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Seynabou Diop y Luis Negro Marco.- Corresponsales de Guerra en la campaña española de Marruecos (1921-1927) y la Guerra Civil española (1936-1939) Corresponsales de Guerra en la campaña española de Marruecos (1921-1927) y la Guerra Civil española(1936-1939) Seynabou Diop (segunda secretaria del consulado de Senegal en Madrid) Luis Negro Marco (periodista) Tras el “Desastre del 98” con la pérdida de las colonias de ultramar, España se vio en la necesidad de intervenir en Marruecos, ante las pretensiones que sobre el territorio ejercían Francia, principalmente, pero también Inglaterra y Alemania. En virtud del Tratado de 27 de noviembre de 1912, entre España y Francia (que había sido auspiciado por Canalejas frente a las pretensiones de Alemania) con el asentimiento de Inglaterra y resto de potencias, Marruecos quedaba dividido en tres zonas de Protectorado: zona de influencia francesa, con Casablanca incluida; zona de influencia española, con la confirmación de Ifni, y zona internacionalizada de Tánger. El establecimiento del Protectorado de Marruecos, obligaba (en virtud de los convenios entre Francia, España e Inglaterra del 7 de abril de 1905; de los acuerdos de la Conferencia de Algeciras de 1907; y del Tratado franco-español de 1912) a España a “velar por la tranquilidad del país y a prestar toda su asistencia al gobierno marroquí a fin de que sean posibles y eficaces las medidas que se adopten para llevar a cabo reformas políticas, económicas, administrativas, judiciales y militares”. No obstante, el fracaso del Ejército en la pacificación del Protectorado español, supuso una radicalización del estamento militar, de tal forma que la guerra colonial de Marruecos habría también de tener efectos catastróficos sobre la España contemporánea, primero para decidir el golpe de Estado de Primo de Rivera en septiembre de 1923, y posteriormente el del general Franco, que tuvo su origen el 17 de julio de 1936 precisamente en suelo marroquí.

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Seynabou Diop y Luis Negro Marco.- Corresponsales de Guerra en la campaña española de Marruecos (1921-1927) y la Guerra Civil española (1936-1939)

Corresponsales de Guerra en la campaña española de Marruecos (1921-1927) y la Guerra Civil española(1936-1939) Seynabou Diop (segunda secretaria del consulado de Senegal en Madrid) Luis Negro Marco (periodista)

Tras el “Desastre del 98” con la pérdida de las colonias de ultramar, España se vio en la necesidad de intervenir en Marruecos, ante las pretensiones que sobre el territorio ejercían Francia, principalmente, pero también Inglaterra y Alemania. En virtud del Tratado de 27 de noviembre de 1912, entre España y Francia (que había sido auspiciado por Canalejas frente a las pretensiones de Alemania) con el asentimiento de Inglaterra y resto de potencias, Marruecos quedaba dividido en tres zonas de Protectorado: zona de influencia francesa, con Casablanca incluida; zona de influencia española, con la confirmación de Ifni, y zona internacionalizada de Tánger. El establecimiento del Protectorado de Marruecos, obligaba (en virtud de los convenios entre Francia, España e Inglaterra del 7 de abril de 1905; de los acuerdos de la Conferencia de Algeciras de 1907; y del Tratado franco-español de 1912) a España a “velar por la tranquilidad del país y a prestar toda su asistencia al gobierno marroquí a fin de que sean posibles y eficaces las medidas que se adopten para llevar a cabo reformas políticas, económicas, administrativas, judiciales y militares”. No obstante, el fracaso del Ejército en la pacificación del Protectorado español, supuso una radicalización del estamento militar, de tal forma que la guerra colonial de Marruecos habría también de tener efectos catastróficos sobre la España contemporánea, primero para decidir el golpe de Estado de Primo de Rivera en septiembre de 1923, y posteriormente el del general Franco, que tuvo su origen el 17 de julio de 1936 precisamente en suelo marroquí.

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La guerra en Marruecos habría de ser tema recurrente en la prensa española, hasta su resolución definitiva en 1927, dos años después del desembarco conjunto hispano francés, en septiembre de 1925, en la bahía de Alhucemas. No obstante, antes de este acontecimiento militar, habría de ocurrir un hecho de extrema gravedad en la guerra de Marruecos: el Desastre de Annual, en julio de 1921, en el que, en el transcurso de las investigaciones posteriores sobre los sucesos, quedaría implicada incluso a figura del rey, Alfonso XIII. La prensa española e internacional se hicieron eco de este triste suceso que costó la vida a miles de españoles, cuya muerte se unía a la de otros tantos miles de soldados, que desde la batalla de Wad Rass, en 1868, que encumbró al general Prim, habían dejado su sangre en suelo marroquí. La prensa extranjera tampoco fue ajena a todos estos sucesos, y los corresponsales de guerra emplearon ríos de tinta enviando teletipos a las cabeceras de sus periódicos, informando de cuanto en ese territorio marroquí, de gran importancia estratégica mundial, (por ser llave de comunicación entre Europa y el Atlántico, a través del Estrecho de Gibraltar, y territorio fundamental para el comercio entre África y Europa) acontecía. La guerra de Marruecos, como ya lo había sido la de Cuba en 1898 (el magnate de la prensa norteaqmericana William Randolp Hearst, a través de los periódicos que entonces controlaba: “The Examiner” y “Morning Journal”, ante la respuesta de su corresponsal en la Habana, de que no había noticias de guerra en Cuba, le respondió: “usted déme las noticias. Yo le daré la guerra”) tuvo una gran repercusión en Europa a través de los corresponsales de las distintas cabeceras de prensa, quienes a su vez, fueron los responsables de la mitificación de los rebeldes rifeños y de la Yebala (Abd-el-Krim, y El Raisuni, principalmente) como líderes independentistas, o bandoleros románticos que luchaban en defensa de su patria y el Islam, contra

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los colonizadores alimentados únicamente por sus ansias de riqueza. La prensa ante el Desastre de Annual A las 12,45 horas del 21 de julio, los rifeños, comandados por Abd-el-Krim1

1 Abd-el-Krim-ben-Mohamed-el-Jaleb: (Axdir -provincia de Alhucemas-,1882—El Cairo,1963), caíd de la kabila bereber de los Beni-Urriaguel desde 1920, era abogado de Derecho musulmán. Su nombre significa: “Servidor del compasivo”. Fue kadi, o juez, de Melilla y luego kadi koda (juez de jueces). Periodista y redactor jefe de la sección árabe de El Telegrama del Rif. Durante cinco años estuvo al servicio de España, llegando a recibir la Cruz del Mérito Militar. Durante la I Guerra Mundial mantuvo una posición en favor de Alemania que le granjeó enemistades con las autoridades españolas y francesas del Protectorado. No obstante, la situación de Abd-el-Krim se agravó con la muerte del Alto Comisario español, el general Gómez Jordana, quien era su gran amigo y protector. Entonces, y por presión de las autoridades francesas, Abd-el-Krim fue hecho preso en la prisión de Rostrogordo, en Melilla, de la que se escapó saltando por una ventana, aunque en su huida se fracturó una pierna que le causó una cojera permanente, por la que pidió al gobierno español una indemnización de 45.000 pesetas en concepto de daños y perjuicios. Abd-el-Krim trató el asunto con el general, Aizpuru, representante de la política de pactos en la región rifeña, quien aconsejó atender las peticiones de Abd-el-Krim como medio de garantizar la fidelidad los Beni-Urriágel, tribu a la que pertenecía y evitar su hostilidad ante los inmediatos planes españoles de un desembarco en Alhucemas. Sin embargo, el gobierno desestimó su solicitud, lo que provocó que Abd-el-Krim se rebelara abiertamente contra el Sultán por su sumisión a España y Francia. Desde entonces, su única idea fue la independencia del Rif, aunque previamente a la guerra aún mantuvo una postura abierta a la negociación pacífica. Frustradas estas expectativas, llamó a su hermano Mahmed, que se encontraba en Madrid estudiando Ingeniería, de regreso a Marruecos, y con él, uniéndose a otras tribus bereberes, fue preparando la guerra que se desarrolló en el Rif en julio de 1921. Abd-el-Krim dirigió su Guerra Santa no sólo contra las colonizaciones española y francesa de Marruecos, sino también contra la dinastía Xerafita, protegida por ambas potencias. Él soñaba con la creación de una República Islámica en el Rif (1923-1926) inspirada en el reformismo religioso que provenía de Egipto. A su vez, su proyecto conectaba bien con los deseos de buena parte de la población rifeña, kabileños que aspiraban a la independencia. Meses después del el exitoso desembarco franco-español de Alhucemas, en septiembre de 1925, Abd-el-Krim, se rendía a los franceses a las 10 horas del 25 de mayo de 1926 en la aldea de Corap, situada en el macizo de Adrar. Antes de su entrega, a finales del mes de abril, el jefe rifeño había convocado una conferencia en Uxda, para tratar de la paz, que sin embargo fracasó. Una vez hecho prisionero Abd-el-Krim fue recluido en Tazza y después trasladado, pese a las protestas de España, que pedía su extradición, a la isla francesa de Reunión, situada en el Océano Índico, al Este de Madagascar, acompañándole en su exilio algunos de sus familiares. En 1927 salieron publicadas unas denominadas “Mémoires d´Abd-el-Krim”, obra del periodista Roger Mathieu, ceorresponsal de guerra del diario francs “Le Matin”

comenzaron a atacar Annual, donde se encontraban 6.000 soldados españoles y en apenas tres horas de combate, se produjeron gran número de bajas.. Las tropas españolas intentaron formar entonces una segunda línea defensiva 20 kilómetros más atrás, en Iqueriben, a 5 km de Annual, pero el 22 de julio se pierde la loma de Los Ángeles, donde los españoles se proveían de agua. Tras 14 horas de lucha cuerpo a cuerpo, habiendo fracasado tres convoyes de abastecimiento enviados desde Annual, sólo 15 soldados conseguirán llegar hasta allí, mientras que 400 habían perdido la vida.

