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junio de 2013 PUNTO FINAL 15 ¿Cuál es la misión que Cristo encomendó a su Iglesia? Es una pregunta central que el nuevo Papa sin duda se ha planteado al asumir su función y que nosotros nos planteamos, también, al reflexionar sobre el desempeño que asume el nuevo Papa. Una respuesta autorizada a esta pregunta esperaríamos sin duda encontrarla en el documento principal del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, pero la formulación del Concilio se presta a confusión y necesita una interpretación. La constitución Gaudium et Spes o “La Iglesia en el mundo moderno”, en su P. José Aldunate, S.J. Cuál es la tarea de la Iglesia cristiana número 42 declara lo siguiente: “La misión que Cristo entregó a su Iglesia no es de orden político, social o económico, sino de orden religioso”. Y añade que, la Iglesia al cumplir con esta misión puede “servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina”. De ahí que algunos, interpretando este párrafo, imaginan como sectores estancos “lo político”, “lo social”, “lo económico”, “lo religioso”, que se reparten las tareas de la Humanidad. A la Iglesia le tocaría solamente “lo religioso”. La realidad no es así, ni la Iglesia lo interpreta así. El sentido de la frase pide una interpretación y la da el gran especialista del Concilio, el dominico Yve Congar. La misión de la Iglesia abarca toda la realidad humana, pero la Iglesia la mira desde su punto de vista, que es el punto de vista religioso, que es lo que Dios pide y desea en la actividad de su Iglesia. Es todo el mensaje del Concilio: “nada humano nos es ajeno, los gozos y alegrías de la Humanidad son nuestros gozos y alegrías”. El Papa Pablo VI abundó en esta interpretación en sus encíclicas Octogessima Adveniens, el Desarrollo de los Pueblos y en el Sínodo Justicia en el Mundo. En otras palabras, la misión de la Iglesia no se reduce a la propagación de la fe ni queda confinada a la predicación y a los templos sino debe enfrentar los problemas del mundo actual, la justicia, la igualdad, la paz, la prosperidad de los pueblos y de cada uno de los seres humanos. Ahí están los derechos humanos y el orden político de los pueblos y el orden mundial. El Papa ha dicho que no quiere una Iglesia que fuera una ONG piadosa. Está bien, pero bien puede coincidir su tarea con la de una ONG con tal que se inspire en el Sueño de Dios, que desea el bien de la Humanidad y que nos preocupemos de ello ante todo. Hay mentalidades atrasadas aun entre nosotros (que tendríamos que haber apren- dido de nuestra historia) que dicen que la Iglesia no debe ocuparse de la política. Parecen querer una Iglesia fuera del mundo. Ya es ultra conocida la distinción entre gran política y pequeña política partidista. No queremos una Iglesia en la pequeñez del partidismo pero sí una Iglesia consciente y comprometida en la gran política. Mencionemos de paso un estudio sabio de D. Enrique Alvear aparecido en la revista Reflexión y Liberación: “Iglesia y política”. El P. Alberto Hurtado, después de fundar el Hogar de Cristo, se convenció de que en Chile no podría hacerse un cambio sustancial hacia una nación cristiana si no se tocaba además de la caridad, la justicia. Fundó entonces la Asich (Acción Sindical Chilena) una organización parasindical para luchar por el triunfo de la justicia en el campo obrero. Fue la última obra y la más querida que nos dejó Alberto Hurtado. En el lecho de muerte su preocupación principal iba al mundo obrero, a la justicia social. En la revista Tribuna Sindical sostenía la reivindicación obrera, en su lucha a veces enérgica y combativa, para cambiar la situación desmedrada del mundo laboral. La Teología de la Liberación latinoamericana abrió el campo de la reflexión para captar y aceptar la noción del pecado social. Un pecado no individual: no es el individuo que rechaza su deber social sino un pecado esencialmente social, por una estructura de pecado que subsiste debajo de la realidad social. Es tarea de la Iglesia combatir este “pecado social”, es decir las estructuras sociales torcidas que pervierten la conducta humana. Tales son los “hábitos sociales”, nacidos de nuestras malas conductas y que nos inclinan hacia el mal. Precisamente la política tiene como misión especial crear esa estructura positiva que constituyen las leyes en beneficio del bien común liderada por el ex