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Debates sobre longevidad MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES Coordinador: Miguel Marín Autores: Luis Garrido Medina José Antonio Herce José Luis Puerta Gregorio Izquierdo Llanes Nicolás Vicente Regidor Juan Jesús González Alfonso Cuenca Miranda Julio Iglesias de Ussel Juan López Doblas Guillem López Casasnovas Marie Beigelman

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Page 1: Coordinador: sobre longevidad Miguel Marín Debates

FAES Fundación para el Análisis y los Estudios SocialesC/ Ruiz de Alarcón, 13 - 2ª Planta. Madrid 28014Tel: +34 91 576 68 57 • Fax: +34 91 575 46 95e-mail: [email protected]

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sEl de la longevidad no es un fenómeno nuevo. Al contrario, hacemás de un siglo que acompaña a buena parte de lassociedades avanzadas y no avanzadas del mundo. La sociedadespañola no es ajena a este fenómeno, si bien no termina deser consciente de sus enormes implicaciones sobre esferasfundamentales de nuestra vida social y económica. De hecho,la longevidad ha sido en cierto modo eclipsada por otroscambios que se están produciendo y que han copado toda laatención, también en la esfera política.

El presente informe se inscribe en este contexto y pretendedar testimonio de la existencia de profundos debates sobre lalongevidad, examinando de forma amplia y cuidadosa susimplicaciones en España.

Debates sobre longevidadMÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

Coordinador:

Miguel Marín

Autores:Luis Garrido Medina José Antonio Herce José Luis Puerta Gregorio Izquierdo LlanesNicolás Vicente Regidor Juan Jesús González Alfonso Cuenca Miranda Julio Iglesias de UsselJuan López Doblas Guillem López CasasnovasMarie Beigelman

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Debates sobre longevidad más allá

de las pensionesMiguel Marín (coordinador)

Luis Garrido MedinaJosé Antonio Herce

José Luis PuertaGregorio Izquierdo Llanes y Nicolás Vicente Regidor

Juan Jesús GonzálezAlfonso Cuenca Miranda

Julio Iglesias de Ussel y Juan López DoblasGuillem López Casasnovas y Marie Beigelman

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© FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, 2021

ISBN (versión PDF): 978-84-92561-47-6

Coordinación editorial: José Manuel de Torres

Diseño y maquetación: Paloma Cuesta

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Índice

Miguel Marín (coordinador)

I. Introducción ....................................................................................................... 5

II. Implicaciones económicas de una sociedad más longeva ................................ 7

1. La vida por delante. Equivalencia intertemporal de la esperanzade vida de los varones españoles ..................................................................... 9Luis Garrido Medina

2. ¿Qué hacemos con los ladrillos? ..................................................................... 25José Antonio Herce

3. Notas para entender mejor el envejecimiento .................................................. 41José Luis Puerta

4. Longevidad y nuevo modelo económico productivo .......................................... 61Gregorio Izquierdo Llanes y Nicolás Vicente Regidor

III. Implicaciones jurídico-institucionales de una sociedad más longeva .............. 73

1. Claves socio-demográficas del comportamiento electoral ................................. 75Juan Jesús González

2. Longevidad y derecho sucesorio: la legítima a debate ...................................... 85Alfonso Cuenca Miranda

IV. Implicaciones sociales de una sociedad más longeva .................................. 101

1. Realidad familiar y social de las personas mayores en España ....................... 103Julio Iglesias de Ussel y Juan López Doblas

2. La nueva economía de la soledad. Soledad y salud de las personas mayores ... 137Guillem López Casasnovas y Marie Beigelman

V. Conclusiones .................................................................................................. 153

☞ Para acceder directamente pinche sobre el capítulo

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Hay una certeza estadística incuestiona-ble, caminamos irremisiblemente y porfortuna hacia sociedades más longevas.

Por causas de sobra conocidas, en España,como en el resto de los países desarrolladosy en muchos de los emergentes, cada vez vi-vimos más años. Habitualmente este hechose combina con la reducida y decreciente tasade natalidad en estos países para poner sobrela mesa los efectos del envejecimiento de lapoblación que, también habitualmente, sesuelen centrar en aspectos financieros rela-cionados con la sostenibilidad de los siste-mas de bienestar y de pensiones.

Este documento no habla del envejeci-miento demográfico. Tampoco lo hace del fu-turo de las pensiones en España o, al menos,no directamente. Este trabajo surge de laconstatación de que ha sido tanta la produc-

ción literaria sobre estos asuntos y los recur-sos dedicados a su análisis, incluso dentro denuestra propia Fundación, que en cierto modohan eclipsado otros cambios que se estánproduciendo y que necesariamente se produ-cirán en el futuro por el mero hecho de vivir enuna sociedad cada vez más longeva.

Es evidente que tanto el envejecimiento dela población como la sostenibilidad de las pen-siones son debates críticos para el futuro deEspaña, pero en ambos casos coinciden com-ponentes de política pública que ya están muymaduros en la agenda a la espera de la nece-saria voluntad y consenso políticos. En el casode las reducidas tasas de natalidad, parece evi-dente que estamos fracasando en el sistemade incentivos y en derribar los obstáculos parasatisfacer los deseos de una mayor fecundidadque ponen de relieve las encuestas oficiales.En el caso de las pensiones, también sabemos

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I.Introducción

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a ciencia cierta que, con las actuales circuns-tancias demográficas y de empleo, no haremossostenible el sistema sin esfuerzo. Sobre quégeneración recaiga el esfuerzo y en qué me-dida, es, de nuevo, una cuestión política quedebería dirimirse de inmediato y con tintesmenos cortoplacistas y más responsables delos observados recientemente.

Vivir en una sociedad más longeva está te-niendo ya, y va a tener en el futuro, unos efec-tos y consecuencias que, en relación con losasuntos antes mencionados, no se encuen-tran ni siquiera en fase de reflexión en la es-fera política. Este fue el motivo por el que laFundación FAES decidió hace un año poner enmarcha esta reflexión y, para eso, rodearse deun grupo de expertos de máximo nivel paraabordarla con el máximo rigor.

No es este un texto prescriptivo, sino másbien descriptivo o, al menos, nace con esa vo-cación. Pretende dar testimonio de la existen-cia de profundos debates sobre el impacto deuna sociedad más longeva en aspectos tras-cendentales del modelo de convivencia: el sis-tema económico-productivo, el empleo, el sis-tema sanitario, la vivienda, la estructura de lasfamilias, el derecho sucesorio o el propio fun-

cionamiento democrático. Además, plantea unasunto de extrema y creciente importanciacomo es el tratamiento de la soledad, unacuestión que ya está consolidada en laagenda política de muchos países avanzadosde nuestro entorno y que representa un retocada vez más acuciante en España, más aúna la vista de los desastrosos efectos de lapandemia del COVID-19 sobre los mayores.

El documento fue pensado, diseñado y ela-borado casi en su totalidad antes del estallidode la pandemia, pero esta no ha hecho sinoreforzar la necesidad de la reflexión que in-cluye. Una reflexión que aspira a remover esaconciencia colectiva tan necesaria para con-vertir las inquietudes de la sociedad en cues-tiones de política pública.

La Fundación FAES quiere expresar su agra-decimiento a los autores –Luis Garrido, JoseAntonio Herce, Jose Luis Puerta, Guillem LópezCasasnovas y Marie Beigelman, Julio Iglesiasde Ussel y Juan López Doblas, Alfonso Cuenca,Gregorio Izquierdo Llanes y Nicolás Vicente Re-gidor, y Juan Jesús González– por sus fantásti-cas aportaciones y por las horas dedicadas alproyecto en debates y reuniones de trabajoenormemente enriquecedores.

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II. Implicaciones económicas

de una sociedad más longeva

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Introducción. El tiempo, materia propia de la vida

La longevidad suele verse como algo que per-tenece al futuro. Sin embargo, es ya una rea-lidad muy presente, una cuestión fundamen-tal en la vida de las personas y un compo-nente crucial en el devenir de la sociedadespañola. Como ejemplo, si se estudia unasunto tan decisivo como es el comporta-miento electoral, se descubren tres grupos deedad con formas de voto claramente diferen-ciadas: los jóvenes de 18 a 34 años, los adul-tos de 35 a 54, y los mayores, de 55 y másaños. En el año 2000 había cien electores ma-yores por cada cien jóvenes; en 2019 hay yadoscientos mayores por cada cien jóvenes. Lacombinación de la bajísima fecundidad conuna longevidad creciente ha desequilibrado lacomposición del electorado y, si atendemos alas proyecciones de población oficiales del

INE, esta desproporción casi se podrá dupli-car en solo dos décadas. Resultado: 364 ma-yores por cada 100 jóvenes en 2040. Parececlaro que, con estas proporciones, los intere-ses de los mayores prevalecerán.

En la situación actual y, sobre todo, en laque aparece como más probable, cobra un es-pecial interés el conocimiento del tiempo devida, su distribución a lo largo de las edadesy la configuración de su evolución en las últi-mas décadas. Estas cuestiones se constitu-yen en los mejores indicios prospectivos delfuturo del empleo y también de la regulaciónde la jubilación. En este texto se desarrollauna perspectiva comparada entre distintasépocas que proporciona una visión de la equi-valencia de los tiempos de vida.

En el último medio siglo (1970-2020), losimportantes incrementos de la esperanza de

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II. Implicaciones económicas

de una sociedad más longeva

La vida por delanteEquivalencia intertemporal de la esperanza

de vida de los varones españoles

Luis Garrido MedinaCatedrático Emérito de Sociología en la UNED

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vida de los españoles mayores han sido dedi-cados al descanso del empleo. En la Españaactual, los que superan la edad nominal (65años) de jubilación trabajan en proporcionesmuy reducidas. El Estado de Bienestar ha fo-mentado el crecimiento de esa fase de des-canso, posibilitando una jubilación temprana ycontribuyendo, mediante la eficiencia y la uni-versalización de la sanidad pública, a la me-jora general de la situación fisiológica de losmayores, con lo que, al tiempo que aumen-taba su esperanza de vida, se conseguía loque resulta casi más relevante, prolongar elperiodo de su autonomía personal. El sistemade protección social español, compuesto deun modo central por el sistema público desalud y por el sistema de pensiones de la Se-guridad Social, da un soporte básico a la ex-pansión y a la generalización de esta parte dela biografía.

En ese medio siglo, y a través de las su-cesivas crisis de empleo, la carrera laboral delos varones se ha comprimido de forma rela-tivamente simétrica mediante el retraso de laincorporación al empleo (siete años) y el ade-lanto de la salida (casi cuatro años). Ambascuestiones, junto con el paro y otras formasde desocupación en las edades centrales,han terminado con la tradicional ocupacióncasi total de los varones. Estas tres disminu-ciones de la dedicación al trabajo de los va-rones han sido compensadas por el incre-mento sustancial del empleo femenino, conpautas progresivamente semejantes a lasmasculinas, salvo en la cuestión de las horasde trabajo semanal. La forma en la que el em-pleo de la mujer “rellena” la ocupación “per-dida” por los varones contradice, en buenaparte, el tópico de la reducción del tiempo detrabajo. Los varones sí trabajan menos queen el pasado; las mujeres, lo hacen ahorafuera del hogar.

Este trabajo mide el tiempo que les quedapor vivir a los trabajadores que se jubilan en2019, y establece una equivalencia laboralrespecto a los que en 1976 tenían esamisma esperanza de vida, para poder llegar a comparar, en términos de tiempo de dedi-cación al trabajo, la “vida por delante” enambos momentos.

A continuación se describen de forma su-cinta los diferentes apartados que se abor-dan, con sus títulos resaltados en negrita parafacilitar su contextualización:

En La esperanza de vida: los años que setienen, estos últimos no se toman como losque ya se han vivido sino como los que que-dan –previsiblemente– por vivir. Para observarsus transformaciones desde 1960, se analizala evolución de las esperanzas de vida de losespañoles destacando las diferencias de loscambios en los distintos periodos, por edadessimples y por sexo.

Una vez que se considera que los años quemás realmente “se tienen” son los que le que-dan (estadísticamente) por vivir a cada colec-tivo, se puede comparar La vida por delantede los varones en la jubilación en términos deevolución temporal, de modo que sea visiblela extraordinaria ventaja de situación, pre-sente y futura, que tienen los que alcanzan,en 2019, las edades de jubilación, respecto alos que les quedaban los mismos años devida en 1976.

Finalmente, en el apartado de Visión ge-neral se plantea el diferente sentido vital dela jubilación en los extremos de este periodo.Para acercarse a la evolución en el interiordel periodo 1976-2019, se muestra la esta-bilidad a través de los ciclos de la tasa globalde empleo y continuidad de la duración de la

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La vida por delante. Equivalencia intertemporal de la esperanza de vida de los varones españolesLUIS GARRIDO MEDINA

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jornada “completa” durante las últimas tresdécadas. Estas continuidades, en un periodohistórico de decisivos avances tecnológicos,ponen de relieve la importancia de la res-puesta institucional y normativa a los avan-ces de la productividad y de la riqueza de lasnaciones.

La esperanza de vida. Los años que se tienen

La edad de las personas es la distancia tem-poral entre su nacimiento y el momento en elque se defina. Sin embargo, en el análisis so-cioeconómico no es difícil encontrar otras“edades” que son medidas del tiempo vitaltranscurrido desde momentos “fundantes” di-ferentes del nacimiento. Uno clave para la tra-yectoria laboral es aquel en el que se culmi-nan (o se abandonan) los estudios y se pasaa la situación de “disponible para la dedica-ción al trabajo”. En consecuencia, en cual-quier análisis biográfico, ese “segundo naci-miento” se utiliza como origen temporal de la“edad laboral”.

A la pregunta “¿cuántos años tienes?” seresponde con el número de los años “cumpli-dos”, es decir, los que ya han pasado comple-tos. Y es cierto que la memoria de lo vivido nosconstituye como personas y nos confiere la per-sonalidad que se deduce de esa memoria. Peroesa forma de “tener” los años es práctica-mente virtual, porque sería más apropiado afir-

mar que se tienen aquellos que nos quedanpor vivir, ya que será en ellos cuando podremosseguir teniendo la posibilidad de hacer todoaquello que nos resulta valioso. Pero, desdeuna perspectiva individual, los años futuros nose poseen completamente, ya que pende sobreellos la incertidumbre de una muerte quepuede llegar en cualquier momento.

Sin embargo, desde el punto de vista co-lectivo (y en consecuencia, susceptible de me-dición estadística), sí es factible pronosticarcon notable precisión el tiempo de vida que leresta a cada conjunto uniforme de la pobla-ción, definido primordialmente por su edad ac-tual1. Ese pronóstico se denomina esperanzade vida y, en ausencia de un cambio social ra-dical –o de una catástrofe general–, su nivelde acierto es considerable, aunque haya quecontar con que suelen quedarse algo cortoscon el paso del tiempo2.

Uno de los avances más importantes denuestras sociedades es el aumento de estaesperanza fundamental. Pero esa prolonga-ción no ha seguido caminos uniformes y hasido muy diferente entre los varones y las mu-jeres durante las últimas seis décadas.

Poniendo la atención en la ganancia de es-peranza de vida habida en cada uno de losperiodos estudiados (Gráfico nº 1 y Gráfico nº 2), se aprecia una clara diferencia entre lossexos en la forma y en la cuantía de esa ga-

1 Se consigue una mayor probabilidad de ajuste, utilizando diversos factores que influyen en la distribución de la mortalidad, ta-les como el estado de salud, lo conveniente de los hábitos adquiridos por su ejercicio continuo en nuestro comportamiento y,también, sin duda, por el nivel de conocimientos, que resultan siempre un buen auxilio para protegerse de los efectos disfun-cionales de los errores decisivos, y finalmente, pero no por ello menos importante, por el conjunto de recursos públicos y priva-dos de los que se dispone para hacer frente a las dificultades, entre las que destacan las enfermedades y los deterioros cau-sados por el tiempo. Desde 2016, el INE ha hecho públicos los datos sobre la mortalidad por nivel de estudios, que son deextraordinario interés por las sensibles diferencias que ponen de relieve.

2 Oeppen, Jim y Vaupel, James W. (2002). “Broken limits to life expectancy”, Science; 296 (5570): 1029-31.

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nancia entre el primer periodo (19603-1975)y los otros tres (1975-1991, 1991-2004,2004-20184).

Durante el primero, en ambos sexos seproduce un incremento más que notable en la esperanza de vida al nacer, de +3,13

DEBATES SOBRE LONGEVIDAD MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

GRÁFICO 1.Cambios en la esperanza de vida de los varones entre 1960-2018

Fuente: Tablas de mortalidad del INE 1960, 1975, 1991, 2004, 2018. Consultar notas a pie de página 3 y 4.

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3 En el año 1945, el INE publicó unas tablas de mortalidad de la población española, por sexo, calculadas con las defuncionespor edad de los años 1930 y 1931 y las poblaciones del Censo de 1930. Seis años más tarde, estando ya disponibles los re-sultados del Censo de 1940, se elaboraron tablas para dicho año, pero, además, las cifras de los Censos de 1900, 1910 y 1920se emplearon como denominador de las defunciones por sexo y edad del Movimiento Natural de la Población de los años co-rrespondientes, para establecer las funciones biométricas que se publicaron conjuntamente con las de 1930 y 1940, dispo-niéndose así de las series para el periodo 1900-1940. Con los datos del Censo de 1950, el INE confeccionó las tablas de mor-talidad de ese año, completando la información facilitada con las tablas abreviadas referidas al mismo año y difundidas dos añosantes. Asimismo, las poblaciones obtenidas en los Censos de 1960 y 1970 hicieron posible el cálculo de nuevas tablas de mor-talidad (https://www.ine.es/inebaseweb/libros.do?tntp=206842#).

4 El INE ha publicado las tablas de mortalidad de 2018 el 11 de diciembre de 2019 y el avance de la mortalidad de 2019 –al na-cimiento y a los 65 años– el 3 de junio de 2020.

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años en los varones y de +4,09 años en lasmujeres.

A partir del primer año se da una corta fasede estabilización del aumento –hasta los 20años– relativamente semejante en su forma,pero muy diferente en su tamaño. Los varonesganan un año de esperanza de vida, mientraslas mujeres logran más del doble (+2,25años). El incremento de la mitad masculinadisminuye de forma lineal hasta los 79 años,siendo casi nulo para las edades posteriores.En las sucesivas edades de las mujeres se

observan dos fases a partir de los 20 años,una de caída suave hasta los 60 años (+1,42años) y otra más intensa hasta los 90 años,que llega a pérdidas en los dos últimos (latabla de mortalidad de 1960 acaba en lasedades de 90 y más años, y la de 1975, lohace en los 100 años y más).

En realidad, esta es la única comparaciónequiparable entre ambos sexos. En los perio-dos posteriores, las configuraciones de esasganancias son muy disímiles entre ambossexos. Los varones presentan incrementos

La vida por delante. Equivalencia intertemporal de la esperanza de vida de los varones españolesLUIS GARRIDO MEDINA

GRÁFICO 2.Cambios en la esperanza de vida de las mujeres entre 1960-2018

Fuente: Tablas de mortalidad del INE 1960, 1975, 1991, 2004, 2018. Consultar notas a pie de página 3 y 4.

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crecientes en todas las fases, pero con distri-buciones muy diferentes en los distintos gru-pos de edad, salvo entre los 52 y los 62 años,donde coinciden los incrementos (alrededorde +2 años en cada periodo) en los tres pe-riodos desde 1975 hasta 2018.

Resulta destacable la gran diferencia delaumento de esperanza de vida entre los niñosy los jóvenes por una parte, y los adultos porotra, en el periodo 1975-1991. El pasado deestos últimos los había “seleccionado” con ladureza de la guerra.

La evolución de las ganancias de espe-ranza de vida de las mujeres tiene otros perfi-les. Los tres periodos a partir de 1975 pre-sentan ganancias uniformes –casi desde elprimer año de vida– cada vez más prolonga-das (hasta los 40, los 55 y los 65 años en lossucesivos periodos), pero lo más destacadoes que esas ganancias medias (tomando encuenta todas las edades) decrecen conside-

rablemente con el paso de los años. Entre1975 y 1991 son de +2,91 años, entre 1991y 2004 son de +2,11 años, y entre 2004 y2018 son de +1,83, con una ligera depresióna +1,70 en las edades de 50 a 55 años quese asemeja mucho a la descrita de los varo-nes entre las edades de 52 a 62.

En la Tabla 1 se exponen tres fases vitales:infancia y juventud (de 0 a 34 años), edades la-borales (16-64 años) y toda la vida (0 y másaños). Se plantean estas divisiones para poderhacer una evaluación más sistemática de losgráficos anteriores. Una de las lecturas que so-bresalen es la evolución en sentido contrario decada uno de los sexos en cada uno de los gru-pos de edad utilizados. Por ello se han añadidolas diferencias intersexuales que ponen en evi-dencia el sentido opuesto del cambio entre1975-1991 (cuando las mujeres ganan más deun año que los varones) y 2004-2018 (cuandolos varones aventajan a las mujeres en casi unaño de ganancia de esperanza de vida).

DEBATES SOBRE LONGEVIDAD MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

TABLA 1.Medias de años de ganancia de esperanza de vida entre 1960 y 2018, por sexo, edad y periodos

1960-1975 1975-1991 1991-2004 2004-2018 1960-2018

Varones de 0 a 34 años 1,17 2,03 2,96 3,22 9,38

Varones de 16 a 64 años 0,83 2,21 2,34 2,70 8,08

Varones toda la vida 0,74 1,89 2,09 2,42 7,14

Mujeres de 0 a 34 años 2,34 3,54 2,57 2,12 10,57

Mujeres de 16 a 64 años 1,84 3,35 2,36 1,96 9,50

Mujeres toda la vida 1,57 2,91 2,11 1,83 8,42

Diferencia entre la ganancia de las mujeres y los varones

1960-1975 1975-1991 1991-2004 2004-2018 1960-2018

De 0 a 34 años de edad 1,17 1,51 -0,39 -1,10 1,19

De 16 a 64 años de edad 1,01 1,13 0,02 -0,74 1,42

Toda la vida 0,83 1,02 0,02 -0,60 1,27

Fuente: Tablas de mortalidad del INE 1960, 1975, 1991, 2004, 2018. Consultar notas a pie de página 3 y 4.

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Tanto este resumen de los datos como unalectura más detallada de los gráficos hacen verque cabría conjeturar una relación negativaentre la dedicación al trabajo extradoméstico ylas mejoras en la esperanza de vida, ya que amedida que las mujeres van igualando su parti-cipación en el empleo extradoméstico su espe-ranza de vida, antes divergente de la masculina,ahora confluye apreciablemente y presenta unaconcavidad –cuya merma en esperanza de añosde vida podría indicar un deterioro de su calidadde vida– en esas edades en las que se empiezaa abandonar prematuramente el trabajo5.

Si se observa la evolución de la diferenciade esperanzas de vida al nacer entre las mu-jeres y los varones (Gráfico nº 3), esta alcanzasu mínimo en 1961 (4,88 años a favor de la

mujer) y crece de forma continua hasta un má-ximo de 7,26 años en 1992. Desde entoncesdisminuye, y en 20196 está en 5,36 años, queera prácticamente la diferencia existente en1968. Se añaden las evoluciones de esta di-ferencia a los 42 años y a los 65. En la com-paración entre las tres curvas se observa quela diferencia entre la del nacimiento y la de los65 años se va debiendo cada vez más a lasedades posteriores a los 42 años.

En 2019, las edades reguladas que deli-mitan las fases laborales van de los 16 a los65 años. Pero esas fronteras de edad no lascumple la mayoría. A los 16 años práctica-mente todos los españoles están cursandoestudios reglados7, y hasta los 23 son mayo-ría los que continúan estudiando. Dado que

La vida por delante. Equivalencia intertemporal de la esperanza de vida de los varones españolesLUIS GARRIDO MEDINA

5 Dado que los cálculos de las tablas de mortalidad responden a las defunciones de las distintas edades en el momento del cál-culo (es decir, son atribuciones transversales) y no son el resultado del seguimiento de las cohortes (es decir, no son longitudi-nales), estos análisis serían más sólidos con cálculos longitudinales de las muertes –a lo largo del tiempo– de cada cohorte.

6 Los datos provisionales de la esperanza de vida a los 65 años en 2019 se encuentran en el INE:(https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=1415#!tabs-tabla).

7 Que tienen dedicaciones horarias equivalentes a un empleo a tiempo completo. Durante los tres trimestres del curso escolar 2018-2019 está estudiando el 96% de los españoles de 16 años. Y a los 22, lo sigue haciendo el 57% (datos EPA IV/2018-III/2019).

GRÁFICO 3.Años de diferencia entre las esperanzas de vida de los sexos en diferentes momentos de la vida

Fuente: Tablas de mortalidad del INE 1960, 1975, 1991, 2004, 2018. Consultar notas a pie de página 3 y 4.

19641959 1969 1974 1979 1984 1989 1994 1999 2004 2009 2014 2019

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Mujeres-varones al nacer

Mujeres-varones a los 65 años

Mujeres-varones a los 42 años

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es la finalización de los estudios la que propi-cia el paso a la incorporación laboral, sepuede afirmar que, para la mayoría, son esos23 años la edad de incorporación. Si atende-mos a cuantos permanecen trabajando, laedad más elevada en la que aún lo hace másde la mitad, son los 60 años. En concreto, losespañoles de 16 años trabajan un 0,9%, y losde 17 años un 3,2%. No causaría muchoefecto en su vida que la enseñanza obligatoriase prolongase a los 17 o a los 18 años.

La vida por delante de los varones en la jubilación

Una manera de aplicar la perspectiva de valo-rar en mayor medida los años de vida que nosquedan en lugar de los que ya se han cum-plido se expone en el Gráfico 4. En 2019 laesperanza de vida de los varones de 65 añosde edad era de 19,54 años. En 1976 los que

tenían por delante un número de años de es-peranza de vida más semejante, eran los quepor entonces tenían 57 años de edad. Porello, desde el punto de vista de los años que“tenemos por vivir”, a la edad actual de jubi-lación de 65 años le corresponden los 57años de 1975 de los varones de entonces, yaque tenían la misma cantidad de vida por de-lante que los que ahora dejan el trabajo.

En el Gráfico nº 4 se observa a qué edadesse habrían tenido que jubilar los varones en losaños indicados para tener la misma vida por de-lante (19,54 años) que la que tienen los que lohacen actualmente. En 1976, que es el año enel que se produce la consolidación de las pen-siones en España, los varones se jubilaban alos 65 años. Entonces, su esperanza de vidaera de 13,735. Para tener la misma vida por de-lante que los que lo hacen a esa edad en 2019,tendrían que haberse jubilado a los 57 años

DEBATES SOBRE LONGEVIDAD MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

GRÁFICO 4.Años en los que las sucesivas edades tuvieron una esperanza de vida más semejante a la que tienen los varones de 65 años en 2019

Fuente: Tablas de mortalidad del INE 1960, 1975, 1991, 2004, 2018. Consultar notas a pie de página 3 y 4.

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Esperanza semejante a la de 2019 = 19,539 años

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Población estacionaria 1976 Edad 2018

suma 56-y+ 56 17,52

suma 57-y+ 57 16,66 65-y+ 16,84

suma 58-y+ 58 15,81

Esperanzas de vida 2019

Esperanza 56 20,14

Esperanza 57 19,49 65 19,54

Esperanza 58 18,60

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(con 19,49 años por delante), ocho años antesde lo que lo hicieron.

Dado que en los cálculos del tiempo dedi-cado al trabajo –que se exponen en la Tabla3– se utilizará la población estacionaria, en laTabla 2 se presentan ambas equivalenciasentre las esperanzas de vida y la suma de laspoblaciones estacionarias.

En ambos casos se comprueba que laedad más semejante a los 65 años de 2019,son los 57 años de 1976. Los cálculos ante-riores tienen por objetivo llegar a poder esta-blecer una comparación, lo más ajustada po-sible, entre dos momentos tan dispares denuestra historia reciente como 1976 y 2019.La relevancia de esta comparación consisteen que puede hacer conscientes a los traba-jadores actuales que ellos “no cumplen losmismos años” que aquellos, entre los que,por entonces, se generalizaba la financiaciónde su retiro del trabajo con recursos mayori-tariamente públicos.

Si la edad actual de 65 años se correspondeen esperanza de vida con los 57 años de en-tonces, está claro que las condiciones de la ju-bilación actual no son equivalentes a aquellas.

La vida por delante. Equivalencia intertemporal de la esperanza de vida de los varones españolesLUIS GARRIDO MEDINA

TABLA 2.Equivalentes en esperanza de vida y en suma de poblaciones estacionarias

Fuente: Tablas de mortalidad del INE 1960, 1975, 1991, 2004, 2018.Consultar notas a pie de página 3 y 4.

Tal como aparece en la Tabla 3, en 1976, el85% de los varones españoles que tenían 57años estaban ocupados; habían trabajado ya34 años y –a los que siguieran vivos esos19,5 años– les quedaban 6,6 años por traba-jar, lo cual representaba el 34% de la vida quetenían por delante.

Sus equivalentes actuales en esperanza devida, los que tienen 65 años en 2019, estántrabajando solo en un 11%; lo habían hechoya 31,8 años, y les quedaba por trabajarmenos de medio año, lo que representa el2,2% de la vida que les queda.

TABLA 3.Situación de la biografía laboral a los 57 años en 1976 equivalente en “vida por delante” a los 65 años de edad de 2019. Esperanza de vida, Años trabajados, Tasa de empleo equivalente, Años de trabajo que quedan, y su proporción respecto a la vida restante

1976 a los 65 años 1976 a los 57 años 2019 a los 65 años

Esperanza de vida a esa edad 13,70 19,49 19,54

Años equivalentes Trabajados 38,7 33,9 31,8

Tasa de empleo eq. a esa edad 46,0 84,5 11,4

Años de trabajo que le quedan 1,8 6,6 0,4

Proporción de la vida restante 13,5 34,1 2,2

Fuente: EPAs del INE: 1976 (las cuatro EPAs trimestrales desde el III/1976 hasta el II/1977). 2019 (las cuatro EPAs trimestrales desde el I/2019 hasta el IV/2019).

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Queda meridianamente claro que cuandoles queda “la misma vida por delante”, los va-rones actuales trabajan mucho menos: un11%, frente al 85% de sus equivalentes de1976, habían trabajado hasta entonces 2 añosmenos, y les quedaban muchos menos añosque trabajar: 5 meses frente a los cerca de 7años que les quedaban a sus equivalentes en1976. Esos tiempos de trabajo representanahora un exiguo 2,2% de la vida restante (laque más realmente “se tiene”) mientras queen 1976 representaban el 34%.

Si, en lugar de usar los años de dedicaciónal trabajo, se comparan las horas semanalestrabajadas de media durante esos dos años, ladiferencia es aún mayor, ya que los trabajado-res de esas edades equivalentes tenían jorna-das sensiblemente más largas durante el año1976 que en 2019, en todas las edades.

Otra forma de apreciar esa diferencia esentender que los años laborales de 1976 “du-raban” (de media) 2.372 horas, mientras que

en 2019 duran 1.895 horas de trabajo efec-tivo. Por lo tanto, al medir estas jornadasanuales en meses, se podría afirmar que losaños de entonces duraban 15 meses (enhoras trabajadas al mes en 2019), en lugar delos 12 que duran los actuales.

Una primera visión de estas diferenciaspuede resultar muy alentadora. El progreso (yel trabajo extradoméstico de la mujer) ha “li-berado” al varón de una parte muy importantede su dedicación al trabajo. Y el periodo dedescanso de los varones actuales a partir dela edad oficial de los 65 años dura el dobleque el de los que se jubilaban entonces, talcomo se aprecia en la Tabla 4.

El haber mantenido la edad oficial de jubi-lación en los 65 años es un logro económicoimpresionante, pero supone una mejora muypoco equitativa para con las generaciones an-teriores. En la Tabla 5 se pone la atención enlas edades previas a la jubilación (55-64años), sorprende la equivalencia casi exactaentre las jubilaciones anticipadas (15-16% deltotal de los varones de esas edades).

De la vida que representan esos años (unavez apartada la mortalidad), las tres posicionesfundamentales (Trabajando, Jubilados y No ocu-pados-No Jubilados) ponen en evidencia que lamenor dedicación al trabajo en esas edades nose ha convertido en un incremento de la jubila-ción, sino de la desocupación (no están ocu-pados ni jubilados) en una proporción que tri-

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DEBATES SOBRE LONGEVIDAD MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

TABLA 4.Años que permanecen jubilados los varones españoles antes y después de la edad oficial de jubilación

Años Jubilados 1976 2019

Hasta los 64 años 1,64 1,51

Desde los 65 años 7,97 15,79

Años Jubilados 9,61 17,30

Fuente: EPAs del INE: 1976 (las cuatro EPAs trimestrales desde el III/1976 hasta el II/1977). 2019 (las cuatro EPAs trimestrales

desde el I/2019 hasta el IV/2019).

TABLA 5.Situación laboral en la década previa a la jubilación de los varones españoles. 1976 y 2019

Año % Trabajando % Jubilados % No Ocupados - No Jubilados Años de vida

1976 77,0 15,6 7,4 8,17

2019 60,0 15,5 24,6 9,21

Fuente: EPAs del INE: 1976 (las cuatro EPAs trimestrales desde el III/1976 hasta el II/1977). 2019 (las cuatro EPAs trimestrales desde el I/2019 hasta el IV/2019).

Varones españoles de 55 a 64 años de edad

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plica sobradamente la que había en 1976.Dado que la mayor parte de los “No ocupados-No Jubilados” son parados, este crecimientodel paro a estas edades no parece un granéxito de cobertura de las pensiones.

Visión general

Desde la transición democrática y con la en-trada en la Unión Europea, España ha progre-sado de una forma extraordinaria en salud, enlongevidad, en riqueza, en nivel formativo, en

libertad personal, política y sindical... Y ha me-jorado las condiciones de trabajo erradicandoel trabajo infantil, disminuyendo la presenciade las jornadas más largas, extendiendo la co-bertura del desempleo, generalizando uno delos sistemas de pensiones más generosos delcontinente; pero algunos de los caminos porlos que ha disminuido el tiempo dedicado atrabajar permiten aún muchas mejoras cen-tradas en una mayor equidad de sus efectossobre las diferentes etapas de la biografía la-boral de los españoles.

La vida por delante. Equivalencia intertemporal de la esperanza de vida de los varones españolesLUIS GARRIDO MEDINA

GRÁFICO 5.Tasa de empleo de los españoles, de 15 y/o 16 y más años de edad por sexo. 1964-2019

Fuente: EPAs del INE: 1964 EPA trimestral IV/1964. 1969 EPA 2º semestre/1969. 1974 EPA 2º semestre/1974. 1976-2019 Todas las EPAs trimestrales desde el III/1976 hasta el IV/2019.

1964 1969 1974 1979 1984 1989 1994 1999 2004 2009 2014 2019

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La evidencia del fuerte aumento de la es-peranza de vida se acompaña a menudo de laafirmación de que hoy se trabaja menos quehace medio siglo. Los resultados de estas me-didas ponen en tela de juicio ese tópico si ob-servamos conjuntamente los años de trabajode las mujeres y los de los varones. Desdeesa perspectiva no es tan evidente esa dis-minución. Es más, en términos de años dedi-cados efectivamente al trabajo –tomando encuenta la mortalidad–, en 2019 se trabajaba2,5 años más que en 1976.

Es la disminución de la jornada media laque consigue dar la razón al tópico, pero notanto por la importancia de la disminución dela jornada completa (que es la que afecta a lamayoría de los ocupados) como por el creci-miento, sobre todo entre las mujeres, del tra-bajo a tiempo parcial. En principio, que se am-plíen las opciones de jornada resulta una ven-taja para adaptar los tiempos de vida, perollama la atención que, de los que trabajan conestas jornadas menores que el estándar, solouno de cada diez lo hace de forma explícita-mente voluntaria.

Haciendo un balance: en la España de2019 trabajan la mitad de los españoles deambos sexos con 16 y más años, que es lamisma proporción que había en 1977, y prác-ticamente la misma en la que lo hacían en1964 los españoles mayores de 14. Por lotanto, se puede afirmar que no hay una ten-dencia general a la disminución de la propor-ción de los años trabajados, sino que el re-traso en la incorporación al trabajo y el ade-lanto de la salida de la ocupación debida a laedad, da lugar a una concentración de la bio-

grafía laboral centrada en las edades centra-les (de 35 a 44 años) que representa una no-table reducción de la “longitud media de lascarreras laborales”. Que los resultados deaños totales dedicados al trabajo sean tan se-mejantes en 1976 y 2019 se debe a la am-plia incorporación de las mujeres a las pautasbiográficas de los varones.

Esa estabilidad a lo largo de las décadasse ve afectada por unas convulsiones propiasde los ciclos económicos que en España tie-nen un fuerte componente en las fluctuacio-nes del sector de la construcción.

Y si se trabaja lo mismo, ¿por qué hay tantasdificultades de incorporación al empleo, delmantenimiento de trabajo de los mayores y dela capacidad para que las parejas tengan loshijos que desean? Una respuesta generalpuede centrarse en que se ha producido unatransformación social básica que ha buscado yconseguido una igualdad laboral más que nota-ble entre los sexos, a costa de una despropor-cionada desigualdad entre las edades, que difi-culta seriamente la vida de los jóvenes adultos(de 25 a 34 años), mientras protege de for-ma prioritaria a los mayores8, influida de formamuy relevante por el nivel de formación, quesigue sin resolver la progresiva cronificación dela desocupación de los menos cualificados.

Basándose en la evidencia de que para re-correr una biografía laboral hay primero que“entrar a trabajar”, a continuación “colocarse”en las posiciones que correspondan a las ca-pacidades, para, con la llegada de la vejez,abandonar la vida activa, de hecho se ha pro-cedido a desequilibrar esas edades en dere-

DEBATES SOBRE LONGEVIDAD MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

8 Estas diferencias no son ajenas al hecho de que haya elecciones generales en las que el colectivo de 18 a 34 años vota en un55%, mientras los mayores de 54 años lo hacen en un 85%. Si la menguada demografía juvenil se ve mermada por una fuerteabstención, es difícil que sus intereses prevalezcan.

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chos, recursos y trato empírico, de tal modoque se podría afirmar que los españoles pa-recen vivir en países distintos en las diferen-tes edades de su biografía laboral. Incluso alu-diendo a unas etapas vitales ajenas al trabajo,no deja de ser significativo que cuando el Es-tado se plantea cubrir las necesidades de ladependencia, se trate únicamente de la de losmayores, como si los niños y los bebés no fue-sen dependientes. Estos ya tienen a sus pa-dres, que puede que hayan conseguido (aduras penas y con retraso) recursos económi-cos suficientes, pero que tienen a diario unapobreza de tiempo disponible que les hace fa-tigosa la paternidad, amarga la plenitud de lavida e inestable la convivencia en pareja.

Un asunto mucho más complicado es dis-cernir el carácter beneficioso y/o perjudicialdel conjunto de esa reducción. De una formageneral, la reducción de la jornada semanal es

un valioso avance para enriquecer la vida per-sonal. Así, la generalización de “los fines desemana” concede mucho margen a quienespueden gestionar su tiempo, de modo que seaposible concentrar unas tareas en la fase “la-borable” y “liberar” el tiempo libre (valga la re-dundancia). Pero, para aquellos que tengan adiario obligaciones ineludibles ajenas al em-pleo, les sería mucho más llevadero que esareducción de jornada se hubiese distribuidoen seis días.

Por otra parte, la disminución de la jornadade trabajo no ha sido continua durante todo elperiodo, y casi se puede afirmar que no es ac-tual. En el Gráfico nº 6 se puede observar lamuy escasa variación (desde 1987) de la jor-nada de trabajo a tiempo completo en las eda-des de 31 a 59 años, que es la fase vital dela más alta tasa de empleo y la mayor jornada.Estos resultados hacen pensar que la elec-

La vida por delante. Equivalencia intertemporal de la esperanza de vida de los varones españolesLUIS GARRIDO MEDINA

GRÁFICO 6.Jornada efectiva semanal de los españoles de 31 a 59 años de edad con jornada completadesde 1976 hasta 2018. No se incluye el tiempo parcial y el pluriempleo

Fuente: EPAs del INE: 1964 EPA trimestral IV/1964. 1969 EPA 2º semestre/1969. 1974 EPA 2º semestre/1974. 1976-2019 Todas las EPAs trimestrales desde el III/1976 hasta el IV/2019.

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ción del año 1976 como origen de la compa-ración tiene ventajas para captar los grandescambios laborales de los varones, ya que in-cluye gran parte del periodo que va de 1974 a1986, pero desorienta sobre los muy diferen-tes resultados que se podrían obtener dehaber comenzado en 1987, cuando ya se ha-bían cumplido estos cambios. El que la jor-nada completa media de los varones, tanto en1988 como en 2014 (ambos momentos cer-canos a las simas de los ciclos de empleo)sea igual (38,6 horas), pone en cuestión latan frecuente profecía sobre la disminucióndel trabajo debida al progreso tecnológico.

Aunque los cambios futuros se pueden hi-postasiar tanto como se quiera, lo cierto esque las transformaciones técnicas producidasen las últimas tres décadas son de una im-portancia descomunal, por mucho que los in-crementos de productividad vital que han pro-ducido algunas de ellas –por ejemplo, Internety la telefonía-computación móvil– no se tomanen cuenta en las mediciones del PIB por el es-caso efecto directo de muchos de sus usossobre las transacciones en dinero. Pero es evi-dente que las enormes ventajas que proveenprogramas del tipo WhatsApp para las rela-ciones personales –y claro está, también parael trabajo– a sus usuarios no les cuestan lomucho que les facilitan la vida.

A la vista de las fechas que delimitan lasfases más significativas de los cambios en eltrabajo de los españoles, se podría conjeturarque sus causas encuentran mayor soporte enlos cambios institucionales que en los tecno-lógicos. Y que su dimensión cíclica, de perma-nencia milenaria, estriba en gran medida en losdefectos de autorregulación de las preferenciascolectivas de los humanos y en su específicarelación respecto a la percepción de los ries-gos asociados a sus comportamientos. Los pe-

riodos de “vacas gordas” hacen olvidar rápida-mente las penalidades que se sufrieron en losde “vacas flacas”, y se vuelven a fomentar loscomportamientos (social y económicamente te-merarios) que causaron las crisis.

El progreso técnico constituye la condiciónde posibilidad para el aumento de la riqueza yel bienestar de la sociedad con una cantidadde trabajo dado. Pero de ello no se desprendedirectamente que esas sociedades se confor-men con esa mejora y trabajen menos paramantener su situación. Siempre pueden traba-jar lo mismo, o incluso más, para que los be-neficios sean mayores y alcancen a más ciu-dadanos. Es más, el estado de bienestar, consu crecimiento continuo, se convierte en un ele-mento que necesita –y, por ello, fomenta– el in-cremento del trabajo y de la productividad parapoder financiar la extensión de sus políticas enlas que el gasto no es directamente productivo.El mantener este equilibrio puede conllevar in-cluso un aumento del tiempo de trabajo (de losocupados) para seguir financiando el conjuntode subvenciones y servicios a los que no pro-ducen ni aportan recursos al Estado. Además,esa redistribución aumenta el consumo y estecolabora al crecimiento.

Volviendo a la formación y a las edades, esmás difícil considerar beneficiosa la reducciónde tiempo de trabajo que se deriva del paro ylas restantes formas de desocupación. El quelos varones actuales de 55 a 64 años, conmucha mejor salud y una esperanza de vidatambién mucho mayor que la de 1976, tenganen 2019 el triple de porcentaje de “sin trabajo-ni jubilación” que los de entonces no parece unprogreso; sobre todo, cuando se constata queesa diferencia está influida ahora más quenunca por los niveles formativos. Porque esasproporciones de desocupación ya se dan en lasedades centrales de los menos cualificados.

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La idea de la formación continua como soluciónes más un desiderátum que un hecho consta-table, debido a su muy escasa concreción em-pírica. En la realidad, se produce más bien un“efecto mateo” en el que consiguen mejorarmás los más cualificados, con lo que las dife-rencias, que son clave para la competencia porlos empleos, no disminuyen sino que aumen-tan a lo largo de cada vida.

Durante las edades en las que es posibleser productivos no resulta suficiente cubrir conrentas la ausencia de participación en la me-jora de la vida colectiva que supone el trabajo.Ni el dificultoso retraso de la incorporación, nilas importantes diferencias salariales por edad,ni el frustrante desempleo, ni el involuntariotiempo parcial, ni el forzado adelantamiento delabandono definitivo del empleo permiten a losafectados conseguir un desarrollo vital equili-brado ni les procuran una vida más plena.

Algunos de estos desequilibrios contribu-yen –junto a la ilusión de eternidad de los jó-

venes derivada de su escasa mortalidad y delimportante aumento de su esperanza de vida–a una pérdida de población que no encuentrauna solución, ni suficiente ni eficiente, en elhecho de que los hijos los tengan los de otrossitios, ya que eso no resuelve la constatada9

frustración de la voluntad de reproducción delos autóctonos ni elimina sus dificultades paraconseguir a tiempo su constitución familiar.

Como final, conviene resaltar lo más im-portante: con el trabajo se colabora a proveerlas necesidades de la sociedad, y por ello asu mejora, porque la ocupación no es solo unmedio para obtener rentas. El trabajo es tam-bién un elemento imprescindible de autoiden-tificación, a la vez que una motivación y unmedio para la ampliación de las propias com-petencias, junto con una referencia básica deestabilidad y de regulación cotidiana de la vidaen los hogares. En la mayor parte de nuestraexistencia, resulta el sistema más eficiente ymás equitativo de engarzar los derechos y losdeberes de los ciudadanos.

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9 En la Encuesta de Fecundidad de 2018 del INE.

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Introducción

En España se estima en 25,8 millones el nú-mero de viviendas censadas (MITMA, 2019),de las cuales 19,2 millones son viviendasprincipales1. Sobre 18,7 millones de hogaresconstituidos (EPA, III trimestre 2019), la ratioinmediata es de 1,4 viviendas por hogar. Elvalor estimado de dicho parque es de casi 4veces el PIB (vid infra), es decir, unos 4,8 bi-llones de euros (precios del segundo trimestrede 2019). Si el inmobiliario fuese un activoprevisional, con el 388% del PIB, España seríauno de los pocos países del mundo en el queno existirían problemas de pensiones.

Este vínculo entre vivienda y pensionespuede parecer forzado o traído “por los pelos”,

pero no lo es. Si nuestro país acaba realizandouna reforma a fondo de las pensiones que acer-que su sistema previsional al de los países másavanzados, la Seguridad Social (SS) registraráuna racionalización que la haga sostenible y laPrevisión Social Complementaria (PSC), desea-blemente de empleo, registrará un desarrolloque la convierta en un pilar imprescindible parael logro de pensiones suficientes.

En este nuevo marco, cuyo desarrollo llevarátiempo, la insuficiencia de activos financieros,de carácter previsional o no, obligará muy pro-bablemente al uso de los activos inmobiliariospara el necesario complemento de las pensio-nes. No parece probable un giro radical en lamanifiesta opción de los hogares españoles porel ahorro en activos inmobiliarios (hacia activos

1 Véase https://apps.fomento.gob.es/BoletinOnline2/?nivel=2&orden=33000000

25

José Antonio HerceSocio Fundador de LoRIS. Presidente del Consejo de expertos

del Instituto BBVA de Pensiones. Vocal del Foro de Expertos del InstitutoSantalucía de Ahorro y pensiones

II. Implicaciones económicas

de una sociedad más longeva

¿Qué hacemos con los ladrillos?

Volver al índice

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financieros), pero sería deseable. Y en ausenciade este cambio cultural, el único activo digno detal nombre del que derivar los flujos de rentasde jubilación complementarios a la pensión pú-blica es, justamente, la vivienda.

En este capítulo se aborda la cuestión deluso de la vivienda como activo previsional yfuente de las rentas complementarias futurasde los hogares españoles. Para ello, se ex-plora la tenencia del activo por parte de loshogares españoles, según la edad y otras ca-racterísticas personales de la persona de re-ferencia del hogar. También se analizan lasopiniones de los mayores sobre el potencialuso de la vivienda como respaldo de rentascomplementarias durante la jubilación, o comofuente para la financiación de servicios resi-denciales o de otro tipo (cuidados) duranteeste periodo vital. Por último, se analizan lasopciones financieras y aseguradoras para laconversión del activo inmobiliario en los men-cionados flujos de rentas previsionales.

La vivienda: activo y servicio en el ciclo vital

En todo el mundo, la vivienda es un activo deprimera magnitud. Como activo residencial, seasu régimen de tenencia en propiedad o de al-quiler, su constitución es ineludible, en princi-pio, en proporción 1:1 al número de hogaresconstituidos. Cada hogar necesita una viviendaen la que residir, de cuyo enorme stock se de-riva, solo por este motivo, una de las más im-portantes partidas económicas de la contabili-dad de flujos finales de toda economía2.