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Esa noche, el general Silvestre reunía en el cercano Annual –a unos 70 kilómetros al Este de Melilla– a sus oficiales, rodeado por 25.000 rifeños que ocuparon las alturas que dominaban la plaza. Finalmente, los sitiadores decidieron atacar en formación cerrada y en las tropas españolas se dio la orden de retirada. Los españoles buscaron la retaguardia en absoluto desorden, por falta de la necesaria instrucción de los soldados, lo que aprovecharon los rifeños para masacrarlos. La línea de retirada era de 147 kilómetros, que es la distancia que separaba Annual de Melilla. A lo largo de esta línea, los españoles que se retiraban en absoluto desorden, fueron masacrados por los rebeldes. Se calcula que unos 6.000 españoles, incluidos el general Silvestre (quien según algunos testigos supervivientes pudo haberse suicidado) murieron en esa acción. El escritor aragonés Ramón J. Sender describió la huida en su novela “Imán”, como una pesadilla que mostraba la realidad de la guerra: “Es la guerra. Esto es la guerra. La banderita en el mástil de la escuela, la “Marcha Real”, la historia, la defensa nacional, el discurso del diputado y la zarzuela de éxíto. Todo aquello, rodeado de condecoraciones, trae esto. Si aquello es la patria, esto es la guerra: un hombre huyendo entre cadáveres mutilados, profanados, los pies destrozados por las piedras y la cabeza por las balas”. Un nuevo sitio a las tropas españolas por parte de los rifeños, se produciría en en Monte Arruit. Allí alrededor de 3.000 supervivientes de la matanza, fueron reorganizados en el Monte Arruit –30 km. al Sur de Melilla– por el general Navarro. Allí aguantaron 12 días (del 29 de julio al 9 de agosto) de duros combates, hasta que sin refuerzos (a pesar de que en la región de la Yebala había 56.000 soldados disponibles que hubieran podido auxiliar al general Navarro, el Alto Comisario, general Berenguer se había negado a socorrerlos pensando que estaban ya perdidos, y no hizo uso de la aviación hasta pocos días antes de la toma de

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Monte Arruit) sin agua ni comida, con 2.600 heridos, los españoles se rindieron ante la promesa de Abd-el-Krim de respetar sus vidas. No cumplió su palabra y todos, excepto el general Navarro y un reducido grupo de soldados y oficiales, fueron degollados. Este cúmulo de tristes acontecimientos pasaría a la historia de España con el nombre de “El Desastre de Annual”.

Para ver esta película, debedisponer de QuickTime™ y deun descompresor TIFF (LZW).

Cuando a finales de julio de 1921 llegaban a Madrid las primeras noticias del Desastre de Annual, el diputado y periodista Eduardo Ortega y Gasset (hermano del filósofo José Ortega y Gasset) viajaba a Melilla para cubrir la guerra de Marruecos como corresponsal de guerra de “La Libertad”. Allí conocería al soldado Bernabé Nieto, superviviente d ela masacre, en la que murieron más de 10.000 españoles, quien relataría al reportero la terrible experiencia. Este relato constituiría la primera parte de su libro: “Annual”, que saldría publicado en 1922. La segunda parte de la obra, escrita por un verdadero corresponsal de guerra, narra las operaciones para recuperar el territorio perdido, en unas crónicas en las que no faltan elogios para el general Sanjurjo, encargado de la misión española. Tampoco faltan alusiones y descripciones de personajes de gran transcendencia, como Millán Astray, fundador

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de la Legión, el general Cabanillas, o el polìtico socialista Indalecio Prieto. en su libro “Annual”, Gasset muestra un estilo muy descriptivo, en el que se aproxima a la realidad de la fuera, reparando en los aspectos más próximos y directos de los combatientes españoles. Así se refiere, por ejemplo, al modo en que tenían las tropas españolas para identificar el tipo de armamento que empleaban los rebeldes rifeños contra ellas: “El menos experto nota al oír los disparos la clase de arma que los ha producido. La bala del fusil Lebel es como un grito en el aire que huye velocísimo y que crispa los nervios con su aullido silbante. El Máuser produce un ruido más blando, algo así como el sonido “chaff” prolongado, cual si se desgarrase un trozo de seda. El Remington, aunque con una detonación menos caracterizada, se distingue por la lentitud de tiro, puesto que no carga más que un solo cartucho”. Otra descripción “a ras de suelo” para describir el día a día de los combates, es la que hace Ortega del término “Paco”, palabra que adoptaron los soldados para referirse al peculiar sonido de losfusiles de los kabileños rebeldes cuando disparaban a las posiciones, el cual se distinguía en dos tiempos: “paa-coo”. Eduardo Ortega y Gasset lo definía así: “Los pacos eran ya un sonido habitual para nuestros oídos, que los escuchaban como a esas también invisibles e incansables chicharras. En realidad, el paco es eso: la cigarra de las chumberas ¿Podemos determinar cuándo en la siesta, oímos estos inocentes insetocs, el motivo por el que bruscamente detienen su canturria? Lo mismo nos ocurre con el agresivo animal de las chumberas. Lo mismo nos ocurre con el agresivo animal de las chumberas”. Luis Oteyza, periodista de “La Libertad”, entrevistaba el 8 de agosto de 1922 en Beni-Urriagel al cabecilla rifeño Abd-el-Krim, para interesarse por la libertad de los prisioneros de Monte Arruit. Entre otras declaraciones al periodista español, Abd-el-Krim decía que el Protectorado no era otra cosa que “el nombre que se ha

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dado al modo de avasallar nuestros derechos [los de los habitantes del Rif]”. También dice que la decisión de atacar fue de su padre, que ordenó a su hermano volverse Madrid, donde estaba estudiando, y a él, de Melilla, donde trabajaba al servicio de la administración española en el Protectorado. Y que en el objetivo de su ataque, no había otro deseo de que a los rifeños se les considerase “un pueblo digno y no una tribu de salvajes”. Lo hicieron además sabiendo, según confiesa las claras rivalidades existentes entre el general Berenguer, como Alto Comisario y el general Silvestre, como Comandante de Melilla. Además, Abd-el-Krim se muestra en la entrevista inflexible en cuanto a las demandas del dinero exigido para la liberación de los presos, 4.000.000 de pesetas, y la liberación de todos los prisioneros rifeños en poder de España. Al respecto decía Abd-el-Krim: “A los aviadores [españoles] también los hemos cogido y les hemos formado causa y les hemos condenado. Si los españoles os quedáis con los que habéis condenado, nosotros también nos quedaremos con estos...”. Tras la entrevista, el periodista Luis Oteyza obtuvo el permiso de Abd-el-Krim para hablar con los prisioneros españoles, entre los que se encontraban el coronel Araujo y el general Navarro, quienes no quisieron hacer declaraciones a la prensa. En diciembre de 1922, respecto a lo que en los periódicos españoles ya se conocía como el “cáncer” de Marruecos, el político y periodista Manuel Aguirre de Cárcer manifestaría: “¿Ha llegado acaso el momento, después de imponer a los moros la aplastante realidad de la superioridad española— de brindarles con mano generosa, el ramo de olivo de la paz? ¿Ha devuelto acaso Abd-el-Krim a los prisioneros, que desde 1921, tocan desde la playa de Axdir, la triste realidad de nuestra inacción dolorosa? ¿Hemos conseguido al fin que El Raisuni vaya a Tetuán y pida el aman a Su Alteza Imperial el Jalifa Muley el Mehdi? ¿Llegó acaso, tras la revancha legítima —a la que el Ejército tiene

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derecho— el ansiado instante de que enmudezcan los cañones para dejar paso a las trilladoras y a los tractores?” La polémica sobre el desastre de Annual y la política desarrollada por España en su Protectorado de Marruecos, se trasladó también al Ateneo de Madrid, entonces centro neurálgico de la cultura española, pero también creador de las corrientes de opinión dominantes en la España del primer tercio del siglo XX, así como escaparate de los principales representantes de las fuerzas políticas españolas. Así, durante los seis primeros meses de 1923, “La docta casa” -según la llegó a calificar el diario ABC en uno de los titulares de aquel año, diversos conferenciantes se pronunciaban acerca de “las responsabilidades” por el desastre de Annual. El catedrático de Derecho Penal, Jiménez Asúa, manifestaba en una de las conferencias del Ateneo que para exigir las responsabilidades consabidas y para imponer sanciones adecuadas, no existía solución alguna dentro de las vías legales. Por su parte, Ruiz Albéniz declaraba que España, frente a su misión en Marruecos, podía haber elegido dos políticas: la militar y de conquista o la diplomática y de penetración pacífica...Pero se han seguido las dos, y eso es lo que —según este doctor y periodista— había conducido al fracaso de la política española en su Protectorado de Marruecos. Asimismo, Maeztu reprobaba las posturas abandonistas de España en el Norte de África, y Rodrigo Soriano (que había dirigido el diario “España Nueva”) atacaba a Burgos Mazo calificándolo como “El Lutero de Huelva”, dispuesto cualquier día a saltar de la dirección del Tradicionalista diario “Siglo Futuro”, al de “Solidaridad Obrera”; Rodrigo Soriano atacaba también duramente en el Ateneo a Unamuno, Maura y al general Berenguer, acusándole de “exceso de disciplina”. En cuanto al asunto de “las responsabilidades”, Soriano culpaba a “todos los Jefes de Gobierno de España, que, a partir de 1909, comparten la responsabilidad de lo que viene sucediendo en Marruecos”.

