cuando leas esta carta estaré lejos
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A pocos días de Febrero 2016
Vicky
Cuando leas esta carta estaré lejos, no sé cuánto. Los
inciertos (ahora no) acontecimientos que se ensayaron desde que
nuestros anónimos ojos se reconocieran fueron la perenne duda
que acarició mi sien. Cavilar en un tácito sentir manifestó la
imperiosa necesidad de éste discurrir de tinta.
Conocerte no estaba en mis sueños aunque recuerdo “al
divino laberinto de los efectos y de las causas” que (a veces)
tiene las cartas marcadas. Tú que al respirar reverdeces el
desierto o con una sonrisa despiertas al sol ¿podías ser real?
Sospecho que esa imprecisión fue respondida (como otras)
Poco a poco fuimos acercándonos al otro a ese que en tiempo
atrás desconocíamos. Gramos a gramo, letra a letra recorrimos
los minutos que preceden el día a sabiendas que en el mismo
tiempo en otro mundo “alguien” estaba. Una presencia que fue
colmando nuestros días, que se fue poblando de un nombre, de una
historia, de un extraño y reconfortante sentir. Pasar los días y
contar esas certezas no es poco cuando valoramos de esa finitud,
ese trazo de luz en la hendija. Aunque el devenir permanezca
sellado al pasado reconocer lo que ha sucedido hasta entonces no
deja de ser una laboriosa e interesante tarea.
En nuestros silencios mi piel se batía a duelo contra los
mil y un ríos aunque… (Después) pensaba (sentía) como si fuera
una “complicidad amorosa”. También comprendía en profundo sentir
“poner el cuerpo a la palabra”. Innumerables insomnios de tus
imágenes (prefigurados o reales) me han acompañado. A veces
(siempre) dubitativo amanecía a pocos centímetros de tú sombra
donde tú piel avanzaba en aroma, sitiando toda existencia a su
paso. Recuerdo las palabras de Zhang Jiuling “(…) siento que el
rocío no moja (…)” y pienso en tantas permutaciones climáticas
bajo el mismo cielo que hemos compartido y suspiro.
En azarosa actitud o más bien como Tiresias miro al futuro
(ya pasado cuando leas) supongo que en tus palabras supe de tus
ausencias, de tus historias, de tus manías. También supongo que
te he contado mis miedos, mis discurrir en los días (puedes
mirar dentro) Sin disimular fuimos aprehendiendo del otro. Que
será de nosotros. Me pregunto. Entonces sin vacilar tengo que
continuar en el oficio del escriba (y tratarte con más cariño)
Antes del presente en que recorres éstas líneas y
desconociendo los sucesos quería poner en palabras cuál fue mi
sentir hasta entonces. No sabré cuáles serán nuestras
reacciones, pero de todas formas solo me queda: Gracias por
hacer de mi(s) días un lugar más feliz.
Si el azar no se detiene con un golpe de dados (sospecho
que dice eso Malarmé, aún no lo entiendo, espero hacerlo) doy
gracias al jardín de los días por proclamarte. Quiero decir,
existir en la misma bifurcación de quien te escribe. Más aún
agradezco a la maestría por el aire de tus pulmones, la sangre
de tus venas, por el aura de tus suspiros y por el batir de tus
alas sobre el río. Ahora que se han acortado las distancias y
caen cómplices las miradas, vuelo petrificado cubierto por tú
hiedra. Ay tus ojos, ese chopo lunar donde comienzan las
estaciones (y viceversa)
Gracias.