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Curso de Ingreso Intensivo 2016 MATERIA: Introducción a la Seguridad Ciudadana Materia específica de la carrera Licenciatura en Seguridad Ciudadana

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Page 1: Curso de Ingreso Intensivo 2016€¦ · trabajo compartidas. La seguridad ciudadana en la vida cotidiana. Objetivo Específico N°1: • Reconocer los alcances del rol del Técnico

Curso de Ingreso Intensivo 2016

MATERIA: Introducción a la Seguridad Ciudadana

Materia específica de la carrera Licenciatura en Seguridad Ciudadana

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Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina

Curso de Ingreso Intensivo

Carrera: Licenciatura en Seguridad Ciudadana

Materia: Introducción a la Seguridad Ciudadana

2016

Objetivos

General

• Describir los elementos específicos vinculados al campo de seguridad ciudadana y al

rol profesional dentro del mismo.

Contenidos:

Unidad 1: El proceso de profesionalización en el campo de la seguridad ciudadana.

Perfil profesional y alcances del título de Técnico y Licenciado en Seguridad Ciudadana. La

importancia de la investigación en la construcción del campo de la seguridad. Pautas de

trabajo compartidas. La seguridad ciudadana en la vida cotidiana.

Objetivo Específico N°1:

• Reconocer los alcances del rol del Técnico y del Licenciado en Seguridad Ciudadana.

Unidad 2: Conceptos básicos en el campo de la seguridad. Seguridad Pública, Seguridad

Humana, Seguridad Ciudadana y Comunitaria: definiciones y contenidos.

Objetivo Específico N°2:

• Describir los principales conceptos ligados a la idea de seguridad.

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Unidad 3: Paradigma del Orden y paradigma de Gestión de la Conflictividad. Contexto

de surgimiento de ambas perspectivas, principales características y conceptos vinculados a

las mismas. Diferencias entre estas visiones.

Objetivo Específico N°3:

• Comparar los diferentes elementos que componen la perspectiva del Orden y la

perspectiva de la Gestión de la Conflictividad.

Unidad 4: La seguridad como política pública. Componentes de una política pública de

seguridad: planificación, diseño, organismos intervinientes. Análisis de políticas de

prevención: aspectos comunes.

Objetivo Específico N°4:

• Reconocer los componentes distintivos de una política de Seguridad Ciudadana, sus

alcances y objetivos de intervención.

Metodología de Trabajo

El curso está organizado para ser dictado en cuatro encuentros de cuatro horas cada uno.

Los encuentros tendrán una metodología de trabajo teórico-práctica, con la presencia del

docente que acompañará a los estudiantes en la lectura, análisis y comprensión de los

materiales didácticos propuestos. Las clases serán abordadas rescatando la importancia del

texto y los contenidos seleccionados para abordaje conceptual, el trabajo contextualizado

sobre la biografía de los autores analizados y guías de lectura, proyección de material

audiovisual, entre otros recursos.

Se promoverá la discusión de los ejes propuestos para cada encuentro, a partir de la

utilización de notas periodísticas, videos y análisis de caso. Se valorará la participación de

los alumnos en el debate y la lectura de los textos propuestos para cada unidad.

Planificación y Cronograma de Clases

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Encuentros Fecha Tema Bibliografía

1° 01/02 Presentación del curso y de la Licenciatura.

Perfil del profesional en seguridad ciudadana.

Diseño curricular de la Licenciatura en Seguridad Ciudadana.

Alonso, Javier, Cuaderno de lectura N°1: Claves conceptuales. Pensar y hacer la seguridad con las escuelas, Ministerio de Seguridad de la Nación, Buenos Aires, 1° edición, 2015, pp. 8-31.

2° 12/02 Definiciones en torno al concepto de seguridad. Seguridad Ciudadana.

Seguridad Humana, Seguridad Pública

Seguridad Democrática y Seguridad Ciudadana. Democracia y DDHH.

Ministerio de Seguridad (2010) Cuadernos de Seguridad: La seguridad ciudadana. Capítulo II. “El campo de la seguridad. Conceptos y definiciones”, pp. 67-73.

Ministerio de Seguridad (2011) Seguridad y Derechos Humanos Herramientas para la reflexión sobre la seguridad ciudadana y democrática. Tema 2: “ Construyendo un modelo de seguridad ciudadana democrática”, pp 39-50

3° 15/02 El paradigma del Orden y el paradigma de Gestión de la Conflictividad.

Documento elaborado por la Dirección de Carrera Área Seguridad Ciudadana “Los diferentes paradigmas frente al problema de la seguridad”

Página/12 - Alberto Binder y el desafio de la gestion de la conflictividad “La democracia tiene que ser desordenada” (24/07/2000). Disponible en http://www.pagina12.com.ar/2000/00-07/00-07-24/pag13.htm

Video “Conferencia Dr. Binder: Armado presentación paradigmas de seguridad - 23-05-2011”. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=UD6quk4yFaQ&feature=youtu.be

4° 22/02 Políticas de Seguridad Ciudadana. Políticas de Prevención del delito y la violencia (modelos). Construcción de una mirada multiagencial.

Alonso, Javier, Cuaderno de lectura N°1: Claves conceptuales. Pensar y hacer la seguridad con las escuelas, Ministerio de Seguridad de la Nación, Buenos Aires, 1° edición, 2015, pp.10-13.

5° 29/02 EXAMEN

Metodología de Evaluación

Para aprobar el presente curso se requiere de un porcentaje de asistencia mayor al 80%.

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La única instancia de evaluación formal lo constituye el examen final, de carácter presencial.

El mismo será a desarrollar y consistirá en la identificación y descripción de los contenidos

abordados en las diferentes unidades.

Asimismo, en la última clase, los alumnos tendrán la posibilidad de evaluar la propuesta

didáctica del curso, los materiales y a los docentes, mediante una encuesta.

Bibliografía obligatoria

Alonso, Javier, Cuaderno de lectura N°1: Claves conceptuales. Pensar y hacer la seguridad con las

escuelas, Ministerio de Seguridad de la Nación, Buenos Aires, 1° edición, 2015.

Ministerio de Seguridad (2010) Cuadernos de Seguridad: La seguridad ciudadana. Capítulo II. “El campo de la seguridad. Conceptos y definiciones”, pp. 67-73.

Ministerio de Seguridad (2011) Seguridad y Derechos Humanos Herramientas para la reflexión sobre la seguridad ciudadana y democrática. Tema 2: “ Construyendo un modelo de seguridad ciudadana democrática”, pp 39-50

Dirección de Carrera Área Seguridad Ciudadana (2015) “Los diferentes paradigmas frente al problema de la seguridad”

Bibliografía optativa

-Vincent Marqués, Josep (1983) “No es natural” en Para una sociología de la vida cotidiana,

Ed. Anagrama.

-Anitua, Gabriel Ignacio (2004) Historia de los pensamientos criminológicos, Argentina,

Editores del Puerto. Capítulo II, 2, 3 y 7. Capítulo III, 2 y 4. Capítulo IV, 1, 2, 3, 5, 6 y 7.

Capítulo V, 1, 2 y 5. Capítulo VI, 1, 3, 4 y 5. Capítulo VII, 1, 2, 3 y 6. Capítulo VIII, 1, 4 , 5 y 8.

Capítulo XI, 1, 4, 5, 6 y 7. Capítulo X, 1, 2, 3 y 4.

Sozzo, Máximo (2008). Inseguridad, prevención y policía. Flacso Ecuador y Alcaldía

Metropolitana de Quito. Capítulo 2.

Otros recursos:

Página/12 - Alberto Binder y el desafio de la gestion de la conflictividad “La democracia tiene

que ser desordenada” (24/07/2000). Disponible en http://www.pagina12.com.ar/2000/00-

07/00-07-24/pag13.htm

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Video “Conferencia Dr. Binder: Armado presentación paradigmas de seguridad - 23-05-

2011”. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=UD6quk4yFaQ&feature=youtu.be

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Pensar y hacer

la seguridad con las escuelas

Claves conceptuales

1Cuaderno

de lectura

www.seguridadyescuela.gob.ar

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Cuadernode lectura

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1. Nuevos enfoques para pensar y hacer la seguridad ciudadana

Desde hace poco más de una década, en la Argentina, la noción de seguridad empezó a ser

definida como “seguridad humana” y se identifica con el ejercicio más amplio de los derechos

de las personas, en el marco del pleno goce de la vida.

Al mismo tiempo, el Estado Nacional argentino reconoce su obligación jurídica de garan-

tizar el derecho a la seguridad de todos los ciudadanos en el marco de la seguridad humana,

considerando que las instituciones públicas tienen la suficiente capacidad, en el marco de

un Estado de derecho, para garantizar su ejercicio y para responder con eficacia cuando el

derecho a la seguridad es vulnerado.

De esta manera, en la actualidad, se reconoce una noción amplia de la seguridad: ya no se

limita a una situación de ausencia de delito, sino que incluye la generación y el sostenimiento

de las condiciones para el pleno ejercicio de todos los derechos fundamentales por parte de

todos los integrantes de la sociedad.

Esta nueva concepción de la seguridad ciudadana significa la preservación de la vida, los

bienes y la libertad, y el pleno goce de los derechos por parte de todas las personas. Al mismo

tiempo, también define un campo de nuevas posibilidades para la acción pública y el diseño

de las políticas que pueden implementarse para crear seguridad ciudadana: permite prácticas

innovadoras por parte del Estado, poniendo énfasis en aquellas que promueven la participa-

ción ciudadana y comunitaria. En el nuevo escenario, además de las agencias estatales, están

incluidos diversos actores de la sociedad civil, que disputan prioridades, intereses y conteni-

dos respecto a lo que entienden por seguridad.

En el mismo sentido, desde los primeros años del siglo XXI, en varios países de América del

Sur se está consolidando una perspectiva que enfatiza el compromiso de la ciudadanía con

iniciativas orientadas a lograr la prevención de las violencias y el delito en el nivel local.

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Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

Los modos de pensar la seguridad

Las demandas de los actores sobre esta cuestión, las formas de explicación respecto de las

intervenciones del Estado y las disputas por los sentidos acerca de la seguridad, refieren de

forma explícita o implícita a concepciones teóricas, políticas o ideológicas, desde las cuales

los distintos actores sociales se acercan a la problemática.

Desde el restablecimiento del Estado de derecho y el régimen político democrático (en di-

ciembre de 1983) hasta la actualidad, se han diferenciado distintos contextos históricos y po-

líticos en los cuales los temas de defensa, seguridad interior e inteligencia fueron abordados

con distintos enfoques. En el marco de este proceso, fue desplazado el concepto de “seguri-

dad nacional” que ponía el foco en un definido “enemigo interno” que amenazaba al Estado o

al régimen político. Y, en cambio, adquirió centralidad el concepto de “seguridad ciudadana”

que propone garantizar el bienestar de todas las personas en la compleja realidad social con-

temporánea, atravesada por conflictos políticos, sociales y económicos.

La nueva conceptualización de la seguridad supone una mirada más amplia y compleja de

los procesos sociales: además de la prevención y el control del delito, la nueva mirada de la

seguridad aborda también situaciones que, sin configurar eventos delictivos, resultan causan-

tes de malestar, daño o perturban las reglas de convivencia.

Y esta ampliación de los sentidos con que es definida la seguridad ciudadana hace necesa-

rio, al mismo tiempo, definir cuáles son los campos de intervención en esta problemática por

parte del Estado y de la sociedad civil. Por esto es importante tener en cuenta que los conte-

nidos de las demandas de seguridad, así como las formas de intervención sobre ellas, forman

parte de los procesos sociales de construcción de sentido. Esto supone que aquello denomina-

do “seguridad”, no está establecido de una vez y para siempre, sino que se define en un cam-

po de lucha por el sentido del cual participan diversos actores estatales, grupos de intereses

privados (como asociaciones económicas) y otros actores de la sociedad civil (por ejemplo,

organizaciones no gubernamentales, organizaciones territoriales, entre otras). Todos estos

actores disputan prioridades, intereses y contenidos respecto de esta problemática.

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Cuadernode lectura

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2. Las nuevas políticas de seguridad: áreas de intervención y estrategias de

prevención

En la Argentina, desde el 2003, la re/asunción por parte del Estado Nacional de sus funcio-

nes de promover y garantizar, por medio de políticas públicas activas, los derechos sociales

de los ciudadanos se evidenció también en materia de seguridad ciudadana.

A partir de la creación del Ministerio de Seguridad de la Nación, a fines del 2010, las nue-

vas políticas de seguridad se materializan a través de “estrategias” o intervenciones públi-

cas. Estas estrategias incorporan acciones simultáneas por parte del Estado en tres áreas de

trabajo.

El área institucional refiere a la capacidad operativa del aparato estatal para cumplir

con sus obligaciones. Específicamente, se relaciona con la asignación eficiente de recur-

sos humanos y materiales a los organismos de gobierno que entienden en seguridad

ciudadana: al Poder Judicial, al Ministerio Público Fiscal, a las fuerzas de seguridad y al

sistema penitenciario. En este sentido, las estrategias institucionales son aquellas inter-

venciones destinadas a reformar y modernizar el dispositivo institucional del sistema de

seguridad ciudadana, con el fin de resolver sus debilidades y adecuarlo al desarrollo efi-

ciente de las estrategias de control de la violencia y el delito.

La Gendarmería Nacional Argentina cuenta

con radares móviles de última generación

tecnológica para cumplir con su misión de

controlar las fronteras terrestres del país.

La Policía Federal Argentina está equipada con

patrulleros que son automóviles “inteligentes” que

cuentan con computadoras a bordo y programas de

reconocimiento facial enlazados con bases de datos.

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Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

El área normativa atiende la adecuación del marco jurídico relacionado con la preven-

ción, la conjuración o la represión del delito y la violencia; como así también, las norma-

tivas referidas al desarrollo del procedimiento penal y la gestión penitenciaria. El nuevo

enfoque atiende que esta legislación articule equilibradamente las potestades de las

instituciones estatales con la plena vigencia de los derechos humanos.

El área preventiva se ocupa de desarrollar políticas que van más allá de los ámbitos de

desempeño de las fuerzas de seguridad y del sistema judicial. Esta área interviene en las

acciones no punitivas que deben implementar múltiples agencias estatales en conjun-

to con organizaciones de la sociedad civil, con el propósito de transformar los factores

que provocan condiciones favorables para el surgimiento y la reproducción del delito y

la violencia. El deber del Estado en esta área es actuar de manera integral, lo que con-

lleva la necesaria coordinación de todos los actores involucrados en la implementación

de estas intervenciones.

La participación de los ciudadanos y el trabajo

conjunto entre vecinos y profesionales de la

seguridad son claves para generar seguridad

comunitaria.

En algunos barrios, las nuevas policías locales de

proximidad, conocen personalmente a los vecinos.

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Cuadernode lectura

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Entre las estrategias de prevención del delito y la violencia se diferencian las orientadas a

la prevención situacional y las que se proponen la prevención social.

La prevención situacional refiere al conjunto de medidas no penales que ejecutan

diferentes organismos con el propósito de eliminar o acotar las oportunidades que po-

drían facilitar la comisión de un delito. Tiene como postulado de base la idea de que un

infractor potencial, antes de cometer un ilícito, puede verse muy influenciado por as-

pectos concretos del contexto ambiental en el que se encuentra (oscuridad o ausencia

de testigos, entre otros). Desde esta perspectiva, se trata de tomar medidas orientadas

a eliminar las condiciones situacionales que facilitan el delito y a aumentar los riesgos

aparejados a su comisión –con medidas tales como mayor iluminación o la instalación

de cámaras, por ejemplo– de forma tal de desalentar al potencial delincuente.

La prevención social está fundada en la idea de que la acción criminal se explica por

la existencia de diversos factores anteriores a su perpetración (como la historia y situa-

ción familiar, las posibilidades de acceso a la educación y al empleo decente, el contacto

con bandas criminales, el consumo excesivo de alcohol y/o drogas, entre los principa-

les). Con esta perspectiva, esta dimensión de las políticas de seguridad se propone re-

mover las causas de tales problemas, como medio no de persecución, sino de preven-

ción de los delitos.

En el Consejo Barrial de

Seguridad del barrio Martín

Miguel de Güemes, situado

en la zona sur de la ciudad de

Salta, los vecinos decidieron

la construcción de refugios en

nuevas paradas de colectivos en

distintos puntos del barrio.

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Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

Así pues, en una política de seguridad ciudadana democrática, el rol de la prevención es

central. Esto significa dejar de lado los modos de pensar la seguridad que postulan la utiliza-

ción intensiva de los recursos policiales y el endurecimiento de las penas como métodos ex-

cluyentes para lograr controlar el delito y la violencia.

El gobierno político de la seguridad significa la conducción estratégica por

parte del Ministerio de Seguridad de la Nación, de la producción y análisis de

información sobre el delito, de las políticas de administración del personal, de los

sistemas de formación y de capacitación, de la administración de recursos, y el

ejercicio permanente de control sobre el desempeño operacional de las fuerzas

federales de seguridad, de la definición de las políticas de prevención y del

establecimiento de los canales de diálogo con la comunidad.

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Cuadernode lectura

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3. La construcción del orden social democrático: del paradigma punitivo al

paradigma de la gestión de la conflictividad

El concepto de paradigma refiere a los diversos modos de explicar un problema, en una épo-

ca determinada. Así, las distintas maneras de analizar, comprender y explicar un problema o un

conflicto conllevan unas determinadas orientaciones acerca de cuáles pueden ser la soluciones

posibles y, también, las estrategias de intervención consideradas preferibles –e incluso, viables.

En relación con la problemática de la seguridad ciudadana, en la actualidad se diferencian

dos paradigmas que resultan opuestos entre sí.

El paradigma punitivo entiende la conflictividad social como un desorden o desequilibrio

de la armonía social. Según este paradigma, una política de seguridad es una política de

restablecimiento del orden interno del Estado. Este enfoque ha estado presente en el diseño e

implementación de la política de seguridad durante largos períodos de la historia argentina del

siglo XX, sobre todo desde fines de la década de 1950 hasta el fin de la última dictadura cívico

militar, en 1983. A lo largo de esas décadas, los gobiernos militares y la última dictadura

cívico militar que implantó el terrorismo de Estado, impusieron la idea de que las fuerzas

armadas y las fuerzas de seguridad (por entonces bajo mando militar), tenían que garantizar

“la seguridad nacional” frente a “enemigos internos” que –según la visión de estos gobiernos

ilegales– buscaban subvertir las bases tradicionales de la “Nación Argentina”.

Los gobiernos que adoptan este enfoque no buscan resolver ni el origen ni las causas de los

conflictos que provocan las diferencias y las desigualdades sociales, y, en cambio, despliegan

métodos violentos y autoritarios de intervención: o, en otras palabras, un modo punitivo de

afrontar los conflictos. Se trata de un abordaje esquemático, simplista y lineal.

En el largo plazo, el paradigma punitivo ha fracasado en su pretensión de lograr la disminu-

ción de los índices del delito y la violencia, con métodos tales como la criminalización de los

conflictos, el endurecimiento de las penas y el consecuente aumento de la población carcela-

ria. No obstante, este paradigma permanece, todavía, en las propuestas de muchos actores

interesados en formular políticas públicas de seguridad.

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Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

El paradigma de la gestión de la conflictividad, en cambio, está basado en la idea de

que los conflictos que atraviesan a la sociedad son complejos, y toma tal idea como punto de

partida para pensar y diseñar mejores políticas de seguridad que den respuesta a los proble-

mas que originan esos conflictos.

Frente a la visión meramente represiva del paradigma punitivo, el de la gestión de la con-

flictividad propone un análisis preciso de las características y los alcances del conflicto y la

violencia. Así, este paradigma busca resolver los problemas de fondo que dan lugar a la con-

flictividad. Por esto, entre otros aspectos, considera que el conocimiento de las especificida-

des de las interacciones sociales en cada lugar es un componente clave para lograr avanzar en

la resolución de un conflicto determinado: hay que tener en cuenta, por ejemplo, que algunas

situaciones que resultan conflictivas en las grandes ciudades pueden no ser tales en pequeñas

localidades.

Así, el paradigma de la gestión de la conflictividad propone generar respuestas que atien-

dan a la multicausalidad y a la creciente complejidad de los conflictos sociales que se regis-

tran en la actualidad.

El uso racional de la fuerza y de las armas de fuego

El Programa sobre Uso Racional de la Fuerza y Armas de Fuego fue creado por el Ministerio de Seguridad de la Nación en noviembre de 2012, como un aspecto de las políticas de profesionaliza-ción y modernización de los Cuerpos Policiales y Fuerzas de Seguridad.