Como activo destinado a la inversión ren-table, canaliza ingentes ahorros. Alrededor del80% de los hogares en España es propietariode la vivienda que ocupa, de forma que unos3,8 millones de viviendas se encuentran al-quiladas por hogares que las ocupan regular-mente. Otros 15,4 millones de viviendasestán ocupadas regularmente por sus propie-tarios. El resto del stock residencial español,otros 6,5 millones de viviendas no principales,se encuentra a disposición de hogares resi-dentes para el disfrute vacacional o de fin desemana, para alquilar a no residentes en con-tados días del año, vacías, sub iudice, o enmal estado. No todas, obviamente, reportanun rendimiento dinerario o imputado a susdueños, aunque la mayoría sí lo hacen.

Y, junto a la vivienda, la posesión de loca-les, naves u otros edificios de uso agrícola, in-dustrial o logístico, destinados a albergar unnegocio propio o a su arrendamiento a terce-ros, es igualmente relevante, con especial in-cidencia en el patrimonio familiar de trabaja-dores autónomos bien directamente o a tra-vés de su participación en sociedades nocotizadas propietarias de dichos activos. Elnúmero de inmuebles destinados a fines noresidenciales superaba en 2011 (últimocenso de vivienda del INE) el medio millón.

Es importante retener la idea de que la vi-vienda es un activo que, al mismo tiempo,rinde servicios directos a la mayoría de suspropietarios, servicios a los que se puede im-putar un valor de enorme transcendencia ma-croeconómica. Muchos otros activos no finan-

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2 Los servicios residenciales habituales demandados (y efectivamente consumidos) cada ejercicio económico por los 19,2 millo-nes de hogares existentes en España, valorados a un alquiler imputado de 800€/mes tendrían un valor de 184,32 millardos deeuros, es decir, un 15,3% del PIB. La mayoría de estos servicios (alrededor del 80%) no son objeto de intercambio de mercado,pues son los que los propietarios/residentes obtienen de la vivienda (principal) que ocupan. No hay en la economía una sola in-dustria o sector homogéneo de semejante envergadura y peso (imputado) en el PIB, salvo el de los servicios no pagados en elhogar, generalmente a cargo de las mujeres.

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cieros (mobiliarios o inmobiliarios) cumpleneste doble cometido, pero sus servicios di-rectos, como en el caso de las obras de arte,carecen de un cuasi mercado tan relevantecomo el de los servicios de la vivienda. LaTabla 1 muestra unos relevantes indicadoressobre la vivienda en España.

De todas las cifras recogidas en la Tabla 1,la más significativa para este capítulo es laque figura en la última fila: las aproximada-mente cuatro veces en que el valor del stockinmobiliario supera al PIB. En efecto, nos en-contramos ante un stock de casi 26 millonesde inmuebles destinados mayoritariamente aluso residencial, con un valor estimado de 4,8billones de euros y que casi cuadriplica el PIBanual del país.

La vivienda no es un activo previsional. Esdecir, no es un activo que se constituye convistas a la generación de rentas complemen-tarias para afrontar la jubilación o contingen-cias afines. Pero, entre las personas de edad,la posesión de activos inmobiliarios es muysobresaliente, constituyendo para muchas deellas una reserva de ahorro muy relevante sus-ceptible de movilizarse en su beneficio.

En el ámbito internacional, hay países enlos que el valor de los activos previsionales

supera ampliamente el PIB, llegando algunoscasi a duplicarlo (Holanda, por ejemplo). Perocuando, como en el nuestro, esos activos in-mobiliarios cuadruplican el PIB, cuesta desviarla mirada de un posible uso previsional deellos, aunque la tengamos fijada en el afán delegarlo a nuestros descendientes.

Para ello deben cumplirse varias condicio-nes, ninguna de ella sencilla ni constatable enla actualidad, de manera que hay mucho trabajopor hacer. Pero, ¿cuál es la distribución del ac-tivo inmobiliario entre los hogares españoles?

En la Tabla 2, algo desactualizado por la na-turaleza de los últimos datos disponibles(2014), se puede apreciar un interesante de-talle sobre las carteras de activos de los ho-gares españoles según sus características so-cioeconómicas, especialmente la edad del ca-beza de familia.

El inmobiliario (vivienda y otros inmuebles)representa, para el conjunto de los hogares es-pañoles, el 71,3% de su cartera de activos to-tales. Si a ello se suman otros activos reales,principalmente los bienes y equipamientos detodo tipo asociados a sus negocios, se alcanzaun porcentaje superior al 80%. El resto de losactivos (los financieros) representa, pues, algomenos del 20% de su riqueza.

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TABLA 1.Indicadores básicos de vivienda en España

Indicador Fecha Unidad Valor

Parque residencial Estimación 2019 Viviendas 25.793.323

Superficie media M2 2º Trim. 2019 Metros 2 114,65

Valor M2 22 Trim. 2019 Euros 1.637,40

Valor medio 22 Trim. 2019 Euros 187.724

Valor del Stock 22 Trim. 2019 Millardos 4.826,90

En relación al PIB 22 Trim. 2019 Veces 3,88

Fuente: estimaciones del autor con datos del MITMA e INE

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De entre las variadas categorías socioe-conómicas por las que se pueden filtrar loshogares, para encontrar aquellos en los quelos activos inmobiliarios representen porcen-tajes significativamente menores de sus car-teras totales hay que irse a los casos de losencabezados por autónomos (53,6%) y/oaquellos cuyas rentas se encuentran entre el10% más rico (57,3%), por lo que esta menorparticipación de los inmuebles en sus carte-ras totales encaja naturalmente con tenen-cias de activos inmobiliarios tan extendidas omás que en las restantes categorías socioe-conómicas en el marco de la mayor riqueza

de estos hogares. Precisamente, el mayorpeso del inmobiliario en las carteras de acti-vos totales se da entre los hogares de me-nores ingresos, lo que señala muy bien la pe-culiar cultura del ahorro que prevalece en lasociedad española.

La Tabla 3 complementa la información an-terior de manera muy elocuente, pues incluyedatos acerca de la “prevalencia” de la propie-dad inmobiliaria entre las diferentes catego-rías socioeconómicas de hogares y acerca delvalor (mediano) de dichos activos. De todosellos, tienen especial relevancia los que ligan

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TABLA 2.Composición porcentual de las carteras de activos totales de los hogares españoles (2014)

Activos reales

Características de los hogares Activos Inmuebles Activos Otros activos Activos reales Activostotales en negocios reales totales financieros

Todos los hogares 100% 71,30% 8,10% 0,80% 80,20% 19,80%

Situación del Cabeza de Familia

Empleado por cuenta ajena 100% 77,49% 3,26% 0,65% 81,40% 18,60%

Empleado por cuenta propia 100% 53,59% 31,33% 0,60% 85,51% 14,40%

Jubilado 100% 72,56% 2,11% 0,83% 75,50% 24,50%

Parado u otro tipo de inactividad 100% 79,14% 2,27% 0,89% 82,30% 19,00%

Edad del Cabeza de Familia

Menor de 35 años 100% 67,49% 17,34% 0,17% 85,00% 15,00%

Entre 35 y 44 años 100% 76,36% 7,14% 0,59% 84,08% 16,00%

Entre 45 y 54 años 100% 74,47% 10,17% 0,86% 85,50% 14,50%

Entre 55 y 64 años 100% 62,93% 11,49% 0,68% 75,10% 24,90%

Entre 65 y 74 años 100% 71,01% 4,44% 1,15% 76,60% 23,40%

Mayor de 74 años 100% 78,15% 4,76% 1,23% 84,13% 18,00%

Percentiles de renta

0 a 20% 100% 89,04% 1,83% 0,92% 91,79% 8,30%

20% a 40% 100% 77,73% 5,49% 1,27% 84,48% 15,60%

40% a 60% 100% 80,40% 4,08% 0,42% 84,90% 15,10%

60% a 80% 100% 75,42% 5,11% 0,57% 81,10% 18,90%

80% a 90% 100% 73,42% 6,28% 0,81% 80,50% 19,50%

90% a 100% 100% 57,25% 15,03% 1,03% 73,30% 26,70%

Fuente: a partir de datos del Banco de España (Encuesta Financiera de las Familias)

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la vivienda a la edad de la persona de refe-rencia de la familia.

La mayor prevalencia de la propiedad de vi-vienda principal se da entre los hogares cuyapersona de referencia (“el cabeza de familia”en la terminología de la EFF del BdE) tieneentre 65 y 74 años (un 88,7%) y, en general,entre los jubilados (un 90,4%). Las tenenciasde otros activos inmobiliarios aparte de la vi-vienda principal se dan, además, a tasas su-periores al 50% tanto para estos tipos de ho-gares como para otras categorías. También enestos hogares, por último, se observan las

mayores tasas de presencia de los activos fi-nancieros en sus carteras de activos totales,a los que superan tan solo los hogares enca-bezados por quienes se sitúan en el 10% másrico (con un cierto grado de anidamiento).

Los activos reales más valiosos (en me-diana) se dan entre los hogares de mayor nivelde renta y los encabezados por trabajadoresautónomos, pero los encabezados por jubila-dos, en particular, disfrutan de las viviendasde mayor valor (mediano) y de los activos vin-culados a negocios igualmente más valiosos.En suma, las personas de edad avanzada y/o

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TABLA 3.Tenencia (%) y valor (miles €) de los activos reales de los hogares españoles (2014)

Vivienda principal Otros inmuebles Activos en negocios

Características de los hogares % Valor % Valor % ValorPropiedad mediano Propiedad mediano Propiedad mediano

Todos los hogares 80,40% 124,2 39,80% 80,2 11,10% 40,9

Situación del Cabeza de Familia

Empleado por cuenta ajena 78,4%% 131,2 34,10% 85,0 5,50% 32,4

Empleado por cuenta propia 84,00% 150,1 53,60% 150,1 79,30% 50,0

Jubilado 90,40% 129,2 52,90% 82,0 2,70% 44,9

Parado u otro tipo de inactividad 71,40% 109,6 29,50% 60,0 2,70% 17,1

Edad del Cabeza de Familia

Menor de 35 años 49,50% 120,0 17,80% 50,0 8,70% 101,7

Entre 35 y 44 años 74,90% 139,0 27,50% 80,0 14,10% 31,1

Entre 45 y 54 años 82,20% 120,2 40,30% 83,7 18,10% 37,6

Entre 55 y 64 años 86,90% 138,7 49,80% 108,3 13,20% 58,5

Entre 65 y 74 años 88,70% 150,2 56,20% 79,9 5,40% 64,1

Mayor de 74 años 87,60% 100,0 40,80% 68,5 0,80% 23,2

Quintiles y decilas de renta

0 a 20% 67,40% 88,8 22,60% 41,8 4,20% 19,9

20% a 40% 72,90% 100,0 29,10% 56,9 8,90% 28,2

40% a 60% 83,10% 120,2 40,80% 65,0 9,50% 30,0

60% a 80% 89,80% 150,1 46,20% 90,1 13,60% 50,0

80% a 90% 88,40% 171,5 51,80% 118,0 15,80% 31,5

90% a 100% 88,80% 250,0 69,00% 200,0 22,50% 104,7

Fuente: a partir de datos del Banco de España (Encuesta Financiera de las Familias)

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jubiladas (cuyos colectivos se solapan enbuena medida) poseen activos inmobiliarioscon tasas de propiedad muy elevadas y valo-res estimados también más elevados que losdel conjunto de la población.

Opiniones de los españoles sobre la longevidad, las pensiones, el ahorro y la vivienda, según su edad

No hay una definición precisa de qué es seruna persona “mayor” o “de la tercera edad”.Los 65 años suelen adoptarse en conversa-ciones cotidianas o en ámbitos expertos oacadémicos como una barrera etaria (implí-cita, pues no tiene las connotaciones legalesque adquiere la mayoría de edad, por ejemplo)que divide a la población de “mayores” y losque no lo son. A esa edad, hasta hace poco,se jubilaban con la pensión completa los tra-bajadores en la mayoría de los países avan-zados, y aún siguen haciéndolo muchos tra-bajadores que cumplen una serie de requisi-tos. Las Naciones Unidas toman como líneadivisoria para el cálculo de sus “tasas de de-pendencia” los 65 años desde hace muchasdécadas y apenas hay voces autorizadas quepongan en cuestión esta inercia que nos llevaa ver “mayor” a una persona de 65 o másaños, esté como esté en lo que se refiere a sucondición física y mental general.

En términos biométricos (esperanza devida y supervivencia generacional), lo cierto esque el estado general de una persona de 65años hoy es mucho mejor que el de una per-sona de esa misma edad, digamos, en 1900.

Con las Tablas de Mortalidad del INE en lamano, se constata inmediatamente que laedad a la que sobrevive hoy el 26,2% de unageneración (lo que en 1900 sucedía a los 65años) son los 91 años, y que la edad hoy a laque quedan 9,1 años de vida por delante (loque en 1900 sucedía a los 65 años) son los81 años3. Según estos elementales datos bio-métricos, sencillos de obtener y de consultar,una persona hoy de entre 81 y 91 años esta-ría, en general, tan bien (o tan mal) como unapersona de 65 años hace 120 años.

La evidencia anterior choca frontalmentecon la constatación de que en 1900, apenasuna década después de haberse introducidoel primer sistema de Seguridad Social en elmundo (en la Alemania del canciller Otto vonBismarck y el Káiser Guillermo), la edad de ju-bilación era de 65 años y la esperanza de vidaal nacer apenas llegaba a los 40 años en lospaíses avanzados. La edad de jubilación no seha movido virtualmente en todo este tiempo,mientras que la esperanza de vida al nacer seha duplicado sobradamente.

Seguimos manteniendo la barrera de los 65(o incluso antes) para hablar de la “terceraedad” y ya se está estableciendo la idea deuna “cuarta edad”. Pero el cuerpo social sabeque estas son líneas ficticias, aunque no sepapercibir muy bien el formidable cambio queestá sufriendo la longevidad. El CIS preguntabaen marzo de 2018 a sujetos de 18 años enadelante qué era, en su opinión, ser una per-sona “mayor” o de la “tercera edad”. Las res-puestas se muestran en los Gráficos 1 y 24.

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3 Pueden consultarse las Tablas de Mortalidad del INE desde 1975 hasta 2018 en: https://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/ope-racion.htm?c=Estadistica_C&cid=1254736177004&menu=resultados&idp=1254735573002. Las cifras comentadas en este pá-rrafo corresponden a las TM de 2017, para las funciones de “Supervivientes” y “Esperanza de vida” (ambos sexos).

4 Puede accederse al Barómetro del CIS de marzo 2018 en: http://www.cis.es/cis/export/sites/default/-Archivos/Margina-les/3200_3219/3207/es3207mar.html. Las preguntas cuyos resultados se reproducen en el texto principal son las número 15 y 16.

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Para un 51,7% de los 2.466 encuestados sepuede decir que una persona es mayor o per-tenece a la tercera edad cuando tiene más de65 años. Incluso, un 1,4% de encuestados si-túan la barrera pasados los 80 años. Pero tam-bién hay un 39,3% de encuestados para quie-nes se es mayor antes de los 65 años, situán-

dose la barrera de esta condición para algunosde ellos (un 3,4%) en los 55 años o menos.

Al mismo tiempo, los encuestados se pro-nuncian sobre la condición personal (objetiva oaparente), más allá de la edad (con un 12,2%de las respuestas, la segunda razón más im-

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GRÁFICO 1.¿A partir de qué edad cree Ud. que en general se puede decir de alguien que es una persona mayor o de la tercera edad?

Fuente: Barómetro CIS, marzo 2018

Menos de

50 años

Entre 50 y 55

años

Entre 56 y 60

años

Entre 61 y 65

años

Entre 66 y 70

años

Entre 71 y 75

años

Entre 76 y 80

años

Entre 81 y 85

años

86 y másaños

N.S. N.C.

5

0

10

15

20

25

30

35

GRÁFICO 2.¿Cuál es la razón más importante que le hace decir que una persona es mayor o de la tercera edad?

Fuente: Barómetro CIS, marzo 2018

Su edad Su aspectofísico

El declivede sus ca-pacidades

físicas

El declivede sus capaci-dades intelec-tuales

Su formade ser,

de pensar

Su salud

La falta de ilusiones,

ganas de salir,

divertirse

Estar jubilada

Su formade vida

N.S. N.C.

5

0

10

15

20

25

30

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portante), que justificaría la categoría de per-sona “mayor” o perteneciente a la “terceraedad” de entre una gama ofrecida por los en-cuestadores. Así, condiciones tales como el de-clive físico (un 25,8%, la moda de la distribu-ción) o intelectual (10,5%), el estado de salud(un 11,9%) o anímico (4,7%), la forma de ser ode pensar (9,9%), el aspecto físico (6,9%), estarya jubilado (9,1%) o la forma de vida (6,3%), de-terminan para porciones significativas de los en-cuestados la principal razón para atribuir la per-tenencia de una persona al “club de los mayo-res”. Y con pocas dudas entre los encuestados,si nos atenemos a los bajos porcentajes dequienes no saben o no contestan a esta pre-gunta (un 2,7% en total), sensiblemente infe-riores a los que se dan en el caso de la pre-gunta sobre la barrera etaria general (un 9%).

Es difícil objetivar las respuestas tan voláti-les del cuerpo de encuestados alrededor de con-diciones que estos valorarían de manera gene-ralmente subjetiva y que, además, no ofrecenvinculación directa entre las dos preguntas se-leccionadas del Barómetro del CIS. Lo valiosode estos materiales para la investigación socialradica, sin embargo, en cómo se articulan laspercepciones sociales de un fenómeno cual-quiera, en este caso la longevidad. Y lo que sedesprende en cualquier caso es que los 65 años(o la edad, para ser más precisos) ya no marcanla línea divisoria que da paso a la condición so-cial de mayor, sino aquellas circunstancias (ex-cluyendo las más anecdóticas, como “la formade ser o de pensar” o “la forma de vida”) quesubyacen a la capacidad general de las perso-nas para desempeñarse en la vida cotidiana.

Partiendo, pues, de una acepción de la con-dición de mayor que es bastante más com-

pleja de lo que la mera edad indica, pero vién-donos obligados a seguir utilizando las fran-jas etarias habituales en los análisis del com-portamiento de la población según categoríaspersonales o socioeconómicas, se puedenahora analizar las respuestas de “los mayo-res” sobre sus actitudes frente a la jubilación,el ahorro o la vivienda como activo previsional.Estas respuestas proceden de las diferentesoleadas de la Encuesta sobre el Ahorro reali-zada por “Mi Jubilación”, una instancia de edu-cación financiera en materia de jubilación ypensiones del Instituto BBVA de Pensiones5.

En las Tablas 4 y 5 siguientes se puedenapreciar opiniones relevantes respecto a la jubi-lación, las pensiones y el uso potencial de la vi-vienda como activo previsional. En primer lugar,figuran las respuestas sobre el ahorro entre lapoblación de 18 a 65 años (no se incluyen laspersonas mayores de 65 años en esta oleada).

En mayor o menor proporción, en todas lascategorías etarias y de nivel de renta (autode-clarado) los encuestados realizan ahorro previ-sional: por encima del 55% de los encuestadosen todas ellas, excepto en la de menores de 26años, se constatan ahorros en planes de pen-siones. Contra la creencia de muchos analistasy representantes institucionales, este tipo de ve-hículo previsional está muy representado, in-cluso más que en las categorías altas de esta-tus económico, en las medias e inferiores.

Con menores porcentajes, aunque signifi-cativos en lo que se refiere a la actividad aho-rradora de los sujetos de todas las categorías,se encuentran vehículos de ahorro utilizados,declaradamente, de cara a la jubilación, queno lo son en absoluto, ni por diseño o natura-

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5 Puede consultarse la Encuesta sobre el Ahorro en: https://www.jubilaciondefuturo.es/encuesta2018/

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leza ni por la existencia de incentivos (como eldiferimiento fiscal del que gozan planes depensiones, PPA o seguros de ahorro) que pue-dan inducir a los ahorradores previsionales asu utilización. Entre tales vehículos se en-cuentran las inversiones inmobiliarias. Ya seha comprobado la extendida presencia de losactivos inmobiliarios en las carteras de aho-rro de los hogares españoles. Sin embargo,los datos de la Tabla 4 muestran claramenteque muy pocos ahorradores, apenas un 6%entre las categorías de mayor edad y/o menorrenta, los acumulan como activos con finesprevisionales. Pero, por minoritario que puedaser en la actualidad en la mente de los aho-rradores de toda condición el uso previsionalde la vivienda, los datos de la sección ante-

rior deberían pesar en la valoración del activoinmobiliario como el único capaz de servir demanera masiva para la instrumentación depensiones complementarias del tercer pilar(ahorro previsional individual).

Profundizando en este tipo de evidenciamás cercana al uso previsional de la vivienda,se aportan a continuación los resultados su-marios de la oleada de 2017 de la Encuestade Ahorro de Mi Jubilación6. En esta oleada, el81% de los encuestados consideran “aconse-jable que cada cual ahorre para complementarsu jubilación de la Seguridad Social”, pero el72% de ellos se declaran incapaces de realizarahorros financieros previsionales. Del 28% queahorra con vistas a la jubilación (951 encues-

¿Qué hacemos con los ladrillos?JOSÉ ANTONIO HERCE

TABLA 4.¿A través de qué medio ha empezado a ahorrar para su jubilación? (Base: 961 personas que habían empezado a ahorrar para su jubilación. Otras 1841 personas consultadas no lo habían hecho aún)

Plan de En En cuenta En En En En PPA/ Otras Ns/Ncpensiones/ depósitos corriente/ fondos de Bolsa inversiones Seguros

EPSV libreta de ahorro inversión inmobiliarias de ahorro

Total 69% 6% 21% 6% 1% 3% 3% 1% 2%

Edad

De 18 a 25 años 35% 14% 43% 8%

De 26 a 35 años 60% 2% 34% 9% 1% 8%

De 36 a 45 años 74% 7% 16% 6% 1% 4% 3% 1% 2%

De 46 a 55 años 71% 4% 18% 4% 2% 3% 2% 2% 2%

De 56 a 65 años 67% 10% 23% 6% 2% 6% 0% 1% 2%

Nivel socioeconómico

Alta 65% 3% 30% 2% 3% 2%

Media alta 57% 5% 30% 5% 1% 3% 2%

Media 69% 5% 21% 2% 1% 2% 1% 1% 3%

Media baja 68% 7% 18% 5% 1% 6% 4% 1%

Baja 74% 6% 21% 11% 3% 2% 5% 2% 2%

Fuente: Encuesta sobre el Ahorro. Mi Jubilación BBVA 2015

6 Encuesta a 3.006 residentes en España de entre 18 y 65 años (no jubilados) realizada entre septiembre y octubre de 2017.

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tados), habiendo empezado en esta actividada una edad media de 31,9 años, solo un 15%lo viene haciendo a través de activos inmobi-liarios (un porcentaje sensiblemente mayor delos que se iniciaban en este tipo de ahorro enla oleada de 2015, como se ha visto).

El anterior dato es elocuente de una inciden-cia muy modesta del inmobiliario consideradocomo un ahorro previsional, bien entre los aho-rradores previsionales regulares o entre los quese inician en el ahorro previsional menores de66 años y/o ya jubilados. Sin embargo, la oleadade noviembre de 2018 de la Encuesta de Ahorrode Mi Jubilación7 muestra un panorama radical-mente diferente, ya que entrevista por primeravez a personas de 60 y más años, estén jubila-das o no, acerca de un eventual uso previsionalde sus activos inmobiliarios. El 49% de las queson propietarias de, al menos, una vivienda, es-

tarían dispuestas a vender, hipotecar o alquilarsu vivienda para complementar con recursosadicionales su pensión, ya que, en una gran ma-yoría (un 65%), los ya jubilados consideran quesu pensión es regular (38%), mala (16%) o muymala (11%). Con todo, según revela la propia en-cuesta, solo un 15% de los encuestados queafirman haber ahorrado para su jubilación de-claran haberlo hecho acumulando activos inmo-biliarios expresamente para este fin.

Es decir, la vivienda no se ve entre los en-cuestados (ni lo es, en realidad) como un aho-rro previsional. Puede, incluso, que, compara-dos los resultados de esta oleada de la en-cuesta con los de oleadas anteriores (yacomentados), la percepción ex post de los aho-rradores, una vez jubilados, es que sí estabanahorrando en vivienda con la idea de acumu-lar recursos para la jubilación. Indagando más

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TABLA 5.La vivienda y las personas de 60 y más años (3.000 entrevistas)

Respuesta Observaciones

Vivienda en propiedad (toda la muestra)

Una 65%

Dos 21%

Más de dos 6%

Estarían dispuestos a utilizar su vivienda (propietarios de una vivienda, 65%de la muestra)

Sí 49%

No 44%

Ns/Nc 7%

Estarían dispuestos a utilizar su vivienda (propietarios de 2 o más viviendas, el 27% de la muestra)

Sí 89%

No 9%

Ns/Nc 2%

Fuente: VI Encuesta sobre el Ahorro, BBVA, noviembre 2018

El 92% de los encuestados posee una o más viviendas. El 8% restante que noposee viviendas y, de estos, el 70% vive en una vivienda alquilada por la que pagauna media de 412 euros mensuales.

El 44% no estaría dispuesto a usar su vivienda de ser necesario por muy variadasrazones, entre ellas "no tendría donde vivir" (29%), "dejar una herencia" (8%),"tendría la ayuda de sus hijos" (6%) o "es mi único patrimonio" (5%).

Del 89% de los que estarían dispuestos a usar su vivienda en caso de necesidad,un 53% la vendería, otro 22% la alquilaría y un 11% contrataría una hipoteca inversa. El 9% que no estaría dispuesto a utilizar alguna de sus viviendas destacan especialmente el deseo de legar una herencia (32%) y el que otros familiares viven en ella (16%)

7 VI Encuesta de Ahorro, oleada de noviembre 2018: https://www.jubilaciondefuturo.es/encuesta2018/resultados-encuesta.html

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en la encuesta se constata un conjunto de re-sultados que determina muy precisamente elpeso que ocupa la vivienda en la situación es-pecífica de los jubilados. La Tabla 5 muestraun resumen de los principales resultados dela encuesta a estos efectos.

La abrumadora propiedad de vivienda entrelos mayores de 60 años (92% de los encues-tados) es la sabida constatación que salta ala vista en esta encuesta, incluso de dos omás viviendas, condición que afecta al 27%de los encuestados. Casi la mitad (el 44%) dequienes solo poseen una vivienda no estaríandispuestos a usarla para complementar supensión, ya que es el único lugar del que dis-ponen para vivir. Esta razón, sin embargo, noimpediría un uso activo del inmueble que seocupa mediante operaciones (vid infra) deventa de la “nuda propiedad” y “usufructo vi-talicio” de la vivienda que se ha vendido, porejemplo, a una sociedad de gestión inmobilia-ria, al menos para quienes no deseasen legaruna herencia, motivo que se aduce con ele-vada frecuencia también entre quienes no con-templan utilizar su vivienda como comple-mento de recursos para su jubilación.

Justamente la venta directa de su propie-dad inmobiliaria sería la opción de quienes po-seen más de una vivienda, en concreto el53%. Tan solo un 11%, sin embargo, estaríandispuestos a contratar una “hipoteca inversa”en caso de ser necesario.

Los datos de esta oleada de la encuestadel BBVA revelan que hay un universo por ex-plorar a la hora de proveer de soluciones que,sobre la base del activo inmobiliario, ayuden alos mayores españoles a complementar susingresos previsionales. Justamente, las mo-dalidades existentes para la movilización deestos recursos tan abundantes entre la po-

blación española, especialmente entre los ma-yores, se analizan en la sección siguiente.

La movilización de la vivienda comocomplemento de la pensión

Con cuatro veces el PIB en activos inmobilia-rios, como se expuso al principio de este texto,los hogares españoles deberían poder afrontaruna planificación financiera de su ciclo vital conbastante más confianza de la que refleja la opi-nión generalizada de que “los españoles aho-rran poco” o la constatación de la sección an-terior de que, efectivamente, “ahorran” poco(vid supra). Ahorran, pero de manera incompa-tible con algunos de los retos de largo plazo dela sociedad (la sostenibilidad y suficiencia delos esquemas previsionales) y la economía (lafinanciación del crecimiento a largo plazo y elaumento de la productividad).

La acumulación de tan ingentes capitalesen activos inmobiliarios es solo productiva enun concepto muy estrecho de esta funcióntan importante del ahorro. A saber: el excesode capacidad residencial en el segmento dela vivienda en propiedad, si es que se lepuede llamar “productiva” a esta oferta rela-tivamente ineficiente. Una primera cara de laexcesiva capacidad residencial en la viviendaen propiedad, paradójicamente, trae comoconsecuencia una muy insuficiente capaci-dad residencial en el segmento de la viviendaen alquiler, lo que hace que las rentas de al-quiler sean tan elevadas o más que las cuo-tas de los préstamos hipotecarios (incluidoel interés).

Esta sobrecapacidad residencial en viviendaen propiedad existe porque la propiedad estáatomizada y buena parte de ella no sale al mer-cado de alquiler en lugar de estar gestionadade manera más eficiente, con la vista puesta

¿Qué hacemos con los ladrillos?JOSÉ ANTONIO HERCE

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en el servicio de mercado a quienes no desea-rían ejercer la opción de la compra.

La acumulación de activos inmobiliarioshace que una parte significativa del ahorro delos hogares deje de fluir a la financiación delas actividades productivas de la economía.No es que la existencia de un parque sufi-ciente de viviendas requeridas no sea produc-tiva, claro que lo es, pues genera los serviciosresidenciales que demandan los hogares (aun-que estos servicios residenciales, en el casode las viviendas en propiedad, no se compu-tan en el PIB y no se valoran en las CuentasNacionales).

La renovación de la industria o de las in-fraestructuras sanitarias o educativas, la in-versión en nuevas tecnologías en todo tipo desectores requiere financiación a largo plazoque, naturalmente, procede del ahorro de lossectores institucionales de la economía (ho-gares, empresas, administraciones y del ex-terior); especialmente ahorro a largo plazo,que es precisamente el ahorro previsional (vidinfra). Ahora bien, la excesiva orientaciónhacia el ahorro en forma de activos inmobilia-rios reduce sensiblemente el ahorro financieroa largo plazo de origen doméstico, lo que privaa la economía de posibilidades de creci-miento, y a los ahorradores de rentas de inte-reses y/o dividendos producto de las inver-siones antes mencionadas.

Otra cara del exceso de ahorro inmobiliario,por fin, es que este queda inmovilizado paraotros usos que no sean los residenciales, porejemplo, un uso previsional llegado el momento.Naturalmente, una buena parte de las viviendas

adquiridas durante la vida laboral de sus pro-pietarios se siguen utilizando como residenciasprincipales llegado el momento de la jubilación,como se mostraba en la sección anterior. Perono todas y, además, incluso las que se usan deesta manera acaban sobreviviendo a sus pro-pietarios, lo que, de nuevo, es muy ineficiente;siempre, claro está, que el propósito de aque-llos no fuese necesariamente dejarlas como le-gado a sus herederos, propósito que, comotambién se ha visto, no es mayoritario entre laspersonas de 60 y más años.

Es precisamente en relación con estas últi-mas opciones donde cabría un debate socialsobre la mejor manera de movilizar, en beneficiode sus propietarios, una parte significativa delparque de viviendas español realizando unaconversión eficiente del activo inmobiliario (noprevisional, por naturaleza) en flujos de rentascomplementarias de jubilación. La gama de op-ciones existentes no es muy amplia y tampocolo eficiente que sería de desear, pero en la in-novación en esta materia reside la promesa demejores productos, a medida que las cohortespropietarias de activos inmobiliarios transiten asu jubilación. Solo a título de ejemplo se ofreceel contenido de la Tabla 6 procedente de Gal-deano, Herce et al. (2017)8.

El activo inmobiliario, en suma, puede ser labase de un flujo vitalicio de rentas y/o serviciosprevisionales. Aunque la figura central asociadaa la movilización del activo inmobiliario es la “hi-poteca inversa”, hay muchas otras figuras po-sibles, como ilustra la Tabla 6.

Una hipoteca inversa es un préstamo vitali-cio que se otorga al propietario de una vivienda

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8 Galdeano, Iratxe, Herce, José A. et al. (2017). Soluciones para la jubilación. Naturaleza, ventajas, defensa y fomento de las rentasvitalicias en España, UNESPA, 14 de noviembre (https://unespa-web.s3.amazonaws.com/main-files/uploads/2018/02/afi-unespa-interior-informe-rentas-vitalicias_pag-individual.pdf).

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utilizando como garantía de la devolución deese préstamo una facción del valor corriente demercado de dicha vivienda. Inmediatamentesurgen diversas cuestiones que deben ser ex-plicadas con total transparencia al potencialprestatario vitalicio:

• ¿Qué es un “préstamo vitalicio”? Se tratade un préstamo periódico (mensual nor-malmente) de una cantidad fija o variable(actualizada con el IPC, por ejemplo) porparte de una entidad financiera que se re-paga con los intereses pactados al falleci-miento del prestatario, por parte de sus he-rederos o de quien aquel designe.

• ¿Contra qué activo se devuelve este prés-tamo? El préstamo está indisolublementevinculado a un activo inmobiliario propiedad

(aunque no necesariamente) del prestatario.Con objeto de limitar el riesgo sobre el valordel activo a muchos años vista, dada la na-turaleza del préstamo, este se calcula sobreuna fracción del valor del activo, por ejem-plo el 35%, siendo esta ratio el denominado“Loan To Value” (LTV) de la operación.

• ¿Quién paga efectivamente el préstamo?Los herederos del propietario de la viviendao quien este designe como albacea testa-mentario. Normalmente ello ocurre una vezrealizado el activo en el mercado, o contracualquier otro activo del que los nuevospropietarios puedan disponer.

• ¿Qué sucede si el prestatario fallece muchomás tarde de su esperanza de vida? En estecaso, el valor actual del préstamo vitalicio su-

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TABLA 6.Caracterización de un mercado diversificado potencial de productos vitalicios a partir del activo inmobiliario

Funcionalidad del producto Producto Características

Nota: En España las plusvalías generadas por la venta de una vivienda cuyo producto va a destinarse a la compra de una renta vitalicia están exentas hasta unlímite (véase la sección 4.2.2. más arriba).

(*) LTV: Loan To Value es el cociente entre el valor del préstamo y el del bien financiado, generalmente, inmobiliario. Fuente: AFI

Préstamo y arrendamiento vitalicios con garantía inmobliaria combinados y"contraseguro" implícito en el LTV (*) otorgado

Rentas vitalicias + servicios residenciales vitalicios + propiedad de la vivienda

Hipoteca Inversa Integral

Renta y arrendamiento vitalicios combinados con posibilidad de contraseguro a prima única

Rentas vitalicias + servicios residenciales vitalicios, sin propiedad de la vivienda

Renta Vitalicia Plus

Préstamo vitalicio con garantía inmobliaria y "contraseguro" implícito en el LTV otorgado

Rentas vitalicias + propiedad de lavivienda, sin servicios residenciales vitalicios

Hipoteca Inversa

Renta vitalicia ordinaria procedente de la venta de unavivienda con posibilidad de contraseguro

Rentas vitalicias, sin serviciosresidenciales vitalicios ni propiedad dela vivienda

Renta Vitalicia

Renta vitalicia en especie (arrendamiento) procedente de laventa de una vivienda con posibilidad de contraseguro

Servicios residenciales vitalicios, sinrentas vitalicias ni propiedad de lavivienda

Arrendamiento Vitalicio

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perará ampliamente el valor de la garantíainmobiliaria (al LTV contratado), pero solo sedeberá liquidar al prestamista este últimovalor. Este es el riesgo actuarial de la opera-ción que un asegurador debe asumir en lacadena de agentes de la operación. En estesupuesto, el prestamista habrá realizadouna buena operación que alguien deberá fi-nanciar, como se explica a continuación.

• ¿Qué sucede si el prestatario fallece al pocode realizar la operación, y mucho antes dellegar a su esperanza de vida? En estecaso, el valor actual del préstamo vitalicioquedará ampliamente por debajo del valorde la garantía inmobiliaria (al LTV contra-tado) y, por lo tanto, se deberá liquidar alprestamista este último valor. De estaforma, el riesgo actuarial de la operacióncae del lado del prestamista, quien sobreel papel (vid infra) habrá realizado una malaoperación, ya que acabará financiando alos prestatarios del caso anterior, es decir,a quienes hayan sobrevivido ampliamente asu esperanza de vida.

Para entender el problema de la compen-sación (mutualización) de quienes sobrevivena su esperanza de vida por parte de quienesviven menos de dicha esperanza de vida, sinincurrir en la idea de que se está produciendouna pérdida o menoscabo patrimonial injusti-ficado entre los segundos, hay que detenerseen el término “vitalicio”, que inmediatamenteconlleva el de “actuarial” o “biométrico”. Noes sencillo, pero conviene tener presente que,dada la incertidumbre del momento del falle-cimiento, la eventualidad de que “cualquierpersona” puede fallecer al poco de realizaruna operación de este tipo (o de suscribir unarenta vitalicia ordinaria), lo que supondría undisfrute de la renta muy inferior al valor delproducto, igualmente, “cualquier persona”

puede fallecer mucho después de sobrepasarla esperanza de vida media de la población, loque supondría un disfrute de la renta muy su-perior al valor del producto. Pero también hayque entender que, matemáticamente (en unmarco de “grandes números” y fair insurance–cálculo exacto de las primas–), ambos casosse compensan. Esta es la esencia de la mu-tualización, siempre que se dé una auténticaaleatoriedad.

La potencia de un producto vitalicio (seauna renta, un préstamo o un servicio, como,por ejemplo, la prestación de cuidados delarga duración) radica en que garantiza quenunca sobreviviremos a los recursos que nosproporciona, evitándose así la pobreza o la nodisponibilidad de esos recursos cuando puedeque más los necesitemos (a edades muyavanzadas, justamente). Contra el valorenorme de esta garantía debe aceptarse elriesgo de que sea nuestro patrimonio el quenos sobreviva, si fallecemos antes de la es-peranza de vida sin haber agotado más queuna fracción de activo comprometido (el LTVde garantía del activo inmobiliario).

De la misma manera que no se justificaría(y sería perseguible ante los tribunales) quebajo un contrato puro de Hipoteca Inversa elproveedor se negase a seguir pagando el prés-tamo mensual contratado después de que elprestatario hubiese cumplido su esperanza devida, tampoco se justificaría (y sería persegui-ble ante los tribunales) que los herederos delprestatario se negasen a liquidar la garantíainmobiliaria convenida en caso de que este úl-timo falleciese antes o mucho antes de cum-plir su esperanza de vida. Esta es la esenciade la mutualización del riesgo de longevidadque un producto previsional característico,como es la Hipoteca Inversa, realiza. Lamisma existencia de los mercados de estos

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productos radica en que todos los agentes im-plicados entiendan la naturaleza del productoy respeten íntegramente los términos de loscontratos.

La Hipoteca Inversa no es un producto po-pular, seguramente porque se exageran susinconvenientes y se sobrevuelan las ventajas,pero es un producto justo e íntegro desde elpunto de vista actuarial y asegurador, y su di-seño, comercialización y gestión durante lavida del prestatario debe atenerse a estrictoscriterios decididos por los reguladores.

Si una operación de este tipo falla y acabaen los tribunales es porque alguno de los es-labones de la cadena ha fallado en su come-tido, y esto es lo que se debe evitar si estetipo de fórmulas, que encierran la promesa dela suficiencia “de por vida” de los recursosprevisionales de la inmensa mayoría de la po-blación española, ha de acabar imponiéndose,tarde o temprano, en el panorama previsionalespañol.

Conclusiones

Este breve texto sistematiza, a partir de fuen-tes públicamente accesibles, información dela que habitualmente se da cuenta en los me-dios de comunicación: la elevada tenencia deactivos inmobiliarios entre los hogares espa-ñoles. Siendo este activo un tipo de riquezaostentado por casi todos los hogares, seacual sea su condición socioeconómica, los ho-gares encabezados por jubilados (y/o perso-nas de edad avanzada) los poseen en mayormedida y de mayor valor que los encabezadospor no jubilados. Este hecho refleja una orien-tación de ciclo vital hacia un tipo de ahorro“no previsional” que, a la postre, podría servirpara financiar las necesidades de recursoscomplementarios para la jubilación.

Sin embargo, buena parte de estos activoslos constituye la vivienda principal, por lo queno cabe una interpretación estricta de la an-terior conclusión en el sentido de liquidarla ensu totalidad para generar estos recursos. Porotra parte, muchos de estos propietarios al-bergan deseos genuinos de legar parte o la in-tegridad de sus posesiones a sus herederos,aunque cada vez más titulares comprenden yaceptan que el destino de sus propiedades,incluida la vivienda principal, no tiene por quéser el de legar una herencia. A tenor de lasopiniones que manifiestan en las encuestas,consideran mayoritariamente que sobre la ga-rantía de dichas propiedades podrían consti-tuir rentas vitalicias complementarias de jubi-lación, independientemente de lo que sucedacon las pensiones públicas.

En este sentido, sería bueno que la formu-lación de políticas previsionales tuviera encuenta esta realidad y las aspiraciones de losjubilados y futuros pensionistas. Entre las me-didas que se podrían establecer se encuentrantodas aquellas que facilitasen la conversión delos ingentes activos inmobiliarios –no previsio-nales per se– en flujos de rentas complemen-tarias de jubilación, a ser posible aseguradas(rentas vitalicias). Algunas medidas de estetipo, que afectan concretamente a la fiscalidadde las plusvalías en la realización de activoscon fines previsionales bajo condiciones deter-minadas, se adoptaron ya en 2015.

Pero debe completarse el panorama conmás y mejores productos en el mercado, es-quemas público-privados de reaseguro que loshagan más eficientes, una gama de serviciosasociados al inmobiliario (residenciales) y a lasalud (cuidados) que, debidamente “paqueti-zados” con las rentas complementarias de ju-bilación, aborden las necesidades de las per-sonas mayores de manera integral, asegurán-

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doles recursos suficientes “de por vida” trassu jubilación.

Las cohortes que sucederán en un futuroa las hoy jubiladas (o al borde de estarlo) vana ser diferentes a estas. Por ello, las innova-ciones previsionales que se produzcan en lospróximos años no solo deben atender a lasnecesidades que ahora mismo están expre-sando estas últimas, sino también a las de lasgeneraciones venideras de jubilados, los ac-tuales trabajadores más (o sensiblementemás) jóvenes. Y, en este sentido, los líderes

del mercado previsional tienen el reto de en-tender lo mejor posible a estas generaciones.

Los datos presentados en este trabajo ava-lan la presunción de que los jóvenes puedenno desear poseer tantos activos inmobiliarioscomo sus padres, y tampoco necesariamentemás activos financieros que estos, sino másactivos reales asociados a un negocio. Es po-sible que dentro de dos décadas el inmobilia-rio presente un panorama muy diferente delque se comenta en las secciones anteriores.Sería deseable.

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Muchos mueren demasiado tarde yalgunos mueren demasiado pronto. Todavía

suena extraña esta doctrina: “¡Muere a tiempo!”.

F. Nietzsche. Así habló Zaratustra (1.21)1

El autor de este capítulo es médico, porconsiguiente, pertenece a una profesiónque proverbialmente se ha sustentado en

dos grandes pilares: las Ciencias de la Natura-leza, aunque la medicina no logró la categoríade lo que hoy consideramos una ciencia hastael siglo XIX, y las Humanidades, una vieja formade entender al ser humano y su mundo entorno. Por ello, debo considerar los temas quevoy a abordar en las siguientes páginas ade-cuados para el acervo de mi profesión, sobretodo porque no deseo eludir –aunque solo seasobrevolándolas– una serie de cuestiones bio-lógicas, sociales, económicas, filosóficas e in-cluso axiológicas que son al mismo tiempo

causa y efecto de un crecimiento y envejeci-miento de la población humana nunca vistohasta la fecha. Esto hace obligado exponer,entre otras cosas (muchas de ellas se analizanen otros capítulos), el cambio del patrón demo-gráfico epidemiológico experimentado por elHomo sapiens y sus consecuencias, así comosugerir al lector la puesta al día que demanda elmodelo de asistencia sociosanitaria vigente ennuestro país. Pues este no es otro que el quese desarrolló en los países industrializados trasla Segunda Guerra Mundial; por lo tanto, un pro-ducto de las particulares circunstancias del pe-ríodo conocido como los “Treinta gloriosos”(1945-1975) o del “Estado grande”, caracteri-zado por crecimiento económico mantenido,alto nivel de empleo, elevada natalidad, menorexpectativa de vida tras la jubilación, etcétera.Lo que entonces se construyó –con el esfuerzode todos y superando las ideologías– ha de-mostrado tener una mala salud de hierro, pues

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José Luis PuertaDoctor en Filosofía (UB), médico especialista en Medicina de familia, MBA

(Instituto de Empresa) y diplomado en Bioestadística (UAB). Fundó y dirigióDendra Médica. Revista de Humanidades (www.dendramedica.es)

II. Implicaciones económicas

de una sociedad más longeva

Notas para entender mejor el envejecimiento

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sus primeras dificultades empezaron con la pri-mera crisis del petróleo, el subsiguiente crack fi-nanciero y todo lo que ha llegado después, quees de sobra conocido.

De los viejos peligros a las nuevaspatologías

A lo largo de la Historia, la medicina se ha ocu-pado principalmente de las enfermedadestransmisibles y de los traumatismos. Aún a prin-cipios del siglo XX la mortalidad estaba domi-nada por las infecciones, que se cebaban en losniños. Pero en la segunda mitad del siglo pa-sado la casuística clínica registró un punto de

inflexión: la mortalidad comenzó a ser un pro-blema de los adultos, especialmente de los an-cianos (su número iba en aumentoi), las enfer-medades crónicas asaltaron las consultas y lospacientes que acudían a ellas y la frecuenciacon la que lo hacían, crecían de forma expo-nencial. Se estaba produciendo lo que se co-noce como transición epidemiológica, esto es,las enfermedades infecciosas (y las epidemias)iban quedando arrinconadas por las dolenciascrónicas (Gráfico 1) y la mortalidad por la mor-bilidad; al tiempo que la preocupación por la(buena) salud individual sustituía a los esfuer-zos por alargar la supervivencia de la poblaciónii.Esto también supuso la transición desde una

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i De los españoles nacidos entre 1856 y 1860 solo una cuarta parte cumplió 65 años y la mitad falleció antes de los 15 años. Perode los nacidos al final de la Guerra Civil más del 80% han sobrevivido hasta los 65 años, mientras que los pertenecientes al babyboom lo logrará más del 90%. A esta supervivencia hasta los 65 años hay que sumarle la supervivencia extra una vez que se al-canza esa edad (Pérez Díaz J., Abellán García A. “Envejecimiento demográfico y vejez en España”. Panorama Social, 2018; 28:22).

ii Hay que ver en esto el resultado de la guerra declarada a los “cinco gigantes” de William Beveridge: la necesidad, la ignorancia,la enfermedad, la miseria y la ociosidad. Con solo cinco palabras Beveridge resumió las aspiraciones sobre las que se constru-yeron, durante los “Treinta gloriosos”, los cinco gigantes del estado de bienestar: la seguridad social, la sanidad, la educación,la vivienda y una política de pleno empleo (Timmins N. Los cinco gigantes: una biografía del Estado de Bienestar. Madrid: Minis-terio de Trabajo y Seguridad Social, Servicio de Publicaciones, 2001, p. 41-42).

GRÁFICO 1.Tasa de mortalidad por todas las causas, enfermedades infecciosas y no infecciosas, en EE UU durante el siglo XX

Fuente: elaboracón propia con datos tomados de Armstrong G. Conn L., Pinner R. Trends in Infectius Disease Mortality in the United States During the 20th Century. JAMA. 1999;281(1):61-66.

1900 1920 1940 1960 1980 2000

500

1.000

1.500

2.000

0

Tasa

de

mor

talid

a an

ual (

x100.0

00)

Mortalidad por todas las causas

Mortalidad por enfermedades no transmisibles

Mortalidad por enfermedades transmisibles

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medicina de escasa repercusión en el erario,cuyas intervenciones sanitarias tenían un ele-vado rendimiento (al estar basadas en un cír-culo virtuoso integrado por la salud pública, lafamilia y la mejora de las condiciones de vida),a otra medicina con una clara vocación de uni-versalización, asistencialista, tecnificada y cen-trada en el hospital y en el (super)especialista,que cada vez devora más recursos. Todo esteconjunto de circunstancias, entre otras cosas,ha conducido a una notable medicalización dela sociedad2.

El núcleo de la sanidad ya no pivota comoocurría en la primera mitad del siglo pasadoen el salubrismo (educación de las madres,vacunación y sueros, atención al parto, luchacontra la tuberculosis como enfermedad so-cial, cobertura de las necesidades nutriciona-les más básicas, depuración de las aguas,DDT para erradicar mosquitos, etcétera), sinoen las nuevas catedrales e iglesiasiii (los hos-pitales y los centros sanitarios) repletas demédicos especialistas y una tecnología que elimaginario popular la siente como omnipo-tente. Al punto que, especialmente para losmás mayores, la sanidad se ha erigido en elasunto casi más transcendente de sus vidas.Así lo ha subrayarlo el último “Estudio Inter-nacional de Valores Fundación BBVA”3 (2019):de los cinco grandes países de Europa en-cuestados, los españoles hemos resultadoser los que mostramos un mayor interés porlos temas de “Medicina y salud”. No puede

extrañar que uno de los grandes temores de laciudadanía durante la última crisis económicahaya sido la posibilidad de “recortes” en lasprestaciones o en el acceso a las consultas4.Recelo que fue aprovechado políticamente ydio lugar a las “mareas blancas”5.