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Asimismo, al hilo del Desastre de Annual, el socialista y diputado republicano Indalecio Prieto, pronunciaba una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre el tema: “Responsabilidades”. Según él, la crisis del gobierno Sánchez Guerra habría sido una farsa para cortar el debate sobre las responsabilidades, y que nada se podía esperar de un Gobierno en el que había tres Grandes de España (Alhucemas, Romanones y Almodóvar). El forja de un rebelde por la prensa En agosto de 1923 la escritora y aventurera inglesa Rosita Forbes (1893-1967) recibía el encargo de su editor de confeccionar una biografía de Mulay Ahmed El Raisuni, (1860-1925) concebida a modo de larga entrevista. El Raisuni era entonces un célebre personaje por su fama como bandido moderno y audaz, especialmente desde el célebre secuestro de un millonario diplomático norteamericano resuelto con un espectacular rescate económico. Suceso que habría de crear, en 1975, una secuela cinematográfica: “El viento y el león”. El Raisuni, procedente de la arruinada nobleza jerifiana, se dedicó a aterrorizar el norte de Marruecos con operaciones de bandidaje sobre las colonias europeas y otras tribus de la zona, pero realizando también operaciones políticas destacadas como jefe local, tanto frente al Protectorado español como frente al poder del emir alauita. Para cuando la periodista Rosita Forbes lo visita en sus feudos de Anyera, durante mes y medio, El Raisuni es ya un personaje envejecido, enfermo, y plenamente inmerso en el clima de la guerra española en Marruecos. A pesar de ello, la periodista no evita los elogios hacia un personaje que le fascina: “El Islam ha generado un notable número de personalidades, pero ninguna está rodeada de tan fabuloso glamour como Mulay Ahmed El Raisuni, sherif, guerrero y filósofo, santo, tirano y psicólogo...”

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Claro que el punto de vista de la prensa española sobre El Raisuni, era del todo diferente del anterior, de modo que el periodista Manuel Aznar, que había visitado Marruecos en numerososas ocasiones como corresponsal, escribía en 1923: “...Arriba del todo, encima de esta cuadrilla de facinerosos, en su nido de Tazarut, amparado por la “baraca” del Santuario de Muley-Abd-es-Selam, sin haber hecho acto de acatamiento al Jalifa ni al Alto Comisario de España —que le ha encumbrado temerariamente— está Sidi-Ahmed-Ben-Mohamed-Ben-Abd-el-Allah-El-Raisuni, imponiendo sus mandatos, cobrando impuestos, exigiendo prestaciones personales y apresando a quien considera su enemigo, ya que asume todos los poderes, siendo de hecho Sultán, Jalifa, Alto Comisario, Jefe de la Policía, Santón, Administrador máximo, Secretario general, Rey, Emperador y cuanto se quiera”. Por otro lado, la prensa de la época se hizo también eco sobre la utilización de gases por parte de las tropas españolas en la guerra de Marruecos. Motivo que se trata también en la entrevista de Rosita Forbes con El Raisuni, quien al respecto manifestaría a la

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periodista inglesa: “Yo sabía que no dejaban de llegar a los puertos aeroplanos y carros blindados, armados con bombas de gas que impiden respirar a los hombres. ¡Qué extraño pueblo el vuestro! Decís que es cosa de salvajes cortar la cabeza a un muerto cuyo cuerpo ya no siente nada, pero sí es civilizado ahogar un hombre vivo con humo venenoso, para que muera despacio y su cuerpo se pudra con el espíritu dentro. ¡Entre nosotros, Alá decidirá!”. Asimismo, sobre el empleo de gases, en un artículo del 23 de diciembre de 1921, “Heraldo de Madrid” se expresaba a favor de su uso en la guerra de Marruecos: “No nos cansaremos de pedirlo e insistiremos en ello. Es preciso dotar a nuestro Ejército del material de guerra mas moderno: aeroplanos y gases asfixiantes y tubos lanzaminas y cuantos medios ofensivas ha inventado la ciencia par destruir al enemigo... No vemos por qué haya de ser mas cruel matar a un hombre envolviéndolo en una nube de gases asfixiantes que destrozándole el cuerpo con una granada”. Corresponsales de guerra en la contienda española (1936-1939) El periodista inglés William Forrest, que trabajó para el “Daily Express”, se convertiría en uno de los primeros corresponsales de guerra en llegar a España, instalándose en el hotel “Florida” de Madrid. Y también en uno de los últimos en abandonar Cataluña antes de que las tropas de Franco alcanzaran la frontera francesa. Y es que, a través de cientos de periodistas como Forrest, entre 1936 y 1939, la guerra de un país misterioso y desconocido, fue seguida con interés por medio mundo a través de la radio y la prensa, en la que tuvo gran predominio la fotografía y las películas de propaganda, rodadas directamente en el frente de batalla. Y es que a la guerra de España le cabe el discutible honor de ser la primera (las fotografías obtenidas en las anteriores guerras de

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Crimea y de Secesión, en los Estados Unidos, incluso la I Guerra Mundial, se hicieron con ópticas de pesados equipos estáticos y daguerrotipos) en la que se utilizaron ligeros aparatos de filmación y cómodas cámaras fotográficas de pequeño tamaño, que permitieron la inmediatez, casi la guerra en directo de nuestros días, lo que convirtió a la prensa y los filmes en un nuevo y eficaz modo de propaganda. La televisión, llegaría, justo al final de la guerra, en 1939, cuando fue presentada en la Exposición Universal de ese año. Al igual que Forrest, en diciembre de 1936 el periodista estadounidense Louis Fisccher ya estaba instalado en España, y en Madrid fue testigo de un bombardeo que produjo una matanza, escribiendo posteriormente un apasionado relato sobre las mujeres, niños, y ancianos heridos, sobre aquellos que se habían quedado sin casa y sobre los que pilotaban las oleadas de Junkeres. Poco más de un año después, a comienzos de 1938, el periodista escribía: “Los españoles están pagando muy caro el privilegio de estar a cargo de la lucha del mundo contra el fascismo, no sólo con muertos, heridos, y prisioneros, con estrés diario y la riqueza destruida, sino también con la presencia continua de la desnutrición”. Gracias a sus escritos, Fischer, pronto se granjearía la amistad de personajes relevantes de la República durante la guerra, principalmente Álvarez del Vayo, el periodista y agente comunista Koltsov, y los políticos republicanos Negrín y Largo Caballero. Álvarez del Vayo, periodista socialista nombrado ministro de Estado del Gobierno de Francisco Largo Caballero el 4 de septiembre de 1936, se propuso romper con la política de no intervención por parte de las democracias y presentar el caso de la República a una audiencia internacional. Con este fin, solicitó los servicios del corresponsal Louis Fischer para organizar la prensa y los servicios de propaganda de la República.

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A partir de 1937, Fischer daría varias conferencias en Estados Unidos, y en Nueva York escribiría un libro: “Why Spain fights on” ( “Por qué sigue luchando España”). También en Nueva York, Fischer asistió a un acto de recaudación de fondos para la República española en el domicilio de la humorista y poeta Dorothy Parker y su marido, el actor Alan Campbell, quien recriminó a Fischer, al día siguiente y mediante carta, su falta de sensibilidad durante la reunión, invitándole incluso, “a recaudar fondos para Franco durante los próximos meses”. Posteriormente, Fischer regresaba a España en barco junto con el embajador Fernando de los Ríós, que había reclutado a un joven de Oklahoma de la Biblioteca del Congreso, para que trabajara en los servicios de prensa de la Embajada. El bibliotecario radical era Herbert Southworth, quien se convertiría en colaborador y amigo de Fischer al servicio de Negrín. Corresponsales y agentes El escritor, periodista y corresponsal de guerra Míjail Efimovich Friedland Koltsov, nació en Kiev en 1898 y fue el escritor paradigma, de decenas de paisanos suyos durante la Guerra Civil. Llegados bajo la aureola de grandes generales escritores y periodistas soviéticos, sirvieron fielmente al gobierno de Stalin, y a su política comunista, y acabaron siendo torturados y fusilados por el NKVD, bajo las órdenes emanadas por Stalin. Un denominador común de la mayoría de ellos, fue el uso de nombres falsos, como era el caso del general Kléber, nacionalizado soviético, aunque de origen judío austrohúngaro. Su papel fue fundamental en la defensa de Madrid y sus nombres verdaderos pudieron ser: Manfred Stern, Lazar Stern o Lazar Farete.

