cuentitos

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10 canciones de amor y 7 caminos distintos de vuelta a casa Cuando tenía catorce años, todavía rezaba y le pedía a Dios una chica bonita. Jugábamos al fútbol todos los fines de semana y no siempre ganábamos. En realidad, nunca ganábamos. Bebíamos cerveza y le pedíamos a Dios una chica bonita. Teníamos corbatas pero no las usábamos, sabíamos muchas oraciones pero no las rezábamos. Sólo nos acordábamos de Dios para pedirle una chica bonita. A los dieciocho entré a trabajar en una tienda; nada más verle la cara al encargado, perdía la fe. Era el chico de los recados, y aunque rea un mal trabajo, mal pagado, Dios sabe que nunca me quejé y que todo lo que quería era una chica bonita. Un día pedí permiso para ir al funeral de mi abuelo y me lo negaron. Un día pedí permiso para ir a vomitar y me lo negaron. Trabajaba cuando estaba enfermo, porque decían que había muchos esperando mi puesto. No era divertido, pero yo no pedía nada. No pedía nada más que una chica bonita. Ahora que te has ido, paso el día viendo la televisión. No me gustan los concursos, pero he llamado a uno que se titula Llame y pida. Sé que parece un jodido juego de palabras, pero no importa. He llamado y sólo he pedido un poco más de lo que tenía antes. Lo único que he conseguido es una batería de cocina mandada a la dirección equivocada. No acabo de entender por qué es todo tan difícil. Nunca he pedido nada. Nada que no sea una chica bonita. He visto a un tío disparar dentro de un supermercado con una recortada. No era una gran película, pero los disparos hacían buenos agujeros y las caídas eran buenas también. Había una chica. Una pelirroja que trabajaba de camarera. Casi todo el tiempo estaba el tío de la recortada disparando sobre todo lo que se movía y sobre lo que no se movía: botes de tomate frito y cajas de spaguettis. Pero a ratos aparecía la chica, y bueno, ella sabía que aquello no estaba bien, pero aún y así le quería. Él era un tipo duro, con la cara picada, y ella era una de esas camareras de película. Cuando no estaba disparando, el tío iba a recogerla al bar. La subía en su coche y la llevaba a la playa. Ella sabía que no era un santo, pero también sabía que él nunca iba a apuntarla con la recortada. Así que lo pasaba bien. Se tumbaban en la arena. Entraban y salían del agua. Se daban besos y follaban. Ella era todo lo feliz que puede ser una preciosa camarera. Cuando al tío le pillaron, ella estuvo siempre a su lado. Había disparado a niños y a mujeres. El jurado no podía ni mirarle a la cara. Dijeron que era un animal salvaje, pero ella siguió queriéndole. Sabía que lo de la recortada no iba con ella. Siguió queriéndole después de que le frieran en la silla. No era una gran película, ¿sabes?, pero era un gran amor. Tal vez he confiado demasiado en la buena suerte, pero veía todos esos concursos de la televisión y parecía fácil ganar todo el dinero necesario. Soñaba con ganar suficiente para arreglar mi moto y para comprarte un anillo de diamantes. Viendo lo que hay, supongo que no he tenido mucha suerte. La gente piensa que soy un vago, pero tú sabes que no es cierto. Estoy trabajando duro en mi sistema. Es un sistema para acertar quinielas. Tengo todos los datos y sé qué jugadores están en forma y cuáles no. Sé cuántos goles de media está metiendo cada equipo por jornada, y hasta sé cuál es el portero que recibe más tiros en los palos. Lo tengo todo controlado, pero no estoy teniendo mucha suerte. Tú decías que si de verdad te quisiera, trabajaría para darte algo, una casa, o al menos un coche, o al menos dinero suficiente para pagar la luz y el agua. Decías también que un hombre de verdad no aguantaría que su mujer lo pagase todo. Puede que tuvieses razón todo el tiempo, pero también puede ser que no. A lo mejor yo soy un hombre de verdad, sin toda la suerte que se merece.

