cuarta generación de annales

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GORAYEB DE PERINETTI, Yasmín, Historia cultural de lo social. Cuarta generación de Annales. En: Revista de Historia Universal. UNC “HISTORIA CULTURAL DE LO SOCIAL”. CUARTA GENERACIÓN DE ANNALES. Yasmín Gorayeb de Perinetti 1 A. Presentación El presente trabajo se aboca a localizar las particularidades, diferencias y semejanzas de la cuarta etapa de Annales con las anteriores. A los 76 años de su fecha oficial de nacimiento -el 15 de enero de 1929- la Escuela de los Annales se ha convertido en una referencia obligada para los historiadores de todo el mundo y en uno de los principales interlocutores que todavía hoy, definen los rumbos por los que transita la innovación historiográfica y la elaboración de las formas de ejercer el oficio de historiador. La revista, alrededor de la cual se desarrolla la corriente, fundada en este año de 1929 Annales de Historia Económica y Social (desde 1945, Annales. Economías, Sociedades, Civilizaciones), tenía como propósito ofrecer una alternativa a la práctica historiográfica tradicional dominante (que estudiaba, especialmente, sucesos políticos, diplomáticos, militares o religiosos) y una apertura a otros campos de investigación, aplicando en ellos los avances metodológicos ofrecidos por las otras ciencias sociales (la sociología, la demografía, la geografía, la lingüística, la arqueología, la economía, la antropología). El ensanchamiento del campo histórico se fundamentaba sobre la superación del “documento” rankeano (el texto escrito). La primera generación de esta importante corriente innovadora (1929-1956) la conforman, principalmente, sus dos directores o fundadores: Marc Bloch (1886-1944) y Lucien Febvre (1878-1956). La mayor parte de los artículos se refería, en esta etapa, a temas económicos, seguían los de historia social y muy pocos sobre historia política. Después de la muerte de Febvre, en 1956, lo sucede Fernand Braudel (1902-1985) en la dirección de la revista 1 Yasmín Gorayeb de Perinetti es Profesora Asociada de la Cátedra de “Historiografía y Metodología de la Historia” y Profesora Adjunta de “Epistemología de la Historia y de las Ciencias Sociales” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Ha sido Directora y Co- Directora de Proyectos de investigación. Actualmente es integrante como investigadora del Proyecto “Las nuevas formas de la Historiografía: aspectos teóricos y metodológicos” 1

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Es un trabajo sobre la escuela de Annales, es referente a la cuarta generación. Es una Historia Cultural de lo social.

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HISTORIA CULTURAL DE LO SOCIAL

GORAYEB DE PERINETTI, Yasmn, Historia cultural de lo social. Cuarta generacin de Annales. En: Revista de Historia Universal. UNCHISTORIA CULTURAL DE LO SOCIAL. CUARTA GENERACIN DE ANNALES.

Yasmn Gorayeb de Perinetti

A. Presentacin

El presente trabajo se aboca a localizar las particularidades, diferencias y semejanzas de la cuarta etapa de Annales con las anteriores.

A los 76 aos de su fecha oficial de nacimiento -el 15 de enero de 1929- la Escuela de los Annales se ha convertido en una referencia obligada para los historiadores de todo el mundo y en uno de los principales interlocutores que todava hoy, definen los rumbos por los que transita la innovacin historiogrfica y la elaboracin de las formas de ejercer el oficio de historiador. La revista, alrededor de la cual se desarrolla la corriente, fundada en este ao de 1929 Annales de Historia Econmica y Social (desde 1945, Annales. Economas, Sociedades, Civilizaciones), tena como propsito ofrecer una alternativa a la prctica historiogrfica tradicional dominante (que estudiaba, especialmente, sucesos polticos, diplomticos, militares o religiosos) y una apertura a otros campos de investigacin, aplicando en ellos los avances metodolgicos ofrecidos por las otras ciencias sociales (la sociologa, la demografa, la geografa, la lingstica, la arqueologa, la economa, la antropologa). El ensanchamiento del campo histrico se fundamentaba sobre la superacin del documento rankeano (el texto escrito).

La primera generacin de esta importante corriente innovadora (1929-1956) la conforman, principalmente, sus dos directores o fundadores: Marc Bloch (1886-1944) y Lucien Febvre (1878-1956). La mayor parte de los artculos se refera, en esta etapa, a temas econmicos, seguan los de historia social y muy pocos sobre historia poltica. Despus de la muerte de Febvre, en 1956, lo sucede Fernand Braudel (1902-1985) en la direccin de la revista hasta el ao 1968 y en la presidencia de la Sexta Seccin de la Escuela Prctica de Altos Estudios de Pars. Braudel integra la segunda generacin. A diferencia de la primera, esta segunda generacin alcanza el estatus de elite internacional. Braudel es el sistematizador de tres tiempos/niveles distintos: larga duracin, coyuntura, acontecimiento. En la base de la evolucin histrica se encontraba el tiempo de la larga duracin, que corresponda a las casi inmutables relaciones humanas con el medio, a la estructura, la geohistoria (ciertos marcos geogrficos, ciertas realidades biolgicas, ciertos lmites de productividad y hasta determinadas coacciones espirituales). Por encima, se hallaba el tiempo de la duracin media que corresponda a la coyuntura: los procesos sociales, econmicos y culturales que se revelan en ciclos: una curva de precios, un progresin demogrfica, el movimiento de salarios, las variaciones de la tasa de inters, etc. En el tercer nivel, el tiempo corto que corresponda al individuo y al acontecimiento, a la historia episdica y que bsicamente era una historia poltica tradicional.

