cornejo polar escribir en el aire

128

Click here to load reader

Upload: chicaquicha

Post on 29-Dec-2015

286 views

Category:

Documents


36 download

TRANSCRIPT

Page 1: Cornejo Polar Escribir en El Aire

Antonio Cornejo-Polar

ESCRIBIR EN EL AIRE

ENSAYO SOBRE LA HETEROGENEIDAD SOCIO­CULTURAL EN LAS LITERATURAS ANDINAS

Prólogo de Mabel Mornña

Biblio¡,'rafia de Jesús Díaz-Caballero

CENTRO DE ESTUDIOS UTERAJUOS "ANTONIO CORNEJO POLAR"

CELACP · p ==BRICM'il

2003

Page 2: Cornejo Polar Escribir en El Aire

-

Obras completas de At•tonio Corn¡ifo Polar Volumen m

C 2003 C(!ni rQ de t~a.tudlo" Llt.crt'dntl · Antonio <;nrnftlo Pol11r'"· 2~ Bdiei6n CCEJ..ACP). l..nt•noamcricnna F.c!1ton:•

CB1'Ittuh•• .Jufln, SAhu:Ar KtlrttA:lr'

Avenida Dcn4wld(lt :l074 • Lft CattoiJana U nltt. 18 I1ERU

T•l 151· 11 2 1G 1029; 440·0.131 ·FAX (6 1 IH 48-GS53

e-mail. ti1tt.tp•w•ynl\ rcp.nt~l.pe

http:lkchu:¡> ('ltruc:ulc.urt l org.p<!

Daroeción M USA: 212$Cahrc;r't\\a St

lkrhi•Y. CA {H703·1·'1l Tti!PAX <510) 883-9H3

•~tuil ~llhot-ratel btrblty . .du

INDICE

Prólogo de 1\tabel 1\foraña

ESCRIBIR EN EL AIRE Ensayo sobre la heterogeneidad

socio-cultural en las literaturas anilinas

Introducción d e Antonio Cornejo Polar

Capitulo Primero

5

19

El comienzo de la he terogeneidad en las literaturas andinas: voz y letra en el "diálogo" de Cajamarca

Crónica de Cajamarco Ritos de otms memoriM Noticia de UJla loot.urn imposible Tdentidad, a lteridad, historin

Capitulo Segu••do

20 43 65 75

81

Las suturas homogcncizadoras: los ruscursos de la urmonfa imposible

Garcii!IS(): la ¡trmonfa desgarrada Las figuraciones soculles del inca De Garcilaso a PalmA: ¿unn lengua de/para todos? Sobre arengas y proclamas Los usos de la ficción' tres novelas

Cu numc/6 Ave-s :;~n nicW ,JuaJI de la R0$0

Las celebraciones

83 90 96

101 109 112 117 123 133

Page 3: Cornejo Polar Escribir en El Aire

Capilu lo Tercero 145

Piedra de s ungrc hirviente: los múltiples retos de la mod ernización heterogénea

Las ambigüedades de un nuevo lenguaje La emergencia de loo dualismos Una modernización de raíz andina Una historia entrabado: la novela indigenista La explosión del sujeto Las voces snbterráneas

Apertura

Bi bliografía

147 163 171 178 189 201

215

225

Prólogo

A diez años de su publicación, y a pesar de su aún insuficiente difusión, Escribir en el aire, ensayo sobre la heterogeneid3d socio­cultural en las literaturas andinas (1994) se revela ya, por derecho propio, como uno de los hitos de lo crílic3 liter3ri3 y cultural de América Latina. Como no podla ser de otra manera, tanto por el bien ganado prestigio de su autor como por el espectro poético y cri­tico que abarca, Escribir en el air~ ha contribuido sin duda a dina­mizar, al menos en los ámbitos inmediatos de lectura, el interés en textos Jiterar~os y problemas culturales que, más allá de su impor­tancia regional, se proyectan hacia In totalidad continental, pautan­do instancias fundamentlllcs de la historia latinoamericana, desde la época colonial a la modernidad. Sin embargo, seria justo indicar que, hnsta ahora, muchos do los reclamos y propuestas del libro han pasado desapercibidos en los círculos críticos y académicos no sólo dentro de la región andina, sino en el amplio espacio dellatinoarne­ricanismo internacional. Las razones para este desencuentro son múltiples, y tocan aspectos muy varindos que tienen que ver con el estado actual do los estudios de área, tanto como con las distribu­ciones de poder que aquejan el trabajo intelectual y el desarrollo dis­ciplinario, en div~rsos cont~xto~. También, con las dificultades pre­sentes para procesar wl mensaje critico que no esconde sus posicio­namientos, susleallades y sus apasionAdos desacuerdos. Deseo e•ta­blecer aquf, entonces, olgunas conex:iones que podrían servir para facilitar umt inserción dol texto de Cornejo Polar en los espacios críticos, intl)rdisciplinnrios y transnncionales que este libro convoca, asf como en los debates teóricos con los que, expresamente o no, se relaciona.

Para muchos, Escribir e11 el aire constituyo ante todo la corona­ción de una trayectoria que desde mediados de los años set.cnta, An­tonio Cornejo Polar desarrollnrn en ámbitos diversos, a t ravés de una labor critico-pedagógica que le ganara tanto en países de habla hispana como en el contexto anglosajón un lugar de innegable reco­nocimiento, Junto n figuro~ do In t.olla de Alfonso Reyes, Pedro Hcn­riquez Ureña, Angel Ramo, António C6ndido y Roberto Femández Retamar. Ln arnplin difuAión que adquieren los conceptos de hetero­geneidad y de totalidad contradictorin elaborados por Cornejo Polar a través de sus estudios de la literatura perunna, contribuyó a soli­dificar las bases de su crillca en tomo n esos princ1pios. En distintos contextos, éstos fueron adoptados, n veces reductivamcnte, como ejes articuladores de un JM>nsnmiento que, por su mismo desarrollo inte-

-

Page 4: Cornejo Polar Escribir en El Aire

vili Escribir en el Gill!

rior rebasó sin embargo, en muchas instancias, los lrmites de sus propias pre:nisas, proyectándose mucho más allá del espacio cultural que con.stituyerll su objetivo inmediato. La recepción de E~cribir en el aire ha cedido así, de alguna manera, al peso de su propta genea­logía. Particularmente en espacios académicos norteamericanos, el texto ha sido visto como conclusión lógica de aquellos desarrollos, aplicados ahora a un corpus diferente, seleccionsdo para confirmar­los. En otros casos, los capítulos particulares que componen el libro, han sido utilizados como aportes críticos puntuales, destinados a nu­trir las bibliograñas de autores específicos. Se ha dejado de lado, en estos casos, el ritmo y el aliento total de estos ostu~os, donde el sen­tido histórico no contradice el reconocimiento de diversas -paralelas o convergentes- temporalidades, !a atención a espacios sim.ul~á~eos de producción cultural, y la identificactón de formas de subjetiVIdad y/o procesos de subjetivación que coelcisten on inestnbl~ -cuan~o no en dramático- equilibrio. Se pierde, entonces, el sentido relaciOnal en el que insiste, primordialmente, Escribir en el aire.

Apegada a los textos, prácticas culturales e imaginarios múltiples sobre los que reflexionara con una profundidad que la sitúa, en un diálogo crítico y sin concesiones, junto a la obro pionero de José Car­los Moriátegu.i, la crítica de Antonio Cornejo Polo~ no se desenvuel­ve sin embargo, de manera lineal y a-problemática, a pesar de la no'toria consistencia que la caracteri:ta. Escribir en el aire tampoco constituye, a mi jwcio, un ejercicio autocomplaciente y consa~torio del canon, de la tradición, o de los propios nportes que CorneJo Polar realizara 8 la lectura de los conflictos culturales que aquejan a Amé­rica Latina desde sus orígenes. Escribir en el aire instituye, más bien, una propuesta que empieza por fijar los pa~ámelros de UDa práctica crítica que no puede ser entendido a C<~baltdad fuera de los debates en los que premcdjtadamente se inscribe, ni con prescinden­cia de Jos prc¡,•1.mtas que expresa o sublirnhtalmente !11 organizan.

Cautivante por su erudición y su lenguaje, seductora por sus te­mas y hasta -me atrevería a decir- por la sensualidad de su estrate­gia argumentativa, que convoca lo estético corno el lugar de encuen­tro do racionalidad e inlwción, ideologta y deseo, política y poética, Escribir en el aire es, ante todo, una interpelación que busca crear, eo el espacio de la lectura, la plataforma desde la que el lector pue­da situarse, con nuevos ojos, ante los mitos y fantasmas de su propta cultura, o de la que ha acogido como objeto de estudio.

Escribir en el aire interpela. en efecto, a su lector peruano al po­nerlo freota a una tradición que el libro apropia de maneras ioMi-1.88, dearticulando los principios rectores de la modernidad, la fe en la unicidad y la tot<tliznción, y la valoración de la •atta• cultura en­tendida como el espacio lcgitiJnado que se adju~ica In misión d7 r~­ducir las subjcLividades subyugadas por el colomalismo n los pnnct­pios do la razón ttniversal.

1 ix

Esto libro sugiere, más bien, formas otras de enfrentar la proble­mática de las culturas nacionales y regtonales. En esta dirección, Escrib1r en el aire focaliza los disefios diversos y plurales de la cul­turo andma, articulando el estudio de las formn.s orales que relacio­nan a las culturas ágrafas andinas con las formas escriturarías que remiten, desde los orígenes, a la violencia de lo alfabetización y al rigor normativo de ley implantada por los dominadores. Se refiere a las apropiaciones de la palabra hablada en el seno del discurso le­trado, y a los fenómenos de bilingüismo y de diglosia como modali­dades en las que se expresan proyectos divergentes e irreconciliables relocioneft de pOder, en las que se revelan las negociaciones que se operan en la pugna de diversos sujetos o sectores sociales por el derecho o el privilegio representacionnl. Trnln el texto -poético o cul­tural- como espacio simbólico en que se cruzan ritmos diversos e interconectados, por los que circulan relatos singulares, microhisl.o­rias ficticias o posibles, que van dando la pauta de las tensiones que atraviesan la peripecia colectiva, y de las ílgurociones imaginarias que las acompañan. Escribir en el aire explora prioritariamente no tanto territorios como zonas fronterizas o espacios de contacto. Rea­liza, en este sentido la poética del borde, en la que la conflictividad de los actores sociales produce cruces, empréstitos y contaminaciones que desmienten la fijeza de las identidades colectivas, expresándolas en su carácter Owdo y provisional, como negociaciones ideológicas y culturales en el nivel de los imaginarios. El libro enfatiza estas in­teracciones en su aspecto simbólico, entendiéndolas como un perfor­mance hibridizado que explora las posibilidades infinitas del desa­rrollo hist.órico y la elcistencia, en su interior, de diversos proyectos culturales. Enseña, entonces, a pensar lo cultura antes y más allá de la nación, la cultura a pesar de la nación, como arena de lucha de lns plurnlidades que desautorizan toda presunta organicidad nacionu listn y todo intento por reducir a las imposiciones y ¡,rustos dominuntea la ntultiplicidad de los sistemas que coexisten en inevi­tabl~ conflicto.

Para el lector andino, más aUá de las fronteras naciorlales -que la propuesta de Cornejo Polar revela como inestables, difusas y po­rosas- el desafio es llegar a concebir lo regional más que como mati­zación o extensión de lo local, como un espacio que existe, a la vez diferenciado e integrado, a partir de sus determinantes hist.óricos, su pluralidad étnica, y su diversidad cultural. Pero también a partir d~ una problemática social que, derivando de tedo lo anterior, recorre el área, deade los tiempos virreinales, con una dramaticidad que en­globa a todos los sectores, en sus diversas y desiguales formas de agonismo social

En cuanto a la comunidad lectora de Am4ricn Latina, Escribir en el aire su¡¡icre estrategias más vastas y frontolos du análisis y de in­Lerprotución de la historia cultural, m~s allá de IM conciliadoras fór­mLtlos dol mestizaje, el consenso libor••l, o lo democratización por el

Page 5: Cornejo Polar Escribir en El Aire

" EIPCribir m #.l o.lre

consumo, para aludir tan sólo a algunas de las aUernativaJJ más presentes en el discurso nacionalista o continentalista, desarrollista y globalizador. Ence!Tada en eJ cerco de un capitalismo periférico -que Cornejo Polar califica de "tullido y deforme"- la cultura latino­americana parle de la violencia fundacioonl de la colonización y se perpetúa en la violencia relegitimada del republicanismo, en que se afinca, de la emancipación a nuestros dlas, el sistema de privilegios de las elites crio113S. Esa violencia se p~olonga, luego, en la perversi­dad subrepticia de la modernidad: en sus jerarquías y marginacio­nes sociales, su autoritarismo poütico y su despojamiento económico. Más allá de su esenciaJ -histórica, constitutiva- heterogeneidad, América Latina tiene -nos sigue repitiendo Pedro Rojas- un compro­miso con la historia común: el de efectuar no sólo la arqueología y la gonea log{a de esa violencia fundanto, sino también el de explorar los voces no siempre claramente audi]¡lcs de culturas sometidns o so­terradas, a través de las formas peculiares que éstas asumen para representarse. Una función que nos obliga a recordar los límites de la interpretación, y a valorar y promover las formas que conduzcan a una transformación que supone y rebasa las fronteras do la pa­labra.

No es de extrailar, asf, que a contrapelo, a veces, de teorizacio­nes "centrales", que declaran -desde afuera y desde arribo- In muerte del sujeto, el descaecimiento sin más de las culturas nociona­les y el final de la historia, Escribir en el oirc se empeile en el exa­men de los procesos específicos a través de los cuaJes las nociones de sujeto, de historia y de cultura nacional se van modificando en la medida en que las subjetividades colectivas son impactadas por el avance de variados imp~tlsos politicos, sociales y económicos, que fragmentan los protocolos del iluminismo, los cómodos arreglos iden­titarios de la modernidad, y las promesas nunca cumplidas del Es­Lndo liberaJ. Este examen req11iere, claro, no sólo el conocimiento profundo de los procesos aludidos, algo que no siempl'e contemplan los agendas teóricamente saturadas y autorreferentes del lnlino­nmericnnismo internacionaJ. Exige, al mismo tiempo, verificar en la reaJidad inmediata, complejidades que sobrepasan y obligan a mati­zar, necesariamente, diagnósticos pensados desde otras circunstan­cias cuJturaJes, y desde otras relaciones de poder. Y, sin lugar n du­das, implica también romper más de una lanza a favor de la especi­ficidad latinoamericana e incluso regional, no sólo por rechazo a la penetración teórica - homogeneízan te, subolternizante- que Améri­ca Lo tina ha recibido, en tar\tos y tan variados contextos, como otra forma, más sutil, de necolonialismo, sino porque las caracterlsticas propias de inserción del continente en <'1 capitalismo transnaciona­lizado y en las dinámiCM de la globalidad requiere análisis y agen­das que permitan reivindicar la amplia pero fuertemente diferencia­da localidad latinoamericana como una variante relevante en los to­talizaciones teóricas del presente.

xi

Escribir en el oire interpela, entonces, a la comunidad interna­clona] a~rca del estatuto mismo dellatinoamericanismo, que la obra de CorneJO Polar, desde sus primeros escritos basta sus últimos apor­tes, reconoc1ern como una de sus preocupaciones principales.

Escribir en el aire es, entonces, una práctica crítica teórica e ideoló!,ricamcnt.o "situada". Requiere, por lo mismo, estrat~gias de ;e. cepc?ón capnces de adm!tir.y proc<!sor los términos del compromiso critico que la orgamza, mv1tando al lector a dejarse conducir de la mano de los variados textos que se dan cita en el discurso críti~. por las alternativas de un viaje de ida y vuelta a los imaginarios regio­nales. Invoca, sin decirlo, no sólo al "lector-cómplice• que b= reen­contrarse con textos conocidos, rrpotenciudos por la fuerza de la in­terpretación, sino también a un lector ideal in~granto de nuevas generaciones que, sin haber vivido In pasión de la historia y la lu­cha revolucionaria ("cuando - recuerda Antonio- 1 ~ imaginación y las plazas parecían ser nuestras") pueda, a pesar de todo, desd.e el placer de la litorntura, reconocer la fuerza de Jo politico y auspiciar su retorno. En definitiva, creo que el libro llama a un lector activo criti~, c':'e5tionodor, capaz de descubrir los múltiples registros críti: co-h1stonográficos de esta obra, pl'nelrando, a trav~s de la fascinan­Le pedagogía del texto, hasta debates y contextos sólo infusamente acoplados aJ desarrollo de estos estudios que reco!Ten, desde el "diá­logo~ de Cnjamurca hust.a la novela indigenista, momentos claves de nuestra peripecia colectiva.

Escribir en el otre conecta, entonces, con el pensamiento poscolo­nial, en diversos niveles. Su crítica se enfoca no sólo en los discursos marginaJes -desplazados, desterritorializados- que han recorrido subterráneamente la historia cultural de América Latina, sino tam­bién en los procrsos que los van ~ransformando en mercancía simbó­lica: la pal~bra oral que se va subsurniendo en discurso letrado; los mitos, testimonios o imaginarios colectivos que se ven reducidos a los lineamientos genéricos, lingüísticos e ideológicos de]¡, "alt.n cultura"; el performance popular visto desde la perspectiva del receptor urba­no o desde los registros excluyentes de la historiografla liberaJ. Cor­nejo Polar expone, elabora y asume eaaJJ distancias, pero en ningún momento pretende resolverlas, porque su teoría del conOicto, a la que me he referido en otra parte, consiste Justamcnto en el recono­cimiento de ~cnsiones que sólo en su supervivencia en cuanto tales -en tanto antagonismos no-dialécticos- pueden garantizar, en algu­na medida, la existencia y resistencia del otro dentro do Jos LénnJnos do su propia cultura. La "radie.~! hrlcrogeneidad" del m~tndo andino requiere el reconocimiento de estos limites que no se basan en una "resistencia a In teoría" sino en su sabia y efectiva admimstración.

No es, el de Cornejo Polar - vale la pena mencionnrlo aquJ- un andinismo "new age", -para usar la expresión que ncuilora Sergio Ramirez Franco S<lducido por la mogiu de ocultas epistemologías que

Page 6: Cornejo Polar Escribir en El Aire

xii

el letrado estarfa llamado a deconstruir, desde su doble alcance racional e intuitivo. No es tampoco un ejercicio voluntarista q"e quiera rescatar "la andinidad" desde los re!)(!rtorios del occiden­talismo y desde los recursos institucionales provistos por el capitalis­mo central, para reinstalarlo, por su valor de uso y su valor de cam­bio, en el mercado teórico transnacionalizado. Su práctica no se ca­racteri~a por un regionalismo telurista, que reivindique emJ)(!cina­darnente la fuerza irredimible e irre!)(!tible de In tierra ''ernácula y sus tipos humanoa, nj se apoya en fundamentolismos que desconoz­can los aportes imprescindibles que estudiosos de mtíltiples naciones han hecho y continúan haciendo al análisis de la historia cultural de América Latina, desde cualquiera de sus circunstancit~les locali­zaciones. Consciente corno pocos de las brechas poHtic!lB, económicas y sociales que nos separan de las comunidades estudiadtts, y de la hoterogonoidad que se infiltra, como el mismo Cornejo Polar bien re­conoce, en In configuración interna de cada uno do los momentos que constituyen los procesos de producción cultural ("emisor 1 discur· so-texto/ referente/ receptor, por ejemplo"), su critico ~labora, justa­mente, esa distancia, sin caer en las trnmpllS condescendientes y culposas de conferir al subalterno un compensatorio privilegio epis­temológico, sin demorarse en CSJX!Cular sobre sus irreductibles si­lencios, y, sobre todo, sin caer en la tentación de •¡a esteLización de un mundo de injusticias y miserias atroces•, ni en la celebración del caos y la fragmentacién que el libro, sin embargo, reconoce cuando corresponde. La crítica de Cornejo Polar intenta, como él bien indica desde el capitulo inicial de este libro, describir "la estructura de un proceso", o sea, "historiar la sincronía", adentrándose en la naturale­za múltiple y conflictiva d~> sujetos que no existen, en la cultura y en la litcrntura, fuera de sus formas de representación. En esta tarea, el libro integra teorías y aportes críticos, análisis y debates, en un ejercicio de reconocimiento de fuentes que no siempre es práctica co· mún en nuostra profesión, pero sin perder el rumbo de sus pl'Opias propuestas, ni el respeto a la documentación, ni la capacidad para el diálogo, ni el sentido del límite. Sin renunciar, tampoco, al derecho a la duda.

Escribir rn el aire es, entonces, no sólo la exquisita trayectoria a través de territorios textuales, culturales, lingüfsticos, historiográ­ficos y performativos. Es también un llamado a la reflexión sobre los procedimientos de traducción cultural -histórica, crítico-literaria, antropológica- qlle guían nuestro trabajo, y sobre la condición mis­ma de la función intelectual, donde la medjación tnterpretaliva, afectada centralmente por la heterogeneidad del intérprete respecto al cámulo de representaciones que configuran el discurso poético, crítico y cultural, será siempre una entrada subrepticia, por una "puerta fnlsn", o formas de socialización y de imaginación que el co­lonialismo se ocupó de situar en un espnc•o asediado poro, paradó­jicamente, también preservado de todo iutento do penetración o ex­propiación total.

Es de es!)(!rar que Escribir en el aire encuentre, en esta segunda edición, al lector que merece, y que la hennosa referencia del título no llegue a ser la fonna en que se aluda, despoetizadamente, a la tentativa vana del decir sin que se oiga, sino el modo de continuar nombrando el espacio desde el que Vallejo nos alcanza, evocando la triste~ ancestral y la esperanza de América Latina.

Mabel Moraiib. Pittsburgh, mayo 2003.

Page 7: Cornejo Polar Escribir en El Aire

ESCRIBIR EN EL AIRE

ENSAYO SOBRE LA HETEROGENEfDAD SOCIO-CULTURAL EN LAS LITERA'fURAS ANDINAS

Page 8: Cornejo Polar Escribir en El Aire

Más do veinte afios después, y con mayores razones, la oúsma dedicatorio, a:

Cristina; Ursula, Alvaro, Gonzalo, Rafael.

Page 9: Cornejo Polar Escribir en El Aire

Introducción

Solía escribir co,. el dedo grande en el a.ire César Vallejo

Ahora es mejor y p eor. Hay mundos de más arriba y de más abajo

José María Arguedas

Lo mejor que hay para la memoria es el tiempo Montejo/Barnet

Somos contemporáneos de historias diferentes Enrique Lihn

Se tne Oéltrre que hemos ca11Jinad(J nr.ás de lo que llevamos andando

Juan Rulfo

Por isso, quen& quiser uer e1n profund.iilade, te m de aceitar o contradit.6rio

Antonio Can dido

Visto en ¡¡1-ueso, el proceso de 1a literatura y del pensamiento crítico latinoamericano de las últimas década~l parece haberse des­plazado secuencialmente, annq\le no sin obvios y densos entrecru­zamientos, entre l:res grandes agendas problemátic<Is, agendas que sin duda están relacionadas con situaciones y coullictos socio-bis· tóricos harto m ás englob811tes y sin duda mucho más comprome­tedores.

l.Es muy escasa lo bibliografía sobre el desarroUo de la crítica latinoaméricana. •ra1 vez Jo m á$ &igoificativo .sean lO$ artículos de Jenn i?rtl.1lCO, WJ.'eodertcia.s y prii)ridade.s de los estudios literarios Jatinoatnel'icanos", Escritura, VI, l l, Car-ttc..'\s, 1981; Saúl Sosnowski, "Spar.Ush~Amcrican Literary Criticism", Christ<>pher Michell (ed.), Changi11g Per<pectwes in JAtínAmericart Studies (.!>'tonford: Stnnford Unlv~rsity Press, 1 988). traducido al español en el N• 4·13 de Cuaderno.rr Hispanoamericanos; y el vo}umen mouobrráfico dedicado a est<l materia por la Re11ista. de Critica. Literaria .Latinoome.riC()..no, XVI, 31-32, Lima, l990. En ést,e. para efectos del pre.Hente estudio, e: f. cspeciabnente los artículos dedicados ah\ críti~a en B()\lvhl (Ja\"ier Sarüinés), Ecuador (Miehacl Handelsm-an) y Pcró <Jesós Ojaz .. CabaiJero, Cnmilo Fcrnáodez Cozman, Carlos Gan:i's-Be<!oyo, Miguel A11gel Ht~amán).

Page 10: Cornejo Polar Escribir en El Aire

6

l. La del cambio, vía la revolución que estaba ah!, •a la vuelta de la esquina•, en esa espléndida e ilusa déeada de los 60, ahora fuente de tanta nostalgia y de uno que otro cinismo, cuando la imaginación y las plazas parecían ser nuestras y nuestros el poder, la voz y la capacidad de inventar el amor y la solidaridad de nuevo. Es el tiem­po de la "nueva narrativa", de la poesía conversacional, del teatro de creación colectiva, poro también de los himnos callejeros y los graf­{úi que pintaban de esperanza todas nuestras ciudades. En el cam­po de la critica, fue el momento de la acelerada y algo caótica mo­dernización de su arsenal teórico-metodológico.

2. La de la identidad, nacional o latinoamericana, en la que nos recogimos uno v!l7. más, ahora un poco defensiva mente, como en el seno do uno obsesión primordial, tal vez para explica r· la tardanza y el desvanocirnionto da ttmtas ilusiones, pero sobro todo para reafir· mar, desdichadamente más con metafísica quo con historia, la pecu­liaridad diferencial de nuestro ser y conciencia y la fraternal unidad de los pueblos aJ sur de Río Bravo. Por entonces se pU.80 énfasis en la valoración del realismo mágico y del testimonio que, aunque por contrastadas vías, mostraban la consistencia y la inr:isividad de lo propio de nuestra América. A la vez ~n el plano do 111 crítica- se producía el gran debate sobre la pertinencia de construir una teoría especfficamente adecuada a la índole de la literatura launoame­ricana2. Por esos aJ\os el marco referencial casi obligndo era el de las versiones más duras, y tal vez menos perspicaces, de la teoría de la dependencia.

3. La de la reivindicación de la heteróclita pluralidtld que de­finiría a la socit\dad y cultura nuestras, aislando regiones y estratos y poniendo ~nfasis en las abisales diferencias quo sopanw y con­traponen, hasta con beligerancia, a los varíos univcrSCls socio-oultu­rales, y en los muchos ritmos históricos, que coexisten y se solapa o incluaive dentro de los espacios nacionales. Fue -ea- el momento de la revalorización do las literaturas étnicas y otras marginales y del afinamiento do categorías críticas que intentan dar raz~n de ese enredado corpus: "literatura transcu\tural" (Rama)3, "literatura otra• (Bendczú)'t, "literatura diglósica" (Ballón)S, "literatura alter-

2 El libro !)jisico es aio duda el de Robert<l Fernándc• Rel8.mar, Para lUla tt:OIÚJ lit•rori<> hr1ponoamuicano y otras aprosimacÜ>n<~. U. Habana: Casa el<> las Américaa, 1975. Del deba!<> suscitado en tomo a ti ea un buco rndicio la en· cuesta publicada por Texto Critico, Ul, 6, Veraeruz, 1977. Cf. ~ru>~bién el libro de Raúl Bueno, Eu:nbir v. Hi.spllnoamérial, Uma: Latinorunericana Edilo­res, 1992.

3 An¡¡el Rama, TranMJUituraciQn tUJTTúfÍUa M Amlriro !Alma México: Siglo XX!, 1982. Cf. Carona J.llixcn [y] Alvaro Borros-Urnez, CronoiOfJÚl y bibliOfJm/U. de Ari(J<i Ram.a (Montevideo: Fundación Angel &uno, 1986).

4 Ednlurldo Bendo:tú, La olro literatura peruana. Méx-joo: f'ontiO do CultlJra Eco~ nómico, 1986.

5 Enrique Bollón, "J .oa di5$1oaia.s literarias peruanos (dosllndcs y conreptos}•.

7

nativa" (Lienhard)6, "literatura heterogénea• (que ea como yo pre­fiero llaroarla)7, opciones que en parto podrían subsumirse en los macro-conceptos de "cultura lubrida" (Garc:ía Caoclioi)B o de "socie­dad abigarrada" (Zavaleta)9, y que -de otro lado- eJ<pJican la discu­sión no sólo del "cambio de noción de literatura• (Rinc6n)l0 sino del cucstionnmionto radical, al menos para ciertos periodos, del concepto mismo de "literatura" (Mignolo, Adorno, Lienhord)ll.

Me interesa reflexionar un momento sobre cómo y por qué la búsqueda de la identidad, que suele estar asociada a la construcción de imágenes de espacios sólidos y coherentes, ca paces de enhebrar vnstas redes sociales de pertenencia y legitimidad, djo lugar a\ desa­sosegado lamento o a la in1¡uieta ceh.lbractón de nuestra configura­ción diversa y múltiplemente conOictiva. Tengo para mí que fue un proceso tan imprevisible como inevitable, especialmente porque mientras más penetrábamos en e l examen de nuestra identidad tanto más se hacían evidentes las disparidades e inclusive las con· trodiccionca de las imágenes y de laA realidades -aluvionales y des· galgada&- que identificamos como América Latina. Ciertamente ese proceso venia de lejos: así, en las primeras décadas de este siglo, la historiografía latinoamericana ejecutó la compleja operación de "nacionalrzar" la tradición literario preruspánica, como en el XIX se hito con In coloniaJ12, pero la armadura posit .. .¡sta de ese pensa­miento hrstóncot3, que interpreta los procesos como uruluuales, per-

-----------Ennquo Bailón [y] Rodolfo Cemn (eds.), Dí¡¡lo.ialinguo-literarin y educaci6n tn el Puú Homenaje a Alberto Escobar (Uma: CONCY't'EC, 1990). Ver en este mtsmo artículo h.ts ref~ncias bibliográficas Q otros ca;tucUos del mismo autor.

6 Marlin Licnh¡trd,L<l ,.,,.y •" lru•lla (Haoovet, NH: Norte, 1991). Otras edi· elon04: La Hnbana: CIISa de las Aruéricna, 1900; l..inoa: Uolver11o, 1992.

7 La rnnyor(u de mis primeras aproximaciones D Q8tO Cal.c{fOrfa 06(.ÁI' recogidos en rui libro Sobre literatura y critica latlttoam~ricati08 (CQrocos: Universidad Ccntr~J do Vene<uela. 1982). Algunos ••tudioo poel<lriores apa....,en citados en el libro. Coment.ariOl:i y otras referencias bibUogr4ficos aparecen en el &rtlculo eob,..,la trltica en el Perú ciwdo en 1• nota l.

!1 Néawr Carda Canclini, Cu.ltwas htbrida!i. Eslrat.!sias para rntror y salir <k la nuxlmtidad (México: Grijalbo, 1989).

9 Ren6 7.avaleta Mercado, Lo n4CWnal·paprdar .,, /Jolwla (México: Siglo XXl, 19861. El concepto •sociedad abigarrada• fue empleado por Za•·aleta a lo lar­go de o u trabajo íoteledual, pero es tal wt en em hbro póstun>O donde ad­qwcre 1DIIJ'Or COnslSI<!Dcia y efectividad

lO Carlos Rmc:<!n. El cambio adllal dtla nocron dt lrt•ratura (Bogotá: Coleul­tura, 1978).

11 Cf. la noto 9 del Capitulo L 12 EstudJ<! ol tem11 en mi Ubrol.a (ormorion d• la tmdicr6n lrterona en el Pero

(l.imn CEP, 1989). t3 Cf. los libro.tJ da Beatrh GontálGz SWpl\nn, Ct>rUrihucUS" al esttu:lio de la

hhttoriQgroj~a Uteran'.ll hispanoamericana (C(lraeaa: Acndemía de Histotia. .1.985) y La hit¡toriografla literaria dcllibP!'ftlitttw lti${JatiOOI'NA)ricntw ckJ slglo XIX ( Ln Habano: Casa de las Américt)&, 1987).

Page 11: Cornejo Polar Escribir en El Aire

-- .. ... -.. -.. .. .. ... -. ~ - - - ... - - -8

fcclivos y concelatonos, enclaustró tal tradición 1•n la profundidad de un t.iompo que semejaba ser arqueológico, presuponiendo -ade­más-- que aquellas literaturas habían dejado de producirse con la conquista. Sólo mucho despuls la insólita articulación de los aportes de la filologfa amerindia con Jos de la antropologio puso en evi­dencia In importancia de las literaturas natavas colonaal<-s y mo­dernas y In consigu;ente necesidad de incluirlos como parte de todo el proceso histórico de la literatura latinoamericana -y no sólo en su primer trnmolol. Es claro que de esta manero variaba decisivamente el corpus de nuestro literatura, ofreciendo además ocasión para que otras literaturas marginadas ingresaron en él, y se generaban con­diciones proptcias para intentar una reformulación inc1sava, a fondo, de su canon tradicional.

l:lc querido hacer este recuento para subraya·r que el actual de­bate sobre la proliferante dispersión de nncsLra literatura y de la fndolo ríspido dG J;u constitución, como que es hecht1ra de desen­cuentro&, quiebras y contradicciones, pero también do soterradas y azarosas intercomunicaciones, es consecuencia del progreRivo y or­gánico cjt'rcicio del pensamiento critico latinoamericano y de su fiui­da relación con la literatura que le es propia. Varios hemos señalado que si bien el gran proyecto epistemológico de los 70 fracasó, pues es obvio quo de hecho no existe la tan anhelada •teoría literaria latinoamericana•, en cambio, bajo su impulso, la critica y la histono­grol'ía enconlraron formas más productivas - y más audaces- de dar ra%ón de uno literatura especialmente escurndizn por su condición multi y lran~cullurol.

No cabe desapercibir, sin embargo, que en un dt•terminado mo­ment.o la muy densa reflexión latinoameric:lnn sobre la poliforme pluralidad de su literatura se cru~ó. y en vnrios puntos decisivos, con In difusión de categorías propias do la crlticn postestructuralista o -en gcn<•rnl del pensamiento postmoderno. Temas dolin idamente post, como los do In crítica del sujet.o, el rcplanL~omient.o escéptico sobre el orden y el aentido de la representación, In celebración de la ~spesa heterogeneidad del discurso o el rndicnl descreimiento del valor y la l~gitimidnd de los cánones, para moncionar sólo asuntos obvios, se encabalgan inevitablemente con In ng~nda que ya terua­mos entre manos. Esta hibridación no deja de ser curiosa -y habrfa que trabajnrln, en otra ocasion, con puntual esmero; primero, por­que es smt.omábca la frt.'CUencia con que los posunodemos metropo­hlonoa ncopann citas y referencias incitantes de autores latino­americanos, de Borges a García Márquez, pn1111ndo eventualmente por Fuentl's, Vargas Uosa o Puig; segundo, porque el borde, la peri­fenn, lo marginal parecen ser cada vez más excitantes (ciertamente bajo el supucst.o de que en la realidad lo sigan saendo .. l; y tercero

l•t En cate otd<•n de cooa.s son invnJorables los nporlca pioncro~~t de Miguel León Portillo pnru Mc~oom6,ricB y de Jesü~ Lora pnm el "reo andmn.

-- - - ... .... -9

In enumeración podría seguir- porque parnd~JicnmenLe "la con­dición postmoderna', expresión del capitalismo más avanzado, pare­cerla no tener mejor modelo histórico que el tullido y deforme sub­cnpit.nlismo del Tercer Mundo. Obviamente todo esto invita a la iro­nin, pero opto: 1) por reconocer que el postestructurnlismo nos ha dot..~do de instrument.os criticas más linos u iluminadores, pero tam­bit<n: 2) por enfatimr que nada es tM desdichado como el propósit.o de encajar -y a veces encajarnos a nn:;olros mismos-- en los paráme­tros post mediante algo así como la estetización de un mundo de in­justicias y miserias atroces. También es desdichado el csfueno per leer todo nttestrn literatura, y siempre bajo el pornd6jico canon cri­tico de uno critica que no cree en los cánonps t5.

En todo caso, sea de esto lo que fuera, me inl;()resa ahora retomar el tema de la desest.abilizadora vartodad e hibridez de la literatura latinoamencann.lnicialmente, pano dar razón de ella, se ensayaron olterna~ivas mocro-comprehensivas: así, por ej~rnplo, se trató de des­lindar los grnndes sistemas literarios, el "culto", el "indJgcna", el "po­pular"l6. para señalar sólo los de más bu lto, advirtiendo al mismo tiempo sus rstratificaciones interiores, con ánimo de construir una imagen de nuestra literatura como hervidero de ••stcmas algo borro­sos -torcn harto dificil, aunque en curso, sobre lodo per las obvias carencias de información acerca de los dos ulttmos y por el déficit de herramienta~ teórico-metodológicas adecuados o esas materias, La! como se advierte en el tratamiento (cierto que ahora más sutil que hoce uno década) de la literatura oral. Tal vez por est.o se prefirió auscultar In diversidad multiforme denlro del primero, l'l"ilustrado". En este orden de cosas habría que recordar que Losada JOtentó una suerte de regionalización que pernutiern comprender las notables diferencias entre -se<t el caso- las literatura~ ondinas, rioplatenses o cnribcñns y se propuso auscultar en coda coso el funcionamient.o pa­ra lolo do subsistemas fuertemente di f'ercndados17, casi a In ve~ que Ramo proponía distingu.i:T entre lns lil-ernturae producidas en las gr(lnd~s urbes. obicrt<ts a la modernidad trnnsnnl"ionalizadora, y las

15 Tal vez una de las más incisiV'as reflexione• aobre (•1 ce.mu e.sté en Jos a.rticu .. lot de Carlos Rincón, "Moderrudad penf~rica y el deot~llo de lo po6tmodemo. Pcrwpoctivu.a del ane narn~lh'O latinonmericano• y do Goor¡;e YudJce. "¿Puede hablorwe de ¡>O!'unodernidad en Amenco l..ounar, ambos en &vata <k Crl· lt<O f.urrona IAJ.noamui<:ona, XV, 29, t.ma/Piu•bu.r¡h. 1989 l'ambiéncs da inte""' hnclUBO por sus desnh..,les) el maten al "'unido en dos nlimeroo; de Nut•<> Tnto Cnt<ro, m. 6 y IV, 7, Struúonl2' ll"m< .. ,..., 1990 y 199L

16 Cf al •••peciO Ana Piumo (ed.) úzlir.roturo /otmoom<ncona romo p..-.o ( Bueno• Ain..,. Co>nln> Editor de AmériCfl l.atinu, 1985) y /lacta una hisiOria Ir la l<ttroluro /atm<l<JJ7l<!rte<llla (Méxu"' Colegio de M~x.co y Uorrersidad Simón BoUvur, 1987). Este deslinde aJ)lll'eCtl en vurooe de loo articulo. recopi­lad~ en mi hbru Sobre lilttro.turaycrlttco lntmrKVfll'ricanaa. Op csL

17 l'nru uno vioión de conjunl.o del pen&am.onto do L.oondu, d José Morales Sa­rnvin, "AleJandro l..osada (1936-1985). Bíbliogrofín coruuntadn", Reoista rfe ('r(tf'~rr J..iw.rorlCJ Ltztirtoamerican.a, Xl, 24. Limo, 1 !)86

Page 12: Cornejo Polar Escribir en El Aire

10

que son propiiiS de las ciudades provincianas, c¡~si siempre impreg­nadas aún de usos y valores rurales y ciertamente menos atentas a los reclamos de la modernidad, planteamiento que lo c<mduciría, por una parte, a elaborar la categoría de "ciudad letrada" y, por otro, a examinar los cruces de la modernidad y la tradición en la literatura tranaculturall8.

Ciertamente la perspectiva analítica, que separa lo distinto para no reincidir en globalizaciones tan abstractas corno hechizas, no in­valida, sino más bien urge, el estudio de la red de relaciones que se teje entre esa diversidad a ratos agobian!(). De hecho, es lo que rea­liza espléndidamente Rama bajo el magisterio de la anb·opolog(a de Ortiz, que renueva, profundiza y vuelca hacia In literatura; lo que intenté hnc:e•· al observar el funcion¡1miento de los procesos de pro­ducción de literaturas en las que se cruzan dos o más universos so­cio-cultura le~. desde las crónicas hasta el tostirnonio, pasando por la gauchesca, el indigenismo, el negrismo, la oc.wela del nordeste brasi­Jeflo, la narrativa del realismo mágico o la poesía conversacional, literaturas a las que llamé «heterogéneas•; o lo que propone Lien­bard bajo la denommación de "literaturas alternativas• ~n las que, pOr debajo de su telCtura "occidental•, subyacen formes de conciencia y voces nativas. Las tres vertientes nutren el recienl.() y muy ilus­trativo aporte -sobre la ficción y el efecto de oralidad en la literatura transcultural- de Carlos Pachecol9.

Ahora bien: ¿es posible conducir el análisis de estas literaturas hacia dimensiones y funciones más puntuales? Bs lo que pretendo hacer en este libro en relación específica con las literaturas andinas - pero con lo confianza de que algunas de sus propuestas puedan tener un campo de aplicación más vasto. Corno Jo indica el subtítulo, insisto en el concepto de heterogeneidad, en el qne vengo trab~an­do desde la segunda mitad de la década de los 70. Me gustaría que quedara en claro, sin embargo, que esa categoría me fuo iniciaJmen­te útil, como queda insinuado más arriba, para dar razón de los procesos de pmducción de literaturas en las que se intersectan con­Oictivamen te dos o más universos socio-culturales, de manera es­pecial el indigenismo, poniEmdo énfasis en la diversa y encontrada filiación de las instancias más importantes de tales procesos (emisor/ discurso-texto/ referente/ receptor, por ejemplo). Entendí más tarde que In heterogeneidad se infiltraba en la configuración interna de cada una do esas instaneias, haciéndolas dispersas, quebradizas, inestables, contradictorias y heteróclitas deotro de sus propios lími­tes. Traté a la vez de historizar con el mayor énfasis posible Jo que al principio no era - y t.al vez ésta fue su paradoja más fructífera- sino la descripción de la estru.:tura de un proceso; fructífera, claro está, porque se instAlaba en una coyuntura intelectual en la que l<>dav(a

--------18 AnKcl ltl\Jno, La ciudad letrada (Rnnov~r: NoriA), 19$4), 19 Cortos Poct)oco, La comarcn oral (Caructu¡: Caaa d11 Rollo, l992).

Attconio Com<io Pol.ur 1 lntr"tX.lucci6n 11

uno y otro término (estructura y proceso) parccran ineritablemente contradictorios y basta daban lugar a disciplinas distintas. En todos los casos me interesaba (y me interesa) la (ndole excepcionalmente compleja de una literatura (entendida en su sentido más amplio) que funciona en los bordes de sistemas culturales disonantes, a ve­ces incompatibles entre sí, tal como se produce, de manera dramá­ticamente evidente, en el área andina. Puesto que obviamente el horizonte que trata de examinar este libro es vas!() y complejo, de verdad inabarcable, he dado preferencia a tres núcleos problemá­t.icos: discurso, sujeto y representaeión, que por cierto están honda y mutuamente imbricados y se articulan, a la fuerr.a, con otros que tan!() se instalan en la sociedad misma cu~nl.() en diversas dimen· siones discursivo-simbólicas.

En cuanto al discurso, he querido auscu ltar desde la deci$oria escisión y el r-udo conflicto -porque comprometo a su mal.()ria mis· ma- entre la voz de las culturas ágral·aa at1dinas y la letra de la institución literaria de origen occidenU.l, con su abigarrada e inesta­ble gama de posiciones intermedias, hasta lo Lranscripción de lapa­labra habladn en el testimonio o la construceión d!!l efecto de ora­lidad en el discurso literario, pasando, como era inevitable, por el análisis de ciertas formas del bilingüismo y la diglosia. Conio a nadie escapa, la construcción de estos discursos, que por igual delatan su ubicación en mundos opuestos como la existencia de azarosas zenas de alianzas, contactos y contaminaciones, puede ser sometida a enunciaciones monologantes, que intentan englobar esa perturba­dora variedad dentro de una voz aul.()rial cerrada y poderosa, pero también puede fragment.ar la dicción y generar un dialogismo tan exacerbado que deja atrás, aunque la realice, la polifon!a bajtiniana y !()da suerte do impredecibles y volubles intertextualidades. En más de una ocasión creo haber podido leor Jos textos como espacios lingüfsticos en los que se complementan, solo pan, h1tersectan o con­Llenden di~cursos de muy var ia procedcnciu, cada cual en busca de una hegemonía semántica que pocas veces se alcnn7.a de manera definitiva. Ciertamente el examen de estos discursos de filiación so­cio-cultural disímil conduce a la comprobación de que en ellos ac­túan tiempos también variados; o si se quiere, que son hist<lricrunen­te densos por ser portadores de tiempos y ritmos sociales que se hunden vert1calmente en su propia constituCIÓn, resonando en y con voces que pueden estar separadas entre sr por Higlos de distancia. El mito prehispánico, el sermonario de la evangelización colonial o las más audaces propuestas de modernización, para anotar sólo tres ca­sos, pueden coexistir en un solo discurso y conferirle un espesor histórico sin duda turbador. Do esta manera la sincronía del texto, como experiencia semántica que teóricamente parece bloquearse en uo solo tiempo, resulta siquiera en parte engm'losa. Mi apuesta es que se puede (y a veces se debe) historiar la sincronla, por más aporíalico que semeje ser este enunciado. Obviamt•nte esto no con­tradice, sino enriquece, la opción tradicionnl de hAcer la historia de

Page 13: Cornejo Polar Escribir en El Aire

- - - - - - - - - - - ~ ~ ~ ~ ~ - ~ ~ - - - - - - - ~ ~ ~ 12

la literatura como secuencia do experiencias nrtfsticas, aunque ->rls­ta la configuración plural de In literatura latino:~mericana- tal al­ternativa no puedo imaginar un solo curso histórico totalizador sino, más bien, le es necesario trabajar ~obre secuencias que, pese a su coetaneidad, corresponden a ritmos históricos diversos.

De otro lado, si del sujeto se trata, es claro que la experiencia Y el concepto modernos del sujeto son indesligables de la imaginación y el pensamiento románticos, especialmente enfáticos, sobre este pun­to en materias artísticas y literarias y en sus respectivos correlatos teÓrico-criticos. Un yo exaltado y hasta mudable, pero soficiente­mente firme y coherente como para poder regresar siempre sobre sí mismo: el "desborde de los sentimientos" jamás deja exhausta la fuente interior de la que surge, de la misma manera en que, por ejemplo, el casi obsesivo tópico del viaje, en elliempo o en el espacio, jamás pone en cu.-slión la opción del regreso al punto originario (la subjetividad exacerbada) de ese desplazamiento20. Querrámoslo o no, el romanticismo se convirtió, en ésta y otras materias, en algo así como en el sentido comun do la modernidad, por lo que no es nada casual que Benjamín, que nunca pudo dejar de auscultar con pasión el sentido (o el sin$entido) de lo moderno, dedicara su tesis doctoral al romanticismo temprano y a la construcción dentro de él de la ima· gen del sujeto autoreOex.ivo y en más de un sentido autónomo21. Por esto cuando se comienza a discutir la identidad del sujeto y la turb~dora posibilidad de que sea un espacio lleno de contradkciones internas y más relucionnl que autosuficiente, lo que se pone en de­bate, o ~1 menos el marco dentro del cual ,¡e reflexiona, no es otro que la imagen rom~ntica del yo. Me inLcresa añadir .que en lo que toca a la identidad de los sujetos sociales, las formulactones románti­cas sobre el "espíritu del pueblo", u otras similares, no fueron des­plazadas por el concepto marxista de clase social; y no lo fueron porque pese a que esa no es exactamente la ideA que proviene de tal fue~tc. la clase fue imaginada corno una totalidad internamente coherente. De al¡,'tma manera la categorrn de close social , en la interpretación simplificadora que ncabo de rt>surnir, tiene la misma función que la idea romántica dQ( yo en el debnle moderno sobre las identidades •ociales. No ea on modo alguno irre levante que en l a iconografía y los rituales militantes el proletariado se identificara con la compocta imagen del puño cerrado y en alto. En mi investiga· ción lo que he encontrado con frecuencia es precisamente lo con­trario: un sujeto complejo, disperso, múll.tple.

A este respecto creo imposible no mencionar que en América Latina el debate acerca del sujeto, y do su identidad, tiene un origen

20 Remito a M H Abmmtl, Ele./)()Oy la lámparo. Ttorla romdntiooylrodición crilica acorco tkl M<:ho lrltrorio Uluenoo Aireo: Nova, 1962).

21 Walter Benjaman. El rutlctplo d~ ('rllica dt art~ tn rl roman-llCJSmo altmán (Dilt'Ct'lono Penlo5ulo. 19118).

13

mucho más antiguo y pone en juego un arsenal ideológico premo­derno. Me refiero a la discusión teológico-jurídica sobre la condkión del indio, cuyas bases son medieva les, discusión en la que Jejan<>s y algo estrafalarios eruditos, no nq uendos por Aristóteles y Jos Padres de la Iglesia, concedlan o negaban lo condición humana a los seres de las ludias -que es, sin duda, el presupuesto de toda imagen de identidad: animal, salvaje, hombre- o en el mejor de los casos me­dran escrupulosamente el grado, la magnitud y In consistencia de nuestra barbarie. No tengo prueba irrefutable, por cierto, pero sos­pecho que el obsesivo auscult.amienlo de la identidad americana tiene mucho que ver con ese debate cuyo contexto no era ta.nlo el remolo espacio español, en el que so esgrimían los argumentos, cuanto la englobante condición colonial de las Indias, condición que destrozaba al sujeto y pervertía todas las relaciones (consigo mismo, con sus semejantes, con los nuevos señores, con el mundo, con los dioses, con el destino y sus deseos) que lo configuran como tal. En más dt> un sentido, la condición colonial consiste precisamente en negarle al colonizado su identidad como sujeto. en trozar lodos los vínculos que le conferían esa idt>ntidnd y en imponerle otros que lo disturban y desarticulan, con especial crudeza en el momento de la conquista, lo que no quiere dectr ~omo es claro- que se invalide la emergencia, poderoslsiroa en ciertas circun~t.ancias, de nuevos suje­tos a partir y respetando - pero renovándolos a fondo, hasta en su modo mismo de constitución- loo restos del anterior.

Sin embargo, aún en estos casos, el sujeto que surge de una situación colonial está instalado en una red de encrucijadas múltiple y acumulativamente divergentes: el presente rompe su anclaje con la memoria, haciéndose más nost.álgicnmente incmable o de rabia mal contenid~ que nposento de experiencias formadoras; el otro se inmiscuye en la intimidad, hasta en los deseos y los sueños, y la con· vierte en espacio C>ijc:i lnnte, a veces ferozment.e cun~radictorio; y el mundo cambia y cambian las relaciones con él, superponiéndose va· rias que con frecuencia son incompntiblQs. Estoy t ratando, por oier· to, de diseilar In índole abiga.rrada de un sujeto que precisamente por serlo de esto modo resulta exccpcionnlmonte cambiante y fluido, pero también_, mejor al mismo tiempo- el carácter de una realidad hecha do fisuras y superposiciones, que acumula varios tiempos en un tiempo, y que no se d~a decir mós que asumiendo el riesgo de la fragmentación del discurso que la representa y a la vez la constitu­ye. No intento ní lamen lar ni celebrar lo que la historia hizo; quiero, al menos por el momento, zafarme del cepo que impone el falso imperativo de definir en bloque, de unn vez y para siempre, lo que somos: una identidad coherente y uniforme, complaciente y despro­blematizada (la ideologfa del mestizaje sería un buen ejemplo), que tiene que ver más con la metafrsicn que con la sociedad y la historia. En otras palabras: quirro e•capar del legado romántico -o más genéricarnenle, moderno- que noo exige ser lo que no somos: sujetos fuertes, sóltdoo y est.1blea, capaces de configurar un yo que siempre

Page 14: Cornejo Polar Escribir en El Aire

14

es el mismo, para e>."Piorar -no sin temor- un borizonte en el que el sujeto renuncia al imantado poder que recoge en su seno - para desactivarlas- todas las disidencias y anomalías, y que --ilD cambio­se reconoce no en uno sino en varios rostros, inclusive en sus trans­forml$tnos más agudos.

Me doy cuenta que el argumento anterior podría ser entendido como una estrategia algo ingemta - o muy perversa: convertir la necesidad en virtud, festejando solapadamente el trozanriento del sujeto sometido y dominado por el régimen colonial- No lo creo. Por lo pronto debería ser del todo evidente que la conquista y colonización de Américu fue un l>echo minuciosamente atroz, y atrozmente reuli­zado, pero también que -pese al énfasis de todas las condenas y maldiciones- esos acontecimientos efectivamente se produjeron y marcaron para siempre nuestra historia y nuestra conciencia. De ese trauma surge la América modema, sin duda, y frente a él (o dentro de él) caben algunas opciones: desde el lamento permanente por todo lo perdido basta el voluntarioso entusiasmo de quienes ven en los entrecruzarniento.s de entonces el origen de la ca.pacidad de universalización de la experiencia americana, comarca en la que habría de surgir o la épica "raza cósrnica''22 o el modesto pero eficaz

·"nuevo indio"23 por ejemplo, y esto sin contar con los bobos deliquios de Jos hispanizantes que aún reptan por nuestras nac.iones y se siguen solazando co11 las "hazañas" de los conquistadores. Al mar­gen de cualquier tentación p~icologizante, me parece que el trauma es trauma hasta tanto no se le asuma como tal. En el fondo, para ~cortar camino, ¿realmente podemos hablar de un s ujeto latinoame­ricano único o totalizador? ¿o deberíamos atrevernos a hablar de un sujeto que efectivamente está hecho de la inestable quiebra e inter­sección de muchas identidades di.shniles, oscilantes y heteróclitas? Me pregunto, entonces, por qué nos resulta tan difícil asumir la hi­bridez, el abigarramiento, la het~rogeneidad del sujeto tal como se configura en nuestro espacio. Y sólo se me ocurre una respuesta: porque introyectamos cQm.o única legitimida,d la imagen monolítica, fuerte e inmodificable del sujeto moderno, en el fondo del yo román­tico, y porque nos sentimos en falta, ante el mundo y ante nosotros mismos, a] descubrir que carecemos de una identidad clara y dis­tinta.

Pero sucede que cada vez tengo mayores sospechas acerca de que el asunto de la identidad esté demasiado ligado a las dinámicas del poder: después de todo es una eli\.1: intelectual y poütica la que convierte, tal vez desiotencionadamente, un "nosotros• excluyente, en la que eUa cabe con comodidad, con sus deseos e intereses in te-

22 Obvirunente me refiert> (f; Ja tesis de José Vaaconeftlos. La raza cósmica <Pa­tfs: Agencia Mundiru de l,ibrerí<>S, 192?) Lll t• cd. ea de 192.5.

23 U riel Gorcfa, El m~rvo i11di" (Lima: Universo, 1973). l..t~ 1" od. os do l930. Aludo a estc-ph;mteamient.o on el Capftulo JH.

Anton.io Cornt!jo Polar 1 l11trodJuxión 15

gros, illl un "nosotros• extensamente inclusivo, casi ontológico, den­tro del cual deben apretujarse y hasta mutilar alguna de sus atistas todos los concernidos en ese proceso en el que, siv embargo, no han intervenido. Ese "nosotros" es ~la.ro-la "identidad" intensamente deseada . Lo digo irónicamente: no sé si la afirmación del sujeto hete­rogéneo implica una predicación pre o postmoderna, pero en cual­quier caso n,o deja de ser curioso, y ciertamente incómodo, que se en­trecruce tan a destiempo una experiencia que viene de siglos, que tiene su origen en la opresión colonizadora y que lenta, lentísima­mente, la hemos venido procesando hasta dar con la imagen de un sujeto que no le teme a su pluralidad multivalente, que se entre­cruce -digo-- con las inquietudes más o menos sofisticadas de inte­lectuales metropolitanos también dispuestos a acabar con la ilustra­da superstición de tm sujeto homogéneo. Intuyo, pero dejo el asunto alú, que lo que está en juego no es tanto la inscripción (o no) en la "condición postmoderna" -lo que en el fondo nos debería tener sin cuidad<>- cuanto la aceptación o el rechazo de la elCÍstencia de varias modernidades -en alguna de las cuales el sujeto podría desparra­marse por el n1undo, nutriéndose de varios humu$ históri<:o·oultura­les, sin perder por eso su cqndiciótl de tal Un sujeto -otra vez- hete­rogéneo.

Pero el sujeto, individual o colectivo, no se construye en y para sí; se hace, casi literalmente, en relación oon otros sujetos, pero tam­bién (y decisivamente) por y en ~-u relación con el mundo. En este sentido, la múnlJSis no se enclaustra en su función re-presentativa de la yealidad del mundo, aunque hubo extensos periodos en los que est11 categoría se interpretó así, y correlativamente como un "control del imaginario" personal o socializado24; más bien, en cuanto construcción discursiva de lo real, en la mimesis el sujeto se define en la nriStUa medida en que propone como mttodo objetivo un ordén de cosas que evoca en términos de realidad independiente del sujeto y que, sin embargo, no existe más que como el sujeto la dice. Espero que quede claro que no postulo en absoluto que la realidad no exis­ta, sino que en cuanto materia de un discurso (y la realidad lamen­tablemente no habla por sí misma) es una ríspida encrucijada entre lo que es y el modo según el cual el sujeto la construye como morada apacible, espacio de contiendas o purificador pero desolado "valle de lágrimas": coroo horizonte único y final o como tránsito hacia otras dimensiones trar•smuodanas. En otros términos, no hay mímesiS sin sujeto, pero no hay sujeto que se constituya al margen de la mimesis del mundo.

24 'Remito ~~ exc•lente es tudio d.e Luit Goeta Lima, O control< c/.o Im.agi.M.rio, Rauio e Lmo¡¡ma(:lio uos Tempos i'dodernos (Sao Paulo: Foronsc Universitária, 1989) Y por cierto al clásico de Erich Auerbach, Mlmesis. Le. representación de lo. realidad en la literatura occidentnl {Méxic:o: Fondo de Cultura Bconómiéa 1950). '

Page 15: Cornejo Polar Escribir en El Aire

- - - - - ~ - - - - - - - - - - - - - - - --16

Y el mundo latinoamericano, y el anclioo espocfficamcnle, "" de una violencia extrema y de una extrema disgregación. Aquí todo está mezclado con todo, y los contrastes más gruesos se yuxtaponen, cara a cara, cotidianamente. Visceralmente dislocada, esta intensa comarco social impone también, como materia do la representación verbal, códigos de ruptura y fragmentación. Desdichadamente lo que deberla ser luminosa opción de plenitud humana y social (la ca· pacidad de vivir en una todas las patrias)2S es en realidad ejecución reiterada de injusticias y abusos, ocasión siempre abierta para dis· criminaciones, maquinaria que insume y produce miserias insopor· tables. Por esto nada tan burdamente pérfido como estetizar -o lite· rarizar- una realidad Juinuciosa y radicalmente inhumana. enton· ces, si intento desmitificar al sujeto monolltico, unidimensional y siempre o•·gulloso de su coherencia consigo mismo, ol discurso ar· monioso de una voz ún iCól a l a que sólo responden sus ecos y a las representaciones del mundo que lo fuenou ¡¡girar constantemente sobre un mismo e~e, y si en forma paralela quiero reivindicar la pro· fun~a heterogenetdad de todas estas categorías, es porque son lite· rar•as, claro está, pero expresan bien nociones y experiencias de vida, y porque con ellas no festejo el caos: simple y escuetamente, señalo que ahí están, dentro y fuera de uosolto11 miamos, otras al­ternativas existenciales, mucho más ólulénLicas y dignas, pero que no valen nada, por supuesto, si individuos y pueblos no las podemos aulogesltonar en libertad, con jw;licia, y en un mundo que sea de<»­rosa morada del hombre.

**** En algún momento estuve tentado por el demonio de la exhaus­

tividad, quise trnlar en este libro muchos otros tomas y organizarlos mediante el seguimiento de una historia puntual. Felizmente reco· nocl pronto que ni mi capacidad ni la materia misma de esta refle­xión podlon asumir los compromisos de esa tentativa: a la larga no estaba nado mnl que un libro sobre la "heterogeneidad" fuera t~m­bién, u su vet, "heterogéneo". Opté entonces por seleccionar ciertos momentos decisivos con el fin de estucliarlos dentTo de sus límites pero tratando de insertarlos en las constelaciones problemáticas que les son pertinentes. Así, sobre todo los Capítulos 11 y 111 tienen una forma oigo fragmentaria, por la variedad de los asuntos especrticos que tratan y por ciertos cambios de perspectiva en el análisis. La­mento, si, que mi mayor conocimiento de la literatura peruana me

25 O_bv;•mf11le m• refiero • la famO<a frase de JoJM! Mnrln Ar¡ued:u: • ..• los que vtvcn en nuestra patria. en la que cualquiE"r hombre no engrUI1etado y embru· tccido por ti egoísmo puede vb.i-r, feliz, todas Jt:ts pntrins ... El znrro dt orn:ba y cJ !Orro de nba,io. Bdici6n crítica cuordinatla por .1-J\·e·Milrie Fen (Madrid; Ar· chJvoa, J990), p. 246 EL tcxt.o apar-ece en el"'¿UJt.inlo dinrio'!". Comento est.e texto on ol Cap. 111.

17

haya conducido a tratar más materias propias de ella que de las lile· rnturos de Bolivia y Ecuador. En algo me consuela pensar que en lnrgos trechos se trata de problemas (e inclusive de textos) que son abarc:adoramente andinos.

Por lo demás, circunstancias absolutamente casuales hicieron que el libro se escribiera durante cinco o seis ai\os en los ~e trabajé en clistintas Universidades: Pittsburgb y San Marcos en lo esencial pero también Berlteley, Dartmoulh, Montpellier y AÍcalá; y en cad; caso, como estaba obsesionado con el tema, insistí en cursos y semi­narios sobré aspectos concretos del asunto que globalmente definen este libro. Agradezco muy corclialmente la inapreciable ayuda que me brind~ro':llos colegas y estudiantes do estas Universidades, y la . que me olrecte·ron otros compañeros a los que consulté sobre asuntos conC'l·etos (los menciono en el tcxlo) y la que surgió de más de una decena de conversaciones con quienes participaron en conferencias congrC$0ij y seminarios en los que traté, una y otra vez, un tem; que no termina de concernirme visceralmcnte26 quizás porque des­de que el azM me puso por algunos años en el Primer Mundo lo mejor que he descubierto es que yo tambiéo soy irremecliablemente (¿y felizmente?) un confuso y entreverado hombre heterogéneo.

Alllonio Cornejo Pokir 24 de abril de 1993.

26 Tal vet. este ir y venir con e.l tema a cuesta!-, l-rat.ándolo con muchos colegas y d..,..¡c dJvr""'s porspectivas, sea la cau$ll de c¡uo en el propio libro sean fáciles de. od"ert.tr eambios y despl;n.'lmient.oa en mi propia oetltud crítica. Los he de¡ ocio tal cual Creo que de alguna mnncra cnriquocen ellexto y rnuestnlD la complejidad del problemu qW> trata y la precanod•d de 1•• llOiucion<!S que-pro­J><mgo. Quiero agradecer expresamente a 8duardo Lozano, bibliotecario dG P1ttsburgh, que me ayudó con eficie-ncia cx.Lroordlnnrin en todfl rnj invc.sti· g:u:ión.

Page 16: Cornejo Polar Escribir en El Aire

,

Capítulo primero

El comienzo de la heterogeneidad en las literaturas andinas:

Voz y letra en e l "Diálogo" de Cajamru·ca•

Sin duda la ex:igencaa de comprender la hteratura latinoameri· cona como un sistema complejo hecho de muy variados conflictos y contradicciones obtiga a exnmanar, en primer término, el problema bá~ico de la duplicidad de sus mecanismos de conformoción: la ora­lidad y la escritura, que es previo y más profundo, en cuanto afecta o la materialidad misma de los discursos, del que surge de situa­ciones propias del bi o multihngüismo y de las muchas formas de la diglosia.

Es obvio que la oralidad y la escritura llenen en la pl'oducción literario sus propios códigos, sus propias historias y que inclusive remiten o dos racionalidades fuertemente diferenciadas!, pero no lo es es menos que entre una y otra hay una ancho y complicada franja de interaccaoncs2. Todo hace suponer que en América Latina

La primera \~ersi6n de ute c.-npttulo apa..rt!eió rn lo Rft·uto d~ Critica Lot<mno Lotmoammrona, XVll, 33, Ums-l'lttoburgh. 1991 y ou temo fue maU•rin de cursos, c:onfl•renei811 y ponencias desde 1988. lA vcrei6n act.uaJ fue tcrmirulda • finniCI de 1991. Después sólo se hAn ullndido olgunas poe•• rerereneaas babho¡¡rófiw•.

1 Cf. Walt.or O. Ong, Ornli<l.nd y cscrilttNt. Tru;noW{¡las dt la J)alabru (Móxico: Fondo de Cultura F.A:ondmicn, W87). Ong pone <!nraais en las diferencias, sobre tod.o cuando se lrOl8 de •ornUdad primor1o"/ eKCr-iLura Dentro dc.l contexto del área and1nn MnrU'n Lienhnrd scñaJn que •nu rxlste ningunn simelrio, ninguna cqwvelcneio en el modo de mo.nifcato111c, en lo socializa· etón de las prácticas titen:uiu fll<rit...s y las orsle.•. •Ar~<; •erbal que<:hua e hiBwriogra!Ta literaria en el Perú", (Bulletin de la) Soctlli Suistu dro Ami· n<alUIU$. 52, 1988, p. 47 En eu l:t'abaJO mayor oobre el tema motiu sulil­menLe esta po.111ición y enota que uno de sUA objetivos u estudlAt' pred­umente -el traslado - por 'filtrado' que sea- del unive~ oral a la escri· tura• f.o voz y su hutllo (Bobona: Casa de la• An>éncn, 1989), p . 19.

2 Tomando como rcrerenchl la llt.orat.ura griega, Eric Havcloek hn déStriW y <'xp1icado convintent.cmcnto lns est.-rccltas relaciones entru oralidad y e1:cri­tura, aunque reconoce que "rimane- semprc uno barricrn insormontabilc per lo comprensione doii'OI'OiltA" (p. 58). Debo a Bcotril Clontálet haberme heehn repara•· en utHc hbro y proporcionarme au t.raducc.ión ol italiano: La Mu!a ;.mparu a Bcl'il' t'l'\', CRomt'' Lntt>rz.a, 1987). Parn el medioevo es indi..'f-

Page 17: Cornejo Polar Escribir en El Aire

20

esa franja es excepcionalmente fluida y compleja, especialmente cuando se asume, como debe asumirse, que su literatura no s_61o es la que escribe en l'spañol o en otras lenguas e~~as .1&: éhte. le­trada -que, por lo demás, muchas veces res?~ta mmtehgtble SI se mutilan sus entreverados vínculos con la orahdad3.

Ciertamente es posible determinar nlgum•s o muchas f~rmas básicas de la relación entre la literatura oral y la escr1ta, varws de las cuales tienen un tratamiento exhaustivo en la filología, sobre todo en lo que toca n la con_versión de discursos orales en textos es­critos (los poemas homéricos por ejemplo)'!, aunque en ?tros casos, como el de las literaturas amerindias, el arsenal de los mstrumen­tos clásicos de la mología parece ser insuficiente5.

C1·ónica de Cajamarca

Pero ahora me interesa examinar lo que bien podrln denominar­se el "grado cero" de esa interacción; o si se quiere, el P'!nto en. el cual la oralidad y la escritura no solamente marc:an sus d•fer~nClas extremas sino que hacen evidente su mutua aJerudad Y su rec1pr:ocs y agresiva repulsión. Ese punto de fricción total est.á en la. h1stona Y hasta -en la andina- tiene una fecha, unas C1TCunstanc1as Y unos personajes muy concretos. Aludo al "diálogo" entre ellnca At.ohua11-pa y el padre Vicente Valverde, en Cajamarca, la tardo del sábado 16 de noviembre de 1532.

pensable el hbro de Paul Zumlhor, lA ltlra y lo "'" (Madnd: Cátedra, 1989). Cf. tnmbi~n ,Jnn Van.."Ína,Lo trodrción oral ~lona J.:6bor. 1966) y aunque relotivo 11 un caso espetáfico, et; Rugcstívo el est~dJO de C~Jo Ginzbtarg, Rl qt1e$o y los gusanM. El cosmos :'iegún un molt~~er() d~l Siglo XVI (l.lar<«lonll: Muchník. 1981). . . .

3 La.s interoccionca entre orlllidad y ~scriLurn en Méx.i<.'O color11HI hon s1~o estu­diadas bnllantemente por Scrge Gruzinski, La coloni$otton. de l'imaginairt. Sociétls indigtnu d ~cidtntclisalicn done lt M_ex•que upagnol XVI-XVIIlsilcle (Pnris: Colhmard, 1988). Un"""" OSJl<!tlli~, el de Cuamán Poma de Ayn)a, ha aido anahzado desde surular Jl<!rsped•va, aunque tt:ntnlndose en el aspecto ¡nlfico, por lllertedes L6Jl"1·Barnlt en ~u imprescindible hbro /corw y conqrll410' Guamán Poma de Aya/a (Madrrd: Hiperi6n, 1988). .

4 Aludo n los c•tudios de Porry y •ua ocguidoreo. Cr. los ~pltul~A (>Crtme!'tes del libro de O.S. K.irk, Lo• pc>ema., lromülco., (Buenos An·ca, 1 nidós, 1968).

6 Anótese al rcsp('cto la atractiva propuesto relativa a 1a N!construcción de textos orn1e!l qunchu33 cuyas "hueUoe,. twrían perceptibles en ciertAs obra.s escrita. en ..,pañol Edmundo llendexú, Lo olrtlliteralu~ ~r~ano (1\h!x•­<O: Fondo de Cultura E<O~mic:a. 1986). Lore Ternu::m1 coruudera que el corpus de é!t.a o ttimill\.1'" natll!'aleta ~i~evit.abilment.e P!'~leiPa iJ! ~1 un~ tettura attuahuante su u.na 1m~aabJle 1f't.tura filolog~ca 1 codu:& d~l .sr4

fen.oio (Torino: Dell'Orso, 1988), p. 14. Debo a Antonio Mehs el conocimiento de ~sle libro.

21

No const.iluye el origen de nuestra literatura, que es más anti­guo en cuanto nos reconocemos en una historia que viene de muy lejos y traspasa por largo el Umite de la ConquistaS, pero si es el co­mienzo más "isil>lo de la heterogeneidad que caracteriza, desde en­tonces y hasta hoy, la producción literaria peruana, andina y ~m buena parte- lntinoamericanu7. Obviamente en otras áreas de América se encnentran situaciones homólogas a la que protagoniza­ron Atahuullpn y Valverde en Caja marca.

Desde la perspectiva que ahora me interesa se pueden obviar por el momento los comentarios acerca de la inevitable incomunica­ción de dos personajes que hablan distintos idiomas y tampoco tiene mayor relieve analizar, en este punto, la función bien o mal cumpli­da por Felipillo (o Martinillo), uno do los primeros intérpretes de los conquistadores. Tntcresa en cambio el choque entre la oralldad, q1,1c en este caso est.á forma lizada en In voz suprema del lnc~, y la escri­tura, que igualmente en este episodio queda encarnado en el libro de Occidente, la Biblia, o en algún subsidiario de ella, todo lo cual -no es necesario aclarar!~ pone en movimiento un vastfsimo y muy complicado hnz de hechos y significados de variada índole.

Haré primero una descripción del acontecimiento, lnl como apa­rece en las crónicas8, y luego examinaré brevemente au huella en algunas danzas y cauciones r itua les y -con más detenimiento- en textos "teatrales" cuyo núcleo es la ejecución do Atahuallpa pero que, con muy pocas excepciones, incluyen fragmentos relativos al

6 Estud:w el tema en mi libro l..a (ormatilm de la tr~ lt~I'(Jrtll tn el Pe-ro (Limo· CEP, 1989). Alli analizo tómo eomptten en todo momento varias interprclncioneR de la historia de la literatura nacional y de qué manera hacia 1920-30 Bú hace hegemónica, Jl<!n> no única, la que cstnblcee que su origen es prchiflpt1nic».

7 En ·sentido ampl 10, la h~terogeneidlld ~ft previa a la eonquista europea en la rne.dido en que dentro de una soln f1rea, como Ja ondina, interactuaban cul­turas dlvenoas y mstintas. Debo esta adaración a Edgardo Rivera Mar­tíné1:.

8 Me ha sido muy útil para cont.extualizar el problema el eatudio de Walter Mignolo ... Cortas, crónicas y relaeionea del descubrimiento y lo _eonquista•, en: Luis hligo Modrigal (coord.), Historia de la frterntura hrspanoom.e· ricor10.. Tm. 1: f:fXI('4 colonial (Madrid: Cátedra, 1982) y el hbro de Beatrit Pastor, Dist:urRO$ narratiuo~> d~ ira oonquisto: mitirr.coci6n y tmergtutcie& (Hanover: Nol'to, 1988), 2a odición. 8n las J>áginas siguientes recurro a otros (ltltudios de Mignolo y tomo en considcrudón ulgunos de los comentarios (IU& uroablemeute roe hizo llegar en rcfcrcneio a la primera versión de este cnpítulo. Agradezco lo inapreciable ayudo que me brindó Juan Zevallot en todo lo concerniente a las crónica.s y a los generosos consejos de José Durand, de cuya temprana mue'rte no not eonsol&m~ y de Frankhn Peo:-.e. Ambos leyeron y anotaron la \"ersaón uticial de este c-apítulo. enriqul\ciéndolu nolabl.-ment.e. Mis propina hmittaciones me impidieron oprovochar a fondo los &ug!'rfnc:ia.s de los colegas menctonados en esta nota.

-

Page 18: Cornejo Polar Escribir en El Aire

22

tema que especlficumcnte inumto estudiar. Previamente necesito, sin embargo, aclarar por qué otorgo importancia decisiva a un he­cho que en principio no parece tener otra relación con la literatura que la de haber sido referente de muchas crónicas y de otros textos posteriores.

La idea central esló avalada por un concepto ampliado de litera­tura que asume el circuito completo de la producción literaria, incluyendo el horizonte dr la recepción, y trata de dar razón de la problemática de la oralidad9, para mencionar sólo dos puntos básicos; pero, sobre todo, tiene que ver con algo mucho más importante que continua marcando hasta hoy la te>ttura más profunda de nu~stras letra$ y de toda la vida social de América Latina: con el destino histórico de dos conciencias que desde su primer encuentro s~ repelen por la materia lingüfstica en que se

9 La propuesta de Walt.<r Mignolo y Roleru> Adorno relativa a la sustitución del término •literatura colo1\ial• por •duscurao oolonial" tiene \lQ.3: de sus razo .. ncs en la necesidad de tonetruir un objeto que inC'Iuya manifestsciones orales y otrus propiaa cte In oKriluN' no alfabético que siendo especialmen­te vahof:!.ae en c-Ke periodo qucdariun fu('ra. desde ílu perspeortiva, de.l campo 8(l()t.ado por el concepto de "hterot.ur~t"'. Para ambos •literatura• se refiere a una experiencia culturo.1 curOp(':o o oui"'(.)Cénlriel\ -y además tardía- que no pu<>de do•bgarse de In cBCn~ura; por consiguicn<e, aplicarla a otro espacio y en otro t.lcmpo. aobre todo cuaJldO .e traut de mantfi!staciones orales, serta tergiversar la especificidad de o•c objeto distinto. Sin entrar en este debat.e, que cxcedt! lnrgomentc loa límites de e.ste est-udio, opto por preservar el u~ de lt\ (':RWgorín "literatura"' en unA acepción ampliada-~ pero remito a lot; oKtudiuA dt ltofono Adorno, "'Nucvt~s perspediva!::i t!-ll lo-s ustudio~J lit..(·rorios coloninlo" hiepunoamerieano&". /revista de- Crítica Literaria Latinoouuuú·otur, XJV, 28, l.i mo, 1988; y do \Valter Mignolo, entre otros muchos ot ros u portes. o los aiguiont.<o: "Ln longtlll, In lctrn, el tel'titorio (O In cl"isil'l do lo~ ugtudios li t.orar1os coloniales)'". Díspositio, XV, 28-29, 1986; "LU hos~oria do lo OMCriLuru y '" cscritur~ de la historia•, Merlín l'orslcr [y l Julio Ort.cgo (cds.), Dt' In crcfllic<t" latii!Pua narrativa mexicat.a (Miíxlco: Oosis. 1986); "An~hunc y sus otros: In cuestión de la letra ~n el Nuevo Mm~do'', Revista de Critica Lilerorlll l~D-tinoomtricana, XIV, 28, Lima, 1988. "Litcroey nnd Coloni>alion: the New World Expericnco", R(mé Jara I.YI Nicholos Spndaehini (ods.), 1492·1992: Re· discoucritog Colo11ial \Vrili>~g (Minncapolis: Prisma lnstitutc, 1989); "'Teorías renacentJst..u.s de lo escritura y In colonización de las l0nguas nativas", seportttn del f Srmpo!tifJ d1 F'Uologia lbcroamericano. Sevilla., 1990. No mo h.n t~~ido posible incorpornr su último y notabte estudio. que esclarece y re-ctifica en porte n1¡un4S posicionas anteriores: '"l..a s~miosia colon.iol: 1\t d11JJéct1cl1 l·ntre rcpreeantocioncs fraeturado.s y hennenéuticas pluritópocas", en Beatriz Con•.J!Iez (yl Lócia Costignn (ecb. 7), Crltie<> y desc:olon~acl6n: rl •14ftlf) rrdonitd l!n la culturo /Lttinoamrricana CCaTacas; Aeademm Nacionnl de lohRtorio, 1992l Aunque la discusión tiene otro se.nt.ido, e~~o import.ont.e lu autil educo a estos planteamientos de Neil Larsen, .,Contru tu d~• .... stet-lt.Jteión del 'diacurSO~ colonial•, Reuist<l de CritiCO Lttuaril! LAtmoottO<ric<Mn. XIX, 37, l.ima/PiUsburgb, 1993. Igual­mente, en la misma futnte, ltt rencxión epistemológica de Ricardo J . Ka~ lüno..u, "'Sobru l.u contt.rucción dt.>l objeto en ta c.rítita literaria latidoamc .. ricana·~

Cap(tuf" Primero 23

formalizan, lo que presagia la extensión de un campo de enfrenta­mientos mucho más profundos y dramáticos, pero también la complejidad de densos y confusos procesos de imbricación transcul­tural. A la larga, en el "diálogo• de Cajamarca están in nuce los grande11 discursos que desde hace cinco siglos tanto expresan como coOlitituyen la abismada condición de esta parte del mundo y las inevitables disonancia.s y contradicciones de las varias !Jteraturas que aquí se producen.

En otros términos, los gestos y las palabras de Valverde y Ata­huallpa no serán parte de la literatura, pero comprometen a su ma­teria misma en el nivel decisorio que distingue la voz de la letra, con lo que constituyen el origen de una compleja institucionalidnd literaria, quebrada desde su mismo soporte material; y bien podría decirse, más especllicamente, que dan ingreso a varios discursos, de manera sobresaliente al contenido en la Biblia, que no por universal deja de tener una historia peculiar en el intert.exto de la literatura andina, como también al discurso hispánico impcnal (de muy extensa duración) y al que a partir de entonces comenzará a globalizarsc como "indio" (obvinndo coda vez más las diferencias étnicas andinas) con sus significados de derrota, resistencia y vindicta. Es como si contuvieran, acumulados, los gérmenes de una historia que no acaba.

Esta eela razón por la quo concentran la memoria histórico-sim­bólica de las dos partes del conOict.o y reaparecen reproducidas con harta frecuencia en los imaginarios de sus literaturas. A la vez, constituyen algo as! como el emblema de una muy pertinaz preocu­pación latinoamericana: la de la pertinencio (o no) del lenguaje con que se dice 11 si mismn, quo bien puede entenderse como u na va­riante de la obsesión primaria relativo al reconocimiento de una identidad en cuyas fibra~~ más íntimas siempre aparéeB, como fuer­za desestabilizantc, pero no necesariame nte nega tiva, la figura del otro.

Quedan pocos l.cslimonios de quienes estuvie ron presentes en Cnjamarca. 'l'odos son, como es obvio, del lado hispánico. Transcribo algunos:

Entr110d0 basta la mitad do lo plaza, reporó allí, y salió un fraile do­mmic:oJ quct eatabn con el ¡obernndor o hablarle de su parte, que el gobernador le eap{lraba en su aposento, qu~ le fuese a hablar. y díjole cómo er6 ancerdotc y que era enviudo por el Emporador pa<a que les cnsct\ase las c<>f!ae de la fo ai quisieun s~r cristiRnos~ y díjole que aquel libro ero de h18 cooat de Dios: y fl A~ohuolll'a pidió el libro y arrojóle en el suelo y dijo: .. Yo no pa1ut.ré d~ nqui hnsta qué dáis todo lo que habéis tomado en rni tierra: que yo bi~n sé quién SbÍJJ vosotros y en to que ancláUo•IO

10 Hemando Po>arro, "Carta de 1-.1 o lo Audoencio de Santo Domingo•, en:

Page 19: Cornejo Polar Escribir en El Aire

.... Viato eJ Marqu~s don l-1'rol'lci111ro PJ1.arro que, At.ahuatlpo VNlfo ya, envió ul Padre Fray Vicertto dO: VaJveorde, primer obispo del Cuuo. y n Her .. nando de .AJdarut, un buen »Uldado, y a. don MartiniUo, lengua. que fue .. oen n hablar a At.ahuallpn y • requerirle, de parta de Oioe y del Rey, se 1ujeta..:;e a 13 ley de NutMU'O S<-1'\or J~criato y ol Bei'Vltio de Su Ma­jestad, y que el Marqué• le t.endrlo en lugar de hennono, y no con­sentirían le lri<ie•en encuo nt d:u\o en su tierra. Llegado quo fue el Padre a las ondas en donde At.nhunllpa venia. le habló y dijo o lo que iba y predkó cosas de nurstru Santn Fe, dec-larándoselas lo lengun Llevaba un b.-ev-iario el Padrr on lna trwnos, donde lefa lo que le predicaba. Atahunllpn solo pidió, y N so lo dio cllrra<lo, y como lo tuvo en lu• manos no supo abrirlo, nrrojólo on ol suelo[...) Pasado lo d icho Atobunllpa les dijo que se fuesen para b~llncos lodrones, y que los hubfa do mJ:.tar a todoslt,

Y un fraile deJa orden de Santo Domingo con 1l1Hl cn•z en la mano. que~ riéndole decir las OO..Wl de O•oale fue a hablar y le dijo qu11loe crialianos eran sus amigos y que el setlor gobernador le q\K"Tia. mucho que entrase en su posada a verlo. EJ cacique respondió que el no pafarla. más ndc.lo.nt.e hasta que le vol"~•e.tt.en los t.t"istianos lado lo que le habían tomado en toda lo tierra y que después él baria t.ndo lo que lo virucse en voluntad. Dejando el fratlc aquello• pláti«>s con un libro que l;rufa en la• mo.nos, le empe-zó a d~tr l3t oottus de Dios que le conve.n{an. ~ro é\ no rus quiso t.omar y, pidiendo r.l m~ro, el padre se lo dio, pcn~nndo que Jo q uerla besar. Y é l lo lomó y lo echó encima do gente y el much•cbo 1¡ue eru la lengua, qué nHí est.nbu diciéndole aquellas cosaa, fue c.orricndu lue¡¡'o y tomó cl libro y d iólo ol pad•·e; y el padre se volvió luego dundo \*OCes, diciendo: "'salid, salid criRLinno.a, y venid a estos cncznjgoa perros que no quieren tas cosas d~ Di~ ¡que me b.{'t eche.do aquel cl\cique en el suelo el libro de nuestra son!<l ley!"l2.

El gobunador que esto vio diJo a FTay Vicente c¡ue SI quolio .r a hablar a Atnlluallpa con un fomute él dvo que sí y fue ron uno =• en la mano y con una bibHa en lo otra y entró por entre la gente hoata donde Atnhuallpa est.nba y le dijo por ol faraute:

·"Yo soy .sacerdote de Dios, y cnserlo o los tnstitlnoa las C08ll8 do D1os, y tl$i mismo vengo a cm;eñor o vosotros. L,o que yo ens~r\o u lo que Dios nos habló, que e"tá "" csle libro. Y por tauro de parll.\ ele Oio~ y de los crh~tianos te ruego que fiQ08 l l• nm1go, porque al:li Jo qul~ro J)Jos, y venir­te ha bicJt de ello, y"" n hnblnr ni ¡¡oix)rnodor que te está osparondo". At.nhuallpa dijo q11e le die~e el libro paro ~erlo y él oe lo dio cerrado, y no ocerlando At.ahuallpa o abnrle, cl religioso w<U!ndió ol broto pura Jo

Raul Porras Barren<!Choa, LN cronuto• dff Pmí (1523-1650), (Lima: San Marlt, ,¡/0 p. 76. Fue e~nta en 1633. En éste y en los «>SOS poeleriores be modenuzado parciabncnte lo ortografía

11 Pedro Pi1.arro. RtlacrOn del c/e~cubrimtcnto y conquista dd Ptru. Edición crltit.o y considerae-ionc.s pr~Jímmorea de Cu.illenno Lobm.ann Villena. No­toa d~ Picrre Duviols (l.ima: Universidad Católica, L978) pp. 37-SS. El trullo ~nginol data do 157 J.

12 Ol'istóbal de Mena, LA co,.quisla Ú<•l l'crt!, llamado lo Nueva Co$tilla en Raúl Po'"'"" Bn.rrencchcn, OJ) cit, p 82. IAl primera edición es de 1534. lloy hay duda sobro la out.orl• ele "~"' crónica. cr. FrankJin l'ease, "Ln conquista española y In J)Pr«'pe:ilin andino. del otro•, en H;t~t6ric.'tl, Xlll, 2. Lnl!O, 1989, p.l74 (nota),

25 abrir y At.ahualtpo con grnn de.<;dén le dio un golpe on e l bra~o no quc­rie.nci'o que Jo abri~M". y porfhmdo él mismo por abrirle, lo abnó. y no m~­ra"i.Uá.ndose de la.e lttnu w del papel C(lomo otrQs indioa, Jo a.n-oj6 ci.Jlco o seis pasos de sí Y n l>ts palabras _que_ el religioso hablo dJcbo por el (arttote respondió C'()n IDUCh3 soberbiA d.iaendO:

. "'liense lo que hobéis dtcbo por ese camino, como habéio i;rut.ado a los cttciqu.,, y tomado lo ropa del"" bobí05"13.

... 81 Padre Vicente Volvorde, de la Orden de lo& Pr~dicodorcs, que después fue Obispo de oquelln tierra, con In Blbllo en lo mano y con él Mt~rtin. lengua, y o al junr.os, llegaron por entro lo gcn;o o pode.r b~blar con Ata.1lu.nllpa~ ul cuul le 4lornenzó a decir cosa a do In S11¡rndo Escn~ura y que- Nue-st.ro Señor ,JesuCJ·hH.o rneodaba que cnt.ret Jos suyos no hu:bzese guerra ni disc:ordin aillO l.odn paz; y que el en su nQmbre nfl se lo pedía y requería [ ... J a lno ~ualu palobra.s y otras muchas que el fray le le. dijo, él estuvo callando Etin volver respuesta; y tomándo1e a dectr que muase Jo que Dios mandaba, lo CWII estaba eo aquel libro que llevaba en la maJ_>O. escrito. admirándos-E', a au parecer más de l:a eseT1tura que de lo escnto en ella, le pidió el bbro y lt obnó y hojeó, mirando ol molde y la orden de é~ y d~spués de visto, le nrro~ por entre la gente, con mucha rra y el rostro rnuy encantixodo, diciendo· •dccidle a esoe quo vt'Ogun acá, que ntl pasaré do aquf h!lllto quo me den cuento y sMisragau y paguen lo <¡uo hEt.n hecho en Jo tiarra'"L4.

Se ha señalado que LrnL(Indose de los acor\locimiontos de la Conquista, los primeros testigos de vista no son los ~JJás confia)>les, de manera es¡x,cial cuando se refieren a comportamtentos y obJetos culturales del Tawantinsuyu a los q\Je apenas podían 11coeder a tra­vés de intérpretes siempre insei!UJ'<)s y a -.eces tergiversadores. En este caso además, se trata precisament~ de un "diálogo" bilingüe, íntermedÍado en efecto por uno de esos intérpretes, y en cuya trans· cripción, para hacer aún más confusas las cosas, lo rea_lida~ podrfa aparecer mezclada con estereotipos dialogales ~e la hrstonografia cl:isica o de las novelas de caballerfal5, aunque tn tnyo qu_e estas m­terfereocias , y los de l romancero. se acentúan más bren con el correr de los años.

En cualquie r caso, hay un núcleo persistente de~nible en.es~ términos: a través de un inlkrprete, Valverde requtere la suJecton delinca a las creencias cristianas y al orden de la Españu imperial, le entrega un libro sagrado (presumiblemente la Biblia o un brevia-

13 l'ranasco de Xerez, Verrlndtra rda<Wn <k lá -qUisto dtla Nr<e<'O O.StiJ/a ~n Raól Porras Bnl'n!ncchoa, op. cit., p. 96. La primera edictón es de 1534.

14 .M1guel Estete, El dtscuhr,mtento y lu conquisto. ckl Perú en Raúl Porras Barrenccbea, op. cit.., p. 108-C . El mnnusc"!to fuo. dod~ 11 conocer tardía· mente en 1918. Su ~Jut.orCn hun.lm1n es matena de duJtUSidn y t~e. tratarla de una crónica más tardío do lo que se suponla hasta hncc l>OCO. Cl. el articulo de !:'ca"" cit.11.do en lo noto 12.

15 Fran..klin .Peaso "Las crdnicna y Jos Andes10f e.n Rcuí$fa dt Cr-tli.ca Literaria

Latinoameríca~o. XIV 28, Lima, 1988, pp. 124-25. Pcaoe discute más ex­lensRmente el c.o.rtictN·r' hitt.órico de. las crónicas en D4!l Tawo.ntt..n.suyo a la hutDrin tkl Prrú !Limo Uruversidad Católica, 1989), 2• od

Page 20: Cornejo Polar Escribir en El Aire

26

rio) que Atahuallpa tennina por lanMr al suelo. Con matices de más o de menos, ese acto es suficiente paro que se desencadene la violencia del aparato militar de los conquisludoreslG. Aunque es claro que ningún relato histórico es un puro reflejo de lo realmente sucedido!?, todo indica que las versiones anotadas parecen "repro­ducir" hechos que en efecto sucedieron y tal vez algunas de las pa­labras que entonces fueron dichas. Pero aún si sc dudara con exce­sivo escepticismo o por otras razones de todo lo narrado (Garcilaso lo impugna en bloque y Murúa alude a que cada quien relat~ el episodio de acuerdo a sus intereses), el asunto que cuentan Jos tes­tigos de Caja marca posee la suficiente consistencia simbólica como para ser recontado infinitas veces (durante todo la colonia y basta hoy) en crónicas y otros relatos producidos por quienes tenían a su disposición una copiosa tradición escrita y oral sobre el tema. Obviamente los textos citados están en el origen de aquélla, pero la tradición oral - poco c.,ludiada- debe fundarse en un abanico mucho más variado de fuentes.

Es imposible ofrecer ahora una recopilación exhaustiva de todas las vers10nes posteriores lB. pero es claro que son en su mayor parte ampliaciones y/o estilizaciones de la materia de los primeros rela­tos, aunque no ae puedo omitir el hecho de que sus fuentes no siempre residen sólo en lo tradición escrita sino también en otra -la oral- que a trechos parece discurrir de manera paralela, según acabo de insinuar. Oc ampliación se trala en casos como los de Záratc o Gómara que "transcriben" (obviamnntt! lo imaginan) el lar­go parlamento del padre Valverde: un más o menos prolijo recuento de los dogma~ do la fo catóhc¡\ y de las ordenanzas del Rey eo una versión que derivo de moncra harto directa del texto del "requerí-

16 En los fr•gmonl.os ciwdos sólo so insinúo esta consecuencia. pero lodos los relatos mcncionudoa establecen máa o meoos explícitamente unB relación do ~nusa-~ft'<lto entre el ¡¡~sto del Inca de rechatar el libro sagr-ado y la accrón bélica do loo Oóp•r>ole.~.

17 Como ho enfatitodo Haydon Whit.c, los hechos no bablart por sf mismos, porque f'B el hitot.Oriadnr quit~n htlbln J)ur ellos en un discurso en (') que me~.cl~ lo amah~nnno y lo real y en d cual crea una representación total que en U! tuno uwtuoem Uf'nc un ear4c&.cr dt! u.lguna manera poébco. Troplc$ of 0acourrt! E4tn.v.t m Cullurol Crittcnm tBullimor(>_ Jobn.s l:fopki.ns Univer­~esa, 1978). Fundarm·nt.almC\ntto ctri.('ra, la tesis de WbiLe puede

. botar t-n un ad~ahtmo oxlAmo (y en un relativif>mo tot.aU si no se preena CQn. •ufitif-ll\4 firnH!lB quo el diJK\li"»> lú~L6nco no es gratuito porque t>at4 ref~ntlo al hori.conte- du conciencie o int.cr"sea: de quien lo emtt.:

18 21@ &e ~ndr:nw. Vbli0$u • ·stil en elltt.ro ya eit.odo de ~ül PuJ'J'U. Hay una

~ n a e aaóu am,•1uutu (LamR Banco do Cn>dat.o. 1986),

CapltultJ P1imcro 27

miento" r!ldocLado por Palacios Hubios en 151219. Conviene, aunque sea extcnan, citar la Vl'rsión de Zárate:

V lucco llegó el ohrspo don fruy Vicente de Valverdo con un Breviario en la mano, y lo drjO, córno un J)io' en Trinidad habla criado el deJo y la tierrs y t.odo euonto hahfo en ello, y h<!<'ho o Adán, que fue el primer homb,..., de la lierrn, oacando o su mujer Eva de su costilla, de donde lodos fuimoa engendrado., y tómo por dcsobedrcncia de estos nuestros primeros padres, colmos todo. en pecado, y no alcanzábamos gn<cia para ver a Dios ni ir al ciclo. huta que Cnsto. nuestro redentor, vino .a nacer de una ,,¡rge_n por anlvamos, y para este efecto recibió mue:rt.e, pasión¡ y después de muerto, re~uciló glorificado. y estuvo en el mundo un poco de tiempo, hasta que te subió al erclo, dejando en el mundo ea su lagar a San Pedro y ::s eu• tuoesorcs, que resldlan l?n Roma, a los cuales los cristianos llamabsn p3pu, y &tos hablan repartido las ti<!<T11S de todo el mundo entre lo. prinopes y reyes cristiano&, dando a cada uno cargo de la conquisla, y que aquella provinao suya babia repartido a su majeslrul el emperador y rey don Carlos, nueatro señor, y •u majestad habla envindo err ~u lugar al ¡ooomador don Francisco Pizarro de parte de Dios y suya lodo aquello qu• le habra d1cho: que ei él quena creedo y rodbor aguo de bautiamo y obe<lecerle, como lo hacía la mayor parte de la r"istiandnd, ~lle defenderla y ampararía. tcn.endo en poz y justicia la tierra, y guardándoles &UJ libcrtadc•. como lo &Olla hacer a otros reyes y señores que sin riesgo de guerra se les sujetaban; y qu-e. -si lo contmrio hacía, clgobcrrurdor le dnría cruda ¡ruerra a ruego y sangro, con la lanzn en la mono20

La respuesta ele Atahunllpn es consignada así por Gómara; ft;.spondló Atnhuollpn muy enojado quu no quoria tributar $iendo libre ni oir que hubiese otro mnyor señor que él, cmp~. que holgada de. ser nmigo del emperador y conocerle, porque debía ser gran príncipe, púes enviubu lttntos ejérc.ilos corno dt'd'nn po-t e l mundo; que no obedecería aJ pop~, J)OI'\LUO dúhO to oje1\0 y por no dejar n quien nunca vio el reino que lue do so pudl'O. Y en C\ll\nt.o o h.' religión, dijo que muy bueott erf;l. la •uyn, y quu bien se hnlluba c;un cl l~ y r¡u~ r\u querru ni aronos dcbfll ponor on dif<putn éO&t\ tou ant.iguo y aprobada; y que Cristo murió y el Sol y In Luno nunca ruorlon2l.

19 El roquerimicnlo (base de lo cédula de Carlos V de 17 de noviembre de 1626) es traLndo con especial intAlré4 por •rr.vetan 'l'odorov, La conquista de Am~rica. La cuc•li6n dci olro {MO•ico: Siglo XXI. 1987), p. 158 y ss. Más minucioso es Silvio Zavnla en e-u "Introducción"' a Juan L6pez de Palacios Rubio•. IJ• 14• nla• d•l mar odano ly] Motlas doPa<, Del llommio de los Rtyto dt• E•palla •obrt• lo• wdras (México Fondo do Culturo Económica, 1954), p. CX.XIV y ••

20 Agusun de ZO.rulA•, Jfr-8tNUl del dl'tcllbnmrento y oonqui.sta. del Penl. Edtción reVJsndR con ant»tnr.one• y ooncord.ancia.J por J.M. KermMik. {Lima. D. Mi­randa, &'0. pp 58·59 l.o pnmern C<boión data do 1555 .

21 Pnrnci•ro Lóp"' de Gclrnora, II~J~torm grnuol dt! U.. /ndi<U y Vida ck Herndn Cortl• (Cameaa: 8ibhot«a Ayacuc:ho. 1979) pp. 171~ Tm. l. Fue puhlic.udJl por priroera W~-t. rn 15.-;2, La vtoralón mú eX't.enóa de los dos par­lamento8 d~l dtáiOogo ec cmeu~nlt'a •n Cnn:ihuo. Historia g~nuol d.el Pero_ & ;:undo Par/~ el~ lo. Cmru•lltm·i~ rrol~A. El'iLUdll) prehminar .)' nocas

Page 21: Cornejo Polar Escribir en El Aire

28

El proceso de ~•tilización, no siempre inge~uo, se hace obvio si se compara el tex\0 anterior con el de Benzoru, que parece denvar de él:

Como lo hubo escuchado todo, el Rey respondió que serlo a~igo del M~ narca del Mundo, P<'I"O que no le parcelo que com~ Rey libro olla o dar tri· buto a qltion no habla nunca visto; y que el Pontl{u:e debla dt 8tr algún gran Joco puesto que daba con tanta libcru.lidad lo que eru (le otro•; Y en cuanto a la llcl igióll que de ninguna manera deJaría 1~ suya pues ol ellos creían en CrifltO quo murió en la Cru~, él creía en el Sol que nunca m u· rió22.

No hay duda que laB secuencias textuales, como la anterior que fue anotada por Porras23. dependen en mucho de los códigos litera­rio-historiográficos que cada quien emplea, pero también de las transformaciones de la memoria oral hispana (tema poco o nada es· ludiado) y de !11 receptividad del narrador para la n:temoria on•l na­tiva (astmto examinado sólo en al¡,'Unos casos); y s•cmpre, como es obvio están en relación con los intereses ideológicos y sociales im· plícil1,s en el sujeto del relato. Por ejemplo! la aprobación o de~apro­bación del comportamiento de los conqwstadores, en especial de V:~lverde, suele desplazarse de la expresión más o menos directa de ese juicio a la narración "objetjva• de los hechos, o viceversa.

Tal se advierte sea el caso, en lo crónica de Cieza de León, que condena la accoón 'del padre Valverdll ("p¡:,ra que lo en.t.tmdiera .lóel 1 neo] hobfuoclo do decir de otro mnnora ), y nñade JD~ormac10n acerca del miedo con que actuó el Mcerdote. de donde dcro vo un en· juieiamiento gcncrnl sobre el comportamiento del clero ("los frailes por acá nunca prcdocan sino d!'nde no hay peligro") que P!'ne en duda la veracidad del largo du;curso que habrla pronunCiado el capellán de Pizarro24. De manera similar, Cabello de Balboa, q~e también tiene unn actitud critica (se queja de que Valverde menCio­ne los Evangelios "como si Atahuallpa supie ra que cosa eran Evan­gelios o tuviera obligación de saberlo"), a_l ~arecer prefiere la versión según ln cual el [nca dejó caer el breVlano por casuahdad25. Finalmente es bu~no recordar que Murún opta por no detenerse en

~ - -de José Durond (Lomo: Unh,ersidad de San Marros, 1962). cr· Libro l. CapsXXI-XXIV

22 Jerónimo lknzom. La hü:tona del Mundo Nutuo. Traducido pur .Primera vez ni castellano por Carlos Radicati di Primeglio (Lima: Univtroodod de S"!' Marcos, 1967), p. 8 . La primera ed. un itoliuno s• publicó en 1565. EnraSls m.ío.

23 Cf. RaúJ PorrHH, J~ns cronistas. .. , op. clt.., p. 216. 24 Pedro Cieza de U>ón, Crónica del Perú. Torctro Pa~te. ~:dición, prólogo Y

notas de f'ran~ Cantú (Lím~>: Unive111idad Catóbca. 1987), p. 132. La r parte se e<lotó en 1653; la m rue d .. c:ubierta recientemente y debió ser escrita enlt<' 1548 y 1553.

25 Mhrucl Cabello de Balboa Miscdán«> anldrllt'<L Una hutono dd Ptrú onli· 11) , • r.

guo (Lima · Un"·o,.,idad Jo San Marcot, 1951), p. 470. El manuocnto oue termio.ado en l586.

29

algunos episodios de Cajamarcn ("y así no los diré") porque hay varias e intencionadas versiones al respecto, lo que no obsta pa.ra que señale expllcitamente la radical insensatez del comportamiento del dominico:

Y mezclando con estas razonca oLrus para la primera visita de un Rey irn~rtincntcs y fuera de propóRitc, pues no luego hubfn de creer lo que se pl'oponíu un entendimiento bt\rb&ro e ineult.o y que nunca había tenido nnticin de cosas sobrem1turoles. ni que exceden Jo cupacidad hu· mana no es tando ilustrada con loe rayos de la re divina, pues creer ligeramenl~.., señal de ti>;andlld de corazón26.

Remarco algunos puntos de eate proceso de ampbacoones y/o es· tilizaciones en lo que roca a la representación cronlstica de las reac­ciones de Atnhunllpa frente al libro. Como se ha visto untes, en las versiones de los testigos presenciales el hecho es relatado con extre· ma economía. En la más corta (de Pedro Pizarro) todo se reduce a contar sin explicaciones que el Inca pide el libro a Val verde y de in· mediato lo arroja; y en la más elaborada (la de Xerez) solamente se añade que el Inca no puede nbrir el libro (dato que también con· signa Pedro Pizarro), que finalmente logra hacerlo, que ante sus páginas •no se maravilla", y que termina por echarlo al suelo. En otra versión también elaborada (la de Estete) cambia el tl'stimonio y el lnea queda "admirado• del libro, aunque obviamente de la "escritura• (entendida como el "molde y el orden" del libro) y no ele "lo escrito en ella". Por supueslo, la más el~mtmt.al sindéresis obbgaba a aleJar de LOdos los primeros relatos cualquier rclerencia, por elusiva que fuera, al horizonte de la lectura, aunque tal vez se hubiera podido !lctualizar en esas circunstancias la imagen del "libro hnblante"27. Por encima de lodo esto lo que queda es el testimonio escueto y dramático (dramático también por sus terribles consecuencias posteriores) de lo que he llamado el •grado cero" de la relación entre una cultura oral y otro escrita28, rcp resentndo inclusive por In dificultad de Atnhuallpa para entender no ~ólo la letra s.ino el funcionnmienLo mecánico del libro (nbrírlo, pasar sus hojas) que funcionan como los símbolos mayores

26 Martín de Murúa, Hill<>rio gen<rol dtl Ptrú y desandtJoc•cr de /0$ lnan. Introducción y notas de ~tanuel Ballesteros (Madrid. 1 natilul.o Gon:calo Fernándet de Ovicdo, 1962), pp. 175·176, Tm. 1 El manuscrit.> ruo concluido en 1590.

