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EL BARCO DE UN CORSARIO La fotografía muestra una réplica del Golden Hind (Cierva Dorada), el galeón con el que Francis Drake se apoderó del tesoro del Nuestra Señora de la Concepción y circunnavegó el planeta. PARA GUARDAR EL BOTÍN En la página siguiente, un cofre o arcón de marino; en la parte inferior de la tapa se aprecia el complejo sistema de cierre. Siglo XVI. Museo de la Antigua Marsella, Marsella. GORDON GAHAN / NGS 135_CORSARIOS_NOU_HORIZONTAL_4.indd 2 12/02/15 16:26

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Corsarios. Ataques a galeones españoles

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EL BARCO DE UN CORSARIO La fotografía muestra una réplica del Golden Hind (Cierva Dorada), el galeón con el que Francis Drake se apoderó del tesoro del Nuestra Señora de la Concepción y circunnavegó el planeta.

PARA GUARDAR EL BOTÍN En la página siguiente, un cofre o arcón de marino; en la parte inferior de la tapa se aprecia el complejo sistema de cierre. Siglo XVI. Museo de la Antigua Marsella, Marsella.

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n 1507 se confirmó lo que muchos gobernantes euro-peos ya sospechaban: las tierras a las que había llegado Cristóbal Colón, en Occidente, eran un nuevo e inmenso continente. Así lo afirmaba una introducción a la Cos-

mografía de Ptolomeo, publicada por la Academia del Vosgo, que recogía la opinión en tal sentido del navegante florentino Americo Vespucio. España ya no podía mantener el secreto acerca de sus nuevas posesiones más allá del océano. Mientras tanto, las informaciones sobre la abundancia de oro, plata y perlas estaban arribando a Sevilla –el único puerto español autorizado a comerciar con aquellos lejanos territorios–, y desde allí se difundían por toda Europa. Aunque la ruta hacia las Indias seguía siendo desconocida, y la Corona española mantenía los mapas y las cartas de navegación a buen recau-do, se habían abierto las puertas de la ambición y la codicia.

El asalto a los galeones españolesCORSARIOS

XABIER ARMENDÁRIZHISTORIADOR MARÍTIMO

Durante doscientos años, piratas, corsarios y filibusteros intentaron apoderarse de las riquezas americanas que los galeones de la

Flota del Tesoro llevaban hasta España

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CRONOLOGÍA

En busca del oro español

1522 / 1523El pirata francés Jean Florin (o Fleury) asalta la flota de carabelas que lleva a España el tesoro del emperador azteca Moctezuma.

1579El pirata inglés Francis Drake captura el galeón Nuestra Señora de la Concepción, apodado Cacafuego. El botín llega a los 400.000 pesos.

1587El inglés Thomas Cavendish acecha y captura el Galeón de Manila, el Santa Anna, en las inmediaciones de cabo San Lucas (Baja California).

1628En la bahía cubana de Matanzas, el holandés Piet Heyn captura la Flota del Tesoro y se hace con un botín de 12 de millones de florines.

1657Los ingleses Robert Blake y Richard Stayner atacan la Flota del Tesoro en Santa Cruz de Tenerife. Se apoderan de 10 millones de libras.

1668En la costa oeste de La Española, el filibustero Pierre Le Grand asalta la nave vicealmiranta del Tesoro, que se había rezagado.

1709Woodes Rogers apresa el Galeón de Manila Nuestra Señora de la Encarnación y Desengaño cerca de cabo San Lucas (Baja California).

RELOJ EN FORMA DE GALEÓN POR HANS SCHLOTTHEIM. LOS AUTÓMATAS DE LA TRIPULACIÓN SE MOVÍAN CON LAS HORAS. HACIA 1580. MUSEO DEL RENACIMIENTO, ÉCOUEN.

De hecho, ya en su tercer viaje (1498-1500), Colón había advertido de la presencia de cor-sarios franceses merodeando por las Azores, y pocos años después el conquistador Alonso de Ojeda tuvo un encontronazo con ingleses cerca de Coquivacoa (en la actual Venezuela).

