuales por los que muchos ciberneticos de sucesivas generaciones han buscado sortear estos atollaue­ros intelectuales y efectos perversos de la igualacion. En ese sentido, hay que insertar la cibernetica y algunas de sus pro­puestas dentro del contexto intelectual de la epoca y de cierto resurgir de u11a m:irada estructuralista fuerte f}Ue abogaba por la identificaci6n de elementos fonnales invariantes y universa­les (Saussure, Levi-Strauss, Lacan, etc) Lo que queremos se­fialar es que la primera cibernetica, especialmente esa «ciencia ultima» que implica una descripcion objetiva del mundo en la cual no hay ya sujetos privilegiados (todos son objetos que se mueven bajo las mismas condiciones y !eyes), contiene algunas contradicciones y flaquezas. 1':"'-l::.nerosos seguidores de la ci­bernetica y sus disciplinas hermanas han evitado caer en estos pozos ideol6gicos de gelido antihumanismo, reconquistando terreno para una suerte de sujeto no maquinizable y un con­junto de premisas eticas innegociables. Pero, nobleza obliga a mencionarlo, correcciones a parte, el haz de discursos ciberne­ticos, sistemicos e informaticos de mediados del siglo xx, ra­yanrlo en una formalidad abstracta excesiva, proporciono una

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imagen del hombre muy mecanica y despojada de cualquier

atributo distintivo. Precisamente estas inc6modas consecuencias que pueden

derivarse de una lectura ripida y estricta de la primera ciber­netica son, de ·alguna manera, los elementos mas relacionados conla idea del cyborg. La posibilidad de igualar en una ec~a­ci6n (mas o menos simple, mas o menos compleja) el ser hu­mano y su funcionamiento organico a sistemas mednicos o electricos ha generado no pocas reacciones airadas. La idea de que los seres vivos puedan ser maquinas capaces de construir maquinas (que los imitan 0 sustituyen) es sugerente, pero ]10

siempre verificable empiricamente. Aparte de que las conse­cuencias que se puedan derivar de que en un sistema de balfs­tica autocorregible haya algun elemento operativo comun a los que hay en un mamifero son mas limitadas de lo que se cree. Las homologaciones rapidas en ocasiones tienen resulta­

dos nefastos. Hechas ya las presentaciones y tomadas ciertas precaucio­

nes epistemicas e ideologicas, podemos anotar, para finalizar, que la cibernetica no debe verse ni como una ciencia termina­da ni como una disciplina rfgida ni como un paradigma consu­mado. Es, mas bien, un movimiento de ideas, un conjunto de hipotesis y aplicaciones coincidentes en el tiempo. AI menos en un principia, a pesar de las individualidades mas notorias, aun6 un elenco heterogeneo que compartio generaci6n y teo­rias: Wiener, McCulloch, Von Neumann, Hutchinson, etc. El mcvimiento cibernetico solap6 ramas dispersas de las ciencias sociales y naturales. Se baso en el estudio de los sistemas com­plejos, normalmente realizando un viaje que iba desde lo i::ge­nieril hasta lo social. La alianza de ambos ambitos es cuestio­nable, pero lo importante ahora es mantenerla en una posicion de visibilidad. Evitando reduccionisrnos, la ci.Lernetica no es una tecnica de invencion de maquinas, es una reflexion sabre la invenci6n de las maquinas y S'-lS aplicaciones posteriores (Au­

rel, 1966).

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Aunque lo mas relevante es que, a partir de cierto bagaje metodologico (y epistemologico) que se desarrollo ob initio en Ia literatura cibernetica, ese agreg<ldo de ideas inspiro la «re- · volucion cibernetica~> (Singh, 1972), constituyendo una van­guardia· intelectual que sen to las b<lses para Ia bioingenierfa y la inteligencia sintetica y que acuil.o una serie de terminos donde !a igualdad 0 el isomorfismo entre maquinas y humanos propiciaron un nuevo paradigma de interpretacion del mun­do. La cibernetica vino a dotar de cierto estatuto teorico al cy­borg.

Por suerte o por desgracia (mas bien lo segundo), muchas de l;s aplicaciones directas de !a cibernetica han sido mas apro­vechadas p<lra fines be!icos que para implementaciones de cor­te social. De hecho, dado el numero ingente de interfaces y ar­mas implantadas sabre el cuerpo del soldado y la conexion entre sensores, neuronas y ametralladoras, se ha llegado a afir­mar, al mas puro estilo orwelliano, que las guerras del futuro se libranin en e! cerebra. En un futuro no tan lejano, las mili­cias ciberneticas manejaran maquinas de ataque y disparadores electricos solo con su mente. Es una de las varias predicciones que enumera el in forme Nezwociencio Cog;nitiva Emergente y Tec­nologias Relacionadas, elaborado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos para el Departamento de Defen­sa del pais. El mencionado estudio recoge una serie de largas investigaciones sabre el cerebro humano, sabre sus variacio­nes fisicas y fisiologicas, y las modalidades psicol6gicas que se asocian a tales variaciones; en definitiva, sobre Ia relaci6n en­tre lo fisico, lo psicologico y Ia conducta hnmana. Identica­mente se hacen predicciones mirando hacia las pr6ximas deca­das para Ia estrecha. J.dacion establecida entre neurocienci:s y seguridad. Lo relevante para nosotros es que este tipo de in­formes se centran en varios t6picos, uno de los cuales son las interfaces cerebro-maquina. Las protesis cerebrales converti­ran a los soldados en cyborgs. Lo que lleva a pensar que las guerras del sigb xxr las haran los cyborgs. Aunque los pacifis-

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tas no toleramos mucho estos desarrollos ciherneticos de la gue­rra, hay que reconocer que la industria militar ha sido Ia mas habil reapropiandose del conocimiento cibernetico. La cybor­gologia ha despertado mas de una fantasia en los militnes. In­teresan las pr6tesis y anexos que mejoren las capacid.ades para el combate de sus hombres y aquellos compuestos que debili­

ten al enemigo. Una de las pruebas de fuego de Ia cibernetica es el intento

de modelizar y comprender el funcionamiento cerebral me­diante las tecnicas analiticas de dicha disciplina. Se calcula que el cerebro humano tiene unos roo.ooo millones de neuronas, cada una de las cuales es capaz de estaLlecer unas 5o.ooo co­nexiones o sinapsis. En los ultimos afios, se ha producido una gran convergencia de est-udios entre Ia neurologfa, Ia ingenie­ria de redes, Ia rob6tica y los trabajos de las nuevas tecnologias de la informacion. Cada vez son mas frecuentes, metaforica o directamente, las asimilaciones de este 6rgano rentral y pen­sante a un chip prodigioso.

Desde hace mucho tiempo, se b querido llegar a Ia for­mula magica que explicara el funcionamiento del cerebra hu­lTJ.ano. Para ello, se diseiiaron diversos interfaces cerebro-ma­quina (Brain-computer inteJface, dicen los anglosajones) que captaran sus activi--:ddes y UD.id~des esenciales. El metodo mas conocido es Ia colocaci6n ue electrodos sobre el cerebro para, a traves de la representaci6n grafica de las andas electromag­neticas, acercarnos a sus secretos internos. No obstante, lava­riabilidad cerebral "! lo largo de Ia vida de un sujeto estandar, asi como entre diversas personas (y no estamos hablando de diferentes sexos, edades o culturas), hace improbable e invia­ble la creacion de modelos globales. Aunque, como decimos, es improbable un modelado perfecto y exacto del cerebro hu­mano en las proximas decadas, noes descabellado el de algunos de sus subsistemas o funciones. Lo que permitiria, considera­ciones practicas aparte, Ia confeccion de dispositivos que, sin imitarlo fielmente, asistirian al cerebra como «pr6tesis neuro-

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nales», almacenando memoria, suministrando informaciones adicionales o procesando dlculos en tiempo real.

La repetidisima prueba de Turing, ese examen humaniza~ dqrpara detectar intrusos de metal entre las filas organicas, te­nia Ia intenci6n de demostrar la imposibilidad de equiparar lo humano a la maquina. Turing, a pesar de recibir el apelativo de «padre de la informatica», no disimulaba su incomodidad ante Ia posibilidad de que los sistemas ciberneticos fueran con:­siderados «pensantes». Para ei no podian funcionar sin bniju­la, sin amo, sin creador y director. Las computadoras solo ha­cen lo que se les pide, se les ordena o se les programa, pero carecen de iniciativa. Son esclavos sin decision, empuje o ani­mo emprendedor, piensan muchos. Es frecuente escuchar que una maquina no es capaz de justificar su propia existencia, no es autocrftica consigo misma, carece de reflexividad, no posee la habilidad para emitir juicios esteticos o juicios morales, etc. Puede simularlo, pero no experimentarlo propiamente ha­blando. Puede limitarse a aplicar unas reglas o unas instruc­ciones, pero existe un vasto campo de actitudes y proposicio­nes que escapan a su actividad binaria.

.En esa linea, las aportaciones de esta primera cibernetica no se redujeron a una simple teorizacion de las redes, los sis­temas complejos o los dispositivos con feedback . En seguida encontraron seguidores y cientificos entusiastas que decidie­ron ponerse manos ala obra con los proyectos de la ciberne­tica. Wiener habia dado un fuerte impulso al desarrollo de los estudios de inteligencia artificial (vease el cap. 4) tras la Se­gunda Guerra Mundial, al recibir cl encargo del gobierno es­tadounidense para disefiar un sistema autorregulado de direc­cion de canones antiaereos. La cuestion era bastante sencilla: un cafion que incorporara un mecanismo que recibiera infor­macion del exterior (de un radar) sabre Ia posicion y la velo­cidad de los aviones enemigos y fuera capaz de autocorregir el angulo y Ia fuerza con cierta rapidez. De est8. forma la marina norteamericana implement6los primeros ordenadores. Wie-

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ner tenia, en ague! momenta, Ia firme convicci6n de que el cerebra humano operaba de la misma manera. Y, como vimos en el caso de Clynes y Kline, la cibernetica inicial madur6 apoyada en las experiencias de las tecnologfas belicas y la in­dustria militar. El caso es que, gracias a los prototipos balisti­cos de Wiener y con Ia ayuda de los trabajos de Von Neu­mann, se fabricaron los primeros cerebros electr6nicos, una serie de modelos primitivos de ordenadores, todavfa bastante limitados pero que causaron una autentica sensacion: el Mark I en Harvard (I 944), el ENJAC (en I 946), el Ed SAC (en I 94 7 ), que pudieron ~er explotados comercialmente a partir de I 95 I (con el modelo UNIVAC). Asi que la cibernetica dio Iugar a lo que se conoce como «primera generaci6n» de computado­ras. Tras mt::dio siglo largo desde las primeras aportaciones de Wiener, los avances materiales (tecnologicos) han sido mu­chos y rrmy variopintos. Pero los saltos cualitativos, de para­digma, han sido muy pocos. La ciencia de la computacion ha mirada, cada vez que queria realizar un movimiento signifi·­cativo, hacia los padres fundadores de la cibernetica (Wiener, Von Neumann, Turing, etc.). Entre las ultimas tendencias en esta materia se podrfan citar los «algoritmos geneticos» de Holland (Universidad de Michigan) y otros modelos neuro­nales de la psicologfa cognitiva. En cualquier caso, ha e:xisti­do la cibernetica como ciencia-madre. No est:i claro yes aun motivo de discusiones sin fin si se ha cumplido el suefio de los padres fundadores de Ia cibernetica: Ia integracion del mundo tecnico y el mundo natural en una unica disciplina.

AI final, esa idea plat6nica de que Ia cibernetica es el con­trol de los hombres y, por tanto, Je pilotar b nave de la politi­ca no va a estar t~n. alejada de lo que veremos en los proximos capitulos. La cibernetica es un arma de muchos filos, que ha desembocado en modos de articular Ia tecnologfa y la ciencia con lo social, pero que tan~bien ha sido consciente de sus If­mites: desde los mas l6gico-formales, relacionados con Ia inte­ligencia artificial (el Teorema de Gi:idel o los problemas detec-

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t·adtJ '> por Church vTuring respecto a Ia inteligencia artificial), h ;J S I;i los mas epis~emol6gicos como el de Bateson (un sistema llllllc;J puede comprenderse a si mismo completamente), pasan­do prir los propios de las ciencias fisicas (Principia de.Inc~rti­diiJJiln·c de Heisemberg). No obst<mte, el nudo gordiano, la co­lulliiJ:I \-ertehral de la cibernetica, es el argumentc inicial de \Viencr de que sistemas naturales y artificiales son bdsicamente iguales. Aw1que nos parezca w1a proposici6n evidente o recha­r.ahlc supuso, en su momenta, toda una revoluci6n te6rico­conceptual que clio pie y fundamento intelectual (cientifico) a mu chas de las experiencias y ejemplos que visitaremos en los pr6ximos capftulos. Los modelos fisiol6gico-ciberneticos se instal a ron en nuestras vidas, sentando precedente y campo de expansion a Ia ciborgizaci6n del mundo.

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EN EL PRlNCIPIO FUE LA CJENCIA FICCl<.)N

La fotogra ffa es Ia verdad. El cine es Ia ver~iad veinticuatro veces por segundo.

JEAN-LUC GODA_RD

La ciencia ficci6n es una especie de arqueologia

del futuro. CLIFTON FAD! MAN

Metropolis (1926), de Fritz Lang, temprana obra (muda) de ciencia ficci6n y una de las piezas maestras del futurismo y el

expresionismo aleman (Caparr6s, 2004, pp. 231-236), preten­de ser una distopia futurista que describe una megalopolis del siglo XXI donde, en Ia superficie, vive la «casta intelectual» y elitista y, en el subsuelo, se hacinan encerrados los obreros-es­clavos. Uno de los persoi1ajes es un robot antropomorfo (a imagen de Maria, una luchadora por los derechos de los tra­bajadores), fruto de Ia invenci<;'m de un inventor genial (Rot­wang) y capaz de suplantar a los humanos. Esa falsa Marfa, esa mujer-robot, consigue levan tar a las masas y provocar un cata­clismo en Metropolis. Mas alla de su papel de cabecilla caris­

matica de los explotados, dicho ente, mezcla de la candidez humana y ia ciencia puntera, se convertira en la espoleta de un cambia social. Es una suerte de cyborg que traera la redenci6n a los trabajadores pobres, exprimidos por la voracidad burgue­sa. No obstante, la soluci6n paternalista que Lang reserva para el final de Ia pelfcula exige que Ia verdadera Maria se presente para nna reconciliaci6n entre patronos y obreros (amos y es­clavos), dejando a ese cyborg primigenio en segundo phno. Con un populismo que le llev6 a ser acusado de subversivo e incluso de pronazi, el filme realmente guarda una relaci6n es-

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trecha con las corrientes filos6fico-culturales de Ia Alemania de finales del siglo XIX y principios del xx y con el adveni­miento del capitalismo industrial. Metropolis constituye.uno de l<?s cas<;>s mas con1plejos, a Ia par gue apasionantes, de toqa Ia historia del cine. Fue mutilada tras su primera proyecci6n y Ia version completa solo se pudo ver en Alemani<1 entre enero y mayo de 192 7· El estreno posterior en otros pafses, como en Estados Unidos en ese mismo afio, reducfa su longitud origi­nal en so minutos, llegando a ser esta Ia version que tambien se exhibirfa en Alemania meses mas tarde. Asimismo, este es el minutaje mas comun, incluso en Ia actualidad, cuando Ia am­putacion ha continuado hasta los 94 minutos, salvn en escogi­das versiones que circulan entre cinefilos.

Esta monumental obra de arte, basada en la novela homo­nima de la esposa de Lang (Thea von Harbou), compone la imagen de un cion robotico de un humano, sexuado y lascivo, apostol protector de los proletarios oprimidos, una de las pri­meras figuras que Ia sociedad industrial que despuntaba empe­zab<> a conocer, imaginar y temer. Dejando de lado etiquetas, interpretaciones y mitologias, Metropolis lfama Ia atencion porque es una profecia precoz de una sociedad futura donde aparece, por primera vez, una mujer-robot, un cyborg inci­piente, una criatura semihumana y semirrobot. Noes la apor­taci6n mas original 0 novedosa de la historia del cine, pero es una pelicula que anticipa, en muchas decadas, un mundo que emprende la incorporacion masiva de inventos tecnicos a sus sociedades, un mundo que empieza a modificar los cuerpos, un mundo que esta por venir. Y es un largometraje que adjudica a esa mezcolanza de lo organico con lo inorganico un promete­dor papd en Ia solucion de lc,; .::onflictos sociales. Metropolis, gustos aparte, se adelanto a su tiempo, sembrando el camino para imaginar escenarios donde la carne y el acero van de la mano en. Ia busqueda de un futuro mejor. Ianto en esta cinta como en obras posteriores que citaremos, resuenan los ecos de la conciencia social de un industrialismo que despega, una so-

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ciedad alerta ante la automatizaci6n, no tanto ya de Ia produc­ci6n fabril como de todo su cuerpo social. Metropolis, al igual que La metamoifosis de Kafka o La nwlltni'ia mdgica de Mann, refleja l.a cultura de un·fin de siglo extrafiado ante los cambios sociales que se suceden; ante el declive de lo viejo y Ia llegada de lo nuevo. Ante un mundo que se abre a Ia proliferad6n in­cesante de maquinas monstruosas; m<iquinas sin alma ni se­xualidad, pero que parecen insinuar futuros horizontes secre­tos. Son afios en los que las vanguardias artisticas futurista, surrealista y dadaista emergen obsesionadas con los objetos, con la tecnica, con la industrializacion feroz de Ia vida social mas co­tidiana. Para estas corrientes estetico-pollticas, ya sean mani­qufs, plantas productoras de caches o robots, todos parecen ser objetos muy esteticos y dotados de un anim.ismo extrafio.

En epocas posteriores, desde mediados del siglo XX hasta casi los afios ochenta, 1 un sinffn de robots muy humanos han protagonizado los taquillazos hollywoodienses: Gort en r Tlti­mdtum a Ia tierra (195 1), Robby, el Robot, en Planeta prohibido (1956), HAL 9000 en zoor: Una odisea del cspacio (1968), C3PO y RzDz en La guerm de las galaxias (1977), Proteus en Engendro mccdnico (1977), etc. La lista de automatas que han poblado las pantallas cinematognificas ha ido ensanchandose y creciendo casi sin fin. Se prvJu.ce, ento!lces, una hiperinfla­ci6n rob6tica o crecimiento demognlilco enorme entre la po­blaci6n de automatas actores que no puede pasar deszpercibi­do para nadie con un poco de curiosidad. No obstante, todavfa estamos ante androides inteligentes, distintos y distantes de los humanos. Y si bien su morfologia y su sensibilidad nos ha-

1. Hay quien cita un personaje algo secundario: los «robots» que en I 92 3 sa!fan en las obras ideadas por los hermanos Capek y eran construidos artificialmeme a partir de «tissues>> biol6gicos. Desde I92 I, el escritor che­co Karel Capek puso en circulaci6n !a noci6n de «robot>> a traves de una copia futurista de Frankenstein donde nn fisi6logo descubrfa el metodo de fabricaci6n de Ia materia sintetica y producfa nuevos seres que continua ban Ia estirpe de Ia criatura creada por Mary Shelley.

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bla de elementos intermedios, estamos aun lejos de conside­rarlos cercanos. Hasta casi Ia decada de los setenta , el robot ha sido un animador frecuente de di.versos generos, pero siempre ~con1o qi.at}lra extraiia; atrayente ror el parecido ra­zonable, pero tambien a una distancia natural insalvable. Los comediantes rob6ticos se han convertido en nuestros espejos durante ese primer periplo de 1:! ciencia ficci6n, siendo siem­pre similares aunque radicalmente diferentes. En la ciencia ficcion del siglo xx, las maquinas humanas resultaron un re­curso socorrido en las narrativas filmicas porque personifica­ban no solo nuestro reverso tenebroso sino tambien nuestra posible evolucion futura. Como diria ague!: «Ponga un robot en su vida».

Segun ha iclo maclurando Ia ciencia ficcion como genera y han iclo desarrollandose las ciencias biotecnologicas y geneti­cas o las tecnicas de realidad virtual y digital, la orientaci6n de la literatura y el cine ha ido a iluminar los oscuros recovecos que se abrfan_ Las fantasias de la nueva ciencia ficcion han ex­plotado hasta Ia saciedad mezclas variadas de lo humano con la maquina: Blade Runner (1982), Terminator (1984), El chip pro­digioso (1987), CJ'boTg (1989) ,]uez Dredd (1995), Matrix (1999), lnteligencia Artificial (2 001), etc. Muchas ya recogen mas lite­ralmente la idea de cyborg y difuminan la frontera humano­maquina, penetrando en un territorio virgen hasta el momen­ta. En Ia mayorfa de ellas, la fusion de metal con carne tiene una descompensacion hacia ellado oscuro, representando ha­bitualmente maldicos i:J erseguidores o destructores de la prosperidad. Triunfa, par tanto, la mirado. asustada y recelosa de los cyborgs de ficcion. Pero no todo es tan tenebroso, siem­pre ha qucdado un hueco para los Robocop (1987) (los Trans­formers o, incluso, el i Inspector Gadget!), para esos prim eros cyborgs en los que Ia parte humana compensa y subyuga final­mente Ia tendencia malvada del frio acero. La bondacl natural atribuida al ser de carne y hueso puede (y debe) son1cter a las in controlables ilusiones roboticas de dominio ilimitaclo. Lo

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humano, sea lo que signifique ese termino, resurge una y otra vez como Ave Fenix incorruptible ante el avance todopodero­so de una tecnica apabullante. Una ambigiiedad y un (des)equi­librio que apar.ecer:i en todas las aproximaciones ficcionales al tema. cyborg: un com bate eterno entre ia cara hmnana, ri~tu­ralmente buena, y la cruz tecnologica, naturalmente mala. El cyborg de fi.ccion se situa en esa permanent_e ambivalencia y Ia explota hasta la saciedad. La mayoria de estas obras pueden re­sumirse como una lucha tenaz entre la hiologia caritativa, mi­sericordiosa y sensible y los gelidos y desmedidamente ambi­ciosos entes met:ilicos que solo sueiian con dominar el mundo a cualquier precio.

Blade Runner( r982) merece quizas un ligero inciso. La pe­licula de Ridley Scott, filme de culto para la ciencia fi.ccion, se estreno en 1982, cosechando dos nominaciones a los Oscar. Pronto se convertiria, a pesar de su aparente minimalismo es­tetico y su penumbra no deslumbrante, en un clasico de dic:ho genera y en Ia precursora del genera, asi clenominado, cyber­punk. Esta basada en la novela de Phillip K. Dick 2Suefian los androides con ovejas elictricas? ( r968) y describe un futuro (Los Angeles en el 2019) en el que seres fabricados a traves de lain­genieria genetica (los replicantes) trabajan en empleos peligro­sos y como esclavos en coloni2s exteriores. Tras un sangriento motin y ante la posibilidad de una rebeldia generalizada, dichos replicantes son declarados ilegales y perseguidos par un cuer­po especial de Ia polida, los blade runners. Dejando de !ado los detalles fllmicos y de guion, son relevantes varios elementos de la obra. Por un !ado, la idea de construcci6n de seres inorg:ini­cos tan parecidos a los organicos que ya resultan iildistrngui­bles (especialmente lo~ ::::::>delos «Nexus 6») tanto par su simi- __ litud fisiologica como por su comportamiento aparente. Lo unico que los diferencia es su comportamiento emocional, que Jcbe ser descubierto mediante un cic:rto tipo de interrogatorio (emulando el famoso test de Turing). Su naturaleza maquini­ca, expresada en w carencia de emociones, los delata median.:.

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te interrogatorios habiles. Por otro lado, esas obr,ls de la men­te humana, a su imagen y semejanza, escapan a su control, vol~ viendose contra los creadores. Igualmente, los resultados de la ingenierfa genetica son calcos perfectos, no discernibles al ojo humano y que requieren una metodologfa sofisticada y exper­ta para desenmascarar lo falso. En cualquier caso, Jl no prove­nir de una gestaci6n fisiol6gica, destilan un apice de inhuma­nidad que debe ser descubierto mediante astutas preguntas. Finalmente, los frutos del quehacer tecnocientifico conviven entre nosotros, asemejandose, amenazantes; copiar las faculta­des humanas tiene sus lfmites y sus peligros. La pelicula, que le debe mucho a Metropolis de Lang, da para una profunda teo­rizaci6n, pero no deja de ser un acercamiento a los peligros acechantes de una tecnica que nos replica, generando copias casi identicas, pero perversas; ciencia ficcion en estado puro. Mas que como un hito visual posmoderno mediante una des­cripci6n de un futuro en decadencia, Blade Runner vehicula una reflexi6n pesimista sobre la cyborgizacion social. La in­venci6n del termino «replicantes»' para referirse a los seres manufacturados que viven en entomos futuros sirve para justi­ficar los avances en rob6tica_ que desembocan en esos «NeJ..'US 6» cuasihumanos. Desde un punto de vista estricto, los repli­cantes no son cyborgs, son replicas de sus creadores hu.r<1anos, facsimiles, simuhcros, ya que hi empresa que los fabricd (Tyrell Corporation) esgrime el eslogan «More human than human». Si somas fieles al guion, no parece que los replicantes tengan circuitos sino que sus cuerpos estin todos hechos de materia organica sintetizada en un laboratorio. AI carecer de partes ma­qufnicas caen fuera de los parametros clasicos e iniciaticos del cybv.·g. Sin embargo, a pesar de los parecidos razonables y las similitudes prometedoras, Pl replicante puede pensarse como

2. Definidos en la propia pelicula como: «Un ser virrualmente igual que un humano [ ... ] superior en fuerza y agilidad, y a! menos igual en inte­ligencia a los ingeniero ~ geneticos que lo crearon».

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un ente intermedio, como una promesa de cyborg o como un sutil cyborg genetico, que serfa una exegesis mas avanzada y adaptada de los viejos ciborgs. Como veremos, hayversiones o · interpretaciones de los cyborgs que ya no responden necesa-. riamente ~ ese esquema inicial de c6ctel agitado de cai-pe y . tuercas, sino que ]Jtilizan el termino como paraguas para esa pletora de engendros y productos de la tecnociencia en todos sus sentidos. Expresado en otros terminos, el significante cy- _ borg puede servir para designar realidades nuevas y cambian­tes, fuera de las oposiciones binarias clasicas, entidades utopi­cas, impensables hasta la fecha.

Los cyborgs, en este caso, reflejan la confusion de nuestra cultura ante sus propias creaciones. Son los riesgos de nues­tra propension ilimitada a crear, a designar, a fabricar y mez­clar, arriesgando y rompiendo a cada n1omento los Hmites an­teriores. Son, tambien, los resultados inesperados de un Homo faber en permanente reinvencion de si mismo y de sus capaci­dades. En ese sentido, los replicantes constituyen una especie decyborgs, humanos ambiguos. A su vez, los replicantes sedu­cen con esa confusion, muestran la erotica de la maquina in­definida, ambivalente, indeterminada. Los replicantes son se­xualmente activos y esa mezcla de genero desconocido y ser impreciso les hace atractivos. Estas ideas no son nuevas y han sido desarrolladas por la vertiente feminista, seguidora de Ha­raway, en su interpretacion de la pelfcula (Doane, 2000). Es interesante que muchas lecturas actuales de Blade Runner se hayan hecho desJc la 6ptica feminista mas posn10derna. En cualquier caso, estas computadoras revestidas de carne blanda son sistemas cognitivos que nos engaiian y que nubian nuestro intelecto porque desafian nuestra percepci6n mas fie! y cref­ble, la mirada. Parecen exactamente iguales a nosotros y tene­mos que recurrir a tecnicas de inspecci6n que tequieren es­fuerzos especiales. c:Aman, en realidad, esos replicantes? c:O es un mero sistema cognitivo resolviendo el input y el output que proc~sa sin cesar?

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La legion de fans que ha cosechado Blade Runner tiene que ver con su estetica futurista, con su elaborado guion y con Ia combinacion de ciencia ficci6n en estado puro con un relata po-. · licial que atrapa. Es el mas dificif todavia: introducir la tematica cyborg y la problematica de los seres clonados indi.stinguibles junto con una trama misteriosa y polidaca. Pero lo que quiz,1s nos importa mas, de cara a entender las representaciones y acti­tudes fluctuantes que el cyborg produce, es que el protagonista aparece como perseguidor de dichas replicas tramposas, pero queda embaucado por la estetica y la erotica de las mismas. Los cyborgs son nuestras creaciones, fruto de nuestras necesidades o caprichos, y nos resultan amenazantes y sugerentes a Ia vez, te­midos y deseados en el mismo grado. Nos hipnotizan porque nos fuerzan a tener que buscar elementos de distincion con el ser humane que no son nada faciles y que no pasan ni por el as­pecto externo ni, a veces, por la inteligencia aparente, sino par cuestiones tradicionalmente consideradas men ores ( emociones, sentimientos, etc.). 0, como dice uno de los personajes de la pe­licula: «Los replicantes no tienen familia y los humanos, si».

De Temzinator Games Cameron, 1984), aunque esta basa­da en varies relates e ideas de Harlan Ellison, se cuenta (o cuenta su director) que su guion tiene un fuerte componente onirico, fruto de las pesadillas del propio director mientras es­taba enfermo. Aunque la pelicula ha pasado a la historia por sus futuristas aportaciones a las tecnicas de efectos especiales y por convertir en estrella al actual y anabolizado gobernador de California, tiene la sugerente caracteristica de combinar cy­borgs bienhechores y maleficos. La doble cara del cyborg se muestra sin velos, embutida en su ambivalencia constitutiva. En el no tan lejano afio 202 9, los humanu::. crean a los cyborgs a su imagen y semejanza, pero sufren sus iras y, a la vez, deben ser rescatados y salvados par ellos. Estos tccno-humanos son capaces de tener cu11ciencia y reflexividad para elaborar y emi­tir tanto juicios morales como sentimientos. Los cyborgs en Terminator estan formados por un endoesqueleto electr6nico

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(cables y chips), recubierto por una capa de musculo y piel hu­manos. Es resefiable que no todos los Terminators son cy­borgs, sino que algunrn; son robots a secas y otros han supues­to un ·sal to cualitativo en su naturaleza. Y un nuevo data llama poderosamente Ia atericion: esta es una pelicula en la que al­gunos Terminators se autodenominan a si mismos cyborgs, mostrando un cierto grado de autoconciencia que antes men­cionabamos. Por ejemplo, en la segunda parte (Terminator 2), el T-8oo declara: «I'm a cybernetic organism: living tissue over a metal endoskeleton» [Soy un organismo cibernetico: un tejido viviendo sabre un endoesqueleto metalico]. Tal exi­to ha tenido que !levan tres entre gas (Tenninator 2: El juicio fi­nal, Terminator 3: La rebeli6n de las mdqui11as) y la cuarta ya esta programada (Terminator Salvation).

Robocop (r987, Paul Verhoeven) sigue patrones relativa­mente similares, pero incorpora Ia idea de que los cyborgs, aparte de moralmente bondadosos, tienen sensibilidad al do­lor fisico y j)Sfquico e, incluso, subconsciente y memoria. En un futuro dist6pico y oscuro, la ciudad de Detroit, ante la ola de criminalidad insoportable que sufre, encarga el funcion;:; ­miento del DepartamPnto de Polida a Ia corporacion OCP (Omni Productos de Consumo). Dicha empresa construye la soluci6n milagrosa y final para borrar b ilr::galidad de la urbe, un cyborg policia, formado por los restos orgi.'licos de un va­lioso policia muerto en acto de servicio y un exoesqueleto fa­bricado con titanio y recubierto con kevlar, practicamente a prueba de balas. El policia tiene flashbacks (dice en un momen­ta respecto a su familia: «Puedo sentirlos, pero no puedo re­cordarlos») y, por mucho que se resiste, termina imponiendo su sensibilidad humana. Ante una perfida maniobra de «los malos» de la pelkula, el cyborg Robocop es captado para las filas del mal, pero sus restos humanos consiguen detener la co.rrupcion ya inidada y devolverlo al lado moral del mundo, siempre gracias a la hegemonia que las neuronas humanas po­seen frente a la inerte armadura.

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En Desafio total (Total Recall, 1990), dirigida por Paul Ver­hoeven y protagonizada nuevamente por el muscuLdo Ar­nold Schwarzenegger, al protagonista, un obrero de la cons­truccion en el 2084, se le inj·erta' en el cerebra un chip con falsos recuerdos de vacaciones no vividas. Basta fa sensa-cion, incorporada tecnicamente, para poder afirmar su realidad. En la pelicula, la verdadera memoria humana se rebela contra el intruso memoristico, contra el recuerdo adulterado. Pode­mos leer la moraleja del filme como que Ia formaci6n de un cyborg recordante falla por intentar subvertir las tendencias neuronales naturales . Tenemos, al igual que en Ia pelfcula an­terior, el mismo esquema donde la memoria humana gana la batalla a la manipulacion tecnica artificial. Los restos del pa­sado, huellas biologicas imborrables, se resisten a ser aplasta­das por una memoria impuesta, por los afanes de dominio ili­mitados de una tecnologfa que cree poder controlarlo todo. Pero 1o humano termina triunfando porque se aferra a su na­turalidad.

Johnny Mnemonic (1995) es otra respetable obra de la cien­cia ficci6n en la que podemos percibir el aroma de Ia cyborgi­zacion. La pelfcula, dirigida por Robert Longo, esta basada en una novela de Wrlliam Gibson. Carre el afio 202 I, con media poblaci6n mundial enferma; Johnny, el protagonista, es un mensajero de informacion (se gana la vida transportando in­formacion, es un «correo mnemonico»), una persona que lle­va los datos mas importantes del siglo XXI directamente intro­ducidos dentro de su cerebro. Mediante un injerto, un chip implantado (un cafi6n de banda ancha conectado directamen­te al cerebra), ha mdtiplicado su capacidad de almacenamien­to y memoria, pero debe descargar los datos rapidamente 0 morira de sobrecarga. La truculenta historia se complica cuan­do una organizacion criminalle busca para robarle la informa­cion que transporta. Podemos considerarla, en una interpre­tacion nac!a atrevida, como una cinta que pretende transmitir un cicrto recelo respecto a Ia informatizacion del mundo (y del

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cuerpo). En esa linea, este cybertbriller esboza, al menos, dos temas sugestivos: por un lado, Ia deshumanizacion del hom­bre, adulterado y trastocado por implantes ciberneticos para mejorar sus prestaciones (aquf, archiv.fsticas 0 rven:oristicas), maquinizadas sus habilidades biol6gicas de manera monstruo­sa (puesto que Johnny sufre tormento y extasis ala vez). Y, por otro, las consecuencias de un planeta L:omo el nue~tro, satura­do de interferencias electromagneticas y atiborrado de cam­pos magneticos que causan enfermedades hasta entonces des-

conocidas. El ~esto de las peliculas qTie pueden citarse siguen arquitec-

turas argumentales similares y fueron, en Ia mayor parte de los casas, menos exitosas. El chip prodigioso (r987), donde una nave miniaturizada penetra en un cuerpo humano para viajar como un parasito en su interior o, incluso, Cyborg (1989), donde, tras un holocausto nuclear, los hombres deben enfrentarse a un robot asesino que evita la curaci6n ante las plagas que asolan la tierra, son dos ejemplos de las incontables obras que, tras los afios 1970-198o, se filmarcn. Menci6n aparte merece eXistenZ (i999) de David Cronenberg, un juego diab6lico con el tema de fonda de los videojuegos; pesadilla, entre ficci6n y realidad, en­tre videojuego y su exterior, un laberinto solipsfstico donde se mezcla lo onfrico conlo real de una manera indistinguible. No pretendemos un catalogo completo de la filmografia de la cien­cia ficci6n reciente, sino identificar algunos ejemplos en los que Ia figura del cyborg aparece de manera manifiesta.

Si que supuso una renovaci6n, y la colocamos por ello aparte, la fantasia infonautica de Matrix (1999), salida de la chistera de los hermanos Wachowsl~, tambie:n cohvertida en film de ClJlto con una celeridad inaudita. Matrix recrea un ci­berespacio tan real como el espacio euclidiano de la vida dia­ria, donde podemos basta morir. Lo interesante es la fusion de nuP.stra conciencia «real» con nuestra presencia virtual, desdibujando las fronteras entre Ia vida off-line y on-line. N eo, el heroe y protagonista de la pelfcula, descubre que el

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mundo en el que crefa vivir y que habitaba diariamente (iba a trabajar todos los dias a una oficina) noes masque una simu­lacion -virtual, creada po~ maquinas a las que se encuentra co­nectado mediante un cable enchufado en su c~rebro. Robots sanguinarios han devastado Ia tierra y tienen esclaviz~dos a los seres humanos para chuparles su energfa. La unica manera de que los Honzo sapiens produzcan los vatios suficientes es ha­ciendoles creer que viven libres. Asi pues, los miles de millo­nes de personas que sobrevivieron ala invasion alienfgena, vi­ven falsament:e, son cultivadas como si fueran puerros o pat:atas para poder dar energia a las maquinas. Esta ilusion co­lectiva (o simulaci6n interactiva) es conocida como Matrix y ha sido tambien interpretada como una met:afora de nuestra vida social mediatica y ficcionalmente alimentada. Mas alla de si esta especulacion fantacientffica es inverosimil o no, imagi­na una virtualidad muy real, lo que nos coloca como sujet:os doblemente articulados (en dos posibles pianos de existencia). Para algunos, esta hibriciacion entre nuestro cuerpo real y las realidades recreadas en nuestro cerebra por las maquinas su­pondria una suerte de cyborg o, al menos, se le pareceria.

Para demostrar ·las larguisimas raices que puede tener la idea del cyborg en la literatura, hay quien se remonta a dos obras de Hoffmann (r776-r822), escritor, compositor y dnl­maturgo aleman: 1 • Los automatas (1814) y El homb1·e de arma (I 8 I 5), que pertenecen a cierta fase del romanticismo aleman, preocupado por el realismo psicologico, lo grotesco y lo so­brenatural. En la primera de elias, un automata con forma hu­mana lanza predicciones y profecfas inquietantes, geD.erando una sensacion de pavor y admiracion ante tal proeza. En la se­gunda, un ; ~wen se enamora de una muiieca con forma huma­na, una automata femenina que lo hace enloquecer y hasta sui­cidarse (se cuenta que Freud lleg6 a interpretar este cuento en terminos psicoaualiticos). A meJio camino entre la ciencia fie­cion de Julio Verney los cuentos de los hermanos Grimm, es­tas dos novelas hablan de la posibilidad de que aterricen en

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nuestras socieclades seres artificial~s casi indistinguibles, de propiedades novedosas, que nos fascine!1 pero tambien nos enloquezcan. A estas obras sucedieron otras como La Eva fu­tzmt {r 886), del esctitor frances Aug',lSt~ Villiers de L'Isle­Adam (r838-1889), adscrito al movitniento simbolista, en Ia que una «androesfinge», que obtiene energf:! psiquica -.me­diante un medium, sustituye a la amada del protagonista. En todos estos primeros casas, la erotica del androide se mezcla con el temor a lo desconocido.

F1'a11kenstein (r8r8), de Mary Shelley, es, justamente, uno de los precursores mas famosos de Ia protociencia ficci6n (y de la vida artificial); una novela que escudriiia las consecuencias de un descubrimiento cientifico en su entorno social. La figu­ra del protagonista no encajaria nftidamente en Ia idea del cy­borg, pero no podemos dejar pasar Ia ocasi6n de ubi carlo en una linea que confluye sin soluci6n de continuidad en esta: el Hcmo faber, que en este caso crea vida, o el encuentro entre bios y tecnos. Igualmente, sugiere la siempre aleccionadora mo­raleja de que «los sueiios de la raz6n producen monstruos» en el doble sentido de la expresi6n; tant~ los desmanes de una ciencia incontrolada como la imagen de la criatura que se vuelve conn·a su creador. Lo interesante es que el esquema frankensteiniano (implantes electromecinicos) es la forma mas comun de cyborgizaci6n (vease el cap. 3) y sigue postu­landose como el paradigma de la cyborgizaci6n end6gena. Esta novela g6tica, tal y como ha sido catalogada, tantea los problemas de la moral ciei1l.ifica cuando el hombre rivaliza con Dios en los procesos de creacion de vida (un Prometeo moderno, tal y como se subtitula). La cuesti6n central es que los intentos de diferenciaci6n y control de la naturaleza pue­den generar castigos terribles del destino.

La continuaci6n natural de la literat'Jra fantastica, decimo­n6nica y contemporanea, son los comics que, con los X-l'IIen a Ia cabeza, hace tiempo que han deambulado por el territorio cyborg. Iron Man, Dr. Doom, Dr. Octopus, el Capitan Arne-

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rica, etc., forman una pletora de seres hfbridos, algunos bue­nos y otros malos, repartiqos indistintamente en el !ado clara y osc_uro del mundo, que pueblan las paginas de los comics mas leidos eq. nuestro planeta. La virtud mas destacada de los co­mics ha sido su inmensa e infinita imaginacion, con un margen de maniobra enorme para pensar y proponer libremente._ El defecto mas sobresaliente: ser siempre un genera menor, her­mana pequefio de las grandes producciones cinematograficas y los best-sellers literarios. A mayor campo de accion y varia­bilidad, menor publico. Cuando un comic ha querido saltar al estrellato ha tenido que pasar irremediablemente por las pan­tallas para dar la campanada. En cualquier caso, es w1 formato que nose debe olvidar y, por suerte, los estudios culturales han rectificado, desde los primeros estudios de Umberto Eco y au­tares similares, y han situado a esta suerte de cultura popular en ellugar que se merece.

Dentro de cierta contemporaneidad, Ia novela de Martin Caidin (un autentico experto en aviacion y aeronautica, que escribio casi cincuenta libros) titulada Cyborg (1972) puede considerarse una de las primeras referencias directas que ya hacian uso de la nueva terminologia. Daba Ia casualidad, po­cas veces mencionada, de que Caidin habia sido piloto y ci­rujano de vuelos antes que escritor. El protagonista dellibro es un piloto de pruebas de la NASA (Steve Austin) que cae gravemente herido en un accidente (se lesiona las piernas, el brazo izquierdo, un ojo y otras partes del cuerpo). Los res­tos del heroe astronautico son reconstruidos con la ayuda de «COstillas bionicas», una clara referencia biblica, por los me­dicos e ingen!eros de la famosa institucion norteamericana. La excusa perfecta para uii superespia del sigb XXI. La novela en sf no tuvo apenas exito fuera de los circulos de fanaticos de la ciencia ficcion. Sin embargo, ocurrio un hecho media­rico que ahara suele ocurrir con mayor frecuencia: e~ rexto fue la simiente de una posterior serie de television mucho m:ls vista y celebrada, Tbe Six Million Dollar Man (y, en una

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segunda version, The Bionic fVimza11). La serie, en America Latina, se tradujo como El bombn. nucleaT, lo que refleja con claridad la equivoca mezcolanza de tecnologlas en el imagi­nario mediatico. El guion es muy similar a la. novela, ya que repite la idea de un piloto accidentado que es recompuesto pieza a. pieza (gastando, exactamente, 6 milloi1es de dohre's en la operacion) y que, gracias a los nuevos mie1T1bros implanta­dos, ll~ga a poseer una fuerza herculea, una velocidad endia­blada y capacidades de vision telescopica e infrarroja. El pri­mer capitulo de la serie comenzaba con una frase que se haria conocida y que encarna toda la filosofia cyborg de la ciencia ficcion, una combinaci6n de biologia y electronica cuyos re­sultados finales son un hombre superior:

Caballeros, tenemos Ia tecnologia, podemos reconstruirlo. Tenemos Ia capacidad de crear al primer hombre bi6nico del mundo. Steve Austin sera ese hombre. Mejor que como era antes. Mejor, mas fuer­te y rmis rapido ...

El Steve Austih robotizado era capaz de correr mucho mas ra­pido que cualquier otra persona, posefa una vision envidiable, tanto de cerca como de lejos, gracias a su ojo bionico, y su Lra­zo derecho superaba con creces la fuerza 0P cualquier extre­midad humana vulgarmente decorada con dedos norrnales. ~Que mas podia querer un simple humano y vulgar mortal? Lo comico de la serie es que la que era su novia tambien esta a punto de fallecer en un accidente, yes mantenida criogenica­mente para acabar siendo rehecha, igualmente de manera ar­tificial, y dancio lugar a otra serie: La mujeT bi6nica (1976), de mucho menor exito televisivo.

Finalizando con este mini dossier cinematografico y literario, los cyborgs, en su sentido pleno, no han cobrado vida real hasta casi los afios setenta y ochenta, pero, como hemos descrito, vie­nen siendo perfilados directa o tangencialmente desde princi­pios del pasado siglo, cuando la consolidacion del capitalismo

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industrial y las grandes olas tecnologicas proyectaban un mundo nuevo. Alienaci6n, burocracia, jaula de hierro, anomia, tragedia cultqral, etc., son categorias que buscan entender. intelectual­mente (desde las cienc~as sociales) Ia imparable tra~sformaci6n que se viene produ.ciendo en las socieclades modernas y que son reconfiguradas de arriba abajo. La ciencia ficci6n complementa­r:i esa mirada clesde otro angulo, tanteando siempre los limites de Ia comprensi6n humana sabre la ciencia y Ia tecnologia; limi­tes que rozan Ia maravilla y Ia catastrofe, lo paradisfaco y lo in­fernal. Literatura y cine pretendedn anticipar hipoteticos mun­dos futuros, testando escenarios por revelarse. Hasta tal punto ha funcionado este genero que, como clicen algunos, pareciera que «Ia realidad imita a! cine» (J;'r;:mcescutti, 2004, pp. 9-19).

Especialmente los cyborgs de pelfcula o novela se han acle­lantado (o quizas han corriclo paralelos) a! mundo real de Ia integraci6n humano-maquina o tecnologia-sociedad. Han fun­cionado como referentes, como sospechas y como esperanzas, mirada curiosa y ambivalente de una conciencia social aterro­rizada y encandilada ante sus propias criaturas: monstruos mara-.·illosos. Desde siempre se ha considerado que Ia ciencia ficci6n se ha antepuesto, de alguna manera, al futuro. Existen numerosos casas en los que podrfa afirmarse sin mucha equi­vocaci6n que Ia ciencia ficcion (literaria) se ha adelantado a la ciencia (social). Piensese, por ejemplo, en el submarino Gulio Verne, r87o), en los rayos laser (H. G. Wells, 1898), en los trasplantes de 6rganos humanos (Alexander Beliaev, r 92 5 ), en los uteros artifi.ciales (Aldous Huxley, 1932), en Ia clonaci6n (Ursula K. Le Guin, 1968, y Kate Wilhelm, 1976), etc:. Ha sa­cado de su chistera profedas, algunas autocumplidas y otras autodestruidas (self-fullfilling prophecy/self-defeating prophecy), como definiciones de realidad que se han sumado a Ia realidad (para ratificarla o negarla). 3 Ha sido utilizada como marco

3· J?,·~ ncescutti ha reconvertido y adaptado el Teorema de Thomas cl:lsico (« Silas personas definen las situaciones como reales, estas son rea -

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cognitivo (comunicativo, medi<1tico, interpretativo) de los ho­rizontes posibles y probables. En ese senticlo, algunas de sus fantasias se han hecho realidad, «realizando» las ficciones. Otras han servido de aviso o alerta del peligro inminente percibido y

· se han sorteado, evitando cun~plir'los negros presagios que Ia Jj.:.· ·

teratura o el cine augui"aban. Cualquier investigador intere~ado en la percepci6n social de Ia ciencia y Ia tecnologia tiene que pa­sar, tarde o temprano, a inspeccionar el tupido mundo de Ia ciencia ficci6n, que ha resultado ser una de las conciencias tragi­cas de un mundo hipertecnol6gico. Literatura y cine (especial­mente) han desarrollado un tipo de narraci6n que codificaba las desconfianzas y expectativas que el par ciencia-tecnologia pro­ducian ante su imparable avance. Las inquietudes sociales que no tenian otros canales de expresi.0n tomaban cuerpo a traves

de la ciencia ficci6n. No obstante, es cierto que la ciencia ficci6n clio la impre­

si6n de alcanzar su cenit entre el final de Ia Segunda Guerra Mundial y los ultimos a.iios del siglo xx. Recien estrenado el siglo XXI, ha ida reduciendo su exito 0 popularidad. Aunque la afirmaci6n es arriesgadll y, seguramente para algunos, inexac­ta, no podemos dejar de mencionar un reciente reportaje en un peri6dico espa.iiol que se titulaba: «EL futuro mata la cien­cia ficci6n» (El Pais, Babelia, 19 de julio de 2008). Bajo el sub­titulo «La realidad deja sin argumentos a la literatura de antici­paci6n», se describfa un cierto baj6n de la producci6n editorial para este genera (si pensamos en el cine, podrfamos no estar tan seguros de la afirmaci6n). Asumiendo el diagn6stico, las horas bajas de determinada literatura fantastica, las causas que se adivinan no serian tanto cuesti6n de crisis econ6mica de ese segmento editorial como de que «el :fnh1ro parece ya demasia­do cerca para imaginarlo» (El Pais, «Babelia», 19 de julio de

les en sus consecuencias>>) a Ia ciencia ficci6n: «Si el futuro 1maginado por los sujetos es considerado como rea l, tendra consecuencias ·reales>> (2004,

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zoo8, p. 5). Hubo un tiempo en el que los vaticinios tardaban en cumplirse (aunque lo hacfan): el viaje a h1 Luna de Julio

. Verne (De Ia Tierra a In Luna se publico en 1865 y Armstrong .Ja piso er: 1969) o su Nautilu~ (Veinte milleguas de viaje subma­rino es de 1870, y el primer submarino atomico, de 1955). No esta tan clara que, en Ia actualidad, eso siga ocurriendo con Ia misma frecuencia y nivel de acierto.

Pensamos que el obituario es demasiado temprano, pero sf es sintomatico que las profecias cientificas parecen cobrar vida mucho mas r<ipidamente que antes, debido a Ia acelerada Ca­rrera cientffico-tecnica. No tendria importancia ahora des­mentir o verificar Ia propuesta de una ciencia ficcion casi ago­nizante. Lo sumamente relevante es darse cuenta de que gran cantidad de los temas clasicos de Ia ciencia ficcion (lease el cy­borg) forman ya parte de nuestra vida cotidiana. No languide­ce el genero por falta de escritores o de lectores, sino por no poder pronosticar un terreno que la realidad conquista antes siquiera de imaginarlo. Obviamente, no desapareced esta va­riedad cultural, pero mutaran sus formatos. Ahara, por ejem­plo, los tecno-thrillers biotecnologicos,4 desde Parque Jurdsico (1993, en cine) o La j'vfosca (1958 y 1986) hasta Gattaca (1997), estan mas de moda. En Gattaca se presenta una vision distopi­ca de un mundo donde es posible la seleccion genetica extre­ma, eligiendo tecnicamente h constitucion biologica de los individuos. De esta manera, los cyborgs resultantes (producto de tecnologias geneticas) y los hijos gestados seven libres de cualquier tipo de taras, deficiencias y enfermedades. Ello oca­~iona que s6h los seleccinnad0s P'JPci::m optar a determinados trabajos y que se generen asimetrias y desigualdades sociales inesperadas. Sin embargo, peliculas aparte, la ingenieria gene­rica extrema (de ultima generacion), aquell::! que recientemen-

4· No podernos dejar de rnencionar algunos de sus precedentes litera­rios: Un mundo feliz , de Aldous Hu.xley, Los niiios del Bmsil, de Ira Levin, y !.a isla del Doctor J\1m~eau, de H . G. \~Tells.

EN EL PH!NCIPIO FUE LA ClENCIA FICCI6N

te ha f~bricado a Sintia, Ia primera bacteria totalmente artitlcial (vida sintetica), se desplaza tan fugaz yvclozmcnt..: que con difi­cultad podemos conjemrar sus nuevos productos. En ocasiones, Ia cienc~a·ficciun apenas puede especular, es deil1<1siado realista.

