cusset yves y haber stephane_ciencias humanas y saber emancipador_habermas y foucault_p201_232

Upload: tesalianow

Post on 31-Oct-2015

86 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

  • COLECCINCULTURA y SOCIEDAD Yves Cusset

    y Stphane Haber (dir.)

    HABERMASy FOUCAULT

    Trayectorias cruzadas,confrontaciones crticas

    .; ... ~

    ~..... r- ~; 0

    '. . . ~

    Ediciones Nueva VisinBuenos Aires

  • LISTA DE ABREVIATURAS*Habermas y Foucault. Trayectorias cruzadas, confrontaciones crticas / Emmanuel

    Renault ... [et al.], compilado por Yves Cusset y Stphane Haber - 1a ed. - BuenosAires: Nueva Visin, 2007.256 p., 23x16 cm (Cultura y Sociedad)Traducido por Heber Cardoso

    I.S.S.N. 978-950-602-560-1

    1. Filosofa Moderna 1. Renault, Emmanuel 11. Cusset, Yves, comp. 111. Haber,Stephane, comp. IV. Cardoso, Heber, trad.COO 190

    2007 por Ediciones Nueva Visin SAIC, Tucurun 3748, (1189) Buenos Aires,Rcpbl ica Argentina. Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723. Impreso en laArgent.ina / l'rinted in Argentina

    BIJUOTECA FLACSO. EeTtulo del original en francs: freCha: ,2a:l2- 0=1 -2")Ifaber1llas el Foucault. Parcours e t~fit'iii~':;;"iiiat/oils cr/tiqnes CNRS ditions, Pars, 2006 i, ..1f..Pl.LI.5".

    Prt'c'~d.:S2"v.t~ l,I:)1er(~

    Traduccin de Beber Cardoso

    * El lector encontrar una lista de obras sobre el dehute Foucuult/Huhcrmus en 1;11ntrud uccin , en b, not " pie (\c p.gina 1]" 1;), de la pilgina 28.

    Akf- Habermas, Aprs iJ1alT, Pars, Fayurd, 1985, trad. de J.-R Ladrnirul y IVI.de Launey. Traduccin de RHlif.

    AS - Foucault, L 'arc!lCologic du sauorr (1969), Pars, Gallimard, 199G ILaarquco/oino del saber, Mxico, Siglo XXI, 19701

    Cl - Habermas, Conna/ssancc e/ in/r/, Pars, Gallimard, 1997, trad. de G.Clmencon. Traduccin de El Conocren/o e inters, Madrid, Tuurus,1989].

    DD - Habermas, Drott ct c/cmocrat/c, Pars, Gallimard, 1997, trad. de Ch.Bouchindhomme y R. Rochlitz. Traduccin de FC [Facticrdad.v l'a/idez:so/m'el dercc/toy' el Estado democrtico de derecho en /{;rmillos de Icor/a deldiscurso, Madrid, Trotta, 1998].

    DE - Foucault, Dds el ccr/ts, Pars, Gallimard, 1994, 4 volmenes.DiJ~- Habermas, "Die Moderno - oin unvollcndctes Projckt", elllac/llc p(}/tlr:~'

    e/re Sclinjicn I-IV, Frrincfort, 198. Traduccin: Lil1.DnJ:f - Habermas, Dro/: el mora/e, Pars, Souil, 1997, trad. de Ch. Bouchind-

    hornme y R. Rochlitz. Traduccin de una parte de FG.DPJ11- Habermas, Le Dtscours plu/osoplriqlll' de la moacrn/t, Pars, Galli-

    mnrd, 1988, trad. de Ch. Bouchindhommo ,,'R. Rochlitz. Traduccin de f'IJ.lfLE/ a/scurso fr/osji"co c/c /a modernidad. (doce /cccioncs), Madrid, 'I'aurus,1989J.

    EA - Habermas, Dic EinbezrC/lllftg des Andcrcu, Frncfort, Suhrkamp, 19HGTraduccin: IR. [La illdllsin del otro: es/tidios dc tcorta jJol/t/ca, Barcelona,Paids, 19991.

    ED - Habermas, De l'tlqllc de la drscussion, Pars, Ccrf, 1992, trnd de. 1\1.Hunyadi. Traduccin de EZ (Aclaraciones a la cttca dd discurso, Madrid.Trotta, 20001.

    El- Habermas, Er!?ClllltnullldIntcrcsse, Frncfort, Suhrkamp, 1968. Traduc-cin: CI.

    EP- Habermas, L'Espacepllblic, Pars, Payot, 1995, trad. de M. de Lau ncy.Traduccin de STV.

    e' n Oenac]a:

    111& . 00023Q94CUT ~ ""6.....1.. ". e:/" '7

    BtBl.101"ECA PI:M*)

    Toda reproduccin total o parcial de esta obra por cualquiersistema -incluyendo el fotocopiado- que no haya sido expre-samente autorizada por el editor constituye una infraccin alos derechos del autor y ser reprimida con penas de hastaseis aos de prisin (art. 62 de la ley 11. 72:3 y art. 172 delCdigo Penal).

    I ~ >~

  • Captulo 10CIENCIAS HUMANAS

    Y SABER EMANCIPADOREN FOUCAULT y HABERMAS

    La imagen clsica del "saber emancipador", lejanamente basada en elreconocimiento sofstico, luego en el platnico, en el sentido del poderque se otorga a la palabra para transformar al alma, inspirada msdirectamente por los ideales de la Ilustracin, parece poder definirse demanera muy simple. Se tratara de un conocimiento que, segn unamodalidad cualquiera, se articulara con tomas de conciencia capaces,en quien las opera, de acompaar, incluso de suscitar por s mismastransformaciones de s mismo de ricas repercusiones prcticas, demanera privilegiada, por el cuestionamiento de las relaciones socialesopresivas e irracionales.

    Como tal, esa imagen no plantea ningn problema particular y desdehace mucho forma parte de nuestro escenario. El IledlO es que hanexistido y existen discursos, a veces importantes, que se pueden inter-pretar gracias a ese esquema, otros aun que han intentado voluntaria-mente corresponderle de manera aproximativa e incluso en algunaocasin han desarrollado una comprensin de s mismos, de sus fines ysu sentido, que abrevan en ella su inspiracin. El hecllO e en particularque, a veces y en cierta medida, las ciencias humanas han extrado susproyectos y sus estrategias de legitimacin de ese modelo clsico quehan ido alternando hasta nuestros das. En efecto, incluso las poderosasya veces pertinentes oposiciones inspiradas por un lado por los defenso-res de la epistemologa positivista, apasionados por la neutralidad axio-lgica, y, por el otro, por los partidarios de enfoques ms radicalmenteobjetivistas de los hechos humanos, por ejemplo de tipo naturalista,estructuralista o sistemista (enfoques en los cuales el vnculo con elproyecto de la liberacin a lo sumo solo llega a ser muy laxo), nunca hanlogrado ms que limitarla atraccin ejercida por esa concepcin. La ideade que las ciencias humanas estn ante todo destinadas a procurarle alos contemporneos, que son sus destinatarios, beneficios en lucidez

    201

  • acerca de la perspectiva de la accin no queda as exenta de gravesambigedades ni est desprovista de alternativas crebles. Pero no porello ha dejado de conservar hasta aqu cierto prestigio.

    Sin embargo, otro hecho podra llevar a deplorar tal situacin e incitara su cambio: el hecho de que en torno de ese ncleo duro que es la ideamuy general de saber emancipador se han agregado histricamentediversos elementos, diversas escorias, que a veces han terminado porincorporrsele. Entre otros elementos, pueden citarse: (1) una concep-cin puternalista, heredera del mito del filsofo-rey, de la relacinteora-prctica, llevada a insistir demasiado en la incompetencia de losactores y las ilusiones que ensombrecen sus espritus; (2) una concep-cin monoltica de la vida social que se supone secretamente organizadaen torno, por ejemplo, a una clase universal, destinataria por excelenciadel nico, verdadero, discurso emancipador y, por lo tanto, llamada ahacerse cargo de manera vanguardista del trabajo de transformacinhistrica; (3) una concepcin niveladora y teleolgica de la historia queatravesara un movimiento hacia la libertad uniforme y simple, en elfondo, y que solo sera interesante por esa razn; (4) una concepcinesencia lista de la identidad y la subjetividad entendida como tensinhacia la presencia de s y la integral posesin de s mismo; finalmente(5) una concepcin al mismo tiempo mecnica e idealista, en todo casopresociolgica, de las relaciones entre toma de conciencia cognitiva,compromiso prctico y accin histrica, una concepcin que, por otraprute, es llevada a ignorar las diversas figuras de la debilIdad de la['nll/lltad y los diferentes obstculos para la puesta en marcha de laaccin colectiva,

    El marxismo est muy lejos de ser el nico motivo de discusin en laconstitucin de esas peligrosas aleaciones, puesto que se encontraransus rastros, por ejemplo, en numerosas discusiones clsicas acerca de laescuela y de las prcticas de las escuelas. Pero lo que tomar en con-sideracin e:" que resulta desafortunadamente claro que Horkheimer,en el texto fundador de la Teora Crtica, vincul ntimamente a estaltima con una interpretacin de las ciencias humanas a las que no lesconcede inters ni crdito desde un punto de vista filosfico sino en lamedida en que se suponga que las mismas endosan en susprdctrcas unaconcepcin j'l/cr/c de la emancipacin; dicho de otra manera, en elpresente caso, una concepcin que despliega, al mismo tiempo que suvocacin liberadora, reafirmada con fuerza, todos los elementos dogm-tico:" nombrados, Al menos parece que la Teora Crtica se hubieraclavado ele entrada en una visin ms bien unificadora elel movimientosocial. as como en una concepcin rgida de la relacin teora-prctica.'

    I Vl',lse "Thoric truditinncllc ct thcorie critique", en T/lJl/(' Ir{l(/iliolle!/e ct 1/,Jl'ie('//Ii(/II(" I',ll'is, Callimard, 197:3. Al procurar idcntificnr la infraestructura cpistcmnl-

    :~ica dul marxismo, l Iorkhcimcr. ajeno al materialismo a la manera del ltimo Engels.) (").l

    La hiptesis que quisiera formular es que ha sido preciso esperar laconfiguracin poltica e ideolgica creada por el auge en cuanto a poderde lo que se han denominado "nuevos movimientos sociales", al estilo delos de las dcadas de 1960 y 1970, para que pudiera constituirse unespacio terico original dentro del cual esa delicada conjuncin entreciencias humanas y saber emancipador fuera finalmente interrogado.Mantengo la expresin, por cierto que muy cuestionable pero amplia-mente difundida, de "nuevos movimientos sociales" para designar lacristalizacin en el Occidente de aquel momento de un fenmeno rela-tivamente original que se mostr portador de cambios sociales impor-tantes: se trataba de nuevas corrientes culturales, de nuevas sensibili-dades, de sistemas de protesta, reivindicaciones y propuestas originalesreferidos a las formas de injusticia y alienacin que, al no tener su centrode gravedad en el mundo del trabajo, no podan ser plenamente tomadosen cuenta ni canalizados en las fuerzas polticas vinculadas con elmovimiento obrero. Esa apelacin no tiene otra funcin que sealar laexistencia de fenmenos algo emparentados, cuyo carcter inconexo fueindudablemente puesto de manifiesto por la historia ulterior. En efecto,ocurran movimientos antiautoritarios en las instituciones estatales o

    o Lcnin, cae naturalmente en la idea de una oposicin entre dos gncros d saberes:aquellos que son ciegos en cuanto a sus orgenes histricos ya sus lunciones sociuh-s.y aquellos que saben conjugar las exigencias de la lucidez crtica (en el sentido de Kuut)sohrc sus propias operaciones con el ejercicio poltico de la crtica, en el sout.ido doMurx. El problema proviene de lo que Horkhcimcr dcnonunu, segn sus paluhrus. r-lmarxismo c/lte/ldido como trrr todo (incluidos, pues, los dogmas que los herederos dl'Marx acep-taron o agregaron a un cuerpo doctrinnrio supuestamente coherente) comola Lll'a ilustracin histricamente disponible de ese modelo de "teora crtica", dicho dl'otr-a ma-nera, como el nico caso de saber' correspondiente al tipo ideal dibujado unt todo de manera ahstructu. Este punto es ya problcmt.ico. Pero lo peor es que Horkhoi-mer razona en los hechos ('(!!JIU si los "dogmas" del marxismo histrico (imugcn delpensador como gua, unidad tclcolgica de la historia, rol salvador del proletariado,perspectiva (le una Historia enteramente prod ucirlu de manera consciente, cl c.) iud ic.i-run elementos /I('(,'saIllJl('III(' (,(JIIstilllliuus de la 'l'coriu Critica en gener

