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SEMINARIO SANTO TOMÁS DE AQUINO Curso de Cristol ogía Diócesis de Santo Domingo Autor: Agustín Turrado, O.P. Padres Dominicos. Almería. Profesor: Eduardo Najarro, Sj

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Curso de Cristología

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Tema 1: Cómo acercarnos a Jesús-el-Cristo

Seminario Santo Tomás de Aquino

Curso de Cristología

Diócesis de Santo Domingo

Autor: Agustín Turrado, O.P. Padres Dominicos. Almería.

Profesor: Eduardo Najarro, Sj

Curso 2011-2012

Plan del curso

A lo largo del curso desarrollaremos estos temas:

1.- Cómo acercarnos a Jesús-el-Cristo, será un primer tema introductorio, que nos centrará en el objetivo de la cristología y en el punto de partida de nuestro acercamiento teológico a Jesús-el-Cristo.

2.- La Palestina en la que vivió Jesús. En este segundo tema hablaremos del contexto geográfico, socio-político y religioso en el que predicó su mensaje Jesús de Nazaret, lo que nos ayudará, que duda cabe, a comprender mejor su persona y su actuación.

3.- Jesús en intimidad con Dios. Jesús y el Padre. Nos adentraremos en la experiencia religiosa de Jesús y en su original relación con el Dios-Padre.

4.- Apasionado por el Reino de Dios. Jesús y el Reino. Será nuestro cuarto tema, en el que expondremos la singularidad del mensaje de Jesús, con una “salida” hacia la autoconciencia mesiánica de Jesús.

5.- Opción de Jesús por los pobres y marginados. Veremos la opción de Jesús por los pobres y marginados, primeros destinatarios de la salvación y del Reino.

6.- La Muerte de Jesús. Estudiaremos en este tema el sentido salvífico de la Muerte de Jesús.

7.- La Resurrección de Jesús. Veremos aquí lo que supuso la Resurrección para la persona de Jesús y para la fe del creyente.

8.- Verdadero Dios y verdadero hombre. En este tema, entre otras cosas, analizaremos los títulos mesiánicos de Cristo.

9.- Los Concilios Cristológicos: Examinaremos las herejías de los primeros siglos en torno a la divinidad y humanidad de Cristo, viendo la respuesta que a ellas dio la Iglesia, a través de la doctrina de los grandes y ecuménicos concilios cristológicos: Nicea (a. 325), I Constantinopla (a. 381), Éfeso (a. 431), Calcedonia (a. 451), III Constantinopla (a. 680-681).

(Si nos queda tiempo veremos también):

10.- Jesús y las instituciones judías. La Ley y el Templo.

11.- El seguimiento evangélico de Jesús. Jesús y los discípulos.

Bibliografía Fundamental

Señalamos, como obras generales o fundamentales, las siguientes:

* AMATO, ANGELO, Jesús el Señor, Madrid, BAC, 2002. (Es el libro base de texto. Muy completo y claro. Tiene una abundante bibliografía para cada tema)

* WALTER KASPER, Jesús, el Cristo, Sígueme, Salamanca 200211. (Obra muy asequible).

* DUQUOC, Ch., Cristología. Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret, Sígueme, Salamanca 1992 6 (Ofrece un amplio estudio sobre los Títulos de Cristo)

* GONZÁLEZ FAUS, J.I., La Humanidad nueva. Ensayo de Cristología, Sal Terrae, 19849 (Obra muy densa)

* GONZÁLEZ DE CARDEDAL, O., Cristología, Madrid, BAC, 2001 (Obra muy densa. Ofrece una abundante y especificada bibliografía).

TEMA 1: Introducción: Cómo acercarnos a Jesús-el-Cristo

La persona de Jesucristo es el centro, el corazón mismo de la fe, de la doctrina y de la vida cristiana. Pero el acercamiento a la persona de Jesucristo, -centro y Señor de nuestra fe “cristiana”- no está exento de dificultades. En un mismo vocablo, ‘Jesu-Cristo’, afirmamos dos expresiones (Jesús y Cristo), plenas de contenido y no fáciles de desentrañar y mucho menos de articular. Nos encontramos ante una realidad personal sumamente compleja. El razonamiento teológico sobre esta realidad ha motivado la necesidad de una ‘ciencia específica’ en el ámbito de la Teología. A la reflexión teológica y sistemática sobre Jesucristo la hemos denominado ‘Cristología’.

La Cristología es, pues, el tratado teológico que reflexiona sobre el significado de Jesucristo para la fe cristiana. La reflexión cristológica es central para la teología. Pero esta teológica centralidad de la cristología no ha de ser malentendida. Porque la teología, ciertamente, es más amplia que la cristología. El objeto de la teología es Dios; y Jesucristo, por supuesto, no agota el tema de Dios. Lo cual en modo alguno obstaculiza el que el tema central de nuestro quehacer teológico sea Cristo. Él es, precisamente, el revelador del Dios cristiano.

La Cristología, al igual que todo razonamiento científico, tiene unas claves fundamentales de las que partir. Sobre Jesucristo no se puede decir cualquier cosa. La tradición cristiana se ha preocupado de ‘poner límites’ a los razonamientos cristológicos. Cuando afirmamos la necesidad de ‘poner límites’ a estos razonamientos, no hacemos mención a la ‘falta de libertad’ en la investigación cristológica. Todo lo contrario, estamos afirmando con toda claridad, el rigor científico y reflexivo que debe imperar en la investigación.

La necesidad de este rigor surge con especial fuerza en nuestros días, cuando muchos se permiten la arrogancia de lanzar sobre Jesucristo cualquier peregrina afirmación. Para evitar rumbos innecesarios que puedan, a su vez, despistar nuestro acercamiento a Jesucristo, consideramos que son elementos básicos de nuestra construcción cristológica las siguientes apreciaciones:

a) Nuestro punto de partida no está en una idea racional más o menos bien estructurada, ni en un código moral, ni en una ideología con su programa de acción, sino en una persona: Jesús de Nazaret. Su persona será el núcleo de partida, no sólo de nuestra adhesión personal, sino también de nuestra racionalidad.

b) La experiencia de los primeros cristianos será igualmente decisiva en nuestro acercamiento anímico o afectivo y en nuestro acercamiento racional a Jesús de Nazaret. Nosotros también confesamos, desde nuestra fe, que Jesús de Nazaret es el Cristo: una persona divina en rostro humano, ante la que tenemos que tomar una opción personal.

c) Pero, el recorrido que nosotros podemos hacer hacia Jesús de Nazaret parte del Cristo. Vamos del Cristo de la fe al Jesús de la historia. Porque nosotros, antes que nada, nos hemos formado ya en la formulación de las verdades sobre Jesucristo. Sin embargo, el proceso de los primeros seguidores de Jesús fue al contrario: en el Jesús de la historia y desde el Jesús de la historia proclamaron al Cristo de la fe.

1.- Los nombres:

Jesús - Jesu/cristo - Cristo:

Aunque de los nombres y títulos mesiánicos de Cristo hablemos con más detención en otro lugar, aquí vamos a referirnos brevemente a los tres nombres más corrientes que solemos emplear cuando nos referimos a Jesús de Nazaret, el Cristo. Los tres nombres dicen referencia a una misma persona. Los tres nombres son estos:

* Jesús: es el nombre impuesto por el ángel. Significa en hebreo: “Dios salva”, “Salvador” (“porque el salvará a su pueblo de sus pecados”). Nombre bastante frecuente, por lo demás, entre los judíos de la época.

Jesús representa el lado histórico y concreto del hombre Jesús de Nazaret.

* Jesu/Cristo: Jesús+Cristo. Al nombre propio: Jesús, se le añade el de "Cristo" (Mesías, Ungido): Jesucristo, Cristo. Es el nombre que le da la fe cristiana, la comunidad cristiana. ¿Para qué? Para tres cosas:

-para distinguirlo de otros hombres que también se llamaban Jesús (nombre corriente)

-para distinguirlo de otros modos de ver a Jesús: e.gr. el del historiador: Jesús de Nazaret.

- para designarlo, sobre todo, como el Jesús de la fe: el Jesús/Cristo.

* Cristo: "Mesías" es una palabra hebrea que significa Ungido, en griego: Christós. (Ungido - Mesías - Cristo). En Israel eran "ungidos" los reyes, los sacerdotes, los profetas. El Mesías sería el Ungido por excelencia. El “Ungido” de Dios. El "Mesías", el "Ungido" (el “Cristo”). Se añade, como dijimos, al nombre propio de Jesús: Jesús/Cristo o se usa sencillamente como nombre propio: Cristo. Es el vocablo que designa, sin más, al Jesús de la fe: el “Cristo”.

Si Jesús, dijimos, representa el lado histórico y concreto de Jesús de Nazaret, el título Cristo indica la identidad profunda, universal y divina de su misteriosa y rica personalidad.

En el lenguaje corriente y en la práctica de cada día usamos los tres nombres -Jesús, Jesucristo, Cristo- de manera indistinta, para indicar la misma persona y la misma realidad. Aquí, cuando nos referimos a Jesús de Nazaret pretendemos indicar más bien al Jesús de la historia. En cambio, cuando nos referimos a Jesucristo o a Cristo tratamos de indicar, en principio, al Cristo de la fe. De todos modos, como dijimos, son dos o tres nombres para designar sólo dos matices o dos aspectos de una misma y única persona: el hombre histórico Jesús de Nazaret, y el Dios y Señor de nuestra fe: Jesucristo, Cristo.

2.- El Jesús de la historia y el Cristo de la fe.

Cuando hablamos del Jesús de la historia nos referimos al hombre Jesús de Nazaret, aquel hombre concreto que vivió en Palestina como un judío de su tiempo, que predicó y anunció un mensaje, y que fue ajusticiado en la cruz, después de entrar en conflicto con unos poderes determinados que le llevaron a la muerte.

Cuando hablamos del Cristo de la fe nos referimos al mismo hombre histórico Jesús de Nazaret, pero proclamado por los discípulos, después de la pascua, como el "Cristo", el "Mesías', el "Kyrios", el "Señor".

Para los primeros creyentes cristianos, y para nosotros hoy, el Jesús de la historia (es decir el Jesús terreno, tal como existió en el espacio y en el tiempo), y el Cristo de la fe (el vivenciado como Dios y Señor por la experiencia de la pascua) son dos términos inseparablemente unidos, y que significan, definen y configuran una misma y única realidad personal.

Todo intento de separar al Jesús de la historia del Cristo de la fe está condenado al fracaso. Porque Jesús-el-Cristo es la misma y única persona, tanto en la historia como en la fe de los creyentes.

Metodología de estudio

Acerca de este Jesús/Cristo, la cristología tiene que preguntarse: ¿quién fue Jesús de Nazaret?, ¿qué pretendió?, ¿cuál fue su mensaje, su conducta, su destino?, ¿cuál fue su “causa”?, y, ¿cómo se pasó del Jesús que predicaba el reino y oraba al Padre, como se pasó al Cristo predicado y al Cristo “orado” por la comunidad creyente?

Al tratar de Jesús/Cristo, historia y fe no pueden caminar por separado. Para llegar al Jesús de Nazaret y para llegar al "Mesías" o "Cristo", es decir, para llegar a ese verdadero hombre y verdadero Dios, necesitamos por igual del camino de la historia y del trampolín de la fe.