No estarfa bien dejarnos en el tinttro Ia rehi cion, tambi¢n promiscua y ardiente, entre Ia ciencia ficci6n y·nn subget\ero suyo, el cyberpunk. El cyberpunk es una clase de ciencia tic­cion que arranc6 en los afios ochenta yen donde la sociedad y la tecnologia aparecen como ficcionales y extrafios Gordan, 1999, p. zo). Fue un movimiento capitaneado par algunos es­critores visionarios, tales como William Gibson, Bruce Ster­ling, Pat Cadigan y otros similares, que encarnan una actitud critica y ut6pica hacia las nuevas tecnologias. 5 La ciencia fie­cion representa nuestras socied.acles de una manera peculiar y el cyberpunk es el intento de pensar crfticamente Ia inclusion de las nuevas tecnologias digitales en nuestra cotidianeidad. Para algunos, el cyberpunk es la expresi6n arristica mas depu­rada de una epoca 0 del «inconsciente polftico posmoderno»

(Sanchez Navarro, 2004,_ p. 181). El cyberpunk nunca fue sistematico y por ello no tiene

sentido encorsetarlo en patrones fijos pero , desde luego , cumpli6 con su potencial critica social a traves de la creacion de una terminologia propia y la identificacion de temas de debate candentes Gordan, 1999, p. 2 5). Aunque su historia esta sin escribir y es harto complicado sintetizar su corpus, podemos pensar en el cyberpunk como un nutrido y atrevido grupo de escritores e intelectl!::>.les que, en los afios ochenta, pensaron sin presiones ni complejos el nuevo mundo que se abrfa. Recordemos que Gibson publica el Neuronzante en 1984 y que, en 1985, se publicaba Mirronhades: The Cyber­punk Anthology con un prefacio de Bruce Sterling. Sterling, en dicha introduccion, se jactaba de que el cyberpunk era d

5· Puede consultarse un Manifiesto Cyberpunk bastante interes~ntc en <http:/ /project.cyberpunk.ru/idb/manifesto_es. html >.

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primer movimiento que combinaba ciencia ficcion y critica social:

Los cyberpunks son quizas Ia primera generacion de cien~ia ficci6n que crecio no solo leyendo I~ literatura tradicional de Ia ciencia fie­cion sino en un mundo verdaderamente cienciaficcional. Para ellos, las tecnicas de Ia ciencia ficcion dura ch1sica (extrapolacion, alfabeti­zacion tecnologica) no son solo herramieritas literarias sino una ayu­da para la vida diaria (Sterling, 1985, p. xi).

Identicamente, Gibson deda: «Cuando escribo sabre tecnolo­gfa, escribo sobre como ya ha afectado a nuestras vidas» (cita­do en McCaffery, 1991, p. 274). El espacio del cyberpunk se centro en dos temas: a) la organizacion de la informacion como espacios virtuales, y b) la naturaleza de los cuerpos vir­tuales. Aunque el primero es mas relevante, el segundo nos afecta mas . El primero trata de lidiar con esos nuevas entes que son los mundos virtuales, recreados tecnicamente, sean un metaverso, una red, una ruatriz o como se quieran etiquetar; ese ciberespacio es un Ingar de fusion con lo tecnico. El se­gundo, mucho mas cercano ala idea cyborg, tiene que ver con la transformacion de los recipientes organicos que habitamos a partir de la llegada de innovaciones tecnologicas capaces de reconstituirlos y transformarlos por entero. Por lo tanto, cy­berpunk y cyborg se sola pan tematicamente y poseen muchos puntas de contacto y preocupacion.

No han faltado quienes han visto en el cyberpunk una ce­lebracion del paradigma digital, mientras que otros han con­templado una fuente inagotable de predicciones, promesas y malos augurios. Lo cierto es que, a medida que ei mercado neotecnologico se abria, fueron capaces de rescatar reflexio­nes sobre el cuerpo o cartograffas sociales sugerentes. Y supu­sieron un soplo de aire fresco para unas ciencias sociales que no paredan cualificadas para entender lo que estaba pasando. Podemos, por tanto, en determinadas ocasiones, interpretar la

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ciencia ficci6n como una filosoffa de ia tecnologfa sin los cor­ses academicos. o una sc)ciologfa de Ia ciencia sin el ascetismo intelectual y Ia moderaci6n metodologica que imperan en las disciplinas pretendidamente serias. Par eso, al igual que decfa­mos antes de los comics, Ia cienci~1 ficdon· ha disfrutado de una libertad envidiable a costa de no ser tan consideracb 'como otras disciplinas mas reputadas en el campo intelectual.

Para cerrar este capitulo, unas breves palabras. La ciencia ficci6n es como una avanzadilla que explora terrenos virgenes y nos proporciona materia prima para desarrollar nuestros miedos mas atavicos y nuestras mas ingenuas utopias. Sirve como laboratorio de experimentaci6n y de investigaci6n co­lectivas del futuro. Expresa el subconsciente de la opini6n pu­blica, permitiendo construir futuribles y ,i ctuarlos o padecer­los en diferentes grados. No obstante, los lfmites entre Ia ciencia ficci6n y la realidad hace tiempo que esdn difuminados, que son una ilusi6n 6ptica formada por nuestro empefio en <lsegu­rar una realidad apacib:G y una ciencia ficci6n acelerada ( cuan­do, en realidad, van a la misma velocidad). Dando un paso mas, nos aventuramos a afirmar que la ciencia ficci6n es Ia cul­tura popular del siglo xxr, encargada de generar ficciones traumaticas o ilusiones idilicas que consumimos sin cesar y donde los cyborgs son protagonistas de primera f;L Sean in­quietudes solipsisticas o dukes parafsos sofiados, en todas e!l2.s los tecnocuerpos cobran vida y se desarrollan, siendo tema re­currente de la literatura y el cine en proporci6n creciente. La ciencia ficci6n proyecta sabre los cyborgs lo que podriamos llegar a ser, para lo buena (nuestra mejora) y para lo malo (nuestra degradaci6n como especie). Construye un relato don­de reflej·,,. nuestros futuros, nuestros horizontes posibles e im-

posibles. Estamos apuntando ala conclusion de que el acelerado de-

sarrollo de la rob6tica, la cibernetica y la nanotecnologia ge­netica dibuja lentamente, pero a paso firme, un futuro predi­cho par la ciencia ficci6n. El imaginario de los relatos literarios

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y de las narraciones cinematograficas, especialmente a partir del invento de los hermanos Lumiere, se propag6 basta crear las condiciones de realidades existentes. Escenificando los r'iesgos y las ofrendas de Ia tecnocienc;ia, la ciencia ficci6n pro­porcion6 horizontes para Ia acci6n so cia I a! ela borar rna pas de mundo:> posibles. Este genero confeccion6 la agenda que, afios m;'is tarde, organizarfa nuestra vida cotidiana. Y, de esta manera, suministr6 fabulas que se convirtieron en historias que, con el tiempo, iban a cristalizar en realidades.

En el capfrulo anterior otorgabamos un gran peso a! clima intelecnul que, en algunas ramas de las ciencias (puras y apli­cadas), se gest6 durante mediados del siglo xx y que cristaliz6 en el paradigma cibernetico. Peso, a Ia bora de dar cuenta de Ia integraci6n entre la biologia y la cultura material, y peso, a la bora de comprender Ia gestaci6n de la idea de cyborg den­tro de unos esquemas de pensamiento que se iban hacienda dominantes. En otras palabras, para poder imaginar los cyborg e, incluso·, crearlos enla practica, bubo de conformarse w1 con­junto de representaciones sociales y de marcos cognitivos don­de tales figuras l.u.-v·ieran sentido y fueran, de alg-Un modo, espe­rables y deseables. Sin embargo, este otro capitulo viene a complementar al anterior, negando la posibilidad del despe­gt"-" cyborg sin la ayuda que la ciencia ficci6n presto; un gene­rc qae fue allanando el camino para Ia incorporaci6n total de la tecnologia a nuestros cuerpos. Todas estas novelas y peliculas instituyeron un tipo de cultura popular, de amplio alcance en­tre la mayoria de las clases y capas sociales, que apuntal6 mas aun Ia tendencia a ver Io tecnico como parte constitutiva del ser humano, a visualizar sus potenciales realizaciones, a la vez que a temer sus consecuencias inesperadas. La ciencia ficci6n ha tenido un reconocimiento tardio a su labor performativa de lo social, a verse como otra materia prima del mundo moder­no. En ese sentido, tiene un papel politicamente radical al proponer utopias sin descanso (Parrinder, zoor). Las fantasias imagirudas que deambulan por comics, libros y cintas de vi-

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683866 EN EL l'llli-.fClPIO FUE LA CIENCIA FICCI6l'r

cleo son brujulas para Ia reaiidad , anticipos de experiencias que nos tocadn vivir. Ante el extr<lll<lmiento generalizado que su­ponenlos avances cientffico-tecnicos, relatos y narraciones nos caiman y guian, haciendo tolerable este mundo de cambios acelerados. La cultura occidental moderna, propcnsa a yer el tiempo como un ente aut6nomo e independiente y proyectada permanentemente hacia adelante, necesita de estos simulacros futuros.-En definitiva, si la cibernetica fue la matriz intelectual de los cyborgs, Ia ciencia ficci6n debe compartir autorfa o pa­ternidad en igualdad de condiciones. Porque este genera nos transporta, gratiS, a OLWS mundos ... que ya estan en este.

83 B\BUOTE.CA CE.NTRAt UNAM

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ALTIUS, CJTIUS, FORT/US: SERES PROTEICOS

Nacf humano. Pero esto fue un accidente del clr' <;­

tino, simplemente una cuesti6n de Iugar y tiempo. Pienso que es algo sobre lo que tenemos poder

para cambiarlo . K. WARWICK

Oscar Pistorius, un sudafricano blanco de 2 r afios, naci6 con un defecto congenito, careda de perones en sus rodillas. A los r r meses, los medicos decidieron amputarle las piernas un poco por debajo de dichas articulaciones. Sin embargo, frente a la adversidad y con ambici6n y afan de superaci6n, Pistorius, gracias a unas pr6tesis especiales con forma de cuchilla bauti­zadas con el nombre de cheetah (guepardo), cumpli6 su unico suefin: correr y competir. Aficionado al atletismo, pudo saris­facer su.s ansias de surcar las pistas a toda velocidad. Este co-· rredor se convirti6 en un autentico atleta bi6nico o, en el vo­cabulario anglosaj6n, en un verdadero blade runner (en alusi6n a la pelicula sabre la que hemos tratado en el capitulo ante­rior). Su historia no termina aquf, da para mas.

Deciclido con fi.rmeza a correr a alto nivel, Pistorius se fede­r6 y se postul6 para competir en las Olimpiadas de 2008 (Pekin) en la modalidad de 400 metros. Sostenido y espoleado par sus piemas de fibra de carbona, fabricadas en Islandia, podia surcar velozmente las pistas intemacionales en tiempos mas que acep­tables. Sin embargo, b Federaci6n Intemacional de Atletismo (IAAF) estudi6 su caso detenidamente y revoc6 su licencia.' El

I. En su categorfa paralfmpica, Pistorius ostenta en Ia actualidad el re­cord mundial de roo, 200 y 400 metros, y gan6 tambien medallas de oro y

i.Jronce en los Paralimpicos de 2004.

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14 de enero de zooS emitfa desde Monaco un comunicado ex­plicando el porque de su decision. La IAAF se basaba en un es­tlidio realizado por un laboratorio de biomecanica de Colo­n·ia' que ~osto so.ooo euro.s, el cual alertaba de que Pistorius. marcha sobre una ortopedia que hace Lls veces de muelles «subvirtiendo la logica fisiologica humam >>, facilitando b ca­rrera y gastando un 2 5 por roo menos de energia. Es decir, que competiria con una superioridad no natural, tecnologica­mente anadida. Realmente, a Ia vista de los resultados, no po­dria batir a los m:iximos exponentes del atletismo mundial (sus marcas estan algo alejadas de los primeros puestos), aunque es claro que este atleta bionico act:Ua con una dinamica y un sis­tema fisiologico modificado. Si bien su velocidad punta no ~~­canza ni supera la de los mejores corredores, mednicamente las protesis son mas eficaces que el cuerpo humano, recupe­rando parte de la energfa que los vulgares mortales disipamos sin retorno y fatigandose menos (consume menos oxfgeno). Posee, dicho lisa y llanamente, mayor «eficiencia fisiologica>>. Pistorius es, como mencionabamos antes, un cuerpo meJOra­do o, en un vocabulario que nos deberfa sonar ya familiar, un autentico cyborg atletico, un cuerpo en el que se han fusiona­do, de manera simbiotica, biologfa y tecnica.

La explicacion de la diferencia tiene su miga . .Mientras que en el corredor «normal», al pisar, el tendon de Aquiles absor­be el impacto, en Pistorius es la protesis la que asume ese tra­bajo. En el primero, son los gemelos los que aportan mas energfa para «cargar» el tobillo, y en Pistorius esto recae en gluteos y cuadrfceps, que tam bien aportan al movimiento, y, al

2. El director del estudio fue el profesor Peter Brueggematm, de Ia Universidad AJem2na del Depo:·te, c!e Colonia. Las pruebas se realizaron los dias I 2 ~- I 3 de noviembre de 2007 con la intenci6n de comprobar si las pr6tesis suponian una ayuda tecnica, resultado que vulnerarfa el articulo 144.2 del reglamento de la IAAF. Puede consultarse la pagina de la L<\AF sobre el tema: <http://www.iaaf.org/news/kincl=Ioi/newsid=42896.ht.n:l>.

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«ALTIUS, CITIUS, FORT!US»: SERES PRO' i'EICOS

mismo tiempo, Ia protesis transmite fuerza a su «pie». Solo un estudio de ingenierfa y anatomia fisiologica pcdrfa explicar co~1 datos ese tipo de diferen.cias que, para lavista del ciudada­no medio, suponen una simple cuesti.On estetica; Ia protesis contra lacarne. Por tanto, el informe biomedico concluye que Pistorius, clicho drasticamente, se aprovecha de la correcci6n

de sus imperfecciones. La paradoja de Pistorius resulta de ser un discapacitado

(amputado) que, tecnicamente ayudado, se convierte en un su­percapacitado (para algunas actividades como correr). Ha pasa­do de faltarle a sobrarle. No hay termino medio, triste ironia. 0 <;e queda sin piernas mirando como con·en los demas, 0 es mas eficiente (y se causa menos) pero sin Ia posibilidad de me­dirse con el resto. 0 somos imperfectos o la tecnologL~ nos co­bca por encima de la media. Atrapado en esa aporia, Pistorius, queriendo manifestar la situacion paradojica en la que se vefa inmerso, declar6: «2Como me pueden prohibir competir usan­do las mismas herramientas sin L:;:; cuales no podrfa ni andar, no digamos correr?». El desenlace de la historia, hasta donde llega, es feliz para Pistorius, porque su apelaci6n tuvo exito y le permitieron pasear su combinacion de humano y pr6tesis me­canicas por las pistas del atletismo mundial y por el Olimpo de los deportistas elegidos. Pero, a pesar de que finalmente pud0 correr, no se clasific6 debido a sus tiempos y, por tanto, no re­present6 a su pais en las Olimpiadas. Esta vez fue el cron6me­tro el que le dejo fuera de la gloria. Sin embargo, laureles o me­dallas a parte, su historia es una de las mas paradigmaticas entre las paradojas protesicas con las que nos topamos hoy en dfa.

El caso Pistorius, por consiguiente, es paradigmatico y lla­mativo por la esper.racular imagen de una persona cabalgando sobre unas muletas de fibra de carbona integradas en su cuer­po, unas piernas artificiales. En definitiva, por la insolita silue­ta que forma al montar sobre ese ch?sis. Un atleta bionico como el ha sido llamado jocosamente por algunos un «bio­freak», un monstruo formado por un cuerpo «tunneado». No

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obstante, Pistorius no es unico. Hace poco Ia PGA (Professio­nal Golf Association, una federacion internacional de golt) prohibio aJ golfista profesional Casey Martin jugar montado en un cochecito, un autom6vil que lo transportarfa de hoyo en . hoyo. Martin, impedido de las extremidades inferiores .desde el nacimiento, ya que tenia una pierna def01·mc y atrofiada a causa de un trastorno circularorio degenerativo, era incapaz de seguir el ritmo normal de una competicion. Habiendo ya ganado un torneo profesional en su dfa, llevo su causa contra el Tomeo PGA hasta el Tribunal Supremo de los Estados Uni­dos, que dictamina que, con arreglo a las disposiciones de di­cha asociacion, se tenia que permitir a! golfista discapacitado el uso del carro durante las competiciones de golf. Y, asf, una ex­tensa gama de compensados, complementados y ayudaclos por Ia tecnica: nadadores, saltadores, jugaclores varios, tiradores, etc. No vamos a insistir en las polemicas, sino en Ia existencia normalizada y masiva de estos «Jc:portistas ayudados». Segtin el censo 2ooo de los Estados Unidos, mas de 49,7 millones de sus ciudadanos mayores de 4 afios tienen alguna forma de dis­capacidacl. Esta <_;ifra representa el 19 par roo de la poblacion o una de cada cinco personas de dicho pais. Muchos de ellos aseguraban practicar deportes tan diversos como hockey, eqmtacion, escalada, buceo, ciclismo, esqui acuatico, rugby, rutbol, balorw~sto, etc. En definitiva, un sinfin de actividades ludico-competitivas al alcance de los atletas discapacitados gracias, en muchos casas, a artilugios de apoyo y ortopedias incorporadas. La realizacion rJe ar.tividades deportivas, para una ~!:"::mdisima parte de la poblaci6n mundial, requiere de sustituciones, reemplazos o suplementos (mec:!nicos mayori­tariamente) que habilitan pero, a veces, exceden. Unos medias protesicos que son condicion de posibilidad, aunque rayan la ilegalidad.

c:Como interpretar esta proliferaci6n de cyborgs atleticos u hombres bi6nicos no aptos para las Olimpiadas o para el for­malismo de las !eyes de los diversos cleportes? c:Veremos un

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«AI. TIUS, CITIUS, l·ORTTUS»: SERES PROTEICOS

futuro donde un ejercito de hombres-maquina pugne par me­dallas o bata todos los records registrados? c:Ser:i necesario in­sertarse algtin sistema automatico o una extremidad articula­da para optar a los podios deportivos? c:Se podrfa hablar de ;<dopping tecnol6gico» en todos estos casas? La evoluci6n, tanto de las competiciones atleticas como de otras actividaaes sociales, puede verse retocada y refundada par Ia tecnologfa que recompone los cuerpos humanos hasta alterarlos signifi­cativamente. No obstante, los hombres bi6nicos van mucho mas alia de rebajar segundos al cron6metro, saltar rna~ alto, levan tar mas peso o dar zancada~ mas largas. Los nuevos su­jetos protesicos son composiciones que modifican hasta tal punta las caracterfsticas humanas «clasicas» que nos aturden, que rompen los limites de nuestras restricciones fisiol6gicas colocandose en una tierra de nadie legal (y moral) . No somas capaces de alistarlos en las competiciones porque ya no tene­mos claro si lo que compiten son personas, y par esa raz6n solemos, con relativa f1ecuencia, rechazar su participaci6n. Todo un sinfin de artilugios puede implantarse y encajarse en nuestra blanda carne para aumentar nuestras capacidades 0

habilidades, lo que alimentaria el viejo suefio del citius, altius, fortius, lema de los Juegos Olimpicos.3 Esta estrategia deane­:xi6n o afiadidura no se reduce a rivalizar ludica o deportiva­mente, sino que vamos retocando e incrementando nuestras facultades fisiol6gicas y corporales, mas alii de donde pensa­bamos; rebasando lo que, durante siglos, paredan limites in­

franqueables. Dejemos par un momenta el ejemplo deportivo. Las con­

diciones ampliadas de los cybc:-gs no tienen que ser puramen­te fisicas (fuerza o velocidad); tambien pueden ser de indole fisiol6gica (tecnicas, de habilidades, psicol6gicas). Reciente-

3· La frasc fue pronunciada por el baron Pierre de Coubertin en Ia irwtguraci6n de los primeros Jutgos de Ia Edad Moderna, en r896 (Are­

nas).

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mente se anunciaba en los medias mas reputados (la revista Nature) 4 el exito de un primer implante cerebral que logra ba hacer «hablar» a un paciente mudo e~ la Universidad de Bos­t~n (Massachusetts) .. Cuando el paciente, un varon que pade­cfa d «sfndrome de enclaustramiento» (un dafio neuronal que deja el cuerpo inmovilizado completamente salvo para parpa­dear, pero con plenas facultades mentales), despert6, logr6 ha­cer retumbar tres vocales metalicas. El sujeto en cuesti6n pro­nuncio unos primeros sonidos inteligibles, producto de su nuevo microchip instalado en el cerebra, el cual recoge las se­fiales nerviosas asociadas al habla y las procesa mediante un sintetizador de vnz electr6nica. Para conseguir este sonora re­su!tado, con la ayuda de ciertas tecnicas de rescinancia magne­tica se identificaron las zonas cerebrales del paciente que se activaban cuando t:rataba de vocalizar o cuando simplemente pensaba en sonidos ((podriamos leerle el pensamiento?). Las terminates implantadas y utiliz.adas en este experimento se re­cubrieron de una sustancia que estimulaba el crecimiento de neuronas a su alrededor (obviando, asi, la discontinuidad y el rechazo) gracias a un trabajo muy meticul<Jso que trataba de evitar tener que ponerlas y quitarlas a cada rata. La idea geD.e­ral que subyace a todo el proceso, y que tiene conexi6n con nucstra tematica cyborg, es que el sistema nervioso del cuerpo humano viene a ser como el cableado de una maquina; un con­cepto muy cibernetico. Y la conclusion que apuntamos en este capitulo es que la protesificacion es una practica extendida, que supera con creces las nociones basicas que solemos tener de ella (gafas, audifonos, muletas o zapatos ortopedicos, por citar los mas sencillos) hasta el punta de recobrar habilidades, destrezas o artes perdidas sin e<::;'eranza de recuperaci6n. Pero, tambien, que es una estrategia que puede resultar pro-

4· «Brain implant allows m'.lte man to speak. Panent with paralysis controls speech synthesizer with his mind>>, <http://www.nature.com/news/ wo8/o8r u r/full/news.zoo8.r 247.htmb.

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blematica porque se ubica a media camino entre la normaliza­ci6n y la mejora, entre la medicina necesaria y la ortopedia ex­cesiva. Es decir, porque el producto resultante no encaja en las taxonomias humanas conocid?s y nos impulsa raudamente a rechazar sus caracterfsticas, til&indolas de «no naturales». Nuestra preparaci6n para acoger a estos cyborgs protesic'os es

aun muy limitada. Si desmembramos y despiezamos al ser humano en sus or­

ganos fundamentales y nos fijamos en esas piezas organicas que lo componen, constataremos la cantidad de imitaciones, sustituciones o fragmentos artificiales que ya existen en el mer­cado. El 3 de diciembre de 1967, Louis Wahskanski, un .co­merciante de ultramarinos de Ciudad del Cabo (Sud.frica), re-. cibia el primer coraz6n trasplantado de la historia. Desde entonces, mas de !00.000 pacientes han podido beneficiarse de esta clase de cirugia, seglin las cifras del Registro Mundial de Trasplantes. Hace poco se anunciaba (Agencia EFE, 28 de oc­tubre de zoo8) que el primer coraz6n artificial (que imita al humano en ted:;) se implantar:i, gracias a investigadores fran­ceses, en apenas un par de afios (ahara mismo esta en pruebas, con buenos resultados en animales). Este tipo de confecci6n y fabricaci6n en masa de «6rganos de repuesto» ha supuesto, para muchos, la corrfirmacion incontestable de que Ia tecnolo­gia ha ganado la carrera a la medicina regenerativa. El nuevo ingenio palpitante se ha conseguido tras quince afios de inves­tigacion, realizada casi en secreta, y una inyecci6n econ6mica de 55 millones de euros. Alain Carpentier, medico del Hospi­tal Georges Pompidou de Paris y director del proyecto, ase­guraba que, gracias a esta maquina bombeante, los infartados

· van a poder volver a «tener una vida normal». El uso de mate­riales biol6gicos hemocompatibles ha permitido que, en los ensayos con vacas, este musculo del amor funcione casi exacta­mente como los naturales. El nuevo protoLipo de coraz6n sin­tetico esta dotado, asimismo, de un complejo sistema electro­mecanico que detecta la posicion en la que se encuentr~ el

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paciente (de pie, sentado o tumbado), ademas de Ia presion ve­nosa y arterialligada a su actividad, lo que le permite adaptar Ia frecuencia cardiaca y el fluid~ a las diferentes situacio~es. La prebllnta es si tambien st; acelerara ante la ·presencia de personas queridas.

Otro reciente boom mediatico-periodistico rezaba: «El "ojo bionico" llega a Espana». La tecnologia, desarrollada en el Ins­tituto de Microcirugfa Ocular de Barcelona, proporcionaba un «atisbo de luz en el sombrfo camino de la ceguera» (ABC, r 2 de diciembre de 2007). La oftalmologfa de ultima generacion es capaz de devolver Ia vista a los invidentes a t.raves de estimu­laciones electricas de Ia retina. La tecnica es algo compleja en su descripci6n, pero no deja de ser llamativa la conexi6n pa­ciente-tecnologfa. Se coloca a! invidente un par de gafas espe­ciales en las que hay incorporada una microcamara a Ia altura de una de las patillas. La imagen captada por dicha camara se envia a un ordenador de bolsillo que el paciente lleva incorpo­rado en su cinturon (y que esta conectado, a traves de un dimi­nuto cable, a las gafas), que se encarga de procesar esa sefial. Acto seguido, el aparato devuelve la imagen a las gafas, desde donde se Ianza una sefial de infrarrojos ala retina del paciente; en la que se ha incorporado un diminuto implante. Estas pe­quefias descargas electricas se han mostrado efectivas, ya que logran estimular la retina y el paciente consigue distinguir una imagen, aunque borrosa. Si leyendo estas descripciones de re­tratos tecnologicos no somos capaces de atisbar un cyborg en sentido plena es que todavia no hemos captado la esencia de estas mixturas entre el humano necesitado y el circuito de chips y cables que lo complementa. No pretendemos abundar en mas detalles con una cadena interminable de ajustcs protesicos 0 artilugios implantables de ultima generacion, casi indistin­guibles de los naturales y que desbordan nuestra timida imagi­naci6n. Basten estos pocos ejemplos para hacemos una corn­posicion de lug<tr de por d6nde van las ultimas tendencias en moda acoplable.

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Ampliando el alcance de Ia mirada, no podemos dejar de mencionar, en esta condensada recopilacion de seres hibr-idos, las experimentaciones en carne propia de Kevin Warwick. Warwick, jefe del Departamel)to de CibenH~tica de Ia Univer­sidad de .Reading, en el Reino Unido, requiere menclon .a par­te porque representa una de las figuras mas ilustres en el viaje hacia la union de facto entre el cuerpo humano y la tecnologfa. El24 de agosto de 1998, Warwick asombraba a! Iimndo anun­ciando a bombo y platillo un experimento sabre su propio cuerpo (el Cyborg 1.0), a traves del CD:al se implanto bajo la piel un chip RFID (siglas de Radio Frequency IDentification; en espafiol: «Trlentificacion por Radio-Frecuencia») con el que po­dia controlar ciertos dispositivos electricos externos: puertas, luces, calentadores y ordenadores. Tras practicar una mfniffi~: incision en. su brazo izquierdo, unos medicos deslizaron bajo la piel una pequefia capsula de una pulgada de largo y, despues, cosieron Ia cicatriz. Cun la tenue sefial emitida por el chip adosado a su brazo, accionaba, encendfa c apagaba los apara­tos y electrodomesticos que le circundaban. Durante nueve dias, paseo por su departamento universitario con un aparato incorporado e invisible que le vinculaba de otto mono ala tec­nologfa que existia en aquellugar. Era como tener anexado a su extremidad un mando a distancia de una casa del futuro (domotica). Warwick es feliz interactuando con el mundo de la rob6tica y probando que otra relacion con Ia tecnologia es po­sible, ya que su sistema nervioso aparentaba estar unido a la red tecnica del laboratorio donde trabajaba. Ahara, de lo que ha­blamos es de un cientifico cyborg, un ser (auto)protesico que ensaya en su propio cuerpo con fines purameme cientificos y de investigacion. Con el pac;o del tiempo, Warwick ha seguido jugueteando con sus artilugios y sus experimentaciones cy­borgs. Una de sus creaciones mas impactantes es una mano robotica, controlada a traves de un chip establ~cido en el sis­tema nervioso de un humano, algo que tuvo que probar con­sigo mismo. La «falsa mano» posee una serie de sensores de

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presion en sus dedos, gracias a los cuales se pueden producir respuestas de la misma cuando se agarra un objeto. Warwick, que, par lo que parece, es voluni:ari.o de sus propias el~cubra, ciones ciberneticas, considera, excit~do, que este tipo de prue­bas replantean la pregunta por uno mismo, por nuestra iden­tidad y por nuestra ontologfa. Este profe~or de robotica ha declarado en alguna ocasion que Ia percepcion sensorial (y, por tanto, identitaria) excede el cuerpo ffsico y te hace sentir «como un superman». vVarwick ha dedicado su vida (y su cuerpo) ala ciencia para potenciar a los humanos. Sus ultimos productos son unos chips implantables, sin apenas dolor ni coste, para controlar y vigilar a los niiios, y que pueden ser co­mercializados en breve. vVarwick, en resumidas cuentas, per­sonifica, en carne propia, la filosoffa cyborg: aquella que de­fiende que el organismo humano puede tolerar componentes artificiales en su interior y perfeccionarse u optimizarse gra­cias a ella.

En 2002, otro grupo de medicos continuo con la cyborgi­zacion de Warwick, que insistfa en golpear las adormecidas conciencias globales. Le abrieron la mufieca izquierda y le adosaron otro aparatito, esta vez mas pequeiio y sofisticado, para mantenerlo injertado en su cuerpo durante unos tres me­ses. El aparato en cuesti6n tenia unos cien electrodos conecta­dos al nervio meuiano de Warwick, vinculando el sistema ner­vioso del humano a una computadora externa. La idea era que, desde Nueva York, podfa controlar, mediante ese nuevo im­plante y vfa Internet, una mana artificial en Reina Unido. La extension proteica de Warwick viajaba de continente en con­tinente. Este ciberaventurero aclar6 que el mencionado expe­rimento en carne propia ponia en duda Ia idea de cuerpo; cuerpo que dejaba de ser un ente limitado espacialmente para llegar a ser todo lo 1..1ue a el pueda ser anexado, este ala distan­cia que este. Un tiempo mas tarde, Warwick particip6 en otro nuevo experimento en el <l_Ue ir.!:~rcambiaba seiiales entre su cerebra y el de su esposa, gracias a un electrodo irr.plantado en

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un nervio. Esta vez la propuesta de Warwick era sen tar las ba­ses de una comunicaci6n intercerebral directa no linguistica (no mediada por el habla directa). El «capitan cyborg», como It: denominan algunos, planea· elaborar en un futuro. no muy lejano un gistema de coniunicaci6n telematico (de mente a mente), incluso con la posibilidad de grabar experiencias y re­cuerdos. Warwick se reconoce ansioso y excitado, y dice no poder esperar ante el vasto mundo de posibilidades cyborgs que se ofrecen a un ser humano biologicamente limitado. Nues­tro hombre-chip es una persona controvertida, no exento de polemicas, a causa de su incesante busqueda de metamorfosis

tecnologicas personales. Las elucubr.aciones y elaboraciones de Warwick, con su

propio cuerpo como laboratorio de experimentaci6n, tieuen su corolario o correlato artistico en el body an cibernetico. Esta corriente, ala cabeza de la cual se encuentra Sterlac (Ste­lios Arcadiu), presenta como una de sus maximas el ensayo y la simulaci6n con el cuerpo. Tal conceptualizacion del nuevo arte en la era digital recoge influenci~.s de los aiios setenta y ochenta del pasado siglo. Manipular el cuerpo permite rein­terpretarlo a traves del arte performativo. Mas aun, alterar la estructura fisiologica del cuerpo (mediante su imbricaci6n con lo tecnico) deberia modificar tambien la percepci6n del mis­mo. Estos escultores del cuerpo que celebran la nueva estetica de la pr6tesis ponen en cuesti6n que el cuerpo sea simple­mente la materia organica acumulada alrededor de un es­queleto, mostrando que es maleable, alterable y recomponi­ble. La finalidad de las vanguardias estetico-polfticas citadas consiste en mostrar que nuestra identidad ya no puede estar asociada a un sistema 6seo recubierto de iJ.iusculo y piel. Po­demas ser arquitectos de nuestro propio cuerpo, y el ser hu~ mano ya no es un bfpedo implume de vision binocular sino mucho mas. La idea final concluye que d ser humano ch1sico puede ser, mediante la ampliaci6n tecnica, transcendido o su­perado. La conexi6n de artilugios distantes y teleconect8rlos,

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que realizan algunas peiformances del bod)' art, reivindican la nocion de ~~telepresencia» y de «ausencia del cuerpo», un ataque frontal a las concepciones heredadas de la figura 1m­mana chisica. En general, toda esta familia artistica, con Ster­lac ·a !a cabeza, intentan extender el concepto de cuerpo mas alia del recipiente organico con el que nacemos. La relacion del mismo con Ia tecnologia, a traves de fusiones, hibridacio­nes y mixturas de diversos tipos (interfaces, protesis, ingenie­ria corporal, sistemas de realidad virtual, cirugias extremas, etc.), supera Ia mirada limitadora del cuerpo como amasijo de tejidos y replantea nuestra corporeidad. Mas aun, induce· a pensar reflexivamente nuestros organos y nuestra individuali­dad. Otros experimentantes del arte cyborg (Marcel·lf AntU­nez) se han interesado tambien par !a biogenetica y las meta­morfosis corpora1e~ originales. Todo ella bajo una cierta euforia cyborg, en el sentido de visualizar positivamente las tentativas de recomposicion entre lo animado y lo inanimado como un momenta de libertad y de empoderamiento humano.

Steve Mann, profesor de Ingenierfa electrica y computacio­nal en Ia Universidad de Toronto, es otro celebre experimenta­dor corporal de las tecnologias digitales que ha lanzado el wear­camp (un ordenador ~westible») y la wearcam (un mediador de realidad). Par todo ella, se le considera el fundador de la asf de­nominada «weareable computing». Mann, que ha p~rticipado en alguno de los mas prestigiosos foros sabre la materia (MIT Media Lab Timeline for Wearable Computing), ha querido donar su cuerpo al arte y servir de interfaz con la realidad, uti­lizando su cabeza para grabar, merliante una carnara adosada a Ia coronilla, el mundo que le rodea y emitirlo en tiernpo real por Internet. Par un !ado, Mann recibe Jc Jicha camara en for­ma de an tena todo lo que no puede ver par quedar muy alto (y lo ve en unas minipantallas adosadas a sus gafas), y, por otro, puede colocar un sensor de infrarrojos para ~wer» io que se es­capa a nuestro campo de vision natural (cables, campos electri­cos o camaras de circuitos cerrados). Lo cual ha llevado a que

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algunos medias de comunicacion lo bautizaran, al igual que a Warwick, como el primer cyborg del mundo. El documental Cyberman (Peter Lynch, 2001), donde aparece William Gib­son, hace acopio de algunas de estas :wenturas ciberneticas. La pelfcula relata !a trayectoria de Mann durante los ultimos vein­te afi.os en los '·i'le se ha dedicado a adosarse computado'ras a! cucrpo para registrar y archivar todas las imagenes que ve, re­lacionandolo con su teorfa de que el mundo solo puede com­prenderse objetivamente a traves de la tecnologia. Mann siem­pre se ha definido a sf m.ismo como cyborg, y a su experimento, como «realidad mediada» (Gray, 2002, p. 9). Mann, par excen­trico y novedoso, al igual que Warwick, suscita en la opinion publica admiracion, intriga y desconcierto. Pero, ademas de autocirujano o prestidigitador tecnol6gico, Mann es un teo rico en ciernes que ha inspeccionado Ia tematica cyborg con cierta destreza (Manny Niedzviecki, 2001). Su incursion en el mun­do de la conectividad inalamb:-ica (wireless) mediante webcams m6viles e incrustadas al cuerpo para transmitir imagenes inti­mas y personales (que la audiencia vea lo que el ve) ha sido eti­quetada par el propio M:mn como «glogging>> (cyborg logs), en la linea de lo que posteriormente se ha dado en llamar blogging (blogs o weblogs) y similares. Tambien ha dedicado tiempo a la realidad virtual o a los derechos de privacidad y la vigilancia electr6nir::~ (cuyos trabajos han sido expuestos en museos tan prestigiosos como el Mo1','1A o el Smithsonian). En los ultimos tiempos, Mann ha planteado ciertas desconfianzas respecto a la ide::1 del cyborg, en tan tv en cuanto el termino le resulta Cui1fu­~o e inapropiado, ya que todos somas cyborgs en diferente gra­do. De esta forma, y la crftica de Mannes bastante coherente, el concepto ha perdido parte de su carga analitica (y politica) inicial. Si la condici6n cyborg hace tiempo que se propag6 y generalizo, poco tiene de elemento distintivo, yes mas una ca­tegoria de usa comun que un termino que designe una tenden­cia vanguardista.

Como ya hemos indicado, esta version cyborg no respon-

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de tanto a un esquema de reparaci6n o mejora de deficiencias o patologias sino a un control, muchas veces estetico, del cuer­po por razon de placer o belleza. Un piercing en Ia lengua pue­de no resultar agradable e, incluso, llegar a ser doloroso (su implantacion), pero deriva de una concepcion del cuerpo como algo ornamental que merece Ia pena ser decorado, agasajado, maquillado. Por supuesto, no somos tan ingenuos como para pasar por alto toda Ia tradici6n de modificacion corporal an­cestral y milenaria de numerosos pueblos a lo largo y ancho del mundo. La decoracion del cuerpo no es un hecho nada no­vedoso, aunque. s~guramente van mutando sus justificaciones publicas y el discurso a ella asociado. Parece existir una sote­rrada corriente cultural que atraviesa Ia historia empeiiada en rediseiiar el cuerpo, en engalanarlo o en embutirlo artificial­mente para adaptarlo a uno u otro canon estetico o social. En toda ella, el cuerpo es signo exterior de distincion y expresion, un vehfculo de comunicacion que proyecta lenguajes y c6di­gos. No vamos a elaborar aquf un tratado de antropologia del cuerpo; solo vamos a seiialar que Ia tentacion de modificarlo es atavica y recurrente, y que el hecho novedoso es Ia facilidad tecnica con Ia que hoy se puede modificar. El cyborg estetico vendrfa a ser Ia guinda de la carrera cultural por redefinir nuestro organismo bajo las condiciones de unas nuevas tecno­logias digitales, muchb mas potentes.

La cirugia estetica o plastica tiene una largufsima trayecto­ria, ya que, seglin se cuenta, hasta los mismos egipcios realiza­ban tanto trasplantes de tejidos como injertos. En Ia India del aiio 2 soo a. C., se sabia ya reconstruir nariz, labios y boca, a raiz de que a los prisioneros, como castigo, era costumbre arrancarles o mutilarles partes de la cara. Con los ingenios de Ia epoca y algo de atrevimiento, se intentaba enmendar Ia fal­ta. Bajo el Imperio Romano, el medico Celso (s. I a. C.) dejo en sus escritos descripciones sobre las tecnicas de «colgajos de avance». En el siglo XIv ya hay constancia de tecnicas de ciru­gia estetica avanzada. Este carn:lval de disfraces faciales se

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normaliz6 cuando Karl Ferdinand von Graefe publico sumo­nografia Rhinoplastik (r8r8), y se nonnaliz6 cuando, Edmund Zeis publico su tratado Handbuch der Plastichen Chirurgie (1838), bautizando asf esta rama quinirgica, que experimento un gran desarrollo a partir de Ia Primera Guerra Mundial. Las guerras y sus infinitas e infames destrucciones de cuerpos'cata­pultaron Ia disciplina y Ia desarrollaron profusamente.

El ultimo grito en moda cyborg o, en terminos tecnicos, en la «cyborgizaci6n de la sociedad», pasa por una nueva vuel­ta de tuerca que excede el ambito humano, asumiendolo como un caso mas. Transformar tecnicamente los cuerpos de perso­nas seve superado ~nun capitulo posterior y que pasa par ha­cerlo con el resto de los seres vivos. Por ejemplo, hace poco se leia en un peri6dico: «Insectos Cyborgs: Cientfficos insertan camara en marirosa» . El programa HI-MEMS ha tratado du­rante aiios de que alguno de sus «insectos retocados» comple­tara su metamorfosis sin exito. Sin embargo, recientemente el profesor Robert Michelson, del Georgia Tech, ~:mnciaba con regocijo que, por fin, uno de sus insect?S cyborgs habfa llega­do a la etapa adulta. Aunque Ia utilidad de dichos engendros fuera alga tan prosaico como confeccionar espfas a control re­moto, cientfficamente habfa sido un exito. La tecnica quirur­gica exigia retirar el t6rax de una polilla e inyectarle un chip que se desarrollara junto con el insecto durante toda la meta­morfosis, como un 6rgano mas de la crisalida. Steve Potter, profesor tambien del Georgia Tech, ha creado una rata cyborg o «Hybrot» (Hybrid robot, seglin sus propias palabras). La cria­tura en cuesti6n es un sistema formado por neuronas selec­cionadas de embriones de rata e instaladas sobre un chip de silicio. Mas concretamente: se cQloca una pequeiia soluci6n que contiene miles de neuronas de rata en un chip con sesen­ta electrodos, conectados a un amplificador; las seiiales que se envian a las neuronas son captadas por estos contactos y en­viadas a una computadora, Ia cual, a su vez y por via inalam­brica, controla el robot. Tambien, este mismo aiio, se ha co-

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menzado a hablar de «vacas cyborgs». El Servicio de Investi­gacion Agricola (ARS, Agricultural Research Service) de Esta­dos Unidos, gracias a _los trabajos del cientffico Dean M. An­derson, ha empezado a instalar GPS en vacas no ~olo para tenerlas registradas (y evitar extraviarlas) sino tambien para, a traves de un altavoz en miniatm·?, darles 6rdenes con elfin de que sigan alglin camino determinado; una nueva moda en Ia domesticaci6n del ganado. Asimismo, cientfficos de la Uni­versidad de Michigan presentaron recientemente el primer «escarabajo cyborg» del mundo en la cunferencia internacio­nal ME.LVIS wo8, celebrada en Tucson, Arizona. Se trata de un insecto con electrodos implantados y cuyos movimientos puc­den dirigirse por control remota. Elementos como estimula­dores neuronales y musculares o un microcontrolador electr6-nico permiten tener detectada Ia ubicaci6n del escarabajo en todo momenta, lo cual podrfa destinarse tambien a labores de espionaje. No continuamos porque Ia lista de Ili<"iScotas a con­trol remota parece interminable; un autentico zool6gico ci­bernetico.

Aquf la propuesta cyborg da un paso rn_as y supone una in­tegraci6n entre lo organico y Io tecnico que sobrepasa el ambi­to humano para adentrarse en la naturaleza exterior (animales, plantas, entorno, eL<.:.) . La idcz., no obstante, no es tan nueva como sugirieron los propios cientfficos que aplicaban estos me­todos, ya que sus proyectos serfan semejantes a las sillas de montar, a las herraduras en el caballo y a las anillas en las pa­lomas mensajeras. Y::~ <;e han tecnificado <iliimales con anterio­ridad. A partir de a hi' difieren los metodos. En vez de contra­Jar a caballos, por ejemplo, tirando de sus bridas o dandoles taconazos con las espuelas, se utiliza la estimulaci6n electrica de neuronas o la proyecci6n de pulsos ultras6nicos y feromo­nas. Dos formas de domesticar mediante tecnicas diferentes a las bestias circundantes. La ingenierfa biol6gica va rompiendo lentamente las fronteras de lo posible. Asistimos, entonces, a la fabricacion de un parque de animales cyborg, de una nueva

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rama zool6gica hfbrida que combina esos seres, cuya lenta evoluci6n ha durado siglos, con retoques e implantes mecani­cos o electricos que transforman radicalmente su fisonomla, su movimiento o su comportamiento. El zool6gico inventado est<1 formado par animales nuevas, hasta cierto punto. Y este clesfile de criaturas .protesicas supone un nuevo acto de 'crea­ci6n, en el cual seres mezclados y mascotas amplificadas o re­tocadas de dudosa utilidad (hasta ahara) comienzan a poblar nuestras tranquilas vidas. ~En que clasificaci6n zool6gica co­locaremos a tales novedosos seres? ~Que opinaria Darwin si levantara la cabeza? ~Podria Noe volver a llen::~r su area si la proliferaci6n de especies se mantiene a este ritmo?

Por lo tanto, el siguiente paso es el reto de extender Ia cy~ borgizaci6n mas alla de lo humano a. todo lo que pueda consi­derarse natural: animales y plantas, en primera instancia, y, en segunda, los elementos naturales que nos circundan. Pero, una vez creaclos, continuan los retos. Por ejemplo, el desafio que puede suponer hacer volar insectcs-robot. Robert Wood, cientifico de la Universidad de Harvard, ha construido una niosca que pesa 6o miligramos, mide tres centfmetros con las alas desplegadas y vuela. En realidad, la mosca mecanica solo se desplaza verticalmente yva unida por un cable ala fuente de alimentacion externa. Wood intenta ahara mejorar el control del vuelo del microrrobot y a borda un muro muy dificil de su­perar: desarrollar baterias suficientemente pequefias, ligeras y potentes que proporcionen energia a estas minusculas maqui­nas para que no tengan que detenerse a repostar reiterada­mente. La mosca artificial ha sido celebrada en la comunidad cientifica norteamericana, pero ha desatado tambien panico y recelo en otros ambitos porque supone un intento de imita­ci6n de las obras de la naturaleza. Es Ia realizaci6n del suefio humano de copiar lo natural al gusto y hacerlo de manera con­trolada, segun nuestros intereses y deseos. Las aplicaciones del moscard6n cyborg son todavfa inciertas; se ha menciona­do la idea de ~a «mosca espia», de insectos detectores de pro-

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blemas medioambientales (contaminaci6n, mediciones me­teorol6gicas, etc.) o de rastreadores de supervivientes en ca­tastrofes. Un amasijo de cables y paneles metalicos revolotea batiendo sus alas cerca de nuestros oidos: es Ia mosca de Harvard. Las secuelas no se han hecho esperar en criaturas cada vez mas extrafias como, por ejemplo, las cucarachas cy­borgs, en las que se han reemplazado sus antenas por adita­mentos microrrob6ticos que incorporan camaras en minia­tura capaces de grabar el vagabundeo invisible de estas plagas por nuestros sistemas de alcantarillado.

Existe un proyecto frances, Remanta,5 de Ia compafifa One­ra (The French Aerospace Lab), cuyo objetivo es la construe­cion de una especie de pajaro artificial. Esta iniciativa, que data ya del afio 2002, no busca realmente un pajaro clasico, aunque tampoco se trata de un iasecto. Serfa una especie de avi6n pequefio con forma animal. Dichos minivehfculos no tripulados u objetos voladores cyborgizados suelen tener entre r 5 y 30 centimetros. de envergadura y adoptan distintos mo­delos de vuelo. Ya Ia CIA hada tiempo, en su afan de contra­Jar hasta el aire que respiramos, habia ideado una libelula a ga­solina que, par problemas de vlielo (los vientos cruzados), habia sido desechada. Lo dificil en todos estos casos no es tan­to la miniaturizaci6n como Ia imitaci6n de los mecanismos vo­ladores. La med.nica de vuelo y control requiere soluciones 6ptimas y casi linicas (aerodinarnica, propulsion, etc.), ya que esos robots minuscules no satisfacen, debido ala microescala, las leyes normales de la aerodinamica. Aunque un caso como este carece de parte organica, podemos intuir subyacente la noci6n de cyborg en tanto estamos fabricando artificialmente elementos n<Ll.urales y el producto final es un disefi.o bcl6gico, compuesto de materias sinteticas y dispositivos mecanicos y electricos: un proyecto de corte y orientaci6n cyborg.

5. <http:/ /www.onera.fr/ dprs-en/reman ta-flapping-wings-dronelin­dcx.php>.

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Hasta ahara, en la mayorfa de los casas, los cyborgs hu­manos que conodamos resultaban del intento de parchear discapacidades matrices (Pistorius) o insuficiencias organicas mortales (un marcapasos). Pero las experiencias de Warwick y similares se derivan no de situaciones de vida o tnuerte sino de mejoras y afiadidos. Tenemos un laboratorio infinite y ~bierto de par en par: nosotros mismos. Warwick, par ejemplo, ha de­rnostrado ser su propia cobaya obediente, permitiendose ex­perimentar con su cuerpo sin ninglin reparo. Estas pruebas son ya cyborgs que buscan avanzar y perfeccionar alglin indi­viduo, adosandole complementos que incrementen las funcio­nes est:indar. Ya no estamos salvando vidas, estamos constru­yendo nuevas entidades o especies futuras. Hemos pa.sado de los cyborgs por supervivencia a los hombres bi6nicos ge'uera­lizados, de una intervenci6n salvadora a una opci6n afiadida. Las nuevas «generaciones» de cyborgs son los caprichos de nuestra casi ilimitada intervenci6n en el mnndo. Y a ellos res­ponde una nueva filosofia e, incluso, ideologia que, retoman­do la humoristica forma de expresarlo de Gray, Mentor y Fi­gueroa, podrfa condensarse en la frase: «Tesis, antitesis, sfntesis y ... jpn.Stesis!». Hemos superado una epoca, la fase de la prote­sificaci6n medica, que, aunque siga presente, no es la unica. Ahara preseuciamos 'J..::i:l incorporaci6n experimental, y al mismo tiempo hidica, de lo tecnico a lo organico, como inves­tigaci6n cientifica pero tambien como ensayo libre de los po­deres que la tecnociencia nos concede.

La historia de Pistorius y de sus luchas (contra su incapaci­dad, para porlPr correr y competir, por su reconocimiento so­cial, etc.) nos da pie para imaginar los dilemas de una sociedad futura plagada de cyborgs que desafian las limitaciones natu­rales, fisicas o fisiol6gicas. No estamos culturalmente prepara­dos o instruidos para aceptarlos entre nuestras filas, para per­mitir que jueguen con y contra nosotros. No sabemos c6u1u clasificarlos ni d6nde situarlos, ya que son simultaneamente fa­miliares, pero distintos, semejantes, pero incompatibles. Son

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una identidad monstruosa, una mezcla de musculo natural y de fibra artificial. Por un !ado, simbolizan los suenos de incre­mentar nuestras mundanas habilidades y convertirlas en «in­crefbles poderes». Por c~o, repulsan nuestra acostumbrada imagen de cuerpos completos (con sus virtudes y defectos). Pasan por ser «Utopias con ·estigma». Estamos ante otra de las contradicciones vitales de nuestra civilizacion y de los efectos secundarios de una globalizacion mercantil y tecnocientifica: cuando, por fin, las sociedades son capaces de reconfigurar Ia realidad natural yue le fue dada, se retrae atormentada par los dafios colaterales de dicha experimentacion acelerada. Hemos llegado a tan alto nivel de control social de la biologia que, al ejercerlo, somas capaces de lo mejory de lo pear, llegando, in­cluso, a ponernos a nosotros mismos en peligro.

