cueva 85 tahai isla de pascua 1970

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“CUEVA 85, DISTRITO TAHAI, ISLA DE PASCUA” Adriana Goñi G. Patricio Núñez H. Durante el mes de agosto de 1970 se realizó la excavación de la Cueva 85, en el Distrito de Tahai, Isla de Pascua, a pedido del arqueólogo William Mulloy, quien llevaba a cabo la reconstrucción del centro ceremonial de Tahai, en cuyos alrededores se encuentra situada. El propósito de la excavación fue el estudiar una cueva adyacente al importante sitio ceremonial de Tahai y las posibles relaciones entre ambos sitios. I. INTRODUCCIÓN En Isla de Pascua existen numerosas cuevas, debido a la naturaleza volcánica de la misma, las que han servido a los pascuenses como habitaciones, refugios ocasionales, lugares de enterramientos, lugares rituales o como escondites hasta fechas muy recientes (Smith, 1961 b; Mulloy y Figueroa, 1963). Actualmente, la mayoría de estas cuevas tienen el suelo alterado por las excavaciones que realizan los buscadores de recuerdos, actividad muy practicada en la isla por pascuenses que venden a turistas el producto del saqueo y por funcionarios continentales, que así incrementan sus colecciones particulares. La localidad donde está situada la Cueva 85 era en tiempos prehistóricos un importante centro ceremonial del que se dice perteneció a la tribu de los Miru. Se centraba alrededor de una pequeña caleta en cuyas playas afloraban varios manantiales de agua dulce al nivel del mar, los que posiblemente proveyeron la atracción inicial para los grupos prehistóricos hacia el lugar. En la vecindad inmediata para el poblamiento están ubicados cinco grandes ahu, o altares al aire libre, algunas Avanga, o plataformas crematorias. También se observan restos de aproximadamente dieciocho viviendas, probablemente habitadas por el sacerdocio y por lo menos ocho cuevas con la entrada y el interior modificados por albañilería. Existe, así mismo, una considerable cantidad de rasgos excepcionales (features) menores. “Los tres Ahu principales rodean la caleta estando el Ahu Ko Te Riku construido adyacentes a la Costa Norte, el Ahu Vai Uri adyacente a la costa Sur y el Ahu Tahai entre ambos, en el extremo de la caleta opuesto al mar. La muralla

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Excavación arqueólogica en Isla de Pascua Rapa Nui la Cueva 85 del Distrito Tahai como parte del Proyecto de Prof. William Mulloy, 1970 Autores Adriana Goñi Godoy y Patricio Núñez Henríquez.

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Page 1: Cueva 85 Tahai Isla de Pascua 1970

“CUEVA 85, DISTRITO TAHAI, ISLA DE PASCUA”

Adriana Goñi G. Patricio Núñez H.

Durante el mes de agosto de 1970 se realizó la excavación de la Cueva 85, en el Distrito de Tahai, Isla de Pascua, a pedido del arqueólogo William Mulloy, quien llevaba a cabo la reconstrucción del centro ceremonial de Tahai, en cuyos alrededores se encuentra situada. El propósito de la excavación fue el estudiar una cueva adyacente al importante sitio ceremonial de Tahai y las posibles relaciones entre ambos sitios.

I. INTRODUCCIÓN

En Isla de Pascua existen numerosas cuevas, debido a la naturaleza volcánica de la misma, las que han servido a los pascuenses como habitaciones, refugios ocasionales, lugares de enterramientos, lugares rituales o como escondites hasta fechas muy recientes (Smith, 1961 b; Mulloy y Figueroa, 1963). Actualmente, la mayoría de estas cuevas tienen el suelo alterado por las excavaciones que realizan los buscadores de recuerdos, actividad muy practicada en la isla por pascuenses que venden a turistas el producto del saqueo y por funcionarios continentales, que así incrementan sus colecciones particulares. La localidad donde está situada la Cueva 85 era en tiempos prehistóricos un importante centro ceremonial del que se dice perteneció a la tribu de los Miru. Se centraba alrededor de una pequeña caleta en cuyas playas afloraban varios manantiales de agua dulce al nivel del mar, los que posiblemente proveyeron la atracción inicial para los grupos prehistóricos hacia el lugar. En la vecindad inmediata para el poblamiento están ubicados cinco grandes ahu, o altares al aire libre, algunas Avanga, o plataformas crematorias. También se observan restos de aproximadamente dieciocho viviendas, probablemente habitadas por el sacerdocio y por lo menos ocho cuevas con la entrada y el interior modificados por albañilería. Existe, así mismo, una considerable cantidad de rasgos excepcionales (features) menores. “Los tres Ahu principales rodean la caleta estando el Ahu Ko Te Riku construido adyacentes a la Costa Norte, el Ahu Vai Uri adyacente a la costa Sur y el Ahu Tahai entre ambos, en el extremo de la caleta opuesto al mar. La muralla

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de contención que forma los lados de las plazas de los Ahu Ko Te Riku y Vai Uri servían para rodear la caleta casi completamente con murallas de albañilería de altura impresionante. Sólo una pequeña área hacia el Sur del Ahu Tahai se dejó abierta y formó una rampa de piedra pavimentada usada para llevar canoas hacia el agua. Los tres Ahu descritos poseen plataformas centrales, alas laterales y plazas interiores (Mulloy, 1968,pp. 7 – 8). La cueva que excavamos es una e las que menciona Mulloy en su descripción del sitio de Tahai, distrito situado aproximadamente a dos Kms. al norte del poblado de Hanga Roa, en la costa oeste de la isla. Esta cueva tiene el Nº 85 del cuadrángulo Nº 8 de Tahai, según el catálogo del Prof. Mulloy, y no se le conoce nombre local. Situada en la costa 10 s. n. m., a 100 m. aproximadamente de la costa, se encuentra a 111 m. en dirección Noreste, de la plataforma del Ahu Ko Te Riku y a 142 m. del Ahu Tahai, en dirección Noreste. La cueva está orientada hacia el mar, con su eje longitudinal de Oeste a Este. Originalmente esta cueva habría sido un alero, en cuya abertura orientada hacía el Norte se construyó una muralla de piedras, acumulando exteriormente tierra sobre ella, con lo que se limitó la abertura a la que presenta actualmente. Las piedras que forman esta muralla interior son de forma rectangular, talladas toscamente en material volcánico; tienen un ancho promedio de 22 cms. y una longitud de 75 cms. promedio, colocadas en forma asimétrica, a manera de ladrillos. A 2,50 m. de la entrada, y a una altura desde la superficie de 90 cms. esta muralla presenta una abertura semicircular, de aproximadamente 30 cms. de diámetro que puede deberse al desprendimiento de una de las piedras o bien obedecer a un propósito determinado, probablemente para dejar escapar el humo de un fogón que posteriormente detectamos en este sector (Lámina 1, B). En la parte más próxima a la entrada la muralla presenta rastros de color rojo, una piedra con incisiones verticales (similar a las que se observan en otras islas de la Polinesia y que son usadas para afilar instrumentos de piedra) y está incluida entre las piedras talladas una rectangular, con una cavidad en un extremo, usada como cimiento en las viviendas prehistóricas (Hare Paenga) las que fueron “...usadas como viviendas probablemente hasta la introducción de construcciones de tipo europeo” (Ferdon, 1961 b). En el año 1862 el misionero Eugenio Eyraud describe una de estas viviendas y aloja en una de ellas (Ramírez, 1935). Estos datos nos permite inferir una edad postardía para la construcción de la muralla. Una piedra similar apareció entre las que cubrían la superficie interior de la cueva. Este espacio anterior se extendía desde la boca hacia el interior con un diámetro máximo de 2,8 m., el que se orientaba de Norte a Sur. El techo