En este largo proceso la figura del médico sinadjetivos fue transmutándose en la del médicoespecialista. Transmutación que comenzó en lasprimeras décadas del siglo XIX en los hospitalesde París6, aunque el impulso definitivo vino des-pués de la Segunda Guerra Mundial, en granmedida, de la mano de lo que Arnold S. Relmandenominó el “complejo médico-industrial”iv7.Esta evolución, nadie lo duda, ha hecho que elconocimiento médico avance con pasos de gi-gante y que la sociedad tenga una fe casi ciegaen los especialistas y en las pruebas que reali-zan con sus espectaculares máquinas. Peroesto también ha provocado efectos indeseados:a un crecimiento del gasto sanitario imposiblede embridar se ha sumado la fragmentación delpaciente8 y, en no pocas ocasiones, una prác-tica médica de protocolos y rutinas que estádando muestras claras de derroche y malos re-sultados9. Las historias clínicas, en particularlas de los ancianos frágiles o polipatológicos,tienden a convertirse en un cúmulo de informesde especialistas que adolecen de una visiónmédica de conjunto, así como de las circuns-tancias personales de cada individuo. En losmayores, la alta prevalencia de varios padeci-mientos a la vez requiere de cierto arte o capa-

Notas para entender mejor el envejecimientoJOSÉ LUIS PUERTA

iii El aliento que anima las revoluciones viene, en general, de muy atrás. Aquí reproduzco este texto del médico Jacques Sabarotde la Vernière (1735-1795): “El alma no podría considerarse separadamente de los cuerpos animados, y si los ministros de losaltares son venerados y perciben del Estado una renta conveniente, es preciso que los de vuestra salud reciban también un sueldosuficiente para alimentarse y socorreros. Ellos son los genios tutelares de la integridad de vuestras facultades y de vuestras sen-saciones”. Lo que antaño se consideraban asuntos morales, religiosos o personales y que solían resolverse en el ámbito fami-liar o el confesionario, hoy, son motivo frecuente de consulta al médico. (Puerta J.L. “Michel Foucault no ha muerto”. Dendra Mé-dica. Revista de Humanidades. 2014;13 (2):226-239).

iv Arnold S. Relman, un prestigioso profesor de Harvard, denunció que la atención sanitaria en EE.UU. se estuviese convirtiendo enun “producto de mercado” más centrado en la capacidad de pago del paciente que en sus necesidades médicas, y que dicho cam-bio estaba espoleando una potente industria biomédica que influía enormemente en el aumento del gasto sanitario.

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cidad de juicio para perseguir metas realistas yno idealizadas; al tiempo que se hace necesa-rio ponderar las consecuencias de añadir unnuevo medicamento a los ya existentesv.

Algunos creen haber descubierto como an-tídoto a esta fragmentación de los pacientesla “humanización”, bienvenido sea tal ha-llazgo. Sin embargo, conviene recordar queuno de los grandes legados de la medicina hi-pocrática, que siempre se ha encontrado enla médula de la práctica clínica, fue la visióndel cuerpo, de la persona, como un todo (pantò so-ma). Platón señaló en cierta ocasión (Cár-mides, 156e) que en la forma de proceder delos médicos griegos, quienes para sanar losojos extendían su tratamiento a la cabeza opara curar la cabeza no despreciaban el restodel cuerpo, tampoco deberían tratar el cuerposin el alma y, en último término, sin tener encuenta la naturaleza del todo. Porque si andamal el todo, es imposible que vaya bien laparte. Tan clara ha sido siempre esta exigen-cia para los galenos, que cuando a GregorioMarañón le preguntó un periodista cuál habíasido el mayor invento de la medicina, respon-dió, la “silla”. La conversación –guiada por elrespeto mutuo– da una dimensión humana alencuentro entre dos personas que no se ha-llan en pie de igualdad, el médico y el pa-ciente. Ciertamente, un individuo enfermo esalgo más que un problema técnico, no es solouna “insuficiencia cardíaca”, una “cadera” u“otra infección de orina”.

Pero volvamos a las primeras décadas delsiglo XIX en los hospitales de París, para hacer

notar que fue allí donde la medicina tuvo queempezar a desgajarse en “especialidades” eintroducir los métodos cuantitativos parapoder alcanzar la categoría de Ciencia. El pre-cio que ha pagado por su enorme progreso ypoder tecnológico y curativo ha sido perderseen una maraña de especialidades, a lo quetambién ha contribuido la medicina defensiva.Y ahora vemos la necesidad de volver a con-siderar el “todo”, el holon de la naturaleza, alque también se refirió Platón en su Fedro.Quiero hacerme entender, no estoy sugiriendoque haya que elegir entre una cosa u otra, ade-más, la situación que venimos describiendoes más compleja, ya que también es hechurade la universalización y la judicialización de laasistencia sanitaria, así como de la llamadamedicina de complacencia y la (hiper)frecuen-tación que no aporta valor clínico, aunque con-sume tiempo, recursos y desgasta al profe-sional. El mensaje sería: el médico tiene queintegrar sus habilidades clínicas en un acer-camiento más humano al paciente y este de-bería ser más consciente de las limitacionesde aquel. En definitiva, de lo que se trata esde corregir lo que han señalado los doctoresLeana Wen y Joshua Kosowsky: los estudiosmuestran que los pacientes no llegan a ex-presar en la consulta su principal preocupa-ción en el 37% de los casos10.

A propósito de un caso

Quien haya ojeado revistas médicas habrá re-parado en que en casi todas ellas existe unasección que se titula como este apartado o deuna forma parecida. Para los médicos un en-

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v Es de conocimiento general que las personas mayores consumen un elevado número de medicamentos, por lo que presentanun mayor riesgo de interacciones farmacológicas. Por otro lado, al tener más tejido graso con relación a su peso corporal y unamenor masa muscular, padecen la prolongación de los efectos de los fármacos liposolubles y se hallan más expuestos a la ac-ción de los hidrosolubles. A esto se le suma la disminución de la función renal y hepática que se instaura con la senescencia yque enlentece la eliminación de muchos medicamentos. Además, dado el elevado número de pastillas que toman y los efectossecundarios que producen, es bastante habitual que no sigan correctamente los tratamientos.

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fermo siempre es un caso (casus, en latín),siendo una de las acepciones de este término“casualidad”. De manera que caso es lo queel albur (el acaso o la casualidad) reparte acada cual en este mundo sublunar. Pues bien,siguiendo este modelo de aprendizaje de losgalenos –que consiste en narrar cómo se pre-sentan los casos en la vida real, algo diferentea la presentación arquetípica que es la que re-cogen los libros de texto– vamos a exponer el“caso de María” para luego hacer una breveconsideración que permita al lector sacar susconclusionesvi.

María tiene 88 años y padece diabetes me-llitus tipo II, hipertensión arterial y poliartro-sis, por lo que acude frecuentemente a sucentro de salud donde tiene establecido unplan individualizado. Ella vive sola y como em-pieza a tener limitaciones cognitivas, ademásde las físicas, la trabajadora social le ha ela-borado otro plan individualizado, gracias alcual ha conseguido apoyo domiciliario. Un día,mientras realizaba sus quehaceres, se frac-turó el fémur, una vecina llamó a una ambu-lancia y, ya en el hospital, le redujeron la frac-tura (allí no hay plan individualizado). El poso-peratorio lo pasó en un centro de mediaestancia, donde el equipo de facultativos y re-habilitadores generó de nuevo otro plan indi-vidualizado. Finalmente, este equipo acordócon ella su traslado a una residencia en la quele elaboraron otro plan individualizado.

La sociedad española, aunque siempre pa-rezcan escasos, dispone de muchos servicios,pero dispersos en reinos de taifas. Esta si-tuación es resultado de la parcelación de lapráctica clínica y el enmarañamiento adminis-trativo y funcionarial que gobierna las presta-

ciones sociosanitarias (otro elemento másque complica la situación que se ha expuestoal final del apartado anterior). Existe concien-cia de que la coordinación entre los distintostipos y niveles asistenciales y el seguimientode los ciudadanos que los precisan son mejo-rables. Pues la situación actual supone, porun lado, molestias innecesarias para el pa-ciente y su familia (el traslado a las consultas,los ingresos, etcétera) y, por otro, dispendios;todo ello evitable. Esto hace que cada vezhaya más empeño, por parte de los agentesque trabajan pegados al terreno, en agilizar yreducir los circuitos administrativos. Peronadie quiere cortar el nudo gordiano e instau-rar un modelo integrado. El empecinamientode sindicatos, partidos políticos y otros gru-pos de interés en que los profesionales quedispensan las prestaciones sociosanitariastengan que estar sometidos a las regulacio-nes de la función pública y a los intricados cir-cuitos administrativos, constituyen valladaresdifíciles de sortear.

Panacea versus Higía: en el hospital se cura la enfermedad, la salud se genera fuera

Hace tiempo que sabemos que la atenciónmédica tiene un impacto limitado en el estadode salud de las poblaciones. En 1974, el abo-gado quebequense Marc Lalonde, a la sazónministro de Salud y Bienestar de Canadá, pu-blicó un documento de trabajo, “The LalondeReport”11, en el que avanzaba la idea de quela prioridad de los gobiernos estaba centradaen el financiamiento de la asistencia médica,prestándose escasa atención a otros muchoselementos que tienen una notoria influenciasobre la salud.

Notas para entender mejor el envejecimientoJOSÉ LUIS PUERTA

vi El caso y los comentarios que le siguen se han tomado con modificaciones de “Por una Medicina Interna de Alto Valor” (pp. 165-167).

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Este informe en cierta forma marcó el co-mienzo de distintas iniciativas encaminadas aanalizar cuáles son los determinantes del es-tado de salud de la población y el peso quetiene cada uno de ellos. Siguiendo este caminoindagatorio, el médico y epidemiólogo norirlan-dés Thomas McKeown –valiéndose de distintasestadísticas– demostró que el crecimiento dela población en Inglaterra y Gales en los últi-mos 200 años se debió a una disminución dela mortalidad por enfermedades infecciosas. Yque esto era consecuencia de una mejor nutri-ción, a la que también se sumaría los avancesen la higiene y solo marginal y tardíamente in-tervendría la medicina12. Aunque no esté sa-cado de las obras de McKeown, el Gráfico 2epitomiza muy bien lo que acaba de exponerse:el bacilo tuberculoso fue descubierto por el mé-dico alemán Robert Koch en 1882, aunque elprimer antituberculoso (estreptomicina) no es-tuvo disponible hasta 1947 y para entonces lamortalidad por tuberculosis ya había descen-dido notablemente.

A finales de la década de los años 70, el so-ciólogo neozelandés John McKinlay en otro tra-bajo13 seminal apuntó la necesidad de reorientarlas políticas sanitarias interviniendo “río arriba”y no “río abajo”, es decir, antes de que la enfer-medad esté instaurada y aparezca en la con-sulta. Este mismo investigador estimó, tras es-tudiar la evolución en EE.UU. de cinco enferme-dades infecciosas (gripe, neumonía, difteria, tosferina y poliomielitis), que desde 1900 única-mente el 3,5% de la disminución total de la mor-talidad podría atribuirse a las medidas médi-cas14. En esta misma línea, a mitad de la décadade los años 90, el epidemiólogo John P. Bunker ysus colaboradores15 calcularon que en EE.UU. elaumento de años ganados en la esperanza devida, entre 1950 y 1989, era imputable a los cui-dados médicos aproximadamente en un 40%.

Podrían llenarse páginas comentando los tra-bajos publicados hasta la fecha sobre lo ex-puesto en los renglones precedentes, pero noes esta la finalidad del presente capítulo. El re-

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GRÁFICO 2.Evolución de la tuberculosis pulmonar en Massachusetts (1861-1970) y de la tuberculosis en EE UU (1900-2014)

Fuente: Merged mortality rate of “tuberculosis of respiratory system” in Massachusetts 1861-1970, and “tuberculosis”USA 1900-2014. Data collected from reports of the US Census Bureau and CDC-Wonder / the US Center for Disease Control (CDC); AMC-University of Amsterdam, 2016.

Wikimedia Commons. Listapels. CC BY-SA 4.0.

1860 1880 1900 1920 1940 1960 1980 2000 2020

100

200

300

400

0

Tasa

de

mor

talid

a an

ual (

x100.0

00)

1882Identificación

del bacilo tuberculoso

1947Introducción

estreptomicina

1954Vacunación

BCG

Tuberculosis (EE.UU.)

Tuberculosis pulmonar (Massachusetts)

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sumen sería que el estado de salud de la po-blación y su esperanza de vida dependen de va-rios factores que se conocen como determi-nantes de la salud, a saber, la nutrición, la vi-vienda, la higiene pública e individual, loshábitos, el nivel de riesgos laborales y ambien-tales, la genética de cada persona y la calidadde la atención sanitaria. En aras de brindar unaimagen aún más clara, en el Gráfico 3 se hadado un peso (un porcentaje) a cada uno de losgrandes epígrafes bajo los que se agrupan losdeterminantes de la salud, tomándose comobase estudios realizados en EE.UU. Su interésno radica en averiguar cuán exacto es el por-centaje que acompaña a cada epígrafe –impo-sible establecerlo con absoluta precisión y, ade-

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GRÁFICO 3.Panacea versus Higía: determinantes de la salud y su contribución a la muerte prematura

20%Condicionantes

sociales

50%Conducta/habitos

15%Genética

10%Sistema sanitario

5%

Rie

sgos

am

bien

tale

s

Fuente: Elaboración propia con datos tomados de McGinnis JM, FoegeWH. Actual Causes of Death in the United States. JAMA 1993;270(18):2207-2212; Schroeder SA. Shattuck Lecture: We can do better – impro-

ving the health of the American people. N. Engl J. Med 2007; 357:1221-1228; Centers for Disease control and prevention. NCHHSTP Social Deter-

minants of Health [consultado: 20-09-2019]. Disponible en:https://www.cdc.gov/nchhstp/socialdeterminants/faq.html; y Tarlov AR.

Public policy frameworks for improving population health. Ann N Y AcadSci. 1999:896:281-293.

más, varía en cada sociedad y a lo largo deltiempo–, sino en la realidad que nos desvela.

Se finaliza este apartado con el Gráfico 4,que muestra un marco para reflexionar acercade cómo habría que organizar un sistema sani-tario. Para su ejecución se han condensado losresultados de dos artículos16 17 publicados, en1961 y 2001, con el mismo título (The ecologyof medical care) e idéntica finalidad. El gráficonos dice lo siguiente: en un mes cualquiera delaño, en una comunidad, de cada 1.000 perso-nas 800 presentarán sintomatología (de cual-quier tipo), 200 decidirán acudir a la consulta y10 terminarán hospitalizadas. Es muy notableque dos trabajos realizados con 40 años de di-ferencia lleguen a las mismas conclusiones.Nuevamente, no hay que fijarse demasiado enel valor de cada guarismo, sino en la reflexióna la que nos invita el conjunto: desde cómo de-bería orientarse la formación de los médicos(actualmente tan hospitalocéntrica) hasta dequé manera tendrían que distribuirse los re-cursos u organizarse los distintos servicios mé-dicos, pasando por preguntarnos si los siste-mas sanitarios de los países desarrollados noestarán matando pulgas a cañonazos18.

En esta discordancia entre el problema quesupone la enfermedad y los medios emplea-dos para solucionarlo ya reparó entre otros lapatóloga Marcia Angell, al advertirnos de quehoy la vida humana puede ser mantenida porla poderosa tecnología médica aun en las cir-cunstancias más adversas. Pero como ocurrecon todo poder, la medicina también tiene unlado oscuro que se manifiesta cuando se pro-longa la existencia, aunque no exista espe-ranza alguna. Y en esto consiste –en palabrasde esta médica– la trágica ironía de ciertoséxitos clínicos: “algunas personas ahoratemen más vivir que morir porque les espantaconvertirse en rehenes de la tecnología”19.

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En esta misma línea, el filósofo marburguésHans-Georg Gadamer nos dejó esta reflexión:“la salud es un estado de equilibrio... y la per-turbación del equilibrio solo puede evitarse conun contrapeso. Pero todo intento de compensaruna perturbación mediante un contrapeso sig-nifica, a la vez, la amenaza de una nueva pér-dida de equilibrio en la dirección contraria.Basta recordar lo que sentimos al montar porprimera vez en una bicicleta: con qué fuerza nosaferramos al manillar para orientarlo en direc-ción contraria cuando el vehículo se inclinaba yestábamos a punto de caer al otro lado”20.

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Naturaleza versus crianza

El envejecimiento es un fenómeno biológicomultifactorial y complejo, cuyo mecanismo ylas posibles intervenciones dirigidas a fre-narlo o detenerlo son objeto de estudio y con-troversia. A día de hoy, las teorías existentesreflejan solo una parte de una realidad cali-doscópica, de ahí que todavía no disponga-mos de una explicación global sobre los fe-nómenos moleculares que determinan dichoproceso; ni estemos cerca de poder trasladartales conocimientos a la clínica para lograruna longevidad más funcional21. Además, elcambio del patrón epidemiológico del Homosapiens, como tantas otras cuestiones rela-cionadas con la vida, ha puesto sobre lamesa las dificultades en torno al secular de-bate sobre “naturaleza frente a crianza” (na-ture versus nurture)22, especialmente cuandose presenta más como disyuntiva que comovasos comunicantes. A este respecto el on-cólogo Siddhartha Mukherjee en su obra Elgen: una historia personal ha señalado que“si la historia de la genética encierra una lec-ción, es la de que hay que recelar precisa-mente de estas idas y venidas entre la biolo-gía y la cultura”23.

Los cambios anatómicos y funcionales queacompañan a la senescencia comienzan ennuestra especie cuando nos adentramos en lacuarta década de nuestra existencia, antes deque se hagan visibles las transformacionesexternas que configuran la estampa del an-ciano y que continúan hasta la muerte. Estallega cuando la homeostasia, que nos man-tiene al abrigo de las agresiones del medio,fracasa en su cometido.

Las teorías acerca del porqué envejecemosse agrupan en dos grandes modelos. El mo-delo fisiológico, según el cual la senescencia

GRÁFICO 4.Estimación de la prevalencia mensual de enfermedad en 1.000 personas en unacomunidad cualquiera

Fuente: Elaboración propia con datos tomados de White KL, Williams TF,Greenberg BG. The ecology of medical care. N Engl J Med

1961;265:885-892, y Green LA, Fryer GE Jr, Yawn BP y cols. The ecologyof medical care revisited. N Eng J Med 2001;344(26):2021-2015.

1.000personas

800desarrollan

sintomatología

200acuden a consulta

10ingresan en el hospital

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es causada por el desgaste que experimentael cuerpo. Y el modelo evolucionista, que su-giere que la selección natural trataría de ma-ximizar el vigor en la juventud (etapa repro-ductiva) a expensas de su disminución du-rante la vida adulta (senescencia); de talforma que para asegurar la continuidad del li-naje se sacrifica el soma, es decir, el individuose vuelve inútil tras la reproducción24.

El envejecimiento es un proceso que con-cierne al ámbito somático, psicológico y so-cial. Afecta a la persona en su totalidad y, porende, a la forma en la que se relaciona con elmundo. Constituye la última de las tres eta-pas de la vida, que es precedida, primero, porla del crecimiento y luego por la de la repro-ducción. Estas etapas y su duración parecenestar determinadas por un “reloj biológico”,propio de cada especie y capaz de admitir cier-tos grados de libertad, pues es influenciablepor numerosos elementos intrínsecos y ex-trínsecos. De ahí la variabilidad en la longevi-dad que se observa dentro de una especie,pero especialmente entre ellas.

Los trabajos experimentales dirigidos a res-ponder esta cuestión –sobre todo los relacio-nados con el análisis genético– han tenidoque realizarse en organismos modelos comola Drosophila melanogaster (mosca de lafruta), el Caenorhabditis elegans (nematodo) oel ratón de laboratorio. El conocimiento cien-tífico que tenemos hoy sobre el envejeci-miento en nuestra especie nos dice que entreel 20% y el 30% de la longevidad se hereda, lomismo que sucede en muchas enfermedadescrónicas complejas25.

Otro tipo de investigaciones biomédicastambién ha contribuido a que conozcamosmejor las alteraciones fisiológicas que suce-den durante el envejecimiento (Gráfico 5).

Por otro lado, los estudios observacionalesrealizados en gemelos y en cohortes segui-das a lo largo del tiempo han permitido hacernos una mejor idea de la influencia delos factores ambientales y conductuales26.Como es imposible hacer siquiera una brevereferencia a las publicaciones relacionadascon este tema, voy a centrarme por su rele-vancia en los hallazgos de dos investigado-res, Howard S. Friedman y Leslie R. Martin,que han compilado en un libro titulado TheLongevity Project 27.

El psicólogo estadounidense Lewis M. Ter-man (1877-1956), que fue profesor de laUniversidad de Stanford, es conocido porhaber introducido el concepto de cociente in-telectual (CI) y por su obra Genetic Studies ofGenius (1925-1959), donde describió los re-sultados obtenidos después de estudiar unacohorte de 1.500 niños superdotados quecomenzó a seguir allá por el año 1921.Labor que tras su muerte ha sido continuadaentre otros por Friedman y Martin. Estos pro-fesores de psicología han desvelado que mu-chas de las máximas populares que prome-ten una larga vida –casarse, no trabajar de-masiado, tener pensamientos positivos, notomarse la vida demasiado en serio, etcé-tera– no constituyen siempre un atajo para lalongevidad28. Aunque los resultados de estainvestigación están basados en la observa-ción de un grupo de individuos muy particu-lar, esto no invalida el hecho de encontrar-nos ante un estudio longitudinal integradopor un llamativo número de personas y mo-nitorizado de forma muy meticulosa a lolargo de casi un siglo.

Ya al principio de su libro29, Friedman y Mar-tin nos revelan el hallazgo más importante yconstante de su análisis: el ser una persona“responsable” (conscientiousness) es el mejor

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indicadorvii en la niñez como en la adultez debuena salud y longevidad. Para seguidamentesorprender a muchos al descubrir que losniños que podríamos llamar sociables no sonlos que viven más30. Pues, según explican,este tipo de personalidad sucumbe con másfacilidad a la presión social que supone fre-cuentar ambientes donde “todo lo que hayque hacer” es fumar y beber31.

Aunque de manera intuitiva todos pensa-mos que perder a un progenitor por causa deun divorcio es menos traumático que por fa-llecimiento, en lo que concierne a la longevi-dad los datos de esta cohorte demuestran locontrario. Hasta tal punto que el divorcio pa-rental durante la niñez constituye “el indica-

dor social individual más determinante demuerte prematura”32.

Llama la atención que entre los integrantesde la cohorte del profesor Terman trabajarduro para superar la adversidad o echarse a laespalda más asuntos de los que uno puede eincluso sacarlos adelante, en general, no seasoció con un riesgo para la salud. Esforzarsepor lograr objetivos, establecer otros nuevoscuando se han alcanzado los previos y man-tenerse comprometido y productivo son exac-tamente las cosas que ayudan a disfrutar deuna larga existencia33.

Uno de los mitos en torno a la longevidadse puede resumir en “cásate y vivirás más

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GRÁFICO 5.Algunas teorías biomédicas que explican por qué envejecemos

Fuente: elaboración propia

Acortamiento del telómeroLa senectud se asociaría con una disminuciónde la capacidad de duplicación y réplica celularpor acortamiento de los telómeros

Alteraciones hormonalesLos relojes biológicos que gobiernan lasecreción hormonal determinarían el ritmodel envejecimiento

Defensas deficientesEl sistema inmunológico estaría programado paradeclinar con el tiempo, lo que condicionaría unamayor vulnerabilidad a las presiones ambientales

Estrés oxidativoLa acumulación de radicales libres dañaríanlas macromoléculas de las células, lo queterminaría minando la respuesta al estrés

Disfunción mitocondrialLas alteraciones en el ADN mitocondrial interferiríanen la función y el metabolismo de la célula

GenéticaLa activación y desactivación de ciertos genes provocaría el envejecimiento. Asimismo, el número y la acumulaciónde mutaciones genéticas, que aumenta con la edad,deterioraría el funcionamiento celular

vii Los datos del “Dunedin Multidisciplinary Health and Development Study” (Moffitt T.E. y cols. “A gradient of childhood self-controlpredicts health, wealth, and public safety”. PNAS. 2011;108:2693-2698) y del “Hawaii Personality and Health Cohort” (Hampson S.y cols. “Forty years on: Teachers’ assessments of children’s personality traits predict self-reported health behaviours and outcomes atmidlife”. Health Psychology, 2006;25:57-64) también han revelado que ser una persona “responsable” es probablemente el mejorindicador de buena salud.

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tiempo”. Pero otra vez los datos aportados porFriedman y Martin nos revelan una realidad algodiferente. En lo que concierne a los hombres, elmatrimonio es un buen promotor de la saludsobre todo para aquellos que son felices den-tro de él. Para el resto, todo son complicacio-nes. Los que se divorcian y permanecen en esasituación tienen un alto riesgo de mortalidadprematura y mejor les hubiera ido sin casarse.Incluso, los que tropiezan dos veces en lamisma piedra y abrazan de nuevo el connubioviven menos que los que nunca se divorciaron.Por contra, a las mujeres divorciadas les vamejor quizá porque el hecho de deshacerse deun marido molesto las mantiene sanas. Y tam-bién porque suelen gozar de un mayor apoyopor parte de amigos y conocidos34.

El aislamiento social real y percibido estáasociado con un mayor riesgo de mortalidadprematura, formando parte de una constelaciónde diversos factores de riesgo35. En una revisiónde metanálisis llevada a cabo por Julianne Holt-Lunstad y colaboradores36 se evidenció un au-mento estadísticamente significativo de la mor-talidad por causa del aislamiento social (socialisolation), la soledad (loneliness) o el hecho devivir solo (living alone). Después de tener encuenta las múltiples covariables que pueden in-cidir en el resultado, los autores concluyeronque la mayor probabilidad de muerte era res-pectivamente del 26%, 29% y 32%.

La senectud, al igual que sucede con lasalud y muchas enfermedades, solo se puedeentender abordándola como un sistema com-plejo, de dinámica no lineal, en el sentido deque no basta con conocer el comportamientode cada uno de los elementos interactuantes

para comprender el conjunto, ya sean esoselementos de naturaleza biológica, conduc-tual, ambiental o social. Aunque no se dis-ponga de una definición satisfactoria sobrequé es un sistema complejo, podríamos decirque es un conjunto de elementos que interac-túan entre sí, de suerte que si uno de ellossufre una modificación todos los demás seven afectados y, por lo tanto, el conjunto setransforma. Los cambios que se observan sondinámicos al estar sujetos a las escalas deespacio y tiempo. Un sistema complejo no esla simple suma de las partes que lo integran,sino el resultado de la interacción entre suselementos de la que emergen las propiedadesdel conjunto37. Dicho de otra forma, las inter-acciones dentro del sistema –por pequeñasque sean– son más importantes que los ele-mentos que lo componen, por eso no es fácilentender lo macro a partir de lo micro, aunquelo micro siempre sea lo más simple y apre-hensible. Ya nos había advertido Heráclito deque “los hombres se dejan engañar en el co-nocimiento de las cosas visibles”.

El envejecimiento no es una enfermedad

Damos por sentado que no es tarea fácil paracualquier especie sacudirse apresuradamentede encima la herencia atesorada en sus genesdurante un largo y trabajoso pasado evolutivo.Por ello no puede extrañar que el primer obs-táculo a sortear –para mantener la afirmaciónque encierra el título de este apartado– sea elde establecer a qué edad se puede considerara un individuo anciano. Aunque una gran partede la sociedad la situaría aún alrededor de los65 añosviii, principalmente porque es el mo-mento en el que está (o estaba) prevista la ju-

Notas para entender mejor el envejecimientoJOSÉ LUIS PUERTA

viii Incomprensiblemente, los estudios y proyecciones poblacionales siguen fijando los 65 años como el fin de la edad laboral y demanera implícita el comienzo de la vejez, cuando nadie cuestionaría que, en un país como España, los 65 años al comienzo delsiglo pasado equivalen hoy a una edad de 80 años o más.

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bilación, se puede ir al cine con una reducciónen el coste de las entradas o viajar en trans-porte público con una importante bonificación,esta cuestión sigue sin respuesta. Esta dificul-tad también se traslada a la especialidad mé-dica que conocemos como geriatría, a la quetampoco le resulta fácil señalar un punto decorte que determine qué es un paciente geriá-trico. Al no ser la edad el único ni el principaldeterminante, sino una serie de factores comola fragilidad, la labilidad social, la soledad o lasdisfunciones psíquicas y físicas, así como lasposibilidades de revertir, aminorar o controlaradecuadamente esos factores. No todos los in-dividuos con una patología (aguda o crónica) ymás de 65 años necesitan cuidados geriátri-cos, estos solo los requieren entre el 10% y el15% de los pacientes atendidos por el sistemasanitario por encima de esa edad38.

El envejecimiento es un proceso natural,continuo y, al menos hasta la fecha, irreversi-ble, que se caracteriza por el deterioro de losórganos corporales y, por lo tanto, de la re-serva funcional, esto es, de la capacidad quetiene el individuo para mantener la homeosta-sia en las situaciones de estrés. Errónea-mente, muchos catalogan estos cambios deenfermedad y animan a los ancianos a po-nerse bajo las órdenes del personal sanitario.Cuando se tocan estas cuestiones convieneescuchar otras campanas y nada como tenera mano la obra del pensador austriaco IvanIllich, Némesis Médica, en la que puede leerse:“La medicalización de la vida también se ma-nifiesta en la clasificación iatrogénica de lasedades del hombre, que queda instalada enla cultura cuando la gente acepta como ver-dad trivial que las personas necesitan unaatención médica sistemática por el simplehecho de que van a nacer, de que son reciénnacidos o de que han alcanzado la infancia, lamenopausia o una edad avanzada”39.

En cierto sentido, la medicina –hay que te-nerlo presente– ve el mundo reflejado en unespejo. Lo anormal dibuja la frontera de lo nor-mal y la desviación los límites de lo acepta-ble. Por ello, cuando la variante de un gen en-torpece la adaptación de un organismo a unambiente específico, se clasifica el fenómenocomo “enfermedad”. Cuando la misma va-riante favorece la adaptación en un entornodistinto, decimos que el organismo está “ge-néticamente adaptado”40.

Aunque la vejez no debe considerarse per seuna patología, en muchas personas con la edadse instaura un estado de fragilidad aún no bienestudiado, consecuencia –como se ha dicho–de una disminución de la reserva fisiológica yuna mayor vulnerabilidad a las situaciones deestrés. La fragilidad se puede definir como unsíndrome de desgaste caracterizado por debili-dad, fatiga, baja actividad, lentitud en los movi-mientos y adelgazamiento41. Y supone un mayorriesgo de caídas, discapacidad y muerte; almenos para una parte de la población ancianaen esto consiste la vejez. Cuestión distinta seríadecidir si debe o no catalogarse la fragilidadcomo una entidad patológica42.

Para Lipsitz y Goldberger43 la “pérdida decomplejidad” de la homeostasia podría consti-tuir el principio general que explique el enveje-cimiento de los sistemas y órganos, al provo-car un estrechamiento de las fluctuaciones al-tamente variables que se registran en losprocesos fisiológicos normales y que se ase-mejan al “caos”. Ese estrechamiento reduce –conforme alcanzamos edades más provectas–la capacidad de adaptación al estrés. Hipóte-sis que está respaldada por observaciones quemuestran una disminución de la variabilidad fi-siológica de la frecuencia cardíaca, la tensiónarterial y los potenciales electroencefalográfi-cos, así como de la liberación de hormonas pul-

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sátiles. Sin embargo, esa pérdida de compleji-dad puede ser en alguna medida mitigada. Dehecho, los atletas que llegan activos a la edadanciana muestran una mayor variabilidad de lafrecuencia cardíaca que sus coetáneos seden-tarios44. El geriatra Walter M. Bortz ha afirmadoque son “las piernas, no el cerebro, ni el cora-zón, ni los pulmones, la parte más importantedel cuerpo de las personas mayores”45.

En resumen, la senectud no constituye unestadio homogéneo que nos iguala a todos,ya que existen diferencias significativas entrecoetáneos con relación al grado funcional que

exhiben los distintos sistemas de la economíacorporal, pudiéndose apreciarse también dife-rencias funcionales en un mismo individuo.

Qué ha hecho que vivamos más y qué se puede seguir haciendo

Aunque los estudios sobre dinámica de po-blaciones tienen ya dos siglos de antigüedad,el crecimiento de la población (Gráfico 6), elalargamiento de la esperanza de vida, la caídade la mortalidad infantil y la reducción de lanatalidad –especialmente desde mediados delsiglo pasado– es un asunto intrincado que

Notas para entender mejor el envejecimientoJOSÉ LUIS PUERTA

GRÁFICO 6.Evolución de la población mundial desde el Neolítico hasta 2018 dC

Fuente: Elaboración propia con datos tomados de United Nations. The World at Six Billion, 1999, pp 5 y 8; y Wikipedia. World population (acceso: 6-5-2019). Disponible en https://en.wikipedia.org/wiki/World_population

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cuesta explicar y predecir de una manera glo-bal. Por otro lado, la reducción de la mortali-dad, también en las edades más avanzadas,nos hace entrever que todavía no hemos al-canzado el límite al que puede llegar la espe-ranza de vida en nuestra especie.

La esperanza de vida al nacer ha aumen-tado sustancialmente a lo largo del últimosiglo y medio (Gráfico 7), principalmente de-bido al descenso de la mortalidad infantil porlos motivos ya expuestos. Desde la décadade 1970, el principal motor del alargamientocontinuo de la esperanza de vida en los paí-ses industrializados, una vez yugulada la mor-talidad infantil, ha sido la caída de la mortali-dad entre las personas mayores, específica-mente la causada por enfermedades notransmisibles (Gráfico 1). Esta transición epi-

demiológica se ha traducido –notablementeen los países ricos– en un aumento muy im-portante de la edad de fallecimiento (véasela “nota i” de este artículo). La población mun-dial de ≥60 años crece a razón de 20 millo-nes de individuos (alrededor del 3%) por año.Estimándose que para el año 2030 habrá1.400 millones de personas de ≥65 años,que representarán el 12% de la poblaciónmundial total, dado que ese grupo etario se-guirá aumentando mientras que la poblacióngeneral decrecerá46.

Esta tendencia a alcanzar edades provec-tas se aprecia en todos los países, lo que de-muestra que las tasas de mortalidad en losgrupos etarios por encima de los 60 añosestán disminuyendo. A esto ha contribuido latecnología médica de la que disponemos

DEBATES SOBRE LONGEVIDAD MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

GRÁFICO 7.Esperanza de vida de la población española según la edad, en varios años seleccionados(1908, 1918, 1928, 1938, 1948, 1958, 1968, 1978, 1988, 1998, 2008, y 2016)

Fuente: Elaboración propia con datos tomados de Spain, Life tables (period 1x1), Total Last modified: 05 Oct 2018; Methods Protocol: v6 (2017).Human Mortality Database. University of California. Berkeley (USA), and Max Planck Institute for Demographic Research (Germany).

Availables at www.mortality.org [consultado 17-/7/2019]

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desde la década de 1970, y en especial lostratamientos farmacológicos y quirúrgicos di-rigidos a las enfermedades cardiovasculares.De manera sumaria puede afirmarse que lamitad de la reducción de la mortalidad car-diovascular registrada desde entonces se hadebido al tratamiento de la enfermedad ya es-tablecida. Y la otra mitad a la reducción delos factores de riesgo, particularmente el há-bito nicotínico, la hipertensión arterial y la hi-percolesterolemia.

En los países más ricos el descenso de lasenfermedades cardiovasculares no relaciona-das con el hábito nicotínico y la mortalidad pordiabetes fueron las que más favorecieron el au-mento de la esperanza de vida en los mayoresde 60 años. Naturalmente, también contribuyóa esto la caída de la mortalidad causada por eltabaco sobre todo entre varones. La disminu-ción de la mortalidad por cáncer no relacionadacon el tabaco fue más importante para las mu-jeres que para los hombres, merced a los avan-ces en el tratamiento del cáncer colorrectal,cáncer de mama, cáncer testicular, enfermedadde Hodgkin y leucemia linfoblástica aguda, sinolvidar la ampliación de los programas de cri-bado y detección precoz para algunos tumores.

Sin embargo, a estas alentadoras tenden-cias globales se opone el creciente problemade la obesidadix y la consiguiente plaga de dia-betes tipo 2, lo que podría suponer –a la larga–un estorbo para la mejora de las tasas de mor-talidad en la vejez, aunque su efecto negativo

hasta la fecha haya sido pequeño. Asimismo,en aquellos países desarrollados en los que yase han alcanzado niveles bajos de tabaquismoy también de mortalidad por patología cardio-vascular en ambos sexos, las reducciones adi-cionales en la mortalidad podrían enlentecerse.Es posible que, por causa del envejecimientomás acusado que se observa en las socieda-des más ricas, las demenciasx ejerzan un efectonegativo sobre las tasas de mortalidad en laspróximas décadas47.

Por último, hay que subrayar que el tabacoes, indubitadamente, el factor de riesgo másimportante para la salud en España, seguidode la hipertensión arterial, el índice de masacorporal alto, el consumo inmoderado de al-cohol y la glucemia en ayunas elevada48.

Fácilmente se adivina que una importanteporción de nuestro bienestar futuro, del que de-pende en gran medida disfrutar de una buenasalud, pivota sobre elementos que nosotrosmismos podemos modificar. En efecto, nosomos capaces de revertir la vejez, pero sí dealigerar el peso de la carga de la enfermedaden la última etapa de nuestra vida.

Coda: una nueva sanidad para un nuevo tiempo

El destronamiento de la enfermedad agudapor la enfermedad crónica, que no mata alpoco tiempo de manifestarse, sino que sehace compañera del individuo durante déca-

Notas para entender mejor el envejecimientoJOSÉ LUIS PUERTA

ix En España las cifras de obesidad en niños de edades comprendidas entre los 2 y los 13 años siguen siendo preocupantes, aun-que se haya registrado una ligera mejoría, pues se situaron en el 33,9% (entre 2007 y 2010) y en el 32,1% (entre 2011 y 2016).En Polonia y Suiza, por ejemplo, los porcentajes fueron, respectivamente, del 12,5% y del 14,4%. Estos niños tienen un mayorriesgo de obesidad en la edad adulta y, por ende, una mayor carga de enfermedades crónicas (diabetes tipo 2, enfermedadescardiovasculares, cáncer, etcétera) y un peor envejecimiento (Garrido-Miguel M., Cavero-Redondo I., Álvarez-Bueno C., et al. “Preva-lence and Trends of Overweight and Obesity in European Children From 1999 to 2016: A Systematic Review and Meta-analysis”. JAMAPediatrics, 2019, Aug. 5:e192430. doi: 10.1001/jamapediatrics. 2019.2430).

x Las demencias y la enfermedad de Alzheimer constituyen, respectivamente, la cuarta y la sexta causa de muerte en España.

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das, ha sido uno de los motores de la longe-vidad de la que disfrutamos. La transición epi-demiológica constituye uno de los logros hu-manos más importantes de la Historia delHomo sapiens. Sin embargo, la forma en quese proveen las prestaciones sociales y se or-ganizan los sistemas sanitarios no han evolu-cionado de acuerdo con la realidad demográ-fica, social, familiar, económica y tecnológicaen la que vivimos.

Sin querer entrar en otros aspectos (que seatienden en otros capítulos), el envejecimientoplantea un desafío político por la enorme pre-sión que ejerce sobre el gasto público comoconsecuencia del tipo de prestaciones que de-manda y las tensiones que provoca. En los países de la OCDE una esperanza de vida másprolongada junto a una tasa de fecundidad es-tancada, desde 1990, ha elevado la propor-ción de adultos mayores de 65 años con rela-ción a aquellos en edad de trabajar: del19,5%, en 1975, al 30% en la actualidad. Desuerte que el gasto social cada vez se escoramás hacia las edades más provectas; sin ol-vidar que en nuestro medio el subsidio de des-empleo supone también una importante cargapara el erario. En términos generales, a me-dida que el votante medio de los países de laOCDE envejece un año, la proporción del PIBdestinado al gasto en salud aumenta un0,25%. Lo mismo reza para las pensiones. Si-tuación que supone una amenaza para el con-trato implícito entre generaciones49.

Los actuales patrones de (co)morbilidad,discapacidad, fragilidad y dependencia exigenotra organización de la atención sanitaria y, porsupuesto, del Sistema Nacional de Salud(SNS), algo que hasta la fecha no ha sido capazde liderar el ministerio del ramo, ni las comu-

nidades autónomas, pese a que estas disfru-tan de una enorme autonomía. Me refiero a lanecesidad de articular un sistema integrado deatención sociosanitaria que tendría que acabarcon el “horario de ventanilla”, la funcionariza-ción de los recursos humanos y la renuencia aconsiderar el SNS como un todo, independien-temente de donde resida el ciudadano. Estosobstáculos constituyen una grave dificultadpara cualquier intento de vertebrar con más agi-lidad y menos carga burocrática: la asistenciasocial, la atención primaria, el hospital, la hos-pitalización o la consulta en el propio domicilio,el hospital de día, los centros de media y largaestancia, y las residencias. Sin esa deseablereforma –sobre la que han corrido y siguen co-rriendo ríos de tinta– es imposible acercarnosa lo que debería ser el gran objetivo: resolvercon solvencia las necesidades sociosanitariasde los ciudadanos, lo que supondría atenuarlas injustificadas diferencias que existen conrelación a la efectividad clínica, entendiendoesta como la consecución de unos resultadosóptimos cuando se interviene en una determi-nada patología.

Hoy sabemos que el mantenimiento denuestra salud es el resultado de un sistemacomplejo, no lineal, en el que juegan un papeldeterminante los aspectos conductuales, so-ciales, ambientales y biológicos. Por eso, aun-que nadie lo quiera decir y menos aún un po-lítico, el derecho a la sanidad no puede (nidebe) estar desvinculado de la responsabili-dad –excepto en los casos que todos tenemosen la cabeza– que cada ciudadano tiene conrelación al mantenimiento de su propia salud,ni del uso racional y justificado de las presta-ciones sociales que mantenemos con nues-tros impuestos. Cada parte debe hacer los de-beres que le corresponde.

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2 Conrad P, Schneider J.W. Deviance andmedicalization: from badness to sickness.Philadelphia: Temple University Press; Ex-panded Ed. edition, 1992.

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4 Pérez Moreda V., David-Sven R., Sanz Gi-meno A. La conquista de la salud: Mortali-dad y modernización en la España contem-poránea. Madrid: Marcial Pons, Edicionesde Historia, 2015, p. 395.

5 García Vargas J. Prólogo, en: Sevilla J.,Riesgo I. Qué está pasando con tu sanidad.Madrid: Profit Editorial, 2018, p. iii.

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7 Relman A.S. “The new medical-industrialcomplex”. New England Journal of Medicine.1980;303(17):963-970.

8 Callahan D. (dir.). Los fines de la medicina.El establecimiento de unas prioridades nue-vas. Un proyecto internacional del HastingsCenter. Cuadernos de la Fundació VíctorGrífols i Lucas. Barcelona: Fundació VíctorGrífols i Lucas. 2004, p. 64.

9 Varela J., Zapatero A., Gómez-Huelgas R.,et al. Por una Medicina Interna de Alto Valor.Madrid: Sociedad Española de Medicina In-terna, 2017, p. 157.

10 Wen L., Kosowsky J. When Doctors Don’tListen: How to Avoid Misdiagnoses and Un-necessary Tests. New York: Thomas DunneBooks, St. Martin’s Griffin. 2014, p. 72.

11 Lalonde M. A new perspective on the healthof Canadians. Ottawa, ON: Minister of Supplyand Services Canada, 1974. Disponible en:http://www.phac-aspc.gc.ca/ph-sp/pdf/perspect-eng.pdf

12 McKeown T. The Role of Medicine: Dream,Mirage, or Nemesis? London: NuffieldProvincial Hospitals Trust, 1976.

13 McKinlay, J. “A case for refocusing up-stream: The political economy of illness”. EnGartley J. (Ed). Patients, Physicians and Ill-ness: A Sourcebook in Behavioral Scienceand Health. Free Press: New York, NY, USA,1979; pp. 9–25.

14 MCKinlay J.B., MCKinlay S.M. “The Ques-tionable Contribution of Medical Measuresto the Decline of Mortality in the UnitedStates in the Twentieth Century”. The Mil-bank Memorial Fund Quarterly. Health andSociety, 1977;55(3):405-428.

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Referencias bibliográficas

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26 Caruso L.B., Silliman R.A. “Medicina ge-riátrica”, en Fauci A.S., Braunwald E., Kas-per D.L. y cols. Harrison. Principios de Me-dicina Interna. 17a. México: Mcgraw-Hill,2008, p. 55.

27 Friedman H.S., Martin L.R. The LongevityProject: Surprising Discoveries for Healthand Long Life from the Landmark Eight-Decade Study. New York: Hudson StreetPress, 2011.

28 Ibid., pp. xi-xii.

29 Ibid., p. 15.

30 Ibid., p. 24.

31 Ibid., p. 26.

32 Ibid., p. 80.

33 Ibid., pp. 135-145.

34 Ibid., pp. 17-19.

35 Holt-Lunstad J., Smith T.B., Layton J.B.“Social relationships and mortality risk: Ameta-analytic review”. PLoS Medicine,2010;7(7), e1000316. doi:10.1371/jour-nal.pmed.1000316.

36 Holt-Lunstad J., Smith T.B., Baker M., etal. “Loneliness and social isolation as riskfactors for mortality: a meta-analytic review”.Perspectives on Psychological Science,2015;10:227-237.

37 Complex system (sin fecha). En Wikipedia[consultado: 10-9-2019]. Disponible en:https://en.wikipedia.org/wiki/Complex_system

38 Ribera Casado J.M. Introducción. En: Roz-man C., Cardellach F. (eds.). Farreras-Roz-man. Medicina Interna, 18ª Edición. Barce-lona: Elsevier España, S.L.U. 2016, pp.1229-1235.

39 Illich I. Némesis médica: la expropiación dela salud. Barcelona: Barral Editores, 1975,p. 53.

40 Mukherjee S. El gen. Op. cit., pp. 387 y 411.

41 Cruz-Jentoft A.J., Kiesswetter E., Drey M.,et al. “Nutrition, frailty, and sarcopenia”.Aging Clinical and Experimental Research.2017;29:43-48.

42 Bortz W.M. Next Medicine: The Science andCivics of Health. Oxford (NY): Oxford Univer-sity Press, 2011, p. 159.

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43 Lipsitz L.A., Goldberger A.L. “Loss of ‘Com-plexity’ and Aging: Potential Applications ofFractals and Chaos Theory to Senescence”.JAMA. 1992;267(13):1806-1809. doi:10.1001/jama.1992.03480130122036.

44 Taffet G.E. Normal aging. Schmader K.E,Givens J., ed. UpToDate. UpToDate Inc [con-sultado: 12-7-2019]. Disponible en:https://www.uptodate.com

45 Bortz W.M. Next Medicine. Op. cit., p. 160.

46 Newman A.B., Cauley J.A. Epidemiology ofaging. Op. cit, p. 96.

47 Mathers C.D., Stevens G.A., Boerma T., et al.Causes of international increases in older agelife expectancy. Lancet 2015;385:540-548.

48 Soriano J.B., Rojas-Rueda D., Alonso J., etal. “La carga de enfermedad en España: re-sultados del Estudio de la Carga Global delas Enfermedades 2016”. Medicina Clínica(Barcelona) 2018;151(5):171–190.

49 The Economist. “Repairing the safety net”.12-07-2018 [consultado: 27-09-2019]. Dis-ponible en:https://www.economist.com/international/2018/07/12/the-welfare-state-needs-updating

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La creciente longevidad de la que gozanlas poblaciones de las sociedades desa-rrolladas actuales, entre las que destaca

España, a la cabeza en esperanza de vida alnacer, supone una excelente noticia, si bienentraña, al mismo tiempo, una serie de retospara nuestro modelo económico. Diversas teo-rías abordan esta cuestión sin que exista unaposición unívoca. En el presente trabajo seanaliza la evolución que cabe esperar en la po-blación activa, así como los diferentes patro-nes de consumo y ahorro que rigen el com-portamiento de los individuos en función de laetapa de vida en la que se encuentran. Todosestos factores tendrán su influencia sobre laproductividad, el crecimiento potencial, lostipos de interés o la inflación, sin olvidar queexisten otras palancas distintas de la demo-gráfica que pueden actuar como fuerzas con-trapuestas.

