Muralismo mexicano: El arte de la identidad y la revoluciónBy The Art Story

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"El artista tiene que pintar como si hablara. Yo no quiero que la gente especule sobre lo que quiero decir, quiero que comprendan". — Siqueiros 

Engendrado originalmente por la necesidad de promover el orgullo y el nacionalismo en un país reconstruido después de la revolución, el movimiento muralista mexicano recuperó la pintura mural de su retiro formal en la historia de los pueblos antiguos, como una respetada forma artística con un fuerte potencial social. Con él, surgió un rico lenguaje visual en los espacios públicos como un medio de hacer el arte accesible para todos. Proporcionó una oportunidad de educar e informar al hombre común con sus mensajes de identidad cultural, política, opresión, resistencia, progreso y otros problemas importantes de la época. Fue un

movimiento ferozmente independiente; muchos de sus primeros artistas rechazaron las influencias externas y usaron sus lienzos nuevos, vastos y liberadores para lograr una expresión personal. Esto demostró que el arte podía ser una herramienta de comunicación válida fuera de los confines de la galería y el museo.

Mural de Diego Rivera en el Palacio Nacional en la Ciudad de México. Foto: Thelmadatter/Wikimedia.

Ideas claves

Los murales fueron usados originalmente como una vía para difundir mensajes visuales a una población analfabeta, lo cual desplegó nuevas posibilidades en la inclusión y cohesión de la comunidad dentro de un pueblo. A menudo estos mensajes promovían el orgullo por la identidad cultural, las ricas tradiciones históricas o una propaganda política. El

potencial en los murales pasó por alto otras formas más tradicionales de publicidad y de panfletos impresos.

Aunque los primeros murales mexicanos tendían a favorecer el socialismo, como hicieron sus artistas más importantes incluyendo a Diego Rivera, con el tiempo evolucionarían para retratar también de forma favorable la revolución industrial, el progreso de la tecnología y el capitalismo. No se puede negar el papel del mural como importante indicador de los eventos de la actualidad.

El muralismo mexicano fue un gran antecesor del arte público de hoy. Liberó al arte del mercado y su elitismo, haciéndolo gratis y disponible para todas las personas. Las oportunidades que esto representó para los artistas fueron vastas y sin trabas. Ahora podían encontrar exposición en un escenario más grandioso.

Muchos artistas muralistas que recibieron encargos del gobierno u otros organismos de autoridad llegaron a rechazar la dirección que les era transmitida, creando en su lugar obras que incorporaban algunas de sus propias ideas y valores. A veces esto resultó muy controversial y a veces se les permitió salirse con la suya. Este ímpetu se puede considerar un ejemplo temprano que más tarde influenciaría el graffiti y las escenas de arte callejero. También es interesante señalar que en la esfera de las redes sociales de hoy (Facebook), compartir nuestras opiniones, tanto visuales como textuales, se llama "publicar" en nuestros "muros".

Los comienzos de los murales tradicionales de México

México tiene una larga tradición de pintura mural. Este legado data del período prehispánico con una antigua civilización llamada olmeca, la cual produjo algunas de las primeras obras de arte pintadas conocidas en las Américas. Esta tradición continuó bajo el gobierno hispánico cuando los

murales se usaban para presentar al pueblo mexicano las historias e ideas del catolicismo. A partir de ese momento, la pintura mural se convirtió en una de las formas de arte predominantes en la cultura de México, una herramienta en todo el país para los medios de expresión. Este precedente proporcionó una plataforma ya lista para los motivados políticamente y fomentó el nacimiento del movimiento muralista mexicano.

La Revolución Mexicana

Revolucionarios en un mural de Siqueiros. Foto: Ioppear/Flickr.

La Revolución Mexicana comenzó en 1910 con una revuelta política contra el presidente tiránico Porfirio Díaz. Esto desencadenó una guerra civil que duró una década, dirigida por una serie de individuos carismáticos cuyas agendas políticas personales determinaban con frecuencia el curso de la

revolución. Estos líderes se asociaron con un grupo de intelectuales radicales, incluyendo los artistas José Guadalupe Posada y Gerardo Murillo, este último fue más conocido como Dr. Atl. En 1906, Dr. Atl había escrito un manifiesto expresando su deseo por un nuevo movimiento artístico en México que hablaría de los intereses y las realidades del pueblo mexicano. Este documento fue un importante precursor del movimiento muralista mexicano y fue visto y admirado por sus conocidos artistas, incluyendo a Diego Rivera. Al Dr. Atl se le atribuye generalmente la creación del primer mural moderno para la Escuela Nacional Preparatoria, la escuela secundaria más antigua de México. Su construcción había comenzado en 1910 pero, al igual que la idea del mural, se pospuso debido a la revolución y nunca se completó en esa ubicación.