Es un plan destinado a la Policía Federal Argentina, Gendarmería Nacional, Prefectura Naval y la Policía de Seguridad Aeroportuaria para profesionalizar las intervenciones de su personal en el uso de la fuerza, con el objetivo principal de proteger la vida. Con este propósito, impulsa acciones de capacitación, logística, control y contención institucional del personal de las fuerzas, que promue-van rutinas de trabajo y principios de uso racional de la fuerza respetuosos de los derechos huma-nos y acordes a los principios internacionales vigentes.

El uso racional de la fuerza se basa en cuatro principios:

ß Oportunidad: ¿Cuándo es necesario usar la fuerza? Cuando todos los demás medios legíti-mos para alcanzar el objetivo resulten ineficaces y el uso de la fuerza no acarree consecuen-cias más lesivas que aquellas que se producirían en caso de no recurrir a ella.

ß Proporcionalidad: ¿Cuánta fuerza se debe utilizar? El personal deberá resolverlo en relación a la gravedad del delito y al objetivo que persiga salvaguardar.

ß Legalidad: el uso de la fuerza tiene que adecuarse a las normas constitucionales, legales y reglamentarias vigentes así como a los tratados internacionales en materia de derechos humanos.

ß Rendición de cuentas: el personal debe asumir las responsabilidades de su accionar y rendir cuentas por las acciones efectuadas.

Fuente: http://www.minseg.gob.ar/programa-uso-racional-de-la-fuerza

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Cuadernode lectura

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4. Herramientas para gestionar los conflictos en el nivel local: diagnóstico

integral, estrategias multiagenciales y proyectos comunitarios

Desde la perspectiva del paradigma de la gestión de la conflictividad, la problemática de

la seguridad no debe ser abordada exclusivamente por agencias penales, sino a partir de la

elaboración de propuestas que involucren a otras agencias del Estado, a la ciudadanía y a las

organizaciones de la sociedad civil.

Para concretar esta orientación deseable, toda política de seguridad debe contar con al

menos dos componentes esenciales: un diagnóstico integral de la situación de seguridad, y

un conjunto de estrategias definidas para abordar las problemáticas identificadas por medio

del diagnóstico.

El diagnóstico integral

Consiste en la elaboración de un estado de situación que refleje, por un lado, las acciones

de violencia, conflictos y delitos que existen en un determinado tiempo y espacio territorial

(diagnóstico situacional) y que necesitan ser atendidas; y por el otro, debe reconocer y descri-

bir las fortalezas y debilidades que presenta el sistema institucional de seguridad ciudadana

vigente para hacer frente a tales problemáticas (diagnóstico institucional).

Según este modo de pensar, el diagnóstico de una política pública de seguridad ciudadana

democrática debe abarcar una aproximación al delito socialmente inclusiva.

Algunas estrategias para prevenir el delito y la violencia en la comunidad

Realizar diagnósticos integrales y elaborar el mapa de la conflictividad, la violencia y el delito que se registran en cada comunidad.

ß Reconocer las fortalezas y las debilidades que presenta el sistema institucional de seguri-dad ciudadana en el barrio o localidad.

ß Elaborar y desarrollar proyectos comunitarios, coordinados entre múltiples agencias del Estado y organizaciones de la sociedad civil, para dar respuesta a los problemas y los con-flictos que afectan a los vecinos.

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Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

Situacional

Desarrollo Momentos

Institucional

Elaboración de un estado

de situación que refleje

las acciones de violencia,

conflictos y delitos que

existen en un determinado

tiempo y espacio territorial

y que necesitan ser

atendidas.

La realización de un diagnóstico

acertado que mejore las políticas

de seguridad ciudadana y de

respuesta a los conflictos requiere:

Formar equipos

profesionales

interdisciplinarios y

especializados en la

temática (supone

la disposición de

recursos económicos

y tiempos de

intervención

extensos).

Involucrar a la

comunidad en los

distintos momentos

del desarrollo

del diagnóstico

posibilitando

la participación

activa, organizada

y sistemática de la

comunidad.

Articulación entre las

agencias de seguridad de

los diferentes niveles de

gobierno y coordinar con

las áreas de desarrollo

social, educación, trabajo,

salud, entre otras, para

alcanzar instancias de

inclusión social de los

ciudadanos que tiene

vulnerados sus derechos.

ß Planificación

ß Identificación de los

principales problemas

ß Diseño de acciones

de prevención

ß Implementación de

las acciones

ß Evaluación de las

medidas adoptadas

Reconocimiento y descripción

de las fortalezas y debilidades

que presenta el sistema

institucional de seguridad

ciudadana vigente para hacer

frente a tales problemáticas.

Diagnóstico integral

Vecinos que hacen: diagnósticos integrales

Equipos de trabajo Participación ciudadana

Relación multiagencial

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Cuadernode lectura

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Esta perspectiva tiene como punto de partida la consideración de los ciudadanos y de los

organismos de la sociedad civil como una parte clave de la formulación de la política de se-

guridad ciudadana:

ß por un lado, deben tener una función de evaluación de la actuación de las agencias que

abordan la problemática del delito en las zonas que viven y/o trabajan.;

ß  al mismo tiempo, se deben tener en cuenta las prioridades de cada comunidad respecto

de la prevención del delito. En muchas situaciones, los ciudadanos son los que mayor

información poseen acerca de la situación del delito en su comunidad de pertenencia.

Así, la ciudadanía no es solamente receptora de la política de seguridad, sino que se con-

vierte en uno de los principales apoyos para su diagnóstico.

Cuando las estrategias de prevención no alcanzan, los organismos de gobierno que inter-

vienen en la seguridad ciudadana son el Poder Judicial (jueces), el Ministerio Público (fiscales)

y las fuerzas policiales.

¿Que son las Mesas Barriales de Participación Comunitaria en Seguridad?

Son un ámbito de encuentro y trabajo de la comunidad para participar activamente en el diseño e implementación de políticas publicas de seguridad. Se trata de espacios de corresponsabilidad y coges-tión del Estado y la Comunidad.

Las Mesas son integradas por representantes de organizaciones vecinales, comunitarias e institucio-nes de reconocido trabajo social, deportivo y cultural en el barrio. Mediante la Resolución Nº 296/2011 del Ministerio de Seguridad, se le otorga respaldo jurídico y político a la conformación de las mesas ba-rriales y se definen claramente sus atribuciones. En los artículos 4º y 7º de la Resolución se establecen las funciones de las Mesas:ß Efectuar diagnósticos participativos que permitan confeccionar mapas de prevención comunitaria

de la violencia y el delito.ß Participar en el diseño de los planes locales de seguridad.ß Impulsar acciones de prevención de la violencia y de integración comunitaria en articulación con

el Estado.ß Co-gestionar con organismos del Estado el mejoramiento del espacio público barrial.ß Solicitar informes de funcionamiento de las comisarías a sus titulares.ß Invitar a autoridades, funcionarios públicos o efectores locales de las distintas agencias estatales

con actuación en su ámbito territorial, para tratar cuestiones y asuntos atinentes a la seguridad pública del ámbito vecinal.

ß Evaluar el funcionamiento y las actividades del servicio de policía local.ß Diseñar y ejecutar estrategias de comunicación para informar a los vecinos sobre el funciona-

miento de la mesa; las acciones realizadas, y todo otro tema que redunde en beneficio de la segu-ridad pública e integración del barrio.

Fuente: http://www.minseg.gob.ar/mesas-barriales

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Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

Estrategias multiagenciales y proyectos comunitarios

Cuando los integrantes de cada comunidad aportan ideas para la resolución de los proble-

mas que los afectan y suman sus esfuerzos al trabajo de las fuerzas de seguridad, el Estado y

la ciudadanía generan condiciones para mejorar la calidad de vida y fomentar el respeto por

el bien común.

Cuando los vecinos hacen, participan y se comprometen, además de beneficiarse con los

resultados de las políticas públicas de seguridad, la comunidad se convierte en el principal

apoyo de esas políticas. De este modo, la comunidad comienza a involucrarse en la solución

de los problemas que la afectan.

Las iniciativas de prevención comunitaria del delito y de la violencia deben florecer en el

espacio local. Esta estrategia tiene potencial para influir directamente sobre los problemas lo-

cales, así como para captar una mayor atención de la comunidad que se siente parte del pro-

blema y de sus soluciones.

En este sentido, cobran significativa importancia las estrategias multiagenciales. Además de

formar asociaciones entre diversas agencias estatales, hay que impulsar la participación ciuda-

dana en una variedad de situaciones que comprometen la seguridad, por ejemplo: el uso de los

espacios públicos, las redes de contención para jóvenes, la gestión de proyectos y la formulación

de políticas públicas. En este último caso, profundizar la participación en ellas permitiría sumar

actores y líderes comunitarios de diversos ámbitos y de la comunidad en general.

En la escuela Nº 253 de la

localidad de San Miguel

de Tucumán, más de 70

personas de diferentes edades,

estudiantes, profesores, padres,

vecinos, y representantes

de organizaciones sociales,

participaron en la Campaña

Nacional de Murales Colectivos

“Derechos del Pueblo”.

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20

Cuadernode lectura

1

La realización de un proyecto comunitario se inicia con una situación que genera discon-

formidad para llegar a una situación futura deseable. Para ello:

ß se define una serie de acciones y se organiza los pasos para lograr un fin;

ß se identifican los recursos necesarios para realizar las acciones;

ß se prevé como evaluar procesos y resultados.

Planificación y diseño

¿Cuál es la situación actual?En el punto de partida, la comunidad

se hace esta pregunta y encuentra

las respuestas por medio de un

diagnóstico.

¿Qué queremos transformar?La comunidad imagina el futuro: define

los objetivos a lograr y elige los caminos y

las estrategias a seguir.

Para construir proyectoscon un abordaje integral

El desafío es coordinar acciones entre

agencias gubernamentales y no

gubernamentales.

Evaluar para seguir transformandoLa comunidad monitorea el desarrollo

de los proyectos y evalúa los resultados

alcanzados.

Definición

Es un conjunto

interrelacionado de

actividades para resolver

un problema determinado

en un espacio territorial y/o

poblacional definido. Es una

intervención planificada con

tiempo y recursos acotados.

Proyecto comunitario

Vecinos que hacen: proyectos comunitarios

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21

Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

Para alcanzar estos objetivos, es prioritario generar una red interinstitucional de coordina-

ción de estas políticas, que disminuya la duplicación de actividades y coordine iniciativas de

diversos organismos públicos en un determinado territorio.

Asimismo, para lograr el compromiso de la comunidad, resulta indispensable continuar

avanzando y consolidando el proceso de transformación de los servicios de seguridad por

parte del Estado –tales como la mejora en la atención al ciudadano en comisarías, juzgados y

demás organismos relacionados con la seguridad.

Y, finalmente, para que las políticas de prevención del delito con participación ciudadana y

las buenas intenciones en las iniciativas de prevención comunitaria se concreten en progra-

mas eficientes (que salven la brecha y acerquen el discurso a la realidad), resulta indispensa-

ble que cuenten con:

ß el financiamiento a pesar del riesgo, y

ß el sustentamiento político.

En otras palabras:

ß Para que estos proyectos se concreten resulta indispensable que cuenten con financia-

miento (de los sectores público y privado), y con apoyo político.

ß Para que estos proyectos se sostengan es importante que la comunidad cuide lo que ha

creado y se preocupa para que otros utilicen los espacios de la manera acordada.

Las Mesas Barriales de Participación

Comunitaria, así como las Mesas

Sectoriales, responden a la necesidad

que tienen el Estado y la comunidad de

incorporar el diagnóstico y las iniciativas

de las organizaciones comunitarias,

instituciones y vecinos acerca del

funcionamiento de las fuerzas de seguridad.

Además, tienen la facultad de convocar a

la reunión a las autoridades policiales o de

la fuerza de seguridad que corresponda,

para evaluar las acciones que se están

implementando en el barrio y la calidad

del servicio policial que se brinda. En

la imagen, una reunión de la Mesa de

Participación Comunitaria de un barrio de

la Capital Federal, con presencia de los jefes

policiales de la comisaría de la zona.

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22

Cuadernode lectura

1

5. Espacio público y orden social democrático

Las modalidades participativas permiten el desarrollo de nuevos modos de relación entre

los ciudadanos y la administración pública. Al mismo tiempo, es una ocasión para experimen-

tar conexiones distintas, debido a los diferentes intereses, valores, historias de vida, necesida-

des, buscando un sentido de adhesión a la colectividad y fomentando relaciones significativas,

en contextos que permitan experimentar el sentido de la comunidad.

Educar para el ejercicio de la ciudadanía refiere a la defensa de los derechos individuales

y colectivos, y, también, a la posibilidad de compartir con otros el espacio público, entendido

como un espacio común no exento de conflictos ya que ese es un aspecto inherente a la exis-

tencia humana en sociedad.

Estar y convivir en el espacio público

Un determinado espacio público puede, o no, ser un lugar que favorece la interactividad

pacífica, productiva y creativa, de los usuarios; y, en consecuencia, puede, o no, resultar un

espacio de mediación para los conflictos relacionados con su uso.

Desde esta perspectiva, entonces, el permanente análisis de las características de los espa-

cios públicos locales, como así también el de las funciones para las que cada uno ha sido pla-

nificado, con el propósito de proponer e impulsar las transformaciones que se evalúen como

necesarias, son estrategias que puede contribuir a la prevención del delito y de las violencias.

Al mismo tiempo, cuando estas tareas son abordadas de modo conjunto entre los funciona-

rios del gobierno local y los ciudadanos/vecinos, la planificación participativa de las funciones

y los usos de los espacios públicos promueve el sentido de la responsabilidad, generando el

“efecto manutención”, gracias al cual la comunidad cuidará lo que ha creado y se preocupa

para que otros vecinos utilicen los espacios de manera correcta.

Así pensada, una política sobre el espacio público que responda a su vez a la demanda por

mayor seguridad tiene que afirmar que no hay respuestas definitivas a la demanda de segu-

ridad: porque no es posible eliminar totalmente el riesgo, ni sacrificar las libertades de los

ciudadanos en su nombre. Y también tiene que proponer a la ciudadanía/comunidad, por lo

menos, las siguientes tareas fundamentales:

ß explorar caminos alternativos y diferentes estrategias que den respuestas concretas,

transformando los usos de los espacios públicos en algo más denso y culturalmente rico, e

imaginando formas de control social no represivo ni exclusivamente policial;

ß promover acciones que contribuyan a clarificar/ tomar conciencia/ acerca de cómo las

decisiones y las acciones personales (de cada integrante de la comunidad) sobre cómo estar

y actuar en el espacio público, afectan a otros.

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Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

La participación

ciudadana fortalece

el derecho de todos a

compartir y disfrutar

con otros el espacio

público.

Un modo de pensar el espacio público

El carácter problemático del espacio público deriva del hecho de que no está predefinido de una vez por todas, sino que, al contrario, es el resultado de una construcción social; está permanentemente en proceso de producción.

Las tentativas de definición de las relaciones en público en términos de civilidad, de conveniencia o de tacto insisten todas, de una forma u otra, en su carácter inestable, precario, incluso paradójico… Lugar de reglajes y ajustes incesantes de la distancia y la proximidad, de la presencia y de ausencia, de la interacción social concertada, el espacio público cuestiona los procesos mismos de producción de la vida social.

Contra toda tendencia a la abstracción, el espacio público se define y se hace depender de esta “in-fraestructura práctica”, de ese conjunto de competencias cívicas, de operaciones comunicativas, de saberes prácticos, de prácticas autoordenadas. Visibilidad anónima de personas y comportamientos, organización de la copresencia, “inteligencia escénica”, coordinación conjunta de actividades, cons-trucción de relaciones ordenadas… todo esto es el espacio público.

Orden inevitablemente frágil, pues, pero mitigado, siempre provisionalmente, por un gran pacto de confianza: la confianza mutua –en que los otros son lo que parecen ser– es precisamente la dimensión moral que inunda el espacio público.

Isaac Marrero Guillamón. La producción del espacio público. Fundamentos teóricos y metodológicos para una etnografía

de lo urbano. Universitat de Barcelona

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24

Cuadernode lectura

1

III. ¿Por qué invitar a las escuelas a la reflexión y la acción en materia de seguridad ciudadana?

1. El desafío de reanudar la confianza entre ciudadanía y fuerzas de seguridad

En la historia argentina del siglo XX, el desempeño de las fuerzas de seguridad estuvo es-

trechamente relacionado con los conflictos sociales y políticos entre diversos actores civiles

y militares interesados en lograr el control de las instituciones del Estados para beneficio de

sus intereses y propósitos particulares, sectoriales y/o corporativos.

A partir de 1930 y hasta 1983, durante los gobiernos civiles ilegítimos y los gobiernos ilegales

que impusieron dictaduras cívico-militares y el terrorismo de Estado, se quebró la confianza de

gran parte de la ciudadanía argentina en las fuerzas armadas como así también en las fuerzas

de seguridad.

Por esto, entre los muchos desafíos que afrontó la sociedad argentina desde el restable-

cimiento definitivo del Estado de derecho y el régimen político democrático, está incluido el

de la reanudación del vínculo de confianza entre la ciudadanía y las fuerzas de seguridad que

deben protegerla.

Para reanudar esa confianza, el Estado Nacional asumió el desafío de reconstruir el rol de

las fuerzas de seguridad; y con ese propósito viene desarrollando novedosas políticas públicas

en materia de seguridad ciudadana.

Tal como se explicita en los puntos ante-

riores, algunas dimensiones de este desafío

son responsabilidad y competencia exclusivas

de las agencias del Estado Nacional y de los

Estados provinciales y locales.

Al mismo tiempo, y de acuerdo con las pers-

pectivas de los nuevos enfoques y las nuevas

concepciones que orientan y fundamentan las

políticas públicas en materia de seguridad, la

participación de las ciudadanas y los ciudada-

nos es un aspecto clave para el sostenimiento y

mayor eficacia de tales políticas.

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25

Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

2. Contribuir a la formación de ciudadanos y ciudadanas en las aulas y las escuelas

Desde fines de la década de 1980 y durante la década de 1990, en el marco de las políticas

públicas orientadas a consolidar en la sociedad argentina el restablecimiento del régimen polí-

tico democrático y el Estado de derecho, el Estado Nacional tomó la decisión de incluir la ense-

ñanza de la historia argentina reciente (desde 1955 hasta, por entonces, 1983) entre los conteni-

dos curriculares abarcados por los núcleos de aprendizajes prioritarios (NAP) aprobados por el

Consejo Federal de Educación, en todos los niveles educativos.

En consecuencia, resultó indispensable convocar a los docentes de todo el país a la actuali-

zación disciplinar en los campos de la historia argentina reciente y el de los estudios sobre la

memoria histórica; como así también invitar a las comunidades educativas (directivos, docen-

tes, estudiantes y familias) a reflexionar y a acompañar a las jóvenes generaciones en acciones

orientadas a construir “memoria, verdad y justicia” sobre los planes y las acciones de la última

dictadura cívico-militar (algunas de los cuales siguen teniendo duración en la actualidad).

A partir del 2003 y sobre todo durante los últimos años, el Estado Nacional también decidió la

incorporación como contenidos curriculares –en algunos casos, como obligatorios abarcados por

los NAP, y en otros casos, como contenidos transversales– de temáticas y problemáticas vinculadas

con cuestiones estrechamente relacionadas con el logro de grados crecientes de bienestar y en la

ampliación de derechos para todos los integrantes de la sociedad argentina. Entre estas temáticas

y problemáticas se destacan, entre otras, la educación vial y la educación sexual integral.

El Ministerio de Seguridad de la Nación, en acuerdo con el

Ministerio de Educación de la Nación, considera que es ahora

tiempo de invitar a las comunidades educativas de todas las

escuelas del país a la actualización en el campo disciplinar de

la seguridad democrática ciudadana y comunitaria, acercando

materiales e iniciativas que convocan a docentes, estudiantes y

familias a la reflexión y a la acción en materia de seguridad en

el nivel local.

coNfIaNzA

en los semejantes coNvIVenCIa

con resolución pacífica de conflictos

paRtICipACiÓn

para vivir con juStICiA y

biENesTAr

Para

peNsAR y haCEr en esCUelAS

y en baRrIoS

y

geNEraR OrDen SOciAL

deMOcRátICo y seGUriDAd

ciUDadANa

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26

Cuadernode lectura

1

3. ¿Cómo se concreta la iniciativa

Pensar y hacer la seguridad con las escuelas?