Esa jerarqua de tiempos y planos tenda, por su propia naturaleza, a privilegiar el estudio de los dos primeros rdenes, a practicar una historia estructural o coyuntural y despreciar la historia episdica que se ocupa de los acontecimientos.

En esa persistente devaluacin de los acontecimientos polticos, la obra braudeliana es heredera de los fundadores de Annales. Por lo tanto, entre estas dos generaciones se mantiene una lnea de continuidad.

Con la tercera generacin (1968-1989) la direccin de la Revista pasa a ser colectiva. Estos 3 Annales sern los ms difundidos al mismo tiempo que los ms criticados en todo el mundo y se inscriben en la poca en la que la historiografa francesa pierde su anterior hegemona en Europa y Occidente. Es el fruto de la revolucin cultural de 1968, que ha puesto en el centro de las discusiones temas como el feminismo, la ecologa, la guerra, la educacin, la familia, el racismo, temas tnicos y minoras discriminadas. Al retomar estos temas, abandonan la historia econmica y social que antes era cultivada de manera central. Su concepcin histrica se aleja del ideal braudeliano de la historia total. Pierre Nora, importante annalista, se ocup de conceptuar esto, en 1974, en su artculo La vuelta al acontecimiento. Esta generacin renuncia al debate metodolgico y epistemolgico. Tambin elude el desarrollo de nuevos paradigmas historiogrficos y hasta la defensa y aplicacin de los antiguos. Subrayan que la historia global es imposible, que no estn, atados a ninguna ortodoxia ideolgica y reivindican el carcter ms bien experimental de su historiografa. Proponen investigaciones ms acotadas y puntuales, ms monogrficas y empricas y popularizan la historia de las mentalidades. Se produce lo que Franois Dosse denomina la fragmentacin de la historia, o la historia en migajas.

Por todo lo sealado, podemos adelantar que se observa una clara ruptura con los Segundos y Primeros Annales.

Asimismo, nuestra investigacin se propone poner en evidencia que los Annales post 89 han vuelto a transformarse radicalmente, instaurando frente a los 3 Annales, una posicin de clara discontinuidad. Esto nos conducir a concluir cul es la situacin actual de Annales, habida cuenta que se seala el ao 1989 como lmite de la existencia de los terceros Annales. En este mismo ao, los responsables de la revista Annales lanzaron una proclama a favor de un cambio radical en el estudio del pasado titulada: Annales. Tentons Iexprience (Introduction Histoire et sciences sociales: un tournant critique). Expresan que Hoy los tiempos parecen llenos de incertidumbre. (...) Que los paradigmas que se buscaron en los marxismos, en los estructuralismos y en los usos de la cuantificacin pierden sus capacidades estructurantes. (...).

No obstante, el ao anterior, 1988, ya se haba escrito una primera y breve propuesta en el editorial titulada Histoire et sciences sociales. Un tournant critique?. Entre los principales conceptos destacamos: hoy, parece haber llegado el tiempo de incertidumbres. Haca mencin a una nueva situacin, an confusa y que es necesario definir para practicar el da de maana el oficio de historiador. Para sus autores, el motivo fundamental de la crisis era el debilitamiento de las relaciones interdisciplinares que la historia haba logrado en los ltimos sesenta aos. La redefinicin de las disciplinas amenaza las prioridades establecidas y los caminos tradicionales por los que transitaba la innovacin (). Cuando la convergencia de las ciencias sociales constitua a la vez una conviccin compartida y el horizonte de las prcticas, los trabajos de campo, ms circunscritos, permitan ver en pequeo lo que podan ser las vas concretas de intercambio interdisciplinar y capitalizaban los beneficios comunes. Para adaptarse a esas transformaciones, la revista inicia, en 1994, un giro que se traduce, en la apertura del consejo de redaccin a los no historiadores y en el abandono del subtitulo que haba contribuido determinar la identidad de Annales.

Frente a la historia de las mentalidades de la tercera generacin, los Annales de la cuarta van a promover una historia social de las prcticas culturales con fundamentos antropolgicos, que recupera no slo los temas y los problemas clsicos de la antropologa desde la misma historia sino, sobre todo, los procedimientos analticos, los conceptos y los modos de intervencin de esta ciencia social.

Esta historia, denominada tambin nueva historia cultural, no es simplemente una nueva moda, sino una respuesta a deficiencias evidentes en los anteriores paradigmas.

