cuadernillo pensar la independencia en el bicentenario 1816- 2016

188
OLIMPÍADA DE HISTORIA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA PENSAR LA INDEPENDENCIA EN EL BICENTENARIO 1816-2016 Subproyecto Capacitación Docente 2016

Upload: vunhan

Post on 07-Feb-2017

241 views

Category:

Documents


6 download

TRANSCRIPT

Page 1: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

OLIMPÍADA DE HISTORIA

DE LA REPÚBLICA ARGENTINA

PENSAR LA INDEPENDENCIA EN EL BICENTENARIO

1816-2016

Subproyecto

Capacitación Docente 2016

Page 2: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

Selección de materiales, actividades y compaginación:

Diburzi, Nélida (coord.)

Andelique, Carlos Marcelo

Bianco, Diana

Colomba, Vanesa

Giletta, Carina

Green, Aldo

Larker, José

Martín Aragona, Adriana

Pisarello, Virginia

Roa, Ezequiel

Vecari, Silvina

Auspicia y Financia

Ministerio de Educación y Deportes de la Nación

Page 3: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

OLIMPIADA DE HISTORIA DE LA REPUBLICA ARGENTINA

SUBPROYECTO DE CAPACITACION DOCENTE 2016

Presentación

En el año 2016 se cumplen doscientos años de la declaración de la Independencia de

las Provincias Unidas de Sud América de la monarquía española. Si bien este es un

hecho histórico puntual, se enmarca en un largo y complejo proceso revolucionario

que se inició a principios del siglo XIX y se extendió a lo largo de varias décadas,

generando la emergencia de nuevos Estados nacionales entre los que se encuentra

nuestro país.

Este acontecimiento que se conmemora es una ocasión propicia para debatir desde la

Historia. Por esta razón consideramos muy importante revisitar la producción

historiográfica para develar claves de lectura que nos permitan complejizar el análisis

sobre la conflictiva construcción del nuevo orden y las distintas alternativas en disputa.

En este sentido, toda celebración que apele a la Historia como ciencia social debe

comenzar con preguntas que, a doscientos años de la declaración de la independencia

de las Provincias Unidas en Sud América, la interpelen para comprender y explicar las

inclusiones y exclusiones, las dominaciones y hegemonías, las resistencias, los

conflictos y sus formas de resolución, así como los diferentes proyectos de país que se

pusieron en juego, reconociendo tanto los dilemas como las realizaciones. Debe dar

cuenta de cómo se desarrolló el proceso de construcción política de la Argentina en un

contexto revolucionario, es decir, de la relación entre la guerra, la violencia y los

diferentes proyectos socioeconómicos en pugna. El bicentenario de la independencia

nos invita a reflexionar sobre esas cuestiones, a la vez que sobre las formas en que

fueron interpretados por diferentes historiadores e intelectuales. En definitiva, nos

parece una buena oportunidad para pensar sobre lo que enseñamos, la forma en que

lo hacemos y los objetivos que deseamos alcanzar.

Atendiendo a lo planteado, nos proponemos:

Page 4: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

- Debatir acerca de los enfoques, abordajes e interpretaciones historiográficas

que se han realizado sobre los procesos vinculados a las independencias en

América.

- Problematizar y criticar las categorías de análisis que utilizamos para construir

explicaciones.

- Revisar las periodizaciones y los criterios para identificar procesos.

- Repensar los espacios sobre los que se extienden nuestros estudios.

- Considerar las transformaciones de las relaciones socioeconómicas y su

interrelación con la política.

- Ponderar la participación política de los sectores subalternos,

- Atender a los diferentes lenguajes, imaginarios y formas de sociabilidad.

- Establecer relaciones entre los actores, la guerra y la construcción de nuevos

órdenes sociopolíticos.

Por último, si aceptamos que nuestra identidad se fue construyendo en el devenir de

un proceso conflictivo, de un juego de disonancias más que de consensos ordenados,

posiblemente estaremos dispuestos a hacer de esta celebración un momento propicio

para polemizar y compartir problemáticas e investigaciones, es decir, para reflexionar

sobre el 9 de julio de 1816 y poner en tensión sus panteones consagrados y sus

historias oficiales.

El cuadernillo que les proponemos se compone de un conjunto de textos precedidos,

cada uno, de una presentación que anticipa sus rasgos generales y de un conjunto de

“cuestiones a tener en cuenta” especialmente indicadas para que guíen la lectura.

Además, se incluye una lista de videos cortos para ampliar e interrelacionar con el

contenido de los textos.

Oportunamente les enviaremos, a través de la página web de la Olimpiada de Historia

de la República Argentina, las propuestas de actividades para la realización del trabajo

que luego evaluaremos para la aprobación de la capacitación.

Page 5: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

Grupo los historiadores y el bicentenario, Dos Siglos Después. Los caminos de la

Revolución. Textos para el debate. Prohistoria ediciones, Rosario, 2010.

Presentación del texto

“Dos Siglos Después…” es una obra polifónica, editada en forma gráfica y audiovisual

que reúne breves intervenciones de reconocidos intelectuales del campo

historiográfico argentino. Todos ellos pertenecen al “Grupo de los Historiadores y el

Bicentenario”, constituido por más de un centenar de profesionales dedicados a la

investigación que consideran prioritario intervenir en la esfera pública para discutir

“¿qué se festeja?” en el Bicentenario y reflexionar sobre “ciertos supuestos muy

arraigados de nuestra “historia patria””.

La compilación aborda el proceso revolucionario desatado en 1810 a partir de tres ejes

centrales: “La revolución”, “La república” y “La Nación”. No obstante, de este último se

desprende otro tópico de relevancia, que da lugar a una separata denominada “Los

pueblos originarios”.

Los textos incluidos en el primer eje se preguntan por las condiciones que hicieron

posible la revolución de Mayo, invitándonos a pensar la vida política y la participación

popular en tiempos coloniales y revolucionarios. Abordan las transformaciones

producidas en el comercio hacia fines del siglo XVIII, y su impacto en la realidad de las

elites criollas. De este modo reconstruyen la estructura social de la época y algunos de

los desafíos atravesados por los primeros gobiernos patrios. La plebe o “el bajo

pueblo” cobran aquí una gravitación central, dado que se analizan los trastocamientos

que implicó la guerra revolucionaria, entendida como una “experiencia social de masas

de máxima intensidad” (Fradkin, 2010: 39). Al respecto, sugerimos la lectura de los

documentos de Noemí Goldman, Gabriel Di Meglio, Jorge Gelman y Raúl Fradkin.

Los trabajos que integran el segundo eje se enfocan sobre la cuestión republicana en el

Río de la Plata durante la primera mitad del siglo XIX. Para ello, consideran el

panorama político hispanoamericano que devino tras el estallido del Imperio español y

analizan cuál fue el lugar de la representación política en la construcción de las nuevas

comunidades políticas republicanas. De este modo, deconstruyen qué lugar ocuparon

la república y la democracia en los lenguajes políticos del siglo XIX, más allá de los

supuestos de la historia tradicional. Las intervenciones de Hilda Sábato y Flavia Macías

Page 6: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

permiten reponer en su espesor los conceptos de “ciudadanía” y “república” a la vez

anclan espacial y temporalmente las incumbencias de tales vocablos.

La Nación es el tercer eje abordado por el Grupo Los Historiadores y el Bicentenario.

En el libro reconstruyen los derroteros a través de los cuales circuló y resignificó el

concepto de Nación, entendido como una invención moderna. Esto los lleva a revisar

qué era efectivamente la nación en 1810, y qué función cumplió la idea de “patria” en

el imaginario revolucionario. Por esta vía ingresan en el resbaloso terreno de las

identidades y reflexionan acerca de los cambios que trajo la inmigración masiva en la

Argentina. Asimismo, revisan también la díada Nación y federalismo, a partir de la

pregunta “¿cómo se planteó esa relación a comienzos del siglo XIX y cómo se fue

transformando a lo largo de estos dos siglos?”. Esto se refleja de diverso modo en los

textos seleccionados de Fabio Wasserman, María Gabriela Quiñonez y Alejandro

Eujanian, que nos invitan a pensar la construcción de la nación en la mediana y larga

duración.

La pregunta por el rol de los pueblos originarios acicatea también a los autores del

libro. Es imposible pensar la construcción de lo que hoy es “Argentina” sin atender al

exterminio y a las operaciones de blanqueamiento y borramiento de identidades que

desarrolló el Estado argentino. No obstante –y tal como plantea Raquel Gil Montero en

su artículo- también es cierto que “la población indígena no ha desaparecido y hoy se

encuentra, incluso, más fortalecida que hace 20 años” (Gil Montero, 2010: 102).

Cuestiones a tener en cuenta:

- La estructura social rioplatense. Sociedad de castas y sociedad moderna. Elite y

actores subalternos

- La estructura económica. Cambios y transformaciones desde fines del siglo

XVIII.

- El proceso revolucionario y las transformaciones en el orden social. Impacto en

el campo simbólico y en el campo material.

- La política en el Río de la Plata. La politización de la plebe al calor de la

revolución.

- La república como alternativa en Hispanoamérica.

- La soberanía y la representación.

Page 7: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

- La democracia y sus significados.

- La Nación como construcción simbólica. La Patria como aglutinador.

- La Nación y el Federalismo en perspectiva histórica.

- Los pueblos originarios. Su lugar dentro del discurso nacional y dentro de la

historiografía tradicional. Luchas presentes.

Page 8: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 9: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 10: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 11: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 12: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 13: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 14: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 15: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 16: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 17: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 18: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 19: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 20: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 21: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 22: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 23: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 24: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 25: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 26: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 27: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 28: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 29: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 30: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 31: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 32: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 33: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 34: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 35: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 36: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 37: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 38: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 39: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 40: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 41: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 42: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 43: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 44: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 45: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 46: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 47: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 48: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 49: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 50: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 51: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 52: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

GOLDMAN, Noemí “Crisis imperial, Revolución y Guerra (1806-1820)”, en

GOLDMAN, Noemí (Dir.) Revolución, República, confederación (1806-1852), Ed.

Sudamericana, Buenos Aires, 1998, Colección Nueva Historia Argentina, Tomo 3, Cap.

I.

http://ens9004.mza.infd.edu.ar/sitio/index.cgi?wid_seccion=27&wid_item=160

Presentación del texto

El texto que se está proponiendo para la lectura es el primer capítulo de una obra que

aborda el estudio de los procesos históricos de la primera mitad del siglo XIX en la

región del Río de la Plata. Atendiendo a ello y a partir de los recientes aportes

historiográficos, la compilación de Noemí Goldman intenta alcanzar una mejor

comprensión de las estructuras socioeconómicas y de las particulares formas de

Estado, sociedad, vida política y cultura existentes durante la temporalidad aludida.

Como se dice en la introducción “el lector encontrará así la formulación de nuevas

preguntas a temas clásicos pero también una renovación de los temas de estudio con

materiales poco explorados hasta el presente.”

En “Crisis imperial, Revolución y Guerra (1806-1820)” se aborda el proceso abierto por

la crisis de la monarquía española, las guerras de independencia en el Río de la Plata, el

quebrantamiento de la unidad del orden colonial y la necesidad de fundar una nueva

legitimidad basada en un nuevo orden social y político.

El trabajo de Noemí Goldman contribuye a reexaminar la relación existente entre el

proceso de Independencia y la formación de la Nación, poniendo en evidencia las

ambigüedades, las definiciones y las indefiniciones existentes en el período de las

luchas por independencia, los actores socio-políticos, los proyectos en pugna y las

múltiples identidades que disputan el espacio público.

Se trata de un texto que nos permite observar que lo que hoy llamamos “Nación

Argentina” es el producto de una historia conflictiva de construcción no sólo de las

formas de organización política sino también de la propia identidad nacional.

Page 53: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

Cuestiones a tener en cuenta:

-la militarización de la sociedad en el marco de las guerras de la independencia y la

emergencia de nuevos actores socio-políticos.

-las bases socio-políticas sobre las que se construye el poder y la cuestión de la

“soberanía”.

- Las identidades colectivas y las diferentes expresiones del “sentimiento público”

durante la crisis del antiguo orden y las luchas por la independencia.

-Las tensiones y enfrentamientos que se generaron entre la tendencia centralista de

Buenos Aires y las tendencias al autogobierno de los pueblos, así como al fracaso de

los primeros ensayos de organización constitucional.

Page 54: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 55: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 56: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 57: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 58: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 59: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 60: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 61: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 62: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 63: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 64: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 65: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 66: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 67: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 68: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 69: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 70: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 71: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 72: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 73: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 74: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 75: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 76: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 77: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 78: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 79: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 80: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 81: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 82: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 83: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 84: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 85: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 86: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 87: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 88: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 89: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 90: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 91: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 92: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 93: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 94: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 95: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 96: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 97: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 98: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 99: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 100: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 101: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 102: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 103: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 104: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

FRADKIN, Raúl. “¿Qué tuvo de revolucionaria la revolución de independencia?”, en

Nuevo Topo. Revista de Historia y pensamiento crítico, Nº 5, Buenos Aires,

setiembre-octubre 2008, pp. 15-43.

Presentación del texto

El texto propuesto para la lectura es un artículo que forma parte de un dossier en el

que se aborda el carácter revolucionario de los procesos por los que transitaron las

sociedades iberoamericanas durante las dos primeras décadas del siglo XIX.

Atendiendo a ello y considerando las evidencias suministradas por la historiografía

durante las últimas décadas, Raúl Fradkin revisa y pone en discusión las

interpretaciones que se han formulado sobre el tema.

¿Qué tuvo de revolucionaria la revolución de independencia? es la pregunta que

intenta resolver el autor a lo largo del trabajo. A partir de esta problemática analiza y

evalúa los cambios en las relaciones sociales, las transformaciones en la cultura política

y las diferencias que se evidencian en el proceso de cambios a nivel regional. Ello lo

lleva a revisar las categorías de análisis que la historiografía utiliza para explicar la

revolución y las formas en que se la periodiza.

Cuestiones a tener en cuenta:

-Las diferentes posturas historiográficas sobre la revolución: la de los años 60-70 y la

de los años 90.

-Las visiones contrapuestas de la revolución de los años 60: entre la “historia patria” de

fuerte influencia decimonónica y la historiografía de izquierda.

-Los aportes de Tulio Halperin Dhongui y de José Carlos Chiaramonte durante los años

70.

-Los análisis de Raúl Fradkin sobre el entramado de relaciones sociales agrarias y la

“formación” de la clase terrateniente postrevolucionaria en Buenos Aires.

-Las transformaciones en las relaciones sociales a partir de las posibilidades y

oportunidades que abrió el cambio político para los sectores subalternos.

-La confrontación de los procesos de independencia con categorías de análisis como

“revolución burguesa”, “revolución liberal”, “procesos de descolonización”,

“revoluciones de independencia” o “revoluciones pasivas.”

-Revisión de los criterios habituales de periodización.

Page 105: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

-La importancia de la investigación histórica en contextos precisos.

-Análisis de la movilidad espacial, ocupacional y social de los sectores subalternos

fuera de la provincia de Buenos Aires para evaluar los cambios generados por la

revolución (en el Noroeste, el Litoral y Cuyo). Los alcances y límites de la “revolución

agraria” de Artigas.

-El enriquecimiento del análisis historiográfico de la revolución a partir de los estudios

de la intervención de los grupos subalternos en la guerra, la formación de nuevos

liderazgos y los sistemas políticos.

Page 106: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

1

RESUMEN

A partir de las evidencias suministradas por la historiografía reciente en este artículo se indaga

el contenido revolucionario del proceso de independencia en el Río de la Plata. Para ello se

repasan y discuten las principales interpretaciones que han sido formuladas y se propone un

enfoque que considerando más ajustadamente la diversidad de contextos centre la

atención en los vínculos que pueden haber existido entre las transformaciones de las

relaciones económicas y sociales y las que emergieron en las relaciones, las prácticas y las

culturas políticas.

[email protected]

¿Qué tuvo de revolucionaria la revolución de

independencia?

Publicado en Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crítico, N° 5, Buenos

Aires, 2008, pp. 15-43.

Raúl O. Fradkin

Universidad Nacional de Luján Universidad de Buenos Aires

“Demostrar mediante archivos y ecuaciones que nada cambió mucho entre 1780 y 1830 puede

ser correcto o no, pero mientras no comprendamos que la gente se vio a sí misma como habiendo

vivido, y como viviendo una era de revolución (un proceso de transformación que ha había

convulsionado al continente y que iba a seguir haciéndolo) no comprenderemos nada sobre la historia

del mundo a partir de

1789”.1

La historiografía de las independencias latinoamericanas no ha dejado de enfrentarse a un

recurrente interrogante: ¿hubo realmente una revolución? La cuestión no es de sencilla

resolución tanto por sus implicancias políticas y culturales como porque los contemporáneos

estaban convencidos que así era. ¿Hubo o no una revolución? Si la hubo, ¿cuáles fueron sus

alcances? Ríos de tinta han corrido al respecto y lejos estamos de algún consenso. Obligados

a simplificar conviene concentrar la atención en dos momentos historiográficos tras la larga

primacía de un enfoque “patriótico” que había entendido la independencia como una ruptura

que suponía la emergencia de la nación. En los años 60 y 70 cobró predicamento una

visión desencantada que recuperó un tópico recurrente en la reflexión de las izquierdas

latinoamericanas: la independencia, a lo sumo, había sido un mero cambio político que

dejó intactas las estructuras económicas y sociales; por lo tanto, o directamente no hubo

revolución o se trató de una

revolución inconclusa, fallida o incompleta.2

Al comenzar los años 90 se estaba en otro

momento historiográfico y político y bien lo ejemplifica la aceptación que tuvieron los

planteos de François-Xavier Guerra: a partir de 1808 se había abierto una “revolución

hispánica”, una profunda mutación cultural diseminada a ambos lados del Atlántico y que

situaba en la esfera política la sede del contenido revolucionario y donde había que

1 HOBSBAWM, Eric, Los ecos de la Marsellesa, Barcelona, Crítica, 2003, p. 15. 2

BONILLA, Heraclio, et. al., La independencia del Perú, Lima, IEP, 1972.

Page 107: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

2

buscar las causalidades primeras.

3 Sin embargo, ese cambio rotundo en la esfera política se

habría producido en una sociedad que seguía siendo “holista”, poblada de actores colectivos

basados en lazos de adscripción frente a reducidos actores “modernos”.4

Este cambio de perspectivas expresaba el desplazamiento ocurrido en la centralidad de la

historia económica y social como territorio por excelencia de la innovación pero también de la

proliferación de enfoques “revisionistas” sobre las revoluciones que tendían a enfatizar su

carácter de empresas políticas y que privilegiaban el papel de las elites desplazando la

atención que la historia social había prestado a los sectores subalternos.5

De esta manera,

puede registrarse que dónde unos no vieron ninguna revolución porque el cambio se

circunscribía a la esfera política, otros postularon que justamente allí era dónde residía. Pero,

de alguna manera, había una convergencia: unos y otros enfatizaron las continuidades de

las estructuras sociales y compartieron la convicción que podía disociarse su análisis de la

esfera política. Cabe, en consecuencia, precisar nuestro interrogante: aún aceptando el

supuesto que la revolución fuera esencialmente “política”, ¿hasta qué punto cambió

también la estructura de las relaciones sociales, económicas y culturales? ¿Cuáles

fueron los vínculos entre las transformaciones de las relaciones económicas y sociales y las

que emergieron en las relaciones, las prácticas y las culturas políticas? Se trata de un

modo de pensar que puede brindar posibilidades para superar los atolladeros de

formulaciones anteriores, una perspectiva que debe afrontar el desafío de cerrar la brecha

existente entre dos modos de hacer historia, uno concentrado en las dinámicas políticas

locales y regionales y que presta privilegiada atención a los grupos subalternos y otro en el

cual prima la atención a la escala central o estatal y que presta una atención mucho

mayor a las elites.6

Las visiones disponibles en la Argentina hasta los años 60 no diferían demasiado de sus

congéneres latinoamericanas aunque respetando su color local. Para entonces en la

llamada “historia oficial” era evidente que las interpretaciones afincadas en la tradición

decimonónica resultaban insuficientes y se escuchaban voces que consideraban la

guerra de independencia como una guerra civil mientras otras intentaban invalidar el carácter

popular de la revolución y destacar el protagonismo excluyente de las minorías elitistas: para

ellas la revolución habría sido un fenómeno estrictamente político protagonizado por

pequeños grupos de la elite urbana contra la administración virreinal. Mientras tanto, las

versiones que confrontaban en la cultura histórica de izquierda iban desde aquellas más

afines a la tradición liberal que postulaban los contenidos nacionales, democráticos y

populares de la revolución como las impugnaciones de esas “fantasías populistas” que

enfatizaban que había sido dirigida exclusivamente contra la “burocracia importada”, no traía

consigo un nuevo régimen de producción ni modificó la estructura de clases y había

tenido un carácter esencialmente político. Así, estos

3

GUERRA, François-Xavier, Modernidad e independencia, Madrid, Mapfre, 1992. Ver

también LEMPÉRIÈRE, Annick, “Revolución, guerra civil, guerra de independencia en el mundo

hispánico, 1808-1825”, en Ayer, N° 55, 2004, pp. 15-36. 4

Esta perspectiva resulta más evidente si se considera el libro que Guerra dedicó al Porfiriato:

México: del Antiguo Régimen a la Revolución, México, FCE, 2 tomos, 1988. 5

KNIGHT, Alan, “Punto de vista. Revisionismo y revolución: México comparado con Inglaterra y

Francia”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani, N° 10,

1994, pp. 91-127. 6

Un sugestivo esfuerzo en Florencia MALLON en Campesino y Nación. La construcción de México

y Perú poscoloniales, México, Historias Ciesas, 2003. Un debate con John Tutino y Tulio Halperín

Donghi en Historia Mexicana, Vol. XLVI, N° 3, pp. 503-580.

Page 108: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

3

diagnósticos ya estaban disponibles antes que adquirieran predicamento en la historiografía

americanista.7

Algo más debe tenerse en cuenta: cuando se hablaba de revolución se hacía

referencia ante todo y sobre todo a la Revolución de Mayo, de modo que este acontecimiento

y los conflictos que se desarrollaban en Buenos Aires parecía que podían explicarlo casi todo.

Sin embargo, desde los años 70 se ofrecieron dos versiones que superaban estas limitaciones.

