cuevas marzo 23 ss

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MEMORIA INOIGeNA los te mplos, las ofrendas de p osita das en el interior de l as tum- b :1s. y los c1 le ndari os do nde se fijab an l os ritos anual es y se definía d se ntido de las ce re1nonias 1 nás importantes del reino. La propaganda que J oyce Marcus llama horizontal , p or el contrari o, i ba dirigida a un públi co amplio y u til izaba códi- gos senc illos , q ue podían s er leídos p or grupos ignorantes de los g lifos. La arqu it ectura grandil ocue nt e del centro ce re- n1onia l. los gr andes fre scos que de co raban los templ os y l os p alacios, la s ceremonias y las danzas colectivas solían ser s us transmiso res s Lo cie rt o es que la combina- ción de ambos tipos de propaganda l ogtransmitir un mensa- je continu o, repetido y casi inva riable, de cuya eficacia da cuenta su permanencia a lo largo de más de tres mil años. i 6. LA MEMORIA ESCRITA Y ()TRAS - - - FORMAS DE CONSER VAR EL Deirás de los proverbi os. los aforismos, la especulación filosófica y el ritual religioso, está la memoria de la experiencia humana, esparcida .:n el tiempo y sujeta al tratamiento narrat ivo [ ... ]. Todo esto equivale a afirmar que el saber y el discurso surgen de la e xperiencia humana y que la manera e lement al de procesar verbalmente la experie nc i:i humana es dando c uent a de ella más o menos como realmeme nace y existe , cont enida en el fluj o del tiempo. Walcer J. Ong, O ralidad y escrl111 ra We ha ve argued { ... } that any body of kn owledge accumulated tbro11gb experi ence ca ri be /ost a gain. unless 11 is íncorpora t ed 111 some kind ofe du cati onal d iscipline , and tbat ali societ ies qua soctetíe s ba ve to bai 1e tbis disciplin e, th e content o/ wbicb fs t be l mftatl on o/ behavlor b rll very' farg e(y tbe imilation vf words {.. ./. Preservalio1·1 o/ s 11 ch a corpus had to re /y on tbe liv ing <>f btÍ ma n bei11gs. and if th ese were to be effecti1oe in maintafning the tradít io n in a stableform . the h uman beings mu st be assísted In tlwír 111C'moriza tio11 o/ tbl! lit ·í 11g wor d by etl('I) ' pos.< lb/e m 11C'mc.mlc de1 · 1"e ll'hicb co1ilcl prí11t tbis w o rd 11po11 tbe co1tsóo11.< nc'.<S. Erk A. Havdoc k. Pre ft4<'<' to Pl ato .AJ final de este r ec.:o rr ido por las diversa s formas qui:.' b memori:1 c" n MeSl):1méril.· a. quiz:i pod:1mns prtT is:ir :tl¡.tu- n os rasgos de su n aturale za. y d arifü .: ar l:is r d:1l. 'l lHW:' qut:> se 21 7

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  • MEMORIA INOIGeNA

    los templos, las ofrendas depositadas en e l interior de las tum-b:1s. y los c1le ndarios do nde se fijaban los ritos anuales y se defina d sentido de las cere1nonias 1ns importantes del reino.

    La propaganda que Joyce Marcus llama horizontal , por el contrario, iba dirigida a u n pblico amplio y u tilizaba cdi-gos senc illos, que podan ser ledos p or grupos ignorantes de los g lifos. La arquitectura grandilocuente del centro cere-n1onia l. los g randes frescos que decoraban los templos y los palacios, las ceremonias y las danzas colectivas solan ser sus transmisores ms efectivos . ~3 Lo cierto es que la combina-cin de ambos tipos de propaganda logr transmitir un mensa-je continuo, repetido y casi invariable, d e cuya eficacia da cuenta su permanencia a lo largo de ms de tres mil aos.

    ? 1~

    i 6. LA MEMORIA ESCRITA Y ()TRAS - - -FORMAS DE CONSERVAR EL ~

    Deirs de los proverbios. los aforismos, la especulacin filosfica y el ritual religioso, est la memoria de la experiencia humana, esparcida .:n el tiempo y sujeta al tratamiento narrativo [ ... ]. Todo esto equivale a

    afirmar que el saber y el discurso surgen de la experiencia humana y que la manera elemental de procesar verbalmente la experienci:i

    humana es dando cuenta de ella ms o menos como realmeme nace y existe, contenida en el flujo del tiempo.

    Walcer J. Ong, O ralidad y escrl111ra

    We h a ve argued { ... } that any body of knowledge accumulated tbro11gb experience cari be /ost again. unless 11 is ncorporated 111 som e kind ofeducational d iscipline, and tbat ali societies qua soctetes ba ve

    to bai1e tbis discipline, the content o/ wbicb fs part~y tbe lmftatlon o/ behavlor b rll very' farge(y tbe imilation vf words { .. ./.

    Preservalio11 o/ s11ch a corpus had to re /y o n tbe living memorie~ f btman bei11gs. and if these were to be effecti1oe in maintafning the

    tradtion in a stableform. the h uman beings mus t be asssted In tlwr 111C'moriza tio11 o/ tbl! lit 11g word by etl('I) ' pos.< lb/e m 11C'mc.mlc de1 1"e

    ll'hicb co1ilcl pr11t tbis wo rd i11dellb~r 11po11 tbe co1tso11.

  • MF~IOHIA INllll ; f'NA

    Gan entre la memoria e scrita y las o tra s formas d e conseivar y recordar el pasado.

    Contra riame nte a una antigua tradicin , hoy se acepta que Lt memuric.1 no es e l conjunto de in1pres iones que he reda-mos de l pasado, sino una reconstruccin continua, hecha por los actores individuales y colectivos d e la historia. El soci logo fra ncs Maurice H a lbwach s fue quiz el prime ro que a rgument que la n1en1ori:1 no era una c reaci n indivi-dual , si no un producto social, un lenguaje y, en tanto cal, un:t creacin colectiva. 1 Como d ice Eliza beth Tonkin, tocios recorclamos, pero "nuestros rec uerdos son respuestas al inundo e x te rior, y en este sentido es el munclo exterior el que nos huce co1nprender lo que realme nte somos". 2

    Contra la s conce pciones d e tenninistas que afirmaban que la memoria era a lgo heredado gen ticamente, H albwachs enfatiz la influencia de la familia, la re ligin y los grupos sociales e n la fonnacin d e la memoria. Y contra la tesis de Be rgson , p ara quien la memoria era un a coleccin ele im-genes fundadas en experiencias individuales, Halbwachs sos-tuvo que la memoria era una reco nstruccin racional del pasad o e laborada por la conciencia del grupo. En. pginas aho ra muy citadas, Halbwachs p ropu so una nueva interpre-tacin de los orgenes de la memoria:

    e s dentro de la sociedad d o nde normalmente el ho mbre adquie re sus recuerdos , do nde los manifiesta y , como se suele decir, donde los reconoce y los s ita [ ... ). Es en ese~ sentido que existe u na memoria colectiva [. .. J. No es sufi-ciente, s in embargo, decir que los individuos, c.uando re-cuerdan. lo hacen empleando un marco social. [Debe subrayarse que) es en Ja pe rspectiva del g rupo o de los grupos donde es p reciso ubicar el recuerdo[. . .). Se puede

    -- - ----

    6. LA Ml!MORJA ESCRJTA Y OTRAS FOl\JllAS OE CON~ERVAR EL PA~ADO

    decir que e l individuo recuerda cuando est inmerso en el punto de visea del grupo, y que la me mo ria del~ se realiza y se manifiesta e n las memorias individuales.'

    Otros auto res corroboraron ms tarde la tesis de Halbwachs sobre los o rgenes colectivos de la me moria. En contraste con lo que ocu rra hace unas cuantas dcadas, ahora sabe-mos ms acerca de la formacin social de la memoria , sobre los procesos biolgicos que la conforman y sobre las rela-ciones entre la memoria individ ual y la colectiva. Desde la aparici n del libro fundador de Frances Yates, The An of lvfemory (1966), cobraron fuerza los estudios dedicados a indagar las tcnicas imaginadas por e l ingenio humano para almacenar, o rde nar y mejorar el uso de fa memoria.5 Por esos estudios sabemos que los pueblos antiguos le otorga-.ron una atencin obsesiva a los procedimie ntos que permi-tan fijar, retene r y d ifundir la expe riencia colectiva. Milman Parry, Eric Havelock, j ack Goody y otros pio neros del estu-dio h istrico de la memoria pusie ro n de relieve los mecanis-mos desarro llados por las culturas o rales p ara transmitir sus experiencias , y a rro jaron luz sobre la s relaciones interdependientes que se crearon entre las culturas orales y las basadas e n la escritura.6 Tanto Yates como Havelock con-cuerdan con la idea bsica que compartan los ms antiguo~ pensadores griegos sobre la memo ria. Simnides, un poeta griego anterior a la invencin de la escritura, deca:

    de todas /as impresiones que recibimos, aquellas que se fijan ms profundamente en nuestro espritu son las que nos fuero n transmitidas y comunicadas po r los sentidos; y, de e n tre todos los sentidos, el ms sutil es el de la visra. '

    2 1Q

  • MEMO RIA INDICENA

    Las aportaciones de Milman Parry, Frances Yates y Erick Havelock describieron los mecanismos que en la antige-dad clsica y hasta el Renacimiento hicieron de la memoria oral el recipiente idneo para almacenar el conocimiento. Durante el largo periodo en que la humanidad ignor la imprenta y careca de papel para tomar notas, la memoria educada fue el ins trume nto indispensable para transmitir los conocimientos de una generacin a las siguientes. Yates dis-tingue entre la memoria natural y la memoria educada o artificia l . Dice que Ja primera es aquella que est grabada en nuestro espritu , la que naci al mismo tiempo que el pensa-miento. En cambio, la memoria artificial es una memoria reforzada por el esfuerzo adicional de rete ner lo percibido por los sentidos, especialmente por la vista y el odo. Esta memoria deliberadamente instruida para recoger la expe-rie ncia h umana es la que por muchos siglos impidi que el conocimiento adquirido pudiera perderse, y fue la que hizo posible que una generacin heredara sus experiencias a sus d escendientes.8 Dicho con otras palabras, "en una cultura oral, la experiencia es intelectualizada nemotcnicam~nte":9 Para alcanzar esos objetivos las antiguas sociedades 1mag1-naron tcnicas y procedimientos muy sofisticados, y social-mente crearon individuos con memorias prodigiosas, cuya capacidad y proezas apenas podemos imaginar. . .

    Quiz la aportacin n1ayor de Frances Yaces haya sido d1~cernir los mecanismos sobre los que reposaba la memona artificial, y ofrecernos una idea clara de su desenvolvimient~. desde la angua Grecia hasta el Renacimiento. Yates advut10 que e\ ane de \a memoria se fund sobre dos reglas: la recor dacin de\ lugar y la recordacin de imgenes. Un locus es un lugar fcilmente retenido por la mem~ri~ (una c~sa, un edificio construido en varios niveles) . Las unagenes ~on for

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    6. LA MEMORIA ~SCRITA Y OTRAS FORMAS DE CONSERVAR EL PA~AOO

    mas, s ignos o smbolos de aquello que deseamos recordar. De Homero a Gio rdano Bruno, pasando por sanco Toms ~e Aquino y los bardos populares, los maes tros del ane memo-rioso guardaron en lugares definidos los hechos que deseaban conservar. A me nudo constn1yeron edificios nemotcnicos ima-ginarios, dotados de mltiples pisos, decenas de recmaras y cientos de gavetas donde ordenadamente almacenaron los asumos que les importaba recordar, y apropiadamente lla-maron a estos espacios "arcas, almacenes, castillos 0 tem-plos de la memoria ". Por otra parte, para representar los acontecimientos que deseaban recordar se sirvieron de sm-bolos ino lvidables: acudieron a imgenes fants ticas, inven-taron escenas que causaban pasmo y crearon figuras mar.tvillosas o monstruosas, con la sola intencin de grabarlas indeleblemente en la memoria.10 En todos estos casos se sigue la regla de que para recordar es preciso "pensar cosas memorables".11

    Ocro instigadc:ir del arte de la memoria es la repeticin. ~uando una sociedad descansa en un sistema de comunica-cin oral, se ve: obligada a depender de una tradicin que se expresa a traves de mensajes o modelos fijos, los cuales a su vez son transmitidos del mismo modo. 12 Como sabemos el

    ~~~er de retencin de la memoria est fundado en la re~er_1c1o n . Un a de las primeras invenciones del cerebro humano fue co_nvertir e l pe nsamiento e n habla rtmic&, e n cantos armo niosos Y repetidos que permitan su recordacin. Eric Havelock dice _que es_te proceso dio origen a lo que hoy

    , llan:iamos poes1a . Sosuene que originalmente la poesa era un instrumento funcional que almacenaba informacin con el propsito de establecer una tradicin y heredarla :1 las

    futur~s generacio nes. Al mismo tiempo que el canio rimado reun1a e~ la m~moria los conocimientos indispensables p::in1 la supervivencia del grupo, adopt el ropaje de la seducci n.