El primer asaltoPuesto que navegar sin cartas hacia una tierra ignota era un riesgo difícil de asumir, tanto los piratas particulares como los corsarios al

servicio de las naciones enfrentadas a la Monarquía Hispánica establecieron una

nueva estrategia: atacar a los barcos españoles y portugueses que re-

gresaban a la metrópoli. De esta forma, el triángulo for-

mado por la península Ibérica, las islas Canarias y el archipiélago de las Azores se convirtió en un

terreno propicio para la caza del oro, la plata y las perlas de América. Riquezas que, como el propio continente, se habían reser-vado españoles y portugueses con la firma

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EL CABO SAN VICENTEAquí se apostaban los corsarios,

aguardando las naves que tras hacer escala en las Azores

se dirigían hacia Sevilla.

MARAVILLLAS DE MÉXICO

Moctezuma murió en 1520, prisionero de Cortés, quien envió a Carlos V las riquezas del soberano azteca. Abajo, escudo ceremonial de plumas de su tesoro. Museo de Etnología, Viena.

del tratado de Tordesillas (1494). El papado había bendecido este monopolio, que france-ses, ingleses y holandeses, excluidos de aque-lla tierra de promisión, pugnarían por romper.

En invierno de 1522, el francés Jean Florin, conocido por los españoles como Juan Florín o el Florentino, mandaba una flotilla de bar-cos piratas que patrullaban las islas Azores en busca de presas. Florín no era nuevo en el oficio: hacía dieciocho años que andaba roban-do a barcos españoles, venecianos e italianos; en definitiva, a todos los enemigos del rey de Francia. Pero no era realmente un corsario, es decir, no repartía sus ganancias con el monar-ca francés operando bajo patente de corso; es más, su desfachatez era tal que cobraba 4.000 coronas al soberano por atacar a sus enemigos. Florín sólo obedecía órdenes de sí mismo y únicamente rendía cuentas a su armador, Jean d’Ango, un italiano afincado en Normandía.

Una mañana avistó tres carabelas en el hori-zonte. Intentó rendir las naves con disparos de advertencia, procurando causar el menor daño para no hundirlas y poder tomarlas al aborda-

je. Inmediatamente lanzó sus barcos contra dos de ellas, sin percatarse de que una tercera huyó, refugiándose en la isla de Santa María. Días más tarde, la carabela, creyendo segura la navegación, zarpó hacia la Península escol-tada por varias naves al mando de Domingo Alonso. Sin embargo, Florín y sus hombres continuaban allí y dieron caza a la carabela y su escolta, hasta que lograron capturarlas a la altura del cabo San Vicente, al sur de Portugal.

Cuando el pirata subió a bordo su sorpre-sa fue mayúscula. No se trataba de una me-ra carabela mercante, sino que transportaba el fabuloso tesoro incautado por Hernán Cortes al emperador azteca Mocte-zuma tras la conquista de Tenoch- titlán. Según el cronista Bernal Díaz del Castillo:«Ochenta y ocho mil castellanos en barras de oro […] fueron muchas joyas muy ricas y perlas, tamañas algunas como ave-llanas, muchos chalchiuíes, que son piedras finas como esmeraldas y aun una de ellas tan ancha como la mano».

HAWKINS, DRAKE Y CAVENDISH, LOS GRANDES MARINOS DE ISABEL I DE INGLATERRA.

SE SUELE DISTINGUIR entre los piratas, que armaban un buque de guerra en su propio beneficio y expoliaban barcos de cualquier nación, y los corsarios, que servían a un rey bajo las patentes de corso o cartas de represalia, reservando parte del botín al soberano. Pero muchas veces esta distinción desaparecía. Así, Francis Drake comenzó como pirata y terminó como corsario real y vicealmirante.

PIRATAS Y CORSARIOS

ra carabela mercante, sino que transportaba el fabuloso tesoro incautado por Hernán

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piedras finas como esmeraldas y aun una de ellas tan ancha como la mano».