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Cuentitos, de Ray Loriga

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Page 1: Cuentitos

10 canciones de amor y 7 caminos distintos de vuelta a casa

   Cuando tenía catorce años, todavía rezaba y le pedía a Dios una chica bonita. Jugábamos al fútbol todos los fines de semana y no siempre ganábamos. En realidad, nunca ganábamos. Bebíamos cerveza y le pedíamos a Dios una chica bonita. Teníamos corbatas pero no las usábamos, sabíamos muchas oraciones pero no las rezábamos. Sólo nos acordábamos de Dios para pedirle una chica bonita. A los dieciocho entré a trabajar en una tienda; nada más verle la cara al encargado, perdía la fe. Era el chico de los recados, y aunque rea un mal trabajo, mal pagado, Dios sabe que nunca me quejé y que todo lo que quería era una chica bonita. Un día pedí permiso para ir al funeral de mi abuelo y me lo negaron. Un día pedí permiso para ir a vomitar y me lo negaron. Trabajaba cuando estaba enfermo, porque decían que había muchos esperando mi puesto. No era divertido, pero yo no pedía nada. No pedía nada más que una chica bonita. Ahora que te has ido, paso el día viendo la televisión. No me gustan los concursos, pero he llamado a uno que se titula Llame y pida. Sé que parece un jodido juego de palabras, pero no importa. He llamado y sólo he pedido un poco más de lo que tenía antes. Lo único que he conseguido es una batería de cocina mandada a la dirección equivocada. No acabo de entender por qué es todo tan difícil. Nunca he pedido nada. Nada que no sea una chica bonita.  

   He visto a un tío disparar dentro de un supermercado con una recortada. No era una gran película, pero los disparos hacían buenos agujeros y las caídas eran buenas también. Había una chica. Una pelirroja que trabajaba de camarera. Casi todo el tiempo estaba el tío de la recortada disparando sobre todo lo que se movía y sobre lo que no se movía: botes de tomate frito y cajas de spaguettis. Pero a ratos aparecía la chica, y bueno, ella sabía que aquello no estaba bien, pero aún y así le quería. Él era un tipo duro, con la cara picada, y ella era una de esas camareras de película. Cuando no estaba disparando, el tío iba a recogerla al bar. La subía en su coche y la llevaba a la playa. Ella sabía que no era un santo, pero también sabía que él nunca iba a apuntarla con la recortada. Así que lo pasaba bien. Se tumbaban en la arena. Entraban y salían del agua. Se daban besos y follaban. Ella era todo lo feliz que puede ser una preciosa camarera. Cuando al tío le pillaron, ella estuvo siempre a su lado. Había disparado a niños y a mujeres. El jurado no podía ni mirarle a la cara. Dijeron que era un animal salvaje, pero ella siguió queriéndole. Sabía que lo de la recortada no iba con ella. Siguió queriéndole después de que le frieran en la silla. No era una gran película, ¿sabes?, pero era un gran amor.

   Tal vez he confiado demasiado en la buena suerte, pero veía todos esos concursos de la televisión y parecía fácil ganar todo el dinero necesario. Soñaba con ganar suficiente para arreglar mi moto y para comprarte un anillo de diamantes. Viendo lo que hay, supongo que no he tenido mucha suerte. La gente piensa que soy un vago, pero tú sabes que no es cierto. Estoy trabajando duro en mi sistema. Es un sistema para acertar quinielas. Tengo todos los datos y sé qué jugadores están en forma y cuáles no. Sé cuántos goles de media está metiendo cada equipo por jornada, y hasta sé cuál es el portero que recibe más tiros en los palos. Lo tengo todo controlado, pero no estoy teniendo mucha suerte. Tú decías que si de verdad te quisiera, trabajaría para darte algo, una casa, o al menos un coche, o al menos dinero suficiente para pagar la luz y el agua. Decías también que un hombre de verdad no aguantaría que su mujer lo pagase todo. Puede que tuvieses razón todo el tiempo, pero también puede ser que no. A lo mejor yo soy un hombre de verdad, sin toda la suerte que se merece.  