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  • MEMORIA INOIC ENA

    Para transmitir e ficazmente el legado heredado, el canto se torn en actuacin, y sus actores buscaron fascinar y pe rsua-dir a su auditorio mediante e l despliegue del movimienco corporal, el riuno de la danza y e l e ncanto de la msica. 1j

    En este sentido, contina Havelock, el p ropsito de la poesa homrica sea doble. Por un lado atenda el cometido ele divertir; la poesa era un a rte dedicado a e ntretener a su auditorio. Por otr:. parte tena tambin un sentido funcio nal: era un mtodo pam aln1acenar los conocin1ientos necesarios para la preserva-cin del grupo. Por eso afirma Havelock que el lenguaje de Homero es el conocimiento almacenado oralmente para ase-gurar Ja supervivencia de Ja comunidad que lo produjo. Era la e nciclopedia que resuna Jos conocimientos ms preciosos del grupo. Tal es el proceso que ha p reservado las grandes tradiciones literarias de Ja antigedad, desde Homero , las tradi-ciones hindes, hasta la Biblia: Aunque intangible, la memoria oral y visual tambin es una memoria de larga duracin.14

    Si comparamos lo que sabemos acerca del o rigen de la mem-ria occidental con lo que empezamos a conocer de la memoria indgena en Mesoamrica , caemos en la cuenta que ambas tradicio nes, aun cuando son equidistantes, comparten simi-litudes que sorprenden. En Mesoamr ica la memoria o ral, visual y escrita es tambin un producto colectivo, obra de la actividad y las inte racciones del g rupo, la tribu o e l pueblo. En estas sociedades la memoria es un instrumento dedicado a conservar Jos conocimientos necesarios para sobrevivir. La experiencia que se almacen e n esos recipien tes e ra lo que el grupo deseaba y necesitaba recordar. Al mismo tien~po, los creadores de estos a rtefactos envolvieron su mensa1e en el atractivo lenguaje del movimiento corporal, lo iluminaro n ~on las luces de Ja escenografa y la danza, y le agregaron el sonido de la msica. En este sentido la memoria mesoamericana es

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    6 . LA MEMORIA ESC Rl"f A Y OTllA~ FORMA~ l)f. CONSER\"AR El l'ASAl)Q

    tambin una memoria artificial, un artefacto ejercitado para ordenar y propagar la e xperiencia colectiva.

    Como se ha visto antes, los textos do nde se transcribieron los micos pa le ncanos, mixtecos, k 'iche', nauas o purpechas son una enciclopedia de los conocimientos que esos pue-blos queran conservar y difundir. Son obras que provienen

    . de la rica tradicin oral m esoamericana, pero que adoptaron la forma de un canon literario desde e l momento en que se fundaron los reinos. Es verdad que en la literatura histrica de un pas hay pocos momentos en Jos que surge un a nueva interpretaci n del pasado suficienteme nte fuerte como para establecer un canon del p e nsamiento histrico. Es decir, muy rara vez ocurre un acontecimiento capaz de darle una nueva interpretacin al proyecto histrico de un pueblo, que al mismo tiempo infunda en sus habitantes el sentimiento de estar unidos por un pro p sito comn. 1 ~ Esto e s precisame n-te Jo que aconteci cuando surgieron los reinos en Mesoamrica, cuando sus gobernantes mandaron encapsular la memoria del grupo e n un texto nico, invariable en la forma y e l contenido. e incesanteme nte transmitido a travs de medios persuasivos. El mensaje que cransmici ese texto deca que los pobladores del reino eran los heraldos de una nueva era de l mundo, y s us custodios.

    Hay que insistir en las similitudes que se advierte n en las rc~icas europeas de ejercitar la memoria y las mesoa-me~1canas, porque estos son aspectos que no se haban es-tudiad~_ antes. Coino e n e l caso de la tradicin europea, la memona mesoamericana descansa e n las reglas de remem-branza del lugar y de fi jacin de imgenes. La memori:i mesoamericana ubic e l escenario de los mitos de creacin ~el cosmos e n dos planos espaciales: la regin celeste ~- el infr.imundo. Como se ohserva en el Popo! Vub, las :ics

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  • prins eventos antes que la presentacin "lgica" de los mismos. En lugar de disecciona r o divid ir, la memoria oral toca liza, e.orno Jo seal Claude Lvi-Strauss. 17 La tradicin oral es proclive a la redundan cia, y tambin estimula el discurso florido y Ja verbosidad. La cultura oral repite continuamente los mismos ce rnas para mantener Ja continuidad del relato. Como dice Ong, la "re dundancia, Ja repeticin de lo apenas dicho, man-

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    l

  • tiene eficazmente tanto al hablante como al oyente en la misma sintona-.1'

    Por otro lado, como las culturas orales carecen de con-ceptos abstractos y de categoras analticas complejas, es-tn obligadas a "conceptualizar y expresar en forma verbal todos sus conocimientos, con referencia ms o menos estre-cha con el mundo vital humano". Al contrario de lo que ocurre con la escritura, la cual separa al que sabe de lo sabido, la cultura oiral busca una '"identificacin comunitaria , emptica y estrecha con lo sabido" .19

    Por ltimo, las sociedades orales, por la misma razn "que deben dedicar gran energa a repetir una y otra vez lo que se ha aprendido arduamente a travs de los siglos" , tienden a ser tradicionalistas en la forma y en el contenido de sus medios de comunicacin. 20 Pero al contrario de lo que se crea antes sobre la memorizacin oral, el aprendizaje de memoria, pa-labra por palabra , no es propio de esta tradicin, pues care-ce de un texto de referencia primario con el cual confrontar las versiones posteriores. Ahora se reconoce que en las so-ciedades de tradicin oral jams el himno cantado por un bardo repite el original; ni el mismo bardo reproduce la versin anterior con perfecta exactitud. De hecho cada rela-tor de mitos o de cantos elabora una. nueva versin en el mo-mento de su actuacin, siguiendo los lineamientos nucleares de la tradicin establecida. Gracias a estos estudios sabemos cmo se hace un bardo: "escuchando durante meses Y aos a otros bardos, quienes nunca cuentan el mismo relato de la misn1a manera sino que utilizan una y otra vez las frmulas habituales cuando se traca de los temas acostumbrados". zi

    Dicho esto, tratemos de precisar los rasgos que distinguen al lenguaje escrito en Mesoamrica. Como se ha visto, desde la aparicin de los primeros reinos el lenguaje escrito se con-

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    , --

    virti en el emisor y uniformador de los mensajes del grupo dirigente. Para mantener el orden jerrquico establecido por el nacimiento del reino fue necesario unificar la mentalidad de sus pobladores en torno a valores y creencias comparti-das. Esta exigencia dio origen a "una continua produccin de formas ideolgicas" para uniformar las diversas mentali-dades y grupos, y promovi una circulacin constante del discurso del poder "para reforzar o modificar" los valores considerados indispensables para infundirle identidad a los habitantes del reino. zz

    El nacimiento de la escritura implic la subordinacin a elJa de los otros lenguajes. Los lenguajes que antes se expresa-ban con autonoma a travs del rito, la imagen, el canto o el mito, fueron obligados a traducir con fidelidad el mensaje escrito en los glifos o en las pictografas. La sorprendente uniformidad del relato de la creacin del cosmos y el princi-pio de los reinos en las diversas culturas de Mesoamrica a lo largo de ms de tres mil aos, es una demostracin xxlerosa del dominio que impuso la escritura a las otraS formas de expresin.

    Para mantener su condicin de lenguaje exclusivo de los gobernantes, la escritura se transform en un discurso tcni-camente complejo, difcil de aprender y manejar, y poblado de metforas oscuras. Su aprendizaje requiri un empeo prolongado y su acceso se limit al linaje de los nobles .. Desde sus orgenes, la escritura fue concebida para ser manejada por unos cuantos, y por esa razn sus sistemas de enseanza fueron selectivos y conservadores. Adems de estar protegi-da por procedimientos estrictos de seleccin y enseanza, la escritura fue rodeada por otras barreras que la convirtieron en un saber sagrado y esotrico. Por ejemplo, en las culcuras mesoamericanas su inventor es un dios. Varias fuentes le atribu-yen a Itzamn, el dios principal de los mayas, la invencin

    --227

  • ME.\IORlA INOIGENA

    de la escricura. En la cermica de la poca clsica Itzamn aparece como escriba y maestro de los aprendices de este arte. Sin embargo, en la tradicin maya el patrn de los escri-bas es el dios mono. Como se aprecia e n las representacio-nes del escriba, a me nudo ste aparece con algunos atributos del mono (Fig. 71). n

    Aun cuando la escritura se volvi el lenguaje del poder y, en este sentido, se impuso a los otros lengua.jes, su relacin

    A GURA 7 1. Pintura de un va.'iO maya de la poca clsica con Ja figura de un dios que ene la apariencia de un hombre-mono. y un 1ocado que Jo identifica como un ah k'wn huno conservador de los cdices. f oiografa basada en Coe Y Kerr 1997: 82-83, Jm. 33.

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    6. Lo\ MEMORIA ESC RITA Y OTRAS FORMAS OE COS SERVAR El PASADO

    con e llos fue de interde pendencia , no de dominio o separa-cin absoluta. Como se ha visto antes, los textos nauas distin-guan e l discurso pictogrfico de su representacin oral, lo cual remite a un momento donde e l discurso escrito y el dis-curso o ral marchaban juntos y estaban interconectados.2 El cdice donde se inscriban los acontecimientos histricos era entonces un recurso nemotcnico, una ayuda de la memoria que pe rmita retene r los hechos esenciales, pe~o sin l~ capa-c idad para describirlos con profundidad, a mplitud y riqueza de deca lles.25

    Para describir y matizar e l hecho nscrito en los documen-tos se desarroll o tro p rocedimiento. Al lado de los tlacuilos o especialiscas en pintar los libros, haba los expertos en leer-los, interpretarlos, memorizarlos y exponerlos o ralmente a quie nes no dominaban ese lenguaje.26 Por estas limitaciones tcn icas e l discurso histrico naua se divida en dos parres: una registraba los acontec imientos ocurridos en ideogramas simples y precisos, y otra transmita su significado a un pblico ms amplio a travs de l le nguaje o ral que les dab;i fuerza

    expr~siva, matiz y colorid. Ambas partes demandaban un aleo grado de especializacin y por eso su ejercicio estaba limitado al g rupo selecto de los escribas-sacerdotes.

