cuaderno 3 rovirosa

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3 Cuadernos La Mística experiencia humana y humanizadora. El punto de partida buscar la verdad en la realidad y circunstancias personales El camino encontrar a Cristo y seguirle re-nacidos en el Bautismo familiarizados con la Trinidad construyendo Comunión desde la opción pobreza-humildad-sacricio La meta la santidad, identicación con Cristo «el mismo Cristo… me hará uno con Él» La vivencia de la mística EDICIONES HOAC Alfonso XI, 4-4º. 28014 MADRID Teléfono: 91 701 40 80. Fax: 91 522 74 03 e-mail: [email protected] www.edicioneshoac.org

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La meta El camino encontrar a Cristo y seguirle re-nacidos en el Bautismo familiarizados con la Trinidad construyendo Comunión desde la opción pobreza-humildad-sacricio El punto de partida buscar la verdad en la realidad y circunstancias personales EDICIONES HOAC Alfonso XI, 4-4º. 28014 MADRID Teléfono: 91 701 40 80. Fax: 91 522 74 03 e-mail: [email protected] www.edicioneshoac.org experiencia humana y humanizadora. en Guillermo Rovirosa HOAC-Comisión Permanente

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3CuadernosLa Místicaexperiencia humana y humanizadora.

El punto de partidabuscar la verdad en la realidad y circunstancias personales

El caminoencontrar a Cristo y seguirle re-nacidos en el Bautismo familiarizados con la Trinidad construyendo Comunión desde la opción pobreza-humildad-sacri!cio

La metala santidad, identi!cación con Cristo «el mismo Cristo… me hará uno con Él»

La vivencia de la mística

EDICIONESHOAC

Alfonso XI, 4-4º. 28014 MADRID Teléfono: 91 701 40 80. Fax: 91 522 74 03

e-mail: [email protected]

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HOAC-Comisión Permanente

La vivencia de la mística

en Guillermo Rovirosa

Page 3: Cuaderno 3 Rovirosa

Edita:

Comisión Permanente de la HOAC.

© Ediciones HOAC. Alfonso XI, 4, 4.º 28014 Madrid Tel.: 91 701 40 80 www.hoac.es www.edicioneshoac.org

Depósito legal: M. 30.723-2010 ISBN: 978-84-92787-05-0

Preimpresión e impresión:

Gráficas Arias Montano, S. A. Puerto Neveros, 9. 28935 Móstoles Tel.: 91 616 56 00

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Presentación

Dedicar un Cuaderno para difundir los rasgos de la mística de Guillermo Rovirosa en una sociedad que presume de secular y laica podrá resultar paradójico para algunos. Si, además, el empeño es que sean muchos los lec-tores, y no sólo los miembros y simpatizantes de la Hermandad Obrera de Acción Católica que pretenden «vivir la experiencia de amor en el mundo obrero y del trabajo», cualquiera puede pensar que no estamos en nuestros cabales o que vivimos muy ajenos a la realidad que nos envuelve: desem-pleo, precariedad laboral y creciente número de excluidos.

No obstante, la Comisión Permanente de la HOAC se decide a publicar estas páginas para proclamar que otro modo de vivir es posible, como se puede descubrir con la lectura atenta de este Cuaderno. Pretendemos llegar a los lectores con la propuesta de otro modo más humano y más feliz de vivir; y lo hacemos en medio de una sociedad que contemplamos llena de contradicciones, pero también abierta a un futuro más humano. Invitamos al realismo que consiste en vivir la experiencia del amor de Dios en medio de la sociedad como Jesucristo y como, tras él, Guillermo Rovirosa y otros muchos. Y a vivirla en el mundo obrero y del trabajo como un lugar privi-legiado.

Guillermo Rovirosa escribe en un cuadernillo sobre la virtud de escuchar que «escuchar consiste en poner atención a lo que se oye, pero esto no es más que el primer paso; el segundo paso es entender». Para una lectura reposada de este Cuaderno, que contiene varios textos entresacados de los escritos de Guillermo Rovirosa, dado el contexto histórico y cultural que

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vivimos, además de leer escuchando, conviene recordar aquellos versos de Fray Luis de León, que nos invita a cultivar la vida interior y encontrar ahí la paz que necesitamos para la lucha de la vida:

¡qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!

No se trata de huir del mundo, sino del ruido que entorpece y asfixia, y así

poder «escuchar» el aliento –el Espíritu– de Dios junto a nosotros. Pero, ¿es posible que interese esta reflexión mística en un momento en que muchos

se plantean la vida como si Dios no existiera?¿Qué importancia tiene hoy el pasaje del evangelio de Lucas que describe la visita de Jesús a sus amigas Marta y María: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa por tantas cosas; sólo una es necesaria. Sí, María ha escogido la mejor, y ésa no se la quita-rán»?

La palabra mística no se halla en las Sagradas Escrituras, se introduce en la literatura cristiana por el platonismo de la Escuela de Alejandría. Sin embargo, todo el Antiguo y Nuevo Testamento son una continua y pedagó-gica manifestación del misterio de Dios, historia de la salvación que en sus principios nos muestra a un Moisés ante la zarza que arde y no se consume, percibiendo a un Dios que quiere la libertad para su pueblo y le envía a comprometerse en su liberación , y tiene su culminación y plena mani-festación en Jesucristo. «La verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» .

