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CENTRO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS SUPERIORES EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL CONVIVIR CON LA AMENAZA VULNERABILIDAD Y RIESGO FRENTE A LOS HURACANES EN LA CIUDAD DE CHETUMAL, QUINTANA ROO T E S I S QUE PARA OPTAR AL GRADO DE MAESTRA EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL P R E S E N T A MARÍA N. RODRÍGUEZ ALARCÓN DIRECTORA DE TESIS: DRA. VIRGINIA GARCÍA ACOSTA MEXICO, D. F. AGOSTO 2017

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CENTRO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS

SUPERIORES EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL

CONVIVIR CON LA AMENAZA

VULNERABILIDAD Y RIESGO FRENTE A LOS HURACANES

EN LA CIUDAD DE CHETUMAL, QUINTANA ROO

T E S I S QUE PARA OPTAR AL GRADO DE

MAESTRA EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL

P R E S E N T A

MARÍA N. RODRÍGUEZ ALARCÓN

DIRECTORA DE TESIS: DRA. VIRGINIA GARCÍA ACOSTA

MEXICO, D. F. AGOSTO 2017

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A María Elisa, mi madre, por su amor infinito, sus enseñanzas y su bondad. A Jesús, mi padre, por enseñarme a ser una mujer fuerte, independiente y luchadora.

A María Auxiliadora, amiga, hermana y confidente A Venezuela, mi tierra, mis raíces, mi gente. Te extraño, te pienso y te imagino libre.

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AGRADECIMIENTOS

Agradezco al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), por la beca que

me permitió cursar los estudios en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en

Antropología Social (CIESAS) sede Distrito Federal. Igualmente, a todo el personal de esa

institución, por su compromiso ético y responsabilidad. Me manera particular a Rogelio

Reyes, gran profesional, siempre dispuesto a colaborar con los estudiantes.

Un especial reconocimiento a la Dra. Virginia García Acosta, su apoyo fue fundamental

en cada una de las etapas de la investigación. Su dedicación, enseñanzas y solidaridad

han sido gran motor para llevar a término este trabajo. A la Dra. María Isabel Campos

Goenaga y al Dr. Raymundo Padilla Lozoya por sus lecturas minuciosas, comentarios y

observaciones que enriquecieron la discusión teórica y el análisis de los datos en fases

previas a la redacción final de la tesis. Al Dr. Carlos Macías Richard por sus

recomendaciones y apoyo durante la estancia de campo en la ciudad de Chetumal.

Mención especial también merecen el Dr. Antonio Higuera, el Dr. Margarito Molina y el Dr.

Gabriel Macías Zapata por las ricas conversaciones, orientaciones y sugerencias,

invaluables para el trabajo etnográfico y la recopilación de información documental.

Gracias infinitas a todos los chetumaleños por su cálida acogida, las largas charlas y

las fotografías personales que con gran cariño y confianza compartieron conmigo. Gente

amable, alegre y sincera. A Karina Rivero y su maravillosa familia, quienes me abrieron las

puertas de su casa y de su corazón.

A Rogelio Altez, colega, maestro y amigo. Me acompañas en cada paso de mi

crecimiento personal y profesional. A mis padres, por su amor infinito, tesón y fortaleza. A

María Auxiliadora, siempre serás mi hermanita, cómplice y confidente. Te quiero gigante. A

mi amada UCV, la casa que vence las sombras, y a mi Venezuela, gracias por tanto.

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CENTRO DE INVESTIGACIONES Y ESTUDIOS

SUPERIORES EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL

NOMBRE DEL ALUMNO (A): María N. Rodríguez Alarcón

PROGRAMA DE POSGRADO: Maestría en Antropología Social

SEDE: Distrito Federal

PROMOCIÓN: 2015-2017

FECHA DE PRESENTACIÓN

TITULO DE LA TESIS: Convivir con la amenaza: vulnerabilidad y riesgo frente a los

huracanes en la ciudad de Chetumal, Quintana Roo

DIRECTOR DE TESIS: Dra. Virginia García Acosta

TEMA: Riesgo, vulnerabilidad y desastres

SUBTEMA: amenazas naturales, huracanes

CAMPO TEMÁTICO: Estudio histórico y social de los desastres

CRONOLOGÍA: Siglo XX

PAIS O ESTADO DONDE SE CENTRA EL TEMA: Quintana Roo, México

MUNICIPIO Y/O LOCALIDAD: Chetumal

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ABSTRACT

Los habitantes de Chetumal, Quintana Roo, han convivido históricamente con la

manifestación, efectos e impactos de los huracanes. La ubicación geográfica de la ciudad

la sitúa en una zona propensa a sufrir los embates de este fenómeno hidrometeorológico,

pero las pérdidas materiales y humanas que se han producido tras su presencia no se

encuentran en relación directa con las dinámicas de la naturaleza, sino que dependen de

la construcción de escenarios de riesgo y vulnerabilidad frente a los ciclones tropicales.