    Quizs e l rasgo ms n o ta ble de l discurso histrico de los pueblos de Mesoamrica sea su vinculacin con el altpetl. El altp e tl es el polo magn tico que concentra la memoria ind-gena e n sus versiones escritas, orales. visuales y ritu:.des. En la memoria indgena el altpetl es. en primer luga r. el territo-rio donde se ha establecido el grupo tnico. la reside-ocia de los ante pasados. el camp o de cultivo que provee la subsis-tencia de los poblado res y el s mbolo te rrito rial del reino . En segundo lugar, es e l es pacio donde transcurre Ja vida de relacin de los miembros de la comunidad y el sitio donde se

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  • MF.MO RIA INDIG~NA

    tejen las identidades tnicas y las solidaridades sociales. Por ltimo, e l altpetl es la capital del reino, el lugar donde radi-can las autoridades administrativas, religiosas, militares y po-lticas. Su centro ceremonial es e l corazn estratgico del reino y una imagen resumida del cosmos. Por reunir estas cualida-des el altpetl se convirti en el centro de la identidad territo-rial, tnica y poltica de la comunidad: era la expresin concentrada de la nacin.

    La memoria indgena no olvid nunca estas caractersti-cas. La primera versin escrita del mito cosmognico co-mienza con el ordenamiento del cosmos y concluye con la fundacn del primer altpetl, el re ino prodigioso bajo cuyo amparo comienza una nueva era y se desarrolla la vida civi-lizada . Como se ha visto antes, los mitos cosmognicos mesoamericanos son una celebracin del nacimiento del esta-do, la institucin poltica a la que se atribuye el surgimiento de la vida civilizada.

    El mito palencano, el Cdice de Viena, el Popo/ Vuh o la Historia de los m exicanos por sus pinturas son textos que despus de describir e l momento ino lvidable de la creacin del cosmos se concentran en relatar los orgenes de la na-cin y e n d~scribir las hazaas que llevaron .sus caudillos a conquistar a otros pueblos, fundar nuevas ciudades y esta-blecer reinos poderosos. Esta descripcin, siempre narra~a en el estilo de los anales, adopta la forma de una memoria histrica del pueblo palencano, mixteco. k'iche' o :1aua, Y constituye una sntesis de sus valores sociales m~s est~~ados: una enciclopedia de los conocimientos que los 1den~1f1~~ban como nacin. Los mitos cosmognicos, los relatos h1stoncos, los ritos y las ceremonias colectivas son entonces una suerte de cpsulas histricas donde estos pueblos concentrara~ la memoria social sin la cual no podan subsistir como nacin.

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    7. LA MEMORIA ROTA, PERSEGUIDA, CAMBIANTE Y RENACIDA

    E1 inesperado desembarco de la gente blanca en las playas de Veracruz se tradujo en una sucesin de catstrofes, una de las cuales trastorn las formas de acumular la memoa nativa y sus correas de transmisin a las generacio nes futuras. Cuan-do concluy el arrasamiento de Mxico -Tenochtitln y fue-ron vencidas las capitales que regulaban la relacin con el cosmos y los dioses. por todos los pueblos se extendi la sensacin desoladora de vivir un tiempo de catstrofe. El asesi-nato y la persecucin que abati a sus dirigentes acencu el sentimiento de padecer un trastocamiento del orden existente, "un tiempo loco, un mundo al revs, como decan los mismos testimonios indgenas.

    Sorpresivamente Ja sabidura acumulada en la escritura jeroglfica desapareci. Inexplicablemente no hubo ms cuen-ca de los aos. El exacto registro indgena del tiempo se aca-b con la llegada de los espaoles. En Yucatn, un texto maya da cuenta de esa experiencia sobrecogedora:

    Este ao se termin de llevar el Katn; a saber. se termin de poner en pie la piedra pblica que por cada veinte tunes que venan se pona de pie

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    -

  • cejen las identidades tnicas y b s solidaridades sociales. Por ltimo. el allpetl es Ja capital del reino. e l lugar do nde ndi-can las autoridades adininistrativas, religiosas. militares y po-lticas. Su centro ceremonial es el corazn estratgico del reino y una in1agen resumida del cosmos. Por reunir estas cualida-des el a/tpetl se convirti en e l ce ntro de la identidad territo-rial, tnica y poltica de la comun idad: e ra la expresin concentrada de la nacin.

    La memoria indgena no o lvid n unca estas caractesti-cas. La primera versin escrita del mito cosmognico co-m ienza con el o rdenamiento del cosmos y concluye con la fundacin del primer altpetl, el reino prodigioso bajo cuyo amparo comienza una nueva era y se desarrolla la vida civi-lizada . Como se ha vis to a n tes, los mitos cosmognicos mesoamericanos son una celebracin del nacimiento del esta-do, la institucin poltica a la que se atribuye el surgimienco de la vida civilizada.

    El mito pale ncano, e l Cdice de Viena, el Popol Vuh o la Historia de los mexicanos p or sus pinturas son textos que despus de describir el momento inolvidable de la creacin del cosmos, se concentran en relatar los o rgenes de ~ a na-cin y e n describir las hazaas que llevaro n .sus caud1llos a conquis tar a otros pueblos, fundar nuevas ciudades y esta-blecer reinos poderosos. Esta descripci n , siempre narra~a en e l est ilo de los anales, adopta la forma de una memona histrica del pueblo pa lencano, mixteco, k 'ich_e' o ~aua, Y consti tuye una sntesis de sus va lo res sociales m~s est~".1ados: una e nciclopedia de los conocimientos que los 1den~1f1~~ban . como nacin . Los mitos cosmognicos, los relatos histoncos, los ricos y las ceremonias colectivas son entonces una suerte de cpsulas hist ricas donde este~ puebl~s ~oncencraro~ la memo ria social s in Ja cual no pod1an subs1sttr como nacin.

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    7. LA MEMORIA ROTA, PERSEGUIDA, CAMBIANTE Y RENACIDA

    E1 inesperado desembarco de la gente blanca en las p layas de Veracruz se tradujo en una sucesin de catstrofes, una de las cuales trastorn las formas de acumular la memoria nativa y sus correas de transmisi n a las generaciones fu tu ras. Cuan-do concluy el arrasamiento de Mxico-Tenochtitln y fue-ron vencidas las capitales que regulaban la relacin con el cosmos y los dioses, por todos los pueblos se extendi la sensacin desoladora de vivir un tiempo de catstrofe. El asesi-nato y la persecucin que abati a sus dirigentes acentu el sentin1iento de padecer un trastocamiento del orden existente , "un tiempo loco", un mundo al revs, como decan Jos mismos testimo nios indgenas.

    Sorpresivamente la sabidura acumulada en Ja escritura jeroglfica desapareci. Inexplicable mente no hubo ms cuen-ta de los aos. El exacto registro indgena del tiempo se aca-b con la llegada de Jos espaoles. En Yucatn, un texto maya da cuenta de esa experiencia sobrecogedora:

    Este ao se termin de llevar el Katn; a saber, se termin de poner en pie Ja piedra pblica que por cada veinte tunes que venan se pona de p ie

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  • MEMORIA INDICENA

    (. .. ) antes que llegaran los seores extranjeros, los espaoles, aqu a la comarca [de Yucatn) . Desde que vinieron lqs espaoles fue que no se hizo nunca ms. 1

    El primer efecto de la Conquista sobre la memoria indge-na fue la destn1ccin del sistema estatal que recoga y pro-pagaba el pasado por medio de los cdices, los ritos, la arquitectura, e l canto y las ceremonias colectivas. Al desapa-recer las instituciones que antes almacenaban la memoria se perdieron tambin los instrumentos que aseguraban su trans-misin de una generacin a la $iguiente. Otro efecto de la Conquista fue la represin de la antigua memoria. Desde la invasin europea la transmisin d~l pasado indgena se pro-dujo en un clima de hostigamiento que ahog las formas de recordacin que disentan de las impuestas por el vencedor. Por estas circunstancias inhibitorias los modos indgenas de preservar y transmitir el pasado se transformaron en prcti-cas ocultas, se encerraron en cdigos secretos o se disfraza-ron con ropajes cristianos.

    La Conquista europea cambi la naturaleza misma de la memoria indgena. Como se ha visto antes, la memoria nati-va estaba asentada en fundamentos propios, como el altpet/ o estado territorial indgena, y los pobladores del reino, quie-nes eran los receptores privilegiados del mensaje encerrado en las imgenes, los cantos y los cdices. El objetivo de esa memoria era reproducir el momento inefable de la creacin primordial, transmitir los valores que haban forjado la forta-leza de sus ancestros y asegurar la preservacin de esos lega-dos. Para cumplir con ese cometido adquiri la forma de una 1nemoria homognea, aniquiladora de los discursos opues-cos al suyo. Estas caractersticas de la antigua memoria ind-

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    7. LA MEMORIA ROTA, PERSEGUIDA, CAMBIANTE Y RENACIDA

    gena fueron las ms atacadas por la memoria del conquista-dor, que al asentarse en el territorio mesoamericano deman-d para s los privilegios que antes se haba arrogado la memoria indgena.

    Desde la implantacin del dominio espaol la memoria indgena se convirti en una memoria marginada, persegui-da y contingente. Perdi hegemona y fuerza reproductora. La Conquista espaola quebrant el canon indgena que hasta entonces haba servido para relatar el nacimiento n1aravillo-so del cosmos, el origen de los seres humanos y la fundacin de los reinos. En lugar de una gnesis nica y de un transcu-rrir humano gobernado por ciclos temporales recurrentes, la Conquista impuso la interpretacin cristiana de la historia y la concepcin de un desarrollo lineal del c;ievenir humano.2 Este fue el nuevo canon que por tres siglos domin el discurso de la historia instaurado por el conquistador.

    Aun cuando la concepcin cristiana de la historia tuvo pre-tensiones hegemnicas y se empe en combatir las inter-pretaciones opuestas a la suya, por primera vez concurrieron y se contradijeron diversas concepciones del pasado en el territorio americano. La novedad en los relatos acerca del Nuevo Mundo es la presencia de distintas concepciones de la historia, asumidas por los ms variados actores: soldados y conquistadores convertidos en cronistas improvisados, frai-les motivados por anhelos milenaristas, sacerdotes y funcio-narios que profesaban ideas renacentistas, clrigos :aferrados a dogmas medievales, cronistas oficiales ... A esta diversidad de intrpretes europeos se unieron las creencias sobre el pasado sustentadas por los pueblos indgenas y las mltiples concepciones de los grupos que resultaron del inusitado en-cuentro racial: criollos, mulatos, mestizos ... As, en contraste con la concepcin nica del pasado que predomin en

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  • ME.\10RIA INOiGENA

    Mesoamrica por cerca de eres mil aos, en los comienzos del virreinato hubo una explosin de interpretaciones de la historia. cada una independiente de la otra y casi todas en abierta oposicin con las dems.

    Un rasgo propio de esta poca es la aparicin de nuevos actores sociales y la correspondiente afirmacin de su me-moria tnica o grupal. A lo largo de casi tres siglos, y con 1nayor fuerza encre 1521 y 1700, la Nueva Espaa experi-ment el nacimiento de nuevas identidades hasta ahora poco estudiadas, aun cuando se habla mucho de Ja identidad criolla que despunta en el siglo XVII. Lo que ocurre en este ciempo, sin embargo, es algo ms complejo que Ja afirmacin social de los criollos: se trata del nacimiento de una nacin pluritnica y pluricultural, marcada por Ja inesperada inser-cin de los europeos, negros y asiticos en la matriz nativa, y por Ja transformacin de las etnias indgenas en grupos culturalmente mestizos. Es una poca trasegada por movi-mientos sociales incensos y por un proceso que va de lo homogneo y bien delimitado a lo heterogneo florando en fronteras imprecisas.

    La fornrncin de las nuevas identidades criollas, mestizas o indgenas est marcada por disrupciones con las matrices fundadoras. En tanto que los criollos se separan poco a poco de sus races hispanas para afiliarse a Jo americano, los ne-gros difuminan sus orge nes africanos y adoptan una varie-dad de tradiciones provenientes de los indgenas, las castas y Jos europeos. Lo mismo ocurre con Jos grupos tnicos nati-vos, que padecen cambios profundos en la medida en que es ms cercana su proximidad con la poblacin espaola.