   Hay un millón de mujeres en la televisión, pero ninguna es la mía. Antes, no sabía nada de esto. Pensaba, simplemente, que entre dos piernas siempre hay una fiesta parecida, pero ahora ya no pienso eso. Lo juro. Tenía algo que marchaba. Ahora, ni siquiera puedo ser tan estúpido como antes.  Tenía algo que andaba en dos direcciones y todo el combustible necesario. No siempre era bueno, claro. Había días en los que hubiera querido hacerte daño y días en los que de verdad te lo hice. Pero tú también pegabas, así que las cosas no estaban muy desequilibradas.    Sólo quiero que sepas que ahora daría una mano por no haberte pegado. Pero ya sabes cómo son las cosas. Este mundo empuja por todos los lados, y a veces no queda mucho sitio. En cualquier caso, teníamos algo que andaba en dos direcciones, ya hora me paso el día viendo la televisión, y nada funciona, y hay un millón de mujeres, y muchas están muy buenas, pero ninguna es la mía. Un jodido millón de mujeres, pero ninguna es la mía.  

Page 2: Cuentitos

   Antes de conocerte, conducía dormido. Conducía borracho por la autopista y me despertaba con las chispas que saltaban al rozar la estribera contra la mediana. Nadie puede decir que no he cambiado. Sé que algunas veces lanzaba la moto contra los semáforos en rojo, pero sólo al principio, cuando pensaba que el amor era cuestión de vida o muerte. Sé que no te gustaba cuando me caía, pero también pasamos buenos ratos, y aunque es cierto que pagaste muchas averías y hasta algunos plazos, nadie dirá que esta no es mi moto. Sé que, hagas lo que hagas, no vas a olvidar los buenos ratos, corriendo por la carretera de la costa, saludando a los camioneros en la autopista. Las cosas no van demasiado bien ahora, y puede que el banco aparezca uno de estos días para llevarse la moto. Los bancos eligen con cuidado el momento para pegar, y siempre pegan bajo, y en el fondo sólo son un montón de hombres y mujeres metidos en un edificio pensando: «Es él o yo». Si vuelves deprisa, aún podremos dar algunos paseos antes de que empiece a llover o vengan los del banco. En cualquier caso, voy a intentar que no me cojan. Si lo hacen, acuérdate, nadie podrá negar que era mi moto.  

   La otra tarde pusieron un documental de animales. Ya sabes que no e gustan esas cosas, pero estaba solo y no andaba sobrado de energía. Así que me senté con unas cervezas y lo estuve viendo. Era bueno. Había una serpiente que se zampaba un ratón. Primero le pegaba un buen mordisco y el ratón luchaba por salvarse, pero no había nada que hacer. Siglos de evolución soplaban en su contra. Después, la serpiente abría su gran boca y se lo tragaba entero. No puede decirse que la serpiente fuera mala. Supongo que éste es un mundo cruel. Había otra serpiente que agitaba la cola para que las ranas la confundieran con una lombriz. Ya sabes que las ranas no son muy listas. La rana tenía medio cuerpo metido en la boca de la serpiente, y aún agitaba las patas. Puede que parezca duro, pero a las moscas no les daba ninguna pena. Tú siempre le has tenido mucho miedo a las serpientes, pero no puede decirse que sean malas, ¿sabes?, es sólo que éste es un mundo cruel. Salían también unos niños y jugaban con las serpientes, y las serpientes no les hacían nada. Las serpientes y los niños eran buenos amigos. Sé que tú odias las serpientes, y puedo decirte que a mí no me caían muy simpáticas, pero qué quieres, la otra tarde las serpientes estaban allí y tú no. No sería justo decir que eres mala, supongo que éste es un mundo cruel.  