En general, a todo este modelo subyace la intenci6n inicial de usar las pr6tesis como extensiones tecnol6gicas de las capa­cidacles naturales; esto es, de mejorar lo existente. No estamos inventando nada nuevo sino retocando lo actual, puliendo o incrementando lo dado. Pero, al irnos hacia un estado de seres aumentados, nos transformamos en seres ontologicamente su­periores. Sustituimos y apafiamos, suplantamos o reconfigura­mos como buenos Homo faber que modifican a otros Homo faber; artesanos corporales que tallan con esmero las curvas de su objeto. Somas ingenieros de nuestros propios cuerpos, ensi­mismados ante la potencia de reparar o expandir el modelo que nos ha tocado para confeccionar uno nuevo. Este tipo de restauraciones disectoras usa la cirugia como extirpacion de lo disfuncional y acoplamiento de lo mejorativo. La cirugia del siglo xxr modifica el cuerpo, excediendo las razones esteticas para adentrarse en las razones politicas. El paradigma de la al­teracion anatomica domina todos los campos actuales: consu­mimos modificaciones corporales. Las tecnologias protesicas nos permiten casi sustituir y reponer piezas, componernos y actualizarnos cual rompecabezas corporal, sacando los elemen­tos gastados o defectuosos y reemplazandolos por nuevas par-

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tes. Segun William Dobelle (I941-2004), una de las mayores autoridades mundiales en bionica que trabajo como investi­gador biomedico especialmente en restitucion de vision a pa­cientes con ceguera (tam bien en corazones artificiales), Ia tendencia imparable es que, en el futuro, y salvo para el cere­bray el sistema nervioso central, tendremos sustitutos arl:ifi­ciales para todas las partes de nuestro cuerpo. Es decir, en unas pocas decadas, podriamos generar, regenerar o suplir casi cualquier fragmento de nuestro cuerpo. Puestos a profe­tizar, la rehabilitacion dejara. de ser una excepcion para con­vertirse en norma, y, dado el tipo de sistema socioeconomico vigente, que todo lo permea y cubre, miembros, piczas y de­mas fragmentos org<1nicos podran comprarse y venderse al gusto en los mercaclos habilitados a tal fin. La duda inmedia­ta es el tipo de identificaci6n que realizaremos, en el caso de cumplirse tales previsiones, entre !a configuracion biol6gica y el sentido vital (individual y colectivo), ya que las referen­cias clasicas de un cuerpo fijo, inmutable y estable ya no seran

utiles. Las noticias sabre estos modelos de cyborgizacion de los

cuerpos humanos no han parado en su fase protesica (sea re­paradora o superadora). Hace no mucho se leia en la prensa el titular «Los "e-tejidos" dan sus primeras "puntadas"», en alu- · sion a la introduccion en el mundo de !a moda (no solo de la medicina) de tejidos obtenidos mediante sistemas informaci­cos incorporados y sensores que permiten aplicaciones (por ejemplo, la vigilancia por Internet). En este caso, el propio textil actuaria como una red de comunicacion a lo largo de toda !a prenda. Lo que significa, 3 SI a bu[e pronto, qu.e cc.a el desarr::::!lo de esta nueva hornada de textiles ciberneticos, solo con vestirse o ponerse determinadas prendas, los individuos que las porten podran conectarse, en cualquier momenta y Iu­gar, a todo tipo de 1edes, como sedan los sistemas telematicos de informacion del estilo de Internet. Dicho humorfsticamen­te: gabardinas que nos conectan a un chat o bufandas con las

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que navegamos por website_,. de gastronomia creativa. De igual wodo, se esta trabajando en «textiles inteligentes», basados en materiales interactivos que «se relacionan» con el portador,

· con la persona que se los pone. Mejoran la comodidad o, me­diante determinadas propiedades opticas, varian las tonalida­des en funcion de la luz: son de un color li otro segun la hora del dia o la ubicacion (interior/exterior). Asimismo se mues­tran capaces de rectitl.car la temperatura interna en funcion del clima exterior. Pero el elenco de virtudes no termina aqui; estos tejidos ci-berneticos, semiincorj:lorados al cuerpo de quien los lleve, tienen muchas m~1s propiedades que condicionan o moqifican la vida del humano que se viste y va a la moda. Las citadas tecnologfas prit-a-po1'ter son capaces de mejorar la cir­culacion sanguinea de ciertas partes (extremidades, especial­mente piernas), hacen frente a bacterias y otros agentes pato­genos indeseados y evitan hedores y sudores excesivos. 0 sea, que nos acoplamos una simple prenda de vestir y estamos a!ce­rando algunas de nuestras variables fisiologicas estandar. Todo ello nos indica, y terminamos aqui de listar sus ventajas y no­vedades espectaculares, que el cyborg no se compc.ae unica­mente de !JrOtesis u organos trasplantados, c;ino que se puede nutrir del vicio humano de la ropa y de las nuevas modas en cuestion de tejidos ciberneticos. Pod t"mos desfilar por las me­jores pasarelas como rnodelos cyborgizados, fundidos con abri­gos y pantalones. Las tecnicas ya no solo se implantan, sino que pueden llegar a coserse al cuerpo con efectos muy similares. Algo tan vetusto y aparentemuJ.tc prosaico como es la tradicion de colocarse objetos textiles f:·cn.te al frio se puede transformar en una metamorfosis personal que nos catapulte al universo cy­borg en un abrir y cerrar de botones y cremalleras.

Este capitulo merece una pequefia reconsideracion final. Hemos comenzado analizando la primera estrategia, la mas clasica, de integracion entre la biologia corporal y la cultura material-tecnologica: la protesica. Hace referencia tambien al tipo de cyborg endogeno que hemos presentado en los prime-

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ros capitulos y que acaba dando como resultado un hombre maquinizado o un Homo tecnificado. De esta forma se com­prueba como Ia sarta de artefactos que construimos e.inventa­mos se va adosando masivamente sobre nuestro cuerpo (inter­na o externamente), modificando nuestro estatus, naturaleza, personalidad o actitud. En todos los casas recopilados, Ia te'c­nologia supone una prolongacion del hombre. Hemos co­menzado con discapacitados, mutilados, enfermos y alterados que, gracias a dispositivos mecanicos, electricos 0 digitales, ampliaran o mejoraran sus capacidades y sentidos. La tecnica moderna es el nuevo perro lazarillo de las personas (sustituyen­do al clasico can conductor por vision artificial, por ejemplo). Las maquinas son mas que una promesa de mejora perceptiva, son piezas en la construccion de lo humano; inventos que hace tiempo que salieron dellaboratorio para ayudarnos a emitir so­nidos, caminar normalmente, comunicarnos con ou·os huma­nos o simplemente poder sobrevivir. Posteriormente hemos vista la implosion de esta estrategia, en un sentidc artistico, cientifico e, incluso, ludico. El acoplamiento ya no esta pro­ducido por causas medicas, sino por estetica, experimentacion o s_imple capricho. Es decir, el metal o el circuito no solo se aprovechan para superar deficiencias o carencias (y, por tanto, completarnos), sino igualmente para mejorarnos o retocarnos (alterarnos para sobrepasar las barreras naturales que nos ate­nazan). Estos (auto)implantes conscientes y deliberados son la marca visible de sociedades que han alcanzado el nivel sufi­cic;.-.te como para juguetear tanto con la tecnologia como con el cuerpo de sus individuos como si de un puro entreteni­

miento se tratara.

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Las posibilidades futuras de los computadores elccu6-nicos en cuanto a su capacidad para imitar a\ hombre y, consiguientemente, para sustituirlo y para propor­cionarle una teorfa basica de sus funciones mentales, cambiara sin duda el concepto que el ser humano tie­ne de su identidad como especie.

HERBERT SIMON

El despl:lzamiento de lo vivo y lo organico tuvo n1-pidamente Iugar con el temprano desarrollo de Ia maquina. Pues la maquina era una falsifi :::.ci6n de Ia naturaleza, Ia naturaleza analizada, regulada, es­trechada, controlada porIa mc;~te de los hombres. La ultima meta de su desarrollo no fue sin embar­go la simple conquista de la naturaleza sino su nue­va sfntesis: desmembrada por el pensamiento, se juntaba c~:-~ vez ala naturaleza en nuevas combina­ciones: sfntesis m:'teriales en qufmica, sfntesis me­

canicas en ingenieria. LEWIS MUMFORD

En la conocidisima y archicitada pelicula de Stanley Kubrick, 20ur: Una odisea del espacio (1968), un ordenador inteligente se convierte en el protagonista del filme debido a su instinto ase­sino y sus malas maneras con los tripulantes de una nave. Ante la amenaza de ser desconectado, usa todo tipo de artimafi.as y argucias con el fin de intentar deshacerse de los humanos que tomaron la decision de cortarle la alimentaci6n electrica y que tratan de llevarla a cabo. El filme, que Pc: nna ad:> ptaci6n de un

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relato corto (El centineln) escrito por el maestro de Ia ciencia ficcicSn Arthur C. Clarke, vendrfa a mosrrar los peligros de Ia inteligencia artificial, de las computadoras que piensan. Dicho

· ordenador, el de la pelfcula, recibfa el extrafio nombre de I-IAL9ooo (acronimo ingles de Heu1'i.rtically pmgrammed ALgo-1'ithmic) y era Ia computadora de a bordo de w1a nave espacial (Discovety) que enloquecia ante la posibilidad de ser apagada. He aquf a uno de los ordenadores mas celebres de la historia del cine, estrella indiscutible de las pantallas, que tuvo un final tra­gico: la inteligencia la volvio loca.

HAL9ooo es, a la vez, una de las maquinas mas humanas de la ciencia ficci6n y una amenaza para el hombre; la ambiva-lencia eterna del genera que se mueve entre las arenas move- / ' dizas de la esperanza y la desconfianza. A su vez, podrfa afir-marse sin mucha equivocacicSn que HAL9ooo es la maquina emocional o el ordenador sensible mas famoso de la historia; un brillante y lucido amasijo de chips que finalmente debe ser desenchufado en defensa de la raza hun1ana. En la pelfcula, la perspicacia y genialidad del aparato es inversamente propor-cional a las probabilidades de supervivencia de los tripulantes. Para frenar el sutil talento maqufnico que, por avatares del destino, se convierte en un Lucifer computerizado, los astro-nautas deben pulsar el bot6n de apagado. Aparte de su volun-tad pro pia, uno de los elementos que mas Haman la atencion es que tiene miedo (algo que se detecta cuando susurra en algu-na escena); es curioso observar como este conglomerado de si-licio y cables, que posee una capacidad de almacenamiento y dlculo superior ala de sus astrouautas huespedes, se aterrori-za ante la muerte (ser apagada), un instinto al que siempre he-mos considerado esencialmente humano. Es capaz de rna tar, al igual que los hombres, no tanto 0 no solo por una violencia gratuita e irracional, sino por un sentimiento (un residua atavi-co de supervivencia). A veces, las maquinas sorprender.. porque son mas humanas de lo que parecen. HAL9uOO personifica, en este caso, las problematicas y paradojas de una inte!igencia

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computerizada, Lma ncbulosa de grandes dudas sin respuesta que nos asaltan cuando circuitos integrados y carcasas interco­nectadas asemejan un comportamiento humanizado. Precisa­mente el ejemplo nos sirve perfectamente para evidenciar que los ordenadores, cacla vcz mas «naturales», podrfan no ser in­teligencias perfectas y tcrminar en este tipo de callejones sin salida irracionales, algo a lo que estamos acostumbraclus en el genero humano.

Toda la generacion de Inteligencia Artificial (IA),' impulsa­da a lo largo del largo siglo xx, representa la segunda lfnea de constituci6n del cyborg, aquella que proviene, en origen, del entorno maqufnico (robots), pero que va gradualmente huma­niz:indose, haciendose carney arrim:indose a lo vivo. Si bien es­tamos acostmnbrados a entender la integraci6n hombre-tecni­ca desde el lado org:inico (un cuerpo con pr6tesis), existe el camino inverso, simetrico: tm artefacto (m<1quina, robot, etc.) que va incorporando caracteristicas o elementos org~nicos/hu­manos. La historia completa de la inteligencia artificial y de la rob6tica esta atravesada por esta aventura. Los acontecimientos que jalonan el camino de tal epopeya aparecen todos orientados al mismo fin: (puede un robot, no ya pensar, sino humanizarse? Como mencionabamos en el capitulo dedicado a la ciencia fie­cion, numerosos ejemplos fant:isticos han intentado dar alguna respuesta plausible a estos interrogantes: El hombre bicentenm·io (Chris Columbus, 1999) por citar U.nicamente una pelicula, es una conocida historia que responde afirmativamente a casi to­das las incognitas anteriores. Andrew, el robot-protagonista de la cinta, que llega a reparar en lo distinto que es de sus amos hu­manos porque para el no pasa el tiempu, es capaz de idlexionar sobre su propia i!'rlividualidad y de experimentar en came pro­pia los problemas emotivos que se derivan de lo solo que ~e en­cuentra. Gran parte de la literatura fantastica, que no hace mas

r. Expresion acur1ada por John McCarthy en 1956 durante un congre­so de expertos Pn dichos temas en New Hampshire (Estados U n.idos).

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que imaginar androides sentimentales, que sufren, que gozan o que son iHdistinguibles (leanse los replicantes), ha transitado por los parajes de maquinas semihumanas, tocando todos los puntas calientes y oscuros que surger~.

La inteligencia artificial tiene diferentes subramas sobre las que es posible insertar la tematica cyborg, desde Ia ;:ob6ti­ca avanz:1da, Ia bionica, Ia computacion molecular o la inge­nierfa del conocimiento a la «informatica humanoide» o «cog­notica» (Carrascosa, I992, pp. 9-I s); una serie de tecnicas guiadas por la -emulacion y el mimetismo del conocimiento y el comportamiento hum:mos. El paso de Ia informatica nume­rica (calculo) a la informatica simbolica (pensamiento y len­guaje) marca el camino de los datos a los conceptos y del com­puto al razonamiento. A pesar de esta busqueda del Santo Grial de Ia «inteligencia prefabricada» en las maquinas, el cy­borg podria derivarse de otras opciones. :\fo obstante, la ten­dencia hegemonica hoy en dfa es que las maquinas se aproxi­men a lo humano desde la idea de inteligencia (no de morfologfa o comportamiento irracional). Los sistemas inteligentes, en la li­teratura informatica, son los Unicos que parecen representar un acercamiento del siliciu ala carne. Esta nueva cognotic::1, cuya mision consiste en emular o, incluso, en sustituir a la inteli­gencia humana, comenzaba sus andanzas con nn::1 sinuosa y larga historia que puede consultarse en diferentes libros; un desarrollo que ha trastocado con profundidad nuestras socie­dades. La era de las maquinas inteligentes hace af:ios que se instalo en nuestras vidas, conduciendo g1·an parte de los avan­ces tecnocientificos contemporaneos.

Para indagar en Ia larga trayectoria de Ia robotologfa, po­demos remontarnos casi hasta Ia Grecia clasica y el mito de Pigmali6n y Galatea. Pigmalion consiguio dar vida a una es­cultura de marfil que habia elabor8do rninuciosamente. Solo con su cieseo fue capaz de darle vida. Dejando de !ado Ia mito­logfa y las narraciones o fabulas, ya en el siglo xm, el espaf:iol (de Mallorca) Ramon Llull diseiio una m:iquina logica con

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partes moviles, un autentico robot, con Ia intencion religioso·­filosofica de crear un ser qtie demostrara las verdades de la fe cristiana y evangelizar con ella a infieles y escepticos (Gubern, zooo, p. 79). Igualmente, Blaise Pascal y sus maquinas de cal­cular en el siglo xvri o las calculadoras analfticas de Charles Babbage han sido pasos intennedios hacia Ia consecucion' fina l de un artefacto rea lmente pensante. Babbage (r792-I87r), que fue un matem:itico ingles de enorme reputacion, puede ser considerado el padre de la computacion mec:inica y d pri­mer creador de una calculadora mednica en r822 . Tambien se esforzaria por crear una computadora en r82 3 con nada mas y nada menos que 2 5 .000 piezas diferentes, de las cuales solo al­canzo a montar 2.ooo de elias. Murio en r 871 sin llegar aver con sus propios ojos las innovaciones que, unos pocos af:ios despues, tomarfan el panorama cientffico e industrial: la co­mercializacion de la primera m:iquina de escribir (r874) y la patente de la primera maquina registradora (r879) . Posterior­mente, tras la estela de Ia Segunda Guerra Mundial y la im­plosion de un nuevo ciclo economico y tecnologico (el fordis ­mo), florecieron abrumadoras aportaciones en el campo de Ia computaci6n. Por ejemplo, en 1943, con Ia idea de servir a los requerimientos militares estadounidenses, el matematico Ho­ward Aiken disef:io un voluminoso a para to calculador, bautiza­do como «Harvard Mark l» (casi como una dinastfa monar­quica). Se podria decir que estabamos en la prehistoria de los ordenadores, cuando existfa una inc6moda correlaci6n entre la c:1pacid::!d de c:ilculo y el tamafio de los aparatos, capaces de llenar salas enteras. Toda esa primera cohorte de pcn.santes <!utom:iticos padecfa una obesidad morbida sin precedentes y requeria mucho espacio fisico. A mayor exigencia de calculo y memoria, mayores habitaciones y suites informaticas. Sin em­bargo, los af:ios ochenta del pasado siglc van a suponer nn3 re­volucion en toda regia, no solo par el crecimiento desorbitado de esas funciones de c:ilculo y memoria, sino porque se rompe con el perturbador iastre que suponia hacer crecer hasta el in-

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finito la dimension de las computadoras. El microprocesador lo resuelve con su preciso dlculo y sus mfnimas dimensiones. Pero, ala vez, con su bajo coste. ASi que, «buena, bonito y ba­rato», va a suponer una informatizaci6n social sin preceden­tes. El nuevo microencefalo es n1pido, asequible y diminuto. Ahi comienzan todas las transfonnaciones sociales, encamina­das a digitalizar nuestras sociedades con un rumba que todavfa no sabemos predecir con exactitud. Pocas veces se ha tenido en cuenta que el proceso de tecnificaci6n que ha cursado el mw1do contemporaneo tiene que ver, por un lado, con las aportaciones de potencia, velocidad y fuerza bruta del chip, y por otro, con la posibilidad de ir comprimiendo las dimensio­nes del mismo y de ir aumentando la comodidad, portabilidad, movilidad o, incluso, complementariedad con el resto de obje­tos. Los primeros intentos de crear replicas reales de los cere­bros humanos los inspiro elmismfsimo Von Neumann, gracias a sus metaforas del cerebra como computadora. Se investiga­ron los «automatas celulares multirreproductores» a traves de las «maquinas multiprocesadoras masivamente paralelas»; un modelo de red neuronal desarrollado por McCulloch y Pitts en 1943 a partir de los trabajos del mismisimo Ramon y Cajal (Carrascosa, 1992, pp. 147-148).

Hay quien considera que el padre te6ric;o de la IA, aquel que ha enarbolado su bandera incansablemente con ahfnco y astucia a traves de sus senderos tortuosos, es Marvin Minsky, quien, desde su puesto en el MIT en los afios sesenta, trabaja­ria infatigablemente por cumplir alguno de los suefios de di­cha disciplina. En 1961 publico un famoso articulo, «Bacia la inteligencia artificial» ,' donde, a parte de estirar el concepto (acufiado por Iv1cCarthy), sentab:. las bases programaticas de la busqueda de un tesoro hasta entonces desconocido. Ante el galimatfas que supondria la existencia de un sinfin de estrate-

2. «Steps Toward Artificial Intelligence», en Computen· aud Thought, '<Jl. 4\!, r96r, pp. 406-450.

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gias divergentes, Minsky estableci6 una serie de requisitos de lo que podia consiJerarse inteligencia y lo que no. A diferencia de otros te6ricos o ingenieros de la mente, ha propuesto una serie de funciones basicas que deberfa cumplir cualquier .1\!Ia­china sapiens, tales como inducci6n, planeamiento o inferencia (Minsky, wo6). Lo interesante de Minsky, a parte de h<lber ins­pirado a HAL, el automata de zoo I: Una odisea del espacio, es sa­ber limitar las ambiciones rob6ticas. Un ordenador inteligen­te, para Minsky, tiene que ser el que pueda hacer actividades que requerirfan inteligencia si fueran hechas por personas, ni mas ni menos. Este ingeniero no busc6 de modo directo e irre­flexivo las emociones en las maquinas, tal y como repetian sin cesar los demas. Minsky entendfa que las partes del cerebra cu­bren funciones impeifc:ctas separadamente pero que, en con­junto, son una maquina casi inimitable y extraordinariamente compleja. Mientras algunos famosos robotistas, como Rosalia Picard (tambien del MIT), se afanan en cultivar androides o mayuinaria emotiva ( «emociones electr6nicas» ), Minsky pro­puls6la idea de una inteligencia robotica ad hoc, no necesaria­mente emocional o calcada ala humana. Nose trat;:: tanto de fabricar maquinas deseantes 0 lacrimogenas como de construir maquinas pensantes. y que piensen no significa necesariamen­te que sientan como nosotros. La robotofilia ha confundido meta con creador, conduciendo ciegan"lcnte a los expertos en IA a replicar palma a palma su propio ser, sin siquiera cavilar la posibilidad de confeccionar maquinas singulares y propias.

Las diferentes generaciones de maquinas inteligentes, las diversas «razas de ordenadores pensantes», cada vez mas huma­nos desde la irrupci6n de los ordenadores personates en los afios ochenta, han ido provocando una obsolescencia acelerada de las generaciones anteriores (2_quien se acuerda de las maquinas de escribir?). El matrimonio posterior entre ordenadores y siste­mas multimedia y el gran hi to del PC supusieron, no tanto lain­tensificaci6n de la humanidad de la computadora, como el au­menta de la relacion intima hombre-maquina. rJ mouc:lo T de

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Ford, el Boeing 707, la television par cable y el ordenador per­sonal forman parte del atria de tecnologfas historicamente transformadoras del ultimo siglo (Carrascosa, I 992' p. 7 s).

Con posterioridad se han dado pasos au'1 mas decisivos para aproximarse a una suerte de cerebros artificiales. El 7Vet­

ware, un humedo «hardware organico» que supone el cerebra, sirve como referencia para una biologizacion del hardware. Sin embargo, como se ha recordado hasta la saciedad, imitar una densa red neuronal de unos cien mil millones de celulas ner­viosas interconectadas no resulta una tarea nada facil; un pro­digioso superordenador organico al que muchos aspiran, pero nadie llega. Frank Rosemblatt diseiio un «Perceptron» en 1958 que se podrfa considerar un rudimentario cerebra perceptor a traves de una red de neuristores (transistores neuronales). El Perceptron era, a todas luces, una avanzadilla de los sistemas ac­tuales de vision artificial basada en los modelos de la ciberneti­ca. Lo novedoso era que perrnitfa cierto tipo de aprendizaje, de incorporacion de la experiencia en las funciones del sistema como input (Carrascosa, 1992, pp. 153-154); es decir, una es­pecie de maquina autodidacta. Constituiria una rudimentaria modelizaci6n del cerebra cuyo funcionamiento prometfa mu­cho pero dejaba bastante que desear. El Perceptron, a pesar de la complejidad de sus niveles integrados (unidades sensoras, unidades asociadas y unidades de respuesta), tuvo unos resulta­dos que tampoco eran como para tirar cohetes. Ademas, en 1969, Marvin Minsky y Seymour Papert, dos erninencias en la IA, publicaban Peneptrons, poniendo los pies en la tierra a los aventureros de la IA al reconocer unos tope:; muy daros en los posibles exitos de ese tipo de experimentos. El efecto de la obra, que se cebaba con los errores de dicho tipo de dispositi­vos, fue una paralizacion temporal de los mismos. Identica­mente, las redes neuronales, que suponen una vuelta de tuerca de los intentos de reproducir el funcionarniento cerebral, han conseguido imitar las operaciones neuronales, pero nv el tra­hajo global del 6rgano central. Se repite el modelo de las cone-

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xiones sinapticas, aunque en absoluto el resultado final que es Ia computadora cerebral humana. Es como si hubieramos lo­grado reunir casi todos los ingredientes de una receta milena­ria y, sin embargo, no fueramos com.petentes a la hora de obte­

ner el sabor definitivo de un gran pLno. Ya en 1948, el psicologo britanico James Walter, e~peciali­

zado en reHejos condicionados, se habfa empeiiado en Ia con:;­truccion de «animales sinteticos». Trabaj6 laboriosamente para componer unas «hormigas electr6nicas», obteniendo con sus trabajos resultados sorprendentes. A traves de dos «6rganos :.ensoriales», uno de lavista (celula fotoelectrica) y uno tactil (contacto electrico), dichos miniinsectos se desplazaban sabre ruedas matrices. Gracias a una celula fotoelectrica evitaban tropezones innecesarios con obst:iculos, sorteandolos mediante nuevas trayectorias. Hablamos, por supuesto, de la prehistoria de los organismos ciberneticos artificiales, los albores de Ia mi­crorrobotica, que fueron los hitos que guiaron los modelos de las generaciones venideras: robots computerizados que sientan (o parezca que sienten) alegria, tristeza, generosidad, ernitan juicios artfsticos e, incluso, mimeticen los fen6menos del naci­miento, crecirniento y desarrollo mental, reproduccion y muerte.

En un reciente congreso oe la Fundaci6n Europea de la Ciencia (ESF) y la Sociedad para la Promoci6n de la Ciencia en Japan (JSPS), una serie de cientificos e ingenieros de pri­mera linea presentaron sus ultimas novedades en materia de robots con comportarniento humanoide con la prevision de po­der sacarlos al mercado en breve tiempo. Aprovecharon para arengar a la joven audiencia a sumarse a ese proyecto, en d que dcn1ostraron que las ~!t::> r:iones de comportarniento fisico (mo­vimientos) y ciertas estrategias para enfrentar situaciones no-­paredan mostrar apenas diferencias con lo que hacemos los bipedos implumes de vision binoc..Jar. Esta elite del campo de la rob6tica y de las ciencias cognitivas se reline periodicamen­te no solo para hacer ostentacion de sus juguetes humanizados,

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sino tambien para impulsar Ia idea de construir un <l «nueva generaci6n» de «maquinas inteugentes». Bas,\ndose en los co­nocimientos de Ia neurofisiologia y hacienda uso de su ba{d de saberes ciberneticos, algunos de los ponentes aseveraron que imitar los movimi entos de los animates no esta tan lejos, siem­pre y cuando se sepan combinar con finura elementos medni­cos, retroalimentaci6n neuronal y rapida adaptabilidad. Lo unico que falta por ajustar finalmente es una comprensi6n completa de las formas de coordinar los movimientos que tie­nen los seres vivos. Pero, una vez incorporadas todas las piezas (que ya estan identificadas), la ingenieria puede aplicar esos principios al desarrollo de los robots y «dar vida animal» a casi cualquier m:iquina que pase por sus manos. Un siguiente paso, no tan lejano, se mencion6 que seria ensefiar a los robots a ser capaces de adaptarse y aprender de sus propios errores (en·are robotzmz est).

Las investigaciones del ala japonesa, una de las mas activas y punteras (Yasuo Kuniyoshi, de la Universidad de Tokio, por ejemplo), han enjuiciado que las tecnicas de LA convencionales, hasta finales de los afios ochenta, no produjeron resultados aceptables. La descomposici6n en subpartes de los problemas o las rutinas de funcionainiento facilitaban su disefio, pero no su posterior integraci6n global, de manera que los robots de esas generaciones carecen de criterios generales de decision y corrr­portamiento. Lo que sf poseen es una estructura bipeda en la mayoria de los casas, lo que les asemeja en movimientos ala ca­dencia, ritmo y oscilante caininar humano. Igualmentc, se est:in realizando verdaderos esfuerzos no tanto por mejo;:.:.;: los cana­les comunicativos entre humanos y robots, sino por desarrollar medias ~~aturales de transinisi6n de conocimientos sabre tareas y habilidades de humanos a robots. A su vez, se ha investigado Ia posibilidad de que el robot imite, pura y simplemente, al hu­mano. Si fueran capaces de descifrar sus intenciones podrian re­plicar de manera identica en las mismas situaciones.

Seamos sinceros, las elucubraciones en torno a la Inteli-

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gencia Artificial, disquisiciones tecnicas aparte, pueden resu­mirse, caricaturizadamente, en si algl'm dfa la c: maquinas seran m<1s listas que nosotros, los humanos, o no. Lo que en realidad nos import:a es el afan competitivu de saber si estaran prepara­dos no solo para imitarnos sino tambien para superarnos. Baste ver la espectacularidad de un 77urtt!J entre el silicio 'y la neurona: Deep Blue dando jaque mate a Kasparov en 1996 o viceversa. 3 En ciento veinte afios, desde 188o, hemos desarro­llado una capacidad de c6mputo un trill6n de veces mayor que la que empez6 Herman Hullerith en la citada fecha. Desde ese pun to de vista, para algunos, Ia ley de Moore es conservadora. Dicha ley expresa que aproximadamente cada dos afios se du­plica el numero de transistores en un circuito integrado (y, por consiguiente, su potencia). No se postula te6ricamente, sino que se trata de una ley empfrica, formulada por el cofundador de Intel, Gordon E. Moore, en 1965, para intentar entender la frenetica evoluci6n de Ia informatica. Su cumplimiento se ha podido constatar, mal que bien, hasta hoy. Noes ningiln secre­ta para nadie que los ordenadores alcanzan unas velocidades de procesamiento de mas de 100 megaherzios, mientraS que en la decada de 1970 no superaban los 10 megaherzios. A su vez, el cerebra humano trabaja solo a una frecuencia de unos 100 her­zios o ciclos por segundo. Todo ella nos conduce a afirmar que el intento de conseguir supercomputadoras y superordenado­res deviene en la nueva piedra filosofal del siglo xx.

Es un t6pico ya clasico mentar a Alan Turing como el pa­dre no de la IA, pe.r8 si de algunas reflexiones cabales sabre la

3· Deep Blue, una computadora disefiada por IBM, derrot6 a Gari Kas­parov en un hist6rico mutch (varias partidas) entre em:ro y febrero de 1996, mostrando la superior fuerza bruta de c:ilculo de los chips frente a Ia mente humana; un duel" de capacidades intelectivas. Cuando D eep Blue gan6, los medias airearon la noticia de manera apocalfptica proclamando, sin ning{m genero de dudas, que era Ia prueba irrefutable de la vict"ria final de Ia rna­quina sabre el hombre. Vease: <http ://es.wikipedia.org/wiki/Deep_Blue>.

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misma y de una propuesta tecnica, sencilla e intuitiV<l para dis­cernir una tn<1quina estupicb de una humanamente inteligen­te. El test de Tming, un experimento que nos permite identi­ficar una m~1quina simpJemente mediante las repuestas "dad?S a una serie de pregunt<lS sin ver quien es quien responde, se ha convertido en un icono de Ia IA. Los cachivaches que superen el test de Turing se denominan «maquinas de Turing» (Singh, 1972, pp. 201-221). A pesar de que la prueba es terriblemente conductista, ha sido encumbrada como un metodo infalible para, llegado el dfa, fundamentar un criteria valido de inteli­gencia de ordenadores y robots .. Mas aun, puede ser acusada,. como gran parte de los supuestos :1vances de la IA, de no ser mas que una prueba mentalista antropom6rfica (todo lo que se parezca a nosotros sera inteligente y todo lo que no, no lo sera). En cualquier caso, lo releva!:.te para nuestros propositos (evaluar la hipotesis cyborg mas que los logros de la IA) es que la prueba de Turing permitirfa discernir entre maquinaria de contestaciones humanas y maquinaria clasica. El primero de es­tos grupos, sin ser un cyborg de pleno derecho, vendrfa a. ase­mejarse y a dar un cierto grado de ' 'erosimilitud a la antropo­morfizaci6n de la tecnologfa. Tecnologizar el pensamiento y la psique y mecanizar !a inteligencia podrfan llegar a producir «cyborgs mentales», otra raza para nuestro inventario de seres hfbridos. La dicotomfa cuerpo-alma, que tanto atorment6 a Descartes y a buena parte de la filosofia posterior, parece rota en estos nuevos engendros del cableado inteligente, chips pro­digiosos y calculadoras sensibles.

Dentro de esta segunda tipologfa de cyborgs hay una gran heterogeneidad. A pesar de otras etapas intermedias, la conti­nuaci6n natu~·z.l de HaL9ooo y de las computadoras :::1itantes son, sin lugar a dudas , entes del tipo de los replicantes de Bla­

de Runner. Quiz2s otro ejemplo de los mas mentados es el Pro­teus IV de Engendru mecuuico (Demon Seed, 1977), una especie de sistema inteligente que administra una casa futurista (do­m6tica) y que se enamora de la esposa del ingeniero que la ha

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diseii.ado. Es decir, ingenios C<lda vcz 1mis similares basta hacerse identicos a sus creadores, evolucionando de los pri­

mitivos armatostes con teclado a maniqufes con chips cuya l}pariencia deslumbra y confunde. Robots y cyborgs se han multiplicado en ]a -ciencia ficci6n, pero tam hi en en la realidad y con una fisonomia C<lda W~7 m<is cercana a Ia nuestr<L Meca­nismos semiinteligentes nos rodean, agazapados o erguidos, por doquier. Si bien la mayoria se pliegan a nuestro servicio, sateli­tes serviles de la condici6n humana, no han dejado de atemori­zarnos o condensar nuestros «nuedos sociales» (esos panicos re­currentes y generalizados que arrastramos durante generaciones de manera freudiana en una suerte de inconsciente colectivo). Ya es posible no tanto hablar de la posibilidad o no de una pericia o una capacidad inusitada, como plantearse la existencia de comu­nidades de robots. Hemos superado Ia etapa inicial de grandes artilugios mecanizados con fom1a de maquina de escribir para convivir con bfpedos electr6nicos y mamfferns sinteticos.

El debate sobre Ia IA y los rfos de tinta vertidos alrededor de la posible conciencia o intelig.::acia de una m:iquina desem­bocan, un paso mas alia, en las cieliberaciones acerca de los «derechos de los robots» (Asimov), como una segunda especie inteligente del planeta. Un robot mejorado, pensante y sensi­ble, romperia el monopvlio de los privilegios humanos y re­querirfa unas condiciones de existencia social especiales.4 2,Y los cyborgs, en tanto robots humaniz:ldos? Tambien. No en­traremos en las interminables e insondables reflexiones sabre

4· Es obligada Ia referencia a las tres !eyes de los robots que propuso en su momenta Isaac Asimov, que, si bien pueden ser imperfecros, suponen el precedente y Ia referencia basica en esta materia: 1) un robot no debe daii.ar a un ser humano o, por su inacci6n , dejar que un ser humano sufra daiio; 2)

un robot Jebe obedecer las 6rdenec que le son dadas por un ser humano, excepto si estas 6rdenes entran en conflicto con Ia Primera Ley, y 3) un ro­bot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protecci6n no en­

tre en conflicto con Ia Primera o ia Segunda Ley.

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que es la conciencia, la inteligencia y la humanidad, aunque esta clara que tanto los robots cumo los cyborgs comienzan a criestionar nuestras concepciones clasicas sobre todo ello y, en numerosos casas, fuerzan a 'Jlla reformulacion que lo~ incluya. Si cambia nuestro cuerpo de ·una manei-a tan radical, ~que se­guimos manteniendo de humanos? ~El espiritu, el alma o Ia conciencia inteligente? El tema da para mucha especulacion metafisica que vamos a tratar de sortear sutilmente, pero al me­nos dejamos planteado que si, desde un pun to de vista puramen­te materialista (no cspiritualista), somos solo huesos, tejidos, fi­bra muscular, circuitos nerviosos, etc., y si esa combinacion es la que nos define de alguna manera, el cyborg cuestiona, al alterar nuestros componentes fundamentales, la esencia misma de lo que nos distingue del resto de los seres. Es decir, si nuestra uni­ca particularidad es Ia especial disposici6n de un conjunto de celulas interconectadas, la reorganizaci6n de las mismas (se­gun el grado) trastoca la arquitectura humana de algun modo. Por otro lado, como se ha dicho tantas veces, unicamente co­nocemos nuestra inteligencia, que es la que nos sirve de refe­rente y patron; en consecuencia, es complejo reconoc~rla fue­ra o al margen del ser humano. Nuestra mirada homocentrica o antropocentrica no facilita a otras especies acercarse a nues­tro elevado pedestal. Ademas, se ha aplicado una especie de formula cartesiana (cogito ergo sum) de manera que solo lama­quinaria que piense (inteligente y racional, como su creador) es tomada en consideracion.

Igu~linente ocurre con el concepto de vida, otra eterna lu­cha por la definicion de un termino excesivamente complejo. En primer lugar, ni siquiera los virus normales parecen enca­jar con suavidad en las nociones basicas sobre la vida (huma­na), aunque cada vez mas se los considere seres vivos (son una serie de instrucciones ci::mtenidas en una cadena de moleculas de ARl\T). Pero, en esa linea, hay mucha gente que piensa que los «virus informaticos» podrian catalogarse como elementos vivos porque cumplen sus mismas caracteristic~s: poseen un

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programa que les permite autorreplicarse dentro del huesped adecuado (igual que el ARN de .un virus normal) , tiei1en la ca­pacidad de autoprotegerse escondiendose de los sistemas anti­virus del huesped o mutar a formas invisibles (los mas moder.­nos) y modificar al huesped. En ese sentido, se ha reproducido el comportamiento de lll1 sistema natural (vivo) mediante arti­lugios tecnologicos. Estariamos presenciando, sin lugar a mu­chas dudas, virus cyborg o un tipo de cyborg, resultante de la imitaci6n directa de un ser organico, copiado o fabricado me­diante Ia cultura tecnologica del momento.

El biochip es la madre de todas las quimeras. Pero ~una pura replica material supone la constituci6n de un cyborg? Parece que el plagio neuronal ni garantiza el funcionamiento exacto ni produce, de modo necesario, una fusion entre lo organico y lo tecnico (al menos materialmente, quizas sf imaginariamente). La bi6nica basada, de manera exclusiva, en la neurobiologia tie­ne, no sus elias, pero sf sus exitos contados. El intento de cons­truir «hardware con vida» hace el papel de la zanahoria unida al palo que tira de ingenieros y cientificos. La «metafora humana» es la que esta conduciendo toda la gestacion de productos de IA: parecerse cada vez mas a sus creadores. No obstante, no vamos a guiarnos aqui por criterios de eficacia, lagro o rentabilidad, dado que no serfa tan relevante un inventario de los exitos con­seguidos como la enumeracion de logicas, tentativas y proyec­tos. Si bien esta segunda estrategia (ex6gena) de vinculacion hi­bridante naturaleza-cultura no da resultados tan celebrados o visibles como la protesificacion, no somas tan ingenuos como para desoir las voces que claman su inclusion en el paradigma cibernetico. La hlosofia de estos cerebros artificiales es seme­jante a b. ~~1 cyborg en lo referido a un recorte ge la distancia (al menos simbolica) entre lo animado y lo inanimado. Transis­tores y neuronas se van volviendo vecinos poco a poco, debido a la deriva que sufrcE los ordenadores desde un modelo pura­mente arinnetico (maquinas de calcular) a un patron de razona­miento y sentimiento (maquinas de sentir y discernir).

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Continuando con esta exploracion de otros tipos de cy­borg o de fusion entre unas tecnologfas cada vez mas conti­guas y una biologfa cada vez mas difiJS;l, 110 debemos dejarnos en el tintero los frutos de la revolucion digital, que, en sf mis­mos, no responden necesariamente a biotecnologfas, pero sf a desarrollos de tecnicas digitales hasta ;lhor;, llesconocidas. Por ejemplo, hay quien considera que los productos de la ciber­realidad o realidad virtual (concepto acuiiado por Jarol Lainer en 1968) podrfan entenderse como cyborgs a! ser mezclas de componentes --humanos y de efectos tecnologicos. Un «ava­tar» de Second Life, por ejemplo, o un personaje de un video­juego tienen parte humana y parte robotica. Dentro de estos nuevas entornos sinteticos destacan, desde hace unos ai1os, es­tos juegos de identidad virtual en las redes telematicas. En elias manejamos un «personaje>> que nos conduce y que con­ducimos, de igual manera que transportamos y nos transporta nuestro cuerpo. El resultado final, aunque fruto de combina­cwnes informaticas y complicados lenguajes de programacion, es una ilusion sensorial donde nuestro personaJe vive. Un hi­perrealismo en pantalla que no deja de sorprendei·aos. Este tipo de engendros, de cuerpos electronicos que se forman a partir de nuestro cuerpo organico comunicandose con un or­denador o una maquina digital, modif!ca nuestra percepcion (ordenador, consola, gafas, joystick, ':dantes, visores, etc.) y trastoca completamente la imagen e identidad que proyecta­mos de nosotros mismos. Como en Matrix, si la realidad vir­tual es una «realidad ampliad<i», los agentes que pulul:m por ella sonya cyborgs en un SGiL.i.do bastante literal. La CMC (Computer Mediated Communication) supone un intento de analizar y examinar este nuevo tipo de vinculo virtual. Las re­des digitales serian un megamedio, un nuevo continente vir­tual a conquistar y explonr, y en donde la psicologia del inter­nauta se fusiona con los efectos alucinogenos de las realidades simuladas. La sociedad cableada en la que vivimos ha creado un sucedaneo de realidad en Ia que habitar. Dicha realidad vir-

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tual es un efecto perceptivo dentro de una pantalla plana. La sensacion de moveruos en un espacio tridimensional genera Ia consecuencia de cierta integracion ffsica. Sentimos una movi­lidad sobrentendida que se anexa a nuestra escasa movilidad ffsica (sentados, normalmente, ante un·orden~dor). El sensa­cionalismo de los entornvs interactivos de l~ realidad virtmil, no obstante, no parece Iuber despuntado lo suficiente. Este territorio ilusorio fue descrito por William Gibson como una «alucinacion consensuada» (Neztromancer, 1984), una mezcla de ilusion optica con sensaciones, que funciona en los entor­nos informaticos. Gibson acuii6 el termino «ciberespacio» . para denotar elnuevo ambiente difuso que se formarfa por la acumulacion de todos los entornos de informacion. Este lite­rata futurista e imaginativo consideraba que podiamos entrar en el ciberespacio de una manera descorporeizada; una des­corporeizacion producida gracias a un ordenador. El ci beres­pacio gibsoniano ofrece una posibilidad nueva de actividad so­cial, en Ia cualla imbricacion con la neotecnologfa es completa. Cuando el ciberespacio es creado por redes de ordenadores hay quien lo ha denominado «espacio barloviano» (de John Perry Barlow), frente a la vision fi.ccionai: e ilusoria de Gibson.

Dentro de los estudios del ciberespacio (Mayans) o de la cibercultura (Levy), el imaginario asociado al cyborg es de vi­tal importancia. Desde un punto de vista estricto, todo el que entra en el ciberespacio se convierte inmediatamente en cy­borg, ya que depende de maquinas para su «vida online». Ha­bit::-.~· los entornos virtuales es sobrevivir gracias ala tecnica in­formatica y telematica, un modo directo de inte.q}retar la noci6n de Clynes y Kline. Visitar una web o conectarse a una platafor­ma de realidad virtual significa construir un hibrido entre nues­tro cuerpo organico y una mezcla de chips y cables en plena ebullicion. En ese sentido, los cyborgs virtaales ofrecen una serie de posibilidades de transformacion enormes. Todos so­mas cyborgs en el ciberespacio. Atornillados a teclados, auri­culares, ratones o joysticks, con los ojos fi.jos en las pantallas y

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naveg-ando mentalmente por decorados virtuales, poco pode­mos objetar a esa suerte de hibridacion tecnol6gica que nos produce como sujetos. Al sentarnos de modo habitual frente a una pantalla y teclear un password, nuestra naturaleza cambia drasticamente. Si somos fieles a lo que hemos dicho basta aha­ra, todo el mundo en el ciberespacio es 1111 cyborg. Su yo vir­tual se hace real solo a traves de teclas, monitores, redes y co­nexiones inalambricas. No obstante, este tipo de cyborg se basa en !a « fantasia» de que, dentro del ciberespacio, todo se gobierna mediante flujos de informacion y cualquier elemen­to exterior o materialidad distinta son secundarios Gorda-\1, 1999, p. 18o). Es decir, nos dejamos !lev:>. : por la idea de que acopLunos a un sistema de creaci6n de entornos ciberneticos nos despoja de otros atributos anteriores y nos redefine por completo. Aunque la realidad virtual im:aersiva ha tratado de construir entornos sensoriales hiperrealistas, desde el tempra­no caso del visualizador de Ivan Sutherland (1968) a las simu­laciones multijugador por red, hablamos de una confluencia, no de una creaci6n de la nada, lo que constituiria un c6ctel en­tre nuestro cuerpo-mente (aun biologico) y los efectos digita­les emanados por tales sistemas.

La pantalla es nuestro interfaz, nuestra puerta de entrada a ese mundo cibemetico artificial en el que sentimos que nos zambullimos como si se tratara de un suefio de LSD. La sim­biosis, si la hay, en este caso puede interpretarse a partir de la percepci6n del entorno como prolongaci6n psicologica de las sensaciones humanas. El decorado cibernetico parece estar pegado a nuestros ojos, brotar directamente de nuestra imagi­naci6n. Ese <<Viaje a ninguna parte» puede ser subjetivamente i.u.terpretado como G.u.;; simbiosis o refundici6n con la tecnicd digital. Silo percibido se siente como real, siguiendo el teore­ma de Thomas, sera real en sus consecuencias. Sino somos ca­paces de distinguir el sucedaneo o el espejismo de la realidad, opera como una realidad efectiva. Esta droga electr6nica del tercer milenio es una percepci6n fantasmag-6rica absolutamen-

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te material en la que podemos sumergirnos sin mayor proble­ma. Matrix, Pleasantville, iOlvidate de mi' o El show de Truman pueden considerarse como serios avisos de lo mismo. Nueva­mente la ciencia ficci6n asoma su cabeza para exponernos las consecuencias de Ia informatizaci6n de Ia percepci6n, revdan­do las incertidumbres y los desconci~rtos que producen a su paso. La mayoria de estas cintas se acompafian de la moraleja de que, si seguimos empecinados en virtualizar nuestras sensacio­nes haciendolas circular por fibras y otros alambres electricos, terminaremos por no poder diferencia:r nuestras itnpresiones in­timas de las de los mw1ecos electr6nicos que saltan en la panta­lla. Hemos creado una deslumbramiento dig-ital tan apabullante que ha cobrado vida propia, de manera que no nos pennitini descifrar lo que percibimos con nuestros abotargados sentidos.

Hasta ahora, se consideraba que los medios de comunica­ci6n clasicos (television, radio, peri6dicos, etc.) construian rea­lidades virtuales, pero clonde quedabamos reducidu::. a sujetos pasivos, simples observadores, oyentes o lectores. Las nuevas ficciones autorreflexivas son los nuevas «paraisos artificiales» baudelerianos. Cada vez que entramos en dic!:as self-media nos transformamos en espectadores-actores, atrapados en un «eros cibernetico» (Gubern, 20oo). Compartiendo un espectaculo hipertextual, pareciera que nos integramos en un entorno crea­do maquinicamente. Si psicol6g-icamente nos zambullimos en narraciones virtualizadas y multimedia, es complicado afirmar que no asistimos a otro episodio de integ-raci6n hombre-tecno­logia. Aunque haya quic.u. asegure que la realiciad virtual digital es posnarrativa (sin rel;;. tos coherentes ni tiempos unificados), la sensorialidad y la sensa cion onirica en la que nos sumergi­mos en Internet (antes en los MUD y ahora en Second Life) o en los videojuegos y consolas representan una suerte de cyborgi­zaci6n de la realiclad (como en la pelicnla Tron, de 1982). No estamos ante un cuerpo protesico ni ante un robot humaniza-­do, pero si ante la fusion de la percepci6n y la conciencia con un entorno creado digitalmente. La nueva industria de las

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emociones que suponen los «juegos en red» o las «emociones online» tiende igualmente (pe1:o de div(!rso modo) a la con­vergencia promiscua entre lo humano y lo tecnico. Los nuevas -entornos virtuales compartidos, aparte de generar experien­cias dionisiac;Js (Brenda Laurel) , son escenarios de acciones fi­sicas y psicologicas. 2Que mayor cyborg que el que se siente dentro de una realidad ficticia? No impo'rta ahara que los de­seas no se satisfagan ni que Ia simulacion sea una pura entele­quia consur11ista, lo relevante es la nueva vuelta de tuerca en Ia incorporacion de Ia mediacion tecnologica al cuerpo (o la men­te). Las experiencias cenestesicas y cinestesicas, sean o no sean chisporroteos neuronales, resultan tan materiales como un brazo mec:inico articulado implantado. Estos artefactos son injertos tecnicos conscientes. No hace falta recurrir a los data gloves o los data suits con su smmt skin (guantes sensibles o ci­bertrajes de pie] inteligente) para referenciar esas nuevas sensa­ciones tactiles; las meras elucubraciones e imaginaciones pueden ser pensadas como el producto de una imbricaci6n mente-rna­quina. Las incursiones en el mundo del cibersexo, sea mediante electrificacion de zonas erogenas o similares, a pesar de sus to­davia limitados efectos exitosos, se erigen como paradigmas de estas realidades virtuales sensoriales. Nuevamente huelga de­cir que estamos presenciando formas ineditas de lo que la idea de cyborg puede llegar a plantear. Tampoco pretendemos ha­cer aqui un catalogo exhaustivo, pero sf hacer patente la ex­tensa casuistica que una idea tan fructifera es capaz de generar.

En las socied~des postiD.dustriales y digitales como la nues­tra, el tiempo media dedicado a visualizar, interaccionar o sim­plemente mirar pantallas es altisimo, probablemente mucho mayor de lo que podemos sospechar. Aunque suela decirse como chiste que el primer interfaz es el pezon (el primer me­clio que nos conecta con el exterior), es obvio que nuestro con­tacto con cierta exterioridad social esta mediado en cantidades in gentes y crecientes a traves de monitores, teclados y rarones. Parece que vivimos la era ciel interfaz, aquel mediador de la re-

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lacion biotecnica entre cl humano y Ia Im1qnina. Es lo que per­mite establecer relaciones bi6nicas con nuestras propias in­venciones, con las creaciones tecnicas, con Ia cultura materiaL Las adicciones que se generan indican que noes ya una simple relaci6n practica o circunstancial sino una autentica relaci6n afectiva y social. El animismo proyectado sob;·e dichos artilu­gios y el fetichismo con el que ios recubriinos nos informan no solo deJa integracion efectiva y plena COft Jos mismOS, sino de su representaci6n social como agentes de nuestro entorno. La antropomorfizacH'm de las nuevas tecnologfas va mas alia de ponerle nombre de mascota a nuestro portatil o de establecer relaciones de dependencia con nuestra conexion ADSL. Apun­ta a Ia manera en la que vemos e interaccionamos con nuestro entorno inmediato y cotidiano. Picard ha hablado de affective computing (Picard, 1997) para referirse a como un usuario inte­racciona emocionalmente con Ia maquina que toea y maneja. Desde el punta de vista del cyborg, la aparici6n de estos novios y estas novias inorganicos o «maquinas de amar» (Pedraza, 1998) supone intensificar toda esa erotica tecnol6gica y misti­ficaci6n cibernetica que ya esta en marcha desde hace afios. El cyborg recorre tambien estos espacios, postulando su figura como un intento de explicitar esas tensiones afectivas en las que el cuerpo se convierte en oscuro objeto de deseo y Ia se­xualidad se tecnifica. Desde las antiguas y enigmaticas aut6ma­tas hasta las mufiecas ciberneticas, el cuerpo artificial ha estado siempre conectado con placeres y representaciones sexualiza­

das del mismo. En cualquier caso, la obsesi6n por la potencia de calculo y

la perseverancia en rephcarnos o clunarnos en ntaquinas ha velado otro hechn bastante relevante. La mayor de las evolu­ciones no tiene que ver tanto con la capacidad o la velocidad como con el desarrollo de interfaces. Uno de los elementos que mas han variado en b hi~toria de la informatica es el me­toda de comunicarnos con las maquinas, el dispositivo a traves del cual interaccionamos con ellas; desde las tarjetas perfora-

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das h;Ista Lis p;111 r;1 1la ~ mu ltimedia, pas;mdo por las pantallas monocromo o los ~-uantcs de c;iberrealidad. Los paisajes de nuestr~Js \Tntan~b u~n bien han· ido des a rrol Lin dose y mutando en cl \-iaje tccnoinfonmitico. En ese trrn;elling historico mer_e­cc LI pciLJ L-oincnr:J r que se l~a p;Isado igtLlhll ente de los gran­des orden;H i ore~ kilometricos y mastodonticos (7i,:":infrmnes), rcplctos de cables por todos sus orificios. a pequeiias unidades port;itiles, nH)\·iles e inaL1mbricas. La comercializacion de uni­cladcs cada vcz m;is portables y fluidas tiene la consecuencia in­mcdiata de faci!itar Ia incorporacion a los cuerpos. El desfile de las t'dtim;Js tcnden cias en inform;itica nos muestra una evolu­ci6n Inm· evidcnte de la precision, la efic1cia y, a! mismo tiem­po, Ia morfologL1 y Ia fisonomia de Ia tecnica. Como en el hom hre. cam bi;1 su genotipo electr6nico, pero tam bien su fe­noti po ntcrno. Igualmente, nuestras pare jas tecnicas, nuestros compaii.eros de interacci6n, nuestros pmtners ciberneticos han envejccido (o evolucionado) con nosotros. La metafora de la ventana eJectr6nica (como Ia de la «aldea g·lobal» de McLuhan) implica una filosofia de visualizaci6n, mientras que los ultimos interfaces acarrean metaforas de antropomorfizacion de la ITid­

quina (Yoz, etc.).