    Pese a la intensa transformacin que Ja sociedad indgena experimenta en estos aos, la visin ecnocnrrica que ha do-minado los estudios histricos slo contempl Jos cambios

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    T f

    7. i.A MEMORIA ROTA, PEllS EGUIDA. CAMBIANTE Y RENACIDA

    inducidos por los actores europeos, sin reparar en las accio-nes emprendidas por los propios indgenas. En los relatos del conquistador o del cronista europeo el indio no era sujeto de historia: apareca como mero reflejo de la accin de sus ven-cedores. En estas obras era frecuente presentar a los indios como seres pasivos que aceptaban sin ms los cambios im-pulsados por sus dominadores.

    Las pginas que siguen son una refutacin de ese argu-mento. Lo cierto es que inmediatamente despus die la Con-quista en todas partes los antiguos pueblos y los recin fundados actualizaron sus mecanismos orales y visuales para recordar el pasado, adquirieron algunas de las tcnicas euro-peas para registrar los hechos histricos e inventaron nuevas formas de corunemorar sus tradiciones y heredarlas a sus descen-d ientes.

    Apenas se ha explorado la d iversidad de memorias que recogen Ja experiencia de las etnias que habitaron el territo-rio que hoy llamamos mexicano. Entre stas, una de las me-nos conocidas y ms reprimidas es la memoria indgena. De ah que las pginas que siguen no intenten presentar un relato sistemtico de sus innumerables manifestaciones. No hay fuentes ni estudios que apoyen un proyecco de esta nacurale-za.3 Lo que sigue es apenas una exposicin fragmentada de pequeas porciones de esa memoria , una coleccin de pe-dazos desperdigados de una gran nebulosa cuyas dimensiones apenas es posible atisbar. Se trata, adems, de una nebulosa en continuo desplazan1iento y transformacin. Quiz la ma-yor dificulcacl para asir Ja memoria indgena sea su movimiento y transfiguracin sin reposo, su recreacin inmedara cada vez que se modifica la realidad histrica que Ja co.nfonn:i. Con todo, los fragmenros de memoria indgena que presen-to aqu dan cuenra de esa constanre mutacin y de los innume-

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  • MEMORIA INDiGENA

    rabies procedimientos que ilnaginaron estos pueblos para recobrar su pasado y ponerlo al servicio del presente.

    Como se ver adelante, se trata de un campo poco fre-cu~ntado por los historiadores y antroplogos. Veamos, en

    ~nmer lugar, los planteamientos de quienes primero propu-sieron comprender la historia desde el mirador de la expe-riencia indgena.

    En Los aztecas bajo e/gobierno espaoi,4 publicada en 1964, Charles Gibson re1novi los enfoques tradicionales de la h is-toria indgena y propuso una interpretacin cuya pertinen-cia sigue vigente hoy da. Contra la idea entonces aceptada de que la Conquista espaola haba destruido la civilizacin indgena, Gibson descubri, detr

  • MB10RIA INOfCENA

    En otro libro, Los Yaquis. Historia de una cultura (1980) Spicer lle v a cabo la indagacin m s penetrante que se h~

    h~cho de ~os procesos de conquista, resistencia y adapta-c i n expenmentados por un pueblo indgena en el norte de M xico.6 Esta obra presenta el primer trazo hist rico de Jos

    c~n:1bios que tra nsfo rmaron Ja vida de Jos yaquis y los con-v1rt1eron en "un pueblo resistente", e n una comunidad crea-dora de acendrados smbo los d e identidad que los mantuvie ron unidos a pesar de la serie de infaustas vicisitu-des que se abatie ro n sobre ellos .

    A travs de un ir y venir e n tre la historia y la antropologa, Spicer ofrece una nueva interpreta cin de los sistemas de gobierno yaqui que se sucedieron e n los aos de 1620 a 1970. Muestra los complejos intercambios ocurridos entre la re lig iosidad indgena y los cultos cristianos, la constante re-creacin de los mitos de fundaci n de los ocho pueblos yaquis, y Ja ininte rrumpida readaptaci n de los smbolos imaginados para darle cohesin a la nacin yaqu. Su obra es u na cala profunda en Jos e scurridizos testimonios que info rman cm o los yaquis se concibieron distintos de otros pueblos, y cmo lograron mantener su identidad a pesar de sufrir el peso avasallador ele tradiciones extranjeras, la prdi-da de su territorio, la sustitucin del idioma ancestral po r una le ngu a e xtraa, y padecer las encarnizadas persecuciones que se propusieron extinguirlos.

    Spicer registra la influencia de las tradiciones yaquis en la conservacin de sus antiguos valores y, por otra parte, la marejada de cambios que se volc sobre sus comunidades. Advierte que cada uno de estos cambios produjo una re nova-cin de la identidad yaqui, que a su vez dio paso a una nueva inte rpretacin de la me moria que sustentaba la existe ncia de ese pueblo. A cada nueva transform acin de la realidad los

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    7. LA MEMORIA ROTA, PERSEGUIDA, CAMBIANTE Y RENACIDA

    yaquis respondiero n con una nueva ideacin del pasado. Irreprimiblemente, cada vez que el presente dej de embonar con la idea que se haban hecho del pasado fundado r, ste fue reconstruido para e nfrentar los desafos que a menaza-ban la sobrevivenc ia del pueblo yaqui.

    Los YAQUIS y LA RENOVACIN CONl1NUA DE LA MEMORIA INDGENA

    Esta incesante readecuacin del pasado con el presente, uno de los rasgos distintivos de la memo ria indgena , tiene un ejemplo e xtraordinario en el caso de los yaquis estudiado por Spicer, que voy a c itar como un modelo para analizar el fenmeno de las cambiantes identidades indgenas en la his-toria de Mxico. El pri1ner cambio que presenta Spicer es el de la transformacin de las dispersas tribus que habitaban las riberas del ro Yaqui en ocho pueblos compactos, esta-blecidos hacia 16 17 por iniciativa de los misioneros jesuitas. La singularidad de la histolia yaqui comienza con esta fun-dacin, que es consecue nc ia de una invitacin hecha por los pro pios jefes tribales yaquis a los misioneros, y no el resultado de una g uerra de conquista . Antes, en 1610, los yaquis le h~ban inflig ido una aplastante derroca al capicn ~1eg~ Martmez de Hurdaide, quien por primera vez intent invadir e l territorio baado por el ro Yaqui. Ms tarde, en

    lug~r de aguardar una nueva aco metida militar, Jos yaquis ~v1er~n la ocurrencia de invitar a los misioneros jesuitas a d1fund1r la fe cris tiana e n sus poblaciones. As, sin los efec-tos destructivos de la conquista militar, comenz a fraguarse en esa regin una re lacin inusitada entre indgenas y espa-oles.

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  • ME.\IORL" INDICE.NA

    Durante casi un siglo los m1s1oneros jesuitas fueron el pivote de esta relacin. y los nicos extranjeros a quienes los y-.iquis permitieron vivir en su territorio. Seis aos despus de la entrada de los jesuitas. en 1623, Andrs Prez de Rivas, el hroe de esta empresa, deca que haba bautizado a 30,000 y:iquis y edificado ocho iglesias alrededor de las cuales cre-cieron los mticos ocho pueblos que cohesionaron la identi-dad yaqui. Los yaquis, lejos de co1nportarse como un pueblo dominado, actuaron en estas relacio nes como una nacin que por s misma aceptaba la presencia de los religiosos jesuitas y. defina las bases de su colaboraci6n.

    Con la iglesia cristiana que se edific en el centro de cada uno de los ocho pueblos se adentraron en la vida yaqui los rudimentos de la religin catlica, su variada coleccin de cultos y santos, y un calendario cargado de ceremonias. Es-tas novedades alteraron profundamente la relacin de los yaquis con el mundo natural y social. Antes, cuando vivan en al-deas mnimas, no se perciba diferencia entre el poblado habi-tado y la naturaleza que lo rodeaba. En cambio, desde el establecimiento de las misiones el poblado frgil se volvi un asemamiemo complejo. La iglesia de adobe ornada con su campanario vino a ser el corazn del pueblo, cuyos extre-mos, separados del mundo natural agreste, estaban demar-cados por cruces de madera.

    Al lado de la iglesia se edific la misin, con los almacenes para guardar los productos de la tierra y los talleres donde se reparaban los instrumentos de labranza y se fabricaba jabn, cebo. telas. muebles y los artefactos ms extraos. Alrededor de la iglesia haba nacido un casero irregular, donde vivan los yaquis que aceptaron ese nuevo modo de vida. Segn un testimonio del siglo XVIII, en ese tiempo haba alrededor de 50,000 yaquis. Cada pueblo tena unas 3,500 personas. A fines

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    7 . l.A MEMORIA ROTA. PERSECUOA. CAMBIANTE \' RE~ACIOA

    de siglo probablemente los pueblos misin reunan a unos 30.000 yaquis, mientras que el resto segua viviendo en sus rancheras primitivas.

    Otra novedad de los pueblos yaquis era sus campos de niltivo, sus obras de irrigacin injertadas de tcnicas indge-nas, rabes y espaolas, y la presencia invasora de las vacas, caballos, mulas, asnos, borregos, cabras, chivos y puercos de procedencia europea. Los nuevos culcivos y animales. ms los calleres artesanales, hicieron de estos pueblos unidades autosufidentes. Los ocho pueblos yaquis eran centros prspe-ros, productores de excedentes que se enviaban a las remotas misiones de California, o se vendan en las minas cercanas.

    Los cambios que introdujeron los jesuitas cransformaron la existencia del pueblo yaqui. La obsesin de los misioneros fue hacer de los yaquis un prototipo de cristianos verdade-ros. En la persecucin de ese ideal modificaron sus relacio-nes familiares, sus tratos con los miembros de la comunidad y sus vnculos con la naturaleza y los dioses. La iglesia fue el centro de esta empresa e nsnismada, cuya finlidad , corno lo explic Andrs Prez de Rivas, era realizar verdaderas "Con-quistas espirituales y empresas hechas en orden de li!-x>r.1r las almas [. .. ) y derribar las fortalezas donde las tenan cautivas el demonio.

    La fundacin de los ocho pueblos le dio un nuevo sencid0 a la incegracin poltica y culcural de los >aqu1s: significativamente. uno de sus mitos de creacin comienza con la fundacin de las ocho misiones jesuitas". B:.1jo el go-bierno de los jesuitas ... la misin yaqui se conn i en una unidad cohesiva, productiva. segun. estable y dcil''. Los jesuicas. al transformar las precarias aldeas iniciales en ocho misiones permanentes. introdujeron en los yaquis b incipien-te idea de formar una nacin, de ser un grupo cultural distin-

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  • to. con su pro pio lenguaje, pue blos y fronteras polticas. Las misiones eran comunidades bien definidas y estructuradas, :iutosufic ientes econmicamente y segregadas de Ja sociedad espaola . B:ijo la tu tela de los jesuitas los yaquis dejaron de ser una comunidad de c ultivadores primitivos y se tra nsfor maron en agricultores e ficientes, ms firmemente arraigados a la tierra y al te rrito rio habitado". 7

    Las instituciones polticas que regan a los pueblos tam-bin se transformaron. Los ocho pueblos yaquis haban adop-tado los usos polticos implantados en otras regiones de Nueva Espaa . Es decir, en estos pueblos haba "un gobernador y sus asistentes, un alguacil, un gobernador eclesistico con gran nmero de asistentes, incluye ndo a los catequistas, los sacrista-nes [. . .]. Haba ta mbi n un comandante militar de toda la zona , lla111ado capitn general, responsable de la defensa y el mantenimiento de la ley y el orden e n Jos pueblos(. .. ]. Todos estos funcionarios e ran yaquis (. .. ] y los oficiales civiles" se elegan y rotaban cada ao. siguiendo Ja tradicin espaola.8

    En 1767, cuando los jesuitas fueron expulsados de los domi-nios espaoles po r los Borbones, e l proceso de sincreLizacin entre las tradiciones yaquis y las costumbres euro peas se detuvo sbitamente , y dio paso a un fenmeno distinco, marcado por una progres iva autonoma yaqui. Desde la ex pulsi n de Jos jesuit:is los yaquis disfrutaron de un aisla-miento privilegiado. En estos aos de soledad rede finieron sus pueblos, las instituciones que los regan y sus smbolos de identidad.

