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Emilio Álvarez Montalván I. Naturaleza y Función de la Cultura en la Sociedad El concepto cultura que usaremos en este trabajo va más allá de la capacidad de apreciar la belleza o poseer una preparación definida. Lo que aquí entendemos por cultura es aquel conjunto de ideas, valores, actitudes o creencias que son adoptadas firmemente por una comu- nidad concreta y que son encargados de regir los compor- tamientos personales o sociales. Podemos entonces afir- mar que tales valores tienden a conducir al individuo en sociedad a situaciones consideradas deseables. Con ellos la persona se siente identificada, aunque naturalmente esa empatía puede romperse al variar las circunstancias originales'. En Nicaragua, por ejemplo, ya no se emplea el crite- rio paternalista como guía de conducta para tratar con personas a nuestro servicio. Hoy en día la relación labo- ral, no es abscriptiva sino contractual; la inscripción al Seguro Social a los asalariados es obligatorio y objetivo, fundada en documentos de negociaciones y conducidas las negociaciones con criterio técnico, donde se estable- cen derechos y deberes de las partes, como salario, ho- ras de trabajo, vacaciones, preaviso, incapacidades por 1. El relativismo cuNural que afirma que todas las culturas son esencialmente equiva- lentes y no resisten comparaciones de valor, ha sido la sabiduría convencional por décadas en los circulos académicos. Sin embargo, algunas culturas se inclinan al progreso, mientras otras, no. 20

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Cultura política nicaragüenseCuàl es la naturaleza de la cultura de los nicaragüenses vista por un estudioso.Aporta elementos políticos y culturales históricos de Nicaragua.

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  • Emilio lvarez Montalvn

    I. Naturaleza y Funcin de la Cultura en la Sociedad

    El concepto cultura que usaremos en este trabajo va ms all de la capacidad de apreciar la belleza o poseer una preparacin definida. Lo que aqu entendemos por cultura es aquel conjunto de ideas, valores, actitudes o creencias que son adoptadas firmemente por una comu-nidad concreta y que son encargados de regir los compor-tamientos personales o sociales. Podemos entonces afir-mar que tales valores tienden a conducir al individuo en sociedad a situaciones consideradas deseables. Con ellos la persona se siente identificada, aunque naturalmente esa empata puede romperse al variar las circunstancias originales'.

    En Nicaragua, por ejemplo, ya no se emplea el crite-rio paternalista como gua de conducta para tratar con personas a nuestro servicio. Hoy en da la relacin labo-ral, no es abscriptiva sino contractual; la inscripcin al Seguro Social a los asalariados es obligatorio y objetivo, fundada en documentos de negociaciones y conducidas las negociaciones con criterio tcnico, donde se estable-cen derechos y deberes de las partes, como salario, ho-ras de trabajo, vacaciones, preaviso, incapacidades por

    1. El relativismo cuNural que afirma que todas las culturas son esencialmente equiva- lentes y no resisten comparaciones de valor, ha sido la sabidura convencional por dcadas en los circulos acadmicos. Sin embargo, algunas culturas se inclinan al progreso, mientras otras, no.

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    accidente, jubilacin, bono por aos de servicio y dems protecciones que especifica la ley.

    No obstante, en una poca de transicin como la que vivimos, los comportamientos y sus agentes tradicionales no han desaparecido totalmente, sino que conviven con los nuevos, en mezcla variable, inestable y provisional, que muchas veces produce situaciones paradjicas.

    El proceso de asimilacin funciona dentro de un me-canismo lento, siempre que el recambio produzca mejor rendimiento. Cuando en los aos 80, la revolucin sandi-nista quiso imponer los CDS como instrumento de control de los barrios y asegurar as la colaboracin de los pobla-dores, actuando como ojos y odos de la revolucin, la iniciativa no fue rechazada de plana, por miedo a repre-salias, sino que deriv al poco tiempo en entrometimiento abusivo en la vida privada de las personas, degenerando adems en focos de comercio corrupto aprovechndose de las provisiones y bienes entregados para su distribucin.

    Por otra parte, si bien cada una de las facetas de nues-tras cultura (artstica, religiosa, poltica, castrense, etc.) tiene sus matices, todas comparten un comn denomina-dor que las identifica con el sello del carcter nacional, con nuestro Weltanshanung. A ese respecto, podemos considerar el conjunto de esos valores como si fuesen la Piedra Roseta que descifr Champollion, pieza mul-ticultural que result indispensable para descifrar los jeroglficos egipcios.

