creatividad e innovación: delas industrias culturasles a la economia creativa

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7 CADERNOS UFS FILOSOFIA Ano 7, Fasc. XIII, Vol. 9, Jan-Julho/ 2011 ISSN Impresso: 1807-3972/ ISSN on-line: 2176-5987 Creatividad e innovación: de las industrias culturales a la economía creativa Javier Echeverría 1 Resumen: La creatividad y la innovación se relacionan estrechamente, pero no deberían confundirse. La primera es condición necesaria de la segunda, pero no suficiente. Esta propuesta se ilustra claramente si se analiza la distinción entre las industrias creativas y las industrias culturales, las cuales han sido clasificadas y medidas de manera diferente en los distintos países y organizaciones internacionales. Desde una perspectiva filosófica, la principal forma de creatividad es aquella que permite crear riqueza y, todavía más, crear valores. En este sentido, la metodología científica aporta una dimensión importante de la creatividad, relacionada con los valores epistémicos. Palabras clave: Industrias culturales y creativas, Medición de la innovación, Medición de la creatividad. 1. Algunos datos sobre las industrias culturales y creativas La denominación de economía creativa fue introducida por John Howkins en 2001. En Gran Bretaña y en Australia se había hablado previamente de industrias creativas para aludir a un sector industrial que genera riqueza económica a partir del arte, la cultura y otras formas de creatividad humana, en particular las que dependen de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Conforme las economías de la información y del conocimiento se han desarrollado, las industrias creativas han adquirido una pujanza creciente. En su informe de 2008 sobre la economía creativa, la ONU consideró que dichas industrias “se encuentran entre los sectores emergentes más dinámicos del comercio mundial” (ONU, UNCTAD, 2008, p. 57). En el período 2000-2005, la exportación de productos creativos creció un 8,7 % anual en el mundo y otro tanto sucedió con los servicios creativos, los cuales aumentaron anualmente un 8,8 % entre 1995 y 2005. Según dicho informe, las industrias creativas “pueden definirse como los ciclos de creación, producción y distribución de bienes y servicios que utilizan creatividad y capital intelectual como insumos primarios” ( Ibid., p. 63). Por tanto, utilizan el 1 Javier Echeverría ([email protected]) es Profesor de Investigación Ikerbasque en el Departamento de Sociología 2, Universidad del País Vasco (48940 Leioa, España). Este artículo ha sido elaborado en el marco del proyecto de investigación FFI 2008- 03599/FISO sobre Filosofía de las Tecnociencias Sociales, financiado en España por el Ministerio de Ciencia e Innovación y desarrollado en el Instituto de Filosofía del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).

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Cuadernos UFS de Filosofia, Universidad Federale de Sergipe (Brasil), 7-13, vol 9. (2011), pp 7-18, ISSN ONLINE : 2176-5987. Javier Echeverría Ezponda. 2011.

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CADERNOS UFS FILOSOFIA – Ano 7, Fasc. XIII, Vol. 9, Jan-Julho/ 2011 – ISSN Impresso: 1807-3972/ ISSN on-line: 2176-5987

Creatividad e innovación: de las industrias culturales a la economía

creativa

Javier Echeverría1

Resumen: La creatividad y la innovación se relacionan estrechamente, pero no deberían confundirse. La primera es condición necesaria de la segunda, pero no suficiente. Esta propuesta

se ilustra claramente si se analiza la distinción entre las industrias creativas y las industrias

culturales, las cuales han sido clasificadas y medidas de manera diferente en los distintos países

y organizaciones internacionales. Desde una perspectiva filosófica, la principal forma de creatividad es aquella que permite crear riqueza y, todavía más, crear valores. En este sentido, la

metodología científica aporta una dimensión importante de la creatividad, relacionada con los

valores epistémicos.

Palabras clave: Industrias culturales y creativas, Medición de la innovación, Medición de la

creatividad.

1. Algunos datos sobre las industrias culturales y creativas

La denominación de economía creativa fue introducida por John Howkins en 2001. En

Gran Bretaña y en Australia se había hablado previamente de industrias creativas para

aludir a un sector industrial que genera riqueza económica a partir del arte, la cultura y

otras formas de creatividad humana, en particular las que dependen de las tecnologías

de la información y la comunicación (TIC). Conforme las economías de la información

y del conocimiento se han desarrollado, las industrias creativas han adquirido una

pujanza creciente. En su informe de 2008 sobre la economía creativa, la ONU consideró

que dichas industrias “se encuentran entre los sectores emergentes más dinámicos del

comercio mundial” (ONU, UNCTAD, 2008, p. 57). En el período 2000-2005, la

exportación de productos creativos creció un 8,7 % anual en el mundo y otro tanto

sucedió con los servicios creativos, los cuales aumentaron anualmente un 8,8 % entre

1995 y 2005.