    Desde la expulsin de 1767 el gobierno v irreinal fue per-diendo e l control del remoto norte. al mismo tiempo que los vaquis aume ntaro n en nmero y se volvieron el gn1po con ;nayor cohesin y prestigio de b r~gin . La preeminencia pol-tica de los yaquis se manifest en el a.sentamiento de ocros gru-

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    7 . LA MIOMO RIA ROTA. l'ERSECU!l)A. CAMBIANTE Y RENACIDA

    pos de habla c:ahita en su territorio y en un liderazgo reconocido tanto por espaoles como por indgenas. En 1769, c uando el virrey o rde n repartir las tierras de las antiguas misiones y dispuso que los yaquis pagaran el tributo a que estaban obligados como vasallos de la Corona, los yaquis se negaron a obedecer esos mandatos. Ms tarde, en 1824, el gobierno re-publicano que surgi de Ja Independencia dispuso mensurar el territorio yaqui para decretar nuevos impuestos e instalar un gobierno local, y otra vez esa o rden fue desafiad a por los yaquis. En 1825 esas negativas se tradujeron en enfrenta.rrentos armados que se prolongaron por casi diez aos.

    La resistencia yaqui a los mandatos del gobierno mexicano descubri que estaban desarrollando una concepci n nueva de s mismos. Era una concepcin en Ja gue se vean como un pueblo independiente de cualquier otra entidad po ltica, fuera sta regional o nacional. El celo de autonoma de l pueblo yaqui desemboc en un choque inevitable con el go bierno mexicano, que en esos aos se esforzaba por afirmar su poder en las diferentes regiones del pas. Un vecino de Rhum fue el lder que asumi los anhelos de autonoma del pueblo yaqui.

    En 1825 Juan Ignacio Jusacamea, un alfrez de la o rganiza-cin militar de Rhum, fue encarcelado por su oposicin a las disposiciones del gobierno mexicano. En el cautiverio comen-z a tener visiones que le revelaron que su destino era fundar una confederacin militar indgena. Jusacamea se convi;-ri e n un lder e ntre 1825 y 1826. En ese lapso reuni bajo su mando una fue rza armada de 2,000 hombres y durante ms de un ao sum un triunfo tras otro sobre las desorganizadas fuerzas mexicanas. Su aureola de lder se fortaleci cuando comenz a difundir mensajes mesinicos y se apropi de snbo-los carismticos. Entonces Jusacamea recibi el sobrenom-bre de juan Banderas porque al igual que el padre Hidalgo

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  • MEMO RIA INOiGENA

    en 1810, l tambin iz como estandarte una bandera on la imagen de la virgen de Guadalupe, y asegur a sus seguido-res que haba sido enviado para restaurar el reino del empe-rador Motecuzoma. Banderas unific a los yaquis en su lucha contra el gobierno mexicano, llam a otras etnias a sumarse a su causa, y su movimiento adquiri el aire de una restau-racin del antiguo reino indgena. Para darle fuerza a su mensaje Banderas se present a s mjsmo como heredero de Motecuzoma, y en algunas de sus proclamas adopt el ttulo de Rey y Emperador".9

    Banderas fue caprurado en diciembre de 1832 y ejecutado sumariamente. Pero su muerte no signific la rendicin del pueblo yaqui. Por el contrario, durante el opresivo siglo XIX el pueblo yaqu'i se transform en un pueblo en armas, irreductible en su determll1acin de 1nantener su autonoma. Con esa conviccin los yaquis se enfrentaron a los sonorenses que ambicionaban sus tierras y sus trabajadores; al gobierno federal que vea como una anomala sus pretensiones de auto-noma; y a quienes apoyndose en los valores occidentales y mexicanos, consideraban un prejuicio atvico su decisin de seguir siendo yaquis y su reluctancia a convertirse en mexica-nos. Al enfrentar esas diversas acometidas tuvieron que ima-ginar otras solidaridades para mantenerse unidos.

    Una de las respuestas yaquis a la poltica de homoge-neizacin del gobierno mexicano fue la construccin de una nueva legitimidad del territorio que ocupaban desde tiempos remotos. En lugar de repetir la conocida historia de la funda-cin de los ocho pueblos por los misioneros jesuitas , propa-garon la versin de que sus pueblos fueron establecidos por cuatro "profetas" yaquis que llegaron al lugar baado por el ro progenitor mucho tiempo antes que los espaoles inva-dieran estas tierras. Segn esa leyenda, los cuatro "profetas"

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    7 . LA MEMORIA RO TA, PERSEGl'll>A, CAMUIANTf. Y Rf.NACll >A

    recorrieron e l territorio cantando y as fueron delineando sus lmites, bautizando sus promontorios y nombrando sus mon-taas, valles, ros y lugares. Los cantos y actos de sus profe-tas sacralizaron la ocupacin yaqui del territorio. Al "afirmar que los fundadores fueron yaquis y que la Fundacin fue anterior a los europeos", este nuevo relato borraba la pre-sencia de los jesuitas y le atribua un origen exclusivamente indgena a los pueblos que constituyeron la nacin yaqui. 10

    Paralelamente a esta recreacin de sus mitos fundacionales, los yaquis reorganizaron su sistema de gobierno. Como sa-bemos, ste era u na mezcla de tradiciones indge nas y espo.o-las, pero en el siglo XIX adquiri una fisonoma cada vez ms yaqui. En este siglo la organizacin m ilitar invadi el sistema de gobie rno de los pueblos y se convirti. en uno de los ba-luartes de la autonoma yaqui. En el gobierno yaqui rega el principio de unanimidad en la toma de decisiones y en sus deliberaciones era decis iva la influencia de los individuos de mayor edad y los procedimientos basados en la tradicin y la antigedad. Otro principio respetado era el de la interdepen-dencia de los rganos de gobierno. Aun cuando haba orga-nismos especficos para los asuntos civiles, militares , eclesisticos y ceremoniales, sus funcionarios se asociaban unos con otros para atenderlos. Por ejemplo, los gobernadores de los pueblos actuaban vinculados con los responsables de la Sociedad Militar, el organismo creado para enfrentar el estado de guerra que los agobiaba . A su vez. los organismos militares estaban asociados con los religiosos . . :omo lo muc::s-tra el hecho de que la virgen de Guadalupe tuviera el rango de patrona de los soldados yaquis. A travs de escas insti-tuciones y funciones los yaquis hicieron de cada uno de los mien1-bros del pueblo individuos solid:::trios, integrados al conjunto social y comprometidos con la defensa de los valores yaquis. 11

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  • l\IEMORIA INl)tf.N.~

    Uno de los inslrumenlos ms efi

  • ML\MOKIA INl)f(;ENA

    daridad social que rega b vid:1 yaqui. Er~1 tambin una cele bracin est1ic1, una fiest:1 e 11 la nricbd. y cuando la fortuna les depar tiempos de liher-tad. :Ktualizaron con fervor sus tradiciones ms antiguas, o formularon con nuevas razones las identidades adquiridas. La historia d e Mxico

  • ME\IO RIA l!"OIGEI".

    indgenas. Su ideal fue con,ertir a los indgenas gentiles en verdaderos cristian os, y a esa tarea dedicaron sus mayores esfuerzos. Uno de los instrumentos m s sutiles para borrar la memoria indgena e implantar b cristiana fue la manipula-cin del calendario.

    Poco a poco las festividades indgen as que celeb raban el fin de la estacin seca y la llegada de las lluvias. las fiestas de la siemhr.t y b cosecha de los gr:inos. b s ceremonias consa-gradas a la caza y la recoleccin de frutos. fueron sustituidas por celebr.iciones cristianas. La fiese;1 dedicada al dios tutelar

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    FIGURA 72. Fundacin de Advocaciones Marianas y de otros s;m1os en un lugar donde antes se alababa a deidades prehispnicas. Siglos XVI y XVII.

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    7 . LA MEMO RIA ROTA, PERSEGUIDA . CAMBIANTE Y RENACIO A

    del pueblo y a los dioses patrones del linaje fue reemplazada por la fiesca del santo patrono cristiano que se impuso al pueb lo. D esde mediados del siglo :>..'VI casi todos los pue-blos indgenas fuero n baurizados con el nombre ele un santo nistiano. En este tiempo los nombres preferidos fueron los de los apscoles, los ev angelistas, los doctores de l a iglesia o l:ts advocaciones marianas. De este m o do la reco rcb cin de la anrigu~1 fundacin prehispnica se transfigur en remem -bran za de la evangelizacin cristiana.

    Las anciguas festividades agrco bs y las ceremo nias que celebraban las fundaciones polticas del mundo indgena fu~ron sustituidas por los ritos que conm emoraban la histo ria cristiam1. El nacimiento y la Epif:-ina ele Cristo (2'5 d e dit'it>n"l-bre y 6 de enero), reemplazaron las cerem onias que en el calendario indgena cel ebraban el prilner movim iento d el sol , el principio del ao y e l comienzo de las tareas aRrcolas. Los grandes fest ivales de Semana Santa comenzaron a desplazar la c rucial e femride indgena que anunciab1 la llegada de las lluvias y e l comienzo de las siembras. Los ritos qut: conme-moraban lu Pasin y 1nuerre de jesucristo se convirtieron en

    las fiestas ms celcbrnd

  • MEMORIA INDICE.NA

    dios catlicos fervorosos y vasallos respetuosos de las tradi-ciones y formas de vida occidentales.

    LA RECONSTRUCCIN DE LA MEMORIA INDGENA EN LAS REPBLICAS DE INDIOS

    Las catstrofes que diezmaron a la poblacin indgena en las primeras dc.adas del siglo XVI, y los reclamos de los colo-nos que demandaban ms trabajadores, condujeron a nue-vas formas de organizacin de la poblacin nativa. As, emre 1540 y 1600 los debilitados sobrevivientes de las grandes mortandades fueron obligados a abandonar sus antiguas moradas y forzados a "congregarse" en nuevas poblaciones, a las que se llam Repblicas de Indios. En estos nuevos pue-blos trazados a la espaola se llev a cabo un vasto programa de hispanizac in de la vida individual, familiar y colectiva de los indgenas. A partir de enton ces, sus actividades religiosas, las formas de gobierno, los modos de vestir, algunos hbitos alimenticios y la vida pblica y ceremonial, adoptaron lastra-diciones espaolas.