Hacia 1972 Halperín Donghi proponía que la revolución había significado “el fin de ese pacto

colonial (y a más largo plazo la instauración de uno nuevo)” y concluía que en cuarenta años

se había pasado “de la hegemonía mercantil a la terrateniente, de la importación de productos

de lujo a la de artículos de consumo perecedero de masas, de una exportación dominada por el

metal precioso a otra marcada por el predominio aún más exclusiva de los productos

pecuarios. Pero esa transformación no podrá darse sin cambios sociales cuyos primeros

aspectos evidentes serán los negativos; el aporte de la revolución aparecerá como una

mutilación, como un empobrecimiento del orden social de la colonia" En otros términos,

tanto se había tratado de una revolución que ella había significado el pasaje de un tipo a otro

de hegemonía y permitido la constitución de una nueva clase dominante que aparecía como un

producto y no como un protagonista de la revolución. De este modo, los cambios en el

mercado mundial y la capacidad de las clases terratenientes para aprovechar sus

oportunidades habían permitido construir la “hegemonía de los hacendados del Litoral” o lo

que, por entonces, calificaba como “hegemonía oligárquica”.8

Otra explicación fue ofrecida por Chiaramonte al despuntar los años 90 a partir de la

experiencia correntina: su perspectiva concentraba la atención en la emergencia de una forma

de estado transicional entre el orden colonial y el estado nacional y postulaba que era un

producto histórico acorde con los rasgos de las estructuras de producción y de circulación

puesto que “el rasgo más decisivo de la estructura social rioplatense” era “la inexistencia de

una clase social dirigente de amplitud nacional” en condiciones “de ser el sujeto histórico de

ese proceso”. Esta perspectiva suponía una clave interpretativa del proceso de la

independencia que ya no podía ser explicado a partir de la supuesta maduración en la colonia

tardía de una clase social que habría estado esperando la oportunidad histórica para

protagonizarlo. Nada más alejado de su interpretación que enfatizaba que la independencia era

el resultado combinado de la crisis imperial, la presión británica y el descontento de las capas

sociales coloniales.9

Las diferencias se notaban con mayor nitidez en torno a una implicancia

que Chiaramonte extraía de esta configuración: los principales sectores sociales no estaban

en situación de “trascender los particularismos regionales o locales” y entre las razones

que explicaban esta perduración del particularismo (que convertían a la “provincia-región”

en una “unidad sociopolítica”, “el primer fruto estable del derrumbe del imperio” y “el

grado máximo

7 Para las primeras posturas ver MARFANY, Roberto, El pronunciamiento de Mayo, Buenos

Aires, Ediciones Teoría, 1958 y ZORROAQUÍN BECÚ, Ricardo, "Los grupos sociales en la revolución

de Mayo", en Historia, N° 6, 1961, pp 40-63. Para las segundas, PUIGROSS, Rodolfo, De la colonia a

la revolución, Buenos Aires, AIAPE, 1940 y PEÑA, Milcíades, Antes de Mayo. Formas sociales del

transplante español al Nuevo Mundo, Buenos Aires, Fichas, 1966. 8

HALPERÍN DONGHI, Tulio, Revolución y guerra. Formación de una élite dirigente en la

Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972 y "La expansión ganadera de la campaña de Buenos

Aires (1810-1852)", en Los fragmentos del poder, Buenos Aires, Jorge Alvarez, 1969, pp.21-73. Un

análisis más detallado en el prólogo y el apéndice de HALPERÍN DONGHI, Tulio: La

formación de la clase terrateniente, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007. 9

CHIARAMONTE, José C., Mercaderes del litoral. Economía y sociedad en la provincia de

Corrientes, primera mitad del siglo XIX, Buenos Aires, FCE, 1991.

Page 109: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

4

de cohesión social que ofreció la ex colonia”) estaba “el dominio del sector comercial sobre la

vida económica colonial”. Es decir, Chiaramonte postulaba su perduración pese a la crisis de

los sectores mercantiles coloniales y la irrupción de los grupos comerciales extranjeros: así,

mientras Halperín afirmaba el pasaje de una hegemonía mercantil a una terrateniente – y aún

la liberación de los productores del predominio de los comercializadores-, Chiaramonte

resaltaba la perduración del predominio del capital mercantil o, a lo sumo, la formación de

unidades mercantiles a través de la asociación de productores y comerciantes.10

Disponemos, entonces, de dos hipótesis interpretativas fuertes acerca de los contenidos (y

sobre todo de las implicancias) económico-sociales del proceso revolucionario. Aunque no

habido una polémica franca al respecto ambas pueden ser tomadas como punto de partida para

intentar resolver nuestro interrogante. Intentemos hacerlo concentrando la atención en un

aspecto decisivo: ¿qué sucedió en el entramado de relaciones sociales agrarias? La elección de

este punto de observación deviene de una constatación obvia: en definitiva, hacia 1869

todavía la inmensa mayoría de la población seguía siendo rural, quizás un 70%.

Conviene que comencemos con Buenos Aires, el espacio social mejor conocido. A contrapelo

de lo que afirmaba una larga tradición ha quedado en claro que a fines de la colonia no

contaba con una clase terrateniente consolidada y, menos aún, con una clase que estuviera en

condiciones de disputar el poder cuando el orden colonial entró en crisis. Se trata de una

constatación decisiva que desarma toda una tradición que supuso que la revolución expresaba

una confrontación entre una clase dominante de “comerciantes” y otra emergente de

“hacendados”.11

Sin embargo, con la revolución se abrió un proceso de formación de un

sector de muy grandes propietarios de tierras y ganados aunque ese mundo rural mantuvo su

diversidad y acrecentó su complejidad. De este modo, entre los rasgos de este proceso

pueden señalarse que se desplegó de un modo tal que mientras se ampliaba la esfera del

trabajo asalariado y se reducía la incidencia de las formas de trabajo forzado al mismo

tiempo se evidenciaba la capacidad de adaptación de diferentes formas de producción

familiar a las nuevas condiciones. En consecuencia, en esta fase de constitución de las bases

expansivas del capitalismo agrario no devino ni en la masiva proletarización de los

productores rurales ni en su transformación en un campesinado supeditado a la gran

propiedad. Por el contrario, la expansión de las grandes propiedades pudo coexistir y

articularse con la reproducción de las diversas formas de producción familiar, en parte por la

perduración de una situación estructural: la disponibilidad de tierras (a las que una parte

de las familias campesinas accedían mediante contratos de arrendamiento y aparcería,

permisos de usufructo, ocupación de hecho pero también de la propiedad) y la relativa

escasez de población. La paralela expansión del área puesta en producción y de la población

rural creaba condiciones para la formación de nuevas unidades de producción familiar más o

menos autónomas y ello condicionaba las características y las dinámicas del mercado de

trabajo.

10

Al respecto puede consultarse la reseña que Halperín efectuara del libro de Chiaramonte en el N° 6

del

Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 1992. 11

Sin embargo, pese al notable enriquecimiento del conocimiento estos modos de pensar siguen

vigentes: AZCUY AMEGHINO, Eduardo, La otra historia. Economía, estado y sociedad en el Río

de la Plata colonial, Buenos Aires, Imago Mundi. 2002 y HARARI, Fabián, La Contra. Los

enemigos de la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Ediciones ryr, 2006.

Page 110: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

5

Al respecto, conviene tener en cuenta que hacia 1815 la población de la campaña bonaerense

rondaba los 42.700 habitantes agrupados en 6.779 unidades empadronadas cuya integración

media era de 6,2 personas. Hacia 1838, cuando la expansión de la ganadería exportadora

estaba en pleno desenvolvimiento y la formación de grandes establecimientos de producción

era por demás evidente, la población empadronada ascendía a 86.685 habitantes que

formaban 13.485 unidades empadronadas y el promedio de integrantes seguía siendo

prácticamente el mismo, 6,3. Ello sugiere que las unidades familiares tenían posibilidades de

reproducción y no ponían de manifiesto las típicas formas de abigarramiento resultantes de

la imposibilidad de acceso a la tierra.12

A su vez, se ha calculado que hacia 1815 la categoría ocupacional con mayor número de

registros era la de labradores (un 24,6% de los individuos con ocupación registrada) mientras

que los esclavos y criados eran el 22% (aunque no llegaban a ser el 10% de la población rural

y conformaban el núcleo básico de la fuerza de trabajo permanente de las unidades más

grandes), y un 21% estaba conformado por jornaleros, peones y conchabados, en su

mayor parte hombres jóvenes y migrantes. Por otra parte había un 12,6% de los individuos

estaban calificados como hacendados, estancieros o criadores de ganado y tan sólo un 2,7%

como comerciantes y pulperos. Cuarenta años después podían advertirse que los esclavos

habían desaparecido del registro oficial y un 56,5% de los individuos con ocupación eran

registrados como peones y jornaleros. Sin duda, el sector del trabajo asalariado se había

acrecentado en forma por demás significativa y por varios motivos: la persistencia de las

migraciones, el aumento de la demanda laboral por la expansión ganadera que además

disminuyó la fuerte estacionalidad que antes tenía y por el crecimiento de los pueblos

rurales que había tornado más denso y complejo el entramado social rural tanto que en

algunos partidos - como San Nicolás- podían aglutinar el 75% de su población. Sin

embargo, los estudios del mercado de trabajo a mediados de siglo demuestran que sólo

una porción reducida de los trabajadores rurales vivían exclusivamente del trabajo

asalariado (y ellos seguían siendo generalmente los jóvenes inmigrantes que aún no habían

podido conformar un hogar campesino- mientras que una porción mucho más ampliaba

entraba y salía del mercado laboral tanto a lo largo del año como de su ciclo de vida. A su

vez, a mediados de siglo los labradores habían reducido su proporción a un 16%.mientras que

los empadronados como estancieros y ganaderos se habían incrementado para conformar el

27,4%. La cuestión aquí que importa destacar es que por supuesto no todos ellos eran

terratenientes sino que en buena medida se trataba de un amplio espectro de productores

familiares dedicados a la cría de ganado vacuno y ovino. Al respecto, conviene recordar que

ya a fines de la década de 1830 un 50% de las unidades familiares de la campaña contaban

con recursos productivos para desarrollar actividades por cuenta propia y que también casi la

mitad de los propietarios de estancias no eran dueños de las tierras que explotaban

pero sí del ganado que criaban.13

12

Obviamente las variaciones regionales eran importantes: así, hacia 1815, mientras en una zona

agrícola de frontera como Lobos las unidades promediaban 4,3 integrantes en una zona ganadera de

antigua colonización como Arrecifes esa promedio era de 7,8. A su vez, si las unidades

encabezadas por hacendados eran en promedio más grandes (8,1 integrantes) y se explicaba por la

mayor presencia de mano de obra dependiente, las que encabezaban estancieros o labradores no eran

muy distintas (6,2 y 6,0 respectivamente) lo que sugiere que en uno y otro caso predominaba el trabajo

doméstico. 13

Los datos provienen de GIHRR, “La sociedad rural bonaerense a principios del siglo XIX. Un análisis

a partir de las categorías ocupacionales”, en FRADKIN, Raúl O. y GARAVAGLIA, Juan C. (eds.),

En busca de un tiempo perdido. La economía de Buenos Aires en el país de la abundancia, 1750-

1865, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2004, pp. 21-63; GARAVAGLIA, Juan Carlos, “Un siglo de

Page 111: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

estancias en la campaña de Buenos Aires: 1751 a 1853", en Hispanic American Historical Review,

Vol. 79, N° 4, 1999, pp.703-734; GARAVAGLIA, Juan C. y GELMAN, Jorge, “Capitalismo

agrario en la frontera. Buenos Aires y la región pampeana en el siglo XIX”, en Historia Agraria, Nº

29, 2003, pp. 105-122 y y en GELMAN, Jorge y SANTILLI, Daniel, De Rivadavia a Rosas.

Desigualdad y crecimiento económico, en Tomo 3 de Historia del capitalismo agrario pampeano,

Buenos Aires, Universidad de Belgrano- Siglo XXI Editores, 2006.

Page 112: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

6

Aunque era evidente el crecimiento del trabajo asalariado también lo era que la pluriactividad

caracterizaba las estrategias de subsistencia de buena parte de la población campesina.

En tales condiciones, el trabajo asalariado no llegaba a ser todavía la relación social

fundamental dado que la reproducción de la fuerza de trabajo seguía dependiendo de las

múltiples formas de producción mercantil doméstica y de su capacidad para preservar

márgenes de autonomía. Estas condiciones definieron un rasgo decisivo de los antagonismos

sociales: mientras que una porción muy reducida de la población rural vivía dentro de los

dominios de las grandes propiedades el eje de los conflictos parece haberse situado en las

presiones y exigencias que el estado imponía a la población campesina. Ello es importante a

la hora de evaluar los atributos de la clase dominante en formación: las evidencias disponibles

muestran que el grupo más concentrado de grandes propietarios rurales tuvo durante la

primera mitad del siglo XIX un patrón de inversiones diversificado y que no habían

abandonado ni el comercio ni otras formas de acumulación basadas en el crédito, la renta

urbana, el abastecimiento del estado y la especulación financiera y cambiaria.14

Se trataba,

por tanto, de una economía rural profundamente mercantilizada en la cual buena parte de las

unidades familiares combinaban la producción de subsistencia con la producción mercantil y

el trabajo asalariado. En tales condiciones, se habría dado una expansión simultánea de

distintas formas de trabajo asalariado y de diferentes formas de pequeña y mediana

producción familiar que se articulaban con las empresas agrarias o se desarrollaron

autónomamente. Por tanto, ni las hipótesis de Halperín ni las de Chiaramonte quedaron

completamente corroboradas y las nuevas investigaciones ofrecen una imagen más

pluralista, menos polarizada y más dinámica de la sociedad rural en una expansión que lejos

estuvo de ser sólo ganadera y que no tuvo a los terratenientes como exclusivos protagonistas.

Por lo tanto, todo el haz de cuestiones vinculadas a la construcción de su hegemonía (las

relaciones con el estado, con los otros sectores sociales, las resistencias al disciplinamiento y a

la afirmación de los nuevos derechos de propiedad, por ejemplo) adquieren nueva relevancia.

Y es aquí dónde el análisis de las transformaciones producidas en las relaciones políticas

no puede ser escindido del estudio de las relaciones sociales. Porque algunos cambios en

su trama resultan decisivos. El más importante, sin duda, fue la erosión del régimen de

esclavitud y la pérdida de importancia de los esclavos como fuerza de trabajo permanente

de los grandes establecimientos agrarios justamente cuando la demanda de fuerza de

trabajo se hizo más intensa. A ello debe sumarse el fracaso en implementar formas

sustitutivas de trabajo coactivo, desde la utilización de indígenas cautivos a la inmigración

europea y el endeudamiento de cómo mecanismo de control y subordinación. También ha

quedado en claro que los propietarios se vieron forzados a ensayar múltiples formas de

negociación con sus peones asalariados, recurrir a incentivos salariales y negociar con

arrendatarios, aparceros, puesteros y pobladores.15

Ahora bien, ¿cuál era el sustento de

14

Entre otros ver, HORA, Roy: “La elite social argentina en el siglo XIX. Algunas reflexiones a partir de la

familia Senillosa”, en Anuario IEHS, Nº 17, 2002, pp. 291-323, “Del comercio a la tierra y más allá: los

negocios de Juan José y Nicolás de Anchorena (1810-1856)”, en Desarrollo Económico. Revista de Ciencias

Sociales, Vol. 44, Nº 176, 2005, pp. 567-600. 15

GELMAN, Jorge: “Un gigante con pies de barro. Rosas y los pobladores de la campaña”, en Noemí

Goldman y Ricardo Salvatore, Ricardo (comps.), Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo

problema, Buenos .Aires, EUDEBA, 1998, pp. 223-240 y “El fracaso de los sistemas coactivos de trabajo rural en

Buenos Aires bajo el rosismo. Algunas explicaciones preliminares”, en Revista de Indias, 1999, pp. 123-141.

Page 113: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

7

esta capacidad de negociación de los sectores subalternos rurales? En parte, provenía de las

posibilidades que tenían para transformarse en productores más o menos autónomos y de las

oportunidades que encontraban en un mercado de trabajo en expansión. En parte también

de la limitada capacidad de los propietarios y del estado para disciplinarlos. Por ello, el

control de la movilidad estaba en el centro de las preocupaciones estatales, habilitó

reiterados intentos de acrecentarlo que parecen haberse acentuado aún más en los años ’60

y convirtió el antagonismo entre exigencias estatales y resistencia campesina en un eje

decisivo de los conflictos sociales.16

Pese a ello, la situación hacía extremadamente difícil la

subordinación de una población con posibilidades de acceso a la tierra y de reproducir formas

de producción autónomas.

Es en este contexto que adquiere relevancia el rol de las nuevas relaciones políticas puesto

que esta capacidad de resistencia fue posible no solo por la vigencia de condiciones

estructurales sino también por el aprovechamiento de las oportunidades políticas dado el lugar

que sus intervenciones adquirieron en las disputas intraelitistas. Pues si algún cambio trajo la

revolución fue la multiplicación de esas oportunidades por la masiva movilización política

de esos sectores. Como es sabido la militarización amplió notablemente los ámbitos en

que se desplegaban las relaciones salariales y acentuó la escasez de fuerza de trabajo pero

también ofreció mecanismos de reconocimiento social y espacios de construcción de nuevos

liderazgos y solidaridades. A su vez, la inclusión de los sectores subalternos rurales en el

sistema político no se restringió a la militarización si no que también incluyó su participación

electoral y en otras formas de movilización política. Si la revolución había hecho emerger

nuevas formas de hacer política no cabe duda de la impronta plebeya que ella adquirió en

Buenos Aires. Justamente, una de las prioridades del nuevo orden forjado a partir de 1852

era reducir esa impronta plebeya y en particular el rol político del mundo rural.

Pero, ¿qué pasaba fuera de Buenos Aires? No cabe duda que los efectos iniciales de la

revolución fueron ante todo destructivos del orden vigente debilitando las jerarquías

preexistentes. Con todo, esos efectos fueron muy diversos en intensidad y amplitud de manera

que el proceso revolucionario profundizó tendencias que ya estaban en curso. Porque algo es

muy claro: las décadas posrevolucionarias acentuaron notablemente las diferencias entre las

provincias del litoral y del interior y, en particular, entre Buenos Aires y el resto.17

El indicador más evidente es la distribución de la población. A fines de la década de 1770

la antigua jurisdicción del Tucumán contenía casi el 53% de la población de las futuras

provincias argentinas (una situación que se mantenía al momento de la

16 FRADKIN, Raúl (comp.), El poder y la vara. Estudios sobre la justicia y la construcción del estado en el

Buenos Aires rural, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007. GARAVAGLIA, Juan C. “De Caseros a la guerra del

Paraguay: el disciplinamiento de la población campesina en el Buenos Aires postrosista (1852-

1865)”, en Illes i Imperis, N° 5, 2001, pp. 53-80 y "Ejército y milicia: los campesinos bonaerenses y el peso de

las exigencias militares, 1810-1860", en Anuario IEHS, N° 18, 2003, pp 153-187. SALVATORE, Ricardo,

"Reclutamiento militar, disciplinamiento y proletarización en la era de Rosas", en Boletín del Instituto de

Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, N° 5, 1992, pp.25-48.

17 GELMAN, Jorge y SANTILLI, Daniel, “Cuando Dios empezó a atender en Buenos Aires. Crecimiento

económico, divergencia regional y desigualdad social: Córdoba y Buenos Aires en la primera mitad del siglo

XIX”, ponencia presentada al Primer Congreso latinoamericano de Historia Económica/ 4ªs

Jornadas Uruguayas de Historia Económica, Montevideo, 5 al 7 de diciembre de 2007.

Page 114: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

8

revolución pese a la persistente migración hacia el litoral) pero hacia 1869 esa

proporción se había reducido al 41%. En cambio, mientras las provincias cuyanas se

mantenían en un estable 10%, el litoral pasó del 37% al 49% (y Buenos Aires del 16% al

29%). Había, entonces, tierras de emigración y tierras de inmigración y su identificación

ofrece las claves para armar el mosaico de las relaciones sociales así como su

coexistencia permite entrever como las condicionó las posibilidades de movilidad espacial,

ocupacional y social de parte de la población campesina. Una movilidad que no podría

explicarse si no por las mayores oportunidades de trabajo, de mejores remuneraciones pero

también de acceso a la tierra y que estaba en la base de la erosión de los sistemas coercitivos

de trabajo.

Ya a fines de la colonia los salarios rurales eran en Buenos Aires y el litoral más altos, más

monetizados y estaban menos asociados a prestaciones sin remuneración o formas de

endeudamiento que en el Tucumán colonial: de esta manera, mientras en Buenos Aires

los salarios podían rondar entre 6 y 8 pesos mensuales (y en la Banda Oriental, todavía algo

más), en Tucumán no superaban los 4, salvo que se pagaran en textiles importados y entre

los peones que trabajaban en el transporte de carretas. Tras la revolución, Buenos Aires

apeló a la emisión de papel moneda que pasó a formar parte de la remuneración salarial

mientras que en el resto de las provincias los salarios rurales seguían siendo más bajos y

menos monetizados y siguieron combinando pagos en especie y en moneda, pero esa

moneda solía ser la de plata boliviana, una situación que sólo habría de resolverse desde la

década de 1880.

Todo indica que la fragmentación del espacio económico trajo aparejado una situación mucho

más crítica en las provincias del norte que en el litoral. Así, en Jujuy la estructura

agraria posrevolucionaria se distinguió por la extrema concentración de la propiedad de la

tierra por una reducida elite de origen tardocolonial y aquí, como en Salta también

dominada por la gran propiedad, el sistema de arriendo se caracterizaba por la combinación

de rentas y obligaciones laborales no remuneradas. De este modo, el orden social colonial

pareciera haber sobrevivido tras la revolución.18

¿Qué efectos tuvo la revolución? Pareciera

haber empujado la transformación de los propietarios agrarios en rentistas y dar inicio a

un proceso que combinó la erosión de la esclavitud, la abolición del tributo indígena y

la disgregación de los pueblos de indios contribuyendo a acentuar la configuración de

un heterogéneo campesinado mestizo sin las imposiciones pero también sin las

“protecciones” del orden colonial.

La abolición del tributo no era una decisión de escasa importancia. En lo inmediato, suponía

una amenaza a los ingresos fiscales tras una fase en que las autoridades coloniales lograron

aumentar su recaudación convirtiendo en tributarios a pobladores de los pueblos de indios sin

tierras asignadas y a miembros de las castas: así, en la Puna se había duplicado el número de

tributarios y allí como en la quebrada de Humahuaca y en el valle de Salta la totalidad de los

indios empadronados fueron convertidos en tributarios. Obviamente, el significado de la

disgregación de los pueblos de indios

18 MADRAZO, Guillermo, Hacienda y encomienda en los Andes. La Puna argentina bajo el marquesado

de Tojo. Siglos XVII a XIX, Buenos Aires, Fondo Editorial, 1982. MATA de López, Sara, Tierra y Poder

en Salta. El Noroeste Argentino en vísperas de la Independencia, Sevilla, Diputación de Sevilla,

2000. SANTAMARÍA, Daniel, Memorias del Jujuy colonial y del Marquesado de Tojo. Desarrollo

integrado de una secuencia territorial multiétnica, siglos XVI-XVIII, La Rábida, Universidad

Internacional de Andalucía, 2001. PAZ, Gustavo “Resistencia y rebelión campesina en la puna de

Jujuy, 1850-1875”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. E. Ravignani, Nº 4,

pp. 1991, 43-68 y “Las bases agrarias de la dominación de la élite: tenencia de tierras y sociedad en

Jujuy (Argentina) a mediados del siglo XIX”, en Anuario IEHS, Nº 19, 2004, pp. 419-442. TERUEL,

Ana (comp.), Población y trabajo en el Noroeste argentino. Siglos XVIII y XIX, Jujuy, UNIHR, 1995.

Page 115: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

9

dependió de la importancia que tuvieran en cada zona: si en Córdoba o Catamarca estaban casi

disgregados a fines del XVIII y en La Rioja, Tucumán o Salta su consistencia interna era muy

débil, en Jujuy mantenían su vigencia y en Santiago del Estero es probable que hayan tenido

un fortalecimiento tardío cortado abruptamente por el proceso de independencia y que impuso

el remate de sus tierras. El remate no fue el único recurso de expropiación: en la frontera

chaqueña de Salta durante la década de 1820 buena parte de las tierras de las reducciones

fueron directamente traspasadas a comerciantes y hacendados en pago de la deuda pública.19

En estas condiciones la transformación de las relaciones sociales no tuvo un decurso lineal.

