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1 CURSO DE FORMACIÓN BÍBLICA MARAVILLAS DEL EVANGELIO DE JUAN Sandra Verano Sepúlveda Trabajadora Social. Especialista en Gerencia Social Magister en Sexualidad y defensa de la vida - ULIA Email: [email protected] Celular: +57 3158408821 Manuel Tenjo Cogollo Magister en Teología - PUJ Magister en Bioética - ULIA Email: [email protected] Celular: +57 3124817374

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CURSO DE FORMACIÓN BÍBLICA

MARAVILLAS DEL EVANGELIO DE JUAN

Sandra Verano Sepúlveda Trabajadora Social. Especialista en Gerencia Social

Magister en Sexualidad y defensa de la vida - ULIA Email: [email protected] Celular: +57 3158408821

Manuel Tenjo Cogollo Magister en Teología - PUJ

Magister en Bioética - ULIA Email: [email protected] Celular: +57 3124817374

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MARAVILLAS DEL EVANGELIO DE JUAN

Elaborado por Manuel Tenjo C1.

OBJETIVOS:

Estudiar el Evangelio de San Juan y conocer las líneas generales del mismo para

descubrir a Jesucristo, el hijo de Dios, y creer en Él.

Conocer los elementos sobresalientes en el Evangelio de Juan para aplicarlos en la

vida y construir una comunidad de hermanos solidarios.

Ayudar a otras personas a realizar reflexiones en torno a las maravillas en el Evangelio de Juan para que se construya un nuevo estilo de comunidad.

CONTENIDOS:

Introducción 1. Introducción general al Evangelio de Juan 2. Primera maravilla: Jesucristo es “yo soy”

3. Segunda maravilla: El Espíritu Santo 4. Tercera maravilla: El Padre

5. Cuarta maravilla: El discípulo amado 6. Quinta maravilla: La mujer, la madre 7. Sexta maravilla: El liderazgo comunitario

8. Séptima maravilla: los signos del poder divino 9. Octava maravilla: Regalos del Resucitado

10. Novena maravilla: la misión universal 11. Anexos 12. Bibliografía

1 Maestría en Teología en la Pontificia Universidad Javeriana. Maestría en Bioética de la Universidad Libre Internacional de las Américas. Profesional en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Estudios en Filosofía y Ciencias Religiosas en el Seminario Valmaría de Bogotá. Miembro del Apostolado Proyección Dynamis de Colombia. Profesor de Ciencias Bíblicas, Coordinador académico del Centro Fuego Nuevo en UNIMINUTO. Conferencista en empresas privadas y públicas. Email:

[email protected]

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MARAVILLAS DEL EVANGELIO DE JUAN Elaborado por Manuel Tenjo C.

INTRODUCCIÓN

Vamos a comenzar una experiencia muy interesante: leer el Evangelio de Nuestro Señor

Jesucristo según San Juan en clave de maravillas. Es decir, utilizamos los lentes de los elementos teológicos sobresalientes para acercarnos a leer el Evangelio de Juan.

Es necesario conocer primero los elementos generales del evangelio de Juan, en segundo lugar, nos acercamos al conocimiento fundamental de los elementos teológicos

que sobresalen es este maravilloso escrito sagrado. Es una aventura donde cualquier persona puede empezar a leer la Biblia y donde los

creyentes que han tenido algunos estudios bíblicos estudien para profundizar en el conocimiento de la Palabra de Dios. Todos vamos a ganar, porque aprendemos unos de

otros, al mismo tiempo que todos crecemos en la experiencia con Jesucristo, el hijo de Dios en quien tenemos vida.

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1. INTRODUCCIÓN GENERAL AL EVANGELIO DE JUAN2

1.1. AUTOR

El argumento podría construirse de la siguiente manera: En la segunda mitad del siglo II

hay unanimidad en atribuir el 4º Evangelio a Juan el hijo de Zebedeo. Eusebio (del siglo II) está tratando de refutar una opinión de Ireneo que hacía a Papías oyente directo de

Juan y compañero de Policarpo. También el prólogo antimarcionita alude a Papías como “querido discípulo de Juan”.

Los textos que identifican a Juan el apóstol como autor del cuarto evangelio son muy antiguos. Ya en el siglo II tenemos el testimonio de Teófilo de Antioquía, Ireneo, Canon

de Muratori y Prólogo antimarcionita. Parece bien establecido que a partir del siglo II con unanimidad casi total la Iglesia tanto de Oriente como de Occidente reconoce como autor del cuarto evangelio a Juan el hijo de Zebedeo.

El que un evangelio de una comunidad marginal, con una teología personalísima, con

material nuevo diverso de los sinópticos, y utilizado continuamente por los herejes, acabase imponiéndose en toda la Iglesia, no se explica si no presuponemos que el evangelio está respaldado por la figura de un apóstol de primera magnitud. Ahora bien,

en toda la tradición de la Iglesia no se han sugerido ningunos otros nombres de apóstoles para el cuarto evangelio sino el de Juan. Por supuesto este argumento no

prueba que el propio Juan fuera el escritor, pero sí al menos la autoridad que respalda el evangelio.

Varios textos recogen la tradición sobre la estancia de Juan en Éfeso. Ciertamente Juan se habría trasladado a Éfeso muy tarde, después de la muerte de Pablo. Por eso ni en

las cartas paulinas ni en los Hechos hay ninguna alusión a esta estancia de Juan en Éfeso. Hacia el año 80 judeocristianos se instalan en Éfeso paralelamente a la Iglesia paulina, y forman una comunidad distinta que mantiene su identidad.

Yves-Marie Blanchard señala: “Así pues, podemos arriesgarnos a hablar de tres

«autores» o autoridades reconocidas por los propios libros: el discípulo evangelista, el presbítero de las cartas y el profeta apocalíptico. Sin embargo, en el seno de este conjunto, la extrema originalidad del Apocalipsis, tanto en el plano del género literario,

tan particular, como en el de la lengua, tan diferente de la del evangelio, lleva a los investigadores a considerar el último libro de la Biblia como un texto en sí, sin relación

clara con la tradición joánica. A partir de ahí, parece más pertinente explicar el Apocalipsis de Juan en el contexto de otras producciones apocalípticas, judías o judeocristianas, subrayando a la vez las constantes del género literario y la fuerte

originalidad del Apocalipsis joánico”.

2 Orientación realizada por J.M. Moreno en www.upcomillas.es/personal/ jmmoreno/curso/Juan/intro.htm

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Y agrega: “No obstante, no deberíamos decidirnos definitivamente por esta opción metodológica. Ciertamente, el Apocalipsis es distinto, pero el solo hecho de que

mencione explícitamente el nombre de Juan –al que la tradición editorial recurrirá igualmente para el encabezamiento del cuarto evangelio y de las tres cartas de la misma

inspiración– establece una relación formal entre las tres tablas del corpus así constituido. En cuanto a saber si esta relación presenta una consistencia histórica, eso es otro asunto... Dicho de otra manera, entre la comunidad que subyace a la tradición del cuarto

evangelio y las Iglesias del Apocalipsis, ¿es una relación únicamente de proximidad geográfica (región de Éfeso, en Asia Menor)? ¿O bien podemos reconocer una afiliación

más estrecha, de alguna manera ocultada por la singularidad del género apocalíptico y su profunda diferencia, tanto formal como estructural, con el conjunto de libros del Nuevo Testamento?”

1.2. ¿QUIÉN ES EL DISCÍPULO AMADO?

1.2.1. Evangelista y discípulo amado

Al analizar la evidencia interna que nos da el propio evangelio hay que estudiar primero

la identificación del autor que se contiene en el epílogo: “Este es el discípulo que da testimonio de estos hechos y que los ha escrito” (21,14).3

En este texto se identifica al evangelista con el discípulo amado. Aunque no se le nombra, sin embargo, la identificación de testigo y Discípulo Amado nos da ya muchos

datos sobre la personalidad de este testigo y así nos ayuda a rastrear su identidad. De entrada, diremos que para nosotros en este momento es poco importante si el testigo

ha escrito personalmente el evangelio o se ha limitado meramente a ser el garante del escrito con su autoridad propia. El concepto de autor es un concepto ambiguo y no tiene

por qué coincidir con el concepto de redactor. Consideramos al Papa autor de sus encíclicas, que sin embargo muchas veces han sido redactadas por otros teólogos.

Entendemos ahora el concepto autor en su sentido débil

sin precisarlo más y nos preguntamos por la identidad de este testigo, estudiando los datos que se nos dan sobre él en el evangelio.

1.2.2. Discípulos anónimos y discípulo amado

Partimos del dato de que el evangelio no identifica nunca explícitamente a este discípulo amado, sino que le deja

siempre en el anonimato. Pero dado que en el evangelio se nos habla varias vedes de discípulos anónimos, la

3 En adelante las citas del Evangelio de Juan solamente aparecerán con el capítulo y el versículo. Los pasajes citados de otros

libros de la Biblia serán citados completamente.

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primera pregunta es: ¿Cada vez que el evangelio se refiere a un discípulo anónimo está pensando en el amado? Analicemos los datos:

En el cuarto evangelio hay cuatro tipos de referencias a discípulos anónimos:

1. El compañero de Andrés en el pasaje vocacional de 1,37-42. Le llamaremos aquí discípulo innominado.

2. El otro discípulo: 2 menciones

* sigue a Pedro al palacio del sacerdote (18,15-16). * acompaña a Pedro corriendo al sepulcro (20,2-10).

3. El discípulo a quien amaba Jesús: 7 menciones * se reclina sobre el pecho de Jesús y pregunta quién es el traidor (13,23-26).

* recibe a María por madre (19,25-27). * es testigo de la lanzada del costado (19,35-37). * se identifica con el otro discípulo de 20,2-10. Entra tras Pedro al sepulcro y cree.

* pesca con Simón y reconoce a Jesús (21,7). * sigue a Pedro y a Jesús: se refuerza la identificación con el discípulo de 13,23-26

(21,20). * se trata del testigo y autor del evangelio (21,24).

4. Los dos discípulos anónimos del epílogo: 21,2. Si identificamos al discípulo amado con el hijo del Zebedeo, entonces estos dos discípulos serían distintos del amado. Si

decimos que el amado es necesariamente uno de estos dos, entonces se excluye de base que pueda ser el apóstol Juan.

Claramente el discípulo amado de 13,23 ha sido identificado expresamente con el de 20,2-10, el que corre junto con Pedro al sepulcro, y es probable también que se trate del

otro discípulo de 18,15-16, el que acompaña a Pedro al palacio del sacerdote, aunque el evangelio no los identifique expresamente. De hecho, en ambos pasajes se habla del otro discípulo en relación a Pedro. La única diferencia con “el” otro discípulo de 20,2-10,

es que en 18,15 se nos habla de “otro” discípulo, sin el artículo “el”, lo cual debilitaría la identificación con el discípulo del que ya se ha hablado anteriormente. En el caso donde

nos consta la identificación con el amado, se nos habla de “el otro” discípulo. Aunque también podríamos decir que en el caso de 18,15 es la primera vez que se nos habla del discípulo amado como “otro” y por eso no viene identificado por el artículo, mientras que

en el caso de 20,2 el artículo precisamente vendría a identificar al discípulo con el que apareció como otro en el palacio del sacerdote.

En cambio, no hay nada que identifique claramente al Discípulo Amado /Otro discípulo con el innominado de 1,37-42. De hecho, esta identificación es muy discutida entre los

críticos. Si aceptamos la identificación se refuerza mucho la tesis de que el discípulo amado es el hijo del Zebedeo, porque habría estado presente desde el principio del

ministerio de Jesús. A favor de la identificación está el hecho del gran interés que el 4Ev tiene por la figura del Bautista desde el mismo prólogo y su deseo de minimizar cualquier

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ruptura entre el Bautista y Jesús. Esto abona el hecho de que el discípulo haya sido un miembro de la comunidad del Bautista antes de conocer a Jesús.

Si este otro discípulo fuera el amado, habría acompañado a Jesús desde el principio,

estaría situado en el mismo entorno de los otros primeros discípulos, todos ellos galileos, habría acompañado a Jesús a Galilea, lo cual explica también su presencia en la escena de pesca en el lago después de la resurrección. De este modo perdería fuerza el

principal argumento para la identificación del discípulo amado con el hijo de Zebedeo que consiste en aducir que el discípulo amado no era galileo, y que sólo aparece en el

evangelio a partir del capítulo 13, durante el ministerio de Jesús en Jerusalén. Por lo tanto, a la hora de buscar datos identificadores de la personalidad del testigo

podremos utilizar sin miedo los datos de los textos 13,23-26, 19,25-27; 20,2-10; 21,7; 21,20 y 21,24. Con bastante probabilidad podremos utilizar también los datos aportados

por 18,15-16. Menos probabilidad hay en el caso de Jn 1,37-42.

1.2.3. ¿Símbolo o realidad?

Según algunos el Discípulos Amado sería un símbolo del perfecto discípulo y no un

personaje real. Permanece con Jesús en los momentos decisivos (Loisy). Para Bultmann es el ejemplo del discípulo helenista. Para otros, tiene rasgos de Benjamín (P.S. Minear), según la bendición de Moisés en Dt 33,12, que le llama “amado de YHWH” y dice que

“entre sus hombros mora”.

Para nosotros el discípulo amado tiene sin duda una dimensión simbólica, pero esto no excluye que el símbolo esté encarnado en un personaje real. También Pedro y María tienen una dimensión simbólica y nadie dudaría que son personajes reales.

El redactor de Jn 21 refleja la angustia de la comunidad juánica por la muerte de un

discípulo longevo que era muy importante para la vida de la comunidad. Se había corrido la voz de que este discípulo no iba a morir, y por eso su muerte a una edad avanzadísima causó gran desconcierto, que el redactor del epílogo trata de aliviar. Por

tanto, tiene que tratarse de alguien real. El redactor identifica a este discípulo con el discípulo amado del que tanto ha hablado el evangelio. Si el personaje del evangelio era

simbólico, ¿cómo pudo el redactor identificarlo con el discípulo longevo recién fallecido? Tanto el evangelio como el discípulo longevo eran alguien conocido y venerado por el redactor y sus lectores. Es inverosímil pensar que uno u otros pudieran pensar que el

discípulo amado era un símbolo. El epílogo es posterior al evangelio y ha sido redactado en un ambiente espiritual y literario muy próximo a él.

Si el redactor no podía ignorar quién era el discípulo amado, menos puede suponerse que mintiera deliberadamente al darnos pistas sobre su identidad. La comunidad sabía

perfectamente quién era ese discípulo y el papel que había jugado en la vida de la comunidad y no hubiese aceptado el posible engaño del redactor.

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1.3. LUGAR Y FECHA DE COMPOSICIÓN

La tradición eclesial desde tiempos de Ireneo señala a Éfeso como lugar de residencia del apóstol Juan y de la redacción del evangelio, o la provincia de Asia en general. La

afinidad con el Apocalipsis, que ciertamente fue escrito en esta provincia, refuerza esta misma opinión. Allí encaja también la confrontación con los discípulos del Bautista, porque sabemos que en Éfeso había una comunidad de discípulos del Bautista (Hch

19,1-7). El paralelismo con los documentos de Qumrán encajaría también en este contexto, considerando que dichos paralelismos se dan también en las cartas a Efesios

y Colosenses. Por otra parte, por Ap 2,9 y 3,9 sabemos que la sinagoga tenía una abierta polémica con

la comunidad judía en la zona de Éfeso, lo cual podría explicar el contexto de la áspera persecución de los judíos que sufre la comunidad en la que se escribe el evangelio.

Hasta la aparición de los últimos papiros era común entre los críticos suponer que el evangelio de Juan había sido escrito a mediados del siglo II. El papiro 52 que data de la

primera mitad del siglo II empuja la composición del evangelio a las últimas décadas del siglo I, quizás a los años 80.

El evangelio no posee nada del tono marcadamente antirromano del Apocalipsis. Los enemigos de la comunidad en la época de la redacción del evangelio eran más bien los

judíos que los romanos. Esto nos llevaría a una fecha anterior a la persecución de Domiciano que tuvo lugar en los comienzos de los años 90.

De manera que se pude señalar que el Evangelio de Juan se escribió por etapas entre el año 80 y al año 100 d.C.

1.4. DESTINATARIOS E INTENCIÓN DEL AUTOR

El Evangelio de San Juan es tan amplio y complejo que la intención del autor no es una

sola sino varias, porque tiene en cuenta la realidad de su comunidad. Veamos algunos rasgos de la intención del autor para sus destinatarios en la comunidad de Éfeso.

1.4.1. Apologética frente a los partidarios del Bautista

Ya Baldensperger señaló el contraste desfavorable que el evangelio establece entre Jesús y el Bautista, que

probablemente refleja un medio de la época del evangelista. Nuestros datos relativos a los partidarios del Bautista son muy escasos.

En Hch 18,5-19,7 se nos habla de unos discípulos del

Bautista afincados en Éfeso. Según esto el movimiento bautista no sólo seguiría vivo en los años cincuenta, sino que incluso había desbordado el solar palestino y se había

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establecido también en la diáspora. Las Recognitiones pseudoclementinas del siglo III critican también las pretensiones de estos discípulos del Bautista que predicaban que su

maestro y no Jesús había sido el verdadero Mesías.

Es muy verosímil sospechar que algunas de las negativas del 4Ev sobre el Bautista, pretendían refutar algunas pretensiones de sus partidarios acerca de su maestro. “No era él la luz” (1,8-9); Jesús existía antes que él y era mayor (1,30); Juan no era el

Mesías (1,20; 3,28); Juan no realizó ningún milagro (10,41). Los bautismos de Jesús no se situaban en el mismo nivel que los de Juan (4,2). Juan tenía que menguar en

presencia de Jesús (3,30). Sin embargo, el 4Ev respeta la figura del Bautista. ¿Quizás el discípulo amado había

sido su discípulo antes de conocer a Jesús? Juan fue un enviado de Dios (1,6), para dar a conocer a Israel la presencia de Jesús (1,31; 3,29). Fue uno de los más importantes

testigos de Jesús, equiparable a las Escrituras y los milagros (5,31; 40). Era una lámpara que ardía y brillaba (5,35). No era el novio, pero sí el amigo del novio (3,29).

1.4.2. Controversia con los judíos

Los pasajes dedicados a los judíos tienen en el 4Ev un tono polémico y en ocasiones la polémica reviste una gran aspereza (8,44-47.54-55). El término los judíos aparece en el evangelio unas setenta veces en contraste con las cinco o seis de los sinópticos. Salvo

unas pocas excepciones el término tiene un carácter peyorativo. Su acepción no es étnica, sino ideológica.

Para algunos comentaristas (Wahlde) los judíos son en el 4Ev las autoridades religiosas, sobre todo las de Jerusalén, que se muestran hostiles a Jesús. Encarnan una estructura

de pecado y de resistencia a la gracia. Algunos incluso piensan que las traducciones modernas deberían traducir el término por “autoridades judías” para evitar así dar una

impresión de antisemitismo. Para otros (Lowe, Thyen) el término “judíos” se refiere a los “judíos de Judea”, es decir

los habitantes de Judea, en cuanto opuestos a los judíos de Galilea. Se trata de una referencia geográfica y no sería aplicable a todo el pueblo judío en general.

Lo que es claro que Jesús, el evangelista y muchos miembros de la comunidad juánica son étnicamente judíos, y sin embargo no pertenecen al grupo de “los judíos”, con lo cual es claro que este grupo no es un grupo étnico.

Los padres del ciego, judíos ellos, temían a “los judíos” (9,29). El paralítico de Betesda,

judío él, fue a informar “a los judíos” (5,15). En Juan han desaparecido muchos de los grupos judíos más importantes: herodianos, saduceos, zelotes, publicanos. En realidad, la destrucción del templo ha nivelado al judaísmo. Sólo sobrevivieron los fariseos. Los

rabinos de la época de Jesús son los descendientes de los fariseos. Israel, en cambio, sigue siendo un término favorable para el evangelista (1,31.47).

Los primeros cristianos formaban a los ojos de los judíos como una secta más del judaísmo, a quien llamaban los nazarenos. Aunque en ocasiones fueran llevados a la

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cárcel o perseguidos, pero en general se les permitía asistir a la sinagoga y al Templo junto con los miembros de las otras sectas. A finales de los 50 todavía sabemos que los

nazarenos iban al templo y ofrecían sacrificios allí (Hch 21,18s.). Pero después de la destrucción del templo, hacia los años 80 se produjo la excomunión de los nazarenos del

seno del judaísmo. Para evitar su participación litúrgica en la sinagoga, a la oración de las Dieciocho Bendiciones se le agregó una más, la número doce contra los herejes, llamada Birkat haMinim. De esa manera si los cristianos judíos querían seguir asistiendo

a la sinagoga se verían obligados a pronunciar una maldición contra sí mismos.

Cuando los cristianos de Juan hablan de los judíos sin más precisiones se refieren a la institución judía que estaba excomulgando a los cristianos. Según el 4Ev la institución judía ha perdido su razón de ser, porque es un judaísmo fallido. Han abandonado al Dios

vivo y has dejado de ser Israel. Cuando admitieron por rey al César para librarse de Jesús (19,15) contradijeron los valores más profundos del judaísmo (Jc 8,23; 1 S 8,7; Is

26,13). Los judíos tienen su ideología grupal: pertenecen al pueblo de los patriarcas (8,37; 4,12);

son los depositarios de la ley (19,7; 18,31; 5,39; 7,51-52). Tienen las Escrituras que son para ellos fuente de vida (5,39). Les pertenecen el shabbat y la circuncisión (7,22-23;

5,18; 9,14). Saben que Dios les habla a través de Moisés (9,29). Conocen cómo será el Mesías (7,25-31; 12,34). Tienen sus ordenaciones y criterios concretos (7,51-52; 8,13-19; 11,47-50).

Pues bien, la comunidad juánica va a ir negando una por una estas pretensiones judías,

porque no han sido capaces de captar su alcance cristológico. No escuchan a Moisés (5,46-47), no captan el sentido de las Escrituras (5,39-40), ni conocen el significado de Abrahán (8,56-58), ni han entendido las profecías mesiánicas sobre Jesús (2,19-22;

12,15-16). Apelan a la Ley como manifestación de la voluntad de Dios y olvidan que la voluntad de

Dios es ante todo creer en Jesús (6,29-40). El que cree en Jesús cumple la Ley. Los judíos no son de Dios (8,47), tienen otro padre que es el diablo

(8,44), son de este mundo (8,23).

El 4° Ev. no pretende convertir a estos judíos que considera irrecuperables, pero se dirige a los judeocristianos que estaban atravesando en esos

momentos una crisis muy fuerte. Probablemente se trata de judeocristianos que viven en la

Diáspora y se ven amenazados con la expulsión de la sinagoga. Tienen que optar entre sus exigencias de fe en Jesús y su deseo natural de

no abandonar el judaísmo. Juan menciona tres veces la expulsión de la sinagoga (8,11; 12,42;

16,2).

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Pero, ¿qué le puede importar al ciego que le expulsen de la sinagoga de los ciegos, cuando él ya ha recuperado la luz? De ahí que el evangelio de Juan se esfuerce

continuamente por mostrar a estos judeocristianos que en Jesús conservan todo lo que hay de válido en el AT.

1.4.3. Controversia con los herejes cristianos

Una tradición del siglo II afirma que el evangelio se escribió contra Cerinto, un hereje de Asia Menor con tendencias gnósticas. Cerinto habría separado a Jesús de Nazaret, hijo

de José, del Cristo que era un eón celeste que descendió sobre Jesús desde el bautismo hasta su muerte. Estas ideas se refutan efectivamente en las cartas de Juan, pero en el evangelio no se tratan.

Otro hereje contra quien se escribió el evangelio pudo haber sido Ebión que atacaba a

los cristianos que habían abandonado las prácticas judías. Esto no ha llegado a demostrarse.

Se ha sugerido también que el 4Ev ataca el docetismo. Sin negar que exista una motivación antidocetista, sin embargo, no tiene especial relieve. Para Brown no queda

claro en absoluto que el evangelio se haya escrito con la finalidad de refutar a herejes cristianos.

1.4.4. Aliento a los cristianos judíos o griegos

En 7,35 se afirma irónicamente que Jesús se va a ir a la Diáspora a predicar a los griegos. El ministerio llega a su culmen en 12,20-21 con los griegos que se acercan a Jesús antes de la Pascua. Los samaritanos proclaman a Jesús salvador del mundo

(4,32) y se describen como campo maduro para la cosecha (4,35). En 10,16 Jesús habla de otras ovejas que no son de ese aprisco, y estas palabras se refieren a la conversión

de los gentiles, pues Jesús murió no sólo por la nación judía, sino para recoger a los hijos de Dios dispersos (11,52). Quizás las burlas romanas a Jesús tratándolo como rey signifiquen en el contexto de la ironía juánica una anticipación del día en que los

romanos creerán en Jesús como rey.

Pero más que paganos o judíos en concreto, el evangelio se dirige a todos: a todo hombre (1,9). Jesús es el cordero que quita el pecado del mundo. Elevado en la cruz atrae hacia sí a todos los hombres (12,32).

La intencionalidad última del evangelio es confirmar a los creyentes en la fe, ya se trate

de judíos o de paganos. No está orientado a la conversión de los incrédulos, sino al apoyo de las crisis de la Iglesia creyente.

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1.5. ESTRUCTURA DEL EVANGELIO DE JUAN

Se han propuesto distintos esquemas para estructurar la totalidad del evangelio. Estos distintos esquemas obedecen a diversos puntos focales de interés. Reproduciremos a

continuación la estructura según R.J. Brown, introduciendo ligeros retoques. Prólogo: 1,1-18. Himno joánico programático

LIBRO DE LOS SIGNOS (1,19-12,50)

1ª Parte: Días inaugurales de la revelación de Jesús (1,19-51; 2,1-11)

I. El testimonio del Bautista (1,19-34) II. Los discípulos del Bautista siguen a Jesús (1,35-51)

Los discípulos creen en Jesús (2,1-11) (Este relato sirve de fin de la primera parte y comienzo de la segunda)

2ª Parte: De Caná a Caná. Diversas respuestas a Jesús en Galilea, Jerusalén y

Samaría

I. El primer signo en Caná de Galilea (2,1-12) II. Purificación del templo en Jerusalén (2,13-22)

III. Conversación con Nicodemo en Jerusalén (3,1-21) IV. Testimonio final del Bautista (3,22-36) V. Conversación con la samaritana y reacciones samaritanas (4,1-45)

VI Segundo signo en Caná (4,46-54) (Este relato sirve de fin de la segunda parte y comienzo de la tercera)

3ª Parte: Jesús y las principales fiestas judías (5,1-10,42)

I. El sábado: El paralítico de la piscina y la obra de dar vida (5,1-47)

II. La Pascua: Multiplicación de los panes y discurso sobre el pan (6,1-71) III. Los Tabernáculos: Ceremonias del agua y de la luz. El ciego (7,1-8,59)

IV. La Dedicación: Jesús consagrado Mesías e Hijo de Dios (10,22-42) 4ª Parte: Jesús avanza hacia su hora (11-12)

I. Jesús da la vida a Lázaro. Los hombres condenan a Jesús (11,1-54) II. Escenas preparatorias: Unción, entrada solemne, los griegos (12,1-50)

LIBRO DE LA GLORIA (13,1-20,31) 1ª Parte La última Cena, el último discurso y la plegaria de Jesús (13-17)

2ª Parte: Narración de la Pasión (18-19) 3ª Parte Jesús resucitado (20)

Conclusión: 21. Misión universal y conclusión del libro

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1.6. RECURSOS LITERARIO – TEOLÓGICOS

1.6.1. El malentendido o dualismos

El malentendido es un recurso que el 4Ev utiliza continuamente. Su estructura es siempre la misma: a) Jesús hace una afirmación a base de una palabra que tiene dos sentidos, uno literal y otro espiritual. b) El interlocutor entiende la palabra en sentido

literal, se extraña y hace una pregunta. c) Esta pregunta da pie a Jesús para profundizar en su doctrina.

Hagamos una lista de los diversos malentendidos que van apareciendo en el evangelio:

Destruir y levantar (2,19): Jesús habla del templo de su cuerpo, los judíos piensan

en el templo de Jerusalén. Nacimiento de lo alto (3,4): Nicodemo entiende que hay que nacer de nuevo,

Jesús se refiere a un nacimiento de lo alto, de agua y Espíritu El agua viva (4,11): Jesús se refiere al don de Dios, la samaritana lo entiende del

agua natural El alimento (4,33): Los discípulos piensan en la comida, Jesús se refiere al

cumplimiento de la voluntad del Padre.

El pan (6,34): Los judíos piden el pan material, Jesús habla del pan del cielo.

Bajado del cielo (6,41): Los judíos piensan que Jesús habla de su nacimiento

humano, cuando él está hablando de su origen divino. Comer la carne (6,52): Jesús habla de un comer eucarístico, los judíos lo

entienden del comer material. Subir (7,8): Los parientes creen que Jesús habla de subir a Jerusalén a la fiesta,

Jesús habla de subir al Padre. Irse (7,36): Jesús se refiere a su muerte, los judíos piensan que se quiere ir a la

diáspora.

Padre (8,18): Jesús habla de su Padre del cielo, los judíos piensan que se refiere a

su padre terreno y le preguntan dónde está.

Irse (8,22): Jesús habla de su ida al Padre y los judíos piensan que va a suicidarse.

Ser (8,24): Jesús dice YO SOY en términos absolutos y los judíos lo entienden en

términos predicativos y se quedan esperando el predicado, por eso le preguntan: “¿Qué eres?”

Esclavitud (8,32): Los judíos creen que Jesús habla de la esclavitud material,

política, mientras que Jesús se refiere a la esclavitud del pecado. Muerte: (8,5.1): Jesús promete que los que creen en él no morirán y los judíos

piensan que no padecerán la muerte temporal. Ver mi día (8,56): Jesús dice que Abraham vio su día, y los judíos le acusan de

presumir de ser más viejo que Abraham. Sueño (11,12): Los discípulos piensan que Jesús habla del sueño natural, pero

Jesús se refiere a la muerte de Lázaro. Ser levantado (12,34): Jesús se refiere a su glorificación, los judíos piensan que

habla de su crucifixión.

Lavar (13,8): Jesús se refiere a dejarse salvar por el misterio de su muerte, Pedro

entiende que se trata sólo de un rito de purificación.

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14

Camino (14,15): Tomás piensa que se trata de un itinerario a seguir. Jesús dice

que estar con él es estar ya con el Padre.

Rey (18,37): Pilato piensa que se trata de un rey terreno. Jesús se refiere al reino

de la verdad.

1.6.2. La ironía

El fondo de la ironía del Evangelio consiste en que los judíos han rechazado al Mesías al que tanto esperaban y que con tal de deshacerse de él son capaces de aceptar como

rey al César de Roma. Podríamos hablar de ironía, pero también de drama. La ironía juánica es acerada, y despiadada. Uno a veces echa de menos en el evangelio ciertos

matices de ternura. Mediante el recurso de la ironía, los adversarios de Jesús hacen observaciones

despectivas e incrédulas, o al menos inadecuadas, sobre Jesús o sobre sus palabras. Pero irónicamente resulta que estas afirmaciones son verdaderas en otro sentido distinto

del pretendido por sus autores. Los personajes están diciendo mucho más de lo que saben.

Tú has guardado el vino bueno hasta ahora (2,10).

¿Eres tú más que nuestro padre Jacob? 4,12.

¡Muéstrate al mundo! 7,3.

¿No dice que Cristo vendrá de Belén? 7,42.

Jamás ha hablado un hombre como este hombre: 7,46.

¿No irá a matarse? (Entregar su vida): 8,22.

¿Eres tú más grande que nuestro padre Abrahán que murió?” 8,53.

Tú eres discípulo de ese hombre: 9,8.

Si duerme, sanará: 11,12.

Conviene que uno muera por el pueblo: 12,50.

Ahí tenéis al hombre: 19,5.

Ahí tenéis a vuestro Rey: 19,14.

Inscripción sobre la cruz: 19,19-21.

Otras veces la ironía consiste en que los dirigentes judíos deciden actuar de un

determinado modo para conseguir unos fines y es precisamente de este modo como conseguirán exactamente lo que trataban de evitar. Por ejemplo, cuando dicen: “Si le

dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los Romanos y destruirán nuestro Lugar Santo” (11,48).

El más irónico de todos es siempre el autor, aunque en muchos casos también sus personajes saben ser irónicos, sobre todo Jesús, con sus preguntas sarcásticas:

A Pedro: “¿Darás tu vida por mí?” En verdad, en verdad te digo que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces” (13,38),

A todos los discípulos: “¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora en que todos os dispersaréis…” (16,31-32).

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15

A Nicodemo: “¿Tú eres Maestro de Israel e ignoras esas cosas?” (3,10).

A Natanael: “¿Porque te he dicho que te he visto debajo de la higuera crees? Verás

cosas mayores” (1,50).

A Felipe: “¿Dónde vamos a comprar pan para que coman estos? (6,5). “¿Tanto

tiempo estoy con vosotros y no me conoces, Felipe?” (14,9).

A propósito de Judas: “¿No os he elegido yo a vosotros los Doce, y uno de

vosotros es un diablo?” (6,70).

A los dirigentes judíos: “Muchas obras buenas de parte del Padre os he mostrado,

¿por cuál de ellas queréis apedrearme?” (10,32).

A Anás: “¿Por qué me preguntas a mí? ¿Pregunta a los que me han oído?” (18,20-21).

Al sayón que le golpea en la mejilla: “Si he hablado mal, muestra en qué, y si no, ¿por qué me pegas?” (18,23).

1.6.3. Paisajes y tiempos psíquicos

Circunstancias externas de lugar, clima, horario se convierten en expresión de actitudes interiores.

Nicodemo va a ver a Jesús de noche: 3,2.

Cuando la fiesta de la Dedicación era invierno: 10,22.

Cuando Judas salió era de noche: 13,30.

Cuando acontecen las negaciones de Pedro hacía frío: 18,18.

Entradas y salidas de Pilato: 18,29.33.38; 19,1.4.9.13.

Todavía oscuro en el corazón de Magdalena: 20,1.

Magdalena se volvió: 20,14-16.

El amanecer en la orilla: 21,4.

1.6.4. Aplicación de sentidos

La Palabra se ha hecho carne, se ha hecho sensible y puede ser captada por nuestros

sentidos:

VER: la luz, la contemplación de la gloria.

OÍR: el trueno que viene del cielo (12,28), la voz del Maestro que llama (20,16), la

voz del esposo (3,29), la voz del pastor (10,3), la voz del Hijo de Dios (5,28).

OLER: el perfume del ungüento que llena la casa (12,3), los aromas excesivos en

la escena del entierro (19,39), el hedor de muerte en la tumba de Lázaro (11,39).

GUSTAR: la calidad del vino (2,10), el frescor del agua viva (4,10), la acidez del

vinagre (19,29).

TOCAR: la hierba verde (6,10), el barro en los ojos (9,6), el agua en los pies (13,5), el latido del corazón (13,23), abrazar los pies de Jesús (20,17), las llagas (20,27).

1.6.5. Las cifras

Las cifras tienen un sentido simbólico en el evangelio de san Juan, aunque no siempre seamos capaces de comprender exactamente el simbolismo. Para captarlo es necesario

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entender todos los desarrollos numerológicos de la cultura de la época, y en particular la gematría. La gematría es el arte de dar valores numéricos a las letras de una palabra, y

así traducir la palabra en una cifra, que es el equivalente de la suma de los valores numéricos de sus letras. Recordemos que tanto en hebreo, como en griego y latín las

cifras son letras, por lo cual una letra puede simultáneamente representar también un número.

En otras ocasiones son los números mismos los que tienen un valor propio, sin ninguna alusión a la gematría.

Veamos algunos ejemplos y sus posibles significados:

Uno: Representa a Dios, Padre, único Dios verdadero (17; 5,44; 20,17). También la

unidad del Padre y el Hijo por el Espíritu (10,30; 17,1.21.22.23).

Dos: Para hacer válido un testimonio hacen falta dos testigos (8,17); hay dos

discípulos (1,35. 37.41; 20,4; 21,2); dos crucificados (19,18); dos ángeles en el

sepulcro (20,12). Tres: Número de la divinidad en Gn 18,1. Triple negación y confesión de Pedro.

Cuatro: Los cuatro puntos cardinales: los vestidos de Jesús y los soldados (19,23).

Cinco: Cinco maridos de la samaritana, cinco templos idolátricos en Samaría (2 R

17,24-41); cinco libros de la Ley; cinco pórticos en la piscina (5,2), cinco mil

hombres y cinco panes (6,9-10). Cincuenta y sus múltiplos representan la comunidad del Espíritu (1R 18,4.13).

Seis: Lo incompleto, lo inacabado =siete menos uno. Seis tinajas (2,6), la hora

sexta (19,34), el día sexto (2,1), las seis fiestas (2,13; 5,1; 6,4; 7,1; 10,22; 11,55). Siete: Totalidad determinada o definida. La hora séptima es la de la curación del

hijo del funcionario (4,52); siete es la suma de los cinco panes y los dos peces (6,9). Siete los discípulos presentes en 21,2. Este número por oposición a 12

designa a veces la comunidad helenística en su apertura a los gentiles, a todos los pueblos. Siete signos narrados en el Evangelio (Bodas, régulo, paralítico, multiplicación, camino sobre las aguas, ciego de nacimiento, Lázaro); siete

expresiones YO SOY: pan de vida (6,35), luz del mundo (8.12), puerta (10,8), pastor (10,11), resurrección y vida (11,25), camino verdad y vida (14,5), vid

verdadera (15,1). Ocho: El mundo definitivo, el octavo día. Le sirve a Juan para designar el siguiente

domingo al de Pascua y subrayar la ocurrencia del domingo en las apariciones de Jesús (20,26). Cf. p. 41.

Diez: La hora décima es cuando los discípulos se quedan a vivir con Jesús (1,39).

Si se cuentan las horas a partir de las seis de la mañana, se trata de las cuatro de la tarde. La hora en que termina el día. Quizás el ‘ereb shabbat, o víspera del

sábado. Doce: Número simbólico de Israel: Los doce (6,67.70.71; 20,24). Se subrayaría la

continuidad del nuevo pueblo con el antiguo. Es un tema de los sinópticos pero que en Juan no está subrayado del todo.

Treinta y ocho: tiempo de enfermedad del inválido de Betesda, duración del vagar

por el desierto para aquellos que encontraron la muerte (Dt 2,14-16).

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Ciento cincuenta y tres: número de los peces en la red. Hay diversas

interpretaciones. Puede ser la clasificación de los zoólogos, o la suma de los

números del 1 al 17, o un triángulo equilátero con 17 puntos en cada lado. En gematría Simón= 76 + pez = 77). La invitación de la salvación en Jesucristo es para

la humanidad.

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2. PRIMERA MARAVILLA: JESUCRISTO ES "YO SOY"

INTRODUCCIÓN

a) Yo soy

Las palabras griegas egw eimí ( ) en el Evangelio de Juan, van mucho más allá

de la yo soy. Debemos ir más lejos. En el libro de Éxodo encontramos la historia cuando Dios envió a Moisés para sacar al pueblo de Israel de Egipto, y el momento en que

Moisés le plantea que cuando se presente ante los israelitas: 12 Respondió Dios: «Yo estaré contigo y esta será para ti la señal de que yo te envío: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a Dios en este

monte.» 13 Contestó Moisés a Dios: «Si voy a los israelitas y les digo: "El Dios de

vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?» 14 Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy.» Y añadió: «Así dirás a los

israelitas: "Yo soy" me ha enviado a vosotros.» (Éx. 3,12-14).

Por lo tanto, Moisés se presentó al pueblo explicándole que el Yo Soy lo había enviado a liberarlo.

Muchos siglos después Dios envió a su Hijo Jesús, quien se presentó ante Israel y utiliza la misma expresión con la que Moisés se había presentado, es decir “Yo Soy”; y se les

manifiesta como el Mesías que los salvará de sus pecados (Mt. 1,21). En el evangelio de Juan y el libro de Apocalipsis encontramos catorce ocasiones, siete

en cada libro, en las que Jesús dice “Yo soy” para manifestar y enseñar algunas de las facetas de su persona y ministerio.