El proceso histórico que delineó las características actuales de Chetumal ha estado

marcado por una serie de contradicciones en los patrones de asentamiento, uso y

aprovechamiento del entorno. La degradación de zonas de alto valor ecológico, la

contaminación, relleno y desvío de los cursos de agua, la expoliación de bosques y selvas,

han sido las principales consecuencias de las diversas decisiones políticas, así como de

las estrategias económicas que han determinado la configuración de la traza urbana, el

crecimiento demográfico y el despliegue de las actividades productivas. Ello, además, ha

traído como resultado el detrimento de la calidad de vida de la población y la reproducción

de situaciones de inseguridad y peligro frente a los huracanes.

La población ha desarrollado prácticas preparativas y estrategias de adaptación para

sortear los embates de los ciclones, resguardar sus vidas y disminuir los daños materiales.

Las experiencias, traducidas en conocimientos, se han articulado con los avances

tecnológicos y las acciones emanadas de las instituciones gubernamentales. Pero han

faltado esfuerzos orientados a la consolidación de mecanismos de prevención y

transformación de las condiciones generadoras y reproductoras de riesgo. Además, los

procesos de recuperación han estado centrados, fundamentalmente, en la reconstrucción

de infraestructuras públicas y viviendas, en regresar a la “normalidad”, en lugar de incidir

en los factores sociales que han profundizado las situaciones de vulnerabilidad.

“Convivir con la amenaza” da cuenta de la constante manifestación de los huracanes a

lo largo de la historia de la ciudad y de la vida de sus pobladores, así como de las

condiciones materiales y simbólicas que han erigido a ese fenómeno natural como una

amenaza y al contexto social como un escenario de riesgo y vulnerabilidad frente a su

presencia.

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ÍNDICE GENERAL

CONTENIDO INTRODUCCIÓN .............................................................................................................................................. 10

1. Planteamiento general de la investigación ............................................................................................... 10 2. Objetivos de la Investigación .................................................................................................................... 18 3. Relevancia de la temática estudiada ........................................................................................................ 18 4. Estructura de la tesis ............................................................................................................................. 20

CAPÍTULO I. ESTUDIAR LOS DESASTRES: PERSPECTIVA HISTÓRICA Y SOCIAL ................................ 24 Introducción .................................................................................................................................................. 24 1. Antecedentes del estudio de los desastres .............................................................................................. 26 2. Estudio Histórico y Social de los Desastres ............................................................................................. 31 3. Construyendo abstracciones para comprender la realidad: las categorías de análisis en el estudio de los desastres....................................................................................................................................................... 35

3.1. Los desastres y las amenazas ........................................................................................................... 36 3.2. La vulnerabilidad ................................................................................................................................ 42

3.2.1. Vulnerabilidad y pobreza ............................................................................................................. 45 3.2.2. Vulnerabilidad global vs. vulnerabilidad estructural .................................................................... 48

4. Construcción social y percepción del riesgo ............................................................................................ 50 5. Construcción social de la prevención ....................................................................................................... 56

5.1. Cuatro aspectos, un proceso: prevención, preparación, recuperación y mitigación ......................... 57 5.2. Estrategias adaptativas ...................................................................................................................... 62 5.3. Resiliencia .......................................................................................................................................... 64

6. La base empírica de la investigación ........................................................................................................ 67 6.1. Trabajo etnográfico ............................................................................................................................ 68

6.1.1. Premisas iniciales ........................................................................................................................ 69 6.1.2. Dos colonias con relación a una ciudad ...................................................................................... 72 6.1.3. La bola de nieve: acceso a los informantes ................................................................................ 73 6.1.4. La observación directa y los recorridos por la ciudad ................................................................. 75 6.1.5. Entrevistas semiestructuradas .................................................................................................... 76

6.2. La información documental ................................................................................................................ 79 6.2.1. Documentos de archivo ............................................................................................................... 81 6.2.2. Fuentes hemerográficas .............................................................................................................. 82 6.2.3. Algunas precisiones en torno a las fuentes documentales ......................................................... 83

6.3. Construcción y análisis de los datos .................................................................................................. 84 6.3.1. Codificación ................................................................................................................................. 85 6.3.2. Análisis e interpretación .............................................................................................................. 88

7. Reflexiones generales .............................................................................................................................. 89 CAPÍTULO II. LA HISTORIA DE CHETUMAL ES LA HISTORIA DE SUS HURACANES ............................. 91

Introducción .................................................................................................................................................. 91 1. La geografía de Chetumal: una ubicación riesgosa ................................................................................. 92 2. Antes de Chetumal: los huracanes entre los mayas ................................................................................ 95 3. Fundación de Chetumal: antes del hada Janet ...................................................................................... 101 4. La princesa del Caribe y el hada Janet .................................................................................................. 110