Lc. 10, 38-42.

Ex 3, 1-15.

CONCILIO VATICANO II, Constitución sobre la Divina Revelación, 2.

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La mística es un impulso, nacido de una convicción, por el que uno se sien-te obligado a poner manos a la obra y, en ello, encontrar la felicidad perso-nal y familiar. Una fuerza que transciende la propia realidad personal, que hace a cada uno, a cada una, sentirse fuerte en la debilidad para combatir contra el mal. «En la vida corriente se dice que hay una mística cuando un ideal adquiere en las personas tal peso y volumen, tal poder de convicción, que la existencia entera de esas personas gira ya en torno de aquel ideal, haciéndose capaces de arrostrar todos los peligros, y aún la muerte, y de realizar toda clase de heroísmos por servirlo» .

Y el místico/a ¿quién es?Una persona mística es un icono de Dios, una imagen consciente de Dios, un hombre o una mujer que movido por una fuerza interior, espíritu divino, se siente impulsado a obrar en coherencia, a expresar la experiencia perso-nal del misterio de Dios en su vida con total radicalidad.

Cristo es el místico por excelencia. «Dios envió a su hijo, la Palabra eter-na, que alumbra a todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios» .

I. ¿Qué es la mística?

MALAGÓN, T., Lo que la HOAC debe a Rovirosa, Boletín, Monografías a su muerte.

CONCILIO VATICANO II, Constitución sobre la Divina Revelación, 4.

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Jesús conoce al Padre (Jn. 8,55), es uno con el Padre (Jn. 10,30), hace lo que ve hacer al Padre (Jn. 5,19) y actúa bajo el influjo del Espíritu Santo, el amor

del Padre y del Hijo (Lc. 4,1-18).

Todo cristiano por su Bautismo es un místico. Así lo reconocemos al re-cordar a grandes místicos en la historia de la Iglesia: San Pablo: «Para mí vivir es Cristo»; Santa Teresa: «Vuestra soy, para Vos nací. /¿Qué mandáis hacer de mí?»; San Juan de la Cruz: «En mí yo no vivo ya,/ y sin Dios vivir no puedo, pues sin él y sin mí,/ este vivir ¿qué será?».

Ahora vamos a hablar de Guillermo Rovirosa, un obrero místico cristiano del siglo XX. El objetivo de nuestra reflexión no es tanto conocer la figura

extensa y profunda de Guillermo Rovirosa , cuanto aproximarnos a lo más determinante e íntimo de su vida, a conocer sus rasgos místicos, el impulso vital de este apóstol, militante cristiano.

El procedimiento para conseguir nuestro objetivo consistirá básicamente en escuchar sus propias confesiones. Para ello, hemos entresacado algunos de sus textos. Hojeando sus Obras Completas y releyendo sus libros, hemos elegido como hilo conductor el capítulo quinto, «Judas y yo», del libro ti-tulado: El primer traidor cristiano: Judas de Keriot, el apóstol y parte del capítulo tercero de El primer santo: Dimas, el ladrón . Guillermo Roviro-sa nos muestra en ellos mucho de sí mismo.

Puede ayudar a entender este relato alguna lectura sobre Guillermo Rovirosa: OBRAS COMPLETAS, Tomos I-VI; o Guillermo Rovirosa, ¡ahora más que nunca!; o los Cuadernos La vivencia de la triple comu-nión y Dialogando con Rovirosa, editados por Ediciones HOAC y Fundación Guillermo Rovirosa-Tomás Malagón.

GUILLERMO ROVIROSA, Obras Completas (en adelante, OC), Tomo I, pp. 517-562 y 371-379.

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1. ¿Quién como yo? El yo individualEl «yo» individual ocupó el centro de su vida hasta los treinta y seis años.

«El espíritu de soberbia, manifestado por una autosuficiencia exacerba-da, que empezó hacia los diez años, y que fue creciendo sin interrupción. Aunque me parece que esto no fue una peculiaridad mía, ya que, por lo que puedo observar, todos los jovencitos padecen del mismo mal con síntomas más o menos acusados. Yo era no solamente el centro del Universo, sino también el juez del Universo. Mis sentencias de verdad y de error eran inapelables. Los demás no entendían nada de nada... Todo fue pura trai-ción. Traición inconsciente, claro está, pues me parece que en aquella edad deben ser escasas las traiciones conscientes; pero traición al fin y al cabo,

con los defectos devastadores que toda traición lleva consigo.

Traición al Bautismo, cuyo carácter sagrado permanecía en mí. Traición a la piedad filial, pensando que mi madre era muy buena, pero que era tonta;

lo mismo que Judas pensaba de Jesús. Traición a todos los que me rodeaban, teniéndoles en poco al compararles con mi gran valor, igual que Judas mira-ba a los demás apóstoles, compañeros suyos. Traición a mí mismo, llamado a Jesús por mi bautismo y por todo lo que me rodeaba, y menospreciando sus designios para hacer prevalecer los míos. Como Judas, como Judas. Y creyendo que toda esta miseria era mi grandeza. ¿Quién como yo?» .

OC, T. I, pp. 547-548.

