cuerpo e imaginación sonora

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Cuerpo e imaginación sonora En esta página nos ocupamos de técnica y gestos corporales. Gestos diferentes realizados por cuerpos diferentes. Pero esta diversidad, de la que ya hablamos en nuestro post anterior, no debe hacernos olvidar las analogías: tocamos unos instrumentos esencialmente idénticos y empleando unos recursos físicos que no varían sino en mínima parte entre un ser humano y otro. Por supuesto hay diferencias (manos grandes y pequeñas, mayor o menor flexibilidad articular, complexión delgada o más robusta, variaciones en la longitud proporcional de cada dedo, etc.), pero más importantes que esas diferencias son las similitudes. Todos estamos sometidos a las mismas leyes físicas y todos interactuamos con ellas con un cuerpo organizado de la misma forma, con un esqueleto formado por los mismos huesos movidos por los mismos músculos según unos mismos procesos bioquímicos. Y si esto es cierto para cualquier músico, lo es doblemente para los intérpretes clásicos, que suelen tocar un mismo repertorio, que nos llega definido hasta el más mínimo detalle por una partitura que la tradición ha convertido en un referente ineludible. Por ello, a la hora de interpretar un mismo pasaje, las posibles diferencias entre un intérprete y otro, entre un estudiante y un concertista de éxito, entre manos grandes y manos pequeñas, no dependen tanto de los recursos físicos en sí mismos como de la forma en que cada uno los emplea. Allí residen las verdaderas diferencias: en cómo movemos nuestro cuerpo. Partiendo, por supuesto, de nuestras características individuales, vistas como un valor a desarrollar. Las manos pequeñas y unos brazos muy cortos no han sido un obstáculo para la añorada Alicia de Larrocha, ni lo fueron para Josef Hofmann y tantos otros virtuosos. Ellos supieron cómo emplear su cuerpo para ponerlo al servicio de su formidable imaginación sonora. Ésa es la verdadera técnica, y ése es el objetivo al que hay que aspirar.

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Page 1: Cuerpo e Imaginación Sonora

Cuerpo e imaginación sonora

En esta página nos ocupamos de técnica y gestos corporales. Gestos diferentes realizados por cuerpos diferentes. Pero esta diversidad, de la que ya hablamos en nuestro post anterior, no debe hacernos olvidar las analogías: tocamos unos instrumentos esencialmente idénticos y empleando unos recursos físicos que no varían sino en mínima parte entre un ser humano y otro. Por supuesto hay diferencias (manos grandes y pequeñas, mayor o menor flexibilidad articular, complexión delgada o más robusta, variaciones en la longitud proporcional de cada dedo, etc.), pero más importantes que esas diferencias son las similitudes. Todos estamos sometidos a las mismas leyes físicas y todos interactuamos con ellas con un cuerpo organizado de la misma forma, con un esqueleto formado por los mismos huesos movidos por los mismos músculos según unos mismos procesos bioquímicos.

Y si esto es cierto para cualquier músico, lo es doblemente para los intérpretes clásicos, que suelen tocar un mismo repertorio, que nos llega definido hasta el más mínimo detalle por una partitura que la tradición ha convertido en un referente ineludible. Por ello, a la hora de interpretar un mismo pasaje, las posibles diferencias entre un intérprete y otro, entre un estudiante y un concertista de éxito, entre manos grandes y manos pequeñas, no dependen tanto de los recursos físicos en sí mismos como de la forma en que cada uno los emplea.

Allí residen las verdaderas diferencias: en cómo movemos nuestro cuerpo. Partiendo, por supuesto, de nuestras características individuales, vistas como un valor a desarrollar. Las manos pequeñas y unos brazos muy cortos no han sido un obstáculo para la añorada Alicia de Larrocha, ni lo fueron para Josef Hofmann y tantos otros virtuosos. Ellos supieron cómo emplear su cuerpo para ponerlo al servicio de su formidable imaginación sonora.

Ésa es la verdadera técnica, y ése es el objetivo al que hay que aspirar.