    Una de las consecuencias del programa de congregacin de pueblos fue la separacin de los indgenas del conjunto social. En primer lugar por una barrera territorial , pues los nuevos pueblos se concibieron como residencia propia de los indios, con exclusin de blancos, negros y castas. En se-gundo lugar, por una barrera judica, porque la Corona esta-bleci tribunales especiales que protegieron los derechos de los pueblos en forma privativa y patemalista. Y por una barre-ra econmica, por ltimo , porque los pueblos de indios se convirtieron en una fuerza de trabajo subordinada a las necesi-dades de la economa espaola (por esta va los indgenas

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    7. LA MEMORIA ROTA, PERSEGUIDA, CAMOIA NTE Y RENACIDA

    se vincularon a las actividades econmicas espaolas, pero sin dejar de residir en sus pueblos). Esta mltiple segrega-cin ilnpidi que la poblacin indgena desarrollara una con-ciencia !tistrca integrada al resto de la sociedad, y alent la formacin de una identidad reducida al mbito local. 20

    Desde la Conquista los indgenas vivieron un rompimien-to inexorable con su pasado. El proceso que iniciaron los frai-les con la extirpacin de Ja antigua idolatra y la imposicin del cristianismo culrrn con las congregaciones de pueblos, pues en esas reducciones el antiguo pasado fortalecedor fue progresivamente cortado del presente. Los antiguos dioses cayero n despedazados, o fueron quemados y dedarados fal-sos. Sus prcticas y ritos tradicionales recibieron e l calificati-vo de idoltricos y quedaron prohibidos. Cada uno de los nuevos pueblos congregados recibi el nombre de un santo cristiano que se antepuso al antiguo nombre indgena .2 1

    Quiz la consecuencia mayor de la poltica de congrega-cin de pueblos fue la prdida de la memoria tnica y el desa-rrollo de una nueva identidad, centrada en el pueblo o Repblica de indios. Esta nueva conciencia comunitaria se articul a lrededor de los llamados Ttulos primordiales. Los pueblos de indios que carecan de mercedes de tie rras o ha-ban perdido sus papeles, los recientemente congregados y los que tenan litigios de tierras, elaboraron estos y otros do-cumentos semejantes p ara defender sus derechos ancestrale:. a la tie rra. u

    Los Ttulos primordiales registran en primer lugar la fecha de la fundacin del pueblo, que unos trulos remontan a tiem-pos prehispnicos y otros al siglo XVI, a la poca de las con-gregaciones. La mayora rememora, en escenificaciones de tipo mtico, a sus antepasados de la poca prehispnica, :1 quienes unen con las primeras autoridades espar'lolas. Oea-

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  • MEMORIA l~DiGENA

    llan minuciosamente los linderos del pueblo, adjuntan un mapa que lo delimita en el espacio (Fig. 73), y hacen constar cmo les fue ron adjudicadas las tie rras. Recuerdan, asimis-mo. la edificacin de su iglesia y el bautizo del pueblo con el nombre del santo patrono. En estos p apeles el deslinde y la reparticin de las tierras, la conversin al cristianismo, la elec-cin del santo patrono, Ja conscn1ccin de la iglesia y los actos de posesin que acompaan al establecimie nto del pueblo se presentan con el aura de una fundacin primordial. De manera semejante a los antiguos mitos mesoamericanos, es-tas ceremonias establecan los derechos de la comunidad a la posesin de las cierras.

    El examen de estos documentos rnuestra que la memoria histrica de los pueblos se haba conce ntrado en la preserva-cin de los derechos territoriales. 23 La forma que asumen los ttulos primordiales y el uso que se les daba indican que se haban convertido en los instrumentos que almacenaban la memoria de los pueblos y alertaban a la comunidad del peli-gro que poda amenazar su existencia. Por su estilo, los ttu-los denotan que fueron hechos por los ancianos y patriarcas del pueblo para beneficio de las generaciones por venir: eran los vehculos transmisores de la mem oria de los viejos a las nuevas generaciones. Su redaccin en nuatl, la consigna de mantenerlos escondidos de Jos espaoles y la llamada de alerta que constantemente brota de ellos para defender las tierras, hicieron de esos papeles los conservado res de los derechos que la gente indgena crea tener sobre la tierra.

    En este gran esfuerzo de reconstruccin de su pasado, los pueblos indgenas integraro n en los ttulos primordiales la vieja memoria oral, las antiguas tcnicas pictogrficas Y los nuevos procedimientos legales espaoles que legitimaban los derechos a la tierra. El resultado fue la creacin de una

    254

    7. LA MEMORIA ROTA. PERSEGGIDA. CA.~tlllA1'"TE Y RE.'IACIDA

    nueva memoria hjst rica, la historia del pueblo, centrada en sus derechos ancestrales a la tierra.24

    ,, ...

    FIGURA 73. Pintura que acompaa al ttulo primordial del pueblo de San Pedro Allapulco (municipio de Ocoyoacac. estado de Mxico). Como puede apreciarse, la composicin central del dibujo es muy semejante a la que aparece en otras pinturas de los documentos llamados Techialoyan. Se \ 'C aquf a un representante del gobierno espai\ol presidiendo una mesa sobre la cual esrn los documentos legales que delimitan las tierras del pueblo. A sus lados estn los caciques del pueblo. acompaados por sus esposas. En otras panes del dibujo se ve a miembros de la comunidad que traen materiales para edificar la iglesia del pueblo, o en actitudes que implican la posesin del terreno. Dibujo basado en Robenson 1975: 90.

    255

  • MEMORIA INDIGENA

    EL 1\1EMORJAL DE A GRAVIOS DE LOS PUEBLOS

    Antes la tierra era de nosotros los naturales. Ahor.i es de las gentes Je r.iz n . [.\ cosa viene de muy lejos. [ ... ). l o cierto es que la tierra

    ya no es de nosotros y all cada y c uando nos acordamos. Sae:unos lo.."' papeles antiguos y seguimos d:ile y dale. seo r Oidor,

    Sc:or Go hern:1do r d e l Estado. s ... o r Obispo. Seo r Ca pitn Gener.il, Seor Virrey d ... la Nueva Espaa. Seor Presidente de la Repblica ...

    Soy Juan Tepano, d m s viejo de los !layacanques, par.1 servir a usted: nos quitaron todo ... -

    .Juan Jos~ Arreola. La Feria.

    La 1nemoria de los pueblos indgenas fundada en las tierras comunales se acendr en la poca colonial. Alrededor de la tierr.1 fue c reciendo una 1ne111oria alimentada por los inaca-bables pleitos e1nprendidos por s us rep resentantes desde l:l implantac i n del gobierno es pai'lol. En 153 l. cuando la Se-gunda Audienc ia se convirti en e l prin1er gobierno estable. Jo..-. indgenas entendieron que .1 partir de ese 1nome nto de-ban sujet:1rse a sus n1and~unientos; e nto nces comenz a fluir un

  • Mn10R1A 1:-;oiGE:-:A

    indgenas expenos en el manejo del espaol y de los proce-dimientos legales europeos. Estos letrados fueron los prime-ros defensores de los derechos de sus pueblos y los p rimeros que reclamaron justicia por los daos recibidos de los inva-sores. Los letrados, "lenguas", amanuenses y personeros ind-genas que actuaron en Jos tribunales espaoles se convirtieron ms tarde en los intelectuales que transmitieron a los pueblos las artes de Ja defensa indgena, vertidas en e l le nguaje del conquistador. Cada pueblo tuvo un experto en e l lenguaje jurdico del conquistador, especialmente dedicado a defen-der sus derechos territoriales..27

    Lo que ms tarde se llam memorial de agravios de los pueblos indgenas es la suma de los interminables pleitos que sus representantes promovieron ante los tribunales y en el juzgado General de Indios. Las montaas de papel que forman el archivo d e este Juzgado dan cuenta de los agra-vios que obsesionaron la men1oria de los pueb~os. Al. reite-rar da con da su defensa de la tierra , esa lucha indec linable se convirti en Ja memoria viva de s u existen~ia, Y. sus alega-tos, en los testimonios donde se resumi la ~1ston~ del pue-blo. Era, no hay que olvidarlo, una memoria escnta que se transmita principalmente por med ios orales.

    EL CONFLICTO l:.'TNICO

    EN LOS RJ10S DEL CARNAVAL CRJS11ANO

    La prdida de las antiguas instituciones que con~erva~an la 11 , 1 r )ll ... .... os que paclecmn las pre-

    n1t.>n1oria inchgen:1 evo .1 " 1 ... , , . , . ,. .. siones de los ~sp:u\oles a aceptar sus cr.een~1.1s rd1~1os.1~,

    . . . .. t " 1 "lS )rO)tos tmes. C0mo se acl~1pt~1ndubs 1n~~n1os.1men

  • MEMO RIA INO(GENA

    Pascua flo rida o de Resurreccin . As, a primera vist.a el dra-ma hist rico que ah se actualiza parece ser una versin de la Pasin de Jesucristo. Sin embargo, el anlisis de Bricker mues-tra que la Pasin de Jesucristo es "tan slo uno de los muchos acontecimientos histricos conmemorados durante el carna-val en Chamula, Chenalh y Zinacantn". Este drama intro-~ucido en esos pueblos desde e l siglo XVI, es hoy un~ de las

    f~estas m s celebradas en los Altos de Chiapas, y uno de los ntos que cohesionan la identidad indgena. El anlisis con-temporneo e histrico d e este dr~ma llev a Bricker a las sorprendentes conclusiones que resumo enseguida.

    Segn Bricker, la p rimera impresin que se recibe al ob-servar estas piezas es una sen sacin de caos y tumulto, por-que los actores que en ellas participan representan a diversos pe rsonajes al mismo tiempo, o po rque los hechos re latados pertenecen a distintas pocas hist ricas y aparecen entremezcla-dos y confundidos en su te rnporalidad, o porque hay una evide nte disociacin entre los personajes, sus vestimentas y sus actos. Como dice Bricke r, en "lugar d e un 'drama' hist-rico, e l rito de esta fiesta parece cons istir en una mescolanza de elen1entos tomados de d iferentes peodos histricos".

    Sin en1bargo. al penetrar ms ~1 fo ndo e n el anlisis y al individualizar los acontec itnie ntos, los personajes y h1s accio-nes , advini que "todos los sucesos dramatiz:idos durante esta fiesta tienen en con1n el tema de l conflicto tnico". Es decir, por debajo dd tema de la Pasi n de C1isto lo que trawn estas piezas es b guerr.1, la agresin mortal , la invasi n de solda-dos extr~1njeros. el conflicto y la divisin de b ge nte e n dos grupos: los conquistadores y los conquistados.

    Al r~visar los te1nas que se escenifican en el carnav::il de Chamub. Bricker descubri que este rito .. conmemora

  • LAS CRNICAS DI::: LA 1\"C>BLEZA INDIGENA

    En las poc3s ocasiones en que los historiado rnde su tarea ck rt>cokn:i6n de las picto~r-.ifas movido por una peticin del gobernador indgena de Amaquemecan, quien le solicit que "arreglara la~ pinturas y d libro de las antigedades llamadas Nenotzallis" ( relaciones originales). Pero Chiryialphin va ms all de ese mandato: hace una inda-gacin acuciosa para obtener el mayor nme ro de docu-mentos, somete sus dudas de interpretacin a los sabios de la regin y luego de ordenar las diversas relaciones histricas que obtiene, algunas de las cuales estaban en un estado de destn1ccin avanzado, las coteja una con otra y procede a poner en letras el mensaje dibujado en los cdices. Su obra es de ordenacin, traduccin y recuperacin de una memo-ria hi~trica a punto de extinguirse, dispersa y hasta enton-ces inaccesible. Con un propsito distinto al ele los misioneros, este indgena educado en los colegios espaoles, dueo del espaol y del nuatl, orgulloso y nostlgico de sus orgenes, volvi legible el borroso lenguaje de las pictografas y entre-g a sus compatriotas una coleccin de escritos en nuatl que recoga la historia de la regin de

  • Mf.MO l
  • ~IE~tORJ.\ t1'0 t0ESA

    Guadalupana fue la primera divinidad protectora del des-arraigado universo de los indios, la primera divinidad del panten religioso cristiano que h icieron propia los indge-nas y el p rimer smbolo comn que identific a los diversos sectores sociales que surgieron de la conquista espaola. Siguiendo una tesis de Max Weber, podra decirse que en las condiciones de un pueblo paria invadido y dominado por una nacin extranjera, e l milagro guadalupano expresa la necesidad de cambiar esa situacin por la de un pueblo privi-legiado por Ja divinidad, es decir, por el valor ms alto reco-nocido por esa sociedad.~

    Amparados por la milagrosa aparicin de la virgen de Guadalupe, los pueblos indge nas inventaron otras aparicio-nes en la s que depositaron sus anhelos de identidad, autoafirmacin y justicia. As, en el breve tiempo de cuatro aos, e n los Altos de Chiapas ocurrieron una sucesin de acontecimientos que estren1ecieron la sensibilidad religiosa de los pueblos de esa regin: en 1709 y 1710 la virgen se apareci en el pueblo de Zinacantn; al ao siguiente la virgen visit el pueblo de Santa Marta, el mismo ao en que la imagen d e san Sebastin sud dos veces en el pueblo de Chenalh; por ltimo, la virgen hizo otra aparicin milagro-sa en el pueblo de Cancuc en 1712 y 1713.