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Koltsov, hijo de un artesano judío, participó en la Revolución rusa de 1917, y en 1918, ingresó en el Partido Comunista. Cuando estalló la Guerra Civil en España, Koltsov estaba involucrado en la ofensiva propagandística mundial para justificar el procesamiento de viejos bolcheviques, durante las tristemente célebres depuraciones de Stalin. Así, la oportunidad de ir a España, debió de ser para Koltsov una liberación del ambiente político cada vez más opresivo en el que vivía. Considerado por muchos como historiadores como “los Ojos y oídos de Stalin en Madrid” (el historiador César Vidal, junto a Santiago Carrillo, lo considera directamente responsable de las matanzas de Paracuellos), Stalin ordenó el regreso del periodista a Moscú en noviembre de 1937. En el verano de 1938, Koltsov era nombrado miembro del Soviet Supremo de la URSS, entre otras cosas por su activo papel durante la Guerra Civil española, del que editó un libro. El propio Stalin elogió personalmente su obra, basada en su diario de la guerra de España. No sólo eso, sino que además, Stalin designaba a Koltsov como miembro de la Academia de Ciencias. Incluso, el dictador, le propuso dar una conferencia para presentar el libro “Historia del Partido Bolchevique”, libro que el

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propio Stalin había dirigido. El 12 de diciembre de 1938, a última hora de la tarde, tras presentar el libro en la Unión de Escritores, Koltsov se dirigió a su despacho de “Pravda”. Allí se presentaron unos agentes del NKVD y lo llevaron preso. Sometido a interrogatorios y torturas, fue fusilado catorce días después de su detención. Pero el férreo control impuesto por el dictador comunista Stalin, no se ciñó a escritores y periodistas, sino, a través de la Komintern, a todos los brigadistas internacionales que acudieron en defensa de la República. De este modo, la Guerra Civil española, se convirtió en un verdadero laboratorio, donde los comunistas internacionales no alineados con la política de Stalin, fueron eliminados, por los agentes comunistas fieles a Moscú. Empezando por el jefe de las Brigadas Internacionales, el francés André Marty, miembro del Comité Central de la Komintern. Él mismo reconoció haber ordenado la ejecución de unos quinientos interbrigadistas como “medida disciplinaria”. Las depuraciones stalinistas (1935-1938), en las que fue eliminada la vieja guardia de la Revolución de Octubre en masa, llegaron también hasta los comunistas españoles, de manera que en Barcelona, en 1938, se produjo un enfrentamiento entre comunistas y el POUM, partido al que Stalin quería eliminar por considerarlo de tendencia trotskista, y cuya purga provocó miles de víctimas en Barcelona, en la primavera de 1937. Así, el máximo dirigente del POUM, Andrés Nim, fue torturado y eliminado por agentes soviéticos. Su cadáver nunca apareció. La inteligencia del KGB intentó, de manera burda, achacar la muerte del político español a brigadistas alemanes que habrían actuado bajo las órdenes de Hitler. Las Brigadas Internacionales Las naciones miraban hacia España, presagiando lo que ocurriría, inmediatamente después, en la que se consideraba inminente II Guerra Mundial. Mientras que llegaban a España reporteros e

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intelectuales de Europa, Rusia y los Estados Unidos, los intelectuales españoles ejercieron de embajadores de la República en su búsqueda de aliados para lograr, poco más que unas palabras de aliento salidas de las democracias occidentales. Y ello porque las democracias no quisieron correr el riesgo de enfadar al Duce ni al Führer, ni sufrir un parto bélico prematuro, de manera que la República sólo consiguió el inservible reconocimiento internacional y buena parte de la literatura de Thomas Mann, Faulkner, Gide o Sartre. No obstante, sus llamadas de auxilio bastaron para que los generosos defensores de causas perdidas de todas las nacionalidades formaran parte de las Brigadas Internacionales. Los primeros expedicionarios pertenecieron, según el escritor André Malraux (1901-1976) al período que él llama de “La ilusión lírica”, subtítulo del libro primero de su célebre novela “L´Espoir” (1937). El francés André Malraux, que fue jefe de una escuadrilla de aviación de la República, escribiría la que está considerada como la mejor novela sobre la guerra cicil española: “L´Espoir” (1937) que en su versión cinematográfica, rodada durante la propia contienda, llevaría el título de “Sierra de Teruel”. El libro, de una fuerte carga autobiográfica, pretende demostrar la importancia de la esperanza y la unión para alcanzar las más altas metas.

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Los brigadistas participaron, hasta su salida de España, en octubre de 1938, en las principales batallas de la Guerra Civil, sufriendo una cantidad considerable de bajas. Así, en la toma del Cerro Pingarrón, en el transcurso de la Batalla del Jarama, iniciada en febrero de 1937, las bajas de la XI Brigada Internacional, se estimaron en al menos 400 hombres, muchos de ellos, escritores y poetas. Fue el caso del poeta irlandés Charles Donnelly, de 20 años, que una noche antes de perecer en un combate cuerpo a cuerpo, escribió una poesía que, difundida, después por los brigadistas, se convirtió en su himno, con la música de “Red River Valley”: “Hay un valle en España llamado Jarama. Es un lugar que todos conocemos muy bien porque en él destrozamos nuestra juventud y nuestra edad madura, en gran parte, también”. Asimismo, los brigadistas, trataron de transmitir lo que percibieron como la injusticia de abandonar a la República indefensa y obligarla a caer en brazos de la Unión Soviética, debido a una política de no intervención, corta de miras, por parte de las potencias occidentales. En palabras de Martha Gellhorn

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(esposa de Hemingway) pensaban que las democracias occidentales tenían dos obligaciones fundamentales: defender su honor ayudando a una joven democracia en peligro, y salvar el pellejo combatiendo a Hitler y Mussolini en España, en lugar de hacerlo más tarde, cuando el sufrimiento humano ya habría alcanzado cotas inimaginables”. Muchos hicieron presión en sus respectivos países en favor de la República. Así, la propia Marta Gellhorn, hizo uso de su gran amistad con Eleanor Rooselvelt, la esposa del presidente estadounidense, para buscar el apoyo de la Casa Blanca a la causa republicana. En 1935, cuando era evidente la amenaza del nazismo en Europa, los partidos comunistas cambiaron su nombre por el de Frente Unido o Frente Popular. En esta época el Comunismo emanado de Moscú reconocía al fascismo como su peor enemigo, y hasta el estallido de la II Guerra Mundial, declaró entre sus primeros objetivos el del mantenimiento de la paz en Europa. Periodistas y escritores en defensa de la cultura La enorme implicación de los intelectuales extranjeros en la Guerra Civil fue evidente en 1937, cuando la poeta británica Nancy Cunard (1896-1965), simpatizante del Partido Comunista, redactó con la ayuda del poeta Pablo Neruda (cónsul chileno en España hasta 1934) un famoso cuestionario que envió a los intelectuales y escritores más destacados del mundo, con el título de “Autors take Sides on the Spanish Civil War” (1937). En él se pedía que manifestaran públicamente su posición con respecto a las partes que combatían en la Guerra Civil española. Se trata del primer cuestionario de esta índole en la historia. De las 148 respuestas, 126 fueron favorables a la España Republicana; sólo cinco, se declararon a favor de Franco, y el resto, se declararon neutrales. Las respuestas fueron publicadas en la revista inglesa “Left Review” en julio de ese mismo año. El cuestionario

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acabaría por convertirse, pues, en manifiesto, un instrumento propagandístico inventado por la Komintern. No acababa ahí la participación de Cunard en la guerra de España, pues también en julio de 1937, y una vez más junto a Pablo Neruda, la poeta organizó en Valencia, Madrid y Barcelona, el “II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura”, en el que participaron delegados de 28 países. En dicho congreso, la fotógrafa Gerda Taro (1910-1937) cubrió las distintas sesiones. Entre los asistentes, figuraban las inglesas Sylvia Townsend y Valentine Ackland (las dos habían acudido a España por su cuenta y se habían ofrecido a conducir una ambulancia en el Frente de Aragón, dos meses antes, incluso, de la llegada de las Brigadas Internacionales), el escritor inglés Stephen Spender, el alemán Ludwig Renn, o el francés André Malraux. El Congreso supuso todo un triunfo para el Partido Comunista, como paladín de la cultura, ya que la conclusión unánime del mismo fue que “el principal enemigo de la cultura era el fascismo”. Significativamente, el Congreso de Escritores norteamericanos, de 1935, había sido financiado por el Partido Comunista. La asimilación del binomio “cultura” y “comunismo”, se debió a una bien orientada estrategia del comunismo internacional por aproximar os ámbitos de la vida intelectual al proletariado. Spender, en su autobiografía, publicada en 1951, relataría sus experiencias del Congreso, indicando que en el mismo se dieron dos corrientes. Por un lado, la mayoritaria, los escritores e intelectuales que defendían el comunismo stalinista a ultranza, y otra-minoritaria- más crítica, dirigida por el escritor francés, André Gide, que se mostraba desilusionado con el comunismo impulsado por Stalin, tras su viaje a Moscú. No obstante, la cultura, si quedaba asociada a la izquierda, no implicaba que fuera una cultura de paz. Así, los surrealistas franceses André Breton, o Louis Aragón, de posturas radicales de izquierda, en el “Segundo Manifiesto Surrealista” de 1929 señalaban (de manera tristemente