Por ejernplo, llevamos cuarenta anos haciendo die con nuestro declo fndice sabre un pequeno aparato !!10vil, adosado a nuestras manos, que · posee uno o dos boton.es. Millones de personas lo usan diariamente y apenas han reparado en el. Suele terminar muy gastado, mugriento y sucio, y es infrava­lorado en su precio en comparaci6n em;_ el silicio calculador. Sin embargo, pocos podrfamos hoy utilizar un ordenador sin un raton o mouse. Este puntero digital es la piedra angular de nuestra relaci6n con el ordenador, sin el cual, dicho provocati­vamente, ya no serfa pensable esta sociedad, tal y como la cono­cemos. El 9 de diciembre de 1968, investigadores del Stanford Research Institme, dirigidos por Doug Engelbart, hicieron una presentaci6n que cambiarfa la historia de la informatica. En la demostraci6n, que duro noventa minutos, ensenaron los ulti-

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BlOMAQuiNAS: HAL9000 Y ROBOTS QUE CASI VIVEN

mos dispositivos ideados para la infonm'itica de alto nivel. En­tre toclo lo ofertado, lo que nadie sospecharia que sobrevivirfa como un electrodomestico indispensable en cualquier hagar, era un rudimentario dispositive senalador, hecho con clos rue­lhls; una de elias para ubicar, sobre tina panhira, el puntero en Ia horizontal (X), y otra para ubicarlo en Ia vertica l (Y). El ~-a­ton informatica represent6 un cambio de paradigma. Por pri­mera vez, el mundo percibfa que los ordenadores podfan ser usados para algo mas que realizar tareas administrativas. Des­de entonces, nuestro declo fndice se adapto ala forma del ra­ton, acoplandose no ya a las hachas de metal o a Ia rueda del carro, sino a un movimiento automatico sonora (el <<die») que simboliza, en cada golpe, esa fusion hibridante entre nuestro cuerpo y Ia pr6tesis informatica que manejamos.

Toclo este marasmo de mezclas entre chips y neuronas, ordenadores sensibleros y robots ingeniosos o personas con capacidaJes neuronales ampliadas y alteradas, ha conducido a te6ricos como De Kerckhove a hablar de «tecnopsico!o­gfas» o «psicotecnologfas» (1999, pp. 29-34). De Kerckbove plantea la necesidad de una disciplina que comience a estu­diar los fen6menos de codeterminacion entre el campo de lo psico1ogico y el de lo tecnico. Aunque mas interesante es Ia idea de acuilar el concepto «basanclose en el modelo de Ia bio­tecnologia, para definir cualquier tecnologfa que imita, ex­tiende o amplfa los poderes de nuestras mentes» (1999, p. 33). Es decir, este otro modelo de cyborg al que hemos sumado tam bien lu::. efectos producidos por la realidad virtual plan tea la necesidad de nuevas disciplinas y nuevas enfoques, porque ya no estamos tratando con los objetos tradicionales de las ciencias sociales sino con mixturas casi imposibles, y asf te­nemos un pie en cada terreno y el cuerpo en oscilaci6n per­

manente. Tal y como referiamos en el primer capitulo, a las modifi­

caciones 0 aJteraciones de los artefactos 0 maquinas hacia Ul1<1

cada vez mayor humanidad (inteligencia, emoci6n, apariencia

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estetica, etc.) que venimos describiendo en este capitulo se las puede rotular como «integraci6n ex6gena>>. En ella, el afan de mimesis, de imitaci6n de lo humano en.lo tecnico, nos condu­ce ihemisiblemente a un androide sapiens, w1 automata antro­pomorfo o similar al ser humano. Tal rnodelo, que puecle re­sultar de una reproducci6n corporal o mental, conduce a ia naturaleza mixta que define a los cyborgs. Esta suerte de com­binaciones son robots animados de neuronas, pulsiones y emo­ciones o maquinas antropom6rficas que parecen asemejarse a los humanos, pero marcando con claridad su distancia. Nos ga­nan al ajedrez, pero distan en gran meclida de las pasiones, que son el eje rector de buena parte de Ia conducta hu!~~ana. Su fuerza bruta en el calculo 0 la memoria aun no esta compensa­cla con una actitud sensible trente a Ia inform~1ci6n que reciben.

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SINTIA: INGENlEJdA GENETICA EXTREMA y BIOLOGIA SlNTETICA.

ENGENDH.OS DE LA PROBETA

Los cientificos podr5n (pronto) pasar de Ia capacidad de leer nuestro c6digo gem!tico a la de escribirlo.

C RAIG VENTER, Octubre de 2 0 0],

en cleclaraciones a un diario britanico

Craig Venter es un personaje de nuestro tiempo: emprendeclor, innovador, cientifico-e•~•?resario, arriesgaclo inversor, biotecn6-logo extremo, equilibrista en cuestiones controvertidas, impul­sor del desciframiento del genoma humano (y de ou·os gena­mas), titular de las patentes de muchos elementos biol6gicos v org<~~1icos, etc. Es lo que Schumpeter llamaba w1 «heroe em­prendedor>>, uno de los motores del capitalismo moderno, aquel individuo que arriesga y juega allfmite para innovar r.'..crcantil­mente. Su bine-rafia aparece marcada con las huellas de estos riesgos. Antigua surfista californiano, tras alistarse en Ia marina estadounidense y combatir en Vi.c ':":1.~.m, volvio a Estados Unidos para licenciarse en bioquimica (1972) y dcctorarse en farmaco­logia (1975), trabajando, desde 1984, en la sanidad publica de su pais (los NIH, National Institutes of Health). La fama mundial le lleg6 como presidente fundador de Celera Genomics al arran­car su propio Proyecto Genoma Humano en 1999, al margen del consorcio publico y paralelamente a el, incluso adelantando­se al cronograma, con prop6sitos comerciales y utilizando Ia tec­nica shotgun sequencing.' En 2002 , Celera le despidi6 y Venter,

r. Las tecnicas cJ,\sicas de ,c:cuenciaci6n de c\DN no penmnan se­cuenciar con facilidad grandes fragmentos a la vez. E l shotgun sequmcing

separa en multiples capias el fragmento a estudiar, las secuencia por sepa­

rado y, finalmente, recompon e el todo completo.

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que habfa fundado The Institute for Genomic Research (TIGR) en 1992, paso a ser presidente del]. Craig Venter Institute, crea-

. doe instaurado por el TIGR. En junio de 2005, asimismo, co­fund6 Synthetic Genomi~s, una fiimadedicaclJ al·uso demicro­organismos modific,1dos geneticamente para Ia producci6n de etanol e hidr6geno como combustibles alternativos. En 2007, su instituto de investigaci6n, creado en 2002, anunci6la decodifi­caci6n del genoma del primer individuo, el rnismo, precisando que todas las informaciones estarian a disposici6n del publico. Y asf una larga ·Iista de proyectos, iniciativas y saltos en los que Venter ha participado o ha comandado. La revista Time lo indu­y6 en 2007 en el grupo de las IOO personas mas influyentes del mundo, Bill Clinton quiso fotografiarse con ely es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, ademas de Premia Principe de Asturias 2001. Debemos hacer un alto aquf porque la hiperactividad de Venter puede desviarnos de nuestro estudio. Queda patente que su biografia corre pareja a algunos acontecirnientos relevantes de las Ultimas decadas y que promete emociones fuertes. Venter se ha ganado a pulso Ia fama de «polemico biotecn6logo», por utilizar palabras amables. Pue­de, no obstante, seguirse indagando en su intensa vida gracias a la autobiografia que recientemente ha publicado y que lleva por titulo, nada mas y nada menos, que Una vida descodificada (wo7).

Para algunos, Venter representa la audacia comerciallleva­da al terreno de la biologfa y la genetica punteras. Para otros, es un habil aprovechado ante el vasto campo de oportunidades de negocio que se abren en la gen6rnica moderna y que olvida los derechos humanos y otras sensibilidades. Venter ha sido tildado de megal6mano por sus detractores y de genio insuperable por sus fieles. Lo cierto es que este cientifico insaciable y luchador no ha disimulado nunca sus ambiciones desde que liderara con su sociedad Celera los esfuerzos del sector privado por el desci­framiento del genoma humano. Da igual ahara el veredicto mo­ral, lo importante es que Venter no ha descansado en su afan por

' ir siempre un r asa mas alla de lo predecible (y, para algunos, de

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SINTIA: INGENIERIA "ENETICA EXTREMA [ ... )

lo tolerable). Con atino lo poclrfamos contratar de guionista para cualquier superproducci6n de la ciencia ficci6n. Lo que mas nos importa en este momenta es que, en octubre de 2007, Craig Venter anunci6 haber conseguido crear un cromosoma artificial a partir de elementos qufmicos, como paso previa ala creaci6n de la primera forma de vida artificial de la Tierra.'El 3 r de mayo de 2007 la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos (USPTO, en ingles) publicaba sii1 mucho re­vuelo una memorable solicitud de patente que, para algunos, marcara un antes y un despues. L_a solicitud de patente numero zuo7or 22826, titulada «Minimal bacterial genome» (genoma bacteriano minima), describia Ia creaci6n en laboratorio del primer organismo vivo totalmente sintetico; una bacteria nueva cuya informacion genetica proviene de ADN sintetizaclo quf­micamente. Su pedido seria valido para Estados Unidos y un centenar de otros pafses que suscriben esos acuerdos en materia de propiedad intelectual. Venter redamaba derechos de propie­dad exclusivos sabre «un organismo que puede crecer y repro­ducirse», hecho con un conjunto de genes esenciales que tam­bien se reclaman en la solicitud. Al «bicho de Venter» se le apod6 «Sintia», en alusi6n a Ia idea de «sintetico». Hay quien al escuchar la noticia yen tono humorfstico, pronunci6 conjunta­mente «Prometeo, Frankenstein y Venter».

La fabricaci6n del primer genoma artificial de un microbia se considera un avance crucial para la creaci6n del primer or­ganismo artificial. Sintia, en principia y como dedamos, pue-de crecer y reproducirse, dos caracteristicas vi tales, valga la re­dundancia, de los seres vivos. Los investigadores del John Craig Venter Institute GCVI), srtuado en San Diego, dierun los pasos decisivos en el ~:oceso para sintetizar el genoma de __ la bacteria «Mycoplasma genitalium». Pero, a pesar de que la excusa principal era generar microorganismos capaces, por ejemplo, de producir biocombustiblcs y ayudar a limpiar el media ambiente, la gran mayorfa de las miradas estaban posa­das sabre futuros y mayores desarrollos de la tecnica. \-enter,

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ante la avalancha de recelos snscitados, se apresur6 a damar por el irrefrenable a,·,mce cientffic:o: «Puede ser utilizado para crear armas qufmicas, pero detenerlo serfa tan absurdo como prohibir el conocimiento porque puede ser peligroso>> . Lo cierto es que constimye el paso mas decisivo para b produc­ci6n de vida artifici<ll. De todas formas, con este metodo, m<~ :> que crear vida , copiamos Ia que hay y la volvemos a reprodu­cir. Uno de los progresos reales de los cientificos del JCVI, publicados recientemente en la edicion digital del periodico Proc~edings of tbe Nmional /lmdemy of Sciences (PNAS) y finan­ciados por Ia compaiifa privada Synthetic Genomics, ha sido acelerar todo el proceso . El problema con el que se enfrenta­ban hasta ahora los biotecnologos y genetistas experimentales era la lentitud del procedimiento a seguir. Aunque Venter y su equipo son mopi cos , lo quieren todo, pero ahora .

En 1996, a partir del nacimiento de Dolly, la clonacion co­bra una gran importancia y visibilidad en el discurso social y cientifico internacion,J! , debido esencialmente a que se des­pertaron grandes expectativas y temores acerca de las posibili­dades de generar clones no ya animales sino humanos. Las tecnicas de clonacion , por cieno, datan ya del siglo xrx (los ex­perimentos de Hans Dreisch en 1892 con erizos de mar); un camino de largo recorrido que va desde la gemeiacion ?rtifi­cial ala tr~nsferen cia nuclear. Sin embargo, ya nadie hubh de Dolly, ahora la estrella es Sintia: del primer ser clonado (ofi.­cial) al primer ser vivo artificial. Justo diez afios despues de la oveja clonada, asoma sus patitas la bacteria sirrtetica. Parece una sucesion de engendros de laboratorio, un co.;:;.Lisel de ju­guetes. Dos bombas biotecnologicas, una mas tierna que la otra (:-:: comparacion entre una mullida ovejita y un ser micro­celular), que traspasan fronteras sociales fundamentales, limi­tes a lo pensado y a lo soportable. Nuestras biologia y zoolo­gfa han quedacio desfasacias prematuramente, caducas no ya ante el descubrimiento de especies nuevas, sino ante la posibi­lidad de Ia creaci6n artificial de las mismas.

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SINTIA: INGENI ERIA GENETICA EXTREMA[ .. . ]

La patente sobre Sintia ha llevado a algunos (el grupo ETC) a rebauti zar las empresas de Venter C')lllO Microbia­soft, jugucteando con Ia mezcla de Microsoft (lider del sector dei software propietario) y biologia. El microbia reducido, la «celula de pL1stico» venteriana, podrfa ser Ia clave para una revolucion en la produccion de energia b<uata, en Ia busqu'ecla de metodos alternativos de produccion de etanol e hidrogeno (asf lo han planteado Venter y sus colaboradores). Pero tam­bien sirve como fuente de agentes patogenos o en una su­puesta «guerra biol6gica>> de e~cala planetaria. Porno traer a colacion Ia sarta de objeciones que han llovido a la merca~ti­lizaci6n de la vida (sintetica). Ahora se ahre la via (y la veda) al mercadeo con seres sinteticos. Recordemos que, en 2005,

Venter fund6 la empresa Synthetic Genomics Inc. para co­mercializar microbios sinteticos como Sii1tia.' Venter es un icono de los descifra:mientos geneticos y de la biologia sinte­tica, pero su imagen esra salpicada por los conHictos derivados de Ia busqueda de rentabilidad de su investigacion mediante las patentes sobre la informacion genetica. Resulta dificil jus­tificar hoy en dia la propiedad privada y la acci6n del «pode­roso caballero>> sobre esa area tan sagrada como es la de los c6digos biologicos compartidos. Asimismo, este campo emer­gente tiene sus riesgos. En 2002, sin ir mas lejos, tras tres afios de intenso trabajo, el grupo de E. Wimmer en Nueva York publicaba la sintesis artificial del virus de la polio, ba­sandose en informaciones publicas presentes en las bases de datos. Otro tanto se ha conseguido con el virus de la gripe es­panola de 1918; sintesis toxicas cup dispersion o mala utili­zaci6n res'..lltarfa funesta. Nuevamente tenemos ante nosotros a esc ser bifronte que es la tecnociencia y sus ambivalencias

constitutivas.

2. Como curiosidad, ca be menci6nar que la patente reclama cualquier organismo construido geneticamente al que le falten, po: lo menos, 55 de los ror genes que han determinado como no esenciales.

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Los organismos sinteticos son plenamente diferentes de los organismos modificados geneticamente (OGMs). A estos ulti­mos, que se dan ya de modo espontaneo en Ia naturaleza, se les insertan secciones de ADN de otros organismos «naturalmen­te e:xistentes». Los organismos sinteticos (cl caso de Sintia) no se hacen sustituyendo unos cuantos ingredientes de Ia receta de Ia vida, sino que se obtienen fabricando los ingredientes desde cero en un laboratorio y hacienda con ellos combinaciones nunca vistas. Pasamos de la alteraci6n de lo existente a la ob­tenci6n ex nibilo. Para ser exactos, nose crean especies a partir del vacio, obvian11~nte se parte de ciertos materiales geneticos iniciales pero sin desari:ollar. La biologia sintetica que presen­tamos aqui desarrolla los individuos desde sus partes mas mi­crosc6picas hasta constituirse como organismos aut6nomos.

Sintia no deberia sorprendernos tanto, es solo la culmim­ci6n de unas cada vez mas refinadas y potentes tecnicas bio­tecnol6gicas. Si, como hemos visto en los capitulos anteriores, la creacron y distribucion de organos, partes o fragmentos sin­teticos y artifici:1les del cuerpo humano esta a la orden del dia y tenemos piezas humanas «a Ia carta» (tdigame un riiion, pongame cuarto y mitad de cornea, quiero modificar mi pelo o mis uiias completamente, etc.), poco podia tardar la manu­factura por encargo de otros organismos vivos; obviamente empezando por los mas sencillos (unicelulares), pero sin una meta mejor o peor divisable (plantas, animales, seres huma­nos, etc.). No por esperable es mejor o peor, en absoluto, pero almenos ya estabamos sobre aviso. Sintia, entonces, pertene­ce a la cr6~ica de un nacimiento anunciado.

Ante la sorpresa de la presentaci6n que Venter, el padre de Sintia, hacia de su nueva criatura, algur.c:;, con un poco mas de prudencia, manifestaron que un microbia sintetico diseiia­do en un laboratorio no es una especie modificada, es una es­pecie nueva. Este tipo de <<ADN bacteriano que permite que las celulas receptoras sean plataformas para la producci6n de nuevas especies usando genomas natmales modificados o ge-

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S!NTIA: !NGEN!ERIA GENETICA EXTRL\IA ( ... ]

nomas arti fi.ciales» puede ser interpretado como un nuevo mo­delo de Porsche o como el {Iltimo grito en reproductores mu­sicales. Hay quien ha descartado por completo Ia relacion del monstruito Sintia con la vida natural y lo ha acomodado en las taxonomfas de lo inanimado. Si bien la biologfa sintetica se 11os muestra como un nuevo campo de investigacion que combina ciencia e ingenieria (disefio y construccion de sistemas biol6gi­cos), la tecnificacion extrema hace pensar casi en una rama de la industria . Se pierden, con frecuencia, los u·azos de la natu­raleza. Los ingenieros ven la biologia como un campo mas de la tecnologfa,

Antes de Sintia. existieron diversos ensayos no tan popula­res como esta. El «represilador» de Michael Elowitz es un ejemplo de los primeros resultados practicos de la biologia sin­tetica. Elmentado dispositivo es un oscilador artificial, cons­truido a partir de una red de reguladores genicos. La red se compone de tres genes y, ligando la expresi6n de una proteina fluorescente a cada uno de los tres estados posibles, se observa que el sistema efectivamente oscila. El periodo de oscilaci6i-1 puede ser mayor que el ciclo de la division celular, por lo que el estado del oscilador se hereda de generaci6n en generacion. En la misma linea, Drew Endy ha aplicado con exito a ciertos sis­temas biol6gicos, como el bacteri6fago T7, una tecnica infor­matica conocida como refactorizaci6n. La idea consiste en re­escribir el ADN del ser bajo estudio, eliminando el ADN basura y evitando el solapamiento.

El contexto de emergencia de esta nuev2 especie cyborg o de esta nueva tipologia de hibridacion entre !o natural y lo ar­tificial tiene que ver con el «boom biotecnol6gico» o el «siglo -biotecnologico» (Rifkin, 1999). Mas que ninguna otra tecno­logia, la ingenieria genetica y la alteraci6n del genoma huma­no por rnedio de las biotecnologias actuales rnantienen la pro­mesa de una radical transformaci6n de las capacidades y la fisiologia humanas. Es, quizas, la unica rama de las ciencias aplicadas que puede jactarse de cumplir, mas 0 menos fielmen-

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te, Ia nocion de «evolucion participada» de Clynes. La biolo­gfa, relegada a segundos puestos durante decadas, es ahara el centro de todas las miradas. Desde que \Vatson y Crick desci­fraran en r953 la estructura molecular del ADN, se !-lan dado pasos de gigante para !a rnanipulacion de dicha molecula, al­gunos de ellos encaminados hacia !a posibilidad de sintetizar vida. Tras probar en r958 que, para replicarse, !a doble helice se disociaba, se comenzaron a descifrar los primeros tripletes que codifican algunos aminoacidos. En r969 se aislo un gen por primera vez y en los aiios setenta se aprendio a «Cortar» por'<;:iones de ADN mediante un tipo especial de enzima y a pegar genes mediante otro. En r972 ya se habfa obtenido Ia primera rnolecula de ADN recombinante, con Ia union de tro­zos de ADN de especies diferentes. En r983 se aprendio a ob­tener multiples capias de un ti-agrnento cualquiera de ADN, y en r996 se publico el genoma completo de Ia levadura, un pro­yecto de cuarenta laboratorios de Europa y Estados Unidos; por citar solo algunos de los hitos de este largo trayecto cien­tffico. Las ensoiiaciones mas futuristas siempre han querido gc:;t_ionar Ia informacion que procesa esa doble helice. Quien tenga Ia !lave del prodigioso microprocesador biologico podra administrar los mecanismos de almacenamiento de informa­cion genetica orientandolos segun sus intereses. En esa famo­sa escalera helicoidal se encuentra el codigo de nuestra trans­formacion como especie; una formula, ya no tan secreta, para cambiarnos.

fras el nacimiento de Ia ingenierfa genetica gracias al des­cubrimiento de los metodos de restriccion-modificacion del ADN en las bacterias y otras herramientas moleculares, cabe destacar, entre sus primeros ex:itos sonados, la produccion de Ia insulina o la hormona de crecimiento humana a partir de cepas de la bacteria Escherichia coli recombinante. Desde entonces, clicha ingenierfa genetica ha generado una ingente cantidad de contribuciones que no paran de salir de su chistera magica. Pero Ia propagacion y maduracion de la genomica o genetica

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O.INTIA: INGENIERJA GENETICA f'YTREMA ( . . . ]

industrial han conducido irremisiblemcnte a desbordar dicha ingenierfa para Ia creaci6n de nuevas entornos de investiga­ci6n y objetos de manipulacion: Ia biologfa sintetica (a !a que dedicaba Ia portada delnumero correspondicnte a! 24 de no­viembre de 2005 Ia rcvist~l Nature). Lo interesante para el mundo cyborg es que esta nueva ciencia de lo sintetico no s6Jo se ocupa del rediseii.o de componentes y s1stemas biologicos que ya existen a dfa de hoy en Ia naturaleza, sino tambien del

. diseiio y fabricaci6n de sistemas biologicos no existentes. Sintia, lejos de ser un cyborg en un sentido clasico o plena

(protesis o it~teligencia artificial), personifica Ia idea de cons­truccion artificial de vida, de creaci6n tecnica de lo organico. Resulta una suerte de obra cultural (tecnocientffica). Desde este punto de vista, sin ser un cyborg tipico, podria conside­rarse alga parecido a una bacteria-cyborg. La instancia inme­diatamente siguiente, como indidbamos con anterioridacl, pareciera ser Ia posibilidad de pensar en plantas sinteticas, ani­males sinteticos e, incluso, hombres (y mujeres) sinteticos. Sin-tia pnr tanto, es un sfn-toma, un indicador de lo que vie­ne; un data que visualiza un camino abierto por el que segura­mente transitaremos. En cualquier caso, Sintia es la puerta abierta a un tipo de cyborgizacion que ya no depende de tos­cos implantes o protesis visibles. Ni siquiera atisbamos el bri­llo del metal por ningun !ado. Nose han requerido chips o fi­bras, cortes o soldaduras, implantes o redes neuronales. Es un nivel superior, una construcci6n desde dentro, desde el princi­pia, a partir de sus elementos mas mfnimos, ocultos y consti­tutivos. Ya emergen como cyborgs, no hace falta el proceso de metamorfosis que hemos presenciado en otros ejemplus. El cyborg ya no sc hace, ahara nace. Fn <>olo catorce dias, el equi­po de cientificos que trabajaba para Venter dio a luz a Sintia ensamblando trozos infinitesimales de ADN, una gestacion muy corta q1.<e, con toda seguridad, se ir<1 acor:~mdo a meclida

que el tiempo pase. El siguiente movimiento, tras el especticulo de las biotec-

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nologias, ha resultado ser su miniaturizacion: las nanotecnolo­gfas. La reciente entrada en el campo de Ia nanotecnologfa ha abierto las puertas d.e un mar insondable, replete de promesas y peligros (Shelley, 2006). El acceso a las estructuras ultimas, microsc6picas y diminutas de la composicion, tanto organica como inorganica, nos permite trabajar al nivel de la naturale­za. Como dice Javier Echevarria, «las nanotecnologias [ ... ] conllevan el descubrimiento y colonizacion de un "nuevo

· mundo", hasta ahora invisible, los nanocosmos» (wo8, p. 103). El pistoletazo de salida ala conquista de la «nanotierra>~ virgen y prometida se daba en el afio 2000 cuando el presi­dente Clinton anunci6 la creacion de la National Nanotech­nology Initiative (N1',H). A los afi.os de nanoinvestigacion acu­mulados entre 1980 y woo sucedia, entonces, la posibilidad de comercializar con los resultados.

La elaboracion de instrumental cada vez m:is penetrante en el mundo de lo minusculo (microscopies o, mejor dicho, nanoscopios) ha sido el detonante para adentrarse en este nue­vo universo. Tarde o temprano estaremos en condiciones de redisefiar la informacion de nuestras celulas e, incluso, mole­culas, pudiendo quitar o poner genes, agregar mitocondrias, ribosomas, moleculas o segmentos de ADN al gusto; es decir, de transformar la materia a un nivel atomico, ya que los nano­mundos son los cimientos de los macrocuerpos. Al retocar la fina estructura intima modificamos la arquitectura completa de nuestros organismos. Redisefiamos el nivel molecular para que la version final completa cambie a su escala. Podremus, en d~finii.~ ~'a, elaborar seccicmes c1d tamafio de milesima~ Je mi­llon de metro, creadas en ellaboratorio, para, posteriormente, incluirlas 0 extirparlas de donde queramos, una suerte de ta­ller mecanico corporal de precisi6rl extraordinaria. Artesanos y orfebres de lo imperceptible, los nanotecn6lcgos pueden producir metamorfosis cyborg sin apenas ser vistos y sin dejar marcas o evidencias de la transformacion operada. No solo se ansi<l optimizar o potenciar la vida, sino que tambien se crea-

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SJNTJA: INGEi'IIERIA GENETIC!. EXTREMA ( ... }

ra. Sino tenemos un vocabulario adecuado con el que referir­nos a estos temas, esta claro que habra que crear un lenguaje adecuado. Serfa cuestion de acunar un idioma original para designar y denotar estas realidades emergentes. El cyborg cia un paso al frente; paso que pretende ser el pr~n:ero de la ca­racterizacion necesaria para estas novedacles del mundo de la

tecnociencia. Destapando los portentos de Ia nueva tecnologia en nano-

escalas, uno puede contabilizar los avances del trabajo nanos­copico: una nueva estrategia de encaje, composicion o ensam­blaje entre la materia organica y las manipulaciones tecnicas. Las nuevas minimaquinas o, mejor, nanomaquinas, robots mi­nusculos o cyborgs microscopicos, manipulados a escalas mi­crometricas, dan pie a las ultimas innovaciones pero tambien a sistemas casi perfectos de integracion cuerpo-tecnologfa. Los nanoobjetos no muestran abiertamente su naturaleza cons­truid1. Quizas resultan tan perfectos que podrfan poner en duda la nocion misma del cyborg, ya que las impalpables cos­turas no dejan constancia de la fusion operada. (Tiene sentido hablar de hibridacion cuando ya no hay cicatrices de la opera­cion, cuando la combinacion es a escala atomica y ni siquiera percibimos las huellas de la mano humana? Este propuesto tercer tipo de cyborg (genetico, biotecnologico) comparte la filosofia de los anteriores (simbiosis entre biosy tecnos), pero no su metodologfa. Encarna fielmente la pulsion de los anteriores cyborgs por mezclar lo animado y la tecnica, lo organico y lo inerte. Pero, en esta ocasion, ~vanza un paso mas, superando las torpes maniobras vistas en los capitulos anteriores, y opta por conformar el cyborg desde su materia prima, desde los ci­mientos milimetricos e invisibles que lo constituyen.

Con las nanotecnologfas se inaugura una epoca en la que no es que lo pequefio sea bello, sino que lo pequefio es podero­so. Las implicacione~ sociales de las nanotecnologias son aun insondables e impredecibles. Las micromaquinas (chips donde podemos alterar unas pocas moleculas seglin nuestros intere-

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ses) se dice que podn1n, en un futuro no muy lejano, vivir a tra­ves de nuestros cuerpos (como paLisitos ciberneticos), coloni­zar otros planetas e, incluso, replicarsc de una manera semiau­t6noma. Las nanotecnologias, entonces, constituyen uno de los vectores mas determinantes de L1 cyborgizaci6n social que clescribimos en estas paginas. Una vez que los investig<ldores se dieron cuenta de que en lo micro «habia Iugar», el nanomun­do se puso de mocla. La exploraci6n se convirti6 en conquista, y la conquista, en explotaci6n (comercial). Igualmente, las na­notecnologias encarnan varias dimensiones cruciales de nues­tra era: la mercantilizaci6n de Ia ciencia, Ia confluencia de Ia biologia y la fisica o Ia ubicaci6n de uno de los mejores huertos ·donde plantar cyborgs (nanocyborgs). Es una de las ciencias de lo artificial (parafraseando a Herbert Simon), donde la bi6nica 0 la integraci6n biologia-tecnologia son mas completas y pro­fundas. Para muchos, ese mundo umlotech, esa selva virgen de «lo minimo», va a cambiar nuestro entorno de forma brutal. En unos pocos afios, las nanoescalas resultanin el espacio privi­legiado de los cybor;s, las bambalinas detras de las cuales se re­tocaran cuerpos y biomasas.

Se nos anuncia a bombo y platillo que las nanotecnologias no se limitan a tejernos desde dentro, no se quedan en la sim­ple reconstrucci6n corporal en sus rnicroestructuras. Los pro­cesos de minuaturizati6n abren nuevas forrnas de administrar rnedicinas superando la barrera sangre-cerebra, un rnecanis­rno que tienen rnuchos organismos para evitar que sustancias neurot6xicas pas en al tejido cerebral. A su vez ernpiezan a per­rnitir elaborar sensores rnagneticos casi microsc6picos para di­sefiar nanornapas (corporales o terrestres) de alta resoluci6n. Igualrnente propician portar nanodispositivos (integrados o no). Existe un catalogo extenso de las posibles maravillas tecni­cas que estos metodos prorneten sin descanso. Como siempre, cada nueva tecnologia se vende como una prornesa de feliciclad plena. No pretendernos parecer escepticos radicales, pero que­remn" resaltar ese caracter promisorio y ex,igerado de las visio-

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SINTIA: INGENIERIA GENETICA EXTREMA ( ... )

nes sociales de las tecnologias, donde cada innovaci6n parece recomponer el nmndo, distribuyendo bienestar y progreso a

cada momento. En Ia era posgenoma, las biociencias representan el punto

neuralgico de Ia tecnociencia global. No solo es el paradigma cientffico por excelencia (junto con las redes digitales), sino tarnbien el econ6mico y geopolitico. Paul Rabinow y Talia Dan-Cohen (wo6) han planteado la posibilidad, a traves del terrnino «biosocialidades», de que, a partir de ahora, las iden­tidades sociales no dependan tanto de las caracteristicas socio­demograficas clasicas (edad, genero, clase social, raza, etc.) como de rasgos puramente biol6gicos (un gen, una proteina, una modificaci6n biotecnol6gica, pacientes de un sfndrome, asociaciones de trasplantados, individuos con modificaciones en celulas madre, etc.); de que nos empecemos a juntar y or­ganizar a partir de los elementos comunes biol6gicos o ge­neticos, y no de los propiamente fenotipicos. Una condici6n biomedica puede resultar nuestro modo de estar y vivir en el mundo. En orr·as palabras, para estos autores, en vez de plantear el mundo como una lucha de clases, un choque de civilizaciones o una guerra de sexos, se traLafia, mas bien, de w1 encuentro de hfbridos: la convivencia extraiia de seres categorizados por su relaci6n con la biologfa o con las rnodificacioneo. o.ufridas. Los factores que COD"ioenibamos esenciales a la hora de describir o analizar los grupos sociales han pasado a segundo plano. Ya no sornos lo que sornos, somos lo que Ia tecnologia ha hecho

de nosotros. A su vez. hist6ricarnente, Ia ingenierfa gepPtica y los cy-

borgs han generado el mismo tipo de reticencias y aprensio­nes; Iecelos y dudas ante la perdida de control sobre lo «burna­no» (si es que eso existe) o sobre los productos de Ia creaci6n humana (Gonzalez, zooo, p. 67). Se hallan en ese terreno mis­terioso y peligroso que tiene que ver con el control social y po­litico de los cuerpos. Es la expresi6n moderna de lo que Fou­cault llam6 con acierto la «biopolftica». La organizaci6n del

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mundo y el dominio social no requieren unicamente inter-ven­ciones violentas y constricciones ffsicas . La modernidad ha ida desarrollando tecnicas punteras de vigilancia y disciplina y, posteriormente, mecanismos de administracion de las pobla­ciones que hacen uso de la ciencia y otras disciplinas. La ma­nera optima de controlar, de ejercer poder o de conducir a los siervos no tiene necesariamente que ver con su reclusion, so­metimiento o presion directa, sino con los sibilinos metodos de biopolftica actuales. No obstante, la mirada foucaultiana parece que tambien quedo alga desfasada. La biopolitica ac­tual ya no necesita domeiiar los cuerpos, ahora simplemente los crea.

Al mismo tiempo, bemos insistido anteriormente en que no nos situamos ya ante unos procedimientos que tengan como fin ultimo la reparacion de defectos 0 patologfas, sino que estamos ante la creacion de formas de vida alternativas a las naturales. Como no estamos evaluando las consecuencias eticas de todo ella, no penetraremos en la densa selva de con­flictos mol'ales que genera, una espesa nube de dudas y para­dojas. Pero no podemos soslayar que esta tercera pata de la cyborgizacion, tal y como la hemos propuesto, plantea unos interrogantes bastante incomodos. En los proyectos de inves­tigacion afines a la b~ologfa sintetica hay una considerable mezcla de fines filantrqpicos, fuertes intereses cientificos, perspectivas de grandes beneficios economicos y financiacion por parte de grandes industrias.

La genomica, la biologfa sintetica y la ingenierfa genetica extrema (sea nanotecnologica o no) representan las expectati­vas de un juego divino, como algunas veces se ha sentenciado (no solo modificar, sino tambien poder crear vida), pero igual­mente los peligros de manipular un codigo para el que no hay manual. Nos convertimos en instanci<ts supremas que pueden otorgar o retirar vida animada a objetos y sujetos, en manda­rna ~~c del uu~verso biotecnologico enredando con S'..lS nuevos iu~:,ruetes; un coctel de intere:,c:s y osadfas que nos mantiene

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SINTIA: JNGENIERIA GENETICA EXTREMA [ . . )

alerta. Maxime cuando todo el proceso se analiza en su con­texto, en el marco de unas ciencias administradas mercantil­mente y dirigidas por los afanes comerciales. La manufactura de supermanes geneticos y la posibilidad de obtener secuencias geneticas o ADN sintetico para construir genomas compleFos tienen muchos entusiastas (como los que reivindican Ia elabo­racion de artemisinina sintetica, un medicamento para comba­tir la malaria), pero no menos apaticos o claramente contrarios, que temen par el rumba de estas pr:icticas posibles.

Recapitulando, la biomedicina, las biotecnologias, la inge-. nieria genetica, la electronica molecular, ia cibernetica, las na­notecnologias, la gen6mica, la biologia sintetica, etc., son un equipo unido que trabaja coordinadamente y que converge en una posibilidad: la de incluir, retocar o retirar, a nivel genetico, partes de un organismo. Consienten incorporar en el interior de los organismos elementos mecanicos 0 electricos, asimilar-

. los en un nivel microsc6pico y (re)componer internamente un ser sin que la apariencia o el funcionamiento parezcan haber sido alterados (Ychya, zoor). La citada confluencia masiva de «tecnologias geneticas» dibuja un panorama nuevo en el que las fronteras entre lo biologico y lo artificial carecen ya de sen­tido. Si algunas ramas tecnologicas pueden ser las culpables de haber difuminado y emborronado nuestras percepciones es­tandar de distinci6n entre la naturalidad biologica y la artificia­lidad tecnica, esas son las biociencias. Gran parte de la antropo­logfa, por ejemplo, y de muchas ciencias sociales, han operado con 5U instrumental analitico siempre bajo la idea de que los hombres construimos sistemas de referencia. Estos mapas cog­nitivos y colectivos se diseiian, en primer lugar, sabre la dtfe­renciacion de los ambitos aparentementc ~-:.aturales de los su­puestamente construidos (al igual que se manejan tambien otras oposiciones binarias, como sagrado/profano, individuallcolec­tivo, hombre/mujer, niiio/anciano, etc.). No obstantt.., la ten­dencia que venimos describiendo en este libro es que esa distin­ci6n cognitiva y social, esa regia compartida que sirve para

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clasificar el mnndo que nos rodea e interpret~rlo, comienza a diluirse o resquebrajarse. No es poco.

Para nuest:ros prop6sitos interesa aquf detenernos no tan­to en los detalles del proceso o en pormenores hist6ricos o tecnicos, como en la presentaci6n en sociedad de una tercera vfa de integraci6n de la vida con los sistemas tecnologicos. Un tercer modelo en discordia con los dos anterinres del hombre protesico y el ordenador inteligente. Esta novedad pr:ictica, que agrupa y congrega lo natural y lo artificial, parte de meto­dologfas singlilares y rompe con las estrategias anteriores. Como ya hemos comentado, produce una .?erie de cyborgs ge­neticos sin seii.ales de la operaci6n. El rol de la biologfa sinte­tica, por ejemplo, no es unicamente permitir restir..:ir organis­mos o crear ciertos sistemas biologicos, sino tambien inventar especies. Quienes trabajan en esta nueva generacion de bio­tecnologias sinteticas se jactan de poder producir nuevos or­ganismos vivientes, muchos de lo~ cuales no aparecen en los li­bros de zoologia. La generaci6n futurista de ingenieros de la vida maneja los componentes qufmicos del ADN como si fue­sen las piezas de un mecano, pero en miniatura. Los coloca y los resitlia, los quita y los pone, los aii.ade y los mueve, seglin le venga en gana. El empequeii.ecimiento que operan las no. notecnologias le facilira la labor. La base esta constituida por la biologia y por el material genetico, pero las microescalas sa­bre las que se trabaja ya no nos permiten discernir que ocurre, solo obtenemos el producto final que sale directamente del horno biotecnologico: nn cyborg de tercera especie.

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MAs ALLA DEL SER HUMANO. LA EVOLUCION PARTICIPADA

Evoluci6n es mas que Ia supervivencia del mas apto.

MANFRED CLYNES

En los siguientes capftulos vamos a apircar la descripci6n de las practicas y estrategias de acoplamiento o hibridaci6n entre lo natural y lo artificial o, si se quiere, entre lo biologico y lo tecnico, para profundizar, sinteticamente, en algunos de los debates centrales que se han dado y se siguen dando en las cien­cias sociales. Una vez compuesto el mapa de los tres grandes modelos del cyborg (protesico, inteligencia artificial y geneti­co-biotecnol6gico), pasarfamos a mostrar algunos de los te­lliores que ha generado su percepci6n en el mundo cultural contemporaneo. Como en los anteriores capftulos, no se trata de un repaso exhaustivo e fntegro, sino de la composicion de una serie de lineas de pensamiento y de ideas-fuerza generales. Vamos a comenzar estudiando brevemente los conceptos que se desprenden del cyborg en un primer plano mas teorico, aquel que habla en terminos de un nuevo modelo evolutivo del hombre, la «evolucion participada» (participated evolution).

Uno de los debates mas relevantes en todas las ciencias so­ciales viene a intentar dirimir la cuestion planteada entre na­turaleza y cultura; cuales son sus lfmites, que parte correspon­de a cada una, cual es hegemonica (si lo es alguna, en alglin momento, en alglin luga r), como se definen, como se relacio­nan, etc. Gran parte de la p~·oducci6n intelectual en la psico­logfa, la sociologfa o la antropologfa resulta de una conversa­ci6n sin fin sobre el tema. Las tradiciones intelectuales y las escuelas de pensamie1ii.O pueden incluso clasificarse seglin COmO

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enfrenten el hecho de ser seres biol6gico-naturales que cons­truyen mundos simb6lico-culturales. El dilema naturaleza-cul­tura es una antinomia esencial, del tipo huevo-gallina, que ha generado algunas de las ideas mas brillantes y algunas de las nociones mas oscuras. Como todo rompecabezas te6rico-prac­tico, da para lo mejor y para lo peor. Si es que se puede afirmar que existe alglin consenso al respecto, serfa que se trata de una cuesti6n irresuelta e i'rresoluble, que viene a responderse de manera franca con algo asf como: «Esta en la naturaleza huma­na tener cultu:i:"a». Una sentencia que, aunque no resuelve nada, lo aparenta. En este marco anterior, animal cultural o animal simb6lico (Cassirer), y hasta fechas recientes, hemos imagina­do la evoluci6n biol6gica como un proceso ajeno, extrafio, in­dependiente, natural. La tendencia hacia algU.n lugar (o hacia ninguno) que parece dibujar el trazo dejado por las diferentes especies de humanoides, desde los primeros primates hasta lie­gar al Homo sapiens sapiens, siempre ha sido vista como un pro­ceso misterioso, aut6nomo, incontrolable y excepcional.

Lo que sf parece ser admitido mayoritariamente es que la evoluci6n cultural constituye una estrategia desarrollada por el ser humano para adaptarse mejor al cambiante media ambiente. Frente ala mutaci6n, uno de los mecanismos propios de la eva­lucian biol6gica, tenemos la innovaci6n (cultural). Las culturas humanas, no obstante, han sido lo suficientemente diversas como para hacerlo de muy desiguales maneras, no en vano exis­te la antropologfa para estudiarlo. La heterogeneidad a la hora de hacer recuento de todas esas expresiones culturales que nos adecuan e instalan en el medio es tan amplia que los elementos comunes, si es que existen, son bastante escasos. Ademas v a su vez, estas predisposiciones y ordenaciones culturales han termi­nado por formar parte del media, se han unido al ecosistema ha­bitado como un decorado mas. La cultura, como se ha repetido hasta la saciedad, es un segundo medio ambiente. En ese senti­do, las predisposiciones biol6gicas se han mezclado con las con­ductas cultuules en un continuo dificil de separar. El ser huma-

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no de cada momenta ha emergido del crure entre lo biol6gico y lo cultural, como producto sinergico entre lo dado y lo construi­do. Y la posibilidad de desvincular o desgajar Ia com posicion cul­tural, por un !ado, y Ia biol6gica, por otro, se revela harto com­plicada, porno decir imposible. Asf, bajo la suposici6n de que el ser humano tenia un pie en cada terreno (naturalezalcultura), se ha avanzado placidamente, no queriendo dar una respuesta ex­cesivamente particularista o maximalista para no ser acusados de darwinistas sociales o de relativistas sociol6gicos.

Asf que Ia idea de que las transformaciones culturales (en un sentido muy amplio y laxo) estan en permanente contacto e interacci6n con las transformaciones biol6gicas recientes no supone ninguna novedad. No estarfamos pr"oroniendo una vi­sion rupturista aun. Sin ir mas lejos, Cavalli-Sforza (wo7), ge­netista y profesor de Stanford, una de las voces mas respetadas en el mnndo de Ia genetica, considera que el progreso tecnol6-gico resulta incuestionable. pero que conlleva tanto beneficios como problemas para Ia humanidad. Esto no es nada radical y Cavalli-Sforza no es precisamente una persona de gustos extra­vagantes en lo intelectual. Nos interesa especialmente su idea de que tales innovaciones quedan incorporadas de manera que no son posteriormente descarrables. La tecnologfa prodl' t:"!, a ni­vel biol6gico, cambios irreversibles (2007, pp. 169-182). 2C6mo no considerar que participamos en el proceso evolutivo (parti­cipamos mas que alteramos, porque no parece quedar clara que hubiera un plan prefijado) silos ejemplos abundan? 2Que decir de Ia influencia de las fuentes energeticas en el tipo de en­fermeciades ya desJc el s.i.glo .x.Ix? Por ejemplo:

El uso del carbon, practicado desde los tiempos prehist6ricos, se hizo casi universal en Occidente con el inicio del desarrollo indus­trial, provocando, en el siglo xrx, P1 oscurecimiento del cielo y del paisaje, lo que en Inglaterra signific6 la difusi6n del raquitismo, una enfermedad 6sea debida al deficit de vitamina D (Cavalli-Sforza, 2007, p. I70).

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Cavalli-Sforza, lejos de defender un inexpugnable mundo ge­netico, opaco a las transformaciones sociales y culturales de Ia historia, evidencia las relaciones siempre fluidas entre ambos campos. No son compartimentos estancos o hermeticos sino tierras colindantes con vasos comunicantes. Desde las caver­nas almundo globalizado, la selecci6n natural ha interaccio­nado con Ia evoluci6n cultural de manera que deberiamos ha­blar con propiedad de una «selecci6n natural culturizada». Lo que puede ser materia de discusi6n es el grado de Ia asociaci6n entre ambas, de la intensidad de Ia relaci6n o de Ia fuerza del vinculo.

En 1758, Carolus Linnaeus (Linnea),· en sus Systema natu­rae, introdujo par primera vez'los marniferos en las taxonomias animales. Esta nueva categorfa, que recibfa alimento a traves del pecho materna, inclufa una vasta colecci6n de animales que tenfan mayoritariamente ciertas caracterfsticas: pelo, tres huesos en el ofdo interno, coraz6n con cuatro compartimen­tos, etc. Dentro de ella se situaba el ser humano. A Ia misma clio continuidad Ia primera clasificaci6n de humanos dada por Johann Friedrich Blumenbach en 1775, que incluia mongoles, etiopes, caucisicos, americanos y malayos. Linneo afiadi6 al­gunas otras criaturas alga monstruosas, e incluso el mismfsi­mo Kant ensay6 ciertas taxonomfas propias, y Galton le clio el e:;paldarazo definitivo hacienda usa de estadisticas y material cuantitativo. Siestas tipificaciones u ordenamientos fueron los que sentaron las bases para una nueva teoria evolutiva (Ia dar­winiana), seria sugestivo ver Ia aparici6n del cyborg como una correcci6n de las mismas (en tanto reafirmaci6n y/o refuta­ci6n). Es decir, si asumimos o tomamos en consideraci6n las propuestas de aquellos que consideran que nos encontramos en un momenta hist6rico en el que somas capaces de reconfi­gurar en todas las escalas a los individuos 0P la especie, estaria­mos planteando la necesidad de reformular esas taxonomias y de buscar otros e!c.-mentos comunes ala especie que no pasan va por los huesos del oido o los cornones de cuatro comparti-

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mentos. 'Lmto las extrafias criaturas que hemos vista en algu­no de los capitulos anteriores como una -persona con coraz6n artificial dejarian de cumplir los requisitos para pertenecer al genero humano, triste regalo a su protesificaci6n o potencia­miento. Ante el asombro y el shock que Ll teorfa darwiQ.iana supuso para Ia mente decimon6nica, hubo quien (un antrop6-logo frances llamado Paul Broca) exclam6: «Prefiero ser un mono transformado que un descendiente de A(hln degenera­do». Ante el trauma que pueda suponer el reconocer Ia trans­formaci6n radical de los cuerpos actuales (a nivel de individuo o de especie), no faltad quien pueda emitir juicios similares. Aunque parezca de Perogrullo, hay que recordar aqui que las causas par las que evolucionan las funciones no siempre son las que hacen evolucionar las formas, y en Ia emergencia del cyborg surgiran formas nuevas, pero tambien funcion es origi-

nales. Para poder afianzar los pies en una superficie tan resbala­

diza, una posibilidad serfa extender a la evoluci6n cultural el esquema te6rico ebborado para explicar la evoluci6n genetica (Cavalli-Sforza, 2007, p. 98). La creaci6n de una idea nueva (invenci6n o innovaci6n) y la transmisi6n cultural, si quieren parecerse ala evoluci6n genetica, tienen que aceptar la posibi­lidad de la «autorreproducci6n de las ideas». Dawbns, en su clasico El gen egoista ( r 976), propuso dar el nombre de «me me» a la idea capaz de autorreproducirse y mutar siendo, a su vez, la unidad de evoluci6n cultural. A este respecto, Cavalli-Sforza

dice:

Es obvio que los mecanismos son profundamente disti::~cs, en bio­logfa yen cultura, pero el resultado esencial es el mismo. Un ADN puede generar muchas copias de si mismo, que se alojanin dentro de los cu..crpos de individuos distintos, y la idea puede generar mu­chas capias de si misma en otros cerebros. IndudalJ!emente, se tra­ta de autorreproducci6n tambien en el caso de las ideas y, tambien indudablemente, las ideas tienen posibilidad de mutaci6n. Es nece­sario extender la mutaci6n en un sentido mucho mas genera l, dado

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que existe Ia posibilidad de ideas completamente nuevas, como una generacion desde Ia nada, una verdadera creacion. Las ideas (aun­que no sepamos exactamente lo que son) son objetos materiales en tanto en cuanto necesitan cuerpos materiales y cere bros en los que ser producidas por vez primera y reproducidas en el proceso de transmision: como el ADN, son objetos materiales, aunque de una naturaleza profundamente diferentt: al mismo (Cavalli-Sforza, 2007, p. IOI).

Esta profunda analogia tiene un pero. Las mutaciones son siempre casuares y ocurren en tiempos muy distintos y dispa­res, sin respetar ninglin patron estab!ecido. En camb~o, la in­novaci6n no es determinista, pero sigue ciclos y procesos de maduraci6n (tiempos) mas o menos similares. Las mutaciones pueden aparecer varias veces en tiempos distintos, cosa que no pareci6 probable con las invenciones. Realmente la evoluci6n cultural esta mas cerca de la teorfa lamarckiana que de la dar­winiana (ibid., p. ro4). Por un lado, porque los caracteres adqui­ridos son hereditarios, y por otro, porque Lamarck contempla­ba una cierta «voluntad por evolucionar». La transmisi6n genetica es extremadamente estable en el tiempo e, incluso, en el espacio. En otros terminos, la velocidad de evoluci6n es baja y las mutaciones son raras (nunca nulas, ya que debe existir el mecanismo para que exista adaptaci6n). La variaci6n cultural es proteica, puede ser buy conservadm<i, pero permite varia­ciones rapidfsimas (ibid., p. rz r ). Si, a su vez, en la transmisi6n cultural, dividimos entre transmisi6n vertical (de padres a hijos, intergeneracional) y horizontal (dentro de un mismo momenta, intr2generacional), cb ervamos que la tr::msrr..isi6n cultural ver­tical se comporta de manera muy parecida a la transmisi6n ge­netica, y la horizontal, a las -epidemias por contagia directo (de uno a uno, de uno a muchos, de muchos a uno). Lc:; cambios culturales traen consigo cambios demograficos y, por tanto, tie­nen consecuencias en la selecci6n natural. Las influencias entre Ia selecci6n natural y la selecci6n cultural son redprocas. Sin embargo, la interacci6n meme-gen es una de las rm1s comple-

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jas y sinuosas (B lackmore, zooo, pp. r64-r66). Sabemos que, por ejemplo, el proceso de difusi6n genetica esti influido por las mismas tecnologfas que aceleran el proceso (ibid., p. 289). Aumentan el numero de individuos y transportan los genes de un Iugar a otro, favoreciendo el mestizaje y la interacc\6n. Es Jecir, fen6menos como el transporte, las guerras o las comu­nicaciones han alterado, en grados diversos, la composici6n genetica de las poblaciones.

Estos paralelismos y relaciones entre una y otra esfera han inspirado ciertas teorias que terminan por borrar las distancias naturaleza-cultura o por enfocarlas de otro modo. Edward Wilson puso de moda la sociobiologfa hacia I975· El entom6-logo y ec6logo norteamericano, inspirado en los «insectos euso­ciales» (abejas y hormigas), adelant6la hip6tesis de que muchos de los comportamientos sociales del hombre estan determinados geneticamente o, dicho de otro modo, que la cultura (gran par­teo toda) esta controlada por los genes, al igual que ocurre en dichos insectos (Wilson, 1971). Esta idea echa por tierra la edu­caci6n y e1 aprendizaje, algo que no necesitan los insectos, lo cuallos hace, en ese sentido, mucho mas eficaces. Sin embar­go, aparte de las muchas objeciones que se han esgrimido, pa­rece olvidar que la comunicaci6n lingiiistica humana tambien proporciona un radio de acci6n y libertad individual mucho mas grande que la de cualquier apido (avispas y abejas) 0 hi­men6ptero (familia de las hormigas). Actualmente este tipo de corrientes se han reconvertido hacia la Hamada «psicologia evolucionista,.> .