27 Sabine G. M oc Connack olude muy augc•tivAmente ol "hbro hobl&nte" wmo una "fantusfn literaria:" de la époea, con rafees en t'l mundo clásico, que hubiera podido funcionar en e$te CU$0. cr. "Atahuolpa y el libro", Revisl.4 de Indias, XLVIII, 184, Madrid, setiembre-diciembre 1988, p. 706.

28 Sara CnstrQooKlarén en Escrituro, transgre.sión y llu}tlo tm la literatura latinocmuironcr CMhieo: Prellll4, 1989) propone otro P<!l'$péCliva a parlir de la import.oncia de la •escritura• prehispánica en mesoomérica y de la riguf08U A"istematización de los dux·uraoe orales pflf y en el inc::ansto, Jo que la conduce o ttfirmar que ._e) encuentro det 1492 no encaró a dos mundo& marcados por ansolvables disparidodca respecto .a la produccldn de textos y la eonciencio que de ello setenfa", p. 16.~.

Page 22: Cornejo Polar Escribir en El Aire

30

do la incomunicación absoluta con que comienza la historia de un "diálogo• tan duradero, que llega hasta hoy, como traumático.

Las crónicas posteriores elaboran sobre este punto imágenes algo más complejas. Casi siempre olvidan el hecho elemental (la di­ficultad del Inca para abrir el libro, t.al vez porque para entonces ese hecho ya hubiera parecido excesivo) y en cambio insisten en su intención de "escuchar" lo que "dice" el t.e:o:to sagrado. Es claro que en eatas versiones, aunque obviamente persisto el abismo entre oralidad y escritura, se pone énfasis en la función significante del libro: antes era cuestión de "maravillarse" ante un objeto, ahora se trata en cambio, de "entender" o no lo que expresa. Si en muchas versi~nes el Inca arroja el libro porque no "oye" ninguna "voz" que confrrmo lo quo Valvcrde le ha dicho, en todas sa hace hincapié -con inevitable pero sesgada referencia a la lectu•·a- en 6u .mirada, ~si como si fuorn ol germen de un acto que deberla cooduc1r al descifra­miento do la letra. En todo caso, hay un buen trecho entre el fnca que no sabe abrir el libro y el que lo mlra y hojen con curiosidad. Poco explicito en esto, Cieza sólo anota que Atahuallpa tomó el bre­viario y

... lo miró y remiró, hojeándole una vea y otr" Pareciéndole mal tantas ltO¡I\$, lo arrojó en alto sin saber lo que ua29

López de Gómara, por su parte, seilala q11e el Inca preguntó: ... ¿c:ómo sabía el rraile que su Dios de los criatíanos ~iarn el nl'!nd.o? fray Vicente respondió que Jo deefa oquel bbro, y doóle •u breVJano. ;\tahuallpa lo abrió, miró, ltojeó, y diciéndole quo n ~1 no lo decía nada de aquello, lo arrojo al suelo30.

Y Zárate confirma la versión, aunque incluye nbicrt..~mente la idea de escritura.:

•.• pregunló al Obispo de cómo sabóa ~1 •~·· vo,.dad todo lo que había dicho, o por dónde se Jo d3.rlo a ru>l<:mde•·· E:l Obispo dijo que en a~uel libro ostobo escrito que era escritura de Dioo Y Awhuallpa le pO<Iió el brovin.rio o Biblia que tenía $n lu mano¡ y como se lo dio, lo abrió. vol· viendo los hojM una cabo y otra, y dijo que oquellibro no le decía nada a él ni le habiabl> palal>ra, y lo arrojó en el campo:! l .

La versión más elaborada es, sin duda, In de Murúa en la que establecr que puesto que el Inca considcnba dioses a los españoles (dioses ciertamente concebidos desde y con la conciencia religiosa andina) se desengañó frente al silencio del libro y se enfureció ante la extrai\eza de lo que le decfa Valverde, ciertamente ajeno, ininte­ligible o "herético• para esa conciencia. Por lo demás, el propio cape­llán ho.bria producido el engaño al afirmar que At.ahuallpa "oiría" lo que el libro tenía que decirle. Se trata, pues, de un texto runbigilo.

29 Crórtwo ... cp. cit., p. 132. 30 li lstorla g"ff<r(Jl ... o p. cit., p. 171. 31 Hútoriq ... op. ci~., p. 59. Subrayados mios.

CoplLulo Pnrntra 31

Sólo que h1•biéndole dicho el padt<! Fr. Vicente u Atahuallp:> que lo queJe e,..,o\nba lo decla a;:¡uel libro, y ellQ mírase y o¡eose para olrselo, y no Le oyese palabra, moho no y enfadado de ello, y ver cuán diferentes ra>ooes 1• proponían de lo que él babia esperndo y ooncc>bido en su enundimíenw de loe menl!l\ieros que él pensab:l ser del Haeedor y Vlrnc:o<ha, am>jó el libro en el •uelo, sentido de no hBllar lo que esperaba y que se le pidiese tuogo tnbuto y reconocimiento a quien no conocía, arrojó el libro en el ouelo con desdén32.

Civrtament.e, aunque lo que aparece en primera linea es la rela­ción aporfstica de "escuchar allibro"83, !u insistencia en dejar cons­tancia que el Inca mira y hojea ("ojea") el texto incluye de manera tangencial el concepto de lectura, que no está presente en las primeras crónicas, $alvo en la de Estote, ¡>ero el resultado es, por cierto, el misn1o: el libro no dice nada 11 quien sinl.ctiza en ese momonto la el<periencia cultura l nativo, con lo que Al y su pueblo quedan sujetos a un nuevo poder, que so plasma en la letra, y marginados de una historia que también se construye con los atributos de la. lengua escrita. De una u otra manera, los cronistas hispanos consideran que el Inca "fracasó" ante el alfabeto y es obvio que su "ignorancia" ~e ese código específico- situaba a él y los suyos vn 1'1 mundo de la barbarie34: en olrns palabras, como objetos pasibles de legítima conquista. Por supuesto, el poder d~ la letra y el derecho de conquista tienen un contenido polltico pero también un sentido religioso. En efecto, si como señala Mae Cormack, para Atahuallpa •el libro luvo que ser un objeto, no un t.exto"35, no hay duda de que ese objeto era sagrado, puesto que de dioses se le est.nba hablando; por consiguiente, su "fracaso" tuvo una dimensión sagrada, religiosa o divina definida por su incapacidad de "entender" la palabr a de Dios que generosamente se le estaba ofreciendo. Al ignorar la letTa, AtahunUpo está ignorando a la vez al rey y a Dios: doble ignorancia quo, en lo ópocA, se confunde en un solo peco do imperdonable.

32 Hwona gtnual ... op. cit., p. 176, Tm L Cabrfa leer la frnse porúendo bfa8il en In vacilación de "ojear" (que es y no es "hojear") y su relación con •orr•. Pare-ce haber una asociación de fo.cu.lladca 8implc.s (miror-ojear~r) que deja en SúJiptn.so, paro a la ve~ evoca tAc:itamentc. el acto cultural de •hojear-_ Algo similar su~de en otras \'eraiones.

33 Cf loo estudios cit.ados en las notas 2 y 3. $on upeciolmen"' int<lrnl\DilU!S loa &~roeiucíone$ de Gruzinslrl sobre el recitado de IM plcU>grañas meso­a.mencanu. Aunque el tema casi no ba &tdo tratado en el áre:t: andina es proboblo que u.n sistema sim.ilar funcionara en relación a los signos, menos dcRarrollado8 sm duda, de las culLuras do esta zona. LoJ; relacione$ entre (.\"Crttura y oraJjdad en Jos sennonsrios mt'dJevote•, estudtadas por Zum .. Chor, pucdPn tener especial n:!liéVé pAralu literatura colonial, especialmen· te lu t.tWnprunn

34 t•:s do sobra conqcidu la re];.¡ción c.nt.Te ilotrado y bt\r'bu.ro í'u al mundo coto~ nlnl y e u ldcoi4JS.'Í!:l sú.!itenLltda W'\ el p~u.soutionto ca.tOitist.tco

35 l)p. cll., p. 705.

Page 23: Cornejo Polar Escribir en El Aire

32

Sin embargo, como se verá más adelante, muchos de los conquis­tadores que estuvi<'ron en Cajamarca eran analfabeto$, y los otros todavfa reproduclan el hábito medieval de leer en voz alta; por con­siguiente, aunque parezca paradójico, Atahuallpa y su séquito no eran una excepción o 11na rareza con respecto n los primeros y -pese a ello- su comporto miento frente a la escritura es materia de escar­nio y de castigo. Más úún: en l a Europa coetánea a la Conquista, e incluso en decenios posteriores, la letra no se babfa impuesto sobre la voz y en más do un sentido era ésta la que encarnaba el Poder, inclusive dentro del universo de la religión, y sin embargo, como se ha señalado y se reiterará luego, rn los Andes, concretamente en el emblemático "diálogo• del Inca y Valverde, la escritura asume la representación plena de la Autoridad. Esto indica que en el uni­verso andino la asociación general entre escritura y poder tiene que historiarse dentro de una circun.stancin muy concreta: lo do In con­quista y colonización de un lJUeblo por otro, radicalmente diverso, lo que hace que los conflictos entre voz y letra tengan aqul un signi­ficado de ruptura y beligerancia mucho mós definido -y mucho más fuerte- que los que aparecen dentro del desarrollo orgánico de una sola sociedad o de sociedades relativamente similares. En otras palabras: la escritura en los Andes no es sólo un asunto cultural; es, además, y tal vez sobre todo, un hecho de conquista y dominio. Este debe ser el contexto que enmarque todas las reflexiones sobre el Loma.

De cierta manera, hecha la advertencia anterior, cabria imagi­nar una incitante manera de leer este episodio en sentido (casi) in­verso al desarrollado hasta aquí; más concretamente, no como la hisloria del fracaso incaico frente al libro sino, máa bien, como la historia del fracaso del propio libro36. [rónicamente esta interpreta­ción no es del Lodo distinta a la de los españoles: en esta circunstan­cia, ellos ta mpoco pod1an esperar realmente que el libro funcionara como texto, sino como recurso mágico-religioso, J'rent~ al cual el 1 nca debfa quedar nmdido: "maravillado'' por las "letras'' o da lo mismo- por el "papel", para citar de nuevo a Francisco de Xerez. En efecto, como acaba de verse, el libro aparece en Cajamarea no como instrumento de comunicación sino como obJeto sagrado y -por eso mismo- digno de nc<tlamiento y capaz de producir revelaciones y milagros fulgurantes. Recuérdese que Mena señala que Valverde pensó que Atahunllpa le pedía el libro para besarlo, con lo que sin duda extrapola la costwnbre cristiana de besar el libro s:tgrado en el contexto indlgena, pero esta misma oxtrapolación delata la creen·

36 Debo esta idea al prof~""' Ra..U Bueno que leyó y comentó el borrador de este capítulo. Luego de la publicación de au primera versión apafte'ió el muy intersante articulo de Patricia Se<:d, -Failmg 1.0 1\farvel' Atahu .. lpa'& Encounter with lhc Word-, LctiJt. Amuican Rrltorch R~vUw. 20. l. New México. 1991. Algunna ideas de Mac Conuock. en .su est.udio yn citado, opw1tan en Jo mieml'l direcc:lón.

Capltuln Pnmr.N.t 33

cía de que efectiva mento ese libro podía suscitar milagTos: en este caso, la in.stantánea conversión de AtahuaUpa. Mac Connack anota:

Pttra los ilet,...dos. lales libros ernn objeto de reve.encia mós que de rar.onamiento, no digamos de debate Realmente el hbro de Valverde biblia o hreviono está escrito en latín y no podían leerlo Piznrro ni su~ hombres. ¿Cómo podfa enl.onces esperarse que lo leyera el lncn?37

La misma autora advierte que en lu época la •gente iletrada era propensa a ver la página escrita con temor supersticioso como dota­da con habla, incluso poblada de csplritus•as, lo que hace veros!mil que los conquistadores pudieran imaginar que en efecto el libro le "hablaría~ al Inca pnra. convertirlo39. Por sup..:.St<>, esl<' ~rgumento no ~s ~áhdo par~ cxphcar el comportamiento de Atahuallpa ni de los mdios en CnJnmarca, que solamente más tarde sacralizarán la escritura, como se vet·á luego, pero sr contribuye a reforzar esta otra e lnver~a interpret~ción de los hechos. El libro como portador del poder divmo (y obvtamente como texto) fracasó con cstTépito en la plaza de Cajam~rca: ni di~o ni hizo lo que los españoles al p<~recer suponían que dtJ~ra e hictese en esa ocasión. No hay que olvidar, compleme.ntartamente, que 1~ relatos ibéricos describen una y olra vez los. mtla~s que favorectero!' a los conquistadores, como pro­banza rrr~batibl~ de~ carácter rehg¡oso ·al igual que la r~conquista de la penmsula tbér1ca- de sus guerr3s40, Es de SQbrn conocida la transformación ele Santiago matamoros en Santiago mala indios.

Sea de est.o lo que fuere, es excepcionalmente significutivo que dos de los tres grandes cronistas mdios casi no se detengan en el episodio de Caja marca y no mencionen o apenas aludan al "djálogo• entre el Inca y Valverde. Santa Cruz Pachacuti le dedica unos pocos renglones, sin aludir p3ra nada allibro41, y Titu Cussi ofrece, con brevedad, otra ver~ión:

... oquellos dos españoles al dicho n>y tio IAtahuallpa! unn corta o libro o no se qué <tiziondo que aquella horn la quilca de Dios y del roy o mi tío como se ainlio ufrenlado del derramor la chicha (gesto de loa españoles

37 Op. cit , p. 705. 38 Op. cit., p. 706. 39 Seed anotn: .. Jere"Z'fl extreme irrif.lllion at Atahualpa's 'f&ílure lo rnarveJ'

suggcsts 90 intenso rrustration orculturolexpectationa• (op. cit. p. 17), lo que no scrfa mda tlue la expresión <:OrlCI"tlto de tul comportamiento genera· líz.ado de los colomzndoJ·cs europeos fr<!ntc a lns culturas 1\grnfoa (op. cit., p. 32).

40 Ba$ta re<:ordsr qu~ Garcilaso se complace en el relato de esl<>s mi logros. A ello están dedicodoo, Jl<lr ejemplo, loa Cops. XXIV y XXV del Libro JI de la f/ÍSINÚJ gtJUra/ . , op. cit-, pp. 264 y'"'

41 Relación por don Joon de Santtt Cruz t>achacutr, en 'lh>s nlaciontl de Anti­gue!d<>des Perrl4mu, Edición y prologo de MartOs Jiménez do Jo Espada (Buenos Aireto/A5unción: Guaronio, 1950), pp. 278-79 El texto debió &eres­crito hacia 1613

Page 24: Cornejo Polar Escribir en El Aire

34

que ell.e<lO relaUI anu.s] tomó la carta o lo que hera y arro¡ola por ay cli~iendo: •qwll<! yo que me dais ay. anda beu-42.

Ciertamente estas omisiones se expHcan por qué Santa Cruz Pschacuti expresa una conciencia h istórica colla, no cusqueña, y Titu Cussi considera que Atahuallpo era un usurpador del trono que correspondía a su ancestro paterno, lo que de una formo u otra hace que para ambos los sucesos de Cajnmarca no tuvi~ran una significación decisiva. En las dos crónicru~ se tejen además complica­das estrategias de diálogo <ac:eptación y resisten?a) con el ~er ~­pañol43, situación que tamb1én desvía su atenc1ón de ese ~p1Sod1o, pero en cualquier caso ese silencio (que tend;fa que ser meJOr estu­diado) significa que no dispongamos de vers1ones amparadas en la tradición indígena44, sa lvo la de Gua rn án Poma de (\yala. ~or lo demás, la Nuevo crórlica trata el asunto poro su vers1ón escr1ta no ofrece ninguna novedad, en el nivel argumental, con respecto a la mayoría de crónicas n•spánicas. Dice:

... fray Uu:enl.c licuando en la mano den:cha una eros y en 1~ esquierd3 el bribano. Y le dize al dicho Ata¡¡ualpa Ynp<¡ue tanh•én •• enblljador y meD.SSge de otro señor, muy grande, amigo de Dios, y que fu("J;O su amlgo y que adora.., lu crus y creye:re el euangclio de Dios. y q.uo no odorase en nada, que todo lo demás era <OS$ do bur·lll. RcspondeAtagunlpo YnJ?•· y di~ que no tiMtC: <lUe odorar a nadie el no al sol, que nw1ca muc.J'o m sus guac:as y dioses, tanblén ticn~n en su ley. aquello guardaua. Y p1·cguntó el dicho Yngn n fray Uiccntc quién se lo auía dicho. Respondo fray Ui­ccnte que le aula dicho euaugelio, el libro. Y dixo Atagualpo: 'dámelo a mí el libro p:~ro que me lo diga". Y ancí se lo. cliD y lo tomó en los manos, com.ensó a o<ear las ojas del dicbo libro. Y di<e el dicho Ynga; "¿qué, cómo no me lo dire? ¡Ni me hobla. a mf el dicho libro!" Hablando con grande Mugenad, &benlbdo en su 1rono, y lo echó el rucho hbro de las

42 Ynktru~ion del 'Ynf.'O. drm Diego de Castro 7'itu Cussi Yu.pc:ngu.t paro el n:u:>• ilustre se~Ior •1 Li<'<t>tclado Lope Garcfa tú Castro ... Edic1ón e 1nlroducaón de Luis Millones (Lima: El Virrey, 1985), p. 2. El manuscrit<> orifinnl es de 1570. Seed anow con perspicacia que Titu Cu.ssi eslbblece una simetría entre los comporutm•entos de los eopaJioles (de1'1'llll111r la chícha, como ofen­"" religi058) y de loo indios (arrojar el libro 88gntdo). Op. ci1., pp. 20-21

43 Un ulteresarti.C Oll1ud•o de este asunto en Raquel Chang-Rodrlgucr.,Lo apro· piaci6n del RIIZIIO. Tres crorristc.s indlgenas del Puú (Tempo: Arlrona Stat.e University 1988) Son también indispe11sablos los artículos recopilados por Rolentl Adcln10 ~n I•~rom Orol to WrrJten Erprtssion: Nativc A"dean. Chfotl• ic/es o{ (/¡e Early Colonial Poriod (Syrocu&e: thúversity of Syrncusé, J 982) y el estudio do MorUn Lianhard "La mnicn meeti7.3 en Mé~co y el Perú hasta 1620. ApunLetr pare su estudio blstórlco .. Uterario'", Revúla th Crlt~a Liieraríc. (AtJn{)()mtncoTU&. ~ 17, Lima, 1983. Sll roclente libro Lo um. y $U huella C8 de C!'XUpciOn.al imporlanC:i8 C(, también e) hbto de ":fanue_} Burga que R cito m~h Pdelantc

« El épisodio de CaJamarca tampoco me~ m.ayor •t.enci6n ~n );) tiR.mads &~ l.ación de /011 Qwpucam.a)VJS. Collo.pi.t\a, Supno y otros, Relac.i6n d~ le dn~ cen.dencia, gobi~rrno y ronqllistc dt los Jn«ztt (Lima-: Biblioteca Unlversi.ta .. ria, 1974}. l..os primeros teslimoniot; qu~ forman esta relación dlltarian de 154.2. Se publle<o JIOr primera vez on t892.

35

mano• el dicho Yoga Atagualpo, Como fray UiceniA! dio bo .. s y d, •o. ·~Aquí, cautdlfrG$, con ~-tos ynd1os genliles son c:ontm nu('nra fe!•45.

Tal.vez. no sea casualidad, sin embargo, que precosamente en este ep1sod10 se agolpen en la prosa de Guamán Poma palab•·•s co­mo "deci r" o "dicho", ésta última cnsi siempre en la acepción de "ya menCJonado", con lo que la escrituro remite constantemente al acto de hablar y lo sitúa en primera I.J:nea frente a la conciencia del lec­tor. No puedo asegurar que en este fragmento las expresiones re­lativas al "decir" sean más insistentes que en otnos, pero es su­gestivo que el relato del enfrentamiento entre la voz y la letra sea escrito por un indio con evocaciones recurrentes, casi obsesivas, a la oralidad46.

El lector habrá tomado nota qu<• rn versiones tempranas o más o menos tardías, buena parte del <!iscurso cronístico ofrece en puntos básicos un esquema argumental muy homogéneo, aunque varíen detalles y sobre todo sa modifiquen los juicios que merece el episodio de Cajamarca y aunque, como aeabo de anotar, algunas versiones indígenas no otorguen mayor importancia o todo este episodio. La gran voz disidente es In de Garcilaso. Por lo pronto, es muy cuidadoso en evidenciar In validez do sus fuentes (directamenLc In tradición oml de los primeros conquistadores, la crónica del padre Valera e indirectamente la tradición indígena que hasta habría sido conservada en unos "ñudos" o quipus), y también es muy enfático en desacreditar la versión común (product.o del error, la adulación y de la prohibición emanada de Pizarro de escribir "la verdad de lo que pasó"); pero es elaro que toda esta cuidada armazón historiográfica está directamente ni servicio de una muy precisa interpretación de loa sucesos de Cajam~rca como parte del cumplintiento de un designio divino: la evnngelización de las lndias.

45 Felipe Gua111án Poma de Ayaln, El prrmer nueva coronica y butn gob~rno. Edición crr~.ea de John Murra y Rolena Adorno <México; Siglo XXI, 1980), p. 357, Tm 11 Ouamán Poma incluye Utmbién un dil>ujo aobre este asuoU> (op. cit. p. 356. Tm. ll) en el que e. ovidonle que Pizarra y Volverde están en &ituaci6n do re\•erencia., casi hinctl.dO$, ftcnt.e alinea. Un notoble estudio sobre este dibujo, en refa.dón a loa Vt•Joras ospacialcs propiOR de la C(Hl· ciencia andintt, se <lucuentrv en lt.olcn~ Adorno, Crom$ltl y prtncipe. La obra de do1t Pelip~ Guamdn Poma dr Aya/a (Urna Univtraid.od Católica, 1989), esp. pp. 151 y ss. Mac Connack (op. cit. pp. 699-702) e•tudia otros dibujos y c,u.bleee~ cm rel.ación al cpi»-odto total de Caja.man::o.. que la. ver­sión de Cuam6.n Poma es distinta o la de los eronista.e espaftoles. Algo similar. aunquo con otros aJgU.ru..e:nt.oe. eostiene Sced (op. cit., pp. 27-29). Tomando en cuenta s61o su di.seu.no eJK'rito, creo que no lo o.a en t'l punln concreto de In n.1h\aón Valvcrdc~BJblio .. Jnca

4:6 Tampoco ~slOy f"O coodici6.n de est.ablectr una rclación ent.re el cmpleQ excc­frivo de "'ducir'" (y derivados) oora uJ complejo Mi.stwnu do voliclacido de los o.nunciados propios del quechua.

Page 25: Cornejo Polar Escribir en El Aire

36

Lo que narra Garcilaso es que los españoles, "no pudiendo sufrir la prolijidad del razonamiento• entre Atahuallpa y Val verde, atacan a los nobles indígenas para •qutlarles las muchas joyas• que lleva­ban puestas, al mismo tiempo que despojan a un ídolo de las plan­chas de oro y plata que lo recubrían, todo lo cual produce un gran tumulto. Temeroso, Valverde deja caer la cruz y el breviario y a ¡,'Tandes voces pide que no se haga daño a los indios, pero sua gritos no son escuchados: so produce entonces la masacrol Atahuallpa es nprCS<Ido. Por consiguiente, para Garcilaso, el Inca 'n i echó el libro ni !siquiera] le tomó on las manos", y se limitó a hablar por medio del int6rprete con Valverdo, conversación en la que Atuhuallpa no se negó a reconocer la soberanía del Emperador y dumnte la cual •trocó (su) ánimo airado y belicoso [ ... ) oo solamente en mansedum­bre y blandura, sino en gradlsima sumisión y humildad", todo esto como manifestación irrebatible de uo designio providencial:

. y así es de creer que eterto fuMan obru.s de la misericordia divina [con que) andaba Dios disponiendo los ánimos de aquella ¡;enlilidad par" que recibieran In verdad de su doctrina y san lo Evangeho-17.

No viene al caso ana lizar la compleja versión garcilncista (que he resumido con exceso), pero conviene anotar algunos puntos. En primer lugar, Garcilaso liarle especial jnterés en seña lar que no hu­bo propiamente conquista, porque la autoridad del Rey y la verdad del catolicismo fueron (o pudieron ser) libremente ac¡;ptadns por los indios, empeño que es aún más enfático en Gua~lln. Poma y otros cronistas indios, con el a~ndido de que el acto pnnctpal de la con­quista -su cima heroica se reduce a una explosión ~e codi~~ de 1~ españoles, incapaces hasta de esperar que termmP el diálog? entro Atabuallpa y Valverde. Eo segundo lugnr, este pasaJe reproduce una de las tensiones esenciales de los Comentarios, concretamente la que confronta su vocación de vordad puntual con su no menos fuerte vocación de totalizar los hechos donlro de una interpretación genera l de 1 ~ historia, en su caso claramente teleológica y providencinlista, casi como si desintencionnd;lrnente se hubiera propuesto probar que la historia es sobre todo un discurso que otorga orden y s~>ntido globales a una materia que constantemente trata de asir pero que a la postre siempre resulta ser escurridiza y ambigua48.

47 Histona (J<meral del Penl op. cit. p. 136. Las rcl'erenci•• do los párrafos auteriotes se cncuentrun n partir del capitulo XXll del libro l. Mn.c Cor­mack (op. cit., pp. 707-708) tícnc un• le<:tura distinta de lo ver•i6n garcila­ci•ta de los sucesos de Cl\)omnrca.

48 Sobre los problemS!=I de ln historicidad de los Com~ruaru>s cxietc una copiosa e importante bihlio¡¡rofln. Cf. Jo8Ó Durand, El Inca Garcilaso, clá.sico de Am~rico (Mél<lco: Sep!l<!tenwa, 1976) y los muchas c:ont.ribuciones del mis· mo aut.or Q este tema; Jo~nriquc. Pupo-Wal.ker, Ht.sloria, crtoC'idn y profecú:t rn /os ta..tos dl!l Inca Gorcilaso <lt lo Vega (Madrid Porrúu ·rutanZas, 1982); Susana ~Jákfalvi·U..ava, Traduccrón.. e$cri-lu.NI y vinlrnt-aa eoú>nizado­IU: un estudio sobre In obra delinco CrartiLQSO <Syrne:uM: Muwell School,

Cap(tu}t) Pn'nu:ro 37

Finalmente, y es lo que me interesa subrayar, la versión de Gar­cilaso resta toda importancia al libro e instala fntegramente el drama de Cajamarca en el horizonte de la pura orahdad. Discordan­tes con respecto al significado de otras crónicas, los Comentarios imaginan la cat.istrofe como obra do la codicia y construyen un es­pacio en el que el drálogo !insisto, sin la interferencia de la letra} hubiera sido po!!ible. N? es nada casual que Garcilaso se detenga en cons1derar las precaucJOncs que adoptó Atahuallpa pura que el io­tét·prete cumpliera bien su cometido (incluyendo la de hablar en la lengua ~el Chinchayauyo, qun era la de Felipillo), aunque al final la traduce~ón resultara "bárbara"49, y en insisl;ir en el sano espíritu evangelizador del "buen fray Vicente•, aunque advierta que su ora­toria fue "muy seca y áspera, sin ningún jugo de blandura ni otro gusto alguno"50. En cierto sentido, retirada la escritura de la escena, el bilingüismo resulta ser una valla superable: hablados el quechua y el español parece que no se repelieran, como sí sucede cuando el cruce se establece entre la oralidad y In escritura.

Es notablemente stgnificaLivo q\te el proyecto vivencia! e ideoló­gico del mestizo Garcilnso tenga que diluir nl máximo la presencia de la escriturn en C8tc episodio para poder imaginar una altemativa ?.~ concilinción entre el orden and ino y el espalíol; y es algo paradoJ•Co, de otro lodo, porque finalmente ese ideal de armonía lo Lratará de alcanzar él mismo a trav~a de su espléndida escritura, una escrituro que se propone como vínculo entre la voz y la letra y como traducción del quechua al espnñol. No hay que olvidar que Garcilaso suele acodar su discurso histórico eo lo que oyó de labios de los conquistadore:s de la primera hora y de los miembros de la nobleza imperial incaica, con lo que se produce un incesante trasiego de la oralidad a la escritura, n veces adensado por el acto de trnduccrón que subyace en él. Alh~rlo Escobar ba expuesto consideraciones excepcionalmente lúcidas sobre la condición de "i n lérpr~te· de Garcilaso y el modo como se realiza esta función -y no só lo e n el plano lingüístico- en Jos Comentarios51,

1984); M"r¡¡arit.o Zamont, Longruzge, Authority and lndl¡¡tnoU3 Bürory in the CoiTU!ntorio• Hf'<lltl de lo• Incoo (Cambridge: Cambridge University Press, 1988); y Nicolá• Wey-Gómez. •¿Dónde está Garalll$0? La oociloción del sujeto roloninl en Ja formación de un discun;o lranscultura.l .. , Revisto. ck Crltú:a Li.teroria Latanoamtrican.a~ XVll, 34, Limo, l99l. Desde una pen;pe<:tiva estriwuncntc htatórica es indispensable el hbro de María R<lst­worowaki de Diez CanRcco, litslorca del Ta..huanimsuyu. (Limtt: Instituto de Estudios Perunn<)S, 1988).

49 Seed señala ln ¡mpol'toncin que tiene para la eA:t.rntogía onrrntiva do Gn.r· cila.so la descaliJicj:lción deJ troducc.or y de la traducción . .Enc\lentra además que en el juicio del fncn ttubyace un menosprecio nobilinrio por l''eJipillo. in· dio del ooman. Op. cit., v 23.

50 Hrstoria genernl .. Op. cit., Libro l. Cap. XXIll, p. 128. 51 Alberto ~r. "lliatorio y lengul\ie en Jos CorMnlarios ,.,¡ .. ·en Patio <k

Page 26: Cornejo Polar Escribir en El Aire

38

Como se ha visto, Garcilaso es muy c:rftico frente al comporta· miento del lengua que actúa en Cajamarca. Este lema es el núcleo del relato de Betanzos (español qucchuahablnnte. casado con una ñusto. de la misma panaca que AtahuaUpa). En su versión pone es­pecial cuidado en dejar en claro el fracaso de la traducción (libro se traduce como pintura, por ejemplo) y a este efecto la repite parcial­mente en un texto que al final es tan confuso como habría sido la traducción:

..• '{ est.ondo en esto v\no a él fray Vicente de Volver® y ~rajo cen$igo un inlérpreoo y lo que le dijo fray Vicente al Yoga bien l<'ngo yo que el intér· prei.O no &e lo supo declarar al Yoga porque lo que drecn lo$ ~er)ores que all! so holloron y pegados a las andas del Yn,gn que lo que la l•ngua dijo al Yn¡r¡r fue que el padre sacó un übro y obriólo y la lcngun ~ijo que aquel podre ero hijo del sol y que le eoviob(l el e<ll o é l B lo decir que no ¡>élcaso y que lu die•• obediencia ni eapit.án c1uc Lombién oro hijo del sol y quo nlll estaba on aquel libro aquello y t¡ua nr>s! lo dec!a a<¡uella pintura por cllíbro y eomo dijo piutunt pidió el Yngo el libro y tomó lo en •ua mnnos obriólo y como él viese los rcnglonc• do la letra dijo· esto habla y esto dice que eres e l hijo del sol yo l<lY también hijo del sol respOndit:'ron a esto sus indios y djjeron en alta vo:c todos juntos: ansíes Copo Ynga y tornó a decir el Ynga en altb >'Ot que tbmbi~n el venia de donde ol110l estaba y diciendo este anoj6 el libro por ahi52.

Al rc\'és de lo que sucede en muchos otros casos, la versión gar­cilacista de lo que aconteció en Cajamarca no tuvo mayor predica· mento y en el imaginario andino qued6 grabada la otra lúst.oria, la que genéricamente diseñan los otros cronistas, con sus grandes fi. guras: In delinca arrojando al suelo la Biblia y la de Valverde lla­mando a guerra a los españoles para ven¡;ar tal ultraje. Por supues­to, no lrnto nsunLos relativos a la ''eracidad hisl.órica de unas u otras versiones, sino deseo insistir en que los crónicas, siempre que aparece el libro como "personaje" del encuentro do Coja marca, no pueden dejar de construirlo imaginariamente como srrnbolo explí­cito o tácito de 13 incomunicación sustancial que subyace, corroyén­dolo, on el "diálogo• inaugural y premonitorio entro la voz delinca Atahuallpa y la letra del padre Val\'erde59.

Letras (l, imo Caballo de Troya, 1965). Sobre el problema general de loa eonllictos lingúlslicos y la traduc.:ión en el período colonial, cr. José Luis Riva.rola, Ungua, comunicoci6n e historia del Prni (L,mo.: Lu.mon. 1986), del nusmo aulbr "Contacurs y conJii<t"" de len¡uu on el Perú colonial", J. Lechner (~d ). &S<lyr on Culturo/ /derúiry in Coltrnial Latm Amuica (l.erdcn Rijbunh•ersitei<. 1988), y Regina Harríoon. Sign$. Songs. and Mtmory m th• And"s. Tramlating QIUC!w4 Lan¡¡11Q6t an.d Cu/luJV (Austin: Unh·cr<ity ofTcxu Press, 19891. ""P· '"!Tan$laüon and the ProblemRiics of Culturttl Cot<>gories". Garcilaso trata especlficamcnte el ~Rmo de los pro­blemas de la traducción del diálogo entre Atahuallpa y Val verde en el capi· tulo XXIII do la Historia General ... op. cit., p¡>.l27 y ••·

52 Juan do Betnnxos:, Suma y narroció:l. de l08 Jnco.s. 1'rant~c:ripción. notas y prólogo do Mnrín tlol Carmen Martín"" Rubio (Madrid· All•a. l 987), p. 277

53 Aludiendo a IH inc:onuanicsción entro los idioru3&, Htvoroln ufirmn quo "'€!1 encuentro hisp.untl-nmori~o fue 1 ... } In J:udproca c:ol'\t'ront.ncidn con ltt; c:o~

39

Aún a riesgo de algunas reiteraciones, me parece que ciertos puntos requieren un comentario adicional. Por lo pronto la actua­ción de Val verde podría leerse en clave "polrtico-militar•, como un ardid destinado a justificar con argumentos religiosos la violencia de los conquistadores. el saqueo de las riquezas imperiales, la ejecu­ción del Inca y finalmente el sojuzgruniento del Tawantinsuyu. Des· puéll d!' Lodo, era claramente previ.~ible que Atahuallpa no acatara los p<'didos o las órdenes del religioso y que su "rebeldía" podía ser un excelente primer capítulo de la crónica do una muerte (la suya, la del lnw, pero también la de su imperio) anunciada. Me parece., sin embargo, que el comportamiento del padre Volverde, con Lodo lo que tiene de insensatez y fanatismo54, no es más que una versión especialmente torpe del absurdo ritual del "requcrimjento•: una pa­labr8 intencionalmente ininteligible que manda y exige a los indios, bajo pon!l de escarmientos crudeüsimos, una obediencia l~tal, inme­diat.n y al).~oluta, tanto en lo poütico cuanto en lo religioso.

Al margen por un momento del asunto de la escritura, el discur­so oral de Valvcrde tiene un sombrio temJ>Ie sectario e irracional que en otras circunstancias serfa francamenf.(> grotesco. En realidad sólo el fanatismo explica que a alguien se le pueda ocurrir que se acepte sin más, y en primera audiencia, los abstrusos misterios de la fe cal.ólica, pero lo peor es que la oficialización del "requerimien­to" implica que el fanatismo no era por enlences desviación de una u otra persona sino cuesti6n medular de t.oda una vasta y triunfante cultura, que es la que comienza a imponerse, desde el episodio de Cajamarca, en el mundo andino. Es muy importante destacar esta lilinción aut.oritaria y dogmática: despu6s de todo, ese será el patrón de comportamien~os socio-culturales de una longevidad Lal quo continúa hasta hoy impregnnndo instancias básicas de la vida andina.

El cnp(•llán no parece estar especialmente preocupado, pues, porque se le entienda o no, sino -sobre Lodo- por ejercer su autori­d(ld como representante de Dios y del Rey (evangelización y con­quista fueron por mucho tiempo términos intercambiables), ambos encarnados en ese momento en el texto sagrado, sea la Biblia o un breviario eclesiástico. Irónica pero inevitablemente, hay que anotar

municación impo6ible. El castellano y lrur lenguaa Indígenas e11taban frente o fronto ""parodas por un abismo que eoo,.,rtfa en ruido al significanle". Lm¡¡uo .• op cil., p. 10. EspecífiCaDlcnte oobre el epiaodio de Cl\io.marca, pp, 18-20.

54 Aunque no &e refiera al tema, es intert.sant<C la ee.rta enviada. por Valverde al emperodor Carlos V (20 marzo 1539). !la ordo odit.&da bnjo el titulo La conQUI$fO tl~l P('rá. (Lima; Univc.r.~;idad Naciotl1l1 de Educación, 1969). Es it-ónie<J quo en QS:ta earta Valverdo aubc&ya .-.u condici6n de defcn.YQr de tos indioM <~OOln.t "'1n codicia d& los tmpañdMI do por f1(:{1 1 quU) C!l t.al\ grap.de y dNIOrdonndu"' (pp. 32-33) y en eapccinl que pid9 rnercodea para los hijos de At.ohuollpu que .. en esta tier-rll quedaron" (p. 40).

Page 27: Cornejo Polar Escribir en El Aire

40

que a Valverde no le hubiera hecho ningu11a gracia que (imaginando lo >mposible) Atahuallpa leyera la Biblia ... El clima espiritual de la época, con la aguda desconfi¡mza que generó la Contl"arreforma en lo que toca a la lectura de los textos sagrados, cuyo desciframiento era patl"imonio de lo élite eclesiástico, garanti­za que el libro que se entregó al Inca no era en realidad un texto, como mencioné antes, sino un objeto de acatamHmto y adoración. Un objeto sagrado.

Por lo demos, aún prescindiendo de que ellíbro estuviera escrito en lalln hay que aí'ladir un dato que, pese 11 su importancia, suele pasar desapercibido: que en el episodio de CaJamarca no sólo el Inca es anolfaboto sino que casi todos lo., españoles que lo capturan, em· pezando por Pizarro55, tampoco lo hubieran podido leer en español, aunque por cierto se trata de dos arlalfabetiRIMS distintos, uno pro­pio de 111 "oralidad primnria"56, en cuanto se iiiSlalo en uno cul tura globnlment.e ágrafa en ese mome rüo, y el otro re lativo n mecanismos ideológicos que alejaban de la escritura a individuos y grupos sociales pertenecientes a una cultura dQfinidament.elelrada aunque esa condición la realizaran casi únicamente sus capas superiores.

La nuez del asunto reside entoncca en el conflicto entre una cul­turo oral y otra escrit~. pero que ha sesgado la letra hacia lo sagra­do y la ha sobrecargado de dimensiones harto má• esotéricas que simbólicns, mclusive hasta el punto de desgajar (al menos en ciertas condiciones) la escritura y el libro del sist~ma d~ la comunicación. Esla desvinculación implica la idea del libro como feliche y remite a experiencias h1slóricas muy primitivas, que todavía podemos reco­nocer en ¡¡lgunas etimologías que asocian In letra a la magia, a la vez quo invalida la también secular tradic1ón humanista que hace del libro (como en el tópico clásico del "libro de la nnturnleza")57 un objeto ~e y pnra el conocimiento humAno. En este orden de cosa~, lo acontecido en Caja marca es sobre todo un ritunl dol poder, medwdo y de a lguna manera constituido por el libro, y su condlción de "diá­logo" sólo hubiera funcionado en términos de orden y sumisión. En noviembre de 1532 ese "diálogo" no se produjo y su ruptura, por la "desobedlencia~ del Inca, adquirió dimensiones t.rágicas: quien se niega a responder con el único parlamento al que tiene derecho (el perverso derecho a decir solamente "sí") debe y tiene que morir. Y en efecto, poco después es asesinado.

66 Garcilaso alude a este h«!lo ~n el übro 1, esp. XXXVlll de llr>tt>ria Genual .... op C>t, pp. 168 y.._ Gurunán Poma ded•ca a este osunt.o un dibujo cuya leyendo 0$. •Atagualpa lnga dijo a don FrunciKO Piwrro que leyese un es­cnt.o, dvo que no sab(a·. Op. cit. p. 359, Tm 11.

56 On¡¡ entiende por oralidsd primaria nquéUo ql10 •• propia de "una cultura 6ÍI'I COI"'OCIOliento ttlguno de la escritura'". Op. cit., p. 38.

57 Erncet Robcrt Curtius, L'ter(Jtura europea y Ed(ul Mtdio latina (México: ~'ondo de Cultura F.:conórruca, 1955), esp. Cap XVI, Tm. l.

41

Lo esencial es, entonces, que la escritura ingresa en los Andes no tanto como un sistema de comunicación sino dentro del horizonte del orden y la autoridad, casi como si su único significado posible fuera el Poder58. El libro en concreto, como queda dlcho, es mmho más fetiche que texto y mucho más gesto de dominio que acto de lenguaje. Como tal, deja fuera del juego a la oralidad indígena, huérfana de um1 materialidad que pueda confirmar sin atenuantes su propia verdad y como diluida en unas voces que la memoria (la de lns crónicas hispanas puesto que las quechuas casi eluden del todo el asunto) recoge sin. interés, como al desgaire. En otras palabras: el triunfo inicial de la letra es en los Andes la primera derrota de la voz59.

Dentro do este orden de cosas, es necesario recordar que la con­ciencio indígolla temprana otorgó a los CQnquistadores condición divinn (uiracoclws)60 no sólo porque su presencia evocó mitos que, hablaban del retorno por el mar do antiguos dioses, ijino también por el conjunto de rasgos y comportamientos que huciun del con­quistador un ser extraño y poderoso; entre ellos, su misteriosa ca­pacidad de comunicarse con objetos incrt.es como "paños blancos•. Titu Cus.•i en su Ynstru~úm de 1570 pone en boca de los mensajeros que llevan la noticia a Atahuallpa de la llegada de los españoles el listado de maravillas que conducen a la transformación del conquis­tador en utracocha, lo que luego repiten ante Manco Inca en el Cus­co. Con respecto a la escritura dicen los menS8jeros:

... y t.anbien l001llamAvan ansy (\'ÍTIICOChasl porqu•l•• n,;an v;sto hablar e. 10lns {!n unos pruios blancos como un.n ~rsono hablnva con otra y esto por leer en libros y cartas ...

.. . y oun nosotros los avemos visLo por nuestros ojos o solas hablar en pnñoe b1oncos y nombrar a algunos de nosotros por nuestros nombres ayn 8(! lo decir a nAidie, nomas de por mirnr el pui'o <tuc tieue11 de­IOIIto,6l

58 No está demás recordar que coincidiendo con cl"descubrimientol':' de Amé· rico npnreció lu Gromáaca de lr.J l.engua castellatJO do Antonio de Nebrija (uoo In ed. de Antonio Quilis: Madrid: Nocional, 1981) en cuyo prólogo se 1<'<> lo eiguienLe: •quo después que v~tra alteu meLieee debaJO de su y~ muchos pueblos bárbaros y naciones de -pc:rcgrino.a lenguas y con el venci· mient.o nqueUruo teníoo neresidad de recibir las loyca que el ""ncedor pone al vencido y con eUas nuestra lengua• Cf Wolter ?.hgnolo, -reonas rena· centi~t.o.s .. ~. op. cil

59 No hay quo olv;dar la posibilidad de una lectura in•-e""' que ponga énfasis en el fracaso del líbro. ¿Cabña encontrar un horrendo oarcasmo histórico en la ternble muerte de Valverde devorado (boca-voz) por los indios de la isla Purulen 15411 Cf. d prólogo de Juan ,JOf>é Vej!11 o lo yo citada carta de Vol verde n Carlos V.

60 Cf. a esto ro'pecto el estu<fio de Franklin Pease, Jnhn y hurohn. Relaciones <k poder y rep,..swtaci6n hi.ilórico (College Pnrk: University of Mnryland. [Workln¡¡ Papers]l990).

61 y • . . nt .. ru~um ... op. c1t.., _p. 4.

Page 28: Cornejo Polar Escribir en El Aire

42

en una versión que Guamán Poma sintetha en estos términos:

[los españole• e~usabanlo ~dmiroción du los indios Jl(>rquc] do día y do noche hnblauun coda uno con sue popo lea, quilcn62.

Por supuesto, el engallo no durnrá mucho, tal como lo anota el mismo Ti tu Cussi, pero la cscritum queda articulada con vigor a la idea de Poder63, y es desdo rl poder de la letra que las crónicas mo­delarán la imagen de Cojamarca -verdadera "escena primordial", según Max licrnándrr., de l:l cultura y el hombre andinos64. Más o menos pronto, sin embargo, un sector de la nobleza cusqueña y al­gunos curacas mayores de otras etnias comenr.arán a hacer u60 de la fuerza de In letra, sea para defender sus derechos en largas rela­ciones a las autoridades coloniales o al mismo Rey, sea para dejar memoria de aquello que debe recordarse, sea para reformular su identidad en el espejo de una escritura en la que comienzan a reco­nocer su nueva condiciónGS. Titu Cussi dicta su Ynstrut;Ú>n y la ha­ce escribir •porque la memoria de los honbres es devil y flaca e sí no nos acurrimos a las letras paro 11os aprovechar dellas en nuestras 11e~esidades, hera cosa ynposible podernos acordar por ~stenso de todos los negat;cios largos y de ynportan~ia"GG. Oc esta apropiación

62 Op. cit., pp. 353·364, Tm 11 Sob!'<ll,l articulaoióo cn·los d1bu¡os de Guamán Pomo do oralidad, escritura. hbro y poder. cr. el art1culo yo citado de Mac CoM1Ulck (espccialmonte p . 70 J ).

63 Ssra Cast;;ro..KJarén opunlo que •Jo inextricable relación entre lengutL1 es­critura, conocimiento y poder no fue, en 1521 o después. ww nueva i®a eo este hemisferio", o¡>. el L. p. 163. Es as(, sin duda, salvo que en este coso hay que <:nt.endcr (¡¡escritura"' en un sentido n.1uy amplio. Manuel Manal ha recogido en Urcos un rcl!lt.o n1rtico (Hl ol t¡ue los incatS son derrotados porque •no se los dio el gran poder de sobcr leer" micnlrns quo los 1n.istis •son los hijos últimos dll llios, lm:J chan(ls de In creación y así hacen lo que se lea u.nt,ojn y Diotl l12s ttOJ)Otto los pecados; además saben leer", cit. por Alberto Floro• Oolindo, Duse<mdo ""Inca. identidad y <dopla e11los Andes (La 'Habana, CuM do lns Am~rlcns, l986), pp. 85·86. Imposible no expre•t>r mi frotcron odmirnción por lt1 eobidur(n do flore& Calindu cuya t~mprana muerte todos lomcntmnos.

64 Max Horoándoz, •rrolo(IO" a Luia Millone•. 151 Inca pur la Coyu (Lima: Fun­dación Ebcrt: 1988), p. 23.

65 Sin duda el ejercicio de lo oecrituru significó pao·a el hombro andino un oom­plejo proce80 vinc:ui.Aldo c~l.rt.lthnmcnt..e con su out.oimagcn. No se trata ..sólo de un csmbiu en la ·~en<-log:ia'" HnguJs:llca sino de una roformula.ci6n a rondo de lo propia identidad ahora implicado denli'C) de un proceso discur· sivo dcfinitivarn~nta di.stinto a1 de lo orulidod, y esto sin eootar con lo que ~Ul implfcito en rl h<"cho de esc:rib1r Cque es formular una condeocia. del mundo) en una &egund.a lengua l.amcnt.oblemento para el área andina no hay un esludio global, tomo el ya dt,.do d~ Grutincki, para s.naliz.ar las trawnát.ieaa trnnsformncioncA de una rae~ooalidad sometida tanto a otro idioma coano f' 13 t"~ritur~

66 Ynstrurion ... op. cit., p. 1 Enftu.ia mto. Es (lUJOSO que esLe elogio de J.a: es­critura &O base tn unft táCll.Q rtensac;ióo de la orahdad y de ls DM!moria que la iliOivent.a, precit.umtn~ t'Uill'\do lo qua es'-' haciendo Titu Cussi es narr&.r oraJment.e sus rccu~rdo.. O& alguna rnantora eubyace aqul otnt manifel;.-

CtplltilO Prlm~ro 43

(¿expropiación?) de la letra surgirán wxtos notables: desde el de Guamán Poma61, tan tTabajoso en su español como en la dificil uto­pía que proclama, hesl.n el de Garcilaso Inca, no menos tenso en su voluntad de conciliar en armonía una historia hecha pedazos; sur­girá, sobre todo, un nuevo sujeto escritura168, capaz de emplear la letra apr~ndida en español o en quechua, cuya sola presencia aun­que intermitente y subordinada, altem sustancialmente el o;den y los límites del espacio letrado de las naciones andinas.

Ritos de otras memorias

La catástrofe de Cajamorca mllt'tó para siempre la memoria del pueblo indio y quedó emblcmatizada en la muerte de Atahuallpa: hecho y símbolo de la destrucción no sólo de un imperio sino del or­den de un mundo, aunque estos significados no fueran comprendi· dos socialmente más que con el correr de los años. De hecho, en los primeros tiempos, a la yn aludida divinización de los invasores hay que añadir que los cusqueños imaginaron a los españoles como res­tauradores de su primacla, amenazada por In ejecución de Huáscar ordenada por Atohuallpa, mientras que otros grupos étnicos andi­nos establecían alíanzas con los conquistadores para derrotar y libe­rarse del no muy antiguo Cl\pansioojsmo del imperio incaico e in­tentaban retornar 11 In situación onterior a su incorporación alTa­wantinsuyu. Solamente cuando se descubre el verdadero carácter de la conquista y sobre todo cuando se construye la imagen ma­croélnica de "lo indio", la muerte de Atahuallpa adquiere, y así es hasta hoy69, s u sentido de tragedia pa.nandina. Es bueno recordar qur> Max Hernández ha ca lificado los sucesos de Caja.marca. como "nuestra <>~cena primordia l"70,

Ciortamontc el roluto de las crónicM está del.orminado tanto por au adscripción al génoro histórico, y rná.~ precisamente al que es propio de Occidente en su versión espailola, cuyas normas y con­venciones si¡ruen o tratan do se¡¡ulr inclusive los autores mestizos e indígen~s. con resultados sorprendentes y sugestivamente esclare-

U.ción dol t.rluuru de la letra aob"' 111. vo•. 67 Un excdente anáhsia 110bre la Nueva cord11ica es el de Ro lena Adorno, Gua·

mán PMta Writing fln4 Rm•ta.IIC<' m Colonuú Puu CAustin: IJniver;;ity or Tex•s Pro••· 1986), y en Croni1ta y prftu:ipe, op. ciL. Igualmente lo es el libro do Mereedet LóP<'•·HurolL ya cil.ado.

68 De alguna manem •• el au¡eiA> cmiaor do lo que Martin Liénhard propone d~fin1r eomo •ht.e-ratura alt.emahva·, concepto básico de La voz y •u huello.. op. c1t

69 Lo recuerda e-n au teosltmonio Cregorio Condon Cr Rtcardo Valderrama y Corm~n Escalontt, Grtgorit> Condori MamQJI(_ Aulobwgra/io (Cusco: Bar­tolom6 de las CaiU, 19791. p. •2

70 Op. <il.., p 23

Page 29: Cornejo Polar Escribir en El Aire

44

cedores, cuanto por su condición narrativa y escritura!. Desde dis· tintos niveles, historia y narrativa escrita obligan a respetar un orden lineal y finito que parcela y secuencial iza el acontecer, hace irreversible cada uno de sus sucesos y establece con precisión el final. .En efecto, aun.que hasta ellmológicnmente las crónicas aluden al tiempo, se trato de un tiempo de algt1na manera congelado en el pasado y en el discurso que lo evoca, con un comient.O y un fin mar­cados por el carácter finito de la narración escrita7!. Puede leerse un relato cronístico de muchas maneras, encontrándole cada vez nuevos y host.a contradictorios sentidos, como lo prueba -por ejem­plo- el sulil torneo hermenéutico sobre los Comentarios o la Ntteua coránica, poro es imposible añadirle nuevos acontecimientos ni mo· dificar sus contenidos empíricos. Su punto linal es también el final de su tiempo, el agotamiento de la alianza entre la escritura y la historia.

Dentro de este orden de cosas, como es obvio, la hist.oria de Caj<~mnrca no puede concluir más que con el ajnsticinmlento de Atahuallpn, entendido de la única manera que esta hist.oria puede hacerlo: como un hecho real, efectivament~ sucedido en un detenni· nado tiempo y, por cierto, inmodificable. Pero sucede que en los márgenes de este d1scurso. o más bien fuera de él. se acumulan otras vcrs1ones, con frecuencia contradictorias, todas las cuales ponen de manifiesto la variedad cultural de las conciencias históri· cas posibles o simplemente las mucbns maneras que los distintos sujeLos socio·étnicos tlei1en de recordar lo sucedido en el tiempo -y de conferirle realidad y legitimidad por el escuet.o recurso de recor­darlo. Se trata de versiones que -además- no se expresan a través de la narración escrita sino de danzas rituales o de representaciones que algo abusivamente se suelen denominar "teatrales•.

Manuel Burga ha estudiado con ndmirablo erudición y lucidez la conversión de antiguos taquis relat.ivos a conflictos prchispánicos en dam.as, como la comparsa delinca/Capitán, que tomando como eje la representación ritual de lo acontecido en Cajamarca, expresan la beligerancia entre indios y españoles o más tarde entre indios del común y mistis, y el proceso de inversión de la importancia de los roles qu1~ originalmente habrian concedido mayor predicnmento al Inca y luego tienden a subrayan el poder del Capitán (obvia figu· ración de Pizarro), lo quo a su vez tiene relación con la manera

71 Michel de Certeau an.ali!o n¡¡udamente la ambi¡¡Uedad de la e~ritur" histó­ri<a como •trab'lio de In muerte y contra In muerte• (p. !9), ~"'"' pooe én· fasis en que "la eS<:rituro sólo habln del posado para enterrarlo" (p. 127). En el:ltc pórrafo enlpleo líbrmnente las ideas expuestas en Ln tscntura. de la /¡ístorln (México: Universidad Iberoamericana, 1985). No se puede obvi~r que en más de un aeratido, por &u condic-ión de hecho dnico, irrepetible e irr'everaahlt!, In muerte parece Sér el sconlcc:imiento parsd11VDático del pe n-amiento histórieo

Cap(trLio 17fmtro 45

como so resuelven -o no- las contradicc1ones específicas de cada uno de los pueblos donde so; realizan estas danzas, siempre como parte de.> celebraciOnes coleCtiVas que duran varios días y que coinci­den co~ las fiesta$ ~nunl~s con.que ~e honra nl santo patrón de cada comun•dad, Vlllorrto o mclustve cmdadcs nndinas más o menos grandes. hclu~mente Pn a lgu~os p~eblos ~sto contradicción parece res~lverse baJo el azaroso •1ncret1smo s1mbólico de In bandera naetona172.

No tengo c~pacidad ni información suficiente para analizar esta danza como d1scurso portador de signilicados relativam~nte preci­sos, por<> a lgunos puntos no pueden pasnrse por alto. Por lo pronto, la memona que subyace en la comparsa del Inca/Capitán produce algo as! como una "suspensión de la historia" al concluir su relato an.tes ~e la muerte del Inca73, lo que no sólo resta tragicidad al ep1sod1o Y reafirma el án1m? fe~tivo de la celebración popular, sino -r ~obre todo- abre lo pos1b1lidad de que la historia termine de d1~tint.as maneras. De hecho, como lo documenta el mismo Burga, el baile concluye oormahncnlc con el apresamiento del Incn, pero pue­d? suceder <!ue el desenlace sea inverso: que el Inca nprcso al Capi­tán, o tnmb1én que los dos terminen prisioneros de los bandos en pugna74, Hay vari.os testimonios del s~gundo desenlace, pero sin duda el más conoc1do es el que recuerda que el célebre bandolero Luis Pardo gustab.a pcn¡onificar al Inca en cuyo caso -<:omo es de suponer- era él qwen vcncfa al Capitán y terminaba aprcsándolo75· sm embargo, las connotaciones muy peculiares de esta circunstan: cia, por sup!-'esto excepcional, no deb\'n hnccr olvidar que también coo person~Jes harto menos famosos fue y sigue siendo posible que, en determinadas ocas1onea, sea el Inca quien venza a P1zarro?6.

72 .Ma!luc1 Bu~a, Nacimitnto dt una utopía. Mue.rle y resurrecctófl de los inccs CL1ma: lnsbt~to d<; Ap.oyo Agrario, 1988). Aunque excede con mucho el caotpa do nu mvestiga<:aón, au lt:dura mé hn sido utilísima. Hngo un l'esu-

73 men tal ~·cz demosíado abrupto de sus 9portes. Algunos mforman.tes ~reonnJes afirman que en ciertos pueblo• la danza tOrl<luy• c:on la e¡ecunon del Inca. Serian casos ucepcionoles y tendrían ,uc ver ~n eventwdes articuJBciones de Jo danza con las representaciones

74 teatrales de la muertA> de Atahuollpo. Más adelante trataré etlte asunto.

llt~rgo, op. cit., p. 49. 75 Alberto J•1ore• Galindo, Bu~caudo un Inca .... op. cit., p. 79. En este frag·

mento el out.or describe e inte-rpreta lascelcbracionet~ en Chiquhtn. 76 En lo que parece ser otra vcnrión de la danza, recogida en ·ranno por Vien­

no~, las ~mparsm: delinca y do Pi'"'no se unen al final para rendir home­na¡e .RI p~mero (que ."" es Atahuallpn $ino lluti&car) mientru •ntonan esta canoón Poderoso, mea nu•atro, bailemos;( bailemos señor don Juan Pi­zarroJ 1 tod~ juntos hl\lllmoslo a su rededor" E• la traduoción de Vienrich de esta. ennc1ón quec:huo: "Apu.i incanchicta muyurcachishon/ Señor Dn. J.uRn Pir.nrro muyu•·ca~hí~hun/ t~p~lanchic rnu.yurcu lashun", En realidad, SI no (uor~ por la desenp<:JÓn de la hesta y por Jos comento:ri011 dol autor eJ ~l!tAJ _quc.•chua podría rcncjar más que un homenaje aJ 1 néá un [•Ct.o de ~D­Cih3CIÓO en los que ambo" bandos bailan en rueda. Adolfo Vienrich. Azu-

Page 30: Cornejo Polar Escribir en El Aire

46

Debió ser lo habitual cuando las fiestas t<>davía eran presid1das por la arislocracia indfgena supérstite.

La comparsa de\ Inca/Capitán cuenta, pues, ?tra historia;. otra no sólo porque la rccort.~ de distinta manera, obVJando (¿exorCizan­do?} la muerte del T nca, ni tampoco sólo porque ;noddica. o puede modificar los hechos, como cuando Pizarra tenm.na vcncado, smo -fundamentalmenLe- porque no cree en la uruvo~uiad de los acon­tecimientos, únicos y definitivos, ni en su cancelaCión denl<? ~~ una cronología que se va agotando 11 sr misma .por su a~petab!bda~. Para la conciencia que se expresa en el b~e colecllvo la histo;aa sigue abierta y por eso pue~e desemboe~r, san escándalo, en v~nos desenlaces posibles. En realidad, como ntu.al q?? es, la comparsa no tanto evoca la histoa·h1 cuanto la renueva sambóhcamen.te Y al "repe­tirla", en un presente cada vez distinto, no prefigura na ordena nan­gún resultado: en cierto mo~o, en ella todo es. posible -i~lllvo olvtdar la celebración c!clica del ntual que act~al.'za una Y otra vez el enfrentamiento de Cajamarca. En los mov1nuentos de 1~ don.za Y .en la Larga fiesta colectiva en la ~ue &e inscri~~ la nanac1ón htstón<:& de las crónicas parece extraVIarse, como dt~uelta en otra ?latería (no la escritura sino el ritmo de los cuerpos) y e_n otro e~p~c1o (no el privado que es propio de la escritura-lectura smo el publ!co de las calles y plazas). En esa$ ~ndi.ciones, y por 7ier to a ,Parta r de otra racionalidad cultural, la bneahdad, parcelaetón .Y finitud. de l.a his· toria escrita al modo de Occidente carece de senttdo. La hasto~u\ que cuenta la comparsa no La falsilica: la sustituye por otr~, d1versa, que tiene desde su propia l~gitimidad hasta sus co~dicaona~~s formales dislinllvos. Para decrrlo en grueso: no es lo rn1smo escnbrr la historia que bailnrla.

Lamentablemente Burga no transcribe las letras de las cancio­nes que forman porte de este ritual, aw1qtte hay que reconocer q~e dentro de él las palabras tienen un valor en cierto modo acceso~o, paro existen textos "teatrales" que incorporan segmentos del taqu< o que de alguna manera son paraJclos al significado de lo danza del Inca/Capitán y lo complementan y transforman. Estos textos mere­cen una mayor atención de la que les hemos. p_:estado l?s que traba­jamos en literatura. A ellos se dedican las pag¡nas sagwentcs.

Conviene ofrecer inicialmente 11 l!l'una in~or'!'uci ón ·¡:~ncrul al reRpecto. Al pt·otncdinr este siglo vafiOll espec1ahst~s en htcr~tura quechua dieron a conocer manuscritos que conteman textos dra: máticos" relativos n la mnerte de Atllbu:'llpa,. acere~ d<' los cuales había noticias ont1guas pero difusas. CaSI al mJSJnO ltempo, pe~ so­bre todo algunos ailos después, numerosos antro~logos. ofr~cron estudios más o menos detallados &obre las "escerufi~ac•ones con­temporáneas do eRLM obras en num~rosos pueblos y c1udndcs de los

- cetra$ quN·Iwos (Huancayo: Casu de l.a Cult.U-r& de Junú1, s/O. IJtt primern odici6n de uol• hnportal\tll!Ím<> líbro dula d~ 1905.

47

Andes y en algunos casos (pocos en relación al numero de los informes sobre esta materia} tran!ICribieron los manuscritos que sir­ven de base a lo que es el nucleo do una liesta colectiva fuerte­mente ritunlizada en algunos casos, que puede durar varios días. En lo que sigue manejo este corpus que es significativo poro, al mis­mo tiempo, inocu ltablemente limitudo77. En varios casos son textos

77 De hedw ~lo lenemos acceso e los t<>xtol que han sido edolados y depen­demos del modo como se hBn realiudo esl&S transcripciones Me doy cuenta, ademú, que ""ros teJ<tos est.4n desgajados del contorno en el que realmente funcionan, lo que de alguna manera los constrii'le artificialmente a la condición do tales cuando, en ree.hdadl son pa.rte de un complejo ritual en el que <!l lenguaje verbal es uno entTo otros muchos componentes. El corpus que mon()jO {y P~IIa Jo cual he con lodo cQo la gencroao e indi~pensa­ble ayudo de Julio Noriega, especinhncnto - pero no Sólo- porn luslr&duc­ciolles del q\lcchun) es el siguiente: - Tragedia cM {In dt Atawal/pa, Monogr11ñn y traducción do Jesús Larn (Cochabambo: lmprenlo Univenntnrio, 1957). Transcribe un menUSáilo monolingüe quechua fechado w Cbayonlll en 1871 y ofrece 13 traducción al español. - TeodotO Meneses Morales, La mutrff' d, Atahualpa. DrattlO quechua de autor 0Jt6nimo (l.,ima: Universidad de Son Marcos, 1987). Incluye lo trans­cripción do un manuscrito bilingiJo fc<hndo en 1932 (que •orlo copia de uno muy antcriol') y ofrece una versión nrolót_fiC.a y su t:raducció., ni OflpuJ\oL Las citas de csW toxto consignan el número del parlamento de que se. t.rata. -Clemente Hernondo llalmori, La oonqu18la <Ú! k>s español•• y el reatro in­dígena amerko11o (Tucumán: Unive~idad de Turumán, 1956). lnduye el te.W del •onuna ondogena- bilinglle qu<Chuo-castetlano La ronquata <Ú! k>s upailoletf', una v~náón re'isada y su ttruluccióo al español F:l texto ofre­cido sirvió de baae para la representación de esta obra en Oruro en 1942. Seria oopitt de otro muy anterior. Las citas de este texto mencionan el número del ronglón de que sel-ratc. - [RQgger Ruvinns, Mily Olguín de lriorte y Frantisto lriurte Brennerl, Dram(I.S t'Olort.illlf'.~ en el Pera actual (J,.irna: Universidad Oorcilaso de ta Vega, l985). lr1cluye las siguientes versiones: a) Prettdimi..nto y <Ú!gollacron del 1 nc() Texto bilin¡¡O.e represen lado en LlamelUn. Tron>eribc un manu.crito ft'Ciuldo en 1895 que ea copia de otro de 1860. b) La$ Ingas tn11110Cf11>e un manU$niO ~n espai\ol enconlrodo en Clullia (Pataz) fechado en 1890. e) !As incoit:os transcribe un manu.scrito tardro en español encontrado en Parcoy O'ot<t~) fcchodo en 1969. Aparentemente me-.cla varioa versiones anteriore$, d) Relru;ícln rouremp<>ránea de la rJ•cución de Ar<>huallpa. Tron8<'ribo una copia lardia bilin¡¡lle (1977) enconlroda en Manás. e) Clladerno de rtlaciones para baaall03. 'rardia venión bHinruo fechada en To11gos CChoneoyl on 1969. O Cuaderru.> dt rdaci011u para (·'a$a/lo. T•rdía Vérsión bilin¡Ue fechada en Checras CCho.ncay) sin data.. AJ pa~r este manW:iCTlto y el anterior con~ tienen aolamento los p."trlament.o.t de algunos ·ectores"'. · \Vilfredo Kapsoh. *Ltt muerte del rey tnca en 13S danzptJ populares y la relación do Pomnbamba", Tkrrn O<Ú!ntro, 111, 3, l.,•mn, 1985, pp. JS9-176. Incluye el CA.'ltt.o de lo Relaci6r¿ d.,. Pomabnmho, aJa que también deooJ'nina Dro.maii.zad6n d.c LCJ t;(lpturc't y nruarrr del lnr.a A/(llaualpa Ea un LéXt.c:i bi·

Page 31: Cornejo Polar Escribir en El Aire

48

poco confiables en su lit(lrnJidod: con frecuencia se trata de ~rans­cripciones hechas sin mucha lid~>lidnd y esmero y toclas tienen como base manuscritos muy tardíoij y &lg\lnos bnst{lnte maltrechos.

No intentar,', resolver el problema de la cronología de estos tex­tos, que es asunto pendiente hasta para los mejores es_pecialistas en la materia, pero es claro que ¡;e trata de _representaciOnes e~ectua­das, ciertamente que con grandes vnronctones, desde hace stglos Y hasta nuestros drns, aunquo debe hacerse notar que los manuscritos más 1111ttguos datan d~ la seglmdo mitad del siglo XlX. La mayoría de los estudiosos de la literatura quechua señala como primera fecha el ttño 1555, ton~ondo pte en )a i~ormación proporcionada por Arzanz en su Historia de la ullla rmpenal de Potosí, en la que relat{l que en e~~e año y en esa ciuda~ se llevaron a cabo grandes fiestas que incluyl'ron la representoctón de cuatro obras españolas y otras tantas indígenas, 13 última de las cuales se habría titulado Ru•na d~l/mperio ln¡¡ol. Se trata en ella de:

... la enb'1>da de los F.opru'ioleB, pn<~ón Íl\JUSUI que hicien)ll de_ Atahuall­pa, lercio-dé<imo lngo dcot.a ~lonsrquía; loo presogtos y _admorables_ se­ñales que en C!l Cielo y Aire IK' viuon ::m .. tcs qu~ le. qUlta¡;en 1~ Vlda; tiranias y Jd.sttma que ej<·cutaron los F.~pMlo)es en los lndJ?.S• la máquina de oro y phtta que ofrcc1ó porque no le qwtalií'll la ",da. Y muerte que le dieron •n C'II)Amnrt.•78

-u;_;e1

c:.,;n trodvecioncQ ol ot:pru,()l do loa po.rlo.mentos Pn qu~>t'h.,A, >rin cUtUI p,_.ciM. - l.uis Millones, r~·l Inca por la CoyCJ. lit'Hilmll de un drorna f10Puf':-,.. tf! k>s Ande.< perUIIIIos (l,in11l: Fundoción Ebert, 1988). ln<:luyr ~1 !-"xro bilJ~g¡;e _de Prisidn. r('Scate _v mu(1rt~ d~l lnra Atnlmalpa de Herm1mo Ricahh (umco outor conocido) que ae rcprcscnlo d~RdC 1os Hry()R 20 h~st.a el prese.nt~ en Carhuamnyo. Concluido ~sto capitulo h~ conoctdo, gracu>s a_Mtllones, una nuevn versión de ~te lc'XtO. d(lbidt\ o l>fo Campo~:~. Aunque Clcrt:em~nt.e las verSIQ{léS. de Hiealdi y CtunpoH t icnrn vínc:uros con ta u·adición Rnterit>r se d.tfe-reneinn de cllu no sólo pOI' Au condicióJ\ c¡;trictamcnte moderna (y escr1ta) y su dcpeude•\Cin, c;lcrtom~nt.e relulivn, con respe~t.o a 1ns interpre .. tadOlleB historiogh1licas inaUtucionnli?..(tdllS por Ja educ.ut-1ón. • Emilio Mcndiztlbal Losuck •J,a n~st.a en Pachiu•a andina•, Folkwre Ame· ricanv, X.Ul, 13, Limo, L~Gf5. Tt·uoHcribc fon.éticamente ls grab.aclón de la Relación. (di6Jogos y co.nciOJ'lCS do unn cuadnllo ~·os prot.ogomstas son la Copítaoa y Piturn>) y el manuscrito do unn Cuodn/lq d• Incas. Ambos tex­tos están en cspai\ol con obvio" intt'rfertH'Icias del (1Uechua y f?-eron rece>· gidos en Pochiteo en 1004 Son rnuy dit\Untos o lns otras \'crstonc-.s cono­cidas h8>11.n el punto que puede enr.ondorse <1ue están ruera del corpus en es ludio. Ha•ta ahora me ha oldo ompot<ible ublcor la v~rstóll edit.nda por César Gunrdia Mnyorgn. Mtmeflelt .ndten que o pareció en la revista /nkáktmaq ri· monok, Uma.l.l.l963.

78 Cit. por La m. op. ttt., p . 10. Ln cróntea de Ananz •• escribí6 en m. 1702 _Y 1735, ~igiO!\ d<!spuéa de las fitJOtoR qut: relata Cuno.sameate Betty Oso!'fo de Negret cons•d•rn que el cronuJla ·o~utlió"' ll In fiesta 9'!e narra: ~ :no· taxis bá&1c:a del relato· e~yo comp:\rnltvo df' dos t-rad1nooe!t dramaticas BObre la prisión y muerte de AUihu:JIIp~t", úxu, VJII. l, Lima, 1984, p. U5.

49

Esta descripción -~e aplica b~stante bien " lo-• textos en quechua, en español o en quechttn y espni\ol que se conservan actualmente con distintos ~ftu_l os, sobre el Wmn d!' la muerte de Atahuallpa79; pero la fecha rndtcnda 0555) parcca ser l'xcesivamcnte temprana. Bllrga con buenas razones ln considern imposible y opina que las primeras rt>preseotnciones de In muerte del Inca deben ser de fines del XVII o incluso de comienzos d<'l XVW80 . . En cualquier caso es indicio no de una dato o un origen precisos pero sí, sin duda d¿ la antigiiedad de lns rtprcsentnciones de est.e wanka (ésta es ta' ca1ifi­cnción que le otorgu Lara, cuya única traducción sería "tragedia")81 que vendría a ser. asf, el texto andino más arcaico y con vigencia social y liternria más prolongada e ininterrumpida. Llega basts nuestros dias52.

No está nada claro, sin embargo, si los textos que han llegado hast{l hoy tienen en efecto este origen, y si a través de él se asocian o no a las r<'prcsentaeiones prchispánicas de las que hablan Garci­laso y ot-ros cronista~83; si SI' vin~ulnn a las estrategias de la cate­quización y a una de sus formas preferidas, los autos sacramen­t{l]es84; o si de i!lguna manera reformulan, con mataia andina el esquema opositivo de lns companws de moros y cristianos, cuya 'di­fusión en el Nuevo Mundo es bten conocida85. Es muy probable. en

19 Tanro que Lara \Op. e>l., pp. 51!-~9) presume que el 1exto que lrallllcribe "'puede Fcr el qur primiUvruncnt.o fue reprcscnt.tuJo en Potosf'. Jo que sin dud:l es una ('oXu.¡C'rucJOn, nunqut 1u compn.rt.e AdoltO Cáceres Rome.ro en "El teutro quechua", en Runayay, 1, 1, <.'ochabllrnbo. 1988, p. 21.

80. llurgu, Op ciL., pp. 371\-:182. 81 Dico: "'tragNlio no es un cquivalcnlc exucLO dé u.,•anko., peTO sf es el rnás

~pro.ximado y tl() e-libe otr(l forma de t.rllducci6n", op, cit., PV· 22~23. Las di .. renmcin• están •Mnludua rn lu p. 16.

g2 Ngur1011 de los textos n·copilodos 800 contcnwon'incoa y sigue o s iendo 'i"epre~ se.n1 ndo.':i t~J ~gunl qua otr·os cuyo.~ mnnuscl'ito.s son más antiguo-s. Un easo e~pecinl e• el cstudiodo por Millones en RllnctJ {J(Ir la Coya, op cit, y por M iUono.s, l11ranciseo Huamontir1co y Ed~or Slllca en "L.os incas en ol r<H;Uer~

, do poético ondlno•, Nuol)() 7'e.tco Critico,!, l, Stanrord, 1988. 83 Así lo picnHn Lurn (op. cit., p. ·19 y •s,), llnlmorl (op. dt., p. 52) y Ten-ncini

(op. cit., p. 127). 84 e. In idea de Meneses, c¡ur cnlifien In versión descubierta y cdit!ldt~ po> él de

•auto aacnmlcntul", ptlro poucr énfn!is en el carácter catequístico que ten· tlrfa C$te texto~ lo q\Jc .61o ta parcinlmente cierto como veremos despuétL De marwra más Kentra.l, Kap$óH conllidern que e~t.ns re:presentociones fue .. ron •parte del proceso de conver.-ión Al cato1icismo donde el rererent.e histórico JUgó un pope! cjemploficeclor", pero añade que también funciona­ron •como un eiNntnlo de ofirmnción (vfa In evocación del pasado) de la identidad indfgc!UI·, op. ciL, p 140. Más ad•l&nte comento la versión que tran.scnbe eate autor. ()¡¡.orio eei\nlo asimismo que la muerte del Inca ~ra represen toda paro ·ck_l.a-pcrt..·u en el rndf¡ena un senurniento de temor rel:i .. g¡oso allte fas fuerzns qu• rigen su detttino~. o p. C'it. , p. 116.

85 Parl!<C.' uuunuarlo Mortel Botaillon en "Por un inventario de las fiestas de MorOA y Crilllonoo , Mar d•l Sur, 111, 8, Limu, 1949, pp. 1-3, lo que ca asu­mido PO' 1\Jopsoh. op. CJt., p . 1•10. Lo pootbrlidnd de e<lB reltuióo es~ casi

Page 32: Cornejo Polar Escribir en El Aire

50 Escribit-tn el oírc

todo caso, que tengan que ver con los enfrentamientos ritua~es o festivos entre indios e indios disfrazados de ~spañoles que el m1smo Burga documenta hacia 166086 y con l~s antiguas compa~s del In­ca/Capitán, anotadas más _am1>a- Según se ve ni lue~¡o, Y sm _recha­zar ninguna de las posibihd~des enll;"CJadas, rru o~16n ~ns:'te en leer estos textos oomo depósitos de d1scursos de varl08 suJeto,., mu­chas veces enfrentad08 entre sí, dentro de U!' proceso cuyas etapas más oercanas no invalidan del todo las antenores-

En su último aporte sobre el tema, y consulta!'do casi todos ~os textos conocidos, Teodoro Meneses insinuó la pos•b•h~nd de diStin­guir entre un •ciclo teatral" (que él asociaba a la trad1C1ón. de los au­tos sacramentales más o menos acult~ados y seculanzados del "tcatr·o quechua colonial"} y olro ~r?lklónco"87; pero .la verdad .es que considerando prácticamente el mJSmo corpus ~e t10ne otra Impre­sión: quo lns diferencias entre los textos no der1v~n de. su pertenen­cia a distintos ciclos (y menos si se emplea la clas•ficac•ó~ que acaba de mencionarse), sino que dependen del varl8blc uso soc•a l que cada versión ha tenido, no obstante lo cual hay que reconocer ':lue el ma· nuscrito do Chayanta el descubierto por Lara, parece sttuarse, al roenoa en parte, dentr~ de una Hnea distinta a In de los otros ~xtos conocidos88, Es obvio, en todo caso, que hasta que ~o se reahce un trabajo filológico serio que establezca al menos una tmagen aproJO­mada de lo que In filología clásica Uamaba stem"!a Y, del cuadro de variantes, sólo cabe hacer en este campo gencra~JzaCJones muy mo­destas y nunca del todo verificables. Falta. tambtén oonocer lo~ tex· tos que sobre el mismo tema habrían escnto en quechua escr~tores cu ltos bolivianos y las traducciones a este idioma de_un drama espai\ol que h<lbría tenido mucha difusión en el área andma89,

tolaltnonl<l lncxplornda . . , 86 Burgo, op. cit. pp. 399 y ss. PeaS<l ha re1Jarado ~ue .on In roc1cnte edlc>On de

lo c1·ónlw do Bet.on?.os se descl'ibc el c.ercmontul l un~rtu·lo de Pa';lllu lnca como repetición del que habría sido ordonado por ~ncn Yupanqu1. Tnk<J Y kt~roka ... op. cil, p. 15. Como parte de cae ceremomol es la representación d• uno batalla. ritual entre los Hurin y los Ho.non Cusco, ptenso <l1:1-e es po&ible que de ntguna manera, cierlarn~nt.e e.etaocW., ese enrre:ntamJ_e.nto tengo. al¡una relación con el que se esccnifiw en~~ u'Onka -qu~ es _en eterta formo un ritual runerario. Este carácter lo irunr:-üs BtttY. Oson.o, en su artículo cíl.t\do sin reeurrir a- Bet.amos. pero obvromtntt: s1gue s1e~d~ un t.ea:nu por ;nvesliga.r. De ser "-el"'SÍDJ.illn relación entre el nto funerano ·~ y lo$ esccnifit.aciones de la. mu~rte .dC"' Ata~ualtpB ·~ ensancharnl enorm<menl.c el significado 6unoo, bist.ónco y eoosl de é~~t¡t,;

87 Meneae•. op. cit , p. 4 • 88 De hceho Menescs solecciona este te"l.o (y no •1 que el m•.•mo habla clescu­

blert.o) en au Teatro Quedutll Col.oniat A"rolo¡¡la. Sel<cc•ón, pnllor Y ~n­ducción de Teodoro L. Mené&es (Linu>: Edubanco, 19~3). E!' el ~ró .0110 :':­lincha el tcalro "-C!minentemenle cat.cqu(at.ic:4 populur y el e.r~dl~ lq~ t~ ptoduco. aunqul) empleando el quéchutt, elementos eustanen• es e a ospnl\01, p ij. , f¡

as BohnDti hot:tl Ull recuento da tlllOK, pero setwla qué '" VOTtt1ÓI\ que él o rece

Capit.ulo Pmm:ro 51

Lo que sí parece evidente es que en los textos conocidos funcio­nan d1námicas que provienen de la oralidad y olras impensables fuera del marco de la escritura. Creo que hay suficientes elementos de juicio para considerar que se lrata de discurs08 escénicos escritos durante ese J)('riodo en el que la escritura no ha desplazado del todo las normas de la expresión oral, y hasta cabria suponer que algunos segmentos tienen fuentes directamente orales y que a veoes hasta incorporan, casi sin variantes, canciones y danzas muy antiguas. Basta seilalar al respecto, para poner sólo algunos ejemplos, el es­tilo formulario y repetitivo de los parlamentos que van del 2 al 33

"" completoment.c diferente por teuer raíces prehiopónicos. Op. cit. pp. 48-65. Orucias a Julio Norioga h0 podido d i•poncr de uno fotocopia del drama del boliviano José Poi: Atahuallp<> <Cochabamba: Impronta do El hcrnldo, 1887). El argumento de esta obra, representada en Cochabomba en mayo de 1869, comienza después de la eooeM de Ctl,j¡uruu·co, que es sólo evocada por el loca durante su cautivcno, y su núcleo se refiere a la pasión de Pi~¡.rro por Cora, la •e!rpoSa favorita• de At.ohuallp• (p. 21)- Obviamente pertenece u un sistema literario un relacl6n olauna con el que analizo. El text.o ""paiiOI que Balmari no pudo revisar •• In lragedia de Christoval Mario Corté•. Atahualpa (Madríd: Por don Antonio de Sancha, M DCCLJOO(lV), Lo he coDSU!tado en oucrofilm el\ la Uniwn;idad de Pitts­burgh y no lu:~ne relación alguna con las repreacmtaclooos andinas. Su f'tn­l.ro de mteTés ea el cooJiid.o entre Huállcar y Atahuallpa, lo que permite p~nUir a los españoles como defensores d•l mon8l'C8 leg;timo y jusl:ifttar sus acaones en contra del tirano Atahu.allpa 1 nclu.&o si hubiera sido tra .. dueido al quechua, no ha dejado rastros de anfluencia sobre el corpus que mnnojo. l)ebo a la generosidad del erudito Guillermo Ugof'U) Chamorro conocor los originales de un artículo suyo, de 1957, tobro "Atahualpa en el t.oatro peruano y universal" en el que hace un prolijo recuento de lea obras drnrnáticns españolas e hispanoamericanas que oo centran en la muerte de Alnhunllps, pero ninguru> de c li(UI lie11e vinculación posiblo con las que oquf s~ estudian. Eeto incluye a lA cnnquísta del Perú, de "El ciego de la Mcl'c.:ed"', c¡uo fue representada ~n Lima en 1748. Ontcias ft la profesora Concot>Ción Ro1·ert.e he conocido este tcxt.o en lo edición crítica del teatro completo de Ca8tillo, hecha por la mismn proft'lsora y por ahora sólo disponible (lamentablemente) en corto tirnje microfilmado: Concepción Re­vcrW llernal, E/ teatro de Fr. Francioco del Ca1tlllo ("El Ciego d• Úl Mer· c..>d" CBnrc:~lona: EDT Micropublicacioneo, l988). Cf de la misma autora. AproxittUJci6" crílica a un dramaturgo uirrt'-MI peruano: Fr. Francisco del Castillo (Codit: Uni<ersidad de Cawz, 1985), ~sp. pp 179 y ss. Tampoco tienen n-loción las obrns enlistadas por Juan Sixto l'roNo en •EJ Peru en la mú•i"" e~nica", F<!ni.x, 9, Lima, 1953. Graciu a Uearte Charnorro pude niVINlr dOll obras insólitas: la escrita en francú por el peruano Nicanor dello Racca, lA mort d'Aútlwu4lpo (Luna. Imp. La aoeiedod, 1871) y Ata­hualpo. Drama lírico en ~actos de Ant.ooio Ghulantani. MúsiC8 de Carlos Ennqu~ l'aata (Lima: Imp. Lo Patria, lil771. l'8•l.o vivió elgunos eiios en el l'crú y fue el primero en incorporar mt\eicn y eane;ones mestizas e indias en obro.. mu!ticales •cult.as". La letra es del miamo que o&c:ribió el libreto de Afda. Cf. Guillcnno UKarle Chamorro. Ccnrena,.W dtl tbtnno rn fJ{ma eh la 6puu .. Alalu~alpn.., (Lima: Servicio de Pubheoc:lonea h.l-litnooj deJ Teatro Univ.::rsitatio do San Marcos, 1979). En su ort(cnlo de 1967 Ugatte Cha­rnorro •·ec:ueordn hnber visto en su nide.z reprc"tntoclonca populares sobre In muerte d~llnc:a en Al'equ.ipa.

Page 33: Cornejo Polar Escribir en El Aire

52 F.trrfbtr m (11 <u' re

de la versión Mancscs90, los lamentos de las cuyas y pallas en ésl~ Y otros manuscritos y los cantos y donzas guerreras que formar!a~ parle de la acción ·c~cénica•!ll, Si. fuera a~i. esoo wanka no partiCI­paría de las caracterfsticos clefimdomonte .?scnLurales del corpus que se conoce como •teatro quechua colontal 92 y formaría un grupo aparte de raíz andina más nrme y menos transo aculturada, l~ que 00 impide pensar que en dcoorminados momentos otros suJetos sociales hayan dejado sus marcas en los _ooxtos. En este c~o, ade­más es claro que se trato de representaCiones que aunque teatra­les• ~o han perd1do sus vínculos con el ritual.

De olra parte, y esto complica mucho más las ~os_as, sospecb~ que cada versión oculta una arqueolaJIIO prop.a Y ~~nta, ~mo SI acumulara 1nternamente estratos formales y de _s1gn¡ficac•6n q?e corresponden a sus confusos ilinera rios de actualizacJOne~ espaCio­lt>mporales, cons1stentemenoo cargadas _de contenidos _étrucos Y so­ciales. Aludo a constataciones de este tipo:. en 1~ ver.u6n de Oruro recogida por llalmori, se reproducen con eVIdenCia fragmen~ muy antiguos, tanto que respetan el modo fo~ulario93, pero ~mh•én se pueden detectar otros muy modernos. Es •ndud?ble, por eJemplo, la condición paródica de algunos segmentos que ffilffia,!',. entre !,a burla y el miedo, el comportamiento, ~1 lenguaJe y los. ntuales de un Ejército bien conocido por los espectador~s (la vc~s16n es de Or!;"'' Y de los años 40) como protagonista de los grand~s e_scarnnento~ que acaban con los alzamientos populares, en especl8l campesmos Y mineros. Las órd~nes del ·ueneral" P1zarro sl~mpro: ;~produ.-= la5 fórmulas de los manuales actuales de mstrucc1ón m1htar:

Soldadog, u ro,·mur en llocu; l>l h~mbro nrl mas l. 1'""" regular, maricbenJ. Solda! do•l prcs(•nt.<'n ormuH94.

y dentro d& ese conLexto no es extraño que en más de una ocasión se mencione que el Inca fuo ''ofusi!nclo'' por los españoles95, como tam-

90 Aludo a IM pregunLua, rcapu••Los y pedidos, todos idéntico~. que hace e.l Inca en esto vorsi6n o no mt•ltC>9 de se;~ ¡>trRonajes o grupoA d? pcr~o!lAJes: La fónnula t¡uc sa rcpiw (sólo C.tllllhlll ~~ t:1c-gundo per.aonnje) es. Jnca. (nombre del personujc l ¿o_coso no nos nlegnunos .muchhamo por haber Uc:­gndo a cst.c muy lindo pueblo nuc1;tro?/ Perr;on3,1e: Poderoso l~ca, mucbl­simo LenPillOs Q\10 oleg-rarn~>a J)Ot hnbcr lleg-ado ti este muy hndo pueblo nuesl.<o JOh poderOl!O JncaV lnc~ S1óntMe, no te onuovas lle aquí./ Per•o­naje~ Sí.' mi gran &eóor'" Frugmcntos t.umbién fonn~arios se encuentnm en otros ~gmcntos de este rn~nuQ(:nto. y en otros ~eTS10ne-s~

91 El teml.\ es estudiado por llelty Osono en •u arl~tulo ¡m e todo. . . 92 El Teatro QtLechua Coloruttl de Menews etll la más completa rt:-eopllaetón de

este un portAnte corput~-. . 93 Muy 'li"ÍStbiC\8 en los 'li'OdltiV08 (por c,cmplo; ·Ah ruert~roente q\IC!r .. do Huay~la

Huisa odivmo• -<>p. at Jin•o• 178, 1!12. 203,212, ·~c.) y en las mtervenelo­ne.s de loa ñu:dnl C403·409l para poner dos cttS(')S eVIdentes.

94 Op. ciL, l!neaa 253-.'i<l 95 Op. cit .. linea• 365, H 1

53

bién es a todas luces evidente que otras parles derivan casi sin me­diaciones, y por eso se trata de interpolaciones bruscas, de textos escolares del historia96.

En cierto sentido, aquí la hist.oria literaria no tanto hilvana un texto con otro cua nlo se ndensn en cada texto, casi en forma de es­tratos que se superponen pero sólo parcialmente. Intuyo que el or· den de este proceso, que finalmente explica qué es lo que se repito: y qué es lo que cambiu, radien en las expectativas, necesidades e inoo­reses de qtúenes contemplan o particjpan (en realidad todos partici­pan) en una representación que nunca es solamenoo ooatral, incluso cuando la performonce est:l a cargo de grupos más o menos especia­lizados (el ooxto de .Balmori es el usaao por un "grupo folklórico• que hasta 1950 se llamaba "La comparsa de los lncas")97, o cuando la copia del texto, o la dirección de sus ensayos, está a cargo de profe­sores, estudiantes o vecinos con algun grado de instrucción98.

Creo entonces, considerando Lodo lo anoorior, que la lectura de cada versión d~l wanlw. oondrfa qu~ diseñar una suerte de mapa del ooxto que establc;c1era los diversos campos en los que actúan sujetos sociales de distiote filiación e inclusive, dentro de esos campos, las interferencias de otros sujetos que han dejado sus huellas en forma de estrat.ificntiones del significado. No es un caso único, pero aquí los conflictos son hnrto más agudos: no en vano las conciencias y lenguajes que se disputan el espacio del texto provienen de distinl.as culturas y representan mtereses socia les en cooflict<l, a vt'CCS brutalmente. Ese mapa sería, pues, el plano de una batalla en la que cada sujeto gana o pierde dimensiones del texto, batalla que reproduce la conf1'ontnción que el propio t..exto representa dramáti­camente. Con frecuencia ~stn reproducción tiene un deserclace i n­verso n la experiencia histórica: de hecho, en efecto, la mayoría de las versiones de In muerte dellncn, al menos Lal como han llegado hasta nosot.ros, muestrnn una rolnjjv.1 hegemonía de la conciencia indígena y forrolln parto: con mayor o menor clal'idnd de sus estrategías de r1osistencia y reivindicnción. Comparando esto$ textos con sus s imlla•·es de México y Ountemala, Wachtol ha hecho ver que los andinos se cierran con una fu~rte disyunción entre lo indígena y

00 Obvía en el pllrlomenlo de Almagro ("81 intrépido genoYI\s Cristóbal Colón deecubrió la América ('0 1492 ... "'}que comien'Zo en la línen l36. En el caso muy pDrticuJar estudiado por Millonc,- también se observa Ja presencia de fuentes de este tipo. o p. cit .. pp. :17 y •s.

97 Op. c1t., p 5:1. Sboedel .nrormo que en 19·19, en Otuzco, la obra fue repre­IW!nlada por el •rorüunto rolklórlco de la hnciendu .lulcán" Hasta entonces la representación hobftt estado o carro de los propios lugarí'ños. Richard Shnedel, "La reprooenlüción dt la muerte del Inca Atahunlpa en la fieota de la Vír¡en do la P\oerto en Otuzco•, &<tnn, 4, 8, Lima, 1956, p. 23.

98 Ea el caao do buena pnrte d< hu vcrsioneo rcoogidns por Ravine8, Olguin e lriru1<-.

Page 34: Cornejo Polar Escribir en El Aire

54 Es.:ritnr en d arn

¡0 hjspánico contraria a la con~unción .que caruct.eriza a los otros, Y ha puesto de relieve au dimenstón mestáruca99.

La multiplicidad de los sujetos que compiten en el texw par~e estar sólo en parte constreñida por el he<:ho de que 1~ conservactón (y modificación) de los manuscritos está ligada a tradtcton.es locales, de cada pueblo, donde hay personas encargadas de s:: cwdado Y de la preparación de s\Lq periódicas "puestas en escc-03 , qu~ norm~l­mente son con moth•o de las celebraciones del .ca!endano festivo general o de cada comunidadl00, aunque e•~. las ul~tmas d.écada~ es más 0 menos común la preseneta de grupos p~festonales o de ac­tores" prestigiosos que actúan en varias comumda~es Y que sm du­da favoruccn la rápida transformación de las vers•_ones loca~es: Es posible también que en cada caso se ~ayan CJOr.ctdo con dtstlnta ruer:t.n inLederencias del Poder, presumtblement.e tncómodo fre~te a ciertos contenidos de la representación, pero en el corpus q":e dispo­nemos la iniciativa sigue en Jo fundamental , co~o está dtcho, en manos de los c~Lratos étnica. y socialmente subordmodos.

Es singularmente esclarecedor, en es~ orden de cosas. que en la ven1ión recogida por Meneses la sentencHI que ~ondena a Atahuall­pa (que repite la versión andina del degollarruenlo del Inca) apl!-­rezca en el parlamento expücitamente grotesco de un estrafalano "padre predicador":

P~rsignum osignatis iocue.n:tatis in nomine t..oti v\"rit.ates es tRmpus bru­jabil non t.cn~alis. Es doctrina del re••crcndo Podre fray rapado aquel que en sus reglas y antí(.onas escribió las regla11 de eapnr mo.nas eso fue aet'iorea quíól'~ no fue devoto entre. sí, &e¡lln refieren vanos au~rcs vorduderos~ que cosa tan fea vct ll unn rnujcr en tu~oAJ ArUoJ 1· Por numdnto del Gobernador don Francis<:o l'lzorro ha de Rer degollado el rey Atohualpa Inca del Perú./ 'lJ' Tatnbi~n por hoher ueurpado ol reyno a su sc¡u ndo hormano y heredero leg(Limo lludscor/ s~r 'l;'o.~nb ién por hnbor botado por loa suelos e l libro de los santos cvungeho•, que esto monda wda ley de dios ( ... V 7' Reverendo l'adro aquello es hormosa donde el etnvel tócP a la incx:e.nl.e mnnposa Mtuvo 1u .madr<t ~va en ~1 jardín eon Jo que so ac:'bó .Y dio fin. pido ol auditono perdon de m1s yerros y mis malas explieac•on.es que me uc:ompnt\a u lo rudeza, ptdo al aud1torio y s lo inocente mnriposalOl.

99 Natban Waeht.el, ;¡:;;-visión de los •·enctdos; la oonqutsl4 eopañol~ en~ kJore indígena•, Juan Ossio (e<l), Jdcologla mwdJUJ:O M •1 nwn o, • (L

1ma: Jrnacio Prado Editor, 1973), pp, 37,81. Anallzondo .•1 sur¡p=e¡to

de lo •ut.opfa andina•. Alberto Flores OtsH!'do ttdvse:~ que ~ re rcllentaciones de b mue..rb3' del loca varfan ~gun se tr~llé de un pue dep nu'Bti~. de 01esti~ 0 de campesinos" De acuerdo o ello tendrlnn mayor o mer\Or conWnido utópico. Busc:<JJU!.o un ltrcXJ, op. cal-. P· 7·L

100 l..oa vorlant.eM Joc:Jlea: de. In compara3 del tncn!Co¡Jil rtn htu'l t>1do e6t.udtadas por Uurg-o.. Cf, espacialmente el Cap. J.

lOI Op. Ct~ .. pp. 1 6~,(37

Capitulo Primero 55

Ll.l radical incongruencia de este parl¡lmenlo pone de relieve la absurdidnd de la "justicia" de los españoles, Eo un fragmentn que rompe abruptamente la norma de todo el texto, y no hay razones para no suponer ~ue S! tt:ata de una int~rpolneión; sin embargo, si como ptenso, la dinámica mterna del texto acoge y formaliza necesi­dades cole<:tivas, entonces el sentido del parlamentn ttene poco que ver con el irrespeto al eventual tru.'lo origmario y mucho, en cambio, con las expeetativas de un sujetA> social que ncct'sita la evidencia de que el Inca. fue condenado sin razón ni justicia. Expectativas más fuer~s. en este caso, porque la referida versión ofrece una imagen harto menoscabado de Atahuallpa, desespernntcmcnte pas ivo y gemebundo, que de a lguna manera exige nlgo asl como una compen­sación.

Intuyo entonces que este fragmento delirante os la respuesta de un copista (o de un "•ctor" cuyo irreverente recitado es luego incor­porado al texto) que nQ puede aceptar esa imagen del Inca. y In con­trnpesa con la figuración esperpéntica de quien lo condena, lo qtte no necesnriamcnte implica. un proceso individualmente consciente y deliberado, pero sí la ruptura de un significado mediante un discur­so farsesco que aunque está concentrado en un solo punto termina por recomponer buena parte del mecanismo semántico de esta ver­sión. Implica asimismo que en este caso el textn expresó en algún momento contenidos y expectativas propios de otros grupos, tal vez preci~amente de los evangelizadores, qu<' es lo que queda subvrrtido por la irrupción carnavalesca del"padre predicador".

Algo más. Aunque no hay acotación cspe<:ífica al respecto, todo indico que la condena de Atahuallpa consta en un texto escrito que es leído por el predicndor, con Jo que los párrafos burlescos bien po­drlon interpretarse como un marco oral que aubvicrt.a el sentido de lo escrito y en última instancia la escrituro mismn. Su desorden descobeiiLido, su grosería, sus alusiones proca.ces al cuerpe y al sexo, su irreverencia religiosa son signos por igual festivos y críticos, fuertemente carnavalescosl02, que ridiculi~nn lo que dice el texto escrito y corroen el orden J'acional y cerrado de la letra. Mientras que la escritura habla aquí de muerte, In oralidad que In circunda reivindica los instintos pritnarios de la vida. No hay testimonios so­bre lo representación de este parlamento, pero el hecho de que so­breviva en un manuscrito tardio parece indacnr que sí fue aceptado socialmente,

Algo similar puede decirse de la escena final en la que el Rey de Espn"n ("lspai\a" en algún casol condona a muerte a Piurro por

102 Obviamont.e aludo a la& idea& de M. Bajt/n Cf. c•pocialmcnto La <ullurn PQpular "" la lf:dad Media y el Renadmitlll(t. Rt rrmiC,liO d~ Fran~oi~ na. bd<~i• (Dilrcelon• BorraJ. l974)

Page 35: Cornejo Polar Escribir en El Aire

-~- ---.-..-56 ---­Escribir t"n (/ Qllé -- ---haber ejecutado a un soberano lleno de virtudes103. También deli· rante, aun9ue en o~ sentido, estn escena parece obedecer a intere­ses de vanos usuartos del texto: desde la gran masa indígena que urge la condena d~l culpable y !!1 muy heterogéneo sector que dis­cutí~ la l?g.llmtdnd d~ la conqUista, ho$ta la de ciertos grupos his­~árucos l1gados n los ~ten~ses de la Corona, y en conOicto con los conqmsta?tlrtM do la pr1mera hora o con sus descendient,cs directos qu,e necesitaban desacreditar la "hazaña" de Cajamarcn y que -ade~ mas- tenfan en cuenta el escándalo que significaba un regicidio ("ese ';,OStrO 9ue me has tr:ñdo na cabe:ta del Inca) es igual que mi rost.;o , _le d1ee el Rey a Pizarro)IOI, sobre todo cuando la imagen gare~laststa del Inca como soberano paternal había calado en mu­chas conciencias. El lector. tomorá nota de que la solo enunciación de estas h1pótes1s pone en Juego varios tiempos y varias conciencias que se engarznn, de manera nada homogénea, en una sola versión.

Basta citar algunos fragmentos de la intervención del "Rey de España" en el manuscrito de Lara:

IA,y, PizarTO, Pizarro. tómo eres tan abyecto traidor! ¡Corazón nacido al ptllt1J<!I /.Por qué fuiste a cortarle o este Inca la cabcto•! ¡,AcllAo lu no viste. que en su pa.ís gobcrnobo n sus innu.ruerabJes s6bdtt.oa en medio dala dicha y 1~ rucgr(a y la más sólida concordia. CIOn SU palabra siempre arable? ¿Tu no escuchaste actu10 eu occnto S:ie-mpre repoeodo? Era como una canción de eiCj!rln.

r ... Pizarro mucre ... ] l,levúoslo sj es aid. Id u tmiJegarJo al fuf:'go y qua perezca

103 Cito 'C"~s ~delont~ la versión de Lara La de llalmori es más brevo: •Rey de Espana .. ,Qué me .dices? La orden era no para que O. vuya a quil4r la vida a un gran Rey, qwz.á~ más fuerta que yo. Siéntate en este nsiento: esta.rá U. CanBado de ho~r •do a «if;struir a un gran Rey de Nuevo Mundo (._) Bste enVIado comettó escesos mtttíblea nse.sinando y quiuando In cabeza a U;D gran rey del nuevo mundo; el tnl Pi zurro debe tener la misma muerte, y s a r!Stá muerlo llovor1e a quemar con Lod« su descendencia". Uay que anotar Ql~C est:n condena .apn~ce mcniDdn tlenlro de un largo dlfJCul"$o que e~ una Hmtes.'s d~ In hJstona de Jn conquista y en la quG In rigurtt de

104 P1zarro no "'e' be n111guna crf.tica. Op. <JL, líneas 475-549. Lara, op. c1L. pp. 188-89. Es mlt'reAAnlt~ oool4r que en el dr•ma eopañol de Corté$ •. >:• atado, toda la eS<:ena IV del act.o V esta dedieada al problema del reg>crdio. Pi7orro finalmenw opt3 por conoultar al rey de Eapruia justo en el momento en que en el enfrtontsmumto entre espalio1es e indios~ un dardo_ cruel, mnl d1rigtdol infelizmemc por robusta mano) ni Inca p;;.;, el pecho , V, VIII. p. 121.

- -Capitulo rrlth.l'ro

y con él su descendencia toda. Y haced que destruyo o ou ..,,.... De ese guerrero infnme no debe quedar nndJt. ~~t.o es euanto yo ordonol05.

57

Desde otro punto de vista, la escena en la que Pizarro es conde­nado por su Rey parece remitir a In conciencia de los curacas que, como Guam~n Poma de Ayala, aceptnban la sustitución del fnca por el Rey, como ~jc ordenador del mundo y como responsable de la jus­ticia de un nuevo orden universal, pero imaginaban que ese vértice del poder no interferiría, por ser complementario, con la jerarquía social andina. La remisión a "lspailo" de la justicia que restaura el balance mm·al del mundo no es imaginable más que desde una pers­pectiva que asume como pertinente esa sueroo de refundación cós­mic.1, o si se qttiere de cosmología histórico-poiitica, que tiene su mejor exprcaión en la N u e va CIYín ica. Después de todo ¿cómo des­plazar de esta manera la insW!ncia de la justicia indispensable hacia el poder metropolitano si no subyace en tal operación un diñeiJ compromiso entre la aceptación de la realidad colonial y la terca pervivencia del deseo de autonomía? Esta es la rozón que me hace pensar que ciertos estratos del wartka sobre la muerte de Atahuallpa t ienen raíces en el tiempo que b.izo posible que Guamán Poma imaginnrn l11 t ulopfal06.

