crisis orgánica y revolución pasiva - el enemigo toma la iniciativa

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  • :: portada :: Opinin :: LA IZQUIERDA A DEBATE28-10-2006 La gobernabilidad del capitalismo perifrico y los desafos de la izquierda revolucionariaCrisis orgnica y revolucin pasiva: el enemigo toma la iniciativaNstor KohanRebelin

    Desde Marx y Engels hasta Lenin, Trotsky y Mao, desde Maritegui, Mella, Recabarren y Poncehasta el Che Guevara y Fidel, gran parte de las reflexiones de los marxistas sobre la lucha declases han girado en torno a la necesidad de asumir la iniciativa poltica por parte de lostrabajadores y el pueblo.

    Pero qu sucede cuando la iniciativa la toman nuestros enemigos? Qu hacer cuando lossegmentos ms lcidos de la burguesa intentan resolver la crisis orgnica de hegemona, legitimidad poltica y gobernabilidad apelando a discursos y simbologa "progresistas", ponindosea la cabeza de los cambios para desarmar, dividir, neutralizar y finalmente cooptar o demonizar alos sectores populares ms intransigentes y radicales?

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  • Para pensar esos momentos difciles, tan llenos de matices, Gramsci elabor una categora: la"revolucin pasiva". La tom prestada de historiadores italianos, pero le otorg otro significado.

    La revolucin pasiva es para Gramsci una "revolucin-restauracin", o sea una transformacin desde arriba por la cual los poderosos modifican lentamente las relaciones de fuerza paraneutralizar a sus enemigos de abajo.

    Mediante la revolucin pasiva los segmentos polticamente ms lcidos de la clase dominante ydirigente intentan meterse "en el bolsillo" (la expresin es de Gramsci) a sus adversarios yopositores polticos incorporando parte de sus reclamos, pero despojados de toda radicalidad ytodo peligro revolucionario. Las demandas populares se resignifican y terminan trituradas en la maquinaria de la dominacin.

    Cmo enfrentar esa iniciativa? De qu manera podemos descentrar esa estrategia burguesa?

    Resulta relativamente fcil identificar a nuestros enemigos cuando ellos adoptan un programapoltico de choque o represin a cara descubierta. Pero el asunto se complica notablementecuando los sectores de poder intentan neutralizar al campo popular apelando discursivamente auna simbologa "progresista". En esos momentos, navegar en el tormentoso ocano de la lucha de clases se vuelve ms complejo y delicado...

    Dentro de ese conglomerado de olas y mareas polticas que se entrecruzan, no todo aparece tanntidamente diferenciado ni delimitado como pudiera suponerse. En la actual coyuntura poltica latinoamericana verificamos, por ejemplo, una notable diferencia entre Cuba, Venezuela yposiblemente Bolivia (en este caso particular no tanto por las moderadas posiciones polticas de su presidente sino ms que todo por los poderosos movimientos sociales que tiene por detrs), porun lado; con Chile, Argentina y Uruguay, por el otro.

    Si Cuba y Venezuela encabezan la rebelda contra el imperio, el segundo bloque de nacionesubicado en el cono sur de nuestra Amrica expresa ms bien cierto aggiornamiento del modeloneoliberal. En este sentido, aunque cada sociedad particular tiene sus propios desafos, existenproblemticas generales que bien valdra la pena repensar, eludiendo los cantos de sirena embriagadores por ahora hegemnicos que hoy pretenden reactualizar las viejas ilusionesreformistas que padecimos hace tres dcadas atrs y que tanta sangre, tragedia y dolor nos costaron. En el caso de Argentina, Chile y Uruguay ya no se trata hoy en da del aejo ydeshilachado "trnsito pacfico" al socialismo sino, incluso, de una propuesta muchsimo msmodesta: la reforma del capitalismo neoliberal en aras de un supuesto "capitalismo nacional" (enla jerga de Kirchner) o "capitalismo a la uruguaya" (para Uruguay) y as de seguido. Hasta eltmido socialismo del "trnsito pacfico" se diluye y el horizonte se estrecha con los vanos intentospor endulzar al capitalismo y volverlo menos cruel y salvaje...