párroco del Sagrado Corazón de El Bosque, Fernando Karadima. Estos grupos resultaron para la elite alta- mente fun- cionales, en la medida en que avalaron y legitimaron su accionar políti- co y económico, y a la vez fortalecieron sus convicciones conservadoras, basándose en una moral de cuño ius naturalista exacerbada hasta un extremo caricaturesco, totalmente alejada de la prudencia aristotélico-tomista. Por ello, observa Berríos, en America Latina se silenció a “una Iglesia viva como la Teología de la Liberación” y “mundialmente se esco- gieron voceros del Vaticano que no piensan por sí mismos”. Invirtiendo la afirmación de Marx, estos movimientos ofrecieron un tipo de religio- sidad que permitía “el suspiro de la criatura opresora” (1) , que por serlo, era también víc- tima de sus mismas dinámicas de opresión. Pero como observaba lúcidamente Nietzsche en un texto: “El cristianismo nació para dar al cora- zón alivio; pero luego necesita primera- mente abrumar el corazón para poder en se- guida conso- larle” (2) . He allí el daño que denuncia Berríos. Cuarenta años después de haber decidido “fabricar” un clero a su medida, la elite plutocrática chilena empieza a despertar de su ensoñación y se da cuenta de los efectos “abrumadores” de esa decisión. Lo grave no fue optar por una religión a la carta, sino haber renunciado explícitamente a someterse a la crítica moral, privilegiando la compla- cencia absoluta con su forma de parecer y de accionar. De esta forma los más grandes empresarios chilenos se han convertido en lo que Aristóteles llama autoades (3) , es decir, en aquellos “que se complacen a sí mismos . Es una situación cómoda a corto plazo pero que al final enceguece, llena de brumas y por lo tanto, obliga a distorsionar los sentidos para amoldar lo que percibe. O como dice Marx, se trata de una religión que funciona como “con- ciencia invertida de un mundo invertido”. UN DIOS RASCA No es extraña la ira del obispo González ante las palabras de Berríos. Pone el dedo directamente en una herida sangrante en las capas más acomodadas, que se sienten decepcionadas de un clero conservador al que financiaron de manera copiosa, al que encomendaron la educación de sus hijos, al que obedecieron en materias morales de forma intransigente para terminar desencan- tados y humillados, mientras el país se rinde ante el “dios consumo”, como denuncia Berríos. “Les hemos mostrado un Dios tan rasca, insípido, que hace que los chiquillos prescindan de Dios”, afirma el jesuita. Un dios rasca porque “pelagianamente” niega la gratuidad de la gracia y la sustituye por el poder del dinero, que cree que todo lo puede comprar: reconocimiento cívico, autoridad intelectual, credibilidad política, confianza social, certidumbre moral. Y sólo han cose- chado descrédito y vergüenza. Berríos advierte que “la Iglesia real -la gente que vive en poblaciones, los solidarios, los curas jugados, los capellanes que están en los hospitales- existe, pero está la Iglesia jerárquica que no dice nada, no responde”. Las más que seguras presiones subterráneas de obispos como Juan Ignacio González y otros similares, han llevado al superior de los jesuitas, Eugenio Valenzuela, a pedir disculpas por las “generalizaciones injustas” que pueden haber estado en las palabras de Berríos. Sin duda hubo algo de ello, pero también es cierto que el efecto de sus pala- bras ha removido algo más que conciencias. Y sólo por ello han valido la pena ALVARO RAMIS Notas (1) En Crítica de la filosofía del derecho de Hegel Marx afirma: “La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma”. (2) Nietzsche. Humano, demasiado humano. (3) Aristóteles. La gran moral, libro primero, capítulo XXVI. Día Internacional de las Víctimas de la Tortura La Comisión Etica contra la Tortura (CECT-Chile) invita al acto conmemorativo del Día Internacional de Apoyo a las Víctimas de la Tortura, instaurado por Naciones Unidas. Dicho acto se efectuará el miércoles 26 de junio de 2013, a las 19:00 horas, en el Aula Magna de la Universidad Alberto Hurtado (Cienfuegos 41, estación Metro Los Héroes). En el marco de la conmemoración, la Comisión Etica contra la Tortura hará el lanzamiento oficial del “Informe de Derechos Humanos 2013”, el miércoles 3 de julio, a las 19,00 horas, en la Sala Master de Radio Universidad de Chile, Miguel Claro 509, Providencia. Comisión Etica contra la Tortura (CECT-Chile)