Con menos fuerza, alg.mos otros cont.enidos de los desenlaces de la tragedia d~jon traslucir expectativas sociales máR genéricas: así, por ejemplo, In promesa del recuerdo permanente de la figura del Inca, o el anuncio d~> que los metalrs se "esconderán" en los cerros para que loo e~par\oles no puedan encontrarlos o sufrnn en su bús-

105 Lara, op. elt. pp., 191-95. El texto quechu~ es elsi¡¡-uiontc" "Jyeu Pi.arru, Pisarrul imaynn tSajm auqa kankil Suwayrnan paqarisqn eunqu.l lmarayku kay lnkahpn/ utMnta qhurumurqanklJ Manacbu qanqa rikurqank:i/ Uopa llapa runakunorlta/ sami cbaupipi kusi patapi¡ nánaj ka•hqnyniyujta/ ñáu.ray olll sirnillanwan/ll'litanpi k.o.mnchlkujtaJ Manachu qnnqa uyarir· qanltil chay Muroy alli simintaJ Ku•i Jnilli jinan karqa. l ..• l'iz.orro muere]. Jirut k.o.jttnqo apáychij/ nin3pi ruphachJmuychijlllapa mit'oyaanaota..-an;/ wasintátaJ t.hunic.hlmuychijJ Manan kay sajra nuqomnntAI imallap.as qbepannanchuJ Kaymin ñúqaJ kamochioqay"

106 No deja de ser inwresante que Garcilo•o (Historia .. op. ti t. l..íb. VJTI, Cap. XX) cuente que el •-ey recriminó durnmcntc a To1edo por h(tbcr dado muer­te a 'Tüpt\c Amuru 1, con paJabrus u·my tJlmílorcs a las que AO leen en algu­nps verf"iOJH'H del wanha_. y que pongo ~nfasis en qoe (>1 Virrey ID\trió poco después do mclnm:oli3. Por ot.ra p:ute. durante el $é-minalio que die~ en el postgrado de lít~rutura hispanoamericana en la Universidod de San Mar­cos sobre este asunto, el\ el primer semestre de 1990. el profo.JO.r Macedonio ViUafón advtrtió que este episodio pu<!de tener resonancina del teatro clási­co espanol (como Fuenleo<J,juna o El m(JW a/calJJ.. el Rlfl. H1p6tesis sm duda sugestivo que confirmarla In nmbtgUedJtd del texto y In multipUcidAd de suje~ (¡un hublnn en él. Terrac:iru tRludia el tem~~ ~n su libro ya citado. Cf. cnpftulo 12.

Page 36: Cornejo Polar Escribir en El Aire

58

queda, parecen corresponder a una extendida conciencia. panandi­na 107. En la versión de Oruro Uamóla ate nerón de Balmon una bre­ve referencia a la resurrección del Inca en el cante de una ñusta: •Señor eterno, al joven poderoso Inca, ven si, hazlo resucitar" lOS, contenido mítico que según el mismo autor (tomando como f~ente a Vellard) seria central en la versión que se ~presentaba hacw. 1~ en La Pat. En ella se escenificaba al final uno verdadera Ep~ama en que figuraba una posterior representació':l con la Resurreccr~n y 'l'riunfo de At.ahualpa"l09, todo lo que renuLe al menos. genénca­mente al mito de InkamUO. Por lo demás, como se ha VISto antes, Wachtel cree encontrar en estas piezas algunos contenidos do carác­ter mesiánicolll.

U u caso especial es la versión reccgida por Wilfredo Kapsoli en Pomabnmba, donde -al parecer- la ceremonia está fuertemente do­minada por· el sector misli. ~s hacendados h~ce~ el papel d_e con­quistadores luciendo sus mejores galas, y los tnd1os del comun for­man parte de las huestes de Atahuallp~. ?1 tPxlo tien_e ~otabl:s parecidos con lo.~ otros, pero a la vez se dl3tingue por 1~ tnStStencta con que se alaba el valor de los españoles y ~u generosrd!'d (al bao· tizar al Inca y salvarlo del infierno); por la rncongruencra e.n.la re­presentación del carácter de Atahuallpa, que pasa stn transre~ón. de ordnnor a los &opañola• qua adoren al Rol A mgnr t¡UP ""le bautice; y por algunos dt't.alles significativos (por ejemplo: Atahuallpa .no sólo peca al arrojar la Biblia siuo también. en otra escena, el cruclfi· jo) todo lo que ccnduce a un desenlace claramente ejemplarizador. Valverde, que parece dirigirse más a los espectadores que a los actores, dice lo siguiente:

¡lnJiclc•, det.ooéoo! Ou mi boca estuchad In voz del ticlo; no lumetlt.ái.~ du vuestro Rey, la muerte -su error o.bju"'- Como un consuelo se le. dto el aguo del bautismo .anto que redime los fall.lls. ¡Infieles qua e¡emplo lmiladtll2

Pero sucede qLte en esta misma represcotaci?n hay ~n 7pisodio final que el texto no menciona porque es sólo mrmo: Qw~p1cóndor, cuyo disfraz y actuación imitan In figurll y los d~splazamiCntos ~el ave, devora las entrañas del Inca muerto y -segun el texto que Cita

107 &1 terna d~ los rnctales a~ por ejemplo en l..arl> (op. cit.., PP· 147-'la) Y en 8almori (op. cit.., líneas 432-«).

108 Op. ci~ .• l!ncllll 427-28. El t.e.to c¡uecbua ea el siguiente: "Guiñayapu guaino Capoc incn, jamuy rui jatarichry".

109 Op. cit.., pp. 46-47. 110 Cf José Maria Arguedas y Jo;1afaL Roel Pineda, "Trca versiones del mito de

ln.k.urrf", t•n: Juan Ossio (ed.),ldrologla mcsidnicc M<! mundo andino, o p. el L.

11.1 Woehwl, op. ciL. 112Qp eiL., p. 174.

59

Kapsoli- arranca "la hilaridad de los espectadores"IJS. No tengo n.inguna respuest~ p~ra las muchas preguntas que surgen, acu­Ctantes, de este eptsodio. Ser devorado por el cóndor ¿es la hipérbole del cast1go ("devorado por los buitres") o es más bien signo de una transfiguración (la del Inca en cóndor) victoriosa y esperanzadora? Y lo risa de los espectadores ¿se burla del 1 nca derrotado o escar­nece a los misti.• que se equivocan al creerlo muerto?l14.

Ahora bien: el uso colectivo de los textos, que claramente apunta hacia su representación oral y pública, uo quita importancia af he­cho de que parece no existir representación sin "guiones" escritos, incluso si, t'Omo afirma Juan Zcvallos115, en los pueblos de Caja­tumbo esto anclaje escrito es aleatorio o invisible: en este caso los ancianos '"()rrigerr los errores que cometen los "actores• sin recw-rir n ningún Apoyo escrito y el público, sobre todo In gente mayor, pro­testa airadamertte cuando la reprcsentnción se desvía del modelo consagrado, a l punto que toda la "escenificación" tiene que suspen­derse (e inclusive volver atrás) hasta que se retome la forma ori­ginal que exige la implacable memoria de los viejos. Sin duda se trata de un caso en el que la memoria oral tiene una función extra­ordmaria, pero cabe pensar que en su origen existió un texto similar al que se ~nserva en otras comunidades y sirve para los 11onc4yoe.• do Jo rcprcc€;ntoción..

Cnoo preguntarse, entonces, dónde y romo funciona la memoria que garantizo -<:on todas las variantes del caso- la supervivencia secular delwa11ka sobre la muerte de Atahunllpn. A veces, pcnsan· do en que algunos manuscritos modernos consi~rwn versiones muy alterndns y casi sin senlido116, se tiene la tentación de suponer que en el mundo andino la memol"ia oral, que es 111 que protesta cuando no so reconoce en la •·epresentación, es mucho más liel que la me· moria de fu letm, lo que remitil"fa a la condición ág~·nfa de la cultura qLtechun, pero rne parece que el asunto es harto más complejo.

Por lo pronto, tal como han llegado a nosotros, y según lo ya di­cho, los textos tienen indicio.s muy claros de sus fuentes orales, según se aprecia en las sólidas petvivencias del estilo formulario y de casi todaB las características de la "psicodinllmica de la ornlidad~ que enlista Wnlter Ong117. Naturalmente t'~to tiene que asociarse

us Op. ett., p. 144. 114 Aunque ubvianlPnte es una extrapolación, ~1 cpiAOdlo l'n cuestión remite al

capitulo 1, Vlli de El re•IUJ de esu- mundo do Alejo Ca~nlicr en el que la condencin rJo los esclavos negros pe«Jbe qut' Ml!rk.twdal ~ ha s-Bl\7ado de In hogucrn oonvc..-lido en ave.

U5 Aludo n lu información proporcionada perfl:onnlmtlnU~ por Juat\ Zevallu$. Pronto publicará m1 est1,Jdio sobre el temo_, }.A.· l)gt'{tdezco ésl.u y oLn\s rou· choa oolnboraoioo.es ·que me. presló :'11o lurgo dt: oetn inv<'St.igoción.

llG Que ca el <:~\ao d(': tos textos l'ccopiJaclos por rtuvfnew. OIFCuln e h·u,rt.c.. 117 Op. ciL. cr. Cap.!ll.

Page 37: Cornejo Polar Escribir en El Aire

60

al hecho de que se trata de represcnlaciones "temrales"; es decir, de discun¡os que aun si tienen un texto so actuolizan en 1~ pura orali­dad. Sin embargo, sea cual fuera la fuoetón de lo orahdad, el da~ irrecuSIIblo es que el wanka tiene desde hoce mucho tiempo (rru idea es que desde sus orígenes) una materialidad escrita, pero escrita dentro de la tradición de una cultura oral que sigue aportando formas específicas de composición, lo que permea . la escritura con atributos, como los ya mcncaonados, que son ~rop~os de la oralidad. Aunque siempre es peligTOSO traslapar expenencaas de distinta procedencia, las tesis de Zumthor acerca de la larga convivencia de voz y letra en el mundo medieval europeo, con la abierta o subterránea preeminencia de aquélln incluso sobre textos quu adoptan la forma escritura-libro, bien podrfan explicar muchos de los problemas que plantean los textos y las representaciones de la muerte de Atahunllpul18.

Dentro de esta perspectiva, el "ensayador" podría ser el gozne sobro ol que giran las órbitas. do la escril~rn y 1~ ora~idad y la ins­t.ancin cultural que hace pos1ble su daflcal conv1v~ncw, mcluso en nuestros días. Imagino la figura del "ensayador" como una variante del intérprete que aparece eo las cróoicas, como un personaje más o menos capaz de trasladar significados cnlre d0>1 idiomas, pero en este caso la importancia del bilingüismo qued~ algo o~aead~ por las exigencia¡¡ d<' la conversión de la letra en orahdad, ruogenc111s espe­cialmente si~tJ~ificath•as cuando los •actores" y bu<'na parte del pú­blico son analfabetos. Es impos1ble saber a ciencia c1erta hasta qué punto el "ensayador• respeta el texto y quó capacidad de memori­zación tienen esos "actores", pero lo que sf es andudable es que este personnjc clave conserva el texto que sirve de base t>n los en¡¡ayos Y quo en dct.<lrminados momentos él mismo o u11a person~ o llegada lo vuelvo n copia.r. Es probable que en estas ocasaoncs se mtroduzcan cambios mil~ o menos voluntarios u ot.ros derivvdos de la escasa atención o del precario alfaheti~mo del copistal19. En c.ste orden de cosas, cabría pensar que desde tiempo atrás la t•Rcratura teJe el cañamazo del discurso, y lo preserva, pero que a la vez, aunque pare~ca contradictorio, funciona como unn d~ ll~s puertas de tngTeso de sus paulnlinas modernizaciones (el lcnl,'U3Je de los ltbros esco­lares o de los manuales de instrucción militor ~n el ejemplo de Oru­ro) y de las eventuales ~¿o defuutívas?) pérdidas de su sentid~ lin­guJstico (como se apreeta en las ven¡Jones rccogJdas por RaVUles, Olgu(n e lri:Jrte).

El hecho de que las copias más modernas delntcn un. n~table proceso de deterioro podría interpretarse de do~ maneras distintas. De un lado, haría pensar que las represcntac1ones van perdaend_o sentido colcct.ivo y que comprometen cada vez menos a la comuru·

118 Op. elt. Cf. espec•aln•ontc 1, 5. 119 l!:l lcmn el::! u·nt.ado rápidament-e por Olg11ru e lrinrtc, op. cit.., ~-.p. IOL-102.

CápitultJ Prim.uo 61

dad, que es lo que parece sugerir Ravines cunndo anota, en relación cspecflicnmente al manuscrito recogido en Llamellfn, que en la ac­tualidad algunos "actores repiten [sus parlamentos] sin compren­derlos cnbalmente"l20. Sin embargo, de otro Indo, también podría pensarse en un proceso rcareaizador capaz de desligar los signifi· cados lingüísticos precisos del significado ritual -harto más gené­rico- de la acción que se represeats. De ser esto así, y no se trats más que de una hipótesis que luego st'rá retomada, quienes parti­cipan en la representación comprenderían <'1 ~ignifieado global de la acción más que el sentido puntual del texto. Faltan estudios sobre el tema pero es claro que problemas similares se presentan cuando los textos -sea el caso- son bilingües y un sector o todo el púbHco es monolingOc quechua, lo que a veces sucedo ahora y debió ser la nor­ma genernl en el l)nsado. En estas circunst.uncins el significado tam­bién se encarna más en la acción -y en lo <¡u() ol la globalmente sim· bolizn- que en el lenguaje. No olvidemos que se t 1·nLa de textos "tea­troles• y que en ellos el significado eslá siempre más nllñ de la sola palabra.

Este proceso de deterioro de los textos, tanto en quechua como en español, merecería un análisis mucho más detenido -análisis que nn estoy en capacidad de emprender Hay, sin embargo, algunos puntos claves que deben marcar~e. Por lo pronto, es cla.ro que en la cadena de la trasmisión escrita de los textos tienen que haberse producido pP.rtliriA~ y tTansformncic>n<>a paulatinas y acumulativas, pero también momentos de quiebras decisivas que han alterado sustancialmente el discurso, al margen de que no hay ra%oncs para suponer que los hipotéticos textos matrices fueran lingOfsticnmcnte muy esmerados. En lo que toca a los fragmentos en español es muy deíu1ida, por cierto, In interferencia del qucchual21, pero también la mezcla de un español ~-ulto y arcaico con oLro popular y moderno, para decirlo en ~érminos gruesos, en cuya relación parece ex istir una voluntad do respeto a l primero, pero -al rnismo tiempo- un marcado desconocimiento de s us normas. Cito como ejemplo la arenga de Piznrro en la versión de Llame! Un:

V oJerosos odelideo hijos de un bcneblc murlt cuyo ped1o generoso pue· blon fn aquesus manes al urma al armD toc.od ctús aruierra. guera contra ol ynfiel munarro matad todoo estos c:ao.allaol•ones y feronesl22.

Conviene recordar a este respecto los textos estudiados por José Luis Rivarola, uno de finales del XVI y otro de la SCl,'Unda mitad del A'VIJ, ambos escritos en español precario, "motoso•, por indios prin-

120 nroma$ colonirtl.s ... op. cit., p. 18. 121 En uJgUn caso e¡:¡t.a interferencia patN . .., tener un erecto cólllico, .sobre todo

en frawnentos do lns Lr'>lducciones que haco t'oli¡Jillo. R• ls opinión de José Luis Rivnrohl, "Contacto y conflicto ... ", op. cit., p. 101.

122 0 1 • • rn.nw.~t co onwle.ot ... o p. ctt., p. 31.

Page 38: Cornejo Polar Escribir en El Aire

62 &eribi.l" ,,. !tl tflrt

cipalesl23, para anotar que en éstos las gruesas inteñerencias del quechua dificultan pero no impiden su comprensión{" ... est.c su ser­bidures le desea en puena compañía de ysa mes señoras ... "), mien­tras que la arenga de Pizarro es notoriamente más oscura, y por momentos inint.cligible, como Jo son tambión -hasta llegar a ser del todo indesci frables- otros muchos fl·agmcntos de similar proceden­cia. Es del Lodo razonable suponer que In diferencia proviene, en buena parte, de que los primeros son originales. y los errores pro­vienen de sus autores, mientras que los segundos son el resultado de una cadena tal vez muy larga de copistas en la que se han acu­mulado malas transcripciones de un texto escrito en un español desusado. Al final parece ser obra de alguien que casi no conoce la lengua del texto que está reproduciendo ("guierralguera") y hasta cabría imaginllf - exugorando un poco las cosas- quo ~u actividad es más la de quien dibuja signos que la de quien escribe. Habría que pensar, en todo caso, en un copista con un ¡¡rado mínimo de a lfabe­tización pero que, sin t-mbargo, emprende la tarea de transcribir un t.cxto que preservA cultismos {adelides .. adalides) y arcaísmos {aque­sus=aquesas) que no da señas de entender. El acto de copiar un texto que para el propio copista es en buenos trechos ininteligible parece remitir al cumplimiento de un ritual que, por un lado, tiene que ver con el acotamiento del poder y prestigio de lu letra y, por otro, con necesidades colectivas que obligan a preservar un t.exto cu­ya representación es parte de la vida simbólico-imaginaria de la comunidad. No deja de ser estremecedor imaginar que esa rituali­dad, que es esencial para la cohesión comunitaria, sea, a la vez, un mensaje (casi) m descifrable.

De cualquier manera, como ya se insinuó más arriba, estos tex­tos signen siendo representados y aceptados por grupos sociales que parecen trascender la opacidad lingü!sticn para encontrur un si¡,>ni­licado simbólico, fuertemente ritual izado, más allá de las pa labras. En más de un sentido, estos textos están o caballo entre el quechua y el español y entre la oralidad y la escritura. Sin dudo residen en un espacio ambigUo y connictivo, en la mtersección de dos historias y dos culturas, pero también delatan que la letra {aunque todavía misteriosa en gran parte) se ha impuesto siquiera parcinlm~ntc so· bre la voz, aunque a costo de transformarse a si misma hasta un punto que a veces -lo he dicho antes- traspasa elünúte máximo de la inteligibiliclod. Como se trata de reprcscntncionc~ qua finalmente se realizan en y con la palabra hablada, el apego casi mágico a la

123 El primero en •tJn dOCUIIIWto para la hiawrin del espnuol ""ruano (oigl<> XV!r, Enriquo Rollón Aguirre LYJ Rodol(o C.mln-Paloonno. Df/IIOIIia Wt· guo-literarur y ~d~cüJn en el Perú Homrnlf.i( a Alberto e.\~r C~ima: CONCYTEC, 19891. pp 13l y ss. y el lt'gunda •n vrrgua. e<>nlllll&MCl611 ... op. cil., pp. 3·1-39 No me ha sido P"••blo consultar el anáheíe do ""te segundo dQQunH~nl4l que Rivaroln pub1ic:ó en Anuario de LwgOistica Hü;pd.flioo. l. Vt~llodolid. 1985.

63

grafia de Jos letrados bien podrfa ser signo de un imaginario cautivo (y cautivado) ¡x>ro al mismo tiempo {paradójicamente) un geato de resistencia y reivmdicación: no importa que la letra diga poco o na­da, pero a través de ella (inocultablemente ajena y trastornada) es que se puede escuchar una voz, la propia, en el espacio abierto del pueblol 24. Antes he sugerido que so tmta, hipotéticamente, de un proceso rearcail'ador; y ahora es posible reafirmar que el recitado de textos actualmcnt.c ininteligibles supone en efecto una acción ritual que parece regTesar a un momento anterior, cuando la letra no era indispensable, sólo que en la producción misma del wanko el peso de la escritura ha disturbado definitivamente la dinámica de la ora­lidad primigenia. A ratos estaría t.cntado de proponer la idea de que esta escritura, que sólo respeta el mlcleo de los significados, en gran parte aislados como en \ID archipiélagll de ru idos, tiene alguna nús­teriosa r aloción con la "escritura" indígena prehispánka: colores y nudos cuyo sentido está ligado a la separación. al vaclo, entre unos y otros.

Es interesante advertir que el texto más moderno, el t1nico del que se conoce ~1 nombre del autor y In data de su escritura se repre­senta con la ayudo de un "locutor" que "no sólo narra el evento de manera colorida si no que su propio rehllo está propuest.c como hilo ar¡::umental'' del dra ma 125. E l prestigio y la importancia del locutor en ~.sta versión tarcUa, unido al hecho de que su relato no esté con· signado en el texto dramático, podría hacer pensar que en algunas versiones anteriores también funciona esta voz omitida en las co­pias, haciendo comprensible Jo que sucede en "escena• y supliendo la oscuridad de los parlamentos, pero al respecto no se dispone de ninguna otra información. Es curioso, en Lodo caso, que el "locutor" aparezca precisamente en una representación cuyo texto no ofrece mayores prQblemM de compren•ión li ogiiística.

En todo caso, oralidad y escritura parecen tener en las represen­taciones do la muerte de Atahuallpn, funciones de alguna forma competitivas y complementarias y ambas -esto es lo fundamental­deben entenderse no tanto con respecto a la fidelidad con que re­producen ciertos modelos sino, más bien, a la urgencia de simbolizar cont.cnidos de conciencias colectivas (por cierto múltiples y cambiantes) que reconocen que la muerte de Atahuallpa s ignifica toda una larga historia (a la que implica metafór ica o meLonimicamcnte) y M sólo Ltn hecho que quedó como atado en un tiempo lejano. Esa historia es su histeria. Se trata de un complejo proceso de inserción en un acontecimiento histórico de vastos y múltiples siguilicados: la muerte del Inca (vuelvo a recordar que en

J 24 En el ya citado 11bro de G.tut.i~ki .fl:e rxponnt'l planteum•entOI not.ablemen· te suge!JI.ivotc: l'Obre c.J uso de la c~&C:riturn bi&pallll po-r lo" ~ndtgenas tneso­a.meric~nos.

125 Millon~•. op ciL., p. 58.

Page 39: Cornejo Polar Escribir en El Aire

64

una versión es "afuslladn•) r~sume la e:<periencio globo! del pueblo andiDo. De esta manero, 3llumlendo los imperativos de lo conciencia quechua. o de sectorrs de ella, pero siempre en relación con acon­Lccmúentos que no se dctuv1eron en CaJamarca, el wartlta sobre la muerte de Atahuallpa tiene una dimensión defmidamt'nte histórica, mas no a la manera dPI"drnma histórico" occidental que parece ago­tarse en la repetición escénica de ciertos hecho~ sugestivos o alec­cionadores, sino como figuración paradigmática que va acogiendo siempre nuevas s ituaciones trágicas y también, por cierto, nuevas cxpectatiwJs de justicia, casi como si el acontecimiento, fijado en Y por sus deternúnaciones, se hubiera convertido en un s igno Uu­yente poroso y siempre renovndo. En algún sentido, la lidelidad del wank~ tiene que ver -a través de la historia de la muerte de Ata­huallpa- con toda la historia del pueblo quechua 126. De aquí su larga y poderosa pervivcncia de siglos.

Aclaro que esto no significa bajo ningún concepto que los textos y las representaciones carezcan de identidad y sean ~6lo formas aleatorias de esas conciencias. Oc hecho, como se hn VJslo, hay una fuerza social que exige el resprto a la tradición asumid u como legí­tima, lo que obviamente tie,ne que ver con fidelidades. textuales, fuerza que no es suficienl.e, s1u embargo, pa1·a preservar IOUllcrable ni la escritura ni las representaciones delwanka . Extl'!lpolándolo, se podría emplear un parlamento de de Soto en la versión de Llamcllrn para confirmar lo anterior. Dirigiénd~se al Inca (au.nque Felipillo es el destinatario de la frase), el conquistador le advu•rte: "no altirisis el deseorso", frase sin duda muy maltrecha (es pos1ble leerla como "no alteréis el discurso") pero emblemábca127. Se le puede desconstruir algo imaginativamente para poner de relieve que, dQ una pa.rte, "discurso• parece aludir tanto al leng_uaje ~omo a l correr del tiempo, o n ambos, y en este caso su eXIgencia se referiría a no alterar ni In historia ni el discurso que la dice, pero de otra parte, la misma frase ordena una fidtllidad que, sin proponérselo, vulnera: ''al~irisis''/altoréis. En el fc>n<lo, sin embargo, no hay contradicción: S(! es fiel n la historia, no se la nlwra, pero esa historia no estl\ dct.enida y congelada, sino en plena ebullición. Desde este punto de vistn es l'erdad que el Inca sufrió pena de garrote, que fue degollado, que fue traspasado por In ~spada de Pizarro, que fue fusilado, que fue ahogado, que sus ~ntr~ñas fueron comidas por el cóndor: sus muchas muertes son h1st<lncas porque eo el wanka Atahuallpn es también todo un pueblo (con sus muertes infinitas) y sus complejos mecanismos de Imaginación Y de m~moria. Instalado entTo lo voz y la letra, el wnr¡ka no puede •suspender" la muerte del inca, como en la danr.n, pero tampoco la

126 Lo in~i1\úan Osorio quícn oootlidcra que la iigunl do ALohunllpo contiene ot.ros (op. cit., p. liS) y Max llernández en cl "Prólogo• ollibro d• Millones, op al.., pp. 23·28.

127 Op. aL, p. 22.

65

puede imaginar como un hecho único y definitivo, según las cró­nicas: muere, s~. pero unn y otra vez, C!n un fallecimiento tan pro­longado (valleJmnnm~nte d1cho: "pero el cadáver IIIYI siguió mu­riendo")J28 que encierra el devenir cinco veces l!eeular de un vasto pueblo oprimido. De hecho, como está señalado, la muerte de Atahuallpa pasa de ser un acontecimiento a constituirse como un signo.

Se trata, entonces, de un espacio simbólico, cargado de drama­tísmo no sólo por el caróc~or del asunto que lo.ocupa, osa muerte que es emblema de incontables sufrinúentos, y l;tmbién de muchos cont.cnidos vindicativos, sino - a la vez- por esta tensión extrema entre. reiteración y cambio: nudo de toda historia , por cierto, pero espectalmente tenso en In conciencia y el lenguaje andinos. Natural­mente, y el wanka es tnmbién en esto ejemplar, esa tensión está in­serta en el conflicto mayor de la colonia (y de sus secuelas) conflicto que está hecho del cruce de identidades y alt('ridades (siinos cam­biantes según la perspectiva de cada quien) que desde entonces es­tilo obligadas a convivir y batallar, atrayéndose y repudiándose sin tregua, en el espacio andino. De hecho, el wanka es testimonio in­comparable de los avatares de un diálogo que evidencia su impo­sibilidad al mismo tiempo que se realiza. Como se verá luego la re· presentación de la incomunicación es a su manera, sesgadru'nonte, un acto de comunicación; pero un acto de comunicación incompren­sible fuera de un proceso histórico que acoge varios tiempos, cada cual con su propio ntmo, ni fuera del ámbito de una radical e inci­siva heterogeneidad socio-cultural que incluye In desgorrada pero fecunda condición proteica, hirviente, de Jos entrev~radoa sujetos que la viven_

Noticia de una lectura impos ible

El discurso cronfslico sitúa en el centro de los sucesos de 1532 al libro sagrado de Occidente, In Biblia -<l su sucedáneo, un breviario I'Cicsiástico. Como está dicho, sobr<> él se acumulan ra~ones religio­sas y políticas, entre otros motivos porque el texto aparece como en­vuelto por las palabras del padre Valverde que mezcla unas y otras en un solo discurso del poder imperial Las represcntac1ones andi­nas de la muerte del Inca, en cambio, muy frecuentemente aluden a dos textos: el religioso, como en las crónicas, pero más asiduamente a una "carta• del Rey o de Pizarra a Atahuallpa. Este segundo texto, que por supuesto incluye significados religiosos, termina recibiendo más atendón quo el primero. No es necesario aclarar que se trata también do un discurso cuyo significado primario es el

128 "Masa•, Espaiül, aparto d• mies~<! cáliz. Edición de Juho Vélez (Madrid: Cát.cdra, 1988), pp. 281-112.

Page 40: Cornejo Polar Escribir en El Aire

66 E$<'.rJbir en f'l (u~

Poder, como por lo demás se hace obvio en In versión de Balmori que lo menciona primero romo "carta", luego como "embaJada" Y al final como lo que realmente es: una "orden"l29.

Lo carta parece evocar los primeros encuentros ent_re indio:' y espalloles, anteriores al de Cajamorea, pero es mu~ stgmficatwo que la oralidad de aquéllos se trasmute ~n la memona que Cl())':sa el wanl<o- en e.«eritura. Se puede imaginar que esta transformaCIÓn corresponde a la ambigua fascinación que sintió la cultura quechua por la letra incorporada de inmediato a un orden misterioso Y lleno de poder, c~paz de trastornar el orden natural del. mun~o: ~n más de una versión, singulannente en la de. L~ra, la tmpostblbdad .de descifrar la escritura se asocia a la convtcctón de que los prcsa¡pos de la destrucción del Imperio están a punto de cumplirse. De esta manera, ciet·tament.e t•m paradójica como dramática, la letra ~o ~e­jor, el silencio de la letra) se incorpora. al orden de los.destgruos inescrutables. Así, entre otros, en el s tgwcnte pnrlomento.

Salri Túpac: WayUa Wiaa, señor q11c duerme, qué chala blanca es ~sa. Dámelo, 1.81 vez pueda saber lo qut'! clla avisa. No; oo alcanzo a entender lo que quiere decir. No puede decir oaW. bueno. &n mis sueños be vi&to a Tliltuy Jall'pa y he oldo de sos labios qu• e U u quiere a esos barbudos enemig011 130.

O más eloramenle aún: Khlshkls: Waylla Wis.., hechicero,

cómo ha1nos de poder inWtprot.nr esto <tu.e se nos muestra hn1•cmo1.rublo. Pero tal v~z. si nueslra Mudro l.unn me iluminase, alcanzarfa a comprender lo q\le esLu chalo encierra. Yo ya sabía que debí31t venir los enemigos. Hace ya más de cunlro meses nuestro: 1\'ta.d.re Lun~ en ll1i.b auenos, por tres "'eCie$ me dajo que la éxistcncia de nue!Strn ~;eñor estaba """"' de su fin, que iba a quedar pronto concluido

129 Op. cil., Unens 2&. 52, 165. Es bueno anotar que tACrlturo Y li~ro no son eulturnlm('nte homólogos del todo. Cf Zumthor, op. c1t., en c.spcciall, 5. .

130 ~..oro, o p. cit. , pp. 103· 105. El t<>XLU "" que<hU<> •• ol s.i~ruionoo: .. Wnylla W•· ao, p1llluj nvu/ ima yúr:aj chhajlJátaj c:hay/ liJ>ámuy, 1chn watu)?D-anltma­t.oc:hull willHsqaJltoi Manan, m:man yoclu.amch\\1 ímol.ftchuK wlllayta mu· nonJ Monfln o.Uint.uqa wilh:uunanehuJ 'l'úkuy Jullp'o muspachawan/ chay nuqu.t~unk'okunt\ito./ muno.sqB.tlttL pay rimuwuo",

Capllu.lt.J Pnnwv

No tango para qué v~r ya esta cltow. Todo mi ser está abatido y destro•ado tengo el corazón. Ya cae la aflicción sob..., r>oeotroe, nos Oega el día de la desventura 131

67

Hay otros indicios menos dramáticos de esta fascinación por la escri~urn En una ocasión, y los ejemplos podrían ser numerosos, un mens~je obviamente oral se reviste con la retórica más codificada de In escritura oficial. En la versión de Balmori, Almagro afirma que debe hablar con el Toca porque lleva un mensaje delfuly; y dice:

Yo vengo con asta orden de rnl ílustre roy do Espana: no obedceiendo csin orden •• llevará la cabéza o 1~ corona del roy. DÍ<N/ guarde a V:Al32.

El texto hace recordar el reiterado recurso a la escritura y lectu· rn do los "oflcios" que envía Herodes a loa sabios y los que recibe de ellos y de los Reyes, en el aulo cusquel'lo de La adoración de los Reyc., Magos publicado recientemente por Beyersdorffl33; pero indica, sobre todo. que el lenguaje escrito se asocia firme, rápida y consislentemenw con el Poder: aunque indescifrable como tal, o precisamente por serlo, se sabe que contiene una amenaza de destrucción que será cumplida. Además loa códigos de la escritura empiezan 11 interferir en los de In oralidad, que los imita, en una suerte de metáfora del imperio de la letra (y de lo que r<lpresenta) sobre In voz. Aludo al conflictivo cruce do oralidad y escritura del que el propio wanka es testimonio inmejorable, conflicto nunca del todo resuelto en la representación por la azarosa y circunstancial prevalencia de una u otra, pero cuyo marco general no deja de remitir a un texto básico, incluso cuando ha sufrido un deterioro tan ¡¡Tave que literalmente CDsi no dice mida.

De otra parte, el wanka deja cOnstancia, prácticamentn en todas sus versiones, de un curioso s istema de articulación de dos tecnologías de In r.omunicación; la carta va y viene enlre los dig­natarios de la corle incaica en manos do un mensajero tal vez inne­cesario. En la mayoría de versiones se supone quo estos dignatarios forman parte de la comitiva de Atabuallpa y que están muy cerca uno de otro, pero la carta siempre es traslado.da por un funcionario

131 Id., pp 107-109. El texto en quechua re.a asl· ·WoyUo Wisa, layqa runa/ omftJnatátaJ wat.usúncbijl kay wátuy mana ollnataJ lchachus Killa Ma· molnchij/•ut'ichaylruwahtin atlymanl wotu)'UI luly chhaUaehataJ Ñuqaqa yuthllrqsniñamin/ auqakún.aj jamunantoqa.l t..J>uapayniypi Killa Ma­mánehijl tawa waf\uynin ñaupaj:runpV ku\&.a k.utipif'lon wt11awarqal apun· chiJpn kousaynin/ tukukapunant.oqo/ p'uehukuaqa lulnantaqaJ Manan qhawnykuymonñncbuJ Ukhuy kOJpoo p'nko•qoila, súnquy kojpas lajlla-

f s~nt'm, llftki paLapiñan káncbij, chhiki p'u.nchou.l\uu ehttyamuwanchij"". 132 Op. cit.. Jlnoas 165-67. Eufa/li• mio. 133 Mor~ot Ül)ycn)dorfl'. -JA ad()roc;(m dr lu3 Rtt)lft ft1QJto.'f". Viscncl<r del teol.ro

rcltg"LoM Pspnliol en ~l P~rü undinn (CuscO! f.;c.nLru Ourtulomé de las Ca:;as, 1988).

Page 41: Cornejo Polar Escribir en El Aire

68

real o por un chasqui cuya 8l'CÍón escénica (según el ur\ico testimo­nio que disponemos sobre este asunto) consiste en correr algunos pocos pasos "en zig-zag esquematizando en sus movimientos [unal larga marcha de vueltas y rodeos, y significa la llegada final por un salto"l34. Si dentro de la ficción escénica y dentro del referente al que parece aludir esa distancia no existiera, la pre~ncia y la acción del chasqu.i haría ver con m~s nitidez el dramatismo de los muchos fracasos de quienes intentan descifrar el escrito, pero en cualquier cnso, aún si los desplazamientos est\lvieran justificados en el espa­cio ficticio de la representación, los múltiples desplazamientos de los portadores del texto ponen énlils.is en la oscura necesid:rd de aso­cior el nuevo orden comunicativo de la escritura con el viejo de los men~ajeros, casi como si la "cnrta" tuviera que depender de alguna manera de quienes la conducen de un lugar a otro, aunque al final todo el esfuerzo resulte m útil y el castigo sea inexorable.

Desde otra perspectiva, hay razones para •ospechar que Jos va­rios desplazamientos del correo del Inca tienen una manifest.>ción d~gradada en la tardía versión cusqueña del Auto de los Reyl!tr Ma­go., en lo que w1 personaje "negro" se agacha para quo los dueños de la lot..-a esc.riban sobro su espalda las comunicaciones que se envían ontTe ellosl35. La lecnologfa de la escritura sitúo a quienes no la dominan como puros soportes ffsicos de la t rasmisión de s ignifica­dos que ciertamente no entienden y de alguna forma inscribe las grafrns - casi como cicatrices- en la espalda doblegada del ;lOalfa­beto. Luego, en el cap1tulo siguiente, analizaré la versión "cómica• de este asunto.

Mucho más inleresanle es el proceso de "lectura" que hacen los inclios de la carta del Rey o de Pizarro. Por supuesto, se parle del principio que todos los esfuerzos por descifrarla serán inútiles, pero en este proceso se ofrece una sistemática "hermenéutica• naturali­zndoro de lo q u<: es el objeto cultural por excelencia de Occidente. Vorins veces el papel es considerado ch ala y la tinta "agua su­cia"L36, a la vez que las grllffas son casi siempre "Lraducidas• a sig­nos propios de la natmaleza.. Cito n 1¡,'\lnos te.'<tos el a ves:

WayUa Wisa: Quión sabe qué dirá &sta chala. Es posible que nunca llegue a lllberlo yo.

134 Balmori, op. cit., p. 43. 135 Op. eit., p. 58. 136 Esta.s denominaciones up~;tf'C(Cn ~n Lnra y Bahnori. Lurn nfirmn que el uso

efe cha/a~papcl se C)tplien porque "anir~ loo alementos que le son conúc.idos r ni lncsJ no hay más que, uno (tu e guarda scmt·jan.zn cor• el papel, y es la chata• (op. cit. p. 52). En el v<>eobuiArio, Bslmori asigno u "chchullo" el ftignificndo de .. hoja de moí1., cosa liviana,~~ (op. cit p. l09) Mrocses Od\'ierte el sentido figurado de lu expresión en el vorobuJurio de au Teatro Qurehua Colonial, op cil... p . 588.

o también:

Copftulo Pri.m~ro

V isla eJe este oost.ndo es un hervidero de hormigas. La miro dcllde efite otro costado y.., me antojan las huellas que deJan las patas de lO!! p¡ijaros en las lod"""s orillas del río. Vittl.a nsí, se pArece & las laruk..o-3 puc•tas oon la cabeta abajo y las pAtas arriba. Y l:l¡ e61o t~flf la miraJtlOS es R<!rnC,jonLe n liamos cabizbajas y cucr110S do tflruka~ Quh~n comprender esto pudiera. No no, me es imposible. mi $6ñor, penetrarlo 137.

69

Rey (nca: -· ¡Ay que chola blanca esta chalo; de aqur mirada se pare<en como huellas de uno serpiente que se ha dP~lizado; bien mirado!. otro umt.o, se parece a los OJOS de mi ñusta l$n redondo, Llln rcd~ndo, mirán· dolo por <>Sto otro lodo IW porece al camino de Hunylla HUJSa tan que­btndo. tan quebrado; qu' chala ésta q_ue no la puedo entender, no la pue­do adivinar! [ ..• ] Prim o Inca : ¿Quó chnln, <tué chala es ésta? l ... IJlOr esta Indo a~ ve como una pata do gallo obicrtu en tres; por oquf se pnroce a la cajita de Huaylla Hui$a redondo redonda; de este otro ludn 8e ven como montón de honn.igos negro.s: ¿,con qoé aguo ncgrn está rododa osto chula. que no se la puede entender, <¡uo n<> s• In puede averiguur'll ... l Apu Inca: l ... ] ¿Qué chola blanca es ésta? No la puedo re&olver, ni en modo alguno enwnderln; Por aquí se ve ~mo lo cola de .una vibora que reaparece; por aqui villt."l, semejo a pajatltos que e-~t.uvteran peleando; como rociada oon a¡¡ua ne¡¡ra parece a esta chala blanco en modo alguno la puedo entender en modo al¡¡uno la puedo remed•or 1 ... )138.

137 Laru, op. cit..., p. 101. El t<txto en qoC(:hua. ~s como SJgoc: tjt~a~inch\IS ar'i knypiqa,/ u>onn sma jáyk'l\.i pachapasl ~uqa ynehuytn nt.'s~chul Kn.y chirunm-nnta qhawasqo/ wát.waj sisimán rijch'akunJ Kny WUJ <:h1runmanta qhawnsqa/ cbay mayu puta ch'•renpi/ phicbukúno,j chakinpili unanchasqan kikillanJ Kaynijmnnta t¡howarisqa/ rijch'okun. ur~ !'máyuh/ pata ebakiyuk ta.rok~kunn_manJ JinalJatan qbawahtlnchtjn/ ura ~mayuh Uamakuna hi.na/ tarukakúnaj wájran kilrinJ Pin kayta unánehnJ ltaska. Mana mana atiymanchul unancbayta, apullay". t:n es!<' caso In traducción al espai\ol consigna la palabra "chala• que no eslá en el tA!.<to, su~go '!ue porque en las primeras mencione-s a )a carta se e-mplea esta denonunaaón en la versión queclu.1u: •imo. yúraJ rbhallachan ka y ... , p. 98.

138 Bnlmori. op. cit., Jlnevs 170-222. El texto quechua es el siguiente: "Re~ Inca: Ay imR yuruj chnUochataj cay cay chnllnt.o, co.ymanta cagua~·uu amarit.umiy-paj rascoquil>tlscaman rijchacunjinn co11ocollollo,. cay ch.ica· mant9 c.aguarini llustocheynaypaj ñahuisninman rljchokun Jinn !»uyu· muyulla. r.ay uj ludomnnta cnh\Jnri11anitaj Huayllo liuu~n ñanmnma:n rljchacun jina quehunquihuilla; lma challachachus coy,. ehaUacha mana huotuy atioa, ni unnnchay atina. l ... J Primo lncn Ay •m• ~hallaehacay challaeba. ( ... ] coymanht tlaguarisca galloj chnqUJnf!'O~ ra~~haeun J~!' quinsa pallc-.an&ea. chic-amanta r.aguarinj HuayUo. Hu•&."\J tOJltttmnao MJ•

Page 42: Cornejo Polar Escribir en El Aire

70

Con relación a los Evangelios, la reacción es similar:

1 nca: 1 ~•.Y l,clipillo no cntlcu~o, ru se lo que me diae '"'""' gusaniUos al>hm? aquJ Otra cosa DO bMI39.

con La versión de Po?mbamba es muc~o m~ trágica. En ella el des­cze~to.ante la eac~ztura obtura la mtehgencia y los sentidos del

fnca e zncluszve ternuna por onmudecerlo, en una especie de simbo o concentrado de la irn¡>asición de la letra sobre la voz: .

Inca· E..<to nada me revela, nada me diee. Est.oe g8rabalos d• ·arillo ~1~eUas .de gusono uo ~avisan l\h cabeza no entiende. mis ojO:~ ven • no ~~:b1!3i4Q~ oy~n, rru paladar no &abore~;t, mi C:Ortt7.dn no sienL~, m.i h~

Estos ejercici?s de ''lectura", en los que loa szgnos gráficos remi­ten a lo que pudzera ser su origen o a los elementos naturales ue semeJan repr~entar, o simplemente a similitudes formales tie q -como e~ obvto- una dimensión puramente ficticia, casi inv~ros:il en reh•c•ón al m?monto y _a los hechos en que se incluye nl 41. Esto ~ener~ un Js~ac~ do ~mb>güe~ad. Por ejemplo: al asociarlos con el e:n i"ce . e a J~tor>a y al Situarlos en ese angustioso ir y venir

en e os d1g~tar.os de la nobleza incaica una lectura puede e ~:trarles un SC~&;!O df?m!tico, que es lo que'yo in luyo, pero Bnlmo':J J . ga en cambto cónuca ~a la larga escena que presenta los es­fuerzos tnd(genas por· dcsCJfrat· lu cart.al42 Ciertamente Balmori no lo h ce drf d' · , 8\tnque l d . . ~ • pe> a acu >rse" una larga tradición en la que a esmtehgenc•a de un mensaje genera comicidndl43 pero en este

Cll?O ~e parece que el efecto cómico está ocluido por v~rias razones pnnc1palmente porque lo indescifrable es una amenaza de muert~

chnc ·· -juJI ~n ¡ma mu,v;'nkyull:'• cay ujlUdornanta ca¡:uariaca yana 8iqulmiras ehal'ia~~:;:,~J~=L:át~rna ~ana Y:ugu~n ehaschuQuipa'!Cachus cay

h.tll -L. ma nr unan ay atina.f .. }lma yur&J chaUac:han cay e uuut mana ru.atuy ~tina n1 i.oul.t-namanta unancha tu.i . ladomnnla _caguarisca eatarej ebupn.o jina lincun•ea cay uflad!;:'t!' !h~~rtic~ Juru~utas mn..o.a-cu..c::cajrn3n rijehacun, ima y$ na yacuguon chas~ atín~t~. pneuchan, cuy challachacn. muna guatuy atano ni imayna tltllulchay

~!~ Dmm~ colotu:ae8 .. .. op. cit., p. 49. t;l ..,,toes de Lo.• frog<U. ~psoh. op. at.. p. 170. El te><U> en qúcchua es el •i¡¡uieotA>: Cay manami h~.dJomanchu:. mannm •matapi•h nimanchu f'JUlnum huillamchu ka PlshcucUJUt cnc~it.acuehca, eurucuut• lloctacush.Cil, manrun htdllomn~chi huhnlloy roushianchu, ñnhuillny ricEtl\chu, rinrillny hu.illanchu ahimilluy'

141yac unchu, shon~ui lluy umshyan.chu, ahimü lay Jimnnchu. ' ' Aunque sea obvto. ha.y quo aetarar quo aún s i el wttnka fuera nluy w-m~

P.C"'!•· en él la ontlidftd primario ~• pa.w de la "'PTC84>ntac16n y POr con­~acnt.- 6\lpone una ~ao6n fictaC'Ja de una e$~rie.ncia e.ntor\('(1 am· phomenlc supcrndo.

142 Op cit., pp. 45-46, 143 Euln trndición e.•ponolo, poi' lo monos deBde Elli6ro de buen ontor

71

(amenaza que sertí cumplida) y ¡>arque ese contenido es conocido en •escena" y por el público a trnvés de palabras como las ya citadas de Almagro (en la versión de Oruro) que son tr~ducidas por el lengua al idioma quechua.

No es nada fácil, sin embargo, filiar al productor de estos frag­ntenlos. Se puede suponer al respecto In acc>ón de una perspectiva escriLurol, y tal vez hasta "literana" en términos óccidentulcs, por­que resulta complicado situar tan consistente, esforzado e imagina­tivo operación lraslaticia en quienes se enfrentan ¡>ar primera vez a la escritura y tampoco debe pasarse por alto el hecho de que incluso las metáforas claves, como papcl=cltala, no dejaron ningún rastro en el léxico quechua ni colonia l ni moderno. Son pues, en este senti­do, figuras literarias que funcionan sólo dentro de esta textualidad y e>\ relación con su espacio imaginario. Si esto fuera así, entonces efectivamente cabria pensar que la reiterada representación de la incomprensión ind!gens de Jo escrito puede contener un sentido de burla o de de.~precio, detrás del cual habría un sujeto productor de­solidarizado (al menos en part.c) tilo el pueblo quechua. Para com· plicar más las cosas: el sru·cnsmo ante la ignorancia de los indios no necesariament.c tiene que provenir de un puntn de vista hispánico. De hecho los ladinos fueron muy agresivos con los indios no letrados (Guamán Poma dice que al indio que no aprenda a leer y escribir en español se le debe tener "por bárbaro animal, cauallo")l44 y no es imposible que esta apreci~ción se deslizarn inconscientemente hacia el pasado.

Naturalment~ este juego de hipóteSIS tiende a probar que los textos del wa~tka esconden una profunda y contrndictor~a estratifi­cación: las varias voces q~1· compiten en el texto, y lo hacen por momentos muy ambiguo, se instalan en distintos hor1zontes socia­lea, histórico¡¡ y étnicos y ponen en primero Unea el espesor de un discurso hecho de muchos discursos, espesor correlativo n la acumu­lación de e-xperiencias históricas que asume como condición prima­ria, sc¡,'llll ya vimos. la repres~ntación de la muerte de Al.ahuallpa como signo de unn opresión secular. En todo caso, en lo que toca al punto concreto en nnáUsis, lil palabra que hMfa burla de la inepti­tud de los indios (si éste fuera el caso) queda transformada pOr las otras palabras que hablan más bien, trágicamente, de la injusta destrucción de \ln orden propto, bueno y JUSto. El Jlanto de t:o)'O$ y palla8 es tal vez el mejor eJemplo de este otro sentido -que es el que finalmente, por decirlo de alguna manera, adquiere una hegemonía sem~ntical45. No hay que ohridar que al lino! en vorins versiones­Pizarro es condenado.

14~ Op tlt.. p 196, 't'm U 14li T<tt1"8eim resul'l\"f! (') p-rohleftlól runtitiénd()lo Dl tnajeto que artUAhz.a o recibe

lu cscl!ruL *drnmma pc.r i vinli. c:ornieita por 1 vmeilori'" Op cit., pp. 197 y &a.

Page 43: Cornejo Polar Escribir en El Aire

72

Pc':O ~~ wa;•l«t incluy~ ot~os episodios sobre el desc•framiento de la cscr.tur.?. En ellos los tndios ~atan de "oir• (o sentir) lo que la le­l~a "habla ,_<'n versiones que reptlen di' alguna manera el relato de cter~s crórucas. ~s probable que su condición escénica, 0 si se qwe­re y1sunl, dctemune la necesidad dramática do poner en acción en­f~tizándoln, la extrañeza de la letra y su imposibilidad de tradoc­c!ón 11 una. cultura oral. En la mayorla de los cnsos, la representa­CIÓ!" de 1~ mcompatibilidad de la oralidnd y la escritura se limita a la mtenc1ón _del Inca de "oir" el libro, como ya t>st.i dicho, pero en algunas vcr~1ones el tema adqwere dimensiones mós complejas. En c1ert~~ ocas1one~, porque se anotan gestos que no solamente tienen rel~c,on con la VIsta y el ~í~o, y en otras porque eso~ gestos son re­pe~ldos (~por tanto colectiVJ>.ados) por algunos miembros del séqui­to 1mper!"l. Anoto nlg~mos ejemplos. El más simple es el de Mene­sea, quo mcluye una breve acotación:

Luo~o el lnea pone In corta a los oírlot~ y dcspuéo In bolo con mucha vio­lcneoal46,

versión que es ampliada por las que se leen en los manuscritos de Poma bamba y de Llamellín:

Rec:obe •1 llbro; de15pués, loDeva al oído, • la viat.a y" la cabeza147

El Yn¡¡a <o¡e el libro abrelo y pw..,Ú<Hn toda• part<oi48.

Eata acción es verbalmente desarrollado en la versión de Chillia en un pnrlomento del Inca:

flablftDle ya por que qwero sober todos los secretos y si a la vista no me nhÍas hublanne en el entcndiulient.o f:s posible que no quieras declararme los sec.relos; puoa.1:1i en la frente no quic.re1;, ablante en los oydo¡s? asta aqur no dises nada ¿quisas quieras en el p("Cho·! pues esto no habla conmigQ, ni en 1a frente., ni en el pecho, ni en Jos boyd<Js.

loiG Op. at., •ntre parlumeotcs 106-107. En el texto quechua previo Felipillo usa lo palobra •~tarta• y la asocia al engaño. F:n In traducción españolo de l\_1en~~ es ob\tJO que f'elipillo está jugando con dCMc oc:eptiones. comunica~ a6!' Y Juego de cartas,_ como si tratara de prevenir ni Jnea; •. la carta para el ¡u•go Y el .eng,año de la apue~·. lo que At.nhuollpu, como es obvio, no puode perc1bor. ~~ texto qu..,loua doce: •qnpiy knyqo mluo cart.~ missa yu-kotoq"'. '

147 Op cit., p. 170 148 Op. c-it .. p. a t. Bnrasis mío.

--- ---------.. ........ Capituló Primero 73

ni en La vista. pues a mi no me síTOO csto7149 P

En In descr.pción de la representación en Carhuamayo, Millones anota que Valverde "entrega al Inca un mazo de papeles que Ata­huallpa huele, pone al oído, muerde y finalmente arroja por los ai­res". Como la acotación del te.'<lo transcrito es más simple (el Inca "rcc1be y ausculta detenidamente con curiosidad de los acompañan­tes, se miron entre sí y le pasa el libro entre sus generales querien­do ser ayudado a descifrar")150, se tiene que suponer que los gestos snotndO$ corresponden ul "actor" que desempPiló el papel de Inca en la cclcbrución estudiada en 1984 por Millon~s. Sin duda se trata de algo nsr como una sobreactuación, si se quiere de un cie rto virtuosismo escén ico, que de cualquier modo no hace más que profu odizar en Lma tl'adición establecida.

Como en Jade Carhuamayo, según acnba de v¡orse, en la versión de Monrts el gesto del Inca se hace colectivo. En esta última Ata­huallpa "pone el Libro a los ojos y pechos de los Sinchis y ous­t.as"l51, sin obtener tampoco, como es claro, ningun resultado.

No vuelvo a la discusión anterior, sobre ~~ la "IPctura• indígena de la escritura es cómica o dramática, aunque también cabria des­pleg~~rln aqul, porque lo que interesa l'n este caso es poner en evi­dencia In radical incompatibilidad entre la orahdad y la eS<:ritura como marco global de la representación de los bucesos de Cajamar­ca. Parn recurrir de nuevo a Ong: el pl'nsamiento oral es "agonista" y enfatiza In importancia de las acciones del cuerpo 152, y desde esta perspectiva resulta unpresionante el modo como los textos citados (y otros muchos) "teatralizan• el choque de In letra con la oralidad. La condición "escénica• del wanka facilita enormemente la presencia de la palabra hablada, no sólo por lo obvia necesidad de tranaformttr todo en voz pública, sino porque el movimiento y la gcstualid~d de los personajes pennite la rcprcsent¡1ción del sentido corporal que es indesligable de la expresión oro!. Después do todo, el cuerpo ea el gran sigwficante de la oralidad.

Lomeotablemente muy pocos manuscritos anotan In gestualidad que acompnila a los parlamentos. Entonces, trabaJando sobre t.odo en In versión de Balmori, Lore Terracini advier~e que si en la repre­~entación fracasan los actos de comunicación lingillsl.ica ("al domi­natore compete la sordita, il dominato ~ relegato al silenzio") en otro nivel, no lingüístico, "!'atto aemico si realizza come infonnazionc d1 potere e prassi di violcmzn" que concluye con la

149 Op. cit., p. 49. E.s un parlamento muy similar nl que c:omngna la versión de Pomnbumb..l, citado más arriba.

150 Op. cit.., pp. 59 y 87. 1 ~ t O p. cit., p. 110. 1!12 Op. r.lt.., pp. 49 y as.

Page 44: Cornejo Polar Escribir en El Aire

74

relegación del vencido o una pos1ción infrahumana153. Sin duda obser"ando lo dinámico global de las representaciones con eÍ aoonto pue~to en la priijÍÓn y muerte del Inca , esta descripción es acertada; st~ embargo, ese otro lenguaje, el de los gestos y actitudes de arroganctn y podor aparecen en el curso del wanka compartidos por_ los dos bandos en pugna, incluyendo -con frecuencia- las acc~~nes de los espectadot<'s. En otras palabras: si el sentido de la acc1on global sitúa al poder y la violencia en el campo de los vencedores, los códigos del cuerpo ofrecen similar información pa:ra conquistadores y conquistados, aunque el desenlace. como es obvio defina el triunfo de los primeros también en este nivel. Después~ todo, como señala igualmente Terracini, la conquista de América no fue sólo una agresión política sino también semiótical54.

A_ los códigos del cuerpo, en cuanto signific:ante de la oralidad, ~abna que añad1r todos los otros que provienen de la representa· c•~n. ~ sabe que n~ hay decorado, o que es muy simplei55, pero la ublena y el vestuaroo mer<'<:erían anáhsis dctenidosl56. En las foto­gralias de lo representación en Oruro, los conquistadores están uno~ disfrazado~ de. tale!!, otros con uniformes que parecen repro­ducJr los de los eJérettos de In Independencia y otros más con unifor· mes_militares m~demos, lo .que so puede explicar por~~ peculiar sentido acumulat•vo de la h1storia que expresa el wanka y que ya be comentado, pero no tengo nado claro sobre otros asuntos: por eJemplo, el Inca. y los dignatarios imponales usan anteojos negros, de sol, y_IAs llllijeres cubr11n el cadáver de Atahuallpa con paraguas o sombnllas neg..-os. Por supuesto, uno so siente üunediatamente tentad~ n arri~sgar una h•pól.(•sis: anteojos oscuros y paraguas oomo que. aleJ~,n u. ocultan al sol y !)len podrfan t11ner alg1u111 relación con el stlcncuun•ento n la (!orrola do los dioses indígenas (el Sol) frente a los dioses de los conqui~tador·es, )loro es claro que ésta ea una aproximae;ión pu•·amcnto intuil.iva.

De una u ot1·a manorn, en la representación pública de la muerte del Tncn purd~n dosp!ognrse con vitalidad los poden!s de la voz _(y en buenn pnrte do In voz quechua). mientras que a la e_scr1tura no le cabe m~s quo objetivarse en el silencio de la ca.tia o J.bro Y gener11r resp~estas (deAconcerladas siempre) que también se •nstala'? en .la orohdad. De alguno forma, la representación del wonka 1mpJ.ca una inverHión ele las condiciones discursivas de las crónicas, evidentem!'nte inscr~tns en la escritura (salvo en los

153 Op. crt~ p. 17. 154 Id. p. 7. 155 OsoriCl a.rmli7.a ht distnbución du lo. e"plte:IOS c.scemcos, op. cit.. p+ 128. 156 l:lay descr1pcion.,• t>n Balmon (op ril .. pp ·13 .. 14) y más dct.allades en

OJguin e Irinrte Cop. c1t. pp 76·78). Cu1m:1deu t-n buC'na p:ute con las fotogra.lias que m•.-nciono Ju-..'1."0

75

dibujos que incluyon algunas crónicas iudígenas)157 y apenas evoca­ti vas del horizonte de la palabra hablada. poro t.ambién supone una definida desviación con re.spec\.0 a su propia base escritural: si en su azarosa conservac16n se evidencia un respeto casi religioso por la letra (aunque se la distorsiona porque en últ.ima instancia es el desconocido lenguaje del otro), aquf la voz impone condiciones y expande su capacidad de convocatoria social. Abandonando el espa­cio privado que es propio d~ In escritura, la oralidad se ubica en su propio terreno -el ámbito pUblico- y desde aJH emite sus signi­ficados.

Hay al respecto un caso notable: en la versión de Lara, que es monolingüe quechuai58, los conquistadores sólo miman los gestos del habla, sin pronunciar ni una soln palabra. y to<fos sus parlamen­tos únicamente se escuchan a través de la traducción del lengua. Ciertamente, se puede Interpretar tal &ilencio como resultado de la opción idiomática de esta versión, que baria imposible, por inverosí­mil, que los conquistadores hablaran en quechua; ~in embargo, este argumento est.á invalidado de algún _modo ¡x>r el eJemplo del "teatro quechua colonial", en el que personaje~ ~~ mdfgcn~s se expre~~ en quechua, con lo que se abre otra pos1bihdnd de IDterpretac•on: el silenciamicnto de la voz española, en el momento de la gran con­frontación intercultural, b•en podría ser algo así como la venganza imagina na de quienes no t•scriben ni le('n. Al invasor se le cercena la voz, eJUnudece en •esC4lno", como contrapartida de la imposib~i­dad indfgena d~ lc~r: en el imaginario del wanka, son ellos, los •.n­d ios, los que n11 leen, los únicos que hablan. Una venganz.a tar~1a, por las cnractcrlsticas del manuscrito de Chayanta, pero sHnbólica· mente eficaz.

Identidad, a1teridad, h istoria

Todo lo anterior obliga a insistir y profundizar en las condiciones y virl.ua !idades discursivns de las representaciones "teatrales• de lo nturrte d1•l Inca y a contraponerlas con las que son

l57 Sobro est.e punto es not.oblc el ~•ludio de Mercedes J.,ópcz·llorall, "La eró· nica delndw• como l.exto cultural' articulacrón de los códigos icónico Y lin­gOistico en loo drbUJO& do la Nutva oor<lnica do Guamán Poma_". R•vU1to IMntam•ri«<n.o, X.LVIII, -18, l'iU.sbur¡¡h, 1982. Cf. ""intismo su libro ya cr­t.odo y los do llolenn Adorno incluidot en """est-udios l.alllbién ya citados.

J.J;S )..ara hA ad~ertido la casi total au••ncin de intcñerencios españolas, ha..«ta cl punto de que •pora le Biblia ~ ha buecado una manera propia de e~ro· sarla Qhl;;piy S1mi. (Palabro do oalv~~<:i6o)", op. cit .• p. 32. Más qae remitir a \a •aut.ent.i~idad• det Mte "'"-r&i6n (t.od.a.s ton áuténti~ a su manera). el dato pare<"e e~r ltt actuación de un quechui.sta bi.perculto. s:i &e quiere un c:astit:ista, que bi~n podrfa COrrellpondPr aJ grupo St"iiorial and.ioo~ Es bueno recordtlr que Js (echA doJ m&nu,aU'ito, ptob:tblemente copia Y lnansforme.­ción de uno ant.cr1or. et 1871

Page 45: Cornejo Polar Escribir en El Aire

76

propias d~ las crónic~sl59. Por lo pronto, aunque se puede rastrear un amplio y fluido Lrasi~go de los loxtos cronístico~. en el sentido de que unos son fuentes de otros, a veces hasta el punto de la mera copio, lo <¡ue a lguno.s escribas ocultan con esmero, las crónicas son discursos cerrados que remiten 11 In persona del autor como instan­cia muchas veces legitimadora de su sentido y de su verdad: no es inusual, por esto, que el cronista incorpore su experiencia al tejido del discurso como mecanismo que garantiza la autenticidad de lo que dice, con lo que duptica su presencia y enfatiza consistente­mente su autoridad. En otros términos: el discurso cronístico no puede desploznrsc mág allá del espacio que configura su autor, con lo que además respeta In índole finita de toda expresión e8Crita, aunque -por supuesto- dentro del texto puedan resonar varias y distintas voces, incluyendo a v~es las de informantes orales. No es casual, entonces, que hoya pocas crónicas anónimas y -que yo sepa- ninguna en In que colabor<>n dos o más autores.

Pero estos discursos también están clausurados en otro sentido, tal vez menos obvio pero igualmente significativo, o basta más: la historia de lo que renlmente sucedió (aunque ya sabemos que el dis­curso nunca copia los eventos) es el limite de su discurso, a veces ampliado h:tst.a In front.ern de lo que tuvo o pudo suceder de acuerdo a la lección de las Sagradas Escnturas y sus interpretaciones consagradas o del imaginario occidental de la época: las sirenas que vio Colón resultan verosímiles desde esta perspectiva, por ejemplo!&O. De hecho, •nclusJVc las cromcns mM ev1dentemente imaginativas y hasta tcrgiversudoras obedecen a una concepción mimética duru y ~e ncornodnn dent.ro del espacio de la "realidad" quo pr<•tenden r~present.ar y con respecto a él (y a la conciencia de su tiempo) generan las 110rmas conv(!llcionales de aquello que les es decible; o si se quiere cnrnbior de pe1·spectiva, su legibilidad está bajo el amparo (pero también bajo el imperio) de una cier ta concepción de !:1 historia y de lo vrr<>símil, sin duda en la versión occidenta l de su época. l>n ol fondo, se trat11 de la legalidad impuesta por el gél\ero cró1Üca. No está demás añadir que los cronistas indios se esmeran por cumplir estos requisitos, inclusive tTaducicndo sus POCII Iinres formas culturales a las aceplllbles por los españoles, aunque el resultado final del proceso puede ser-como en Guamán Poma- de 1tna magnífica originalidad.

Por lo demás, como productos escriturales, las crónicas no pue· den escapar a la espacialidad linenl del lengu:lje gráfico y al marco que inevitablemente lo \'Ocierra, marco tanto más férreo cuanto se materializa en un obJeto como el libro que discurre encerrado (las

159 Presando en esle caao. pues su anoli!lis es bre\'f" e in(()tnplet.o, del signifi­cado dr lt~ d.u.nw~. t.'11pedlicorntnte df' In comparsa dellncaJCapitán..

160 Cf. u este ,..,.peciO el bermooo libro de José Durand, Ocm<> de sirenl!$ y..., púmlnr eh m(tnntirlt (!\léxico: fo'ondo de Cultura Económica, 1983), Z.. ed.

Cnp(t11/o Primero 77

palabras n? son inocentes) entro una t1~pa y una contratapa. Las ¡deas de Micho! de Ccrteo.u ~obre la escnturn de la historia con su asociación en~re In linealidad de aquéllo y la cronología de ésta ambn~ impos•bles en Occidente sin un fin y 1m comienzo precisos; no deJan duda~ aceren de la índole de la memoria que pueden evocll!" las cróniCO$: la de los h~chos, definidos e irrepetibles, que suced1eron de una ve~ y para s1empre y quedan inscrítos en una graffa inmodificable 161.

El wo_n~a, se i~scri~, en cambi.o, dentro de otras y muy distin· las cond,'CIOnes dtscurs1vas. En pnmer l.énnino, aparece como un texto ab1crto a la colaboración ininterrumpida de muchos "autores" que lo van modificando a través de un curso secular modificaciones que aunque sean parciales terminan por reformula; su sentido glo­bal en In medida en que cambian el sistema de relaciones sígnicas que corresponden -como es obvio- a la matriz de todo significado. Naturalm~nte, entonce~, In figura d~l "autor• decae o desaparece y es su~titwda por In acc1ón 1mpersonal de sujetos que no sienten la neces1dad de Jdent1ficurse, tal vez porque lúcida u oscuramente se reconocen portadores de contenidos colecLivos de conciencia. En todo caso. el texto no se acodn en una ~xperiencia individual ni se legitima en ella; más bien -y se trata de un proceso radicalmente distinto- busca su validación en las expectativas sociales y en el reconocimiento colectivo que pueda garantitar su supervivencia como comportamiento feativo-rilunl·cscénico de una determinada comw1idad .. Aunque es obvio, no está demás recordar que ninguna de las vers1one~ ~Jeno formato de libro !salvo en las ediciones contemporáneas) y que todas son anónimasl62. Si algún nombre aparece es sólo el del copista.

Algo más: el wc111ka se insta la en un ámbito en el que la historia ~ l!l manera occidental tiene u lo más la primera pero nunca la últi· ma pala bra, y h~sl•l so pod1·ía decir que ún icamente resuena como la me moria de un suceso que hn qncdado dens11mente recubierto por capas imngülario.simbólicas que lo evocan con extraordinar ia libertad. 'fambién en esto tiene unfl función primord ial el género: el suceso no es narrado ni descrito sino hablado por voces inventadas, "teatrales•, que no pueden repetir un supuesto diálogo originario si· no gencrM otro que tenga efecto unte un público presente que se siente vitalmente concernido. Como se ho dicho antes, la crónica in­terpela a un lector solitllrio, mientras que el wanka es íntegramente un neto púbtico, pero un acto público que nada tiene que ver con lo que sucede en los watros sino, más bien, con los rituales colectivos: en última instancia, la representación no se ubica en el plano de los "actores• sino en el espacio compart•do de la comunicación con una

161 Op. <il., eopecirumente 1. :1; n. 3 y v . 162 Excepto la blud•ada por Millonea, ..,lt'ln sa vio en •u oportunidad_ AúJt

aquí. el autor, RicaJd •. ~ eiente portndor de untidos telectivoe.

Page 46: Cornejo Polar Escribir en El Aire

78 &vibir t!n a oirt

comunidad que se siente represent.ada y cuya historia es, precisa­~ente.' el asunto y la mat.eria del wanka. No sobra añadir que esta lustona no revela nada nuevo sino confirma lo que todos saben (la captura Y. muer~ del Inca en Cajamarca)IGS, pero ese episodio, co­mo está ~1cho, Llene algo osf como una ubicuidad temporal: está allá Y en el t1empo pasado, pero también aqul y en el tiempo presente, cargándose s1empre de nuevas experiencms y de nuevos sentidos y hasta gest.ando, en algunos c.1sos, contenidos que hablan de un futuro que corregirá el desorden cósmico que se inició con la con­quiste.

Por supuesto, no se trata de la obsoleta dicotomía de realidad e historia, por un lado, y de ficción, por otra; ni tampoco de una pura oposición genérica entre crónica y "teatro". Ya está dicho que el dis­~w;so bistórico-cronl~bco tiene mucho de ficción, pero habría que ms•stir en quo la fiCCión del "drama• tiene mucho de verdad: no t.an­to de uno verdad factual o empírica, verificnble, pero sí -y decisiva­mente- de la verdad de una conciencia de la hi.~toria como expcrien­da colectivamente vi~ida. Tampoco s" trata de separar en bloque lo h1spáruco de l.as c':ómcas de lo andino del tuanka, no solamente por­que hay ~rón1cas !1ld1genas (y hasta las que no lo son no siempre quedan libres d!l rmpaclo de sus referentes mdlgenas), sino porque las reprcseot.acJOnes de In muerte del Jnca, aún si se articularan con expcnencias "teatrales" prehispánico~. son absoluLI!mente indesligablcs da lo hispán ico. No en vano de lo que tratan es precisamente del choque entre ambas sociedades y culturas. A fin de cuentos, attnque las crónicas de Cajamarca y las representaciones andinas de la muerte del Inca tienen como argurnt>nto central el primer enfrentamiento entre indios y europeos y nttnquc su tema de fondo es 1~ radical incomprensión que separa ll unos y otros. eso no impide que e 1 gran significado que cubra a los dos discu rsos ten¡¡-¡\ como ejo vertebrador la constitución de un nuevo proceso histórico que afecla " todos. Crónica y wanka ~on ¡>arte sust~ncial de esta historia, historia que reconstruye la Identidad de los SUJetos qu~ In viven, y no su mera expresión.

Sin embargo, t.an equivocado como proponer la validez do las di­cotomías yn mencionadas, seria tratar de sumar ambos discursos obviando aus diferencias, como si el uno y ol otro Jheran paralelo~ per o homólogos. No le> son, en modo ~lguno, y más bien tiene n caracteres mutnamente beligerantes y en más de un sentido !ncompatiblcs, pese a sus eventuales pero muy traumáticas mterrelaciones. Bastaria subrayar que la crónica es el reino de la letr a, que en todo caso ns1mHa y transforma las voces de la tradición oral, mientras que las repre$ei\Ulciones de la muerte del

163 Osorio lo at~ocis por esto o h lrugedia griego. pero también se nulo que es oor:no u.n •oficio htúrglco cuyor ~l'iultados son conocidos de anttmono•. op. cil_ p. 116

79

Inca, en sentido inverso, parten de una escritura a~arosa pero se reali1:an en la plena dimensión de la voz. Por lo demás, para em­plear un c,jemplo burdo y en otro nivel de osta beligerancia, cabe reco1·dnr que dentro del texto del wanka es frecuente el Intercambio de insultos entre los personajes de uno y otro grupo socinll64, agra­vios en los que cada qu1en expulsa al otro de su mundo humano. Esta agres1v1dad, como cslá dicho, es mutua y por _eso mis~o lll;s­taura un insólito espacio común: el de la contradicción. La hu;tona que comien>.a en Cajamarca es, en su sentido más fuerte, la historia de una contradicción; pero, como bien sn s~be, la fndolc ~o ésta su pone la indispensable acción de los contrar1os que la const1tuyen. En este caso, aunque parezca insólito, 1~ t.?t.alidad hjstórica y dis­cursiva está tejida por y con esas conlradiCCIOnesl65_

Para entender est.a literatura no basta entonces con recurrir al dialogismo bajtiniano; 418 eso, por cierto, y en la versión de la polifo­IÚa más vast.a y discordant.c que incluye las virtualidades de la voz (que constnnto':'enlc resuena en el l_ex:to.escrito de wonka -y a ':e· ces en los crómcas- y se expande VJctonosa en sus represent.ac¡o­nes) y de la letra (que interfiere const.antemcnte la ento_nnción de la palabro hablada y que convoca en sí m1sma a otras escrituras), pero oodo dentro de una situación socio-cultural que mezcla de tal modo los discursos que finalmente ninguno de ellos es intehgible por ~í mismo. Para decirlo un grueso: inclusive cuando so !.rato de una oposición ton radical como la que enfrento a la oral_1dod. con la es­critura, y a las djscordant,¡s raciono.lida_des de la h1sto:1a que s~m mutuamente incompatibles, la única opc1ón del pensam1~~';0 critico consiste en asumir como objeto de conocimiento esa Op081CIOD, como contradicción radical o como rispido contraste; de otra manera, co­mo ha sucedido basta ahora, sólo se percibe un Indo del ~sun~ Y ese lodo no tienr sentido por m en si mismo. Durante d.cmru11ado tiempo se habl<l de la "literatura de la Conquisto" o de l_a "literatura de la Colonia" como si fueran exclusivamente las escntas en español, se añadió luego la "literatura de los vcncidos•l66, como un sist~ma aparlt!, pero en realidad se tTat.a de un objeto único cuya identidad es estricl.3mente relacion&L En este orden de cosas, el verdadero ob-

164 En In voraión de Meneses, sea el caso. Vu,vcrdn as -visto por los indios co~o "•apo• y corno "hijo del demonio" (por ejom(>lo, parlamento 192). A la m· vcrs.n, e:n c-ast todas Jos versiones. los &ndiot 10n de.nommadoe por los espa­ñolet c::omo "'bárbaros·. "bruttl3"' e "'infiel ea ..

165 Puede con•ullara<> mi estudio "La lilerolUra peruana: wr.alidod oontn>dic­lorio·, pubtieado ong¡_nalml'ULo en la Rtui.Jta d~ CrllutJ Lltt~rio Lalino­aml!ricana, rx, 18. 1-Álnll, 1983, que ahora tlporece oomo Apéndu:.c a La for­ma.ct61l de la trod~cl6n (fleraria tn el Perú, op. c.it.

166 AJu!.lel, ebnlo es obvio, a ln dcra.onüuuc:lón cmplc..<lda pOr M..ig~ol León Porti ... llp. Visión d,. los v4m.cido.• (Lo ll:abana~ C(liiO de .las Aln~riCO~, 1969). L3 pnmt'ro C'dición daw d._, 1959. C[ ta.tnbién, del mtsmo_aulor, f~l. ~~no ck to Cotu¡uista CMéx1co: Joaquín MortiJ. 1980). La prunoro ed1aón es d~ 1964

Page 47: Cornejo Polar Escribir en El Aire

- ---------80 /VIr1'fbk•n ,.¡ (Jir«

J'\to f?B eso cru~e de concradic~one~. Su matorio ea ln h:isto_ria que imbnca inoxtncablemente vanos, dtversos y muy opuestos tiempos, conciencias y discursos. Desde entonces nuestro literatura comienza la '-onquistn y apropiación do la letra, pero instalada en ese espacio -el ~spncio dP h• "ciudad letrada."t67- no deja de sentir, ni siquiera ahora, como nostalgia imposible, el deseo de la voz. Estoy pensando en "Pedro RoJas• ("Solía escribir con su dedo gTnnde en el aire") de César Vallejo, por o:>jemplol68.

En el fondo, en este debate de la voz y la letra, tal vez no se trate de otra cosa que de la formación de un su.jeto que está comenzando a comprender que su identidad es también la desestabilizante identidad del otro, espejo o sombrn 11 la que incorpora oscura, desgarrada y cooflictivamcnto como opción de coajenamieoto o de plenit ud.

J67 ft-cm•w. como es clnro, 31 ooncepto t~cw1ado por Anrcl Rama en La ciudad letrocla (Hanover Norte, 1984).

l68 E•1>0~0. nporlu ,¡., mf esle cáliz, op. ci\., pp. 261·263 'l'robujo $Obre O$l.e lC"-to (\O 1!1 pnrtr. finn1 del libro.

Page 48: Cornejo Polar Escribir en El Aire

--Capítulo segundo

Las suturas homogeneizadoras: Los discursos de la armonía imposible•

Las trágicas contraclicciones que son In materia misma de los te· latos cronfsticos sobre el episod io d() Cajnmarca, y mucho mM agu. damcntc aun las representaciones andina~ de la muerte del inca, no deben leerse sólo dentro del espacio que ambas series discursivas en· tretejen y acot.•n. La e:rt1'ema tensión entre uno y otra, excepcional· mente beligerante por el entrecruzamiento de la oralidad y la escri· tura y por la incompatibilidad radical de las conciencias de la his· torin que tanto expresan como producen, se inscribe en un ámbito y un proceso harto mayores, ~n estructuras y clinámicas que llegan hasta hoy, surcando cinco siglos, como fuerzas configurndoras de los entreverados sujetos sociales que coexisten en el mundo andino con· temporáneo.

Mo interesa estudiar ahor11 ol lado opuesto, el revés do lu abis· mal heterogeneidad examinadn en el capítulo anterior; o más con· cretamente, me propongo lrabajflr sobre los discursos (y bajo todo di.&euruo hn-y un déSéO) de la homogenQiri:ld P(')r AUJ'UlPJdn, nhAArvAr esta fnz inversa es una forma de hnc"r más claro lo que! l'ntendemos corno el carácter definidor de vastos segmentos de la literatura lali· noamericana, y en especial andina: su extraña condición de totali­dad que está hecha, paradójicamente, con el tramado de una muy compleja red de confrontaciones.

En el fondo, si cada wa11ka es un verdadero campo de batol lu de signi ficados que se sobreponen y solapan, compitiendo y negándose entre ellos, ounque a veces encuentren rutas subLel'ráneaa de azarosas coincidencias, y si en muchna crónicas hay constancia más o menos obvia de sus fracturas inLcrnas, en algUn momento insub· sanables, como en las de Onrcilaso o Ouamán Poma; y si -por otra parte- ambos géneros delatan que el orden fundamental de sus relaciones no es otro que el de los conO•ctos más ríspidos, entonces el

'Algunos fragmentos de este cnprtulo fueron es<riLos entre finales do 1991 y comienzos de 1992 para la recopilnción do estudios qua prepara Iris Z;..vola b~ el UtuJo La intJtm;iQn de América. Ot1'0tJ npnrocicron en distintus public.oc:lones, según tJ(lttnolo en cada caso. La vcM:~i6n dolinitlva de este c~pít.ul~ ruc t~nn.iund.n ~ mediados de 1992. Más tard~ H<ll<> ha oñodído olgunaa rofcrcnciua bibliográ· ficas.

Page 49: Cornejo Polar Escribir en El Aire

82

examen del discurso opuesto, el de la homogeneidad, no puede menos que abismar aún más el con~nido y el funcionamie!lto de la categoría de contradicción. Su csplTal avanza, se eompleJua y se hace harúl más turbadora cuando podemos ligarla al orden concep­tual que tiene sus propias razones para tratar do instalar la :mn~­nía entre lo que es dispar, divergente y hasta enconadamente beli­coso.

Ciertamente Jos grandes discursos homogonoi~adon1s se sitúan en el siglo XD{l: alrededor de ~a emancipac~óo, cuando ~e hace im­perioso imaginar una comumdad lo sufictentemente mtcgrada2 como para ser reconocida, y sobr~ todo _para reconocerse, com'? nación independiente. Salvo excepctones, este es un problema cast por principio ajeno al régime.n colonial: dentro d_c él, en efecto, no se requiere imaginar un espacto común, comparl1do; ni revés, lo que interesa es marcar los límites entre el poder y sus representantes metropolitanos y la gran masa de vasaUos sometidos por el den:cho de una justa conquista o del orden imperial, aunque pronto corruen­cen a crecer los deseos de autonomía de los soldados de la pnmera hora, cuya obra parece descomedidamente_ expropiado por la. buro­cracia colonial, y aunque - de otro lado- cnollos y me$tozos ~•entan también pronto que están siendo preteridos en su propio suel?. ~or su parte. entre el desconcierto, la resistencia y la rebeldía, los mdios elaboran estrategias de sobrevivencia y c:omienzan ~ formular ?scu­ramcnte el proyecto utópico de restauraCión de los tiempos ant1guos o de construcción de un nuevo ordcn3.

Precisamente será In voz de un mestizo, Garcilaso, una de las primeras en intentar la configuración de un espacio de convergen­cias y armomas. Est.a es la raz6n por la cual estudio inicialmente el dificil discurso bomogeneizador del ~r¡ca, para examina_r luego el modo como la figura y la obra de Garc•l.aso de la Vega sn-voe~?n para construir en el XIX y XX lo imagen snnbólica de una nac10n wte­grada. Finalmente, recurriendo a varios t~xtos del siglo XIX Y a al­gunos pocos del XX, troto de Cl!clarececer ciertos a_specto., más pun­tuales del discurso bomogencizador (y sus contratiempos) propto de esas épocas. Aunque el tema de la homogeneidad presid~ lodo el capítulo, la diversidad de sus referenoas me ~bliga a o~aruz.arlo en pará!p"afos más bien breves y aparentemente mdependtcntes.

1 cr. Julio Ramos. DP.8f!ACllltlltrmJ rle la modernidrrd fUi Amfricn [~tina. Litera· tura y PQUtico..,. <l<icW XIX (Méxíoo: Fondo de Culturo 8<:onóm1ca, W~9).

2 cr. Benediet AnderSoo, Jma.gift('d Commwriti~t: Rtflcchtm3 OIJ the Ongllt and Sprtad o{NaJio11olióm (l<>ndon: Verso!Ncw Le!\ 1983).

3 CF o.pe<íalmentc los nportea de Alberto Flon!s Galindo. Bu•caado "" Inca: identidad. y utoptt> .,, 1.,. Andu (La Habana: Casa do lu• ~<!ricas, 19S6l Y Manual Burga, Nac•mi~nlo d< una ulop!a... Mu~rt~ y rr~urrr«ión t.ú IM 1.m:os (Urna: Instituto de Apoyo A¡rario. 1988).

Copltulo Stgun<b> 83

Garcilaso: la armonía d esgalTada

No es necesario insistir en que la obra íntegra de Garcilaso es un empeñoso y hasta obsesivo trabajo alrededor de su condición mesti­za; o mejor aún, un~ laboriosa semiosis destinada n producir la legi­tionidad de esa condición, personal y socialmente, comenzando por la lcgitinúdad de uon escritura - la propia- que se nutopropone como articulación ar mónico do lo Y~rio y mezclado: como escritura mesti­za, en suma. Lo es. ciertamente, en muchos sentidos. Basta recordar que vincula tradiciones hispanas y quechuas, que supone el cons· lante trasiego de la oralidad a la escritura, notable sobre todo cuando se trata de la oralidad quechua trasvasada n In escritura en español. y que envía su m~nsaje tanto a sus lejanos parientes cus­queños cuanto a la corte peninsular y al lector culto del Renaci­miento.

Pero lo que interesa es poner de relieve que In validación de la escritura mestiza de Garcilaso, específicamontG en los Comentarios, no tiene unicamcnéc que ver con la duplicidad de sus "fuentes", ni siqu iera con el csfucr·1.o por preservar las fidelidades que debe a uno y otro de sus ancestros; se refiere, en lo esencial, a In construcción -<l mejor, a la autoconstrucción del sujeto que habla en el texto y del aopacio desde el que lo hac ... Pnrn obtener crcdibi hdnd como histo­riador fidedigno, a Gar<:ilaso le preocupa elaborar con precisión un punto de enunciaco6n capaz de dar autoridad a un discurso en buena medida dJsident.o con respecto a otros que hablan manejado iguales o similares referentes. Después de todo, la plausibilidad de sus visiones alternativas tenía como condición ineludible la forja de un Rujcto que tuviera razones y derechos para escribir lo que quería escribir-l.

~ Aunque la biblíol!flllt• gnrcilocista es amplísi ma y en e ll" oí¡¡u~n teniendo valor los a:¡x~rtes clásicos, mn hun s-ido especialmente. úUlefJ los &ie;uientes estudios: José Durand, El fr~ca Garciln.•o. clásico d• Am<irica (Mbico: S.,psetenlas. L97G) y '\·arios de sus n.rtfcu.los no recopilados en esto volumen~ Alberto ~iscobar, "Hist<>nn y lenguaje en los CAmenliJriol &olu", en Patio eh Lttras (Lima: CabaUo de Troya. 1005); Mruc Hemánde<, "El Inca Gan:ilaso: el oficio de escribir• . en Plural, 217, Méxooo, 19S9; $U$11na J6kFalvi·Lciva, Traduc· C'ión.. e.scriluro y vWirncia ct>lonkadoro: un. estudio sobrt* la obro del Tnco Garcilaso <Syracw¡e: M~xwcll &hool, 1977); Martín Líenhard, •t.a crónica mcsli<a en México y el l'oni host.n 1620. Apuntes para au estudio hisl.6rico· literari<t .. , en RetlJSia de Crftic:a Lr.tcraria Latinoamericana. IX. 17, Lima, 1983: Enrique Pu¡>O-W<IIkcr. Nlstori4, creación y pr<J(cc·{a "''los textos delinca Gntcilaso de fa Vq¡o (Moddd: Porrúa-Turam:as. 1982): MnrgnriUL Zamora, Lan.guagc, AulJIQrity oud Jntlil{fnous Histcry if¡ the Comcnta..rüx-: Reoles de lot~ lncno (Cambridge : Cambridge U1úvorsily P<eas, 1988); Nlcoláo Wey-Córoez. "¿Dónde está Gan:d.uoo? La O$Cilaci6n del sujeto colonial en la fonnación de un discurso transcu1tural' .. eu Rrc.•ilrta de C,.ttico Ld~rart'a LotinO<Jm-4!riC(ll1.a, XVTI, 34. Lima!Patl.•burgh. 1991: y el libro de Mnnu•l Durg11, ya citado. Poereriarmente hon ap•t\'Codo .t excel=relibro de MaJe ll•mández. M~mona d•l bi,n perdido. Con/lu-ta. id~ntidad )' nostalgitz ~n f!llnco Garcücuw d.e la

Page 50: Cornejo Polar Escribir en El Aire

84

Por supuesto, hay en los Coment<trios toda una sutil, variada y compleja estrategi!' historiográlica, pero toda ella depende, muy di­rectamente, de lo qul' he llamado lo nutotonstrucción del sujeto que relata (y produce) la historia. l.eyendo a Garcilaso - dice José Durand- "llejl'a un momento en que la historia se no~ ha convertido en autobiografla"5; y <'a os1, por cierto, pero no hay que ol-ñdar que se trata de una autobiogrnfra qua más que relatar situaciones per­sonales tiende a clarificar la lndole étnica (y las posibilidades dis­cursivas) del autor. Por otra parte, visto como sujeto de la enuncia­ción, el Inca en.saya un extenso abanico de posiciones discursivas. En efecto, Ain tomar en cuenta los varios nombres que fue usando a lo largo de su vida, Garcilaso habla a veces como servidor fiel de su Majestad, a veces como mestizo doblemente noble, a veces simple­mente como mesti:r.o, a veces como Inca y a veces como indio. Son figuraciones de la persona que admiten variantes interiores y que, por cierto, no son siempre n.i necesarian1ente excluyentes. Al revés. el impulso primario de Garcila80 es sumarlas en una vasta unidad que a todas cobijaS. Me 1nteresa entonces el recurso más obvio para obtener esta amb1ciosa unidad. No cabe duda de que es la figura del mestizo.

No está demás recordar, s1n embargo, que la primera definición étnica que aparece en lo obra garc1lacista, y que además aparece en lo esencial por la necesidad interior de autoidentificación, es la de "inruo". Estoy aludiendo, por cierto, a la curiosr; interpolación de esa caWJcacJón en l-a traducctón dcl tlldio de los Dialogas de Amor, la que será modificada, sin perder su contenido éLnico, en La Florida. del Inca, datos sobre los q11e también llama la atención Durand y los in terpreta como expresión del orgullo de Garcilaso por su "condición de hombre nuevo"7, a lo quo cabría añadir que el despla­zamiento de "indio" a "lncn• bien podrfo significnr la incorporación de un contenido nobilinrio, y en ~ste s~ntido cln•ista, á la matr-iz éL­nica origlnnria. Me parece clAro, s in embargo, que "indio" e "Inca" funcionan casi como hipé rboles de la extrañeza del ser mestizo, pero dentro de un código siempre ambiguo que a veces de lata modestia y

Vega. (Madrid' Encuenll'OS, 1 991) y ~1 algo dcsigunl de Césur Delgado Diaz del Olmo, El diálogo de lo.• mumios. Ensayo sob,... •linea Garcil"so (Arequipa: UNSA, t991).

5 Op. cit.., p. 11. lnicinlnumtc apareció cm au nrtreulo 11Eilnca Ga.tcilaso, his­toriador Apasionado" 0952).

6 Un solo ejemplo: las muc.has "personas" mencion3das, y otras más, se ac-u­mulan en la dcdicnunia de su U'3ducci6n de los DU!Jogos que Garcilaso incluye al final del Prólogo n la HisWria Hay muchúmnos ejemplo~ más. Cito siempre por Histona gentral dtl Pcrrl. Esludoo p,...hminar y not.as de José Durand (LimA: Uni,•ersidad de San MnrtOS, 1962), 4 tm•- ~;n lo •uc.,ivo cito dentro del talo, entre parénl<"OIS, anotundo la pal•bra Hu.tona t<eguida del Libro, el Copítulo y'"'""""' .. ...,.,.,;.., el T<omo y lu p:lgioa.

7 Op. ciL, p. 48. Con-eopondu al urt!culo que da Ululo oJ bbro. Aparea6 original­mente en J 953.

85

a veces soberbin, y al mismo tiempo, pero sob1·e todo, como aviso a l lector de qu<1 va n leer un discurso distinto, un discurso otro. Casi podría decirse que la aotodefin.ición del mestizo real como indio 0 Inca escritura les es uno forma de subrayar la allcridad de e~e dis­curso y de quien lo emite.

El hecho de que ni la traducción de los Diálogos ni Lo Florida requiertln la autorización autobiográfica, que sí necesitan los Co­"!entm:ios y !a Historia ge_neral, no debe hacernos olvidar que Gar­Cilaso 1ntenoonalmente \.l.'.)c una cerrada malla de referencias cruza­das entre todas sus obras, especialmente en sus prólogos y dedica­torias, de suerte que cuando la legitimación autobiográfica debe pasar al primt'r plano -en sus dos últimos libros- está ya sólida­mente respaldada por la figuro de un autor que se ha definido desde mucho antes como indiollnca; y también. en otro orden de co­sas, ~omn escritor erudito (con la traducción) e histonador ameno y fidedigno (con La Flortda). Me parece que todavía no se ha estu­diado lo suficiente el complejo proceso que orticula todos los libros de Garcilaso y genera algo asl como un espacio ¡nacroautoral que en cada caso opta por variantes internas más o menos agudas pero que no exceden las posibilidades de elle ámbito trabajosamente acotado.

En todo caso, aún si no dispusiC!romos del obvio dato biográfico, quien escribe los Comefllarios no pu<•de St'r más (ni menos) que Wl

mestizo. De hecho, el sentido ult1mo d~ su discurso resultaría i.ncx­plicoble ol morgcn de eeo eondocoón -que •• condición del sujei.Q y de su escritura. 'l'odos recuerdan lo hermosa y enhlesta reivindicación garcilacista del mestizo:

A los hijoa rlt espai\ol y de indm o do inctio y cHpañola., nos llamnu mestizos, por decir que somos muelndos de omb::~s nnclones; fue impuesto por Jos prh1uH'Os cspnr)ules qut• tuvieron hijos en indins, y por ser nombre impucs ... tll par r\uOatro.q pndros y por 8\1 t'oil.{niticocidn, rne lo lhuuo yo o boca JJena8.

La r<>ivlndicación do lo condición de mosLizo (tanto más aguerri­da cuanto que o renglón seguido se dice que en Indias esa palabra expresa menosprccio)9 es parte sustancial del dispositivo bimembre que hace posible l~ escrilura de los ComcntClrios, texto también dual como <'stá dicho, y a su mancru tan inaólito como el hombre de dos sangres que lo escribe en el gM.ne de los siglo~ XVI y XVIl. No está demás poner do reliev~. sin embargo, que en el fragmento citado la figura del padre tiene un rol import.anlc: se ll8ma mestizo con or-

8 Comtmrariu,, noalrs d~ lo.'f lnrott, gHlucl.io 1uv•Jiminar y notas de José Olll'and (Lima: Un\v~rflidad do Son More."'"· 1967, 2" cd.), Lib. IX. Cap. XXXJ, Tm. IV, p. 163. En Jo sucesivo :.e cita cst.B m1sma cd. en el texto, entre ))8réntesis, anotando la palabra CQmfntnrtot y l'aguJcndQ t-1 sisléJna mencionado en la nota 6

9 Burga (ap at., pp. 276 y u.) se prtgunl.a •• me de•prec:lo no era taiPbién sentido por Jos indtos, tomo obvi:uneonte sucede. por fl'jemplo, en el c:.aso de CWimán Pomo

Page 51: Cornejo Polar Escribir en El Aire

S(l

guiJo porque eso es lo que es ("somos mezclados•), pero también porque as! lo~ llamaba su padre español ("nombre impuesto por nuestros pndrcs"). Es desde esta posición que la dedicatoria de la H<Storia general del Perú implica. hasta cierto punto, un nuevo sesgo en la filiación: desaparece el español del"nosotros" impücit~ en la categoríu mestiza y, en cambio, se acoJe fraternalmente a indios, mestizos y criollos. Dice la dedicatoria:

A lo• indios, mestizos y criollos de los reinos y prov1neias del grande y riqu!Stmo imperio del ~nl, ellnal Carcili\IO de b Vega, su hermano. com­¡>~triota y pais•no. salud y felicidad.

Sería tentador correlacionar estilística mente las dos enumera­ciones, asociando indio a hermano, mesti~o a compatriota y criollo a paisano, pero en realidad la economía de la f•·IISe purece girar sobre el término mestizo, desde el cual se abnlZa Rl indio y al criollo (es decir. 11 todo el mundo americano) y se acumulan los significados afectivos de la segunda enumeración. En otras palabras, al reivindi­car enfática mento su carácter mestizo y al asociarse fratornalmente con indios y criollos, Garcilaso asume una rcpresentatividad múlti­ple y ubica su discurso en el espacio de lo vario. Para decirlo con lo que ya es un lugar común: Garcilaso se considera autor(idad) de múltiples escrituras y cree instaJarse en unn intersección utópica desde la que parecería poder realizar un 1deal "panóptico", globali­zador y t.otalixont.o.

Cabe preguntarse, sin embargo, si es posible realizar este pro­yecto -o más puntualmente, $i GarcilMo puede hacerlo. Es claro, por lo pronto, que Garcilaso imagina la condición mestiza en términos de co~unción y síntesis. aunque n veces no sin sobresaltos. A este efecto recurre a varias estrategias, desde la osimilación del neopla­tonismo, filosofía en la que encontró una base conceptual espe­cialmente opropinda para pensar y pensarse on función de una armónica convergenci•• de fuerzas disimiles y encontnldas, hasta la certeza -no sin grietas- aceren del sentido providencial do la histo­ria. En este orden de cosas Garciluso sitúa ni incario no en contra­posición n la conquista sino -como el mundo clásico con respecto al cristiano- a la manera de prólogo propiciatorio do In evangelización de las Indias. Es obvio que así, como etapas de un solo gran proceso deseado por Dios, que conduce de la barbarie de las épocas remotas a la razón natural del incanato y de la ra~n natural a la revelación divina que se ofrece a los indios con la conquista, se desdramatiza el fin del imperio y su sojuzgamiento por los espailoles. El discurso hist6rico puede discurrir sin contratiempos, suturando desgarradu­ras y soldando lo quebrado con la mejor de las razones: le divina. Hasta ctcrt.o punto, esta operación lambién logra superar los desen­cuenlros interiores del propio Garcilaso.

Y sin embargo, con ser poderos!simos, éstos y otros dispositivos conceptuales no .~icmpre funcionan eficazmen~e. No insistiré en la

Copihtlo &gundo 87

tantas veces referida ambigüedad ~ e? los vaivenes m~s ~ m:"!os constantes propios de la prosa g~rcilactsta, que _so~ .obv1os 1ndictos de la inestabilidad y hasla de la ~rresuelta confl1cllvtdad de su pr~>­clamadn condición mestiza; me detendré sólo en un texto, aparente­mente ajeno a esta problemática, que puede leerse -con algo de imaginación- com.o ~etMora soterrada del fracaso de ese deseo de armonía 10. Es el Siguiente:

El ailo de rrul y qwnientos y cincuenta y seia, .., halló en un resquicio de unu mina, de las de Callahuaya, una p1edra de lee que s~ crian c:on el metal 1 ... 1 porque toda ella esteba aglliereada da unoa &gu)et<>S chicos Y grandes que la pasaban de un eabo a otro. Por todos ellos asomaban pun­tas do oro como si le hubieran echn.do oro derretido por Clma. O nas puntas salían fuera de 1• piedra, ob:3ll amparejoban con ella, otrns quedaban más adentro. Dccfon 106 que cntendísn de minos quo tú no IM eacnran de donde estabu, que por tiempo viniera a oonverlir~ lo~u ltiJ)ICd~n ~a oro. En el Cuzco In miraban los españoles por c.:.o9tl maravltlozA; lo~t 1 ndios 1~ IJ~rna .. bt'n Juurca, que, como en otra parte dijl~os cn~re otras mue~ os tugrufi~ .. clones que este nombre tien.e. una e& do.c1.r odmirnblc co~a, dignn de ad:ml .. 1·ución por aer linda, como también eignific~ eoHD. obomma.~le por ser fea yo to miraba con los unos y con los otros . .t;l ducl'lo de la ptedra, que era hombre rico determinó venirse a Eaptu)a y traerla como esta.~ para presentarla al Rey [ ... ) Supe en España que l~ ruto •• habla perdido. eon otra mucha riqueu que tnútt (~ntonos, Lib. VIII, Cap XXJV, Tm. N. p. 8()-81).

Por lo proutu, muy dentro de au catilo, Cnrci!n•o '!~ja constancitl de cómo ven esa extraña piedra los españoles ( la m~raban [ ... ] po_r cosa de maravilla") y cómo los indios ("la llam~ban huoca ( ... ]a~ rabie coso"), generando una suerte de traducctón subterránea e m­tcrmediado: después de todo, en este contexto, la Jtuact! es exacta· mente lo mismo que la "cosa de maravilla " de loe ~spnnoles, con lo que nmbns visiones se confunden en un solo sent1~o: cosa de ma­ravillamhuaco=admirable cosa, todo dent.ro de la Slc,mpre deseada armonía de lo doble que en el fondo y en verdad ~s u meo ;-aunque el costo de esta operación, si bien se ":lira, soo el vaeuuruento semántico de la palabra quechua que dc~1ene, p~ae a conserv~r su función retórica, en una tan vistosa como mút1l b1sagra que ~rttcula lo mismo con lo mismo. Entonces, como en m~chas otras ocas~ones, el discurso garcilacista deja constancia de lo. 1~d~o y lo cspanol pero -inmediatamente insume a ambos, deaconfltcLivtzando su. mutua a!­teridad, en una complaciente categoría totalizadora. En c!erto senti­do la producción verbal de la sinonimia disuelve la duahdad de las miradas que están en su origen.

10 Me U\14>1'<'86 el wxt.o y su significado postble al oon-r los ~rig!nales del .tibro de JorR~ Gu<mán sobre el mesti .. jo "''la pooolu do Vali•;JO• ubora puhl•cado bajo el tllulo Con1ru el secreU> profeoiona.l. Lee1uro m~stl.za d« Voll<!JQ (SaJ.>· tingo: Unlversitnrin. 1991). cr. pp. 26-29. Cvt.mt.i.n enfnt.azo. 1& opo~cu5n orolhuo('(l para establecer su pe-rcepción dol mueth:a.~o y los problema& unp1f .. cil.os on ól

- -

Page 52: Cornejo Polar Escribir en El Aire

88

Sintomátocamente. Garciln1;0 quiere dar su propio testimonio y senala que "yo la miraba con los unos y con los otros". ¿Por qué si huaca y "cosn de maravillo" son sinónimos (o casi) el Inca hace ex­plícita la duplicidad de su mirada? Inclusivo si "mirar con" se inter­pretara simplemente como "mirar en compnr'lfa de", y si tal anota­ción no fuera más que otro signo del deseo de expresar su doble fi­liación y de otorgar voz a uno y otro de sus ancestros, la urgencia de hacer esa pr<>cisión seguorfn siendo insólita. lmagino que lo que sucedo es que su traducción triangular resulta insatisfactoria al ruismo Garcilaso y que se siente oscuramente impulsado a insinuar, siquiera elípticamente, que en realidad, la piedra es mirada de dis­tinta manera, porque lc8 dice distintas oosas, por indios y espailoles. Todo indica que la frustración proviene de que en este fragmento, pero no en otros, en los que más bien insiste con énfasis en tal ma­teria, Garcilnso ha borrado el significado sagrado de huaca 11, De haberlo hecho claro, "cosa de maravilla• y "admirable cosa· hubie· ran obturado su sinonimia: la maravilla remite aquí a los caprichos de la naturaleza, que atroínn tanto a los letrados renacentistas cuanto a los bMtos conquistadores de llnimo todavía medieval, mientras qLte lo "admirable cosa'', la huaca, no puede dejar de refe­rir, como efectivamente sucede en la conciencia indígena, al asom­broso misterio de la pre.•cncin doVJna en ciertos espacios sagrados del mundol2. De este modo la convergencia homogeneizante que cuidadosamente se teje en el discurso explícito, como discurso de la armonfa, se deshila en el subyacente, apena• implfcit<>, donde lo va­rio y contrndictorio, lo heterogéneo, reinsLnln su turbador!\ y amena· zante hegemonía.

Pero el frn¡¡mento es aún más incitante. Recuérdese que Garci­laso anota que "dedan los que entendían de minas que si no lo sa­caran de dondo estaba, quo por tiempo viniera a convertirse toda la piedra en oro•, frase que to~ne que leerse en relación con la que inicia el ca¡¡ítulo: "de h> riqueza de oro y pinta que en tll Peró se saco, es buen testigo España", y con la que concluye la hisl()ria de esta piedra-oro excepcional: su pérdida en el océano. Tal vez no sea demasiado audaz pensar que ~1 texto narra sin proponérselo la his­toria (im)posible del incario figurada en la piedra-oro que se hubiera vuelto íntegramente áurea si la dejan donde y como estaba, al mismo tiempo que se lament.a --solapada elegía- por la ruptura de un proceso que estaba transitando por espl6ndidas rutas hacia la edad de oro y por su malhadado fin, perdido precisamente en medio del mar que trnjo a lc.s conquilltadores.

11 Por e¡emplo, "lloman huaca, que ~• lugar sagrado" (Comt!nlanos, 1.ib. 1, Cap. ill).

12 Sobre loo problemas de la trnduct;ón, cf. Regn1a r lurrison, Sil{"•· Songt, and _Memory t'tt th(t Andes. Tnmslalutg Qu,.chua ÚIJtf(unge and C:ulturtt (Au.stin.: Oruv<'Toity of1'<1xas Po·ess, 1989) Cf. especialmente Cap. 11 donde huce va· ti as referencias a lru; tr~•duccíon<'s g3:rc:Hacist.as de huaca.

Cupitulo Segundo 89

Pero adernás, puesto que la lógica del significado se abre nquí a la equivocidnd plurisemica ¿no subyace en todo este relato l.a no~· talgia por una unidad posible, totalmente áurea, .que !a lnstona terminó por destrozar? Frente a esta umdod, esencull e ¡mpecable, la imagc11 de armonía que LrabajosamenUl cons~ru1e el disc.urso mestizo del Inca se aprecin m~s como el doloroso e mutil remed1o de una herida nunca curada que como la expresión de un gozoso sin­cretismo de lo plut'al. Ahora entendido en términos de violencia y empobrecimiento, .casi como mutilaci~n ~e la completud de un ser que la conquisLa hizo pedazos, el mestiz8Je -que es la sc~al mayor y más al La de la apuesta garcilacista a favor de la armonln .de dos mundos- termina por reinstalarse -y precisamente en el d1seurso que lo ensalza- en su condición . equlvocn y pre~ria, densamente ambigua, que no con':Ícrte In unoón en nrmo~ía smo -al revés- en convivencia (orzosa, dülcol, dolorosa y traumatlca.

