cuadernos hispanoamericanos 585 (marzo 1999)

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    CUADERNOSfflSPANOAMERICANOS

    585marzo 1999

    DOSSIER:Cien aos de BorgesOctavio Paz-Charles TomlinsonConversacin en Cambridge

    Dominique ViartLa novela francesa contempornea

    Cartas de Argentina, Costa Rica e InglaterraNotas sobre Goethe, Juan Goytisolo, Carlos Castilla del Pinoy Rosa ChacelIlustraciones de Andrs Nagel

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    CUADERNOSHISPANOAMERICANOS

    DIRECTOR: BLAS MATAMOROREDACTOR JEFE: JUAN MALPARTIDASECRETARIA DE RED ACCIN: MARI A ANTONIA JIMNEZADMINISTRADOR: MAXIMILIANO JURADOAGENCIA ESPAOLA DE COOPERACIN INTE RNARAN

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    Cuadernos H ispanoamericanos: Avda. Reyes C atlicos, 428040 Madrid. Telis: 91 5838399 - 91 5838400 / 01Fax: 91 58 38 31 0/1 1 /1 3e-mail: [email protected]: Grficas VARONAPolgono El M ontalvo, parcela 49 - 37008 Salamanca

    Depsito Legal: M. 3875/1958 - ISSN: 1131-6438 - IPO: 028-99-004-7

    No se mantiene correspondencia sobre trabajos no solicitados

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    585 NDICEDOSSIERCien aos de Borges

    REINA R OFFEntrevista con Jorge Luis Borges J 7YVONNE BORDELOISBorges y Giraldes: historia de una pasin portea 19MARIETTA GARGATAGLIBorges oral 51CARLOS GARCABorges y Macedonio, un incidente de 1928 59JUAN JOS HERNNDEZBorges y la espada justiciera 67 BLAS MATAMOROLa guerra borgiana 71

    PUNTOS DE VISTAJUAN ANTONIO MASOLIVERAntonio Machado. Las voces traicionadas (y 2) 79DOM INIQUE V IARTLa novela francesa contempornea: formas del retorno 91

    CALLEJEROOCTAVIO PAZ Y CHARLE S TOM LINSONConversacin en C ambridge 105CARLOS CORTSCarta de Costa Rica. Despus del Mitch y en tre los muertos 125

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    JORGE ANDRADECarta de Argentina. Conversaciones 129JORDI DOCECarta de Inglaterra. OU P y el lugar de la poesa 135

    BIBLIOTECAJULIO ORTEGAJuan Goytisolo, Castilla del Pino y la biografa imag inaria 143ANNA CABALLEl diario de Rosa Chacel, tercera entrega 1481 fondo de la m aletaGoethe, una vez ms 153El doble fondo

    Nagel: la imaginacin y el espacio 154Ilustraciones: Andrs N agel

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    DOSSIERCien aos de Borges

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    Entrevista a Jorge Luis BorgesReina Roff

    -Usted alguna vez dijo que sus cuentos preferidos eran La intrusa, ElAleph y El Sur. Sigue creyento esto?

    - N o , ahora mi cuento preferido es Ulrica. Ulrica es una muchachanoruega que est en un lugar m uy culto, en York, lugar del todo distinto; encamb io, La intrusa transcurre en los arrabales de Buenos Aire s, en Ad ro-gu, en Turdera, y todo ocurre hacia 1890 y tantos; son incomparablesambos cue ntos, yo creo que es mejor Ulrica. Pero hay g ente que dice queel mejor cuento mo, o quizs el nico, es Funes, el memorioso, que esun lindo relato que naci de una larga experiencia del insom nio. Yo viva enel hotel de Adrogu, que ha sido demolido, trataba de dormir y me imaginaba ese vasto hotel, sus muchos patios, las muchas ventanas, los distintospisos, y no poda dormir. Entonces surgi el cuento: un hombre abrumadopor una memoria infinita. Ese hombre no puede olvidar nada y cada da ledeja literalmente miles de imgenes; l no puede librarse de ellas y mueremuy joven abrumado por su memoria infinita. Es el mismo argumento deotros cuentos mos; yo presento cosas que parecen regalos, que parecendones, y luego se descubre qu e son terribles. Por ejemp lo, un objeto inolvidable en El Zahir; la enciclopedia de un mundo fantstico en Tln,Uqbar, Orbis Tertius; en El Aleph hay un punto donde se concentrantodos los puntos del espacio csmico. Esas cosas resultan terribles. Y heescrito un cuento, La memoria de Shakespeare, que me fue dado por unsueo. Estaba en Europa, nos contbamos sueos M ara Kodama y yo. Ellame pregunt qu haba soado. Yo le dije: un sueo muy confuso del cualrecuerdo una frase. La frase era en ingls: I sell you Shakespeare'smemory. Despus pens que lo de vender estaba mal; ese trabajo comercial me desagrad, entonces p ens en una persona que le da a otra la mem oria de Shakespeare o la que l tuvo unos das antes de morir. Ese cuento esthecho para ser un cuento terrible, un hombre que est abrumado por lamemoria de Shakespeare, que casi enloquece y no puede comunicrselo anadie porque S hakespeare lo ha comu nicado m ejor en su obra escrita, en lastragedias, en los dramas histricos, en las comedias y en los sonetos.

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    -El Golem y Lmites son sus poemas preferidos?-B io y Casares me dijo que El Golem era el mejor poema m o, porquehay humor y en otros no. Lmites corresponde a una experiencia quetodo el mundo ha tenido y que quizs algunos poetas no la hayan expresado: el hecho de que cuando uno llega a cierta edad ejecuta muchos actospor ltim a vez. Yo llegu a sentir eso. Ya era un hom bre viejo y m irando labiblioteca pens: cuntos libros hay aqu que he ledo y no volver a leer;y tambin la idea de que cuando uno se encuentra con una persona equivale a una despedida posible, ya que uno puede no verla ms. Es decir queestamos dicindoles adis a las personas y a las cosas continuamente, y

    esto no lo sabemos.-Ya s mism o tambin? El final de Lmites es muy elocuente en este

    sentido.-Dic e : Espacio y tiempo y Borges ya me dejan. A m se me ocurriese argumento hace como cuarenta aos y entonces lo atribu a un poetaimaginario montevideano que se llamaba Julio Rivero Haedo ; en un prin

    cipio el poema era de seis lneas. Luego me di cuenta de que tena mayores posibilidades y surgi Lmites, que contiene la misma idea: Parasiempre cerraste alguna puerta/y hay un espejo que te aguarda en van o;/laencrucijada te parece abierta/y la vigilia, cuadriforme Jano.-Los escritores desarrollan las mismas ideas a lo largo de su obra y las

    que toman de otros autores?

    -Yo tengo muy pocas ideas, de modo que estoy siempre escribiendo elmismo poema con ligeras variaciones y con la esperanza de enmendarlo,de mejorarlo. Por otra parte, lo que uno lee es algo muy importante. Estose nota mucho en la obra de Leopoldo Lugones; detrs de cada libro deLugones hay un autor que es una especie de ngel tutelar. Detrs de Lunario sentimental est Julio Laforgue, detrs de toda su obra est Hugo, quepara Lugones era uno de los grandes cuatro poetas. Lugones los enumera,cronolgicamente vendran a ser: Homero, Dante, Hugo y Whitman. Perose abstiene de Whitman cuando publica Lunario sentimental, porque creaque la rima es esencial y como Whitman es uno de los padres del versolibre, ya no era un poeta ejemplar para l.

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    9-Antes usted pensaba que Whitman era toda la poesa.-S , pero es un error suponer que alguien sea toda la poesa, siemprequeda mal.Acaba de mencionar a los ngeles tutelares de Lugones. Cules son

    los suyos?-Yo querra ser digno de Stevenson o de Chesterton, pero no s si lo soy.En todo caso, los he ledo con mu cho placer, aunque m i escritura sea torpe.N o s si soy un buen escritor, pero un buen lector s, lo cual es ms im por

    tante. Soy un lector agradecido y eclctico, un lector catlico, digam os. H eestudiado algunos idiomas tratando de conocer toda la literatura, lo cual esimp osible. En fin, yo siento gratitud por tantos idiom as, por tantos autores,por tantos pases. Amrica ha sido muy generosa con el mundo, sobre todoNew England. En New England estn Poe, M elville, Thoreau; estn EmilyDickinson, Henry James.En La busca de Averroes usted crea una atmsfera donde todo pa

    rece inalcanzable, intil. Usted mismo dice que es el proceso de una derrota.

    -E se es un tema bastante complejo. El tema de La busca de Averroeses ste: si yo elijo a Averrores como protagonista de un cuento, ese Averroes no es realmente Averroes, soy yo. Por ejemplo, escribo un poema aHerclito y digo: Herclito no sabe griego. Claro!, porque Herclito no esrealmente el Herclito histrico, sino yo jugando a ser Herclito. Por esovoy evo cando a Averrores y al final del relato, com prendo que ese Averroes es simplemente una proyeccin ma; entonces hago que se mire en elespejo. Se mira en el espejo y l no ve a nadie, porque yo no s qu caratena Averroes, y as el cuento se d iluye. Todo esto sali de la lectura de unlibro de Renn sobre Averroes.

    En El milagro secreto hay un relato dentro del relato.-Es el juego que encontramos en Las mil y una noches continuamente yque tambin emple Cervantes. En la primera parte del Quijote est lanovela de El curioso impertinente, por ejemplo; y el escenario en el escenario, en la tragedia Hamlet.

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    10-En su cuento El jardn de los senderos que se bifurcan hay laberintosen el espacio y e n el tiempo. De dnde proviene su idea del laberinto?-Proviene de un grabado que haba en un libro francs en el que seencontraban las siete m aravillas del mundo y, entre ellas, estaba el laberinto, que era como una gran plaza de toros, pero muy alta. Se vea que eramuy alta, porque haba un pino que no llegaba a la altura del techo y habahendijas. Pens, siendo chico, que si yo miraba bien poda ver al Minotau-ro que estaba adentro. En realidad, jugu con esa idea y me gusta pensarahora que juego con ella. La palabra es tan linda: laberinto.-En sus textos la realidad se borra con la idea del infinito, pe ro a la vezusted crea una irrealidad, a mi parecer, que produce angustia.-Bueno, ojal, usted est siendo muy generosa conmigo.Esto aparece de manera muy clara en La muerte y la brjula.-S , pero voy a tener que reescribir ese cuento, porque lo escrib de unmodo muy torpe. Creo que debera sealar de forma ms enftica que eldetective sabe que van a m atarlo, porque si no, parece un tonto y es mejorque sea un suicida. Adems, como los dos personajes se parecen m ucho, eZcriminal se llama Red Scharlach y el detective se llama Lnrot, rot es rojoen alemn, y razonan del mismo modo, sera mejor modificarle un poco eifinal, quitarle el elemento de sorpresa que puede haber. Claro, cuando yoescrib ese cuento lo escrib como un cuento policial, pero ahora creo queese cuento puede tener algo distinto, puede ser una especie de metfora delsuicidio, es decir que puede enriquecerse mediante cuatro o cinco lneasms. Para eso tendra que hacerme leer el cuento en voz alta, tendra quefijarme en los pasajes, pero soy tan haragn...-Bien puede tomarse como una metfora del suicidio, porque el personaje va a buscar su muerte.-Pero creo que en el texto no se entiende bien eso o yo mismo no loentend. Aunque algo deb de haber entendido, ya que uno se llama RedScharlach {scharlach es escarlata en alemn y red es rojo en ingls), y elotro es Erik, que hace pensar en Federico el Rojo, que descubri Amrica;luego en Lonrot, rot es rojo, es decir yo los he visto como si fueran elmismo personaje. S, sera mejor que ese cuento fuera ledo como un cuento fantstico o como una metfora del suicidio, digamos.