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En total, Florin se hizo con 58.000 barras de oro y el tesoro personal del emperador azteca, que incluía su famoso penacho de plumas. Por si fuera poco, se apoderó de otro barco prove-niente de Santo Domingo, añadiendo 20.000 pesos en oro y perlas al botín.

La acción de Juan Florín tuvo la virtud de abrir los ojos a las naciones europeas, que to-maron conciencia de las riquezas del Nuevo Mundo. En pocos años, las costas americanas se vieron inundadas de corsarios y piratas, unos intentando resarcir a sus reyes del mo-nopolio español y portugués, otros trabajando por cuenta propia. Dejaban pasar a los barcos mercantes a la ida para asaltarlos a la vuelta cargados de riquezas. Con el incremento de las capturas se apoderaron también de las cartas con las rutas de navega-ción, y desde entonces los ladrones del mar ya supieron dónde buscar.

Ante la amenaza de los piratas, pronto se hizo patente la necesidad de un sistema de convoy con escoltas. Desde los puer-tos de Veracruz (México), Portobelo (Pana-

má) y Cartagena de Indias (Colombia), entre otros, las riquezas americanas eran enviadas mediante flotas fuertemente custodiadas a La Habana, en Cuba. Alrededor de junio, la Flo-ta de Indias o del Tesoro zarpaba de esta isla escoltada en vanguardia por la nao capitana, a retaguardia por la almiranta y a un costado por los galeones de barlovento. De este modo, las carracas y naos mercantes quedaban a salvo de los ataques, mientras que la mayor parte del oro y la plata se transportaba en las bodegas de galeones fuertemente artillados. En estas condiciones, las reglas del juego cambiaron y la Flota de Indias sólo fue capturada en dos ocasiones: por el holandés Piet Heyn en 1628 y por los ingleses Blake y Stayner en 1657.

Drake, un pirata de leyendaAnte la eficacia del nuevo sistema de con-

voyes, piratas y corsarios se centraron en ata-car las posesiones españolas en tierra firme, la gran mayoría poco pobladas y peor defen-didas. Uno de los primeros en utilizar esta táctica fue el pirata inglés Francis Drake.

PIET HEYN, EL AFORTUNADO

En 1628, con 24 barcos, 2.300 marinos y mil soldados, capturó la Flota de Indias en Matanzas (Cuba). El botín ascendió a 12 millones de florines.

La acción de Juan Florín tuvo la virtud de abrir los ojos a las naciones europeas, que to-maron conciencia de las riquezas del Nuevo Mundo. En pocos años, las costas americanas se vieron inundadas de corsarios y piratas, unos intentando resarcir a sus reyes del mo-nopolio español y portugués, otros trabajando por cuenta propia. Dejaban pasar a los barcos mercantes a la ida para asaltarlos a la vuelta cargados de riquezas. Con el incremento de las capturas se apoderaron también de las cartas con las rutas de navega-ción, y desde entonces los ladrones del mar ya supieron dónde buscar.

Ante la amenaza de los piratas, pronto se hizo patente la necesidad de un sistema de convoy con escoltas. Desde los puer-tos de Veracruz (México), Portobelo (Pana-

retaguardia por la almiranta y a un costado por los galeones de barlovento. De este modo, las carracas y naos mercantes quedaban a salvo de los ataques, mientras que la mayor parte del oro y la plata se transportaba en las bodegas de galeones fuertemente artillados. En estas condiciones, las reglas del juego cambiaron y la Flota de Indias sólo fue capturada en dos ocasiones: por el holandés Piet Heyn en 1628 y por los ingleses Blake y Stayner en 1657.

Drake, un pirata de leyendaAnte la eficacia del nuevo sistema de con

voyes, piratas y corsarios se centraron en atacar las posesiones españolas en tierra firme, la gran mayoría poco pobladas y peor defendidas. Uno de los primeros en utilizar esta táctica fue el pirata inglés Francis Drake.

El botín ascendió a 12 millones de florines.