LOS SIETE YO SOY EN EL EV. JUAN LOS SIETE YO SOY EN EL

APOCALIPSIS

Yo Soy El Pan de Vida, 6,35. 51-58 Yo Soy La Luz del mundo, 8,12

Yo Soy La Puerta, 10,9 Yo Soy El Buen Pastor, 10,11

Yo Soy la Resurrección y la Vida, 11,25 Yo Soy El Camino, y La Verdad y La Vida, 14,6

Yo Soy La Vid Verdadera, 15,5

1. Yo Soy el Alfa y la Omega, 1,8; 1,11; 22,13

2. Principio y fin, 1,8; 1,17; 22,13 3. Yo Soy el Primero y el Último1,11; 1,17

4. Yo Soy el que escudriña la mente y el corazón, 2,23 5. Yo soy la raíz y el linaje de David, la

estrella resplandeciente de la mañana, 22,16

6. El que es y que era y que ha de venir, 1,8; 7. El Todopoderoso, 1,8;

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En las palabras de Jesús4 que nos llegan a través de los Evangelios existe —sobre todo en Juan, pero también (si bien no tan claramente expresado y en menor proporción) en los sinópticos— el grupo de las expresiones «Yo soy» enunciadas en dos formas. Unas

veces Jesús dice simplemente, sin más: «Yo soy», «que yo soy»; en el segundo grupo el

«Yo soy» se ve completado en su contenido por una serie de imágenes: Yo soy la luz del mundo, la vid verdadera, el buen pastor... Este segundo grupo parece en principio más fácilmente comprensible, mientras que el primero resulta mucho más enigmático.

Las dos afirmaciones más

importantes se encuentran en la disputa que sigue a las palabras de Jesús durante la fiesta de las

Tiendas, y en las que se presenta a sí mismo como fuente de agua viva

(cf. Jn 7, 37-39). Esto había provocado una división en el pueblo: algunos se preguntaban si no sería Él

realmente el profeta esperado; otros opinaban que de Galilea no podía

salir ningún profeta (cf. 7, 40.52). Entonces Jesús les dice: «Vosotros no sabéis de dónde vengo ni a donde

voy... No me conocéis a mí ni a mi Padre» (8, 14.19). Y aclara:

«Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo»

(8,23). Y en ese momento llega la frase decisiva: «Si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados» (8, 24).

¿Qué significa esto? Cómo nos gustaría preguntarle: «¿Qué eres?, ¿Quién eres?». De hecho, es ésta la réplica de los judíos: «¿Quién eres tú?» (8, 25). ¿Qué quiere decir

«que Yo soy»? Resulta comprensible que la exégesis haya intentado buscar los orígenes de esta expresión para poder entenderla, y también nosotros debemos hacer

algo semejante. En Éxodo 3, 14: la escena de la zarza ardiente desde la que Dios llama a Moisés, quien,

a su vez, pregunta a ese Dios que le llama: «¿Cómo te llamas?». Se le da como respuesta el enigmático nombre de YHWH, cuyo significado lo explica con una frase

igualmente enigmática el mismo Dios que habla: «Soy el que soy». No vamos a ocuparnos aquí de las múltiples interpretaciones que se han hecho de esta frase; es suficiente recordar que este Dios se denomina a sí mismo «Yo soy». Simplemente es.

Y, por tanto, esto significa también que Él está siempre presente para los hombres, ayer, hoy y mañana.

4 Tomado de https://sites.google.com/site/ librojesusdenazareth/Home/10-3

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20

El segundo texto se sitúa en el gran momento de la esperanza en un nuevo éxodo, al final del exilio babilónico. El Deutero-Isaías ha retomado y desarrollado el mensaje de la

zarza ardiente. «Vosotros sois mis testigos, oráculo del Señor, y mis siervos, a quienes escogí, para que supierais y me creyerais, para que comprendierais quién soy yo. Antes

de mí no fue formado ningún dios ni habrá alguno después de mí. Yo soy YHWH, fuera de mí no hay salvador» (Is 43,1 Os). «Para que supierais y me creyerais, para que comprendierais quién soy yo»: la antigua fórmula «'ani, YHWH» se hace más breve en la expresión yo, ése, soy yo. El «Yo soy» se ha hecho más enérgico y, aunque permanece

el misterio, también es más claro.

En el tiempo en que Israel estaba sin tierra y sin templo, Dios —según los criterios tradicionales— estaba excluido de la competencia con otras divinidades, porque un Dios

sin tierra y que no podía ser adorado, ni siquiera era un Dios. En ese tiempo Israel había aprendido a entender verdaderamente la novedad y la diferencia de su Dios: Él no era

simplemente «su» Dios, el Dios de una tierra, de un pueblo o nación, sino el Dios por excelencia, el Dios del universo, al que pertenecen todos los pueblos, el cielo y la tierra; el Dios que dispone todo; el Dios que no necesita que le adoren ofreciéndole carneros o

becerros, sino al que sólo se le adora de verdad obrando rectamente. Digámoslo de nuevo: Israel había reconocido que su Dios era «Dios» por excelencia. Y así encontró su nuevo sentido el «Yo soy» de la zarza ardiente: ese Dios simplemente es. Al presentarse con la expresión «Yo soy», precisamente como el que es, se

presenta en su unicidad. Esto representa, por un lado, una diferenciación respecto a las numerosas divinidades que existían, pero también, de una forma totalmente positiva, la

manifestación de su unicidad y singularidad inefable. Cuando Jesús dice «Yo soy» retoma toda esta historia y la refiere a sí mismo. Muestra

su unicidad: en Él está presente personalmente el misterio del único Dios. «El Padre y yo somos uno». Heinrich Zimmermann ha destacado con razón que con este «Yo soy»

Jesús no se pone junto al Yo del Padre, sino que remite al Padre. Pero precisamente así habla también de sí mismo. Se trata de la inseparabilidad entre Padre e Hijo. Como es el Hijo, Jesús puede poner en su boca la presentación que el Padre hace de sí mismo.

«Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14, 9). Y viceversa, estando, así las cosas, en cuanto Hijo puede pronunciar la palabra que revela al Padre.

En el debate en el que se encuentra este versículo se trata precisamente de la unidad entre Padre e Hijo. Para entenderlo correctamente debemos recordar sobre todo lo que

dijimos sobre la expresión «el Hijo», su enraizamiento en el diálogo entre Padre e Hijo. Entonces vimos que Jesús es totalmente «relacional», que todo su ser no es otra cosa

que pura relación con el Padre. A partir de ello hay que entender el uso de la fórmula en la escena de la zarza ardiente y en Isaías; su «Yo soy» se sitúa totalmente en la relación entre Padre e Hijo.

Tras la pregunta de los judíos —que es también nuestra pregunta— «¿Quién eres tú?»,

Jesús se remite en primer lugar a Aquel que lo ha enviado y en nombre del cual Él habla al mundo. Repite de nuevo la fórmula de la revelación, el «Yo soy», pero la extiende ahora a la historia futura. «Cuando levantéis al Hijo del hombre sabréis que Yo soy» (Jn

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8, 28). En la cruz se hace perceptible su condición de Hijo, su ser uno con el Padre. La

cruz es la verdadera «altura», la altura del amor «hasta el extremo» (Jn 13, 1); en la

cruz, Jesús se encuentra a la «altura» de Dios, que es Amor. Allí se le puede «reconocer», se puede comprender el «Yo soy».

La zarza ardiente es la cruz. La suprema instancia de revelación, el «Yo soy» y la cruz de Jesús son inseparables. No encontramos aquí una especulación metafísica, sino la

realidad de Dios que se manifiesta aquí por nosotros en el centro de la historia. «Entonces sabréis que Yo soy». ¿Cuándo se hace realidad ese «entonces»? Se hace

realidad constantemente en la historia, empezando por el día de Pentecostés, en el que las palabras de Pedro «traspasaron el corazón» de los judíos (Hch 2, 37) y, según el relato de los Hechos de los Apóstoles, tres mil se bautizaron, uniéndose así a la

comunidad de los Apóstoles (cf. 2, 41). Se hará plenamente realidad al final de la historia, del cual el vidente del Apocalipsis nos dice: «Todo ojo lo verá; también los que

lo atravesaron.» (Ap 1,7). Al final de las discusiones del capítulo 8 aparece de nuevo el «Yo soy» de Jesús, esta

vez ampliado y explicado de otra manera. Sigue aún en el aire la pregunta «¿Quién eres tú?», que encierra al mismo tiempo la pregunta: «¿De dónde vienes?». Con ello se

introduce el tema de los judíos como descendientes de Abraham y, en última instancia, de la paternidad de Dios mismo: «Nuestro padre es Abraham... Nosotros no somos hijos de prostituta; tenemos un solo padre: Dios» (Jn 8, 39.41).

La referencia que hacen los interlocutores de Jesús a Dios como Padre, más allá de

Abraham, le da al Señor la oportunidad de explicar una vez más con claridad su origen, en el que de hecho se consuma plenamente el misterio de Israel, al que los judíos mismos habían aludido sobrepasando su descendencia de Abraham y poniendo su

origen en Dios mismo.

Como nos enseña Jesús, Abraham no sólo remite, por encima de él mismo, a Dios Padre; sino sobre todo hacia el futuro, a Jesús, al Hijo: «Abraham, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día: lo vio y se llenó de alegría» (Jn 8, 56). A la

objeción de los judíos de que Jesús no podía haber visto a Abraham, les responde del siguiente modo: «Os aseguro que antes de que naciera Abraham, Yo soy» (Jn 8,58).

«Yo soy»: otra vez aparece misteriosamente realzado el simple «Yo soy», pero ahora definido en contraste con el «era» de Abraham. Ante el mundo del llegar y del pasar, del surgir y del perecer, se contrapone el «Yo soy» de Jesús. La pretensión de Jesús de un

modo de ser absolutamente único, que supera todas las categorías humanas.

b) Otros títulos de Jesús en Jn

Rabino o Maestro

Kurios

Profeta

Rey de los Judíos

Esposo

Mesías o Cristo

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Hijo del Hombre

Hijo de Dios, Hijo unigénito

Dios

El Verbo

Mayor que Jacob (1.51, 4.12) y Abraham (8.53, 58) y Moisés (1.17, 3.14, cap. 6)

c) Durante la pasión, Jesús es el soberano

Muere voluntariamente, nadie le quita la vida (cap. 10)

No es Jesús quien va a ser juzgado, sino el mundo y su príncipe (12.31)

Se identifica como “Yo Soy” y los soldados caen postrados como si estuvieran adorándolo (18.6)

Su cruz es su exaltación / glorificación (3.14-15, 8.28, 12.32, 16.33)

Es su hora (2.4, 7.30, 8.20, 12.23, 12.27, 13.1, 17.1, 19.25-27)

Juan omite Getsemaní, la oscuridad, los llantos, los insultos

Jesús es el juez de Pilato (18.37, 19.11)

El cumplimiento de las Escrituras (8 o 9 citas)

d) Acusaciones contra Jesús en Juan

Viola el día de reposo (5.8ff, 9.1)

Un mero hombre (10.33)

Engaña al pueblo (7.12, 47)

Testifica acerca de si mismo (8.13)

Es Samaritano (8.48)

Tiene un demonio (7.20, 8.48, 8.52, 10.20)

Es pecador (9.24)

Es blasfemador (10.33-34, 5.18)

2.1. YO SOY EL PAN DE VIDA, 6,35.51-58

Algunos comen para vivir y otros viven para comer, cayendo en un círculo sin

proyección, en una monotonía y en el eterno retorno. Jesús enseña a sus discípulos que se puede romper ese círculo cuando se toma la decisión por alimentarse bien y tener

metas muy altas. Vamos a leer el Evangelio de Juan 6,51-58: En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.

Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.» Disputaban los judíos entre sí:

«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo:

«Os aseguro

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que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre,

no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre

tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida

y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre

habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre;

del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo:

no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»

a) Alimentarse de Jesucristo

Jesús se presenta ante los discípulos y ante los adversarios judíos como “el pan vivo que ha bajado del cielo”, para señalar que proviene de Dios Padre (Jn 6,51.58). Dios

alimenta a su pueblo con alguien que es mucho mejor que el maná del desierto, que es su Hijo Jesucristo, quien se presenta como “verdadera comida y verdadera bebida” (Jn

6,55). El Padre alimenta a sus hijos con lo mejor que tiene: su hijo Jesucristo, que se entrega

en la cruz por amor y, desde allí se convierte en un nutriente más allá de lo físico, en un área que conduce al ser humano a trascender más allá de ésta vida.

b) Consecuencias de alimentarse bien

Alimentarse de Jesucristo conduce a vivir eternamente, a permanecer con Él y a resucitar “en el último día” (Jn 6,51.54.56). De manera que, la Eucaristía con que nos

alimenta el Padre, nos conduce a tener una mirada más allá de lo material o inmanente, porque la vida no se ve anulada por la muerte y, por tanto, no tiene límites.

Es maravilloso descubrir que después de la vida hay una plenitud sorprendente para estar en comunión eterna con Dios. Las proyecciones de los hijos de Dios pueden ser

tan grandes que conducen a vivir la responsabilidad con la historia de la familia, de la Iglesia y de la sociedad.

Con Jesucristo, impulsando desde dentro, no hay límites para los hijos de Dios, pues somos capaces de avanzar a nuevas metas de evangelización, asumir compromisos de

construcción de una sociedad justa y a alcanzar metas familiares y eclesiales sorprendentes.

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c) Conclusiones

En el v.58, Jesús saca la síntesis de su enseñanza: “Éste es el pan que ha bajado del

cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre”. Don del Padre, que

conduce a la vida, ese es Jesucristo Eucaristía.

La fuerza que ofrece Jesucristo a quienes se alimentan de la Eucaristía es tan fuerte y tan dinámica, que no la detiene la muerte, porque tiene la meta más allá de la vida: la

resurrección y la comunión eterna, para construir un nuevo tipo de sociedad.

2.2. YO SOY LA LUZ DEL MUNDO, 8,12

Existen personas que ven con claridad y por eso aprovechan las oportunidades para crecer y avanzar. También existen otros que parecen ciegos, que no pueden ver la

oportunidad de conocer a Jesús, relacionarse con Él y construir una vida mucho mejor que la actual. Jesús se presenta como luz del mundo en circunstancias de oscuridad. Empecemos leyendo Jn 8,12 y su contexto próximo.

Jesús les habló otra vez diciendo:

«Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»

a) Ambiente de oscuridad

El atardecer o anochecer está mostrando la dialéctica de luz/oscuridad o día/noche, típicas expresiones en el Evangelio de Juan.5 La luz-día es símbolo de Dios y de su

actividad a través de Jesús (cfr. 1,4; 8,12). Las tinieblas-noche representan todo lo que se opone a los valores propuestos por Dios (cfr. 1,5; 3,19; 9,4; 13,30). Los hombres son

libres de buscar la luz (que se identifica con Dios, 1,5; y con Jesucristo, 8,12) o de rechazarla para vivir en la oscuridad (1,5; 3,19-20). “El hombre que se decide por Dios está ya decididamente en camino hacia la salvación escatológica (8,12; 12,46), mientras

que el hombre que prefiere las tinieblas tiene una existencia orientada ya hacia la perdición.”6 De manera que las tinieblas/oscuridad se encuentran reprobadas por Dios y

quien se obstina en permanecer voluntariamente en ella, se encuentra, por tanto, lejos de la voluntad divina.

5 Cf. Mateos, J., y Barreto, J. El Evangelio de Juan. Análisis lingüístico y comentario exegético. 2ª ed. (Madrid: Ed. Cristiandad, 1992), 60. 6 Mateos, El Evangelio de Juan, 61.

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La gente que escucha a Jesús se sorprende, pero no sabe quién es Él, unos opinan que es “el profeta” (7,40), otros que es “el Cristo” (7,41), la reflexiones sobre la ley y las

tradiciones hace que no establezcan un encuentro personal con Jesús y esto origina discusiones opuestas y apasionadas (7,42-44).

Los sacerdotes y fariseos tienen la oscuridad que les da mantener su poder y ver a Jesús como una amenaza, por eso buscan ponerlo preso y condenarlo a muerte (7,45-

52), pero terminan dividiéndose entre ellos. La confusión de la oscuridad conduce a la división.

Por eso, cuando los fariseos se encuentran con Jesús no van en actitud de escucha sino de ataque, como vemos en 8,13: “Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale”.

A los adversarios de Jesús les preocupa su origen y su respaldo, pues su manera de hablar es luz para todos los judíos y para todo el mundo. Educar conduce a vivir en la

luz, aunque algunos no educan para poder manipular, es como mantener en la ceguera espiritual.

El rechazo a Jesús, el pecado, la oscuridad, se convierten en categorías opuestas al plan de Jesús y al Reinado de Dios, por eso el Maestro quiere conducir a la verdadera

luz de vida.

b) Jesús es la luz

Jesús se presenta como “la luz del mundo”, una luz que conduce a tener vida plena y

eterna. La expresión se vuelve a repetir en 9,5, en función de trabajar en la luz, mientras es de día. Después viene la sanación del ciego de nacimiento para mostrar gráficamente que Jesús da una luz, más allá de lo físico, para conocer su verdadera identidad y

quedarse con Él para mantenerse vivo.

La luz consiste, entonces, en conocer a Jesús y a su Padre quien lo respalda en todas sus acciones y da testimonio de Él (8,14-18). El origen de Jesús es el Padre y el destino final es el mismo. Por tanto, vivir en comunión con Jesús nos conduce al Padre y a vivir

en la luz de la vida. Toda la discusión que Jesús tiene con los fariseos en el capítulo 8 muestra la lucha entre la luz de Jesús y su verdadero origen y la oscuridad de los

adversarios por desestimar las palabras y acciones del joven Maestro. Al final, ante la revelación total de Jesús (8,58) la decisión de los judíos opositores es matarlo por lapidación, pero Jesús sale del Templo y cambia de estrategia para mostrar su luz, esto

se ve en el capítulo 9.

c) Conocer a Jesús para ver con claridad

Cuando una persona no se conoce a sí misma, vive como ciega, no percibe la realidad

con claridad, decide por apariencias y se deja llevar por las opiniones ajenas, alejándose de la autodeterminación. Ante una situación así, la persona es como una hoja que lleva

el viento, sólo aspira a lo inmediato y, al recibir tantas heridas y rechazos, se le baja la autoestima, genera altos niveles de desconfianza y puede responder con violencia.

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En una ocasión, Jesús sana a un ciego de nacimiento (narrado en el evangelio de Juan, capítulo 9), donde se puede apreciar que la sanación más importante es la interior, pues

quien era ciego empieza un proceso de captación de sí mismo y del hombre que lo sanó. El proceso es inductivo, pues pasa de lo pequeño a lo grande.

Recibir una nueva visión

Jesús ve a un ciego de nacimiento y decide sanarlo, no de manera inmediata, sino con un proceso terapéutico: "escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro

los ojos del ciego", después le ordenó que fuera a lavarse a la piscina de Siloé (Jn 9,6-7). Jesús realiza una parte de la actividad, pero la otra, muy importante, debe realizarla el hombre con discapacidad visual, quien cumple lo ordenado y regresó viendo

físicamente.

Es necesario aprender a ver las oportunidades que ofrece la vida, en ocasiones las personas se portan ciegamente, por las situaciones que viven, sin embargo, las mismas excusas pueden servir de razones para empezar a ver.

Es necesario recibir una nueva visión, aceptarla con

la confianza de avanzar hacia un estilo de vida nuevo, mejor y donde de alcanzan metas para cumplir sueños. Para ello es necesario tener una

mentalidad abierta a recibir nuevas propuestas, con fundamentos en valores y proyecciones en

principios, que conducen a sacar lo mejor de cada uno y a construir familias integralmente sanas.

Te voy comprendiendo, Jesús

Una vez que el hombre recibe la sanación física viene un proceso de comprensión de quién es Jesús, que se proyectará en una construcción de la verdadera imagen de sí

mismo. El hombre sanado no ve a Jesús al comienzo, solamente hasta el final, sin embargo, va descubriendo la identidad de Jesús para construir su propia identidad.

Los interrogatorios que hacen al hombre le sirven para avanzar, porque cuando la gente le pregunta quién lo sanó la respuesta es: "ese hombre que se llama Jesús" (Jn 9,11) (1). Cuando los fariseos le piden que hable de ese hombre, el curado responde: "es un

profeta" (Jn 9,17) (2), de manera que la comprensión de Jesús está creciendo. Las preguntas al hombre nuevo son insistentes, así que ahora afirma que Jesús es un

Maestro y que si quieren "hacerse discípulos suyos" (Jn 9,27) (3). Hasta llegar a afirmar que es enviado por Dios, pues "Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada" (Jn 9,33) (4). Al final de la escena se encuentra con Jesús, a quien va a confesar como

"Señor" (Jn 9,36.38) (5).

El proceso fue creciente, la experiencia de Jesús fue avanzando en la vida del hombre que había sido ciego, conduciendo una toma de conciencia progresiva, asumiendo un estilo existencial superior.

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En la medida en que las personas crecen integralmente, avanzan empresarialmente,

mejorar en la vida familiar y logran metas sorprendentes. Al mismo tiempo, se convierten en modelos a seguir y guías de muchos.

Tu puedes pasar de ciego a vidente, para avanzar en la vida y ser mejor persona. Únete a Jesucristo, ten un encuentro creciente con Él y avanza hasta llegar mucho más lejos

de lo que piensas.

Determinación para avanzar en la vida

Cuando el hombre está seguro de sí mismo y de lo que hace, toma el control de su vida,

asume la responsabilidad de lo que realiza y avanza con seguridad en medio de las situaciones cruciales. A las personas que tienen buena autoestima, tienen una visión

clara de lo que quieren de la vida y superan los miedos a las opiniones ajenas, se convierten en personas atractivas, que se conectan con facilidad con las personas y ayudan a otros a que vean buenas oportunidades.

Eres el dueño de tu vida, cuenta con Jesucristo para avanzar en tus empresas, llega

hasta donde tu imaginación te lo permita. No te detengas, avanza en medio de los cuestionamientos, camina en medio de las crisis y llega al final, cuando otros se quedaron por el camino. Estás hecho para grandes hazañas. ¿Qué crees que te falta?

2.3. YO SOY LA PUERTA, 10,1-10

Jesús propone7 a un grupo de fariseos un relato metafórico en el que critica con dureza

a los dirigentes religiosos de Israel. La escena está tomada de la vida pastoril. El rebaño está recogido dentro de un aprisco, rodeado por un vallado o pequeño muro, mientras un

guarda vigila el acceso. Jesús centra precisamente su atención en esa «puerta» que permite llegar hasta las ovejas.

1 En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas,

sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; 2 pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.

7 Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad les digo: yo soy la puerta de las ovejas.

8 Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. 9 Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto.

7 Tomado de https://www.gruposdejesus.com/4-pascua-a-juan-101-10/

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10 El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir.

Yo he venido para que tengan vida

y la tengan en abundancia.

a) Comentario general

La imagen de la puerta8 había aparecido antes en Jn 10,1-2, allí era el lugar de entrada

correcto para acceder al redil. Ahora se da un paso adelante: Jesús es esta puerta. Un antecedente bíblico puede ser el Salmo 118, el cual quizás fue interpretado como

profecía mesiánica –siempre bajo la luz de la Pascua- en el cristianismo de los orígenes, particularmente el v.20: “Aquí está la puerta de Yahveh, por ella entran los justos”.

Esto quiere decir que solamente a través de Jesús se puede tener el acceso adecuado a las ovejas y que por medio de él las ovejas pueden salir hacia los espacios amplios de la

vida representados en las verdes praderas, como se describe en Jn 10,9. Los que vinieron antes de Jesús son calificados de “ladrones y salteadores”. Los que

antes de Jesús han conducido al pueblo de Dios, específicamente estos dirigentes que tiene ante sus ojos y que lo rechazan a Él así como a quienes comienzan a aceptar su

revelación (por ejemplo, el ciego de nacimiento), ya no son reconocidos como sus dirigentes: “las ovejas no les escucharon”. Y puesto que no han entrado por la puerta, no tienen ningún derecho sobre las ovejas.

Detrás del calificativo de “ladrones y salteadores” se dejan sentir la gravedad de la

irresponsabilidad del líder religioso frente a su comunidad, como dice D. Moloney, se han convertido en “proveedores de una esperanza mesiánica para su propio beneficio”. Pero las ovejas ya han comenzado a no prestarles atención (ver Jn 9,24-33) y a seguir a

Jesús (ver Jn 9,38).

¿Qué está sucediendo ahora con Jesús? El v.9 retoma el v.7 para explicarlo: Jesús es el mediador (= “por medio de mi”, v.9b; es el sentido de una puerta) que va a proveer a las ovejas con todo lo que necesitan para vivir y con quien el redil se encuentra protegido y

seguro. Es decir, que quien “entra” se salva por medio de él y quien “sale” encuentra un ámbito de vida.

Jesús es la mediación de la vida. Y todo esto gracias a la voz que es escuchada y seguida: “Todo se hizo por medio de ella (la Palabra) … En ella (la Palabra) estaba la

vida / y la vida era la luz de los hombres… La gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo” (Jn 1,3.4.17).

El “entrar” y “salir” connota también la libertad de la que se habló en la parábola, en Jn 10,3b-4 (verbo “sacar”). La puerta permanece grande y abierta, las ovejas van y vienen,

no son aprisionadas, sino que se las hace salir y son siempre conducidas por aquel a quien escuchan. Entre libertad y vida se establece una estrecha relación.

8 Tomado de http://www.homiletica.org/fidelonoro/fidelonoro0115.pdf

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Y el don de Dios se da con toda magnanimidad. Valga recordar que la imagen del “encontrará pastos” (v.9d) parece retomar la promesa de Dios en Ezequiel 34,14 que se

había convertido en anhelo del Pueblo de Dios: “Las apacentará en buenos pastos, y su majada estará en los montes de la excelsa Israel. Allí reposarán en buena majada; y

pacerán pingües pastos por los montes de Israel”. Es al servicio de esto que debían ponerse todos los pastores de Israel. Y es aquí donde

la manera de realizar la misión en función del pueblo se pone en cuestión.

b) Dos maneras de entrar al redil

Hay dos maneras de entrar en el redil. Todo depende de lo que uno pretenda hacer con

el rebaño. Si alguien se acerca al redil y «no entra por la puerta», sino que salta «por otra parte», es evidente que no es el pastor. No viene a cuidar a su rebaño. Es «un

extraño» que viene a «robar, matar y hacer daño». La actuación del verdadero pastor es muy diferente. Cuando se acerca al redil, «entra

por la puerta», va llamando a las ovejas por su nombre y ellas atienden su voz. Las saca fuera y, cuando las ha reunido a todas, se pone a la cabeza y va caminando delante de

ellas hacia los pastos donde se podrán alimentar. Las ovejas lo siguen porque reconocen su voz.

c) Función de la puerta

¿Qué secreto se encierra en esa «puerta» que legitima a los verdaderos pastores que pasan

por ella y desenmascara a los extraños que entran «por otra

parte», no para cuidar del rebaño, sino para hacerle daño? Los fariseos no entienden de qué

les está hablando aquel Maestro.

Entonces Jesús les da la clave del relato: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas». Quienes entran por el camino abierto por Jesús y le siguen viviendo su evangelio son verdaderos pastores: sabrán alimentar a la comunidad cristiana. Quienes

entran en el redil dejando de lado a Jesús e ignorando su causa son pastores extraños: harán daño al pueblo cristiano.

El discurso metafórico9 de la «puerta» en el actual texto joánico no es inequívoco, como lo demuestran las diferentes interpretaciones de los v. 8 y 9. En el primer caso es

evidente que se piensa en el acceso a las ovejas; mientras que en el caso segundo se trata de la entrada y salida de las mismas ovejas. Como ambas interpretaciones de la

imagen de la puerta difieren por el hecho de que parten de una diferente concepción de

9 Tomado de https://mercaba.org/FICHAS/BIBLIA/Jn-Ev/JUAN_10.htm

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la realidad, lo mejor será renunciar a cualquier violencia del texto para reconstruir un sentido unitario y congruente.

El discurso metafórico empieza con la afirmación de Jesús, introducida, a su vez en el

original por la doble solemne aseveración «amen, amen»: «Yo soy la puerta de las ovejas.» Ese genitivo «de las ovejas» puede significar: la puerta por la que las ovejas salen y entran, como se entiende en el v. 9; o también: la puerta por la que alguien tiene

acceso a las ovejas. Esta última interpretación es la que está desarrollada en la imagen del pastor.

La metáfora «la puerta» tiene diversos antecedentes. La elección de la puerta como símbolo del portador de la salvación podría relacionarse con la exposición mesiánica del

Sal 118 (117), cuyo v. 20 dice: "Esta es la puerta para el Señor... sólo los justos pueden entrar por ella", ya que ese salmo fue objeto en otros pasajes de interpretaciones

mesiánicas. Así, se dice por ejemplo en las Actas de Juan: «Alabamos tu acceso a la puerta. Alabamos tu resurrección, que nos ha otorgado. Alabamos tu camino». O también: «Nada hallé cerrado para mí, pues yo me convertí en la puerta para todo».

«Sácanos de las ligaduras de las tinieblas, ábrenos la puerta, por la que lleguemos hasta ti» (OdSal 42,165).

Hay que mencionar asimismo el Apocalipsis de Juan: «Después miré, y he aquí que había abierta una puerta en el cielo, y la voz primera, que yo había escuchado como una

trompeta, habló conmigo y dijo: Levántate, ven y te mostraré lo que ha de suceder» (Apc 4,1).

«Puerta» puede significar, pues, el acceso al mundo celeste. Según esta representación, el mundo terreno y el celeste son dos campos diferentes e incomunicados entre sí,

aunque la puerta puede hacer posible la comunicación entre ellos. Desde este punto de vista, el aserto «Yo soy la puerta» puede interpretarse: En mi propia persona yo soy la

conexión entre el reino humano, terreno, y el reino divino. Pero puede también significar: Yo soy el acceso a la salvación, a la vida eterna. Ambos significados no tienen por qué excluirse. En nuestro pasaje es evidente que el acento principal recae sobre la

significación segunda. La afirmación: «Yo soy la puerta», quiere decir que Jesús en persona es el paso a la salvación, y de hecho el único acceso, toda vez que él es el

acceso a Dios.

d) Los que no entran por la puerta

El v. 8 nada tiene que ver en apariencia con este sentido, sino que se relaciona más bien

con el motivo del pastor, cuando dice: «Todos los que vinieron antes de mí, ladrones y salteadores son; pero las ovejas no los escucharon.» Aquí no hemos de pensar ciertamente en los tipos que pretendieron jugar el papel de «puerta», sino en quienes

intentaron más bien conseguir alguna forma de dominio sobre las ovejas. Mas, dado el puro lenguaje metafórico, no se puede precisar con seguridad quiénes fueron en

concreto los «ladrones y salteadores» que llegaron antes que Jesús. Aunque está claro que no se debe pensar en dirigentes veterotestamentarios, como Moisés y los profetas. Parece mucho más verosímil pensar en gentes que pretendieron hacerse pasar por

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mesías antes, al tiempo y después de Jesús, y que alardeaban de ser portadores de la salvación. «Ladrones» o «bandidos» (lestes) era la designación oficial romana para

calificar a los dirigentes y miembros del movimiento libertario zelota, que defendía un mesianismo político. «Las ovejas» no los siguieron es una aseveración formulada desde

el lado cristiano, ya que en el bando judío contaron con numerosos seguidores. Se trata, pues, en el v. 8 de combatir categóricamente cualquier pretensión de dominio sobre «las ovejas», y de legitimar como la única válida la pretensión de Jesús sobre las mismas.

Sólo él es el verdadero portador de la salud. En el v. 9 cambia la imagen ligeramente. Aquí está claro que la puerta es Jesús; es decir, el único acceso a la salvación. Quien

entra por esa puerta alcanza la salvación y se salva. Entrará, saldrá y encontrará pastos. La última expresión volvería a introducir la imagen del pastor, cf. Sal 23,1-3:

Yahveh es mi pastor: nada me falta. Sobre los frescos pastos

me lleva a descansar, y a las aguas tranquilas me conduce. Él restaura mi aliento...

La imagen de «encontrar pastos» significa la vida buena y feliz. El v. 10 vuelve a

contraponer la imagen del «ladrón», que hace el papel de antagonista. En efecto, roba, mata y hace estragos en las ovejas, siendo así el anti-tipo exacto del donador de vida; más bien es el seductor y corruptor. También aquí se puede pensar en dirigentes y

agitadores pseudo-mesiánicos, así como en el trágico desenlace de la guerra judía, que acabó con la destrucción de Jerusalén y del templo. Jesús, por el contrario, ha venido a

traer la vida escatológica: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan exuberante» (cf. 1,16). Esta afirmación designa a Jesús como el salvador sin más, único que otorga la verdadera vida.

e) Reflexión del Papa Francisco

La imagen de la puerta se repite varias veces en el Evangelio y se refiere a la de la casa, del hogar doméstico, donde encontramos seguridad, amor, calor. Jesús nos dice que

existe una puerta que nos hace entrar en la familia de Dios, en el calor de la casa de Dios, de la comunión con Él. Esta puerta es Jesús mismo. Él es la puerta. Él es el paso

hacia la salvación. Él conduce al Padre. Y la puerta, que es Jesús, nunca está cerrada, esta puerta nunca está cerrada, está abierta siempre y a todos, sin distinción, sin exclusiones, sin privilegios. Porque, sabéis, Jesús no excluye a nadie.

Tal vez alguno de vosotros podrá decirme: “Pero, Padre, seguramente yo estoy excluido,

porque soy un gran pecador: he hecho cosas malas, he hecho muchas de estas cosas en la vida”. ¡No, no estás excluido! Precisamente por esto eres el preferido, porque Jesús prefiere al pecador, siempre, para perdonarle, para amarle. Jesús te está

esperando para abrazarte, para perdonarte.

No tengas miedo: Él te espera. Anímate, ten valor para entrar por su puerta. Todos están invitados a cruzar esta puerta, a atravesar la puerta de la fe, a entrar en su vida, y a

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hacerle entrar en nuestra vida, para que Él la transforme, la renueve, le done alegría plena y duradera. (S.S. Francisco, 25 de agosto de 2013).

2.4. YO SOY EL BUEN PASTOR, 10,11-18

Todas las personas que desean avanzar en la vida y alcanzar metas, deben tener un

pastor, o mentor, o acompañante, es decir, alguien que guíe por el camino donde se viven diversas experiencias. Vamos a leer el Evangelio de Juan 10,11-18, donde Jesús

se presenta como “el buen Pastor”.

En aquel tiempo dijo Jesús:

«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo,

abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual

que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las

tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente.

Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

a) Descuidos del asalariado

El asalariado es el empleado quien, por no ser dueño del rebaño y no tener sentido de

pertenencia, comete los siguientes descuidos: Abandona a las ovejas y huye cuando viene el lobo, porque valora más su vida

que a las ovejas, ve los riesgos y los peligros así que busca alejarse. Busca culpables ante los fracasos y permite de otros se aprovechen de las ovejas que tiene a cargo.

Ve desde lejos que “el lobo hace estragos y dispersa” a las ovejas. El asalariado cuida su zona de confort y desde allí observa los estragos que otros hacen en el

rebaño. Los empleados, en general, no cuidan la empresa porque no es suya, descuidan sus elementos de trabajo y los tratan descuidadamente, para buscar culpables cuando hay

accidentes, y tienen la seguridad de su sueldo mensual que recibe, aunque su trabajo no haya sido de calidad. No le importa la empresa, ni sus compañeros de trabajo, porque

no son suyos y no ha desarrollado un sentido de pertenencia ni de compromiso.

b) El pastor es bueno en todo lo que realiza

Jesús se presenta como “el Pastor”, con una cualidad valorativa: “el bueno”, porque no es cualquier pastor, es el mejor, debido a que cumple con las siguientes características:

“Da la vida por las ovejas”. Aparece cuatro veces que el pastor da la vida por sus ovejas y puede recuperar esa vida. Jesús está dispuesto a realizar todo lo que

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sea para sus ovejas tengan el bienestar necesario y caminen a su realización personal.

“Conoce a las” ovejas. Jesús conoce a sus ovejas, un hecho que aparece dos veces, para insistir en las relaciones íntimas entre el pastor y todos nosotros.

Tiene ovejas “en otro redil”. Jesús no está limitado por un rebaño, sino que tiene otros rebaños que un día formarán la unidad con el Padre. Jesús siempre está buscando la unidad de todas sus ovejas en un solo rebaño.

Es el único pastor. Para tener unidad de criterios y unidad con las otras ovejas se requiere un único pastor. Jesús es el criterio de unidad entre el rebaño y con el

Padre.

c) Las ovejas se dejan acompañar

En la alegoría es estamos leyendo, encontramos unas actividades de las ovejas que muestran coherencia con la acción del pastor:

Reconoce a su pastor y no sigue al asalariado. Conocer a Jesús y seguir sus directrices hace que se distingan los asalariados y los lobos. Darse cuenta que tener un solo pastor conducirá a fortalecer los criterios de acción, sin cambiar

inestablemente, sino tendiendo una sola directriz. Eso facilita llegar a las metas señaladas.

Escucha la voz de su pastor. Las ovejas reconocen la voz de Jesús, saben qué enseña y cómo dirige, de manera que la unidad será más

fácil de lograr las metas según los pasos establecidos.

Es obediente a su pastor. Así como Jesús es obediente al Padre, nos pide el pastor que

seamos obedientes a su Palabra, seguir su mensaje y

entregar libremente la vida para recobrarla mejorada.

d) Conclusiones La relación entre oveja y pastor es

intima, se desarrolla en el dinamismo de la entrega de la vida, donde se manifiesta la guía y la obediencia.

Es necesario pensar que el Padre dirige todo para llegar a tener la unidad

en el rebaño, esto requiere la entrega de la vida y la obediencia a su Palabra. Al final, las metas se alcanzan: unidad,

vida plena y libertad y disposición para seguir avanzando en la vida.

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2.5. YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA, 11,25-26

En el contexto de la muerte de Lázaro y su posterior resurrección, se encuentra la afirmación de Jesús, en el dialogo con Marta, para dar esperanza en medio del fracaso

de la muerte. Vamos a leer Jn 11,25-26 y después todos los elementos que aparecen en Jn 11.

25 Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección y la vida.

El que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.

¿Crees esto?»

a) Señales de vida en medio de la muerte, vv.1-16

Desde el comienzo del capítulo se describe la situación de Lázaro, que está enfermo,

vive en Betania con sus hermanas María y Marta (v.1): estaba enfermo, afirmación que se repite 4 veces en los v.v.1-3.6.

Ante la situación de enfermedad aparece la primera señal de vida en las palabras de Jesús: “Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de

Dios sea glorificado por ella” (v.4). Tal es la confianza de Jesús que se queda dos días más en la fiesta de la Dedicación del Templo en Jerusalén (10,22).

La segunda señal de vida se muestra en las palabras de Jesús a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle” (v.11). Los discípulos de Jesús

entienden en sentido físico la condición de sueño, pero Jesús está hablando de la muerte de Jesús y lo dice abiertamente: “Lázaro ha muerto” (v.14), y luego señala la

razón de emprender el camino hacia Betania: “me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean” (v.15).

La tercera señal de vida la realiza Tomás al señalar si es para para ver la gloria de Dios y ser despertado por Jesús es mejor que: “Vayamos también nosotros a morir con él”

(v.16). Esa actitud es la que deben asumir todos los discípulos de Jesús. En medio de la enfermedad y de la muerte es necesario reconocer las señales de vida

que propone Jesús: (1) lo gloria es para Dios; (2) no es muerte definitiva sino dormir para levantarse por el poder de Dios; (3) se fortalece la fe y la confianza en Jesús y en

su poder sobre la muerte; (4) la muerte se convierte en un paso para vivir con el Padre.

b) Palabras de consuelo en medio de la desolación, vv.17-37

Lázaro ha muerto y “llevaba ya cuatro días en el sepulcro” (v.17). Parece que Jesús

llega tarde, como lo señalan los judíos que estaban allí: “Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?” (v.37). La situación es de desesperanza, tristeza profunda, conjeturas y frustraciones:

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Marta, María, los judíos y Jesús, lloran por la muerte de Lázaro (vv.19.31.33.35).