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    11- Usted acostumbra a reescribir sus cuentos?- N o lo he hecho hasta ahora; slo con los poemas. El gran poeta William

    Butler Yeats haca lo mismo. Por eso sus amigos e dijeron que n tenaderecho a modificar sus older poems, y l les respondi: It is myselfthat iremake, es decir, al modificarlos yo mismo me estoy rehaciendo. Cuandoescribo un cuento es porque he recibido una suerte de revelacin, digamos,y lo digo con toda humildad. Es decir, he entrevisto algo, generalmente elprincipio y el fin de la fbula y, lueg o, tengo que suplir lo que falta, lo queest entre el principio y el final. De modo que pienso reescribir La muerte y la brjula para q uitarle todo elem ento de sorpresa y para que e lectorsienta que el detective es un voluntario suicida.

    -En cierta oportunidad usted dijo que la literatura est hecha de artificios y conviene que el lector no los note.

    -D es de luego, si e lector nota un artificio se perjudica el texto.- Cules son los artificios, los secretos, sus claves para escribir?

    -Y o no tengo ninguno. Creo que cada cuento impone su tcnica. A m se meocurre algo de un modo vago y despus voy averiguando si eso debo escribirlo en prosa o en verso, si conviene el verso Ubre o la forma del soneto.Todo m e es revelado o yo lo busco, y no siempre lo encuentro. Creo que haydos elemen tos en la creacin literaria: uno , de carcter psicolgico o m gico,puede ser la m usa, el espritu, podra ser lo que los psiclogos llaman la subconsciencia; y el otro es donde ya trabaja a inteligencia. Conviene usar de losdos. Po e crea que la poesa era una obra puramente intelectual; yo pienso queno. Se necesita, ante todo, emocin. Yo no concibo una sola pgina escrita sinemocin, sera un mero juego de palabras en el sentido m s triste.

    -En el poema La noche cclica usted parece descreer de toda filosofa.-Si, pero tiendo a ser idealista. Se supone qu e todo es un sueo, tiendo asuponer eso, a imaginar eso. Es decir, yo puedo descreer del mundo material, pero no del mundo de la mente. Puedo descreer del espacio, pero nodel tiempo.-En otro de sus cuentos, Los telogos , se plantea el tema de la identidad personal lo recuerda?

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    12-Tie ne razn, ese cuento es la historia de d os enem igos; al final se encuentran, creo, en el cielo y descubren que para Dios son la misma persona, lasdiferencias que los separaban eran mnimas y uno hace quemar al otro. Qu

    raro, usted es la primera persona del mundo que me habla de ese cuento.-Han hablado muchas otras personas.-Pero a m no me han dicho nad a. Yo he encontrado dos referencias en lapoesa que tienen que ver con la identidad. U na, en Walt W hitman y est alprincipio de Leaves of Grass, dice: / know little or nothing concerning

    myself. Otra, en Hugo, que dice con una hermosa metfora: Je suis voilpour m oi mme. Je ne saispas mon vrai nom. Estoy velado para m mismo,no s mi verdadero nombre. Esa imagen del hombre velado para s mismoes muy linda. Los dos sintieron lo mismo, los dos grandes poetas, Whitmany Hugo, sintieron que no saban quines eran.-La visin del mundo como un caos en La biblioteca de Babel representa su mirada personal?-Por desgracia, es lo que siento. Pero quiz sea secretamente un cosmos,ta l vez haya un orden que no podemos percibir. En todo caso, debemospensar eso para seguir viviendo. Yo preferira pensar que, a pesar de tantohorror, hay un fin tico en el universo, que el universo propende al bien, yen ese argumento pongo mis esperanzas.

    /-Pero para usted el universo es absurdo?-Creo que tendemos a sentirlo as. No es una cuestin de inteligencia,sino de sentimientos. No s, yo tengo la impresin de que uno vive entre

    gente insensata. Bernard Shaw deca que en Occidente no haba adultos; laprueba de ello est en un hombre de noventa aos que muere con un palode golf entre las manos. En otras palabras, hay personas a quienes los aosno le traen sabidura, sino golf. Yo tengo un poco esa impresin tambin,pero no s si soy siempre adulto, en todo caso trato de serlo, de no dejarmellevar por pasiones, por prejuicios. Es muy difcil, ya que, de algn mod o,todos somos vctimas y quiz cmplices, dada la sociedad actual que esindefendible.-En otro de sus cuentos, que aparece en El libro de arena, y que se titula El Congreso...

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    13-A h, s, ese cuento es el ms ambicioso mo.-Es autobiogrfico?- N o , ese cuento empieza siendo un cuento de Kafka y concluye siendoun cuento de Chesterton. Es una vasta empresa, esa empresa va confundindose con el universo, pero cuando los personajes descubren eso no sesienten defraudados, sino muy felices. Hay una especie de apoteosis alfinal, creo recordar. Bueno, he pensado que convendra reescribirlo y arreglarlo, habra que acentuar ms los caracteres, porque como yo lo he escrito son simplemente nombres, habra que soar bien a esos personajes,habra que inventar episodios que no figuran all y podra ser una pequeanovela, breve, ya que soy incapaz de trabajos largos.-En una de las primeras pginas de este cuento se dice: M e he afiliadoal partido conservador y a un club de ajedrez. Usted es conservador,Borges?-Yo no s si todava queda algo que conservar.-Tal vez el club de ajedrez?-S, salvo que soy psimo ajedrecista. Mi padre me ense el ajedrez ym e derrotaba siem pre; l jug aba bien y y o nunca aprend . El ajedrez es unaherm osa invencin rabe o de la India, no se sabe. En Las mil y una nochesse habla del ajedrez. Hay un cuento de un prncipe que haba sido convertido en mono y para demostrar qu e es un hom bre juega al ajedrez. Las mily una noches, ese libro esplndido en el cual hay tambin sueos dentro desueos y sueos dentro de esos otros sueos.-El gaucho Martn Fierro, la obra emblemtica de la literatura argentina, espara usted un mal sueo? Qu opinin le merece?-C re o que es estticamente adm irable, pero ticamente horrible. La obra,desde luego, es esplndida. Uno cree en el personaje del todo, adem s resulta imposible que no haya existido, pero no es un personaje, d igam os, ejemplar. Ad em s, quera pasarse al enemigo, que entonces eran los indios. Yono creo que la historia de Martn Fierro pueda ser, como se ha supuesto, lahistoria del tpico general de los gau chos, ya que si todos hubieran desertado no se habra conquistado el desierto. Tena un tipo distinto. Martn Fie-

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    14rro corresponde, digamos, al gaucho malo de Sarmiento, al tipo del matrero que no fue m uy com n. Una prueba de ello es que an recordamo s a Hormiga Negra, a Juan Moreira, en Entre Ros a Calandria, es decir, ese tipofue excepcional, ya que los gau chos, en general, no eran m atreros. Yo profeso la mayo r admiracin por el Ma rtn Fierro, podra recitarle a usted pginas y pginas de memoria, pero no creo que el personaje sea ejemplar nique Hernndez lo haya pensado como ejemplar. Eso lo invent Lugonescuando escribi El Payador en el ao 1916. l propone el Martn Fierrocomo una epopeya argentina y al personaje como un personaje ejemplar,como un hroe, como un paladn, lo cual es evidentemente falso.

    -Es cierto que usted le regal un ejemplar de Don Segundo Sombra deRicardo Giraldes al cuchillero Nicols Paredes?-S , se sinti muy defraudado. M e dijo: este criollo a qu hora pelea? Levoy a contar algo de Don S egundo , porque voy a escribir sobre esto algunavez, pero si usted quiere adelantarlo, mejor. Buen o, la vejez de Do n S egundo So mbra fue m uy rara. El era el capataz de la estancia La portea de Giraldes en San An tonio de Areco, que est al norte de la provincia de B uenosAires. Giraldes lo tom como modelo para el libro. Don Segundo era san-

    tafesino, es decir, un poco extranjero para la provincia d e Buenos Aires. S ellamaba Segundo Ramrez Sombra. Gnraldes, con buen sentido literario,omiti el Ram rez que no dice nada y as qued Don Segundo Som bra. Queest muy bien, porque Segundo presupone un primero y Som bra presuponeuna forma que la proyecta. Don Segundo se hizo famoso. Giraldes llev asu estancia a personas com o O rtega y Gasset, W aldo Frank, Victoria Ocam -po y Drieu L a Rochelle para que lo conocieran. En e l pueblo, en San An tonio, vivan cuchilleros que haban sido guardaespaldas d el padre de Giraldes, que fue intendente de San Anton io. Estos cuchilleros estaban furiosos.Decan p or qu el nio Ricardo h aba escrito un libro sobre este viejo infeliz que no saba cmo se agarraba un cuchillo, y as lo provocaban. Dem odo qu e la vida del viejo Don Segund o, que era un homb re tranquilo, pasa ser una vida muy cam biante. Pas de ser un personaje legendario a ser unviejo santafesino a quien provocaban los otros. Los nombres de quienes lodesafiaban mu estran que eran gente brava y deban muchas m uertes. Habauno que se llamaba el Toro N egro y al hijo de l le decan el Torito. Y estaba Soto, que era muy famoso. Cuando Don Segundo estaba en el almacny vea entrar por la puerta a uno de estos malevos, hua inmediatamente.Soto era un hombre bastante bravo. Figrese, cierto da lleg un circo alpueblo. En el circo haba un domador de leones que haba despertado el

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    15asombro de la gente, pero tena la desgracia de llamarse Soto. A Soto, elcuchillero, no le gust nada que la gente hablara con admiracin del otroSoto. De modo que, una tarde, en el despacho de bebidas, el cuchillero sele acerc al domado r y le dijo: quiero saber su gracia, su nom bre. Y el otrole respondi : Soto, para servirlo. Enton ces el cuchillero le dijo: A qu elnico Soto soy yo, de modo que no se apure, elija el arma, que yo lo espero afuera. N unca se peleaba bajo techo , porqu e era ofender la casa, aunquela casa fuese un pro stbulo. El dom ador no saba qu hacer, pero alguien lealcanz un pu al. Sali a la calle, pero co mo no saba manejar el pua l, elcuchillero lo mat. Luego, los testigos, creo que entre ellos tambin habaun vigilante, dijeron que el domador haba provocado a Soto y, como steera el hroe local y el otro un forastero, todo qued como si nada hubierapasado . Si uno tiene com o enemigos a gente como Soto, el Toro Negro o elTorito, es mejor cuidarse no? Efectivamente, Don Segundo Sombra secuid. M uri de m uerte natural no s en qu fecha. M is amigos y yo le hicimos una broma a Giraldes publicando una nota en el diario desmintiendoel rumor de que el cadver de Don Segundo iba a ser repatriado a un lugarde Italia, tratndolo com o si fuese un gring o.