Los objetivos

La decisión de invitar a las escuelas de los niveles primario y secundario del país, a trabajar

sobre la temática, las problemáticas y las discusiones y los debates vinculados con el campo

de la seguridad democrática, con un enfoque orientado a promover la participación de la ciu-

dadanía en la construcción de la seguridad ciudadana y comunitaria en el nivel local, se pro-

pone los siguientes objetivos.

ß Dar a conocer los contenidos de la Ley 24.059 de Seguridad Interior, que establece las

bases jurídicas, orgánicas y funcionales del Sistema de Seguridad Pública y Ciudadana

en la Argentina, y define “la seguridad” como “la situación de hecho, basada en el de-

recho, en la cual se encuentran resguardadas la libertad, la vida y el patrimonio de los

habitantes, sus derechos y garantías, y la plena vigencia de las instituciones del sistema

representativo, republicano, federal que establece la Constitución Nacional”.

ß Dar a conocer las funciones y las responsabilidades del Ministerio de Seguridad de la

Nación en relación con el gobierno político de la seguridad: tanto las vinculadas con la

neutralización de la actividad criminal, la prevención del delito y la violencia y la capa-

citación y equipamiento de las fuerzas de seguridad según protocolos acordes a la ley,

la Constitución Nacional y los tratados internacionales; como las funciones y las respon-

sabilidades orientadas a la creación de espacios para que los ciudadanos participen en

la prevención del delito, la promoción de actividades culturales, deportivas, tecnológi-

cas y de formación en oficios, para fortalecer la identidad y el bienestar colectivo, y el

trabajo conjunto con otras áreas de Estado para fortalecer la inclusión social y el acceso

a derechos.

ß Invitar y acompañar a las comunidades educativas a reflexionar y a participar con el pro-

pósito de construir adhesión a valores y actitudes que afirmen: el respeto y el cuidado

de la vida propia y de los semejantes como modo de relación con los otros integrantes

de la sociedad; el apego a las normas y el respeto por la ley como condición de posibili-

dad para la convivencia en el marco del Estado de derecho; la responsabilidad personal

en la construcción de niveles crecientes de bienestar colectivo basado en la justicia, la

solidaridad y la confianza, y, también, el cuidado del espacio público como espacio co-

mún para el ejercicio de los derechos en el marco del orden social democrático.

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Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

ß Promover y acompañar la participación de estudiantes, docentes y comunidades edu-

cativas para imaginar, planificar y realizar acciones institucionales y/o comunitarias

orientadas a generar comunidades constructoras de confianza y de seguridad ciudada-

na. Es decir, acciones que pongan en juego las nociones de cuidado y protección de uno

mismo y de los semejantes, así como las de corresponsabilidad, coproducción y coges-

tión de la seguridad ciudadana como principios fundamentales de una nueva concep-

ción de la seguridad.

Eje: Construir ciudadanía en el

marco del Estado de derecho

Para

peNsAR y haCEr en esCUelAS

y en baRrIoS

Eje: Construir autoridad en el

marco de Estado de derecho

y geNEraR OrDen SOciAL

deMOcRátICo y seGUriDAd

ciUDadANa

Eje: Construir convivencia

coNfIaNzA

en los semejantes coNvIVenCIa

con resolución pacífica de conflictos

Eje: Construir espacio público seguro

paRtICipACiÓn

para vivir con juStICiA y

biENesTAr

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28

Cuadernode lectura

1

Las herramientas

Para alcanzar los objetivos, la iniciativa ha creado y pone a disposición de docentes, estu-

diantes y comunidades educativas un conjunto de herramientas y materiales.

Un sitio web dedicado a presentar y poner

en contacto a la ciudadanía con la iniciativa

“Pensar y hacer la seguridad con las escuelas”,

que funciona como una plataforma para:

ß poner a disposición materiales escritos, gráficos y audiovisuales, tanto para las escuelas

como para el público en general;

ß contribuir a la formación y la capacitación de los equipos docentes, formales y no for-

males, en relación con la temática y las problemáticas de la seguridad democrática, por

medio de dos cursos virtuales.

ß promover el intercambio de experiencias educativas (formales y no formales), impulsando

su transferencia y multiplicación;

ß facilitar la articulación y coordinación con los gobiernos locales, los distintos niveles y

modalidades del Sistema Educativo Nacional, y con otras áreas del Estado Nacional con

responsabilidades en la tarea de construir seguridad democrática.

Materiales escritos, gráficos y audiovisuales, como recursos educativos abiertos de li-

bre disposición, que presentan información actualizada y conceptos e ideas claves para com-

prender el nuevo enfoque sobre el gobierno político de la seguridad según el modelo argen-

tino, y sobre la participación ciudadana para la construcción de la seguridad democrática.

Orientaciones pedagógicas y didácticas pertinentes para promover entre niños y jóve-

nes ciudadanos adhesión a los valores y las actitudes consideradas deseables y necesarias

para pensar y hacer la seguridad democrática, atendiendo los distintos contextos locales, las

diferentes situaciones institucionales, así como las diversas historias de las comunidades lo-

cales y las biografías de los integrantes de las comunidades educativas.

Convocatoria a las comunidades educativas a participar en el Festival Nacional Las

escuelas piensan y hacen la seguridad ciudadana, según las bases y las orientaciones que

se publicarán a fin de organizar la participación.

www.seguridadyescuela.gob.ar

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Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

Colección de cuadernos de lectura para docentes y educadores populares

PENSAR Y HACER la SEGURIDAD con LAS ESCUELAS

Cuaderno de lectura 1

Claves conceptuales

Cuaderno de lectura 2

Orientaciones pedagógicas y didácticas

Propuestas de actividades para las aulas

ß Para el Segundo Ciclo de la Escuela Primaria

ß Para el Ciclo Básico de la Escuela Secundaria Obligatoria

ß Para el Ciclo Orientado de la Escuela Secundaria Obligatoria

Cuaderno de lectura 3

Orientaciones en clave de educación popular

Propuestas de actividades y materiales para difundir, conversar y proponer

Una colección de cuadernos de lectura

Una colección de láminas

PARA CONSTRUIR LA SEGURIDAD COMUNITARIA

GEsTiOnaR lA SegURidAD

ENtRe tODos

PARA FORTALECER LA SEGURIDAD DEMOCRÁTICA

COnoCEr, REsPetAR y

HAceR cUMpLir LAs LeyES

PARA GARANTIZAR EL DERECHO A LA SEGURIDAD

EJerCEr La AuTOriDAd eN

EL teRrITorIo DEl PaÍs

PARA CONSTRUIR ESPACIO PÚBLICOSEGURO

COmParTIr Con OTroS En

ESpaCIos COmuNEs

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30

Cuadernode lectura

1

El Festival Nacional Las escuelas piensan y hacen la seguridad ciudadana

Porque aprender a vivir juntos y construir convivencia son tareas de todos los días en el

trabajo concreto de las escuelas de todo el país, el Encuentro Nacional de comunidades edu-

cativas constructoras de confianza, convivencia y seguridad ciudadana se propone dar visibi-

lidad a la gran cantidad de docentes, estudiantes y familias que trabajan comprometidamente

para alcanzar estos resultados.

Esta iniciativa busca promover y acompañar la participación de estudiantes, docentes y

comunidades educativas dispuestos a imaginar, planificar y realizar acciones institucionales

y/o comunitarias orientadas a generar comunidades constructoras de confianza, convivencia

y seguridad ciudadana. Es decir, acciones que pongan en juego las nociones de cuidado y pro-

tección de uno mismo y de los semejantes, así como las de corresponsabilidad, coproducción

y cogestión de la seguridad ciudadana como principios fundamentales de una nueva concep-

ción de la seguridad, para dar respuesta/solución a problemas que afectan a la comunidad

escolar o local, o para mejorar y aumentar el grado de bienestar y la resolución pacífica de

los conflictos.

Tareas y pasos a seguir. Las comunidades educativas interesadas en participar en el

Festival Nacional “Las escuelas piensan y hacen la seguridad ciudadana” tendrán que realizar

las tareas y seguir los pasos establecidos, de acuerdo con las especificaciones que se publi-

carán en las bases.

Las tareas y los pasos son los siguientes:

1) Realizar acciones orientadas a generar comunidades constructoras de confianza,

convivencia y seguridad ciudadana.

Se trata de imaginar, diseñar y poner en práctica acciones, institucionales y/o comunita-

rias, que pongan en juego las nociones de cuidado y protección de uno mismo y de los se-

mejantes, así como las de corresponsabilidad, coproducción y cogestión de la seguridad ciu-

dadana como principios fundamentales de una nueva concepción de la seguridad, para dar

respuesta/solución a problemas que afectan a la comunidad escolar o local, o para mejorar y

aumentar el grado de bienestar y la resolución pacífica de los conflictos. Las acciones a desa-

rrollar estarán orientadas a uno (o más de uno) de los siguientes propósitos:

ß Construir ciudadanía en el marco del Estado de derecho

ß Construir autoridad en el marco del Estado de derecho

ß Construir convivencia

ß Construir espacio público seguro

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Pensar y hacer la seguridad con las escuelas

2) Comunicar las acciones para construir confianza, convivencia y seguridad ciudadana.

La segunda instancia será confeccionar un afiche a los efectos de comunicar los detalles de

la o las acciones desarrolladas en la escuela (un afiche por cada acción).

Además del afiche, los participantes que tengan interés en hacerlo, también pueden produ-

cir un cortometraje que comunique o narre la o las acciones desarrolladas en la escuela o en

la comunidad local.

3) Encuentro Jurisdiccional de comunidades educativas constructoras de confianza,

convivencia y seguridad ciudadana.

En cada una de las jurisdicciones, las autoridades educativas definirán los lugares y las pau-

tas de presentación para que los y las estudiantes de las instituciones interesadas presenten

los afiches comunicando las acciones desarrolladas.

4) Encuentro Nacional de comunidades educativas constructoras de confianza, con-

vivencia y seguridad ciudadana.

El Encuentro Nacional se realizará con la presencia de los estudiantes y los docentes ele-

gidos por todas las jurisdicciones. En dicho contexto se realizará una Muestra Nacional de

Afiches por la Convivencia y la Seguridad Ciudadana, que reunirá a todos los afiches elegidos

en los encuentros provinciales. En este encuentro los estudiantes compartirán las conclusio-

nes elaboradas en cada encuentro jurisdiccional, y acordarán un conjunto de sugerencias y

propuestas para construir confianza, convivencia y seguridad ciudadana, que serán entrega-

das a las autoridades del Ministerio de Seguridad de la Nación.

5) Un reconocimiento para cada Acción por la Seguridad Ciudadana.

Todas las escuelas que participen en los Encuentros Provinciales recibirán como recono-

cimiento del Ministerio de Seguridad de la Nación un distintivo por su compromiso con la

construcción de confianza, convivencia pacífica y seguridad ciudadana en sus comunidades

educativas y locales.

6) Publicación de afiches.

Luego de realizarse el Encuentro Nacional, se publicarán las conclusiones acordadas por

los estudiantes y se compilarán todas las acciones para construir confianza, convivencia y se-

guridad ciudadana que hayan sido seleccionadas por los encuentros provinciales.

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La seguridad

ciudadana

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Esta investigación y su publicación se han desarrollado en el marco de un acuerdo entre la Secretaría de Seguridad Interior y

la Universidad Nacional de Lanús. La información contenida en este libro no refleja necesariamente las opiniones y puntos

de vista de las instituciones auspiciantes.

LA SEGURIDAD CIUDADANA

COMPILADOR

– Cristián Varela

AUTORES

– Victoria Rangugni

– Daniel Russo

CORRECCIÓN

– Calamus

DISEÑO GRÁFICO

– Vladimir Merchensky

ISSN: 1853-0850

HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11.723

Cuadernos de Seguridad - Colección Manuales y protocolos

Secretaría de Seguridad Interior

Gelly y Obes 2289 - CP 1425 - Cdad. Aut. de Buenos Aires, Argentina

Tel. (011) 4809-1572 - Email: [email protected]

www.cuadernos-seguridad.gov.ar

La seguridad ciudadana

Secretaría de Seguridad Interior - Cuadernos de Seguridad

Colección Manuales y protocolos - 1a ed. - Buenos Aires - 2010 - 82 p. - 16 x 24 cm.

ISSN 1853-0850

1. Educación.

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PRESIDENTA DE LA NACIÓN

Dra. Cristina Fernández de Kirchner

VICEPRESIDENTE

Ing. Julio César Cleto Cobos

JEFE DE GABINETE DE MINISTROS

Cr. Dr. Aníbal Domingo Fernández

MINISTRO DE JUSTICIA, SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS

Dr. Julio César Alak

SECRETARIO DE SEGURIDAD INTERIOR

Dr. Sergio Lorusso

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LANÚS

RECTORA

Dra. Ana Jaramillo

VICERRECTOR

Mg. Nerio Neirotti

DIRECTORA DEL DEPARTAMENTO DE PLANIFICACIÓN Y POLÍTICAS PÚBLICAS

Mg. Ana Farber

CONSEJO DE SEGURIDAD INTERIOR

PRESIDENTE

Dr. Julio César Alak

SECRETARIO EJECUTIVO

Dr. Julio Massolo

DIRECCIÓN NACIONAL DE FORMACIÓN PROFESIONAL, CAPACITACIÓN E INVESTIGACIÓN EN SEGURIDAD INTERIOR

DIRECTORA

Lic. Amalia Villalustre

COORDINADORA DEL ÁREA DE CAPACITACIÓN

Lic. Evelyn Garrote

COORDINADOR DEL ÁREA DE EDUCACIÓN

Tec. Javier Alonso

COORDINADORA DEL ÁREA DE INVESTIGACIÓN

Mg. Cecilia Ales

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CUADERNOS DE SEGURIDAD

COLECCIÓN MANUALES Y PROTOCOLOS

DIRECTOR DE LA COLECCIÓN

Héctor Masquelet

EDITOR

Ricardo López Dusil

LA SEGURIDAD CIUDADANA

COMPILADOR

Cristián Varela

AUTORES

Victoria Rangugni

Daniel Russo

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13

ÍNDICE

PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

Por Cristián Varela

CAPÍTULO I. NUEVO CAMPO DE LA SEGURIDAD EN LA MODERNIDAD TARDÍA

Por Victoria Rangugni

INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

TRANSFORMACIONES EN LA MODERNIDAD TARDÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

» El neoliberalismo como impulsor de los cambios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20

» Pasaje del Estado de bienestar al Estado mínimo:

de las seguridades a las incertidumbres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

» De una economía fordista a una posfordista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

» Fragmentación social y despacificación:

las consecuencias sociales del neoliberalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24

NUEVA CONFIGURACIÓN DEL CAMPO DE LA SEGURIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

» Políticas de seguridad: de la reintegración a la “tolerancia cero” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

» Nueva prevención: cambio de paradigma del campo de la seguridad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31

» Nueva prevención: modelos de intervención . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33

BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40

CAPÍTULO II. EL PROBLEMA DE LA SEGURIDAD EN LA ARGENTINA

Por Victoria Ranguni

INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43

RECONFIGURACIÓN SOCIAL EN LA ARGENTINA DE LOS ’90 Y CRISIS DE 2001 . . . . . . . . . 44

INDICADORES DE LA SITUACIÓN SOCIAL EN LA ARGENTINA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

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CONFORMACIÓN ACTUAL DEL CAMPO DE LA SEGURIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46

» Herramientas penales en materia de seguridad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

» Herramientas extrapenales de control del delito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51

SISTEMA FEDERAL DE GOBIERNO Y ORGANIZACIÓN POLICIAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

» Policías provinciales. Modos de agrupamiento y de formación policial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56

» Instituciones federales de seguridad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58

» Modos de agrupamiento y formación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59

LIMITACIONES DE LOS MODELOS POLICIALES TRADICIONALES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60

BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64

CAPÍTULO III. EL CAMPO DE LA SEGURIDAD. CONCEPTOS Y DEFINICIONES

Por Victoria Ranguni y Daniel Russo

INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

DEFINICIONES EN TORNO AL CONCEPTO DE SEGURIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

» Seguridad humana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68

» Seguridad pública . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69

» Seguridad ciudadana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

DEFINICIONES EN TORNO AL CONCEPTO DE INSEGURIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73

» Inseguridad objetiva: el delito en cifras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74

» Inseguridad subjetiva. El miedo al delito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80

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PRÓLOGO

Cristián Varela

La búsqueda de mayores seguridades es una pretensión que ha estado siempre

presente en el ánimo de los seres humanos. Se trata de un elemento constitutivo

de todas las culturas. En más de un sentido, la invención y el desarrollo de las insti-

tuciones tienen por objeto la creación de seguridad. Por un lado, a eso tienden las

instituciones destinadas a prevenirnos de las inclemencias y peligros naturales y a

proveernos de lo necesario para la subsistencia. Por otro lado, también nos garan-

tizan seguridades aquellas instituciones cuyo objeto es regular la vida social, pues

con ellas se busca evitar o disminuir los daños que los hombres se causan entre sí.

En las sociedades modernas, la organización del Estado, los sistemas políticos,

el Derecho –entre otras instituciones– tienen por sentido garantizar la paz de la

vida en común, estableciendo mecanismos para la resolución no violenta de los

conflictos. Por su parte, los sistemas de seguridad social y de salud, la organización

y regulación del trabajo y muchas otras instituciones sociales tienden a proteger a

los hombres de males y carencias y a garantizar estándares aceptables de vida. Su

desarrollo –sobre todo durante el último siglo– estuvo motivado, en más de un

aspecto, por los conflictos, convulsiones y violencias que suscitaban las necesidades

insatisfechas y las desigualdades sociales imperantes.

La seguridad es un anhelo humano. Su logro requiere del despliegue de un

vasto sistema de protecciones que cubra a las personas de los peligros que las ame-

nazan. Queremos creer que la historia y las sociedades avanzan, y que ese avance

se traduce en un mejor estar en el mundo. Cuando los datos de la realidad parecen

mostrarnos lo contrario, pensamos que algo se está haciendo mal, que no puede ser

que se esté peor que antes, que no hay derecho a vivir en la precariedad, la carencia

y el temor. Y se reclama a las autoridades, al Estado, a la Justicia, al sistema político,

a la organización social, en suma, a las instituciones.

En la sociedad argentina hay un reclamo que viene cobrando forma creciente

desde inicios de la década de 1990, referido a una forma específica de inseguridad.

Se trata del reclamo por mayor seguridad ante los delitos contra las personas y los

bienes; principalmente homicidios en ocasión robo, secuestros extorsivos, robos y

hurtos. Estas formas delictivas se han constituido en la representación de la insegu-

ridad, y contra ellas se demandan urgentes soluciones.

Pero no se trata de una demanda solo nacional; en los países de la región se

presentan situaciones similares y aun peores. En los años de 1980, en las socie-

dades del hemisferio norte, las preocupaciones por la seguridad se centraban en

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iguales formas delictivas. ¿Qué ocurrió en el mundo para que estas formas de

inseguridad hayan ganado la escena?

En el primer capítulo de este manual, Victoria Rangugni explica el proceso me-

diante el cual cobraron forma las nuevas inseguridades y la consecuente preocu-

pación por la seguridad. Se trata de un proceso histórico, inscripto dentro de otro

más amplio, ligado al fenómeno de la globalización. Dentro de él, se produjeron

profundas transformaciones en el rol del Estado y en el campo de las seguridades

sociales y laborales. El papel regulador y pacificador de las relaciones colectivas, que

a lo largo de un siglo asumieron las instituciones públicas, en pocos años se resintió.

El mundo del trabajo se precarizó y las seguridades sociales comenzaron a adquirir

el sesgo de seguridades privadas e individuales. Todo ocurrió como si en el mundo

se hubiera olvidado que la provisión de seguridades es una tarea que solo se logra

de manera mancomunada y colectiva; que si tal cosa es uno de los objetivos prin-

cipales de la cultura, es porque su logro requiere del esfuerzo común y sus alcances

deben llegar a todos. En un mundo abierto, como es el mundo moderno, si unos

están asegurados y otros no, nadie está seguro.

Los cambios ocurridos en la organización del Estado y en el mundo del trabajo

se tradujeron en una nueva configuración del campo de la seguridad humana y del

campo más restringido de la seguridad pública o ciudadana. En la segunda parte del

capítulo I se abordan las nuevas formas que adquirieron las políticas de seguridad;

tanto las denominadas “de la ley y el orden”, como las de “la nueva prevención”.

En el segundo capítulo, en colaboración con Daniel Russo, la autora se aboca al

modo que adquirió el problema de la seguridad en la Argentina. Si en gran parte

del mundo las transformaciones de la modernidad tardía significaron una reduc-

ción del papel del Estado y su retracción en la provisión de seguridades, en el caso

argentino se vivió su colapso. La crisis del año 2001, con sus serias secuelas sociales,

mal podría no incidir en el plano de las violencias y los delitos entre personas y

contra los bienes. Ahí están como elementos de análisis los datos estadísticos que

exponen los autores.