Marta y María culpan a Jesús por la muerte de Lázaro (vv.21.32).

Las conjeturas por las frustraciones de los judíos (vv.36-37).

En medio de esas circunstancias de muerte está el consuelo de Jesús desde su identidad y misión, en el centro del relato (vv.23-27).

Jesús revela su identidad y su misión con las siguientes palabras: “Tu hermano resucitará” (v.23); “Yo soy la resurrección y la vida” (v25); “todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (26). En Jesús está la vida y él mismo es la vida, porque

la muerte no tiene la última palabra. La respuesta definitiva es la vida.

Asumir la vida plena y eterna requiere dos elementos: (1) creer en Jesús, que

está resaltado en tres ocasiones (vv.25-27), y (2) confesar que Jesús es “el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo” (v.27), es una triple confesión

como triple es el creer. La revelación de Jesús con la expresión: “Yo soy la resurrección y la vida”, está en la

misma sintonía del Dios de la vida, el que se hace presente en medio del pueblo para conducirlo a la vida, como que resuena Ez 37, delante del valle de huesos secos, donde

Yhavéh anuncia que sacará del sepulcro a su pueblo.

c) Palabras de resurrección, vv.38-44

Jesús tiene palabras de vida que propone con autoridad y que supone eliminar todo lo

que bloque la vida plena y eterna:

Las palabras de Jesús a todos los presentes: “Quiten la piedra” (v.39) y toda forma de muerte, aunque exista oposición de Marta con justificaciones. Es

necesario quitar todo lo que mantiene un sistema de muerte y ausencia de Dios.

La oración de Jesús al Padre (vv.41-42), donde se resalta lo señalado en el v.4:

que brille la gloria de Dios porque da vida y rescata personas, al mismo tiempo que producir la fe en

los que observan el poder divino sobre la muerte.

Las palabras de Jesús a Marta (v.40) para recordar lo

fundamental: ver “la gloria de Dios”.

Las palabras de Jesús al muerto:

“¡Lázaro, sal fuera!” (v.43), son de autoridad, de vida, de vida y de

nuevo comienzo. Hablar a un muerto… como Ezequiel habla al valle de muchísimos muertos (Ez

37), porque se muestra que Dios es Señor de la Vida y dueño de la

misma. Dios no busca la muerte del ser humano.

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De nuevo, las palabras de Jesús a todos los presentes para dejar en libertad al que está vivo: “Desátenlo y déjenlo andar” (44). Es necesario quitar esos

elementos que pueden mantener esclavitud y muerte para empezar el camino de vida, aceptación y libertad.

d) Conclusiones

Al final se observan unas acciones que pueden sorprender por su diversidad. Veamos:

El v. 45 nos cuenta la reacción que esperamos: “Muchos de los judíos que habían

venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él”. Ante la experiencia de ver la resurrección de Lázaro, que es conocido en el pueblo, lo

más esperado es que todo el pueblo se convierta a Jesús y se vuelvan sus discípulos.

El v.46 nos dice que “algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo

que había hecho Jesús”. En el sentido de optar por el judaísmo tradicional y ortodoxo, que busca matar a Jesús. Así que estos testigos de la resurrección se

portan como soplones que se hacen del lado de lo que parece que les conviene más.

Los sumos sacerdotes (saduceos) y los fariseos se unen para planear la muerte

de Jesús (vv.47-53). Realizan un juicio con reo ausente y determinan que lo mejor para la nación es la muerte de Jesús porque “realiza muchas señales” (v.47) y

atrae a muchos hacia Él, por eso “decidieron darle muerte” (v.53). La resurrección de Lázaro se convierte en la causa de la muerte de Jesús.

Debido a que “los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que,

si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle” (v.57), Jesús “no andaba ya en público” (v.54). De manera que, Jesús cambia de estrategia:

predica en lugares despoblados, se aleja de las autoridades judías, espera hasta el último momento para ir a la fiesta de la pascua y, sin embargo, la gente lo

busca y “muchos judíos se les iban y creían en Jesús” (12,11).

Existe una conclusión adicional: “Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro” (12,10). No sabemos si mataron a Lázaro, sin embargo, nos

muestra que él tuvo una reanimación de cadáver y no una resurrección definitiva como la de Jesús.

2.6. YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, 14,6

Comenzamos una nueva etapa en nuestro itinerario bíblico, la última, nuestro caminar

pascual con Cristo resucitado. Leemos una de las secciones más bellas del evangelio de Juan: el “discurso de despedida de Jesús” que se encuentra en los capítulos 14 al 17 de este evangelio.10

Del rostro del pastor enamorado pasamos ahora a la descripción de vida de su amor por

los suyos y a la exposición amplia de la manera como teje una profunda relación.

10 Elaborado por Fidel Oñoro, cjm. Tomado de http://www.homiletica.org/PDF16/aahomiletica034509.html

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Estamos ante un discurso de Jesús extenso pero profundo y emocionante. Vamos a leer Jn 14,1-7:

1 «No se turbe su corazón.

Creen en Dios: crean también en mí. 2 En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, se lo habría dicho;

porque voy a prepararles un lugar. 3 Y cuando haya ido

y les haya preparado un lugar, volveré y los tomaré conmigo, para que donde esté yo estén también ustedes. 4 Y adonde yo voy saben el camino.» 5 Le dice Tomás:

«Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» 6 Le dice Jesús:

«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. 7 Si me conocen a mí, conocerán también a mi Padre;

desde ahora lo conocen y lo han visto.»

a) El contexto

Para entender mejor el texto

reconstruyamos brevemente la situación. Jesús les ha anunciado a sus discípulos que se irá y que la comunión de vida, la

convivencia, la amistad sostenida durante tres años entre ellos llega a su fin con la

muerte en la cruz, ya no lo verán, y perdonen la redundancia, visiblemente.

La nostalgia surge entonces como un sentimiento cruel que aprieta la garganta.

La primera reacción de los discípulos deja entrever que, según ellos, el seguimiento estrecho del Maestro, la amistad sabrosa con Él, no habría sido más que algo pasajero que queda para el recuerdo una vez que la muerte se interpone en medio del amor y

separa para siempre a los que se han amado intensamente.

Por eso a la hora de la despedida, en medio las lágrimas, tratando de aprovechar con intensidad los últimos instantes que les quedan juntos, las palabras de la despedida se van convirtiendo poco a poco en palabras de consolación.

Jesús les explica a sus amigos que no se separa de ellos para siempre, sino que su

separación marca un giro importante en la vida del discipulado. No se trata del fin sino de un giro importante y decisivo en la manera de seguir a Jesús. Dicho giro tiene como

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finalidad la creación de lazos de amor todavía más fuertes, profundos e indestructibles que los anteriores.

b) Confiar en el Maestro

Jesús comienza con palabras fuertes: “No se turbe su corazón. Creen en Dios, crean también en mi” (14,1).

“No se turbe su corazón” (14,1a). El término “turbación” es elocuente. Para entenderlo

remitámonos al pasaje de la muerte y resurrección de Lázaro, donde dice que delante de la tumba de su amigo querido, Jesús “se conmovió interiormente, se turbó” (11,33) y enseguida se puso a llorar (11,35). Esta turbación es la sensación previa a las lágrimas,

es una conmoción profunda, por eso dice “del corazón”. Es la sensación de uno a quien todo se le vuelve oscuro: la pérdida de todas las seguridades. Es una sensación

desagradable. Por eso tememos tanto la partida de los seres que amamos. Una mística lo expresaba de una manera bellísima con relación a Dios: “Que yo sin ti me

quedo, que tú sin mi te vas”. Seguir viviendo sin el amado es como morir.

Frente a ese sentirse sin apoyo Jesús les ofrece un piso de confianza: “creen en Dios, crean también en mi” (14,1b).

Jesús no será visto más físicamente, por eso da una pista importante: así como Dios no es visible a los ojos mortales, tampoco Él lo será. En otras palabras, así como uno cree

en Dios a quien no ve, Dios es invisible, así también hay que creer en él en cuanto Señor resucitado. Jesús y el Padre están al mismo nivel.

El primer paso a dar, entonces, es de la fe como actitud fundamental con la cual los discípulos deben afrontar la separación: “¡crean!”. A Jesús y al Padre se les debe el

mismo tributo de fe, porque el Padre se deja conocer a través del Hijo y actúa en comunión inseparable con el Hijo.

Al “no ver”, los discípulos deberán apoyarse con una confianza ilimitada en el Padre y el Hijo, construyendo todo sobre ellos, sobre el piso sólido de su comunión eterna. Es en

esa comunión eterna que los discípulos ahora deben poner la mirada de fe que le da sentido a sus vidas.

c) Contemplar el Misterio Pascual

Esta nueva forma de comunión es un don de Jesús. Por eso Jesús les pide enseguida que contemplen su obra pascual: “En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, ¿les habría dicho que voy a prepararles un lugar? Cuando haya ido y les

haya preparado el lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, a fín de que donde yo esté, estén también ustedes” (14,2-3).

No es Jesús arreglando un cuarto sino construyendo una casa, así como lo que se aman construyen una casa para vivir juntos.

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Hay tres pistas importantes:

Para Jesús, la muerte es un retorno a la casa del Padre (ver también 13,1). De esta manera, exaltado y glorificado, él estará para siempre en la comunión

perfecta con el Padre.

Jesús había explicado su muerte y su resurrección desde el comienzo del

Evangelio en la expulsión de los vendedores del tempo diciendo que destruiría el templo destruido por hombres y lo reconstruiría en tres días, anota el evangelista: lo decía refiriéndose a su propio cuerpo. Entonces Jesús resucitado es la nueva

construcción, el nuevo Templo en cual se “habita” en Dios.

Jesús no es un templo vacío: Él viene, toma consigo a aquellos que han

entablado una profunda relación con él y los lleva a la comunión eterna consigo y con el Padre. La Pascua de Jesús fue la preparación de la “morada”.

d) Hacer el camino para entrar en la “casa”

Pero el don de Jesús, que se acaba de describir, pide nuestra participación, nuestro compromiso. Y eso es lo que Jesús quiere decir con la imagen del “camino”. Hay que ponerse en movimiento por el camino que es Él mismo: sus palabras, sus obras, todo lo

que supone la convivencia amiga con él. Esto es lo que los discípulos ya aprendieron en la convivencia terrena con él: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (14,6).

Se trata de un camino que conduce a la verdad y a la vida, es decir, al conocimiento pleno del misterio de Dios y cuyo fondo es su rostro paterno. El camino conduce no sólo

a un conocimiento sino también a una relación con este Dios descubierto en su tremenda cercanía de Padre, una relación que genera una unión en la cual se genera

una vida eterna.

2.7. YO SOY LA VID VERDADERA, 15,5

De camino a Getsemaní, Jesús les propone a sus discípulos una pedagogía para dar fruto de manera creciente. Vamos a leer el Evangelio de Juan 15,1-8, donde Jesús se presenta como “la vid verdadera”.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid,

y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Ustedes ya están limpios por las palabras que les he hablado; permanezcan en mí, y yo en ustedes.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos;

el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no pueden hacer nada.

Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca;

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luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes,

pidan lo que desean, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que den fruto abundante;

así serán discípulos míos.»

a) La “Vid” en el imaginario de Israel11

En el Antiguo Testamento Israel fue la “Viña” que Dios plantó

Jesús se inspira en la vida cotidiana de un campesino judío para expresar realidades espirituales profundas y aquí tenemos un nuevo ejemplo de ello.

Sin embargo, no podemos olvidar que la simbólica de la “Vid” pertenece al imaginario

colectivo de Israel como uno de los iconos que expresa su identidad como “Pueblo de Dios”, como pueblo de la “Alianza”.

En varias ocasiones vemos cómo en el Antiguo Testamento, Israel se representa como la “Viña de Dios”.

El Salmo 80,9 deja entender que la viña es el símbolo de Israel: “Una viña de Egipto arrancaste, expulsaste naciones para plantarla a ella”.

En el capítulo 5 de Isaías encontramos también la imagen de la “viña del Señor de

los Ejércitos” (5,7) y allí se describe cómo Dios la cuidó con amor, pero cuando vino a buscar sus frutos no encontró nada sino agraces.

La imagen sugiere grandeza, una grandeza por la cual se hizo una gran inversión: “Vid

frondosa era Israel” (Oseas 10,1). Cuando Moisés envió a los exploradores para tomar

información sobre la tierra que estaban a punto de habitar era el tiempo de las uvas y éstos volvieron con “un racimo de uva, que trasportaron en una pértiga entre dos”

(Números 13,23). Las uvas eran tan grandes que dos personas tuvieron que cargar el racimo. Esto era imagen de la riqueza de la tierra “que mana leche y miel” (Ex 3,8-9) y

símbolo de la grandeza a la que estaba llamado el pueblo. De ahí que se convirtiera en emblema de la nación entera. En los tiempos de los Macabeos, por ejemplo, en un momento de renacimiento nacional, vemos que este emblema fue acuñado en las

monedas que circularon en el momento. Además, una de las glorias del Templo era la gran vid de oro que había en la fachada del “Sancta Sanctorum”, era considerado un gran honor hacer una donación al Templo para hacerle una nueva uva de oro a esa vid.

Pero el jardín del que se esperaba una gran fecundidad, resultó selvático e infecundo

(ver Os 10,1-2). La gran decepción: el viñedo era de “pura cepa” pero no dio los frutos de calidad

esperados

11 Elaborado por Fidel Oñoro, cjm. Tomado de http://www.homiletica.org/fidelonoro/fidelonoro0063.pdf

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En la voz fuerte de los profetas escuchamos la lamentación de Dios por la belleza perdida de su jardín: “Yo te planté de pura cepa”. Veamos el pasaje completo de

Jeremías: “Yo te había plantado de la cepa selecta, toda entera de simiente legítima. Pues, ¿cómo te has mudado en sarmiento de vid bastarda?” (Jer 2,21).

La “Vid” de la cual se esperaba mucho, resultó un fracaso, una decepción para el viñador. La madera era buena, entonces, ¿por qué no salió con nada? ¡El dolor es

profundo! En este sentido el profeta Ezequiel, por ejemplo, compara a Israel con una vid de cuya madera se esperaba que salieran cetros reales, pero al final lo único para lo que

sirvió fue para la leña de las cocinas israelitas: “Tu madre se parecía a una vid plantada a orillas de las aguas. Era fecunda, exuberante, por la abundancia de agua. Tenía ramas fuertes para ser cetros reales;

su talla se elevó hasta dentro de las nubes. Era imponente por su altura, por su abundancia de ramaje. Pero ha sido arrancada con furor, tirada por tierra; el viento

del este ha agostado su fruto; ha sido rota, su rama fuerte se ha secado, la ha devorado el fuego... Ha salido fuego de su rama, ha devorado sus sarmientos y su fruto. No volverá a tener su rama fuerte, su cetro real” (19,10-14; ver también el

capítulo 15 de Ezequiel).

b) Detengámonos en el texto

Podemos leer el texto de Juan 15,1-8 diferenciado tres partes bien cohesionadas entre

sí, tres partes que forman un itinerario de fe:

(1) Los vv.1-3, describen la obra de Dios en el mundo, esto es, la obra del Padre en los hombres en la persona de Jesús. Esta parte es descriptiva y da el contenido de cada uno de los referentes. Por eso lo llamamos “La obra de Dios” (el amor del agricultor).

(2) Los vv.4-5, se centran en un imperativo, “permanezcan”, que es la respuesta

deseada a la obra de Dios, en nuestro caso al don de la vida que nos hace Jesús. Esta parte es exhortativa. Por lo eso lo llamamos “La respuesta del hombre” (la adhesión a Jesús).

(3) Los vv.6-8, en la que en dos ocasiones leemos frases condicionales “si ustedes

hacen esto, sucederá entonces esto”, nos señala las consecuencias de la obra pascual de Jesús incorporada en nuestra vida por el “permanecer”, es decir, nos permite ver cuáles son los frutos de la vida de Jesús en nosotros. Por eso lo llamamos “Los frutos de

la comunión con Jesús” o “el gozo de Dios Padre” (oración eficaz, discipulado y misión)

c) Los protagonistas

Podemos ver tres personajes con claridad, que se relacionan para que uno de ellos de

fruto de manera constante y creciente. Jesús se presenta como “la vid verdadera”, es decir, como la planta a la que se unen las ramas o sarmientos, sin esa unión, las ramas

por si solas no dan fruto, lo dan unidos a “la vid verdadera”. El Padre se presenta como “el labrador” o viñador, que trabaja con las ramas para que produzcan fruto abundante y

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de calidad. Por último, están los sarmientos o ramas, que representan a los discípulos, es decir, a todos los que nos hemos decidido por permanecer unidos a Jesucristo.

d) Dar fruto creciente

La palabra “fruto” aparece seis veces, con la connotación de crecer, con los siguientes elementos:

que da fruto (v.2). Como si la canasta donde se echan las uvas estuviera vacía, porque de la

rama no se sacó nada. Ese discípulo del Maestro no produce ningún fruto de amor.

da fruto (v.2.4). Como si la canasta estuviera

medio llena, porque la rama produce pocas uvas. Es como el discípulo que produce pocos

frutos de amor.

dé más fruto (v.2). Como si la canasta estuviera

llena, porque la rama produce muchas uvas. Es como el discípulo de Jesús que se esfuerza en dar cada día frutos de amor.

da mucho fruto (v.5.8). Como si la canasta está totalmente llena y rebosante de

uvas, porque la rama está produciendo en abundancia. Es como el discípulo que se empeña en dar fruto constante y abundante.

Nosotros, los discípulos unidos al Maestro, debemos esforzarnos en dar fruto creciente, que se manifiesta en obras de amor. Es maravilloso ver las obras que se realizan por

amor al prójimo “como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros”, dice Jesús. (Jn 15,9).

e) Pedagogía del Viñador para dar fruto creciente

Para poder avanzar en los frutos de amor el Padre (representado en el viñador o labrador), tiene unas acciones directas sobre las ramas o sarmientos, es decir, sobre

nosotros.

Para que pase de no dar fruto a dar fruto el viñador levanta la rama y la incorpora

en la enramada (aunque el texto dice “lo corta”, el texto original utiliza el verbo airw: cortar, levantar, restaurar). El Padre levanta al discípulo caído para que empiece a dar fruto, aunque sea poco.

Para que pase de dar fruto a dar más fruto, el viñador poda y limpia la rama, es decir, le quita todo lo que distrae la energía de la planta: uvas pequeñas al final

del racimo, los churruscos y las hojas amarillas o secas porque no ayudan a la fotosíntesis. El Padre que quita al discípulo todo lo que puede distraerlo para que quede limpia y se produzca más fruto de amor.

Para pasar de dar más fruto a dar mucho más fruto, es necesario permanecer unido a Jesucristo (se encuentra sete veces en el texto que estamos leyendo). El

discípulo debe estar en constante intimidad con el Maestro, de manera que el fruto de amor crezca y se mantenga constante.

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Dar fruto constante y permanente es producto del esfuerzo y el compromiso del Padre, de Jesucristo y de los discípulos.

f) Conclusión

Al final, se revela la gloria del Padre y crece la relación con Jesucristo. El nivel de

compromiso es creciente, la entrega en cada actividad es constante y el dinamismo

se fortalece permaneciendo en intimidad con el Maestro del Amor, quien nos pide: “Este es el mandamiento mío: que os améis

los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15,12).

La alegoría de la “Vid, los Sarmientos y los frutos” (Jn 15,1-8) que leemos en este

quinto domingo de Pascua nos llevó a considerar atentamente lo que se anunció el

domingo pasado como obra principal de Jesús Buen Pastor: “él da la vida”, “él nos vivifica dándonos su propia vida”.

Una vez que hemos leído el texto completo, casi palabra por palabra, podríamos detenernos reposadamente en la obra pascual descrita en la alegoría contada por Jesús.

En la Pascua somos incorporados bautismalmente en la persona de Jesús, muriendo y resucitando con él. Para el evangelio de Juan esta incorporación puede ser comprendida si nos fijamos en la comparación tomada del mundo agrícola palestino.

La Pascua de Jesús hace posible en el mundo el jardín de la vida, de la vida abundante

y con calidad, que es el jardín del amor (Jn 15,9), de la alegría (15,11) y de la paz (14,27). Pero este jardín brota en la Cruz, allí donde Jesús le dio su propia vida al mundo.

¿Cómo aparece la Cruz vivificadora en el pasaje de hoy? En el v.2, donde dice que el

sarmiento es trabajado dolorosamente por el viñador. Se habla de “cortar” y de “podar”. En Jn 3,16-18, vimos que la Cruz era juicio para quien no la acogía (“ya está juzgado porque no ha creído”, Jn 3,18), pero que Dios se la jugó toda por la salvación: “no ha

enviado a su Hijo para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por él”, Jn 3,17). Notemos las correspondencias entre los dos pasajes.

Pero hoy tenemos la oportunidad de ir un poco más allá en el caso del creyente: Dios interviene en nuestra vida con la Cruz y la Cruz es salvífica.

Cuando Dios interviene en nuestra vida con la Cruz, no quiere decir que esté rabioso

con nosotros, ni que nos esté castigando. Se trata de lo contrario.

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Claro que uno se pregunta: “¿Por qué el viñador poda el sarmiento y lo “hace llorar”, como acostumbramos decir? Pues por una razón muy sencilla: sino la poda, fuerza la vid

se desperdicia, se cosecharán más uvas de las debidas, a lo mejor tiene más cantidad, pero se pierde calidad puesto que no todas llegan a la maduración, y esto le baja la

gradación al vino. Recordemos que cuando una vid permanece mucho tiempo sin que la poden, comienza a tener una apariencia selvática y solamente produce racimos de uvas silvestres, pequeñas y amargas, de mala calidad.

Lo mismo sucede con nuestra vida. Veámoslo con un ejemplo concreto: vivir es optar

continuamente y toda opción implica una renuncia. Una persona que en la vida quiere hacer muchas cosas al mismo tiempo o cultiva una infinidad de intereses y de hobbies, termina dispersa, no da excelencia en sus asuntos. De ahí que es necesario “podar”,

esto es, tener el coraje de tomar decisiones dejando de lado algunos intereses secundarios para concentrarse en algunos prioritarios. Y esto vale también para otros

ámbitos de la vida, como, por ejemplo, determinados hábitos que nos hacen daño o le hacen daño a otros.

Es así como se moldea nuestra vida de discípulos, como Jesús se forma en nosotros, como somos cristificados pascualmente.

La santidad se parece a una escultura. Leonardo da Vinci, definió la escultura como “el arte de quitarle a la piedra lo que le sobra”. Todas las demás artes consisten en agregar

algo: el color se agrega al lienzo en la pintura, la piedra se le suma a otra piedra en el caso de la arquitectura, uno nota se le agrega a otra en el caso de la música. Sólo en el

caso de la escultura lo que se hace es quitar en lugar de agregar: al bloque de mármol se le quita con el cincel y el martillo todo aquello que le sobra para que aparezca la figura que el escultor tiene en la cabeza. También la perfección, la maduración cristiana

se obtiene así: quitando, podando las piezas inútiles, es decir, los deseos, las ambiciones, los proyectos y las tendencias internas que nos dispersan del objetivo

central de la vida y no nos permiten realizarnos de verdad. Les voy a poner otro ejemplo, esta vez con un cuento. Un día, Miguel Angel,

paseándose por un jardín de Florencia, vio de lejos, en una esquina, un bloque de mármol que sobresalía de la tierra, estaba medio cubierto de hierba y de fango. De

repente se detuvo, como si hubiera visto a alguien conocido, y dirigiéndose a los que amigos que lo acompañaban les dijo: “En aquél bloque de mármol está encerrado un ángel, debo sacarlo”. Y armándose de un cincel comenzó a arrancar pedazos de piedra

de aquél gran bloque hasta que fue emergiendo poco a poco la figura de un ángel.

También Dios nos mira y nos ve así: como a los bloques de piedra que todavía están amorfos, pero con una gran potencialidad, y dice enseguida: “Allí dentro está escondida un hombre nuevo que espera que lo saque a la luz; es más, está escondida una imagen

de mi propio Hijo Jesús, quiero sacarlo”.

Y entonces, qué hace, toma el cincel que es la Cruz y comienza a trabajar. Toma las tijeras del viñador y comienza a podar. No debemos ponernos a buscar qué cruces nos pueden santificar más, eso no le agrega nada a lo que la vida, ella solita, nos presenta

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con su carga de sufrimiento, de pesadez, de tribulaciones. Y Dios aprovecha precisamente eso para nuestra purificación y nos ayuda a hacer brotar el hombre nuevo

que ha estado creando en nuestra interioridad.

Esto es lo que el Padre quiere, lo que más desea de nuestra vida, lo que le da gloria: que demos mucho fruto y que lleguemos a ser de verdad discípulos de Jesús (v.8). Dios quiere que brote la vitalidad, que desarrollen todas las potencialidades de nuestra

existencia, y para ello tenemos que permanecer unidos a Jesús.

Dios Padre tiene muchos caminos para llevarnos a una unión más profunda con Jesús, para que podamos vivir la intensidad y la gracia de su vida resucitada. Lo que Dios quiere es nuestra felicidad, nuestra integridad, nuestra santidad. No que nos quedemos

pasmados (como los racimos de uva que no fueron convenientemente trabajados) sino que nuestro proyecto de vida sea exitoso, que se refleje en nuestro rostro la belleza de

la vida, la belleza de la personalidad cristiana, no la tristeza sino la serenidad, en otras palabras, la belleza de Dios.

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3. SEGUNDA MARAVILLA: EL ESPÍRITU SANTO

INTRODUCCIÓN

La persona y la acción del Espíritu Santo, con diversos nombres y dinamismos, se presenta en doce oportunidades y con circunstancias en las que se quiere resaltar la

vida pneumática de la comunidad joánica. Los siguientes son los pasajes en los que se encuentra el anuncio y el cumplimiento del

Espíritu Santo en el Evangelio de Juan, presentados con una breve descripción.

i. 1,32-34: Juan, el bautista, da testimonio de Jesús, quien está lleno del Espíritu

Santo y “bautizará con fuego”. El escenario es Bethabara, al otro lado del Jordán. ii. 3,5-8.34: Jesús habla con Nicodemo en torno a nacer del agua y del Espíritu,

presentado como viento y anunciando que será entregado cuando “el Hijo del hombre sea levantado” (v.14). El escenario es en Jerusalén durante la fiesta de la

Pascua. iii. 4,7-15.23-24: Jesús habla con la samaritana en torno a beber agua de vida y a

adorar al Padre en Espíritu y en verdad, que se realizará cuando “broten como

ríos de agua viva”. El dialogo ocurre en Sicar, junto al pozo de Jacob. iv. Jn 6,63: Las palabras que habla Jesús son espíritu y Vida, que promete cuando

suba “a donde estaba antes”. La escena ocurre en Cafarnaum, después de la multiplicación de los panes y del mensaje sobre el pan de vida en dialogo con los discípulos.

v. 7,37-39: Jesús habla a la multitud sobre los ríos de agua viva que correrán del

seno de quien cree. Se habla explícitamente del Espíritu “cuando Jesús sea

glorificado”. El escenario es Jerusalén, durante la fiesta de los Tabernáculos o Tiendas.

vi. 14,15-18: Jesús dará otro Paráclito que acompañará a los discípulos. Este

anuncio se realiza en Jerusalén, durante fiesta de la Pascua. vii. 14,26-27: Jesús dice que el Paráclito les enseñará todo a los discípulos. Otro

anuncio realizado en Jerusalén, durante fiesta de la Pascua. viii. Jn15,26: El Paráclito dará testimonio de Jesús. Es el anuncio que Jesús hace a

los discípulos en Jerusalén, durante fiesta de la Pascua. ix. 16,7-11: Jesús señala a sus discípulos que conviene que Él se vaya para que

llegue el Paráclito. El escenario es Jerusalén, durante fiesta de la Pascua. x. 16,12-15: Jesús enseña a sus discípulos que el Espíritu de la verdad los guiará a

la verdad completa, en Jerusalén, durante fiesta de la Pascua. xi. 19,30-34: Jesús entrega el Espíritu en la cruz como ríos de agua viva, cuando

muere en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua. xii. 20,21-22: Jesús entrega el Espíritu como soplo de vida nueva a los discípulos en

Jerusalén, al atardecer del primer día de la resurrección de Jesús. Los primeros diez textos están en la línea del anuncio y la promesa del Espíritu

anunciado como viento, agua viva y fuego, para que se cumpla en la muerte de Jesús y en su resurrección. Los principales destinatarios de la acción pneumática corrientemente

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son discípulos de Jesús, de manera que existe una relación directa con Jesús para comprender y vivir la acción del Espíritu Santo.

Los anuncios realizados a Nicodemo a la samaritana tienen elementos similares, que se

conectan con la proclamación en Jerusalén de 7,37-39, cumplidos en la cruz de Jesús (19,30-34), donde es “elevado” y de su pecho brota “agua y sangre”. De manera similar, Jesús anuncia a Nicodemo el viento que es entregado al atardecer del día de la

resurrección a los discípulos soplando sobre ellos (20,21).

La mayor parte de los anuncios se realizan en Jerusalén y durante fiestas, para resaltar el cumplimiento en la pascua de Jesús, donde muere entregando el Espíritu y en la resurrección también lo entrega.

La glorificación de Jesús en la cruz es el momento más álgido del ministerio de Jesús

donde todo se encuentra listo para la entrega del Paráclito, haciendo se desarrolle un dinamismo de promesa – cumplimiento. De manera que el Espíritu entra a dinamizar a todos los discípulos para que la acción divina crezca y se fortalezca en la comunidad de

testigos de la pascua de Jesús.

3.1. JESÚS ES QUIEN BAUTIZA EN EL ESPÍRITU SANTO, 1,32-34

Introducción

La escena ocurre en el segundo día de la semana inaugural de Jesús, donde Juan el

bautista da testimonio de la presencia del Cordero de Dios (Jn 1,29). Juan da testimonio del bautismo de Jesús, a la gente que se acerca a él, "en Bethabara,

al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando" (v.28). Este relato es diferente a la manera en que lo presentan los otros tres evangelistas al narrar el bautismo de Jesús.

32 Y Juan dio testimonio diciendo: "He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo

y se quedaba sobre Él. 33 Y yo no le conocía

pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: "Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu

y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo". 34 Y yo le he visto y doy testimonio de que ése es el Elegido de Dios."

a) El testimonio de Juan el bautista

Juan el bautista se presenta como testigo, por eso señala: "He visto al Espíritu que bajaba... y se quedaba en Él". Ese testimonio muestra un conocimiento cercano y directo de Jesús, de quien dice que "no le conocía", pero ahora establece una relación cercana

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y dispuesta a reconocer que Él es "el Cordero de Dios" (v.29) y el "Elegido de Dios" (v.34).

Juan señala que cumple una misión de "bautizar con agua" (v.33), y al obedecer, ve el

cumplimiento de las señales de Dios y de sus promesas. Por tal motivo, Juan el bautista no es el Mesías (o Cristo), pero sí es quien da testimonio y prepara el camino para la aparición de Él. Además, es quien invita a seguir a Jesús (v.36-37), para que se queden

con quien "bautiza con Espíritu Santo" y anden por el camino de la verdad.

De allí se puede concluir que nuestra misión consiste en señalar quién es Jesús y conducir a todos a tener un encuentro personal con el Cordero, el Elegido de Dios, el que bautiza con Espíritu Santo. Somos los pequeños testigos que conducimos al

encuentro del Altísimo.

b) El Espíritu anida en Jesús

Jesús es lleno del Espíritu Santo, porque en Él anida (como una paloma), para

permanecer y guiar.

Se puede ver una manifestación de la Trinidad, porque el Padre del cielo envía a Juan el bautista y al Espíritu Santo para testificar de Jesús que es el Elegido de Dios. La revelación es triple: el Padre que envía, el Espíritu que anida y Jesús que es plenificado

por la presencia del Espíritu divino.

Jesús es dócil a la guía del Espíritu, porque se deja llenar de Él, con la misión de "bautizar con Espíritu Santo" (v.33) y dar testimonio de Dios como Padre.

Vemos el cumplimiento de la promesa presentada en Is 11,1-3, donde en el Mesías “reposará el espíritu de Dios”, que será identificado por sus dones: “sabiduría e

inteligencia, consejo y fortaleza, ciencia, temor de Dios y piedad”. La principal señal es la presencia del Espíritu que hace que Jesús comparta su bautismo y sus dones.

Es maravilloso descubrir a Jesús, el lleno del Espíritu que nos enseña a vivir dócilmente a Él para empezar a ver y vivir maravillas del cielo en nuestra vida.

c) Jesús bautiza con Espíritu Santo

Podemos ver que se realiza el cumplimiento en Jesús de ser lleno del Espíritu (v.32) y, al mismo tiempo se proclama promesa futura de bautizar con Espíritu Santo (v.33). En

Jesús se realiza al mismo tiempo el cumplimiento de plenitud divina y promesa de sumergir o bañar en la vida en el Espíritu divino.

Debemos sumergirnos o bañarnos (es lo que significa bautismo) en la experiencia del Espíritu Santo, en la medida en que nos relacionamos personalmente con Jesucristo.

Para nosotros es la promesa de recibir el bautismo en el Espíritu que nos trae el Señor Jesús.

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d) Conclusiones

Así como Juan da testimonio de Jesús, debemos nosotros convertirnos en los testigos porque hemos tenido un encuentro personal con el Cordero y Elegido de Dios.

Cuando se vive en relación con Jesús, Él nos sumerge en la experiencia del Espíritu, para que se

quede a vivir en nosotros. Jesús nos promete bautizarnos en el Espíritu para vivir en el

dinamismo de Dios. La primera creación se realizó en el cosmos, ahora

la nueva creación se realiza en el ser humano, por tanto, nosotros somos los destinatarios de la nueva

naturaleza que traen Jesús y el Espíritu para conducir a vivir como hijos del Padre.

3.2. NACERÁN DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU, 3,3-8

Introducción

El evangelista Juan nos narra el encuentro de dos maestros: el joven Jesús y el viejo Nicodemo. El primero es la luz y el otro va de noche (v.2), porque lo temporal también

tiene connotaciones psicológicas y emociones. El magistrado judío y fariseo establece con Jesús una relación dialogal cargada de

preguntas, respuestas, afirmaciones. El primero muestra admiración por el segundo y se desarrolla un diálogo de grandes aprendizajes.

El diálogo se desarrolla en torno a nacer de nuevo, con quién, cuándo y cómo se realiza.

3 Jesús le respondió: "En verdad, en verdad te digo:

el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios." 4 Dícele Nicodemo: "¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?

¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?" 5 Respondió Jesús:

"En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. 6 Lo nacido de la carne, es carne;

lo nacido del Espíritu, es espíritu. 7 No te asombres de que te haya dicho:

Tenéis que nacer de nuevo. 8 El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.

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Así es todo el que nace del Espíritu."

a) Nacer de nuevo, v.3

La afirmación que realiza Jesús se convierte en promesa: “el que no nazca de nuevo no

puede ver el Reino de Dios”. El requisito para tener una vida nueva todos los días consiste en re-nacer, además es la clave para vivir en comunión con el reinado de Dios.

La entrada en el Reinado de Dios consiste en empezar a vivir hoy como si fuera el primer día del resto de la vida.

Así que, nacer de nuevo consiste en comenzar cada día con la convicción de empezar hoy, arrancar en el camino de la vida, dejando las cargas del pasado para empezar con

el amanecer.

b) ¿Cómo se nace de nuevo? v.4-7

Nicodemo se queda en el pasado, así que le cuesta trabajo comprender que no es

volviendo al vientre materno, no es quedándose en el pasado, no es empezando de cero y no depende de la edad, como se comienza cada día como si fuera el primero. Por eso

resulta difícil entender las palabras de Jesús, porque el camino propuesto no es guiado por la carne.

Se realiza siendo engendrado por el Espíritu Santo, con un nuevo aire o un nuevo viento; en griego se dice Pneuma y aparece 5 veces en estos versículos. Consiste en

aceptar que se puede tener una nueva creación de manera personal, con el mismo viento de Dios que aletea sobre las aguas (Gn 1,2) al comienzo de la primera creación.

Se realiza en una apertura a la actividad sorprendente del Espíritu Santo (v.8), porque es fuerza, vitalidad, empuje y arrastre, que puede comenzar una nueva creación en la

persona, como dice en 2 Cor 5,17, porque lo que ha nacido en Cristo es nueva creación. El Espíritu Santo mueve como el viento, que empuja y da vida (v.8), porque es libre y

conduce a la libertad (2 Cor 3,17), de manera que se nace de nuevo para ser libre y feliz, para disfrutar la vida en el desprendimiento de las cosas y en servir a muchas personas.

Ese es el gran milagro que realiza el Espíritu de Dios.

c) ¿Cuándo será tal experiencia?

Cuando Jesús viva su pascua como lo señala en Jn 3,14-15. Jesús tiene que ser

elevado del mismo modo que la serpiente en el desierto, en la cruz del Calvario (Jn 19,17-18), allí entregará el Espíritu que fluye de su ser (Jn 19,30.34)

Cuando vivamos la pascua con Jesús, para morir y resucitar con Él, estaremos listos para empezar una vida nueva, un nuevo nacimiento, dejando de lado el pecado y la

muerte para empezar la aventura de vivir todos los días como resucitados por el Espíritu Santo.

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Esa es la experiencia del Bautismo (Rom 6,1-4), que se celebró un día para afectar todos los instantes de la vida.

d) Conclusiones

Nacer de nuevo es una propuesta de vida y una promesa que comienza con la pascua de Jesús, Nicodemo tuvo que hacerla como se narra en Jn 19,39.

Existe una esperanza para el ser humano: nacer de lo alto, nacer del Espíritu. Con Él se

encuentran disponibles todas las posibilidades de un nuevo comienzo y de una vida que conduce a la plenitud que

nunca acaba.

Hoy es posible nacer de nuevo, porque es la oportunidad de volver a empezar, porque, aunque hayas caído muchas

veces, ahora es el momento de soltarse del pasado para empezar a construir una

nueva vida.

3.3. DE SU SENO BROTARÁN RÍOS DE AGUA VIVA, 7,37-39

Introducción

La irrupción de Jesús ocurre en la fiesta de las Tiendas, o de las Enramadas, o de los Tabernáculos, donde se recuerda la peregrinación de 40 años por el desierto, como

señala Jn 7,2. Es una fiesta importante para el pueblo de Dios porque se actualizan las bendiciones divinas durante el camino del desierto, para fortalecer la fe en la fidelidad de

Dios y agradecerle a Él. "El día más solemne", porque se celebran los dones recibidos de parte de Dios y el agua

ocupa un lugar importante porque el pueblo la recibe 3 veces de manera prodigiosa. El pueblo agitaba ramos y cantaba: “Sacaréis agua con alegría de las fuentes de la

salvación” (Is 12,3).

37 El último día de la fiesta, el más solemne,

Jesús puesto en pie, gritó: "Si alguno tiene sed, que venga a mí, y beberá 38 el que cree en mí, como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva." 39 Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él.

Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado.

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a) La promesa, v.v. 37-38.

Jesús promete el agua viva, que brota, no de la roca como ocurrió en el desierto (Ex 17,6) sino de "su seno" como un caudal inagotable.

Es el agua que calma la sed de mundo y de buscar agradar a todas las personas, como la de la samaritana (4,10.13), para dar comienzo a una vida llena del Espíritu Santo.

La primera creación comenzó con el agua primordial (Gn 1,2), ahora comienza la nueva

creación en el ser humano, con un agua que brota del costado de Jesús para llenarnos de vida nueva.

La promesa del agua viva consiste en anunciar el Espíritu Santo que, como el agua, calma la sed del hombre, es una fuente inagotable para todos los sedientos, que hace

brotar vida y se esparce por todas partes.

b) ¿Qué se necesita para beber esa agua viva?

En primer lugar, es necesario tener sed, una necesidad fundamental y vital, v.37.

Mientras haya saciedad no se busca el manantial del Espíritu, porque ya se cuenta con todo. Sin embargo, quien experimenta una sed fuerte de vivir en comunión con el Padre, estará en actitud de buscar al Espíritu para que calme tal necesidad. La sed me acerca

al agua viva del Espíritu Santo.