    -Usted representa el espritu cosm opolita, habla desde una cultura universal...-Tan to com o universal no s, hago lo que puedo.

    -De dnde proviene su cultura, sus primeras lecturas, su formacin?- L e debo m ucho a la literatura inglesa, incluyendo a la americana, desdeluego. En casa casi todos los libros eran en ingls; la Biblia era la KingJames Bible; Las m il y u na noches, la de Lae o la de Burton. M i padre me

    dio los libros ingleses de su biblioteca. En casa hablbamos indistintamente ingls y castellano. Hablaba espaol con mi abuela materna que se llamaba L eonor S urez de Acevedo y en ingls con mi abuela paterna, Francs A nn H aslam d e Borges, que se cas con ese coronel Borges q ue se hizomatar.-A pesar de su cultura universal, en sus cuentos aparecen compadritos ycuchilleros. Cmo eran los compadritos de antes?-Bueno, no s cmo eran realmente, porque los que yo alcanc ya eranmalevos jubilados no?

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    16-Siempre estaban debiendo una muerte?-S , en todo caso se supona eso y, a veces, ms de una muerte. Recuerdo a un amigo, el cuchillero Paredes de Palermo, que deca Quin nodeba una muerte en mi tiempo, hasta el ms infeliz!.-Eran hombres de mucho coraje?- S , coraje individual, ya que no tenan ideales de ninguna especie. Usted es un cultor del coraje?-Bueno, digamos que s. Quiz porque soy fsicamente muy cobardeadmiro lo que me falta. Coraje cvico tengo, pero fsico ninguno, mi dentista lo sabe muy bien.-Su abuelo y tambin su padre se dejaron matar?-Lo de mi padre fue un acto de mayor valenta. En cambio, lo de miabuelo, el coronel Borges, es caso aparte, ya que morir en una batalla debe

    ser bastante fcil. Pero renunciar, como mi padre, a todo medicamento,rehusar inyecciones, no comer durante sesenta das, tomar slo un vaso deagua cuando lo quem aba la sed, no permitir que lo atendieran, es muy difcil, me parece una muerte ms heroica.- Cmo era el Buenos Aires de antes, el que usted conoci, cmo esahora?-No s cmo es ahora, yo ya no lo conozco. El que yo alcanc era un

    Buenos Aires pequeo en el espacio, pero creciente, lleno de esperanza yahora somos una ciudad muy grande y bastante triste, bastante descorazonada por hechos que son de dom inio pblico. Creo qu e esa es la diferencia,algo pequeo, creciente y algo grande que se desmorona.-Slo Buenos Aires o es todo el pas que est en decadencia?-C re o que s, pero, bueno, tal vez los jven es, de ellos depende el porvenir, no piensen como yo. Sinceramente, yo me siento incapaz de una esperanza lgica, pero quin sabe si las cosas son realmente l gicas, por qu nocreer en milagros.

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    17-Recuerdo una nota, que desat un a gran polmica en 1971, tituladaLeyenda y realidad, en la que usted manifestaba su posicin en contradel peronismo.-C la ro , por razones ticas, nada m s. Yo no soy poltico ni estoy afiliadoa ningn partido.-Usted fue perseguido durante la primera etapa del peronismo?-M s o menos. Me amenazaron de muerte, pero despus se olvidaron. Mimadre, en cambio, estuvo un m es presa; mi hermana y un sobrino mo tam bin. Conmigo se limitaron a amenazas telefnicas. Por eso, me di cuentade que estaba perfectamente seguro, si alguien va a matar a otro no se lo vaa comunicar por telfono antes no?, por tonto que sea.-Recuerdo otro de sus textos, El simulacro, donde usted presenta aPern com o el dictador y a Eva Dua rte como una mueca rubia, y dice quecrearon una crasa mitologa.- E l hecho qu e yo refiero ah, que no recuerdo m uy bien ahora, era ese, el

    hecho de pasear una mu eca q ue simulaba ser el cadver de Ev a y un seorque simulaba ser Pern. Y ganaron bastante dinero haciendo esto. Esta historia me la haban contado dos personas que no se conocan entre s, demodo que ocurri en el Chaco, yo no la invent, adems no es una herm osa invencin tampoco; es bastante torpe, bastante desagradable ver aalguien que se pasea con un atad, con una figura de cera, que est jugando a ser un cadver; es una idea terrible y que se pague para ver eso y quela gente rece. S, crasa mitologa viene a ser lo justo. Me haba olvidadototalmente de esa pgina, pero tiene razn, yo la escrib porque me haballamado tanto la atencin.

    -Usted descree de la democracia. Cul sera el gobierno ideal paraBorges?-D ir a que las palabras gobierno e ideal se contradicen. Yo preferira q uefuramos dignos de un mundo sin gobiernos, pero tendremos que esperarunos siglos. Habra que llegar a un Estado universal, se ahorraran los pases, eso sera una ventaja y luego no hab ra necesidad de un Estado si todos

    los ciudadanos fuesen justos, las riquezas fueran bien repartidas, no comoahora que hay gente que dispone de muchos bienes espirituales y materia-

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    18les y gente que no dispone de nada. Todo eso tiene que corregirse, peroquiz tengamos que esperar unos siglos para que se modifiquen las cosas.

    -Macedonio Fernndez, a quien usted conoci, era anarquista.-Y o le debo tanto a M acedon io... S, en ese sentido era spencereano. C reoque hablaba de un m ximo de individuo y un mnimo de Estado.-Ustedpiensa lo mismo?-S , claro. Ahora estamos over-ridden, estamos haunted por el Estado, elEstado se mete en todo. Cuando fuimos a Europa en el ao 14 viajamos deBuenos Aires hasta Bremen sin pasaportes, no haba pasaportes; stosvinieron despus de la Prim era Guerra M undial, la poca de la desconfianza. Antes se recorra el mundo como una gran casa con muchas habitaciones. Ahora usted no puede dar un paso sin demostrar quin es. El Estadoest constantemente abrumndonos.-Usted ha recibido muchos premios y ha sido postulado para el PremioNobel varias veces...-S , pero los suecos son muy sensatos, yo no merezco ese premio.- Cul sera el premio que usted deseara recibir?

    i- E l P remio N obel, desde luego, pero s que no lo recibir, lo cual lo hacean ms codiciable*.

    * La presente entrevista a Jorge Luis Borges es producto de dos conversaciones que mantuve con el autor argentino en el ao 1982. Una de ellas tuvo lugar en la ciudad de C hicago y laotra en Nueva York. Parte de estas conversaciones fueron publicadas en el libro Espejo deEscritores (Ediciones del Norte, Hanover, N. H., USA, 1985) bajo el ttulo J. L. Borges. Elmemorioso y en el diario Tiempo Argentino (Bueno s Aires, 22 de junio de 1 986) con el ttuloBorges. Reportaje a una voz; ltima ficcin.

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    Borges y Giraldes:historia de una pasin porteaYvonne Bordelois

    La incorporacin definitiva del nombre de Borges a las letras universaleses un hecho irreversible: si se dice Argentina son muchos en el mundo losque piensan en Borges. Pero la celebridad de este nombre, el de nuestronico escritor global, ha ocultado acaso la historia de otros nom bres memorables que acompaan el irresistible ascenso de Borges en el firmamentoplanetario.Como dice Bloom, es necesario que dejemos de pensar en el poeta comosi fuera un ego autnom o. Por ms solipsistas que sean los poetas ms fuertes, todo poeta es un ser atrapado en una relacin dialctica (transferencia,repeticin, error, comunicacin) con otro u otros poetas (La angustia delas influencias, Monte Avila 1991, p. 101). Es decir que, como todos losescritores de este mundo, Borges nace y se hace en contacto con escritoresprximos de su generacin: su poderosa personalidad literaria se va dibujando precisamente a travs de admiraciones y rechazos, muchas vecesimprevisibles o sinuosos, pero siempre relevantes en su proyecto total.Como se describi a s mismo, vemos en l a un hombre desgarrado hastael escndalo por sucesivas y contradictorias lealtades. Dentro de lo muchoque se ha escrito sobre Borges, se ha dejado inexplorada en gran parte, hastaahora, la interesante y conflictiva naturaleza de las relaciones que m antuvocon algunos escritores decisivos de su juventud. Entre ellos descuellanGiraldes y Lugones, y a la compleja interrelacin entre ellos, poco explorada en la crtica contempornea, dedicamos estas lneas, que se centran enel perodo de la vanguardia martinfierrista, al promediar los aos 20 .

    Luna de Enfrente: la marca de G iraldes1924 es un ao acelerado: en febrero aparece Martn Fierro, el 15 de juliose conocen Giraldes y Borges en la inauguracin de Amigos del Arte, cuyopresidente es Manuel Giraldes, padre del escritor, y ya en agosto aparece

    la segunda Proa, dirigida por Giraldes adems de tres codirectores: Brandan Caraffa, Pablo Rojas Paz y Jorge Luis Borges. En el otoo europeo apa-

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    rece Lettre deux amis, de Valry Larbaud, en Commerce, dirigida aRicardo Giraldes y Adelina del Carril, con mo tivo de la aparicin d e Proa.Desde estas pginas -reproducidas en una traduccin hecha por Adelina enel numero 8 de Proa- Larbaud festeja la aparicin de la segunda Proa, capitaneada por Giraldes, en la cual ve espritu de independencia, firmeza yausencia declamatoria -calificativos todos que no dejaran de complacer aBorges, codirector de Proa, por su justeza y su justicia. Dice en esta cartaLarbaud: .... y de aqu en adelante, los libros que vendrn de la AmricaLatina nos hablarn de cosas que deseamos conocer a fondo, es decir poticamente: la Pampa, su gran dominio, Ricardo,,, (Alberto Blasi: Giraldes y Larbaud: Una amistad creadora. Nova, 1970, p.46)

    En 1925 tiene lugar la aparicin de Luna de enfrente, libro que -a pesarde haber sido injustamente soslayado por el m ismo Borges y por la crticaposterior, en general dem asiado obsecuente a nte los caprichos del suprem omandarn- representa uno de los mejores poemarios de Borges, ciertamente superior a Fervor de Buenos Aires. Tambin exhibe esta obra, a las claras, com o lo veremos inmediatamente, la marca de G iraldes.

