cuentos para levantar el animo

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BAMBÚ En el corazón del Reino de Oriente se extendía un hermoso jardín. El Amo, aprovechando el fresco de la tarde, se paseaba por sus predios. De todos los moradores del jardín, el más bello y amado era un noble bambú de grácil silueta. Cada año aumentaban la belleza y la elegancia de Bambú. Éste era consciente del cariño del Amo y de que aquél se complacía contemplándolo. A pesar de ello era siempre humilde y de actitud amable. Con frecuencia, cuando el viento acudía a juguetear en la floresta, Bambú se despojaba de su dignidad y se ponía a bailar y a balancearse alegremente, inclinándose en jubiloso abandono. Presidía la gran danza del jardín, que llenaba de gozo el corazón del Amo. Cierto día el Amo se acercó a Bambú para observarlo detenidamente. Con mirada de curiosa expectativa, Bambú inclinó su majestuoso penacho hasta el suelo en señal de reverencia. El Amo se dirigió a él: Bambú, Bambú, necesito tus servicios. Amo, estoy dispuesto. Dime qué deseas. Bambú -dijo el Amo con voz grave-, me veré obligado a llevarte de aquí, a cortarte. Horrorizado se estremeció Bambú: _ ¿Co... Cortarme, Amo... a mí, a quien convertiste en el más hermoso de tu jardín? ¿Cortarme? ¡Ah, no! Eso no! Sírvete de mí para tu placer, oh Amo, pero... ¡no me cortes! Mi precioso Bambú --dijo el Amo con voz aún más grave--, si no té corto, no podrás serme útil. El jardín se cubrió de silencio. El viento contuvo su soplo. Lentamente Bambú inclinó su glorioso penacho. Se alcanzó a oír un susurro. Bambú contestó: Amo, si no puedo serte útil a menos que me cortes, haz entonces tu voluntad. Córtame. Bambú, mi amado Bambú, debo también cortar tus hojas y ramas. Amo, te suplico, ¡ten piedad! Tálame y pon me belleza entre el polvo. Pero ¿es necesario que también me arranques las hojas y las ramas? Ay, Bambú; si no te las corto, no me servirás. El sol ocultó su rostro. Una mariposa que escuchaba el diálogo alzó temerosa el vuelo. Bambú tembló, presa de terrible ansiedad, y asintió quedamente: Amo, corta ya. 1

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Page 1: CUENTOS PARA LEVANTAR EL ANIMO