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alcanzaba su altura máxima de 1,35 m. a una distancia de la entrada de 1,45 m. y desde ese punto descendía hacia el interior hasta terminar al nivel de la superficie en el fondo de la cueva, desviando un tanto la orientación de ésta hacia el Noroeste (Lámina 1 A, y B). El suelo de la cueva, así como el de la superficie anterior se presentó cubierto por piedras volcánicas sueltas. Esta superficie anterior está formada por una suave pendiente de 70 cms. de desnivel entre el 0 y el fondo, a 8,70 m. En este sector (fondo) de la cueva aparecía el suelo removido, alterado al parecer por los saqueos antes mencionados.

B. Planta de la cueva y cuadriculado de secciones. Detalle de la base de la

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capa 5 en las secciones VI, VII, VIII y cuadrícula 1.

II. METODOLOGÍA DE TRABAJO

1. Recolección de Superficie Se recogió el material de la superficie anterior, interior y de los alrededores de la cueva, el que constaba de numerosos fragmentos de obsidiana, piedras sueltas de origen volcánico y artefactos líticos y de hueso. Recuperamos una piedra Paenga, igual a la descrita como formando parte de la muralla interior. Entre las lascas y esquirlas de obsidiana, posteriormente comprobamos un gran porcentaje de éstas con modificaciones intencionales o por uso. Fue posible observar una mayor proporción de material lítico en la superficie exterior de la cueva que en la interior, el cual estaba formado por desecho de talla: grandes lascas toscas, esquirlas y escasas láminas de obsidiana. En la superficie anterior de la cueva los fragmentos no presentaban, en su mayoría, modificaciones visibles. Encontramos mayor cantidad de material orgánico en el sector interior. En la superficie exterior éste fue casi nulo. 2. Excavación de Trinchera – 1 y Cuadrícula – 1 Se trazó una trinchera de 8,70 m. que siguió el eje longitudinal de la cueva, en dirección Oeste – Este, la que dividimos en secciones de un metro cuadrado cada una, las cuales fueron numeradas de I a IX y se procedió a excavar por secciones siguiendo capas arbitrarias de 10 cm., separando una capa de otra por medio de lienzas atadas a clavos insertados en la base de cada capa, ya que las capas arbitrarias, generalmente, en una excavación, no miden exactamente lo que se ha pretendido (Lámina 1, B).

III. SECUECIA POR CAPAS ARBITRARIAS

Pudimos constatar que el material alcanzaba una densidad máxima en las dos primeras capas, entre la superficie y los 20 cm. de profundidad, para luego disminuir progresivamente, a partir de la capa 3 (20 – 30 cms.) hacia las capas inferiores. Logramos un total de 5 capas arbitrarias, es decir, la máxima profundidad que alcanzó el depósito fue de 50 cms. a partir de la superficie. Esta profundidad la logramos en el interior de la cueva, a 70 cms. del fondo (Sección VIII). A través de la excavación e todas las capas se mantuvo constante la característica de una mayor fertilidad cultural y de restos orgánicos en las secciones interiores de la cueva que en los exteriores, donde el depósito fue escaso.

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En las secciones exteriores y las de la entrada alcanzamos el estrato estéril a los 20 cms., y a medida que avanzamos hacia adentro aumentó progresivamente la profundidad del depósito, hasta alcanzar su máxima densidad en el sector antes mencionado, a escasa distancia del fondo, donde se une el techo con la superficie. El perfil de la trinchera 1 (Lám. 1, A) nos muestra el lecho de material volcánico descompuesto, de textura áspera, similar a pómez, que caracteriza el estrato estéril. Este lecho se presenta en forma escalerada, descendiendo hacia el interior, y desde el punto 7 y fracción esta curva asciende hasta alcanzar aproximadamente 20 cms. en el fondo. Tras el punto 8.70 excavamos solamente 75 cms. hacia adentro y más allá nos fue imposible debido a la morfología de la pared rocosa, la que descendía hasta casi tocar la base de la capa 2. Destacamos que no aparece cambios cualitativos en el material cultural, solamente éstos fueron de tipo cuantitativo; se observó gran homogeneidad en los restos. 1. Capas 1 y 2 El depósito estaba compuesto por restos de aves, roedores, mamíferos, conchas, pescado, escasos fragmentos de madera, carbón, coral y restos humanos representados por dientes y huesos fragmentados. El material cultural consistió en artefactos líticos, óseos y otros de origen no isleño, como clavos, vidrio de botella, trozos de metal. Se aprecia un cambio en los restos malacológicos en las capas 1 y 2. En la primera predominan los caracoles de concha lustrosa, color café obscuro con manchas más claras, llamados pure (género Cipraea) usados actualmente por los pascuenses para la fabricación de objetos de adorno; en la capa 2 aparecieron principalmente unos caracoles pequeños, negros, denominados Pipi uriuri (?) (género Crepidula). Se aprecia un aumento del material en la capa 2. En esta capa aparecieron las únicas semillas que se recuperaron en la excavación, de las cuales una fue identificada como posible de calabaza. En el perfil Sur de la sección que corresponde a la entrada (Sección V) aparece una concentración de conchas, huesos y carbón y la pared ennegrecida. 2. Capas 3, 4 y 5 Se observa una notable disminución de restos orgánicos y de material cultural. En la pared Sur de la sección VII, aproximadamente a 2 m. de distancia del fondo de la cueva, apareció un fogón, el que se extendía hacia el oeste unos 70 cms. A la misma altura aparece una concentración de material coralífero descompuesto. Se aprecia bastante material cultural: mucha obsidiana, un premolar humano, huesos trabajados, metal. En la parte inferior de la capa 3, en el mismo lugar, aparecen más restos carbonizados, posiblemente del mismo fogón. Directamente bajo el coral aparece abundante carbón y una parte de un anzuelo compuesto de hueso (Lám. 6,0), único ejemplar de este tipo que se recuperó en la excavación. En esta capa