4.1. Hilda y después Janet ...................................................................................................................... 112 4.2. Trascender el número de muertos: cambios en el estilo de vida y las actividades productivas ..... 115 4.3. Una coyuntura crítica ....................................................................................................................... 118

5. Después de Janet: Carmen, Mitch y Dean ............................................................................................. 120 5.1. Otros eventos ................................................................................................................................... 133

6. De las casas de madera a las construcciones de “material” .................................................................. 134 7. La parte baja y la parte alta de la ciudad ................................................................................................ 141 8. Reflexiones finales .................................................................................................................................. 145

CAPÍTULO III. ENTRE SOCAVONES E INUNDACIONES: CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y EXPANSIÓN TERRITORIAL DE CHETUMAL ..................................................................................................................... 148

Introducción ................................................................................................................................................ 148

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1. Deficiente planeación urbana en Chetumal ............................................................................................ 150

1.1. Incongruencias entre las políticas públicas y la planeación urbana ................................................ 158 2. El problema de las aguas pluviales y el hundimiento del suelo ............................................................. 162

2.1. Flamboyanes y sus inundaciones .................................................................................................... 169 3. Cobertura vegetal, suelo y agua: transformaciones del entorno natural ................................................ 176 4. Reflexiones generales: la expresión territorial de los riesgos ................................................................ 185

4.1. Los peligros cotidianos ..................................................................................................................... 186 4.2. La gente y el conocimiento “técnico”................................................................................................ 188

CAPÍTULO IV. “ESTAMOS ACOSTUMBRADOS” ......................................................................................... 190 Introducción ................................................................................................................................................ 190 1. Cultura de la prevención ......................................................................................................................... 191

1.1. La cultura de la prevención en Chetumal ........................................................................................ 195 1.2. Las experiencias frente a los huracanes ......................................................................................... 200

2. Prácticas culturales entre los chetumaleños .......................................................................................... 206 2.1. Preparación y adaptación ................................................................................................................ 208 2.2. Gestión Integral de Riesgo de Desastres: Procesos de recuperación y reconstrucción ................. 215

3. Percepciones y representaciones de los huracanes .............................................................................. 219 3.1. Janet: recuerdos, relatos y memoria de una ciudad ........................................................................ 222 3.2. San Judas Tadeo: santo patrono de los huracanes ........................................................................ 228

4. Reflexiones generales: ¿Resiliencia? ..................................................................................................... 234 CONCLUSIONES ........................................................................................................................................... 238

1. Un contexto paradigmático ..................................................................................................................... 238 2. Frente a los desastres ............................................................................................................................ 239 3. Vulnerabilidad estructural ....................................................................................................................... 241 4. Los “pequeños desastres” ...................................................................................................................... 242 5. Investigaciones con base empírica ......................................................................................................... 243 6. Estudiar un lugar ..................................................................................................................................... 244 7. Investigaciones pendientes .................................................................................................................... 244

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ............................................................................................................... 246 1. Libros, capítulos y artículos .................................................................................................................... 246 2. Informes institucionales internos ............................................................................................................ 260 3. Fuentes digitales ..................................................................................................................................... 260 4. Fuentes Hemerográficas......................................................................................................................... 263

ANEXOS ......................................................................................................................................................... 263

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ÍNDICE DE MAPAS

CONTENIDO PÁGINA Mapa no. 1. Vista aérea de la colonia Barrio Bravo y del Fraccionamiento Flamboyanes .............................. 15 Mapa no. 2. Vista aérea de la ubicación geográfica de Chetumal ................................................................... 15 Mapa no. 3. Vista aérea de la ubicación geográfica de Chetumal ................................................................... 93 Mapas no 4 y 5. Vista aérea del Fraccionamiento Flamboyanes .................................................................. 170