BAMBÚ

 En el corazón del Reino de Oriente se extendía un hermoso jardín.  El Amo, aprovechando el fresco de la tarde, se paseaba por sus predios. De todos los moradores del jardín, el más bello y amado era un noble bambú de grácil silueta.  Cada año aumentaban la belleza y la elegancia de Bambú. Éste era consciente del cariño del Amo y de que aquél se complacía contemplándolo. A pesar de ello era siempre humilde y de actitud amable.  Con frecuencia, cuando el viento acudía a juguetear en la floresta, Bambú se despojaba de su dignidad y se ponía a bailar y a balancearse alegremente, inclinándose en jubiloso abandono. Presidía la gran danza del jardín, que llenaba de gozo el corazón del Amo.  Cierto día el Amo se acercó a Bambú para observarlo detenidamente. Con mirada de curiosa expectativa, Bambú inclinó su majestuoso penacho hasta el suelo en señal de reverencia. El Amo se dirigió a él: Bambú, Bambú, necesito tus servicios. Amo, estoy dispuesto. Dime qué deseas. Bambú -dijo el Amo con voz grave-, me veré obligado a llevarte de aquí, a cortarte. Horrorizado se estremeció Bambú: _ ¿Co... Cortarme, Amo... a mí, a quien convertiste en el más hermoso de tu jardín? ¿Cortarme? ¡Ah, no! Eso no! Sírvete de mí para tu placer, oh Amo, pero... ¡no me cortes! Mi precioso Bambú --dijo el Amo con voz aún más grave--, si no té corto, no podrás serme útil.  El jardín se cubrió de silencio. El viento contuvo su soplo. Lentamente Bambú inclinó su glorioso penacho.  Se alcanzó a oír un susurro. Bambú contestó: Amo, si no puedo serte útil a menos que me cortes, haz entonces tu voluntad. Córtame. Bambú, mi amado Bambú, debo también cortar tus hojas y ramas. Amo, te suplico, ¡ten piedad! Tálame y pon me belleza entre el polvo. Pero ¿es necesario que también me arranques las hojas y las ramas? Ay, Bambú; si no te las corto, no me servirás.   El sol ocultó su rostro. Una mariposa que escuchaba el diálogo alzó temerosa el vuelo. Bambú tembló, presa de terrible ansiedad, y asintió quedamente: Amo, corta ya. Bambú, Bambú, debo también partirte en dos y sacarte el corazón. Si no lo hago, no me serás útil. Ay, Amo mío, corta entonces y párteme.  Así pues, el Amo del jardín cortó a Bambú, podó sus ramas, le arrancó las hojas, lo partió en dos y le sacó el corazón.  Lo alzó entonces cuidadosamente y lo llevó hacia un manantial de cual surgía a borbotones agua fresca y cristalina, en medio de las resecas tierras del Amo.  Luego, el Amo depositó a Bambú suavemente en el suelo, apoyando un extremo en el manantial y el otro en un canal que llevaría el agua hacia el campo.  El manantial emitió su canción de bienvenida. El agua fresca y chispeante se lanzó con júbilo por el cuerpo rajado de Bambú rumbo a los campos sedientos.  Enseguida se plantó el arroz.  Transcurrieron los días.  Aparecieron los brotes. Llegó el tiempo de cosecha. Entonces el cuerpo de Bambú, antes erguido en su imponente hermosura, cobró más gloria aún en su humildad y quebranto.  Cuando era hermoso abundaba en vida.  ¡Pero al ser quebrantado se convirtió en un canal de vida en abundancia para el mundo de su Amo!  Tu también puedes vivir en el jardín con El Amo de la Eternidad. No tienes más que convertirte en un buen canal de nueva vida.         por Anónimo 

El REY Y EL POBRE

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Page 2: CUENTOS PARA LEVANTAR EL ANIMO

En Persia se cuenta la historia del gran Manú, Shah Babas, en cuyos dominios no se ponía el sol, que reinó con todo esplendor, tenía fama de justo y le encantaba mezclarse con el pueblo, pasando desapercibido para compartir y dar solución a sus problemas. En cierta ocasión, se vistió de pobre y al pasar por la cocina observó en un rincón una angosta puerta para él hasta entonces desconocida. Descendió el largo, lóbrego y húmedo trecho de escaleras que conducía a un sótano, de reducidas dimensiones y calor asfixiante, en el que un carbonero sentado en un montón de cenizas, atendía la caldera de palacio. El Manú se sentó a su lado y comenzó a hablar. Llegó la hora de comer y el fogonero sacó un sucio pan moreno y áspero y una jarra de agua. Se sentaron a comer y beber. El shah se fue, pero continuó visitándolo con frecuencia, movido por la compasión que sentía por aquel hombre solitario. Amablemente le dio consejo y el pobre le abrió todo su corazón y amó a aquel amigo tan bondadoso y sabio pero tan pobre como él. Finalmente, el Manú pensó: " Este hombre que vive permanentemente recluido en el sótano, cumpliendo de forma abnegada con su trabajo, con total aceptación de su destino y sin que una sola queja salga de sus labios, merece una gran recompensa. Le diré quién soy a ver qué presente me pide." Le dijo pues: "Crees que soy pobre, pero soy tu Manú, el Shah Babas, pideme lo que quieras." El gobernante esperaba que le pidiera algo grande, pero el hombre se quedó sentado, inmóvil, petrificado, mirándolo con amor y asombro. Entonces el Manú le dijo posando una mano sobre su hombro: "¿No entiendes? Te puedo hacer rico y noble, puedo poner una ciudad en tus manos, te puedo hacer un gran gobernador: ¿No tienes nada que pedir?" El hombre respondió amablemente: "Sí, mi señor, he entendido. Más no entiendo cómo tu que gobiernas más de 3.000 por 10.000 mundos y varios soles, mandas sobre billones y trillones de seres y eres el encargado de crear un nuevo mundo para afrontar mejores tiempos, puedes haber salido de tu palacio y tu gloria para sentarte conmigo en este lóbrego cuchitril, comer mi tosca comida y preocuparte por si estoy feliz o apenado. Ni tú mismo me puedes dar nada más valioso. A otros les puedes otorgar ricos presentes, pero a mí me has dado a ti mismo; lo único que te puedo pedir es que nunca me quites este regalo de tu amistad y de tu amor". La emoción que embargaba su espíritu enmudeció sus palabras y desde el fondo del corazón brotó un "gracias" e inclinándose en señal de respeto depositó a sus pies dos brillantes lagrimas. 