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predomina el mismo género de caracoles que en la capa inmediatamente superior (Crepidula). En la base de la capa 4, en esta sección, sobre el estrato estéril, aparece una gran roca, parte de la pared Sur, que abarca, prácticamente, toda la cuadrícula (Lám. 1, B). En la sección siguiente, VIII, la que se extiende entre esta roca y el fondo de la cueva, aparece un nuevo fogón, en la base de la capa 4 (30 – 40 cms.), en el perfil Norte, que continúa en la capa 5, entre las primeras muestras del estrato estéril. En la parte superior de la capa 5 aparecen escasos restos orgánicos; salvo carbón, no aparece material cultural, sólo abundantes rocas volcánicas. El fogón se continúa en la pared Norte de la cuadrícula, abarcando la mitad de ésta. Se recogen muestra de los fogones, las que se han hecho fechar. Ninguno de estos fogones presentaba piedras de hogar. Alcanzando el nivel estéril en toda la trinchera, se decide excavar una cuadrícula en sentido perpendicular a ésta. Elegimos la sección VIII para excavar desde su perfil Norte hacia la muralla, debido a que es en esta sección donde aparece el estrato cultural de mayor dimensión y el nivel estéril estaba a mayor profundidad. Sellamos previamente el fogón del perfil Norte con tierra estéril y polietileno. Al excavar esta cuadrícula, de un metro cuadrado, detectamos que no se mantiene la característica antes señalada de una mayor densidad de restos en las capas superiores. Es la capa 3 la que presentó mayor abundancia de material cultural y de origen orgánico. No se observan cambios cualitativos en los restos respecto a las mismas capas en la trinchera. Recuperamos un artefacto de hueso, espatuliforme, de escasas dimensiones y función desconocida (Lám. 6, p.). En la parte media de la capa 4 (30 – 40 cms.) aflora la parte superior del fogón que habíamos detectado en la capa inferior de la sección VIII, en la trinchera. Este fogón forma un piso de aspecto arcilloso de color rosáceo, muy compacto, que abarca media cuadrícula. Es en esta capa donde aparece el matáa recuperado a mayor profundidad el cual presenta rastros de color rojo en la escotadura del pedúnculo (Lám. 5,d). Hay abundantes lascas y concentración de esquirlas de obsidiana; escaso material orgánico, especialmente malacológico. Aparece entre éste una concentración de caracoles muy pequeños, de forma cónica, en espiral. La profundidad de esta capa de cenizas y carbón es de 20 cms., desde que afloró hasta su base, sobre la capa estéril. Una costra dura de cenizas, de 4 cms. de espesor, cubre la parte superior, y adentro aparecen grandes trozos de carbón: vegetales, conchas, huesos, lascas de obsidiana. Parte de este fogón se deja in situ cubierto con polietileno y piedras para una eventual fechación posterior u otras investigaciones. En el arnero, en la tierra correspondiente a esta capa, aparece un clavo de hierro, muy oxidado, que de ser contemporáneo al fogón, ubicado sobre el estrato estéril, indicaría que la ocupación de la cueva comenzó en época histórica. Queremos recalcar que en la superficie de la cueva, antes de comenzar a excavar, el suelo aparecía alterado en ese sector. Posiblemente a esto se deba la anómala proporción inversa en la cantidad de material de las capas superiores de Cuadrícula I en relación de a la trinchera.

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Junto con aparecer la capa estéril se alcanza la base de la muralla, la que está asentada sobre esta capa. Podemos ver que las piedras que la conforman van aumentando de tamaño a medida que están más próximas a la base. Habiendo logrado esta base y la capa estéril en la trinchera, finalizamos la excavación, considerando que, de haberlo permitido el tiempo que disponíamos, hubiese sido necesario continuar hacia el oeste la Trinchera - I y prolongarla detrás del punto 8,70 al igual que una trinchera exterior paralela a la muralla Norte. 3. Cuadro Sinóptico del material obtenido según capas arbitrarias Para facilitar el resumen de los materiales obtenidos en la excavación hemos confeccionado un cuadro sinóptico que señala la disposición y frecuencia de los materiales según la capa de la cual proceden (Ver Cuadro Nº 1)

Cuadro Nº 1

DISPOSICIÓN Y FRECUENCIA DE LOS MATERIALES DE CUEVA 85

Superf. Capa 1 Capa 2 Capa 3 Capa 4 Capa 5 Total

A. MATERIAL LITICO

Matáa 10 9 2 3 1 25

Percutores 2 1 3

Azuelas Basalto 3 2 5

Piedras Paenga 1 1

Lascas Obsidiana* con y sin modificación intencional.

97 265 236 342 145 70 1.155

*Agrupamos todas las lascas de obsidiana en un ítem debido a que este material presenta en casi todos los ejemplares señas de haber sido utilizado de un modo u otro. Al hacer el análisis del material lítico ampliamos este punto.

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Lámina II (Continuación). Instrumentos líticos de Cueva 85

Superf. Capa 1 Capa 2 Capa 3 Capa 4 Capa 5 Total

B. HUESOS

Matrices para anzuelo 2 1 3

Matrices para agujas 1 1 2

Anzuelo Simple 1 1

Vástago anzuelo compuesto

1 1

Espátula (?) 1

Lámina rectangular con extremo en punta

½ ½ 1

Agujas 1 6 3 9 6 25

Huesos trabajados 2 1 2 5

C. RESTOS HUMANOS

(Dientes y 1 rótula) 3 3 3 4 13

D. ELEMENTOS NO ISLEÑOS

Metal 16 5 3 1 25

Vidrio 1 1 2

Anzuelo 1 1

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IV. MATERIAL LITICO*

1. Técnica El estudio de los materiales arrojó el siguiente resultado: A. Método de Aplicación de Fuerza: En este sentido, la técnica empleada fue la

percusión directa aplicada con percutor duro. Esta afirmación se hace basados en:

a) que aparecieron los percutores duros. b) la morfología de las piezas que muestra.

1. Predominancia de bulbos prominentes cuya proporción en relación al largo

de la pieza es grande. 2. Los talones suelen ser anchos y gruesos, aunque el punto de la aplicación

de la fuerza, en relación al borde, es muy variable.

B. Sistemática de astillamiento: Se trata de una técnica de lascas sin una sistemática del astillamiento destinada a obtener astillas de forma regular más o menos predeterminada. No hay preparación de núcleo y las astillas se obtenían a partir de cualquier borde o arista que lo permitiera, resultando de una morfología muy heterogénea.

2. Criterio Clasificatorio

Dado que hay sistemática del astillamiento destinada a obtener astillas ni a producir instrumentos de formas constantes, a excepción de las piezas con mango o pedúnculo conocidas como Matáa, es muy difícil con tan pocos materiales, hacer una clasificación funcional correlacionada con la morfología.

Sin embargo, algunas características de las piezas se repiten, debido a las necesidades funcionales, pero es muy difícil agruparlas en unidades de descripción morfológica. Por este motivo, para efectos de la descripción, nos referimos a las mismas denominaciones dadas por los isleños a los matáa, y que es posible recoger de la etnografía. Respecto a un intento de agrupación de este material según categorías funcionales, basándonos en el estudio del resto del material obtenido en la excavación de Cueva 85, como ser los abundantes huesos con y sin modificaciones, podemos obtener posibles correlaciones entre el trabajo de este material y modificaciones que presentan las piezas de obsidiana.

La mayor parte de los huesos trabajados son de ave, de forma cilíndrica y sección transversal ovalada en los cuales aparecen incisiones o han servido como matrices para la fabricación de agujas y anzuelos (Lam. 6, a, b, c – i, l, m, n, o). * Colaboración del arqueólogo Prof. Felipe Bate, a quién agradecemos la elaboración de este capítulo.

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Entre el material lítico analizado aparecen modificaciones que podrían corresponder al resultado de este trabajo, como ser: aparecen abundantes muescas en los bordes de distintas piezas que cumplirían la función de cortar rotando y presionando sobre los huesos (Lám. 2, 16 y 17). Otras piezas presentan un microastillamiento más o menos continuo del borde sobre una sola de las caras de la pieza, modificación que puede corresponder o asociarse al trabajo de desbastado o pulimiento de madera o hueso.