Por lo pronto, mientras la suspensión y abolición del tributo fue una parte esencial de

las estrategias que implementaron las autoridades revolucionarias, limeñas y metropolitanas

su “definitiva” derogación - en Jujuy, al menos- tendrá que esperar hasta 1851 y, aún así,

fue sustituido por una “contribución indigenal” sólo dos años más tarde... replicando

procesos análogos del área andina. Así, los indios encomendados de la Puna se vieron

transformados en arrenderos de las mismas tierras sobre las cuales habían perdido sus

derechos comunales y las autoridades procedieron a conmutar el pago de los arriendos

por la prestación del servicio de milicias transparentando el carácter de renta en trabajo

que suponían estas obligaciones “públicas”. Más aún: en la década de 1840 se reiteraban las

disposiciones que prohibían el “servicio personal” y todavía en 1893 el Código Rural de

Jujuy disponía que los peones estaban obligados a saldar los adelantos salariales con sus

servicios laborales. En las tierras bajas orientales, donde las haciendas habían recurrido con

mayor intensidad al trabajo esclavo y a la fuerza de trabajo de las reducciones chaqueñas, tras

la revolución apelaron en forma mucho más intensa a la explotación de los indios

chaqueños, una situación que habría de multiplicarse con la expansión de los ingenios

durante el último cuarto del siglo XIX. En otros términos, si la revolución permitió la erosión

de las formas de extracción de excedente campesino de carácter coactivo lo hizo de manera

muy desigual y con un decurso para nada lineal.

Entonces, ¿cuál era el saldo de aquella fase de la intensa movilización social que

provocó la revolución? Por lo pronto conviene recordar que canalizó conflictos preexistentes

asignándoles un nuevo sentido y dándoles un encuadre político. Por lo tanto, el principal

desafío que afrontaron las elites locales fue lograr la desmovilización campesina que

implicaba para los campesinos que perdieran el fuero militar que los sustraía de la justicia

ordinaria (y por tanto del poder de las elites urbanas) y que había contribuido decididamente

a configurar las bases sociales de los liderazgos competitivos. Es que esa

movilización había puesto en cuestión la relación social fundamental de la estructura agraria

regional, el sistema de arriendos, y al hacerlo había puesto en cuestión las relaciones de poder

rural previas puesto que la principal compensación material de los campesinos movilizados

fue la suspensión del pago de los arriendos. Sólo con la desmovilización era posible

reimplantar esas obligaciones y las normas de conchabo obligatorio. En consecuencia, puede

conjeturarse que si la configuración del bloque social que lideró Güemes había permitido

contener y canalizar las implicancias de esa masiva movilización, su descomposición

terminó por constituir

19 DOUCET, Gastón, “La abolición del tributo indígena en las Provincias del Río de la

Plata: indagaciones en torno a un tema mal conocido”, en Revista de Historia del Derecho, Nº 21,

1993, pp.

133-207. FARBERMAN, Judith y GIL MONTERO, Raquel (comps.), Los pueblos de indios del

Tucumán colonial: pervivencia y desestructuración, Unju/UNQui, Buenos Aires, 2002 y

FARBERMAN, Judith, Santiago del Estero y sus pueblos de indios. De las ordenanzas de Alfaro

(1612) a las guerras de independencia, mimeo, 2007. PALOMEQUE, Silvia, "El mundo indígena.

Siglos XVI-XVIII", en Nueva Historia Argentina, Tomo 2, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, pp. 87-

144.

Page 116: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

10

una derrota histórica de los campesinos que habilitó la restauración de relaciones

sociales y de poder en condiciones quizás más duras que a fines de la colonia.20

Sin embargo, no parece haber sido esta una situación generalizada. En Tucumán la

movilización bélica no parece haber habilitado la emergencia de liderazgos tan autónomos ni

fue tan disruptiva de las relaciones sociales preexistentes. Aquí, la estructura de las relaciones

sociales era bien distinta y lo seguiría siendo: la densa población rural conformaba un

campesinado mestizo que se desenvolvía en un contexto en el cual la propiedad de la tierra

estaba notoriamente fragmentada, la utilización de esclavos en la producción rural era

muy limitada (no había llegado al 5% de la población rural) y también parece haberlo

sido el trabajo asalariado permanente. Por lo tanto, el arrendamiento y la agregación estaban

bastante generalizadas pero no parecen haber tenido el rigor que adquirían más al norte y

permitieron la reproducción de la economía campesina. Aún así, creció el número de

jornaleros sin tierras pero ellos en buena parte eran migrantes de otras provincias, lo que

sugiere una mayor prosperidad relativa de la provincia. También existía un amplio espectro de

pequeños productores autónomos – especialmente dedicados a la labranza pero también

a la crianza de ganados- que resistieron los intentos de subordinarlos o forzarlos al trabajo

asalariado. Más aún, fue entre ellos que parece haberse formado a mediados de siglo XIX el

segmento de cañeros independientes que distinguió la expansión azucarera tucumana de la

saltojujeña. Por eso mismo, en Tucumán fueron mucho menos eficaces los mecanismos

de peonaje.21

Como vemos, ni las situaciones ni los procesos eran idénticos: Tucumán

era una sociedad menos jerárquica y probablemente con conflictos socio-étnicos menos

intensos y la primacía de las familias principales no parece haber devenido tanto del control

territorial como del monopolio del comercio, el crédito y el poder público. Parte de esos

núcleos elitistas encontraron modos de adaptación al nuevo contexto mientras que la economía

campesina las tuvo para su reproducción.

En el centro del territorio las situaciones tampoco fueron homogéneas. En Santiago del Estero,

pese a la persistencia de formas no mercantiles de apropiación y usufructo de los recursos,

también parece haber habido una tendencia hacia una mayor concentración de la propiedad

pero este proceso debe haber sido muy lento pues en la década de 1820 una porción

considerable de las tierras seguía perteneciendo a las comunidades indígenas o al

20 MATA, Sara: “La guerra de independencia en Salta y la emergencia de nuevas relaciones de poder”,

en Andes, Nº 13, Salta, 2002, pp. 113-144; “Conflicto social, militarización y poder en Salta durante el

Gobierno de Martín Miguel de Güemes”, en Fabián HERRERO (comp.), Revolución. Política e ideas en

el Río de la Plata durante la década de 1810, Buenos Aires, Ediciones Cooperativas, 2004, pp. 125-

148. También “Insurrección e independencia. La provincia de Salta y los Andes del sur” y

PAZ, Gustavo, “Reordenando la campaña: la restauración del orden en Salta y Jujuy, 1822-1825”, en

FRADKIN, Raúl (comp.), ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una historia popular

de la revolución de independencia en el Río de la Plata, Buenos Aires, Prometeo Libros, en prensa. 21

CAMPI, Daniel (comp.), Estudios sobre la historia de la industria azucarera argentina, Tucumán,

UNT-UNJu, Vol. 1, 1991 y Vol.2, 1992. BRAVO, María Celia, “El campesinado tucumano:

de labradores a cañeros” y CAMPI, Daniel, “Notas sobre la gestación del mercado de trabajo en

Tucumán (1800-1870”, en GELMAN, Jorge, GARAVAGLIA, Juan Carlos y ZEBERIO,

Blanca (comps.), Expansión capitalista y transformaciones regionales. Relaciones sociales y

empresas agrarias en la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires, La Colmena-UNICEN, 1999, pp.

201-246. y pp. 177-200. LÓPEZ de ALBORNOZ, Cristina, Los dueños de la tierra. Economía,

sociedad y poder en Tucumán (1770- 1820), UNT, Tucumán, 2003. PAROLO, María Paula,

“Estructura socio-ocupacional en Tucumán. Una aproximación a partir de censo de 1812”, en

Población y sociedad. Revista Regional de Estudios Sociales, Nº 3, 1995, pp. 35-62 y “Criadores,

labradores, capataces y peones en la campaña tucumana de la primera mitad del siglo XIX”, en

Anuario IEHS, Nº 15, 2000, pp. 353-287. TIO VALLEJO, Gabriela, Antiguo Régimen y Liberalismo.

Tucumán, 1770-1830, UNT, Tucumán, 2001.

Page 117: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

11

Estado y su apropiación sólo se aceleró después de 1870. De este modo, persistieron formas

de tenencia de la tierra como la propiedad mancomunada mediante la cual familias

emparentadas mantenían el usufructo de sus tierras e impedían su fragmentación. Sin embargo,

es posible que se haya producido un empeoramiento de las condiciones de vida campesina

dado que su reproducción dependía de una agricultura frágil y de la recolección. En tales

condiciones, persistió la migración estacional a corta y larga distancia que en definitiva

era una de las estrategias de supervivencia. Aquí, por lo tanto, fue limitada la ampliación del

trabajo asalariado que, cuando existía, era remunerado en especies y por montos notoriamente

más bajo que en otras zonas.22

En Córdoba, la situación posrevolucionaria fue bien

complicada y también fue una tierra de emigrantes; aún así, era indudable el predominio de

los pequeños productores entre su población rural. Con todo había cambios y no poco

significativos: por un lado, la disminución del número esclavos y de la población

clasificada como india acentuando la configuración de un campesinado mestizo sin

distinciones institucionales. Todo indica un empeoramiento de sus condiciones de vida y sus

signos más elocuentes fueron la crisis de la producción textil doméstica como la emigración

hacia el sur. Con todo, estos cambios no opacan una continuidad: la perduración del

predominio de una elite urbana que controlaba el comercio, el crédito, las mejores tierras y los

poderes públicos.23

¿Qué estaba sucediendo en Cuyo? Aquí, la transición no estuvo exenta de

dificultades y desigualdades. Algo más sencilla parece haber sido en Mendoza que

aprovechaba las posibilidades del mercado chileno y mucho más dificultosa resultó para San

Juan y San Luis hallar un nuevo lugar en la nueva constelación económica. Aún así, Mendoza

que ostentaba una estructura de producción y tenencia de la tierra muy fragmentada a fines

de la colonia, parece haber vivido una perduración de esta estructura aunque ahora sostenida

en una orientación más acentuada hacia la ganadería. Otros dos cambios son también

evidentes: por un lado, la notable reducción de la población esclava prácticamente “liberada”

en su totalidad para incorporarse al Ejército de los Andes. Por el otro, una franca tendencia

hacia la multiplicación de formas de tenencia precaria que oscilaban entre el arrendamiento

y el inquilinato. De este modo, la producción doméstica seguía siendo un rasgo

dominante de la vida rural mendocina a fines de siglo y aquí también las disposiciones legales

buscaron controlar la movilidad de la fuerza de trabajo y aunque anuladas en la década de

1860 reaparecieron bajo diversas formas.24

22 Quizás la evidencia más sugestiva del estancamiento santiagueño sea indicar que si en 1778

la población “urbana” era el 11%, hacia 1869 sólo era el 6%: FARBERMAN, Judith, “El peso de la

continuidad: tierra, trabajo familiar y migraciones en Santiago del Estero. Un Estado de la cuestión”,

Población y Sociedad, Nº 5, 1998, pp. 165-208. PALOMEQUE, Silvia, “Los esteros de Santiago.

Acceso a los recursos y participación mercantil. Santiago del Estero en la primera mitad del siglo

XIX”, en Data. Revista de Estudios Andinos y Amazónicos, Nº 2, 1992, pp. 9-61. 23

ASSADOURIAN, Carlos S., "El sector exportador de una economía regional del interior

argentino. Córdoba. 1800-1860. (Esquema cuantitativo y formas de producción)", en El sistema de la

economía colonial. El mercado interior. Regiones y espacio económico, Nueva Imagen, México, 1983,

pp. 307-367. ROMANO, Silvia, Economía, Sociedad y Poder en Córdoba. Primera mitad del siglo XIX,

Ferreyra Editor, Córdoba, 2002. TELL, Sonia, Persistencias y transformaciones de una sociedad

rural. Córdoba entre fines de la colonia y principios de la república, Tesis de Doctorado, IEHS-

UNCPBA, Tandil, 2 tomos, 2005. 24

PRIETO, María del Rosario y CHORÉN, Susana, “El trabajo familiar en el contexto rural de

Mendoza a fines del siglo XIX”, en Xama, N° 4-5, 1991, pp. 121-140. BRAGONI, BEATRIZ y

JORBA, Rodolfo, “Acerca de la complejidad de la producción mercantil en Mendoza en el siglo XIX

¿Sólo comerciantes y hacendados?” en GELMAN, Jorge, GARAVAGLIA, Juan Carlos y

ZEBERIO, Blanca (comps.), Expansión capitalista… pp. 145-176. BRAGONI, Beatriz,

“Condiciones y estímulos en la recuperación de una economía regional. Prácticas mercantiles e

instituciones empresarias en Mendoza, 1820-1880 en Alejandra IRIGOIN y Roberto SCHMITH (eds.),

La desintegración de la economía colonial: comercio y moneda en el interior del espacio económico

rioplatense 1800-1860, Biblos, Buenos Aires, 2003.

Page 118: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

12

¿Qué sucedió en el litoral no bonaerense? Como indicó Chiaramonte la continuidad fue el

rasgo distintivo de Corrientes y allí residió su relativa prosperidad hasta la década de

1830. Así, la elite correntina parece haber superado mejor las amenazas al orden social que

supuso la expansión del artiguismo y la movilización de los pueblos indígenas durante la

década de 1810 que la posterior afirmación de la hegemonía porteña. Sin embargo la

economía correntina también tuvo que adaptarse y se orientó más hacia la producción

ganadera en las tierras del sur y con ello impulsó la formación de grandes propiedades

aunque persistieron las formas domésticas de producción agraria y artesanal y parece

haberse dado una reducida ampliación del trabajo asalariado, por lo menos, mucho menor que

más al sur. Menos conocida es la situación santafesina posrevolucionaria aunque es claro que

las guerras contribuyeron a la destrucción de sus recursos ganaderos y acentuaron la

alicaída situación de su elite después de haber perdido toda capacidad de controlar Paraná

y los territorios entrerrianos. A ello se sumó otro condicionante: la contracción del

espacio productivo dada la creciente conflictividad en las fronteras chaqueña y

pampeana. 25

Fue en Entre Ríos donde los cambios fueron más acentuados: tras superar la conmoción

política y social de la década revolucionaria los linajes coloniales entrerrianos lograron

reconstruir y acrecentar su poder y conformar una nueva hegemonía territorial asentada en las

regiones orientales. Allí, se formaron grandes estancias mientras que se operaba una

colonización campesina en la frontera con Corrientes. Como en otras zonas, la recuperación

de la producción ganadera afrontó el desafío de la disminución del número de esclavos y la

necesidad de acrecentar el de asalariados. Sin embargo, el mayor de los problemas (pero

también la estructura misma del nuevo orden) seguía siendo la intensa militarización de las

relaciones sociales que terminó de permitir la formación del estado provincial mediante un

sistema de intercambio de servicios milicianos a cambio del reconocimiento de derechos

como recompensa. De este modo, a fines de la década de

1840 la consolidación de la gran propiedad y la formación de los primeros saladeros

conformaban una reducida elite mercantil, ganadera y saladeril que habría de impulsar un

endurecimiento de las relaciones laborales.26

El contraste de las trayectorias de Corrientes y

Entre Ríos, entonces, fue notable pero en ninguna de las provincias litorales pareciera

haberse operado un proceso de reemplazo de los grupos sociales dominantes sino más bien

una renovación adaptativa de los sobrevivientes.

Sin embargo, este espacio había sido el escenario de una intensa movilización militar y

política bajo la influencia del artiguismo. La cuestión es importante porque en su dinámica

llegó a transformarse en la versión más radical de la revolución rioplatense. Pero, ¿había sido

una “revolución democrático-radical frustrada” de perfil agrarista, tal

25

Así lo demuestra la dependencia de Buenos Aires para afrontar su déficit fiscal: CHIARAMONTE, José C., “Finanzas públicas en las provincias del Litoral, 1821-1841”, en Anuario del

IEHS, N° 1, 1986, pp.

159-198 y "Finanzas públicas y política interprovincial: Santa Fe y su dependencia de Buenos Aires en

tiempos de Estanislao López", en Boletín Ravignani, N° 8, 1993, pp 77-116. 26

DJENDEREDJIAN, Julio C. Economía y sociedad en la Arcadia criolla. Formación y desarrollo

de una sociedad de frontera en Entre Ríos, 1750-1820, Tesis de Doctorado, Facultad de Filosofía y

Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2003. SCHMIT, Roberto, Ruina y resurrección en

tiempos de guerra. Sociedad, economía y poder en el oriente entrerriano postrrevolucionario,

1810-1852, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2004.

Page 119: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

13

como lo había postulado una vigorosa historiografía de izquierda desde los años 60?.27

Algo es claro: el artiguismo parecía corroborar por completo la tesis de la revolución fallida o

inconclusa y su derrota podía ser atribuida a la conjunción de la oligarquía local y

enemigos externos. En esta tesis había un episodio central: el famoso y controvertido

reglamento de tierras de 1815 a partir del cual se formularon las más consistentes

argumentaciones a favor de la “revolución agraria”28

. Pero, ¿hasta qué punto fue así? Lo

cierto es que observada más de cerca la experiencia artiguista revela una notable

heterogeneidad social y étnica y lo conflictivo de su dinámica histórica. En primer término,

porque la investigación más reciente ha mostrado que la estructura social agraria

tardocolonial era mucho más diversa que una simple polarización entre un puñado de grandes

latifundistas y grandes masas sin tierras, polarización en torno a la cual se había construido la

imagen de la revolución agrarista. Una cuestión de no menor importancia es que no lo era

justamente la región sudoriental, la base territorial inicial de la insurgencia artiguista. De este

modo, podían comenzar a identificarse una multiplicidad de actores que lejos estaban de

restringirse sólo a los “gauchos alzados”.29

En segundo lugar, se hicieron más claras las

tensiones internas que contenía el frente artiguista y permiten entender mejor la pérdida de

apoyo entre los sectores propietarios y el notable dinamismo que terminó adquiriendo el

protagonismo plebeyo. Porque de algo no pareciera haber duda: en su dinámica de

movilización y confrontación el artiguismo fue canalizando adhesiones, reclamos y

aspiraciones desde “abajo” que le dieron ese tiente “anárquico” tan distintivo y que tanto

alarmó a las elites rioplatenses y terminó por aislar socialmente al liderazgo de Artigas al

tiempo que le suministraba su principal base social. En estas condiciones, su estrategia puede

ser vista como un intento de canalizar esos reclamos y los liderazgos locales que los

expresaron y permitir la reconstrucción de un orden social y productivo.30

Algo más que no puede ser soslayado: la consigna artiguista de la “soberanía particular de los

pueblos” lejos estaba de ser mera retórica y tenía destinatarios precisos que emergían de la

historia reciente del espacio donde extendió su influencia y que no eran sólo las “provincias”.

Entre 1778 y 1801 al menos unos 23 pueblos se habían formado en el vasto espacio que hoy

conforman las provincias de Corrientes y Entre Ríos, el Uruguay y Río Grande do Sul como

resultado de una política oficial de poblamiento. Esa política contribuyó a construir esta

red de poblados y acentuó la atracción de migrantes. Sin embargo, dicha política se

interrumpió al despuntar el siglo XIX y, en

27 La calificación procede de SALA, Lucía, “Democracia durante las guerras por la independencia en

Hispanoamérica”, en FREGA, Ana e ISLAS, Ariadna (coords.), Nuevas miradas en torno al

Artiguismo, Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2001, p. 107. 28

SALA de TOURON, Lucía, de la TORRE, Nelson y RODRÍGUEZ, Jorge, Artigas y su revolución

agraria, 1811-1820, México, Siglo XXI, 1978 y BARRÁN, José Pedro y NAHUM, Benjamín,

Bases económicas de la revolución artiguista, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1989.

AZCUY AMEGHINO, Eduardo, “Artigas y la revolución rioplatense: indagaciones, argumentos y

polémicas al calor de los fuegos del siglo XXI”, en ANSALDI, Waldo (coord.), Calidoscopio

latinoamericano. Imágenes históricas para un debate vigente, Buenos Aires, Ariel, 2004, pp. 51-90.

Una visión radicalmente diferente en VÁQUEZ FRANCO, Guillermo, Tierra y Derecho en la

Rebelión Oriental (a propósito del Reglamento del Alo XV), Montevideo, Proyección, 1988. 29

GELMAN, Jorge, Campesinos y estancieros. Una región del Río de la Plata a fines de la época

colonial, Buenos Aires, Editorial Los Libros del Riel, 1998. 30

FREGA, Ana, “Caudillos y montoneras en la revolución radical artiguista", en Andes. Antropología

e Historia, Nº 13, 2002, pp. 75-112.; “Guerras de independencia y conflictos sociales en la formación

del Estado Oriental del Uruguay, 1810-1830”, en Dimensión Antropológica, Año 12, Vol. 35, 2004,

pp. 25-58, Pueblos y soberanía en la revolución artiguista, Montevideo, Ed. Banda Oriental,

2007 y “Los ‘infelices’ y el carácter popular de la revolución artiguista”, en FRADKIN, Raúl (comp.)

¿Y el pueblo dónde está?....

Page 120: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

14

particular, se diluyó el apoyo oficial para que ese poblamiento pudiera permitir el

acceso a la tierra de los campesinos. Con todo, dejaba como saldo un proceso de colonización

que convirtió estas tierras en el epicentro del crecimiento ganadero tardocolonial, una

dinámica y móvil población campesina que aspiraba a desarrollar su vida en condiciones

autónomas y la configuración de un entramado de pueblos con grupos de poder local con

aspiraciones de autonomía. En esa autonomía residía una clave fundamental: quiénes

habrían de decidir el destino de las tierras y quiénes serían los beneficiarios de esas

decisiones en un contexto en el cual primero los grandes propietarios ausentistas y luego

buena parte de los residentes habían quedado incluidos en la condición de “malos europeos y

peores americanos”.

En estas condiciones la derrota del artiguismo adquiere también y quizás más netamente el

sentido de una derrota histórica de los sectores populares rurales pues el Uruguay iniciará una

fase de reconstitución del orden signada por los intentos de endurecer las relaciones sociales

en lo que ha sido descrito como una “contrarrevolución agraria”. Sin embargo, esos propósitos

debieron desplegarse durante una larga secuela de guerras que socavó las bases de

sustentación material de los grupos dominantes y acrecentó la influencia de los núcleos

extranjeros. En tales condiciones, las facciones elitistas tuvieron serias dificultades para

cumplir con sus objetivos y estuvieron obligadas a seguir negociando de algún modo el

apoyo de los sectores subalternos.31

¿Cuál es, entonces, el saldo de este recorrido? Variado y contradictorio por cierto. Pero aún

así, no parece haber dudas que la revolución trajo consigo transformaciones en las relaciones

sociales agrarias, acentuó procesos que estaban en curso y terminó por profundizar

desigualdades regionales. Imposible, entonces, circunscribirla sólo a cambios en la esfera

política pero también menospreciar la incidencia de las transformaciones políticas.