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El sistema de convoyes marítimos evitó los ataques a la Flota de Indias

PAREJA DE PISTOLAS DEL SIGLO XVII, DE FABRICACIÓN INGLESA.

En 1572 atacó la ciudad de Nombre de Dios que, ubicada en el istmo de Panamá, fue el primer puerto de la Flota de Indias (luego la reempla-zó Portobelo). La razia fracasó y el propio Drake fue herido. Su suerte cambió con la ayu-da de cimarrones (esclavos negros que habían huido de los españoles) y de un corsario fran-cés, el capitán Guillaume Le Testu. En marzo de 1573 se acercaron a la costa panameña a bor-do de pequeñas pinazas que ocultaron entre la vegetación. Se internaron en la selva y acecha-ron y capturaron una recua de mulas que trans-portaba el tesoro proveniente del Perú a través del istmo de Panamá, para embarcarlo con des-tino a La Habana. Cada animal cargaba 135 kilos de plata. La magnitud del botín fue impresio-nante: cerca de 15 toneladas de metales precio-sos entre lingotes de plata y monedas de oro.

No contento con obtener la fama y el favor de Isabel I de Inglaterra, su soberana, Drake seguía obsesionado con los galeones del teso-ro. En septiembre de 1578 cruzó el estrecho de Magallanes y se internó en el Pacífico con la es-peranza de capturar barcos menos protegidos.

A bordo de un pequeño galeón de 100 tone-ladas, el Golden Hind, navegó hacia el norte atacando posesiones españolas en Chile y pequeños transportes. Algunos prisioneros le confesaron la existencia de un galeón tan ar-tillado que lo apodaban el Cacafuego. Se trataba del Nuestra Señora de la Concepción, un barco cargado de oro y plata en la derrota de Lima a ciudad de Panamá. Drake prometió una cade-na de oro al primer vigía que lo avistase, y fue su propio sobrino, John, quien vio la vela en el horizonte desde la cofa el 1 de marzo de 1579.

El inglés, en inferioridad de condiciones, se sirvió de una treta muy utilizada por los piratas: camufló su barco como un lento

ANILLO Y MONEDAS DE ORO HALLADAS

EN EL WHYDAH, UN BARCO PIRATA

NAUFRAGADO EN 1717.

NI FRANCIA NI INGLATERRA aceptaban que España y Portugal se arro-gasen la posesión del Nuevo Mundo y sus riquezas. Cuando Carlos V escribió al rey galo Francisco I protestando por el asalto de Jean Florin a sus barcos en 1522-1523, el monarca francés contestó con la famosa frase: «Que mostrasen el testamento de nuestro padre Adán, si les dejó a ellos solamente por herederos y señores de aquellas tierras».

UN ORO DISPUTADO

CASTILLO DEL MORROEsta fortaleza custodiaba la

bahía de La Habana, donde se concentraba la Flota del Tesoro

para volver a España.

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atacando posesiones españolas en Chile y pequeños transportes. Algunos prisioneros le confesaron la existencia de un galeón tan ar-

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cargado de oro y plata en la derrota de Lima a ciudad de Panamá. Drake prometió una cade-na de oro al primer vigía que lo avistase, y fue su propio sobrino, John, quien vio la vela en el horizonte desde la cofa el 1 de marzo de 1579.

El inglés, en inferioridad de condiciones, se sirvió de una treta muy utilizada por los piratas: camufló su barco como un lento

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LOS MAYORES BOTINES DE LA HISTORIALOS ATAQUES PIRÁTICOS de franceses, ingleses y ho-landeses a la Carrera de Indias (como se conocía la ruta marítima que unía la península Ibérica con los territorios americanos) obligaron a proteger con buques armados los convoyes provenientes de América, que partían de La Habana, en Cuba. Aquí se unían la flota de Nueva España, que enla-zaba con México, y los galeones de Tierra Firme, que comunicaban el resto de dominios continen-tales. Este complejo sistema limitó los ataques de los piratas en el Atlántico, mientras que en el Pacífico la situación era distinta. Allí, el Galeón de Manila conectaba una vez al año este puerto y el de Acapulco, en México: un galeón transportaba a China plata americana, y de allí volvía cargado de sedas, porcelana, especias, marfil y laca. Aun-que menos protegidos y más vulnerables que la Flota del Tesoro, los galeones de Asia sólo fueron capturados en cuatro ocasiones.