Al Jesús de Nazaret podemos llegar con la historia. Pero al Jesús como "Cristo" sólo es posible acceder desde la fe. Con la sola historia no podemos vislumbrar en Jesús la "divinidad". Pero si prescindimos de la historia tampoco podremos confesar su "humanidad", no podremos confesar al Dios "manifestado en nuestra carne”.

Al tratar de Jesús/Cristo, historia y fe, como dijimos, caminan inseparablemente unidas, ya que los evangelios y escritos neotestamentarios nos presentan al Jesús de la historia, ciertamente, pero interpretado ya desde la fe. Nosotros aquí queremos acercarnos al Jesús/Cristo del evangelio, donde historia y fe se hacen presentes de una manera conjunta. Jesús/Cristo, viviendo como hombre en nuestra historia y vivenciado como Dios por la experiencia pascual de la primitiva comunidad cristiana. Comprender el misterio de Jesucristo tal como nos lo presenta el evangelio y tal como nos lo presenta la fe de la Iglesia, pues es la fe de la Iglesia el único sitio válido donde podremos encontrar la verdad sobre Jesús-el-Cristo.

Hay, como decimos, una continuidad personal entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. Efectivamente, en el acontecimiento Cristo, historia y fe van ligadas indisolublemente y de tal manera que el Cristo de la fe está fundado sobre el Jesús de la historia, y el Jesús de la historia es, a su vez, es el inspirador del Cristo de la fe de la primitiva comunidad cristiana.

3-. El Jesús prepascual y el Cristo de la pascua.

Hoy se insiste cada vez más en la comprensión del Jesús “prepascual” como fundamento para la comprensión del Cristo “pascual” y del Cristo “postpascuaI”.

a) El Jesús prepascual -se dice- no pertenece solamente a la historia judía, sino que forma parte de la fe cristiana. Porque aunque el acontecimiento pascual constituya la verdadera clave de lectura de la persona y de la obra de Cristo, esta persona y esta obra se habían manifestado ya de manera cumplida en su vivencia histórica. El Jesús terreno se comprende en su plenitud a la luz de la pascua, ciertamente, pero el Cristo pascual no es otro que el crucificado que ha resucitado. La identidad entre el Jesús prepascual y el Cristo exaltado es algo que los escritos tanto neotestamentarios como del cristianismo primitivo dan totalmente por supuesto.

b) La vida terrena de Jesús de Nazaret no es simple preparación para la pascua. El nacimiento y toda la existencia de Jesús son acontecimientos salvíficos plenarios junto con la pascua. No puede considerarse vana ni cristológicamente irrelevante, la realidad histórica del Jesús prepascual, puesto que la historia terrena de Jesús está llena de “cristología implícita”, aunque no esté adecuadamente explicada y tematizada, pues le falta la iluminación de la pascua.

c) En general, se considera la resurrección como el origen histórico de la fe en Jesucristo. Sin embargo, hoy se afirma cada vez con más convicción la importancia decisiva del Jesús histórico, del Jesús prepascual para la misma fe de los discípulos. Por eso el comienzo de la cristología hay que reconducirlo al ámbito de la vivencia prepascual de Jesús.

d) Hay también hoy un cierto consenso en afirmar que los discípulos tuvieron la posibilidad de entender algo, -ya en la vida terrena del Jesús prepascual y aunque sólo fueran indicios-, del significado de la persona y de la obra de aquel hombre extraordinario que tenían delante. Aunque fuera la pascua y la efusión del Espíritu la que les ayudara a comprender todo el ser y el hacer de Cristo.

4.- La pregunta decisiva: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.

La persona de Jesús de Nazaret ha sido una de las figuras más controvertidas en la historia de la humanidad. En unos ha despertado grandes adhesiones, hasta el punto de dar su vida por los ideales que se reflejan en El. A otros, su solo nombre les repugna. En general, predomina, eso sí, un gran respeto y admiración por su figura y su mensaje, incluso en los más escépticos y críticos. En torno a Jesús de Nazaret se han formulado muchas preguntas a lo largo de la historia. La pregunta clave y común a todas es la que versa sobre su identidad: ¿Quién eres tú?

Para nosotros los creyentes la pregunta fundamental, la pregunta decisiva sobre Jesús de Nazaret, proclamado como el Cristo, la pregunta clave también en el quehacer cristológico es ésta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Dirigida un día a los discípulos por el mismo Jesús, a ella contestarán los discípulos de una manera definitiva después de la resurrección de Jesús.

La pregunta está en el transfondo de todo el quehacer de la cristología, que para el creyente debe responder a esta doble pregunta: ¿Qué es Cristo en sí mismo?, ¿qué es Cristo para mí? Y no quedarse sólo en su persona, sino extenderse a su obra salvífica también, yendo de la cristología a la soteriología. Si la cristología se pregunta quién es Cristo en sí (es el Hijo de Dios) la soteriología se fija en lo que Jesús ha hecho por nosotros (es el Redentor). Su persona (cristología) y su obra (soteriología) son ciertamente distintas, pero nunca pueden separarse.

“Y, ¿vosotros, quién decís que soy yo? Fue la experiencia pascual la que empujó a los discípulos a la definitiva formulación de la respuesta: ‘Jesús es el Cristo’. ‘Jesús-el-Cristo’. Tres vocablos -el sustantivo ‘Jesús’, el artículo ‘el’ y el adjetivo ‘Cristo’- que posteriormente se fusionaron en uno: ‘Jesucristo’. El artículo “el” es el punto de unión de los otros dos vocablos. ‘El’ es el singular de ‘Elhohim’. Es el nombre común de Dios. Es la misma raíz que en árabe ‘Allah’.

En la expresión que nos ocupa, ‘Jesús-el-Cristo’, el artículo ‘el’ hace de unión entre ‘Jesús’ y ‘Cristo’. El paso de Jesús a Cristo lo hacen los discípulos cuando lo proclaman como Dios. La fuerza de Dios, en Jesús, pasa al Cristo. Dios mismo -Cristo mismo- se ha manifestado plenamente en Jesús. Es una fuerza cargada de humanidad (Jesús) y de divinidad (Cristo).

Por lo demás, no se puede hacer una reflexión sobre Jesús, el Cristo, sin tener en cuenta la realidad histórica de Jesús de Nazaret. Toda elaboración cristológica sistemática deberá tener como referente principal a la persona de Jesús. Esto nos obliga a fijar la atención sobre las fuentes que pueden llevarnos a un conocimiento de Jesús de Nazaret y a un conocimiento de Jesús, el Cristo.

5.- Las fuentes de información o de acceso a Jesús de Nazaret:

En la carta a los Hebreos se nos dice: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Heb 13, 8). Esta es la posición extraordinaria del hombre Jesús, reconocido en la fe y proclamado públicamente como “Cristo”. La cristología está motivada para seguir explorando los rasgos históricos de Jesús. Sabemos, por las diversas investigaciones de estos últimos años, que éstos no son muchos. Son más bien escasos. La distancia histórica, además, se nos presenta con gran dificultad a la hora de valorar su cientificidad. Pero, dado que la investigación en este campo, ha avanzado considerablemente durante estos años podremos hablar con suficiente rigor sobre las fuentes de que disponemos. Aunque no todas, por supuesto, tienen el mismo valor histórico.

5.1. Fuentes no cristianas:

Las fuentes no cristianas, judías y romanas, en las que aparecen algunas menciones a Jesús de Nazaret o al cristianismo incipiente, son más bien tardías (a partir del siglo II) y fragmentarias.. En general, en estas fuentes no cristianas, predominan más las adulteraciones negativas sobre Jesús y los primeros cristianos que la presentación imparcial y serena sobre este personaje y sus seguidores.

5.1.1. Fuentes judías

a) A partir del siglo II d.c. hay textos hebreos, tales como La Misnah y el Talmud, que recogen tradiciones judías antiguas y que mencionan unas diez veces a Jesús. Se trata de ordinario de tradiciones dependientes de la polémica anticristiana y que se caracterizan por el rechazo a Jesús, con apreciaciones denigratorias y calumniosas respecto de su persona. Los escritos judíos en los dos primeros siglos de la era cristiana, por lo general, lanzan fuertes acusaciones tanto contra Jesús como contra los primeros cristianos. Despectivamente se les denomina ‘Minim’ o ‘sectarios’, y también despectivamente “nazarenos”.

El odio hacia la nueva secta forjó una leyenda denigrante de la misma persona de Jesús. En diversos tratados talmúdicos se alude a esta leyenda negra y es presentada como ‘Vida de Jesús de Nazaret’: según esta leyenda talmúdica, Jesús Nazareno es llamado despectivamente ‘Balaam, hijo de Beor’ (el falso profeta que descarrió a Israel), y se le apoda el ‘bastardo’, porque se le supone hijo ilegítimo de un soldado romano llamado Pantera. Su madre, Miriam, peluquera de profesión, estaba casada con un tal Pappos ben Yuda, el cual llevó a su supuesto hijo a Egipto para iniciarse en la magia. Por su desconsideración con sus maestros fue excomulgado. Se le juzgó en Lidda como hechicero y apóstata, proclamándose ‘Hijo de Dios e Hijo del Hombre’. Fue colgado en la cruz como blasfemo, impostor y mago a los treinta y tres años de edad. Esta caricatura talmúdica de Jesús sobrevivió en la comunidad judía, y aun hoy día se repite en algunas escuelas israelíes modernas.

b) Flavio Josefo, historiador judío y fariseo, menciona dos veces a Jesús en sus Antigüedades Judías, obra aparecida hacia el año 93 d. c. En una, sencillamente al hablar de la muerte de Santiago, lo presenta como ‘el hermano de Jesús, llamado Cristo’ (XX, 200). El otro es un testimonio más amplio, conocido como el Testimonium Flavianum. Dice así: “Por aquel tiempo, vivió Jesús, que era un hombre sabio, si es que se le puede considerar simplemente como hombre, ya que sus obras eran admirables. Enseñaba a cuantos se complacían en ser instruidos en la verdad, y lo siguieron no sólo muchos judíos, sino también muchos paganos. Era el Cristo. Como los jefes de nuestra nación lo acusaron ante Pilato, éste lo hizo crucificar. Quienes lo amaron durante su vida, no lo abandonaron después de su muerte. Se les apareció vivo y resucitado al tercer día, tal como lo habían anunciado los santos profetas, diciendo que haría otros muchos milagros. De él han sacado su nombre los cristianos que vemos en nuestros días” (Antigüedades Judías, XVIII, 3, 3; 63-64). Aunque originariamente el testimonio pudiera ser auténtico, es sospechoso también de ser una interpolación o, al menos, una reelaboración cristiana; las dos frases que hemos puesto en negrita bien pueden ser un arreglo de alguna pluma cristiana.