El microastillamiento ocasional o saltaduras que aparecen en ambas caras del borde, cuando este borde es de ángulo relativamente agudo, pudieron ser resultado de la acción de rajar huesos o hacer incisiones en ellos (Lám. 2, 12 y 13). Es de sobra conocida la importancia que el trabajo de la madera tuvo en la sociedad pascuense, y aunque no aparezcan, por condiciones climáticas y de composición de suelos, restos de éste en excavaciones, sí tenemos el trabajo en hueso, lo que explica la posible funcionalidad de las piezas de obsidiana, las que en su mayoría podrían haberse adecuado a distintos usos, dado su morfología heterogénea, pudiendo observarse en una misma pieza bordes con modificaciones que pueden ser debidas a distintas funciones (Lám. 2, 14 y 15). Los raspadores de distintos tipos, los buriles, perforadores, cuchillos, son todos obtenidos de estas lascas heterogéneas de las cuales se ha ocupado uno o más bordes cuando la función así lo requería, sin que se haya aplicado sistemática de astillamiento o se aplicó al mínimo.

V. ANALISIS DEL MATERIAL CULTURAL 1. Matáa: Varios trabajos anteriores han intentado realizar clasificaciones y descripciones del material lítico de Isla de Pascua y especialmente de los Matáa, como lo son los intentos de Thomson, en 1889, donde describe. Según su forma, nueve tipos de Matáa, dando a cada clase, nombres pascuenses…”El sostiene que las diferencias en la forma no son funcionales, sino que dependen de la destreza y el gusto de los individuos que los fabrican” (Heyerdhal, 1961 p. 400). Igual sucede con la clasificación de la señora Routledge, que anota los nombres pascuenses de varias formas de Matáa, nombres que demuestran que eran meramente descriptivos, como ser: “Hoja de Banano”, “Cola de Pescado”, “Espinazo de Rata”, etc. Esta investigadora menciona catorce de estas denominaciones. Las posteriores clasificaciones de Skinner (MS, citado por Metraux, 1940, p. 167) y de Bórmida (1951, pp. 300 – 303) que constan de seis y cuatro tipos respectivamente, (la de Bórmida incluye una subdivisión en cada uno de los tres primeros tipos) son válidas para los efectos descriptivos, y son las que usaremos para la descripción de nuestro material. A nuestro parecer, el estudio más completo y acabado que se ha hecho de los Matáa es el del Profesor William Mulloy (1961, pp. 151 – 153) y con este investigador coincidimos en

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que por las razones expuestas anteriormente respecto a las fortuitas formas de las piezas, todo intento clasificatorio será arbitrario y subjetivo. Por lo consiguiente, no se hace en este trabajo una descripción exhaustiva del material lítico, ya que existen suficientes intentos clasificatorios y por no ser éste el propósito del presente estudio. En la excavación obtuvimos 26 Matáa, 16 de ellos completos y 10 fragmentados, de los cuales 6 son restos del pedúnculo, 3 tienen la hoja quebrada y a uno le falta el pedúnculo (?) Los seis tipos de clasificación de Skinner, según Mulloy (1961, pp. 151 – 153) son: Tipo 1. Los de factura más sencilla; contornos redondeados del borde cortante, la hoja semeja un “as de espadas” sin punta (Lám. 3 a y b). Tipo 2. Borde cortante recto (Lám. 3, c y d). Tipo 3. Punta central, emerge de un borde cortante transversal (Lám 3 e) Tipo 4. Triangular sin alas laterales (Lám. 4, a y b). Tipo 5. Toscamente triangular con punta hacía un costado (Lám. 4, c) Tipo 6. Tipo más especializado, con bordes cortantes transversales generalmente sesgado, elevándose hacia un lado para formar una punta lateral. Hemos intentado la clasificación de los Matáa completos que recuperamos, pero es necesario insistir en que esta clasificación es arbitraria y subjetiva, y este hecho queda claramente demostrado pues al intentar por segunda vez agrupar dentro de una categoría las piezas, o al hacerlo otro sujeto, siempre varía la ubicación. Los 16 ejemplares completos fueron clasificados, medidos y ubicados según el nivel donde aparecieron:

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Nº Cat. 4. Pertenece al tipo a – 2 (?) de Bórmida y al Tipo 4 de Skinner (Lám 4, b). Procedencia: Superficie. Largo: (en cms.) 8,1; Ancho: 5,4; espesor: 1,2; Largo Ped.: 2,2; Ancho Ped.: 1,8 Nº Cat. 5. Pertenece al tipo B de Bórmida y Tipo 3 (?) de Skinner (Lám. 3, e) Procedencia: Superficie. Largo: 5,0; Ancho: 5,8; Espesor: 1,1; Largo Ped.: 1,5; Ancho Ped 1,5 Nº Cat. 6. Pertenece al tipo B – 1 de Bórmida y Tipo 1 de Skinner Procedencia: Superficie. Largo: 5,5; Ancho: 4,9; Espesor: 1,1; Largo Ped.: 2,5; Ancho Ped 1,7 Nº Cat. 12. Pertenece al tipo A – 2 de Bórmida y al Tipo 1 de Skinner (Lám. 3, a) Procedencia: Nivel II (capa arbitraria 1,0 – 10 cms.) Largo: 6,8; Ancho: 6,0; Espesor: 1,2; Largo Ped.: 2,5; Ancho Ped 1,8 Nº Cat. 13. Pertenece al tipo B – 1 de Bórmida y al Tipo 1 de Skinner (Lám. 3, b) Procedencia: Nivel II (capa 1) Largo: 6,8; Ancho: 6,0; Espesor: 1,2; Largo Ped.: 2,5; Ancho Ped 1,8 Nº Cat. 14. Pertenece al tipo B – 2 de Bórmida y Tipo 5 de Skinner Procedencia: Nivel II (capa1) Largo: 7,4; Ancho: 5,6; Espesor: 1,5; Largo Ped.: 2,8; Ancho Ped 1,9 Nº Cat. 15. Pertenece al tipo C de Bórmida y Tipo 2 de Skinner (Lám. 3, d) Procedencia: Nivel II (capa1) Largo: 6,8; Ancho: 5,0; Espesor: 1,5; Largo Ped.: 2,7; Ancho Ped 2,0. Nº Cat. 17. Pertenece al tipo C (Tumi) de Bórmida y Tipo 2 de Skinner (Lám. 3, c) Procedencia: Nivel II (capa1) Largo: 5,0; Ancho: 4,1; Espesor: 1,0; Largo Ped.: 2,2; Ancho Ped 1,2 Nº Cat. 23 a. Pertenece al tipo C de Bórmida y al Tipo 5 de Skinner (Lám. 3, a) Procedencia: Nivel II (capa1) Largo: 5,2; Ancho: 4,2; Espesor: 1,7; Largo Ped.: 2,4; Ancho Ped 2,0. Este ejemplar tiene la forma apenas esbozada. Nº Cat. 33.