(1) 1522 / 1523Carabelas del tesoro de Moctezuma. Juan Florín.(2) 1579Galeón Nuestra Señora de la Concepción. F. Drake.(3) 1587Galeón de Manila Santa Anna. Thomas Cavendish.(4) 1628Flota del Tesoro. Piet (Pieter Pieterszoon) Heyn. (5) 1657Flota del Tesoro. Robert Blake y Richard Stayner.(6) 1668Vicealmiranta de la Flota del Tesoro. P. Le Grand.(7) 1709Galeón de Manila Nuestra Señora de la Encarnación.W. Rogers. (8) 1743Galeón de Manila Nuestra Señora de Covadonga.George Anson.(9) 1762Galeón de Manila Santísima Trinidad. Samuel Cornish.

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MAPAMUNDI FRANCÉS CONFECCIONADO ENTRE 1785 Y 1788, CON LAS PARTES DEL GLOBO ENTONCES CONOCIDAS.

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CABO ESPÍRITU SANTO• Isla de Sámar •

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ASALTO DE FRANCIS DRAKE AL GALEÓN NUESTRA SEÑORA DE LA CONCEPCIÓN EN AGUAS DEL PACÍFICO, A LA ALTURA DE ESMERALDAS (ACTUAL ECUADOR). GRABADO DEL SIGLO XVI.

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UN MARINO ARROJADO

Tras apoderarse del tesoro del Nuestra Señora de la Concepción, Drake volvió a Inglaterra cruzando el Pacífico y costeando África, con lo que circunnavegó el planeta. Abajo, su compás y su escala.

mercante. Redujo la velocidad y esperó a que el Cacafuego y su capitán Sanjuán de Antón estuviesen al alcance de la voz. El español, sospechando en el último momento que eran piratas, gritó: «¡Amainad la vela en nombre del rey!», a lo que el inglés respondió: «Sois vos que debéis amainar la vuestra en nombre de la reina de Inglaterra». La respuesta del espa-ñol fue: «Venid y hacedlo vos mismo». Drake zanjó la conversación con una andanada de sus cañones que desarboló el palo de mesana del Cacafuego, y con una lluvia de flechas y dispa-ros de mosquete desde la cubierta, mientras un puñado de sus hombres abordaba el galeón con la pinaza. Sanjuán de Antón no tuvo más remedio que rendirse a un Drake que lo trató con extrema cortesía y le aconsejó «no afligir-se, puesto que era el sino de la guerra».

El galeón rebosaba riquezas como nunca antes vieron ojos ingleses: «Había gran canti- dad de joyas y piedras preciosas, 14 cofres con reales de plata y oro, 80 libras de oro y 26 toneladas de plata sin acuñar», alrededor de 362.000 pesos declarados, más otros 40.000

pesos en contrabando, como reconoció el ca-pitán español; en total, unos 18 millones de euros actuales. En los seis días que los ingleses tardaron en trasladar el botín a su barco, Drake invitó varias veces al amargado capitán español y a sus pasajeros a su mesa, y confesó que había ido hasta allí «a robar por orden de la reina de Inglaterra y portaba las armas que la sobera-na le había entregado». Temiendo que toda la flota española le estuviese buscando, Drake no se atrevió a volver costeando América del Sur y decidió cruzar el Pacífico para regresar a Inglaterra, donde fue nombrado caballero.

La hora del PacíficoLas flotas españolas se reforzaron a resultas del ataque de Drake, y la úni-ca oportunidad que los corsarios ingleses tuvie-ron de repetir la hazaña de este último fue internarse en el océano Pacífico, cuya inmensi-dad lo hacía difícil de controlar por las fuerzas españolas.