Cuando la Revolución Mexicana finalizó en 1920, Diaz había sido derrocado y asumió el mando un nuevo gobierno, el cual se establecería finalmente como el Partido Revolucionario Institucional (PRI). El objetivo del nuevo gobierno era establecer una nueva era para México y su pueblo recién empoderado, y una de las formas en que planeaba hacer esto era a través del arte.

Un programa apoyado por el gobierno

En 1920, el nuevo gobierno decidió seguir los pasos del Dr. Atl y encargó un gran número de obras públicas de arte, las cuales promocionarían y apoyarían los valores que eran fundamentales para la revolución  y para ayudar a establecer una nueva identidad para México. Esta nueva identidad estaba basada en las ricas tradiciones históricas de México, así como en un sentido de avanzar hacia la era moderna.

Es de destacar que la mayoría de los mexicanos en esa época eran analfabetos, y la promoción del mensaje del nuevo gobierno no se podía realizar a través de los medios de comunicación tradicionales como panfletos y periódicos. En su lugar, el gobierno comunicó su causa a través

de murales a gran escala en lugares públicos, los cuales podían ser vistos por muchos. El atractivo estético de los murales ayudaría también a los mexicanos a adaptarse al nuevo régimen al afectar un sentido general de orgullo y belleza cultural dentro de las comunidades en su conjunto. Los murales se pintaban usualmente con temas que glorificaban a la Revolución Mexicana, recordando la herencia prehispánica de México y promocionando los ideales del nuevo gobierno. Para crear estos murales, el gobierno empleó a algunos de los mejores artistas mexicanos del momento. Algunos de esos artistas, incluyendo a Diego Rivera, habían pasado un tiempo en Europa antes de la revolución y estaban familiarizados con el movimiento del realismo europeo, en el cual los artistas usaban la pintura para demostrar las terribles condiciones de las clases trabajadoras oprimidas. Esta fue una influencia clave en el estilo revelador del movimiento muralista mexicano.

Los Tres Grandes

Retrato de Diego Rivera, 1932. Foto: Biblioteca del Congreso

David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera se convirtieron en los líderes del movimiento muralista en México y llegaron a conocerse internacionalmente como "los tres grandes". Rivera fue el más famoso de estos artistas. Él incorporó el modernismo europeo y elementos del cubismo en su obra, combinados con los colores brillantes de México para

representar a su pueblo, y particularmente a la clase trabajadora, como noble y gloriosa. Orozco, quien había peleado en la revolución, sacó elementos delexpresionismo europeo para describir en forma muy directa el sufrimiento de la humanidad, los horrores de la guerra y el temor por una dependencia futura de la tecnología. Siqueiros era joven y radical, usaba técnicas y materiales progresivos en los murales que a menudo combinaban visiones de la ciencia y maquinaria para transmitir progreso. Aunque los tres hombres tenían diferentes creencias e ideales políticos, estaban de acuerdo en que el arte, como forma superior de expresión, debía ser una parte vital de la nueva identidad post-revolucionaria de México. Ellos veían el arte como un vehículo para la educación y el mejoramiento de la sociedad. Ellos formaron el influyente Sindicato de Trabajadores Técnicos, Pintores y Escultores como un organismo que podría glorificar al pueblo mexicano y atraer más atención a sus esfuerzos artísticos.

El muralismo mexicano en los Estados Unidos

A finales de la década de 1920, la influencia del muralismo mexicano comenzó a propagarse, particularmente a los Estados Unidos. Después de obtener éxito y reconocimiento en México, "los tres grandes" pasaron un tiempo en los Estados Unidos. Esto fue en parte porque comenzaban a mostrarse grietas en el idealismo expresado popularmente en México inmediatamente después de la revolución. Las palabras y las acciones del gobierno ya no se alineaban precisamente con las de los artistas que empleaban y, aunque el período inicial del muralismo mexicano estuvo caracterizado por la libertad de los artistas para expresarse, el gobierno buscaba controlar cada vez más los temas representados en los murales que encargaba.