Según dicho informe, las industrias creativas “pueden definirse como los ciclos de

creación, producción y distribución de bienes y servicios que utilizan creatividad y

capital intelectual como insumos primarios” (Ibid., p. 63). Por tanto, utilizan el

1 Javier Echeverría ([email protected]) es Profesor de Investigación Ikerbasque en el

Departamento de Sociología 2, Universidad del País Vasco (48940 Leioa, España). Este artículo

ha sido elaborado en el marco del proyecto de investigación FFI 2008- 03599/FISO sobre

Filosofía de las Tecnociencias Sociales, financiado en España por el Ministerio de Ciencia e Innovación y desarrollado en el Instituto de Filosofía del CSIC (Consejo Superior de

Investigaciones Científicas).

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conocimiento como “materia prima” y lo ponen en valor, generando bienes y servicios

intelectuales y artísticos. En conjunto, “las industrias creativas abarcan un campo vasto

y heterogéneo que comprende la interacción entre varias actividades creativas, desde las

artes y artesanías tradicionales, la imprenta, la música y las artes visuales y dramáticas,

hasta grupos de actividades tecnológicas y orientadas a servicios, tales como la industria

cinematográfica, la televisión y la radio, los nuevos medios y el diseño” (Ibid.). En los

países más avanzados –afirma la ONU– “las industrias creativas están emergiendo

como una opción estratégica para vigorizar el crecimiento económico, el empleo y la

cohesión social” (Ibid.).

El crecimiento económico del sector cultural es particularmente intenso en Europa.

El informe de KEA, Economy of Culture in Europe (2006), aportó datos significativos,

que siguen siendo de referencia. En 2003, el sector cultural supuso un 2,6 % del

Producto Industrial Bruto (PIB) de la Unión Europea (KEA, 2006, p.6), pero con la

peculiaridad de que había crecido un 19,7 % entre 1999 y 2003, siendo ese crecimiento

un 12,3 % por superior al del resto de la economía europea. En cuanto al empleo en el

sector cultural, había crecido un 1,85 %, siendo así que en el conjunto de la economía

había decrecido (Ibid.). En total, casi 6 millones de personas trabajaban en las industrias

culturales, el 3,1 % de la población laboral de la Unión Europea de 25 países. Podemos

concluir que el desarrollo de la economía de la información y el conocimiento trae

consigo un auge del sector cultural.

España es uno de los países europeos en donde el crecimiento del empleo cultural fue

más acusado en el período 2001-2006. De las 25 regiones europeas que más empleo

generaron en el sector, diez de ellas son españolas, con porcentajes que oscilan entre el

5 % y el 8,5 % de crecimiento anual del empleo (ECO, Creative and Cultural

Industries, 2010, p. 11). Otro tanto cabe decir del crecimiento económico del sector, no

sólo del empleo. En Asturias, por poner un ejemplo destacado, el sector ICC (Industrias

Culturales y Creativas) creció un 8,42 %, mientras que la economía regional en su

conjunto sólo creció un 3,05 %. En el País Vasco, por poner otro ejemplo, el

crecimiento económico del sector ICC fue del 6,51 %, mientras que la economía en su

conjunto creció un 2,52 % (Ibid.).

Estos datos señalan una tendencia importante de las economías basadas en el

conocimiento. En el conjunto de Europa, las industrias culturales y creativas tienen un

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peso económico mayor que la agricultura, la ganadería y la pesca sumadas

conjuntamente. También superan a la industria textil, y casi igualan a las industrias

químicas. El sector ICC es un sector industrial emergente, al que conviene prestar

atención, porque aporta crecimiento en la transición desde las sociedades industriales a

las economías de la información y el conocimiento.

2. ¿Cómo definir el sector ICC (Industrias Culturales y Creativas)?