Textos como éste, y hay otros muchísimo más obvios, co~roen in­ternamente la conciliación propiciada con esmero por la escntura del autor de dos estirpes y delaLan la inmanejable rispidez de las aporlas que ellnca, s in dudo, n~nca pudo re~olv~ del todo. ~a re: conciliación propiciada por Gnrctlaso no termma m en las lnduu;. m en Espailn; tal ve2, como la piedra-oro, que a su manera es tamboén mestiza, naufraga en medio del océano que :moga para soem~re la plenitud de la pureza del oro que no fuera mas que oro! como_ s!~bo­lo de la idcntidod sin coollictos, y desde allí, desde su ompoaobolidad sin awnuantcs. geneo·a In trágica nostalgia que ellnca jamás puede ocultar. No es casual, entonces, que l t~ obrtl d.e Garcil~so co_ncluya intencoonalmente no con 'una imagen de t<íntes1s y plerutud smo con la inversa, la de la ejecución del "buen prlnci~· Túpac Am~ru 1, para "contar a lo último de nuestra obra y trabaJo lo má~ lastimero de todo lo que rn n~estra tierra ~~ pasado y hem?s. esc~1to, porq~e en todo [y es preclsJón omportantls¡m¡¡) sea tragedia (H•slor•a, Lib. Vlii, Cop. XIX, Tm. IV, p. ll69).

Con el correr del tiempo, y contradiciendo el sentido trágico de la obra de GarcJiaso como empeñoso y brillantlsimo esfuerzo inótil por articular cohereo'temente las muchas tradiciones que se acumula­ban en él haciéndolas al menos compatibles, la élite letrada cons­truyó, al 'menos desde 1~ primera dé~ada de est.: siglo, la i~agen oficial clol Inca como "promer peruano , portador cornero del su;nbolo mayor di' una nación que, siquiera en el discurso de las mtenc1on~s, necesitaba reconciliar sus dos vertientes en la figura de un mestizo excepcional. Raúl Porras Barrenech_ea, ~n .su repetida f~ase !lcerca de Garcilaso como "e$p:lñol en Indias, ondoo en Espaila 13, mtuyó certeramente el desgan'ón incurable que cruwba de parte a parte la vida y la obra de Garcilaso, pero creo que fue J~sé Durand quien con rnnyor consistencia cucst.ionó la imagen odil1ca do! Inca, como

13 Tomo lo cita de Durand. Op ciL, p. 54_

Page 53: Cornejo Polar Escribir en El Aire

90

emblema de art?ónica pleoi!Ud~ al subrayar la tragicidad esencial de la figu~a Y el d.Jscurso garctlacostas: "quiero el Inca glorifica r a sus dos est.upes -d1co- pero la gloria qut! les dé se hallará empapada en amargura"l4.

Las figuraciones sociales del Inca

Poro Garcilaso no es sólo su.persona, sus textos y la persona que producen sus textos; ~s. tamboén, la figura social, nunca estable, que SUScita~ _sus mlilt.ples lecturas. Examino ahora, precisamente, la construccJon colectova de esa figura y del sentido que se le ot Desde e~ta perspectiva es bueno recordar que las imágenes co:~~~ h da SUJeto &ocJ~ I figura la comunidad a lo que pettenece están

echas de maten a les de índole vnria y muy dispersa, destacando, e.ntre ellos, ctertos personaJes paradigmátiCO$ cuya memoroa -que tiene rango de culto punto menos que sagrado- funciona como sím­bolo Y como a~gumento validadorcs, a veces clicacfsimos, de osa ima­fTn de comurudad, sobre todo si se trota de comunidades nacionales. n~ do ciios, Y .no sola mente pa ra el Perú sino para todo el mundo

andmo <' mcl~v~ para la •América mestiza•, es Garcilaso, tal vez porque. a la obv1:\ Importancia de su obra y al rarácter de su boo a­ffa se allade la complejidad de su significado como "héroe cultu~J· ~ue P.e~mote -por asr decirlo- vorins lecturas. Después de todo las md~JSloncs e mcert.odurubres dr l propio Garcil aso, la densidad cÍe su es~r1 tura >' la.s a'!obolf(ledades y contradicciones que la definen son po erosas 1nc1.tacoones para que efectivamente se produzca rse vasto desphegue de onterpretaciones no siempre compatibles entre sl.

t¡amen~blemcnte, la historia do la recepción de los Commtarios en e mun o andon.o ostó en buena parte por hacerse. Au nque se ?O"o~n s us contratiempos con las censuras de cntonces religiosas e Imperiales. y algo de su influencia ~n grado diverso- 'en detcrooi­nados momentos claves de la historia: en el "nacionalismo inca• del XVI11, en la gran revolución de 'l'lípnc Amarul5, o inclusive duran-

14 ~p. c:l.L., pp. 23-~4. rni2i(-tlo •~nto apuroc1d era eJ art.Cculo •m tnca Oarciluso, . sto11ador apas•onodo , do 1!152, que es obra clov~ de la bibliografia """"ila

t.tsta. o"""' .. 15

John H R~we, "'El 1l10vtmiento nBCIOnal inca del lrglo xvnr en Revista u'!'""NIItana, 107, Cu7.co, 1954, "'Producido en Aloorto ~1ores Galíndo (ed.) Tupa<: Anoaru 11 !780. An!ol<>g!a (Lima. Retablo d~ Papel, 1976). Row¿ ~ota q~o .1~ lectura,. do 0dJ'cdaso ~uc unn fuerza estimulnnle paru el rcnaci~ mte.nt.o mcruco.del XVIJJ pero ~dvwrt.o que fueron las ediciones posteriores debodna n Baraa las que pudi<!Too impael.ar DllL; por la onclustún .V. prólogos en los quo se meDCJonaba ltJ restalll'llción del imperio incaico (p. 27 y •.). He consultado: /'n-ro pan• de¡,. CommtntorJOS R.al<$ f. ./Escritos por,¡ /neo Garc•la"'! de~". V<gn (. .. / Sq,'lmda inop,.. .. ion, enmendnda: Y niiadida la Vida de Jr•t• C~., í1tu lup(lfoqui / .. .](Madrid: Oficina Real, CD DCCXXIU) ¡.., dt}diCot()r'rR c.st.á fc.chudn un 1723. Llevo un "Prólogl) 1 .. ) de Don Gabri~l d~

Capllui<> Sq¡UIId4 91

te los nolos de la emancipación, por ejemplo, todavía queda mucho por precisar en lo que toca a los modos y a la intensidad do su in­serción y reelaboración en la conciencia andina. En todo cuso, en los momentos referidos, es claro qu() las obras de Garcilaso a lentaron el ánimo reivindicativo y hasta subversivo de indios, mestizos y crio­llos, pero más tarde se for,jó otra imagen, la que hasta hoy sigue siendo hegemónica, &unqoe cada vez más discutida: es la que cons­t ruyó lo élite intelectual del 90016, de mane ra especial a través de Jos estudios del más prestigioso de sus m iembros, don José do la Riva-Agüero, 1100 de cuyos núcleos de mayor relieve es la configu­ración del Inca como s!mbolo de la armoniosa fusión de las razaa que forman el Penl y -por consiguiente- como emblema de una na­ciorlalidad armónica y reconciliada en y con todos sus diversos com­ponen les. Algo paradójicamente, esta canonización patriótica de Garcilaso parece ser parte de 1& explicación del hecho de que su versión del incanato sea la más dif110dida socialmente, 11110que esa versión de alguna manera Implique una condena de la Colonia y la República -!o que t•staba fuera (o tiene otro sentido) en el ideario ri­vag\icritmo, por cierto. Es bueno recordar, a este respecto, que ac­Lualoncnte en el Pení, y cier tanwnt.e gracias n la difusión masiva y escolarizada de la versión garcilacista, el 81% de los ~studiantes consid~aran que el Tawantinsuyu fue In época "más feliz" de In his· toria naciona117.

Riva-Agüero sintetizó el asunto, en 1916, de la siguiente mane-ra.:

Cárdenas•. que .. el p'"'udónimo de Andrés Goru:illcz de D~rcin Carballido y ZüAiga, eo cuyo parte final se lee u través de un Juego de catas en laUo le profeáa de la restauroeión de los Incas. •~ supone que con la colaborGCJón de lnglntí!rra. _El qu~ el fragm<mlo e11<tt' en un larín muy confuso, y $U fuente sea indirecta, haco poco probable que ese ununcao tuvioru 1mpacto cm ln nobl~a noolneo Por lo demás. on el mi;nno prólogo (que e• indudoblemcntc pr<>eolo­nialisUt y de un catolicismo exaccrbttdo) ¡,;e re-Jau:t otra profedo, 6.sta de los •adivu>os' indios que anuru:ia la t.otal destrucción del iinP"riO. Agrade= a JO<Ié Amor y Voi1qu~2. profesor de Dro .. ·o Unh·onuty, a Eduo.rdo Lozano, bobliotecario de lu bettióo hispánica de la biblioteca de la Unovel"8•dad de Pottsburgb, y a Anl.<my Hig¡:im, doet.ornndo en e•t.n Universidad, por la ayuda que generosanlentc me ofrecieron pal'n obtene(' fotocopia del tcli'LO y Lraducir r l frugoneoto "ludodo. Es muy sugeatlvo lo que apunta, sobre 1• vigencia de Gorcila.a. José Tamsyo Rerrera, U islario tkl indfiJmismt> c.a.qomlo (Lima: l""lituto Nacionol de Cultura, 1980). pp. 80-82.

16 Cf Lws Aloorto Súnchez. Balance y liquidación d<l NoV<:citiiiOI (l-ima: Universo, 1973) La 1• ed. es de 1939; y LuiB l..oaym, Sobn• el 900 (Lima: Hutso!uJmero, 1990}.

17 Gon•olo Portocarre• .. IY 1 Patricia Ohart. El Pe M desde la .. curio (Luna: lnRtlluw de Apoyo Agrario, 19891. t:omo los eneuCJ!to.s son uno• allos oote­riuree ala publicae1ól"' de cst.e libro. iupon.go que LJ al{n!siva emefll\)ncia de la idea de "'curopeiZDr" o •modcmiur· al Peni podrfa haber hecho vuriar los port:cntojes. auuquc -también inLuyo- tal véz no de untt mane~-. numérica­ment-e decisivn pero td desagrcgnndo c:on mayor tÜlidc1. 13s Teapue6tas d" acuerdo a la situación social del I'Acnrar.

Page 54: Cornejo Polar Escribir en El Aire

92

La influencia y autnridod de ws Com~ntari~ en la historia pe:ruana. fue durante dooc:ientos nnoe omnímoda, y por tanto ttcesiva [ .. 1 M81, a rue­diodOfl del XIX. la reacc1ón que era de esporar y u un desMr, •n vez de con­ú>nor$0 dentro de los limites de la s•renidod y justicia indispenonblet~ en Jos investigaciones científicos, vino tan extrom0$a, desmandoda y rovuel· La, que se hu hecho urgonto obligación salirle nl oncuentro y combatir sus inicuos d<·mft8i'asl8.

Sin duda Riva-Agilero se refería tanto a la desinteligencio de aJ. gunos eruditos españoles, singularmente Menéndez Pclayo, como a la de ciertos historiadores ~ruanos que durante el siglo XIX y en los primeros allos del XX cuestionarion el valor histórico de las obras del T nca, en gro n parte debido a la enorme influencia del juicio de Menéndez Pelayo quien -como ¡;e sabe- expresó un agudo escepti­cismo frente a la veracidad de los Comentarios: no historia, según dijo, sino utoplal9_ La situación cambió radicalmente en 1910 gra­cias a la vigorosa reivindicación del carácter hi~lórico de las obras de Garcilaso, <>n especial de sus Comentarios, que contiene la tesis doc­toral de Jo~é de la Riva-AgOero20, entonces uno de los intcle~tuales de mayor prestigio cultural y social. Esta reivindicación es decisiva en lu const.itución de la historiografia peruana y andina, sin duda, pero por su propia l:laturaleza no atañe tanto a la figura de Garcila­so cuanto, como está dicho, a la condición histórica de su discurso. Sometido a lo heurística entonC<'s moderna, ~segura de poder deslin­dar sus ac•crtos sustanciales y sus errores menores, el discurso gar­cilacista es enfáticamente legitimado por Riva-Agüero no sólo como e><presión histórica dignu de confianza sino como la de mayor impor­tancia nacional.

Con paradójica e incisiva m tuición, el erudito establece que lns fuentes y lealtades de Garcilaso abonan en favor de su credibilidad como historiador, al proporcionarle información muy cerc:ma a los hechos y su.• protagonistns, pero al mismo tiempo -y aquí reside la paradoja- son elementos disturbadorcs porque provienen y expre­san intereses e idealizaciones de los protagonistas do la historia y de sus descendientes inmediatos. Esta ambivalencia subyace nítida­mente en el método que recomienda Riva·As:ilero para "descubrir la verdad" que subyace en los Comentarios. & trata de ir levantando

18 "FJ Inca Gnn:ilnso de la VegH", en J<X!é de la Riva-1\gltero, Obra• compleU.s de ... . Tm U, D,'llnca Garcila•o a E11uren (Lima: Universidad Católica, 1962), p. 45. El texto citado es más conocido con el título do •Efogio del Inca Garcilaso• y tuvo numei"Otifsimas reediciones. La que cito es considerada por los ri\•a­agileristas como la definiü"" y data de 1938. En '•• citas suc:esiv.u anoto la palabra "Eio¡¡o• y la págino correspondJent• u la edJci6n de In• Obr<U Compl•tos

19 Así en Orl¡¡•nrs de la 110uela (Buenos Aires: Emecé. 1945), Tm. II, pp. 161·52. Obviamente lu cito de Riva-A¡¡ilc•·o es dQ la 1• ed.

20 La llistnria e'' el Perú (Lima: hnptenta N"ac:ionuJ de Federico Barriontu,!vo, 1910). Cit.nrnoo por la reedlción en""" Obras Complrtas. anotando "Hftt.ona• y la págin• cor .... pomüem.o.

Copftulo StgundtJ 93

las tres ~apas idealizadoros que la ocultan o deforman: la de los uipucama.yocs, la de los parientes incas que informaron a Garcilaso

q -por cierto-la que él mismo tejió "llevado del am_or.a su p~t~l~ y a ;u sangre" (Historia., 107). lmpe_cabl? corno heunst,~ca posztivzsta, que entiende la escritura d~ 1 ~ h1stona como ex~res1~n do ~na .ver­dad única, verificable y ObJetiva, la ,recomendaczón n':'a·agüenana sin duda adelgazaría los Comentarzos hasta convert~rlos .en otro terl.o pero de hecho permitió despejar las dudas sobre la ser1edad de est.a ~bro, a la que bastaba desbrozar d~ explicables desvfos subjeti­vos, para autorizarla como forma can6mca de la alta ~ultura Y de la gran historia y para situarla en el centro de la hzstonogrofln ~aClo· nal. No dejo de ser curioso, sin embargo, que Riva-Agü~ro no •nclu­yera entre los idealizaciones a descartar las que prov•enen de las lealtades hispanas de Garcilaso.

Pero si en la tesis de 1910, Riva-Agüero apenas se ocupa, en pocas páginas, de la "vida y carácter" del lncu, con lo que la figura­ción simbólica de éste queda realmente en un segun~o plano, en cambio, en su "Elogio del l~ca", que. dui'BnLe In ':Icho tiempo fue el texto más importante en el d1seño soctal d~l s1~~do de Garctl~.so, y en cierto modo aún lo sigue siendo! el énfasiS está pu_esto pre<:Jsa· mente en In imagen de este ~rsonaJe. Dentro de ella sobro>sale _con nitidez su interpre~ción como gran signo y emblema de la naet6n. Lo reitera msistentemente:

Gurciloso [es] la p~rijMincnción más alto y ncob~da de la i~dolo liter~ria del Perú( ... ] deode su son !!Te, su carácter y loo .•""";ns~nc•us ti! su V1do, basta la mat.eña de Sll4 escnl.os, y l.,.; dotea do unag:uwCJ.ón Y Q) moonl'~­diblo estilo con que los embelleció, [todo) concurre a hacerlo repm~Cntativo perfecto, nderuado símbolo del alma de nu<11tm berra. <tlotr•o 61

Naturalmente esa reprcscntatividad. le. viene, en primer lug~, de 511 condición mestiza, pero de un mestl7.11JC una y otra vez aludido en términos de síntesis ormónica. Por ejemplo:

Es la adecuada sinlesiA y el producto neces•ño de la cocxist.encln Y, el con­curso de influenciA$ m!lntales. beredit.eritaa y fisicas que detemunan la peculiar fUIDnomla del P~ru tEict~io 58)

O más claramente todnvín:

Y como Jos espernn1.•:t&, poro no ser baJdífls. hou de nacey o suet.enm.:sc en los recuerdos saludemos y veneremos., como fclb auguno, In mcmona del gran historiador en cuyn personalidad se fundieron amorosamf'lllt Incas Y Conquistadores, que con soberbio ademán abrió las puertas de nuestra parUC\llar literatura y fue el ~recuNlOr ma¡nffico de nuestra verdadera nacionalidad. (Eklgzo 62. Enf~UW~ núo)

Necesaria para imaginar la nación ormónica a pa.rtir de ~a figura inaugural como la del Inca, la idea de bomogenezdad no solo insiste en In cónvcrgencia pacífica y c~nstn~ctiva de las.dos "raz~s· que entraron en contacto con la conqwsto s1no que susbtu~e el szg­nificado bélico de esta palabra para expresar con ella la fuszón amo-

Page 55: Cornejo Polar Escribir en El Aire

94

rosa de ambos. En efecto, casi insensiblemente, la palahrn "conquis· ta• pierde su denotación primera, que implica combate y conOicto, y se desplaza hacia un campo semántico tan imprevisible como ~esde esta pen;pccliva- necesario: el del erotismo. Nacida del amor y no de la destrucción y la muerte, la patria resulta ser suma y unimisma­miento de lo vario y distinto. El mestizaje es su representación pre­clara.

Se trata, sin embargo, de un peculiar mestizaje: no cualquiera, sino uno que asocia dos ancestros nobiliarios, •vástago ~ice Riva­AgUoro- de la estirpe imperial [incaica] y de uno de los primeros en­tre los nuevos e invet1cibles uirococltas" (Elogio 21). En el texto del "Elogio" hay una abrumadora eruclición genealó¡,'Íca sobre la rama paoorna de Garcilaso que llega casi al éxtasis cuando t iene que r~ferirse a l pariente del Inca, Marqués de Priego: "Grande de Espa­ña de primera clase y antigüedad, Señor de AguiJar de la Frontera, jefe y paríente mayor de la ilustre casa de Córdova como Marqués consorte de Diego D. Alonso Fernández de Córdova y Suárez de Figueroa, acreditado general, vete rano de Argel, San Quintín y Flandes[ ... ) uno de los primeros próceres del Reino". (Elogio 30). En contraste, aunque se hace bincapié en la pertenencia de la madre del Inca n la nobleza cusqueña. y aunque acepta su concubinato con el Cap1t.án Garcilaso21, es obvio que Riva-Agüero sitúa en un primer plano la irremediable desigualdad de esa relación. Describe asf la situación:

... y lo pobre niña Isabel Chimpu Ocllo, vástago de uno ramo menor y <trruinoda desde At.ahualpa, mera sobrina de Huayna Cápoc f ... )"" fue 1ino la mnnccba del orgulJoso Garcilaso, ouoque hay que suponllr que la esLinu•ro y eonsider!U"ll exoopcionaJJncnto. (l.:iogio 9. Enfa.eis mfos)

O cosi peor: En los \nLorv¡o los de sus campañas !el Capik'Úl Ca•·cilnsol Luvo amores en el Cuzco con unn joven princesa incaica, la ñustn Jssbcl Chimpu Ocllo. nieta del ~mliguo Mon!trC{I Túpac Yupanquí, uno de las ttnu'daa flores que sola:aro'r. a los fieros ~spaiioles22.

Por esoo, como crn de eSperarse, Riva-Agüero señala que la ma­dre de Garcilaso "tuvo que ceder el puesto• a unn dama española (a la que describe, ':'ln su irreprimible obsesión gencnló¡,'ica, como "cu-

21 Dice: "En el tumultuoso desarreglo de la Conquista, reaenl<! aún elejomplo de Jo de..nfrenada pohgrunia de los prlncipes aut6cU>nos, oleimple concubinato era muy aceptA> y público, y casi decoroso a los OJOS el<> t.odos, asf cspadoles oomo mdios•. IE/o¡:io 10).

22 Elogio, p. 9. En ot r-8 ocasión he insinuado la curiosa comcid~ncitt de este paso,¡e oon •!cuento "Amor indigena" de Ventura Cardo Cnldcrón en el que se nnrro la violnción ele una india por un gran ~ñor (coolo que 111ropite la alegría de los ubuclos ~ftp.flñoJeij que derribaban a las mujeres cm IQS ~minos para solo~ do unn horn•) y f!l devoto seguimiento ( .. ~:on dcaC'apcrodu súplica de c•ciJ!vn") do )a India violn<la dutrás do su orgullooo vluludor· LCI {ormr>eitln ¡k la tradicitm J¡tcrarill Ctt el Pl•rú (Lima: CEP, 1989) pp. 80 y sa.

Copiiulo &gtmdo 95

anda del valiente eabaUero leonés Antomo de Quiilones, que era deudo cercano del antiguo gobernador Vaca de Castro y del linaje de Suero de Quir\ones") y define el matrimonio del Capitán como "proporcionado enlace"23. Por supuesto, hechas todas estas salveda­des, la esplénclida imagen de la conquista como acto en que se "fun­clieron amorosamente Incas y Conquistadores• comienza a ser inter­namente demohda: si por un lado están los "orgullosos" y "fieros" españoles, y por otro las vpobres" y "tímidas" indias, es porque en el fondo no hay manera de ocultar la "desproporción" de las relaciones de las qu(! nació - ironfa que el discurso exptrcit.o parece desaper­cibir- el fu ndador simbólico de la nacionalidad. Al linnl, entonces, puesta nnLc la contundente realidad, la homogeneidad del mestizaje apcnru> sobrev ive en los vértices nobili¡trios do lns dos pirámides sociales, uno de los cuales - además- se impone sin concesiones sobre la ot.ra. Ln t ierna acepción de "conquistn" como amoroso abra­zo se desvanece y la otra, la conquista ,;in más (y sus consecuen­cias), vuelve a tocar sus tambores de guerra. Para escucharlos no es necesario más que leer el revés del discurso de la armonra.

Como es obvio, lo visión riva-agüeriana del Inca es decidida y basta fanáticamente aristocratizante pero, restándole sus excesos, estnblcció un sólido estereotipo cuya trama, como se ha visto, tiene dos grnndes articulaciones: la que insiste en que la figura de Garci­laso es slmbolo de un mestizaje armónico, y por ese camino símbolo de la perua ni dad, y la que subraya la excepcionalidad de tal mesti­zaJe por ser doblemente nobiliario. Hay que convenir que la primera de estas interpretaciones ba calado profundamente en la conciencia de vastos grupos sociales, inclusive en sectores del pensamiento indigenista que, directa o indirectamente, apuestan n favor de un mestizaje inte¡,'l'ador, como podría ser el eoso de U1·iel Ga reía24, mientras c¡uc la segunda, aunqU<• diluida, suele renparecer en garcilacistas que no necesariamente comparten todo el pensamiento do HlVa-Agilero. En resumen: el cliscurso de la homogeneidad nacio­nal tol vez no oonga expresión más clara que le versión de Garcilaso que ofrece Riva-Agüero, aunque -paradójicamente- se trate de una versión qu~ claramente distinga a los españoles do los indios y a la aristocracia de la plebe y -por consiguiente- construya su gran sín­tesis sobre el insalvable abismo de las cliferencias que ella misma postula

23 [o;lo¡¡lo t9. lrÓI\ieomcnt.c, cst.a dé:fem;a del matdmnnio del cnpiU1n Oarc:i1aso hubicro índignndo ni Inca, Recuérdese sus duros pn.1QbrnA contra los españo-­les que ulmndonaron a sus mujc.rcs indias para eusurao c:on cspGtíolns.

24 Cf su libr•o li:l11utu1J úrtlio (Cu>ct!: RoT.Ils, ) 930).

Page 56: Cornejo Polar Escribir en El Aire

96

De Garcilaso a Palma: ¿UDa lengua de/para todos?

En los Comentarios, inlcrculado en el asombroS<~ "el discurso d!> la abundancio"25, en el que se encomia la descomunal feracidad de Jos fruoos europeos en tierra americana, Garcilaso narra un "cuenoo gracioso•: se encomienda a dos indios que lleven a Lima las primi­cias de una espl~ndida cosecha de melones y el capataz lea advierte que no deben comer ninguno "porque lo ha de decir" la carla que también llevan consigo. En el camino los indios desobedecen, pero se cujdan mucho de poner la cm·ta detrás de u n11 pared para que no viéndolos comer no puedo decir nada. Al entregar la carga y la carta son descubiertos. Dice el encomendero: • ¿Por qué mentís vosotros, que esta carta dice que os dieron diez y que os comistéis dos?", y a los indios sólo les queda confirmar que "con mucha razón llamaban dioses a los españoles [ ... ] pues alcanzan tan grandes secretos" (Co­mentarios, Lib. IX, Cap. XXtX, p. 159-160).

Intensamente significativo en varios niveles, el "cuco ro" vuelve a colocar en 11n primer plano de interés la confrontación entre orali­dad y escritura y su desigual inserción y uso en la dinámica del poder social; y aunque su oono es cómico, o más bien irónico, no deja de tener resonancias trágicas: repite la hisoorin de la derrota y sumisión de los indios y su extrema debilidad frente a ln escritura do lu autoridad o -asimisuw· n la autoridad de la escriturn26. No me detendré o o el análisis de e~te cuento, que hn sido materia do varios estudios, nlgunos muy notables27, pero sí quiero reiterar que su constitución n partir de la contienda entre lo oral y lo esenio- es definidamente heterogénea y beligerante. O como señala Pupo­Walker:

25 Cf. Julio Ort.eg~. "Para una teorla del texto \otínoamericano: Colón, Oaralaso y el discurtlo de la abundanC'ia", en Revisto de Critico Literaria Lod~UKJm~ fÚJVIa, XIV, 28, Lima, 1988, pp. 101-15.

26 Habrfa que anotar. de una par\4, la manipulación de la escritura por el enco­mendero que le hace- "decir· s la carta lo que e11fl obviamente no puede infonnur (qur Jos indios "comicnm" losme1onca); y de ot.:ra., la. su_til ironía que impregnA LOdo el "cuento~': qu.icn t-Sr.ribc magistrnlmer\te la historio. sc.gdn l.n cual los indios CQn.t-ideraban di06es a los españoJoa por conoc-er el seeroto de la escrituro ce, preeisamente, qu.ícm se define a al miamo romo Inca-indio. De algun!l manera el poder de In e=itura ha Cémbiodo de IDllll()8 o la he¡emonía escritura! el -al m<>,__ maleria en disputa.

27 Entre ellos, los contenidott en el libro de Pupo-Wnlk..- y el articulo de Rer­nández, ambos ya citados, y los de José Juan Arrom, "Hombre y mundo en dos cucut.o1:1 delinca GarcilUI>" e-n su Certidumbro d~ AmériC<l (Madrid: Gro­dos, 1971) y Rnquel ChiJ.Jlg-Rodrlguez, "Eiabornción de las fuerotca en 'Carta canta' y 'Pa~lit.o jabla lengua"', en Kenlut.hy Quarterley. XXIV, 4, 1977. Récienwmenu., en su libro lmag•natién ckl Nu•uo Mundo (México; Siglo XXJ, t991) Arrom ha nmpli•do su .. ludio.

CopCwlo SttgU1tdo 97

J...o eacr1tura au:rge ( ... ) en eftte cu.entoeon~o eJ _.:s-pacio conflit:tivo de la na­rración y tomo medida quo ref:istra la dL~da interior entro doa realida­des culturales que sufrfan un proceso mut\•o do aju~tes Y doloroeas rupru­ra528,

se Ita advertido que el •cuento" de Garcilaso es la fuente inme­diata de uno de las tradiciones - "Carta canta"-. de Ricardo Palma29 y que la misrna historia aparece en otras cr6mcas, como la de Gó­mara y ;\fártir de Angleria y también en la obra de por lo menos un aut.Or más del género tradición30. Con la sintomática libertad con que Palma emplea sus fuentes coloniales, que es indicio de la hon­dura con que asume como propia esa traclició~31, "Carta ca~la" no remite alinea sino al padre Acosta, pero os obv•o que lo que t1ene en mente, y tal vez basta a la vista, son lo~ Com~ntarios. De hecho ~1 8rgumenoo es casi idéntico con detalles de más o de menos. el mas importante de los cuales taÍ vez sea el cambio del asombro de los in­dios ante lo., poderes sobrenaturales de los españoles por el castigo ("bien zurrados") que aquéllos reciben.

Sin embargo, la tradición de ~al~a inclu~e una mttridn serie de anotaciones lingüísticas y en úl~1ma tnStanc•a su mtenc1~n es la de revelar el origen de la frase "carta canta•. En efecoo, explica de dón­de proceden los refranes "Casa en la que vivas, \'Íña de la que ~bas v tierras cuantas veas y puedas• o "en ayunas e>; oro, al med10dfa plata y por In noche mata"; las palabras "encomendero• o "matase­r-rano"· lo frnoo "ol quemo e-charo Clo m.i c:1on y hacienda, yo lo ocba­ré del :O u n do", etc. Es claro cwc estol; coroentarios ling(i(st icos, todos relativos de alguna manero al Perú, acompañan y da_!' realce al punto que interesa: el oric~n peruano de "carta canta , . como va­riante de "re~an caTtas" y "papelioo hablo", aquélla cast1za Y ésta "ultracriolla". La forma •carta canta" es la preferida por Pal~a Y por eso -dice- •voy a reclamnr [para el!al anl_e la Real Acadcm•n. de la Lengua los honores de perua!'ismo . ~n e~erto sent1do, la nnccdota de Los melones es, en la trud1ct6n, cas1 sólo un pretex~ pnra desa­rrollar el tema de los americanismos, tan caro .a PalmaU2, y .e~pecí­ficarnenle el origen nacional del refrán que da Ululo a la l.radtclón.

28. Op. ci~ .• p. 177. 29 Ricardo I'Bima, •carta canta•, en Trodicitmta !'"''"~.as (Madnd: Calpe,

1923), JIP· 26·28. Aparcco en la 111 serie do los TradiCiones ( 1875). Por la brevedad el el toxt.o oo anol.o 1118 página~ de los ciUia.

30 En este punt.o me han sido eopccinlmentc útiles los estudios_ya titndos de Arrom y Ch.>ng-Rcldrig~JeL cr p!lnl In extensión dol género tradiCIÓn en~­ooaméncR. Estu:udo Núfte:z. Ttodidon~& htSpnnnam~r~nM (~an~a&: B1· bliokca AyaCileho, 1979). Lore _Terracini anota. que la ~sm8 buMno apa­rece en El Nuevo Mwul.o, comedia de Lope. 0¡>. ttt., pp. 225-26

3lue L-rllt.udo el asunto en Le> formación ... Op. ciL., Cn¡>. 11. 32 Paro c.sLO ttB~cto cf. sobro ~udo Ricardo Palmo, Neolog!smiJ8 Y am~ri~o.·

11ismo• (Lima: Imp. Carlos Ptince, 1896) l.n documentoc>ó» do lo pol~mtca entre P•lmu y la &al Acndomia aporece en el Bolftin d• la Acodtnu.a Pe· mana de la Úngull, 20 (Nuevo F.poro). Lima, 1985

Page 57: Cornejo Polar Escribir en El Aire

98

En todo caso, muy en el estilo palmista, la propuesta "eti­mológica" sobre "carta canta" ("cata el origen de la frasecilla en cues­tión") se basa en una narración amena. Conviene a nalizarla. Por lo pronto, en el primer diólogo entre los c>~rgadores indios el autor acota que se rMliza en "dialecto indígena", acotación que desapa­rece a partir del segundo (aunque en alguno se menciona la voz taitai), obviamente porque el final de la historia exige que los indios que comenzaron hablando en quechua lo hagan ahora en español Uno de ellos exclama: "¿Lo ves, hermano? ¡Carta canta!". Se produce así, casi insensiblemente, un desplazamiento del quechua hacia el español y el correlativo borra rnicnto de aquél. frónicarnente con in­verosimilitud que no parece preocupar paro nada al autor ~1 refrán español nace de la palabra de los quechuas. '

Pero hay más: la exclamación que surge en castellano de labios del indio es escuchada por el encomendero, que la repite entusias­mado: "Si, bribonazos, y cutdado con otra, que ya saben ustedes que carta ca nta", con lo que se consuma un segundo deslizamiento. El encomendero español se apropia de la palabra de los indios y In re­vierte -como amenaza-contra ellos. Sobra señalar que es la voz del encomendero, que cuenta la anécdota a sus amigos, la que permite que el refrán se haga de uso común y "pas[e) el mar•. En este orden de cosas, con su emigración n España, como dicho de conquistador, concluye la parte oral de esto curioso y sintomátiro itinerurio cuyas ins tancias bás icas van dol quech ua al e~pañol hablado por los ln· dios, pr imero, a 1 español de las clases superiores de la sociedad colo­nial, después, y finalmente al español general (y autorizado, como se verá luego) de América y In península ibérica.

Con ser complejo, y lleno de significados de varia índole, este proceso depara otras sorpr·esas. Hasta aquJ, como es obvio todo su­ce<;le en el plono de la oralidad; ahora, el t raavose es a la ~scritura inicialmente do manera indirecta, pues se remite la historia qu~ explica el origen de "cartu canta• al padre Acosta que "escribi6 largo y menudo sobre los sucesos de la conquista", pero luego de manera explicita al quedar consta ocia de la frase en la escritura de la propia tradición. Desde alü pued~ lanzarse a la conquista de un cspncio en el máximo urchivo autorizado del idioma, Mda menos que el Diccio­nario de la Academia. que efectivamente r·ocoge la propuesta de Palma33 . .En ese ámbito cas i sagrado parece terminar la zigza­gueanto travesía idiomática, lo curiosa historia lingüística que na­rra "Carta canta". en la cual reaparece -otra vez-la cuestión de la oralidad y la escritura.

Como a nadie escapa, buena parte de la tradición está volcnda al registro de formas orales y no sería d~scnminado sostener que par11ce estar presidida por ~1 ánimo de justipreciar la grncia, perti-

38 El <lato lo consigna Chang-Rodri¡.'Ue•

99

oencia e mcisividad de la lengua popular, o tal vez más genérica­mente de una presunta lengua nacional, pero a la vez :-Y t;odo ind}­ca que dos intencionadamente- propone una muy defintda Jorarqwa lingüist.ica \\11 la que, para sintetizar lo ya dicho, el quechua cede ante el español, la oralidnd ante la escritura y todo ante 1~ auto­ridad do la Academia. Desde un cierto punto de vtSta, semeJan ser etapas de un ju~to proceso de reivindicación de Jos americanismos, pero una lectura inversa delata más bien un gesto de acatamtento a la instancia metropolitana que autoriza (o no) lo que se habla en América. Ambivalencia sint<>mática: la reivindicación del lenguaje propio es a la vez el reconocimiento de la autoridad ajena que tanto puede consagrarlo como reprimirlo, y la creativi~ad oral es fes~eJada precisamente en el mismo momento .en que deJa de se.rlo, prtmero inscrita en la escritura culta del prop1o Palma, y Juego mstalada en cl nicho del Diccionario.

Ser ía exagerado considerar la opllrllción lingüística de Palma como signo de una opción hispanista o coloni~lísta34, pero no soría descanúnado entenderla dentro de la voluntnn osa y englobadora es­trategia destinada a modernizar y uniformar la vida ~~al hispano­americana de finales del siglo XIX -que es parte dec1s1va de la for­mación y consolidación de los nuevos estados nacionales. Como se sabe, y basta pensar a este res~to en 1~ obra de Andrés Bello, en tal empresa juega u n papel cser~cral el uiioma como produ~tor de la imagen social iznda ~e la comumdad na~ronal y como ~spncro que.';" sí mismo puede realizar la homogenerdad que requtcro lo nacton para ex:istir como tal35. De hecho, cuando Palma casi subrepticia­mente desplaza al quechua y lo convierte en español est.á produ­ciendo un espacio homogéneo, sin fisuras, JUStamente donde se rom­pe con mayor riesgo la comunidad nacional; cuando trastoca el ha· bla populal" en escritura culta está generando un nuevo y más firme espacio homogéneo, en cuanto embrtda las velerdosas Y. dcses­tructurant.cs modificaciones de la oralidad; y cuando, por úll tmo, re­duce t.odo 1'1 proceso a la autorización de la Academia est.á le~t~­mando con un poder excepcionalmente firme, una norma hngüisti­ca que ~igo - modelo y ley- el buen idioma. Al mismo tiempo, como es claro al de8conflictivizar la historia de Garcilaso, Palma crea un lu­gar a'.neno pa ra instalar -<ln armonía- h1 nueva nación.

· La polltica del idiomu en Palma y en sus inmediatos predece:~ores (los costumbristas de cuño liberal, algunos más o menos popuhstas) es sugestivnmcnte equívoca: al recolectar usos populares, o en gene-

34 Cf. al rc&Jl')Ct.o oJ juicio sobro Palma de Jooé Curtos Mariá~gul, 7 e~UU~yos. d.e inte11Jretación de la realíd.o.d ptruaJw (Limu: A.mtHata, 196!1, l7" od.) Y m1 h· lm> lA [ormacidn •.. up. ciL., pp. 57 y s•.

35 Cr loa Ubros yn citados de Anderoon y Ramos. Es también fundamental el libro de Oúria Sommer, Foondat101.al Ftctw.,.,. Tht N<ttit>JUJI Romo'""'' of La· tin ~rli'an (llerkeley: Uni<cnilyofCaliforruo Press, 1991).

Page 58: Cornejo Polar Escribir en El Aire

100

ral coloquio les, para rec1clerlos en su prop1o estilo, casi siempre a manera de cit.aa, los ordenan, aliñan y domestican, restándoles el exceso que los hace irunant'ljnbles, y por eso camino pret.cnden al­canzar para su propio lenguaje un estatuto nacional como repre­sentación adecuada, por abarcadora, de la escritura artísUcn y del habla vulgar - ciertamente, y en más de un sentido, estilizada. Escobar ha visto bien cómo en la prosa de Palma parece disolverse la contradicción entre el casticismo de Pardo y la lengua aplebeyada de Segura36, pero en realidad el experimento de las tradiciones va más allá porque no sólo resuelve una controversia literaria sino pro­pone un modelo de lengua nacional acodado -según la ticción de "Carta canta"- en dos pilares ajenos al orden de la literatura: el habla de los indios y la Academia, modelo que se extiende a todo un género (no por casnalidad su nombre es el do Tradicwnes peruanas) y finalmente se proyecta sobre el sentido de In nación mismo. Tal vez con menos cxplícitez que otros escritores del XIX, Palma inscribe su producción dentro de la problemática mayor de la época: producir una imagen y un discurso qu!! diluyan la~ contradicciones que socavaban In idea misma da nación, construyendo espacios ho­mogéneos sobre una rc;~lidad abrumadorament.e heterogénea, con ánimo de crear en y por el lenguaje una comunidad nacional posi­ble. Decirla, no como tema o contenido del discurso, sino como signi­ficado de la Indo! e de la operación lingüística realizada en el t.cxto era, al menos, In premonición desiderativa de que también en el pla­no de la rOlllidad (y sobre Lodo en él) podía construirse un espncio común dondo toda convcrgencin armónica (pero jerarquizada, por cierto) fuera posible.

De alguna manera, e~ un momento feliz: el quechua está en paz con el espai'lol. el lenguaje del nrt.c con el habla de la calle, la escri­tura con In oralidad, y todo dentro de un ord1m voluntario.~nmente conciliador, homogeneizante. que en la tersa auperficie de la página escrita encuentra -cree encontrar- una figuración social alentadora. En otro lugar he examinado cómo Palma hace de la colonia un lu­gar y un moml'nto amenos para In historia del Perú, desproblema­tizándola con humor y sullll'za37; ahora. l'n el plano del lenguaje, bien podría decirse algo similar: diluyendo las tensiones del bilin­güismo y haciéndolo además al desgaire, como quien reali~n un acLe absolutamente natural, borrando al mismo tiempo las fronteras en­tre lo oral y lo escrito y lo culto y lo popular, y afirmando por dltimo la leg:itimid¡¡d del peruanismo en la autoridad de la Academia Espa­ñola, Palma produce un espacio lingüístico también ameno, casi pa­radisíaco, donde la nación puede leerse a sí misma - y sin conflictos­como tal. Se engnñaba, por supuesto.

36 Alberto Eecooor, La ncrracwn en ti Pml (Lima: .1\leJio Baca, 1960), p. XXIV. 37 La {ormací6n op. cit., p. 59

Sobre arengas y proclamas

- lLt"' 101

Por rU?.onas evidentes, los discursos homogeneizadores más ex­plícitos se produjeron en la esfera pública •. espedficamente en. 1~ política, y en el formato de algtmos generos htaranos entonces pnvJ­leg:iados y que hoy carecen de estatuto artísbco, entre .ellos -y de manera muy nítida- las muchas vanantes de la oratona38. Es ex­plicable: no habla concluido ~1 eicl~ de las poéticas neoc:lásieas, q':e sobre todo en su vertiente c1ceroruana subrayaban la 1mportanC1a artística y social de la ora Lo ría, y la convulsión de l~s tiempos gene­raba condiciones para el cultivo de un gón;ro espe~1alment.e dot~do para ingresar en las Arcos más problemát1cas y ag1tadas de la v1da sociaL Tampoco debe pasarse por alto el hecho de que In oratoria se adecuaba b.cn a una sociedad en gran parte analfabeta.

Arengas guerreras, sermones, oraciones dvicas y dis~ursos par­lamentarios forman, con otras variantes no menos as1~uamente ejercitadas. un muy nutrido y complejo <:<>rpus. ~o es. suficientemen­te conocido, en parle porque el género rrusmo de¡ó de mteresar más o menos pronto a los estudiosos de la literatura, y en _POrte porque ~ sector de él nunca llegó n la imprenta o quedó cons1gnndo en publi­caciones cfTmcras. En a Jgunos casos, más bien excepcionales da~os Jos usos do la época, pudo trnt.arse de discursos orales en el sentido e.stricLo d~l tfnnino -esto es, no leídos.

Por lo demás la oratoria rrpubticano enraizaba su tradic.ión en la Colonia, periodo en el que t..~ml:!ién -como es bien sabido- ~e cul· tivada con esmero aunque casi siempre en sólo dos de sus van antes, la religiosa y la cortesana. ~reeisamente en e~~ último campo es donde se percibe mejor la v1gene1a de esa trndic16o: no hay may~r diferencia ent.rc las salut.aciones que se brindaban a los nuevos Vl· rrcyes y las que se prodigaron a los libertadores, por Qjemplo. Hay que advertir, sin embargo, que este vinculo que de alguna manera prolonga paradójicamente nlg1.mos rasgos de In retónca del barroco, es el más obvio pero no el mós significativo. Buena parte de la ora· toria republicana viene más bien de la tradición "modernist.a• que había logrado desplazar desde mucho antes, aunque no del todo, los usos del buf'l'OC()o~9.

Lo que me mteresa remarcar, en cunlq1~1cr caso, es que la orato­ria de la época tiene un carácter fundac1onal con respecto n las repúblicas nacientes. Ella es uno de los canales .más frecuenta~os en el debate sobre cómo deberla organizarse, y al Impulso de que valo­res Jos Est.ados que acababan de estrenar su independencia, a cuyo resPecto bastarla recordar Jos t.orneos nratorios de las primeras

38 Todo ~slo Mubcopítulo fue gcnci'()Sament.e leido y oon•entado por J011é Durand. 39 Cf. Poblo Mocero. "L<>nguoje y modenusmo p<runno del siglo XVID", en

Tmbq¡oo tlt húwria (Llmo ln.otituta Nacional do Cultnrn, 1977), Tm. IT.

Page 59: Cornejo Polar Escribir en El Aire

102 Jt.cnbirm ti oirt

asambleas constituyen Le& y parlamentarias; pero lo es también, en un nivel más profundo, porque se trata de díscursos que -quiéranlo o no- tienen que enfrentarse con la necesidad social entonces más apremiante: la de imaginar una comunidad nacional suficientemen­te abarcadora y firme que ocultara -o al menos difuminara-la ob­via heterogeneidad del pais real -o, en última instancia, la explicara como defecto subsanable con mayor o menor rapidez y facilidad, casi siempre a través de la educactón y a veees del progreso tecnológico.

Para los fines de este capítulo prefiero examinar solamente dos teKtos, indecisamente inscritos entre la proclama y la arenga, que tienen sin duda ese carácter fundacional, pero no en el orden del debate ideológico sobre cómo construir una república, sino en otro;­tal vez menos explícito pero sin duda más sugestivo, que de alguna manera está relacionado con la imagen mismo de la noción. Como se verá después, ambos son casi literalmente fundadores: la proclama de la independencia del Perú pronunciada por el general San Mar­tín el 28 de julio de 1821 y la arengo con que José Domingo Cho­quehuanca r ecibió a Bolívar en Pucortl el 2 de ngosto de 1825.

Con respecto a la proclama, es curioso que siendo un discurso ·que todos los peruanos podemos repetir de memoria, no se baya ad­vertido - hasta donde sé-In irresuelta contradicción que subyace en las palabras de Snn Martín. E l texto es e l siguiente:

E l P~rolc3, desdo este momcnt.o, hbrc e independiente por la voluntad ge­neral do los pueblos y por Jnj~ticiu do au causo que OiO<l defiende. ¡Viva la Patria! ¡Viva la Libcrl.udi¡Viva lo lndcpcndenc!a!40

Obviamente construida con gran osmero formal (bastada anali­zar al respcct.Q la pulcritud de su r·itmo), la proclama expresa tam­bién una muy sutil y meditada configuración conceptual, tal ve:>; correlativn a su empeño por nexibi liznr las tensiones que interna­mente amenazan descuadrada. Por lo pronto, aunque sin duda basado en una experiencia histórica, relativa al triunfo parcial pero efectivo del ejército patriota, el discurso sanmartiniano se autoasu­me como instaurador de esa rea lidad: "desdo este momento (es decir, desde que se enuncia In proclama) ol Perú es libre e independinnte". En el fondo, más que confirmar un hecho, el lenguaje de la pro­elama parece quer~r fundarlo y conferirle una consistencia defini­tiva. Este acto lingUistico fundacional está a caballo entre la palabra jurídico-notarial, que es capaz do forjar y consolidar realidades, y la palabra poética que también funciona, aunque de otra manera, como productora de realidades. No mágico, porque Jo que subyace en ella parece ser In fe ilustrada en el poder de la palabra como

40 Cito según el t<>xto of....ado por Jorge Basod~. añadiendo loe vítores que aparecen en t.odo.'i los t.e:r:tot de hi'«.oria Aunque eaquemáticamaote. Ba.sadte anota que en ln pmelama hay tltmtnt.oe dt •continuidad~ y de ~or-­ma<i6n" HÚ>torUI tk lo R<púl>lwo d<ll'trti !Luna: Univenntaria, 1968), Tm. l. pp. 1-2

Capitulo S..1.unt1o 103

portadora de la razón, la proclama semeja, a l deflnir~e como hacedo­ra de la historia, ese poder mist.crioso, primordíal.

Desde otro punto de vista, el discurso del Libertador intenta conciliar -también por gracia del lenguaje- dos conciencias disímiles de la historia. El Perú es independiente, de una parte, por la "vo­luntad general de los pueblos"; !><'rO también, de otra, •por la justicia de su causa que Dios defiende'. Est.il!sticamente, medíante la con­junción "y", la proclama acumula ambas ra:tones y no da señal de percibir desaju~te alguno enlro ambas. Su condíeión monofrásica contribuye decisivamente a producir ese efecto aditivo y homologan­te. Conceptualmente, sin embargo, el asunto es más complejo. La función conjuntiva la cumple en este plano el valor de la justicia, hilvanando un razonamiento que aproximadamente liene estos pa­sos: el Perú es independiente: l) por la voluntad del pueblo, 2) que encarna una causa justa, 3) causa -que por ser justa- Dios defien­de. Es claro que la apelación explícita a la justicia constituye un puente entre la voluntad del pueblo y voluntad dívina, pero este puente delata, en una segundo lectura, que hay un espacio vacío o ambiguo entre una y otra. Acudir n la justicin. o a cualquier otro va­lor, implica al m<'nos que In soberanía y la voz del pueblo (que po­drían ser injustas) no siempre son la voz de Dios.

¿Qué hay detrás de oste raciocmio? Los historiadores de la política podr!an encontrar ocultos signos del proyecto monárquico que interesaba a San Martín, y probablemente no se equivocarían, pero me parece indudablo que la problemátiC!l que plasma la procla­mo, y que no resuelve, es mucho más general y compleja. Tiene que ver con la azarosa emerge ncia de la modernidad en un cuerpo social históricamente a trasado -que, además, estaba por ingresar en un pro<:eso aún más radical de rearcaizacíón4l. Como se sabe,la moder­nidad~" defino por la de,¡acralización del mundo, aprehendido cada vez con más firmeza como un orden socialmente producido, al mar­gen de cualquier designio ~omo el dívino- trascendente al propio mundo. Se trota de un Jarguisimo proceso de secularización de la vida y de las relaciones colectivas que conduce inevitablemente - pero también por demoradas vfn.s- al privilegio de la razón política como fuerza reguladora del orden rC:l142. En una de sus variantes, la modernidad encuentro en la soberan(n popular el principio foJja­dor y legitimndor de esj' orden.

41 Coller ha llamado la al.cncidn eobro <si.C S<lntido ureoi>udor de la indepen­dencia. Cf. Julio CoUer, Cl4•<1, t:~tadiJ y noción.,, tl Pero (Lima: lnmtuto de F,.sludios Pel"\lanOll, 1978).

42 Rafucl Gub<rrez Ginn-clot orr- uns 1m<>goo muy iJlOiallle de la modernidad en su libro M<>dum•n10 <Dan:elona· Mont.eoino.. 1983). AW>que referida gené­rican>ent<> a la modt-micbd, p<'ro cenlnada <n el pensamiento de Habermas y Slb relac:icmefl: oon \Veber, mo ha eido nluy utd el volumen colectivo de Ri­chard J S.nnein (eomp). llobtrma1 y la modcrnui4d (Madrid: Cátedra, 1988).

Page 60: Cornejo Polar Escribir en El Aire

104

Es claro que la pnmera parte de la proclama (•por la voluntad general de los pueblos") remite a una conciencio aeculari:<ada de la historia, ahora dependiente de las decisiones y actos de los hombres, precisamente en su versión democrática del sistema de las relaciones sociales. Es probable que en este fragmento resuenen requerimien­tos muy concretos de los patriotas liberales, algunos muy seguros de ser portadores y ejecutores de un proyecto modermzador para el Perú, como -por CJCmplo- los forjadores de la primera constitución naciono l. En cunlquier caso, en esta primera secuencia, y no es ca­sual que sea precisamente la primera, la proclama obedece al recla­mo de unn ideología crnergente43.

El segundo ~cgmento del discurso sanmartininno evoca, en cam­bio, t•nn conciencia más antigua, estrictamente promoderna, que •·econstruyo lo vigencia de un principio traacendente y sagrado como fundnmento legitimador del nuevo orden social. La ruptura entre una forma de conciencia y la otra es tan marcada (en el fondo son incompatibles, pese a las intermediacion<•s articuladoras de la ilus­tración española) que la primera está obligada a desenfatizar su inaugural presencia: la acción divina aparece como instancia final. contundente y decisiva de una bisroria que -<lesdc esta perspectiva­ya no puede ~er pensada en t.!rminos puntualmente laicos.

Podria dec•rse que no se trata sólo del forcejeo entre dos concien­cina dialanlrul nccr~o de lo vida cocial y do lo hietorin, tino de la. ai­rnullaneidad contradictoria de dos tiempos diversos, con sus raciona­lidades diferenciadas, en la conciencia de un solo sujeto. El dra­matismo de esta mptura aumenta y se hace más corrosivo porque se instala en la tersa annon1a de un discurso que no advierte su propio conOicto. Es casi como si el Perú se hubiera fundado en el espacio escindido d& una gran contradicción histórica, en la aliloda intersec­ción de u11 mw1do a!'caico, incapaz de imaginnrRo al ma rgen de la ~ra$C(mcloncin divina, y ot-ro moderno, dt-eid ido n asumirse como pro­ducción humanu. Pa ra emplear términos fuertes: entre lo sagrado y lo profano.

En su contexto específico, la vertiente premoderna de la procla­ma repite la razón del régimen monárquico y la convalidación reli­giosa de su imperio sobre las tierras conquistadas. Es, desde esta perspectiva, específicamente colonial. Que en ese momento su fun­cionamiento fuera inverso al rawnamiento colonial no prueba más que a los hombres les es fácil revestk sus intereses con las compla­cientes versiones de la volunlad divina. Irónicamente, el mismo Dios

43 Sobre laa corrientes ideológicas en la época siguen siendo fundrunent.aleslos hbros de Roúl Porras Barreneebea, Los ide61cgoJ¡ d•la l':rnnllcipaci6n (Lima: Milla tl(lttes, 1974), y los de Jorge Basndre, T.n •n•ciac1dn de la República (Límn: ltosay, U!30), Penl: problema y po.•ib!li<la1i (Lima: Rosay, 1931 ..:t: Cllp. Cnp. IV}, La promesa de la vida peruano (Lilnn: Mej(n Baca, 1958) y los tomos 1 y U de su Historia de la Repúblic(l. del Penl, op. cit.

- -CcpiJulfJ St>g11nJo 105

(el mismo dios) que santificó la conquisla y todos sus horrores« eon­sa¡,'l'nbn ahora la independencia y todas sus promesas. La otra ver­tiente de In arenga sanmartiniana, con su recurso moderno a la voluntad popular, aparece débilmente instalada en lo que enronces, en L821, no era más que una decisión de la polilica liberal, que nunca Uegó a consolidar su. hegemonía, y en una difusa imagen del futuro nacional: la que sueña abolir el retraso y el oscurantismo vi­rreinales con Jos atributos de una razón secular y progresista. Ma­riáteguj y Basad re explicaron por qué ese no fue más que un sueño, cómo la Colonia no pudo ser clausurada con el advenimiento de la República y de qué manera las promesas de la emancipación queda­ron fioalmcnte -y hasta hoy- incumplidas45,

En cierto modo este fracaso está pref1g\lrado en y por las con­tradicciones que delatan las pala brás do San Martín y en el turba­dor hecho de que no fueran ni percibidas ni asumidas como tales. Tal vez era inevilable: después de todo la apelación a lo divino pl•e­do leerse como un rccu~ destinado a situar en el espacio de lo ines­crutable el fundamento de un sistema social inexplicable e indefen­dible racionalmente. República basada en ri¡,ourosas discriminacio­nes étnicas y en jerarquías sociales inncx.ibles, el Perú no podía se­cularizar su razón histórica ni dejar sin contrapeso una ideología sustentada en la volunlad popular. Aunque sin duda harto más metafórica que real, la proclamación polftica de lo capacidad legiti­mndorB do la •voluntad goneral d<> los put>blo•" t4'nin 'l"" in<Prf.sl""' dentro de un discurso mayor capaz, por uno parte, de frenar y has­ta suprinur su S\Jbversidad modernizadora, y por otra, de enmar­carla dentro de un designio trascendenlal que bien podia justificar -como pnrtcs funcionales de un todo jerárquicamente coherente-las dramáticas desigualdades entre los clnses y los grupos étnicos. A la postre, en el corrosivo desequi librio que se produce entre la impe­cable armonía tormal de la proclam a, que instauro un espacio dis­cursivo homogéneo, y el conflicto conceptua l o histórico que delat a sin proponérselo, está también prefi¡,•1.1rad11 In sinuosa aptitud del discurso oficial paru ocultar la quebrada y l>cligerante realidad de la que naco y n la que pretende representar con fidelidad sin fisuras -al mismo tiempo que, sin duda, la ni~g~ o tergiversa con su afano­so empeño de armonía.

Otro es el caso de la arenga con que José Domingo Cboque­hunnca rec•bió a Bolívar en Pucará el 2 de agosto de 1825, unáni­memente reconocidu como una obra maestra de la oratoria repu­blicana. f'u<' divulgada de inmediato m<:'diante copias manuscritas, algunos hechas por el propio autor, y más tarde (en 1860) gracias a

44. Cf. Cuawvo Outiérre"- Dtos o el oro en la• /ntl•o• lUma: CEP, L989). 45 cr. lo• lt•xlos yn ciw.dos de Bos.,dre y Josó Cnrloo Moriátcgui. La expOSición

del oaw1to oparec:e en vario~ W:i:tos marintcguinnos. pero están &istcrnntiza ... dos en los doo primeros de sus 7 en..sayos .... oJ). cil,

Page 61: Cornejo Polar Escribir en El Aire

106

su transcripción en el Diccionario de la legislaciór1 peruana de Francisco Garcla Calderón. Esta versión tiene el siguiente texto:

Quioo Oioe formar de salvajes un gran imperio: cr<>ó a Manco Ctipac; pecó su rau, y lanzó a Piu.rro. Después de tres sigloe de cxpi~~<:Kin ba tenido piedad de la Amérie8 y os ba creado a Vos. Sois, pues, el hombre de un de­signio pi'OVIdenaal: nada de In hecho atráS .e p.ve<:e a lo que habéis t-ho; y para que alguno pueda imitaros, será preciso que baya un mundo por líbertor ... Hobo!is fundado CÍll(O Ri>púbticns, que en el mmenoo desarrollo a que eslán llamadas, elevarán vuestra estatura donde ninguno ha llegado. Con los eiglos crecerá "-ucslrtt gloria, como crece lo sombra cuando el sol dcchna46.

DescendicnLcs de Huayna Cápac, los Choquchuanca pertene­clan a la clase señorit~l incaica y su adhesión a la causa realista durante la rebelión de 'Jilpac Amarll, al que so onf¡·cntaron mil itar­mente, los salvó de la decadencia que afectó a la aristocracia indíge· na como resultado de las represalias con que la Coronu <:<osLigó a ese grupo por su compromiso o simpa U a con la revolución de 178047. José Domingo Choquehuanca contradijo esa tradición famiHar, asu­mió la causo independentista, tuvo una importante aunque desi­gual actividad pública en las primeras décadas republicanas y sin duda recibió la influencia del pensamiento ilustrado. Su obra más importante, que es una notable investigación estadística sobte la provincia do Ax:lngaro<IS, así lo compnoPhA

Paradójicamente esta filiación intelectual no aparece en la aren­ga, salvo en lo que toca -y no podía ser de otra forma- al entu­siasmo por la independencia. El hecho puede explicarse por las con­diciones del género que emplea, por su evidente propósito de ex­pTeaarse en un esLilo rigurosamente ceñido y sobre Lodo porque limita su ob,jotivo al encomio del héroe. La contradicción do fondo es, pues, otra: que en la arenga subyazga u na racionalidad que poco tiene que ver con ol pensanúento ilt1Strado.

46 Cito la tranocripción que hace José Rotto-Ciarlo en ChoquthunllC/l y la controrn:uoluci6tt (Caracas: Comité del Bicentenario de Simón IJ<JIIvar, 1980), p. 30. El autor ofrece otras versiones y define, con erudoción, el texto origmal. Las variant.e8 no eon importantes, pero si el he<:ho de que Garda Calderón tuponla que 110 tcaioba de un fragmento y Rat.to·Ciorlo olirma, oon nu:ones convine<!nU.s. que el! el U!xto completo. Cf. lambi~n el reciente libro de Leo­nardo Al tuve Carrillo, Clwquehumoro y su annga o Bo/fvor (lluenos Aires: PLsneta, 1991 ).

47 Cf. al respectO la bibliogrnlia anotada por Ratto-Ciorlo, op. át-, pp. 149-52. 48 JCMM! Domingo Cboquehuancn. En!Myo de estadi31cco wmpleto dt los romos

ecotWmicos poUli.CO$ de la pi"Of}incia de A.zángaro en tl dcportamr.ttto de Puoo de la Rtpúbl= peruano del quinquemo contado dt6dt 1825 hasta 1829 inclu4iiJ< (l.lma: Imp. de Manuel Corral, 1933). gn o!ata y en otros texto• Choquchunnca ex:p~a uru:a clara ideologíA pro-indfgcntL y parece situar su pcnsomionLo en tu. corrienl.é más pragmática del pensamiento Hu;;tn1do, eotuo lo pmbor!o. su Cero~ e,ritica al ~studio do la groml1tica lo.tma, de la teologfo csooltisUcu o dot derecho romano. Cf. RJJUc>-Ciorlo, op cit,. eap~cial· menl<l Cap. Vl.

CcpüuW ~gunda 107

No aludo al obvio providencialismo que preside Lodo el discurso de Choquohuanca. En parte puede ser el resultado de la intención de elogi~r dPsn:edidame~te a Bolívar nada menos que como a un perso!'aJe esco¡pdo por D1~ para cumplir su gran designio en tierra amencana, con lo que se mcluye en una retórica abundantemente empleada alrededor de la figura del Libertador, pero sin duda el providencialismo tiene una envergadu.ro mayor en la ideología de la arenga Bostll señalar por el momento que Bolívar aparece "creado" por Dios y que las rcpliblicas por él fundadas49 "están llamadas" a tener una h isLoria de progreso.

In.teresa más entroncar la a renga con la tradición garcilasista y con cocrtas formas de la conciencia andina de la historia. No me parece especialmente ilustrativa dentro de este contexto la discusión sobre si la fr·asa "creó [Dios] a Manco Cápac" implica o no lo creencia en la condición adtinica del primer inca, pero sf considero importante señalar que para Choquehuanca el tiempo preinca es considerado "salvaje", con lo quu se repite la idea de Garcilaso acerca del Imperio como un gran proceso civilizador de pueblos que hasta entonces habrían vivido en la más cruda barbarie (ComentarLOs, Lib. 1, Cap. [){). Es claro que Cboquehuanca, como miembro de la aristocracia indígena, tenía que adherirse a esta interpretación de la historia. La frase que afirma que Dios "creó a Manco Cápac" parece no s"r mÁR que una, hi~rbole, pero ~n todo caso ~oincide bien con otro postula­do garcolaCJsta, el relativo a la funoón también providencial del lmperio como preparación para la cristianización de las Indias.

Choquchuanca se aparta del rumbo de Garcilnso, en cambio cuando enajena su condición de indio y habla de que "pecó su {la d~ Ma.nco Cápncl raza", mientras que el Inca jamás d~a de reivindicar su ancestro m9Leroo, pel'O sobre todo cunndo imagina que el Imperio fue dest~·u i do por haber cometido un "pocudo" que no se define, lo que obvonmenLe no Aparece en los Come11tarios, o cuando interpreta la conquista y el Liempo colonial como "tres siglos do OlCpiación", lo que tampoco corresponde exactamente al pensamiento delinca. En este último punto par<.>ce claro que Choquehuanea, en el contexto de In ema~_cipación, formula una critica al régimen virreina! en la que, paradóju:~mente, se pueden encontrar resonancias tanta del pen­samocnto mdígena, como el de Guamán Poma, cuanta de los cronis­~s toledanos que se esmeraban en catalogar los "pecados" del inca­no y las razones de su justo castigo. No es vano advertir sin embar­go, que la ~on~oción indígena negada P?r ese alejador ·s~" reaparece al menos ondrroctamente en la mencoón a Pizaryo: no "creado" ni "enviado" por Dios, como Manco o Bolívar, sino -<:omo un azote o co­mo una plaga- "lanzado" contra el pueblo indio.

-19 Tr·cH l\M lns Vllreionea manuscritas; t'tl otras C.ordin3 - poc• obvias rnzoncs­cinco.

Page 62: Cornejo Polar Escribir en El Aire

108

Pero tal vez lo más turbador de In arenga sea que su ideología providencialista se plasma -al parecer- dentro de una concepción cíclica y caneelatoria de la historia que tiene cierta relación con la conciencia quechua del li~mpo60. De hecho, la arenga considera cuatro grandes ciclos: el de los "salvajes~, el de los Incas, el de la Colonia y el que nace con Bolívar (la omisión de San Martín y de los prcc~trsores es absoluta) y las tralllliciones tienen un carilc~cr que tlucl.úa entre In redención y el mesianismo (Manco Cápac y Bolívar) y la catástrofe apocalíptica (Pizarro). No puedo afirm11r que este pensamiento remita directa menta nla interpretación indígena de la historio, con sus grandes ciclos que concluyen con un pac!tacútec, pero no es insensato suponer esta presencia.

En cualquier caso, la arenga de Choquehuanca entreteje varias conciencias en un discurso de nuevo formalmente armonioso e in­ternnmente heterogéneo y quebrado. La voz de Choquehuanca pa­rece venir de varios tiempos, como si fuera un em1Sor plural, pro­fundo mente heteróclito, y su lenguaje como que dialoga con otros lenguajes. Ratto-Ciarlo ha anotado que lo referencia al sol, que es ca&i inevitable en la literatura de la época, tiene especial significado dentro de la proclruna y lhnciono do manera singular con respecto a otros usos de ese t.6pico, cuyn mani festación más obvia es la simple nominación de Bolívar como "Sol• o ~o vena neoclásica- como "}'e­bo"51; pero habría que anotar -además- que en la arenga el co­rr<'lalivo declinamiento del sol y el engrandecimiento de la figura de Bolívar puede leerse, más nllá de la retórica, y también fuera de las motivaciones conscientes del autor, como la formulación de una sus­titución del reinado del dios de los Incas, el Sol, por la figura mi­tologizada de Bolívar. Desde esta perspectiva, la ruptura de la his­torio en Ciclos cerrados como que se recompone en busco una vez m~s de un cierto orden homogeneizador: Bolívar (y por cierto la Rep(•blica) sustituye pero 1.11mbién continúa la hislorin de Manco y del incanato. &sta lecturA puede enriquecerse s i se advierte que Daniel Florencio O'Leary, el edecán de Bolívar, habla publicado en El Sol del Cuzco, pocas semanas untas de que Choquehuanca pro­nuncior.l su arenga, un tumultuoso elogio al Libertador firmado por "Manco-Cápac•. elogio en o! que acude a toda la retórica bolivariana y en cuyo final pone énfasis en esa misma idea de sustitución-ronti­nwdad: "la lámpara de mi gloria se extingue[ .. .] a la sombra de tus laureles", dice "Manco Cáp~c· (o sea, O'Leary) n Bolíva ... ~2. De cual­quier manera, por debajo del esfuerzo conciliador y unilicante, en

50 cr. Nothnn Wachtel, lrJ>on!UUlll0nLo salvaje y aculturacJón: e l l't4pOcio y ct tiom¡>o on Fclipe Guam~n l'omil da Ayala y c l lru:a Garcilaso do lo Vaga•, en Socitdod e ickologla. Ensayott de histori-a y antropoJogta o.ndino.s (Lima: lnoLiLuto do Estudios Peruanos. 1973).

51 Op. cit.., especialmente Cap. 111 52 Cit por Ralto, p. 54-55.

- --­l09

este caso entre la tradición mcaica y la Repúblicaó3, Sllbyace en ¡8 orenga In ex-presión de varios conciencias, y de sus símbolos, en un d1scurso profundamente sincrélico pero no libre, ni mucho menos de contradicciones. '

Dos textos fundadores del Perú republicano, sin dudn, pero tam­bién dos textos cuyo ánimo homogeneizador oo obvia, no puede obvinr, que sus contradicciones internas no sólo presagian los con­flictos que la nacionalidad tendrá que afrontar, sino - también­dibujan el espacio desde el quo so habla la República espacio en­trecruzado por muchas racionalidades y por v11rias historias- y de­terminan la índole ambigua del ~ujcto de un discurso ininteligible al margen de su radical multivalencia. Tal vez sean, ambos toxtos, sig­nos de una literatura que no puede borrar, aunque lo intenta sos­tenida y esforzadamente, las contradicciones que la constituyen y que recién ahora comenzamos a comprenderla como tal, en su pro­pia condición de literatura desmembrada y beligerante.

Los usos de la ficción : tres n ovelas

Sin duda la novel(l es uno de los signos mayores de la moderni­dad hispanoamericana en el X1X. Se puede discutir indefinidamente sobre sus orígenes en relatos colomales54, pues en efecto hay mu­chos que tienen un cierto temple novelesco, pero me parece obvio que como género, con sus codificaciones más o menos estrictas, la novela entre nosotros t'S producto del siglo pasado; es también, desde ltna perspectiva complementaria, conformadora de la con­cienci:~ y de ciertas procesos sociales propios de esa época. Me intere­sa especialmente poner de relieve el vínculo entre novela y moder­nidad: género recién estrenado, representa la puest.~ al día de una literatura que lo habfa ignorado, vrcniziíndose por esa ausencia, y se instala dentro de unu vasta constelación de urgencias sociales. La primera, por cierto , es la de la propia modernización, pero encabal­gada sobre la vehemencia de una definición nacional. No se trata únicamente de catalogar y enjwciar usos sociales propio~. aunque mucho hay de ello a trnvé.s de ltlB poco estudiadas relaciones entre la novela y log géneros costumbristas55, ni tampoco sólo de las pro­puestas, vía el nuevo género, de proyectes explleitos de constitución de naciones dignas de tal nombre; se trata, en un nivel más profun-

53 Cf. mi •rliculo "La roivindieaelóo del imperio incaico rn la pocs!o de la llnUlncipnción en el Perú", en Ldtero.ture cl'Amerú:()., lV. 19-20. Ron1a, 1983.

5<1 cr. Ctxlomil Ooic, •Novela hispanoumeriCAIIf> cvlon iru•, on Luis !digo Madrigal (cord.), Historia de la lrterolum ill'span<>aml!l'iooiW (Madrid: Clllodra, 1982), '!"'n. 1, Epo<a Colonial.

65 La reJatión entre eJ oosturnbriamo y eJ cuento moderno. y pOr ext.en&Jón ooo toda la prosa de ficción, ha sido lucidamente onaliwdo por Pedro Losrra, El rumio hispo.n«<muicofUJ d<l >t(ilo XIX !1\ew York= Giacomnn, 19721.

Page 63: Cornejo Polar Escribir en El Aire

110 8et'ribir a.1. tl aire

do de la casi inevitable formulación, intencional o no, de lo que por entonces - Y por mucho tiemp~ será In condición do la nacionalidad: su abarcadora homogeneidad. Ciertamente Jameson extremó y sacó de cauce su concept.o de "alegoría nacional' en las literaturas del Tercer Mundo (y en éste y otros órdenes de cosas son válidos algu­nos de los reparo., de Ahmad)56 pero dentro del ámb1t.o de la novela hispanoamericana del XIX sus aprec1aciones son excepcionalmente estimulantes.

En tedo caso, el primer ejercicio novelesco bispanon.mericano ob­viamente gira en t.orno a la obsesión social relativa a la con.stitución de las flamantes nacionalidades y en no pocos casos el umverso de las relaciones familiares es la trama sobre la cual so despliega ~onscientemento o no, i nsis~ la ulcgorla de lunación qlle se desea fundar· o más exncLnmente, que se ostá fundando en cae momento. Es prohable que c<>mo núcleo social básico, con un co~tenido al menos en pdncipio fuertemente hornogeneizador, la famtha sen per· cibido en una relación metonímica (y a veces metafórica) con la nación· si se quiere que sea la familia la micro-institución social que más ~ prestll par~ alegorizar la macro-problemática de la na.ción. No creo que sea necesario recurrir específicamente a concepc1?n':s psicoanaliticas, freudianas o lacanianas, para entrever la red s•gru­ficativa que enlaza a la nación con la familia, pero reconozco que la retórica del nacionalismo naciente, sobre tedo en lo que t.oca al sen­tido de filiación (los ciudadanos como "hijos" de la patria y "herma­nos" entre sí, por ejemplo) permite la lectura del deseo de 1~ nación en el código de b familia, incluyendo sus peligros de pervei'Slón (que van desde el csLereotipo del "mal hijo" hasta la significativa insis· tcncia en al Lema del inceato). Esto tiene mucho que ver con el pro· blema de una identidad no resuelta y que tal vez no pueda re­solverse más que contraviniendo, al menos indit·ectnmonto, algún oscuro tabú. Bastaría recordar a este respecto las reflexiones filosófi­co-antropológico-poéticas de Octavio Paz sobre el sentido de la vio­lación en la cu ltura mexicana57.

Mi propuesta, por lo demás llena de interrogantes, es en cierto ¡;entido más simple. Puesto que la novela implica una distancia iró-

66 Empleo muy hbre,.,nw la categoría trabajado por Frederie Jameson, "Tbird­World tn the Ero of Multinationol C..pitaliJ!m", en Socu>J Tw•. 15, New York, 1986, mt.>li¡¡enwnl<>niA! discutida por Aijaz Ahmod en • Jrun...,~·s RhetO~e of Othcrneas and thc 'National Allegory"', en el N' 17 de la m1sma re~ts. ~dezco a la profesora Ooris Sommer el hnbenne hocho oonooer los ongt· nalca de Jos estudios que está reali.ando alrededor de este problemo (acaban de aparooor como partes de su libro Fouradatlonol Fic'ti.cn1. Tl1~ Ncti.ona.l Romllllcts 0( IAim America (&rkcley: Umvcrsity ofCahfomia Proas, 1991) cuyo eoni.cnido no he podido asuuúr en la ell).boracl6n do est.e ~pltulo). _ct:. su lihnl Or¿(' ltfa.tlt4..~r {or Attathfr: Populism as Patrütrchnf Rht"tonc út Dommttxt.n Novcls (J.ouhnm. UPA, 1984).

57 O<:tovlo Pnz, m tabermt<> de/a soledad (México: l"oudo do Culturo Eoonómica, 1963). J.,a 1• ed. es de1950.

Capitulo Stsu.nd11 111

nica ante, por o en relación con la inevitable frustración del héroe y la defectividad de su mundo, o puesto que supone la resemantiza­ci6n y refuncionnlización del discurso carnavalesco58, sus virtuali­dades semánticas pueden acoger sin mayor reparo las truculencias de una h1storia de frustración, aunque ahora el "verdadero• perso­naje no sea un mdiViduo sino la nación teda, y enmascararla bajo la figuración de esa misma nación en disfraz de familia. Tengo que in­sistir en que no imagino siquiera una figura traslaLicia consciente, en la que el aut.or "prefiere" hablar del mundo privado para no en­frcnwrsc con el mundo público, más complejo y comprometedor, sino en un azaroso solapamiento del problema nacional bajo la imagen de los conflictos de la familia y las relaciones intorpersonalcs. Es, en realidad, como si en aquélla y éstas se ventilaran asuntos que -en dis~inta ~scala- fueran los que agobiaban a las naciones, pero tam­bién como si la nación misma tuviera una consistcnciu homóloga, y un:~ problrmiltica paralela, a la de sus organismos menos complejos. Hablar de éstos era una forma do hablar de los otros, los de mayor envergad~.tra y trascendencia, con la ventaja de que el discurso político podfa suspenderse, en su explicit.cr., m1cntros se desarrolla­ban otros discursos, como el ético o el psicológico, que lo implicaban sin develarlo directamente. Después de todo, el lenguaje siempre IIc. va cargas semánticas mucho más abiertas y profundas que las que son propias de su referencialidad específica. Tal vez la palabra que precede a teda palabra, y a la que responde59, dibuje en este caso un arco inesperado: con la que dice familia se contesta a la que pre­gunt(l por la nnción.

Por olra pn1·te, la novela -precisamente por su ligazón con la modernidad- se inslala definitiva y cxcluyeniAlmcnt.e en el campo de la escrilura¡ es, por así decirlo, el menos oroliznblo de t.odos los gllneros. Cierto que en muchas de ellas, como tambi6n en las Tradiciones de Ricardo Palma o en el lenguaje costumbrista, hay un esfuerzo más o menos sosteuido por acoger formas y fórmu.las de la or<~lidad, y con frecuencia del habla popular, pero sin duda se trata de un claro artificio y en la mayoría de los casos, contrariamente a lo que podía suponerse, la "cita" del lenguaje oral implica su exclusión (con frecuencia graficada por las comillas, la bastardilla o signos similares) de la norma lingüística que el propio texto propone como correcta y pertinente. No es nada casual que en Aves sin nido, como se verá más tarde, una escena singularmente significativa sea la que describe la alfabetización de Margaritll, sobre t.odo si se recuer-

68 Obviomont.c me estoy rerlriendo a las cuneepcionee acere& de la. novela de l. uknce y Bn¡tín

59 Lo. incxistencio de una ~.primera palabra", en lo. medido que todas están incvU.oblcmentc Í1\volucradas en unt~ red dittl6gicu, htt !!ido un terna mucha$ vacc• t.rul.ado por Bajten. Una fonnulaclón especielnlOOto antisfo.ct.otio. para ol género novolc.tsc» se encuentro co "'La palubru en lu novoln". incluido en Toorln y r.<toílica do/a novela (Mad:;d: Tourwl, J989).

Page 64: Cornejo Polar Escribir en El Aire

112

dn que, casi un siglo después, lo mismo escena, con muy simillll"es connotacioncR, reaparece <•n DorJa Darbara60. Es como si la propia novela tematizara la urgencia de lo formación del público lector que necesitaba para encontrarse con su verdadero sentido y en el fondo, más escuetamente, para poder existir en los términos sociales -Jos de la modernidad, obviam~ntc vinculoda al alfabetismo- que preconi­zabaS!.

Cumartdá

Leer Cu.mandd. de Juan León Mera62 dentro del contexto que acabo de referir parecerlo obligar a referir más o menos pormenori­zadamente las relacion~s d~l autor y su obra con la vida política y social del Ecuador del último tercio del siglo XJX, que fueron muchas e importantes. :\lí intención, sin embargo, va por otro camino. Deseo problcmataznr aptmas un punto: la muy oblicua figu­ración de la nación en las romántacas aventuras que se narran en la novela. Me doy cuenta del nrhlicio (¿pero qué lectura no lo es?) que supone esta perspectiva de ani\lisas.

Desde el primer momento, es indJspensable anotar que se trata de una figuración ostl'nsiblc y multiplemente desplazada. Por lo pronto, Mera dice cscnbi r su novela para agradecer a la Rea 1 Acade­mia Española el haber sado designado miembro correspondiente y parn hacerse condigno de tal honor; en el fondo, por tanto, se trata de proba r su aptitud como escritor que domina con solvencia Jos códigos de la a lta cultura metropolitana, Jo que no se ocul ta, sino más bien se revela, por la acumulación en la ca rta-dedicatoria de los tópicos de la modcslin. F:s cloro entonces que su lector explícito ("la obrita va a mnnos de V. E., y espero que, por tan respetable órgano, sea presentado 11 la Rcnl Acndomio" ·S. p.) no tiene nada que ver con el asun to nacional y qull In producción de h\ obra parece gi rar nareisistamtmte en torno al r·ecooochniento hispán.ico del prestigio

60 Rómulo 0•11-.go&, I'Jmlo /Jnrlxír" (Lo llubonn: Instituto Cubano del Libro. 1!173). L.• 1• e<l. dota de 192!1 J'or Jo dcn>~s, o.l •gual que en Aves sm nid<>. en las otras dos uovrlaa que ctttudio en e!:t.c a parLado la escritura tiene-tam­bién- funcaone.! cxrep("ionolmcnt.c imporkwtea.

61 Un breve análisae del ••unto en "El aprondiz<lje de l•le<:lura: uo,·ela y forma­ción nacional en lli•panoomérica•, en O.<antayar,ll. 4, l'ilt.sbur¡¡b.199l.

62 Juan León Mero, Cumanrl4 o un drama <nlre •alt'<\ie> (Qwto: lmp. del Clero, 1879). E:n lo sucesi\'o ato en el texto, entro pnn'nt.eois, IM pp. de ••ta ed. He modemíu>do la ortogrulla M• hon Jido muy utilcslos 123arUculos de Manuel Corrales Pascool. •¡...,, rafcu del relato indigenista ecuatoriano", en Revista <k Critica I.ituarin l..allnonmmoona, IV, 7-8, Lima, 1978; Hcrnán Vida]. •Cumandti: apología del csLOdo t .. >trtitic:o", en ReviJJio de Critico Li~raria Lalinoamuu:ana, VI, 12. l.1ma, 1980; y P.dmnnd Cr08. "Spaoe and Textual Genetics: 1\!agical C<>nO<íou•,.,., ond ldt-oiOIO' on Cumandá• !Soct«rilicism, 4-5, Montpolli•r·l'ittobur¡;h, 1!'18$) para eocnbir """' subcapltulo.

personal de su aulOr, todo dcn~ro de un r ito punto menos quQ corte­sano.

Mucho más decisivo os el hecho de que la novela se desplace, rronológicarnente, hacia "los tiempos en que estas tierras eran de España", como se seilala en la misma dedicatoria, y que su historia se instale en el lejano espacio geográfico de las selvas orientales del Ecuador, inmediatamente de!in.idas por ser habitadas por tribus salvajes y casi por completo desconocidos por el hombre civilizado, a excepción de los misioneros. lllás allá de la !Wpública y fuera del es· pscio central de ella, Cumandd no parece aludir de ninguna mane­ra a los problemas fonnalivos de la nación ecuatoriana, aunque haya una que otra alusión -siempre tangencia.!- a ellos (por ejem­plo, 43). ~fás todavía, al t.ennioar el primer capitulo. luego de des­cribir someramente In vida de los •salvajes" y con morosidad el es­plendor y la belleza de la naturaleza selvática, se hace explícito que la novela ofrece un relato de lo extraño, ignoto, lejano y misterioso. Dice:

Lector. hemos proc:urodo haceru eonoeer. aunque imperrect.amenw, el teatro en que vamoe a introdutarte: dl'JO.le gu1ar y tJgueme con paciencia. Poc:3s vrcea \'Oh"er?mot' In viet.o u lo ftOCiedad c.iviliulda; ol.t:fdale de ella si quiereJJ que te interto~n los CI(."Cnaa de la natu.ralcza, y las costumbres de los errani.Os y sal,.l\ics hijoe de In oólvo! 10, énfasis nuestro).

Se trata, como todo olvido, de una operación selectiva, pero en PAt.P r.A•n -nc!Pmñ"- prnfundnmPnt" "intomática: en realidad. no sólo no se obv:ia la "sociedad civi lizada" fl ino que ella preside todo el rela­to a través de 1~ acción de dos de sus representantes más encum­brados: el sacerdote y el poel.o; y si son "salvajes los hijos de la selva• es porque la expulsión de los jesuitas destruyó los logros de sta mi· sión eivi lizndorn (13), recomenzada -en el texto- por el padre Oroz· co. Su éxito con los o.ndoas es elogiado una y otra v~~ (por ejemplo, Cap. V) y s irve par·n oponer a estos indios cristianizados al salvnjis· ano de las otras tribus. De esta manera, el lector no puede "olvidlll"" que ese mundo primitivo que le ofrece la novela es un extraño arcn.ismo que subsiste como producto de los errores de la civilización que hace mucho pudo hnbcrlo integrado a su orden. De hecho, al tratar de borra r lo civili1.nción de lo ccmciencia del lector, en realidad se la está !icLiciamcn~e retirando del espacio problemático del relato; o más comprometedoramente: hay que "olvidar" a la civilización porque es ella la que se encarga de recordar. El efecto ideológico de esta operación, consistente en hacer qtao los olT<Js olviden lo que el narrador sabe es, a todas luces, un sagno mayor del sentido autori­tario que fluye do todo la novela.

Es del todo evadente, además, que sJ la historia sucedo en otro mundo, está Integra mente contada desde y para este mundo, desde y para su memori(l y su conciencia, aunque -<:omo acabamos de ver- se trate d<> crcor el efecto contrario. Por consiguiente, no es

Page 65: Cornejo Polar Escribir en El Aire

114

abusivo leerla poniendo énfasis en su instancia de producción y someter sus referentes ~sólo en apariencia exót•cos- a las urgencias que notoria (aunque oblicuamente) presiden su composición. Desde esta perspectiva, y dicho primero sin matices, Cum.and6 relata el conflicto entre la civilización, entendida sin duda como civilización cristiana, y el $3lvajismo, que en la novela tiene varias y previsibles acepciones pero, todas ellas, dependientes de su condición pagana. En el fondo, y siempre a brrandes trazos, la novela de Mera constru­ye su cxtrafleza teniendo muy en cuenta que su verdadero espacio de significación no está en el pasado y en la selva smo en la proble­mática de lo constitución de. la República. Propon o para ella, como lo ha sella lado Vida!, un sistema definida mentAl toocrático6a.

No dctalloré toda la historia que narra, pero me interesa estable­cer que su núcl~~ tiene que ver, de manera explicita, con problemas relnlivos o la filiación. En efecto, durantAl su vida seglar, d.irecta­mf.'nl.e condenada por obedecer a un afán de enriquecimiento que lo lleva a explotar con crueldad a "sus" indios, Orou:o ha formado una familia, por cierto blanca. que en un determinado momento es ma­sacrada por los salvajes. Aparentemente sólo se salvan él y su Jújo Carlos, aunque luego se sabrá que también sobrevive -raptada por los selvícolas- su hija Julia. Arrepentido de sus pecados, y libre del matrimomo por la muerte de su esposa, Orozco $C hace sacerdote y regresa n la selva para cvangeli~ar (y así redimir los pecados de su vida laica) a los indios que acabaron con los suyos. Ciertamente mantiene a su lado a Carlos, que se ha hecho un joven poeta TO·

mántico, frente al que se convierte, entonces, en padre doble: por­que lo es, en términos naturales, y también, espiritualmente, como sacerdote. Esta doble patAlrnidad es fundamentnl en la economía semántica del texto: subraya desmedidamente el CMácter y las vi r­tudes de la figura patriarcal y stt Cilráder SAgrado. Exoge.rando un poco lns cosas, podría decirse que C~tmnr¡dó es un himno al pa­triarca.

Como es previsible en las ficciones románticas hispanoamerica­nas del siglo XIX, Carlos se enamora de una joven india, Cumandá, que más t.orde descubrirá que es su hermttna Julia . La novela insis­tA¡ cuantos veces puede en el carácter excepcional de Cumandá, no sólo por su aspecto f'JSico -obviamente blanco-- sino también por sus virtudes morales -evidentemente intachables (78-79, por ejemplo); y tampoco deja pasar ninguna ocasión para advertir que el amor de Carlos y Cumandá se mantiene en un grado de pureza impoluta: para que todo sea más claro, frecuentemente so llaman "hermanos" y asumen su enamorami~nto con un sentimiento sobre todo filial (115)64, di' suerte que hasta el lector menos atonto asume que Cu·

63 Vidnl, o p. dL. 64 Como cjcrnplo, bastn al laxto de un parlamento d~ Cutntmdá.: ''Oyemc, ber­

muno blot\CO f ... ~ nut:Hsh-a.s {tbnas sun \UHl, nuctitroa oor·nzoncs PI(Hl hcnnflnOS,

115

mandá ea Julia mucho nntes que el narrador devele el muy poco encubierto m.sterio de su origen. Como es prop•o de estas ficciones, entre Cumandá.Juha y Carlos se interpone el implacable odio a los blancos que tiene el personaje que parece ser el padre de la muchacha (que es el mismo que la rap~ pero que ha cambiado de nombre) y sus fingidos hermanos (éstos y aquél, como es claro, indl­genaa no cristianizados). No sólo trat.~n una y otra vez de matar a Carlos sino que finalmente entregan a Cumandá como esposa al anciano jefe de la más poderosa tribu de la zona. Muere antes de consumar el matrimonio con su joven esposo y - de acuerdo al ritual de la tribu- alla también debe morir. Logra escapar, pero muere en la fuga. La reflexión que su (o el) padre Orozco hace o Carlos es no­table:

Si el curso de los providenciales suceso~ no hubiorn impedido tu enlace oon Cumoodd, habrfas sido el esposo de Lu I>ropia hermana; la bendición aucrurrumtol cayendo sobre url h()rrible incesto. en ve1. de felicidad domés­tico, t.e hnbtfa acarreado calamidades sin cuento. rara évaWr esos males. Dios bo querido quitarnos • JuiJa y llevá,.elo para sf. odornad8 de su puri!UI virgin.'tl y su Cálldor de ángel. (232)

Y mucho más singular es la del ofendido novio-hermano: ¿Pu~:rt.oas. padrfl, mío. que nuestro amor era una pasión terre.oa y carnal? ¡Ah, no has podido conocerla! era un amor clesinteresodo y puósi:mo: era, fU\ que lo ad\;er'tiásc.mos, el amor fraternal elevado a su mayor perfec-­c-ión. Hennnnos, h.abriarnos sido tan unidos y (elic«!B como amantes o es .. !»""" (232-331

Me pnrece que es bastante claro que el grupo socio-étnico q\le represcnk~n los Orozco en la novela de Mera so comprende a sí mis­mo como autosuficiente, casi en términos endogámicos ("hennanos [ ... ) tun felices como amantes o esposos"), y que no tiene ninguna dudn ni solm• la legitimidad de su posición de dominio ni sobre los mecanismos para reproducirlo i ndcfinidamcnte65. En el terreno pro­piamonto ideológico, como representantes dG In religión cristiana y de la civilización occidental, parecen no tener competencia algu.na una vez que el relato ha polari,ado su r<lpresentación entre los sacerdotAls evangelizadores (y los poetas) y las tribus salvajes, dilu­yendo minuciosamente, con sistemátict~ precisión, todos los estratos intermedios. Por cierto, dentro de este esquellUI, es fácil e.runarcar la oposición entre salvajes cristianizados, que ya no Jo son tanto, y sal­vajes paganos. que lo son en grado extremo. No se oculta para nada que los primero~ son radicalmente inferiores a sus evangelizadores

que nuhtru sangre es la mismp, y que no debem()tll eep~roroos jamás"' (o p. c•t. ll5). TcxtoM ton obyios como est~ abundan en lo. novelo unles de que el narrudor "'dcKttLbra" aJ loct.or que Carlos y Cumandá ~n efectivamente hc:r­mnuóSJ

65 Corrni(!S ~ncu(lntra, s in crubts.rgo, q~1e Js novela eontiooc nlguoas tenues crí­ticns contru este grupo, lo que es verdad, púro un lnvolido - lfi.O parn<:c-- mi loct.urn, Új>. cit.., p 46.

Page 66: Cornejo Polar Escribir en El Aire

116

(y amos) ni que su función natural es servirlos material y espiri· tuahnenl.e.

Por lo d~más, entre las decenas de barreras que separan a blan­cos civiliwdo.' de indios salvajes, aparece con claridad la que separa a la escritura de la oralidad. Ciertamente la oralidud es el espacio de los salvajes y normalmente se e.'<j>resa más que con palabras con gri­tos o ulandos, con su significación zoomorfa, o en algunos casos con sonidos de tambores tenebrosos, casi siempre como ruidos de muer­te66, mientras que la escritura corresponde al otro lado, ~1 de los blancos, y de dos maneras: como Escritura, que es la que diftlllde el padre Orozco, ora !izándola en sus sermones, y como Poesía, que la esconde más bien, como algo exótico en la selva, el joven Carlos. Lo tínico que sabemos a este respecto es su poema-mensaje de amor a Cumandá, escrito en la corteza de un árbol (p 24·25), como inscrip· ción do la letra en la naturltleza indómita, poema-mensaje que será quemodo por lo~ salvajes como obviD manifestación no sólo de su barbarie sino de su irreconciliable lucha con In cultura que expresa eso letra cultivada, en cuanto poesía, al modo más nllo de occi­dcnte67.

En todo caso, lo que bace punto menos que asombrosa la pro­puesto r~acior~al de Mera es que si bien está desplazada, como se ha mencionado anl<!s, In imagen de la sociedad nacional que St~rge del texto es profunda y definidamente Jerarqui~ada; funciona bajo un orden vertical que tiene como raz.ón juslificatoria la religión -a la que so ailade, pero nítidamente en un segundo plano, .la a.lta cul':n· ra de Occidente en In figura del JOven poet.o. Hay exphcac10nes bis· tórico·socialeM para que esto sea as!, pero a nadie escapa que Cu­mat1dá reproduce anacrónicamente <ll si~tema colonial, de lo que hoy testimonios legales y referencias 'nnumernbles en las crónkas, según el cual el mundo americMo est6 esci1ldido en dos. En <!f()cto, sin exagerar demasiado las cosas . propone un mode lo de nación coloniAl - lo qt1c no es un ox.imoron, como bion sabemos- en la que unn "repúblicn de españoles" se instala sob1·~ "una república de in· dios", con el ngravante de que en la novela se prescinde del indio que fue parte de In alta cultura del 'l'awantinsuyt•, y por cierto de los mestizos, para cubrir wdo ese campo con la "barbarie" de las tribus selvólica.a. A estas no les queda otro camino que aceptar SlL

radical y absoluta dependencia, adecuándose t1 los requerimientos de una religión que se confunde con el poder eocinl, y en t1ltima ins·

66 Por eJ•mplo, pp. 101. 103, 127-29, ~ 67 El O<bo do 1M "'salvajes• por las Jetras. q_utt termmtt.n M\ c.·nizas. obviamente

no c. eomportido por Cumandá. Ell3 "romo si pu<he•• ent<>nderlas, besó las a{ras, y hociendn aJ punl() memori8 du lo que decbm, ~B pu.w n cantar" (p. 24). En cit.'rt.o senLi(lo, su ge~to es igunl al de loa indios evnngclitado:s que. repiten tc.xtos sagrados y eanciones.litüTg~c.as. LR letra queda siempre en po· dcr del dominador y el dorninlldo -en el mejor de los cu•os· a6lo puede repe· tlrln (tn cALe cuso "'C8nt.arla") rncdiuntc su M'nUzación.

1.17

t::.tncin con el Eslndo, o ser devoradas por su propio salvajismo o a.niquiladt\6 por esa fuerza superior que viene de fuera y de arriba.

Sin duda Cumandá es la menos conciliadora de todas las novelas estudjodas en este capítulo. Marcada por un autoritarismo que el romanticismo de su trama no diluye, sino subraya, define sin amba· ges un orden único pero vertical De est.o suerte, la imagen de la comunidad nacional no se construye bajo el discurso de la integra· ción más o menos homogeneizadora, tal como se vt>rá en otros casos, sino al amparo de un mandato trascendente que permite legitimar esa verticalidad jerárquica en sus modalidades más gruesas y agre­sivas. La República debe imit.or a la Colonia y establecer su sistema bajo la más elemental de sus dinámicas: la de la S\lperioridad global de un grupo, que está "obligado" a ordenar, y la inferioridad del otro, lo rnayoria, que está en la "nece~idtld natura l'' de reconocer su condición suba lterna y -por consigu.ient<..~ de obedecer.

Aves sil• nido

No mtento examinar la totalidad de la primera novela de Clorindn M atto de Turner, Aues si11 mdo 68, aunque varios de sus niveles se prcst..•rían para hacer consideraciones harto cercanas al campo qut' aqui intercsa69. Quiero remarcar sólo un punto. Como se recordará, Aves sin nido relata la Vlda en K111ac (villorrio que sim· boliza el cruel funcionamiento y organizoción do la sociedad andina) durante la cst.oda en él de una pareja (los Marfn) que obviamente

68 ~:mpleo In edición de La Robana: Ca"" do las Am6ncas, 1974, consignando l:us páginas enl.re pa.réntesis denlro del mismo ~..exto. Lo primera cdic.ió.n: Lhnn: Cnrlo..q P1·ince, 1889. Este fragmento deriva en ptu·te de mi prólogo a la odicjón el a lfl llí~liot,ec~ 1\yaC\IcM de e•~<• nowlu.

69 Lo bíblio~rorln ••pacífico sohr• Cloríudtt MuLLo, cosí alompre en relación o Av~s sint•itlo, no tS ampjj&. Me han servido considornblcmenle )os Jibros de froncl•co Camilo, Clonnd(l Mai/.Q de 'l'urner y se• iii<U/I<nisnw lllerario (Lima: Universitario, 1967J y Alberto Tlluro, Clnri11do Mallo ,¡e 'l'umery la nooela mdigelli81n (l,imn: Son Marcos, 19761 y el ortfculo de Femnndo Arribas· Oardn, *Avt't s¡n nido: ¿novela indigenista?'", en Revista de Crftictl Uteraria LolinOOmtricarm. XVII, 34., Lima, 1991. Ct mis prólosoe a la ed. ya citada de Aun "" nido, n Jndoie (Lima; lnstitulo NOCIOnAl de Cultura, 1974) y llrrrnci4 (Lima· lr.,;titut<> Nacio!\111 de Cultura, 1974) y mis estudi08 "A..., •in nido: md1os, 'not~bles' y forasteros• en {A nJH:ela ptruano (Lirna: Horizonte, 1989J y "Ciorirula ~!atto de 'l'umer. para una 1mo¡;en de la""'"''" peruana del oi¡lo XIX" en 8 .critura, 11, 3. Carocas, 1977 Ataba de aparecer una ~pilne1ón de nlguoos de mis estudios sobre el t<>mo b!\jo el Utulo Clori.nda Mall!> de Tumtr, noo;tlisra. (Lima: Uuvia l:Aht.o~s. 1992). Cf también de Efrafn Kristal, The And€s Viewed From tht Clly. /,Jitrary and PoWical D1scourte on the tnduu. m f'eru (New York: l'etcr l.nng Publishing, 1987), recientemente t:r.aducido al esp-anoJ con el lftulo Uno visüSn urbana de los A11de1. Oincsis y desamJil() del ind1gcnumo en el Ptrll, 1848·1930 (Lima: Instituto de A¡>oyo Agrotio, 1991).

Page 67: Cornejo Polar Escribir en El Aire

118

representan los valores do lo propia narradora: son cultos, de moral intachable, generosos, justicieros, etc. Los Marín, portadores de la ideología de una burgucsla urbana liberal y progresista, se sienten indignados frente a la explotación que sufren los indios a manos de las autoridades políticas, judiciales y eclesiásticas y frente a los abu­sos que cometen contra ellos Jos comerciantes en lana. Deciden pro­tejer a los indios, son agredidos por los poderosos del pueblo y fi. nalmente -en cierto modo derrotados- deciden regresar a la ciudad.

El fracaso de los Marln es en algún sentido paliado por su deci­sión de adoptar a las dos hijas de Juan y Marcela Yupanqui, indios muertos al defender la casa de sus protectores. Los portadores de la civilización no logran modificar el implacable orden social andino, poro al menos salvan de él a Msrgarita y Rosalía, las "aves sin nido' de la primera parte d~ la novela. En la segunda parte, a más de rei­terar las denuncias sociales sobre In ~xplotación de lm; indios, la no­vela narra los cándidos nmorcs de Margarita y Manuel y su final desgraciado: descubren que ombos son bijos del obispo Pedro Miran­da y Claros, años antes párroco de KíUac, con lo que al cerrarse la novela son ellos las nueva$ y aún más desamparadas "aves sin nido".

. Sin duda se trala, en la segunda parte, de un argumento inocul­

tablemenw melodramático, aunqt•c nndo inusual en la novela his­panoamericana del XIX, que pnrcce agotarse en su propia t rucu­lencia, en la crílicn al rel¡¡jnmi~nLo muri\1 del clero y -en la novela de Matto de Turner- al celibnto Rltcerdotal. 'rieoe, sin embargo, otros y más profundos signifkados. Para poderlos considerar es necesario tomar en cuenta que, corno ya dije, en el siglo XIX nuestra novela produjo una muy compleja alegoría de la nación y sus problemas a través de la imagen de lA fAmilia y de IM relaciones interpcrsonales que la fundan y la rodean. Por lo pa·ont.o es evidente que Aaes sin nido privilegia In cnl'llcterización de los núcleos familiares (los Mario, los Pancorbo, los Yupunqui, los Champi), hasla el punto de que casi no hay personajes que so pa·esenten sin ese contorno inme­diato_ La gran excepción es el cura Pascual (y su antecesor Miranda, ahora obispo), pero so trata de una excepción que precisamente re­fuerza la importancia de los vlnculos famj]jares: los vicios del clero y las tragedias que su!!Cilan derivon del celibato al que están antina­turalmente obligados los religiosos tal como se lee desde el "Proe­mio" y en varias otras páginas de la novela (1-2; 103-105). Paradó­jicamente, las fnmili¡¡s qu<> aparecen en Aves sin nieü> o son incom­pletas (los Marín no li('ncn hijos) o guardan en su seno algún secre­to terrible como la escondida filiación do Manuel y Margarita y la violencia sufrida por sus madres.

Pero leer los significados que encarna la familia en la novela de Clorinda Matto implica vincular cRte tema con otro, el de las relacio­nes intcrraciales, qu~ lo cruza de porte a parw. De alguDD manera,

Cupftulo S.-gwrdo 119

tal como la presenta Aves si11 11ido, la fami]ja es el espacio privile­giado pa ra las alianzas o los conOictes étnicos. El énfasis puesto en ese vinculo entre familia y raza hace aún más clara la posibilidad d.e interpretar Lodo este núcleo de significación en una clave más social que ética (aunque contenidos de esw tipo sean obvios) que final­mente conduce a reOexionar sobr<' el asunto central del siglo XIX: la formación de la nacionalidad.

Por lo pronto, la preocupación de Matto por el destino del pueblo indígena se plasma con evidencia en la decisión de los Marín (sus portavoces narrativos) de ndoptar o las hijas del matrimonio Yupan­qui. Puesto que la novela relata la muerte o el sufrimiento conti­nuado e inevitable de los indios, la adopción de Margarita y Rosalía implica de manera tangencial, pero muy expresiva, que Aues sin 11ido efectivamente no logra percibir ningún futuro para la rau¡ indígena70, pero que es algo meno.; escéptica si se trata de la h-uerte de algunos individuos aislados. Ciertamente In adopción, con el con­siguiente cambio de a~llido (de Yupanqua a Marín), es una figura especialmente vigorosa de la construcción de una nueva identidad y del carácter salvador de este proceso. Por supuesto, el acto de la adopción es seguido por un proceso educativo que deberá concluir con la cancclnci6n de los rasgos de la primera identidad: de hecho en Herencia, que es uno nov~la que continúa en parte la trama de Aves sin nido, unn de In~ hijas adopt.ivns de los Marín no puede distinguirse de olrns jóvenes de la alto sociedad limeña7l. Su nueva identidad está consolidada. So trata, como queda insinuado, de un largo proceso quo comienza en lo escena en la que el tierno e inge­nuo Manuel enseña a leer a MMgarita, pasa por la educación de la niña en los mejores colc¡¡ios de Lima y tennino con el ~rlunfo de la muchacha adoptada en la s~ lones más encumbrados de la capita\72.

Máa allá de In in~cnción de Clorinda Mat~o y al margen tarobién de los estereotipos drl molodrnmo romántico, en la transformación radical de las Yupnnqu i en Marín subyace un significado turbador:

70 Dice la narradorn: ''l'lcgu~ a Dios Qt•O ol¡¡ún dio, ejercitando su bondad, decrete lo extinción do In raza indlgcnu, \JUO dcspu6s do haber o•t•ol.lldo la grandeza imperial, b<>bc el lodo del oprobio. ¡Pleguc a Dios la eldioción, ya que no es posibl.c que r«:upcre su d,gnidad~ ni ~jcrcite. sus derechos!• UJ, ~.nfasis mio); idea que de o!gu.nn mt'ncra se repit.e en el diálogo entre Joe:idoro y su esposa, ambos ind1os: ·"NftcimOfl indios. e.aclovos del Wl"t.l, e.l7<:1avos del gobem3dor, esclavos del cacique, CJ;clf\\'08 de todos loa que agarran la vara del mandón/ -¡Indios, ••' ¡l..a muertA: .. nueotm dulce .,.pera1ua de hbcrtadl" (241).