    Los pueblos indgenas que contemplaron estas aparicio-nes creyeron que un e nviado del c ielo haba llegado para redimirlos y acabar con la dominacin extranjera que les impeda tener d ioses, santos, sacerdo tes y gobierno propios. Es claro que la aparicin del milagro en estos pueblos los converta en lugares providenciales, al mismo tiempo que elevaba el prestigio religioso del pueblo indgena frente a los santuarios espaoles y los cultos de las regiones prxi-mas. Por esa razn , tras la aparicin del milagro vena luego

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    la construccin de la ermita, e inmediatamente despus ta atraccin hacia ella de las gentes de otros pueblos y de las imgenes de sus santos patronos. Estas acciones buscaban e levar la condicin del pueblo a un nivel superior, fortalecer el orgullo local y convertir al pueblo en un centro religioso, en un Jugar privilegiado por Ja divin idad.39

    Carecemos, desafortunadamente, de un inventario que re-gistre las innumerables apariciones de la virgen, y de estu-dios precisos sobre los cientos de milagros y cultos locales que se manifestaron en las diversas regiones del pas e n la poca colonial y en el siglo XIX. Con todo, los movimientos de este tipo que se han estudiado tevelan que estaban a ni-mados por fuertes pulsiones de auroafirmacin de la identi-dad indgena, y por el propsito de forta!ecer Ja integridad de los pueblos. En codos ellos es evidente la intencin de crear, frente a las imgenes de vrgenes y santos ilnpuestos por los espaoles, imgenes y cultos de manufactura indgena.

    El mismo propsito de indigenizacin de los santos y cul-tos cristianos, ele fortalecimiento de Jos smbolos de la iden-tidad comunitaria y de bsqueda ele autonoma para las instituciones religiosas, se ha advertido en los llamados mo-vimientos milenaristas y mesinicos. El anlisis de Jos movi-mientos milenaristas ocurridos en Cancuc (Chiapas), Quisceil (Yucatn) , Chimalhuacn-Yautepec (Morelos), Tulancingo (Hidalgo) y e n la Pimera Alta (Sonora), en el siglo XVIII, muestra que e n estos lugares estallaron con violencia los anta-gonismos tnicos y no hubo lmite que contuviera las aspi-raciones de indigenizar los dioses y los cultos, ni freno para realizar la utopa indgena ms anhelada: fundar un gobierno autctono.

    Aun cuando en sus o rgenes estos movimientos slo se propusieron invertir el o rden religioso, termina.ron por impulsar

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  • MEMORIA INOIGENA

    una inversin del orden social y poltico. En estos casos el conflicto entre los pueblos indios y la minora blanca alcanz una radicalizacin extrema: el grupo para exigi la desapari-cin de la clase dominante y la elevacin de los oprimidos al lugar privilegiado. En ninguna otra convulsin social se ex-pres una crtica ta n aguda de la dominacin que padecan los pueb1os indgenas. Ni fue tan coherente la respuesta para acabar con esas injusticias: erradicar los dioses extraos, crear un culto y un sacerdocio autctonos, suprimir el tributo y la justicia de los espaoles, establecer un gobierno indgena, organizar un ejrcito dotado de armas imbatibles, acabar con la gente blanca y coronar esa marea exterminadora con la instau-raci n de un milenio indgena.40

    La revisin de los variados movimientos cuyo den0mna-dor comn era reivindic;ar la identidad indgena y apropiarse de los santos y cultos impuestos por el conquistador extran-jero, revela dos tendencias s ignificativas. Por un lado mues-tra que estos movimientos se multiplicaron desde mediados del siglo XVU y se convirtieron en movimientos radicales ~n el siglo siguiente. Por otra parte se observa que las creencias tradicionales de los sectores indgenas y populares eran cada vez menos toleradas por los grupos dirigentes delvirreinato, hasta que a l final del siglo XVIII fueron reprimidas s~n c~ntemplac iones. Se advierte entonces que en las postn~enas del virreinato los sectores dirigentes ahondaron sus diferen-cias con los grupos indgenas y populares. ~n :ste caso ~a separacin e ntre los primeros y los pueblos 10~1g~nas tu o por origen no las conocidas desigualdades. econom1c~s Y so-ciales manifiestas desde el principio del siglo XVI.' sino una contradiccin de raz poltica e deol.gca. En el ltimo ~uarto del s iglo los criollos, la iglesia, los ms influyentes agriculto-res, comerc iantes, mineros y altos funcionarios adoptaron

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    \ 1

    7 . LA MEMORIA ROTA. PERSEGUIDA, CAMBIANTE Y RENACll)A

    las ideas ilustradas que venan de Europa. La propuesta de crear una sociedad iluminada por las luces de la educacin y la ciencia, concentrada en el manejo de las tcnicas.y c.~:mducida por la razn, ahond la brecha co~ los sectore~ md1genas y campesinos tradicionales. En e~os .anos se desato desde lo ms alto del gobierno una ofensiva intoler.ante C_?ntra la bar-barie, la supersticin, el oscurantismo, l_a m1l~grena. las cre:n-cias tradicionales y el fanatismo que, segun los ilustrados, hab1an hecho presa de los indgenas y los sectores populares. . ,

    El rechazo de las tradiciones indgenas y populares .amplio l~ diferencias existentes en el seno de la sociedad colorual Y arroio la memoria indgena al nebuloso desvn de las leyendas Y l

  • su intervenc1on caus un efecto traun1tico en la memoria de los otros sectores sociales.

    Esa participacin ocurri durante la revolucin de Inde-pendencia, bajo los liderazgos de Miguel Hidalgo y Jos Ma-ra Morelos. En ese movimiento e l mayor contingente ele los ejrcitos fue indio o de ascendencia indgena. Las primeras demandas sociales asumidas por los lderes de la revolucin provenan de esos sectores: supresin del tributo, restitu-cin de la tierra indgena usurpada, abolicin del sistema de castas, igualdad de derechos.41 La participacin decisiva de los indgenas y campesinos en este movimiento Jo convirtieron en la primera rebelin de carcter popular que sacudi a la Nueva Espaa. Esa irn1pcin masiva y violenta impuso la pre-sencia indgena en el mbito nacional, desde Ja capital hasta el ltimo rincn del territorio.

    Una de las primeras consecuencias de la presencia ind" gena en la insurgencia fue la resurreccin poltica de su pa-sado. Al trmino del movimiento emancipador, Mxico se proclam una nacin libre y soberana, pero se defini como una nacin antigua, anterior a la conquista espaola que la haba sojuzgado. No se trataba entonces de una nacin que surg:l con el movimiento insurgente, sino de una cuyas ra-ces se hundan en un pasado remoto y propio. Por e llo de-ca el Acta de Independencia que la nacin haba "recobrado d ejercicio de la soberana usurpado''. As, para qu ienes consumaron la Independencia , la nacin liberada era la an-tigua nacin azteca que haba sido conquistada por las huestes de Hem:ln Corts. Ms tarde. cuando Agustn de Iturbide asumi e l liderazgo del moYimienco independentista. resurgieron los rasgos mticos de la nlemoria indgena .

    Al mismo tiempo que la lud1a por b independencia adqui-ri un nueYo liderazgo. el renacimiento de los emblemas ind-

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    genas se hizo presente en distintos actos polticos. lturbide. poco anees de hacer su entrada en la ciudad de Mxico, acord con los miembros del cabildo cancelar el emblema de ori-gen hispano que ornaba el escudo de armas de la ciudad y sustituirlo por el de la antigua Tenochtitln.42 El antiguo bla-sn mexica se convirti asimismo en insignia de la bandera de los ejrcitos insurgentes. El emblema del guila y el nopal , enmarcado por los colores verde, blanco y encarnado del Ejrci-to Trigarante, se convirti en la ins ignia del Imperio i.nstitui-do por Agustn de lturbide.43

    En los das en que el pueblo celebraba la independencia y los escritores reflexionaban sobre las razones que la hicieron necesaria, irrumpi en Jos festejos Ja idea de restaurar el anti-guo imperio mexicano, de proponerle un nuevo futuro a la nacin indgena que haba sido subyugada por la Conquis-ca. Luis Villoro advierte que "en esos breves meses de delirante entusiasmo, en que toda Ja nacin se una ante la esperanza de participar en la era de gloria y prosperidad que crean ini-ciada, la primera palabra para designar al pas naciente fue siempre la misma: Imperio". Esta denominaci n se ajustaba al optimismo desbordado que en esos das imagin un pas dotado de riquezas fabulosas. Villoro sugiere que "el nuevo nombre simbolizara, a la vez, la negacin de la Nueva Espa-a y e l encuentro con lo indgena" .44

    La misma idea la encontramos en los escritos de Servando Teresa de Mier, quien vea en la guerra contra los espaoles el tnnino de su imperio en los indios", y consideraba .a stos los "antiguos y legtu11os dueos del pas. a quienes una con-quista inicua no haba podido privar de sus derechos''. Estas ideas fueron tambin divulgadas por Carlos Mara de Buscamante' v se expresaron en las alegoras. ceremonias. discurso.s y papeles que saludaron la consumacin de la independencia.

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    -

  • MEMORIA INDICENA

    Una de estas a legoras llevaba por ttulo "La resurreccin de Amrica". En ella apareca "una mujer con vestido de indgena representando a Amrica (Fig. 74). Cerca de ella se ve a Irurbide con una corona en la man o en actirud de cersela: en el fo ndo aparece el guila imperial y un Sol que da reflejos a una leyenda que dice: todo renace". Javier Ocampo seala que esta revitalizacin del mundo indgena "la encontramos tambin en las alegoras de las carrozas, en donde Amrica aparece siempre vestida con traje indgena y en actitud de liberarse de las cadenas opresoras". En las poesas de ese tiempo, dominadas po r e l estilo neoclsico, uno de los tpicos ms frecuentes es el d e l "guila mexicana cautivada durante trescientos aos por el len hispano", la cual recobra "sus derechos y se eleva enhies ta con m ajestad para [ ... ) restaurar el imperio mexicano". En otro escrito se dice que "debe ponerse e n manos d e l grande Iturbide el restablecido cetro de Moctezuma. A qui n ms merecidamente sentaremos en e l solio d e Anhuac, que al mismo que lo arrebat de las garras de sus usurpadores?"46

    La idea de que la independenc ia s ig nificaba el res tableci-miento del a ntiguo Imperio mexicano se estamp en la mis-ma Gaceta Imperial de Mxi.co, el peridico o ficial del imperio, que en su primer nme ro afirm: "Despus de trescientos aos de llorar e l continente rico de la Amrica Septentrional la destruccin del imperio o pulento de Moctezuma, un $enio (. .. ), en el corto periodo de siete meses consigue que el Aguila Mexicana vuele desde el Anhuac hasta las provincias ms remotas d el Septentrin , anunciando a los pueblos que est restablecido e l imperio ms rico del globo" .47 La fu~rza .~e esta idea, por completo opuesta a La tes is de la emanc1pac1on sostenida por los grupos que apoyaban a Iturbide, puede medirse por el hecho de que fue incorporada al texto del Acta

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    l 7. LA MEMORIA ROTA, PERSEGUIDA, CAMBIANTE y REf'IACIOA

    FIGURA 74. Alegora de la consumacin de la Independencia. En esta pintura popular. Hidalgo corona a la mujer mestiza que representa a la Patria, mientras que lturbide y el guila mexicana rompen sus cadenas. Foto tomada por Gustavo Lpez.. Museo Casa de Hidalgo, Dolores Hidalgo, Guanajuato.

    de Independencia, que comienza con la siguiente declara-cin: "La nacin mexicana que por trescientos aos ni ha teni-do voluntad propia, n i libre uso de la voz, sale hoy de la opresin e n que ha vivido".