Las relaciones entre la creatividad y la innovación plantean importantes cuestiones

conceptuales y filosóficas, que abordaré brevemente en el último apartado de este

artículo. Previamente voy a señalar algunos problemas técnicos y metodológicos que

surgen al intentar cuantificar la economía de la cultura. Todos los estudios recién

mencionados señalan que queda mucho por hacer a la hora de definir con precisión el

sector ICC. A mi modo de ver, hay que distinguir cuatro tipos de cuestiones:

a) ¿Qué actividades pueden ser incluidas bajo la rúbrica de creativas?

b) ¿Hay datos homologables sobre el sector ICC en los diversos países y regiones?

c) ¿Cómo se define y cómo se mide la creatividad?

d) Si se alude a sociedades post-industriales, ¿por qué seguir hablando de industrias

culturales y creativas?

No hay contestación completa para ninguna de las cuatro, pero sí respuestas tentativas,

así como diferentes metodologías para abordarlas. Voy a ocuparme únicamente de las

dos primeras, aunque la tercera plantea problemas conceptuales muy interesantes, por lo

que también haré alguna alusión breve a ella. En cuanto a la cuarta, diré brevemente que

la expresión economía creativa me parece la más adecuada, puesto que muchas

actividades vinculadas a la creación cultural y al arte no pueden ser consideradas como

industriales: en el sector abundan los autónomos y las pequeñas empresas, lo que no

impide que surja mucho empleo.

Con respecto a la cuestión a), la UNESCO propuso una clasificación de las industrias

culturales ya desde el año 1986. No aportó una definición unificadora del sector, sino

que lo consideró como un agregado de diversas actividades que deberían ser

consideradas como culturales en todos los países del mundo: 1) patrimonio; 2) libros,

impresos y literatura; 3) música; 4) artes escénicas, 5) audio-media; 6) medios

audiovisuales; 7) actividades socio-culturales; 8) deportes y juegos y 9) medio ambiente

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y naturaleza. Esta clasificación ha sido aceptada por casi 150 países, siendo la que goza

de mayor difusión y consenso. En cuanto a los procesos de producción cultural, la

UNESCO distinguió cinco fases: creación, producción, distribución, consumo y

preservación. Ese marco conceptual ha permitido comparar entre sí los sectores

culturales de distintos países y obtener datos como los anteriormente mencionados.

A finales del siglo pasado, el Reino Unido introdujo el concepto de industrias

creativas, que había sido usado desde 1990 en Australia. La Creative Industries Task

Force que se creó en Gran Bretaña para impulsarlas las definió como “those industries

which have their origin in individual creativity, skill and talent and which have a

potential for wealth and job creation through the generation and exploitation of

intellectual property” (Report KEA 2006, p.47). Desde entonces, las estadísticas

británicas distinguen el sector industrial creativo e incluyen en él la publicidad, la

arquitectura, las antigüedades, las artesanías, el diseño, la moda, el cine y el video, el

entretenimiento, la música, las artes escénicas, las publicaciones, el software y los

servicios informáticos, la radio y la televisión. En cuanto a las fases de un proceso

creativo, en el Reino Unido se distinguen siete: creación, producción, distribución,

diseminación, promoción, educación relacionada con las actividades creativas y prensa

relacionada con dichas actividades. Por tanto, si comparamos las industrias creativas

británicas con las culturales de la UNESCO, hay diferencias significativas en las

respectivas clasificaciones, de modo que los datos respectivos son difícilmente

comparables. En cualquier caso, la propuesta británica amplió considerablemente el

ámbito de las ICC, y eso que no incluyó el turismo, el deporte y algunas otras

actividades que en algunos países son consideradas como propias de la economía

creativa.

Por su parte, Francia prefirió seguir hablando de industrias culturales, aunque usando

su propia clasificación, mientras que algunos países nórdicos, como Finlandia,

introdujeron el concepto de economía de la experiencia, según el cual no sólo hay

productos y servicios, sino también experiencias culturales y creativas, que aportan una

nueva dimensión al sector ICC. Ello permitió añadir los juguetes y las industrias del

entretenimiento al sector. En base a ese criterio se ha llegado a decir que el turismo y los

deportes también son posibles subsectores de las industrias creativas, aunque la cuestión

sigue siendo debatida en Europa.