La importancia de esta corriente la seala Peter Burke cuando expresa que los nuevos historiadores -desde Edward Thompson a Roger Chartier- han tenido un amplio xito en desvelar la inadecuacin de las tradicionales explicaciones materialistas y deterministas de la conducta individual y colectiva a corto plazo y en mostrar que en la vida cotidiana y tambin en momentos de crisis, lo que cuenta es la cultura. Por otro lado, no han puesto muy en duda la importancia de los factores materiales, del medio fsico y sus recursos a largo plazo. La cita nos parece pertinente, pues Roger Chartier es uno de los ms reconocidos representantes de la cuarta generacin francesa de Annales.

Asimismo, Arstegui, al referirse al actual e impreciso panorama de la historiografa, destaca que en la bsqueda de nuevos modelos de historiografa una de las perspectivas dignas de tener en cuenta, es la nueva historia cultural, ms cercana a los problemas de la representacin, de la mediacin de los lenguajes en las formas de captacin del mundo por el sujeto individual o colectivo.

Roger Chartier, representante de la cuarta generacin de Annales, como ya hemos sealado, que en el presente trabajo tomamos como paradigma, es el principal propulsor en Francia de esta nueva historia cultural. La insercin de lo perifrico, de lo inarticulado, de la cultura entendida como el estudio de las condiciones de vida y de las experiencias cotidianas, es su famosa propuesta: De la historia social de la cultura a la historia cultural de lo social.

Finalmente, como una de nuestras hiptesis es la existencia de una discontinuidad de la cuarta etapa con la tercera generacin, analizaremos, para confirmarla, el concepto de historia de las mentalidades practicada por sta y los motivos por los cules se propone la nueva historia cultural. Luego, intentaremos demostrar que existe una continuidad de la cuarta generacin con la primera y la segunda en el sentido de conducir este nuevo proyecto hacia las perspectivas de la historia global, de la larga duracin histrica, de la dialctica pasado-presente, de la interdisciplinariedad y del mtodo comparativo.

B. Historia de las mentalidades

El concepto de mentalidad, hasta la actualidad, no tiene una definicin precisa y nica que sea reconocida universalmente. Asimismo, no existe ni una clara y unvoca definicin de lo que engloba e involucra la historia de las mentalidades. Ha funcionado, segn Aguirre Rojas, como un trmino puramente descriptivo y connotativo que se refiere a un vasto e impreciso campo problemtico, en el que se incluyen, segn los distintos autores, desde los comportamientos y los gestos cotidianos hasta un inaprensible inconsciente colectivo, pasando por las emociones, las creencias populares, las formas de conciencia, los epistemes que subyacen a la construccin discursiva, las estructuras ideolgicas o los imaginarios sociales, entre muchos otros elementos posibles. A raz de esta variedad de dimensiones, Jacques Le Goff, uno de los promotores al intentar explicarla, expresaba que era una nocin vaga, ambigua y a veces inquietante.

Esta historia no es ni un paradigma terico ni tampoco una perspectiva metodolgica, sino slo un nuevo campo problemtico que se puede abordar desde distintos criterios y enfoques.

En ocasiones, se ha intentado definir a la historia de las mentalidades enumerando algunos de los temas que estudia: las actitudes mentales, las visiones colectivas de las cosas, los sentimientos, comportamientos y creencias que a veces no estn formulados explcitamente por los hombres, las sociedades o una poca o pueden ser inconscientes

Chartier explica la historia de las mentalidades como la historia de los sistemas de creencias, de valores y representaciones propios de una poca o un grupo. Subraya que a partir de la dcada del 60 califica una historia cuyo objeto no son las ideas ni los fundamentos socioeconmicos de las sociedades. El objeto es opuesto al de la historia intelectual clsica: frente a la idea, construccin consciente de un individuo, se opone la mentalidad siempre colectiva que regula, sin explicitarse, las representaciones y los juicios o sistemas de valores de los sujetos en sociedad.

Es una falsa opinin, segn Aguirre Rojas, postular que dicha historia remontara por lo menos a los principios de este siglo, incluyendo entre sus antecedentes a autores y obras tan diferentes como las de Lucien Levy-Bruhl, Johan Huizinga, Marc Bloch, Lucien Febvre o Georges Lefebvre, entre tantos otros.

No existe entonces, una verdadera filiacin y continuidad entre las obras de Marc Bloch y de Lucien Febvre ya, entre ellas mismas muy diferentes- y los trabajos sobre mentalidades de la tercera generacin, posterior a la ruptura cultural de 1868. Lo evidencia la carta que Marc Bloch enva a Lucien Febvre el 8 de mayo de 1942, en la que califica claramente al trmino de mentalidad como un trmino mediocre que se presta a algunos equvocos.