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  • En esta situacin compleja, en el cono sur latinoamericano asistimos a un difcil desafo: pensardesde el marxismo revolucionario no en la inminencia del asalto al poder o de ofensiva abierta delos sectores populares, sino en aquellos momentos del proceso de la lucha de clases donde elenemigo pretende mantener y perpetuar el neoliberalismo de manera sutil y encubierta. No lo pretende hacer de cualquier manera. Paradjicamente, las clases dominantes intentan resolver sucrisis orgnica, garantizar la gobernabilidad y mantener sus jugosos negocios enarbolandonuestras propias banderas (oportunamente resignificadas). Resulta ms sencillo enfrentar ygolpear a un enemigo frontal que intenta aplastarnos enarbolando banderas neoliberales yfascistas (el caso emblemtico de Pinochet en Chile y Videla o Menem en Argentina esarquetpico). Pero deviene extremadamente complejo responder polticamente cuando elneoliberalismo se disfraza de "progre", contina beneficiando al gran capital en nombre de "lademocracia", los "derechos humanos", la "sociedad civil", el "respeto por la diversidad", etc., etc.,etc.

    Estos procesos y mecanismos de dominacin poltica utilizados en la actualidad por las clasesdominantes del cono sur latinoamericano y sus amos imperiales se asientan en una prolongada yextensa tradicin previa.

    No han surgido por arte de magia. Slo constituyen un "enigma irresoluble" si, como tantas vecesnos sugiri el posmodernismo, hacemos abstraccin de nuestra historia nacional y continental.

    La revolucin pasiva

    en la historia de Amrica latina

    Durante el siglo XIX, a lo largo de la conformacin histrica de los estados-nacioneslatinoamericanos, se entabl una singular relacin entre Estado y sociedad civil. A diferencia de

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  • algunos esquemas mecnicos y simplistas, supuestamente "marxistas"1, en Amrica latina larelacin entre sociedad civil y Estado ha sido en gran medida diferente al proceso de lassociedades europeas2.

    Entre nosotros, en no pocas oportunidades, el Estado no fue un producto posterior que vena areforzar una realidad previamente constituida sobre sus propias bases sino que, por el contrario, contribuy de manera activa a conformar sociedad civil. No puede explicarse, por ejemplo, lainsercin subordinada y dependiente de las formaciones sociales latinoamericanas en el mercadomundial durante el siglo XIX si se desconoce la mediacin estatal. No puede comprenderse elproceso genocida de los pueblos originarios de nuestra Amrica, el robo, la expropiacin de sustierras y la incorporacin de la produccin agrcola o minera al mercado mundial si se prescindedel accionar estatal. No puede entenderse la conformacin de las grandes unidades productivas,como las plantaciones, las minas, las haciendas, que combinaban la explotacin forzada de fuerzade trabajo con una produccin de valores de cambio destinados a ser intercambiados y vendidosen el mercado mundial capitalista, si se deja de lado el rol activo jugado por el Estado. Eseprotagonismo central no tuvo lugar nicamente en la llamada acumulacin originaria del capitallatinoamericano. Posteriormente, cuando el capitalismo y el mercado ya funcionaban en AmricaLatina sin andadores ni muletas, el Estado sigui jugando un rol decisivo.

    Entre las muchas instituciones que conforman el entramado estatal hubo una institucin enparticular que ocup este rol central: el Ejrcito (entendido en sentido amplio, como sinnimo deFuerzas Armadas)3. Junto con la represin feroz de numerosos sujetos sociales pueblos indgenasy negros, gauchos, llaneros, etc reacios a incorporarse como mansa y domesticada fuerza detrabajo, los ejrcitos latinoamericanos tambin ocuparon, gerenciaron y realizaron tareasestrictamente econmicas.

    Ese rol privilegiado y muchas veces preponderante en Amrica Latina no slo fue central a lo largode todo el siglo XIX. En el siglo XX el bonapartismo militar4 ocup el rol activo que no jugaron nipodan jugar las dbiles, impotentes y raquticas burguesas autctonas latinoamericanas(injustamente denominadas "burguesas nacionales" por sus apologistas). Ante la ausencia deproyectos slidos, pujantes y autnticamente nacionales, las burguesas latinoamericanasperdieron su escasa y delgada autonoma, si es que alguna vez la tuvieron5, y terminaron jugandoel rol sumiso de socias menores y subsidiarias de los grandes capitales. Slo podan disfrutar del solcito del mercado interno y del mercado mundial a condicin de acomodarse con la cabezagacha y el sombrero entre las manos en los lugares secundarios y los espacios semivacos que les dejaban los capitales multinacionales. Es por eso que gran parte de las industrializacioneslatinoamericanas del siglo XX fueron en realidad seudoindustrializaciones, ya que no modificaron la estructura previa heredada por las burguesas agrarias del siglo XIX6.