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junio de 2013 PUNTO FINAL 15

¿Cuál es la misión que Cristo encomendó a su Iglesia? Es una pregunta central que el nuevo Papa sin duda se ha planteado al asumir su función y que nosotros nos planteamos, también, al reflexionar sobre el desempeño que asume el nuevo Papa. Una respuesta autorizada a esta pregunta esperaríamos sin duda encontrarla en el documento principal del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, pero la formulación del Concilio se presta a confusión y necesita una interpretación.

La constitución Gaudium et Spes o “La Iglesia en el mundo moderno”, en su

P. José Aldunate, S.J.

Cuál es la tarea de la Iglesia cristiana

número 42 declara lo siguiente: “La misión que Cristo entregó a su Iglesia no es de orden político, social o económico, sino de orden religioso”. Y añade que, la Iglesia al cumplir con esta misión puede “servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina”. De ahí que algunos, interpretando este párrafo, imaginan como sectores estancos “lo político”, “lo social”, “lo económico”, “lo religioso”, que se reparten las tareas de la Humanidad. A la Iglesia le tocaría solamente “lo religioso”.

La realidad no es así, ni la Iglesia lo interpreta así. El sentido de la frase pide una interpretación y la da el gran especialista del Concilio, el dominico Yve Congar. La misión de la Iglesia abarca toda la realidad humana, pero la Iglesia la mira desde su punto de vista, que es el punto de vista religioso, que es lo que Dios pide y desea en la actividad de su Iglesia. Es todo el mensaje del Concilio: “nada humano nos es ajeno, los gozos y alegrías de la Humanidad son nuestros gozos y alegrías”. El Papa Pablo VI abundó en esta interpretación en sus encíclicas Octogessima Adveniens, el Desarrollo de los Pueblos y en el Sínodo Justicia en el Mundo.

En otras palabras, la misión de la Iglesia no se reduce a la propagación de la fe ni queda confinada a la predicación y a los templos sino debe enfrentar los problemas del mundo actual, la justicia, la igualdad, la paz, la prosperidad de los pueblos y de cada uno de los seres humanos. Ahí están los derechos humanos y el orden político de los pueblos y el orden mundial. El Papa ha dicho que no quiere una Iglesia que fuera una ONG piadosa. Está bien, pero bien puede coincidir su tarea con la de una ONG con tal que se inspire en el Sueño de Dios, que desea el bien de la Humanidad y que nos preocupemos de ello ante todo.

Hay mentalidades atrasadas aun entre nosotros (que tendríamos que haber apren­dido de nuestra historia) que dicen que la Iglesia no debe ocuparse de la política. Parecen querer una Iglesia fuera del mundo. Ya es ultra conocida la distinción entre gran política y pequeña política partidista. No queremos una Iglesia en la pequeñez del partidismo pero sí una Iglesia consciente y comprometida en la gran política. Mencionemos de paso un estudio sabio de D. Enrique Alvear aparecido en la revista Reflexión y Liberación: “Iglesia y política”.

El P. Alberto Hurtado, después de fundar el Hogar de Cristo, se convenció de que en Chile no podría hacerse un cambio sustancial hacia una nación cristiana si no se tocaba además de la caridad, la justicia. Fundó entonces la Asich (Acción Sindical Chilena) una organización parasindical para luchar por el triunfo de la justicia en el campo obrero. Fue la última obra y la más querida que nos dejó Alberto Hurtado. En el lecho de muerte su preocupación principal iba al mundo obrero, a la justicia social. En la revista Tribuna Sindical sostenía la reivindicación obrera, en su lucha a veces enérgica y combativa, para cambiar la situación desmedrada del mundo laboral.

La Teología de la Liberación latinoamericana abrió el campo de la reflexión para captar y aceptar la noción del pecado social. Un pecado no individual: no es el individuo que rechaza su deber social sino un pecado esencialmente social, por una estructura de pecado que subsiste debajo de la realidad social. Es tarea de la Iglesia combatir este “pecado social”, es decir las estructuras sociales torcidas que pervierten la conducta humana. Tales son los “hábitos sociales”, nacidos de nuestras malas conductas y que nos inclinan hacia el mal. Precisamente la política tiene como misión especial crear esa estructura positiva que constituyen las leyes en beneficio del bien común

liderada por el ex párroco del Sagrado Corazón de El Bosque, Fernando Karadima. Estos grupos resultaron para la elite alta-mente fun-cionales, en la medida en que avalaron y legitimaron su accionar políti-co y económico, y a la vez fortalecieron sus convicciones conservadoras, basándose en una moral de cuño ius naturalista exacerbada hasta un extremo caricaturesco, totalmente alejada de la prudencia aristotélico-tomista. Por ello, observa Berríos, en America Latina se silenció a “una Iglesia viva como la Teología de la Liberación” y “mundialmente se esco-gieron voceros del Vaticano que no piensan por sí mismos”.