II. Primera etapa en la vida de Rovirosa

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2. La herencia familiarNo obstante, le acompañaron durante toda su vida unas circunstancias fa-miliares que, aunque informadas de modo diferente, traspasaron su exis-tencia hasta el final de sus días: la pedagogía y la búsqueda de la verdad,

aprendida sobre las rodillas de su padre, y la cruz del inocente, la parálisis de su madre.

La pedagogía y la búsqueda de la verdad

«Tengo que hacer una referencia especial a mi padre, que murió cuando yo tenía nueve años. Por lo que puedo recordar, no se distinguía particular-mente por lo tocante a la religión, al menos por lo que se refiere a la piedad

externa, que es lo que se ve. Pero él empleó conmigo una pedagogía muy

especial, que es lo que quiero hacer resaltar.

… de los cinco años a los nueve no solamente era más travieso que lo normal en los chiquillos, sino... esto que ahora llamamos “gamberro” en miniatura.

Pues bien, mi padre no me pegó nunca. NUNCA. Siempre esperaba que hubiera pasado algún tiempo entre la fechoría y la (digamos) corrección. Aprovechaba algún momento en que yo estaba junto él y me decía:

—Ven, hijo, ven (y me sentaba sobre sus rodillas). Tu sabes que yo te quiero mucho, ¿verdad? y tú también me quieres mucho, ya lo sé. Sí, sí, ya lo sé que me quieres. Los dos nos queremos mucho. ¿Y sabes por qué te quiero? Pues te quiero porque siempre dices la verdad. Ya que lo más asqueroso de una persona es el mentir...» .

OC, T. I, p. 542.

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La encarnación de la bondad en un cuerpo paralítico

«Mi madre quedó paralítica total a los pocos meses de mi nacimiento, mu-rió cuando yo tenía dieciocho años, sin que yo recuerde haberla visto an-dar nunca. Su piedad y sus sentimientos religiosos eran extraordinarios.

En su parálisis y complicaciones sufrió mucho; y jamás salió una queja de su boca... La expresión de su rostro era siempre el de una persona fe-liz. Yo entonces no podía entender nada de todo esto... El hecho es que las vicisitudes de la propia vida, y lo que veía a mi alrededor, me ponían en evidencia que la regla de juego era exactamente al revés de lo que me

habían hecho “tragar”; la verdad era que los “buenos” pierden siempre, y los “malos” ganan siempre. El recuerdo de mi madre, como encarnación de la bondad, fue el empujón decisivo para desentenderme totalmente del “tinglado” católico, que se presentaba ante mis ojos como un negocio muy bien montado...

No, aquello no tenía nada que ver con la verdad; y mi deber era desentender-me completamente de ello. Y sin necesidad de ninguna “declaración formal”, con plena conciencia, no sólo desentenderme, sino combatir la religión cató-lica (considerándola como farsa magna) en nombre de la verdad» .

¡Bendita herencia familiar!

La «bendita herencia paterna» le llevó a buscar la verdad, que no encon-tró, en el espiritismo; siguió el camino de la teosofía, que le detuvo más tiempo, cuyo lema reza así: «No hay ninguna religión que esté por encima de la verdad, pero todas tienen algo de verdad». Esto le entusiasmó de tal manera que se puso a estudiar todas las religiones que pudo, menos la de Cristo. De ésta, pensaba, estaba de vuelta. En el recorrido por las diversas religiones, escribe: «Cada descubrimiento era un nuevo placer…» . Pero todas acababan decepcionándole.

OC, T. I, pp. 544- 547.

OC, T. I, p. 548.

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«Y llegué a la conclusión de que la verdad que yo buscaba no estaba en ninguna de las religiones, ni en todas juntas. Así llegué al escepticismo total; todo era mentira. En mi hogar y en mi trabajo encontraba (afortuna-damente) la alegría de vivir, y esto es lo único que se salvó del naufragio. No tenía, ni deseaba, amistades; sólo el trato indispensable, huyendo de las “relaciones humanas” hasta la grosería. La técnica de mi oficio me

daba suficiente satisfacción, y me encantaba el trato con las máquinas.

Las máquinas, decía, no traicionan nunca... Yo buscaba un Redentor a mi gusto, y allí donde decía que había uno, allí iba yo. Después lo dejaba con la convicción de que me habían timado. No digo que eso fuese perjudicial para mí ¡todo lo contrario!, ya que por haber dejado a los falsos redentores pude encontrar al verdadero. Lo que quiero decir es que buscaba un dios a mi medida» .

Concluimos esta primera etapa de la vida de Rovirosa con sus mismas pa-labras:

«No puedo seguir adelante sin arrodillarme ante la infinita misericordia de

Dios y bendecirla, por haber resistido años y años (sin fulminarme) mi as-querosa soberbia y mis constantes traiciones que le tenían bien clavado. y desde allí (maravilla de Amor divino) me esperaba con los brazos abiertos para abrazarme, a sabiendas de que mis traiciones no terminarían nunca, en este mundo» .

OC, T. I, p. 549.

OC, T. I, p. 549.

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1. «La semilla de Vida» en Guillermo Rovirosa

Guillermo Rovirosa continua escribiendo que a finales del año 1932 entró

por curiosidad en la parroquia de San José en París y, al oír predicar al Car-denal Verdier, le impresionó lo siguiente:

«Fue cosa de dos o tres minutos, y lo único que “pesqué” fue este concep-to: El cristiano es un especialista en Cristo, y de la misma manera que el mejor oculista es el que más sabe de teoría y de práctica de los ojos, el mejor cristiano es el que más sabe de teoría y práctica de Jesús. Esta fue la semilla de Vida que la Providencia amorosa dejó caer en mi estiércol valiéndose de las palabras de su servidor el arzobispo de París, que nunca supo ni pudo sospechar que iban a cambiar toda mi vida» .