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Pertenece al tipo C de Bórmida y al Tipo 2 de Skinner. Procedencia: Nivel II (capa 2) Largo: 5,7; Ancho: 4,9; Espesor: 1,3; Largo Ped.: 2,2; Ancho Ped 2,1. Nº Cat. 100. Pertenece al tipo A – 1 de Bórmida y Tipo 4 de Skinner (Lám. 4, a) Procedencia: Superficie. Largo: 10,2; Ancho: 5,9; Espesor: 2,5; Largo Ped.: 3,5; Ancho Ped 2,0 Nº Cat. 101. Pertenece al tipo B – 1 de Bórmida y Tipo 1 de Skinner. Procedencia: Superficie. Largo: 5,6; Ancho: 5,6; Espesor: 1,3; Largo Ped.: 1,4; Ancho Ped 2,0 Nº Cat. 102. Pertenece al tipo A – 1 de Bórmida y Tipo 5 de Skinner Procedencia: Superficie. Largo: 6,1; Ancho: 5,4; Espesor: 2,0; Largo Ped.: 2,3; Ancho Ped 1,1. Nº Cat. 103. Pertenece al tipo B – 2 de Bórmida y Tipo 1 de Skinner Procedencia: Superficie. Largo: 4,9; Ancho: 4,7; Espesor: 1,2; Largo Ped.: 1,5; Ancho Ped 1,7. Nº Cat. 104. Pertenece al tipo B – 1 (?) de Bórmida y Tipo 5 de Skinner (Lám. 4, c) Procedencia: Superficie. Largo: 7,9; Ancho: 7,8; Espesor: 1,7; Largo Ped.: 3,2; Ancho Ped 2,4 Nº Cat. 106. Pertenece al tipo B – 1 de Bórmida y Tipo 1 de Skinner Procedencia: Nivel 1 (capa 3). Largo: 5,4; Ancho: 5,4; Espesor: 1,3; Largo Ped.: 2,2; Ancho Ped 1,8. Dimensiones en cm. El tipo de obsidiana empleado para la fabricación de estos artefactos no es siempre el mismo. Se distinguen principalmente tres tipos de ésta. La negra, pero no vidriosa, que es la que predomina en los matáa de cueva 85, la gris y otra más porosa, sin aspecto de vidrio, que puede ser parte de la corteza. 2. Azuelas Por azuela se entiende en la nomenclatura de Polinesia a la cabeza u hoja o lámina de este instrumento, el que completo consta de cabeza y mango. En esta parte del artefacto la que aparece en excavaciones y de las cuales nosotros obtuvimos cinco de diversos tipos.

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La clasificación que hemos hecho de nuestro material está basado en el estudio hecho por Figueroa y Sánchez (1965, pp. 169 – 201) y hemos contado con la cooperación del arqueólogo Sr. Gonzalo Figueroa, a quien agradecemos por ésta. En el mencionado estudio, los autores comparan y describen numerosos especimenes de excavación y de colecciones de museos, y encuentran que en la Isla aparecen ocho tipos distintos. Para aclarar los términos empleados en la descripción de estas piezas, definimos los siguientes conceptos: Frente: Es la cara opuesta al dorso, la que recibe la amarra al estar enmangada. Dorso: Cara que reposa sobre el pie del mango acodado y es la cara que muestra el bisel que remata en el filo. Entre los ejemplares recuperados en Cueva 85, hay uno que fue usado para trabajar la piedra y los cuatro restantes son para el trabajo de la madera. El espécimen para trabajar la tierra es del tipo de Heyerdhal (1961, p. 402) llama “picota de mano” o Toki, usado a modo de las hachas de mano, sin enmangar.

Este tipo de instrumento es muy frecuente en las canteras de Rano Raraku (de donde se obtenía la piedra para las grandes estatuas, lugar donde también se esculpían éstas) y de Puna Pau (taller donde se esculpían los “sombreros” de piedra roja que coronaban los moai). También son frecuentes en los Ahu excavados (por ej. en el de Akivi según común personal de G. Figueroa), y en general en los sitios a los cuales se asocia el trabajo en piedra, como es el caso de Cueva 85, que presenta la muralla de piedras labradas. Este tipo de azuela no ha sido registrado para otras islas de la Polinesia. Esta azuela de filo ancho es un instrumento liviano para desbastar la piedra. El grano del basalto es grueso, a diferencia del de los instrumentos usados para el trabajo de la madera, que es fino. Por sus dimensiones, escaso espesor, calidad de la piedra, el ejemplar que lleva el Nº 1 en nuestro catálogo (Lám. 7, a) constituye una picota o azuela característica para trabajar la piedra. Esta azuela exhibe en sus dos caras mayores superficies planas de fractura. El contorno de la herramienta ha sido logrado por un astillamiento bilateral que ha producido una sección transversal biconvexa o lenticular. En ambos extremos (proximal y distal) no aparecen huellas de uso, lo que es muy corriente, por cuanto el tipo de este filo de azuelas era continuamente reactivado por medio de sucesivas astilladuras producto de un golpe fuerte contra un percutor fijo.

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Sus dos extremos activos muestran un filo irregular pronunciadamente redondeado. Este tipo de azuela nunca presenta pulimento, lo que es un índice de que no se ocuparon para el trabajo de la madera. Este tipo y la variante de forma amigdaloide y sección más profunda más frecuente en el Rano Raraku, son los instrumentos usados por los escultores de piedra de la isla.

Dimensiones ejemplar Nº 1: Largo: 12,6 cm. Ancho en extremo distal: 7,1 cm. Ancho en extremo proximal: 6, 4. Ancho en parte media: 7,2 cm. Espesor medio: 1,9 cm. Espesor máximo: 2 cm. Procedencia: Superficie Azuelas para trabajo de la madera A pesar de lo crudo de los artefactos recuperados, su tamaño, el tipo e piedra empleado (basalto gris obscuro de grano fino) y el pulimento en uno de ellos, hacen pensar que éstos son instrumentos empleados para trabajar la madera. Nº Cat 3. Típica azuela inconclusa Tipo 2 – A de Duff (1950, citado por Figueroa y Sánchez, 1965, p. 200) que tienen las siguientes características: azuelas de sección rectangular, trapezoidal o irregular, con el frente más ancho que el dorso; de relativamente escaso espesor y con la lámina o cabeza que se expande en forma regular desde el extremo proximal hacia el distal.

Este ejemplar tiene filo irregular, es muy pequeña y está inconclusa, pues no presenta huellas de pulimiento en el filo, rasgo que caracteriza a estos instrumentos. Fue recogida en superficie. Dimensiones: Largo Máximo: 7,7 cm. Espesor máximo: 1,8 cm. Ancho máximo: 2,5 cm. Nº Cat. 2, 21 b y 21 c: Probablemente si estos ejemplares estuvieran concluidos hubiesen pertenecido al Tipo 2 – A. Los números 21 b y 21 c (Lám. 7, d y e) son dos fragmentos de azuelas inconclusas. No muestran huellas de uso. Probablemente son especímenes malogrados. El ejemplar Nº 2 (Lám. 7, b) ha sido elaborado a partir de una azuela de mayores dimensiones que se quebró y que era pulida; este pulimento aparece en una de sus caras y en ambas aristas laterales. Esta es una astilla reutilizada posiblemente como “martillo” o percutor. Dimensiones Nº 2: Largo: 7,7 cm. Espesor máximo: 2 cm. Ancho máximo: 4 cm. Procedencia: Superficie Dimensiones Nº 21b: Largo Máximo: 5,1 cm. Espesor máximo: 1,8 cm. Ancho máximo: 3,2 cm.