LOS CLAVOS

Esta es la historia de un muchachito que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, 

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Page 3: CUENTOS PARA LEVANTAR EL ANIMO

debería clavar un clavo detrás de la puerta. El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos. Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día  que  lograra  controlar  su carácter.  Los días  pasaron y  el   joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta. Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: has trabajado duro, hijo mío, pero mira   todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tu pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves. Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física. Los amigos nos hacen reír y nos animan a seguir adelante. Nos escuchan con atención, y siempre están prestos a abrirnos su corazón. ¡Un abrazo grande a todos mis amigos! 

UNA VAQUITA

Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar. Durante   la   caminata   le   comentó  al   aprendiz   sobre   la   importancia  de   las   visitas,   también  de conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias. Llegando al lugar constataron la pobreza del sitio, los habitantes -una pareja y tres hijos-, tenían una humilde casa de madera y estaban vestidos con ropas sucias, rasgadas y sin calzado. 

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Page 4: CUENTOS PARA LEVANTAR EL ANIMO

Entonces se aproximó el Maestro al padre de la familia y le preguntó: - En este lugar no existen posibilidades de trabajo, ni puntos de comercio tampoco. ¿Cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí? El señor calmadamente respondió: - Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina y con la otra producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo. El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue. En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le ordenó: -Busca la vaquita, llévatela al precipicio de allí en frente y empújala al barranco. El joven espantado vio al maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Mas como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden.  Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vio morir... Aquella escena quedó grabada en la memoria del joven durante años y nunca pudo sacarse un terrible cargo de conciencia por el crimen cometido a instancias de su Maestro. Tanto impactó esto en su espíritu que abandonó al maestro y prosiguió solo su camino. Años después, el joven aprendiz debía pasar cerca de la casa y tomó la decisión de regresar al lugar,  contarle   todo a  la   familia,  obtener  su perdón y,  de ser  ello  posible,   repararles  el  daño causado. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos,   una  huerta   arreglada,   un  bella   casa,   niños   saludables   y   adecuadamente   vestidos   y calzados. El joven se sintió más triste y desesperado aún imaginando que aquella humilde familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir.   Aceleró su paso y al llegar a la casa fue recibido por un hombre muy agradable y tranquilo.   El joven preguntó por la familia que vivió allí hacia unos cuantos años, pero el hombre le respondió que ellos vivían allí de toda su vida. Sorprendido el joven revisó los rostros y descubrió que, efectivamente, se trataba de la misma familia y sólo atinó a preguntar: - Yo pasé años atrás y éste era un lugar pobre... ¿cómo logró esta prosperidad? Y el hombre entusiasmado contestó: - Mire joven... años atrás nosotros teníamos una vaquita, pero no sabemos cómo, se cayó a un precipicio y murió.  Al principio creíamos que sería nuestra ruina, sin embargo, obligados por las circunstancias debimos desarrollar otras habilidades y esfuerzos que ignorábamos que fuésemos capaces de lograr.  Y así, alcanzamos el éxito que Ud., observa ahora...     Cuento sufí 

EL ÁNGEL Y EL CAMINANTE

Un caminante y un ángel con forma humana que lo acompañaba -y que debía completar su formación interactuando con seres humanos-, recorrían los senderos... Una noche solicitan abrigo en la casa de una familia rica. El dueño de casa, de modo grosero no ofreció a los caminantes ninguno de sus habitaciones de huéspedes, como así tampoco ningún alimento de su surtida mesa y por el contrario los envió a un frío y húmedo sótano. Los caminantes hicieron su cama en el duro suelo. 