    Es que la cultura, como dice 'lung, rene la concien-cia colectiva, que antes se supona rgida y transmitida mecnicamente de generacin en generacin, a travs del mecanismo de la tradicin. Ahora se le matiza, afirmando

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    la influencia por la temprana y continua socializacin en el trato con la comunidad.

    En todo caso la cosmovisin, que poseemos en nuestro subconsciente es una especie de: reservorio estable y primigenio que contiene principios, ideales artsticos, le-yendas, experiencias, folclor, mitos e incluso utopas, que tomaron nuestros antepasados como ciertos e ineludibles y que componen al final un cierto estilo de vida del ni-caragense.

    Aunque habitualmente fijos, tales valores, tienen sin embargo variaciones personales, algo as como excepcio-nes a la regla. No obstante, pueden dichos valores modifi-carse a travs de nuevas vivencias: copia de otras culturas ms poderosas con las que tuvimos estrecho contacto, vo-luntario o impuesto por conquista, o como consecuencia de cambios sociales dramticos y violentos. Durante la intervencin armada de los marines norteamericanos se produjo un proceso de aculturacin lento, contradictorio y a veces ambiguo. De esos valores que dejaron los ma-rines, esta la mayor importancia que empezamos a darle a la higiene, al vestido informal. Por ejemplo: Basado en esas premisas, se condiciona cada vez ms a una cultura particular, con el rendimiento de sus ciudadanos. Ya no es acertado decir que la Cultura es un subproducto del desa-rrollo de un pas, sino al contrario, que es la cultura la que condiciona el desenvolvimiento socioeconmico de aque-lla nacin y, por ende, la calidad de su rgimen poltico.

    Ese planteamiento provoca algunas preguntas inquie-tantes, como por ejemplo, por qu ciertas culturas tienen mayor propensin a la modernizacin y otras permanecen a la zaga? O bien, por qu ciertos pueblos son ms procli-ves y flexibles en adoptar la cultura cvico-democrtica,

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    mientras otros escogen regmenes autoritarios para go-bernarse? Y finalmente, si valores que han probado ser perjudiciales pueden cambiarse por mutacin cultural y a travs de qu mecanismo.

    La pregunta de fondo es: cmo los valores de la cul-tura poltica nicaragense han influido en su historia y en el comportamiento de sus dirigentes? Y si de alguna manera, continan proyectando su sello distintivo, an en esta etapa de transicin hacia la democracia, por la que atraviesa el pas.

    Esto se plantea como cuestin previa la necesidad del conocimiento histrico. Como afirma MELNDEZ la in-terpretacin debe ser necesariamente precedida del co-nocimiento pleno del acontecer histrico. La pretensin de algunos de interpretar antes de conocer los detalles, puede resultar eminentemente especulativa y falsa, que con alguna frecuencia los ha llevado por sendas extra-viadas. En todo caso, impresiona el crculo vicioso en que hemos vivido los nicaragenses en 171 aos de in-dependencia, alternando, hasta hace poco, dictadura con guerra civil. En efecto, en aquel lapso de tiempo hemos sufrido setenta aos de dictadura (17 de Zelaya, 43 de la dinasta Somoza, diez del FSLN). A esto deben agregarse los 35 aos de anarqua (1821-1856).

    Estos datos han llevado a muchos observadores a creer que seguimos atrapados sin remedio en un perverso me-canismo circular. Por lo dems, la intervencin extranje-ra ha jugado un papel negativo, debilitando nuestra iden-tidad nacional e impidiendo el desarrollo natural, condi-cionndonos a ser dependientes, erosionando as nuestra autoestima, auque los socilogos llaman heteronomia.

    La consecuencia ha sido inestabilidad e ingobernabi-lidad crnica, que han generado miseria en amplios seg-

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    mentos de nuestra sociedad. En descargo de los protago-nistas, pareciera que esa rutinaria e impropia actuacin de los polticos fuese resultado de una compulsin cultu-ral, sin distingo de ideologa o clase social. A ese respec-to, nuestras observaciones nos han llevado a localizar una lista de valores que, por ser reiterativos y generalizados, en el escenario poltico, los juzgamos tpicos de nuestra clase poltica.