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Procedencia: Nivel II (capa 1) Dimensiones Nº 21c: Largo Máximo: 5,3 cm. Espesor máximo: 1,7 cm. Ancho máximo: 3,1 cm. Procedencia: Nivel II (capa 1) 3. Huesos El material de hueso que obtuvimos en la excavación está compuesto por restos fragmentados de aves y mamíferos, parte de los cuales presentan muescas e incisiones que denotan un principio del proceso de elaboración de agujas y anzuelos. El material más frecuente es las cuevas de la Isla de Pascua son las agujas, y en Cueva 85 tenemos un elevado número de ellas. Además de este material, obtuvimos algunos artefactos sin función conocida, como son un hueso espatuliforme, de bordes redondeados, de escasas dimensiones: Largo: 1,8 cm; Ancho: 1,9 cm; Espesor: 0,3 cm. Este hueso esta quebrado en un extremo y posiblemente haya servido para pulir o bruñir o como elemento asociado a la pintura corporal que se ejecutaba en la isla, probablemente como espátula. Otro artefacto que no ha sido descrito antes es una lámina rectangular, de 5,3 cm de largo y 1,8 cm de ancho con un espesor de 0,3 cm la que presenta en un extremo un corte transversal, el cual forma una punta de borde redondeado y el extremo opuesto es recto. En una de las caras se aprecian incisiones longitudinales y transversales (Lám. 6, q). Este aparato apareció fracturado transversalmente, y cada una de las partes apareció en distintas capas (Ver cuadro Nº 1). Posteriormente este artefacto, por efectos de la humedad, se quebró en varias partes. Varios huesos pequeños, fragmentados, de ave y mamífero presentan incisiones y cortes cuyo objetivo no pudo determinarse (Lám. 6, j,k,l,m.). a) Agujas Para el análisis de las agujas nos remitiremos al estudio hecho por Heyerdhal (1961, pp. 412 – 416) en el que describe material del todo similar al recuperarlo en cueva 85. Existen dos tipos de aguja de hueso entre las recuperadas de la isla y sus características morfológicas varían de acuerdo al hueso que se empleó para su fabricación.

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Las hay elaboradas a partir de un hueso de ave hendido a lo largo, y estos ejemplares conservan la convexidad natural de la superficie exterior del hueso en una cara y la superficie interior, cóncava y porosa. Esta cara cóncava está a menudo alisada. Frecuentemente estas agujas son ligeramente curvas debido a la curvatura natural del hueso (Lám. 6, a, b, c, d). De los 25 ejemplares que recuperamos, 18 pertenecen a este tipo, de los cuales solamente tres están completas y tienen las siguientes dimensiones: Nº 1 Largo: 4,5 cms.; Ancho: 0,3 cms.; Espesor: 0,2; procedencia: Nivel II (capa 1). Nº 2 Largo: 4,4 cms.; Ancho: 0,4 cms.; Espesor: 0,3; procedencia: Nivel II (capa 2). Nº 3 Largo: 4,2 cms.; Ancho: 0,4 cms.; Espesor: 0,3; procedencia: Nivel II (capa 2).

La aguja Nº 3 no posee ojo. El resto de las agujas de este tipo está compuesto por: ocho puntas, tres extremos con el ojo, dos extremos centrales y las dos restantes son huesos de ave aguzados y pulidos muy delgados y frágil. No presentan ojo, y posiblemente fueron usadas para perforar las teclas de tapa y no para coserlas. Por sus características dudamos en clasificarlas junto a las agujas (Lám. 6, f).

El otro tipo de aguja, según Heyerdhal, es el que se caracteriza por tener

una superficie perfectamente pulida y una sección ovalada. Todos los ejemplares están aguzados para terminar en una punta. El otro extremo es generalmente redondeado, pero ocasionalmente es rectangular y siempre perforado por una perforación bilateral (Lám. 6, ,i).

De este tipo tenemos siete fragmentos, en general de dimensiones

similares a los del otro tipo, pero son más finas, con un pulido en ambas caras muy cuidadoso.

Entre los fragmentos de aguja, aparecieron dos que no coinciden con las

descripciones generales para este instrumento. Uno de ellos es el cuerpo (sin extremos) posiblemente de una aguja, pero sus dimensiones hacen pensar que cumplió distinta función que las anteriores. La única posibilidad es que haya sido un implemento usado en un trabajo muy delicado y que requería gran precisión, como ser el tatuaje o la costura de adornos de plumas, ambos practicados en Isla de Pascua según consta en relatos de viajeros (Lám. 6, h.).

El otro fragmento que llama nuestra atención es plano, con una punta

espatuliforme que presenta finas incisiones verticales en una de sus caras (Lám. 6, g). Dimensiones fragmento “h”: Largo: 2,0 cms.; Ancho: 0,2 cms.; Espesor: 0,1 cm. Procedencia. Nivel 1 (capa 4). Dimensiones fragmento “g”: Largo: 2,3 cms.; Ancho: 0,3 cms.; Espesor: 0,1 cm.

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Procedencia. Nivel 1 (capa 4). Respecto al instrumento que estamos analizando, tenemos referencias históricas desde 1770, cando por primera vez son observadas por los españoles. En 1868 los misioneros franceses mencionan que éstas son usadas para coser vestimentas de tapa, (corteza vegetal). En tiempos tan tardíos como 1889. Thomson describe su uso, al igual que el de las agujas de madera. En 1924 Brown menciona el uso de esta aguja junto a una especie de “dedal”, que describe como “una pieza plana de madera, de aproximadamente 9’ de longitud, con una incisión (o surco) a lo largo de toda su extensión, la cual se colocaba bajo la tela a coser para guiar la aguja. (1924, p. 164. Citado por Heyerdahl, 1961, p. 412).

En 1940 Metraux, al referirse a las agujas de Isla de Pascua, dice que posiblemente sean preeuropeas, y destaca la similitud entra éstas y las provenientes de Nueva Zelandia. Respecto a la técnica empleada en la perforación de los pequeños ojos de las agujas pascuenses, rasgo que las caracteriza, es posible que se haya usado la descrita por Steele (1930, p. 187; citado por Heyerdahl, 1961) para las agujas de Nueva Zelandia, la que consistía en aserrar en ambos lados de la aguja con esquirlas o astillas de obsidiana hasta que aparecía un agujero. b) Anzuelos Según Heyerdahl... los anzuelos de hueso de una pieza, pequeños, completos o fragmentados, son numéricamente dominantes en los depósitos y suelos de las cuevas de la isla. Los de piedra o compuestos, son minoritarios. Esto puede reflejar el hecho de que se recurrió a las cuevas como sitios de refugio en el tumultuoso Período tardío, cuando los anzuelos de hueso reemplazaron a los de piedra en popularidad local y cuando la pesca estaba restringida aparentemente, a especies más pequeñas de la zona costera (1961, p. 415)

Al parecer, los anzuelos de hueso se usaron simultáneamente con los importados de metal, ya que en Cueva 85 encontramos asociado a los de hueso uno fabricado a partir de un clavo o alambre de hierro (Lám. 6, c, v,; Lám 8, f).