El hombre, además de colaborador, ha sido siempre –aunque en menor me-

dida– competidor del hombre y, en no pocas ocasiones, también su predador y

victimario. En épocas en que la competencia se enaltece como valor, al tiempo

que se minimizan y resienten las funciones reguladoras y protectoras del Estado, la

paz social entra en riesgo. Pero cuando esas funciones públicas entran en colapso

y emergen los síntomas de la desocialización, no debería resultar extraño el incre-

mento de los conflictos penales y la violencia.

Una Justicia y unas policías estructuradas en otro tiempo y para otros tiempos

¿pueden dar cuenta de las nuevas situaciones? La segunda parte de este capítulo

está dedicada a exponer las herramientas penales y extrapenales del sistema jurí-

dico, así como la conformación del sistema de seguridad interior en la Argentina.

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Pero ya se adivina que en el espíritu de este Cuaderno se intenta plantear que la

judicialización y el policiamiento de los problemas de seguridad no acarrearán

las respuestas que la sociedad reclama. Basta con otorgar el mínimo crédito a las

exposiciones de los autores –y a los datos que exponen– para darse cuenta de que

con más penas y policías –y con policías y penas más duras– no se reconstituye una

paz resentida por otras causas.

En el tercer capítulo de este manual se incluyen conceptos y definiciones pro-

pios del campo de la seguridad. En la medida en que esta se presenta como una de

las preocupaciones urgentes de las sociedades actuales, se impone la necesidad de

consolidar y difundir un campo de conocimiento académico sobre el tema. Esto

permitirá la profundización del problema en búsqueda de soluciones, el estable-

cimiento de un lenguaje común para su tratamiento y la superación de la mera

opinión infundada, a la hora del debate que el problema de la seguridad demanda.

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CAPÍTULO III.

EL CAMPO DE LA SEGURIDAD. CONCEPTOS Y DEFINICIONES

Victoria Rangugni

INTRODUCCIÓN

En este capítulo se desarrollarán diferentes definiciones sobre el concepto de seguridad que pretenden mostrar la complejidad que el tema presenta en la actualidad. Asimismo, se trabajará la distinción entre seguridad objetiva y sub-jetiva, entendiendo que son dos dimensiones fundamentales del campo de la seguridad. Se describirán las formas de relevamiento y producción de informa-ción sobre esas dos dimensiones, mencionando los ámbitos de incumbencia de las estadísticas criminales y de las encuestas de victimización, las que constituyen fuentes fundamentales de conocimiento para la toma de decisiones en materia de seguridad.

DEFINICIONES EN TORNO AL CONCEPTO DE SEGURIDAD

Si bien existe un acuerdo claro respecto de la relevancia que el problema de la seguridad ha adquirido en los últimos años, este se vuelve frágil a la hora de definir qué se entiende por seguridad. En las líneas siguientes se enunciarán algunas de las concepciones más utilizadas y consensuadas.

En términos generales, la noción de seguridad se vincula a un valor, a un objeti-vo deseable –aunque ciertamente inasible– que apuntaría a la reducción o elusión de la incertidumbre, la desprotección, la inseguridad, las amenazas. Esta reducción o elusión de la incertidumbre es inasible en tanto aquello que atenta contra las certezas es cambiante y está históricamente determinado. Recientemente Robert Castel (2004) ha manifestado que, a pesar de que en algunos países europeos se han logrado niveles aceptables de bienestar y protecciones para todos los ciudada-nos, los índices de inseguridad son inusualmente altos. De esto se desprenden dos cuestiones centrales: – mayores niveles de bienestar no garantizan que los individuos se sientan más

seguros y – las demandas de seguridad no son estáticas, sino cambiantes: lo que ayer garan-

tizaba la seguridad de una determinada población puede ser insuficiente muy poco tiempo después.

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MANUALES Y PROTOCOLOS 5 / La seguridad ciudadana

Por lo anterior, el afán contemporáneo de seguridad –en los más diversos contex-tos– es tema de análisis para las ciencias sociales. El problema que esta preocupación trae aparejado es que tiende a avasallar otros valores deseables como pueden ser la igualdad entre los ciudadanos, la libertad, la cooperación, la protección mutua entre miembros de una comunidad. La prioridad que hoy adquiere la pretensión de segu-ridad opaca la importancia de otros valores indispensables para la vida democrática.

Justamente, la idea de una seguridad democrática fija un límite respecto a aque-llo que podrá hacerse y lo que no podrá llevarse adelante para obtener seguridad. Esto quiere decir que para obtener seguridad no se puede “pagar cualquier pre-cio”. Hay derechos que no deberían nunca ser vulnerados en nombre de la seguri-dad, aunque sea usual reconocer reclamos de seguridad en los que se pide resignar derechos fundamentales, como por ejemplo el derecho a la vida.

Un elemento importante para poder definir qué puede y no hacerse en nom-bre de la seguridad es precisar qué significa este concepto poniendo el énfasis en elementos específicos. Es así que hoy es posible oír hablar, a veces indistintamente, sobre la seguridad humana, seguridad ciudadana, seguridad pública, seguridad urbana,

seguridad comunitaria, por mencionar solo las nociones más recurrentes.En las siguientes líneas se presentan definiciones sobre seguridad humana, seguri-

dad pública y seguridad ciudadana, entendiendo que estas nociones engloban las re-cién mencionadas. De todos modos, es preciso alertar sobre la escasa precisión con que estos términos son utilizados y la frecuente superposición entre unos y otros.

SEGURIDAD HUMANA

La idea de seguridad humana remite a una idea cuyo foco principal es la seguri-dad integral del ser humano. De este modo, la noción de seguridad humana abarca el desarrollo pleno de las personas, entendiendo que el acceso a ella es un derecho de todos los habitantes, individuos y comunidades. Esta dimensión de la seguridad incluye el logro de un desarrollo sostenible que mejore la calidad de vida de los in-dividuos y comunidades, así como las posibilidades de integración y participación social de las personas. En 1994, el Informe de Desarrollo Humano, del Programa para el Desarrollo de la Organización de Naciones Unidas (PNUD), incorpora explícitamente el concepto de seguridad humana planteando que se deben llevar adelante acciones de promoción, protección, prevención y mitigación de los dis-tintos riesgos presentes en la vida social (PNUD, 1994; Fernández Pereira, 2006). De este modo se sostiene que no alcanza con ampliar los niveles de ingreso, educa-ción y salud, si esa ampliación no se produce en un entorno que permita el acceso equitativo en condiciones de paz social, equidad y solidaridad.

La noción de seguridad humana apunta a construir un valor tendiente a reducir la incertidumbre a nivel individual y colectivo en el contexto de la sociedad actual,

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Capítulo III. El campo de la seguridad. Conceptos y definiciones

signada por los cambios acelerados, la desarticulación de las protecciones civiles y sociales generalizadas y la presencia estructural del riesgo. De este modo, al tiempo que las condiciones sociales, políticas y económicas actuales generan altos niveles de incertidumbre, las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales aler-tan sobre sus consecuencias apelando a la idea de seguridad humana como paliativo de estas nuevas condiciones de vida.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) entiende que la seguridad hu-

mana contiene dos aspectos fundamentales: – seguridad frente a las amenazas crónicas como las enfermedades, el hambre, la

represión y – protección frente a alteraciones súbitas de la vida cotidiana en la vida doméstica,

el trabajo o la comunidad.

Para la ONU, entonces, seguridad humana significa que la gente pueda disfrutar de una creciente gama de opciones de desarrollo de forma segura y libre y que pueda tener confianza en que las oportunidades de hoy no desaparecerán mañana (PNUD, 1994). Una aspiración ciertamente optimista en contextos de alta volati-lidad e incertidumbre como lo es el de la modernidad tardía.13

La seguridad humana resulta asimilable a lo que otros autores han denominado “seguridad de los habitantes”. Pues este último término ha sido empleado para hacer también referencia a un concepto amplio de las protecciones, tendientes no solo a reducir las posibilidades de ser víctima de un delito, sino a la “tranquilidad de vivir en un Estado constitucional de derecho y participar en los beneficios del desarrollo en materia de salud, educación, vivienda, recreación o todos los ámbi-tos del bienestar social. Esto es desarrollo humano sostenible que tiene la equidad como principio” (Carranza, 1997: 15). Se trata por lo tanto de la ampliación de derechos y del acceso a ellos en contextos de estabilidad política y social. En los últimos años la noción de seguridad humana ha ganado protagonismo frente a la de seguridad de los habitantes, si bien son asimilables.

SEGURIDAD PÚBLICA

En su libro Seguridad, democracia y reforma del sistema policial en la Argentina, Mar-celo Saín brinda una definición de seguridad pública. Allí plantea que en un con-texto democrático la seguridad pública es “la situación política y social en la que las personas tienen legal y efectivamente garantizado el goce pleno de sus derechos –considerados estos no solamente como principios o garantías formales, sino tam-bién prácticas sociales– a defender y a ser protegidos en su vida, su libertad, su

13 Se sugiere la relectura de este concepto en el capítulo I y la comparación de la noción de seguridad humana con los alcances del Estado benefactor o de providencia.

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MANUALES Y PROTOCOLOS 5 / La seguridad ciudadana

integridad y bienestar personal, su honor, su propiedad, su igualdad de oportuni-dades y su efectiva participación en la organización política, económica y social, así como en su igualdad ante la ley y su independencia ante los poderes del Estado, y a obtener el pleno resguardo de la totalidad de los derechos y garantías emanadas del Estado de derecho” (Saín, 2002).

La definición precedente es amplia, pero el propio autor vuelve más específica esa noción al referirse a los “sistemas de seguridad pública”. Considera que los sistemas de seguridad pública están conformados por las fuerzas de seguridad, las administraciones de justicia penal y los sistemas penitenciarios (Saín, 2008). De modo que entonces la seguridad pública es la abocada a la prevención y persecución de determinados delitos, la reducción de ciertas formas de violencia, así como la protección de los bienes y la integridad física de los ciudadanos.

En esta misma línea, Amadeu Recasens (2007) entiende que la seguridad pública comprende el conjunto de acciones orientadas a la protección de las personas y de los bienes, así como a la preservación del orden ciudadano. La definición de seguridad pública que sugiere este autor parte de los planteos del Tribunal Constitu-cional español que, desde fines de los ’80, establece una distinción entre la noción de seguridad pública y la de orden público que fue heredada del período franquista. Este desplazamiento de una noción de orden público a una noción de seguridad

pública se produce en los países latinoamericanos a partir de la década de 1980. Más específicamente esto ocurre en la década de 1990, cuando se deja de hablar de orden público y de seguridad nacional para incorporar las nociones de seguridad

pública y seguridad ciudadana.

Amadeu Recasens es criminólogo, doctor en Derecho Penal y profesor de la Universidad de Barcelona. Fue durante varios años director de la Escuela de Policía de Cataluña. Ha escrito numerosos trabajos en temas de seguridad.

La seguridad pública, entonces, desbordaría la tradicional concepción policial de la seguridad, la cual limita el concepto al accionar de la policía en materia de preven-ción y, especialmente, persecución de ciertos delitos. (Recasens, 2007). De modo que la nueva noción resulta más abarcadora que la tradicional, a la cual incluye. Al mismo tiempo, la noción de seguridad pública aparece como algo más específico que la seguridad entendida como garantía legal y efectiva del pleno goce de derechos. De la misma manera que resulta más específica que la de seguridad humana.

Partiendo de las anteriores definiciones puede pensarse la seguridad pública como el conjunto de competencias de las instancias públicas, orientadas a garantizar de-terminadas condiciones de convivencia, de acuerdo con un marco regulador que funciona como organizador y límite de esas competencias. En la convivencia se

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Capítulo III. El campo de la seguridad. Conceptos y definiciones

prioriza la prevención y persecución de determinados delitos, la reducción de dis-tintas formas de violencia y la protección de la integridad física de los ciudadanos, así como de los bienes.

SEGURIDAD CIUDADANA

Si bien seguridad pública y seguridad ciudadana son utilizadas indistintamente, pue-den diferenciarse en cuanto al eje en que cada una se ubica. La seguridad pública se vincula con las acciones públicas –normativas, intervenciones, desarrollos institu-cionales– orientadas a producir niveles aceptables de convivencia, a la persecución de los delitos, la reducción de distintas formas de violencia y la protección de los bienes y la integridad física de los ciudadanos.

La noción de seguridad ciudadana se orienta a lo mismo, pero poniendo énfasis en la cuestión de la ciudadanía como factor clave de la seguridad, antes que en el papel de las instancias públicas. Este acento en la ciudadanía tendría un carácter doble, por un lado, al entender la seguridad orientada al ejercicio de los derechos ciudadanos; por otro, al entender que tanto los derechos como las obligaciones en materia de seguridad involucran a los ciudadanos como protagonistas. De esta manera se implica activamente a actores no estatales en la producción de seguridad, sobre todo en sus ámbitos locales.

De esta manera, la seguridad ciudadana es un concepto que supera la idea de seguridad ligada al mantenimiento del orden público por parte de los poderes es-tatales. La supera y reemplaza por una idea de seguridad entendida como derecho inherente a la ciudadanía misma. La seguridad, en este sentido, no es tanto una función a cumplir por los poderes públicos y un bien a brindar por las instituciones estatales, sino un derecho ciudadano sin cuyo cumplimiento la ciudadanía no está cumplida. Pero, al mismo tiempo, en tanto derecho exigible al Estado, se constituye en una obligación ciudadana, no solo en lo atinente al cumplimiento de las leyes, sino también respecto de su participación protagónica en la cuestión. Esta noción de seguridad ciudadana implica una reubicación en el ciudadano en tanto ser co-munitario que no solo demanda seguridad, sino también provee sus capacidades, disposiciones y propuestas para lograrla. Se habla de una “ciudadanización” de la seguridad, planteando que este proceso demanda nuevas instancias participativas y de expresión de la sociedad civil como instancias complementarias de la labor estatal (Beliz y Alda, 2007; Rosales, 2008).

Desde esta perspectiva, la noción de seguridad ciudadana desplaza el centro de atención de las instancias públicas como promotoras exclusivas de las políticas de seguridad. Este corrimiento se ve reflejado en la importancia de nociones como seguridad comunitaria o prevención comunitaria que emergieron junto al concepto de seguridad ciudadana.

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MANUALES Y PROTOCOLOS 5 / La seguridad ciudadana

La noción de seguridad ciudadana remite a un campo más amplio para la produc-ción de seguridad, en la que los ciudadanos forman parte tanto de la definición como de la intervención respecto de los marcos de convivencia, la reducción de ciertos delitos y niveles de violencia percibidos como amenazantes de la vida de los individuos y de las comunidades. Una vez más, cabe recordar que esas definiciones no son nunca estables ni, necesariamente, compartidas por todos los habitantes de un espacio; obedecen a negociaciones desiguales en las que se imponen puntos de vista sobre lo aceptable y lo rechazable en contextos determinados. En este caso, esas miradas no son exclusivamente estatales, sino que incorporan la de ciudadanos, organizaciones no gubernamentales, entramados comunitarios, etcétera. Se obser-va que seguridad pública y seguridad ciudadana se encuentran fuertemente vinculadas y son nociones centrales en el campo actual de la seguridad. Su uso muchas veces es indeterminado. Sin embargo, tener en cuenta sus especificidades puede contri-buir a mejorar las evaluaciones y las acciones frente a aquello que aparece como un problema prioritario en las sociedades contemporáneas: la inseguridad en su dimensión objetiva y subjetiva.

SEGURIDAD CIUDADANA Y SEGURIDAD PÚBLICA

Si bien entre seguridad ciudadana y seguridad pública existen aspectos con-vergentes, sus especificidades son diferentes. Los aspectos comunes se sintetizan en que ambas suponen la seguridad de las personas y los bienes; están clara-mente definidas dentro de los márgenes de la soberanía de un Estado y en el marco de las leyes; pretenden crear las condiciones para que los individuos se encuentren libres de riesgo y daño; proveen el respeto y resguardo de los dere-chos y garantías individuales, así como el pleno funcionamiento de los poderes y órganos del Estado democrático.

Las especificidades y diferencias que podemos encontrar son relativas al contexto en que son utilizadas:

La palabra pública se utiliza preferentemente para el ámbito de las políticas secto-riales, haciendo énfasis en el carácter de la responsabilidad del Estado en la relación gobernantes/gobernados y en una clara delimitación respecto de “lo privado”.

La palabra ciudadana hace énfasis en el carácter de corresponsabilidad de la seguridad entre ciudadanos y Estado, específicamente en el aspecto de la parti-cipación, en el marco de la concepción de ciudadanía en que los miembros de una comunidad se constituyen en sujetos de la acción política y se rigen por los valores y principios de la democracia.

Una diferencia más de fondo se refiere a la definición de la seguridad públi-ca solo desde el ordenamiento jurídico, que responde a la necesidad de idealizar

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Capítulo III. El campo de la seguridad. Conceptos y definiciones

una condición social de tranquilidad y paz como un fin inmutable, sin im-portar necesariamente que se dé en un régimen democrático o autoritario. La seguridad ciudadana responde siempre a la existencia del libre ejercicio del juego democrático, y responde a la idea de canalizar el conflicto. Las ideas convencionales de seguridad pública responden a la búsqueda de eliminación del conflicto.

Fuente: GONZÁLEZ, Patricia (2003). Cuaderno nº 2, Seguridad ciudadana. Guatemala: Flacso, 2003.

DEFINICIONES EN TORNO AL CONCEPTO DE INSEGURIDAD

Desde hace algunos años trabajar sobre aquello que conforma el problema de la in/seguridad implica hacer una distinción indispensable entre inseguridad objetiva e inseguridad subjetiva. Estos dos elementos presentan cada uno su propia especificidad y complejidad, lo cual obliga a tomarlos en cuenta por separado, si bien conforman un problema común.

La noción de inseguridad objetiva remite a los delitos efectivamente ocurridos. Aunque no solo eso, sino que además deben ser denunciados de modo que se tenga registro de su existencia. En este sentido, no basta con que se produzca un delito, este además debe visibilizarse y conformar el universo de delitos registrados (formar parte de las estadísticas criminales).

Por eso mismo, cuando se habla de inseguridad objetiva no se hace referencia a la inseguridad real (criminalidad real o delito efectivamente ocurrido), como mu-chas veces se supone, ya que la gran mayoría de los delitos no son denunciados y, en algunos casos, ni siquiera son percibidos como tales (por ejemplo la violencia doméstica). Por tanto, al hablar de la inseguridad en términos objetivos se debe siempre tener en cuenta que se habla de determinados delitos, los que a su vez han sido denunciados (Sozzo, 2003). Con estos elementos se conforma la denominada “cifra blanca de la criminalidad”.

La noción de inseguridad subjetiva, en cambio, remite a la sensación de insegu-ridad. Refiere al temor experimentado por los sujetos frente al delito; temor que, a su vez, no es monolítico, pues tiene diferentes características. Así, los niveles de inseguridad subjetiva que puedan registrarse en determinada comunidad no están necesariamente ligados ni a la cantidad de delitos efectivamente ocurridos, ni a los riesgos efectivos de victimización.

A continuación se analiza cómo se abordan de modo diferente los problemas de inseguridad objetiva y de inseguridad subjetiva pues, al constituir problemas con entidad propia, requieren de mediciones e intervenciones específicas, atendiendo a la complejidad que cada uno presenta.

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MANUALES Y PROTOCOLOS 5 / La seguridad ciudadana

INSEGURIDAD OBJETIVA: EL DELITO EN CIFRAS

En la mayoría de los casos, tanto los debates como la toma de decisiones en torno al problema de la seguridad se han apoyado en las estadísticas para encontrar un fundamento. Sin embargo, resulta llamativo que los mismos datos sean utiliza-dos para defender ideas e intervenciones que se oponen. Si bien se registró una creciente tecnificación del discurso de la seguridad a partir de 1990, no puede afirmarse que los números “hablen por sí solos”. Las cifras, que se presentan como incuestionables y neutrales, no parecen haber clarificado el problema que se pre-tendía solucionar.

El uso de estadísticas para medir el delito no es nuevo, pero su difusión y utiliza-ción en los medios de comunicación y en el campo político sí resulta novedosa. El argumento de que los “números hablan por sí solos” se esgrimió con frecuencia a la hora de hablar de in/seguridad. No obstante, la estadística no es una herramienta infalible. La utilización que se hace de esos números no es necesariamente neutral u objetiva, pues los meros números no son un reflejo de lo real.