  • pnruestatales hasta llegar a las corrientes ecologistas o pacifistas,.pasnndo por la lucha por los "derechos cvicos", el feminismo y losdiferentes modos de afianzamiento de la identidad, tpicos de eseperodo. Quisiera demostrar que una parte de la obra de Foucault y dela de Habermas, las que, desde ese punto de vista, parecen bastanteconvergentes, puede ser leda como una invitacin decisiva a adoptar,sobre la base de la experiencia de los nuevos movimientos sociales, unaconcepcin ms bien dbil, en el sentido de modesta, de lo que puede elconocimiento docto del presente y as complicar en mucho las concepcionesde 1
  • ms bien en una invitacin a pensar de otra manera y a desarrollar pors misma una conciencia histrica desasida, que no se orienta a nada queno sea a s misma. En todo caso, da la impresin de que en la dcada de1960, bajo el nombre de arqueologa o genealoga, Foucault elabora unproyecto de aspecto crtico, pero que tiene como particularidad plena-mente reivindicada colocar a distancia todo objetivo prctico o histrico(en el sentido de la historia que se hace conscientemente) y que, parahacerlo, arrasa de paso con todos los presupuestos que antes permitanvincular de manera optimista el conocimiento con la accin.

    De este modo, en lo que concierne especficamente a las cienciashumanas y a su epistemologa, todo ocurre como si Foucault, al adoptaruna estrategia que a posteriori reconocera como nietzscheana, hubieraquerido escapar al dilema de Horkheimer del positivismo y la crtica.Debe de haber, en ese campo en particular, lugar para un conocimientoque explique el presente, devele sus violencias y reduzca sus ilusiones,pero sin tener que pensarse para ello con el modelo de la toma deconciencia ni someterse a las supuestas necesidades de la prctica y lapoltica. Tendr xito esa estrategia? Probablemente no, por razonesque intentaremos explicar.

    En Laspalabrasy las cosas, la autocomprensin crtico-emancipado-ra de las ciencias humanas se ve largamente discutida a ttulo de ma-nifestacin clave del humanismo moderno, sobre la cual juega su cre-dibilidad. En la poca contempornea -explica ante todo Foucault-, laautorreflexin ha perdido esa inocencia que le permita aspirar en losclsicos a resolverse rpidamente en la posesin de s mismo; a partir deentonces implica la conciencia trgica de una alteridad constitutivade s mismo, de un espesor inconsciente que inquieta y atraviesa alsujeto, convocndolo a un infinito trabajo de recu peracin y exploracin.La subjetividad moderna, en esto radicalmente poscartesiana, se cons-tituye en el movimiento de reconocimiento de la imposibilidad de coin-cidir consigo mismo.

    El hombre y lo impensado son, en el nivel arqueolgico, contemporneos. Elhombre no pudo dibujarse como una configuracin en la eprsteme, sin queel pensamiento descubriera al mismo tiempo, simultneamente dentro yfuera de s, en sus mrgenes, pero asimismo bien entrecruzados con supropia trama, una parte de noche, un espesor aparentemente inerte conel que queda comprometido, un impensado contenido en l de cabo a rabo,pero donde tambin queda atrapado. Lo impensado (sea cual fuere elnombre que se le d) no est alojado en el hombre como una naturalezaacurrucada o como una historia que allf se hubiera estratificado, es enrcl acin con el hombre, lo Otro: lo Otro fraterno y gemelo, nacido nu de lni en l, sino a su ladu y al mismo tiempo, en una idntica novedad, en unadualidad sin recurso.'

    I ,l/e:, pug. :1:37.

    2()(i.J

    De esta manera, Foucault hace del saber emancipador, el que buscaprecisamente develar lo impensado en beneficio del sujeto, una figuracentral del discurso contemporneo.

    La funcin del pensamiento, su propia iniciativa, ser la de acercarlo [loimpensado] lo ms posible de s mismo; todo el pensamiento moderno seencuentra atravesado por la ley de pensar lo impensado, de reflexionar enla forma del Para s los contenidos del En s, de desalinear al hombrerecuncilindolo con su propia esencia, de explicitar el horizonte que le daa las experiencias su trasfondo de evidencia inmediata y desarmada, dealzar el velo del Inconsciente, de absorberse en su silencio o de tender elodo hacia su murmullo indefinido.'

    Pero, al igual que en Lacan, parece que la bsqueda de lucidez ylibertad que subyace en esa investigacin, de entrada se encuentraasimilada por Foucault a una carrera ilusoria y compulsiva hacia laintegracin absoluta, que es la patologa por excelencia. El quinto pa-rgrafo del captulo IX, dedicado a esa problemtica, concluye as demanera inesperada mediante una especie de exaltacin surrealista delpensamiento como "acto peligroso?" que se orienta a producir un corto-circtr/ro en el tema emancipador (yen la concepcin del compromisovinculada con l) debido a la valorizacin de un lenguaje que aceptaradejarse instruir en contacto con la locura y la subversin. En cuanto aldescenso de lo trascendental a lo emprico, que acompaa ese oscureci-miento de la relacin consigo y abre un espacio para una autorreflexinampliada, es menos vista por Foucault como una oportunidad para unpensamiento no metafsico que como el indicador de una escisin irre-versible y de una contradiccin insoluble, la contradiccin que consisteen querer ser al mismo tiempo sujeto y objeto, es decir, en quererposeerse. La bsqueda de una emancipacin que pasara por la reapro-piacin de lo alienado y lo impensado est, para Foucault, destinada alfracaso.

    Ahora bien, desde el punto de vista de la historia de los saberes, esefracaso implica el de las propias delicias humanas. Esa nocin indeter-minada debe precisarse. En el transcurso del relato que forma la tramade los ltimos dos captulos de su libro, Foucault parece distinguir enefecto varios elementos dentro de lo que se denomina habitualmenteciencias humas: (1) las disciplinas bsicas dentro de las cuales se hanproducido -segn l-las mutaciones epistemolgicas esenciales (biolo-ga, filologa, economa)," (2) las ciencias histricas, que capitalizan loslogros de la conciencia histrica nacida del derrumbe de la ('P':~'!('lJIe

    t. MC, p

  • clsica;' (3) las disciplinas de vanguardia (etnologa, psicoanlisis) que,en lo que tienen de mejor, ya se sitan ms all del humanismo mo-derno," y finalmente (4) algo arrinconadas entre esos tres grandesmacizos constituidos, las ciencias humanas en el sentido estrecho de laexpresin, en general, la psicologa y la sociologa. 10 La idea del autorconsiste aparentemente en que las ciencias humanas srrtcto sensu hantendido a ocupar un lugar cada vez ms central en el campo de lasciencias humanas lato sensu en razn o, al menos, en relacin con suafianzada vocacin crtico-emancipadora. Ese estado de cosas es el queresulta interpelado al final del libro de Foucault.

    Su primera tesis es que, desde un punto de vista arqueolgico, psi-cologa y sociologa consti tuyen contrapartes de una mutacin que se haproducido fuera de ellas. Se definen por la bsqueda de determinantesinconscientes que provienen del hecho de que el hombre pertenece alorden de la vida, del intercambio y del lenguaje, de manera que su nicoaporte consiste en haber dado un vuelco en lo que permiten pensar esascategoras en beneficio de la autorreflexin, tarea que el filsofo -comose ha visto- juzga, segn las acentuaciones, como ilusoria, imposible derealizar o simplemente insignificante. Sin duda que las ciencias huma-nas "emancipadoras" que han querido ser, en lneas generales, lasdisciplinas psicolgicas y sociolgicas se reconocen en cierto nmero detemticas especficas:

    Podr decirse que hay ciencias humanas [' ..J en todas partes donde seanalice, en la dimensin propia de loinconsciente, normas, reglas, conjun-tos significantes que dcvclcn a la conciencia las condiciones de sus formasy sus contenidos. 1I

    Pero -jnsiste el autor- esos motivos parecen claramente tomados delas tres disciplinas bsicas (biologa, filologa, economa): en el fondo, lapsicologa y la sociologa no inventaron nada. Esa afirmacin ya sor-prendente le permite concluir a Foucault, generalizando y sin extraviar-se en demasiados matices, que los mtodos y los objetos de las cienciashumanas s/elJ/preconstituyen importaciones. De este modo, el proyectoemancipador, que no habra dado lugar a ninguna innovacin tericadigna de ese nombre, se reducira a una manera de reciclar los logrosms antiguos y profundos en beneficio de un objetivo tan sospechosofilosficamente como inaccesible prcticamente, el de la transparencia.En suma, en la episteme moderna, en ltima instancia las ciencias hu-manas toman sus modelos de disciplinas ms profundas que ellas,

    , Me. cap. X, ~ IV-."Ale. cap. X, ~ V.lO ur: cap. X, ~ 11.11 Me, pg. 376.

    208

    plantean problemas que no pueden resolver y estn destinadas a seguirsiendo metodolgicamente inestables. Como se ve, para desacreditar elproyecto emancipador, en Laspalabrasy las cosas Foucault ni siquieranecesita recurrir a la hiptesis funcionalista extrema que se encontraren La voluntadde saber, la hiptesis segn la cual ese proyecto debe serconcebido como un ardid y un instrumento de poder." Le basta consugerir la existencia de un lazo entre la esterilidad epistemolgica deciertas disciplinas y el afianzamiento del proyecto de un develamientoliberador que es tambin el de un fortalecimiento del sujeto que losanima. O bien, en la crudeza de sus propias formulaciones, le es precisoafirmar que las ciencias humanas no son ciencias.