Introducción

La mejora en la esperanza de vida al naci-miento en Europa ha sido una constante enlas últimas décadas, lo que ha tenido su re-flejo en una población más longeva. En la ac-tualidad, según datos de Eurostat, la espe-ranza de vida al nacer para un ciudadano de laUnión Europea se sitúa en casi 84 años en elcaso de ser mujer y en 78 años para el casode un varón. Esta mayor longevidad se en-cuentra ligada a los avances médicos, quebeben, fundamentalmente, de las tres revolu-ciones que tuvieron lugar en el pasado sigloXX: la terapéutica, la biológica y la tecnológica(Rodríguez-Pardo del Castillo y López Farré,2017). En la medida en que es previsible queestos tres campos continúen desarrollándose,esta tendencia a vivir cada vez más años pre-valecerá. A este respecto, Eurostat prevé que,para el 2070, la esperanza de vida en la UE

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Gregorio Izquierdo LlanesDirector General del Instituto de Estudios Económicos

Nicolás Vicente RegidorInvestigador Asociado del Instituto de Estudios Económicos

II. Implicaciones económicas

de una sociedad más longeva

Longevidad y nuevo modelo económico productivo

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sea del orden de 90 años para las mujeres yde 86 años para los varones.

La realidad española en este campo es in-cluso mejor que la europea. Uno de los prin-cipales avances de la sociedad española, yque tiene un reflejo directo positivo en los ín-dices de desarrollo humano, es el del incre-mento constante de la esperanza de vida, queen 1975 estaba en 73 años, mientras que enla actualidad ronda los 83 años de promedio,una de las más altas de Europa junto a paí-ses como Italia y Suiza. La esperanza de vidade las mujeres españolas es aún mayor, yaque se acerca a los 86 años, y supera, portanto, a la de los varones, que ronda los 80años. Además, el INE prevé que, en los próxi-mos cuarenta y cinco años, la esperanza devida de las mujeres y varones supere los 91 y88 años, respectivamente.

Tal aumento de la longevidad ha provocadouna elevación del número de personas mayo-res de 65 años en España, que en 1975 erade 3,7 millones, mientras que en la actualidadse acerca a los nueve millones, al tiempo que,para el 2033, según las proyecciones demo-gráficas del INE, se espera que habrá más de12 millones de personas en esta franja deedad. La experiencia histórica de las proyec-ciones de mortalidad nos permite pensar queel INE posiblemente se queda corto con susproyecciones de esperanza de vida realizadasa partir de las series de defunciones, ya que,por definición, no puede recoger la continuamejora de los avances médicos y sanitariosque nos van a permitir prolongar nuestra vidaen las próximas décadas más allá de lo quese contempla en la actualidad.

En el año 2017 tuve el privilegio de interve-nir en la “Comisión Especial sobre la Evolucióndemográfica en España” que se organizó en el

Senado, en mi condición, entonces, de Presi-dente del Instituto Nacional de Estadística. Mevoy a permitir reproducir literalmente mi opiniónsobre la valoración de la longevidad, tal y comoliteralmente quedó registrada en el Diario deSesiones del Senado de 18 de abril de 2017(página 12): “Creo que el aumento de la espe-ranza de vida es un logro social; el que la genteviva más en España es un logro de la sociedad,es un mérito. A mí, como ciudadano español,me encanta que España encabece la espe-ranza de vida, que la gente viva más años y consalud. Considero que es muy positivo. ¿Queesto va a significar nuevos retos para la socie-dad? Sin duda alguna, pero también nuevasoportunidades, porque las personas de másedad van a suponer también un factor de cre-cimiento”. Precisamente el objeto de este artí-culo va a consistir en desarrollar y explicar estaafirmación que realicé en su día.

Longevidad y crecimiento económico

Para aproximarnos a la relación existenteentre la longevidad y el crecimiento económicose puede utilizar como marco teórico concep-tual cualquiera de los modelos de crecimientoque plantea el producto como resultante de laacumulación de factores productivos (trabajo ycapital) y de la eficiencia en su utilización. Deesta forma, entendemos el crecimiento po-tencial como función del stock de capital, delnivel potencial de empleo y de la productivi-dad total de los factores.

Pues bien, la longevidad incide sobretodas estas variables. La ralentización delcrecimiento de la población en edad de tra-bajar, primero, y su descenso en términos ab-solutos, después, puede suponer un retro-ceso paulatino de la tasa de desempleo. Apartir del momento en que se alcance elpleno empleo, pero, sobre todo, cuando la

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mano de obra comience a descender en tér-minos absolutos, las tensiones en el mercadolaboral debidas a la escasez de oferta pue-den conducir a unos salarios reales más ele-vados. El descenso de la mano de obra re-sultaría en un crecimiento del producto mar-ginal del trabajo, que haría posible losmayores salarios (Group of Ten, 1998). En lamedida en que la disponibilidad de trabajo secontrae por el mayor peso de las cohortesmayores pasivas, la escasez relativa de estefactor conllevaría un aumento del nivel retri-butivo de los ocupados, lo que disminuiría larentabilidad y, por ende, la asunción de nue-vos proyectos de inversión, que son la clavedel crecimiento a largo plazo. Existe otro fac-tor que puede contribuir a una aceleración enel crecimiento de los salarios reales como re-sultado de la evolución demográfica, y es elincremento del peso de los trabajadores demás edad y experiencia con respecto al total,ya que estos están mejor retribuidos que losde menor edad, al existir una cierta correla-ción en nuestro país entre antigüedad y nivelsalarial.

La pérdida de población activa derivada delenvejecimiento demográfico consecuencia delmayor peso relativo de las cohortes mayoresno necesariamente tiene que provocar una pér-dida de producto equivalente, ya que, ceterisparibus, la reducción del desempleo mencio-nada puede funcionar como un colchón amor-tiguador que permita absorber esta pérdida depoblación activa sin una correlativa reducciónde la población ocupada que es la que afectaal crecimiento de una forma más directa. Entodo caso, a medio y largo plazo el desempleoestructural, caracterizado por la inadecuadacualificación, actuaría de freno, con lo que losefectos negativos sobre el mercado laboral amedio plazo deberían ser incuestionables, es-pecialmente a partir de la próxima década, una

vez que entren en la edad de jubilación las den-sas cohortes de los años sesenta.

El nivel potencial de empleo depende tantode la población en edades potencialmente acti-vas como de la propensión de la población a serlaboralmente activas, circunstancia esta últimaque está muy relacionada con la distribución poredades de la población (Balleer, Gómez-Salva-dor y Turunen, 2014). Por un lado, los jóvenesdifieren su entrada al mercado laboral a la fina-lización de sus estudios, y por el otro, los co-lectivos maduros tienden a abandonar la activi-dad incluso antes de la edad legal teórica de ju-bilación, entre otras razones, debido a laselevadas tasas de cobertura de los niveles delas pensiones (rentas pasivas) respecto a lasretribuciones salariales (rentas activas).

Los escenarios de futuro de los efectos delcambio en la estructura por edades de la po-blación no pueden hacerse extrapolando al fu-turo los actuales comportamientos individua-les (Fundación Innovación Bankinter, 2018).Las sociedades previsiblemente reaccionaránante esta nueva situación con cambios insti-tucionales que alteren la estructura de incen-tivos de los individuos. Es más, la racionali-dad económica obligaría a que los individuos,en un escenario de mayor esperanza de vida(con un periodo más prolongado de consumoen la etapa tardía y con mayores necesidades,por tanto, de ahorro previo), posterguen susdecisiones de jubilación, con el consiguienteretraso en la edad efectiva de jubilación, es-pecialmente si las reformas en los sistemasde pensiones aumentan el coste de oportuni-dad de jubilarse de forma anticipada. Además,los procesos migratorios, la convergencia delas tasas de actividad femeninas con las mas-culinas y las de las trabajadoras de más edadcon el resto pueden compensar también losmenores efectivos demográficos disponibles.

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Longevidad y productividad

Las declinantes proyecciones demográficasde futuro y sus consecuencias en términos depérdida de capital humano son condición ne-cesaria para el estancamiento secular, perono son suficientes en sí mismas, sino que ne-cesitan a su vez que la productividad no lle-gue a compensar este fenómeno. Lo cierto esque la evolución de la productividad en perio-dos largos siempre ha sido positiva. Por eso,no deja de sorprender el argumento de queesta está abocada a declinar, bajo la tesis deque los ciclos de innovación y educación delpasado van a ser irrepetibles en el futuro (Gor-don, 2014), lo cual siempre es posible, perono deja de ser una especulación peor o mejorfundada.

La evolución de la productividad viene de-terminada por el ritmo de inversión en capitalfijo y por el progreso tecnológico. La inversiónse relaciona con el envejecimiento demográ-fico derivado de la longevidad por diversasvías. Por un lado, esta inversión podría redu-cirse en la medida en que, considerando cons-tante el equipo de capital productivo necesa-rio para cada trabajador existente, cayera elnúmero de estos últimos. Es decir, que con elmismo stock de capital, al reducirse el númerode trabajadores, cada puesto de trabajo pa-saría a ser automáticamente más capital in-tensivo; o lo que es lo mismo, no sería nece-sario incrementar la inversión por encima delos niveles actuales para elevar el stock de ca-pital por trabajador (Ahn y Hemmings, 2000).

En cuanto al progreso tecnológico, desdeel punto de vista teórico existen visiones en-contradas sobre cómo puede verse influidopor la mayor longevidad de la mano de obra,pero no existe una evidencia empírica clara alrespecto (Turner et al., 1998). Por una parte,

un canal importante de mejora de productivi-dad puede surgir por la vía de unos mayoresniveles de inversión necesarios para optimizarel uso del factor trabajo, una vez el mismo sehaya podido encarecer como consecuencia desu escasez relativa. Ello puede suponer, a suvez, un incentivo a la innovación tecnológica,acelerando así el progreso, que permitiría con-trarrestar el descenso de la mano de obra conun incremento de su productividad (Group ofTen, 1998). En todo caso, las naciones conmenor tasa de crecimiento de la mano de obrasuelen experimentar un crecimiento de la pro-ductividad más rápido.

Se supone que la relación entre la produc-tividad y la estructura por edades de la pobla-ción sigue normalmente una función cuadrá-tica de U invertida (Naciones Unidas, 2013).Esta productividad aumentaría en las etapasiniciales de la vida laboral, lo que es cohe-rente con la progresión salarial individual, parallegar al máximo nivel de ingresos a partir dela mediana edad, momento en el que comen-zaría a decrecer. Así, se ha estimado que unincremento de un punto porcentual en la co-horte de trabajadores de entre 55 y 64 añosde edad está vinculado a una disminución(menos que proporcional) de la productividadtotal de los factores (Aiyar et al., 2016). Lostrabajadores de edades cercanas a la jubila-ción han recibido una formación cada vez máslejana en el tiempo y posiblemente obsoleta,al tiempo que carecen, tanto ellos como susempleadores, de incentivos para invertir en ca-pital humano, puesto que disponen de menostiempo en el futuro para rentabilizar esta in-versión (Berk y Weil, 2015).

El hecho de que, por lo general, los sala-rios estén vinculados a la antigüedad y no res-pondan a la baja a este posible deterioro de laproductividad, enlaza con la teoría del contrato

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implícito de Lazear (1979), según la cualpuede haber transferencias salariales intra-personales, de unas etapas laborales a otras.En este sentido, a partir de determinados um-brales de edad podría producirse un posibledesajuste entre el valor añadido aportado alproceso productivo por el trabajador y la re-muneración que percibe por el mismo. A esterespecto, no obstante, la evidencia empíricano es concluyente, y en algunos casos no escapaz de apoyar la existencia de este gap(Paccagnella, 2016).

El efecto neto sobre la productividad de-pendería no solo de la estructura por edades,sino también del tipo de ocupaciones que desempeñan los distintos individuos. Así, otravía a través de la que la longevidad puede in-cidir negativamente sobre la productividad pro-cede del cambio en la estructura productivaderivado de la transformación en los patronesde consumo: los mayores consumen más ser-vicios y menos bienes manufacturados, lo quepuede aumentar el peso de los servicios, cuyaproductividad es habitualmente inferior a la in-dustria dentro de la estructura productiva, re-duciendo la productividad del conjunto de laeconomía (Izquierdo y Fernández, 2005).

Una mayor longevidad se relaciona con unincremento del gasto público, incluso sin teneren cuenta las obligaciones derivadas del pagode pensiones, en la medida en que los gruposmás maduros de población ven incrementa-das sus necesidades de atención sanitaria ycuidados, cuyo coste, al menos en parte, esprevisible que recaiga, como sucede en la ac-tualidad, sobre el Estado. A su vez, la recau-dación impositiva también se ve afectada, yaque se produce un cambio en la composiciónde las bases fiscales (Delgado, 2019). La dis-minución de la población en edad de trabajar(contribuidores con rentas activas) con res-

pecto a la población jubilada (rentas pasivas)hace esperable que la longevidad comprometael déficit público también por el lado de los in-gresos (Teixeira et al., 2016). El gasto estámás vinculado a la variable población, mien-tras que los ingresos fiscales se encuentranmás ligados a la variable empleo (Guillemettey Turner, 2018). Este escenario, unido a la hi-pótesis de un crecimiento potencial bajo,puede dificultar la reducción del endeuda-miento público (Clements et al., 2015). Lamayor asignación de gasto público a este tipode partidas puede dar lugar a la existencia deun efecto crowding out o de desplazamientode otras actividades más productivas, tanto sieste incremento de gasto corriente sustituye aotras partidas presupuestarias con efectosmás a largo plazo para la economía (comopuede ser la inversión en infraestructuras eco-nómicas), como si se financia con nuevos im-puestos, en cuyo caso se resta espacio a ac-tividades del sector privado.

A modo de síntesis, los análisis de esce-narios no son unívocos acerca del signo delefecto del envejecimiento sobre la productivi-dad. Así, una referencia tan importante comola derivada de las proyecciones de la Comi-sión Europea (2018) plantea que la evoluciónde la productividad en Europa sería positivaen un orden mínimo de 1 punto porcentual amedio y largo plazo. Pero también existen es-cenarios más pesimistas que plantean comoconsecuencia del envejecimiento un efectoneto de reducción en el largo plazo de la pro-ductividad de un orden de un 1% en la décadadel 2020, que podrían dar lugar después auna estabilización de la misma (Oliveira et al.,2005). En todo caso, ambos tipos de escena-rios pueden ser compatibles entre sí, ya que sibien el efecto del envejecimiento demográficosobre la productividad, ceteris paribus, puedeser negativo, también es cierto que la produc-

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tividad depende de otras muchas variables,cuyo efecto puede ser incluso mayor y com-pensar al demográfico, como son los determi-nantes de la inversión, el capital humano y laeficiencia productiva. A este respecto, no fal-tan quienes entienden que la revolución en eluso masivo de información, la robotización ylos avances en la biogenética podrían ser ca-talizadores de nuevas fases expansivas y deincrementos en la productividad en la econo-mía mundial (Brynjolfsson y McAfee, 2014).

Longevidad y patrones de consumo y ahorro

Como consecuencia de una población máslongeva, surgen importantes incertidumbresen cuanto a la evolución futura del comporta-miento de los agentes con respecto a sus há-bitos de consumo y ahorro. De acuerdo con lateoría del ciclo vital, los agentes tienden a con-sumir por encima de sus ingresos en las eta-pas iniciales de su vida, ahorran en los añosde madurez y desahorran o reducen su tasade ahorro después de la jubilación. La teoríadel ciclo vital se basa en la incidencia en laspautas relativas de consumo-gasto y renta-pro-ducción de los individuos a lo largo de su vida.En las etapas intermedias, los individuos pro-ducen más que lo que consumen, mientrasque en las etapas iniciales y finales de la vidalos individuos suelen consumir más de lo queproducen.

Con todo, dado que los mayores niveles derenta disponible suelen ser también mayoresen las etapas intermedias de la vida, las tran-siciones netas de la población de y/o hacialas etapas intermedias afectan directamenteal crecimiento. Cuanto mayor porcentaje depoblación esté en las etapas intermedias pro-ductivas y correlativamente menor peso tengala población en las etapas dependientes,

habrá mayores tasas de crecimiento; es loque se ha denominado el “dividendo demo-gráfico” (Izquierdo y Recio, 2015). Por contra,cuando en términos relativos pierde peso elporcentaje de población en las etapas inter-medias productivas, menor será el creci-miento. Es decir, habrá un dividendo demo-gráfico negativo (Naciones Unidas, 2013).

En las circunstancias de creciente longevi-dad, con el consiguiente aumento de la espe-ranza de vida, los agentes aumentarían sutasa de ahorro durante la vida laboral para dis-poner de mayores recursos con los que cubrirsus necesidades durante una etapa más largade bajos ingresos tras la jubilación (Galesi etal., 2017). Sin embargo, debido a los efectosde la reducción de la fecundidad, la tasa agre-gada de ahorro descendería al aumentar laproporción de individuos situados en la etapade bajo ahorro sobre la población total (Sturm,1983). En la mayoría de los países desarro-llados, incluyendo el nuestro, actúan ambasfuerzas al mismo tiempo, por lo que existenpresiones en los dos sentidos sobre la tasade ahorro, siendo imposible determinar apriori, con base en la teoría, cuál de ellos pre-valecerá. Agregar a este análisis una diferen-ciación sobre los efectos a corto y a largoplazo, como se tratará en el siguiente epígrafeal estudiar los tipos de interés, puede ayudara conciliar en el plano teórico ambos movi-mientos en principio contrapuestos.

La mayor parte de los estudios empíricosseñalan que la principal variable explicativa esla tasa de dependencia, entendida, desde laperspectiva demográfica, como el cocienteentre la población de edad mayor y la pobla-ción en edad potencialmente activa, ya que apesar de que es posible que se retrase laedad media de jubilación, el aumento de la es-peranza de vida al momento de la jubilación

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muy probablemente será proporcionalmentesuperior. Cuanto mayor sea la tasa de depen-dencia, menores posibilidades de ahorro ha-bría en la economía y viceversa, ya que, comoel consumo suele ser más estable en eltiempo que la renta, el ahorro y el desahorro,a la postre suele ser la variable que ajusta lasdiferencias de evolución entre las rentas (de-rivadas de la aportación al proceso productivo)y el consumo (empleo de los bienes y servi-cios producidos). Por tanto, una mayor tasa dedependencia supone una menor tasa de aho-rro (FMI, 2015).

En la práctica, sin embargo, puede obser-varse en ocasiones un incremento del ahorrodespués de la jubilación, lo que en principiocontradice la teoría del ciclo vital anterior-mente expuesta. Una interpretación a esta pa-radoja del ciclo vital se basa en el posible au-mento de la aversión al riesgo de los gruposde población de más edad (Santacruz, 2017).Ello, unido a que la longevidad incrementa laincertidumbre sobre sus necesidades futurasde gasto, especialmente las ligadas a la saludy a la dependencia, lleva consigo que estoscolectivos intenten mantener un colchón deahorro financiero, fácilmente realizable y nor-malmente invertido en activos de bajo riesgo,como, por ejemplo, la liquidez.

Otra explicación a la aparente paradoja delciclo vital es la evidencia de que la mayorparte de los individuos tienen utilidad inter-personal, y esta responde positivamente alaumento de las posibilidades de consumo debienes y servicios de sus más allegados, nor-malmente sus descendientes. Ello explica losprocesos de transferencias de renta intrafa-miliares desde los mayores de la familia a losmás jóvenes, especialmente en situacionesde caída de las rentas de estos últimos, comopor ejemplo sucede con el desempleo. Este

proceso puede, a su vez, verse afectado por laimposición sobre herencias y donaciones,pero en muchos casos resulta relativamenteindiferente a la tributación en cuanto se ma-terializa en la asunción o financiación de gas-tos del resto de miembros de la familia.

Longevidad y condiciones financieras

Una cuestión vinculada al incremento de lalongevidad que está protagonizando el debatees la de sus implicaciones sobre lo que se de-nomina el “estancamiento secular”, expresiónque fue originalmente acuñada por Alvin Han-sen (1939). La tesis tradicional del “estanca-miento secular” entendía que este era el re-sultado de la falta de proyectos de inversiónque fueran capaces de ofrecer la rentabilidadmínima exigida por los agentes empresarialespara acometerlos. Aunque es verdad que estatesis fue arrumbada por la realidad empíricaexpansiva que se produjo en las décadas si-guientes, lo cierto es que ha vuelto a ser ob-jeto de preocupación como consecuencia dela contracción del crecimiento económico delos países desarrollados en la última rece-sión, que ha ralentizado la evolución del PIBpotencial.

El debate de la nueva teoría del estanca-miento secular se debe principalmente a L.H.Summers (2014), y se sintetiza así: comoconsecuencia, entre otros factores, de la con-tracción demográfica, una situación cíclica decrecimiento sin brecha negativa en relacióncon el producto potencial, puede exigir parasu materialización de una situación de tasasnaturales de interés negativas en términosreales, que en entornos de estabilidad deprecios obligan a niveles de tipos de interésnominales cercanos a cero. Como resultadode esta teoría, el entorno actual de tipos deinterés (nominales y reales) históricamente

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reducidos se interpreta como una posible evi-dencia de una situación de estancamientosecular. La gran alternativa a esta teoría paraexplicar los niveles reducidos de crecimientoeconómico y tipos de interés es la hipótesisdel “superciclo de deuda” de Rogoff (2015),según el cual es el exceso de deuda global elque obstaculiza la economía y deprime lostipos de interés, de manera que, si se solu-cionase esta situación, se restablecerían losniveles habituales para estas variables.Ambas teorías no son necesariamente deltodo incompatibles entre sí, aunque la pri-mera aboga por que la economía tiene unproblema crónico que descansa en variosfactores estructurales, mientras que para lasegunda la situación es temporal y ligada alciclo de deuda. La cuestión no está ni muchomenos cerrada, ya que como prudentementeha señalado al respecto la autorizada voz delNobel Robert Solow (2014, p.16), “la hipóte-sis del estancamiento secular no es cosa se-gura, pero tampoco es descabellada”.

Las dudas acerca de la relación entre lalongevidad y los tipos de interés respondentanto al horizonte temporal que se considere,como a la explicación de que la mayor espe-ranza de vida y la caída de la fecundidad in-centivan el incremento de la oferta de ahorro,pero el mayor peso de la población en la ter-cera edad tiene un efecto negativo que lo so-brecompensa y empuja al alza los tipos de in-terés reales (Favero y Galasso, 2005). En prin-cipio, la relación entre longevidad y tipos deinterés, a corto plazo, suele ser inversa, mien-tras que, a medio y largo plazo, se vuelve di-recta y del mismo signo.

A priori, la longevidad supondría un au-mento del ahorro, consecuencia del mayorpeso relativo de la población en edades deacumulación de ahorro (Summers, 2014), que

suelen coincidir con las décadas inmediata-mente anteriores a la jubilación (ahorro queaumentaría si se retrasara la edad de jubila-ción efectiva). Al incorporar el mercado labo-ral a los efectivos durante más tiempo, debe-ría aumentar la oferta de ahorro disponible (odicho de otra forma, a reducir el consumo), loque, ceteris paribus, tendría un efecto depre-sor sobre los tipos de interés de equilibrio. Esmás, una población más longeva necesita deun mayor ahorro acumulado para atender susnecesidades en su etapa pasiva de desaho-rro. Por otro lado, también contribuiría a estareducción de los tipos de interés el efecto de-rivado de la caída de la inversión (Teulings yBaldwin, 2014), como consecuencia de lasmenores necesidades de capital para equipara una población trabajadora menos nume-rosa, o visto de otra forma, debido al des-censo de la rentabilidad marginal del capitalcomo resultado del incremento del stock decapital por trabajador. De igual modo, de con-firmarse la contracción del crecimiento eco-nómico potencial debido al aumento de la lon-gevidad, se podría reducir la demanda de fon-dos prestables para nuevas inversiones, conel consiguiente efecto moderador sobre lostipos de interés.

A medio y largo plazo, sin embargo, el au-mento de la longevidad puede tener un efectoalcista sobre los tipos de interés a largo plazo(Goodhart y Erfurth, 2014). Una poblaciónmás longeva tenderá a emplear en mayor pro-porción su stock de ahorro acumulado en susetapas activas, ya que en principio sus nece-sidades de consumo no tienen por qué versereducidas en la misma medida que la caídade las rentas. Es esta situación, en la que losindividuos pueden tener un prolongado períodode desahorro para poder llegar a mantenersus pautas de consumo y/o políticas de trans-ferencias intrafamiliares, la que en última ins-

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tancia puede a su vez empujar los tipos de in-terés al alza.

Más difícil y ambiguo, si cabe, resulta tra-tar de analizar el impacto de la demografíasobre las variables nominales (Bobeica et al.,2017), si bien sirven los mismos argumentosque se han expuesto para explicar los tiposde interés reales y las pautas de consumo yahorro. Así, el ciclo vital y el aumento de latasa de dependencia explicarían una relaciónpositiva entre un crecimiento de la proporciónde personas de la tercera edad sobre el totalde población y el crecimiento de los precios,al aumentar la cantidad de gente que con-sume bienes y servicios con respecto a la quelos produce (Aksoy et al., 2015). Sin embargo,la tendencia a aumentar el ahorro de la po-blación empleada para hacer frente a unamayor incertidumbre en su futuro período dejubilación (motivo de precaución) o el menordinamismo del crecimiento económico, seríanfuerzas contrapuestas que contribuirían a unproceso más bien deflacionario, o al menosdesinflacionario (Servicio de Estudios Mapfre,2019).

Conclusión

Según la teoría del ciclo de vida, el incrementodel grupo de personas mayores en la socie-dad tendería a aumentar el consumo y a re-ducir el ahorro de la economía. No obstante,se observa entre este colectivo un incrementode la aversión al riesgo y una preferencia in-terpersonal que actúa parcialmente en el sen-tido contrario. Además, el mayor ahorro de lostrabajadores, en previsión de un alargamientode sus necesidades financieras futuras con-

secuencia de la extensión de su esperanza devida tras la jubilación, tendería a deprimir lostipos de interés y los niveles de precios. Por elcontrario, con un horizonte temporal máslargo, la mayor propensión a consumir de losgrupos de más edad para mantener su nivelde vida previo, y la disminución de la pobla-ción en edad de producir bienes y servicioscon respecto a la población total que los con-sume, podrían ser fuerzas que empujaranambas variables al alza, siempre teniendo pre-sente que la merma en el crecimiento poten-cial de la economía, de producirse, puede ac-tuar de freno en este proceso.

La creciente longevidad de la que gozan laspoblaciones de las sociedades desarrolladasactuales, entre las que destaca España, a lacabeza en esperanza de vida al nacer, suponeuna excelente noticia, si bien entraña, almismo tiempo, una serie de retos para nues-tro modelo económico. Los efectos que pro-voca la longevidad sobre la actividad econó-mica no son unívocos, si no que representan,en ocasiones, fuerzas contrapuestas de cuyaintensidad relativa e interacción con otros fac-tores dependerá finalmente el impacto sobrela economía. Lo que parece claro es que, todolo demás constante, la mayor longevidad pre-visiblemente va a dar lugar a una disminuciónde la población activa, al tiempo que puedelastrar la inversión y la productividad, provo-cando una merma del crecimiento potencial.No obstante, otras palancas pueden compen-sar, total o parcialmente este efecto, desuerte que el resultado neto para las princi-pales variables económicas puede diferir delas conclusiones basadas estrictamente encuestiones demográficas.

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III. Implicaciones jurídico-institucionales

de una sociedad más longeva

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Implicaciones políticas y electorales del envejecimiento

La repetición electoral de noviembre de 2019sirvió, entre otras cosas, para clausurar elciclo de la “nueva política” que se abrió en2015 con la aparición de nuevos partidos, altiempo que abre la puerta al retorno del bi-partidismo o, para ser más exactos, estableceun sistema de partidos en el que los que hansido partidos de gobierno se erigen como par-tidos principales en su campo ideológico res-pectivo (el PP en la derecha y el PSOE en la iz-quierda). A la hora de analizar las razones delfracaso de la “nueva política” conviene distin-guir dos tipos de razones: los errores estraté-gicos de los nuevos partidos y las dificultadesde orden socio-demográfico con que se han

encontrado en su intento de sobrepasar y des-bancar a los partidos tradicionales.

Comenzaremos formulando de manera su-maria la primera de estas razones y a conti-nuación vamos a detenernos en los factoressocio-demográficos, los cuales podemos resu-mir diciendo que si la sociedad española tuvierala estructura demográfica del año 2000 es pro-bable que los nuevos partidos hubieran conse-guido sus objetivos de desplazar a los partidostradicionales (tal hubiera sido el caso de Pode-mos en 2015 y de Ciudadanos en 2019), peroel envejecimiento acelerado registrado por la so-ciedad española en las últimas décadas (PérezDíaz y Abellán, 2018) se ha mostrado a la pos-tre como un muro infranqueable a la hora dematerializar dichos objetivos.

1 Agradezco a Luis Garrido su colaboración en la elaboración de este artículo y, en particular, que haya analizado y elaborado al-gunos de los gráficos que aparecen en él.

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Juan Jesús González Catedrático de Sociología de la UNED1

III. Implicaciones jurídico-institucionales

de una sociedad más longeva

Claves socio-demográficas del comportamiento electoral

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Por lo que se refiere a los errores estraté-gicos de los nuevos partidos, conviene preci-sar que, aunque se han producido en dos mo-mentos distintos, tanto Podemos en 2016como Cs en 2019 han incurrido en el mismoerror estratégico: aplicar estrategias de pola-rización en momentos en que la política es-pañola exigía cierta transversalidad ideológicapara superar situaciones de bloqueo como lasque se han producido en los últimos años.Este es claramente el caso de Podemos en2016, cuando forzó una repetición electoralque acabó beneficiando al PP. Y este ha sidotambién el caso de Cs en 2019, al establecerun cordón sanitario al partido socialista queha sido una de las causas de esta segundarepetición electoral (la otra causa ha sido laincapacidad de Pedro Sánchez de entendersecon Podemos después de haberle declarado“socio preferente”). En ambos casos, la repe-tición electoral se ha vuelto contra sus pro-motores castigando su responsabilidad en elbloqueo.

A la pregunta de cómo es posible que losnuevos partidos hayan cometido este mismoerror de manera reiterada, la respuesta mássencilla es que se han dejado arrastrar por ladinámica de polarización que se inicia con lacrisis del bipartidismo y que se exacerba conel conflicto catalán. Pues, a diferencia del mul-tipartidismo de la Transición, donde la mode-ración y la necesidad de consenso incentivabala competición por el centro, la radicalizaciónque emerge en los años de la crisis y que cris-taliza en las elecciones de 2015 incentiva unacompetición distinta, en la que los partidospugnan por conseguir la hegemonía en cadauno de los polos ideológicos del sistema. Elproblema es que, con esta estrategia, ni Po-demos consiguió desbancar al PSOE ni Cs haconseguido desbancar al PP.

Cabría explicar esta resiliencia del biparti-dismo haciendo referencia a la fortaleza orga-nizativa de los partidos principales o a suarraigo social, pero no podemos olvidar quequien ha hecho posible esta capacidad de su-pervivencia ha sido, por encima de todo, unnuevo sujeto político que podemos denominarclases pasivas de jubilados y de amas de casa,las cuales, llevadas por su vocación biparti-dista, han sabido colocar sus intereses por en-cima de la consabida contienda ideológicaentre izquierda y derecha. ¿En nombre de qué?

Esta pregunta admite dos respuestas: po-demos responderla en términos de cultura po-lítica, aduciendo que se trata de generacionessocializadas políticamente en los años de laTransición y que conservan, por tanto, unafuerte identificación con los llamados partidosde gobierno (socialistas y populares), lo queexplicaría su rechazo de la “nueva política”.Pero esta explicación es cada vez más insufi-ciente, por cuanto la contraposición entre cla-ses activas (las que se definen por su posi-ción en el mercado de trabajo) y clases pasi-vas (las que se definen por su relación con laspolíticas sociales) se apoya, sobre todo, en ladistinta manera de relacionarse con las políti-cas sociales y, en último término, en dos per-cepciones del estado de bienestar: una quetiende a percibir el gasto social en términosde pensiones y subsidios (gasto consuntivo)frente a una concepción alternativa que otorgauna importancia creciente al gasto en inver-sión social, empezando por el gasto repro-ductivo (formación de nuevos hogares). Mien-tras las clases pasivas están identificadascon la primera opción, las clases activasestán más bien interesadas en la segunda.

¿Cuál es el problema? El problema es queel modelo mediterráneo de estado de bienestarque tenemos en España está pensado para res-

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ponder a la primera opción, resultado de la ac-ción de gobierno de socialistas y populares a lolargo de varias décadas, lo que ha llegado aconformar un modelo distributivo que favorecea los mayores en perjuicio de los jóvenes (Ga-rrido, 2019), tal como hemos podido observaren los años de la crisis, en los que las tasas depobreza de los primeros disminuyeron al tiempoque las de los segundos aumentaban. Puestoque los mayores representan una parte cadavez mayor del electorado, dicho modelo distri-butivo se ha hecho socialmente incuestionable,tal como demuestra el amplio consenso políticosobre la revalorización de las pensiones, pese alas dudas manifestadas por los técnicos sobrela sostenibilidad del sistema en el medio y largoplazo. En tanto que, por otro lado, los sectoressociales demandantes de inversión social tie-nen cada vez más dificultades para hacerse oíry encontrar quien los represente políticamente,toda vez que el margen de reforma del estadode bienestar en España se ha ido reduciendocon el tiempo como consecuencia de las políti-cas de austeridad. Esto es particularmente evi-dente en el caso de los jóvenes.

Fundamentos de demografía electoral

En la segunda mitad de los años setenta seinició un descenso acusado del número de na-cimientos, arrastrado por una caída de la fe-cundidad, al tiempo que crecía la poblaciónperteneciente a la tercera edad, con lo que laestructura de edades de la sociedad españolacomenzó a cambiar de manera extraordinaria.Esto ha tenido un impacto muy considerablesobre la composición por edades del censoelectoral. Si dividimos la población del censoelectoral en tres grupos de edad con compor-tamientos más o menos similares, como pue-den ser los jóvenes (18-34), los adultos (35-54) y los mayores (>54), los primeros fueronpor delante durante los años ochenta y no-

venta, hasta llegar al año 2000, momento enque los tres grupos de edad igualan su pesoen el censo, registrando algo más de 10 mi-llones de individuos en cada uno de ellos.

A partir de ese año, el grupo de jóvenes ini-cia un descenso muy pronunciado, que le sitúaen el entorno de los 7 millones de individuos enel año 2020, en tanto que los otros dos gruposde edad siguieron creciendo hasta llegar al en-torno de los 13 millones en el año 2015. Enese momento, el grupo central de edad co-mienza a su vez una senda descendente, demanera que el grupo de los mayores se quedasolo en su escalada hasta superar los 14 mi-llones en 2020. En consecuencia, la proporciónentre mayores y jóvenes (línea negra del gráfico1, referida a la escala colocada a la derecha),que en el año 2000 era de 1 a 1, pasa a ser de2 a 1 en 2020. Hay pocos datos tan elocuentesdel envejecimiento acelerado de la sociedad es-pañola en lo que llevamos de siglo: en dos dé-cadas la proporción entre mayores y jóvenes seha duplicado.

Tal como podemos apreciar en el mismoGráfico 1, si atendemos a la proyección delINE, dentro de una década la proporción entremayores y jóvenes será de 2,7 a 1 y en el año2040 alcanzará el nivel de 3,7 a 1.

Hay que tener en cuenta, por otra parte,que la participación electoral de los mayoresy los jóvenes es muy diferente, tal como hapuesto de manifiesto el estudio de FranciscoCamas sobre la influencia de la edad en laparticipación (Camas, 2017). Utilizando datosde Metroscopia, este autor estima que las di-ferencias de participación entre mayores y jó-venes oscilan entre los 24 puntos de las elec-ciones de 2011, cuando la participación delos jóvenes descendió al 58% (14 puntos pordebajo de la media), hasta los once puntos

Claves socio-demográficas del comportamiento electoralJUAN JESÚS GONZÁLEZ

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porcentuales de las elecciones de 2015, enlas que irrumpieron los nuevos partidos, loque estimuló la participación de los jóvenes(66%, 7 puntos por debajo de la media).

En consecuencia, como explica el Gráfico 2,se produjo un incremento de participación elec-toral juvenil de ocho puntos porcentuales entre2011 y 2015 (del 58% al 66%). Ahora bien, larepetición electoral de junio de 2016 agrandóde nuevo la distancia entre jóvenes y mayorespor cuanto la caída de la participación afectósobre todo a los jóvenes, que participaronnueve puntos porcentuales por debajo de lamedia. El efecto combinado del diferente pesodemográfico de mayores y jóvenes, por un lado,y de las diferencias en las tasas de participa-ción, por otro, hace que, en la práctica, nos en-contremos con que por cada voto efectivo delos jóvenes se registren 2,6 votos de los ma-yores. Esto coloca a los jóvenes en una situa-

ción precaria de cara a defender sus interesesespecíficos en las urnas.

Dejando aparte el diferencial de peso de-mográfico y el diferencial de participación, con-viene que nos centremos ahora en los dife-rentes patrones de voto que se observan porrazón de la edad. El fundamental tiene que vercon la distinción entre partidos tradicionales(los que han sido partidos de gobierno) y par-tidos nuevos, entendiendo por tales los quesurgen en los años 2014 y 2015 como res-puesta a la crisis del bipartidismo que se ini-cia en 2011, con el descalabro del PSOE enlas elecciones de ese año, y que culmina conla crisis del PP en los años siguientes. Comose recordará, el ciclo del bipartidismo se cie-rra en las elecciones de diciembre de 2015como consecuencia de la crisis de represen-tación que se produce en esos años, la cualse explica, por un lado, por la incapacidad de

GRÁFICO 1.Evolución de los grupos de edad entre 1976 y 2020, y proyección hasta 2040Proyección INE, sin saldo migratorio (aprox. nacionalidad española). Grupos de edad con comportamientoelectoral semejante

Fuente: elaboración de Luis Garrido a partir de datos del INE.

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la clase política de dar una respuesta satis-factoria a la crisis económica y, por otro, por lairrupción del 15-M en cuanto movimiento deprotesta social que pone en cuestión el en-tramado institucional de la democracia espa-ñola tal como venía funcionando desde laaprobación de la Constitución en 1978.

Aprovechando ese momento de crisis de re-presentación, en las elecciones de 2015 irrum-pieron nuevos partidos que vinieron a alterar laagenda política con la introducción de nuevostemas de debate público como la regeneracióninstitucional o la reforma del sistema electoral,los cuales tuvieron la virtud de reintegrar a lossectores sociales más proclives a la desafec-ción y, en particular, a los jóvenes al procesodemocrático (recordemos que la abstención delos jóvenes llegó a estar 14 puntos por encimade la media en las elecciones de 2011).

Pues bien, con estas premisas podemosafirmar que la edad fue el factor fundamental

a la hora de explicar el cambio de los patro-nes de comportamiento electoral y la consi-guiente transformación del sistema de parti-dos, tal como podemos observar en el gráficosiguiente, el cual está elaborado a partir delestudio postelectoral del CIS de 2016. Puesasí como los mayores de 50 años daban suapoyo mayoritario a los partidos tradicionales,por debajo de ese umbral los nuevos partidosrecibían el apoyo preferente de los votantes(ver Gráfico 3). Si este apoyo no era mayor eraporque los jóvenes se abstenían en mayor me-dida o porque apoyaban opciones que no lle-gaban a obtener representación (“sin efecto”).En consecuencia, el predominio de los parti-dos tradicionales se explicaba en ese mo-mento de cambio porque mientras los mayo-res de 50 años se volcaban en el apoyo a di-chos partidos (llegando a tasas del 60% en elcaso de las mujeres de más edad), los jóve-nes repartían sus apoyos entre los nuevospartidos y opciones “sin efecto” en la repre-sentación (incluida la abstención).

Claves socio-demográficas del comportamiento electoralJUAN JESÚS GONZÁLEZ

GRÁFICO 2.Estimación de la participación electoral* en las elecciones generales de 2008, 2011 y 2016.En porcentajes de grupos de edad

Fuente: Banco de datos de Metroscopia: 2008 (N-8.900); 2011 (N-8.200); 2015 (2.700); 2016 (N-5.400). Paco Camas / Metroscopia.* Porcentaje calculado a partir de la predisposición a acudir a votar a las elecciones geneales y ajustado a la participación real (CER) en las mismas.

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Los datos

Las elecciones generales de 2015 inaugura-ron un nuevo mapa de competición electoralque, a diferencia del bipartidismo, se articu-laba en un doble eje: el eje tradicional quecontrapone izquierda y derecha (típico del bi-partidismo) y un nuevo eje que contraponenueva y vieja política, como consecuencia dela aparición de nuevos partidos (Cs y Pode-mos) que pugnaban por arrebatar la hegemo-nía a los tradicionales en su campo ideológicorespectivo. Este nuevo mapa dio lugar a unnuevo campo de fuerzas electoral dominadopor la contraposición entre unas nuevas cla-ses medias (profesionales, técnicos, cuadrosdirectivos, etc.) que actuaban como plata-forma de lanzamiento de los nuevos partidos(Cs y Podemos), frente a las clases pasivasde jubilados y amas de casa, que se confor-maron a su vez como baluarte defensivo delos partidos tradicionales (PP y PSOE). En elprimero de los polos, las nuevas clases me-

dias constituían el principal soporte electoralde los nuevos partidos, al tiempo que mante-nían un nivel de apoyo a la izquierda por en-cima de la media, en tanto que, en el segundopolo, las clases pasivas otorgaban un apoyodecisivo a los partidos tradicionales, al tiempoque mantenían un apoyo a la derecha por en-cima de la media. Entre ambos polos queda-ban las categorías de trabajadores manuales,que eran las que más se inclinaban a la iz-quierda, pero que eran neutrales respecto ala contraposición entre vieja y nueva política.Por último, las viejas clases medias (peque-ños propietarios y autónomos) estaban a unmismo tiempo decantadas a favor de la dere-cha y en contra de la nueva política (González,2018).

Pues bien, las elecciones generales deabril de 2019 vinieron a confirmar en líneasgenerales esta radiografía del nuevo campopolítico, corroborando el sesgo gerontocráticoque ya se advertía en las elecciones de 2015:

GRÁFICO 3.Voto a los partidos tradicionales (Bipartidismo) y a los nuevos (Nueva política), según edad y sexo

Fuente: elaboración de Luis Garrido a partir del estudio postelectoral del CIS de 2016

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una vez más, las clases pasivas se han mos-trado decisivas en la supervivencia de los par-tidos tradicionales, de manera que así comopermitieron al PSOE en 2015 y 2016 defen-derse de la amenaza representada por Pode-mos, en 2019 hicieron lo propio con el PP,amenazado en este caso por Cs. En conse-cuencia, la vocación bipartidista de las clasespasivas ha permitido a los partidos tradicio-nales seguir siendo los partidos principales ensu campo ideológico respectivo.

A continuación, vamos a presentar unanálisis de los resultados de estas últimaselecciones por clase social, a partir de unmodelo simplificado de clase social que dis-tingue cuatro categorías de clases activas:las nuevas clases medias (NCM), la clase detrabajadores no manuales (“intermedia”), laclase obrera manual y una categoría que lla-maremos “autónoma” pero que incluye, ade-más del pequeño negocio y la agricultura, alos militares y miembros de otros cuerpos deseguridad. La razón de hacer esta agrupa-ción es puramente empírica y radica en quenos permite identificar el ámbito de implan-tación preferente de Vox, tal como veremos acontinuación.

En líneas generales, el panorama electoralsigue marcado por el comportamiento de lasclases pasivas que con sus apoyos en bene-ficio del antiguo bipartidismo y con sus re-chazos de los nuevos partidos determinan eléxito o fracaso de los partidos en sus respec-tivos campos ideológicos. Por lo demás, entrelas categorías activas destaca el éxito de Ciu-dadanos entre las nuevas clases medias y eléxito de Vox en la categoría que hemos lla-mado “autónoma” y que incluye las viejas cla-ses medias y las fuerzas de seguridad. Encuanto a los partidos tradicionales, el PP esel que demuestra una mayor dependencia de

las clases pasivas, habiendo perdido cualquierrastro de su antigua prevalencia entre las nue-vas y viejas clases medias. En particular, lasprimeras parecen haberse pasado a Cs, entanto que las segundas parecen haber ini-ciado su migración a Vox. Por su parte, el Par-tido Socialista ha reducido su dependenciacon respecto a las clases pasivas y parecehaber atenuado el rechazo que recibía de lasnuevas clases medias.

Antes de entrar a comentar los datos de la si-guiente tabla conviene tener en cuenta las eda-des medias de los colectivos incluidos en ella.Por lo pronto, la edad media del electorado estáen los 50,5 años, una edad considerablementealta, como corresponde a una sociedad enveje-cida. A partir de esta edad media, tenemos, porun lado, que las clases activas se sitúan entrelos 40 y los 45 años (NCM=42,4; Intermedia=42,1; Obrera=42,2 y Autónoma=44,6), en tantoque los jubilados tienen una media de 70,6años y las amas de casa de 64,9. Convieneaclarar, en este punto, que la categoría de jubi-lados incluye las pensiones contributivas y la deamas de casa incluye, por su parte, las pensio-nes no contributivas, lo que explica que la mayorparte de los jubilados sean varones (57,4%) y lainmensa mayoría de las amas de casa sean mu-jeres (98%). Todo lo cual explica, a su vez, quelas amas de casa se comporten, en la práctica,como si fueran consortes de los jubilados y exis-tiese, por tanto, una comunidad de interesesentre ambas categorías.

Con estas premisas, la Tabla 1 nos informade que los partidos tradicionales reciben unapoyo de estos colectivos claramente por en-cima de la media: en el caso del PP, los jubila-dos votan a este partido casi 7 puntos por-centuales por encima de la media y las amasde casa lo hacen 10 puntos por encima. En elcaso del PSOE, los porcentajes respectivos

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son 6 y 4,3 puntos por encima de la media. Elefecto combinado de ambos apoyos hace quela diferencia entre lo que obtienen los parti-dos tradicionales y los nuevos entre estos co-lectivos sea de 27,6 puntos porcentuales (ju-bilados) y de 32,1 (amas de casa) a favor delos primeros.

Por contraste, el principal apoyo a los nue-vos partidos procede de las nuevas clasesmedias, que votan a Cs y a UP claramente porencima de la media, y de la categoría quehemos llamado “autónoma”, la cual vota aVox muy por encima de la media (nada menosque 14 puntos porcentuales). En consecuen-cia, la diferencia entre lo que obtienen lospartidos nuevos y los tradicionales entreestos colectivos es de 13,2 puntos porcen-tuales (NCM) y de 18,4 (“autónoma”) a favorde los primeros.

El problema de este tipo de análisis es queoculta el efecto de variables ajenas a la clase

social, tal como ocurre con las clases pasivas,donde el efecto de la edad es considerable. Afin de superar este problema, vamos a pre-sentar el resultado de una regresión multino-mial en la que los efectos de variables comola edad o la ideología están controlados, loque nos permite observar el efecto neto de laclase social tal como la hemos definido.

Para facilitar la comprensión de los datos,hemos elaborado una tabla que recoge las pro-babilidades de voto relativas a cada una de lascategorías subrayando los puntos de apoyo ennegrita y los puntos de rechazo en trama gris.Los valores que recoge la Tabla 2 son, portanto, de fácil interpretación: un valor por en-cima de la unidad quiere decir que la probabili-dad de que esa categoría vote a un partidoestá por encima de la categoría de referencia,que en este caso son los parados. Así, un valorde 1,3*** (primera columna de la tabla) quieredecir que la probabilidad de que, por ejemplo,las NCM voten a Cs es un 30% superior a la de

DEBATES SOBRE LONGEVIDAD MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

TABLA 1.Voto abril 2019 según clase socialIzquierda - Derecha = (PSOE+UP) - (PP+Cs+Vox)Nuevos - Tradicionales = (Cs+UP+Vox) - (PP+PSOE)

Voto NCM Intermedia Obrera Autónoma Jubilado Ama de casa Total*

PP 7,5% 8,6% 9,1% 12,6% 19,5% 22,8% 12,7%

Cs 16,1% 14,1% 11,9% 16,0% 7,9% 8,1% 12,0%

PSOE 17,2% 18,1% 20,8% 12,9% 28,0% 26,3% 22,0%

UP 15,3% 12,6% 12,5% 6,7% 7,0% 3,9% 10,7%

Vox 6,5% 8,9% 10,2% 21,2% 5,0% 5,0% 7,8%

Otros 15,5% 12,5% 9,9% 10,6% 10,0% 5,2% 10,7%

Abst. 22,0% 25,1% 25,6% 20,0% 22,5% 28,7% 24,3%

I-D 2,4 0,9 2,1 –30,2 2,6 –5,7 0,2

N-T 13,2 8,9 4,7 18,4 –27,6 –32,1 –4,2

Total 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0% 100,0%

Fuente: fusión de los ficheros preelectorales de 2019 (estudios 3242 y 3245). N=32515.*La columna del total se corresponde con los resultados registrados en las elecciones de abril de 2019 (la intención de voto expresada

en ambas encuestas ha sido ponderada por los resultados).

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los parados, y que ese dato es significativo al99%. Por el contrario, un valor de 0,8*** (enesa misma columna) quiere decir que la pro-babilidad de que las NCM voten al PSOE es un20% inferior a la de los parados, y que ese datoes significativo al 99%.

El resultado más destacable de este análi-sis es que se confirma, una vez descontadoel efecto de la edad, el apoyo de las clasespasivas a los partidos tradicionales y, en elcaso de las amas de casa, se confirma tam-bién el rechazo a los nuevos partidos. Asi-mismo, se confirma el apoyo de las nuevasclases medias a Cs y, tal como era de esperar,el apoyo de la categoría que hemos llamado“autónoma” a Vox y, en menor medida, a PP yCs. Por último, persiste el rechazo de las nue-vas clases medias al PSOE.