Por lo tanto, esta historia de las mentalidades, es un producto exclusivo de los grandes efectos sociales y culturales provocados por la revolucin cultural de 1968 pues abordaba, justamente, aquellas realidades y dimensiones sociales que esta revolucin haba colocado en el centro de su discusin y de sus impugnaciones y que despus de esa fecha comenzaran a modificarse rpidamente. En los aos en que todos los mecanismos de la reproduccin cultural de las sociedades se transformaban radicalmente, se escriben y divulgan profusamente como historia de las mentalidades: historias de la familia, historias de la vida privada, historias de la actitud ante la muerte, ante el miedo, ante el nio y la mujer en el Antiguo Rgimen. Ellas son expresiones de los historiadores acerca de las inquietudes sociales y culturales de la coyuntura histrica e 1968- 1989. La historia de las mentalidades se sita, indiscutiblemente, dentro de las preocupaciones de la poca y consigue una extensa difusin por los medios de comunicacin y una amplia propagacin en los mbitos historiogrficos y en las ciencias sociales de todo el orbe.

En los aos setenta y a pesar de su ambigedad e indefinicin, las mentalidades se convirtieron en el ejercicio ms habitual de la prctica histrica en Francia y ms tardamente en todo el mundo. En la dcada de los 80, al aumentar las crticas al concepto de mentalidad y a la historia de las mentalidades, se produce su progresivo abandono. Declina en Francia y luego en el conjunto de Europa.

No obstante, ha mantenido su difusin e incluso, su gran popularidad, un poco extraamente hasta el da de hoy, en palabras de Aguirre Rojas, en lugares como Espaa, Amrica Latina o Japn, entre otros.

La historia de las mentalidades, como producto de la revolucin cultural de 1968, concluye con la cada del Muro de Berln en 1989.

Principales crticas a la historia de las mentalidades

En 1978, Fernand Braudel haba manifestado: Si mis sucesores prefieren estudiar las mentalidades, olvidando la vida econmica peor para ellos!. Por mi parte, yo no estudiara las mentalidades sin considerar al mismo tiempo todo el resto (...) porque no existe una historia autnoma de las mentalidades, ellas estn ligadas siempre a todo el conjunto.

Asimismo, dos aos antes, en 1976 esta historia de las mentalidades fue criticada por Carlo Ginzburg en el Prefacio de El queso y los gusanos. En primer lugar, por su omisin inaceptable de la divisin de las sociedades en clases sociales y su inadvertencias de las implicaciones fundamentales que tiene esta divisin en el mbito cultural, existente en la versin de Jacques Le Goff. Tambin por su incapacidad de distinguir, en el caso de la historia las mentalidades construida por Roger Mandrou, entre la cultura impuesta a las clases populares por las clases dominante y la cultura generada directamente por esas mismas clases subalternas, como producto de su propia actividad y experiencia sociales.

En realidad, el trmino mentalidad no alcanz nunca una elaboracin y construccin terica fuertes. Esto queda en evidencia al comparar las definiciones, claramente diferentes, a veces hasta alternativas y en parte excluyentes que han dado de las mentalidades Robert Mandrou, Georges Duby, Michel Vovelle, Philippe Aries o Jacques Lo Goff, entre otros autores. La invencin del concepto responda al anhelo de designar, de algn modo, a ese nuevo campo de problemas que la historia tradicional de las ideas haba ignorado y que los efectos de la revolucin cultural de 1968 revivan. Como resultado, se incluyen as cuestiones que eran bsicamente extraas a esas mentalidades y que correspondan ms bien a formas especficas de la historia antropolgica, a estudios de historia de la vida cotidiana, a investigaciones de historia lingstica, folklrica o artstica, entre otras.

El concepto es cuestionado, adems, porque desatiende la relacin que tienen dichas mentalidades con el conjunto ms vasto de la totalidad social. (Se diferencia del concepto de ideologa, que se relaciona con las clases y los grupos sociales, con las realidades econmicas y con los conflictos sociales en el plano propio de la cultura). Otra critica es la que se refiere a su pretendido carcter transclasista o universal. Pues si se afirma, como hace J. Le Goff, que la mentalidad es aquello que comparte Napolen con el ms humilde de sus soldados o Cristbal Coln con el ltimo de sus marineros, lo que se hace es eliminar el rol, ineludible, del conflict0 de clases en la esfera cultural y con ello la distincin entre la cultura de las lites y la cultura popular. Dos parmetros imprescindibles del anlisis de los fenmenos culturales, que al ser ignorados sesgan inevitablemente todo anlisis de esas heterogneas realidades incluidas en el trmino de mentalidades. Por ltimo, se la discute porque no busca sus fuentes en las obras de los grandes pensadores o en los grandes textos cultos, sino en los textos ms simples y cotidianos, en los gestos, en la iconografa, en la pintura y en las formas de representacin ms triviales y populares de una sociedad.

No obstante, estas crticas no han impedido su vasta difusin, tanto en Francia como fuera de ella, durante los aos 1968-1989.

C. La nueva historia cultural

La historia de las mentalidades, a partir del segundo lustro de los aos ochenta, comenz a caer en desuso en Francia, como hemos visto, para ser desplazada progresivamente, por una nueva concepcin en torno de este mismo campo problemtico, que es la historia social de las prcticas culturales o historia cultural de lo social, impulsada y ejemplificada, entre otros autores, por Roger Chartier, Alan Boureau, Bernard Lepetit, Grard Delille, Daniel Roche.