    Decir que forman parte del campo epistemolgico significa solamente queall arraigan su positividad, que all encuentran sus condiciones deexistencia, que no son, pues, solamente ilusiones, quimeras seudo cient-ficas, motivadas en el nivel de las opiniones, de los intereses. de lascreencias, que no son lo que otros denominan con el extravagante nombrede "ideologa". Pero esto no quiere decir que sean ciencias [' .. J. No son[incluso] ciencias en absoluto; la configuracin que define su positividad ylas arraiga en la episterne moderna las pone al mismo tiempo fuera deestado de ser ciencias; y si entonces uno se pregunta por qu han tomadoese ttulo, bastar con recordar [... ] que piden y reciben la transferenciadel modelo tomado a las [verdaderas! ciencias.':'

    A partir de ese momento, solo resulta claro que el autor no argumentaya desde el punto de vista de los saberes ni de su arqueologa axiolgi-camente neutra. En la perspectiva adoptada a partir de entonces, la deuna crtica de la subjetividad que gira hacia una superacin nietzschea-na del "hombre", esas disciplinas aparecen ms bien como una mentiraepistemolgica y un parntesis a cerrar. Ahora bien, se percibe que esaimprevista ampliacin del propsito de la arqueologa constituye unproblema en el momento en que Foucault, al poner el acento en ciertosaspectos de los trabajos de Lacan y Lvi-Strauss, los presenta como laltima palabra de las ciencias humanas, y los toma como apoyo paraacreditar el proyecto de una demolicin de la subjetividad y del huma-nismo que termina por desembocar en una especie de retrica provoca-dora (''Ia muerte del hombre") y por hacer de las ciencias humanas unasimple figura histrica de transicin, reunindose as con el positivismode manera por cierto no voluntaria dada la poca.':' Laspa/aorasv las

    i" Vase la conclusin muy radical de La uoluntad de sabl'r(pg. 211) a propsito delas ideologas de la liberacin sexual y de la liberacin social de la palabra que le estaravinculada: "Irona de ese dispositivo: nos hace creer que en ello va nuestra 'liberucion'".

    '" Me, pgs. 376-:378.11 En un texto perifrico, alguna vez Foucault se defini como un "positivista It.Jz".

    Utilizamos In expresin en el mismo sentido que los partidurios de la Teora Crtica,

    209

  • cosas, as como ciertos textos contemporneos, tienen en efecto un tonoque extraamente se puede calificar como positivista. No solo haciendode la expresin "ciencias humanas" una simple manera de hablar, lo quepermite suponer que nicamente las ciencias de la naturaleza son enverdad dignas de ese ttulo, sino sobre todo cuando afirman con insistenciaque esas disciplinas no tienen, esencial y no solo coyunturalmente, niterreno asegurado ni mtodos experimentados ni proyecto terico estable-cido. Sus debilidades no estaran vinculadas con un "retraso" provisorio,sino con imposibilidades estructurales para constituirse en saber autnti-co. y se puede ver el signo ms perturbador de esa extraa alianza con elpositivismo (para el que la expresin "ciencias humanas" no es ms queuna manera corts pero ilusoria de expresarse) en el hecho de que lavanguardia terica representada por el psicoanlisis y la etnologa -lasque, contrariamente a la psicologa y la sociologa son consideradas como"verdaderas" ciencias- no es concebida en el libro a la luz de la categora,considerada como falsa, de progreso cienttfico, Se encuentra ms bienpensada como lo previo inmediato a un vaivn dramtico en "otro pensa-miento" que manifestar finalmente la inconsistencia total del proyecto delconocimiento del hombre, por lo tanto como algo que es interesante msbien a ttulo de signo precursor que en s mismo.

    Puede verse hasta qu punto resulta extrao que Laspaiaorasy lascosas haya podido pasar en la poca de su aparicin por una elaboracinfilosfica fuertemente vinculada con los progresos de los enfoques "es-tructuralistas" en ciencias humanas. A fin de cuentas, el libro no losinterpreta sino como los precursores del derrumbe prximo de esasdisciplinas y del mundo que las haba hecho posibles, lo que representa unaforma de homenaje epistemolgico aunque bastante paradjico. En esemomento, no era un azar que la imprecisin de la argumentacin deFoucault desembocara, por otra parte, en una fuga hacia adelante en elencantamiento:

    As se teje ante nuestros ojos el destino del hombre. pero se tejo porel revs;en esos extraos husos, es reconducido a las formas de su nacimiento, a lapatria que lo ha hecho posible. No es esa una manera de llevarlo a su fin?Pues la lingstica no habla ya del hombre mismo; tampoco lo hacen elpsicoanlisis o la etnologa. 1'-,

    justamente en la ('POCa de la "querella del positivismo" (vase T. Adorno, K. Popper r'/01, 1)(' Vir'/IIN' ir FrolljiJrt. Lo qu('relle a/tcmond des scicnces socia/es, Bruselas, Com-ploxc. 197~n: positivismo designa un enfoque de las ciencias focalizado en el xito de lascil,ncias (de hecho. de ciertas ciencias) de la naturaleza, un enfoque mediante el cual elsont.ido de la racionalidad cient.fica nunca es oqurvoco y que, en consecuencia, tiende a\'('1' en lus "ciencias humanas" ya sea, en el peor de los casos. falsas ciencias o, en el mejor,discursos an insuficientes que podran y deberan seguir el modelo existente de lasciencias ele la nat.urnlcza.

    \,', Me, p;g, :ma.

    210

    Incluso si se deja de lado esa sobrepuja, se constata que el punto defragilidad en toda esa estrategia, que explica la molesta proximidad conel positivismo, consiste por cierto en el presupuesto masivo, nuncatematizada, segn el cual existira un lazo de solidaridad indefectibleentre el propio proyecto de saber crtico-emancipador en general, talcomo ha sido portador, incluso constitutivo, de una parte de las cienciashumanas clsicas, y la asuncin de un conjunto de presupuestos dogma-ticos extremadamente pesados, que nos devolveran al regazo hegelia-no. Semejante estrategia termina por colocarnos, en efecto, ante unaalternativa mortal, puesto que para ella entre el crecimiento relevantede un profetismo nietzscheano adosado a un cierto estructuralismo, porun lado, y el dogmatismo, considerado como ridculo, del sentido de lahistoria, que no hace ms que relevar al subjetivismo tradicional. por elotro, no habra exactamente nada.

    Desde ese punto de vista se puede leer Conocimiento e inters comouna obra que elige instalarse en esa zona desafortunadamente invisibi-Iizada por el enfoque del Foucault de 1966, la de una reforma autocrticao de una reestructuracin del proyecto crtico-emancipador. En efecto,aunque comparta con Foucault la preocupacin por escapar a la empre-sa de representaciones al mismo tiempo niveladoras y teleolgicas de lasociedad y la historia que a veces el marxismo ha alternado. Habermasdesarrolla en relacin con ste una estrategia que puede asimilarse msfcilmente a una crtica inmanente. Lo que establece la diferencia esante todo que, contrariamente a algunas de sus orientaciones anterio-res, el filsofo alemn no necesita a fines de la dcada de 1960 considerarque la historia de las ciencias humanas est sometida a tendenciasglobales ni a presupuestos inconscientes. Incluso, para l, es sobre todola estrechez del discurso filosfico sobre las ciencias el que planteaproblemas, al mismo tiempo en s y en sus efectos epistemolgicos rea-les, Esa reserva y ese pluralismo implcito preservan al autor de losarrebatos tericos que poda suscitar la ola estructuralista: as. Haber-mas, una vez hecha la reflexin, puede en general mantener la centra-lidad de la psicologa y la sociologa en el seno de las ciencias humanasy considerar que, por ms importantes que sean, los anlisis de inspira-cin estructural y sistmica tienen ms bien la vocacin de completarlasy alimentarlas que de suplanta.rlas.

    Sin embargo, ni la psicologa ni la sociologa pueden apegarse a unavisin de s mismas que se conformara con relevar al modelo educativode la Ilustracin, aunque solo fuera porque, segn una temtica clebre dela Escuela de Frncfort, la dominacin se ejerce ya en nombre de laciencia y la tcnica, lo que significa un golpe fatal para la idea de la opo-sicin esencial entre razn y poder. Al proponer al dilogo mlrt/'cocomo modelo del modo de aplicacin e incluso de engendramiento del

    211

  • saber emancipador en ciencias humanas, Habermas se propone, pues,evitar las orientaciones al mismo tiempo casi autoritarias y casi idealis-tas asociadas con la idea de un saber que liberara a los dems de susalienaciones. La idea general consiste en afirmar que el dilogo entre elpaciente y el mdico, en principio no paternalista y no autoritario, cons-tituye un buen modelo para pensar las complicadas relaciones existen-tes entre la elaboracin intelectual y el saber espontneamente produ-cido o reflexivamente reelaborado por el agente. Tal intencin eratransparente ya en la manera en que el filsofo evocaba la naturaleza dela propia cura analtica.

    Iustru idopor el analista, el paciente aprende a leer sus propios textos, que61 mismo ha mutilado y deformado, y a traducir en el discurso de lacomunicacin pblica los smbolos de un discurso deformado en lenguajeprivado. Esta traduccin le abre al recuerdo, hasta entonces bloqueado, lasfases genticamente importantes de la historia de la viday vuelve al sujetoconsciente de su proceso de formacin: en esa medida, la hermenuticapsicoanalticn no se orienta, como la hermenutica de las ciencias huma-nas [en el sentido de las "ciencias del espritu" tradicionales], hacia lacomprensin de conjuntos simblicos en general; el acto de comprensinal que \leva es a una autorreflexin. \(;

    Por otra parte, en la inteligencia de s mismo que procura el dilogoanaltico lo que est implicado no es solamente un conocimiento indivi-dual de su propia biografa, sino asimismo una precomprensin de lashiptesis tericas generales que se pueden poner en marcha para es-clarecerlo. Implcitamente, en las huellas de Marx y Horkheimer,Habermas sugiere que ese modelo, extendido a la esfera de la vidahistrica, implica que los sujetos sociales son por prClp) capaces deapropiarse de las elaboraciones tericas abstractas producidas en elcampo intelectual, que esa apropiacin prolongar/a, al refinarla y am-pliarla, la inteligencia de s mismo espontnea que se desarrolla en elcorazn de la experiencia social.

    El proceso de investigacin solo puede llevar a informaciones vlidas si setransforma en una investigacin hecha por el propio paciente. Las teorasson vlidas cuando rcsul tan vlidas para todos aquellos que pueden tomarla posicin del sujeto que examina. Las interpretaciones generales no sonvalidas sino cuando son vlidas para el sujeto que examina y los quepueden adoptar su posicin solo en la medida en que aquellos que seconvierten en el objeto de interpretaciones particulares se reconozcan a smismos en esas interpretaciones. El sujeto no puede adquirir un conoci-miento del objeto sin que ste se convierta en conocimiento para el objetoy que el objeto se libere mediante l convirtindose en sujeto!".

    11; rf, pg. 265. Traduccin modificada.17 rl, pg. 29:1.