A partir de este encuentro Rovirosa toma conciencia de que no conoce a Jesús y que está negando lo que no conoce. Su honestidad personal, su amor a la verdad, le anima a movilizarse para conocerlo y así se inicia todo un proceso de conversión que a través de «lecturas y más lecturas», encuentros y diálogos con cristianos con experiencia (él cita con gran cariño al padre

OC, T. I, p. 550.

III. Segunda etapa en la vida de Rovirosa

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Fariñas, agustino de El Escorial), le lleva a dar el paso a la fe y en la Navi-dad de 1933 hace su «segunda Primera Comunión».

Con todo, su vida como cristiano va a conocer etapas. Él mismo describe su espiritualidad durante un tiempo de la siguiente manera:

«Ahora amaba a Jesús, y quería servirle. Cada día le recibía sacramental-mente. Las prácticas piadosas y el apostolado me ocupaban todo el tiempo que me dejaba libre el trabajo y el descanso. Yo ya me había autoclasifica-do en la categoría de los “buenos”, ¡miserable de mí!

Yo iba con Jesús, como Judas, pero no entendía nada. Judas miraba a Jesús como al Salvador de Israel (que eran los “buenos”) fijándose únicamente

en el aspecto material, y yo hacía por el estilo, cambiando únicamente la tierra por el cielo.

Yo aceptaba de Jesús sus milagros, centrados en los Sacramentos, la Gra-cia y la Vida Eterna, pero dejaba de lado su concepción vital, centrada en el Amor en sus tres dimensiones de pobreza, humildad y sacrificio, y me

quedaba con la concepción vital de Israel, basada en cumplir externamente

lo que estaba mandado, y en la concepción vital humanista, basada en la recta razón. Jesús me dejó como un sol radiante, un solo Mandamiento, el suyo, el Nuevo, pero yo me examinaba a la luz de los diez candiles de aceite

de la Ley judaica. Como Judas» .

2. Rasgos de la mística en G. RovirosaPero Guillermo sigue avanzando en su seguimiento de Jesús y llega a des-cubrir la originalidad y grandeza del Bautismo cristiano como fuente de vida nueva, como «el milagro más grande del poder divino» que le llevó a tener a Jesucristo como «el centro de su vida, a vivir en, con y por Je-sucristo el Misterio del Dios, Uno y Trino», a sintetizar el contenido del cristianismo en una sola frase: «Todo es Comunión»; a ser un contemplativo

OC, T. I, pp. 551-552.

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en la acción que rezumaba, hasta en los actos más insignificantes, las tres

dimensiones del Amor: pobreza, humildad y sacrificio. Su fortaleza estaba

en su debilidad, «montoncito de estiércol».

Bautizado en el Espíritu de Amor («El Espíritu del Hijo»)

Lo expresa muy bellamente cuando reflexiona y escribe sobre el tipo de

bautismo de Dimas, el ladrón crucificado al lado de Jesús –a quien ha cono-cido la noche anterior, cuando sus miradas se cruzaron en la prisión– que manifiesta su fe en él reconociéndolo inocente y salvador.

«Todos sabemos que hay dos clases de Bautismo, que son el bautismo de sangre y el bautismo de deseo, en los que no existe la parte formal, que es

el agua y las palabras sacramentales... Ciertamente que en el caso de Di-mas no puede pensarse en un Bautismo de deseo, que es la corona final que

Dios pone a toda vida honrada... Tampoco puede pensarse en un Bautismo de sangre, ya que no murió por haber confesado su fe en Jesús, sino que le mataron por sus fechorías».

Entonces, ¿qué bautismo recibió Dimas? «Porque según las palabras de Jesús hay que estar bautizado de alguna manera para salvarse» .

«Antes de Cristo, y antes de Juan el Bautista, existía esta práctica ritual del agua

como signo de purificación... Pero en todas estas formas de bautismo el elemento

principal (por no decir el único) era el material, el agua, faltaba el Espíritu de Amor, que es lo principalísimo en el Bautismo cristiano, que suple con creces al agua cuando ésta no puede intervenir, por las razones que sean...

En el caso de Dimas, las circunstancias no permitieron la materialidad del uso del agua, en cambio, el “renacer” en el Espíritu de Amor fue tan esplendoroso en todos los detalles, que me parece que puede considerarse como modelo de todos los Bautismos cristianos...

El hecho es que hemos aprendido la lección al revés, como tantas cosas que Jesús nos enseñó: y hoy consideramos como fundamentalísimo el Bau-

OC, T. I, p. 371.

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tismo en el agua, mientras hacemos poco caso (si es que hacemos alguno) del Bautismo en el Espíritu de Amor. Y éste es el que brilla con una luz radiante y original en el Bautismo de Dimas» .

«El Espíritu de Amor» penetró con tal dulzura y violencia en la última etapa de la vida de Guillermo Rovirosa que le llevó, como a Dimas, a no querer hacer otra cosa que mirar y mirar a Jesús en la cruz. «¡La sublime, la inenarrable contemplación!».