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Entre tanto, en otras latitudes se propusieron marcos conceptuales distintos a los de

la UNESCO y a los de los países europeos recién mencionados. La World Intellectual

Property Organization (WIPO) elaboró en 2003 una Guide on Surveying Copyright

Industries en la que las industrias culturales y creativas eran consideradas como tales en

la medida en la que generaran propiedad intelectual, comparándolas así con las patentes

tecnológicas. Se disponía así de un criterio unificador claro, que ya había sido

anticipado por los británicos, pero que ahora se afirmaba como especificación

conceptual: las industrias creativas son aquellas que generan propiedad intelectual. Ello

permitió añadir las industrias del software y las bases de datos al sector ICC, cosa que

no se hacía hasta entonces, o muy tímidamente. Sin embargo, otras actividades

culturales tradicionales desaparecieron del sector, con los consiguientes problemas

conceptuales y metodológicos. El modelo de la WIPO ha sido usado en EEUU, Canadá,

Finlandia, Dinamarca, Australia y Nueva Zelanda. Por su parte, la OCDE introdujo la

noción de industrias de contenidos, que son aquellas que crean la información, por

oposición a las TIC, que la procesan, transmiten y difunden. Esta propuesta sólo se hizo

como un apéndice a la Guide to measuring the information society de la OCDE (2005),

por lo que no ha sido aplicada de manera sistemática en el conjunto de los países.

Hay otras propuestas de clasificación del sector ICC, unas de índole académica, otras

más operativas. Los procedimientos del Eurostat me parecen particularmente

significativos, por razones metodológicas. Puesto que tiene a su cargo las estadísticas

europeas ha de hacer converger los sistemas estadísticos de los distintos países. Al

afrontar ese problema en el sector cultural el Eurostat se encontró con un problema

metodológico de envergadura: las grandes dificultades existentes para comparar,

agregar y, en su caso, integrar los datos estadísticos de los diversos países (y regiones)

de la UE. Este problema general resulta particularmente agudo en el caso del sector

ICC, debido a la gran diversidad de tradiciones culturales que hay en Europa. Entramos

así en el problema (b), que plantea la búsqueda de definiciones operacionales de los

diversos subsectores que, estadísticamente hablando, se integran en el sector de las

industrias culturales y creativas. Además, los datos aportados por cada país o región han

de ser comparables y agregables, lo que implica establecer unos protocolos comunes

para su recogida. En suma, se trata de un problema metodológico típico de la medición

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en ciencias sociales. Sin embargo, el problema a) es previo y, como vamos a ver a

continuación, hay diferentes modos de abordarlo.

En 1995 el Consejo de Europa propugnó que se crearan unas estadísticas culturales

comunes a toda la Unión Europea. El Leadership Group on Cultural Statistics (LEG-

Culture) del Eurostat se encargó de la tarea, que se prolongó desde 1997 a 2000. Partió

de la clasificación de la UNESCO, pero introdujo en ella modificaciones significativas,

puesto que excluyó los deportes, la naturaleza y los juegos; en cambio, introdujo el

nuevo campo de la arquitectura y unificó todas las artes visuales en una sola categoría.

Como resultado, el Eurostat identificó ocho dominios de industrias culturales y creativas

(patrimonio artístico y monumental, archivos, bibliotecas, libros y prensa, artes visuales,

arquitectura, artes escénicas, música y audiovisuales multimedia), así como seis

funciones económicamente relevantes en el sector: preservación, creación, producción,

diseminación, compraventa y educación. Esta clasificación se ha aplicado en la Unión

Europea durante todo una década, aunque el Eurostat ha creado recientemente la red

ESS-net Culture (2009), cuyo cometido consiste en elaborar para finales de 2011 un

nuevo marco conceptual para las estadísticas culturales en Europa, adecuándolo en la

medida de lo posible a los cambios que la UNESCO ha introducido en sus propias

clasificaciones del sector ICC.

Esta pluralidad de propuestas y marcos conceptuales nos proporciona una primera

idea de la dificultad que tiene definir el sector de las industrias culturales, y mucho más

la economía creativa. También muestra la existencia de problemas metodológicos

importantes a la hora de elaborar los datos económicos sobre el sector ICC. Para

abordarlos se requiere un análisis conceptual previo, sin perjuicio de que las

instituciones que se encargan de medir la creatividad, la cultura y la innovación vayan a

seguir adoptando definiciones y clasificaciones por razones pragmáticas y

operacionales, derivadas de la necesidad de medir y de comparar los datos entre países y

regiones. En cualquier caso, el crecimiento del sector y la utilización sistemática de

indicadores para medir el peso relativo de cada país y de cada región exige una

reflexión a fondo. Tanto la UNESCO como la Unión Europea están modificando sus

marcos conceptuales y metodológicos, intentando hacerlos compatibles entre sí.