Este cambio de orientacin, que bien se podra denominar, en palabras de Cabrera- como transicin desde la historia social clsica a la historia sociocultural (o, como le gusta decir a Chartier, desde la historia social de la cultura a la historia cultural de lo social) fue suscitado por la creciente insatisfaccin frente al determinismo econmico. Tambin, esta opinin es sostenida por Appleby, Hunt y Jacob. Para ellas, el creciente inters en la cultura y en la teora cultural se origin en el desencanto con las explicaciones globales expresadas en trminos econmicos y sociales, habitualmente denominadas reduccionismo econmico/social. El nfasis en la cultura supone que creencias y rituales interactan con las expectativas sociales y econmicas de la poblacin y no slo reflejan su situacin socioeconmica. Era en los efectos de dicha interaccin donde haba que buscar la explicacin de la conducta de los individuos y, en general, el origen de las relaciones sociales.

Paralelamente, la nueva historia cultural practicada por autores de otro origen, como Robert Darnton, L. Hunt, Gabrielle Spiegel, tiene tambin una tendencia a globalizar sus visiones y a trascender tanto a la vieja historia cultural que era historia intelectual sobre todo, como a la historia social, que era por su parte historia estructural.

El trmino cultura, en opinin de Chartier, presenta dos significados que se complican en el manejo de los historiadores. Por un lado, designa las obras y las prcticas que, en una sociedad, son el objeto del juicio esttico o intelectual. Por otro, el concepto seala las prcticas ordinarias, sin cualidades, que tejen la trama de las relaciones cotidianas y expresan la manera en que una comunidad, en un tiempo y lugar dado, vive y reflexiona su relacin con el mundo y con el pasado. Pensar histricamente las formas y las prcticas culturales exige, en ese caso, dilucidar necesariamente las relaciones sustentadas por estas dos definiciones. La historia entendida como una ciencia social recuerda que los individuos estn siempre ligados por dependencias reciprocas, aparentes o invisibles que estructuran su personalidad y que, de esta manera, definen, en sus modalidades sucesivas, las formas de la afectividad y de la racionalidad.

Para Chartier, la nueva historia cultural, concebida como una historia de las representaciones y de las prcticas, se diferencia de la historia de las mentalidades cultivada por las etapas anteriores de Annales. No obstante reconocerle magnficos xitos, el autor francs subraya que sus postulados ya no satisfacen a su generacin.

El proyecto de una historia de las representaciones colectivas del mundo social designa la historia de las diferentes formas a travs de las cuales las comunidades, partiendo de sus diferencias sociales y culturales, perciben y comprenden su sociedad y su propia historia. Cabrera subraya que en este enfoque hay una reconceptualizacin de las relaciones sociales mediante la nocin charteriana de representacin.

Es un programa multidisciplinar con un mayor acercamiento, principalmente, a la crtica textual, la sociologa y la antropologa.

Es importante destacar, como lo hace Noiriel, que los promotores del giro lingstico se esfuerzan por presentar a Chartier como contribuyendo al mencionado giro. Si bien Chartier favorece nuevas vas de investigacin, nunca se atribuye los argumentos de tales promotores. Tampoco ha manifestado la idea de que la historia intelectual hubiese efectuado un giro lingstico. Por el contrario, insiste en la diversidad de los posibles enfoques en historia cultural. Y, principalmente, la mayora de las veces sus referencias no proceden de la filosofa, sino de la sociologa de la cultura, especialmente de los trabajos de Bourdieu.

Lo anterior es confirmado por el propio Chartier. Rechaza el fundamento del giro lingstico propuesto a los historiadores de los textos y de las prcticas: mantener el lenguaje como un sistema cerrado de signos que producen sentido por el nico funcionamiento de sus relaciones. Para l, esto implica en primer lugar, considerar como impersonal y automtica la produccin de la significacin, desembarazada de toda intencin y de todo control subjetivo y, en segundo lugar, pensar la realidad social como un ente constituido por el lenguaje, independientemente de toda referencia objetiva. Insiste en que no se puede reducir las prcticas constitutivas del mundo social a la lgica que gobierna la produccin de los discursos. En otras palabras, Chartier rechaza la idea postmoderna de que la realidad no se debe pensar como referencia objetiva, exterior al discurso, puesto que est constituida por y en el lenguaje.

En el caso de Chartier, como el mundo histrico aparece en forma de representaciones que se manifiestan a travs de signos o expresiones simblicas, el uso de mtodos semiticos para descifrar esta simbologa, no significa una renuncia a los criterios de la investigacin histrica cientfica, sino su fortalecimiento.

Chartier adhiere a dos sentidos, aparentemente contradictorios, de la palabra representacin. El primero: imagen que nos devuelve como idea y como memoria los objetos ausentes y que nos los pinta tal como son. La representacin muestra el objeto ausente (cosa, concepto o persona) suplantndolo por una imagen que lo representa (pintura de un objeto, por las palabras y los gestos por algunas figuras, por algunas marcas: as los enigmas, los emblemas, las fbulas, las alegoras). El segundo sentido: comparecer en persona y exhibir las cosas. La representacin es aqu la demostracin de una presencia, la presentacin pblica de una cosa o una persona. Es la cosa o la persona misma la que constituye su propia representacin. El referente y su imagen forman cuerpo y no son ms que una nica y misma cosa, adhieren uno a otro.