ÍNDICE DE IMÁGENES

CONTENIDO PÁGINA Imagen no. 1. Utilización de la herramienta Excel para la codificación de los datos...................................... 87 Imagen no. 2. Casa tradicional maya en la comunidad de Xchac Hua, Yucatán ............................................ 97 Imagen no. 3. Avenida Héroes entre las décadas de los treinta y cuarenta. Chetumal. ............................... 106 Imagen no. 4. Muelle de Chetumal en la década de los treinta. .................................................................... 106 Imágenes no 5 y 6. Calle Benito Juárez. Chetumal. ...................................................................................... 108 Imagen no. 7. Chetumal tras el paso del huracán Janet (1955) .................................................................... 113 Imagen no. 8. Lo único que quedó en pie tras el paso del huracán Janet (1955) fueron las construcciones de “material”, como la iglesia Sagrado Corazón de Jesús .................................................................................. 113 Imagen no 9. Colonos para Quintana Roo ..................................................................................................... 121 Imagen no. 10. Daños en las casas de maderas tras el paso del huracán Carmen (1974) .......................... 125 Imagen no. 11. Pérdida total del techo del cine Leona Vicario tras el paso del huracán Carmen (1974) ..... 125 Imagen no. 12. Daños causados en vivienda autoconstruida tras el paso del huracán Dean (2007) ........... 132 Imagen no. 13. Daños causados en espacios públicos de Chetumal tras el paso del huracán Dean (2007) 132 Imágenes no. 14 y 15. Casas de Madera en la década de los cuarenta. Chetumal ..................................... 136 Imágenes no. 16 y 17. Maqueta de Payo Obispo .......................................................................................... 138 Imágenes no. 18 y 19. Casas de maderas en Chetumal, Quintana Roo ....................................................... 140 Imágenes no. 20, 21 y 22. Limpieza de terrenos para construir comercios. ................................................. 155 Imágenes no. 23 y 24. Elevación del supermercado Aurrerá con respecto al nivel del supermercado Soriana y de la calle aledaña ....................................................................................................................................... 161 Imagen no. 25. 90 cm de inundación en una zona que cuenta con drenaje pluvial ...................................... 164 Imagen no. 26. Zonas inundadas, alcantarillado obstruido ............................................................................ 164 Imagen no. 27. 75 cm de inundación al interior de una vivienda ................................................................... 164 Imagen no. 28. Marca del nivel del agua en una de las inundaciones: baño ubicado en la planta baja de la casa de LH, colonia Flamboyanes (60cm aproximadamente). ...................................................................... 172 Imagen no. 29. Uno de los “diques” construidos en el fraccionamiento Flamboyanes ................................. 174 Imagen no. 30. Sistema de drenaje para desfogar el agua pluvial. Fraccionamiento Caribe ....................... 181 Imagen no. 31. Vista de una de las áreas de salida del agua pluvial hacia la bahía Chetumal .................... 181 Imagen no. 32. Mueble de cemento para proteger la cisterna de agua ........................................................ 211 Imagen no. 33. Bomba de agua lejana al nivel del suelo ............................................................................... 211 Imagen no. 34. Muebles de cemento en alto para proteger los libros ........................................................... 211 Imágenes no. 35 y 36. Ventanas anticiclónicas ............................................................................................. 211 Imágenes no. 37 y 38. Incremento del nivel del suelo para evitar las inundaciones ..................................... 212 Imagen no. 39. Lámina de zinc incrustada en el poste de madera................................................................ 223 Imagen no. 40. Reproducción de la lámina de zinc incrustada en el poste de madera ................................ 223 Imagen no. 41. Placa que acompaña la reproducción de la lámina de zinc incrustada en el poste de madera ........................................................................................................................................................................ 224 Imágenes no. 42 y 43. La “casa voladora” y la placa que la acompaña ........................................................ 225 Imágenes no. 44. Monumento Renacimiento................................................................................................. 226 Imagen no. 45, 46 y 47. Detalles del monumento Renacimiento................................................................... 226 Imágenes no. 48, 49 y 50. Procesión y misa en acción de gracias a San Judas Tadeo ............................... 230

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ÍNDICE DE TABLAS

CONTENIDO PÁGINA Tabla No. 1. Entrevistas y recorridos realizados con los habitantes de la ciudad de Chetumal ..................... 77 Tabla No. 2. Entrevistas y recorridos realizados con funcionarios de instituciones públicas de Chetumal .... 78 Tabla No. 3. Fuentes documentales consultadas ............................................................................................ 80 Tabla no. 4. Documentos históricos consultados en el Archivo General de Quintana Roo, Chetumal ........... 81 Tabla no. 5. Fuentes hemerográficas consultadas .......................................................................................... 82

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INTRODUCCIÓN

Yo conozco muchos lugares, pero me siento tan parte de aquí y te digo

pensar en irnos porque el ciclón nos vaya a pegar, nunca, nunca se nos

pasó por nuestra mente ¿no? Creo que porque ya lo veíamos tan natural en

nuestra vida. Sabemos que en cada año hay una temporada de ciclones y

que cada año nos puede tocar uno o no nos puede tocar, sí. Lógico que

pedimos que no nos toque, rezamos que no nos toque, pero al Chetumaleño

y a los que ya están arraigados de más de quince, veinte, treinta años, ya no

les preocupa eso del ciclón, si se previene, si toma sus previsiones

pertinentes ¿no? Pero que diga “no, me voy porque es una ciudad de

ciclones”, eso no (Adrián, 01 de noviembre de 2016).