En segundo lugar, es vital acercarse a Jesús y creer el Él, v.37-38. La fe-creer genera un dinamismo que hace que muchos fenómenos maravillosos sucedan, por tal motivo es necesario creer en el Espíritu que puede hacer todo nuevo y sorprendente. La fe me

acerca a la vida en el Espíritu Santo.

En tercer lugar, es necesario vivir la pascua con Jesús, porque lo anunciado en Jn 7,39 se cumple en la cruz de Jesús en 19,34. Caminar hacia la cruz, morir con Jesús es necesario para ser bañado en el agua que sale del costado del crucificado. Vivir la

pascua es el camino para sumergirse en la experiencia del Espíritu de Jesucristo.

c) Conclusiones

Como hemos señalado, la promesa del

agua viva se cumple en la pascua de Jesús (Jn 19,34), porque de su costado sale el

agua del Espíritu divino. Es necesario tener sed de trascendencia y

fe en Jesús, al mismo tiempo que morir para resucitar con Él, de esta manera

saciar la sed de mundo y tener la satisfacción de Dios. La vida en el Espíritu

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es maravillosa y nos llena de una experiencia que sorprende con frecuencia, porque Él hace todo nuevo por su creatividad.

Puedes comenzar una vida saciada por la actividad del Espíritu Santo, porque es

saciada de mundo, llena de satisfacciones, con dinamismo creciente y servicio vivificante.

3.4. TENDREMOS OTRO PARÁCLITO, 14,15-18

Introducción

En el diálogo que Jesús tiene con sus discípulos durante la última cena y de camino hacia Getsemaní, les hace la promesa de otro Paráclito, para referirse al Espíritu Santo.

Jesús anuncia su relevo, Son palabras de despedida en las que se anuncia una nueva experiencia de divinidad

que es el encuentro personal con el Espíritu de la verdad.

15 Si me aman, guardarán mis mandamientos; 16 y yo pediré al Padre y les dará otro Paráclito,

para que esté siempre con ustedes: 17 el Espíritu de la verdad,

a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen,

porque mora con ustedes y estará en ustedes. 18 No los dejaré huérfanos: volveré a ustedes.

a) El que ama, se sacrifica, v.v. 15.24

El que ama a Jesús guarda el mandamiento de amar como Él ama, por el contrario,

quien no ama a Jesús no lo obedece. El amor fiel a Jesús se manifiesta con acciones coherentes con el amor a los hermanos.

Jesús muestra su amor hasta el final, su muerte revela la plenitud del amor y la fidelidad al Padre.

b) Por el Espíritu, Jesús sigue presente, v.16

El Espíritu es presentado con la palabra griega Paráclito (5 veces en el evangelio de Juan), que no es el nombre propio del Espíritu, sino un título que expresa sus funciones

en favor de los seres humanos.

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Paráclito es una palabra con diversos significados: ayudador, consolador, uno que conforta y auxilia, abogado, mediador, consejero, intercesor, amigo a quien se consulta,

quien procura apoyo. Así que, es el mandado a llamar para hacer algo bueno, para prestar un servicio de apoyo, para colaborar como soporte, para auxiliar a los débiles. El

Paráclito es un asesor que aconseja, un abogado que defiende ante el tribunal, alguien que se hace cargo de una tarea pública para confortar y consolar en todo momento.

Ya no estaremos solos, aunque Jesús sea crucificado, pues su presencia será constante después de la resurrección por medio del Espíritu Santo, el Paráclito.

La vida se presenta como una lucha y una constante conquista, y con el Espíritu que nos acompaña y nos auxilia, nos vigoriza y nos guía a hacer buenas obras que conducen a

tener calidad de vida. Por eso, es "la fuente del mayor consuelo".

c) El Espíritu es de verdad, v.17

El Espíritu de la verdad se denomina, porque muestra, transparenta y revela (es lo que

significa en griego aletheia), al Padre y a Jesucristo con toda transparencia. Es por esto que la verdad viene de Dios.

El Espíritu ya estaba presente en Jesús desde el principio, pero aún no estaba con los discípulos, aunque estuviera con ellos, por eso se constituye en una promesa de Jesús a

los discípulos de todos los tiempos. Cuando todo falle, el Espíritu siempre estará allí, por eso nunca estaremos huérfanos ni desamparados.

El mundo, como opuesto al plan de Dios, no puede recibir ni conocer al Espíritu Paráclito, porque no lo ve ni le conoce, debido a que quiere lo inmediato y pasajero,

además se opone al reinado de Dios.

d) Jesús vuelve infundiendo su Espíritu en nosotros, v.18

Jesús realiza la promesa de la presencia permanente entre sus discípulos (como señala

en Jn 14,3.18). Es por ello que el Maestro no nos deja huérfanos, sino que cumplirá su promesa por medio del Espíritu Santo.

En la cena de despedida, Jesús abre su corazón a los discípulos para anunciar que permanecerá con ellos, pero no en forma física, sino bajo la acción del Espíritu divino.

Jesús cumple su promesa en la pascua de resurrección, donde vuelve a sus discípulos

(Jn 20,19), trayendo paz, alegría, con el soplo del Espíritu (Jn 20,22).

e) Conclusiones

El amor del Padre y del Hijo es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo,

que nos acompaña y nos consuela, nos defiende y nos infunde valor para vencer en medio del mundo que se opone al plan de Dios.

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Jesús nos acompaña siempre, no nos abandona, ni nos deja huérfanos, sino que permanece en la presencia del

Espíritu Paráclito.

El Espíritu Santo nos conduce a la verdad donde se nos revela quién es Jesús y cómo nos conduce a vivir en la plenitud del Padre.

Con el Espíritu Paráclito somos vencedores porque nos

llena de valentía para transparentar a nuestro Padre.

3.5. EL PARÁCLITO NOS ENSEÑARÁ TODO, 14,25-27

Introducción

Jesús sigue hablando a sus discípulos durante la cena de despedida y preparándolos para los acontecimientos posteriores. Así que, sigue dando palabras de consuelo y

esperanza, porque la pascua que se acerca trae la impactante muerte y la resurrección sorprendente (v.25).

El Paráclito asumirá funciones de Maestro para enseñar, recordar y seguir confortando a los discípulos de Jesús.

25 Les he dicho estas cosas

estando entre ustedes. 26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre,

les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho. 27 Les dejo la paz, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. No se sientan turbados,

y no se acobarden.

a) Jesús hace tres promesas a sus discípulos

La primera promesa consiste en permanecer con sus discípulos y continuar con ellos,

v.25.

La segunda promesa es el Espíritu Paráclito que realiza acciones sorprendentes para los discípulos de Jesús, v.26.

La tercera promesa es la paz más grande y poderosa de lo que el mundo puede ofrecer, v.27

Jesús quiere mantener su presencia y enseñanza con nosotros, por eso nos promete al Paráclito y sus acciones maravillosas.

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b) Acción del Espíritu Santo, v.26

Jesús sigue revelando quién es el Paráclito, el Espíritu Santo, señalando que es enviado

por el Padre y por Él mismo. El Espíritu es divino, porque procede del Padre y del Hijo Jesucristo, es su naturaleza y su primera actividad.

Otra actividad que realiza el Espíritu es enseñar a los discípulos de Jesús, será como un nuevo Maestro que viene a enseñar en la misma línea de Jesucristo, porque no va a

enseñar nada contrario. Así que, el Espíritu continúa la enseñanza comenzada por Jesús.

Además, una tercera actividad del Espíritu es recordar lo que Jesús ha enseñado a sus discípulos, para revelarnos lo que estaba oculto y nos abre la inteligencia para

comprender mejor lo que ya nos había revelado Jesús. Así que, el Espíritu Santo es el Maestro interior que inspira gusto por la vida plena, que

nos conduce a la intimidad con el Padre y con Jesús, para hacer parte de la comunidad trinitaria.

c) La paz es la señal de la llegada del Paráclito, v.27

Jesús promete una paz que va más allá de los pactos del mundo y de las ofertas insaciables de la mundanidad opuesta al plan de Dios.

La paz que da Jesús, “no es como la que da el mundo” (14,27), en el sentido de la ausencia de conflicto o de supremacía de un pueblo que garantiza la paz de las

naciones como esperaban los judíos. Es primordialmente la señal de la nueva alianza que Dios establece con el pueblo renovado por el Espíritu Santo: “concluiré con ellos

una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna” (Ez 37,26). La paz es promesa de Jesús y cumplimiento del Resucitado para salir victorioso en los

momentos de tribulación (16,33), pues se tiene la comunión con el Padre y con los hermanos (16,32).

Los discípulos de Jesús tendrán que enfrentar una misión con conflictos en el mundo, sin embargo, el Maestro promete a la comunidad paz en medio de las tribulaciones

(16,32-33), pues Él mismo ha sufrido la violencia por la persecución, ha comprado la paz que ahora puede entregar como don.

d) Conclusiones

Jesús promete el Paráclito acompañado de otros regalos, que tendrán su cumplimiento en la pascua, cuando Él muera y resucite para glorificar al Padre.

El Espíritu realizará acciones sorprendentes como maestro, recordador, conduciéndonos a todo aquello que dijo e hizo Jesús.

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El Espíritu hablará en nuestro corazón, nos revelará la voluntad divina a través de sus

carismas, porque Él conoce lo íntimo de Dios y lo manifiesta en nuestra vida (1 Cor 2,10).

El paráclito nos hace comprender el sentido de la Escritura y nos introduce

en el misterio insondable de las riquezas de Jesús.

La señal clara del cumplimento de las acciones del Espíritu del Resucitado es

la paz, que nos fortalece en medio de las dificultades con el mundo y nos

conduce a vivir victoriosamente.

3.6. YO ME VOY Y LES DEJARÉ EL PARÁCLITO, 16,7-11

Introducción

De camino hacia Getsemaní, Jesús enseña a sus discípulos la misión del Espíri tu Santo,

que se hará evidente después de la pascua, donde todos morimos con Él para resucitar con Él.

Son indicaciones que pueden entristecer porque los discípulos de Jesús se han acostumbrado a su presencia, así que comienza una instrucción más amplia sobre la

venida del Paráclito.

7 Pero yo les digo la verdad: Les conviene que yo me vaya, porque, si no me voy,

no vendrá a ustedes el Paráclito; pero si me voy, lo enviaré; 8 y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia

y en lo referente al juicio. 9 En lo referente al pecado,

porque no creen en mí; 10 en lo referente a la justicia, porque me voy al Padre,

y ya no me verán; 11 y en lo referente al juicio,

porque el Príncipe de este mundo ya está juzgado.

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a) Les conviene que yo me vaya, v.7

Si Jesús no se va el Paráclito no puede venir, así que es necesaria la ausencia física de Jesús, pues Él ha cumplido su misión, para que comience la actividad del Espíritu Santo,

que es su presencia divina. La marcha de uno es el anuncio de la llegada del otro; uno se va y el otro viene. El

hueco que deja Jesús solamente puede ser llenado por el Espíritu Santo. No perdemos, al contrario, salimos ganando. El Paráclito es el Don supremo del Padre y del Hijo.

Los discípulos deben vivir la misma vida que Jesús había mostrado, entrar en un misterio inimaginable de intimidad y de cercanía con el Padre.

Jesús vuelve al Padre para hacer realidad la presencia del Espíritu que inunda a los

discípulos de Jesús en todos los tiempos. Debemos involucrar al Espíritu en todas las acciones de nuestra vida como nuestro

Paráclito, abogado defensor y consolador.

b) El Paráclito convencerá de grandes realidades, v.v.8-11

El Espíritu tiene otra actividad sorprendente, pues debe convencer a los discípulos de

tres realidades: el pecado, la justicia y el juicio. De manera que el Espíritu es la señal de que el mal no tiene el poder definitivo, pues Jesús ha vencido al mundo (Jn 16,33).

i. El pecado consiste en rechazar abiertamente al

Padre y no querer relacionarse con Él. Por eso

quien vive en el Pecado no cree en Jesús, se aleja de Él y no gusta de la acción del Espíritu de Amor.

El Espíritu abre a la experiencia de alejarse del Mal y acercarse íntimamente a Jesús (v.9).

ii. Jesús establece la nueva justicia porque comienza

un nuevo proceso contra el Pecado y contra el mundo, el ser humano es justificado ante el Padre,

por eso Jesús va ante el Dios de la misericordia. Jesús vuelve al Padre y ya no será visto por los discípulos, sin embargo, empieza la nueva

experiencia del Espíritu que nos hace comprender que somos justificados por Jesús ante el Padre

(v.10). iii. Jesús ha realizado el juicio al mundo porque ha

muerto en la cruz bajo el poder del imperio

romano como si fuera la encarnación del Mal. Jesús ha vencido al Príncipe de este mundo, al diablo o Satanás, porque muere según las reglas del mundo como

opuesto a Dios, para vencer al Pecado y a la Muerte con su resurrección (v.11).

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La invitación es que busquemos una comunicación más profunda con el Espíritu Santo, que podamos experimentarlos día a día y recibir sus dones para entender el mensaje del

Padre y vivir libres como nos enseña Jesucristo.

c) Conclusiones

El amor de Jesús es tan grande y tan extremo que aparte de entregar su vida por

nosotros, nos deja su Espíritu para que nunca estemos solos ni lejos de Él.

El Espíritu nos revela realidades muy grandes de las maneras como Jesús vence al mundo para acercar a todos a la justificación ante el Padre.

El Espíritu es el compañero absoluto de la vida, de nosotros depende dejarlo actuar y ser dóciles a su guía.

Una vez más vemos que el encuentro personal con el Espíritu Santo nos conduce a relacionarnos íntimamente con el Padre. Así que nos sumerge o bautiza en una relación

trinitaria.

3.7. EL ESPÍRITU GUÍA A LA VERDAD COMPLETA, 16,12-15

Introducción

Jesús se encuentra ante su inminente pascua: pasión, muerte y resurrección para entrar en la gloria del Padre.

Termina la enseñanza de Jesús a sus discípulos antes de llegar a Getsemaní y realizar la gran oración de intercesión (Jn 17), así que, en ese marco, nos presenta las últimas

instrucciones sobre la acción del Espíritu Santo y su relación trinitaria.

12 Mucho tengo todavía que decirles,

pero ahora no pueden con ello. 13 Cuando venga Él,

el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga

y les explicará lo que ha de venir. 14 Él me dará gloria,

porque recibirá de lo mío y se lo explicará a ustedes. 15 Todo lo que tiene el Padre es mío.

Por eso he dicho: Recibirá de lo mío

y se lo explicará a ustedes.

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a) Anuncio de la verdad, v.v.12-13

Jesús no ha dicho todo, porque tiene todavía que decirles, sin embargo, ese no es el momento. Aún falta un soporte de fe para entender.

El Espíritu de la verdad (aletheia, en griego), revela y deja ver todo; guía a los discípulos como si estuvieran ciegos o como el pastor a las ovejas; ilumina para ver en medio de la

oscuridad; conduce a la verdad completa para conocer lo que faltó a la enseñanza de Jesús.

El Espíritu habla de lo que oye en la relación del Padre con el Hijo, por tanto, nos sumerge en la verdad trinitaria.

Además, explica lo que ha de venir, para comprender mejor la pascua de Jesús y su

impacto en la existencia de los hombres. De manera que, el Espíritu es la verdad y el revelador del Padre y del Hijo (como se ha

explicado en Jn 14,26; 15,26).

Sorprenden las acciones del Espíritu Santo que conduce, revela y explica con claridad, porque se mete en nuestro interior y habita en nosotros, al mismo tiempo que nos rodea por todas partes.

b) La vida en la verdad, v.v.14-15

El Espíritu da gloria a Jesucristo, así que, nos enseña a alabar porque nos revela quién es Jesucristo.

El Espíritu es como un receptor porque nos enseña a recibir a

Jesús como Señor de nuestra vida. El Espíritu nos explica cómo identificarnos con Jesús, pues si

sabemos quién es Él también sabremos responder a ¿quién soy yo?

El Espíritu nos muestra la unidad del Padre y del Hijo porque es quien garantiza la relación al interior de la Trinidad y la

relación con nosotros.

El Espíritu es la unión del Padre y del Hijo y, por tanto, nos une a la intimidad trinitaria. Nosotros debemos tener una actitud de disponibilidad y

apretura para recibir lo que pertenece a Jesús, tanto el Espíritu como el Padre. De manera que nos podemos relacionar con el Padre a través

de Jesús y a través del Espíritu Santo.

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Jesús vuelve a prometer “el Espíritu de la verdad” con la misión de guiar “a la verdad completa”, pues “hablará y anunciará lo que ha de venir”, además “dará gloria” a Jesús

(16,13-14).

c) Conclusiones

El Espíritu Santo nos deja ver la verdad completa en la Trinidad y sus acciones en

nosotros.

Vivir en la verdad completa se realiza en el encuentro íntimo y personal con Jesucristo que nos lleva al Padre por medio del Espíritu Santo.

Todo lo del Padre es de Jesús y por su acción salvífica nos pertenece a nosotros. Vemos otra vez, que el Espíritu Santo y Jesucristo nos conducen a crecer y fortalecer la

relación con el Padre, sumergiéndonos en una relación de intimidad con la Trinidad. La promesa del Espíritu Santo se cumplirá en la experiencia de la muerte y resurrección

de Jesucristo, donde vemos el cumplimiento de muchas otras promesas.

3.8. JESÚS ENTREGA EL ESPÍRITU COMO RÍOS DE AGUA VIVA, 19,30-37

Introducción

El primer cumplimiento de la donación se realiza cuando Jesús termina su misión muriendo en la cruz y cuando es atravesado por la lanza del soldado (Jn 19,30.34).

La obra de Jesús se ve completada con la salvación del pecado y de la muerte, la máxima manifestación del amor, la entrega de su vida al Padre y la comunicación del

Espíritu Santo que había recibido.

30 Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo:

«Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. 31 Los judíos, como era el día de la Preparación, no querían que quedasen los cuerpos en la cruz el sábado —porque aquel sábado era muy solemne—.

Así que rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. 32 Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. 33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto,

no le quebraron las piernas, 34 sino que uno de los soldados le atravesó

el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. 35 El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido,

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y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. 36 Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura:

No se le quebrará hueso alguno. 37 Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

a) Jesús entregó el Espíritu al morir, v.30

Vemos que en el v. 30 leemos: inclinando la cabeza, entregó el espíritu (to pneuma, como se dice en griego). Al mismo tiempo que muere en la cruz, Jesús directamente

comunica, dona, regala, muere y nos deja su Espíritu. Se completa la creación del hombre nuevo anunciado a Nicodemo (3,6), pero con la

proyección de amar como lo hace Jesús (13,34; 15,12) para formar el nuevo pueblo de Dios.

Podemos ver que el primer cumplimiento de la donación del Espíritu está uniendo la creación, la alianza, la pascua que ahora empieza su plenificación.

Jesús cumple sus promesas en la pascua de la cruz y se desborda sobre toda la

humanidad para que viva en el Espíritu o Pneuma.

b) Jesús entregó el Espíritu al ser atravesado, v.34

El evangelista Juan añade a la muerte de Jesús “que uno de los soldados le atravesó el

costado con una lanza y al instante salió sangre y agua” (19,34). El cuerpo de Jesús se ha entregado totalmente, ha sido herido en las manos, en los pies

y en el costado y de allí sale “sangre” que puede significar: el Cordero que ha sido sacrificado para quitar los pecados (1,36), la apertura a la vida plena (6,45-54), el

alimento vivificante (6,55), el principio de unidad entre Jesús y el creyente (6,56), la primicia de la resurrección escatológica (6,54), el ofrecimiento del sacramento de la Eucaristía, fuente de vida eterna y de unión mutua, y arras de la futura resurrección

gloriosa.

También sale “agua” del costado de Jesús, que puede significar directamente al Espíritu Santo con el que es bautizado el Maestro (1,31-32), al que promete Jesús como el nuevo nacimiento del agua (3,5.8), al mismo tiempo que fue prometido a la Samaritana

(4,10.23) y que en 7,39 será entregado como agua cuando Jesús sea glorificado.

Corrientemente se señala que el agua hace referencia tácita al bautismo cristiano. Vemos otros elementos de cumplimiento de promesas divinas.

c) Conclusiones

Para el evangelista Juan, Jesús en la cruz es el nuevo y definitivo Templo de Dios, el agua que sale de su costado es la realización de la promesa sobre los ríos de agua viva.

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El Espíritu de Jesús es el río de agua viva que sale del costado de Jesús y del que fue prometido a la samaritana o en la fiesta de los Tabernáculos.

El Espíritu Santo es la persona que permanece como interlocutor, defensor, amigo,

consolador, fuente inagotable, pero, sobre todo, compañero inseparable de nuestra humanidad, así que depende de nosotros dejarlo actuar con libertad.

La gloria inefable del Espíritu de Dios será nuestro gozo y nuestra

bienaventuranza. El agua del Espíritu dulcifica las

lágrimas del que llora, refresca al afligido en las persecuciones, purifica

los ojos para ser limpios de corazón, enriquece a los pobres de espíritu, serena a los pacíficos y santifica

empapando hasta saturar el corazón con su amor.

3.9. JESÚS ENTREGA EL ESPÍRITU COMO UN SOPLO, 20,21-22

Introducción

En medio de la oscuridad del atardecer y de la cerrazón de las puertas “se presentó Jesús en medio de ellos” (v.19), mostrando que la Resurrección supera los obstáculos

locativos, mentales y culturales, trayendo una novedad creadora de un nuevo orden.

Los discípulos ven las manifestaciones de Jesús que saluda trayendo paz y mostrando “las manos y el costado” (v.20), revelando que el crucificado es el mismo Resucitado, conduciendo a que ellos se alegraran “de ver al Señor” (v.20).

Posteriormente Jesús habla todo el tiempo (v.v.21-23), dejando regalos e instrucciones

de la actividad que deben seguir guiados por el Espíritu Santo. Los discípulos se alegran al “ver al Señor” (v.20) y reciben el mandato directo de “recibir

el Espíritu Santo” (v.22) y de “perdonar los pecados” (v.23). Jesús es el protagonista porque Él se manifiesta resucitado “en medio de ellos” (v.19), les muestra “las manos y

el costado” (v.20), les dice algunas instrucciones, “sopla sobre ellos” (v.21).

21 Jesús les dijo otra vez:

«La paz con ustedes. Como el Padre me envió,

también yo los envío.» 22 Dicho esto, sopló y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo.

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a) El cumplimiento de la paz, v.21

“La paz con ustedes”, es el saludo y la despedida de los judíos evocando la bendición

que Dios pide a Moisés que imparta a su pueblo (Nm 6,24-26), como lo íntegro, lo completo y la suma de bendiciones divinas. Esta expresión aparece en tres ocasiones: v.v.19.21.26.

La paz es promesa de Jesús y cumplimiento del Resucitado para salir victorioso en los

momentos de tribulación (16,33), pues se tiene la comunión con el Padre y con los hermanos (16,32).

b) El cumplimiento de la misión, v.21

“Como el Padre me envío, también yo los envío”. El envío a anunciar el Evangelio es una promesa mesiánica, pues los anunciadores irán con júbilo a proclamar el comienzo de la nueva alianza de la renovación del pueblo y serán recibidos con alegría como

señala Isaías: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: ‘Ya reina tu

Dios!’” (Is 52,7). El envío que realiza Jesús a sus discípulos lo hace en una equivalencia similar con que

Él fue enviado por el Padre, manifestando un teocentrismo cristológico de la relación Padre-Hijo, como lo señala Jesús en la oración del capítulo 17: “Como tú me has

enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo” (17,18). La misión requiere de hombres nuevos, re-creados el primer día de la Resurrección y

capacitados para mostrar al Padre en todas sus obras. Es un gran regalo ser enviado por el Padre como envió a su Hijo: por amor, para la salvación y para conducir a una

vida plena (3,16).

c) El cumplimiento del soplo, v.22

“Sopló sobre ellos”. Jesús realiza una acción simbólica que muestra el comienzo de la

nueva creación, porque en Gn 2,7 se muestra que Dios “formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida” y vuelve a

afirmarse en Sab 15,11 cuando señala que Dios al hombre “le

infundió un espíritu vivificante”. De manera que el “soplo” que realiza Jesús sobre sus

discípulos muestra el comienzo del nuevo hombre y, por tanto,

se da inicio al nuevo pueblo de Dios, sobre el cual profetiza Ezequiel diciendo: “Ven, espíritu,

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de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan” (Ez 37,9), y de inmediato “revivieron y se incorporaron sobre sus pies” (Ez 37,10). En este “primer día”

comienza y se prolonga hasta la plenitud el tiempo mesiánico.

El “soplo” de la nueva creación, que da origen al hombre nuevo y al nuevo pueblo de Dios, y es el Espíritu Santo quien confirma e inaugura la nueva alianza.

d) El cumplimiento del Espíritu, v.22

El segundo cumplimiento ocurre el primer día se la semana después del simbolismo del soplar les dice: “reciban el Espíritu Santo” (20,22).

Jesús muestra las heridas de las manos y el costado, por donde ha salido sangre y agua, da la misión con la autoridad del Padre, sopla sobre ellos para que asuman su

nueva naturaleza y vayan con la fuerza del Espíritu Santo, ese mismo que salió de su costado y que fue prometido como “ríos de agua viva” (7,38).

Jesús inaugura la época del Espíritu que conducirá a la plenitud la misión de sus discípulos una vez más consagrados al Padre (17,17-18) por la acción del Paráclito.

Ahora es el Espíritu que realizará todo a través de la comunidad de discípulos: dará testimonio de Jesús, los conducirá a la verdad completa, les enseñará cosas nuevas, les recordará las enseñanzas del Maestro, vivirá en y con los discípulos, dará seguridad

frente al mundo, velará por que todo se haga para la gloria del Señor.

El hombre con nueva vida tendrá un corazón nuevo y dócil a la voluntad de Dios y dispuesto a dejarse crear por Él.

Al aceptar el Espíritu y comenzar la vida nueva, la unión con Jesucristo queda establecida y continuamos la misión al impulso del Espíritu y con su respaldo.

e) Conclusiones

La resurrección de Jesús trae el comienzo de la nueva creación en el hombre y en el nuevo pueblo de Dios, al mismo tiempo que se proyecta escatológicamente hacia la

plenitud de la vida. La experiencia de Jesús Resucitado trae el cumplimiento y la plenitud novedosa que

supera el miedo con el perdón de los pecados, la fuerza creciente de la paz para perseverar en medio de la misión, la nueva creación movida por las acciones

sorprendentes del Espíritu Santo; todo esto fue anunciado durante el ministerio de Jesús y llevado a la abundancia de una nueva revelación “el primer día de la semana”. La Palabra de Jesús es Palabra de Dios que llega a su cumplimiento y adquiere un

renovado dinamismo a partir de la resurrección del Señor y la misión de la comunidad de discípulos.

Para lograr el cometido es necesario superar los encerramientos por el miedo a las persecuciones judías, tener la paz que trae la sanación y el impulso para la misión, el

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soplo de la nueva creación impulsado por la fuerza del Espíritu Santo para llevar el perdón de los pecados que conduce a ordenar la vida según la voluntad del Padre. Los

discípulos de Jesús continúan la misión de Jesús (20,21) manifestando el amor gratuito y generoso del Padre (9,4), con la seguridad de ser escuchados y conducirán a los

creyentes a la vida plena (5,24).

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4. TERCERA MARAVILLA: EL PADRE

INTRODUCCIÓN

El evangelio de san Juan –se puede afirmar– es por antonomasia “el evangelio de la

revelación de Dios como Padre”, y Padre del Verbo encarnado: Jesús.12 Desde el himno al Verbo hecho carne se encuentra ya la identificación de Dios con la

persona del Padre y Padre del Verbo, Jesucristo: “Y el Verbo se hizo carne y puso su morada entre los hombres, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre

como Único engendrado, lleno de gracia y de verdad” (1,14). Y “la gracia y la verdad nos han llegado por Jesu-Cristo” (1,17).

A partir del capítulo primero, el evangelista va descubriendo poco a poco al Dios de la Escritura como “Padre” y “el Padre de Jesús”, hasta llegar a la culminación de su

revelación en los discursos de despedida, en donde el título “Padre” es mencionado hasta 51 veces (Jn 13,31–17,25).

Íntimamente vinculado con el Padre aparece en el evangelio de Juan “el Paráclito, el Espíritu de la verdad, el Espíritu Santo”, que procede del Padre, y que el Padre dará y

enviará a los discípulos de Jesús (Jn 14,17.26; 15,26). Desde esta perspectiva, el evangelio de Juan se revela esencialmente trinitario.13

4.1. DIOS PADRE QUE AMA Y ENTREGA TODO

El Padre ocupa el lugar más importante como fuente: de donde viene todo, y por el culmen, hacia donde se dirige todo. Vamos a leer Jn 3,16-18 para realizar un análisis.14

16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Unigénito,

para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo

para que condenara al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 18 El que cree en él, no es condenado; pero el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo Unigénito de Dios.

12 La palabra “Padre” se registra en el evangelio unas 119 veces, en tanto que la palabra “Dios” aparece sólo en unas 70 ocasiones. S. Carrillo, “El Padre en el evangelio de san Juan”, en íd., El Padre en la revelación bíblica, Dabar, México 1999, pp. 81-124. 13 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 30 14 El siguiente análisis es tomado de Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 158-159.

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El sujeto, latente en el v. 14, es ahora puesto de manifiesto. El autor de todo este plan de salvación es Dios-Padre. Su amor inmenso al mundo entero le llevó a “dar”, a “entregar”, al Hijo, al Único engendrado, al Unigénito. La ausencia del posesivo “su”, lejos de dar lugar a una imprecisión, sirve para enfatizar la idea: no el hijo por excelencia, sino “el Hijo, el Hijo único, el Unigénito, el Único engendrado” (cf. Rom 8,32; 1 Jn 4,9-10). En el calificativo “Unigénito” se esconde también la idea de “amado” en forma particular y única. La idea tiene como trasfondo veterotestamentario la historia de Abrahán, invitado por Dios a sacrificar a su hijo: “Toma a tu hijo, a tu único, a quien amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécelo allí en holocausto...” (Gn 22,2; cf. vv. 12.16). Este texto es importante. El Hijo es un regalo, un don, un presente del Padre al mundo, porque él ama a los hombres con un amor de calidad divina, sin límites. La palabra griega utilizada es un adverbio de calidad (“de tal manera”) y no de cantidad (“tanto”), como comúnmente se encuentra en las traducciones. El v. 16 explica el misterioso “es preciso” del v. 14. No se trata de una necesidad trágica y fatídica. La razón de esa necesidad es el amor de Dios hacia los hombres: un amor generoso, constante, universal. La posición enfática del verbo al principio subraya que todo el acento de la frase está en “esa caridad”. El objeto de ese amor, su extensión, es el mundo entero, la

humanidad total y cada uno de sus miembros. Y el don, manifestación y signo del amor, es su propio Hijo hecho carne, el Único engendrado, destinado a ser entregado en la cruz. La finalidad de esa donación es la salvación universal, inmediata y definitiva. La expresión griega “todo el que crea no.…”, muy de Juan, equivale a “ninguno” (6,39; 11,26; 12,46). Quien cree en

el Hijo no perecerá, sino que será salvo, se verá libre de la muerte, recibirá “vida eterna” (Jn

3,36; 10,28; 1 Jn 5,13). La condición única para gozar de esa vida eterna es que el hombre crea, tenga fe, que se entregue a Jesús. El evangelista completará más tarde esta doctrina: el que verdaderamente cree en Jesús y le ama de verdad es aquel que

cumple sus mandamientos (14,15.21.24.

El v. 17 proclama la salvación universal traída por Jesús. Jesús, “Yahveh salva”, no podía traer una misión de castigo ni de condenación, sino que toda ella fue una misión de salvación. Jesús

es el único salvador.

Sin embargo, la presencia de Jesús en el mundo provoca una crisis de decisión personal: creer en él o no creer, a lo que se sigue inmediatamente una

consecuencia: de “condenación” o de “vida eterna”, cuya posesión comienza ya en el momento presente

(cf. 5,24). Y la razón de una u otra suerte es profunda, pues creer en Jesús o no creer en él es aceptar o no aceptar al que es “el Unigénito Hijo de

Dios”.

Dios no condena a nadie. El Padre envió a su Hijo para salvar el mundo. Y si, por una parte, la salvación es un don gratuito de Dios, por otra la condenación se

la da a sí mismo aquel que se niega a creer en Jesús.

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Perspectivas Trinitarias. Todo el diálogo, sin que haya rigidez en el pensamiento, se

desenvuelve en una atmósfera claramente trinitaria. En los vv. 3-8, el Espíritu es quien ocupa el primer lugar; en los vv. 11-15, la figura preponderante es la del Hijo del hombre;

en los vv. 16-21, se destaca la persona de Dios-Padre.

4.2. DIOS PADRE QUE TRABAJA POR SU PUEBLO15

Después del signo del paralítico de Bethesdá, Jesús pronuncia un largo discurso teológico. Este discurso es importante tanto por lo que revela del Padre como por lo que

dice del Hijo. Sólo por una gracia de revelación el hombre puede percibir lo que es el Hijo y tiene en sí mismo. El vocabulario de Juan refuerza la insistencia acerca de la

igualdad de Jesús con Dios, particularmente en su descripción del obrar del Padre y del Hijo y del amor entre ambos.

Éste es, pues, un “discurso teológico” o dogmático muy rico en enseñanzas sobre el Padre y el Hijo. Aunque el discurso no mencione al Espíritu Santo, es una enseñanza

fundamental para la doctrina trinitaria. El discurso consta de tres partes.

a) El Padre trabaja el sábado, vv.16-17

16 Por eso los judíos perseguían a Jesús,

porque hacía estas cosas en shabbat. 17 Pero Jesús les replicó: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo.»

Ésta es la primera declaración de hostilidad de los judíos contra Jesús. La causa fue su

actividad, para ellos ilegal, el día de shabbat. La acción imputable fue la orden de cargar la camilla, pero sobre todo el haber curado al enfermo (cf. 7,23). El evangelista mira el incidente como prototipo de otros. Jesús acostumbraba hacer esas acciones en shabbat

y éste fue el motivo de los repetidos atentados de los judíos para apoderarse de Jesús. Lo que a Juan le interesa es subrayar la actividad de Jesús en shabbat (cf. Mc 1,21.29;

2,23-3,6; Lc 13,10-17; 14,1-6). La respuesta de Jesús encierra particular importancia. Como en muchas palabras de

Jesús, en ésta hay un sentido superior y profundo. Jesús comienza afirmando claramente dos cosas: que Dios es su Padre y que su Padre obra incluso en este

momento. Por tanto, siendo él el Hijo de Dios, también él puede y debe obrar. La obra del Padre es la obra del Hijo, y viceversa.

¿De qué obra, de qué trabajo se trata? i. Algunos acuden al pensamiento judío, que se esforzaba por conciliar el reposo de

Dios después de la creación (Gn 2,2s) con su actividad sin descanso en el

15 El siguiente análisis es tomado de Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 207-209.

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gobierno del mundo. Se distinguía entre su actividad de Creador, que tuvo fin, y su actividad de Juez providente, que no se detiene jamás. Jesús identifica su

propia actividad con la del Juez soberano. De ahí la indignación de los judíos y el discurso por el que Jesús justifica esta pretensión inaudita (vv. 19-30).

ii. Nosotros preferimos interpretar esta palabra en función de las ideas del cuarto evangelio. La expresión “hasta el presente” puede interpretarse a la luz de otra expresión que se lee en 9,4: “mientras es de día”. “Es preciso que, mientras es de

día, yo obre las obras de quien me envió. Viene la noche, cuando nadie puede obrar. Mientras estoy en el mundo, Luz soy del mundo”.

Esto es: el Padre “obra en el presente” porque está realizando una obra, pero la realiza por medio de Jesús, a quien se la ha encomendado (cf. 4,34; 5,36; 17,4). Y esa obra

consiste en “dar vida eterna” a aquellos que el Padre le ha dado (3,14-17; 6,37-40).

Pues bien, Jesús puede trabajar mientras no llega la hora de su muerte. La muerte de Jesús es considerada el término del “trabajo terrestre”, y su resurrección el punto de partida de una nueva época, en la que la creación se encontrará reconciliada con Dios.

En la nueva Alianza, el reposo divino del séptimo día encontrará su cumplimiento en Jesús.

Jesús responde, pues, a sus interlocutores colocándose en una perspectiva superior: a la recriminación de “obrar en shabbat” contesta refiriéndose a “la obra de salvación” que

está realizando y realizará mientras no llegue el momento de su muerte, cuando ya no podrá obrar.

b) Ser como el Padre, v.18

18 Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el shabbat,

sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.

El evangelista afirma explícitamente que los judíos querían dar muerte a Jesús no sólo porque violaba el

shabbat, sino porque llamaba a Dios “su Padre”, mostrándose así igual a Dios. Mediante una libertad plena respecto del shabbat, libertad que era privilegio

exclusivo de Dios, Jesús quiere manifestar en sí mismo un atributo que sólo conviene a Dios.

Este versículo es muy importante en el proceso de la revelación que Jesús va haciendo de su personalidad:

¿quién es él? El evangelista comenta que las razones para darle muerte se hacían cada vez más poderosas:

i. Violaba el shabbat.

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ii. Llamaba a Dios su “propio” Padre, en sentido estricto. iii. Por tanto, “se hacía igual a Dios”. Si es el Hijo propio, tiene, por consiguiente,

igual naturaleza y, por lo mismo, es igual a Dios.

4.3. DIOS PADRE QUE ES GLORIFICADO16

Esta gran unidad presenta tres secciones encabezadas por la fórmula solemne “en verdad, en verdad les digo...” (vv. 19-23.24. 25-29). El versículo 30 cierra el fragmento

formando una inclusión con el principio.

a) El Hijo vivifica y juzga, vv.19-30

19 Jesús, pues, tomando la palabra, les decía:

«En verdad, en verdad les digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, porque lo que ve hacer al Padre:

lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo.

En el v. 19 comienza una justificación al logion del v. 17: “Mi Padre hasta el presente obra, y yo obro”. Justificación jalonada por la partícula “porque”, repetida hasta cuatro veces (vv. 19b.20.21.22). El Hijo, en virtud de su filiación, está en absoluta dependencia

del Padre; a éste toca la iniciativa (cf. 4,34). Por lo mismo, el Hijo no puede hacer por sí mismo sino lo que vea hacer al Padre. Y las razones de esto son:

i. Porque, v.19b

19b porque lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo.

Se afirma una identidad de operación. Por razón del contexto, se trata de la obra de la salvación que, concebida por el Padre, es realizada en este momento por el Hijo.

Se pueden sacar conclusiones teológicas. El modo de obrar sigue al modo de ser. Ahora

bien, el obrar del Hijo es el obrar del Padre, es decir, un obrar divino. Por lo tanto, también el ser del Hijo es divino. Y ese Hijo es Jesús. En consecuencia, Jesús tiene un ser divino y, por lo mismo, es Dios.

ii. Porque, v.20

20 Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace,

y mayores obras que éstas le mostrará, para que ustedes queden maravillados.

16 El siguiente análisis es tomado de Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 209-217.

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Un paso más. El Hijo hace lo que ve que el Padre hace, pero es de saber que el Padre le muestra todo lo que él hace. Queda así afirmada la universalidad de operación del

Hijo. Y la razón es “porque el Padre lo ama”. El amor del Padre es el principio que explica todo el misterio del Hijo.

Hasta aquí le ha mostrado el devolver la salud al enfermo como signo de la obra de salvación. Pero “mayores obras que éstas le mostrará”. ¿Cuáles serán? El poder dar la

vida (v. 21) y el poder juzgar (v. 22).

iii. Porque, v. 21

21 Porque, como el Padre resucita

a los muertos y (los) vivifica, así también el Hijo, a quienes quiere, vivifica.

Una doctrina fundamental del AT es que sólo a Dios corresponde dar la vida (Gn 1–2; Dt 32,39; l Sm 2,6; 2 Re 5,7; Ez 37,3-12; Os 6,2; etc.). Pues bien, ese poder es comunicado

integralmente al Hijo: éste da vida “a quienes quiere”. Se trata de un poder absoluto, dependiente de su beneplácito. Por el momento no se especifica de qué vida se trata (cf.

vv. 24-25.28-29). iv. Porque, vv. 22-23

22 Porque tampoco el Padre juzga a nadie,

sino que ha dado todo el juicio al Hijo, 23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió.