    Desde esa perspectiva, aclaremos de una vez que, para el autor, la palabra cultura tiene, hasta cierto punto, una connotacin idealista, en el sentido que la concibe como manifestacin de presupuestos subconscientes que, sin embargo, pueden reforzarse por la experiencia compar-tida y repetida, como tambin modificarse, por influencia desde afuera. Esto nos permite asegurar que est profun-damente arraigada, constituyendo una especie de tcito convenio sin lo cual el ordenamiento y la interaccin son difcilmente concebibles.

    Toda estas reflexiones nos conducen a las premisas que rigen la cultura poltica democrtica, que de acuerdo con ALMOND Y VERA tiene tres niveles a) la cognoscitiva que se refiere a la informacin del sistema poltico, b) la afectiva que abarca los sentimientos que despierta el sis-tema y sus actores, d) la evaluativa que tiene que ver con los juicios y criterios que la gente tiene sobre la forma de gobernarse.

    No obstante, esa cultura democrtica no es un con-cepto abstracto, sino que se apoya en lo que se llama la "cultura cvica". Una especie de piedra sillar en la cons-truccin de aquella. Al respecto vale la pena mencionar cules son los valores que integran a esa cultura cvica

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    de la que ALMOND Y VERA han sido sus propulsores. Ellos son: "la participacin, en que los ciudadanos toman parte en las decisiones polticas; una sociedad abierta y deliberativa que incluye libertad de opinin y de orga-nizacin poltica; la secularizacin que implica que los ciudadanos no estn obligados ni sujetos a presupues-tos que van ms all de la racionalidad; competencia o eficiencia cvica, que otorga al ciudadano a organizarse y plantear demandas al gobierno o cualquier factor de poder en la sociedad; legalidad que supone un rgimen de derecho donde se establecen los derechos y deberes del ciudadano, pluralismo, que reconoce el derecho a di-sentir, la diversidad de opiniones, la tolerancia a lo dife-rente y finalmente la cooperacin que implica un sentido nacional que obliga a coadyuvar esfuerzos y solidaridad. La pregunta final es cmo la cultura influencia en el progreso?

    He aqu algunas propuestas: 1. Manejo del tiempo: las culturas progresistas en-

    fatizan el futuro En cambio las estacionarias ha cen hincapi en el presente o en el pasado. Como consecuencia la orientacin al futuro implica una visin global que repercute sobre el destino indivi-dual.

    2. La visin de trabajo: en la culturas polticas pro-gresista est centrada en sentirse bien; en cambio en la estticas, es una carga.

    3. La frugalidad: el origen de la inversin y la segu-ridad financiera, en las culturas progresistas .En cambio es una amenaza para el estatus igualitario que predomina en las culturas estacionarias.

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    4. La educacin: clave "para el progreso en las cul-turas progresistas y en cambio es de importancia marginal, excepto para las lites, en las culturas estticas.

    5 El mrito: es bsico en el avance personal en las culturas progresistas; en cambio en las tradiciona-les lo que cuenta son las conexiones y los vnculos familiares.

    6. La comunidad: es el centro en la expansin y la confianza en las culturas progresistas ms all de la familia, para reconocerse socialmente. En las culturas estticas la familia circunscribe a la comunidad.

    7. El cdigo de tica: tiende a ser ms riguroso en las culturas progresistas. En cambio la corrupcin es ms frecuente en el subdesarrollo. Los pases del tercer mundo aparecen entre los 25 pases ms corruptos.

    8. La justicia: y el trato parejo son expectativas es-peradas en culturas progresistas. En cambio en las estticas, la justicia depende de las relaciones que tenga la persona o en la cantidad que tiene que pagar.

    9. La autoridad: tiende hacia la dispersin y la hori-zontalidad en las culturas progresistas. En cam-bio es verticalista y concentrada en las culturas estticas.

    10. Secularismo: la influencia de las instituciones re-ligiosas en la vida civil es pequea en las cultu-ras progresistas, en cambio es muy influyente en las culturas estticas. ('lbmado de Who `progress? Harrison).

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    Es honesto reconocer que son escasos en nuestro me-dio los trabajos de investigacin, encuestas de opinin, etc. sobre cultura y poltica que nos hubiera gustado consultar y citar. Slo existen como antecedente valio-so las monografas del Instituto de Estudios Nicaragen-ses, dependiente de la Fundacin Friedrich Ebert de Alemania. 'Pambin sobresalen las publicaciones sobre el tema de Harrison, Oquist, Rapaille, Cruz Jr., Cuadra Pasos, Cuadra Cardenal, Pablo Coronel, Selingson, Amara Prez, entre otros.

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