    Hoy en da resulta a todas luces errnea y fuera de foco la falsa imagen y la ilusoria dicotomaconstruida artificialmente desde relatos encubridores y apologistas que enfrentara a"burguesas nacionales, democrticas, industrialistas, antiimperialistas y modernizadoras" versus "oligarquas terratenientes, tradicionalistas, autoritarias y vendepatrias". Nuestra historia real,repleta de golpes de estado, masacres y genocidios planificados, ha seguido un derrotero notablemente diverso al que postulaban los cmodos "esquemas clsicos" y los complacientes"tipos ideales" construidos a imagen y semejanza de las principales formaciones socialeseuropeas. La historia latinoamericana desobedeci a la lgica europea; la lucha de clases emprica

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  • no se dej atrapar por el esquema ideal; el desarrollo desigual, articulado y combinado demltiples dominaciones sociales desoy los consejos polticos etapistas que aconsejaban apoyar auna u otra fraccin burguesa ("burguesa democrtica" la llam el reformismo stalinista, "burguesa nacional" la denomin el populismo) contra el supuesto enemigo oligrquico. EnAmrica Latina las burguesas nacieron oligrquicas y las oligarquas fueron aburguesndosemientras se modernizaban. Las modernizaciones no vinieron desde abajo sino desde arriba. Nofueron democrticas ni plebeyas, sino oligrquicas y autoritarias. No fueron producto de"revoluciones burguesas antifeudales" como rezaban ciertos manuales sino de revoluciones-restauradoras, revoluciones pasivas encabezadas e impulsadas por las oligarquasaburguesadas.

    Fueron las propias oligarquas, a travs del aparato de Estado y en particular de las fuerzasarmadas, las que emprendieron a sangre, tortura y fuego el camino de modernizar su insercin siempre subordinada en el mercado mundial capitalista7. El liberalismo latinoamericano no fue,como en la Francia de los siglos XVII y XVIII, progresista sino autoritario y represivo. En nuestraspatrias despanzurradas a golpes de bayoneta y destrozadas a picana y palazos, jams existimodernizacin econmica sin represin poltica.

    Las burguesas locales fueron histricamente dbiles para independizar nuestras naciones delimperialismo pero al mismo tiempo fueron lo suficientemente fuertes como para neutralizar eimpedir los procesos de lucha social radical de las clases populares.

    Las sangrientas dictaduras latinoamericanas cuyas consecuencias nefastas seguimos padeciendohasta nuestro presente que asolaron nuestro continente durante las dcadas de los aos 70 y80 no fueron, en consecuencia, un rayo inesperado en el cielo claro de un medioda de verano. Noconstituyeron una "anomala", una excepcin a la regla, el interregno entre dos momentos denormalidad y paz. Fueron ms bien la regla de nuestros capitalismos perifricos, dependientes y subordinados a la lgica del sistema capitalista mundial.

    Nuevos tiempos de luchas y nuevas formas de

    dominacin durante la "transicin a la democracia"

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  • Agotadas las antiguas formas polticas dictatoriales mediante las cuales el gran capitalinternacional y local ejerci su dominacin y logr remodelar las sociedades latinoamericanasinaugurando a escala mundial el neoliberalismo8 nuestros pases asistieron a lo que se denomin,de modo igualmente apologtico e injustificado, "transiciones a la democracia".

    Ya llevamos casi veinte aos, aproximadamente, de "transicin". No ser hora de hacer unbalance crtico? Podemos hoy seguir repitiendo alegremente que las formas republicanas yparlamentarias de ejercer la dominacin social son "transiciones a la democracia"? Hasta cuandovamos a continuar tragando sin masticar esos relatos acadmicos nacidos al calor de las becas dela socialdemocracia alemana y los subsidios de las fundaciones norteamericanas?

    En nuestra opinin, y sin nimo de catequizar ni evangelizar a nadie, la puesta en funcionamientode formas y rituales parlamentarios dista largamente de parecerse aunque sea mnimamente auna democracia autntica. Resulta casi ocioso insistir con algo obvio: en nuestros paseslatinoamericanos hoy siguen dominando los mismos sectores sociales de antao, los de gruesosbilletes y abultadas cuentas bancarias. Ha mutado la imagen, ha cambiado la puesta en escena, seha transformado el discurso, pero no se ha modificado el sistema econmico, social y poltico dedominacin. Incluso se ha perfeccionado9.

