cuando lidia vivía se quería morir (cuento)

8
Hace un par de noches me reconcilie en sueños con un viejo amor. La había conocido hace muchos años, catorce o quince. Se llamaba Lidia y había ido a vivir a Rosario desde Chañar Ladeado, un nombre que siempre me fascinó. Recuerdo que una de las primeras cosas que le pregunté fue si en el pueblo había o no, en ese entonces o antes, un chañar ladeado que le hubiese dado nombre. Y que ella ser rió, porque para uno un nombre geográfico o urbano no designa lo que nombra, sino un lugar o un paisaje, algo más amplio y abstracto (nunca pienso en Rosario como en una hilera de cuentas o una virgen, sino como en una ciudad calurosa, sintetizada en los tres o cuatro lugares que más me importan9. Se llamaba Lidia, y había vivido toda la vida en una casa grande de Chañar Ladeado, encerrada, y había ido a Rosario (que para Chañar Ladeado vendría a ser La Gran Ciudad) a estudiar Arte. Era muy tímida, y me llevaba siete u ocho años. Fue un amor que se cocinó lento, lentísimo, y nunca llegó a cocinarse del todo: de allí la culpa o la incomodidad posterior, al menos mía, y la posibilidad de reconciliarme con ella en sueño, hace dos noches. Íbamos al cine, a las galerías, al Museo de Bellas Artes, a los parques: la pasábamos bien. Una noche fuimos a la barranca, cerca del bajorrelieve gigantesco del Sembrador, donde un camino baja en diagonal, a oscuras. Yo sabía que bajando, recostándose sobre el pasto de la barranca y mirando hacia arriba se veía la luz blanca de los focos como un resplandor mágico, que después de las ocho o la nueve de la noche era muy difícil que es lugar no estuviera fresco y que el viento del río le acariciaba a uno la cara. Así que nos recostamos contra el pasto, el viento del río nos dio en la cara, y nos pareció que el resplandor de arriba era mágico, no de focos de mercurio. En eso estábamos cuando apareció un guardián o policía que recorría el parque y nos llamó, nos pidió documentos, nos preguntó qué hacíamos allí, nos demoró una buena media hora tratando de sacar una coima. Cuando recorrimos las cuadras de regreso (caminábamos mucho con Lidia) hablamos con odio del guardián, nos referimos con desprecio a su sucia mente, que había planteado como única posibilidad que estuviéramos acariciándonos o haciendo el amor allí, en el camino en diagonal. Era cierto que había interrumpido un buen

Upload: marianarearte

Post on 18-Aug-2015

214 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Cuento de Elvio Gandolfo