  Me he comprado un mapa de carretera. Lo he estudiado cuidadosamente, y sé que hay al menos siete caminos distintos por los que podrías volver a casa. Si me llamas, puedo decirte cuáles son los más seguros. Ya sabes que la mitad de las carreteras están en obras, así que hay que andarse con cuidado. Cuando te fuiste, estabas sola, pero puedes contar conmigo para el viaje de vuelta. Ten cuidado con las ruedas, porque las llantas han perdido el dibujo y en esta época del año llueve mucho. No conduzcas de noche, porque la música de la radio puede dejarte dormida, y sobre todo vigila la temperatura del agua, porque tu coche se calienta demasiado. Ahora me arrepiento de haberte aconsejado un coche usado, pero nos iban tan mal las cosas que me parecía lo menos arriesgado. Me gustaría que tuvieras un coche nuevo y que viajases siempre por carreteras bien iluminadas y que no lloviese todos los jodidos días, porque hay al menos siete caminos distintos por los que podrías volver a casa, y me gustaría que pudieses encontrar alguno.  

   Puede que el amor verdadero se haya roto, pero podemos tratar de conseguirlo con los trozos que quedan. Mi padre me dijo: «Hijo mío, no te fíes de las mujeres». Pero mi padre no era uno de esos tipos con pinta de dar buenos consejos. Cuando éramos pequeños, subíamos todos en el coche. Mi padre, mi madre, mis dos hermanos y yo. Mi padre y mi madre iban delante y no paraban de discutir durante todo el viaje. Discutían de cualquier cosa. Mi padre decía que los caracoles eran carne, y mi madre decía que eran pescado. Discutían, aunque el mar se viese ya por las ventanillas del coche.    Puede que no lo haya hecho muy bien, pero tienes que comprender que todas esas discusiones me deben haber afectado de una manera u otra. Esta mañana han dicho en la televisión que saldrá el sol durante todo el fin de semana. Ya sabes cómo son estos días soleados de invierno, con el aire tan limpio y las carreteras casi vacías. Podría sacar la moto y podríamos bajar hasta la costa. Puedo recogerte donde quieras. Puede que no lo haya hecho muy bien hasta ahora, pero ya sabes que cuesta abajo ando más deprisa. Podríamos sacar la moto y bajar hasta el mar, o podríamos hacer cualquier otra cosa que tú quieras.  

   He pasado la tarde viendo una película sobre unos tíos que volvían al pasado dentro de algo muy parecido a una lavadora. Después ha salido un tío que se ponía un arado en la nariz. Algo increíble, sujetaba el arado en la punta de su nariz como si fuera un lápiz. Cuando veo a esos tíos haciendo esas cosas tan increíbles, no entiendo cómo no he conseguido que te quedaras en casa. Aunque, quién sabe, a lo mejor todo vuelve. A lo mejor las cosas corren en todas las direcciones antes de lograr mantener el

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equilibrio sobre la punta de la nariz. Ahora bebo demasiado y no rechazo una buena pelea a puñetazos. Hasta he vuelto a jugar al fútbol, aunque sin mucho éxito. No he podido encontrar mi antiguo regate, y cuando me ha tocado de portero he hecho el ridículo. Era un balón fácil a las manos, que venía de mi defensa, pero se me ha escurrido entre los dedos. Le ha hecho mucha gracia a todo el mundo. Lo cierto es que no me están saliendo muy bien las cosas, pero, quién sabe, a lo mejor todo vuelve. Echo de menos tus canciones, y la pandereta que te has dejado me parece a veces una luna. Me levanto por la tarde y bebo tantas cervezas que no me da tiempo ni a enfriarlas. No puedo creer que no vayas a volver nunca. Prefiero pensar que todo vuelve. Aunque sea como apostar más de lo que tengo a un caballo cojo.  