Heyerdahl postula que los anzuelos compuestos pueden ser más tempranos que los de una pieza, y sobre la base de la evidencia estratigráfica de Cueva 85 al parecer tal afirmación está comprobada y podemos agregar que con seguridad ambos tipos estaban en uso muy tardíamente, pues desde el nivel 1 están asociados con elementos europeos (Ver cuadro Nº 1).

En 1886 Thomson observó que los anzuelos de hueso se empleaban entonces en preferencia a los anzuelos de manufactura europea (citado por Heyerdahal, 1961, p. 415).

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Existen dos tipos de anzuelo compuesto, según Metraux, (1940, pp. 178 – 179) y que serían los... “ de vástago recto y cilíndrico y aquellos con éste ligeramente convexo en el lado externo”. El ejemplar nuestro pertenece a éste último tipo. Uno de los extremos termina en una cabeza redondeada con un estrechamiento entre ésta y el vástago del anzuelo. El otro extremo está quebrado (Lám. 6, o). Las dimensiones de este anzuelo son las siguientes: Largo: 2,7 cm.; Ancho: 0,4 cm. (en el extremo opuesto a la cabeza); Espesor: 0,2 cm. El anzuelo de una pieza está formado por dos brazos que convergen en una punta redondeada. Uno de los brazos se eleva hacía el interior. Ambos están quebrados en sus extremos. Este ejemplar tiene las siguientes dimensiones: Largo 1,9 cm.; Ancho: 1,5 cm.; Espesor: 0,5 cm.; Procedencia: Nivel II (Capa 1). La procedencia del vástago del anzuelo compuesto es del Nivel I (capa 3). Técnica de Fabricación: Respecto a la manufactura de los anzuelos de hueso, sabemos que existían dos métodos, por lo menos, para fabricarlos. Metraux (p. 197, fig. 10. Citado por Heyerdahl, 1961, p. 437) describe el siguiente procedimiento: ...”el contorno general del azuelo se corta en una pieza de hueso y después el interior de ésta es taladrado o hendido. El toque final se da por pulimento y limando los filos” . Heyerdahl describe un método alternativo (1961, p. 437) de la siguiente manera: ...El extremo corto de una larga preforma o matriz rectangular de hueso es hendida por medio de un ancho y profundo corte dentado. Este forma la curva interior redondeada del anzuelo y en los extremos sobresalientes de las horquillas resultantes se forman la cabeza y el cabo en punta antes que el filo exterior del anzuelo esté siquiera delineado en la larga matriz restante. En la Lám. 6, n, o aparecen un hueso curvo de ave y el vástago del anzuelo compuesto que pudo resultar de un hueso similar. Igualmente, entre el material de hueso que apareció en superficie, se recuperaron dos fragmentos de tibia humana, en proceso de fabricación de anzuelos y un fragmento menor que al parecer corresponde al mismo trabajo (Lám. 6, r, s, t). Las dimensiones de estas preformas son las siguientes: Frag. Nº 1 (Lám. 6, r): Largo: 6,1 cm.; Ancho: 2,4 cm.; Espesor: 0,8 cm. Este fragmento está quemado en los bordes, posiblemente como resultado del proceso de elaboración y presenta los extremos cortos redondeados y pulidos, aparecieron los bordes longitudinales alisados perfectamente. El otro fragmento largo (Lám. 6, s) presenta idéntico trabajo en los bordes y en su cara superior se puede apreciar una incisión longitudinal muy superficial, además de muescas en sentido transversal. Las dimensiones de este fragmento son las siguientes: Largo: 1,6 cms.; Ancho: 2,0 cms.; Espesor: 0,7 cms.

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Este fragmento presenta en uno de los bordes longitudinales una muesca, que podría corresponder a la acción de roedores, notándose que este mismo borde aparece sin alisar, como lo está el borde opuesto y uno de los extremos y que es característico del proceso de elaboración de anzuelos. Un cuarto fragmento de hueso trabajado presenta similares características, aunque la morfología del hueso es distinta. Este no fue identificado, pero al parecer es también de un mamífero grande. Presenta iguales cortes longitudinales, los que forman dos “biseles” laterales, muy alisados y pulidos. En uno de los extremos cortos está al igual que los fragmentos anteriores, presenta el reticulado natural del hueso. Este fragmento provenía del Nivel II (capa 2), (Lám. 6, j) y sus dimensiones son los siguientes: Largo: 2,3 cms.; Ancho: 1,3 cms.; Espesor:0,5 cms. 4. Elementos Misceláneos En ambos niveles aparecen elementos cuya introducción en la isla se debe a los viajeros, que desde el año1772, los regalan, intercambian o dejan olvidados allí. Entre este material, encontramos, en todas las capas arbitrarias, distintos tipos de metal, principalmente alambre y clavos, en avanzado estado de oxidación, lo que no es extraño tomando en cuenta las condiciones del suelo y la extrema humedad de la cueva. Recuperamos además dos fragmentos de vidrio que podrían corresponder a restos de una botella. Este material de origen europeo es muy abundante en las primeras capas y decrece su cantidad notoriamente al aumentar la profundidad. En el nivel I (capas 3 – 4 y 5) este material es prácticamente nulo; solamente se recuperaron cinco elementos, entre éstos un anzuelo fabricado, al parecer, de un trozo de alambre de hierro (capa 3), un grueso perno y tres clavos, uno de ellos apareció en el arnero, entre el material estéril que formaba la base de la excavación. Las dimensiones de este anzuelo son las siguientes: Largo: 4,2 cms.; Ancho: 4,0 cms.; Espesor: 1,5 cms. en la cabeza, que está engrosada por el óxido. En la capa 1, junto a numerosos fragmentos de alambre, clavo y en general trozos sin forma determinada de hierro oxidado, se recuperaron dos cilindros de hierro que contenían ceniza y tierra descompuesta en su interior. Ambos aparecieron juntos. No es posible determinar la posible utilidad que hayan prestado estos tubos a los habitantes de la cueva, aunque aventuramos la hipótesis de que, por las ceniza que éstos contenían y por la existencia del tabaco en Isla de Pascua,

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junto al hecho de que los pascuenses conocieron por medio de los europeos, la práctica de fumar esta planta en pipas, es posible que estos tubos hayan sido ocupados para el mismo fin, como podría confirmarse por el acatamiento que presentan en un extremo. Las dimensiones de estos objetos son las siguientes: Nº Cat. 29 b: Largo: 8,4 cms.; Diámetro: 2,0 cms. Espesor de las paredes: 0,5 cms. Nº Cat. 29 a: Este tubo presenta un achatamiento en un extremo. Largo: 7,8 cms.; Diámetro en el extremo sin modificación: 2,0 cms.; Diámetro del extremo achatado que presenta una sección ovalada: 2,3 cms. X 1,6 cms.; Espesor de las paredes: 0,6 cms.

VI. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

1. Se determinaron dos niveles distintos de ocupación de este sitio: el nivel 1, formado por las capas 3, 4 y 5 y un nivel II, formado por las capas 1 y 2.