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profética para nuestros días): “El acto más simple del surrealismo consiste en bajar a la calle con la pistola en la mano, y disparar a la masa, al azar, durante todo el tiempo posible”. El arte como propaganda Robert Stradling escribiría en 2003 el libro: “History and legend: writing the International Brigades” (que traducido al español llevaría el título de “El mito de la España Republicana”), según el cual, la leyenda de las Brigadas Internacionales fue un logro a través del cual la izquierda supo transformar el fracaso bélico de la república española en un modelo de victoria moral que fue de gran utilidad política en la Europa de postguerra y aún posteriormente. El hispanista británico, sostiene, incluso, que la vinculación casi automática de las artes con la ideología de la izquierda en el ámbito internacional, es una herencia de entonces. Stradling basa sus argumentos en la hábil identificación que consiguió llevar a cabo la izquierda con las artes, antes, y durante la guerra. Así, por ejemplo, se hizo gran propaganda del papel de la República, para poner a salvo las obras del Museo del Prado, a propósito del cual, el poeta Rafael Alberti escribió para “Il Corriere della Sera” el 30 de agosto de 1984, el artículo: “Cómo ayudé a salvar las Meninas de Velázquez”, una actuación que, junto a su compañera Teresa León, y el beneplácito de Largo Caballero, como presidente del Gobierno de la República, acometió en noviembre de 1936. Alberti era el secretario de la “Alianza de Intelectuales Antifascistas”. Asimismo. se identificaba al fascismo con las “tres K” (Kinder, Kúche and Kirche: Niños, Cocina e Iglesia). Quizás por esta identificación intelectual de valores positivos y progresistas asociados a la izquierda, y negativos y retrógadas a la derecha, a juicio de Gifre Adroher (“Between History and Romance. Travel writing on Spain in the early ninetenh”, editado en el año 2000) la

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mayoría de intelectuales y reporteros de guerra que presenciaron, o incluso lucharon en la Guerra Civil Española, entendieron el conflicto no como una realidad sino como una causa romántica que parecían resucitar los ecos revolucionarios subversivos de Mc Kenzie y las expresiones románticas de Washington Irving, de un siglo antes. Asimismo, el arte durante la Guerra Civil, fue una de las más altas expresiones de un conflicto que tuvo en la defensa de la cultura, desde el punto de vista de la República, una de sus principales enseñas. Los carteles propagandísticos editados por la República durante el conflicto, reflejan todavía, su eficacia, y cómo pasaron de emblemas referentes a un hecho nacional, como la Guerra Civil, a transcender las fronteras de sus mensajes, para convertirse en un asunto de interés internacional. De la revolución anarquista Ethel Mannin elogiará el papel de la mujer española dentro de la Revolución y la organización anarquista “Mujeres Libres”, nacida durante la guerra en Madrid, y que, sin embargo, será prohibida tras la guerra declarada entre anarquistas y comunistas en Barcelona, en mayo de 1937. Mannin escribía: “La revolución ofrece a las mujeres el derecho al matrimonio rápido y al divorcio, el derecho a la libertad”. Más idealista, afirmaría también que “con la revolución, la prostitución estará destinada, por supuesto, a desaparecer, como en Rusia”. El paso de escritoras mucho más conocidas, como Virginia Wolf, por España, durante la Guerra Civil, queda marcado, en el caso de la escritora inglesa, por el dolor que le produce la muerte de su sobrino Julian, apenas unos meses después de haberse incorporado a la guerra como brigadista, durante los combates de El Escorial, en julio de 1937. A finales de 1937 llegaba a España la periodista inglesa Charlotte Haldane (1894-1969), que escribiría, con tintes de autobiografía, el libro: “Incivil war in Spain”. Las autoridades del Partido

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Comunista enviaron a la periodista y escritora para que acompañase en su visita propagandística, al cantante estadounidense de color Paul Robeson y su esposa. Haldane estuvo presente en la toma de Teruel, por parte del ejercito de la República, donde fue testigo de cómo una bandeja de plata que los anarquistas entregaron a miembros del Partido Comunista, acabaría llegando al despacho de la líder comunista Dolores Ibarruri (“La Pasionaria”). A la ruptura del mito comunista La “fantasía romántica” de la lucha del comunismo en defensa de la democracia que se había instalado a comienzos de la guerra entre los corresponsales de guerra, escritores y escritoras que vinieron para contar al mundo “lo que habían visto en España”, se fue rompiendo cuando, a partir de 1937, se fue filtrando información en países occidentales sobre intelectuales ejecutados o deportados a Siberia a causa de su disidencia. A partir de 1937, muchos escritores y escritoras británicos y norteamericanos, abandonaron el partido comunista. Pero quizás el golpe definitivo para los intelectuales ortodoxos de izquierda que defendían al comunismo, como única alternativa contra el fascismo, llegó en el otoño de 1938, cuando Hitler y Stalin sellaron el pacto de no agresión. De este modo, la escritora y periodista inglesa, la duquesa Katherine Atholl (1876-1960), en su obra “Searchlight on Spain”, manifestaría su convencimiento de que el gobierno español republicano se habría salvado de los excesos de la autoridad comunista en España, de haber intervenido los aliados a su favor durante la Guerra Civil. Asimismo, el escritor británico Eric Blair (Orwell, 1903-1950)), en su “Homenaje a Cataluña” (obra en la que revive los enfrentamientos del 3 al 8 de mayo de 1937 en Barcelona, entre comunistas y anarquistas), se mostraba muy crítico con el Partido

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Comunista y su afán por abortar la revolución en España. Antes de los enfrentamientos entre los responsables de la Generalitat, y lo comunistas contra los anarquistas, el presidente Companys, había manifestado a un corresponsal de The New Statetement and Nation (quien predijo que el asesinato del alcalde anarquista de Puigcerdá desembocaría en una revuelta anarquista) que “los anarquistas capitularían como siempre lo habían hecho”. Asimismo, en esos días previos a las luchas en Barcelona, al PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña, de filiación comunista. le había sido atribuida la siguiente consigna: “Antes de tomar Zaragoza, es preciso tomar Barcelona”.

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La experiencia de Orwell en España duró solamente desde diciembre de 1936 hasta mayo de 1937. Período de tiempo en el que cubrió un sector del Frente de Aragón, durante el asedio a Huesca, en el que fue herido en su trinchera, trasladado a un

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improvisado hospital de Siétamo, población en las inmediaciones de la ciudad oscense. Su estancia en el frente de Aragón, destinado junto a su unidad cerca de una granja de cerdos, parece ser que le inspiró su obra “Animal Farm”. Ésta, junto a “1984”, supusieron un feroz ataque al Comunismo, que muchos de sus compañeros extranjeros en España, no le perdonaron. Así, Matthews, refiriéndose a él en su libro: “El yugo y las fechas”, dice de Orwell: “...luchó como voluntario con un grupo miliciano formado por una organización rara, realmente excéntrica y poco fiable conocida como el POUM. Orwell era brillante pero su visión política era poco práctica, y su conocimiento de la realidad, limitado. Se vio atrapado en la política partisana de la España leal y en el bando equivocado. De hecho, un mal bando. Orwell fue víctima de la ignorancia de su idealismo. El periplo de Orwell en la Guerra Civil, terminó en Barcelona, durante un levantamiento, entre el partido en el que él se encuadró como soldado, y el Partido Comunista que él nunca entendió”. Crítica también con los comunistas se manifestó la intelectual francesa Simone Weill (1909-1943) quien transmitía su frustración, dirigida por carta, a Georges Bernanos, tras la publicación de su libro: “Les grands cimitières sous la Lune”, en 1938. La participación de Weill en la Guerra Civil fue muy breve. Estando trabajando en una cocina de campaña en el Frente de Aragón, se quemó una pierna al derramársele aceite hirviendo sobre ella, por lo que hubo de ser trasladada a Sitges para su cura. Allí observó como a cada muerte de los jóvenes soldados de la población que morían en el frente de las Balerares, las autoridades republicanas respondían en la localidad con la ejecución de un grupo similar de personas consideradas fascistas. Por su parte, la escritora londinense Mary Low (1912-2007) -anarquista y muy próxima al POUM-, escribiría en “su texto autobiográfico “Red Spanish Notebook: the first six months of the revolution and the civil war” (1937) la decepción que le causó la