   Los chicos del viernes hablan de mujeres en voz alta, pero no tienes que creer todo lo que dicen. Todas las chicas tienen el corazón roto. Las carreteras están atascadas durante el fin de semana. Todo el mundo quiere estar lejos de donde ha nacido. Al menos el viernes por la noche. Los bares ya no dan dos por una, y en esta ciudad tienes que ganar mucho para poder beber en el centro. Los camareros han enterrado su sonrisa, porque es viernes por la noche y la gente coge todo lo que brilla. Con o sin permiso. Las niñas bonitas siempre son las que están más tristes, porque saben que hay más tíos dispuestos a hacerles daño. Las niñas feas se dejan ir y bailan toda la noche solas, o unas con otras, y no tienen suerte ni atrayendo las desgracias. Los tíos con coche juegan con los dardos trucados, y los que tienen dinero nos están viendo a todos las cartas. Las madres no duermen en toda la noche, porque saben que duele, pero también saben que no hay nada mejor y no acaban de decidir qué es lo más peligroso. No hay nadie que no dispare el viernes por la noche, ni hay quien esquive los disparos. Sé que las cosas no nos iban demasiado bien y sé que no era el hombre perfecto toda la semana, pero tendrás que reconocer que no había muchos como yo para un viernes por la noche. Sé que no puedo esperar que estés siempre sola, pero te pido que no te lo creas todo. No te fíes de los anillos de oro ni de las carrozas de plata. Recuerda lo bien que mentía yo los viernes por la noche.      

Page 4: Cuentitos

no llores delante del carpintero

  No mires ahora pero creo que hay alguien mirando. Mi mujer está obsesionada, cree que todo el mundo nos mira. Vivimos en un ático, hace muy poco que nos hemos mudado. Desde nuestra terraza se ve una torre llena de ventanas, una torre muy alta, muchas ventanas. Yo no creo que nadie nos mire. Ella tiene miedo de andar desnuda por la casa. La torre está muy lejos, cuando miro a las ventanas no veo más que pequeñas formas que se mueven. -Pequeñas formas que se mueven desnudas. Ésa es mi mujer, está obsesionada, ya lo he dicho. Cuando vinimos a vivir aquí, la casa estaba hecha un asco, así que nos pusimos a arreglarla; el suelo, las paredes, la terraza, las cañerías, todo. Gastamos muchísimo dinero, yo no tengo dinero, ni mucho, ni poco, ni nada. La casa quedó muy bien, vivimos felices durante dos o tres días, pero luego el suelo empezó a abrirse, la madera estaba demasiado fresca o era demasiado joven o algo así. -El suelo se abre. Yo me quedaba mirando al suelo sin saber muy bien qué había que hacer para detener aquello. Ella también miraba al suelo y luego me miraba a mí y después mirábamos a la torre para ver si alguien más estaba viéndolo. La torre estaba demasiado lejos. Luego abrimos una botella de vino blanco y nos sentamos a beber. No había que preocuparse por la torre. Estábamos vestidos, las grietas no eran tan grandes. Desde lejos, todavía éramos una pareja feliz. -Habría que hacer algo. -Haremos algo a la vuelta. Cerramos las maletas y salimos hacia el aereopuerto. Holanda es un país extraño, la gente acude en masa a los recitales de poesía. Eso no puede ser bueno. Para mí, sí, yo soy poeta. Mi mujer es novelista. Gana dinero. En Holanda es algo grande ser poeta, pero fuera de Holanda no. -Esto es increíble. La verdad es que era increíble, toda esa gente haciéndome fotos y entrevistas, invitándome a comer, pagándome el taxi, saludándome al pasar, escuchando mis cosas, haciéndome caso. Mi mujer está contenta, no le importaba que nadie hubiese oído hablar de sus novelas. Sus novelas están traducidas a siete idiomas pero en holanda no las conocían. A ella le parecía bien. le gustaba quedarse callada mirando como yo subía y subía, hinchado como un pez globo. Le gustaba cuidar a su pez globo y besar a su pez globo, y sobre todo, le gustaba tener un pez globo en la cama por unos días, porque sabía que después me deshincharía y me quedaría mirando como un idiota las grietas del suelo, sin hacer nada al respecto. -¿Cuándo volvemos? -Mañana Los festivales de poesía pueden durar un par de días o una semana o incluso un mes, pero nunca duran para siempre. Cerramos las maletas y salimos para el aeropuerto, de vuelta a casa. En el avión apenas dijimos nada. Los dos estábamos cansados. Yo estaba triste, además. Puede que ella también, no lo sé. No hay manera de saberlo. -Voy a llamar al carpintero -Buena idea. Te has gastado un montón de dinero en ese suelo. Miré por la ventanilla del avion. No se veía gran cosa. Los aviones deberíaan volar más bajo. -Mejor aún, vas a llamar tú. -¿Yo? Llegamos a casa, llamé al carpintero, me costó mucho convercerle para que viniese a ver el suelo, pero al final dijo que sí. Al parecer, el también tenía algo que decirnos, no estaba muy de acuerdo con el dinero que le habíamos pagado. Había habido un error, eso es lo que me dijo. Nos sentamos en el salón, las grietas corrían por debajo de nuestros pies, el carpintero no se hacía responsable, decía que habíamos abierto las ventanas demasiado pronto o demasiado tarde y hablaba de la humedad y de la sequedad como si fueran personas, malas personas, y nos enseñaba papeles con números. -Es evidente que ha habido un error. Todavía me deben dinero. A nosotros no nos parecía tan evidente. A nosotros nos parecía que el suelo se abría. el carpintero miraba a mi mujer, mi mujer me miraba a mí y yo miraba las grietas. Me sentía mal, pero no mal de una manera nueva, sino mal como toda mi vida, como al principio. Siguieron discutiendo durante un buen rato. cuando ella se dio cuenta de que yo estaba llorando, simplemente extendió un cheque y sacó de