Los cambios cuantitativos notados a partir de la Capa 3 así nos lo indican. Al parecer no existió un nivel prehistórico, lo que diferencia este sitio de

otros similares (Ver Smith, 1961, Report 4).

2. La ocupación de la cueva parece haber sido continua, a juzgar por la popularidad de las evidencias encontradas, y prolongada, ateniéndose a la cantidad de material orgánico acumulado en el sitio.

3. La ocupación parece haber comenzado en un período tardío, a juzgar por

el tiempo de material cultural encontrado desde la base estéril, posterior a 1722 fecha de la llegada de los europeos a Isla de Pascua. Este hecho nos permite suponer que no hubo relación ni asociación del sitio habitacional con el centro ceremonial de Tahai, puesto que ha la llegada de los europeos estas plataformas estaban parcialmente abandonadas y destruidas. El capitán Cook, en 1774, se refiere a ella como “reliquias antiguas” (citado por Hyerdahl, 1961, p. 53)

Existe un margen de posibilidad, sin embargo, de que este centro ceremonial haya estado en uso en el siglo XVIII, pues apareció a una profundidad de 20 – 40 cm. en el depósito del ala norte de la estructura del Ahu Tahai un pequeño clavo de hierro, que está en contradicción con las tempranas fechas radiocarbónicas obtenidas para este sitio (1260 = 130 A. P. y 810 = 80 A. P.). Está en discusión si este clavo pudo caer a través de las rocas después de la construcción de la estructura. En todo caso, basado en las fechas radiocarbónicas, se ha postulado como margen de tiempo para el uso de este sitio como centro de ceremonia, las fechas de 600 = 130 d. C. hasta el tardío siglo XVIII (Ayres, 1971, pp. 497 – 503).

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En resumen , y dadas las evidencias, no es posible afirmar que la ocupación de la Cueva Nº 85 se inició en una época en que este centro ceremonial estaba abandonado como tal durante un tiempo que pudo ser más o menos prolongado. La gran popularidad de los matáa, única arma defensiva de los antiguos pascuenses, que aparece siempre asociada a sitios tardíos (Ferdon, 1961 a, p. 310, 1961 b, p. 320; Mulloy, 1961, p. 153; Sölsvod, 1961 a, p. 271, 1961 b, p. 303; Smith, 1961 b, p. 270, 1961 c, p. 285, 1961 d, p. 289) y la existencia de la muralla interior asentada en la base estéril, que por sus características de construcción parece haber obedecido a un propósito defensivo, junto a la asociación, desde la capa estéril, con elementos de origen no isleño, nos permite postular que la ocupación inicial de esta cueva habría ocurrido en un período bastante tardío, en una etapa del acontecer histórico de la isla cuando una serie de sucesos hace que las cuevas tengan nueva vigencia como habitaciones.

Desde principios del siglo XIX los isleños mantienen una actitud hostil y a la defensiva frente a los visitantes (Heyerdahl, 1961, p. 65), actitud determinada por las incursiones depredatorias que se llevaron a cabo, desde el año 1805, en contra de los isleños.

En este año llega a la isla la goleta de matrícula norteamericana Nancy,

cuyos tripulantes secuestran a varios hombres para llevarlos como mano de obra a la Isla de Más Allá, donde pensaban instalar una colonia dedicada a la caza de lobos marinos.

En 1822 balleneros norteamericanos, raptan nuevamente un grupo de

mujeres y disparan contra los hombres. De importancia fundamental en la virtual desintegración física de la

sociedad pascuense es el desarrollo imperialista de las potencias europeas en el siglo XIX, en especial Inglaterra, que ejerció su poder sobre la burguesía peruana.

En los años 1859 y 1862 vienen a Pascua un grupo de expedicionarios

desde el continente a reclutar mano de obra, al igual que habían hecho en otras islas polinésicas, mano de obra que era indispensable a la naciente burguesía peruana como fuerza de trabajo para la explotación de los depósitos de guano y en la industria del salitre, en incipiente desarrollo.

Estas incursiones se explican como consecuencia de que el continente

americano se produce un fuerte movimiento en contra de la esclavitud, promovido principalmente por Inglaterra, que ve despoblarse sus colonias en África con este comercio.

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Es así como se suscriben tratados y posteriormente la esclavitud es abolida, (entre los años 1841 – 42 en Chile y en el año 1854 en Perú), lo que hace necesario conseguir fuerza de trabajo barata por diversos medios. (Ver Mellafe, 1964, pp. 99 – 102). Es así como son capturados cientos de pascuenses, entre ellos los Arikiri (jefes) y Maoríes (hombres sabios), y trasladados al continente, donde, a consecuencias de las condiciones de explotación en que son mantenidos, mueren prácticamente todos. Esto lleva a la pulverización de esta comunidad de tipo asiático, estructurada de modo tal que la desaparición de los jefes y sacerdotes (encargados de la organización de la producción, de la distribución de los productos, de la dirección de las obras monumentales, etc.), produce una total disolución de un modo de producción que hasta ese momento había caracterizado a la sociedad pascuense desde que se efectuó el primer poblamiento, en el primer milenio de nuestra era. En el año 1864 se instalan los misioneros franceses en Pascua, y el R P. Pacome Olivier (1866, p. 254, citado por Heyerdahl, 1961, p. 68), registra el hecho de que no existe autoridad ni subordinación entre los isleños: Isla de Pascua presenta una especie de anarquía como estado normal. El proceso productivo entre los isleños es un absoluto caos, y sólo obtienen lo necesario para sobrevivir, limitándose a cultivar unos pocos camotes y a recolectar frutas en el interior de los volcanes. Los matáa son mencionados como armas en uso en ese período. Es natural que al producirse una brusca disminución de la población por efecto de estas incursiones, el desarrollo de las fuerzas productivas haya cesado y aún más, tiene que haber retrocedido a un nivel muy escaso, por lo que, bruscamente, variaron las relaciones de producción y se produjeron profundos conflictos sociales, que llevaron a luchas internas muy violentas, de las que fue en parte testigo el misionero Eugenio Eyraud, en 1864, sólo dos años después de la venida de los peruanos. (Ramírez, 1935, pp. 56 – 83). Desde esta fecha, hasta aproximadamente el año 1875, se producen continuos conflictos entre pascuenses y extranjeros que se instalan en la isla para explotar sus recursos, usando a los pascuenses como fuerza de trabajo, provocándose, de hecho, un permanente estado de lucha y defensa de sus intereses, lo que en cierto modo explica y justifica, durante un período de más de medio siglo, el material que aparece en Cueva 85. Creemos, entonces, que es posible plantear que el sitio excavado corresponde a una ocupación tardía, entre principios del siglo XIX y 1875, periodo caracterizado por la disolución de un modo de producción en vigencia durante siglos en la isla, que se produce por la acción de factores externos,

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principalmente la acción del capitalismo y sus intereses que penetran en Pascua. Tal disolución implica que las alteraciones profundas en la estructura de este grupo social, obliga a los pascuenses a vivir en constante estado de defensa, con una economía basada casi exclusivamente en la pesca y recolección en zonas costeras descartándose la agricultura como medio de subsistencia fundamental debido a la disminución brusca de la población, y especialmente de sus dirigentes, por las causas antes mencionadas.

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