En este contexto, la experiencia porteña muchas veces tomada como pauta de

evaluación general resulta bastante excepcional en la medida que vivió uno de los procesos de

más exitosa adaptación al nuevo orden. Sin embargo, sus singularidades no emergen sólo de

sus resultados sino también de su desenvolvimiento y en este sentido, los contrastes con la

experiencia oriental resultan notables. En primer término porque no puede obviarse que la

sociedad montevideana ofreció el más firme sostén a los sectores fieles a la regencia que

no pudieron lograr en otras jurisdicciones y que contrasta radicalmente con lo sucedido

en Buenos Aires pese a algunos rasgos comunes entre ambas ciudades portuarias como la alta

proporción de población esclava y liberta como los importantes contingentes de población de

origen europeo. Ambas ciudades, a su vez, vivieron una intensa movilización política desde

1806/7 pero el alineamiento político de las poblaciones fue opuesto en la crisis imperial por lo

que parece evidenciarse que en la intensa movilización de los sectores subalternos

pareciera haber primado el alineamiento con las facciones elitistas que predominaban en

cada una. Hay algo más: parece fuera de duda que la tensión social prerrevolucionaria era

mucho mayor en la campaña oriental que en la porteña y allí eran más conflictivos los

vínculos entre la sociedad rural y la ciudad que ni siquiera era la cabecera política de toda

esa campaña. En estas condiciones, la revolución implicó un quiebre de las jerarquías, las

obediencias

31 La cuestión del apoyo rural debe haber sido cada vez más decisivo pues el peso de la población de

Montevideo en el total tendió a disminuir drásticamente: aunque las cifras son inseguras sugieren que

puede haber pasado del 50% al 20% entre fines del XVIII y la década de 1830. MILLOT, Julio y

BERTINO, Magdalena, Historia económica del Uruguay, Tomo I, Montevideo, Fundación de Cultura

Universitaria, 1991.Cf. también SALA DE TOURON, Lucía y ALONSO ELIY, Rosa, El Uruguay

comercial, pastoril y caudillesco, Montevideo, 2 tomos, Ediciones de la Banda Oriental, 1991.

Page 121: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

15

y las lealtades y la posibilidad que emergieran otras que hicieron factible la insurgencia

artiguista y la larga disputa histórica que tardaría décadas en saldarse. Nada de ello parece

haberse dado del otro lado del Río de la Plata. 32

Tampoco la experiencia oriental es análoga a la entrerriana con la que estuvo tan

imbricada: aquí también la disidencia concitó la adhesión inicial de sectores hacendados pero

éstos no parecen haber perdido nunca el control y el ascendiente sobre los sectores

subalternos como en la Banda oriental. De este modo, el artiguismo entrerriano – como el

santafesino- fue mucho menos radical y plebeyo y permitió a sus núcleos dirigentes comenzar

una experiencia completamente inédita: la configuración de una entidad soberana que no

emergía del poder autonomizado de una ciudad y que se asentó en un sistema de relaciones

que contenían una fuerte dosis de negociación local y compensación a los sectores subalternos

estructurado en torno a las milicias.

Llegados a este punto conviene volver al plano historiográfico. Los procesos de

independencia fueron parte de “la era de las revoluciones” aunque esta constatación sea

completamente insuficiente para dar cuenta de su naturaleza histórica. Por lo tanto,

entenderlos sólo como variantes de las “revoluciones burguesas”, “liberales” o “democráticas”

no ayuda a desentrañarla.33

Sin embargo, no puede ser obviado que fueron los mayores

procesos de descolonización hasta la segunda posguerra del siglo XX y como tales

inseparables de aquella era revolucionaria.34

Por ello, no extraña que las perspectivas interpretativas suelan replicar parte de los tópicos de

los análisis históricos de los procesos europeos – y en particular de la Revolución

Francesa - y no pocas de sus controversias. De este modo, si el carácter burgués de la

revolución de 1789 ha sido puesto en cuestión – y sobre todo la posibilidad de

explicarla como el resultado de una aguda lucha de clases entre la burguesía naciente y

la aristocracia dominante- los desarrollos más recientes sobre las sociedades latinoamericanas

tardocoloniales han dejado en claro que los movimientos de independencia difícilmente

hayan sido el resultado de la maduración de fuerzas sociales y políticas internas y resulta

bastante evidente que los grupos dominantes tardocoloniales eran, por cierto, bastante

poco “burgueses” y que su ascenso social tras la independencia no significó el

desplazamiento de ninguna aristocracia preexistente.

Si “revolución burguesa” se presenta como una noción equívoca tampoco la cuestión parece

resolverse apelando a la idea de una “revolución liberal”, una categorización frecuente en la

historiografía española que también se evidenció como problemática.35

Hoy en día, tanto en España como en América más que un liberalismo conviene pensar

32 MAYO, Carlos, “Estructura agraria, revolución de independencia y caudillismo en el Río de la

Plata, 1750-1820 (algunas reflexiones preeliminares)”, en Anuario I.E.H.S., N° 12, 1997, pp. 69-78. 33

Por ejemplo, KOSSOK, Manfred y otros, Las revoluciones burguesas, Barcelona, Crítica,

1983. RODRÍGUEZ O., Jaime, La independencia de la América española, México, El Colegio de

México/Fideicomiso Historia de las Américas/ FCE, 1996. 34

BOUSQUET, Nicole, “La descolonización de la América española: un enfoque de los sistemas

mundiales”, en Secuencia Revista de Historia y Ciencias Sociales, N° 22, 1992, pp. 185-220.

DELGADO RIBAS, Joseph. M., “La desintegración del Imperio español. Un caso de descolonización

frustrada (1797 - 1837)”, en Illes i Imperis. N° 8, 2006, pp. 5-44. Sin embargo, recientemente han

vuelto al ruedo algunos argumentos semejantes a los que ensayara Ricardo Levene hace décadas y que

estaban orientados (en un esfuerzo a la vez historiográfico, político y diplomático) a proclamar que

“las Indias no eran colonias”: véase la discusión a propósito de un artículo de A. LEMPÉRIÈRE

acerca de “la cuestión colonial “, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, N° 4, 2004: disponible sur:

http://nuevomundo.revues.org 35

Un balance en PIQUERAS, José A., “La revolución burguesa española. De la burguesía sin

revolución a la revolución sin burguesía”, en Historia Social, N° 24, 1996, pp. 95-132.

Page 122: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

16

en diversos liberalismos que no siempre estuvieron asociados a proyectos

revolucionarios ni exclusivamente a grupos burgueses. Pero, además, porque el término liberal

resulta insuficiente para dar cuenta del variado conjunto de orientaciones ideológicas que

alimentaron los movimientos de independencia dado que las opciones ideológicas disponibles

hacia 1810 eran mucho más diversas36

y porque se desarrollaron muy diferentes versiones de

liberalismo tanto “notabiliar” como “social”, “popular” y hasta “comunitario”.37

En todo

caso, resulta claro que las culturas políticas tenían un trasfondo religioso que habría de

emerger en los recursos discursivos y simbólicos de los bandos en pugna pese a que el

período reformista había de alguna manera erosionado la cohesión ideológica de las elites

coloniales, una ruptura en la cual la expulsión de los jesuitas puede haber generado un vacío

que no llegó a llenarse.

Pensar los procesos de independencia como procesos de descolonización supone

explorar las diversas alternativas que estaban en juego al desatarse la crisis imperial y también

las distintas formas en que podían expresarse sus contenidos anticoloniales. Por lo tanto, no

pueden reducirse sólo a las pretensiones de “independencia nacional” y es preciso dar cuenta

de las diferentes formas de autonomismo intentadas por las dirigencias criollas. Pero,

también, de una serie de movimientos anticoloniales que difícilmente pueden ser inscriptos

dentro de la misma categoría que los movimientos criollos y menos aún como

manifestaciones de una “revolución burguesa” o “liberal”. Esos movimientos anticoloniales

no sólo fueron previos a los procesos de independencia sino también simultáneos y

contradictorios con ellos.

Es que la experiencia histórica latinoamericana de la “era de la revolución” fue mucho más

vasta y durante esa era se desarrollaron otros movimientos de neto contenido anticolonial y

revolucionario aunque no suelan figurar en las comparaciones históricas de las revoluciones.

Me refiero, ante todo, a las insurrecciones que sacudieron a los Andes a comienzos de la

década de 1780 o a la que sepultó el orden colonial y el régimen de esclavitud en Haití

desde 1791: formaron parte de la misma era revolucionaria aunque sea dificultoso asimilarlos

tanto a las revoluciones burguesas y liberales como a los movimientos de independencia

criolla y se expliquen por una historia específica que evite reducirlos a la mera condición de

antecedente precursor de un destino prefigurado.38

Lo cierto es que estos movimientos

formaron parte de la experiencia histórica con que los diversos grupos sociales afrontaron la

crisis imperial e incidieron en sus estrategias aunque para la década de 1810 habían sido

derrotados o agotado sus posibilidades históricas. De esta forma, en las dirigencias criollas

parece haber imperado no tanto el temor a emprender una “revolución” como que ella

pudiera derivar en una “guerra social” como ha podido constatarse desde el Río de la Plata

hasta la Nueva España. Si un fantasma recorría la América española era el de esa “guerra

social” que con la crisis imperial adquiría nuevos y temibles rostros.

Desde esta perspectiva debe considerarse que existieron otras posibilidades. Una ha sido

indagada por Van Young en su monumental reconstrucción de la insurgencia novohispana a

través de la cual puso en discusión el imaginario de un proceso “nacional” y que “otra

rebelión” se puso en marcha por medio de un conjunto de “revoluciones” locales que los

pueblos llevaron adelante en defensa de su autonomía sin

36 CHIARAMONTE, José C., “Fundamentos iusnaturalistas de los movimientos de independencia”, en

Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Nº 22, 2000, pp. 33-72. 37

GUARDINO, Peter, Campesinos y política en la formación del Estado Nacional en México.

Guerrero, 1800-1857, Chilpancingo, Gobierno del Estado Libre y Soberano de Guerrero, 2001. 38

THOMSON, Sinclair, Cuando sólo reinasen los indios. La política aymara en la era de la

insurgencia, La Paz, Muela del Diablo/Aruwiyiri. Editorial del THOA, 2007, especialmente pp. 6-14.

Page 123: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

17

compartir ni los presupuestos de la dirigencia criolla y sin seguir sus liderazgos.39

Pero,

¿cuántas “otras rebeliones” hubo en esos años? Lo cierto es que pueden registrarse toda una

gama de motines, revueltas y movilizaciones imposibles de reducir al

enfrentamiento entre independentistas y realistas y que se desarrollaron con dinámicas y

características específicas.40

Más aún, tampoco sería desacertado interpretar desde esta

perspectiva algunas movilizaciones que ofrecieron por momentos apoyo social a las fuerzas

realistas a través de alianzas que se explican por sus propias lógicas y antagonismos.41

Llegados a este punto podría pensarse si no convendría enriquecer aquella feliz manera que

Hobsbawm halló para caracterizar la “era de la revolución” como una “doble revolución” y

pensar sino se trató de una “triple revolución” puesto que también implicó la

desintegración de los imperios coloniales iberoamericanos. Nunca será suficientemente

remarcado: se trataba de una coyuntura histórica excepcional, casi única en la historia

del mundo occidental y sus periferias coloniales, quizás sólo comparable a la segunda

posguerra del siglo XX. Por tanto, pareciera entonces que revolución de independencia

sigue siendo un término más adecuado, al menos, más que revoluciones “burguesas” o

“liberales”.

Por lo tanto, la discusión acerca del contenido revolucionario de los procesos de

independencia lejos está de ser banal pero abordarla requiere la indagación de zonas y temas

completamente oscuros todavía, así como la elaboración de un enfoque que supere

arcaísmos conceptuales y sea sensible a las evidencias documentales y a la diversidad de

contextos y procesos. Se trata, necesariamente, de una empresa colectiva que no puede obviar

la apropiación y superación de un legado historiográfico.

Ello supone revisar los criterios habituales de periodización. La más convencional –

1808/26- resulta insuficiente y este problema es todavía más importante para una

historiografía como la Argentina en la cual se ha hecho común circunscribir el período

revolucionario a la década de 1810: de este modo, fenómenos inseparables del mismo

proceso (como la fase final de la guerra en el espacio surandino, la llamada “guerra a muerte”

en Chile y la Araucanía y sus coletazos en las pampas o la misma guerra con el Imperio del

Brasil) quedan fuera del análisis de las llamadas “guerras de independencia” que más

convendría denominar como “guerras de la revolución”. Imposible eludirlos pues terminaron

propiciando transformaciones de las estructuras económicas, políticas y fiscales y sin ellos es

incomprensible la búsqueda frenética de alternativas y las transformaciones de los grupos

dominantes locales. Pero, además, porque no parece haber sido esta la perspectiva de los

contemporáneos.

Cuando se repasa la literatura americanista queda en claro que se están usando otras

periodizaciones: una se inclina por inscribir estos procesos dentro de un ciclo de

transformación que habría abarcado de 1750 a 1850; otra ha retomado la idea de “un largo

siglo XIX” que arrancaría hacia 1780 y que no podría darse por terminado sino

39 VAN YOUNG, Eric, La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, 1810-1821,

México, FCE, 2006. El lector puede hallar un debate entre el autor y Alan KNIGHT en Historia

Mexicana, N° 214, 2004, pp. 445-573. Una discusión en GLAVE, Luis Miguel, “Las otras rebeliones:

cultura popular e independencias”, en Anuario de Estudios Americanos, Vol. Nº 62, Nº 1, 2005, pp.

275-312. 40

SALA I VILA, Núria, Y se armó el tole tole. Tributo indígena y movimientos sociales en el

Virreinato del Perú 1790-1814., Huamanga, IER- José María Arguedas, 1996. 41

Una perspectiva de este tipo se ha ensayado en la experiencia chilena: en CONTADOR, Ana

María, Los Pincheira. Un caso de bandidaje social. Chile 1817-1832, Santiago de Chile, Bravo y

Allende Editores, 1998, puede hallarse la postulación de una “guerrilla revolucionaria tradicionalista”.

Page 124: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

18

hasta 1930.42

Perspectivas de este tipo (y especialmente la segunda) parecen más adecuadas al

tipo histórico de revolución que consideramos. Sobre todo, porque se trata de procesos que

sólo por sus resultados (y no tanto por sus objetivos o sus protagonistas iniciales) pueden ser

catalogados de burgueses.43

Ahora bien, si consideramos a la crisis imperial como el inicio de una “crisis orgánica” que

desintegró los modos de articulación económica, política e ideológica del imperio, las

revoluciones pueden pensarse apelando a la noción de “revolución pasiva” en el sentido que

la usara Gramsci. Como había destacado la “crisis orgánica” era una “crisis hegemónica” y en

ella los distintos grupos sociales podían separarse de sus “partidos tradicionales” frente al

fracaso de una gran empresa política que hubiera demandado la movilización de grandes

masas o por circunstancias por las cuales ellas pasaban bruscamente a una actividad política y

planteaban un conjunto de reivindicaciones “que en su caótico conjunto constituyen una

revolución”. Desde esta perspectiva, la crisis hegemónica supone una "crisis de autoridad" y

del estado en su conjunto y Gramsci, preocupado por indagar sus modos de resolución,

advertía que, al menos en la Italia posterior a 1848, se había producido un proceso de

“transformismo”, la “elaboración de una clase dirigente cada vez más amplia” mediante

la “absorción gradual, pero continua” de los elementos más activos salidos de otros grupos.

Por lo tanto, la “revolución pasiva” era una “revolución sin revolución”, una “revolución-

restauración” que se operaba a través de un conjunto de “modificaciones moleculares” a

través de las cuales cambiaba la composición de las fuerzas sociales. 44

Diversas transformaciones pueden indagarse desde esta perspectiva. Por un lado, los procesos

de transformación – quizás mejor sería decir de autotransformación- de los grupos dominantes

locales en núcleos burgueses. Estos proceses tuvieron diversa amplitud e intensidad pero

también algunos rasgos comunes: ante todo, significaron el desplazamiento de la burocracia

colonial y de las principales familias del centro del escenario local, la emergencia a primer

plano de familias de origen tardocolonial, la formación de núcleos de comerciantes

extranjeros o el ascenso de sujetos y linajes que antes ocupaban un espacio periférico en las

constelaciones de poder. En estos cambios había una novedad no necesariamente disruptiva:

la inclusión de quienes estaban en mejores condiciones de asegurar la primacía política y la

influencia sobre los grupos subalternos movilizados. En otros términos, las nuevas

relaciones políticas se expresaron en una nueva composición del entramado interno y las

bases de sustentación de los grupos locales dominantes.

La resolución de la crisis orgánica implicaba la construcción de una nueva legitimidad y un

nuevo consenso. Y, por lo tanto, la configuración de nuevos modos de articulación entre

grupos dominantes locales y de una ampliación de las bases sociales en que sustentaban su

poder. Porque la nueva situación se definía tanto por la crisis de

42 La noción ha sido retomada por LARSON, Brooke, Indígenas, élites y estado en la formación de

las repúblicas andinas, Lima, PUCP-IEP, 2002 y por MALLON, Florencia, Campesino…, p. 98 quién

sitúa justamente en los sucesos andinos y caribeños el inicio de las crisis hegemónicas. 43

Parafraseando lo dicho por Hobsbawm en referencia a la revolución francesa podría decirse que

“fue una revolución burguesa aunque nadie pretendiera que lo fuera”: HOBSBAWM, Eric, Los

ecos de la Marsellesa, Barcelona, Crítica, 1992, p.26. 44

GRAMSCI, Antonio, Notas sobre Maquiavelo, sobre Política y sobre el Estado Moderno, Buenos

Aires, Lautaro, 1962, especialmente pp. 76-84 y 96-102. Obviamente no es la primera vez que se

sugiere esta posibilidad: la noción de “revolución interrumpida” había sido explorada por Héctor

Agosti y la de “revolución pasiva” por José ARICÓ: ver La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en

América Latina, Buenos Aires, Puntosur, 1988 y “El Bolívar de Marx”, en Marx y América

Latina, México, Alianza Editorial Mexicana, 1982, capítulo 8.

Page 125: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

19

autoridad como por la movilización de amplios sectores sociales. De esta manera, puede

argumentarse que las soluciones más exitosas fueron aquellas que no sólo lograron imponer su

dominio sino que también que incluyeran de algún modo las aspiraciones de los grupos

movilizados en su programa. En consecuencia, la “revolución pasiva” era una “revolución

desde arriba” cuya profundidad puede haber dependido de la consistencia que adquirieran las

nuevas estructuras estatales.

Pero las evidencias sugieren que estos procesos de “revolución-restauración” no fueron

idénticos ni arrojaron resultados análogos. Por eso, sólo un enfoque que indague las diferentes

imbricaciones entre relaciones económico-sociales y políticas en contextos y precisos atento

a sus dinámicas particulares podrá recuperar la densa trama de situaciones en que se

produjeron las intervenciones de los grupos subalternos y los modos que pudieron ser

controladas y absorbidas. Esas intervenciones estuvieron lejos de limitarse a movimientos

autónomos y centrar la atención en ellos solamente –una tarea apasionante y todavía harto

incompleta- ofrecerá una visión rica pero limitada. Por lo tanto, se impone prestar atención

también a sus adhesiones activas o pasivas a las formaciones políticas dominantes, a sus

intentos de influir en sus programas para imponer reivindicaciones propias y al “nacimiento

de partidos nuevos de los grupos dominantes para mantener el consentimiento y el control

de los grupos subalternos.”45

De este modo, el conjunto fragmentario y episódico de intervenciones subalternas se revela

como parte sustancial de la revolución porque ni la guerra, ni la formación de los nuevos

liderazgos y sistemas políticos hubieran sido factibles sin ellas.

Se trata de una cuestión central para renovar las investigaciones e interpretaciones de las

revoluciones de independencia. Y, no casualmente, ha sido una de las más

problemáticas como puede observarse cuando se repasa el itinerario de su historiografía.46

Sin

embargo, recientemente la cuestión comenzó a concentrar la atención de las vertientes

historiográficas que convirtieron la política indígena y campesina en el centro de sus

preocupaciones.47

Sobre todo, porque la misma historia política ha puesto en evidencia la

centralidad de la movilización de los sectores populares que abrió la independencia.48

Para el Río de la Plata es mucho aún lo que falta saber al respecto y mucho más para que

estas evidencias sean incorporadas en las explicaciones totalizadoras del proceso

45

GRAMSCI, Antonio, “Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterios metódicos”, en

Antología, México, Siglo XXI, 1999, pp. 491-493. Hemos realizado un intento en esta dirección en

FRADKIN, Raúl O., La historia de una montonera. Bandolerismo y caudillismo en Buenos Aires,

1826, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2006. 46

Paradigmáticas son las contribuciones de uno de los autores que más ha indagado el tema y que se ha mostrado más sensible al problema: LYNCH, John, Las revoluciones hispanoamericanas, 1808-

1826, Barcelona, Ariel, 1980; Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Emecé, 1985; Caudillos en

Hispanoamérica, 1800-1850, Madrid, Mapfre, 1993 y América Latina, entre colonia y nación,

Barcelona, Crítica, 2001. 47

No puede dejar de registrarse que la potente historiografía andina sólo muy recientemente ha

analizado esas intervenciones que en cambio en la mexicana ocupa un lugar privilegiado. Si se

consulta la influyente compilación de Steve STERN, Resistencia, rebelión y conciencia campesina

en los Andes. Siglo XVIII al XX., Lima. IEP, 1990, podrá advertirse con claridad como el desarrollo

pujante de la historiografía andina brindó escasa atención al proceso de independencia. La cuestión ha

sido retomada, en WALKER, Charles, De Túpac Amaru a Gamarra. Cusco y la formación del Perú

Republicano. 1780- 1840, Cusco, Centro Bartolomé de las Casas, 1999. 48

ANINNO, Antonio, “Ciudadanía versus gobernabilidad republicana en México. Los orígenes de un

dilema” en Hilda SÁBATO (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones.

Perspectivashistóricas de América Latina, México, FCE-El Colegio de México, 1999, pp. 62-116.

Page 126: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

20

abierto con la crisis de independencia.49

Al respecto resulta bien clara la incidencia que

tuvieron los procesos de militarización tanto en la movilización de vastos sectores sociales

como en la configuración de nuevos actores políticos así como la amplitud que cobraron los

regímenes de participación electoral. Pero ni unos ni otros fueron idénticos ni en sus formas

ni en sus significados sociales. Por lo pronto, la amplitud de la intervención política de

la población rural en las elecciones de Buenos Aires parece haber sido particularmente

significativa. Con las evidencias actualmente disponibles resulta claro que en sus

comienzos esa participación expresaba los diferentes entramados sociales como se pudo

constatar desde un comienzo en las formas que adoptó en Buenos Aires, Tucumán,

Mendoza o Salta. De este modo, aún en un espacio social como el tucumano con estructuras

menos desiguales donde la participación electoral llegó también rápido e incluyó a la campaña

desde un comienzo, esa participación tuvo al parecer alcances mucho más restringidos que en

Buenos Aires.50

En todas las regiones una de las principales transformaciones fue la erosión y

descomposición de la esclavitud antes de su definitiva abolición a mediados del siglo XIX.

Hasta dónde se sabe, en el Río de la Plata no se produjeron sublevaciones masivas de esclavos

aunque no faltaron las conspiraciones y motines. Pero esta ausencia no implicó pasividad: por

el contrario, existía una larga tradición colonial que combinaba estrategias de manumisión

legal y de fuga que se vio notoriamente enriquecida con la experiencia revolucionaria a la

cual los antiguos esclavos parecen haber adherido con entusiasmo y expresando objetivos

muchas veces diferenciados. A su vez, hay algo más: en varias ciudades y regiones, los

antiguos esclavos suministraron una fuerza social y militar significativa a los procesos de

restauración del orden, lo que modificó su lugar social y político.51

Del mismo modo, la

revolución modificó las relaciones con los grupos indígenas y los convirtió en actores

políticos. Si se toma en cuenta la situación

49

Sin embargo, un conjunto de contribuciones recientes sugieren que esta situación ha comenzado a

modificarse: DI MEGLIO, Gabriel, ¡Viva el Bajo Pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la

política entre la Revolución de Mayo y el Rosismo, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2006.