allí al maldito carpintero.

Page 5: Cuentitos

las carreteras son siempre lo mismo  

Una vez me desperté en una casa muy grande con jardín y piscina y pista de tenis, y mi mejor amigo se había ido. Siempre que me despierto me falta alguien. Una vez pasé una noche realmente divertida en casa de una señora muy guapa que había sido Missalgo y que estaba casada con un tío que ganaba un montón de dinero y que afortunadamente nunca estaba en casa. Había mucha gente conocida y también otros a los que no había visto nunca. Nadie te exigía nada, podías hacer lo que quisieras, sin compromisos. Tenían whisky, cerveza, tequila, vodka, cocaína, anfetaminas, ácido, cualquier cosa. Algunos subían a las habitaciones y otros se quedaban hablando. También había comida. Todo tipo de cosas saladas, pequeñas y sofisticadas, hojaldres y eso y también pasteles y dulces y pastas. Una buena fiesta. Era tan divertido que me quedé dormido. Cuando me desperté me acordé enseguida de la mañana en que me di cuenta de que mi mejor amigo se había ido, porque la casa era bastante parecida. Missalgo me dio dinero y me marché a cortarme el pelo. Es bueno cortarse el pelo si no se te ocurre nada mejor que hacer. Después del corte de pelo me fui a comer. Al camarero no le parecía muy bien tener que servirme, pero en general no suelo preocuparme mucho por los camareros. Le dejé una buena propina. Pasé el resto de la tarde en el cine. Vi una de unos tíos que viajaban en el tiempo y otra de una araña gigante. La de la araña gigante era mucho mejor. Al principio la araña parecía invencible. Se ventilaba una ciudad entera, creo que era Mineapolis, pero luego un científico joven que tenía una novia muy mona, electrocutaba a la araña con unas pinzas muy parecidas a esas que se utilizan para arrancar los coches. No se por qué, pero nunca consigo dormirme en los cines. Me duermo en todas partes menos en los cines. Soy capaz de ver las películas más aburridas del mundo sin pestañear. Cuando era pequeño me quedaba dormido en mitad de los partidos de fútbol, sobre todo si jugaba de portero o si tenía que rematar un córner. Esperar acontecimientos nunca ha sido mi fuerte. Mi madre decía que yo era el niño que más soñaba del mundo. A mí eso me sonaba bastante bien.