    Estas nuevas formas de dominacin poltica principalmente parlamentarias nacieron productode la lucha de clases. En nuestra opinin no fueron un regalo gracioso de su gran majestad, elmercado y el capital (como sostiene cierta hiptesis que termina presuponiendo,inconscientemente, la pasividad total del pueblo), pero lamentablemente tampoco fueron nicamente fruto de la conquista popular y del "avance democrtico de la sociedad civil" quelentamente se va empoderando de los mecanismos de decisin poltica marchando hacia unporvenir luminoso (como presuponen ciertas corrientes que terminan cediendo al fetichismoparlamentario). En realidad, los regmenes polticos postdictadura, en Argentina, en Chile, enUruguay y en el resto del cono sur latinoamericano, fueron producto de una compleja y desigual combinacin de las luchas populares y de masas en cuya estela alcanza su cenit la puebladaargentina de diciembre de 2001 con la respuesta tctica del imperialismo que necesitaba sacrificar momentneamente algn pen militar de la poca neoltica para reacomodar los hilos dela red de dominacin, cambiando algo para que nada cambie.

    Con discurso "progre" o sin l, la misin estratgica que el capital transnacional y sus socias msestrechas, las burguesas locales, le asignaron a los gobiernos "progresistas" de la regin desdeel Frente Amplio uruguayo y el PJ del argentino Kirchner hasta la concertacin de Bachelet enChile consiste en lograr el retorno a la "normalidad" del capitalismo latinoamericano. Se trata deresolver la crisis orgnica reconstruyendo el consenso y la credibilidad de las instituciones burguesas para garantizar EL ORDEN. Es decir: la continuidad del capitalismo. Lo que est en juegoes la crisis de la hegemona burguesa en la regin, amenazada por las rebeliones y puebladascomo la de Argentina o Bolivia y su eventual recuperacin.

    Desde nuestra perspectiva, y a pesar de las esperanzas populares, la manipulacin de las

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  • banderas sociales, el bastardeo de los smbolos de izquierda y la resignificacin de las identidadesprogresistas tienen actualmente como finalidad frenar la rebelda y encauzar institucionalmente laindisciplina social. Mediante este mecanismo de aggiornamiento supuestamente "progre" lasburguesas del cono sur latinoamericano intentan recomponer su hegemona poltica. Se pretendevolver a legitimar las instituciones del sistema capitalista, fuertemente devaluadas ydesprestigiadas por una crisis de representacin poltica que haca aos no viva nuestro continente. Los equipos polticos de las clases dominantes locales y el imperialismo se esfuerzande este modo, sumamente sutil e inteligente, en continuar aislando a la revolucin cubana (a laque se saluda, pero... como algo extico y caribeo), conjurar el ejemplo insolente de la Venezuelabolivariana (a la que se sonre pero... siempre desde lejos), seguir demonizando a la insurgenciacolombiana y congelar de raz el proceso abierto en Bolivia.

    Los desafos de la izquierda latinoamericana

    antiimperialista y anticapitalista frente a su propia historia

    Cmo enfrentar entonces ese aggiornamiento de las formas polticas de dominacin, ese intentogatopardista por cambiar algo para que el ORDEN siga igual y nada cambie de fondo?

    Descartada la visin ingenua de un optimismo eufrico que postula en el terreno de las consignas agitativas un peligroso y falso triunfalismo calificando como "avance revolucionario" a losgobiernos de Tabar Vzquez, Kirchner o Bachelet, debemos hacer el esfuerzo por comprender nuestros desafos polticos a partir de nuestra propia historia y nuestras propias necesidades10. As lo hizo Fidel cuando encabez la revolucin cubana, as lo hace Chvez en Venezuela. As lo hicieron los sandinistas, los salvadoreos y los tupamaros en sus pocas fundacionales (cuandoeran radicales y estaban contra el sistema), as lo hacen las FARC y el ELN en Colombia, al igualque los zapatistas en Chiapas. En el cono sur latinoamericano se nos impone encontrar nuestrapropia perspectiva estratgica y nuestro rumbo poltico a partir de nuestra propia historia.Debemos estudiar y tomar en serio a la historia!