Máximo Sozzo (2008a) afirma que la información cuantificada sobre el delito puede ser precisa al mostrar parte de un fenómeno, pero al mismo tiempo puede ocultar otra. Si bien los números pueden mostrar una fotografía de la situación, muestran solo una entre las diversas fotografías posibles, por cuanto recortan algo para mostrarlo pero al mismo tiempo omiten –deliberadamente o no– lo que que-da fuera del recorte.

Los datos cuantitativos sobre el delito son casi exclusivamente estadísticas ofi-ciales, ya que son producidas por agencias estatales a partir de las denuncias realiza-das por las víctimas o por las actuaciones de oficio de la justicia.

Las fuentes más importantes que generan información sobre delitos son las estadísticas policiales y las judiciales, tanto para el ámbito nacional como para los provinciales. Ambos organismos tienen distintas modalidades de recolección, siste-matización y análisis de los datos, lo cual hace que muchas veces sea difícil relacio-nar entre sí estadísticas provenientes de diversas fuentes.

Tanto las estadísticas policiales como las judiciales parten de los hechos que llegan a su conocimiento. Esto quiere decir que las cifras oficiales se basan en los delitos denunciados y/o judicializados y, por tanto, no incluyen aquellos casos que no son denunciados. La literatura especializada define los delitos ocurridos pero no denunciados como “cifra oscura” o “cifra negra” de la criminalidad. Estas nociones ya forman parte del vocabulario corriente en la materia y pueden encontrarse tan-to en los medios masivos de comunicación como en los debates locales.

Dado que la información cuantitativa sobre delitos se elabora a partir de ins-tancias encargadas de su persecución, es lógico que solo se registren los casos que llegan a conocimiento de las agencias del sistema penal, como son la policía, el

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Capítulo III. El campo de la seguridad. Conceptos y definiciones

ministerio público y los tribunales. Por lo tanto, solo se muestran los delitos que llegan a denunciarse y que además pasan el filtro de la agencia policial y/o judicial que los procesa y de las representaciones sociales frente al crimen.

De lo anterior se desprende que la estadística oficial tampoco representa una proporción del total de delitos ocurridos. Es decir, los delitos denunciados no son necesariamente una muestra reducida de los delitos efectivamente ocurridos, pues la estadística oficial no tiene la misma distribución de casos que la crimi-nalidad real. Los niveles de denuncia de los delitos varían por múltiples motivos. En ocasiones las variaciones tienen que ver con su tipología, con el perfil de las víctimas, con las expectativas sobre resultado de una denuncia, etcétera. Hay delitos que se denuncian más, sin que esto quiera decir que ocurren con mayor frecuencia que otros.

Además hay que tener en cuenta que la información recabada –como se dijo antes– muestra algo, pero deja elementos importantes en las sombras. En delitos con altos niveles de denuncia, por tanto con bajo subregistro, la información que se brinda puede resultar limitada. Por ejemplo, suele decirse que el homicidio tiene altos niveles de registro, tanto por la gravedad atribuida al hecho como por la difi-cultad para encubrirlo. Pero no hay datos oficiales sobre la cantidad de homicidios producidos por la violencia de género. La estadística oficial no discrimina, entre los homicidios, cuáles son fruto de la violencia contra las mujeres, de modo que no es posible conocer la dimensión de este fenómeno. Esto sirve para ver que, incluso cuando hay un registro alto de ciertos hechos, no hay un cuadro preciso a partir del número relevado, con lo cual, a veces, puede ser escasa la información disponible para la toma de decisiones en la materia.

Otro ejemplo lo constituyen los robos de autos. Este delito muestra también al-tos niveles de denuncia, ya que las compañías aseguradoras lo requieren para el co-bro de las sumas aseguradas. Pero no ocurre lo mismo con el robo de motocicletas de baja cilindrada y de bicicletas, que son escasamente denunciados. Tal vez se los asuma como un hecho cotidiano, sin considerar que la denuncia pueda contribuir a la aparición del bien robado. Esto no permite, sin embargo, afirmar que hay más robos de autos que de ciclomotores y bicicletas.

Del mismo modo, son escasamente denunciados los delitos sexuales producidos en el ámbito doméstico o laboral, cuando el victimario es familiar o conocido de la víctima, hecho frecuente en este tipo de delitos. Estos casos no suelen ser tenidos en cuenta a la hora de “hacer hablar a los números” de la inseguridad. Sin embargo, queda fuera de duda la lesividad de estos delitos y el modo en que afectan la segu-ridad de las mujeres y de los menores.

Por lo anterior, es indispensable tener en cuenta que si se pretende dimensionar la inseguridad, se encontrarán ciertos recortes que no pueden ser ignorados. En la Argentina, las formas en que los datos son relevados carecen, aún hoy, de patrones

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MANUALES Y PROTOCOLOS 5 / La seguridad ciudadana

homogéneos para las distintas jurisdicciones policiales y judiciales. De modo que, además de los problemas inherentes a cada una de las fuentes, se hace muchas veces imposible conciliarlas a nivel nacional.

A su vez, las estadísticas policiales han sido utilizadas con diversos fines, por ejemplo, como mecanismo de evaluación de la eficacia policial, así como para in-tentar recuperar la confianza de la ciudadanía. Esto ha hecho de esos números un campo de manipulación importante que atenta, más aún, contra la confiabilidad de los datos (Sozzo, 2008b).

Las formas en que se mide el delito y el conjunto de delitos que son medi-dos nunca son elementos neutrales, sino que determinan la manera en que será definido el problema de la seguridad en un contexto determinado. En muchas ocasiones se observa que los delitos contra la propiedad y los homicidios son las preocupaciones centrales de las estadísticas oficiales. Sin embargo, como se dijo antes, una serie de delitos que perjudican seriamente la seguridad de las personas y que tienen una ocurrencia importante no son siquiera medidos.

Teniendo en cuenta todos estos elementos, es posible ver que en el período 1990-2001, las estadísticas policiales registraron un incremento del 83% del to-tal de delitos denunciados. Los delitos contra la propiedad marcan la tendencia, en tanto representan alrededor del 80% de los delitos denunciados.

La información referida a homicidios dolosos resulta también interesante. Como se mencionó, este dato suele citarse como indicador de in/seguridad, ya que los homicidios tienen una alta tasa de registro, en tanto es difícil que no salgan a la luz (ya sea porque son denunciados o porque el cuerpo de la víctima aparece). Las estadísticas de la Dirección Nacional de Política Criminal (DNPC) muestran que no hay variaciones significativas en el periodo 1990-2001; la tasa de homicidios dolosos cada 100.000 habitantes para todo el país fue de 8% en 1990; registra una suba importante en 1997 con 9,02%, y cierra el período con 8,41%.

Resulta llamativo que mientras la Argentina tiene una de las tasas de homi-cidios dolosos más bajas de Latinoamérica, la sensación de inseguridad es una de las más altas de la región (LTBD, 2006; Kessler, 2007). Esto confirma que la inseguridad objetiva –aquella que remite a los índices de delito– y la inseguridad

subjetiva –la sensación de inseguridad que padecen los habitantes de un lugar– no van de la mano.

Fuente: Datos brindados por la Dirección Nacional de Política Criminal. Véase también Ciaffardini (2006).

En el próximo apartado se intentará analizar aquello que se define como sensación de inseguridad o inseguridad subjetiva, cómo es posible conocerla, me-

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Capítulo III. El campo de la seguridad. Conceptos y definiciones

dirla e intervenir sobre ella. Este punto interesa por cuanto, a la hora de hablar de seguridad, se ha convertido en un elemento tanto o más importante que la dimensión objetiva.

INSEGURIDAD SUBJETIVA. EL MIEDO AL DELITO

La expresión “miedo al delito” (fear of crime) aparece de la mano de la crimino-logía británica y ha ganado terreno en las últimas décadas como un área de indaga-ción importante a la hora de pensar políticas de seguridad. Desde distintos ámbitos, incluso se sostiene que la cuestión de la sensación de inseguridad puede llegar a ser un problema mayor que la presencia real de ciertos delitos. Por lo tanto, se convierte en un campo de reflexión e intervención independiente (Kessler, 2007).

Las investigaciones sobre el miedo al delito muestran con claridad, en todos los contextos culturales, que las dimensiones objetiva y subjetiva de la seguridad no se mueven a la par. Por ejemplo, hay delitos que independientemente de los índices de ocurrencia no generan temor ni cambios de conducta, tales como la incorpo-ración de hábitos de autoprotección. Tal es el caso de los delitos de tránsito que, pese a su importante incidencia, no provocan por ejemplo el uso generalizado del casco por parte de los motociclistas. En cambio, hay delitos que registran niveles muy bajos de ocurrencia y que no solo generan temor sino cambios de conductas independientemente de los riesgos de victimización (el secuestro es un ejemplo claro de esta disociación).

El miedo al delito –inseguridad subjetiva– comenzó a ser en sí mismo un objeto de las políticas de seguridad desde 1970, momento en que se comienzan a utilizar las encuestas de victimización como una forma idónea de medir el delito. Rápi-damente estas formas de medición se convirtieron en el instrumento privilegiado para intentar dimensionar el miedo ante los hechos delictivos.

Inicialmente, las encuestas de victimización –que recaban información de la población y no de las agencias del sistema penal– buscaban relevar datos sobre delitos ocurridos, aunque estos no hubiesen sido denunciados, y así conocer parte de la cifra oscura o cifra negra de la criminalidad. Este tipo de encuestas encon-tró un fuerte fundamento al proponer recuperar a la víctima como actor clave, tanto del proceso penal como de la discusión sobre política criminal. Este tipo de encuestas permitía conocer datos que escapaban a la estadística oficial y estimar riesgos diferenciales de victimización (según edad, género, nivel de ingresos, lugar de residencia, etcétera). Así, rápidamente se le dio un lugar relevante a la sensación

de inseguridad y se comenzó a indagar sobre las representaciones sociales respecto del crimen, el miedo ante los actos delictivos, la modificación de comportamientos orientada a evitarlos y las opiniones sobre las políticas públicas frente al problema de la seguridad (Varela, 2004; 2005). De todos modos, recién en los años de 1990 se

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MANUALES Y PROTOCOLOS 5 / La seguridad ciudadana

extendió su utilización: España las aplica desde 1995; Nueva Zelanda, desde 1996, e Italia, a partir de 1998 (Sozzo, 2008a).

En la Argentina la sensación de inseguridad se convirtió en tema de discusión en el campo de la seguridad recién a finales de la década de 1990. A partir de entonces pasó a ser uno de los ejes centrales del problema opacando, incluso, los datos sobre delitos efectivamente ocurridos. De este modo, aquello que se entendía como una política orientada a reducir los delitos comienza a pensarse también como una intervención sobre aquello que genera inseguridad, tanto objetiva como subjetiva. Ante esta realidad, las encuestas de victimización ganaron terreno. Además de pro-curar conocer lo que las estadísticas oficiales no lograban, se orientaron a medir la dimensión subjetiva de la inseguridad. En la Argentina, la primera encuesta de victimización la realizó el Ministerio de Justicia de la Nación en 1996, aunque no tuvo alcances a todo el territorio nacional. Desde entonces, las ha repetido en diversos centros urbanos. Por su parte, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires realiza su propia encuesta por primera vez en 2006 (GCBA, 2007).

Al igual que las estadísticas policiales y judiciales, las encuestas de victimización mantienen ciertos recortes sobre el problema que buscan dimensionar. Especial-mente lo hacen por su énfasis en ciertos delitos contra la propiedad que, como se dijo antes, se ubican en el centro del problema de la in/seguridad tal como este viene construido. Como plantea Gabriel Kessler, las encuestas de victimización se orientan casi exclusivamente a los pequeños delitos callejeros, no indagan sobre delitos de cuello blanco, contaminación, homicidios o lesiones culposas por deli-tos de tránsito o fraude fiscal (Kessler, 2007). Además abundan en preguntas sobre delitos contra la propiedad (vivienda, auto, robo con arma, etcétera) y desatienden completamente otros tipos de victimización14.

Gabriel Kessler es doctor en sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (EHESS); es investigador del Conicet, profesor de la Universidad Nacional de General Sarmiento y de la Maestría de Políticas Pú-blicas en la Universidad de San Andrés. Ha obtenido la Cátedra Simón Bolívar para el año 2003 en la Universidad de la Sorbona Nueva-París III. Es coautor de La nueva pobreza en la Argentina (1995), autor de Sociología del delito amateur

(2004) y coeditor de Violencias, delitos y justicias en la Argentina (2002).

Las encuestas de victimización muestran con claridad que no hay correlación entre la experiencia de haber sido víctima de un delito, el riesgo de victimización –según la edad, el lugar de residencia, el género– y el miedo al delito. Esto quiere decir que el miedo al delito parece depender de otros elementos que no tienen que

14 Para un análisis detallado de las distintas mediciones realizadas por la DNPC, véase Guemureman, 2002; Sozzo, 2008ª.

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Capítulo III. El campo de la seguridad. Conceptos y definiciones

ver con posibilidades objetivas de padecerlo o con haberlo vivido efectivamente con anterioridad.

Esta falta de correlato entre victimización, riesgo y temor no es exclusiva de la Argentina y ha sido tratada por varios autores en otros contextos culturales. En el ámbito nacional este tipo de encuestas han mostrado también que grupos con me-nor riesgo de victimización de ciertos delitos callejeros, como las mujeres, sienten más miedo y se perciben más expuestos a padecerlos (Varela, 2005).

Los datos relevados por las encuestas de victimización en el país no tienen alcance nacional, ya que se realizaron solo en alguno de los grandes centros ur-banos. A modo de ejemplo, en la ciudad de Buenos Aires, entre 1997-2001, las encuestas de victimización realizadas mostraron que entre el 37% y el 42% de los encuestados (o del grupo familiar con el que convive el encuestado) fueron víctimas de delito. Es importante remarcar que estas encuestas indagan sobre experiencias de victimización de la persona encuestada y del grupo familiar con el que convive. La información luego se brinda sin diferenciar quién de ellos fue víctima de delito. Esta aclaración es importante porque suele decirse, por ejemplo, que “en 1997 el 42% de los encuestados fue víctima de delito”, cuando en realidad no es así: ese dato indica que el 42% de los encuestados declaró que ellos o alguno de sus familiares fue víctima de algún delito (Gue-mureman, 2002).

Al indagar sobre delitos específicos, las encuestas de victimización muestran que en la ciudad de Buenos Aires el 5,8% de los encuestados sufrió un robo con armas en 1997; el 6,2%, en 1998; el 6,9%, en 1999; el 5,9%, en 2000 y 2001. Los porcentajes son siempre superiores en el conurbano bonaerense que muestra, para el mismo delito y el mismo período, un porcentaje de victimi-zación del 7,8% en 1997; 9,4% en 1998; 10,9% en 1999; 9,2% en 2000 y 8,8% en 2001.

Para mostrar la falta de correlación entre experiencia de victimización y temor al delito, es necesario considerar –además de los datos referidos- que los niveles de miedo al delito son extremadamente elevados tanto para la ciudad de Buenos Aires como para el conurbano bonaerense. Para el período 1997-2001, entre el 83% y el 88% de los encuestados afirma que es alta la proba-bilidad de ser víctima de un delito en los 30 días posteriores a la toma de la encuesta (GCBA; 2007). Las variaciones de año a año no son muy marcadas y tampoco lo son entre la ciudad de Buenos Aires y el conurbano.

Los datos muestran que el miedo al delito no está atado a los niveles de victimización reales. El miedo al delito está mucho más generalizado que la experiencia efectiva de haber sido víctima de un delito.

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MANUALES Y PROTOCOLOS 5 / La seguridad ciudadana

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Capítulo III. El campo de la seguridad. Conceptos y definiciones

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•VARELA, Cecilia (2004). El concepto de ‘sensación de inseguridad’ y su utilización en las

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•VARELA, Cecilia (2005). ¿Qué significa estar seguro? De delitos, miedos e inseguridades entre

los adultos mayores. En Cuadernos de Antropología Social Nº 22, Facultad de Filosofía y Le-tras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

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SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS:

herramientas para la relexión sobre

la seguridad ciudadana y democrática

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Jefe de Gabinete de AsesoresDr. Raúl Garré

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SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS:

herramientas para la relexión sobre la seguridad ciudadana y democrática

Equipo de Trabajo:

Secretaría de Políticas de Prevención y Relaciones con la Comunidad, Ministerio de Seguridad

• Coordinación: Esteban Rodríguez

• Dibujos e ilustraciones: Paula Di Giorgi

• Diseño gráfico: Policía Federal Argentina

• Corrección: Willy Bouillon

Agradecimientos:

Agradecemos muy especialmente al abogado y militante de derechos humanos, Andrés Díaz, miembro del Centro de Derechos Humanos Miguel Ángel Pro Juárez (Centro Prodh), de la ciu-dad de México, por el “Manual de Seguridad Ciudadana”, material que tuvimos presente a la hora de elaborar esta herramienta didáctica.

ISBN: 978-987-27467-0-4

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, junio de 2011

Publicación del Ministerio de Seguridad de la Nación

Av. Gral. Gelly y Obes 2289 – CP 1425 – Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Telf. 54 (011) 4809-1572 / 0800-555-5065

www.minseg.gob.ar

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Ministerio de Seguridad

Secretaría de Políticas de Prevención y Relaciones con la Comunidad

7

Tema

Tema

SEGURIDAD, DERECHOS HUMANOS y DEMOCRACIA:deiniciones básicas

Construyendo un modelo de seguridad ciudadana democrática

INDICE

Presentación

2.1.

2.2.

2.3.

2.4.

2.5.

2.6.

2.7.

2.8.

2.9.

2.10.

2.11.

2.12.

Seguridad y derechos humanos.

Seguridad y democracia.

Seguridad y Estado: el gobierno político de la seguridad.

Seguridad pública y seguridad ciudadana.

Seguridad objetiva y seguridad subjetiva: la sensación de

inseguridad.

La seguridad, ¿sólo es un problema policial?

Inseguridad y delito común:¿pobreza o brecha social?

Imposición del orden estatal o gestión de la conflictividad

social.

La intervención multiagencial y multiactoral.

La demagogia punitiva: agitando el fantasma de la

inseguridad.

La seguridad y los ciudadanos desaventajados.

La policía y las manifestaciones públicas: proteger a los

manifestantes

1.1.

1.2.

1.3.

¿Qué entendemos por seguridad?

¿Qué entendemos por derechos humanos?

¿Qué entendemos por democracia?

Pag.

Pag.

Pag.

16

21

30

36

11

40

42

44

47

51

55

58

62

63

66

68

70

74

80

86

Ejercicio 2 Análisis de caso

Ejercicio 3 Análisis de caso

Ejercicio 4 Análisis de caso

Ejercicio 1 Análisis de caso

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Seguridad y Derechos Humanos:

HERRAMIENTAS para la REFLEXION sobre la SEGURIDAD CIUDADANA y DEMOCRATICA

8

Tema Prevención del delito y la violencia

Tema Obligaciones del Estado en materia de seguridad

¿Quién es responsable de garantizar la seguridad?

Obligaciones básicas del Estado en materia de derechos

humanos y seguridad.

Policía y derechos humanos: límites para la actuación policial

Policía y sociedad

El uso de la fuerza

Las detenciones por averiguación de identidad

Violaciones de los derechos humanos en el ámbito de la

seguridad por parte de la Policía Federal

Violaciones de los derechos humanos en el ámbito de la

seguridad por parte de las otras fuerzas de seguridad

Otros derechos de los policías

3.1.

3.2.

3.3.

3.4.

3.5.

3.6.

3.7.

3.8.

3.9

La seguridad ciudadana y la nueva prevención: de la

prevención policial a la prevención ciudadana

La “Tolerancia Cero”: vigilar a los “grupos peligrosos”

Los modelos preventivos:

Prevención situacional Los ciudadanos soldados: ciudadanos

enclaustrados, ciudadanos temerosos

Prevención social

Prevención comunitaria ¡Vecinos en alerta! Vigilar y delatar

Participación comunitaria

4.1.

4.2.

4.3.

4.3.1

4.3.2.

4.3.3.

4.3.4.

92

95

96

100

104

108

110

114

118

121

124

128

131

131

137

139

145

151

Pag.

Pag.

Ejercicio 5 Las obligaciones del Estado

Ejercicio 6 Los conflictos sociales y urbanos en nuestro barrio

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Ministerio de Seguridad

Secretaría de Políticas de Prevención y Relaciones con la Comunidad

9

Tema La participación comunitaria como política de Estado

Figura 1: ¿Cuáles son nuestros derechos que debe asegurar el Estado?