Es ahora, en la última etapa de su vida, cuando Rovirosa toma conciencia del significado de su Bautismo que le llevó a considerar que:

a) Cristo es el centro de su vida, de la vida del hombre

«El bautizado consciente sabe que el centro del Universo, de la Historia y de la Eternidad es Cristo, y todo lo que no tiende hacia Él traiciona su vocación, su razón de ser» .

«Si Cristo es el centro de la historia de la humanidad, que se ha de contar antes y después de Cristo, también es el centro de la historia del hombre, que se ha de contar antes y después del Bautismo en el Espíritu de Amor, por el que la divinidad dejó de ser externa al hombre, para hacerse interna.

Entonces puede pronunciar aquellas palabras de Pablo, diciendo que ya no es él quien vive, sino que es Cristo quien vive en él» .

b) En el Bautismo acontece la muerte mística

«En cuanto al bautizado, ha de creer las verdades de Fe que propone la Iglesia. Esto tiene dos aspectos: uno que se refiere principalmente al en-tendimiento, al aceptar como vedad central de toda la creación que Jesús es Dios, con todo lo que se deriva de esta grandiosa afirmación; y el otro

que se refiere principalmente a la voluntad, por el que se acepta la muerte

OC, T. I, pp. 375-376.

OC, T. I, p. 373.

OC, T. I, p. 377.

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(mística) con Jesús, para vivir con Jesús resucitado. Si el pecado original se hace nuestro en el momento de ser engendrados para la vida, la reden-ción empieza cuando aceptamos la muerte mística con Cristo. La vida nos trae la muerte y la muerte nos trae la vida» .

c) «Cristo lo es todo y yo soy nada»

«Cuando el hombre se rebaja, Cristo lo eleva hasta Él mismo. Y si la so-berbia le lleva a ocupar un lugar que no es el suyo, y que provocaba la hostilidad de todo el universo visible e invisible, la humildad que afirma

“Cristo lo es todo y yo soy nada” le hace entrar en armonía con toda la Creación y con el Creador, que le comunica su Vida, si el bautizado acepta su pasión y su muerte» .

d) Su vida es vivir con Jesús resucitado

«... Los bautizados fieles a su Bautismo ya han transcendido la muerte, y se

encuentran en la región de la Vida y de la Luz. No pueden “morir” porque ya murieron en el Bautismo» .

Guillermo Rovirosa, incorporado conscientemente a Jesucristo por la gra-cia del Bautismo, llega a exclamar: «El yo de Cristo es, para mí, muchísi-mo más importante que mi propio yo» .

«Encarnar» en la Trinidad por Jesucristo nuestro Señor

El fruto fundamental de nuestro Bautismo es nuestra participación en el Amor Trinitario. Consideramos algunos textos:

OC, T. I, p. 372.

OC, T. I, p. 373.

OC, T. I, p. 372.

La virtud de escuchar. OC, T. II, p. 88.

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a) Guillermo Rovirosa

«El renacer del hombre a la vida trinitaria consiste en invertir el sentido de su vida puramente humana, que nos empuja a referirlo todo al propio yo. El cristiano es verdaderamente cristiano cuando lo refiere todo (incluso

él mismo) a Cristo» .

«Pero resulta que mi acceso a la vida trinitaria no puedo hacerlo directa-mente al Padre, sino a través del Hijo..., que es quien se hizo hombre, como yo. Y el Verbo encarnado me repite machaconamente que mi camino, como el Suyo (yo soy el Camino), es el de la humildad (aprended de mí...)» .

«El Ideal Divino es el mismo Dios Trino y Uno. Así, tal como suena. Nadie hubiera podido imaginar ni nadie hubiera podido creer tal cosa si sola-mente se tratara de una teoría. Pero ahí está la experiencia ininterrumpida

durante cerca de dos mil años. La Trinidad encarnó (en su segunda per-sona) en un hombre para que los hombres pudiéramos “encarnar” en la Trinidad por Jesucristo nuestro Señor» .

Para Rovirosa la vida cristiana, su mística, es un impulso de conversión permanente a Cristo, no tanto a la manera de una imitación material de la vida del Señor, sino fundamentalmente como Comunión o participación vital con El. Si lo que define a Jesucristo es ser un hombre en el que se ha

encarnado la segunda persona de la Trinidad, convertirse o cristificarse es

llegar a participar con Él de la vida trinitaria en todos los aspectos, en to-das las dimensiones de la existencia. «Todo es gracia» (escribió Bernanos). «Todo es comunión» (dice Rovirosa).

b) Breve referencia a otros autores

Es de notar lo certero y actual de estas reflexiones de Rovirosa a partir de

su vivencia personal creyente. Con ellas coinciden relevantes teólogos y maestros de espiritualidad.

La virtud de escuchar. OC, T. II, p. 88.

La virtud de escuchar. OC, T. II, p. 118.

El compromiso temporal. OC, T. II, pág.160.