El poder sobre la vida y la muerte es también la expresión del supremo poder judiciario.

El Padre ha comunicado al Hijo todo su poder de juzgar. Consecuencia: el Hijo es objeto del mismo honor que el Padre, de manera que quien no

honra al Hijo tampoco honra al Padre, que lo envió. El Padre y el Hijo son objeto del mismo honor divino.

En este importante pasaje teológico se afirma la unidad de acción entre el Padre y el Hijo; el poder vivificador de ambos; el derecho a juzgar concedido al Hijo, y la igualdad

de honor para los dos.

b) El que cree ha pasado de la muerte a la vida, v.24

24 “En verdad, en verdad les digo:

El que oye mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna y no va a juicio,

sino que ha pasado de la muerte a la vida”.

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La afirmación de Jesús se reviste de solemnidad. Las expresiones “oye mi palabra” y “cree” son sinónimas. El Padre y el Hijo son el término de una misma fe. Jesús se

establece en el mismo nivel que el Padre. El efecto de esa aceptación y de esa entrega de fe es tener vida eterna, no sufrir condenación alguna y haber pasado de la muerte a

la vida. Los verbos griegos en presente y en perfecto testifican una escatología realizada. El

hombre que cree en Jesús tiene ya “vida eterna” y ha sido librado de la muerte: no morirá jamás. En consecuencia, el fin de esta vida terrestre (que llamamos muerte) no

merece ya para él el nombre de muerte. Juan podría hacer suya la afirmación de la Sabiduría: “A los ojos de los necios parecen haber muerto, y su partida es reputada por desdicha, y su salida de entre nosotros por aniquilamiento, pero están en paz. Pues

aunque a los ojos de los hombres fueran atormentados, su esperanza está llena de inmortalidad” (Sab 3,2-4).

c) La recompensa futura, vv.25-29

25 “En verdad, en verdad os digo: Llega la hora, y ahora es

cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. 26 Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo,

así también dio al Hijo tener vida en sí mismo. 27 Y diole poder de hacer juicio

porque es el Hijo del hombre”. “Llega la hora, y ahora es” (cf. 4,23). No se trata de promesas, sino de una realidad.

Nuevamente nos encontramos ante una escatología realizada. No es cuestión de la resurrección futura de los muertos, sino de un paso actual de la muerte a la vida. Oír la

voz es sinónimo de creer. Por lo tanto, la adquisición de esa nueva vida depende de la fe en el Hijo de Dios. Esta última expresión guarda el sentido estricto de filiación divina.

Y el Hijo puede vivificar a los muertos porque, como el Padre, también él posee la vida como algo que le es propio, y ha recibido además el poder de juzgar. Es una nueva

afirmación de la igualdad de poderes, comunicados al Hijo por el Padre. Pero estos poderes los tiene el Hijo no sólo en su carácter divino, en cuanto Hijo de

Dios, sino en cuanto Hijo del hombre (cf. 1,51; 3,15; 6,27.51-61; 9,35; 12,31ss), o sea, el Jesús histórico, en su condición humana, pero cuyos orígenes y misión son

trascendentes (cf. Dn 7,13; 1 Henoc 69,27).

28 “No se maravillen de esto,

pues llega la hora en la que todos los que están en los sepulcros oirán su voz. 29 Y los que hicieron el bien saldrán para resurrección de vida, pero los que obraron el mal

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para resurrección de condenación”.

Tránsito a la resurrección de los muertos. Es un texto importante sobre la suerte y los destinos futuros de los hombres.

“Llega la hora”: se trata nuevamente aquí de un presente, pero ahora con matiz de futuro escatológico. Este versículo afirma la universalidad de la resurrección, a la voz del Hijo

del hombre, y la diferencia de destino según la conducta personal: o una resurrección de vida para los que hicieron el bien, o una resurrección de juicio, esto es, de condenación,

para los que obraron el mal. La doctrina de la resurrección de buenos y malos había sido ya afirmada por Dn 12,2.

En el cuarto evangelio encontramos dos series de textos sobre la escatología aparentemente contradictorios.

Unos textos presentan una “escatología realizada” (escatología vertical). Juan habla en estos textos de una resurrección ya realizada para el creyente por el hecho mismo de

creer (5,24); de una posesión actual de vida eterna (3,36; 4,14; 6,40) y, por lo mismo, de una liberación de la muerte: el que cree no morirá jamás (6,50; 8,51-52; 11,26). Por

oposición, el que no cree ya está juzgado (3,18). Otros textos presentan una “escatología futura, todavía no realizada” (escatología

horizontal). Juan habla de una resurrección “en el último día”, en un futuro indeterminado (6,39.40.44.54; 11,24), que coincidirá con el último juicio que tendrá lugar igualmente “en

el último día” (5,28-29; 12,48). Estas dos escatologías no se oponen, sino que obedecen a diferentes consideraciones,

a diversos ángulos de contemplación del misterio del hombre ante Dios. Una y otra son complementarias: la escatología realizada penetra en “el misterio de vida” que se

produce en el hombre al contacto actual y directo con Jesús, el Hijo de Dios, fuente de vida; la escatología futura, heredada de Daniel, sitúa su contemplación en la dimensión de nuestro tiempo y, si quiere hablar de “lo último”, es lógico que lo haga hablando de un

“ultimo día”.

d) Conclusión, v.30

30 “No puedo yo hacer por mí mismo nada.

Como oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad,

sino la voluntad del que me envió”. El discurso termina con una inclusión: alude al principio de

la exposición (v. 19) y al juicio que el Padre le ha encomendado a Jesús (v. 22). Ahora bien, ese juicio será

justo, porque brotará de lo que el Hijo escuche del Padre, en la más estrecha unión de voluntades. Jesús hace siempre la voluntad del Padre que lo envió (Jn 4,34; 6,38; Lc 22,42).

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5. CUARTA MARAVILLA: EL DISCÍPULO AMADO Los textos17 que hablan acerca del discípulo que Jesús amaba son los siguientes: Jn 13,

23; 19, 26; 20, 2; 21, 7. 20. En otros se habla del “otro discípulo” (ver Jn 20, 3.8; 18, 15). En torno de este discípulo se formó una escuela joánica, interesada en hacer frente a las

crisis que debió asumir a lo largo de su historia y por consiguiente justificar su tradición. Algunos textos tempranos del Evangelio joánico hablan del “otro discípulo”. Diversos investigadores piensan que el discípulo amado puede ser “uno de los dos” que menciona

Jn 1, 40: “Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús.”

5.1. TEXTOS DONDE APARECE EL DISCÍPULO AMADO

PASAJE TEXTO

1,36-40 36 Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios.» 37 Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. 38Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscan?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives?» 39Les respondió: «Vengan y lo ven.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima. 40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús.

13,22-26 22 Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. 23 Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. 24 Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando.» 25 El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?» 26 Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.» Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote.

18,15-16 15 Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, 16mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro.

19,25-27 25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. 26 Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» 27Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

20,2-9 2 Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús amaba y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.» 3 Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. 4Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. 5Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. 6 Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, 7y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte.

17 Carbullanca N., César. El discípulo amado: una clave hermenéutica de la cristología joánica. 424

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8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, 9pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.

21,1-7 1 Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 3 Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. 4 Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 5 Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.» 6 Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. 7 El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar.

21,20-23 20 Pedro se vuelve y ve siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» 21 Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» 22 Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» 23 Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: « No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga.»

21,24 24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.

5.2. ANÁLISIS DE CARACTERÍSTICAS

PASAJE TEXTO 1,36-40 1) Abandona al maestro anterior para seguir al Maestro definitivo, al “Cordero de

Dios”. Ver 2) Seguir a Jesús de cerca y tener un trato personal con Él. 3) Quedarse con Jesús y fortalecer las relaciones interpersonales. Morar La hora décima equivale a las cuatro de la tarde. “Este pequeño detalle confiere a la escena

el carácter de un testimonio y casi de una confidencia personal de un valor histórico inapreciable”18.

13,22-26 4) Obedece a la autoridad de Pedro 5) Tiene la confianza para acercarse a Jesús y preguntar: “Señor, ¿quién es?” 6) Escucha los secretos del corazón de Jesús “Es aquel a quien dé el bocado que

voy a mojar”. El discípulo a quien Jesús ama guarda con él una relación de particular intimidad, análoga a

la que Jesús tiene con el Padre19.

18,15-16 7) Sigue a Jesús y da testimonio de Él ante los tribunales judíos. 8) Obedece la autoridad de Pedro y lo trata con fraternidad.

18 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 114. 19 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 366.

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9) Aprovecha sus conexiones para mantenerse junto a Jesús.

19,25-27 10) Acompaña a Jesús hasta la cruz. 11) Recibe a María como Madre. 12) Es recibido por María como hijo. El pasaje de Jn 19,25-27 fundamenta positivamente la doctrina según la cual “la Virgen María, madre de Jesús, es a la vez madre espiritual de la Iglesia, comunidad de todos los creyentes”20.

20,2-9 13) Corre más por su amor que por sus piernas, por eso llega más rápido. 14) Respeta la autoridad de Pedro, por eso espera a que él llegué y entre primero. 15) Ve el sepulcro vacío y las prendas organizadas (sudario y vendas) y cree que

Jesús ha resucitado. 16) Recuerda las palabras de Jesús y las Escrituras que se aplican a la

resurrección. El discípulo amado llega primero, ve y cree. Cree que el Señor, rompiendo las ataduras de la muerte, ha resucitado, y como “signo” de que así ha sido allí están las vendas y el sudario doblado, en un sitio aparte. Este detalle excluye con fuerza la posibilidad de un robo21.

21,1-7 17) Respeta la autoridad de Pedro. 18) Reconoce al Señor por sus obras.

21,20-23 19) Respeta la autoridad de Pedro. 20) Sigue a Jesús y permanece con Él hasta el final. Le ha seguido desde el principio (1,37); le ha sido siempre fiel, hasta la cruz (19,26); no ha

sido necesario que Jesús le dé un mandato especial. Su ventaja sobre Pedro ha sido puesta de manifiesto varias veces22.

21,24 21) La comunidad da testimonio del discípulo amado. Todo lo que ha escrito constituye el propio testimonio de cuanto ha visto y oído. La comunidad de Juan está persuadida de que el discípulo amado les ha comunicado la verdad

de lo que ha sucedido23.

5.3. ANÁLISIS DE PROMESAS

Primera promesa: cuando el discípulo amado recuesta su cabeza sobre el pecho de

Jesús, escucha los secretos de su corazón, establece una relación de confianza, se afianza la intimidad. Al fortalecer la relación con Jesús, se fortalece la intimidad con el Padre (cf. 13,22-26).

Segunda promesa: porque el discípulo amado acompaño a Jesús en la cruz, queda bajo

el cobijo de María para ser acompañado y educado por la Madre del Salvador. Se establece una relación de cercanía e intimidad entre Madre y nuevo hijo. La expresión

griega τα ἴδια (tá ídia) hace referencia a recibir a María como lo más preciado y especial

que se vuelve fundamental y vital (cf. 19,25-27).

Tercera promesa se desprende de la fidelidad del discípulo amado a Jesús cuando el evangelista señala: “Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: ´Todo está cumplido´” (19,30a). Todas las promesas del Padre se cumplen en el discípulo amado, así como la Escritura

20 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 473. 21 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 488. 22 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 518. 23 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 519.

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se cumple. El discípulo amado recibe la gran bendición del cumplimiento de las promesas en las Escrituras.

Cuarta promesa se vive a partir de la afirmación: “E inclinando la cabeza entregó el

espíritu” (19,30b). El discípulo amado recibe la primicia del Espíritu Santo, como lo

manifiesta la expresión griega το πνευμα (tó pneuma). Jesús entrega el Espíritu y quien

primero lo recibe es el discípulo amado. Se puede confirmar en 19,34-37, cuando, del

costado de Jesús sale "sangre y agua" y lo recibe el discípulo amado que se convierte en testigo del cumplimiento de las promesas de la Escritura.

Sexta promesa se concluye de las palabras de Jesús en 21,22-23. El Señor le dice a Pedro: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa?” Porque el

discípulo amado permanece eternamente junto a Jesús. Después se corrió el rumor “de que este discípulo no moriría” y la comunidad de Juan realiza el comentario de permanencia del discípulo amado hasta la parusía.

Séptima promesa es visible en el comentario de la comunidad de Juan sobre el discípulo

amado cuando señala: “Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero” (21,24). Salvador Carrillo dice que “El cuarto evangelio se presenta globalmente como un gran testimonio

acerca de Jesús. Desde el principio aparece el sustantivo “testimonio”, que, unido al verbo “dar” (“dar testimonio”), se registra hasta 47 veces. Todo lo que ha escrito

constituye el propio testimonio de cuanto ha visto y oído” 24.

5.4. CONCLUSIONES

Los exégetas identifican al “discípulo amado”, como el creyente sin fisuras, como el verdadero seguidor del testigo fiel que es Jesucristo.

Hacernos discípulos de Jesucristo significa estar diligentes. Ser testigos de esta vocación. Es el

discípulo que participa de la intimidad del Señor, recibiendo y aceptando su amor; es el que está ahí al pie de la cruz y por ello da testimonio de lo

que ve.

Ser discípulos no equivale sólo a vivir según el código moral, sino también como el “discípulo amado”, a vivir el encuentro y la experiencia

personal de Aquél que sale a nuestro encuentro y nos llama a seguirle.

24 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 519.

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6. QUINTA MARAVILLA: LA MUJER, LA MADRE La madre de Jesús aparece en dos escenas en el evangelio de Juan, en dos momentos muy importantes porque confluyen varios elementos:

Hoy es el último día de la semana inaugural, que hemos titulado la “epifanía de Jesús”. Los rasgos más importantes de su rica personalidad se han ido revelando día tras día. El primer día, Juan anuncia la dignidad de “el que viene”; el segundo día, Jesús es

presentado como “el Cordero-Siervo de Yahveh, aquel sobre quien reposa el Espíritu Santo, el Hijo de Dios”; el tercer día, es saludado como “Maestro”; el cuarto día es

reconocido como “Mesías”, y el quinto día es llamado “el Hijo de Dios, el Rey de Israel, el Hijo del hombre”. El séptimo día, Jesús “manifestará su gloria” mediante un signo y éste hará brotar la fe de sus discípulos. Este signo manifestativo de la gloria de Jesús es

la primera de las “mayores cosas” que Natanael verá.

6.1. MARÍA, LA MADRE

a) Presentación general

En esta amplia perspectiva, brilla en todo su fulgor el papel de María, la madre de Jesús, al pie de la cruz. El texto es de importancia capital: “Jesús, habiendo visto a la madre, y allí presente al discípulo que amaba, dice a la madre: ‘¡Mujer, he ahí a tu hijo!’. Luego

dice al discípulo: ‘¡He ahí a tu madre!’” (19,26-27).

Es ésta una de esas palabras del cuarto evangelio que se sitúan en dos niveles que miran dos perspectivas y entrañan dos sentidos homogéneos.

1. En el sentido llano, Jesús, a punto de expirar, confía su madre con amor filial al discípulo que más quiere. Y él la acepta: “Y desde aquella hora la recibió el discípulo en

su casa”.

• Señal definitiva

• La hora del cumplimiento

• Primera señal.

• Comienzo de la hora

• Glorificar al Padre

• Total revelación

• Concluye la semana inaugural

• Revelación de JesúsJn 2,1-

11

Jn 19,25-

27

La cruz de Jesús

Las bodas

en Caná

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80

2. En el sentido profundo, que ocupa el primer lugar en las intenciones teológicas del

evangelista, Jesús invita a “la Madre” a que intervenga con un papel maternal respecto al discípulo fiel y creyente que juega, en esos momentos trascendentales, el papel de

“tipo” y representante de los futuros discípulos. En otras palabras, María es declarada en esos momentos madre espiritual de la Iglesia que está por nacer. Desde el día de la encarnación, María, al ser madre de Jesús, queda convertida en madre de su cuerpo (la

Iglesia), pero al pie de la cruz, cuando Jesús engendra definitivamente a su Iglesia, María recibe oficialmente su misión maternal respecto de la misma. María no es aquí

únicamente la madre de Jesús, sino que es “la mujer”, “la compañera”, unida a Jesús en su acto supremo de salvación. 25

b) Maternidad Espiritual de María (Jn 19, 17 – 37)

Evocación Veterotestamentaria La referencia, en el contexto inmediato, el

cumplimiento de la Escritura ha llevado a numerosos autores a pensar en (Gn 3, 15).

María es la mujer al lado de Cristo en el momento cumbre de la Redención. La Pasión es en el cuarto Evangelio un parto

doloroso del que nace la nueva familia de los hijos de Dios (Jn 16, 21 ss: 20, 17.22)

Jesús revela la maternidad de su Madre al discípulo, prototipo de los que siguen a Jesús, y la filiación de éste respecto de aquella (Jn 19, 25 – 27).

Conexión con el milagro de las bodas de Caná

La mayoría de los intérpretes admite que el uso de la palabra “mujer” establece entre

Caná y el cuarto episodio de la crucifixión la figura literaria de la “inclusión”. En Caná, María enciende con su fe, la fe de los discípulos provocando el milagro: al pie de la cruz toma bajo su custodia a la comunidad creyente, representada en el discípulo amado.

c) Madre de la Iglesia

Jn 19, 26Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» 27Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y

desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

María es la madre de todos los discípulos amados de Jesús.

María es recibida como lo más precioso en la vida de los discípulos amados de

Jesús.

25 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 38-39.

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Como los discípulos amados se congregan en la Iglesia, podemos concluir que

María es la madre de la Iglesia.

La Bienaventurada Virgen, por el don y la prerrogativa de la maternidad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, y por sus singulares gracias y dones, está unida

también íntimamente a la Iglesia. la Madre de Dios es tipo de la Iglesia, orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo. Porque en el misterio de la Iglesia que con razón también es llamada madre y virgen, la Bienaventurada Virgen María

la precedió, mostrando en forma eminente y singular el modelo de la virgen y de la madre, pues creyendo y obedeciendo engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre,

y esto sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo, como una nueva Eva, practicando una fe, no adulterada por duda alguna, no a la antigua serpiente, sino al mensaje de Dios. Dio a luz al Hijo a quien Dios constituyó como primogénito

entre muchos hermanos (Rom., 8,29), a saber, los fieles a cuya generación y educación coopera con materno amor. (L.G. 63)

Ahora bien, la Iglesia, contemplando su arcana santidad e imitando su caridad, y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, también ella es hecha Madre por la

palabra de Dios fielmente recibida en efecto, por la predicación y el bautismo engendra para la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y

nacidos de Dios. Y también ella es virgen que custodia pura e íntegramente la fe prometida al Esposo, e imitando a la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu Santo conserva virginalmente la fe íntegra, la sólida esperanza, la sincera caridad.

(L.G. 64)

6.2. MARÍA, LA MUJER: NUEVA EVA

Jn 2, 4Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.»

Jn 19, 26Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

La madre de Jesús aparece en el Evangelio de Juan como la "mujer".

La "mujer" se encuentra al comienzo de la misión de Jesús en las bodas en Caná y se encuentra en la plenitud de la misión de Jesús en la cruz. Acompaña toda la

misión del Hijo.

El sentido puede venir desde Gn 3,15, conocido como el proto-evangelio, donde se

anuncia que la salvación del mal (serpiente) vendrá por la descendencia de la "mujer".

María es la Nueva Eva, cuya descendencia (su Hijo) acaba con el Mal, pero queda mordido en el talón, es decir, queda herido de muerte.

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Con razón, pues, los Santos Padres estima a María, no como un mero instrumento

pasivo, sino como una cooperadora a la salvación humana por la libre fe y obediencia. Porque ella, como dice San Ireneo, "obedeciendo fue causa de la

salvación propia y de la del género humano entero". Por eso, no pocos padres antiguos en su predicación, gustosamente afirman "El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; lo que ató la virgen Eva por la

incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe"; y comparándola con Eva, llaman a María Madre de los vivientes, y afirman con mayor frecuencia "La muerte vino por

Eva; por María, la vida". (L.G. 56)

6.3. MARÍA, INTERCESORA26

a) "Ya no tienen vino" Jn 2,3

En las Bodas en Caná que podemos contemplar en Jn 2,1-12 y más concretamente en la afirmación que María hace a Jesús: "No tiene vino", fundamentamos la intercesión de nuestra Madre. Miremos algunas implicaciones de esa afirmación:

María plantea el problema a Jesús, no aconseja posibles soluciones, sino que deja en libertad a Dios para que obre de acuerdo a su voluntad. La intercesión no consiste en decirle a Dios lo que debe hacer según nuestra voluntad, sino que plantea el problema y deja que Él actúe con libertad.

María espera confiada en Jesús. La intercesión consiste en confiar positiva y esperanzadora la respuesta amorosa de Dios.

Otra actitud de María es que se deja sorprender por Dios. Sorprenderse ante al actuar de Dios es la actitud propia del adorador, del niño, del genio, del ser humano que vive cada día como el último, teniendo en cuenta en todo momento la voluntad de nuestro Padre.

Sorprenderse ante lo que Dios hace por nosotros nos lleva a vivir agradecidos con nuestro Padre, con una alabanza en nuestros labios, con un anuncio gozoso del amor de Dios y con el testimonio para compartir con todos lo que tenemos alrededor.

b) "Hagan todo lo que Él les diga" Jn 2,5 (cfr. Gn 41,55)

Nuestra Madre se dirige a los servidores humildes, que son capaces de ver el agua convertida en vino, una hermosa invitación: "hagan todo lo que Él les diga". Veamos algunas implicaciones:

Coloque su vida (hambre y sed) en Jesús: coloquen sus necesidades y proyectos en las manos de Jesucristo.

María señala que el camino es Jesús. No existe ningún otro camino a la solución de nuestras necesidades.

26 Tenjo Cogollo, Manuel. Somos intercesores en misión. Fundamentos de la intercesión. p. 41-42

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Nuestra Madre pide la obediencia a su Hijo para que hagamos su voluntad

c) Algunas conclusiones

María es el ejemplo de obediencia y disponibilidad a Dios.

Se deja sorprender por Dios ante sus peticiones.

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7. SEXTA MARAVILLA: EL LIDERAZGO COMUNITARIO

7.1. LÍDERES PROACTIVOS Y REACTIVOS, 6,1-12

a) Introducción

En Jn 6,5-10 encontramos a Andrés, con una actitud proactiva que vale la pena analizar, mirando las relaciones con Jn 1,40-42.

La proactividad es un concepto nuevo que surge a partir de la perdida de interés y entusiasmo en el trabajo, en el hogar, en los proyectos personales y en la pérdida del

sentido de la vida. Busca, especialmente, que la persona vuelva a tener pasión por su propia vida y por lo que realiza. La proactividad es el valor que puede desarrollar cualquier ser humano para tomar la iniciativa de hacer lo que debe hacer y aún más. No

busca culpar a personas, circunstancias o entidades para luchar y realizar los sueños. La clave es: “si alguien te obliga a llevar una carga un kilómetro… llévala dos”. Se trata

de rendir más y mejor de lo que se espera de la persona, De transformar su entorno para que sea mejor y más productivo27.

Se gestan dos conceptos contrapuestos: proactivo y reactivo. Existen personas con hábitos proactivos y personas con hábitos reactivos. El siguiente cuadro nos permite

observar los comportamientos repetitivos de las personas proactivas y de las personas reactivas. Tú debes leer con atención y señalar los elementos recurrentes para identificar tus hábitos más comunes y decidirte a asumir una actitud más adecuada a fin

de alcanzar metas productivas y grandes satisfacciones.

b) Características del líder reactivo

Felipe es un personaje reactivo, porque no soluciona…

Jesús, el Maestro, le plantea un problema a Felipe, pero...

El líder reactivo sólo ve problemas, no plantea soluciones, ninguna propuesta le

parece buena… No sale de su círculo de influencia para no comprometerse y por camina un

kilómetro más…

c) Características del líder proactivo

Andrés es un líder proactivo, porque propone…

El líder proactivo promueve personas, como a Simón Pedro y al muchacho…

Presenta soluciones, aunque parezcan pequeñas…

Cinco panes + dos peces = 7 (plenitud) para dar de comer a 5.000 hombres…

27 Tenjo Cogollo, Manuel. Sanar y levantar la vida. The World Marketing Company. Bogotá, 2008.

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Obedece al Maestro…

Se deja sorprender por el Maestro…

Hace que las cosas sucedan…

Jesús aprovecha para promover soluciones que sacian.

Jesús da en abundancia: de 5 panes recogen los trozos sobrantes en 12 canastas…

HÁBITOS DE PERSONAS PROACTIVAS HÁBITOS DE PERSONAS REACTIVAS

Centran sus esfuerzos en el círculo de influencia: focalizan su energía en desarrollar lo que pueden hacer de la

mejor manera, así que se aumenta el círculo de influencia.

Tienen las metas claras y los procesos por donde deben seguir para obtener los resultados deseados.

Trabajan por más que la paga. Porque observan que existen valores agregados que son mucho más

valiosos que el dinero. Tienen claro que la causa y el efecto,

medios y fines, semilla y fruto, no pueden estar separados. El efecto es la causa, el fin preexiste en los medios y

el fruto está siempre en la semilla. Se anticipan al cambio y asumen con

cierta facilidad las transiciones, pues su mirada está puesta en la meta y el esfuerzo es el precio del éxito.

Hacen que las cosas sucedan y se vuelven dueños de la historia.

Tienen disciplina en el ejercicio de los valores para que se conviertan en virtudes.

Centran sus esfuerzos en el círculo de preocupación: focalizan su energía en atacar los defectos de otras personas,

en los problemas del medio y en las circunstancias que no pueden cambiar y

no tienen control sobre ellas.

Hacen que el círculo de influencia se encoja, pues desatienden lo que deben

hacer y se estresan con lo que no pueden cambiar.

Desarrollan sentimientos de culpa y acusaciones donde se genera un

sentimiento de impotencia.

Se sienten condenados a realizar todo con mediocridad, pues trabajan por lo

que se les paga.

Mendigan autocompasión, lástima,

ascensos, comprensión, perdón y se estancan en el pasado “glorioso”.

Acostumbran no proponer porque es

tiempo perdido, así que viven para pagar las deudas y no para alcanzar

metas pues “más vale malo conocido que bueno por conocer”.

No desarrollan disciplina y esperan que todo les llegue…

d) Conclusiones y aplicaciones

Somos responsables de gestionar nuestras propias carreras, no podemos quedarnos sentados esperando que alguien venga a rescatarnos o a ofrecernos el gran trabajo de

nuestras vidas. No es operativo quedarse anclado en la queja anti-sistema si lo que deseamos es cambiar nuestra situación actual. Ante la pérdida de empleo hay personas

que caen en la depresión, en cambio, otras aprovechan esta coyuntura para montar un negocio propio y triunfar. No nos engañemos atribuyendo la responsabilidad de nuestros problemas únicamente a los agentes externos o a la presión del medio. Tenemos la

responsabilidad de escoger nuestras propias respuestas ante lo que nos ocurre y de dirigir la acción de una manera inteligente.

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Para tener éxito en el actual mercado laboral es preciso convertirse en un agente activo de cambio, tener iniciativa y saber hacer frente a la incertidumbre. La persona proactiva

no espera a que los demás tomen decisiones por ella, actúa con determinación anticipándose a los problemas, baja a terrenos operativos y crea constantemente nuevas

oportunidades. Por último, hay que tener en cuenta que

el comportamiento proactivo está orientado a resultados. Ser proactivo no

consiste únicamente en proponer ideas o hacer reestructuraciones cognitivas para percibir la realidad de otra manera.

Pensar el cambio está muy bien, pero no es suficiente; hay que ser capaz de

transformar las ideas en acciones para obtener resultados.

7.2. PASOS PARA LA EXCELENCIA, 2,1-11

a) Introducción

Nos preguntamos contantemente: ¿Cómo pasar de la escasez a la abundancia?

¿Qué pasos dar para tener excelencia en lo que realizamos?

¿Cómo tener la prosperidad que quiero?

En el siguiente relato se encuentran las respuestas… y otras inquietudes…

Vamos a leer Jn 2,1-11, conocido como “las bodas en Caná”.

b) Pasos para pasar de la escasez a la abundancia

En el relato de las “bodas en Caná” nos permite visualizar la prosperidad, pues se presenta una situación de escases ya que “no tienen vino”, pero después de unos pasos Jesús da el mejor vino, de la mejor calidad y en abundancia. Veamos los pasos para

pasar de la escasez a la abundancia. 1er. Paso: Buscar a los expertos. Como lo podemos observar en Jn 2,3: 3Se acabó el vino, y la madre de Jesús le dijo: Ya no tienen vino. → Jesús es el experto, quien puede hacer que de la escasez se llegue a la abundancia.

Cuando visualizas un proyecto o pretendes realizar una gran actividad, debes buscar a las personas adecuadas, a los expertos en los temas o necesidades que tienes para consultar o adquirir sus servicios. Busca a los expertos que te pueden ayudar a

desarrollar tus planes y alcanzar tus metas. 2º Paso: Aprovechar el momento oportuno. La hora de la bendición. Leamos el v.4: 4Jesús le contestó: Mujer, ¿por qué me dices esto? Mi hora no ha llegado todavía. → Dios bendice en el momento oportuno, es necesario aprovechar la oportunidad

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cuando se presenta, porque allí viene la bendición. La suerte como azahar no existe, pero puede entenderse como preparación más oportunidad, esa es la fórmula de la

suerte. Preparación + Oportunidad = Suerte. Las bendiciones de Dios llegan en el momento oportuno, a la hora en que debe llegar la bendición y es necesario estar listo

para recibir la bendición. 3er. Paso: Seguir los buenos consejos. Aprender a escuchar. Leamos el v.5: 5Ella dijo a los que estaban sirviendo: Hagan todo lo que él les diga. → Es necesario aprender a escuchar los buenos consejos, los que centran en

Jesucristo, los que conducen a realizar todo al derecho. Obedecer las buenas orientaciones, sintonizarse con la voluntad de Dios, dirigir la vida hacia “todo los que Él diga”, conduce a caminar en el éxito y la prosperidad. Ya tienes tu plan, buscas a

los expertos y aprovechas la hora de la bendición, así que sólo te queda caminar siguiendo los buenos consejos.

4º Paso: Cambiar de paradigmas. Leamos los v.v.6-7: 6Había allí seis tinajas de piedra, para el agua que usan los judíos en sus ceremonias de

purificación. En cada tinaja cabían de cincuenta a setenta litros de agua. 7Jesús dijo a los sirvientes:

— Llenen de agua estas tinajas. Las llenaron hasta arriba. → Las tinajas eran para la purificación de los judíos y nada más. Eran de uso exclusivo.

Sin embargo, Jesús cambio el paradigma judío y realizó algo maravilloso: el agua se

convirtió en vino abundante y de buena calidad. Existen paradigmas o modelos mentales que son obsoletos y no permiten nuevas oportunidades para ver la hora de

la bendición, así que es necesario “cambiar la manera de pensar para que cambie también la manera de vivir” (Rom 12,2). Pensar de otra manera, ver cosas posibles donde otros ven lo imposible. Ir más lejos de lo que se espera, es la actitud de los que

rompen los paradigmas personales, familiares, eclesiales o sociales. 5º Paso: Sujeción a la autoridad. Leamos el v. 8: 8y Jesús les dijo: Ahora saquen un poco y llévenselo al encargado de la fiesta. Así lo hicieron.

→ El encargado de la fiesta es quien autoriza servir el vino y las comidas de acuerdo a un protocolo, y Jesús respeta la autoridad del mayordomo, aunque sea Él quien ha

dado el mejor vino. Jesús está sujeto a la autoridad del encargado de la fiesta. Jesús respeto la autoridad del encargado de la fiesta, y debemos seguir el ejemplo del Maestro. Es necesario aprender a respetar a los que tienen la autoridad. Ser rebelde

contra toda autoridad no tiene sentido, porque “la autoridad viene de Dios” (Rom 13,1-2).

6º Paso: Control de calidad. Leamos los v.v. 9-10: 9El encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde había

salido; solo los sirvientes lo sabían, pues ellos habían sacado el agua. Así que el encargado llamó al novio 10y le dijo: Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando

los invitados ya han bebido bastante, entonces se sirve el vino corriente. Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora. → Deben existir criterios de control de calidad del servicio o de la actividad realizada.

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Jesús cuenta con el control del encargado de la fiesta para señalar que Él da lo mejor… Todo debe ser revisado, evaluado y mejorado. No temas al control de calidad

pues te ayudará a mejorar lo que estás realizando.

c) Conclusiones

Se logra el objetivo: el mejor vino, de la mejor

calidad y en abundancia.

La calidad también se puede realizar en

cantidad…

Seguir los pasos para la excelencia garantizan una

vida prospera y de éxito venido de Dios.

Recuerda que Prosperidad = Productividad + Fecundidad.

Una cosa es la productividad y otra, la fecundidad. La productividad es cuantificable: entra en las

leyes de la proporcionalidad, causa y efecto, acción y reacción, y se mueve en el vaivén de las

estadísticas: tantos bautizos, tantas comunidades de base, tantos programas de evangelización… La productividad depende de nosotros.

Pero la fecundidad no pude reducirse a estadísticas. El actor y autor del Reino es

Dios mismo; y la fecundidad la imparte Dios, y la da en proporción al silencio o pureza del corazón.

7.3. LA GENEROSIDAD DE NICODEMO, 19,38-42

a) Introducción

Nos vamos a detener en el proceso de un líder judío que debe pasar de su oscuridad interior a la luz de la pascua de Jesús, nos referimos a Nicodemo. El personaje aparece

en los momentos importantes en un proceso sorprendente y procesual.

Nicodemo aparece en tres ocasiones a lo largo de los 21 capítulos del evangelio de san Juan. Se le presenta como uno de los jefes de los judíos, probablemente un miembro del Sanedrín, que viene a visitar a Jesús una noche (Jn 3,1-15). Más adelante, defiende a

Jesús delante de sus colegas (7,45-52) y por último participa en su sepultura (19,38-42). Nicodemo es mostrado sin duda como una persona recta, miembro de la clase dirigente,

aunque su influencia sea limitada. Estas apariciones escalonadas nos permiten seguirle la pista, percibir su evolución y nos abren a un pequeño itinerario que puede ayudarnos a mirar nuestro propio camino de fe.28

b) Acercamiento a Jesús, 3,1-15

Nicodemo está en buena compañía pues Jesús también se esconde. Con todo, las

28 Tomado de http://www.alianzajm.org/IMG/pdf/Nicodemo.pdf

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palabras que Jesús le dirige, “los hombres amaron la oscuridad más que la luz, porque sus obras eran malas” (3,19), sugieren en su visita nocturna una preferencia por la

oscuridad. Aunque Nicodemo se acerque a Jesús, a la luz que brilla en la oscuridad (1,5), la respuesta de Jesús “vosotros no aceptáis nuestro testimonio” (3,11) indica que

el simbolismo negativo de la oscuridad domina la escena. La proclamación inicial de Nicodemo “Rabí, sabemos que has venido de Dios como

maestro, porque nadie puede realizar los signos que tú realizas” (3,2), si bien puede parecer suficiente mirando la de Andrés o Natanael en el capítulo primero, no es

aceptable a los ojos de Jesús. Está apoyada en los signos que Jesús ha realizado, algo insuficiente como acaba de afirmar el evangelista (2,23-25). Nicodemo sería un representante de aquellos cuya fe se apoya en signos.

Al final del diálogo Nicodemo calla y no responde a Jesús. Ahora bien, considerando que

es un fariseo su silencio es elocuente. Lo diferencia de otros fariseos del cuarto evangelio que no callan ante Jesús, sino que lo acusan y buscan matarlo (8,12-59). Su silencio podría indicar escucha atenta y

empática. Siendo evidente que Nicodemo como fariseo y dirigente judío pertenece

al grupo que está en la oscuridad por no reconocer a Jesús, el hecho de que Jesús lo reciba lo sitúa en otra categoría.

Parecería entonces, con esta sola escena, que hay que situar a Nicodemo

del lado de aquellos con buenas intenciones pero que finalmente permanecen en la oscuridad. Sin

embargo, Nicodemo vuelve de nuevo, a Jesús y a la narración.

c) Primera salida a la luz, 7,45-52

La segunda comparecencia de Nicodemo (7,45-52) tiene lugar delante de los sumos sacerdotes y fariseos. Los jefes de los sacerdotes y los fariseos comienzan preguntando

a los guardias que han quedado impresionados por Jesús, “nadie nunca ha hablado como habla él”, si es que alguien de las autoridades creyó en él. Inmediatamente Nicodemo, ligado a estos grupos, defiende a Jesús: “¿es que nuestra ley condena a uno

sin oírlo antes y sin saber qué hizo?”. Reclama que no hay que condenar a Jesús sin escucharlo. ¿Es sólo una preocupación por procedimientos legales o indica algo más?

Sus palabras son una defensa superficial, lejos por ejemplo de la confesión de fe del ciego de nacimiento. Pero Nicodemo pretende escuchar a Jesús y conocer lo que hace.

Eso apunta a la fe. Además, el contexto refuerza esa impresión porque la acusación a Nicodemo de ser galileo lo identificaría ulteriormente con Jesús. Aparece la ironía

cuando ellos niegan la posibilidad de que de Galilea surja ningún profeta. Una vez más en el cuarto evangelio ‘los judíos’ se equivocan, lo que refuerza la posición de Nicodemo.

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d) Segunda salida a la luz y muestra de generosidad, 19,38-42

Nicodemo aparece junto a José de Arimatea, ayudándole a envolver el cuerpo de Jesús

y a ponerlo en el sepulcro. Nicodemo es quien trae las especias, que resultan ser una increíble cantidad, cien libras, que se utilizan en la sepultura. ¿Cómo explicar su presencia? José de Arimatea es “discípulo de Jesús pero secretamente, por miedo a los

judíos” (19,38). Este ‘miedo a los judíos’ coloreaba el contexto amplio del segundo pasaje sobre Nicodemo, que motivaba su tibia defensa de Jesús. Aquí se atribuye a

José y por asociación a Nicodemo una actitud que claramente el autor del evangelio ha rechazado (12,42-43). Sin embargo, el hecho de pedir públicamente el cuerpo de Jesús, contaría a favor de Nicodemo, y no podemos olvidar que el miedo a los judíos también

atenaza a los discípulos (20,19).

No hay ninguna expresión de fe en los labios de Nicodemo, pero lo mismo se aplica en el cuarto evangelio a la mujer samaritana, al paralítico, a María Magdalena, a María de Betania, que cae a los pies de Jesús y le unge, y a la misma madre de Jesús. Su regalo

de mirra y especias puede parecer innecesario y sin duda es redundante en vista de la resurrección y de la ascensión, de las que de alguna manera Nicodemo escuchó hablar

a Jesús (3,13-14), pero cabría una interpretación positiva en conexión con la unción de María en Betania, que criticada por Judas, es valorada por Jesús. Nicodemo y María expresan su fe y su amor con hechos más que con palabras. Tampoco Pedro entendió

la resurrección hasta la aparición de Jesús (20,9).

La ambigüedad que rodea a Nicodemo se resolvería finalmente en su favor. Como la samaritana siembra la palabra, pues junto con José de Arimatea pone a Jesús en un ‘jardín’ del que resucitará (19,41-42). Al ‘recibir’ el cuerpo de Jesús (19,40) se encuentra

entre aquellos de Israel que lo ‘recibieron’, que caracteriza a quien se convierte en hijo de Dios (1,12-13). En definitiva, aunque su primer encuentro con Jesús ocurrió de

noche, como la traición de Judas (13,30), ambos personajes circulan por así decirlo en sentido opuesto.

Mientras Nicodemo sale de la oscuridad hacia Jesús, Judas deja la luz del Señor para ir a las autoridades del templo. Nicodemo se convierte abiertamente en un discípulo, se

convierte en servidor de Jesús, que arriesga su vida para estar con él.

e) Conclusiones

La muerte de Jesús hace que un discípulo anónimo pase a la luz y se manifieste con

una generosidad sorprendente. Señalemos los elementos sobresalientes.

De la oscuridad sale a la luz y del escondido sale al público: “José de Arimatea, que

era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús… Fueron, pues, y retiraron su cuerpo”

(19,38). Tanto José de Arimatea como Nicodemo salen a la luz y muestran que son discípulos de Jesús ante las autoridades civiles, militares y religiosas.

