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cuentos
Vivir el presente
“Un hombre se le acercó a un sabio anciano y le dijo: -Me han dicho que tú eres sabio…. Por favor, dime qué cosas puede hacer un sabio que no está al alcance de las demás de las personas. El anciano le contestó: cuando como, simplemente como; duermo cuando estoy durmiendo, y cuando hablo contigo, sólo hablo contigo. Pero eso también lo puedo hacer yo y no por eso soy sabio, le contestó el hombre, sorprendido.Yo no lo creo así, le replicó el anciano. Pues cuando duermes recuerdas los problemas que tuviste durante el día o imaginas los que podrás tener al levantarte. Cuando comes estás planeando lo que vas a hacer más tarde. Y mientras hablas conmigo piensas en qué vas a preguntarme o cómo vas a responderme, antes de que yo termine de hablar. El secreto es estar consciente de lo que hacemos en el momento presente y así disfrutar cada minuto del milagro de la vida.”
Un sabio tomo dos flores en su mano: una rosa y un cactus… y le pregunto al hombre: si yo te doy a escoger una flor, cual eliges? y el hombre sonrió y dijo: la rosa es lógico! y el sabio respondió: a veces los hombres se dejan llevar por la belleza externa o lo mundano y eligen lo que brille mas, lo que valga mas pero en esos placeres no esta el amor, yo me quedaría con el cactus por que la rosa se marchita y muere, el cactus en cambio sin importar el tiempo o el clima seguirá igual, verde con sus espinas, y un día dará la flor mas hermosa que jamás hayas visto....!!
Un sabio, cierta tarde, llegó a la ciudad de Akbar. La gente no dio mucha importancia a su presencia, y sus enseñanzas no consiguieron interesar a la población. Incluso después de algún tiempo llegó a ser motivo de risas y burlas de los habitantes de la ciudad.
Un día, mientras paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres empezó a insultarlo. En vez de fingir que los ignoraba, el sabio se acercó a ellos y los bendijo.
Uno de los hombres comentó:
- "¿Es posible que, además, sea usted sordo? ¡Gritamos cosas horribles y usted nos responde con bellas palabras!".
"Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene" -fue la respuesta del sabio-.
La Riqueza
Un día como cualquiera, un padre de una familia adinerada llevó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito que su hijo viera cuan pobre era la gente que vive en el campo. Estuvieron pasando todo el día y la noche en una granja de una familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje, ya de regreso a casa, el padre le pregunta a su hijo:
Padre: ¿Qué te pareció el viaje?
Hijo: Muy bonito, papa
Padre: ¿Viste lo pobre que puede ser la gente?
Hijo: Si
Padre: ¿Y qué aprendiste?
Hijo: Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cinco. Nosotros tenemos una piscina larga hasta a la mitad del jardín, ellos tienen un arroyo que no tiene fin. Nosotros tenemos lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta la muralla de la casa, el de ellos tiene todo un horizonte. Ellos tienen tiempo para conversar y convivir en familia, tú y mi mamá tienen que trabajar todo el día y casi nunca los veo.
Al terminar el relato, el padre se quedó mudo, y su hijo agregó: Gracias papá, por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser!!!
Consejo chino
Una vez un campesino chino, pobre y muy sabio, trabajaba la tierra duramente con su
hijo.
Un día el hijo le dijo: "Padre, ¡qué desgracia! Se nos ha ido el caballo."
"¿Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre, veremos lo que trae el
tiempo..."
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo. "¡Padre, qué suerte!
- exclamó esta vez el muchacho, nuestro caballo ha traído otro caballo."
"¿Por qué le llamas suerte? - repuso el padre, veamos qué nos trae el tiempo."
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no
acostumbrado al jinete, se enfurecio y lo arrojó al suelo. E muchacho se quebró una
pierna.
"Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho - ¡Me he quebrado la pierna!"
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
"¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo!"
El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que se quejaba en su
cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando
jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron
al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna
como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es
malo o bueno.