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Eugenio Merino

«Y lo que su santísima humanidad tiene por la unión hipostática con el Verbo, quiere comunicárnoslo y nos lo comunica por la gracia.y nos hace hijos del Eterno Padre por ella y templos no materiales ni metafóricos, sino reales y vivos del Espíritu Santo; y nos hace participar de la plenitud que posee de gracias y dones. Entrelazan humillaciones y obediencias, trabajos y sufrimientos con los fines de la Encarnación. Y con esta vida misteriosa

de la Trinidad y de la gracia para que nuestra vida sea igual que la suya. Vivimos de su vida, en su vida y con su vida. El miembro igual que la Ca-beza (Hch. 17, 28; 2Ped 1,4). Cuando esto no lo sabemos vivir, la vida está desvalorizada» .

«Hacer que los obreros entiendan la naturaleza de la vida de la gracia y vi-van fervorosamente dichosos con el ser divino que Dios ha puesto con ella en el alma de los fieles y cómo su imagen y sello nos hace más hijos de Dios

que lo somos de nuestros padres por la sangre y por la naturaleza, es la base fundamental de la formación oacista. La presencia de la Trinidad» .

M. J. Scheeben (Perspectiva comunitaria y social de la Trinidad)

El misterio trinitario, tal como lo conocemos, es un indicador para la vida social, un arquetipo para la misma. La sociedad humana encierra como una «huella de la Trinidad», ya que la Trinidad es la sociedad divina.

Esta idea de la Trinidad como sociedad suprema, modelo para todo tipo de sociedad que busque relaciones de participación y de igualdad, fue ya reco-gida por M. J. Scheeben (Friburgo, 1948). Modernamente fue sistematizada por el teólogo belga Taymans y por Moltmann. La sociedad resulta de la unidad de una multiplicidad de personas y acciones.

J. Moltmann

MERINO, E., Incorporación a Cristo, p. 20.

MERINO, E., Mística de la HOAC, p. 13.

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J. Moltmann ha elaborado una reflexión original y estimulante sobre la

base de una visión comunitaria de la Trinidad. Dios es comunidad de per-sonas, y no simplemente el uno; su unidad existe en la forma de comu-nión (común-unión) de los divinos tres entre sí y con la historia. Hay una historia trinitaria. Las misiones del Hijo y del Espíritu Santo introducen a la creación en el proceso trinitario. La Trinidad se constituye así en un misterio abierto. La unidad, fruto de la comunión, incluye a la humanidad y a la creación; entonces escatológicamente todo quedará unificado en la

Trinidad.

La Trinidad, comprendida humanamente como comunión de personas, fun-damenta una sociedad de hermanos y hermanas, de seres iguales, en donde el diálogo y el consenso constituyen los fundamentos de la convivencia tanto para el mundo como para la Iglesia y su pastoral.

Juan Pablo II

«La espiritualidad de la comunión consiste en una mirada del corazón ha-cia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros y cuya luz ha de ser reconocida en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado» .

«Todo es Comunión»

Guillermo Rovirosa, poseído por «el Espíritu del Amor», supo trasladar para la HOAC lo que experimentaba y vivía en el misterio Trinitario, por Cristo, con Él y en Él: la comunión de bienes, de vida y de acción.

a) «Jesús está en el otro»

«Jesús se quedó permanentemente aquí entre nosotros en esta especie de Sacramento sobre el cual nunca se insistirá bastante: Jesús está en el “otro”. En cualquier “otro”. Hasta el fin del mundo. Para amarle, servirle

JUAN PABLO II, Novo Millenio Ineunte 43.

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y RECIBIRLE ya no tengo que buscarle aquí o allí; nada de esto. Le tengo siempre al alcance de la mano en el “otro”. Tanto más próximo cuanto más

próximo es mi prójimo» .

Rovirosa presenta un camino concreto que motiva, impulsa y hace posible la conversión permanente y sirve, a la vez, de criterio de verificación: el

amor a los demás, a los «otros», como le gustaba decir a Rovirosa: Vivir la fraternidad (la comunión de bienes, de vida y de acción) es la respuesta positiva de nuestra fidelidad al Bautismo. Tanto la conversión como el Bau-tismo deben referirlo todo a Cristo.

Por esta comunión real con el Amor de la Trinidad, Cristo no sólo se hace presente en el prójimo (cualquiera que éste sea, y cuanto más desgraciado, mejor) para recibir a través de él nuestro amor... o desamor. El «otro» es Cristo, como pasa con el pan y el vino en el Sacramento del Altar. Mi «yo» se pospone al «Yo» del «otro» porque el «otro» es Cristo. Esto es una prueba para verificar la verdad de nuestro deseo. Percibir esta verdad es puro don.

Esta es la esencia del Mandamiento Nuevo; el único Mandamiento en el Reino del Amor y que tiende a establecer entre unos y otros una imagen de aquella unidad substancial que hay entre el Padre y el Hijo, como pedía Jesús en la Última Cena, de manera que entre todos vayamos construyendo el Cuerpo Místico mediante nuestra unión con Cristo a través de los otros en los que la fe nos hace ver a Cristo necesitado... de lo que sea .

b) «El cielo en la tierra»

«La comunidad perfecta es la que forman entre sí el Padre con el Hijo y el Espíritu Santo, en la Santísima Trinidad. Esto es exactamente el cielo, que no

es algo exterior y diferente de la divinidad, sino la misma divinidad. Ir al cielo,

por consiguiente, no puede tener otro sentido que participar de la Vida divina trinitaria. El cielo no es un lugar determinado, sino el mismo Dios...» .

La virtud de escuchar. OC, T. II, pp. 88-89.