LAS ARMAS DE LOS PIRATAS

En contra de la imagen habitual, los piratas no utilizaban grandes barcos poderosamente artillados, sino pe-queñas balandras, bajeles y pataches

de entre 50 y 100 toneladas, con piezas de artillería ligeras y transportables. Rapidez y maniobrabilidad eran claves en un apresa-miento, y estas pequeñas embarcaciones podían acercarse al enemigo a gran velocidad por barlovento (la parte por donde soplaba el viento), desarbolarlo con una andanada de sus cañones y dejarlo listo para el abordaje. En el combate cuerpo a cuerpo no eran muy populares las fastuosas espadas roperas (sig-no de distinción de los bravucones capitanes piratas): se preferían picas, pistolas y sobre todo el hacha de abordaje, con filo por una parte y un pico en la otra, el arma ideal para atacar, aferrarse a las bordas y cortar cabos.

a Inglaterra, donde fue nombrado caballero.

Las flotas españolas se reforzaron a resultas del ataque de Drake, y la úni-

este último fue internarse en el océano Pacífico, cuya inmensi-dad lo hacía difícil de controlar

BUCANERO DE LA ESPAÑOLA. LITOGRAFÍA POR HOWARD PYLE. SIGLO XIX.

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Así, en 1587, el corsario inglés Thomas Ca-vendish decidió atacar la ruta del Galeón de Manila, la nave que llevaba productos de Asia desde las Filipinas hasta Acapulco (en el ac-tual México). Estos galeones carecían casi de armamento; como confesó un funcionario es-pañol: «Han navegado siempre con tan escaso temor a los corsarios como si estuviesen en el río de Sevilla». Aquel año cubría eltrayecto un galeón de 600 toneladas, el Santa Anna.

A bordo de su barco Desire («deseo», un nombre muy significativo de sus intencio-nes), Cavendish se apostó cerca del cabo San Lucas, en la Baja California. Cuando el Santa Anna llegó a las inmediaciones de la costa, los españoles celebraron una fiesta religiosa a bordo cantando el tedeum, momento que aprovecharon Cavendish y sus huestes para abordarlo. El inglés se hizo con 700.000 pesos en oro y plata y 1.500.000 pesos en brocados, porcelanas y sedas chi-nas. Su barco era demasiado pequeño para transportar tantas riquezas, por lo que incendió y hundió el Santa Anna con

todo lo que no pudo llevarse. Los españoles aprendieron la lección, y el Galeón de Manila no volvió a ser capturado hasta el año 1709, esta vez por el corsario Woodes Rogers.

El Caribe: bucaneros y filibusterosA inicios del siglo XVII, la piratería se despla-zó al Caribe, donde había cientos de islas, mu-chas de ellas desiertas, que constituían un refugio ideal. Grupos de cazadores franceses, denominados bucaneros, se establecieron al norte de La Española y en la isla de La Tortuga.

Los primeros años se contentaron con co-merciar con el producto de la caza, abastecien-do de contrabando a barcos mercantes, pero pronto se aliaron con cimarrones y con colonos franceses e ingleses, desheredados europeos que buscaban una nueva vida. Comenzaron a asaltar mercantes españoles desde sus bases en tierra y pronto ampliaron sus operaciones

convirtiéndose en filibusteros, es decir, en piratas sin dueño. Uno de estos colo-

nos relató su experiencia en primera persona. Alexandre Olivier Exque-

EL PIRATA MÁS BRUTAL

François l’Olonnais, el Olonés (abajo), pirata de La Tortuga, aterrorizó el Caribe. Exquemelin explica que llegó a extraer y morder el corazón de un cautivo español.

Santa Anna. («deseo», un

nombre muy significativo de sus intencio-nes), Cavendish se apostó cerca del cabo San Lucas, en la Baja California. Cuando el Santa

llegó a las inmediaciones de la costa, los españoles celebraron una fiesta religiosa a bordo cantando el tedeum, momento que aprovecharon Cavendish y sus huestes para abordarlo. El inglés se hizo con 700.000 pesos en oro y plata y 1.500.000 pesos

-nas. Su barco era demasiado pequeño para transportar tantas riquezas, por lo

con

refugio ideal. Grupos de cazadores franceses, denominados bucaneros, se establecieron al norte de La Española y en la isla de La Tortuga.

