LA NIÑA DEL PARQUE

Esta de noche, y puedo apreciar como las nubes y la luna me miran y me ayudan

recordar a aquella chica que conocí un sábado por la tarde mientras yo jugaba en los

columpios, estaba sola pues no me gustaba lo que a los demás niños les divertía hacer

en el parque. Yo tenía 9 años y la compañía para mi era lo de menos.

Vi a lo lejos a alguien con paso de procesión acercarse hasta donde estaba yo. Ella me

miró y siguió hasta llegar al columpio del costado donde se sentó en silencio. Yo quede

un poco perpleja después de verla pues lo único que hacia era mirar al cielo y hacer de

cuenta que no había nadie más a su costado. No tenía la menor idea de que debía de

hacer, si debía pararme e irme a otro lado del parque o quedar viéndola como ella

pensaba y miraba al cielo. Quería irme pero me preguntaba ¿Porque ella no fue a otro

lado del parque si es muy grande y no hay mucha gente? Además que yo había llegado

antes, luego la miraba y al ver ese rostro de niña triste me quede mirando al suelo. Yo

estaba un poco molesta, solo me quedo esperar un poco para ver si se le ocurría irse. Ya

había pasado media hora y ya estaba cansada de esperar así que como la vi tan

concentrada pensé que tal vez cuando vino estaba un poco distraída y no notó que yo

estaba ahí sentada, pensé, pensé, pensé y se me ocurrió que si hacia un poco de ruido

con mis zapatillas ella se daría cuenta de que había alguien más y se marcharía de

inmediato. Así lo hice, pero no me funcionó, pues si bien es cierto se dio cuenta de que

yo estaba ahí, solo me miró por unos segundos y volvió su mirada al cielo.

Yo estaba por morir de cólera, estaba que echaba chispas por dentro, ya me había dado

por vencida, estaba claro que nada ni nadie movería a esa niña. Me puse a pensar un

poco más y me dije por qué no me voy al otro lado del parque, pues mi orgullo me

decía que no, que yo llegué primera y me tengo que quedar donde estaba porque

siempre a sido mi lugar para jugar.

Así que no me moví, habían pasado ya los 10 minutos y se me habían pasado muchas

ideas por la cabeza, una de ellas fue hablarle; pero, quién podría estar tan loco para

hablarle a esta niña que esta muy rara, cuando ya me estaba olvidando de esta absurda

idea, un “HOLA” muy agudo y calmado paralizo mis pensamientos en microsegundos,

yo solo pude contestar: Hola-. Ella preguntó. -¿cuál es tu nombre?- Y respondí: Abril,

me llamo Abril. Ya un poco más tranquila le pregunté: y tú ¿cómo te llamas?, -Me

llamo Zilvia. ¿Te molesta que este aquí sentada? – No, no. Está bien si tú quieres

quedarte aquí yo no tengo ningún problema. – Pensé por tu actitud de hace un rato que

querías estar sola – ¿por qué pensaste eso? – Es que siempre estas aquí sola pienso que

te pueda incomodar que yo este aquí – Bueno me gusta estar sola, pero puedes

quedarte–. Está bien Gracias.- respondió tiernamente.

Recuerdo que la conversación continuo y nos perdimos en el tiempo tanto que su mamá

fue a buscarla preocupada a las siete de la noche. Nos despedimos con la promesa de

volver a vernos al día siguiente.

Cuando me dirigía a mi casa pensaba “hoy ha sido un día muy diferente”. Era extraño,

tenía muchas preguntas revoloteando en mi cabeza ¿de dónde salió ella? ¿Cómo sabía

que yo estaba todas las tardes en el parque? ¿Cómo hizo para saber que me incomodaba

su presencia? Me di cuenta de que ella en un día había cambiado mi rutina no estaba

segura de querer cambiar mi monotonía por una niña que la verdad si era rara, aunque

pensándolo bien era rara pero no me aburría, así que decidí volverla a ver al día

siguiente.

Al día siguiente salí de mi casa a la misma hora de siempre para llegar a la misma hora

y pues ver llegar a Zilvia a esa misma hora. Me senté a esperarla en el columpio sin

hacer nada pero no llegaba, la esperé una, dos y hasta tres horas pero ella nunca llegó.

Me levante del columpio con dirección a mi casa y mientras caminada pensaba que tal

vez su mamá se había molestado por lo de ayer y hoy no la dejaría salir. Poco tranquila

llegué a mi casa, como siempre mi mamá aún no llegaba del trabajo y mi papá, él no

llegaría. Solo estaba en casa Elsa mi nana y Puppy mi perrito dálmata, esperándome

para que lo sacara a pasear. Cuando regresé de pasear a Puppy encontré a mamá en casa,

me quede asombrada pues ella nunca llega para la cena pero hoy la cena la preparaba

ella mientras cantaba una de sus canciones favoritas “”Part time lover”.

-¡Mamá que haces aquí!- Le dije con tono de sorpresa. - Vaya forma de recibir a tu

madre que ha venido temprano a casa por ustedes.- Lo dijo con un tono incómodo.

Cuando mencionó “ustedes” se refería a Cecilia mi hermana mayor y a mí.

-Lo siento mamá es que me sorprende verte en casa a esta hora, además Cecilia aún no

ha llegado- Me expresé. –Entiendo, hoy quise llegar mas temprano porque es sábado y

quiero pasarlo con ustedes y seguro tu hermana pronto llegará- Ella siempre tan

positiva. Ya era hora de la cena, estábamos en la mesa, y mi hermana ya había llegado.

Mientras cenábamos mi mamá nos preguntó cómo nos iba en los estudios, mi hermana

como siempre hablando de sus tantos trabajos que le dejan en la universidad y yo

esperando a que ella termine de hablar para poder responder con un maravilloso “bien”

que mi mamá interpretaba como 20 otra vez. Ella sabía que yo era la mejor de la clase,

así que no se preocupaba mucho por esas cosas. Luego de la cena como siempre yo me

iba a hacer mis tareas, mi hermana, como ella misma dice “se va de rumba” no se a

donde, pero yo pienso que va al circo porque se pone mucha pintura en la cara y su ropa

brilla que parece… mejor no digo lo que parece. Bueno y mi mamá, ella prende el

televisor y nadie la saca de ahí si no es hasta la hora de ir a la cama. ¿Acaso seré la

única responsable en esta casa? Bueno ni modo. Al llegar la mañana me levanté

pensando en que tendría que ir nuevamente al parque para asegurarme que Zilvia si

llegaría esta vez.