Continuando con algunas aportaciones que han pucsto en cuesti6n una dicotomia fuerte naturaleza-cultura frente a uno de los t6picos mas extendidos, contribuciones como las de la lingiifstica generativa de Noam Chomsky han demostrado que el cerebra humano, al nacer, no es, como en muchas ocasiones se ha afirinado, una tabula rasa, una hoja en blanco por escri­bir donr1r> todo es posible . La cultura, segl1n esta mirada, no tiene libertad total para producir cualquier tipo de resultado

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final. La herencia genetica predispone ya un tipo de escritura u otra; ofrece un abanico amplio de posibilidades, pero no las da todas; es una herencia que acumula millones de anos y que no permite un ~~todo vale» cerebral. Si cada persona resulta del cruce de la herencia genetica con una biograffa personal (experiencias, conocimientos, historia, cultura), hace tiempo que la mania por desligar artificialmente biologfa y cultura dej6 de tener sentido pleno. Asi que los contornos de la rela­ci6n entre la biologfa y lo social son, como era de esperar, mu­cho mas sinuosos de lo que nos atreveriamos a asegurar a pri­mera vista.

La teorfa de la evoluci6n, la teorfa cientifica mas impor­tante jamas formulada seglin Jacques Monad, podria llegar a comprender tres subvariantes: la evoluci6n c6smica o cosmo-16gica (desde el Big Bang), la evoluci6n biol6gica (desde Ia aparici6n de la vida) y la evoluci6n mental (desde hace aproxi­madamente un mill6n de anos, cuando se formaron los cere­bros conscientes y apareci6 la mente). ~Seria correcto hablar de un nuevo salta cualitativo que inaugure una nueva etapa evolutiva? ~El matrimonio entre lo animado y lo inanimado es capaz de generar una cesura en la lenta y progresiva evolu­ci6n? Y, poniendo el declo en la llaga, ~nos equivocarfamos si llegaramos a asegurar que las fases evolutivas anteriores son «naturales», pero que, ! de abrir un nuevo period a, este serf a activado consciente, intencional o controladamente? Silas di­ferencias entre lo inanimado (maquinico, artificial o tecnico, llamese como se quiera) y lo animado (vivo, biol6gico o natu­ral) dejan de ser tan cualitativas para mantenerse en un discre­to plano cuantitativo, no estamos tan iejos de ella. La idea de una evoluci6n participada apunta a responde:t afirmativamen­te a muchas de estas cuestiones.

Entrando en la tematica cyborg, si asumimos que la cultu­ra es un mecanismo de adaptaci6n especial podemos entendcr Ia imbricaci6n tecnol6gica como una extension de la cultura tecnica a la supervivencia y la modificaci6n biol6gica , como

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sistema de ajuste de la especie. Es decir, si la cultura es, entre otras casas, un mecanismo de adaptaci6n al medio extraordi­nariamente eficaz, la cultura tecnica y nuestra integraci6n hombre-maquina pueden ser entendidas o vistas como una es­trategia de conciliaci6n con un media cada vez mas tecnico. La adaptaci6n por vfa genetica es muy lenta, especialrp.ente para organismos como el hombre cuya reproducci6n es tam­bien lenta. Hasta ahara la mas riipida alteraci6n de nuestras condiciones de vida venia de las innovaciones culturales, pero en la actualidad parece que estamos en condiciones de modifi­car las concliciones geneticas rapidamente (que, en realidad, serfa otra irinovaci6n cultural). En resumidas cuentas, la cy­borgizaci6n puede ser analizada como un esquema de evolu­ci6n participada donde el ser humano actual es i::apaz de guiar, como el timcinel de un barco cibernetico, el rumba que tama­ra su especie, o puede tambien ser examinada desde el punta de vista de un proceso no intencional de deriva corporal para sobrevivir en entornos sociotecnicos tan complejos. De alguna manera, hay quien comprende la orientaci6n hacia el cyborg como un programa eugenesico (solo serfa eugenesico estricta­mente hablando si cambiara la frecuencia de los genes, es decir, si produjera modificaciones no en un linicu individuo sino en

generaciones posteriores). Con la lectura hist6rica mas o menos completa (a vista d..:

pajaro) de las usanzas tecnol6;;icas recientes y de los frutos que proporcionan (varios modelos de cyborg), al menos sabe­mos que no hemos alcanzado nuestra forma evolutiva final y que todo puede ocurrir (mucho). Esto es, una de las pocas cer­Lezas a las Ltu.:: nos agarr2mos es que las autotransformaciones que nos estamos operando actualmente, para lo buena y para lo malo, indican con toda seguridad que no hemos alcanzado ninglin tipo de estadio definitivo o cerrado, que el proceso con­tinua, si es que alguien pens6 que se habia detenido. Llevamos siglos superando las limitaciones biologicas mediante las inno­vaciones culturales. En nuestro periplo hist6rico como especie

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hemos ido retocando y redelineando nuestra morfologfa (y, con seguridad, tambien nuestra constituci6n interna) a partir de Ia utilizaci6n y de !a interacci6n con Ia cultura material. EI momento presente no induce a pensar en una paralizaci6n del proceso sino al contrario, en una activaci6n controlada, inten­cional y conscientc del mismo. En definitiva, que si pudiera­mos viajar en el tiempo o mirarnos en un espejo futuro, sin ning-Un genero de dudas percibiriamos muchos mas cambios de los que ahora somos capaces siquiera de imaginar.

El concepto de evoluci6n participada, concepto acuiiado por Manfred Clynes ya en el articulo que hemos introducido al principia del presente libro, se inserta en todos estos deba­tes y reflexiones. Si los humanos modifican sus propios cuer­pos para vivir en el espacio (Clynes y Kline) o para correr mas rapido (Pistorius) o para superar una enfennedad incurable o por pura apetencia estetica (Sterlac), !a dinamica de la evolu­ci6n natural ha sido suplantada de alguna manera al menos temporalmente, por una «evoluci6n artificial» (Gray, 2002,

p. r r); pero mediante unos mecanismos no inducidos, como consecuencias no intencion ;; l~s sino generadas por deseos ex­plicitos y manifiestos . En la actualidad, somos capaces de mol­dear el proceso conscientemente, salvo por las limitaciones tecnicas y por los conflictos eticos y morales existentes. No obstante, es cierto que ;siempre, desde el primer Adan y la pri­mera Eva, hemos alterado los cursos de la evoluci6n, que fue, en todo momento y en cierta medida, participada (Darwin se referia ;:;. !a domesticaci6n de animales y su alimenl.aci6n [ur­

zada en granjas como una injerencia humana en la dinamica evolutiva). Lo que ocurre es que, en epocas anteriores, ese proceso de perturbaci6n humana del entorno natural y de las especies era !eve, moderado y con consecuencias a largo plazo. Ahora, en cambio, podemos transformar directamente nues­tro cuerpo y nuestros genes con chasquear nuestros dedos ( ca­ricaturizando un poco la situaci6n). La tecnociencia esta ya preparada para sacar de su horno milagroso criaturas o espe-

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cies que no ent:ran en las taxonomias humanas. No solo se ana­de Ia caracteristica de intencionalidad, de voluntacl consciente y de deseo ferviente (en algunos), sino que tambien se recor­tan los tiempos, el timing requerido para los cambios. Hemos acelerado el vector evolutivo, que puede presentar mutaciones (genotipicas o fenotipicas) mucho antes que en anterio~·es pe­riodos de nuestra historia. Ya no se requieren miles de afios para realizar las trav.sformaciones que se deseen .

Uno de los mecanismos esenciales del modelo darwiniano es cierta regia ciega que compensa o equilibra Ia necesidad y la oportunidad. La evoluci6n part~cipada podrfa sustituirla. Y eso significaria, dicho con todas las precauciones y de una ma­nera un poco brusca, la elecci6n de nuestro propio futuro; con todo lo que conlleva de aciertos y errores . Como suele decirse en economia, esto seria un modelo de «biologia mixta», con participaci6n e intervenci6n del hombre (en vez del Estado). Ya no nos dejamos llevar por las frias !eyes (nada naturales, por cierto) del mercado (la selecci6n natural), sino que tenemos Ia capacidad de corregir las externalidades biol6gicas mediante reconfiguraciones externas. A la mano invisible biol6gica le ayuda una segunda mano visible (humana) que se retoca a si misma. Podria ser una extraiia refutaci6n de las teorias libera-­les que han fundamentado la autorregulaci6n del mercado en referencia a los procesos biol6gicos. Dejando de lado los simi­les econ6micos, estariamos hablando de una evoluci6n hist6-rica donde, en determinado momenta, la ruta es configurable, y podriamos, siempre en terminos muy metaf6ricos, poner rumbo hacia formaciones organicas concretas .

La cuesti6n de la «evoluci0n participada» acarrea una se­rie de problemas de cierta profundid,,d, muchos de los cuales, por desgracia, nos los dejaremos en el tintero. Por ejemplo, si el hombre contemporaneo, tal y como lo concebimos ahora, es el producto final de una larguisima evcluci6n que compren­dc desde los organismos unicelulares y protozoos hasta el mis­mo Homo sapiens actual, (por que no aceptar que las maquinas

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pueclan llegar a evolucionar de la misma manera o que poda­mrJs seguir modificando nuestro proceso evolutivo? c:Llegare­mos a convertirnos en engendros indescriptibles y a perder cualquier reminiscencia de lo humano tal y como hoy en dfa lo conocemos? Si la evoluci6n bioJogica tiene ya un componente humano que la controla y conduce de una manera intencional y vol untaria, c:la evolucion participada no necesitarfa tam bien cle un gobierno participado (de Ia misma)? (Gray, 2002). Nu­merosos autores hablan de una polftica posmoderna original para un ciudadano cyborg de nuevo cufio. La evolucion parti­cipacla vade la mano del posthumanismo, que, a su vez, enla­za como en una cuerda inabarcable con miles de nudos gor- / clianos que poco tienen que ver con los anteriores (cuestiones eticas y polfticas sabre la organizacion social de estas mezclas heterogeneas).

Siguiendo con el problem:hico empeiio en disociar biolo­gfa y tecnica, los objetos artificialcs se han imaginado siempre como fabricaciones intencionales, como elementos uo deriva­dos de causas naturales. Escogiendo esta opcion, serfa lfcito pensar en lo artificial como lo que ha sido producido volun­tariarnente (la vieja idea marxiana que diferencia entre el ar­quitecto y las abejas). Pero esto es mas peliagudo de lo que aparenta a primera vista. Si suponemos que naturaleza es la informacion transmitida geneticamente, y cultura, toda la de­mas (la transmitida no geneticamente) (Mosterfn, 1993), esta enunciacion canonica no nos permite diferenciar lo humano de lo animal, ni siquiera plantearnos la posibilidad de una cul­tura animal. Muchos animales disponen de tecnicas o patrones estabies de conducta con el medic. Sabemos que algunas espe­ries de animales fabrican autenticos in5trumentos, seglin, por ejemplo, Jane Goodall. Desde hace ya varios aiios zo6logos y et6logos vienen registnmdo, en muchos animales (ni siquiera es necesariu que sean primates), modelos de cultura no huma­na rn:is avanzada de lo que se habfa pensado. No es, por tanto, la instrumentalidacl la caracterfstica de las tecnicas humanas,

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sino In<lS bien, como se ha apuntado, el hecho de construir ins­trumentos para fabricar instrumentos (Broncano, woo, p. I 14). En ese sentido, el cyborg solo puede provenir de un Homo fa­ber o un Homo babilis muy experimentado y resuelto. De ahf que podamos afirmar que construimos tecnologfas que cons­truyen sujf'tns tecnol6gicos. El cyborg puede ser interpretado como un animal que se construye a sf mismo. Todo el proceso evolutivo (natural) contendrfa la posibilidad de que en una fase superior deje de ser necesario dicho proceso porque la «especie elegida» (Arsuaga) ya nolo necesita. Se basta y se so­bra para realizar su propio bricolaje corporal.

Volviendo a las ideas evolutivas como l6gicas de desarro­llo, mcrece Ia pena hacer una parada tecnica en este lugar. Po­demas ensayar como se implementarian algunas de las ideas evolutivas ode cambia tecnol6gico en el interior de teorias so­ciales conocidas. Por ejemplo, al proceso de hominizacion y al posterior proceso de civi!iz1ci6n debe sumarse ahora todo un proceso cle tecnificaci6n que vendria incluido en el de civiliza­cion, pero supei·ando cualitativamente lo considerado hasta ahora. El soci6logo Norbert Elias (1897-1990) sf que inclufa la adquisicion de habilidades de manejo y utilizaci6n de algunos instrumentos (cuchillos o tenedores), pero nola incorporacion, la inte?J<,cion con ellos. Su famoso libro El pt-oceso de civilizaci6n (1998), valorado muy tardfamente por las ciencias sociales, des­cribe una genealogia de las formas modernas de conducta y educaci6n a traves de una historia de cierta represi6n psicol6-gico-instintiva y tainbien a traves del esrablecimiento de de­terminadas instituciones hist6ricas (el Estado). Ala par que se iba formando el organa politico-administrativo de la moder­nidad (el Estado-naci6n), el individuo moderno aprendi6 a convivir constriiiendo su violencia biologica y sus mas primi­tivos actos para ir dando cuerpo a una conducta ordenada y educada. Elias propane conectar, mediante una mirada de lar­go alcance en la configuraci6n del mundo occidental, la civili­zacion en tanto macroconfiguracion sociopolitica (historia de

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las instituciones y el orden colcctivo) con Ia civilizaci6n en tanto modelizaci6n de las subjetividades y los comportamien­tos (historia de las costmnbres) . Los cambios en las estructu­ras sociales y politicas (sociogenesis) implicaron transforma­ciones de ]a estructura psfquica de los individuos )' de su comportamiento (psicogenesis). Elias ejerce una crfti e<1 al narci­sismo occidental bastante interesante: Ia orgullosa autocon­ciencia que tenemos de ser civilizados no ha existido en todo tiempo ni en todo lugar de igual modo, sino que proviene de un complejo proceso historico en el que interact:Uan factores de diversa indole que dan lug:ar a transformaciones en las es­tructuras sociales y politicas y tambien en Ia es tructura psiqui­ca y del comportamiento de los individuos (un proceso civili­zador que no necesariamente ha culminado). Aparte de que no hay nada intrfnsecamente buena o malo en Ia civilizaci6n. Tampoco imagina la civilizaci6n como un proceso rectilineo, sino que, mas bien, involucr<l Hujos y reflujos, movimientos hacia atras y hacia adelante, incluso desplazamientos laterales, pero no de una fmu:ta consciente o racional. Noes el resulta­do de una planificacion ni de un plan disenado con tiralineas y preconcebido por nadie.

Identicamente, estirando la hip6tesis elisiana, podriamos formular la conjetura de que ha existido un segundo proceso de civilizacion que ha sido, en esta ocasion, la integracion con la tecnica. Al calor de la consolidacion de una sociedad hiper­tecnologica (desde hace ya unos cuantos siglos aunque con distintos momentos y fases), las pnicticas sociales han evolu­cionado de una forma particular, donde conductas y actitudes han tenido que amoldarse ala realidad externa. Allento movi­miento de civilizacion primigenio (costumbres, educacion, ci­vilizacion) se le sumaria una segunda dinamica de civilizacion tecnica, en la cual, a la formaci6n de 6rdenes sociales superio­res de caracter tecnol6gico (la tecnociencia), corresponderia una mutacion generalizada tanto de los cuerpos como de las pLicticas de los agentes colectivos. Este segundo anexo civili-

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MAS ALLA DEL SER HUMf\ NO. LA EVOLUCI6N PARTICIPt.DA

zatorio no se dirigirfa, como el primero, bacia entes indivi­dualizados, reprimidos ode comportamiento estable y come­dido, sino hacia formaciones bibrid<lS en las que la subjetividad estaria mas ligada a Ia reconfiguraci6n morfol6gica o a los usos extensos y variados de l<Js tecnologfas. La mediacion tecn•ica, por consiguiente, se afiadirfa a la mediacion politico-institu­cional en el proceso civilizatorio.

Podriamos seguir jugueteando con estas comparativas en­tre los grandes teoricos de las ciencias sociales y el cyborg. Por ejemplo, la integracion bombre-maquina podria ser vista en la perspectiva weberiana como un escalaf6n mas en la racionali­zacion del mundo. E l dominio de la racionalidad formal y su extension a todos los ambitos vitales tienen su punta culmi­nante (paroxistico) en Ia conversion total del ser bumano en un aparato que sati sface la condici6n de adecuar 6ptimamente medias a fines. La lenta racionalizacion del mundo en la que confluyen el capitalismo y algunas de las ramas protestantes, segU.n la arcbiconocida tesis de Weber en La itica p7"otestante y el espbritu del capitalismo (1905), ha continuado actualizandose basta el punto de racionalizar no ya el comportamiento eco­nomico o religioso sino el cuerpo biologico. Y racionalizarlo no supone, para Weber y parte de la sociologfa, un proceso necesariamente positivo o moralrnente bueno, sino una corn­binacion de form ,.. lizacion, abstraccion y sisternatizaci611. Las nuevas tecnologias y sus codigos expertos (la informatica seria el paradigma) son expresiones supremas de estos rasgos. La fu­sion entre la maquinaria artificial y la biologfa no puede dejar de ser vista como una intensificacion de esta evulucion racio­nalizadora. Por ello tampoco nos seria diffcil encajar la noci6n de cy!.Jvrg en las tesis weberianas que vislumbran la formacion del capitalismo y su posterior desarrollo, atravesado par un vector racionalizador subyacente pero potentisimo, que dada forma a las sociedades modernas; una marea silenciosa que todo lo cubre y que ya nos ha alcanzado. El cyborg es la racio­nalizacion del mundo llevada al cuerpo humano.

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, revesa- mos y los cuerpos de los trabajadores a los debs maquinas), se kh . b situaci6n es algo m~ en .bir e1 le ataba a su puesto de trabajo y se intemificaba Ia plusvalia End caso de Due fil~rmfo frances habbba, al es~n Ia so- (absolum y re/ativa). EI posfordismo o Ia globa/izaci6n capita-

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social cam ran ··d d tecnol6g.ca», e un , d lo inorgi- De}ando ya los rntentos de mtegrar, esta vez, las clasu,as una nueva «sohdau a. ico interacciona a traves ." delimitar teorias sociales con Ia novedad del cyborg, volvemos a este U/-. (d de lo organ · -1 go frances, . , .

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se basan en un cuerpo fijo, inmutable y eterno que nos escolta y acompafia en el devenir diario. A11ora nuestra identidad es una identidad mas m6vil, en tanto nuestro cuerpo se ha con­vertido en un artefacto transformable, un mecano de piezas intercambiables.

Lo novedoso en todo esto es que la evoluci6n biol6gica, si alguna vez no estuvo condicionada par la mana humana, pue­de ahara acelerarse par Ia fusion de las personas con Ia maqui­naria circundante en la creaci6n de elementos nuevas. Lo «posthumano», como lo han etiquetado algunos, seria una eta­pa mas, posterior y distinta, del proceso evolutivo de Ia especie ::. la que pertenecemos. El posthumanismo, que suele en este caso considerarse sin6nimo de transhumanismo, designa un hipotetico estado futuro en el que la especie humana seve ca­paz de superar sus limitaciones intelectuales y fisicas median­te el control tecnol6gico de su propia evoluci6n biol6gica. To­mando con precauci6n el termino, al menos podemos afirmar que la hip6tesis sabre el surgimiento de un nuevo prototipo humano abre un period a de meditaci6n sobre las promesas de la tecnologia. Los transhumanistas anunciarian que estamos a las puertas de un nuevo salta evolutivo (pirueta evolutiva) ba­sado en las posibilidades de manipulaci6n de los genes yen las de la simbiosis hombre-maquina. El cyborg vendria a suponer o una nueva fase de la evoluci0n biol6gica o una superaci6n de Ia misma.

Sin embargo, este hecho revolucionario indica o predispo­ne a una perdida de Ia identidad humana clasica o estandar, al menos tal y como la conocemos. El sentido experiencial y vi­tal que teniamos asociado a nuestra condici6n visible, organi­ca y natural qued~l.rastocado por todo esto. No esta claro que la formula que iguala identidad y biologf::t se siga mantenien­do o aquel cliche mental que identificaba nuestro cuerpo con nuestra forma de presentarnos en el mundo. Las nuevas iden­tidades, fluidas o viscosas (da igual ahara su estado), indican que todas aquellas referencias a lo natural o a lo corporal que-

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dan alteradas. No obstante, no deberfamos hahlar tanto de perdicla como de regeneraci6n. Nose ha quebrantado o extra­viado una esencia ultima que vinculaba eternamente el par ge­notipolfenotipo a un sentido social (individual y c0lectivo), sino que se ha desestabilizado para ser sustituido por otros modos de existir o presentarse que a{m estamos comenzamlo a experimentar. Dicho en palabras de uno de los soci6logos mas famosos de la actualidad:

En el momenta en que Ia humanidad alcanza Ia frontera tecnol6gi­ca del control social sobre la reproducci6n hiol6gica de Ia especie, se libra una batalla fundamental entre los cuerpos como identidades aut6nomas y los cuerpos como artefactos sociales. Por ello, la polf­tica de la identidad comienza con nuestros cuerpos (Castells, I 996, vol. z, p. 398).

Un ejemplo de postura transhumanista serfa Ia de Simon Young, que, en su Designe1·· Evolution: A Y:ranshumanist Mani­

f esto (was), apuntala Ia idea del transhumanismo con una se­rie Je fundamentaciones te6ricas mas o menos elaboradas. En este ensayo sabre nuestro «futuro biol6gico», Young hace un repaso a los cambios evolutivos hasta situar Ia ruptura hist6ri­ca que esta aconteciendo en las ultimas decadas, para, a conti­nuaci6n, realizar una loa del transhumanismo. Una de las fra­ses dellibro resulta realmente notoria: «People of the world, unite! You have nothing to lose but your biological chains» («Pueblos del mundo, junfos! No teneis nada que perder sal­vo vuestras cadenas biol6gicas» ). Esta vision politica de la nueva biologia (o «superbiologfa», en relaci6n a las biotecno­logfas y la ingenieria genetica) se asienta en la idea de que no debemos ser esclavos de los designios y disefios de una natura­leza caprichosa o de un Dios arbitrario, sino que debemos re­cuperar las riendas de nuestro destino tomando el timon evo­lutivr). Las nuevas ciencias e ingenierias penniten reconquistar el mmbo perdido p~r:1 este movimiento filos6fico en el que Ia

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superbiologfa se ha V11elto ~na disciplina liberadora. Ya no es la economfa politica la que nos librara del yug:o rlel ':3ylt.;; ~ ,

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Hay quien manifiesta abiertamente, en contraposicion a lo anterior, sus dudas ante lo que podria serum falsa sens:lc=nn de control evolutivo. La que hacemos, mas bien, tendrfa que ver con retocar individuos concretos, restaurando a los defec­tuosos y ocasionalmente «tuneando» a los mas atrevidos. Pero ella no implica una reformulaci6n completa de los principios evolutivos que han formado al Homo sapiens sapiens ni tampoco una eleccion total y exacta del rumba que tomaran las especies actuales. El debate es complicaclo en exceso y habrfa que ele-

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~!AS ALLA DEL SER HUMANO. L:\ EVOLUCI6N PARTICIPADA

var el nivel de nuestros conocimicnms biol6gicos, pero tam­uien transitar por la senda de cierto profetismo extrema y de una i11etaflsica imaginaria para pocler hacer preclicciones mas o menos arriesgadas. Lo cierto es que aquf, .para las vueltas que le estamos dando al tema del cyborg, nos r)arece signi.f]ca­tivo reflejar, al menos, Ia idea de Ia po~;Gilid,1d de elegir (so­

cialmente) Ia evoluci6n organica. Par todo ella, Ia que no sabemos a ciencia cierta es si Ia

evolucion participada, en el caso de producirse realmente, nos transporta a un Iugar o a otro. El conocimiento que tenemos hoy en ella del genoma humano es promisorio, pero temible por su infinito abanico de aplicaciones. El crecimiento expo­nenci;l del saber y las aplicaciones tecnicas de Ia genetica son de tal magnitucl que oscilamos entre un jardfn del Eden bio­tecnologico y Ia isla del Doctor Moreau; y, entre medias, una serie de escenarios evolutivos posibles (vease Garreau, 2006). Tomar los mandos de una evolucion humana no nos asegura que el aterrizaje se produzca en el mejor de los mundos posi­bles. Ni siquiera somas capaces de predecir las coordenadas de

nuestra proxima ruta. En cualquier caso, mas alla o mas aca del poder real de trans­

formacion del curso evolutivo o de la deriva biologica de las es­pecies, la cuestion remite en ultini:l instancia al valor polftico de lo biologico. Es decir, tras el fci16meno cyborg y la evolu­cion participada destaca, como casi ninglin otro aconteci­miento actual, el caracter sociai y politico de la tecnociencia, cuya orientaci6n clepende de las elecciones colectivas que nos flropongamos y negociemus. El mapa ideol6gico clasico, con sus ejes izquierda-derecha o conservadores-revolucionarios, proEstado o antiEstado, liberales o antiliberales, etc., no re­sulta t?.!! esclarecedor al aproximarnos a estas cuestiones. Las posturas pollticas tradicionales deben hacer frente a preguntas sabre que hacemos con Ia evoluci6n biologica de Ia especie. lnterrogantes para los que Ia mayorfa de ellas nn tendrfa una pronta respuesta preparada (salvo las de corte religioso). De

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hecho, lo que nos encont:ramos es que alrededor de estas con­tradicciones y problematicas emergen reacciones que no son catalogables en ellistado ideol6gico tradicional: posthumanis­tas o transhumanistas, feminismos posmodernos, extropianos, inmortalistas, primitivistas, neoluditas, etc. Obviamente tie­_aen sus herencias, solapamientos y conexiones con las etique­tas ideol6gicas ch1sicas o pueden derivarse de escuelas polfticas anteriores, pero siempre poseen alguna singularidad original -. no reductible a lo previo. Una transcripci6n de viejas formas a . nuevos problemas siempre se deja algo en el tintero.

En sintesis, se nos notifica que la evoluci6n cultural ha subv:ertido a la evoluci6n biol6gica desde un p~nto de vista clasico. El conocimiento aplicado tecnicamente, que se. ha ma­terializado en las ultimas decadas, ha hecho estallar en mil pe­dazos la suave, parsimoniosa y gradual evoluci6n, basada en los mecanismos de selecci6n natural darwinianos. Le hemos dado la vuelta para acabar inventando una suerte de «creacio­nismo tecnol6gico». Obviamente, lin creacionismo seculari­zado y cientifico donde expertos de bata blanca y laboratorio se encargan de ejecutar h creaci6n y alteraci6n de las especies.

Los mundos artificiales que creamos son parte de este mundo. La frontera que hemos creado entre lo natural y lo ar­tificial es solo eso, una frontera conceptual, abstracta; y, en ese sentido, deslizable y movible como todas. La distinci6n entre ambos terrenos, que ha sido una de las cuestiones mas debati­das en la historia de b.s ciencias sociales y humanas, esta sien­do disipada o decolorada por las transformaciones actuales. E! cyborg es una manera de pensar reflexivamente en la perdida de esta referencia, es la prueba de una carencia, la evidencia de que fa lta un sistema de orientaci6n nitido en sociedades don­de la tecnologia ha pulverizado lo que tradicionalmente se ha­bia estimado como natural.

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HARAWAY Y SUS SECUELAS. EL CYBORG COMO METAFORA

La tecnologfa es Ia sociedad hecha para que dure.

BRUNO LATOUR

El cyborg es una criatura en urr mundo posgeneri­co [ .. . ]En este senti do no ticne una historia del ori: gen del cyborg segun la concepcion occidental.: una ironia final, puesto que el cyborg es tam bien el terrible telos apocalfptico de las crecientes domi­naciones occidentales de la abstracta construcci6n de individuos; un ultimo yo no atado fi nalmente a ninguna dependencia, un hombre en el espacio.

D. HARAWAY

En nuestra labor de rastreo acerca de la idea de cyborg, su his­toria, sus teorias, sus criticas y las conclusiones pertinentes, de­bemos aludir, al menos someramente, a algunas de las corrien­tes de pensamiento que, en las ciencias sociales y en el mundo academico, mas caso han hecho a esta propuesta. Existen multi­ples contribuciones a las que podrfamos prestar atenci6n, pero aqui nos fijaremos en la delllamado feminismo posmodemo, li­derado por Donna Hara,·;:::y, y en algu.•<as de las apc:·t:J.ciones realizadas en los estudios sociales de la ciencia y la tecnologia, fundamentalmente lo que se denomina teoria del actor-red. De modo muy esquematico, vamos a presentar algunas de sus ideas para, a continuaci6n, insertar b tematica cyborg en su corpus. Lo notable en ambos casos sera el hecho de abordar el cyborg desde una cierta normalidad e intentar materializar una teorfa que lo englobe, que lo incluya y que nolo trate como anomalfa.

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H istoricamente, no es hasta cuando llegan los estudios culturales, las versiones mas posmodernas o renovadas del fe­minismo y otro tipo de novedades teoricas, hacia bien entra­dos los afios ochenta, cuando el termino «cyborg» sale apenas de los debates ingenieriles e infotecnologicos o de los taros expertos de Ia ciencia ficcion para penetrar de lleno en las ciencias sociales (Haraway, 1985, y Gray, 1995). Hasta esas fe­chas, el cyborg es un termino que pertenece a Ia literatura fan­tastica o un modelo residual para algunos expertos en ingenie­ria biomednica, no mucho mas. Pero su difusion por otros espacios va a darle vida y notoriedad. Es uno de los grandes saitos que da el te!·mino, que ya noes mero vocabulario bioni­co o pesadilla futurista de los cvbernarradores de Ia ciencia fie­cion. Se convierte, entonces, en una categorfa de analisis aca­demico, en un concepto uti! para inspeccionar lo sociaL Ahara es una metafora sociologica, un concepto que se expande para designar lo nuevo y clausurar lo viejo.

Curiosamente, o no, Ia idea del cyborg ha calado mucho mas en e) feminismo (en ciertO tipo de feminismo) que Fn

otras areas de las ciencias sociales. La reapropiacion del con­cepto proviene fundamentalmente de Donna Haraway y de las sucesivas reinterpretaciones realizadas desde el feminismo posmoderno, el ciberfeminismo, Ia sociologfa dt :a ciencia y Ia tecnologi<l o alguna rarha de los estudios culturaies. Estas co­rrientes han sido sus baluartes y mas firmes defensores, a Ia par que lo han desarrollado con mas profundidad, estirando el concepto y atrapando un numero de fen6menos sociales hasta ahor~ lej::mos ~ 1::! astronautica o a Ia literatura futurista. Este «cyborg teorico» no designa necesariamente discapacitados, biorrobots o experimentos geneticos sino realidades mucho mas generales. Hara'.'.':!Y ha utilizado el cyborg como cuestio­namiento del «mito identitario», como metafora fertil sabre Ia que construir una critica de la modernidad patriarcal. Se trataba de oponer una mirada superadora de los relatos mani­queos clasicos para fundar una identidad no ~nclada en Ia li-

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mitante y excluyente sexualidad estandar. El cyborg vendria a representar tanto el resquebrajamiento de Ia dicotomfa entre lo natural y lo artificial como Ia ruptura de todas las oposiciones bi­narias modemas (naturaleza/cult:·.;ra, masculinolfemenino, hom­bre/maquina, mente/cuerpo, civilizado/primitivo, etc.), mostr~n­do Ia chirriante artificialidad de [a, mismas; y, por tanto, gestando un tipo diferente de identidad, las «identidades frac­turadas» (Haraway, 1991, p. 155).

Ha sido frecuente, en algunos campos o en algunas disci­plinas intelectuales, hacer usa e, incluso, abusar de las metafo­ras como metoda de conocimiento. La metafora supone una estrategia estilfstica que, mediante comparaciones, proporcio­na significados y sentidos adicionales. Los fenomenos sociales, en muchas ocasiones, son dificilmente abordables debido a su complejidad, pero estas representaciones lingiifstico-cogniti­vas resuelven la papeleta, ayudando a simplificar y reducir el material, y arrojan luz sobre ciertas dimensiones ocultas o me­nos exploradas. Cuando estamos mutando de paradigma socio­tecnico y barajamos la idea de que ya no es que el hombre este habilitado para manejar Ia tecnica, sino que el hombre es tal por Ia tecnica, puede ser provechoso hacerse acompafiar de aportaciones metaf6ricas. En otras palabras, si la tecnologia es un elemento constitutivo del hombre (en cada una de las va­riantes que hemos ido describiendo), (en que terminos es posi­ble hablar de una instancia tecnol6gica y de otra corporal, como esferas separadas? La metafora, lo veremos, va a resul­tar una estrategia fructifera y conveniente para todo ello, ya que estamos tanteando los lfmites de nuestras representaciones del mundo y careceremos aun de un lenguaje adecuado que nos muestre con nitidez lo ocurrido. Cuando las formas represen­tacionales acostumbradas ya no valen y se agotan, hay que en­contrar nuevas medidas. Cuando no tenemos imagenes para los cyborgs y unicamente podemos tirar de etiquetas como mons­truos y engendros, quizas otros recursos estilfsticos sean mas ~en tables. La metafora es una tecnica que produce reflejos y re-

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vedosos, permitiendo comparaciones imposibles y rniradas ex­tremas.

Donna Haraway combina con originalidad el postestructu­ralismo, el feminismo, la sociologia de la ciencia y el socialis­mo. Su obra constituye un cruce de caminos entre Ia biologia, la antropologia, Ia filosofia, la historia, etc., una encrucijada teo­rica homologa a las confluencias e intersecciones del mundo real. De esta forma queda clara Ia vinculacion entre historia, ciencia y politica. Para ello, toma prestado el concepto de cy­borg de la ciencia ficcion (aunque con mucha distancia con res­pecto a lo que pueda ser un Terminator) con el fin de desvelar en que nos estamos convirtiendo en esta epoca posmoderna.

El cyborg, metafora y realidad de nuestras subjetividades, es una sala de espejos conceptuales, en Ia que al ver con claridad nuestras posi­bilidades tambien nos encontramos con nuestros temores, autoen­gafios y contradicciones (Haraway, 1991, p. p).

Por ~nto, Haraway ha desarrollado tal vez Ia teorizaci6n mas influyente de los cyborgs, trazando su significado emergente como una radical reinvenci6n de la humanidad en torno a tres rupturas a lo largo de la cultura humana (Jordan, 1999, p. 187, y Haraway, 1991). En este proceso, nuestra autora va relatando las diversas fracturas. Primero, anuncia Haraway, se rompi6/su­perola frontera entre lo animal y lo humano. La teoria evolu­cionista darwiniana demostr6 la conexi6n animal-humano, di­namitando cualquier sentimiento de humanidad Unica. La ciencia biol6gica, apoyada por otras disciplinas hist6ricas, ha podido verificar la hnea continua desde la animalidad hasta nuestra re­cien estrenada humanidad. E l corolario a todos esos estudios es que no es posible oponer de forma absoluta lo humano frente a lo animal, como si lo primero se colocara en un pe­destal elevado y poseyera caracteristicas sobrenaturales. Solo somas animales evolucionados.

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En segundo Iugar, prosigue Haraway, Ia distincion entre lo organico (ya sea animal o humano) y Ia maquina se ha colap­sado. La historia de Ia cultura occidental es Ia de Ia progresiva desaparici6n de un lfmite infranqueable entre ambos. Se des­vanece, por tanto, Ia demarcaci6n entre el universo de la tec­nica y el universo de la naturaleza. Algo que no c;; nuevo para nosotros y que venirrios investigando a lo largo de los capitu­los anteriores. En palabras de la propia Haraway:

Las maquinas de finales del siglo XX han vuelto terriblemente ambi­gua Ia diferencia entre lo natural y lo artificial, entre la mente y el cuerpo, entre lo autodesarrollado y lo externamente designado, y muchas otras distinciones que se solian aplicar a organismos y apara­tos. Nuestras maquinas estan molestamente vivas y nosotros mismos aterradoramente inertes (Haraway, 1991, p. r 52, traducci6n mfa).

Finalmente, Haraway habla de la difusi6n o emborronarnien­to de la frontera entre lo fisico y lo no-fisico (1991, p. I 53). La rnaterialidad de los cuerpos y el caracter simb61ico o serni6ti­co de las relaciones sociales han producido el efecto de ewbo­rronamiento de la percepcion. Asimismo, la virtualizaci6n de las interacciones, de los objetos y de los sujetos no permite afirmar con contundencia de que lado se sir--ian los mismos, si del hdo fisico o del no-fisico. Una oposiciun maniquea que no resulta convincente en Ia actualidad.

Por tanto, la intenci6n intelectual de Haraway va enca­minada a realizar una crftica ala razon centrada en el sujeto, centrad~ Fn el hombre occidentalmoderno (var6n, clase me­dia, blanco, etc.). Dicho ser es, como diria Foucault, una cons­trucci6n reciente cuyos pilares y estructura arquitect6nica estan tambale:bdose y amenazan con caerse. Esta peculiar pr:ictica mental tan arraigad~ del antropocentrismo racional quedara desvelada cuando el cyborg entre en escena. Los li­mites fluidos e imprecisos que constituyen y dan vida ~ los sujetos actuales no facilitan pensar el mundo a la manera

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acostumbrada. Haraway hace uso del cyborg como metafora y su proposito es construir un mito politico ir6nico y espe­ranzador (Haraway, 1991, p. 149). Reconoce nuestra autora que lo toma prestado de Ia ciencia ficciou y que, proveyen­donos de una nueva ontologh1 (constitucion del ser), debe. proporcionarnos una nueva polftica (organizaci6n y gobier­no de los seres). Haraway Ianza, entonces, una carga de pro­fundidad a las taxonomias politicas heredadas y una declara­cion progra~atica de la transgresion de los contornos que estas habiart cread.o.

Quizas para nuestro proposito no tenga sentido hacer un examen riguroso de las contribuciones teorips de Haraway

· y su invitacion a repensar Ia posmodernidad, sino simple­mente rescatar algunas de sus aportaciones. Una de elias, es­pecialmente significativa, es que Haraway ha tornado concien­cia (e impele a hacerlo a sus lectores/as) de la naturaleza cyborg de las sociedades contemponineas. De igual modo, se posicio­na criticamente contra aquellos/as (muchas feministas entre elias) que habian demoniza do y satanizado la ciencia/tecnolo­gia y habian idealizado o positivizado la naturaleza. La glori­ficacion de lo natural, para Haraway, no facilita una vision emancipadora. Un « feminismo hacker», como el que Hara­way destila, busca un hueco para quienes no quieren aparecer en la foto en ellugai- socialmente prefijado y normalizado. Sa­lirse de las reglas de juego del capitalismo patriarcal requiere vericuetos y caminos inexplorados que el cyborg promete. En el programa teorico harawayano, todas estas proposiciones parten de un modelo de cierto corte postestructuralista y don­de el pooer es pensado en terminos de construccion simbolica (semiotica) de la realidad. Lo que Haraway pone sabre el tape­te es que los discursos binarios y maniqueos de la modernidad se aprovecharon p:::::-a fijar un mundo en clases sociales: hom­bres/mujeres, blancos/negros, humanos/animales, humanos/ maquinas, etc. Sabre este agreg::~ do de pares se han cimenta­do las socicd.ades capitalistas patriarcales en las que vivimos

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hoy en dia. Partiendo de esas disquisiciones previas, resulta comprensible que, para Haraway, su posibilidad de ruptura (por muy imaginaria que sea) comporte, de alg{m modo, la promesa de cierta liberacion:

La imagineria cyborg ofrece un ca111ino de salid:~ del laberinto de dualismos en el que nos explicabamos nuestras fisiologfas y herra­mientas a nosotros mismos. No es el sueii.o de un lenguaje comun, sino de una poderosa heteroglosia ... prefiero ser una cyborg a una diosa (Haraway, citado en Belly Kennedey, zoo6, p. 3 r 8). .

Por otra parte, desde ese pun to de vista, para Haraway y algu­nos de sus seguidores, Ia conversion hacia la modalidad cyborg es inevitable y forzosa, resulta una deriva natural, generada por el curso de los acontecimientos de la modernidad. No podemos escaparnos de la tendencia fundamental de la moCiernidad. Por consiguiente, Ia supervivencia en el cosmos social posmoderno transporta nuestro cuerpo hacia una ontologia cyborg insalva­ble y cuyas consecuencias finales escin todavia por descubrir:

El cuerpo debe convertirse en cyborg para conservar su presencia en el mundo, resituado en un espacio tecnol6gico y refigurado en ter­minos tecnicos. Si esto representa una continuaci6n, un sacrificio, una trascendencia o una rendici6n del sujeto no esta clara (Bukat­man, citado en Jordan, 1999, p. r88).

Seguramente, la dimension mas controvertida de Haraway y algunas escuelas del tecnofeminismo es su vision semiopti!!'is­ta del cyborg, Ia expectativa de que reconceptualizar lo huma­no y lo social implique una transformacion que pueda llegar a -ser positiva. De alguna manera, ese replanteamiento radical transporta en sus entrafias una «esperanza revolucionaria» . 1

r. «Cyborgs offer revolutionary hope because they transform what it me_ans to be human» OotJan, 1999, p. r88).

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.i\il:is concretamente, para Haraway, los cyborgs vehiculan una posible superaciou de Ia dominaci6n de genera o, a! menos, una dislocacion de la misma.(y de otro tipo de dominaciones). La proliferacion de entes mezclados donde no operen las mar­cas de clasificacion moderna nos haria situarnos ante seres no constrefiidos por las ataduras del sistema de genera moderno: «Los cyborgs son criaturas en un mundo posgenero» (Hara­way, 1991, p. rso). Si con rotundidad podemos llegar a aseve­rar que habitamos en un mundo donde el genera ya no go­bierne u organice las relaciones sociales, donde las lineas de demarcacion de lo masculinol.femenino que delimitaban el mundo patriarcal esten en retroceso o recesion, el cyborg re­presentaria la victoria sabre tales dicotomfas opresivas. Hara­way es lo suficientemente cauta como para no vender triunfa­lismos desmedidos, pero sigue apostando par esa ilusi6n de superacion de tales patrones binarios.

No pretendemos, en este espacio, valorar en profundidad las propuestas de Haraway, ni mucho menos. No obstante, las virtudes del cyborg como metafora pueden ser tenidas en cuenta de muy diversos modos. A estas alturas, el vuelo poeti­co o lingiifstico tiene sus efectos reales, pero limitados. L2 fundamentacion metaforica de un nuevo sujeto social, que se­rfa la corporizacion de la mediacion tecnologica, no parece ga­rantizar de facto Ia superacion practica y material de es::1s divi­siones, tan solo su problematizacion teorica. El racismo y el machismo dominantes, incluso el capitalismo mas salvaje, po­drfan quedar al descubierto mediante las propitdades del cy­borg en tanto criatura mixta, producto de la hib;:idacion social existente, pero no queda claro el salta que supone pasar de su evid ::-;.cia abstracta y teorica (academica) a su materializacion concreta (social). Cambiar el sistema de representacion de los agentes sociales tiene unos efectos que todavfa no han sido medidos. Obviamente, lo unico que considera Haraway es que la superacion de las dicotomfas modernas y occidentales chisi­cas (humano/animal, humano/maquina, fisico/no fisico) ofre-

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ce «posibilidades revolucionarias», que no es lo mismo que cumplirlas. Constituye un media metaforico para articular es­peranzas y suefios. Haraway especula con Ia posibilidad de que el cyborg opere como un imaginario q~e nos libere del «labe­rinto de dualismos» en el que hemos representado nuestros cuerpos y que han supuesto una sujecion no siempre agradable (ibid., p. 37). El cyborg harawayano se convierte, par ende, en un «mito de identidad politica» (ibid., p. 173), un icono refe­rencial para la fabricacion de un imaginario politico posmo­derno.

En sus trabajos posteriores, esta filosofa californiana ha se­guido indagando e insistiendo en la idea de los cyborgs como los actores de las sociedades tecnocientificas contemporaneas (zoo4). Sus ultimos escritos han reorientado algunos de sus objetos de estudio, no sus lfneas de investigacion, hacia las nuevas tecnologfas, la superbiologfa y Ia biologfa sintetica, la

, genetica industrial y otros campos que ya hemos tratado pre­viamente. Lo cierto es que comparten con sus primeros traba­jos una preocupacion manifiesta par las potencias de la tecno­ciencia, par la utilizacion metaforica (y no tanto) de la ciencia ficcion para representar Ia ciencia (social), y un interes extre­ma par las figuras transgresoras que emergen de todos los nue­vas ambitos.

Resulta llamativo que los supuestos de Haraway han sido secundados por toda una segunda generacion de feministas, adscritas al cyborg y pendientes de el. Ello ha acarreado una redefinicion de los estudios de biologia e historia sabre el papel de la mujer y su representacion no solo en los medias de comunicacion o en las instituciones, sino tambien en la tec­nociencia, una recuperacion del analisis sociologico de la re­produccion sexual, estudios paralelos entre Ia plasmacion de sistemas de clasificacion racial y modelos patriarcales o de clases sociales, etc. En general, todas estas secuelas de la bomba intelectual que supusieron los libros de Haraway han frecuentado una via no necesariamente tecn6foba adopt::1ndo

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CYBORG • tambien una postura expectante que, en algunos casos, cele­braba la aparici6n de las nuevas tecnologfas. El cyborg, para todas elias, problematiza los canones fijos y hegem6nicos que conforman las relaciones sociales (y de genero). En con­secuencia, las aventuras fantasticas o los ensayos de estetica futurista que hemos mencionado paginas atds pueden ser vistos como practicas politicamente transgresoras, poten­e-ialmente transformadoras.

Una segunda gran corriente en las ciencias sociales que ha desarrollado aportaciones muy vinculadas al cyborg. desde la sociologfa de la ciencia y la tecnologia, y que incluye a los ob­jetos como elementos sociales de plena derecho, se abre :Jnte nosotros. Se trata de una retahfla de autores y pensadores que, hacia la decada de los ochenta e mfluenciados por la sociolo­gfa de la ciencia clasica (Merton) y por el programa fuerte de David Bloor y la Escuela de Edimburgo, etc., se plan tea, como lema, seguir a los actores (semi6ticos) del mundo. Por ello parten de dos ideas o axiomas basicos que hay que formular conveniente!!lente: a) los dualismos de las filosofias de la cien­cia y las sociologfas de la ciencia mas clasicos (verdad/error, naturaleza/cultura, etc.) son inviables y eso lleva aparejado una serie de problemas, y b) los actores se generan en condi­ciones muy diversas (no necesariamente como humanos sim­ples 0 en formatos terminados) y son mas bien entidades hete­rogeneas en constante elaboraci6n. A partir de ahi y teniendo en cuenta conceptos como «ingenierfa heterogenea», «asocia­ci6n», «simetrfa», «traducci6n» o «cognici6n distribuida», se comenzaron a diseccionar los objetos tecnocientificos con to­das las consecuencias. Lo sociotecnico, entonces, se encaraba de otra manera, y lus cyborgs podrfan ;; .._r, al menos, pensados reflexivamente.

Ante la asf llamada «proliferaci6n de los hibridos» (La­tour, 2007a, p. I 5), Latour y algunos te6ricos de la teorfa del actor-red apuntan con su declo acusador hacia las situaciones extrafias que la cultura occident;:,l moderna no sabe ubicar,

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esas madejas de humanos y no humanos, enredados sin remi­si6n. Si la misma materia de nuestras sociedades son esas mez­clas compactas entre lo organico y lo inorganico, ~por que no hemos sido capaces de gestionar esos hfbridos? La teoria del actor-red considera que las combinaciones entre sujeto3 hu­manos y objetos, tildadas como redes sociotecnicas, son los agentes del mundo real, los sujetos que producen efectos sa­bre la configuraci6n social. Esas redes forman «tejidos sin cos­tura de naturalezas-culturas» (ibid., p. 2 3), elementos narra­dos, sociales y reales que tienen «agencia»; es decir, capacidad para intervenir en el mundo. Resulta interesante que Latour sit:Ue en la modernidad ese gesto testarudo y obstinado de se­parar y desagregar lo human a de los objetos que lo circundan, intentando ignorar las hibridaciones entre naturaleza y cultu- . ra. Estas reflexiones dan pie a Ia no humanidad. La separaci6n entre «mundo natural» y «mundo cultural-social»' y las asi­metrias que funda suponen un principia constitucional del mundo moderno. Los objetos han quedado recluidos, inacce­sibles, como casas mudas sin existencia consecuente. Las nue­vas etnografias de la ciencia y la tecnologia sit:Uan tambien en el nacimiento dellaboratorio, como escenario y agente social, la cristalizaci6n del nuevo model a cientifico que se encarga de controlar el mundo, excluyendo las hibridacicnes. Latour y sus compfieros de la teoria del actor-red denuncian que vivi­mos en sociedades cuyos lazos sociales estan determinados por lo producido ·en los laboratories, siendo este uno de los aspec­tos mas fundamentales de la cultura moderna que suele esca­parse a las teorizaciones clasicas. Lo nu humano ha quedado reducido a la categoria de lo inerte, cuerpos sin voluntad ni juicio, privados de alma pero con sentido (ibid., p. 47). Justa-

2. «Todo cuasi objeto, todo hfbrido era concebido como una mezcla de formas puras. Las explicaciones modernas, pues, consistian en escindir los mixtos para extraer lo que venfa del sujeto (ode lo social) y lo C]ne venf~ del objeto» (Latour, 2007a, p. r r6).

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mente, son estos objetos los que median nuestras relaciones sociales efectivas, los que ayudan a componer esas extensas re­des en las que nos enrolamos. Estas nuevas antropologfas de las ciencias demuestran como los no humanos quedan exclui­dos de Ia polftica o Ia sociedad, y solo pueden ser sumisos ob­jetos de la ciencia. Es el poder cientffico el encargado de re­presentar Ia frialdad de los hechos y de los objetos. La no humanidad de los objetos (y Ia humanidad de lo social, su cara o reverso) ha velado que el hombre tambien constituye el mun­do natural y que las cosas tambien constituyen el mundo social. El no querer contaminarnos con los objetos (tecnicos mayori­tariamente, pero no en exclusiva) que pululan a nuestro alrede­dor implica Ia imposibilidad de pensar las hibridaciones: «El punta esencial de esta constitucion moderna es volver invisi­ble, impensable, irrepresentable, el trabajo de mediacion que reline a los hfbridos» (ibid, 2007, p. 62). Latour acusa a los modernos de estigmatizar a los premodernos por haber mez­clado cosas/objetos con humanos, porno haberlos distancia­do analfticamente de manera suficiente y quedar atrapados en animismos y mitologfas esteriles, posicionandose en Ia pro­mesa de no caer en el mismo error: «El pasado era Ia confu­sion de las cosas y los hombres; el porvenir, aquello que ya no los confundira» (Latour, 1999, p. 107). Las carcajadas del autodenominado hombre occidental y civilizado al observar esas tribus primitivas que adoraban lo objetual (concedien­dole caracterfsticas antropomorficas) aun resuenan. Para La­tour, esta soberbia moderna impidio pensar mas alla del dua­lismo naturaleza/sociedad y a toda mixtura Ia tildo de monstruosa. No obstante, tal postura es, sin saberlo, una au­tentica invencion social e historica que data de hace unos po­cos siglos.

Latour pone ejemplos que van mas alla de los cyborgs y que no se refieren solamente a fusiones organicolinorganico, sino tambien a redes interconectadas de humanos y objetos en interaccion pertT\anente. No obstante, cuando lista ejemplos

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( «embriones congelados, sistemas expertos, maquinas digita­les, robots con sensores, makes hfbridos, bases de datos .. . ba­llenas equipadas con radiosondas, sintetizadores de genes, etc.», Latour, zoo7a, p. 84), algunos de ellos recuerdan en de­masia al cyborg. Estas nuevas multitudes hfbridas s011 inco­modas para nuestros sistemas de clasificacion a 1 igual que los cyborgs porque cruzan gran parte de las fronteras que pensa­bamos infranqueables. Siguiendo a Michael Serres, Latour llama a esos hfbridos «cuasi objetos», entes que no llegan a ser ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario: «Los cuasi objetos no pertenecen a Ia naturaleza ni ala sociedad ni al sujeto, tam­poco pertenecen allenguaje» (ibid., p. 99). El crecimiento des­controlado de esos cuasi objetos ha saturado nuestro espacio de comprension y tenemos que inventar nuevas tecnicas de inter­pretacion que los incluyan. Ya no existen form~is puras y cada avance cultural o tecnologico sigue dando a luz monstruos. Las cosas silenciosas que cohabitan con nosotros tienen su historia y su polftica, mas aun si viven adosadas a nosotros. U.11a mirada o un repaso a nuestro alrededor nos devolverfan una imagen mucho mas fie! de la que pretendemos tener. En los primeros capitulos de este libra hemos propuesto atender a esa «plaga descontrolada» de seres-mezcla, a esas composi­ciones organico-inorganico, a esas tecnificaciones del cuerpo e imitaciones artificiales de lo natural o a esas creaciones de laboratorio donde ya nada es lo que parece. Lo que nos sugie­re esta corriente de pensamiento es que Ia avalancha se ha tor­nado incontrolable, que lleva siglos produciendose, pero que hasta ahora habia sido tolerada, soterrada e invisibilizada. Nuestros diques teoricos, sin embargo, ya no soportan mas Ia presion de una realidad proiusa y prolifica en cyborgizaciones, en protesificaciones, en mezcolanzas o en nanoexperimenta­ciones geneticas. Debemos asumir que esas zonas que queda­ban ensombrecidas por la terquedad moderna, ahora quedan a Ia luz.