A modo de conclusión

En definitiva, los datos señalan que, a la horade explicar las diferencias generacionales queobservamos en el voto, podemos distinguirdos componentes:

• Hay, en primer lugar, un componente que espropiamente un efecto de la edad y que po-

demos explicar en términos de cultura po-lítica, por cuanto se trata de generacionessocializadas políticamente en los años dela Transición y que conservan, por tanto,una fuerte identificación con los llamadospartidos de gobierno (socialistas y popula-res), lo que explicaría su rechazo de la“nueva política”.

• Y hay un segundo componente que pode-mos explicar en términos de comunidad deintereses y que obedece a la manera de re-lacionarse con las políticas sociales y, enparticular, al sesgo redistributivo del sistemade bienestar español a favor de pensiones ysubsidios (gasto consuntivo) frente a unaconcepción alternativa del gasto en térmi-nos de inversión social, lo que funciona enla práctica como una redistribución a favorde los mayores.

• Este segundo componente resulta tantomás eficaz por cuanto, a diferencia de losjóvenes (cuyos intereses están dispersosen múltiples reivindicaciones), los mayorespueden identificar fácilmente sus interesesen torno al tema de las pensiones, talcomo se ha puesto de manifiesto en lasmovilizaciones de pensionistas, donde po-

Claves socio-demográficas del comportamiento electoralJUAN JESÚS GONZÁLEZ

TABLA 2.Probabilidades de apoyo electoral según clase social Apoyos en negrita. Rechazos en trama

Fuente: preelectorales de 2019.** Significativo al 95%

***Significativo al 99%

Voto NCM No manual Obrera Autónoma Jubilado Ama de casa

Vox 1,3*** 1,4*** 2,7*** 0,7**

PP 1,4*** 1,3** 1,4***

Cs 1,3*** 1,5*** 0,8**

PSOE 0,8*** 0,9** 0,8** 1,2** 1,2**

UP 0,8** 0,6**

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demos encontrar dos expresiones particu-larmente reveladoras. Por un lado, la ideade que son una mayoría incontestable (“simontásemos un partido, ganaríamos laselecciones”), puesto que no solo son mássino que votan en mayor proporción (dehecho, hay 2,6 votos mayores de 55 porcada voto efectivo de menos de 35), lo que

les hace árbitros indiscutibles de la con-tienda electoral. Por otro, la idea de queconstituyen la nueva “clase universal”capaz de expresar en una misma reivindi-cación los intereses de todos los sectoressociales: “nosotros no estamos aquí (mo-vilizados) por nosotros, sino por nuestroshijos y nuestros nietos”.

Referencias bibliográficas

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El incremento exponencial de la espe-ranza de vida (y de las expectativas encuanto a su calidad) de muchos hom-

bres y (sobre todo) mujeres en los últimosaños ha dado lugar al surgimiento de la quepodríamos denominar “cuestión de la longevi-dad”1. Como es sabido, esta última presentanumerosas derivaciones a las que, como nopodía ser de otra forma, el Derecho no puedeser ajeno. De este modo, son numerosas lasramas del Derecho involucradas en la reflexiónsobre los principales desafíos, y las posiblesrespuestas a los mismos, que plantea la pro-longación de la duración de la vida en nues-tras sociedades: el derecho de la seguridadsocial (destacadamente, en relación con el tantraído pero poco abordado problema de laspensiones) o, de forma más amplia, el dere-cho laboral (jubilación, jubilación anticipada,

convivencia de nuevas y viejas generacioneslaborales), el derecho civil y mercantil (auto-nomía de la voluntad), el derecho penal (pro-tección penal, agravantes, imputabilidad, régi-men penitenciario) y el derecho constitucional-administrativo (participación activa, derecho ala salud, autonomía del paciente), por citarsolo algunas de las ramas de la ciencia jurí-dica más directamente compelidas.

En línea con lo señalado, el ordenamientoha de ofrecer las construcciones jurídicas ne-cesarias para que el fin perseguido pueda lo-grarse. De este modo, puede afirmarse queen materia de tercera edad se ha producidouna alteración sustancial del rebus sic stanti-bus aplicable a todo ordenamiento: sacudidode forma importante uno de los principales pa-rámetros de toda sociedad (la cúspide de la

1 La esperanza de vida en España se sitúa en 83,24 años en 2018, según datos del Instituto Nacional de Estadística.

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Alfonso Cuenca MirandaLetrado de las Cortes Generales

III. Implicaciones jurídico-institucionales

de una sociedad más longeva

Longevidad y derecho sucesorio: la legítima a debate

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pirámide vegetativa), muchas de las regla-mentaciones adoptadas bajo muy diferentescondiciones sociales han de adaptarse inde-fectiblemente a las nuevas circunstancias, sa-tisfaciendo, así, las recientes necesidadessurgidas en el corpus social.

En el ámbito del derecho civil son dos lasprincipales novedades que requieren de unarespuesta por parte del ordenamiento. De unaparte, la prolongación de la vida de los mayoressupone que estos aparecen más expuestosque antaño a una situación de vulnerabilidadmás prolongada para el caso de deterioro (porotra parte inevitable, con mayor o menor dura-ción) de su capacidad de entendimiento y vo-luntad, esto es, capacidad de obrar (en térmi-nos jurídicos). Reforzar y actualizar los meca-nismos de protección existentes es, pues, elreto más relevante (y complejo) a hacer frente.Por otro lado, la prolongación de la vida muy porencima de la edad de jubilación pone sobre lamesa la cuestión de la calidad de esa vida “ex-tendida”, para lo cual la disposición de recur-sos económicos se antoja, si no como el factorclave (el afecto de los otros lo puede ser más),sí, cuando menos, esencial. Así se explica, porejemplo, la aparición reciente de la figura co-nocida como hipoteca inversa (o contrato depensión hipotecaria), en plena expansión; aun-que también cabe citar junto a ella otras figurasque persiguen una finalidad semejante: patri-monio protegido, contrato de alimentos, hipo-teca pensión, vivienda pensión, cesión para al-quiler, derecho real de habitación, etc., granparte de ellas existentes desde hace décadas,pero que alcanzan nueva virtualidad (dando

lugar a una mutación de la figura cuya formafinal en algunos supuestos aún no se adivina)en las actuales circunstancias.

El derecho de sucesiones tampoco esajeno, como no podía ser de otra forma, aldesafío planteado. De una parte, la prolonga-ción de la vida del eventual testador da lugara cuestiones no contempladas por los auto-res de un Código Civil elaborado en sus as-pectos sustanciales hace 130 años, cobrandoespecial relevancia la necesaria protección deldenominado testador vulnerable, ahora quizásmenos “indefenso” que en tiempos pasadosgracias a los adelantos médicos, pero que, sinembargo, debido también a los mismos,puede serlo durante un período considerable-mente mayor que en tiempos pretéritos. Deotro lado, aunque no desligado de lo anterior,la referida prolongación vital da lugar a que lasrelaciones intrafamiliares se hayan visto alte-radas considerablemente (circunstancia quepodría “agravarse” en el futuro), lo que deter-mina que los presupuestos que en su día die-ran lugar, y determinaran su concreta confor-mación, a institutos como las legítimas here-ditarias o la propia sucesión forzosa se veanalterados en el presente.

Precisamente, una de las cuestiones de de-recho sucesorio de más actualidad es la rela-tiva a las legítimas. La legítima hereditariacuenta con un amplio arraigo no solo en nues-tro país2 (con la excepción del caso navarro),sino en la mayor parte de ordenamientos delmundo. Sin embargo, la prolongación impara-ble de la longevidad, entendida esta ahora

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2 El Código Civil recoge la institución legitimaria en los artículos 806 y siguientes. De acuerdo con el mismo, la legítima de los hi-jos y descendientes alcanza los 2/3 de la herencia (la mitad de dicha parte constituye el denominado tercio de mejora); a faltade estos la legítima de los padres y ascendientes constituye la mitad del haber hereditario, salvo que concurran con el cónyugeviudo en cuyo caso es una tercera parte. El cónyuge viudo es legitimario a título de usufructo, variando el porcentaje en funciónde con quienes concurra a la herencia (1/3 si lo hace con los hijos, 1/2 si es con los padres y 2/3 si concurre solo).

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como la fase en que el individuo no integra lafuerza laboral activa y está sometido al riesgoinevitable de la disminución de sus capacida-des intelectivas que acompaña en muchoscasos al deterioro físico, tiene necesariamenteun impacto en las previsiones de transmisiónde su patrimonio para cuando ya no esté y enlas cautelas establecidas por el ordenamientocon el fin de asegurar la “reserva” de una partedel mismo para sus familiares más cercanos.Es evidente que las circunstancias que presi-dieron la regulación de la legítima en los Códi-gos Civiles no son las mismas que las presen-tes en la sociedad actual, destacando entre lasmismas la mayor longevidad de la población.Así, dicho factor estaría detrás de la problemá-tica actual, por ejemplo, en relación con deter-minadas situaciones de desprotección del cón-yuge viudo (especialmente en el caso de lasmujeres, con una esperanza de vida sensible-mente superior al varón3) o, de otro lado, con lanecesidad de recompensar adecuadamente aquienes atienden a las personas mayores querequieren cuidados, sean aquellos legitimarioso personas ajenas al núcleo familiar. En sen-tido inverso, la necesidad de cuidados puedeprovocar en ocasiones influencias indebidaspor parte de aquellos próximos al testador enlos últimos momentos de su vida en perjuiciode aquellos a quienes “en justicia” les corres-pondiera participar de la herencia. Por otraparte, en relación con lo apuntado, la mayorlongevidad hace que en numerosas ocasioneslos hijos hereden (como legitimarios o no) enel momento en que disponen de una mayor ca-pacidad económica, frente a lo que sucedieraen el pasado4.

Señalado lo anterior, desde hace algúntiempo se ha abierto un debate en torno a lainstitución legitimaria y, más en concreto, a sunecesaria supresión o, al menos, modifica-ción, con el objetivo de respetar la denomi-nada libertad de testar. Es este un debate queha dado lugar en los últimos años a determi-nadas reformas en nuestro derecho interno y,en particular, en nuestros derechos civiles fo-rales o especiales. Así, cabe destacar las re-formas operadas en los derechos forales o es-peciales gallego (2006)5 y vasco (2015)6. Enel primer caso, se ha suprimido la legítima delos ascendientes y se ha reducido la legítimaa un cuarto de la herencia; mientras que enel País Vasco se suprime también la legítimade ascendientes, se reduce la legítima a untercio y se permite que toda ella vaya a parara un solo descendiente concurrente con otros.En cambio, en el derecho civil común, pese aalgunas reformas recientes de menor calado,no se ha articulado ninguna modificación delos aspectos esenciales de la legítima, singu-larmente, en extremos tales como los legiti-marios y las cuotas correspondientes a cadaclase de ellos.

Hacia una reforma (que no supresión) de la legítima

Existen una serie de aspectos de la regulaciónactual de las legítimas que deben ser modifi-cados, en buena parte, debido al cambio decircunstancias respecto de la época en que seaprobó el Código Civil, algunas de las cualesya han sido apuntadas. Así, la propia realidadsocial ha dado lugar a situaciones, nada in-

Longevidad y derecho sucesorio: la legítima a debateALFONSO CUENCA MIRANDA

3 En España, la esperanza de vida de la mujer es de 85,59 años frente a los 80,52 del varón, según el INE (2018).4 De acuerdo con los datos del Banco de España, la riqueza neta alcanza el máximo para los hogares en los que el cabeza de fa-

milia tiene entre 55 y 64 años de edad.5 Ley 2/2006, de 14 de junio, de Derecho Civil de Galicia.6 Ley 5/2015, de 25 de junio, de Derecho Civil Vasco.

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frecuentes, en las que la solución alcanzadacon la aplicación de la regulación del CódigoCivil no es deseable, cuando no manifiesta-mente injusta.

a) En primer lugar, es exigible una revisión enprofundidad de la regulación referente alcónyuge viudo. Así, es menester que se re-coja a nivel legal la ya admitida por vía ju-risprudencial cautela socini (facultad deltestador de dejar el usufructo de toda la he-rencia al cónyuge, mejorando la participa-ción en la herencia de los legitimarios, acambio de que estos no impugnen el tes-tamento por tal motivo). Pero es necesarioir más allá, pues son numerosas las situa-ciones en que el mismo queda desprote-gido o claramente perjudicado respecto alos hijos e incluso a los padres (por ejem-plo, en los casos en los que estos vendenla vivienda familiar). Por ello, podría serconveniente establecer una porción legiti-maria del cónyuge en propiedad, tal y comosucede, por otra parte, en la mayoría de países de Europa. Tal porcentaje podría va-riar en función del número de legitimarios yelevarse en todo caso cuando se concurracon los padres o ascendientes.

b) En segundo lugar, por lo que respecta a lacuantía de la legítima, puede también resul-tar conveniente revisar a la baja los porcen-tajes establecidos, o introducir, como sucedeen muchos ordenamientos comparados, unadistinción en función del número de hijos7 oen función de si se trata o no de menoresde edad. Asimismo, puede continuarse la

línea de las últimas reformas en el sentidode establecer una mejor posición para losdescendientes con discapacidad8. Por otraparte, podría plantearse una medida del tipode la introducida en Alemania mediante lareforma del Código Civil operada en 2010,en el sentido de que los descendientes quehubieran cuidado al causante durante unlargo período de tiempo pudieran exigir la co-lación de los gastos al resto de herederos.

c) Se ha planteado la conveniencia de suprimirdel llamamiento legitimario a los ascendien-tes, tal y como han hecho en los últimosaños ordenamientos como el francés9 o elaustríaco10, y, en nuestro país, las legisla-ciones gallega y vasca. En relación con ello,se señala, además, que podría subsistir uncrédito por alimentos en casos de necesidadmanifiesta contra el caudal hereditario (so-lución propuesta por numerosos de los par-tidarios de suprimir la legítima). Con todo, elintercambio de legítima por derecho de ali-mentos, además de responder a bases con-ceptuales distintas, arrojaría con alta proba-bilidad un saldo neto negativo, pues seríanmás los problemas creados que los resuel-tos (como demuestra la alta conflictividadque se da en tal materia en la actualidad).Por otra parte, y con carácter general, sin per-juicio de reconocer que pueden darse casosllamativos o abiertamente indeseables conla regulación actual del derecho común, ex-cluir sin más a los ascendientes, especial-mente a los padres, es algo que no puedehacerse a la ligera. Argumentos relacionadoscon la solidaridad intergeneracional o la de-

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7 Así lo establecen, entre otras, la legislación francesa y la italiana.8 Supuso un paso importante en este sentido la Ley 41/2003, de 18 de noviembre, de protección patrimonial de las personas con

discapacidad y de modificación del Código Civil, de la Ley de Enjuiciamiento Civil y de la Normativa Tributaria con esta finalidad.9 Reforma de 2006, en vigor desde 2007.10 Reforma de 2015, en vigor desde 2017.

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bida gratitud así lo aconsejan. En determi-nados supuestos, la legítima con respecto alos padres aparecerá más justificada que lade los propios hijos. En cualquier caso, sepodría introducir una rebaja en el porcentajeahora asignado, en especial, tal y como seha señalado, cuando concurre con el cón-yuge viudo.

d) De otra parte, es necesario modificar la regu-lación (y aplicación práctica) de las causas dedesheredación e indignidad para suceder. Así,entre las mismas, a semejanza de lo que su-cede en otros países11 y, en nuestro ordena-miento, en el derecho civil catalán12, debe re-cogerse de forma expresa (en la línea avan-zada por la reciente jurisprudencia del TribunalSupremo, entre otras en las SSTS de 3 junio2014 y 30 enero 2015) la ruptura o faltaclara de atención y comunicación con el cau-sante imputable al legitimario como causa dedesheredación. En conexión con ello, debeflexibilizarse el juego de las referidas causas,de tal modo que, por ejemplo, en el supuestoseñalado, fuera el legitimario quien debierademostrar la no concurrencia de tal causa, in-virtiéndose la carga de la prueba.

e) Debiera sopesarse la posibilidad de intro-ducir la imposibilidad de que pudieran su-ceder los directores y trabajadores de lasresidencias para la tercera edad, así como

la propia residencia en cuanto persona ju-rídica13. Si bien es cierto que en algunoscasos el sentimiento de gratitud pudierajustificar una disposición en su favor, los in-convenientes de posibilitar tal medida su-peran con creces las ventajas, ya que in-troduciría una distinción en el trato o aten-ción respecto de aquellos ancianos conposibilidades de “dejar” algo de aquelloscarentes de recursos económicos.

f) Otro extremo a introducir en la legislación de-biera ser el de la ampliación de los supues-tos en que es posible satisfacer la porción le-gitimaria en metálico, pudiendo sopesarse elconsiderar la misma como un crédito sobrela herencia (como sucede en Cataluña), conel fin, por ejemplo, de posibilitar la transmi-sión en bloque de determinados bienes (enparticular, negocios familiares), tal y como secontempla en determinados ordenamientos.En la línea apuntada podrían también am-pliarse los supuestos y extensión del apla-zamiento del pago.

¿Supresión de la legítima?

Partiendo del necesario reconocimiento deque las circunstancias sociales circundantes ala aprobación de nuestro Código Civil (las de1889) han evolucionado considerablemente,no obstante, la pura y simple supresión de la

Longevidad y derecho sucesorio: la legítima a debateALFONSO CUENCA MIRANDA

11 Así, en Austria cabe reducir la legítima a la mitad en los casos de falta de relación entre padres e hijos, siempre que el causantede la ruptura de la relación familiar sea el testador (la redacción original de dicha cláusula, legal, aprobada en 1989, no esta-blecía la última precisión citada, introduciéndose la misma en 2001).

12 Artículo 451-17.2 e) del Código Civil de Cataluña.13 La legislación alemana prohíbe que los geriátricos, tanto públicos como privados, puedan recibir aportaciones patrimoniales de

sus residentes, prohibición extendida por vía jurisprudencial a las disposiciones testamentarias en favor de aquellas, habiendosido confirmada la constitucionalidad de esta limitación por el Tribunal Constitucional en sentencia de 1998. Por su parte, enFrancia la Ley 2007-308, de 5 de marzo, modificó el artículo 909 del Código Civil, estableciendo la prohibición para profesiona-les sanitarios y asistenciales de ser beneficiarios testamentarios respecto de aquellas personas a las que hubieran prestadocuidados durante su última enfermedad. En nuestro país, la única limitación expresa existente se halla en el derecho civil cata-lán, que establece que la disposición mortis causa en favor de cuidadores o empleados de centros asistenciales (y de estos úl-timos en cuanto personas jurídicas) habrá de efectuarse mediante testamento notarial abierto o pacto sucesorio (en escriturapública, por tanto), debiendo valorar el notario la capacidad para otorgar testamento (art. 412.5.2 del Código Civil de Cataluña).

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institución legitimaria plantea dudas jurídicasy de orden social o práctico que, cuandomenos, aconsejan una reflexión en profundi-dad de las implicaciones de tal medida.

Con carácter previo, ha de comenzar subra-yándose que la legítima no es (como pareceríaal leer determinadas opiniones) una instituciónimpuesta por alienígenas o un producto más dela arcaizante realidad hispana, reacia secular-mente a subirse al tren del progreso. Así, hayque recordar que la legítima se reconoce, conmayor o menor intensidad que en el caso es-pañol, en la gran mayoría de ordenamientos ju-rídicos del continente europeo. Frente a ello, elprincipio de la libertad absoluta de testar es pro-pio de los ordenamientos anglosajones, parti-cularmente de Reino Unido y de Estados Uni-dos (en este caso, del de sus diferentes Esta-dos). Con todo, incluso en estos últimos, en lapráctica, el referido principio está sometido aimportantes matizaciones, en virtud de deter-minadas disposiciones legales y, sobre todo,por vía jurisprudencial (por mor de la amplia apli-cación por los tribunales de la doctrina de “la in-fluencia indebida”), siendo numerosos loscasos en los que, de hecho, viene a regir unasuerte (atemperada, eso sí) de legítima.

Pasamos al análisis de los argumentos que,desde el punto de vista jurídico y filosófico-so-ciológico, aconsejarían el mantenimiento de lainstitución legitimaria, sin perjuicio de que,como se ha indicado, podría resultar conve-niente la modificación de algunos de sus as-pectos actuales de cara a su acomodación a larealidad social.

Argumentos jurídico-constitucionales

Existen una serie de consideraciones jurídico-constitucionales que abonarían la subsisten-cia de la legítima.

1. Las posiciones partidarias de la supre-sión de la legítima invocan el principio de li-bertad de testar como principal argumentoque sustentaría la necesaria eliminación delas trabas que impiden, restringen o dificultanque una persona pueda decidir con plena au-tonomía el destino de sus bienes, una vez fa-llezca, siendo una de las más relevantes res-tricciones a dicho principio la obligación dedejar una parte sustancial del patrimonio he-reditario a determinadas personas con las quese está vinculado por vía de parentesco o in-cluso afectividad (conviviente de hecho). Eneste sentido, se señala que el principio de li-bertad de testar es (o debería ser) inherentea la persona, configurándose como una mani-festación necesaria del derecho al libre desa-rrollo de la personalidad reconocido constitu-cionalmente en el artículo 10.1 de nuestraNorma Fundamental, nada más y nada menosque como fundamento del orden político y lapaz social (de hecho tal precepto podría con-siderarse como el núcleo intangible de nues-tra Constitución, punto primigenio del que porbig bang se habrían conformado todos losdemás artículos de la misma y, por ende,nuestro completo sistema constitucional). Deeste modo, se ha podido llegar a afirmar quela legítima podría suponer una vulneración dedicho principio. Por lo demás, como es sabido,el artículo 33 de la Constitución reconoce elderecho a la propiedad privada y a la heren-cia, lo que confirmaría la libertad de testarcomo derivación del principio general de liber-tad consagrado por los constituyentes.

La argumentación que se acaba de exponer,si bien acertada en muchos de sus extremos,ha de someterse, sin embargo, a importantesmatizaciones. En primer término, debe recor-darse que tanto el derecho a la propiedad comoel derecho a la herencia aparecen sometidospor decisión del propio constituyente a posibles

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limitaciones, tal y como dispone el apartado 2ºdel art. 33 al señalar que “la función social deestos derechos limitará su contenido, deacuerdo con las leyes”. Sin necesidad de entraren estas líneas en las disquisiciones doctrina-les sobre la distinción entre límites y limitacio-nes (o delimitaciones), lo cierto es que existenargumentos que sustentan la consideración dela legítima como parte consustancial al conte-nido del derecho a la herencia, operando comolímite intrínseco al mismo (desde la perspectivaconstitucional) de la libertad absoluta de testar.Precisamente, el fundamento de la legítima sehallaría en otros preceptos constitucionales y,por tanto, merecedores de toda nuestra aten-ción. El principal de ellos es el artículo 39 que,en su apartado 1º, consagra la obligación de lospoderes públicos de garantizar “la protecciónsocial, económica y jurídica de la familia”, desa-rrollando algunos extremos de la misma en losapartados siguientes. Por otra parte, debe te-nerse en cuenta que el artículo 50 del textoconstitucional dispone que los poderes públi-cos promoverán el bienestar de la tercera edadmediante un sistema de servicios sociales, re-firiéndose a que ello se efectuará “sin perjuiciode las obligaciones familiares”. Así pues, frentea lo que desde determinadas posiciones ha po-dido llegar a señalarse, la familia no es una rea-lidad ante la que el constituyente permanezcaindiferente, sino todo lo contrario. No se trata,por tanto, de la consagración al máximo nivelnormativo del principio de no discriminación dela realidad familiar, sino de la obligatoriedad deadoptar medidas de protección y, por qué no de-cirlo, de potenciación de la misma. Y la legítima,por las razones que se señalarán con posterio-ridad cuando se aborden los argumentos filo-sófico-sociológicos en su favor, es una de talesmedidas.

La legítima se inserta así en el contenidodel propio derecho a la herencia (al menos en

el derecho civil común). Lo afirmado hasta elmomento no es baladí, ya que una conse-cuencia de ello sería que una eventual supre-sión de la misma no pudiera efectuarse porsimple vía legislativa o legal, requiriéndoseuna modificación de la propia Constitución. Olo que es igual, cabría sostener que la legítimase encuentra protegida constitucionalmente.Se trataría así de una manifestación más dela tendencia claramente perceptible en las úl-timas décadas (tendencia creciente, no exentade críticas) de constitucionalización del dere-cho civil. En este sentido podría considerarseque existiría una suerte de “garantía institu-cional” de la legítima, categoría doctrinal im-portada por los Tribunales Constitucionales(entre ellos el español), de tal modo que el le-gislador ordinario podría modificar sus carac-teres, pero no hasta el punto de vaciarla decontenido.

Por lo demás, la conclusión apuntada nodebiera sorprendernos por cuanto que es laadoptada en el que es uno de los ordena-mientos de mayor influencia (a nivel civil y,sobre todo, constitucional) en España, el ale-mán. Así, el Tribunal Constitucional de Karls-ruhe, en su sentencia de 19 de abril de 2005,señaló que la porción reservada a los hijos ydemás descendientes como legitimarios porel Código Civil germano tiene carácter impe-rativo, siendo una manifestación de la garan-tía establecida en el artículo 14 de la Ley Fun-damental de Bonn respecto a la propiedad y ala herencia. Asimismo, tras recordar la impor-tancia del elemento histórico en la configura-ción de la institución legitimaria, el Tribunalsostiene que la legítima es extensión de la so-lidaridad familiar establecida como principioen el artículo 6 de la Constitución alemana, elcual garantiza que la relación entre el testa-dor y sus hijos es como una comunidad devida, con el derecho y la obligación de res-

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ponsabilizarse unos de otros. El Tribunal con-cluye afirmando la plena constitucionalidad dela legítima y la inconstitucionalidad de sueventual supresión por vía legislativa.

Ciertamente, frente a la aplicación de la con-clusión acabada de señalar al ordenamientoconstitucional español, podría alegarse que,desde el momento en que la institución no apa-rece contemplada en el derecho foral navarro (yen otros lo es con caracteres muy diferentes,en algunos extremos, a la ordenación del dere-cho común), no cabría afirmar la inconstitucio-nalidad de una futura supresión de la legítimaen el derecho común mediante la modificacióndel Código Civil, toda vez que ya se admite suinexistencia en una parte de nuestro territorio.Con todo, tal argumento no es definitivo, pu-diéndose establecer una analogía con los co-nocidos cupos vasco y navarro14, además deque, por otra parte, la vigencia de una determi-nada regulación no es un respaldo inatacablede su constitucionalidad.

2. Por otra parte, debe tenerse en cuentaque, frente a la invocación de la existencia (oconveniencia de su existencia) de un derechoa testar sin restricciones, hay que recordarque el propio Código Civil establece determi-nados límites o prohibiciones al mismo al mar-gen de la legítima, como, por ejemplo, la nuli-dad de determinadas cláusulas o condiciones.Así, pues (en tanto en cuanto, además, mu-chas de ellas no son discutidas doctrinal-mente, ni siquiera por quienes abogan por lasupresión de la legítima), el derecho a la he-

rencia (entendido en su vertiente de derechoa testar) no es un derecho absoluto (como nin-guno), sino que su propia naturaleza implicaque no cabe una plena autonomía de la vo-luntad por parte del testador. En relación conello, si se admiten límites consustanciales ala herencia, no cabría, en principio, descartara priori la configuración de la legítima comouno de ellos.

En conexión con lo anterior se encontraríala cuestión de la eficacia de los derechos fun-damentales reconocidos en la Constitución enlas relaciones inter privatos, la célebre Drittwir-kung. Como es sabido, la categoría de los de-rechos fundamentales, y la garantía de su res-peto a través del recurso de amparo en orde-namientos como el español, se ha configuradohistóricamente como una garantía y, en sucaso, protección, frente a ataques, inmisioneso vulneraciones de los mismos por parte de lospoderes públicos. Con todo, desde hace unasdécadas y, en especial, desde hace unos años,a través de la construcción doctrinal por partede los máximos intérpretes de las Normas Fun-damentales, se viene admitiendo de maneracreciente la eficacia de los derechos funda-mentales en las relaciones entre particulares.Este nuevo proceso, que comenzó en el ámbitodel derecho laboral, asegurando una protecciónal trabajador frente a determinadas actuacio-nes del empresario contrarias a los principiosconstitucionales (en particular, en materia deinterdicción de cualquier tipo de discriminaciónentre trabajadores), se ha extendido en los úl-timos años al ámbito civil, en un proceso no

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14 Así, ha de recordarse que los conocidos como cupos o conciertos vasco y navarro son constitucionales por cuanto que la propiaConstitución contempla o admite su existencia en virtud de lo establecido en su Disposición Adicional Primera (reconocimientoy admisión de la actualización de los derechos históricos de los territorios forales). De este modo, un mecanismo similar esta-blecido para Comunidades Autónomas que no tuviera la caracterización de territorio foral no sería admisible, entre otras causas,por ser contrario al principio de igualdad entre los españoles. Con una argumentación similar cabría concluir que la inexistencia(o incluso la eventual supresión) de la legítima únicamente podría caber en el marco de los derechos civiles forales o especia-les de las Comunidades Autónomas que cuenten con los mismos, pero no en el marco del derecho civil común regulado por elEstado, por los motivos señalados con anterioridad.

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exento de controversia por lo difuso de las fron-teras entre la libertad como principio esencialdel ordenamiento y otros derechos dignos deprotección.

En materia de derecho sucesorio tal procesoes incipiente, si bien todo hace barruntar quese intensificará en los próximos años (al igualque en otras materias, caso destacado de lacontratación). En concreto, se cuestiona laconstitucionalidad de determinadas cláusulastestamentarias generalmente admitidas hastala fecha al amparo del principio de libertad detestar y plena autonomía para la disposición desus bienes por parte del testador (en cuantono impugnadas ante los tribunales). Caso des-tacado al respecto es el de las condiciones tes-tamentarias, en particular aquellas por las quese supedita la adquisición o pérdida de la con-dición de heredero a condiciones que vulnera-rían (o irían en contra) de postulados constitu-cionales, en particular, del principio de igualdady no discriminación por razón de raza, sexo,edad, etc. El Código Civil ya recoge una limita-ción a la plena libertad de testar por un motivosemejante, al señalar (art. 793) que la institu-ción de heredero bajo condición de no contraermatrimonio se tendrá por no puesta (aunquese exceptúa el caso de que se trate del viudoo viuda del testador respecto a un matrimonioulterior). Sin embargo, para la mayoría de su-puestos dudosos no se señala nada en el textoreferido. La jurisprudencia germana ha esta-blecido al respecto la denominada doctrina dela “presión intolerable”, de tal manera quecuando la condición suponga una coerción in-tensa en la libertad del posible heredero, setendría por no puesta. Con todo, existen su-puestos de difícil o más controvertida solución.Así, no cabe olvidar que el propio Tribunal Cons-titucional alemán en el caso Hohenzollern(2004) no excluyó conceptualmente la validezde tales condiciones en determinados contex-

tos. Cláusulas como la condición de no con-traer matrimonio con una persona determinadao, por ejemplo, la de tener o no tener descen-dencia serían en principio de muy difícil admi-sibilidad. No obstante, en cuanto acto de libe-ralidad y personalísimo del testador, determi-nadas condiciones plantearían mayores dudas.

Con todo, a los efectos del presente análi-sis interesa subrayar que podría resultar pa-radójico que simultáneamente se sostuvierala plena eficacia horizontal en materia testa-mentaria de los derechos y principios consti-tucionales hasta el punto de restringir en am-plio grado la libertad del testador y, por otra,se abogara (y consiguiera) la supresión vía leyde la legítima por estimarla contraria a la vi-gencia del principio de libertad de testar. Dehecho, tal contradicción puede ya detectarsehoy en determinadas posiciones.

3. Por último, ha de recordarse que la legí-tima no es una institución que únicamenteperviva de manera arcaizante en el derechoespañol. Es más, la línea general en el dere-cho comparado es precisamente esa: la sub-sistencia de la legítima. La práctica totalidadde los países de nuestro entorno la contem-plan (incluso, en algunos casos, con mayoramplitud que en nuestro país), con la excep-ción de los Estados de la órbita anglosajona.

Por lo que respecta a los países europeos,todos, salvo Reino Unido, acogen la instituciónlegitimaria, con mayores o menores maticesrespecto a la española. En algunos Estadosson exclusivamente legitimarios los descen-dientes (Austria, Noruega, Dinamarca o Ir-landa), mientras que en otros, en defecto dedescendientes, únicamente los padres (Polo-nia). En cuanto a las porciones o cuantías le-gitimarias, las soluciones varían, yendo desde(por comenzar por el extremo inferior de la hor-

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quilla) un tercio de la herencia (Dinamarca)hasta aquellos países que contemplan un má-ximo de tres cuartas partes del caudal relictosi sobreviven tres o más hijos (Francia, Bél-gica, Rumanía y Luxemburgo)15, pasando porotros en los que la legítima constituye la mitadde los bienes hereditarios (Alemania)16. Lasdiferencias más acentuadas respecto al régi-men español se aprecian en lo que respecta ala situación del cónyuge viudo, atribuyéndo-sele en propiedad parte de la legítima comoregla extendida en la mayoría de países. Porotro lado, debe subrayarse la presencia casiunánime de la institución legitimaria en el ám-bito iberoamericano (por influencia española),extendiéndose incluso a ámbito ajenos a la in-fluencia europea, como es el caso de Japón.

El principio de la plena libertad de testar y,por tanto, de inexistencia de la legítima es pro-pio de los países anglosajones, destacando alrespecto Reino Unido y Estados Unidos. Sinembargo, debe tenerse en cuenta que enambos casos la libertad no es absoluta, con-curriendo diversas “matizaciones” a la misma.En primer término, debe señalarse que, en lospaíses citados, en especial en Estados Uni-dos, la plena libertad de testar aparece limi-tada por vía jurisprudencial por mor del con-cepto de la “influencia indebida”. Así, son nu-merosas las sentencias que, ante supuestosen los que el testador instituye como herede-ros a personas que no son del círculo familiarestrecho del testador, declaran nula la dispo-sición testamentaria al apreciar influencia in-debida (una suerte de dolus bonus) ejercidapor el beneficiario sobre el testador. Así, in-cluso en algunos Estados se limita o excluye

la posibilidad de testar en favor de los últimoscuidadores. Junto a lo señalado, hay que re-cordar que en Reino Unido (Familiy ProvisionsAct de 1938, reformada en 1966) se contem-pla una suerte de crédito de alimentos contrael caudal hereditario en supuestos de necesi-dad de los parientes más cercanos, e incluso,en determinados supuestos, al margen de laconstatación de una situación tal (InheritanceAct de 1975).

Argumentos “filosóficos” y sociológicos

Pero, más allá de las razones jurídico-consti-tucionales, son razones de orden filosófico-so-ciológico las que aconsejarían meditar sobre-manera cualquier paso que se encamine haciauna supresión de las legítimas.

Con carácter previo cabría resumir los ar-gumentos que suelen esgrimirse en pro de darel paso indicado. Así, se subraya que la insti-tución legitimaria surgió y era característica(cumpliendo su función) en una realidad so-cioeconómica muy distinta a la actual, en laque la familia era una unidad de máxima rele-vancia en el tráfico económico productivo. Encuanto comunidad de trabajo era lógico, pues,que se arbitrara un sistema por el que se re-compensara mínimamente a los integrantesde tal unidad de producción. El paso de unasociedad estamental al Estado liberal de cla-ses (de la comunidad a la sociedad en térmi-nos de Tönnies) y –no digamos ya– a un con-texto como el actual, haría claramente obso-leta a una institución que habría dejado decumplir su razón de ser. Por otra parte, sepone el acento en que el modelo de familia y

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15 No faltan países, como Suiza, en los que la legítima o reserva de los descendientes es de tres cuartas partes de la cuota he-reditaria, con independencia del número de ellos que concurran a la sucesión.

16 En Italia, la legítima de los descendientes es de la mitad de la herencia, porcentaje que se eleva a 2/3 si son dos o más losdescendientes legitimarios.

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de relaciones afectivas en la sociedad post-moderna de los albores del siglo XXI tienepoco en común con la familia patriarcal y“eterna” en la que se desenvolvió la legí-tima17. Asimismo, frente a lo que desde posi-ciones opuestas se aduce, se señala que laeventual supresión de la legítima no haría sinoreforzar la obligación de los descendientes decuidar a sus ascendientes, ya que los hijostendrían que “ganarse” su participación en laherencia.

Reconociendo la validez de muchos de losargumentos señalados, cabe esgrimir frente aellos (o como matizaciones) las siguientesconsideraciones (para lo que se irá de lo másconcreto a lo más abstracto).

1. Una eventual supresión de la legítima noreduciría, frente a lo que se señala desde al-gunas tribunas, la litigiosidad ante los tribu-nales o, más ampliamente, las situaciones deconflicto, sino que, más bien al contrario, ca-bría prever un incremento significativo deellas. Sin perjuicio de los aspectos de lamisma que, tal y como se ha señalado másarriba, deberían o podrían reformarse, lo ciertoes que hasta el momento la legítima ha pro-porcionado un marco estable para las relacio-nes intrafamiliares, por lo que supone de pre-visibilidad y certeza de cara al futuro.

Si bien puede aceptarse que la erradica-ción de la legítima podría fomentar la atencióny el cuidado de los hoy legitimarios hacia loscausantes, particularmente hijos respecto apadres, de tal manera que hubiera que ga-

narse la participación en la herencia, sin em-bargo, los riesgos que se abrirían podrían so-brepasar las ventajas obtenidas. En primertérmino, por lo que a las relaciones intrafami-liares se refiere, podría dar lugar a una com-petencia, eventualmente feroz, entre los hijos(incluso ya desde edades tempranas) por ga-narse el favor de los padres, incluso a costade la cuota inicial correspondiente a losdemás hermanos o familiares. Al margen delas manifestaciones más patológicas, lo ciertoes que tal espada de Damocles sobrevolaríasiempre las relaciones familiares enturbiandoel clima de afecto y colaboración que, en ge-neral, las ha presidido hasta el momento. Escierto que el afecto entre parientes no es algoque pueda y ni siquiera deba imponerse, y quela eventual supresión de la legítima solo afec-taría precisamente a aquellas familias endonde tales lazos ya se hubieran roto desdehace tiempo, dando lugar a situaciones de in-comunicación, cuando no de desatención oabandono, de tal modo que aun faltando la le-gítima en la mayoría de supuestos en dondetodo vaya bien, el testador seguirá el principiogeneral de dejar sus bienes a hijos, padres ocónyuge. Con todo, el riesgo es demasiadoalto por sus posibles efectos disfuncionalesen cuanto a la dinámica futura en que se des-envolvieran las relaciones familiares. Lo nor-mal no puede regularse como excepcional, nilo excepcional como normal. Ciertamente, haysituaciones de abusos o de pura injusticia ennuestra realidad sucesoria por mor, en mu-chos casos, de la regulación de las legítimas.Pero la solución no debe ser su supresión,pues se estaría creando un problema mayor,

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17 Con todo, la identificación que, en ocasiones, se realiza entre el modelo de legítima y el Antiguo Régimen dista de ser acertada.Es precisamente la Revolución francesa la que crea el sistema moderno de legítima, al suprimir la tradicional legítima del pri-mogénito por el sistema actual de legítima igualitaria entre hermanos. Por ello, como Tocqueville pudo señalar con perspicacia,en la familia democrática la confianza y el afecto suelen ser mayores, siendo sus relaciones más íntimas y benignas. Este dato,junto con otros (entre los que destacan la reducción impositiva y las ayudas públicas en función del número de hijos), evidenciala simplificación que supone interpretar las reformas revolucionarias como un intento de destruir las bases de la familia.

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sino proponer soluciones específicas paratales casos.

2. Lo apuntado hasta el momento, y en ge-neral la cuestión legitimaria, está íntimamenteconectado con uno de los principales desafíosdel derecho sucesorio actual, cual es la pro-tección del testador vulnerable. Y, sin perjuiciode que existan otros supuestos incardinadosen la categoría señalada, la protección del tes-tador vulnerable remite indefectiblemente a lasituación de la denominada tercera edad enuna sociedad en la que hace tiempo se co-menzó a desdibujar su pirámide vegetativa re-duciéndose su parte inferior y ampliándose lasuperior. Se trata de un desafío formidablepara las sociedades contemporáneas, quizásel más importante, el de dar respuesta a lasnecesidades, expectativas y demandas de unsector cada vez más importante en número einfluencia (y ello, a pesar de que todavía siganpredominando casi monopolísticamente pará-metros de un consumidor en sus veinte otreinta años). La adaptación de aspectos talescomo la realidad laboral, los servicios de ocioo la atención sanitaria a la nueva (y “cre-ciente” realidad) es una de las más impor-tantes tareas por hacer en las sociedadescontemporáneas.

En materia de derecho sucesorio, la cues-tión que se plantea es que la prolongación dela expectativa de vida de los eventuales cau-santes y el deterioro progresivo de su situa-ción en algunos casos, hace que estén másexpuestos que antaño a lo que en la jurispru-dencia anglosajona se conoce como “influen-cia indebida”, cuando no abiertamente a si-tuaciones de coacción o intimidación que vi-cian de plano la autonomía de la voluntad. Esesta una situación que no cabe desconoceren los planteamientos que se hagan, pues yase está produciendo con no relativa infre-

cuencia. De ahí que en numerosos ordena-mientos, por ejemplo, se prohíba la disposi-ción testamentaria en favor de instituciones oresidencias de cuidado de ancianos o, en ge-neral, en favor del cuidador profesional (Ale-mania, Francia, Holanda, gran número de Es-tados norteamericanos). En este aspecto,debe admitirse que, ante el riesgo de una si-tuación de desatención por el núcleo familiar,más cercano o lejano, debería permitirse a losancianos testadores poder arbitrar mediosque les aseguraran los mismos por parte deotras personas; no obstante, no parece quela disposición testamentaria fuera el mediomás idóneo para ello, existiendo mecanismos(inter vivos y onerosos) más adecuados, sinoriginar las disfuncionalidades referidas conanterioridad.

Precisamente, la inexistencia de legítimaprovocaría con mucha seguridad un incre-mento de los supuestos en los que se ejercecoacción o se atemoriza al testador vulnera-ble para que disponga de sus bienes en unsentido concreto favorable para aquel queejerce tal “presión”. Si bien el notario es ga-rante de que tales situaciones no se produz-can, lo cierto es que tal control es de muy di-fícil realización, máxime con la regulación yprácticas actuales. Por otra parte, más allá delnúcleo familiar, es probable que en una situa-ción de desaparición de la legítima pudieransurgir agencias especializadas en la captaciónde disposiciones testamentarias, incluso confines encomiables desde el punto de vista so-cial (o, simplemente, más egoístas), aunquecon el riesgo de utilización de métodos no tanadmisibles.

3. En conexión con lo señalado más arriba,cabe subrayar que una eventual supresión dela legítima alteraría en grado significativonuestro modelo de derecho sucesorio (que

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tiene como uno de sus principales ejes la pro-tección o, cuando menos, el reconocimientodel papel de la familia).

Así, en las antípodas de los sistemas con-tinentales se encontraría (al menos en teoría,tal y como se ha referido) el sistema británicode libertad de testar. Una vieja sentencia in-glesa del siglo XIX (Bird v. Luckie, 1850) se-ñalaba al respecto que el testador no tienepor qué ser prudente, ni sabio, ni bueno, ca-biendo, por tanto, que sea arbitrario o capri-choso. Aun admitiendo que fuera probable (enun primer momento) que, en una situación desupresión de la legítima, la mayoría de testa-mentos seguirían optando por una legítima si-lente o encubierta, lo cierto es que podríandarse situaciones en donde la herencia (exis-tiendo cónyuge o hijos) fuera a parar a veci-nos, a amigos de la infancia a los que hacetiempo no se ve, a clubes de fútbol, a ONGs,etc. Encerrando tal probabilidad aspectos po-sitivos, especialmente en el último de losejemplos citados, ello supondría innegable-mente un giro copernicano en nuestro modelosucesorio, con importantes consecuenciasque aún hoy, en un plano puramente especu-lativo o teórico, estamos lejos de atisbar ensu completa dimensión.

Y la pregunta a realizar sería: ¿por qué esenuevo sistema habría de ser mejor que el ac-tual, cuando puede dar lugar a situacionesgrotescas (llámese dejar la herencia a la úl-tima persona que se ha conocido o al club defútbol de sus amores en detrimento de hijos,cónyuge o padres)? ¿Creemos o no que la fa-milia es un bien social que hay que proteger y(algo que a veces se olvida) fomentar? Si elloes así, seamos consecuentes, y si, por el con-trario, no se considera la familia como un biensocial, seámoslo también. Precisamente, lospostulados en favor de la supresión de la le-

gítima parten de la consideración de la abso-luta superación del modelo familiar que diolugar a la misma, lo cual esconde (o no) unavisión que considera la propia institución fa-miliar como algo obsoleto, propio de otrostiempos (incluso, desde algunas posiciones,como algo represivo, obstáculo al libre desa-rrollo de la personalidad del individuo). Antetal desfase se ha llegado a preconizar la ino-portunidad de que el ordenamiento jurídico re-conozca la institución familiar y, no digamosya, la fomente.

Frente a la imposición legislativa de la legí-tima se reclama la libertad plena del individuopara decidir el destino de sus bienes paracuando ya no esté. Pero, tal soberanía patri-monial del individuo olvida la necesaria solida-ridad entre generaciones. No tiene en cuentaque el núcleo familiar sigue siendo hoy por hoyla principal referencia vital de un individuo, pues–para mal o para bien– la familia, nuestras ex-periencias en su seno, determinan quiénes yqué somos (otra cosa sería si, como los niñosespartanos, fuésemos arrancados del seno fa-miliar a los siete años para ser nutridos, edu-cados y entrenados por el Estado). Y ello no essimplemente por capricho u obligación. La fa-milia (por más anticuado que pueda sonar)sigue siendo, especialmente en España, el prin-cipal núcleo social, afectivo y formativo, y tam-bién, como la reciente crisis ha tenido ocasiónde demostrar, económico-asistencial. De otrolado, es algo que todos (o una gran mayoría)buscamos: a diferencia de lo reflejado en laspelículas estadounidenses (país en dondeexiste la libertad de testar), no asistimos a fu-nerales de padres o hermanos a los que hacedécadas no vemos, ni nos reunimos única-mente una vez al año para el Día de Acción deGracias. No es descartable que en un futuro le-jano todo ello pueda cambiar (considerandoque ello sea deseable), pero hoy por hoy no es

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así, y no tengamos prisas para cambiarlo ha-ciendo un ejercicio muy arriesgado de ingenie-ría social. Ni siquiera países en donde la insti-tución familiar o sus lazos no están tan arrai-gados como en España se ha suprimido lalegítima, no por casualidad.

La familia cumple una insustituible funciónsocial. Y en este ámbito no es suficiente, comosí sucede en materia religiosa, la “mera” neu-tralidad de los poderes públicos, consideradaen tal supuesto como el óptimo punto de equi-librio. Aquí se considera que los poderes públi-cos deben proteger especialmente tal realidad,tal y como señala el art. 39 de nuestra Consti-tución. Y, además, en materia de legítimas, re-conociendo la existencia de casos de abuso ode situaciones abiertamente injustas, porcuanto que las alternativas son simplementepeores, tal y como se ha analizado. Desde unpunto de vista de justicia, el reconocimiento dela libertad plena de testar podría dar lugar a si-tuaciones que la conciencia social rechazaría(por no emplear el término hoy incomprensible-mente denostado de la “moral”). Así, la nadainfrecuente preterición de los hijos de un primermatrimonio en favor de los del segundo o el ol-vido total de unos padres que, en su momento,tal y como hace la aplastante mayoría de ellos,lo dieron todo por sus hijos. La herencia, en unasituación de libertad de testar, sería del últimoen llegar, primando el “sentimiento del ins-tante”, algo desgraciadamente cada vez másfrecuente en el discurso social oficial (no diga-mos ya en el político). La afirmación categóricade que la voluntad del testador ha de estar porencima de cualquier otra consideración remite(una vez más) al “egotismo infantiloide” quepreside algunos de los más recientes discursossociales. Frente a ello, la justicia, la solidaridadentre generaciones, la gratitud, la responsabili-dad a la hora de tener hijos (algo banalizado enocasiones en el clima actual) son parámetros a

tener en cuenta frente a la pura y simple sobe-ranía del testador.

4. Por otra parte, la eventual supresión dela legítima podría suponer, en último término,un paso en la dirección de la supresión delpropio derecho a la herencia, entendido esteen su doble faceta de disposición por el tes-tador y del heredero a acceder a sus bienes,lo cual no dejaría de ser paradójico. La elimi-nación de la legítima tendría como efecto el reforzar las posiciones que preconizan ladesaparición del derecho a la herencia.