La cantidad de mirra y áloe es sorprendente: “unas cien libras” (19,39). Para

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embalsamar el cuerpo del Maestro, Nicodemo trae, como digno homenaje y señal de profundo respeto, una enorme cantidad de especias aromáticas: mirra y áloe.

Considerando que la libra romana equivale aproximadamente a 326 gramos, el total de la mirra y del áloe es de 32,600 kilos. Sobresale la generosidad de Nicodemo,

como para perfumar al mundo entero.

La delicadeza y atención al cuerpo de Jesús: “Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas” (19,40). Preparan el cadáver con los aromas,

lo envuelven en la sábana y luego lo ligan con vendas o trozos de tela (cf. Jn 11,44; 20,5-7). Este trabajo debió exigir un tiempo razonable. Parece que Juan ofrece una

noticia de detalle histórico.

La novedad del sepulcro: “el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía

había sido depositado” (19,41). Jesús es el hombre nuevo que está en un sepulcro nuevo, para resucitar y dar origen al primer día de la nueva creación. Con Jesús, todo es nuevo.

La celebración de la pascua. La nota “a causa de la Preparación de los judíos” (19,42), esto es, la vigilia del shabbat, quiere explicar que la sepultura es urgente y

no hay tiempo que perder (cf. Mc 15,42; Lc 23,54). Jesús guardará el reposo más estricto, a la manera del Creador, aquel día del “Gran Shabbát”.

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8. SEPTIMA MARAVILLA: LOS SIGNOS DEL PODER DIVINO

Esta parte29 recibe el nombre de “libro de los signos” en virtud de la conclusión con la que el evangelista ha cerrado su escrito: “Muchos otros signos que no están escritos en este libro hizo Jesús ante sus discípulos” (20,30).

En efecto, a lo largo de los capítulos 1–12 se hace mención a los signos obrados por

Jesús con el fin de suscitar la fe en sus discípulos y comunicarles así vida eterna. Es verdad que, en esta parte, el evangelista no solamente narra los signos realizados por Jesús, sino que transmite también numerosos diálogos y discursos; sin embargo, las

alusiones a los signos son como la tela de fondo de esta sección.

Además de las referencias a los signos en general (2,23; 3,2; 4,48; 6,2.14.26; 7,31; 9,16; 11,47; 12,37), el evangelista narra siete signos en detalle:

1. El agua convertida en vino en Caná (2,1-11). 2. La curación a distancia del hijo de un funcionario regio (4,46-54).

3. La curación del paralítico de Bethesdá en Jerusalén (5,1-15). 4. La multiplicación de los panes en Galilea (6,1-15). 5. El caminar sobre las aguas del lago de Tiberías (6,16-21).

6. La curación del ciego de nacimiento en Jerusalén (9,1-41). 7. La resurrección de Lázaro en Betania (11,1-44; 12,18).

Las alusiones generales a los signos y los narrados en particular aparecen sembrados a lo largo de doce temas mayores.

1. Semana inaugural: la epifanía de Jesús (1,19–2,11.12).

2. El signo del templo (2,13-22). 3. Jesús y Nicodemo (2,23–3,21). 4. Último testimonio del Bautista (3,22-36).

5. La revelación a los samaritanos (4,1-42). 6. La curación del hijo de un funcionario

regio (4,43-54). 7. El signo de Bethesdá (5,1-47). 8. El pan de la vida (6,1-71).

9. La semana de los Tabernáculos (7,1–10,21).

10. La fiesta de la Dedicación (10,22-42). 11. La resurrección de Lázaro (11,1-54). 12. Los últimos días (11,55–12,50).

29 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 28-19.

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8.1. EL AGUA CONVERTIDA EN VINO EN CANÁ, 2,1-1230

El pasaje de Jn 2,1-11, que culmina la “semana inaugural”, debe ser interpretado a la luz de todo el evangelio, so pena de no descubrir su significado profundo. El relato está

formado por una introducción (vv. 1-2), dos escenas fuertes (vv. 3-5 y 6-10) y una conclusión (v. 11).

a) Introducción, vv. 1-2

La precisión “al tercer día” se refiere a los acontecimientos del quinto día, o sea, al encuentro de Jesús con Felipe y Natanael (1,43-51). Se celebró una boda en Caná de Galilea, pueblecito que hay que identificar probablemente con Khirbet Qana, a unos 13

kilómetros al norte de Nazaret. Otra posible identificación de Caná es Kfar Kanna (la actual Caná), a 7,5 kilómetros de Nazaret, en el camino a Tiberías. Al escoger una

escena de bodas –fiesta de alegría y de convivencia popular– para coronar la semana de la epifanía de Jesús, Juan tiene especiales motivos teológicos, pues la fiesta de nupcias es considerada frecuentemente como símbolo de los tiempos mesiánicos (Mt

22,1-14; 25,1-13; Lc 12,35-38; Ap 19,7-9).

El evangelista parece centrar su atención en la madre de Jesús, nombrada en primer lugar60. También Jesús fue invitado a las nupcias, juntamente con sus discípulos. ¿Quiénes eran? El texto no lo dice; Juan se contenta con afirmar que los primeros

discípulos estarán presentes en el momento importante en que Jesús manifieste su gloria. Hasta aquí el evangelio ha hablado sólo de cinco personas: Andrés, un discípulo

anónimo, Simón Pedro, Felipe y Natanael.

b) Primera escena: dialogo entre la madre y el hijo, vv. 3-5

El breve diálogo de estos versículos es producto de un procedimiento literario. El autor,

más que describir el acontecimiento materialmente histórico, quiere, a partir de ese hecho, proponer una doctrina teológica.

El evangelista, dejando a un lado todos los elementos importantes de una boda, fija su interés en el “vino” de la fiesta. El vino se había acabado. El vino es, en los profetas,

símbolo de la felicidad futura (Am 9,14; Os 2,24; Jr 31,12; Is 25,6; Jl 2,19; Zac 9,17). Y en el NT, el “vino nuevo” es imagen de la era mesiánica y del festín escatológico (Mc 2,22; Mt 26,29; Lc 22,18).

Ante la falta de vino, la madre se dirige a su hijo: “¡No tienen vino!”. María traslada a

Jesús el embarazo de los esposos. Ella no pide explícitamente un milagro, pero el evangelista incluye en esas palabras cierta esperanza de que Jesús intervenga. Esta formulación de esperanza tiene su paralelo en la palabra que las hermanas de Lázaro

envían a Jesús: “Señor, mira que el que amas está enfermo” (Jn 11,3). Si la palabra de María se refería al vino que ya se había terminado, la mente del evangelista va más allá

y quiere contemplar en ese vino que se había acabado el término de la Alianza antigua.

30 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 125-133.

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La economía de las preparaciones a la era mesiánica ha llegado a su fin.

En la respuesta de Jesús a su madre hay tres elementos.

“¡Qué hay entre tú y yo!”. Literalmente: “¡Qué a mí y a ti!”. Esta fórmula, que es un semitismo comprobado, sólo puede entenderse bien a la luz de la tradición bíblica. En Jueces se lee: “Jefté envió mensajeros al rey de los amonitas que le

dijeran: ‘¿Qué hay entre tú y yo para que vengas a atacarme en mi propio país?’” (11,12; cf. 2 Sm 16,10; 19,23; 1 Re 17,18). En el NT, Marcos escribe: “¿Qué hay

entre nosotros y tú, Jesús Nazareno? ¿Viniste a perdernos? Sé quién eres: ¡el Santo de Dios!” (1,24; cf. Mc 5,7; Lc 4,34; 8,28).

Esta expresión manifiesta, en general, que hasta cierto momento había acuerdo y armonía tácita entre dos personas, pero, de pronto, una actitud o intervención, venida de

una parte, pone en peligro la paz y la tranquilidad mutuas. Ante esa amenaza, la otra parte exclama: “¿Qué hay entre tú y yo?”. En otros términos, una oposición latente comienza a surgir. Esta oposición puede revestir diversos grados, según las

circunstancias de cada caso. En nuestro pasaje, la fórmula estereotipada indica que la insinuación de María está poniendo en peligro la armonía que existe entre ella y Jesús.

Pero ¿por qué? La razón podrá percibirse en el tercer elemento de la respuesta de Jesús.

“¡Mujer!”. Al dirigirse a su madre, Jesús sustituye el término filial e íntimo de madre o mamá por el de “mujer”. Éste no es un título de menosprecio, pues se

utiliza también para dirigirse a personas a quienes se ama (Jn 20,13); sin embargo, aquí parece encerrar una solemnidad insólita. Si Jesús contesta de esta manera a su madre significa que quiere moverse deliberadamente en un nivel

diferente a las relaciones simplemente familiares y que su acción se va a situar en un plano superior, que no responde a la palabra sencilla de su madre.

El título de “mujer” dado por Jesús a su madre en el Calvario ilumina el caso de Caná, como Caná, por su parte, es ya un anuncio del Calvario (Jn 19,26). La inclusión entre 2,4

y 19,26 es clara y manifiesta.

“¡Todavía no llega mi hora!”. ¿Cuál es la hora de Jesús? La hora de alguien es, en el evangelio de Juan, el tiempo en el que se realiza la obra para la cual cada uno ha sido destinado. Por ejemplo, la hora de la mujer es cuando ella da a luz

(16,21); la hora de los judíos será cuando persigan y den muerte a los discípulos (16,3-4).

Pues bien, “la hora de Jesús” será el momento en que realice definitivamente la obra para la que ha sido enviado. Y esa “hora” será la de su exaltación por la cruz y de su glorificación por la resurrección; la hora de su triunfo sobre Satanás, príncipe de este

mundo; la hora de su paso de este mundo al Padre. Esto aparece claramente en seis textos (7,30; 8,20; 12,23.27; 13,1; 17,1).

Así pues, cuando María presenta a su hijo el embarazo de los esposos por no tener ya vino, Jesús interpreta la palabra de su madre en un plano diferente, como si le sugiriera

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dar un vino que sólo podrá dar cuando llegue “su hora”, la de su pasión-resurrección. Esta insinuación le parece prematura, y por eso responde: “¡Qué hay entre tú y yo,

mujer! ¡Todavía no llega mi hora!”. Es como si Jesús le dijera: “Mujer, ¡qué me estás pidiendo! ¿Te das cuenta? Todavía no es hora”.

La petición de María es como la súplica del pueblo de Israel, que desea gozar ya del vino del banquete mesiánico, pero Jesús le explica a su madre –y, a través de ella, al

pueblo– que la verdadera hora de la donación del vino nuevo será la

hora de la crucifixión y de la glorificación, y esperarlo antes sería contrario al plan de Dios.

Podríamos, pues, glosar, como el evangelista hará en 2,21: “Así

respondió Jesús, porque él estaba pensando en el vino de la era nueva”.

Es posible otra traducción: “¿Acaso no ha llegado mi hora?”. Si esta puntuación fuera la

correcta, el sentido de la frase sería el siguiente: Jesús ha llegado ya al principio de su misión mesiánica, la cual ciertamente culminará en la cruz y en su regreso al Padre, pero la “hora” fijada por el Padre para la manifestación de su gloria, a través de sus

“signos”, está ya presente. Su madre no tiene por qué inquietarse. Él intervendrá.

María percibe en las palabras de Jesús que algo va a hacer, y dice entonces a los sirvientes: “¡Haced lo que os diga!”. Esta frase es una reminiscencia de la palabra del faraón, que dejaba a José la solución de los problemas de los menesterosos de Egipto

(Gn 41,55).

Lo insólito de la respuesta de Jesús hace pensar a María que su hijo se está embarcando en una vida nueva (2,4). Siendo así, ella entrega totalmente su súplica a la voluntad de Jesús (2,3.5). De esta forma, la oración de María es más perfecta que la de

Marta y María (11,21.32) y que las peticiones de quienes repitieron y urgieron sus súplicas; por ejemplo, el oficial romano en Caná (4,46-54) y la mujer cananea (Mt 15,21-

28). Pero ¿cómo es posible que Jesús obre algo después de haber dicho que todavía no

llegaba su hora? Esta actuación de Jesús puede comprenderse mejor si analizamos el pasaje de 7,2-10, en el que Jesús, habiendo rehusado ir a Jerusalén “en público”, va sin

embargo “como en oculto”. Así también aquí, habiendo rehusado dar el vino mesiánico, va a dar, sin embargo, un vino generoso, anuncio y símbolo del que dará más tarde.

c) Segunda escena: el agua convertida en vino, vv. 6-10

Había allí seis tinajas para las purificaciones. Sobre las abluciones rituales de los judíos se puede leer Mc 7,2-4. Cada tinaja contenía dos o tres medidas, y una medida equivalía a 40 litros. En total, por tanto, había unos ¡600 litros!

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El agua queda al instante convertida en vino. ¡Magnificencia del primer signo del Mesías!

El evangelista tiene en la mente la plenitud que reciben de Jesús todos los que creen en él (1,16). Pero a la abundante cantidad se añade la excelencia de la calidad. Se trata de

un vino generoso. El vino es llevado al maestresala para que se dé cuenta de su exquisitez. El maestresala era el encargado de vigilar el servicio de la mesa, gustar los alimentos y probar los vinos antes de ser ofrecidos a los invitados.

Desde la perspectiva del evangelista, la ignorancia del maestresala sobre el origen del

vino es una anticipación de la ignorancia de Nicodemo (3,8), de la samaritana (4,11), de los judíos de Jerusalén (7,25-26; 8,14; 9,29-30) y de Pilato (19,9). En cambio, el conocimiento de los sirvientes, que obedecen a Jesús, es un anticipo del conocimiento

que tienen de Jesús aquellos que con sencillez de corazón lo aceptan y acogen. Ellos saben que el nuevo vino viene de Jesús, que la plenitud del AT se realiza por las

palabras de Jesús y que Jesús, la Palabra de Dios, viene del Padre. Esto lo saben gracias a la luz del Espíritu Santo.

El comentario del maestresala es una parábola. La parábola del buen vino, consignada al principio del evangelio, tiene un hondo significado. En las nupcias ordinarias, todo el

mundo sirve primero el vino de calidad y después el menos bueno, pero, en el plan salvífico de Dios, se sigue un orden inverso: la Alianza mejor es la que viene en último lugar. El evangelista quiere, discretamente, presentar en Jesús el comienzo de la era

mesiánica. El vino se ha acabado, la Alianza antigua ha llegado a su fin. Pero ahora viene la boda mesiánica, y para ella se requiere un vino totalmente nuevo, abundante y

exquisito. Jesús es el novio, y es él quien da el vino, y lo da gracias a una sugerencia de su madre.

d) Conclusión, v.11

El evangelista termina el relato afirmando enfáticamente que Jesús hizo esto como “principio de los signos”. No fue solamente el primer signo, sino un signo orientador, de primera importancia para la cristología del cuarto evangelio. Es como una síntesis de los

signos que vendrán después; es como la clave del principio de una pauta musical; todos los signos del cuarto evangelio están orientados, cada cual, a su manera, a la hora de

Jesús, hora sacramental y eclesial. Los milagros que consignará el evangelio de Juan no son llamados prodigios, sino

signos. La palabra “signos” señala el carácter de gestos reveladores. Los milagros testifican, en efecto, la misión de Jesús y la presencia del Padre en él (10,38; 14,10;

20,30s); son una imagen, un símbolo de los dones espirituales ofrecidos a los hombres en su persona (6,26s; 9,3; 11,4.25). El evangelista no quiso dar el significado de este “primer signo”, pero a la luz de todo el evangelio será posible descubrirlo.

“Y manifestó su gloria”. “Manifestar” es un término juanino, utilizado siempre en el

sentido de “descubrir, revelar” una persona o una obra, que dice relación a Dios (Jn 1,31; 3,21; 7,4; 9,3; 17,6; 21,1.14).

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“Gloria” (dóxa) es una expresión griega equivalente al término hebreo kabód, el cual denota un fenómeno sensible (frecuentemente la luz) que sirve para indicar la presencia

de Dios (Éx 33,22; Dt 5,21; 1 Re 8,11). La gloria adquirió en el AT un significado escatológico (Is 60,1) que ha pasado al NT (Mc 8,38). El más claro ejemplo de la gloria

en el evangelio es la transfiguración de Jesús (Mc 9,2-8)67. Para san Juan, la gloria de Jesús es la gloria de Dios. Dios se manifestó en Jesús (1,14);

esto es, en Jesús está personalmente presente Dios. En Jesús se encuentra a Dios. Esa gloria divina es propia del Verbo desde antes de su encarnación (17,5.24) y se manifestó

sensiblemente en los signos que obró durante su vida terrestre (11,4.40). El cuarto evangelio presenta tres momentos en la manifestación de la gloria de Jesús:

i. En sus signos y obras (2,11). ii. En su exaltación en la cruz (12,28-33).

iii. En su regreso al Padre (7,39; 13,1). El signo de Caná es, pues, la manifestación actual de la gloria del Padre en el Hijo y es

ya un preludio de la plenitud de gloria que se revelará en Jesús cuando suba a la cruz y cuando, resucitado, regrese a su Padre.

‘’Y creyeron en él sus discípulos’’. Vista la gloria divina en el prodigio realizado, sus discípulos creyeron en él. El evangelista no especifica el objeto de esa fe. Habla en

términos absolutos. Creer es aceptar plenamente y entregarse sin reservas a la persona de Jesús. La semana inaugural de la manifestación de Jesús termina con la “visión de la

gloria” y la “fe” de los discípulos, como concluirá también la suprema manifestación de Jesús resucitado: “¿Porque me has visto, has creído? ¡Felices los que, sin ver, han creído!” (Jn 20,29).

8.2. LA CURACIÓN DEL HIJO DE UN FUNCIONARIO REAL, 4,46-5431

a) Dialogo de Jesús con el funcionario real, vv.46-50a

Jesús se encuentra en Caná, donde había convertido el agua en vino (2,1-11). Se

detecta una inclusión literaria, mencionando la misma ciudad en 2,11 y 4,46. Podemos descubrir un plan literario-doctrinal querido por el autor, al entregarnos los acontecimientos entre Caná y Caná.

Un funcionario regio al servicio de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y de Perea, tiene

un hijo enfermo en Cafarnaún, a unos 40 kilómetros de distancia. El funcionario se presenta a Jesús y se hilvana un diálogo típicamente juanino. Le ruega instantemente a Jesús que baje a curar a su hijo, que está a punto de morir. El imperfecto subraya la

instancia de la petición del padre, provocada por la gravedad del niño. Tiene fe en Jesús y por eso acude a él.

31 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 195-198.

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48 Díjole, pues, Jesús: “Si no veis signos y prodigios, no creéis”.

Jesús, en su respuesta, sube de ese gesto sencillo y angustioso a un nivel superior: la fe

debe fundarse directamente en Jesús, sin depender de sus milagros. De ahí el aparente rechazo, semejante a la petición de su madre en la boda de Caná (2,4).

“Signos y prodigios” se producen sólo en este lugar, tratándose del cuarto evangelio. Es una expresión frecuente en el AT (Dt 28,46; 34,11; Neh 9,10; Is 8,18; 20,3; Jr 32,20-21).

Aparece en Mc 13,22 y Mt 24,24. La palabra de Jesús, trasladada a estilo directo, parece decir: “¡Creed aunque no veáis

ni signos ni prodigios”. Se trata de una invitación y un llamamiento al crecimiento de una fe profunda, una fe pura, una fe que no se apoye en la vista de prodigios, sino que vaya

a la persona misma de Jesús (cf. 20,29). La respuesta de Jesús superaba, pues, el nivel de la

petición del oficial, a quien Jesús considera representante de una colectividad. Jesús exige fe en su

persona, pero ¿bajo qué aspecto, bajo qué ángulo, bajo qué consideración? La respuesta brota del mismo relato.

49 Le dice el funcionario regio:

“¡Señor, baja antes de que muera mi niño!”. 50a Dícele Jesús: “¡Anda, tu hijo vive!”.

El funcionario, sin arredrarse ante el aparente rechazo,

insiste, como lo había hecho la madre de Jesús (2,4). Y ante la insistencia, Jesús accede y concede a distancia la gracia solicitada. Pero hay que notar el lenguaje

empleado por el evangelista. El funcionario ruega a Jesús que baje “antes de que muera” su hijo, y el Señor no dice: “Tu hijo está curado, ha

sanado”, sino: “¡Anda, tu hijo vive!”. En este “vive” hay un sentido profundo. El “vive” se opone al “morir” de los vv. 47.49 y es

como un estribillo que se repite en los vv. 50.51.53. Dos ideas opuestas entran en juego: morir y vivir, muerte y vida. Jesús aparece como el dador de la vida.

b) La sanación es otorgada, vv.50b-54

El oficial “creyó en la palabra” de Jesús y se marchó. Creyó sin ver. Depositó plenamente su fe en él. Esta fe viva y robusta es la antítesis de la fe mediocre de los

jerosolimitanos (3,23ss), de los galileos-nazarenos (4,44) y de las autoridades religiosas judías, que, después del signo de Bethesdá, cerrarán sus ojos a la luz (5,1-47).

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Al día siguiente, el funcionario emprende su regreso a Cafarnaún. “Ya cuando bajaba”: esta frase se comprende bien teniendo en cuenta el desnivel entre Caná, que se halla en

las colinas de Galilea, y Cafarnaún, situada en la ribera noroeste del lago de Tiberías, a unos 200 metros bajo el nivel del Mediterráneo. El funcionario se encontraba ya en la

bajada hacia el lago, a medio camino entre Caná y Cafarnaún. El evangelista, según su costumbre, precisa el momento de la palabra de Jesús y de la

curación del niño: era la hora séptima, hacia la una de la tarde. La mención de la hora “séptima” –siete es la cifra de la plenitud– invita a pensar en un sentido profundo: es la

plenitud del tiempo mesiánico. No sería extraño que el verbo “conoció”, dicho del funcionario, fuera escogido por el

evangelista para designar una percepción particular de la fe de aquel hombre. Por lo demás, Juan afirma que el funcionario creyó en Jesús, y con él toda su familia. Todo el

pasaje es una proclamación vigorosa acerca de la fe. Los signos son caminos a la fe, pero ésta tiene su punto final en la persona misma de Jesús.

54 Esto hizo, de nuevo, Jesús como segundo signo cuando regresó de Judea a Galilea

El evangelista termina su relato relacionando, a manera de inclusión, este prodigio-signo con el primer signo de Caná.

8.3. LA CURACIÓN DEL PARALÍTICO EN LA PISCINA DE BETHESDA, 5,1-1832

La forma literaria de este relato tiene semejanza con las narraciones de curaciones en

los evangelios sinópticos. Marcos recuerda la curación de un paralítico, a quien Jesús dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda...” (Mc 2,12). Lucas cuenta que una mujer,

enferma hacía dieciocho años, fue curada en día de shabbat, lo que hizo surgir una protesta del jefe de la sinagoga (Lc 13,10-17). Sin embargo, Juan va más allá de los sinópticos, penetrando en el sentido profundo del milagro, considerándolo como “signo”.

a) La piscina de Bethesda, vv.1-4

La puerta de las Ovejas se encontraba en la muralla norte del templo de Jerusalén. Junto a ella estaba la piscina de Beth-Jesdá. Los manuscritos griegos varían en cuanto

al nombre de la piscina: Bethesdá, Betzatá, Betzaidá, Belzetá. Bet-Jesdá (arameo) significa “casa de misericordia”. La explicación cristológica que da el evangelista en el

caso análogo de la piscina de Siloám, “que significa el Enviado” (9,7), señala la importancia teológica que el nombre Bet-Jesdá reviste para él.

En el lado oriental de la piscina de los cinco pórticos, fuera de las murallas de Jerusalén en aquel tiempo, se encontraron restos de un santuario pagano, con baños medicinales,

dedicado a Esculapio, dios de la medicina. Era, pues, aquel un lugar donde se daban

32 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 201-209.

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cita creencias religiosas envueltas en supersticiones y al que la gente del pueblo acudía en busca de alivio. Jesús no desdeña visitar allí a los enfermos y, al realizar la curación

de un paralítico, se manifiesta a los ojos de la fe como el verdadero autor de la vida, la verdadera “casa de misericordia” y el real “sanador” de cuerpo y alma.

Sin pronunciarse sobre el valor de la creencia de que el ángel descendía a la piscina y el agua se agitaba, el evangelista consigna esa tradición de carácter popular, que sirve

para su teología: en adelante, ya no será necesario esperar el instante único en el que el agua es puesta en movimiento, ni la curación estará ya ligada a este lugar determinado.

Jesús es el verdadero Ángel, enviado de Dios, que entra en acción y comunica salud y vida.

b) Curación del paralítico, vv.5-18

El relato consta de tres cuadros (vv. 5-9a; 9b-15; 16-18).

Primer cuadro: Jesús sana al enfermo, vv.5-9a

“Treinta y ocho años”. Con esta nota, el evangelista subraya lo incurable de la

enfermedad; la curación no solamente será un milagro, sino un “signo”. Algunos comentadores han visto en los 38 años un número

simbólico: así como los israelitas anduvieron errantes en el desierto durante 38 años antes de entrar en la tierra prometida (Dt 2,14), así también el paralítico soportó durante 38 años su enfermedad antes de recibir la plenitud de salud que le brindó Jesús.

La descripción que hace el evangelista descubre un sentimiento de compasión en el

corazón de Jesús y subraya una vez más su conocimiento sobrenatural. Se teje un corto diálogo. Sin exigir ningún acto de fe, Jesús pronuncia una palabra soberanamente eficaz, que devuelve al instante la salud al paralítico. Juan quiere manifestar “el poder

absoluto” de Jesús.

Segundo cuadro: Aquel día era shabbat, vv.9b-15

La orden que Jesús da al paralítico de que cargue su camilla ocasiona una violación de

las prescripciones sobre el reposo sabático (Jr 17,19-27; Neh 13,15-22; cf. Mc 2,23-28; Mt 12,1-8; Lc 6,1-5).

Se entabla entonces un diálogo entre el beneficiado y los judíos que le advierten sobre la infracción de la Ley. El curado se excusa. ¡No sabía quién era Jesús! Posiblemente, el

evangelista deposita en el verbo “saber” un doble sentido: si el paralítico no sabía quién era Jesús, menos aún había penetrado en el misterio de su persona (cf. 1,26.31.33;

4,10.32; 6,6.61). Jesús, para evitar la inquietud popular, se había retirado de la muchedumbre.

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Jesús encuentra en el templo al que había estado paralítico; lo encuentra no por azar, sino por un designio providencial, y se hace reconocer por él (cf. 1,41.43; 9,25s).

La frase de Jesús no carece de dificultad. Unos exégetas opinan que, en este caso, la

advertencia de Jesús implica que la enfermedad era consecuencia de algún pecado (ver lo contrario en 9,3). Otros creen que las palabras de Jesús no necesariamente suponen que el pecado fuera la causa directa de la enfermedad en este paciente.

¿Qué pensar? La respuesta de Jesús encierra dos ideas.

a) “Ya no peques...”. Jesús parte de la creencia popular de que la enfermedad es consecuencia del pecado (Sal 38,5; 107,17). Esta creencia se deriva de un principio

teológico fundamental: el dolor entró en el mundo por el pecado (Gn 3). La parálisis de aquel hombre era, pues, consecuencia del pecado en el mundo; sin embargo, no

necesariamente quiso Jesús afirmar, con sus palabras, que un pecado personal fuera la causa directa de la parálisis en aquel hombre.

b) “Para que no te suceda algo peor”. Un pecado es, según la mentalidad bíblica, una ofensa contra Dios y puede acarrear, a quien lo comete, una muerte espiritual, la cual en

sí misma es un mal mayor que una enfermedad de 38 años (cf. Jn 5,24; 1 Jn 3,14s; 5,16s). En este caso, Jesús exhorta al paralítico a no pecar, para que no sufra una muerte espiritual, que sería peor que su prolongada enfermedad.

La información que el paralítico da a los judíos debe ser bien entendida. Él va a los

judíos no para denunciar a Jesús, sino para hacerles saber, en la ingenuidad y en la sencillez de su gratitud, que es Jesús quien le ha curado. Más todavía. El verbo “anunciar” lleva la idea de “proclamar-evangelizar”. Y así, cuando va a los judíos, no es

ya para defenderse o excusarse, sino para proclamarles una buena noticia y darles un testimonio personal acerca de la persona que ha intervenido en su sanación. ¡Es Jesús

quien le ha curado! Tercer cuadro: Los judíos persiguen a Jesús, vv. 16-18

Ésta es la primera declaración de hostilidad de los judíos contra Jesús. La causa fue su

actividad, para ellos ilegal, el día de shabbat. La acción imputable fue la orden de cargar la camilla, pero sobre todo el haber curado al enfermo (cf. 7,23). El evangelista mira el incidente como prototipo de otros. Jesús acostumbraba hacer esas acciones en shabbat

y éste fue el motivo de los repetidos atentados de los judíos para apoderarse de Jesús. Lo que a Juan le interesa es subrayar la actividad de Jesús en shabbat (cf. Mc 1,21.29;

2,23-3,6; Lc 13,10-17; 14,1-6). La respuesta de Jesús encierra particular importancia. Como en muchas palabras de

Jesús, en ésta hay un sentido superior y profundo. Jesús comienza afirmando claramente dos cosas: que Dios es su Padre y que su Padre obra incluso en este

momento. Por tanto, siendo él el Hijo de Dios, también él puede y debe obrar. La obra del Padre es la obra del Hijo, y viceversa.

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¿De qué obra, de qué trabajo se trata? a) Algunos acuden al pensamiento judío, que se esforzaba por conciliar el reposo de

Dios después de la creación (Gn 2,2s) con su actividad sin descanso en el gobierno del

mundo. Se distinguía entre su actividad de Creador, que tuvo fin, y su actividad de Juez providente, que no se detiene jamás. Jesús identifica su propia actividad con la del Juez soberano. De ahí la indignación de los judíos y el discurso por el que Jesús justifica esta

pretensión inaudita (vv. 19-30)130. b) Nosotros preferimos interpretar esta palabra en función de las ideas del cuarto evangelio. La expresión “hasta el presente” puede interpretarse a la luz de otra

expresión que se lee en 9,4: “mientras es de día”. “Es preciso que, mientras es de día,

yo obre las obras de quien me envió. Viene la noche, cuando nadie puede obrar. Mientras estoy en el mundo, Luz soy del mundo”.

Esto es: el Padre “obra en el presente” porque está realizando una obra, pero la realiza por medio de Jesús, a quien se la ha encomendado (cf. 4,34; 5,36; 17,4). Y esa obra

consiste en “dar vida eterna” a aquellos que el Padre le ha dado (3,14-17; 6,37-40).

El evangelista afirma explícitamente que los judíos querían dar muerte a Jesús no sólo porque violaba el shabbat, sino porque llamaba a Dios “su Padre”, mostrándose así igual a Dios. Mediante una libertad plena respecto del shabbat, libertad que era privilegio

exclusivo de Dios, Jesús quiere manifestar en sí mismo un atributo que sólo conviene a Dios.

Este versículo es muy importante en el proceso de la revelación que Jesús va haciendo de su personalidad: ¿quién es él? El evangelista comenta que las razones para darle

muerte se hacían cada vez más poderosas:

Violaba el shabbat.

Llamaba a Dios su “propio” Padre, en sentido estricto.

Por tanto, “se hacía igual a Dios”. Si es el Hijo propio, tiene, por consiguiente, igual naturaleza y, por lo mismo, es igual a Dios.

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8.4. LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES, 6,1-1533

El relato de Juan sobre la multiplicación de los panes no depende de ninguna de las narraciones sinópticas, sino que representa una tradición independiente tan antigua

como las demás, aunque con su colorido teológico propio.

a) Al otro lado del mar de Galilea, vv.1-4

El lugar donde se realizó la multiplicación de los panes está sujeto a discusión. Lucas

nos dice que fue en Betsaida, en la orilla noreste del lago; Marcos parece situarla en la ribera noroeste; algunos manuscritos del cuarto evangelio la colocan cerca de Tiberías. Los peregrinos antiguos localizaron el prodigio en Ain et-Tabgha, cerca de Cafarnaún.

La gente seguía a Jesús impresionada por los “signos”, pero recuérdese que Jesús no

se fiaba de esa fe quebradiza, brotada de los milagros (2,23-25). Jesús subió al monte y se sentó. Marcos dice que enseñaba a sus discípulos.

La indicación sobre la Pascua sirve tanto de referencia cronológica como de sugerencia de que el pan futuro que dará Jesús será la nueva Pascua. Todo el capítulo tiene como

fondo bíblico varios acontecimientos del éxodo: la Pascua, el lugar desértico, el milagro del pan, el caminar sobre las aguas, que recuerda el paso del mar Rojo.

c) La multiplicación de los panes y los peces, vv.5-13

Jesús se encuentra ante una gran multitud entusiasmada por los milagros que él realizaba con los enfermos. En esta situación, Jesús pregunta a Felipe: “¿Dónde compraremos panes para que éstos coman?”. El evangelista manifiesta que Jesús sabía

lo que iba a hacer. Esta nota subraya la importancia del milagro. Los doscientos denarios mencionados por Felipe equivalían a la paga de un jornalero por doscientos

días de trabajo. En ese momento interviene otro discípulo, Andrés, hermano de Simón Pedro: un

muchacho tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero éstos son insuficientes para tanta multitud. La alusión al muchacho y a los panes de cebada (manjar de pobres)

recuerda la historia de Eliseo en 2 Rey 4,42-44. Felipe y Andrés son dos personajes que aparecieron ya en la semana inaugural y que encontraremos más tarde (1,40.43; 12,21-22). Jesús da la orden de que toda la gente se recueste en la hierba, que era abundante

en aquel lugar. Eran como cinco mil hombres.

La acción de Jesús, tanto en Juan como en los sinópticos, está descrita en términos que recuerdan fuertemente la institución de la eucaristía:

Tomó los panes.

Dio gracias (cf. Lc 22,19).

“Y los distribuyó”. Jesús aparece repartiendo personalmente los panes a los

33 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 221-225.

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comensales, como hará en la última cena.

La orden de recoger los pedazos “para que nada se pierda”.

Esta presentación eucarística podría ser natural en Juan, puesto que para él la

multiplicación de los panes no es un simple prodigio, sino un signo. Pero que el relato de los sinópticos supere también los límites del milagro y raye en el concepto de signo tiene su importancia. Quiere decir que, desde los primeros días del cristianismo, la Iglesia

primitiva vio en el portento de los panes un anuncio de la eucaristía y, por consiguiente, narraba el acontecimiento con terminología eucarística.

Más aún, podemos preguntarnos si Jesús mismo, con el parecido de sus acciones, quiso sugerir ya una conexión entre la multiplicación de los panes y la futura institución

eucarística.

d) Reacción de la multitud, vv.14-15

Llegado un momento, las gentes se percataron de la importancia del prodigio obrado por Jesús y vieron en ello “un signo” de que las promesas de Dios se estaban realizando. La alusión al Profeta evoca el anuncio del profeta-como-Moisés de Dt 18,15.18. Así como Moisés dio pan en el desierto, así este nuevo Moisés nos ha dado pan en el desierto. Se podrían sugerir también las promesas de Is 49,9 y de los salmos 37,19; 81,17; 132,15.

Algunos manuscritos importantes (P57, B) leen en

plural, “signos”. Si esta lectura es auténtica, la multiplicación de los panes se presenta como el milagro que culminó la serie de prodigios que Jesús hizo durante su ministerio en Galilea. El entusiasmo popular llegó a su máximum, y quisieron apoderarse de Jesús

para proclamarlo rey, esto es, ungirlo “Mesías”. Esto hubiera provocado una reacción por parte de las autoridades civiles y religiosas de la nación. Josefo cuenta que en Galilea

tuvieron lugar levantamientos revolucionarios. Jesús eludió ese peligro, pues no era conforme a su misión. Juan dice que Jesús se retiró de nuevo al monte, él solo. Marcos y Mateo agregan que se fue a orar.

El milagro de la multiplicación de los panes puede considerarse en tres niveles:

En primer lugar, como un portento de la misericordia y compasión de Jesús hacia los pobres (v. 5; Mc 6,35-37).

Enseguida, como un signo de que los tiempos mesiánicos han llegado. Jesús es el

Profeta escatológico anunciado por Moisés (Dt 18,15.18).

Finalmente, como un anuncio de la futura eucaristía (vv. 11-13).

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8.5. JESÚS CAMINA SOBRE LAS AGUAS, 6,16-2134

El recuerdo de este episodio ha sido conservado también por Marcos y por Mateo, pero no por Lucas. Comparando los tres textos, el de Juan es el más breve y el más sobrio, y

puede representar, por lo mismo, la forma más arcaica de la narración del suceso. Mateo ha enriquecido la escena con la historia de Pedro que camina sobre las aguas para llegar a Jesús.

a) Entre el atardecer y el amanecer, vv.16-18

Era ya tarde: había que regresar a casa. En Juan, parece que los discípulos se embarcan por propia iniciativa; según Marcos y Mateo, es Jesús quien les ordena

regresar al otro lado del lago. Van rumbo a Cafarnaún.

La tiniebla cubría el mar. Marcos y Mateo señalan que era cerca de la cuarta vigilia: entre las 3 y las 6 de la mañana. Había, por tanto, transcurrido mucho tiempo y Jesús no se encontraba con ellos. El mar estaba alborotado, porque soplaba un fuerte viento.

Mateo dice que estaban acosados por las olas, y Marcos señala la dificultad para remar.

b) Dialogo de Jesús con el funcionario real, vv.19-21

Habían remado entre 25 y 30 estadios. Un estadio equivale a 185 metros; habían

remado, por tanto, alrededor de 5 kilómetros. En eso, ven a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a la barca. Y el miedo los sobrecogió. Jesús trata de tranquilizarlos:

“¡Yo soy! ¡No temáis!”. La frase de Jesús “¡yo soy!” es digna de particular

atención. Es una fórmula misteriosa que se encontrará en otros lugares del cuarto evangelio con un contenido

doctrinal de primera importancia. Es el nombre divino con el que Dios se llamó a sí mismo en su revelación a Moisés (Éx 3,14). Jesús lo empleará para revelar su

preexistencia e inculcar su pertenencia a la esfera de Dios (8,24.28.58; l3,19; 18,5.6).

Algunos han querido ver un milagro más en el llegar a tierra inmediatamente. Marcos y Mateo señalan que,

cuando Jesús subió a la barca, se calmó el viento.

c) Significado del signo

La escena, que debió impresionar poderosamente a los apóstoles, fue valorada

suficientemente por los evangelistas. Marcos escribe: “Se quedaron en extremo estupefactos, pues no se habían dado cuenta de lo de los panes; su corazón estaba

embotado” (6,51-52). Mateo dice: “Los que estaban en la barca lo adoraron diciendo:

34 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 225-227.

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‘Verdaderamente eres Hijo de Dios’” (14,33).

Juan depositó todo lo que tenía que decir en la fórmula divina: “¡Yo soy!”. Para él, el caminar de Jesús sobre las aguas es una especie de teofanía; no es sólo un milagro,

sino también uno de los signos juaninos, un misterio que los judíos no comprenden. Muchos detalles en la narración recuerdan las epifanías del AT, en las que Yahveh manifestó su poder al pueblo. Hace pensar en los pasajes que presentaban a Yahveh

caminando sobre las aguas del mar Rojo para conducir a su pueblo (Sal 77,19-20; 78,13-14; 107,25-30).

Este signo, colocado por el evangelista antes del discurso eucarístico, tiene una función especial: ir inculcando, por anticipado, que el poder divino de Jesús, ejercido ahora

sobre los elementos de la naturaleza y de su propio cuerpo, entrará en acción para realizar en el futuro el misterio de la eucaristía, convirtiendo el pan en su propio cuerpo y

el vino en su propia sangre.

8.6. LA CURACIÓN DEL CIEGO DE NACIMIENTO, 9,1-4135

La historia del ciego de nacimiento es una obra maestra del genio literario de Juan. Su potencial dramático alcanza una muy elevada cumbre. Este pasaje emerge como una de las páginas más hermosas y animadas del evangelio.