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Page 5: CUENTOS PARA LEVANTAR EL ANIMO

De repente, el ángel vio un agujero en la pared y sin decir nada procedió a repararlo primorosamente hasta que la pared quedó sin huella alguna que denotase el daño que allí existía. El caminante humano preguntó al ángel por qué le hacía un favor así a tan poca agradable persona y el ángel le respondió: - "Las cosas no siempre son como parecen..." La noche siguiente los sorprendió frente a una humilde morada. El pobre granjero y su esposa se desvivieron por compartir su escaso alimento con los caminantes y les brindaron el lugar más acogedor de su precaria vivienda. A altas horas de la noche el caminante se despertó con un ruido y vio como el ángel mataba la vaca del granjero. Al día siguiente el granjero presa de desesperación vio como su único bien, la vaca de la cuál dependía su sustento, yacía muerta en el granero. Al alejarse de la casa, el caminante preguntó al ángel: - "Anoche te vi matar a la vaca y no te entiendo... Al desagradecido rico que nos arrojó a su sótano le reparaste la pared. En cambio, a este pobre hombre que nos dio todo lo que tenía le mataste su vaca y lo condenaste a la pobreza" - "Las cosas no son lo que parecen" -respondió el ángel. En aquel sótano vi un tesoro oculto en la pared y la arreglé para que nunca ese sujeto avaro lo encontrase. Sin embargo -y tú no pudiste verlo- en medio de la noche la muerte vino a buscar el alma de la esposa del granjero. Debí negociar largamente con ella y sólo aceptó a la valiosa vaca como precio por dejarla viva..." "Las cosas no son siempre lo que parecen..." 

EL PARADIGMA DE LA RIQUEZA

Una vez, un padre de una familia acaudalada llevó a su hijo a un viaje por el interior del país, con el firme propósito de que éste viera cuán pobre podría llegar a ser la gente de campo. Que comprendiera el valor de las cosas y lo afortunados que eran ellos, que parecían tenerlo todo. Estuvieron por espacio de un día y una noche completos, en una granja de una familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje, y de regreso a casa, el padre pregunta a su hijo : ¿ Qué te pareció el viaje ? ¡¡ Muy bonito Papá !! 

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Page 6: CUENTOS PARA LEVANTAR EL ANIMO

¿ Viste qué tan pobre y necesitada puede ser la gente ? ¡¡ Sí..¡¡ ¿ Y qué aprendiste ? Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina de 25 metros, ellos tienen un riachuelo que no tiene fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta el borde de la casa, el de ellos tiene todo un horizonte. Especialmente Papá, vi que ellos tienen tiempo para conversar y convivir en familia. Tú y Mamá tienen que trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo. Al terminar el relato, el padre se quedó mudo... y su hijo agregó : ¡¡ Gracias Papá, por enseñarme lo ricos que podríamos llegar a ser...!!  Anónimo enviado por Daniel Jakubovski. 