Así, no debe olvidarse que determinadosplanteamientos iusfilosóficos y iuspolíticos handenunciado la pretendida injusticia de la exis-tencia del derecho a testar y a heredar, por laconsustancial desigualdad que ello encierra.Tal fue la posición del comunismo clásico, ar-gumentada por Marx en las páginas de El Ca-pital y puesta en práctica en aquellos paísesque acogieron sus postulados (caso destacadode la Unión Soviética). Tal es también la tesisacogida hoy desde determinadas posicionespolíticas. Así, uno de los gurúes de los nuevosmovimientos surgidos a raíz de la crisis econó-mica, el economista Thomas Piketty, señala ala herencia como uno de los mecanismos másanti-igualitarios que puedan existir, perpetuadorde injusticias seculares, exponente de lo quedenomina “capitalismo patrimonialista”. Asípues, la herencia o la libertad de testar vuel-ven a estar en el punto de mira.

Suprimida la legítima, el derecho a la he-rencia perdería buena parte de su justifica-ción. Indudablemente es más difícil atacar latransmisión de bienes de muertos a vivos siestos últimos constituyen el núcleo familiar delos primeros que si impera el capricho (o la li-bertad plena, como se quiera) de la personafallecida. Así, suprimida la legítima, podría pa-

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recer mejor opción que la plena libertad dedisposición la obligación de dejar los bienesa una institución que desempeñara un fin so-cial (una ONG, por ejemplo) de entre las in-cluidas en una lista elaborada por los poderespúblicos; o, en último término, que los bienes(o una parte sustancial de ellos) pasaran alEstado. En definitiva, erradicada la legítima, el

propio derecho a disponer de los bienes paracuando uno ya no esté queda en buena parteinerme ante los ataques a la existencia de untal derecho. Por ello, no es de extrañar queentre los defensores de la supresión de la le-gítima se hallen (encubiertos o no) precisa-mente (no solo) quienes más en cuestiónponen el propio derecho a la herencia.

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IV. Implicaciones sociales

de una sociedad más longeva

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1. El envejecimiento de la poblaciónespañola a un ritmo creciente

Año tras año, la Estadística del Padrón Conti-nuo pone de manifiesto el progresivo envejeci-miento de la población española. A 1 de enerode 2020, el número de habitantes de 65 o másaños de edad ascendía a 9.217.464, el máselevado de nuestra historia, y representa ya el19,43% del total de la población. Españacuenta hoy con un récord en el envejecimientode la población: el segundo país, tras Japón,con una esperanza de vida más alta. El enve-jecimiento de la población residente en Españano es mayor porque la inmigración lleva signifi-cando, en lo que va del siglo XXI, una relativaralentización del proceso. Hay empadronadasunos siete millones de personas extranjeras,pero tan solo el 7%, aproximadamente, superalos 65 años. Ocurre así porque se trata, sobretodo, de inmigración de carácter laboral-econó-

mico, con una estructura de edad relativa-mente joven. Quitando ese componente de lapoblación, es decir, si analizáramos exclusiva-mente los habitantes nacidos en España, latasa de población mayor rondaría el 21%. Encualquier caso, el proceso de envejecimientolleva dándose al menos desde principios delsiglo XX, aunque ha sido en las últimas déca-das cuando se ha acelerado (Tabla 1). En seisdécadas y hasta 1960, el porcentaje de mayo-res se incrementó en tres puntos porcentuales,hasta el 8,22%; sin embargo, en las posterio-res seis décadas ascendió en once puntos por-centuales, alcanzando el 19,43% del total dela población.

El envejecimiento de la población consti-tuye un fenómeno global, que está registrán-dose prácticamente en todos los lugares delmundo; sin embargo, en pocos avanza a unritmo tan alto como en España. Para enten-

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IV. Implicaciones sociales

de una sociedad más longeva

Realidad familiar y social de las personas mayores en España

Julio Iglesias de Ussel Catedrático de Sociología emérito de la UCM

Juan López DoblasProfesor Titular de la Universidad de Granada

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derlo debemos aludir a los factores que lo mo-tivan. Ocurre por dos dinámicas de signoopuesto, una positiva y otra negativa. Es muypositivo que nuestro país haya alcanzado pormuy variadas razones una de las esperanzasde vida más altas del planeta. Pero, de otrolado, la fecundidad es de las más bajas delmundo y la catalogamos como negativo, sinentrar en otras consideraciones, porque, comodemuestra la Encuesta de Fecundidad de2018, una parte de la población desearía con-tar con más hijos. En España, la esperanza devida al nacer no deja de aumentar, alcanzandoen 2018 nuevos máximos históricos: 80,52años para los varones y 85,89 años para lasmujeres; al mismo tiempo, la fecundidad con-tinúa estancada en valores muy bajos (1,25hijos por mujer), muy lejos del umbral del reemplazo generacional1. Con estas premisas,el proceso de envejecimiento se va a acentuar

en las próximas décadas, más todavía habidacuenta de que las cohortes que van a iniciarsu sexagésima década de vida son muy abun-dantes, nacidas durante el baby boom (entre1960 y 1975 aproximadamente).

2. Diversidades entre los mayores por edad, sexo, estudios y estado civil

En España residen hoy en día más de nuevemillones de personas mayores de 64 años.Sería un error realizar el análisis de este co-lectivo tratándolo como un grupo de poblaciónhomogéneo e ignorando su diversidad interna.Es necesario advertir, por ejemplo, que hayquienes se jubilan teniendo todavía en vida alpadre y/o a la madre. Ello implica que en mu-chas familias coexisten miembros de dos ge-neraciones distintas: una nacida con anterio-ridad a la Guerra Civil y que, de un modo u

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TABLA 1.Proceso de envejecimiento de la población española desde 1900

Personas de 65 o más añosAño Número total de habitantes (N) (%)

1900 18.597.388 967.774 5,20

1910 19.976.546 1.105.569 5,53

1920 21.320.957 1.216.693 5,71

1930 23.629.492 1.440.744 6,10

1940 26.015.907 1.699.860 6,53

1950 27.963.124 2.022.533 7,23

1960 30.464.742 2.505.165 8,22

1970 34.040.989 3.290.800 9,67

1981 37.683.362 4.236.740 11,24

1991 38.872.268 5.370.252 13,82

2001 40.847.371 6.958.516 17,04

2011 46.815.916 8.116.350 17,34

2020 47.431.256 9.217.464 19,43

Fuente: elaboración propia, con datos de los Censos de Población desde 1900 y del Padrón de Habitantes de 2020. (INE).

1 Estos datos están extraídos de los Indicadores Demográficos del INE.

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otro, sufrió sus efectos; otra nacida a media-dos del siglo XX, que ha disfrutado por lo ge-neral de mayores oportunidades económicas,sociales y culturales, lo que se traduce en es-tilos de vida muy diferentes durante la jubila-ción. Dicho esto, lo novedoso de nuestrotiempo es el enorme incremento del númerode personas más longevas. A principios de2020, España contaba con 2.834.133 habi-tantes de 80 o más años, representando el5,98% de toda su población; apenas dos dé-cadas antes, en 2001, su número era inferiora 1.600.000 y suponían tan solo el 3,87%.Entre las personas de 65 o más años, las ma-yores de 80 tienen cada vez más peso rela-tivo: suponen el 30,75%, cuando a principiosdel siglo XXI representaban en torno al 23%(Tabla 2). El crecimiento demográfico de laspersonas longevas aún podría ser mayor deno ser porque en la actualidad están cum-pliendo los 80 años las cohortes relativa-

mente escasas de efectivos nacidas durantela Guerra Civil. Retengamos, pues, que el in-cremento del envejecimiento en España hoy loes, sobre todo, de mayores de 80 años, conlos múltiples efectos que conlleva, desde sa-nitarios a residenciales.

Deben evitarse las visiones globalizadorasdel envejecimiento, en segundo lugar, porquevarones y mujeres cuentan con muy diferentepeso demográfico en el envejecimiento. El pro-pio reparto de las personas mayores de 64años por sexo ofrece una presencia más abun-dante de mujeres, que no solo es evidente ennuestros días (suponen alrededor del 57%,frente al 43% de varones), sino que también loha sido en cualquier otra época pretérita. Estadesproporción, además, se acentúa conformemás elevada sea la edad que consideremos.Entre las personas recién jubiladas existe algomás de mujeres que de varones (en el grupo

Realidad familiar y social de las personas mayores en EspañaJULIO IGLESIAS DE USSEL•JUAN LÓPEZ DOBLAS

TABLA 2.1900-2020. Población total y entre mayores de 65 años. % Personas de 80 o más años y en el conjunto de la población española

Conjunto de la Personas mayores % de personas de 80 Nº. mayores 80 porAño población española de 65 años (%) o más años en A (%) cada ... personas

A B C D

1900 18.597.388 967.774 11,92 115.385 0,62 161

1910 19.976.546 1.105.569 12,00 132.615 0,66 152

1920 21.320.957 1.216.693 11,75 143.014 0,67 149

1930 23.629.492 1.440.744 12,29 177.112 0,75 133

1940 26.015.907 1.699.860 13,19 224.158 0,86 116

1950 27.963.124 2.022.533 13,47 272.490 0,97 103

1960 30.464.742 2.505.165 14,73 368.975 1,21 83

1970 34.040.989 3.290.800 15,92 523.739 1,54 65

1981 37.683.362 4.236.740 17,12 725.138 1,92 52

1991 38.872.268 5.370.252 21,37 1.147.868 2,95 34

2001 40.847.371 6.958.516 22,71 1.580.322 3,87 26

2011 46.815.916 8.116.350 30,27 2.456.908 5,25 19

2020 47.431.256 9.217.464 30,75 2.834.133 5,98 16

Fuente: elaboración propia, con datos de los Censos de Población desde 1900 y del Padrón de Habitantes de 2020 (INE).

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de 65-69 años, el 52,41% frente al 47,59%);entre las octogenarias, muchas más (en el de85-89 años, el 63,70% frente al 36,30%); yentre las personas centenarias, el predominiode las mujeres se ha generalizado y ya repre-sentan casi cuatro de cada cinco (Tabla 3).Ello se debe a que los varones soportan tasasde mortalidad superiores en todas las edades,pero, de modo especial, en las avanzadas; suesperanza de vida al cumplir 65 años es de19,24 años, mientras que la de las mujeressobrepasa los 23 años2.

Otro elemento diferencial entre personasmayores es, sin duda, su nivel de estudios. Enla actualidad, alrededor del 33% de los mayo-res tienen educación primaria, el 31% comple-taron secundaria y solo el 15% alcanzaron lasuperior. Las demás carecen de instrucciónacadémica, a las que hay que incluir un 4,40%que son analfabetas. Se trata de un problemaque viene heredado del pasado y que afecta,sobre todo, a las mujeres. Su tasa de analfa-betismo duplica la de los varones (el 5,72%

frente al 2,73%), y también existen relativa-mente más mujeres que varones sin estudiosformales, aunque sepan leer y escribir (el18,32% frente al 14,39%). El porcentaje de per-sonas mayores con educación superior resultamucho más alto en la población masculina (su-pera el 19%) que en la femenina (menos del11%), y lo mismo hay que afirmar con respectoa quienes poseen estudios secundarios(32,99% y 30,05%, respectivamente).

En todo caso, el nivel educativo de las per-sonas mayores ha mejorado enormemente du-rante las últimas décadas. Recordemos cómoera la situación a comienzos del propio sigloXXI; en 2001, la tasa de analfabetismo casiduplicaba a la actual: el 4,57% en varones y el10,67% en mujeres. En cambio, contaban conestudios superiores el 5,84% de los varones yel 2,47% de las mujeres, lo cual significa que,desde entonces, dicho porcentaje se ha tripli-cado en el caso masculino y cuadruplicado enel femenino (Gráfico 1). El grado de instruc-ción académica de las personas mayores re-

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2 Fuente: Indicadores Demográficos Básicos (INE).

TABLA 3.Distribución de las personas mayores por sexo, en diferentes grupos de edad (En porcentajes horizontales)

Varones Mujeres

Grupos de edad Personas en total (N) (%) (N) (%)

65-69 años 2.423.865 1.153.582 47,59 1.270.283 52,41

70-74 años 2.211.826 1.020.339 46,13 1.191.487 53,87

75-79 años 1.747.640 773.731 44,27 973.909 55,73

80-84 años 1.272.972 513.661 40,35 759.311 59,65

85-89 años 996.429 361.725 36,30 634.704 63,70

90-94 años 435.973 133.052 30,52 302.921 69,48

95-99 años 111.333 27.313 24,53 84.020 75,47

100 y más 17.426 3.772 21,65 13.654 78,35

Total 9.217.464 3.987.175 43,26 5.230.289 56,74

Fuente: Elaboración propia, con datos del Padrón de Habitantes de 2020 (INE).

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sulta hoy más elevado que nunca y, a buen se-guro, continuará mejorando en el futuro. Todoapunta también a que la brecha de géneroentre los mayores, que aún persiste, tenderáa reducirse con el paso del tiempo, siendobastante probable que llegue el día en el quelas mujeres españolas de 65 o más años dis-fruten de mayor nivel educativo que los varo-nes, invirtiéndose el fenómeno que ha preva-lecido durante muchas décadas.

Las personas mayores de 64 años tam-bién muestran una notable heterogeneidadrespecto a su estado civil. De cada cinco,aproximadamente tres se encuentran casa-das. Sin embargo, al diferenciar por sexo,llama la atención que el porcentaje de per-sonas casadas ascienda al 75% entre los va-rones, mientras que entre las mujeres des-ciende al 48%. Envejecer en el seno del ma-trimonio, intercambiando con la pareja apoyomaterial y emocional, o compartiendo even-tos tan relevantes en el curso vital de las per-

sonas como la jubilación o el nacimiento delos nietos, resulta mucho más común paralos varones. Enviudar, en cambio, supone unaexperiencia experimentada principalmentepor las mujeres, entre otras razones, porqueha sido habitual contraer matrimonio con va-rones con más años. Así, con 65 o másaños, hay alrededor de un 41% de viudas yun 12% de viudos. Ahora bien, las tasas deviudedad, tanto en los varones como en lasmujeres, llevan décadas disminuyendo por elretraso de la mortalidad, hasta el punto deregistrar en la actualidad los valores másbajos conocidos nunca. En la España de me-diados del siglo XX, entre la población feme-nina de 65 o más años, el 60% eran viudas,mientras que entre los hombres el porcentajeascendía a 29%3.

La reducción de la mortalidad, sobre todoentre las personas longevas, está favore-ciendo la duración de los matrimonios, perotambién su quiebra y, en su caso, eventuales

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GRÁFICO 1.Nivel de estudios de varones y mujeres mayores de 65 años en 2001 y en 2020

Fuente: E. P., con datos de la Encuesta de Población Activa, I trimestre 2020 (INE)

Varones 2001

5

0

10

15

20

25

30

35

40Analfabetos/as

Mujeres 2001 Varones 2020 Mujeres 2020

Sin estudios Primarios Secundarios Superiores

3 Fuente: elaboración propia, con datos del Censo de Población de 1950.

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Solteras Casadas Viudas Separadas/Divorciadas

(N) (%) (N) (%) (N) (%) (N) (%)

Ambos sexos:

65-69 años 206,2 8,63 1.691,5 70,84 278,0 11,64 212,1 8,89

70-74 años 146,0 6,86 1.477,3 69,40 385,8 18,12 119,7 5,62

75-79 años 90,6 5,90 963,0 62,72 430,8 28,06 51,1 3,72

80 o más 143,5 5,46 1.090,4 41,53 1.354,1 51,58 37,6 1,43

Total 586,3 6,75 5.222,2 60,18 2.448,7 28,22 420,5 4,85

Varones:

65-69 años 105,8 9,30 882,0 77,49 54,1 4,75 96,2 8,46

70-74 años 75,9 7,72 782,9 79,56 72,2 7,34 52,9 5,38

75-79 años 43,7 6,44 544,5 80,19 65,9 9,71 24,8 3,66

80 o más 47,8 4,77 672,9 67,11 263,0 26,23 19,0 1,89

Total 273,2 7,18 2.882,3 75,77 455,2 11,97 192,9 5,08

Mujeres:

65-69 años 100,4 8,03 809,6 64,78 223,9 17,92 115,9 9,27

70-74 años 70,1 6,12 694,4 60,65 313,6 27,39 66,8 5,84

75-79 años 46,8 5,46 418,5 48,87 364,8 42,60 26,3 3,07

80 o más 95,8 5,90 417,4 25,72 1.091,2 67,23 18,6 1,15

Total 313,1 6,42 2.339,9 48,01 1.993,5 40,90 227,6 4,67

108

nuevas uniones. Las separaciones y/o los di-vorcios, en efecto, afectan a casi el 5% de laspersonas mayores. Hasta ahora, no habían te-nido tanta importancia estadística. Además,resultan seis veces más frecuentes entre laspersonas recién jubiladas que entre las de 80o más años (Tabla 4). No existen monografíasdetalladas sobre el divorcio en edades avan-zadas que pudieran ilustrarnos acerca de sise trata de divorcios “retrasados” por cual-quier razón familiar o económica, o bien “pro-vocados” por la convivencia en esas edades.Nos inclinamos a pensar que cada vez seránmás frecuentes los provocados; la mismaadaptación a la jubilación con los cambios de-rivados en la vida cotidiana y la juvenilización

de los estilos de vida de los mayores puedenhacer surgir motivos de discrepancia o ten-sión desconocidos en la pareja hasta enton-ces, en un contexto de reducción de ingresospor la jubilación.

Por otro lado, con carácter reciente está dán-dose un aumento de las situaciones de soltería,especialmente en los varones. Todo ello sugiereque, a corto y medio plazo, podría bajar algo laproporción de personas mayores casadas yque, entre aquellas que no tienen pareja, loscasos de soltería y de separación o divorcio iránincrementándose frente a los de viudez. Es muyprobable que ambas tendencias se consolidena medida que vayan accediendo a la jubilación

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TABLA 4.Estado civil de las personas mayores, por sexo y grupos de edad (En porcentajes horizontales)

Fuente: Elaboración propia, con datos de la Encuesta Continua de Hogares 2018 (INE).

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las cohortes nacidas durante el baby boom, por-tadoras de nuevos estilos de vida, así como deactitudes y comportamientos respecto a la pa-reja y la familia que rompen cada vez más conlos moldes sociales tradicionales. Las relacio-nes familiares de las personas mayores sepa-radas o divorciadas apenas se han investigadoen España, por el momento. En otros países,sin embargo, han sido objeto de numerosos es-tudios, como ocurre en Estados Unidos (Lee,Spitze y Logan, 2003; Brown y Lin, 2012), elReino Unido (Glaser, Tomassini y Stuchbury,2008), Holanda (van der Pas, van Tilburg y Sil-verstein, 2013; Graaf y Fokkema, 2007) o in-cluso los países del este de Europa (Moor yKomter, 2012).

Esta previsión no es incompatible con otratendencia reciente que viene observándose enEspaña desde principios de siglo XXI, bastantesignificativa pero que implica a una cifra rela-tivamente escasa de personas mayores, ape-nas varios miles: cada vez son más quienesdeciden casarse. Los datos del INE, referidosen este caso a personas de 60 o más años,indican que entre 2001 y 2018 las tasas de

nupcialidad (contrayentes por mil habitantes)han llegado a duplicarse para los varones yprácticamente a triplicarse para las mujeres,situándose en el 27,48 y el 10,74 por mil, res-pectivamente (Gráfico 2). En términos absolu-tos, en 2018 contrajeron matrimonio con al-guien de distinto sexo 7.799 varones y 3.159mujeres. A edades avanzadas los varones sonmucho más propensos a casarse que las mu-jeres, lo cual no resulta un hecho novedososino que ha ocurrido siempre, no solo en Es-paña sino en el resto de sociedades occiden-tales (De Jong, 2004; Wu, Schimmele y Oue-llet, 2015). Se sabe que las viudas son parti-cularmente contrarias a emparejarse de nuevopor diferentes motivos, como verse dema-siado mayores para ello o creer que es algoinnecesario o que supondría renunciar a su in-dependencia, o por su voluntad de guardaruna especie de lealtad al cónyuge que tuvie-ron, o por su temor a generar conflictos fami-liares o ser objeto de la crítica social (López,Díaz y Sánchez, 2014).

Aun así, algo parece estar cambiando entrelas personas mayores sin pareja, en general,

Realidad familiar y social de las personas mayores en EspañaJULIO IGLESIAS DE USSEL•JUAN LÓPEZ DOBLAS

GRÁFICO 2.Evolución de las tasas de nupcialidad de los varones y de las mujeres de 60 o más años desde 1976 hasta 2018

Fuente: Elaboración propia, con datos de Indicadores Demográficos Básicos (INE).

1976

1977

1978

1979

1980

1981

1982

1983

1984

1985

1986

1987

1988

1989

1990

1991

1992

1993

1994

1995

1996

1997

1998

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

2009

2010

2011

2012

2013

2014

2015

2016

2017

2018

5

0

10

15

20

25

30Varones

Mujeres

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Censo 1991 Censo 2001

(N) (%) (N) (%)

Unipersonales 868.273 16,61 1.358.937 19,99

Dos miembros 2.236.066 42,76 2.890.331 42,53

Tres miembros 908.655 17,38 1.279.401 18,82

Cuatro o más 1.215.908 23,25 1.268.267 18,66

Total 5.228.902 100 6.796.936 100

Censo 2011 E. C. Hogares 2018

(N) (%) (N, en miles) (%)

Unipersonales 1.709.185 21,54 2.037,7 23,48

Dos miembros 3.863.265 48,69 4.332,0 49,92

Tres miembros 1.373.200 17,31 1.403,7 16,18

Cuatro o más 988.125 12,46 904,7 10,42

Total 7.933.775 100 8.678,1 100

Fuente: E. propio, con datos de varios Censos de Población y la Encuesta Continua de Hogares de 2018 (INE).

110

cuyas actitudes también resultan cada vez másfavorables hacia las uniones de hecho (Browny Wright, 2016), así como hacia las relacionesllamadas living apart together, o parejas dedoble domicilio (Benson y Coleman, 2016). Qui-zás deba considerarse que si las comparamoscon aquellas otras que sí tienen pareja, dispo-nen por lo general de peor salud, recursos eco-nómicos más bajos, menor apoyo social y unamayor incidencia del sentimiento de soledad; yson las mujeres viudas y los varones solterosquienes se encuentran en una situación másdesventajosa (Lin y Brown, 2012). Para estaspersonas, emparejarse podría significar unmedio con el que paliar dichos problemas. Porejemplo, numerosos estudios definen el matri-monio como un factor clave en la proteccióncontra la soledad, y coinciden también en se-ñalar lo propensas que son las personas ma-yores viudas y divorciadas a sufrirla (de JongGierveld, Keating y Fast, 2015; Dahlberg yMcKee, 2014; Savikko et al., 2005).

3. La convivencia de los mayores: de convivencia intergeneracional hacia la independencia residencial

El estado civil de las personas mayores afectaal tipo de hogar donde residen y, en última ins-tancia, a sus modos de convivencia. De cadacuatro mayores, grosso modo, uno habita en ho-gares unipersonales, dos en hogares biperso-nales y el cuarto en otros más amplios. Suelenocupar hogares de escaso tamaño, en defini-tiva, como resultado de importantes tendenciasque vienen produciéndose durante las últimasdécadas. En primer lugar, el porcentaje de per-sonas mayores en hogares unipersonales nodeja de incrementarse, hasta el punto de regis-trar en la actualidad el valor más elevado que sehaya conocido nunca, el 23,48%. También hacrecido el número de quienes habitan en hoga-res de dos miembros, la mayoría compartidoscon la pareja: si en 2001 suponían el 42,53%,en 2018 rondan el 50%. Por el contrario, los ho-

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TABLA 5.Personas mayores de 65 años, según el tamaño del hogar donde residen, en 1991, 2001, 2011 y 2018

DEBATES SOBRE LA LONGEVIDAD_LONGEVIDAD 26/10/20 12:09 Página 110

Page 112: Coordinador: sobre longevidad Miguel Marín Debates

Ambos sexos Varones Mujeres

(N) (%) (N) (%) (N) (%)

Exclusivamente con la pareja 3.901,4 44,96 2.119,2 55,71 178,2 36,56

Con pareja e hijos/as 1.291,1 14,88 760,2 19,99 530,8 10,89

Sin pareja, con hijos/as 707,6 8,15 132,1 3,47 575,5 11,81

Solas 2.037,7 23,48 572,1 15,04 1.465,6 30,07

Conviven, no núcleo familiar 740,3 8,53 220,2 5,79 520,5 10,67

Total 8.678,1 100 3.803,9 100 4.874,2 100

Fuente: Elaboración propia, con datos de la Encuesta Continua de Hogares (INE).

111

gares formados por cuatro o más miembros,donde las personas mayores suelen convivircon sus hijos, han experimentado un gran re-troceso: si en 1991 representaban el 23,25%,en la actualidad apenas el 10,42% (Tabla 5).Entre 1991 y 2018 crecen solo los hogaresmás pequeños –los unipersonales– y descien-den los más amplios, formados por tres y, sobretodo, cuatro miembros.

Lo más común es que las personas mayoresde 65 años en 2018 vivan exclusivamente consu pareja, en una situación familiar denominadade nido vacío; lo hacen alrededor del 45% de losmayores de 65 años; a los que deben añadirseel 15% que comparte el domicilio con la parejay algún hijo (Tabla 6). Hay que destacar que, enla inmensa mayoría de los casos, se trata depersonas unidas en matrimonio, ya que las pa-rejas de hecho registradas como tales única-mente representan el 2,30% de todas esasuniones. En números absolutos, existen más decinco millones de personas mayores en matri-monios y 117.000 en relaciones de hecho. Den-tro de uno u otro marco, las parejas homose-xuales poseen una dimensión estadística muyreducida (0,42%); entre ellas, por cierto, sonsiete veces más frecuentes los matrimonios quelas uniones de hecho. Los varones son relativa-mente más propensos que las mujeres a em-

parejarse con alguien del mismo sexo, tanto enel marco de los matrimonios como de las unio-nes de hecho. Así, por ejemplo, de cada tres ma-trimonios homosexuales de personas mayoresde 65 años, dos corresponden a varones y unoa mujeres; y casi el 80% de las parejas de hechohomosexuales son de varones.

En realidad, vivir con la pareja es un hechomucho más definitorio del envejecimiento mas-culino que del femenino. En situación de nidovacío se encuentra el 55,71% de los varones yel 36,56% de las mujeres mayores de 65 años.Ello se explica por la mayor incidencia que tienela viudedad entre ellas (puesto que poseen unaesperanza de vida superior y acostumbran aemparejarse con varones de más edad). Por lamisma razón, además, resulta mucho máscomún ver a varones que a mujeres compar-tiendo el hogar con la pareja y algún hijo (el 20%frente al 11%, aproximadamente). En cuanto alas personas mayores sin pareja, lo más fre-cuente es que vivan solas. Como hemos men-cionado, en España el porcentaje de habitantesde 65 o más años en hogares unipersonaleslleva décadas incrementándose y alcanza hoyen día un récord histórico. Pero lo hace en unamedida desigual en función de su sexo: entorno al 15% entre los varones y al 30% entrelas mujeres. En general, todos los modos de

Realidad familiar y social de las personas mayores en EspañaJULIO IGLESIAS DE USSEL•JUAN LÓPEZ DOBLAS

TABLA 6.Formas de convivencia de los mayores de 65 años, por sexo. 2018

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convivencia en los que no está presente la pa-reja implican a una cifra relativamente más altade mujeres. Así, viven con algún hijo el 11% deellas, pero apenas el 3,47% de ellos. La granmayoría de estos casos corresponden a viudasque encabezan un hogar monoparental. Por úl-timo, conviven con otras personas, sin llegar aformar un núcleo familiar, una proporción de mu-jeres (el 10,67%) que vuelve a duplicar a la devarones (al 5,79%) (Tabla 6).

Sobre las personas mayores que vivensolas es importante añadir, dado su creci-miento demográfico y su relevancia socioló-

gica, que su número acaba de superar el um-bral de los dos millones: 2.037.700 perso-nas. Forman un grupo en el que sobreabun-dan las mujeres, como ha ocurrido siempre,pero los varones vienen ganando peso rela-tivo de manera paulatina: si en 1991 signifi-caban menos del 20%, en 2018 son ya másdel 28%. La población mayor solitaria tambiénestá modificando su composición por estadocivil; se incrementa el porcentaje de personasseparadas o divorciadas, en detrimento,sobre todo, del de viudas: en 2018, más del12%, cerca de 250.000 personas, son sepa-radas o divorciadas viviendo en hogares uni-

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Fuente: Elaboración propia, con datos de los Censos de Población y la Encuesta Continua de Hogares de 2018 (INE).

TABLA 7.Distribución de las personas mayores de 65 años en hogares unipersonales, por sexo y estado civil, en 1991, 2001, 2011 y 2018

Censo 1991 Censo 2001

(N) (%) (N) (%)

Varones 171.363 19,74 315.466 23,21

Mujeres 696.910 80,26 1.043.471 76,79

Solteras 158.057 18,20 244.864 18,02

Casadas 24.445 2,82 48.356 3,56

Viudas 672.270 77,43 1.018.782 74,97

Separadas/Divorciadas 13.501 1,55 46.935 3,45

65-79 años 646.158 74,42 911.312 67,06

80 o más años 222.115 25,58 447.625 32,94

Total 868.273 100 1.358.937 100

Censo 2011 E. C. Hogares 2018

(N) (%) (N, en miles) (%)

Varones 429.700 25,14 572,1 28,08

Mujeres 1.279.485 74,86 1.465,6 71,92

Solteras 275.070 16,09 339,0 16,64

Casadas 92.625 5,42 91,3 4,48

Viudas 1.208.560 70,71 1.358,6 66,67

Separadas/Divorciadas 132.930 7,78 248,8 12,21

65-79 años 1.028.315 60,16 1.187,0 58,25

80 o más años 680.870 39,84 850,1 41,75

Total 1.709.185 100 2.037,7 100

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personales, cuando siete años antes, en2011, representaban el 7,78% y, en cifras ab-solutas, eran alrededor de menos de la mitad,unas 133.000. En estos treinta años crecenlos hogares unipersonales de las separadasy divorciadas muy significativamente y, enmenor medida, el de casadas. Pero no esmenor el incremento en los hogares solitariosde los mayores de 80 años. En 2018, el 42%de las personas mayores que viven solas so-brepasa los 80 años de edad, mientras queen 1991 eran alrededor del 25% (Tabla 7). Asu voluntad de conservar la autonomía, re-chazando alternativas como la mudanza confamiliares o el ingreso en una residencia, sedebe que continúen solas en casa mientrasconservan la salud suficiente, incluso a eda-des muy avanzadas, sin que ello implique elrechazo de los lazos familiares (López Doblas,2005).

Estos datos reflejan la profunda transfor-mación experimentada en las formas de convi-vencia de las personas mayores. Algunos es-tudios han puesto de relieve que en España laindependencia residencial lleva tiempo expan-diéndose en detrimento de la convivencia in-tergeneracional (López Doblas, 2018), si-guiendo un proceso iniciado en Estados Unidosy en otras sociedades occidentales hacia me-diados del siglo pasado (Ruggles, 2007; Kra-marow, 1995; Michel et al., 1980). La convi-vencia engloba realidades diversas, puesto queunas veces beneficia más a las personas ma-yores, como ocurre cuando un viudo o unaviuda pasa a residir con familiares para recibircuidados informales (Rogero y Rosenberg,2011); en otras, a los hijos, en casos de eman-cipación tardía o de apoyo a la crianza de ladescendencia, o de retorno a la vivienda de lospadres cuando surgen problemas como el

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GRÁFICO 3.Formas de convivencia de las personas mayores, por sexo. 2018

Fuente: E. P., con datos de la Encuesta Continua de Hogares 2018.

65-69años

varones

70-74años

varones

10%

0%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%Con pareja

75-79años

varones

80 o másaños

varones

65-69años

mujeres

70-74años

mujeres

75-79años

mujeres

80 o másaños

mujeres

Con pareja e hijos/as Sin pareja, con hijos/as No núcleo familiar Solos/as

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desempleo o el divorcio (Schwarts y Ayalon,2015; Smits, van Gaalen y Mulder, 2010). Peroparece que los mayores reducen la demandade convivencia con los hijos. Lo cierto es quecerca del 41% de las mujeres y del 19% de losvarones de 80 o más años viven en solitario.Son cifras superiores a la que registra la con-vivencia intergeneracional, ya que, con lamisma edad, comparten el hogar con algún hijoo hija (sin la pareja) menos del 17% de las mu-jeres y del 6% de los varones (Gráfico 3).

En España, nueve de cada diez personasmayores son propietarias de la vivienda dondese encuentran habitando; las razones delarraigo de esta tendencia son muy heterogé-neas y no se circunscriben al escaso parque dealquiler disponible, sino que alcanzan a la des-confianza hacia otras formas de inversión eco-nómica (Iglesias de Ussel, 1993). En la in-

mensa mayoría de los casos, las casas en lasque residen los mayores fueron compradas ensu día y en la actualidad las tienen completa-mente pagadas (el 77%), aunque hay quienesaún han de afrontar parte de la hipoteca (el6,8%) o la adquirieron por herencia o donación(el 7,1%). Las situaciones de alquiler, por con-siguiente, resultan muy poco relevantes: el7,1% de las personas mayores, un porcentajeque, entre las personas de 35-44 años se elevahasta el 26,4%, y entre las de 25-34 años su-pera el 39% (Gráfico 4). Estos hechos, además,tienen su reflejo en el plano de las actitudes.Según el CIS, las personas mayores que estánde acuerdo con la opinión de que siempre esmejor comprar un piso que alquilarlo son el 80%(frente al 62% entre 35-44 años), mientras el72,5% de los mayores está de acuerdo con quecomprar un piso es la mejor forma de ahorrarpara el futuro (frente al 54% del otro rango). Y

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GRÁFICO 4.Modo de tenencia de la vivienda donde habitan las personas en España, por grupos de edad. 2019

Fuente: E. P., con datos del Barómetro de junio de 2019. Estudio 3252 (CIS).

18-24 años

10%

0%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

Propia, pagada

25-34 años 35-44 años 45-54 años 55-64 años 65 y más

Propia, hipoteca Propia, herencia Alquilada Otra fórmula NS/NC

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aunque la mayoría está a favor de que las ad-ministraciones públicas adopten medidas parafomentar el alquiler de viviendas, como crear unparque público de viviendas, apoyar su rehabili-tación para alquileres, aumentar la seguridad ju-rídica u ofrecer desgravaciones fiscales paraquienes arrienden, todas ellas cuentan con unrespaldo comparativamente más alto entre laspersonas de cualquier otro grupo de edad.

4. Mejoras en la posición económica y elestado de salud de las personas mayores

Un aspecto decisivo en la vida de las personasmayores está vinculado con su situación eco-nómica. La renta disponible final de que dispu-sieron en 2018 fue de 16.516 euros, algo in-ferior a la promediada en la población española(16.937 euros). Pese a ello, su tasa de riesgode pobreza después de transferencias socialeses comparativamente baja: el 15,6%, frente al21,6% de la población española en su conjuntoy, en particular, al 30,3% observado entre losjóvenes (correspondiente al grupo de edad de

16-24 años). Además, merece destacarse queentre 2008 y 2018 dicha tasa haya disminuidode modo sustancial entre las personas mayo-res, mientras que en el resto de la poblaciónse ha incrementado en mayor o menor medida.En los últimos años, en consecuencia, parecehaber mejorado la posición económica relativade las personas mayores, hasta el punto deconstituir en la actualidad el grupo con menorriesgo de pobreza dentro de la sociedad espa-ñola (Gráfico 5). Ello contrasta, por completo,con la asociación que tendió a darse en el pa-sado entre la vejez y la pobreza: las personasmayores se encuentran hoy día más a salvo deella que nunca. La imagen del mayor enlutado,decrépito y sin aliento solo es eso, un estereo-tipo de un pasado por fortuna hoy desapare-cido gracias a la mejora del bienestar colectivo.

De hecho, el porcentaje de personas que de-clara tener grandes dificultades para atenderhabitualmente a sus gastos mensuales resultamás bajo entre las mayores de 65 años queentre las de cualquier otra categoría de edad:

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GRÁFICO 5.Evolución de la tasa de riesgo de pobreza después de transferencias sociales, por grupos de edad, entre 2008 y 2018

Fuente: E. P., con datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (INE).

2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018

5

0

10

15

20

25

30

35

4016-24 25-34 35-49 50-64 65 y más

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apenas el 7,4%, cuando el observado en elgrupo de 16-24 años, por ejemplo, asciendeprácticamente al doble (el 14,3%). De igualmodo, la proporción de personas que se en-cuentran en una situación de carencia material(que no pueden acceder a determinados bienesque desean poseer para lograr un estándar devida adecuado) registra, entre las de 65 o másaños, el valor más reducido de toda la pobla-ción española: el 9,7%, y las personas mayoresson quienes menos dificultad revelan a la horade afrontar gastos imprevistos. Además, aun-que el 13,5% ocupa viviendas con deficienciasestructurales como goteras, humedades o po-dredumbre en suelos, ventanas o puertas, esteporcentaje es inferior al observado en cualquierotro grupo de edad (Gráfico 6).

Si bien los datos económicos ofrecen re-sultados comparativamente positivos, los ma-yores revelan opiniones pesimistas en bas-tantes aspectos. El Índice de Confianza del

Consumidor pone de relieve que las personasmayores son quienes menos optimistas semuestran con respecto a la evolución futurade la situación económica en su hogar: úni-camente el 5,5% cree que mejorará en los pró-ximos seis meses, frente al 19,5% que opinaque empeorará. En el conjunto de la poblaciónespañola, por el contrario, son más quienesprevén avances (el 21,4%) que retrocesos (el17,3%). Al valorar las posibilidades de ahorroque tendrán durante el próximo año, tambiénlas personas mayores manifiestan la visiónmás negativa: por cada una que cree queserán mayores que las actuales, diez opinanlo contrario (2,8% y 27,8%, respectivamente).Y también predomina el pesimismo en cuantoa las oportunidades de adquisición de bienesduraderos (coches, muebles, electrodomésti-cos, ordenadores, etc.): apenas el 3,2%piensa que serán mayores en el futuro, frenteal 22,3% que opina lo contrario; entre las per-sonas de hasta 45 años de edad, muy al con-

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GRÁFICO 6.Porcentaje de personas con dificultades relacionadas con diversos aspectos, por grupos de edad. 2018

Fuente: E. P., con datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (INE)

Dificultades fin de mes

5

0

10

15

20

25

30

35

40

4516-24

Carencia material Gastos imprevistos Viviendas deficientes

25-34 35-49 50-64 65 y más

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trario, son más las que esperan mejoría queempeoramiento (Gráfico 7).

Las pensiones contributivas representan laprincipal fuente de ingresos de que disponenlas personas mayores. En 2018, el sistemade la Seguridad Social tenía concedidas untotal de 9.622.519, cuyo importe fue de944,69 euros mensuales (media anual). Lacifra de pensiones viene incrementándose conel proceso de envejecimiento demográfico. En2010, por ejemplo, eran 8.671.018, y su im-porte medio de unos 780 euros al mes; en2000, alrededor de 7.600.000, con un im-porte medio de 470 euros. En lo que va desiglo XXI, la cuantía de las pensiones contri-butivas ha llegado a duplicarse (en términosnominales), en efecto, así como su número hacrecido en más de dos millones, el 26,63%.

En realidad, no dejan de batirse récords enambas dimensiones, ya que, cada año, exis-ten más pensiones de nueva creación que ex-tinguidas y, además, se hallan mejor dotadaseconómicamente. Los datos son notorios: en2018 hubo 586.286 altas de pensiones con-tributivas, de 1.064 euros como promedio,frente a 460.087 bajas de pensiones, de837,76 euros4.

La gran mayoría de las pensiones contribu-tivas son de jubilación: en 2018, 5.929.471de ellas, cuyo importe medio ascendió a1.090,70 euros al mes. Dicho importe varíade un modo sustancial dependiendo del sexoy de la edad de quienes las perciben. Si sonvarones, asciende hasta los 1.261,56 euros,mientras que en las mujeres desciende a los811,46 euros, es decir, un 36% menos. El sis-

Realidad familiar y social de las personas mayores en EspañaJULIO IGLESIAS DE USSEL•JUAN LÓPEZ DOBLAS

GRÁFICO 7.Varios indicadores de confianza del consumidor, por grupos de edad. 2019

Fuente: E. P., con datos del Índice de Confianza del Consumidor, septiembre 2019. Estudio 3262 (CIS)

Situación económica futura

10%

0%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

Mejor/mayores

Posibilidad de ahorro Posibilidad de adquirir bienes

Igual/es Peores/menores Ns/Nc

4 Fuente: Anuario de Estadísticas Laborales. Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social.

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tema público de pensiones tiende a reproducirlas desigualdades que existen en el mercadolaboral. Los varones han ocupado empleosmejor remunerados que las mujeres, en tér-minos generales y, por consiguiente, han coti-zado más a la Seguridad Social. Ello tiene con-secuencias en el momento de la jubilación.Por otra parte, la cuantía de estas pensionestambién difiere, y mucho, por edad. Aquellasque perciben las personas recién jubiladasson de mayor cuantía económica que las delas personas octogenarias: en el grupo de 65-69 años, sobrepasan los 1.250 euros al mesde media, mientras que en el de 85 o másaños se quedan en 807,07 euros, también un36% menos. Las disparidades se hacen ma-yúsculas si consideramos lo que ingresan porellas las mujeres mayores de 85 años

(584,14 euros al mes), frente a los varonesde 65-69 años (1.397,21 euros) (Tabla 8).

Otro tipo de pensiones contributivas de laSeguridad Social tienen un alcance bastantelimitado entre las personas mayores, comopor ejemplo las de incapacidad permanente(solo existían 10.629 perceptoras en 2018).Sí adquieren, en cambio, mucha importancialas pensiones de viudedad. Ese año habíaconcedidas casi dos millones de ellas a per-sonas mayores, el 93,36% a mujeres: estasúltimas tuvieron un importe medio que oscilaentre los 735 euros mensuales si tenían 65-69 años y los 627 si eran mayores de 85(Tabla 8). En todo caso, nada que ver con loque obtenían quienes las percibieron a co-mienzos del siglo XXI: en el año 2000, el im-

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Fuente: Anuario de Estadísticas Laborales. Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social.

TABLA 8.Pensiones contributivas de jubilación y de viudedad percibidas por personas mayores de 65 años, e importe medio, por sexo y grupos de edad. Media anual de 2018.

Ambos sexos Varones Mujeres

(N) (Importe) (N) (Importe) (N) (Importe)

Jubilación:

65-69 años 1.504.911 1.256,10 932.754 1.397,21 572.157 1.026,06

70-74 años 1.392.833 1.141,41 873.562 1.329,53 519.271 824,95

75-79 años 984.821 1.004,58 618.034 1.191,77 366.787 689,18

80-84 años 832.942 895,23 516.181 1.064,81 316.761 618,90

85 o más 852.635 807,07 476.545 983,02 376.090 584,14

Otra edad 361.329 - 261.517 - 99.743 -

TOTAL 5.929.471 1.090,70 3.678.593 1.261.56 2.250.809 811,46

Viudedad:

65-69 años 203.490 717,61 20.512 556,00 182.978 735,72

70-74 años 290.299 697,25 22.087 488,12 268.212 714,48

75-79 años 331.329 674,40 20.406 447,84 310.923 689,27

80-84 años 449.725 653,74 25.696 412,11 424.029 668,38

85 o más 722.073 612,63 44.021 385,54 678.052 627,38

Otra edad 363.015 - 49.931 - 313.084 -

TOTAL 2.359.931 664,44 182.653 492,30 2.177.278 678,88

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porte medio se situaba en 331,52 eurosmensuales.

En las últimas décadas, no solo viene me-jorando la posición económica de las perso-nas mayores, sino también su estado desalud. Varios indicadores lo ponen de mani-fiesto. Al cumplirse los 65 años, la esperanzade vida no deja de aumentar en España. En2018 ascendió hasta los 19,24 años para losvarones y los 23,09 para las mujeres, que vie-nen a representar nuevos máximos históri-cos5. El tiempo de vida conquistado, además,transcurre en unas condiciones físicas y men-tales cada vez más favorables. De hecho, lallamada “esperanza de vida en buena salud”,es decir, la que las personas pueden disfrutarsin limitaciones por enfermedad o discapaci-dad, crece a un ritmo especialmente alto: siseguimos tomando la edad de 65 años como

punto de referencia, entre 2004 y 2017 la devarones se ha elevado de 9,8 a 12,3 años, yla de mujeres de 9,6 a 12,4 años6.

En paralelo a estos avances, las encuestasvienen recogiendo una continua mejora de lasalud autopercibida. El porcentaje de personasmayores que valoran su estado de salud como“bueno” o “muy bueno” tiende a incremen-tarse, en efecto, mientras que el de quienes loconsideran “malo” o “muy malo”, a disminuir(Gráfico 8). Por otro lado, al preguntárselessobre si en los últimos seis meses han sufridolimitaciones en su actividad diaria debidas aalgún problema de salud físico o mental, cons-tituyen clara mayoría quienes lo niegan: el54,4%, frente al 34,2% que afirman haber es-tado algo limitadas y el 11,4% gravemente li-mitadas. Desde principios de siglo se ha redu-cido de manera importante la proporción de

Realidad familiar y social de las personas mayores en EspañaJULIO IGLESIAS DE USSEL•JUAN LÓPEZ DOBLAS

5 Véanse los Indicadores Demográficos del INE.6 Véanse los Indicadores de Calidad de Vida del INE.

GRÁFICO 8.Evolución del estado de salud autopercibido por las personas mayores de 65 años entre 2004 y 2018

Fuente: Encuesta de Condiciones de Vida (INE).

2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018

5

0

10

15

20

25

30

35

40

45Muy bueno Bueno Regular Malo Muy malo

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personas mayores que declaran padecer limi-taciones de intensa gravedad (ha pasado del20,7% en 2004 al 11,4% en 2018), aunque re-sultan más frecuentes los casos con limitacio-nes de carácter moderado (han aumentado enese período del 28,3% al 34,2%)7.

5. La actividad de las personas mayores

Por perfecto que sea, el registro estadístico noalcanza a consignar la absoluta totalidad de larealidad social; algo perfectamente aplicable ala actividad de los mayores y constatable en lasestadísticas que sobre su actividad ofrece laEncuesta de Población Activa (EPA). Incluyecomo actividad solo la permanencia o el re-torno de los mayores a la actividad laboral, peroesta es una interpretación restrictiva favorece-dora del estereotipo pasivo y sin aportación ala colectividad de los mayores en nuestra so-ciedad, que ha sido cuestionado en numerosasocasiones, pues no son pocas las actividadesque quedan fuera de la EPA. Hace ya décadas,un sociólogo especialista en gerontología, Ben-jamín García Sanz (2001, 141 y ss.), propusoun esquema analítico que nos parece muchomás realista porque incorporaba las diferentesmodalidades de actividad, en muchos casossin registro estadístico, pero muy reales. Dife-renció cuatro tipos de actividades de los ma-yores: los estadísticamente activos; los activosencubiertos; los activos no remunerados; y losactivos por sus propias aficiones. Los activosencubiertos son los legalmente jubilados, peroque, en la práctica, siguen ejerciendo su profe-sión con la misma exigencia y regularidad quemantenían con anterioridad a su jubilación.Sanz puso como ejemplos a los empresarios,los autónomos, profesionales, artistas, inte-lectuales o campesinos. En los activos no re-munerados incluyó, sobre todo, a mujeres y

también a varones que asumen tareas y res-ponsabilidades familiares en hogares de hijosy con sus nietos, con regularidad o en situa-ciones de enfermedad, y son muy altos los por-centajes de mayores involucrados en esas ta-reas que evidencian las encuestas. Respectoa las aficiones de los mayores, subrayó las ac-tividades de ocio y turismo. Tal vez convengaañadir las relacionadas con prácticas deporti-vas o de actividad física que, en no pocas oca-siones, tienen un componente más distante alocio y muestran notorias semejanzas con la ac-tividad por la dureza con que se practican.

Pero queda mencionar el capítulo esencialde la actividad de los mayores: los estadísti-camente activos, es decir, los mayores quemantienen la actividad tras alcanzar la edadde jubilación postergando la pensión o quie-nes compatibilizan la percepción de una partede la pensión con la actividad laboral. Sonpues dos situaciones diferentes: la jubilacióndemorada y la compatibilidad entre el trabajoy la pensión.

Sea por la política en favor de la prolonga-ción de la actividad laboral, por la mejoría dela salud en las edades de la jubilación, o porrazones económicas, el hecho es que crece laactividad de los mayores de 65 años. Su tasade actividad era de 1,5% en 1998; creció a1,7% en la EPA del año 2000, y se sitúa en2,74% en el primer trimestre de 2020.

Permanecer en el mundo laboral a estasedades –unos 245.000 mayores– práctica-mente es sinónimo de hallarse ocupados,dado que, entre ellas, el porcentaje de des-empleados es inferior al 5%. Resulta tambiénsignificativo que la tasa de actividad mascu-lina se sitúe en el 3,58% y la femenina, más

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7 Encuesta de Condiciones de Vida del INE.