1. Planteamiento general de la investigación

La frase que titula la presente investigación, Convivir con la amenaza, describe un

aspecto fundamental en la vida de los pobladores de la ciudad de Chetumal, Quintana

Roo: la posibilidad siempre latente de sufrir los embates de uno o varios huracanes

durante la denominada temporada de ciclones tropicales, que inicia el 01 de junio y finaliza

el 30 de noviembre de cada año. Sin embargo, el testimonio de Adrián,1 citado

anteriormente, refleja una opinión que es compartida por muchos habitantes de esta

ciudad. Más allá del temor o la incertidumbre, muchas de las personas han incorporado a

su cotidianidad la persistente presencia de este fenómeno natural. “Estamos

acostumbrados”, “nos preparamos”, “nos prevenimos”, “ya sabemos qué hacer”, son

frases que repiten una y otra vez, y que denotan una convivencia de larga data con los

huracanes.

Aunque Chetumal es una ciudad relativamente nueva, con poco más de un siglo de

vida, su historia se entrelaza con la historia de los huracanes que se han manifestado en

su territorio. La experiencia les ha permitido a los chetumaleños adquirir una serie de

conocimientos y desarrollar diversas prácticas para estar alertas y preparados ante los

posibles efectos de este fenómeno hidrometeorológico, pero no se encuentran exentos de

sufrir los daños que se puedan derivar de los problemas físicos que presenta la ciudad y

que condicionan el impacto de los huracanes sobre la población. Desde su fundación en

1898 hasta la actualidad, se han ido construyendo escenarios de riesgo a desastres

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vinculados a su ubicación geográfica, así como a los patrones de asentamiento que se

han promovido para atender el crecimiento urbano, y al impacto que esto ha generado en

el entorno natural, que a su vez se traduce en un detrimento de las condiciones de vida de

sus pobladores y, por ende, en un contexto vulnerable.

Esa vulnerabilidad no se expresa en términos monolíticos, sino que refiere un carácter

complejo, multidimensional y dinámico, que tiene que ver con condiciones sociales

históricamente construidas y que, en tal sentido, varían entre las diferentes clases

sociales, e incluso entre los individuos, en el seno de una misma sociedad. Así, la

vulnerabilidad se encuentra asociada tanto a factores exógenos o estructurales: la

inequidad en la distribución de la riqueza, las fuerzas del mercado, el sistema político y la

gobernanza; como a aspectos locales o endógenos: las habilidades, la tecnología, las

redes sociales y las capacidades para movilizar y utilizar los recursos disponibles para

enfrentar condiciones adversas (Gaillard, 2011).

Lo que planteo en esta investigación es, justamente, comprender a partir del estudio

del contexto social chetumaleño, que no todos los sectores sociales o individuos son

igualmente vulnerables, que los fenómenos naturales que se erigen como amenazas para

algunas personas, pueden no serlo para otras o serlo en diferentes formas y magnitudes.

Estos aspectos dependen de procesos de largo aliento que tienen que ver, por un lado,

con el desigual acceso a los recursos disponibles,2 las estructuras económicas, políticas y

sociales, las relaciones entre los grupos humanos y la naturaleza; por el otro, con las

percepciones, representaciones, prácticas y estrategias que han configurado

históricamente contextos marcados por el desarrollo de capacidades diferenciales para

enfrentar y recuperarse de los efectos e impactos de las amenazas naturales.3 Aspectos

1 Se han cambiado los nombres de los entrevistados para mantener sus identidades en el anonimato. Adrián es un

hombre, docente. Nació en Chetumal y ha vivido toda su vida en la colonia Barrio Bravo. El primer huracán “fuerte”

que recuerda es el Carmen (1974). 2 El geógrafo JC Gaillard señala que las necesidades básicas de las personas no se encuentran únicamente vinculadas a la

alimentación, sino que también incluyen alojamiento, ropa, valores culturales y relaciones sociales. La capacidad para

satisfacer esas necesidades depende de los activos o recursos, también llamados capitales. Este autor clasifica tales

recursos en función de lo establecido por The Department for International Development, que ha distinguido cinco tipos:

natural (agua, tierra, bosques, aire), social (redes sociales, parentesco, asociaciones), humano (salud, habilidades,

conocimientos), financiero (dinero en efectivo, ahorros, créditos, joyas u otros objetos de valor) y físico (casas,

infraestructuras, implementos de trabajo, utensilios domésticos); además de los recursos institucionales que incluyen

servicios, información y activos vinculados con el gobierno (Gaillard, 2011). 3 En la presente investigación se establece una distinción entre manifestación, efectos e impactos. Manifestación

entendida como la presencia de algún fenómeno natural, los efectos se derivan de la magnitud de dicho fenómeno (por

ejemplo, en el caso de los huracanes: cantidad de agua, intensidad del viento o lapso de su presencia) y los impactos son

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como la exposición a ciertos factores ambientales y sociales, la sensibilidad y la

adaptación frente a eventos coyunturales son determinantes en ese sentido, además de

las incidencias que tienen las relaciones de poder, que son inscritas en aspectos

materiales (construcción y planeamiento urbano, por ejemplo) modificando y construyendo

el entorno, cuyo reflejo en la vida diaria constituyen condiciones de vulnerabilidad

(Gaillard, 2011; Oliver-Smith, 2004).