Previsiblemente, los datos cambiarán bastante en función de los sectores que se

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incluyan en las industrias culturales y creativas. En suma: el problema c) no puede ser

afrontado mientras los dos problemas previos, a) y b), no hayan sido debatidos a fondo.

3. Creatividad, innovación y creación de riqueza

Entendida en su acepción más genérica, como capacidad de crear, la creatividad es

común a todos los seres humanos, aunque algunos la ejerciten más que otros, sobre todo

si utilizan métodos para fomentarla. Esa capacidad de imaginar, inventar y crear se

puede ejercer en los ámbitos más diversos (arte, ciencia, tecnología, moda, diseño,

deportes, vida cotidiana...) y a mayor o menor escala (macrocosmos, mesocosmos,

microcosmos). La creatividad, por tanto, puede ser vislumbrada en cualquier acción

humana, por eso el concepto de economía creativa siempre estará sujeto a posibles

ampliaciones conceptuales.

Innovar, en cambio, es un proceso más complejo, con diversas fases. La creatividad

es una condición necesaria de la innovación, pero no suficiente. El creador individual

sólo es uno de los eslabones de la cadena de valor en el campo cultural, como subrayó

Pierre Bourdieu en su libro Les Règles de l’Art (1998). Por esta razón, el concepto de

innovación introduce un nuevo criterio para acotar la economía creativa, enmarcándola

en los estudios de innovación. Para que surja alguna innovación en el ámbito cultural se

requiere inversión, implementación, organización, difusión, publicidad etc. La

economía de la innovación tiene una estructura compleja y el gabinete o el taller del

creativo no es más que uno de sus eslabones. En la medida en que la creatividad

adquiera valor económico o social, otros agentes intervendrán en los procesos de

innovación. El acto creativo puede ser puntual e individual. Las innovaciones, en

cambio, son el resultado de procesos complejos en los que intervienen varios agentes,

sin perjuicio de que la acción creadora o inventiva sea el motor de dichos procesos. El

primer gran teórico de la innovación en economía, Joseph A. Schumpeter, distinguió

netamente entre invención e innovación. El inventor tiene las nuevas ideas, pero el

innovador es quien las lleva a cabo y las hace triunfar en el mercado. Algo similar

ocurre con la creatividad y la innovación. Por lo general, el creativo y el innovador son

dos personajes diferentes.

Es preciso distinguir la innovación de la creatividad, aunque estén interrelacionadas.

En su reunión del 22 de mayo de 2008, el Consejo de Europa acordó un documento

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oficial que empieza así: “Creativity is the prime source of innovation, which in turn is

acknowledged as the main driver of growth and wealth creation, as key to

improvements in the social field and as an essential tool in adressing global challenges

such as climate change, health care and sustainable development” (Council Conclusions

on promoting creativity and innovation through education and training, art. 1). Dos

años después, la Comisión Europea (CE) aprobó su nueva estrategia 2020 basada en

políticas de la innovación, remodelando la Agenda de Lisboa de 2000. La nueva

estrategia se denomina Innovation Union y la propia CE traduce esa expresión como

Unión para la Innovación. La innovación ya había sido destacada en documentos

estratégicos previos de la Comisión Europea, por ejemplo en COM (2003) 115. La

novedad en 2010 consiste en que la UE no sólo prioriza la innovación que procede de la

I+D, como había hecho tradicionalmente, sino también otras formas de innovación,

incluidas las que surgen de las industrias culturales y creativas:

“Policies must therefore be designed to support all forms of innovation, not only technological innovation. Specific approaches may also be needed for innovative

services with high growth potential, particularly in the cultural and creative

industries” (COM (2010), 546 final, p. 18).

De hecho, la Comisión Europea también hizo público en 2010 otro documento en donde

se especifica esta estrategia para el sector ICC (COM (2010) 183 final). En él se definen

las industrias culturales y creativas en los términos ya comentados del Eurostat y se

reconoce explícitamente que hay que mejorar las estadísticas del sector, con el fin de

desarrollar políticas de innovación basadas en datos y en evaluaciones comparativas

(Ibid., p. 5). En suma, la creatividad y la innovación están en el núcleo principal de las

agendas europeas, pero hay problemas conceptuales y metodológicos a la hora de

elaborar los datos estadísticos relativos a las industrias culturales y a la economía

creativa. Siendo ésta muy importante en la UE, los datos exactos están por establecer en

el conjunto de los países integrados en la Unión.