Invirtiendo la afirmación de Marx, estos movimientos ofrecieron un tipo de religio-sidad que permitía “el suspiro de la criatura opresora”(1), que por serlo, era también víc-tima de sus mismas dinámicas de opresión. Pero como observaba lúcidamente Nietzsche en un texto: “El cristianismo nació para dar al cora-zón alivio; pero luego necesita primera-mente abrumar el corazón para poder en se-guida conso-larle”(2). He allí el daño que denuncia Berríos. Cuarenta años después de haber decidido “fabricar” un clero a su medida, la elite plutocrática chilena empieza a despertar de su ensoñación y se da cuenta de los efectos “abrumadores” de esa decisión. Lo grave no fue optar por una religión a la carta, sino haber renunciado explícitamente a someterse a la crítica moral, privilegiando la compla-cencia absoluta con su forma de parecer y de accionar. De esta forma los más grandes empresarios chilenos se han convertido en lo que Aristóteles llama autoades(3), es decir, en aquellos “que se complacen a sí mismos”. Es una situación cómoda a corto plazo pero que al final enceguece, llena de brumas y por lo tanto, obliga a distorsionar los sentidos para amoldar lo que percibe. O como dice Marx, se trata de una religión que funciona como “con-ciencia invertida de un mundo invertido”.

UN DIOS RASCANo es extraña la ira del obispo González

ante las palabras de Berríos. Pone el dedo directamente en una herida sangrante en las capas más acomodadas, que se sienten decepcionadas de un clero conservador al que financiaron de manera copiosa, al que encomendaron la educación de sus hijos, al que obedecieron en materias morales de forma intransigente para terminar desencan-tados y humillados, mientras el país se rinde ante el “dios consumo”, como denuncia Berríos. “Les hemos mostrado un Dios tan

rasca, insípido, que hace que los chiquillos prescindan de Dios”, afirma el jesuita. Un dios rasca porque “pelagianamente” niega la gratuidad de la gracia y la sustituye por el poder del dinero, que cree que todo lo puede comprar: reconocimiento cívico, autoridad intelectual, credibilidad política, confianza social, certidumbre moral. Y sólo han cose-chado descrédito y vergüenza.

Berríos advierte que “la Iglesia real -la gente que vive en poblaciones, los solidarios, los curas jugados, los capellanes que están en los hospitales- existe, pero está la Iglesia jerárquica que no dice nada, no responde”. Las más que seguras presiones subterráneas de obispos como Juan Ignacio González y otros similares, han llevado al superior de los jesuitas, Eugenio Valenzuela, a pedir disculpas por las “generalizaciones injustas” que pueden haber estado en las palabras de Berríos. Sin duda hubo algo de ello, pero también es cierto que el efecto de sus pala-bras ha removido algo más que conciencias. Y sólo por ello han valido la pena

ALVARO RAMIS

Notas(1) En Crítica de la filosofía del derecho de Hegel Marx

afirma: “La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma”.

(2) Nietzsche. Humano, demasiado humano. (3) Aristóteles. La gran moral, libro primero, capítulo

XXVI.

Día Internacional de las Víctimas de la TorturaLa Comisión Etica contra la Tortura (CECT-Chile) invita al acto conmemorativo

del Día Internacional de Apoyo a las Víctimas de la Tortura, instaurado por Naciones Unidas.

Dicho acto se efectuará el miércoles 26 de junio de 2013, a las 19:00 horas, en el Aula Magna de la Universidad Alberto Hurtado (Cienfuegos 41, estación

Metro Los Héroes).

En el marco de la conmemoración, la Comisión Etica contra la Tortura hará el lanzamiento oficial del “Informe de Derechos Humanos 2013”, el miércoles

3 de julio, a las 19,00 horas, en la Sala Master de Radio Universidad de Chile, Miguel Claro 509, Providencia.

Comisión Etica contra la Tortura (CECT-Chile)