El autor francs propone la construccin de nuevos campos de investigacin en los cuales la misma definicin de los planteamientos exija registrar los pensamientos claros, las intenciones individuales, las voluntades particulares, en los sistemas de coercin colectivos que, a la vez, los hacen posibles y los refrenan. Los ejemplos de estos trabajos novedosos seran mltiples y en ellos se vincularan ineludiblemente estructuras objetivas y representaciones subjetivas. Una demostracin sera la indagacin que conecta crtica textual, historia del libro y sociologa cultural. Esta combinacin original de tradiciones de naciones y disciplinas muy diversas (la historia literaria en sus diferentes definiciones, la Bibliography a la manera anglosajona, la historia social de la escritura tal como la practican los palegrafos italianos, la historia socio-cultural en la tradicin de los Annales) tiene una intencin fundamental. Tal propsito es comprender cmo la lectura particular e imaginativa de un lector singular est contenida en una serie de determinaciones: ya sean los efectos de sentido enfocados por los textos a travs de los dispositivos mismos de su escritura, las coacciones impuestas por las formas que transmiten estos textos a sus lectores (o a sus auditorios), o las capacidades o las convenciones de la lectura propias de cada comunidad de interpretacin Chartier enfatiza que un acercamiento as se encuentra en muchos otros campos de la investigacin histrica: en los estudios sobre la ciudad, sobre los procesos educativos, sobre la construccin de los saberes cientficos. Tal aproximacin tiene presente que las producciones intelectuales y estticas, las representaciones mentales, las prcticas sociales, siempre estn gobernadas por mecanismos y dependencias desconocidos por los mismos sujetos. De lo expresado recientemente, Chartier resalta, nuevamente, la importancia recobrada, a costa de las nociones habituales en la historia de las mentalidades, del concepto de representacin. ste permite designar y enlazar tres grandes realidades: primero, las representaciones colectivas que incorporan en los individuos las divisiones del mundo social y que organizan los esquemas de percepcin y de apreciacin a partir de las cuales las personas clasifican, juzgan y actan; despus, las formas de exhibicin del ser social o del poder poltico, tales como los signos y actuaciones simblicas las dejan ver (por ejemplo, la imagen, el rito o lo que Weber llamaba la estilizacin de la vida); finalmente, la presentizacin en un representante (individual o colectivo, concreto o abstracto) de una identidad o de un poder dotado asimismo de continuidad o de estabilidad.

En la nueva historia cultural, como expresa Cabrera, la cultura mantiene su carcter subjetivo (concepciones y creencias de los sujetos), pero sobrepasa los lmites en los que la aprisionaba la historia social e invade a toda la sociedad, penetrando hasta aquellos espacios estimados exclusivos de la objetividad (instancia socio-econmica) y gobernados por un mecanismo autnomo e impersonal. Lo ideal y lo material se ensamblan porque todas las prcticas, incluidas las econmicas, estn constituidas por acciones significativas y dependen, por tanto, de las representaciones que los individuos tienen del mundo.

Lo citado recientemente, Chartier lo expresa as: todas las relaciones, inclusive aquellas que designamos como relaciones econmicas o sociales, se organizan segn lgicas que ponen en juego los esquemas de percepcin y de apreciacin de los distintos sujetos sociales, as pues las representaciones constitutivas de aquello que podemos denominar una cultura, sea comn al conjunto de una sociedad o propia a un grupo determinado.

Esta corriente, al preguntarse acerca de las diferencias profundas entre las mltiples prcticas culturales coexistentes en cualquier sociedad, va a encontrar su origen en la segmentacin de la sociedad, que est generalmente dividida en clases sociales y habitada por grupos sociales diversificados. Por ejemplo, desde lo urbano y lo rural, lo masculino y lo femenino, las generaciones viejas y las jvenes, los grupos como los catlicos y los protestantes, los estratos de artesanos y los de profesionales, etc. Esta nueva historia cultural practicada por la 4 generacin la Escuela de Annales, adems de recuperar las distinciones culturales nacidas de la oposicin de clases, tiene la capacidad, asimismo, de introducir los matices derivados de estas otras diferencias de los grupos sociales, que a su turno se expresan en otras tantas prcticas culturales igualmente dismiles.

El concepto de prcticas culturales diferenciadas conduce ineludiblemente, a la materialidad de los procesos culturales y, por ende tanto a los fundamentos sociales y econmicos de dichas prcticas, como a los espacios y modos reales y concretos de construccin de los mensajes y de las ideas, junto a los mecanismos y figuras reales de su circulacin, distribucin y apropiacin. Adems, y al insistir en que se trata de una historia social de esas prcticas culturales, reivindica el carcter social de la cultura, es decir, el hecho de que dichas prcticas son siempre expresiones culturales de las propias realidades y fenmenos sociales, a las que ligan y a las que reproducen de manera compleja y mediada.