EL JOVEN SAMURAI

Hoy era un día feliz para Kan, hoy cumplía 12 años y su padre había prometido concederle el mayor de los tesoros. Una espada de Samurai. Naturalmente no sería una espada de doble diamante como la de su padre, sería una sencilla espada katana. Lo demás habría de ganárselo por si mismo. Era un inmenso honor el que le hacía su padre. A partir de ahora dejaba de ser un niño para convertiste en todo un aprendiz de Samurai. Un brillante futuro se presentaba por delante si estaba dispuesto a aprender y a trabajar. Y kan lo estaba desde lo más profundo de su corazón. Su padre Kazo estaba frente a él, solemne e imponente como era natural en su persona. El anciano Samurai aparentaba mucha menos edad de la que realmente tenía, solo su larga cabellera blanca y unos ojos llenos de sabiduría rebelaban su verdadera edad. Su armadura de General Samurai reflejaba los dorados rayos del sol como si fuera de oro mientras que los dobles diamantes engastados en la empuñadura de su propia espada katana formaba un doble arco iris enlazado en su base. Kazo había luchado mil batallas y formado a cientos de Samurais, y por fin hoy iba a instruir a su propio hijo. Un acontecimiento que llevaba esperando desde hace doce años. En sus manos sostenía la futura katana de su hijo, un arma poderosa que debía usarse con sabiduría. Kan debía entender que lo más importante de un Samurai no era su arma, sino su sabiduría y su honor. 

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La cara de Kan resplandeciente de honor y gozo al recibir su espada, llenó el corazón de su padre de un orgullo como nunca antes había sentido. Ahora ya era oficial, el joven aprendiz había superado todas las sutiles trampas que se le habían tendido y por sus propios méritos se había convertido en uno más del clan. Esa misma noche, después de las celebraciones y las risas, padre e hijo se sentaron juntos alrededor de la hoguera. La noche era cálida y en el cielo lucían las estrellas como luciérnagas en un estanque, la Luna llena brillaba con fuerza, como si quisiera arropar al joven Samurai con sus rayos de luz. Hijo mío - La voz de Kazo era grave, relajante y penetrante como las caricias de una madre - Hoy has dado un paso muy importante en tu vida. Has dejado de ser una persona normal, has dejado el bosque para introducirte en el camino de la vida por el sendero del Samurai. Has superado la trampa invisible que tienden los fantasmas del miedo y del fracaso. Nunca luches contra los fantasmas del miedo, ellos harán que todos los problemas parezcan agolparse para vencerte y doblegarte, cuando estos fantasmas te ataquen, no te defiendas, sigue adelante enfrentandote a los problemas uno a uno. Ese es el único secreto del éxito hijo mío. - Si padre, estas semanas las dudas recorrían mi mente - Kan miraba a la Luna en busca de fuerzas para expresar lo que había sentido - no sabía si sería capaz de llegar al final, tenía miedo de entrar en la senda del Samurai por miedo al fracaso, por miedo a decepcionarte, por miedo a que se rieran de mi los demás mientras no domine todas las técnicas como lo hace un Samurai de verdad. Era un dolor intenso - dijo mientras su mano se posaba en su estomago - como si me clavaran afiladas agujas en el estomago. Pero me di cuenta que si no empezaba, habría fracasado aun antes de intentarlo. - Sus ojos se clavaron en los de su padre - No se si llegaré algún día a ser un Samurai tan bueno y poderoso como tú padre, pero ten por seguro que lo intentaré hasta con el ultimo vestigio de mi alma, nunca me rendiré al camino. Siempre seguiré adelante. Kazo no podría estar más orgulloso. Su hijo poseía una fuerza que le conduciría allí donde el quisiera. Por que nadie mejor que el viejo Samurai sabía que él mayor secreto para conseguir en la vida lo que se desea es el no rendirse jamas. A su tierna edad ya conocía ese secreto sin duda llegaría muy lejos, mucho más lejos que su padre el General de Generales. Hijo, ahora eres parte de los Samurais y por lo tanto has de regirte como tal  - El viejo Samurai cogió un grueso leño y se lo paso a su hijo.  - Parte este leño hijo mío, se que puedes hacerlo. Pero padre, este leño es muy grueso, - dijo el joven abatido - y yo solo tengo doce años, aun no soy un hombre maduro. No tengo la fuerza suficiente. - Claro que tienes la fuerza hijo, pero tu fuerza no esta en tus músculos - sentenció a la vez que rodeaba con su grande y cálida mano el estrecho brazo de su hijo - Si no en tu cabeza, es en tu inteligencia y en tu fuerza de voluntad donde posees la energía suficiente para realizar todo aquello que desees. Si piensas que no eres capaz de hacerlo... seguramente nunca serás capaz. Sin embargo, si estás convencido de que es posible, y desde el fondo de tu corazón brilla la verde llama de la esperanza y la fe en ti mismo. Podrás hacer lo que desees, solo habrás de buscar el medio. - Pero padre... - Kan quería creer a su padre, era un Samurai y los Samurais nunca mienten. Entonces debía existir una forma... pero cual - ¡Ya se! Ahora yo también soy un Samurai, ¡puedo hacer lo imposible! Y desenfundando por primera vez su espada katana lanzó con todas sus fuerzas un terrible golpe contra el tronco... consiguiendo que la katana se incrustara fuertemente dentro del tronco. Kan intentó sacarla de un tirón, pero sus esfuerzos eran inútiles. Estaba demasiado fuertemente enganchada. Se estaba poniendo muy nervioso, y si no fuera por que la cálida mano de su padre le calmó, como tantas veces había hecho de pequeño, se habría echado a llorar. - Tu intento ha sido digno de elogio Kan, pero has de aprender antes de hacer. - El viejo samurai tomo entre sus manos la espada de su hijo y con un giro rápido de muñeca extrajo la espada del tronco. - Has de fijarte pequeños objetivos, fáciles de cumplir con tus capacidades, para conseguir lo que deseas. - Dicho esto devolvió la espada a su hijo. - Primero intenta crear una zanja en el tronco, no de un golpe directo, si no de dos curvos que te ayuden a debilitar la rama. Kan lanzó un tajo curvo y cortante que hizo saltar unas astillas del tronco, a continuación lanzó otro en dirección opuesta que hizo que casi la mitad del tronco se dispersara por el suelo. Animado repitió la operación y unos instantes después el grueso tronco reposaba en el suelo, partido en dos pedazos y un montón de astillas. 

