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Cronología faraónica clásica

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Cronología faraónica clásica

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Cronología faraónica avanzada

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SIGNOS  ALFABÉTICOS  DE  LA  ESCRITURA  JEROGLÍFICA  EGIPCIA*  

   

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* Tomados de M. Collier, B. Manley, Introducción a los jeroglíficos egipcios, Madrid, 2001.

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Lista de signos de Alan Gardiner (índice) (tomado de R.H. Wilkinson,Reading egyptian art, Londres, 1992)

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ALGO DE GRAMÁTICA BÁSICA

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Hr

nb.ty

bik.nbw

nsw-bity

sA ra

Transliteración

*

______________________ * Tomados de M. Collier, B. Manley, Introducción a los jeroglíficos egipcios, Madrid, 2001.

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Las fechas y dataciones se especificaban por el año de reinado de los monarcas, ya que no poseían un punto

calendárico inicial de referencia desde el cual poder contar aquéllas (como ocurre con la hégira entre los

musulmanes o el nacimiento de Cristo entre los cristianos). Griegos y romanos tuvieron un problema idéntico

y eligieron una solución idéntica a la egipcia.

SISTEMA DE DATACIÓN VERNÁCULO

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EL CALENDARIO CIVIL EGIPCIO

(Apéndice complementario a las dispositivas 35, 36 y 37 del Módulo 4 del Programa)

1. El ciclo estacional del Nilo.

ESTIAJE.

El estiaje del Nilo tenía lugar en Asuán a finales de mayo y a principios de junio en Menfis. La altura del cauce en este

periodo era de 1 metro en Asuán. La población campesina de todo el país, y los oficiales de las administraciones central

y local, llevaban movilizados al menos dos meses preparando el país para recibir la ya inminente crecida del Nilo:

reparación de diques y represas, limpieza de canales y acequias, consolidación de las defensas de ciudades, aldeas y

poblados que quedarían en medio de las aguas, acopio de reservas de alimentos para el periodo de la inundación, etc.

INICIO DE LA CRECIDA.

Entre fines de mayo e inicios de junio el cauce empezaba a adquirir volumen y elevarse en Asuán, y hacia el 20 de junio

en Menfis.

INUNDACIÓN.

Hacia el 10 de julio el cauce ya se había cuadruplicado en Asuán (4 metros de alto), y hacia el 20 del mismo mes el río

había empezado a desbordarse por sus orillas y a extenderse por los campos colindantes inundándolos.

Mediado agosto se iniciaba en Asuán el periodo de “aguas altas” o “caudal alto” del río (en Menfis hacia finales de

agosto), es decir, el periodo de la inundación en sentido estricto. El país quedaba sumergido por las aguas y solo

sobresalían los diques, y también las ciudades, aldeas y poblados que se encontraban asentados en altozanos naturales

o artificiales emergiendo de las aguas a modo de islas.

CULMINACIÓN DE LA CRECIDA.

La altura máxima o “pico” de la crecida se registraba normalmente a finales de agosto en Asuán (entre los días 28-30),

y a principios de septiembre en Menfis (hacia los días 5-10). Los nilómetros de la Primera Catarata registraban en estos

momentos la altura alcanzada por las aguas en unos 9 metros (17 “codos” egipcios); 2/3 de ésta registraban los de

Menfis (11,5 codos), y 1/3 de aquélla los del Delta (5,7 codos). Estos registros podían considerarse medios o normales;

las crecidas consideradas perfectas y abundantes, óptimas, alcanzaban los 16-18 codos en los nilómetros de Menfis; por

encima de estos registros la crecida ocasionaba perjuicios, daños e incluso desastres para el país; y lo mismo ocurría

cuando la crecida venía “pobre”, débil, y los registros no superaban la frontera de los 8-9 codos en los nilómetros de

Menfis.

DECRECIDA.

El “techo” de la crecida se mantenía durante 10-12 días, e inmediatamente después se iniciaba la progresiva disminución

del caudal. La decrecida era muy lenta. Incluso podría decirse que en realidad no dejaba de disminuir hasta que

comenzaba el periodo de elevación del cauce al año siguiente (finales de mayo del siguiente año) aunque diversos

factores podían ralentizar todavía más este descenso.