71 La primerA ed. de ea:ta no\'tllt doLO. de 1895. Es curioso que en eb"ta novela no aparcua Ros<> lío M .U. odclante volveré eob~ ••'-" '-"ma_

72 Habría que analitar scparodamf'nle laa fluctuaciones del feminismo en Clorinda Mallo -que fuf import.ont.o en au. ~poc::a. En esté caso. sin embargo. la educaC-ión dr MaJ1:Dritn por«e tener como objellvo oo más que su inte~ grnción.. mediAnU· un CIIJUlmi(.!nto digno. rn ti alto mundo hmcño. Por cierto. el elogio a lA vin.ud u J)('nnanenw y &e ho.cc lun<".opJé en la creciente inmorn~ bdad d• _, J;I'UP<> &OCIOI

Page 68: Cornejo Polar Escribir en El Aire

120

la salvación del indio depende de su conversión en otro, en criollo, con la consiguiente asimilación de valores y usos diferenciados; y depende también, como es claro, de la generosidad de quienes hacen posible eso metamorfosis étnico-social. De alguna manera, la bisto­ria de la adopción es un emblema de las con,~cciones de la época so­bre el poder de la educación, como fuerza transformadora de la so­ciedad, pero a la vez de un concept<> pedagógico que sólo entiende esta materia como una forma de occidentalización del pupilo. Lo primero estaba explícitamente mencionado en el •Discurso en el Po· liteama". En ~1 Gon1.ález Prada decía:

EnRoMdle a lctr y •scribir [al indio] y veréis si en un euorto de siglo se lovMta o no e lo dignidad del hombre73.

DenLro del marco d.e la "conciencia posible'' de entonces la edu­cación no podln con~iderarse más que como Llll proceso que favorecía la realización de los ideales europeos. Como recurso eficaz para la homogeneización del país, la educación no ~ólo no preveía ni plura· lismos ni contrastes sino qne, al contrario, los condenaba abierta­mente. En Aves 6in nido se habla, en efecLo, de "In verdadera eivili· zación" como de un sistema único y de la educación como via para acceder a RUS principios ordenadores. La flUación •blanca• de las nillas Yupanqui implicn no sólo la adopción, entonces, sino también la educación, aunque dentro del relato ésta aparezco confundida con la elqleriencia del hogar bien constitwdo. En este orden de cosas, Aues sin nido propone algo así como una categoría totalizado­ra: adoptar un hijo supone un acto de nominación trascendente porque con el nombre de los nuevos padres viene la configuración de la nueva persona. Basada en la piedad, In adopción de las niñas indias ea una forma puramente espiritual (y tal vez por eso mismo más poderosamente simbólica) de la procreación de nuevos seres.

Met.Mon• inte¡,'Tadora, por consiguient.e, la adopción de Marga· rita y Ros11lín expresa el deseo de una nación homogónea, abar· cadora de lu dis id~ncia indígena a t ravés de la educnción acultura· dora de sus mi~mbros, obviamente considemdos como menores de edad. Pero eatll ·muy expresiva alegoría de la constitución imagi· naria do un pnfs integrado bajo el modelo de sus estratos más euro­peizados y modernos tiene, sin embargo, un envés sorpnmdente. Dicho en bult.e: son las muchachas indias las que permiten que la fanulia Marfn se realice bajo su propia ideologla y cumpla su fun· ción bás•ca de reproducción. En toda la novela, en efecto, se pone énfasis en el carácler sagrado de la paternidad y la maternidad y se establece uno y otra vez que 13 familia es el linico espacio donde ambas pu~den realizarse con ese carácter. Al mismo tiempo, con raciociniO cCimplementario, una familia sin h1jos no es realmente tal y un hombrr o una mujer infértiles no alcanzan In plenitud de su función humana y sagrada.

73 En P<Vwn• L1b1V'a (Madrid: Pueyó. s/0, p. 78.

Cup{tiÚQ SegmuJ(J 121

Como ~nAves sm nido la perspectiva educativo es recurrente, la función reproductora de la familia se expande más allá de la pro­crMción de los hijos y se convierte en un dispositivo mucho más ex· tenso. En realidad la familia es la gran máquina reproductora de los comportamientos y valores socialmente aceptados o -6i se quiere-la argamasa ideológica q\le permite el buen funcionamiento de la so­ciedad dentro de un orden determinado. Naturalmente los hüos son el engranaje de este mecanisiDD. La transformación de las Yupanqui en Mario demuestra la eficiencia de este proceso, pero a la vez tiene el significado que acaba de mencionarse: sólo gracias a ellas los Mnrln cumplen su función como familia y por consigui~nte adquie­ren valor como reproductores del sistema social. Es, sin duda, una notable pnrndojn de la novela74. Cubo preguntarse, entonces, si de h1 misma mAnera que la adopción de las muchachas indias puede leerse como unn alegoría de la homogeneización del pnís, el otro he· cbo - la defecUvidod de les Marín como familiH si no se hubiera pro· ducido In ndopció11- PQdría inwrpretarse de mnnern homóloga; esto es, como rep,·esentación simbólica de la urgencia del sector social que r~presentan de asumi r un cierto compromiso con otros grupos paro poder realizar su propio proyecto social.

Podres y educadores de Jos indios, los Marín parecen reconocer que su r~prrsentatividad social y nacional tiene como condición la absorción de Jos otros -cierto gue en términos de dependencia- como "hijos". A la lorga, si se emplea la perspectiva mvcn<a, parecerían no tener el poder de reproducirse dentro de su propio espacio social, y mucho menos de imponerse al conjunto de la nación, sin una alian· za ciertamente nsimétrica con otros grupos. Algo as• como un con­senso ganado por In asimilación, en posición suhordinada, de los otros. Sobrn aclarar que esta lectura, obviamente hipotéLica, no im­plica en modo nlgun<¡ )¡1 presunción de un nivel de conciencia au· torial. Las nlegoríM nacionales suelen instalarse en el discurso lite· rario mediante mec11 nismos mucho más complejos que la intoncionn· lidad y la ideología explfcita do los escritores75. Son figuraciones del imaginario social, más bien clifuso, y ~uclcn construirse en los már· genes do un lenguaje que asintila l as pulsioncs colectivas.

Pero el sislcma alegórico de la fanulia en J\ues sitl nido tiene otra5 dimensiones. Es bueno anotarlas. Por lo pronto, la caracteri· zación de Margarita pone de relieve. desde un primer momento, su excepcionalidnd. Aunque Marcela, su madre, es presentada como una muJer "notable por su belleza peruana" (5), los Marfn se descon­ciertan fr~>nt.r a :\fargarita y consideran que "su belle:ta es trasunto

14 Curios:uncnt.<s en Aues sin nido se anuncia que Lucia estA esperando su primogónito, pero esta inrormación queda trunc:u y es t.otalmente obviada en Herrw:i.u.

75 Más puntualmente cabn·a establecer que so 1 rnt.n do lu rrscción burguesa., líbcrol y modermznnle, qt1e -en efecto- no LU\'O copo<:idod pnrn convertirse en hes;cmó••icn.

-

Page 69: Cornejo Polar Escribir en El Aire

122

de esa mezcla del español y la peruana que ha producido hermo­suras notables en el país" (25), aún cuando en ese momento creen que s\UI padres son inruos. No piensan todavía en la adopción, pero si en aceptarla como ahijada. Al final del relato, como está dicho, se descubre que Margarita es hija de un cura espai\01 o criollo y que efectivamente, como lo suponían los Marfn, ea mest1za. Esta reve­lación final tiene un efecto complejo sobre la lectura anterior: por una parte, aleja la relación entre los Mario y los indios, pues la adopción se ejerce sobre una joven mestiza, no india, en cuyo origen resuenan además memorias que remiten de alguna manera al pri­mer mestizaje, al de la conquista, pero -de otra parte- el que la adopción incluya también a la pequeña &.salla, hija de Juan y Marco la Yupanqui, preserva el sentido anterior. Ella si es india.

La tardia con fi rmación de la conrución mestiza de Margarita tiene que ver no sólo con asuntos dírectamente ideológicos, lo que es bastante evidente, sino también, a lgo más sesgadamente, con el sis­tema de In vcrosimmtud del relato. Como Margarita es un personaje mucho más importante que Rosaüa y como sólo ella adquirirá pre­sencia en la continuación de Aves sin nido, es claro que su absoluto y abrupto "blanqueamiento" re.~ultaba un factor dislurbador de la crectibilidad de la historia y generaba, así, un conOicto potencial con el lector No está demás recordar que años después, en Motalaché (1928) de Enrique López Albújar, sucede algo similar: su protago­ni&ta, un negro esclavo, deviene en mulato, descendiente directo de un noble bla neo, poco antes de consumar su amor con la bella hija de su amo76.

De cualquier manera, la distinta ftliación original de ambas niñas forta lece el sentido homogcneizador de la imagen familiar: los Marln asumen su condición de autoridad en un nogar que acoje a mestir,os e indios. Es claro, sin embargo, que con respecto a estos úl­timos In novelo es más bien elí]}tica. Rosalfa es casi sólo un nombre en Aues sin nidn y el lector no sabe nada de ella en flerencia. Sin duda la novela privilegia el significado de la adopción de Margarita y desde esta perspectiva parece e'idente quo hay una bien definida prerulección, aunque no excluyente, por el eslrnto mestizo. En cierto sentido, si se exagera un poco la borrosidad de Rosa lía, habría que pensar que Aues si11 nido necesita generar primero uno expectativa de reconciliación entre los extremos de la gama étnica (Maríri!Yu­paoqui), diluir luego su rarucalidad y enfatizar por último la impor­tancia del eslabón intermedio, mestizo (.Marfn/Miranda y Claros-Yu­panqui), pero conservando a la postre, como tiugestívo aunque poco perceptible telón de fondo (a travér; de la casi invisible Rosalía) la propuesta inicial.

76 He estudiado í•l L~ma en ·'M8t:lláché: )as muchas formns de la ettclavit.ud•, en La llOIJCla p~•rtt(W(J, op. cit. Cf. tambitln (foru!L; 0 I~Mc,(ljadliiO, Lo llflrrotitx.l de L6¡x:.z 1\1/n¡jar (Limn· CONIJP. 1972).

l;op(lU[Q $~Jlundo 123

Por lo demás, los insistent-es problemas que cruzan los espacios familiares en Aues sin nido parecen ser síntomas -si se acepta la aSOCiación entre nación y familia- de las contradicciones que ago­biabtln a la sociedad peruana de fines del XIX. En el fondo, las imá­genes familiares que ofrece 1!! n~vela tienen casi siempre su eje conflictivo en el asunto de la filiac.ón: Margar1ta y Manuel no saben quién en su verdadero padre y el descubrimiento es trágico no sólo porque cort.a su amor bajo la terrible pena del incesto sino porque la figura del padre sacrílego es un punto ciego, sin solución posible, que remite la santidad de la filiación a la violencia y al pecado. Es como si, en su conjunto, la alegoría apuntara a un orden mal consti­tuido, deforme, que sólo puede ser transformado por la voluntad y la acción de quienes, como los Marín, decidan extirparlo (otorgando fi Uación y legitimidad) a la vez que corr igen (con la adopción) su propia incorn¡)letud, su esterilidad. Alcgoria desgarrada de la na­ción ~in duda, pero también esperanzadora: desde la perspectiva de los Marfn, la familia (la nacióo toda) puede recomponerse bajo su amparo. Son la fuerza que ofrece hogar a qu1~oes no lo lienen.

Jrutn de la Rosa

He dejado para el final la referencia a Juon d~ lo Rosa, de Nata­niel Agujrre 77, porque es la novela que más ab1ertamcnte desarrolla el tema de la formación de las naciones andinas y produce al respecto una vasta gama de estrategias de legitimación, con sus dinámicas de inclusión y exclusión, bastante más elaboradas que las que aparecen en Cumondó o Aves ,in nido. Como en el examen de estas novelAs, me atengo sólo a a lgunos aspectos.del texto, específi­camente 11 los que tienen que ver con la construcc1ón do una htstona ejemplar como forjado1·a de la independencia (y ~e l_n identidad) d.e Bolivia y - de otra part~ con el vfnculo entre tihac1Ó11 y nac_tonall­dad. Obviamente quedan al margen muchos otros aspectos ¡rnpor­tant.es puesto que se trata de una novela que -contra su aparie<tcia de sen~ille%-esconde una extraordinaria complejidad78.

Por lo pronto, presentado mediante el subtitulo como "Memorias del último soldado de la independencia", el texto se instala explíci­tamente en In intersección de una experiencia personal, ligada a los códigos de la a\ltobiografia, y otra de índole social, que tiene rela-

77 Uso la 2• od. Pans. Lib. de lo Vda. de llourel; 1909. En ol wx~<>, enll'e parént<o­siJI, o noto lns págiMS de cst.a edición. La l•ed. ea d~ 1885. tle moderniL&do la ortog:ra fía.

78 Buena pnrw. de este su \)capítulo debe m\loho a la .,..,.,ton le t.esis doctoral de Alba Morln Pfl~ Soldán. Una articulaci(m 11imbóliro de lo nadon.at: "Jt~-cn de l.a llosa" dt Na.tani~l Aguirre (Univcrsity of Pittsburgh, 1986 ·mimeo). Cf. tnmblón: Walter Navia Romcro,lnterpri!tación y ñn(fliHis di• "Ju(lu de la Ro~ sa" (l .u Pnv.: Univcnüdod de San Andrés, 1966},

Page 70: Cornejo Polar Escribir en El Aire

124

ción con In novela histórica o -sin más- con In historia?9. Natural­mente, si el texto de la memoria tiene un sistema cerrado de veridic­ción, en la medida en que el sujeto del enunciado es el mismo que el de la enunciación, con lo que se produce un cierto modo de auto­referencialidad; el de la historia - ficcionalizada a no- remite en cambio su condkión de verdad fuera de si mismo y eltige que quien habla tenga una autoridad "objetiva• para hacerlo. El que el narra­dor-personaje $e defina como actor de la guerra de In independencia, con el añadido d~ ser el último sobreviviente de ese tiempo, implica un mecanismo que permite transformar su recuerdo individual en mnteria colectiva y garanLi~ar la autenticidad de su narración histórica. En otras palabras, el contrato comunicativo supone que el lector está nnte un testimonio privilegiado que concentra un máxi­mo de credibi lidad y ti~ne el dramatismo de sor el último posible: nadie puede volver a contar esa historia con ol avol de la expe­riencia propia. El "último soldado'' tiene también la última palabra sobre este tema.

Desde otro punto ele vista, el vínculo entre memoria e hist<>ria, tal como npare<:e en Juan de la Rosa, ofrece un complejo juego tem­poral que abarca un periodo excepcionalmente extenso. En efecto, la "memoria" se ('nvra a l:l "Sociedad 14 de Setiembre• en 1884 (tal como aparece en la carLa que sirve de prólogo -p. XVll) y su redac­ción comien:ro en 1848 (según reza In nota l -p. l ), pero los nsunt<>s espe<:ificnmrnte evocados corresponden ni lapso comprendido entre 1810 y 1812 y fragmentos del relato se proyectan - mediante infor­maciones que provienen de otros personajes- hasta el siglo XVIII. En cierto modo los sucesos de 1810-1812 aparecen dentro de una narración múltiplemcnte enmarcada, pero los marcos tienen consis­tencia y funciones peculiares: los srgmeoto6 cronológicamente ante­riores no hocen m:t<¡ que establecer una filiación entre los levanta­mientos del s ig lo xvm contra el régimen colonial y el qu~ efectiva­mento so rclnlfl, mien tras que los posteriores en la práctica no tienen formalización narrativa pero actúan de maner!\ decisiva co­mo perspectivas de conciencia para juzgar lo relatado ( LSl0-1812) y lo no relatado (el periodo que va de 1813 a 1848 o - incluso- 1884) con una expcrienciu actuahzada80. Por cons1guientc, el texto cons­truye la historia de un pasado más o men<X< lejano y la memoria de

79 llosano Rodrfguoz me u> forma que la no"ela tendría aemejonza con el •diario del tambor Vnrgos• y que se están "-<ludtando las reloc>OntS entre ambos ~ La teVISIÓn somera del diario no c•idencia esta r;,lación, lo que no quita que sea un wxto notabillsimo por sí mismo Cf. Jose &ntoo Varga.,_ Diario <k un ComtlJidanl<' d~ In IIIIÚJM!nd~ncÍil amrrictllla, 1814 1825. Transcripción, introdutción o (ndi..., de Cunnar Mendo•a lMénoo: S>glo XXI, 1982). El t.rnba­jo do Rot<orio Rodrigue• en mi seminono d•lo Univel'tlidod do Pitt.sburgh me ho ~ido H'luy utíl pnrll e.xruninar el texto de Aguif'T~.

80 Un ru>álisio de los tiempos que pone en juego In novelo y de ln lndole de la oon­cluocin d<'l cmciano coronel que escribe las .. memorias'" ee <'ncue:ntrP en el libro clo Nnvin, op cit., pp. 59·64.

125

unn experiencia infantil (la experiencia de Juanito) desde y con la conciencia mucho más amplia, abarcadora y soh·entc del viejo coro­nel Juan de la Rosa, un patriarca que se ha formado al mismo tiem­po que la nac1ón y que en cierto modo, como sel'lalaré luego, se con­funde con ell:\.

Ya se hn analizado suficientemente el filtro selector que emplea Jrum de la Rosa para relatar Jos antecedentes de la temprana rebe­lión indcpend~ntista de Cocbabamba, remitiéndola una y otra vez a la dl'l mestizo Calata)'l>d de 1730 y difuminando las indígenas que cincuenta a"os después protagonizaron Túpac Amnru y Túpac Ca­tari81. Es claro que estos grandes levantamientos no son asumidos como linnje de In gesta de Cochabamba y que el de Calatayud, histó­ricamente harto más modesto, es reivindicodo con entusiasmo. Fray JmLo, que ro¡JI·esen~a la sabiduría y los más puros ideales inde­pendenListns, expUcit.amente contr apone ambna experiencias histó­ricas. Dice a J~•anito:

·No cnnst~ré tu orención con la más hf'eve noticia de Jo.s sangrient1\s con­V\Il~ione~ en <1ue la raza indígena ha querido iucamcntc rtH:Obrnr su inde­¡wnúcncin. proclamando, paro perderse ain remt.'Clio, In rurrrn de las nuas. llecordaré !'í, con algul'l3 el(tensi6n, llO gron e:uceao, un heroico y prematu .. ro l'1lru"rxo. que oouviene a mi objeto y nos inLcresa pnrtitulannente. En noviembre de 1730 ... (4ll.

Obviamente puede haber muchas ra"ones para que se establez­ca estn opos1ción entre las •sangrientas convulsiones• indígenas, cuya mt>morin no es necesaria ("no cansaré tu aLención"), y el •gran suceso( ... ] heroico• que sí merece recordar$e por extenso, pero todo indica que la razón principal tiene que ver, como está dicho, con el esfuerzo por t-nlroncnr la rebelión de Cochabnmbn con unn historia ejemplar y no con la cruenta '4ocura• de los levantamientos indíge­nas, habida C1tenta que el nonador se empeña en demostrar que tanto la insurreccic\n de Cala tayud como la do Cochabnmba fueron movimientos mes~izos y aglu tinaron a muchas clnses y grupos étni­cos - es decir, quo f'ueron nacionctles en un sa11tido si se quiere pre­monitorio pero perfectomcnte válido desde el punto de vista de l a novela. No otro significado tiene el parlamento del mismo fray Justo cuando ex-plica a Juonilo las razones que justifican la lucha por la independencia:

!Loo espalloles se cons1derao}nuestros amos y 8eilores. Loo que nacemoe, de •lloe mi•mos, SU3 hijos. Jos criollos somos mirodoo con desdén, y pien­wn que nunca debemos aspirar a los bono.u y CtltliOS p(lblioos paro ellos soloe reM-rvudos¡ los rné..o;tizos. que lienen la mitad de eu sangre, están condcnack>olnl desprecio y a sufrir mil bwnillocione&; loo indios, pobre raza conqua,.t.odo, se \'tn reducidos a la condición de belrt•n• do labor, &OJ\ un,.. bullo que In nula dienna anualmeniA! on !aB profundidades de las minBJl. Bastaban estas razones para que dc-:seá.semos tener un gobierno nuestro . .. (37·38)

8¡ Por ejemplo, Alba Marfa Paz Soldán, op. ciL Cf. eapcclnlmcnt.c Cap. IJ1.

Page 71: Cornejo Polar Escribir en El Aire

126

Como es claro "nuestl·o'' engloba aquí a criollos ~ue es el caso de fray Justo-, ~estizos -que es la condición de Juanito- e indios ~ue no tiene representación persona! izada en el relato, f!ounqu~ se les mencione varias veces como part1c1pantes en el movmuento libe­rador. En la medida en que <'1 niño Juan os el protagonista de la historia y el coronel Juan de la Rosa su nnrrador, no extraña que a lo largo del texto se manifiesto de una u otrn manera que ese estra­to, flanqueado irregular y _asimétrica mente por los otros .dos,_ co~ obvia preferencia por los cflollos, es el que func1ona como eJe pnncl­pal del proceso social que conduce a la independencia de Bolivia, ciertamente bajo la tutela del ejemplo intachable de otro mestizo heroico, el artesano Alejo Calatayud. La idea de nación está enton­ces definid:amente enmnrcada por el mestizaje; y el mestizaje fun­ciona tanto como emblema de sfntesis interna, en la medida en que el mestizo es por su propia condición pruebn viviente de esa sfntesis, cuanto como instancia que por Rer intermcdJa, entre los criollos y los indios, también produce el m1smo efecto de convergencia: es el es­pacio de la homogeneidad y la armonía. el modelo de una nación que tiene que reunir sus dispares componentes en un todo coheren­te, compacto y reprcscnLativo. Inclusive este af~n abar~dor puede incluir en detemlinados momentos, cuando el d1scurso mdependen­tista evidencia más claramente sus componentes cristianos, a los es­pañoles (por ejemplo. 56-57).

Pero sucede que precisamente donde el relato resulta más ambi­guo es en la caracterización del mestizo. Basta anotar lo presenta­ción de Rosa, madre de ,Juonito y descendiente de Calatayud, ta l como aparl\ce en las primeros páginas de la novela:

Hosita ( ... 1 era unn jov(!rt criolla t.nn OOlla como una perfecta andaluza~ con larga, abuudAnt.o y rir.ado wb~llCI'a 1 ... 1 di~ntos blanqufRimos, menu­dos, apretlidoa, como sólo pucdl'll tcncl'los las nmjo.ruts mtlia.t; de cuya san­gt•e debían e:C)n'(•l' álffmU1!1 got(ts en t~us vc.nns (2, 6nf"~i~ mfo).

A todas luces se trata de una c¡u·ncterizaci6n vacilanta, y hasta contradictoria, que define al personaje primero como perteneciente al estrato criollo, inmediatamente t~htbado por su cercan!!! a la estir­pe española, y ~n segu1da lo amostiza levemenle con esas po~as "gotas" de sangre ind ia que "debían" (y aquf os una fórmula dubita­tiva) correr por sus venas. Más t.arde esta indecisión se generali~. Por ejemplo, para continuar con la caracteri:wción de personaje,s fe­meninos, Mariquita es pres~ntada por el narrador en estos térmmos:

Pocas • ..,.,. he vi•to un Lop<> tan !>filo de la chola. Su.s ntados <a.bellos castaños sus grundoo opa pardoe ] ... ] todo en ello t.enla al¡¡o de meJor, de más lino' y delicado que en la goneralidod de las mujeres de esa robusta raza oochabambina, mucho máB espadola que india ( 130).

El mestizaje, ni menos el de Cochobamba, aparece entonces coa:no mezcla asimétrica y desbnlnnce.~da de los dos ancestros, más espanol que indio; sin E>mborgo, inclusive as1, sólo excepcionalmente ("pocas veces") trasc1ende las virwdes mnlerialeR ("robusta~) para nlcam:ar

127

la gracia de la belleza. Estos teJttoS, y muchos otros similares expli­can lo que al comienzo d() la novela semeja no ser más que ~ lap­su~, como cuando el narrador, por eJemplo, recuerda su infancia "Y senala que pese a que él y su madre VIVían en la pobreza, eran "mil y~s más af<?rtu.nados que _la gran masa del pueblo, compuesta de md1os Y mest,zos (12, énfas1s m1o), con lo que marca una paradójica dis~ncia (nosotros/ellos) con respecto al estrato al que, por otra par­te, dice pertenecer.

Sin duda, In condición criolla se infiltra constantemente en un discurso que de manera explicita quiere mostrar su filiación mestiza. Estos quiebres !nformon, a mi crite!'Ío, sobre la ficción que subyace en la constrocc1ón de la voz narrat1va como vo7. mestizn y sobre el caracter ideológico implfcito en el acto de hablar desde esa posición. En este onlen de cosas, como se ha mencionado antes la identidad mestiza del personaje-narrador facilila sustanc1alme~te la figura­ción de. s_u ~iograf!a co_~o símbolo de unn nación homogénea, hecha de concihac1ones smcrel1cas, pero también peflnite desplazar al com­ponen_ te indígena y _preservar, aunque indirectamente, la hegemo­nía cnolla. Para dectrlo en gn1cso: el mesltzo emblemático es casi un criollo y en gran parte se confunde con ét MuUifuncioonl, entonces la ~guración d¡¡ la experienci:~ y voz mestizas como categorla~ nactonall.'s responde tanto a un movimiento mdusivo que semeja acoger a todos, mientras que sus involuntarias grieta~ definen un sutil sistema de exclusiones o subordinaciones.

Excluido n veces y subordinado siempre, el pueblo indígena es a lo larg.o d~ la n~vela u n_a presencia borrosa y muda. Sin embargo, y con as1dwdad ~antomát1cn, aparece a través de per$onajes mestizos. Un fr_ag'?ento es especialmente Rignificativo: luego de la primera descrtpc1ón de lo madre do Junnito, cuyo contradictorio sentido quedó ya a notado, se nos lnform;1 qua Rosa solla cantar en que­chua, "en. la lengun mñs tierna y oxprcsiva del mundo, e l yarauí de la desped1da del LncA Manco, t l'ihtfsimo h1mento dirigido al padre sol [ ... ] dema ndando la muerto pnra no V<lr la eterna esclavitud de su raza•, canción que le hace derramar lágrimas (4), y que se articula con la infom1ación, ofrecida pocos párrafos antes, según la cual en su modesta casa hnbfa una estampa de la Virgen y otra que "repre­sent.aba _la muerte do Atahualpn" (2). De algun¡~ manera, estas rcfer.e?c1as _culturales quechuas rebajan el énfasis puesto en la condic1ón c.Tiol.la y ~spai\oli~onto de la madre de Juaoito, pero no de­Ja de ser Slgn11icat1vo que ambas, la mus1cal y la pictórica, tengan que_ ver con la derrota de los Incas y giren en torno a imágenes im­penales82, De alguna manera lo rcscatable del mundo indio parece ser el pasado glorioso, por cierto, pero definitivamente clausurado

82 Un episodio aunilttr 6f!li rel:ua en l"f'lttc:l()n o Clara, también mestim, que eante en qw><:h1111 un 'hamhm clt-1 coro el<> donccllna dcl Ollanta", mientras recuerda a BU OOVIO muerto en la l"t''oehón !208-210).

Page 72: Cornejo Polar Escribir en El Aire

- - - -- - - - ----.- - - -128

por ou derrota: la representación pi~tónca de lo muerte del Inca y la memoria do su yarnuf de despedida aon signos inequívocos do esa conciencia d!' clnusurn y acabamiento.

Sin dudn, el narrador tiene una definida admiración por la lengua quechua (en otro apartado la califica de "lengua tan insi­nuante y persuasiva" -p. 21), pero curiosamente en In novela casi sólo hay constancia de que 1~ emplean los mestizos (Juan, Rosa, Alejo, cte.), los crioUos (Oqueodo, inclusive la ullrafidclista doña Te­resa) y hasta los extranjeros (Cros), mientras $e señala que los in­dios no hablan propiamente en quechua sino "en ese feísimo dialecto de que se sirven loA embrutecidos descendientes de los hijos del sol" (166). De esta manera, tmo de los mayores atributos del pueblo ind(gena, como es su idioma, solamente subsiste con t.odns sus virtu­des en labios de los otros (sobre todo los mestizos}, mientras que sus hablantes natura les lo han pervertido, degradado y onvilecido. Tal vez este punto sea el que mejor exprese la construcción y las funcio­nes ideológicns del protagonismo mestizo: d!• hecho, en efecto, son los mestizo~ los que aRumen lo mejor de la Lradición nativa y la pre­servan inclusive contra los usos de los propios indioll. Si aquéllos hablan el buen quechua, y éstos el degradado, es porque en general los mesti~os (y no los indios} son los verdaderos herederos de la tradición incnica83 y. por coosigwenle, los portadores auténticos de una hist.orin qur tuvo ese espléndido origen. Hny que recordar sin embargo, corno lo insinué antes, que el grupo figumdo como mestizo tiene una muy inestable y poro-.<.a consistencia: no se sabe bien, a la postre, si es el mestizo .. 1 que quiere de alguna manero confundirse con el criollo. y ganar así el crédito de su prestigio, o si es el criollo el que oecesrt.n nmestizarse para mejor representar su condkión nbar­eadoramente nacional; en todo caso, es el qu() se apropia de toda 1" escena, desde la de In historia, que parece hubor desembocado natu­ralmente en él, hasln la del lenguaje, que S1~lo Li(lnc bri llo en s us labios. Do algu na mnnora, puesto que el ind io hn perdido su propia historia y su p1·opia lengua, son los otros, los ambiguamente mesti­?:os-criol los, los <¡ue pueden eofnmtar con éxito la torct• do producir una nación que finalmente se confunde -no puede dejar de con­fundirse- oon la imagen de sí mismos.

Pero In novela ofrece otra dinteosrón, ést.~ más sesgada, de la misma problemática Me refiero al hecho de que In constitución so-

83 Hay que aclarar que la nove-la sitúa el buen quec.bua de loe rntstizos en el bempo de lo. n.nrrnrión.. pero a<h'ierte qoe en el tiempo de su es.eritura esa !radic::ión"" hn perdido."''' C\lando el narrador I'<'CU<'rda ottO •horohui imiU.do del de Ollnnt.n• y eomienza a transcnl>irlo en quechua se dellene abrupta­mente: •Pero ¿qué estoy haciendo? ¿Pueden aca•o comprender mis jóvenes Jctt.orea eso lengua, t.o.n l!.Xtruña ya para ellos como el ~tiritu:o o el caldeo?'" (145). k:t porte d• lo crítica que el anciono coronel dingc contro el prooeso social boJhrluno posterior al tiempo hcruic.o de ll-4 IJtlerra de lo inde)wndcncla. El Lern(t Jo Lr~1tnré máA ad(!ltmte.

Cnpitlllo &Jirmdó l29

cial de In noción tiene su correlato en la coWJtrucción del sl.\ieto qlle evoco y norra en la novela la ~·t?ria de su infancia ;-<~ue es la h.istorin d~ In búsqueda de su úliacJón. En efecto, Junmto aparece como un •hijo del aire", como un "botado" (122-23), que inicialmente no conoce a sus padres y que se propone d~.sd!' su niñez "descorrer el velo misterioso de mi origen" (51), aunque la verdad es que para él y para el lector parece claro desde el principio que su ma~re es Rosita, tal como luego se confirma. Ella, sm embargo, se mega a revelar In identidad del padre e inclusive dejo expresa su voluntad de que ese enigma no se le revele a Juanito ni después de que ella muera ("Tu buena madre quería que tu lo ignorases siempre• ·P· 114). El misterio sólo se resuelve casi a l final de la novela y tiene tintes melodramáticos: dos hermanos criollos, hijos de un rico espa­ñol, se enamoran de la mestí"a Rosita; uno de el los decide sacrificar­se por In felicidad de su berm;. no y se hace sacerdote (es el fray Justo que ol lector conoce desde el primer capítu lo) y el otro enlo­quece porque su padre se opone d rásticamente al matrimonio. Leyendo los papeles que deja fray Justo, JuaniU? se entera de la idontid(ld de su progenit.or84 y de In estrecha relacrón que lo unía al sacerdote, que acaba de morir, y decide de inmediat.o ir en busca de su padre: llega cuando agoni~ y .;-dice- ·n? tuv~ ~ós. misión que la de cerrar piadosamente [sus] OJOS (379}. Añade: mr vrda cambt6 por completo dc.~dc aquel instante• (380)85.

Lo que :rcnb<r de resumir, sin duda. muy es_qu~máticamente, planten varios problemas. En ef~cto, sr bren la fil!acrón materna es l'Cveladn pronto y tiene un sentido bastante obvro, pu~s RoSJta e.s descendiente directa del héroe Cnlutayud y por consrgurenle Juam· to pertenece a ese legendario linaje mestizo, que la novela elog_ia aunque no sin nmbigiiedades una y otra ve~; In paterna, en cambJO, genera umbivnlencias notables. Por lo pronto, e l padre es cnoUo de primera generación, y por consiguiente esl.á muy cer~n del estrato espaMI, lo que puede enlcndc~se dentr~ de In ostrntc_b'lll global de la novelo destinada como esl.á d1cho, a ofrecer una vrsrón homogeoet­zadora y sincréti~n de la nacionalidad bolivinnn, pero también co~o indicio del soterrado privilegio que el nnrrador concede a esta etru~­Sio emburgo, paradójicamente. la fib'tl ra del padre acumul.a negat!­vidndes: ausencia, locura, muerte. A mi modo de ver, y srn acudir para nada al arsenal psicoanaütico, la novela afirma y niega, a la vez In identidad simbolizada por el padre. La afirma porque Jua­oi¡¿ -y eso es fundamental- resulta ser nieto de español e hijo de

84 No deja de ...-r finll>mático que el descubr,.nienll> dcln filiación dependa de la escntum-lc-cluta sobre todo si la filiádón peTfiOnal ~stá :utieulada con la de la nación. Do h.,:h.o sólo lo lectura (y no la oopios• lrnd•ción ornl que trans­en be la n-ovclnl permite ese deswbrimiento deci&vo

85 La novela promete u.ua continuación, pero AguifTC nunc11lo escribió. La cñ· tleo ostá de acuerdo en COI1S1derar que, pe54.' 1.1 c&lA>, J,JOn de fa Rosa es una novrln eoanplcto.

-

Page 73: Cornejo Polar Escribir en El Aire

130 Egrihir en el OUl!

criollo, pero la niega porque el padre no cumplo ninguna de sus funciones y el hijo apenas puede realizar su fiHación en el rito fu­nerario de cerrar los ojos del cadáver. Todo parecerla indicar que el autoritarismo del abuelo español y la correlativa anulación de las facultades del padre criollo, pero de ese tipo criollo que obedeeo hasta perder la razón (totalmente distinto al que representa su hermano, fray Justo, que desobedece y encuentra la razón religiosa y por de­bajo de elle la razón ilustrada) representa en la novela el agota­miento del poder colonial, precisamente por su irracional autorita · rismo, y la caducidad de un cierto estrato criollo incapaz de rebelar­se contra ese poder enajenan te. Ni autontarismo ni anomia son su· ficientes, empero, para prescindir de tal linaje: os como si fuera in­

. dispensable sentirse parte de él, aunque - luego-la llnica alternati-va sensattl sen "cerrarlo los ojos", ayudarle a bien morir, y despedir con decoro un pasado y una tradición tan prestigiosos como inacep­tables. Lo controdicción más obvia que subyace en toda esta despla­zada operación ideológica (y hay muchas otras contradicciones simi­lares) reside en la puntual convergencia de la necesidad de asumir una filiación y de la urgencia de negarla.

Me parece que este conflicto irresuelto, excepcionalmente signüi­catovo, desencadena al menos dos perspectivas no menos problemá­ticas dentro del relato. Una tiene que ver con el rol privilegiado que se concede a la mujer: ella es -a la larga, y por cierto no sin ambiva­lencias- la fuente más segura de la filiación86 y la figura que varias voces encarna los valores nacionales. Con respecto a lo segundo, basta recordar que son las mujeres las que luchan en In última de­fensa de Cochabamba (Cap. XX) bajo el mondo de la centenaria, ciega y heroica abuela, testigo y protagonista de muchos olros mo· mentos do In guerra de la independencia (id. y Cnp. XV), y que en alglln momento increpa a los varones: "¡Ya no hay hombres -gritó·. Se corren de loR guampos condenados!" (285); o, en otro plano, la presencia s intomáticamente insistente de figuras marianas en es· pacios y momentos culm.inanU.s de la tra mo, desde el cuadro de la Divina Pastora que preside la casa de Rosita hnsta la imagen de Nuestra Scf\ora de las Mercedes que bendice o las mujeres que van a defender su ciudad (291·92).

De otra pnrte, asl como la abuela y las mujeres sustituyen a los hombres en la defensa final de Cochabambo., Rosita susliluye al padre ausente, cuya identidad se empeña en ocultar, y de alguna manera cumple sus funciones. No deja de insinuarse, entonces, un sentido matriarcal en la representación de la nncoón que comienza a constituirse y en el sentido profundo (pero ambiguo) que expresa su

86 Ea oot.oblc quo cl1)rotagonista aún de.spué-8 dt~ conocer au 11pcllido pttLerno fllflfltcnp el que l:iO refiera al not:nbre (pero no ul uj)(Jihdo) ele lo madre, inclu­yendo In forma "de la"' q\le tiene una claro con:nol.aciótt de pcrLCnencia y fi­Uoción.

Copti.ulo Segundo 131

identidad naciente. Ciertamente Jua11 de la Rosa no desarrolla esta perspectiva, pero frente a textos similares de la misma época, en los que el significado patriarcal pareeo ser casi omnímodo87, esta novela boliviana ofrece una visión disidente aunque indefinida o, si se qu.iere, larvada. Tal ,·ez en la construcción del imaginario fundacio­nal de las naciones la figura materna tenga harta más importancia de la que normalmente se le concede88.

Pero la ausencia del padre no sólo abro estas problemáticas sino que genera lo operación más audaz del texto. En efecto, la novela puede leerse como el relato de la autoconstrucción del protagonista como el padre que le falta y que falta en el conjunto de la represen· tación89. 'l'ol operación se instala en el vacío narrotivo (y temporal) que va desde Jos hechos de la niñé~ do Juanito, que la novela re· !u tu, huala el momento en que el viejo Juno escribe sus memorias. En ese lapso Juaoito sella convertido en ~>1 coronel Juan de la Rosa, prócer de la independencia; o si so quiero ser más enfático, se ha trasmutado de "hijo del aire" en "padre de la patria". De hecho, cuando Juanito anonadado frente n la muerte de su padre dice que "mi vida cambió por completo desde aquel instante• (380), en reali­dad está oscuramente insinuando una transformación que incluye pero no se agota en el ámbito de la experiencia personal. De hecho, sabe que su orfandad es absoluta y que tendrá que construir su vida independient.emente y sobre la paradoja de haber dll$C\Ibierto su filiación sólo en el silencio de la muerte del padre, pero también sabe qut> -11n otro nivel- toda una sociedad está comenzando a vivir independientemente y que -con similitud parcial pero incisiva- Jo está haciendo a partir de la muerte de la tradición colonial. Esta azarosa coincidencia de lo pri\l'ado y lo público permite articular el proyecto de configurar una persona en relación homológica con la sociedad: apo·endiendo a vivir sin padres, ambos ~1 individuo y la sociedad- tienen que funcionar como padres de si mismos. Tal vez el punto de en lace más firme sea la pertenencia del coronel a la gene· ración de los fundadores de la patria, de los soldndos de la indepen­dencia, que se autofiguran precisamente como lo~ padres de la na­ción, al mismo tiempo que la expresión más obvia del cumplimiento

87 Me btt aido muy util conocer la in.,.t.igación inéditat«>brc Cecilta VClldú de .Junn C'nolpl. Sobre la importancia de la figura mntcma en la roltura hispano­americano.. d el muy reciente aporte de Sonia Montecino. Afadns y huachos.. Altg<>rfiU dtl mu tuaj. chikrw (Santiago; CEDEM. 1991 ). Lamentablemente no eiempre percibe las contradiecionéS in temas del meJS:tizoje (que no es nun­ca un slnereti.smo pacífico) ni analit.a en todas sus imp1icancias las ideologías ooncihto.ntell que.., desarrollan a su alrededor

88 De hecho, aunque e.n otro nive1, e.s bast.nnr..e thttO que en Avt.t sin nitlo el rol prot.scómco lo j\lega Luda Ma.rin, más quf~ su esposo, Jo queo rle t~lgun.a mane-­ru se ~pit.o 1m lA. ramiliR Yupanqui.

89 Son muy ugudns las obser"·adones de Alba MarCt1 J>c&t Solddn acerca de la rulto dol padre precisarucnt.c en las ramilío~ t.rudieimu).ll.\8 basadas en el ~;ls­tCJilU dul 11\(lyOnl.:tl=:,ó.

Page 74: Cornejo Polar Escribir en El Aire

132

de este rol sea la vpelnción recurrente, a ratos dramática, al lector de la novela: la juventud bolivinna do 1884. No es necesario apun­tar las muchas veces que ol Lexlo •e dirige explicitamente a este lec· t<1r, pues -de hecho- o parece desde el prólogo: "puedo ya pedir a la juventud de mi querido país que rccoj:~ alguna enseñanza provecho­sa de la historia de mi propia vida" ( XVIU), historia que obviamen­te se confunde con In de In g~sta rmoncipadora. Podría decirse que la juventud boliviuna tiene en el coronel Juan de la Rosa al padre que Juanito no tuvo.

Ciert.1mente el anciano militar está orgulloso de sus acciones du­rante lo guerra de la independencia y en los primeros tramos de la República ("comandante y edecán del Gran Mariscal de Ayacucho, [título] con el que me honro• ·P· 248>. tiene una inquebrantable es· tima por sus compañeros de armas y considera que con la indepen­dencia desapareció el "fanatismo y In ignorancia" (porque "ya no pueden vivir a los rayo.q d~l sol de 1810") y que los "salvajes" que es­pantaron a HumboldL han desaparecido ante el avnnce de la civili­zación (330). Sin 1•mbargo, en muchas ocasiones, él mismo expresa su desi]U!jJón frente al proceso soc•al posterior a la independencia, critica abiertamente a quienes han traicionado los ideales primige­nios, aludiendo casi siempre a factores de índole moral (por ejemplo, 113, 200, 216, 222·23, 226, 279, ele.), y no puede menos que com­parar aquel tiempo heroico con ~1 d1•sdichado presente. Aludiendo a lo quo le o.s: mó~ eer<:nno, g) ejórciio, no duda en afirmar que losan­drajosos y mal armados combatientes de a~ttes

... me porccen m1l v~c:ca máR h(lmto~s y respcLables que loa soldadotes de) dín vestidos de prulo fino t1 lu frflnoosn~ ron cuonl eA blnneos y barba-a postJtHS. que [email protected] O baiUZOS un COn(lrt'SC), (usilan ~Í ll piedad a lOS puobloa indof(.onrtos, ('ntrctr.m lo 111Niulln cnflongrentada de Bolívnr a un estópi~to aJUbícioKO, 8(1 rl('ln do las lcy(ls, haC<'n taco de las constituciones. traicionan y w vundcn ... (1¡¡3-6-1)

Es claro, no obstru1t.e, que el autor de lAS memorias no desea pro· fundizar en el tema, probablemente po1·que l ~s referencias específi· cas a los descalabros de la RopllblicaOO terminarían por destruir la imagen heroica do la independencia quo es la que le interes~ reivin­dicar. No es casual, por esto, que lu1•go ele In apasionada crítica que ac11bo de citar el narrador inl<!rrumpa su discurso ("¡Oh, no puedo! ... 1Me estoy nhogando!") y trace u M cxlenRa trnea de puntos suspen­sivos para continuar luego ("ya estoy tranquilo") su relato. E."'acta­mente la misma estrategia se usa cuando vuelve a comparar los dos tiempos:

¡Dígtinme, !-!oOre todo, 11 J011 hombrt"S de hoy pueden eon•p3rarse ton los de aqu-el tiempot 10fgnnrne ... pc:ro. no, por Di•, no n1e digan nada!; porque se me suoo In sangro o la cnoozn y lo pluma se me ene de la mano (257).

90 El mús notable, el de tu KU .. m, del Pn<:irtco de 1879. no es mencionado en a~ soluto. Sintomát.lcamenw tampoco lo ea tn Aw• •in md.o. Petti y Bolivia SU+

6ieron entonc:es una lrdgjca ~rrol3

183

Otros puntos suspensivos roprcslmtaro el desvanecimiento del es­critor y echan sombn1 sobre el trasfondo que explica su escepticismo y su ira. En Lodo clll!o, si la mdcpendencia ha sido traicionada. to­davía tiene fe en la juventud y en JIU capacidad de retornar con vi­gor y autenticidad los grandes idenlell de la emancipación. De aquí sus reiteradas d~mandos pnrn que se escriba la historia de esos años gloriosos y paro que -de esta manera- sua preclaras lecciones de pa­triotismo puedan ser conocidns en todo su contenido ejemplar por las nuevas generaciones. Frente a ~stas generaciones, según lo dicho, el coronel cumple, quiere cumplir, la misión de ¡,'llia y maestro: ser, pa­ra ellas, un auténtico padre y establecer -en esa función- un linaje que se entronque directament<.' con el momento fundacional de la patria.

En rt!Sumen. detrás de toda esta operación, que de alguna forma abre y cierra el sentido del relato, está la idea de que con la inde­pendencia la nnc16n comienza uno nueva historia -lo que ordena, por cierto, el establecimiento d~ nuevos códigos de legitimidad y fi. liación. Ambos se encarnan ¡•n los hrroicos soldados de la indepen­dencia, sobre todo en el ultimo de sus sobrevivientes, el encargado de escribir algo asl como el testimonio y la lecc•ón que los padres de­jan a los hijo~: cllt>gndo de una memoria que no debe perderse. Co­mo Juanito en los papeles de fray Justo, la juventud boliviana en· coni.Tarñ en las ml'mor.os esrritas por el anciano coronel su verda· dero origén y su aut.ünticn filiación. En uno y otro c.'ls;o la letra es­crita es la que revela los orlgerws y los honra. Es In Pscritura de la historia de la nación; o más escueta e incisivamente, la es~Titura de la nación

Las celebraciones

Aunque asediados y en olgl•nos casos hasta desplazados por los vanguardistas, a los poetas modernisLns -que preservaban su hegemonia eo el espacio de la literatura oficial-les correspondió ser Jos portavoces litel'llrios en los festejos del primer centenario de la indcpendencin de los repúblicas hispanoumericanas. Al revés de lo que sucede con laH nov!'las de l siglo pasado que discuten, aunque tangencialmenle a v~ces, ht formación de las nacionalidades, esta innumerable serie de poemns hlmnicos reducen al mlnimo ella pers­pectiva problem:ttizadoro paro poner énfasis en la vocación, el áni· mo y el temple celebrntorioa

No es el momento de rnlrnr en 1'1 debate sobre la representativi· dad social del modernismo. tema todnvla abierto pese al esclarecedor debate entre Rama y Perua91. principalmente porque en eate caso se

91 An¡¡<>l Rama. Ruhln Darlo y,¡ nu>tl•mi•mo. Cirt:uns!Qncia ~1ica de un crt•llDI<MMJIO ICorncao. Uni,-cmdlld c~nlml de Vene-zuela, !970); f'ran.

Page 75: Cornejo Polar Escribir en El Aire

134

trata de unn relación sin mayores ambigüedades: los gobiernos de turno, en muchos casos aut{)ritarios o frontalmente dictatoriales, -encargan• al poeta nacional d.e mayor renombre lo creación de una obra que en ocasión del Centenario ensalce a los héroes y glorias de la patria. Normalmente eran trabajos remunerados. Se trata, pues, de una vinculación directa entre el gobierno y un escritor escogido, vinculación que de una parte tiene un sesgo moderniznnte (la escri­tura poética es un "trabajo"92 que debe ser pagado), pero que -de otra- preserva características de un sistema arcaico: el mecenazgo. De cualquier manera, sea cual fuera el rasgo predominante en cada caso, se trata de poemas hechos lit<:~ralmcnte por "encargo", con es­pecificaciones no muy precisas sobre su contenido, es cicrf.o, pero con fecha perentoi'Ín para su culminaci6n93. Es sobre esto sustrato, más bien "prosaico", que sc-nlzan las voces ópico-lírica.s que cantan en honor y gloria del Centenario de la IndependMcia y -muy poco después- de In d~cisivn batalla de Ayacucho. Me refc)Jiré, muy bre· vemcnte, a dos muestras: Rede11cwn de Grcgorio Reynolds y Ayacu­cho y los Andes de José Santos Chocano94

!Wynolds construye su extenso poema siguiendo el hilo crono­lógico de la historia y dedica los cantos u, m y rv respectivamente al periodo rncaioo, ni descubrimiento y a la conquista, debiendo su­ponerse que 1011 siguientes, tal vez nunca escritos (en todo caso no vuiJJj<:aoJ""), lrat.arfan las épocas posteriores basta llegar al menos a la independenciA -quo era el motivo central de la obra. Los tres cantos mencionados cst.in antecedidos por un prólogo ("Isagoge") y por el canto 1 ("Gesta") que en conjunto ofrec.en algo así como una eosmogonín cuyo núcleo, pese a la casi enervante confusión de am­bos apartado~. puede resumirse en la trabujosa y reiterada insis­tencia en la idea de que la mítica Atlántida es el origen primordial del Antisuyo cuyo s igno visible, según también so insiste, son las ru inas de 'l'ihuaru\cu95, Puesto que Redención se presenta como

\X)ise Pérus, J~itcrotura y s~iedad en A.mérica l.ratina: t:1 Mc'ldtmismo (La Habana: Cosu de los América•, 19'76) y Angel Rama, LoiUI mdJicllro.! democrá· ticas dol mfHirmi$mo (Montevideo: Pundru:i6n Raruu, 1985). Of también el ya citado libro do Julio Ramos.

92 El ténruno aparece en la ley que encargo a Reynolds el pO<'ms -que será annli:wdo de •M•cdinto- relativo al c:en~ario de la índopMdencio de Bolivia.

93 Es irónico mente signifieativo que Jos dos poemas que eatud1amos o coot.ínua­ci6n no fuemn concluidos y se publicaran -tal \'f'Z por distinta.S razones- de manera parcial

94 Ore¡¡orio Rc.voold•. NMncúJn, Poema Cíclico Pnmor ~11wnario de la Funda· ción de lo llcpúbhon de Bolivia (La Paz: Renacimiento, 19'.!5). Sólo apareció el Vol. 1 que -también irónicrunente- concluye con el Conw IV dedicado a la Conqu.iat.o l~n el t.cxto se anotan e-ntre p11rénte.sis ]M pl\ginaa d~ elrté OOición. Agrodet..co al proresor Eduardo Mitre elltabcrme hecho rcp:.rnr en <~Sta obra y su generosidad al proporcionorme el mru1~crito do $U <:atudio sobre los poe­tas modcmlstaa boiJ'\fiano~;. Me ha sido de mucha utihdnd.

95 Con rPspccto n lo pl"lmero e l fragmento más curloiJo oe e l quo UtiOCÍH a los

Copítulo St:tumln 135

•poema clclico• hay que suponer que su disello completo incluía la premonición utópica de un retorno a la grandeza primigenia de la civilización atlóntida, presumiblemente entendida -en esa instancia futura como síntesis universal. Hay sobre ello algunos indicios en las dos primeras partes. sobre todo en el prólogo. ABI, por ejemplo, antes de 60ñar en "la página futura [ ... )la imagen de la Patria ra­diante de hermosura•, el poeta asocia "Tihuanacu de piedra y de si­lencio" con lo "cof\iunción divina -en Zeus, en Jehová y en Pacha­cama"(l0-11 )96. Es claro que esta macroslntesis, que equivale al grado extremo del discurso homogeneizador y armoniznnte, no fun. cionn más que como prefiguración utópicu, pero una utopía solven­tada mucho más en una retórica elitista por su proliferante erudi­ción que on unn vBsl.tl e intensa concionci¡1 colcdiva. Hubiera sido, en ctul.lquicr cfrso, de concluirse el pccma, la apoteosis de la Patria, pero probnblcmcntc -siguiendo ahora la pistn qu~ ofrece su títul ~r previa expiación redentora de culpas histórico·~ticas. En todo caso, tal como se publicó el poema, el título Redención no tiene cc)rrclación alguna con el texto.

Al margen de estas suposiciones, que juzgo verosímiles porque se amparan en indicios ofrecidos por el mismo texto, es importante po­ner do relieve que en el periodo histórico efeclrvnm<>nte desarrollado en el poema de Rcynolds se advierte unn nmbiguedad harto signi· l1calrv¡~ en lo que toca, sobre todo, a la conqurst.a. Lo$ dos cantos anteriores no delat.an esta inseguridad porque el primero, sobre el inca nato, repite en general la \'ersión garcilaciata del imperio (reves­tida con obsesivas referencias culturalistas)97 y se apoya en el mo­nótono repaso de los hechos de cada uno de los Incas normalmente ba¡o la guia de las nociones y valores de la hi$torín tradicional (a veces muy cercana a la leyenda} para j uzgar las ha1.oñns y las vir ­tudes de unos gobernantes en contraposición 11 los desmanes y vicios de nlgunos otros; .micntras que, en el caso del segundo, dedicado al descubrimiento, se apega casi totalmente ala versión más favorable a la persona y hechos de Colón. El problema reside, entonces, en la versión que ofrece de la conquista. Es obvio, por lo pronto, que Reynolds tiende a equilibrar su visión enfatizando las virtudes dll los conquistadores sin dejar de subrayar, a veces en el mismo verso,

anttl y loe atlanlis de In siguiente manertt~ •ws dos lttras del gnósúco alfnbelo/ un paréntesis abren al !;«reto/ dt!l leAOro ''" fin do lO$ atlantis~ (53). TihUilll3<U, así en el original.

96 Del mismo aílo que el ~= de Reynolds es lA roza c61m= de José Vos· con«.loa, expre~i6n ms,yor de las tesis 6incretist3s en relación al futuro de América Lo tino,

97 Bul.on cst.os ejrmplos extraídos al azar: _,el lnco ca Cadmo, Triptólemo, Te~ ..,o· (88); •En los plantelc• !del incorioJ ae eoludi~ el cuadrivio" (119); Pa­chocuti es .,devoto de Marte y de Mlllcrva:l:l (121); ww_ tiest.a imperial e:& des­criLu. os': .. 1~8 una tiesto. bfulica y pagana/ dlKnr. do Onland y el Helicón. Vso Sulnmlta y DnfniAI -miel y perfume, abeja y llor·/ por un Jl<ln&il de Arcadio .. J ¡,do Arcadia o del 'l'nanón?• (138), etc.

Page 76: Cornejo Polar Escribir en El Aire

136

sus crlmenes: eUos son "rapaces, generosos", capuces de "execrables 0 [ ... )insignes hechos• (181 -82), Jo que le permite realizar una suerte de sopeso ju6iiciero d~ la historia; sin cmll~rgo, lambién es obvio que no se discute In función civilizadora de la conquista, para lo cual se ofrece una visión harto degradada del nativo ("tribus inhóspitas, salvsjes"; "guturar de bárbsros doalectos• -pp. 185-86)98 gracias a la cual puedr concluir -<lptimista- que la razn cspailolo "por feliz des­lino/ alrededor del mundo se va abriendo camino• (216). De esta manera, aunque advierte la insaciable avnricia y la crueldad sin límites de In t-onquosta, el proceso global es asumido positivamente. Gracias a él AméTJca, o específicamente Bolivoa, es ese espacio de síntesis en el que convergen la raza ibérico y la nativa y en el que se ncumulnn todas las grandes experiencias culturales de la huma­nidad. A In postre In proli feración do referencias a lns culturas de Oriente, 11l cristianismo y a sus míces hehrcM, o la cultura grecola­tina, cte. son gestos retóricos pero también funcionnn de dos modos no siempre convergcn(()s: de un lado, en tanto manera de percibir la historia propon como porosidad que admite unpregna~iooes de varia procedencia; y. de otro, como carencio de un universo referencial y simbólico onwrno, capaz de abastecer las ncc~sidades t-ropológicas del discurso poético, y la consiguiente necesidad de manipular un sistema de alusiones (casi siempre en el orden de lo superlativo e hiperbólico) de origen cosmopolita. En iodos los casos, como es claro, se trata de referencias que lanto legitiman y prestigian la historia que se narra cuanto otorgan autoridad, por 13 ''in de la erudición, a quien In relata.

Desde esta pcr~;pecbva que pnvtlegia la stntesis, encontrltndo en ella la razón y el sentido úllimos de la experiencia nacional, es del todo evidente que el lema del mP.stizaje adqui~ro importancia decisi­va. Réynolds lo menciona en varias ocasion~s p~ ro le dedica de manera especifica dos pwmas. Conviene detenerse e o ellos. Son el V y el VI del últi mo canto09. En el primeo·o ol protngonisla os el con­quistador que "turbado por la abstinencin" queda cau tivado por la bellrea virgen da una "terrícola", a t al punto que •a prejuicios de casta borra el li nde" y "en el seno cnliente de la tierra, ante la escla­va el déspota se rinde". Como es norma en Rcynolds, el poema tiene abundantes menciones clasicistas que culminan en la trnnsposición de los personajes al mundo helénico. La relación de la india y el con­quistador se Ice en estos términos: "Es Dionisos que queda embelé­sado/ ante la adolescencia de Afrodita", enfatizáodose con ello la sensualidad pagana de ese primer encuentro. En el segundo, en cambio, In prot.ogonista es la mujer india que •e8pern [ ... ] al Prome­tido [ ... ]bajo dosel de espléndidos rnlru\jes" En su uno6n •se consuma

98 Eet.a vieión de. uJguna manera pone en f?l\tr(l'dicho su nfobnnza al mearlo, aunquo ohvintUt'nteo rm1 rerereocias aegativos nn oludcn espcdlicrunente a e3tn clvilitoción.

99 A eslos pocmot-~ pfesta espec1al atcocJón "1 pn>fCsor Mitro, L93 .. 97.

Capllulo &sumlo 137

el mdximo himeneo/ que acendrará dos formodobles razas•, lo que pl'rmite pasar de la "urgencia de la carne" y el~ lu "proximidad re­c6ndit.'l del sexo• al amor beudeeido por "el SBgTndo nexo". Por eso:

1-!n ~ f'nt.ronquc en que la fe se t.r\I<"C"ll (lnl.i por Cruz: cri$Q) de Jlllll'3villa), Infunde el ('.ocio al ln<a y al Azt«a su oangre y eltdioota d~ Castilla

l::s •n troquel de acero que .. rorma Ja nueva nlcurnia que en 111'11tigo duro, im~ondrá su del:itino como norma a los ¡t!nerociones del futuro.

Rt~'l.l" viril; protifi00'3 am~rts; ru~n.o que puede remover las rocas.

CiertvmertLe ~e tra ta de un elogio al mestiznjc, a ttnque en él sea el "godo" el que impone religión e idioma y Rólo impllcitumente sea la ml\ier india la qtte ot.orga fortaleza, pero"~" elogio, aún con sus li­mitaciones, queda descentrado cuando recordamos la primera es­trofa del poema V:

Llega cl scMr reudal de horca y roch1 U o a lo~ nsueiüls playas d<" Occidente, en las que un día ''"""rá al enudillo y engendrará al criollo prep<>wnl<'

De esta manera, el lector queda en medio de dudas: del mestizaje ¿nace este "criollo prepotente" o -más bien- "In raza viril [ ... ) que pueda remover las rocas· o -tal vez- ambas omógenes se conjugan y "prepotente" oo tiene -en el texto- eonnotacifmcs negativas? Es pro­bable que una lectura más fina pueda ll50ciar lo primero al hecho de que los versos corr.,sponden al poema en ol que el énfasis está puesto sobre la "energía [del] instint<:>" mi<•ntrns que lo segundo for­ma parte del poema siguiente que desemboca, luego de varias es­trofas s imila res a las anteriores, en unA celebración de la cult.ura (en sus elem~nt.os primordiales: religión y lengua) quo ol conquista­dor ofrece en "el máJdmo himeneo/ que acondror6 dos formidables razas•. En última instancia el mestizaje apar(•ce como la unión bio­lógica de esas "dos formidables razas" Cun;ón que alude a la natura­leza) bajo el imperio de una sola cultura, obviamente la hispana. El asunto se hncc más que evidente cuando la figura del "crisol", que implica mezcla o aleación, aparece asociada por el contrario a la jdea de sustitución: "lnti [se camboa] por Cruz". De esta manera, el com­ponente nativo aparece pensado solamente como naturaleza, y en este sentido como algo no histórico, mientras que por el lado hispano neturalezn y cultura están unimismndas: "infunde el Godo [ ... ) su sangre y el idooma de Castilla". Mestizaje si, entonces. pero conside­rado en térrrunos de una unión entre sólo la naturaleza americana, de una parte, y la naturaleza, cultura e histonn ibéricM, por la otra. De nuevo, por consigluenlc, la rupbura - y hastu el1•scarnio- del idi­lio nrmonizotlor, y otra vez la irrupción delntudora, en el centro

Page 77: Cornejo Polar Escribir en El Aire

188

mismo de In apología de la sínt:csis, del principio jerárquico que hace del feSteJO de la unión una tangencial - pero obvia- apología de la s~eción de uno de los términos bajo el poder del otro.

Similar análisis podria hacerse deAyacucho y lo.• Andes100. Por lo pronto, al igual que Redención, la epopeya de José Santos Cho­cano es un poema inconcluso, pero en este caso no es necesario es­tablecer hipótesis sobre el sen~ido general que hubiera tenido el poema completo porque su autor dejó en claro este asunto. En efecto, el proyecto original consistía en la escritura de una "epopeya pa,o­torste• en homeo3je a 13oüvar, con motivo del primor centenario de la batalla de Ayacucho, que se titularía El hombre-sol, pero en rea­lidad Choca no sólo concluyó y publicó el Canto IV ("Ayacucho y los Andos"). En las primeras páginas hace un "rosumon" en prosa de cinco cantos mús (obviamente no resume el IV) y de una introduc­ción y un epílogo, todo lo cual formaría el poemu Integro. No se tiene noticias sobre si el poeta adelantó en alg.in fragmento que no fuera el que se conoce, pero hay que advertir que éste es do por sí muy ampljo: nada menos que sesenta y seis es~rofas con un total de más de un millar y medio de versos, a los que se añaden "notas• aclara­torias 11 cada una de las estrofaslOl.

La lectura del "resumen" del proyecto de epopeya pone en evi­dencia los gruesos conflictos no re¡;ue\tos por Chocaoo. Efectiva­mente, si en la "Introducción" se advierte que el dc-signio de .Bolívar es liberar al Sol (e\ dios lnti de los fncas) de la domjnación española y se narra la transfiguración del héroe en "Hombre-Sol" (en cierto sentido en el dios de América)102 bajo el amparo del gran rebelde 'l'úpac Amaru, co el "Epílogo" en cambio, luego d& la celebración apoteósica del héroe que rehl ta la rCSll rrección de Botivar una vez cumplido su ideal amuricanista, se termina inopinadnmente- con lo siguiente: "los Cuatro Elementos de In Naturolcza en la América

100 Ueo In edición que aparece en sos Obra• Complel<t• ÚCJDII>ilud~•. anotadas y prola¡¡adn~ por L.ui$ Alberto Sánche-z. (Méxioo: A¡¡uile>r, 1954). En el u.xto anoto entre par~ntcsis la(s) est.rofalsl y/o lalol p:lgi>lafsl de esta edición. La primero, que oo he visto. data de 1924.

101 En tlllllquier caso, la no bmtúnaci6n de lo epoi><'YO no Wzo más que avivar el eocáncblo SUS<;Itado al conocerse que el gobierno peruano había pagado a C:~· por adelanl.:ldo, el equi1ral~n!Al • UMII 35.000 d41aru y una cantidad "!m1lor el de Venezuela, ambos bajo lo ronna de adc¡ui8>tióo anticipada de CJCmplaru del bbro. cr. 8 este respe<to la ·AdvertMtiA" de Luis Alberto Sáncbez, en la edición que empleo, y del mismo autor el Capitulo XXl1 de A/admo o Vida y oóra. d• José Santos Choccmo (Uma: Univeroo, 1975, 2• ed.}. Aunq\10 no an3.lizo eJ tema, debe rcct)rdar$c que ltJ cch•brución del C~tcnario de A.Yocucho en el Perú, bajo 13 dictadura de l.Afl\•la, eetuvo •mpregnoda de uno agria polémica polibca producida por ln dcfcn..s:.l dtJI autoritarismo que hicieron enton""• Chocano (lo que erR un lema onhg\10 en él) y Lugoneo. La POlémica so hctrd luego <..-o.atiuc.atal.

102 Cf. lu anotodo u e~lie respecto on el ':u.aboupíl ulo "Sobre nreogas y pro­cllltn{l8"·

Capl~ulo &gunrh• 139

[elementos sobre los que se ha enseñoreado el l,ibertador y cuyas fuerzas ha asumido como prop1as) rompen en un flinmo final la glorificación de España". Es claro que no resulta nada fácil conciliar lo imagen de la gesta ljbertadora como emanCipación del pueblo indígt'na 103 y ruptura del yugo español con ese himno final (y por ello CSJl(!Cialmente significat.ivo) a las glorias de España.

Ciertamente el desljzamiento de una a otra posición es abrupto en el "resumen" y cabría pensar que pudo ser matizado en el poema mismo; sin embargo, el examen del Canto rv delata similares ambi­valencias. Anoto solamente algunns, las de más bulto. Por lo pronto es la nnturale~a americana -volcanes, rfos, solvos, páramos- la que se "despierta" ante la prc~cncia de "Bolívar y In que le va ofreciendo sus poderos par¡t que pueda cumplir su goata omancipadora, de la misma tuiHlert\ que son persot~njes o (iguraci<mcs indlgenas (singu­larmente Túpoc Amaru y las prósopopéyicas montanas andinas) los que te dan la bienvenida y confieren repr<'Sentotividad indígena a él y a sus capit.anes, pero este americanismo de corte incaísta no es óbice para que se haga explícito que ambos bandos, los ejércitos del Libertador y de la España colonizadora, son de la misma sangre, aludiendo como es claro a la ibériea de los jefes y no a la de Jos solda­dos indios de uno u otro lado:

¿Ludw.P? Enemigas s us tlrmas son; un sólo \'('n;O

t10 tllillas sangn."S. de f)D.l; venas. y or\tes de que bablen las f'$padns. los paladinos se saludan y gentilmente hablan las lenguas

(XII. 536).

Oc aquí que la descripción de los capitt1nCs de uno y otro ejérci to y el relato de sus acciones heroicas estén normados por los estereoti­pos de la CllOpeya, por cierto, pero ~ttmbién de In novela caballeresca y cortesana. Al final del COITibate, cuando el virrey La Serna es he­cho pri~ionero y su• generales heridos lloran In derrota, los Andes inil'rvicncn nuevameni.c, pero esta ve< n.o en alabanza de Bolívar. Cito un fragmento:

'rodM ¡..,. cumbf'!>; de los Andtos se ~itnten conmovidas ante una y otra e!lleena; y. O.M"I , prorrumpen en ,m himno en que fw111idos los b-pint.u.• ""<levan -¡Madre España! ¡Sentimos el orgullo

103 Sobn1 •• ta m!A>rprotación de la indcpendcnti3, cr. Cernuln Wettstein, "Len­guojo o.lc¡¡ór>co o itvnfa pedagOgica en el quehacer político de Bolívar", Casa: de lo• Amir.tas, XXI, l43, L• th•b•no. 198·1 'rrunscr>be lo. carto de BoiJvar a 0\mud{) {que sin dud<J es una da las fuente..~ do Cha<:ann} 0-n taque advierte la folscdud tlé la t..c:::>t.S inc;;ttS.bl- Dice; los ejórdtos ltlw•·t,idorcs son .. aunque ve-a­HUriurcs d~ ou &tingre [dollncn], dcscetldicmi:Cii do lO."! ~o.~ue ;miquJiaron su im­perio''. 31

Page 78: Cornejo Polar Escribir en El Aire

140

de que tu ,;angra se haya mczdr..~dn con lll nue~lraJ ()(LJV, M7),

Pero ~8te nuevo recurso al mestizaje, aunque corrofdo interna­mente por la distribución del sujeto y cl objeto del orgullo (es América lo que se siente orgullosa de h3ber recrbido sangre his­pana), entra en crisis muy pronto. Poco de"J)ués, terminada la con­tienda, o parece la sombra fantssmal de Pizarra •y como abuelo que hace/ en posesión entrar al niPto de su herencia/le alarga el Es­tandarte/ de la Conquista ... y, gentilmente, se lo entrega• (XLIX, 549)10~. El impulso épico, que hubiera entonado la canción de triunfo en el momento en que se captura el trofeo mayor del enemi­go, cede ante el código caballeresco, con todos sus gestos de cortesa­nía, y el enemigo no solamente deja de sorlo sino que se trasforma en el gran legitimador del linaje y del poder de los libert<idores. La casi incretblo escena que acabo de resl.lmi r· ciortemente cont.radice la retórico americanista, o incaista, del poema: después de todo, aun­que en lo que resta del texto todavífl aparecen retozos de esa retó· rica, el lector menos avisado no puede dejar de comprender que la gesta libertadora resulta ser una gesta ibérica en lu que ~1 ,poder pa­sa de una mono a otra, cierto, pero siempre dentro del mismo linaje.

Curiosamente esta interpretación do la independencia, excluidas sus extravagandas mítico-históricas, coincide con las perspectivas radicales contemporáneas que afirman, en efecto, que la emancipación fue no más que un superficial cambio polftico, me· dinnt.c el cu¡rl el poder de la Corona pasó a los criollos, ·espanoles de América•, e rnclusrvc un proceso defensivo ante el temor que cal.lSa· ba en un sector de esa casta el posiblr tnunfo dt>l liberalismo espa­ñol106, pero es claro que Jo que desde esta perspectivo aparece como uno limitación histórica funesta, para Chocano es, por el contrario, motivo de satisfacción: es precisamente eso lo que anima su inspira­ción épico. Queda, s in embargo, una dudo: si Ayacuclw y los ATJdes es una epopeya en honor del ,;stralo cTiollo que efectivamente pro· tagonizó e l proceso independcnL.ista ¿por y pMa qué el masivo em­per1o por incorporar referencins incnicAs y construir el texto alrede­dor de la idea de la liberaci6n del Sol, dio~ de los Jne<>s? Aunque la idea de mestizaje está detrás de esta opción, la verdad es que su vi­gencia dentro del poema no tiene mayor relieve, excepto en el frag­mento que acabo de citar106. En este caso, entonces, la constl'ucción

104 La entre¡¡n ea u Sucre. En la estrofa L Suore .., lo or....., a llollvac: • ... el Estandartcl de la C<m<¡ucsta no esta bien SlllO en tu d.oesl.nl" (549).

105 Cf. Hcracho Uonilla y otros. Lo urdtpendme~a rn .t Pmi (Luna: ln8tituto de Eetudroo Peruanos, 1972) y .Julio Cc>tler, Clt1M11, t~lodo y M<IM '" tl p.,,, op. Ctl,

J 06 Lo que no deja de su curioso (\ti \'i.Stn de lo rrecut•ntio con que en otros poemarios Chcx:ano acude al ideal de m.cstizttje, hnsLo et pur1t..o de convertirlo en componente tnhsico de su persona poética. Unu breve 1·crerencia a et;.te nsunt.o puede leerse CJ\ él tap. n 1 de mi líbro La {o,.,noc;ón db la lraditi6n

l4l

de In homogeneidad ee proyecta haci~ <'1 plano r utent>~Cional, en el S('ntldo bolivnriano de la uniDn de las repúblicas de esta parLe del continente, con lo que se obvia la desinlcgracióll de cada una de ellas, y - sobre lod<>- hacia una visión lustórica articuladora que ncrobáticamente enlaza la grandeza i.tnperial incaica con la gesta emnncipodorn, n la ''e>; que se hace lo propio, pero por otra vía, con In conquista entendido como acto de heroicidad grandioso, luego de lo cual I'S posible generar la imagen de América como espacio futuro de todos los síntesis imaginablesl07. De est:1 manero se fabrica una historia aglutinante qne por un lado nne al rncario con la republica, por otro a lo conquista con la república y todo con el futuro gran­dioso de una América representativa de un universo armónico. En cierto scn~ido, In construcción de esta historia es équivalente, en el plano del tiempo -wmo proceso articulado y no conllicti v<>- al ideal siocr6t.ico incluido en el uso de la imagen del mcstiz(ljo.

Tanto Redención como ilyacu.cho y los Andes intentan cedirse en sus segmentos n!lrrativos a las informaciones proporcionadas por la historia :Jceplada como tal en ese momento (la dinnstfa imperial in­caica o el desarrollo de la bat.alb de Ayacucho son buenos ejemplos a este respecto); sin embargo, en ambos cnaoa, parece existir una aguda conciencia acerca de la necesidad de insumir este relato en un horizonte mitológico que R.eynolds prefiere construir con elemen­tos provenientes sobre todo de la tradición clásica y Chocano, sin descartar e~te recurso, mediante el trnt<imiento prosopopéyico de la IHttUJ3Icza O..tlleliCaJlaiOB y la apaliLiÓn rat\la5tn3l dt! petsooajt:S del pasado, desde Manco Capac bosta Pizarro109, En términos genera­les, y al marg~n de los condicionamientos del género escogido, el rovcslimitmto que a rato~ casi ahog:r el rcluto de los hechos materia de los poemas hace sospechar que - en Ambos casos- la literatura es la que garantiza el esplendor de la historia, casi como si se hubiera r·eforml.llado el viejo tópico del poeta como clispensator gtorire sólo que en f'Slo• klxtos la fama no provi<:nc b>nto do lo geatu heroica que evoca y mnnticno vivo el c11nto del poel.u, cuunt.o de una trans­po•ición punto menos que global dol ~ucesn rnismo o un cód igo fuer· temrntll retorizado que en cierto modo termina por sustituirlo. Se desliza asf, n través precisamente del elogio a la patria y a sus hé-

liJtror~a tn ,.1 Puci, op. c:tL 107 Con mucha ingenuidad es el tema tratado (l<'g1in el "re•umen") en el canto

V. Puntama, donde se unirán l.:.ts n..'lciones tlmt"TicanaM, Mrá la llede de la Liga d~ IIUI N . .cion<"' y .. "'la Ca pila! del Mundo" (5201.

108 Chocdr10 cxphc:a est.a constante, que t'l interpreta como pantelsta. porque ~ •orfo 13 fr.l...,fia e..<en<'Í"' de lloJivar - lo que ObVIamente eo IDI!J' discutible (568). Reynolds trunbrén emplea este recurso, e•pec•almente en los dos primerOf:l cantos.

109 En estA:! punLo e.s claro Ja vigencia dtJI modelo proporcaonado por José Joa­quin Olmedo ton •u ''Canto n llolivar" Cf. PUI'SI(J. d< la Jnd<P'!'ldcrrcia, Compi­lación prólogo y cronolo¡,'Ía de Emilio Carilla !CnrocM: Biblioteca Ayncutho, 1979). Ver ospccirumente versos 353 y ••·

Page 79: Cornejo Polar Escribir en El Aire

142

roes, una definida pero muy oculta desconfianza frente u la historia sometida a una extremo transfiguración hiperbólica cuyo sentid~ último bien podría ser su dilución en unu suerte de espacio tan es­terootipado que dice muy poco do América y descentra su realidad su acontecer socia l, sus personajes. Después de todo, Jos antis son ~ verdad (en la verdad apodícl.ica del discurso poético) los atlantes y Bolivar es, también en ~sa mis ma verdad , un ser divino encarna­ción sublime del Sol y de todas las fucrzrut de la naturalez~.

Ahora bien: si lo anterior corresponde a una lectura de los poe­mas, y como tal tiene uno relativa fuerza hermenéutica, es posible intentar a partir de ella, con todos los riegos del caso, una "lectura• de sus silencios. He recordado, en efecto, que ni Reynolds ni Choca­no concluyeron sus poemas y ahora habría que precisar que el pri­mero acaba su homen!lje al centenario de la independencia de !3oli~a con el canto dedicado a la conquista (lo que de por sí es 1rómco) y que el segundo luego de la celebración de la victoria de Ayacucho (que es el único canto conclu1do), pensaba escribir tres cantos más: la fundacíón de Bolivia; la mfructuosa lucha del béroe contra la anarquía, au retiro de la vida pública y su muerte, todo esto al parecer muy brevemente; y, en el cp1logo, su resurrección ("después de tres días de cien años") cuando se cumpla su idea l ame­ricanista (521) 11 0. Me interesa remarcar que si Reynolds silencia toda la historia republicana de Ilolivia y Cbocano globaliza ese periodo en términos continentales bajo la figura abs tracta de la Anarquía (así, con mayúscula), os porque -en más de un sentido­ni uno ni otro p arecen encontrar la manera do escribir la epopeya del muy descalabrado presento, como si no hubiera retórica (y en efecto no la hay) pA1·a transpo rl.or a la gloria uno historia de frus­traciones y derr·otllS. Por consiguien te, los dos se proyectan a fano­s amente hacia el futu1·o y lo imnginan como un periodo de es­pléndida plenitud, on el q\•O se cumplen todos y cada uno de los sueños naciona les y americantlS, espccin lmente -y esto es lo esen­cial- los ideal~s de paz. concilioción y a.·monía. El temple hiperbólico de los dos epop~yas hace quu esos valores no solamente se realicen dent ro de cada noción -aunque ósta sea el espacio que genera el apetito_ de integr~ción y homogeneidad- sino que se expandan a la comun1dad americana, a todos los países y en últíma instancia al universo íntegro. En clave vasconcehana se trata de la celebración de la "raza cósmica", como destino sincrético del hombre americano pero también de una región que asume, por acumulación y síntesis: la representación culminante de la historia y la cultura universales. Este exceso, casi puramente retórico, no debe echar sombras sobre lo que es fundamental: la connwmoración del centenario de la inde­pen_dencia es un P";"to critico en e_l qu~ la conciencia del fracaso y la desmtegrae~ón nac1onnl~8 y amencana , con su r!spida evidencia co-

110 _En est.t\ misma se«ión t s que ..u mt>nciona tl .. lhmno final (aj la glorirtea­ca6n de F.spail.a•. yo Mrncotado "'" ~• texto.

(AJplmliJ Stgrmdo 143

tidiana, sólo pueden ser rcmodiudos en lo li¡,'Uración de un porvenir glorioso construido en lu imaginación de una élite dispuesta a no problemati:t:ar ni el presente ni rl pasado inmedlat.o. En cualquier caso, como se trata de la construcción de naciones y de América como entidades homogéneas, nada más explícito que el notable jui­cio del dictador del Peró, Augusto B. Leguía, sobre el poema de Cho­can o:

Si la llitldb tantD sirvió para lo urudad de Creas, si la DwUia Comtdla fu• la prt)CUrsora de la unidad do liaba, yo no dudo que la Epopeya del Li­buuuwr elevará el esplntu continental y determinará en no lojano dia la unidad de Améncalll.

Leguía se equivocó, puesto que obviamente el poema de José Santos Choca no no influyó para nada en la empresa de la unidad americana, que por lo demás nunca se produjo, pero sus palabras son excepcionalmente lúcidas en lo que toca a la construcción del imaginario social con los atributos del discurso literario. De hecho, los poemas conmemorativos del primer centenario de las repúblicas hispanoamericanas son las celebraciones de esa homogeneidad bus­cada por muchos caminos como solución final de una historia des­garrada. Como en todos los otros casoa, también aquí la imagen de lo armonla delata, en el mismo acto de su constitución ~iscu rsiva, la abisal heterogeneidad y los radicales conflictos dn una América múl­tiplemente contradictoria

111 La tattn de Legufa (en In que oe reliere a Cbo<ano como •coronado poeta/ aparee<>..,.,,. carta-pnlloco en la ed. que uao (517).

Page 80: Cornejo Polar Escribir en El Aire

Capítulo tercero

Piedra d e sangre hirviendo: Los múltiples r etos

d e la M odernización h eter ogén ea•

Ln política del jdiorna 'luc puso en vjgencia Palmn y los escrito­res de su entorno fue eficaz y convincente; al menos, su hegemonía tuvo vigencia duraderu y pc.-n1iti6 s upllner, poJ· largo tiempo y sin mayores cueslionamientos, que el lenguaje de lo literatura podía cobijo r o las lenguas y sociolcctos nacionales y ser -de una u otra manera representativo de todos t>llos. Como se dijo en el capítulo anterior, el modelo palmista supuso la construcción de un espacio lingillstioo aparentemente homogéneo, en el que todas las disiden­cias pa.recían estar en paz, b(ljo el obvio imperio de una norma culta lo suficientemente porosa como pnrs apropiarse de los otros niveles del uso social de la lengua. Resultnb11 ser, en suma, una lengua lite­raria nncionnl, aunque -es casi inútil decirlo- se tralaba mucho más de una voluntad c<:mciliante, sagazmente inhjbidoro de las je­rarquías socio-idiomáticas, que de una efectiva realización lingüfsti­co-ostética.

Este modelo parece hnber sido asumido sin reparos por amplios sectores literarios. especialmcntt' por las varias vertiente~ de la prosa realista, en las que s ubyace Lnmbién·una vocación totalizado­ra y homogeneizante. Hasta los modernistas - tan poco atraídos por lo que no fuera el len¡,'llaJe del or~ quedaron de alguna manera inmersos sino dentro del sistema pa\rujsta, que les resultaba nrcai· co, sí, en cambio, en su constatable presunción de la representativi­dad casi "natural" dellenguoje lil.er:Jrio con relación a l país y a toda la región. No en vano fue co11 sus versos que se conmemoró el cente­nario de la independencia do lAs repúblicas andinas, como se ha visto, y no es nada casua 1 quo José Santos Cbocano se vanagloriara con su título de "cantor de América• t. En todo caso, durante un pe-

• Parte de (I'St.e c..'1pítulo es. en c1ert.o. m~dida una re.formuloc:1ón, con nuevos mowriolos, d• lo expue'to en el copllulo V de mi libro La (ormcu:wn th la trod1<i6n liferarin <n el ru~ tLima CEP, 1989). Los frngment.oo que pro­vient!n de otros tmbajos llevun la respectiva anotación. La versión final de cate capitulo s~ rerminó en lo!f J)rim.-ro.ct meses de 1993. A¡rtldez;~o n Juan ZC!vHilos su ayuda en todo el ncopio d1• n1:lleri$l blbliográfiw. Al conversar con él sobre su tesis doclornl en l>itt.s\¡urgh, wbre el /Joltlirt "l'ilikaka, oclo.ró mucha A idetts y ¡{I)Oé nu()vos perspectivas.

Page 81: Cornejo Polar Escribir en El Aire

146

riodo bastante extenso, no hubo discusión sobre la legitimidad na­cional del lenguaje de la literatura, pero hay que subrayar que la opción modernista dejó práéticamente de Lado el carácter volunta­riosamente abarcador del proyecto de Palma y Lo recubrió de un sentido jerárquico: más que asumir la representación literaria de otras normas, el lenguaje modernista, en tanto lenguaje de arte, se ima,ginaba a sí mismo como el quo mejor podía representar a la nación o a su sector más ilustrado -que sin duda era, a la vez, el sector socialmente dominante. Era la prueba irrefutable de la con­dición culta de la nación.

Ambas versiones hacen crisis y pierden hegemonía con la inten­sa renovación de los códigos !iterados durante las tres o cuatro primeras décadas del siglo XX; renovación harto compleja que in­cluye el surgimiento de las vaf\guardias, de un nuevo indigenismo y de iosóHtas imbricaciones entre ambos. En el área andina, con dife­rencias cronológicas, de énfasis y de matices nacionales, la van­guardia literaria y la vanguardia social se me•claron con frecuencia y en algunos mom()ntos y círcunstancias aparecieron prácticamente unimismadas -lo que facilita entender además las relaciones que articularon por entonces, en más de un caso, al vanguardismo con el indigenism1>. No viene al caso detenerse ahora en la dinámica social que subyace en La aparición de estos rnovioúentos renovadores2, pero .sí ea .neces;;trio señoltar que en lo mós inmcdicto lo Occieivo parece haber sido el surgimiento de un nuevo sujeto producoor de cultura, ciertamente amparado en condjcionamientos económico-so­ciales más o menos precisos. En términos gruesos se puede decir que se trata de La emergencia de un nutrido elenco intelectual que proviene de las capas medias con frecue<\cia de origen provinciano, especialmente numeroso en lo que t<>ca a La literatura, y casi siem­pre dispuesto a combatir al orden oligárquico y su régimen cultu­ral3. Ciertamente este nuevo sujeto produce (y de alguna manera es

l E1 tema aparee(! etl la parte fmal del capitulo anterior. 2 P.aru. el f!Stu1to de la vanguardia, en _referencia $ J-\tll~rica Latina. es indispen~

sable consultar los libros de Hugo Ven\tü, Las vanguardias literarias en hispanooméri('..ct. Manifiestos. pnx;lomas y otros escritos (Roma: Bulzoni, 1986); Nelson Osorin, Mani{Ü!$.U,s, procl.amas y pokmicu.sdl!. Ja UO.IllftL<trdia lit~ran:a hisplmQomcric.ana (Caracas: Biblio(,ec.a Ayacueho. l988) y Jorg~ &hwarlt, lAs u(lu.guart;lia.~ Wtin.oa.me.ricona!l. 'J'i':rWs programáticos y criü­cos (Madrid : Cátedra 1991). Me han sido espeeialment,.; ilustrativ<>s el prólogo (le la recopilación de Osorlo y (os c;Apítulos generales de su libro La formación de la uanguardia. literarin, l!rt Vtnt.zutda (Cat·acas: Academia Nacional de Historia. 1985).

3 Cf. Angel Rama_. Tran.sciJ.lturaci.dn narnztwa en A.m.érica /,aJ(I¡a (Mé1tic:Q! Siglo XXI, 1982), especialmente: U Sección; José D~u!itua y Josó Luis Rénl~ que, Jrrtclecfua.les, iluiige,,ism.o j' cksceni.rnlismo tm el Perú (Cuzco: Bartolo· mó de las Casas, 19114 ); AlbarLo Flores Galindo, "Loo int.cleeLuales y el problema nacional", Vari1>s: 7 ensayos; 50 cliios de lr.ü;toria (Lima: Amauta, 1979); Mir.ko Ltmer, EJ Sitia de /u lilerutum peruana. Escritores y pqlftica en el Pmi d~l sígl" XX(Lims: MoS<a Azul, 1989), esp. C.p. l.

147

configurado por) un nuevo lenguaje; un nuevo len¡,'Uaje que, como tal, no sólo implic11 otras normas y usos lingüisticos, incluyendo Jos literarios, sino también Q.istiotas formas de socialización, cierto que tangenciales, subrepticias y hasta casi imperceptibles en los ámbi­tos generales de las esferas públicas y privadas, pero de al¡,'Una manera pr·escntcs en lfl institución literaria4. Por supuesto, toda esta problemática tiene que ver en más de un sentido con la de la modernidad aunque en este caso se trata de Ltna modernidad, como la andina, varü1s veces periféricaS.

Las ambigüedades de un nuevo lenguaje

Aunque según lo dicho parece claro que el sujeto s<:>~ ial productor de la van~ardia y ele! indigenismo estuvo formado en lo esencial por los inU)lectualcs mesocráticos y provincianos, que por entonces debutaban en el panorama do la cultura nacional, como lo probaría el hecho de que Jos núcleos vanguardistas-indigenistas más orgáni­cos y beligerant~s estuvieran situados, en el caso del Perú, en ciu­dades de provincias como Trujillo, Puno, Cusco o Arequipa, no hay investigaciones suficientes, en cambio, qL\e permitan avalar lo que bien podría ser el hecho de mayor trascendencia: que la norma modernietn les OJ':l, por decirlo do ulgun.:l mnncrn, socialmente ajena. Por supuesto, como lo vio con not.•ble erudición y perspicacia Luis Monguió en lo que toca a la poesía peruana, el "abandono del modernismo" fue un proceso lento, confuso y complejo6, ~anto que muchos de los mayores exponentes de la renovación literaria no pudieron borrar en sus obras iniciales (y a veces hasta más tarde) la impronta del movimiento literario anterior. Sin embargo, aún así, hay tcstimoruos de esa ¡Jercepción del lenguaje moderrusta como lenguaje del otro, si so quiere "prest11do"; vale decir, sin relación valedora y legítima con la propia experiencia, comenzando por la experiencia social y perso11al del hablante. Utilizo un ejemplo breve pero de verdad significativo para avalar mi hipótesis: las dos ver­siones de los versos 11 y 12 del c6lehr10 poema de Vallejo que da titu­lo a Los hera.lcio.s negros. La primera, publicada no mucho antes que la deftnitiva, tiene este texto:

4 Para la relación 0ntre va.nguar·din e institllción literaria, cf. Petet· Bürger, Teoría de la uanguardw (Barcolonf.l: PenfnsuJa. 1987), aunque obviamente en el áréa andina esa institucionalidad es débil y por consiguiente el ~J\fre-nUlmiento <.'fJn eJia menos visib~e.

5 Aunque alude a w . ..a r(!~Jidad distinta, es útil consultar el libro de Beatriz SarLo. Una. nwdemidad periférir.n: Buenos A;res 1920·J930 (Buenos Aires: Nueva Vi•ión, 1988), El tema de la modcmidad y el subdesarroUo está trot.odo por Marsh&ll 13ermo.n, Todo lo sóluw .¡e de~oonecc en el aire (Méld­co: Siglo XXI, 1988), e o lo:; t>,apítulos dodi<:ados a Sao Petcn:;blU"go.

6 Luh; Mong\lit;, L(t poe.srn. p(lStm<><.Urtüsta peruana (Mé>dtQ: Fondo de Cultura Económjc;:;~, 1954).

Page 82: Cornejo Polar Escribir en El Aire

148

Son eaM rudos golpe.s las e:xplosioncs aúbil.os de nlgunn {l)mohad::t de o-ro que fundtt un "'ni mn1igno.

En cnmb1o, en la última, se lee lo siguiente: Esos golpes sangrientos son los crepit.ocionc• de alglin pru1 que en la puerta del horno •• noe quema 7.

Sin duda la v<>rsión inicial depende de la lradición modernisla tanto por la índole de la imagen que plasma (por lo demás muy poco convincente) cunnlo por la snntuo.<idnd del lenguaje (con su inevila· ble referencia áurcn), micnlras que la defini(jva abre el poema al lenguaje coloquial en su expresión socializada bajo la forma del re­frán. De hecho hay un abismo entre "la almohada de oro que funde un sol maligno" y el "pan que en la puerla del horno ae nos quema", pero ese abismo se interprelaría mal, o msulic1entemente, si se le remil.iorn sólo n un cambio de opción cstético·efitilfsticn; en realidad, lo q11c so lrnn~formn I)S la muy inlrincnclu red de enunciados con los que dialoga c>l texto y sus no menos complejas relucionr.s con sus in­terlocutores y SLLS hábitos de decodificación poéticn. E:n otros térmi­nos, In primera versión recorta su sistema de resonancias ni espacio socio·lingüislico trabajosamente construido por los poetas moder­nistas, formalizado en una retórica intertextunl que en sí misma el<cluyc al receptor no alfabetizado en esa norma lit('raria, mienlras que la definilivn recurre a una macrotel<tualidad CLtyn decodifica· ción no esl.á ncotnda más que (o casi solamente) por su competencia en el espnnol. El traslado del diálogo implícilo en todo poema del ámbito de un movimiento literario al del lenguaje general, y efecti­vamente hablado, es signo de una nUl!va posición del emisor y de inéditas rrlnc1ones con la literatura y sus usuarios. l!:mpleando otro razonami<·nto y dontro de unn perspectiva Cl'íl.ka distinta, Alberto Escoba1· nlirmó hnce años, sagaxmentc, que sólo desde entonces nuestros escritores sintieron qLte la lengua que usabnn les pertene· cía en propiorlod8.

De al¡,•11nll m~nera la rcinserción de h• lengua literaria en la lengua común, con la consiguicnt(' ruptura d~l marco de las conven­ciones lingüfsüco-literarias previamente Institucionalizadas, es lo que permite ejercer la el!:perimenlación literaria en un espacio ex­ccpcionnlm!'nte abierto: a partir de aquí cabe construir diversas opciones, desde 1'1 hermetismo de un sector de lo vanguardia hasta el ncresliln de algunos indigenistas, aunque como es claro la misma renovación reconfigurará más o menos pronto varios ámbitos lite­rarios con sus propias convenciones. Quiero declt que In inmersión en la lengua comli.n no implica necesariamente unu nueva poética específica pero qul' si parece ser la condición que hnce posible el

7 Emploo lo cdic•ón do Ratil Hernández Novás: CcNur Vuii<•Jo, POf'sia Completa (Ln l l~bono , Coso de los Américas. 1988), p. 3.

8 Alberto t'•colwr, AntQ/ogín deln poesía pemana ( t.1mw Nuevo Mundo, 1965). Cf. copocinlmcnw lns pp. lfi-18 del Prólo~o.

149

De alguna manera la reinserci6n de la lengua literaria en la lengua común, con la coosiguiente ruptura del marco de las conven­ciones Ilngiifstico-literarias previamente institucionalizadas, es lo que permile ejercer la experimentación literaria en un espacio ex­cepcionalmente abierto: a partir de aquí cabt> construir diversas opciones, desde el hermetismo de un sector de la vanguardia hasta el no-eslilo de algunos indigenistas, aunque como es claro la misma renovación reconfigurará más o menos pronto varios ámbitos lite­rarios con sus propias convenciones. Quiero decir que la inmersión en la lengua común no implica necesariamente una nueva poética específica poro que sí parece ser la condición que hace posible el surgimiento de varias otras alternativas. Tal el<]>eriencia parece es­tar en la base de la cx~rema libertad y las abismales tensiones lingülsticas propias de Trilr.e, pero también, aunque en otro rc¡:is­t ro, en ciertas modalidades del indigonismo do estos n11os. A este respecto es bueno insistir en l o~ frecuentes encuentros (que no impiden contraposiciones y polémicas) entre ~ 1 Vllllgllardismo y el incligenismo en el área andina. Como se sabe, y se trata de un dato importante, José Carlos Mariátegui no sólo alentó la producción en una y otra corriente sino que fomentó con entusiasmo su mutua in· t('rncci6n. De hecho, además. leyó en clave indjgenista Lo~ Heraldos nesros (y con menos énfasis Trílce) sin por ello dejar de mencionar aus componentes elCJ>resionislas, dadalsta.s y suprorrenlistas9.

Na.Luu.lmt-uW t!l t:mio t!1l auálitiis uu ~d uuht que unn muestra de un fenómeno mucho mayor. En ciert.o sentido, se trota de un vasto aunque confuso cuest.ionnm.ient.o del lenguaJe mismo ("¡V si después de l.ántas palabras/ no sobr<'!vi"e la palnbral", noota Vallejo)lO, que

9 Cf. Mnnurl A<ruézolo (comp.), La po/l!nuca del mdl/l<'ntSrn<! !l.im9: Mosca Azul, J976), p. 76. Más explicitruncnlc, en "Nncionnlismo y vanguardismo" (nrUeulo quo datn de 1925) Mariátég\li sostiene que "In vanguardia propug­nu In recon&t.rucción peruana sobro lu base del lndw ( ... )busca pnrn su obra motoriolcs mós gcnui.namenle perui;'lriOS, máft rcoH)trunente antiguos". en Ptruoni.cemos al Pera (Uma: Amaubl, .1970). !.os juicios sobre Vallejo en el opnrLodo correspondiente de Sirte t:n.vay<A~ d(! irl.tcrpretoci6n ú~ la realidad ('truar~n (Luna: Amauta, 19!19), 17• cd. pp. 308 y ss. La 1• ~d. os de 1928. f:n las si~uientes cit3S de los libres de Man4te¡¡ui o noto entro paréntesis lo página uñndiendo E paro el primero y P paro e l eegundo. Poro el problern~ general da l&.!i relaciones vanguardiofmdigerUemo ea muy esclarecedor el nrt!culo de David Wise, "Vanguordismo n 3800 melros: el caso del Boltt{n Tit1kalta*, Rtt·i~ta dt Critit:a Lit~rorio lAt.moorncru:nno, X.. 20, Lima.. 1984. Un fenómeno similar. aunque en otro contexto, t! ... Rllo.líz.ndo por Beatriz Sarlo en ·vanguardia y cTiolli:s:mo: la aventura do Marlln Fürro·. Ret~it&to. dt CriJico / .. .t•mrw IAtinoa=rn:ana, VU1, 16. Lima, 1982 La antigua te­llt sobre lo oposieión decisiva ~ntre iud•gen1tm0 y vanguardismo ha sido r<'tomada rcc:ientemente, sin mayor explic.oci6n. por Al\:l.erto Bscobar, El imt1gFnario noci-onal. Moro. Westphaltn, Arguffl.o11. una /(;rmac.if>n titerari.a (l.imo: ln<lil11W de Estudios Peruanos, 1989), p. 17.

10 César VnJicjo, "'V t>i de1>pués ... ".en PoemM hmllOIIOI· Uso Ja t'dicián d.e ,Julio Vélcz do PM.mas Prt proso. P~m.01i humanos. F.spaito, apa.ria de mi este rd/i~ (M~d,id: Cátedra, 1988), p. 158.

Page 83: Cornejo Polar Escribir en El Aire

150

Usfacción general frente al lengu:ve (y no solamente ante el len­guaje literario), insatisfacción que no es teorizada casi en ning(tn caso pero que en térmmos generales parece remitir a dos cuestiones básicas: la de la representación y la de la ~utcnticidad, y ciertamen­te a las densas consl.()laciones problemáticas que giran en torno a una y otra.

Es importante ooadir que este malestar frente al lenguaje codi­ficado literariamente es correlativo a la extendida preocupación por evitar que el insistente reclamo de moderni:tación, singularmente fuerte en los vanguardistas, diera corno resultado la falsificación de un lengu8Je nuevo sólo en apariencia. Es notablemente significativo que Mariátegui y ValleJO compartieran esta preocupación. Se puede sospechar que detrás de esta desconfianza por la pura "novedad" formal subyaciera In extendida crrtica al "cosmopoliliS1llo"12, pero es seguro que lo que importa resulta ser -eobre todo- la decisión de crear una literatura esencial y globalmente nueva, más allá de cual­quier signo externo que bi~n pudiera ser, precisamente por su pro­pia condición epidérmica, engañoso. Dice Mariátegui al respecto:

Y no"" el caso de hablar de modernismot3. El modernismo no es sólo una c.uest.ión de forma, aino, tobrc todo, de esencia. No es mode.mista el que se content.u de una audacia o una arbitrariedad externas-de sinta­xis o de metru. Bajo ti traje huu.::hafomcnt.o nuevo, &e siente intacta la viejn susto.ncio. ¿Punl qué transgredir ln gramática si los ingredientes csplrlt.-unlcs dó lfi poes(u son Jos mismos de hace vc.inW o cincuenta años? "'Il faut.. Mrc ob8()1umenl modeme•, como deda Rimbaud; pero hay que ser moderno espiriLut\lm~nlott.

Y Vallejo: Los mat~rit"tl~ ort.fsticoa quo orrcco lu vido mndorna, han de ser asimi­lados r>or el cs¡>fritu y convertidos en sensibilidad, El telégra fo sin hi· los, llOr cjcrn1>lo. Cftt.t1 destinado, más quo a haooruos decir .. telégrafo sin hilos", n dcaport.llr nuovoa templos nerviosos, profund.fl.s pe rspicacias sentimcntnl6s, omplific:nndo videneins y oompronsioncs y dosificando el amor: In inquietud cnt.onc('IH Crece y se exaspera y el soplo de vida, se uviva. Esta es la cultura vcrdodet·a que dn e) progreso; óste es su único sentido catéLieo, y no el llonnrnos lo bocn con palabras flamant-e... Muchas veces Ioft vocea O\ICVBS pu~dcn faltar. Muchas veces un poc.ma no díce •cinomo"'. po~Scyendo, no obatontc, In emoción cinemática, do

Myth, Hialory, ldeology" en Latin American Restarch Rtt•itw, XXlll, 2, AlbuqW!rque, 1988.

12 De hecho Maril1tegui luvo que dtCender¡e varios veces de esta acusación. Para ello o.cufió una fro..se que la repitió \'Rriu Vec(!S con ligeras variantes: •por estos caminos c:osmopohtoa y ecuménicos, que t.a.nto && nos reprochan, nos vamos act-~ando cada vez más a ooeotros mi~os·. P. p. 79.

13 Obviamente aqul Maná.tcgui no .. refiere a In ....cuela hispanoamericana de ese nombre •ino n lu nut'vu poe1rfo. 1nduyendo al sec:tor de la vanguardia que consideraba decAdente.

14 -¡>oet:ts nuevos y poee.ia VICJ8'", artJculo dP 1924, recogido en P. p. 18-19.

151

manera oscrura y tá<liltl, ~ru efectivo y humano. Ta l es la verdadera poesfu. nuevot5.

Es del todo clnro que el temor compartido por Mari.átegui y Vallejo lieno mucho que ver con el problema de la autenticidad. Como lo explicitan lns citas que acabo de hacer, la cuestión reside en la posibihdnd do quo lo "nuevo•, lo "moderno• o lo 4 Vanguardista• no sea más que una cáscara que fraudulentamente oculte o un ar­caísmo de fondo o un vado espiritual. Sospecho que ese temor proviene en buena parte de la conciencia de que existe un abismo entre el obvio atraso social de las naciones andinM (aunque por en­tonces se produjeran procesos parciales de modcmiUición a partir de la también parcial mserción en la órbita del capilalismo inter­nacional, sobre lodo norteamericano) y las manifestaciones del arte moderno; o, en otras palabras, que el modernismo como forma cul­tural (no me refiero a la escuela de ese nombre, por cierto) no se afincaba en una auténtica modernidad social, lo que producía ten­siones y contradicciones d~ varia índole y profundidad que eon faci­lidad podían generar trampas más o menos aberrantes. El problema se complica porque la modernidad, tanto para Mariátegui como para Vallejo, como veremos lu<>go, era la modernidad socialista y ambos - pese a su fe en el fuLuro- ssbran que esa meta era lejana y dificil en el mundo andino. As! se constituye un espacio extrema­damente conflictivo en el que las opciones pa recían agotarse entre la reproducción est~tica del atraso y el arcafsmo o la configuración de un arte moderno pero socialmente ingrávido, opciones que, por cierto, eran por igual muccphtblcs. Mariátegui y Vallejo resolvieron el problema n tn1vé~ de uno operación harto compleja, consistente en instalar su propio obn1 en la historia, asumiendo laa energía!> transformadoras de ésta, y apostn ndo a favor del carácter renovador ~ revol ucionario- de los discu rsos culLura les. De esta manera, a la vez que colaboraban en lo domol ici6n del viejo orden, y en la cons­trucción de uno nuevo, podrnn sumergir•o en la modernidad social que anunciaban y rcnliznrla en sus dJscursos poéticos o onsayísticos. Ni uno nJ otro suponfnn que o l nr te y la ideologra son epifenómenos de la historia socia l y consideraban, más bien, que ambas están integradas dinám.icn y po·ocluctivamente en el proceso social y contribuyen a darle un cauce y un sentido. Por lo demás, Mariátegui y Val lejo tuvieron una intensA experiencia europea, de la que fueron lucidos cronistas16, y vivieron en su propio país esos

15 "Poesla nuova•, nrúeulo de 1926, ahora rec<>gido ~n Cé•ar ValleJo, Des<k Europa. Cromccuy ortlcu/<>s (1923- 1938). Recopilatión, prólogo y notas de -Jorge Puccmelli (Lima: Fuente de Culturo Peruana, 1987), pp. 140-41. Es importan !A> ailndir que Vallfjo luo d..,rrollaodo una visión harto pesimista tAnto de la poc.sra pe.ruana e hitpllnoamerlcann de su tiempo (e( por ~rnplo "C<>ntnlol """"'lo proleo-ional" (19271, op cit., pp. 204-206) cuanto de la europoa (el. por ejemplo "Autopoia del sun-eali•mo"(l930J. op cit., pp. 399-402).