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decisión del anarquismo español de colaborar con el comunismo y el gobierno republicano, contemplando, desilusionada, su esperanza revolucionaria. Escritoras también críticas con el papel del comunismo soviético en la Guerra de España, fueron, por ejemplo, la anarquista ruso-estadounidense Emma Goldman (1869-1940), “la mayor mujer revolucionaria viva”, escribiría sobre ella, la también anarquista, y discípula suya, la británica Ethel Mannin (1900-1984) quien habla en sus escritos de “sabotaje de la revolución española por parte del comunismo”. Pese a todo, su apoyo a la República, fue absoluto, hasta el mismo día de su muerte, pues falleció en Canadá, en 1940, en el transcurso de un mitin organizado para pedir ayuda para los refugiados de la Guerra Civil española. Jay Allen, entre Franco y la masacre de Badajoz El papel de los escritores extranjeros, especialmente los ingleses y estadounidenses, fue muy relevante en el transcurso de la Guerra Civil española, en cuanto dio a conocer crímenes impactaron enormemente, ya entonces, a la opinión pública. Es el caso del estadounidense Jay Allen (que fue el primer corresponsal extranjero a quien Franco concedió una entrevista, la cual tuvo lugar en Tetuán, el 27 de julio de 1936). Dicha entrevista figura, junto con los reportajes de Mario Neves sobre la matanza de Badajoz y el de George Steer sobre el bombardeo de Guernica, como uno de los tres artículos más importantes y citados de los escritos durante toda la contienda. En el transcurso de la entrevista Allen reparó en que sobre el escritorio de Franco había varios ejemplares del “Bulletin de l´Entente Internationale contre la Trosième Internationale”, una publicación antisemita y antibolchevique que ensalzaba los logros del fascismo y las dictaduras militares contra el comunismo. La Entente era una organización de ultra derecha que mantenía estrechas relaciones

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con el Antikomintern, organización dirigida desde el Ministerio de Información nazi de Josef Goebbels.

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El 25 de agosto de 1936, Jay Allen, desde Elvas (Portugal) firmó uno de los artículos más estremecedores de la guerra, a propósito de la matanza de republicanos en la plaza de toros de Badajoz, que habría ocurrido nueve días antes de su llegada a la ciudad a manos de las tropas rebeldes, en su paso hacia a Madrid, dirigidas por Yagüe: “...Eran jóvenes, en su mayoría campesinos con camisas azules, mecánicos con mono [los rojos]”... “...Mil ochocientos hombres -había también mujeres- fueron acribillados allí en unas 12 horas...”. No obstante, el jefe de Allen, el coronel McCormick, propietario del “Chicago Daily Tribune”, se negó a presentar este reportaje al premio Pulitzer, como le habían recomendado numerosos editores.

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Más aún, en octubre de 1936 le despidió junto con los demás miembros liberales de la plantilla del periódico en el extranjero. El artículo, ha sido fuente de un agrio debate, en torno a su veracidad por el número de víctimas, y el supuesto espectáculo, con asistencia de público incluido, que habrían organizado los asesinos en la plaza de toros. Pero el testimonio de Allen sobra la matanza de Badajoz estuvo avalado por otro gran testimonio presencial, el de Mario Neves, que el 15 de agosto de 1936 escribiría también sobre las escenas de horror y devastación que había presenciado en Badajoz. Otro de los documentos periodísticos importantes de Allen fue conseguir, el 3 de octubre de 1936, la última entrevista que concedió antes de su muerte, el dirigente falangista, encarcelado por los republicanos en Alicante, José Antonio Primo de Rivera. La entrevista fue posible gracias a la invitación del subsecretario de la Presidencia de Francisco Largo Caballero, Rodolfo Llopis. Finalizada la Guerra Civil, Jay Allen tomó contacto con políticos de Washington para analizar la crisis de los refugiados y la Ley de Responsabilidades Poíticas de Franco . El tema de la matanza de republicanos en la plaza de toros de Badajoz, por parte de las columnas de Yagüe, en su avance hacia Madrid, fue objeto de un libro publicado en 2003: “La Columna de la muerte -el avance franquista de Sevilla a Badajoz-” (Editorial Crítica), del historiador pacense Francisco Espinosa. A su juicio, “más que sus cifras, por terribles que resulten, fue la naturaleza de la represión lo que hizo de Badajoz un anticipo de Auschwitz”. Guadalajara, una derrota vista como victoria La batalla de Guadalajara (8-23 de marzo de 1937) fue un intento más de los rebeldes por romper el estancamiento del cerco en torno a Madrid. El 18 de marzo, las fugas de los italianos del CTV (“Corpo di Troppe Volontieri”, comandadas por el general italiano

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Roatta), por separado, o en pequeños grupos, se convirtieron en un fracaso colectivo de la operación de Franco. La victoria de la batalla de Guadalajara fue para la República, y de ella dijo el general Rojo que “jamás se había llevado hasta entonces, en el transcurso de la guerra, una concentración de fuerzas tan rápida y ordenada”. Esta victoria hizo estallar el júbilo entre los antifascistas de todo el mundo, y prestigiosos corresponsales de guerra, como Ernest Hemingway y Herbert Matthews (del New York Times) se mostraron eufóricos. Incluso para un buen numero de insurgentes, la derrota italiana representaba el triunfo del valor español sobre la arrogancia y la presunción italianas. Y es que entre los generales de Franco, y el mismo Generalísimo, la derrota de Guadalajara, supuso antes el fracaso de Mussolini que el propio de sus fuerzas, ya que el Duce había hecho poco, hasta entonces, por mantener en secreto el desprecio que sentía por Franco y las tropas españolas, los cuales, según Mussolini, “carecían del espíritu ofensivo y también de valentía personal”. Hemingway y Dos Passos Hemingway, autor de “Por quién doblan las campanas”, escritor, tradicionalmente idealizado por su “altruista labor en la contienda”, no sale bien parado de los rigores de los estudios históricos más recientes. El escritor John Dos Passos, se enfrentaría con el que fuera su amigo, a propósito de la desaparición, en 1937, de su amigo español común: José Robles, que era el traductor de las novelas de Dos Passos. Meses después de su muerte, éste último descubrió que había sido asesinado por milicianos. Se le había detenido bajo la acusación de haber revelado secretos militares a los rebeldes, en su condición de teniente coronel del Ministerio de la Guerra. Tras la desaparición de Robles, Dos Passos, se propuso investigar el paradero de su amigo, a lo que se oponía Hemingway.

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La escritora Josephine Herbst, amiga de ambos, escribiría al respecto: “Hemingway consideraba a Robles una mala persona, y había tenido un juicio justo. Estaba preocupado porque Dos Passos hacía preguntas incisivas, y en caso de persistir, podía poner en problemas a todo el mundo. Al fin y al cabo -advertía él- esto es una guerra”. A propósito de la separación de Dos Passos y Hemingway por el asesinato Robles, en 2005 fue publicado un libro que abordaba en profundidad el asunto: “Enterrar a los muertos” (Editorial Seix Barral) escrito por el escritor aragonés Ignacio Martínez de Pisón. La muerte en directo El fotógrafo húngaro Robert Capa (1913-1954) fue el autor de la fotografía más emblemática de toda la guerra civil (“Muerte de un miliciano”), realizada en septiembre de 1936), pero realizó también sobre ella series muy conocidas de fotos, entre ellas: “La batalla del río Segre”, y “Refugiados en Barcelona” (1939). Y junto a Capa, destaca el papel de su novia, Gerda Taro (1910-

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1937), que está considerada como la primera fotógrafa presente en un campo de batalla (en este caso la Guerra de España) y, tristemente, también la primera periodista muerta en batalla. Rafael Alberti en su libro: “La Arboleda Perdida”, relata respecto a Gerda Taro y Robert Capa: “Era una bellísima pareja: dos novios, dos amantes, húngaros los dos. Él había enseñado a manejar la cámara a Gerda, convirtiéndose en dos arriesgadísimos fotógrafos que como sola arma defensiva portaban sus aparatos, que manejaban, veloces y seguros, cual dioses intocables, en la primera línea de fuego de cualquier batalla, o allí donde cayesen las bombas en Madrid, tomando testimonio de los más terribles incendios, las más catastróficas escenas Llevaban en su rostro la alegría del peligro, la sonrisa de una juventud inmortal, dinámica, valerosa, no sé si inconsciente, pero decidida, irresistible.”. En la tarde del 5 de septiembre de 1936, Gerda Taro y Robert Capa se encontraban en Cerro Muriano, en el frente de Córdoba, lugar en el que Capa realizaría la foto más famosa de la guerra de España y de toda su carrera, en el momento preciso en el que un miliciano republicano recibe el impacto de una bala enemiga y empieza a desplomarse.