Durante el primer mes (desde inicios de septiembre a inicios de octubre) la decrecida era algo más rápida que en los

siguientes meses.

El cauce del río volvía a los márgenes de su lecho hacia noviembre.

En enero los nilómetros de Asuán registraban aún una altura de 5 m., y a partir de aquí el caudal disminuía a razón de 1

m. por mes.

Esta lenta progresión de la decrecida aseguraba que el subsuelo del Valle quedara totalmente anegado y permaneciera

húmedo bastante tiempo después de la desaparición de las aguas, pero sobre todo propiciaba que la deposición de limo

fuera abundante y quedara extendida equilibradamente por los campos de cultivo.

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En este momento llegaba el periodo de la recomposición de límites de campos y parcelas de cultivo (por motivos fiscales

entre otros), la limpieza de caminos y demás vías de comunicación y transporte, y la preparación del suelo para la

siembra de los campos, todo lo cual requería una segunda movilización general de la población campesina del país y una

actividad frenética de los oficiales de las administraciones central y local.

FINAL DE LA CRECIDA.

A finales de mayo se producía por fin un brevísimo periodo de estiaje -en sentido estricto- en Asuán, y a principios de

junio en Menfis. La altura del cauce volvía a tener 1 m. en Asuán. El país entero aguardaba expectante la llegada de la

nueva crecida.

2. El calendario civil egipcio

¿PARA QUÉ UN CALENDARIO?

El control del tiempo lleva a la organización de la sociedad (capacidad del poder central de organizar servicios religiosos, celebrar la coronación de los reyes y triunfos militares, pagos de tributos, actividades agrícolas, etc.).

El control del tiempo lleva a la invención del calendario, que permite lo anterior. El calendario es el instrumento puesto al servicio de las necesidades agrícolas, religiosas, sociales, administrativas, políticas, militares…

Todas las civilizaciones o sociedades primitivas han tenido la necesidad de disponer de un calendario, de una forma de

medir el transcurso del tiempo.

¿CÓMO SURGIÓ EL CALENDARIO CIVIL EGIPCIO Y QUÉ RASGOS TENÍA?

Los egipcios conocieron y utilizaron un calendario “solar” de 360 días, es decir, más corto que el año solar real, que dura

365,2422 días. El avistamiento anual (el 19 de julio) de la estrella Sirio, la estrella más brillante de la bóveda celeste1,

venía a coincidir con el inicio de la crecida anual (que como hemos visto antes se hacía “visible” entre el 10 y el 20 de

julio en todo el país). La conjunción de los dos fenómenos, el astronómico y el hidrológico (una mera casualidad), así

como su repetición todos los años, fueron observados desde épocas muy tempranas, muy probablemente desde

tiempos predinásticos (IV milenio), lo que propició o “marcó” el establecimiento del primer día del Nuevo Año en el

calendario egipcio. Se generó así una vinculación de carácter religioso entre ambos fenómenos: a la aparición de Sirio

sobre el horizonte se le atribuía un efecto benefactor sobre la inminente crecida del Nilo, la cual era a su vez en sí misma

considerada una manifestación de la fuerza divina.

La exactitud –relativa- de la llegada anual de la crecida del Nilo2 estuvo sin duda, no sólo en el origen de la división del

tiempo por años desde el inicio de la época faraónica, sino también en la duración de las estaciones y en el nombre de

las mismas, relacionado con las fases del ciclo agrícola del país: la estación de la inundación de las tierras de cultivo, la

estación de la siembra y crecimiento de las plantas, y la estación de la recolección de las cosechas.

1 Sepedet en egipcio, Sothis en el griego de Egipto, Seirios en griego clásico, y Sirius en latín. 2 Su llegada temprana o bien atrasada podía producir años cortos de 336 días y años largos de 445 (ver el valor medio del ciclo nilótico en el apartado y esquema anterior).