Los primeros años se contentaron con comerciar con el producto de la caza, abasteciendo de contrabando a barcos mercantes, pero pronto se aliaron con cimarrones y con colonos franceses e ingleses, desheredados europeos que buscaban una nueva vida. Comenzaron a asaltar mercantes españoles desde sus bases en tierra y pronto ampliaron sus operaciones

convirtiéndose en filibusteros, es decir, en piratas sin dueño. Uno de estos colo

nos relató su experiencia en primera persona. Alexandre Olivier Exque

CAÑONES DE PORTOBELO El fuerte de San Jerónimo defendía la bahía de Portobelo, un puerto vital para el sistema español de convoyes marítimos.

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melin, hugonote francés, se unió a los filibus-teros en 1669, tras haber llegado a América como engagé o colono semiesclavo. Durante tres años permaneció en La Tortuga y formó parte de la Cofradía de Hermanos de la Costa, la hermandad de los filibusteros, donde conoció a personajes como Henry Morgan y El Olonés. En su libro, Exquemelin describe la vida como pirata y los métodos de asalto. Los filibuste-ros atacaban a barcos mercantes de cualquier bandera –rara vez se aventuraban contra barcos artillados–, y siempre en el curso de rápidas razias desde la costa, sirviéndose de pequeñas pinazas y al amparo de la noche. Se acercaban por la popa, inutilizaban el timón y «de esta manera saltan a bordo del buque español, de modo que en menos de una hora se ve un barco cambiar de dueño», refiere Exquemelin.

En 1715, el monopolio español del comercio con América empezó a romperse con el tratado de Utrech, y las naciones europeas se asenta-ron por fin en el Caribe. Ahora los filibusteros y bucaneros ya no eran una herramienta para hostigar a los españoles, sino un enemigo a

batir, «carne de horca» que se revolvía amena-zante contra sus antiguos protectores. Y éstos no dudarían en darles caza.

Durante más de dos siglos, el sueño de pira-tas, corsarios y filibusteros había sido apresar un galeón de la Flota del Tesoro. Pero los afor-tunados fueron pocos: de los 11.000 barcos españoles que se calcula cruzaron el Atlántico entre 1540 y 1650, los piratas sólo capturaron un centenar escaso, la mayoría mercantes sin grandes riquezas. Ello se debió al sistema de escoltas, que sirvió de modelo a los Aliados durante la segunda guerra mundial. Si algún enemigo implacable tuvieron los galeones del Tesoro no fueron los ladrones del mar, sino el propio océano, sus tormentas y huracanes.

ENSAYOPiratas, corsarios, bucaneros y filibusterosM. Lucena Salmoral. Síntesis, Madrid, 2005.Bajo bandera negra David Cordingly. Edhasa, Barcelona, 2005. TEXTOSPiratas de la AméricaA. O. Exquemelin. Renacimiento, Sevilla, 2013.

Para saber más

CAPTURA DEL GALEÓN DE MANILA NUESTRA SEÑORA DE COVADONGA POR GEORGE ANSON. 1743.

EL GALEÓN DE MANILA unió Asia y América de 1565 a 1815. Sólo sufrió cuatro asaltos, lo que se explica por la lejanía del Pacífico, el descono-cimiento de su ruta y la falta de puertos o islas donde los asaltantes hallaran refugio. Por miedo a la represalia española, quienes lo captu-raron no pudieron volver por el cabo de Hornos: tuvieron que cruzar el Pacífico y bordear África, y eso no estaba al alcance de cualquiera.