En 1930, José Clemente Orozco fue invitado a pintar un mural en el Pomona College de Claremont, California, marcando la llegada del muralismo mexicano en los Estados Unidos. Diego Rivera también se mudó a los

EE.UU. ese mismo año y obtuvo encargos para pintar murales por todo el país, y solo regresó a su país natal cuatro años después. David Alfaro Siqueiros se exiló de México en 1932 y se mudó a Los Ángeles, donde pintó varios murales reconocidos. La llegada de estos artistas creó una sensación en el arte estadounidense, y los murales se convirtieron rápidamente en una forma popular de arte público en los Estados Unidos. En México, al aproximarse la década de 1940, la pintura mural se alineó más con el patrocinio privado bajo una creciente burquesía; en ese momento, el muralismo había evolucionado mucho desde sus comienzos revolucionarios socialistas.

Conceptos y estilos revolucionarios

Como el movimiento muralista mexicano fue desencadenado por la Revolución Mexicana y la subsiguiente guerra civil, uno de sus objetivos claves era sacudir el arte de la misma manera que la revolución había sacudido a la sociedad mexicana. La pintura mural era ideal para inspirar fervor revolucionario en una población analfabeta en su mayoría, debido a su contenido narrativo y su disponibilidad en lugares públicos, esquivando el entorno tradicionalmente elitista del museo.

Además de rechazar los lugares tradicionales para exhibir el arte, el movimiento esperaba rechazar todas las trabas convencionales de la producción artística. Para este fin, escogieron pintar directamente en las paredes con materiales de pintura inspirados por los murales tradicionales de los mexicanos nativos. Los murales resultantes adoptaban una forma según la arquitectura del espacio designado, rechazando la forma rectangular usual de los lienzos que había llegado a dominar el arte occidental. De forma similar, la producción de murales por encargos del gobierno significaba que el arte producido no era para la venta, socavando el mercado de arte tradicional predominante.

Socialismo

"Payasos de guerra discutiendo en el infierno," José Clemente Orozco Mural, Palacio del Gobernador en Guadalajara, Jalisco, México. Foto: Wonderlane/Flickr.

En los años iniciales del movimiento muralista mexicano, después de la revolución, los artistas solían tener libertad para elegir sus temas y expresarlos de la forma que prefirieran. Muchos de los artistas involucrados eran vehementes socialistas o comunistas, los cuales creían en el poder de las clases trabajadoras y en una distribución equitativa de la riqueza. Algunos artistas, como David Alfaro Siqueiros, aplicaban su enfoque socialista a su proceso artístico, repartiendo las tareas y recompensando a sus asistentes de forma equitativa. Otros, como Orozco, incorporaban de manera sutil imágenes socialistas en sus murales, tales como el martillo y la hoz.

Sin embargo, cuando el gobierno post-revolucionario buscó consolidar su control a finales de la década de 1920, comenzó a tratar de restringir a los artistas en los temas que podían representar. Como resultado, Rivera escogió adaptar su estilo, pero otros, como Siqueiros, fueron exiliados por sus fuertes opiniones políticas.

Industria

Uno de los murales de la industria de Detroit de Diego Rivera en el Detroit Institute of Arts. Foto: ashleystreet/Flickr.

A pesar de los comienzos socialistas del muralismo mexicano, muchos de los artistas involucrados en el movimiento se fascinaron más tarde con las

innovaciones industriales capitalistas demostradas por compañías en los Estados Unidos. Lo que es más notable, Diego Rivera hizo una serie de murales en Detroit retratando a hombres que trabajaban en armonía con las máquinas para crear la fusión definitiva del trabajo humano y la tecnología contemporánea. Otros, como Siqueiros, vieron las innovaciones de la tecnología como una espada de doble filo, aunque Siqueiros siguió estando fascinado por las imágenes de la industria. En su mural para el Sindicato de Trabajadores Eléctricos, pintó una imagen del poder de la electricidad combinada con una representación con motivación política de la "máquina" de guerra, causando muerte y destrucción.

Religión

La religión principal de México era el catolicismo, introducido como parte del anterior dominio español sobre el país. Sin embargo, era una forma de catolicismo que incorporó las imágenes y rituales de las religiones indígenas mexicanas. Para muchos muralistas mexicanos, incluyendo a Diego Rivera y Fernando Leal, esta combinación de ritos religiosos occidentales y nativos era algo que hacía única a la identidad mexicana, y ellos exploraron esto en varias de sus obras. A pesar de todo, ellos no trataron la religión necesariamente de la misma manera. La "Creación" de Rivera y "Los danzantes de Chalma", de Leal, ambos cuadros pintados en 1922, representan formas diferentes de integración religiosa. El mural de Rivera sugiere un enfoque místico para asimilar las imágenes religiosas occidentales con retratos de mexicanos nativos como Adán y Eva, mientras que Leal usa un estilo post-impresionista para realzar un evento real en un pueblo mexicano, lo cual él sintió que era emblemático de la forma de religión única de México.