SALVATORE, Ricardo, Wandering Paysanos. State order and subaltern experience in Buenos Aires

during the Rosas era, Duke University Press, Durham and London, 2003; DE LA FUENTE, Ariel,

Los hijos de Facundo. Caudillos y montoneras en la provincia de La Rioja durante el proceso de

formación del estado nacional argentino (1853-1870), Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007. 50

TERNAVASIO, Marcela, “Nuevo régimen representativo y expansión de la frontera política.

Las elecciones en el estado de Buenos Aires: 1820-1840”, en Antonio ANNINO (comp.), Historia de

las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, Buenos Aires, FCE., 1995, pp. 65-106. GARAVAGLIA,

Juan Carlos, "Manifestaciones iniciales de la representación en el Río de la Plata: la Revolución en la

laboriosa búsqueda de la autonomía del individuo (1810-1812)", en Revista de Indias, Vol. LXIV, N°

231, 2004, pp. 349-382 y “Elecciones y luchas políticas en los pueblos de la campaña de Buenos

Aires: San Antonio de Areco (1813-1844)”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana

Dr. Emilio Ravignani, Nº 27, 2005, pp. 49-74. TÍO VALLEJOS, Gabriela, Antiguo Régimen…, ob.cit.

LANTERI, Sol “¿Una frontera bárbara y sin instituciones? Elecciones y clientelismo en la formación

del Estado provincial durante el gobierno de Rosas” y SANTILLI, Daniel: “El unanimismo en la

campaña. Las actividades políticas en la campaña entre Rivadavia y Rosas. Quilmes, 1821-1839”,

ponencias presentadas a la Jornada de la Red de Estudios Rurales Política y sociedad en el mundo

rural, siglo XIX, Buenos Aires, 19 y 19 de octubre de 2007. 51

ANDREWS, G. Reid, Los afroargentinos de Buenos Aires, Buenos Aires, Ed. de la Flor,

1989; BERNAND, Carmen “Entre pueblo y plebe: patriotas, pardos, africanos en Argentina (1790 -

1852)” en NARO, Nancy Priscilla (ed.), Blacks, coloureds and nacional identity in nineteenth

century Latin America. London, Institute of Latin American Studies. University of London,

2003, pp. 60-80. SAGUIER, Eduardo, “La crisis social. La fuga esclava como resistencia rutinaria y

cotidiana” en Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, V. 1, Nº 2, 1995, pp. 115-

184.BRAGONI, Beatriz, “Esclavos, libertos y soldados: la cultura política plebeya en Cuyo durante

la revolución” y DI MEGLIO, Gabriel, “Las palabras de Manul. La plebe porteña y la política en los

años revolucionarios”, en FRADKIN, Raúl (comp.), ¿Y el pueblo dónde está?..., ob.cit.

Page 127: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

21

de los indios reducidos puede advertirse que su adhesión a la revolución pareciera haber sido

limitada, al menos así parece haber sido en la insurgencia saltojujeña a diferencia de la

altoperuana. Sin embargo, en el espacio litoral el artiguismo movilizó activamente a los

indios y los pueblos guaraníes le suministraron una base social mientras que en las fronteras

chaqueñas las parcialidades se convirtieron en un aliado decisivo pero extremadamente

autónomo del autonomismo santafesino. A su vez, entre los pueblos del área pan

araucana se desarrolló una intrincada combinación de conflictos intertribales y alianzas

con las facciones revolucionarias y realistas primero y con las facciones políticas

posrevolucionarias después. Con todo, de algo no hay dudas: con la revolución se convirtieron

en actores políticos decisivos.52

Tomando en cuenta estos aspectos la experiencia porteña aparece también como

particularmente exitosa dada la importancia que para el rosismo tuvo tanto el apoyo de la

población afroamericana y el entramado de relaciones que forjó con las “tribus

amigas”. Esa experiencia porteña, entonces, no sólo se distingue porque transformó a esa

provincia en el área más rica y más poblada, porque la adaptación de su economía fue más

rápida y eficaz, porque terminó orientando – y beneficiándose- del conjunto del espacio o

porque pudo conformar un estado provincial dotado de mayores recursos fiscales y fuerza

armada. También porque la intensidad y amplitud de la movilización política de los grupos

subalternos (o incluso de aquellos en proceso de subalternización) parece haber sido de tal

intensidad que se transformaron en parte sustancial de la base social del nuevo régimen

político y en herramientas insustituibles para disciplinar a las clases propietarias y a las

facciones elitistas. En tal sentido, las investigaciones recientes profundizan la conclusión

con que Halperín cerraba Revolución y guerra y que no resulta superfluo recordar aquí:

“Tal como entrevió Sarmiento, la Argentina rosista, con sus brutales

simplificaciones políticas, reflejo de la brutal simplificación que independencia,

guerra y apertura al mercado mundial habían impuesto a la sociedad rioplatense,

era la hija legítima de la revolución de 1810.”53

Por lo tanto, un análisis despojado de todo nacionalismo y de todo idealismo permite

comprender el curso de una serie de revoluciones que distaron de ser tanto las que algunos

quisieron ver como las que otros hubieran querido sean. Se trata, en definitiva, de recordar

una de las agudas recomendaciones que hacía E. P. Thompson a propósito de los debates

sobre la historia inglesa:

“Miremos, pues, la historia como historia – hombres situados en contextos reales

que no han escogido, y teniendo que enfrentar fuerzas que no se pueden

desviar, con una inmediatez abrumadora de relaciones y obligaciones y

sólo con una mínima oportunidad de introducir su propia actuación- y no como

un texto para echar bravatas acerca de lo que podía haber sido.”54

52 RATTO, Silvia “¿Revolución en las pampas? Diplomacia y malones entre los indígenas de pampa

y patagonia”, en FRADKIN, Raúl (comp.), ¿Y el pueblo dónde está?..., ob.cit. 53 HALPERÍN DONGHI, Tulio, Revolución y guerra…, ob. Cit., p. 419 54

THOMPSON, Edward P., “Las peculiaridades de lo inglés”, en Las peculiaridades de lo inglés y otros ensayos, Biblioteca Historia Social N° 11, Valencia, Centro Francisco Tomás y Valiente –UNED

Alzira- Valencia, 2002, p. 75

Page 128: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

Reportaje a Raúl Fradkin, “Crisis de legitimidad Ruptura del orden colonial y

construcción de alternativas”, en Revista La Educación en nuestras manos, N° 76,

junio de 2006 (SUTEBA) En: http://www.suteba.org.ar/crisis-de-legitimidad-ruptura-

del-orden-colonial-y-construccin-de-alternativas-2282.html

Presentación del texto

El texto que se está proponiendo para la lectura es un reportaje, por lo que las

preguntas del entrevistador se presentan como la guía sobre la que se va

construyendo el discurso del historiador. De esa manera, Raúl Fradkin propone revisar

los tópicos y las interpretaciones que hasta el momento ha construido la historiografía

respecto del período revolucionario y expone algunas de las claves que considera

necesario atender para comprender el proceso. Para ello, presta especial atención a

las implicancias sociales y políticas de la ruptura del orden colonial, los cambios que

posibilita la guerra, la participación popular y los proyectos en pugna durante el

período.

Cuestiones a tener en cuenta:

-La necesidad de revisar la idea de “naciones preexistentes” a la crisis de la monarquía

y la declaración de Independencia.

-La crisis del “imperio español” y su impacto en la región del Río de la Plata.

-Las invasiones inglesas en el Río de la Plata y sus efectos sociopolíticos.

-Los efectos de la guerra de independencia: la construcción de la identidad política y la

adhesión al republicanismo.

-Las formas de la participación popular, su relación con la crisis de legitimidad y la

guerra.

-Belgrano: la construcción de una nueva monarquía y una nueva identidad; Artigas y el

reconocimiento de la autonomía de los pueblos; San Martín y la “solución militar.”

Page 129: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

Crisis de legitimidad Ruptura del orden colonial y construcción de alternativas

Revista La Educación en nuestras manos, N° 76, junio de 2006 (SUTEBA) http://www.suteba.org.ar/crisis-de-legitimidad-ruptura-del-orden-colonial-y-construccin-de-alternativas-2282.html

La crisis de la monarquía española generó una situación inédita en América. El

desafío revolucionario fue cómo construir una nueva identidad que sustituyese la

que habían forjado tres siglos de dominación española. La radicalización de los

enfrentamientos llevó a la rápida asunción en la conciencia popular de un

republicanismo basado en la soberanía de la Nación.

Reportaje a Raúl Fradkin, historiador de la Universidad Nacional de Luján, Pcia. de

Buenos Aires.

La Educación en nuestras manos: ¿Cuáles serían las claves para entender el proceso

de emancipación de los países latinoamericanos a partir de 1810?

Raúl Fradkin: Una primera cuestión es revisar una tendencia muy fuerte que tenemos:

pensar que esas naciones estaban preexistentes antes del momento de la crisis. Pero

esas naciones son una construcción que va a llevar muchas décadas todavía en

realizarse. Para poder pensar el problema primero hay que romper el mapa que cada

uno tiene en la cabeza y que es el mapa de los estados nacionales. Ese mapa segmenta

algo que en aquel momento no estaba segmentado. El mapa en que hay que pensar es

un mapa muy distinto y mucho más grande del que estamos habituados a pensar pero

también es un mapa más ambiguo: así, durante el proceso de la independencia – y

todavía durante varias décadas más- no estaba muy claro qué abarca lo que después

iba a ser la Argentina o lo que después iba a ser Bolivia. Es un problema que va a

tardar mucho en resolverse porque es un problema muy complejo: no se limita a la

definición de límites territoriales sino de entramados de relaciones sociales y de

identidades colectivas. No había, por lo tanto, una ‘Argentina’ que se independizaba

sino que esa Argentina será el resultado de un proceso mucho más complicado del cual

la guerra de la independencia es una parte.

Pero, ¿acaso no se declara la independencia argentina el 9 de julio de 1816?

R. F.: La cuestión es algo más compleja de lo que quiere la tradición. Por ejemplo:

aunque busquemos será difícil hallar el acta de la “declaración de independencia

argentina”. ¿Por qué? Porque la Declaración efectuada el 9 de julio de 1816 fue

realizada en nombre de “las Provincias Unidas de Sudamérica”. Y hay otra cuestión,

de no menor importancia con esa Declaración: conviene ver bien quiénes la firmaron y

quiénes no. Uno va a encontrar que en el congreso participaron diputados que

invocaban la representación de provincias que hoy pertenecen a Bolivia y no va a

encontrar diputados de provincias que hoy son argentinas. Es un desafío pensar qué

Page 130: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

era esto que se estaba formando, que ni los propios protagonistas tenían del todo claro

ni lo habían acordado entre ellos y menos previamente. Hay un proceso de revolución y

no es del todo claro en sus comienzos qué es lo que va a ser, como no lo es en ninguna

revolución. Emerge de la combinación de una crisis “externa” -y lo digo entre comillas

porque en realidad son sociedades que forman parte del imperio por lo que la crisis del

imperio es crisis interna también- y manifestaciones locales de esa crisis, algunas

excepcionales como la de Buenos Aires donde la experiencia de las invasiones inglesas

abrió una crisis en el poder local que nunca había ocurrido. Ese proceso implicaba la

descomposición de un orden que tenía tres siglos de arraigo y no iba a ser sencillo ni

rápido reemplazarlo por uno nuevo. Antes de 1810 había algunos grupos que aspiraban

a modificar ese orden, a reformarlo; pero, en general, compartían la idea de que eso

debía ser gradual y pausado; la crisis de la monarquía suscitó una situación

completamente inédita. No había experiencias previas de qué se podía hacer frente a

una crisis de esa magnitud. Y menos lo había frente al gran desafío que planteó una

guerra por la independencia que fue mucho más violenta y prolongada de lo que deben

haber pensado los que la iniciaron.

¿Qué características tiene esa guerra?

R. F.: Tenemos arraigada una idea muy fuerte y de algún modo reconfortante: solemos

imaginar la guerra de independencia como la guerra que llevó adelante una nación

contra un ejército extranjero de ocupación. Pero la mayor parte de la guerra no fue la

guerra de un ejército nativo contra un ejército extranjero, salvo en algunos momentos y

lugares muy especiales de América. Cuando se analiza la composición de los jefes y del

conjunto de los ejércitos, lo que uno ve es que la mayor parte de las guerras de la

independencia fueron una verdadera guerra civil. Uno suele dividir la cuestión en dos

bandos: criollos frente a peninsulares, ‘patriotas’ frente a ‘realistas’. Pero el proceso

fue mucho más ambiguo, complejo y dinámico. Así, entre los “realistas”, muchos de los

oficiales, y aún de los más importantes, e incluso de los que encabezaron las

represiones más fuertes, eran criollos. Y, en cuanto a los soldados “realistas”, también

lo eran en su mayor parte. Y no sólo criollos: los grupos populares participaron

activamente en ambos bandos. Además, en otras regiones de América hubo una muy

fuerte adhesión popular por unos años a aquellas autoridades que se mostraban leales

a la corona y que se enfrentaban a los grupos revolucionarios. Es una identidad

política la que se va construyendo en torno a “criollos” y “españoles”, una

construcción complicada, que con la guerra se va a ir acentuando y produciendo.

¿Qué efectos va a tener esa guerra en la conciencia popular?

R. F.: Lo más interesante de la experiencia rioplatense y de Latinoamérica, comparada

con la europea, es el triunfo rapidísimo del republicanismo en la conciencia colectiva

que tiene muy pocos precedentes. El abandono de la legitimidad de la figura del rey y

la adhesión absoluta al republicanismo hizo que todos los intentos de los grupos de

élite de encontrar alguna solución monárquica -que era vista como más estable para la

estructura social y política americana- fracasaron, salvo en Brasil. Fue la misma

experiencia de la lucha, de la radicalización que provocaba el enfrentamiento, lo que

Page 131: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

fue construyendo esta adhesión al republicanismo; un republicanismo popular, no

doctrinario, que tiene que ver con una experiencia de confrontación interna que fue

mucho más violenta y más larga de lo que podía imaginarse en 1810.

¿Qué proyectos estaban en pugna?

R. F.: No es tanto una confrontación de proyectos sino que se daba una confrontación

de grupos y de posiciones que iban cambiando y que en definitiva terminaron por dar

un resultado que no era el que ninguno quería. Uno de los puntos más complicados era

cómo construir una nueva identidad que sustituyese aquella forjada por tres siglos de

dominación española. En el orden colonial, la legitimidad del rey no entraba en

discusión y romper con esa legitimidad fue muy complicado porque se venía de una

tradición en la cual la disputa política se hacía en nombre del rey. Este dilema ya se

daba en gran parte de los tumultos y motines que se produjeron en casi todo el imperio

español durante el siglo XVIII y que tenían una misma consigna: “Viva el rey, muera el

mal gobierno”. Esa consigna expresaba una concepción muy popular que separaba la

figura del rey -vista como paternal, sagrada, legítima- de la forma de gobierno

despótica ejercida por los malos funcionarios. El quiebre de esa legitimidad del rey y el

triunfo de la idea de una república basada en la soberanía de la nación es algo muy

difícil de comprender para los sujetos de 1810. Por eso es impresionante la rapidez con

la que se instauró esa nueva legitimidad, mucho más rápida y más duradera de lo que

se dio en la Europa occidental e incluso en Francia que es una suerte de paradigma de

la revolución republicana. En América, salvo en el caso de Brasil, todos los intentos de

sustituir esa monarquía colonial por otra independiente, fracasaron.

¿Cómo se fue dando la participación popular?

R. F.: Algo muy particular de la experiencia latinoamericana es que para sustituir una

legitimidad política basada en la monarquía, la única alternativa disponible a

principios del siglo XIX es no sólo una forma de gobierno republicana sino una forma

de gobierno basada en una legitimidad popular. Lo que distingue este proceso es la

rapidez con la que se instalan mecanismos de participación política, incluso electoral,

de una amplitud superior a la contemporánea en Europa. En general se reconoce un

derecho de sufragio muy amplio, como sucede en el Río de la Plata y también, aunque

en forma muy dispar en el resto de los países latinoamericanos en los cuales ese

derecho de participación electoral se irá restringiendo hacia fines del siglo XIX. Esa

amplitud viene de la necesidad de resolver la crisis de legitimidad que generaba la

independencia, que es el enorme desafío que tienen los grupos dirigentes; y que debían

afrontarlo en un contexto donde la disputa política no se podía resolver si no era a

través de la guerra. Y esa guerra no se podía hacer, y menos ganar, sin conseguir

apoyos populares. Tenían la necesidad de incluir de alguna manera a estos grupos

populares, o a una parte al menos, a la vida política. Esto le dio un tono plebeyo muy

fuerte a la política hispanoamericana y, en particular, a la rioplatense. Después, el

problema que tendrán los sectores dirigentes, y que caracterizará al siglo XIX, es cómo

Page 132: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

volver las cosas a un orden, a reestablecer una jerarquía una vez logrado el objetivo

inicial.

Las invasiones inglesas. Crisis en el poder colonial

R. F.: La experiencia del rechazo a las invasiones inglesas es fundamental en el

proceso revolucionario posterior por tres motivos. En primer lugar, haber derrotado

dos veces la invasión de la principal potencia mundial -potencia con la que además hay

una diferencia étnica y religiosa, por lo cual la lucha contra los ingleses adoptó un

discurso casi de guerra santa- fortaleció la identidad colectiva de la ciudad y del Río de

la Plata en su conjunto. Lo segundo es la experiencia política inusitada de la

deposición del virrey. Estar contra el rey era el máximo delito del sistema penal y

deponer a un virrey, cualquiera fueran los motivos era un delito de ‘lesa majestad’. De

haber sido derrotados, a los participantes del cabildo abierto de agosto de 1806, que

depuso a Sobremonte y lo sustituyó por Liniers, les hubiera correspondido la pena de

muerte. La deposición la hacen las propias instituciones locales; empieza ahí un

quiebre entre las instituciones del orden político colonial. El tercer punto es que la

manera de organizar la defensa, sobre todo en la segunda invasión, se transforma en

una militarización enorme de la sociedad porteña. La formación de las milicias muestra

a su vez la división interna de esta sociedad: cada regimiento se organiza por

territorios de la ciudad y por grupos de pertenencia, no hay un grupo de criollos y uno

de peninsulares, los peninsulares están fragmentados y los criollos también, y a su vez

hay otros regimientos de otros grupos étnicos que no son ni criollos ni peninsulares. La

magnitud que cobra esto se puede ver en los aproximadamente 9.000 ciudadanos

armados que en 1807 existen en una ciudad que tiene entre 40 y 50 mil habitantes. Es

decir, que si descontamos a las mujeres y a los niños, estamos hablando prácticamente

del total de la población masculina adulta convertida en miliciana. Esto constituye una

estructura de formación de liderazgos políticos y de conexión entre los grupos políticos,

de donde vienen esos líderes, con grupos de base más populares que no existía antes de

1806. Ese es el canal de formación de los grupos revolucionarios y que le da a Buenos

Aires esa revolución tan particular, tan poco revolución, que es el 25 de mayo. Porque

el 25 de mayo están en discusión muchas cosas pero no quién tiene el poder militar de

la ciudad. En otros contextos latinoamericanos, el establecimiento de la primera junta

desencadena inmediatamente la guerra civil en el propio lugar.

Belgrano. Construcción de una identidad colectiva

R. F.: Belgrano es hijo de uno de los más grandes comerciantes de Buenos Aires y uno

de los principales comerciantes de esclavos. Estudia en España, lo cual es excepcional

aún para la élite porteña. El primer trabajo que recibe es ser el secretario del recién

fundado Consulado de Buenos Aires, lo cual está mostrando una estrecha relación

entre su familia, el virrey y los funcionarios de Indias. Belgrano podría haber sido, por

su origen y su entorno, parte de la élite de la ciudad con una relación muy estrecha con

la corona. Pero en su trayectoria va cambiando. Primero confía, como casi todos los

que provienen de esa escuela, en que el instrumento de reforma y de modernización de

esta sociedad sea la burocracia colonial. Se está en un momento del imperio español

donde la burocracia central está adoptando ideas muy novedosas para la época; entre

otras, que las colonias no brindan lo que la metrópoli necesita y esto es porque hacen

Page 133: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

falta reformas en la propia élite dirigente de la sociedad colonial. Ahí se da una tensión

entre los burócratas de carrera y los grupos dominantes locales que está en la base de

la quiebra del orden colonial. El drama cada vez mayor para él, como para tantos

otros, es la debilidad de la metrópoli. La alianza forzosa de España con Francia en la

guerra contra Inglaterra corta, a partir de 1803, prácticamente todas las

comunicaciones con las colonias. En esas condiciones -antes de las invasiones inglesas

y agudizado después por las invasiones- hay una suerte de ‘independencia de facto’; si

bien no estaba declarada políticamente, la autonomía local era extrema. Eso debilita

mucho a esta burocracia reformista. Cuando se produce la crisis del imperio español,

Belgrano va a intentar alguna forma de continuidad política que le permita profundizar

esa política de reforma. Lo más conocido es la esperanza que pone en crear una

regencia americana con la Infanta Carlota con cabecera en Río de Janeiro. Finalmente

va a definirse por un gobierno local autónomo que garantice durante la crisis del

gobierno español un orden y un control de la situación. La experiencia de Belgrano,

transformado primero en impulsor intelectual y en influyente político del proceso de

mayo, y luego en jefe militar, lo va radicalizando en sus posturas y en la percepción de

la necesidad de una política que tenga un consenso social más amplio. Creo que el

punto más alto es el proyecto monárquico de 1816, de proponerle al Congreso de

Tucumán una solución monárquica no rioplatense sino sudamericana, instaurando una

monarquía incaica con capital en Cuzco. La estrategia de Belgrano sería provocar con

esto la adhesión masiva de la población indígena del Perú y del Alto Perú, al proceso

revolucionario, algo que hasta ese momento no podían lograr. Vinculado con esto está

la cuestión de la creación de la bandera en 1812. Esta surge de la necesidad de

construir una simbología que dé entidad a eso que se está forjando, y que no es aún la

de la independencia, por lo menos no oficialmente. Para construir una identidad

colectiva no se puede seguir peleando con la bandera del oponente. Hay una discusión

interminable acerca de los colores de la bandera que no son, como uno ha aprendido,

los del firmamento solamente. Pero creo que lo más significativo de la bandera es el

sol. Ese sol, que es el sello de la asamblea del año 13, es el sol incaico. En esta

construcción de una nueva identidad ya empieza a aparecer hacia el año 1812, 1813, el

discurso político de legitimar el nuevo Estado que se está formando en la tradición

indígena: Estado soberano que había sido sometido y que ahora recuperaba su

soberanía. Hay en esto también una estrategia militar. La clave de la guerra, lo que va

a definir si esta revolución triunfa o fracasa, está en lo que pase en Perú y Alto Perú;

porque ahí, en la explotación de la plata de Potosí principalmente, está la clave del

financiamiento del Estado virreinal y de cualquier nuevo Estado. Por eso lo primero

que hace la Primera Junta es mandar un ejército al Alto Perú, y es también lo primero

que hace el Virrey del Perú. Algunos, en los dos bandos, creen que ganarse el apoyo de

la población indígena alto peruana es lo que va a determinar el curso de la guerra.