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  • Eso implica estar alertas frente a cualquier manipulacin oportunista. Es cierto que todo relatohistrico presupone construir genealogas en el pasado para defender y legitimar polticas hacia el futuro. Pero todo tiene un lmite. No se puede ir al pasado, "meter mano", poner y sacar a gusto y piacere segn las oportunidades del caso...

    Por ejemplo, en la Argentina, no se puede poner en las banderas y en los carteles las imgenes deSantucho y del Che Guevara y luego, como por arte de magia, borrar esos smbolos parareemplazarlos por la foto de Juan Domingo Pern. Y luego, si cambian las alianzas polticas delmomento, archivar rpidamente a Pern y volver a poner a Santucho o a quien convenga en esaocasin. Siempre con la misma sonrisa cnica. Como si todo fuera lo mismo! Eso es poco serio.Eso es hacer manipulacin vulgar de la historia en funcin del presente inmediato. As no seconstruye una identidad poltica de masas que logre aglutinar a la juventud rebelde y a la clasetrabajadora combativa en funcin de un proyecto de emancipacin radical. Los cubanos designana esas maniobras como vulgar "politiquera". Lenin las denominaba "oportunismo". En cada uno delos pases de nuestra Amrica hay un trmino para hacer referencia a lo mismo.

    La historia debe ser nuestra fuente genuina de inspiracin, no un cmodo salvoconductooportunista.

    Formacin poltica, hegemona

    socialista e internacionalismo

    No slo debemos inspirarnos en la historia. En la actual fase de la correlacin de clases signadapor la acumulacin de fuerzas necesitamos generalizar la formacin poltica de la militancia debase. No slo de los cuadros dirigentes sino de toda la militancia popular. Se torna imperiosocombatir el clientelismo y la prctica de los "punteros" (negociantes de la poltica mediante lasprebendas del poder), solidificando y sedimentando una fuerte cultura poltica en la basemilitante, que apunte a la hegemona socialista sobre todo el movimiento popular. No habrtransformacin social radical al margen del movimiento de masas. Nos parecen ilusorias yfantasmagricas las ensoaciones posmodernas y posestructuralistas que nos invitanirresponsablemente a "cambiar el mundo sin tomar el poder". No se pueden lograr cambios defondo sin confrontar con las instituciones centrales del aparato de Estado. Debemos apuntar aconformar, estratgicamente y a largo plazo estamos pensando en trminos de varios aos y node dos meses organizaciones guevaristas de combate.

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  • Por qu organizaciones? Porque el culto ciego a la espontaneidad de las masas constituye unespejismo muy simptico pero ineficaz. Todo el movimiento popular que sucedi a la explosin del19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina diluy su energa y termin siendo fagocitado por laausencia de organizacin y de continuidad en el tiempo (organizacin popular no equivale asumatoria de sellos partidarios que tienen como meta mxima la participacin en cada contiendaelectoral).

    Por qu guevaristas? Porque en nuestra historia latinoamericana el guevarismo constituye laexpresin del pensamiento ms radical de Marx y Lenin y de todo el acervo revolucionario mundial,descifrado a partir de nuestra propia realidad y nuestros propios pueblos. El guevarismo seapropia de lo mejor que produjeron los bolcheviques, los chinos, los vietnamitas, las luchasanticolonialistas del frica, la juventud estudiantil y trabajadora europea, el movimiento negro norteamericano y todas las rebeldas palpitadas en varios continentes. El guevarismo no es calconi es copia, constituye una apropiacin de la propia historia del marxismo latinoamericano, cuyofundador es, sin ninguna duda, Jos Carlos Maritegui. Guevara no es una remera. Su bsqueda poltica, terica, filosfica constituye una permanente invitacin a repensar el marxismo radicaldesde Amrica Latina y el Tercer Mundo. No se lo puede reducir a tres consignas y dos fraseshechas. Aun tenemos pendiente un estudio colectivo serio y una apropiacin crtica del pensamiento marxista del Che entre nuestra militancia11.