16 l..u trómca.s de Vaii•Jo hran lado r«GC\du en 1u ec:bcJón citada én fa nota

Page 84: Cornejo Polar Escribir en El Aire

152

fragmentarios proce•os do modernización n Jos que me be referido antes: el primen> en In Limn do Legula, espcctucularrneote renova. da en esos nflos, y el seg~.~ndo nllf mismo pero también -y antes- en la costa norte, justo en el momento en que se integra a la "bohemia trujillana" y en su contorno so rcnli:ta una de las pnmcrus y más profundas demostraciones del poder del capitalismo moderno: la ab­sorción de decenas y decenas de propiedades azucareras por gran­des monopolios oxtrnnjcrosl7. Todo esto explica que pocos pensa­mientos sean tan modernos como el de Mariálegui y ninguna poesía como la de Vallejo.

Ahora bien: si por una parte se trataba de desliteraturiz.ar el lenguaje Oo que bistóricamcnta significaba z.afarse del canon del modernismo dnriano) para generar una auténtica y libérrima reno­vación artística y si, por otra, se experimentaba una inhmsa desa­zón frenta al riesgo de producir una literatura en la que la moder­nidad no pasara de ser un puro paramento, una engañosa cosmética que nacla y moría en un liOlo gesto de inautanticidad, y todo ello bajo la desasoseganta conciencia de vivir en un mundo insopor­tablemente arcaico, inclusive tomando en cuenta los modestos procesos de modernización de esos años, entonces los proyectos lita­ranos de ese momento tenían que transitar por un campo peligro­samente minado por incoherencias de todo tipo. Ciertamente quien mejor sorteó esos peligros, aunque cvenll>almenta olgnno le estalla­ra entre las manos, fue C~sar Vallejo. No se tratn ahora de exami­nar su poesla, sobre la que volveró mas adelante, pero no cabe desapercibir parn mencionar sólo un punto- que en buena parte de su obn> la operación artística básica consiste en enfrentar casi bru· ta lmente un orden referencial punLo menos que primitivo con una visión y un len¡¡-unjc que no esquiva, sino e.xplicita, si tuaciones ele­mentales y las Articuln en tér·minos de una trnsc(ondcncia concreta, materia l, que s itúa lo ontiguo en un hori~on to semántico que lo t rasmuta, sin exlravia•·lo, en experiencias y <>n palabras puntual­mente contemporáneas. De la vida cuai arqueológica de Santiago de Chuco, por ejemplo, Vallejo extrae texto~ de una modernidad asom­brosa. Basta pensar en loa po<!ma8 que giran en torno al ámbito fa· miliar (por ejemplo los ítltimos de Heraldos Negros) o a su t rau-

ant.erior. CCf wmhi<ln CróiiiCIU ·ed. do Entiqu<• Ball<in (M~xiro: UNAM, 1984) y lns do Moru!logoi upore<en recop•h•d•• on Carr.a.< deltalw (Limo: Amauta, 1969) pero otma crónicas y rcfcr~ncias a su estad3 en Europa se encuentran en otros volüm('nc.:. dr sut Obras Completas. especi~lment.e en La escona contem¡x>mnta CI.Jmo. AmouUl, 1969).

17 Este Lemu lt, he- trnbnjado. con ligtráS varianl(>&, en "César VaUcjo; la univérsalitaC'ión de una c~neneia n..,cional ... lA Torn, lll, 12. Nueva Epoca, Puerto Rico, 1989, en "Valle¡<>: mesllw¡e, transculluracion. moder· nidad". Págrna•. XIV, 19. l..ims, 1989 y en el aparWdo correspondiente de mi bbro /..a {ormCU:Í/)11 . , Op Cll. f'f. 1'<-Wr Klart'n, La {ormQCÜJn CÚ /a.s iuJcun. das cuul!Qnora.s y /1~ t~(gt'ntl dtl A.pro H..im3 ln!!ohtulo de &.tudios Perua­nos, 19701

153

mática oxponencia ~nrc~loriu (en 'f'rilce). Es claro, ~in embargo, que las alternativ~s vnllcjinrllt& son in·opctibles (y de alll el descalabro de sus imitndc~res) y que el problema, por consiguiento, seguia ahi, tercament.e, incitando a una modernización bajo el tarnor de produ­cirla apenas <>n la ~uperficie de textos más bien anclados en Jo anti­guo. Obviamente se abrfan al respecto rnucbas opciones. Tal vez el examen de lo que pudiera llamarse In discusión implícita entre la prosa vanguardista de "Un hombre muerto a puntapiés" de Pablo Palacio y la indigenista de lluasipungo de Jorge Tcazal8 eche luces sobre algunos de l'sto• asuntos.

La contraposiculn de la poética del relttto propia de lca:ta, que es la del realismo social en su veta indigenista, con la de Palacio, definida por su vnnguordismo urbano. no debe prescindir de una constatación prtmera: en ambos casos se parta de una común recu­sación de la norma ltngüfstica hasta entonces hegemónica en el campo litarario ecuatoriano -y, en general, andino. La rebelión de Palacio es explicita y violenta, casi insoportable para sus contempo­ráneos, porque se basa ~n unn obsesiva y englohadora condena de la realidad injunosa, dewstnblt•, degradada y degradanta que lo rodea, condena que encuentra su correlato en la agresividad implícita en ciertas experiencras vanguardistas como el juego con las grafías, el empleo de imág~n<'• ~in nl'xo.• definidos, el intencional desgarbo de algunas fr:>Sea o la con!igur:tción de introspecciones solventadas más en pulsiones oscuras que en procesos conscrentes más o menos rastreables. "Novela subJetrva euhtltulo Palacio o su .U tima novela con la obvio intención de centrar el díscurso de ésta y de sus obras anteriores en una dtmensión personal en cuyo dinamismo lo explíci­tamente socifl l aparece sólo como lo otro que se escarnece con ira sin lími tes. E~tn clausura on la Nubjotividud explica que Palacio no es­tuviera mnyormenltl preocupado por ofrecer nuevas alter nativas a la JH.er11l ura de su pnfs y ~u t iempo, aunque sin duda las ofrece, sino por mrpeler la anf{ustio que le producfn vivi r en un mundo no sólo atTMado sino, dcfi niLivnmcnte. ma l hecho. De e>;tu misma opción se desprende su crí~icn ni rea li•mu, a sus nonnu~ lingüísticas y a su pretensión de dnr una imngt•n ver·az -que es, como se verá luego, su punto do fricción más n¡¡-udo <:on 1 a cst.ética de fca7.n.

Conviene deten1•rse en este punto. Torno como referencia su cuento "Un hombre muerto a puntapiés" 19 con la intención de leerlo

18 l..a reducida ob•·n de P•blo Pnlnrio (dos novelas hrcves y un hbro de cocnt<>sl ha sido recogida on Obr<u compltta• rGuayo<¡uil: Casa de la Cultura, 1976). Utili<o Un h<>mh~ mutrlo n puntapíú ly) Débom (Santiago: UruvCTSJtan&, 1971). f:ntre parente.<i• anoto l<lf páginu• de esta edición. l..a colección de cucnto9 np:treció en 1927. Jor¡¡e la•w, Huasipungo Cllueoos Aires: Losada, 19771. 11• ed 1..3 1• <'<~ cL'to de 1934.

19 Este apartndu e<<~ basado en nuurllculo -u!' hombre muerto a puntapiés': poética y oo rrattón•. ~n .JcMiod OouO!Ila Pat"CJil (ed.). R«t~pilCJclón lh teil.os .,¡,,..Pablo Pnlorio rL.a Haban" ('"'"" de l:u Américas. 1987).

Page 85: Cornejo Polar Escribir en El Aire

154

corno una poétlca. Hay quo recordar que el relato transcribe primero una noticia policial que da cuonlo de la muerte "de un individuo apellidado Ramlrc~ [ ... } vlctima de una agresión do parte de indivi­duos a quienes no conocfa" (p. 17); más Larde, mediante el empleo de la primero persona, el narrador relata sus empefios (en realidad gratuitos) por reconstruir el crimen y averiguar sus motivaciones, oscuras y ambJgUns en el texto periodfslíco; per último, regresando al empleo de la tercera persona, el mismo nnrrador da a conocer su versión sobro lo ocurrido. Se pone asl en relación un relato "verl­dico", como que proviene del periodismo y está reforzado por la in­formación policial, y otro "ficticio", el que propone arbitrariamente el cuento, aunque se cuida de no vulnerar los datos del primero. La narración ficticia se inatala entonces en los vaclos y en los espacios equívocos de la noticia periodislica. a veces para añadir un dato (por ejemplo, a la vícllma se lt> dota di' un nombre: Oct.avio), pero sobre todo para resolver ambigüedades. Oc cst.a manera, sea el caso, la frase "el d1funto vicioso" (p. 18) se convierle, luego de un largo sope­so de hipótesis diferentes, en la afirmación de la homosexualidad del asesinado. Algo similar sucede con otras informaciones que obtiene el narrador a punta de pura fantasía. Así, añade un cuerpo, dibujándolo. al rostro de las foto¡,'Tafías de la víctima que están en poder de la polid:1:

Hasta que ni tin, lllnw l~Mrloo ant.o mf, llegué o aprenderme de men1ori~ el más eR<:Ondido rusgo { ... ). Cogí el papel, tracé laslmcas quo cornpoMn la curo del difunto ( ... l. l ,ucgo, cuando el dibujo estuvo con· clujdo, noté que faltaba nlgo~ que lo que tenía ttntc mis ojos no era él• qu~ se me h::tbfa ido \lll dcil\IIU complementario e indispensable ... ¡Ya! Tomé de nuevo ltt plumo y C<Jrnplct<l el busto, un magnífico busto 1 ... 1. Busto cuyo pecho Uuuo ttlgo do ont\icr (22-23).

Cubr ir los vuelos y resolver las ambigüedades form an un sólo proyecto que a punta hocia lo <lXpllcución del suceso. Al lector le re· su ita obvio que este objetivo solamen te se logra a través del segun­do relato, el ficLicio que re-cuenta a su manera la historia original; o lo que ea lo mismo, visto desde la perspectiva inversa, que la narra­ción reajjsta es incapaz de dotar de sentido a los hechos. Esta caren­cia parece ser el cuestiona miento más grave contra la relación entre el lenguaje del arte realista y la realidad, cuestionamicnto que se subraya al incluir dentro de N a lo que sin duda es su modelo: la fotografía. En el fondo, el realismo es tautológico; y tautológico, para peor, de una real idnd despreciable. Por esto Palacio promueve la ficción, insertada dentro de un proceso intuitivo ("la intuición me lo revelaba lodo• ·P· 26), que ~vidcntemenle se confronta con la esté­tica racionalista del realismo y, sobre todo, del naluraHsmo. Resul­ta, sin embargo, que la arbitrariedad de la ficción, que a ratos parece indetenible (como en la asignación de un nombre al per­sonaje) y en otros momentos da la impresión de tender no más que a la burla y al escándalo (segun se aprecia en el tono humorístico con que se describe el asesinato, remarcado por el uso vanguardista de

155

la gr-.Wa y las onomatopoyas), está paradójicamente atada a la ur­gencia de sornan tizar la rea lidnd. En efecto, como ya está dicho, lo que Palacio plantea como objeción central al realismo es que se limita a repetir la realidad, sin hallar su sentido, mientras que en su poética In ficción, el vuelo imaginario, no parece tener como des­tino la conslrucción de otra realidad sino La de proponer el sentido que desoye el realismo. No se trala, pues, d~ producir un mundo autónomo en su ficcionalidad sino, más bien, de proyectar la ficción y sus poderes hacia la revelación del oscuro sentido humano inmer­so en la realidad y en In historia. En cierta fonna es lo que postala­ba José Carlos Mariátegui, en 1926, en su articulo "La realidad y la ficción"20.

Ahora bien: es claro que, al igual que Palaeio, Jcaza debió hacer un esfueno considerable no sólo para romper drásticamente con el modelo de la prosa art!slica vigente en el Ecuador, que bien pudiera estar representada per Egloga trágica de Zaldumbide21, que cier­tamente asume la clasicidod, el costicismo y los imperativos de una estética de la proso qu~ parece padecer do una incurable nostalgia por la poe.~(a, sino tambi~n -y sobre todo- para producir un dL'<CUI'SO prosístico que de primera impr~sión semeja ser algo as! como el gra­do cero del estilo -palabras escuetas, imágenes fuertes pero grama­ticalizadas en el lengua,¡e cotidiano, interjecciones, gritos sueltos o murmuraciones sin emisor individuallzado, ir rupción del quichua o de sus derivaciones, etc.- pero que, como lo vió Agustín Cueva con sutile~a envidiable, resu ltaba ser el esti lo no o anl~-oligárquico22 y la forja de una nuevn retórica cuyo ideal rra reproducir -() m ejor, represen tar por la obvia ficcion¡•lidad del lenguaje literari<l- la len· gua de los estratos medios y populares como nueva norma de la lengua nacional, incluyendo notcriaa int<,rfer<!ncias quichuas. Natu­ralmente el trabajo li ngOfstico de !caza en Hua$ipungo (que el mis­mo Cueva describe melafóricamonto como un proceso "de 'acu­mulación originaria' do materiales cu lturnlcs autóctonos (y ta mbién

20 l)jce: ~tp;¡ realismo nos fllcjnba er1 ll1 Jit.eroturfl de Jo realidad. Ln experiencia roalisto no nos hn eervido tino paro dco\OAtrttrnos que sólo podemos onconb'nr la realid~d po1• los cominos do In fantasl& ! ... l !>ero la ficció-, no es libre. Más que descubrirnos lo mnravillc)SO, parece destinada a revelar· nos lo real Lo fantasrn, cuundo no nos n.eerca a la realidad, nos sirve de bien poco•. El urtfculo fuo rcco¡ido en El orti.<lo y •u época (Lima: Amauta, 196'7), 3• ed.), p. 2.3

21 Gonzalo Zaldumbide, EgfOflo trogtca CPuebla: Cajica, 1961) [,¡¡ 1• ed., incom­pleta, data de 1913. Obvialll(!nle el onfrontamienlo no •• s<!lo fonnal; des· pués de todo, Zoldt.Unbidtl txpreso.ba con nitidez. la$ posiciones de J¡¡ vieja aristocraci::t terrateniente

22 AgusUn C:ueva, "En poe de Jo ht,t.>racid.Jd perdtda. Conlribuci6o al debate sobre la literatura a.ndJ.genista en e1 Ecuador•. Revisto de Crítica Litua.rin Latinoomencono. rv. 7·8. t..ima. 1978. Dice: ·Hay. en esta voluntad de D~ .,.tilo, ww negación mdu:al d41 pomposo discuntO litenuio de la oligMqufa", p. 38. Rmdo hom~najf' a 1n memona de Agustín Cueva. Calleeido cuando trab'liaba en cote capitulo.

Page 86: Cornejo Polar Escribir en El Aire

156

como la creación! de un 'morcado mlerior' de símbolos propios, l ingllisticos entre cltros") no puede de~ligarsc del esfuerzo realizado, en primera Hnea, por el Grupo d<! Gunyt~quil y otros autores ecuato­rianos qu e compartieron por esos años este tipo do inquietudes23, ni tampoco de los oport(•s pnsttlriores del propio Icaza, especialmente los relativos a h configurnctón de una novela •mestiza• y de un lenguaje "cholo" que tanto asimilo sin timidez formas del quichua cuanto reproduce abiertam~ntc el castellano pleb<!yo de la ciudad, tal como se puede nprec•ar en - por ejemplo- El chulla Romero y Flores24.

La construcción de este no·estilo, aunque obviamente lo sea, in­cluyendo su inevitable retórica, es correlativa, en especial en el caso de !caza, a la convicción que mnroí indeleblemente a los narradores del realismcrsoctal, sobre todo a algunos indigenistas: que el lengua­je, por esa u otras vías, representaba con fidelidad la índole pro­funda de lo real. En cierto sentido, como si la tradición modernista hubiera instalado un mccani~mo artificioso que separaba al len­guaje de su referente, los narradores renlist.,s sociales de las pri­meras décadas de este stglo creyeron reinst.fllar una continuidad sin fisuras entre lns palabras y las cosas. lnclus•ve José María Argue­das, que evidentemente no llene est.fl filiactón, usó años después la forma "tal cual es" para aludir a In tmngen que daban sus textos de la renlidad25. Es smtomático que casi no haya excepciones en lo que toca a esta fe en la vt\lidez rrpresrntaliva dellcngttnje, a veces plan­teada como condición nli&ma de lal J~nguoje y otras medtante la interrocdinción de In expe riencia del propio autor. De esta manera, si por una parte se tiene la impresión do un uso simplificado de la teoría del • reflejo", ya de po•· s1 esquemática, por otra parece revivir un cierto templo rom~n lico que sitúa en la viv~nciH del narrador la

23 Op. cit.. 80. Cf. udmnJ!s Altgcl r. llojos, l.a IWVI'''' .cualori.ana (ll1éxi<:o: Fon· do do Cultura Económico, 10d8); Mnnucl Corrales Pascual, Jorge fcozn, /'rcmtern d~l relato indigtni$IIJ ((~uit.u; Univoroidad Católico, 1974); 1'he<>· dore AJan SackcU, El orl••.,. la nou<rllNilm de Jorge Ico.•a (Quito: Casa de La Cultura EC\I>.It.orluno, 1974); Ar1nin Shtinber"er·Rot;ero~ .. lntroducci6n histórico·tlocit~l u la ubro de: lea?.a'", /Jrblir>gro/ln lttulltQrio.na, 1, Quito, 1976, y del mit~m¡¡ Uut!vo, Jorg~J lcaztr <Buenos Aires: Cenlro Editor de Améric(l l.alima, l!J68) y aus muy esbmuhmttlij recopilaciones de ensayos Sobr< nu~.<tro ambiJIU<'<iod cnllurni(Quito: Universitario, 1974) y Lecturas y ruplurns (Qu.ito: Plnncto, 1986), <¡ue reproduce el artículo citado unterior· mento.. 'fombién Narradorc~ t•rmrtorianOB dJ!l.30. Prólogo de Jorge Enrique Adoum, Selección y cronuloKin de P~dro Jost\ Vero (Caracas: l3iblior.ecn A,yacucho, 1980).

24 Jorge lca:<a, t:l chu/la Rom•ro :y P/orr• Ed•ción eritieo coordinada por Ru:ardo Descalzi y Renaud Richard (Madrid: Colecctón Archivos, 1988). Aunque muy desiguale.-. los e.otudtM que acompatl3n esta edición ilustran las distintas po!'.lu:ion\.• de la crfuca en re lodón " la obm de leata y esped· 6C&mente a ou len¡¡un¡e. La 1• ed es de 1958.

25 Arguedas ~mplcó variu Vcet'S este rro!!:e; por ejemplo en l Enctuntro de Narrado,..• Ptrunnoo (Umo' C'ooa do la Cultura d•l Pcni, 1969), p. 43.

157

prueba de la verdnd de lo que dice. Aunque se tTato de dos apela­ciones en cierto modo contradictorios, en el fondo funcionan más o menos t-cordlnndrunente uentro de la dinámica que hemos insinua­do más arriba: en efecto, la transparencia del lenguaje funciona tanto con respecto al mundo referido por el texto cuanto a la expe­riencia de su emisor, que así se convierte en garante de la "verdad" de Jo que enuncia. De aqw el exceso de para textos que aseguran la idoneidad del escritor para decir lo que dice.

En cualquier caso, 60 trata fundnmentnlmcnt<' de una nueva poética del relato, cuyo enemigo principal residfa en el alambica­miento estetizante de la prosa hasta entonces hegemónica, poética cuya realización textual es siempre insegura y a veces insatisfacto. ria (piénsese en la rudn y también retorcida alegoría con que se cierra Huasipungo). Pero evidentt•mente lo que interesa aquí no es el éxito o el frncaso df' un modelo narrativo sino su novedad y su grado de enfrentamiento con otra norma y -en el fondo- con otra noción de la literatura y del lenguaje. En este campo de lo que se trata es de legitimar social y estéticament~ una mnnera lingüíst.iea "plebeya", gozosa de su propia "imperfección"26, que hasta se acre­cienta deliberadamente, y dispuesta a imponerse como una norma con mayor rango de rcprcsPntatl\•idnd; una represt>ntatividad doble y hasta triple, como se ve, porque tanto se acoda en el lenguaje co­mún, al que se le con!iere rongo nocional reproduciéndolo en el texto, cuanto se asume como más fiel con respecto a la realidad que evoca, Jo que está me7.clado con In prop•a representat!Vldad del au­tor en tanto conocedor cxcPpcional de ese mundo. Así, el nuevo lenguaje es rcprcsentnttvo del hnbla "•·enl", ésta lo es de la lengua nacional y por ambos cnmiMs reOeja con mayor exactitud y perspi­cacia el cu rúcter y los problemas nacionales, l.odo lo cual es conocido directamente pot· un ~scritor en ta l sentido irrebatible. Hasta cierto punto, la sabidurla del lenguaje, ele su uso codificado por nonnas es· téticus de cxrelencia, como ora el caso del modernismo, intenta ser sustHuida por una sabidut'fa de l mundo ettyll fndole profunda el lenguaje develarfa Jimphtmrnte. sin cortapisas.

De esta rnunont, ~~ tu tendencia indigenista protugonizada por lcaw supone c¡uc la •·ealidad es elocuent.c y que el lenguaje no bace más que transparentar lo que el mundo clice por sf mismo, el van­guardismo de Palacio, al contrario, o firma que se requiere de la fan· tasía y del lengttajo con que se formaliza para vencer lo mudez de las cosas y de las acciones de los hombres y para descubrir el senti·

26 El punto mó.xamo en e.ste Ctl.$0 aon 1~ diálogoe o ~xelnmaciones quichuas, o en español muy mestízndo, que cBrec~n de tmisor individuali1i8do. Cierta~ mente ca ménto de lc.tnn PI halx'r profundizado por este camino en la fi. guración dto pertoOnOJc• col~etwos. pero al mi1flllo tiempo su experiencia quedo fuertemente lirrutada por la cortedod expretrivn d~ tales fragmentOS. En El clwJJa Rom~ro y Florts -:e hnce mtis t\v•dent.é que lo. nonna •ptebcyalt es la del prop•o n~trradgr

Page 87: Cornejo Polar Escribir en El Aire

158

do que esconden frente a la observación ingenuamente objetiva y al lengul\ie chato y tautológico del realismo, por una parte, y para ex­presar In exacerbada subjetividad del autor, por otnL Cabria suponer que las opctOnos plasmadas por Palacio e Icaza figuran los dos extremos de las nuevas opl'raciones lingüísticas que ocupan el espacio literario andino al co~cluir la hegemonín mQdern!sta, pero aunque sus diferencias son eVIdentes, y fuertemente stgmficattvas, no puede desapercibirso que amb:~s implican la afirmación del vin­culo entre la literatura y la realidad, con lo que cooxisten como variantes, cierto que muy diversas, de una gran tendenci~ cuyo opo­nente seria más bien la pocsfa y los relatos autorreferen<:~ales de los vanguardistas más radicales. Tal vez pueda decirse que una resuel­ve el asunto por la vía de la ro-presentación, en el sentido de que vuelve a presentar lo que In realidad muestra, mientras que la otra prefiere el camino de la re-producción en cuanto produ~e no_un sen­tido autónomo sino el que se rscond<> en la oquedad stlenciOsa del mundo. &m dos estrategias dtstintas, sin duda, pero en uno y otro caso la proyección linal no ~s otra que la rev<'lación -directa o ses­gada, objetiva o subjetiva- de lo realidad.

En ambos casos, además, se pone énfasis en el vinculo entre la escritura literaria y la oralidad, lo que es del todo evidente en el proyecto icaciano y algo más bien difuso, pero sin duda rastr~le, en lo proon "dcccuid:ldo" do Palncio. So tratad<> ubrir el lPngnAJ" tiP.I arte a las solicilacionea del habla, en especial del habla popular y de las capas medias bo~ns, o inclusiv~ a la oralidad quic~ua, e~ ~n nuevo intento por rcltgar la normnttvtdad csl.éttca a la vtda cotidta­na, rompiendo asr la clausura de una lengua a rtística que poco tenía que ver con su uso sociali~ado por los mayorfas. Natural mente, el proyecto mism() implicaba un esfuerzo por oraltzar la escrttut·a, o al menos por hacerla permeable a 1118 in 11exionea de la voz efectiva­mente habladu; esfue•·zo tont,o 1\láS urgente (y complejo) cuanto se realizaba, como es obvio, dentro de; un contexto en el que el sólo be· cho de escribir alejabu, en la práctica comunicativa, a las grand:s masas de analfabetl).~. So produco así unn tensión grave y compleJa entro el proyecto litl'rnrio y el espacio soeial en el que se inscrib<>: el habla que so pretl'nde rcpt·escnt.at· en In escritura literaria es, preci­samente (o al menos en buen u parle) la de los qun no saben escribir. Tal tensión explica hts nmbigOedndes, los tropiezos y con frecuencia los grandes fracasos de esa intención, de manera especialmente cruda cuando se trat.n de mcorporar una lengua nativa, pero al mia­mo tiempo refuerza - aunque en otro rango- el sentido de repre­sentatividad. Después de todo, ll~vnr n la escritura el habla de los que no escriben se puede int.l.•rprelnr -y de hecho se interpretaba­oomo una forma de repres~ntar los intereses de las masas analfabe­tas y de hacerlo ante el país oficial, lo alta cultura y -más en gene­ral- ante la conciencta lctradn27. Por cierto, el asunto no queda ni

27 De rnonern bo~. M plonl.t'n oquf un problemn similar al que e.-; propio del

l59

en la ~tención que subyace en ese proyrcto, oj en su legitimidad 0 autentictdad; se define, mucho más pt·ofundamente en el intrincado espacio de las relaciones entre la voz y la letra e~ el seno de una sociedad tajadn por el analfabetismo de buena parle de la población y el bilingüismo usimétrico de su map:~ idiomático. En este orden de cosas, la decisión de escribir la voz común no tiene que verse sólo en l.érminos de eficiencia artística o de pertinencia ideológica sino, de manera mucho más comprometedora, como signo lfu~yor de una si­tuación sociCH:ultural extremadamente oonflictiva y contradictoria.

En los tt\rmmos que he usado anteriormente: el esfueno lingüístico-esWtico tiende a construir vínculos intersociales, ínter­culturales e interétnicos, y en última mstancia espacios de homoge­neidad, pero en el mismo acto de realizarse revela la magnitud de las grietas que desi nlegran lo que el lenguaje y la literatura quieren pero no pueden soldar. Lo diferencia con respecto a otros empeños similares, como los analizados en el cnpíhtlo n. consiste -de una parle- en que ahora toda la operación se sitúa en un nivel social más bajo, tomando como referencia moMiica un habla sin prestigio pero mayoritaria dentro de un determinado ámbito nacional o re­gional y -de otra- en que es~ esfuerzo homogeneizador emplaza sus límites dentro de lo "popular• y en abierta contienda con el espacio ohgár<¡uico, constantemente aludido como antinacional. No deja de r:.Pr ir~n;r:_,m,..nt.t- ~intomát1co, 11in oznbñrgo, quo ol re.s:ultado final de este nuevo ejercicio de cohesión termine por hacer evidente que siempre huy un escalón inferior: en esto caso, para decirlo en grueso, los que no pueden escribir y prestan su voz al letrado para que trate de situarli\ en un espacio radicalmente extraño a los emisores de ese discurso. Puesto que no saben escribir, son escritos por los otros, los intelectuales lotrados de las capas medias, que - intenciones aparte- apenas pucdon asumir el rol de represéntan­tes do Jo que de hecho no son.

El asLmto tiene un sesgo aún mt\s definido en lo que toca a la re­cepción: los que son matorin d<> la escritura, y ~-uyas vidas se tema­tizan, quedan de antemano fuera del circuito de comunicación de ese discurso. Vallejo lo dijo en un verso sólo aparentemente enig­mático: "por el analfabeto a quien cscribo"28, verso que ex-presa en

t.cstim()ojo_ Podrlu ser útil emplcnr. 'con las modificaciones del caso~ las nrgument<•CÍOM8 ocluolea sobre ese g<\noro. Cf. las re.:opilaciones de llené Jara y Hcrnlln Vidul (eds). T•stwumio y lilerolurn (Minneapolis: lnstitute for the Study or ldcologics and Literaturos, 1986> y de Jobn B•m•rley y Hugo Achugnr (oda.). /.A vo: d<l otro: I<Sirmonio, •ubaltunidad y uerdad norrotiua (Limo-Pillaburgh: L8tinoomerieru111 Editores, 1992). El material recogido eo este hbro habla formado port.. de un oúnuuo monognlf"..:o de la R~visto d~ Critim úttrarlo Latútoomericafla, XVtfl, 96, Lima. 1992.

28 César Vallejo, "Hurtno u lo.~ voluntarios d~ ta l!epública", España ..• Op, oil-. p. 253. La de<hcatorin do Plato y bron« de Fe mando Cháve2 (1927), """""' que se eoru-id(!rtl la pnm.cra del 1nd¡geni1ml0 ecuatoriano~ re-za· •Para quien no t ... ra nunca e&lti• p.-l¡iruut porque una de•igualdad absurda eegó sus pu-

- - - - - - ~ ~ - ~ - - ~

Page 88: Cornejo Polar Escribir en El Aire

160

síntesis extrema lo que de alguna manera es la aporía de w\ pl'o· yecto que so autolegiLimn por, con y en S\1 vinculación con los es­tratos populares sin poder llegar a ellos por su condición iletrada o porque, aun sabiendo leer, no tienen In posibilidad real de bacerl~. No so lrnta, como es claro, de invnlid:tr todo el proceso por la evi­dente contradicción que acabo de mencionar, lo que suele ser común desde perspectivas ultrurradicnles incluso de signos opuestos, sino de comprender que los abismos étnico-sociales del área andina son de tal magnitud que inclu•o si el ej!'rcicio literario se ubica en el horizonte de las capas medias, que además reivindican orgullosa­mente su condición plebeya y establecen o tr:ttan de establecer alianzas con los estratos popul:tres urbanos y campesinos29, su me· ra condición letrada descoloca y pone en crisis todo el proyecto: si se trata de una titeratur:l nbarcadoramente nacional-popular, siempre queda en el fondo de lo ptrámide un excedente opaco al que la escritura -y ciertamente con mayor evid!'ncia la escritura literaria­le es ajena y no lo exprc.s<t30.

Naturalmente la consistencia y drnmaticidnd del problema está producida no sólo p<~r la mera existencia dc ese fondo étniccrsoci~l inabarcable por la letra smo -ile manera muy clara- por su magm­tud y su contenido. En cualqui<>r latitud ese excedente está ahf, en Jos márgenes de los sistemas culturales mós sólidos y extendidos, pero en eJ universo andino durante los primeros decenios de este siglo, tiene una c:ondieión ma.yorit.nrio. y su aignlfiendo profundo ce precisamente el de constituir, como dijo González Prada varias dé· cadas antes. la "verdadera nación"31. En este punto se desarrolla una curiosa di nám1ca ideológico: en efecto, A través de muy varia· dos ruzonamienlos, que nlg\tnM veces aon sobre todo pulsiones casi iucontrolabJes, t.odos los ind igenistas y buena parte de los vanguar­distas de este periodo opt11ron -como parto do su lucha contra el vie­jo poder olig¡írqnico y nt"istocratizantc.- por d~ fi nir a sus naciones como portadoras de unu identldnd indfgcna que consistentemente

pilas t ... J bOJo \ lm t lo~a ¡,\nnito de iJ,OOOlpransión racial" (eRo J'H)Y' lo edición de Ed11A>rinl Couejo, <¡uilo, 1985, p. 8), dcdic11loria 11ue Angel Rojas comon· ta en e l t~enUdo do que ~1 novcJisto ~lude ospecificRm(\nto a su protagonista per:o tiC r~lie.N! rt11is gen~rieomcntc H todo el J)\l(lblo indfg<ma y expr~sa ~a ongu(fLiada concicncin oce:rco de tlUC 41CnLre no~otros ha novela ind1gerusts está [ ... J condenada o una porc1ol cslcrilidnd", úr novela ccu.atoriana, op. cit., p. 176.

29 ct: nota 3. El nnáli.8iH de Ruma MOhrP In producción indigenisto es ~speciaJ .. mente esclare«dOI', aunque por mom~ntos parece_ incluir juictos morales ~ue no sjempr~ Mon pcrtmentt .... sobre lo outcnbc1dnd del compromiso de los escritores d~ éstn o de tendeneia.s aimalnrte.

30 Está demás aclarar que esos estrt&tos socio les son SUJetos de una vasta y rica producción '!limb61ico--\·l'tbol da índol~ hterarin, ciertamente dentro de la oralidad y de otras ronventaonea ortfsUco.culturoles. Me he referido a ella en el último capitulo de m• hbro Lo (ormodón op. cat.

31 Manucl Gomález Prodn. "OatcuNIO on el PolilA!Ama", Pójinos librt'•IMadrid: Puey6, !110, p 78.

161

había sido negnd:t hnatn entonces, salvo on las celebraciones retó­ricas do la grandeza del imperio incaico. Paradójicamente, esa rei­vindicación irnplicabn, on sentido estricto, la marginación de quie­nes la pt·econizaban: ellos no eran indios y, por consiguiente, no podfan asumir más que una función v1caria con respecto a c.~a iden­tidad nacional y frente a la lengua que empleaban como propia pero la remitfan, con autenticidad o artificio, a esa sima social de la que en e l fondo sol:tmcnte eran intérpretes o traductores. Es probable que muchos de los prot:t¡:onistas de este proyecto no tuvier:tn con­ciencia entonces de tal contradicción, pero sí parece sulicienteml)nte claro que su drasticidad hizo casi inevitable que organizaran la visión do sus paises (como la de ellos mismos) en términos de con­trastes y contiendas englobador:lS. Después de todo, estos intelec­tuales eran p:trte de uno contradicción aguda y su agenda literaria conteni:t puntos definidnmPnte insolubles. En cierto sentido, aun­que parcial y tangencialmentc, Vallejo tema liza algunos aspectos de este asunto en un texto temprano: "Idilio muerto". Es el siguiente:

Qué t'Sianl haciendo e•l~ h<t111 mi nndinn y dulce Riua de ¡unco y capull: ahora quemo a•fixia BiUinC1o, y que donnita la 88Dgnt, como Oojo co¡¡noc, dentro de mi.

D6nda estarán aua annn~ qutt <"n llCht.ud contntn planchabnn en las tnrdes bloncums por venir; o hora. en c.sln lluvia aue me quita lns gano.8 de vivir

Qu6 $Crll de 8U foldo de frnnclB: ele su~ afnncs~ de su andar: de su •abor o caños do moyo del lugar. flo de cstaroo o lll puea·ln mi rondo olgün c~lajo, y al fin dirá lcmblnndo: "Qué foolo ho.)l .losó•!" Y llorará en les t.ejo& un p(,jnro salv'l)o32.

l!:s importante destacar, por lo pronto, que este poema es el úl­tin\o de la sección "Nostal~orias imporin les" on la que se evoca la vida r llral y llldeann de Santiago da Chuco, que Va llejo acaba de deja r, en términos de una distancia temporal que sitúa toda esa experien­cia, que en realidad os la do la vfspera, en un horizonte con tintes arqueológicos, tal como se desprendo del titu lo mismo de la sección. De esta manera so hoce obvio que In posición de enunciación del texto, que es por cierto la ciudad, trasmuta ~1 mundo de ayer en un pasado lejano e irrecuperable. Naturalmente este desplazamiento temporal hace más clara la oposic16n que vertebra el poema: un allá tempcrespacial, donde se sitlia lo figura de Rita, y un aquí, que es el universo urbMo desde el q\le so escribe el texto; oposición que se es­tructura en varios niveles pero que, en coruunto, asigna a su primer término la condición simple, elemental e intocad:t de la naturaleza y

32 Lo$ huoldbo n~I'YHI, ed. ca t. de llcrnáa>dct Novás, p 42

Page 89: Cornejo Polar Escribir en El Aire

162 SscrWir t>n id ni~

-a su segundo-la de un espacio viciado por el artificiO de la ciudad moderna. No en vano la figura de Rita no sólo está asociada irldiso­lublemente a In naturaleza ("junco", "cnpulr, •anbor a cañas") smo que es y está hecha de esa condición: no es tan esbelta comQ el junc;o ni tan apetecible, por morena y dulce, corllo el capull; mucho mas decisivamente mediante una metáfora absoluto, es de esas ma­terias naturol~s auténticas y puras. En oontraposición, la ciudad ~ue con un obvio exceso se~ántico se .convierte en Bizancio- ~ex­perimentada como un ámbito defectivo donde hasta el resptrar abandona su condición espontánea ("me asfixia") y la vida toda como que pierde su sentido ("en esta Uuvia c:¡~e me quita/ las ganas de vivir")3ll. Parece del todo claro que en lo tWologío que subyace en este contraste !<Idos los valores re.siden en el espacio rura 1 y en los villorrios que se sumergen en él, mient1:!U! que en In ciudad (que es también la representación de la modermdad) so acumu.la una densa y tal vez irrcm<ldinble negatividad. A los.ef?ctos de m1 or~u;nento, cata oposición delata la irresuelta contradtccrón ent!'e In pos1c1ón del poeta, culto y moderno, urbano ,;a la migración del campo a la ciu: dad, que tanto puede escribir un texto pr~vanguardJsto (soneto, sr, J)<lrO también verso libre) cuanto añorar rnteo6ame~te, por.corres­ponder a sus orígenes y estar revestidos de aut..;ntrcrdad V1t~, un tiempo y unn cultura que hubieran hecho rmposrble esa esentura. En otros tkrminos, la experiencia básica quo tematrza "ldili~ muer­to• es punto menos que esquiz<1frénica: su esentur~. como s1gno de modernidad, no hace otra cosa que poner de rehevc l?s v~lores naturales - y arcaicos-que hubieran quedado. oscuros y arlcncrados, en último instancia :\grafos. si no se les hubtcrn abandonado para ingresar a una modernidad, por más modesta que sen, que tanto ha· ce posible su expresión en un código contemporáneo. cuanto -do otro lado- se ensimisma en la nostalgia de la dulce plerutud perdrda. No tiene nadad() gratuit<l por con.si¡;,"tlient(l, que el fiDRI del poema, que explica su título y sub~aya la connotación bucólica de "idilio", esté tellido de un hondo contenido trágico. La acumulación aquí de re· cursos formales desde las aliteraciones basados en la reiteración del fonema "j" h~sta la más o me110s obvia.simbolizadón del _n~nto del "pájaro salvaje", pasando por la pluroacentuacrón del ultuno veTSQ, no hace más que insistir en la condición culta y moderna de una escritura volcada hacia la evocación dt> una pureza elemental perdida para siempre, aunque no cabo desapercibir que buena J?arlc de la estrategia formal del último terceto está vin~ladn -mcd,ante una nueva t<lrsión dentro del texto- a la construccrón de una estruc­tura sonora que parece remitir a la oralidad que sl'ría propia del mundo nostálgica mente rememorado. Otra vez, ent.onces, la tensión

83 No eetñ dcmát se-Oalar que la lluvia, fuente de vidl) <m el cnmpo, se asocia a muerte en 1Jt ciudad. El tema será eonAlant.e en Vnllojo y <'ñcont.raré su o.xprosi<'lll máa dram~tica un el VI!I'SO 'me mol'iró e u Pt:\rles t:on Utft1Accro'" e_o '"Plodro negro sobro piedra blanco" de Povmcu: /wmrwos. C'd c1t. de ~Juho Vólo•, p. 166.

·----.-..--· -

Capltulo Trrdlto 163

entre una tecnología escrituraría, que ciertamente implica una in­mersión confiada y hasta gozosa en la modernidad, que sin embargo - por otra parte-- se condena, y un universo antiguo y simple que queda lejos y atrás y cuyo sentido último está recubierto por el ominoso anuncio de la muerte. Tal vez la evidente oscilación de este poema de Vallejo sea un signo, no por sesgado menos significativo, de la aguda y desestabilizadora ambigüedad del nuevo sujeto cul­tural que por entonces emerge en el erizado mundo andino.

La e mergencia de los dualismos

Cinrtamente la irresuelta contradicción del proyecto literario que \\Cubo de resumir no es ru la única ni la principal razón que explica la apuriéión en el pensanúento andino de unn serie excep­eionalrnentc nutrida de int-erpretaciones socio·culturalcs que se construyen a partir de binarismos ex<:luycntes o contradict<lrios ~ue son algo así como la faz más visible do formas de comprender lo nacional como desgarramient<l y desint.cgración. Ensayistas de muy varia filiación, desde Alcides Arguedas hasta José Carlos Mariátegui pasando por Pranz Tamayo, Pío Jnramilto, Luis E. Val­cárcel o Jaime Mendoza, para mencionar sólo unos cuantos nombres de trascendencia indiscutible, se encargaron de subrayar con insis­tencra los inS<Indables desarticulaciones que trozaban a Bolivia, Ecuador y Perú y generaban lu inoonsistencia de sus estatutos nacionales. Con énfasis distint<ls, todos parlfnn de la descrip<;ión de una geografía múltiple, con regiones internas que no tenían entre sí nada en común y que producían, por su propia peculiaridad, formas do organización social y sistemas culturales decididamente diferen­tes y hasta Antagónicos. No es necesano apuntar que este común ónfaais en el poder conñgurador de la geografia tieno una decidida filiación positivista, aunque a veces funcione solamente como sus­trato do un pensamiento que -en otros campos- exploraba distú1tas tendencias filosóficas , desde el vitalismo espiritualista hasts el marxismo.

Claro está, cada pafs ofrece una pluralidad territorial diversa, pero sea cual fuera su de$Cripción específica la conclusión es, siem­pre, In misma. De ests manera, si en el Ecuador Jaramillo advierte que una "profunda división regiÓnal [ ... ] parece en verdad linútar la función orgánica para el pel188lnicnlo y para la acción" y hacer más dificil la construcción de una nacionalidad integrada y poderosa3-1, Moriátegui en el Perú reitera el e.squcma de las trca regiones ínter· nas pero insiste sobre todo en que "la costa y la sierra [ ... ) son efec· tivomente dos regiones en que se distingue y s~para, como el terri· torio, lo población [generando con csl<l)la dualidad de la historia y

3-1 Pto Jurondllo Ahrarado, El in.dio t'cuuMrúmo cquit.o: 'l'ollc\I'CS Gráficos de.l e:etodo. 1936) pp. 12·l~.l.a 1• ed., mucho lnrt• breve, 08 de 192~.

Page 90: Cornejo Polar Escribir en El Aire

164

el alma peruanaa" (E. 20•!-205) y Mendoza acepta que en Bolivia se obR<'rvan "clemeot.os incongruentes y s11pcrposiciones extravagan­tes" qll& determinan que la "integración [nacional) est[él aún por haccrse"35, pese a su ingenua fe en el poder de una naturaleza (la del "macizo boliviano") que aún si fracasara el hombre podría cons­truir por si misma la "verdadera nación"36. Como se desprende di­recta o indirectamente de estas pocas citM -que cabria multiplicar casi hasta el infinito-la disparidad geográfica es pensada dentro de una endona cuyos eslabones a su vez muestran agresivamente su profunda desintegración, en algunos casos mediante la reflexión bio­logista acerca de lns virtudes o vicios de las razas contrapuestas o do la inestabilidad de sus mezclas poco felices, tema en el cual una y otra vez (pero no siempre) aparecen contenidos abierta o solapa­damente racistas; en otros n través de planteamientos más moder ­nos, socio-ontropol6gicos si se quiere, que asimismo culminan en binaríamos dspidos e inconciliables; o (.nmbién - para mencionar un último caso-- en relación a órdenes económicos contrapuestos (feudal y cnpitalista, por ejemplo) qne demoran, dificultan o imposibilitan por su radical disparidad la formación de la nación.

El eje de t.odas estas mterpret.•ciones es, sin dudo, la conciencia de una aguda y múltiple malformación histórica que encona las in­contables diferencias que hacen de los paises andinos algo asf como archipiélagos internos drásticamente incomunicados. De aquí la proliferación de visiones dicotómicas que describen a las naciones en términos de polos de muy distinta naturaleza pero siempre (o casi) inconcilaables: cmdad-campo, sierra-costa, provincia-capital, explotados-explotadores, nacionalismo-cosmopolitismo, tradición­modernidad, etc., etc. Por razones del todo obvins, estas reflexiones no pueden dejar de examinar prioritariamente In situación, también dicotómica, que enfrenta a indios y "bla.ncot;", que cventwJimcnte se complcj izn con reflexiones sobre el negro, y que casi nunca encuen­tra en el rnesti~o otra cos:a que la interiorización del conflicto en tre ambos polos, aw1que, como se vio en el capítulo anterior, la ideolo­gía del mestizaje -que sin duda pervive por llnl.cnces y hasta hoy­tuviera frecuentemente un tono conclliant.e y hnsta snlvífico37. De manera especial, se atiende a la llamada "cuestión ind!gena" o más en concreto a la situación de los indios que tienen la doble y contra­dictoria situación de ser - por =a parte- mayoritarios y -por otra­marginales y discriminados (algo así como una paradójica rnayor!a

35 Jaime Me.ndoz.a, t:l macizo boliviano (l.'l P.o~: Amó, 1935), p. 189. 36Jd.p.9 37 B.W.. pe!l!lnr, con respecto a la condena del me•h~o. en los postulados de

~·ron~ Tnmayo sobre los "cholos" <Op. cit.., XVI) o en loe ambigüedades so­bro este tornn en <L pensamiento d<> Vnleárrol (<¡ue •e nnnlrtnrá luego). Lo que se contrapone con su eJogio por U riel Carda en 81 nutvo indio. ounque aqu1 el objeto seo prioritariamente un mestiz!\ie eepiritual (Lima. Univ~n;o, 1973). L.n 1' ed. data de 1930.

Co.pfwlo 1'ttttro 165

en perversa posición minoritaria), pero además porque oxpUcita 0 impl!citamente ¡;e reconoce que las rafees nncionnJes no pueden ser ni siquiem pensadas al margen de la t.radición histórica de ese pueblo mayoritario, incluso si en algunos casos -como en el pen­samiento de Jaramillo-- se establece q11e en su origen, en el imperio incaico, primó el despotismo lo que generó en sus súbditos formas degradadas de ser y de comportarse que subsisten a través de los siglos38. En términos generales, entonces, el núcleo del debate se centró en la "cuestión indigena ", lo que normalmente ha conducido a considerar n todos estos autores (y la nómina que uso es muy recortada) dentro del movimiento indigenista, pese a que ~n mu­chos casos- lo que salta a la vista en su pensarn.iento es una visión del indio como ser degradado ta l vez irremisiblemente, en algunos ca~oH porque se trataría simple y llan;maente de uno "raza inferior", argumentación que emplc~ el arsenAl más grueso de los pOsitivis­mos renccionarios, y en otros porque s iglos de servidumbre y mise­ria han daliado su condición auténticamente humana o lo ban inca­pacitado para el desarrollo que exigen los nu~vos liempos39.

No mo detendré en estos casos sino, más bien, en los que postu­lan, no sin agudas contradicciones internas, que la reivindicación del indio es una tarea posible y urgente, y lo imaginan como posible portador de una renovación social tanto más necesaria cuanto que iodos parten de la constatación de una realidad globalmente defec­tiva e intolerable. lile interesa un caso especial: el de Tempestad en lo8 i\ndu, breve libro de Luis E. Valcárcel, publicado en 1927, que tuvo entonces -y por muchos años- una oudil'ncin excepcionalmen­te nutrida y ferviente40. Como se sabe, Valct\rcel fue uno de los principales protagonistas de la "Escuela Cuzqueña" y del "GTilpO .Resurgimiento• que tuvo su núcleo printipnl en In capital del impe­rio incaico, desde donde se expandirla luego por todo el pn!s y tam­bién por otras naciones andjnas, en consonancia con la profunda renovación producida por entonces en la Univcrt;idad de esa ciudad. E~tll élite provinciana se autoproclamó deronsora de los derechos de los indígenas, se propuso reivindicar los ;•~ributos y valores socio-

38 11en88 quo e.l iucanato (al que considero un régimen .. c.umunist.a") rcsolvi6 lotl prohlcmo.s m3teriales de su población ... pero mut.ando toda aspiración indlvidunllyl enervalndo) mortalmente su eeplntu•, lo que explica por qué el indio actual •carece de personalidad" Op. cil., pp. 23-24. Más adelante ve,.,mOII que también ~loririlegui considera que la IOCiédnd UM:aica fue •co­munteta•. pero para extraer de ello conclusiones daometralmcnte opuestas n lna dt Jonmullo.

39 Por •.i<:rnplo, .laramillo borbla de su "inferioridlld étnrca u¡¡rovoda on la escla­vitud de cunlro sJg]oo•, Op. ciL, p. 331.

40 Luía E Vo.la\r<el, Tempt:slad en los And2S (Lim11: l'npuhbros Peruanos, slf). Las pá¡rtnn:a que aparecen entre parénlt>HÍS en el toxto corre~~tponden a esta edición. Et bueno añud:ir que el propio VaJeórccl nternparaño más tarde los p1antcomiento8 cont41.nídos en este libro. cr. tiU8 Memorias (Uma: Instituto de gstudioa Peruanos, 1981).

Page 91: Cornejo Polar Escribir en El Aire

166 6$Cribar c11 f'l ru'nr

culturales de ese pueblo y de su historia y creó -o consolidó, si es que so tienen en cuenta nli!'Jnos antecedentes- una sólida ideología nacional basada en un férreo, contundente y agresivo indigenis­mo41. Tal vez, vista a distancia, su labor práctica fue menos eficaz que lo que sus proclamas prometran, pero sin duda marcó sustan­cialmente el desarrollo ideológico de varias generaciones, pese a que buena parte de su producción intelectun 1 quedó dispersa en periódi­cos y revistas y en ali!'Jnos pocos libros.

El de más éxito fue, como se ha dicho, Tempestad en ws Andes, que se convirtió muy pronto en una verdadera biblia de los indige­nistas y se difundió masivamente a lrnvés de los maestros que lo citaban una y otra vc1. en las escuelas. Se trata de un ensayo ex­cepcionalmente complejo, pese a su brevedad, en el que se mezclan descripciones de la naturaleza ondina, casi siempre bajo los patro­nes del telurismo tan propio de la época, con cuadros o estampas de la \'Ída serrana o caracterizaciones de personajes típicos, frecuen­temente bajo una norma que sólo se aleja de la costumbrista por su fuerte contenido social, pero donde no sería dificil encontrar, como en germen, ciertos tópicos y al¡:unos grandes súnbolos que la novela indigenista empleará profusamente más tarde, y todo ello -{!Ue es lo fundamental- con intensas, apasionadas y combativas reflexiones sobre el pasado, el presento y el futuro del pueblo indio. Sin duda la rotundidad del estilo profético de cslas secciones, con frases cuya incísividad penetra para siempre en In memoria del lector, como que diluye o deja en un segundo plano algunas contradicciones que el texto no resuelve42. Por lo pronto, Valcárcel parte de una descrip­ción del país como escenario de una cruenta y secular lucha entre "invasores e invadidos" (23) que desembocará casi inevitablemente (salvo que el amor despince al odio -p. 25} en In liqu\dacíon física de uno de los bandos ("¿bastará el millón do víctimas blancas?", se pre­I!'Jnta -p. 24), lucha on la que (amor u odio apar te) el mestizo queda moral y fisiológicamente excluido: si el "blanco" es "un ente extraño y extravagante• (111), pero detenta el poder y construye hist<lrica­mente la sociedtld de acuerdo a sus intereses, y si el indio es un ser "primitivo" (26} que sin embargo está renaciendo con fuerza incoo-

41 Para este tema es indisl)('nsablc eonsull.or el cxcclcnt<> libro de José Tamayo Herrera, Hi.<torifl d•l indtg<•flí$mo cu:qutllo.·S¡g/os XVI·XX (Lima: lnsti· tuto Nocional de Culturo, 1980) y el uunbién muy estimulante de José Luis Rénique, Los &Ut~o• dt U. •iuro. Ctuco .,. el siglo XX (Lima. CEPES, 1991). Se-ria recomendable ex.amino..r también las secciones correspondien~ les de los líbros de Au¡usto Salaur Bondy, Hútoria <k /a/1 i<kas en el Perú oontwrporó~~<o ( Lima· Moncloa, 19651, Luis Enrique Tord, El indio en. ros eMIJ)'ÚIIO$ ¡><ruanos, 184/J./984 CUma: Ed. Unidas, 1978) y Carlos lván Degregori et al., lndigtni&mo. <úut• 10<ial., y problema nacional (Lima: CEI..ATS, 1978), 110bre «>do •1 e•tudoo de Morfil Frun<ke Ballve sobre el in· dogenismo cu.aquei\o.

42 Algunas fueron J)('rcibidtll, oí ti embar¡o, por Jt>M Carlos Marititegui y Luis Alberto Sánehcz, autoreo del prólo¡;o y el colofón del hbro de VBICi!.rcel.

167

tenible para vengar ultrajes seculares y presidir un nuovo ciclo histórico, el mes ti u¡ -en cambio- es un personaje sin identidad y sin futuro: no más que •un ser híbrido [que) no hereda las virtudes an­cestrales sino los vicios y las taras. El mesti?:aje de las culturas no produce sino dcformadades" (p. !07), concluye Valeárcel. Tal vez éste sea uno de sus crror~s más graves pues deja al margen de su pro­yecto nacional a un sector que ya en 1927 era numeroslsimo, o fran­camente mayoritario, y ~ambién una de sus incongruencias de mayor relieve, tanto que en el mismo texto, singularmente en el capítulo final que reproduce una conferencia ofrecida en Arequipa, no tiene ningún reparo en elogiar las virtudes y el rol social de ese ser al que denigra consistentemente en otros acápites. Como tam­bién solía sucederlc n González Prada, obvio ancestro del joven Valcárcel, su pasión reivindicativa - y su retónca inflamada- podían conducirle a callejones sin salida como éste. Por lo demás, el heclto de que Valcárcel fucrn mestizo ofrece posibilidades de aproximación psicológica a esto t.cma (y por supuesto a gruesas ironías), pero la verdad es que ese hecho no modifica en nada la estructura de su pensamiento.

No está demás a~adir que la cticotomía que opone a indios y blancos se reproduce en otra de índole geográfica pero de reson~n­cias psico-socinles: la de la sierra -símbolo de la fuerza y el ascelas­mo mascuhnos- y la coslu -r~J.I' coculante do la seneu .. lid"d y corte sanía femeninas (pp. Ll4-16)-, y que ambas obviamente se resuel­ven con la fervorosa adhesión del autor al primero de cada uno de los términos. Así en el primer CllliO, In conclusión es enfática: "el Pe­rú esencial, el P~rú invariable no fue, no pudo ser nunca sino indio [ ... ] ¡El l'erú os indio!" (p. 112); y, en el Bei!'Jndo, no lo es menos.: "la sierr·a [concluye) es la nacionalidad" (p. 115)43. Tal v()z esto explique la oscilación entre ''indigenismo" y "andinismo" que se adVIerte en la terminología que emplea Vnlc;\rcel.

Todo el deaarrollll :ulterior está basado en un rudo concepto po­sitivista de "raza" cuyo poder y ene rgía vencerían a la historia: "puede ser hoy un imperio ldícej y mañana un hato de esclavos. No importa. La raza permanece idéntica a sí misma" (p. 21). Pese a est.o es en y por la historia que la "ruza indígena" (que "era una Ra­za ~uerta [a la que] lo mataron los invasores hasta a sus dioses• -p. 20) puede vivir el "milagro primaveral" de su resurrección (id). Esta resurrección es la que vaticina Valcárccl, para el futuro inmediato,

43 No dejs de M!:t aint.omtUico que, aunque desde otnt pl!r&pcctiva, la .Pri!Jlera etapa de la obro nurrnliva de Josó Maria Arguedas oponga a md1os y bla.ncoa para más t.ardi .. examinar la coob.enda enLre sierra y costa, Y q_ue en su última novela lm cottta e!((.é frecuentem~nte a.sociada n lo femenino. Cf. mi estudio de 1970, ahora recogido con el titulo de "La obm de José Maria Argul'du: elrment01 para una ant.crpreta.ci6n .. en~ ruwdo peru.on.o (Lima Honwnl.e, 1989) '1 mi hbro Los IITUIH'TWS ttorrabl/00 dt José Maria Ar¡;u.da• CBuenoe Al~. Loendo, 1973).

Page 92: Cornejo Polar Escribir en El Aire

168

y lo que aHcnta su optimismo sin fisuras44. Cur1osamcnte el relato utópico que confiere consistencia a esa fe casi roligiosa tiene rasgos que suponen transformaciones concretas, y en mds de un caso fuer­lCIDente modernizadoras, en el pensamiento y comportamiento de los indigenas. Vo.lcárcel parece pensar que In perl'nnidad de la "ra­w• está por encima de la "cultura• ("podrán morir las culturas" -p. 21) y que In historia sólo actúa lTansformadoramenle sobre ésta, sin interferir para nada en la identidad y consistencia de aquélla. De aqu1 la aguda tensión que cruza de parte a parto Tempestad en los Andes: la que surge de la constatación de los cambios históricos y su dificil convivencia con el principio de la inmutabilidad racial. A la postre no se sabe qué es lo que la "raza• preservn idéntica a sí mis· ma, para siempre, por qué se produce esta persistencia fuera del tiempo, ni cómo se articula tal concepto de "eternidad" con las en· togorfas que son propi~s de la fiuctuant:<:> historia que ol mismo libro relata y -~obro todo- presagia. Probablemente este confuso panora­ma leóric.o expli<_~ue P?r _qué_si ':o.lcárcel explícitamente niega la restauraCión deltmpano mcatco ( no ha de ser una !Wsurrección de El lnknrio" ·p. 22) la lectura constante del texto le confiere ese sen­t.ido45, aunque la verdad es que la misma dirección restauradora aparece implicodn, al menos emolivamente, en frases como la que stguc CIISI d(' tnmc<hatc a la que acabo de citar:

~ raza. en el nue,•o ciclo que se adn·,nO, tTctJHif'fft'Ttl esp1Nuil'nte. n1mboda por sus tt~rnos valores, con paso Cinntt hacia un futuro de- glo­rias cltrt.al (2.2, éntllsis núos).

Hay que reconocer que la ambigü.edad conceptual de Tempestad ~n l_os Andes, ":t _pa~dójicarnente su entonación retórica y apodíctica, tnv1taban cas1 tnev1tablrunente a leer el proyecto de Vnlcárcel como una salvadora operación histórico-mítica que revierte el Licmpo pa· ra encontr¡~r en el pasado espléndido la imagen drl futuro d1:seable. En c~Lc ~cnti do sería, en hnena medida, un proyecto que apuesta a f~vor do la rcsl.l\u ración ~n el porven.i r de lo que fue destruido por la hlst.ona46, ncgnndo al ffilsmo tiempo la consistencia y el va lor de lo

44 Años m~s tarde, en el "Prólogo• a la 3• cd. de El rmcuo irulio de José U riel Carcfo, oJin:nnrá que "la tempestad en loa Andes se cumplió sin t:ruenos ni rel6mpa¡oe• • través de "el gran aluvión indígeno que cnyó &obre Lima• y lrntt>irorm61n IIOCredad peTU&na. Op. ciL, p. 17.

45 De hecho eoa rue la lectura d_e Unel Gama y una de las nuones por las cu.alcs su hbro El nurvo tndzo se leyó como uno reepuesta a la tesis de Vakárcel, 4U!'QUe hay !lue J'eCOJ'lOC('_r que la refereoci3 t'SJ)tdfica. (op. eit., p. 87) "!'a un ltbro antenar de Valcártel (Dt lo uido rnko1ko, 1925) y que el propro Volcárcel al prologar l1t ten:ero edición del hbro de García me{,'ll la

4 oxial.oncio de cunlquier debata entre llmbo5 (op CJt., p. 18).

6 Aun~uc acrfo ~nt.adot ~ncontrar e.n este planteamiento componentes propiOS de la cultura andma (como los que máB tarde serian trnb(\jados por lo unLropolo¡¡ío en especial o partir del "descubrrmicnto" J.urdfo del mito de luknrrf) Loc.lo inditl\ t¡ue el penKamient..u de Valcárce1 runcionobfl NI eRe cno­mento (como mñs ta¡'ldc se hará c.vidcntc) con contenidos propioR de la élite

Copltulo 1'trr.-rn 169

sucedldo entre ese origen primordlo.l y su más o menos inminente resurrección. Se tratarla, pues, de una utopio inversa, regresiva, que se lonzn a la reconquista del paraíso perdido. Como tal, parece negar el concepto de modernidad como progreso o escuetamente­prescindir tot.olmente de él.

Ahora bien: tanto en Valcárcel como en los otros ensayistas que enfrentan el "problema indígena' subyace una inquietud mayor: la de construir imágenes de lo que sería la 1dcntidad nacional de cada uno do los países andinos. Aunque en algunos prima al respecto un corrosivo escepticismo, cuyo ejemplo mayor podrfa ser Pueblo en· fermo de Alcides Argucdas, donde el examen de todos los compcnen· tos raciales de la nación concluye en la desoloda confirm3ción de su incapacidad irreversible y casi absolut.:1 para acceder" lt> "salud" de unn nación sufici(lntemente coherente y enérgica corno para transi­tM hacia el prol(l"oso47, en todos, a veces a travé• de la torsión más voluntaristn quo ,·eflexiva de sus propios ¡>lnnteumientos, so percibe el deseo de configurar una identidad nacional, casi sinmpre como promesa por cumplirse en el futuro, cuya raíz termina siendo, de unn u olrn manera, la indígena ~ la "neoindia" para decirlo con U riel Gnrcfn. 51' produce, entonces, una nueva y curiosa contradlc­ción: si por una parte, en efecto. no pueden dejar de señular la pcs­tración del indio (que aun para Vo.lcárcel. como hemos v;sto, es un ser "primitivo"), pcr otra, en cambio. lo sitúan como matriz o com· ponente básico de la nacionalidad o como figuración de ella en el fu­turo. Es curioso, por ejemplo, que Franz Tnmayo considere que .,¡ i.ndio es "el verdadero depcsit•trio de la energía nacional", por ser fuerte, eficaz y ''oluntatioso, pero al mismo tiempo lo juzgue inge­nuo, primitivo y poco inteligente (por lo que la educución, que es la verdadera solución del problema nacional, debo ~smerarso en for­mar su cnrácter más que su mente)48, como también lo es que Pío JartlmlliO, ciert.amonte mucho más realist.~ . ha¡to hincnpi6 en la ins· to uración de un orden económico-social justo para obtener final· mento una positiva y en cierto modo prot.agc\nica integración del in· dio a la v;do nocional, o mejor a la tarea de construir la nación, bajo la forma del respete a su dlgnidad, aunque -como so hn visto antes­lo considere un ser degradado étnica e históricamcnte49.

Por supuesto, todos ellos, inclUllive los más escépticos, se auto­proclnmnn defensores de la •raza indígena" y armnnn asumir sus

letrada indigenista. Sobre el mito en rererencto, ef J06é Mnrfa Arguedas y Josafat 110<'1 Pinedo, 1"...,; versiones del milo d• lnknrri". en Juan Ossio (ed.),/tltologta mailinit:a"" .t mwu/q tv~dmo H.o~mo l¡¡nocio Prado Ediu>r. 1973).

-17 Alcideo Argueda., Pu•blo enfermo !Barcelorw 1'uoo, 1919), La 1• ed. •• de 1909. Cf. Podro Lnstrn, "Sobre Alcides Argueda•·. R•vi.t" dt Crili<a Li.tero· ria Lntinoam.oricQJUJ. VI, 12, Lima, 1960.

48 Op. cit., pp. 11, XVII. ~ 9 O p. cit., cr. cspedolmllllte pp. 331 y SS.

Page 93: Cornejo Polar Escribir en El Aire

170 Escribir ~tn d cun

intereses, con lo que tanto evidencian su ajenidad con respccl.CI a la raíz mismo de la imagen de nación que propician cuanto -desde otro punto de vista- se autoasignan un carácter representativo de esa iruneMa masa de la que obviamente no forman parte-~0. Esta reiterada confirmación, al igual que las incoherencias y hasta con­tradicciones que brotan masivamente de estos textos, incoherencias y contradicciones que no dejan por ello de ser incisivamente signifi­cativas, me hace sospechar que en el compleJO y diflcil proceso que conduce a la definición de una identidad nac¡onal existe sobre lodo una operación político-intelectual a cargo de una élite que mediante ella produce tanw una imagen del indio cuanw se presenta a si misma, frente ni conjunto de la sociedad, como encarnación de tal identidad~ como su profeta o corno su representante punto menos que •natural". En este orden de cosa$, l a identidad 11upondría la conversión de un "nosotros• excluyente, en el t¡uo en rcal idud sólo caben cómodamente los miembros de esa elite y sus allegados, con su auwimagen, sus intereses y sus deseos, en un "nosotros" exten­samente inclusivo, casi onwlógico, en el que los verdaderos prota­gonistas, nunca consultados, tienen que apretUJarse y perder psrles de su condición, mutilándose, para in,gresar en ese campo acotado y basta sacralizado por el ejercicio ideológico de sus promotores51. Naturalmente lodo se wma mucho más confuso cuando esa identi­dad SI! remiV. ni {\::llsttuln y SP lr piPnA~ t:nmo un nrtJ\ tit' r-PQurrN'"t"i6n de fucnas primigenias.

Es evidente que no a t.odos les parecía convincente una imagen pasatista, especialmente -pero no sólo- a quienes estaban compro­metidos con proyecws poüticos concrews. De hecho, como se ha in­sinuado antes, y aunq·ue esa no fuera explicitamontc su intención, el concepto de •nuevo indio" que pone en circulnción U riel Garcia, aún antes de su algo errática asimilación del marxismo, supone una discusión fronta 1 con las ideas de V alcárcel y subraya la importan­cia de la t ransformación, incluso racial, de los protagonistas de la hiswria nacional desde el momento mismo de la invasión española, idea que lo impulsa a rechazar categóricamente, como un puro ro­manticismo en el mejor de los casos, tod<t tentación de volver al pasado52. Un sustrato ideológico similar, en lo que toca a la nega­ción de la ideología resurreccional, puede encontrarse en los libros de Hildebrando Castro Poro sobre la posibilidad {o lo necesidad) de hacer del antiguo ayllu el ancestro de un moderno cooperativismo

50 El oaao especifico de Mariátegui se verá más adelanU!. 51 Habrlo que examin3r si esta liccionalízoción ideológica d• la idenbdnd na­

cional, heeha a imagen y semejanza de la élit.e que lo produce y la extiende fouodamcnte a todo el cuerpo de la nación, no se rcnlit..n en términos si mi· lores en otros momentos y contextos.

52 El poneomiont.a de Uricl Garcia merece una atenc•ón mayor oln que so Jo hn pTeSU-tdo hasln ahora, tl\lllfJUe huy notas muy pcrl.immtes en lott libros cit..a­dos en la not.a 41.

CI.Jpitulo Tu~.ro 171

socialisla58, Ciertamente es José Carlos Mariátegui el pensador que, sin negar lo importancia de Valcárcel, a quien prohijó en su re­vista Amauta, plantea con mayor perspicacia el problema de cómo articular, y hasta qué punw, el culto a la vieja tradición indígena con los requerimientos de la modernidad tal como él la entendía.

Un a m oder nidad d e r a íz andina

Como he anotado, en el prólogo al libro de Valcárcel, José Carlos Mariátegui expresa algunos corteses reparos a la perspectiva arcai­zante que anima a esta obra, reparos que en otras ocasiones -sin, referirse nc1:csariamente a Tempestad en los A11dcs- nfirmará con mayor rigor y contundencia51. Esw no obsta, sin embargo, pa ra que el mismo Mariátegui fuera poderosamente inOu.ido por Valcárcel, el grupo cusquedo y otros pensadores indigeni~tus5~. Para Mariátegui uno de los problemas centrales era encontmr una articulación valedera entTe el indigenismo y el socialismo, articulación que ponfa en cuestión otras materias conexas, tales como las relaciones entre universalismo y nacionalismo o entre tradición y modernidad. Por supuesw, Mariátegui también cree que el problema nacional reside en lo esencial en la persistencia de un orden social que desemboca en la serv1dumbre indígena y afirma fervoru~auumU. tu u~idad de acabar con esa situación atroz e in,justa66, pero su análisis, ba­sado ~n un marxismo excepcionalmente ab1erto, propone una int.er­prctnción de la hiswria en la que asume -a la vez, y en primer término- los requerimienws de la tradición y los de la modernidad. No es el momento de analizar a fondo este asunw, pero conviene anotar el itinerario que sigue a este respecto el pensamiento de Mariátegui57. Tal vez no sen demasiado burdo reducirlo a ciertos principios básicos58:

53 Hildcbrondo CIIStro Pozo, Nuestra cornunidad indl¡¡ma (Lima: LucerQ, l924) y Del eyl/u o! cooperativismo •oriaiísla (Lima· 1\nrront.es Castro. 1936). Tnmbién mcreee.. como Garcí&. uno nueva locLurn

54 Eata poeici6n In habla expuesto Mariát.egui des<lo alloe ames. Por ejemplo: "'oos indi¡onistns revolucionarios. en lugar de un plot6meo amor al pasado incaico, manir~Htan I1IUI 11<:tiva y concreta óóhdaridnd con •1 indio de h<>y'", •n "Nlleionalismo y vanguardismo", artículo do 1925 recop1lado en P. p. 74.

65 Cf. el anábaia de Tema yo Herrera. op. ciL, pp. 246 y ... 56 En E afinna, per ejemplo, que "el problema del 1nd1o es lo base de un

programa de renovación o reconstrucción peruom•" ( 199). ~· <itaB pocirian muiUplicarse. ~;n un artrculo do 1924, con eso útulo, lo calificó de El pro· blcma primario del Pcrü". Está recopilado en P. pp. 30-34.

57 Lll b1bliografia sobro Moriátcgui es hoy inobarool>lc. Una visión de los nuo· vos apott.cs puede tc.ncrse revis~-tndo ~L A.Jtuano mn.ria.te¡[uiarlo.

58 Los temas siguíonlt1S han sido parcialmcnLa deeartollodo!l, do~de otr.e pers: pectlvu y con otros propós.ilos, en la sección dcatlnodtl Lt MnraátegUI en sru libro T .. ra form.cwitm •• op. cit., pp. l 27·37.

Page 94: Cornejo Polar Escribir en El Aire

.... ., ...... .,., ... ___ ._. __ _ 172

1. Contra lo que normalmente se piensa, sólo desde una pos1ción revolucionnrin es posible reivindicar la tradición y hacerlo como his­toria viva y no como pieza de museo59. En el Perllln más nntigua de las tTndicioneJ!. que para Mariátegui era fundamentalmente la in­c."\ica, ha sido rescatada precisamente desde esn perspectiva, pers­pectiva quo de otro lado- establece una dinámica que partiendo del pasado conduce al futuro. Señala, por ejemplo:

La propt~gaci6n en el Perú de las ideas sociAiiat.oa ho traído como c:on­.secuoncia un fuerte movimjento de reivindicación indígena. Lo nueva ¡ene roción peru~n• sien le y sabe quo el progn>,;o del Pe ni ••rn fictltio, o por lo menos no ~rá peruano, mientras no constit-uya la obro y no ffignH'iquo el bienestar de la masa peruana que en sus cuatro quintas parles es lndlgcnn y campesina (E. p. 48)60.

2. En el incannto funcionó un sistema "comunista", carácter que "no puede ser ncgndo ni disminuido por hAberse desenvu;,ltv bl\io [un] régimen aut-ocrático" (E. p. 54). De o~tA manel'a, el rescate de la tradición antigua, prehlspánica, tiene un sesgo no solamente his· tórico, sino también político, y de alguna forma confirma la visión marxista clásica acerca de la existencia en el proceso de desarroUo de la humanidad de un periodo de "comunismo primitivo•. Hoy es insostenible que el incanato fuera unn sociedad comunista, pero debt> rl'cordarse que durante décadas casi nadie discutió esta idea, aunque obviamente se le diera en cada caso distinto valor. Según lo va anotado, Jaramillo int~rpretaba este hecho, por ejemplo, como el origen del carácter sumiso (sin "personalidad• y sin •on,cultivn") de los indios.

3. Aunquo In conquista destruyó el orden social indígena, se puede detectar la pcntislencia, sobre todo en las comunidades, del antiguo "comunismo incaico", aunque ciertamente modificado y de­bilitado, ni igual que en otras facetas no especificados de la vida indígena. Pese a que éste es un tema que aparece poco en los t•scri· tos mnrinte¡¡tai6tas, es indudable que la consts•tnci6n de '1a gupervi­vcncia do In comunidad y de elernenlos de socialismo práctico en la <tgricullura y en la vida indfgenas" (E. p. 52) funciona como pieza clave para articular el proyecto socialista mod~rno con In tradición nacional primigenia y con lo que sobrevive de ella. En otros tér­minos. In afirmación de In existencia de un "comun1smo incaico" y de su d~bll pero rastreablc supervivencin contemportinen son la base de la nacionalización del socialismo - y de su afincamiento en la historia propia- que propiciaba Mariátegui como solución al atraso, desccotramienlo e injusticia de la sociedad peruana.

59 Dlce, por ~JC!rnplo, que '"el pasado incaico ha entrt1do en nuestra historia reivindiCado no por los tradicionalistas sino por los revoluc•onnrios"~ en P p 121

60 llny dcc~noet de otras tcferendns al tema, ~l,tll vez las má.s e:~~:plfcitllS sean los dos orlCC\1108 ("Heterodoxia de ln tradición" y ""Ln L-rodición 1'1ucionaJ .. , om· bos do 19271 rO<"<>Pilados en P. pp. ll7-23.

173

4. J.a conquisto sustituyó el orden social mcnico por una feuda­lidad que se consolidó a lo largo de los siglos coloniales y se mantu­vo vigente aun después de la independencia, inclusive -en plena República con mayor rigor y consistencia. Para Mariátegui, la de­bilidad y torpeza de la burguesía peruana, y sus compromisos con el •gamonalismo" que preside el régimen feudal, impidieron que se realizara una auténtica revolución burguesa y que se implantara un régimen capit.nlista moderno, inclusive en las áreas más desarrolla­das. La acción del imperialismo terminó de hacer imposible el pro­ceso modernizador que debería haberle correspondido protagonizar ala bur¡;uesía naciona16L.

5. Supuesto lo anterior, al socialismo le compelo la tarea de mo­dernizar In sociedad nacional, realizando inclusive nlgunas de las motas que la bu rb'Uesía 1\0 quiso o no pudo o le~~nzar, pero dentJ:o de \lll proceso quo ticn0 ~us orígenes en el remoto pnsado prebispánico y nlgunas suporv ivencias en el mundo nndino contomporáneo: es, pues, un proceso enraizado en la irHdición nacionul. Por lo demás, y en esto Mariátegui es enfático, en el Pero no cabe s~>parar al socia­lismo del indigenismo porque aquél represento y defilillde los inte­rcsi.'S de lo clase trabajadora y en el Perú -como en los otros países nndinos- su inmensa mayoría está constituida precisamente por in­dios62.

Aunque como queda dicho hoy sería imposible sostener la idea del •comunismo incaico•, y aunque todo indico quo la socialización de lo• comunidades indígenas proviene de otra mntriz, lo cierto es que la constn•cción teórica elaborada por José Cnrlo• Mariátegui es excepcionalmente rica, sugestiva y abarcadora. De hecho, basándo­se en el saber de su época, pudo resolver muchos de las aporías de ese tiempo. De una parte, la "confluencia y 11 lcnción" del comunismo con el indigenismo dcsln.úa la oposición onlre el internacionalismo de IIQuól y el nativismo de éste, forjando un cauce 1\nico en el que 11mboa discurrfao más o menos armoniosamente, 8\lpernndo la polé­mica entre "nulivistas" y "cosmopolitas" y confiriendo a su proyecto político un carácter nacional y moderno: después de todo sería a través del socialismo-indigenismo Q\le se podría formar la nación que ni el poderoso feudalismo ni la raquítica burguesln e ron capaces

61 Estos ~<omaa ••l.án desarroll&dos en varios textos de lllruiátegui Cf. espe­cialmente •1 priDler cnJll1:ulo de E. pp. 13 y ss

62 El punlO fue tratado varias .-s por Mariát.egu1 pero tal ve• ou formulación más contundente se encuentra en su poJémic.n. con Luis Alberto Sántbez.. Di~: "Lo que afirmo (.-1 es que de lo ronOuencio o aleación de 'indigenismo' y socialu~mo, nudit! que mire aJ contenido y a la t .Sfnti9 d~ las cosas puede sorprenderse. 1'.:1 SC)Cialismo ordena y define lna reivind1eacione1 de las ma­•D.I!, de lo el••• trabajadora. Y en el Per6 las m osos - lo clase ltab<\iado<a­son en au.R cuatro qumt&s psrte.s indígenas. Nueslro soci:iliBJDo no &erfa. pues, perunno -ni t~ ic¡uj~tra seria socialismQ- toi no li(! aolitWri:l;.a~c. primer3-montc, con In~ n~iv indicaciones indígenn.s•. en La poUmioo del indsgenismo, op. elL. p 75.

Page 95: Cornejo Polar Escribir en El Aire

174 8arriblr .,,. tl oirt

de consolidar. Correlativamente, como una facet.a de la reflexión anterior, también superaba la oposición, con freeuencia inconcilia­ble, entre la tradición y la modernidad. A la postre, la más puntual modernidad (que para él como para buena parte de su generación estaba encornada yo no en el capiWismo decrépito sino en el so­cialismo emergente) tenia sus bases en las tradiciones nacionales primigenias. De est.a manera, Mariátegui obviaba las voluntariosas e improbables predicciones del indigenismo más duro, que presu­ponía el futuro como un desarrollo de lo indígena, con la menor cantidad posible de contaminaciones foráneas, y en cambio producía una imagen convincente en la que lo nuevo, cualquiera que fuera su procedencia, se injertaba en el vieJO tronco de la tradición nacional y lo hacía reverdecer.

Insisto en que la invalidac16n de algunos de los supuestos sobre los que t rabajó Mariátegui no resta un punto a la sutileza, origina­lidad y coherencia de su propuesta, pero sobre todo no mella su validez en lo que - hast.a hoy- sigue siendo un problema de inocul­table trascendencia: la apuesta a favor de una modernidad que no fuera copia de la alcanzada por los paises ct>nlrnles. incluyendo los estados socialistas nacientes en esa coyuntura, sino desarrollo pecu­liar de diversas ci rcunstancias socio-histórico-culturales. En este caso, una modernidad ondina. En tal sentido, mientras que hoy se hace cada vez más común pensar que la modernidad de los países andinos depende de su capacidad de desíndigenización63,la tesis mariateguiana propone una alternativa antidogmática: no hay una sino muchas mod<lrnid ndos, y varias maneras do llcg;tr a ese punto, y dentro de aquéllas es insensato no incluir lo opción da imaginar y realizar una modernidAd de rarz y temple andinos. No está demás añadir que si ahora la opción de uno modernidad andina es rebatida desde la verti~nte de la idcologfa conservadora, en vida de Mariá­tegui su visión nacional -andina- del socialismo como forma de la modernidad qu~ nM corresponde fue materia de bruscos malenten­didos y de rechazos poco sutiles por la ortodoxio marxista de ese en­tonces64.

63 Es In <asís de In ideo login neo y ultra liberal ""puest.s, enLre otros. por Mario Vargas Llosm. Dice. ·•taJ vez no hay olrtl l'nBnera realista de integrar nues­tras sociedades que pidrt>ndo o IOIJ lndin8 pngn.r ese nJto precio resto es.. "re· ounciar o su cuJt.uru -a ~~:u lcn{Jua, a eu.s creencias, a sus tradiciones y u.sos- y adoptar Jo de &ul vicjoe amos .. ); tal vezt e} ideal, e.s decir, la preser­vación de lo.s culturas pnmit.avas do América, es una utopía incompatible eon otra mct.a m:ls urgente: el establecimiento de SO<icdades modernas". 'El nacimiento del Pero·. Hupotuo. 75. 4. 1992 Es la 1raducci6n ckl t.ex.to en inglés OP"r<'Cido en llorpu'1 Mo¡¡ozin• en d1tiembre de 1990 con el titu­lo "Qucsti...,. of Conqucst" Cf tambi~n su novela El h¡¡blodor (Barcelona: Seix Barral. 1987).

64 Aunque polémiro ~n más de un punto, lu contradJcciooes de Mariák-gui con la ortodoxia ma.rx.iet.a de su época eatán sutilmente analizad&.$ en el libro de Alberto Flores Colindo. lA 01/0nÚI d• Morid~gui (Uma: DESCO. 1982). Partiendo de otros aupue-Atoe y enlpl(loando otrtt metodología el tema es

175

Por lo demás, el que Mariáiegui no definiera la identidad nacio­nal como algo ya hecho, y ni siquiera como una imagen unívoca del futuro, sino más bien como PI resultado de un proceso histórico que él lo imagina en camino -pero cnm1no propio, nacional- al socialis­mo, determina que sea uno de los pocos pensadores de la época, y basta t.al vez el único que no concibe el tema de la jdenlidad más que a través de la historia, lo que implica, de una parte, que la iden­tidad no es tanto un ser como un hacerse. suponiendo de entrada, entonces, que su consistencia es nuctuante y mudable, y -por otra­que su definición hacia el futuro, aunque enmarcada dentro del so­cialismo, queda ab1erta a varias a lternatávas. No en vano Mariáte­gui insistió, en frase que lamentablemente se convirtió en un mero tópico, que el socialismo en América no seria •calco o copia [sino} creación heroica"65. Tal vez las lecturas más politiudas de Mariáte­gui subrayaron el segundo lkrmino, para conferir condición de gesta revolucionaria a la construcción del socialismo, pero en realidad más importante, en lo que toca al tema de la identidad, es que al invalidar todos los modelos preex•sl.cntes ("ni calco ni copia") y al dejar en primer plano lo creatividad nacwno.l lo que hace Mariáte­g•ti es abrir el espacio de ~sa ident.idad futura para que sea la propia historia lo que configure allí una nueva -pero no inmutable ni última- identidad nacional. De esta manera, no es el intelectual el quo dGfina :\la ntleión; es la nación Jo quA, mNiiAnt.P $11 hlstnriA, va definiéndose n sr m1sma.

Estos plaotoam•entos, que he rc¡;umido drásticamente, aparecen también, aunque obviamente con modificaciones, en el último de los Siete ensqyo~ ... 66. Como se sabe, en "El proceso de la literatura" Mariáte¡¡ui advicr~e que la novedosa periodización que propone en este ensayo no tiene contenido socia l -y menos marxista- y la califi­ca de simplemente "liiorarln" (E. p. 239). Establece, entonces, tres grandes periodos: el colonia l, el cosmopolitn y el nacional, pero de inmediato aclara qu<i los dos pnmeros no tienen lírniies cronológicos precisos (y por oso detecta una litarntura "colonialista" que traspasa el límite de 1821. de la misma rorma que descubre sesgos cosmopoli­tas dentro del periodo nAcional) y que el último es un proceso en plena formación y consecucniemcnie no reali:tado del todo y abierto

tratado en el libro (lnnwnwblemente poco conocido) de Jorge Gaete A varia, Hútorio de un ltrtguu,fr m{orlunado. Momftegui y el mor.t:Ú!mo (Caracas: CELARC. 1989).

65 El texto, t.al como aparece en el ed1tonal de Amauta (111. 17, Limo, se­tiembre 1928). es el ••J:uient~: "No queT'emOll. ciert.Bmnnlé, que e.l socialis­mo sea (!ft Amérieo culeo o copia. Oc_bc aer e.reaclón heroica. Tenemos que dar vida. con nuestra propu'l realidad. en nuestro propio lenguaje1 al socia­ti.smo indotamencano·

66 Cf. los bbros de Miguel An~el Rodríguez Rea. ÚJ liúraturc perii(Ul4 <n de· bol• CUma· Edic•onea AntoniO Ric11rdo, 1985) y Carloa Carcla-Bedoya Ma­guiña, Paro una ¡wri«<üoc;6n dt lo lit~ratura ¡xrv.ano (Lima: L3tinoa:mé­rieana Editores. 1990).

Page 96: Cornejo Polar Escribir en El Aire

-- - - -176

0 vorina opciones posibles. Por otra parta, au~que sin defimrel punto expHcitnmente, Ma.riátegui atisba la dene11la.d do eadn peno­do. en el que coexisten diversas corrientes en conO•cto, tn! como se desprend~ dt>l hecho de que sítue a ~elgar, que cronológlcamente perten~c a In colonia, dentro del penodo naCIOnal, o " muchos es­critores contemporáneos como continuadores del pnmer tramo -el colo.Ual- de la literatura, todo lo que hace suponer que -en ef~to­~1ariátegUI observa el curso da la historia como un proceso d~ con­llictos imbricados en un devenir en el que en cada momento tienen hegcmonln ciertas alternativas, a la vez quo, por debajo, surgen op­ciones subordinadas que pueden ser emergen~os y alcanzar la hegemonía en un periodo pos~ri?r, en el cual - a su ve?.- lo pr~via­mcntc hegemónico puede subs.stJr r~Sidualmente durante un tiem­po más o menos extenso. La correlac1ón de estos ~lnnteam1en_tos con la tesis general se observa en algllDos puntos doCISlVOS; por eJemplo, cuando Mnl'iátegui asigna la condición de contradicción antagónica a la qut> so da cn~re lo colonial Y. lo nt~cional, si mil~r a. la que se produc(l entre fl'ucl<l!ismo y sOCJahsmo, cuando el cap•ta.hsmo no se ba rcolizndo con vigor, pero encuentra que lo cosmopohta tanto se opone como prepara el surgimiento de lo nacio~~ l. Tal vez no sea del todo descaminado imaginar que el cosmopolitismo, mudando lo que debe cambiar, es el equivalente literario de lo qu<' no se dio <;n la vida l'OCinl: la revolución modernizadora burguesa, que habf!a propiciado ~1 surgimiento de una dinámica soc:i_al ~ue, por la prop1a fuerLa de sus cunt.rudicciones, conduciría W bU';u.tlu,:auv. Dt: )u,..:hu, ~• cosmopolitismo supone algo así como una acumula~ión de ~npi~l simbólico-~nológico, con obvias conoota~Jones de mternac•onah­;;ación do la que surgirá la literatura nacional, como reencauza­m•enl~ y transformación de esas energías (y de las nuevas que sus­cita) hacia inéditas y distintas metas67. De aquí, entonces, que la oposición entre los dos últimos periodos no sea antagónica, puesto que el segundo supera pero se alime!'ta del primero, y q_ue M~­riáte¡,'1.d no sintiera la menor fnc~modldad ni ¡~ccpLar la e~•ste~CH:l de un "indigenismo van¡,'Uardista· - que rnás b•en, por vanas v¡as, alentó y estimuló tal como se dijo ant.eriormenoo. Desde.otro p~nto de visl.a, que no invaHda sino complementa el nr.tten or , y Cier­tamente haciendo de nuevo las salvedades necesanas, puesto que en uno y otro caso hay sentidos que no coincidrn del todo, es_e "indi­genismo vanguardista• es en cierto modo, aunque sólo parctalmen-

67 Mnriá~&ui con~ide-rnba que el capilah$mO gt'ntraba ruerz.ns productivas que, parndój~<amenl4, él mismo ,;e en<argoba de nculmhtar 0.. otro lado, aunque sobre este punto sólo_hay alusionea. Mtu:uuecua pensa~ 9nc eran los arli,llls de \'anguord:ia qwenes habían pe.rc-1b1d0 Jaa contradtcctones del m'dc-n burgués y Jo ponían en debate, aun ts cost.o de quc:dar;,e con el alma V:ldO ttl no Sutotituir cl"'abso}uto burgué:A" COO UJ'\0 nueV?· Cf. •Arte. revO· lucróll y decodenda', articulo de 19'l6 luego reco[(ldo on b:l artuta y su lpt>­N,, op. c:it. .• p. Ht fi!n t~rminos actuales, cabrío dec1r Que el problema _que dctec:t.n MoritheguJ es In cxisLentia en Lodo mod~;~rnie,rno de una flc::ttlud ant.imodornittl(l, e~-tp~ci•JJmeot.e aguda en lo eRf1;!r'u ortíetiCfL

Copttulo Ttl':itro 177

te, el fraseo literario de la tesis central sobre lu convergencia entre el indigenismo y el socialismo.

El problema mayor reside en que si la imagen de la nación y su futuro tiene en Mariáoogui una filiación mdígcnn, según he anotado varias veces, su interpretación de la Hteratura pen•ana -contradic­toriamente- se limita a la escrita en español, con lo que en este campo el origen primordial no es el"comunismo incaico" sino la con­quista. No creo que valga la pena explicar las cau~<as de esta contra­dicción (que en última instancia deriva d~l co'!cepto idio~ático que presidfa In construcción de las grandes h¡s~onas de la~ hteraturas nacionales europeas), pero sí establecer que en los prop1os t.extos de Mariátegui hay suficientes elementos pan• mvalidor lo \'Xpucstn al comienzo de "El proceso de la literatura". Felizmente el pensamien­to de MMiátegu i no se acoraza en dogmatismos honnétkos; al re­vós, so nbre incit.nntemente a la discusión y permite y hasta invita al debate, incluyendo al que se realiza, a veces explfcitame'!te, den­tro de sus mismas reflexiones . .En esto ord<1n de cosAS me mteresa destacar, primero, la idea de que la "dllalidnd" qucchu~ ~spañol no está resuella (E. pp. 205-206 y 2361; segundo, lo propos•c•ón de que la literatura peruana no es "orgánicamente nocional" (E. pp. 204-205), prec•sament<l por su dispersión y porque el país íntegro es todavla una "nacionalidad en formación" (P. p. 26); y tercero, la defi­nición de lo nacional en literatura con un obvio y reiterado con­tenido primariamente indigena68. De todo esto •e desprende Que si bien el morco referencial trazado en las pnmeras lineas, basad_o en la cscntura t>n español, limil.a el alcance de la ~ropuesta manate­guinna, ella misma tiene gérmenes que pcrm1tc_n superar e~as fronteras -hoy inaceptables- y producir inlcrprctac•ones más abier­tas. Uno es fundamental: la literatura nacional, que por correspon­der al último periodo es al mismo tiempo la. l~ter.otu~a mode~a, tiene sua rafees y su sentido último en la relvlnd•cncJón de lo •n­dlgena y en la expresión de los sentimientos propios dd "alma indJgena", a ltnque es necesario reconocer que el tl llirno pun~o está manejado a veces de manera algo abstractn y con la retónca del indigenismo que el propio Mariátegui habfa supcr~do en. otros pun­tos. En cualquier coso, es claro que el programo l~terar1o nac10nal que propone Mariátegui articula, como en su~ tes1s _ge~erales, ~os categorfas básicas: la modernidad, en su vers16n so~u'l.•sta •. y lo m ­dfgena. No en vano intuirá que será por In vín del md•gentsmo tal cual o del "indigenismo vanguardista• que ese proyecto alcanzará sus objetivos artísticos y sociales69.

GS Hny deeenas de referencias a esta mat.eriU.- Tal vt•x ln mth obvia sea la cons:lderoción de Los heraldos n.('gros, ju1godos cumo "'el o~o, d~ la nueva poosía en el Perú•, precisamente pOrque con est.c libro "'pnnc1p1a acaso la pooefa pOrunnn•.julc.io que in.medintnmente M uclarn: "'peruanR, en el sen· c.ido lndlgena". Cf. E. pp. 308-309. .

G9 Ct. lo expuesto en "Noeiomalismo y vnng1.1ordjo .. 0027): "La v&nguan:ha

Page 97: Cornejo Polar Escribir en El Aire

178

Una historia entrabada: la novela indigenista

El problema que encaró Mariátegui y resolvió a su modo, articu­lando con firmeza la futura modernidad socialista con la tradición andina, fue en más de un sentido el mismo que tuvieron que enfTen­tar los novelist.aB indigenistas, sólo que aqul el énfasis estaba pues­to en la representación narrativa (con sus requerimientos sin duda distintos a los del ensayo} del mundo indio y su historia más o me­nos reciente, con lo que volvía a aparecer, aunqu() en otros términos, la oposición entre la tradición y la modernidad y con menor ur­gencia, pues t•s obvia la preferencia por el primero, entre el nacio­nalismo y el cosmopolitismo. Casi todos ellos escribían para denun­ciar el anacrónico y feroz "feudalismo" quo oprimía sin compasión a los indiOA y pura anunciar la inminencia de le "tempestad en los Andes•; esto os, para hacer la cróilica de un presente infame y pre­sagiar su justiciero castigo. Evident.omento uno de sus problemas mayores consistra en imaginar el tránsit.o hislóricc> entre una y otra situución.

Tal vez convenga iniciar la reflrudón sobre este materia exami­nOJldo una paradoja: por razones fáciles de entender, la novela indi­genista cnni!lruyó su código básico en los términos del realismo, a veces con matices naturalistas más o menos desarrollados, y orga­rul\0 su relato como hastoria que rcproducaa hechos efectivamente sucedidos - aunque a veces ficcionali:wdos mediante leves transfor­maciones o, más frecuentemente, a lTavés de la construcción de una gran abstracción, en una acción paradigmática, con episodios acae­cidos en distintos momentos y lugares. Con estos recursos cuenta en el fondo una sola historia: la de la explotación do lo~ indios. Sucede, empero, que l3nlo por temple ético o por convicción política de los narradores, cuant.o por requerimiento del tipo de realismo que prac­ticaban, esa historia no podía tenor el Pmal quo efectivamente, en la roalidtld, tenfa: la persistencia o aún el agrav1;mionto de la intole­rable condición del indio. De este modo, la resolución narrativa del conflicto implica con extrema frecuencia un violento cambio de código: del realismo más o menos naturalista so pasa a una suerte de idealismo a legórico que se instala en el tramo final de la novela para presagiar simbólicamente -más allá de cualquier principio mimético- la rebelión triunfal de los indios. Basta recordar el párra­fo final dr Raza de brotu:e:

Una raya omarilla ra.gó 18 negro b6,·edn 1\aeia el naeien!Al. Tomóse Uvida primero, luego rosa, y anaranjt'dB- después. Ent.onees, sobre él fondo purpurino s.e diseñaron Jos picos de la cordillera; las nie:ves

p1-opu¡¡nn lo reoon$lmoción pen•ana sobre lo bllso del indio l ..• ) el vangw¡r­diJuno busca parn su obra matctiates. m'11 ge.nuinumcnte peruanos (que Jos virrcinnlc..sl, má.s renlotamc.nte antiguos'". cr. p p. 74. litly que recora.ar, sin 01nhnr~o. que parn Mariátegui el jnt.Jigeniltmo no cru la única alterna· tlvn J)<IOiblc. Cf. E. p. 334.

179

derramaron el puro albor de su blancura, rulgicron intensas. y sobre laa cumbres cayó llu,ia de oro y diamantes. El sol .• 70

O el de ffua sipur¡go:

Al omaneeer, eolre las chouas d•sedarua, enln! loe< escombros, entre las cenizas entre los cadáveres tib•oa aUn, aur¡ieron como tn los sueños. la gran ..,;.,entera de brazos naoos como eapiga• de cebada .que al dejarse acariciar J)<lr los 'ientos helados de los pá.ramos de Aménca, murmura­ron, con "'Ol uJultutte d~ taladro: .¡Ñucanchic huasipungo71!

rnclusive el de TocWs las sangres: Y él, ~ano los otros guardiils, escuchó un &onido do grnndes torrc!'tes quo sacudía el subsuelo, corno Bi laa mont.otwa cnlpetarllJl a cnmmar f ... 1 Como si un río subterráneo empeznra tsu crccicnt.e 72.

En todos los casos, los párrafos citados son la eulmina~ión .de historias de oprobio, con frecuencia de masacres de campestnos m­dios narradas como está dicho bajo las normas del realismo (a veces del ~aluralismo) y en lodos -también- el narrador pasa de la his­torio a In nnturaÍeza y elabora con ella una alegoñn premoni.toria de la justicia que se avecina. Alcides Ar~e~as lo h~cc muy obVIamente eon el amanecer y la luz solar que aruquala las lameblas. Jorge l~a con la •sementera"' y \as "'espigac::" Q\lt' AnUnt"iAn lA fHPl"?.A eAnnlna\ que nace de la derrota y muerte de Jos indi~s, Y José Maria AJ:gue­das, con un sesgo mítico, a través de l~s stgnos de un ~ta~h.smo cósmico quo destruirá el viejo orden y foTJ&rá uno !'uev? Y JUstict~ro. De casta manera, la imagen desiderativa de la ha~Loraa fut~ra un­pone la necesidad de transformar toda la estral.egaa narr~tiva y de transform~rln - además- acudiendo a formas que poco taenen que v~r con lo modernidad que se realizaría, prt•cisnmcnte, con la rup­tura dol orden feudal en ese futuro de justicia. Cabría pensar, en­tonces, que si bien la novela encuentra en .el realismo, como código ya asentado en la tradición literaria, u.n tnstrull_lento efi~az para dar cuenta del insufrible atraso del régunen nndme, no taene mu- . cbas opciones -salvo la poco moderna alcgorfo. qua haced~ la bisto­rin un fenómt'nO natural- para unagma~ al futuro: Es ~bVla, enton­ces lo dificultad de la novela indigemsta para tmagmar todo lo rel~tivo a la modernidad esa misma modernidad que comenzarla a forjarse, insisto, con el hi~t.ético t.riun~o de las rebeliones indígenas sobre el casi arqueológico orden social tmpuesta en los Andes desde

70 AlcidCll Arguedas, Raza de_ bron«. Wuala IV~ ro Schción crítica coordinada JXIr Antonio l.orenro Medína (Madnd. An:h•vo•. 1988), pp. 347-48.

71 Op. cit.. 11 193. 72 José MorCa Arguedas Todas las $a.ngrcs (Buenos Airett: Losada. J 964), PP·

,. .. ,0 .. 7 1. Ohvi~uncnt.o ~1 caso de est.a novela no e• ost riet..a~Hmte comp~lc.' c»n loe anteriort•.s por su coJ:aplejidad Cf el capítulo pcrtu\ente de JfU hhro LoN wuuer~tos nnrratioo:; ... op. cit..

Page 98: Cornejo Polar Escribir en El Aire

180

lo colonia e inclusive rearcaizado con el correr drl tiempo repu­blicano7:l.

Tal vez esto tenga alg1ln vfncuJo ceo una dificultad en cierto sen­tido más simple pero sin duda mucho más grave: la que se advierte en el mero proceso de historiar el mundo indígena. A este respecto siempre me ha llamado la atención que casi todas las novelas indi­genistas comiencen con la irrupción de un elemento ajeno a la cir­cunstancia propiamente indígena y cuya función parece ser, en lo esencial, la de producir la tensión necesaria para hacer del relato una novcla74. Aves sin nido comienza con la llegada a Kíllak de los aforasteros", los Mario, que en su afán de defender a los indios ge­neran todas las acciones que narra la novela (la que termina, para hacer más sintomático el asuntQ, cuando los Marín abandonan el pequeño pueblo 11ndino)75; Ra2a de bronce fija ol puntQ inicial de la hi~torin de sobreexplotación de los indlos boliviano~ en la legislación y los abusos del tirano Melgarejo, que despetja de sus tierras a cien­tos de comunidades indígenas76; Huasipungo lo hace a partir del cambio de dueño de la hacienda y de sus relaciones comerciales con una empresa petrolera norterunericnna77; Yawar fiesta toma pie en la feroz expoliación que los misti.s cometen contra los ayllus de Pu­quio al desposeerlos de sus mejores tierra.s78, etc. Quisiera poner énfasis en dos puntos. Por lo pronto, todo indu:n que desde la pers­pectiva del narrador indigenista, que inevit.ablemente es ajeno al mundo indio aunque se solidarice con ~li9, el orden socinl andino, y más especifica mente la realidad en la que viven los indios, semeja estar al margen de la historia, solidificada en la rrpetición de abu­sos e injusticias, y que sólo adquiere dinamismo (y por consiguiente la posibilidad de ser materia novelesca) con la aparición de algo o alguien, do un otro, que mal que bien, y a veces perversamente, ex­presa ciertas dimensiones de la modernidad y n partir de ello pro­duce algún tipo de conmoción que dramatiza (y de nuevo, hace nove­Jable) la vidn indígena. En otras palabras: esa vida pnrece imagi­narse más en términos de naturaleza quo do hist.oria y la historia sólo ndviene con la intrusión de ese otro al <1ue yn me he referido.

73 No *'lltl demtl• nñodir que la propia id~n de modcrn•dad •• agudamente wnDiclivo en estas novelru;. A "-eces se deslizan, como en el pens3JD.lento wd•¡enasta de Valcán:et, bacía una especie do r .. U.IU'IItión del pa._<tado.

74 He es-Ludiadu eapecifiwmente este tem~ot en doe a.rUc~OI; .. LA novela indige­nista~ un ¡énero contradictorio•. en T~rto Crltu:o. V. 11, Vtracruz. 1979 y •.t.a r\Oveln andigeniat.n: una de:t;garrada COilCienc1o cklla hílrtorio·. en Luis, IV, 1, Uma, 1980.

75 cr. el apartado sobre eslá novela en el caplt"lo anterior. 76 Op. cit. Cf Capitulo 1 delll Libro. 77 Op cit. cr c;>pe<:ialmenl.e pp. 13 y SS.

78 Jo•~ MAriA Arguodns, Yawar fiesto. (Limu: Mejla llneo. 191)8). cr. Capitulo 11

79 cr. noto lJ

CupttultJ Terctro 181

Seguramente no sería del todo descaminado omplíar esta reOex.ión e incluir en CSil inlru_~ión y en esa otrcdad al propio navclistn y -con mayor pr~>eisión- nl géne.ro novela. A la largn no es nada insustan­cial que un génora definidamente moderno, como la novela, sea el preferido para dnr razón de una sociedad que tiene una rica y va­riada goma de formas narrativas, pero que -por obvias razones­jamás produjo una novela. La novela es, asf, el signo de una moder­nidad que se hunde, cada vez con distintQs resultados, en un mundo arcaico. Por otra parte, el que toda (o casi toda) la novela indige­nista requiera efectuar este cart.e entre un estado sólido, siempre repetido, y una situación dinámica, en la que las circunstancias varlon, bien podría ser algo así como un dcsplazamientQ metonímico del connícto ontre lo prehispánico y la conquista, asumiendo que olhl qu\•da el reino de la "sociedad natural'" (capaz de generrn· por sí misma miLos, leyendas y fábulas y más tardo dttlces y lamentosas elegías) y aqul el l'eino azaroso pero vivicnl.O, Ottido y dramático, da la historia -y del cual surge, como es clarea, no sólo la novela sino la posibilidad misma de escribirla.