Artigas. Soberanía de los pueblos

R. F.: Artigas proviene de la familia de un importante hacendado de Montevideo y hace

una carrera militar en el regimiento de frontera con el imperio portugués, lo que le da

una perspectiva de la realidad social y política muy clara. Artigas se va a sumar al

movimiento que en la Banda Oriental va a adherir a la revolución de Buenos Aires y va

a lograr rápidamente liderarlo. Mientras en Buenos Aires la guerra es un problema

estratégico, en la Banda Oriental, la guerra es algo cotidiano. Desde el comienzo, el

movimiento liderado por Artigas tiene una composición social distinta. Mientras el de

Buenos Aires es primordialmente urbano y encabezado por la élite de la ciudad, el

Page 134: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

oriental es básicamente rural con muy fuerte participación, al principio, de los

hacendados que viven en el campo. La dinámica de la guerra en la Banda Oriental,

contra los españoles primero -que están acantonados en Montevideo- y contra los

portugueses después -cuando invaden el territorio- va radicalizando la revolución en la

Banda Oriental y va incorporando a nuevos sectores. Cuando los grupos de las élites

rurales empiezan a apartarse se da una radicalización mucho más intensa. Artigas

desarrolla una estrategia de guerra que se basa en conseguir la adhesión de los grupos

rurales primero, y después de grupos indígenas del norte de Uruguay y de la zona de

Corrientes y Misiones. Para eso, la solución política que encuentra es el

reconocimiento de la autonomía de los pueblos. Artigas hace como una vuelta de tuerca

a los principios políticos de la revolución de Buenos Aires. La legitimidad de la

revolución de Mayo radica en que fenecida la autoridad imperial -por la prisión del

rey- el pueblo asume su soberanía. El problema era entonces cómo el pueblo ejerce esa

soberanía. Buenos Aires, en tanto capital, reivindica para sí ser la cabeza del

virreinato. En la Banda Oriental esto no se da porque Montevideo se mantiene, por lo

menos hasta 1814, fiel a la regencia. Entonces, el cuestionamiento al poder de

Montevideo se transforma, en la Banda Oriental, en la asunción de la soberanía de los

distintos pueblos; primero la Banda Oriental, después Entre Ríos, después Corrientes,

etc. Eso está en la base de lo que Artigas llama la ‘Liga de los Pueblos Libres’. El

resultado de esta dinámica, que es a la vez militar y política, transforma a Artigas en

un liderazgo alternativo al de la revolución porteña. Ahí estalla, encubiertamente a

partir de 1813 y abiertamente en 1814, la guerra civil dentro del bando revolucionario.

Esto explica por qué en el Congreso de Tucumán todas las provincias que hoy son las

del Litoral, no participan; están cuestionando el liderazgo porteño de la revolución. El

drama de Artigas va a ser que a ese doble conflicto inicial con los españoles primero y

con los portugueses después, se le va a sumar este enfrentamiento con el poder de

Buenos Aires. Y en esta tenaza va a ser derrotado. Mientras que para Belgrano la

solución política para construir un nuevo orden es alguna forma liberal, constitucional,

representativa, pero monárquica; para Artigas, por la propia dinámica que tiene su

liderazgo, la única solución posible de América es una república que reconozca esta

soberanía popular. Esta diferencia tiene que ver con sus propias bases sociales de

sustentación.

San Martín. Solución militar a la Revolución

R. F.: San Martín participa de la guerra de la independencia española, que es una

guerra política, de una enorme violencia y de un enorme enfrentamiento social. El ve la

derrota de esa insurrección popular y creo que esa es una experiencia política decisiva

para él. De ahí su insistencia, cuando se incorpora a la revolución rioplatense, de

dotarla de un instrumento militar que canalice esa energía social, pero que sea

disciplinado y tenga una conducción muy precisa. Toda su trayectoria está marcada

por la necesidad de darle una solución militar a la revolución. El problema principal es

que esa solución militar requiere de mucho apoyo político y de mucha disciplina social,

y por lo tanto de un Estado muy fuerte. San Martín va a intentar, y durante un tiempo lo

va a lograr, que el ejército sea la base de sustentación de ese Estado. Lo que arma en

Cuyo es un Estado militar donde el nuevo grupo dirigente ya no es parte de la antigua

élite colonial, sino hombres surgidos de esas élites pero convertidos en clase militar.

Para San Martín, la solución también era monárquica. Esto hay que pensarlo en el

contexto de la época. Los líderes de la revolución son, en general, muy poco entusiastas

con las formas republicanas dada la experiencia de la propia Revolución Francesa que

Page 135: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

había terminado a los pocos años en Napoleón. Para estos grupos, había una

conclusión, bastante generalizada, de que la solución monárquica era la única que

garantizaba el pasaje ordenado, pacífico y estable a un nuevo orden político. Y si uno

mira qué pasó en Latinoamérica en el siglo XIX, puede ver que el país que tuvo una

transición menos cruenta y que no se fragmentó en ese pasaje fue Brasil, que fue el

único que tuvo una solución monárquica. El problema es que en algún momento de la

década del ’10, la movilización política y popular para la guerra convirtió ‘monarquía’

en sinónimo de ‘tiranía’ y de ‘español’, y por eso la solución monárquica no será

viable.

Page 136: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

DI MEGLIO, Gabriel, “Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata (1810-

1820)”, Revista Estudos Ibero- Americanos, PUCRS, v. 36, n. 2, p.266-287, jul/dez.

2010

Presentación del texto

Este artículo fue escrito por el historiador argentino Gabriel Di Meglio y publicado en la

Revista brasilera Estudos Ibero- Americanos en 2010, año en el cual se conmemoró el

Bicentenario de la Revolución de Mayo en nuestro país. Concebido desde la historia

social, el trabajo aborda los acontecimientos clave de la década de 1810 en el Río de la

Plata, revisa diversas aristas de la revolución de mayo, y finalmente se concentra sobre

los rasgos que adquirió la participación popular en la política de la ciudad Buenos Aires

de la época.

Presenta una mirada sobre la coyuntura revolucionaria 1810-1820 que atiende a las

prácticas, los discursos y las representaciones de sus actores. La reconstrucción de la

sociedad de la época le permite enfocar la dinámica que se establece en estos años

entre una elite porteña en permanente transformación y un “bajo pueblo”

nominalmente empoderado por su participación en la Revolución. Se enfoca sobre los

cambios acaecidos en la sociedad colonial del Río de la Plata al calor de la revolución, y

para ello recupera las voces de los contemporáneos. Fueron ellos quienes sostuvieron

que “estaban atravesando una experiencia única de convulsión, un cambio profundo”,

lo cual le permite a Di Meglio aseverar que “La Revolución transformó la vida de

quienes la protagonizaron, defendieron y padecieron”.

Sobre esta base, en el texto se pregunta cuáles fueron los motivos por los cuales el

“bajo pueblo” participó de la Revolución y para responderlo apela a cuestiones de

orden material y simbólico. En efecto, más allá del uso instrumental de “la plebe” por

parte de los diversos sectores de la elite, el historiador acierta en resaltar que el

clientelismo fue sólo una pieza más de un engranaje complejo. Hubo motines gestados

completamente al interior de las castas y estallaron tensiones entre la oficialidad y la

tropa que pusieron en jaque el orden social existente. Este proceso conllevó la

aparición de nuevas formas de participación que politizaron los espacios de

sociabilidad popular.

Page 137: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

La revolución se expresó en las calles, los mercados y las pulperías y tuvo como punta

de lanza la idea de “patria”, que resultó ser una abstracción capaz de igualar en la

diferencia. Di Meglio especifica: “la tríada identitaria colonial era Dios, la Patria y el

Rey, pero la guerra de los años 10 la disolvió al oponer a la Patria con el Rey” (p. 276).

Finalmente, el artículo revela que el bicentenario no puede ser encorsetado en

coyunturas tales como 1810 o 1816, sino que la clave se encuentra en analizar el

decenio revolucionario 1810-1820 a la luz de procesos más amplios que transformaron

el escenario rioplatense entre finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX.

Cuestiones a tener en cuenta:

- La sociedad colonial como una sociedad de castas. Sus fundamentos.

- El proceso revolucionario 1810-1820. Los significados y alcances de la

revolución para los protagonistas. Posibles periodizaciones.

- La postergada Declaración de la Independencia en la Argentina. Los debates y

las vicisitudes del proceso. La Asamblea del Año XIII y el Congreso de Tucumán

en perspectiva comparada.

- La participación popular a través de la politización de los espacios de

sociabilidad de las castas: la calle, el mercado y la pulpería.

- Las transformaciones de Buenos Aires en el contexto regional. Los

enfrentamientos entre facciones.

- Los diversos proyectos de país. Los enfrentamientos entre “el interior” y

Buenos Aires. Artigas y La Liga de los Pueblos Libres.

Page 138: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata (1810-1820)

Some keys of the Revolution in the Río de la Plata (1810-1820)

Gabriel Di Meglio*

Resumo: Os bicentenários das independências ibero-americanas provocaram uma revisão geral da historiografia desse período. Nesse artigo, utilizo algumas contribuições mais recentes sobre a questão para analisar, em primeiro lugar, os acontecimentos de 1810, e, a seguir, considerar quais as transformações que fizeram desse momento uma revolução. Finalmente, analiso em um dos aspectos da mudança que pesquisei: o aparecimento e a importância da participação política popular na cidade de Buenos Aires.

Palavras-chave: Revolução, Independência, Participação popular, Buenos Aires, Rio da Prata

Abstract: The bicentenaries of the Iberian-American independences have provoked a general historiographical review of that period. In this article I take some of the most recent approaches on the issue so as to explain, first, what happened in the 1810s, and then to consider which were the changes that made of that moment a revolution. Finally, I focus in one of the aspects (which I have researched) of the transformation: the appearance, the features and the importance of popular political participation in the city of Buenos Aires.

Keywords: Revolution, Independence, Popular participation, Buenos Aires, Río de la Plata

* Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Universidad de

Buenos Aires-Conicet.

Estudos Ibero-Americanos, PUCRS, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul./dez. 2010

Page 139: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

G. Di Meglio – Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata ... 267

La llegada del período de los bicentenarios de las independencias iberoamericanas ha

dado lugar a varias revisiones de esa etapa fundamental, a la aparición de investigaciones

sobre aspectos desconocidos hasta ahora del proceso y al surgimiento de algunas

discusiones.

En este artículo tomo los avances del campo historiográfico argentino en esa cuestión para

realizar una mirada general sobre la Revolución. En primer término, delinearé el desarrollo

de los acontecimientos principales en la región rioplatense en la década de 1810, pensando

particularmente en lectores no familiarizados con su historia. Luego señalaré cuáles son los

aspectos que hacen de la revolución iniciada en

1810 precisamente una revolución, es decir, una transformación rápida y profunda de la

realidad. Finalmente, revisaré uno de esos aspectos: la participación popular en la política en

la ciudad de Buenos Aires.1

Años agitados

La invasión francesa a la Península Ibérica en 1808, cuyo correlato fue la prisión del rey

Fernando VII y la entronización en su lugar del hermano del emperador Napoleón Bonaparte,

provocó un verdadero cataclismo en el mundo hispano. Fue el corolario de una crisis que la

monarquía venía sufriendo ya por décadas y que se había hecho evidente desde el desastre naval

de Trafalgar tres años antes. En 1808, mientras las ciudades peninsulares formaban juntas

para conservar la soberanía hasta que volviera el monarca al que consideraban legítimo e

iniciaban la resistencia armada, las autoridades coloniales en América lograron mantener el

statu quo, pese a lo cual surgieron varias agitaciones. En el Virreinato del Río de la Plata

hubo distintas reacciones, desde la aparición del Carlotismo – movimiento que proponía una

regencia de la hermana de Fernando VII, instalada en ese momento en el Brasil por ser la

esposa del príncipe regente portugués-, hasta la formación de dos juntas autónomas en el Alto

Perú, que fueron duramente reprimidas. La debacle militar española de 1810, sin embargo,

daría lugar a un desenlace diferente: la llegada de la noticia de la caída de toda la Península

en manos francesas y de la total acefalía política, llevó a Caracas, Santiago de Chile,

Cartagena de Indias, San José de Bogotá y

1 La bibliografía reciente sobre el período es vasta. Aquí se citan, por razones de espacio, sólo algunos textos fundamentales para las cuestiones abordadas. También se utilizan pocas fuentes. Me ocupo de los territorios que integraron el Virreinato del Río de la Plata, con excepción del Alto Perú.

Page 140: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

268 Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul./dez. 2010

algunas ciudades mexicanas, sin ponerse de acuerdo entre sí, a acudir a la idea de

retroversión de la soberanía a los pueblos para formar juntas de gobierno que reemplazaran el

poder real. Eso fue también lo que ocurrió en la capital del Virreinato del Río de la Plata en

mayo de

1810.2

Ante la difusión de las nuevas en Buenos Aires, una multitud se reunió para exigir la

convocatoria a un cabildo abierto, en el cual se decidió por mayoría la destitución del virrey y

la formación de una junta de gobierno. El virrey saliente intentó ponerse a la cabeza de la

nueva junta, pero el 25 de mayo una movilización ante el Cabildo, apoyada por el Regimiento

de Patricios (un cuerpo miliciano formado por vecinos de la ciudad tras la victoria sobre

una invasión británica en 1806), lo obligó a renunciar e impuso una junta sin participación de

las viejas autoridades. El nuevo gobierno invitó inmediatamente a los pueblos del virreinato a

enviar diputados para integrarse en el cuerpo colegiado, al tiempo que envió una expedición

militar hacia el norte para garantizar que la decisión adoptada en Buenos Aires fuera

obedecida en todos lados.

Los primeros enemigos de la revolución fueron las autoridades coloniales, a quienes

llamaban los “mandones”, y todos los que en el Virreinato no aceptaron a la Junta y se

declararon fieles al Consejo de Regencia instalado en Europa, como ocurrió con las ciudades

de Córdoba (pronto derrotada por la expedición que partió de Buenos Aires), Montevideo,

Asunción del Paraguay y las del Alto Perú. Al poco tiempo, el enemigo de los revolucionarios

se iría redefiniendo: como la mayoría de los nacidos en España estuvieron en contra de la

revolución y los criollos estaban mayoritariamente a favor, el conflicto pasó de ser un

levantamiento contra las autoridades coloniales, una lucha entre americanos y españoles. Es

que con el estallido revolucionario varias de las tensiones que existían en el Virreinato del

Río de la Plata se hicieron explícitas y se politizaron. En primer lugar, el resentimiento de

los americanos hacia los españoles nacidos en Europa, que en la última parte del siglo XVIII

empezaron a ocupar casi todos los cargos

2 Para este proceso hay una profusa bibliografía. Véanse principalmente T. Halperin Donghi, Reforma y disolución

de los imperios ibéricos, Madrid, Alianza, 1985; F. X. Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, México, Fondo de Cultura Económica, 1993; J. M. Portillo Valdés, Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la crisis de la monarquía hispana, Madrid, Marcial Pons, 2006. Para el caso de Buenos Aires véase Noemí Goldman, ¡El pueblo quiere saber de qué se trata! Historia oculta de la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Sudamericana, 2009.

Page 141: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

G. Di Meglio – Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata ... 269

administrativos y a tener privilegios de distinto tipo.3 Más tarde ocurriría algo similar con otras

tensiones sociales.

El primer objetivo de los revolucionarios de 1810 fue el autogobierno, en principio

dentro de la monarquía y hasta que retornara el rey prisionero. El sistema que pensaban era

“emancipar a las colonias de la tiranía de la madre patria”, pero no salir de la monarquía;

pertenecer a la Corona pero no a España.4 Esa posición inicial iría dando paso rápidamente

a un proyecto más ambicioso, de cambio político y social, que estuvo ligado a la figura

descollante de la Junta, el secretario Mariano Moreno. Para él la revolución no era sólo un

cambio de autoridades, sino que implicaba una transformación completa del orden vigente;

era la reinstalación de la libertad, la razón y la justicia universales. Moreno creó el periódico

La Gaceta, órgano de difusión del gobierno, y allí sostuvo que pese al amor que los

americanos tenían por su monarca preso, lo cierto es que éste no era legítimamente rey porque

los americanos no consintieron que él fuera su soberano sino que se impuso por conquista. En

esa crítica del dominio colonial estaba el germen de la idea de independencia.5

Las diferencias entre el sector radical conducido por Moreno y un sector más

moderado – en principio opuesto a llevar adelante más cambios que la ruptura ya realizada-

agrupado en torno del presidente de la Junta, el comandante de los Patricios Cornelio

Saavedra, llevó a la primera división entre los revolucionarios. La incorporación de los

diputados del Interior, favorables a la posiciones saavedristas, obligó a Moreno a renunciar

y a marchar a una misión diplomática (en la que pronto moriría). Sin embargo, algunos de

sus partidarios siguieron en la Junta. Para desplazarlos, los saavedristas organizaron en

abril de 1811 una movilización de miembros del “bajo pueblo” de Buenos

3 Para los resentimientos antiespañoles véanse Gustavo Paz, “La hora del Cabildo: Jujuy y su defensa de los derechos del ‘pueblo’ en 1811”, Fabián Herrero (comp.), Revolución: Política e ideas en el Río de la Plata durante la década de 1810, Buenos Aires: Ediciones Cooperativas, 2004, pp. 149-166; Sergio Serulnikov, “‘Las proezas de la Ciudad y su Ilustre Ayuntamiento’: Simbolismo político y política urbana en Charcas a fines del siglo XVIII”, Latin American Research Review, vol. 43, n. 3, 2009, pp. 137-165; y Mariana Pérez, En busca de mejor fortuna. Los inmigrantes españoles en Buenos Aires entre el Virreinato y la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Prometeo, 2010.

4 La cita, de Matías Irigoyen, en Noemí Goldman, “Buenos Aires, 1810: la ‘revolución’, el dilema de la legitimidad y de las representaciones de las soberanía del pueblo”, Historia y política (Madrid), en prensa.

5 Noemí Goldman, Historia y lenguaje. Los discursos de la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 2000.

Page 142: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

270 Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul./dez. 2010

Aires, apoyados por las tropas, con la cual inauguraron una práctica para presionar o remover

gobiernos que sería fundamental de ahí en más.

De hecho, los saavedristas perdieron el poder de esa manera cuando llegaron las noticias

de un gran descalabro de la expedición militar enviada al norte. El ejército había ocupado al

principio todo el Alto Perú, pero tropas organizadas por el virrey del Perú terminaron

derrotándolo duramente en junio de 1811. En septiembre la nueva arribó a la capital y la

consiguiente agitación removió a la Junta; el Cabildo de Buenos Aires formó un gobierno

nuevo – integrado por una facción también nueva – para todos los territorios revolucionarios:

el Triunvirato. Éste tuvo que lidiar con una situación bélica cada vez más compleja. El

ejército del Norte debió retroceder hasta Tucumán, donde Manuel Belgrano logró una

importante victoria que detuvo el avance de los leales al Consejo de Regencia. Pero los

revolucionarios no lograban tomar Montevideo

– plaza amurallada – al tiempo que una expedición militar ya había fracasado en obligar a

Asunción a plegarse a la Revolución.6 La contienda había sido desde el principio una

guerra civil entre americanos de uno y otro lado, y españoles residentes en América, peleada

con recursos locales. Su prolongación obligó a buscar la profesionalización de los ejércitos

y a realizar reclutamientos más amplios, con lo cual las consecuencias en la sociedad

empezaron a ser más fuertes.

El Triunvirato fue bastante moderado en sus posiciones políticas y fue presionado por el

grupo morenista, que se organizó en la Sociedad Patriótica, dirigida por el radical Bernardo de

Monteagudo. Ese club terminó fusionándose con la Logia Lautaro, una sociedad secreta creada

por algunos oficiales americanos que habían luchado contra Bonaparte para el ejército español

y que en 1812 se trasladaron al Río de la Plata para ponerse al servicio de la Revolución; sus

dirigentes eran Carlos de Alvear y José de San Martín. En octubre de 1812, la Logia derribó

al

6 Asunción se declaró a favor del Consejo de Regencia y en marzo de 1811 reunió tropas que derrotaron a la pequeña

expedición que llegó desde Buenos Aires mandada por Belgrano. Sin embargo, dos meses más tarde una parte de la elite asunceña desplazó al gobernador español y formó una junta autónoma. Asunción firmó un tratado con Buenos Aires y se dispuso eventualmente a integrar una confederación con esa ciudad, mientras mantenía una autonomía total. La Junta fue reemplazada en 1813 por un consulado de tres miembros; uno de ellos, José Gaspar de Francia, se convertiría al año siguiente en “Dictador Supremo de la República del Paraguay”. Impondría un férreo régimen que logró subordinar a la elite asunceña e impulsó un aislamiento casi total del Paraguay, evitando así la ingerencia porteña y del resto del Litoral, y manteniéndose fuera de las convulsiones bélicas. Francia lograría mantener ese sistema hasta su muerte, en 1840. Véase Nidia Areces y Beatriz González de Bosio, El Paraguay durante los gobiernos de Francia y los López, Asunción, El Lector, 2010.

Page 143: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

G. Di Meglio – Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata ... 271

gobierno mediante una movilización de tropas y de miembros del bajo pueblo, y creó el

Segundo Triunvirato.

Las premisas de la Logia eran ganar la guerra contra los enemigos de la Revolución,

declarar la independencia absoluta y mantener el centralismo, es decir que todas las

decisiones se tomaran desde la capital. Decidió concentrar el poder, para lo cual se

reemplazó al Triunvirato por una figura individual, el Director Supremo. El gobierno de la

Logia se basó en el manejo secreto e inconsulto, y procuró limitar la movilización popular. En

1813 convocó a representantes de las provincias a un congreso con el objetivo de sancionar

una constitución. Esta Asamblea del año XIII tomó una serie de medidas importantes:

proclamó la libertad de vientres, por medio de la cual todos los hijos de esclavos iban a nacer

libres a partir de entonces; suspendió el tributo indígena; dejó de jurar fidelidad a Fernando

VII; abolió los títulos de nobleza y la inquisición; prohibió la tortura. Se esperaba que declarara

la independencia, pero el cambió de situación en Europa, donde Bonaparte empezó a ser

derrotado, hizo que los diputados pausaran la marcha a la espera de qué podía ocurrir. Por lo

tanto, no hubo independencia, ni tampoco constitución.

Los Directores Supremos realizaron un gran esfuerzo para equipar a los ejércitos de

pertrechos y tropas, ampliando el reclutamiento con la incorporación de esclavos a las filas y

con levas masivas. De todos modos, no consiguieron logros en el área principal de la

contienda. La ofensiva lanzada sobre el Alto Perú en 1813 obtuvo dos importantes derrotas,

tras las cuales los enemigos contraatacaron y volvieron a tomar Salta. Ante la hostilidad general

y lo difícil de mantener la posición los ocupantes se retiraron, y en 1815 los revolucionarios

volvieron a avanzar sobre tierras altoperuanas, para ser otra vez vencidos decisivamente. El

mayor éxito de la Logia en la guerra fue conquistar Montevideo, el baluarte

contrarrevolucionario en el sur, en junio de 1814, triunfo que evitó la llegada de tropas

españolas al Río de la Plata. Sin embargo, el Directorio pronto tuvo que dejar toda esa

región, la Banda Oriental, en manos de los revolucionarios locales, cuya oposición al

gobierno central se convirtió en una exitosa resistencia armada tras la caída de Montevideo.7

7 Véanse Tulio Halperin Donghi, Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, y Pilar González Bernaldo, “Producción de una nueva legitimidad: ejército y sociedades patrióticas en Buenos Aires entre 1810 y 1813”, en AAVV, Imagen y recepción de la Revolución Francesa en la Argentina, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1990, p. 27-51.