5.1.2. Fuentes romanas:

En algunos escritores romanos nos encontramos un poco de pasada referencias a un ‘tal Jesús’ y a su secta, enemiga del culto a Roma y del género humano. Así Tácito, en sus Anales (XV,44), se refiere a “Cristo, de quien procede este nombre de cristianos”. Suetonio, en sus Vidas de los diez Césares, se refiere también de paso a “un tal Jesús, que llaman Cristo”. Plinio el joven, envió hacia el año 112 un informe al Emperador Trajano, informe que todavía se conserva, donde ofrece datos sobre la “composición, fe, conducta y culto de algunos grupos congregados en torno a un personaje llamado Cristo, a quien recitan himnos como si fuera Dios”. Celso escribió en tiempos de Marco Aurelio“El Discurso Verdadero”, obra feroz dirigida contra Cristo y los cristianos, en la que se repite la misma historia del Talmud acerca del origen de Jesús de un legionario romano.

5.2. Fuentes cristianas:

5.2.1. Fuentes canónicas:

Llamamos ‘Fuentes canónicas’ a las fuentes evangélicas y a las fuentes de otros escritos cristianos considerados canónicos o admitidos en el canon de la Iglesia y que forman el conjunto del Nuevo Testamento. Fuentes que han sido sometidas a una verificación crítica, en sus aspectos literarios e históricos.

Las fuentes canónicas son las más importantes para ‘reconstruir’ la vida histórica de Jesús, su perfil humano, su acción y su mensaje. Recordamos, a este respecto, que el canon cristiano de la Sagrada Escritura, definido en Trento en 1546, es una colección de escritos en griego, que van de los años 50 d. C. a finales del siglo I y comienzos del siglo II. Estos textos, escritos por cristianos para otros cristianos, grupos o pequeñas comunidades dispersas en el ambiente grecorromano del siglo I, son los documentos más antiguos y más amplios sobre la figura de Jesús, el Cristo.

Estos textos del canon cristiano, repartidos en el lapso de tiempo de medio siglo, comprenden 27 libros, entre los que destacan:

Los cuatro evangelios, escritos anónimos de la segunda mitad del siglo I, atribuidos a las tradiciones que llevan su nombre: Mateo, Marcos, Lucas, Juan.

Una obra de carácter histórico y teológico, atribuida a San Lucas, como es el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Una colección de cartas -14 en total, el “corpus paulinum”- de las que siete hoy son consideradas unánimemente como de San Pablo: Rom 1 y 2, Cor. Gál., Flp. 1 Tes. Flm; mientras que sobre las otras siete se discute su autoría, si bien están dentro de la tradición que arranca de San Pablo.

Otras siete cartas atribuidas a personajes importantes de la primera comunidad: Santiago, Pedro 1 y 2, Juan 1,2,3, Judas.

Un escrito de carácter profético y apocalíptico de la tradición joánica: el Apocalipsis.

5.2.2. Fuentes extracanónicas:

Entre las fuentes extracanónicas se distinguen tradicionalmente varios grupos de escritos, tales como:

* Apócrifos neotestamentarios: Son todos los escritos del cristianismo primitivo que no fueron admitidos en el canon. No pertenecen a los padres apostólicos y tienen que ver, por el contenido o por el género literario, con el Nuevo Testamento y los evangelios. Son los llamados “evangelios apócrifos”: evangelio de Santiago, de Pedro, de Felipe, de Tomás. Nunca fueron usados en la lectura pública..

* Padres apostólicos: El término abarca un grupo de escritos cristianos antiguos, definido como tal en el siglo XVII y ampliado repetidas veces desde entonces. Se supone que fueron redactados en época apostólica o por testigos fiables de la enseñanza apostólica. Un criterio capital es la presunta ‘ortodoxia’ y fiabilidad de estos escritos, contrariamente a los apócrifos. Entre ellos se encuentra la primera carta de Clemente, las Cartas de Ignacio y la Carta de Policarpo, la Didajé, la Carta de Bernabé, la segunda Carta de Clemente, la Carta de Diogneto y el Pastor de Hermas.

* Àgrafos: dichos de Jesús no contenidos en los evangelios canónicos. El término se refiere a dichos trasmitidos oralmente y recogidos en padres de la Iglesia, o en escritos apócrifos, o en padres apostólicos o en el Nuevo Testamento al margen de los evangelios.

5.3. Cuatro conclusiones acerca de las fuentes:

Primera: Cada vez está más acreditada la tesis de que las fuentes más antiguas y extensas que nos han llegado fueron escritas en la segunda generación cristiana, es decir a mediados del siglo I.

Segunda: Del mismo modo, se puede afirmar, y también con valor científico, que ninguna de las fuentes no canónicas es más antigua que el evangelio de Marcos, escrito alrededor del año 50. Es cierto que muchos escritos del cristianismo primitivo se remontan a tradiciones, a veces escritas, que los preceden; pero estas tradiciones se han perdido en la versión original, probablemente para siempre. Las fuentes más antiguas sobre Jesús permanecen en realidad desconocidas.

Tercera: Los cuatro evangelios canónicos son a fin de cuentas los únicos documentos extensos que contienen bloques de material suficientemente importantes para una búsqueda del Jesús histórico. El resto del NT ofrece únicamente pequeños fragmentos, la mayor parte de las veces en el corpus paulino.

Cuarta: El hecho de que los cuatro evangelios canónicos ocupen en principio un lugar privilegiado para el conocimiento del Jesús histórico no garantiza sin más que recojan las palabras exactas (ipsissima verba Iesu) y los hechos concretos del Jesús terreno. Impregnados por completo de la fe pascual de la Iglesia primitiva, sumamente selectivos y ordenados según varios esquemas teológicos, los evangelios canónicos, según el parecer de los especialistas, están pidiendo una seria reflexión y un análisis crítico muy cuidadoso que permita discernir con claridad qué es lo que en los evangelios se puede considerar como verdaderamente histórico.

6.- Los evangelios, como lugar de encuentro con Jesús-el-Cristo:

La historia pregunta qué hizo Jesús, mientras la fe, en cambio, se interroga: "¿Quién es Jesús?". Y para responder a ambas cuestiones tenemos que acudir al evangelio. Porque hay algo que es evidente y que tenemos que asumir sin dilación. Y es: que cuando uno no es contemporáneo de la persona de la que se trata no hay más remedio que acudir a los “testimonios” de quienes han conocido a esa persona, y han compartido con ella su destino y nos han transmitido sus recuerdos.

6.1. El testimonio de quienes convivieron con Jesús:

Jesucristo no ha dejado nada escrito de su puño y letra. Por eso hay que acudir a los escritos que nos dejaron los primeros discípulos, las primitivas comunidades cristianas; es decir, hay que acudir a los textos del Nuevo Testamento. Textos que no son mera literatura, por supuesto. Pero aunque lo fuesen, merecerían todo nuestro respeto a la hora de acercarnos a Jesús de Nazaret. Porque esta es su ‘huella’ y ‘su vestigio’. Y nosotros no podemos intentar encontrar a Cristo al margen de los evangelios. Porque, queramos o no, el conocimiento que nosotros podemos tener hoy sobre Jesús está fundamentado en los testimonios y en los escritos de aquellos que tuvieron una mayor proximidad al maestro de Galilea.

Los evangelios y el resto de los escritos del Nuevo Testamento fueron redactados para expresar la fe de las primeras comunidades cristianas en Jesucristo como Salvador, y para promover esa fe dentro de las distintas y nuevas situaciones en que cada comunidad se encontraba. Ese objetivo de fomentar la vida creyente de cada comunidad, explica también que cada uno de los evangelios destaque también aspectos distintos de la conducta y enseñanza de Jesús.

Son los propios discípulos de Jesús quienes, desde la experiencia de la pascua, comienzan a replantearse los hechos y dichos de Cristo, intentando dar una respuesta desde la interpretación que ellos hacen, a la luz de la pascua, de la vida de Jesús. La dimensión pascual y la experiencia de la resurrección orientan necesariamente todo nuestro acercamiento a Jesús de Nazaret. Y toda aproximación a Jesús debe iniciarse en la experiencia pascual de los primeros discípulos.

Es natural que los discípulos que vivieron con Jesús y le acompañaron hasta la cruz, ya iluminados por la fe o encuentro con el Resucitado, contaran lo que el Maestro había hecho y dicho. Eso se fue transmitiendo en narraciones de palabra o por escrito. Son las fuentes de que se sirvieron los evangelistas a la hora de redactar su libro. Lógicamente, no recogen ni cuentan todo lo sucedido; seleccionan lo que les interesa para las necesidades catequéticas de la comunidad donde escriben, y empleando una forma de hablar inteligible para sus destinatarios. De ahí los distintos "géneros literarios" que emplean.

6.2. El estilo narrativo de los evangelios:

Los primeros escritos del NT. son las cartas de Pablo que fundamentalmente ofrecen la profunda experiencia o fe de aquel hombre sobre el acontecimiento Jesucristo. Más tarde se escribieron los evangelios a modo de “biografías”, según el estilo y los modos de la época. ¿Hasta qué punto responden a la historia real de Jesús, si como hemos dicho, son expresiones de la fe comunitaria o catequesis al servicio de los creyentes?

Por una parte responden a lo histórico, pues nos transmiten acontecimientos, no ficticios, sino reales en la vida de Jesús. Así lo dice Lucas en el prólogo de su evangelio. Según este testimonio de Lucas, los evangelios no son invenciones, sino que pretenden transmitirnos lo que Jesús hizo y dijo.

Pero los evangelistas no intentaron hacer crónicas con exactitud de datos en fecha y lugares, sino transmitir una fe. Así lo dice Juan, el cuarto evangelista, cuando termina su libro. San Juan habla de "signos": para los primeros cristianos los gestos y los dichos de Jesús tienen un significado, son signos, señales de que el Dios salvador está actuando en favor de los hombres. Más que simples documentos, los evangelios son más bien testimonios de fe, escritos de unos hombres selectos que no estaban interesados en relatar unos hechos desnudos, sino el significado que habían descubierto en ellos.

Consiguientemente los evangelios no sólo cuentan lo sucedido; además aportan una interpretación creyente de lo que sucedió. Por ejemplo no sólo dicen que Jesús murió, sino que, según la fe, creen que murió "por nuestros pecados.". Llegamos a los acontecimientos históricos de Jesús, a través de unos documentos -los evangelios- en que las primeras comunidades cristianas ya nos entregan esos acontecimientos interpretados por la fe. Sin ella no podemos descubrir la verdad profunda de esos acontecimientos.

Los evangelios han sido redactados con la finalidad de transmitir la fe, su preocupación primaria no es la precisión; hablan de modo genérico: "en aquel tiempo", "cuando salió de allí"... No sabemos con exactitud, por ejemplo, en que fecha nació y murió Jesús. Por eso, siguiendo los evangelios, no podemos hacer una biografía de Jesús como sucesión de hechos tal como tuvieron lugar.

6.3. Historia y fe en los textos evangélicos

Los textos evangélicos, como decimos, son las fuentes más válidas que tenemos para acercarnos al Jesús de la historia y al Cristo de la fe. Pero, ¿podemos distinguir con claridad en los evangelios hasta dónde llega lo propiamente histórico y dónde comienza la interpretación creyente? En general, salvo algunos casos, no es fácil delimitarlo. Historia y fe van unidas. Para conocer la verdad sobre Jesucristo necesitamos acercarnos con la fe y con la historia. Con la fe, porque, de lo contrario, sólo tendremos noticia de un judío que vivió hace dos mil años; no descubriremos la verdad más profunda de aquel hombre como Mesías e Hijo de Dios. Pero si queremos acercarnos a él sólo con la fe sin la historia, hablaremos de un Dios, pero no del Dios que se ha encarnado, que ha vivido como un hombre mortal, que ha hecho suya nuestra historia.