Conclusin

Podemos afirmar, luego de nuestro anlisis de la historiografa francesa de Annales actual, que la vieja y gran tradicin, que consideraba el objeto histrico desde ms ngulos de observacin, todava persiste. Esta cuarta generacin recupera una leccin, no ya para repetirla de un modo pasivo, sino para reactualizarla de manera renovada en contextos diferentes; de establecer un cambio en la continuidad; en suma, de respetar a los maestros del pasado pero sin transformarse en discpulo pasivos.

La cuarta generacin de Annales, ha emprendido sostenidamente su proyecto desde 1989 y se ha distanciado claramente de a historia de las mentalidades admitiendo en su lugar a esa nueva historia social de las prcticas culturales. Reemplaza el impreciso trmino de mentalidad por el ms riguroso concepto de prcticas culturales. Los autores de esta etapa proponen una visin de los temas culturales interconectndolos con su entorno social y material, para tratar de reflejar la diversidad de las distintas expresiones culturales de las clases y de los grupos sociales, dentro de una misma sociedad.

El programa de la cuarta generacin annalista, se ha construido, en parte, con el propsito de responder y superar el amplio y variado conjunto de cuestionamientos que, desde los aos setenta pero, principalmente durante los aos ochenta, recibieron esos Annales de la historia de las mentalidades. Estas crticas, tanto internas como externas al universo de Annales, discutan sobre todo la pertinencia y utilidad del concepto de mentalidades y la viabilidad de este enfoque para abordar los problemas que el mismo se planteaba.

Hemos constatado que existe una continuidad entre la cuarta generacin y la primera y segunda en el sentido de conducir este nuevo proyecto hacia las perspectivas de la historia global; de la dialctica pasado-presente para observar los cambios y las permanencias; de la larga duracin histrica en la que se puede advertir la conformacin, las mudanzas y la larga vida de las estructuras mentales de una sociedad determinada; la utilizacin del instrumental metodolgico de la comparacin, cuyo exponente ms destacado en este aspecto fue Marc Bloch y la interdisciplinariedad. Esto ltimo, lo afirma Roger Chartier, el representante ms distinguido: la historia slo tiene valor e inters si puede entablar un dilogo o un debate con las dems disciplinas.

Por ltimo, pensamos que frente a la fragmentacin, especializacin y relativismo de los ltimos tiempos la historia cultural se ha hecho an ms necesaria que en el pasado. Quiz por esto los estudiosos de otras disciplinas, de la crtica literaria a la sociologa, han tomado esta direccin.

Yasmn Gorayeb de Perinetti es Profesora Asociada de la Ctedra de Historiografa y Metodologa de la Historia y Profesora Adjunta de Epistemologa de la Historia y de las Ciencias Sociales de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Ha sido Directora y Co-Directora de Proyectos de investigacin. Actualmente es integrante como investigadora del Proyecto Las nuevas formas de la Historiografa: aspectos tericos y metodolgicos

BRAUDEL, Fernand, La larga duracin en La historia y las ciencias sociales. Madrid, Alianza, 1968, pp. 64- 106.

NORA, Pierre, La vuelta al acontecimiento en: LE GOFF, Jacques, NORA, Pierre (Dir.), Hacer la historia, Barcelona, Laia, 1985, vol. 1, Nuevos problemas, pp. 221- 239. Cf,: con DOSSE, Franois, La historia en migajas. Valencia, Alfons el Magnnim, 1988.pp. 188-210

DOSSE, Franois, La historia en migajas, op. cit.

Histoire et Sciences Sociales: Un Tournant Critique. Tentons Iexprience, Annales. Economies, Societs. Civilisations, Paris, Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, 44 nne, N 6, novembre-dcembre 1989, (6), pp. 13 17-1323.

Annales E.S.C., 23, 6, noviembre-diciembre, 1988, pp. 29 1-292.

El consejo de redaccin ha justificado as este abandono: La divisin tripartita Economas-Sociedades-Civilizaciones era ya inadecuada; no armonizaba con la flexible disposicin de los niveles de anlisis y con la pluralidad de enfoques que hoy deseamos y que el nuevo subttulo Historia-Ciencias Sociales sugiere mejor. Cfr.: el editorial Histoire, sciences sociales, Anuales, Histoire - Sciences sociales, 1, enero-febrero, 1994, pp. 3-4.

BURKE, Peter (ed.), Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro en: BURKE, Peter (Ed.) Formas de hacer historia. Madrid, Alianza, 1994, p. 35.

AROSTEGUI, Julio, La investigacin histrica: Teora y Mtodo, Barcelona, Crtica, 1995, p. 130.

