cuando el arte se acerca al público

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136 LONELY PLANET MAGAZINE P uede que no a todo el mun- do le agrade ir de tiendas, pero hay unas que segura- mente le gustan a la mayoría de afi- cionados al arte: las de los museos. Porque lo que allí se vende no es sólo diferente y bonito, sino que, además, tiene una pátina cultural que sirve de excelente gancho. Junto con sus cafeterías y restau- rantes, las tiendas se han converti- do en los espacios más visitados de los centros de arte, entre otras co- sas porque se sitúan estratégica- mente a la salida y no hay quien se resista a entrar en ellas a curiosear. La librería La Central, gestora de va- rEPOrTAjE LONELY PLANET Texto de Sonia de Viana son espectaculares. Así, la librería de la ampliación del Museo Nacio- nal Centro de Arte Reina Sofía de Madrid es idea de Jean Nouvel, y cuando Frank Gehry diseñó el Gug- genheim de Bilbao ya incluyó la tienda, lo mismo que Herzog & De Meuron en el CaixaForum de Ma- drid, que no sólo se responsabiliza- ron de las zonas de exposición, sino también de su espacio de venta. El CCCB encargó su escaparate y los mostradores a Ramón Bigas, y el CaixaForum de Barcelona su librería a Pepe Cortés, cuyo trabajo ganó en 2002 el premio FAD que concede Fomento de las Artes Decorativas. Bueno, bonito y de diseño Pero lo que de verdad atrae a los vi- sitantes no es el entorno de estas tiendas, sino los artículos que se venden en ellas. Unos, por exclusi- vos y de diseño. Es el caso de la Round TV, una televisión con DVD de formato esférico firmado por el artista multimedia Rob Loren, que se vende en el LABoral de Gijón por 3.000 euros, y también el de la joya- tejido de 1.500 euros de Kubori Sakaya del Museo Reina Sofía, o el de los kimonos de seda pintados por Lasarte’s Design del Museo Thys- sen-Bornemisza de Madrid, con un precio de 900 euros. Otros objetos encuentran en la originalidad su principal reclamo, como la lámpara hecha con una licuadora retro en venta en la Fundación Mapfre de Madrid. Aunque los más solicitados son los que resultan más divertidos y con un aire populachero, como el imán-chapa del Reina Sofía que reza “Real Magritte, 5-FC Barcelona, 0” o las marionetas de dedo del CCCB que representan filósofos. Otro punto importante en la se- lección de los objetos a la venta es el apoyo a los nuevos creadores. Así, La Central confirma que pre- fiere apostar por diseñadores jóve- nes, como los portugueses Lines Lab, el colectivo fabricante de ju- guetes Fermento o el ilustrador Juanjo Sáez, mientras que LABoral de Gijón hila más fino con los artis- tas y diseñadores asturianos, so- Tiendas de museos Cuando el arte se acerca al público Hay veces en que curiosear en las tiendas de los museos es más interesante que las exposiciones que se muestran en ellos rias de estas tiendas, justifica su importancia alegando que “son el interlocutor entre el museo, los ar- tistas y el gran público”. Así, no hay nuevo centro de arte que no con- temple un espacio específico, ya desde el mismísimo proyecto ar- quitectónico inicial, donde instalar la tienda o que no haya adaptado el existente. El Artium de Vitoria la ha cambiado de sitio tres veces en sie- te años y el Centro de Cultura Con- temporánea de Barcelona (CCCB) la ha acercado aún más a la calle. Su interiorismo y decoración, la colocación de los productos y los nombres que firman estos espacios La librería del barcelonés CCCB incluye ediciones de artista.

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TIENDAS DE MUSEOS reportaje: Lonely Planet MagazineTexto:Sonia de Viana Hay veces en que curiosear en las tiendasde los museos es más interesante que lasexposiciones que se muestran en ellos.

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136 LONELY PLANET MAGAZINE

P uede que no a todo el mun-do le agrade ir de tiendas, pero hay unas que segura-

mente le gustan a la mayoría de afi-cionados al arte: las de los museos. Porque lo que allí se vende no es sólo diferente y bonito, sino que, además, tiene una pátina cultural que sirve de excelente gancho.

Junto con sus cafeterías y restau-rantes, las tiendas se han converti-do en los espacios más visitados de los centros de arte, entre otras co-sas porque se sitúan estratégica-mente a la salida y no hay quien se resista a entrar en ellas a curiosear. La librería La Central, gestora de va-

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son espectaculares. Así, la librería de la ampliación del Museo Nacio-nal Centro de Arte Reina Sofía de Madrid es idea de Jean Nouvel, y cuando Frank Gehry diseñó el Gug-genheim de Bilbao ya incluyó la tienda, lo mismo que Herzog & De Meuron en el CaixaForum de Ma-drid, que no sólo se responsabiliza-ron de las zonas de exposición, sino también de su espacio de venta. El CCCB encargó su escaparate y los mostradores a Ramón Bigas, y el CaixaForum de Barcelona su librería a Pepe Cortés, cuyo trabajo ganó en 2002 el premio FAD que concede Fomento de las Artes Decorativas.