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- Tienes razón padre! El tronco entero era demasiado para mí, pero poco a poco he logrado debilitarlo y al final yo he vencido. Si hubiera pensado que no podía, nunca lo hubiera intentado. Pero decidí que era capaz, que debía de existir una manera de cortarlo y la encontré! - Siempre existe una manera - La voz del viejo Samurai penetro en los oídos de su hijo grabando estas palabras a fuego - siempre existe una manera de lograr lo que deseamos. - Y para ello debemos hacer lo que sea padre - Pregunto inocentemente Kan. Kazo se alarmo, no quería que su hijo le interpretara mal, siempre había que regirse por el honor y la generosidad, pero una vez que vio la inocente mirada de su hijo, la calma se apoderó otra vez de su corazón. - Hijo, Puedes conseguir todo lo que desees en la vida solo con que ayudes a otras personas a conseguir lo que ellas desean. - No entiendo padre. - Tu sabes que el granjero siempre recoge más de lo que siembra ¿No es así? - Kazo sabía que su hijo había ayudado a sembrar a sus vecinos y se había quedado maravillado al ver como crecían las planas día a día y como de un puñado se semillas surgían, con el tiempo, cientos de sabrosos frutos - Pues igual que el granjero siempre recoge más que lo que siembra, tu debes saber que no estas solo y has de ayudar todo lo que puedas a tu equipo, si lo haces así después recogerás la cosecha más fructífera que nunca ayas soñado. Kan quedó pensativo, todavía era muy joven para entender todas las palabras de su padre, pero el sabía que su padre siempre había sido generoso y gracias a ello había llegado a ser un general de generales, por eso decidió firmemente que él haría lo mismo. - Padre, tengo una duda que me atormenta - Se sinceró Kan - antes no te la quise decir por que hoy es un día de dicha. Pero no concuerda con lo que me acabas de decir. - ¿Si hijo? - Ayer conté a mis amigos del pueblo que me iba a convertir en Samurai, que aprendería los secretos de nuestro arte y que me convertiría en el tipo de guerrero más poderoso que existe - los ojos de Kan se clavaron en el crujiente fuego - y los otros niños se rieron de mí, me dijeron que era un blandengue, que todo eran mentiras y que tuviera cuidado por que lo más seguro es que me dieran una paliza los verdaderos Samurais por mentiroso y que luego me echarían a la hoguera. ¿he de ser generoso también con esos niños padre? - Hijo... - Una sonrisa de comprensión surcaba los labios del viejo Samurai, a él le había pasado lo mismo en su juventud y sabía que las mismas personas que hoy criticaba y ridiculizaban a su hijo, mañana serían sus más fervientes admiradores por su valentía y coraje - Hay una forma muy fácil de evitar las criticas... -¿Cual es padre? - Pregunto entusiasmado Kan - ... simplemente no seas nada y no hagas nada, consigue un trabajo de barrendero y mata tu ambición. Es un remedio que nunca falla. - ¡Pero Padre! Eso no es lo que yo quiero, yo quiero ser fuerte y poderoso como tú, tengo aspiraciones y sueños que quiero cumplir en la vida. Y solo tengo esta vida para hacer esos sueños realidad ¿Como me pides que haga eso? - Entonces Kan, ten mucho cuidados con los ladrones de sueños - dijo Kazo misterioso. - ¿Los ladrones de sueños? - El niño Samurai miro temeroso a su alrededor - ¿Que son? ¿demonios de la noche? ¿Duendes malignos? ¿Seres tenebrosos? - No hijo, son tus amigos y personas cercanas a ti - Los ojos de su hijo lo miraban con una expresión triste, como si le acabara de caer el mundo encima - No te preocupes, solo son amigos tuyos, mal informados que quieren protegerte, quieren todo el bien para ti y que no sufras, por eso intentarán detenerte en todos los proyectos que hagas, para evitar que fracases y te hagas daño. - Pero entonces son como los fantasmas del miedo y del fracaso, quieren mi bien y sin embargo me infringen el mayor daño que puede existir. Róbame mis sueños, mis ambiciones y por tanto las más poderosas armas que tengo de alcanzar lo que yo quiero. Si nunca lo intento... nunca lo conseguiré. Es cierto que si lo intento puedo fracasar, sin embargo también puedo tener éxito y conseguir lo que yo quiero! - Eso es hijo y además, sin quererlo, acabas de descubrir tus tres armas más poderosas. - ¡Cuales! dímelo - su ilusión ante la perspectiva de tener más armas era enorme. - La primera el Entusiasmo, si crees en lo que haces y de verdad te gusta podrás conseguirlo todo y debes creerlo con todos los vestigios de tu ser. Kan asintió con la cabeza temeroso de interrumpir a su padre. 