Figura 2: Las formas de la democracia

Figura 3: Dos modelos de seguridad: de la seguridad pública a la

seguridad ciudadana

Figura 4: Las dos dimensiones de la inseguridad

Figura 5: ¿Quién es el responsable de la seguridad?

Figura 6: Paradigmas de prevención

Figura 7: Modelos de prevención ciudadana

Figura 8: ¿Cómo participa la sociedad en el gobierno de la seguridad?

Seguridad ciudadana y participación comunitaria

Las Mesas Barriales y Zonales de Participación Comunitaria

en Seguridad

¿Qué son las Mesas Barriales y Zonales?

¿Quiénes las pueden integrar?

¿Cuáles son las funciones y misiones de las

Mesas Barriales?

¿Cómo se organizan las Mesas Barriales?

¿Cuáles son las funciones y misiones de las Mesas Zonales?

¿Cómo se organizan las Mesas Zonales?

¿Cómo participar?

¿Qué más podemos hacer, de qué otras maneras podemos

participar?

5.1.

5.2.

5.2.1.

5.2.2.

5.2.3.

5.2.4.

5.2.5.

5.2.6.

5.3.

5.4.

INDICE DE FIGURAS

154

157

158

158

159

159

161

161

163

164

166

167

171

172

178

29

35

50

54

94

149

150

157

Repaso inal

Otros materiales útiles: para seguir aprendiendo y debatiendo

Direcciones útiles - Servicios telefónicos

Bibliografía

Pag.

Pag.

Ejercicio 7 El rol de las mesas de participación comunitaria

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Ministerio de Seguridad

Secretaría de Políticas de Prevención y Relaciones con la Comunidad

11

En el marco de las nuevas políticas de

seguridad de este ministerio, los ciu-

dadanos y la comunidad son actores

centrales. El proceso de cambio y de cons-

trucción de una política de seguridad acorde

con las que conforman el modelo nacional

y popular que conduce la Presidenta de la

Nación, Dra. Cristina Fernández, implica

que el pueblo y sus organizaciones no son

espectadores, ni receptores pasivos; muy por

el contrario son verdaderos y legítimos pro-

tagonistas del proceso de diagnóstico, del de

construcción de respuestas y del de evalua-

ción en todo lo atinente a políticas en mate-

ria de seguridad.

La gestión de las diversas expresiones del

delito, de la violencia y de otras conflictivi-

dades sociales nos exigen superar antiguos

esquemas en los que el Estado, con el indis-

cutido monopolio de la violencia, consolidó

un abordaje en el que las fuerzas de segu-

ridad definían políticas y al mismo tiempo

eran el único instrumento mediante el cual

se viabilizaban respuestas con una concep-

ción reactiva frente al conflicto, con inten-

cionalidad represiva y sin ninguna capaci-

dad resolutiva o de anticipación.

Para corregir esta concepción negativa se

tomó la decisión política de generar, en pri-

mer lugar, un efectivo gobierno civil de la

seguridad, objetivo que se expresa puntual-

mente con la creación del Ministerio de Se-

guridad en diciembre de 2010. Este desafío

también incluye la centralidad de las polí-

ticas de prevención, el protagonismo de los

gobiernos locales, la participación efectiva y

conducente de la comunidad y la moderni-

zación y el fortalecimiento institucional de-

mocrático de las fuerzas de seguridad, entre

otros objetivos.

Apelar al protagonismo de la comunidad exi-

ge una política activa que permita el pasaje

de la expresión de voluntad hacia una efecti-

va participación amplia y diversa y, además,

reclama del Estado un activismo importante

que asegure la distribución de la palabra y el

acceso a las ideas y a las herramientas con-

ceptuales.

Estas “herramientas” para las organizacio-

nes tienen el fin de promover el debate so-

bre políticas de seguridad con elementos que

permitan un protagonismo creciente y, ade-

más, una mirada estratégica que implica una

puesta en relación del proceso de políticas en

materia de seguridad con el contexto institu-

cional, social y político en su conjunto.

Este material es un aporte más para superar

la posibilidad de que el debate quede encap-

sulado en el diagnóstico generado a través

de la experiencia individual o coyuntural

frente a la violencia y el delito que, en tanto

esté signada por contextos de alta sensibi-

lidad según la situación de las víctimas, la

manipulación mediática, el estupor mismo

que algunos hechos producen, terminan tri-

butando a aquellos sectores que aprovechan

la debilidad del debate público para impul-

sar respuestas de probada ineficacia práctica

pero con cierto resultado en el plano de lo

discursivo, funcionales a los riesgos del re-

torno autoritario bajo viejos y nuevos ropa-

jes, acercándose así más a la estafa que a la

solución real de los problemas.

A modo de presentación

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Seguridad y Derechos Humanos:

HERRAMIENTAS para la REFLEXION sobre la SEGURIDAD CIUDADANA y DEMOCRATICA

12

Tampoco es solución proponer que, en la

medida en que algunas demandas legítimas

de seguridad se expresan en términos auto-

ritarios o incompatibles con las condiciones

de vida que nuestra democracia impone, de-

ban ser descalificadas sin más. Esa posición,

valorativamente correcta, en tanto impug-

na ciertos cursos de acción por su expresa

negación de las más básicas condiciones de

la democracia, deja la cuestión de fondo sin

gestionar. Y pierde de vista que el Estado es

el primer obligado a rescatar la demanda en

su legitimidad, trabajando sobre ella en todo

lo errado o distorsionado que tenga y promo-

viendo respuestas genuinas a los problemas

que se plantean. Además, en ese proceso, es

necesario que la ciudadanía también com-

prenda que no todo vale en relación con las

respuestas frente a la violencia, que existen

límites y que el control de éstos es una obli-

gación primordial del Estado.

Se trata de evitar tanto la demagogia puniti-

va como la inacción tecnocrática que se sus-

tenta acusando a quien demanda seguridad

de “autoritario”, confundiendo así lo inapro-

piado de los términos de la demanda con el

objeto mismo del reclamo.

Nosotros apelamos aquí a una perspectiva

completamente distinta e interpretando que

hemos llegado, como dice nuestra Presiden-

ta, para hacernos cargo de los problemas,

avanzamos en todos los frentes.

Tenemos que forjar un nuevo paradigma en

materia de seguridad, dada su larga historia

de distanciamiento entre la sociedad civil y

los temas de seguridad, incluyendo en esa

distancia a la dirigencia política. También se Nilda Garré

Ministra de Seguridad de la Nación

registra la concentración de estos temas en

sectores hegemónicos que - lejos de impug-

nar las deficiencias del viejo paradigma de

seguridad que reduce la cuestión a un tema

policial- se amparan en formas de relación

que carecen de componentes críticos y en las

que son precisamente los sectores más popu-

lares y más vulnerables los que quedan fuera

de toda posibilidad de participación positiva.

Así como el modelo de seguridad ciudadana

y democrática no limita la seguridad a la po-

licía, en el plano de la sociedad civil tampoco

puede acotársela a determinados sectores o a

los mismos de siempre. Resta entonces hacer

explícito que destinatarios de este material

son las organizaciones sociales y quienes las

integran aunque, coherentes con la propues-

ta, esto no resulta excluyente.

El proceso de movilización y organización

popular que atravesamos es una realidad

efectiva y, por cierto, un muy saludable sig-

no de estos tiempos. El Estado, comprometido

con el fortalecimiento de una organización

social y popular orienrado a protagonizar

los procesos políticos en marcha, pone así en

manos de ella herramientas concretas para la

reflexión y el debate colectivo, para apoyar

y contribuir a la formación de espacios de

capacitación sobre seguridad y derechos hu-

manos en las organizaciones, contribuyendo

en lo que aquí corresponde a la construcción

y profundización del modelo nacional y po-

pular.

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Secretaría de Políticas de Prevención y Relaciones con la Comunidad

39

Tema

CONSTRUYENDO UN MODELO DE SEGURIDADCIUDADANA DEMOCRATICA

• Reconocer la relación entre seguridad y derechos humanos.

• Reconocer la relación entre democra-cia y seguridad.

• Reconocer la situación de vulnerabi-lidad y desventaja de determinados sectores de la sociedad.

• Reconocer la complejidad de los con-flictos sociales y las limitaciones de las políticas de seguridad.

• Reconocer la diferencia entre insegu-ridad y sensación de inseguridad.

• Reconocer la importancia de las manifestaciones públicas en una de-mocracia y el rol específico que deben asumir las agencias policiales

• ¿Puede la policía resolver el problema de la inseguridad?

• ¿Qué papel desempeña la policía en una sociedad democrática? ¿A quién debe proteger la policía?

• ¿Cuáles son los sectores y grupos de-saventajados?

• ¿Cuál es el rol de la policía en las manifestaciones públicas que llevan a cabo los sectores desaventajados?

• ¿Qué diferencia existe entre imponer orden o gestionar conflictos?

• ¿Qué otras herramientas puede utili-zar el Estado para generar seguridad?

• ¿La pobreza es la causa de la insegu-ridad?

Objetivos

Disparadores para la relexión inicial:

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Seguridad y Derechos Humanos:

HERRAMIENTAS para la REFLEXION sobre la SEGURIDAD CIUDADANA y DEMOCRATICA

40

¿Queremos ser guardianes del orden o de-

fensores de los derechos? La seguridad,

¿está vinculada con los derechos humanos

o con el orden público? Tradicionalmente,

la seguridad pública estuvo asociada con

la idea de orden público. El orden era el

principal valor y el objetivo del Estado. El

orden público organizaba las políticas de

seguridad y definía las tareas de las poli-

cías. Esto implicaba que cualquier acción

del Estado en el terreno de la seguridad

estaba orientada a preservar o restaurar la

tranquilidad puesta en tela de juicio por

los distintos actores sociales. La seguridad

del Estado estaba ubicada delante de la

seguridad de las personas que eran con-

sideradas como un medio para alcanzar

determinadas metas, entre ellas, el orden

público. Había que cuidar al Estado de la

sociedad; la policía estaba para proteger a

los gobernantes que representaban el or-

den.

Una política que tenga como criterio el

orden público puede alentar, por ejemplo,

la realización de razzias o detenciones

masivas o sistemáticas de jóvenes pobres

o inmigrantes para evitar su presencia en

el centro de la ciudad, para combatir las

“pandillas” que, a juicio de las autorida-

des o vecinos prejuiciosos, amenazan la

tranquilidad.

El concepto de seguridad ciudadana, por

el contrario y como se verá más abajo,

enfoca su prioridad en la seguridad de las

personas, en la convivencia pacífica de los

ciudadanos entre sí. Considera a las per-

sonas como seres sociales y comunitarios,

así como destinatarios principales de las

políticas de seguridad. Las personas son

colocadas en el centro de la definición y

la instrumentación de la seguridad. La se-

guridad ya no es un fin en sí mismo sino

un instrumento para alcanzar la plena vi-

gencia de todos los derechos humanos que

tienen los ciudadanos.

2.1.Seguridad y derechos humanos

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Secretaría de Políticas de Prevención y Relaciones con la Comunidad

41

Una política de seguridad que parta del

ciudadano buscará, entonces, que la ac-

tuación policial contribuya tambien a la

vigencia de los derechos y que responda

a las necesidades concretas de las comu-

nidades y atienda a sus particularidades,

guardando entonces proximidad respecto

de ellas.

En el caso concreto de los agentes encar-

gados de la seguridad, su marco de ac-

tuación ya no será el “mantenimiento del

orden público” sino la “protección inte-

gral de los derechos humanos”. Los dere-

chos humanos constituyen un límite para

la actuación policial, pero también son la

partitura de la misma: la policía está para

garantizar el ejercicio de los derechos.

Garantizar la seguridad a los ciudadanos

es una de las funciones principales del

Estado. Una función que debe cumpli-

mentarse no sólo a través de la policía. La

policía es una de las agencias que tiene el

Estado a partir de la cual puede desarrollar

distintas estrategias tendientes a prevenir

o perseguir el delito, o tratar la violencia

y otras conflictividades sociales. Pero no

es la única y, muchas veces, ni siquiera la

más importante o estratégica. Esto es algo

que no conviene perder de vista para no

acotar la seguridad a la policía o la inse-

guridad al delito. Volveremos sobre esto

más adelante.

La seguridad es un servicio que debe pres-

tar el Estado. Esa prestación, en un régi-

men democrático, tiene como referentes la

Constitución Nacional y los instrumentos

internacionales de derechos humanos. El

Código Penal o los códigos de convivencia

no son los únicos pretextos de las agen-

cias policiales. También están los derechos

humanos, que limitan el poder del Estado

a la hora de reprimir y prevenir el deli-

to. La seguridad de los ciudadanos signi-

fica garantizar un contexto pacífico para

el desenvolvimiento de la vida social en

el que se respeten también la integridad

física de las personas y los derechos de

los individuos y sus bienes, así como el

resarcimiento del daño para las víctimas

de delitos, incluso la seguridad fisica y los

bienes de aquellos que cometen delitos.

Garantizar la vigencia de todos los dere-

chos, desde una perspectiva integral que

incluya tanto los derechos civiles y políti-

cos, como los derechos económicos, socia-

les y culturales, supone -además- practicar

una política pública de seguridad integral.

Una seguridad que no se limite a reprimir

sino que tienda a crear condiciones para

el ejercicio efectivo y real de los derechos

humanos que tenemos todas las personas.

Recordemos…

Si la seguridad es un derecho, los gobiernos están obligados a extenderla

a toda la ciudadanía, sobre todo a aquellos que se encuentran en una

situación de desventaja.

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Seguridad y Derechos Humanos:

HERRAMIENTAS para la REFLEXION sobre la SEGURIDAD CIUDADANA y DEMOCRATICA

42

Han cambiado los parámetros de las agen-

cias y la cantidad de actores ejecutores.

Porque en una democracia el pueblo de-

libera con sus representantes todo el

tiempo. La democracia, o mejor dicho, la

democracia concebida en términos parti-

cipativos, llevó al Estado a estar cada vez

más atento a los reclamos de la sociedad,

a darle protagonismo en el debate y la

planificación de las políticas de seguridad.

Si la democracia consiste en decidir entre

todos cómo queremos vivir, los ciudadanos

tienen que comprometerse, deben formar

parte del debate público. El compromiso

va mucho más allá de la concurrencia a

sufragar en las periódicas elecciones. La

participación no empieza y termina con

cada jornada electoral. No hay que limitar

la democracia al sufragio. Sabemos que

cada persona vale un voto, pero no to-

das las personas están diciendo lo mismo

cuando votan, no todos lo hicieron por las

mismas razones, atendiendo las mismas

prioridades. Hay matices y diferencias que

no suelen ser relevados en las elecciones.

Votar a un candidato particular implica

votar un conjunto de medidas económicas,

sociales y securitarias que, en ese momen-

to (al celebrarse el voto), requieren cierta

resignación. Se votan los trazos gruesos,

dejándose para después de las elecciones

el debate más fino o minucioso, que ex-

pone matices, prioridades e intensidades.

Por eso no hay que sobredimensionar las

posibilidades expresivas del sufragio. El

sufragio puede volverse un sistema torpe

en la medida que torna discontinuo el diá-

logo entre los representantes y los repre-

sentados toda vez que las elecciones, que

se demoran en el tiempo, se concentran

además sobre determinados ejes genera-

les. De esta manera, cuando la democracia

se circunscribe al voto, se genera un dé-

ficit de representación que, en sociedades

2.2. Seguridad y democracia

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Secretaría de Políticas de Prevención y Relaciones con la Comunidad

43

como la nuestra, que ha atravesado conti-

nuos desequilibrios y crisis de representa-

ción (esto es, por la incapacidad del siste-

ma de partidos para agregar los intereses

de los diferentes sectores sociales y la in-

capacidad del sistema político en cuanto

a canalizar adecuadamente los conflictos

sociales), puede afectar la gobernabilidad

y conducir a una crisis institucional.

En definitiva, la democracia necesita de

un diálogo fluido entre representantes y

representados. Después de cada elección,

los debates se mantienen y profundizan.

Estos debates necesitan, además, de espa-

cios públicos para la puesta en juego del

compromiso cívico.

Durante mucho tiempo la seguridad fue

tema de Estado, una competencia exclusi-

va del gobierno de turno. Cuando la socie-

dad es el lugar del desorden, referenciado

como el lugar de los conflictos sociales,

al Estado le correspondía velar por el or-

den público. La seguridad era cuestión de

Estado, que se diseñaba, planificaba e ins-

trumentaba más allá de la comunidad, a

espaldas de los ciudadanos, o sin dialogo

con ellos.

Un Estado que, además, empezó a delegar

en el mercado la cuestión de la seguridad.

La seguridad se privatizo. El Estado dejó

en manos de empresas privadas la ges-

tion de la seguridad: son los ciudadanos

los que, en tanto consumidores, deberían

resolver su seguridad personal.

De esa manera, cuando la seguridad se

privatiza y un bien publico se convierte

en un bien privado, otra mercancía que se

compra o se vende en el mercado, la segu-

ridad se organiza de una manera desigual:

Aquellos que tienen mas recursos, tendrán

mas posibilidades de estar seguros.

Hoy, el Estado ha reasumido la proble-

mática de seguridad, dándole carácter de

ítem central, o sea que la ha retomando

de otra manera. Ya no como un tema que

involucra a la dirigencia política, que ata-

ñe exclusivamente al funcionariado de

turno, sino a todos los ciudadanos. De esa

manera, los ciudadanos deben comenzar a

participar en el diseño, planificación, ins-

trumentación, control y evaluación de las

políticas de seguridad. Por eso hablamos

de seguridad ciudadana democrática. Por-

que entre todos debemos debatir y deci-

dir qué entendemos por seguridad y cuá-

les son las estrategias idóneas para hacer

frente a la inseguridad.

Eso no implica debilitar el rol del Estado.

La seguridad, referenciada como un ser-

vicio público, resulta una competencia y

una función del Estado. Pero su contenido

no se completa a espaldas de la sociedad

sino escuchando a ésta e involucrándola

todo el tiempo en las discusiones y las de-

cisiones.

Recordemos…

…en una democracia, la se-

guridad es un problema que

involucra a todos los actores

sociales. Todos los ciudadanos

deben participar en el diseño,

planificación, instrumenta-

ción, control y evaluación de

las políticas de seguridad.

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44

Seguridad y Estado: el gobierno político de la seguridad

2.3. Garantizar la seguridad de los ciudada-

nos es una de las funciones principales

del Estado. Si la seguridad es un servicio

público, entonces es un deber del Estado:

los gobiernos están obligados a extenderla

a toda la ciudadanía, sobre todo a aque-

llos que se encuentran en una situación

de desventaja. Los Estados democráticos

presuponen la existencia de un estado de

derecho que no sólo regula la convivencia

entre los ciudadanos, sino que también li-

mita el poder del Estado para ejercer la

violencia. Es por ello que la seguridad

debe ir de la mano de la Justicia y el esta-

do de derecho.

antes

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45

después

Como se dijo recién, durante decadas, mu-

chos dirigentes se desentendieron de la se-

guridad. En parte porque se cargó la tarea

a la cuenta del mercado, y en parte porque

se delegó en la propia policia el gobierno

de la seguridad. Es lo que muchos auto-

res han denominado el “desgobierno de la

seguridad” o la “policialización de la se-

guridad”.

El desgobierno de la policía contribuyó a

la autonomización y corporativización de

las instituciones policiales. Con el paso del

tiempo, algunas policías fueron desarro-

llando sus propios intereses, gestionándo-

los, unas veces, sin injerencia de la políti-

ca y más allá de cualquier control judicial,

y otras, acordando con sectores de la diri-

gencia política y la Justicia.

La creación del Ministerio de Seguridad es

señal de la desición de asumir el gobier-

no de la seguridad. Asegurar un gobierno

político de la policía. Es la política la que

debe definir el rumbo de la policía, y no al

revés. Pero la política unida a las organi-

zaciones sociales y los gobiernos locales.

Como venimos diciendo, no se trata de

sustituir a la sociedad para representarla

sino de convocarla para que coparticipe

en la definición de las políticas de seguri-

dad y en el control de la policía.

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Seguridad y Derechos Humanos:

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46

Si los conflictos sociales son fenómenos

complejos y multicausales, entonces no

corresponde que las respuestas a ellos

provengan de la intervención exclusiva

del Ministerio de Seguridad. El ministerio

es una de las agencias, pero deberá co-

ordinar su intervención con otras agen-

cias del Estado (Ministerio de Desarrollo

o Educación, por ejemplo), procurando la

participación de los gobiernos locales que

son, en última instancia, los que se miden

diariamente con los conflictos sociales en

sus territorios.