Por lo demás, los ‘vestigios’ históricos que podemos encontrar en los evangelios sobre la persona de Jesús de Nazaret se ven ‘mediatizados’, como dijimos, por la clave testimonial de los discípulos, cuando proclaman que Jesús es el Cristo. En los evangelios no hay una biografía objetiva sobre Jesús, hay una exaltación testimonial del Cristo que se apoya en algunos rasgos humanos de Jesús de Nazaret. Los evangelios testifican su fe en forma de historia, explicando ésta a la luz de su fe. Los evangelios no son obras históricas sin más, son principalmente obras que fijaron por escrito las noticias sobre Jesús para atender a las necesidades de la comunidad, a la catequesis, la predicación y la liturgia eclesial. Son testimonios construidos teológicamente sobre la persona y la misión de Jesús. Testimonios de fe, pero llenos de indicaciones históricas y biográficas.

Sobre una fundamentación “histórica” han nacido de la fe de la Iglesia primitiva y están marcados por la experiencia pascual. Y por más que contengan en concreto mucho material histórico auténtico, los evangelios no son testimonios históricos en el sentido moderno del término; son más bien testimonios de fe. Lo que encontramos en ellos es el credo cristológico de la primitiva comunidad. Pero ellos siguen siendo las fuentes más válidas para conocer al Jesús de la historia y al Cristo de la fe.

De hecho, lo que sabemos sobre la figura de Jesús nos viene de la tradición cristiana que recoge cada evangelio. Como esas tradiciones evangélicas ya nos dan la interpretación de los acontecimientos, debemos sacar aproximadamente de ahí lo que parece que fue histórico. Además, gracias a las investigaciones históricas y sociológicas, también podemos saber en qué contexto actuó Jesús de Nazaret y qué actitud personal tomó dentro de aquella situación. Finalmente, leyendo los evangelios, aunque no digan nada directo sobre el particular, sí podremos descubrir algo de la fisonomía psicológica y espiritual de aquel hombre que se llamó Jesús de Nazaret. Que pasó por la tierra como un hombre, “haciendo el bien” (Hch 10,38). Y que los discípulos, después de la resurrección, reconocieron, proclamaron y testimoniaron como Dios y Señor de nuestra fe.

Ejercicios:

1º) - Explica y comenta la frase: “Jesucristo es el centro de la fe cristiana”.

2º) - Analogías y divergencias entre:

a) el Jesús histórico y el Cristo de la fe.

b) el Jesús prepascual y el Cristo pascual.

3º) - Resume en una frase cada una de las distintas etapas de la cuestión del “Cristo histórico” (nota 2).

4º) - Cómo responder desde la cristología a la pregunta de Jesús: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

5º) ¿Por qué necesitamos por igual de la historia y de la fe para llegar a conocer a Jesús-el-Cristo?

6º) - ¿Cómo están presentes y cómo se relacionan historia y fe en los evangelios?

Tema 2: La Palestina en la que vivió Jesús

Estructura política, geográfica, social, religiosa

Jesús fue un hombre de su tiempo, un hombre judío de su tiempo. Al Jesús de Nazaret tendremos pues que acercarnos a partir de sus raíces plenamente judías. Ofrecemos, por tanto aquí, un pequeño contexto geográfico, sociológico, político, y religioso en el que vivió Jesús, ya que él nos ayudará a comprender mejor la figura de Jesús de Nazaret y su actuación.

1.-División política:

Hacia el año 63 antes de Jesucristo, Palestina es conquistada por los romanos y pasa a formar parte de la provincia imperial de Siria. En tiempos de Jesucristo ésta era su estructura política:

* Judea y Samaria: estaban gobernadas por un procurador romano

* Perea y Galilea: estaban bajo la jurisdicción de Herodes Antipas (a la sombra y bajo control del imperio)

* Decápolis: diez ciudades en régimen helenístico (gozando de una cierta autonomía y bajo la administración directa de los romanos)

Además de gobierno del procurador romano, Pilato, en Judea y Samaría, y del rey Herodes en Galilea y Perea, el pueblo judío tenía también un cierto gobierno propio, cuya corte suprema era el "Sanedrín". Un Consejo presidido por el Sumo Sacerdote, que era el jefe espiritual del pueblo, e integrado por 71 miembros, entre los que, además de los sacerdotes de mayor rango, cuentan también los ancianos o senadores pertenecientes a las familias económicamente mejor situadas. Los sacerdotes muy numerosos, ayudados por los levitas, eran encargados de mantener el culto del templo.

2.- Economía:

- Agricultura: es el recurso principal (trigo, cebada, olivos, viñas, legumbres, dátiles, higos...

- Ganado: en abundancia (ovejas, cabras, asnos, camellos

- Pesca: sobre todo en Tiberíades

- Comercio: con Líbano y Arabia

- Artesanía: tejidos y curtidos de pieles

- Construcción: bien

3.- Estructura social

Socialmente, en Palestina podemos distinguir estos cuatro grupos sociales:

a) la clase bien, y dentro de ella una minoría que lleva una vida fastuosa

-la corte del soberano

-la aristocracia sacerdotal de Jerusalén

-los grandes comerciantes

-los jefes de los recaudadores de impuestos

-los propietarios de grandes fincas (sobre todo en Galilea)

b)la clase media:

-los sacerdotes de las aldeas

-los artesanos

-los pequeños terratenientes (aunque endeudados muchas veces, están más bien cerca de los pobres).

c)los pobres y desvalidos:

-los obreros y los jornaleros que no encuentran trabajo, y que no tienen más remedio que ponerse a mendigar los esclavos

d)los enfermos:

-son frecuentes las enfermedades:

-de la piel (lepra)

-de la vista (ceguera)

e)-los ladrones, (son muy abundantes en Palestina.

De la "gente bien" al "pueblo de la tierra'1:

Según la mentalidad del pueblo judío y en tiempos de Jesús es "gente bien" y se valora a las personas:

-por su pureza ritual (p.e. no enfermo: leproso o ciego)

-por su conocimiento de la Ley

-por su cultura

-por su riqueza, calidad de vestir, categoría social de alterne...

Esta es la élite, la "gente bien".

Junto a ella está la "gente" sin más. La llamada un tanto despectivamente la "gente", el "pueblo de la tierra". Con este término despreciativo de "pueblo de la tierra" designan a veces los fariseos al pueblo sencillo e ignorante de la Ley, incapaz, por consiguiente, de respetar sus muchas prescripciones y por eso mismo “impuro” (cfr Jn 7,49)

4.- Grupos religiosos y políticos:

En tiempo de los Macabeos surgen en Israel distintos grupos religiosos. En tiempos de Jesús estos son los grupos religiosos y políticos existentes en Israel: a) Saduceos, b) Fariseos c) Esenios, d) Movimientos Bautistas, e) Celotes o Celotas f) Herodianos.

4.1: Los distintos grupos

4.1.1. Los Saduceos:

Su nombre parece estar relacionado con Sadoc o Sadoq, sacerdote de los tiempos de David (2 Sam 8,17). Los saduceos se consideran a si mismos como los que tienen el sacerdocio legitimo, el sacerdocio de Sadoc (Ez 40,46). Aparecen como un grupo organizado e intervienen continuamente en la vida política del país, a través, sobre todo, del Sumo Sacerdote y del Sanedrín. La aristocracia sacerdotal judía era toda ella saducea.

En el plano religioso, ellos son los que tienen el poder en el Templo y en el Sanedrín. Los saduceos son oportunistas en política, colaboran gustosamente con los romanos con tal de mantener su poder. Fueron duros con Jesús y con el cristianismo naciente.

La fe saducea, por lo que se sabe, se explica muy bien así: Están muy apegados al Pentateuco, pero sólo a él. Sospechan de los Profetas y prescinden de los "Escritos" (los demás libros): (Ley-Profetas-Escritos), considerándolos como la herejía que trajo todas las tradiciones nuevas, influenciadas por las civilizaciones circundantes y promovidas por lo fariseos.

Niegan la resurrección de los muertos, apoyándose en el concepto tradicional de una retribución inmediata y material, aquí en vida. Ellos poseen la riqueza y el poder porque Dios los bendice. Y Dios los bendice porque ellos son los justos. Aceptar un juicio y una retribución después de morir sería perder sus seguridades. Niegan también la existencia de los ángeles.

Orgullosos de su condición de "nobles" se preocupan tanto del bien del pueblo como de su provecho propio. Intervienen por el pueblo ante los Procuradores romanos o contra estos ante el Emperador de Roma. Tienen clara conciencia de que su prosperidad va ligada a la suerte del pueblo. Por eso, son los primeros en querer apagar todo motín popular que pudiera acarrear represalias por parte de los romanos (“Conviene que muera uno -Jesús- y no que toda la nación perezca). Fueron los principales responsables de la muerte de Jesús (cfr Jn 11,49-50).- Cuando los evangelios hablan de: Sumo Sacerdote, sacerdotes, senadores (sanedrín) se está refiriendo a los saduceos.

4.1.2. Los Fariseos

Su nombre tiene que ver con el verbo "separar". De los grupos religiosos que en un principio estaban al lado de Matatías, algunos, ya en tiempos de Judas Macabeo, dejaron el movimiento, pues a sus ojos la lucha de Judas Macabeo tenía un carácter más político que religioso. Los "fariseos" ("separados") son los que se “separaron" de toda implicación política para ser "buenos" judíos, para ser "piadosos" judíos sin mas.

Los fariseos, hombres piadosos, conocían bien la Ley y se esforzaban, ante todo, en vivirla ellos mismos y consideraban como obligación suya difundirla a su alrededor. Su recelo del poder político y su preocupación por la educación de las masas les dieron a los fariseos una influencia enorme entre el pueblo, hasta el punto de que los jefes religiosos judíos (saduceos) se veían forzados a tener que seguir sus consejos y directrices.

Los "fariseos” quieren estar "separados" también del pueblo. Las gentes del pueblo les parecen demasiado ignorantes de la Ley, y sobre todo "impuros", ya que no respetan suficientemente la Ley y las tradiciones que tienen tanto o más valor que la ley escrita. En la medida en que se respeta esta ley oral (además de la escrita) se adquieren los méritos necesarios para la salvación. El cumplimiento meticuloso de la Ley, hasta la última tilde y la última jota, y la observancia de las tradiciones es lo que acelerará y asegurará la llegada del Mesías y del Reino de Dios. Al contrario que los saduceos, los fariseos admiten y defienden la resurrección de los muertos.

Los fariseos suelen pertenecer, normalmente, a una clase social media, aunque instruida. La mayoría de los escribas era de tendencia farisea, por lo que tenían un gran influjo en el pueblo, a través de la enseñanza de la Ley en la sinagoga. Su fuerza e influjo no está en el templo, en los sacrificios y los ritos (como sucede con los saduceos), sino en la enseñanza e interpretación de la Ley y en su rigurosa observancia. Era un movimiento de laicos y su religiosidad estaba destinada al pueblo. Su gran influjo ante el pueblo sencillo, que los admiraba, era ciertamente por su religiosidad, y no precisamente por su número, pues apenas pasaban de 6.000 tan sólo.- El evangelio habla de doctores, letrados, escribas, fariseos. Los escribas, letrados, doctores eran generalmente fariseos.