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La imagen del “Miliciano abatido”, fue publicada en el número del 12 de julio de la revista Life. Generada la polémica sobre si la foto del miliciano había sido real, o un montaje del fotógrafo Robert Capa, en agosto de 1996 Rita Grosvenor, periodista británica destacada en España, informaba que un español llamado Mario Brotóns Jordá había identificado al hombre de la fotografíá de Capa como un tal Federico Borrell García, un joven de 24 años, molinero de profesión, perteneciente a la Columna Alcoyana (Alicante) que había sido abatido en la batalla de Cerro Muriano el 5 de septiembre de 1936. El artículo de Grosvenor fue publicado en The Observer londinense el 1 de septiembre de 1996, en conmemoración del 60º aniversario de la fotografía de Capa y la muerte de Borrell. En la actualidad, el Centro Internacional de Fotografía, de Nueva York, es la institución depositaria de todas las fotografías de Robert Capa, fundador de la agencia “Magnun”. En total el fondo, entre las fotografías que hizo sobre la Guerra Civil y la II Guerra Mundial (de las que destacan la serie que hizo sobre el

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Desembarco de Normandía, muchas de las cuales se perdieron debido a un error de un empleado. No obstante el impacto de aquellas imágenes sirvieron de inspiración a Steven Spielberg en las escenas del Desembarco de Normandía que inician la película “Salvar al soldado Ryan” (2003). Gerda Taro, últimas fotografías en Brunete Una vez iniciado el “II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura”, Gerda Taro cubrió el mismo como corresponsal de “Ce Soir”, pero el 10 de julio, cuando sólo había transcurrido una semana de las dos que estaba previsto que duraran las sesiones, telegrafió a sus editores solicitando permiso para cubrir una nueva ofensiva republicana al oeste de Madrid. El permiso le fue concedido. El 25 de julio de 1937, el mismo día en que, festividad de Santiago apóstol, se daba por terminada la batalla de Brunete, Gerda Taro se dirigía hacia aquel frente, junto al periodista Ted Allan, y a primeras horas de la tarde de aquel mimo día, llegaban al Cuartel general del general Walter. Tras haber realizado un reportaje bajo los bombardeos de los aviones de las tropas rebeldes, a las seis de la tarde Gerda Taro y su compañero Ted Allan subían a un vehículo negro que evacuaba a un grupo de heridos y se subían a él, Gerda montada en una de sus estribos. Cerca de la localidad de Valdemorillo, les sorprende una nueva oleada de aviones que siembran la confusión entre las tropas leales en plena retirada. Justo en ese momento aparecía un carro de combate ligero, un T-26B, de fabricación soviética, entonces el blindado más potente del mundo, que totalmente descontrolado se cruza en el camino del vehículo en el que viajaba la fotoperiodista Gerda Taro. El conductor del automóvil realizó entonces una maniobra para esquivar al T-26, la cual provocó la caída del estribo de Taro, que fue arrollada por las cadenas del tanque.

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De allí sería trasladada, herida de muerte, al hospital de El Escorial, desde el que en la mañana del 26 de julio se pusieron en contacto con Rafael Alberti, como presidente de la Alianza de Intelectuales Antifascistas: “Aquí tenemos, en un cuarto del hospital, a una muchacha de la que sólo sabemos que es fotógrafa. No le hemos encontrado documento alguno. Está muerta. Si no venís pronto por ella, habrá que enterrarla como a una desconocida”. Relata Rafael Alberti sobre la muerte de Gerda Taro: “Cuando María Teresa [León] y yo llegamos a El Escorial corrimos directamente al hospital para ver si reconocíamos a aquella muchacha fotógrafa muerta en la retirada de Brunete. Cuando nos pasaron a un cuarto vacío de la planta baja, vimos en un rincón, recostada en una tarima, tapado casi todo el rostro ensangrentado por unas vendas y el cuerpo por una sábana, vimos a Gerda Taro, la compañera de Robert Capa. Llegó aquí destrozada -nos dijo un enfermero- pero aún con vida. Sin anestesia, pues no la teníamos, tuvimos que operarla. Ya no podía hablar. Hizo ademán de pedir un cigarrillo, y mordiéndolo

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rabiosamente, murió en la operación”. Trasladado el cuerpo sin vida de Gerda Taro a Madrid, fue enterrada finalmente en París, ciudad en la que fue recibida por la Unión de Escritores como un soldado que vuelve a su hogar después de haber caído valerosamente en la lucha. El Alcázar y Herbert Matthews Entre los corresponsales destacados en la guerra Civil, figura el estadounidense Herbert Matthews, quien nunca negaría sus simpatías por la causa de la República, y que fue uno de los corresponsales de guerra que más contribuyeron a forjar la épica propagandística del bando de los vencidos. Así, fue él quien acuñó la comparación de la derrota de las fuerzas expedicionarias de Mussolini en tierras de Guadalajara, la primera del fascismo en el campo de batalla, con la que sufrieron las tropas napoleónicas entre los olivares de Bailén. A decir de Hugh Thomas, André Malraux habría inmortalizado a Matthews como el periodista norteamericano Shade, personaje de su novela “L´Espoir”. Y a su vez, la esposa de Hemingway (contrajeron matrimonio el 20 de noviembre de 1940) Marta Gellhorn, asegura que Matthews inspiró al escritor estadounidense (en cuyos ojos se habría inspirado Spielberg para hacer los de su extraterrestre ET) el personaje de Robert Jordan, el héroe de “Por quién doblan las campanas”.

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En la mañana del 18 de septiembre de 1936, a las afueras de Toledo, centenares de reporteros, fotógrafos, operadores de noticiarios y observadores, observaban, retransmitían por radio, fotografiaban y filmaban la voladura del muro occidental del Alcázar con cinco toneladas de dinamita. A poco más de las seis de la mañana, la fortaleza pareció entrar en erupción como un volcán, pero sus defensores, que habían sido informados del plan y habían localizado la ubicación exacta del túnel aplicando estetoscopios sobre el suelo, se habían apiñado en el lado contrario de la fortaleza, y así resistieron la explosión sin sufrir apenas bajas. Cuando las tropas republicanas asomaron entre los escombros, los defensores repelieron el ataque. El asedio de El Alcázar de Toledo, será abordado también por Matthews en “El yugo y las flechas”, obra escrita en 1957, que aborda el ecuador del régimen franquista, la Guerra Civil y la represión de posguerra, la neutralidad ambigua de España en la Segunda Guerra Mundial (que no impidió que Franco enviara a Rusia un contingente de 40.000 combatientes que lucharon junto a las tropas de la Wertmacht, (muchos de ellos republicanos) encuadrados en La División Azul, y el aislamiento por parte de los

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países aliados, vencedores de las potencias del Eje que habían apoyado a Franco. Según Matthews, el Generalísimo y sus seguidores empezaron a crear, o a perpetuar, un mito: que Franco y los nacionales habían salvado a España del comunismo. La Guerra Civil se rebautizó como “Guerra de Liberación”, y a los leales a la República, nunca se les llamó otra cosa que “rojos”. En “El yugo y las flechas”, Matthews, en referencia al infructuoso asedio republicano al Alcázar de Toledo, comete un error al relatar las circunstancias que rodearon la muerte de uno de los hijos del coronel José Moscardó, durante la defensa. Según Mattews, Luis Moscardó (hijo del coronel José Moscardó, que encabezó la resistencia de la fortaleza durante más de 12 meses) habría muerto defendiendo el madrileño Cuartel de la Montaña, antes de que su padre se encerrara en El Alcázar, por lo que no podría haber existido la famosa conversación entre padre e hijo ni la amenaza de un jefe de las milicias que asediaban la fortaleza, que dijo que fusilaría a Luis inmediatamente si Moscardó no se rendía. Matthews añadía que, para colmo, las líneas telefónicas del Alcázar estaban cortadas. El hecho incuestionable es que Luis Moscardó, con 24 años de edad, encaró el pelotón de ejecución en el momento en que su padre seguía defendiendo el Alcázar de Toledo. Que la realidad histórica desmienta la leyenda sobre su inmediato fusilamiento y permita dudar de la entera literalidad de la conversación entre padre e hijo, no da ninguna licencia para negar categóricamente que el joven Moscardó fuera asesinado ante la decisión de su padre de no rendir la fortaleza. En respuesta a ese error, el periodista y escritor Manuel Aznar (1894-1975) escribió: “El Alcázar no se rinde”, en el que el periodista rebate punto por punto todas las informaciones de Matthews referentes a ese episodio.