La apuesta programatica de Latour y de otros teoricos de

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la ANT Gohn Law o Michael Callan, par ejemplo) acarrea toda una redefinici6n epistemol6gica y ontol6gica de las cien­cias sociales en la que no vamos a entrar en profundidad (Law y Hassard, 1999 y Latour, 20o7b). Nos interesa, en este mo­menta, rescatar algunas posturas recientes que han tratado de rediseiiar el marco interpretativo para ir acomodando tanto a los objetos como a los nuevas seres; un paradigma que resuel­va el abismo entre naturaleza (organica) y cultura (tecnica). La ANT, en sus propias palabras, elabora una morada para esos seres sin hagar. La sfntesis de nuevas engendros requiere una sfntesis te6rica de las mismas proporciones. La hemos trafdo de Ia mano a este capitulo porque es uno de los ejemplos ar­quetfpicos de teorfa que pretende apadrinar o acoger a esos hf­bridos n6madas que vagabundean por las calles de Ia realidad sin una casa te6rica. La mayor parte de las perspectivas inte­lectuales del siglo xx prefiri6 mirar hacia otro lado, ningu­neando a estos elementos problematicos y marginales.

Para poder superar todas estas cuestiones y elaborar con­juntamente una matriz te6rica no limitante ni acotada, sere­curre en Ia teoria del actor-red a los principios simetricos (o supersimetricos, dirfamos ahara parafraseando Ia fisica de par­tfculas). El primer principia de simetria lo propuso David Bloor (1982) en relaci6n conla ciencia, exigiendo tratar en los nJ.is­mos terminos el erro:r/falsedad y el acierto/verdad. Tanto lus errores como los aciertos, tanto las hip6tesis torcidas de la fal­sedad como las vias rectas de la verdad cientffica, de ben ser ex­plicados socialmente de Ia misma manera (y no unos par des­vim socioideol6gicos y otros par adecuaciones a w1a realidad inmutable y atemporal) . Michael Callan propuso un principia de simeuia generalizada (o segundo principia de simetria): aquel que equipara las entidades h'Jmanas con las no humanas y busca explicarlas tambien en los mismos terminos. Ello obli­ga a pensar en «naturalezas-culturas» como categorfas de las ciencias sociales y en la producci6n de humanos y de no hu­manos de un modo identico. Naturaleza y socicdad no son dos

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palos distintos, sino dos representaciones de unas mismas na­turalezas-culturas. Los occidenta les hemos sido los t:inicos en realizar esos cortes tan tajantes entre naturaleza y cultura o entre ciencia y sociedad, autenticas lll'ltilaciones ana lfticas: «La particularidad de los occidentales es haber impuesto por constituci6n Ia separacion total de los humanos y los no hu­manos y haber creado asf artificialmente el esdndalo de los otros» (Latour, zoo7a, p. rp). Si, a partir de ahara, solo hay naturalezas-culturas, los cyborgs encuentran ahf un Iugar donde cobrar sentido y no resultar chocantemente repulsi­vos. La nueva antropologfa simetrica ya no estuclia ni las «COSaS en Sl» ni los «hombres entre ellOS» (ibid., p. T 56), sino los colectivos hfbridos, las recles heterogeneas. Los ob­jetos tambien constituyen lo social y son integrados en los ana lisis :

El problema del orden social no puede ser resuelto solo con medias sociales. Las estrucll.tras no residen simplemente en las accion es de Ia gente o en los rastt·os de Ia memoria. Existen en una red de inte­racciones materiales heterogeneas (Law, 1991, p. r6).

Frente al error moderno de descuartizar lo real segt.in etique­tas artificiales, la antropologia simetrica reconoce Ia existencia de colectivos, redes y mediaciones que no dan como resulta­dos idealizaciones puras e impolutas:

En el medio, donde parece que no pasa nada, esta casi todo. Yen las extremidades, donde reside, segt1n los modernos, el origen de todas las fuerzas, la naturaleza y Ia sociedad, Ia universalidad y Ia localidad, no hay nada salvo las instancias purificadas que sirven de garantias constitucionales al con junto (Latour, 2007a, p. r 79).

Los agentes que pululan por el mundo se componen tanto de la carne-hueso como del metal, de lo organicu como de lo inorgapiro, siempre de una manera indistinguible. El mnnn-

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elemcnto neutro, homogeneo, aseptico e impecable ya no exis­te. Los cyborgs unicamente serfa n un ejemplo de red socio­tecnica visible y palmaria doncle las recles no est<~rfan formadas por largas caden;lS sino por pequefias asociaciones entre lo hu­mano y lo inerte de manera permanente. U n artefacto doncle Ia topologia organico-inorg<1 nico se mantendria firmemente en­capsulada y acoplada, en vez de adoptar formas de redes ex­tensas.

Por lo tanto, para Latour y Ia antropologfa simetrica hay una parte de lo humano que le corresponde a L1s cosas. Visto asi, el cyborg no se1fa ninguna novedad, solo el hecho visible de que tenemos que incorporar <1 Ia comprension de lo social la aportacion de Ia culmra o Ia tecnica en nuestra ontologia. Los seres creados por las ciencias y las tecnicas del recien estre­nadrJ siglo xxr (pero igualmente los del siglo xx) deben encon­trar acomodo en estas nuevas miradas, mas anchas y flexibles. La tesis de Snow, que esbozo en 1959 en una conferencia, de que hay dos culturas (la cientifica y Ia humanistica) es dudosa. Ya no existen esenrias puras y generales, limpias y simples onto­logfas, sino una casa com{m en la que proliferan todo tipo de mixturas: «Somos redes heterogeneas, los productos de super­posiciones confusas [ ... ] somos parte de Ia maqu.ina o parcial­mente maquinicos» (Law, 1991, p. 17). Hay que componer lo merarnente tecnico en las relaciones sociales, darle su espacio para observar el todo integrado final. Tratar con sistemas so­ciotecnicos (redes heterogeneas) nos evita tener que lidiar, por un lado, con humanos y, por otro, con aparatos 0 maquinas. Gracias a estas teorizaciones, lo rnaquinico deja de ser ciuda­dano de segunda, ios objetos asumen su papel en Ia constitu­cion del orden social, lo inerte se recono.::.:: como elemento consustancial a lo vivo y Ia irnbricacion de la tecnica con los humanos se ve como algo normal. Rota la separacion episte­mol0gica entre ambos mundus, se resquebraja tambien 1a dis­tancia politico-social.

En conclusion, hemos echado un vis tazo somero ados ti-

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pos de teorfas que o han incorporado al cyborg directamente dandole Ia ca tegorfa de invitado de lujo o le han proporciona­do un Iugar analfti co en elias. Digamos que son dos ejemplos de paradigmas (el feminismo posmoderno y la teorL1 del ac­tor-red) que integran Ia nocion de cyborg a su corpu~ o como metafora explicativa de Ia superacion de idealizaciones cadu­cas o como expresi6n social de Ia materializacion de los agen­tes reales. Son dos modelos te6ricos que no perciben Ia idea de cyborg en tanto deshumanizaci6n sino como un hecho mas, que am para en su interior expectativas de liberacion o simples descripciones de un nuevo enfoque «sociotecnico».

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Y en el suei'i.o del hombre que soi'i.aba el soi'i.ado despert6.

JORGE LUIS BORGES

No te fabricaras escultura ni imagen alguna de lo que existe en Ia tierra.

EXODO, 20,4

Cualquier tecnologia lo suficientemente avanzada es indistinguible de Ia magia.

Tercera ley de ARTHUR C. CLARKE

David Franklin Noble, conocido simplemente como David Noble, es un historiador de la tecnologfa y de la ciencia con cierto renombre, que comenzo impartiendo clases en el MIT norteamericano y ahora lo hace en Canada. A pesar de que tie­ne varios trabajos traducidos en nuestro pafs (Noble, 1987, 1999 0 2000), sus libros mas famosos internacionalmente no lo han sido (r984, por ejemplo) por cuestiones que solo atafien al mundo editorial. Noble es, sin embargo, mas celebre por sus posturas criticas 0 escepticas respecto al progreso tecnolo­gico que por otras cuestwnes (auny_ue la calidad de algunas de sus inv-=~t:igaciones es de resaltar). Por desgracia. poca gente se ha lefdo concienzudamente sus trabajos de historia de la tecno­logfa (algtmos de los cuales contienen tesis muy valiosas), aun­que es popular el saa:tbcnito de tecn6fobo convencido que lleva colgado al cuello. Este estigma de crftico del progreso tecnolo­gice> le gano el despido y la expulsion del prestigioso MIT, una

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institucion tan puntera que no podia mancillar su prestigio aca­demico incluyendo entre sus docentes tal anoma lfa ideologica. En una socied~1d que abraza tan desenfrenadamente Ia tecno-

"logfa, los tecnot(?bos militantes son vistas como bestias primi­tivas, romanticos medievales 0 agroecologistas molestos. y Noble es uno de ellos.

Noble hace una defensa inteligente delludismo contempo­raneo. Elludismo (o luddism, en ingles) fue un movimiento so­cial (para algcmos, una manifestacion concreta del movimiento obrero) que cobra vida y tomo cuerpo fundamentalmente en Inglaterra a principios del siglo XIX (en concreto, a partir de r8r r). El repenorio de acci6n de dicho movimiento se basaba en revueltas espontaneas y aparentemente desorgani zadas que atacaban maquinas y saboteaban tecnologias productivas en las fabricas . EI ludismo viene <1 designar los focos de resisten­cia obrera a las practicas de trabajo innovadoras, apoyadas en las tecnologias del momenta. La idea consisria en cortocircui­tar el sistema productivo a traves de sus mas importantes ele­mentos: Ia maquinaria, que era la culpable directa e inmediata de atar a los trabajadores y explotarlos. Nos sit;_;<tmos en un momeni.u historico en el que la introducc-ilin de maquinas y la automatizaci6n de los procesos fabriles constitufan una nove­dad y una dinamica muy intensa. A~imismo, el acontecimien­to de que los trabajadores fueran vi,;ilados y escoltados por los artilugios era percibido en ciertas capas sociales como un ata­que ala naturaleza misma del proletariado. Aquellos que deci­dieron poner fin a la mania burguesa de exprimir, alin m:is si cabe, al proletario industrid de la epoca mediante el extermi­nio de su mas directo ejecutante (la maquina) se hicieron lla­mar ludistas o luditas (luddites, en ingles). Tomaron el nombre dellegendario lfder del movimiento, Ned Ludd. Una serie de cartas y proclam~s firmadas por Ned Ludd, Capitan Ludd o, incluso, General Ludd precedieron y acompafiaron los ata­ques ala maquinaria en los distritos de tejido de Nottingham, Tnglaterra, a principios del siglo xrx. Los disturbios se clisemi-

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naron, propagandose a otros distritos y zonas del pafs, y el go­bierno ingles tuvo que ntovilizar a doce mil solclados a L1s inme­diaciones de estos centros productivos. Inglaterra se temfa, por aqueltos tiempos, 11na revoluci61.1 como b frances11 en- sus tien·as.

A lo largo d~ los ai1os posteriores a est<1:'> reVl~ eltas anti,ma­quinarias, los defensores del progreso tecnologico siempre han utilizado «ludita» como un termino despectivo y peyora­tivo. Lo han aplicado corrientemente a sus _enemigos y a quien pudiera mostrar cualquier atisbo de escepticismo o emitir oposici6n alguna a tal progreso. Con relativa frecuencia, han tildado sus improperios antitecnol6gicos como exagerac;ones apocalipticas. En el otro !ado de Ia cancha, quienes han queri­do mostrar su posicionamiento contra lo que interpretaban como Ia tiranfa de las maquinas han hecho bandera del termi­no . En el han encontrado una filosoffa de repulsa a un progre­so impuesto y a una tecnificaci6n de la vida que genera mas males que bienes en terminos netos. Las versiones mas actua­lizadas, los «neoludistas», han tenido dos o tres iconos o refe­rencias basi cas: una nueva generaci6n de pensadores (]He pro­blematizaban el paraiso infonnatico (Noble serfa uno de ellos) y casi todas las corrientes ecologistas, agroecol6gicas, naturis­tas yen defensa de la naturaleza, que han vista como lo tecni­co se ha dedicado a descuartizar y fustigar estos ambitos con las consecuencias catastr6ficas que todos tenemos en mente. Dentro de las versiones mas radicales nos topamos con las propuestas «primitivistas» de Zerzan y Ia rocambolesca histo­ria de Unabomber (de obligada lectura es su manifiesto politi­co: «The Una bomber's Manifiesto. Industrial Society And Its Future»).

Dejando de lado tocla esa ristra de posiciones antiprog:rc­so y antitecnologfa que, siendo significativas y relevantes, nos llevarfa mucho tiempo cubrir, vamos a centrarnos en una de elias. David Noble, mas alla de celebrar elludismo de m~ne­ra ruda o de dejarse llev,ir por los cantos de sirena de una apuesta primitivista, es mucho mas h1cido. Dirige todo su ar-

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senal teorico hacia Ia idea de progreso tecnologico moderno, lo despieza y lo reprende con eficacia. Noble sit:Ua, junto a una hipotetica scgunda revolucion industrial (Ia que data de los afios setenta y Ia llegada de las nuevas tecnologias .digita­les), una ofensiva cu ltu ral sin prececlentes con Ia insana in­tencion de legitimar Ia implantacion de una sociedad tecno­cr:itica sin peros ni objecion alguna. Esta ofensiva tiene su faceta rnas palmaria en la reactivacion de un unico progreso tecnologico que en su fo rmula publica identitlca dicho pro­greso tecnologico con bienestar humano y social. Nos hemos quedado ancl~dos, clenuncia Noble, en un paradigma de in­terpretacion de Ia realidad que unicanwnte sabe identificar mas tecnologia (Ia que sea) con mas progreso y mas felicidad colectiva. Estas «promesas optimistas de liberaci6n tecnolo­gica y de salvaci6n a traves de Ia cienciJ '> (Noble, zooo, p. 6) serian una constante de nuestro tiempo; y confluirfan en una perspectiva que es ta atrapada en Ia estrechez de sus miras (no concibe otras alternativas) y que se deja llevar por el determi­nismo , el fata lismo y el futurismo. Esas tres caracteristicas son despellejadas por Noble en su critica de Ia razon maqui-n1ca.

Respecto al determinismo tecnologico hay mucho que de­cir ya que, aunque parezca desterrado de las ciencias sociales, funciona, de hecho, cdmo Ia explicacion favorita en las mis­mas (Smithy M arx, 1996). Esto es, dicho determinismo ha sido el recurso b:isico del que se ha echado mano con mas fre­cuencia a lo largo de la larga historia de las ciencias humanas y las disciplinas sociales. Siempre que se ha interpuesto en el camino un acontecimiento o proceso mediado tecnicamente, la estrategia favoriLd :1a recurrido a algun tipo de mecani~·-:2c interpretativo donde la tecnologia es asocial, independiente del resto de factores contextuales, y opera bajo una l6gica au­tonoma o semiteologica. El progreso tecnologico, aunque no lo parezca, es un horizonte que se ha instituido como una fuerza aut6nor.1a, autoconducida y con una logica de desarro-

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llo propia. Identicamente , Ia acometida tecnologica de Ia que somas testigos en las ultimas decadas se ha dejaclo arrastrar por imaginarios tecnologicos mucho lll<lS primitivos de lo que suponemos, atlrma Noble; imaginarios que ~Xj..llicarfan el cos­mos tecnologico mediante factores exteriores a la sociedad,. en un lenguaje fisicalista y colocando a dicha tecnologfa c01\1o unico motor del cambio social. En los momentos de intensifi­cacion de las olas de innovacion tecnologica, se refuerza esta vision naturalista y animista de lo tecnico y cierta inevitabili­dad del desarrollo tecnologico se asienta en la opinion plibli­ca. De esta forma, los discursos m<1s habituales se dirigen a fo­mentar, desde lo social e irremediablemente, esas tendencias tecnologicas de forma subsidiaria y dependiente. Lo unico que nos queda, entonces, es colocar Ia alfombra roja para que el rodillo tecnol6gico penetre con paso tlrme sin que siquiera podamos replantear sus tiempos, modos o significados.

Noble y sus partidarios nos previenen de que h tecnologia supone un hechizo y un narc6tico para las sociedades contem­poraneas. Ello produce el efecto de con;·crtir el campo tecno­logico en un «punto ciego intelectual>> (zooo, p. 9), un objeto qc;c escapa a nuestra comprension y a nuestra mirada racional; y, como es obvio, la consiguiente incapacidad para compren­derla y para adaptaria o u·ansforn:;.arla. En tanto en cuanto so­mos inv:ilidos mentales para explicar en sus justos terminos (sociales, hist6ricos y reflexivos) Ia presencia y ubicuidad de Ia tecnologia en nuestras vidas, estamos tambien inhabilitados para elegir el rumbo de Ia misma, para torr..;-,r en nuestras ma­nos el famoso timon rihernetico. Noble se queja de que los lu­ditas fueron tratados de irracionales y tildados de provincia­nos, mientras que a aquellos que abrazaban Ia tecnologia decimononica con ingenua ilusion se les otorgaba Ia categoria de visionarios. Los luditas vieron Ia maquina como una impo­sicion; el resto de Occidente, como una conquista. Para los pri­meros, las invenciones tecnicas eran sus enemigos; para los segundos, sus salvadores. Pero, denuncia Noble, aquellos que

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se enamoraron de las virtudes fetiches de Io tecnico acabaron siendo mucho mas irracionales e inocentes que los luditas, que, al menos, si pecaron de algo fUe de realismo. I-Iay quien, dando un paso mas alla, propane restringir y frenar algunas li­neas de investigaci6n biotecnol6gica o genetica, como, par ejemplo, Andrew Krimbell, conocido ;Jctivista y director ge­neral de la Foundation on Economic Ti·ends.

De lo expuesto anteriormente se deduce que no todo en este cuento del cyborg es de color de rosa. No podemos pasar sin registrar las innumerables sospechas y recelos que este mo­vimiento de integraci6n entre lo organico y lo inorganico sus­cita. No podemos cerrar las paginas de este libra dando la sen­saci6n de que el proceso por el cual se produce la hibridaci6n entre el ser humano y la tecnologfa material es natural, nece­sario y, en ningun caso, contestado. Existen casi tantos pro­pulsores como detractores de la dinamica de protesificaci6n, artificializaci6n biol6gica o experimentaci6n genetica. A lo que queremos llegar es a que la historia de las cosas nunca es plana y suave, esta plagada de conflictos y contradicciones, de oposi­ciones y encontronazos. En las sociedades avanzadas, nos he­mas acostumbrado al poder apabullante de la tecnologfa. La sensaci6n de que no es un agente mas sino el agente de cam­bia social par antonomasia es ya irrenunciable. La alteraci6n de la textura de nuestta vida diaria es innegable (Smith y Marx, 1996), pero no por ella debemos caer en la trampa de suponerle rasgos de a priori hist6rico, irrevocable y forzoso.

Las resistc11cias mas tenaces y ferreas a la reconversion tec­nol6gica del cuerpo provienen, como mencionabamos al prin­cipia, de una galaxia dispersa de humanismos, naturalismos, ecologismos y escepticismos muy notables. En general, supo­nen el reconocimiento de dos hechos basicos: a) par un !ado, la existencia de ciertas esencias, valores o espacios, elementos compartidos a escala social (patrimonios de la humanidad) que deben ser resguardados par derechos uuiversales, y b) par otro, un cierto axioma de duda y recelo respecto a b bondad

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de cua lquier modificaci6n o alteraci6n no testada de las casas rea les existentes.

En torno al primer punto, ha tlorecido una tipologia ex­tensa de reivindicaciones del cuerpo natural frente a las va­riantes tecnol6gicas. Algnnas voces, dejando esta vez la lucidez; de Noble aparcada, han mostrado cierto sentimiento de rece­lo o malestar frente a lo que es un «Optimismo ingenuo», ha­cienda aparecer la cara no tan dulce de los avances tecnol6-gicos. Toda la pletora de criticas o desconfianzas se pueden resumir en la «deshumanizaci6n» provocada par las tecnoJo.­gfas, alga muy relacionado con que puede ser (o llegar a ser) el cyborg (una deshnmanizaci6n, um rehumanizaci6n o una nueva hnmanizaci6n, una antihumanizaci6n o una tecnologi­zaci6n, etc.). Varios trabajos de vendedores de best-sellers so­ciol6gicos o de divulgaci6n humanistica han formulado, gene­ralmente en tenninos apocalipticos, su baterfa de suspicacias ante el boom tecnol6gico. Francis Fuknyama, en Our Posthu­man Future (2003), apunta que las nuevas tecnologfas digitales son mas incontrolables que las mismas armas at6micas y nu­cleares que tanto nos estremedan y horripilaban antafio. Pero lo pear, afirma Fuknyama, es que produciran terribles trans­formaciones no en el entorno exterior, sino en la misma «na­turaleza humana». El modo en que el ser humano tiene que vivir su «propia corporeidad» serfa, de alguna manera, catas­tr6fico, ya que se estarfan transformando las funciones cogni­tivas de la mente, los sentidos corporales y las formas de com­portamiento que la especie habrfa ida adquiriendo durante toda su historia civilizatoria. Fuknyama cita especialmente la abrumadora dependencia de los signos algebraicos o el consu­mo indiscriminaGo de farmacos como factores desestahi1izan­tes de lo biol6gico humano; desestabilizaci6n que el autor en­cuentra en las relaciones de parentesco, la sexualidad, la edad y vigor del cuerpo, las enfermedades y pandemias, etc. Es de­cir, la evoluci6n participada estaria dilapidando los avances que han costado millones de afios conseguir, malgastando el

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esfuerzo puesto en convertirnos en seres con caractensttcas tan completas. ~xpresado de una manera directa: el cyborg es un derroche, estamos tirando por la borda los exitos df Ia eva- · luci6n biol6gica a costa de.la evoluci6n tecnologica.

Otros, en la misma lfnea, alertan de la «volatili zacion del cuerpo» o de la descorporeizacion. El animal humano iria perdiendo funciones y capacidades, debido a su extrema de­pendencia del entorno tecnico, de los cachivaches adosados a su cuerpo. La presencia fisica decrecerfa, pero tambien y al mismo tiempo, nuestra constitucion sensitiva, nuestras ch1si­cas manera de relacionarnos con el projimo o nuestra fortaleza mental. Como la funcion hace al organa, seg{tn una antiqufsi­ma expresion, la sustitucion de nuestras funciones basicas por protesis de materiales sinteticos generara una degradacion de nuestros conocimientos tanto innatos como adquiridos.

Simultaneamente a esa volatilizaci6n, quienes mas se con­traponen a la proliferacion del cyborg intencional declarau que se produce un culto al cuerpo en cuanto falsa idOiatria yen cuanto a espectacularizaci6n de las figuras perfectas (anore­xias, ortorexias, cirugias esteticas extremas, adicci6n ~los gim­nasios y a los anabolizantes, piercings y tatuajes, etc.). Estas pa­tologias contemporaneas se resumen en: cosmetica, higiene, dieta, deporte, etc., como obsesiones. Nnnca hasta el momen­ta presente habia habido una preocupacion tan extrema por modelar y cuidar el cuerpo humano. Justo ahara que parece desdibujarse su natural contorno, debido a su modelado me­diante tecnologias. Las imagenes corporales, en sus infinitas representaciones, son, a su vez, emborronadas y perfiladas in­sistentemente. El cyborg, afirman, es la caricatura de un culto al cuerpo enfermizamente instituido.

Otro experto en nuevas tecnologias es Javier Echevarria. En su ya clasica obra Los senores del aire: Telipolis y el tercer en­tanto (r9y9) reflexiona sabre la llegada de una fase historica, basada en la informatica y la telematica, posterior al primer entorno (natural) y al segundo entorno (cultural y urbana).

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Una de las ideas que se desgranan en su texto es que el cuerpo bioffsico, a causa de su debilidad y de su caducidad (mortalidad), ira sie_ndo sustituido tecnicamente por factores y elementos mas resistentes, precisos 'ci eficares, originando asf una generaci6n de «cibemautas». E'chevarria consi'dera que una composicion ide,al de cibernautas seria utopica y un retorno nostalgico a una mito­logia de cuerpos perfectos. Un suefi.o imaginativo que esconde esa fe incondicional en el progreso tecnico, que arranca en el Frankenstein de Mary Shelley, puede terminar ca6ticamente en cualquier tenebroso destino. Por ello, Echevarria habla de humanizar esos terrenos tecnologicos emergentes, recuperar el cuerpo humano y sus bellezas o virtudes. Se trataria de rei­vindicar la vida frente a la frialdad del cable o el metal y de en­salzar la riqueza de matices humanos, vivificando humana­mente los nuevas espacios tecnologicos (Echeverria, 1999, pp.

47 2 -479). En resumen, algunos de los discursos delludismo y de otro

tipo de enfrentamientos a la apisonadora tecnol6gica vehicu­lan en su interior, en cierto modo, una especie de vuelta a h idea de «hombre.natural». Son enunciaciones que transpor­tan, directa o indirectamente, una vision de que, antes de Ia tecnologia, existe o existio algo que esta siendo destruido, de­sequilibrado o perturbado negativamente. La naturaleza es algo previa a nuestras practicas, un antecedente autorregulado y neutral que nos estamos dedicando a estropear y a maltratar con nuestros experimentos y errores.

Para este lado de la ecuaci6n, para el sector critico, recelo­so del avance imparable de la tecnica que hunde sus raices en el ultimo bastion humano (el cuerpo), el cyborg es un mons­truo. Un cyborg organico (genetico) vendria a ser un monstruo que mezcla diferentes especies en un solo cuerpo. Un cyborg mednico (protesico) vendria a ser un monstruo producido par la amalgama de carney otros materiales, metal, plastico, fibra de vidrio, etc.

Ejemplos de estas posturas no son origimles sino habitua-

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les en Ia historia humana. Vistas ahora, con Ia perspectiva de Ia distancia, pueden sonar comicas, pero tenfan su base humanis­ta bienintencionada. Ya Platon en Pedro ponfa, en Ia boca de Socrates, una objecion contra la escritura, argumentando que supondrfa una desvirtuacion y abandono de la memoria perso­nal. A partir de Ia invencion de este registro cultural, inscrito en los papiros o tablillas, solo nos fiarfamos de los escritos y no de nosotros mismos. Ya no confiarfamos en nuestras facultades, sino que acudirfamos prestos a consultar lo que estaba grabado o escrito, otorgandole un valor superior a cualquier enuncia­cion humana. Cuando aparecio la fotografia en r839, algunas sectas protestantes alemanas condenaron el,mevo invento por ser una osadfa heretica que intentaba imitar o duplicar lo que Dios habfa creado. Cuando Edison difundio el fonografo en 1877, mucha gente profetizo elfin de la m0.sica en vivo de las orquestas. Y cuando aparecio el cine, hubo quien clamo al cie­lo por juntar a hombres y mujeres en una sala oscura con un espectaculo de tanta sugestion. Incluso ante los primeros fe­rrocarriles, hubo quien predijo que nuestros sistemas percep­tivos no estaban preparados para observar el paisaje a tal velo­cidad y que el vertigo de mirar por las ventanillas de los trenes acarrearfa enfermedades mentales.

Respecto al segundo punto, la tecnofobia que aquf descri­bimos, tanto en su version mas ficcional (en la literatura 0 el cine) como en su concrecion politica (la mencionada anterior­mente), deviene en una suerte de «principia de precaucion>·> generalizado ante el imparable avance de la tecnica en el mun­do. Este famoso concepto, que esta en boca de estudiosos de la tecnociencia, apunta a respaldar la adopcion de medidas y de­cisiones protectoras (o cunservadoras, en el sentido de no se- · guir adelante) cuando no existe certeza cientffica (completa) de las consecuencias de una accion determinada. En pocas pa­labras: ante la duda, cautela . .£1 principio de precauci6n, sea correcto o no, moralmente util o no, redundante o evidente, es uno de los paradigmas eticos interpretativos de los avances

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tecnocientitlcos en el siglo XXI. Y, mas importante todavia, es la moneda de uso comun de la opini61i publica que sospecha, sembrada de dud as, de Las monstruosidades que ve desfilar por la pantatla de su televisor. La imagen soci<ll de la· ciencia y la tecnologfa, es decir, los estudios de opinion del ciudadano es­tandar, est<in repletos de estos pequeno~ !·ecatos, ligeros mira­mientos o reservas instintivas que profesan las p·ersonas de rango media hacia lo que parece una can·era acelerada hacia una lejana meta no perceptible. La distancia que se siente res­pecto a la tecnociencia, el extranamiento ante un mundo opa­co e inasible, generan sensaciones encontradas que caen ma­yoritariamente del lado de los cuidados, las cortapisas y la marcha atras. Nuestra ciencia nos asusta y nuestras invenciones tecnicas nos estretnecen. Al igual que los grandes de las ciencias sociales describfan la llegada del universo industrial como un asunto que produda irremediablemente extranamiento ('¥e­ber), alienaci6n (Marx) o anomia (Durkheim), ahara puJemos confirmar la existencia de casi los mismos elementos. La tecno­logfa no deja de generar un campo de experiencias despersona­lizadas, desarraigadas, virtualizantes y perturb:-:doras para la gente; lJU! no mencionar las posibles explotaciones o domina­ciones que su uso pueda engendrar.

Baste recordar que, en los acalorauos debates sabre tecni­cas geneticas, manipulaciones de m?.teria organica u organis­mos modificados biotecnol6gicamente, siempre saien a relucir las citas a Un mundo feliz (Aldous Huxley) o a 1984 (George Orwell) para cuestionarse si la ingenieria de la vida estari re­almente mejorando este m'.l.:::do o alzara las prisiones del futu­ro. Tenemos firmemente impresa en el inconsciente colectivo la huella reciente de esos best-sellers de la «ciencia ficci6n po­litica» que sacuden nuestros pilares axiol6gicos, nos impelen a tomar el camino de la prevenci6n y nos avocan a un in ten to de reducci6n de la marcha hasta velocidades mas controlables.

La obra clasica del historiador de la tecnologfa Lewis Mumford, Tecnica y ci71ilizaci6n (wo6 [1934]), periodiza la his-

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toria humana en una serie de etapas evolutivas: Ia eotecnica, la paleotecnica y Ia neotecnica, etc. Asumiendo acrfticamente su propuesta, la cuestion a resolver es si podemos situar una nueva era en los tiempos presentes r que etiqueta debe recibir; y, mas en concreto, si a esa dinamica historica le ha escoltado, paralelamente, un cambio en Ia forma de percibir el desarrollo tecnol6gico. Para Mumford, Ia implementacion de creaciones tecnicas proviene de lomas remoto de los tiempos:

Mientras el desarrollo de las maquinas es el desarrollo tecnico mas patente de los ultimos mil anos, Ia maquina, bajo Ia forma de Ia per­foradora de fuego o del torno del alfarero, ha existido por lo menos desde los tiempos neolfticos (Mumford, zoo6 [1934], p. 28).

Y ello ha resultado, de algun modo, necesario para Ia supervi­vencia social, de manera que lo tecnologico se ha convertido en condicion de posibilidad de Ia vida organica misma:

El organismo vivo exige un medio que sostenga Ia vida. Lejos de tratar de reemplazar esto por sustitutivos mednicos; Ia fase neotecnica tra­ta de establecer aquellas condiciones sostenedoras de !a vida dentro de lomas recondito de Ia tecnica misma (Mumford, 2oo6 [1934], p. 269).

Pero, yaqui es a donde queriamos llegar, en ese proceso gene­ralizado y sustentador de la vida organica, que es la composi­cion de una cultura ::ccnica que abrigue y estabilice a los orga­nismos que la poseen, se ha ido foriando a la par un cambio eu la percepcion de la misma que la ha encumbrado a los mas ele­vados altares, otorgandole caracteristicas semidivinas:

_·\ntiguamente, cuando Ia religion era fuerte y b ciencia debil, b gente tomab,i la magia por medicina; ahora, cuando Ia ciencia es fuerte y Ia religion debil, se toma Ia medicina por magia (Thomas Szasz, citado en Burkey Ornstein, 2001, p. z6o).

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Noes mera co incidencia que en el momento en que se conso­lidaba el capitalismo industrial y el Capit<ln Ned Ludd aren­gaba a sus muchachos para consumar el sabotaje industrial, se asentaba una concepcion de Ia sociedad distinta, no ya com­puesta por sus piezas humanas sino como organismo regido por !eyes propias. No estamos hablando de Ia violencia que supuso transformar al libre campesino en fuerza de trabajo disciplinada y fabril. Hacia el siglo XIX cristaliz6 toda una co­rriente positivista en las ciencias sociales que entendfa que Ia sociedad es un artefacto autorregulado, gobernado por unos mecanismos impersonales y guiado por una serie de logicas im­placables. Asf se «descubrfa» la sociedacl r:omo ente abstracto, pero tambien como algo no fomudo por personas sino por es­tructuras, sistemas, funciones y leyes naturales. El descubrimien­to de Ia sociedad como objeto corrio parejo al posicionamiento de la ciencia y la tecnologia como fuente de sentido del mundo en sociedades secularizadas. El conocimiento metod~co y certero de la naturaleza cumplia las funciones que antiguamente habfa cumplido la religion. La economia, con sus inclementes !eyes de mercado y su individualismo posesivo, tambien compartio con el sector tecnocientifico las mieles de Ia divinidad. Lo que que­remos seiialar aquf, mas que hacer una critica frontal al sistema racional de las ciencias y las tecnicas, es el desplazamiento por el cualla ciencia vino socialmente a sustituir, en algunos casos, a la religion como saber incuestionable y como misterioso mandata incontestable.

El mismfsimo McLuhan, hace ya unas decadas, alerto del fetichismo obsesivo que g-eneran las tecnologias que se consu­men masivamente y que penetran en nuestras vidas de forma di­recta. A este sfndrowe lo llam6 el teorico canadiense Ia «nar:::o­sis de Narciso» (De Kerckhove, 1999, p. 30), un narcisismo tecnol6gico, una mezcla de egocentrismo de Ia especie y auto­estima autodirigida hacia nuestras creaciones, otorgandoles connotaciones mfsticas y endiosando nuestras tecnologias. Se­ria un patron )J~icosocial de identificacion narcisista con nues-

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tros «juguetes», con la cultura material que creamos. Aunque resulte frecuente o comprensible, el cyborg podrfa llegar a adoptar formas patol6gicas extremas. Independizadas y auto­nomizadas, las creaciones humanas escaparian a las manos de su creador, tomarian categoria de entes supraindividuales-y su­pranaturales, sobrevolando libres las sociedades. COiilO alerta­ra hace ya mucho tiempo F euerbach de la religion, el cyborg y las tecnologias extremas estarian encaminados a ser el opio del pueblo.

Quienes no ven con buenos ojos la entrada en escena del cyborg tambien argumentan que tecnificar la vida es como matematizar las formas vivientes o, seglin palabras de Rene Thorn, matematizar el conocimiento, un desliz que puede ter­minar en aberracion al formalizar todo un cumulo de expre­siones y enunciaciones heterogeneas y variables. Una tecnolo­gizaci6n del campo biologico o una biologizacion del campo tecnol6gico sin la reflexion adecuada o la prudencia necesaria tienen tocios los visos de rodar, como bola de nieve, por una pendiente de desastres. Thorn alertaba de que la compulsion tecnificadora corre el riesgo de producir un extenso cemente­rio de hechos. En este caso, la obsesion apurada por mejorar­nos artificialmente corre el riesgo de sembrar de cuerpos de­formes el planeta, convertido, aqui y para la ocasion, en un cementerio de buenas!intenciones.

Otros opositores a las bondades del cyborg visualizan la si­tuacion como un «sindrome de Ulises» moderno. El indivi­duo contemporaneo, ciudadano consumista y globalizado, se deja cautivar por los cantos de sirena de la tecnologia. Desde las orillas de la produccion capitalista neotecnologica, un coro de mercancias inyectables e implantables nos Haman y sucum­bimos a sus encantos. Los detractores del avance sin fin afir­man que la ~~ficcion informatica» se ha encargado de vender­nos un futuro soiiado pero irreal, un cuasi milagro divino de tLmsformacion humana con consecuencias nefastas y degra­dacion material y moral. La tecnologia representa un nuevo

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hedonismo posmoderno. Es la droga del individuo aislado, un goce pulsional (por remitiruos a la terminologia psicoanaliti­ca), el placer de una ·sensacion de pcder y control, hasta hace no mucho, desconocida.

La idea del narcisismo humano a traves de la obcecacion por el cyborg da bastante juego. El ser humano constituye 'un autentico laboratorio de experimentaci6n, cuya parodia es la realizaci6n de un don de si mismo, pero no de carne y hueso sino de cable y laton. Los nuevos escepticos nos recuerdan que, en un alarde de futurologia y de prospectiva-ficcion, nos hemos empefiado en predecir nuestra conversion en cyborgs como una escalada evolutiva. Hemos asumido nuestra prolon­gaci6n tecnol6gica como un estadio superior de nuestro ser. Pero todo ello se ha transformado en una hiperbole comica y tnigica a la vez, que ha tornado las riendas.

Quienes han pretendido una critica mas pausada han reco­nocido que tal fascinacion neotecnologica es criticable, aun­que justificada. Resulta comprensible el caracter magico de la tecnologia, que no surge de la nada y por casualidaJ con el cy­borg. El embrujo de la cultura material que nos rodea tiene una dilatada trayectoria, desde nuestro placer irracional por las armas, nuestra transformacion personal al conducir un au­tomovil o nuestro enamoramiento de la caja tonta (TV). Nar­coticos del mundo moderno o formas de control artificial de la realidad, la explicacion ahora es lo de menos. Lo importante yace en el reconocimiento de que la tecnologia nos cautiva y de que su <>.areola extraordinaria tiene una larga historia. La adiccion a la mitologia tecnologica se halla emparemaJa con la fascinacion causada por la incomprension del espectaculo que provoca: miles de objetos que aparentan tener vida propia y que pululan como poseidos a nuestro alrededor sin que com­prendamos que mecanismo interno les insufh su energia. Es el exito atroz de la cultura material que inventamos el que re­quiere causas que no tenemos y el que vuelve a dichos objetos mas encantadores y mas atractivos de lo que deberfan ser.

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La version extremista y radicalizada de Ia oposicion a! pro­greso tecnico (cyborg o no) Ia encontramos en las asf denomi­nad.as escuelas «primitivistas». Siguiendo Ia estela del ermita­iio Una bomber y el rechazo a la civilizacion, se han rea"lizado diversas propuestas teoricas, entre las cuales una de las mas procesadas es Ia de John Zerzan. Zerzan medita !::1 tecnica ac­tual como inherentemente opresiva y antinatural. Este autor llega, incluso, a plantear Ia vuelta a la vida del cazador-reco­lector de Ia prehistoria como modelo de inspiracion para una supuesta sociedad libre. Theodore John Kaczynski (Unabom­ber, que proviene de «University and Airline Bomber», Terro­rista de Universidades y Aerolineas), que comenz6 como profe­sor de matematicas en Ia Universidad de California, abandon6 el espacio academico mudandose a una cabana en las montaiias desde la que envio bombas a empresas tecnologicas y cartas a periodicos. En su manifiesto avisaba de que sus explosivos eran llamadas de atencion frente a Ia erosion de Ia libertad hu­mana debida a la escalada tecnologica de Ia civilizaci6n mo­der!"!a. Tampoco se quedan lejos las tesis ecologistas delliber­tario Murray Bookchin. Virtudes a parte, el primitivismo puede pecar de una suerte de esencialismo o naturalismo, a! partir del a priori de una naturaleza inmodificable y sagrada, previa a todo desarrollo social. El anarquismo neoprimitivista hace hincapie en las caracteristicas antiecologicas del crecimiento economico y el desarrollo social. Junto a el, convive una teo ria moral, centrada en los seres vivos y los elementos naturales, denominada biocentrismo.

Resulta chocante e ironico que Clynes, uno de los proge­nitores intelectuales de Ia idea de cyborg, fuera (sea) un aman­te de los valores de la Ilustrac~C111 y un humanista convencido. Como siempre ha ocurrido en la historia intelectual, algunas propuestas o conceptos comienzan su andadura en un Iugar que no se parece nada a la ubicacion final en la que maduran o mueren. Las ideas siguen un laberinto que puede conducirlas lejos de donde se querfan ubicar. Una invitaci6n a mejorar el

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cuerpo humano puede degenerar en otra para olvidarlo o ig­norll.rlo. Una sugcrencia de la ingenierL1 para que los astro­nautas lleven su humanidad mas alia del sistema solar puede deshumanizarlos. El cyborg se ha transformado, al igual qt!e el cuerpo humano, en una gran narrativa (Lyotard), en un nuevo mito. Y como tal mito, nos anotan los suspicaces y recelo'sos tecn6fobos, tiene una potencia desmesurada, pero tambien los peligros propios de todas las mitologfas.

El desencanto, entonces, y ya puestos a sintetizar, puede provenir de varios origenes simult:ineos: una denuncia del ca­racter antropocentrista de la producci6n artificial (informati­ca, rob6tica, etc.), un rechazo al car:icter mecanicista de la com­posicion organico-tecnico, o un reclamo ante la ausencia de una precaucion moral suficiente en la experimentaci6n tecno­logica. Se nos advierte que las maquinas no se estan acercando a la vida, sino que la estan destruyendo, sustituyendo o suplan­tando. Al final, la tecnologfa acabara con los seres vivos si con­tinuamos con esta mania orientada a la manipulaci6n, cosifica­cion y explotacion de la naturaleza. Para una mirada ecologista, un presente que retoca mednica, qufmica o elect;:icamente los cuerpos y que incide de una manera activa y decidida en la evolucion biologica tiene los visas de un ecoe1dio a gran esca­la, de un homicidio corporal. E5 la cronica de una muerte anunciada. Nuestros apocalfpticos mc:dernos recuerdan esa ingeniosa frase del nazi Rudolph Hess: «El nazismo es biolo­gfa aplicada», una idea que ha sido magistralmente exprimida por Bauman en Modernidad y Holocausto (1991) y, recientemen­te, en la pelfcula La question humaine (Nicolas Klotz, 2007). El ludismo contempor:ineo es un fen6meno que merece una refle­xion serena. Las aprensiones y las desconfianzas hacia las ma­quinas Qustificadas o no, verosfmiles o no) se surten igual­mente de nuestra nostalgia del pasado. Poco tienen que ver con las dedaraciones de los analfabetos tecnol6gicos (o, como se dice ahora, «inmigrantes tecnologicos») que odian los or­denadores porque carecen de pericia suficientc.

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La cita de Borges que encabeza este capitulo simboliza muy bien lo que esta pasando: las criaturas pensadas y soiiadas durante siglos por Ia ciencia ficci6n y las utopias cientfficas han escapado de nuestro sueqo y se han hecho mayores, inde­pendientes, han salida a la realidad. Como en esas pelfculas en las que el actor traspasa Ia pantalla, primero, dirigiendose al espectador e interpeLindole, y luego, pasando una pierna has­ta tocar tierra firme dellado del publico para convivir con el. Las obras de la ingenierla extrema nos hipnotizan, pero siem­pre y cuando las miremos desde la barrera, con la distancia que permite la ficci6n, la metafora o la fabula. Cada cierto tiempo, no obstante, algunas de esas invenciones co bran vida esponta­neamente o por el arte (y oficio) de alglin cientlfico arriesgado (o alguna multinacional ambiciosa) y, entonces, saltan todas las seiiales de alarma. Se encienden las luces que nos avisan de que hemos cruzado una nueva frontera.

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Tengo que confiar en la autodisciplina y en la fe, aunque mi fe esta basada en la ciencia mas que en Ia religion.

CHRISTOPHER REEVE,

despues de quedar tetraplejico

Por supuesto, comprendo que D solo un sueiio, y admito que funciono mas por esperanza que por posibilidades de exito, pero siesta inteligencia arti­ficial puede mantenerse y crec::: :· por sf misma, por primera vez el pensamiento humano vivid libre de lacarne y del hueso, dandole a este hijo de la men­te una inmortalidad terrenal que a nosotros nos esta negada.

W. DANIEL HILLIS

En el futuro, la Humanidad mutara radicalmente gracias a la tecnologia. Nosotros, los transhuma­nistas, prevemos la viabilidad de rediseiiar la condi­ci6n humana, incluyendo parametros tales como el envejecimiento, las limitaciones de los intelectos humanos y artificiales, Ia psicologia indeseable, el sufrimiento, y nuestro confinamiento a! planeta Tierra. La investigaci6n sistematica debe enfocarse de acuerdo a esos desarrollos venideros y sus con­secuenc:.::: a largo plazo.

MANIFIESTO TRANSHUMANISTA

Para ser justos, debemos mencionar en las mismas condicio­nes al sector que, en oposici6n al anterior, ha visto en las posi-

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bilidades del cyborg w1a utopia que realizar. Es de recibo co­locar, frente a las reacciones airadas, las miradas confiadas que albergan la esperanza de que el cyborg reporte unos beneficios positivos al ser humano. En ninglin caso pretendemos una compensaci6n ni nn cboque de opciones encarnizado. Trata­mos, simplemente, de mapear las diferentes elecciones e ini­ciativas, exponiendo de la manera mas fie! posible los bandos encontrados que se parapetan tras la idea del cyborg. En esta ocasi6n no nos referimos a Haraway y a cierto.feminismo (que meredan capitulo aparte), y a su metaf6rica esperanza de que el cyborg haga sal tar por los aires las a busivas y arbitrarias repre­sentacioJ1es sociales; tampoco a los estudios sociales de la cien­cia y la tecnologia que han dado carta de normalidad a los hi­bridos, asumiendo su caracter de agentes empiricos del mundo que habitamos. Nos centramos aqui, mas bien, en otro con­junto de te6ricos o intelectuales que, desde parametros y co­ordenadas diversas, defienden la integracion entre hombres y maquinas; o, si b!en no la protegen con uiias y dientes, sf la in­terpretan como ineludible o necesaria o esperan de ella resulta­dos positivos. Caen, en la mayor parte de los casas, dellado de la ingenieria, la ciencia o la tecnologia y, par tanto, son voces autorizadas o de primera linea que comparten una noci6n alga mas positivamente efectiva del cyborg y sus consecuFncias. El abanico es lo suficientemente amplio como para solo seleccio­nar algunos de estos pensadores.

Las utopias, desde la novela de Tomas Mora en I 5 I 6, son, expresado muy esquematicamente, sociedadcs perfectas ima­ginadas, que combinan dos terminos griegos: D::topia (ou = 'nin­glin'; toposltopia = 'Iugar, localizaci6n') y eutopia (eu = 'buen'; to­po::l -::opia = 'Iugar, localizaci6n'). Es decir, el termino podria traducirse por buenos lugares que no estan en ninglin Iugar. Sin embargo, nosotros no incluiremos en este capitulo <1. gran­des pensadores que proyectan nuestro presente sabre futuros absolutamente maravillosos y exentos de defectos. Si que ha­remos acopio de hs voces mas optimistas o satisfechas frente

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al panorama que se abre. Ante el advenimiento del cyborg, cuya presencia factual es incontestable, hay quien asume es­trategicamente Ia busqueda de los mayores benefici<:>s. Tene­mos presentes a aquellos que vislumbrim up horizonte donde Ia figura del cyborg proporcione cotas mayores de igualdl1d, bienestar o felicidad. Basta con ello para que puedan ser pen­sados en terminos ut6picos. Al menos en el sentido de que opinan que podemos controlar con cierta precision nuestro _ destino a traves de la tecnociencia. A todos ellos y en un ejer­cicio tal vez excesivamente reduccionista, los englobaremos en el mismo,saco.

La tradi<;i6n ut6pica, todos lo sabemos, es amplia y alta­mente h_eterogenea. Desde Bacon, Descartes y las utopias re­nacentistas a los socialismos prey posmarxianos, incluyendo a casi todos los movimientos de renovaci6n social. En general, no solo comparten un cierto anhelo de cambia radical, sino que, en la mayoria de los casos, participan de una suerte de fe en el progreso (tecnol6gico, econ6mico y social). Desde la Revolu­ci6n francesa, a la que se ha etiquetado como la primera insti­tuci6n de formaci6n tecnol6gica, hasta nuestros dias, grandes segmentos de los movimientos revolucionarios han colocado expectativas y confianzas en que los saberes racionales aplica­dos permitan una reorganizaci6n social sin precedentes. Los revolucionarios han resultado ser, con mas frecuencia de lo que se piensa, tecn6filos y protocientificos. Por esta raz6n los ludistas pueden resultar tan llamativos, por lo ins6lito de su comportamiento cuando medio socialismo cientifico estaba clamando por la libre difusi6n de la nueva racionalidad cienti­fica. Era inverosimil, en aquellos momentos de esplendor in­dustrial, toparse con quien no alabara las virtudes de las ma­quinas. El mismisimo Saint Simon abogaba por compartir el conocimiento y la tecnologia, y par convertirlos en los pilares de la nueva sociedad. A diferencia de Hegel, por ejemplo, no era la historia sino la tecnologia y la cienci~ la clave para la existFncia de la felicidad humana. El reino de la raz6n abstrac-

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ta y de la ciencia material servirian de morada de las !eyes del progreso, generando una dinamica historica infalible que apla­caria los sufrimien~os y mejoraria la naturaleza humana. Estas versiones saint-simonianas han perdurado durante siglos como posiciones ideales a !"as que gran parte de las personas se ads­criben.

Entre medias, desde la epoca de Saint Simon a miestros dias, emerge, por ejemplo, la figura del ingeniero como actor social y vertice de los procesos de tecnificaci6n de la vida co­lectiva. Durante los siglos xvu y xvm (Rogers, 1983) se va conformando un espacio de operaciones de la ciencia y la tec­nologia que asumen llevar las riendas del progreso sociaL La ubicuidad de la dinamica tecnocientifica y su capacidad para reestructurar las relaciones entre las personas hizo que se po­sicionara como uno de los puntas neuralgicos de las socieda­des industriales. Desde entonces, la historia de la civilizaci6n occidental es tambien la historia de los intentos por mejorar­se y progresar (intentos demiurgicos, para unos; celebrados avances, para otros) a traves de esos ambitos de lo no natural.

En ese sentido, antares como Kurzweil (1999), Moravec (1999 y 2003), Brooks (2003) o Bostrom (woo y 2001), sin ser escritores de ciencia ficcion, han predicho la probable llegada de un mundo mejor gracias ala hiperproximidad de lo organi­co con lo inorganico. Son, exagerando la expresion, profetas de la disoluci6n necesaria de las fronteras que separaban lo hu­mano de lo tecnico (mec:inico o electrico). Este equipo de pen­sadores plantea la necesidad de enfocar la cuestion de la modi­ficaci6n humana desde una perspectiva aprovechable, sacando partido a las potencialidades infinitas del ambito tecnico.

Igualmente, nobleza obliga, a la vista de algunos resulta­dos, a reconocer un salta cualitativo en la condici6n ontologi­ca humana. La mayor parte de quienes formulan tesis bien­pensantes sabre el cyborg se inclinan a registrar cierto salto evolutivo irreversible. Reconocen que el acoplamiento del ser humano con la mediaci6n tecnica ya se ha producidQ de facto y

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que viene siendo una tendencia irrenunciable de nuestra cul­tura desde hace siglos. Lo que somas lo somas gracias a todo ese cumulo de experiencias cientifico-tecnologicas que nos han alterado, garantizando la supcrvivencia de la especie. Ade­mas, en los ultimos tiempos (es diffcil datar con exactitud),)a gran parte de quienes optan par sumarse a la corriente cyborg asumen una cesura que adjudica al ser humano la opci6n po­tencial de modificar radicalmente su constituci6n (tanto intema como extema). En el otro extrema, aseguran, el poder de las ma­quinas humanizadas ha llegado a ser enorme, capaces elias de su­perar con creces cualquier resultado humano en unas pocas de­cadas. No hay ya posibilidad de distinci6n fehaciente entre lo que tradicionalmente hemos etiquetado como naturaleza y lo que hemos apartado de ella, nombrandolo como cultura o tecnica.