    El prlogo de Borges a este libro en su versin original dice: Muchascom posiciones de este libro hay habladas en criollo; no en gauchesco ni enarrabalero, sino en la heterognea lengua verncula de la charla portea.Luna de enfrente contiene algunos de los mejores poemas que haya escritoBorges: El General Quiroga va en Coche al Muere, La Promisin enAlta Mar, Dualid en una Despedida,

    Tambin aparece en l, por primera y ltima vez en su poesa, un inusitado fervor criollista. Escuchemos (Borges, Jorge Luis: Obras completas,Volumen I, Em ec, 1996, p. 60):

    Pampa:Yo te oigo en las tenaces guitarras sentenciosasy en los altos benteveos y en el ruido cansadode los carros de pasto que vienen del verano.Pampa:Yo s que te desgarransurcos y callejones y el viento que te cambia.Pampa sufrida y macha que ya ests en los cielos,no s si eres la muerte. S que ests en mi pecho.

    Esta es la primera vez que Borges canta a la pampa. La palabra apareceseis veces en los diecisiete poemas del breve libro en su ltima versin-Fervor de Buenos Aires tena el doble, (Hay siete poemas suprimidos con

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    21respecto al texto original -u n o de ellos men ciona explcitamente, en la ltima lnea, el nombre de Giraldes. Omisin simblica, acaso). Entre Lunade enfrente y Fervor de Buenos Aires, donde la pamp a no aparece mencionada, median slo dos aos. Pero es precisamente en este intervalo cuandoaparece Giraldes en la vida de Borges -e n la vida literaria y en la vida toutcourt. Aparece Giraldes con su guitarra y su encanto personal, pero tambin aparece el Giraldes que en Pars est siendo saludado por Valry Lar-baud, en revistas de prestigio, com o capitn del grupo de jve nes renova dores de la escritura nacional.

    Son estos dos aspectos de Giraldes los que imantan a Borges y a travsde ellos parece ocurrir esta adscripcin sbita de su parte al programa deValry Larbaud: decir estticamente a la pampa. Creo que no sera ninguna exageracin de nuestra parte si dijramos que el poem a Pam pa - y enparticular esas dos lneas torpes e ingenuas: Pampa sufrida y macha queests en los cielos / no s si eres la muerte. S que ests en mi pecho-pudo haber sido firmado por Giraldes. Es la primera vez, por otra parte,que Borges habla de guitarras en su poesa; no habr muchas ms. Es latenaz guitarra sentenciosa de su amigo Giraldes la que ha llevado a estecantor nato de la ciudad y sus suburbios a invocar por primera vez a lapampa y su msica, con una entonacin desacostumbrada en l. Pero hayotros poem as qu e evocan la cercana de Giraldes en este libro, de los qu epodemos citar estos fragmentos:

    Jactancia de quietudHablan de patria.Mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y un vieja espada,la oracin evidente del sauzal en los atardeceres.Ellos son imprescindibles, nicos, merecedores del maana.Mi nombre es alguien y cualquiera.Su verso es requerimiento de ajena admiracin.Yo solicito de mi verso que no m e contradiga y es mucho.Que no sea persistencia de hermosura, pero s de certeza espiritual.Yo solicito de mi verso que los caminos y la soledad lo atestigenGustosamente ociosa la fe pas bordeando mi vivir.Pas con lentitud, como quien viene de tan lejos que no espera llegar.

    A propsito de estas lneas es relevante citar una carta de Larbaud a G iraldes, fechada el 26 de octubre de 1924: Me alegr mucho al saber quelos jvenes de Argentina empiezan a reconocer la obra de Ud., Ricardo.

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    22Puede ser este hecho el origen d e un gran mo vimiento literario. No he tenido tiempo para leer detenidamente estos dos nmero de proa; pero Fervorde Buenos Aires me ha gustado mucho, y se lo pido a Ud,, Ricardo, transmitir mis felicitaciones al autor. Mi primera exclamacin ha sido: Al fin seponen a cantar la vida y las cosas de su tierra: No ms descripciones delpetit Trianon y de Venecia! Y en sus Salmos tambin hay cosas muy buenas. El ltimo verso del primero es inolvidable. {Hay trazas de su influencia de Ud., Ricardo, en aquel poeta) (cursiva ma, IB). (Alberto Lecot:En La Portea y con sus recuerdos, Rivoln, 1986 p . 229).

    Aqu se refiere Larbaud a tres poemas de Luna de enfrente que Borgespublic por primera vez en el nmero inicial de Proa, segunda serie, ladirigida por Giraldes, bajo el ttulo de Salmos. El primero de ellos es,precisamente, Jactancia de Quietud, cuyo ltimo verso dice: paso conlentitud, como quien viene de tan lejos que no espera llegar. Esta lneatiene, como bien dice Larbaud, una fuerte resonancia giraldiana, sobretodo del Giraldes cuyo paso por la India y el hinduismo ha sido algo msque una aventura de curiosidad turstica. Aqu aparece el Giraldes quereencontraremos en El sendero y en los Poemas msticos, con su mezclapeculiar de estoicismo y desprecio, de orgullo y desprendimiento: un tonoespiritual aprendido o experimentado a La manera oriental y que, afectadoo no, muy bien puede haber sido sentido como una marca moral distintivay preferida por el Borges joven y el Giraldes maduro de aquellos aos.

    No parece dem asiado arriesgado sugerir que los que aqu son d esignadospor Borges como los que hablan de patria los imprescindibles, nicos,los merecedores del maana son los representantes de la vieja guardianacional y nacionalista, los que detentaban en ese momento el mandarina-to literario en Buenos Aires: Rojas, GJvez, Lugones. La fuerza de estageneracin, su consolidantes retrica y su xito indisputable en las letrasdel pas no podan dejar de ser intimidantes, an para los jactanciosos jv enes de Proa, embarcados, sin suda alguna, en la riesgosa tarea de suplantarlos. De all tambin la pruden te cautela de la ltima lnea.

    No temo s que a partir de su verso es requerimiento de ajena admiracinlos renglones finales -con excepcin del ltimo- son suprimidos por Borges, en la versin que ofrecen las Obras Completas. Pero significativamente, el ltimo, el que Larbaud asignaba a la influencia de Giraldes-algo que probablemente Borges saba- ha quedado.

    As como en el ultrasmo Borges haba hecho sus primeras armas combatiendo el modernismo rubeniano, en Luna de enfrente comienza, de unmodo velado pero eficaz, otra batalla de tientes estticos pero tambin -yacaso an te to d o - de alcances polticos-, una novedad en l. En El tamao de

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    mi esperanza har an m s explcitos y morda ces sus reparos contra el pro gram a literario e ideolgico de la retaguardia nacionalista.Borges no ha em pezado a hablar todava de sus compadritos; los versosque siguen celebran buclicamente a sus antepasados seores del campo,los estancieros de su prosapia:Dulca linquimus arvaSu jornada fue clara como un roy era fresca su tarde como el aguaoculta del aljibey las cuatro estaciones fueron para elloscomo los cuatro versos de la copla esperada.Altos eran sus dashechos de cielo y llano.Sabidura de campo afuera la suyala de aqul que est firme en el caballoy que rige a los hombres de la llanuray los trabajos y los dasy las generaciones de los torosSoy un pueblero y ya no s de estas cosassoy un hombre de ciudad, de barro de calle:los tranvas lejanos me ayudan la tristezacon esa queja larga que sueltan en la calle, ( O A p . 7 1 )

    Esta es la definicin lrica del paisaje y el espritu dentro del cual Gi-raldes sita Don Segundo Sombra, ya comenzado en esa poca, y al quedar conclusin un ao ms tarde. Cuando Borges escribe estas lneas,Don Segundo ya est firme en el caballo, mientras un joven poeta miopehabla de tranvas y de orillas barrosas, en los lmites de Buenos Aires conla pam pa. Este es el poeta q ue tambin escribe los siguientes alejandrinos:

    Versos de catorceA mi ciudad que se abre clara como una pampayo volv de las tierras antiguas del nacientey recobr sus casas y la luz de sus casasy esa modesta H12 que urgen los almacenesy supe en las orillas del querer, que es de todosy a punta de poniente desangr el pecho en salmosy cant la aceptada costumbre de estar soloy el retazo de pampa colorada de un patio.(FN 6 FN 6 O.C., p. 77).

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    As como en Promisin en Alta mar Borges ve la Argentina y su cielocomo puede vrsela slo volviendo desde Europa, en este poema ve a lapampa como slo se la puede ver desde Buenos Aires, en las huellas de unpatio porteo. En esta oblicuidad en la mirada va asomando ya un Borgesque prefiere la distancia a la inmersin, el sesgo a la frontalidad. En el estilo general, es claro que este Borges difiere considerablemente de Giraldes, que nunca utiliz rimas o ritmos de este tipo ; parece imposible negarsin embargo, que la presencia de Giraldes ha ido permeando estos poem asen la temtica y en la intencin. Pampa y neocriollismo son nociones queBorges va incorporando a partir de su encuentro con Giraldes.Ms all de una evidente influencia, pienso que se trata aqu de una confluencia, una comunin feliz - y fugaz- de hombres jvenes, fuertes en suamistad, mancomunados en el proyecto de conquistar un nuevo espacio deposibilidad de poesa en su pas. Fundamentalmente, el fervor criollista deBorges no est atenuado aqu por ninguna irona esteticista -como ocurrir sin duda m s tarde. Borges no ha de mantener este tono ni esta temticapor mucho tiempo, pero la alegra con que Giraldes festeja la aparicin deeste libro no deja lugar a dudas sobre el comn entusiasmo que los habita.La admiracin de Giraldes se expresa en una carta a Borges publicadapostumamente en Sntesis, ano II, n 13, 1928.La Luna de Enfrente (1925) y las calles de los suburbios esperaban queel poeta les hiciera la gracia de un alma.(...) Y me dan ganas de decir al primer hombre que encuentro: Sabe,seor, Ud., que va alma abajo hacia la muerte? Hemos tenido todos la felicidad de que Jorge Luis escribiera un gran libro. (...) La Luna de Enfrentees un libro escrito y ledo con lgrimas en los ojos.Cuando Larbaud m e escribi su primera carta, le dije: "Ud. Me ha dadola alternativa." Si tuviese yo alguna autoridad, se la dara a Ud. Ahora y alhacerle entrega de la espada con que se mata al toro barroso del hasto, quehay en las cosas no cantadas, el "fierro" se ampliara por la virtud de miadmiracin.Me detengo brevemente en un pasaje: Cuando Larbaud me escribi suprimera carta le dije: Ud. Me ha dado la alternativa. Giraldes se refieresin duda al penoso momento que atraves luego del fracaso de El cencerrode cristal y los Cuentos de muerte y de sangre y la relativa indiferencia conque la crtica dej ir a Raucho y a Rosaura. No era extrao que en esa oportunidad Giraldes experimentara dudas en cuanto a proseguir su carreraliteraria. El espontneo inters de Valry Larbaud por su obra, su curiosaintuicin de que detrs de estos fracasos exista potencialmente alguiencapaz de una obra mayor, representaron el espaldarazo que Giraldes nece-