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Ambos sexos Varones Mujeres

(65-69 años) (70 o más años) (65-69 años) (70 o más años) (65-69 años) (70 o más años)

Solteras 11,08 1,29 9,44 2,06 12,79 0,71

Casadas 6,99 1,00 8,52 1,29 5,33 0,61

Viudas 5,17 0,58 7,81 0,92 4,53 0,49

Separadas/Divorciadas 10,14 2,96 11,12 4,10 9,54 1,96

TOTAL 7,39 0,87 8,76 1,40 6,17 0,61

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reducida, en el 2,07%. Por tramos de edad,como cabe entender, su valor es mucho másalto entre las personas de 65 a 69 años (el8,76% si son varones y el 6,17% si se tratade mujeres) que entre las mayores de 70 años(el 1,40% y el 0,61%, de modo respectivo). Siconsideramos el estado civil, la actividad la-boral es particularmente elevada entre las mu-jeres solteras y los varones separados o di-vorciados (Tabla 9). Atendiendo a su instruc-ción académica, entre quienes cuentan coneducación superior asciende hasta el 17,77%en los varones y el 12,26% en las mujeres de65 a 69 años. Y la rama de actividad mayori-taria es la de servicios.

Los datos muestran, por tanto, una reducidaactividad –con consignación estadística– de losmayores. Según datos del Ministerio de Trabajo(recogidos en Diario 5 Días, 25-XI-2019) de untotal de 246.057 de nuevas pensiones entreenero y septiembre de 2018, solo 11.350 –el4,6%– optaron por la jubilación demorada, esdecir, prolongando la actividad laboral, proba-blemente por una motivación económica. Sonquienes cuentan con más bajas pensiones losque optan por la continuidad laboral. Las pen-siones medias de quienes prolongan su activi-dad son inferiores, 1.223 euros al mes de pro-medio, frente a 1.457 euros mensuales de pro-medio de la jubilación del sistema; por eso,

según estos datos, crece a ritmo más alto entrelas mujeres que entre los varones. En el futuro,es de esperar que la tasa de actividad laboralaumente paulatinamente entre las personasmayores, al hilo de la mejora que seguirá expe-rimentando la salud, así como de las reformaslegislativas que están impulsándose en favor deun abandono más tardío del mercado laboral.

También cabe esperar en el futuro una mayorpresencia inmigrante, aunque de momentotenga una escasa repercusión estadística. Esprevisible que buena parte de las personas deorigen extranjero que se han asentado en Es-paña en las últimas décadas, incluso si son jó-venes o de edad adulta, permanezcan el restode sus días entre nosotros. Y también, que nues-tro país continúe siendo el destino preferido pormuchos jubilados europeos para pasar sus va-caciones o instalarse a vivir indefinidamente. Encualquier caso, los datos acerca del envejeci-miento de la población extranjera deben con-templarse con dos precauciones. Una, el intensoproceso de nacionalización de esa población,que motiva que dejen de aparecer en las esta-dísticas como extranjeros. Entre 1997 y 2017obtuvieron la nacionalidad española por resi-dencia (el motivo más frecuente) 1,3 millonesde personas, en su mayoría de Iberoamérica yMarruecos. Y en segundo lugar, la estructura deedades de la inmigración: 8 de cada 10 se en-

Realidad familiar y social de las personas mayores en EspañaJULIO IGLESIAS DE USSEL•JUAN LÓPEZ DOBLAS

Fuente: Encuesta de Población Activa, I trimestre de 2020 (INE).

TABLA 9.Tasa de actividad de las personas mayores, por estado civil, sexo y grupos de edad. 2020

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cuentran en el segmento de edades para traba-jar (16 a 64 años), el 14% son menores de 16años y tan solo el 6% cuentan 65 o más años(Consejo Económico y Social, 2019, pág. 63-73).

Lo cierto es que en enero de 2019 habíaempadronadas 342.418 personas mayores de65 años con nacionalidad extranjera. Puesbien, el Reino Unido, por sí solo, aporta más dela cuarta parte de ellas, aunque está por verqué efecto tendrá el llamado Brexit sobre su si-tuación en España. A día de hoy, estos efecti-vos inmigrantes representan mucho más quelos provenientes del continente americano ensu conjunto (el 19,4%, destacando las aporta-ciones de Argentina, Venezuela y Colombia), deÁfrica (el 8,2%, sobre todo marroquíes), de lospaíses europeos no comunitarios (el 6,6%), deAsia (el 3,4%) y de Oceanía (apenas unos cen-tenares). La Unión Europea (incluyendo elReino Unido) es el origen de la gran mayoría delas personas extranjeras de 65 o más añosque residen en España (el 62,1%).

6. Otros aspectos de la vida cotidiana de las personas mayores

Sea cual sea su nacionalidad, las personas de65 o más años son las que más satisfechasse declaran dentro de la población españolacon respecto al tiempo de que disponen parahacer lo que les gusta. En una escala que vade 0 (ninguna satisfacción) y 10 (máxima sa-tisfacción), promedian 7,6 puntos, frente, porejemplo, a los 6,2 de las personas de 35-49años. Sin embargo, son quienes menos asis-ten a eventos culturales y deportivos. En losúltimos doce meses, solamente el 21,2% havisitado lugares de interés cultural (tales comomonumentos históricos, museos, etc.), el18,8% ha presenciado espectáculos en di-recto (obras de teatro, conciertos, etc.), el14,9% ha ido al cine y el 10% ha visto en di-recto acontecimientos deportivos. La gran ma-yoría, por consiguiente, no ha disfrutado deellos. En general, conforme menor es la edadde las personas, más frecuente resulta su

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GRÁFICO 9.Personas que han asistido a determinados eventos culturales y deportivos en los últimosdoce meses, por grupos de edad. 2015

Fuente: E. P., con datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (INE)

Han ido al cine

10

0

20

30

40

50

60

70

80

9016-24 años

Espectáculos en directo Visitas interés cultural A. deportivos en directo

25-34 años 35-49 años 50-64 años 65 y más

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asistencia a esos eventos (Gráfico 9). Cabedestacar, por último, que únicamente el 3,4%de las personas mayores ha estado presentedurante el último año en actividades políticastales como actos de partidos políticos, mani-festaciones, etc., cuando en la categoría de50-64 años hablamos de más del 10%8.

En cualquier caso, las personas mayoresmuestran gran satisfacción con respecto a susrelaciones con familiares, amigos, vecinos y co-nocidos (promedian 8,2 puntos sobre 10) ycreen, además, que se puede confiar en lagente (6,6 puntos sobre 10). Por otra parte, lainmensa mayoría afirma disponer de allegados(que no sean miembros del hogar) a los quepedir ayuda material en caso de necesidad (el

88,2%) o con quienes hablar sobre temas per-sonales (el 93,1%). Las personas mayores tam-bién se declaran notablemente satisfechas conel entorno donde viven (le otorgan 7,4 puntossobre 10, más que ningún otro grupo de la po-blación española) y, en un plano más general,con la manera en que transcurre su vida en laactualidad (6,9 puntos, aunque en este casomenos que el resto de la población). El 61,3%,además, dice haberse sentido feliz muy a me-nudo durante las últimas semanas, frente al35,7% algunas veces y al 3% nunca9.

Dentro de la sociedad española, las perso-nas mayores destacan por su comportamientoreligioso. Según el CIS, el 47,6% se definecomo católicas practicantes, un porcentaje

Realidad familiar y social de las personas mayores en EspañaJULIO IGLESIAS DE USSEL•JUAN LÓPEZ DOBLAS

8 Fuente: Encuesta de Condiciones de Vida del INE.9 Fuente: Encuesta de Condiciones de Vida, INE.

GRÁFICO 10.Religiosidad de las personas en España, por grupos de edad

Fuente: E. P., con datos del Barómetro de septiembre de 2019. Estudio 3261 (CIS).

18-24 años

10%

0%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

Cat. Practicantes

25-34 años 35-44 años 45-54 años 55-64 años 65 y más

Cat. No practicantes Otra religión

Agnósticos Indiferentes/ no creyentes Ateos NS/NC

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que duplica al registrado en las personas de55-64 años, triplica al de las personas de 45-54 años y que, entre las jóvenes de 18-24años, ni siquiera alcanza el 7%. Las personasmayores conforman el único segmento de lapoblación donde, entre quienes profesan la re-ligión católica, hay más practicantes que nopracticantes. De manera similar, la cifra depersonas que se declaran ateas es diez vecesmás elevada entre los jóvenes (el 27,2%) queentre los mayores de 65 años (el 2,7%). Asi-mismo, muy pocas personas mayores afirmanser creyentes de otra religión, agnósticas o in-diferentes: en realidad, conforme aumenta laedad, menos frecuentes resultan estas opcio-nes (Gráfico 10). Las personas mayores tam-bién sobresalen por la frecuencia con queasisten a misa u otros oficios religiosos (sincontar con las ocasiones relacionadas con ce-remonias de tipo social, como bodas, comu-niones o funerales): el 21,4% de ellas suelehacerlo todos los domingos y festivos, y el2,9% varias veces a la semana, porcentajesambos que superan, con mucho, a los delresto de la población española.

En materia política, las personas mayoresse declaran más partidarias que nadie de queen España pudiera existir un Estado con unúnico gobierno central y sin autonomías. Lo de-searía el 23,2% de las encuestadas por el CIS(Barómetro de febrero 2019, Estudio 3240), unporcentaje que llega a triplicar al registradoentre las personas de 18-24 años. Por el con-trario, son las más reacias a la fórmula de unEstado en el que las comunidades autónomastengan mayor autonomía que en la actualidad(solo lo apoyaría el 9,8%) o, menos todavía, unEstado que reconociese a todas ellas la posi-bilidad de convertirse en estados independien-tes (el 6,8%). En cualquier caso, son mayoría

quienes prefieren un Estado con comunidadesautónomas como el actual (el 39,9%). En otroaspecto, las personas mayores son conscien-tes de dos fenómenos demográficos que vie-nen preocupando cada vez más a la sociedadespañola: el 80,6% ha oído hablar de la des-población y el 92,8% del envejecimiento. Parasolucionar estos problemas, entienden quesería fundamental mejorar la calidad en la pres-tación de servicios en municipios con proble-mas de despoblación (el 52,7% lo considera“muy importante” y el 36,2% “bastante impor-tante”) y promover ayudas a la actividad eco-nómica y la provisión de empleo en áreas deriesgo demográfico (“muy importante” para el50,1% y “bastante importante” para el 38,3%).No creen que fuese tan determinante, en cam-bio, ampliar la cobertura digital en Internet ymóvil a todo el territorio español (solo al 18,7%le parece “muy importante”, y el 28,8% lo con-sidera “bastante importante”).

En las encuestas, las personas mayores semuestran más temerosas que otros grupos deedad respecto a la protección de sus datos per-sonales y el uso que otras personas pudieranhacer de los mismos. En concreto, a un por-centaje relativamente alto de ellas no le ofre-cen ninguna garantía acciones como colgarfotos o vídeos suyos o de sus amistades o fa-miliares en Internet (al 67,4%), dar el númerode tarjeta por Internet para efectuar algunacompra (al 59,2%), realizar operaciones ban-carias por Internet (al 55,7%), instalar una apli-cación en su teléfono móvil (al 41,8%) o pre-sentar la declaración de la renta por Internet(al 38,7%)10. Además, declaran tener escasainformación acerca de los riesgos que puedeconllevar el hecho de proporcionar sus datospersonales: el 73,6% considera que estánpoco o nada informadas sobre ello. Las perso-

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10 CIS, estudio 3213 (mayo de 2018).

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nas mayores, por otro lado, se manifiestan es-pecialmente críticas con el acceso de los me-nores a Internet: el 32,6% opina que deberíantenerlo restringido por completo, y el 46,7%que deberían existir bastantes restricciones ycontroles. Ningún otro grupo de la población es-pañola es tan estricto en este sentido.

De cualquier modo, las personas mayoressobresalen por el uso relativamente escasoque hacen de Internet. Durante los últimostres meses, tan solo la han utilizado el 28,7%de ellas, un porcentaje que entre las personasde 55-64 años se eleva hasta el 68,6% y que,entre las menores de 45 años, se aproxima al100%. Ello prueba la llamada brecha digitalque existe entre las generaciones. La fre-cuencia de conexión a Internet, además,tiende a crecer conforme menor sea la edad:en los últimos tres meses, ha sido diaria parael 65,7% de las personas mayores, frente al95,2% de las de 18-24 años. Aquellas perso-nas mayores que utilizan Internet lo hacen,sobre todo, para buscar información y docu-mentación (el 85,7%). También para participaren foros, chats o sistemas de mensajería ins-tantánea, como WhatsApp (el 56%), enviar y

recibir correos electrónicos (51,4%), leer odescargar libros, periódicos o revistas (40%),participar en redes sociales (39,4%), realizargestiones bancarias (32%) o con la Adminis-tración (26,9%) o hacer llamadas telefónicas ovideoconferencias (29,7%). En cualquier caso,la mayoría nunca lee las políticas de privaci-dad de las páginas de Internet que visita (el40%), o lo hace raramente (el 21,1%). Cuandonavegan por Internet, el 62,3% de las perso-nas mayores tampoco utiliza nunca herra-mientas para evitar que le hagan seguimien-tos de las páginas webs que visita, frente al5,7% que las usa siempre (en este terreno,las personas de 18-24 años son las más pre-cavidas). Llama la atención, por otra parte,que las personas mayores sean las quemenos suelen lamentarse después de colgarsus comentarios, fotos o vídeos en las redessociales: el 8,7% afirma haberse arrepentidode ello alguna vez, una proporción que seeleva hasta el 31,4% entre las personas de18-24 años; y también son quienes menos seven afectadas por contenidos que otras per-sonas pudieran verter en las mismas: lo hanestado alguna vez el 4,3%, frente al 14,8% delos jóvenes.

Realidad familiar y social de las personas mayores en EspañaJULIO IGLESIAS DE USSEL•JUAN LÓPEZ DOBLAS

GRÁFICO 11.Dispositivos existentes en la vivienda, por grupos de edad. 2018

Fuente: E. P., con datos del Barómetro de mayo de 2018. Estudio 3213 (CIS)

Smart TV

20

0

40

60

80

100

12016-24 años

Ordenador Teléfono móvil Conex. Internet Tablet Consola

25-34 años 35-44 años 45-54 años 55-64 años 65 y más

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Aparte de los aspectos reseñados, la bre-cha digital entre generaciones se manifiestaen la dotación tecnológica de las viviendas.Aunque en el 75,8% de los hogares españoleshay conexión a Internet, en el caso particularde los habitados por las personas mayores lacifra se sitúa en el 37,2%, es decir, la mitad.El porcentaje de personas mayores que dis-ponen de ordenador personal en casa, asi-mismo, tan solo es del 32,1%, cuando en elconjunto de la población española asciendehasta el 68%. La desproporción es todavíamayor en lo que concierne a dispositivos comolas Smart TV (el 13,6% frente al 36,3%, res-pectivamente), las tablets (el 16,1% frente al43,9%) o las consolas de videojuegos (el 3%frente al 31,6%); y no lo es tanta, aunque tam-bién existe, en teléfonos móviles: el 77,4% delas personas mayores reside en viviendasdonde hay al menos uno de ellos, frente al92,5% como dato promediado en la poblaciónespañola. En comparación con las personasde cualquier otra categoría de edad, destacanpor la pobreza de dispositivos tecnológicospresentes en sus hogares (Gráfico 11). Con-viene significar, por último, que aquellas per-sonas mayores que no utilizan Internet seña-lan dos razones fundamentales para justifi-carlo: no saben hacerlo (el 44% de lasentrevistadas) o bien ni les gusta ni les inte-resa (el 44,7%).

7. Hacia una longevidad con innovaciones

Son notorias las insuficiencias de las cienciassociales para prever el futuro y lo es, en par-ticular, en el caso de la sociología, pese alsueño de uno de los fundadores, AugustoComte, quien consideraba ese objetivo con-sustancial a la nueva disciplina. Pero hay de-masiada constancia de los errores cometidoscomo para no ser prudentes; nos lo advirtió la

propia historia cuando en 1989 las masas de-rrumbaron el muro en Alemania y no estabaescrito el único libro imprescindible: la tran-sición del comunismo al capitalismo, mien-tras que cientos de obras sobre la previsióninversa vegetaban su inutilidad en los ana-queles de todas las bibliotecas del mundo.Tras esta abrumadora lección de prudencia enlas previsiones, mejor no incrementar el ca-tálogo con una nueva fallida previsión. Desdela propia economía –con abundantes ejem-plos de previsiones equivocadas– se emitióuna muy acertada lección de mesura. Gal-braith, en efecto, constató que había dostipos de economistas: los que no saben loque sucederá y quienes no saben que no losaben. Mantengámonos pues fuera de eseescenario.

No cabe, pues, formular previsiones; pero síes posible constatar realidades y tendencias yapresentes en la estructura social y demográficade la sociedad española, cuyos efectos mani-festarán o incrementarán su peso a cortoplazo, a medida que nuevas cohortes de po-blación vayan accediendo a la vejez. Ese futurose encuentra, por tanto, presente en forma em-brionaria, en generaciones más jóvenes hoyque irán alcanzando progresivamente su jubi-lación. Y sus características específicas haráncambiar la vejez –o acelerar o profundizar elcambio– tal como se nos presenta ahora.

Las dificultades operativas para mantenerel papel histórico que la familia desempeñóen la atención y cuidados de los mayores, vie-nen además agudizadas por dos hechos concreciente peso en la realidad de la sociedadespañola. Uno, básico, es la nueva realidad dela mujer en la sociedad española, alcanzada laplena igualdad legal y con enorme progreso ensu equiparación real con los varones. Históri-camente se sostenía que era la familia quien

DEBATES SOBRE LONGEVIDAD MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

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desempeñaba el papel de cuidado de hijos,enfermos y mayores; pero era una astuta im-precisión porque en la práctica no era la fami-lia, sino la mujer –fuera esposa o hija, oambas figuras a la vez– quien desempeñabaese papel. Ese escenario es ya hoy arqueolo-gía. La realidad cotidiana de la mujer, como ladel varón, insertos en los trabajos extrado-mésticos, hace imposible ese papel de cus-todia de las necesidades del hogar.

Las generaciones que en el inmediato fu-turo van a ir alcanzando edades avanzadasestán integradas por mujeres con trayectoriaslaborales dilatadas y, por consiguiente, decontar con salud, no van a reducirse al esce-nario familiar al alcanzar su jubilación. Su vidacotidiana en la vejez no va a parecerse ennada a la de generaciones anteriores con tra-yectorias vitales diametralmente diferentes.Y ese cambio será una nueva novedad en elescenario de profundos cambios sociales. Laemancipación de la mujer ha sido intensaentre las mujeres jóvenes, pero alcanzarátambién a las mujeres mayores en un futuroinmediato. Son muchas las novedades quequedan por materializarse, empezando porver mujeres mayores en puestos ejecutivosaltos y mandando en diferentes ámbitos, he-chos circunscritos hoy a mujeres jóvenes o demediana edad, aunque en proporciones toda-vía pequeñas.

La segunda circunstancia que tambiénobstaculizará la operatividad de la red de apo-yos familiares es la movilidad geográfica. Aun-que no existe la masiva emigración exteriorde la década de 1960 y se ha reducido la mo-vilidad interregional en España, la movilidadgeográfica, unida a la reducción del númerode hermanos, hará imprescindible el incre-mento sustancial de la red pública de apoyoa las demandas y necesidades asistenciales

de los mayores, cada vez más mayores y porello con más hándicaps para su desenvolvi-miento cotidiano. Al margen de las actitudespersonales y sus cambios, estos hechos obli-garán a acelerar adaptaciones colectivas a lanueva realidad.

No son los únicos hechos que configurannuevas peculiaridades en la longevidad. Unaspecto novedoso es que ya hoy –y cada vezmás– la vejez es más duradera que la juven-tud para la mayoría de la población; por elloson numerosos los estudios, ofertas comer-ciales y, no en pocas democracias, unidadesadministrativas específicas e incluso minis-terios con competencias en esta materia.Entre 15 y hasta incluso 30 años se etique-tan las edades como juventud, y si se estimala vejez desde los 65, la esperanza de vidasupera en duración al periodo de juventud;uno de cada cinco españoles cuenta con 65o más años.

Los cambios profundos de la vejez no se pro-ducen exclusivamente en las edades avanzadasde la vida; es el conjunto del curso vital lo quese ha transformado por completo con la exis-tencia de gran número de personas instaladasen la vejez, pero de manera diametralmenteopuesta a las de generaciones del pasado:todos desean vivir muchos años, pero nadiedesea que le etiqueten como viejo. Lo cual haconvertido en un negocio inmenso la industriade la juvenilización, mediante la moda, los esti-los de vida, el ocio, la alimentación, los viajes olos cuidados –incluida la cirugía estética, con-sumida también en grandes cantidades por losmayores por la obvia razón de ser quienes másla necesitan y por disponer de más recursoseconómicos para abordarla–. La duración de lavejez constituye un nuevo escenario, exitoso ypositivo porque denota lo mucho que ha pro-gresado la humanidad en salud y bienestar,

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pero requiere planteamientos nuevos para in-sertar esta nueva realidad en la conciencia y lasprácticas sociales.

La sanidad y la salud, la mejor alimenta-ción, la higiene, los estilos de vida saluda-bles, la salubridad públicas, están cambiandoy retrasando la edad etiquetada como “vejez”en España al igual que en otros países desa-rrollados. Se retrasa sin cesar la edad a laque socialmente se cataloga a la gente como“viejo” o “vieja”. La vejez se predica cada veza edades más avanzadas. Alejandro Magno oNapoleón, dirigentes de imperios, artífices deguerras y triunfos en su treintena de edad,eran considerados mayores en su época. Y vi-ceversa: a edades hoy consideradas tempra-nas se percibían a las personas como viejosno hace muchas décadas. Baste mencionarla descripción de un personaje de BenitoPérez Galdós –en concreto en el Episodio Na-cional dedicado a “Gerona”–, que lo reflejacon notoriedad: “El señor don Pablo Nomde-deu era médico. No pasaba de los cuarenta ycinco años; pero los estudios o penas do-mésticas, para mí desconocidas, habían tra-bajado en tales términos su naturaleza queaparentaba mucho más del medio siglo. Eraacartonado, enjuto, amarillo, con gran corvaen la espina dorsal, y la cabeza salpicada deescasos pelos rubios y blancos, como yerbaque nace al azar en ingrata tierra. Todo anun-ciaba en él debilidad y prematura vejez” (ed.2008, pág. 30).

Las mejoras en el bienestar económico, enla calidad y en el equipamiento de los hoga-res –universalizada hoy la electricidad o elagua corriente y tantas otras comodidades–,desaparecidos casi por completo los trabajoscon gran desgaste físico personal por su du-reza, en la industria y en la agricultura, al serya mayoritarios los empleos en el sector ser-

vicios, las personas acceden a la vejez enunas condiciones físicas inimaginables hastalos inicios del despegue económico españolde la década de 1960. Esto ha conducido aque la apariencia física y los estilos de vidade los mayores no se parezcan en nada a losde sus antecesores con la misma edad. In-cluso la situación económica ha mejorado,comparativamente, con la generalización depensiones, lo que permite llevar una vida co-tidiana diferente de la de generaciones ante-riores. Se produce así el retraso social de laasignación de la vejez hasta edades muchomás tardías que en el pasado.

La experiencia vital de las personas mayo-res se parece poco a las condiciones vividaspor innumerables generaciones anteriores.Ha desaparecido esa perspectiva negativaque los universitarios cantamos en el Gaude-amus al evocar aquello de post molestam se-nectutem nos habebit humus o, dicho en es-pañol, que “tras la incómoda vejez, nos reci-birá la tierra”.

La situación demográfica actual va a tenerefectos directos en la longevidad en el inme-diato futuro. El hundimiento de la natalidades un aspecto a considerar, pero no porquecon ese descenso se incremente el peso delos mayores en la estructura demográfica deEspaña y, por tanto, su impacto social, as-pecto ya aludido. Importa destacar ahora unaperspectiva diferente. Se refiere a que elmenor número de hijos de cada pareja res-tringe de por sí –y sin acudir a otras circuns-tancias materiales o de comportamientos– elprotagonismo y activismo del grupo familiaren la relación e incluso en el cuidado de losmayores. La reducción del tamaño de las fa-milias incide directamente en la densidad dela red de interacción de los mayores con supropia familia; en 2018, el 48,9% de los na-

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cidos eran el primero de la pareja y solo el13,56% eran el tercero o más por orden denacimiento. Hoy, la familia más habitual es lade dos hijos (41%) y las de un hijo o sin hijossignifican la mitad de las familias. Es obvioque a medida que disminuye el número dehijos aumenta la probabilidad de vivir solos;por eso, el 38,3% de las mujeres mayores de65 años sin hijos viven solas en nuestro país,frente al 26,4% de las que han tenido des-cendencia. Y esta dinámica continuará incre-mentándose en el inmediato futuro, porqueaccederán a los 65 años generaciones de mu-jeres con menor descendencia en el pasado eincluso sin descendencia y un creciente nú-mero de mujeres madres solteras, voluntaria-mente en gran parte.

Debe advertirse que ese hundimiento de lanatalidad desde 1975 todavía puede incre-mentarse, con incidencia directa en el futuro in-mediato de la longevidad. Probablemente,asentadas tendencias sociales reducirán toda-vía más la natalidad en España a corto plazo.Fijémonos solo en una, el nivel educativo que,afortunadamente, continúa incrementándoseespecialmente entre las mujeres. Pues bien,como ha mostrado un reciente estudio de laFundación BBVA (2019), el nivel de estudios in-cide directamente en la natalidad: a mayor nivelde estudios de la madre, más baja es la mediade hijos; las que han estudiado como máximoeducación secundaria obligatoria tienen unamedia de 1,5 hijos, con estudios secundariosde segundo ciclo es de 1,03 y en las de estu-dios superiores se reduce hasta 0,9. Y esta re-lación negativa se produce en todas las regio-nes salvo en Navarra y País Vasco, donde el nú-mero medio de hijos con estudios superioreses mayor que el de las madres con secundariade segundo ciclo. Por tanto, como van aumen-

tando las mujeres con niveles educativos másaltos, quizás llegue a acelerarse el descensode la natalidad en el inmediato futuro, con surepercusión en la longevidad.

Mencionar el envejecimiento es, sobretodo, aludir a un fenómeno que afecta espe-cialmente a las mujeres. La feminización delenvejecimiento es una de las dimensionesmás notorias de la demografía en las socie-dades desarrolladas. La esperanza de vidamás prolongada ocasiona que haya muchasmás mujeres en los grupos de edad más lon-gevos; se trata de un proceso que hasta ahorase agudizaba. A partir de los 50 años en losgrupos de edad se encuentran proporcionescrecientes de mujeres, hasta llegar a 209 porcada 100 varones en el tramo de 85 o másaños. El 20% del total de mujeres tienen másde 65 años11. Pero es probable que se ate-núen las diferencias en las próximas décadaspor la creciente semejanza de vida entre va-rones y mujeres en cuanto a estilos de vida,actividad laboral y ocio.

La feminización del envejecimiento lo es tam-bién de manera, si se quiere, inversa: son sobretodo mujeres –y en menor medida, inmigrantesvarones– quienes cuidan a las mujeres y a losvarones mayores, incluidos a los que sufrencualquier tipo de discapacidad que les impidesu desenvolvimiento cotidiano; esa ha sido lapauta secular de cuidados existentes en la es-fera doméstica. Y, a su vez, son las mujeres ma-yores quienes asumen también el cuidado delos nietos en los hogares españoles, en mayormedida que en cualquier otro país europeo. Unescenario que irá desapareciendo paulatina-mente con la jubilación de cohortes de pobla-ción con actividad laboral semejante entreambos sexos. El creciente número de inmi-

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11 Véase sobre este punto CES, 2012, págs. 33 y ss)

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grantes que ya hoy desempeñan tareas de cus-todia y acompañamiento de mayores, así comoel aumento de residencias, testimonian que eseevidente giro ya ha comenzado y se acelerará.

La evolución de la natalidad con el aumentode la esperanza de vida genera una situaciónsingular en nuestro presente. En España, ya enel año 2001, el porcentaje de población mayorde 65 años superó al de población en edad in-fantil (de 0 a 14 años). Por decirlo gráfica-mente: en España ya hay más abuelos que nie-tos, invirtiendo la tendencia anterior de pocosancianos y muchos niños. Hoy, y en el inme-diato futuro, sucede lo contrario: pocos niños ymuchos ancianos. Probablemente esta nove-dad ayude a entender algunas peculiaridadeshispanas en la socialización infantil y juvenil,con niños y jóvenes comparativamente sobre-protegidos. Es una tendencia que crecerá; para2050 se estima que habrá el triple de perso-nas mayores de 65 años que de niños meno-res de 15. Ya en 2011 había 5.760.823 per-sonas mayores de 70 años, y solo 4.826.915con nueve años o menos.

Un hecho relevante es que la vejez y la na-talidad no solo han invertido su peso demo-gráfico; además han invertido su propia natu-raleza. Históricamente, en el pasado, la nata-lidad era un hecho natural, un fenómenobiológico, escasamente controlable (y los con-troles existentes eran poco eficaces; uno deellos fue siempre el retraso en la edad de ma-trimonio) y, por tanto, con una magnitud siem-pre muy previsible. Con la mortalidad sucedíalo contrario; ha sido un fenómeno muy alea-torio e irregular, condicionado por avatares in-controlables: guerras, epidemias, hambrunas,sequías, climatología adversa y otros fenóme-nos aleatorios. Durante milenios esta fue lapauta constante en la evolución demográficade las poblaciones; en pocas palabras, existía

una natalidad previsible y una mortalidad im-previsible.

Hoy sucede lo contrario; se ha invertido la si-tuación: la tasa de mortalidad es estable y es lanatalidad la que está sujeta no solo a descensocontinuado, sino a oscilaciones derivadas de lasituación económica, oportunidades laboralesy de vivienda, migraciones, etc. Esto hace quelas previsiones de envejecimiento puedan for-mularse con cierta precisión y escaso margende error, en función de las edades de la pobla-ción y situación sanitaria. Sin embargo, la nata-lidad está sometida cada vez más a procesosde decisión, deliberados, que originan oscila-ciones tanto coyunturales como estructurales;incluso las tasas de divorcio repercuten, al re-ducir la natalidad. Lo cual abre perspectivasnuevas en las dinámicas del envejecimiento delos países desarrollados.

Otro fenómeno demográfico con repercusiónen la longevidad va a ser el creciente envejeci-miento de la vejez. Si el envejecimiento de lapoblación fue el descubrimiento del siglo XX, elXXI va a conocer el creciente envejecimiento dela vejez. Cada vez serán más numerosos losmayores, pero con edades más avanzadas y,además, con calidad de vida gracias al mante-nimiento de buena salud durante más años; setrata de la última fase del proceso de envejeci-miento. Una tendencia que va a diversificar lasimágenes de la vejez, desde una temprana ju-venilizada, a otra más tardía ya dependiente oal menos carente de plena autonomía perso-nal. Ha sido un fenómeno escalonado que pri-mero incrementó la frecuencia con que se al-canzan los 85 años; en 1970 significaban tansolo el 6% de los mayores de 65 años, pero en2017 suponían ya el 16%. Sin embargo, eso hasido solo el primer paso porque, como ha des-tacado Julio Pérez Díaz (2018), ya se ha ini-ciado el crecimiento del número de personas

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que viven cien años o más; va a ser uno de losfenómenos novedosos de este siglo XXI en Es-paña. En 1970 había menos de 800 personascentenarias; en 2014 ascendían a 14.642, yen 2017 eran ya 15.381, veinte veces más queen 1970, en su gran mayoría mujeres. Una ten-dencia que repercutirá necesariamente en lanecesidad de incrementar políticas específicasdestinadas a apoyar a este sector. ¿Se promo-verán? El futuro dará la respuesta.

Una de las derivadas de este fenómeno deenvejecimiento de los mayores va a ser acorto plazo la multiplicación de familias en lasque coexistan cuatro generaciones: hijos ehijas, padre o madre, abuelo o abuela y bisa-buelo o bisabuela. Se trata de una realidadnada investigada en España, pero que tam-bién requerirá estrategias específicas paraafrontar este fenómeno de reciente aparición.Su cuantificación habrá de hacerse por rangospara evaluar la coexistencia de cuatro órdenesgeneracionales, aunque puede haber fallecidoalguna de los situados en los niveles inter-medios. Es decir, lo esencial es que exista unapersona bisabuela –serán, sobre todo, muje-res por su mayor esperanza de vida–, y su biz-nieto o biznieta, aunque puedan haber falle-cido algunos de los integrantes de los nivelesintermedios, el abuelo o la abuela, o el padreo la madre. Lo esencial, por tanto, es la coin-cidencia de los dos extremos del linaje: bisa-buelos y nietos. Los medios de comunicaciónya se han hecho eco de esta novedad12.

Contamos todavía con escasos datossobre este fenómeno que, sin duda, crecerácon cierta rapidez, pese al retraso en la edadde la maternidad, por la prolongación de la es-peranza de vida. EL INE ofreció hace años(1991, págs. 92 y ss.) unos datos ilustrativos

sobre la dimensión de esta cuestión. Los ho-gares más frecuentes eran los bigeneraciona-les (el 70%), luego los unigeneracionales (el21,1%), y por último los poligeneracionales(9,1%) y, estos últimos, compuestos en su ma-yoría por tres generaciones de órdenes inme-diatos (el 8,8%), o por tres órdenes no inme-diatos (es decir, de cuatro generaciones, perofaltando una intermedia de ellas que signifi-can el 0,2%) y, por último, al anterior debe su-marse otro bajo porcentaje, el 0,1% del totalde hogares de España, que contaban ya concuatro órdenes generacionales.

Los datos de la Encuesta Sociodemográ-fica de 1991, en su tomo 2º sobre “Hogar yFamilias” (INE, 1993), constatan la existenciade un total de 15.656 hogares de cuatro ge-neraciones, en su mayor parte en Galicia, Can-tabria, Asturias y Canarias, y, sobre todo, enmunicipios de menos de 20.000 habitantes. Yobviamente bisabuelos son, en gran mayoría,mujeres por su más larga esperanza de vida.

Con posterioridad, aunque no con alcancegeneral, un estudio sobre Andalucía de Fernán-dez Cordón y Constanza Tobío (2007) ha ofre-cido nuevos datos. Los autores señalaron que,en el conjunto de la región, una pequeña mi-noría de la población, el 3,3%, tiene biznietos,pero muy pocas personas con más de 18 años,0,4%, tienen bisabuelos o bisabuelas. En elconjunto de la población, el número de biznie-tos es lógicamente muy bajo, pero entre laspersonas con 80 y más años, la media es muycercana a dos –1,92– biznietos por persona.

La expansión creciente de cuatro genera-ciones coexistiendo será una novedad que di-ficultará la prestación de apoyos y coberturapor parte de las familias, simultáneamente

Realidad familiar y social de las personas mayores en EspañaJULIO IGLESIAS DE USSEL•JUAN LÓPEZ DOBLAS

12 Por ejemplo, Fran Serrato, “El bebé de los ocho bisabuelos”, El País, 7 noviembre 2019.

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restringida. Aumentará el número de poten-ciales beneficiarios cuando se reducen quie-nes pudieran suministrarla.

Si en su momento se advertía que la acti-vidad de los mayores era más frecuente en larealidad que en las estadísticas, esta tenden-cia se reforzará previsiblemente a corto plazo.Muchas razones sostienen el pronóstico, em-pezando por las perspectivas del sistema depensiones públicas y los niveles de sus pres-taciones. El envejecimiento futuro será de per-sonas –mujeres y varones– en su inmensamayoría con experiencia laboral previa. Ade-más, probablemente tiendan a continuar condicha actividad, de una u otra forma, despuésde la jubilación. Los futuros jubilados llegaráncon mejor nivel educativo que en el pasado, loque puede favorecer su continuidad laboral. Yla propia evolución del mercado de trabajotambién lo beneficiaría; la preponderancia delsector servicios, la existencia de empleos conhorario flexible y a tiempo parcial, la demandade reducción de la jornada de trabajo, inclusoel todavía incipiente teletrabajo colaboraránen hacer cada vez más frecuente la aspiracióna continuar con alguna actividad laboral des-pués de la jubilación. Si a ello se añade la me-jora en las condiciones de salud y el descensode ingresos que conlleva la jubilación –en uncontexto de prolongación de la esperanza devida–, todo ello hará cada vez más frecuentela aspiración –o tal vez la necesidad– y de-manda de prolongar la actividad y obtener losingresos correspondientes. No hay que dese-char incluso el crecimiento de la demanda deque, al menos con carácter voluntario, se eli-mine o flexibilice sustancialmente la jubilaciónobligatoria a una determinada edad, al menoscon carácter general. Demorar la salida, ade-más, compensaría el notable retraso produ-cido en el momento de entrada en el mercadode trabajo.

La prolongación de la vida laboral, sea vo-luntaria o por impulso de medidas legales,será en cualquier caso una creciente realidaden la sociedad española en el inmediato fu-turo. Cada vez se verán más viejos trabajandovoluntariamente, sea por vocación o por ne-cesidad: como sucede entre los jóvenes.

Los mayores no solo van a vivir más añosque en el pasado, sino que su tiempo va aestar más lleno de información, experiencias,viajes, actividades, cuidados médicos y con-tactos. Hablar de la soledad de los mayores esuna exitosa figura literaria que incluso ha pro-piciado recientemente la existencia de un mi-nisterio en Londres para esa tarea. Es una ex-presión válida si con ello se quiere significar lademanda de contactos con sus familiares in-mediatos, ausentes por razones laborales, ale-jamientos geográficos o distanciamientos in-terpersonales. Y es innegable que ha crecidola sensación de soledad en todas las edades yespecialmente entre los mayores. Pero tambiénes cierto que los mayores nunca en la historiahan tenido más salud, más atención sanitaria,más bienestar, más propiedad –empezando porsu propia vivienda– más posibilidad de contac-tos –también gracias al teléfono o Internet– yde relaciones que en el presente. Los mayorescon salud no están condenados a sufrir esa so-ledad, salvo que tengan unos niveles de aspi-ración desmesurados e inaplicables en el sigloXXI. En no pocas ocasiones se equipara el vivirsolo con sentirse solo, pero se trata de reali-dades independientes. Ni el vivir solo generanecesariamente el sentirse solo, ni el viviracompañado excluye el sentirse solo; las con-diciones materiales de existencia no imponenper se sentimientos personales determinadosde uno u otro cariz.

Es destacable que crezca el número demayores en todos los países, pero más to-

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davía que, cada vez más, tengan más pre-sencia pública en la vida cotidiana de los paí-ses desarrollados. El grupo de personas en-vejecidas cuenta cada vez con más presen-cia pública en las sociedades desarrolladasprecisamente porque su bienestar físico yvital les lleva a asumir protagonismos en lavida económica y social; muchas empresas,asociaciones o entidades culturales están li-deradas por personas de edad avanzada.Pero hay curiosamente un sector que se sus-trae a esta pauta: el de la política. Despuésde la Segunda Guerra Mundial, la Europa delbaby boom fue gobernada por personas conavanzadas edades –Eisenhower, De Gaulle,Adenauer, McMillan y siempre los dirigentesde la entonces URSS, por ejemplo–, cuandosus países estaban llenos de jóvenes. Perohoy en algunos países ocurre lo contrario. Elcaso de España es llamativo de la juveniliza-ción política.

La política parece seguir sus derroterospropios y, al menos en España, la juventud seensalza como virtud conveniente en la política.Ningún otro sector de la sociedad –salvo el de-porte profesional– se encuentra tan monopo-lizado por los relativamente jóvenes como elpolítico. Es destacable, igualmente, que peseal creciente peso demográfico de los mayores,los intentos de articular partidos o moviliza-ciones electorales centrados en estas edadeshayan fracasado en las democracias occiden-tales. Los conocidos como “partidos grises”no han alcanzado relevancia ni en España nien ningún país, pero en este como en otrosterrenos pronosticar el futuro es salirse de loslímites de este trabajo.

Ahora bien, si la articulación electoral delgrupo de los mayores no ha adquirido con-sistencia en ningún país, en la práctica losmayores no han sido los perdedores del cre-

cimiento del bienestar en España. Su situa-ción ha mejorado notoriamente, y no la de losjóvenes, incluso durante los años de la crisiseconómica iniciada en 2007. Y aunque en elmundo anglosajón se ha acuñado el término“ageism”, traducido al español como “eda-dismo”, para denotar el prejuicio o discrimi-nación en función de la edad, su uso se hacircunscrito para referirse en la práctica a ladiscriminación de los mayores. En Españahan empezado a movilizarse en demanda demejores pensiones. Sin duda, resulta másque plausible aceptar que el papel de los in-tereses de los mayores continuará estandomuy presente en las prácticas públicas en lasociedad española. Los resultados de la re-ciente Encuesta de Condiciones de Vida2018 del INE muestran que la población de65 o más años en riesgo de pobreza ha des-cendido del 23,8% en 2008 –en un puntoalto de la crisis económica– a un 15,6% en2017. Justo lo contrario ha sucedido con lapoblación entre 16 y 64 años, cuyo riesgo depobreza se ha incrementado en esos mismosaños al pasar del 17,5% al 22,1%. Como conotros indicadores, los datos revelan que losmayores no han sido los afectados principa-les de la crisis económica, sino quienesmejor han comenzado a recuperarse de susefectos.

Todos los aspectos mencionados consti-tuyen ingredientes novedosos del nuevo es-cenario en que va a desenvolverse la vejezen el inmediato futuro. Sus consecuencias al-canzarán a la vida individual de las personas,pero también de manera acusada a la colec-tividad. A la sociedad le corresponde afron-tar esta realidad con innovaciones adecua-das, impulsadas por las políticas públicas einiciativas privadas. El tiempo dirá si la so-ciedad está a la altura de sus ineludiblesdesafíos.

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La soledad no coincide con el aislamiento.Designa un estado subjetivo de malestar:el de sentirse solo, con percepción de va-

ciedad, ansiedad, sin sentido de pertenencia.Tiene que ver con el aislamiento involuntario,estar erradicado de redes sociales, sin el capitalsocial mínimo del que no tiene a quien acudirpara hablar o pedir ayuda. La población espa-ñola envejece, la sociedad se transforma de lamano de nuevos hábitos, estilos de vida y de losefectos de la tecnología y la inteligencia artifi-cial, y con ello la prevalencia de la soledad nodeja de aumentar. Si el capital social es recono-cido por su impacto en una mayor salud, sufalta, en su componente de aislamiento involun-tario, emerge como causa generadora de enfer-medad y depresión. España tiene esta espadade Damocles encima y no ha empezado aún areaccionar. Sí lo están haciendo los británicosentre otros, al menos institucionalmente, identi-ficando el problema. El texto pretende dar un

toque de atención sobre la relación entre enve-jecimiento, soledad y salud y hacer emerger laimportancia de buscar estrategias eficientes enprevención y en acompañamiento para que lasoledad no deteriore la salud y el bienestar debuena parte de nuestros mayores.

1. Introducción

El presente texto se adentra por primera vezen nuestro país en lo que se conoce como lanueva ‘economía de la soledad’. Vinculada ala longevidad, a este enorme éxito de nuestrasociedad de bienestar, emerge sin embargo lasoledad, en sus distintas acepciones, provo-cando nuevas necesidades sociales que unasociedad atenta no puede ignorar. Son diver-sas las acepciones de lo que se identificacomo ‘soledad’ (desde el aislamiento social yel vivir solo o la soledad elegida) y no todasellas generan iguales consecuencias sociales.

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Guillem López Casasnovas Catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra.

Director e investigador principal del CRES-UPF.

Marie BeigelmanInvestigadora en el CRES-UPF y profesora asociada en la Universidad Pompeu Fabra

IV. Implicaciones sociales

de una sociedad más longeva

La nueva economía de la soledad. Soledad y salud de las personas mayores

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A cómo el estado del bienestar haya de con-templar la nueva situación que la mejora en laesperanza de vida crea en nuestras socieda-des, van dirigidas las páginas que siguen.

2. La longevidad

El cambio demográfico impone de entrada unanálisis diferenciado a partir de sus múltiplesaristas y consecuencias; así, a la vista de sise observa un incremento del porcentaje decohortes mayores, con o sin crecimiento totalde la población de referencia, o de si aumen-tan relativamente los mayores ya por sermenos los jóvenes (baja natalidad), ya porquelos mayores viven más, o por ambas razonesa la vez. Y, por supuesto, para la adaptaciónsocial es relevante la velocidad con la que se

producen los cambios, las transiciones y losajustes necesarios de las políticas en cadamomento (véase Gráfico 1).

Notemos también que, en caso de queexista crecimiento vegetativo y aun así se pro-duzca un aumento relativo de las cohortes demás edad, es importante reconocer si estecrecimiento procede de oleadas inmigratoriasque siguen el ciclo económico o de la recupe-ración de la natalidad; y ante un descenso dela natalidad, distinguir si se trata de una ra-lentización coyuntural o estructural, con o sinacompañamiento en el mercado de trabajo deuna mayor participación femenina.

En el impacto del envejecimiento es nece-sario considerar la prevalencia de morbilidades,

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GRÁFICO 1.Evolución de la población de menos de 65 años y de 65 años y más, proyecciones hasta 2050

Fuente: elaboración propia sobre ECV 2017, proyecciones demográficas INE.

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absolutas o relativas, que con él se asocien. Enla incidencia que ello tenga sobre la salud denuestros longevos, hace falta remarcar las res-puestas sanitarias que se den, según trata-mientos sanitarios de multimorbilidades, nive-les de cronicidad, transiciones y cuidados so-ciosanitarios integrados. Finalmente, de mayorrelevancia por su efecto sobre el gasto va a serla distinta naturaleza de las intervenciones sa-nitarias en la proximidad a la muerte y en la fi-nanciación de los cuidados, dada la que sea lasituación socioeconómica en renta y riqueza denuestros mayores. Para la necesaria prioriza-ción de las políticas públicas se debe prestaratención a la heterogeneidad de la longevidadpor sus consecuencias sobre la equidad de re-sultados y en el acceso a la utilización de losservicios. Y por supuesto, fijando la atención alo que aquí tratamos como colateral: los efectosdel envejecimiento sobre la soledad y de estasobre la salud y el bienestar, con el transhuma-nismo y el vivir para siempre como trasfondo,por el momento, siendo pura ensoñación.

3. La soledad y sus consecuencias La soledad de las personas mayores

Para los profesionales del sector del cuidado alas persones mayores en España, la soledades parte de la problemática central del enveje-cimiento. En nuestro país, un 26% de las per-sonas atendidas por Cruz Roja se sientensolas, y un 30% según los datos de Sanitas1.Este sentimiento no corresponde al hecho devivir solo y estar solo: la soledad también es unproblema de la gente mayor que vive junta enresidencias o que mantiene redes sociales.

A diferencia del aislamiento social que de-signa un estado objetivo (estatuto civil, redes

sociales, actividades con otros, etc.), la soledaddesigna a menudo un estado subjetivo de ma-lestar: el de sentirse solo, con percepciones devaciedad, ansiedad, sin sentido de pertenencia(Weiss, 1973). Los orígenes de este malestar ysus características están explicados de maneradiferente según los autores, tal como lo destacael estudio de la Fundación Pilares (Henernandis& Nunes, 2018). Robert Weiss (Weiss, 1973),unos de los autores clásicos que han estudiola soledad, la considera un fenómeno naturalque se puede experimentar de modo distintopor cada persona. En este sentido, la soledadno es un tema propio únicamente de las per-sonas mayores. Para Christina Victor (Victor,2000), la soledad puede considerarse una re-puesta subjetiva a una situación de aislamientosocial. Otros autores diferencian la soledadsegún su persistencia y su intensidad. Dehecho, la soledad de larga duración no se ex-perimenta de la misma manera que la soledadque se vive en situaciones puntuales.

En cuanto a la definición y prevalencia de lasoledad, por ser esta un sentimiento subjetivo,va a ser difícil de cuantificar. Las estimacionesvarían mucho según la composición de la mues-tra, del país, de la metodología usada y tambiénde la definición misma de lo que se entienda porsoledad. En España, el estudio de Losada et al.(Losada, 2012) la aproxima con una pregunta di-recta sobre la frecuencia con que las personasmayores encuestadas se sentían solas. Los au-tores hallaron que el 23,1% de su muestra depersonas mayores españolas se sentían solas;el 17,1% sentían soledad a veces y el 6,0% amenudo. La mayoría de las investigaciones cuan-titativas sobre la soledad usan instrumentos es-pecíficos para medirla. Una de las medidas másutilizadas es la escala UCLA –y, más específica-

La nueva economía de la soledad. Soledad y salud de las personas mayoresGUILLEM LÓPEZ CASASNOVAS•MARIE BEIGELMAN

1 Véase: https://www.sanitas.es/sanitas/seguros/es/particulares/biblioteca-de-salud/tercera-edad/habitos-vida-saludable/evitar-soledad.html

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Indique en qué grado le describen a usted cada una de las afirmaciones siguientes:1 2 3 4 1: a menudo; 2: con frecuencia; 3: raramente; 4: nunca

Con qué frecuencia se siente infeliz haciendo tantas cosas solo

Con qué frecuencia siente que no tiene a nadie con quien hablar

Con qué frecuencia siente que nadie le entiende

Con qué frecuencia se encuentra esperando que alguien le llame o le escriba

Con qué frecuencia se siente completamente solo

Con qué frecuencia se siente incapaz de llegar a los que le rodean y comunicarse con ellos

Con qué frecuencia se siente con ganas de compañía

Con qué frecuencia siente que es difícil para usted hacer amigos

Con qué frecuencia se siente silenciado y excluido por los demás

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mente, versiones revisadas de esta escala– quefue desarrollada en la Universidad de California,Los Ángeles, por D. Russell et al. (1978). Estaescala está integrada por dos factores: “Intimi-dad con otros” y “Sociabilidad”. Existen muchasversiones de esta escala, una de ellas se pre-senta en la Tabla 1.