    212

    Retomemos por un momento el razonamiento de un modo msanaltico. El momento hermenutico, constitutivo de enfoques impor-tantes en las ciencias humanas, implica ya por principio -explica Ha-bermas- el desdibujamiento de las fronteras entre el intrprete y suobjeto. Interpretar, sea cual fuere el sentido que se le atribuya a estetrmino, siempre significa aceptar colocarse, bajo una forma u otra y porun perodo ms o menos prolongado, en el lugar de otro. Es tambin loque hace espontneamente el psicoanalista. Pero esa comprobacinmerece ser radicalizada en un sentido ms igualitario para llevarlahasta el punto en que el destinatario del saber se convierta en el ver-dadero participante de un intercambio. Si el filsofo se apoya en elpsicoanlisis ya no lo hace solo, como ocurra corrientemente desdecomienzos de la dcada de 1960, para relativizar la demasiado estrechadefinicin positivista del control y la validacin experimental de lossaberes. Lo hace tambin para sacar decididamente a la concepcin delsaber emancipador de la rbita de la metafsica hegeliano-marxista, unaintencin ajena, por ejemplo, a la interpretacin de Ricoeur del freudis-mo, sin embargo contemporneo y comparable en ciertos aspectos. IH Loque le interesa a Habermas en el captulo 10 de Conocinu'ento e 'lter,.,.es, en efecto, que Freud, al rechazar de antemano la concepcin implcitade la cura como una tutela normalizadora, que volver en algunos de sussucesores, insista en la dimensin plenamente intersubjeti'ua de laperlaboracin, introduciendo de ese modo un principio crtico flexible,capaz de volverse, de ser necesario, contra los lmites inevitables de supropia tcnica analtica. Exactamente a la inversa de Foucault, cuyopensamiento a menudo parece partir de lo que pueden aprender lasexperiencias de desestabtlizac;n del sujeto, el filsofo de Frncfortparte, pues, de la experiencia, segn l insoslayable y ms englobadoradel valor de la autorreflexin, dicho de otra manera, de unu relacinconsigo mismo en vas de volverse ms autntica :1 comprensiva, bajouna relacin cualquiera. Se apoya asimismo en el hecho de que laexperiencia de la aceptacin de lo reprimido se efecta de maneraprivilegiada en las condiciones dialgicas, e incluso que una parte de sualcance emancipador est vinculada con ese contexto. Sobre esa basedoblemente freudiana, la conclusin que extrae COl/oc/miento e in/er'es que la generalizacin del modelo teraputico, lejos de todo psicoana-lismo, solo puede tener como sentido obligarnos, en las ciencias huma-nas, a dialee/izar al mximo y por principio la relacin entre el sabio yel agente profano al que se dirige. No se trata de dirigir las concienciasen funcin de un saber absoluto, sino de esclarecer a los agentes a partirde lo que saben, dicen y aprenden en el transcurso de los dilogos en losque participan. El acento recae, pues, en el hecho de que, en las cienciashumanas en general, el medio de la actividad crtica est consti tuido por

    '" Paul Ricoeur, D,l'ill/{'rprlntiolJ. Esso sur Fn'ud, Pars, Seuil, 19119.21:3

  • el denso tejido de lazos complejos formados por la expresin y la com-prensin del otro, por el reconocimiento de s mismo, la transferencia,el intercambio polmico, as como por la reapropiacin activa de losconocimientos por parte de los destinatarios Ysu integracin a la vida.

    En un segundo momento, Conocimiento e inters trata, por as decirlo,de responder una pregunta que la posicin foucaultiana podra, a justottulo, sugerirle al lector escptico: esas hermosas intenciones deflacio-ni stas y liberales, no son contradichas por la infraestructura terica so-bre la que se despliegan? Dicho de otra manera, si continuramos sos-teniendo, jUllto a esa proclamada flexibilizacin, concepciones del len-guaje, del sujeto, de la sociedad y de la historia que declinan, de unamanera u otra, los valores fuertes de unidad y de coherencia subjetivas,entonces, lo que ha hecho posible el paternalismo Y el dogmatismo semantendra. No se saldra de Hegel. En respuesta a esta dificultad, laastucia habermasiana consiste en afirmar, esta vez en contra de Freudyen particular contra la idea fundacional de una metapsicologa, que laontologa del sujeto no es ni debe ser ms que la sombra proyectada porla pragmdtt"ca de las relaciones dia/gica.'>~ en tanto stas pueden seremancipadoras. Todo lo que podemos decir del yo debe ser extrado dehiptesis adquiridas en el marco de la explicitacin de la tcnica psi-connaltica y no de construcciones especulativas separadas ele ella.Habermas critica as a Freud por haber intentado elaborar una especiede psicologa general dogmtica, cuando la exigencia de coherencia yrigor -sin hablar de su pretensin de imitar el mtodo de las cienciasexperimentales- habra debido llevarlo a limitar su ambicin paradeducir las pocas hiptesis fundamentales sobre la naturaleza del psi-quismo que necesitaba partiendo de la naturaleza del proceso ele lapropia cura.

    Se puede reconstruir el error metodolgico del enfoque freudiano ms omenos de la siguiente manera: las categoras fundamentales de la nuevadisciplina, las construcciones conceptuales, las hiptesis sobre los comple-jos funcionales del aparato psquico y sobre los mecanismos que rigenIunto la gnesis de lus sntonIas como la disolucin de las compulsionespatolgicas, ese cuadro metodolgico se desarroll ante todo a partir de lasexperiencias de la situacin analtica y de la interpretacin de los sueos.El sentido de esta constatacin es de orden metodolgico Y no surgesulamente de la investigacin psicolgica. En efecto, estas categoras yesos complejos no 1'\010 fueron descubiertos en las condiciones determina-das de una comunicacin especficamente protegida, sino que no puedende manera alguna ser explicados independientemente de ellas.'!!

    Una consecuencia particular de ese estado de hecho consiste en lanecesidad de no acordarle al yo (el corazn del sujeto psquico segn

    '" el. pg. 283.

    214

    Freud) sino las funciones necesarias para la inteligencia de su interven-cin en el marco de la cura y asimismo es preciso no olvidar 1i'{lIlla desus funciones. Ahora bien, aparentemente la metapsicologa freudianano le reconoce a la instancia del yo la capacidad constitutiva de volversobre s mismo, de una manera que sea rica en transformaciones po-sibles. Su concepto oficial de subjetividad es, pues, mspobre que el queefectivamente habra necesitado.

    Freud distingue cuidadosamente entre el desplazamiento como procesoprimario y la sublimacin; ste es un desplazamiento bajo control del yo,De manera anloga, distingue entre la defensa, comoreaccin inconscien-te, y el dominio racional de las pulsiones; sta es una defensa, no solo porintermedio del yo, sino bajo el control del yo. Pero lo que no aparece entrelas funciones del yo en el plano metapsicolgico es el movimiento de lareflexin que transforma un estado en otro, es el esfuerzo particularmenteemancipador de la crtica que transforma el estado patolgico de la com-pulsin y de la ilusin sobre s mismo en el del cont1ictosuperado y en lareconciliacin con el lenguaje excomulgado."

    Todo esto lleva a concluir que, de manera general, los componentesdel sujeto pueden y deben definirse en relacin con su contribucin a laintersubjetividad del dilogo. Para nosotros, el sujeto es ante todo el in-terlocutor posible en la discusin, y esto no es poco esclarecedor inclusoen el plano simplemente psicolgico. Ahora bien, clecir que, desde elpunto de vista de una reflexin crtica en el sentido del examen de losttulos y los fundamentos, por sujeto no hay que entender ms que esainstancia que puede ser fluidificada por la autorreflexin y el descentra-miento discursivo equivale, para Habermas, a cortar de la manera mseficaz cualquier tentacin de resustancializacin, Por ejemplo, en elnivel de las elaboraciones tericas ms abstractas. el trmino neurosisno debera significar una desviacin en relacin con una esencia o unanorma (natural o psquica), sino ms flexiblemente debera ser concebi-do como una manera problemtica de denominar la causa posible deperturbaciones en el marco de las relaciones simtricas de la interlocu-cin, una causa que solo se volvera accesible mediante la comprobacinde excomunicaciones fcticas. Por esa razn, la nocin normativa deell!elld7Iien!o COIISl/;O 117 /SIIlO, entendida como el ncleo ele una relacinpositiva consigo mismo y movilizada para sealar hacia dnde debeorientarse la cura y, por extensin, todo discurso crtico, se vuelve capazde simbolizar una concepcin no subjetivista, realista, de la subjetivi-dad.

    De este modo, contrariamente a lo que tema Foucault, se compruebaque, en la perspectiva adoptada por Habermas, recurrir, incluso demanera oficialmente distanciada, al vocabulario de la alienacin, la

    1" el. pg. 277.

  • ideologa o la liberacin no implica forzosamente que se presuponga, attulo de objeto perdido y deseado, el estado de una subjetividad (o de unavida social) absolutamente integrada y transparente, plenamente pre-sente en s misma. En efecto, para nosotros la experiencia sinuosa ydescentrada de la auto reflexin funda'y precede la definicin de sujetoy con ms razn la del mejor estado social que la actividad poltica podraencarar. En consecuencia, no compromete en absoluto la creencia en unahistoria nica, provista de un sentido unvoco, la cual se encontrarams bien desmentida por el momento hermenutico, por lo tanto siem-pre singularizadora, inherente a la prctica del coloquio analtico. As,Habermas trata de redefinirlas de un modo que corta con las tendenciasfrancesas de la misma poca, tomando en serio la actividad crtica en laefectividad de sus formas ms operativas, haciendo de ellas el filtro atravs del cual deberamos hacer pasar todas nuestras concepcionesesenciales de lo que es el sujeto, la sociedad o la historia. De esa manera,y sin haber ledo Las palabrasJI las cosas, el filsofo de Conocimiento einters estima haber llegado a reformular una epistemologa del saberemancipador que puede protegerse de las ms fuertes crticas de las queha sido objeto.

    Concluyamos diciendo que se encuentran en Foucault yen Habermasdos maneras sorprendentes de radicalidad, pero tambin, en granmedida, incompatibles, a pesar de su arraigo comn en una crtica delconocimiento, de tomar nota de una misma comprobacin, la de la crisisirreversible de la idea clsica, dogmtica, de saber emancipador. Esacomprobacin se ampla luego gracias a una crtica del relevo que esaidea encuentra en el marxismo, pero sobre todo en la autocomprensinclsica de las ciencias humanas.

    Las reformulaciones de la idea de saber emancipadora la luz de los "nuevos movimientos sociales"

    Sin embargo, un intento de leer en paralelo a ambos autores en vez deoponerlos sistemticamente resultara ms bien corroborada por elanlisis de sus respectivas evoluciones. As, el perodo que se abre amediados de la dcada de 1970 ofrece un contraste sorprendente con elprecedente, puesto que Foucault y Habermas operan juntos un desin-uestimrento radical en la figura de las ciencias humanas liberadoras: enconjunto, las mismas dejan simplemente de ser interesantes a ttulo demodelo filosfico que habra que explicitar o refutar. Dejando de ladotoda crispacin, de entonces en ms se tra ta no tanto de tomar en cuentauna crisis sino de expresar lo que puede sucederla, no tanto reflexionarsino poner en corto circuito la pretensin crtica-entendida en el sen tidode una relacin posible con la prctica- de las ciencias humanas. Es as,

    216

    de una manera diferente, ms diversa e imaginativa que lo que permitael modelo definido por Horkheimer, que las ciencias humanas, liberadasde la funcin de transformar las conciencias, pueden convertirse enobjeto de investigaciones Yapropiaciones en el seno del discurso filos-fico e incluso alimentar de otra manera el proyecto crtico. Pero lo quequisiera sugerir al mismo tiempo es que por una especie de ardidhistrico las nuevas posiciones de Foucault Y Habermas hoy tambinpodran ser reledas, a distancia de sus motivaciones iniciales, comoespecies de prembulos a una comprensin contempornea defendiblecon las posibilidades Ylimitaciones de las ciencias humanas animadaspor el proyecto crtico-emancipador. En suma, el intento por dar unsentido filosfico a la feliz renovacin entonces en curso, en las cienciashumanas, de la postura de compromiso encontrara en esas dos obrastanto obstculos como apoyos. y muy difcilmente podra evitar confron-tarse con ellas.