FidelidadUn matrimonio bautizó con la palabra “Increíble” a su hijo, porque tenían la certeza
que haría increíbles cosas a lo largo de su vida.
Lo cierto es que, lejano a aquel mandato familiar, Increíble tuvo una vida equilibrada
y tranquila. Se casó y fue fiel a su esposa durante setenta años.
Los amigos le hacían todo tipo de bromas, porque su nombre no coincidía con su
estilo de vida.
Justo antes de morir, Increíble le pidió a su esposa que no pusiera su nombre en la
lápida, para evitar cualquier tipo de bromas.
Cuando murió, la mujer obedeció el pedido, y puso, humildemente: “Aquí yace un
hombre que le fue fiel a su mujer durante setenta años”.
Cuando la gente pasaba por ese lugar del cementerio, leían la placa y decían:
“¡Increíble!”
Las Tres RejasEl joven discípulo de un filósofo sabio llegó a casa de este y le dijo:
—Maestro, un amigo suyo estuvo hablando mal de usted.
—¡Espera! —lo interrumpió el filósofo—.
¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
—¿Las tres rejas? —Sí. La primera es la reja de la verdad. ¿Estás seguro de que lo que
quieres decirme es absolutamente cierto?
—No; lo oí comentar a unos vecinos.
—Entonces al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad.
Esto que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
—No, en realidad no. Al contrario...
— ¡Vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te
inquieta?
—A decir verdad, no.
—Entonces —dijo el sabio sonriendo—, si no es verdadero, ni bueno, ni necesario,
sepultémoslo en el olvido.
Vivir como las flores
- Maestro, ¿qué debo hacer para no quedarme molesto? Algunas personas hablan
demasiado, otras son ignorantes. Algunas son indiferentes. Siento odio por aquellas
que son mentirosas y sufro.
- ¡Pues, vive como las flores!, advirtió el maestro.
- Y ¿cómo es vivir como las flores?, preguntó el discípulo.
- Pon atención a esas flores -continuó el maestro, señalando unos lirios
que crecían en el jardín. Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y
perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable,
pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos.
Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de
los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son
tuyos, no hay motivo para molestarse...
Ejercita entonces, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera y perfuma
la vida de los demás haciendo el bien.
Ésto, es vivir como las flores.
El Árbol de los ProblemasEl carpintero que había contratado para que me ayudara a reparar una vieja granja
acababa de finalizar su primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se había dañado,
haciéndole perder una hora de trabajo, y su viejo camión se negaba a arrancar.
Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en silencio. Cuando llegamos, me invitó a
conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente
frente a un pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando
se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente
transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos
pequeños hijos y le dio un beso entusiasta a su esposa.
De regreso me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí
curiosidad
y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
“Este es mi árbol de problemas —contestó—. Sé que no puedo evitar tener problemas
en el
trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi
esposa, ni a mis
hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa, y en
la mañana los recojo otra vez. Lo divertido —dijo sonriendo— es que cuando salgo a
recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior”.
Apuntar AltoUn maestro quería enseñarles una lección especial a sus alumnos, y para ello les dio
la oportunidad de escoger entre tres exámenes: uno de cincuenta preguntas, uno de
cuarenta y uno de treinta. A los que escogieron el de treinta les puso una “C”, sin
importar que hubieran contestado correctamente todas las preguntas.
A los que escogieron el de cuarenta les puso una “B”, aun cuando más de la mitad de
las respuestas estuviera mal.
Y a los que escogieron el de cincuenta les puso una “A”,aunque se hubieran
equivocado en casi todas.
Como los estudiantes no entendían nada, el maestro les explicó:
“Queridos alumnos: permítanme decirles que yo no estaba examinando sus
conocimientos, sino su voluntad de apuntar a lo alto”.
Cuando apuntamos a lo alto, estamos más cerca de nuestros sueños que si nos
conformamos con pequeños objetivos.