Me parece más que evidente -dejando de Indo el cnso de José María Arguedas, que es más complejo y que será tratado luego- que los rasgos que acabo de referir son signos de los conOictos no resuel­tos por la novela indigenista. Aunque sería suficiente lo tratado hasta aquí para calibrar la hondura de eso conflictividnd, pues es harto sintomático que la novela indigenista no pueda comenzar sin que un elrmento ajeno al mundo indigena ~rnsmute su reiterada pa­sividad en conOicto dramático y que no pueda lemumzr sin aban­donar la norma realista para imaginar el futuro de justicia median­te la nlegorización de la naturaleza, la verdad ea que esta dlficuJtad para representar la historia indígena en cuanto tal bien puede in­terpretarse drntro de un horizonte más amplio. Por lo pronto es sorprendente que en varios casos la rebelión indígena, que como queda dicho dcboría ser el comienzo d(lla mod~rnidad, tenga como objetivo preservar un orden que la propia novela juzga primitivo e injusto, ta l como sucede en la novela de Jcaza en la que los indios defienden el oprobioso régimen del huasip1mgo, Cierto que ante la posibilidad de caer en una situación aún más inhumana, aparente­mente sin sospechar siquiera que bien podrfnn existir otras y más justas formas de organización social Quirro decir, con este ejemplo, que en la novela indigenista se entraba In historia en un nudo que se teJe entre la utopía del futuro, alegorizada en figuraciones de la naturaleza, la radical pero desesperada condenación de una actua­lidad de mjuHticias inconcebibles e insoportables y la casi inve­rosímil defensa de ese régimen cuando lo amenaza una situación que bien pudiera ser aún más d.eshumani:r.:mte. Por supues!D, cada quien intentó desenredar ese nudo con diversas estrn~egias, inclu­yendo In inopinada de Alcides Arguedas que en In ~dición definitiva de Rala de bronce (1945) eonvacrtc un texto d" denuncia perfecta­mente act:uul en algo asf como una novela hist.óricn, sobre un pasado

Page 99: Cornejo Polar Escribir en El Aire

!82

ya cancelado, todo mediante una nota final que es dificil saber si expresa mgenuidad u oportunismo:

Este libro m. del»do en más do •e ante añOS obror lentamente en la oon­ctencia nacional, porque do cnt.onees a esta parte y eobrc todo en estos ú ltimos tiempos, muchos han sido los afanes de los poderes pliblioos para dictar leyes proletl.o111B del indio, as! como naucho8 son los terra­tenientes que han introducido maquinnria agrícola pant ht Jobor de sus campos, obolidu la pre•tación ¡¡rotuito de dert.es servicios y levont.ado escuelas en sus fun dos. Un eongroso indigerual t.e.nido en muyo de este •"o 1945 y prohijado por el Gobierno ha adoptado resoluciones de tal nnturale2a que el parlu de ayer va en camino de convertirac en sedor de maal.ana ... Los cuadros y lllll escena.s aquí descritas, tomadas todos de la veridica realidad de oyer, dirrcilmeote podrían reproducarse hoy día, salvo en detalles de pequeña imperl.aocia. Y es justo decarlo80.

No vale la pena iromzar sobre esta nota que amponc un nuevo código de lectura y modifica el sentido trágico del texto en otro más bien alentador y optimista, pero conviene siquiera insinuar que por esto camino se insiste en situar el movimiento de la lustoria fuer a del mundo i ndígena, pues la mejora de sus condiciones de vida re­su lta ser obra generosa de los t.ea·rntenicnl:cs y del gobierno (que no sólo promulga leyes benéficas sino que "prohija• lo único que habrían hecho los indios, el "congreso indígena!'') y se repite la vieja idea de que la salvación del pueblo indígena está en manos de otros. Nnturftlmente ent-re c;:so:t otros eetá en printefa Uuca d J.nvpio nove· lista cuya obra parece haber sado, según su autor, elancentivo moral que hizo cambiar de actilud a autoridades y latifundistas. Por lo demás, si éste fuera un caso extremo de la expropiación de la histo­ria indígena (adviértase que no se mencionan siquiera los levanta­mientos y rebeliones campesinas que efectivamente se produjeron en el lapso que va de la primera edición a la definitivo), hay que convenir que en buena pad.e de las novelas indigenistas, inclusive en algunas tan r adicalmente críticas como Huosipungo, sil establece una estrAtegia que, s in proponérselo específicamente, ofrece una imagen tan deprimida de los ind ios que resulta imposible, a partir de ella, imaginarlos como protagonistas de ninguna acción trascen­dente. En efecto, ln condena de la crueldad de Jos terratenientes y de los agentes del gobierno o de la iglesia se prueba por la profundi­dad de la degradación a la que perversamente han sido conducidos los indios, sometidos a vejámen~s sin cuento, con lo cual, si bien queda en claro la imperdonable perfidia de los poderosos, frente a quienes el lector no puede sentir más que desprecio, también se ha­ce evidente la insalvabl<) ~ irreversible deshumanización de los in­dios y su incapacidad para gestionar individual y socüalmente sus propias vidas. Frento a ellos el lector sien!:() piedad pero diflcilmente puede abrigar esperanzas de sa lvación por sus propios medios: es­tán, según esta versión, destruidos como personas y como pueblo. Por esto las rebeliones que rehatan las novelas son, como bien lo in-

80 Op. cit., p . 348.

183

dtcó Dorfman, •reaccaones automáticas, casi pavlovianas•, destina­das inevitablemente al fracaso e incapaces de variar en lo más mi­nimo la dolorosa e insoportable realidad que las originaS!, Es claro que este masivo entrabamiento del pensamiento hist.órico en la novela es uno de los problema5 que los indigenistas no pudieron en­carar productivamente, pero al mismo tiempo todo indica que la cuestión no fue percibida con claridad por la gran mayorla de estos escritores. Hay, s in embargo, una excepción notable: El mundo es ancho y ajerw de Giro Alegrlo82. Conviene detenerse en ella porque es la única que, en el periodo en análisis, convi~rto el pro~lema de la historia, y más específicamente el de las ambagua~ relncaon~s en­tre tradición y modernidad, en uno de sus grandes CJCS narraltvos Y semánticos, aunque ~mo se verá de inmedia_to- e:;<> no implica que ilumine todo el vasto campo de tal problemática m menos ~mo es obvio- que la solucione.

La excepcionalidad do la última gran novela de Alegria deriva en gran parte de la construcción, en sus 1>rimeros capítulos, de una imagen de la comunidad indfgena (representada por la. de R~) como forma de organización social punto menos que perfecta: saba­durla, fraternidad y justicia, en las r elaciones intorporsonales, Y respeto casi religioso, en sus v_lnc~los con l~ ~aturnle_zn •. hacen de la comunidad un lugar donde el andao puede vwar con dagnadad y reali­zar casa espontáneamente Jos más all.os valores humnnos83. Esta sostenida alabanza a la comunidad no sólo la califica como el espa-

81 Ariel Dorfmara, /rn.t>giJuu;wn 1 violtnciJ> .,, Amiri.co (Santiago: Universita­rio. 1970), p. Z02.

82 Ciro Alegria El mundo es anclw y Qjeno (Caraws: Biblioteca Ayacucb o, 1978). La l; ed. es de 1941. !ln lo <JUO s igue reforanulo los plnnt.eamientos oxpueatos e.n mi prólogo 9 In edición cit'!lda. ,A más de los ~at~sdtos que. c1t.o cspocfficamente en las nol.os, son muY: ilum1nadarc~ lO! S!gu.u:mt.ea_: G~ran 'rocitovac, La comunidad i.t~dlgena;,• CJroAll!grla (L1ma: DtblJOtceo Uruver­titaria, 1975); Eduordo Urdnruvia, Análisis • intcrpnU>ci6n ~· t;J _mundo es ancho y ajeno (Lima· Unh-ersidod de San Marcos, 1974 -teoa•, marnco); los nrúculos recogidos en los volúmenes colectivos Lo obra d< Caro Alegda (Arequipa: Universidad de San Agustín. 1976) y Ciro Altgrlo · troye<tono Y -~(Lima. Varona, 19721; y los estudios de Alejondro Losada, ~ro Alegria oomo fundador do lo renlidad bispaooamericona", Acl<l Lilk;w:n,.. XVII, 1-2, Budopest. 1975; Henry Bonneville. "Caro Alegria y el mesti7.3¡e , I~it~rotura de la Emoncipoci6n Hispanoamericona y ol1'08 tt!Aa)•os. Actas del XV congreso del lll,l (Lamo: Universidad de San Marcos, 1972); Y el apartado correspondiente o Ciro Alegria en el libro de Julio Rodríguez­Luis, Hermenéutica y pra,x.{., del i"dige.nismo (México: Fondo de .C~lturo Económicá, J98Ó). Aw><tu• muy incompleta, puede con•u ltnrse la bt.blaogra­tiu que aparece en él Auuario lJibtlográ{ico PeruariQ~ J967.J969 (Ltma: Bt­blioteca No.cional, 1976).

83 Bast.nría esro texto sobre In comunidad de Rumi; .. Era hennoso ver c1 cromo jocundo del w.seno y ero máa hermoso vivir en ~~ 1 ... 1 Lot tJ.Ores que se h~-­blan dado la tarea de exi•lar olli entendian, desde hadu oagiCMO, que la feh­cidad Mee de la justicia. y que ltt justicia nace del bteo común· Op. rtt... p. 16.

Page 100: Cornejo Polar Escribir en El Aire

- - - - - - - - -184

cio ideal para r l pueblo indígena, sino In dcfinP como el orden social más pleno, atlténtico y perfecto cnLrc loR varios qtae coexisten en las nac~on~s andinat;84. Bl narrador cuenta, a t.ravés de numerosos cpi­sodtos mtercalndos en la llnen central del suceso, las peripecias de los comuneros que emigran y por e~tc medio ofrece imágenes múl­tiples de diversos espacios sociales, imágenes que siempre son deplorables tanto por lo que repr<'scntan en si mismas cuanta por el sufrimiento que los tndios tienen que soportar en cada uno de estos otros amblentc_s. No en vano todas estos historias concluyen trágica­mentc85. Obvutmeote se trata de probar que la comunidad es el único horizonte legitimo para el comunero, el único sistema que le permite realizar con dignidad su existencia, puesto que al margen de ella, en los l_atifundios, en las minas, en la explotación de la nqueza arnazóruca, en los pueblos serranos o en las ciudades cos­t~ñas, el comunero no puede más que contemplar su propia desgra­cta. evocM cot;~ nostalgia lo_ lejana y perdida comunidad de origeo, y conclwr -JUICIO que se rcptte incansabl~ment&- que la "comunidad siempre es m~jor"86. Pero ~stos episodios portan, como se ha insi­nuado, un sentido más abarcador: permiten comparar la comunidad indígena con el rc~to de la sOCiedad nacional, comparación que con­duce a afirmar la superioridad sustancial del sistema comunitario sobre cualqUJcr otra forma de organización social existente en el pais. No se trota en este coso, corno se ve, de una valoración cons­trenida a la perspectiva del comunero; se trota más bien, por decirlo de alguna manera, de un ejercicio de nxlología social, gestionado por el narrador a _través de la_ estructura íntegra del texto, gracias al cual la comuntdad se convtcrte en modelo y paradigma de la convi­vencta humana armónica y justa, y ol mismo tiempo eficaz, y en un modo plenamente .;cnsato y productivo de insertar a la sociedad en la naLura leza87.

84 La íma¡;•n do la comunidad qt•o pr-Nwntn Alc¡¡rfn dcb,. mucho sin duda al pensamieni.Q de Maridtogul. cr. ni rOSI)OCW, Tomás c. ~)sos,Íadillo, "Óiro Alegría, José Marra Arguodo• y ol indigenismo de Mnriál<!gui" Vruios M". ridtegui y la Utt!raf¡tro (Limo: 1\ muuto, l980). ' •

85 Por cjc.mplo, capitulas X, XI, Xl l, XV, XC<, XX. 86 El tema ha $ido espc<:iol lllcnte cttudindo por Tomá$ E15C!\iodiUo en Alegrfa y

81 roUJldo es 9tocho y 1\ÍMO l l.imo: Univenridnd de San Marcos, 1983). Cf. es-peemlmcnLe el cnpttuJo •Loe principios cstructurodores de El mundo es aut!ho y aitmo" (art.fcuJo publicHdo originofrnente en 1972}.

87 Este modelo comumt.ario. propio de los lndw• 11110 P"'" a lgunos son "bárba­ros:, est.."Í e~ lo. base de lo invcrs16n que propone Alegria con respecto al t6ptco ~ar-rmtntino quo opone dvili.,nC'ion y b3rborio, y que el mib'lDO autor lo_ ~ons1deraba to·rno estructura báttico (y eQ\lÍvocada) de Doña Bárbara. D•ee Alegria. •Jn ••rdad ea otra ( ... )el hombre de Mmpo es el civili.tado [ ..• j en tanto que el de la eiudod ea tl bórbaro de «ro~~ aunque a menudo es. concia las garr ... ~><~Jo loo ¡¡u~~.n~o. Juowmente, y é1!te es el o.'pecto más pa­~l-1co del renóm~no. aon toe cnmpc11inoa wnid06 por bárbaros quienes se han sublevado píd1endo e.cu~la"· pan, rn¡¡quinos, dcred\o, ley, a ese verda­dero bárbaro de la ciudad que les n•eKa todo ello deliberadamente y no

l85

Desde est~ perspectiva podría decirse q_uo El mundo es ancho ;y ajeno no sólo es lo his toria d~ un~ c~mu~tdad, que es c.omo gene­ralmente se le interprcta88, s tno la htstorta do las relact~nes de la comunidad indlgena con la sociedad nacional_ en su conJu~to. En efecto, si los primeros tramos de la novelo constituye!l el el~gJo de la comunidad y la presentan en In plenitud de su f~oonamtento au­tocentrado, los siguientes -y hasta el final trágJc~ relatan la ex­trema conflictividad d(l aquellos ,-fnculos con los otros órdenes de la realidad nacionnl. En aquéllos el temple novelesco es tenue, pues más que acontecimientos prcs<'nta modos de existir que serían secu­lares; en éstos, en cambio, Jos sucesos se encabalgan en la dinám:ca argumental que es tlpica de la novela. Como en los otros_ ~latos m­digenistas, aqul también es una fuerza exógena (la ambtctón de _un gamonal que desea para si las tierras comunales)_ la que dr~a~ el relato y le otorga la tensión necesaria para realizar las eJOgenoas del género. Es importante ndvert.ir, :'in em~argo,_ que el narrad~r tiene exacta concieocia de lo que stgntfica la mclustón de la comuru­dad en un horizonte socia 1 más amplio y establece tanto la gran an­~ítesis entre la felictdad anhgun y la desdicho actual cuanto, en ~ nivel más especifico In paradoja del vigoroso poder de la comum­dad, cuando functon; dentro de sus propios términos, y su extrema vulnerabilidad frente n lo que vteno de fuera:

Así llegó el v<ntnrrón do octubre y loa comuneros lo ponfan su babit~al cara de trnnquJlidt~d Jl(lonunelorío tt ~u embote frente a un suelo ~­cbado. un árbolloumo, unn lluvia nprctadt\ c01no w;t m.u:ro. Mas con:m otro ventarrón inconlrnst.nbht, que ozolnbn la c:ontinu1dad de la eXIS­t.encia comuniLuriu y ni cunl no RO 1o podfB encar3r eon 1a respuesta de 1u nol-úraJez.tl. Y éflt.n ca In qu.e, en último término, sabfan dar los la· ))riegos L ..• j. Ahoro ont.o In 1'\\IC:VU embrstida o sea la nueva. ley, se en· c~mlrublln p~raonalrncnLe doaprmodoft, Y. su esporauza,no po~fa hacer otra cosa que ofinnaf'l!.{'l en el u mor ll In tlcrr.tt [ ... 1. HabHi t¡uc ll' al pue­blo89.

Es harLo esclarecedor quo el orden comullitario sea enten~ido ~n térmit>os de "natura leza·• prccisnmenLe cuand? trnlmJ?C la htstona con sus retos, pero lo es mós que de$dO el conuenzo mtsm? del con­tlicto se establezca la indcft>nCtón de loa comuneros ante .In mtrustón de lo que está fuera de sus limites y al mnrgen d~ s u experJencH• secular -inlrusión que además, en este cns~, los obhga a salir de su ámbito propio pura adentrarse en el lemtdo pueblo, sede de las

tiene nin¡un respeto por lo dignidad y In vida humonn•, "Nota sobre el per­sonaje en to. novel u hisptlnoameri~ano•. en. Junn Loveluck (ed.), La no_r;ela ru1panOt:Jm~ncona (So.ntin¡o: Umversttana, 1969), p. 133. La ""Nota fue leída por Ale¡r{o •n Wl con¡n•o n!31iU~do en 1952

88 Asl desde el muy temprono ortleulo d• Concha Meléndez, •g¡ mundo!" cn:­cho y a,kno•, A.somonlt E~tudro. lli~ponOtJm~ncanO.Ii (San Ju~n: Unive.~•­dad de PuertA> R•co. 1943) o el también temprano libro delllatilcle Villanño de Olivieri.IA• nowlo• de Ciro 11./tgrla /Santander. Beclfa, 1956).

89 Op ciL, p. 1&9.

Page 101: Cornejo Polar Escribir en El Aire

186

agencillB del poder central. De cualquíer forma, la comunidad tiene que defender sus tierras y es en este punto donde el narrador desa­rrolla con amplitud el conflicto entre tradición y modernidad. El sabio y viejo alcalde de Rumí, Rosendo Maqui, y otros comuneros ancianos, optan por una estrategia tradicional que combina el es· céptico y poco eficaz uso de la ley y la realización de ofrendas y ri­tuales mágicos que tendrían la capacidad de vencer al adversario. Ambas fallan, la segunda porque su eficiencia al parecer tiene como límite la propia vida comunitaria (dentro de la que sí funciona el ritualadivinatm;io d~ la coca, por ejemplo), y la primera porque el recurso a la ley tmphca de antemano la sujeción a lo ajeno comen­zando por lo sacraliiación de la escritura (los "t.ítulos de propiedad") q~c muy pocos comuneros pueden leer y t<Jrminando por el acata­mtento de un complejo procedimiento judicial que les os totalmente perjudkia l e in inwl.igible. Así, las mejores tierras de Rumi quedan en poder deltet;aten,ienw y los comuneros tie~1cn que emigrar a las p_artes alt.a~ e tnfértales para contmuar su VJda colectiva, aunque s!empre hOJ.o e.l wmor de. ~na nueva expropiación que dejaría sin tierras y amqutlarfa definitivamente a la comunidad.

El narrador hace coincidir estas eventos con In sustitución del v~ejo alca!de, Rosendo, por un joven mestizo al que prohijó desde niño. BerutO Castro -es el nombre del nuevo alcalde- mantiene una inalwra~le veneración por su ant<lcesor pero no comparte su apego a la tradtct6~. Por lo pronto, es en extremo significativo que Benito haya aprendado a comprender la dinátuíca social en su peregrinaje por el untverso enemigo (conoce la ciudad, se ha alfabetizado ha apre.ndido algo de los políticos radicales de entonces, pero también ba stdo reclutadu como soldado y participado en netos de represión) y que do regr.cso n la comunidad tenga que enfrentarse, con Ja ayuda de los JÓVenes, a los comuneros que no quieren variar en nud~ sus h~bitos ancestrales y que preservan vigorosamente su sentido mág¡co del rnundo90. Al final venco y fija lo que serian las bases de un proceso de cauta modernización de la comunidad91: se insisto en la escuela y en la necesidad de la alfabetización en el e~pleo de nuevas aunque modestas tecnologías, en lo alte'raeión -c1erto que leve- de algunos usos colectivos, etc. Es claro que de es-

90 El epioodao más claro a ~ste r~ es la decasión de Benito crcctivamente realiz.oda, dt drenar una laguna que tiene aignificudo m'gi~. para nmpliar el tt~ do culbvo, contra la expresa voluntad de loa eomuneros mayore:s. Op. at, Cap. xxm

91 Est.c podrla Hr el l.ei<IO má.< significativo: Bcmto, •ot hon1bre que había tnlld.? lo. cumanos del mu1tdo enredados en las pup1las stnHa todo el com· promlllO dO C$8 responsabilidad. Le hHhrfa sido ráeil ( ... ] pOJIONe del pa-sado ( ... j pe~o tal posibHidad .no lo dejaba satisfecho ( ... j . 'l'on!a quo •urgir una wnoopc¡ón .df' 1:. exasWncHt quo, J3m rencgor dt;• la pt•ofundu aliaru.u del hombro con lo b~r··a. lo levantará sobre Jos limites quu fmst.o ese •nomento ~::.ro suf'rldo PIJrn conducirlo a más amphas form(IIS do vida". Op. cit..

1 p.

Capitulo T~rftflJ 187

ta manera queda en un lugar muy visible el connlcto entre una tra­dición valiosa, que como tal debe ser conservada, sobre todo porque en ella residen las cualidades más encumbradas, precisnmenw las que hacen de Rutuí un paradigma de organización social y de reali­zación humana, y las urgencias de una modernización que puede ser tanto un enriquecimiento del orden comunal como también la última posibilidad de supervivencia para la comunidad empobrecida por el despojo de sus tierras o -drásticamente- la más peligrosa for­ma de disolución. Aunque es del todo visible la preferencia del narrador por la opción modernizadora, el propio relate no deja saber cuál hubiera sido su resultado. En efecto, sé produce un nuevo in­wnto do despojo, esta vez para obtener la mano de obra .d~ !os co­muneros sin tierras, y Benito decide emplcnt· la fuerza e mactar un levantamiento indígena que es reprimido violentamente. En el en­frentamiento entre campesinos y soldados la comunidad es diezma­da y Jos pocos sobrevivientes deben desperdigarse por un mundo que ahorn si, definitivamenw, es "ancho y 1\ieno".

La destrucción de Rumies en sí un hecho trágico, sin duda, pero lo es más porque el narrador, según se ba visto, !a ha convertido en porc.adora de una significación ampliamente nactonal, como modelo de organización y funcionamiento sociales y corno espacio dondE!: el indtviduo puede vivir con dignidad, con el añndtdo de que en vanas secuencias de In novela se anuncia que es una de las últimas comu­nidades que ha podido sobrevivir a la vora• expansión del latifun­dio. El finnl del relato, cuando ya sólo se oye el eslampido de los disparos del ejército, contraviene la norma do la novela indi¡l'enista, que corno se sabe alegorir.a ~ediante figuras natura le~ un mde_ter­minado futuro mejor y más JUSto, y produce un senttdo defimda­menttl escéptico. De hecho, frente n la critica do muchos lectores acostumbrudos a ese curioso tipo d!l final feli~. Ciro Alegria tuvo que explicar ol por qué de unll culminación narrativa tan densa­mant.o trágica. En el prólogo a la décima edición de su novela (1948) o nota lo sig¡tiente:

E:t loetor se pregunt.anl cómo creo tal¡.., refiere a su nfinnación de qu~ el problema indígena será solucionado • ruvor do éstos! ~uando en .m• novela presento a los indios en la estac.ada. Ln aUngenoa me ha S'ldo fonnulodn muchas veces ( ... }. Entre la ru:t.itud roearnadamente estoiea Y do o honro mística con la tierra de Rosenclo Mac¡ul y la decididamente modenat\ y re\--olucionaria de Benito Castro, parece quebmrse toda es· perunza Así oeurre en la realidad. Pero a nin¡Un lector se 1& escapa que a pesar de la aparente derrota, queda en eataa páginM, i~oorunovi­blomente en pie, el hombre indao. Lo mismo •uoede en 1" realulad tam­bic!n92.

Al margen de que ciertamente es impor~ante la ~ons~ste.ncia de la poética realist:t del relato que revela In cttn antertor ( as1 ocurre en la roulidnd"), cabe preguntarse qué hay detrás do csla exacerba-

92 F.l prfJiogo fl(! r~producc en la edición que uso. Q¡,, cíl., p. 9.

Page 102: Cornejo Polar Escribir en El Aire

188

ción de la mfmc8ÍS, que está 11 punto de convertir lo verosímil en verdadero93, habida cuento que, como a nadie escapa, esa poétie<~ es del t.Aldo irrealizable no s6lo en el clisc1<rso novelesco sino incluso en el histórico94, y que tomada ni pie de In leiTa puedo ser rndicalmen· tAl engañosa. Hay, por lo pront.Al, una estrategia doble y ambigua me­diante In cual, ele una parle, el narrador pretende ser una instancia transparente por la que atraviesa In "realidad" para Uegar tal cual al lector, pero, por otra, ese mismo narrador no cede un punto de sus atributos como autor-autoridad y configura una estructura re­ferencial que encierra, como parte de s1 misma, una extensa red de interpretaciones y valoraciones (a veces mediante juicios explfcitos, a veces menos nbiertnmcnte a través de ordenamientos, énfasis u omL«ones) que sin duda no reOeja la realidad sino la posición en última instancia hermenéutica -o si se quiere ideológica- del propio narrador, tanto más cuanto se lrota de un narrador fuertemente monológico95. Por supuesto, en el caso de la novela indigenista, el asunto es más complejo porque, como he anotado varias veces, se trata de un narrador ajeno al universo indígena que representa.

En este orden de cosas, si bien El mundo es ancho y ajeno es la novela que problema liza con más profundidad la historia del pueblo indígena y la que reOexiona más abierta y agud•mente sobre la dificil articulación entre tradición y modermdad, es también -tal vez por eso mismo-la (JU<' permite entender mejor por qué este tipo de novelas tropieza constonlemcnte cuando se trata de historiar la situación de los indios and1nos. Sin dudo ~1 asunto tiene que ver con esa excentricidad del narrador con respecto al mundo narrado, pero tal vez tenga relac16n también -y hasta más decisiva- con el modo como ronstruye un discurso que por un lado remite a un sujeto emi­sor constituido como agencio único de la autoridad narrativa y por otro a un referente copio.Yan1('nLo prov<•lorado y por eso mismo en­claustrado en un sentido fuerte o impositivo. En otros términos, el narrador despHega una sola voz o impune un aólo significado al uni­vorso de la representación96. Los protngoni~taa, por más elocuentes que sean, en reulidad nunca dejan ofr su palabra verdadera: de una u otra manera son siempre "traducidos•, a la par que el mundo parece constreñido denlro do uno sólida estructura referencial.

93 Cf. las interv{lflcione.s de Al~grto en el Encuentro de Narradores Peruanos op. cít., cspcdolmcnw pp. 240·2~. '

94 Cf. Hayden White, Tn>pi« o{ Discourse Es.<ay• in Cultural Criti<;ism. (llalti­more: Jobm llopkms Unm•raily Press, l978). El wma ha sido aludido en el primer capf1111o.

95 Las excepciones eolarínn en aquell011 frogmen...., en que rl narrador recuen­ta fábulaa o leyendo• popwnres. Sobr• elle tema en El mundo es ancho y qjeno y OD (as novelaa on!A>rí01••a el<! AJogr\11. Cf (os capítulos pertin<mtes de mi Lo not .. ~la ~ruana, op. cit,

96 Este tipo de diKunso ea cnlífieado de popuh•tn por Cuillenno Mariaca. La poiabru outor.tana """ PiU: Tlabuanakoo. 1990). Cf ospc!cialmentl! los ea­pítuJos teóricos.

Cop(tulq 'l'trtrrQ 189

Visto el asunto en Lé1·minos sociales, bien podrfa decirse que el sujeto product.or del indigenismo, c\lya filinció.'\ mesocrática ya ha sido referida y en cuyo proyecto rlr emergene1a soc1al, frente a la hcgemorúa oligárqwca, es fundamental nutoasumirse como repre­sentante y portavo• do las masas indígenas, que en última instancia sedan las que le ofrecen la legitimidad social y poütica que por sí mismo no tiene. reali~ll en su discurso un neto de apropiación de esa base social para conformnrla a sus propias necesidades97. Es tanto una eficllZ arma contra su ('ncmigo histórico, la oligarqula y en es­peci<ll el latifundismo andino, cuanto una escritura desplazada que, precisnmente por serlo, deJO en el centro del escenario nacional al propio productor del discurso sobre el otro, el indio. Esto no implica, en modo alguno, que In denuncia contenida en las novelas indige­nistas no fuera eficaz, ni tampoco que en su proyecto hubiera algo así como una trampa ideológica (aunque a veces la haya); implica, específicamente, que en su condición de relato heterogéneo, a ca­ballo entre dos mundos socio-culturales agudamente diversos, la no­vela indigenista de entonces (hasta El mundo es ancho y ajeno) no tiene instrumentos pnra procesar con eficiencia el confficto del que surge y con el cual de alguna mnncrn está constituida. Reproduce, pues, el conflict.Al irresuelto por la propia historia do naciones escin· elidas y desintegTadas. En este sentido, aunque parezca paradójico, la gran verdad del indigenismo -y sobre t.odo de la novela indige­nista- no reside tanto en lo que dice cuant.Al en la contradkción real que reproduco discursivament.e. SuR incongruencias, ambigüedades y apodas son, en úllimo témtino, las de todn una sociedad que no llega a encon trarse 11 sr misma ni 11 i>roducir imágenes convincentes de sus problemas, salvo cuando los reproduce discursivamcnte. De esta m(onera, leer indi¡¡rnismo es ante y sobre todo lncr la extrema contrndicción de Mdones que no pueden decirse a sí mismas, por su propia y desgarnula condición heteróclita, más que en re!lexiont>s y ficciones que intentando resolver el "problema nacional" (y en pri· mera linea el "p1·oblemn inrlfgr119") lo qLLe hacen es repetirlo. E n los mejores CMOS - hay quo decirlo con énfasis- esta repetición es ilu­minantc.

La explosión del sujeto

No viene al caso aclarar que la elegía en que al nnal se convierte El mundo es oncloo y ajeno fue prematura: no en toda la sierra, pero sí en importantes sectores de ello, las comunidades sobrevivieron al feroz asalto del gamonalismo en In primera mitad del siglo XX, al­gunas preservando sin mayores cambios sus hábitos seculares y

97 Ya está trnhcado qua estas ídeM hon •ido desnrrollodtl• por Angel Rama, Tron«Ulluroci6n IIOTTOIIl·a t"n Am~ácd Lntma, op. ciL Cf. especialmente el estudio '"El úea cuiLuml andina.,

Page 103: Cornejo Polar Escribir en El Aire

190

otras modernizándose radicalmente, aunque todas dentro de 1ma honda y generalizada crisis del agro andino con la subsecuente y ca­da vez más poderosa ola migratoria hacia las ciudades. Muy esque­máticamente hablando, parte de la obra literaria y antropológica de José Mario Arguedas ausculta aquella supervivencia, con perspec­tivas oscilantes que expresan la profunda angustia ante lo imprevi­sibilidad de lo que aueederá en el futuro, y otra parte, menor en magnitud pero no en importancia, examino el fenómeno de la mi­graci6n98 - tal vez el más importante de todo el siglo. Lo que me interesa no es estudiar la tematización de uno y otro asunto sino el modo como la plasmación de ambos depende de una recomposición del orden discursivo indigenista, o neoindigenistn99, y más concre­tamente la emergencia de un nuevo sujeto quo puede o no adscribir­se a eaas cotcgc>rías. Ante la imposibilidad do dor cuenta de este pt·oceso en toda la vasta obra arguedianalOO, examinaré primero -y de manera muy fragmentaria- Los ríos profundosl01.

Para ello es necesario advertir que, como cualquier escritor, Arguedas construyó la identidad desde la que emitía su discurso y que no tiene el menor sentido cuestionar si correspondía o no, o hasta qué punto, a su biografía "real"; no lo licne porque es el sujeto autoclaborado (¿y cuál no lo es?) el que finalmente habla con sus lectores y los persuade, o no, de su legilimidad102. En cualquier ca­so, no sobra destacar que Arguedas fue lo suficientemente convin-

98 Tomando en consideración sólo el lado litemrio, de lo pnmero podrían ser ejempl03 Yau1ar Fit$1<1 (Lima: CIP, 194 1) y To<ÚJ• las ~angrt• <Buenos Ai· re•: Losada, 1964) y de lo oegundo El zorro de ambo>' •l zorro de abq¡o (Buenos Aires: Losada,l971) y el poemario bilingüo Karotayl T<mbl.n.r (Li­ma: [n&toLuto Nacional de Cultura, 1972). Parto do sus trub'lios antropo­lógicos fuco·on recopilados por Angel Ram• en Formael611 rle una cultuM Mcionallndoamericn..a (Mórico: S iglo XXl. 1975). Cf. C.9pOeialmcnt.e los estudios sobre la$ coonunidades do Puquio y Huanca,yo. Sobo·o literatura y ll'ligración, cf. el libro de Mit:lw Lauer, ltlsitio de la Uleratura, op. cit.

99 Paro l¡o periodizución del indigenismo el mejor oJ)<>rt.! oi¡uo siendo, aunque pueda dleeutlrsc 111gunos de sus planteamien~. la tesis docl()rol de Tomás G. Eseajadillo. LA. Mrroliu4 indigenista: un planleomil.nto y och~~ incisiones (Lima. Unívo111ídad de San Man:os, 1971-nümeo)

lOO L3 bibuograflo sobre Arguedas ha c:recido considcrabkment.e en los t!ltimos aiioe. Cf, aunque incompleta, la "Bibliograffa" que apnrece en José Maria Ar¡uc<las, El zorro dt arribo>' el zorro de abqjo Edición critica coordmada por Evco-Murie Fell (Madrid: ArclüVllS, 1990). Antea hablo aparecido la de William Rowe en Rl11ista Puuan<J ck Ctdlurn, 13. Limo, 1970.

101 J086 Maria Arguedas, Los rl01< pro{undrn (Buenoe Aires: Losada, 1973). En lo euceelvo ano!() en el texto. entre porént.esis, laa págonu de las citas de esta edición A mciJ de los capítulos relativos a esta novela en los libros ge­neralea sobre Arguedas, Cf. Julio Ortega, Texto, comrJ.nicéJti6n y cultura. Los rlos ¡>ro(wulo.• dt Argu~das (Lima: CEDEP, 1982).

102 Esw ea el punto nuls discutiblo del libro, por lo demás útil, do Rolaod For­guca, Jott Marta Arguedas: del pén6a.mit'nto diaUctico af ptnsamiento 1f"!lflico. Historkl rl• una uto¡>la (Lima: Horizonte, 1984), Cr. por ejomplo In da~:~cusidr\ ~obr'a si Argucdos fue en realidad un hiaptwo·•mblnnt.c tBrdto.

CapüuJ.o T~r«ro 191

ccntc par~ convertirse en algo asf como un "héroe cultural" para un vaslfsmo público que e.xeede largamente al de sus lectorcsl03. Como se sabe, Arguedas se definió a sí mismo como un "individuo quechua moderno" que •como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua", definición doble, y a ratos ambivalente, cuyo origen está en la una y otra vez evocada experiencia infan­til104. Para Arguedas el haber vivido sus pnmeros ai\os bajo el am­paro y con el cariño de los indios, asumiendo como fonnaei6n prime­ra la vasta y compleja cultura quechua, pero también sus misera­bles condiciones de existencia, será uno suerte de paradójico "trau­ma feliz" que reaparecerá constantemcnto en su conciencia y -por cierto- en su obra. En el fondo, su origen misti (hijo de un abogado y

.• de una hacendada) y su posterior inserción en el mundo univer­sitario capitalino, primero, y en el sistema literario y académico in­tornnciona l, luego, nunca fueron suficientes para borrar eso expe­riencia literalmente fundadora; más aún, todo lo que sucede poste­riormente como que se explica en ella al mismo tiempo que la enri­quece y la convierte -mediante constantes retornos y evocaciones­en la matriz de la que surgirá un sujeto que incluso cuando habla del presente más puntual no puede hacerlo sin referirse, de una u otra forma, a ese pasado tan goroso como sufriente. Obviamente no intento siquiera asomarme a una lectura psicológica o psicoanalitica dG A.r¡Juodas, sino ox:t.minar el temple. d4! ~ aujCPto que enuncia ~i todo su discurso a partir de una ex:penenc1a que puede no ser estric­tamente autobiográfica, aunque en sus lineamientos genera le.~ y en algunoR puntos específicos sin duda lo sea, pero que es ~so. s~- es­trict-amente "real": después de todo es otorgándole esa cond1c16n, y viviéndola como La! que se configura el sujeto, su enunciación Y el modo y sentido de s~ es.truct.u.ras de representación.

Desde otro punto de vista, tengo la impresión de que lo di_cho hasta aquí quoclu en algún sentido englobado dentro de la expenen­cia de Argucdas (experiencia compartida mós tllrdc por una vasta

103 Cf, mi breve artículo, "Jo..<>é Maria A.rguoda.t!: unu capMndida historia", Ren· coni/Y dt Renards. Collor¡uelnternationol 1ur Josl Morfa Arcu~das (Gro­noble; AFERPA, 1989).

104 ¡,., cita corre•ponde o "No soy un aculturado", doacuno de recepción del Premio Inca Garcilaso de la Vega (1968). Circuló de inmediot.o en hojas suel\88 y ha sido reeditado muchísimas veces. Cot por la ed que apare<>e en El zorro •.. , op. ciL, pp. 256-Za"'?. Paro la biognofra de Arguedaa, cC. Mildred Morino do Zela, "Vida y obra de José Maria Arguedas•, Rovi•ta J>erocna de Culturo, 13, Lima, 1970, ampliado en la edición v~no.olana de Los rf<>s pro(und03 (Carocas: Biblioteca Ayacucbo, 1978); Sybola Arredondo, "Vida y obro de ,José Maria A.rguedas y hechos fundamentales del Perú", en José Marfn Arguodaa. Obras Completas. Edición y nola8 do Sybila Arredondo (l,.ima: llorizonle, 19831; y el•Cuadro slo6ptico" que oparoee en El zorro ... , op. cit., pp. 269-274. Hay numerosos t.o~t.oouul()bio¡¡nlfioos. Tul voz los más interesantes er;.t.án r~opi1ados en la edición de El zorro ... que Rcubo de. tl­to.r y en tus Acl.Qa del Prüncr Encu.eutro de Narrmlores Pcrunnu:J (Lima: Ca· oro de lo CuiCurn doll'crú, 1969).

Page 104: Cornejo Polar Escribir en El Aire

192

multitud) como temprano mignnte andino hacia lo capital. Sin du­da el sentimiento de desarraigo tOS tiene el pnrad6jico er~cto de pre­servar, con intensidad creciente, la memoria del tiempo y el espacio que quedaron atrM, convirtiéndolos en algo ase como un segundo horizonte> vital que constant<m~ente se infiltra, y hasta modela, las expenencias posteriores. Así, mientras que el mestizo trataría de articular su doble nneest.ro en una coherencia inestable y precaria. el migrante, en cambio, aunqne también mestizo en una amplia pro­porción, se instalaría en dos mundos de cierta manera antagónicos por sus valencias: el ayer y el allá, de un lado, y el hoy y el aquí, de otro, aunque ambas posiciones estén ineviwblemcnte teñidas la una por la otra en permanente pero cambiante fluctuación. De esta suerte, el migrante habla desde dos o más loclls y - más comprome­tedoromenlc oún- duplica (o multiplica) la Cndolo misma de su condlción de stüet.o. Es probable, entonces, c¡ue In configuración de sujetos, diacmsos y representaciones plurales en lo obra de Argue­da>:~ tonga más de una relación, en algún momento decisiva, con su condición de migrante. La amplia socialización do es U. experiencia pudlera ser una de las razones de la identüicación de amplios gru­pos sociales con el gesto vital y el lenguaje arguedianoa.

Tal vez convenga analizar, para aclarar es tos puntos, un primer episodio de Los rfos pro{undcs. Está disem•nado a In l:~rgo del capí­tulo VI y s ucede dentro del internado en el que el narrador-protago­nista, Ernesto, apenas puede defenderse de las agresiones fisicas, morales y culturales que sufre en ese "mundo cargado de monstruos y de fuego" (p. 43) recurriendo una y otra ve><, siempre con renovada energfn, al recul'rdo de su infancia cuando los indios generosos de una comunidad "me protegieron y me infundleron In impagable ter­nura en que vivo" (p. 47). En un momento do paz, e l Markask'a -que es uno de sus peores enemigos en el colegio- le pide qu~ le re­dacte ("me hAn dicho que escribes como poetn'' -p. 81) una carta a la chiquilla de In que está enamorado. EIJa pertencco ni seclor de los poderosos de Abancay, lo pequeña ciud¡¡d en la que está ubicada la escm¡Ja. Ernesto siente a estas "señoritas como seres lejanos[ ... ]. No eran de mi mundo. Centellaban en otro cielo" (Id.); sin embargQ, sin mucho dudar, decide escribir esa carta:

Yo t~ttbíu. o rw~ar de todo, que podía cruzar eso diet.nnc1n. como una llJCta, como un cnrb6.n encendido que asc1ende. Lo csrtll que debía es­cnbir pnrn la ndoroda dé! }.!orkaslt'a llegarla a loo puertas de ese mundo { .. J. No importaba que la cnrta fuera a¡ena, qultá em mejor e m-

105 Arguedas tornntiz6 este ••sunto en uno de sus pnmeros cuont.G•. "tlasta que un dfa me arrancaron de mt querenc:ia.. para traerme o esto bullicio. donde aenu.. que no qui......,, que no comprendo 1 ... 1 Yo, oquf, .;vo nmargodo y pálido, romo un onimnl de los llanos fríos, llevado n In orilla del mnr, sobre arl!nnlca Cllndcut.cs y eJ'.tntños'". -warm¡; kuyAy". c.H .. por Amor mundo y ID­do• los cutmoo CLima: Moncloa, 1967), p. 94. Ln 1• ed. es de 1933, ounque Indo 193!) ofrece una versión caai definitiva.

193

po,or df' ese- modo ... Alza e l vul\lo, g8vilt\n ciego, gnvilti.o vagabundo", exclamé. Un ar"guiJo nuevo me qucm..o..OO. Y como q\llcn entro o. un combate crn­Jl"«l o r=lbir lo earta del :>larka•k'a: "Uoted es la dueña de mi olm" [ ... J Ninft~ adorod•. entre las moreras jugabat como una mariposa .. • P~ro un descontento .re.peotino, una especie cfp agudo verg\lt!nza. hizo ,lue anterrwnplera la redacción de la carta. Apo)'~ mis brazos y la rnbez..., ~re la carpeta; con el rostro escondido me detuve a ~uchar ~ nuevo sentimiento. •¿Ad61lde vas, adónde va.? ¿Por qué no sigues'? ¿Qué te asusta; quién ha cortado ~" vuelo?" D<.•spués de estas prcgun­tat, volví e e.scucbarme-ardientcroente. "¿Y si elhts supieran leer? ¿Si a ellas pudi~ra yo H:eribirles?•. Y eltas eran Justina o Jacinta, M aliene ha o Fe liBA; que no tenían mcle­nn ni Ct'rc:o, ni llevaban tul sobre los ojos. Sino trenzas net...rras, flores silvestres en la cinta del sombrC'ro ... "'S¡ yo putliern escribirles, mi o mor brotacia corno uo río crist.a.U.uo; mi cart.o podrfuser como un canto quo Vil por los ci<!los y llego tl su det:~Ljuo". tl~atrihí r! E:serihir para e llas ern Inútil, inservible. "¡Anda; eRp<lralos en loa cruninos, y ea.nU>! ¿Y, si ruorn posibll}. si pudiera empezarse?" Y escribr: 'Uyuriy chay k'otik'niki siwar k'ontita .. .". "Escucha ni picaDor esmeralda que te sigue, te ha de hablar de mí [ ... r. t:otu ve7., mí propio llanto me detuvo L ... }. No fue un tlan~o de pena ni de deso• Jl"••oión. Salí de la clase er¡uído. con un I(>ICIIro orgullo, como cunndo cruuba a nado los rl06 de enero cargodoe d•l ngun más pesada y turbulento (pp. 81·83).

Por supuesto es importante la reaparición del temo, en realidad de la nporin, de escribiT para quienes no saben leer y t.. .. J ve>. tampo­co hablan español; como lo es, asim•smo, que explícitamente se es­tablezca que la via natural para comunicarse con las muchachas in­dias sería el canto. Se decide sin embargo por la escritura en qne­cbua, Juego de una frase ambigua ("¿si pudiera empe~arso?") que tnnt.o puedo referirse a com<'nzar a escribir en quechual06 cuanto a iniciar()} proceso mediante el cual las oidas indias fueran capaces de leer. Irónicamente, los lectores de la novela •·eplten, pero a la in­versa, laa limitaciones de aquéllas; por eso, e l narrador sólo deja un renglón de la cntta en quechua (que ol lector "normal" no entiende) y del resto (que be citado apenas en su primer párrafo) sólo cono­cemos la traducción al español No viene al caso record1tr los co·ofiic· tos que le creaba a Arguedns el bilingliisrno, y el suyo propio en primer lugnr, ni la opción relativamente castellanizante que asumió en este perioclol01. Vale mucho más, para lo que ahora me interesa,

100 Sobre lo ....,...t.ura del quechua, espec¡ficament.e In C>letitura hteraria, cf. la tb1• Ph .O de .Julio Noriega, BU$C':iUUlo una 1rodici6n tttrnto y poltico que­chu<r tn ti Ptrú (Ptttsburgh: University of Plttaburgh, !993 -mlmeo). Su pnmer capítulo, •Et quechua: voz y letra en el mundo andino .. ap~e en Rtvi•to dt Crftica Literaria Latinoamuicona, XIX, 37, Lima/ Pitt.sburgh 1993. l..as ideRs generales expuestas en el p~rrofo anterior, sobre el mi· grnnw, debon mucho a las celnvctsaeion~s que tuve con Noriegfl durante el proooso do dirooción de esta tesis.

107 Cf. Jon6 M•rí• Mguedas, "La novela y el problema de ln rxpremon literAria

Page 105: Cornejo Polar Escribir en El Aire

194 Eauibir en tl aiTY

enfatizar la aguda tensión que genera In relación entre un instru­mento cultural definidamente moderno y urbano, como es la novela, y una instancia referencial (no sólo referencial, como se verá luego) que obedece a otras normas soeio~ulturalcs. Es como un signo de los conflíctas de una moderni2ación desigual lOS, abrumadoramente desacompasada, que no puede menos que producir una nueva y has­ta más mcisiva forma de heterogeneidad. Más incisivo, entre otras muchas razones, porque tal como el fragmento en análisis lo de­muestra, la heterogeneidad se introyecta en el propio sujeto y lo desestabiliza. Es en estos términos que puede leerse la suslitoción del escritor de la carta (Ernesto desplaza al Markask'a), pero sobre todo el nuevo desplazamiento (cuando Ernesto hace suya la ca rta y cambia ol (lcstinntllrio) que termina por entreverar la constitución mismll del sujeto. No es casual ni grotuito quo la carta sea imagi­nada primero como "una saeta, como un carbón encendido" con que "Uegar(n a las puertas de ese mundo", el de las "sefloritas", pero que para animarse a renliz:~r ese "vuelo" acuda a una figura tópica de las canciones andinas (el gavilán), y monos todavfa que en el mo­mento de crisis, cuando siente vergüenza por estar escribiendo en español una carta aJena y evoca con nostalgia el canto quechua, éste también sea figurado como un vuelo "per los cielos [que] llega a su destino"109, cof'Íunto de imágenes que concluye con la memoria del cruce del rio como scl\3ocióo final de triunfo y orgullo. Intuyo que aquí se encabalgan varios sentidos. De una parte, el desplazamiento es entre la autoimagen de Ernesto que se siente "indio" y el espacio de las "señoritas•, pero también desde su posición de adolescente misti, educado, capaz de ejercer la modernidad de la escritura, ha­cia el "arcaísmo" de las muchachas indias analfabetas, con lo que se alegoriza Lt>nto la distancia que separa dos tiempos que sin embargo son coetáneos, cuanto la posibilidad de ir y venir do uno a otro en una oscilación que es n In par dolorosa y eXIlltanto. 'Por otra parte, esos núsmos desplazamientos dibujan la mdole de un sujeto inesta· ble, hasta inte.-namE>nte escindido. cuya constitución remite más a un complejo juego de posiciones y relaciones, drósticanumte varia­bles, que a una identidad estable y compacta.

Como es fácil suponer, este sujeto de temple azaroso y mudable emite un discurso descentrado, proliferante y desparramado. Sin entrar en detalles: el discurso englobante es el de In novela en es­pañol, pero dentro de él se abre el género carta y éste se desdobla en

en el Peru•, Mar del Sur, 111, 9, Lima 1950. Una versión corrcgids aparece como prólogo a la edición ehilena de Y<lwar fi•siJJ ($Mt.la¡o: Universitaria, 1968).

108 El tom11 ho oido est1>diado para el siglo XJX y desde otrn 1,.,rspecliva por Julio R.omos ('.u f4u lih.m De$encuenlros de la modern.ida.d erl América Latino (Mé>cie<>: Fondo de Culturo Económica, 1989).

109 No dejo do IJCl' signiticativo qu" "-n el primer caeo eo llego ol •mundo" y eta el &cgwldo al '"eio1o".

Copftulo 1'tfftro 195

una carta en castellano y otra en quechua, la segundo de las cuales está situada en el muy ambiguo espacio de una escritura que inclu­so en su traducción al español remite a lo que seria su modelo -y su deseo- imposible: las canciones indias. Cito sólo los primeros ren­glones:

Escucha ol picaflor esmeralda que te sigue; te ha de hablar de mf; oo iM'&S cruel, escúchale. Lleva fatigadas las peque~as alas, no podrñ volar más; detente ya. Est.á .:.!Tea la piedra blanca donde descansan los viaje­ros. espera allí y escúehale; O}·e su Uanto; es sólo el menaaje:ro de mi jo'·en corazón, te ba de hablar de nú [ •.. ](p. 81).

En realidad, la carta en quechua (pero de la que conocemos sólo su traducción al español, excepto en el primer renglón) es algo así como Utlll rcod.iculación de tópicos de las canciones indígenas anti­guas y modcrnaaliO e implica, por eso mismo, que quien la escribe está sumergiendo· su discurso en un amplio y difuso intertexto, con la muy significativa peculiaridad que la carta escrita en quechua re­mite, vía esa intertextoalidad, al canto tradicional a~dino -que es, como ya se düo, su modelo imposible. En este senlldo, entonces, tanto el discurso como el sujeto que lo produce son radicalmente plurales. Su multiplicidad está situada mucho !f>á& allá d~ la s_usti­tución del Markask'a por Ernesto, y de la retónca romántica hispa­na por la de las canciones indígenas, que es lo obvio, y se instala más b1cn, con toda la compleJidad nnpliCJta en ost.e octo, en la mson­dable participación del hablante en otra tradición, y en otro género, que sin duda desdibuja su ~~dividuali~ad ~ su leng:ua para col~et!­vizar a ambas en la expreston de conc•enc•as ampliamente soctali­zadas. Así, justo en el punto mismo de la enunciación, se acumulan el narrador culto, que traduce la carta para los lectores de la novela, el protagonista que la escribe en quechua pero que sólo puedo ha· cerio acudiendo a las canciones que conoció de niño y los produc­oores de éstas que expresan una secular y extendida conciencia grupal en un lenguaje cuyo eje no es el individuo sino, como es claro, la colectividad. De esta manera la identidad del sujeto se extravía en una palabra que es suya y de muchos. En el borde de dos mun· dos, oral y escrito, novela y canción,_ moderno y ~nti~o, ur~ano Y campesino, español y quechua, el SUJeto y su aptitud d1scurstva no tienen otra posibilidad que entreverarse con todo un pueblo que­brado y heteróclito.

Casi lo mismo puede decirse, aunquo en un nivel de mayor complejidad, con respecto al espléndido capítulo inicial de la novela que relata el descubrimiento del Cusco por Ernesto. El fragmento que me interesa expresa su deslumbramiento ante los viejos muros incaicos de la que fue capital del Tawantinsuyu:

110 Es muy r~eil hnllnrlo•. Bnstnrra revisor la notoble ontología do Rodri~fo. Edwin y Luis Montoya, La. san.¡¡rf! de lm; Cl!rros/ UrqtJkt~t,opa YC!war'.'un. AntoiOijfn dtt In plH!$((1 quechua que se canta un el Pt~rCt (Lunu: Utuverstdad de Son Mnrcoo·M06ca A<ul, 1987).

Page 106: Cornejo Polar Escribir en El Aire

196

E:nm más grand&~ y extr.l..ñall de c-uunt.o habi& rm;:,ginodo h.1• p1edra~ del muro incmco 1 .). Me aco.rd~. entonc.e, de las canciOJl(!~t quccbu~ que repiLt.'r\ una (ru.ae pa~tica ronstnnto; -,.awar mayu .. , rt'o de 1angre· ·)·awc:r unu", 88"11 S..'lngrient.a.; •puJ(Jslt' .vttwnr kOcho .. , Jaco do 8añ~ q-u.e hte:rve; -yntt.'(Jr wek "r'",látfnmns de 11angre. ¿Acaso no podriu dt..'Cirse •yawar n1m,• piedra d~ $8ngre o "pt•Jl'tik yawa.r rumi", pt~dro de san· gre hirviente? B1·u N:ilátíco e) muro. ~ro he.rvíu por todas sus U' neos y la SuJ;terCicic. oro ~ambiartté, CPmo In do los ríos en vertlñO, que Henen una CJmn tts1, htléiQ ~~centro de) caudal, r¡ut) C$ la 1.0nn teJnible In más poderosa. Los ind.ios Uaman s.ynuXJr mayu" a esos rlos turbio15,' porque mucstra11 con e-l sol un brillo e:n movimiento, aemejant-0 al de la sangre [ ... ]. -¡Puk'J¡Jt )'OUJnr mmi/;,xclruné f"'ute 1\lmuro, en \'0% aiiA (J8).

Aunque la subjetividad del personaje-narrador preside todo el fra¡¡m?n~o (tanto que intr~yecla la palabra y el canto ajeno en el es­paCIO mtlmo de su memona), me parece evidente que ~sa subjetivi­dad, ~ese a su fuerw, sólo e.xtste en el diálogo con otra, por cierto coleel~va, que define su t<ltendad desde el nivel material y decisorio del Hlioma. Después. de t.odo e~ la evocación de las canciones que­e~uas la que en rcnhdad pennlte entender el mudo menso.je do las p~edras mil_enanas, pero no la que socializa dentro de lo moder­!lldad ~el genero novela la índole de lal entendimiento que debe ser mmediatamente trasvasado al español, en una extensa vacilación que acentúa la aguda mestabilidad, que en este caso es a la ve;: di­ferencia y vÍnculo, de un texto configurado por un bilingüismo mu­cho '?ás hondo y rxtendido que el del fragmento anterio1·. Lo tra­dUC(:IÓn, que formalmente marca al qut•chua con itálicas y comillas desaparece al final cunndo la ex:u lt11ntc exclamación de Ernesu; borra esa ajenidad y es él qu.ien grita desde sf mismo, y no desde el recuerdo de canciones oídas antes. que las piedras son realm~nte "puk'tik yawar rumi", piedra de sangre hirviendo. De esta manera si el _f~agmento remite al narrad1>r del texto. desdoblado entre s~ condic1ón de tal y In memoria personal que pone en cjefcicio111, tnmbtén se vmcula con el sujeto de las canciones evocado& cada cual con su propio idioma, pero de$de una perspectiva quo quiere $Cr englobante: los cantos quechuas son traducidos para formar un d!scurso bilingüe y al .tinal una frase quechua, que el narrador per&­plca~mente h~ traductd~ antes, se extiende como resonancia última; en otros térmmos, el bllmgliismo aparentemente queda resuelto en esa !'rase que~ por su posición, resulta de alguna manera transidio­mática. En eterto senltdo es a la vez quechua y español. Cierta­mente est~ combi~ato~ia de sujetos y lenguo.jes, con sus inestables despla.,;anu~ntos, ·~~lu:a.a su vez una comph~a operación que tras­lada l¡¡ oralidad Ol''g 'nnna a la escritura, aunque en la ficción del

lll Aludo al desdoolami~nto t•ntre el personaj .. ·narrador, que ejerce el dii!CUMIO dentro del uruveno do la no,-ela._ d!'nde opa....., como un ndole~nte, y el nl\rrador·naiT8dor, o hablante ~oo m se prefiere esta terminolo¡fo, que orgamu todo elt(':rto y que obVIamente rorreaponde a una conciencia adul­ta. E11 la ficción de 1n novela. el segundo no ha.rlo más que éVOCn-r a u inlan­c:io y juventud. Sin duda, ni hocerlo, tnmbu!n lo wnstltu,yo.

197

texto la conclus1ón. obvÍamente t>scrit.1, se aut.oimagine dentro d<> la oralidad: "exclamé [ ... 1 en ''OZ nlta", Icemos, con lo que Pe establece -también aquf- nl¡o así como un ~spncio de convergencias ambiguo e incierto pero Imaginariamente eficaz.

Se trata, otra vez, de la construcción de un sujeto plu~al que asume e.xperiencias diatinlas situadas en tiempos discontinuos y que remiten a cu lturas diversas. De aquí que puede $cr imaginado como un operador de varios lengunjes: el español oral del adolescen­te deslumbrado y el del narrador experimentado que lo recrea en una escritura novelesca, el quechua de las canciones tradicionales que remite a un tiempo anterior, tal ve;: muy anterior pero sin cro­nología fija, y -con toda evidencia- a un sujeto otro, a la ve;: anóni­mo y colectivo, c1ue genéricamente identificamos con el pueblo que­chua. ¿Quién habla entonces en este texto? Creo que In única res­puesta tendrfa que submyor su índole múJtiple, dispersa, entreve­rada, capaz ent.onces -y por eso nlismo de abrir uno amplia gama polifónica que incluye el sulil tejido de dos idiomnsll2. El sujeto fuerte y centrado, en cierto modo autoritario. en nada dispuest.o a fisurar su identidad, que más b1en parece querer preservarla como garantla de su propia existencia {tal como se había descrito en pará­grafos anteriores), entra en crisis y también, como es claro, su sólido discurso monoló¡¡ico. Ahora es -casi todo lo contrario. SUJeto y dis­curso se plura lizan agudrunentc y la novela como tal He Lrnnsforrna en un espacio donde uno y otro pierden sus identidades seguras y definidas y compa rt.~>n, no sin conflicto. una semiosis socializada y oscilante.

Sucede, sin embargo, que la complicada y sagaz construcción del sujeto, que como se ve es un suJetO plural, es del todo indesligable del ejercicio m1mético que realiza. Por lo pront.o, en el fragmento ín· tegro se despliega intensamente uno armazón analógica mediante la cual el muro incuico (que es el rcfcrcnLe específico) está despla· zlindose sin pausa hacia di:mensiones nrliculatorias, generadas por la memoria en una suerte de asociación libre, acumuladas en la se­rie río-agua-lago-lligrima. que en lodos Jos casos se definen por te­ner como materia la sangre. Es Hintomático que esta suerte de epis­temología comparativa, que conocemos desde las crónicas en sus fonnas más primitivas, se instale en este caso a parór de objetos no sólo disímiles sino, en más de un senltdo, contradictorios: entre la solidez inmutable de la piedra y la fluidez sin mesura del agua, ma­t.cria ésta que de inmeditlto se transmuta en san¡,'Te, preservando su fndole líquida pero transformando, a fondo, su naturaleza y sus sig­nificados culturales o -si se qu.iere ser más específico- sus con ven· ciones y sentidos artísticos: de lo que suele ser sfmbolo de vida y

112 Eo ru,,;a la "'""nancla de los Ideos d~ Mijrul Bajtín. cr. espeeilllmente Pnr blenúU dt lo poilioo d< Dosloi•vsk• (l'Mxlco: Fondo de Culture Eoonóll\ia!, 19861 y Est~IÍC<l d•l" crtaci.6n verbal (México: Siglo XXJ, 1085).

Page 107: Cornejo Polar Escribir en El Aire

198

pureza se pasa a lo que más bien está habitualmente ligado, en cuanto a sus significados codificados, con la agresión, la violencia y la muerto.

No hay ninguna razón objetiva que explique que la visión de la piedra traiga a la memoria la del agua-sangre; pero existe, en cam­bio, una constelación de muy variadas razones de otro tipo, tan di­versas que, por un lado, podría remitir a la dislocada imagen van­guardistll, quo a veces se infiltra en el indigenismo, y, por otro, para apuntar 11ólo a los extremos, al binarismo andino y a la voz al uni­mismamiento de las materias con que el mundo, según la conciencia quechua, está hecho. Intuyo, sin embargo, que todos estos vaivenes ent.ro la piodru (JiiO es piedra pero también agua y también sangre &on corno ensayos de la espléndida visión/ versión lioal: aquélla que comienza dubitativamente ("¿podría decirso?"), y luego explota en una afirmación gozosa y trágica: "piedra do sangre hirviente". que -por lo demás, significativamente- es la única que nunquo se apoya en la tradición de la canción quechua no la repite. Sin duda su ori­gen está en "lago de sangre que hierve•, pero su atrovidfsima crea­ción consiste en convertir el agua en piedra y en imagint~r el hervor imposible, pero semánticamente pleno, de esa materia msólita. Ca­ben, como es claro, decenas de lecturas, pero prefiero detenerme pri­mero en uno que sitúe en la piedra el orden andmo primordial, figure rn la san¡,'T<! la historia de su destrucción y avizore en el her­vor la evan!'scrncia de ese tiempo de Uanto y su sustitución por otro aún indefin1ble, lo que correspondería -con modificaciones inevita­bles- a .la conc1encu1 andina que afirma el agotamiento del tiempo y su sustitución por otro que surge, absolutamente dircrcnte, de una catástrofe cósmica 113; en este caso, la sustitución de lo sólido (la piedra) por lo líquido (la sangre) y por el vapor que por su propia ingravid(l~ doj¡¡ abiertas opciones m111tiples, aunque resulte imposible no asociarlo también al hervor de la ira que pr·esagia la demorada respuesta a ¡lgravios secu la res. Creo que no cabe desapercibir, empero, que el mismo texto ofrece \lila lectura distinta (entre muchas otras posibles), lectura que resumo crudamente en estos términos: si la constitución del sujeto y su lcngullje admite el deslizamiento entre lo individual y lo colectivo, entre las viejas eancior.les y la novela moderna, entre el quechua y el esparlol, entre la orahdad y la escritura, para concluir en un indeciso y dubitativo acoplamiento de subjetividades, conciencias, lenguas y códigos culturales distintos, entonces la compleja mfmesis que suscita el muro incaico bien podría formular la utopra que disuelve en el hervor - símbolo de un nuevo tiem~ la contradicción de la piedra y la sangre (contradicción que puede abarcar desde lo mítico hasta lo histórico y de lo colectivo hasta lo personal) e instllura la imagen de un cosmos tan inquietante, puesto que se funda en el ruego y en lo

113 Cf. Nathan Wacht.el, Sociedad e idcologúJ (Lima, lneUtut<> de Es~udios Pe­nJnnos, 1973), especialmente las rcfc.rencias t:kl conwpl.o nntUno del Li(Hll.po.

199

subjetividades, conciencias, lenguas y códigos culturales distintos, entonces la compleja mímesis que susciWI el muro incaico bien po­dría formular la utopra que disuelve en el hervor ~ímbolo de un nuevo tiem~ la contradicción de la piedra y la sangre (contra­dicción que puede abarcar desde lo mítico hastll lo histórico y de lo colectivo hasta lo personal) e instaura la imagen de un cosmos tan inquietante, puesto que se funda en el fuego y en la ebullición que produce, cuanto integrado y englobante. Más inquietante aún: en quechua, según Jorge Lira, la palabra ni na quiere decir "fuego" pero tnmbién "palabra• (o lo que "puede ser dicho")ll4, sinonimia asom­brosa que permite husmear la función del lenguaje poliforme y mul­tivalente, quechua y español, canción y escritura, antiguo y moder­no, como fuerza ígnea que incendia la "piodrtl de sangre" y la hace hervi r pan1 mudar In condición de un mundo y un tienipo agotados por el sufrimiento secular y cotidiano do todo un pueblo.

Tal vez, entonces, en este caso, sujeto y mfmesis no sean más que el haz y el envés de una operación discursiva que delata la dis­gregación y la violencia de la realidadll5 y cr1ge ~esde la carencia, la nostalgia y el dese<r la gran utopía de la perfección armónica del hombre y del mundo y de ambos como instancias de un solo cosmos viviente. Sin embargo, como el sujeto se escurre a través de mil y una figuraciones más o menos efímeras y el objeto do la mimesis aparece, se des,·aneee y vuelve a instaura.rse, en el espesor de un tiempo que fluye y se adensa, entonces sería pos1ble leer la utopía argucd1ana no en términos de síntesis concilian te sino de pluralidad múltiple, inclusive contradictoria, que no abd1ca frente al turbador anhelo de ser muchos seres, vivir muchas vidas, hablar muchos lenguajes, hubitnr muchos mundos. Después de todo, en Los rlos profundos, el discurso semeja ser un espacio disputado por varias vocee a i1·avés de \In diálogo que no siempro es dialéctico (se¡,tún lo advirtió Bajtítt varias veces)ll6 puesto que bien puedo prescindir de lA sfntosis supemdora y acogerse al coexisti r, intervincula.nte pero no totalizador, en un espacio que en sí mismo pnrece o carece de Hmi~ee o ser - inclusive en su centro- sólo un abierto, inestable y poroso borde. Quiero decir que desde esta perspectiva pierde sentido la problemática de la "integración nacional", o de la nación como cuerp<l social uniformemente homogéneo, y adquiere en cambio la opción de imaginarla en términos de convivencia justa y articulada ~nll'(' lo plural y distinto. No en vano, en uno de sus estremecedores

114 C1tado por C~aar Delgado Dúu del Olmo, 1':1 didi<wo d• los mundo._ Ensayo •ob,. e/ Inca Garc:ilaso (Areqwpa: Uni•craidod dn S~o Aguotln, J~tl. P-48.

115 ~~ mu•·o incaico aparo~ humillndo por la. e:ue:íodod do lo culle, J3 presenci~ do oLroe edlncioa modernos y sobre todo por ronnor pnrte dtJ lthl ease!J haht· tBñnR ¡)()r Jos odwdos 111Señores .. del Cusco. Op cíL., pp. 10-13.

116 Cf. "1 o91udio de lrl• Znvalo. Ln posmodemidad y MljnlllJujlin: 1ma JJOlti­ro dt.al6gicu {Mudrld: Eopaso-Colpu, 1991).

Page 108: Cornejo Polar Escribir en El Aire

200

dcl Perú cuya-a nuces c~tará.n S-lempre chupando jugo de la tierra para alimentar a:. tos que viVen en nuc~t-ra patria~ en la qu~ culllquier hom­bre no eognUet3do y •mbrutec1do JlGI" el ego!smo puede viv~r, feliz., to­du las patria>; l 17

No cabe duda que en este texto, si bien asoma la idea de unidad In idea central está ligada a la celebración de una patria capaz d~ ncoger, con gozo, a todas lns patrias; esto es, un espacio social abier. lo a las l?eculiar~dades y disidencias de los varios grupos humanos 9~0 ~ooxrs~n en él y h:rn pr!'~ervodo y desean preservar los modos •d!osrnc~.1trcos de ~us culturas, no como repetición siempre de lo ~rsmo.slno. al reves, com? resultado de interacciones más o menos sunétrrcas Y no hegemonrzantes con sus prójimos colectivos -esas interacciones que sintomático mente, otra vez, como en Los rlos pro· fwrdos, son imaginadas bajo In figura del "hervor•. No se trata en­~n~s de fundar un •modelo lingüístico• que •superando las contra­<f!ccrones en~e dos puc_blo~ y dos culturas• se proyecte premonilo­rmmcntc hac•a la constrtuCJón de una sociedad nueva y prcsumiblc­rn~nto ho'!'ogéneallB, sino, co.mo c"pcro que lo demuestren Jos aná­hsrs antenores, y corno lo conhrmorfu la última cita de reconocer la inviabilidad <;y ha~tn la ilegitimidqu) de un modt)lo que hago uno de lo qu~ .es vano, dlV~r~ y encontrado. Esta materia enrodada y en eb~IIICIÓn parece eJOglr In cancdacióo del discurso monológico, y del str.!elo fuerte que lo solventa, para dar paso a una radical heteroge­nerzac•ón d~ amhos Y de todo el complejo lenguaje (incleyendo la rcpreSt'nlacrón que conlleva) qu~ emite el hombre cuando compren­de que su propia identidad \~ene de muchas, divefllaS y muy pode­rosas fuentes. Tal vez fue José Mar/a Arguedas quien se orriesgó más en este azaroso, dificil e impredecible rumbo y probablemente fu_c .?." Los ríos pro(undos1aunque también en "La agonía de Rasu­Nrtr y on El zorro de_ arnba y el zorro de abajo) 119 donde experi­mentó con más ~ud~c>a 111 construcciór~ de un sujeto, un discurso y una representación mtdnsccamenLo multiples y descentrodosl20.

117 ~1 texto corresponde • "¿Ultimo dinrio?" con que concluye El zorro ... Op. al., p. 246.

1181.:" 1dea, qu~ hic;e mía h.tco ailo&, está en el ex~raordirutrio articulo de Loo­m~at litorales. _José lllnrfa Argu<!dos: el lenguaje como perfección buma­~ , E•tu'!iosli'iloldgu:os, 1, Vnld1v1a (Uni•-ersidod Austral de Chile), 1971. ~r. Wmbu;n Afi?erto Escobar, Ar11u<da• o la utopía dtllonguCVf> (Limn· Ins­tituto de t:$iudios Peruanos. 1984).

ll9 ~"..to l.•• primeras ed~cío~eo: José Marta Arguedn~. "La a¡¡onln de Rnsu-•t• (lJm~: La Rama Hondn, 1962); El zorro d~arriba y rl•orro d• abqjo

(Buo~~· tu~: Losada, 1971 -~ó.ot~tma). Sobro esta últimA'"' indispensable ol bl\)tmmn~ (¡>en¡ OC> sólo bl\,ltlmnno) hbro de Martín Licnhurd, C¡1llura JX'pu.lar ondma y forma "OVC'ltJJra. Zorros y don.znntes en ta últhn<r notJ~>la tic ArguedM (Lima: Latino"mericunu EditQres-TarM 1981) lW ' . Noturnlmente en otra& obma en be obsen.·ar similateíJ earacu-ristico.s. Inclu­so en Toda$ la., $tlngf'él que ca lo que pudic.ra estar má11 alej3d3 de esta probl~ma.Uc~ pese al (".Oráder ·rorar que creo encontrar (lln elht (el. el ca-

1

201

En el caso de Los ríos profundos allí reside su turbadora e in­quietante belleza.

Las voces subterráneas

Evidentemente Arguedas no es el único escritor andino que rea· liza la auténtica hazafta discursivo que he auscult11do en el parágra­fo anterior. So le adelantó Vallejo y le siguieron algunos neoindige­nistas, pero t.'lmbi~n otros que nada tienen que ver con esta tenden­cia, sino más bien con el casi desconocido universo afro-andino, en el que igualmente se producen tensiones étnicas de abismal profundi· dad, algunos más que se nutren del todavía misterioso mundo amnzónico y basta podría encontrarse uno que otro C8BO de similar temple en la literatura de referencia urbanal2l, De una u otra forma se trata siempre de discursos inst.~Jados en el sistema de la literatura ilustrada, aunque hoy que destacar que este orden insti­tucional comienza a resquebrajarse en los últimos ai\os cuando es parcialmente ocupado por productores culturales que provienen ya no de lns cápas medias, como en la primera mitod del siglo, sino de las clases populares -nul.ores que bien podrfan pcrt.enecer a la primera generación, y es t~sí en más de un caso, de núcleos famiHa· res secularmente ajenos no sólo a la literatura sino al ejercicio de la lectura~scritura. Sin embargo, no deja de suscitar cierta incomodi­dad que en Argucdas, que es el punto privilegiado en las páginas anteriores, pero también en muchos de estos otros casos, el sujeto, el discurso y la representación d1sidentes, aún cuando compitan y hasta venz.an en la armadura textual a los hegemó01coe, se ubiquen siempre (o casi) en uo nivel que reproduce, pese a su ánimo celebra­torio, a veces hímnico, el sentido que se supone que es propio de la aubaltcrnidad: una de los otrus voces, precisamente la que se desea reivindicar, se asocia a 111 naturaleza icontra la civili zación}, alar­caísmo social (frente al progreso}, al mito (de cara a la historia) o -pnra no ser prolijo- 111 sentimiento {contrapuesto a lo razón). ¿Qué posa entonces cuando quien emite la palabra es el subalterno?

pltulo pertinente de mi libro y& atado sobre Arguedna y lo muy intehgen­te crltica de Miguel Gutiérret, "Estructura e ideologlo de Todlu ¡,. san­gres·, Revista dt Critica Ldtraria Lati.noomericntiO, Vl, 12. Lima, 1980). Así, en un fragmento excepcional, <!l narrador mezcla doa veros1miles dis­tintos: •van Brrmo y Rcnd6n asi#tie-ron a StJ i'ntierro. Ahoro (el difunto] está trabajando, feliz, en lo clro~;l de K'orop-una. Lo enterraron los ittdios. en el ce.menterü> de indip.r;, No do•noró much.o en llegar t:\ lo c·lmo de la monta .. tia. •¡WifTáóá!", gritaron los muertos cuando llegó nlo timo, sonriente". Op. cit.., p. 426.

121 Seria imposible mcncionnr ejemplos en loda.s estas vertientes especial­mente porque en eada cllltO habñn que anotar e:specificidadu muy part-1-euiiU'CS.

Page 109: Cornejo Polar Escribir en El Aire

202

Por lo pronto, no voy o caer en el elegante sofisma de Spivak pa­ra quien el subalterno como t.al no puede hablar122; primero porque es obvio que s( habla, y elocuentemente, con los suyos y en su mun­do, y segundo porque lo que en realidad sucede es que los no-subal­ternos no tenemos oídos para escucharlo, salvo cuando trasladamos su palabra al espacio de nuestra consuetudinaria estrategia decodi­ficadoral23. Tenemos que reconocer -al menos yo 1() rcconozc<r que los críticos, como los gcsLorcs de testimonios o como los recopila­dores-traductores de discursos otros, generalmente nativos, somos algo así como una incómoda parodia del Rey Midas: Lodo lo que toca­mos se "convierte" no en oro sino en literatura. Y sin embargo, por poco cómoda que sea, est.a sospechosa alquimia result.a inevit.able al menos para todos los que fuimos formados, y para los que nosotros mismos seguimos formando, como hermeneut.as de textos escritos. En última instancia, y es bueno tener conciencia de ello, la voz del subalterno nos invade en la vida cotidiana pero solamente la asu­mimos como parte de nuestras preocupaciones académicas cuando ha sido sometida por ciertos requerimientos: haber sido selecciona­da y adecuada (y con frecuencia traducida) por colegas más o menos preati¡;iosos o haber quedado transpuesta y transformada (vía otro colega) en •testimonio". En realidad, frente a esa inmensa masa de discursos subalternos que discurrén dentro de su propio espacio, y ante los que estamos desarmados, los especialistas en literatura deberíamos comenzar a sentir la misma angustio.,a desazón de Jos nuevos antropólogos y etn61ogos124 y encontrar el Jugar desde el cual la relación con la que nueatra práctica académica no tcr1010e por hncer del discurso del subalterno poco más que la materia pri· ma de un producto hecho n imagen y semejanza de nosotros mis· mos. No trato de invalidar el fructífero trabajo de quienes realizan recopilaciones-tr aducciones de las literaturas marginales o gestio­nan testimonios de personas o grupos subalternos, pero sí situar es­tas prácticas no en el mw1do que las origina (bajo el idealismo ex-

122 Me baso en el sutil e irónico comentario de John Beverley en lo •Jntroduc­ción" a John Beverley (y) liugo Acbugar,I.A voz <kl o/ro' t<Otimonw. oubol­temidod y verdad narrol<uo (l..una/PiUsburgh; Latinoamericana Editores, 1992).

123 Agradezco al profesor Beverlcy el mfonm.trme que un argumento muy simí· lar hn aido empleado por Benito Pnrry en •ProblerM rn Curronl Tbcorics of Colonial Oiseourse•, Ox{ord LitcrGry &uiew, IX, 1·2, 1988.

124 Cf. \V alter M:ignolo, "La semiosls coloniul: la díalootica entre repreoent<<ero­nos fr acturadas y hermlméuUctrH plu ritópicas•, Bcalriz Oonzr!Jet ly] Lúcia Costigan (eds.), Critica y d<'IJCOloni.za.ci6": el sujeto coloii{(JI en la cultura latinoamericana (Carneas: Acndcmia Nacional de Historia, 1992). Ver su breve pero iluminador eomcnt.orio u.l li.bro de Michacl Touasin¡, SJroman+ i•m, CotonitJ.lúm and tire Wrld Mon (Cbicago: Chicogo Univcreily l'rcss, 1987). p. 42 Cf. también los ea<éplicos pero muy sagaces comentarios de EI.Oieta Sklodowska sobre las relaciones entre la nueva eblolot¡fa y el t.esti· monio en su. libro Ttstimonio hUponoam~rioono. Histona, ttOrlo. poltu:::a <New York: Pete< Lang. 19921. e1pocialmente eo el c:~pítulo lit

Copfltúo nrctn,) 203

tremo que supone valorarlas como la "voz auténtica• del dominado) sino en el de quien las realiza literariamente y en el que se las re­cibe, y sólo después auscult.ar el sentido de las huellas que dejó a lo largo de este proceso la palabra primera. Por el momento, aunque no sea muy elegante, no veo otra salida posible.

Desde esta perspectiva, que invalida la certidumbre de quiene.s creen estar escuchando directamente al otro cuando lee11 su uoz en testimonios, al mismo tiempo que reconoce la soterrada resonancia de la palabra subalterna en estos textos, quisiera aludir brevemente a los dos testimonios que tal vez sean Jos de mayor audiencia en el mundo andino: los de Domitila Barrios de Chungara y Gregorio Condori Mamani125, para detenerme después en el análisis parcial de otro que hasta abora parece babee sido desapercibido por la critica literaria. Publicados el mismo año, uno y otro testimonio tie­nen, sin embargo, más puntos de desencuentro que de coincidencia. Me parece que una primer¡¡ distinción, y decisiva, derivaría del hecho que el de Dornitila corr~sponde al tipo clásico de test imonio en el que el narrador originario aswne la representación global de un grupo humano oprimido, y en esa misma med ida se obliga a constituirse como un sujeta fuerte y estable, dentro de un proyecto que es t.anto político (se trat.a de la reivindicación del proletariado minero) cuant~. por decirlo de alguna manera, ut.ópico·redentor (después de todo el sufrimiento personal y grupal tendrá que dar sus frutos de justicia en el futuro); mientras que el de Gregorio tiene mucho menos pretensiones políticas y se recorta dentro del marco mucho rnás individualizado de una historia de vido (que se pre­senta, de acuerdo al subtítulo, como autobiografía). Tul vez por esto, oxtremando un poco las cosas, podría decirse que el primero se in­cluye bajo el gran relato de la Liberación social y el segundo en un micro-relato cuyo m\cleo es en buena parte la difíci l supervivencia personal l26.

Tal como queda establcc•do desde el prólogo de Viezzer, Si me permiten h4bl<lr está construido mediante el montaje de discursos do varia procedencia, desde las entrevistas realitadas específica· mente para el libro hasta textos escritos, pasando por grabacionea

l25 Moema Viez:zer, "Si mt prrmiten h(lb!ar ... " Testimonio dt Domitila una mt.Ver de las minas de lloliuin (Mtlxico: Siglo XXI, 1977); Rie<~rdo Valderro­rna !y) Carmen Eacnlnntc, Or<f(orro Condon Mnmani, AutobiografTa (Cos­co: Cenlro Bartolomé de las Cosas. 1977). Pese a l tilolo. lo• úlllmo.¡ capítu­los son el testimonio do la esposa de Greg.orio. Se lrnt..a en umhos c-asos de relatos tran5<:tit.os en qut•chun (Orugorio y A.-;unt.a son monolingües) y b"El­ducidm~ al espal\ol. r...ns citos do Jos dos libros se hacen en el Lexto seña· lando entre paréntesis In páginR reltpectiva Sobre el testimonio, cl. Jo¡; li· brvs citados en la nota 27 y ni muy reciente de Elzhif"t.a Sklodowsb. cit.. .. do en la oota anterior.

126 Naturolmeote no se tnn.ta de. una tipología ex.acr..a. Pl"'"' u po.¡ible que estas ditstincion('S sean útiJM parA t:'l oonjunto del género leelimoruo.l

Page 110: Cornejo Polar Escribir en El Aire

204

de intervenciones públiciJS de Domi~iln. Pe•·u si de aquí derivan va­riables estillsticas y l!OCiodial~ctnlos más o menos claras (es obvio por ejemplo que Domiiila cambia de registro según se trnte del pri­mer o del último caso), lo cierto ~s que esas variaciones no inciden de manera decisiva en Jo contiguroción del sujeto emisor del discur­so. En realidad, cuMdo Domitiln ingr~sa a In compleja dinámica de hacer de su vida la malerin dQ un testimonio, Jo que al parecer corresponde a una decisión muy consciente, acaba de participar po­lémica y protagóoicamente en la Tribuna del Año Internacional de la Mujer, organizada por las Naciones Unidas en· 1975, donde ha­bría representado con agresividad a lo que pudiera considerarse el radicalismo clasista ~loramcntc hostil por t'jemplo-, pese a una que otra concesión, a la agenda feminista 127. Obviamente su parti­cipación en ese foro internacionaliza y refuerza su condición y pres­tigio de dirigenta política que ya tenía, desde mucho antes, en su pais128. Es desde esta posición que emite su testimonio y elabora las otras intervenciones que entreteje el libro; por esto, para el lec­tor más o menos a!A>nto, es claro que incluso las evocaciones de su infancia, y del periodo anl.t'rior a su ascenso en los confusos escalo­nes de la dirigencia popular boliviana, están narradas dc.~de una situación de liderazgo que reorganiza todas las vivencias y las pro­yecta como experiencias formativas que casi inevitablemente con­ducen (y legitiman) su rol dirigencinl (p. 176), rol que implica una muy cabal representación de los otros (que Liencn los mismos idea­les y han sufrido igual que ello), una éticA invulnerable (jamás los trnicionará -p. 198) y una vocación heroica y hasta rnartirológica. Es en este punto donde la legitimidad y In autoridad que provienen de la prácticn rcvoi\JcioiHlri!l y de S\18 riesgos se desbordo hacia quien escribe sobre esa materia:

Algunos tenemos que sufrh·, huccr este pnpol do mártir, otro$ Lienen que escribir aquella biotorito. Y asr tenemos que colaborar todos. (p. 45)

De esta manera se produce tanto In escisión entre quien lucha y sufre y qujon escribe (algo así como una división del t.ra.bajo) cuanto el borramiento de ese mismo Hmite mediante un "IAldos" que viene a ser la figuración más vastn y vigorosa del sujeto. Es t.odo el proleta­riado minero (y su historia) el que csl.á fidcdignamcnte representa­do en su dirigente y la conciencia y la voz de ésta quedan también fidedignamente representadas en la escritura del testimonio. El punto más alta de estn c~denn representativa se produce cuando los mineros adqweren a su vez In r~presenLoción del pueblo en su con-

127 Al margen de Jo diSCUSIÓn Obiort8 con fl•tty t'riedmann y Otra• (eminístas del pnmer y terwr mundo. es fnntom.ático &u incomp~nsión ff'(l:nle a otros asuntos: el lesbianismo, Jo prottit:ución y -aunque al¡o aporta en e1de pun­- el madu.omo Cpp. 220 y 11.!.

128 Como dirig&nta d•l f'omilt' dé Amno de Cnou de (la lllÍrul) Siglo XX. que efecbvatllf!nte participa cm Jo lucha dtt toe min{"rn8, y no sólo de ese asi~ con apOrtet~ e.n mu('hOfl momtntoe d«iJtivos.

CtJpttu/d 7'.,r~ru 205

junto y lo ondérezan hnciu la inevitable revolución socialista que pondrá lin al oprobio, In pobr~zll, la discriminación (pp. 255-57). De esta manera, la O¡l(lración central de Si me permiten hablar consiste en transformar un sujeto individual (Domitila} en otro ampliamente colectivo y fuertemente articulado que se amplía de las mujeres de Jos mineros al proletnriado minero, primero, a la clase trabajadora después, y a la nacíón socialista del futuro, finalmente. En este pro~ ceso todos Líenen su lugar y función <incluyendo qwen escríbe el testimonio), a excepción, claro está, de otros sujetos colectivos defi­nidos, en distintos grados, como los opresores del pueblo boliviano y cuyo carácter anlinncionnl es una y otro vez denunciado. Tal vez esta operación que nmplfn y fortalece al sujeto, hasta el punto de hacer posible el cuestionnmionl.o de su aubalternidad, es la que im­pide que el testimonio de Domilila ingrcSl' a la esfera privada (o que cuando Jo hace resulte ser más bien porte de una estrategia funcio­nal con respecto al gran proyecto que domina todo el relato) o que desaperciba la riqueza de las mtiltiples manifestaciones culturales, incluyendo las canciones, danzas o mitos, del proletariado minero. De esta manera. a trnvés de una constante y abarcadora sinéc­doque, la parte (el mdividuo y ~u bio¡¡rafra) ¡:e trMmuta en el todo (el pueblo y su histor•a).

Obviamente esta es la intención de Domitila Barrios y Moema Viezzer. lAl colecbviznción del 8Ujeto, entonces, tiene un signo muy disbniAl oqul que en In obro de Argl•edns: en ésta 1 a socialización del sujeiAllo fisura y pluralizo, drnmatiznndo su constitución, mientras que en el testimonio el sujeto ~s una instancia englobante, sinteti­zadora, que discurre más bien por las rutas de los himnos proleta­rios. Su1 duda se ~rata de un sujeto moderno, poco propenso a pro­blematizar su identidad y más bien dispuesto a reforzarla con un "nosotros" abarcnnte e igua lmente dcsproblomnlizaao. Un marxis­mo rudo lo idenlilicu con lo clusc socinl vista como un todo armónico y cons istente, en combt1te con otrns ciMes igualmente coherentes. Naturahnente Si me permilen hablar se asume exp)jcítamente como parte de esa batallo y en su fragor no hay lugar para disidencias, pohformismos o mu ltivalencias. Esta es su fuerza pero también su debilidad.

Otro, muy distmto, es el temple del testimonio de Gregorio y Asunta, su csposal29. Como he insinuado nnt.es, se trata en lo esen­cial (pese a algunas excepciones) de relntos enmarcados dentro de la esfera privada y cuyo sentido en gran porte ronda el tema de la simple -y desgorrada- supervivencia Gregorio cuenta su vida cuan­do ya es un hombre vaejo, ~nsi imposibilitado de continuar su duro

129 Es bueno reconiM que ous gtat<>rc1 no emplean la palabra testimonio sino "autobJografla", en el aublltulo, e. "hietona de YJda", en In "Nota Prelimi­nar· (p. 13), d•linicion•• qu• valen pura rl 1'\'h\lo d• Gregorio que ocupa do­ce capítulos y el de Nunl4 quo a.e l!iintttiw en los cuau·o finales. Me re:Ce­nré sólo al primero.

Page 111: Cornejo Polar Escribir en El Aire

206

trabajo de cargador en el Cusco, y bajo la conciencia de su próxima y desastrada muerte, como la de tantos otros compalleros suyos: •Jos cargadores siempre morimos andando, con las monos extendidas. Qwzlb algo de esto pase conmigo, qwzá me atropelle un carro, me lleven al hospital y me hagan autopsia y de ah! me arrojen al pan­teón" (p. 88)130. Asunto, de manera similar, narro sus experiencias cuando está vieja, cansada y enfenna y también con la aensación de su muerte cercsno: "me levanto sin fuerzas [ ... ] como si durante la noche hubiera caminado leguas y leguas. Seguro que mi espíritu al­ma ya comenzó a caminar, porque faltando ocho ;lllos para morir, nuestras almas empiezan a caminar recogiendo la huella do nues­tros pies, de todos los lugares por donde hemos caminado en vida" (p. 116}131. Sin duda la certidumbre de la muerlo próxima otorga un sentido trágico a sus relatos, pero ambos lo son también pqr las historias 132 que ·relatan.

En el csso do Gregorio la tragicidad parece asocinrse a un desti­no aciago que enhebra toda su existencia con la experiencia de la muerte. Huérfano de padre y madre desde muy niño, Gregorio verá morir a todas las mujeres que compartieron con él su vida -()()n la excepción de Asunta, claro- y a todos los muchos bijos que tuvo con ellas. As!, si la orfandad marca su vida íntegra (al csrecer de familia no puede participar más que marginalmente en el sistema andino de reciprocidad ), la muerte de los hijos reafirma esa marginalidad (en el ay11i no puede ofrecer, ni recibir, fuena de trabajo) e inclusive lo condena a no tener quien lo auxilie en la vejez. Dice, refiriéndose a la muerte del último de sus hijos:

Si él hubiera vivido, éste seña el rato en que bubicrn est.ndo joven y se· gu.ro yo no c.st.arío así, porque ml hijo siempre me hubiOI't'l djcho: ·No popó" •i ya no puedes con la carga, aqu( est.á tu hijo. con este brazo. (p. 64)13•.

130 ~;1 texto en quechua es el siguiente: 'Chaymi car¡¡adorkunaqa mañakuspa puriechullasqnykn wailuyku. Noqatapas chaypn'"'há pusawrmqa, corropas hap'iwanqtt, hospitalrnan apawanqaku, autopsiat.a rurawonqa.ku, chay· mantataq panteonnutn ehnnqayamuwanqo.ku•. En las eipicnt.es nota~ transcribo loa textos en quechua sin anotar páglnoa porque aon las mismas que las de la trnduceión al español.

131 •~<ay ulllmo ticmpokunal3qmj tutantin allinw puñ..,baspan mana kallpa· otio hntaripuni, <hako ch'upayta totalmente sayk'usqa, tutantinpesi !e­guan lc¡uanta puriyman karan lúnaraq. Seguro espmtu alrnay ña puriyta qallarinna, porque pusaq wata wañunanchispoq falLashaqtinsi almall(:his puririyta qullarin, kaw-say vidapi maypin mana puriranehia ehayku­namanta chakinchispa yupiota pallospa•.

132 Valdcrro.mn y Escalimt.e aseguran que se tnttu de unn "hist.oriR auténtica." (p. 13). que elt08 han confinnado por otras víns. aunqut' tret\ohtn crror~.s de deWI1e en el rccuordo de aJgu.nos nombres, impredsiones en ulgun.as fechas o alguna omisión d., relntiva itnpurtancia; OrcgoriQ no dioc que recibe una pc(t\1000. pCI'HJi6n del Seguro Social (p. 14}.

13~ •po.y kt•wsumnttn karfifl chayqa~ kwutn rátoc:ha waynuf\n kHfthon.mnn ka·

Capitulo Tt~ro 207

La eJCperiencia de su marginalidad originaria puede explicsr por qué en la largo lista de trabajos que realiza Gregorio para sobrevi­vir (pastor, albañil, soldado, barrendero en uno fábrica, cargador. etc. l no intente constituir formas de socialización y repita, más bien, la condición primnria del huérfano sotitariol$4. Su imagen de C&r·

gador, caminando solo por las calles del Cusco, abrumado con enor­mes y pesados bultos sobre la espalda, es algo asf como el signo ma­yor del ensimismamiento de una persona aislada, marginal y su· frienle. Desde esta pe-rspectiva, el sujeto que emite el testimonio aparece dcfinidamcnte personalizado, inclusive por In cxccpcionali­dad de su destino trágico marcado por la muerte de sus padres, de sus concubinas, do sus hijos, pero al mismo tiempo es obvio que no se ~rata de un sujeto fuerte, satisfecho de su idcntíd;ld, sino, por el contrario, extremadamente vulnerable ante las cir·cunstancias que lo rodean y de alguna manera lo constituyen. Exagerando un poco, cabría pensar en un sujeto becho más bien por el aznr de esas cir· cunstancias. Dos aspectos, sin embargo, parecen pa liar ese aisla­miento y en cierto modo tal debilidad. Por lo pronto, es punto menos que asombroso que tenga una información simplificsda pero certera de la vida política oficial (conoce por ejemplo las sucesiones presi· denciales y ubica algunas de sus experiencias en relación con cllas)l3~ y de ciertos acontecimientos importantes (In construcción del ferrocarril, el aterrizaje del primer avión que llega a Sacuani o el viaje del hombre a la luna -aunque de esto descree: "eso es habladu­ría", dice -p. 25)136. As!, aunque aparece marginado en su contof'!lo inmediato, conoce relativamente bien algunos nspc.>ctos del ámbtto nacional y regional en el que se desarrolla su vida, con lo que -<ter­io que de manera superficial- amplía su universo de referencias y debilita aunque poco- su dependencia frente al destino trágico que marca su existencia individual

Mtacho más importante es, con toda evidencia, su enorme capa­cidad de integrar activamente esa existencia en el vastíaimo espacio de la cultura quechua. En efecto, y de manera constante, los sucesos que vive o las cosas que conoce son explicita mente referidos a mitos indígenas antiguos, coloniales y modernos, a usos ritualizados en el mundo andino o simplemente a interpretaciones que tienen esa misma raft. Se requeriría ser especialista en el asunto para detectar

rnn. noqat.aq mona khaynacbu kasbayman kantn, churiyqa mwanmanpuni luu·a.n ... No, papá., rnanaña cargawan atinkiehu c.hayqa, kaypi ehuñyki ka· shtm, luly braU>wnn·.

134 Por ejemplo, oólo se hacen dos referencaas al sindJeolismo: una cuando el célebre dirigente Emiliano Ruamantica unplde que su despedido de la fá· btiea (p. 81) y otro -más bien desiderativa- cuando dice que quisiera qué IOdo• los cargadores del Cusoo so juntaran en un oindieot<l (p. 89).

13G Son notnb)es en cambio sus confusiones con respE.lCI.O o la historia más anU­gun. AKf, JlOr Qjurnplo, djcé que «JQs chilerlot so hoblun opodcrtJdo de Tacna y Arlttl J. .. len el nntiguo tiempo de Crist.ob•l Colón" (p. M).

13G ·•Noqt:uncmt.oqn rimflyllacbu si no kaumttn'".

Page 112: Cornejo Polar Escribir en El Aire

208

en esto mnplio maf.<>rinl quó relatos son cfcclivamonto tradkionales o versiones de alguna manera modernizadas, que Grcgono repite, y cuáles apare<-en transformados en función de su especifica 1nserción en la vida y/o en la narración del humilde cargador cusqueño137. Sea cual fuere el resultado de este rastreo (para mf imposible), lo que salta a la visto ca que Gregorio dispone de un copioso archivo mítico que le permite dar razón de acontecimientos de muy variada naturaleza: asf, por ejemplo, cuando decide vil\iar al Cusco narra la fundación mftic:~ de la c1udad (pp. 19 y s-,.) o cu3ndo ve por primera vez un ovión inmediatamente recuerda que un tfo le habla dicho que "faltando unos días para el fin del mundo va a venir un a/(¡amari con cabeza de cóndor y pies de llama a av isarnos a los runas, fam ilias del Inka, para esperar listos el fin del mundo" (p. 30)198. Más significativo todavía: cuando se pregunta por su pobre· za y la pobreza de los indios acude a un amplio r·epertorio de res­puestas igualmente míticas. Por ejemplo, y es solnmente un caso relata que "nuestro Dios" había preguntado a lnknrrey ·•¿qué tra~ bajo quieren que les dé [n los runas]?• y que Inknrroy hnbia contes­tado: "nosotros no quere mos ninguno[ ... ] nosotros hacemos caminar las piedras; con un solo hondazo constn•imos montarlas y valles. No necesitamos nada, sabemos de todo", por lo cual Dios ("que había sido de dos caras") se fue a España y alll "le hablan pedido de todo [ ... ). Por eso ahora (concluye] nosotros los runas no sabemos hacer caminar las máquinas, los carros, esos aparatos que camman por lo alto como pájaros; helicópteros, avion~s [ ... ), ¡wro esos cspnnas son prácticos, !Uiben de todo• (p. 49)139.

Es sobrecogedor que en la conciencia de Gregorro la oposición primera, y la que genera su pobreza y la de los suyos, sea la de •es­paños" y r1111as y que pueda rastrear su historia hasta la conquista ("ambicionando totnlmcnto los españas habían mutado a nuestro in ka" -p. 50}140, pns;.ndo por la rebelión y mtrortc do 'rúpac Amaru ("'I'úpac Arnaru era de Tungasuca, paisano, hijo do Tnkas, pero un

L37 Un u breve refertntla a este tema aparece en eJ "Prcfoclo'' de •rom Zuidcma (pp. 10-ll).

138 • ... pisi p'unchuy ka y pachaq tukukunan krurhsqLinsi hu k tllqruruu:i lruntur wnayoq llama cbakiyoq nma inka familiamnn wollAqninchie ham11nqa Lis· ID kay pachnq tukukuynin suyanapaq•.

139 "Diominchissi Unqtan qonayta munanltichis? 1 lnkor~ytoq conteotas<¡a:/ ·Noqaykoqo manan mayqen kaq Jlank'anaykitaprur munaykuchu ( ... J No­qaykoqa rumolo puricbo}'ta yachayku, huk wark'allawan urqokunata woyq'okunola hut.arichiychu. Manan imntapns munaykuthu, imnvnatan ynchayku Bueno ( ... 1 chay Diosqa [ ... ) Españata llaqlan llaqton puréqllalaq [ ... 1 kny Espana llaqta!M'qallipinku luornnku 1 ... 1 Chayrnr kunan. noqanchos rnnokunoqn mana yachanchisehu ma.quinokuna purichJyta. cnrrokunata, chny Rport•tolrunn nltonta parin pichinchu h.no. hehcoplaroo. avionkunnta. l ... l p<•ro chay •$poñakunaqa practico kanku, imoymanow yncbanku".

140 "Aucno. t.ot.fllmPr~te a.utblc.:ionaspas espafiakunnqn fnkanehista wnñuc-ru .. aqaku" .

C'npílrJo 1hrvrt1 209

dfa esos enemigos españoles lo matnron. Le habran socado su lan­gun, sus ojos, de~de la raíz" -p. 49)141 y que él, desde su postración reivindique su pertenencia a esa historia de derrotas: "nosotros so: mos peruanos, indígenas, ellos eran inka ru11a8, pero somos sus hijos [y) por eso también mataron esos espailns nTúpac Amaru• (p. 50)142, para-justamente desde su miseria- reiterar en esto secuen­cia dubitativamente ("¿qué dirian los españas cuando vuelva nues­tro Inka?" -id}143, pero en otra con mayor finneza, un contenido me­siánico de salvación: "el Inkarrey, que está viviendo ahora en el Uk· hu pacha, desde la vez que lo mató el señor cura Pizarro, va a salir ese dfa del fin del mundo en alcance de los rtmas" (p. 30)144.

Sucede entonces que el sujeto solitario y vulnerable que narra su cotidjnnidad está, sin embargo, muy sólidamente i n~crito en una cultura seculor que le ofrece sentidos y referencias múltiples y lo instala en u o masivo interdiscurso con el que dialoga espontánea y f'ructíferamcnLe. S u V()z se hace portadora de ol.ras numerosas voces quo cnr~cen de una implantación cronológica definida (algunas pueden ser nnLiqtúsimas) pero q11e están nhl como repertorio semió­tico y de alguna manera hermenéutico, repertorio listo para ser em­pleado en cualquier circunstancia que sea pertincntn. Mediante esos otros discurS(Is Grcgorio no sólo se identifica con todo un pueblo. con su historia y su cultura, sino que participa personalmente en la configuración de un vasto sujeto colectivo: su palabra ingresa al caudaloso torrente de la conciencia quechua, SI' hoce parte de ella y al mismo tiempo la transforma con las peculiaridades que aporta -aun cuando oo las discierna como toles. Cabría suponer, desde esto punto de vista, que Gregorio actúa y habla dentro de ese interdis· curso, ofr~ci!•ndo a la vez su propia entonación, y lo actualiza ~on­liri6ndoll' vigencia- en cada momento. Tal se evidencia, al menos así lo intuyo, si se articulan -no sin riesgo- tres fragmentos. En el primero, segó o lo ya citado, Gregorio cuen ta que a T1,pno Amaru los eapailoles "lo hnblan sacado su lengua, sus ojos, desdo la rafz"; el segundo es la evocación de la mucrl.o do Atahua llpa que Gregario la relato rn estos lérminos: •y había botado el pnpcl [la Biblia] al suelo. El In ka no entendía de papeles. ¿Y cómo el papel iba a hablar •i no sabia leer'? Así so hizo matar nuestro lnka" (p. 50)145; y el ter-

141 4'upnq Amaroqa 1'unqasultamanta karan, poo•ano, onkaq cburin, pero bul< p'unchay cbay espa~iol enemigokuna wuiluehirnn Qallunto horqosqaku. i\owinkunota sopbinmant.araq•.

142 "Noqanchisqa luonchis !"'ruanos. indigenos, paylrunoq k•ranku lnka runa, pero churanltunan kanchis, ehaymantan wnJ\uchiranltu cbay e"fl"Ü3]runa· poo Tupoq Amaruta"

143 .•Jma wnkumanm• españakuna lnkanchi• kutrmoqlin?" 144 ~~"lnkorreyn:ü kunn.n ukhu pachapt tiyashun, aer\or lturn Pitorroq wañuchl­

•qonmontn pocha. Hinaspan cbay pocho tukulmy p'unebay lloqsimunqa 11 iw runokunrunan aypaq•.

l45 "l'nnprunantoq papclta wikch'upusqa. lnlw<r• monnn pupelkunúmanta en· tcndcrunchn. Jmnyuat..nt.aq papel rimnnrnon kn,rnn. munoluq lceyta yacb.a-

Page 113: Cornejo Polar Escribir en El Aire

210

cero $8 refiere a au fallida alfabetización en el cuarlel; "Así era. Se entraba al cuartel sin ojos y sin ojos ac salia porque no podías salir con abecedario correcto. También sin boca entrabas y sin boca salías, apenas reventando a castellano la boca" (p. 45)146. ¿Es dema· siado aventurado suponer que la experienc•a de Greg(lrio, que se considera a sí mismo sin ojos y sin boca, remita sesgadamente a la ceguera-sordera del Inca ante la escritura y -de forma más directa­a la tortura de Túpac Amaru, con los ojos y la lengua (boca) "arran­cados de raíz"? Me animo a pensar que no, y más bien propongo -hipol.ét.icamente, claro- que Grcgorio asocia oscuramente su derro­ta frente al castellano y su escritura con las de Atahuallpa y Túpac Amanc runas como él, no tienen ni boca ni ojos, o se les arranca, y esa mutilación parece explicar una larga derrota cuya tragicidad, aunque nace en y del dominio cultural, en cuanlo ignorancia del idioma y la letra ajenos, concluye en la mutilación del cuerpo propio -<¡ue en el caso de Grcgorio no tiene nada de metafórico; cargando bultos inmensos sobre su espalda, es una figura paradigmática de esa expropiación del cuerpo que es, también, expropiación (y negn­ción) de una lengua y una cultura.

Algo de esto delata el propio texto que estamos leyendo; Gregorio habla en su quechua oral, pero esa voz. tiene que ser transcrita, primero, y traducida al cspa"ol y convertida en escritura después. En última instancia, ¿quiénes, cu~nlos, Jo podrían haber escuchado o leído en quechua? Ambiguamente nos folicilamos de poder ingresar, siqniera por la puerto falsa, casi subrepticiamente, en una conciencia que en un cierto nivel parece agotarse en su propia expe­riencia, pero qur en otro se socinli~a en un complejo y ambiguo in­terdiscurso que aunque habla du den·otas al momento mismo de hacerlo prueba -pnradójicn poro incontrMtoblemente-la fortaleza, l a persistencia y la vitalidad MI s ujeto colectivo que lo enuncia. Habla también, a trnvés de las medit•ciones u h•s que ha sido some­tido, de la disgregada índole del mundo ::tndino y dcln desubicación y conflicLos que sufre el trabajo intelectual, singularmente el crítico, frente a esa configuración socio·cultural que no cesa d() evidenciar su radical heterogeneidad.