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    25sitaba para reanudar su trabajo de escritor -es decir, la alternativa positivaen esta severa disyuntiva qu e su destino ofreca.En cuanto a Borges, no parece haber dudado nunca de su propio talentoliterario, a pesar de su proverbial apariencia de modestia. El Borges vein-teaero que desembarca de Europa est lleno de nfulas literarias y aspirano slo a poetizar su ciudad sino a capitanear el mundo potico de BuenosAires, donde pisar fuerte en Martn Fierro, Prisma, y Proa, redactar elmanifiesto del ultrasmo en Nosotros y se insolentar con Lugones en Ini-cialEs presintiendo esta implcita suficiencia, ac aso, que G iraldes pruden teme nte acota: Si tuviese yo alguna autoridad, se la dara a U d.. Am bos sehan adentrado en Buenos Aires a desafiar al barroso Minotauro del hasto,ese hasto de las cosas no cantadas que menciona Giraldes, la indiferencia y el mercantilismo porteos. Ambos comulgaran en el programa delcriollismo, pero mientras Giraldes muere representndolo oficialmente, yde algn modo capturado dentro de su mitologa, para Borges este perodo,despus del irresistible ascenso d e Fervor de Buenos Aires, Inquisiciones yLuna de enfrente, seguido por la abrupta curva del fracaso de El Tam ao demi esperanza, ser slo un pasaje olvidable.Aun cuando, por fortuna, no se atrevi a retirar Luna de enfrente de, circulacin, Borges renegara ms tarde parcialmente de este libro, comopuede verse ya en El Escritor Argentino y la Tradicin {Discusin,Emec, 1957. Tambin en Obras Completas, I, 1969, p. 57): Durantemuchos aos, en obras ahora felizmente olvidas (Luna de enfrente, Evaris-to Carriego y otras muchas), yo trat de rescatar la sensacin, el sabor delos barrios extremos de Buenos Aires; naturalmente, abund en palabraslocales, no prescind de palabras como cuchilleros, milonga, tapia y otras yescrib as aquellos olvidables libros.Tambin se ensaa contra su propio pasaje por el criollismo en su Prlogo a Luna de enfrente {Obras Completas, V. I, p . 57) ...Olvidadizo de q ueya lo era, quise tambin ser argentino. Incurr en la arriesgada adquisicinde uno o dos diccionarios de argentinismos, que m e suministraron p alabrasque hoy puedo apenas descifrar: madrejn, espadaa, estaca, pampa...La ciudad de Fervor de Buenos Aires no deja nunca de ser ntima; la deeste volumen tiene algo de ostentoso y pblico. No quiero ser injusto conl. Una que otra composicin -El General Quiroga va en coche almuere- posee acaso toda la vistosa belleza de una calcomana; otras-Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad- no deshonran, meperm ito afirmar, a quien las com puso . El hech o es que las siento ajenas. N ome conciernen sus errores ni sus eventuales virtudes.

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    26Poco he m odificado este libro. Ahora ya no es mo .Creo innecesario comentar esta displicente autocensura con que Borgesfustiga su propia juventud y desecha algunos de los mejores poemas queescribi en toda su vida. Afortunadamente, sus compaeros de generacinrecibieron con entusiasmo este libro que la crtica posterior, excesivamente sumisa, a mi modo de ver, a los caprichos del mandarn mximo, fuearrastrando al olvido.La recepcin a Luna de enfrente por parte de Ma rtn F ierro no deja lugara dudas. En diciembre de 1925, {Martn Fierro, Segunda poca, ao II, n26), Marechal publica en sus pginas un elogio a Luna de enfrente que esuna verdadera salva de artillera: libro de mi entusiasmo, magnficoregalo, el mejor argumento contra las viejas teoras de Lugones. Numerosas citas acomp aan el texto, en particular las del hermoso poem a a Cansinos Assens -misteriosamente desaparecido en las versiones posteriores ell ib ro- y las de Dualid en una despedida. Subraya Marechal el aspectoms interesante y promisor: un criollismo nuevo y personal, un modo desentir que ya estaba en nosotros y que nadie haba tratado . Alza su fuerte voz de hombre que sabe del pasado y del porvenir.En el mismo nmero, se exhiben fotos del almuerzo ofrecido por Martn

    Fierro a Borges por Luna de enfrente, as como a Sergio Pinero, que partepara representar a Martn Fierro en Europa. No vem os a G iraldes, pero sa Delia del Carril. Borges agradece con estos versos -cito las dos ltimasestrofas:

    Les agradezco en nombre de los ponientes machosColor baraja criolla que he versiado en UrquizaLes agradezco en nombre de la luz de mi patriaY de mis almacenes color pollera ' e china.Quin pens que los criollos iban derecho al muereEn la ciudad bendita de Rosas y el Peludo?Digmosle al destino mucho verso ferviente.Respiren, compaeros, se me acab el discurso.

    Una importante salvedad que hay que marcar aqu es que el xito inhabitual de Luna de enfrente, y el an mucho m ayor de Don Segundo Sombra,han inclinado a algunos crticos a visualizar la tentativa de Martn Fierrocomo una empresa donde lo cosmopolita vanguardista se aliaba a unaopcin criollista. Quizs el mismo ttulo de la revista llevaba a este malentendido -pero la eleccin del ttulo no significaba adhesin a un programatemticamente criollista sino, ante todo, un conveniente distanciamiento deAnterior Inicio Siguiente

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    los escritores de Boedo, que simpatizaban con la apertura cultural a losinmigrantes y la integracin de los mismos.Es importante hacer la salvedad: los nicos autnticos criollistas de Mar-tn Fierro - o ms bien dicho, neocriollistas, teniendo en cuenta las diferencias que postulaban contra la generacin del Centenar io- fueron Giraldesy Borges. Giraldes era ciertamente criollista desde los Cuentos de m uertey de sangre y del Cencerro -de modo que es claro que el criollismo deBorges se impost posteriormente. Tanto es as que Evar Mndez, en suimportante texto de homenaje a Giraldes que qued indito, dice que dentro de Martn Fierro la recepcin de Don Segundo Sombra, aunque entusiasta, se vea atenuada por la fuerte opcin criollista de la novela -reaccin que tambin se hace explcita en la crtica a la novela, muy positiva,de Marechal.Y es tambin interesante notar que los nicos criollistas de Martn Fierro,Giraldes y Borges, eran tambin los nicos escritores que haban permanecido largo tiempo lejos del pas, y para quienes el impacto de la primeraguerra europea haba sido una experiencia inmediata y devastadora. En elcriollismo de ambos hay algo de reconocimiento a un regreso pacificante yenriquecedor, una revaloracin de realidades que no slo la distancia o lanostalgia pudieron hacer manifiestas, sino tambin un cierto tipo de comparaciones. La idealizacin de la Argentina est en ambos mediada por lavisin de una Europa desgarrada por una guerra de proporciones hastaentonces inauditas, tanto por su dimensin como por su crueldad.Veamos ahora un texto an ms elocuente con respecto a la relacin Bor-ges-Giraldes.

    El tamao de mi esperanza (1926):la canonizacin de Giraldes por BorgesNo hay duda de que Borges reneg fervientemente de este libro -s e cuenta legendariamente de l que una vez que visit Oxford y algn bibliotecario excesivamente oficioso le mostr un ejemplar de la edicin que habaescapado al autosecuestro del autor, l pidi verlo y rpidamente escribien la primera pgina este curioso y revelador epgrafe: Yo nunca escribeste libro.Por mi parte, entiendo que, cualquiera haya sido el motivo para la reedicin de El tamao de mi esperanza, su reaparicin se justifica plenamente

    como un testimonio que no slo agrega algo fundamental a la escritura deBorges, sino que revela su visin de la literatura argentina de esa poca de

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    28un modo crucial. El que las reseas hayan sido poco elocuentes o lcidasal respecto no significa, a mi modo d e ver, nada m s que la mediocridad ola obsecuencia de una crtica que pretender ser ms Borges qu e Borges sininternarse en los motivos ms profundos de una autocensura que eliminatramos fundamentales en un camino mucho ms vacilante de lo que generalmente se imagina. Es tambin el testimon io indiscutible e irremp lazable,el nico q ue nos qued a, de esa gran pasin portea que fue la amistad entreBorges y Giraldes, porque es precisamente en El tamao de mi esperan-za dond e ms se explaya Bo rges sobre Giraldes y donde m ejor justifica supreferencia. Ya en Inquisiciones (Jorge Luis Borges: Inquisiciones, SeixBarral, 1993) haba declarado Borges su estima por Giraldes: En estelado la nica poesa de cuya hondura surge toda la pampa igual que unamarea es la de Ricardo Giraldes, dice en el captulo La criolledad enIpuche.

    Pero consideremos primero el texto en su totalidad. Por de pronto, Eltamao de mi esperanza se compone de artculos publicados en diversasrevistas de la poca, que m s que una unidad tem tica sealan una fuerte yoriginal personalidad crtica. Borges ya aparece aqu, pese a su juventud,de cuerpo entero y en plena posesin d e los instrumentos que haran luegoclebre a su escritura. Estilo lacnico, frases que puede n ser certeras p ualadas o tajos de luz, imgenes felices, ironas tan devastadoras como sutiles y sobre todo el tono Borges, ese tono inconfundible, retenido, reflexivo, mezcla de astucia y de rigor, de conversacin inteligente y feliz endonde los matices dicen ms que las palabras y los adjetivos ms que lasoraciones.

    Com o dice Graciela M ontaldo en su excelente ensayo sob re Borges (Graciela Montaldo: Borges: Una vanguardia criolla, Historia social de laliteratura argentina, dirigida por David Vias, Volumen 1, Contrapunto1989, pp. 214-230): La ruptura que suponen estas prosas no pasa nicamente por el carcter miscelneo y poco tradicional de la composicin delos textos sino tambin porque se colocan en contra de todo lo que puedeser discurso crtico o ensaystico del m om ento: en prime r lugar, frente a lamonumentalidad de la obra de Ricardo Rojas {Historia de la literaturaargentina), las prosas son fragmentarias y no acumulativas, arbitrarias ensu ordenamiento de la historia y de la cultura e implican una nueva formade leer la tradicin cultural. (...)... B orges practic una historia que carecide historicidad y que se opuso o sali al cruce del modelo oficial de Rojascuestionando seriamente los presupuestos nacionalistas.