RUÍZ DE CASCOS, C., La Espiritualidad Trinitaria en Guillermo Rovirosa, pp. 256-258. Ed. Voz de los sin voz. Madrid 2005.

OC, T. II, p. 215.

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Cuadernos 3

«Cuando dos o más bautizados conscientes de su Bautismo se reúnen en nombre de Jesús, cada uno esforzándose en ser Cristo y viendo a Cristo en los demás, no hacen otra cosa que estar en la realidad; pues, después de la Encarnación, la realidad es que Cristo lo invadió todo y está en todo. Cuando no vivimos esta realidad (no hay otra), todo termina mal, cualesquiera que sean las satisfacciones aparentes y los éxitos momentá-neos. Nuestra experiencia constante (y la ajena) nos confirma esto rotun-damente.

Reunión de bautizados conscientes, en nombre de Cristo... ¡El cielo en la tierra!» .

«Venga a nosotros tu Reino». «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo».

c) La Iglesia, la HOAC y el Apostolado en el Mundo Obrero

«Y pasó Cristo. Pasó con ese estilo inconfundible de Dios. Lanzó al viento la semilla insignificante de su vida y de su evangelio, y se alejó seguro a la

eternidad... Su última tarde con nosotros la pasó en la Cruz, pudriéndose como bueno entre las salivas y mucho dolor. A la caída del sol le enterra-mos... y la semilla de su recuerdo, de su palabra y de su sangre, se quedó agazapada en la roca brava del Gólgota, y con ella la vida de aquellos infelices pobretones que se lo jugaron todo por Él.

Así comenzamos. Este es nuestro árbol genealógico. ...

¡Ellos, los pobres, nos hicieron la Iglesia, aunque hoy estén muchos ausen-tes de ella! Deberían volver pronto... Necesitamos rápidamente virilizar nuestro templo con su dolor y su hambre...

La Iglesia, depositaria de la caridad del Padre, proyecta su amor más puro, pero también más violento, hacia el mundo en perdición. Es por eso que el mundo obrero es objeto de tanta solicitud por su parte. Es por eso que, dentro de ella, en Jesús, con Jesús, por Jesús, tenemos los obreros la única

OC, T. II, p. 221.

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HOAC-Comisión Permanente

salida, la sobrenatural, para nuestra promoción y dignificación, y es ella la

única que puede darnos LA VIDA DE COMUNIDAD» .

Oración y Sacramentos

«Orar, por tanto, equivale a Vivir, vivir la vida de los hijos de Dios, hacien-do la voluntad del Padre. Entonces, verdaderamente soy hijo de Dios cuan-do hago Su Voluntad y no la mía. Trabajando y descansando, comiendo y holgándome, hablando y callando, todo, todo en nombre de Nuestro Señor Jesucristo» .

La vida cristiana es ante todo «vida» y vida «cristiana» que se manifiesta

de dos maneras: de forma receptiva, mediante la oración y los sacramen-tos y de forma activa, mediante la lucha por la justicia. La oración (y los sacramentos) y la lucha por la justicia son los medios imprescindibles para desarrollar la vida cristiana, de la Gracia, el hombre nuevo.

Sin oración (contemplación pasiva, movimiento descendente: de Dios a nosotros) no es posible vivir el Ideal humano-cristiano. Pero, sin vivir cotidianamente la vida de Cristo en el Amor y la Justicia (contemplación activa, movimiento ascendente: de nosotros a Dios) no hay oración cris-tiana.

Guillermo Rovirosa y Eugenio Merino inculcaron, desde el comienzo de la HOAC, la inseparabilidad de la oración y de la acción («veinticuatro horas de vida honrada en gracia de Dios», decía E. Merino). Las dos se alimentan mutuamente: «la oración para la acción y la acción para la oración». No concebían la oración del «Padre nuestro» sin ir acompañada de una gran decisión de luchar por lo que en él pedimos. Concebían la oración como una comunicación o conversación piadosa entre Dios y los hombres... que convertía el trabajo en una continua oración.

Año de la Comunidad. OC, T. II, pp. 247-248.

Boletín de la HOAC 143.

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Cuadernos 3

— La Eucaristía «centro y cima»

«No podemos despedirnos los católicos. Nos hemos de encontrar cada ma-ñana en nuestra Misa, en nuestra comunión. La Misa es ante todo, y sobre todo, social, católica. Hay que llevar al altar toda la vida (...) para ofrecer-lo como hostia con la Víctima» .

«Veinticuatro horas de vida honrada en gracia y hasta mañana en el Altar».

La pobreza, la humildad y el sacrificio

Tres dimensiones del amor en la vida de Rovirosa. La virtud de la pobreza, de la humildad y del sacrificio son las tres virtudes específicas del cristiano

que mejor expresan el Amor Trinitario.

La pobreza. «Podemos decir que el espíritu de pobreza es el espíritu de comunión manifestándose de mí hacia los demás, y me inclina a compartir todo lo que tengo (en el orden físico, en el metafísico y en el sobrenatural), con los que carecen de ello o tienen menos que yo». Su modelo es el Padre, que todo lo comparte.

La humildad. «El espíritu de humildad es la segunda dimensión del Es-píritu de Amor, manifestándose de los demás hacia mí, inclinándome..., aceptando con gratitud todo lo que los demás pueden comunicarme... Este espíritu es todo lo contrario del espíritu de soberbia». Como el Hijo, que es lo que recibe del Padre.