No quisiera concluir sin referirme ~iquicra a un fragmento de un tercer testimonio sin duda excepcional; Nosotros los humanos141. Se

ranehu <hoyri? Khaynnl.lln lnhnrhis wuñuehi<hikusqa". 146 "Khaynan karan. Cuartelta haykoq kMid mana ñawiyoq, mana ñawiyoq

Uoqsimoq kanki, porque mona obykoq<hu obc<:edario oorrect.o Uoqsimuy. Chbaynallat.oq mana sim•yoq haykunki, mona similloyoql.aq Uoqsimunki, apenas <a.U.Unnoman si mi t'okhu..1haq".

147 C4TtDen Es<alante /y) Ricnnlo Valdcrrumu, Nt>$01ro•los humanoo/ ~uqan· ehilr. runo4umr. T~sttmonio dt•los qutchucu d~l $lg/.o XX CCuaco; Bartolomé de lao Casas, 1992). E• una edición bilingV.o e incluye los testimonios de Victoriano To.rap.alri y Luaiku Ankslh L.~ c:itas va.n en el texto con las pá­ginas entre p3r~nW«1s.

O,pltulo nt'(ltro 211

trata en realidad de dos testimonios, generados por las inquietudes de intelectuales dedicados a lo antropología (los mismos que gestio­naron los testimonios de Grogorio y Asunta), y que deciden esta ve~ ingresar en las comunidades y ayll U$ do las zonas más remolas del remoto Apurimac, en la Si!\rra 11ur del Perú. Allí se ha desarrollado, nadie sabe exactamente desde cuándo, una cultura del robo; son los temibles abigeos que roban ganado, poro también cosechas, casas y ropa, con la misma frecuencia con que ellos mismos son expoliados a veces por sus víctimas de lo. víspera. Es un curiosfsmo caso en el que la terca persistencia en lo propio (todos son monolingUes que­cltuas, por ejemplo) se combina desigualmente con otros procesos de trans o aculturación, tan agudos, a veces, que estos ayUus reinter­pretan desde el margen los propios mitos indígenas. Es significati­vo, por ejemplo, que la figura mesiánica de lnkarrí, que en el resto del mundo andino promete con su resurrección el regreso triunfal del tiempo incaico, se interprete aqul como una figura ajena y sin vigor; Victoriano Tnrapaki, uno de los dos abigeos que ofrece su tes­timonio, dice que "cuando se terminó su tiempo [el de los gentiles) lnkariy se anuló" (p. 5)148, asumiendo -por cierto- que él y los su­yos viven en el tiempo que creó Cristo y que, por consiguiente, su condición es la de cristianos. Sucede, empero, que en la narración de sus aventuras y desvcniurns, que $Crian picarescas si no implicaran una violencia y una miseria aterradoras, se advierte la primacía de una dinámica de signo invt•rso; es con matrices quechuas que se in­terpretan y usan varias categor(ns de origen hisp~nico ~. m6s ge­néricamente, occidental. As(, por ejemplo, han asumido las prácti­cas jurídicas oficia les -y a este efecto quechttizan masivamente términos legales, inch•so a lgún lntinismo-l~9, pero todo dentro de sistemas, procedimientos y valores que tienen que ver mucho más con su vida cotidiana y con sus usos seculares que con los córugos y las leyes de In nación . Mucho más tensas son sus relaciones eon la religión católica. Analizaré un caso excepcionalmente esclarecedor.

Victori1.1no evoca que en uno de sus incontables encarcelamientos escuchó lO$ relatos de la)•la Mclcho, un vi ojo narrador indígena res· petado precisamente por su mnestrfa fabuladora y por ser algo así como el archivo viviente de las tradiciones orales de la comunidad: "son estas palabras [las de Melcho) las que puse en mi cabeza", dice Victoriano (p. l 14}150, Su primer cuento es una versión de la vida,

148 Hay que anotar que ha<en ciertos dc.olind08 entre Inca e locarrf y que el sentido de filiBCión e<>n el primero eoul do alguna manera integrado a crite­rios cristianoe. E"""lanto y Valderrruna oluden a é~ y otros temas cone­XO$ en la "lntroducaón", ••pecialroonto pp XXlU-lO<V. El1esto en quechua es el siguiente; "Chay IJmpu tukukuplinñam lnkanyqa anulakurqan".

149 Por ejemplo, "liti•" -ltttp (p. ll; "pentllron• (de peritaje) -pirilayunltu (p. 72); "demanda" -dtmandotn (p 10.1); "declara<•ón" .<JU./amkudlkontaq (p. 107), • ..,.

150 •Kay 5inlikunatam umayman ehurarqo.ni•.

Page 114: Cornejo Polar Escribir en El Aire

212

pasión y muerta de Jesús. En sus puntos esenciales reproduce, claro q\•e a su manero, rl Nuevo Testamento, aunque variando notoria­mente otros o.."<pectos: no aparece, por ejemplo, el Espíritu Santo y la fecundación de María es el resultado ~ertam~nta con ir\terveneión divina- del callado ~ incumplido deseo de San José: "Caray, con aquella señora me c;•sarla [y 1 así con la mirada del Taytacha San José, Dios le había colocado con Cristo nuestro pndre a la virgen". La sorpresa de María es enorme y se exp~a en pnlabrns comun~s: "¿Por qué yo estoy así (embarazada}, carajo? [ ... ]. Y ahora ~araJo. ¿qué va a ser de mf? Si sólo pasé por el lado de ese señor carpmtcro• (p. 115)151, t.érminos que obviamente familiarizan el relato bíbli~: a la postre, en efecto, "co.mo nn~stras .señoras al .embn:a~nrse cam•­nan con la barriga crec1da, as1 callUnaba la V1rgcn (Jd.}. Se de­muestra, así, que la comunidad se ha apropiudo do In Lrndición .bí­blica según sus necesidades y de acuerdo ~ las normas de S\1 vtda coticliana. So explica entonces que según el cuento de Molcho, ro­producido por Victoriano, Cristo vino al mundo pan1 ·~ob.ar'' el tiem­po de los gentiles, fue persegmdo y muerto por los rmst1s de enton­ces, logTó resucitar con la ayuda del "buen ladró!i" y huyó ~1 "mundo de arriba", al cielo, llevándose como boUn el tiempo anttguo para imponer uno nuevo, el de los cristianos que, como .su ha cedo!, es el tiempo de los ladrones -i!Sto es, el tiempo de Jos ab1geos opunmeños (pp. 114- 19). Es importante destacar que todo .el relato, ~~sde su primer enunciado, tiene pret~samente la functón de .legtt•mru: el abtg('ato: ·entonces [el ladrón] habla <>ido d 111Úb quendo por ?'o"; del mismo modo nuestro Dios vino perseguido de ladrón, sufn6 de todo" (p. 114)152. Más incisivamente aún, la refor;nulació~ de la na­rración bíblica se convierte en algo asi como el nuto de ongcn de los ayllus de Apurfmoc.

Pero lo construcción de este vínculo validador entre la comuru­dad y In instancia divina, católica, est.á constontemcnte asediada por ambigüedades y contradicciones de distinto tipo. Apu~taré sólo algunos aspectos aludiendo e11 es-pecial al notable p¡\rrafo hnal de In narración. E:s o) siguiente:

Dice tlue nuestro Dios está sentado allá encltna (en el clelol. Por eso ni teniendo penu, ni lloraodo, no logramo~ hac~nos eaeuchor. Con seguri~ dnd nos escucha fió lo de vez en cuando, a medjo noche. e.unndo los ru­nll.'l de todo ti mundo están en silencio (p. 119)153.

151 -"Karny, bnqay señur&wan kasarakuyman l-·1 Ayna qbawansqallan!"an Tayt.acbn kulukarqu.,qa Kristu Taytanchiskwan w•ksayuq. lmaynap1taq kayri? iluqnri lutbynan kalri, kaT&hu, ( ... )lmaynalaq knsaq karnbu? Chfty wiraquchn knrpintirup lo.rullaotataq pa.sarukurupns. tmnynot.lla kosoqn?"

152 "H•nnapam euwoqo kasqa Diyusninchikpa munasqan. H•nnllnt.aqmi Diyus­ninchikqa pnqar1rqat1 qatikacbasqn. imanyamnnato supnsqa asta•.

153 "Chny pnt.apts Diyusninchik tiyakuchkan. Chnyml 1~nq~opnpos, llnkispa: pos Ojyuenineh,kmo.uqa s1gurutaqa JmpnrunJ uyllr1~hmch1kth~. Mnyru rnuyml1onpim \lyariwanc.hik~ kuska Lula mundunhn runo ek lfl kacb·

CopftUlo Tlt't'ci'O 213

Es cloro que la desatención de Dios frente al sufrimiento de los indtos nbigcos se asocia difieilmente con el sentido global del relato que enfatiza, mós bien, la relación de la comurudad con una divini· dad creadora y protectora y con cuya condición sn identifica. Intuyo, por esto, que un análisis del propio discurso puede explicar algunos aspectos importantes. Prescindo de los problemas específicos de to­do discurso testimonial, que en este caso son especialmente compli­cados porque implican no sólo actos de transcripción y traduoeión si­no también porque -en cuanto al relato en cuestión- se trata de una narración ofda por el testimonian te de labios del tayta Melcho. De esta manera, prescindiendo del transcriptor-lraductor, el cuento es emitido por dos narradores, el primero de los cuales, a su vez, re­mite a una memoria social extendida. Ciertamente la palabra "dice" con que comienza la cita puede ser la traducción gramatical del validndor quechua no personalmente aseverativo, pero en este caso cabe leerse como la remisión del discurso a una agencia colectiva, más o monos remota, que es la que en última instAncia legil.ima soci3l y scmt\nticnmente el relato.

Pero no se trate sólo de la socialización y acumulación de emi­sores, lo que es común en la literatura oral, sino del intrincado teji­do cultural que revela un discurso en el que tanto se escucha el sermonario de la evangelización colonial cuanto In voz andina, anti­gua y moderna, y -claro- las c:repiladones de ese áspero entreeru-7:AmiPnt.n O,:r.AtlP ~dA ~~pP!t':tivA lA miRmA ru:alnhrA •ttiep" tiPne otros dos emisores: el evangelizador y el narrador quechua, ambos como figuras culturales que acumulan siglos de experiencia, razón por In cual la historia Integra es en reahdnd dos -il má~r historias superpuestas. Una afirma la resurrección de Cristo y su ascención al cielo, obviumcnLc como signos mnyores de su poMr divino; mien· Lras que lu ot.ro, sin negar esos predicados, dibuja la imagen de un Dios insensible, poco bondadoso para co11 sus hijos, A quienes no es­cucha en sus tribulaciones, para culmiJ1nr con la trágica ironía final: Dios "nos escucha sólo de vez en cuando, a media noche, cuando los runas de todo el mundo están en silencio", frase en In cual-por si fuera poco- se connota la servidumbre colonial del indio, sometido al silencio, pero también una iiiespcrada fuerza: la que permite uni­versalizar su queja y su experiencia y hablar en nombre de los "ru11as de todo el mundo'. De este modo, pues, la historia nos Uega a través de los gestores del testimonio, de dos narradores reconoci­bles, Me Icho y Victoriano, que sin embargo se diluyen en un sujeto plural extendido en un tiempo de incierta cronologfa, y de otro -al que he definido como el evangelizador- que propone su propia trama y obviamente su propio significado, desde un t.Jempo también imprecisable, a partir de una perspectiva de la que quedan marcas tan evidentes ~'Omo corrosivamente disturbadllB y subvertidas. A la

moynillnnpim uyariwanchik, kuska tuto muodu.nbn runa cJt•in kach· koptln'',

Page 115: Cornejo Polar Escribir en El Aire

214

larga, la intersección del discurso evangélico y el discurso quechua corresponde n una suerte de supradJscurso multiétnico que ac!lmu­la, sin sintetizarlas, sus hondas y extensas contradicciones.

Es claro que frent.e a un texto de esta índole no t.endría el menor sentido preguntarse por la identidad del sujeto que lo enuncia y que -<!n cambio- se impone la necesidad de auscultar las ondulantes oscilaciones de un espacio lingüistico en el qu~ varios y borrosas conciencias, instaladas en culturas diversas y en tiempos desacom­pasados, compiten por la hegemonía semánticn del discurso sin lle­gar a alcanzarla nunca, convirtiendo el t.exto íntegro en un campo de batalla, pero también de alianzas y negociaciones, donde fracasa irremedinblomonte todo recurso a la subjetividad individualizada, con su correlato de identidades sólidas y coherenros, y sus implican­cías en lo crítica y hermenéutica litemrias.

Apertura

Tal vez est.e libro comenzó a tomar la forma que actualmenro tie­ne cuando al final del borrador del Capítulo 1, sobre el "diálogo• de Atahuallpa y Valverde en Cajamarca, incluí una referencia, entre insólita y abrupto, al poema "Pedro Rojas• do César Vallejol. En rea­lidad en ese momento lo que intuía es que el hirsuto Cº-_nflicto entre la voz y la eBcritura, plasmado dramáticamente on 1532,seguta -de ul¡,rún modo vigente en la cultura letrada andina., poro que ~on to­do ol peso que la paradoja conlleva- esa vigencia se expresaba en la extendida e impos ible nostalgia que nuestros escritores sienten por la oralidad perdida, asumiendo -oscuramente c11si s iempre- que es en lo palabra hablada donde reside In out.enticidad del lenguaje (con ol perdón de Derrida, por supuesto)2. Más tarde descubrí, siem­pre desde esa conciencia encantada que misterioaamont.e nos impo· no la literatura, y que algunos ilusos quisieron exorcizarla mediante férreas cuadrículas3, que entre las representaciones andinas de la muerte del Inca y el poema de Vallejo habían más relaciones, y al­gunas definidamentc sintomáticas: las muchas muertes del Inca y las varias muertes de Pedro Rojas o los atisbos mesiánicos en algu­nas de aquéllas y la imagen resurreccional con que termina el poe­mu vallejiano, por ejemplo. También sospeché que la "piedra de san­gre h1rviendo" de José Maria Arguedas (Capítulo III) tenía algo que ver con Pedro-piedra y sangre-Rojas. Oc todo esto extraje nada menos que el título de est.e libro, que evidenromenro es un verso del poema de Vallejo, y al final me cü cuenta que ese texto, tan presente en todn mi investigación, no estaba más qut• al udido, y tangencial­ment.e, en este estudio. No t.engo la menor ideo sobro en qué recodo so me perd ió "Pedro fuljas•, pero sí sé que ~on el silencio- no puedo trmcionurlo. Imaginé entonces quo las clásicos "conclusiones" podían substituirse por una estudio del inmenso poema de Vallejo. Así, ade-

l Con su inteligentia y sutileu proverbiales n1c lo hizo notar Armando Zubi­z.arreta al sugerirme qu~ esa. referencia más que cuhninor un estudio abria otro ámbito problemático. He mantemdo Hta ...,renmeio en la versión final del Capítulo 1

2 Confieso que nunca he entendido del Lodo el r&ciociruo de Derrida que asocia el culto 8 1& vo¡ con el logocentrismo y rnenoe aUn su con'fioción acerca de que oú.n ont.es de ser dicha la palabra #."S yu una "'archif!'scritura•. Jneques Derrl· da, De 14 gromnl.l)/l¡gín (Méxi<:o: Siglo XXI, 1971 ).

3 Obvinmente aludo al célebre •cuadrado" de Greim(ll --util sí, Jl"TO tan c:apaz (en él poco. p<'ro rnuoho en algunos do SU$ disc!pul08) de verificor lo previamente evidcnlo como de probar lo i:mpos:íble.

Page 116: Cornejo Polar Escribir en El Aire

216 I.:.Crllnr M d fu'~

más y felizmente, es poco lo que se concluyo y mucho lo que se deja abierto4. Tran.sct'ibo !!1 te~:

Solla escribir con •u dedo grnnde en el oire: •¡V•b<tn loe compalloro•l Pedro ll<ljaa•, de Mirunda de fo.'bro, podr<> y hombro, marido y hombre, rerrovillrio y hombre, padre y nul• hombre. Pedro y •u• doe muertes.

Pnpcl de viento, lo hnn matado: ¡Pn&a1

Pluma de carne, lo han matado: ¡Pasa! ¡Abi.sa a todoe compalleros pronto! Palo en el que h:ln colgado au m.•dero, lo b<tn mat<>do; ¡lo han mt!Wdo •1 pte de ... dedo cmndel ¡Han mol.odo, ala wz, n Pedro. a RojOBI

1 Viban loo compalleroa a la cabectra de au aire 8C'rito! Viban con eal<l b de buitre en ll\5 entrañas dei'OOro y de llojas, del Mroe y del mártir! Registrándole, murrt.o, sorprendiéronle en su cu~po u.n gron cuerpo, pa.ru el ruma dcl mundo, y en lA choque.ta una cuchnm muert.a.

l'edro LUmbién I!OIIa comer entro las criattm·ts de su carne, asear, pintar h1 anc~ y "ivlr dulcemente e.n rcprescntaca6n de LOdo ('1 mundo. Y esto cucho,ru onduvo cm su chnquct.n. dc.spictlo a bien eunndo donnfo, siempre, cuchar41 mu.c.rt.:.\ vlvn, ello y sus srmbolos. ¡Abist• u todos compnilcros pronto! ¡Vibtm loH romrmflcms tal pie de esta cuchars para sicmprcr

Lo han mALodo, obligándolo o morir a Pedro, ft ftojns, nl obrero, ol hombre, a aquel que n.ncíó muy niflln, rnirt\ndo ul cielo, y que luct~o creció, 80 pullO rojO y luchó <XHl SUS 001uiOII1 MUS 11()8, 8\IB t..odaVÍilS, BUS hambres)

{sus pedazos.

4 Ciertamente, Argucdas lo dijo 1Jiéjor. "Vullojo ern el pnncipio y el fin' en El ~orro de orribo .Y ti ~orro th oba)Q, F:dícíón crlticn coordinado por Eve·Marie Fell (Madrid: Arclu•os. 1990). p. 246. El texto opareee en el sobrecogedor •¿UJtuno d.ario?"

5 Empleo la ed1ción de Jubo V~lc1. (cuyn temprana y trágica muerte lamento hondamente). C6aar Vallejo, Prwmcu en prwa. PMmas humanO$. EspttñtJ. oparlo dt m{ t6te cálu (Madrid Cál<!dm, 19811), pp. 261-26.1. Análisis relati· vamente parecid08 d~ tatt poema pruentd eomo ponencias al Romenoje a don Luis Moogwó, organizlldo por la Uruvenridad de Syracuse en 1989 y en el Encuentro Internacional en Homenoje n Ckar VallejO, organizado por la Universidad de Luna en 1992.

Lo hnn mot.o.do lfUfi\'Cmeu t.e entt'\1 ol eobollo do su mllior, In Ju•na Yásquez, ola hom del ruego, a l Mo del balazo y cuando Mdoba cerea ya d~ lodo.

Pedro llo;as, aal. dcspuéa do mucru., .se l<:'vonUS, beeó au c.ntafalco ensangrtmtado. lloró por F.•pnl\0 y \olvió o toHenh1r con t'l dedo en eloire: •1V•Ixm loo coropn~croel Pedro ll<lja.s". Su cadáver estaba lleno de n\un<lo.

217

Sin duda •Pedro Roj::IS" (que tamb•én se conoce como el poema m de Esporla, aparta de mi este cáliz)G, es uno de los grandes mo­mentos de la poesía de Vallejo por In deslumbrante y estremecedora tensión vital que se trasmuta en un lenguaje no menos intenso. Tie­ne, además, un origen muy insólito y hondamente trágico. En efec­to, hace unos diez años Juho Vélez y Antonio Merino advirtieron que su texto viene de otro, nodo hterario pero de escalofriante au­tenticidad: un papel nngustiosnmenle garab..~l.eado por Wl militante de la !«!pública que~ después seria fusilado?. Antonio Ruiz Vilo­pana (que era amigo de Vallejo y que le hizo uno de los reportajes más curiosos}S lo transcribe ('n su libro Doy fe. Dice lo siguiente:

Junto aleemenwrio do Burgo• (1<!) holló el tadávcr de un pobre campesino [ ... ). Nadio oe otro"'" a idenllficnrle; oolnmente en uno de sus bolsillos ha­llamos un pt1pcl rullOSO y Mucrio, en el que t'!K'tito a láp¡:z, Lorpemente, y con faltas ortográficas, too leía: .. Abisu a todos los compai1cros y marchar prontol nos dn.n do Pllh')ll brut.A1nl~nte y nos mutan/ como lo ben perdí o no quieren sinollu barbtlridi1"9.

6 'l'ítulo y núi'Jt{•ro ''P81"f!C'tJn en In edición quo \ISO, igual quo en la edición principe en cuya portada 00 Ice lo siguionlo: "César Vallejo/ (1894-1938)/ Espa~<a,J aparta de m{ asto cdli:/ Poornua/ (Prólogo ele J 'unn L.orren Díbujo do Pablo Pi­casso)/Sold<tdos de la llcp•ihlicn fnblic•ron e l J>81><'1/ c"Ompusierun el texto y tnQvieron laa máquinas/ Ed1cion~s Literarios df'l C011tisttriUdoJ Ejército de1 Esw./ Cue•·ro do la lr~dc¡>endonclo. A~o J 0~!)", p,,. mucho t iempo perdida (lo que llí7.<> dudnr h1¡stJ• de su existencia), un cjemplnr de esta edición fue descu­bierto po•· Junn Gilobert on In bibliotecu del Monasterio de Montsorral. L.os curiosos dcta11cs de c.stc hnllurgo pueden leerse en la nota "La primero edl­ción de España. apárUl de mt este <'áliz". lleui.sla de C:ritu:a Literaria La ti· noomuicana. V, 10. Limo, 1979. lnde¡Kmdienlement.e,Julio Vélez descubrió otros ejemplar'"' en ltt misma biblioteca. Ver los do• notOB siguientes.

7 L3 notic•a aparece en su nrtfeu1o "Abi.so o todot~los compañeros. pronto•, Nue· oo Hispani$mo, l, Madrid, 1982, que ronna po.rte de su libro &parw en Céscr Val/.g.JO (Madrid· ~·undnmentos, 1984), Vol. 1, pp. 128-197.

8 El manuscnto del reportoj• (\le hullndo por Wlez oo•ndo 11 uno de los ejemplares de la primera c<hcíón do E•palla ... qut• descubrio en el Monasterio de Mont· (!(!n'llt. L.o pubh<-ó en C<sar Vol/()0; 1892·1938. (Cot61ogo deln] &p<;sici6n «.ltbro.do con ntQlwo dtl cinCtltllltnorio d# 111 mu~rtt df11 poeta (Madrid:. ICI, 1988). lleporuue curi~HCI porc¡"" para concederlo VallejO pUllO como oondición qt.1e $US respueetaa fu~rnn lmnSICTipciones de flrtlculos ya publicad06 por éL

9 Aot.onio Ru.iz Vilnpanl', Doy (t ... Un tillO d~ uctua.cM11 ~" l4 &paña nMionaJl.$. I<J (Pnris: lmpnméne CA>Op<'rallvo Et<>ile ¿1937'!, pp. 38.39 Todos las refe-

Page 117: Cornejo Polar Escribir en El Aire

218 E:JC'ibir tn d tWY

Ruiz añade otros informes sobre el mismo asunto y muchos tie­nen que ver direct.amenta con el pocma de Vallejo; por ejemplo, que al.,runos ajusticiados eran obreros ferroviarios, que 66 eran de Mi­randa de Ebro y que se reconocla que habían estado encarcelados porque en sus "codávere!l aparecían [ ... ]111 tenedor, la cuchura y el plato metálico del penal". O, más expHcilamcnte, que el cadáver de un obrero "apareció con las manos esposadas, maltratado[ ... ] fuerte· menta y en sus bolsillos todavía conservaba el tenedor y la cuchara de alumino del Penal" donde estaba preso y del que fue sacado para la ejecución.

Retango este tastimonio y recuerdo que la "primera versión" de "Pedro Rojas", uno de los pocos manuscritos que quedan de Valle­jotO, conúenza con la transcripción del agónico mensaje del militante de la República, aunque sin ningún sigrto que señale que so trata de una transcripción; e incluye, como en la versión definitiva, varias referencias (''Miranda de Ebro", "ferroviario", "cuchaTn") que obvia­mente provienen del testimonio ya cit.'ldo. Juan Larrea descifró par­ta de la copia fotográfica de ese manuscrito y ~n lo que toca al asunto que nos interesa- ofreció la siguiente versión:

Abisn a ((Idos los oompai\ero~ [ ... ) pronto; no• dnn de palos bruUilmenl.e y oos UH\UlJ\, como Jo ben perdido, no quieren [ ... )11

Larrea consid~ró que esta ero la primera versión de "Pedro Ro­jas•, pero no conoció u olvidó- el texto transcrito por Ruiz Vil a pana. En todo caso es obvio que Vallejo inicialmente quiso incorporarlo tal cual. La versión final del poema es distint.a, pero el taxto originario sigue vigenta de una manera que, según se "erá luego, es aún más fidedigna. No lo copia, es cierto, pero lo asume como sustrato de una palabra que de esa manera socializ~ lu instancia de su enunciación. Aunque al final Vallejo dejara de toda la transcripción sólo su prime­ra frase: • Abisa a todos compañeros", y las otras referencias ya men­cionadas, es del todo claro que "Pedro Rojas" nace del testimonio re­cogido en Doy fe. Es fácil imaginar que el patetismo del mensaje del condenado a muerta debió remecer el ánimo de Vallejo e incitarle a consbuir un poema con ese asunto, pero no es tan sencillo explicar por qué intentó primero b·anscríbirlo literalmente y más tarde em-

rcnch~~ bibliográficiU' tlon como fcchu de eata edicidn el aOo 37, De la misma fecha serian las de Buenos Aires (en l.n Nuevo España), Cali (Editorial América) y Panamá (La Moderna). Vallejo habría conocido la que utilizamos o el manuscrito dol hbro. Véle1: y Merino afirman q"" Rui• salió do España, Uevando los o~naleo del libro, el30de ""titmbre de 1937. Op. al, p . 130.

10 Una copia fO(OgrAfica del mamtsttito fue publicada en la revisto V<Si6n del Peni. 4. Lima, 19G9 (tsc número es más conocido corno Ho~,J.QJ~ /nt.erna· dona/ a César VaJltjo),

l 1 Cé~tar Vallejo, POitttfa C<tmplcta. Edición <:rít.ien l' exegética de ,Juun Lorre$ (llm-celona: llarnJI, 1970), p . 181.

219

plear parte de ese mensaje, ciertas características de su lenguaje y algunas de sus circunstancias en la producción de un nuevo texto. Por supuesto, no es una novedad que Vallejo utilizara algo así como "citas" denl.ro de su propio discurso poético: desde el pregón del ven­dedor de lotería (HN, "La de a mil")l2 hasta taxtos blblicoa, tal como sucede en el mismo título de Esp01ia, aparta de ml este cdliz, pero en esta caso parecen existir otras motivaciones.

Aludo a dos: In primera es más bien circunstancJal y tiene que ver con las menciones que Doy fe hace de las cucharas que so encon­traban en las ropas de los fusilados, menciones que debieron con· mover a Vallejo porque él, desde l-o$ heraldos negros, había trabaja­do insistentemente con las opciones simbólicas que ofrece ese humil­dísimo utensil io que no aparece ni el dicciona rio ro•nánlico·moder­nista, ni tampoco en el de la vunguordito, aunque pueda tener una vaga relación con lu fascinación por las palabras simplcs_do su ver­tienta nativistal3. No puedo extenderme en esla mater1a, pero es claro que los usos simbólicos de la cuchara, que hablan sido sie~pre extremadamente ambivalentes, se concentran en "Pedro Rojas", ahondando su lndole contradictoria, al remitir a la radical infelici· dad de la prisióll como antesala de la muerte, pero también, en el otro extremo, n 1 gesto fraternal de la comida compnrtidu por los su· frientes: "cuchara muerta viva•, ontonccs, que Vallejo reencontró (y podemos volver o imaginar su csl•·ernecido asombro) en la irrever­sible tragedia real de la ejecución de un compañero. De alguna ma­nera la fuerza de la exclamación: "IViban los oompalieros al pie de esta ~uchara paro siempre!" viene tanto del increíble azar de la his­toria cuant.o del proceso interno de la pocsía vallejiana. Es como si de pronto se hubiera cumplido el suel\o de los mejores vangunrdistas, de reintegrar arte y vida, pero también uno de sus temores más con­sistentes: que la vida moderna P:stabn má~ cerca de la !nuorte que de ella misma. En este punto Vallejo era testigo de excepc1ón.

Quisiera detenerme en el segundo aspecto. Me refiero a las ex­periencias vanguardistas de Vallejo con la grafía de los palabras (pienso en "Vusco volvvver/ Busco volver/ Fallo bol ver" de T. IX) Y a la errática ortografia del desesperado mensaje del defensor de \aRe­pública que el poeta, con intención quo a nadie escapa, decid~ Ua· mar Pedro Rojas en la versión definitiva del texl(lt4. Est.as relactones con el experimon~olismo vangua•·dista existen, sin dudA, pero me

12 En lo sucesivo excepto para Espalto .. ~mpleo Ja edición Obra Poitica Com 4

plel4 (Luna: ilosea /Uul, 1974). Cito oólo el título dcl poema y lu siglas HN. T, pp y PH pura Loo heraldoo n<giW, Tnlct, PoemG$ <n prtll() '1 PoemM hu· manos, reepect.Lvamente.

13 El símbolo de la euehsra apare<:t', pur ejemplo, en ·~.a cena m1serable" (HN), LVJlJ (T). "Uinguodamente su licor" (PP), "Ello es que cllugllt dondo rue pon· go" (Pii \.

l4 En la pri1ncru vtrdión o.pru-ece eon el nombro de San.t.iat(O.

Page 118: Cornejo Polar Escribir en El Aire

220

parece que adquieren nqul un significudo &.'tcepcionalmente rico y complejo. Por lo pronto, el más notorio desvfo de la norma ortográfica del mensaje (la labialización de In "v" dentilabial como en "abisa• y "b<!n") no sólo ea repetido en e l poema ("abisa a todos los compa­ñeros") y reiterado dos vece", sino que pasa a fommr parte sustan­cial del poemn al incorporarse en el verso que funciona casi como estribillo: "Viban los compañeros• (se repite cinco veces) y al generar uno de los enunciados más contundentes de la dialéctica vida/ muerte que preside t>l texto: "Viban los compañeros[ ... ) Viban con esta b de buitr~ en las rnlrañas•. Entonces, en la instancia del len­guaje, que obviamente e$ la decisiva en el poema, Vallejo asume co­mo propia la palabra del compañero muerto y la prolonga en su pro­pio discurso, apropinción y prolongación que se hacen mucho más evidentes al advertir que "Viban los compañeros•, que es verso escri­to por Vallejo y no copia del mensaje, aparece dos veces con comillas y otras tres sin ese signo. Palabra compartida y socializada, sin du­da, por un sujeto que ha abierto su intimidad al otro (en realidad a todo un pueblo) y su escritura a In oralidad populnr. Vallejo se es­mera en caracteri~ar este lenguaje que de alguna manera tiene más de nn enunciador. Anoto algunos fra¡:mentos significativos:

&>lía oocribar CXII> •u de-do gr-ande •n ol aire.

Popel de viento [ ... 1 Pluma de <.orne 1 .. 1 ¡V1bl)n los c.ompnf\rroK a la cabecero d•; su uirc cscrit.o! Y volvió a NK:nb1r ce-m el dedu en el aire. "¡Vibnn Jo• oomp"fiorosl" Pedro Rojas.

Mé parece especinJmcn!A:' sugestiva la int.PncioMI inestabilidad del carácter de este lenb''lH\iO a cabal lo entre )¡¡ cseriturn y 'la oral i­dad: lenb'lll\le quo se "escribe", es cicrt.o 15, pero "en el a ire", sobre un "papel de viento" y cuyo instrurnont() ~omo en la voz- es la materia del cuerpo (el "dodo" convertido en "plnmu do cnmc"), ~egún l os ver­sos que acabo de citar. Por lo demás, es conocido que Vallejo experi­mentó desde muy temp•·ano, por lo menos desde "A mi hermano Mi­guel" de RN, la oralización de su discurso poético, que el asunto fue tematizada en "Intensidad y a ltura• de Pll (basta recordar su primer verso: "Quiero escribir prro me sa le cspumo")16 y que en España ··-

15 Ortega pone énfasis en que "In oocrlturn cumple( ... ) una función central( ... ] como e-scrituru nutural y eósmieo• en este poema. Julio Ort('ga, La teoría pottica de C<•ar Vn/h¡<) (Lun.t· Del 5<>1. 1986). p. 80. Jcan Frnneo en su Ce­sar Vali(jo: la dialktica d<la p<,.sla y tl •lirncw (Buenos Alros: Sudameri· caoa, 1984) iodlca In imporl4ncin que tiene en España ••. la imagen de la es<:ntura y el libro (pp. 3-13-45).

16 &te texto ha !:ido lerdo como uno poética vallejiana, aunque frin referem:ia al tema de la onilidad que yo considero W•ico Cf. Julio Orú!ga, Critit:n tk la itknti.dad. Lo pregunto por .Z Ptni •n •u /JtmJtura (México. Fondo ele Cullnra Económica. 1988), pp. 9.~-117.

221

el lenguaje escrito esta muy rrccucnt.omonte articulado al sistema de la voz. Después de todo, ol propio título del libro remite a la gran ex­clamnc-ión bíblica, algunos textos son denominados con términos que aluden más a la voz y a l canto que a la escritura ("Himno" "Redo­ble", "Responso") y cast no huy poema en el que no se incJu'yan pa­labras como "decir", "hablar", "gritar", "cantar", "orar", "clamar•, etc.

En este orden de cosas, para ser más preciso, quisiera recordar que en el poQJlla la parecen frases como "dando voces" o '-voy dicien­do", que en el último se repita el famoso estríbillo adigo, es nn decir", r que en el IX, cuya figura central es el libro, hay como una tensión 1rresuelta entre éste y lo palabra hablada: • ... entró su boca en nues­tro aliento•, se lee en su cuarto verso, por ejemplo. Ciertamente a e~ te lenguaje que se .enuncia a sr mismo como voz se tiene que aiÍa­dir que la orgaruzaCJ6n y forma de muchos textos de España ... re­curr~ con ins~tencian ~~anismos tlpicos de la oralidad, incluyen­do la tn~.&vcnctón cas1 tls1ca del poeta en su discurso, que está como relatado antP una audiencia, y su relación "directa e inmediata" con sus destinatarios, tal como lo ha evidenciado José Pascual Buxó con ~o~ble agudez:~ critiC?ll17. Es bueno recordar, además, que en el !'J•mno a los voluntanos de la Ttepública", Vallejo se refiere c>:plí-c•t..~me~oo al "analfabeto a quien escribo", con Jo que el reclamo del len~aJe hablado s~ trasl?da del punto de In enunciación, según lo ya vtsl:.o, al del deslínotono, y copa así todo el circuito de la comuni­cación poética.

. Tal vez no sen demasiado complicado entender por qué Vallejo s1ente con tanta fuerza este reclamo global de oralidad; al menos, en lo que toca a E&pa,¡o ... , tiene uno obvin vinculación con e l receptor natural do U118 palabro h~cha de urgencias históricas muy dramáti­cas q ue apelo a l pueblo espru,ol (y a los pueblos por él representa­dos) y con la dificil conciencin de que en realidad se trata mucho más de un oyente que do \10 lect.or. Vllllejo tiene La rerteza de la con­tradicción que hace t.cnsn su poesla, escrita primariamente para (y por) ~os que no saben leor18, y de algunn manera tiende puentes 1magmanos para reconvertir la letra en voz. Es la nostalgia de la oralidad que impregno buena y esclarecida parte de la literatura de América Latinal9, nostalgin que de una u otra mnnera, más bien

17 Me lw sido de cnonne utilidad el cxccl~nlll uruculo de José Pascunl Buxó "Va­llejo: eleatatuto orul d• In ~popeyo•, Hi•ponia, 72. 1, Los Angeles, 198Íl. Se­gun su t\ulor, ~n todo el poomario Vnllejo lTOU'l de •sustituir al máximo posi­?Lc las ctunplt;RS estructurO» dt- In eomunic3dón escrita pür los anu.n.ciodos mcompletos pero fuertemente exprewivos de la lengua oral'" (p. 69). La frase "directa e inmediata" In toma Buxó del propio Vallltio y la emplea con tino para onalitar el fW1c.lonomiento do E1pot!.o ... como poema épico oral­popular.

18 lbid., p. 72. He on«ado oJgo ni ""'1ll'dd en el Capítulo m. 19 Aeaba de np..,...,.,r el ucelente hbro de Corloo Pttcheco Lo romarro orol (Ca-

Page 119: Cornejo Polar Escribir en El Aire

222 Elx:ribir •·r• ~~ oin:

subte,l'l'ánea e inconscientemente, tiene que v~r con la irrupción des­de la conquista de la escritura y el libro como enigmáticos instru­mentos de pode•·, sin relación inmediata con el lenguaje ni con la comunicación, tal como se aprecia con clandad en el "diálogo" entre el padre Valverde y el Inca Atahuallpa, en Caja marca, y la manipu­lación en ese contexto de la escritura por antonomasia, la Biblia20.

En cualquier caso, para volver al text4 de "Pedro !Wjas", es evi· dente que su lengunje se instala en un espacio ambiguo: el de una escritura quo intenta el imposible retorno a la oralidad, tal como lo expresa la reiterada imagen de "escribir en el aire•, y podl'la arries­garse la idea d() que los consistentes desvíos ortogr:lfioo.~ son imáge­nes de e~o espocio ambiguo -entre la oralidad y lo escr itura- en el que se produce el poema o de esos puentes inest¡1bles (y también imposibles) por los que trata de discurrir la letru en busca do su so· nido primord i¡¡J. Para decirlo en grueso: "escribir mal ' parece ser un punto intermedio, a unque claro que figurado, entre In letra y la voz, entre la "po~sía culta" y la cultura popular. Paradójicamente, la fuente de "Pedro Rojas• es un manuscrito, pero Vallejo no duda en situar ese texto en la dinámica sonora del habla, tal vez pensando en que de heeho es un angustioso grito de alerta y socorro, pero también, en su prolongación dentro del poema, una intensa excla­mación de vid o. Es como si la carga dramática del poema no pudiera caber en el espacio cerrado de la escritura y buscara la expansión del sonido sin fronteras. Recuerdo a este respecto los stguientes ver· sos vall~ianos: "¿Qué me da, que me azoto con la línea! y creo que me sigue, al trole, el punto?" (PH, •¿Qué me da ... ?")cuyo sentido parece remitir a la conciencia de la linealidad y firutud de In palabra escrita, del renglón perseguido pDr el punto que acabará con su enunciad!>. De cua lqu ier manera, si eomo quiere la pragmAtica tedo acto lingufst.íco-literario surge de l a ficción del propio lenguaje, en el caso de "Pedro Rojas" habría algo as( come¡ una Cicción segunda , la "ficción de ora lidnd", como componente esencial dG un discurso que expresa -como yo se dijo- una intensa vocación por la palabra ha­blada.

Por consiguiente, más que experimentación vanguardista, aun­que también lo sea, la "b" de "Abisa" y "Viban", que es signo sesgado de esta oontalgia, remite a la muy conflictiva inserción del poeta le· Lrado en una sociedad cuya cultura -en términos de pueblo- es la cultura de la palabra dicha y escuchada, según acaba de insinuarse. Y sin duda Pedro Rojas, el ferroviario de los grof{iti aéreos, es símbolo de ese pueblo en el momente en que asume la representa· cióo ética de los valores de todos los hombres dignos. Bs desde esta perspectiva que se entiende mejor por qué el poeta, que no puede ni

racaH: Cos~ de Bello, J 9'J2) donde a.n.aliza eiSte temu en loa .. nurradorea de l!l tr:onecu.lt..urooión".

20 Remito ul Copl'tulo 1 do e$te l ibro~

223

quiere renegar de la escriturll, la vive de alguna forma como barre­ra que constri í'le y que debe ser -aunque sólo sen de manera imagi­naria- superada; pero también, cierto que co•\tradictoriamente, como opción de permanencia, modernidad y universalización. En es­te sentido el salto sobre la letra es la metáfora de un deseo: el de la reintegración del poeta en ese pueblo capaz -<:omo en "Masa"- de hacer milagros. Es claro que al asumir la palabra de su personaje (palabra real por Jo demás), Vallejo está vinculándose de manera sutil pero vigorosa con su universo popular. Además, como lo insi­nuaré al final, está desplazando el puolual recorte cronológico de la escritura hacia la ex-pansión de la vo• que <~n y por su propia fuga­cidad parece poder vencer al t.iempo (y a la muerte) que son de una u otra monera las condiciones de la palabra escrita, sobre todo cuan ­do ell a versa ~obre un ar,ontecer hist6rico21,

Es necesa rio insistir, en este orden de cosas, y aunque sea evi­dente, en que Ped ro Rojas es precisamente la imagen del héroe popular, agónico y triunfante. En efecto, si en su proclamt1 de vida se fi ltra el ominoso buitre, en su cadáver-que "estaba lleno de mun­do"- resiste el terco designio de la vida, que en todo el poemario es siempre designio del pueblo que con las armas defiende el derecho de todos, incluyendD el del enemigo. La emblemática de su nombre es, por lo dt>más, clarísima: Pedro=piedr:l es tanto vigor, consistencia y dureUI como fundación de lo que es indestructible; y Rojss contie­ne por igual opciones ideológicas, republicanas y mArxistas en este caso, y referencias ~ la sangro, fuente de con notaciones infinitas. CDmo dij~ al comienzo, es algo que esté misteriossmeote comunicado con la imngen de la "piedra de sangre hirviendo" que surge vigorosa e iluminadora, a nte las milenarias piedras cusqucñas, en la visión de Ernesto, el entrañable personaje argucdiono. Y cons te que aquf también, en Los ríos profw•dos, so da n rnor.cladas las canciones quechuas co n la escritura. novelesca. Me arricsgc¡ a deci r que Pedro Hoj a~ es, corno el mítico muro cusqueilo, "piedra de aangr~; hi rvien­do"~2.

Y hasla me atrev-eria a ir más lejos y preguntar sí el poema no reproduce esta misma transmutación mítica, csLa alquimia, en la que la palabra escrita, que de alguna manera se uocín n la persis­tencia de la piedra, retoma su sentido primordial de voz, que tam­bién de alguna manera, ahora a través de su pertenencia al cuerpo, so asocia a la sangre, todo por obra del hervor de una poesía que figura mezclar a ambas, y coll ello imag;na un lenguaje íntegro y pleno. Utepío de un lenguaje total que es - tal vot- imagen de otra utopín más profunda: la que burla la ominosa vig~ncia de la muerte y la vence. sin t regua, con el inacabable cantar de la auténtica

21 Em~lloo helerodoxarnentc hts 1def~ ij de Michcl <.16 Ccrteau, !,.,a escritura de la hiBt()rÜJ (Méxicu: Universidad Iberoamericrum, 1986).

22 EJ tcmn es extensamQnte estudindo on ol Copítulo lll.

Page 120: Cornejo Polar Escribir en El Aire

224

poesía, esa que el hombre "escribe en el (imborrable] aire" de ~ete mundo .

• Y ahora sé por qué el verso vallejiano estuvo rondando y persi­guuíndome a lo larg<> de estos años, mientras trabajaba en este libro haci6ndolo germinar. Esas tensas y bellas utopías no surgen má~ que en las muchas encmcijadas de sujetos, discursos, representacio­nes y mundos profundamente heterogrnco$.

Bibliografía·

Ahra:JJlS. M.. H. El tt:ptjo )'lo 16m.pora 1\--orin mmdnli.cc. y tradidón crllica aaerc:a dn I!Hholummo. Bneoos Aire><: Nova, 196Z.

Adorno, Roleno From Orolto\Vrllltn Exp,$$ton; Natit:e Andoon Chroniclesof the E<1rly Colo11ial Pcrwd. Syrncuse; Univcrsity ofS¡Tocuse, 1982.

-. Guamán. Pomn. \Vr¿ti.n.g a.nd Resutance ua Colonial Peru. Austin: Univers!ty of Tex.,., 19R6

--. "'Nue...,ns perspectivas (tn los ea-ludioa lit.crnrios coloniales hit~pQnoanteric:a­oos: &vista de Crtticc Literaria Lotmoam~ri.ron<>28 (1988): ll-27.

-. Cronista J prlne~pr. Lo etbra dt don Ftilpt Guamán Pomo dt Ayala. Urna: Universidad Cntóhca, 1989.

Agujrre, NnWniol. JutJ./1 de la Rosa [18851. Pnñs; Lib. de la V da de Uouret, 1909.

Ahmod, Aijaz. "Jumeson's Rhetorie ofOthcrness and the 'Nolíonal Allcgory'." Sodal1'exl 17 ( 1 987): :J.2fi.

Alegria, Ciro. El munrlt> es 011cho y a)t11o [19Hj. Prólogo de Antonio Comejo Po­lar. Corneo<: Utblioteca Ayacucbo, 1978.

AJhl\-e Carrillo, Leonardo. Choquthuanro y •u annga a Bollt'Or Buenos Aires: Plan<>ta, 1991

Andcrson. Bcncdicl. lmu-gitted Comrrw"itie:t: Rtf/ections on the Origin and Spread o[ Nnlioll.(1fl>m. Lcndan: VersoiNow L<?ll., 1983.

Alwarw Bibliogrti/i<v> f'crua11o: 1967· 1969. l.una: Biblioteca Nucionnl. 1976.

Aqué<olo, Manuel !Comp.). La poltmtra tlcl mdrgenismo. J,imn Mosca Azul, 1976.

Argucdas. AlciOO<. Pu<blo enfumo [1909). Bn,...,lona: Tasso, 1919

-. Raza de br<>11tv (1919]. IV1lata \Vuara (19041. Edición critica coordmada por Antonio T.,rvntc Modina. Jl.ladrid: Archivos, 1988.

Arguedas, Jasó Mari". "Lu novela y el problema de 1& expresión literaria en el Perú". Mar del::;,., 9 ( 1950): 66· 72.

--. Yawar [vsln. Lima: Mej!a Baca, 1958.

• .&n la preparM:ión de nltl Bi.bliograüa M cun\6 con el apoyo del C<ml.ro de t:uuct.o. Lite,.... ríae •AntooioCor~ Pol•.r· (CET.ACPJ. Uma, Pnu; y de Sergio Ramfre~ de la UrUve,...id3dde P1tt.;sb~•rth

Page 121: Cornejo Polar Escribir en El Aire

226

Ar¡,TU~das, ,José Maria. "La o¡¡on/o de ltll!lu·~iti". Unta: La R3ma floñda, 196'2.

-. Tod<Js las saflllr••· Buenos Aireo: Loso do, 19()4

-.Amor mundo y lod0$ 1M c<U!ntos. Limn: Munclon, 1967.

-. Yawar {U!sta. Santiago de Chile: Uni~n;iUlrio, 1968.

-.El zorro dR. arroba ;y ti zorro de o/xlj(>. Bucnoo Aires: Losada, 1971.

-. &úWJ;y/ Ttmblar. Lima. lnsbtuto Nac<oMI de Cultura, 1972

-.(y] Jooafat Roel Pmeda, "'Tres veraiones del mito de lnkarñ" En Juan Ossio (Ed.), ldeolct¡t4 muulni<G tn o/ mundo ondmo, 377-391

-.Los rios pro{und.oa. Coracas: BibhoU!ca Ayaeucho, 1978

-. El zorro dR. arn6a y tl UJN'O d.t abaJo ( 1971 ). Edición critica eoordinado par E,..,.Marie FeiL Madnd: Arehi>oos, 1990.

Arredondo, Sybila. "Vicb y obrn de Joe6 Morla Atguecbo y hechos fundamentales del Perú•. En José Maria Atguedas, ObroA Compl•~m~. Edición y notas de Sy. bila Arredondo. Lim:1: Honzonw, 1983

Arrlbag..Garda, Fernttndo. •A\'el sin nado: ¿novele indigenista?,. &vista de Criti· caLilua!UJ l..atinoam"riCJJna 34 (1991) 63-79

Arrom, José Juan. "Hombro y mundo en dos cucnl$ delineA Corcila'!O". En Ctr· tidumbredeAmlnca. M•dñd: Credos.l971.

--. Imaginación del Nueoo Mundo. Uit.: tstudro.f l()bn lt:J& wil!m,t i/4' la. rrarratÜJ4 hr'spanoomerioona. México: Siglo XXI, 1991.

Aucrbach, Erich. AffmfUJis. lA rtprese11taci6n de ln nolidad tn la UU!ratum occi­dental. México: fondo de Culturo Econérnico, 19~0.

Bacacorzo, Xavtcr. La obra ti• Ciro Alegria: Sim¡>ORIO reoli•ado del 26 al 28 de julio de 1974 en Arequipn. Arequipu: Unlvcrsidnd Nocional de San Agustín, 1976.

Bajtín , Mijail. L« cullru(l popular en la Edad Media y el &rwr.imu?.IIIO. El contato de Fram;oi.• R<Jbalais. Barcelona: Barra!, 1974.

- . Estética de la crr:add11 wrbal. MéJCieo: !ligio XXI, 1985.

.... ProblenUIS de la {JOiltca dt• Oo.•tor.tu•kt, México: Fondo de Cultura Eoonómiea, 1986.

-. Teorla y utr!tica cú la not•tla. Madñd: •raurus, 1989.

Balmori, Clemente Hcm.audo. Lo conqui1ta dt 101 t$paifoJ4!$ y ellealro indigena americano. 'fuc:umán' Umveraidad de 'l'ueumán, 1955

Ballón Aguim>, Ennque (y) Rodolfo CemS,..Palomino. D•glooia /inguo-liwMnt. y tductJCitln en el Pm" Hom<rw,}t a Alberto r:scobar. Uma; CONCYTEC, 1989.

-."Las digloaias bteruñas peruanu (dc.hnd.., y COOC<!pt<IS)" En Enrique Bailón lyl Rodolfo Cerrón (Ed..), Dwh>ailllmguo·ltl<roria y I'Ciu.caci6n <n tl Perú. Ho­rno~aj• a AJb<rto E•r:obar, 253-301

BibliOf(m/fa

Ba•adre, Jorge. /..a iniciari6n rúo lfl R•pública. Linto: ll<l$ay, 1930.

-. Perú: problema y po.<ibllidad. Lima: Roany, 1931.

·-. Ú• promtsa de/a u«lo ¡wuana. Uma. Metilo Uaca, 1958.

227

-. H"lort.a tk la R•publt.<O cúl Ptrú. Tomos 1 y ll. Limn. Univenñtaña, 1968.

BataJJlon, More-el. •f>or un lnvcntario de las fiestas de Moros y CristiatlOS"'. Atfar dR.l Sur8, ( 1949) 1·8.

Belldezú, Edmundo. /,o otra lil•ratura puuano México: ~'ondo de CuJtu.ra Eoonó­mí<:a, 1986.

Oeojam.int Walter. El con«pto d~ critica de arl~ en~~ romanJici.smo al~mán.. Bar .. celona: Penlnsula, 1988.

Bemoni, Jenímmo. La lu.<torin d•l Mundo Nu<oo. lima: Universicbd do San Mar· <OS, 1967.

Berman, MarshaiL Toda lo ~•do s. dtsvan..,. <n el ain. Mélaeo: Siglo XXI, 1988.

Bernst.eio, R1chard J (Comp.). Hab<rmo• y la mod.ernidad. Madñd: Cátedra, 1988

Bet.alU.oa, Juan de. Sumo y norro.culn dtlot !neta. TrallllCTipción, nota$ y prólogo de Marfa del Carmi)J) Martf~z Rubio. Madñd: Atlas, 1987.

Beverley, Jobn ly] Hugo Achugar. /..a..,. dtl otro: testimonio, subalternid.ad y wrdad narmti1112. l. imall'itU.bul"(!h' Latinoamericana Editores, 1992.

Beyersdorff. M argot.. /..a adoración de los /leyes Magos. V'rgMcia delteolro religro· so español en el Perú andiM. CuAO<l: Centro Bartolomé de las Casas, 1988.

Ulixen, Connalyl Alvaro Borros·Lémoz. Cronologlu y bibliogra{r.a de Angel Ra­ma. Mont~vidoo; Jo'und9tión Angel Ramo, 1986,

Bonnevillc, Hcnry. loCiro Alcgrítl y el mcstizttje". En Litl'ratura d(! la Emancipa­ció" Hispanoa!IU!rlcDIII1;y otros ~:nsa.ros. Acl<l$ del XV Cofii!Teso dR.lllLI (9·14 de Agosto de 1971). Umo : Universidad de San Marcos, J972, 206-210.

ll<>nilla, lleruclio y otros. /..a mdcpondcncia '"el Perú. lAma: Instituto de Estu· djos l'eruanos, 1972.

Bueno, Raúl Escribir en Hispanonmfrica. Ljma: Latinoamaricana Editores, 1992 .

Uurga, ManueL Nac~.mitnto de u11a utop(a. Mturte y resur~cción de los Incas. lJ. .. ma: lnst1tuto de Apoyo ~\¡¡roño, 1988.

BUr:ger, Peter. Tcorta dt lo valiJI<Ulrdca. Barcelona: Península, 1987.

Buxó, .loo~ Paocual. "Voiii!JO: el estotuto oral de la epopeya•. RupanÜJ 72 (1989): 65-72.

CsbeUo de Balboa, Mi¡ucl. M•.,.,ldnt<J anldri<OO. Una historill del Perú antiguo. Lima Uniwnridod de Saa M..,_, 1951.

Cáceres Romero. Adolfo "El teatro quechua•. Runayay, 1, 1, Cochobamba (1988): 19-29.

Page 122: Cornejo Polar Escribir en El Aire

228

CariUo, EmUlo (Comp.), Poesfa tL•Ialndqxmd•ncia. Corncos: Blbllote<:o Ayacu­cho, 1979.

Carrillo, Ft11ncisco. Clorinda M atto de Turner y su in.digtni6mo lite rano. Lima; Universitaria, 1967

Castro Po.o, Hildebrando. Nttnlro co111W1idod ind(S<ntJ. Lima: Lucero, 1924.

- . 0,1 oyllu o/ ooo~mtiUtsmo $4ciolista. Lima: Barruntes Ca.tro, 1936.

~Klorén, S&rn. Eocnturo, lrtuL.'IJr<4Ü>n y i;UJ'"IJ> en laltWuturu lntmoom<"ri-cona. Méxlro: Pretniá, 1989.

Certeau, Mlchcl do. La escrilura de la hú;IJ>rio. México: Univei'Sldad lberoamcri­c3Ilo, 1985.

Cban¡¡-l"ludrfg\lCZ, Raquel. "Elaboración de las fuentes"" 'C"I.n conta' y 'Pape­lito jubla leng~•o~. Kenlllc.ky QIJ4rier/y, XXIV, 4 () 977): 433-439.

- . Ln nproplntló11 (/el 8i¡;;no. 1'r~s cronist{ltt indfgeua.s dtl Pen1 Tompo: Ari2onu Stnto Univcr11ity, 1988.

Chávcz, F'ornnndo. Placa y bronce [1927). Quito, Editorial Conejo, 1986.

Ch<><ano, José Sontos. Obras Completas. Compilodu, anoUldaa y prologadas por Luis Alberto Sánchez. México: Aguilor, J 954.

Cboquehoonca, .J011é L'lomingo. Em;ayo de e$tadlstü:o completa de/O$ ramas «t>­n6m.- po/ill<o. de la prouim:in th Azáng<Jto en .J deportamtnlo dt Puno dt la Rtpublica ptruono del quinq~anio contado d .. d• 1825 hasta 1629 itu:luú· Lot. Lima: Imp. de Manuel Corral, !933.

C1cza de Le(Jn, P<dro. Cróniro thl Perú. Ten:era Parte. t:doción, prólogo y notaS de Frunceaca CantU. Lima: Uni,•enñdod Cot6lica. 1987.

Collupillo, Supno ly J olro.•. Relnei6n de la de,ocende!lcta, gobterno y conqui.<ta de 1011 Incas. Lima: llobliote<:a Universitaria, !974.

Cornejo Po1nr, Anlomo. lAs unif.1ersos 7Ulrmtivos de Josl Marta Arsucdas. Buenos Airea: Losodn, 1073.

- . .. Cioritldta MoUo de ,l"urner; para una imagen de 1{1 novelo peruanA del .siglo XIX". l?scriluro 3 (l977): 9l-107.

- ."Lo novelo tndlgcnL<lo: un g~ncro contradictorio". Tato Critico 14 (1979): 58-70.

- . '1..a pnruera edición de España, aparin th m! ute c6/iz". Reouta th Critiro Literaria Lallnoamericnna 10 (1979); 111-112.

-."La no,~Ia indi¡¡eníst.~; una de$pmldo conciencia de lá hilllorio" L..:m, IV, 1 (19S(}): 77-39.

- - Lcúraturo y SO<'I<'ciod en el Ptne la nootla indigeniota Lima: Loaonl:ly, 1980.

-.Sobre ltttro/llm y critiro latiii0017W'Ícano$. Caracas: Unh·enñdod Cenlral de Venezucln, 198Z.

---."La rcivindicnci6n del imperio incaico en la poee:Ca de la cmonCÍJ>&ción en el Perú". 1-Allttt'tt(UfV' d 1Amf'ri.ca 19-20, (1983): l5:J..l7J.

229

Conu)jo Polnr, Antonio. •.I.,.a literatum peruana. Lotalidnd contradictoria". Revista de Crltil-a /,iterarin Lalinoamerü:,.na 18 (!983): 37-50.

---. *Un hombre mul.'rto a puntapiés': poética y nal'1'8eión". En Miguel Donoso Pan!ja (Ed,J. &copilación th textO< twbn Pabh> Pa/acU>. Lo Habana: Casa de las A.m~ric:as, !987, 163-l7L

-. La {ormacíón th la tmdicibn literoria en el Ptnl. Lima: CEP, 1989.

-. lA n<>V<Ia ptruana. Lima; Horizonte, 1989.

- . "A<'<t •m nido; indios, 'notables' y forastA>ros'. En La IUllltla pi!TUana

- . "'Mnt.o.luché: la..c~ muehas formas de la esclaVJtud•. En La novela penLana..

-. •La obro de Josó María Arguedas: elemenlos pota una int.orpt<ltoción", En La nouel(l pcruorw

-. "Joa6 Mt1rfn Ar¡¡uedns: una csplllndido historia" En Rcncontre de Renards. Colloque /ntcmntüma/ sur Jost Maria Ar¡¡ue<l!Js, Grenohlo: AFF:RPA, 1989, 11-21.

- . •<J.ésar Vallejo: la universaliz.ac:ión de uno expcriencin nacional". LtJ Torre 12 (1989): 673·684.

- . "Vallejo: mesüzl\ie. t.ransculturadón, modernidod", en Paginas XIV(l989); 87-94.

-. "El oprendizaje de la lectura; no...,la y rormttc:•ón nacional en Hispanoamé­rica•. en O.amoyor, U. 4 (l991): 3-6.

- . Clonntla Mano de Tumer, now/Jsro. Lima: Uuvia Edilo<6, 1992.

Cort<>s, Chrisl<>vol Maria. Mahualpo. Madnd Por don Antonio de Sancha, MDCCLXXXIV.

C<>rrulcs Pa•eual, Manuol. ,Jorge !OOUI, {rontcm d<l N'lato 111digenista. Quito: Unov~rAidnd CnUílica, 1974.

-. "L,ns rnfc:ea del relato indigenisUt e~uat.oriuoo". Reuista de Crttica L.iterariCl Latinoamericana 7-8 (1978): 39-52.

Coslt\ (...imu, Luiz. O controle do hna¡foufrio. Rozéio e im<Jgifra~o ru>S 1'emf'O$ Mo­dernos. SM Paulo: ~'oronsc Universitária, 1089

CoUcr, Julio. Clase.<, estado y nación en el Perú. Lima: Instituto do Estudios Pe­ruanos, l978.

Cuevo, A¡ustín. Jorge lcoza. Buenos t\trcs' Centro Erutor de América Latina, 1968

-. &brr nu .. tra o.mbigüedod cu/tuJal. Quito: Univ~nlilaria, 1974.

-. "En 1*1 do la historicidad perdida. Contnbución al deba lA> sobre la li ... raiura mdi¡renisl.O eo el~- R.eui.sltJ de Crltu;:o. /A,krona IAtinoamerit:t:ana 7-8 (1978): 23-38.

-. L<ctura.t y rupturao. Quito; Planeta, 1986.

Curt.iu11, Erneat.. ttoberL. Litt.rat.ura europea y Edad !t1cdia lnlina. México: Fondo de Culturn Económica, 1955.

Page 123: Cornejo Polar Escribir en El Aire

230

Ocgrcgori, Co.rlot~ lvtin et el, fndigenismu, dam!x Joctolc3 y problema trccional. Lima: CELATS, 1978.

Delgado Diaz dol Olmo, César. El diálogo de¡,. mundw. Ensayo $0Órt tllnro Oorccloso. Art'C\Uipa: UNSA, 1991.

Derrida. Jocc¡-. De ltlgrolrUllologja. Méxiao: Siglo XXI, 1971.

Oíaz.Caballero, Jetúa (y] C. Fernández, C. Gan:ía-&doya, M.A. Huamán "El Perú critico: utopla y realidad·. Reoista de Crllica Llltrari4 LaiUIO<ln,.ncana 31-32 (1990): 171-218.

Dorfman, Anel. II>U>ginoci6n y uiolenci.a en América. Santiago: Universitaria, 1970.

Durand, Joe.S. El Inca C'.arc/laso, clásico de América. Mt!XJco: S..psot.cn!Jls, 1976.

•••· OcaBO do s.ret~as y P.<plerulor de manattes. Méxioo: ~·ondo do Culturo l':eooó­mica, 1983.

Estalanto, Cormon [yJ Ricardo Valdcrrama, Nosotros los humanos/ Ñuqoncl!ik runakuoo.. 11eStimonio de los quechuas eú!l siglo XX. Cusco: Ba.rtolomé de las Caso.s, 1992

Eo<:lljadWo, Tomás G. La narrativa indigenilsta: un planleamitnU> y ocho mdsio­ne•. Lima: Univen;idad de San lllaroos, 1971 -min100.

- -La non'OIIVO tú L6pn Alb.¡jar. Lima: CONUP, 1972

-. "Clro Ale¡r{a, José llfarla Arguedo.s y el indigerusmo de Maliát<>gui" En Va-nos, Ma.ri.d.teyui y ltllu~roturo. Lima: Amauta.1980, 61- 106.

-. Alq¡rla y El mundo u anchD y ajeno. Lima: Universtdad de Snn Mar<:08, 1983.

Escobar, Alben.o. l..a namu:ió" ene/ Perú. Lima: Mej!a Baca.1960.

·-. Atttolog{(),dola pO<!sfoperuana. Lima: Nuevo Mundo, 1965.

..... "Hiat.orio y lenguaje en Jos Comentarios real-es". En Patit) dt l,•tros. Lima: Ca.­ballo do 1'roy•, 1005.

--. Arg~ted.M " lt1 utopfa del lenguoje. Lima: ln•titut.o do Estudios Peruanos, 1984.

-. 61 imaginarlo nacional. Mora, \Vestpl!alen, Arguedas: una formari6n líleroria. Limo: Instituto de &tudios Peruanos, 1989.

Fernández Retomor. Roberto. Paro uno teoría literaria lu~ponoamericana y Olrtl$ apraximacwnn. La HabiU!a! Casa de las Américas, 1976.

Forgues, R.oland JIM Maria llrgu«l"": del p<tJS<Jmiento diDiktU'O al J><'nsanuenlo lrdgico. HutMJJ de una uJopía. Lima. HolitOnte, 1984

Flores Oalindo, Alberto •Los int<>lertuales y el problema nacoonal" En Varios, 7 ~11$0yos: 60 añ08 d~ hi&toria. LiJlUl: Amauta. 1979, 139·156.

F1orcs Oalindo, Alberto. Lo agonía de Mori.áfq{ui. Lima. m;sco, 1982.

.... l)u,.,ando u11lnca: identidad y utapía en los Andes. La Habantl, CMa de las Américas, 1986.

Bibliogro/1•r 231

Fl'álleo, Jcon. "'Tendencia-s y priorid~dea de IoM estudioe litcrnrio!=llatinoamerica­n08". E•crilurn 11 (1981): 7-19.

·-. Char VaUtjo·/a duoMctica de la poesúo y •l•il•nrio. Buenos Aires: Sudameri­cano. 1984

Gat:le Avnria. Jorgf:. Hi.storw df! un lentCIGft m{ortunado. Mtuiátegui y ~~ nUJn:ismiJ. Carneas: CELARO, 1989.

Carda· Bedoya Maguiña, Carlos. Para uJUJ P<!rwdua<ion tú la lit<raluro /)<!rua­na. Loma: Lou.inoo.merialna Editores, 1990.

Garclo Canclini, Né•t.or. Cultwus hlbruúJs. Estrattgi41¡>aro tntror y salir de Z, mt>dernidad. México: Grijalbo, 1989.

Gnrclo, Uricl. El tuttoo irulii> (1930J. Lima: Univereo, 1973

Garcilaso do la Vega, !neo. Come .. tari.os realu de lo-• Incas [16091. 4tm•. Estudio preliminnr y notas do Jos~ Durand. Lima: Univoraidud Nacional Mayor do SM M&rcos, 1959

.... H1st0ria general del Perú. Segunda Parle de UJ, Com~ntarios realt.<.L 1617]. 4 ltna. EsLudoo preliminar y notas de Jos<! Ounmd. Limo: Universidad N""ioual Mayor de San Marcos, 1962-1963.

Oallegoe, Rómulo. Do/la Bdrbara (1929~ [,a Habana: lnatitut.o Cubano del Libro. 1973

Ohislomoni. Antonio. Altlhualpo. Drama lírico en 4 oct/Jo. Música de Carlos En­nque Pasta. Limo: Imp. La Patria, 1877

OintbuT1f, Cario. El queso y IOSffUMJTlO • • El .mm .. usún un rru>linero del siglo XVI. 8al-c:elono.: llfuchnik, 198L

Ooic, Cedomil "Novela hispanoamericana colonial" En Luis Iñigo Madrigal (Coord.). lli~toria tú la literatura hispanoameriJJOna. Tm. l. Epoca Colonial. Madrid: Cátedra, 1982.

Oonz<l.lo•l'radB, Manuel. Pájinas Libres [1894). Madrid: Pucy6, a/f .

Oollzálcz Stophan, Beatli<. Cort!ribu<i.6n ale$tudio ele la loistnri.ografia Werario hispwaoamtricczna. Caracas: Acoden'lia do Hiatol'iu, 1985.

-. /..a lolstorrogro(lo literario de! liberali8mo h"'panoamericano del siglo XIX. La Hobullll: Casa de las Américas, 1987.

Oruzinslti, S..rge Lo coúmi.sal.ii>n de IYIMQinavr. Socittú indi¡¡énes tt occidenta­lisatw• dans h Mlxique espagnd. XVJ.XVIIJ rikh. Paris: OaUimanl. 1988.

Ouamtln Poma de ~a, Felipe. El pnmer nutCfO coroni"" y butn goootrnt>. Edi· oón critica de John MurT& y R.olena Adorno M~xoco: Siglo XXI, 1980.

OutiérTM. Gustavo. DiosoJoroeniO$/nduu. Lima; CEP, 1989.

Out.iérreo Giro.rdot, Raí<u>L Modenusma. Barcelona: Mont<>sinoe, 1983.

Outiérrez, Miguel. "Estructura e ideología de Todas lns •ancre•• &oi8ta de Crl-¡¡,.. /.Jtuario l.atinoam.erirono 12 (1980): 139-175 .

Ouzmán, Jorge. Contra el secroto profesioTJal. Lccturo. mtstf.zCl de Vo.Utjo. Santia· go: Univcr•ii.!trio, 1991.

Page 124: Cornejo Polar Escribir en El Aire

232

Handelsmon, Mrehn~l. "Del tzantzismo al desencanto: Un r~conido de lTeinta niloe en lo critico literario del E<uodor". Revisto d~ Critico IAitraria Latino­ornoricono 31-32 (1990): 139-152.

Harrison, IW¡inn Sign~. Song$, ond Munory in the And.,, TranoiJJting Quechua Langung< ond Cultun Austin: Unn..,...¡ty oJTexaa Preso, 1989

Hemoinde., Mox. "El Inca Garcilaso: el oficio de escribu·" Plural 217, México, 1989.

-. Mtroorra ckl b1<n ptrdidb. Conflicto, üknlidad y n.ostalgiiJ en tlltKJa Gareibiso ck lo Vega. Modrid: Encuentros,1991.

Havelock, Eric.LtJ Musa imparo a scrivere. Romo: J..at.erx&, 1987

Icaza, Jorge. 1/uasipungo !1934]. l3uenoa Akes: Losado, 1977.

---.El thull<r Romero y nores. Edición critica coordin ada por Rieordo Dcsealzi y Ilonuud Richard. Modrid: Coleoción Archivos, 1988.

,Jákfn1vi-Lcivn, Susana. Traducción, escritura y violenct(l colo11i2adom: un estu· dio sobr<la trbrtr d<l Tnca Garcilaso. Syracuse: MaxWl!ll School, 1984.

Jrunesoo, Fredri< "Third·World in the Era of Mullinational Copitalism". Social Text lS (1986): 65-88.

Jara,!Woe y Hemán Vidal (Eds.). Te>;timomo y llltroturo. Mmncopolis: lnstitute for lhe l;tudy or l~logies and Lileroturl's, 1986.

Jaramillo Alvorodo, Plo. El indiD ecuatoriano 119221. Quilo: T11lleret GráfiCO& del Eotado, 1936.

Kalrman, RieardoJ. "Sobre la construcción del obj<>IA>en In crll.ico lil<rorialntino­americnna•. /ltui"'a de Crítica Lit<raria Lalrnoanl<.ricana 37 (]993): 307-317.

Kapsoli, Wilfredo. 'l.Al muerte del rey Inca en las danz.ao J)(lpularco y la relación de Pomsbambo", Tierra alkntro m, 3 U985): 139·176.

Klnt~n. Pctor, lA formuci6n tle las hatiertdas caucartras y lo1 or(Rtrtes del Apra. Limo: Instituto de Estudios Peruanos, 1970.

Kristal, Efrain. Thc A11des Vieu;ed From tire Ci~y, IAterory an<l PolitU:al Diset!Urs<: on thelndian in Prru. New York: Peter Lang Publi8h1ng, 1987.

-. Utw. visi611 urbana de loo Anda. GiM1Iis y lksarro/lo lkluuh¡¡tnrsmo tn <1 Pe· rú, J841J.J930. Lima: Instituto de Apoyo Agrorio, 1991

Kirk, CS. lAs po<rruu homtricos. Buell(l6 Aires· Paid6o, 1968.

l.ara, Jesúa. TragediD d•l (lll d~ Alttwallpa. Mooograllo y traducción do Jesús J..aro Coc:habllmba: Imprenta Universitaria, 1957

Larsen, Nttil "Contra lA de9-e¡;.tetización del •diiJturso' colonial'". Rtvifltn tU Crl* tica LW>rar~o Lotirn>Omericana 37 (1993): 335-342.

1..astra, Pedro. El rutnto hispanoamerit;ana dd siglo XTX. Ncw Y orle.: Oiaooman, 1972.

-. "Sobro AJcidoa Argucdas". Revista de Crttica Littrarw /.,otmOOf'ftt>.ri.cona 12 (1980): 2)3·223.

Bibl(Dgra{Id 233

Loucr, M1rlto. El sitie de la literatura peruana. Et.critnrts y polttíca ~n el Pmi del srglo XX. l.ima· Moo:a Azul, 1989.

León l'ortrlln, .Miguel. Visióo de loo vencidos La Habana Cosa de las Américas. 1969.

-. El ~'<nt> de/a Conquista. México: Joa<¡ufn Mortit, 1980.

Licnhard, Mart!n. CuUura popular andina y forma nt"-'<'lt=. Zorrll$ J' r1.anzomi!S tn lo últtnttllttx~la de ArguedtU. L1ma: Lnlinoamerieann Edttore&--Tarea, 1981.

.. La crónica mcstiz.tt en .México y el Perú busto 1620. Apuntes para su es­Ludio histórico~literario•. Revista de Crttrca L..tttrario Latinoamericana 17 {1988): 105-1l5.

---. "Arto verbal quechua e his!Driograffa literaria on el Perír'.LJJulletirt de la ] So-tiélé SliÍsse des Américnnist<s 52 (1988): 17-56.

-.lAr uoz y 6U huello. La Habana: c ... 9 de loa Amériena, 1989.

Loayza, Lurs. Sobro tl900. Lima: Hueso húmero, 1990

Lópet Bnralt, Mercedes. "La uóruea de lndi3 como texto eulturol: artic:ulaoón ~loe oód1gos itónieo y lingüistico en'"" dtb'lios d•ln Nueva coróniea de Gua­nul.n Poma• Re•~ta lbuoammoona 48 (1982!:

-.IooM y oonqui.stac Guomdn Ponw. de Aya/a. Madnd: H1penón. 1988.

López de Gómara, Franosco. HistorUJ gen~ rol dt In• lndUUJ y Vtda dt Hemán Cortts. CarneM Biblioteca Ayacucho, 1979

Losod11, Alejandro. "Ciro Alegria como fundodor dolo realidad hispanoamerica­na• A<t<1 Mtttraria, XVll. (1-2) Dudapesl, (1976\: 71-92

l...ovcluek, Ju1m {Ed.). Lo novela hispanoamertcann. Santiogo: Universitaria, 1069.

Moe Col'lnOok, G. Sobino. "Atahutilpa y c l lib•·o'. Reuisl~> de India,• 184 ( 1988): 69:1-7 14 .

Mncera, Poblo "Lenguaje y modernismo peruano del aiglo XVJIJ'. En Trabajo• de historia. Tomo 2. Lima: Instituto Noeionol do Culturo, 1977,9-77.

Monocn, Guillenno. Lo palabra QUioritaria. La Pru. Tiohuannko3, 1990.

Mariáu-gul, José Carlos. El arlislá y su #poco. Uma: AJDauto, 1967.

--. Srttt ·~ayos dt ur.UrpnUU:ilm lÚ la roolidad puuallO (1928]. Limn: AJDauta, 1969

l\larilllt>gut, Jooé Carlos. La tsceTt<J <011UnrpaniMo. Limo: Ama u m. 1969.

- Carlos d• llnlia. Lima: Amauta, 1969.

-. PcrucrmCf'mosal P~rú. Lima: Amauta. 1970.

Mut.to do1'urner, Clorinda. Aues sr.n nido [1889). Lo Habano: Casa de las Amllri­cos. 1974.

-. Aur:t r.hl.tl;(!o. Ca-racas: Bibliot.cco Ayucucho, 1094.

Page 125: Cornejo Polar Escribir en El Aire

234

MttLt.o do Tu.rncr, Clorindo /n(hJe. J.~irnn: lm1W.ut.o I'cru.o.oodo Cullura, 1974~

-. Tlereru:lc.. Limo: ln•tituU> Peruano do Cultura, 1974,

Meléndez, Concha, 6EJ mundo es ancho y OJe.no"'. /Uomcmf.e. Estuár.os "'spa.no· amt.riconOB. San Junn: Univcnsldad do Puerto Rico, 1943.

Mendizábal Losack, Emilio. "Lo fiesta en Pachiwa 4Ddina". Folk/o,.. Amcricruw, XIll, 13, Lima, 1965.

Mendota, Jaime. El macW> boliwJJto La Paz: Arn6, 1935.

Menéndez PelaJO, .lltlll'<elino. Or(gtnn dt lo IWV<!Io Buenos Aire!: Emecé. 1945.

Meneses Morales, Teodoro (Ed.). LD mutrtt dt AJ.ohualpa. DF<~ma qUJ!JCiw4 de <W·

tor4J1151tlnu>. Lima: Universidad de San Mo"""', 1987

-. (Ed ) Tomro Queclwa C<>ioniol. MI<>ICRfo. Sel<lCCIÓII, prólogo y traduCCión de Teocloro t. M""'""'"', Limo: Edubllnco, 1983

Mera, Juan León. Cumandd o un dromo tnl,.. IOIIXJ,JU. Quit.o: Imp. del Clero, 1879.

Merino de Zela, Mildred. "Vida y obra de J081! Maria Arguedas". &visUr. Peruano de Cultura 13 (1970): 127-178.

Mignolo, \V alter. "Cortos, crónt~S y reloctonea del d~rimiento y lo conquis­ta". En: Luis lfligo Modr!gol (Coord.), HIIIOI'ÚJ cü lo literatllro hispanoatrn!ri­cano. 1'omo 1: Ep<>cn colcnial, Madrid: Cátedra, 1982

-. '"'L6 l~ug-vtt., h• Jet:tG., ol territorio (o lo cr•.oll' do loo e~:Jtudioo liLet'arloe c:oJotüa­les)". Di•pa<~ilio 28-29 (1086): 137-161.

-."La historia do la escritura y In escrituro dolo histA>rin•. En Merlín Forster lyl Julio Ortega (Eds.). De la t:r6nira a la nueua. r~orrativa muicatta . .Méldco: Oasis, 1986.

-. "Au!\huac y SUil otro•: la cuestión de In letra en el Nuevo Muodo". R•visto de Critica Uterarin LntinMmcrienll.fl 28 ( 1988): 29-53.

-. •Lit.~>rocy ond Colonizatlon: tho Now World J;:x¡>erieuce•. En René Jara [yl Nicholas Spadachlni (Eds.), 1492·1992: Rc·di8covtrittg Colorual Wriling. Minnes¡lOiis: Prisma Instituto, 1989.

-. 'Tcorlas rennccntist.1s de la escritura y lo coloni~ación de las Janguas nati­vas•, '*<parntn do! I Simposio do Ftlolo¡lu fberoarnericans, Sevilla, 1990.

- ... -La semiosis colonial: la dialéctica entre reprc.s~nt.ationcs fracturadas y hermenéuticas pluritópicos•. En Jlestriz Conz!llez [y] Lúcia Costigan (Eds.), Critica y cü.scolonimción: el ~•ro c<>lonia/ •n to culturo úllinocunericana, Ca­racaa:Academla Nacional de HiatA>ria,l992, 27-47.

Milla Batres, Corlos(y) Washin¡t<>n Oelgo.do. Homeru¡je lnlcmoeiortal a Cé$ar Va/.üojo. V'ui6n dñ Ptnl, 4, Lima, 1969

Millones, Luis. EITMO por la Co>oa Lima. ~'undución Ebert, 1988.

~!4ng.u6, Luis. /..a poeW. ~tm«Jtmi8ul ptruona. Mé>dco· F'onclo de Culcura Ec:o­n6mica,l954

235

Mont.eclno. Sooin. /lfadrr-~ y Jwach~. Alegorurs del tnestucve chilei&,O. Santiago; CEDEM, 1991.

MontA>yo, Edwin, ltodri(I"O, yl,uis. La sarf8rt d.el<M CA'rro•/ Urqultunapa)•awar· mitt.. An..lologf(l d,. la poe$/á qu«hua quf' 11r canla r.n. el Peni. Lima; Universi­dad de San Maroos-Mosea A1ul, 1987.

Morales, Loonidas. •,José Marta Argucdas: el Jengu111e con.o perfocción humana•. Estudi<>S Filnl.6gtcot1 (1971): 133-143.

Morales Sara vía, José. •AJejnndro IA«Dda 0936-1985). Btbliograffa comentada• &oista cü Crlticn Ltt<roi'ÍQ l.atinoameru:tlll(J 24 (1986): 209-242.

Mwúa, Martín c:le.l/ulon4 IJ<ntrol dol PenJ y dtSJ«n<ÜncitJ de IO$/TIC<J$.lntrodoo­ción y notas de Monucl Bollc•~roo. Madnd; lnstJtul.o Ü<>!UIIIo Ferrulndez de <hiedo, 1962.

Navio Romero, Wah.er. f11Urprttoc1dn y Olldh•u IÜ Jllan de/a llbsa. La Paz: Uni­'-ersidod de San Andrú, 1966

Neb<ija Ant.oruo de. Gramdtaca IÜ lo ltfi8Un co>ttllc..no. Ed. de Antonio Quilis. Ma­drid: Nocional, 1981

Noriega, Julio "El quechua vor. y leLrn en el mlllldo ancbno". R•uilita dt Crltica Littroria Lntinoamtrirona 37 ( 1993). 279-301

- ."SUMando UllO tradr.ci6n 11crita y pottrro quechua f'n tl Perú. Pittsburgb; Uni­versi\y o{ I'IUSburgh, 1993 -rrumeo.

Núñet, E~Lu~1rdo. TrcdltU:mts hi:JpoiUJCmerica..naJ. Caracus: Bibliotéca Ayacu· cb01 1979.

Ong, Waltcr G Oralida<ly tscrtlura. TecrwiCRias delapala.bra. México: Fondo de Cultura Económico, 1987.

Ortega, Julio. Texto, t..'fmwnitoddrt y culturo. I.AM1 rros profundos rlc ArguR.das. Li· ma: CF:Ol~P. 1982.

--, Ln W>rla pO<!IJca de Cé$ar Vnii(Jo. Lima: Del Sol, 1986.

--- "Parn una teorfn dol l.oxl.o latinoamericano: Colón. Garcilaso y el discurso de la abundancia"./lovi#" de Crlti('(J Litcroria. I.Atirwamericana 28 (1988): 101-115.

·-. Critica tk la i<knti4ad. LtJ pre¡¡unl<t por ti PmJ. en su /iterolura. México: Fondo de Culturo lloonómico, 1988 ·

Osorio. Nel.son lA (ormoci6n d~ la vanguardia U.J.uvriCJ e11 Veni!Zuela. Caracas: Act<demira Nocional de llist.ori@, 1985.

Osario, Nelson. Mani(~ts/os, proclama• y pa/~nucas cü la vanguardia literaria hi.<pafll)()rt,..rico.na. Car11caa: B>bhol4>ca Ayacucbo, 1988.

Osono do Ncgrel, lleUy . •La ainl.ax~ b6&aca del relatA>: ensayo comparativo de das tmdidonea dramllbcoa 110brc la pri•ión y mucrle de Alahuallpa", úxis, vrn (1984), 113-130

Ossio, Juan ( Ed.). IIÜ<>IOfUJ TIU'oúltuca m ti mundo andlltl). Lima: Ignacio Prado EdaU>r, 1979.

Page 126: Cornejo Polar Escribir en El Aire

236

Oyarzún, Kemy. "L!ltinAmerican Literary Criticism: Myth, History, Weology". Lo.tin American &:searth Rwi~w XXUI, 2 (1988): 258-270.

Pachacuti Ya~;oqui Sa1cru:oaygun., Juan de Sa11ta Cruz. 1'"Relación de antigüeda­des doste rey no del Pirú". En Marcos Jiménez deJa Espada (Edición y prólo­go), Tres ri.'J(u;io!W8 de Antigüedad-es PeroarJas. Ouenos Aires/Asunción: Gua· rwúa, 1950.

Pac.hC'co. Ca.rlos. La t:omarca orul. Car:1cos: Casa de B,dlo, !992.

Palacio, Pablo. Un. hombre muerto a pumapiés fyl Dtbora. Santiagq: Urú•ersítn­ria, 1971.

-. Obras C<>mplems. Guayttquil: Casa de la Cultura, 1976.

Pnlma¡ Ricardo. "Carta tanta)). En TradicWnes p~ruana$ Ull ~erie, 1875] Ma­dric : Calpe, 1923, 26-28.

- . Nttolog.tsmos y amcricanisnw..<o. Lima: Imp. Carlos Prince, 1896.

Pa"ry, Ben\tn. "Pt-oblem• in Current Th.,.ries of Colonial Discou.roo•. Ox{ord Ltt.e· rary &viJ!w, lX (l-2) 1988: 27-58

Pastor, Beatriz. Dis~ursos narmtiurn; de fu conquista.: mitificaci()n y emu¡¡encíu. Hnnover: f~diciones del Norte, 1988.

Paz, Octt'lvio. Ellabetinto de lo soledad. México: 1rondo de Culturo F...co!'lómica, 1963.

Pa2. Soldán, Alba Marfa. U!UJ.artiüilr..cióu 1>imb6li.l:á de lo mu:iowú: ''Jrtorl de lo &sa• de Nalan.iel. Aguirre. Univel'Sity of Pittsburgb, L986 -mimeo.

Pease. Franklin. "Las ~rónicas y los Andes'". Revista de Crltico Litcroria La#no· o.meriCQ.I1{l 28 0988): 117-158.

·h. Del TauJarttinsuy{) a la hístorin del Pe-ní. Lima: Unive-rsidad Católica, 1989.

- . "La conquista español3 y la perce-pción andina deJ otro". J-listórica XIII (1989): 179-196.

~--. /u ka. y ku.raka_ Rt:laciones (/.~poder y n'presentaci(m hi$t6rico. {Working Papc1·s]. College Park: University of Maryland, 1990.

Pérus, Fran~-oíse. Literatur{l. y sociedad tm Am;érica Latina: el Modernismo. Lo R"bona: Casfl de IM Américas, 1971>.

Pi.tarro, Ana. La literctur(llalinoomerü:ana como proces(). Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. 1985.

Pi1.arro, Ana. !lacia una historia de la. literatura údin.oo.mericana. México: Cole· f¡i.o de México y Universidad Simón Bolívar, 1987.

Pizarco, Hcrnando. "Carta de L .. j a Ja Audiencia de Santo Domingo''. En RaúJ Porr•s llarrenechca Los cronistas del P•rú (1523·1650). Lima: Sanmurtí y Cfa .. 1962.

Pizán·o, Pedro. Relaciótt del d.l?' .... <:eul,rittdetiU> :y ctmq~u.sln. del Perú. Bdic.tón crlt:Jca y c.:onsi<len:u:ioncs prtlJitninar(ls de GuitJermo Lohrnann Ville.rta. N utas da ):tie:rre Duviols. Lima; UnjV'e-J'Sidod Cut.ólicR, 1978.

237

Poi, José. Ataltuallpa. Cochabamba: Imprenta do El H:eraldv, 1887.

Porras Darrene<:hea, Raúl. Los ideólogo.< de la Emancipacién. Lima: Milla Ba· tres, 1974.

.... Los CTOIIÍStaS del Penl (1523-1650 ). Lima: Sanmarti y era .. J962[Se¡:unda edición ampliada. Lima: Banco de Crédito, 1986).

Port,ocarrero, Gonzalo fyl Patricia Oliart. El Perú desd.e la •scul!la. Lima: Instl· tuto de Apoyo Agrario, 1989.

Prieto, JuM Sixl-9. "El Perú en la mlisica escénica•, FéllL< 9 (1953): 278-351.

Primer EMuentro de Narradorefl Penmnos, .Arequipa, 1965. Lima: Casa de líl Cultura doll'crú, t969.

Pui)()-WalJcer, Enrique. Historia, creación y profacla en los texJ.os delinca Garci· lGs<>dela Vega. Madrid: Pon;ís T~m~ozas. 1982.

Rama, Angel. Rabbt. Darlo y el mode.mismo. Circunstancia sodo-económica de t.m-arte americano. Cerneas: Universidad ~nt.ral de Venezuela. 1970.

.. -. Pormacilm de una crdtu.ro nacionnl indcaHI.f!ricana.. México: Siglo XXI. 1975.

h •. 'l'tnn.scalturoción. narmtiM enA.m.éricaLatina. México: Sigro XXI.I982.

-. ú< cir«J,a.d ktl"ll44. Hanuver: Ediciones del Nort.e.1984.

-. La-s m6scaras democráticas tiel modernismo. Montevideo: J:Olmdaeión Rama. 1985.

Ramos, Julio. Dt~ncuv.ntros de la modernidad en América Lotina. Literatura y poUtica ert el siglo XIX. Méxiro: Fondo de Cullura Ec~toómics, 1989.

Jlatto-CiarJo, Jo:ié. Choquehuanc.a y la contrarreuolu..ción. Caracas: Comitá d~J Bicentenario de Simón Bolívar,l980.

RaviMS, Roger; .Mil y Olguín d<> lrisrt.e y Francisco Lriarte Elreo.nor. Dromas ool<>· niales en Id Perú actual. Lin1a: Universidad Garcilaso de la Vega, 1985.

Rónique, .losé Luis.lntelcetucles, infl(Eeni:-?mo )' desctmlralismo en el Pení.. Cuzco~ Bartolo.mé de las Casas, 1984.

Reverte Berna}, Concepción. Aproximación crlticc. 11 un <lrartuztttrga uirreinol pe· r¡1tmo: Fr. Pro~cisco <M CaMill.o ("El ciego de la. Me~d"). Cádiz; Universidad de Cádi•, 1985.

- . Eltea:tro de Fr. Francisco del Castlll-o ("'El Ciego de la J'Jerced"). BareeJona: EDT MicropubHcaciones, 1986.

Reyno1ds, Gregorio. Redenc;i6n, Poema Cíclico. Primer Cerwmario de la Funda· <ién de In República de floliuia. La Paz: Renacimiento, 1925.

- . Los 8mu'íosdAZ la sium. Cuscoen el siglo XX. Lima: CE.PES,1991.

Rincón, Carlos. El CCI.mbio actual. de la ru>ci6n de liiératura. Bogotá: Colculturn, 1978.

-. "Mód.ernidod p<lriférica y el deS<Jfío de lo pqstruoderno. Perspectivas del arte narrativo latlooruncri.cano'". Re(:isto de Crfti.cO- Literrrria Latinoam.-ricarta 29 (1989): 61-104.

Page 127: Cornejo Polar Escribir en El Aire

238

Ri•o·Aglloro, José do la. ÚJ historio en el Perrl [1910). Obra• Complotas, Tomo IV. Lima. Pontifici~ Uru•orsodad Cotólica del Pení, 1965.

- "El loa~ Garcilaso de la V~a· 0,1 /neo Gan:il&o a E¡¡uren. Oóra• ronopkla., Tonm 11. Lima. Pontificia Uruve..,.idad Cat61ica, 1962.

R1varola, José Luis. úngua. comUilÜ'oción. ~ hist.orÜJ dd Perú. Lima: Lumen. 1086.

-·."Contactos y conflictos dcleoguaa en el Peni colorual", J. L<>chner (Ed.). Es-80YS on Cultural /det1tity in Colo!liiJl Lotin America. Lejden: RUklluni•orslreit, 1988.

Rocen, Nicanor deUa. La mort d'Atafwualpa. Lima: ltnp. L3 •oc:iedad, 1871.

Rodrfguoz-Luls, Julio. Elertm!nl!utu:a y p/"'.rU del indiQoni8mo. Jl!éxoco: Fondo de Cultura Econ6miC8, 1980.

Rodrfguez Rea, Miguel Angel. La lokrotura ~ruana m túbaJ._ Loma Edoc:ionO$ Antonio Ricardo, 1985.

Rojoo, An¡¡el F. La nnvela ecuatonarr<I ~léxioo: ~'ondo de Cultura Económica, 1948,

Rost.worowski de Diez Cansccu, Mttrío. Hlstoria dtl Tahucmtinsuyu. Limo: tnsli~ tuto de l~studios Peruanos, 19$8.

Rowo, Willíam. •Contribución a una bibho¡¡rafia de JoB<i Maña Ar¡¡uedu.s" Revista Peruana de Cultura 13·14 (1970). 179-197.

Rowo, John A •EJ mo•'imiento nacoonol Inca del siglo XVIII". R<vllllo Univ<r· 11toria 107, Cuzoo, 1954, reproducido en Alberto F1ores Galindo (Ed.), Túpac Am<Iru II, 1780. Antología. Li.m8 Retablo de Papel, 1976, 13-66.

Rwz Volaplana, Antoruo. Doy fe ... Un OJI4 de adu.tU:IÓil en 14 &paila nQci/>nLJÜBw. Paria: ~';dilionslmprimerie Coopérollve Etoile, 1937.

Sacketl, Thuodore AJan. El ar1<> ettla mwelistica de Jorge /caza. Quito: Casa de la Culturo Ecuatoriana, 1974.

Salazar Bondy, 1\ug..osto. Historw d•la~ meas en el Perú conl:emf'urdneo. Limo: Monclon, 1965.

Sánchez, Luis Alberto. &lan« y loqoudMwn del Na<.oecientcs [19391. Li013: Uru· ....... 1973.

-. Alodill4 o Vic/4 y obi'(J tú JaU Sont4>' Cht)('(UIO. Lima: Uoh-.noo, 1976. Sanjii>H, Javier. "Tradición y combio en la crítica literario boliviano". &uista ti~

Critico Lu.raria Latilwamer=n.a 3HI2 (1990): 39-55.

Sarlo, Beatriz. '"Vanguardia y crlol(jsmo: la u ventura d~ Marlul )''ierro". Rtulsuz de Crfticol,itrmria Latinoomericatto 15 ( 1982): 39-69.

-. U11o m.odemitkui perifiiri<n: Buenos Aires 1920-l930. Ruenos Aires: N'uGva Violón, 1 !)88.

Scl,warLz, Jorge. Las rxz.t(jJUard1aslntwoam.4!ncO.tlaS. Tatos vrosromat.co.f y Crf· ti«/4. Madrid: Cátednl1991.

239

Sccd, Patricia. "'Frulmg !A) Milrvel': ALahuall>"'• Encounl<lr woLh tho Word". La1in Anuri<en Re•earch Rtt'I<W 2(), 1 1 1991): 7-32.

Shoodel, Richard. "La rep~nlftción de la muen.e del !nao Atahuall>" en la líes· ta de la Virgen de la 1'u<!t1a en Otuu:o•, ES<>WJ, 4, 8, Luna, (1956): 23-25.

SMnber¡¡er-Rosero, Arnun. "Introducción histórico-SOClala la obra de lc:aza•. Bt· bliogro{úl Ecuatoriana 7 (1076).

Sklodowska, Elzbieta. 1'cJJllmOfliO hispanoomericano. Hi.Rtr~ria, teQr(a., poética. NewYork: Peter L3ng, 19!12,

Sommer, 1 >oris. OM Ala.$tl!r for Anolh<'r: Popul~m as Patriarchal Rhtt()rU: in[)(). mini.can Nouels. Lnnhan\: UPA. 1984.

-·. Foum:lational Fictlon8. Tlaf. Nati.o11al Romaraeb'i of Lotu1 Am~rico - Berkeley: Uni>·ersily ofCalifomia Pre>!ll, 1991.

So<mowski, Saúl "Sobre la en loca de la literatura hisponoomencana: balance y perspectivas". CU<Itkm011 huponMmuU:xxrws 443 ( 19$7): 143·159. Traducido al mglés: "Spanish-Americon Lit.crary Orificism", Cbristopher MitcheU (Ed.), Changing PI!NIJ'<'CLiuel w l,ottn American Stutlüs. Stonford· Stanford Univer­sity Press, 1988.

Tnmnyo, ~"'ran.z. Obra escogida. Corneas: Biblioteca Ayac11Ch0. '1979.

1\m'layo Herrera, José.l:ll:aorul del út<ligenismo cuzqiU!rló. L,imo.: Instituto Na­cional de Cultura, 1980.

Tauro, Alberto. CÚ>ri!UÚJ Malta ck Tumer y ÚJ novela indi¡¡enuw Loma: San Mar­cos, 1976.

TauMing,111:"ochael Sharnamsm, Colomali8m and th~ IVild Mon Chicngo: Chica­RO Univers:ity Press, 19$7

Tcrrocini, Lore./ rodici dcl11knzio T~rino: Oell'Orso, 1988.

Todorov, Tzvetan. /.,o. CQnqru..rto de Amértco.. La cuestión del otro. México: Siglo XXl,l987.

'r<ord, Luis Enrique. El uodao en los ensayistas peru4Jt08, 1848-1984. Lima: Ed. Unidas, 1978.

Ugarte Chamorro, Guillermo Ctnltnario deleslren<I en Lima de la ópera "Ata· hualpo". Lima: Scniao de Pubhcnc:ioneslmimeol del Teatro Universitario de S..n Marcos, 1979.

Urdanivia, Edwudo. An6Uiio • int<rpTf'tación tú El mundo ea ancho y ajeno. Li· ma: Universidad de San Marcos, 1974.

Valcárccl, Luis E. Temp<stad en los Aluks (192.7]. Lima: l'opulibros Peruanos. 1963.

.. ... , /)a lu vida in.kaíka, alacmos ra.ptnciones del esp(rftu que la a11imó. Lime: Editorial Garcilosc, !925.

·-. Mtmonas. Lima: Instituto do Estudoos Peruanos, 1981.

Valdcrram.a, Ricardo y Cvrmen Eacala.nte. Gregon.o CondOI'i Mamani. Aldobio­grofia . Prefacio de Toru Zuidema. Cusoo: Barmlomé de lal Co.oa$, 1979.

Page 128: Cornejo Polar Escribir en El Aire

240

Vallejo, C6ftlr, P«sfa Completa. Edición crítica y e•e~t.icu do Juan Lo:rrea. Bar-<'!lonn: Borro!, 1970.

-. Obro Puil<rtJ Completa. Lima: Mosca A>ul, 1974.

- . Crómau. Edición de Enrique &Uón- México: UNA!II, 1984.

-. Pot:>fa Comp(tto. La Habana: Casa de las Aménc.-.., 1988

- . Dt.<d• Europa Crónicas ;y orticu1<>s (1923-1938). Rec:op.lneión, pnSiogo y notas de Jor¡¡t' Putanolh. l.ima: Fuen\a deCullura Pe111ana, 1987

- . Poemas rn prosa. Pocm.as humaMS. España. apar/(1 dt~ mi estt rrili.z. Edición de Julio Vólez. Modrid: Cátedra, 1988.

Vttlvcrdc, Vicente, Carta relación de Fray Victutc Valucrde a Carlos V sobre l.a com¡ui,¡¡ta del Pcrri (1539). Lima: Ediciones Uraiversidod Nl\eionnl de )':duca­ei6n, 1069.

Vansina, ,JAn. lA trarlit:i6n nral.llareelona: Labor, 1966.

Var¡¡as, ,Jos6 Sentos. Dwrio de Ul1. Comandante d< Ca tndependencca amm.ccma, 1814·1825 Tronecrip<ión. in<rodutción e lnd.ices de CuMor MendoziL México: Siglo XXI, 1982.

Vargas Llootl, Mario. El hnbladbr. Bartelona: Seu llnrrnl. 1987

- "EE n~am1en1D del Peni",llispani4, 75, 4. (1992): 85-11J Tnlducci6n dell<!xto "Queohons oCl'<>nquesl" Harper'$ Mogtuine 1687 (1900): 4:>·63.

Varona, Oom <Comp. ). CtroAltgri<l: tra)'fd.Drw;y mtn~. LimO" Varona, 1972.

Val!(lOnt<Jios, José. Lo roza cósm'co (1925). París: Agcnc10 Mundial de l.ibJ'<lrías, 192?

Vera, Pedro .losó (€<!.). Narrad ore.~ r.cuatorianos d~l :JO. Prólo¡o de Jorge E arique 1\<loum. So\e<:eión y crono\og{a de Pedro Jow Vern. Curueas: llihliotec" 1\:¡a­tucho, 1980.

Veron.i. tlugQ. lAs uanguardirt.~ literarias eu hispatJ(I(tJu~rU·,._ Mamlit:!dos, procla­mas y olrTJ..f( escriJ(>.Ii. Roma: Bulzonif 1986.

Vt!l~. Julio fyl Antonio Menno. Espa11<L en Cisar Va/1~. 2 Lm8. M1>drid: Funda­ment~ 1984.

V él~. Ju!Jon. Cisar Vall<¡jo: 1892-1938. Cat61o¡¡o d<lo &pos.ci6n e<ltbrada «m m()liVO dtl <Jn<ullllman.o dt la mJJUte del f'O<Io. Mndrid ICI, 1988

Vidal, RemAn. "Cumondá; apologia del estado teocrtlbco" Rtotkta d• Crítit:n Ll­lerona LotinoamtnMfUI 12 0980): 199-212.

Vicnroch, Adolro. Azuctrnu quechuas [190(;}. Huancayo: Cnoo d• lo Cultu.ra de Junln, 1970.

Viezz.cr, Mocmn. Si me JlérmJten hablar~ Tc$trmonw dt Dom,tl}a. una mujer de lao mmM d< Boliuin. Mwoo: Siglo XXI, 1977.

ViUoril~o. Mntihlc Olivien de. Las novelaN de Ciro All'grfa. Santander: Bedf.a, J956.

241

Wncht<>l, NoLhnn. Sociedad e Uieolo¡¡(a. 6nsaya3 d• hi31orio >' antropologfa andt· nos Ltma: Instituto de EstudJOsPen.anos, 1973

-. ·L.~ vi•i6n de loo vencidos: la conqutsta eapoñola en el folklore indígena". En ~luan O:;sio (l~d.). Tdrologia m~>sldnica tn ti mundo andino. Lima: Ignacio !'rudo ~Aiit.or. 1973, 37-81.

WeU..tein, (',..rrnán. "Lenguaje alegórico e ironla pedagój¡ica en el quehacer polí­tico ele Bolf\·ur•, Casa de las Ami~ 143 (1984): 18-32.

Wcy (l{.mc•, Nicol:is. • ¿Dónde está Gorci\aso7 Lo oaeiloción del s.Uet.o colonial en In rormación de un discurso trnnscultural". Rtuilla de Critioo Lilerori.a Latí· IIOO>I!i'fl<lllla 34 (1991): 7-31.

Whitc. Ho.yden Tropics o{ D;,scourse. Essuys ;n Ctdturol Crifi-ci . .:;m. Bnltimore: Johns l lopkins University Pres~. 1978.

IVi!«l, Duvid. "V•nguardismo a 3800 meLros: ol cuso de\ Dote Un 'l'itikaka". Reuit· ra ti• Crttloo/.iterarla Latitwtm.ericana 20 (1984): 89-100.

Yúdloc, O coree. "¡.Puede hablarse de postmodernidud en Améncn Latina'/". Rwit­la <le Crtti<a Littraria Latinaomeri<ana 29 (1989): 1()5-128.

Yup..nqut, Diego de Castro, Titu Cu•i Yn1tru~ion d•l Ynga don Diego de Castro T1tu Cu,.-<¡ Yupnngui paro el muy illt&trt ultor ti Licrndado Lope Garcia de C:n•tro ... ~:diáón e introdua:ión de LuisllbUonH. Lunu· El Virrey, 1985.

7.,1dumbidc, C:Om;~lo. Esloga tr6g1<t1 (1913l Puebla' C~1ca, 1961.

Z:lmoro, Morgarita. LanlJIUI8!', Aut/u)ri11 and lndll/t~~OO• History in the Cmrwtla· ,.¡,,. rrat,. d~ 1<>" ln<>J.<. Cambridge. Cambridge Unl\·eruty Press, 1988.

'l.ára\c, i\J(U&lin de. Hiltona d<l de8cubrwuento y rOitqu,.ra del Per(J. [1555). Edicióo revtsala con anotoclones y ('OJlCOrdunc.jo.s por J.M. Kermenik. Limo: 1). Mir•ndH, s/f.

'l,11voln, Iris. L11 posnuxl.ernid<Ul ;y Mijail Bajtln 1ma po<tica dia!ógioCl. Ma<lrirl: P.spo•o·Calpe, 1991.

Zovala, Sil vio. "Introducción' En ,luan 16pc"' de f'olnclo• Rubios. De las is/<ts d<l mnr «fallo [y l Molías de Paz, Del donti11io de lo• R•:;es de &parla sobre los inrli.01. México: F<mdo de Culturo Ecoo6m.ic:nt 1954.

Z~volctu Mertsdo, Ren~. Lo nadolla/.populor tn Bolu;io. Mé~ico: Siglo XXJ, 19~6

Zumthor, Pau\. Lo l.tm:y üt <'<>Z. Madrid: Ctl\cdnl, 1989.

Jt<rú Dfaz.Caballoo EugoM, Oregon. Setiembre 2003