Page 144: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

272 Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul./dez. 2010

El origen de esa disidencia se anclaba en el origen de la Revolución. Si ésta se había hecho

en nombre del retorno de la soberanía a los pueblos, ¿por qué Buenos Aires tenía

preeminencia sobre los otros? Los porteños decían que era la antigua capital y que tenía más

recursos económicos y culturales para dirigir al ex virreinato, lo cual fue aceptado por buena

parte de las ciudades. Pero también hubo una creciente tendencia a la autonomía, muy

resistida por la capital en la zona de su inmediata influencia: el litoral de los ríos Uruguay y

Paraná. El líder del levantamiento de la Banda Oriental, iniciado en las áreas rurales en

1811, era José Artigas, quien apoyó primero a los gobiernos porteños pero luego se empezó

a oponer al centralismo y planteó reemplazarlo por un sistema confederal en el cual todas las

provincias estarían en igualdad de condiciones. Esa propuesta hizo que los diputados orientales

fueran rechazados por la Asamblea del año XIII, dominada por la Logia Lautaro. Buenos Aires

intentó acaba con el poder de Artigas, pero éste obtuvo un fuerte respaldo en Entre Ríos,

Corrientes, Santa Fe y la zona en la que habían estado las misiones jesuitas hasta el siglo

XVIII. Todo el Litoral y la Banda Oriental formaron la Liga de los Pueblos Libres, confederal

y bajo el protectorado de Artigas, y dejaron de obedecer al gobierno central. Para 1815,

entonces, el territorio revolucionario estaba partido en dos.

Asimismo, ese mismo año el resto del Interior empezó a mostrarse harto del centralismo

del Directorio. Para colmo la economía estaba arruinada tras la separación del Alto Perú – sede

de las minas – y por los efectos de la guerra; las noticias de Europa – regreso de Fernando VII

al trono, formación de la Santa Alianza que condenaba a los gobiernos surgidos de

revoluciones- atemorizaban a la dirigencia; y el resto de los focos revolucionarios

americanos – México, Nueva Granada, Venezuela, Chile- había caído otra vez en poder

realista. La crisis parecía total.

Una reacción general – que implicó otra vez una agitación popular – derribó a la Logia

Lautaro, expulsando al Director Supremo Alvear. Tras un período de confusión, ascendió al

poder un grupo más conservador, encabezado por el también porteño Juan Martín de

Pueyrredón, que volvió a reestablecer los vínculos entre el Interior y Buenos Aires (pero no

con el Litoral artiguista). Este grupo más moderado fue sin embargo el que impulsó la

declaración de independencia. Esto se explica porque parecían tener pocas alternativas: los

territorios recapturados por los realistas habían sido violentamente reprimidos, la

intransigencia de Fernando VII no permitía una vuelta atrás. Un congreso reunido en

Page 145: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

G. Di Meglio – Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata ... 273

Tucumán declaró la independencia de un territorio de límites imprecisos que por consiguiente

fue llamado Provincias Unidas en Sudamérica. El nombre “argentina” sólo se usaba en esa

época para llamar a la gente que vivía a orillas del Río de la Plata, como los porteños (porque

argentum significa plata en latín). Los contemporáneos se reconocían a sí mismos como del

lugar en el que habían nacido – cordobeses, salteños, sanjuaninos, porteños, riojanos, etc – y

como americanos. No había todavía una identidad nacional; ella se iba a formar más adelante,

como consecuencia de la independencia y de haber combatido por una causa común durante

los años revolucionarios.8

Los diputados no se pusieron de acuerdo acerca de cuál debía ser la forma de

gobierno del nuevo país, si una república o una monarquía, y dejaron la resolución en

suspenso, manteniendo de hecho un sistema republicano. Lo que no sufrió desafíos en el

congreso fue el centralismo (más tarde los congresales se trasladaron a Buenos Aires, donde

sancionarían en 1819 una constitución centralista que no llegó a aplicarse). A la vez, el

Congreso procuró afianzar el giro conservador. Al día siguiente de declarar la

independencia, proclamó “fin de la revolución, principio del orden”. Sin embargo,

mientras continuara la guerra de independencia, ese orden anhelado por las elites iba a

resultarles imposible de ser construido.

En el Congreso de Tucumán participaron diputados de ciudades que estaban ocupadas

por los realistas y que hoy no forman parte de la Argentina: Tarija, Potosí y Cochabamba. Las

provincias que integraban los Pueblos Libres, enfrentadas con el Directorio, no estuvieron

presentes. Ellas se consideraban desde 1815 independientes de España y de cualquier otro

país, aunque sin una declaración formal.

Las Provincias Unidas en Sudamérica enfrentaban un desafío complejo. La apuesta fue

apoyar a la expedición que el general San Martín organizaba para atacar a los realistas que

ocupaban Chile, eludiendo así otro posible fracaso en el Alto Perú. La conducción de la

guerra en el norte quedó a cargo del gobernador de Salta Martín Miguel de Güemes, quien con

sus milicias se dedicó a combatir las incursiones de los realistas altoperuanos a través de

una guerra de guerrillas. A este panorama bélico se sumó la guerra civil entre el gobierno

central ubicado en Buenos Aires y los Pueblos Libres artiguistas, que se libró

intermitentemente en los años sucesivos.

8 José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina

(1800-1846), Buenos Aires, Ariel, 1997.

Page 146: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

274 Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul./dez. 2010

El éxito acompañó al plan de San Martín, desde el cruce de los Andes en 1817 y la

derrota de los realistas de Chile en 1819 hasta la ocupación de Lima, base del poder español

en América del Sur, en

1821. En el Río de la Plata, el alto costo del conflicto en fue debilitando al gobierno central,

que debió delegar a figuras de cada provincia la capacidad de reclutar hombres y recursos

para la lucha (éste fue el origen de los futuros caudillos). Por su parte, el enfrentamiento

entre la capital y los artiguistas terminó destruyendo a ambos sistemas: el gobierno de

Pueyrredón apoyó implícitamente en 1816 una invasión portuguesa a la Banda Oriental que

terminó derrotando y expulsando a Artigas en enero de 1820; algunos días más tarde, uno de

los principales comandantes artiguistas, el entrerriano Francisco Ramírez, unido con el

gobernador de Santa Fe Estanislao López, venció a las tropas porteñas del Directorio,

obligándolo a disolverse junto con el Congreso. En 1820, entonces, el gobierno central surgido

en 1810, y con él lo que quedaba del sistema revolucionario, desapareció. Sólo quedaron

provincias sin ningún tipo de organización institucional por encima de ellas.9

Los cambios revolucionarios

¿Terminó la revolución en 1820, con el colapso de los sistemas políticos surgidos de

ella? No hay acuerdo sobre esto. Es indudable que muchos fenómenos abiertos por la

revolución tomarían mucho tiempo; la construcción de los estados nacionales en la región,

por caso, no finalizaría hasta el último tercio del siglo. Incluso la guerra no terminó en aquel

año: en el actual norte argentino duró hasta 1824, y en el sur de las Pampas se mantuvo una

guerrilla realista integrada sobre todo por indígenas hasta 1832.10 De todos modos, la década

de 1820 sirve como punto final para poder evaluar los cambios inmediatos, aquellos que la

Revolución causó ante los ojos mismos de sus protagonistas.

El primer aspecto que aparece como novedad, por supuesto, es la formación de cuatro

nuevas configuraciones “nacionales” en lo que

9 Halperin Donghi, Revolución y Guerra, op. cit. Otras miradas generales sobre el proceso en Geneviève Verdo, L’independence argentine entre cités et nation (1808-1821), Paris, Publications de La Sorbonne, 2006, y Gabriela Tío Vallejo, “Rupturas precoces y legalidades provisorias. El fin del poder español en el Río de la Plata”, Ayer. Revista de historia contemporánea, n. 74, 2009, p. 133-172.

10 Para una reflexión sobre la duración de la revolución y una revisión regional de las transformaciones véase Raúl Fradkin, “¿Qué tuvo de revolucionaria la revolución de independencia?”, Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crítico, n. 5, 2008, p. 15-43.

Page 147: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

G. Di Meglio – Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata ... 275

había sido el Virreinato del Río de la Plata: las Provincias Unidas, que en

1826 adoptarían el nombre de República Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay (aunque la

construcción de los respectivos estados nacionales sería lenta).

Un segundo cambio decisivo es el de los criterios por los cuales unos mandaban y otros

obedecían. Los que en 1810 eran súbditos de un rey se habían convertido para 1820 en

ciudadanos republicanos. Pese a que también la construcción efectiva de esa ciudadanía iba a

llevar tiempo, la instalación de un sistema tan diferente no deja de ser muy significativa. El

gobierno del pueblo comenzó a ejercerse de hecho en 1810, pero su adopción de derecho

sería más compleja. Si bien ya a inicios de 1811 el periódico revolucionario La Gaceta

defendía las ventajas del “gobierno popular” y “en manos de muchos”, la dirigencia no se

arriesgaba a hablar directamente de la instalación de una forma de gobierno republicana.11 La

primera defensa abierta de esa posibilidad la hizo la Banda Oriental, que envió a sus

diputados a la Asamblea del año XIII con instrucciones al respecto; el artiguismo mantuvo

esa posición inalterablemente. En las Provincias Unidas dirigida por Buenos Aires la cuestión

fue más disputada, sobre todo a partir de 1815, con la Restauración europea. Los que se

inclinaban por instaurar una república, apelaban a la tradición clásica y argumentaban que

creaba virtud cívica. Otros preferían buscar un rey en Europa para legitimar la revolución ante

los reyes del Viejo Continentes varios antiguos republicanos adoptaron ideas monárquicas

por esta razón. Fue el caso de Belgrano, quien propuso una línea americanista: hacer rey a un

descendiente de los incas, Juan Bautista Tupac Amaru, pero nadie lo respaldó. Finalmente, la

derrota del Directorio en 1820 terminó con los proyectos monárquicos. La identificación de la

república con el sistema representativo, opuesto a la democracia (que se ejercía por ejemplo

en los cabildos abiertos) fue lo que permitió que quienes antes de ese año se inclinaban

por la creación de una monarquía constitucional adoptaran velozmente la solución

republicana.12 Uno de ellos, Bernardino Rivadavia, sostuvo que el triunfo de la república no

fue producto de una preferencia sino “de la fuerza de las cosas”.13

11 “Orden del día”, 14 de febrero de 1811, Gaceta de Buenos Aires, T. II, Buenos Aires, 1910, p. 109-10. 12 Rubén Salas, Lenguaje, Estado y poder en el Río de la Plata (1816-1827), Instituto de

Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires, 1998. 13 Cit. en Ricardo Piccirilli, Rivadavia y su tiempo, T. 3, Buenos Aires, Peuser, 1960, p. 293.

Page 148: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

276 Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul./dez. 2010

Es menos claro cómo el republicanismo obtuvo su aceptación popular. La Revolución

se hizo en nombre de la soberanía del pueblo, y si bien eso era compatible con una monarquía,

también hacía perfecto sistema con la idea de efectivo gobierno popular. Junto a eso, lo que

parece haber sido decisivo fue la identificación general con la causa de la Patria. La tríada

identitaria colonial era Dios, la Patria y el Rey, pero la guerra de los años 10 la disolvió al

oponer a la Patria con el Rey; como aquella adoptó de hecho la forma republicana de

gobierno, una y otra se fueron transformando en lo mismo quienes lucharon en su nombre. De

ahí parece haber provenido una abstracción: la Patria fue equivalente a la república y el Rey,

el enemigo, a la monarquía como un todo. A la vez, esto coincidía bien con las ambiciones

igualitaristas que eran frecuentes en el Río de la Plata, muy claras en el artiguismo (con su

consigna de que “nadie es más que nadie”).14 El payador oriental Bartolomé Hidalgo, que

también fue popular en Buenos Aires, cantaba que “el Rey es hombre cualquiera”, y que “no

se necesitan reyes / para gobernar los hombres / sino benéficas leyes”.15

Otra transformación profunda iniciada en 1810 fue económica. En el período colonial

todo giraba en torno de la minería altoperuana, en particular de Potosí. El bien más exportado

a través del puerto de Buenos Aires era por lejos la plata, y buena parte de los territorios

rioplatenses se dedicaban a abastecer de distintos productos a esa región. Los descalabros

provocados por la guerra y la pérdida del Alto Perú por parte de los revolucionarios no dejaron

más alternativas que volcar los recursos a la producción pecuaria para la exportación. El

librecambio, promovido por los comerciantes británicos y por sectores criollos como los

hacendados porteños desde antes de 1810 – e instalado por primera vez por el virrey Cisneros

en 1809 para obtener recursos- se volvió una clave económica. El Litoral era el más

favorecido para aprovechar la nueva situación; sin embargo, territorios donde la ganadería se

había desarrollado fuertemente en el siglo XVII, como la Banda Oriental y Entre Ríos,

vieron sus stocks destruidos por la guerra. Buenos Aires, en cambio, con pocos

enfrentamientos librados en su territorio, empezó a volcarse con fuerza a la producción de

cueros y vivió un

14 Véase Gabriel Di Meglio, “República”, en Javier Fernández Sebastián (dir.), Diccionario político y social del mundo iberoamericano, Madrid, Fundación Carolina-SECC-CEPC, 2009, p. 1270-1281.

15 “Cielito a la venida de la expedición española al Río de la Plata” y “Un gaucho de la guardia del Monte contesta al Manifiesto de Fernando VII”, en Bartolomé Hidalgo, Cielitos y diálogos patrióticos, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1967, p. 26 y 31.

Page 149: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

G. Di Meglio – Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata ... 277

despegue económico. Esa reorientación económica sería el inicio de una organización

económica que se consolidaría más tarde en el modelo agroexportador argentino de fines del

siglo XIX.16

A la vez, este cambio trajo aparejado otro en la cúspide social. Los antiguos

comerciantes monopólicos ligados con Cádiz fueron algunos de los principales perdedores

de la Revolución. El comercio quedó pronto en manos de los comerciantes británicos, mientras

que los sectores más ricos del Litoral volcaron sus no tan abundantes capitales a la producción

ganadera. Así, la posición dominante que los comerciantes tenían en Buenos Aires hasta 1810

fue reemplazada en los años 20 por la de los estancieros. Ese fue el origen de la poderosa clase

terrateniente, decisiva en Argentina por décadas desde entonces.17

Una novedad crucial de la Revolución fue el surgimiento de una vida política conflictiva

y multiclasista. Por un lado, del seno de la elite surgió lo que hoy se denominaría una “clase

política”; fueron muchos los que empezaron a dedicarse a lo que algunos contemporáneos

llamaban “la carrera de la revolución”, a llenar sus días de actividad política. Y otra novedad

fue que varias mujeres de la elite empezaron a participar en esa política, discutiendo los

asuntos públicos en sus tertulias o al reunirse en pequeños grupos. Algunos hombres se

preocuparon por ese dato, que iba en contra del lugar pasivo que se asignaba a las mujeres en

la sociedad. En marzo de 1813 un anónimo imprimió un texto que decía: “da vergüenza, y

toca ya la raya de lo escandaloso el modo libre en que se expresa un número no muy

despreciable de jóvenes patricias en orden a los negocios políticos”; retiradas “a lo oscuro y

más recóndito de sus retretes”, hablan de múltiples asuntos y entre otras cosas “satirizan las

más sabias disposiciones de nuestro gobierno”.18 El autor pedía que se las castigara. Pero

muchas siguieron interviniendo en política y algunas se volvieron famosas por eso, como

Macacha Güemes, Melchora Sarratea y Mariquita Sánchez de Thompson.

Asimismo la vez, esa vida política empezó muy pronto a involucrar a sectores ajenos a

las elites, y ese fue un cambio trascendental. En distintas partes del ex Virreinato del

Río de la Plata se dio una

16 Un buen resumen de esta temática en Jorge Gelman, “El mundo rural en transición”, en Noemí Goldman (dir.), Nueva Historia Argentina, tomo 3, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, p. 71-101.

17 Tulio Halperin Donghi, “Clase terrateniente y poder político en Buenos Aires (1820- 1930)”, Cuadernos de Historia Regional, n. 15, 1995, p. 11-46.

18 “Memoria sobre la necesidad de contener la demasiada y perjudicial licencia de las mujeres en el hablar”, Impresos, biblioteca John Carter Brown, 68-334-181.

Page 150: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

278 Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul./dez. 2010

participación popular que devino fundamental. En la Banda Oriental, peones, ocupantes de

tierra sin título, esclavos y otros integrantes del universo popular que siguieron a

Artigas buscaron con la lucha a favor de la Revolución mejorar sus condiciones de vida,

asegurar el respeto de derechos consuetudinarios y lograr una sociedad más justa;

presionaron en 1815 para obtener tierras de los “malos europeos y peores americanos”,

enemigos del sistema, hasta que la invasión portuguesa puso fin a la experiencia.19 En Salta y

Jujuy, los campesinos

– llamados “gauchos” en ese momento – que se movilizaron en 1814 contra los realistas y

terminaron liderados por Güemes, consiguieron el fuero militar, que les permitía no ser

juzgados por el Cabildo sino por sus más permisivos oficiales, y dejaron de pagar los

arriendos mientras durara la guerra.20 Le dieron un sentido propio al concepto de patria, en

nombre del cual luchaban, que incluía las nociones de igualdad ante la ley y abolición de las

distinciones étnicas; a la elite le costó muchos años lograr la desmovilización y el

reestablecimiento del orden social.21 Ambos movimientos tuvieron una fuerte base rural y

desafiaron abiertamente el orden social. Fueron los más radicales de la región pero no los

únicos. También otras zonas vivieron conmociones populares, como Mendoza, donde en 1812

hubo una fallida revuelta de esclavos, y el resto del Litoral artiguista, donde hubo otros

desafíos al orden, como ocurrió en Entre Ríos y en la zona de las antiguas misiones jesuitas,

donde hubo una amplia movilización indígena.22 También en la ciudad de Buenos Aires la

participación popular fue decisiva. Aunque el desafío allí al orden social fue menos claro, los

efectos de la acción plebeya fueron de mucho peso, en particular porque al ser una capital, los

movimientos con presencia popular tenían consecuencias que iban más allá del ámbito

urbano; si caía un gobierno, implicaba a todas las Provincias Unidas. A continuación me

ocuparé de ese tema, apelando a mis propias investigaciones.

19 Ana Frega, Pueblos y soberanía en la revolución artiguista. La región de Santo Domingo Soriano desde fines de la colonia hasta la ocupación portuguesa, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2007.

20 Sara Mata, Los gauchos de Güemes. Guerras de independencia y conflicto social, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2008.

21 Gustavo Paz, Province and Nation in Northern Argentina. Peasants, Elite, and the State, 1780-1880, tesis doctoral, Emory University, 1999.

22 Beatriz Bragoni, “Esclavos, libertos y soldados. La cultura política plebeya en Cuyo durante la revolución”, en Rául Fradkin (ed.), ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en el Río de la Plata, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008, p. 107-150. Para el Litoral véase el artículo de Raúl Fradkin en este mismo dossier.

Page 151: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

G. Di Meglio – Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata ... 279 La participación política popular en la ciudad de Buenos Aires

Casi un año después de la instalación de la Primera Junta, lo he mencionado ya, la

dirigencia revolucionaria empezó a tener divisiones internas que llevaron a una ruptura

entre una facción más radical y otra más moderada. ¿Cómo dirimir un enfrentamiento

ahora que ya no se contaba con la autoridad metropolitana para desempatar? Los

saavedristas encontraron un camino para quitar de en medio a los diputados morenistas de la

Junta: apelar a una agitación popular. Pero

¿quién podía protagonizarla? Hallaron la respuesta en quienes ocupaban la porción más baja de

la sociedad.

La pertenencia al mundo popular estaba determinada por el color de piel si se trataba de

negros, pardos o trigueños (aunque también había muchos plebeyos blancos), por la falta de

“respetabilidad” (marcada por la ausencia del título don/doña delante de sus nombres), por la

pobreza, la ocupación laboral (manual o sin calificación), la lejanía del poder político, la

situación de dependencia con respecto a otros, las dificultades para poder formar un hogar y

los espacios de sociabilidad compartidos. La mayor parte de los artesanos de la ciudad, junto

con una suerte de heterogéneo proletariado urbano, y también los esclavos

– que pese a la gran diferencia de no tener libertad estaban incluidos en muchos de los rasgos

recién enunciados – formaban la “plebe” o “bajo pueblo”.

En la noche del 5 de abril de 1811 la facción de Saavedra organizó una concentración en

la Plaza de la Victoria, la principal de la ciudad. Para ello “se saltó a los arrabales en busca

de máquinas para ejecutar el movimiento, o como entonces se decía, se apeló a los hombres

de poncho y chiripá contra los hombres de capa y de casaca”.23 En esa sociedad preindustrial,

la ropa era muy cara y ciertas prendas sólo podían lucirlas quienes tenían dinero. La levita era

un símbolo de diferencia social; los hombres de los sectores medios y bajos usaban la

chaqueta como prenda; los más pobres usaban poncho y chiripá, en ocasiones eran tildados de

“descamisados”. Estos pobladores de los suburbios, apoyados por el grueso de las tropas

presentes en Buenos Aires – que mantuvieron un segundo plano en la acción para evitar

acusaciones de un movimiento realizado por la fuerza –, se presentaron como “el

23 Ignacio Núñez, “Noticias Históricas”, Biblioteca de Mayo, T. I, Buenos Aires, Senado de la Nación, 1960, p. 452.

Page 152: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

280 Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul./dez. 2010

pueblo”. De este modo, estaban ampliando el alcance de un concepto que hasta entonces era

socialmente limitado.

No es fácil conocer los motivos plebeyos para participar, siempre es muy difícil hallar

documentos para explorar las posturas populares, pero hay dos causas que se pueden inferir.

Primero, la movilización fue conducida por varios alcaldes de barrio, vecinos destacados de

cada distrito a quienes el Cabildo designaba en el cargo para ocuparse de la policía, la higiene

y el orden; su influencia era importante y pudieron volcarla en esta ocasión. Luego, el primer

punto del petitorio entregado al Cabildo da un indicio clave: se exige la expulsión de todos

los españoles de la ciudad. Esa animosidad contra los europeos era más moderada entre la

elite que entre la plebe, que sufría cotidianamente las ventajas peninsulares en la consideración

social, el comercio minorista o el mercado matrimonial. A ella se apeló, aparentemente, para

lograr la masiva presencia popular. Surgió así una práctica: para que la elite pudiera movilizar

a personas ajenas a ella no le alcanzaba con ejercer una autoridad o con disponer de relaciones

clientelares; tenía que encontrar motivos compartidos con aquellos a quienes buscaba

conducir, y así sería en los siguientes movimientos de la década. Cuando en 1814

Saavedra fue juzgado por lo ocurrido en abril de 1811, se quejó diciendo que la combinación de

“plebe en la plaza y tropas sosteniéndola” había vuelto a ser utilizada en posteriores cambios

de gobierno.24

En 1811 apareció otra forma de participación plebeya: la fiesta política. En mayo se

conmemoró el aniversario de la Revolución con festejos masivos. La presencia popular en

celebraciones públicas era común hasta entonces, lo nuevo era que ahora se habían

politizado. Las victorias militares y otros acontecimientos destacados se volvieron motivo de

celebración callejera. Las fiestas mayas – para homenajear a la Revolución – se convirtieron

en fundamentales para la vida pública porteña, abarcando a todos los sectores sociales.