Page 6: Cuentitos

gracias No estaba solo todo el tiempo pero casi todas las inundaciones mojaban solo mis pies. No decía siempre la verdad, pero no había nadie que descubriese mis mentiras. Solo tenía un par de zapatos, pero me sobraban todos los pasos. Nunca pensaba en serio que las cosas pudiesen mejorar y nunca sonreía en año nuevo.

No necesito que nadie me recuerde donde estoy ahora. No necesito a nadie que marque con tiza todas mis caídas. Sabes lo triste que resulta encontrarse con las sobras sin recordar la comida. Nunca soñaba con tierra para todos mis agujeros. Nunca pensé en caballos rápidos ni en cartas altas. Aunque hubiese querido cantar nunca pasé por debajo de tu casa. Mis autobuses no conocían tu calle y tus carteros no recordaban mi nombre. Nunca soñé con tu cuerpo en mi cama, y nunca sonreía en año nuevo. No necesito contarte que un cuchillo en la carne no duele tanto como nada en la carne. No necesito que me recuerden que he fallado cuando los dos sabemos que ni siquiera estaba apuntando. Puedo esperar tres días a que despiertes y rezar una oración distinta cada día. Porque antes no tenia suerte y nunca sonreía en año nuevo.

Después de fallar en cada uno de los trabajos que me habían sido encomendados, y en casi todas las conversaciones y en muchas de las fiestas. Después de pasar algunas noches confundiendo el camino de regreso a casa con cualquier otro camino y teniendo en cuenta que mi ego sale y bebe y no es capaz de ser amable con la gente, solo me queda esperar que mi alma acabe en el mismo lugar al que ira el alma de mis perros favoritos. Es decir, Kitty, Oxa, Chico y Corto. Que dios os bendiga.

Y que coño miran esos. A la mierda con ellos. Y a la mierda con sus hijos, estúpidos ladrones de meriendas, pequeños YOSELOQUEMEHAGO, con ridículas explicaciones sobre el mundo. Me gustan los extranjeros porque no se entiende lo que dicen. Decididamente mi familia y yo viviremos en países extranjeros, escucharemos desconcertantes mensajes extranjeros y avanzaremos en filas extranjeras hacia bienestares extranjeros, tan tranquilos como un conejo en medio dela temporada del pato. Conocí a una mexicana. Hermosa como diez días de paga consecutivos. Decía: "no serás un poco de la suerte que me deben?". Conocí un niño árabe. Cansado como una ardilla debajo de cien kilos de plomo. Decía: "me enamorare de cualquiera que no me haga daño". Dicen: "calentaremos vuestros cuartos con hogueras". Pero sabes que solo un loco encendería un fuego mientras el chico solitario trata de beberse el gas de la cañería. El hombre del telediario ha escogido ya las muertes justas. Dicen: "se acerca un huracán". Dicen: "se acerca un bombardeo" Dicen: "dios sabe que estamos haciendo lo que podemos". Pero sabes que solo un loco seria capaz de tratar de acabar con todos al mismo tiempo. Ahora péinate y sal a dar una vuelta, pero recuerda que nada se parece tanto a un presidente como otro presidente. Y que todas las amenazas están dirigidas contra nosotros. Amenazas dirigidas contra nosotros. Dicen: "no hay porque tener miedo". Y ya sabes que han ido por la cuerda. Dicen: "os hemos construido un salón de baile". Pero sabes que nadie que no este loco cercaría la orquesta con alambre de espino.