Con el fin de profundizar en los problemas conceptuales previos, voy a fijarme

especialmente en el texto aprobado por el Consejo de Europa en 2008, porque en él

aparece una expresión que, a mi juicio, aporta una de las claves del debate. Tras afirmar

que la creatividad es la fuente primera de la innovación y estipular que, a su vez, la

innovación genera crecimiento económico y mejoras sociales, el Consejo de Europa

utilizó la expresión crear riqueza (wealth creation). Se refería a la incidencia

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económica de los procesos de innovación que surgen en base a la creatividad humana.

La creatividad resulta económicamente importante por ser fuente de innovaciones y

porque éstas, cuando tienen éxito, generan riqueza económica. Dicho de otra manera: la

creatividad puede contribuir a crear riqueza (económica). Si la Unión Europea basa su

estrategia hasta 2020 en una “Unión para la innovación”, es porque sus responsables

políticos y económicos están convencidos de que la innovación genera crecimiento y

riqueza económica. Las sociedades desarrolladas son capaces de crear riqueza, y gracias

a ello surgen puestos de trabajo y bienestar social, en su caso. Por tanto, la creatividad

interesa en la medida en que acabe contribuyendo a crear riqueza, vía innovaciones de

todo tipo.

Resumiré mi propuesta diciendo que hay una forma primordial de creatividad

humana, que consiste precisamente en la capacidad de crear riqueza (en principio,

económica). Para ello, la innovación es un medio eficaz, pero no un fin en sí misma.

Siendo la creatividad la fuente de la innovación, y generando ésta riqueza, el silogismo

final es cuasi-tautológico: los seres humanos tienen la capacidad de crear muchas cosas,

pero en particular poseen la capacidad de crear riqueza. Aquí radica, a mi entender, una

de las principales razones por las que hoy en día se habla continuamente de creatividad

e innovación, al menos en Europa. Al sector ICC se le había prestado muy poca

atención en la Agenda de Lisboa y ahora tiene su propia y flamante Agenda Cultural

Europea, aprobada en 2007. Impulsar la creatividad es prioritario porque, al hacerlo, se

espera potenciar la creación de riqueza, entendida ésta como crecimiento económico,

generación de puestos de trabajo y resolución de los principales problemas globales

(calentamiento global, crecimiento sostenible).

4. Crear valores

Tomemos lo anterior como una hipótesis y demos un paso filosófico más. Estamos

hablando de bienes y de riqueza, sin duda, pero también de capacidades, en concreto de

las capacidades de crear y de innovar. Ambas son anteriores a la generación de

productos y bienes económicos, como Amartya Sen ha afirmado, al proponer su

enfoque de capacidades como clave explicativa de la pobreza y la riqueza,

contrariamente a las teorías de Rawls, quien las definió como posesión o privación de

determinados bienes básicos. Aunque tarde o temprano se acaben generando bienes

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económicos, las políticas de innovación fomentan ante todo la capacidad e innovadora

de las personas, así como la de las comunidades y organizaciones.

Por mi parte, reinterpretaré ese debate en los siguientes términos: la creatividad es

una de las capacidades básicas del ser humano, porque dicha capacidad permite crear

nuevos bienes (y males), es decir innovar. Cuando esas innovaciones logran aceptación

social y éxito en los mercados, lo cual sólo puede saberse empíricamente, entonces se

crea valor. La médula conceptual de la creatividad humana consiste por tanto en una

capacidad específica, la capacidad de crear valor.