    Hay sin duda ciertas fanfarroneras que cualquiera hubiera suprimido enetapas posteriores, como la alevosa representacin de Lugones, que anali-

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    29zaremos luego, utilizando las citas ms desfavorables del romancero. Tambin ciertas grafas son caprichosas: liberta por libertad. Y adems unaseguridad de Borges en s mismo que con los aos no dejara de esconderse ms pudorosa y precavidamente; as, en el curso de una breve reseasobre el estado de la literatura argentina de su tiempo, Borges se autorre-trata de esta manera: Despus vine yo (mientras yo viva, no me faltarquien me alabe) y dije antes que nadie, no los destinos sino el paisaje de lasafueras (p. 24).Pero aparte de estos perdonables desplantes juveniles, en su totalidad ellibro se sostiene perfecto en s mismo, con su variedad de temas lricos ycrticos, su evidente audacia, su indiscutible y fresca originalidad. No cabeduda de que son pruritos ideolgicos y no meros escrpulos de excesivolocalismo los que borran a este libro de las obras completas de Borges: enl ya hay un escritor hecho y derecho, con ms de un ttulo de excelenciaentre sus pares o sobre ellos.Borges comienza este libro -que representa el pice de su etapa criollis-ta - con una invocacin que muestra su decidido desdn por las influenciaseuropeas que lo haban acompaado hasta entonces: A los criollos lesquiero hablar, a los hombres que en esta tierra se sienten vivir y morir, noa los que creen que el sol y la luna estn en Europa.

    Ms adelante en este captulo inicial nos dice: ..me queda el cuarto desiglo que va del novecientos al novecientos veinticinco y juzgo sinceramente que no deben faltar all los tres nombres de Evaristo Carriego, Mace-donio Fernndez y Ricardo Giraldes. Otros nombres dice la fama, pero yono le creo. Groussac, Lugones, Ingenieros, Enrique Banchs son gente deuna poca, no de una estirpe.Dos cosas deben notarse en este prrafo. Primero, que los tres nombresadelantados audazmente por Borges son nombres de marginales, si no porla calidad de sus obras, s por la peculiaridad de las circunstancias de suproduccin: Evaristo Carriego es un humilde escritor de barrio; MacedonioFernndez vive de pensin en pensin y es sabido que uno de sus msbellos poemas de entre los dedicados a Elena Bellamuerte, fue encontradopor un amigo de l, muchos aos despus de su desaparicin, en una cajade galletitas vaca. Por su parte, Giraldes haba sido vehementemente ridiculizado por la crtica con motivo de El cencerro de cristal o bien ignorado en su produccin posterior.En segundo lugar, notemos que Don Segundo Sombra an no ha aparecido, de modo que Borges est apostando aqu por un escritor mayor en aosque l y hasta ese momento, virtualmente, un fracasado. Borges rompe conlos valores establecidos para imponer otros ignorados e inesperados; si hay

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    o puede haber una provocacin irnica en este gesto, su desparpajo noresulta menos adm irable. Naturalmen te, son la audacia de Borges y su arrogancia juvenil las que lo llevan a relegar a Lugones o a Banchs -para atenernos a los po eta s- como hombres de una especie y no de una estirpe; conlos aos, Borges revisar esos juicios y prop ondr u n balance esttico radicalmente distinto.

    Cules son en este libro las tesis de Borges, sus preferencias, dichas avuelo d e pjaro? Ante todo , una con fianza irreductible en ciertas cosas propias: En cuatro cosas s creemos: en que la pampa es un sagrario, en queel primer paisano es muy hombre, en la reciedumbre de los malevos, en ladulzura generosa del arrabal. Programa temtico que hoy parece candoroso y limitado, pero que sin duda inclua y reflejaba tambin las aspiraciones del propio Giraldes de esa poca, el Graldes discpulo de Larbaud,un Giraldes seguido muy de cerca por un Borges joven y deslumhrado.Este es, con todo, el tipo de afirmacin que bien pued e haber llevado a B orges a cancelar la presencia de este libro en sus ob ras com pletas.

    Los apuntes crticos, en cambio, versan sobre autores tan distintos comoCarriego, Hudson, Milton, Osear Wilde y los escritores uruguayos de lapoca, com o Ipuch e o Silva Valds; esta mezc la de lo clebre con lo ba rriales caracterstica de Borges y lo seguir siendo por siempre. Tambinencontramos algunas de las ms agudas e interesantes disquisiciones lingsticas que ha ya hecho Borges en toda su historia de escritor. Lo s que esinteresante aqu es que, por s sola, la presencia d e este material autom ticamen te reubica el criollismo en un contexto no excluyente y enriquecedor.Contrariamente a Lugones o a Rojas, la evocacin de la copla criolla enBorges coexiste con la mencin de los admirados escritores europeosmodernos o contemporneos, y sus mritos se discuten de la misma manera y con la misma seriedad con que se pueden discutir un soneto de Bau-delaire o un poema de Wilde. No de otra manera opera Garca Lorca, en lamism a poca, cuando en una m isma e inspirada conferencia transcriba, para par, las ms felices canciones de cuna campesinas y gitanas y las letrillasde Gngora.

    Este giro crtico q ue exam ina la veta popular y la veta sofisticada comocontinentes de equivalente dignidad esttica, bajo la misma mirada, es unanovedad considerablemente revolucionaria. Es verdad que ya Lugones enEl Payador abunda en comparaciones de la mtrica criolla con el mundo yla esttica hom ricos. Pero en L ugone s, el recurrir al mundo clsico, apartede ser alarde erudito, es sobre todo un artificio para ennoblecer la purezade la raigam bre criolla por encima d e la incultura de la chusm a indgena oinmigrante. En Borges y en Giraldes, la referencia a lo contemporneo

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    31europeo es ante todo una clara voluntad de unlversalizar nuestra literaturaen un aire donde lo ms propio y lo ms ajeno no temen mezclarse.Pero escuchemos por ahora lo que se dice en el captulo ostentosamentetitulado: La pampa y el suburbio son dioses: De la riqueza infatigabledel mundo, slo nos pertenecen el arrabal y la pampa. Ricardo Giraldes,primer decoro de nuestras letras, le est rezando al llano; yo -si Dios mejora sus ho ras- voy a cantarlo al arrabal por tercera vez, con voz mejor aconsejada de gracia que anteriormente (p. 25). Las ocurrencias previas,obviamente, haban sido Fervor de Buenos Aires y Luna de enfrente.Est claro que Borges siente justa la reparticin de bienes dispuesta porel destino. Hombre de ciudad, le corresponden naturalmente los suburbioscon sus compadritos; queden para Giraldes la pampa y los paisanos. Loimportante es que Borges se hombrea aqu indudablemente con Giraldes,lo reconoce como su par, embarcados como estn ambos en la expresin ola explicitacin de lo novedoso nuestro. Lejos de oponerse a la mitologi-zacin de la figura del gaucho, Borges contribuye a lo que l llamaba lacriolled con la imagen complementaria, la de sus compadritos suburbanos, elevados a hroes a travs del mito del coraje. En aquel momento, lejosde ironizar, Borges comulgaba fervientemente con la empresa criollista desuscitar personajes populares admirables. Nada hay de irnico, por ejemplo, en el Borges que en su captulo sobre Ipuche en Inquisiciones dice:Una confesin ltima. He declarado el don de jbilo con que algunasestrofas de Tierra honda endiosaron mi pecho. Quiero asimismo confesarun bochorno. Rezando sus palabras, me ha estremecido largamente la aoranza del campo donde la criolledad se refleja en cada yuyito y he padecido la vergenza de mi borrosa urbanidad en que la fibrazn nativa es apenas! una tristeza noble entre el reproche de las querenciosas guitarras o anteesa urgente y sutil flecha que nos destinan los zaguanes antiguos en cuyahondura es lmpido el patio como una firme rosa, (p. 66)

    Por eso parece un tanto anacrnica la observacin de Olea Franco, en suexcelente libro sobre Borges (Rafael Olea Franco: El otro Borges, el primerBorges, Fondo de Cultura Econmica, 1992, pp. 243-244) cuando dice:Con su gauchismo, Giraldes contribuye a engrandecer literariamente alhroe de epopeya nacional que ya haban inventado Lugones y Rojas en susrespectivas lecturas de Martn Fierro. Mediante la mitificacin del compadrito, la escritura borgeana, en cambio, se desva deliberadamente de esatendencia. Estas afirmaciones pueden valor del Borges posterior, pero node aqul que firmaba El Tamao de mi esperanza en 1926.Como bien lo ha visto Alfredo Rubione (Alfredo Rubione, Continuidady fractura de la esttica del ocaso, Espacios 6, 1987, 29-32), en la van-

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    guardia de los aos 20, Borges efecta una operacin esttica semejante ala de Giraldes. En este caso no es el gaucho sino su metonimia: el compadrito, el gaucho de la ciudad. Esencial como el criollo que m s, tiene sucontraparte en el gringo, tan aparente como inflamado, falso y m imtico.Estas lneas son particularmente exactas: el compadrito de Borges de losaos 20 es un smbolo yuxtapuesto -y no opues to- al del gaucho, y lo queel gaucho de Giraldes y el compadrito de Borges tienen en comn -aquello que, de hecho, los destina conjuntamente a una desaparicin fu tura- essu oposicin -p or om isin- al inmigrante.El libro prosigue con la Carta en la Defuncin de Proa, que toma aGiraldes, junto con Brandan Caraffa, como interlocutores. Del mismomodo que Borges ha reconocido en G iraldes su par en la tarea de decir elcriollismo, tambin ser su par en el reconocimiento de una dolorosa derrota. De esta carta de despedida de Proa extraemos los siguientes prrafos:Brandan, Ricardo: (.,..) Qu lindas tenidas las nuestras! Giraldes: por elboquete de su austera guitarra, por ese negro redondelito que da de juro aSan Antonio de Areco, habla muy bien la lejana (...) y sin embargo... Hayun santsimo derecho en el mundo: nuestro derecho a fracasar y andar solosy de poder sufrir (...) Yo tambin quiero descenderme. Quiero decirles queme descarto de Proa, que mi corona de papel la dejo en la percha. Ms decien calles orilleras me aguardan, con su luna y la soled y alguna caadulce. S que Ricardo lo est. Llamando a gritos este pampero (,..). Y ust,Adelina, con esa gracia tutelar que es bien suya, dme el chambergo y elbastn, que m e voy. Julio d. novecientos veinticinco (p. 83)Por todo el libro resuena el nuevo criollismo de Borges, que se asientams en lo cotidiano que en lo heroico, en lo familiar antes que en la prosopopeya. Pero para el Borges de 1926 es indudable que el criollismo -uncriollismo tan macizo como el que la crtica contempornea achaca a Girald es- pasa en particular por el antihispanismo y por una ferviente demolicin de la tradicin espaola, de la que queda slo a salvo su devocin porsu maestro andaluz, Cansinos Assens, representante de la muy maravillosatradicin hispanohebrea, el hombre que poda hablar con las estrellas enonce lenguas diferentes. En cambio, los clsicos espaoles le inspiran fuertes reservas: no slo se encarniza con dos versos nada menos que de Cervantes (p. 99) sino que tambin arremeter contra un soneto de Gngoraunas pginas ms adelante.Esta posicin de Borges dista manifiestamente de la de Giraldes, quenunca enarboi el criollismo en oposicin al hispanismo. Borges escribecomo un maestro y sobre todo como un estratega, con el dimetro de todaslas posibilidades de las lenguas y literaturas hispnicas en la m ente: distin-