4.1.3. Los Esenios

La secta judía de los Esenios existió desde el siglo II antes de Cristo hasta el siglo I después de Cristo. Lo que conocemos de ellos se debe, en gran parte, al descubrimiento de los manuscristos de Qumram o del Mar Muerto, donde junto a los “rollos” se encontró también un “Manual de Disciplina" por el cual se regía la secta y que contenía sus doctrinas y sus reglas.

La historia, y sobre todo, el origen de la secta no están aún totalmente claros. Parece ser que durante la revolución macabea algunos descendientes de la familia de Sadoc, los hijos de Sadoc (2 5am 8,17) se refugiaron en el desierto. Después de una crisis en el interior del grupo, los más tibios volvieron a sus casas y los más fervorosos se fueron a Qumram. (Se consideran ellos -y no los saduceos- los auténticos descendientes de Sadoc).

Bajo la guía de un sacerdote que ellos llamaban el "maestro de la justicia", vivían en la oración y meditación de la Escritura, preparando activamente la venida del Reino de Dios. Separados del judaísmo oficial, al que consideraban "impuro", llevaban una vida aparte, dedicada al cumplimiento estricto de la Ley, a la oración y a la preparación de la inminente intervención definitiva de Dios en nuestro mundo por medio de "su" o "sus" Mesías. En su apego a la Ley y a las reglas de pureza eran todavía más escrupulosos que los mismos fariseos, absolutamente "tradicionalistas" hasta rayar en el fanatismo.

Practicaban hasta extremos increíbles la pureza legal (celebrando al día varios baños de purificación), tenían una disciplina muy rigurosa, y algunos de ellos practicaban el celibato y la comunidad de bienes. Preferían sustituir los holocaustos por la santidad de vida, esperando que Dios quisiera restablecer el culto y el Templo en su pureza original.

Se consideraban como el ejercito sagrado de Dios, que había de combatir en la tierra y aniquilar a todos los impíos en el momento en que Dios diera la señal.... En ese momento, los ángeles del cielo combatirán también contra los demonios en un combate escatológico, que asegurará la victoria fina1 de Dios, la destrucción de todos los impíos y el triunfo de los santos, de los incontaminados.

Los esenios quieren estar siempre ritualmente dispuestos para esta guerra santa, pero a diferencia de los celotes no quieren comprometerse mientras Dios no dé la señal. Ese día sería el combate final, en que lucharían junto con los ángeles de Dios, contra los "hijos de las tinieblas" (prácticamente todos los que no fueran de la secta). Ese día Dios instauraría su Reino. (Algunos quieren relacionar a Juan el Bautista y al mismo Jesús con la secta de los esenios. Hablaremos de esto en su lugar oportuno).

4.1.4. Los Movimientos Bautistas

Entre el año 150 a.C. y el 300 d.c. hubo en Palestina y en otros países numerosos “movimientos Bautistas”. Se caracterizan por la importancia que daban al “bautismo” (de ahí el nombre), como rito de iniciación o de perdón de los pecados. Tenían también una cierta actitud hostil hacia el templo y hacia los sacrificios.

Es éste un movimiento de gente que se forma en torno a algunas figuras que surgen de vez en cuando. Pretenden una vivencia profunda de la fe y una reforma religiosa inspirada en los profetas. Para ello se retiran al desierto y allí predican la conversión del corazón y de la vida.

El nombre les viene, como dijimos, del gesto que realizan como signo de la vida nueva que se emprende: sumergir en agua o bautizar, rito realizado como signo de conversión y en orden al perdón de los pecados. (El bautismo se recibe una sola vez, a diferencia de los ritos de purificación de otras sectas). Parece ser que otra de sus características era el deseo de proponer a todos la salvación, incluso a los pecadores y a los paganos (cfr Lc 3,7-14).Uno de estos líderes y uno de estos movimientos es bien conocido por nosotros. Es Juan el Bautista. Su movimiento y sus discípulos duraron bastante tiempo después de la muerte de Juan (Hechos: “Nosotros solo hemos recibido el bautismo de Juan”). Y así, todavía encontrarnos seguidores de Juan en el año 54 de nuestra era (Hc 19,1-7).

4.1.5. Los Celotes o Celotas (grupo político)

El nombre de celotes procede de una palabra griega, “zelotes”, que significa ”sentirse celoso”. Ya en la época del Exodo, se nos habla del sacerdote Fineés “celoso de Dios” (Num 25, 6-13). Este movimiento se desarrolló en la época macabea y a partir de entonces todos los textos nos describen a unos celotes del mismo tipo: rigoristas y violentos, que ejecutan sin piedad a quienes consideran infieles a la ley de Moisés. Para los celotes de los tiempos de Cristo, el enemigo no son ya los judíos apóstatas, sino también los romanos y sus colaboradores.

Los judíos que falten a su fidelidad religiosa o su fidelidad política, buscando pactos con el ocupante romano, en vez de fiarse sólo de Dios, tanto el judío infiel religioso como el judío infiel político debe ser quitado de en medio. Asimismo los ocupantes tienen que ser eliminados, sobre todo si se muestran duros con el país o si se burlan de las instituciones religiosas.

Los celotes tienen su origen y su asiento principal en Galilea, donde pueden fácilmente buscar refugio en cuevas y escondrijos sólo conocidos por ellos. Suelen ser muy pobres y con una confianza absoluta en Dios y en las instituciones queridas por él: el templo y la ley. Están convencidos de que con sus acciones de “limpieza de impíos”, apresuran la llegada del Reino de Dios, de su Mesías. Dios es el único Señor, pero Dios no actúa solo y tiene necesidad de los hombres. Cuanto mas “celosos”, sean de él, incluso en el plano político y en el temporal, tanto mejor.

Su manera de pensar y de comportarse se comprende únicamente si se tiene en cuenta que Dios y el pueblo, el honor de Yahvé y la libertad del pueblo, se consideraban como inseparables y que, por tanto, la humillación del pueblo suponía al mismo tiempo la humillación de Yahvé.

Se parecen a los fariseos en su apego por la ley y su observancia, pero difieren de ellos abiertamente en cuanto a los métodos. La Ley de Dios debe imponerse -decían los fariseos- por el estudio de la misma Ley, por la oración y la piedad. La Ley de Dios -decían los celotes- hay que imponerla por la violencia y la fuerza de las armas, si es preciso. La venida del Reino de Dios hay que ayudarla con la fuerza de las armas. (Se llamaban también “sicarios” (de “sica” = a puñal o corta espada, que llevaban siempre bajo el manto).

4.1.6. Los Herodianos (grupo político)

Si los evangelios no hablan de los esenios, sí citan a veces a los herodianos (cfr. Mc 3, 6), desconocidos por otra parte. Es cierto que Herodes el Grande, luego Antipas en Galilea y los dos Agripas, no pudieron reinar sin tener un grupo de partidarios y de amigos que vivían probablemente como sus príncipes, al estilo judío en Palestina y como romanos fuera de ella, en la corte y en su vida privada. Seguramente se mostraban muy atentos a todo cuanto pudiera ser o parecer un movimiento mesiánico, capaz de comprometer su poder. Así lo sugiere Mateo en el pasaje de los Magos (Mt 2,7-12).

4.2. ¿Perteneció Jesús a alguno de los grupos religiosos de su tiempo?

En principio habrá que decir que parece claro que Jesús no perteneció a ninguno de los grupos religiosos reconocidos de su tiempo y de su pueblo. El pensamiento y los ideales de Jesús iban por otros caminos, y la relación de Jesús con estos grupos es coyuntural y externa, sin que signifique ningún tipo de pertenencia a los mismos.

Y así:

a) respecto de los celotes:

Jesús rechazó la violencia corno solución en el terreno individual (Mt 5,38-42). El evangelista Juan lo deja bien claro al afirmar que el gobernador romano Pilato no encontró causa para condenar a Jesús como rebelde político (Jn 18,28).

b) respecto de los fariseos:

Los evangelios manifiestan con mayor claridad el choque de Jesús con los fariseos, que se sentían seguros de si mismos y despreciaban a los demás" (Lc 18,9). La observancia estricta de la Ley en que los fariseos cifraban el resorte para la santidad y la llegada del Reino, quedaba muy lejos de la conversión del corazón y de las estructuras que Jesús predicaba.

c) Jesús no es del grupo saduceo:

Sus denuncias proféticas contra el culto tapador de injusticias, contra los rezos para mantener las apariencias y contra las "tradiciones" que impiden hacer el bien a los demás son claras y bien notorias.

d) La universalidad de Jesús choca contra el "sectarismo" de los esenios:

No consta que Jesús tuviera relación con ese grupo, aunque sin duda los conocía. Y aunque en la predicación de Jesús haya algunas cosas parecidas a las de los esenios, las diferencias son abismales. La mística de Jesús y su compromiso con el Reino de Dios -que crece ya en este mundo y en todos los rincones de la tierra- nada tiene que ver con esa mentalidad cerrada de quienes sólo ellos se creían los "santos", los "salvados", los "perfectos".

(También se ha querido ver en Juan Bautista un miembro de la secta esenia. Desde luego se parece más a ellos que Jesús por algunas de sus características: -vida retirada, creencia en la llegada inminente del Mesías, práctica del bautismo, etc.- Pero a pesar de ello, tampoco Juan encaja demasiado bien con la imagen de los esenios, tal como se desprende de los escritos de la secta y de las descripciones de la época).

Jesús no es un celotes o rebelde político, ni fariseo, ni saduceo, ni esenio. Pertenece al pueblo sencillo y trabaja como uno más de Nazaret. Pero en un momento determinado de su vida, deja todas sus seguridades y su casa para irse con los abandonados y excluidos que socialmente nada cuentan y que religiosamente sólo tienen derecho al desprecio. En su actividad mesiánica, aparece como un profeta indefenso, sin posesiones, sin rasgo social ni religioso, y sin ninguna protección ni ayuda.

4.3. Actitud de fariseos, (herodianos, sacerdotes y escribas) con Jesús y de Jesús con los fariseos:

1º) Actitud de los fariseos con Jesús

Desde el comienzo del ministerio público de Jesús, fariseos y partidarios de Herodes, junto con sacerdotes y escribas se pusieron de acuerdo para perderle (Mc 3,6) por algunas de sus obras:

-expulsión de demonios (Mt 12,24)

-perdón de los pecados (Mc 2,7)

-curaciones en sábado (Mc 3,1-6)

-interpretación muy suya de los preceptos de pureza de la Ley (Mc 7,14-23)

-familiaridad con los publicanos y los pecadores públicos (Mc 2,14-17),

-sospechoso de posesión diabólica (Mc 3,22; Jn 8,48; 10,20)

-se le acusa de blasfemo (Mc 2,7; Jn 5,18; 10,33) y de falso profetismo (Jn 7,12.52), crímenes religiosos estos que la Ley castigaba con pena de muerte a pedradas (Jn 8,59;10,31).