Las obras consultadas de Roger Chartier son: El mundo como representacin. Historia cultural: entre prctica y representacin. Barcelona, Gedisa, 1999; Espacio pblico, crtica y desacralizacin en el siglo XVIII. Los orgenes culturales de la Revolucin francesa. Barcelona, Gedisa, 1995; Lecturas y lectores en la Francia del Antiguo Rgimen. Mxico, Instituto de Investigaciones Dr. J. M. Luis Mora, 1994; Escribir las prcticas. Foucault, de Certeau, Marin. Buenos Aires, Manantial, 1996; Las revoluciones de la cultura escrita. Dilogo e intervenciones, Barcelona, Gedisa, 2000; La historia hoy en da: dudas, desafos, propuestas, en Ignacio Olbarri y Francisco J. Caspistegui (Dir.) La nueva historia cultural: la influencia, del postestructuralismo y el auge de la interdisciplinariedad. Madrid, Edit. Complutense, 1995 y El prncipe, la biblioteca y la dedicatoria en los siglos XVI y XVII en: Hira de Gortari y Guillermo Zermeo (Dir.), Historiografa francesa. Corrientes temticas y metodolgicas recientes. Mxico, Instituto de Investigaciones Luis Mora, 1997.

CHARTIER, Roger, De la historia social de la cultura a la historia cultural de lo social en: Historia Social, 17 (otoo 1993), pp. 97-103. Cit. Por CASANOVA, Julin, La historia social y los historiadores Cenicienta o princesa?. Barcelona, Crtica, 2003, p. 20.

LEPETIT, Bernard, La larga duracin en la actualidad en Segundas Jornadas Braudelianas. Mxico, 1995 y CHARTIER, Roger, Espacio pblico, crtica y desacralizacin en el siglo XVIII. Los orgenes culturales de la Revolucin francesa, op. cit.

AGUIRRE ROJAS, Carlos, Pensamiento historiogrfico e historiografa del siglo XX. Ensayos introductorios, Rosario, Prohistoria, 2000, p. 134.

LE GOFF, Jacques, CHARTIER, Roger y REVEL, Jacques (Dir.), La nueva historia. Bilbao, Mensajero. 1978, p. 286. Cfr.: LE GOFF, Jacques, Las mentalidades: una historia ambigua en: LE GOFF, Jacques, NORA, Pierre (Dir.), Hacer la historia, op. cit., vol. III, Nuevos temas.

CHARTIER, Roger, El Mundo coMo representacin... op. cit.. pp. 22-23.

AGUIRRE ROJAS, C., Pensamiento historiogrfico e historiografa del siglo XX. Op. cit., pp. 134-135.

AGUIRRE ROJAS, C. A., dem, p. 142

BRAUDEL, Fernand Braudel, En guise de conclusin en Review, vol. 1. N. 3-4, 1978.

GINZBURG, Carlo, El queso y los gusanos. El cosmos, segn un molinero del siglo XVI. Barcelona, Muchnik Editores, 1997.

AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio, op. cit., pp. 138-139

CABRERA, Miguel ngel, Historia, lenguaje y teora de la sociedad. Madrid, Ctedra, 2001, pp. 23-24.

APPLEBY, Joyce, HUNT, Lymi y JACOB, Margaret, La verdad sobre la historia, Santiago, Andrs Bello, 1998, p. 206.

AROSTEGUI, Julio, La investigacin histrica: Teora y Mtodo, op. cit., p. 144.

Respecto de considerar a la nueva historia cultural como una historia total Cfr.: con BURKE, Peter, Formas de historia cultural. Madrid, Alianza, 2000, pp. 36-37, especialmente.

CHARTIER, Roger, La historia hoy en da: dudas, desafos, propuestas, en Ignacio Olbarri y Francisco J. Caspistegui (Dir.), op. cit., p. 27.

CHARTIER, Roger, El mundo como representacin op. cit, p. IV

CHARTIER, Roger, dem, p. I

CABRERA, Miguel ngel, Historia, lenguaje y teora de la sociedad, op. cit.. p. 23.

NOIRIEL, Grard, Sobre la crisis de la historia. Madrid, Ctedra, 1997, pp. 135-136

CHATIER, Roger, El mundo como representacin... op. cit., p. IX.

CHARTIER, Roger, Escribir las prcticas. Foucault, de Certeau, Marin, op. cit., pp. 78-79. Estas definiciones las encuentra en la edicin de 1727 del Diccionario de Furetire.

CHARTIER, Roger, La historia hoy en da: dudas, desafos, propuestas, en Ignacio Olbarri y Francisco J. Caspistegui (Dir.) La nueva historia cultural...op. cit., p. 28

dem., pp. 28-29

dem, pp. 29

CABRERA, Miguel ngel, Historia, lenguaje y teora de la sociedad, op, cit., pp. 13, 18

CHARTIER, Roger, El mundo como representacin, op. Cit., p. 43

AGUIRRE ROJAS, Carlos, OP. CIT., P. 143

AGUIRRE ROJAS, Carlos, la Escuela de los Annales. Ayer, Hoy, Maana. Barcelona, Montesinos, 1999. p. 196.

CHARTIER, Roger, Las revoluciones de la cultura escrita. Dilogo e intervenciones, Barcelona, Gedisa, 2000, p. 163.

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