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En su obra, Manuel Aznar escribe: “... Matthews, periodista y escritor, es mucho menos ingenuo que Francis Bacon, y su prosa más segura, pero los dos se asemejan en los artificios con que tratan de cambiar a su sabor las realidades de nuestro país... “Matthews, hace esfuerzos para ver si todavía es posible que el final de la guerra civil de España -la de 1936-1939- cambie de signo y que los vencidos ocupen el lugar de los vencedores o al menos, que no haya victoriosos ni derrotados, sino que vuelva el combate a empezar y lo que fue, no sea, o resulte que las cosas no acontecieron como acontecieron...” Pero la obra de Manuel Aznar tuvo el paradójico efecto de propagar el hecho de que el hijo del héroe de El Alcázar no fue ejecutado minutos después de la conversación telefónica mantenida con su padre, ocurrida el 23 de julio de 1936, sino que murió fusilado el 23 de agosto. Lo que a su vez, sin querer, probaba que no existió la tan inmediata relación de causalidad entre su cruel sacrificio y la negativa de su padre a rendir la fortaleza que siempre ha relatado la leyenda. No obstante, más tarde, en la segunda edición de su libro, en 1961, el propio Matthews, reconocería después su error, y se disculparía por carta con la viuda de coronel. La obra de Matthews y la contestación al mismo de Manuel Aznar, fueron reunidas en un libro que en 2006 publicó la editorial española Espasa. Y es que El Alcázar de Toledo no sólo habría de ser el mito épico por excelencia de “La Cruzada”, sino que hasta los últimos años de la Dictadura, fue también el trasunto de la imagen de España como fortaleza asediada. La tragedia de Guernica E 26 de abril de 1937 la Legión Cóndor, de Alemania, procedía a la devastación de Guernica, en el que sería un preludio de la guerra total que se desarrollaría a lo largo de toda la II Guerra

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Mundial. La devastadora acción y sus consecuencias, fueron narradas un día después por el corresponsal de “The Times” el sudafricanao George Lowther Steer (1909-1944), y y su impacto político fue mayor que el de cualquier otro artículo escrito por los demás corresponsales durante la Guerra Civil, provocando una polémica más encendida que cualquier otra acción de guerra llevada a cabo desde entonces, y gran parte, giró en torno a la polémica del artículo d, publicado un día después en su periódico, “The Times”, y en el “New York Times”, el 28 de abril. Según el artículo, titulado: “La tragedia de Guernica. Una ciudad destruida en un ataque aéreo. El relato de un testigo presencial”, el bombardeo de la ciudad, que entonces contaba con una población de unas 10.000 personas incluidos refugiados, habría comenzado a las 16,30 horas y finalizado sobre las 19,45: “...La totalidad de esta ciudad fue lenta y sistemáticamente despedazada...” “...A muchos de ellos los mataron en el campo, y en conjunto, los muertos pueden ascender a centenares...” El editorial del “New York Times” del día siguiente, condenaba “el ánimo incendiario” generalizado y el asesinato

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masivocometido por los aviones rebeldes de origen alemán”.

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El 6 de mayo, el senador William Borah, de Idaho, formulaba una denuncia del bombardeo en un lenguaje que auguraba el célebre cuadro de Picasso: “Aquí el fascismo presenta al mundo su obra maestra. Ha colgado sobre el muro de la civilización un cuadro que jamás caerá, que jamás desaparecerá de la memoria de los hombres. Cuando los hombres y mujeres quieran indagar en las páginas de la historia en busca de actos de crueldad sobresaliente y ejemplos de destrucción innecesarios de la vida humana, se detendrán durante más tiempo, y con el máximo horror ante la salvaje historia de la guerra fascista en España”. Más tarde, volvería sobre el asunto el historiador y escritor estadounidense Herbert Rutledge Southworth (1908-1999) con su libro: “La destrucción de Guernica”. Según este estudioso de la Guerra Civil española, la persistencia de la polémica en torno al bombardeo de Guernica, debió tanto al artículo de Steer como a

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Picasso. Southwoth era un escritor especialista en bibliografía de España, y poseía una biblioteca con más de 10.000 volúmenes acerca de la Guerra Civil. Al comienzo de la contienda, comenzó a reseñar libros sobre el conflicto de España. Southworth fue el autor de dos libros: “El mito de la Cruzada de Franco” (1963) y “Antifalange” (1967).

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El primer título fue publicado en París por la editorial del exilio franquista, “Ediciones Ruedo Ibérico”, dirigida por el anarquista José Martínez Guerricabeitia. Del libro, que fue vendido de contrabando en España, a través de las Islas Canarias, llegaron a distribuirse más de 3.000 copias. El Ministerio de Información, que entonces dirigía Manuel Fraga “contraprogramó” los efectos del libro, creando un departamento especial con el nombre de “Sección de Estudios sobre la Guerra de España”, al frente del cual puso al historiador Ricardo de la Cierva y Hoces, quien años más tarde, durante la Transición, llegaría a ser ministro de Cultura. Su misión, consistía en actualizar la historiografía oficial del régimen, con el fin de repeler los ataques procedentes de París.

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Teruel, ejemplo de la contrainformación En diciembre de 1937, cuando los republicanos aún luchaban por defender la recién capturada Teruel, los rebeldes emitieron un comunicado afirmando que ya lo habían reconquistado. El corresponsal de The New York Times William P. Carney publicó el comunicado y añadió varias pinceladas sobre el jubiloso recibimiento de la población a los soldados franquistas con saludos fascistas. Herbert Matthews no se creyó la historia, y junto a Robert Capa, realizó un viaje de tres días de Barcelona a Teruel, y al llegar, vieron que la ciudad seguía en manos republicanas, escribiendo un artículo de dura crítica a Carney, ya que su artículo de Carney suponía una manipulación informativa al servicio de una de las partes. Otro de los corresponsales presente en el frente de Teruel fue Harold Philby (“Kim”, así apodado por el héroe de un cuento de Rudyard Kipling sobre un espía) en realidad un agente soviético, reclutado por el NKVD en Londres (cuyo jefe era Aleksandr Orlov, quien también desempeñó un papel fundamental en la Guerra Civil), que llegó a España como corresponsal del “Times en la zona franquista.

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A finales de julio de 1937, Philby llegaba a España como corresponsal del Times, y las recomendaciones que traía, convencieron a Luis Bolín, capitán honorífico del Tercio y responsable de la prensa extranjera en la zona rebelde quien declaro que Philby era “un tipo decente cuyos informes inspiraban confianza porque era muy objetivo y todo un caballero”. Opinión que compartía con Merry del Val (quien el 18 de mayo de 1937 había ascendido de jefe de prensa del frente en Madrid a jefe de relaciones con la prensa extranjera en Salamanca y Burgos. Philby fue el único corresponsal que salió con vida (tan sólo se hizo un rasguño en la cabeza) cuando en la Nochevieja de 1937 durante la Batalla de Teruel, fue atacado por la artillería republicana durante la batalla de Teruel, el coche en el que viajaba con otros tres corresponsales: Johnson, periodista de veintitrés años del “Newsweek”, Richard Sheepshanks, entonces reportero estrella de Reuters, y J. Neil, de la “Associated Press”, que murieron en el ataque. El propio Franco impondría después la Cruz Roja del Mérito Militar a Philby, el único superviviente del grupo de cuatro periodistas que viajaban en el vehículo.

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A partir de entonces Philby cubrió las ofensivas de las tropas de Franco desde Teruel hacia el mar, y luego la batalla del Ebro. Él fue uno de los primeros corresponsales que entró en Barcelona con las fuerzas de ocupación, en abril de 1939, lo que fue para él una experiencia muy dolorosa, según manifestaría después: “el peor momento de mi vida”. BIBLIOGRAFÍA * Rafael Alberti: Prosa II. Memorias. Edición de Robert Marrast; editorial Seix Barral; 1273 pp; Madrid, 2009.- * Manuel Aznar: “El Alcázar no se rinde” / Herbert Matthews: “El yugo y las flechas”; editorial Espasa; 301 pp; Madrid, 2006.- * Rosita Forbes: “El Raisuni, sultán de las montañas” (editado por vez primera en 1924); última edición en editorial “Almuzara”; 342 pp; Córdoba, 2010.- * Joaquín Gil Honduvilla: “Marruecos, ¡17 a las 17!”; editorial Guadalturia; 540 pp; Sevilla, 2009.- * José Manuel Grandela: Balas de papel. Anecdotario de propaganda subversiva en la Guerra Civil española.; Editorial Salvat; 364 pp; Barcelona, 2002.- * Ernst L. Heller: “La historia y el servicio postal de las Brigadas Internacionales”; edita: Lindner filatélica ibérica S.A; 427 pp; Madrid, 2007.-

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* Stephen Koch: “La ruptura. Hemingway, Dos Passos y el asesinato de Robles; Editorial Galaxia Gutenberg; Barcelona, 2006.- * María Rosa de Madariaga: “Abd-el-Krim el Jatabi, la lucha por la independencia”; Alianza Editorial; 556 pp; Madrid, 2009.- * André Malraux: “L´Espoir -Sierra de Teruel-”; ediciones Gallimar; París, 1937.- * Martínez de Pisón: “Enterrar a los muertos”; Editorial Seix Barral; Barcelona, 2008.- * Fernando Olmeda: “Gerda Taro, fotógrafa de guerra”; editorial Debate; 393 pp; Barcelona, 2007.- * Eduardo Ortega y Gasset: “Annual”. (publicado por vez primera por Rivadeneyra, 1922) y una nueva edición por Flor del Viento; 194 pp; A Coruña, 2008.- * Orwell: “Homenaje a Cataluña”; primera edición de 1938 * Paul Preston: “Idealistas bajo las balas”; editorial Debate; 536 pp; Barcelona, 2007.- * Aránzazu Usandizaga: “Escritoras al frente, intelectuales extranjeras en la Guerra Civil”; editorial Nerea; 254 pp; San Sebastián, 2007.-

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* César Vidal: “Las Brigadas Internacionales”; editorial Espasa; 637 pp; Madrid, 1998.- * Richard Whelan: “Robert Capa. La biografía”; ediciones Aldeasa; 414 pp; Madrid, 2003.-