Muchas de las obras y palabras de Jesús han sido, pues, un signo de contradicción" (Lc 2,34) para las autoridades religiosas de Jerusalén: aquellos a los que San Juan denomina con frecuencia y de forma genérica los judíos" (Jn 1,19; 2,18; 5,10; 7,13; 9,22; 18,12; 19,38; 20,19); a ellos se refiere cuando dice “los judíos”, más bien que a la generalidad del pueblo de Israel (Jn 7,48-49).

2º) La actitud de Jesús con los fariseos:

*Si Jesús se opuso a ellos con tanta dureza fue por entender que estaban pervirtiendo el concepto de santidad, guiando, por lo tanto, mal al pueblo (“ciegos y guías de ciegos”); y porque ellos se creían haber ganado ya el cielo por sus méritos, despreciando con insolencia los demás (Lc 18,9-12).

*Pero la relación de Jesús con los fariseos no sólo fue polémica. Y así:

-fueron unos fariseos los que le avisaron del peligro que corría (Lc 13,31)

-Jesús alaba a alguno de ellos (Mc 12,34)

-come varias veces en casa de fariseos (Lc 7,36; 14,1)

-Jesús confirma doctrinas sostenidas por ellos:

* la resurrección de los muertos (Mt 22,23-34; Lc 20,39)

* las formas de piedad (limosna, ayuno, oración) (Mt 6,18),

aunque hechas con otro espíritu.

-algunos fariseos tuvieron con Jesús y los suyos una actitud muy abierta (Lc 7,36; 13,31).

5.- Otros colectivos: samaritanos y publicanos

5.1. Los Samaritanos

Hablamos de los Saduceos, Fariseos, Celotes, Esenios, Herodianos..., como grupos religiosos y políticos de los tiempos de Jesús. Además de estos grupos, vamos a referirnos también a los publicanos y samaritanos. Y aunque a veces a estos grupos se les incluya dentro del colectivo de los marginados sociales, vamos, no obstante, a tratarlos en este apartado.

5.1.1. Sus peculiares creencias religiosas

A los samaritanos habrá que considerarlos, no como una secta religiosa, sino como una comunidad característica dentro de la Palestina de aquella época. Se les podría caracterizar a la vez por su proximidad y su oposición al judaísmo. Tanto y más todavía que los judíos, los samaritanos son los hombres de la Ley, representada por los cinco libros del Pentateuco. Siguen sus prescripciones con todo rigor en lo que atañe, por ejemplo, a la circuncisión, al sábado y a las fiestas. Su liturgia y su literatura religiosa celebran al Dios único, a su intérprete Moisés, la liberación de Egipto y la revelación del Sinaí. Pero, por otra parte, se manifiesta una divergencia fundamental con los judíos en el hecho de que rechazan los demás libros de A.T. y sobre todo en su negativa a reconocer a Jerusalén como metrópoli religiosa y al templo de Salomón como santuario central.

Para ellos, el verdadero santuario de la tierra santa y el único lugar de culto legítimo es el monte “Garizín”, que se eleva sobre la ciudad de Siquén. En la cumbre de esta montaña es donde celebran las grandes fiestas, especialmente la pascua según el ritual de Ex 12. El Garizín, es el lugar de la bendición según el Deuteronomio (Dt 11,29).

Bajo la forma de maldiciones, en el Deuteronomio se recoge la versión samaritana del Decálogo, promulgado en el Garizín (Dt 27,11-12 y 15-26). Hay también un mesianismo" entre los samaritanos. Esperan al “Taheb”, el que ha de venir. Pero no se trata de un descendiente de David, como el Mesías judío, sino de una especie de nuevo Moisés, ese profeta precisamente del que habla el Deuteronomio (Dt 18,15).

Las relaciones entre Jerusalén y Samaria solían ser bastante tensas (Lc 9,52; Jn 4,9; 8,48). Judíos y Samaritanos se llevaban mal. Y los judíos daban un rodeo sin entrar en Samaría cuando tenían que ir a Galilea. Jesús hizo el camino Judea-Galilea 7 veces (¿entre ida y vuelta): 6 de ellas por el valle del Jordán, evitando Samaría; 1 por Samaría (episodio de la samaritana).

5.1.2 Actitud de Jesús con los samaritanos

*Dada su tensión con los judíos, los samaritanos también en alguna ocasión rechazaron a Jesús por ser judío (Lo 9,5lss).

*Pero Jesús alaba a los samaritanos como:

-personas agradecidas (Lc 17,16): diez leprosos

-abiertas (Jn 4,40ss): samaritana/samaritanos

-humildes (Lc 18,13ss): fariseo y publicano

-caritativas y buenas (Lc 10,30 ss): parábola del buen samaritano

*El comportamiento de Jesús con los samaritanos escandalizó a sus contemporáneos (Jn 4,5-40)

*Después de Pentecostés, la evangelización cristiana se realizó, en primer lugar, entre los samaritanos (Hec 1,8; 8,5-25; 9,31; 15,3).

5.2. Los Publicanos y la actitud de Jesús con ellos

Dentro de los publicanos o recaudadores de impuestos se daban los ricos administradores generales o jefes de publicanos (como Zaqueo de buena posición económica) y sus auxiliares: los judíos que cobraban los impuestos en beneficio del ocupante romano. Unos y otros eran mal vistos por dos motivos: porque cobraban para el ocupante extranjero y porque tendían a aumentar los impuestos por su propia cuenta en beneficio propio. Por ambas cosas eran mal vistos y estaban considerados como pecadores públicos.

Actitud de Jesús con los publicanos: considerados “pecadores públicos”, Jesús los acoge y come con ellos. Significativo en este sentido el episodio de Zaqueo (Lc 19,1ss) y el del fariseo y el publicano de la oración en el templo (Lc 18,13ss).

Esta es la Palestina en que vivió Jesús. Este es el marco geográfico, sociológico, político y religioso en el que se movió el Jesús histórico y que nos puede ayudar, como dijimos al principio, a comprender mejor su figura y sus líneas de acción.

Tema 3: Jesús en intimidad con Dios: Jesús y el Padre

Jesús de Nazaret no escribió nada sobre Dios, ni tampoco dio lecciones teóricas sobre la divinidad. Sencillamente actuó y habló según la experiencia que tenía de Dios; y desde ahí podemos vislumbrar un poco su interioridad religiosa. Hay en Jesús una particular conciencia del ser de Dios, la cual parece constituir como “el punto de mira” que motiva sus actitudes y explica sus relaciones con los hombres y con las instituciones religiosas y sociales de su tiempo.

Lógicamente, Jesús recibió las distintas percepciones de Dios que hay en la Biblia; pero también aportó una revelación singular sobre Dios, no tanto con un discurso especulativo muy elaborado, sino más bien manifestando en su conducta su propia experiencia religiosa.

Existen indicios suficientes en la predicación de Jesús como para afirmar que su conciencia religiosa estaba toda ella transida por la idea dominante de la paternidad de Dios. Un Dios que es Padre suyo y Padre de todos los hombres también. Un Padre en quien siempre se puede confiar, y que nos ama a todos no porque seamos buenos, sino porque él es bueno; amor que se manifiesta como solicitud, misericordia y perdón. Un Padre que tiene un proyecto de felicidad para los seres humanos y para toda la creación. Un Padre de quien Jesús ha recibido una peculiar “misión”.

Tres puntos vamos a considerar en este tema:

1.- Dios como Padre, en el Antiguo Testamento y en los tiempos de Jesús

2.- Dios, como “Padre”, en labios de Jesús: “vuestro Padre” y “mi Padre”

3.- Jesús, como “el Hijo”: características de esta expresión

1.- Dios como Padre en el AT y en tiempos de Jesús

1.1. Fuera del judaísmo:

La religión judía se refería, a veces, a Dios como Padre. Pero también en otras religiones, fuera del judaísmo, se le llama a Dios así. Por ejemplo, algunas tribus indias llaman al Gran Espíritu (Dios celeste, Creador) le llaman: el "Gran Padre" de los hombres.

Entre los antiguos semitas, los asirio-babilonios llaman "Padre" a varias de sus divinidades. En el antiguo Egipto, el dios Amón-Re es llamado "Padre de los dioses y de los hombres". Homero, en Grecia, habla con frecuencia de "Zeus-Pater", "Júpiter-Dios Padre".

El concepto "Padre" es susceptible de varios significados: tales como confianza, amor; y también: dominio y poder.

1.2. En el pueblo de Israel:

a) Ya desde el principio, (s. XVIII a.C.), al momento de la constitución del pueblo, nos encontramos con algunos textos que llaman a Dios "Padre", o al pueblo de Israel "hijo de Dios". Por ejemplo: (Dt 32,6 y Ex 4,22ss).

Que Dios es Padre y que Israel es hijo significa que Dios tiene un amor de predilección con el pueblo que ha elegido y que ha sacado de la esclavitud de Egipto. Ser "Padre" significa: aguantar, corregir, enseñar, acordarse del pueblo (cfr. Dt 8,5; 32, l0-l5).

b) Los Profetas, ( ss. VIII al VI a.C.), retoman estos conceptos “Padre”, “hijo” para expresar el amor de Dios con su pueblo (Os 11.1-4; Is 1,2; 30,9; Jer. 3,4.19; 31,9.20).

c) Los tiempos posteriores al exilio, (s. V a.C.), son tiempos de aflicci6n en los que el pueblo de Israel invoca a Dios como Padre (Is 63.l5-l9; 64,8(7).

d) En los Salmos, (ss. XI al V a.C., David s. X), aunque no se le llame Padre, si se le compara con un Padre (Sal 103,13; Sal 68,6).

e) Más cerca de la era cristiana. en el judaísmo helenístico, (s. III a.C.), se profundiza en el sentido de la paternidad de Dios. No basta con pertenecer al pueblo judío para ser hijo de Dios, para tener a Dios por Padre. Hace falta ser "justo" además (Eclo 23,1.4; 5l, l0ss).

f) Más cerca aún de la era cristiana, en el libro de la Sabiduría, (segunda mitad del s. I a..C.), se invoca ya a Dios a titulo personal: como Padre de cada justo (Sab 2,13.l6.18).

g) En el judaísmo palestinense de los tiempos de Cristo no hay ninguna invocación a Dios como Padre a titulo personal o individual: no se le invoca como "Padre mío". En la liturgia del Templo y en la oración se invoca a Dios como: "Padre nuestro y Rey nuestro". Pero no se le invoca como "Padre mío".

En el siglo I y en Palestina parece que el "Padre mío" no era un modo usual de dirigirse a Dios. Pero esto tampoco significa que la relación con Dios fuera totalmente "oficialista” y extrínseca, carente de intimidad.

Los textos rabínicos de los tiempos de Cristo con frecuencia unen al vocablo "Padre" la expresión: "que estás en los cielos". Y que puede significar dos cosas: a) que Dios no es como un padre de la tierra, sino que es transcendente; y b) puede ser un modo de evitar pronunciar el nombre de Dios que tanto cuidaba Israel. (Semejante sentido puede tener: "reino de los cielo equivalente a reino de Dios", que con tanta frecuencia encontramos en el evangelio de San Mateo).