Como los cinco milagros hasta aquí narrados (2,1-11; 4,46-54; 5,1-18; 6,1-15.16-21), el

sexto, la curación del ciego de nacimiento, es también un “signo” (semeion) cargado de simbolismo. El drama se desarrolla en siete escenas.

a) Primera escena: la curación del ciego, vv.1-7

Según el orden de acontecimientos que presenta el evangelio, Jesús ha salido del templo. Al ir caminando, encuentra a un ciego de nacimiento. A la vista del enfermo, los discípulos interrogan a Jesús partiendo de una creencia popular judía basada en textos

del AT: la enfermedad es consecuencia de los pecados personales y, en caso de que un recién nacido sufra de algo, es porque carga el pecado de sus padres (cf. Éx 20,5; 34,7;

Nm 14,18; Dt 5,9; Jr 31,29-30; Ez 18,2; Tob 3,3-4; Lc 13,2). Jesús supera estas ideas y va más allá. Concretamente, en el caso de ese ciego, su

enfermedad sirve providencialmente para que se manifiesten en él “las obras de Dios”. Según esto, los milagros que realiza Jesús son obras de Dios, signos de su obra

salvífica (5,36; 10,32.37; 11,4; 14,10). Antes de la curación, Jesús pronuncia unas palabras de profundo significado, que

descubren de antemano el sentido del milagro (vv. 4-5). Es una alusión velada de Jesús a su muerte. El día es el tiempo de su vida; la noche es imagen de su muerte. La vida de

Jesús es como un día de trabajo, limitado por la noche de su muerte.

35 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 283-291.

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“Luz soy del mundo”. Jesús es la Luz del mundo; Dios lo ha enviado para iluminarlo

(1,4.5.9; 8,12; 12,46). La curación del ciego de nacimiento es todo un símbolo de la luz espiritual que Jesús tiene encargo de proyectar en el mundo. El ciego pasó de las

tinieblas a la luz no sólo física, sino también espiritualmente. Esa iluminación es una de las obras que el Padre ha encomendado al Hijo.

La narración del milagro es rápida, pero significativa:

6 Habiendo dicho esto, escupió en tierra e hizo lodo con la saliva y ungió con el lodo sus ojos. 7 Y le dijo: “Anda a lavarte a la piscina de Siloám”

(que significa “Enviado”). Fue, pues, y se lavó, y regresó viendo.

Es conocido el valor curativo que los antiguos atribuían a la saliva tratándose de enfermedades de los ojos. Con ese gesto, Jesús trató de adaptarse bondadosamente a

las creencias populares (cf. Mc 7,33; 8,23), pero, ante todo, quiso hacer una acción simbólica, uniendo dos elementos, agua y tierra: su saliva, que es algo suyo, y la tierra, que recuerda el barro con el que Dios plasmó al primer hombre (Gn 2,7). Con ese lodo

“ungió” los ojos del ciego. El simbolismo es manifiesto: él, “el Ungido”, se sirve de una unción para obrar un prodigio: producir un “nuevo hombre”.

Jesús hubiera podido realizar la curación al instante (5,8-9), pero, como en otras ocasiones (Jn 4,46-54; Lc 17,12-14), va a exigir del enfermo un acto de fe: “¡Anda a

lavarte a la piscina de Siloám!”. La piscina de Siloám se encuentra al sur de Jerusalén, al pie de la colina del Ofel, cerca de la confluencia del Cedrón y del Tiropeón, a bastante

distancia del templo para un ciego que tiene que descender, paso a paso, hasta llegar. Pero, junto con esa exigencia de fe, hay un simbolismo en ir a esa piscina. “Siloám”,

comenta el evangelista con libertad etimológica, quiere decir “Enviado”; por lo tanto, esa piscina lleva uno de los calificativos más característicos de Jesús, el Enviado por

excelencia (3,17.34; 5,36). El enfermo fue, pues, a la piscina, se lavó y regresó viendo. Por primera vez, el ciego de

nacimiento recibió “la luz” de sus ojos gracias a la unción con lodo, hecho de tierra y de saliva de Jesús, y al contacto benéfico de las aguas del Enviado. Las aguas que ofrece

la piscina de Siloám son todo un símbolo del agua viva que brota de Jesús (7,37).

b) Segunda escena: Comentarios entre los conocidos, vv.8-12

El ciego era un pobre pordiosero que tal vez se colocaba en alguna de las puertas del

templo. Muchos probablemente lo conocían. Su curación causó un gran asombro. La gente, llena de admiración, le preguntaba cómo se le abrieron sus ojos. La respuesta del ciego en el v. 11, en su sencillez, es rica en doctrina cristológica y un ejemplo de fe en la

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palabra de Jesús. Cada palabra tiene un sentido: Jesús, un hombre, hizo lodo con su saliva y con tierra, ungió mis ojos y me ordenó: “Anda a Siloám y lávate”. Y el ciego

creyó y obedeció: fue, se lavó y vio. Para el ciego, hay que señalarlo, su bienhechor es “ese hombre bueno y compasivo” a quien llaman Jesús.

c) Tercera escena: El ciego y los fariseos, vv. 13-17

El ciego fue llevado a los fariseos. Por qué y para qué, el evangelista no lo explica. Sólo le interesa presentar a los personajes principales de la escena y subrayar que era

shabbat el día en que Jesús hizo lodo y abrió los ojos del ciego. En esta primera entrevista, los fariseos parecen aceptar la curación milagrosa. Pero,

estando prohibido el trabajo en shabbat, unos concluyen: “Este hombre no puede venir de Dios” (Dt 13,1-5; Jn 5,16.18); otros, sin embargo, más abiertos a la luz, se preguntan:

“¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales signos?”. Y había división entre ellos (7,43).

En cuanto al antes ciego, las discusiones entre las autoridades le han hecho reflexionar y, nuevamente interrogado, responde: “¡Es un profeta!”. Una nueva luz espiritual ha

penetrado en el espíritu del ciego, e intuye en su bienhechor un misterio más profundo: Jesús no es sólo un hombre; debe ser un profeta. Algo semejante le había acontecido a la mujer samaritana (4,16; cf. 6,14; 7,40).

d) Cuarta escena: Actuación de los padres del ciego ante los judíos, vv. 18-23

Entran ahora en escena los judíos. Se trata probablemente de los mismos fariseos (v. 13), autoridades religiosas de Jerusalén. No creen que Jesús haya obrado la curación y

por eso llaman a los padres del ciego. Éstos reconocen que él es efectivamente su hijo y que había nacido ciego.

Los signos obrados por Jesús en Jerusalén –nos dice el evangelista (2,23)– habían logrado que muchos del pueblo vieran en él al Mesías. La curación prodigiosa obrada en

su hijo había llevado probablemente a los padres del ciego a creer en Jesús. Sin embargo, no lo confesaron abiertamente por temor a los judíos, pues éstos habían

pronunciado pena de excomunión para los que confesaran a Jesús como “Mesías” (7,13).

Esta pena de expulsión de la sinagoga refleja la situación polémica entre la Iglesia y el judaísmo hacia finales del siglo I. Durante su ministerio, Jesús anunció a sus discípulos

que serían arrojados de la sinagoga (Mt 10,17; Lc 6,22; Jn 16,2), pero esto no aconteció durante la vida del Maestro. En el libro de los Hechos vemos a los apóstoles ir al templo (Hch 2,46; 5,12) e incluso todavía en tiempos más avanzados (año 58) encontramos a

Pablo cumpliendo en el templo los mandatos de la Ley (Hch 21,26ss).

La ruptura total entre la Iglesia y el judaísmo debió de llevarse a cabo entre los años 85 y 90, después de la destrucción de Jerusalén y del sínodo de Jamnia, famosa asamblea de los rabinos judíos, cuando establecieron el canon del AT. Fue entonces también

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cuando la ‘birkat minîm (bendición de los herejes), petición duodécima de la oración de las “dieciocho bendiciones”, se aplicó a los judío-cristianos y fueron expulsados

definitivamente de la sinagoga.

e) Quinta escena: Nuevamente, el ciego ante los fariseos, vv. 24-34

Se teje luego, en cuatro interlocuciones, un diálogo lleno de viveza y colorido. La

refutación que el ciego ignorante va a hacer a las autoridades cultas es uno de los más admirables fragmentos del evangelio.

“Dar gloria a Dios” es una fórmula bíblica de juramento para exigir que uno diga la verdad (Jos 7,19; 1 Sm 6,5). Para los judíos, Jesús es un pecador, pues no observa la

ley del reposo sabático. El ciego no participa de esta apreciación negativa. Antes bien, el piensa que Jesús está por encima de esas prescripciones y que es un profeta, pues le

ha dado la vista. La malevolencia de los fariseos crece y quieren escuchar nuevamente los detalles para

sacar partido contra Jesús. Pero el ciego permanece seguro en su afirmación y, ante la insistencia de aquéllos, reacciona con fina ironía.

Los fariseos acuden al insulto, rechazan la posibilidad de llegar a ser discípulos de Jesús y se refugian en Moisés, a quien Dios ha hablado (Éx 33,11; Nm 12,2-8). Abandonar a

Moisés para seguir a Jesús sería, según ellos, la peor de las apostasías. La frase “de éste no sabemos de dónde es” está preñada de sentido. Las mismas autoridades se

declaran “ciegos” respecto a Jesús. Es una ceguera culpable, pues Jesús no se ha cansado de manifestar el secreto de su persona (3,31; 8,23). En cambio, el ciego, un hombre ignorante que ha recibido milagrosamente la vista y que ha creído, va de

claridad en claridad penetrando en el misterio de Jesús.

La última intervención del ciego es una argumentación magistral en defensa de su bienhechor, y llega en ella a una intuición más profunda sobre Jesús (vv. 30-33). Si ya había confesado que Jesús es un profeta, ahora está persuadido de que es un hombre

que viene de Dios. Además, el énfasis puesto en abrir unos ojos subyugados por las tinieblas desde el momento de nacer, a la vez que subraya lo insólito del portento, es

una invitación a ir descubriendo en él un simbolismo escondido. El diálogo termina con una terrible injuria, llena

de vileza, por parte de los fariseos, que consideran la enfermedad del ciego como una

maldición divina. Inconscientemente, los fariseos, los maestros,

los sin pecado, los que ven, se cierran para no comprender, para no ver el misterio de Jesús.

El ciego, en cambio, nacido en pecados y sin vista, es librado de los pecados y de la ceguera por Jesús, Luz del mundo.

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f) Sexta escena: Jesús, el Hijo del hombre, vv. 35-38

En este breve diálogo, la iluminación espiritual del ciego llega a su cumbre. Jesús oyó

que le habían echado fuera y lo encuentra. Este hallazgo no es fortuito, sino consciente y pretendido. Mientras que los judíos lo rechazan, Jesús lo busca (6,37; Sab 6,16). El evangelista, economizando detalles, se limita a lo esencial.

Jesús pregunta al que había sido ciego: “¿Tú crees en el Hijo del hombre?” (Algunos

manuscritos tardíos y algunos Padres leen “el Hijo de Dios”.) El título “Hijo del hombre” podría equivaler simplemente al pronombre “yo”, pero el conjunto de textos del cuarto evangelio sobre el Hijo del hombre invita a pensar en el Mesías, con ese carácter

particular con que lo presenta la profecía de Daniel: un ser misterioso, que viene del cielo y supera la condición humana (1,51; 3,13-14; 6,62; 8,28; 12,23.34; 13,31).

El ciego se muestra totalmente abierto a la revelación: “¿Y quién es, Señor, para creer en él?”. Y Jesús responde: “¡Lo has visto! ¡El que habla contigo, ése es!”. El expresivo

“lo has visto”, con toda su actualidad, revela la realidad espiritual que se ha obrado en ese hombre. La iluminación de sus ojos no era sino el símbolo de la “iluminación

espiritual” de la fe. Ahora está viendo en plenitud.

38 Y él dijo: “¡Creo, Señor!”, y lo adoró.

El antes ciego cree en Jesús y acepta su misterio sobrenatural. Lentamente, los ojos de

su espíritu se han ido iluminando: del “hombre” ha pasado al “profeta”; luego, al “enviado de Dios” y, finalmente, al “Hijo del hombre”. Es una progresión en la fe semejante al caso de la samaritana.

“Y lo adoró”. Esta expresión, que no es sino una prosternación de profundo respeto,

incluye tal vez en la mente del evangelista su sentido completo de adoración divina, ya que el verbo “adorar” sólo aparece en el evangelio para designar la adoración de Dios (4,20-24; 12,20; cf. Rut 2,10; 1 Sm 20,41).

g) Séptima escena: Última reflexión de Jesús (vv. 39-41

Estos versículos son una pieza estilísticamente perfecta, completan el significado profundo de la curación del ciego y revelan cierta nostalgia de Jesús.

“Los que no ven” son los humildes y sencillos

como el ciego, y éstos verán. “Los que ven” son los que creen ver y se bastan a sí mismos. Mientras que el ciego pasó de su ceguera

física a una luz resplandeciente de fe, los enemigos de Jesús recorren la trayectoria

opuesta: creen ver y se hunden en la ceguera espiritual más tenebrosa.

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Le oyeron algunos de los fariseos y le dijeron: “¿Acaso también nosotros somos ciegos?”. Jesús respondió: “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado”. Si los fariseos

aceptaran no saber con el fin de ser iluminados, no serían culpables. Pero no. Confiados y orgullosos de su ciencia, se cierran a las iluminaciones de Jesús, Luz del mundo. Por

eso Jesús concluye: “Pero ahora decís: ‘Vemos’. Vuestro pecado permanece”. Es una frase terrible que descubre su terrible dureza de corazón (cf. 3,36; 8,43.47).

8.7. LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO,11,38-4436

a) Creer o no creer, vv.38-39

Jesús llega al sepulcro. Nueva conmoción humana. El sepulcro era una cueva y una losa lo cerraba. Jesús ordena: “¡Quitad la piedra!”. Marta observa: “Señor, ya huele mal, pues

es el cuarto día”. Ante la terrible realidad del cadáver descompuesto de su hermano, Marta no piensa en la posibilidad de su resurrección. Las palabras enigmáticas del Señor no le han hecho comprender que él intervendrá ahora para devolverle la vida.

b) Creer para ver la gloria de Dios, vv.40-41a

Jesús replica: “¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios?”. El milagro resultó tanto más grandioso cuanto menos posibilidad había de recuperación. El mensajero

había comunicado a Marta las palabras de Jesús: “Esta enfermedad no es para muerte, sino en vista de la gloria de Dios, para que sea glorificado el Hijo de Dios por ella” (v. 4).

Después le había exigido que creyera en él como “Resurrección y Vida” (v. 25). Ha llegado, pues, el momento de la glorificación del Padre y del Hijo. La gloria del Padre y del Hijo-Jesús es la misma. Y Marta verá la gloria de Dios.

Quitan la piedra y Jesús eleva los ojos para orar (Jn 17,1; Lc 18,13). Es una breve

oración de acción de gracias, que Jesús dirige filialmente a su Padre, y en ella brilla con esplendor la unión de voluntades que existe entre los dos. Las obras de Jesús le son dadas por el Padre para que los hombres crean que él es el Enviado de Dios

(5,16.30.36; 9,3; 10,32.37)

c) La oración al Padre y la respuesta, vv.41b-44

Jesús no reclama nada para sí, sino que todo lo ordena a su Padre: ¡que sea glorificado

y se reconozca su obra de vida al haber enviado a su Hijo al mundo! La certidumbre de que la oración es escuchada no es sólo privilegio de Jesús, sino también del verdadero

discípulo que ora en su nombre (14,13.16; 15,7.16; 16,23.24.26; 17,9.15.20.21; cf. Mt 6,6-9; 7,7-11; 21,22; Mc 11,24; Lc 11,9-13).

Habiendo terminado la oración, Jesús con fuerte voz gritó: “¡Lázaro, sal fuera!”. Salió el muerto, con los pies y las manos atados con vendas y con el rostro envuelto con un

sudario212. Y Jesús les dijo: “¡Desatadlo y dejadle ir!”.

36 Carrillo, Salvador. El Evangelio según san Juan. 325-326.

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La narración termina aquí sin dar más detalles. Con esta brevedad impresionante, Juan

quiere inculcar una vez más lo esencial: Jesús es la Vida, y el hecho de haber dado la vida física a Lázaro es un signo de que puede comunicar a los hombres “vida eterna” en

este mundo y de que podrá volverlos a la vida física, aunque de manera diferente, en el último día (5,19-30).

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9. OCTAVA MARAVILLA: REGALOS DEL RESUCITADO

INTRODUCCIÓN37

La experiencia de la repetición conduce a memorizar con facilidad, pero después genera

unos paradigmas estáticos que no permiten ver más allá de lo establecido. Este fenómeno también ocurre en la lectura de la Biblia, pues la repetición de interpretación y

de predicación del mismo texto, una y otra vez, conduce a perder la novedad del mensaje.

La lectura de Jn 20,19-23, en la predicación y en la homilía tradicional, ha estado marcada por el personaje Tomás, que aparece en los v.v. 24-29, de manera que los

elementos fundamentales del texto se quedan con aplicaciones sencillas y, en ocasiones, un “poco superficiales” a partir de la segunda parte de la perícopa y dejando de lado la intencionalidad del evangelio de Juan en los v.v. 30-31. Se corre el riesgo de

presentar análisis parcializados, incompletos y con aplicaciones poco transformadoras.

Busco partir de un análisis narrativo de Jn 20,19-23 para proponer una compresión crítica desde la perspectiva de los regalos que el Resucitado realiza a la comunidad de discípulos, esto conduce a detenerse en la fuerza y el movimiento de las palabras clave,

que llevan a una comprensión del texto en su dinamismo interno. De manera que el análisis de Jn 20,19-23 se ubica dentro de la eficacia del capítulo 20 y observa el

movimiento que se desarrolla internamente, donde una parte inicial condensa los elementos que se desarrollaran en la segunda parte. Las escenas de la resurrección están organizadas de manera que relacionan directamente en un movimiento de acción-

reacción, haciendo que la actividad sea creciente y se proyecte a la misión más allá de la experiencia sensorial de Jesús resucitado.

9.1. DESCRIPCIÓN DE LA ESCENA EN Jn 20,19-23

Abordar la lectura analítica de Jn 20,19-23 conduce a mirar la forma como se desarrolla

el relato, de la siguiente manera: los discípulos de Jesús se encuentran encerrados por un motivo particular: “por miedo a los judíos” (v.19). Esta actitud manifiesta que los discípulos de Jesús se encuentran participando de la oscuridad de la tumba y se han

quedado con la muerte del Señor.

En medio de la oscuridad del atardecer y de la cerrazón de las puertas “se presentó Jesús en medio de ellos” (v.19), mostrando que la Resurrección supera los obstáculos locativos, mentales y culturales, trayendo una novedad creadora de un nuevo orden.

37 Se puede ver el artículo completo de “Regalos del Resucitado. Un comentario de Jn 20, 19-23”, en la Revista Franciscanum, volumen LVII, N° 164, julio-diciembre de 2015, p. 255-280,

http://revistas.usb.edu.co/index.php/Franciscanum/ar ticle/view/1548/1347

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Los discípulos ven las manifestaciones de Jesús que saluda trayendo paz y mostrando “las manos y el costado” (v.20), revelando que el crucificado es el mismo Resucitado,

conduciendo a que ellos se alegraran “de ver al Señor” (v.20).

Posteriormente Jesús habla todo el tiempo (v.v.21-23), dejando regalos e instrucciones de la actividad que deben seguir guiados por el Espíritu Santo.

Los discípulos se alegran al “ver al Señor” (v.20) y reciben el mandato directo de “recibir el Espíritu Santo” (v.22) y de “perdonar los pecados” (v.23). Jesús es el protagonista

porque Él se manifiesta resucitado “en medio de ellos” (v.19), les muestra “las manos y el costado” (v.20), les dice algunas instrucciones, “sopla sobre ellos” (v.21) y… el texto no señala que desaparece… da la impresión que se queda con la comunidad de

discípulos. De manera que Jesús es el protagonista activo y los discípulos tienen receptiva que posteriormente se volverá acción por los imperativos de Jesús, por el

anuncio a Tomás (v.24) y por la conclusión del libro que se vuelve la misión de la comunidad (v.v.30-31).

9.2. OBSTÁCULOS PARA EXPERIMENTAR AL RESUCITADO

La experiencia de la resurrección de Jesús tiene obstáculos puestos por la condición humana: “al atardecer del primer día de la semana” y “el miedo a los judíos” (v.19), lo

que conduce a tener “las puertas cerradas”. A continuación, se describen los elementos señalados:

a. “al atardecer”. El atardecer o anochecer está mostrando la dialéctica de

luz/oscuridad o día/noche, típicas expresiones en el Evangelio de Juan.38 La luz-

día es símbolo de Dios y de su actividad a través de Jesús (cfr. 1,4; 8,12). Las tinieblas-noche representan todo lo que se opone a los valores propuestos por

Dios (cfr. 1,5; 3,19; 9,4; 13,30). Los hombres son libres de buscar la luz (que se identifica con Dios, 1,5; y con Jesucristo, 8,12) o de rechazarla para vivir en la oscuridad (1,5; 3,19-20). “El hombre que se decide por Dios está ya

decididamente en camino hacia la salvación escatológica (8,12; 12,46), mientras que el hombre que prefiere las tinieblas tiene una existencia orientada ya hacia la

perdición.”39 De manera que las tinieblas/oscuridad se encuentran reprobadas por Dios y quien se obstina en permanecer voluntariamente en ella, se encuentra, por tanto, lejos de la voluntad divina, como se verá en el v.23: “a quienes les retengan

los pecados, les quedan retenidos”.

Jesús se presenta resucitado a los discípulos que se encuentran encerrados y en la oscuridad, para dar luz a su esperanza y dinamizar su existencia, de manera que se unan a trabajar de día en las obras del Padre (8,4). Jesús resucita “el

primer día se la semana… de madrugada” (20,1) para señalar que comienza una

38 Cf. Mateos, J., y Barreto, J. El Evangelio de Juan. Análisis lingüístico y comentario exegético. 2ª ed. (Madrid: Ed. Cristiandad, 1992), 60. 39 Mateos, El Evangelio de Juan, 61.

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nueva creación40 llena de la luz de un nuevo día en consonancia con lo afirmado en la sanación del ciego de nacimiento: “yo soy la luz del mundo” (8,5).

La oscuridad existencial puede constituirse en un obstáculo para vivir la

experiencia de la resurrección de Jesús, como le ocurre a Tomás (20,24-25), sin embargo, el Señor supera ese obstáculo para rescatar a sus discípulos de la oscuridad, tristeza, miedo y encierro.

b. “el miedo a los judíos”. La expresión “miedo” representa lo que acobarda al

discípulo para que no dé testimonio del Señor Jesús como se espera de él.41 En el Cuarto Evangelio encontramos a Nicodemo que busca a Jesús de noche

(3,1-2), en 7,13 que la genta no habla de Jesús “abiertamente por miedo a los judíos”. De igual manera vemos a José de Arimatea que permanece “en secreto

por miedo a los judíos” (19,38). El “miedo” destruye el heroísmo de los discípulos de Jesús, pues sienten la aflicción que impide proclamar libremente al Señor.

Los discípulos de Jesús se encuentran encerrados porque temen a las acciones de las autoridades judías; no han tenido un encuentro personal con Jesucristo

Resucitado para empezar a dar testimonio del Señor, por tanto, el miedo paraliza las decisiones y las acciones de los que no han experimentado el dinamismo de la nueva creación que comienza con “el primer día de la semana”.

c. “las puertas cerradas”. Junto al miedo y la oscuridad aparece otro elemento que

refuerza la experiencia de muerte de los discípulos de Jesús: “las puertas cerradas”, con un matiz locativo: las puertas tienen tranca o llave por dentro como lo muestra la palabra griega kleiõ.42 La expresión aparece en dos ocasiones en Jn

20, en el v. 19 y en el v.26. La primera para hablar de la condición de la comunidad de discípulos sin Tomás y la segunda para señalar a la comunidad

con Tomás. Cerrar las puertas no es una mera acción locativa, es también la disposición del

corazón para abrirse a Dios y al hermano como lo muestra 1Jn 3,17. La cerrazón del corazón se manifiesta de manera individual (como Tomás v.25) y también

comunitaria (v.19), lo que impide abrirse a la acción creadora de la Resurrección de Jesús.

De manera que existen condiciones humanas que impiden experimentar y comprender la novedad de la Resurrección de Jesús: la cerrazón del corazón causada por el miedo y

la oscuridad. Estas categorías van en la dirección de manifestar el sufrimiento comunitario al anunciar al Señor Resucitado y las maneras como se puede superar43.

40 Cf. Mateos, El Evangelio de Juan, 867. 41 Cf. Barclay, William. Palabras Griegas del Nuevo Testamento. 9ª ed. (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 2002), 94. 42 Ortiz, Pedro. Concordancia manual y diccionario Griego-Espanol del Nuevo Testamento. (Madrid: Sociedad Bíblica, 1997), 248. 43 Cf. Aplicado a casos concretos de sufrimiento se puede leer a Herrera Gil, Guillermo. El sufrimiento humano como posibilidad

para la fe en la realidad del VIH/SIDA, 198.

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Las expresiones son muy fuertes y redundantes, para mostrar el contraste tan grande que viene a traer Jesús irrumpiendo “en medio” de los discípulos en dos oportunidades

(v.v.19.26), revelando su nueva condición y dando la misión a su comunidad que empieza a participar de su resurrección.

9.3. LOS REGALOS DEL RESUCITADO EN Jn 20, 19-23

Jesús toma la iniciativa de manifestarse resucitado, primero a María Magdalena (v.v.14.16), luego a la comunidad de discípulos sin Tomas (v.19) y después a la

comunidad con Tomás (v.v.26-27), siempre trayendo algún regalo y mayor comprensión del sentido de su muerte y resurrección.

En los v.v.20-23 vemos Jesús Resucitado que dona siete regalos a la comunidad de discípulos para conducirlos a que se conviertan en testigos de la nueva relación con el

Señor44. Los regalos del Resucitado se manifiestan como confirmaciones de promesas realizadas por Jesús a lo largo del Evangelio de Juan, especialmente en el libro de la gloria (13-19). A continuación, se analiza cada regalo por separado con sus elementos

de cumplimiento, encaminado a dinamizar el kerigma del cuarto evangelio.

a. “La paz con ustedes”. Es el saludo y la despedida de los judíos evocando la

bendición que Dios pide a Moisés que imparta a su pueblo (Nm 6,24-26), como lo íntegro, lo completo y la suma de bendiciones divinas. Esta expresión aparece

dos veces en nuestra perícopa de estudio (v.19.21) y una más cuando Jesús saluda a la comunidad con Tomás (v.26).

Sin embargo la paz que da Jesús, “no es como la que da el mundo” (14,27),

en el sentido de la ausencia de conflicto o de supremacía de un pueblo que

garantiza la paz de las naciones como esperaban los judíos.45 Es primordialmente la señal de la nueva

alianza que Dios establece con el pueblo renovado por el Espíritu Santo:

“concluiré con ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna” (Ez 37,26).

La paz es promesa de Jesús y cumplimiento del Resucitado para salir victorioso en los momentos de tribulación (16,33), pues se tiene la comunión con el Padre y

con los hermanos (16,32). Los discípulos de Jesús tendrán que enfrentar una misión con conflictos con el

mundo, sin embargo el Maestro promete a la comunidad paz en medio de las

44 El evangelista en Jn 20, utiliza la palabra Jesús (11x), pero cuando los discípulos hablan se expresan llamándolo Señor (6x), Rabbuní-Maestro (1x), Dios (1x), Cristo (1x), e hijo de Dios (1). 45 Cf. Carrillo Alday, Salvador. El Evangelio de San Juan. (Estrella: Ed. Verbo Divino, 2010), 331.

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tribulaciones (16,32-33), de manera que el primer regalo del Resucitado consiste en mantener la paz divina en medio de los conflictos de la misión, pues Él mismo

ha sufrido la violencia por la persecución, ha comprado la paz que ahora puede entregar como don.46

La paz que da Jesús es creciente y con manifestaciones diversas, pues en Jn 20 se encuentra la expresión: “La paz con ustedes” en tres ocasiones y en cada una

existe un avance sobre la experiencia anterior, como se presenta a continuación:

En el primer saludo de paz (v.20) Jesús trae la sanación de las heridas de la crucifixión y de toda forma de violencia, y la alegría como cumplimiento y plenitud de las promesas del Señor.

En el segundo saludo de paz (v.21) Jesús trae la misión para el mundo, acompañado del soplo de la nueva creación, sellado por el Espíritu Santo y

llevando al perdón de los pecados.

En el tercer saludo de paz (v.26) Jesús conduce a la profesión de fe de Tomás

y del fruto de la misión: “los que sin ver han creído” (v.29).

b. “Les mostró las manos y el costado”. Jesús da a conocer las heridas gloriosas

de su crucifixión.47 El mensaje directo consiste en señalar que el crucificado es el mismo resucitado. En Jn 20 se describe que Jesús “les mostró las manos y el

costado” (v.20) a la comunidad de discípulos, además a Tomás le dice: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado” (v.27). La iniciativa es de Jesús que resalta las heridas sanadas de las manos y del costado,

de manera que produce una respuesta positiva de los destinatarios: la alegría de la comunidad de discípulos (v.20) y la profesión de fe de Tomás (v.28).

Las heridas ya no duelen, ya están sanadas por la resurrección. Recuerdan la donación de amor por los amigos (15,13), además recuerdan las promesas en las

que Jesús señala que “no los dejará huérfanos” (14,18), sino que volverá a estar con los discípulos (14,3.18-19). La resurrección de Jesús trae el segundo regalo:

la sanación de las heridas causadas por la persecución violenta de quien vive la verdad, por eso pueden ser tocadas, pero ya no duelen, porque son la muestra del amor y de la comunión con Jesús Resucitado y con su Padre (14,20).

Al mismo tiempo, las heridas de Jesús, recuerdan la posibilidad de darle un

sentido redentor al sufrimiento, como se fue entendiendo en Is 53,5-12 y manifestado como señal de la nueva alianza entre Dios y el nuevo pueblo. Sin duda el evangelista Juan recuerda que Jesús muere como el Siervo de Dios y

como el Cordero de Dios48, por tanto, que Jesús muestre las heridas a sus discípulos puede hacer recordar que “por sus llagas hemos sido sanados” (Is

53,5), marcando que el sufrimiento sirve de transfundo para la redacción de los relatos de la pasión de Jesús, pero resaltando el sentido redentor del sufrimiento

46 Cf. Hendriksen, William, El Evangelio según san Juan. (Michigan: Libros Desafío, 1981), 556. 47 Cf. Carrillo, El Evangelio según san Juan, 498. 48 Cf. Mateos, El Evangelio de Juan, 106-109; 832-836.

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del inocente: “pues él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes” (Is 53,12; cf. v.v. 6.8.10.11), para sanar, rescatar y conducir a la vida gloriosa a los

que padecen con el Señor.

c. “Se alegraron”. Después del primer saludo de paz y que Jesús mostrara sus

heridas, viene el regocijo de los discípulos al “ver al Señor” (v.20). La alegría es fruto de tomar consciencia de las bendiciones de Dios, es una promesa mesiánica

y señal de la nueva alianza49que conduce a reconocer las acciones divinas en el nuevo pueblo de Dios y en este caso “es el gozo de la resurrección”50.

Desde el comienzo del Evangelio de Juan la alegría muestra el cumplimiento y

plenificación de la Palabra de Dios. La alegría “ha alcanzado la plenitud” (3,29),

como amigo del novio (Juan Bautista) que “se alegra mucho con la voz del novio” al experimentar el cumplimiento en Jesús51.

Jesús había prometido la alegría a sus discípulos en distintos momentos, por

ejemplo, cuando termina la alegoría de la vid, señala que les enseña “para que mi gozo esté en ustedes, y para que su gozo sea colmado” (15,11), tendiendo una sola alegría. Vemos especialmente la promesa de la alegría después de pasar por

el llanto de la soledad y el abandono: “En verdad, en verdad les digo que llorarán y se lamentarán, y el mundo se alegrará. Estarán tristes, pero su tristeza se

convertirá en gozo” (16,20), y después pone una analogía: “La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el

mundo” (16.21), señalando la tristeza de la crucifixión y la alegría de la resurrección. Cuando Jesús se presenta resucitado a sus discípulos se cumple su

promesa de dar una alegría que inunda el corazón y por tanto “nadie se la podrá quitar” (16,22), es decir, una alegría plena y contagiosa (cfr. 17,13). El reconocimiento de Jesús Resucitado trae alegría a la comunidad de discípulos, a

Tomás y a todos los que “sin ver han creído” (20,29).

La primera paz que trae Jesús tiene dos componentes complementarios: la sanación gloriosa de las heridas de la crucifixión y la alegría por tener al Señor Resucitado en medio de la comunidad de discípulos. Podemos ver que la alegría

también se da porque se han vencido los obstáculos que bloquean la relación con Jesús Resucitado y que ya hemos explicado: la oscuridad, el miedo y el

encerramiento (cfr. 20,19)52. Se manifiesta la alegría porque ha llegado el cumplimiento y la plenitud de la Palabra de Dios en la comunidad de discípulos.

49 Is 52,8-9 muestra el gozo como manifestación de la llegada de la nueva alianza, pues el nuevo pueblo: “da gritos de júbilo”. 50 Cf. Mateos, El Evangelio de Juan, 106-109; 832-836. 51 Cf. Sánchez Castelblanco, Wilton. La voz como modo de revelación. Investigación exegético-teológica del término fonh en el cuarto evangelio. Tesis gregoriana Serie Teologia 173.) Roma: Ed. Pontifica Unicersità Gregoriana, 2009), 182-183. 52 Cf. Mateos, El Evangelio de Juan, 870.

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d. “Como el Padre me envío, también yo los envío”. En el v.21 vemos que Jesús

vuelve a decir: “La paz con ustedes”, desencadenando otra serie de regalos: el

envío, el soplo, el Espíritu Santo y el perdón de los pecados. Son cuatro regalos del Resucitado después del segundo de paz que apuntan hacia la misión que

comienza. El envío a anunciar el Evangelio es una promesa mesiánica, pues los

anunciadores irán con júbilo a proclamar el comienzo de la nueva alianza de la renovación del pueblo y serán recibidos con alegría como señala Isaías: “¡Qué

hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: ‘Ya reina tu Dios!’” (Is 52,7).

El envío que realiza Jesús a sus discípulos lo hace en una equivalencia similar

con que Él fue enviado por el Padre53, manifestando un teocentrismo cristológico de la relación Padre-Hijo, como lo señala Jesús en la oración del capítulo 17: “Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo” (17,18).

La misión hace recordar la elección de los discípulos: “yo los elegí a ustedes y los he destinado para que vayan y den fruto” (15,16). La misión de la comunidad que

experimenta al Resucitado muestra varias características:

La misión debe ser llevada hasta el final, por eso Jesús les muestra “las

manos y el costado”.

La misión se realiza en medio del mundo, pero sin pertenecerle a él (17,16).

Los discípulos deben dar testimonio de la verdad (18,37).

Los discípulos realizarán obras como las de Jesús y aún mayores (5,36;

10,25.38; 14,12).

La misión se realiza en un mundo hostil a Dios y por eso los discípulos serán

odiados como lo hicieron con Jesús (15,18-20).

Los discípulos son respaldados con la autoridad del Padre y portadores de las bendiciones de quien los envía (13,20).

La experiencia de Jesús Resucitado los sana del miedo y los capacita para que los discípulos vayan en paz con la disposición de dar mucho fruto (12,24-

25). La misión requiere de hombres nuevos, re-creados el primer día de la

Resurrección y capacitados para mostrar al Padre en todas sus obras54. Es un gran regalo ser enviado por el Padre como envío a su Hijo: por amor, para la

salvación y para conducir a una vida plena (3,16).

e. “Sopló sobre ellos”. Jesús realiza una acción simbólica que muestra el

comienzo de la nueva creación55, porque en Gn 2,7 se muestra que Dios “formó al

53 Para una ampliación de las diferencias entre el envío de Jesús y el envío de los discípulos puede leerse a Brown, Raymond. El Evangelio según Juan, XII-XXI, 1476-1477. 54 Cf. Bartolomé, Juan José. Cuarto Evangelio. Cartas de Juan. Introducción y comentario. (Madrid: Editorial CCS, 2002), 364. 55 Cf. Van Tilborg, Sjef. Comentario al Evangelio de Juan. (Estrella: Ed. Verbo Divino, 2005), 416.

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hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida” y vuelve a afirmarse en Sab 15,11 cuando señala que Dios al hombre “le infundió un espíritu

vivificante”. De manera que el “soplo” que realiza Jesús sobre sus discípulos muestra el comienzo del nuevo hombre y, por tanto, se da inicio al nuevo pueblo

de Dios, sobre el cual profetiza Ezequiel diciendo: “Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan” (Ez 37,9), y de inmediato “revivieron y se incorporaron sobre sus pies” (Ez 37,10). En este “primer día”

comienza y se prolonga hasta la plenitud el tiempo mesiánico56.

El “soplo” de la nueva creación, que da origen al hombre nuevo, como señala Brown57, y al nuevo pueblo de Dios es el quinto regalo del Resucitado, y es el Espíritu Santo quien confirma e inaugura la nueva alianza. Además, el envío

necesita hombres nuevos que construyan una comunidad que da testimonio del Resucitado, como cuando hablan a Tomás y le dicen: “hemos visto al Señor”

(v.24), de igual manera María Magdalena una vez que tiene el encuentro con el Señor Resucitado cuenta que lo había visto (v.18), y se espera que aquellos que crean en Jesús den testimonio que Él es “el Cristo, el Hijo de Dios” (v.31),

manifestando la nueva humanidad.

f. “Reciban el Espíritu Santo”. La tercera acción que trae el segundo saludo de

paz y que constituye el sexto regalo del Resucitado es la donación del Espíritu Santo.

La evocación inicial de la presencia del Espíritu es el cumplimiento de la nueva

alianza señalada por el profeta Ezequiel señala de parte de Dios: “infundiré mi espíritu en ustedes y vivirán; los estableceré en su suelo, y sabrán que yo, Yahveh, lo digo y lo hago” (Ez 37,14); de manera que comenzará el nuevo pueblo

renovado, vivificado y establecido por la acción del Espíritu de Dios. También en Ez 36,26-27, se manifiesta la promesa en la que Dios va a dar al pueblo “un

espíritu nuevo” que es el Espíritu de Dios: “infundiré mi espíritu en ustedes”, con la intención de crear un pueblo con un “corazón nuevo” dócil a la voluntad de Dios y dispuesto a dejarse crear por Él.

Señala Carrillo que Jesús “comunica el Don del Espíritu Santo como fruto de la

obra salvífica que el Padre le había encomendado: 4,34; 6,38-40; 17,4; 19,30”58. De manera que se cumple otra promesa del Señor a sus discípulos.

Juan Bautista había dado testimonio (1,32.34) en el que señala un mensaje divino: “Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el

que bautiza con Espíritu Santo” (1,33), de manera que es Jesús quien tiene la misión de sumergir en la experiencia del Espíritu de Dios.

Después el evangelista Juan va a redactar otros momentos en los que Jesús promete el Espíritu Santo, por ejemplo:

56 Cf. Mateos, El Evangelio de Juan, 871. Brown, Raymond. El Evangelio según Juan, XII-XXI, 1478. 57 Cf. Brown, Raymond. El Evangelio según Juan, XII-XXI, 1478. 58 Carrillo, El Evangelio de San Juan, 500.

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Jesús promete el Espíritu a Nicodemo que está en Jerusalén y le consulta de

noche (3,2-8) y lo presenta al Espíritu como “el viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va” (3,8).

También, Jesús promete el Espíritu a la multitud en la fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén como “ríos de agua viva” (7,37-39) que recibirán

los que crean y tengan sed.

Jesús a prometer al Espíritu a sus discípulos estando en Jerusalén presentándolo como “otro Paráclito”, como “Espíritu de la verdad” (14,15-18)

que estará con los discípulos “para siempre”, “porque mora en” ellos y no los abandonará nunca.

Después Jesús señala a los discípulos que “el Espíritu Santo, que el Padre enviará en” su nombre realizará varias actividades: “les enseñará todo y les recordará” lo que Jesús le ha dicho (14,26-27).