Realicé una estancia en Chetumal de tres meses de duración, entre septiembre y

diciembre del año 2016, que permitió un acercamiento directo a la vida de sus pobladores

y a las características físicas de la ciudad. Fue a través del trabajo etnográfico, del “estar

allí”, que la investigación experimentó algunos cambios, como explicaré en los siguientes

párrafos de manera sucinta y que profundizaré en el capítulo II.

Centrada en dos sectores poblacionales, con diferentes niveles socioeconómicos: un

grupo social en condiciones de pobreza moderada y extrema, y un grupo perteneciente a

la clase media alta de Chetumal, pretendía comprender cómo se han construido

históricamente las condiciones de desigualdad y la manera en que éstas pueden contribuir

o no a la producción, reproducción y profundización de escenarios de vulnerabilidad frente

a la presencia de un fenómeno natural adverso: los huracanes.4 No obstante, partí de la

premisa de que las vulnerabilidades no se encuentran necesariamente asociadas a

escenarios de carencia o fragilidad de los recursos materiales, sino que además

involucran inmunidades subjetivas,5 relacionadas a la creencia de que ciertos grupos

están a salvo de sufrir consecuencias negativas ante la ocurrencia de ciertas amenazas

naturales o que sus procesos de recuperación son más fáciles. En este sentido, fue

fundamental reflexionar sobre los alcances y repercusiones que tienen los actos cotidianos

las consecuencias desencadenadas por los efectos y las condiciones de vulnerabilidad de la sociedad, que se pueden

traducir en daños como pérdidas humanas, de inmuebles, ropa y alimentos (Cuevas Portilla, 2010). 4 Tras la estancia en campo advertí que históricamente han existido inundaciones y estancamientos de las aguas

pluviales en Chetumal, no necesariamente relacionados con el paso de huracanes. La investigación también abordará

esta problemática, igualmente de la mano del análisis de las condiciones de vulnerabilidad y riesgos en la ciudad, pero

sin alejar a los huracanes del foco central de la discusión. 5 Término propuesto por la antropóloga Mary Douglas (1996), quien señala que en actividades que resultan muy

familiares o que, por el contrario, ocurren rara vez, existe la tendencia a minimizar la probabilidad de resultados

negativos, o se subestiman aquellos riesgos que se piensan controlados y las personas se consideran a sí mismas capaces

de arreglárselas, aun cuando los hechos demuestran que no poseen tal capacidad. “Agrupando estas tendencias, el

individuo parece cortar la percepción de los riesgos altamente probables de manera que su mundo inmediato parece más

seguro de lo que es en realidad, y como corta también su interés en los acontecimientos de baja probabilidad, los

peligros distantes también palidecen” (Douglas, 1996: 58).

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en los procesos de desastre, y de qué manera dichos actos han sido influenciados y/o

transformados por procesos globales que tienen que ver con modelos de “desarrollo”

urbano, vinculados a decisiones políticas e intereses económicos. Fue necesario

identificar, por ejemplo, qué cambios se han producido en los estilos de vida, el territorio y

el paisaje natural como consecuencia del acelerado crecimiento demográfico en Chetumal.

La estancia en el campo se fundamentó en el supuesto de que encontraría colonias

claramente diferenciadas en función de los ingresos económicos de sus habitantes y, si

bien, en cierta medida, la investigación gravitó en torno a dos colonias, las diferencias

entre ambas se encuentran marcadas por aspectos muchos más complejos, que no se

circunscriben exclusivamente al factor económico. De acuerdo con lo percibido durante el

trabajo etnográfico, los criterios bajo los cuales se identifica a una persona como pobre o

rico no parecen estar muy bien definidos. Algunos hablan de la tenencia de la tierra, otros

del material con el cual están construidas sus casas e incluso de la ubicación geográfica

de las mismas, mientras el nivel de ingresos no condiciona de manera unívoca la

pertenencia a un estrato social particular. Hay otras distinciones que también son

escurridizas, por ejemplo, existe una diferenciación entre quién es chetumaleño y quién no

lo es. Muchos migrantes no son considerados “verdaderos chetumaleños”, aunque la

mayor parte de su vida hayan vivido en la ciudad. En los comentarios de las personas es

común escuchar que los “chetumaleños, chetumaleños” son diferentes a los migrantes

procedentes, por ejemplo, de Campeche o Chiapas. Sin embargo, y contradictoriamente,

es una ciudad que se fundó con personas provenientes de Belice y diversas partes de

México.