El año 1811 terminó por volverse determinante en la historia popular por el motín en

diciembre de la tropa del Regimiento de Patricios, formada sobre todo por jornaleros, artesanos

y menestrales pobres (ninguno llevaba el don delante de su nombre). Tras la Revolución, el

regimiento había sido convertido en parte del ejército de línea; pasado el fervor inicial,

cuando la guerra empezó a alargarse, el impulso gubernamental hacia la profesionalización

militar fue caldeando los ánimos en las filas.

24 “Instrucción de Saavedra a Juan de la Rosa Alba”, en Biblioteca de Mayo, T. II, vol. 1, Buenos Aires, Senado de la

Nación, 1960, p. 1122.

Page 153: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

G. Di Meglio – Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata ... 281

Algunos cabos redactaron un petitorio solicitando que “se nos trate como a fieles ciudadanos

libres y no como a tropa de línea”. Un oficial amenazó con cortar la trenza, distintivo del

regimiento, a quienes no mantuvieran la disciplina, provocando un rechazo generalizado:

“más fácil les sería cargarse de cadenas que dejarse pelar”. La respuesta del oficial fue que si

sentían el hecho como una afrenta “él también estaría afrentado pues se hallaba con el pelo

cortado”, pero la indignada réplica argumentó “que él tenía trajes y levitas para disimularlo”.

Así, en un movimiento que buscaba defender el derecho de los milicianos también se puso

apareció en juego una tensión social entre la oficialidad y la tropa.25 Los amotinados no

aceptaron negociar y el gobierno terminó atacándolos con fuerzas leales, que lograron tomar el

cuartel tras un corto y violento combate. Once dirigentes fueron fusilados y colgados.

De ahí en más hubo varios levantamientos o intentos de motín en el ejército de línea; a

diferencia de las movilizaciones contra los gobiernos eran liderados por miembros de la plebe

y no de la elite. En enero de

1819 fue otra vez el turno de la milicia: los sargentos, cabos y soldados del Tercer Tercio

Cívico, cuerpo integrado por pardos y morenos, realizaron un motín contra las autoridades,

que buscaban acuartelarlas y no respetaban así el derecho miliciano de servir desde cada

domicilio; a esto se sumaron elementos de tensión racial. El soldado Santiago Manul dijo ante

un grupo de changadores que el gobierno “es un ingrato, no atiende a nuestros servicios, nos

quiere hacer esclavos” y que “vamos a morir en defensa de nuestros derechos”, al tiempo que

hubo soldados que tuvieron expresiones “contra los blancos”.26 El motín, finalmente, fue

desbaratado.

Al año siguiente, el mismo Tercer Tercio, junto con el Segundo, que también tenía una

importante composición plebeya porque aglutinaba a los habitantes de los suburbios de

Buenos Aires, cumplieron un papel decisivo en los conflictos que siguieron en la ciudad a

la caída del gobierno central. En octubre de 1820 ambos cuerpos, a los que se sumaron otros

plebeyos, participaron, dirigidos por sus oficiales, en un levantamiento en contra del regreso

al poder de la impopular facción que había ocupado el Directorio entre 1816 y ese año. La

intervención de milicias de la campaña llevó a los oficiales rebeldes a negociar, pero las

tropas de los Tercios decidieron resistir y fueron vencidas con

25 Las citas textuales en Ernesto Fitte, El motín de las trenzas, Buenos Aires, Fernández

Blanco, 1960, p. 92, 86 y 87. 26 Archivo General de la Nación [en adelante AGN], sala X, legajo 30-3-4, Sumarios

Militares, 957.

Page 154: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

282 Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul./dez. 2010

una gran matanza. Las milicias de la ciudad fueron empequeñecidas y debilitadas desde

entonces.

¿Cuáles fueron las razones de la participación política popular? Una de las claves de la

movilización en la década de 1810 fue la ya mencionada animadversión contra los españoles.

En junio de 1812, un esclavo llamado Ventura denunció que su amo, el poderoso comerciante

vizcaíno Martín de Álzaga, estaba organizando la contrarrevolución. Como consecuencia, el

gobierno apresó a los peninsulares implicados y la presión popular lo forzó a tomar duras

medidas: 33 españoles fueron fusilados a lo largo de un furioso mes, en el cual los porteños

ganaron varias veces las calles ante rumores de invasión desde Montevideo con apoyo local.

Los integrantes del Triunvirato fueron hostigados mientras caminaban o recibieron ataques a

sus residencias al ser acusados de tibios. El asunto concluyó con cientos de españoles

expulsados de la ciudad a zonas de la campaña bonaerense.

Ese odio politizado permitía a los plebeyos dirimir conflictos con los peninsulares

surgidos en otras esferas; buena parte de las tensiones sociales de la época se subsumieron en

ese tomar a los españoles como blanco. A lo largo de los años, varios fueron delatados – con

evidencia o sin ella – por conspirar contra la revolución, y terminaron presos o muertos. La

adhesión a la Patria, es decir al campo revolucionario, fue igualando simbólicamente a todos

los americanos, incluyendo a los africanos, en oposición a los peninsulares, llamados

“sarracenos”.

Es que en el apoyo a la Revolución hubo también una tendencia igualitarista. Ésta fue en

alguna medida el resultado de la politización de una situación previa: una sociedad integrada

según escribió el virrey Santiago de Liniers en 1806 por “gentes que se creen todos

iguales”.27

Según el relato de un integrante de la tropa de los cuerpos voluntarios de la milicia que se

formaron en 1806, “los soldados de cada compañía no querían que sus oficiales llevasen la

charretera sino una pequeña señal”, porque eran símbolos de vanidad; para mostrar su opinión

hubo milicianos que se pusieron charreteras de papel en la bragueta.28 El igualitarismo fue

también una de las claves del discurso del grupo más radical de revolucionarios – de Moreno

a Monteagudo – en los inicios de la Revolución, y también fue una de las claves del

artiguismo, cuya zona de origen estaba ubicada a sólo cincuenta kilómetros de Buenos Aires.

27 Cit. en Paul Groussac, Santiago de Liniers, Buenos Aires, Ediciones Estrada, 1943, p. 120. 28 Diario de un Soldado, Ministerio del Interior, Buenos Aires, 1960, p. 65.

Page 155: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

G. Di Meglio – Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata ... 283

Las aspiraciones igualitaristas fueron poco satisfechas, pero de cualquier manera la

Revolución, y también la guerra, dieron lugar a un cambio fundamental a este respecto: la

disolución del sistema de castas, que obligaba a la inferioridad legal a negros, mestizos,

pardos y zambos. Ya en la expedición que partió en 1810 hacia el norte, el comandante Juan

José Castelli –un radical- alabó el comportamiento de las compañías de castas y preguntó al

gobierno “¿No pudieran declararle cuando lo exija la oportunidad el uso del Don a uno de

castas?”.29 El cambio no fue inmediato pero empezó a desenvolviendo a lo largo de esos años.

Las desigualdades por el color de piel no desaparecieron de la sociedad, pero sí lo hicieron

legalmente.

Para la población negra había un objetivo primordial, que compartían los esclavos y los

libertos emparentados con ellos: obtener la libertad. En la Revolución encontraron un camino

posible para lograrla: por un lado a través del ingreso de los hombres a los ejércitos, de donde

suponían que iban a salir libres; por otro, por las esperanzas generadas por la libertad de

vientres en 1813, que hizo a un moreno libre declarar en 1815 que “todo respira el desterrar la

esclavitud”.30 Esto no iba a ocurrir, aunque la esclavitud como institución se debilitaría

muchísimo con la Revolución y su importancia económica se desmoronaría (a pesar de lo cual

no fue abolida hasta la Constitución Nacional de 1853). En los años revolucionarios se creó

una fuerte identificación de los negros con la causa de la Patria. Servirla daba derechos;

cuando en 1820 un oficial insultó a unos soldados negros, uno de ellos le dijo que si bien era

negro era un cabo de la Patria, dando inicio a una gritería en contra del oficial.31

A estas motivaciones de fondo hay que añadirle en cada movilización concreta las razones

particulares, cuando se pueden dilucidar. En los motines descritos y en otras ocasiones lo que

llevó a la acción, y a la determinación para defender posiciones, fue la sensación de un derecho

ultrajado. Los derechos, aunque desiguales, eran un fundamento central de la sociedad colonial

y la indignación que causaba el que no se los respetara era un motor poderoso para obrar.

En otras ocasiones puede parecer que la actuación popular se debió a la obediencia. Es lo

que parece haber ocurrido en abril de 1815, cuando el Cabildo convocó con su campana a la

defensa de la ciudad de un

29 Cit. en Goldman, Historia y lenguaje, op. cit., p. 131. 30 Solicitud de Hilarión Gómez en AGN, X, 8-9-4, Solicitudes Civiles y Militares. 31 AGN, X, 29-10-2, Sumarios Militares, 146.

Page 156: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

284 Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul./dez. 2010

posible ataque del Director Supremo Alvear, quien avanzaba con su ejército para sofocar el

levantamiento en su contra liderado por aquella institución. Para la población, el Cabildo era

un “padre” que velaba por el bien común, y muchos respondían a sus llamados. Pero también

es verdad que Alvear era odiado porque había incrementado aún más el esfuerzo reclutador

del Estado sobre la plebe, ya muy fuerte desde 1812, y porque había aumentado el precio de

la carne y del pan – las bases de la dieta porteña – debido a impuestos para la guerra. Es

indudable que ese descontento contribuyó a la obediencia prestada al llamado del Cabildo.32

En el ya mencionado levantamiento miliciano de octubre de 1820, los plebeyos que

intervinieron pueden haber concurrido por orden de sus oficiales y también porque el Cabildo

respaldaba a de los rebeldes. Pero esto no alcanza como explicación, puesto que durante el

mismo año existieron otras convocatorias en los cuales las tropas no respondieron a sus

oficiales. No bastaba en esos momentos convulsionados con dar órdenes para que éstas

fueran cumplidas, sino que se necesitaba un acuerdo en los motivos de la movilización. La

obediencia no explica tampoco las causas de la intransigencia durante ese levantamiento de la

tropa miliciana en la Plaza de la Victoria; los soldados, furiosos contra los “directoriales”, no

aceptaron las negociaciones de sus jefes. Lo primordial fue el posicionamiento político.

Otra causa de participación puede haber sido el clientelismo. Es indudable que

existieron personajes que usaron su influencia barrial, conseguida gracias a su importancia

social, a ejercer un cargo público o por ambas cosas (que en general se combinaban), para

movilizar gente. Estos líderes locales se convirtieron desde la década de 1810 en piezas clave

de la política porteña.

Esto es claro en el levantamiento de octubre de 1812, cuando la Logia Lautaro llegó al

poder desplazando al Primer Triunvirato. La Logia había preparado una movilización de la que

tomarían parte fuerzas militares e integrantes de de la Sociedad Patriótica, todos hombres de

la elite. Sin embargo, a su lado hubo una presencia plebeya, ligada a la figura de Juan José

Paso. Su hermano, Francisco, estaba vinculado a dos abastecedores de forraje de algunos

cuarteles militares, Hilario y Antonio Sosa, a quienes su actividad les daba ascendencia en las

quintas cercanas al ámbito urbano. Ambos participaron en la movilización y firmaron el

32 Los aumentos y sus causas en AGN, X, 30-10-1, Órdenes de Policía, 188; Acuerdos del

Extinguido Cabildo, serie IV, Tomo VI, Buenos Aires, 1927, p. 405.

Page 157: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

G. Di Meglio – Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata ... 285

petitorio que se presentó al Cabildo. Es altamente probable que fueran ellos los que

condujeron a muchos plebeyos a la plaza; indudablemente eso permitió que Paso, quien había

integrado el Triunvirato contra el cual se estaba manifestando, fuera elegido para ser parte del

nuevo gobierno. Asimismo, es posible que se haya prometido dinero a algunos concurrentes.

Meses más tarde, el pardo Santiago Mercado, alias Chapa, quien se ocupaba de “trajinar en el

comercio y andar comprando y vendiendo”, dijo que se habían empleado veintiséis mil

pesos para sobornar a militares y a otros con el fin de que se hicieran presentes en la plaza

ese día. Al poco tiempo, en enero de 1813, a través de una denuncia contra el mencionado

Mercado, y de gente que oyó a “un dependiente” o a “varios mozos”, el gobierno tomó

conocimiento de una conspiración en su contra dirigida por Francisco Paso y los hermanos

Sosa.33 Esta pequeña facción que agrupaba a prominentes miembros de la elite como los

hermanos Paso, a líderes intermedios (brokers) como los Sosa y a seguidores como Mercado

parece responder bien a un modelo clientelar. De todos modos, no implica que quienes

acudieron no lo hicieran también por motivos políticos; de hecho, se supo que los Sosa habían

usado argumentos para soliviantar los ánimos, diciendo que querían hacer guillotinar a “los

malos paisanos”, lo cual recuerda lo ocurrido en abril de 1811.34

Una característica que afianzó la participación del bajo pueblo en los asuntos públicos

fue la politización de los espacios de sociabilidad popular. Mercados, calles y pulperías

(esquinas en las que se vendían alimentos y otros bienes, además de ser despachos de

bebidas), fueron sitios de difusión de rumores, de lectura de la prensa en voz alta y de

discusiones políticas.35

Al final de la década de 1810, la plebe había sufrido fuertemente la guerra de la

independencia -muchos de los soldados que pelearon tenían esa extracción social; algunos

entraron al Ejército voluntariamente y otros fueron obligados a hacerlo-. Los plebeyos pasaron

largas temporadas en condiciones muy duras, y cuando terminó el conflicto solían seguir

33 AGN, X, 29-9-8, SM, 83a. 34 AGN, X, 29-9-8, SM, 83a. 35 Para todo lo expuesto en este aparado puede verse Gabriel Di Meglio, ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos

Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el rosismo, Buenos Aires, Prometeo, 2006. La participación popular en la campaña bonaerense en los años revolucionarios, más limitada pero también importante, ha sido estudiada por Raúl Fradkin, “Cultura política y acción colectiva en Buenos Aires (1806-1829)”, en Fradkin (ed.), ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en el Río de la Plata, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008, p. 27-65.

Page 158: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

286 Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre, v. 36, n. 2, p. 266-287, jul./dez. 2010

tan pobres como antes. De ahí la aparición de lamentos populares que recogió Bartolomé

Hidalgo: “el que tiene es don Julano / y el que perdió se amoló: / sin que todos los servicios /

que a la Patria le emprestó / lo libren de una roncada / que le largue algún pintor.36 Esa

sensación fue una de las causas de la progresiva inclusión de una dimensión social en el

conflicto político local que se afianzaría desde 1820: la aversión creciente contra los

“aristócratas”, que reemplazaron a los españoles como principal enemigo de muchos

plebeyos.

La participación popular siguió siendo activa y decisiva en la política porteña, tanto en

las movilizaciones contra gobiernos, como en la intervención en las elecciones que se

volvieron centrales en la política porteña desde 1821 y en otras agitaciones.37 Esto se debió

en buena medida a que la elite porteña no logró crear reglas duraderas para zanjar sus disputas

facciosas, lo cual dio un protagonismo extendido a la movilización popular, al tiempo que

esa participación dificultaba a su vez el logro de un orden que satisficiera a la elite. Recién

en los años 1840, cuando promediaba el segundo gobierno del poderoso Juan Manuel de

Rosas en Buenos Aires, el ciclo de movilización popular porteño llegaría a su fin. Rosas,

obsesionado por el orden, entendió que para lograrlo debía controlar – según confió a un

diplomático – a “los hombres de las clases bajas”, siempre dispuestos “contra los ricos y

superiores”, para lo cual procuró “conseguir una influencia grande sobre esa clase para

contenerla, o dirigirla”.38 Lo consiguió a través de la eliminación de la competencia política

efectiva en la ciudad de Buenos Aires, obteniendo así la desmovilización popular.39

La participación popular en la Revolución fue uno de los cambios más fuertes

introducidos por ésta: toda la política de la primera mitad del siglo XIX estuvo condicionada

por aquella. Si se suma a las transformaciones enumeradas en el segundo apartado de este

artículo, se puede apreciar que los años 1810 introdujeron modificaciones decisivas en el Río

de la Plata. Es cierto que al observar otras esferas, como la

36 “Diálogo patriótico interesante”, en Hidalgo, op. cit., p. 48. 37 Para las elecciones véase Marcela Ternavasio, La revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-1852,

Buenos Aires, Siglo XXI, 2002. 38 “Párrafos de la nota en que el agente oriental da cuenta á su gobierno de una conferencia con el nuevo gobernador de

Buenos Aires don Juan M. Rosas” (1829), en José María Ramos Mejía, Rosas y su tiempo, T. I, Editorial Científica y Literaria Argentina, Buenos Aires, 1927.

39 Tulio Halperin Donghi, De la revolución de independencia a la confederación rosista, Buenos Aires, Paidós, 1985; Gabriel Di Meglio, ¡Mueran los salvajes unitarios! La Mazorca y la política en tiempos de Rosas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2007.

Page 159: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

G. Di Meglio – Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata ... 287

judicial o la religiosa, los cambios son menos abruptos, pero ello no alcanza a equilibrar el

peso de la innovación. Hay un dato más que marca el peso de lo ocurrido en esos diez años: la

opinión de los contemporáneos; todos sostuvieron que estaban atravesando una experiencia

única de convulsión, un cambio profundo. La Revolución transformó la vida de quienes la

protagonizaron, defendieron y padecieron. Nada volvería a ser igual.

Solicitado em 15/12/2009. Aprovado em 12/09/2010.

Page 160: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

CARRETERO, Mario y Miriam KRIGER, Capítulo 2 “Enseñanza de la historia e

identidad nacional a través de las efemérides escolares” en CARRETERO, Mario y

José A. CASTORINA La construcción del conocimiento histórico. Enseñanza, narración

e identidades, Paidós, Buenos Aires, 2010.

Presentación del texto

El artículo que se propone para su lectura es parte de un libro donde se compilan

diferentes trabajos que prestan especial atención a problemas sobre la enseñanza, el

aprendizaje y las representaciones sociales en relación con el conocimiento histórico y

social y con la construcción de la identidad nacional.

En el marco de preguntarse por el sentido y los desafíos de enseñar historia en la

actualidad, Mario Carretero y Miriam Kriger reconocen una tensión, tanto en

Iberoamérica como en EEUU, entre el ideario ilustrado universalista centrado en la

formación disciplinar y el ideario romántico particularista interesado en la formación

del sentimiento nacional. Un rápido balance los lleva a concluir que los objetivos

románticos han resultado más eficaces que los ilustrados condicionando la formación

del pensamiento histórico de los alumnos.

En función de estas preocupaciones, se proponen analizar cuestiones referidas a la

construcción de la identidad nacional argentina y su relación con la enseñanza de la

historia a partir del análisis de las efemérides patrias. La investigación les permite

constatar cómo estas prácticas ritualizadas vehiculizan y reproducen una educación

patriótica decimonónica que incide en las posibilidades de “pensar históricamente y

actuar políticamente”.

Se analizan testimonios de alumnos de 6 a 16 años y de egresados del nivel secundario

sobre vivencias y experiencias en torno a la celebración de tres efemérides fundantes

de la identidad nacional argentina: el 25 de mayo de 1810, el 9 de julio de 1816 y el 12

de octubre de 1492. La explicación se organiza a partir unos ejes que se consideran

Page 161: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

claves: a) la concepción de la nación; b) el reconocimiento de los agentes de la historia;

c) la representación del conflicto.

Es un texto que nos invita a pensar cuál es el papel que cumplen las efemérides en la

escuela, qué supuestos historiográficos y políticos las sustentan, qué características

asumen, qué posibilidades y/o limitaciones pueden generar en el desarrollo del

pensamiento y la comprensión histórica de los alumnos. Nos desafían a reflexionar

sobre estas prácticas tan naturalizadas que configuran los actos escolares.

Cuestiones a tener en cuenta:

- Sentidos y desafíos actuales en la enseñanza de la historia. Características y/o

capacidades implicadas en el pensamiento histórico. Relación entre historia escolar e

identidad nacional desde sus orígenes hasta el presente.

- Las efemérides escolares como prácticas de identidad. Orígenes y características de

las efemérides escolares. Representaciones de los alumnos entrevistados respecto de

la concepción de la nación, de los agentes históricos y del conflicto.

- Principales conclusiones respecto del rol de las efemérides en la formación del

pensamiento histórico y en su relación con la enseñanza de la historia.

Page 162: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 163: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 164: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 165: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 166: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 167: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 168: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 169: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 170: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 171: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 172: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 173: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 174: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 175: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 176: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 177: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 178: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 179: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 180: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 181: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 182: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 183: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 184: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 185: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 186: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016
Page 187: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

Videos propuestos para el curso de capacitación docente

A continuación presentamos una selección de videos para complementar las lecturas y

ampliar la información sobre los temas que nos interesan. Entendemos que se trata de

un recurso didáctico para el estudio de la historia que tiene un gran valor. Los videos

documentales y de ficción configuran otro tipo de lenguaje, de construcción discursiva

de los procesos históricos, cuya especificidad audiovisual permite mostrar la realidad a

través de imágenes y sonidos en un tiempo predeterminado. En función de ello, les

proponemos los materiales que se mencionan a continuación y los links para poder

verlos.

Ciclo “Años Decisivos”, conducido por Gabriel Di Meglio. Esta colección esta

conformada por varios videos que tienen la particularidad de abordar de manera breve

aspectos sociales, políticos, económicos y culturales. Se les sugiere ver los relativos a

los años 1806, 1810, 1816. Los links para verlos son los siguientes:

“Año 1806”

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=105665

“Año 1810”

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=105666

“Año 1816”

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=105667

Ciclo “Ver la Historia”, conducido por Felipe Pigna. Recupera los principales

acontecimientos producidos entre 1806 y 1820. Se les propone ver el video titulado

“1806-1820. El pueblo en armas”. La dirección para verlo es la siguiente:

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=127070

Page 188: Cuadernillo Pensar la Independencia en el Bicentenario 1816- 2016

Ciclo “Bajo pueblo”, conducido por Gabriel Di Meglio. En este ciclo se pueden ver 4

videos en los que exponen las particularidades de las clases populares hacia 1810-

1816. Se trata de un aporte muy interesante porque en estos audiovisuales se explica

el rol que asumieron las clases sociales subalternas. Por otra parte se visualiza la forma

en que los historiadores construyen el conocimiento histórico, las fuentes históricas

que utilizan y los últimos avances en la producción historiográfica relativos a los temas

que tratan.

El canto del tambor. Parte I

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=100749

El canto del tambor. Parte II

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=100750

El mundo popular

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=100751

La revolución guaraní

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=100752

Ciclo “Historia de un país. Argentina siglo XX”. Se les propone que vean, en particular,

el capítulo “La formación de un país”. Este video abarca un período más amplio que los

propuestos anteriormente y su abordaje es más general. Lo pueden ver accediendo a:

http://www.encuentro.gob.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=50002

Finalmente, les proponemos ver “Historia Argentina Volumen I – 1776-1813.” Escuela

Superior de Comercio Carlos Pellegrini – UBA, producido por Diana producciones.

Guión: Marta Dino, Carlos Mora, Felipe Pigna. Se puede acceder al video a través del

siguiente link:

https://www.youtube.com/watch?v=d-o5NfVqKNM