cuento niño desobediente 97-2003

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RAMÓN EL GRUÑÓN En un pequeño pueblo muy cerca del bosque, vivía una familia que tenía un hijo muy desobediente. No hacía caso a las cosas que le decían. Cuando se enfadaba solía llorar como un bebé de pañal y sus gritos eran tan fuertes que parecía un ogro. De su boca, salían palabras tan feas que a nadie le gustaba oír. Le llamaban “Ramón el gruñón”. Sus padres ya no sabían qué hacer para que Ramón fuera obediente, porque con su comportamiento sus amigos no querían jugar con él. Se pasaba todo el santo día desobedeciendo, no hacía dictados, no leía, no quería hacer tareas. Un día salió a jugar al bosque que había cerca del pueblo donde él vivía. Este era un bosque mágico y había toda clase de animales. Había tigres, leones, jirafas, elefantes, osos y un sinfín de criaturas. Pero, Ramón había visto algo extraordinario: “un dragón”. El duende Serafín que vivía en el bosque, dio un silbido tan fuerte, que al instante apareció el dragón echando fuego por la boca. Ramón se asustó mucho, pero Serafín le dijo que no tuviera miedo, pues no era peligroso. El dragón le explicó que un día él también había sido un niño tan desobediente como Ramón, que solía gritar y decir cosas feas cuando se enfadaba y no le daban lo que él quería, hasta que un buen día apareció el duende Serafín, que cansado de escuchar todas las cosas feas que salían de su boca, y viendo que era un niño muy desobediente, decidió convertirlo en dragón para que ya nunca más saliera de su boca nada más que no fuera fuego y humo, y así ni la gente de la aldea ni sus padres ni sus amigos, tendrían que escucharlo. Ramón comenzó a llorar desconsoladamente ante lo cual, el duende Serafín le preguntó: “¿Por qué lloras Ramón?” Y Ramón le contestó: “Yo no quiero que me conviertas en dragón, seré un niño bueno,

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Page 1: Cuento niño  desobediente  97-2003

RAMÓN EL GRUÑÓN

En un pequeño pueblo muy cerca del bosque, vivía una familia que tenía un hijo muy desobediente. No hacía caso a las cosas que le decían. Cuando se enfadaba solía llorar como un bebé de pañal y sus gritos eran tan fuertes que parecía un ogro.

De su boca, salían palabras tan feas que a nadie le gustaba oír. Le llamaban “Ramón el gruñón”. Sus padres ya no sabían qué hacer para que Ramón fuera obediente, porque con su comportamiento sus amigos no querían jugar con él. Se pasaba todo el santo día desobedeciendo, no hacía dictados, no leía, no quería hacer tareas.

Un día salió a jugar al bosque que había cerca del pueblo donde él vivía. Este era un bosque mágico y había toda clase de animales. Había tigres, leones, jirafas, elefantes, osos y un sinfín de criaturas. Pero, Ramón había visto algo extraordinario: “un dragón”.

El duende Serafín que vivía en el bosque, dio un silbido tan fuerte, que al instante apareció el dragón echando fuego por la boca. Ramón se asustó mucho, pero Serafín le dijo que no tuviera miedo, pues no era peligroso.

El dragón le explicó que un día él también había sido un niño tan desobediente como Ramón, que solía gritar y decir cosas feas cuando se enfadaba y no le daban lo que él quería, hasta que un buen día apareció el duende Serafín, que cansado de escuchar todas las cosas feas que salían de su boca, y viendo que era un niño muy desobediente, decidió convertirlo en dragón para que ya nunca más saliera de su boca nada más que no fuera fuego y humo, y así ni la gente de la aldea ni sus padres ni sus amigos, tendrían que escucharlo.

Ramón comenzó a llorar desconsoladamente ante lo cual, el duende Serafín le preguntó: “¿Por qué lloras Ramón?” Y Ramón le contestó: “Yo no quiero que me conviertas en dragón, seré un niño bueno, obediente y educado.” Al oír esto, Serafín le dijo: “No te preocupes Ramón, pues no te convertiré en dragón; a cambio serás bueno, educado y lo más importante: “OBEDECERÁS A LA PRIMERA CON ALEGRÍA.” Ramón se hizo tan amigo del dragón que iba muy a menudo al bosque a jugar con él. Y así fue como Ramón, Serafín el duende y el dragón, se conocieron.

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