    Por una parte, entre las objeciones que se le pueden dirigir aConocimiento e inters, algunas tienen una resonancia foucaultiana. Sepodra considerar, por ejemplo, que la construccin de Habermas nopuede tomar en cuenta sino de manera demasiado lateral el aporte delos enfoques estructurales y sistmicos, que son tratados como simplesfuerzas complementarias. Por otra parte, podra causar inquietud unavisin en el fondo bastante intervencionista Yfundacionalista, en todocaso bastante dominante, de la relacin entre filosofa y ciencias hu-manas, una visin que por su parte Foucault consideraba perimida. Otambin se le podra objetar que esa construccin se conecta demasiadocon el tema clsico de la antropologa, Y por all con una visin anesencialista que se pretende apta para designar los campos fundamen-tales de la formacin de s mismo de la especie humana. Sin embargo,la elevacin paradigmtica del coloquio analtico es la que plantea,aparentemente, los problemas ms agudos, y no solo en razn de las di-ficultades planteadas por su eventual extensin al contenido de lasciencias sociales. Explicitemos el problema. Por supuesto que Haber-mas disuelve, gracias a Freud, la imaginera del maestro-pensador queesclarece, para instruirla, la vida de otro, dicho de otra manera, que lim-pia la nocin de ciencias humanas emancipadoras de las huellas msgroseras de dogmatismo autoritario Y de paternalismo. Pero es posiblepreguntarse si no es simplemente en beneficio de una formacin decompromiso. En efecto, el modelo del intercambio analtico amplaenormemente el margen de autonoma del destinatario del saber enten-dido como sujeto posible de la historia, pero de todos modos aseguracierto dominio del sabio sobre la interpretacin Ymantiene, pues, unaasimetra insuperable entre los dos participantes. La vida y el conoci-miento quedan pese a todo bien compartimentados Yel paciente sigue

    2]7

  • siendo el que, terica y prcticamente, no puede gran cosa por s solo. Porotra parte, es posible preguntarse si el modelo de la impotencia resultan-te de la reprcsion, que funda ese dualismo persistente, es capaz de cubrirel conjunto del campo de las fuentes y los mecanismos de reproduccinde las patologas sociales, si en ciertos aspectos no es un obstculoepistemolgico.

    Seguramente el paso siguiente, que consistira, ms all de Conoci-miento e uuercs, en reconocer una posiuidaacreadora autnoma a unavida social que hara su camino, ya se encuentra preparado en la pocaen que se anunciaba la Teorta de la accin comunicatiua en una her-menutica, de rango terico ahora realzado, que parte del hecho de que,en la comprensin docta, el intrprete y lo interpretado /raccn Zo mismo,a saber, moverse en el espacio de razones justificables y criticables."Pero ese paso no se poda cumplir en verdad antes de que los nuevosmovimientos sociales encontraran su lugar en la sociologa habermasia-na. Ahora bien. a pesar de un esbozo ya consistente en trminos de crisiselaborado en la dcada de 1970, el anlisis de esos fenmenos, desdeentonces vistos como portadores de una orientacin emancipadora quese articulaba con las corrientes de protesta o con las que tendan aconsolidar la identidad, solo se estabiliza muy al final de la Teoria de laacciou com urucatioa, donde ocupa por otra parte una funcin conclusivay absolutamente decisiva." Es preciso recordar algunos elementossalientes de ese anlisis.

    Ellltllprnermomento, Habermas toma nota del xito aparente de lasnuevas regulaciones introducidas porel Estado social por el sesgo de las in-tervenciones econmicas y de una distribucin de los bienes que se sus-trae parcialmente a las leyes del mercado: los conflictos de clase sevuelven latentes y los puntos de tensin a menudo se desplazan a otraspartes fuera del mundo de la produccin.

    El hecho de que en las democracias masivas del Estado social el conflictode clases, que marc a las sociedades capitalistas en la poca de sudespliegue, haya sido institucionalizado y, por eso mismo, atenuado, nosignifica la extincin de las potencialidades protcst.atarias en general.Esas potencialidades se manifiestan a partir de ahora en otros tipos deconflicto [y no en las relaciones de clases directas]. Los nuevos conflictossurgen, \... ] en las esferas de la reproduccin cultural, de la integracinsocial y de la socializacin: revisten la forma de protestas infrainstitucio-nnles, en todo caso cxtrnpnrlamentarias."

    Desde el punto de vista de una sociologa de los movimientos socialesy de las luchas polticas que dividen a la sociedad civil, esto implica, en

    ." VISC l/le t. l. cap. l.n 7/te, t. 2, pgs. 4:n-437.'.1 1:-1(', t. 2, pg. 4:Jl.

    218

    HAC

  • derse como orgnicamente ligada con la coyuntura histrica que asisteal surgimiento de los "nuevos movimientos sociales" as analizados.Constituye la conceptualizacin adecuada a esa coyuntura en la medidaen que ha nacido justamente en ella.

    La teora crtica de la sociedad toma conciencia de la relacin consig-omisma implicada por su tarea; sabe que pertenece en s misma, a travsde la actividad de conocimiento, al contexto vivido, objetivo que intentarecuperar. El contexto de su surg-imiento no permanece exterior a lateora: lo recoge ref1exivamente en s misma."

    En suma, para Habermas, que se apoya principalmente en el ejemplodel feminismo, del pacifismo, del ecologismo y de las diferentes tenden-cias "alternativas" de la dcada de 1970, esos movimientos encarnan elul:!i"rJry la resistellcia de los mundos vividos sociales, ya dnamizados porel desarrollo de la racionalizacin comunicativa frente a las crecientespresiones sistmicas procedentes de los aparatos burocrticos y capita-listas. Dicho de otra manera, son concebidos como la encarnacin defuerzas semiofensivas, semidefensivas, dedicadas a oponerse a los blo-queos que perturban la potencia colectiva de aprendizaje y creacininherente a ciertos aspectos de la socialidad moderna. Con eseenfoque, Habermas de hecho entiende sobre todo tener en cuenta queuna de las novedades de esos movimientos consiste en 10 que de-masiado a menudo producen, engarzados en sus estrategias, conricas interpretaciones de 10 que hacen y lo que quieren, y se definen,pues, por una fuerte reflexividad. Con esos movimientos es posibleestar en relacin, y sa es su relativa originalidad, con una voluntadque produce al mismo tiempo un saber, un saber en relacin con elcual el terico social est a partir de entonces ms en posicin deintrprete que de portavoz docto.

    Pues bien, se puede concluir que hubo en Habermas una especie de fe-nmeno de vasos comunicantes entre la teora del conocimiento orien-tada en funcin del motivo emancipador y el auge en poder del tema del"mundo vivido" como fuente de resistencia. La trayectoria recorrida esamplia. En la dcada de 1960, el filsofo, cuando tocaba cuestionespolticas, no sala por ejemplo sino raramente de un abstencionismo pru-dente sobre la cuestin sociolgica de saber quin poda ser el portadorde esa oposicin a las formas modernas de la dominacin, a la cualapelaba de manera abstracta. Concretamente, se limitaba a veces avolver de un modo menor al romanticismo marcusiano de las minorasculturales surgidas de no se saba dnde para oponerse al omnipotente"Sistema". A comienzos de la dcada del '80, avanza, por el contrario, porel camino de una teora social ms diferenciada, capaz de dar cuenta

    r, TAC. t. 2. pg. 442.

    220

    directamente de la existencia de poderosas fuerzas negadoras y de darun sentido relativamente unificado a sus temticas polticas y a susefectos histricos. La cuestin de las fuerzas sociales capaces de encar-nar la crtica puede entonces ser planteada y resuelta. Claramente, esareorientacin poltico-sociolgica implica una mayor confianza en lacapacidad de la vida social para producir espontneamente crticas ytendencias emancipadoras, sin necesidad para eso de ser sostenida enbrazos por el terico. Dicho de otra manera, la posicin habermasiaualleva a sugerir que tomar en cuenta una inteligencia social crtica ya enmarcha en el presente qua el lastre a las ciencias humanas y, con msrazn, impide a la epistemologa de esas ciencias envararse en torno alobjetivo crtico. Al mismo tiempo que del fundacionalismo tpico de lateora del conocimiento de la dcada de 1960, se sale del modelo, andeterminante para Freud, del encadenamiento virtuoso que se conside-raba vinculaba al conocimiento desmitificador procedente de arriba conla toma de conciencia desalienadora de abajo.

    Asimismo, esa posicin lleva a concebir la emancipacin con un con-junto de procesos siempre singulares, relativos y cargados de contingen-cia, en todo caso lo suficientemente equvocos como para ya no poder seratribuidos a un inters trascendental nico (segn el enfoque ilustradoen Conocimiento e inters) ni ser portados y estimulados por un grupo desaberes bien circunscripto. De todas maneras, existe un amplio espacioque el filsofo, sin desinteresarse de l, puede serenamente conceder alos procesos de aprendizaje cognitivos y sociales inmanentes que acom-paan a los representantes y a los intrpretes comprometidos. En efecto,en esa configuracin se vuelve intil la idea de que sea preciso esperar,por as decirlo, al conocimiento docto y en particular a las cienciashumanas para que el objetivo emancipador tome forma y consistencia enel mundo. Y si las ciencias humanas, por su parte, conservan su enterapertinencia, lo hacen a partir de entonces, desde el punto de vistafilosfico, ms bien contribuyendo con una antropologa positiva queesclarezca discretamente las condiciones formales y universales de esaclase de proceso; su tarea terica ms densa y prometedora en laperspectiva de una conexin con la filosofa consiste en explicar cmo,desde el punto de vista de la competencia de los agentes, puede advenir10mejor que pueda ocurrir en la vida social-". As, el hecho de que l partirde entonces el enfoque filosfico se pretenda, en ciertos aspectos, msespeculativo (reconstructivo) que crtico aparece finalmente (claro esque entre otras cosas) como la contraparte paradjica de una modestiabien fundada que reconoce que la crtica forma parte de la vida, que yasiempre est all, y que la emancipacin, lejos de ser un valor situado enel horizonte, merecedor de la tutela de la filosofa, ya se ha encarnado,y se encarna, en la experiencia social, bajo formas por otra parte

    1/; Vase Monr/e" comm urucat/ors, cap. 1.

    221

  • mltiples, a veces discretas y ambiguasY Esa posicin no implica desdeluego que la necesidad de teora y de ciencias humanas crticas desapa-rezca, ni incluso que la explicitacin filosfica ms abstracta de esaconfiguracin nueva carezca de ocasionales efectos prcticos. Desde elpunto de vista de la construccin filosfica, las apuestas crucialessimplemente ya no se encuentran all. De este modo, se puede concluirque lo que se expresa en la Teorta de la accin comunicativa constituye,entre muchas otras cosas, una manera de absorber filosficamente elhecho de que los nuevos movimientos sociales en el estilo de los de lasdcadas de 1960 y 1970 son portadores de una visin de la vida socialms compleja, ms pluralista, incluso heterognea, as como de unaconcepcin de las relaciones entre teora y prctica mucho ms sutil nosolo que la que expresaba Horkheimer, sino tambin que la que derivabadel modelo psicoanaltico generalizado.