TRANSCRIPT

Hace un par de noches me reconcilie en sueos con un viejo amor. La haba conocido hace muchos aos, catorce o quince. Se llamaba Lidia y haba ido a vivir a Rosario desde Chaar Ladeado, un nombre que siempre me fascin. Recuerdo que una de las primeras cosas que le pre!unt" fue si en el pueblo haba o no, en ese entonces o antes, un chaar ladeado que le hubiese dado nombre. # que ella ser ri, porque para uno un nombre !eo!r$fico o urbano no desi!na lo que nombra, sino un lu!ar o un paisaje, al!o m$s amplio y abstracto %nunca pienso en Rosario como en una hilera de cuentas o una vir!en, sino como en una ciudad calurosa, sinteti&ada en los tres o cuatro lu!ares que m$s me importan'. Se llamaba Lidia, y haba vivido toda la vida en una casa !rande de Chaar Ladeado, encerrada, y haba ido a Rosario %que para Chaar Ladeado vendra a ser La (ran Ciudad) a estudiar *rte. +ra muy tmida, y me llevaba siete u ocho aos. ,ue un amor que se cocin lento, lentsimo, y nunca lle! a cocinarse del todo- de all laculpa o la incomodidad posterior, al menos ma, y la posibilidad de reconciliarme con ella en sueo, hace dos noches. .bamos al cine, a las !aleras, al /useo de 0ellas *rtes, a los parques- la pas$bamos bien. 1na noche fuimos a la barranca, cerca del bajorrelieve!i!antesco del Sembrador, donde un camino baja en dia!onal, a oscuras. #o saba que bajando, recost$ndose sobre el pasto de la barranca y mirando hacia arriba se vea la lu& blanca de los focos como un resplandor m$!ico, que despu"s de las ocho o la nueve de la noche era muy difcil que es lu!ar no estuviera fresco y que el viento del ro le acariciaba a uno la cara. *s que nos recostamos contra el pasto, el viento del ro nos dioen la cara, y nos pareci que el resplandor de arriba era m$!ico, no de focos de mercurio.+n eso est$bamos cuando apareci un !uardi$n o polica que recorra el parque y nos llam, nos pidi documentos, nos pre!unt qu" hacamos all, nos demor una buena media hora tratando de sacar una coima. Cuando recorrimos las cuadras de re!reso %camin$bamos mucho con Lidia) hablamos con odio del !uardi$n, nos referimos con desprecio a su sucia mente, que haba planteado como 2nica posibilidad que estuvi"ramos acarici$ndonos o haciendo el amor all, en el camino en dia!onal. +ra cierto que haba interrumpido un buen momento, con la caracterstica brutalidad de quien tiene un poco de poder. 3ero tambi"n era cierto %lo que pens" otra noche, aos m$s tarde, cuando haca mucho que no vea a Lidia) que lo m$s l!ico, rodeados de viento fresco, reclinados contra el pasto y mirando un reflejo m$!ico, hubiera sido acariciarnos o hacer el amor. Cada uno a su modo, a2n "ramos demasiado jvenes.Lidia viva en pensiones siniestras, con una ami!a !orda, morocha y !i!antesca llamada, si mal no recuerdo, ,anny, y que era una especie de !uardiana, de portera de Lidia. Cuando yo pasaba a buscarla, sala la !orda y hablaba un rato conmi!o %m$s tarde, en las m2ltiples lecturas, descubrira que el nombre que m$s se le aplicaba, no slo por el si!nificado sino tambi"n por el sonido, era el de 4chaperona5). 1na de esas pensiones quedaba en la calle Laprida- un edificio viejo, con escalera de caracol, pintado de colores estridentes y con e6traos dibujos en el interior. *ll viva Lidia con ,anny, que estudiaba para ser asistenta social, carrera que ya entonces, por pura intuicin, me pareca la cumbre de la inutilidad, el intento de solucionar la propia vida jorobando la de otros, en peores condiciones econmicas o fsicas./e cuesta describir a Lidia. 3ara m es cmodo ima!inarla- la veo en dos o tres momentos que la memoria ha ele!ido, y eso basta. 3ero si quiero transmitir a otro cmo era ella, la cosa cambia. 3odra decir que era un poco fr$!il, que inclinaba la cabe&a hacia un lado, que tena cabello Castao y fino que le ocultaba la mitad de la cara. +ra del!ada, y toda su piel tena una especie de mati& caoba, pero no de $rbol, sino de madera de mueble lar!o tiempo encerrado en una habitacin aireada.3asaronmeses, lar!os meses, antes de que Lidia y yo nos toc$ramos y nos bes$ramos. Se haba mudado a otra pensin, sin ,anny, m$s o menos ubicada por 3ara!uay y Crdoba %no fue que disimule el sitio sino que realmente no lo recuerdo con precisin- aveces lo ima!ino en la calle +spaa, a veces en 3residente Roca). +ra m$s nueva, m$s tranquila, con mucho menos aspecto de pensin. +n realidad se trataba de una casa de laque alquilaban dos pie&as. La duea, en cambio, era tal como uno se ima!ina a una duea de pensin- curiosa, pintarrajeada, con una amabilidad estridente y car!osa. +se da est$bamosmirando juntos un libro !rande de reproducciones, en la pequea sala de la casa, sentados en un silln. Habamos ro&ado varias veces nuestras manos %escribo esto y me ro, tal sabor tiene a te6to rom$ntico o mundano de hace dos o tres si!los, y tan cierto es sin embar!o) y de pronto yo o mi cuerpo, que suele ser mucho mas sabio, franque el lmite fundamental, y una mano se apoy sobre la rodilla de Lidia. /$s tarde uno se concentra en &onas que cree m$s erticas- los pechos, las nal!as, la !ar!anta y los hombros, pero nada puede reempla&ar el instante quebradi&o, cristalino, en que se toca una rodilla de mujer por primera ve&.*ll empe& la maravillosa "poca d el que el len!uaje popular ha dado en llamar, con notable acierto, 4franeleo5. 7os metamos en los recovecos m$s inverosmiles con Lidiapara acariciarnos obsesivamente, besarnos hasta perder el aliento y al fin, eso es lo curioso, se!uir caminando, o separarnos hasta el da si!uiente.1no de los motivos era la e6traa reaccin de Lidia, ya desde la primera ve& que franeleamos %como el lector ima!inar$). Consista en lo si!uiente- estremecerse y decir, con vo& profunda-87o, no, qu" hac"s. *h, me quiero morir.Las variaciones consistan en pre!untarse qu" sera de nosotros, de qu" serva todo aquello, y frmulas semejantes. #o, con la falta de e6periencia del adolescente calenturiento y a la ve& analtico, le daba importancia a esas palabras, las discuta, hasta lle!aba a irritarme y dejaba de verla por unos das, despu"s de di$lo!os tan absurdos como este-#o %acarci$ndole los pechos como si estuviera amasando pan)- 8Hmmm, qu" lindo, ahhh.+lla %con una complicada serie de es!uinces que slo conse!uan e6citarme m$s)- 87o, no, me quiero morir.#o %bajando la intensidad de las caricias, dej$ndome distraer totalmente por las palabras)- 83or qu", por qu", qu" pasa.+lla %estir$ndose el vestido hacia abajo)- 87o s", no s" qu" pasa, pero me quiero morir. 9:u" va a ser de nosotros;# as sucesivamente, hasta que nos separ$bamos. arde o temprano me enter" de que sala con un muchacho de la facultad, a quien odi" meticulosamente, la se!u viendo de ve& en cuando, salud$ndola, o qued$ndome a conversar un rato en su pie&a.