Recordemos…

…que en nuestro país las

fuerzas militares no pueden

utilizarse para gestionar en

las conflictividades sociales

ni para desarrollar labores

de seguridad ciudadana.

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47

Seguridad pública y seguridad ciudadana

2.4. Los conceptos de seguridad pública y se-

guridad ciudadana suelen utilizarse in-

distintamente, como sinónimos. Sin em-

bargo, existen algunas diferencias que

conviene tener presente para luego pensar

las nuevas formas que asume hoy la pre-

vención, ya sea la prevención comunitaria

o la prevención policial a través de una

policía de proximidad o comunitaria.

Los aspectos comunes se sintetizan en

que ambas comprenden la seguridad de

las personas y los bienes; están claramen-

te definidas dentro de los márgenes de la

soberanía de un Estado y en el marco de

las leyes; pretenden crear las condiciones

para que los individuos se encuentren li-

bres de riesgo y daño; proveen el respeto

y resguardo de los derechos y garantías

individuales, así como el pleno funciona-

miento de los poderes y órganos del Esta-

do democrático.

En cuanto a las especificidades y diferen-

cias que podemos encontrar son relativas

al contexto en que son utilizadas. En ese

sentido, la palabra pública se utiliza pre-

ferentemente para el ámbito de las polí-

ticas sectoriales, haciendo énfasis en la

responsabilidad que le cabe al Estado en

la relación gobernantes/gobernados y en

una clara delimitación respecto de lo que

es privado para proteger la libertad de las

personas.

Por el contrario, con la palabra ciudadana

se pone especial énfasis en la correspon-

sabilidad de la seguridad entre ciudadanos

y Estado, prioritariamente en el aspecto de

la participación.

La seguridad pública, entonces, hace

mención al conjunto de acciones públi-

cas (normativas, intervenciones, desarro-

llos institucionales) orientadas a producir

y garantizar determinadas condiciones de

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48

convivencia, a la persecución de delitos,

la reducción de formas de violencia y la

protección de los bienes y la integridad

física de los ciudadanos. Todo ello, según

un marco regulador que funciona como

organizador y límite de las competencias.

La seguridad ciudadana se orienta a lo

mismo, pero acentuando la cuestión de la

ciudadanía como factor clave de la segu-

ridad.

Como se habrá advertido, aquí no habla-

mos tanto de seguridad pública sino de

seguridad ciudadana, toda vez que no se

trata de proteger al Estado de la sociedad

en general y tampoco garantizar el statu

quo de un sector social, de privilegiar los

intereses de determinado sector en detri-

mento de otros. No se busca preservar y

restaurar un supuesto orden público, sino

preservar a todos los ciudadanos, garan-

tizando el ejercicio de sus derechos y de

su libertad.

El enfoque de la seguridad ciudadana

prioriza la seguridad de las personas, es

decir que ellas son receptoras de las po-

líticas de seguridad. Pero, además, asigna

a los ciudadanos el papel de actores so-

ciales y comunitarios. O sea que son refe-

renciados a la vez como los receptores y

protagonistas del diseño, la planificación

y la instrumentación de las políticas de

seguridad. Reiteremos que no se trata de

proteger al Estado de la sociedad sino a

los ciudadanos en esa sociedad. El Esta-

do debe velar por la plena vigencia de los

derechos de aquéllos. Los agentes de la se-

guridad deben responder a las necesidades

de las comunidades guardando proximi-

dad respecto de ellos. Pero deben hacerlo

no perdiendo de vista las diferentes inter-

pretaciones que puedan tener los distintos

actores sobre los problemas generados por

los variados conflictos que pueden expe-

rimentar diariamente.

antes

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49

En definitiva, como sostiene Rangugni,

“la seguridad ciudadana es un concepto

que supera la idea de seguridad ligada

al mantenimiento del orden público por

parte de los poderes estatales. La supera

y reemplaza por una idea de seguridad

entendida como derecho inherente a la

ciudadanía misma. La seguridad, en este

sentido, no es tanto una función a cumplir

por los poderes públicos y un bien a brin-

dar por las instituciones estatales, sino un

derecho ciudadano sin cuyo cumplimien-

to la ciudadanía no está cumplida. Pero al

mismo tiempo, en tanto derecho exigible

al Estado, se constituye en una obliga-

ción ciudadana, no sólo en lo atinente al

cumplimiento de las leyes, sino también

respecto de su participación protagónica

en la cuestión. Esta noción de seguridad

ciudadana implica una reubicación en el

ciudadano en tanto ser comunitario que

no sólo demanda seguridad, sino también

provee sus capacidades, disposiciones

y propuestas para lograrla” (Rangugni,

2010: 71)

La seguridad ciudadana apunta a crear condiciones para la convivencia

pacífica de los ciudadanos entre sí; su objetivo no es el “mantenimiento

del orden público” sino la “protección integral de los derechos humanos”.

Recordemos…

después

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50

Figura 3: Dos modelos de seguridad: de la seguridad públicaa la seguridad ciudadana

Exclusión y contención social Inclusión y protección social

Seguridad para los fuertes Seguridad para todos, sobre todo para los grupos desaventajados

Imposición de orden (ordenar) Gestión de conflictividad (gestionar)

La seguridad es un fin en sí mismo La seguridad es un medio (instrumento) para alcanzar la plena vigencia de

todos los derechos humanos, desde una perspectiva integral que incluye tanto los derechos civiles y políticos como los derechos económicos, sociales y

culturales

El objetivo de la seguridad es resguardar el orden público

El objetivo de la seguridad es garantizar el ejercicio de los derechos y libertades

de las personas

Oposición entre derechos humanos y seguridad

Derechos humanos y seguridad son un binomio inseparable

Seguridad a través de la reducción de derechos fundamentales y minimización

de riesgos

Seguridad a través de la ampliación de los derechos fundamentales y asunción

de riesgos

Seguridad y ciudadanía se oponen Seguridad y ciudadanía se complementan

La seguridad es una responsabilidad exclusiva del Estado

El Estado es el responsable fundamental de la seguridad, pero la ciudadanía y las organizaciones de la sociedad

participan en el diagnóstico, el diseño, la instrumentación, control y evaluación de

las políticas públicas de seguridad

Política tecnocrática Política democrática

Seguridad del Estado Seguridad de la sociedad

Seguridad pública Seguridad ciudadana

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1

Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina

Los diferentes paradigmas frente al problema de la seguridad.

Dirección de carrera Área de Seguridad Ciudadana

¿Qué es un paradigma?

“El concepto de paradigma refiere a los diversos modos de explicar un problema, en una

época determinada. Así, las distintas maneras de analizar, comprender y explicar un

problema o un conflicto conllevan unas determinadas orientaciones acerca de cuáles

pueden ser las soluciones posibles y también, las estrategias ciudadana, en la actualidad

se diferencian dos paradigmas opuestos entre sí.” Alonso, J. (2015:14)

A lo largo de la historia y en el marco de diferentes paradigmas, la seguridad fue definida

de manera divergente.

Cuando hablamos de paradigma nos referimos a un conjunto de afirmaciones que se

tienen por ciertas y verdaderas en un momento dado.

Los diferentes paradigmas frente al problema de la inseguridad. De la seguridad

social a la seguridad “a secas”

De estas formas relativamente homogéneas de pensar la inseguridad y las posibles

soluciones frente a ella, pueden identificarse grandes cambios en nuestra historia

reciente.

Dichos cambios deben contextualizarse en relación a una serie de transformaciones

económicas, políticas y culturales, que tuvieron lugar durante la segunda mitad del siglo

XX.

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2

Como señala el sociólogo francés Robert Castel1, en la década del 50, del 60 y a inicios

de los años 70 la seguridad era entendida en términos de “seguridad social”, es decir, se

definía fundamentalmente en la garantía de la seguridad de las personas frente al riesgo

del desempleo, la vejez, las enfermedades crónicas, la desprotección en la niñez. El

Estado tenía un rol protector frente a dichos riesgos que podían afectar la vida de los

individuos.

Los principales dispositivos de seguridad que buscaban intervenir frente a la “inseguridad

social”, tenían que ver con el reaseguro de los individuos frente a estos problemas:

sistemas de jubilaciones y pensiones, obras sociales, seguros de desempleo. Todo un

conjunto de políticas, de mecanismos de gobierno que dan forma a un tipo particular de

estatalidad, el Estado de Bienestar, cuyas intervenciones sociales tienen por finalidad

reducir la incertidumbre, la inseguridad de los individuos en un funcionamiento social que

apuntaba a la inclusión y al pleno empleo.

Desde mediados de los años ‘70, tiene lugar una fuerte crisis del capitalismo a escala

mundial. En el contexto de crisis económica y con un alto crecimiento de los índices de

desocupación, los sistemas de seguridad social propios del Estado de Bienestar

comienzan a ser descalificados por los organismos internacionales, por ser considerados

demasiado costosos. Se propone entonces un achicamiento del Estado, lo que conlleva

una reducción del gasto público y una menor intervención estatal frente a la garantía de

derechos como la salud, la educación, la jubilación, el trabajo, entre otros.

Esta nueva base político-ideológica que da forma a los estados a nivel global, ha sido

denominada como neoliberalismo. Esta fórmula política de gobierno se basa en asegurar

que el único modo de gobernar es reducir al mínimo la intervención estatal, sobre todo los

gastos sociales. Por eso tiende a desarticularse en cierta medida el Estado de Bienestar.

Es en este contexto de profundas transformaciones estructurales de las sociedades

capitalistas cuando se produce, en palabras de Castel2, un pasaje de la “seguridad social”

a la “seguridad civil”. El problema de la seguridad empezará a reducirse al problema de la

criminalidad, y en el extremo, a un solo tipo de criminalidad: la violencia callejera, el delito

menos organizado, ligado a estrategias de supervivencia de sectores populares. La

1 Castel, Robert, La inseguridad social ¿Qué es estar protegido? Manantial, Buenos Aires, 2004.

2 Castel, Robert, Ibid.

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3

seguridad será definida como “seguridad física - personal”. En otras palabras, se pasa de

la seguridad social a la seguridad “a secas”.

El debilitamiento de los sistemas de seguridad social, dieron lugar a una mayor

incertidumbre frente a las vicisitudes de la vida cotidiana, y los cambios a nivel económico

dejaron a una gran parte de la población excluida de los mercados de trabajo, e

imposibilitadas de ganarse la vida por los medios considerados convencionales. Esto llevó

a grandes sectores de la población a una situación de empobrecimiento, así como de

vulnerabilidad social. Generó al mismo tiempo un contexto de fuerte violencia social, en la

medida en que las numerosas inseguridades que atravesaban la vida colectiva generaron

situaciones de angustia e incluso, desesperación.

La particularidad de la respuesta del Estado frente a esta situación, es que la reducción

en todos sus aspectos sociales (salud, educación y protección social), es contrarrestada

con una expansión de los sistemas penales. Se configura entonces lo que Zaffaroni3

denomina Estado Gendarme. Al desactivarse los mecanismos que habían dado un piso

de seguridad (frente al desempleo o situaciones de enfermedad) la incertidumbre y la

conflictividad aumenta. Frente a situaciones de muchísima complejidad, el sistema penal

pasa a tener la responsabilidad de contener el problema de la seguridad así reducido. Y,

por supuesto, esto no lleva a bajar los niveles de violencia que se asocian a la

inseguridad, sino que por el contrario, los multiplica.

El sociólogo francés, Löic Wacquant4., analiza en su libro “Las cárceles de la miseria”,

cómo el achicamiento del “estado social”, lleva al mismo tiempo a una expansión del

“estado penal”.

Para el autor, en el marco del neoliberalismo, la respuesta estatal frente a la profunda

crisis económica de la década del 70 que trastocó el mercado de trabajo y las políticas

sociales características del estado de bienestar, consistió en la exclusión de grandes

sectores de la sociedad, e incluso en Estados Unidos, dio lugar al encarcelamiento

masivo.

3 Zaffaroni, Raul E., “Estado y seguridad pública: algunas consideraciones básicas”, en Cuadernos de

Seguridad N° 14 INSTITUTO Nacional de Estudios Estratégicos de la Seguridad – Ministerio de Seguridad – Presidencia de la Nación, 2011. Disponible en www.minseg.gob.ar 4 Wacquant, Loïc, Las cárceles de la miseria, Manantial, Buenos Aires, 1999.

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4

a) el paradigma del orden

Podemos decir, que en el momento histórico señalado con anterioridad, caracterizado por

la crisis del estado de bienestar, prima el llamado paradigma del orden. Desde la

perspectiva neoliberal, cuando el estado interviene en nombre de la seguridad es

básicamente para asegurar un estado de cosas y un “statu quo”; es decir, un orden social,

basado en ciertas diferencias sociales, pero fundamentalmente un orden excluyente, es

decir, que favorece a unos y abandona a su suerte a otros, o busca contener y controlar a

los sectores más afectados por las transformaciones estructurales.

“Mantener el orden” es sinónimo de ahogar los conflictos que puedan surgir en la

sociedad y es una consigna propia de la lógica punitiva, que piensa al castigo como la

única forma de resolver los problemas.

La ideología del orden plantea que al conflicto –e incluso al delito– se lo resuelve a través

de mecanismos represivos, punitivos. Una política de seguridad en este sentido implica

reestablecer el orden, evitar que la conflictividad se manifieste.

Sin embargo, como afirma Alberto Binder5, la idea del orden es en primer lugar una

ilusión, ya que el conflicto es inherente a todas las sociedades en la medida en que

existen diferentes intereses y necesidades. Pero primordialmente, la idea del orden no es

una idea democrática. Los principios en base a los cuales se establece el orden, no son

principios que puedan ser debatidos democráticamente, sino que es un sector social

particular quien se autodefine como aquel capaz de decir cómo debe ser ese orden, en

virtud de su fuerza para hacerlo. Es decir, lo que se considera permitido y lo que no, es

definido por el “más fuerte”.

b) la Seguridad Ciudadana

y la gestión de la conflictividad

5 Binder, Alberto M., “El control de la criminalidad en una sociedad democrática. Ideas para una discusión

conceptual”, en Kessler, Gabriel (comp.), Seguridad y Ciudadanía. Nuevos paradigmas, reforma policial y políticas innovadoras, Edhasa, Buenos Aires, 2009.

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5

En los últimos años, se han construido consensos en torno a la manera de pensar e

intervenir en la inseguridad en Argentina y en la región. Parte de esta nueva perspectiva,

es poner en discusión las premisas del paradigma del orden y proponer una nueva

perspectiva: la gestión de la conflictividad. El cambio de definición no es solamente

formal: implica modificar la manera de pensar nuestras sociedades y los problemas que

en ellas tienen lugar, y considerar a la democracia como un “orden desordenado,

inestable y dinámico, que requiere esfuerzos continuos de parte de los protagonistas –los

distintos actores sociales- por los incesantes desplazamientos y renegociaciones

constantes entre ellos”6.

Pensar en términos de gestión de conflictos implica comprender que el conflicto es

inherente a nuestras sociedades, y no se trata de negarlo, taparlo o evitar que se

manifieste a partir de mecanismos represivos: debemos por el contrario, intentar conocer

cuál es la conflictividad de fondo, y cuáles son sus características y funciones. Es por eso

que el paradigma de gestión de la conflictividad “no es una mirada débil sino una mirada

de mayor complejidad que busca resolver problemas de fondo”7.

Sobre este reconocimiento de que el conflicto es propio de toda dinámica social, es que

se asienta el modelo de la Seguridad Ciudadana o Seguridad Pública Democrática.

Seguridad Ciudadana o Seguridad Pública Democrática: Algunos conceptos

La seguridad pública democrática, en tanto nuevo paradigma de intervención, implica que

la política de seguridad no se puede desligar de la gestión de la conflictividad social. El fin

es asumir la existencia de la conflictividad dentro del marco social pero evitando que el

abuso de poder y la violencia se conviertan en el modo habitual de resolver los conflictos.

Diseño Curricular de la Licenciatura en Seguridad Ciudadana

Desde esta perspectiva, se puede decir que la seguridad es un estado o una situación

altamente valorada, es un valor, algo que se tiene por positivo y que hay que alcanzar.

Cuando se habla de seguridad, lo que se valora es la reducción o eliminación de

6 Ministerio de Seguridad, Seguridad, Derechos Humanos. Herramientas para la reflexión sobre seguridad

ciudadana y democrática. Buenos Aires, 1° edición, 2011. 7 Binder, Alberto M., “El control de la criminalidad en una sociedad democrática. Ideas para una discusión

conceptual”, en Kessler, Gabriel (comp.), Seguridad y Ciudadanía. Nuevos paradigmas, reforma policial y políticas innovadoras, Edhasa, Buenos Aires, 2009.

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6

incertidumbres, de aquellas situaciones que puede hacernos sentir o vivir “inseguros” o

amenazados.

Por lo tanto, estar seguro es mucho más que “no ser víctima de un delito”. La seguridad

debe insertarse en el marco más amplio de la Seguridad Humana, es decir, la seguridad

integral del ser humano. El desarrollo humano -la expansión de las opciones y

capacidades de las personas- tiene lugar a partir del goce pleno de los derechos, en una

situación de equidad y estabilidad política y social.

En esa clave, la seguridad no puede ser exclusivamente un problema para el sistema

penal o la policía en particular. Pero es más, la seguridad no es exclusivamente un

problema en relación a la criminalidad, aunque también la incluye. Existen diferentes

formas de gestión de los conflictos, es decir, diferentes mecanismos e instrumentos de

intervención, y el uso que se haga de ellos depende de las características del conflicto y

de la eficacia que pueda tener cada una de las alternativas8.

Como señala Victoria Rangugni9, si la seguridad es un valor, que articula ilimitadas

demandas, se requiere que se fijen límites a fin de que el valor seguridad no colisione con

otros valores igualmente importantes para la vida democrática.

Precisamente, el término “seguridad democrática” pone de relieve que la seguridad no

puede lograrse a cualquier precio y de allí fija límites a lo que en un Estado de derecho

puede o no puede hacerse para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Si las

demandas son ilimitadas, las respuestas políticas deben ser acotadas. Las políticas

públicas deben ajustarse a las reglas propias de un estado de derecho.

Los derechos humanos y la democracia constituyen el marco de la seguridad ciudadana,

las dos ideas fuerzas que organizan las tareas para gestionar las conflictividades sociales.

Los derechos humanos representan un límite y señalan un horizonte en materia de

seguridad. No se trata de reducir derechos para disminuir los riesgos, sino de ampliar los

derechos para asumir entre todos los riesgos que corremos en ciudades con profundos

8 Binder, Alberto M., Ibíd.

9 Rangugni, Victoria, La Seguridad Ciudadana. Universidad Nacional de Lanus y Consejo de Seguridad

Interior. Cuadernos de Seguridad N°5, Buenos Aires, 2010.

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7

contrastes sociales. De allí que la democracia y los derechos humanos fijen límites al

mismo tiempo que perfilan un nuevo horizonte para la administración de la seguridad10.

La Seguridad Pública Democrática constituye entonces una dimensión específica de la

Seguridad Humana. Es aquel aspecto de la seguridad referido a la gestión de la

conflictividad mediante mecanismos que tiendan a disminuir los aspectos nocivos de la

conflictividad, es decir, la violencia. No se trata de eliminar el conflicto, y mantener una

situación de orden inmutable (situación no deseable además, por ser contraria a la

dinámica social en una sociedad democrática) sino que se trata de asumir la existencia de

intereses contrapuestos y canalizar los conflictos hacia una resolución no violenta.

Entonces, la Seguridad Pública Democrática refiere al conjunto de acciones públicas que

se orientan a producir y garantizar ciertas condiciones de convivencia, a la persecución de

delitos, a la reducción de ciertas formas de violencia y a la protección de los bienes y la

integridad física de los ciudadanos, en el marco regulador del Estado de derecho que

funciona como organizador y límite de las competencias11.

En la misma línea, cuando nos referimos a la noción de Seguridad Ciudadana, hacemos

referencia a este mismo objetivo, pero poniendo énfasis en el rol que tiene la ciudadanía

como un sujeto activo y central al momento de pensar la seguridad. No sólo es la

seguridad de los ciudadanos y la preservación de sus derechos el valor central al que se

deben orientar las políticas públicas, sino que es necesaria su intervención y participación,

como protagonistas en la producción de seguridad.

Como vimos en este apartado, existen múltiples debates y perspectivas en torno a la

noción de seguridad. Es importante comprender en este sentido, cual es la visión que

orienta a la presente Licenciatura.