    Por qu de combate? Porque tarde o temprano nos toparemos con la fuerza bestial del aparatode Estado y su ejercicio permanente de fuerza material. As nos lo ensea toda nuestra historia. Insistimos: hay que tomarse en serio la historia! Pretender eludir esa confrontacin puede resultarmuy simptico para ganar una beca o seducir al pblico lector en un gran monopolio de la(in)comunicacin. Pero la historia de nuestra Amrica nos demuestra, con una carga dedramatismo tremenda, que no habr revoluciones de verdad sin el combate antiimperialista yanticapitalista. Debemos prepararnos a largo plazo para esa confrontacin. No es una tarea de dosdas sino de varios aos. Debemos dar la batalla ideolgica para legitimar en el seno de nuestropueblo la violencia plebeya, popular, obrera y anticapitalista; la justa violencia de abajo frente a lainjusta violencia de arriba.

    Pero al identificar el combate como un camino estratgico debemos aprender de los errores delpasado, eludiendo la tentacin militarista. Las nuevas organizaciones guevaristas debern estarestrechamente vinculadas a los movimientos sociales. No se puede hablar "desde afuera" almovimiento de masas. Las organizaciones que encabecen la lucha y marquen un caminoestratgico, ms all del da a da, debern ser al mismo tiempo "causa y efecto" de losmovimientos de masas. No slo hablar y ensear sino tambin escuchar y aprender. Y escucharatentamente y con el odo bien abierto! La verdad de la revolucin socialista no es propiedad deningn sello, se construir en el dilogo colectivo entre las organizaciones radicales y losmovimientos sociales. Las vanguardias perdn por utilizar este trmino tan desprestigiado en loscentros acadmicos del sistema que deberemos construir sern vanguardias de masas, no deelite.

    Si durante la lucha ideolgica de los 90 en los tiempos del auge neoliberal nos vimos obligadosa batallar en la defensa de Marx, remando contra la corriente hegemnica, en la dcada que seabre en el 2000, Marx solo ya no alcanza. Ahora debemos ir por ms, dar un paso ms e instalaren la agenda de nuestra juventud a Lenin y al Che (y a todas y todos sus continuadores).

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  • Reinstalar al Che entre nuestra militancia implica recuperar la mstica revolucionaria de luchaextrainstitucional que nutri a la generacin latinoamericana de los 60 y los 70.

    Tenemos pendiente pensar y ejercer la poltica ms all de las instituciones, sin ceder al falso"horizontalismo" cuyos partidarios gritan "que no dirija nadie!" porque en realidad quieren dirigirellos ni quedar entrampados en el reformismo y el chantaje institucional. Nada mejor entoncesque combinar el espritu de ofensiva de Guevara con la inteligencia y lucidez de Gramsci paracomprender y enfrentar el gatopardismo. Saber salir de la poltica de secta, asumir la ofensivaideolgica y al mismo tiempo ser lo suficientemente lcidos como para enfrentar el transformismopoltico de las clases dominantes que enarbolan banderas "progresistas" para dominarnos mejor.

    Como San Martn, Artigas, Bolvar, Sucre, Manuel Rodrguez, Juana Azurduy y Jos Mart, comoGuevara, Fidel, Santucho, Sendic, Miguel Enrquez, Inti Peredo, Carlos Fonseca y Marighella,debemos unir nuestros esfuerzos y voluntades colectivas a largo plazo en una perspectiva internacionalista y continental. En la poca de la globalizacin imperialista no es viable ni posibleni realista ni deseable un "capitalismo nacional".

    No podemos seguir permitiendo que la militancia abnegada presente en diversas experienciasreformistas del cono sur se transforme en "base de maniobra" o elemento de presin ynegociacin para el aggiornamiento de las burguesas latinoamericanas. Los sueos, lasesperanzas, los sufrimientos, los sacrificios y toda la energa rebelde de nuestros puebloslatinoamericanos no pueden seguir siendo expropiados. Nos merecemos algo ms que unmiserable "capitalismo con rostro humano" y una mugrienta modernizacin de la dominacin.

    Octubre de 2006

    1 Estos esquemas simplistas fueron extrados principalmente de: (a) los estudios de ordenfilosfico de la dcada de 1840, crticos de la Filosofa de derecho de Hegel, donde Marx lereprochaba a su maestro subordinar la sociedad civil al Estado; y de (b) los anlisis sociolgicos dela dcada de 1850 donde Marx analiz la sociedad francesa y el fenmeno poltico bonapartista.