Por ejemplo, Kurzweil y Moravec, ya en 1999, anunciaron .[a llegada de un regimen futuro donde las maquinas nos so­brepasen no tanto en inteligencia como en emotividad e inte­ligencia general. Moravec, investigador del Instituto Roboti:::o de la Universidad Carnegie Mellon, sostiene que lo dificil de conseguir es el cerebro artificial y noun mero cuerpo mecani­co. Lo segundo se consigue con mucha mayor facilidad, mien­tras que lo primero es la asignatura penu.ic:nte para lograr un robot humanoide con todas sus consecuencias. La prediccion de este robot6logo asegura que a mediados del siglo xxr, si conseguimos chips que procesen a 100 billones de instruccio­nes par segundo, 1 se construiran robots con las mismas capa· cidades de percepcion, cognici6n y razoD~miento que los ac-

. tuales seres humanos. La profeda de Moravec es la de un ingeniero, de orientacion erninentemente cuantitativa, que ha hecho los c:ilculos necesarios; una predicci6n no par ella de­sechable, pero si limitada a una cuesti6n de fuerza bruta. Cuan-

1. La lagartija tiene ro.ooo MIPS (millones de instrucciones por se­gundo), y el Homo sapiens sapiens, roo millones de MIPS.

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do los robots consigan precision, memoria y potencia suficien­tes como para doblegar los contornos del cerebra humano y sus millones de conexiones sinapticas, nos tendremos que pie­gar a Ia llegada del «Robot Universal». Morave:: pronostica una primera oleada de robots reptilianos («instinct-ruled rep­tiles»), una segunda generaci6n de robots roedores («mouse­like 3oo.ooo MIPS robots»), una tercera cohorte de robots hominidos («monkeylike ten million MIPS robots») y, final­mente, el aterrizaje evolutivo de los robots humanos («hu­manlike 300 million MIPS robots»). Quizas lomas interesan­te o rescatable de Ia propuesta de Moravec es el paralelismo planteado entre la evoluci6n humana y la evoluci6n rob6tica no humana, un camino similar a recorrer por ambos bandos. Si bien la velocidad con la que transitaran ambos grupos es muy diferente (los robots lo haran 10 millones de veces mas rapido, superandonos ya en el 20)0), el orden 0 las rutas por las que navegara nuestro devenir evolutivo deberian ser iden­ticas. Lo que sugiere una suerte de universalidad evolutiva de hombres y maquinas.

Moravec, al que algunos han rotulado, retomando a Nietzs­che, como «superhumanista», advierte que el ser humano real­mente tiene una capacidad mental bastante limitada, ya que se debe someter a toda clase de entrenamientos y aprendizajes no naturales para que el cerebra promedio adquiera Ia mayor par­te de los conocimientos necesarios para sobrevivir. Somas seres nada especiales que vivimos lo bastante como para iniciar nues­tro dominio del entorno y, entonces, empezamos a deteriorar­nos hasta morir. Por eso, ve grandiosa la posibilidad de incre­mentar las habilidades a traves de la inteligencia artificial y, al mismo tiempo, aumentar la calidad de vida. Moravec valora como fascinante el darse cuenta del poder que supone ensam­blar y manipular a los seres que tienen vida.

Como anecdota, cuentan que Moravec, a Ia edad de IO

:1fios, construy6 un robot de juguete a partir de piezas metali­cas recogidas de un vertedero. Durante su educaci6n secunda­

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ria, cuando un compaiiero de clase afirm6 en publico que nin­guna maquina seria capaz de emular a los humanos, parece que Moravec sugiri6 que, reemplazando neuronas por com-

. ponentes artificiales, se podria intentar algo semejante. Le­yenda urbana o mito biografico, lo cierto es que el robot6l<;>go norteamericano tiene una fama de alcance mundial en lama­teria. Este ingeniero visionario, que incluso se plantea la posi­bilidad de que lo humano desaparezca de !a faz de la tierra, esta obsesionado con la idea de soldar hierro, microchips, musculo y servo-motores para cumplir los sueiios de su infan­cia; lo que algunos han denominado el «sindrome Franken­stein». En definitiva, es uno de los mas firmes abanderados de los usos transformadores de las tecnologias con la esperanza de mejorar sustancialmeme la vida humana.

El tipo de experimentos que ha propuesto pueden gene­rar una cierta repulsa en muchas personas. Por ejemplo, sin ir mas lejos, Moravec ha sugerido que, separando el cuerpo callosa de un cerebra humano (el paquete de nervios que li­gan los dos hemisferios del cerebra) y conectandolo a una in­terfaz de computadora, se puede llegar a monitorizar el trafico del pensamiento. Eso nos permitiria enseiiar ala computadora, que ha estado registrando y reciclando ese c6digo cerebral hu­mano, para que, en un futuro no muy lejano, la maquina sea ca­paz de, por su cuenta y riesgo, resolver nuevas problemas. Una de las predicciones mas impactantes de Moravec, y quizas por eso le traemos a estas paginas (por la espectacularidad de sus profecias), es que, una vez que las maquinas lleguen al nivel hu­mano (hacia el 2040), comenzara un proceso por el que di­chos biorrobots nos abocaran a la extinci6n, suplantandonos y reempla£ando la civilizac:6!1 actual por una comunidad global de androides inteligentes. Nuestro ingeniero no ve sus pron6sticos como una extinci6n sino como la trascenden­cia hm11ana, desde la carne degn1dablc a la tecnica eterna. Este tipo de vaticinios tan excitantes y extremos han provoca­do una ola de repulsas, t2!es como las del famoso matematico

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Roger Penrose o lade Joseph vVeizenbaum, profesor de Cien­cias de la Computaci6n en el MIT, para el que algunos Iibras de Moravec (Minds Children: The Future of Robot and Human Intelligence) son tan peligrosos como Mi lucha de Adolf Hit­ler. Como poco, las teorfas de Moravec han sido tachadas de «irresponsable optimismo».

Sin embargo, lo interesante aqui no es la critica moral a sus anuncios. Nos interesa rescatar las ideas que socialmente pro­ducen mas impacto y que son de obligada lectura para la com­prensi6n del fen6meno cyborg. Moravec personifica el tipo ideal de familiaridad tecnol6gica que se encomienda a un tiempo venidero positivo. En sintesis, autores de esta clase en­frentan las restricciones de la condici6n biol6gica con la pers­pectiva y la ilusi6n de poder superarlas. Son los fans de un «salto evolutivo controlado» que confian en una posible tras­cendencia o ventaja en el progreso desde el cuerpo debil e im­perfecto hacia la construcci6n tecnocientifica de un ser mejo­rado; algo que, tal y como no se cansan de repetir, venimos hacienda durante siglos si bien actualmente las ultimas inno­vaciones han precipitado los acontecimientos.

Raymond Kurzweil, investigador del MIT, nombrado in­ventor del afio en I 998 por dicha instituci6n y galardonado con el prestigioso premia Dickson (Fundaci6n Carnegie Mellon), ha c:1lculado, ~seglin la ley de Moore, que alrededo.r del 2020 las computadoras alcanzaran finalmente el nivel de memoria y calculo de un cerebra humano estandar. La cues­ti6n es que Kurzweil habla ya de «maquinas emocionales» y de «maquinas espirituales» como estimaci6n de la llcgada de un nuevo tipo de maquinaria pensante, capaz de asimilarse a las caracLer!sticas humanas. Kurzweil ha sido considerado como un autentico profeta (en T.a era de las mdquinas espiri­tuales), ya que asegura que, a finales del XXI (e~te mismo siglo en el que nos encontramos), seremos capaces de integrarnos con la tecnologia hasta el punta de poder, por ejemplo, trans­ferir nuestra inteligencia a maquinas mediante i~lantes neu-

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ronales y dispositivos afines. De esta forma, Kurzweil asegu­ra que la humanidad sobrevivini C~eternamente?) a su desa­parici6n o desintegraci6n fisica. Aunque la materia corporal se vuelva polvo o alimento para los gusanns, su inteligencia y su historia se conservaran intactas, codificadas en unos y. ce­ros, en algun chip prodigioso. Kurzweil reconoce que la ta­rea se presenta herculea, al mencionar que la creaci6n de una simple molecula de hemoglobina (la que transporta el oxige­no a los pulmones) conlleva la participaci6n de unos soo aminoacidos y una cantidad de combinaciones por segundo muy superior a la que podemos siquiera imaginar (unos soo trillones de veces por segundo) (Carrascosa, I992, p. I 5 s). Esto significa que el hardware que soporta la vida es mucho mas insondable e irreproducible a traves de «materiales du­ros» de lo que cabrfa pensar.

Experto tecn6logo de sistemas y de inteligencia artificial, a! igual que Moravec, sus atrevidos escritos le han valido a Kurzweil el apodo de «Cybernostradamus». Y lo mismo que Craig Venter, ha optado por dar rienda suelta a sus investiga­ciones utilizando una empresa propia (Kurzweil Technolo­gies), que se dedica a manufacturar dispositivos electr6nicos de conversaci6n maquina-humano con aplicaciones para dis­capacitados. Kurzweil tiene una larga lista de logros a sus espal­das, desde tocar el piano con el ordenador hasta la invenci6n del OCR (Optical Character Recognizer, Reconocedor Opti­co de Caracteres) y la KRM (Maquina Lectora Kurzweil) para la lectura en voz alta a personas invidentes. Incluso ha traba­jado para el mismisimo Stevie Wonder en un sintetizador que tiene todos los instrumentos de una orquesta. Con ello no queremos ensalzar o mitificar a este otro agorero de la era cy­borg sino significar su conocimiento del estado de las investi­gaciones a la hora de realizar hip6tesis futuras mas o menos creibles. En todas sus obras, Kurzweil traza un futuro en el que la civilizaci6n humana se amparara en los notables avan­ces de la inteligencia artificial. En el siguiente escalon, anun-

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cia que las distinciones entre maquinas y humanos quedar:in riantes antropologicos o sociologicos. En ese sentido, hay definitivamente suprimidas a finales del siglo xxr. Kurzweil es quien ha considcrado que la unificaci6n de lo computacional Y famoso por su especulacion sobre una venidera singularidad, Io humano, en cualquiera de sus versiones, validarfa la grama-en la cualla inteligencia artificial y las formas de vida tambien tica generativa del genial e iconoclasta lingiiista libertario artificiales daran alcance a la vida inteligente y la vida huma- Noam Chomsky, ya mencionado en este libro. La existe_ncia na. La lema evoluci6n biologica parece acercarse r:ipidamen- de una lengua innata y de unas reglas universales de lengnaje te a su fin: nuestras especies van a continuar cambiando, no podria ser la condici6n de posibilidad de humanizar al robot seglin.una lema evolucion biologica, sino mediante una nue- (IA), si seguimos a Chomsky (o, incluso, al primer Wittgen-va, rapida y dirigida evoluci6n tecnologica. stein del Trru:tatus) . Para Chomsky, ellenguaje forma parte del

Nick Bostrom, conocido filosofo de la Universidad de hardware cerebral (no del software cultural, que solo produce Oxford que ha trabajado en torno a las ideas que se despren- variaciones). Algo similar se ha afirmado de otros enfoques es-den del principia amropico, fund6 en 1998, con David Pear- tructuralistas de corte mas psicoanalitico, antropologico o so-ce, la Asociacion Transhumanista Mundial. Dedicado a anali- ciologico. Ciertas teorias formalistas podrfan servir como ex-zar cuestiones como la clonaci6n, Ia inteligencia artificial, el cusa teorica para intentar equiparar sistemas organicos Y mind uploading, la cri6nica o Ia nanotecnologia, ha utilizado sistemas tecnol6gicos, con la intencion ultima de una unifica-numerosas f:ibulas o met:iforas para mostrar los cambios que cion analitica y practica . vienen produciendose en el mundo. Bostrom esta convencido Tal y como citabamos en la introducci6n, el actor Chris-de que las amenazas futuras (lo que elllama «riesgos existen- topher Reeve consiguio movilizar a cientos de lesionados de ciales») hacen pt>ligrar la existencia humana sobre Ia tierra. medula, paraplejicos y tetraplejicos, junto con sus familias, en Frente a ello, se ilumina el camino de una posthumanidad, una especie de movimiento procyborgizaci6n, una demanda colectiva y masiva, que esquive esos riegos generalizados. De de experimentaci6n y de implantaci6n tecnol6gica en sus cuer-ahi la tesis de Bostrom y de algunos tecnofuturistas de apos- pos. Podrfa hablarse casi de un movimiento politico a favor del tar por la aceleracion a toda costa de la tecnologfa con elfin cyborg que hace unas pocas decadas nos huL.ie1a resultado im-de tener alternativas artificiales que sustituyan la vida actual. pensahle. No obstante, su reclamacion no deberfa verse como Con las predicciones que maneja este au tor sobre la degrada- una reivindicacion particular sino como el sfntoma de una era, cion del planeta y el despilfarro de sus recursos naturales, ha- como la parte visible de una sociedad que solicita, por alguna cia mediados o finales de este siglo, tendremos que plantear- raz6n, su hibridacion. El cyborg supone, como dijera N ietz-nos con seriedad, nos indica, si queremos malvivir en un sche del arte, una promesa de felicidad (y supl"rvivencia). Difi-planeta devastado o aprovechar las oportunidades y coyuntu- cil negarles esa oportunidad. Para todos ellos, el cyborg es em-

- ras esperanzadoras del posthumanismo. ps dcramiento, es mejora e incremento, es ganancia yes eludir k La constitucion final de un cyborg unico o la integracion las barreras de un mundo cerrado que asfixia su existencia. El {; total de lo maqufnico y lo biologico a traves de sus elementos cyborg medico o quirurgico, ague! que esta causado por razo-[, cornunes y compartidos (tal y como preconizaba la ciberneti- nes de indole sanitaria, ha sido utilizado como paradigma no

I ca) tam bien pueden ser vistas como una ratificaci6n de ciertas impugnable de 1_ as dependencias humanas ante lo tecnico. teorias de corte estructuralista que buscan (o buscaron) inva- Otro caso es el de los estudiantes del MIT MediaLab o ei de

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los vanguardistas del body art electr6nico que trabajan cons­cientemente para prolongar o expandir las posibilidades de Ia integraci6n hombre-maquina y cuya tarea se resume en una experimentaci6n positiva que corregira y renovara las f.-..::ulta­des Iimitantes de nuestro organismo. En estos otros casos, solo Ia seguridad cle que Ia libertad para ensayar con las recien descubiertas herramientas de recomposici6n y variaci6n cor­poral ha Iegitimado Io que se percibia como extravagante y ex6tico.

Los tecnout6picos, en general, han renovado o actualizado Ia fe en el progreso humano a traves de Ia racionalidad cienti­fica (o cientifico-tecnica). Una opci6n que podrfamos identifi­car con el tecnorromanticismo del siglo XXI e, incluso, con cierta creencia en Ia transcendencia humana, pero no median­te Ia religion o Ia politica sino mediante las invenciones y las creaciones tecnologicas. A partir de ahara no se necesita ado­rar dioses o pensar en terminos de almas, ni siquiera esperar Ia llegada de una revolucion redentora que transforme el mun­do, basta con unas buenas dosis de protesis, informatica de ul­tima generacion y genetica industrial. En general son optimis­tas, un optimismo tragico para algunos, sobre el futuro de las especres.

Todo ello nos conduce al hecho desnudo de que si bien es un Iugar comlin hablar de secularizaci6n en las ciencias socia­les, unicamente parece haberse producido con relacion a las practicas religiosas mas manifiestas y rituales. Sin embargo, en lo que concierne al mantenimiento de la fe, esta se habria dis­persado alrededor de otras instituciones, referentes o ideas. No estamos diciendo nada original. Aqui, y siguiendo a Gray, no podemos evitar mencionar que «La ciencia es nuestra reli­gion» (zooz, p. 177). Es cierto que otros entes como elmer­cado, la nacion o el consumo se han convertido en conceptos impersonales, dotados de cierta aura sagrada, incapaces mu­chos dP los individuos de conseguir entrever sus rakes socia­les . Funcionan como cat'O' gorias-fetiche que, en los discursos

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de la opinion publica, pareciera que cobran vida propia, auto­nomizados de sus creadores y reverenciados hasta Ia saciedad . Pero la tecnociencia no les queda lejos. A lo largo del siglo xx (e, incluso, desde antes) la ciencia y su correlato aplicado (la tecnologia) no solo se han fundido en un todo coherente (tec­nociencia) sino que, ademas, han ida asumiendo un Iugar m~­dular en las esperanzas de las sociedades contemporaneas que depositan en ella sus ansias, miedos, fantasmas y expectativas. Noes malo mostrarse de acuerdo en que la secularizacion del mundo, durante los ultimos siglos, recoloc6 los 6rdenes de prioridad simb6~ica. Ala todopoderosa religion la reemplazola suprema ciencia (Ia econ6mica, Ia social, Ia tecnologica, etc.).

Por esta razon, muchos posthumanistas han sido interpre­tados como la enesima version de un posmodernismo tocado (pero no hundido) que vagabundea en busca de Iugar donde salir en la foto academica. Otra desesperada pesquisa en la .busqueda por unas fuentes de referencia absolutas que nos guien en tiempos de convulsion y crisis. De hecho, algunos de sus propulsores asi lo reconocen. Katherine Hayles, en How We Became Posthuman (1999), explica como esta nueva doctri­na puede· salvar lo mejor del humanismo, del posmodernismo y de otras corrientes (subterraneas y superficiales) del espacio intelectual reciente. En la estela de Haraway, Hayles define este nuevo estadio tecnologico como de «posthumano», lo que connota un cierto vencimiento o alejamiento de lo burna­no. Dery (I 996) tam bien usa este termino con relacion a per­sonas con capacidades fisicas, intelectuales y psicol6gicas nove­dosas que las conducen por la senda de una criatura ilimitada e inmortal.

Diversos posthumanistas han super.,rlo el humanismo ala Foucault: <<matando al hombre». El transhumanismo, o extro­pianismo, par ejemplo, es un movimiento filosofico que reco­ge todas esas i:ntuiciones. Su idea principal se b sa en que nuestras innovaciones tecnicas estan modificando el concepto que tenemos de ser humano hast'l el punto de que nuestros

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descendientes, en cien o doscientos aiios, dejanin de ser hu­manos en un sentido riguroso. Poshdan Ia venida, no del Me­sfas, sino del «ser humano posbiol6gico». La idea parece do-. tar al organismo de una importancia destacada, llegando a correlacionar nuestro estatus ontol6gico (humanos o posthu­manos, dominados o libres) en funci6n de la capacidad para transformar fisicamente ese cuerpo. Es Ia manifestaci6n exter­na de una e.xistencia abstracta.

En todas estas escuelas o familias de pensadores, el cuerpo tradicional serepresenta igualmente como un desecho super­fluo, relegado a algo nimio y prosaico. Un haz de nuevas acti­tudes emergen, entonces: liberaci6n de lo fisico, amplificaci6n tecnol6gica del cuerpo, supresi6n del continente, odio a! cuer­po y ala carne, desprecio por el envase obsoleto y caduca, etc. La biologfa que llevamos adosada deviene, por tanto, residua ffsico prescindible que limita un progreso evolutivo positivo. Al fin y a! cabo, Ia raza humana es un poco enfermiza y raquf­tica, con nuestras siempre presentes enfermedades, nuestras prohibiciones fisico-biol6gicas y Ia brevedad de Ia vida. Si a ello aiiadimos las envidias, Ia violencia y las angustias, el pro­yecto transhumanista empieza a parecer sugestivo.

En los ultimos aiios, ha surgido este nuevo paradigma sa­bre el futuro del hombre, el cual toma forma y arraiga mas en­tre los grupos de cientificos crue se encuentran al frente de las investigaciones punteras en areas como computaci6n, biotec­nologia, neurologfa, nanotecnologfa, genetica, inteligencia ar­tificial, rob6tica, ingenieria extrema, biologia sintetica, etc. En su gran mayoria rechazan un postulado fundamental del.;. fi­losoffa y de las ciencias sociales, y que es comlin a casi todo el pensamiento pc!itico mundializado, el de que la condici6n hu­mana es una constante.

No obstante, el cyborg no constituye una esperan:;a exclu­sivamente para los robot6logos estadounidenses que hemos citado o para ciertas corrientes del feminismo posmoderno, lo es tambien para algunos militares norteamericanos Gordan,

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1999, pp. 189-190) o para determinadas ramas del cyberpunk y Ia ciencia ficci6n. En conclusion, mal que bien, culpa suya o no, el cyborg simboliza una utopia que realizar de hibridaci6n y mezcolanza con los objetos externos, para convertirnos ya sea en un cuerpo no sexuado, en un soldado invencible o en ,un libre caminante del ciberespacio. Ese ente metafisico que du­rante siglos se ha venido designando como «naturaleza huma­na» y que tutelaba nuestros pasos en el infinito espacio inte­lectual resulta ya una entelequia. Naturaleza humana es lo que queramos hacer con nuestros utensilios e ir..strumentos, puede ser. todo lo que salga de una probeta, de un quir6fano o de un laboratorio. Las formas de vida del hombre no han sido re­fractarias ala rueda, la Ianza, la imprenta, la medicina, la foto­grafia o el transporte de masas. Si bien han supuesto cambios lentos y graduales, Ia vision ortodoxa de una esencia humana estable, inmutable y eterna ha quedado mas que cuestionada.

De este modo, el transhumanismo ha ganado adeptos y fieles como un sistema de pensamiento donde Ia premisa sa­bre la condici6n humana inalterable es empiricamente refuta­ua y te6ricamente cuestionada. Deshaciendonos de esa pesada carga que eran los arcaicos paradigmas esencialistas, se abren posibilidades hasta ahara cerradas y ninguneadas por dichos modelos heredados. Y esas posibilidades son lefdas en clave de oportunidades con un caracter promisorio, de futuro ilimita­do. Aunque ex6ticos, resultan excitantes al igual que las nove­las de ciencia ficci6n. Sin embargo, como ya hemos insistido, la ciencia ficci6n se ha cumplidv en numerosas ocasiones, que­dando absorta ante la ventaja que le sacaba Ia ciencia real.

Maquinas superinteligentes, redes neuronales artificiales, cuerpos reconstruidos, seres modificados geneticamente, or­ganismos clonados, pr6tesis mayores que el cuerpo primige­nio mismo, mezclas imposibles, nanotecnologia molecular, es­caneos de Ia matriz sinaptica de un individuo reproducidos en 1_m ordenador (neurochips), redes interconectadas de realida­des virtuales, animales ensambladostecnicamente y criogeni- ·

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zados, amalgamas indistinguibles de lo organico, entes rejuve­necidos o reimplantados, plantas transformadas bioqufmica­mente, etc., todos ellos apuntan a una suerte de era posdarwi­niana y posbiol6gica (David Pearce, 1997) en la cual toda experiencia adversa o prohibici6n natural puedan ser desafia­das por los efectos administrados de una tecnologfa adecuada. La existencia posbiol6gica descrita no sabemos si sera diverti­da o aburrida pero, seglin nos anuncian, ya es posible. Los transhumanistas nos advierten que esto no es alg-o remota e hipotetico, virtualmente realizable dentro de lustros, sino en breve o ya mismo. Y defienden sus predicciones certificando que no es una cuesti6n de fe ciega ni de embobamiento absur­do, sino que se basa en ar.gumentos contrastados y racionales (cientificos y tecnol6gicos). El movimiento transhumanista, si es que se puede llamar asf, al menos en Estados Unidos, preve una extinci6n futura de lo humano, pero acompafiada de una trascendencia hacia lo inerte. Algo asi como si nos pudieramos reencarnar en nuestro porta til o nuestro telefono m6vil, por ex­presarlo de una manera '..!!1 tanto jocosa. Confiemos, en cual­quier caso, en la invitaci6n a un debate que exceda el ambito de los gurlis, se haga publico y se reconozca como politico.

Reinventar nuestra constituci6n biol6gica e introducir genes no humanos, silicio, acero, microchips o fibras perdu­rabies implicara tambic~n romper con el monopolio de la hu­manidad como unica forma consciente sabre el planeta Tie­rra. Estas reencarnaciones posthumanas, con identidades y relaciones con los procesos vitales (natalidad y mortalidad) nuevas, escriben una lista de deberes eticos y politicos hasta ahara desconocidos e impensados. Lo que nos caracteriza como humanos puede ser superado gracias a la man.:ha tecno­l6gica y el entendimiento cientifico actual; pudiendo hablar con propiedad de especies emergentes, no descubiertas en al­guna selva virgen sino creadas en el laboratorio: Bio-orgs (biol6gicamente disefiados), Cyborgs, Silorgs (con silicio), Symborg.r (simb6licos), Orgoborgs (organicos), Geoborgs (gene-

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ticos), Hurnborgs (humanos) y Cerebros Globales (Internet y las redes de realidad virtual o inteligencia artificial), segun el vocabulario sugerido por algunos transhumanistas o posthu­manistas (Paul Wildman).

Dentro de estos planteles de pensadores hay otras varia­ciones algo diversas, si bien es imposible recorrerlas toclas. Por ejemplo, el extropianismo es un tipo especial de transhuma­nismo, definido por los Principios Extropianistas. Los extra­pianos buscan Ia perfecci6n a traves del moldeo consciente y voluntario de Ia inente y el organismo. Reniegan de cierto barniz todavia social que pueden tener los transhumanistas clasicos, desafiando al envejecimiento y Ia muerte (veanse las obras de Max More, presidente del Extropy Institute). Tam­bien existen institutes (The Foreigst o The Extropian Institu­te) o asociaciones (World Transhumanist Association) e, in­cluso, revistas (Journal of Transhumanism). Por supuesto, han sido atacados como futuristas sin remordimientos, temerarios sin conciencia o generaciores de ideas peligrosas desde las trin­cheras ecologistas o desde algunas posiciones bioeticas (Fulcu­yama). Basicamente reciben los proyectiles de aquellos que hemos mencionado en el capitulo anterior y que perciben en ellos una imprudencia absoluta y la creaci6n de una nueva sec­ta sin principios. Se les acusa de haber tornado la cicucia fie­cion demasiado en serio y de pretender hacerse con los man- . dos de un destino evolutivo que no obedece (o no deberia obedecer) a nuestros caprichos. Un debate acalorado que pro­mete. El pensador canadiense Christopher Dewdney, como forma de mediaci6n intermedia, en su ultimo libra (Tnq; Flesh: Life in the Transhuman Era), y aun asurniendo que «Ia mente y la materi::--:;e mezclaran», exige un debate de profundas impli­caciones politicas y participaci6n publica y colectiva.

No podemos dejar de citar otras contribuciones algo me­nos pasionales. Alvin Toffer, i.ntelectual renombrado por su teoria de las olas tecnol6gicas, tambien ha sugerido que el mundo se mueve rapidarnente hacia una cuarta ola en la cual

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los seres humanos van a devenir ellos mismos en posthuma­nos, gracias a los numerosos y simultaneos avances tecnologi­cos. Para no caer en Ia caricatura facil y en Ia critica directa, hay que resaltar que este tipo de grupos, en vez de renunciar a enfrentar este tipo de hechos, los encaran de frente. De algu­na manera se relacionan con el principia antropico, el cual fue concebido por el astrofisico Brandon Carter y despues desa­rrollado por el polemico filosofo John Leslie (1996) para ex­plicar por que vemos el mundo como lo vemos.

Mientras ellos simbolizan el DIY (Do It Youse!!J corporal y el jugar a ser dioses de carne y hueso («demiurgos raciona-· les>> ), ven a sus enemigos como «biofundamentalistas» y les atribuyen un panico moral disparatado, rei~indicando la inter­vencion de forma activa y consciente en nuestro camino evolu­tivo. Nose trata de una cuestion de modificacion de los disefios divinos sino de tma vigorosa apuesta por un tipo particular de cambia individual y colectivo. Su filiacion tecnofila no preten­de ser dogmatica (la tecnica por la tecnica) y se postula como social (la ternica y el metoda cientifico como mejora del bie­nestar colectrvo). Silas biotecnologfas, pongamos por caso, nos puedt:n volver mas fuertes, listos 0 longevos, por que desechar la oferta, por que aceptar mansamente los lfmites «naturales» acerca del promedio del plaza de vida. Dediquemonos a clasi­ficar las futuras especies hibridas y arranquemoslas del ciego proceso evolutivo, Iento y no siempre optimo. El Homo sapiens no es el fin de la evolucion sino el principia de una nueva era. Tras el transhumanismo subyace una cultura del cambia, del redisefio propio. El paso del simio al humano ya se clio, ahara toea redisefiar el paso de este ultimo al cyborg, una autentica presuncion (utopica) del control del destino, un movimiento de liberacion tecnologica.

Creo que merece la pena ver los Sl!~uestos transhumanis­tas en su contexto como respuestas dadas a una historia en cambin rlonde c:aen imperios (como el romano) y donde se bambolean los cimientos de nuesc:ra comprension biologica de

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lo humano. El transhumanismo, como la Reforma protestan­te o el milenarismo, pueden ser interpretados en terminos de reacciones sutiles y osadas a momentos de confusion social y a la falta de referencias morales (anomia, que deda Durkheim). Ademas de amor incondicional al esmero tecnol6gico, habla­mos tambien de creencia en que el futuro nos ayudani, en que la evolucion no ha terminado ni ha culminado nada y eil que solo somas un eslabon mas del trazado evolutivo. Ante tm virtual hu­mano del futuro que se abre como posibilidad presente, debe­mas hacer uso de Ia tecnologia y la ciencia (el conocimiento ra­cional) como herrar..: ientas clave para dirigir la evoluci6n de forma autocDnsciente hasta el punta de casi veneer a Ia muer­te (trascenderla) . De ahf que parezcan conformar la ideologfa vital del siglo xxr o Ia ideologia del cyborg consciente; una tec­nointelectualidad que aboga por el posthumanismo. El pro­yecto transhumanista suena a propuesta politico-filos6fica del

tercer milenio.

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CONCLUSIONES: SOBRE SOCIEDAD Y TECNOLOGIA. EL CYBORG COMO SINTOMA

El mejor modo de predecir el futuro es inventar~elo .

PETER COCHRANE,

British Telecom Laboratories

Para ser un buen profeta, no debes predecir nada que no haya ocurrido ya .

MARSHALL MCLUHAN

Hace algunos afios, se hizo famoso un best-seller, firmado por John Horgan, que iniciaba la ciencia de la «limitologia», tal y como ella denominaba (Horgan, 1998). Su aportaci6n al fina­lismo, no solo de la ciencia, sino de todo el conocimiento hu­mano, colocaba una serie de topes y confines infranqueables a partir de los cuales nuestros avances cognitivos no dejaban de ser palos de ciego o redundancias decorativas. Horgan augu­raba un colapso del saber en varias areas (las principales), que, estancadas y paralizadas, eran incapaces de generar nuevas teo­rfas o contrastar las existentes. Habiamos alcanzado el «Finis­terre» del conocimiento, la cota limite mas alta, y ahara nos habiamos atascado, al menos durante un tiempo, en la mayo­ria de las disciplinas importantes. El capitulo 5 de su libra (1998, pp. 153-185) esta dedicado al fin Je la biologia evolu­cionista y se encarga de dar buena cuenta de los interrogantes que atenazan a los bi6logos contemporaneos. La apabullante marea de novedades y el rosario de pasmosos acontecimientos de los que hemos sido testigos en fechas recientes se han en­cargado de poner en su sitio a Horgan, cuyo libra pareda mas una desesperada medida de la industria editorial que una pro­puesta te6rica sensata. Este o no agotado el conocimiento hu­mano, no parece que vayamos a quedarnos i1J.m6viles y sus~

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CONCLUS!ONES

pendidos ante Ia sarta de dudas que nos asaltan. Los carnbios sociales que vienen produciendose y las hip6tesis que se ela­boran para dar cuenta de ellos tienen visas de negar Ia funesta acta de defunci6n de Horgan y su lirnitologia. El cyborg es una de estas realidades que reirnpulsan Ia curiosidad por el rnundo y Ia llevan a no detenerse, tirando de Ia madeja de Ia reflexi6n. Como Ave Fenix resurgida de sus cenizas, el cono­cirniento hurnano revive y resucita frente a las realidades que desfilan desafiando nuestras te.orias. El cyborg, por tanto, vale como ·una revitalizaci6n de Ia especulaci6n sociopolitica y una inyecci6n de energfa para debates necesarios.

Asimismo, el cyborg es Ia rnanera de nornbrar o bautizar una realidad emergente. Recordernos que Ia primera tarea que orden6 Dios a Adan fue Ia de poner nombre a los anima­les, Ia de etiquetarlos mediante una palabra que los designara, pero tambien que los clasificara, que los catalogara por sus atributos. Fue el primer acto de poder del ser humano en su recien estrenado escenario, Ia tierra. AI menos asi lo cuenta Ia Biblia. De alguna manera fue el primer mandata inteligente: nombrarlos (intelectualmente) era apropiarse de ellos. Pre­senciamos un nominalismo cognitivo de primera categoria que funciona como una estrategia terminol6gica para desig­nar o etiquetar un conjunto de fen6menos sociales de lo mas diversos. Fen6menos rio totalmente nuevas ni radicalmente ins6litos (como se desprende de algunas posturas), pero si cua­litativamente distintos respecto a los de hace unas pocas deca­das. Fen6menos que forman un mapa disperso y un escenario complejo, pero que atienden a una 16gica comun, la integra­cion, cada vez mas estrecha (incluso promiscua), entre lo or­ganico y lo inorganico, lo humano y lo no humano (objetual, artificial, tecnico). Podriamos definir el cyborg, lo hemos vis­to a lo largo de este libra, como el resultado de que Ia media­cion tecnica pase de ser exterior a ser interior. El cyborg es un ser humano totalmente mediado porIa tecnologia; algo que ha cxistido siemprc, aunque ahara de manera novedosa tanto

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CONCLUSIONES

en cantidad como en calidad, ya que en este momenta estarfa­mos hablando de una «mediari6n tecnica ir.corporada». Tris­te situaci6n a la que hemos llegado y en Ia que, para evitar parafrasis, circunloquios o eufemismos, hemos tenido que re­currir a un significante prestado de la ingenierfa aeronautica norteamericana de mediados del siglo pasado para referirnos a esas «maquinas inquietantemente vivas» y esos «humanos aterradoramente inertes» (Haraway, 1991). Por todo ella hay que evitar convertir el cyborg en un articulo de consumo, en una commodity intelectual, u~ modismo atrapado en la sober­bia academica y en el egocentrismo narcisista de Ia teorfa. Su potencia estriba en saber evitar transformarse en ui1 simbolo autorreferente dentro de abstracciones meta'fisicas sin raices en el suelo, que opere como indice de distinci6n intelectual, alg·o que ya esta ocurriendo. El cyborg no es un icono a ido­latrar sino un modelo analitico para describir fen6menos y acontecimientos emergentes. Lo nuevo siempre supone un preciado tesoro, codiciado per las luchas de distinci6n en los campos del saber, como evidenciara el genial Pierre Bour­dieu. Aqui, como ha podido comprobarse a lo largo de los ca­pitulos precedentes, no hacemos apologia ni apocalipsis de los exotismos te6ricos, los contrastamos con el mundo empi­rico, trazamos su genesis e intentamos otorgarles categc::'~ de contribuci6n reflexiva con efectos sociopoliticos.

Sabemos que nombrar algo es modificarlo, connotarlo y darle un estatus de realidad, tamizado por las palabras o los significantes que se eligen. El primer modelo de interpreta­cion de la fusion hombre-maquina lo pone la astronautica o la ingenierfa, puntera en cavilar mundos nuevas. Y se deja llevar, como es obvi0-}' a pesar de lo visionario de sus creadores, por una 6ptica instrumental, por la cortedad de miras que puedan tener criterios anclados unicamente en la utilidad practica 0

en la eficacia tecnica. A su vez, ellcs estan influenciados par la cibernetica y el haz de ciencias de lo artificial que florecen ha­cia mediados del siglo xx.

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CONCLUSIONES

A la par y con siglos de dilatada experiencia y cuantiosas versiones imaginadas, corre la ciencia ficci6n. Este genera, expresado tanto en la literatura como posteriormente en el cine, constituye un autentico laboratorio de experimentaci6n imaginaria donde la tecnologfa es diseccionada con esmero, especulando en torno a todos los posibles horizontes futuros. El cyborg ficticio (literario y cinematografico) se muestra tan real y material como el cyborg fisico y tangible. El cyborg personaje y protagonista es una referencia inseparable del mundo que observamos. Aqui la ciencia ficci6n ha sido mu­cho mas real de lo que se pensaba, corriendo a la par con la ciencia estandar o parte de las ciencias sociales. El mundo atademico, excesivamente rigido y mojigato par su supuesta formalidad, ha tenido que renovarse leyendo novelas fantasti­cas y ponerse al dia mirando con detenimiento que ocurria en los laboratorios. Como ya hemos dicho, la ciencia ficcion ex­presa la conciencia dormicia de las sociedades industriales (y postindustriales), el cajon de sastre o la caja de Pandora don­de ha ida recolectando y depositando sus inconfesables rece­los y anhelos.

No obstante, la dificultad del nombramiento y de la pric­tica nominalista estriba en que la realidad es dinamica y cam­biante, y estamos tratando de radiografiar una escurridiza evo­luci6n hist6rica de lo sbcial y lo tecnico. Nos encontramos actualmente en la cresta de la ala, en media de un cambia so­cial sin precedentes donde nuestras observaciones no son sino tt:mblorosas arenas movedizas en las que funJamemar juicios Juraderos implica una harta complejidad. La tecnologizaci6n social que padecemos (o disfrutamos) no ha concluido, es un tren desbocado y a toda maquina que nos regalara maravillo­sos momentos y grotescos disgustos. Pero, dejando de lado las evaluaciones morales de la misma, queremos subrayar su ca­racter procesual y su absoluta vigencia, lo que impide teorizar sobre tiempos pasados o acontecimientos ya cerrados. Pensar sus condiciones de posibilidad significa estar sabre ellas. Es

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CCNCLUSIONES

como delinear un mapa sabre un edificio que se esta cons­truyendo en este preciso instante. Estamos describiendo, al mismo tiempo que ocurren (y padecemos), transformaciones sociales, historicas y politicas de gran calado. Registrar con precision los temblores que, a dia de hoy, se estan producien­do bajo nuestros pies, resulta en exceso complicado. El cyborg es algo en formacion, un woTk in progress inacabado ante lo que solo podemos proponer, mas 0 menos gratuitamente, intuicio­nes, hip6tesis, tentativas e ideas. Ya que toda foto nos sale bo­rrosa y movida, asumamos nuestras limitaciones y reconozca­mos nuestra aportaci6n p::.;.:cial y todavia aproximada.

Para evitar esta categoria de problemas, tradicionalrnente se ha recurrido a las mitologias fantacientificas, a las narrativas de la ciencia ficci6n que hemo.s mencionado ·antes. Las ficcio­nes han catapultado irnagenes sabre el futuro, sabre la caida de la hurnanidad, devorada por maquinas 0 fagocitada par sus propias criaturas. Funciona aqui uil nihilismo poetico en el que se da espacio a seres hibridos monstruosos que encarnan nuestros fantasmas y n11estros anhelos. La ciencia ficcion es la expresi6n onirica del inconsciente social en un mundo hiper­tecnologizado. No nos dejemos engafiar o despistar par lacon­notaci6n peyorativa de lo inconsciente y de lo onirico. Esta con­dici6n no resta un apice de potencia a dicho genera. La ciencia ficci6n es un disefio o un mapa performativo del futuro; produ­ce imaginaria, simbolica y realmente los tiempos venideros. La imaginaci6n (idealizada o distorsionada) del tiempo futuro ope­ra sobre el presente co-produciendo su propia evoluci6n a tra­ves de las expectativas que genera. La ciencia ficcion es una fa­brica de futuros. La clave interpretativa de dicho genera apunta a que engendra una p;:omesa futura, expec.tativas cua­si reales. Los futuros imaginados no solo curnplen una fun­cion terapeutica (tranquilizan y hacen tolerable un presente hipertecnologizado, dominando una ciencia en aparente de~­control), nos vacunan contra el futuro, sino que articulan una autentica economia politica de la esperanza que luego se m:a-

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CONCLUSIONES

terializa o no (profecfas autocumplidas y profecfas autodes­truidas).

La cibenH~tica, que en un principio era a todos los efectos una cibernetica-ficci6n, se convirti6, como los ejercicios hidi­cos de la ciencia ficci6n, en una profecfa autocum.plida y coloc6 f'll la profundidad de la historia la semilla de una similitud en­tre lo ~nimado y lo inanimado. Con el paso del tiempo, la se­milla germin6, y clio vida a aquellas ilusiones que los visiona­rios de la ciencia o del cine albergaban. El futuro mediato de la cibernetica y de las fantasias literarias y filmicas es el dia de hoy: Ia informatica humanoide y los seres protesicos conflu­yendo hacia Uli nuevo modelo de individuo social. La piedra angular de este cambio de paradigma equivale a la hipertecno­logizaci6n del mundo. Fue, en cambio, la ciencia ficci6n Ia primera en darse cuenta de Ia increible integraci6n de la tec­nologia en los sistemas naturales. Mas aun, fue Ia unica en per­catarse precozmente de la innegable centralidad polftica de Ia tecnociencia. A pesar de esa imagen idflica de las disciplinas cientificas e ingenieriles creciente libremente y brotando, como la espuma, en un oceano de conocimiento en calma, lo cierto es que muchas veces se nutren de este tipo de sugerencias. Las ciencias beben de Ia imaginaci6n colectiva.

En este afan por escrutar el diccionario buscando denoda­damente una manera de investir de sentido :! !as nuevas reali­dades de organismos hibridados con Ia cultura material, han surgido diversos candidatos previos al cyborg. El Homo digital y el Homo cibernitico serfan dos de sus predecesores. El «cuer­po protesico», en terrninos de Maldon;Jno, o el «r.ihionte», se­gtin lo propuesto por De Rosnay, tambien aspirarfan a apodar las fusiones organico-inorganicu~ Joel de Rosnay es de esos autores prolificos en terminos originales. Habla de Ia e!!ler­gencia de un <<cerebro planetaria» que multiplica las oportu­nidades de conexiones con los otros y con nuestro entorno, y de saber «dominar Ia matriz mental». Este frances propone al>ordar las nociones de «cibionte» y «coevoluci6n» como

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CONCLUSIONES

conceptos de interpretacion de los ultimos acontecimientos. Tal como sostiene el autor, «el hombre esta ahora inmerso en una coevoluci6n con su entorno animal, vegetal, ecol6gico, en un sentido amplio, pero tambien con las maquinas, los sis­temas y las redes que ha creaclo para sobrevivir o garantizar su crecimie:nto y desarrollo». De este modo, y conectado con Ia noci6n de <~evoluci6n participada», que hemos frecuentado en un capitulo anterior, Ia evoluci6n de Ia «maquina» es parte in­tegrante de la propia evoluci6n del homLre. Segtin De Ros­nay, se puede certificar que el mundo biol6gico y el mundo tecnol6gico se invaden mutuamente, abriendo paso al «artifi­cio natural». De la coevoluci6n mencionada por este autor brotan las condiciones para elnacimiento del «cibiontb>, que aparece como un organismo viviente, producto de la relaci6n del hombre con el mundo biol6gico y tecnol6gico. Sin mu­chas dudas, la idea de cibionte es una hermana gemela de la de cyborg, aunque con menor popularidad.

No resulta nada nuevo comprobar como cada vez que no sabemos interpretar un fen6meno, un acontecimiento o un proceso (natu.Tal o social, si es que aun confiamos en esas cate­gorias a estas alturas dellibro) recurrimos a las metaforas o a otras figuras estilfsticas (metonimias, eufemismos, circunlo­q'.!ios, etc.). La metafora es una de las expresiones mas comu­.ucs y potencialmente mas destructivas o creativas. Las metafo­ras son fructiferas y prolificas. Cuando no atinamos a entender o a enfrentar algo, lo metaforizamos como mecanismo defensi­vo, reactivo; lo controlamos imaginariamente mediante ellen­guaje. La metafora del monstruo, por ejemplo, cubre esa zona gris que se rasga abismalmente er..t!"e las ciencias naturales y las culturales. Viene a restituir la cicatriz que se abre al romper el tejido entre lo natural y lo artificial dejando, entre ellos, un hueco inasible e inefable. Y ante las fracturas producidas, las metaforas suturan Ia herida al instituir un puente que las salva. Para evitar las hemorragias intelectuales (la perdida de reali­dades empiricas) nos colocamos las vendas metaf6ricas, in ten-

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CONCLUSIONES

tando taponar los huecos par los que se nos escapan los cy­borgs y sus atributos.

Los conceptos, como dijera Nietzsche hace ya mucho tiem­po, si se definen muy categ6ricamente carecen de historia. Par eso hemos querido hacer una genealogia de la idea, una histo­ria conceptu.al que muestre como en el torrente intelectual del cyborg convergen los afluentes de la ciencia ficci6n, de la ci­bernetica y de otras disciplinas tecnocientificas. La historia de las ideas, antiguamente Hamada ideologia, nos proporciona recursos suficientes como para ahondar en las profundidades te6ricas y nos provee de algunas pistas de sumo valor. Pero, ademas, y a diferencia Ele la mayoria de los trabajos hasta la fe­cha, hemos planteado que el cyborg como filosofia o como movimiento cobra vida desde muy diferentes angulos, desde el Homo sapiens protesico a los engendros de la ingenieria gene­rica, pasando por la cogn6tica, la rob6tica humanoide o las biotecnologias extremas. El cyborg ya no es un simple c6ctel de metal y carne, sino muchas casas mas. Tiene una historia que desentrafi.ar donde confluyen diversas tradiciones y mo­dos de pensamiento e, igualmente, tiene una realidad que re­velar donde desembocan metodologias y experimentaciones de los mas diversos 6rdenes del saber. Rompiendo con el t6pi­co de pensar la integraci6n biologia-maquinaria desde un uni­co foco o punta de o~igen, pretendemos aquf manifestar la complejidad del proceso, su historia conceptual, y tambien sus sinuosas variedades practicas.

El futurismo, como vangnardia cultural, al igual que Me­tropolis de Fritz Lange, son los balbuceantes comienzos de una epoca marcada a sangre y fuego par la tecnologia. No deberfa­mos caer enla tentaci6n de desecharlos, ya que trascienden su tiempo como los precursores de muchas de nuestras actitudes de hoy en dfa. En 1909, Filippo Tommasso Marinetti publica, en el peri6dico frances Le Figaro, el Manifiesto Futurista. De­jando de lado las connotaciones fascistas o violentas, Marin­netti se torna relevante J?Ur su exaltaci6n de la tecnologfa, par

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CONCLUSIONES

su celebraci6n de la tecnicidad social. El punta I I del mani­

fiesto, par ejemplo, dice asf:

Nosotros cantaremos a las grandes masas agitadas por el trabajo, por el placer o porIa revuelta: cantaremos a las marchas multicolores y polif6nicas de las revoluciones _en las capitales modernas, cantai-e­mos al vibrante fervor nocturno de las minas y de las canteras, in­cendiadas por violentas lunas electricas; a las estaciones avidas, de­voradoras de serpientes que humean; a las fabricas suspendidas de las nubes por los retorcidos hilos de sus humos; a los puentes seme­jantes a gimnastas gigantes que husmean el horizonte, y a las loco­motoras de pecho amplio, que patalean sobre los rieles, como enor­mes caballos de acero embridados con tubos, y al vuelo resbaloso de . los aeroplanos, cuya helice flamea al viento como una bandera y pa­rece aplaudir sobre una masa entusiasta.

Y en el punta 4 se dice:

Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enrique­cido con una nueva belleza, la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capo adornado con gruesos tubos parecidos a ser­pientes de alien to explosivo ... un autom6vil rugiente, que parece co­rrer sobre la rafaga, es mas bello que la Victoria de Samotracia.

Apartando con mafia el fetich..ismo f8.ilitarista (reconducido, mas tarde, al nacional-socialismo de Mussolini) del futurismo, nos resulta util y sugerente analizar esa mezcla de atracci6n hipn6tica y de asco instintivo que se sentia en aquellos mo­meDtos ante]::~ indu.:;trializaci6n rle la vida. Deberfamos mirar­nos en el espejo temporal e interiorizar que nuestra epoca si­gue dominada par cierto futurismo pausado y tolerante donde concurren, en la misma proporci6n, el encanto pasional par la tecnica con su rechazo frontal. El futurismo presentc dispone de loas y bienvenidas a la tecnificaci6n de los organismos, y de insultos y desprecios a su transformaci6n radical.

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CONCLUSIONES

En cualquier caso, lejos de las miradas mas individualistas que interpretan los cyborgs como metamorfosis corporales (a la par que el piercing o los tatuajes), simples protesis persona­les de quita y pan, cirugias de ultima generacion 0 «tuneOS» privados, nosotros defendemos la idea de que los cyborgs son maquinas sociales. Si la figura del cyborg tiene alglin sentido es entendiendola como un modo de organizar socialmente las relaciones entre los humanos y las maquinas. En ese sentido, el cyborg es un sintoma de una epoca, la marca historica de un mundo cuya imbricacion con lo tecnico es total y donde la cul­tura tecnologica representa la capa de naturaleza que cubre y define nuestros cuerpos. La integracion hombre-maquina su­pone el resultado de cierta relacion social (historica y contin­gente), desarrollada en el interior de las colectividades que ha­bitamos. Tiene las huellas del capitalismo, de las dinamicas patriarcales y de otras lineas definitorias del presente. En con­secuencia, el cyborg condensa Ia historia de Ia civilizacion oc­cidental reciente y testifica, de este modo, Ia genealogia de sus sistemas sociales, manifestando, al mismo tiempo, uno de sus grandes vectores evulutivos: el tecnologico. Tal historia recorre el tiempo desde Ia edad de los cuerpos que utilizan ar­tefactos hasta Ia era de los cuerpos convertidos en artefactos. A pesar de 1::: insistencia, no equivocada, en que «el cuerpo es el campo de batalla» (Sanchez Navarro, 2004, p. 242 ), a qui mantenemos una vision alga mas global. El cuerpo es el inter­faz mas directo, pero la tecnologizacion social se produce mas alla clel cuerpo humano y esta presentc tanto en lo individual cornu c:n la mediacion colectiva. Seglin lo expuesto, el reci­piente de la vida se entreve como la ultima etapa en esta nueva industria de la reproduccion o creacion biotecnologica y ro­botologica y, al mismo tiempo, tambien se divisa en el su pa­pel iniciatico, de base a partir de la cual prosigue la expansion tecnica. El cuerpo se posiciona, par consiguiente, como un es­labon maS de la interminahJP Cadena de racionalidades teCnO­Jogicas que presenciamos.

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CONCLUSIONES

En cierto modo, la idea del cyborg tambien transporta la de una sociedad autorreflexiva que se piensa a si misma, no ya como un grupo humano utilizando tecnologia, sino como un conjunto de artefactos formados por entes organicos, bio­logicos y naturales y, al mismo tiempo, por elementos inorga­nicos y tecnologicos en un tatum revolutum no discernible: La filosofia del cyborg es la respuesta posmoderna y postindusti­ral a una sociedad digital que va expandiendose y permeando todos los rincones. Causada como una reaccion intelectual a un mundo en cambia, espoleada por sus ofrecimientos y ~us riesgos, la «propuesta cyborg», ente,diendola en su totalirhd, es el modo en que las sociedades occidentales digitalizadas, tardomodernas y posfordistas, tratan el tema de Ia vida, del cuerpo y de la tecnica. Lo tecnologico ha mutado a nna se­gunda piel, inseparable de la primera; capa sedimentada que no se desprende ya, dando continuidad a los escasos residuos que podemos llegar a considerar como biologicamente natu­rales. En el cyborg se ve una metafora no tanto de un mundo nuevo par llegar donde no existan relaciones de poder y do­rninacion, sino de una hipertecnologizacion que ha transfor­nlado peculiarmente la sociedad hasta el punta de no ser capa­ces de desagregar ni analitica ni materialmente sus partes. No deja de sentirse como la respuesta ante la pregunta par una co­tidianeidad tecnificada y aturdida, donde no sabemos distin­guir con precision los contornos de nuestro perfmetro corpo­ral de la jungla de cacharros, artilugios y aparatos con los que convivimos y que entretejen nuestras relaciones sociales. Lo que nos indica la aparicion del termino estrella es la creciente importancia social de las tecnolvgias y su intenso papel en la interaccion entre las personas, volvienclose uno de los medias privilegiados de vida y conexion. La creacion del vinculo so­cial, aquel que funciona (como dir1aJohn Elster) como el «ce­menta de la sociedad:.>, es deudor, en ultima instancia y cada vez mas, de la tecnologia. Nos conocemos, correspondemos, ligamos, interrambiamos mensajes, objetos y sujetos, comuni-

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CONCL"USIONES

camos y transmitimos gracias a lo que se ha dado en Hamar universo tecnologico. En otros terminos, este llena el vacio entre los individuos, los enlaza y coevoluciona con ellos.