Su objetivo es

(…) la formación en la planificación, el diseño, la ejecución y la evaluación de la política

para el fortalecimiento del gobierno de la seguridad ciudadana y democrática. Esto implica

10

Ministerio de Seguridad, Seguridad, Derechos Humanos. Herramientas para la reflexión sobre seguridad ciudadana y democrática. Buenos Aires, 1° edición, 2011. 11

Ministerio de Seguridad, Ibíd.

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8

funcionarios y/o actores sociales formados para trabajar en las diferentes áreas del campo

profesional, tales como la gestión estratégica de la seguridad, el diseño de dispositivos de

supervisión y evaluación de las estrategias, planes y programas de seguridad, la

investigación e inteligencia criminal de las estructuras del mercado delictivo –orientadas a

la resolución de los delitos de mayor complejidad y hacia los nodos centrales de las

economías delictivas- y el diseño de políticas de prevención de la violencia y el delito de

fuerte carácter comunitario, con el fin de neutralizar el castigo como mecanismo prioritario

de disuasión e instituir la prevención como estrategia de promoción y protección de

derechos (Programa de la Licenciatura en Seguridad Ciudadana).

Por ende, los egresados de la Licenciatura en Seguridad Ciudadana estarán formados en:

En el respeto por la democracia, el Estado de derecho y sus principios jurídicos

fundamentales, el pleno goce de las libertades y derechos de las personas y el irrestricto

respeto de los derechos humanos.

En los fundamentos teóricos y metodológicos para el análisis crítico y evaluación

contextualizada de las políticas públicas, la planificación estratégica y administración del

campo de la seguridad ciudadana en los diferentes escenarios locales, nacionales

regionales e internacionales.

En las problemáticas de la seguridad ciudadana expresadas desde el contexto

sociocultural y político contemporáneo en el marco local, nacional, regional e

internacional.

En la investigación aplicada al campo de la seguridad ciudadana.

En ese sentido, desarrollarán capacidades y habilidades para:

La planificación, diseño, ejecución y evaluación de las políticas públicas de seguridad

ciudadana, desde un enfoque que considere la complejidad social de acuerdo con el

marco ético democrático.

La planificación de políticas de seguridad ciudadana de acuerdo a las funciones que le

incumban en relación con las acciones básicas de la política de seguridad: la promoción

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9

de la seguridad, prevención del delito y la violencia, la investigación criminal y la

persecución penal del delito.

El desarrollo de estrategias de planificación en política de seguridad ciudadana a partir

del estudio comparado de las políticas de seguridad ciudadana y las buenas prácticas en

América Latina.

El desarrollo de dispositivos de promoción de la seguridad desde una modalidad de

gestión multi-actoral en un marco democrático e inclusivo que considere la complejidad

social.

Diseñar dispositivos, estrategias y acciones de capacitación y comunicación que

desarrollen acciones de promoción de la construcción social de la seguridad ciudadana

(Diseño Curricular de la Licenciatura en Seguridad Ciudadana)

Para finalizar…

Esta es una primera aproximación a muchas de las cuestiones que trabajaremos con

mayor detalle y profundidad a lo largo de las distintas asignaturas del Ciclo de

Licenciatura.

A partir de este primer acercamiento reflexionamos en torno a las diferentes maneras de

intervenir frente a la inseguridad a partir de los distintos paradigmas: el paradigma del

orden y el paradigma de la gestión de la conflictividad. Por último, nos adentramos en

elementos más específicos del fenómeno, y abordamos los aspectos subjetivos y

objetivos del mismo.

Por lo tanto, nos aproximamos en esta instancia inicial a conceptos y discusiones que

serán problematizados en el transcurso de la carrera, y que constituyen sin duda

elementos centrales para la formación de un Licenciado en Seguridad Ciudadana.

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10

Bibliografía consultada

Alonso, Javier, Cuaderno de lectura N°1: Claves conceptuales. Pensar y hacer la seguridad con

las escuelas, Ministerio de Seguridad de la Nación, Buenos Aires, 1° edición, 2015.

Binder, Alberto M., “El control de la criminalidad en una sociedad democrática. Ideas para una

discusión conceptual”, en Kessler, Gabriel (comp.), Seguridad y Ciudadanía. Nuevos paradigmas,

reforma policial y políticas innovadoras, Edhasa, Buenos Aires, 2009.

Castel, Robert, La inseguridad social ¿Qué es estar protegido? Manantial, Buenos Aires, 2004.

Ministerio de Seguridad, Seguridad, Derechos Humanos. Herramientas para la reflexión sobre

seguridad ciudadana y democrática. Buenos Aires, 1° edición, 2011.

Oszlak, Oscar y O´Donnell, Guillermo, “Estado y Políticas Estatales en América Latina: hacia una

estrategia de investigación”. CEDES, Buenos Aires, 1981.

Rangugni, Victoria, La Seguridad Ciudadana. Universidad Nacional de Lanus y Consejo de

Seguridad Interior. Cuadernos de Seguridad N°5, Buenos Aires, 2010.

Wacquant, Loïc, Las cárceles de la miseria, Manantial, Buenos Aires, 1999.

Zaffaroni, Raul E., “Estado y seguridad pública: algunas consideraciones básicas”, en Cuadernos

de Seguridad N° 14 INSTITUTO Nacional de Estudios Estratégicos de la Seguridad – Ministerio de

Seguridad – Presidencia de la Nación, 2011. Disponible en www.minseg.gob.ar

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ALBERTO BINDER Y EL DESAFIO DE LA GESTION DE LA CONFLICTIVIDAD

“La democracia tiene que ser desordenada”

Por Luis Bruschtein

”La idea del orden en la sociedad y del consenso tienen una base autoritaria” afirma el

abogado penalista Alberto Binder, director del Instituto de Estudios Comparados en

Ciencias Penales y Sociales, y uno de los principales protagonistas de la reforma de la

policía bonaerense que encabezó el ex ministro León Arslanian. Binder, que ha sido

asesor en reformas policiales y en la Justicia, en Guatemala, El Salvador, Costa Rica,

Venezuela, Chile y otros países, sostiene que el principal problema que debió afrontar la

reforma de la Bonaerense no provino de la policía misma, sino de los jueces y los

políticos. Su preocupación central es la “gestión de la conflictividad”:

–Podríamos decir que hay cuatro políticas públicas más o menos elementales: la económica,

la de salud y medio ambiente, la educacional y la política de gestión de la conflictividad.

Partimos de la idea de que en toda sociedad existen conflictos que son inherentes a la misma

sociedad, a la misma vida social. Y que no necesariamente hay que tener una visión negativa

del conflicto, porque también es el que trae los nuevos y mejores valores en la sociedad, si no

estaría muerta. La democracia, como todo sistema político tiene algún modo de gestión de la

conflictividad. Tiene que construir un modo específico de gestionarla, que está tensionado

desde dos extremos. Por un lado se trata de evitar la sociedad violenta, es decir que la

conflictividad termine gestionándose a sí misma y vaya generando un aumento de la

violencia, pongámosle el nombre de inseguridad. El otro extremo es que cada conflicto

termine resolviéndose siempre con formas de abuso del poder.

–¿Por lo general la respuesta a la demanda de seguridad no conlleva al abuso de poder?

–Me parece más interesante analizar esta demanda de seguridad que hay en la población.

Debemos hacer un gran esfuerzo para reinterpretarla, porque normalmente se la entiende

como una especie de mandato de mano dura a las fuerzas políticas o a las fuerzas de

seguridad. O se la vislumbra como una especie de emanación autoritaria del pueblo. Creo que

esta demanda contiene muchos elementos democráticos. En primer lugar hay una reacción de

la sociedad frente a esta situación de híper conflictividad. Que la gente no quiera vivir en una

sociedad repleta de conflictos no es un elemento autoritario, es una demanda hacia los

sistemas políticos acerca de cómo se gestiona toda esta conflictividad. Y la demanda de

seguridad tiene, a su vez, un alto componente de reacción frente al abuso de poder, frente a

todas las formas de abuso de poder. Parece contradictoria a veces, cuando por un lado se dice:

“no queremos impunidad”, o “que se apliquen penas duras”, y al mismo tiempo se reacciona

duramente frente al abuso policial. Pero hay una especie de línea de continuidad. La gente no

quiere vivir en una sociedad con muchos conflictos que se resuelven con abuso de poder.

–¿Habría que transformar otras instituciones, no solamente a las fuerzas de seguridad?

–Nuestra democracia necesita repensar sus políticas de seguridad, su política judicial, su

política criminal, su política de derechos humanos, que son partes de este tema central de

cómo gestionar la conflictividad. Porque es muy probable que los elementos que provocan

esta conflictividad de fondo no se resuelvan en la próxima década. Todos sabemos que no

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habrá grandes cambios en las políticas de empleo, en las políticas económicas. Al contrario, si

se quiere hacer cambios de fondo en las políticas educativas va a aumentar la conflictividad,

por lo que implican las transiciones. Entonces, cómo vamos a gestionar esta conflictividad sin

caer en la sociedad violenta, o sin caer en la penalización de la protesta social.

–Pero el contexto social implica objetivamente una presión hacia la violencia,

independientemente de cómo se gestione esa conflictividad...

–Implica una gran presión, es una sociedad que va friccionando y que va construyendo la

violencia. Nuestro país, que tiene una historia muy violenta, tiene también una historia de

negación de los mecanismos que han producido su violencia. La identificamos nada más que

en los picos. Si los niveles de conflictividad se dan de manera que la única forma de tener un

mínimo de visibilidad es cortar las rutas, se está bastante cerca de ir aumentando los niveles

clásicos de violencia. Cada época tiene una forma de violencia y una forma de interpretar la

violencia. A veces, la violencia se vuelve visible recién cuando hay una forma de

interpretarla, pero hace tiempo que está instalada.

–¿Usted plantea que el conflicto violento se puede evitar a partir de racionalizarlo?

–No necesariamente, se necesita el desarrollo de muchos y diversos mecanismos que permiten

gestionar la conflictividad. La idea de gestionar la conflictividad es muy distinta a lo que

llamamos pensar en el paradigma del orden. Nosotros no necesitamos en esta década una

sociedad “ordenada”, pero sí una sociedad democrática que gestione su conflictividad en

términos no violentos.

–¿O es otra idea de lo que es el orden?

–No necesariamente, porque el “orden” necesita que cada cosa esté en su lugar, el orden niega

el conflicto, no existe ese “orden” en la naturaleza, no es solamente una utopía sino que

siempre lleva implícito alguna forma autoritaria. La democracia no se construye bajo el

paradigma del orden, sino bajo el paradigma de la gestión de la conflictividad porque

reconoce que muchos de esos conflictos traen los mejores valores. Por ejemplo la protesta

social es conflicto. Alguien puede decir: “ordenemos la democracia”. No hay por qué

ordenarla, la democracia tiene que darle cabida a la protesta social, tiene que ser desordenada.

–Pero todos los gobiernos reaccionan contra el desorden...

–Fíjese que este gobierno quiere ordenar las cuentas, emprolijar la gestión de gobierno y

quiere emprolijar a la sociedad, quiere ordenar a la sociedad, por eso está mandando también

mensajes antidemocráticos. Necesitamos una democracia desordenada porque tenemos una

sociedad injusta. No se puede tener una sociedad desigual y una democracia ordenada. Ahora

bien, el tema está que tras este mensaje benévolo de emprolijar las cuentas y la gestión de

gobierno, viene esto de ordenemos a la sociedad y va reapareciendo algo que no se desmontó

en estos 18 años de democracia que es el Estado autoritario que en determinado momento

dijo: “la vamos a ordenar en serio y la vamos a ordenar matando”.

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–Gestionar el conflicto implica en primer lugar reconocer que hay otras personas que

pueden tener intereses distintos...

–Significa reconocer desigualdades, reconocer injusticias, significa tolerancia, significa

asumir la paz como un valor, significa muchas cosas. También encontrar límites a la gestión

del Estado, porque la gestión de la conflictividad no es solamente un rol del Estado, en

términos del Estado clásico.

–¿El Estado por sí solo puede reconocer sus límites?

–Necesita que se lo pongan. Eso forma parte del conflicto. Se necesita también reconocer que

el Estado es parte de este conflicto, que sociedad y Estado no están separados. Yo creo que las

instituciones vinculadas con la gestión de la conflictividad están hoy en una profunda crisis, o

responden a patrones autoritarios heredados de la colonia. No tienen capacidad de resolver

conflictos. Al contrario, los provocan, los extienden en el tiempo, los analizan mal. Hay una

tradición institucional autoritaria obvia porque el Estado colonial fue una imposición que se

extendió luego a nuestras repúblicas. Hoy día nuestras democracias no han hecho un esfuerzo

profundo por renovar el conjunto de instituciones vinculadas a la gestión de la conflictividad

y, al contrario, han puesto en crisis a los que lo hacían de un modo informal. Bien o mal, el

seudo Estado de bienestar era un mecanismo de gestión de la conflictividad, en términos de

política económica; la educación pública cumplía muchas de estas funciones, los partidos

políticos...

–¿Qué diferencias hay entre esta idea de la gestión de la conflictividad y la búsqueda de

consenso que está muy en boga entre los políticos?

–Muchas veces la búsqueda del consenso es una fórmula para encontrar el orden, la gestión

del conflicto debe reconocer la aparición fuerte del disenso. Una porción de la realidad tiene

una visión y otra parte tiene otra. Se puede buscar consenso alrededor de políticas básicas,

pero el gran consenso no es el ideal de la democracia.

–De alguna manera lo que está instalado en la política en general es aceptar la presión

más fuerte, la del mercado en economía, o la de la violencia en los conflictos o en el

sistema punitorio...

–Está la idea de que sólo la presión o el abuso de poder es lo que permite avanzar. Está en

cuestión la dualidad “abuso de poder.legalidad”. Claro que construir una política de legalidad

en el contexto de democracias pobres y conflictivas no es emprolijar la gestión de gobierno,

es algo mucho más fuerte, porque a la legalidad no la necesitan los poderosos, la necesitan los

débiles. Creo que esta fuerte dualidad se resuelve en términos de no traspaso de límites, de no

abuso de poder, es darle un lugar a cada quien, establecer reglas de juego claras. En el fondo

se trata de evitar la violencia. La gestión de la conflictividad es un programa no violento. En

la historia de América latina no hemos podido construir la legalidad. Era muy fácil construir

lo que Bolívar llamaba las “República Aéreas”, es decir una legalidad que no interviene en la

gestión de la conflictividad, sino que está por el aire mientras que por abajo crece el abuso de

poder. No sé si está muy lejos de las sociedades en las que vivimos. Llámese mercado,

medios de comunicación o todas las formas de concentración, pero es siempre el mismo

problema.

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–¿No se ha avanzado en ese dilema en estos 18 años de democracia?

–Estamos hablando de 18 años de reacción ante una tradición autoritaria, de una herencia

autoritaria. Creo que se ha avanzado poco. Están los temas que no se resuelven pero quedan

instalados como temas de la democracia. El primer gran desafío fue resolver el tema militar

para evitar la democracia tutelada. Mal o bien hubo resultados, pero la democracia tutelada es

algo que existe en varios países de América latina, como Colombia y Perú. Después vino otro

segundo gran momento de nuestra democracia que fue tratar de evitar la democracia

quebrada, interrumpida. Ahora, la democracia quebrada también es una realidad de América

latina. Ecuador es una democracia quebrada. Lo que no se ha instalado todavía como

problema es evitar la democracia autoritaria.

–¿Existe un concepto del poder que implica que todo se soluciona desde allí, y por lo

tanto la solución implica imposición?

–Hay un concepto de poder y es un concepto monárquico. Está la idea de que necesitamos un

rey bueno o un rey malo que nos va a solucionar los problemas. Lo que pasa es que el rey

malo puede ser un rey autoritario, pero el bueno, por más rey que sea, no puede solucionar

esto. Esto conduce a una aporía, a un callejón sin salida de nuestra democracia, porque casi

diría que por definición la democracia tiene esta capacidad de dejar fluir esta conflictividad

como método correctivo. Se ve un permanente retroceso en esta cuestión. De algún modo u

otro, las crisis que se dan en el año ‘97 en las fuerzas de seguridad, no sólo en la provincia de

Buenos Aires, sino también en la Federal, en Mendoza o en Santa Fe, obligó a la dirigencia

política a tomar cartas en el asunto, había estallado el sistema. Pero no bien eso se controló,

empezó a retroceder la dirigencia política. Hasta el año ‘97 ni siquiera sabíamos que existía

una secretaría de Seguridad Interior. Hasta que no apareció Lugones o Arslanian no se sabía

que estaba la posibilidad de un ministerio de Seguridad Interior en la provincia de Buenos

Aires...

–¿Usted piensa que no quedó ningún saldo de esa intervención?

–Esa época tan traumática tanto para las fuerzas de seguridad como para las fuerzas políticas

hizo que las fuerzas de seguridad se reacomodaran, pero las fuerzas políticas terminaron

retrocediendo porque no estaban preparadas. Uno ve que Verón va desapareciendo y la

secretaría de Seguridad Interior va desapareciendo. Se vuelve al funcionamiento tradicional.

Y van apareciendo las fórmulas tradicionales del Estado policial. Hay que llamar la atención

sobre este retroceso que no está circunscripto a lo formalmente violento como es el tipo de

penal, las cárceles, sino que tiene que ver con el hecho de que el resto de los ámbitos

vinculados a la solución del conflicto están en quiebra...

–¿Su planteo es que el problema de las fuerzas de seguridad no sólo tiene origen en

ellas?

–Tiene que ver con las fuerzas de seguridad, esa dualidad entre abuso de poder y legalidad,

con la gestión de la conflictividad, con el sistema judicial. El sistema judicial es uno de los

enclaves autoritarios en este país, sobre todo por lo que no hace. Tiene que ver con la cultura

del derecho, con la idea de que la ley no se cumple. He dado clases a abogados y jueces. Les

pregunto: “¿ustedes aconsejarían a una persona humilde, pobre, débil, de nuestros países que

confíen en la ley y en los tribunales para que les vaya bien en la vida?” Y todos responden que

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no. Somos países construidos con una debilidad muy grande de los sistemas judiciales y no

existe la República sin fortaleza del Poder Judicial. En el Poder Judicial no saben cómo

construir su propia fortaleza y, a su vez, le cuesta a nuestra sociedad construir el sistema

judicial porque está construida sobre el abuso del poder.

–¿Cuál fue el elemento más difícil para que la policía bonaerense asumiera las reformas

que ustedes impulsaban?

–El elemento más difícil nunca estuvo en la policía. Siempre estuvo en los jueces y en la

dirigencia política. La corrupción policial y el mal funcionamiento policial, más allá de las

culpas propias, son una ecuación de la corrupción política, de la desidia política y de la

desidia judicial. Se puede llegar una policía distinta, pero no con jueces que no quieren ejercer

el poder judicial jurisdiccional, con fiscales que no quieren conducir a la policía o con una

dirigencia política que le cuesta abandonar la idea de la ilegalidad como ejercicio de la

política. El 80 por ciento de los policías son personas que no ganan más de 500 pesos. Me

niego abordar esta discusión entre la policía buena y la policía mala. Es cierto que se tortura y

se hacen otras cosas, pero las instituciones que están alrededor de esto, ciegas y autistas, son

otras y ganan mucho más de 500 pesos.

–¿Existen otros temas en los que estén trabajando además del de las fuerzas de

seguridad?

–Estamos investigando la posibilidad de desarrollar mecanismos por ejemplo para establecer

mediaciones obligatorias para el caso de cortes de ruta. El hecho de que hoy en día no haya

mecanismos para solucionar los conflictos, aún los más pequeños, afecta de un modo muy

profundo la calidad de vida. No existen ámbitos informales donde se pueda ir resolviendo un

conflicto antes que pase a mayores, desde un pequeño contrato hasta un problema entre

vecinos. El que recurre a la Justicia estará años metido en un lío. Y la Justicia a veces se

resuelve con aplicación de la violencia y ésta se ejerce sólo sobre un sector y además pone a

los castigados en lugares que son fábricas de hombres violentos,las cárceles y los institutos de

menores. Es un ciclo que se autosustenta permanentemente.

–Pero es un ciclo que se rompe por el hilo más fino...

–Si a este desorden de la sociedad, que por otra parte se le reconocen causas justísimas,

alguien le quiere aplicar orden, bueno, empezaremos con la fórmula clásica del autoritarismo

en la Argentina. Uno podría decir que esto es un gobierno que recién empieza, pero no se ve

clara la energía política para solucionar esta cadena. Para el que gobierna, una sociedad

desordenada es molesta. Para el gobierno es un compromiso mucho más difícil, pero lo otro

es la ilusión que han tenido siempre los déspotas ilustrados.

Extraído de http://www.pagina12.com.ar/2000/00-07/00-07-24/pag13.htm