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Este calendario de 360 días se dividía pues en 3 estaciones de 4 meses cada una y 30 días por mes distribuidos en tres

semanas de 10 días (decanos). Fue usualmente llamado civil u oficial a lo largo de toda la historia del Egipto faraónico

debido a su uso en la administración del país. Desde fechas muy tempranas se le añadieron cinco días suplementarios

al final del año (epagómenos en griego, “los situados fuera del año”3), justamente para compensar –o mejor, paliar- el

desfase ostensible que un calendario así concebido tenía, primero, con respecto al año natural o año solar real, y

segundo, con relación al ciclo agrícola que propiciaba la crecida anual del Nilo. Hasta el Imperio Nuevo, los meses y los

días eran simplemente numerados correlativamente; a partir del Imperio Nuevo los meses tuvieron su propio nombre

(los días nunca), que luego los griegos trasladaron a su lenguaje lo más fielmente posible. Esos nombres coinciden en

muchos casos con los de ciertas divinidades egipcias.

PROBLEMAS.

Pese al añadido de los cinco días epagómenos, el año solar real seguía siendo ¼ de día más largo que el civil u oficial, por

lo que siguió existiendo siempre un desfase (una merma temporal) de 1 día completo por cada 4 años, de una década

entera cada 40, de un mes cada 120, etc.4 Para corregirlo, la única medida adoptada fue ajustarlo o acompasarlo

arbitrariamente al año natural verdadero, con todas las desventajas que ello conllevaba, de ahí que recibiera también

la denominación de año “móvil”, “vago”, o “imperfecto” por los propios egipcios. De hecho crearon lo que los

astrónomos llaman un calendario “errante” o “deslizante”, el cual se acoplaba –artificialmente- al año solar real de las

estaciones naturales y al ciclo de Sirio de 365,2510 días –mensurable y exacto-.

Este desfase era muy sensible con respecto al año agrícola o al “ciclo agrícola” del país que hemos visto antes y que

venía dado por la crecida anual del Nilo: por ejemplo, si al cabo de 120 años, como hemos dicho antes, el calendario

egipcio oficial se había atrasado 1 mes entero con respecto al año natural, el inicio de la crecida del Nilo que, en teoría,

comenzaba con el primer día del año (día 1 del mes 1 de la estación de la Inundación), se produciría con 1 mes de retraso;

y al cabo de 600 años el inicio de la crecida (primer día del año) se produciría con 3 meses de retraso, etc.

CICLO SOTÍACO Y “AÑO IDEAL”.

De acuerdo a lo anterior, sólo al cabo de 1460 años el primer día del año oficial coincidiría otra vez con el inicio del año

natural, esto es, con el avistamiento de Sirio y el inicio de la crecida del Nilo, circunstancia muy relevante porque esta

coincidencia marcaba un “año ideal”. Esta coincidencia se reproducía pues cada 1460 años, y este periodo entre un “año

ideal” y otro componía un ciclo sotíaco. Los egipcios registraron los “años ideales”, y eran plenamente conscientes y

conocedores del ciclo que componían.

Por otro lado, conocedores de que el año sotíaco (el que dura 365,2510 días) se ajustaba mejor que el oficial (de 365) al año solar real (365,2422), llamaron también a aquél año “fijo” o “perfecto”. Sin embargo, sorprendentemente, el año sotíaco (fijo y perfecto) nunca suplantó al oficial y civil (móvil e imperfecto), por razones que desconocemos. Igualmente el desfase hubiera podido ser corregido sensiblemente si cada 4 años hubieran añadido un sexto día epagómeno (como hacemos nosotros añadiendo a febrero un día cada 4 años), haciendo que la conjunción del ciclo de Sirio con el año solar real y las estaciones naturales se acoplaran mejor.