Resumiendo: El Antiguo Testamento y el judaísmo afirman que Dios es Padre. Pero el concepto que predomina en el Antiguo Testamento es el de Dios como "Señor" y como "Rey". “Padre” dice relación a la Historia de la Salvación, a las intervenciones de Dios en la historia del pueblo de Israel: Exodo, Alianza, destierro, retorno.... y tiene el sentido de que Dios-Padre: educa, cuida, guía, perdona, ama... y aguanta (Dt 32,10-15).

2.- Dios, como “Padre” en labios de Jesús: “vuestro Padre” y “mi Padre”.

Son abundantes los textos (más de 100) que en el evangelio designan a Dios como “Padre”, bien en relación con Jesús, bien en relación con nosotros los hombres. Respecto de Jesús, unos textos hablan simplemente de "el Padre” y de "el Hijo", sin mayores determinaciones. Otros textos, en cambio, establecen una relación particular entre Jesús y su Padre: Padre "mío”, “mi” Padre.

Al referirse a Dios como “Padre”, el primer rasgo sorprendente en Jesús es que siempre evita ponerse a sí mismo en plano de igualdad con los demás en esto de la filiación divina. Por eso, desdobla el vocablo Padre (“nuestro Padre”) en estas dos matizaciones: “mi Padre” y “vuestro Padre”. Así, por ejemplo, la frase de Jesús resucitado a María Magdalena es muy significativa a este respecto: “Subo a mi Padre y vuestro Padre” (Jn 20,17).

El hecho de este desdoblamiento y de esta doble matización del vocablo “Padre” en labios de Jesús es ya suficientemente indicativo de su pretensión: ponerse a sí mismo “fuera” y “por encima” de la común filiación divina de los que le rodean, como si Dios fuera más extrínseco, más transcendente para los demás hombres que para él, para quien Dios-Padre es algo especial y singularmente íntimo.

2.1. “Vuestro Padre”.

Características de esta “paternidad”:

Jesús habla a sus discípulos de "vuestro Padre" o de su equivalente “Padre nuestro”, como unas 30 veces, en textos recogidos casi en su totalidad (21) en el evangelio de San Mateo. Dios es:

a) Un “Padre”, que merece nuestra alabanza y nuestra glorificación (Mt 5,16; 6,1-9.16-18).

b) Un “Padre”, que es amor: cuida con cariño de sus hijos (Mt 611.26); nos ahorra agobios ((Mt 6,32); se adelanta a nuestra petición (Mt 6,8).

c) Un “Padre”, que es mejor que cualquier padre terreno (Mt 7,9-11).

d) Un “Padre”, que es compasión, misericordia, perdón, como pone de manifiesto la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32).

e) Un “Padre”, que ve en lo escondido y valora todas nuestras acciones, aún las más ocultas (Mt 6, 1-5.9.18).

f) Un “Padre” al que hay que imitar y cuya voluntad debemos cumplir fielmente (Mt 6,10).

El Dios de Jesús es un Dios amoroso y cercano a nosotros. Por eso es “Padre”. Y tan cercano, que es algo nuestro: “nuestro Padre”. En los textos que hemos citado la idea de “paternidad” de Dios no va unida a la idea de generación o creación; Dios no es nuestros “Padre” por ser el creador que nos da la vida y al existencia.

En el sentir de Jesús, la idea de “paternidad” divina va unida a la idea de unos comportamientos humanos que se parezcan al modo de cómo Dios actúa: Dios “nuestro Padre” se convierte para nosotros en nuestro modelo, inspirando nuestro estilo de comportamiento y de vida.

Y aunque Dios sea Padre de todos los hombres, por supuesto y sin excepción, los discípulos de Jesús serán auténticos hijo de Dios en la medida en que, imitando a Jesús, sepan ver en el “Padre” el modelo de comportamiento y de vida y sepan responder a él (Mt 5.44-48).

2.2. “Mi Padre”

La actitud filial de Jesús para con Dios “su Padre” es primordial. Su relación con Dios es una relación especial, por encima de los profetas enviados a recoger los frutos de la viña (Mc 12,6) y de los mismos ángeles del cielo (Mc 13,32); por su especial filiación con el Padre, por eso, puede ser su revelador (Mt 11,27). Está en un nivel “ontológico” diferente del nivel común de la humanidad y de los justos (cfr. Jn 8,58). Cuando Jesús quiere dar a comprender su transcendencia no se dice Dios, sino el Hijo en una especial relación con Dios, entendido como Padre. El no es un hijo, él es el Hijo.

Jesús llamó a Dios “Padre”. Pero no “Padre” simplemente y sin más. Le llamó “Abba” en tono familiar y cariñoso. El vocablo arameo “Abba-“Padre” es un diminutivo de cariño, empleado por los niños en el trato familiar y que significa: padrecito, papá querido, papá, papaíto.

2.2.1. “Abba”, “Papá querido”, expresión singular de Jesús:

A nadie en Israel se le hubiera ocurrido dirigirse a Dios empleando la expresión: “Abba-Padre”. A diferencia del pueblo de Isreal que invocaba a Dios de una forma impersonal y genérica, Jesús se dirige a Dios de una manera directa e inmediata, dialogando en segunda persona con el Padre: “Gracias te doy, Padre” (Mt 11,25; Lc, 10,21; Jn 14,41). Esta forma de dirigirse a Dios es la gran novedad de Jesús.

La otra novedad es el vocablo que usa: el infantil y cariñoso “Abba”-“Papá querido”. A nadie se le hubiera ocurrido emplear esta expresión cariñosa, íntima y familiar respecto de Dios. Hubiera sido infringir la veneración y el respeto debidos a Yahvé. Su empleo hubiera sonado un poco como a blasfemia, como una gran falta del respeto debido a la divinidad. Era una expresión osada y escandalosa, que sé movía en un alto grado de familiar con Dios. De hecho, de esta “familiaridad” con Dios acusaron a Jesús, por dirigirse a Él como: “Abba-Padre” (Jn 5,18).

Esta sí que es una auténtica innovación en Jesús: invocar a Dios directamente con el apelativo cariñoso de “Padre mío”, “Abba”, “Papa querido”. Es ésta una peculiar manera de Jesús de dirigirse a Dios, sobre todo en la oración. Hay textos evangélicos que tienen garantías de autenticidad histórica, pues han conservado la palabra aramea “Abba” (Padre) quizás por veneración al recuerdo del Maestro. Tales son el logion de Mt 11,25ss y Lc 10,21; la oración de Getsemaní (Mc 14,36), la petición de perdón por sus asesinos desde la cruz (Lc 23,34), y el momento de entregar su espíritu antes de la muerte (Lc 23,46). También Juan: 11,41ss; 12,27ss; 17,1-26.

A un Dios distante y lejano ni paganos ni judíos osaron interpelarle directamente con este apelativo de Jesús. No sería digno. Nadie hasta Jesús se atrevió a dirigirse a Dios con la actitud de un niño, llamándole: “Papá querido”. El evangelio nos refleja el escándalo que despertó en los judíos esta confianza filial en el trato de Jesús con Dios, despertando de tan manera la ira de los judíos que “quisieron matar a Jesús, porque no sólo violaba el sábado, sino también porque llamaba a Dios Padre suyo” (Jn 5,18). Para la sensibilidad de los contemporáneos de Jesús era irrespetuoso y escandaloso el dirigirse a Dios con una palabra tan familiar y de uso tan cotidiano, la palabra que el niño dirige instintivamente a su padre: papá querido. Jesús, sin embargo, usa esta expresión: “Abbá”, “Padre”, dirigida a Dios con una audacia y una originalidad equivalente a la conciencia que él tenía de su condición filial y de su especial relación con Dios, como ponen de manifiesto los evangelios (cfr Mc 14,36; Mt 11,25; Lc 11,2; Jn 10,30.38; 14,11). La expresión familiar de Jesús –“Abba”- para dirigirse a Dios pone claramente de manifiesto la vivencia religiosa de una relación íntima con Dios.

Si Jesús se atrevió, no sólo a hablar de Dios como Padre, sino a dirigirse a él con el apelativo de “papá querido”, se debe a que esta expresión anunciaba de manera única la cercanía amorosa de un Dios, en la que el hombre puede sentirse confiadamente seguro como un niño con su padre. Llamando a Dios Abba-Padre, Jesús pone de manifiesto la idea que tiene de Dios: Dios está cerca del hombre en el amor.

2.2.2. Jesús nos enseña a dirigirnos Dios como “Abba-Padre”:

“Abbá”, el vocablo arameo que ha conservado el Nuevo Testamento: “papa querido", es el nombre propio del Dios de Jesús. Y con él enseñó a sus discípulos a invocar a Dios en intimidad, en sencillez, en confianza total. Jesús nos enseña a invocar a Dios como El lo hace: con el titulo de “Abba-Padre”. Así, a la petición de los suyos de que les enseñe a orar, con una oración que sea como el distintivo de su comunidad o grupo, Jesús responde enseñando a los suyos a llamar a Jesús “Abba”-“Padre” (Lc 11,1-4), autorizando a los discípulos a dirigirse a Dios de la misma forma que Él lo hacía. Es decir, con confianza de niño pequeño en su padre, a cuyo amor se entrega confiado, y sin el cual se siente como abandonado, indefenso, perdido (Mt 18,3).

2.2.3. Jesús mediador entre los discípulos y “su Padre”:

Hay un par de textos un tanto curiosos en el evangelio de San Mateo que nos presentan a Jesús hablando no directamente de su relación con su Padre, sino de la relación de los discípulos con el Padre de Jesús: “...sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21); “así hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonaré cada uno a su hermano de todo corazón” (Mt 18,35)....”.

Preguntamos: ¿Por qué Jesús si se refiere a la relación de los discípulos con Dios, por qué no dice "vuestro Padre", y dice en cambio: “mi Padre"? La respuesta que sugiere este texto y otros similares es: Porque Jesús media en esa relación entre Dios como Padre y los discípulos. El mediador ocupa un puesto singular que permite que se acerquen, que se unan los que están distantes. El mediador media, está en medio de los dos extremos, uniendo a ambos.

Aquí, hay que ver el "mi" en conexión con vosotros: “vosotros-mi-Padre". Es decir: entre vosotros y "mi" Padre, estoy yo. Esta sería la relación: [discípulos ---- Jesús ---- “mi Padre”].

2.2.4. Jesús hace extensiva a los demás su filiación divina.

Jesús no se definió directamente como "Hijo de Dios", ciertamente. Pero al hablar de Dios como Abbá-Padre expresó de una manera indirecta que él tiene conciencia de ser un Hijo de Dios muy especial.

La filiación de Jesús respecto de Dios no es comparable con la de los demás hombres ni siquiera con la de los discípulos. Jesús -como hemos visto- habla siempre distinguiendo entre "mi Padre" y "vuestro Padre". Jesús es el quicio, el gozne, la bisagra de la nueva relación de los creyentes con Dios. Nosotros podremos ser "hijos del Padre" sólo si participamos de esta filiación propia de Jesús. Él, Jesús, es Hijo por naturaleza, nosotros hijos por adopción. En el Hijo, Dios nos hace hijos. El mismo Abbá-Padre de Jesús es nuestro Abbá-Padre también.