UNA PRESA ESCURRIDIZA

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EL PRIMER GOLPE DE LOS FILIBUSTEROS

Alexandre O. Exquemelin, que vivió en la isla de La Tortuga durante la

edad de oro de los filibusteros, cuenta que las actividades piráticas de las gentes de La Tortuga empezaron tras el asalto del francés

Pierre Le Grand a un galeón español cerca del cabo Tiburón

(en la actual Haití), hacia 1669. Le Grand creyó que abordaba un barco

mercante y, para su sorpresa, se apoderó de la nave vicealmiranta de la Flota del Tesoro, con sus 54 cañones e inmensas riquezas.

La Tortuga, guarida de ladronesTras el éxito de Le Grand, «los plantadores y cazadores de Tortuga, habiendo oído hablar de tan favorable fortuna [...] dejaron sus funciones y ordinarios ejercicios» y se dedicaron a la piratería, vendiendo su botín en la propia isla, así convertida en un emporio de ladrones.

TOMA DE UN GALEÓN ESPAÑOL POR EL

FILIBUSTERO PIERRE LE GRAND. ÓLEO POR

THÉODORE GUDIN. SIGLO XIX. PALACIO

DE VERSALLES.

OCHO ESCUDOS DE ORO (REVERSO). MONEDA ACUÑADA POR EL REY FELIPE IV (1621-1665). LA PLATA Y EL ORO ERAN EL OBJETIVO DE LOS PIRATAS.

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Alexandre en la isla de La

edad de oro de los filibusteros,

Pierre Le Grand a un galeón español cerca del cabo

(en la actual ASF / ALBUM

LA ISLA DE LA TORTUGA. EN COLOR ROSA APARECE LA COSTA NORTE DE LA ESPAÑOLA; AMBAS ISLAS DISTAN 10 KM. MAPA POR GERARD VAN KEULEN. HACIA 1685. BIBLIOTECA ANGELICA, ROMA.

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e Grand estaba en su barca con 28 hombres, en busca de una presa, pero le faltaban los víveres y estaba

a punto de volver a tierra. Entonces vie-ron un navío de la flota española que se había separado de los otros y decidieron «tomarlo o morir en la demanda». Se acercaron sigilosamente, «y aunque les pareció presa fuera de sus fuerzas, deses-peradamente lo abordaron. Se habían acercado tanto que ya el navío no se po-día escapar o morirían todos». Le Grand mandó agujerear la barca para que nadie se quedara en ella, de modo que todos tu-vieron que saltar al bajel. El filibustero y sus hombres entraron en la cámara del ca-pitán, que estaba jugando a las cartas con otros, le pusieron una pistola en el pecho y le dijeron que rindiese el barco. Cuan-do los atónitos españoles «vieron dentro a los piratas, sin haberlos antes visto venir, creían que eran fantasmas y decían “Jesús, ¿son demonios éstos?”». Los otros piratas tomaron la santabárbara, «haciéndose señores de todas las armas y municiones

que en ella había y matando a los que se les oponían». Más listo que muchos de los que siguieron sus pasos, Le Grand «se dio a la vela poniendo proa, con toda la riqueza que halló dentro de la nave, ha-cia el reino de Francia, en donde se quedó para no volver jamás a América».

Pierre le GrandÉXITO O MUERTE

L A A U D A C I A D E U N P I R A T A

FRONTISPICIO DE LA EDICIÓN INGLESA DEL LIBRO DE EXQUEMELIN PIRATAS DE AMÉRICA, DE 1684. LA EDICIÓN ORIGINAL HOLANDESA DATA DE 1678. MUSEO MARÍTIMO NACIONAL, GREENWICH.

«Cuando los españoles vieron dentro a los piratas, sin haberlos antes visto venir, creían que eran fantasmas y decían: “Jesús, ¿son demonios éstos?”»

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Un capitán desdeñosoEl día del asalto, representado en esta pintura, la tripulación había advertido al capitán del galeón de que la barca que cruzaba ante su navío, a lo lejos, era de piratas. «¿Debo yo tener temor de una cosa de tan poco memento?», contestó el desdeñoso oficial. Pero el sigilo, la habilidad y la desesperación de los piratas triunfaron sobre sus cañones.

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