El sacrificio. «El espíritu de sacrificio es la tercera dimensión del Espíritu

de Amor, y nos invita a renunciar a nuestros propios criterios. La oración suprema de ¡Hágase tu voluntad y no la mía!... Es la víctima que ofrecemos en el Altar de Dios, que para que sea aceptada no debe tener taras ni man-chas, y ser lo más pura y sin mácula posible» . El Espíritu Santo es quien posibilita esta ofrenda.

CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre la actividad misionera 9.

Boletín de la HOAC 9 (1948).

OC, T. I, pp. 391-392.

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HOAC-Comisión Permanente

Lo expresa de manera muy gráfica el militante Ovidio Melcón Arias,

que las descubre en Guillermo Rovirosa «cuidando una estufa». Apor-tamos este pequeño (o acaso muy grande) testimonio de la santidad de Rovirosa, pues creemos que precisamente estas tres virtudes son esenciales para canonizar a una persona. Con él concluimos este Cua-derno.

(Pobreza) «¿Cómo vi yo estas tres virtudes en Rovirosa? Las vi así: tuve la suerte de asistir a un Cursillo de Sindicalismo, en la Casa de Ejercicios de Segovia, (no recuerdo exactamente las fechas, aunque para mí son más importante los hechos; debió ser en el invierno del año 62 al 63 del siglo pasado, claro). Al llegar nos presentamos todos menos un hombrecico, con una “pata de palo”, y vestido con un mono azul que estaba cuidando una estufa de carbón y leña, que daba más humo que calor, pero era toda la ca-lefacción que había en el salón. Yo creí que sería un acogido o un empleado de la casa.

(Humildad) Al día siguiente, ya por la tarde, el cursillo parecía que se in-clinaba por crear un sindicato, porque lo que había en aquella época no respondía a la defensa de los intereses de la clase obrera... y entonces desde su asiento, al lado de la estufa y con el gancho en la mano nos dijo, más o menos, lo siguiente: el militante obrero cristiano tiene que ser fermento, sal y luz en el sindicato, en la cooperativa, en el municipio, etc. Éste es el objetivo del cursillo; “no es de preparar dirigentes, sino servidores”. Yo al escuchar a aquel hombre ya no me pareció un “hombrecico” sino una persona extraordinaria en el mundo obrero; le pregunté al animador y mo-derador Jacinto Martín (que en paz descanse) quién era y me contestó con toda sencillez: “es Rovirosa”. Yo, que todavía venía arrastrando el “perso-nalismo”, casi grité: “¿Cómo lo tenéis ahí, cuando debería estar presidiendo la mesa?”. Jacinto me dijo: “No, ése es el sitio que él prefiere, es así de

sencillo y humilde”.

(Sacrificio) Y allí aguantó los 11 días que duró el cursillo, peleando con la estufa para que produjera menos humo y conseguir que fuese desapareciendo el humo que nosotros llevábamos en nuestras mentes; daba la impresión de que, de aquella estufa, iban saliendo “chispas luminosas” que nos hacían ver la diferencia entre la oración activa y

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Cuadernos 3

el “activismo”, el servicio y el “servilismo”, la autoridad y el “abuso de poder”, la persona y el “personalismo”, el comunismo y el comu-nitarismo, etc.

En este caso me hubiese gustado ser escritor, para contar esto con la clari-dad y sencillez que Rovirosa lo hacía, pero sigo siendo un minero jubilado; con esta misma torpeza quiero hacer esta Oración:

“Señor, te doy gracias por haberme equivocado cada vez que decía que ni a Rovirosa ni a D. Eugenio Merino los veríamos en los altares, porque habían puesto sus personas, cuerpo y alma, al servicio de la clase obrera, los pobres desposeídos de su dignidad de ser hijos Tuyos y convertidos en mera mercancía.

Al fin parece que tu Justicia, Señor, es más fuerte que el egoísmo de

los poderosos enemigos que tuvieron y que la ley natural va haciendo desaparecer.

Gracias, Señor, por la esperanza que se va introduciendo en mi corazón de ver también iniciada la apertura del proceso de canonización de D. Eugenio. Los dos están instalados en el corazón de muchos militantes obreros cristianos.

En fin, hágase Tu voluntad aquí en la tierra. Amen”» .

Testimonio de Ovidio Melcón Arias, escrito en León, el 16 de julio de 2003.

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HOAC-Comisión Permanente

Índice

Página

Presentación ...................................................................................................................................................................... 3

I. Qué es la mística ....................................................................................................................................... 5

II. Primera etapa en la vida de Rovirosa ...................................................... 7

1. ¿Quién como yo? El yo individual ........................................................................... 72. La herencia familiar ......................................................................................................................... 8

III. Segunda etapa en la vida de Rovirosa ............................................. 11

1. «La semilla de vida» en G. Rovirosa ........................................................... 112. Rasgos de la mística en G. Rovirosa ............................................................ 12

Bautizado en el espíritu de amor ........................................................................ 13«Encarnar» en la Trinidad por Jesucristo ........................................... 15«Todo es comunión» ................................................................................................................. 18Oración y sacramentos ......................................................................................................... 21La pobreza, la humildad y el sacrificio .................................................... 22

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