3.- Jesús, como“ Hijo”: características de esta expresión:

Vamos a ver, tanto en los sinópticos y como en el evangelio de San Juan, la expresión: “el Hijo”, como una autodesignación precisa y concreta de Jesús y cuál es el contenido y las características de esta autodenominación de Jesús.

3.1. En los evangelios sinópticos:

En los evangelios sinópticos, Jesús se autodesigna como “el Hijo” sólo en cuatro ocasiones. Dos de ellas, de manera directa. Una cuando dice: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo” (Mt 11,27). El Hijo se sitúa aquí en el mismo plano que el Padre, en una relación que es recíproca y exclusiva: “nadie...sino;...nadie...sino....". La otra es cuando Jesús afirma que: “el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sólo el Padre” (Mt 24,36), ocupando aquí el Hijo un puesto singular, por encima de los ángeles del cielo.

Las otras dos son autodesignaciones indirectas. Indirectamente, Jesús se autodesigna como el Hijo en un par de parábolas. La parábola de los viñadores homicidas, en la que él es el "hijo querido" (Mc 12,6), el "heredero" (Mt 21,38). Y la parábola de las bodas "del hijo" de un rey, en la que Jesús es precisamente "el hijo" de ese Dios-Rey (Mt 22,2).

3.2. En el evangelio de San Juan:

A estos cuatro textos de los evangelios sinópticos se pueden sumar los muchos textos del evangelio de San Juan, que presentan este contenido y estas características:

a) En el evangelio de Juan, “el Hijo", como autodesignación de Jesús, tiene un sentido exclusivamente histórico-salvífico, nunca se asocia con la idea de "engendrado" o “nacido”. En Juan, la relación Padre-Hijo está ordenada a la salvación de los hombres. El Padre es el que "envía" y el Hijo es el "enviado" a esta misión (Jn 3,16-18).

b) El Hijo es precisamente el que lleva a cabo en la tierra esa "obra" que le ha encargado el Padre. El Hijo es un trabajador, un aprendiz del Padre, que hace lo que le ha visto hacer. Ambos están unidos en un mismo trabajo; es decir, en la acción salvadora en favor de los hombres (Jn 5,17-20.36; 10 25; “llevando a cabo la obra que me mandaste realizar” Jn 17,4).

c) La función, la obra que Jesús realiza en la tierra, es la comunicación de lo que el Hijo ha vivido con el Padre: relación personal de mutuo conocimiento y amor, vivida en plenitud (Jn 3,35; 5,20.26; 6,46.57; 8,26-37; “yo hablo de lo que he visto en el Padre” Jn 8,38; “como el Padre me conoce y yo conozco al Padre” Jn 10,15).

d) En relación con el Padre, en el Hijo son inseparables estos dos rasgos contrapuestos: la dependencia y la igualdad.

-la dependencia:

*e1 Hijo no hace su propia voluntad sino la del Padre (Jn 4,34; 5,30; 6,38);

*su mensaje no es suyo, sino del Padre que lo envió (Jn 14,24);

*"el Padre es más que yo", dirá el mismo Jesús (Jn 14,28).

-la igualdad:

"Yo y el Padre somos una sola cosa" (Jn 10,30).

Esta frase no tiene un sentido ontológico. Es decir, con ella no se quiere afirmar, como decimos en el credo, que el Padre y el Hijo tienen una misma naturaleza, : "de la misma naturaleza que el Padre”. No se trata aquí de eso.

Por el contexto, estas palabras quieren decir más bien que "el Padre y yo somos uno en la obra de la salvación de los hombres". Para esta obra -para la salvación- es precisamente para lo que vino al mundo Jesús como “enviado” del Padre. Para cumplir y realizar "su voluntad" en unidad de acción y de querer con Él.

Así se nos autopresenta Jesús, el Hijo, en relación con Dios, el Padre, en el evangelio de San Juan.

Como decíamos en la introducción, Jesús en intimidad con Dios, nos habla de un Dios que es Padre suyo y Padre de todos los hombres también. De un Padre en quien siempre se puede confiar, al que podemos invocar como “Papá querido”, y que nos ama a todos no porque seamos buenos, sino porque él es bueno; amor que se manifiesta como solicitud y providencia, como misericordia y perdón. De un Padre que tiene un proyecto de felicidad para los seres humanos y para toda la creación. Y de un Padre de quien Jesús ha recibido una peculiar “misión”: proclamar el Reino de Dios. Cuestión ésta que vamos a ver en el tema siguiente.

4.- Excursus: ¿Tuvo conciencia Jesús de su condición mesiánica?

Digamos de salida que nada se opone a que, en el orden humano y como hombre, Jesús fuera progresando en su autoconocimiento: en el conocimiento de si mismo y de su propia misión. Hasta esto parece lo más normal.

4.1. Qué pensaba Jesús de sí mismo:

Se trata aquí de la autoconciencia de Jesús. Pero, ¿cómo podemos descubrir la autoconciencia de Jesús; es decir lo que Jesús pensaba de sí mismo?

Veamos algunos datos:

- a) La autoconciencia de Jesús la hemos insinuado aquí mismo en este tema del Padre al ver allí la expresión de Jesús refiriéndose a Dios y llamándole: “mi Padre".

- b) La veremos insinuada también al hablar del Reino y ver la identificación que hace Jesús de su persona de Jesús con el Reino de Dios.

- c) La autoconciencia de Jesús se explícita también de alguna manera:

- en ese "yo" enfático de las 6 "antítesis" del Sermón de la Montaña, en las que Jesús, como nuevo legislador, coloca su propia autoridad por encima de la Ley, (cfr Mt 5.21-48),

- o en el "yo" de las curaciones (Mc 9.25; cfr Mc 2, 11 par),

- o en el "yo" del envío o la misión (Mt 10,16; Jn 20,21),

- o en el "yo" dirigido a Pedro (Lc 22,32)

Este "yo" reclama para sí como un derecho de autoridad divina y encierra en sí una doble autoridad, que es propia de Dios: la de perdonar (Mc 2,11) y la de legislar (Mt 5,21-48).

- d) La autoconciencia de Jesús, la podemos también rastrear por otras autodesignaciones. Así, por ejemplo, Jesús se designa a si mismo como:

- el único Maestro (cfr Mt 23,8), cuyas palabras no pasarán (Mc 13,31)

- el médico (Mc 2,17 par),

- el pastor (Mc 14,27 par; Jn 10),

- el arquitecto del Templo (Mc 14,58 par; Mt 16,18)

- el padre de familia que congrega en torno a la mesa a la familia de Dios (Mt 10,24ss; Lc 22,29ss).

Todo esto indica y significa que Jesús tiene conciencia de ser Él el que trae la salvación de Dios.

- e) Se pueden añadir todavía como expresiones de la autoconciencia de Jesús los textos con el "yo soy" que nos encontramos en el evangelio de San Juan. Y que unas veces llevan adjunto un predicado: "yo soy el pan de vida", “yo soy el Buen Pastor”, etc. Y que en otras están formuladas de una manera absoluta. Simplemente, con el "Yo soy", que recuerda el "Yo soy" de Yahve en el Antiguo Testamento (cfr Ex 3,14).

Como dijimos antes, al hablar del Hijo en el evangelio de Juan es éste el que desarrolla más ampliamente la relación única ontológica y psicológica de Jesús con el Padre ( Jn 10,30.38).

4.2. Qué pensaba Jesús de su misión mesiánica:

Hemos intentado rastrear un poco lo que pensaba Jesús de si mismo.

Y, ¿qué pensaba acerca de su misión mesiánica? Estas son algunas expresiones de la conciencia de Jesús acerca de su misión mesiánica. Tomemos como ejemplo las palabras de Jesús en determinados momentos de su vida, tales como:

a) a los doce años en el templo (Lc 2,49),

b) en las palabras que siguen a su transfiguración (Mt 17,9-13),

c) o a las que siguen a la confesión de Cesárea de Filipo (Mt 16,20-21 ),

d) en su actividad apostólica, remite al profeta Isaías (Is 6,1; cfr Lc. 4,17-21),

e) a los discípu1os de Juan les da el testimonio de las obras mesiánicas predichas por Isaías (Is 35,5; 61,1; cfr Mt 11,1-6),

f) declara a Juan como el Precursor del Mesías, anunciado por Malaquías (Malq 3,1; cfr Mt 11,9-10),

g) sabe que su pasión y muerte realizarán los vaticinios anunciados por los profetas (Lc 18,31-34),

h) invita a escudriñar la Escritura, pues ella da testimonio de Él (Jn 5,39; Lc 24,25-27).

Acerca de la conciencia mesiánica de Jesús, Angelo Amato escribe lo siguiente: “Toda su existencia terrena atestigua su ‘conciencia mesiánica’. Esto se manifiesta en el anuncio del reino presente en su persona, en su predicación, en sus actitudes, en sus acciones poderosas, en su pasión y muerte, en su resurrección. En resumen, toda su vida terrena, desde la concepción virginal a la glorificación, es una misión salvífica. Jesús es consciente de haber “venido” (Mt 2,17), de haber sido «enviado» para anunciar el reino de Dios (Lc 4,43; Mt 15,24), para llevar a cumplimiento la ley (Mt 5,27), para llamar a los pecadores (Mc 2,17), para servir y dar su vida en rescate por muchos (Mc 10,45; 14,24), para buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19,10)”.

Tema 3: Jesús y el Padre

Ejercicios

- Si ya en el Antiguo Testamento, Israel reconocía a Yahvé e incluso lo invocaba como Padre, ¿dónde está la novedad y la originalidad de Jesús a la hora de relacionarse y de relacionarnos con Dios?

Jesús y el Padre

- Cómo evolucionó el concepto de “Padre” en el AT y cómo se invocaba a Dios en Israel

- Cuando Jesús distingue: “Vuestro Padre” y “mi Padre”, ¿qué trata de indicar?

- ¿Cómo actúa “nuestro Padre” con nosotros y cómo nosotros debemos actuar con Él?

- Por qué es novedoso y original el apelativo de “Abba-Padre” que Jesús emplea en su relación con Dios

- ¿Podemos dirigirnos también nosotros a Dios con el “Abba-Padre” de Jesús?, ¿por qué sí?

- ¿Cuál es la relación que hay entre el “Hijo” y el “Padre”, según el evangelio de San Juan

- ¿Tuvo Jesús conciencia de su condición mesiánica? (el perdón de los pecados, “yo os digo...”, “Abba”-Padre)....

Tema 4: Apasionado por el Reino de Dios: Jesús y el Reino

El núcleo de la predicación de Jesús es el Reino de Dios. Puede decirse que sistemáticamente Jesús no predicó otra cosa sino el Reino de Dios. La venida de este Reino es para Jesús un “evangelio”, una “Buena Noticia: “Se ha cumplido el plazo, el Reino de Dios está cerca, arrepentíos y creed la buena noticia” (Mc 1,14-15). “Buena Noticia”, porque es una oferta gratuita por parte de Dios de salvación y de perdón de los pecados. “Buena Noticia”, porque es gracia y don de Dios (Mt 4,23; Mc 1,1)

"Reino de Dios " o " Reino de los cielos" aparece efectivamente en los evangelios, sobre todo en los sinópticos, como la categoría central de la predicación de Jesús. Jesús comienza su vida pública declarando la llegada del rein