Por otro lado, sí está presente una clara diferencia entre la nueva y la vieja Chetumal.

Se habla de una parte baja, cercana a la bahía, más antigua, de los habitantes originarios,

y una parte alta, ubicada hacia el norte, más reciente, con nuevos pobladores y fundada

tras el crecimiento que ha experimentado la ciudad en las últimas décadas. Aunque en

términos metodológicos la estancia en campo se centró en dos colonias, Barrio Bravo, de

la vieja Chetumal, y Fraccionamiento Flamboyanes, de la nueva Chetumal, los criterios

utilizados para el trabajo debieron ampliarse, atendiendo precisamente a esta distinción de

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la ciudad, que emana de las propias percepciones de los sujetos de estudio.6 Además,

tuve la oportunidad de entrevistar a habitantes de otras colonias, con diversas

particularidades en su historia de vida y/u ocupaciones que los hacían atractivos a los

propósitos de la investigación (Mapas no. 1 y no. 2).

En este mismo sentido, el grado de marginación urbana proporcionado por el Consejo

Nacional de Población (CONAPO) y que inicialmente fungió como un elemento importante

para caracterizar a la ciudad y establecer algunos aspectos a priori, durante la estancia en

campo, se develó poco ajustado a la realidad. Es un indicador cuantitativo muy limitado en

cuanto a la complejidad que abarcan los elementos que definen la calidad y estilo de vida

de los chetumaleños, que trascienden los censos y que se articulan con las propias

valoraciones y percepciones de la población, que tienen un carácter más bien subjetivo.

Por ello, continué profundizando en lo sostenido desde el inicio de la formulación del

problema de investigación: resulta diferente examinar, por ejemplo, la relación entre

vulnerabilidad y pobreza a través de los ingresos económicos y las características de las

viviendas, que advertir cómo esas personas por medio de su memoria histórica han

desarrollado conocimientos y prácticas para sortear los embates de los huracanes aún en

medio de condiciones de precariedad. O, por el contrario, evaluar las vulnerabilidades de

los sectores de clase media y media alta únicamente en función de sus altos ingresos y

modernas infraestructuras habitacionales, sin articular esas condiciones con la

urbanización sin planificación, la saturación de los servicios básicos y la degradación del

ambiente; e igualmente con los conocimientos que poseen en torno a la presencia de

huracanes y la posible ocurrencia de desastres.

6 En la práctica, fraccionamiento y colonia son utilizados como sinónimos, sin embargo, las construcciones más

contemporáneas son, en realidad, fraccionamientos. La diferencia radica, justamente, en que ésta última es una

denominación usada por los urbanistas al referirse a una colonia nueva, en donde la tierra ha sido fraccionada,

básicamente en terrenos, parcelas con las mismas dimensiones o muy semejantes. En cambio, colonia refiere a

asentamientos más antiguos sin las trazas urbanas homogéneas, donde las familias generalmente habitan primero

terrenos baldíos y construyen su casa poco a poco según sus posibilidades económicas (Conversación sostenida con el

Dr. Carlos Macías Richard, 19 de septiembre de 2016).

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Mapa no. 2. Vista aérea de la ubicación geográfica de Chetumal

Mapa no. 1. Vista aérea de la colonia Barrio Bravo y del Fraccionamiento Flamboyanes

Modificado por María N. Rodríguez Alarcón del mapa original de Google Earth

Modificado por María N. Rodríguez Alarcón del mapa original de Google Earth

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A partir de esta serie de planteamientos surgieron las siguientes preguntas de

investigación:

1. ¿Qué factores han incidido en la construcción social del riesgo y la vulnerabilidad

frente a los huracanes en la ciudad de Chetumal?

1.1. ¿Cómo se han transformado históricamente las condiciones de riesgo y

vulnerabilidad frente a la presencia de huracanes, relacionadas con el

crecimiento demográfico y la expansión urbana que ha sufrido Chetumal en los

últimos sesenta años?

1.2. ¿De qué manera ha incidido la reducción de espacios naturales de cuerpos de

agua y cobertura vegetal sobre las condiciones de riesgo y vulnerabilidad?

2. ¿Cómo han convivido históricamente los habitantes de la ciudad de Chetumal con

las manifestaciones, efectos e impactos de los huracanes?

2.1. ¿Qué conocimientos, experiencias y prácticas de prevención, preparación y

adaptación han desarrollado históricamente en su interacción con esta

amenaza natural?

2.2. ¿Cómo son percibidos y representados los huracanes?