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    gue, opone, se atreve a disentir con los clsicos. En este sentido, va muchoms lejos que Giraldes en el programa trazado por Larbaud cuando stesealaba que bastara un solo escritor de envergadura universal en Proapara imponer de viva fuerza los mejores de vuestros americanismos y lamayor parte de vuestros galicismos e itaianismos a la lengua literaria de lapennsula. (Lettre a Deux Amis, Commerce, Otoo de 1924). Esta animosidad lingstica -sobre todo en lo que concierne a los americanismos-consuena mucho mejor con el temperamento provocativo e innovador deBorges que con la mezcla de naturalidad e incertidumbre con que Giraldes manejaba una lengua que l saba muy proclive a los galicismos.Borges opta por una dimensin am plia del criollismo -u na dimensin queGiraldes no slo comparta sino que reflejaba claramente en su obra.Criollismo pues, pero un criollismo que sea conversador del mundo y delyo, de Dios y de la muerte. No circunscripto a hroes patrioteros o a localismos consabidos, desdecidor de la retrica solemne o grandilocuente delCentenario, este criollismo busca ms lo marginal cotidiano y lo profundoespiritual y se propone as una nueva versin de la Argentina, ms suelta yverdadera.En suma y para terminar este punto, El Tamao de mi esperanza muestrala versatilidad y brillantez del Borges crtico. Este temprano Borges, aveces arbitrario -como lo sigui siendo toda su vida- es ya, sin ningunaduda, el mejor poeta y el mejor crtico de su grupo. El Tamao de mi espe-ranza, dentro de su eclecticismo, muestra un tema central y recurrente enel Borges de esa poca, que es el fervor razonado, aun cuando no siempreequilibrado, por un criollismo de sesgo popular pero de orientacin metafsica y de corte literario antihispnico.Dentro de este marco, Giraldes est citado continuamente como referencia fundamental: en primer lugar es saludado como el primer decorode nuestras letras, uno de los grandes escritores de la poca junto conMacedonio y Carriego. Borges rescata incluso El cencerro de cristal-acaso el ms dbil de los libros de G iraldes- y lo incluye en su fervor enuna enumeracin donde se habla de la plasmacin potica de la noche enVirgilio y San Juan de la Cruz: Sin yo quererlo, estn en mi visin de lanoche el virgiliano Ibant obscuri sola sub nocte per umbram y la nocheamorosa, la noche amable m s que la alborada de San Juan de la Cruz y laltima noche linda que he visto escrita, la del Cencerro de G iraldes.En segundo lugar, Giraldes se reparte con Borges la tarea de expresarestticamente la patria criolla, l con el campo, Borges con la ciudad y susarrabales. Y finalmente Giraldes es partcipe con Borges de la hermosaderrota de Proa. En los gritos con que est llamando el Pampero a Giral-

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    des, segn dice Borges, se anuncia la inminencia de Don Segundo Sombra,la necesidad de cambiar la intentona comn y fracasada por un trabajo ind ividual an ms exigente. Es despus del hundimiento de Proa cuando Borges escribe uno tras otro El idioma de los argentinos, Cuaderno San Mar-tn y Evaristo Carriego, donde transforma ms crticamente la lnea de suinspiracin criollista que slo proseguir, intermitentemente, en algunasnarraciones posteriores o en sus milongas del ltimo perodo.Innegable es entonces la presencia central y explcita de Giraldes en ellibro. Visto y considerando, entonces, todos estos antecedentes, el secuestrode El Tamao de mi esperanza por parte de Borges parece perfectamentecoherente con su trayectoria posterior. Borges era un hombre de exigenteperfeccionismo, y las elecciones estticas de aquel tiempo no le debenhaber parecido tan slo errores perdonables de su juventud , sino motivo deconfusin y desvo para muchos. Una vez que su credo literario se afirmen una direccin generalmente contraria a la que este libro despliega, prefiri presentar su trayectoria como una rectilnea y no como ese curso demeandros que suelen ser vida u obra para muchos de nosotros. Fue su derecho indisputable: cada uno es libre y dueo de escoger y preservar de sucreacin aquello que le parece lo ms representativo y duradero a lo largode los aos -si se quiere construir una imagen ms clara y voluntaria quereal de uno mismo. Aun as no podemos dejar de adentrarnos en estas pginas sin un cierto asombro retrospectivo.Pero una vez visto este material, se impone una conclusin obvia -auncuando no delineada todava en la literatura crtica. En la conversin queva del Borges ultrasta recin venido de la tertulia del Pombo, el Borges delos barroquismos de Fervor de Buenos Aires, de los manifiestos antimodernistas, al Borges criollista de Luna de enfrente y de El tamao de miesperanza hay algo as como un eslabn perdido en el trabajo de la crtica.Qu fue lo que caus este salto que va del cultivo de la metfora brillante , ingeniosa, insospechada, heredada de las tertulias m adrileas, a la atraccin por un paisaje humilde como el de los arrabales? Quin produce estaextraa conversin en el joven Borges, tan seguro de s mismo y su destino, tan polglota y versado en literaturas universales, a la modesta magia delos suburbios donde la pampa asoma al final de las calles arrabaleras?Descartados, desde ya, los representantes consabidos del criollismo tradicional -que se imbrica en distintos tonos a nivel poltico, con una suertede nacionalismo antiliberal como pauta comn- escritores como Lugones,Quesada, Glvez y Rojas. (Sigo aqu el excelente libro de O lea Franco, yamencionado.) De la aversin al primero por parte de Borges ya hemos atestiguado. Los ltimos estn muy lejos del registro personal de Borges para

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    35que lo alcancen con su influencia. D e M anuel Gal vez d ice Borges displicentemente en El Tamao de mi Esperanza: La Historia de arrabal porM anuel Glvez es una parfrasis de la letra de cualquier tango , muy prosi-ficada y deshecha, (p. 24)Por descarte nos vamos acercando a la respuesta natural: el eslabn perdido es precisamente Giraldes, el magnetismo de este escritor, la intimidad con un hom bre abierto y fascinante cuya mesa co mp arta todos los jue ves Borges, en compaa de Adelina -c om o luego lo har con Adolfo BioyCasares y Silvina Ocampo, en otra etapa de su vida. Borges llegaba poraquel entonces a la tarde al departamento de los Giraldes en la calle Sols,cerca del Congreso, y sola retirarse a la madrugada (Mara Esther Vzquez: Jorge Luis Borges. Esplendor y derrota. Tusquets, 1996, p. 95). Consus compaeros de Proa, Borges visita La Portea (Alejandro Vaccaro.Georgie 1899-1930, Editorial Proa, 1996, p. 308), la estancia de los Giraldes: acaso sta haya sido para l la primera ocasin de vislumbrar lacarga emocional del paisaje qu e fascinaba a su amigo mayor. Ac aso sea conGiraldes con quien aprenda Borges a bailar el tango, como sugiere Vzquez. Lo que es seguro es que son los Giraldes quienes le presentarn aVictoria Ocampo, una presencia y un contacto imprescindible, junto conSur, para el definitivo lanzamiento internacional de Borges, aos mstarde. Giraldes no slo tena en comn con l la experiencia de una prolongada aventura europea; se propona asimism o una renovacin de la literatura argentina que de algn m odo sera tambin un a suerte de revolucinpersonal para l mismo, intento que tambin era el de Borges.

    El mand ato de Valry Larbaud , decir la pamp a estticamen te, no cae enterreno infecundo en Giraldes -pero a travs de su ejemplo precursor,se vuelve tambin una tentacin irresistible para el mismo Borges. Porsorprendente que pueda parecer nos acercamos as a una conclusininsoslayable: El tamao de mi esperanza es el testimo nio y el fruto de laamistad y la innegable atraccin intelectual del primer Borges por Giraldes.

    La excomunin de Lugones por BorgesHasta aqu hemos estado viendo la empresa de canonizacin de Giral

    des por parte de un Borges impetuoso y generoso; nos falta por ver unaempresa ms difcil y menos conocida, la de la excomunin de Lugonespor Borges. Ya anteriormente, con motivo de El Payador, haba llamadoBorges a Lugones -que a su vez haba repudiado a los ultrastas- foraste-

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    36ro grecizante. El doble epteto -que podra traducirse como cordobspe dan te- no p oda dejar de sonar a insulto.He aqu un notable fragmento de su resea a Romancero de LeopoldoLugones (El tamao de mi esperanza, p. 95): Muy casi nadie, muy frangolln, muy ripioso, se nos evidencia don Leopo ldo Lug ones en este librodice Borges desde el comienzo. Si un poeta rima en ul como Lugones,tiene que azular algo enseguida para disponer de un azul o armar un viajepara que le dejen llevar un bal u otras indignidades. A ver, amigos, qules parece esta preciosura?

    Ilusin que las alas tiendeEn un frgil moo de tulY al corazn sensible prendeSu insidioso alfiler azul.Esta cua rteta es la ltima carta de la baraja y es psim a, no so lamente po rlos ripios que sobrelleva, sino por su miseria espiritual, por lo insignifica-tivo de su alm a. Esta cuarteta indecidora, pavo ta y frivola, es un resum endel Romancero. El pecado del libro est en el no ser; en el ser casi libro enblanco, molestamente espolvoreado de lirios, moos, sedas, rosas y fuentes y otras con secuencias vistosas d e la jardinera y la sastrera. D e los talle

    res de corte y confeccin, mejor dicho (...)Lugones dice de una pobre rana nochera que es una tecla de cristal en elpiano de la luna. Me alegran las metforas que ennoblecen, pero no stas quetodo lo rebajan a cachivache. No hay una idea que sea de l; no hay un solopaisaje en el universo que por derecho de conquista sea suyo. No ha m iradoninguna cosa con ojos de eternidad (cursiva m a, I.B.). Hoy, ya bien arrimado a la gloria y ya en descanso del tesonero ejercicio de ser un genio perm anente, ha querido hablar con voz propia y se la hemos escuchado en elRomancero y nos ha dicho su nadera. Qu vergenza para sus fieles, quhumillacin!Borges insolente, Borges valiente: al fin y al cabo, escritor jov en no anestablecido entre sus mayores, se estaba midiendo con el mximo arbitrode la literatura argentina, y l bien lo saba. Pero an en la excesiva acritudy el innecesario descaro de estas lneas, late una verdad irrefutable y nece saria, como una fresca bofetada de realidad ante el solemne desfile de losobsecuentes. El posmodernismo, con su secuela de opacidades y ambivalencias estratgicas, nos ha desacostumbrado del puado de sal que sala ala tierra y le asegura su vitalidad.Andyet, and yet... Con el tiempo Borges depondr iracundias, se someter al juicio de la historia que magnifica a Lugones y -oh irona- escrib-

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    r con Bettina Edelberg una notable apologa de Lugones (Jorge Luis Bor-ges y Bettina Edelberg: Leopoldo Lugones, Editorial Troquel, 1955). Y noslo de Lugones sino precisamente, ay, del Romancero, libro donde ellirismo de Lugones llega a su plenitud. Pero estamos en 1955, una fechacrucial. Borges es famoso y han pasad o treinta aos. Y no en van o. Pero nonos adelantemos a los hechos. Antes de presenciar el cambio de rumbo deBorges en sus adm iraciones y desdenes es preciso estudiar la recepcin quesu medio da a El tamao de mi esperanza -ya que el cambio de rumbo delque hablamos tiene no poco que ver con un clamoroso derrumbe de la precoz trayectoria borgeana, hasta entonces invicta.