    Luis Villoro observa que estos sentimientos indigenistas fueron una de las mayores fuerzas que se opusieron a la venida d e un borbn segn lo estipulado en el Plan de Igua-la, y facilitaron indirectamente la realizacin de las ambicio-sas miras de Iturbide. El mismo [Carlos Mara del Buscamante, enemigo de la tirana y partidario de la re pblica . se dej arrastrar a tal grado por e l fascinante proyecto que escribi en 1821 un elogio d e los antigu os reyes tezcocanos con el

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  • MEMORIA INOfG&NA

    siguiente ttulo: 'Galera de los antiguos prncipes mexica-nos dedicada a la suprema potestad que les sucediere en el 1nando'. La dedicatoria , dirigida a Agustn de Iturbide, reza-ha: 'Seo r, la Providencia os destina para que ocupis el trono de unos e1nperadores cuyo retrato os he trazado [. .. ) haceos digno de llamaros el Nuevo Netzahualcyotl'. "4 .

    Al mismo tiempo que e l antiguo pasado indgena hizo acco d e presencia en la guerra de liberacin, surgieron nue-vas propuestas para sustentar el porvenir de la nacin. Al des-aparecer el fugaz imperio de Iturbide se cre una Repblica independiente, cuyos ciudadanos y proyecto poltico propo-nan una nueva idea de nacin.

    EL CONFLICTO ENTRE El ESTADO-NACIN Y LA MEMORIA TNICA

    El estado que surgi de la guerra de liberacin na cional abri un horizonte al proyectismo poltico. Al fundarse el esta-do se cre sin1ultneamence un sujeto nuevo de la narracin hist rica: el pas integrado por codas sus parces. Por primera vez, e n lugar de un virreinato frag1nentado inte rnamente y gobernado por poderes extraos, los mexicanos considera-ron el territo rio, las diferentes regio nes que lo formaban, su diversa poblacin y sus contradictorios pasados como una entidad unitaria. Independientemente de las divisiones Y con-tradicciones internas, el estado fue conte1nplado como una entidad territorial , social y poltica que tena un origen, un desarrollo en el rien1po y un futuro con1unes. Esta encielad que integraba en s misma los diversos sect~res de la n~c'.?n se convirti e n el nuevo sujeto de la historia, y su apanc1on modific Ja idea del pasado y la concepcin de la nacin.

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    7. 1.A MEMORIA ROTA, PERSEGUIOA, CAMBIANTE Y Rf.NACll)A

    Como dice Fran\'.ois-Xavier Guerra, el verdadero dilema que enfrentaron los estados americanos que surgieron del desmoronamiento del imperio espaol fue justificar su acce-so al rango de naciones. Antes de 1810, la Nueva Espaa y los dems virreinatos americanos tenan un concepto antiguo de nacin. La idea de nacin que sostenan estos pases e ra la de una sociedad estrucrur-.i.da en reinos y ciudades, en estamentos y corporaciones unidos por vnculos tradicionales hacia la patria, la religin, el rey y las leyes del reino. Es decir, se trataba de una nacin forjada por la historia.

    Frente a esa vieja idea de nacin comenz a definirse una nueva, fraguada en las Cortes de Cdiz y en las luchas independentistas americanas , y emparentada con la idea de nacin formulada por la Revolucin francesa . Para esta co-rriente la nacin "est formada por la unin voluntaria de individuos autnomos e iguales. La nacin, por lo tanto, es una construccin libre que depende de la unin de las vo-luntades. Esta construccin puede inspirarse en la historia como una fuente de experiencias, pero no depende en su esencia de ella ... " Esta idea de nacin adquiri su faz defini-tiva en la constitucin de Cdiz promulgada el 19 de marzo de 1812 cuando se inscribe la frase: "La soberana reside esencialmente en la nacin"_ Es decir, "la soberana de la na-cin reemplaza a la del rey'". La nacin se "constituye" o , en otras palabras, co1nenzaba a existir de una manem nueva", era una nueva fundacin".49

    La realidad poltica producida por la Constitucin de Cdiz le impuso dos grandes desafos a los pases hispanoa-mericanos: po r un lado crear el estado y , por o tro. asentar sobre estos ci1nientos el edificio de la nacin . "Se ha dicho a veces -::1firma Guerra- que en la Am rica hispana el Estado haba precedido a la nacin. Mejor sera dec ir que las comu-

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  • MEMORIA INDfGENA

    nidades polticas antiguas - reinos y ciudades- p recedie-r? n tanto a l Estado como a la Nacin y que la gran ta rea del siglo . XIX para los triunfadores de las guerras de Indepen-?enc1a ser construir primero e l Es tado y luego, a partir de el, la nacin moderna. nSQ

    La cre~cin del estado, es decir, del "ordenamiento jurdi-co que tiene como finalidad general ejercer el poder sobre un determinado territorio y al que estn subordinados de r:i~ne~ nec~saria los individuos que le pertenecen",s' requi-no casi u n siglo para hacerse efectiva y tuvo un costo social aleo. Signific el enfrentamienlo con tres fuerzas autnomas enraizadas en el territorio y la sociedad: la Iglesia , los cacicazgos regionales y los pueblos o comunidades indge-nas. A estas fuerzas corporativas tradicionales se sum el inmenso p oder poltico que adquiri el ejrcito en el trans-curso d e l siglo XIX. El conflicto e ntre e l estado y los grupos tradicionales que defendan derechos corporativos alcanz una intensidad extraordinaria porque los representantes del orden antiguo opusieron una resistenc ia e mpecinada a los propsitos modernizadores impulsados por el estado.

    Con todo, a fines de ese sig lo transido de v iole ncia el e stado haba doblegado a los ho n1bres fuerces que antes imponan su ley en territorios dilatados y le haba asestado un golpe fatal al poder econmico y po ltico de la Iglesia. Por primera vez el estado logr que sus leyes y mandatos se obedecieran en los rincones ms a lejados de la Re pblica, y puso en pie un ejrcito moderno que instaur el orden en el te rrito rio nacional. Sin embargo, ese mismo estado podero-so segua librando una guerra a sangre y fuego con los pue-blos indgenas, principalme nte e n las tie rras regadas por el ro Yaqui y en la pennsula de Yucatn . En esta ltima re-gin, los mayas, animados por un espritu inquebrantable,

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    '

    7. LA MEMO RIA ROTA, PERSEGUIDA, CAMlllANTE Y RENACIDA

    haban logrado fundir su antigua religiosidad con los smbo-los cristianos y sostenan una guerra salpicada de tintes reli-giosos que fortaleci su identidad y les permiti mantener sus tierras h asta p rincipios del siglo XX.

    La forja de la nacin enfrent obstculos an ms pode-rosos, y no slo por la honda diversidad tnica y el tamao de la desigualdad econmica , poltica y cultural que divida a la poblacin. Como lo reconoci Mariano Otero con amargu-ra a mediados de ese siglo, "En Mxico no hay ni ha podido haber eso que se llama espritu nacional, porque no hay na-cin". Otro liberal de la generacin de la Refo rma, Ignacio Ramrez, argumentaba que detrs de la ilusin de una nacin integrada, lo que en verdad haba eran "c ien naciones que en vano nos esforzamos hoy en confundir e n una sola" . ~2

    Richard Sinkin afirma que "el conflicto es un ingrediente propio del proceso de construccin d e la nacin", sobre todo porque "implica una lucha e ntre difere ntes valores". Es decir, ade ms de ser una luc ha por el pod e r y, por tanto, un conflicto entre los grupos y clases que lo ambicionaban para s, es tambin una "lucha entre diferentes valores".'> En efecto, las contrastantes ideas de nacin que

  • M~MORIA INDGENA

    hist rico. Esta nacin e ra "el producto de una larga historia, a lo largo de la cual se han fo rjado sus valores, sus leyes, sus costumbres, es decir, su identidad".54 Por otro lado estaba Ja nacin moderna, integrada por individuos iguales, que se consideraba soberana. ~s

    El e nfrentamie nto e ntre los grupos tnicos tradicionales y la nacin se produjo cuando se cre el estado moderno el llamado estado-nac in. Al contra rio de Ja nacin his trica' el

    estado-nacin es concebido como una asociacin de indivi-duos que se unen libremente para construir un proyecto. En esta concepcin la sociedad no es n'ls el complejo tejido de gn1pos, c ulturas y tradiciones fo rmado a Jo largo de la histo-ria, sino un cong lomerado de individuos que se asumen igua-les. Lus Villoro observa que esta nue va idea de nacin "rompe con la naci n tradic io nal. Un pueblo ficticio de individuos abstractos ree mplaza a los pue blos reales; una nacin cons-tn1ida , a las nac io n es his t ricas" . El estado-nacin , en Jugar de aceptar la dive rsidad de la sociedad real, tie nde a unifor-marla mediante una legislacin gen eral, una administracin central y un pode r nico. La primera exigencia del estado-nacin es e nto nces desaparecer la sociedad heterognea y destn1ir los "cuerpos", "culturas diferenciadas", "etnias" y "na-cionalidades". 56

    Para comprende r e l efecto decisivo que el estado-nacin tuvo e n la creacin de una nueva memoria histrica convie-ne recordar que la "homogeneizacin de la sociedad se rea-liza sobre todo en e l nivel cultural'". Para construir a la nueva nacin se unifica Ja lengua en primer lugar y enseguida el siste ma educativo; Juego se uniforma el pas bajo un nico sistema econmico, ad ministrativo y jurdico. Y en el caso de que en el mismo territorio convivan varias culturas y nacio-nes, la cultura de la nacin hegemnica sustituye a la multi-

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    7 . LA MEMORIA ROTA, PERSEGUIDA, CAMBIANTE Y RENACIDA

    plicidad de cu lturas nacionales. Como dice Gellner: "El na-cionalismo es esencialmente la imposicin de una cultura desarrollada a una sociedad en que hasta entonces la mayo-ra , y en a lgunos casos la totalidad de la poblacin, se haba regido por culturas primarias".57

    El proyecto de estado-nacin que madur e n Mxico du-rante la segunda mitad del siglo XIX se impuso com o misi n prioritaria someter la diversidad de la nacin a la unidad del estado. Los constructores del estado anhelaban una naci n desprendida de las comunidades his tricas que haban for-mado a la nacin plural. Puede entonces decirse. que en Mxico la "nacin moderna no nace de Ja federaci n y con-venio entre varias naciones histricas previas. Es un salto". Se o rigina "en Ja e leccin de una forma de asociacin indi-ta y en su imposicin a las naciones his tricas exiistentes en un te rrito rio". "En realidad, la constitucin del nue vo estado es obra de un grupo de criollos y m estizos que se impone a la multiplicidad de etnias y regiones del pas, sin consultar-los. Los pue blos indios no son reco nocidos en Ja estructura poltica y legal de la nueva nacin" .ss

    El triunfo poltico de Jos liberales sobre los conservadores aceler e l proyecto de uniformar la diversidad social y las mltiples me ntalidades e imaginarios que la expresaban. Los conceptos de pacria y nacin se redefinen e ntonces. Patria no es ms e l minsculo lugar de origen, s ino e l territorio com-prendido por la Repblica mexicana. Nacin no es ms el grupo social unido por la lengua , la etnia y un pasado com-partido, sino el conjunto de los ciudadanos que conviven en el territo rio. En lugar de la nacin real dividida en criollos, mestizos, indios y castas, se proclama un estado integrado por ciudadanos iguales. En contraste con la nacin escindida por su historia (el pasado prehispnico separado por la his-

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  • ,\IEMORIA INDICEN.-.

    toria del virreinato, y ste por el pasado de la Repblica), aparecen las primeras obras que unen esos pasados excluyentes en un discurso integrado. Era un discurso que parta de la antigedad prehispnica , continuaba con el virreinato y la guerra de Independencia, segua con los pri-meros aos de la Repblica y conclua con la poca gloriosa de la Reforma.

    Las obras histricas y los museos que entonces fueron crea-dos se propusieron unificar estos distintos pasados, integrar sus pocas ms contradictorias y afirmar una sola identidad. La historia patria se convirti en el instrumento idneo para construir una