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- La segunda ¡El Empuje! Has de aprender y trabajar, aprender y trabajar y después... enseñar, aprender y trabajar. Solo con el trabajo conseguirás tus objetivos. Si pretendes aprovecharte de la gente solo encontraras el fracaso, sin embargo, si trabajas con honor, en equipo y siempre intentas superarte... no habrá nada que pueda pararte. Kan poso la mano en su corazón y se prometió a si mismo, en absoluto silencio que siempre trabajaría con honor y que nadie le pararía. - Y tercer la Constancia - los ojos de Kan preguntaban a su padre que era la constancia, acaso no era lo mismo que el empuje - La Constancia hijo mío, es la capacidad de aguantar en los tiempos duros y seguir trabajando para que vengan los tiempos buenos, la constancia es el Arte de Continuar Siempre! Tú ahora acabas de empezar y mañana empezarás a practicar con los Samurais. Al principio, después de cada entrenamiento, te dolerán los músculos y estarás cansado, tendrás ganas de abandonarlo todo por que pensarás que esto es demasiado duro para ti. Pero si eres Constante y continuas aprendiendo y practicando, poco a poco tu cuerpo se irá adaptando y desarrollando, así como tu mente. Y veras como cada vez las cosas te resultarán más fáciles y obtendrás más resultados y más fácilmente. Los comienzos son siempre duros hijo, y solo si eres Contante tendrás el éxito asegurado. Kazo vio como su joven hijo asentía medio dormido. Ya era tarde y hoy había aprendido más que en toda su vida. EL viejo Samurai cogió a su joven hijo y ahora aprendiz de su arte en sus brazos, levantando, a pesar de su avanzada edad, como si de una pluma se tratara. Su hijo le susurro algo al oído como "gracias papa!" antes de quedarse dormido. El general de generales se preguntó si realmente su hijo seguiría al pie de la letra todos los consejos que hoy había aprendido. Sabía que si así lo hacía llegaría aun más alto de lo que él, general de generales, había logrado. 