Gracias a una referencia del escritor romano Censorino (XXI.10), que afirmaba que en el año 139 d.C. se produjo en

Egipto un “año ideal”, podemos establecer las fechas en las que se registraron los “años ideales” precedentes: 1321 a.C.,

2781 a.C. y 4241 a.C. Esta escala de tiempo formada por estos años constituye para los egiptólogos un instrumento muy

sólido para configurar y asegurar la cronología absoluta del Egipto Antiguo, dada la posibilidad de concordar nombres

de faraones concretos con años “ideales” próximos a ocurrir o ya ocurridos, que son citados a la vez en diversos

documentos papirológicos.

3 Los griegos solían también referirse a ellos como el “pequeño mes”. 4 Recordemos: año egipcio = 365 días; año solar y calendario Gregoriano = 365,2422 días (se acomodan al paso de las estaciones naturales); año Juliano o alejandrino = 365,25 días; año sotíaco = 365,2510 días (coincide casi con el Juliano, pero es un poco más largo que el año solar), y era llamado también “año fijo” o “año perfecto”.

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3. El calendario Egipcio y su traducción griega

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Apéndice: el Decreto de Canopo

El Decreto de Canopo es un documento del rey Ptolomeo III Evérgetes grabado en una losa de piedra caliza en dos lenguas, griega y egipcia, y en tres alfabetos, griego, jeroglífico y demótico. Esta estela fue hallada en Tanis en 1866 por Karl Richard Lepsius; quince años más tarde Gaston Maspero halló otra losa que contenía grabada una copia de la versión encontrada en Tanis; finalmente, en 2004, un equipo alemán de egiptólogos encontró una versión nueva del texto y más completa en el templo de la diosa Bastet ubicado en Bubastis. Estos hallazgos implican que conozcamos completo el texto del documento.

El decreto en cuestión fue emitido por el sínodo de sacerdotes que se reunieron en la localidad de Canopo (en el área metropolitana de Alejandría) el 17 de Tybi (o mes I de peret) del año 9 de Ptolomeo III, es decir, el 7 de marzo del 238 a.C.

Trata diversos temas, entre ellos la propuesta de una reforma del calendario que pretendía introducir un día extra cada cuatro años a los cinco días epagómenos preexistentes, creando por consiguiente un año de 366 días similar a nuestro bisiesto cuatrianual. Los términos en los que se hizo esta propuesta son los siguientes:

(1.17) [...] debe ser celebrada también una gran fiesta en su momento durante el año en honor del rey del Alto y Bajo Egipto, Ptolomeo, que viva eternamente y amado de Ptah (1.18) y a la reina Berenice, dioses benefactores, en los templos de las Dos Tierras, esto es, en todo el reino, [y esta fiesta debe ser celebrada] en el día del orto helíaco de Sirio, llamado día de la apertura del año, según es denominado en los escritos de la casa de la vida, y que corresponde ahora en el año 9 al día I del segundo mes de shemu en el que son celebradas las fiestas de la apertura del año [...] (1.19) [...] pero si sucede que la fiesta del orto helíaco de Sirio cambia a otro día cada cuatro años, el día de la observación no debería ser cambiado y debería ser celebrado el día I del segundo mes de shemu, tal y como fue en el año 9 [...] (1.22) [...] por tanto debe ser ahora decretado que a los cinco días epagómenos debe ser añadido un día antes del año nuevo cada cuatro años.

Este intento de reforma del milenario calendario civil egipcio de 365 días es prueba fehaciente del conocimiento que tenían los egipcios del desfase que aquél sufría con respecto al año solar real, pues como el propio decreto indica, algunas fiestas que debían celebrarse en la estación de peret eran celebradas en shemu, y otras de shemu lo eran en peret. Pese a ello, y pese a que el sínodo de Canopo proponía el modo de corregirlo fijando un año solar de 3651/4 días de la forma antedicha, la reforma no fue llevada a efecto por razones que desconocemos.

No obstante, la propuesta fue tenida en cuenta por el astrónomo y filósofo Sosígenes de Alejandría cuando reformó el calendario romano a instancias de Julio César, que deseaba resolver los problemas que generaba en Roma el calendario (basado en ciclos lunares). La reforma del sabio alejandrino dio así origen al llamado calendario juliano, formado por años de 365 días y uno cuatrianual de 366. Esta reforma entraría en vigor en Roma el 1 de enero del año 45 a.C.