El cyborg se hace acompaiiar, por tanto, de una redefini­cion en la forma de pensar las tecnologias, alga sumamente notorio para nosotrcs. Estamos empezando a cambiar de en­foque asimilando paradigmas sociotecnicos que dejan de figu­rar el mundo en terminos tan deterministas o tecnocentricos. No obstante, seria demasiado ingenuo asegurar que hemos abandonado d determinismo tecnologico de una vez por to­das. Esta tan ferreamente instalado en Ia opinion publica y en Ia agenda y los discursos institucionales que seguid siendo una de las matrices de interpretacion dominantes durante los ciclos venideros. Deus ex macbina continua rigiendo en nues­tras cabezas. Las fibulas del «Eureka» personal de un genio aislado o un inventor brillante y la insoportable materialidad del artilugio (por parafrasear a Kundera) hacen que no poda­mos evitar cierto animismo tecnologico. Las tecnologias ad­quieren, por arte de birlibirloque, una suerte de vida propia social, aptas para· producir cambios sociales que no somas ca­paces de dominar o apaciguar; y se constituyen como entida­des tan tangibles y eficaces que tiene que existir en alglin Iugar la palanca ultima, causa y motor de lo visible. Desde los aiios noventa del pasado sig1o, los ciclos de innovacion tecnica, aso­ciadas al digitalismo, han reavivado la llama del determinismo con mas fuerza que nunca, trodndose en agentes de primer orden en la historia. El mundo que se abre con Internet y tras Ia caida riel muro de Berlin es un ?dorador incansahle y acrfti­co de Ia innovacion tecnologica como elemento primario y preferente de Ia historia. -·

El cambio se ha ido produciendo en el terreno academico, mientras que a Ia opinion pubhca le resulta vedado acceder a las mutaciones sociopoliticas desde la ceguera que el fetichis­mo tecnologico produce. Las manias mecanicistas y las extra­vagancias fisicalistas quedan en entredicho, gracias a ciertas

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CONCLUSIONES

teorizaciones, ante una fusion tan completa entre lo social y lo tecnico. Asistimos a un hgero desplazamiento desde las tesis que veian el desarrollo y el progreso artificial como el produc­to de una logica soberana y aislada ala afirmacion de que cam­bios sociales y cambios tecnicos han comenzado a signifi~ar alga muy parecido. Toda la vida nos hemos empeiiado en re­saltar como lo social (el colectivo humano) instaura 0 institu­ye lo tecnico: lo crea, lo inventa, lo configura, lo usa, lo con­sume, lo idolatra, lo odia, etc. Y ahora comenzamos a darle la vuelta ala ecuacion, buscando su simetrico; esto es, comenza­mos a pensar que lo tecnico tam bien instituye e instaura lo so­cial. Durante decadas hemos visto una parte de la ecuacion, la flecha que fluia desde nosotros bacia los objetos,.ignorando la que nos penetraba, saliendo del campo de los elementos inertes. Asf y a partir de este momenta, tomamos conciencia de que eso que llevaba la marca de «SOCiedad» tiene no solo componentes humanos sino i.ambien acompaiiantes que no son meras mascotas sino la produccion masiva e hibridada de artificios de diversa naturaleza.

En este orden de cc :; ~s, seguimos recogiendo conclusiones y resultados tr<1s la travesia por el «mundo cyborg». Como he­mas constatado, la idea de artificialidad va atenuandose, per­diendo 12 h1erza de antaiio. Lo mitad maquina, mitad organis­mo, sere~ cuyos elementos biologicos y mednicos o electricos estan asimilados a nivel microl6gico, no permite seguir usan­do representaciones obsoletas. La insercion de la tecnologia eu d cuerpo tampoco permite movihzar el concepto de body d.isico. Hemos apostado por una nocion de cuerpo maquini­zado, maleable, modificable y rediseiiable, desechando las vie­jas representaciones fijas y estables de un organismo biol6gico «para toda la vida». En la actualidad, las tecnologias se trans­portan como parte del cuerpo. Ya no se pueden entender como antes sino como tecnologias incorporadas y trasladadas. Las hemos transbordado desde el mundo exterior a nuestra super­ficie o interioridad; lo que nos conduce a una idea de cuerpo

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CONCLUSIONES

como artefacto de «tuning» mediante tecnologias protesicas o extensiones tecnologicas. Todo este proceso de recomposicion mental de lo que somas y de lo que podemos ser a partir de nuestras iruTenciones o creaciones demanda ciertos ajustes ter­minologicos que el cyborg pretende cubrir. Para algunos, el concepto es solo un parche, una palabreja que data de cierta realidad teorica a estas alteraciones forzadas del organismo. Para otros, metafora o media, el cyborg podria denotar ese es­pectro de perturbaciones voluntarias de un elemento como el cuerpo que, historicamente, siempre fue una constante antro­pologica, adornada a lo sumo. Par consiguiente, las ciencias de la vida (biologia, biotecnologfa, genetica y sus desarrollos sinteticos) y las ciencias de lo artificial (cibernetica, ingenieria, robotologia, etc.) no solo se han dado la mana para caminar juntas, sino que han resquebrajado la frontera entre lo natural y lo artificial, entre lo organico y lo inorganico, entre vivir y no vivir. Aunque, a su vez y como venimos insinuando, han re­planteado la pregunta no tanto par la vida pura como par el cuerpo. Estas bio y ciberdisciplinas han disloc:;do las concep­ciopes heredadas sabre lo que era el receptacula de la vida, la entidad que lo transportaba, el cuerpo, al estirarlo, descompo­nerlo, replicarlo, construirlo de nuevas maneras, anexarle ma­teriales, etc.

Un factor que se desprende de todo nuestro recorrido, y que hay que tener muy en cuenta, es que, a lo largo de epocas pasa­das, lo social y lo biologico habian estado enfrentados. Era ha­bitual concebir el mundo como un lance permanente de Polisvs. Bios, una pugna constante, asentada sobre una tension estructu­ral irresoluble. Gran parte de la mirada de las ciencias sociales y humanas, tal y como informabamos al principia de este libra, provenfa de una incision analitica sabre lo empfrico para extir­par, par un lado, su componente cultural-social y, par otro, sus contribuciones biologico-naturales. Era una asimetrfa funda­cional del racionalismo. Cada parte requeria un instrumental y unas herramientas distintas e, in.cluso, una hermeneutica pro-

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CONCLUSIONES

pia. Formaban cosmologfas divergentes y dab~.i1 lugar a crecn­cias y ramas de estudio lejanas y desconectadas. Habfan sido ve­cinas, pero enemigas irreconciliables, conn·arias Intimas. Ac­tualmente, empezamos a pensar Bios, Temos y Polis de una manera conjunta, compeneti·ada. La tecnica ha hecho de celestina de ambas, de nexo de union. Hemos pasado, entonces, de una'opo­sicion frontal a una coproduccion simbiotica. Abandonamos la era de la enemisLad para intentar explicarnos la era de su com­binacion autoconsciente. Puede que estemos ante un matrimo­nio de conveniencia, forzado par las circunstancias, o ante una relacion impuesta par la presion del contexto. En cualquier caso, se da una autentica ligadura de facto que aqui simplemente reseiiamos, dejando constancia de la transformacion y cediendo a OtrOS un examen detallado de sus consecuencias. No obstante, conviene mencionar, aunque sea de pasada, que la ensefianza in­mediata es que, a pesar de las miradas rousseaunianas y le pese a quien le pese, nunca ha existido el «hombre natural» salvo en nuestras cabezas. Dicha idealizacion result<> complicada de mantener, atendiendo a toda la historia evolutiva (biologica y s6ciohistorica) que pasa ante nuestros ojos. Elser biotecnico (el cyborg), derive de robots humanizados o de mutantes geneticos programables, se torna la pemiltima-etapa de un desarrollo cul­tural e historico de mucha duracion. Cad a vez se hace mas espi­noso distinguir entre nuestras identidades «naturales» y las ad­quiridas a traves de las extensiones tecnoiogicas. Sin cantar ninguna loa a la civilizacion que ostentamos ni presumir de ningiln progreso, nuestra naturaleza se ha vuelto tecnica. Y esto, no por un destino imperioso ni por una ley natural o mo­ral especial, sino pol· la h1sroria de la cultura uccldcntal, la se­cularizacion cientifica, la preerp.inencia inigualable de la tecni­ca y el capitalismo industrial. Todos ellos se han encargado de convertir nuestra esencia en un dato modificable. 1\aJa mas lejc.s de nuestra intencion que dejarnos ten tar por el fatalismo; no·dogmatizamos ni enjuiciamos, nos limitamos a describir el curso de los acontecimientos.

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CONCLUSI0NES

El cyborg, en consecuencia, deviene un discurso sobre el cuerpo bajo la globalizaci6n tecnol6gica; una reflexi6n sobre sus limites y sobre sus morfologias, sobre la practica cotidiana que nos fusiona, cada vez mas, con la tecnica cotiJiana. El cy­borg supone, asf, un reconocimiento a la versatilidad de las tecnologias contemporaneas que son capaces de redisefiar, re­tocar y producir al gusto eso que denominamos «realidad». 0, en su defecto, equivale a un intento de entender Ia ingenieria del cuerpo, a una generalizaci6n de la tecnica, mas alla de lo econ6mico, lo fabril o lo industrial, hasta penetrar, sin remi­si6n ni vuelta atras, en nuestra carne. Para dar cuenta de esta «segunda revoluci6n industrial», tal y como han insinuado cier­tas corrientes de pensamiento, se ha instaur~do una nueva fi­gura, un «tercer hombre», una metafora suculenta que expre­sa lo inefable. El cyborg, entonces, pasa a ser la estampa del cuerpo humano transformado y recompuesto.

El cyborg tiene que ver tambien con el re:conocimiento de un hecho. y este es el fen6meno de que la separaci6n instituida entre el grupo de los animados y el Je los inanimados no puede mantenerse mas. Almenos, no tal y como existia. El cyborg re­presenta la celebraci6n del acortamiento de esa separaci6n, una distancia menguante hasta su supresi6n. La denodada busqueda de una IA comvleLa, la proliferaci6n de hombres protesicos 0 de tecnologfas mimetizadas con sus creadores y las vanguardias ge­n6micas hacen que tenga poco sentido plantearse la pregunta sobre la diferencia entre la maquina y el humano. Cada dia es­tamos mas cere?. los unos de las otras y viceversa. Los compar­timentos y las ahmbradas culturales que separaban la vida orga­nica de la frialdad inorgarnca nunca fueron tan nebulosos y borrosos. Como menciona Donna Haraway:

Un cyborg existe cuando dos tipos de frontera son simultanea­mente problematicas: r) aquella entre los animales (u otros orga­nismos) y los humanos, y 2) aquella entre los organismos autocon­trolados, maquinas autogobernacias (aut6matas) y organismos,

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CONCLUSIONES

especialmente los humanos (modelos de autonomfa). El cyborg es Ia figura nacid::~ en Ia intersecci6n de la automatizaci6n y la auto­

nomfa (Haraway, 1991, p. 39)

Una genealogfa de las fm·mas de vida artificial y de la existen­cia social de lo inorganico nos permite adivinar que de la ve­cindad se ha pasado a la cohabitaci6n. El cyborg nos muestra la constataci6n de que la globalizaci6n trae pareja una locali­

zaci6n tecnica del cuerpo . Toda la especulaci6n filos6fica y politica en torno a las mi­

tologfas tecnol6gicas (desde Prometeo y Fra'1kenstein hasta el cyborg) esta atravesada por posturas extremas, por los tipos ideales de opuestos asimetricos: ut6picos y f6bicos, apocalfp­ticos e integrados (Eco), futuristas ingenuos y fatalistas des­confiados, optimistas tr:igicos y pesimistas paranoicos, etc . Los vasos siempre estan medio llenos o medio vados. Ambas

, actitudes, a pesar de desagregarlas en dos capftulos y en dos modelos o patrones de interpretacion de las tecnologias desi­guales, se encuentran entrecruzadas, fusionadas (al igual que lo org:inico y lo inorganico) como la doble helice de una mo­lecula de ADN, de nuestro ADN social. La ambivalencia constitutiva del mundo moderno se plasma con especial no­toriedad alrededor de las espectaculares pruebas tecnocienti­ficas. Las sociedades de mercado que se formaron alrededor del industrialismo y de la hegemonfa econ6mica de la tecnolo­gfa concibieron una sensaci6n social agridulce frente al frio e impersonal trato que la tecnociencia les deparaba. La raciona­lizaci6n generalizada que estos sistemas abstractos y formales impulsaban produda, a su paso, admiraci6n pero desencanto, extasis y extrafiamiento, sorpresa y alienaci6n. T~nto las con­vicciones tecnof6bicas como las esperanzas idilicas en el pro­greso tecnico persisten y se retroalimentan, marcando los li­mites exteriores de una vision critica y coherente de la realidad. Estas dos ideologfas de lo social estan arraigadas en el imaginario de la sociedad postindustrial, bendiciendo o de-

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CONCLUSIONES

monizando cada proclucto de la t~1Ctorfa tecnosocial. Ambas, tomadas en su extrema raclicalidacl, son consecuencia de la cc­sificacion tecnologica, de la reificacion operacla a lo tecnico en el sentido o de naturalizar una esencia ideal o de naturalizar una situacion contingente y arbitraria. No estamos diciendo que no sea posible una critica de los excesos de Ia tecnologia ni una utilizacion provechosa de algunas de sus virtudes. Solo es­tamos apuntando a los tics retoricos que aparecen en ambas posturas y que deifican (y reifican) las situaciones historicas al apelar a atributos esenciales ultimos 0 a leyes transhistoricas y trascendentes. Hablamos, en estc: caso, de la critica marcusia­na o del romanticisrr:w neopnsitivista, que, en ocasiones, no son capaces de pensarse re£1exivamente.

£1 cyborg incorpora, en su interior, la tension entre la tec­nofilia y la tecnofobia, la cv <: rda tirante que se estira y se en­cage entre los ensuefios y las aversiones. De un lado hay quien endiosa a los cyborgs como entes sobreuaturales, evolutiva­rnente superiores, hiperheroes del futuro. Otros ven la conta­minacion que lo robotico produce en lacarne hwnana, super­version y su alteracion negativa, los riesgos irresolubles y la malformacion perversa. Entre los polos de la epidemia-cyborg y la salvacion-cyborg, delluddismo contemporaneo y el pro­greso como una locomotora imparable a la que subirse, millo­nes de delirios son expresados sin cesar. Son las entelequias del tecnosurrealismo, una sociedad que no sabe mirarse en su evo­lucion historica y tecnologica. Mientras para unos la entrada de la tecnica en nuestras carnes es ya un serio motivo de alar­rna, para otros es el cumplimiento de una venerable promesa de progreso y bienestar.

Las ~-~presentaciones sociales asociadas al .-=yborg siguen sienclo las de la ciencia ficcion: estamos mezclando agua con aceite, fuerza bruta con sensibilidad, musculos de metal con co­nacimiento e intuicion. El discurso sabre la hibridacion man­tiene esas categorias fijas de frialdad maquinica frente al calor hm"!:ano. No se vislumbra una superacion de esos adjetivos

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CONCLu.<;IONES

que vienen a dar cuerpo, esta vez, a nuestra imaginaci6n co­lectiva. Descle siempre han transitado paralelas esas visiones de lo artificial como atontamiento y desapego, y la suave mus­culanlra propia como fuente de ardor entusiasta y moraliclad superior. Los cyborgs se asemejan a monstruos grotescos cuya morada esta mas alla de los m<1rgenes conocidos y que nos atraen pero, a la vez, nos repulsan e inquietan. Sin poner un solo pero a estos cliches los registramos, tratando de eviclen­ciar que nuestra tendencia hacia la cyborgizaci6n social segui­ni atrapada en esa ambigi.iedad de amory odio en la que nos si-

n1amos. Por otra parte, siguiendo la duplicidad de versiones , hay

quien ha vista en el hecho cyborg w1a demostraci6n de refle­x.iviclad social; un nivel de madurez intelectual tan alto que ha sido capaz de reunir esas dos culturas (cientifica y humanfsti­ca) de las que hablaba Snow. Es decir, se ha podido interpretar la desdibujada y resquebrajada linea que separaba biociencias de tecnoculturas como un dato positivo, por el que cabe felici­tarse, que apuntaria hacia cierta lucidez del mundo occidental en su desarrollo evolutivo. El cyborg prueba que finalmente hemos sido capaces de percatarnos dellugar en que nos situa­mos o al que nos dirigimos. Existen, por supuesto, otras lentes desde lao; ::;_cle mirar el proceso, como las de quien pueda ver en ella un gesto pc~:"!'loderno o los fuegos artificiales de los estu­dios culturales. El cyborg seria, en este otro caso, la medalla que nos colgamos por nuestra vanidad como especie, sin per­catarnos de que caminamos sonrientes bacia la destrucci6n biol6gica, corriendo unos riesgos innecesarios por tmestra:;

alucinaciones de seres todopoderosos. La modernidad, siguiendo en este tema los arg-umentos de

Latour, se funda sabre una mirada bizca (divergente) que cor­ta el mundo en dos: lo organico y lo mec:inico. Por un lado, las vetustas ideas occidentales sabre el arden organico y biol6gi­co. Nos referimos aqui al organicismo, al positivismo e, inclu­so, a ciertos funcionalismos, etc., que se remontan muy atras

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CONCLl'SIONES

en el tiempo (desde Darwin a Spencer, pasando por Ramiro de Maeztu). Muchos de los que se conocen como te6ricos organi­cistas fueron soci6logos de entre el siglo XIX y el xx: los alema­nes Paul Lilienfeld (1829-1903) y Albert G. Schaffle (1831-1903), y tambien los franceses Alfred Fouillee (1838-1912) y Rene Worms (r869-192o). Por otro !ado, tambien se dio lara­cionalidad mednica de la primera modernidad y de la revolu­ci6n cientifica a la busqueda de !eyes puras para el universo (desde Hobbes y similares). El mecanicismo, como doctrina filos6fica nacida en el siglo xvn, investigaba las !eyes causales de todos los objetos del universo en terminos de reglas fisicas .. Para el, todo el universo es explicable en unos pocos procesos mednicos generales. A la pata mecanicista de la ecuaci6n la denomina Channell «el universo como un reloj», que es la gran metafora de dicha escuela. Esas dos vias de pensamiento, el organicismo positivista y el mecanicismo fisico, dieron alas a la primera cibernetica, y, si bien hoy en dia muchos de los alentadores del modelo cyborg no encajarian bajo esos presu­puestos, pueden entenderse como uno de los horizontes t<:>6ri­cos que lo sostiene.

El hecho de que la insistente modificaci6n tecnica de los cuerpos no sea nueva, proveniendo ya de los albores del Neo­litico, no resta un a pice de importancia a que resulte, cada vez, mas habitual y abundante. Aunque ya en las cavernas prehis­t6ricas viera la luz un nuevo ser denominado Homo faber que golpeaba con saiia piedras, afilaba sus rudimentarias lanzas o e1<1 capaz de garabatear en las rocas simples dibujos, ello no quita para identificar un salto especffico grande. La cadena de alteraciones del medio, si bien abultada, habia concebido alte­raciones del cuerpo en pequeiia escala. En cambio, en fechas recientes, el hombre hacedor ha iniciado un proceso para re­hacerse a sf mismo. Se percibe una ruptura o, al menos, se atis­ba una sacudida. De hecho, a pesar de que haya quien ha defi­nido fases o eras en funci6n de herramientas (la piedra, el metal, la rueda, la maquina de vapor, etc.), tod8s elias eran instrumen-

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CONCLUSIONES

tos externos, distantes. Queramos o no, sea moralmente bueno o malo, politicamente prometedor o denigrante, vivimos en una sociedad plagada de formas hibridas reconfiguradas; po­dria hablarse de un nuevo mestizaje no ya de razas sino de es­pecies de materiales (<lnimados e inanimados). Precisamente la manera de enfrentarlo pasa por reconocerlo y pensarlo tanto para imaginar usos positivos como para rechazar sus delirios o excesos. La cuesti6n puede atl:(rrarnos de la misma manera que proponernos paisajes futuros idilicos. Nos tenemos que ade­lantar a la ciencia ficci6n si queremos actuar con presteza y ra-

pidez. . Mientras numerosas teorias coinciden con la «hip6tesis cy­

borg», si se nos permite Hamada asi, hay induso qui en la ha sobrepasado, encontrando cyborgs mas alla de los campos tradicionales de busqueda (hombres mejorados, robots cuasi humanos o mercancias de la ingenieria genetica). Por ejem­plo, hay quien, bajo la hip6tesis Gaia (Gaia es la diosa griega de la tierra) del quimico James Lovelock (y gente como Gre­gory Stock), ve el planeta Tierra como un cyborg. Este conjun­to de modelos cientificos sobre la biosfera sostiene que la Tie­rra en conjunto opera del mismo modo que un organismo semiinteligente. La vida sobre la faz del planeta, como un todo autorregulado, hace que existan condiciones que ayuden a conti­nuar dicha vida. La atmosfera y la superficie terraquea se aseme­jarian en su funcionamiento a un todo coherente en equilibria que controlaria temperatura, composici6n quimica y salinidad en el caso de los oceanos, por poner un ejemplo. Nuestro pla­neta seria, hablando en plata, un «planeta cyborg».

Hay quien ha arribado a las mismas conclusiu11es pero dcsde :f...:era de la terminologia cyborg, de la}magineria cyborg o de la cyborologia. Vamos a repasar algunos de ellos para poder identificar similitudes y distancias. Por ejemplo, el historiador de la tecnobg.ia de la Universidad de Oxford, David Channell, habla en terminos de la «maquina vital» en su libro The Vital Machine: A Study of Technology and Organic Life (1991). Chan-

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CONCLUSIONES

nell examina nuestra relaci6n hist6rica con la tecnologfa para llegar a la conclusion de que la distinci6n tradicional entre vida organica y maquinas, una diferenciaci6n enraizada en la misma formaci6n de la cultura occidental, ha pasado de moda. Porque, cuando los organismos se miran como maqui­nas ( cibernetica) y cuando las maqGiaas se asemejan a los or­ganismos (IA), alga trascendente debe estar ocurriendo o a pun to de ocurrir.-Las visiones polarizadas que han acompaii.a­dQ al hombre moderno le hah ido acelerando y frenando en la carrera por la culmiilaci6n de su progreso, influencianqese de manera recfproca. Channell postula la emergc;ncia de una ter­cera mirada, )a que se nutre de la teorfa cuantica, Ia relativi­dad, Ia informatica inteligente o la ingenierfa genetica; una opci6n que no caiga en el maximalismo o en las tentaciones de profetizar escenarios imposibles. El advenimiento de esta ter­cera vfa llega con el sella de una nueva met:ifora, lade la «ma­quina vital».

Bruce Mazlish, del Departamento de Historia del MIT, en su ya clasico La cumta discontinuidad: ia coevolucion de hom­bres y mdquinas (1995) retrata la epopeya del ::;er humano por tra~cender su cuerpo y cumplir finalmente sus ilusiones. Maz­lish va hacienda recuento de las diversas discontinuidades que han descentrado al hombre dP1 iugar privilegiado en el cos­mos. La primera discontinuid:>.d fue la revoluci6n coperni­cana, que rechaz6 la tierra que habitamos como centro del universo. La segunda discontinuidad la encontramos en la revoluci6n darwiniana, cuya teorfa evolutiva nos baj6 del pe­destal de animales supc::-iores que nos habfamos inventado. La tercera discontinuidad se ubica en el giro psicoanalitico o freudiano, que descubre el inconsciente como fuente de nuestra conducta, lejos de la pretendida racionalidad inten­cional y controladq con la que nos pensabamos. La cuarta dis­cuntinuidad, y aquf comienza la contribuci6n de Mazlish, es la disoluci6n de esa disociaci6n que hemos creado entre lo ar­tificial y lo org:inico, entre las maquinas y la vida. Mazlish

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CONCLTJSIONES

apuesta por un nuevo descentramiento del mono desnudo, que, ahara, debe asumir otra herida en su ya malherido narci­sismo. Todas las discontinuidades apuntan a un mismo punta: el coraz6n de Ia diana, el que nos indica que no somas el cen­tro neuralgico del universo ni Adanes o Evas perfectos sino elementos en cambia pernunente, cuya din,1mica transcurre paralela y redproca a las creaciones e invenciones que vamos

produciendo. . Menzel y D'Aluisio, por su parte, han preferido hablar del Robot sapiens, otra voz creada con la interici6n de etiquetar lo nuevo. Ambos, fot6grafo y periodista, se han dedicado a en­trevistar a los robotistas mas sobreS<liiente-s para terminar es­cribiendo sentencias como Ia de que nuestro futuro no son nuestros hijos sino los maniquies de cable .y metal que los in­genieros estan arreglando en sus laboratorios. Los autores di­viden Ia poblaci6n de robots en seis grupos, desde las aplica­ciones industriales que tratan de copiar habilidades humanas basta el ultimO gritO en psicoJogfa cognitiV<l 0 los anirnalitOS de acero y silicio. Todo lo cual deriva, irremisiblemente, en que nuestras especies se fundiran con sus creaciones. Los cien­tos de investigadores que Menzel retrata y D'Aluisio entrevis­ta estan cooperando sin saberlo, literal o simb6licamente, para vivificar esa idea de un Robo sapiens que dominara la tierra en los pr6ximos siglos (dicen literalmente que las smart machines pueden llegar a borrar a los humanos de la faz de la tierra). Lo relevante de su enfoque es que lo hacen desde ellado rob6tico (y no protesico o genetico), para acabar concluyendo lo mis­

mo que ctros autores. Rodney Brooks, profesor de ingenierfa del MIT, anuncia

la pronta aparici6n de m:iquinas sintientes (sentient machines) a partir de dos fen6menos que estan pasando desapercibidos, pero que son claves: ra11tu humauos que incorporan tecnolo­gia bi6nica como aparatos humanoides que se encargan y ta­man posesi6n de hs tareas humanas. Brooks escribfa en su momenta, profetizando, que en cinco afios la frontera entre

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CONCLUSION.hS

fantasia y realidad iba a ser dernolida. El autor daba varias vueltas a las consideraciones eticas derivadas de la aplicacion de las leyes de Asimov almundo actual, para acabar profeti­zando que serernos mezclas de carne y maquina (mergers of flesh and macbines). Lo inter'esante es que Brooks no postula cyborgs presuntuosos o b<1rbaros, nada pareciJo a los extre­rnismos cinernatograficos. En vez de ello, los irnagina como ubicuos, pequefios, repartidos por doqnier, no llarnativos, in­tegrados en la vida cotidiana, como una parte mas del escena­rio social y cornpartiendo mucho con los hurnanos que les han insuflado la vida.

El profesor de ffsica Sidney Perkowitz interpreta los brio­sos esfuerzos par desplegar una robotica extrema como conse­cuencia del suefio humano (desde la antigua Grecia hasta la actualidad) de trascender los lfmites de 1a rnortalidad. A traves de Ia historia de la vida artificial, desde Talos, el automata de bronce de la rnitologfa griega, basta los que se estan montan­do hoy mismo, pieza a pieza, pasando por todo tipo de auto­matas, humauos maquinicos y hombres mecanicos, Perkowitz traza el devenir de los esfuerzos humanos por duplicar sus funciones y capacidades. Como es el tipico cientffico que es­cribe Iibras de divulgacion, este fisico norteamericano ha con­seguido unas ventas envidiables describiendo los usos cientifi­cos de las peliculas holljwoodienses (tiene un libra dedicado a la tipologia de «fines del mundo» en la ciencia ficcion) y con­tando la biografia de los hombres digitales, los seres bionicos y los androides humanos.

No sin cierto sentido del humor, Gregory Benford y Elisa­beth Malartre, fisico y biologa respectivamente, escriben a duo sabre las tipok,.;ias de robots y maquinas pensante~, y tambien sabre su presencia en la cultura popular, con especial atencion al cine comercial hollywoodiense. La conclusion fi ­nal de esta pareja intelectual es que, a pesar de la multiplica­ci6n de robots (maquinas que imitan a humanos) y de cyborgs (hfbridos homhre-maquina), estos nunca podran sustituir in

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CONCLUSTO!\iES

extenso al ser humano; a lo sumo, mejorad.n algunas de sus condiciones de vida.

William Mitchell, en su libro City of Bits: Space, Place, and

the Infobalm, sostiene: «No soy el hombre vitruviano, inscrito en un unico drculo perfecto, desde el que mira a! mundo con una perspectiva personal, que ;1 la vez proporciona Ia m~dida de todas las cosas. 1ampo_co soy el ente fenomenologico, au­tonomo, autosuficiente y encarnado biologicamente, que en­cuentra, objetifica y-responde a su media inmediato. El nuevo yo construye y es constrUido, en un proceso recursivo que im­plica continuamente sus lfmites fluidos y perrneables y sus re­des inacabables de extensiones. Soy un cyborg espacialmente extendido». Mitchell completa su trilogfa sobre lo que deno­mina «e-topia» con este libro en el que analiza las ramifica­ciones moleculares de las tecnologias de Ia informacion en Ia vida cotidiana. Las tecnicas de manipulacion manual, afirma Mitchell, se han transformado en prolongacio!1es del cuerpo humano. A diferencia de otras contribuciones, Mitchell estu­dia como el telefono movil, por ejemplo, ha dislocado nuestra forma de relacionarnos con nosotros mismos, con el entorno '/con los demas. A raiz de ella, establece una dinamica comun a las conexiones inalambricas, la interconexion global, Ia mi­niaturizacion, la l-'urtabilida.d de nuestros cuerpos, nuestra ropa o nuestra arquitectura, y las reconversiones urbanas, es­paciales y temporales. El diagnostico find registra una «nueva condicion urbana» ubicua, y de la que no podemos escapar, de interconexion global para seres de na.taraleza transformada.

Y asi una interminable lista de aportaciones que sondean los claroscuros del tipo de transformaciones que venimos de­tallando en este libra. Ramez Naam serfa otro de esos divul­gadores que explora la cirugia plastica, la terapia genica, la re­generacion celular, la ingenierfa computacional, etc. Este «optimista tecnologico» percibe la llegada, en unos pocos afios, de un ser more than lmman. Ante una experimentacion que ya existe con animales, confia en un mejoramiento biotec-

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CONCLUSIONES

nol6gico irrefrenable. El periodista del Wasbington Post Joel Garreau habla de «evoluci6n radical» a! indagar los vericuetos por los que se moved el conocimiento que tenemos acerca del genoma humano. Partiendo d(' un modelo de crecimiento ex­ponencial de Ia tecnologfa y examinando cuatro posibles esce­narios futuros, Garreau se pasea por las hip6tesis centrales que se desprenden de la tecnociencia mas adelantada.

Qtro item que se puede apreciar es que la idea del cybor;g valida la noci6n de tecnociencia frente a qt.Iienes s.e empeiian, en un mundo como el nuestro, en mantener ciencia y tecnolo­gia como entes separados. A pesar de q1.1e conceptualmente pueden desagregarse, en sociedades capitalistas globales como las nuestras las encontramos siempre compenetradas, entrela­zadas, imposibles de desvincular, salvo mediante mutilaciones imprecisas y abstractas. Si bien es factible una disoluci6n de su vinculo en terminos puramente ideales, la asociaci6n entre lo basico y lo aplicado es total. Su simbiosis refleja mucho de lo que ha dado de si la cultura occidental. Nos habla de la ins­titucionalizaci6n de un arden de descubrimientos asociado a un orden de aplicaciones, de un saber practico dominante, de un modo de organizar el conocimiento empirico que no existiria sin su realizaci6n social (econ6mica). Las nuevas ciencias de la vida forman parte de un poderoso entramado politico-econ6-mico, una extensa red de instituciones, practicas y agentes he­terogeneos. Durante mucho tiempo se pens6 que la ciencia producia conocimiento y la tecnologia cambiaba la realidad. De ese modo, hasta ahora la tecnologia era la aplicaci6n de la ciencia a la transformaci6n delmedio ambiente para la satis­f::cci6n de las necesidades humanas y poco mas (Broncano, woo, p. 95). No obstante, ellargo si.glo xx ha llevado apareja­do un movimiento de articulaci6n entre ciencia y tecnologia, de manera que, al menos, la continuidad es plena. Yes que hoy en dfa toda creaci6n o toda innovaci6n tienen su aplicaci6n in­dustrial o comercial, ya que la ciencia acaba siendo ciencia para el mercado, con lo cualla diferenciaci6n entre lo que seria un

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CONCLUSIONES

puro conocimiento racional y verificado y lo que es la produc­ci6n tecnica carece de una clara visibilidad.

E fntimamente aparejado a lo anterior, el cyborg evidencia a las claras el caracter politico de la tecnologia. Hoy en dfa, Ia polftica esta tecnificada y Ia tecnologia, politizada. Deviene imposible emprender un proyecto de indole tecnica siri tener en mente las relaciones sociales y politicas en las que se inser­ta y que modifi.cara. La tecnociencia ha dejado de figurar como co to de expertos- 0 club exclusivo de perit.os y versados inge­nieros. Nos afecta a todos. Pero no estamos refiriendonos uni­cameme a las politicas tecnocientificas mas singulares y extra­vagantes. Las decisiones de cariz cientffico y tecnol6gico, sean las que sean, nunca quedan reducidas a formulas matematicas o elecciones tecnicas, sino que comportan responsabilidades sobre la vida colectiva. Y las voces del genetista, el robotista, el biotecn6logo, el ingeniero biomecanico, el cirujano o el pro­gramador informatica no resultan, en ninglin caso, neutrales e inofensivas, repercutiendo en los mundos futuros posibles. Optar por un modelo de artefacto u otro, aprobar uno u otro estandar tecnico de cierto artilugio, apremiar o abreviar la in­vestigaci6n sabre la constituci6n de un organismo, liberar una patente sabre un constructo artificial, difundir un mecanismo de transformacion agroalimentaria, insuflar dinero en empre­sas de nanotecnologia, etc., se traducen, en la actualidad, en intervenciones sobre el cuerpo politico como lo pueden sef

una declaraci6n de guerra, la integraci6n econ6mica de una serie de paises o unas elecciones municipales. La tecnologia, en un sentido amplio y laxo, es la forma (invisible) que adopta la politica dei siglo XXI. En un y::: cl:isi...:o articulo d~ r9S3 Langdot1 Winner venia a postular, rizando el rizo, que los mis­mos objetos tienen una politica propia. Los utensilios de cha­pa, sflice u hojalata poseen cualidades politicas. La cultura ma­terial, sugeria Wim:cr, no repercute mediante simples efectos colaterales sabre el medio ambiente (cat:istrofes ecol6gicas o CO~Pchas maS abundantes), sinO que participa de las relaciones

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CONCLUSIONES

de poder, autoridad, legitimidad, control o representaci6n. Y.1 en 1995, Richard Sclove tambien ha tratado de tender un hila entre una noci6n fuerte de democracia la toma de decisiones sabre innovaci6n tecnol6gica. Al igual que Winner, Sclove viene a aportar la idea de que las tecnologias constituyen, en nuestros dfas, estmcturas sociales de primera categoria.

De todo lo anterior se infiere que· el cyborg interroga a nuestros sistemas politicos y que requiere, con urgencia (y a gritos), de la deliberaci6n publica. Par una parte; somo.s tes­tigos de una evoluci6n participada, y por otra, de un tfmido proceso de ciencia participada. Arrancar el timon o el mando de la tecnociencia a los nionopolios instituidos sabre Ia misma que la gobiernan y dirigen se torna una tarea necesaria. Elegir ellugar social que tamara el cyborg (incluso si tamara alguno) se vuelve una linea de primera importancia en la agenda poli­tica. Los movimientos sociales que se quieran protagonistas de este recien estrenado siglo deben1n admitirlo en consider,;­ci6n. Baja elmanto globalizador, mas que nunca, arden poli­tico-econ6mico y arden tecnol6gico son dos caras de la misma moneda.

Par esta l'<iz6n, en este libra hemos sido precavidos sor­teando los dilemas morales y, aunque dejando ciertas pregun­tas planteadas, hemos optado por no bucear en los acalorados debates eticos. El choque de dogmas, L01 s~nta tecnologia con­tra la naturaleza sagrada, supone una colisi6n ideol6gica que produce un haz de interrogantes cuyas respuestas no son nada sencillas, internandonos par los ccmplicados laberimos de hs elecciones morales. Como toda te8ria o reflexi6n que toea los elementos constitutivos de lo humano y su posible transfor­maci6n, la cuesti6n cyborg da para rios y hasta mares de tinta si nos detenemos a repasar todos los dilemas morales resultan­tes. 2Quien tiene derecho a convertirse en cyborg? 2 Y que de­rechos tiene el cyborg como tal, si es que tiene alguno? 2Has­ta d6nde es deseable dicha cyborgizaci6n? 2 De que manera debe realizarse? Aqui, a lo sumo, hemos reivindicado el canic-

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CONCLUGIONES

ter publico y Ia naturaleza polftica de las elecciones que ~e to­

men, una tarea q-ue nos concierne a todos. En consonancia, no ha faltado quien ha vista en los hom­

bres-pr6tesis, en los robots antropomorfos emocionales y en Ia nueva ingenieria humana una vuelta de tuerca mas en la mercantilizaci6n del cc;;;rpo. El cyborg serfa el cuerpo hecho mcrcanda. Par un lado, los gadgets para Ia variaci6n del or­ganismo se han vuelto utensilios. de consumo diario. El cuer­po ha entrada en Ia categoria de artefacto o,i'ya modificaci6ri .supone un acto de consumo contemporaneo, donde el proce­so de «customizaci6n» del mismo se percibe como una elec­ci6n personal y una estrategia de distinci6n. Por otro !ado; la penetraci6n completa de la tecnica en el cuerpo se percibe como una dinamica de valorizaci6n econ6mica en Ia que la carne biol6gica entra en los circuitos de producci6n. Ahara el cuerpo produce valor par el hecho de existir. Pero, para reco­ger los frutos de la nueva economia politica del cuerpo y para intensificar su valor de cambia, resulta obligatorio una inser­ci6n material y una conexi6n directa entre el mismo y Ia tec­nologia existente. Las teorias del posfordismo y el postopcrais­mo han estirado estas reflexiones sabre la biopolitica del capitalismo globalizado y su demanda de vincular la biologia a las cadenas de valor mundial. La economia, en esta nueva fase, ensancha sus horizontes hasta el punta de incorporar Ia natu­raleza, y no s6lo la tierra o los recursos geomineros, al sistema de producci6n, circulaci6n e intercambio de bienes. Aunque "mercanda ficticia» (Polanyi), el cuerpo puede operar como una pieza central de los nuevas segmentos econ6micos en ex­pansion (biotecnologias, gen6mica, rob6tica industrial, indus­trias del entretenimiento, etc.). Asi que, en esta linea, el cyborg es el sintoma de un capitalismo informacional posmoderno.

Baja los pies del cyborg fluye una cnrriente subterranea, adscrita a cierto principia metodol6gico de la simulaci6n. Du­rante siglos hemos fabricado interfaces entre nosou-os y Ia na­turaleza. Diseiiar mundos artificiales, por consiguiente, no es

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CONCL uS IONES

nuevo; pero especies, criaturas o personas artificiales, si. Las reuniones de lo organico y Ia tecnico que aquf describimos, las mixturas de carney metal son la culminacion de un hobby hu­mano muy extendido. La tendencia a sustituir la obsolescencia de la carne por interfaces protesicos tiene una biografia mas antigua de lo que pensamos. Recordemos, asimismo, que cuan­to mas complejas son las tecnicas, paradojicamente mas accesi­bles se muestran para la media de la poblacion. Seglin prolife.: .. ra~ los artefactos en el perfmetro de miestras vidas, la r.elacion con los mismos no solo es mas frecuente "o comtin sino·m"as di­reCl.d, espontanea 0 ~parentemente sencilla. Ho!nbre y maqui­na !levan siglos de enamoramiento distante, c!P coqueteos y miradas. Ahara estamos en la posicion de recqnocer una rela­cion sentimental plena y proclamarla a los cuatro vientos; una pasion desatada en Io ffsico yen Io emociom! (Levy, 2007). Las maquinas son los objetos inanimados de nuestro deseo. La naturalidad con la que se produce el encuentro entre el hom­bre y la maquina es cada vez mas aguda.

Pero, como ya hemos constatado, nada es tan nuevo. Toda nuestra historia es la historia de una invencion constante y de una recomposicion ilimitada del ser humano. Desde tiempos inmemoriales, asistimos a una reconfiguracion continuada, un intento de mejora (que no siemprc se consigue) del hominido superior. Y, a su vez, toda Ia historia es tambien el intento de imitar lo natural por media de lo artificial, de simular lo ya dado. La evolucion del ser humano esta vinculada a la tecnica casi desde el Big Bang, si queremos exagerar, o desde los pri­meros homfnidos, si queremos ser mas precisos. Aunque, en los ultimos tiempos, asistimos a una incorporacion de la tecni­ca al cu.crpo humano, a un ::cortamiento de las distancias que nos separaban de las tecnologias, lo que equivaldrfa a un cam­bia de escala. La evolucion de la especie tiene que ver con la interi8rizacion de los artefactos tecnicu~. Es como si el ser hu­mano hubiera construido un segundo mundo exterior para i1;1itar o sustituir al mismo.

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CONCLUSIONES

Mas importante aun es resaltar el hecho de que la imagen del cyborg no ha sido una foto tlja estatica sino que ha evo­lucionado historicamente. Ha mutado en los momentos de cambia cultural o social. Y, precisamente alrededcr de esas metamorfosis o acontecimientos historicos, ha supuesto una imagen recurrente, una metafora suc:estiva y litil y un'a he­rramienta de acceso a la realidad. Desde las bestias mons­truosas de la literatura frankensteiniana a las experimenta­cio~es tecnologicas del body ari, pasand~ por los implante5 medico-quirurgicos, las imagenes del cyborg emergen cuan­do las representaciones tradicionales no son suficientes; es decir, cuando la idea de hombre que tenemos no encaja en los paradigmas asentados, cuando los temblores de la histo­ria resquebrajan los manuales de instrucciones del mundo y nos desorientamos ante la apabullante oleada de tecnologia que forman nuestras innovaciones. De esta forma, Ia biogra­fia del cyborg es el registro de cambios de paradig!na en la historia social de la tecnologia. La percepcion colectiva del cuerpo y de la desbordada artificialidad de nuestro entorno queda impresa, como un sella marcado a fuego, en las carac­terfsticas del cyborg. La redefinicion de nuestras turbacio­nes, nuestros ensueii.os y sus evoluciones dejan huella historica en los cyborgs que nos Gguramos c conjeturamos (Gonzalez, 20oo, p. 6r).

Por lo tanto, elijamos las palabras que elijamos, ~~el cyborg es una realidad cotidiana» (Sanchez Navarro, 2004, p. 242). En ninglin caso podemos dejar de atenderla c m.irar para otro lado. Podemos abrazarl~ >~rdientemente o impugnarla con brio, pero no ningunearla. Hace ya mucho tiempo que nuestra fusion con lo tecnologico dejo de ser ocasional y anecdotica para ir in­corporandose tanto a nuestras practicas diarias como a nuestra organicidad corporal. Las intervenciones tecnicas sabre la viJa (y el cuerpo) humana (individual y social) con el prop6si­to de mejorar nuestras respuestas naturales o nuestras capaci­dades innatas no son nuevas. La diferenCia crucial que trata de

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CONCLUSIONES

resaltar el cyborg es la existencia de tecnoprotesis o tecnotras­plantes (frente <1 los xenotrasplantes), de mociificaciones gene­ticas o de chips pensantes que mezclan lo tecnico y lo viviente de una manera nueva: masiva, sin cost>.:ras, cotidiana, sin ani­mos puramente medicos, globalizados, etc. Ya no son cu~rpos extrafios artificialmente unidos o grotescamente rechazados, ahora dan forma a una suerte de continuidad entre lo organi-co y lo inorganico. .

En medio de estos debates, asoma la idea d<: un nuevo es­tadio en la evolucion, el posthumano (denominacion no muy afortunada); una casta surgida a traves del intento de control de.l destino de la especie humana. Ante este anuncio, ~estamos en la antesala de una era posthumana y posbiologica? Mora­vec, Rucker, Minsky o Vingen proclaman una nueva evolucion posthumana, pero tomando en consideracion i'micamente el desarrollo tecnol6gico y no los factores culturales y sociales. Estas teorfas futuristas son acertadas en muchas de sus especu­laciones y predicciones, aunque tambien pecan de un determi­nismo tecnologico excesivo (no en vano la mayorfa son inge­nieros y tecnologos de dura formacion cientffica). Otro grupo de opositores (Searle, Dreyfus, Penrose o Wezenbaum) rei­vindican lo humano como algo distintivo y singularmente ini­mitable, frente a lo maqufnico, pero, en ocasiones, con ciertos tintes deterministas (bicH6gicos, religiosos o esencialistas). Solo una comprension crftica, autorreflexiva e irrenunciablemente sociohist6rica puede desentrafiar los oscuros secretos que nos aguardan.

Gran parte de los estudios sobre cyborgs insisten macha­conamente en otra novedad, la de una nueva ontologfa que posee lo inorganico como parte del ser (Agujlar, wo8). El cy­borg es, asimismo, un intento de superar la esquizofrenia car­tesiana; lo que conduce a que las ciencias humanas deberfan dejar de preocuparse por el humano o lo humano para pasar a estudiar el cyborg o lo cyborg. Es por ello que desde 1993 se h;lhl a de «antropologfa cyborg» como especialidad oficial en

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CONCLUSIONES

las reuniones (Annual Meeting) de la An1erican Association of Antropology. El salto cualitativo en el estatus ontologico con­lleva el salto en el autoconocimiento del mismo. Decfa el psi­colingiiista de orientacion conductista George Miller que «Si la naturaleza humana llega a cambiar [ ... ] sera porque apren­damos a vernos.a nosotros mismos de una manera nueva» (ci­tado en Ruiz de Gopegui, 1983, p. 17). Es decir, m:is alia de una transformacion corporal o materid en nuestra vincula­cion al entorno sociotecnico, varia nuestra forma de percibir­nos, de pensarnos o de representarnos. La cibernetica o la ciencia ficcion han operado un cambio en el modo de enten­der lo humano, un cambio radical que homologa naturaleza y cultura, que las fusiona con consecuencias dudosas aun ines­crutables. Pensar que la mente humana pueda ser explicada como el manual de instrucciones de un sistema informatica tiene efectos no queridos en la composici6n de un cyborg ima­ginario (y real). En una epoca de enorme desarrollo tecnol6gi­co, las formas de simbolizat el papel de lo tecnico ayudan a componer y dar estatuto de realidad a nuestras practicas. Las fantasias, las teorfas cientfficas y la producci6n ingente de tec­nicas nuevas confluyen y eclosionan en una nueva cultura de la tecnologfa yen unas ciencias sociales rejuvenecidas. El cyborg es, tambien, un aggiornamento de los estudios humanos y so­ciales. Sera en el seno de esa nueva matriz cultural donde sur­ja la nueva figura del cyborg y la nueva idea de hombre digital, compuesto, retocado, integrado, mejorado, metamorfoseado, monstruoso o compensado, pero, al rllismo tiempo, lade lain­formatica humana, la IA, los ordenadores sensibles y pensan­tes 0 las maquinas anaupomorficas.

Concluyenrlo ya, nuestro «presente tecnologico» ofrece «po­sibilidades creativas» y «posibilidades destructivas». £stamos redisei1ando el mundo, para bien o para mal; transitando por un segundo proceso civiliz:·~orio. La combinaci6n explosiva de tecnologfas digitales, tecnologias geneticas y experimentacion extrema nos conduce a escenarios ineditos, solo explorados por

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CONCLUSIONES

la ciencia ficcion; un mundo hfbrido y posbinario que se nos muestra como posibilidad analftica, como esperanza utopica y como temida pesadilla. El laboratorio genetico, por ejemplo, presupone el sobrepasar los lfmites impuestos por nuestra he­rencia biologica. Aun asf, siempre se ha pensado que uno de los grandes errores de Ia vanguardia futurista consisti6 en aislar ciertos eventos, acontecimientos o inventos, propios de su tiempo, y extrapolarlos hacia futuros inconmensurables. No obstante, no darse cuenta de que el futuro se parece bastante mas al presente de lo que imaginamos es un vicio muyextendi­do. El negocio de Ia futurologfa esta ciertamente vivo en nues­tros dfas, funcionando como una empresa en expansion ala que no afectan las crisis economicas (al reves) . Nos asaltan por do­quier charlatanes de porvemres extranos, mercaderes de tec­noutopfas, mayoristas de futuros insolitos o marchantes de Ia

nueva era. El « tecnofetichismo» (De Kerckhove, 1999, p. 30) es muy dado a esta actividad comercial y proclive en exceso a promesas milagrosas. Lo que se ha denominado «Computopfa» equivale ala version secularizada de Ia nueva religion (Noble, 1999), una secta pagana, adoradora de Ia cultura material tec:­nologica. El cyborg e:,, simultaneamente, la representacion de una posibilidad y Ia imagen de una realidad; el cuerpo de una entidad imaginada. El cyborg retrata las utopias y ias disutopfas de Ia sociedad contemporanea.

En una deliciosa estampa de Las ciudades invisibles, «Las ciudades y los intercambios», Italo Calvina describe una urbe (Ersilia) donde sus habitantes:

[ ... ] para establecer las relaciones que rigen Ia vida de la ciudad tien­den hilos entre los angulos de las casas, blancos 0 negros 0 grises 0

blanquinegros, segtin indiquen relaciones de parentesco, intercam­bio, autoridad, representac:i6n. Cuando los hilos son tantos que ya nc se pucde pasar entre medio, los habitantes se van: se desmontan las casas; quedan solo los hilos y los soportes de los hilos . Desde la ladera de un monte, acampados con sus trastos, los pr6fugos de Er-

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CONCLUSIONES

silia miran Ia marana de los hilos tendidos y los palos que se levan­tan en Ia llanura . Y aque!lo es todavla Ia ciudad de Ersilia, y ellos no son nada. Vuelven <1 edificar Ersilia en otra parte. Tcjen con los hi­los una figura simila:· que quisieran mas complicada y a\ mismo tiempo mas regular que Ia otra. Despues Ia abandonan y se trasladan aun m;is lejos con sus casas. Vi,ljando as! por el territorio de Ersi li:1 encuentras las ruinas de las ciudades abandonadas, sin los muros que no duran, sin los huesos de los muertos que el viento hace rodar: te­larafi.as de relaciones intrincadas que buscan tma forma (Calvina, 1998, p. 90).

La poetica descripcion de Calvina sabre Ia permanencia de nuestras relaciones mas alia de nuestra presencia proporciona

ciertas pistas e intuiciones. El cyborg se constituye con los hi­los que hemos establecido con los objetos que construimos . Tales relaciones, que estan mediadas tecnicamente, nos aca­ban sobreviviendo y quedan cosificadas en nuestra conciencia y en nuestra memoria. Son nuesttos productos, pero adquie­ren una suerte de consistencia propia que imaginamos y bau­tizamos con rnillones de nombres, apodos o metaforas cuandc no sabemos que decir. AI final, observamos desde Ia lejanfa los hilos que nos atan y nos unen, que nos traban y encadenan a las realidades que hemos confeccionado durante largo tiempo. Cuando nos retiramos a una cierta distancia, pensamos que han cobrado vida propia, mitifidndolas para lo buena y para lo malo, evitando tamar en consideracion su verdadero estatus yeager el toro por los cuernos para enfrentar sus desafios. Es­tamos sentados en Ia ladera de la montana, mirando la marana

tecnol6gica que nos atrapa y que nos sostiene, e intentando comprender, desde Ia altura orognifica de nuestra mirada civi­lizada, quienes somos y quienes podemos llegar a ser.

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