Esta última propuesta implica un salto conceptual importante, porque ya no se trata

únicamente de generar riqueza (económica), sino de crear valor. Cuando el Consejo de

Europa promueve la creatividad y la innovación porque generan riqueza económica está

razonando en términos economicistas, por mucho que afirme a continuación que ambas

sirven también para incrementar el bienestar social o para afrontar algunos de los

grandes desafíos planetarios, como el cambio climático o el desarrollo sostenible (eco-

innovación). En la literatura sobre innovación, por otra parte, es muy frecuente leer que

los procesos de innovación crean o generan valor. Cuando se dice esto, se suele pensar

exclusivamente en valor económico. Por mi parte, mantengo que la creatividad y la

innovación no sólo generan valor económico, sino también otras formas de valor, como

los valores sociales, culturales, ecológicos, artísticos, científicos, tecnológicos,

jurídicos, políticos y estéticos. Dicho de otra manera: el ser humano es creativo porque

es capaz de crear diferentes esferas y tipos de valor, una de las cuales es la esfera de los

valores económicos. Si aceptamos esta concepción de la creatividad, algunos procesos

de innovación pueden ser creadores de valores, sean éstos del tipo que sean. A mi modo

de ver, la generación de nuevos valores es una de las principales formas de innovación,

si no la principal. También pienso que hay que hablar de valores, en plural. Por tanto,

concluiré este apartado modificando en un pequeño detalle mi propuesta anterior: el ser

humano es creativo porque es capaz de crear valores. Hay otras modalidades de

creatividad, por ejemplo las que se refieren a productos y procesos, que son las que

suelen interesarle al Eurostat y la OCDE. Sin embargo, la modalidad más radical de

creatividad consiste en la generación de nuevos valores, e incluso de nuevas tablas de

valores, por decirlo en términos de Nietzsche.

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5. Metodología y valores epistémicos

Terminaré este artículo extrayendo una consecuencia de la tesis anterior, que acaso

pueda parecer menor, pero que tiene gran interés para la metodología científica. Cuando

la UNESCO, la ONU, la OCDE, el Eurostat o cualquier otra organización internacional

llevan a cabo estudios empíricos en diferentes países, regiones o ciudades, sean éstos de

índole económica, sociológica o cultural, hay una serie de valores epistémicos que han

de ser satisfechos por los datos que se obtengan, por ejemplo su comparabilidad,

agregabilidad, sistematicidad, precisión, rigor, consistencia etc. La metodología

científica está basada en dichos valores epistémicos, que han de ser satisfechos en los

diversos campos de las ciencias sociales. Los estudios de innovación (Manual de Oslo,

por ejemplo) y las tentativas de medir y comparar la creatividad de diversos países y

regiones están sujetas a unos imperativos metodológicos que, a su vez, están fundados

en valores epistémicos. Hacer ciencia implica respetar esos valores e intentar

satisfacerlos, en mayor o en menor grado.

En suma, el método científico también puede ser creativo porque genera valor, pero

ante todo valor epistémico. En la medida en que las organizaciones internacionales y las

administraciones dispongan de datos fiables, precisos, comparables y agregables, las

políticas para impulsar la creatividad y la innovación tendrán una mejor base empírica

y, por tanto, se adecuarán mejor a la realidad. El método científico aporta una nueva

modalidad de creatividad, a la que, a falta de mejor denominación, llamaré creatividad

epistémica. También las ciencias son creativas, no sólo las artes ni las técnicas. Al

aplicar el método científico se crea una nueva modalidad de valor, a la que hay que

prestar gran atención. La cultura científica tiene su propio sistema de valores. La

creatividad es uno de ellos, pero siempre en el registro epistémico, que es el propio de la

ciencia. Los datos sobre industrias culturales y creativas que hemos aportado al

principio de este artículo irán siendo mejorados en los próximos años. Al hacerlo, se

creará valor, pero valor epistémico.

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6. Referencias bibliográfícas

Bourdieu, P. (1998), Les Règles de l’Art, Paris, Seuil.

Cunningham, J. (2007), “The Creative Economy, Pattering the Future”, Dialogue: Academy of

Social Sciences in Australia 26:1, pp. 15-23.

ECO (2010), Creative and Cultural Industries, Estocolmo, European Cluster Observatory.

European Commission (2003), Política de la innovación: actualizar el enfoque de la Unión en

el contexto de la estrategia de Lisboa, COM (2003) 112 final.

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creative industries”, COM (2010) 183 final.

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Abstract: Creativity and innovation are closely related, but they should not be confused. The first is a

necessary condition of the second, but not a sufficient one. This proposal is clearly illustrated if we

analyze the distinction between the creative industries and cultural industries, which have been differently

classified and measured in different countries and international organizations. From a philosophical

perspective, the main form of creativity is one that can create wealth and, even more, create values. In this

sense, scientific methodology provides an important dimension of creativity, related to the epistemic

values.

Key Words: Cultural and Creative Industries, Innovation Measurement, Measurement of Creativity.