El nuevo calendario se mantendría a lo largo de toda la época imperial romana y bizantina, y en su momento fue adoptado por el cristianismo para su calendario religioso, que lo mantendría hasta que el papa Gregorio XIII lo modificó en 1582, otorgándole una forma muy cercana a la que rige en nuestros días. La anexión romana de Egipto, y la integración de éste en la estructura administrativa y provincial del Imperio, hizo que la reforma propuesta en Canopo se aplicara también en el país del Nilo en el año 22 a.C. (o sea, dos siglos después del sínodo ptolemaico).

*

La información que Censorino nos ha aportado sobre el calendario egipcio es de una enorme importancia, pues gracias a ella se han podido sentar las bases de la cronología absoluta egipcia. Censorino escribió su De die natali en el año 239 d.C. en honor a su patrono Quinto Cerellio. Dicha obra sirvió a Censorino para realizar una serie de interesantes

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comentarios sobre las diversas Eras calendáricas que podían usarse en aquella época, motivo por el cual le dedicó unas líneas al calendario civil egipcio (en su cap. 21):

“[...] en el primer día del mes que los egipcios llaman Thoth [mes I de akhet, día 1], la estrella del perro [Sirio] aparece. Su año civil tiene 365 días sin ningún intercalar. Así, un cuatrienio es para ellos un día más corto que un cuatrienio natural, y así sucede que en 1460 años [civiles] se vuelve al mismo punto de comienzo. Este año también se conoce como heliakós por unos, o bien Año de Dios por otros [...]”.

[...] este año [...], desde la primera olimpíada, es el 1014, datando desde el solsticio de verano, en el que fueron celebrados los juegos olímpicos. Y, desde la fundación de Roma, es el año 991, datando desde la Pariliana, un festival que sirve como preciso punto de partida para calcular el año de la ciudad. Por otra parte, es el 283 de los años llamados julianos, datando desde el día de las calendas de enero en que Julio César comenzó el año que él estableció. Si contamos por los años llamados augusteos, es el año 265 [...]. Para los egipcios, que en esta época ya hacía dos años que estaban bajo el poder y la autoridad del pueblo romano, el presente año es para ellos el 267 de Augusto.

Tanto para nuestros antepasados como para los egipcios, en los escritos son empleados diferentes Eras, como la que ellos llaman Era de Nabonnazar, que comienzan desde el primer año de su reinado y que hoy en día ha alcanzado los 986 años. También está la Era de Filipo, que comenzó a la muerte de Alejandro el Grande y que continuándola hasta ahora, hace 562 años. Pero el comienzo de esas Eras se toma siempre desde el primer día del mes que los egipcios llaman Thoth, un día que, en el presente año, corresponde a las VII calendas de julio, mientras que hace cien años, bajo el segundo consulado del emperador Antonino Pio y Bruttio Praesens, cayó en las XIII calendas de agosto, la época habitual de la aparición de la estrella del perro [Sirius] en Egipto. Así pues, podemos ver que hoy estamos realmente en el año 100 de este Annus Magnus, que, como he dicho antes, es llamado heliakós y Año de Dios.

Gracias a este comentario de Censorino sabemos que cien años antes de hacerlo, el 20 de julio de 139 d.C., o sea, durante el segundo año de reinado del emperador Antonino Pío, tuvo lugar la apokatástasis, término griego con el que los autores griegos y romanos designaban el ciclo de años que transcurrían para que volviera a darse la coincidencia entre el comienzo del año egipcio (el año solar con sus respectivas estaciones), la crecida del Nilo y el orto helíaco de Sirio (el primer día en el que al amanecer podía verse a Sirio), o sea, un ciclo sotíaco de 1460 años.