LA LECCIÓN DEL PLEBEYO

Había una vez... un rey que estaba aburrido y cansado de sus bufones y consejeros, de modo que comenzó a buscar la ansiada alegría en las afueras del palacio. Se vistió con ropas comunes y salió a recorrer las calles. Muy observador, este rey trataba de captar todo lo que ocurría a su alrededor. Es así que se interna en callejuelas, tabernas y conversa con la plebe. Ya casi desilusionado encuentra a una persona harapienta con un vaso de agua y un pedazo de pan como único sustento. Comienzan a conversar y encuentra en este plebeyo sabiduría por doquier. Es así que el rey , una vez que se da a conocer como tal, lo lleva al palacio dándole el rango de asesor. El monarca fascinado por sus modales y su forma de expresarse, muy rápidamente le asigna ropa, un cuarto confortable y un papel preponderante en sus decisiones. Los bufones y demás consejeros al verse desplazados comienzan a urdir intrigas para poder expulsar a este "intruso". Pero todas las artimañas son desbaratadas por la ejemplar actitud de este señor.  Es así, que buscan por todos los medios encontrarle un punto débil. Hasta que un día notaron que este plebeyo a las 5 de la tarde se recluía todos los días en un cuarto apartado del palacio. Los consejeros le hacen notar esto al rey diciéndole: "-Hay una conjura. Este plebeyo y otras personas reunidas en secreto lo quieren derrocar". El rey, que tenia un excelente concepto de él decide no hacerles caso. Pasan unos días y ante la insistencia, es que decide en persona ir hasta el otro lado del palacio. 

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Se aproxima a la puerta y trata de escuchar las voces de los integrantes de la conjura, pero al notar que no se escucha nada decide abrir de improviso la puerta. Grande fue su sorpresa cuando lo ve vestido de nuevo con ropas harapientas, tomando su habitual merienda con su vaso de agua y el pan, en un cuarto desprovisto de muebles. El rey sorprendido le pregunta por qué hace esto si no le falta nada, ni lujosas ropas, ni manjares, ni suntuoso mobiliario. A lo que el plebeyo le responde: "PARA NO OLVIDARME NUNCA DE DONDE VENGO".  Reconocer nuestras raíces, aceptar nuestro origen, y recordarlo y respetarlo, es una gran virtud que deberíamos tener todas las personas. Los orígenes de cada uno de nosotros tienen una fuerte relación con nuestra identidad y, aunque no lo queramos, permanecemos ligados a ellos de por vida. Cuando avanzamos en la vida y progresamos, ya sea económicamente o intelectualmente, no debemos despreciar o menospreciar los estamentos de los cuales provenimos, porque en ellos hay parte importante de nuestra historia.  La gente que nos vio crecer se puede sentir orgullosa de nuestros logros, y casi sentirlos como propios, siempre y cuando mantengamos el respeto por esas raíces. Pero nos apartarán y nos despreciarán si repudiamos esas mismas raíces o nos mostramos superiores, altaneros y soberbios. Sería bueno, entonces, caminar siempre por la vida con los tesoros de nuestros orígenes guardados en un cofre situado en lo más profundo de nuestro corazón, para tenerlo siempre a mano cuando la vorágine de este acelerado presente pretenda hacérnoslo olvidar.  http://www.gratisweb.com/amarcor/cuento.htm#bambu

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