    1 fracaso de una esperanzaEn el mismo mes, agosto de 1926 y en la misma editorial, Proa, apare

    cen Don Segundo Sombra y El tamao de mi esperanza, dos frutos tempranos y ya ma duros d el nuevo criollismo. Dos frutos com plem entarios; enGiraldes el criollismo se vuelca en narrativa, en B orges se vuelve un pro grama ensaystico y crtico. Quien se llevar la palma, sin duda alguna,pero tambin sin que ninguna expectativa lo sugiriera, es Don SegundoSombra. En el Martn Fierro, los adelantos y crticas elogiosas al DonSegundo Sombra ocuparn pginas y pginas.

    En Martn Fierro, El tamao de mi esperanza merece en septiembre de1926, slo una breve nota de Francisco Luis Bernrdez, desafortunadame nte titulada U n Borges de entrecasa. La intencin aparente del crticoes subrayar la importancia del regreso y el afincamiento definitivo de B orges entre la gens portea, pero la relevancia de la nueva dimensin del criollismo avistada desde las pginas de este libro valiente y solitario pasacompletamente inadvertida. Bernrdez llega a hablar obtusamente de latranquilidad de este libro, donde no hay una palabra ms alta que otra.La feroz pe ro fundamentalmente atinada descarga de artillera contra Lu gones no parece haber sido escuchada ni siquiera por los amigos prximo s d eBorges, que se jactaban de ser la vanguardia antihigoniana ms prominente del pas.

    Desde la trinchera opuesta, los escritores de Boedo no escatiman susinvectivas y para ms escarnio, unen la desaparicin de Proa a la hecatombe de El tamao de mi esperanza. As se expresan en 1926, en un artculo titulado Sobre el cierre de Proa, Los pensadores: Muy superior aesta revista era la que editaban los cuerdos del Hospital de las Mercedes.Por lo menos no haba all nadie que se vanagloriara de hab erle descub ier-

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    38to el agujero al m ate, como acontece con el payador Jorge Luis Bo rges, queno otra cosa quiere probarnos este mozo q ue escribe espaciosid y fal-siada para hacerse el criollo y a lo mejor, con tanto versito y tantas macanas no sabe ni montar a caballo.Las reacciones a Don Segundo Sombra, en cambio, son inmediatamentepositivas -arrasadoramente positivas. En Martn Fierro, el peridico literario ms importante de la poca, en el que tambin colaboraban, como yahemos visto, Giraldes y Borges, se publican como adelanto dos captulosde Don Segundo Sombra, el 8 de julio de 1926. En octubre de 1926, en elmismo peridico, aparece un artculo de Leopoldo Mareehal, El gaucho yla nueva literatura rioplatense, donde leemos: Don Segundo Sombra deRicardo Giraldes me parece la obra ms honrada que se ha escrito hastaahora sobre el asun to. El autor destierra ese tipo de g aucho inep to, sanguinario y vicioso que ha loado una m ala literatura popu lar; y ese otro que escasi un semidis de bambalinas. El gaucho inepto y sanguinario es aqu,sin duda, Juan Moreira, el protagonista de los conocidos folletines deEdua rdo G utirrez. Pero Mareehal, teme roso, y con razn, de la anexin deeste tipo de smbo lo que poda produ cirse por parte del ala conservadora ynacionalista de la literatura oficial, advierte tambin: Olvidemos al gaucho. En el umbral de los das nuevos crece otra leyenda ms grande y msdigna de nu estro verso...Al lado de esta crtica, un a rtculo titulado Editoriales Proa y Martn Fierro nos seala: Don Segundo Sombra marca el punto lgido en la obra deRicardo G iraldes, excelente negocio de librera, el ms seguro y slido delmo men to, como que ya est colocada la segunda edicin de cinco mil ejemplares (y se prepara una tercera) antes de pone rse a la venta. Bati en el mesde agosto el ltimo rcord d e exposicin en vitrinas de quince grandes libreras, uno de los factores que hicieron vender la edicin en tres semanas.Como puede verse, este estilo anticipa el best-sellerismo de nuestros dascon asombrosa exactitud. En una carta de Adelina del Carril a Larbaud deoctubre de 1926, la mujer de Giraldes dice que el libro ha cado con suerte , ya ha entrado en el corazn del pblico... en veinte das se ha agotado laprimera impresin de 2.000 ejemplares y ya est colocada la segunda de5.000 que actualmente se est imprimiendo y estar pronta a fin de mes.Tambin se comenta el efecto multiplicativo del artculo de Lugones; ya sehabla entonces del Premio Nacional, una suma de 30.000 pesos, que norepresentaban poco para las averiadas finanzas de la pareja.

    Aqu cabe preguntarse si el tiraje extraordinario de la primera edicinobedeca ya a una firme expectativa en Evar Mndez y en Giraldes o aotra circunstancia excepcional. El contraste de las ediciones de Don Segn-

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    39do Sombra comparado con ios tirajes de Borges es aplastante. Sin dudaDon Segundo Sombra fue en su aparicin -dada la po ca- el libro ms exitoso del siglo. Lo interesante aqu es subrayar que el xito clamoroso deDon Segundo Sombra socava en el fondo el prurito de los martinfierristasquienes, envueltos en la ola de una inesperada popularidad, que superabaan con creces las mayores victorias editoriales de los populistas de Boedo,se encontraban atrapados en una flagrante contradiccin con sus propiosprincipios supuestamente elitistas. La vanguardia haba creado y encontrado repentinamente su propio y desbordante pblico y para colmo, sta erala hazaa de uno de los vanguardistas m s m oderados. De este modo paradjico, Don Segundo Sombra seala a la vez el cnit y la desaparicin dela vanguardia martinfierrista.

    La canonizacin de Giraldes por LugonesCabe preguntarnos ahora qu ocurra por entonces con Lugones dentro dela vanguardia ultrasta. La actitud de Martn Fierro con respecto al maestro cordobs es, a largo plazo, perturbadoramente ambivalente. Por unaparte, en uno de los artculos sin firma con que se reabre la segunda serie,

    y a manera de renuncia a la excesiva irreverencia de la etapa anterior, sedice que Demoler ya no es posible. Donde Lugones "no tiene talento" yRojas es un "latero" y a Groussac se le perdona la vida cuando estrena unaobra dramtica, nada queda por hacer. Estamos as, en principio, ante unprograma de moderada integracin de lo contemporneo y lo tradicional.En el listado de los responsables del peridico, Giraldes aparece entre losnombres de los que forman el ncleo central de la revista, Borges en la listams perifrica de los colaboradores ms frecuentes, Lugones entre los quepublican espordicamente, y los tres escritores, finalmente, figuran en lalista de los accionistas del peridico.De hecho, en uno de sus primeros nmeros, Lugones publica un artculobastante plmbeo sobre sus ideas en cuanto a una posible reforma educacional del pas. Quiz stas sean las seales que despiertan la animadversin de Roberto Mariani, del grupo de Boedo, cuando fustiga a los martinfierristas, desde las mismas pginas de Martn Fierro, como excesivamenteadictos a Lugones, a quien nadie se atreve a reprochar su fascismo. Sinembargo, no puede dejarse de reconocer que, en un afn de equilibriodemocrtico, la revista no escatima sus dardos contra l.

    Curiosamente, parecera que en realidad, slo Evar Mndez, el director,aprobaba a Lugones, a quien llega a llamar la cabeza ms alta y firme de

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    Amrica intelectual. Los jvenes redactores no responden a este tratamiento. Por una parte, hay una enconada y prolongada disputa de M arechalcontra Lugon es con respecto a la legitimidad del verso libre y el abandon ode la rima: no cabe duda de que la mayora de los escritores del peridicose alinean en este debate del lado de Marechal. Por otra parte, entre loscruentos epitafios que suelen publicarse aparecen, con las iniciales deEduardo Gonzlez Lanuza, estos irreverentes versos:

    En aqueste pantenYace Leopoldo Lugones,Quien, leyendo La NacinMuri entre las convulsionesDe una autointoxicacin.

    Y ms tarde , con la firma de El Vizconde, las siguientes cu artetas.Fue don Leopoldo Lugonesun escritor de cartelque transformaba el papelen enormes papelones.Muri no se sabe cmo.Esta hiptesis propuse:Fue aplastado bajo el lomode un diccionario Larousse./

    Y Lugones? N aturalmente, Lugones no slo ha ledo Don Segundo Som-bra; ha ledo tambin, con resquemor e inquietud, El tamao de mi espe-ranza. El escritor cordobs ve avanzar, insolente, joven, porteo e indete-nible, terriblemente certero, el genio crtico de Borges, ese muchacho deveintisiete aos que amenaza su dominio y se burla de su podero. Ve claramente el peligro y se le adelanta. Comprende, como todos los emperadores, que dividir es reinar. Antes de un mes y medio tendr escrito y publicado el clebre artculo consagratorio de Giraldes en La Nacin. Porquela respuesta inesperada d e Lugones a la aparicin conjunta y simultnea deEl tamao de mi esperanza y de Don Segundo Sombra, apenas un mes despus, el 12 de septiembre de 1926, es pasar por alto a Borges y premiar aGiraldes con el indudable espaldarazo de un extenso artculo, laudatorioy consagratorio, en La Nacin.

    Si bien el artculo exhibe en parte una retrica m achista y altisonante, nohay duda de que el entusiasmo de Lugones es genuino. Por otra parte,Lugones mismo, que sin duda era y es un gran escritor -y seguramente lo

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    41saba- nunca alcanz ese semitono de lo vernacular porteo que es unade las claves ms poderosas de la resonancia del libro, una mezcla de elegancia y naturalidad que desplaza el impacto de los muchos y evidentesaltibajos del estilo de Don Segundo Sombra.

    Notemos el sesgo del elogio de Lugones a Don Segundo Sombra. Alencom iar a Giraldes, Lugo nes no pierde la oportunidad de hacer la apologa del gaucho, pero luego arremete sugestivamen te contra los que enarbo-lan un gracejo de arrabal, y contra los que quieren instalar en un pascanalla la trastienda clandestina d e la mixtura de ultramar, d ond e el fraude de la poesa sin verso, la esttica sin belleza y la vanguardia sin ejrcito , adereza el contrabando de la esterilidad, la fealdad y la vanagloria.

    Que nosotros sepamos, nadie hasta ahora ha ledo en estas lneas unimplcito rechazo a la esttica de Borges -pero la sospecha cabe. Mixturade ultramar, vanguardia sin ejrcito y