    2 Vase el inteligente estudio de Carlos Nelson Coutinho sobre Gramsci en Amrica Latina yparticularmente sobre la revolucin pasiva en Brasil "As categoras de Gramsci e a realidadebrasileira". En C.N.Coutinho: Gramsci. Um estudo sobre seu pensamento poltico. Rio de Janeiro, Civilizao Brasileira, 1999. Tambin pueden consultarse con provecho los trabajos de Florestan

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  • Fernandez sobre la revolucin burguesa, recopilados por Octavio Ianni: Florestan Fernandes:sociologa crtica e militante. So Paulo, Expresso Popular, 2004. Juan Carlos Portantiero habaadelantado algunas inteligentes reflexiones en este sentido en su archicitado ensayo "Los usos de Gramsci" [1975] (Buenos Aires, Grijalbo, 1999), pero a diferencia de los dos autores anteriores,Portantiero termin convirtiendo a Gramsci en un comodn socialdemcrata bastardeado hastalmites inimaginables.

    3 Vase nuestro trabajo "Los verdugos latinoamericanos: las Fuerzas Armadas de lacontrainsurgencia a la globalizacin", ensayo incorporado en nuestro: Pensar a contramano. Lasarmas de la crtica y la crtica de las armas. Buenos Aires, Editorial Nuestra Amrica, 2006.

    4 Adoptamos esta categora de Mario Roberto Santucho: Poder burgus, poder revolucionario [1974]. En Daniel De Santis [compilador]: A vencer o morir. PRT-ERP Documentos. Bs.As.,EUDEBA, 1998 (tomo I) y 2000 (Tomo II).

    5 Vase el testamento poltico del Che, cuando afirma: "Por otra parte las burguesas autctonashan perdido toda su capacidad de oposicin al imperialismo -si alguna vez la tuvieron- y sloforman su furgn de cola. No hay ms cambios que hacer; o revolucin socialista o caricatura derevolucin". "Mensaje a los pueblos del mundo a travs de la Tricontinental" (ediciones varias).

    6 Vase el captulo "Expansin industrial, imperialismo y burguesa nacional" del libro de SilvioFrondizi: La realidad argentina. Ensayo de interpretacin sociolgica (en dos tomos, Tomo I: 1955y Tomo II: 1956); Vctor Testa [seudnimo de Milcades Pea]: "Industrializacin, seudoindustrializacin y desarrollo combinado". En Fichas de investigacin econmica y social,Ao I, N1, abril de 1964. p.33-44. Este artculo fue recopilado pstumamente en Milcades Pea: Industrializacin y clases sociales en la Argentina. Bs.As., Hyspamrica, 1986. p.65 y ss.; yfinalmente nuestro ensayo: "Foquismo?: A propsito de Mario Roberto Santucho y elpensamiento poltico de la tradicin guevarista". En Ernesto Che Guevara: El sujeto y el poder. Buenos Aires, Nuestra Amrica, 2005.

    7 Tratando de pensar la conformacin social de la dominacin burguesa en Argentina y AmricaLatina de una manera diferente (tanto frente al reformismo stalinista como frente al populismonacionalista), el viejo dirigente comunista Ernesto Giudici quien en 1973 propuso la herticaunidad del comunismo con las organizaciones poltico-militares PRT-ERP y Montoneros arriesguna hiptesis ms que sugerente. Siempre deca que hay que pensar la historia latinoamericanaa partir de su propia cronologa histrica, sin violentarla para que entre en el lecho de Procusto de cronologas diversas. Hecha esta salvedad, Giudici consideraba pertinente una analoga con las

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  • formaciones sociales europeas; ya no con Francia modelo de El 18 Brumario de Luis Bonaparteni con Inglaterra arquetipo emprico que est en la base de El Capital, sino con el prusianismoalemn. La formacin histrica del capitalismo en Argentina, por ejemplo, se asemejaba muchoms a la atrasada Prusia que a las modernas Francia o Inglaterra. Como en Prusia, la burguesaargentina viva haciendo pactos y compromisos con los propietarios terratenientes, utilizando alejrcito como fuerza social privilegiada en poltica y reprimiendo toda vida cultural autnoma. Lahiptesis analgica del "prusianismo" cumpla en los razonamientos de Giudici un rol mucho msabarcador que el "camino prusiano en la agricultura" del que hablaba Lenin, por contraposicin ala modernizacin de la agricultura capitalista de los farmers norteamericanos. Vase "Herejes yortodoxos en el comunismo argentino", en nuestro De Ingenieros al Che. Ensayos sobre elmarxismo argentino y latinoamericano. Buenos Aires, Biblos, 2000 [hay reedicin cubanaampliada, 2006].