    E'1l ese sen/Ido preciso, esa posicin se puede cotejar con las orienta-ciones relativamente nuevas que toma la obra de Foucault a comienzosde la dcada del '70, en la medida en que stas implican a partir deentonces la existencia de una relacin ms o menos estrecha con ciertasformas de luchas polticas fecundas, con significativos movimientos deprotesta o tambin con la actividad de minoras sociales y culturalesportadoras de un ct/ros crtico y creativo. Es preciso respetar, desdeluego, la prudencia de Foucault, quien nunca pretendi llevar las 1uchasy las corrientes que estamos tentados a reagrupar bajo la imprecisadenominacin de "nuevos movimientos sociales" a una esencia nica yque, por otra parte, solo se interes en algunos de ellos. Sin embargo, loque se desprende de su pensamiento es en lo sucesivo, de un modo muycercano al ele Habermas, algo as como una manera flexible y selectivade conectarse con ciertas especies de prcticas sociales crticas bastanteoriginales, bastante diferentes en todo caso a aquellas a las que remitael marxismo. Por un lado, Foucault pudo encontrar, pues, en esa con-figuracin poltica nueva una inesperada confirmacin de su crtica dela crtica tradicional y de la concepcin de la prctica, de la que era

    ", Ese inmunont.ismo rudical de tono vitalista tiende a ser confirmado por el hecho deque, a partir de la Tcor/a de la accin comrrmcatn.a, el modelo terico de la discusinfrustrada ya no es, como en la dcada de 1960, el de la discusin sometida a tabcs o aimpensados, es decir, que morecera ser criticada y corregida por una mrcrocncion1'.lknw./\ partir de entonces es el de una discusin caracterizada por el no cumplimientoIuctuo de las simetras del intercambio, o sea solu apelando a transformaciones en-dl~t;l'II{lS para la continuacin y la profundizacin de la discusin. Lo que est en cuestin1'l1 esa trnnslormncin es la legitimidad de un empleo inlncionistn de nociones talescomo "alienacin" o "ideologa". Su campo de pertinencia se presenta ms limitadodl,,,de quu ~e considera que no es posible identificar la accin de determinantes in-conscir-ntcs como la raz ms profunda de lo irracional, corno. en lineas generales, estabaobl igarlo a hnccrlo Habermas en la pocn de Conocinncruo e: ill{c/'I;,;'.

    222

    portadora. Pero la real novedad de la dcada de 1970 es que la impug-nacin, claramente reafianzada, de las figuras clsicas de la crtica (lasque dependen del subjetivismo tradicional y de las concepciones de lasociedad y de la historia que de ella derivan) ya no conlleva, como antes,la idea de una articulacin posible entre el saber (filosfico, en particu-lar) y el movimiento social, ni tampoco invalida ya el vocabulario de lasubjetivacin ni de la liberacin. De esa transformacin da testimonioante todo la rehabilitacin de la figura de la crtica emancipadora,heredada del movimiento de la Ilustracin, que se encuentra en laconferencia de 1978 sobre la Aufkdrullg.~8

    Como contraparte, o ms bien comosocia y adversaria al mismo tiempo delas artes de gobernar, comomanera de desconfiar de ellas, de rechazarlas,de limitarlas, de encontrarles una justa medida, de transformarlas, debuscar escapar a esas artes de gobernar o, en todo caso, de desplazarlas attulo de reticencia esencial l...l, habra ocurrido algo, nacido en Europa enese momento, una especie de forma cultural general, al mismo tiempoactitud moral y poltica, manera de pensar, etc., a la que llamara muysimplemente arte de no ser gobernado o tambin arte de no ser gobernadode ese modo ni a ese precio. Ypropondra entonces [... ] esa caracterizacingeneral [de la crtica]: el arte de no ser gobernado de esa ruancrn.?"

    En ese mismo texto, probablemente el primero donde Foucault seexpresa de manera favorable con respecto a la Escuela de Frncfort (enla pgina 45 evoca las razones por las cuales los conceptos de la "TeoraCrtica" le resultan "fraternos"), tambin procura despegarse de ciertasopciones de la crtica tradicional y en esa ocasin menciona el proyectode Conocimiento e inters (cuya traduccin al francs era por entoncesreciente). ste -afirma Foucault- es legtimo y con todo derecho puedepresentarse como una manera de asumir la herencia kantiana. Enefecto, Kant proceda ya "en legitimidad a una investigacin sobre losmodos histricos del conocimiento. De todas maneras, era as comocierto nmero de filsofos del siglo XVIII, y tambin Dilthey, Habermas,etc., lo haban entendido. Ms simplemente aun: qu falsa idea se habahecho de s mismo el conocimiento, a qu uso excesivo se haba vistoexpuesto, a qu dominacin, en consecuencia, se haba encontradovinculado?" .:10

    Luego de esa observacin (pg. 47), Foucault propone una transfor-macin que consistira en superarla problemtica de la dependencia delconocimiento con respecto a relaciones sociales dirigidas a una teorapositiva de los dispositivos englobadores de saber-poder, menos expues-ta a la obligacin poco comprometedora de explicar causalmente, es

    " "Qu'est-ce que la critique?". (e.", {e. pg. :3H.:in {c, pg. 47.

    22:3

  • decir, sociolgicamente, el conocimiento. Pero lo cierto es que, en esetexto, Foucault presenta su proyecto ms bien como un complemento yuna radicalizacin del planteo que adjudica (de modo muy elptico, porotra parte) al Habermas de Conocimiento e inters. Sea como fuere, elautor de Las palabras y las cosas admite a partir de entonces quecomparte cierto lenguaje con las construcciones tericas que se inspiranen la nocin de saber emancipador.

    Esa intencin es confirmada por el contenido de las investigacionesefectivas de Foucault? Nos parece que la repuesta es positiva. En efecto,a la vista tanto de los escritos tericos ms densos como de la diversasintel'Venciones polticas o de textos circunstanciales producidos porFoucault a partir de ese momento, se desprende aparentemente unaespecie de tipo Ideal de conocimiento que se entendera en su lazo con lasluchas histricas contemporneas y que, adems, podra relacionarsecon un estilo de presencia en el espacio pblico propio del intelectual.Hay all una perspectiva por completo ajena a la concepcin predomi-nante en Laspalabrasylascosas. Al igual que en Habermas, ese nuevotipo ideal es el de una crtica que se colocara en la perspectiva deliheraciones parciales, fuera del horizonte fantasmtico de una emanci-pacin radical. Es tambin el de una crtica que avanzara sin lasciencias /lllmanas, pero sin privarse al mismo tiempo de la posibilidadde evaluarlas y utilizarlas libremente. El pensamiento poltft'co deFoucault se presenta a partir de entonces como conmensurable con la.mcio/(~!{ia habermasiana en su intencin de tomar nota de la declinacindel modelo de la toma de conciencia y de los tipos de organizacin de laprctica, vinculados con l. Se pueden distinguir tres temas.

    Ante todo, ese conocimiento crtico se orienta a la produccin de unsaber, aunque por encima de los hombros de las ciencias humanasconstituidas y, ms en general, implica una postura distanciada conrespecto a los saberes existentes y las dt~~'ciphnas, en todos los sentidosde la expresin. Incluso cuando pone en accin formas de investigacinsobre el presente o el pasado que presentan cierto parentesco con lasprcticas habituales de las ciencias sociales e histricas, Foucault poneel acento, pues, en el hecho de que las mismas comprometen formas detrabajo e implican eventuales efectos polticos especficos y no cataloga-dos. En todo caso, para l se trata no solo de soslayar e impugnar losdispositivos de objetivacin promovidos en las doctas disciplinas insti-tucionalizadas que arrebatan la palabra, sino tambin de evitar lapostura paternalista del portavoz, del sabio esclarecido o del intelectualde aparato, que tambin se le parece. En efecto, la crtica ya no se orientaaqu a la desmitificacin sino a la produccin de un saber de expertoutilizable. Se aplica ms bien a la sobria presentacin de informacionesy esclarecimientos regionales que, una vez impuestos en el espacio

    224

    pblico, podrn ser movilizados por un movimiento social ya iniciado.Antes que desplegar el ensaamiento crtico y desmitificador, basta conla simple descripcin. De todos modos. la teora del conocimiento deja deser el registro privilegiado de la relacin de la filosofa con las cienciashumanas, que as pasan a estar disponibles para otros usos.

    Foucault explicit esta epistemologa del conocimiento del presentetan fecunda y particular en sus textos militantes, aunque pueda pensar-se que la misma desempea asimismo un papel de trasfondo discreto ensus trabajos eruditos de la poca, como, por ejemplo, en la constitucindel Grupo de Informaciones sobre las Prisiones (GIP), en 1971. En esaocasin, el filsofo tomaba a su cargo la funcin de un encuestador queprocuraba, por intermedio de la recoleccin de testimonios, develar losdiferentes aspectos de la experiencia viva desde el punto de vista dequienes la vivan.

    Nos proponemos hacer saber qu es la prisin: quin va all, cmo .Y porqu, qu pasa en su interior, loque es la vida de los prisioneros y, asimismo,la del personal de vigilancia, loque son las instalaciones, la alimentacin, lahigiene, cmo funciona el reglamento interno, el control mdico, lostalleres [... 1.Esas informaciones no las encontraremos en los informes oficiales. Lasrecogeremos de quienes, por la razn que fuere, tienen una experiencia dela prisin o alguna relacin con ella."

    En otro texto contemporneo, destaca que la filosofa implcita en esetrabajo de investigacin se opone diametralmente a la imaginera delintelectual que devela las injusticias y las alienaciones, y programa deantemano la manera en que ese develamiento contribuir a la propiaprctica. No se trata de neutralidad axiolgica, sino de la voluntad dedar su plena consistencia al momento de la explicitacin del saber, delque los agentes, ms en particular cuando son los sujetos de un podervisible, son inmediatamente portadores, as como al momento de lacomunicacin social de ese saber explicitado gracias al investigador.

    El Grupo de Informaciones sobre las Prisiones acaba de lanzar su primeraencuesta. No es una encuesta de socilogos. Se trata de dar la palabra aquienes tienen una experiencia de la prisin. No se trata de que tengannecesidad de que se les ayude a "tomar conciencia": la conciencia de laopresin est all, perfectamente clara, se sabe bien quin es el enemigo.Pero el sistema actual le niega los medios de formularse, de organizarse.Queremos romper el doble aislamiento en el que se encuentran encerradoslos detenidos: a travs de nuestra investigacin queremos que puedan

    :1\ "Manifeste du G IP", en DE lI, pg. 174. Vase, ms en general, el conjunto dedocumentos recogidos en Le Croupr dllformalioll sur/es pr/sons, Pars, Ed it.iousde l'IMEC, 2002.

    22;)

  • comunicnrsc entre ellos, trasmitirsc lo que saben, hablarse de prisin aprisin. do celda a celda. Es preciso que esas experiencias, esas rebelionesnisladus, se trasformen en saber comn y en prctica coordinuda."

    En segundo lugar, ese conocimiento crtico que encara entoncesFoucaul t en su epistemologa, y al que procura vincularse, implica unavisin no mecanicista de las relaciones teora-prctica. El intelectual,cumo el filsofo, cuyas funciones son al mismo tiempo relativamenteuutnomas e interdependicntes, desprovistas como estn de toda auto-ridad particular, se afianzan en el mejor de los casos como las queliberan las voces inaudibles o sofocadas al investigar los aconteci-mientos pasados que comandan el presente o bien las situacionespresentes en lo que conllevan de inmediatamente intolerable. Eldiscurso de la crtica debe situarse, pues, de este lado del objetivo dela interpretacin develadora, extrada del modelo del desmontaje de laideologa y, con ms razn, permanecer ajeno a cualquier orientacinprescriptiva. Al no tener los medios para expresarse en nombre delsentido de la historia ni de suponer la existencia de una lucha centralen la sociedad donde todo se decidira, ese conocimiento tampocopuede pretender instalarse en el punto de vista ele lo universal. Tomanota de lo vano que resulta una impugnacin global de la sociedad,mls nll de la multiplicidad de los lugares y las formas particularesde! ejercicio del poder, as como de la ilegitimidad de una meta-concepcin global que justificara norrna tivamcntc todas las formasele la rcbo lin y permitira percibir sus convergencias histricassubtcrrneas. En suma, se Lrul.a ms bien de desplegar lo que lanocin de /,'s/stellcia permite concebir: la forma de prcti cu a tomaron consideracin de manera prirnordiul no es la toma de conciencialcida que se supone procura el conocimiento, sino el movimientoespon t.inco de una vida a veces rccalci trun to que se afianza ya vecespuede producir, sobre la base de experiencias particulares, dtsctirsos-testimonios, protestas y reivindicaciones- que valen por s mism.os.As, segn un tema que se rcencuentrn a partir de la conferencia de1978 sobre la crtica, hasta el texto famoso sobre la Ilustracin, pu-blicado en 19B4, la crtica constituye u nu actitud, un et/ros; dicho deo.ro modo, una disposicin que resulta interesante representarse comoa n/crior a la divisin entre lo que hacen, por un lado, los agentessituados y, por el otro, los tericos y los inteloctuulcs.