Bueno, bonito y de diseñoPero lo que de verdad atrae a los vi-sitantes no es el entorno de estas tiendas, sino los artículos que se venden en ellas. Unos, por exclusi-vos y de diseño. Es el caso de la Round TV, una televisión con DVD de formato esférico firmado por el artista multimedia Rob Loren, que se vende en el LABoral de Gijón por 3.000 euros, y también el de la joya-tejido de 1.500 euros de Kubori Sakaya del Museo Reina Sofía, o el de los kimonos de seda pintados por Lasarte’s Design del Museo Thys-sen-Bornemisza de Madrid, con un precio de 900 euros. Otros objetos encuentran en la originalidad su principal reclamo, como la lámpara hecha con una licuadora retro en venta en la Fundación Mapfre de Madrid. Aunque los más solicitados son los que resultan más divertidos y con un aire populachero, como el imán-chapa del Reina Sofía que reza “Real Magritte, 5-FC Barcelona, 0” o las marionetas de dedo del CCCB que representan filósofos.

Otro punto importante en la se-lección de los objetos a la venta es el apoyo a los nuevos creadores. Así, La Central confirma que pre-fiere apostar por diseñadores jóve-nes, como los portugueses Lines Lab, el colectivo fabricante de ju-guetes Fermento o el ilustrador Juanjo Sáez, mientras que LABoral de Gijón hila más fino con los artis-tas y diseñadores asturianos, so-

Tiendas de museos

Cuando el arte se acerca al públicoHay veces en que curiosear en las tiendas de los museos es más interesante que las exposiciones que se muestran en ellos

rias de estas tiendas, justifica su importancia alegando que “son el interlocutor entre el museo, los ar-tistas y el gran público”. Así, no hay nuevo centro de arte que no con-temple un espacio específico, ya desde el mismísimo proyecto ar-quitectónico inicial, donde instalar la tienda o que no haya adaptado el existente. El Artium de Vitoria la ha cambiado de sitio tres veces en sie-te años y el Centro de Cultura Con-temporánea de Barcelona (CCCB) la ha acercado aún más a la calle.

Su interiorismo y decoración, la colocación de los productos y los nombres que firman estos espacios

La librería del barcelonés CCCB incluye ediciones de artista.

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bre todo los que trabajan en el ex-terior, que firman los artículos de su catálogo de edición limitada.

Las compras estrellasMuchas veces nos adentramos en estas tiendas para buscar el catá-logo de una exposición que nos ha encantado, aunque tras compro-bar el precio solemos llevarnos una simple postal. Es al ir a pagarla cuando nos asaltan otros brillos más prosaicos, pues en los mostra-dores se enmarañan llaveros, insig-nias, gomas, lápices, bolígrafos, li-bretas, pisapapeles, puntos de libro, tazas y todo eso que La Central de-fine como “gama de impulso”. Todo ello constituye el merchandising,

una menudencia nada despreciable que

fija la imagen del museo y que,

además de barata, original, simpá-tica, funcional y de diseño, es única. Son los auténticos souvenirs de ca-da museo. Dada, pues, la importan-cia de la identidad corporativa, que cuida incluso la estética de la bolsa en la que nos entregan la compra, no es extraño que el Guggenheim haga de su inconfundible arquitec-tura la base de colecciones de joyas firmadas por las prestigiosas Hele-na Rohner y Paloma Canivet, o que el Da2 de Salamanca recurra al equipo de diseñadores Locking & Shocking para forjar su imagen.

Pero no todo se reduce a nombres de prestigio, pues también el anóni-mo diseño de los lápices flexibles y la grapadora sin grapas de Artium nos pierde. Y es que a todos nos gusta comprar cosas buenas, boni-tas y baratas para quedar originales en una fiesta de cumpleaños.

Pósters, cuadernos, catálogos, postales… y li-bros. Las publicaciones son la “joya de la coro-na” de las tiendas de los museos, tanto para quienes las dirigen como para los clientes que buscan una oferta especializada. Los responsa-bles de la tienda Plaxio, del MARCO de Vigo, llegan a afirmar que es la base de su negocio.

Los grandes museos dedican a sus librerías un es-pacio aparte, como las dos nuevas plantas del Centro de Arte Reina Sofía que corren a cargo de La Central, con un fondo rico y diversificado espe-cializado en humanidades y un 40% en edición internacional, y que además procura atender pe-didos de distribución irregular o difíciles de con-seguir. Igual que la segunda planta de la tienda del Guggenheim de Bilbao, especializada en arte mo-derno y contemporáneo, y que, según afirma su director, Fernando Rámila, “es sin duda una de las más importantes del País Vasco, con unos dos mil títulos diferentes a la venta en varios idiomas”.

LABoral de Gijón trabaja en este sentido nada menos que a tres bandas: cuenta con los fondos de La Central; con los de El Gaviero, una editorial literaria fundamentada en el trabajo enamorado de muchos amigos, y con los madrileños Fabrican-tes de Sueños, además de ofertar los libros-arte de La Pluma Eléctri*k. Por algo su línea editorial es de las pocas cosas que se pueden ver y comprar en un museo sin necesidad de pisarlo. Basta con asomarse a su web: www.laplumaelectrik.org

Libros, la joya de la corona

La tienda del centro de arte LABoral es obra de Patri-cia Urquiola.