“Con un desfase de 1/4 de día por año, al cabo de cuatro años el orto tendría lugar en I akhet 2, pues la diferencia habría provocado un desfase de un día. Transcurridos 730 años el desfase entre el calendario civil y el solar sería tal que el orto helíaco ocurriría unos 182 días después de I akhet 1, es decir, a mediados del año civil (hacia III peret 1). Así las cosas, el acontecimiento astronómico regular señalado por la estrella Sirio habría dejado de marcar el primer día del año civil poco tiempo después de que éste se instaurara y tomara dicha estrella como referencia. Sólo después de que hubiesen transcurrido 1461 años civiles (equivalentes a 1460 años solares) el orto helíaco volvería a coincidir con I akhet 1, y a esto es lo que se llama ciclo o período sothíaco, que es lo que Censorino transmitió que volvió a empezar en 139 d.C. Tanto para Meyer como para Raymond Weill, que apoyó las teorías del primero, los egipcios eran conocedores del desfase de un día cada cuatro años civiles, por lo que incluso podían calcular futuros ortos helíacos de Sirio sin necesidad de observarlos.

De esta forma, si en el año 139 d.C. coincidió nuevamente el orto helíaco de Sirio en el mes I de akhet 1, tenemos que remontarnos a 1321 a.C. para que dicha coincidencia se vuelva a dar. Y antes de esa fecha ocurrió también en 2781 y en 4242”.

J. Lull, La astronomía en el Antiguo Egipto, Valencia, 2004, p. 100.

Los documentos egipcios en los que se hace referencia explícita al orto helíaco de Sirio en un año del reinado de un faraón concreto, son de una importancia extraordinaria para establecer la cronología absoluta de la historia dinástica egipcia, ya que por lo general, este dato permiten calcular los años que quedaban hasta un “Año Ideal”, o el tiempo que había pasado desde el ultimo. Un ejemplo de esos documentos es el texto hierático del llamado Papiro Lahun (= P.Berlin 10012)5, en el que se puede leer lo siguiente:

5 Lahun o Illahun es la aldea moderna egipcia donde se halló este documento papirológico.

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“Año 7, mes III de peret, día 25 [del reinado de Senusert III] […],

el príncipe e inspector del templo de Nebkaura ha dicho al sacerdote lector Pepihetep: « debes saber que el orto helíaco de Sirio tendrá lugar el mes IV de peret, día 16. Debes informar (de ello) a los sacerdotes del templo de ‘Poderoso-es-Sesostris-justificado’, de ‘Anubis-sobre-su-montaña’ y de Sobek, y debes hacer reproducir esta carta para el diario del templo »”.

En el documento anterior se establece una predicción del orto helíaco con 21 días de adelanto. Lo importante para la

cronología absoluta es saber que hacia 2782 a.C. (“Año Ideal”) el orto helíaco sucedió en el mes I de akhet, día 1

(apokatástasis), pero en el calendario civil egipcio de 365 días al que se refiere el documento, esta fecha cayó en el año

7 del reinado de Senusert III en el mes IV de peret, día 16, lo que significa que ya se había acumulado un desfase de 226

días con respecto al calendario solar real (el que rige para Sirio). Estas cifras permiten calcular con relativa precisión que

el año 7 del reinado de Senusert III cayó hacia 1878 a.C. Por esta razón podemos determinar con buenas garantías la

cronología del Reino Medio.

La síntesis de este apartado dedicado al calendario ha sido elaborada a partir de los trabajos de:

AJA SÁNCHEZ, J.R., Aguas mágicas. El Nilo en la memoria y la religiosidad del Mundo Antiguo, Madrid, 2015.

BONNEAU, D., La crue du Nil, divinité égyptienne, à travers mille ans d’histoire (323 av.- 641 ap. J.C.) d’après les auteurs grecs et latins, et les documents des époques ptolémaïque, romaine et byzantine, Paris, 1964.

BOMHARD, A.-S. VON, Le calendrier egyptien: une oeuvre d`éternité, Paris, 1999.

LULL, J., La astronomía en el Antiguo Egipto, Valencia, 2005.

RUIZ MORALES, M. (2011), Metrología histórica en la descripción de Egipto, Granada.

STRAUSS-SEEBER, C., Le Nil. Aux sources de l'Égypte antique, Paris, 2007.