Un estudio del año 2015 sobre una mues-tra de ancianos españoles (Velarde-Mayola,Fragua-Gilb, & García-de-Ceciliac, 2015) vali-daba la escala UCLA, en particular para dis-criminar el sentimiento subjetivo de sentirsesolo entre las personas que no viven solas(soledad objetiva). Dentro de la muestra co-mentada, uno de cada cinco ancianos vivesolo (80%), fundamentalmente por la pérdidadel cónyuge. Los investigadores también ha-llaron que las mujeres afectadas triplican a loshombres. En total, dos de cada tres personasancianas encuestadas que viven solas experi-mentan la sensación de soledad.

Al analizar otros estudios sobre la prevalen-cia de la soledad en el colectivo de los ancia-

nos españoles, se puede estimar que aproxi-madamente el 30% se sienten solos, con un10% que presentan niveles altos de soledad(IMSERSO, 2010); es decir, 2,7 millones de ma-yores de 64 años sufrían en 2018 la soledad.

Aislamiento social y soledad

El aislamiento social suele estar definido de ma-nera unidimensional como medida objetiva de lacantidad de contactos con miembros de la fa-milia y amigos. El instrumento más usado paracuantificar el aislamiento social es un índice adhoc compuesto de medidas del estatuto mari-tal, composición del hogar, número de amigos yfamilia extensa, y frecuencia de encuentros conamigos y familia. La soledad ciertamente nocoincide totalmente con características objetivasdel aislamiento social. En este sentido, el IM-SERSO considera que “el estado civil [...] se con-figura como un indicador óptimo para conocer elapoyo con el que pueden contar las personas, yaque la soltería, la viudedad, la separación y el di-vorcio reducen los vínculos familiares con losque las personas pueden contar en la vejez”2.

DEBATES SOBRE LONGEVIDAD MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

TABLA 1.Ejemplo de la escala UCLA revisada

2 IMSERSO, Informe 2016, “Las personas mayores en España”, p. 63. http://www.imserso.es/InterPresent2/groups/imserso/documents/binario/112017001_informe-2016-persona.pdf

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De hecho, vivir solo tiene incidencia impor-tante sobre la probabilidad de experimentarsoledad. Según las estimaciones, entre el 60y el 70% de las personas mayores que vivensolas en España también se sienten solas.Más específicamente, estar solo por pérdidade la pareja es un factor de riesgo muy im-portante de la soledad. Un estudio cualitativoespañol reciente halla la pérdida de la parejacomo principal factor desencadenante de lasoledad entre las personas mayores (Knapp,2017). Al analizar documentación relativa agrupos de discusión sobre este tema, los au-tores muestran que la muerte de la pareja ge-nera un vacío emocional imposible de llenar:los viudos se encuentran en una situación desoledad residencial interna que en muchoscasos deviene en trastornos depresivos.

En España, 3,8 millones de personas de65 años y más vivían solas en 2018, o sea el

43% de las personas mayores de 65 años ymás (estimación propia sobre ECV 2017,INE). Entre las mujeres de más de 64 años, laproporción que vive sola representa el 55%del total, la mayoría por viudedad. El 46% delas mujeres de más de 64 años son viudas;entre las que superan los 75 años se incre-menta hasta el 72% la proporción de las queviven solas (estimación propia sobre ECV2017, INE).

Por estar más sujetas a situaciones de viu-dedad, las mujeres se ven mucho más afec-tadas que los varones por la soledad. Dehecho, el 72% de las personas en situaciónde soledad son atendidas por la Cruz Roja.También destaca que más del 51% tiene 80años o más.

Los datos muestran que los ancianos queviven solos tienen menos actividad social que

La nueva economía de la soledad. Soledad y salud de las personas mayoresGUILLEM LÓPEZ CASASNOVAS•MARIE BEIGELMAN

GRÁFICO 2.Porcentaje de varones y mujeres mayoresen España, según la edad

Fuente: ECV 2017, elaboración propia.

64+

10%

0%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%Varones

74+

Mujeres

GRÁFICO 3.Porcentaje de personas mayores que vivensolos en España, según el genero

Varones

10%

0%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%No viven solos

Mujeres

Viven solos

56%

44% 40%

60%

27%

45%

55%

73%

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los que no viven solos, rasgo que se acentúacon la edad (análisis propio sobre datos de Po-blación española INE, 2016). La pérdida de lapareja también puede afectar antiguas rela-ciones de amistad (reuniones de parejas parahacer actividades conjuntas). Para algunos viu-dos o viudas la falta de la pareja puede difi-cultar el establecimiento de nuevas relacionesde amistad.

Por lo demás, los factores de riesgos de lasoledad no vienen únicamente de la composi-ción del hogar, sino también del nivel socioe-conómico de las personas mayores (Losada &al., 2012). En este sentido, por vivir solas auna edad más avanzada, las mujeres mayoresestán más sujetas que los varones a situa-ciones de angustia económica y emocional.

Salud y soledad

En cuanto a la salud, otra explicación de las di-ferencias de género en el sentimiento de so-ledad es el estado de salud físico. Las muje-res envejecen con mayor dependencia que losvarones, y además se encuentran a menudosolas para afrontar la degradación de susalud. Por otro lado, los varones suelen contarcon el apoyo de su pareja en situaciones depérdida de autonomía.

Uno de los primeros estudios cuantitativossobre el tema de la soledad diferencia los fac-tores determinantes de la soledad y el aisla-miento social (G. Clare Wenger, 1996). Mientrasque el aislamiento social depende mucho delestatus social, de las redes sociales y del gra-diente socioeconómico, la soledad depende dela composición del hogar y de la salud. Es decir,la salud también tiene un impacto sobre la so-ledad, lo cual puede implicar una situación decausalidad inversa.

En algunos estudios cuantitativos, el usode datos longitudinales permitió controlar(parcialmente) la posibilidad de causalidadinversa entre salud y soledad. Un metaanáli-sis sobre este tema (Knapp, 2017) muestraque el problema de la causalidad inversaafecta más a la salud mental (depresión) quefísica. En efecto, usando datos longitudina-les Luo et al. hallaron que la soledad afectay se ve afectada por la depresión y la saludfísica (limitación de movimientos) (Luo, Haw-kley, Waite, & Cacioppo, 2012).

La soledad en distintos países

La prevalencia de la soledad varía con am-plios márgenes –entre un 10% y un 50%–según los países. Al comparar la soledad delas personas mayores en España y en Sue-

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Fuente: ECV 2017, elaboración propia.

GRÁFICO 4.¿Se reúne con amigos y/o familiares para comer o tomar algo al menos una vezal mes? Repuestas de los españoles de más de 64 años

No viven solos

10%

0%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

Viven solos

No porque no puede permitírseloNo por otras razones

8%

15%

69%

19%

12%

77%

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cia, del Barrio destaca (del Barrio, 2010) quelos mayores con buena salud que viven solosson cinco veces más propensos a sentirsesolos en España que en Suecia, y entre dosy tres veces más si viven solos y tienen malasalud. Este resultado también se muestra enotro estudio que compara países europeos(Fokkema, De Jong Gierveld, & Dykstra,2011): los ancianos experimentan mayorsensación de soledad en los países del cen-tro y del sur de Europa, donde los valores fa-miliares son más fuertes. En estos paísesvivir solo puede causar soledad, dadas lasexpectativas sociales que las personas tie-nen de vivir con sus familias. Por supuesto,muchas otras variables influyen sobre la in-tegración/exclusión de las personas mayoresen cada sociedad (factores religiosos, políti-cas públicas, características sociodemográfi-cas, diferentes perspectivas sociales, etc.).

4. El impacto de la soledad sobre la asistencia sanitaria

Además de significar una situación de malestarpara la gente mayor, la soledad tiene implicacio-nes directas sobre la salud, en general, y sobrela salud mental, en particular. De hecho, la casitotalidad de los estudios cuantitativos sobre larelación entre salud y soledad encuentran re-sultados significativos (Knapp, 2017). Este fe-nómeno se puede explicar por varios factores,entre ellos, el estado de la salud mental. Tam-bién influye, aumentando el riesgo, ser fumador,la inactividad o la malnutrición, que pueden pro-ducir trastornos físicos y mortalidad prematura.

Soledad y mortalidad

Se recogen aquí las investigaciones sobre larelación entre soledad y salud bajo la hipóte-

La nueva economía de la soledad. Soledad y salud de las personas mayoresGUILLEM LÓPEZ CASASNOVAS•MARIE BEIGELMAN

GRÁFICO 5.Estado de salud declarado de las personas de más de 65 años, según el género y la composición del hogar (2016)

Fuente: ECV 2017, elaboración propia.

No viven solos

10%

0%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

Muy bueno

Viven solos

Bueno Regular Malo Muy malo

Varones que viven solos

10%

0%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

Mujeres que viven solas

4% 3%

33%

4% 6%12%

15%

37%

42%

43%

4% 2%

32%

5% 6%

14% 16%

38%

38%

44%

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sis de que la primera es un factor de riesgode mortalidad prematura, más específica-mente entre las personas mayores que sufrenmás las consecuencias de la soledad. Se de-tecta efectivamente una relación positivaentre soledad y deterioro del funcionamientodel sistema cardiovascular, lo que resulta entasas de mortalidad más altas (Andrew C. Pat-terson, 2010): sentirse solo a menudo doblalas probabilidades de mortalidades por cual-quier causa, controlando por edad y género,en comparación con quienes nunca se sien-ten solos, y casi doblando los riesgos de mor-talidad una vez se controla por educación, in-gresos y el estado civil con un odd ratio (OR)de 1,7; es decir, con una probabilidad de morirun 70% más alta para los que experimentansoledad frente a los demás.

En el Reino Unido, Steptoe et al. (2013) ave-riguaron que el aislamiento social también es-taba asociado con un aumento de la mortali-dad de las personas mayores (OR = 1,26). Ade-más, concluyeron que las personas mayoresque contaran con un máximo de tres personasen su red social de apoyo en el momento delestudio tenían un riesgo relativo de 2,43 demorir por razones cardíacas y de 2,11 por otrasrazones (Brummett, Barefoot, & Siegler, 2001).Los resultados se mantienen controlando poredad enfermedades previas, ingresos y com-portamientos de riesgo que acostumbran a au-mentar la probabilidad de enfermedades car-diacos (por ejemplo, fumar).

Soledad y comportamiento de riesgo

Un mecanismo por el cual la soledad impactanegativamente en la salud es el de los com-portamientos de las personas solas. En parti-cular, la soledad aumenta comportamientosde riesgo que luego pueden influir sobre lasalud física y mental. Shankar et al. (Shankar,

McMunn, Banks, & Steptoe, 2011) usaron laencuesta longitudinal ELSA (The English Lon-gitudinal Study of Ageing) sobre adultos de 50años y más para identificar los efectos propiosde la soledad, medida mediante la escalaUCLA revisada, y del aislamiento social (índiceque combina el estado civil, la frecuencia decontactos cada mes y otras actividades) sobrela salud. Para ambas variables, controlandopor factores sociodemográficos y por el regis-tro de enfermedades, los autores encontraronuna relación estadísticamente significativa ypositiva con el consumo de tabaco (OR = 1,07para la soledad, y 1,21 para el aislamiento so-cial); la falta de ejercicio físico (OR = 1,08 y1,15); el consumo de tabaco y la falta de ejer-cicio físico (OR = 1,12 y 1,36).

La soledad también aparece asociada a lamalnutrición en un estudio de 2016 sobredatos de Finlandia (Eskelinen, Hartikainen &Nykänen, 2016). Los autores estudiaron la re-lación entre soledad y una puntuación de nu-trición usando la escala MNA (Mini NutritionalAssessment; esta escala incluye elementossobre el apetito, la nutrición, las capacidadesfísicas y neurológicas) y hallaron que la sole-dad a menudo estaba asociada con riesgosde malnutrición (OR = 1,63).

Sin embargo, la evidencia sobre la impor-tancia de los comportamientos de las perso-nas solas como canal de transmisión del im-pacto de la soledad es menos concluyente. Lasoledad puede impactar en factores fisiológi-cos de manera independiente, como compro-baron O’Luanaigh & Lawlor (2008). Estos au-tores han encontrado una relación de causali-dad entre soledad y descanso nocturno depeor calidad, disminución de las capacidadescognitivas, respuestas fisiologías al estrés yalta tensión vascular. De hecho, es sabido quesituaciones de estrés causadas por la sole-

DEBATES SOBRE LONGEVIDAD MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

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dad impactan en la salud, algo que tambiénse aplica a los trastornos emocionales y men-tales de manera general.

Soledad y salud mental

La mayoría de los estudios científicos recientesque exploran la relación entre salud mental y so-ledad enfocan la atención en los síntomas dedepresión. Losada et al. (Losada & al., 2012) alestudiar la relación entre salud mental y sole-dad sobre una muestra representativa de per-sonas mayores españolas, encontraron que lasoledad contribuye significativa y negativamentea la salud mental medida con una escala de 15preguntas para validar síntomas de depresión: el50% de la varianza total de la salud mental delas personas de la muestra se explicó por sus ni-veles de soledad.

No limitándose a síntomas depresivos, Be-khet et al. (Bekhet & Zauszniewski, 2012)comprobaron la fuerte relación entre la sole-dad y la depresión (OR = 1,91), pero tambiénentre la soledad y el trastorno de ansiedad ge-neralizada (TAG) (OR = 1,21) o los impulsossuicidas (OR = 1,35).

No es, sin embargo, fácil distinguir depre-sión de soledad e identificar sus efectos pro-pios, ya que ambos comparten síntomas si-milares. La literatura reciente aporta eviden-cia de que se trata de dos estados distintos(Knapp, 2017), lo cual fue confirmado en unestudio con un horizonte a largo plazo (panelde cinco años): la soledad es un factor deriesgo de la depresión, controlando por carac-terísticas sociodemográficas, estado civil yfactores de riesgos psicosociales, incluyendoel aislamiento social (Cacioppo & al., 2010).

En España las diferencias de género incidenparticularmente en la relación entre soledad y

salud mental. Escobar Bravo et al. (Escobar &al., 2013) examinaron las posibles diferenciasde género en la presencia de síntomas depre-sivos en personas mayores de 75 años de unacomunidad de ancianos: las mujeres tenían unmayor riesgo de depresión que los varones, in-cluso después de ajustar por factores sociode-mográficos y estado de salud, presentando casiel doble de probabilidades de padecer depre-sión. Asimismo, los factores protectores detales síntomas no son los mismos según el gé-nero: el nivel alto de estudios en las mujeres yla presencia de pareja en los varones.

La soledad también tiene impacto sobrelos trastornos mentales y, en especial, la de-mencia. En un estudio longitudinal con datosde The English Longitudinal Studyof Ageing,ELSA, Steptoe et al. (Steptoe, Rafnsson, Orrell,d'Orsi, & Hogervorst, 2017) encontraron queriesgos de demencia, incluyendo Alzheimer,estaban relacionados de manera positiva conun elevado nivel de soledad (OR = 1,40) y ne-gativa con la cantidad de familiares en el en-torno y con el hecho de vivir en pareja. Asi-mismo, los riesgos de desarrollar demenciaen una muestra de personas mayores resi-dentes en Ámsterdam se asociaron a sentirsesolo, controlando por características sociode-mográficas y síntomas de depresión (OR =1,64) (Jan Holwerda & al., 2012).

¿El impacto sobre la salud procede de la soledad o del aislamiento social?

Aunque soledad y aislamiento pueden ser in-dependientes, la identificación de sus impac-tos respectivos sobre la salud no es evidente.De hecho, algunos estudios que intentaron di-ferenciar sus impactos fueron menos conclu-yentes (Knapp, 2017). Tilvis et al. (Tilvis, et al.,2012) encontraron que grupos de personasmayores en situación de aislamiento/soledad

La nueva economía de la soledad. Soledad y salud de las personas mayoresGUILLEM LÓPEZ CASASNOVAS•MARIE BEIGELMAN

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muestran efectos similares solo parcialmente,y explicaron efectos sobre las tasas de mor-talidad en virtud de la soledad, y no del aisla-miento (Holwerda & al., 2012). En el ReinoUnido algunos autores extrajeron conclusio-nes opuestas (Andrew Steptoe, 2013). Enotros estudios, soledad y aislamiento fueronconsiderados como diferentes factores deriesgos con efectos distintos sobre la salud.

Las diferencias de resultados entre investi-gaciones se pueden explicar por las muestrasusadas en cada caso (pacientes de un hospital,muestra representativa, etc.), el país y el mo-mento en el tiempo, la metodología (datos o node panel) y las definiciones de la soledad y delaislamiento social consideradas (tipo escalausada). A pesar de esta disparidad, existe su-ficiente evidencia concordante respecto al de-terioro de la salud que produce la soledad/ais-lamiento social, en particular en el colectivo delas personas mayores. En resumen, cabe afir-mar que la soledad dobla las probabilidades demortalidad, en particular por razones cardiacas,casi dobla la probabilidad de tener trastornosdepresivos y aumenta los riesgos de trastornosde demencia en aproximadamente un 60%. Alfinal, la falta de contacto y apoyo humanostiene consecuencias sobre la salud compara-bles a las del consumo de tabaco y la obesi-dad (Holt-Lunstad, Smith, & Layton, 2010).

5. Soledad y carga de enfermedad

A nivel individual abunda la evidencia de queel aislamiento emocional y social representaun factor de riesgo de salud, tal como otrostan conocidos y contrastados, como el con-sumo de tabaco, la malnutrición o la falta de

actividad física. Estas consecuencias se tra-ducen directamente en costes de salud másaltos para las personas que padecen soledad.

Costes derivados de algunas consecuenciasde la soledad

Parte de los costes de la soledad se derivandel hecho de que los ancianos solos usan máslos servicios médicos que los demás, y eso concondiciones de salud parecidas (ceteris pari-bus). En un estudio sobre pacientes de un hos-pital en Los Ángeles, se halló que el uso de losservicios de urgencia era un 60% más alto enlos pacientes que presentaban niveles de so-ledad superior a la media, controlando por elestado de salud y otras variables sociodemo-gráficas (Geller, Janson, McGovern, & Valdini,1999). Si aplicamos esta estimación a un casoconcreto, al coste medio de una entrada simpleen las urgencias en Francia, que era de 161,5€en 20123, resulta un coste adicional de 96€por un paciente mayor que se siente solo. Ade-más, este coste se incrementa en las perso-nas mayores habida cuenta de los costes indi-rectos (del transporte, por ejemplo), que sue-len ser mayores que los que afrontan pacientescon menos limitaciones físicas.

Otros costes proceden directamente de lasenfermedades causadas por la soledad, y par-ticularmente de los trastornos mentales, enprimer lugar, el Alzheimer, considerado comoel principal factor de riesgo del envejeci-miento. Un estudio de 2017 publicado por larevista The Economist4 estima el coste medioanual por paciente de Alzheimer en España en2.484€. En el caso de los otros trastornosmentales, investigadores del Instituto Hospi-

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3 Tribunal de Cuentas Nacionales, 2014 Francia.4 https://www.ceafa.es/files/2017/05/Evaluaci%C3%B3n%20del%20impacto%20socioecon%C3%B3mico%20de%20la%20en-

fermedad%20de%20Alzheimer%20en%20Europa%20Occidental%20y%20Canad%C3%A1.pdf

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tal del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM)estiman el coste por paciente y el coste so-cial de varios trastornos mentales en España;en concreto, cifran el coste medio por pa-ciente en 2.474€, más especificamente2.494€ para trastornos de depresion y de TAG(Pares-Badell, et al., 2014) . Parte de dichoscostes por pacientes son indirectos, debidosa baja de productividad, absentismo, etc., queno se aplican en los casos de personas ma-yores jubiladas. Al mismo tiempo, los costesdirectos (medicamentos, consultas médicas,etc.) aumentan en personas mayores en com-paración con el resto de la población. Tambiénestán más sujetas a problemas de comorbili-dad entre salud mental y física: para cada per-sona con una condición de enfermedad cró-nica y problemas de salud mental comórbidas,se puede estimar que los gastos suben por lomenos un 45% (López Casasnovas, 2018).

Las posibles consecuencias de la soledad(el costo por paciente y año) se acentúa con lacronicidad: la enfermedad de Alzheimer durade tres a veinte años, con una media de 4,5años, según el Informe de Datos y Cifras dela Alzheimer’s Association, lo cual resulta en uncoste social medio (incluyendo los costes tras-ladados a terceros) por paciente de108.000€. Frente a una persona de las mis-mas características que padece soledad, unapersona que no se siente sola podría sufrirAlzheimer más tarde, lo cual se traduciría enun coste más bajo, de 64.800€ por paciente–asumiendo que la soledad aumenta en 0,6la probabilidad de padecer Alzheimer–.

Al nivel global, las condiciones de saludque la soledad puede provocar suponen unacarga social elevada. Se estima que unos900.000 españoles vivían con la enfermedadde Alzheimer, o sea, casi el 9,4% de las per-sonas mayores (The Economist, 2017). Entre

los ancianos de 90 y más años, el porcentajeasciende al 50%. Según el mismo estudio, elAlzheimer costaría 20.800 millones de euroscada año. En cuanto a los trastornos de de-presión de las personas mayores, se estimaque su coste social anual total se eleva a2.373 millones de euros (estimacion propiasobre datos del INE y del coste por pacientede la depresión, IMIM). Por fin, los costes to-tales para visitas médicas de las personasmayores se han estimado en 36 millones deeuros en 2040. Con una media anual de 4,2consultas médicas para personas mayores(análisis propio sobre ECV 2017), ya hoy re-presenta el 10% del gasto total de atencionprimaria (estimación propia a partir de datosdel Ministerio de la Salud).

Medir la carga social de la soledad

Conocemos los costes sociales de algunasconsecuencias de la soledad que indican laimportancia de su prevención. En el caso deEspaña todavía faltan estudios y datos quemidan precisamente el peso de la soledad enestos costes. Para ello será necesario dispo-ner de un estudio representativo de las per-sonas mayores, con datos individuales sobrela utilización de los servicios médicos deestas personas mayores y sobre variables re-levantes, como las relativas a estado de saludy el sentimiento de soledad.

Como referencia podría tomarse el estudiosobre los costes de la soledad realizado en elReino Unido por parte de investigadores de laLondon School of Economics (McDaid, Bauer,& Park, 2017). A partir del análisis de unamuestra de ancianos en Worcestershire, los in-vestigadores hallaron que la soledad aumentaen 6.000 libras (unos 7.200€) los costes porpaciente anciano al cabo de diez años. En losEstados Unidos, investigadores de Harvard,

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Stanford y del AARP Public Policy Institute hanrelacionado datos de Medicare y de la En-cuesta Nacional de Salud y Jubilación (HRS) anivel individual, para mayores de 64 años, du-rante un período de tres años. Encontraron quela falta de contacto y apoyo social está aso-ciada con costes adicionales por pacientemayor estimables en 1.608 dólares por año, locual representa costes totales adicionales de67.000 millones de dólares cada año (AARPPublic Policy Institute, 2017). Según los inves-tigadores, el nivel de costes provocados por lasoledad es comparable con el ocasionado porcondiciones crónicas como la artritis y alta ten-sión arterial. En total, el coste social de la so-ledad representa el 0,2% de los gastos desalud de Medicare.

6. Políticas públicas de prevención

La alta prevalencia de la soledad (2,7 millo-nes de personas vivían solas en España en2019) y la carga social (costes indirectos y aterceros) que se le asocia irán previsible-mente aumentando con el envejecimiento dela población. Utilizando proyecciones del INEde los hogares según la composición delhogar entre 2018 y 2033, se puede estimarque el número de personas mayores que vivensolas en España podría aumentar hasta los 6en 2050. La proporción de personas mayoresque viven solas también aumentará probable-mente: si hoy día representa el 8,2%, en 2050podría llegar al 12,1%. Tomando en cuentaque aproximadamente el 70% de las personas

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GRÁFICO 6.Proyecciones del número de personas de 65 años y más que viven solas en España

Fuente: elaboración propia sobre ECV 2017, proyecciones demográficas INE.

2017

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3,80

8,2%

Personas mayores que viven solas

Mill

ones

Personas mayores que viven solas en % de la población total

5,99

12,1%

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que viven solas también se sienten solas, sepuede estimar un aumento de la cantidad deancianos solos, desde los 2,7 millones de laactualidad hasta unos 4,2 millones en 2050(8,4% de la población total) –véase Gráfico 6–.

Ante el envejecimiento de la población y elaumento prospectivo de los costes de salud, unobjetivo central de las políticas públicas desalud es el de disminuir el papel de los cuida-dos en hospitales respecto a los cuidados a do-micilio, en particular, para las personas mayo-res. El hecho de que, en el futuro, una partemás importante de estas personas mayoresque recibirán cuidados a domicilio también es-tarán solas y expuestas a la soledad, destacaaún más la necesidad de situar la lucha contrala soledad en un lugar destacado en la agendade las políticas públicas de salud.

Todavía disponemos de escasa evidenciasobre qué políticas públicas dirigidas a las

personas mayores solas son más eficientes.No está claro qué programas facilitan enmayor medida la participación en actividadessociales e iniciativas de encuentro entre per-sonas solas desde un punto de visa decoste-beneficio (McDaid, Bauer, & Park,2017). Por otro lado, en el Reino Unido algu-nos autores han averiguado que las campa-ñas para mejorar la información que tienenlas personas mayores sobre recursos alter-nativos a las consultas médicas pueden re-sultar efectivas, puesto que reducen el nú-mero de consultas médicas, en particular lasque realizan aquellas personas que se sien-ten solas, y también mejoran su salud men-tal. El beneficio derivado de la reducción delas consultas médicas se ha estimado en 1,6libras por cada libra invertida, pudiéndoseañadir además los beneficios derivados de lamejora de las condiciones de salud física ymental no incluidas en dicha estimación(McDaid, Park, & Knapp, 2017).

La nueva economía de la soledad. Soledad y salud de las personas mayoresGUILLEM LÓPEZ CASASNOVAS•MARIE BEIGELMAN

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El de la longevidad no es un fenómenonuevo. Al contrario, hace más de un sigloque acompaña a buena parte de las so-

ciedades avanzadas y no avanzadas del mundo.La sociedad española no es ajena a este fenó-meno, si bien no termina de ser consciente desus enormes implicaciones sobre esferas fun-damentales de nuestra vida social y económica,que tarde o temprano tendrán que adaptarse ala nueva realidad demográfica.

El presente informe se inscribe en estecontexto y nace de la voluntad de la FundaciónFAES de proponer ideas y contribuir a los gran-des debates políticos, sociales y económicosque nos afectan en cada momento. Con esteespíritu, la Fundación ha querido dotarse delas reflexiones de académicos y reconocidosexpertos con el objetivo de elaborar un in-forme que examine de forma amplia y cuida-dosa el fenómeno de la longevidad y sus im-

plicaciones económicas, jurídico-instituciona-les y sociales en España.

Del estudio pormenorizado que han reali-zado los autores de este libro se extraen unaserie de conclusiones de las que, al mismotiempo, se deducen algunas poderosas razo-nes que invitan a abordar, sin más dilación, elreto de la longevidad desde una perspectivaglobal y objetiva.

A continuación se recogen, siguiendo elorden de los capítulos, las principales consta-taciones del informe, que a su vez constituyenuna síntesis del mismo.

Longevidad y mercado de trabajo

• El conocimiento del tiempo de vida, su dis-tribución a lo largo de las edades y la con-figuración de su evolución en las últimas

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V.Conclusiones

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décadas se constituyen en los mejores in-dicios prospectivos del futuro del empleo yde la regulación de la jubilación. Para ello,este capítulo mide el tiempo que les quedapor vivir a los trabajadores que se jubilabanen 2019 y establece una equivalencia la-boral respecto a los que en 1976 teníanesa misma esperanza de vida, y así poderllegar a comparar, en términos de tiempode dedicación al trabajo, la “vida por de-lante” en ambos momentos.

• La evidencia del fuerte aumento de la es-peranza de vida se acompaña a menudo dela afirmación de que hoy se trabaja menosque hace medio siglo. Este tópico no sesostiene si observamos conjuntamente losaños de trabajo de las mujeres y de loshombres, puesto que, en términos de añosefectivamente dedicados al trabajo, en2019 se trabajaban 2,5 años más que en1976. En realidad, lo que explica ese tó-pico, y en lo que se fundamenta, es la dis-minución de la jornada media, que a su vezse debe al crecimiento del trabajo a tiempoparcial, sobre todo entre las mujeres.

• En general, la reducción de la jornada se-manal constituye un valioso avance paraenriquecer la vida personal, sobre todopara aquellos que pueden gestionar sutiempo de modo que sea posible concen-trar unas tareas en la fase “laborable” y “li-berar” el tiempo ocioso. Pero, para aque-llos que tengan a diario obligaciones inelu-dibles ajenas al empleo, les sería muchomás llevadero que esa reducción de jor-nada se hubiese distribuido en seis días.

• En general, durante las últimas décadas noha habido una tendencia a la disminuciónde la proporción de años trabajados, sibien el retraso en la incorporación al em-

pleo y el adelanto de la salida del mismoha dado lugar a una concentración de lavida laboral en las edades comprendidasentre los 35 y los 44 años, lo que repre-senta una notable reducción de la longitudmedia de las carreras laborales.

• Durante las últimas décadas, la igualdad la-boral entre sexos ha ido ganando terrenofrente a la desproporcionada desigualdadpor edades. Ello dificulta seriamente la vidade los jóvenes adultos, que a duras penas ycon retraso han podido conseguir recursoseconómicos suficientes debido a su tardíoacceso al empleo, y que al mismo tiempo ca-recen de tiempo disponible, lo que les hacefatigosa la paternidad, amarga la plenitud dela vida e inestable la convivencia en pareja.

• Por su parte, los mayores están más prote-gidos –de hecho, resulta muy significativoque, en etapas vitales ajenas al trabajo, elEstado cubra las necesidades de la depen-dencia de los mayores y no las de los bebésy los niños, como si estos no fuesen de-pendientes–. En este sentido, el desequili-brio entre edades en cuanto a derechos, re-cursos y trato empírico es tan evidente quese podría afirmar que los españoles pare-cen vivir en países distintos en las distintasedades de su biografía laboral.

Longevidad y vivienda

• Este capítulo parte de la base de dos cons-tataciones: de un lado, que el stock esti-mado de viviendas en España tiene un valorcuatro veces superior al PIB actual, y, de otrolado, que la propiedad de la vivienda habitualestá muy extendida en nuestro país, siendolos hogares encabezados por jubilados y per-sonas de edad avanzada los que en mayormedida la poseen.

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• La excesiva orientación de las familias es-pañolas hacia el ahorro en forma de acti-vos inmobiliarios tiene dos claras implica-ciones: de una parte, reduce el ahorro fi-nanciero de las familias a largo plazo,limitando el potencial de crecimiento de laeconomía y la capacidad de los ahorrado-res de percibir rentas de intereses y divi-dendos fruto de inversiones, y, de otra, im-pide otros usos que no sean residenciales.

• Esto último invita a reflexionar sobre las po-sibilidades que tienen los propietarios deesos activos inmobiliarios de movilizarlos yponerlos a su servicio como recursos com-plementarios para la jubilación. Esas posi-bilidades son hoy limitadas (la gama de op-ciones existentes no es muy amplia ni tam-poco todo lo eficiente que debería), lo quedebería obligarnos a innovar en este sen-tido. Independientemente de esto, seríabueno que las políticas previsionales tu-vieran en cuenta la realidad descrita.

• A la hora de abordar este reto, no solo de-bemos tener en cuenta las necesidades dequienes vayan a jubilarse pronto, en lospróximos años, sino también las de las ge-neraciones venideras de jubilados, los ac-tuales trabajadores más jóvenes.

Longevidad y sistema sanitario y servicios sociales

• La esperanza de vida al nacer ha aumen-tado sustancialmente a lo largo del últimosiglo y medio en todos los países, princi-palmente debido al descenso de la morta-lidad infantil. En las sociedades avanzadas,la caída de la mortalidad entre las perso-nas mayores es lo que ha explicado desdela década de los años setenta del siglo pa-sado ese alargamiento continuo de la es-

peranza de vida. Los tratamientos farma-cológicos y quirúrgicos de los que dispone-mos desde esos años han contribuido tam-bién a esa mayor esperanza de vida.

• A medida que esto ha ido ocurriendo, lasenfermedades crónicas han ido ganandoterreno y apartando a las infecciosas, delas que la medicina, históricamente, sehabía ocupado principalmente. Este des-tronamiento de la enfermedad aguda porla enfermedad crónica ha sido uno de losmotores de la longevidad de la que hoy díadisfrutamos.

• Sin embargo, la forma en que se proveen lasprestaciones sociales y se organizan los sis-temas sanitarios no ha evolucionado deacuerdo con esta nueva realidad demográ-fica. Los actuales patrones de (co)morbili-dad, discapacidad, fragilidad y dependenciaexigen otra organización de la atención sa-nitaria y del Sistema Nacional de Salud. Losdistintos gobiernos, tanto a nivel estatalcomo autonómico, han sido incapaces deabordar este cambio y articular un sistemaintegrado de atención sociosanitaria queacabe con el “horario de ventanilla”, la fun-cionarización de los recursos humanos y larenuencia a considerar el SNS como untodo. Sin esa reforma es imposible resolvercon solvencia las necesidades sociosanita-rias de los ciudadanos.

• Adicionalmente, nuestra salud dependefundamentalmente de distintos factoresque se conocen como determinantes de lasalud (nutrición, vivienda, higiene pública eindividual, hábitos, nivel de riesgos labora-les ambientales, genética y calidad de laatención sanitaria) y de los que somos res-ponsables (podemos modificarlos). En estesentido, el derecho a la sanidad no puede

Conclusiones

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(ni debe) estar desvinculado de la respon-sabilidad –excepto en los casos que todostenemos en la cabeza– que cada ciuda-dano tiene con relación al mantenimientode su propia salud, ni del uso racional y jus-tificado de las prestaciones sociales quemantenemos con nuestros impuestos.

Longevidad y nuevo modelo económicoproductivo

• La creciente longevidad de la que gozamosentraña importantes retos para nuestro mo-delo económico, en la medida en que incidesobre todas las variables que determinan elcrecimiento potencial de la economía (stockde capital, nivel potencial de empleo y pro-ductividad total de los factores).

• La longevidad puede influir negativamentesobre la productividad por distintas vías. Lasmás concluyentes, por la mayor evidenciaempírica que existe al respecto, son la in-versión (esta podría reducirse a medida quecae el número de trabajadores), el cambioen la estructura de edades (la productividadtiende a descender en las etapas finales dela vida laboral) y el tipo de ocupaciones quedesempeñan los individuos (la productividaden el sector servicios es habitualmente infe-rior a la de la industria). Este efecto negativodel envejecimiento demográfico sobre la pro-ductividad puede ser compensado por elcomportamiento de otras variables determi-nantes de la productividad.

• La longevidad también incide en los patro-nes de ahorro de los individuos. En la ma-yoría de países desarrollados (incluido elnuestro), actúan dos fuerzas al mismotiempo: de un lado, los individuos aumen-tan su tasa de ahorro durante la vida labo-ral para disponer de más recursos tras la

jubilación, y, de otro lado, las bajas tasasde fecundidad suponen un aumento de laproporción de individuos situados en laetapa de bajo ahorro y en consecuencia re-ducen la tasa agregada de ahorro. A priori,es imposible determinar cuál de las dosfuerzas prevalecerá.

• Las implicaciones de la longevidad sobreel denominado “estancamiento secular” seencuentran también en el centro del debate.En principio, la relación entre longevidad ytipos de interés, a corto plazo, suele ser in-versa (la longevidad supone un aumento delahorro, lo que, ceteris paribus, empujaría a labaja los tipos de interés de equilibrio; elmenor nivel de inversión también contribui-ría a la reducción de tipos), mientras que, amedio y largo plazo, se vuelve directa y delmismo signo (una población más longevatendrá etapas de desahorro más prolonga-das, lo que en última instancia puede em-pujar los tipos al alza).

Longevidad y funcionamientodemocrático

• En las últimas dos décadas, la proporciónentre mayores y jóvenes se ha duplicado(hemos pasado de una proporción de uno auno en el año 2000 a una proporción dedos a uno en 2020). En este sentido, lasproyecciones del INE apuntan a una pro-porción de 2,7 a 1 en el año 2030 y de 3,7a 1 en el año 2040.

• Los mayores tienen una vocación más bi-partidista que se explica, de un lado, por-que son generaciones socializadas políti-camente en los años de la Transición y con-servan una fuerte identificación con los“partidos de gobierno” (PP y PSOE), y deotro lado, por su mayor identificación con

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el modelo de estado de bienestar actual,que es resultado de la acción de gobiernossocialistas y populares y que les favoreceen perjuicio de los jóvenes.

• También existen grandes diferencias entre jó-venes y mayores con respecto a la partici-pación electoral (las tasas de participaciónson mayores entre los segundos). El efectocombinado del diferencial de peso demográ-fico y el de participación hace que, en lapráctica, nos encontremos con que por cadavoto efectivo de los jóvenes se registren 2,6votos de los mayores, lo que coloca a los jó-venes en una situación precaria de cara adefender sus intereses en las urnas.

• El envejecimiento de la población explica elfracaso de los partidos de la “nueva polí-tica” en su objetivo de sobrepasar a lasfuerzas tradicionales. Si la sociedad espa-ñola tuviera la estructura demográfica delaño 2000, es probable que los nuevos par-tidos hubieran conseguido su objetivo dedesplazar a los partidos tradicionales.

• Las elecciones generales de 2015 inaugu-raron un nuevo mapa de competición elec-toral articulado en un doble eje: el eje tra-dicional que contrapone izquierda y dere-cha y un nuevo eje que contrapone nueva yvieja política. Este nuevo mapa dio lugar aun nuevo campo de fuerzas electoral domi-nado por la contraposición entre unas nue-vas clases medias (profesionales, técnicos,cuadros directivos, etc.) que actuabancomo plataforma de lanzamiento de losnuevos partidos (Ciudadanos y Podemos),frente a las clases pasivas de jubilados yamas de casa, que se conformaron comobaluarte defensivo de los partidos tradicio-nales (PP y PSOE). Las elecciones genera-les de 2019 confirmaron estas tendencias

y corroboraron el sesgo gerontocrático queya se advertía en 2015 (las clases pasivasfueron decisivas en la supervivencia de lospartidos tradicionales).

Longevidad y derecho sucesorio

• El incremento exponencial de la esperanzade vida al que hemos asistido en los últimosaños ha dado lugar al surgimiento de la“cuestión de la longevidad”, que presentanumerosas derivaciones de las que el Dere-cho no es ajeno. En este sentido, muchasde las reglamentaciones adoptadas bajo di-ferentes condiciones sociales han de adap-tarse a las nuevas circunstancias.

• En el ámbito del derecho de sucesiones sonvarias las novedades que requieren de unarespuesta por parte del ordenamiento. Deuna parte, la prolongación de la vida del even-tual testador da lugar a cuestiones no con-templadas por el Código Civil, cobrando es-pecial relevancia la necesaria protección deldenominado testador vulnerable. De otrolado, esta prolongación vital da lugar a quelas relaciones intrafamiliares se hayan vistoalteradas considerablemente, lo que deter-mina que los presupuestos que en su día die-ran lugar a institutos como las legítimas he-reditarias se vean alterados en el presente.

• La relativa a las legítimas es una de lascuestiones de derecho sucesorio de másactualidad. La legítima hereditaria cuentacon un amplio arraigo en nuestro país, perola prolongación de la longevidad tiene unimpacto en las previsiones de transmisióndel patrimonio de los individuos paracuando ya no estén y en las cautelas esta-blecidas por el ordenamiento con el fin deasegurar la “reserva” de una parte delmismo para sus familiares más cercanos.

Conclusiones

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En este contexto, se ha abierto un debateen torno a la institución legitimaria y a sunecesaria supresión o, al menos, modifica-ción, con el objetivo de respetar la deno-minada libertad de testar. Al calor de estedebate, ya se han producido reformas ennuestro derecho interno, concretamente enlos derechos civiles forales o especiales.

• La supresión de la institución legitimariaplantea dudas jurídicas y de orden social opráctico que, cuando menos, aconsejanuna reflexión en profundidad de las impli-caciones de tal medida. En este sentido,existen una serie de consideraciones jurí-dico-constitucionales, y también razones deorden filosófico-sociológico, que abonaríanla subsistencia de la legítima.

• Existen, no obstante, una serie de aspec-tos de la regulación actual de las legítimasque deben ser modificados, en buenaparte, debido al cambio de circunstanciasrespecto de la época en que se aprobó elCódigo Civil.

• Es exigible una revisión en profundidad dela regulación referente al cónyuge viudo. Lalegislación debería recoger la cautela sociniy podría ser conveniente establecer unaporción legitimaria del cónyuge en las si-tuaciones en que está perjudicado con res-pecto a los hijos.

• Por lo que respecta a la cuantía de la legí-tima, puede resultar conveniente revisar ala baja los porcentajes establecidos, intro-ducir una distinción en función del númerode hijos o de si se trata o no de menoresde edad, y/o continuar la línea de las últi-mas reformas en el sentido de estableceruna mejor posición para los descendientescon discapacidad.

• Se ha planteado la conveniencia de supri-mir del llamamiento legitimario a los as-cendientes, tal y como han hecho en los úl-timos años ordenamientos como el francéso el austríaco, y, en nuestro país, la legis-lación gallega y la vasca.

• Es necesario modificar la regulación de lascausas de desheredación e indignidad parasuceder, recogiendo entre las mismas deforma expresa la ruptura o falta clara deatención y comunicación con el causanteimputable al legitimario como causa dedesheredación.

• Debiera sopesarse la posibilidad de introdu-cir la imposibilidad de que pudieran sucederlos directores y trabajadores de las residen-cias para la tercera edad, así como la propiaresidencia en cuanto persona jurídica.

• Otro extremo a introducir en la legislación de-biera ser el de la ampliación de los supues-tos en que es posible satisfacer la porción le-gitimaria en metálico, pudiendo sopesarse elconsiderar la misma como un crédito sobrela herencia (como sucede en Cataluña), conel fin, por ejemplo, de posibilitar la transmi-sión en bloque de determinados bienes (enparticular, negocios familiares).

Longevidad y nuevas estructuras de hogares y familias

• Deben evitarse visiones globalizadoras delenvejecimiento. Tratar a los mayores de 64años como un grupo de población homo-géneo supone ignorar su diversidad internaen cuestiones como la edad (los mayoresde 80 años son los más numerosos), elsexo (las mujeres tienen una presenciamás abundante), los estudios (la gran ma-yoría tiene estudios primarios, mientras

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que solo un 15% de ellos alcanzaron estu-dios superiores) o el estado civil (tres decada cinco están casados).

• El estado civil de las personas mayoresafecta al tipo de hogar donde residen y asus modos de convivencia. De cada cuatromayores, uno habita en hogares uniperso-nales, dos en hogares bipersonales y elcuarto en otros más amplios. El porcentajede personas mayores en hogares uniper-sonales no deja de incrementarse y sesitúa hoy en un nivel récord (23,48%). For-man un grupo en el que sobreabundan lasmujeres –sobre todo viudas, si bien estáaumentando el número de hogares uniper-sonales de separadas y divorciadas–. Tam-bién ha crecido el número de quienes ha-bitan en hogares de dos miembros, la ma-yoría compartidos con la pareja. Vivir conla pareja es un hecho mucho más definito-rio del envejecimiento masculino debido ala mayor incidencia que tiene la viudedadentre ellas (por su mayor esperanza de viday por el hecho de que acostumbran a em-parejarse con varones de más edad).

• Un aspecto decisivo en la vida de las per-sonas mayores está vinculado con su si-tuación económica. En los últimos años hamejorado la posición económica relativa delas personas mayores, hasta el punto deconstituirse en el grupo con menor riesgode pobreza dentro de la sociedad espa-ñola. Ello contrasta con la asociación quetendió a darse en el pasado entre la vejezy la pobreza: las personas mayores se en-cuentran hoy día más a salvo de ella quenunca. Las pensiones contributivas repre-sentan la principal fuente de ingresos deque disponen las personas mayores. Lagran mayoría son de jubilación. Su importe,no obstante, varía sustancialmente depen-

diendo del sexo y la edad de quienes lasperciben (las mujeres y las personas ma-yores de 80 años son los que perciben can-tidades inferiores).

• La salud (y también la salud autopercibida)de las personas mayores también ha venidomejorando en las últimas décadas. Varios in-dicadores lo ponen de manifiesto. Al cum-plirse los 65 años, la esperanza de vida nodeja de aumentar en España. El tiempo devida conquistado, además, transcurre enunas condiciones físicas y mentales cadavez más favorables. De hecho, la llamada“esperanza de vida en buena salud”, esdecir, la que las personas pueden disfrutarsin limitaciones por enfermedad o discapa-cidad, crece a un ritmo especialmente alto.

• Si bien las estadísticas no son capaces dereflejar a la perfección la actividad de losmayores (es lo que sucede con la EPA), elhecho es que la actividad de los mayoresde 65 años no ha dejado de crecer en lasúltimas décadas, si bien con diferenciasentre sexos (la tasa de actividad masculinase sitúa en el 3,58% y la femenina, en el2,07%), tramos de edad (su valor es muchomás alto entre las personas de 65 a 69años), estado civil (la actividad laboral esmás elevada entre las mujeres solteras ylos varones separados o divorciados) ynivel educativo (entre quienes tienen entre65 y 69 años y cuentan con educación su-perior, la tasa de actividad asciende hastael 17,77% en los varones y el 12,26% enlas mujeres). En el futuro, es de esperarque la tasa de actividad laboral siga au-mentando entre los mayores, a medida quesiga mejorando la salud y de la mano, tam-bién, de las reformas legislativas queestán impulsándose en favor de un aban-dono más tardío del mercado laboral.

Conclusiones

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Longevidad y soledad

• La soledad emerge vinculada a la longevi-dad y da lugar a nuevas necesidades so-ciales que deben ser atendidas. España noha reaccionado todavía a esta realidadcomo sí lo han hecho otros países del en-torno europeo, como Reino Unido, donde almenos se ha identificado el problema.

• La soledad designa un estado subjetivo demalestar: el de sentirse solo, con percep-ciones de vaciedad, ansiedad, sin sentido depertenencia. Al tratarse de un sentimientosubjetivo, es difícil de cuantificar, de ahí quelas estimaciones realizadas varíen mucho enfunción, primero de todo, de la definición quese le otorgue a la propia idea de soledad, ytambién de la composición de la muestra,del país y de la metodología empleada.

• La soledad incide de forma directa en lasalud de las personas, particularmente enla salud mental, y esto es algo que está

muy documentado. Esta relación entre so-ledad y salud tiene una implicación evi-dente, y es que se traduce en costes desalud más altos para aquellas personasque padecen soledad. Parte de estos cos-tes se derivan del hecho de que los ancia-nos solos hacen un mayor uso de los ser-vicios médicos.

• En este apartado se pretende dar un toquede atención sobre la relación entre enveje-cimiento, soledad y salud, y hacer emergerla importancia de buscar estrategias efi-cientes en prevención y en acompaña-miento para que la soledad no deteriore lasalud y el bienestar de buena parte denuestros mayores.

• Los costes sociales de la soledad señala-dos indican la importancia de su preven-ción. Por otro lado, todavía disponemos deescasa evidencia sobre qué políticas públi-cas dirigidas a las personas mayores solasson más eficientes.

DEBATES SOBRE LONGEVIDAD MÁS ALLÁ DE LAS PENSIONES

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DEBATES SOBRE LONGEVIDADMÁS ALLÁ DE LAS PENSIONESCoordinador:

Miguel Marín

Autores:Luis Garrido Medina José Antonio Herce José Luis Puerta Gregorio Izquierdo Llanes y Nicolás Vicente Regidor Juan Jesús González Alfonso Cuenca Miranda Julio Iglesias de Ussel y Juan López Doblas Guillem López Casasnovas y Marie Beigelman

FAES Fundación para el Análisis y los Estudios SocialesC/ Ruiz de Alarcón, 13 - 2ª Planta. Madrid 28014Tel: +34 91 576 68 57 • Fax: +34 91 575 46 95e-mail: [email protected]

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sEl de la longevidad no es un fenómeno nuevo. Al contrario, hacemás de un siglo que acompaña a buena parte de lassociedades avanzadas y no avanzadas del mundo. La sociedadespañola no es ajena a este fenómeno, si bien no termina deser consciente de sus enormes implicaciones sobre esferasfundamentales de nuestra vida social y económica. De hecho,la longevidad ha sido en cierto modo eclipsada por otroscambios que se están produciendo y que han copado toda laatención, también en la esfera política.

El presente informe se inscribe en este contexto y pretendedar testimonio de la existencia de profundos debates sobre lalongevidad, examinando de forma amplia y cuidadosa susimplicaciones en España.

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