    Si Cllerapreciso plantear la cuestin del conocimiento en su relacin conla dorn inacin , ante todo habra que hacerlo a pa rtir de una cierta voluntaddecisiva de no ser gobernado, esa voluntad decisiva, actitud a la vez

    '" "Sur la prison", en DE JI, pg. 175-17G.

    :2:G

    individual y colectiva de salir, como deca Kant, de la minoridad. Cuestinde act.it.ud."

    Como insistir cada vez ms Foucault, esa disposicin revela suriqueza cuando da lugar a formas de vida creadoras, vinculadas con laposibilidad de movilizar, de soslayar o apartar formas de poder hasta elpunto en que esas formas de vida se integren en el proyecto de unaformacin tica de s mismo. En suma, de una manera anrilogn a laposicin de Habermas en la poca, el discurso filosfico tiende a partirde en tonces a articularse ms dircctamen te con las lellden ctas e/ce!u.as,ya dadas por ser propias de la vida social, a producir movimiento einteligencia crtica, a producir sujetos crticos, lo que pone en cortocir-cuito el momento del conocimiento liberador.

    En tercer y ltimo lugar, la propia naturaleza de ese conocimientocrtico im plica que el anlisis de los movimicn tos debe efectuarse enprincipio dentro ele una perspectiva rigurosamente iruuanentista. Enefecto -y es lo que, en ltima instancia, permite romper radicalmentecon el dogmatismo de la crtica-, no hay o/ra radical del poder y de lasrelaciones de fuerza y por lo tanto, en ese sentido, tampoco hay cnrart-cliJadll en el sentido fuerte. En todo caso, la resistencia no puedeexplicarse por la existencia de un poder procedente de otra parte (de la Na-turaleza, ele la naturaleza del sujeto o de la intersubjetividad), con lapromesa de llevar fuera de las lgicas del sometimiento. Por eso, la hi-ptesis explicativa objctivista de UI1.1itq;,o 'lltenlO por el cual el poderproduce posibilidades aleatorias, algunas de las cuales implican lanegacin, incluso la subversin ele las dominaciones que fijan lasrelaciones de poder (10que Foucault llama, segn los contextos, insumi-sin o sublevacin) posee una fuerte capacidad de atraccin. El podercomo investidura de la vida puede as suscitar una vida que, en nombredel mantenimiento de s misma, se consolide como una negacin do lasformas existentes, estabilizadas, del ejercicio de ese poder. Esa ontolo-ga social de la resistencia, de tipo indeterminista y no dualista, cons-tituye apnrcntemcn te ol punto de divergencia m.is grave con Habermas,para quien a veces c1muvimiento de la vida libera de manera esencia?fuerzas extraas que pueden oponerse a la dominacin, y que por lotanto no son de modo alguno pensables en trminos de poder. Resultaclaro al mismo tiempo que la misma no le impidi a Foucaul t rozar envarios contextos la idea de una capacidad positiva de crear y resistir quolambll seda onj;wn como el poder y que tambin definira la vida,lo que permitira restablecer una cierta conmensurabilidad con laconcepcin habermnsiuna del mundo vivido, hasta en sus connotacionesms vitalistas y dualistas. Desde ese punto de vista, el momentneo

    '1" (le, pg. 5:{.227

  • entusiasmo que Foucault lleg a experimentar por los comienzos de larevolucin irum en 1979 le permiti, desafortunadamente siempre Conms claridad en sus escritos periodsticos que en sus grandes obraspublicadas, poner a punto su filosofa de la rebelin y la emancipacin.

    Nadie tiene derecho a decir: "Sublevaos porm; en ello va la liberacin finalde todos los hombres". Tampoco estoy de acuerdo conquien diga: "Es intilrebelarse, siempre ser igual". No se le hacejusticia a quien arriesga la vi-da ante un poder. Est bien o no rebelarse? Dejemos pendiente larespuesta. La gente se rebela: eso es un hecho; y es as como la sub-jetividad (no la de los grandes hombres, sino la de cualquiera) seintroduce en la historia y le otorga su aliento. Un delincucnte arriesgasu vida en contra de los castigos abusivos; un loco Rolo puede sorcnccrrndn y caer en la desposesin; un pueblo rechaza al rgimen quelo oprime. Esto no vuelve inocente al primero, ni cura al otro ni leprocura al tercero el futuro prometido. Por otra parte, nadie estobligado a ser solidario con ellos. Nadie est obligado a sentir que esasvoces confusas suenan mejor que las otras ni que expresan el sutilfondo de loverdadero. Basta con que existan y que tengan en su contraa todo lo que se obstina en hacerlas callar para que tenga un sentidoescucharlas y para buscar lo que quieren decir."

    La vida es capaz de rebelin, no por cierto sustrayndose milagrosa-mente a los poderes, sino haciendo valer una experiencia subjetivanegativa que conserva la capacidad de comunicarse. Pero al mismotiempo, a partir de ese simple hecho, el poder no puede ser asimilado ala dominacin total. Se instala y perdura sofocando o reciclando fuerzasque pueden, en ciertas circunstancias, volverse contra l bajo la formade subjetivaciones crticas. En suma, si es cierto que algo as como unadistincin entre poder y dominacin constituye una clave para la com-prensin de las orientaciones del ltimo perodo ele Foucault.: es apartir de ella que, de una manera por otra parte diferente a la deHonnoth:" se volvera interesante apoyar la tesis del paralelismo en latrayectoria de ambos autores. El trmino de esa trayectoria _ que es 10

    '" "Inutile de se sou lr-vru-?", en DEIII, pg, 793.", IJE I\1, pg. 24:3.

    ,lo La perspectiva de Honneth (A-itik de,. I/aro/II, Frncfort, Suhrkamp, 198fi) es, enefecto, la siguiente: habra existido un II/OIII{'II/rJ Foucault-Habennas grncias al cual sehabnan podido supcrnr las concepciones funcionalistas clsicas (de las que el pensa-miento de Adorno constituye una buenn ilustracin), en las cuales la sociedad modernanpnrcca como una totalidad fijada, desprovista de juego interno y de espacios deliheltad relativa, desprovista de creatividad o de capacidad de aprendizaje. Con lanocin de m'l/l'idfTd f"OlIIIfllir'fTl/a, as como con la de poder, se estableca la idea de queexiste, incluso en sociedades marcadas por formas compleja:; y englohadonJ,s de do-minacin, zonas de indeterminacin, espacios de juego pura lus interacciones, donde lasrelacilll1l':; sociales pueden sor llamadas a tran:;lonnarse, incl uso a regoncrurso. Se

    228

    ..

    que justifica el distanciamiento de las ciencias humanas- es siempreuna figura del afianzamiento, de la liberacin, al mismo tiempo inma-nente a los juegos sociales existentes y capaz de transformarlos, unafigura que se pretende al mismo tiempo no funtasmtica y ms profun-damente anclada que la que podran engendrar el develamiento de lasilusiones y las tomas de conciencia. Resulta claro al mismo tiempo quede esa posicin Foucault supo extraer una poltica y no solo una so-ciologa, 10que, en ciertos aspectos, hace que su posicin sea ms rica yms atractiva que la de Habermas. Pues, sin duda, desde el punto devista de la redefinicin de una poltica es desde donde pueden ser mejorexplicitadas y radicalizadas las avanzadas permitidas por la superacinde la comprensin dogmtica de la emancipacin y de la crtica.

    Sea como fuere, en dos estilos diferentes, se produjo, pues, unaprofunda ruptura con los decididamente demasiado pesados presupues-tos que Horkheimer haba admitido en el momento mismo en quellamaba al desarrollo de una teora crtica. Sin embargo, convieneagregar que no es imposible que, con las formas relativamente nuevasque los movimientos sociales adoptaron en estos ltimos aos, as comocon la ampliacin de sus temticas desde la poca de Foucault yHabermas, se vuelva simultneamente posible y necesario un enfoquedistanciado de las conclusiones tericas de ambos autores. En efecto, dala impresin de que las necesidades de inteligibilidad nacidas de lascrisis sociales y las transformaciones histricas contemporneas noscolocan a partir de entonces en condiciones algo diferentes a las de ladcada de 1970.

    Lo que sorprende en ese campo es, en particular, la aparicin, incluso

    recordnha firmemente Inexistencia de un principio no desnrraiguhlo de vitalidad socin ly capacidad para hacer surgir de nuevo. Desafortunadamente, segn Honncth, Fou-cault pronto huhra recado en un neofuncionalismo del poder omnipresente, micntrusque Habermas se habria focalizndo en una distincin sistema-mundo vivido tan rgidocomo poco iluminador. El 10gl'O terico de aquel momento hubrtu resultado, pues,rpidamente dilapidado. Esa interpretacin pesimista merece, sin duda, ser muuzudu.En efecto, pnrticndo del Foucault al mismo tiempo ms "tico" y mus "poltico" del ltimoperodo -antes que de las muy evidentes aporas de una teora del poder tentada por unavisin niveladora y totalitaria del mundo conteruporneo-, partiendo del Habermas delas conclusiones sociolgicas y polticas de la Teor/a de la accin comunica/roa -untesque de las dificultades de principio inherentes al dualismo del mundo vivido y delsistema, el que por otra parte solo se vuelve legible en funcin de esas mismas con-elusiones-, se llega a una imagen menos sombra de esa convergencia entre ambosautores, cuya importancia Honneth haba demostrado tan bien. Es decir que, en ambos ca-sos, la conexin con los "nuevos movimientos sociales" simboliz, en determinado mo-mento, una posicin terica que la crtica de Honneth no permite en verdad situar en suoriginalidad. Desde este punto de vista -se puede agregar-, el "momento" Foucnult-Habermas aparece pese a todo menos alejado de las apuestas del presente de lo quepermite suponer la reconstruccin muy distanciada que propone A"itik der AlfTcliI.