Continuando con el discurso de despedida de Jesús a sus discípulos, vuelve a prometerles que vendrá “el Paráclito” que Él enviará “de junto al Padre”, con la

misión pues “el Espíritu de la verdad dará testimonio de” Jesús (16,26).

En 16,7, Jesús promete al Paráclito que enviará si se va, y por eso conviene

para los discípulos que el Maestro se vaya al Padre, pasando por la cruz.

Por último, Jesús vuelve a prometer “el Espíritu de la verdad” con la misión de

guiar “a la verdad completa”, pues “hablará y anunciará lo que ha de venir”, además “dará gloria” a Jesús (16,13-14).

Esas promesas sobre el Espíritu tienen dos cumplimientos en el Evangelio de Juan:

El primer cumplimiento de la donación se realiza cuando Jesús termina su misión muriendo en la cruz: “e inclinando la cabeza entregó el espíritu”

(19,30). La obra de Jesús se ve completada con la salvación del pecado y de la muerte, la máxima manifestación del amor de un amigo, la entrega de su

vida al Padre y la comunicación el Espíritu Santo que había recibido59. Señala Mateos: “el Espíritu que Jesús entrega es el fundamento de la nueva alianza; Él realiza el reino universal y constituye el nuevo pueblo (19,25-27)”60. De esta

manera se completa la creación del hombre nuevo anunciado a Nicodemo (3,6), pero con la proyección de amar como lo hace Jesús (13,34; 15,12) para

formar el nuevo pueblo de Dios. Podemos ver que el primer cumplimiento de la donación del Espíritu está uniendo la creación, la alianza, la pascua que ahora empieza su plenificación.

El evangelista Juan añade a la muerte de Jesús “que uno de los soldados le

atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua” (19,34). El cuerpo de Jesús se ha entregado totalmente, ha sido herido en las manos, en los pies y en el costado y de allí sale “sangre” que puede significar: el Cordero

que ha sido sacrificado para quitar los pecados (1,36), la apertura a la vida

59 Cf. Mateos, El Evangelio de Juan, 828. 60 Mateos, El Evangelio de Juan, 828.

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plena (6,45-54), el alimento vivificante (6,55), el principio de unidad entre Jesús y el creyente (6,56), la primicia de la resurrección escatológica (6,54),

Carrillo señala “el ofrecimiento del sacramento de la Eucaristía, fuente de vida eterna y de unión mutua, y arras de la futura resurrección gloriosa”61. También

sale “agua” del costado de Jesús, que puede significar directamente al Espíritu Santo con el que es bautizado el Maestro (1,31-32), que promete Jesús como el nuevo nacimiento del agua (3,5.8), al mismo tiempo que fue prometido a la

Samaritana (4,10.23) y que en 7,39 será entregado como agua cuando Jesús sea glorificado. Carrillo señala que el agua “hace referencia tácita al bautismo

cristiano”62.

El segundo cumplimiento ocurre el primer día se la semana, cuando Jesús

Resucitado se presenta a los discípulos y después del simbolismo del soplar les dice: “reciban el Espíritu Santo” (20,22). Jesús muestra las heridas de las

manos y el costado, por donde ha salido sangre y agua, da la misión con la autoridad del Padre, sopla sobre ellos para que asuman su nueva naturaleza y vayan con la fuerza del Espíritu Santo, ese mismo que salió de su costado y

que fue prometido como “ríos de agua viva” (7,38)63. Jesús inaugura la época del Espíritu que conducirá a la plenitud la misión de sus discípulos una vez

más consagrados al Padre (17,17-18) por la acción del Paráclito. Ahora es el Espíritu que realizará todo a través de la comunidad de discípulos: dará testimonio de Jesús, los conducirá a la verdad completa, les enseñará cosas

nuevas, les recordará las enseñanzas del Maestro, vivirá en y con los discípulos, les dará seguridad frente al mundo, velará por que todo se haga

para la gloria del Señor64. Después que Jesús da el Espíritu a los discípulos (v.22) no vuelve a parecer en

todo el resto del capítulo 20, pero sí se observan las acciones del Paráclito a través de la comunidad que da testimonio de Jesús: “Hemos visto al Señor”

(v.24), de Tomás que realiza su confesión de fe y le es revelada la verdad: “Señor mío y Dios mío” (v.28), de los que en el futuro recibirán el anuncio y creerán sin haber visto (v.29) y de los que leerán lo escrito en “este libro” y, por tanto, creerán

“que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (v.v.30-31), siendo conducidos a “tener vida”.

g. “Perdonen los pecados”. Posterior de todo el recorrido de bendiciones después

del saludo de la paz y de la donación del Espíritu Santo, viene el séptimo regalo:

el perdón de los pecados. Jn 20,23 tiene unos verbos en imperativo y una redacción en paralelismo antitético: “A quienes perdonen los pecados, les quedan

perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”. La primera frase está en positivo y la segunda está en negativo, tal vez con la intención de reforzar la idea fundamental: perdonar pecados65.

61 Carrillo, El Evangelio de San Juan, 478. 62 Carrillo, El Evangelio de San Juan, 479. 63 Cf. Van Tilborg, Comentario al Evangelio de Juan, 416. 64 Cf. Mateos, El Evangelio de Juan, 872. 65 Cf. Brown, Raymond. El Evangelio según Juan, XII-XXI, 1484.

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Es necesario comprender “pecado” en el Evangelio de Juan. Según 1,29;

8,21.23.34, el pecado consiste en vincularse o esclavizarse de manera voluntaria en el orden injusto66, en sus principios y acciones. El pecado conduce a hacerse

enemigo del ser humano y opositor a la realización con una vida plena; a los que obran de esa manera, Jesús les dice que “su pecado permanece” (9,41). En el cuarto evangelio, Jesús enseña a sus discípulos la manera de tratar con el

pecado, según lo evidencian los siguientes ejemplos:

Jesús ve a “un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo” (5,5) y por tanto oprimido y a quien se le ha negado el acceso a las bendiciones de Dios. Jesús sana al paralítico y después cuando “lo encuentra en el Templo” el

Señor le dice: “Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor” (5,14), de manera que le pide que rompa con su conducta anterior para

no caer más bajo.

Jesús denuncia las obras opresoras de los judíos que impiden que las

personas salgan adelante, por eso el Maestro le dice a los discípulos: “El mundo no puede odiarlos; a mí sí me aborrece, porque doy testimonio de que sus obras son perversas” (7,7).

Jesús devuelve la dignidad a los que nunca la han tenido y las diversas creencias buscan mantener en situaciones infrahumanas. El Maestro le

enseña a los discípulos que el ciego de nacimiento no está en esa condición por el pecado propio o de sus padres, sino “para que se manifiesten en él las obras de Dios” (9,1-3).

Es observable que el pecado conduce al desorden que se manifiesta viviendo en

la oscuridad, el miedo y causando violencia. Teniendo en cuenta el relato del ciego de nacimiento, “los que ven” son los que creen ver y se bastan a sí mismos, se enceguecen y buscan destruir a quienes no piensan y actúan como ellos, por

eso Jesús les dice: “como ustedes dicen: ‘vemos’ su pecado permanece” (9,41)67.

Es necesario comprender qué es “perdonar” para Jesús. Teniendo en cuenta que Jesús anuncia la vida (5,21.26; 6,54; 10,19), perdonar es ordenar la vida y encaminarla hacia la justicia, es decir, perdonar es dar vida nueva, plena,

resucitada. De manera que el perdón conduce al orden, es decir, a vivir en la luz, en la libertad y por tanto en la verdad, sin embargo, este nuevo orden exige la

aceptación de Jesús como la luz de mundo que da vida plena (1,4.9; 3,19; 8,12; 9,4-5; 12,35.36.46), manifestándose en los creyentes de la siguiente manera:

Camina en la luz que conduce a la vida (8,12).

Se constituye en hombre nuevo, en nueva creación (9,6).

Crece procesualmente en la fe al Señor (9,11.17.33.38)

Escucha a Jesús y sale de la tumba oscura (11,43-44).

Se convierte en hijo de la luz (12,36).

66 Mateos, El Evangelio de Juan, 873. 67 Carrillo, El Evangelio de San Juan, 291.

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Va por el camino seguro (14,6).

Resucita con Jesús (20,20).

Es constituido en agente del perdón (20,23).

La retención de los pecados “supone que el hombre pecador persiste en un estado voluntario de pecado… a causa de su obstinación”68. De manera que los

discípulos deben perdonar a “los judíos” (v.19) como elemento importante para desarrollar la misión (v.23), porque conduce a superar el miedo y el encerramiento69, danto testimonio de la acción del Resucitado en la comunidad.

En virtud del Espíritu Santo recibido, los discípulos continúan la obra de Jesús: compartiendo la vida en el Espíritu Santo y perdonando pecados, es decir, al

orden que el Padre quiere: “que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre” (20,31). Por tanto, el perdón de los pecados es un regalo que conduce a la plenitud del encuentro con el Padre a

través de su Hijo Jesucristo y a la misión de anunciar a “Jesús el Cristo, el hijo de Dios” (v.31).

9.4. CONCLUSIONES

Es notable el contexto de alianza que se ve en todo el relato de Jn 20,19-23, porque se proclaman elementos fundamentales de la nueva alianza en Is 53 y Ez 37, a saber: la

sanación de las heridas y el sentido redentor del sufrimiento, la paz y la alegría, la vuelta de los desterrados que han recibido el anuncio de la renovación del pueblo de Dios, la presencia y acción del Espíritu Santo que sopla haciendo todo nuevo y restaurando el

orden por el perdón de los pecados. La resurrección de Jesús trae el comienzo de la nueva creación en el hombre y en el nuevo pueblo de Dios, al mismo tiempo que se

proyecta escatológicamente hacia la plenitud de la vida. También se puede ver la cantidad de elementos que muestran el cumplimiento de las

promesas de Dios en el Antiguo Testamento y las promesas de Jesús en el Evangelio de Juan. La experiencia de Jesús Resucitado trae el cumplimiento y la plenitud novedosa

que supera el miedo con el perdón de los pecados, la fuerza creciente de la paz para perseverar en medio de la misión, la nueva creación movida por las acciones sorprendentes del Espíritu Santo; todo esto fue anunciado durante el ministerio de Jesús

y llevado a la abundancia de una nueva revelación “el primer día de la semana”. La Palabra de Jesús es Palabra de Dios que llega a su cumplimiento y adquiere un

renovado dinamismo a partir de la resurrección del Señor y la misión de la comunidad de discípulos.

Todo el relato está en función de la misión de los discípulos en comunidad, porque deben dar testimonio de Jesús resucitado y conducir a proclamar que Él es el Cristo, el

Hijo de Dios y porque Jesús crea una comunidad donde se experimenta la salvación. Para lograr el cometido es necesario superar los encerramientos por el miedo a las persecuciones judías, tener la paz que trae la sanación y el impulso para la misión, el

68 Carrillo, El Evangelio de San Juan, 501. 69 Cf. Brown, Raymond. El Evangelio según Juan, XII-XXI, 1484-1485.

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soplo de la nueva creación impulsado por la fuerza del Espíritu Santo para llevar el perdón de los pecados que conduce a ordenar la vida según la voluntad del Padre. Los

discípulos de Jesús continúan la misión de Jesús (20,21) manifestando el amor gratuito y generoso del Padre (9,4), con la seguridad de ser escuchados y conducirán a los

creyentes a la vida plena (5,24). La experiencia de Jesús resucitado es personal como la de Tomás, comunitaria como la

de los discípulos que se alegran al tener al Señor en medio de ella y con proyección universal de acuerdo a lo señalado por Jesús: “dichosos los que no han visto y han

creído” (20,29). Sin embargo, el encuentro personal con Jesús Resucitado siempre envía a la misión en comunidad.

Una persona que tiene la experiencia de Jesús Resucitado realiza su confesión de fe y se une a la misión, pues la comunidad de discípulos proclama a Tomás: “hemos visto al

Señor” (20,24), después Tomás proclama: “Señor mío y Dios mío” (20,28) y termina con la proclamación universal: “Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (20,31). La comunidad de discípulos ejerce un servicio de mediación para tener el encuentro con Jesús el Señor,

además de un espacio donde se vive la salvación del pecado y, por tanto, es ambiente propicio para experimentar la libertad, la felicidad en el amor y la proyección en el

servicio. Existen realidades de oscuridad, miedo y encerramiento, que exigen a la actividad

pastoral promover la experiencia con Jesucristo Resucitado para desarrollar un dinamismo comunitario, para que la misión llegue a todas las personas que ordenan su

vida por el perdón y se muevan bajo la fuerza del Espíritu Santo. Debe presentarse más los siete regalos del Resucitado en 20,19b-23, que los tres impedimentos de 20,19a, para mostrar los elementos atractivos de una comunidad resucitada. Si presentamos a

Jesús como Señor de la vida, que da regalos en abundancia para llevar a la plenitud, es más interesante que predicar sobre el miedo a las represalias, pues supone el castigo y

aísla (Cf. 1 Jn 4,18). Es mucho mejor enseñar y testimoniar el amor que sana y libera.

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10. NOVENA MARAVILLA: LA MISIÓN UNIVERSAL El capítulo 21 del evangelio de Juan es considerado un apéndice a su obra. La razón es porque en los vv. 30-31 del capítulo 20 se lee ya una conclusión formal al evangelio.

La inspiración y canonicidad del capítulo 21 no se discuten, pues el cuarto evangelio ha

sido reconocido, en su integridad, como inspirado y canónico por el magisterio de la Iglesia. La cuestión que se plantea es acerca de su autenticidad juanina: ¿es este capítulo del mismo evangelista?

A esta pregunta se puede responder diciendo que el capítulo 21 pertenece con toda

seguridad a las tradiciones de Juan. La estructura de la narración es, en efecto, característicamente juanina, lo mismo que la fraseología.

Existe una estrecha relación con el resto del evangelio. Se perciben, como en el capítulo precedente, las reacciones animadas de los discípulos; sin embargo, aquí el simbolismo

y el mensaje han sido más desarrollados. Este capítulo debió de ser agregado al conjunto en la última redacción del evangelio.

Este epílogo consta de cuatro episodios y una conclusión: 1. La pesca milagrosa (21,1-8).

2. El pan y el pescado (vv. 9-14). 3. Pedro, pastor y mártir (vv. 15-19). 4. La suerte del discípulo amado (vv. 20-23.

Conclusión (vv. 24-25).

10.1. EN LA MAÑANA DE LA PESCA, 21,1-1470

El comienzo y el final del relato subraya que se trata de una “manifestación” de Jesús

resucitado (20,1.14). Se dice expresamente que fue “la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos” (20,14). Jesús

resucitado ya se le había presentado dos veces a sus discípulos como su Señor viviente y exaltado (20,19-29), conduciéndolos progresivamente hasta la cumbre del camino de la fe pascual expresada en la confesión de fe de Tomás, que es vivir bajo el Señorío de

Jesús (ver 20,28-29).

“Se manifestó así...” (20,1) La tercera aparición del Resucitado –según Juan- también es un camino de fe que parte

de la noche del escándalo de la Cruz y del sentimiento de ausencia del Señor, hasta el amanecer del reconocimiento de su presencia viva y eficaz, y de la comunión plena con

Él. ¡Un proceso verdaderamente estremecedor!

70 Aporte de Fidel Oñoro. http://www.homiletica.org/fidelonoro/fidelonoro0185.htm

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Tal como se enfatiza en el texto, no se trata solamente de la revelación de la verdad de la resurrección sino de hacer la experiencia del hecho. Esta es la “manifestación”

completa.

Así como en los relatos de la aparición a María Magdalena (Juan 20,11-18) y a los discípulos de Emaús (Lucas 24,13-35),

tampoco aquí Jesús no es reconocido en un primer momento, ya que se necesita un

proceso para captar los signos que “manifiestan” su presencia.

Pero ahora la “manifestación” del Resucitado va más allá: apunta al nuevo

estilo de vida del discipulado en el tiempo pascual. Los discípulos hacen un itinerario en el que aprenden a vivir pascualmente, esto es, actuar en la vida guiados por su palabra que da grandes resultados y a

sumergirlo todo en la relación vivificante con el Señor Resucitado.

Los discípulos descubren, además, que hacer comunidad no es simplemente “estar juntos” (21,2a) sino hacer una dinámica interna: llegar a ser realmente “comunidad de amor” que “centra” y al mismo tiempo “irradia” el punto de convergencia que es Jesús

confesado como “El Señor” (21,7.12), quien ejerce su Señorío en la Palabra y en la nutrición eucarística, signo de vida abundante, reconciliación y fraternidad (21,9-13).

a) Los discípulos vuelven al mar en la noche (21,2-3)

Haciendo caso omiso de los relatos anteriores, el evangelista muestra a un grupo de siete discípulos que después de la cruz del Maestro vuelven a su antigua profesión

(20,2). Ellos no van para adelante en la misión sino que echan para atrás, como antes de ser llamados por el Señor. La sombra del silencio se extiende sobre el fracaso.

Bajo el liderazgo de Pedro, hay un intento de hacer comunidad, pero el vacío se siente: sin el Maestro no tiene sentido. Los discípulos no tienen proyecto, van simplemente

donde la buena iniciativa del líder los lleve: “‘Voy a pescar’. Le contestan ellos: ‘También nosotros vamos contigo’” (21,3a). En realidad, sin Jesús, andan sin orientación y sin resultados. La prueba es que la noche de trabajo se vuelve inútil.

Durante la noche no pescan nada (21,3b). Cuando va llegando el fin de la noche

también se van yendo las esperanzas de una buena pesca.

b) Jesús “está allí” y guía a los discípulos (21,4-8)

En ese momento crítico, cuando el sol ya se ha levantado, cuando se siente

amargamente la frustración de una noche perdida, el evangelista anota: “Estaba Jesús en la orilla” (21,4a). La forma del verbo es importante: deja entender que Jesús siempre ha estado ahí.

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Jesús está con sus discípulos no solamente en los momentos buenos y alegres de la

vida sino también a la hora de la dificultad. También lo estará en medio de sus persecuciones y de la muerte. Jesús estará siempre allí.

Pero los discípulos no lo reconocen, hace falta un signo (21,4b).

Comienza entonces la “manifestación” por iniciativa de Jesús: “Muchachos, ¿no tenéis pescado?” (21,5a). Los llama con una frase amable que bien podría sonar así: “Mis

queridos hijitos”. De forma más o menos parecida los había llamado a la hora de la despedida, cuando sus corazones estaban desanimados por la inminente separación (ver 13,33). En cuanto Resucitado, Jesús no se ha separado de ellos, permanece unido

a ellos con amor y trato afectuoso.

La respuesta a la pregunta, evidentemente, es negativa (21,5b). Entonces Jesús les da instrucciones precisas y devuelve la esperanza anunciándoles una pesca abundante (21,6a).

Ellos le creen a su Palabra y obtienen un resultado impresionante: las redes quedan

repletas de peces (21,6b). Los discípulos han hecho esto repetidamente toda la noche. Jesús manda a lanzar la red una sola vez. Pero esta vez es diferente: es una orden del Señor.

La experiencia demuestra a los discípulos que sus logros no se deben a sus esfuerzos

personales sino a la manifestación del poder de la Palabra de Jesús. Comienzan entonces las reacciones de los discípulos (21,7-8). Se destaca

particularmente la del Discípulo Amado y la de Pedro:

El discípulo que Jesús amaba reconoce al Señor: “¡Es el Señor!” (21,7a). Así como

en la mañana de Pascua, junto a la tumba vacía (20,2.8), también ahora el discípulo que Jesús amaba es el primero en reconocer a Jesús con una gran sensibilidad de fe. Y no sólo lo reconoce sino que se lo comunica a Pedro.

Pedro quiere llegar de primero donde Jesús: “Cuando oyó ‘es el Señor’, se puso el vestido y se lanzó al mar” (21,7b). Pedro no se aguanta. No ve la hora de llegar

hasta donde Jesús. Se olvida de todo: los pescados, la barca, los otros discípulos y se lanza en dirección de Jesús en medio

de las aguas frías de la mañana. Si acaso tiene tiempo para ponerse la ropa para

llegar digno donde su Señor. Si bien el discípulo Amado es el primero en

reconocer a Jesús, Pedro es el primero en tirarse al agua. Es el preludio de lo que vendrá

más adelante: “¿Me amas más que éstos?” (20,15).

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c) Jesús invita a comer a los discípulos: “Venid y comed”. El don de la

comunión plena con el Resucitado (20,9-14)

Estando todos ya en la orilla, Jesús los invita a compartir con Él la primera comida del

día. Les ofrece un pez a la parrilla y pan. Por instrucción de Jesús, los discípulos también hacen su aporte con lo recién pescado (21,10).

En esta comida cada uno aporta lo suyo, pero el don de Jesús es superior, porque –al fin y al cabo- todo proviene de Él.

Justo a la hora del compartir se hace el conteo: los peces suman “ciento cincuenta y tres”. Por tercera vez el relato subraya la “abundancia de peces” (20,6.8; y además

“grandes”, 21,11a). Sólo que esta vez hay un número preciso. ¿Cómo entender este número? Lo mejor quizás sea verlo simple y llanamente como una forma de indicar -con

un detalle real- la abundancia de la pesca. Pero hay también otras explicaciones que ven aquí un simbolismo, de las cuales

(permitámonoslo esta vez) valdría la pena mencionar dos:

La primera tiene que ver con el alfabeto. Los antiguos –judíos, griegos, romanos y

otros- no contaban con los signos gráficos que tenemos hoy para indicar los números, para ello usaban las letras del alfabeto (para los romanos: I=1, V=5; X=10, y así en adelante). Esto daba cálculos interesantes: “mi nombre vale tanto...”; o

entonces: “la fecha de mi nacimiento da tal frase... o tal nombre”. Pues bien, el número 153 podría representar, en hebreo, frases bien dicientes para esta pesca,

tales como: “Qahal ha ahavah”, que significa “comunidad de amor”; o también “B’ney ha Elohim”, que significa “hijos de Dios”.

La segunda explicación (todavía menos convincente) es que se trata de una

cuestión de suma. Varios números tenían un valor especial (como hoy para nosotros: “una persona nota 10”, para decir el máximo; o “ya te lo dije mil veces”,

etc.). Si se toma el número 7 (número perfecto o completo), más el número 10 (símbolo de lo que está completo) y sumamos: 10+7=17. Ahora sumamos todos los

números de 1 a 17 (1+2+3+4+...17), nos da 153, significando totalidad. Estas explicaciones no son más que meras hipótesis. Pero es el relato mismo el que nos

da la pista fundamental: Jesús congrega a su comunidad, la unifica en una experiencia de amor caracterizada por la donación recíproca en la que no hay mezquindad sino todo lo contrario, una gran generosidad, hasta el colmo (como se manifestó en la Cruz).

Finalmente, en la acción de Jesús en la orilla hace que lo vivido en alta mar encuentre

su sentido. La comunidad reunida en torno a Él en la playa escucha la última instrucción: “Venid y comed” (21,12).

Notemos cómo, en última instancia, todo ha sido conducido por el protagonismo-Señorío de Jesús, lo que notamos en los sucesivos imperativos:

(a) “Echad la red” (21,6a); (b) “Traed algunos de los peces” (21,10); y (c) “Venid y comed” (21,12).

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Con los últimos imperativos la progresiva atracción a Jesús llega al máximo.

Jesús hace, entonces, un gesto diciente: “Toma el pan y se lo da” y lo mismo hace con el pescado (21,13b). La frase nos remite a la multiplicación de los panes (6,11: los

mismos términos), también ella a la orilla del mar de Tiberíades (6,1). Esta estrecha relación con el capítulo 6 de Juan le da al gesto un matiz eucarístico.

El gesto externo toca también lo interno: Jesús va hasta el fondo de la amistad rota. A Pedro el pescado le debió saber a lágrima, ya que Jesús le ofrece este signo de amistad

delante de unos carbones encendidos, como en la hora de la negación (ver 18,18). Y, entretanto, un silencio que habla: “Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle

‘¿Quién eres tú?’, sabiendo que era el Señor” (21,12b). De nuevo, como al principio, vuelve el ambiente de silencio, ninguno de los discípulos dice ni una sola palabra. Pero

no ya es el silencio amargo del escándalo de la Cruz, sino el silencio que reconoce una presencia viva, que acoge la identidad del Maestro, que satisface la interpelación del corazón.

Ahora que Jesús ha resucitado, Jesús rescata a sus discípulos de la noche de una

ausencia que nunca ha sido tal y atrae a su comunidad a una comunión más profunda con Él. En este comer juntos Jesús es para ellos más que nunca “el pan que da la vida” plena y resucitada (6,35).

10.2. EN LA MISIÓN DE PEDRO, 21,15-1971

Hoy llegamos al último capítulo del evangelio de Juan y nos encontramos con la triple

confesión de amor de Pedro (“Tú sabes que te amo”), después del milagro de la pesca abundante en el lago y la invitación –por parte de Jesús- para compartir el pan y el

pescado. Tres veces tres. Justo en este momento se abre un diálogo entre Jesús y Pedro. Tres

preguntas: “¿Me amas?”; tres respuestas: “Tú sabes que te amo”; tres mandatos por parte de Jesús: “Apacienta mis ovejas y mis corderos”.

Es de notar que, si bien hay repeticiones, las preguntas y respuestas no son siempre idénticas. Por ejemplo, el vocabulario del amor: “amar”, “querer”. Con sus preguntas,

Jesús quiere saber de Pedro: “¿Aún estas dispuesto a dar tu vida por mí?”, “¿Todavía quieres ser mi amigo?”.

a) Jesús le da una nueva oportunidad a Pedro

Lo que sorprende es que Jesús permanece fiel a Pedro. Y esto a pesar de que Pedro fue infiel a la promesa que le hizo al Maestro de no traicionarlo nunca aunque la fidelidad

le costara la vida.

71 Un aporte de Fidel Oñoro. http://homiletica.org/fidelonoro/fidelonoro0290.htm

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Con la triple pregunta, Jesús le da a Pedro la posibilidad de enmendar su triple negación

durante la pasión. Dios nos da a todos siempre una segunda oportunidad. Incluso nos da una tercera, una cuarta y hasta infinitas posibilidades. El Señor no lo borra a uno de

su corazón con el primer error. ¿Será que nosotros somos así con los demás?

b) Pedro surge como un hombre nuevo

Pero, ¿qué es lo que sucede al interior

de este diálogo en el que Jesús y Pedro se reconcilian, y esta reconciliación es el punto de partida

del pastoreo amoroso de Pedro en la Iglesia?

La confianza y el perdón del Maestro hacen de Pedro una persona nueva, fuerte, fiel hasta la muerte.

La fortaleza interior de Pedro, expresada en su confesión de amor, lo capacitan para ser

Pastor de la Iglesia. Lo que vendrá enseguida para Pedro no será nada fácil: él deberá pastorear la grey de

Jesús en los momentos difíciles de sus comienzos (todo comienzo es difícil). A Pedro le tocará acompañar el paso de una Iglesia de Palestina a una Iglesia de las naciones y

enfrentar las resistencias que se dan a interior de la comunidad para que se de esa apertura querida por el Espíritu Santo.

Lo que sigue en la vida de Pedro no es nada fácil, pero la confesión de amor de aquella mañana después de desayunar con el Resucitado, ese “tú sabes que te amo” ahora sí

se mantendrá en pie, la fidelidad será posible, y con esta actitud llegará hasta el final de su vida: hasta el momento glorioso de dar su vida por Cristo. El amor del Crucificado, infundido por la presencia del Resucitado en su corazón, le dará a Pedro la capacidad

de cumplir su promesa de dar la vida por Jesús (ver 21,19).

Si aprendiéramos la lección contenida en esto que Jesús hizo por Pedro, si nos interesáramos por devolverle nuestra confianza a alguien que se ha equivocado, que nos ha hecho algo feo, que nos ha traicionado, que no se hizo sentir cuando más la

necesitábamos, nuestra convivencia familiar y comunitaria sería más feliz.

c) Un amor que “apacienta” responsablemente

El diálogo entre Jesús y Pedro tiene que ver con la vida de cada uno de nosotros. San

Agustín, comentando este pasaje del evangelio dice: “Interrogando a Pedro, Jesús también nos interrogaba a cada uno de nosotros”.

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La pregunta: “¿Me amas?” se dirige a todo discípulo. El cristianismo no es un conjunto de doctrinas y prácticas; es una realidad mucho más íntima y profunda. Es una relación

de amistad con la persona de Jesús.

Muchas veces durante su vida terrena, Jesús le había preguntado a la gente: “¿Tienes fe?”, pero nunca hasta ahora le había preguntado a nadie: “¿Me amas?”. Jesús solamente lo hace ahora, después que en su pasión y muerte, nos ha dado la prueba de

cuánto nos ha amado.

Pero pongámosle cuidado también a esto: Jesús pide que el amor por Él se concrete en el servicio a los demás. Amar consiste en servir. “¿Me amas?, entonces apacienta mis ovejas”. ¿Amas a tu esposo(a)?, entonces ocúpate de él (ella). ¿Amas a tus hermanos

de tu comunidad de fe?, entonces ponte a servirles.

Es bonito ver cómo Jesús no quiere ser el único en recibir los frutos de amor de Pedro, sino que quiere que se beneficien sus ovejas. Jesús es el destinatario del amor de Pedro, pero no es el beneficiario. Es como si dijera: “Considero como algo hecho a mí,

todo lo que hagas por el rebaño”.

Nuestro amor por Jesús no se debe quedar en un hecho intimista y sentimental, se debe expresar en el servicio a los otros, en el hacerle el bien al prójimo. La Madre Teresa de Calcuta solía decir: “El fruto del amor es el servicio y el fruto del servicio es la paz”.

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11. ANEXOS

ANEXOS 1. PALABRAS CLAVE DEL EVANGELIO DE JUAN

a) La vida zwé

La misión de Jesús es dar vida: Jn 3,15.16.36; 5,40.47; 10,10.28; 17,2; 20,31.

Jesucristo es la vida: Jn 1,4; 4,14; 8,12; 10,10; 11,25; 14,6.

A través de Jesús, Dios nos da la vida: Jn 3,15.16; 5,26; 6,40; 10,10.28.

Jesús da vida entregando la vida: Jn 6,51; 10,17.18; 12,25-26.

Vida plena, eterna, completa: Jn 4,14; 5,24; 17,3.

Es don y tarea: Jn 3,36; 6,27.35.47; 12,25.

b) Creer pisteuw

Un acercamiento al verbo creer

El verbo creer (pisteuw) aparece más de 90 veces en el Evangelio de Juan, pero no aparece el sustantivo fe (pistis). Posiblemente porque el autor sagrado quiere insistir

en el dinamismo que tiene el verbo creer.

Creer – fe es la total adhesión a la persona de Jesucristo. Es confiar de tal manera

que se deposita la confianza en la esa persona. No se limita a aceptar una doctrina sino a adherirse a una persona, a Jesucristo.

Creer – fe también le da dirección a la vida, porque ve lo invisible y camina hacia allá, porque origina una experiencia existencial, es decir, de relación interpersonal. Por eso la fe abarca la totalidad de la persona: corazón, mente y voluntad.

Características del dinamismo de los valores: creer

El acto de creer conduce a recibir realidades muy grandes, que no se ven todavía pero que se esperan con la certeza de tenerlas.

Recibir la vida (plena, eterna). Jn 3,14-16.36; 5,24; 6,40.47.68-69; 7,37-39; 8,23-24;

11,25-26; 14,1-2; 20,31.

Vivir como hijos de Dios. Jn 1,12; 6,35-37; 8,30-32; 14,10-12.

Ver el cumplimiento de las promesas. Jn 1,50, 4,39-42; 5,43-47; 6,29-30; 12,36-50; 17,8.20-21.

Ver la gloria de Dios. Jn 2,11; 11,40; 14,29; 20,24-29.

Los signos fortalecen el creer. Jn 2,11.22-23; 4,50-53; 7,31; 9,35-38; 10,25-26.37-

38.42; 11,42.45; 12,10-11.

c) El amor

ἀγαπάω - amar (el verbo)

el Padre a JC Jn 3,35; 10,17; 15,9a; 17,23b.24.26.

JC al Padre Jn 14,31.

Dios a los hombres Jn 3,16; 14,21c; 17,23a.

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JC a los hombres Jn 11,5; 13,1.34b; 14,21d; 15,9b.12b.

el discípulo a quien amaba Jesús Jn 13,23; 19,26; 21,7.20.

los hombres a Dios 1Jn 4,10a.20a.20c.21a; 5,2b.

los hombres a JC 8,42; 14,15.21.23.24.28; 21,15.16.

amar a otros hombres, a sí mismo Jn 13,34; 15,12a.17.

amar otras cosas Jn 3,19; 12,43. ἀγάπη - amor (el sustantivo) Jn 5,42; 13,35; 15,9.10.13; 17,26.

d) La verdad

Las palabras verdad (ἀλήθεια aletheia), verdadero (ἀληθής alethes), y veraz (ἀληθινός

alethinos), aparecen en el evangelio de Juan de distintas maneras y con distintos matices, como lo veremos a continuación.

El sentido literal de la palabra verdad (ἀλήθεια aletheia) tiene que ver con la

transparencia, dejar ver, mostrar. Lo verdadero es lo que transparenta y deja ver aquello que se encuentra al otro lado. La verdad viene del Padre y se encarna en el Jesucristo, por eso todo lo que Él haga y diga es verdadero, porque busca transparentar al Padre, al

mismo tiempo, el Espíritu Santo es verdadero, porque procede del Padre y del Hijo. Todo lo que viene del Dios lo revela como Padre, para que todos vivan en libertad y

santidad. Sentidos de la verdad

La verdad viene del Padre: Jn 1,14.17; 8,26.40; 17,3.17;

Jesucristo es la verdad: Jn 3,33; 6,54-56;7,18; 14,3-10; 15,1; 18,37-38

El Espíritu es de verdad: Jn 14,15-17; 15,26; 16,13

Las palabras son verdad: Jn 8,44-46;

Las acciones de verdad La verdad hace ver la luz: Jn 1,9; 3,19-21

La verdad libera: Jn 8,31-32.40-46 La verdad santifica: Jn 17,17-19 Adorar en espíritu y en verdad: Jn 4,23-24

e) El último día

El último día es la perspectiva escatológica de la consumación. La vida presente es perfeccionada definitivamente y sin posibilidad de pérdida por el acontecimiento

escatológico. La vida eterna se extenderá a toda la persona.

La inmortalidad: no en la línea griega (el alma debe liberarse, por la muerte, de la

cárcel del cuerpo, para sobrevivir en un estado de pura espiritualidad). Es un supuesto necesario para la uniformidad de la concepción escatológica de Juan. Si

no se diera, la vida eterna no podría existir ya hasta la resurrección corporal. Juan no sugiere un “sueño” del alma, pues esto contradiría la concepción fundamental de

la duración ininterrumpida de la vida eterna (Jn 10,28), que se hace más íntima con la muerte.

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La espera de la parusía: El cristiano está orientado hacia la consumación de la

parusía. El que permanece en este mundo y a sus deseos se ha comprometido con un orden que pasa. El que “hace la voluntad de Dios” posee la vida eterna y

permanece para siempre (1 Jn 2,17). Todo esto en el contexto de la fe en la parusía (1 Jn 2,18-19), de la cual se habla también en 1 Jn 2,28: día del retorno de Cristo como juez.

El anuncio de la presencia del Anticristo (1 Jn 2,18-22, 4,1-4, 2 Jn7-9) en la “hora

última”, la de los tiempos últimos entre la venida y el retorno del Cristo, alude a un tema tradicional (Mt 24,23; Mc 13,21; s Tes 2, 3-8, Ap 13; 17,7-14). En Juan parece tratarse de una colectividad presente actualmente; los falsos doctores heréticos que afligen a la

Iglesia. Se refleja también la espera de una parusía inminente, pero le preocupa más la situación presente de la Iglesia. Esta es una anticipación en que ya han comenzado los

“últimos tiempos”.

Los cristianos fieles han recibido el don del Espíritu Santo y en unión con Él pueden

reconocer lo verdadero y lo falso y discernirlo, y saben que el Anticristo no tiene parte con ellos. El que dice que Jesús no es el Mesías niega al Padre y al Hijo, es mentiroso y

enemigo de Cristo.

La resurrección de los muertos y el juicio escatológico. Con la resurrección de

los muertos se realiza la consumación de la vida eterna. Es un hecho salvífico de trascendental importancia.

Jesús es la resurrección y la vida (Jn 11,25-26), este hecho confirma la fe de Martha en

una resurrección futura, al añadir Jesús que en sí mismo se encuentra ese poder. Para el creyente ya tiene lugar los efectos de la resurrección. “todo el que todavía está

vivo y cree en mí, no morirá jamás”: ya que el creyente posee desde ahora la vida eterna, la muerte física en cada le puede afectar realmente.

La resurrección en el último día (Jn 6,39.40.44.54) es una insistencia en el discurso del pan de vida. El efecto de la voluntad de Dios, ejecutada por Jesús, de no echar fuera del

reino a los que acepten venir a Cristo, no es sólo que los crean se salven en el reino de Dios, sino que poseerán por toda la eternidad en la resurrección final. De allí que la Eucaristía es un sacramento escatológico.

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ANEXOS 2. DAR TODO POR AMOR

La experiencia más maravillosa que vive el ser humano es sentirse amado por alguien, especialmente por una persona que tiene buena fama, reconocimiento y gran valor. La

reflexión de hoy se basa en el amor que Dios Padre nos tiene, sus efectos y la respuesta que espera de nosotros. Así que, les invito a leer el evangelio de Juan 3,16-18:

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

a) Manifestación del amor del Padre

Se suele decir que “obras son amores y no buenas

razones”, de manera que, Dios Padre muestra su amor con una acción sorprendente que consiste en salir de sí mismo, entregar a su hijo Jesucristo,

darse a conocer de manera humana. El amor de Dios se manifiesta en tres grandes entregas: la

primera es la creación, la segunda es su Hijo único y la tercera es el Espíritu Santo. Dios Padre manifiesta su amor a sus hijos dándose,

entregándose totalmente, porque esa es su naturaleza. Podemos ver qu el amor de Dios Padre

no tiene límites, pues está dispuesto a desprenderse de todo lo que tiene para entregarlo a sus hijos. El amor de Dios Padre es ilimitado,

incondicional y absolutamente desprendido.

b) Efectos del amor divino

El propósito del amor generoso del Padre es, en primer lugar, que sus hijos sean

salvados del pecado y de la muerte; segundo, no sean juzgados por sus acciones sino por la misericordia del Padre y, tercero, para que tengan vida eterna, de manera que

puedan vivir plenamente con Él. El amor de Dios Padre no juzga al mundo ni tampoco lo condena, pues sus acciones

tienen el propósito de salvar, hacer crecer y conducir a la realización personal, superando las limitaciones del pecado y de la muerte. De manera que, el amor

maravilloso de Dios muestra a un Padre es está dispuesto a hacer todo lo necesario para que sus hijos vivan dignamente, superen fácilmente las frustraciones del pecado y de la muerte para que pasen la eternidad junto a Él.

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Dios Padre está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para que cada hijo se

sienta muy amado por Él, desee vivir en comunión plena y se realicen como seres humanos.

c) Respuesta que espera el Padre

Ahora bien, la respuesta que espera el Padre es que sus hijos crean en Él, aceptando a su Hijo único Jesucristo y vivan cobijados por su amor. Creer no es la condición para

que Dios te ame, pero si es la respuesta que tu Padre espera de ti. Quien se deja amar por el Padre creador, recibe regalos maravillosos que lo conducen a

vivir de manera sorprendente, lo que implica confiar totalmente en quien nos brinda la mayor seguridad del mundo, nuestro Padre que es Dios.

Creer en Dios Padre, que nos ama infinitamente hasta entregarnos a su Hijo único, consiste en depositar toda la existencia en Él, fortalecer la relación y desarrollar

acciones a amor a los demás seres humanos. Dios no ama para que aprendamos a amar a los demás.

d) Conclusiones

Primero debes dejarte amar por Dios, sentir y vivir su fuerza en su interior, que conduce a fortalecer la autoestima y a proyectarse en la vida.

En segundo lugar, debes recibir los regalos que vienen con ese amor: su hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, que nos conducen a vivir como salvados en comunidad.

Por último, somos amados para amar, pues la fe en Él se manifiesta en que se puede

entregar la vida, al ejemplo de Jesucristo.

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