    8 Es bien conocido el anlisis del historiador britnico Perry Anderson (a quien nadie puedeacusar de provincianismo intelectual o de chauvinismo latinoamericanista), quien sostiene que elprimer experimento neoliberal a nivel mundial ha sido, precisamente, el de Chile. Incluso variosaos antes que los de Margaret Thatcher o Ronald Reagan. No por perifricas ni dependientes lasburguesas latinoamericanas han quedado en un segundo plano en la escena de la dominacinsocial. Incluso en algunos momentos se han adelantado a sus socias mayores, y han inauguradocon el puo sangriento de Pinochet en lo poltico y de la mano para nada "invisible" de Milton Friedman en lo econmico, un nuevo modelo de acumulacin de capital de alcance mundial: elneoliberalismo.

    9 Recordemos que para Marx la repblica burguesa parlamentaria que l nunca homologabacon "democracia" constitua la forma ms eficaz de dominacin poltica. Marx la considerabasuperior a las dictaduras militares o a la monarqua porque en la repblica parlamentaria la dominacin se vuelve annima, impersonal y termina licuando los intereses segmentarios de losdiversos grupos y fracciones del capital, instaurando un promedio de la dominacin general de laclase capitalista, mientras que en la dictadura y en la monarqua es siempre un sector burgusparticular el que detenta el mando, volviendo ms frgil, visible y vulnerable el ejercicio delpoder poltico.

    10 En ese sentido sera conveniente no confundir las necesidades diplomticas coyunturales dedeterminados Estados a los que defendemos de la agresividad imperialista y con los cuales nossolidarizamos activamente, con las necesidades polticas del movimiento popular en nuestrospases del cono sur latinoamericano. Aunque luchamos por los mismos fines antiimperialistas ysocialistas, no siempre lo que le conviene a los Estados amigos es lo que le conviene a losmovimientos sociales y populares de nuestros pases.

    Reflexionemos sobre un ejemplo histrico concreto: la Revolucin Cubana sufre un embargocriminal de EEUU desde su mismo desafo al coloso del norte. Prcticamente todos los Estados del continente, siguiendo la presin yanqui, rompieron relaciones con Cuba a inicios de los 60. Unode los pocos que no lo hizo fue Mxico. Durante dcadas, en Mxico gobernaba el PRI, partido

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  • burgus, corrupto y autoritario si los hay (surgido del congelamiento de la revolucin mexicana).El PRI mantena "hacia afuera" una poltica de no confrontacin con Cuba, lo cual resulta muy til diplomticamente para frenar a EEUU. En lo interno reprima al movimiento obrero, comprabadirigentes, divida las organizaciones populares, masacraba estudiantes, haca desaparecerindgenas, etc. A fines de los 60 en Mxico surgen organizaciones guerrilleras que sonmasacradas. Aos ms tarde, surge el EZLN contra el PRI. Cuba rompe amarras contra el Estadomexicano? No, no lo puede hacer. Necesita mantener relaciones diplomticas con el Estadomexicano para eludir el bloqueo yanqui, lo cual resulta plenamente comprensible. Entonces?Qu debe hacer el movimiento popular en Mxico? Apelar a la autoridad moral de Cuba paraapoyar al PRI? La respuesta negativa es ms que obvia (no obstante existieron corrientes que aslo hicieron durante aos. La vertiente de Lombardo Toledano de nefasta memoria apoyaba alPRI con retrica de "izquierda", apoyaba las represiones del gobierno como "progresistas", incluida la masacre de Tlatelolco, etc, etc). Sobre estas dificultades objetivas que elinternacionalismo militante no puede desconocer, vase nuestro dilogo-entrevista (realizadojunto con el compaero Luciano lzaga) al presidente de la Asamblea Popular de la repblica deCuba Ricardo Alarcn. En http://www.lahaine.org/index.php?p=14057 y http://www.rebelion.org/noticia.php?id=30096

    11 Apuntando en esa direccin y hacia esa tradicin poltica, hemos querido contribuir con unpequesimo granito de arena a travs de nuestro Ernesto Che Guevara: El sujeto y el poder ycon diversas experiencias de formacin poltica en varias ctedras Che Guevara, dentro y fuera dela universidad, tanto en movimientos de derechos humanos, en el movimiento estudiantil comoen escuelas del movimiento piquetero.

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