    22~)

  • en los pases ms ricos, como consecuencia de las crisis sociales yeconmicas, de poblaciones a tal punto precarizadas y pauperizadas queya no pueden en absoluto pensarse como agentes histricos competen-tes. Atento a un sufrimiento social que no dispone forzosamente depalabras para entenderse, expresarse y reivindicarse en el espaciopblico, el intelectual y el terico se ven obligados a redescubrir lafuncin del portavoz casi paternalista, una funcin -como se ha visto-gravemente cuestionada por la problemtica de los "nuevos movimien-tos sociales" y las poblaciones que los concernan en prioridad. Por otraparte, la multiplicacin de luchas sociales basadas en las identidadeslll'/{alms (lo que a veces se denomina en la jerga sociolgica y periods-tica el "movimiento de los sin": sin trabajo, sin papeles, sin vivienda,etc.) invita, tambin ella, a modificar el anlisis y a tomar distancia conuna concepcin de las luchas ms ajustada a las dcadas anteriores. 17Por supuesto que es demasiado pronto para decir si esas corrientespuntuales y dispersas -como antiguamente las luchas del mundo obre-ro, las luchas feministas u otros fenmenos emparentados- puedendesembocar en la constitucin de "movimientos sociales" en el sentidoq ue aqu le hemos dado, en el sentido de corrientes ideolgicas y polticasenglobadoras y capaces de transformar en profundidad y en el largoplazo las prcticas y las representaciones. Dicho de otra manera, esdemasiado pronto para hablar de una "tercera poca" de los movimien-tos sociales (despus del movimiento obrero y los movimientos caracte-rsticos de las dcadas de 1960 y 1970). Lo que resulta claro es que en unasituacin en la que diferentes modelos de luchas sociales estn muyprobablemente llamados a coexistir, los presupuestos de trasfondo quehaban preparado la declinacin de la idea de "saber emancipador", apartir de las cuales Foucault y Habermas haban reflexionado, se hanmodificado incuestionablemente. Tal vez existan hoy razones, sin cris-paciones ni ingenuidades, para que una Teora Crtica de la sociedadbusque reconstruir filosficamente una imagen creble y coheron te delos usos y los efectos prcticos de las ciencias humanas que se mantengaa In altura de las exigencias actuales. Una imagen que, al mismo tiempo,no quede ms ac de las limitaciones puestas en evidencia por Foucaulty Habermas y que los haban llevado, por razones que por cierto no sepueden tomar a la ligera, a dcconstruir, al mismo tiempo que sus pre-supuestos, la propia idea de ciencias humanas emancipadoras. Unsabor que se propusiera hoy alternar en el seno de la esfera del

    lO En ,1fr'I,ns s()('/l, nglefi, ~ditiunsdu Passnnt., 2000 y en L Jj)(;,.icll{Y de 1i"1{I/ts/ire.Paris. La Dccouvcrto. ~()()4. E. Rcnuult ha culibrndo plenamente la medida de la ori-ginalidad fiociulgica y li!uslic" de esos lcnrimonos. All surge un" i mujrcu de la Tcorrn(:n(iGl r-xt rumud.uuoutc innovadora y estimulante, que permite tenor una medida delas distancias hist oricns que pueden scpa rarnos de los enfoques clsicos, corno losd" liunuu lt o ll aburrnus.

    2:30

    ~

    conocimiento docto un impulso crtico y trasformador, mientras contri-buye a esclarecer, incluso a fortalecer, las luchas sociales ms promete-doras, no puede tener de s mismo sino una imagen modesta, aunque notenga a primera vista nada de derrotista ni de deprimente. Leyendo enparalelo a Foucault ya Habermas tambin podemos discernir con msclaridad las razones de esa modestia asumida y de esa tranquilaconfianza.

    STI~l'lIANEHAl\EI(

  • ""'=O'_M"''''''-''''.O_,"~""''O'O''~O_~'O~ ,,,., "O"'~}"o"""",_~"""-"o,.............q_""..o"'''o~O~"''''''o ...-,
  • DerechoAdmlnlstra- Derecho, mencin q

    Financiero, Burstil )- Derecho, mencin O- Derecho Procesal- Direccin de Ernpres- Finanzas y Gestind- Gerencia para el Des- HistoriaAndina- Tributacin

  • ,Captulo 11DERECHO Y DEMOCRACIA

    ENTRE DISOLUCIN BIOPOLTICAy RECONSTRUCCIN NORMATIVI8TA:

    AGAMBEN, FOUCAULT, HABERMAS,HONNETH

    Iniciado por Foucault y Habermas a comienzos de la dcada de 1980, eldilogo entre genealoga y nueva Teora Crtica no ha dejado de enriqu-cerse hasta el extremo de que la relacin entre las dos tradiciones formahoy, por su complejidad y riqueza, todo un campo especializado. En elcurso de los veinte aos transcurridos desde la muerte de Foucault, seha producido as un acercamiento problemtico pero sustancial entrelas dos grandes voces de la filosofa contempornea. Pero los escritos deGiorgio Agamben vuelven a cuestionar hoy ese acercamiento. Al siste-matizar la tesis biopoltica introducida por Foucault en los escritos y loscursos de fines de la dcada de 1970, \ el filsofo italiano llega a una teoradel derecho que contradice totalmente la de la nueva Teora Crtica. Sustextos de filosofa poltica y de tica forman la anttesis exacta de De-rec/io y democracia." Los mismos ponen el acento en las temticas delderecho y de la soberana poltica, confirindole al derecho su normati-vidad, es decir, las temticas que, de todas las que se debaten entreestudios genealgicos y Teora Crtica, ms los oponen, Por otra parte,el estudio genealgico de las nociones de ley, derecho y soberana que seapoyan en la tradicin decisionista, que forma la vertiente negativa o

    J Al final del primer volumen de HI:,'toria de la sexualidad, luego en el curso delCollegc de Frunce del mismo ao. La misma queda resumida en esta frmuln: "elantiguo poder de la muerte, donde se simbolizaba el poder soberano, ahora esto'cuidadosamente encubierto por la administracin de los cuerpos y la gestin calculadorade la vida", lHS, t. 1, pg. 184).

    " Un ataque ad IlolllitU?m bastante detestable contra Apel vuelve explcita esavoluntad de demarcacin polmica: "Imaginemos por un momento que una mquinupara viajar en el tiempo trasladara al seor profesor Apel al interior del campo. Alponerlo frente a Frente con un JI/use/mallll, le pedimos que verifique su tica de lacomunicacin tambin aqu, etc." (Ce qui 11'Sle d'Ausc/uoits, Pars, Rivales Pocho, 200J.seccin 2.14 [Lo que queda de Ausc/uotts:el arc/uooyei tesIJ,t;o: Homo sacer, Valencia,Pre-Textos, 200011.

    233

  • crtica del proyecto de Agnmben, est asociado con la recuperacin de lafilosofa de la historia de Walter Benjarnin, que concluye en una polticamesinica que conforma la vertiente programtica, o positiva. Poraudidura, su crtica radical de la modernidad pretende ser fiel alespritu de Adorno y Hannah Arendt. Rechaza, pues, las tesis principa-Ips ele la nueva Teora Crtica concernientes al derecho y a la poltica,recurriendo a autores que pertenecen a la primera generacin de laEsclll'la de Frncfort o que tuvieron influencia en la segunda.

    Si la genealoga negativista de Agarnbcn y el normativismo modernis-ta de la nueva Teora Crtica se encuentran as diametralmente opues-tos, para qu hacerlos dialogar? No se est all ante un cruce decaminos tericos frente al cual el nico gesto de sentido comn consis-tira en elegir a uno de ellos y olvidarse del otro? Pienso, por el contrario,que es posible trazar negativamente otro camino para acercar lacuestin de la normatividad del derecho en la modernidad, haciendojugar una direccin contra la otra. Cules son los lmites que cada unode esos enfoques pone de manifiesto en el otro, qu camino resulta asrevelado para pensar los derechos modernos?

    De este modo, vaya utilizar la filosofa de Agamben como unainterpelacin lanzada a las teoras norrnativistas de la modernidad y delderecho moderno, de las cuales la Teora Crtica es una de las msconfirmadoras. A pesar de los extravos conceptuales y los discutiblesanlisis histricos propuestos por Agamben, se puede tomar en serio porlo menos la exhortacin que se aloja en sus escritos: que las teoras delderecho y de la poltica no hagan como si nada hubiera pasado, como siuno de los episodios histricos ms notables de la modernidad occidentalno hubiese sido tambin un cuestionamiento radical de lo que ella habatomado por sus fundamentos normativos insuperables. La fuerza pro-vocativa de sus escritos plantea as una cuestin brutal a la TeoraCrtica contempornea, tina cuestin que vuelve a discutir el acerca-miento que se haba dado en Foucault: cul es el lugar de Auschwitz enlas reconstrucciones del fundamento normativo de las sociedades pos-tradicionales? Esta pregunta brutal compromete mucho ms que elmero tratamiento de la historia en la Teoria Crft.ica. Dado el lugarcentral desempeado por el relato de la modernidad en esas dos vastericas, compromete tambin un cuestionarniento a la esencia de lopohtico, la democracia, el estatuto de los derechos y la ley. Tratar esascuosti onos volviendo a dos de las tesis mayores de Agamben paramostrar el precio terico y poltico exorbitante que le cuesta el abandonodel valor normativo del derecho moderno. Se advertir entonces que,contra toda expectativa, su radicalizacin de la tesis biopolftica foucaul-tiana lo aleja finalmente de Foucault, a medida tambin que ste seacerque a una visin normativa del derecho.

    '2:l '1

    ,

    ~

    I

    Antinomia del derecho moderno

    Comencemos por resumir estas dos visiones del derecho en la moderni- .dad demostrando que se oponen punto por punto, como una versin sombra opuesta a una visin clara. La posicin de Agamben se articulaen tres puntos fundamentales:

    1) Para l, basta con retomar la definicin de Carl Schmitt: lasoberana poltica llevada a su esencia es el poder de declarar el estadode excepcin. En efecto, segn la lgica decisionista de Schmit.t, unorden no tiende tanto a la coherencia de sus normas como a la decisinque lo lleva a serlo y as asegura un campo de aplicacin para susnormas. En el pensamiento de Schmitt, este principio vale en un sentidoeminente para los rdenes jurdicos e institucionales de las comunida-des organizadas en Estado. Es el momento poltico de la decisin, mo-mento de la comunidad pero que tambin fija a sta como comunidadordenada, es el momento poltico, pues, el que funda lojurdico y no a lainversa. El ordenjurdico queda suspendido ante la decisin poltica queposee as el "poder de excepcin", el poder de levantar el orden jurdicocuando las circunstancias lo exijan. Agamben retoma esa visin de lopoltico y la generaliza, asegurando que la excepcin forma "el paradig-ma del gobierno", tanto emprica como conceptualmente. A partir de esavisin de la esencia de lo poltico, define entonces la lgica paradjica dela soberana: segn l, la excepcin constitutiva ele lo poltico obedece ala lgica del "destierro"," a saber, la inclusin en el orden social por laexclusin, o tambin la exclusin que mantiene en el orden. A partir deall, puesto que la esencia de lo poltico est definida por la excepcin (Ji\inclusin por la exclusin) y que la leyes la expresin de la soberanapoltica, Agamben no vacila en concluir que la leyes en su esencia in-distinta de la pura facticidad, que la forma ltima ele la leyes la fuerzapura; la poltica basada en soberana produce la "indistincin" entrep/ys; y nomos; el orden normativo del derecho oculta una violenciapotencial absoluta.

    2) En el otro polo de esa visin radicalmente negativista del derechoy la ley est el sujeto del poder. Habiendo descripto el derecho como elorden que obedece en su fundamento a la lgica de la excepcin, prcsen tual sujeto de poder como un ser "capturado" por el derecho, sometido porentero al poder de excepcin. El verdadero sujeto del poder sera as lanuda vida, la vida biolgica, que Agarnben opone a la vida plenamentehumana, vida tica o "forma de vida"." En contra de toda la tradicin que,desde Aristteles hasta Hegel, define justumunte la vida tica por suinscripcin en la comunidad poltica, Agamben arranca a la una de la

    ., Agal1lhen toma el concepto de .Ioan-Luc Nancy.1 La nocin est dcscri pta en detalle en Jf()YCIIS SlIl