3. ¿Qué aspectos facilitan o dificultan a los habitantes de la ciudad de Chetumal la

posibilidad de diseñar y poner en práctica estrategias adaptativas y preventivas que

les permitan mejorar sus posibilidades de enfrentar con éxito las manifestaciones,

efectos e impactos de los huracanes?

Es preciso insistir en que, si bien ciertas características de los sectores sociales que

conforman Chetumal pueden evidenciarse a través de estudios estadísticos o censos

sociodemográficos, otros sólo los pude advertir tras una profunda inmersión en el contexto

correspondiente y a través de un catalizador de análisis particular, en este caso los

huracanes. Como profundizaré en el capítulo orientado a explicar los aspectos

epistemológicos que orientaron la investigación, fue primordial realizar un rastreo de los

principales huracanes ocurridos en la última centuria en Chetumal, sus manifestaciones,

efectos e impactos sobre la población. Los aspectos sociales patentes a través del evento

coyuntural, así como las experiencias narradas desde los propios afectados (entrevistas,

conversaciones informales), conjugados con información histórica y observación in situ,

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permitieron construir un corpus de datos a través del cual analizar las vulnerabilidades y la

construcción social de riesgos a desastres, contrastando información emanada desde

diversas fuentes, así como conjugar las reflexiones teóricas advirtiendo tanto las

perspectivas emic como etic.

En cuanto a la profundidad histórica de la investigación, pretendía trasladarla hasta la

segunda mitad del siglo XX, básicamente por dos razones: la primera se relacionaba con

la presencia y el impacto del huracán Janet (1955), uno de los fenómenos

hidrometeorológicos que se mantiene en la memoria de los chetumaleños debido a los

daños materiales y humanos que se produjeron; la segunda vinculada con el impulso que

el Estado le dio a un programa de colonización dirigida que inició en la década de 1960. A

través de dicho programa se produjo la migración de campesinos hacia el sur de Quintana

Roo y con ella Chetumal recibió personas provenientes de Morelos, Michoacán, México y

Durango. En esos años se produjo, además, la mayor explosión social y económica del

estado, como consecuencia del impulso que el Banco de México realizó a partir de 1967

para transformar el turismo en el país a través de la creación de Centros de Desarrollo

Turístico Integral (Careaga Viliseid e Higuera Bonfil, 2012).

No obstante, la propia dinámica del trabajo de campo, de la mano de un mayor

conocimiento del contexto de estudio y obtención de información más antigua, me obligó a

extender el lapso temporal de la investigación. Encontré testimonios escritos y orales que

datan de la primera mitad del siglo XX, así como notas de prensa, documentos históricos y

bibliografía que develan la importancia de estudiar a la ciudad teniendo en cuenta sus

primeros años de vida, aun cuando el énfasis continúe colocándose en la segunda mitad

de ese siglo. Bajo estas consideraciones, realicé un análisis transversal de los datos

construidos a partir del contacto directo con el campo y la información del pasado extraída

de las fuentes históricas, a fin de comprender en términos temporales amplios las

características actuales que condicionan las amenazas que representan los huracanes

para los habitantes de Chetumal. Una ciudad marcada por un proceso de urbanización

que ha transformado los espacios, las relaciones sociales y la calidad de vida de sus

pobladores, en función de nuevas formas de dominio y apropiación del territorio.7

7 El geógrafo y sociólogo francés Henri Lefebvre (1991) establece una distinción entre dominación y apropiación.

Mientras los grupos hegemónicos se territorializan más por dominación, los pueblos o grupos subalternizados lo hacen

más por apropiación, que tiene una dimensión más simbólica que aquélla.

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2. Objetivos de la Investigación

Desde los aspectos esbozados anteriormente, los objetivos de la investigación se

sintetizan de la siguiente manera:

Objetivo general

• Analizar las diversas condiciones de vulnerabilidad y riesgo frente a los huracanes

(vinculadas a diferentes representaciones, percepciones, prácticas y condiciones

físicas y materiales) que se han construido históricamente en la ciudad de

Chetumal, Quintana Roo.

Objetivos Específicos

o Analizar la relación entre las condiciones de vulnerabilidad y riesgo ante la

presencia de huracanes, y los procesos de transformación y expansión urbana de

Chetumal.

o Analizar las diversas formas en que las diferencias en cuanto a ubicación

geográfica, infraestructura, entorno natural y características poblacionales entre las

partes baja y alta de Chetumal, inciden en las condiciones de vulnerabilidad y

riesgo frente a los huracanes.

o Identificar y comparar las percepciones y representaciones, así como las prácticas y

estrategias de los pobladores de la ciudad que contribuyen a la reproducción,

profundización, disminución o transformación de la vulnerabilidad y la construcción

social de riesgos ante la ocurrencia de huracanes en Chetumal.

o Analizar el diseño e implementación de los programas gubernamentales de gestión

de riesgos, de cara a una constante presencia de huracanes en Chetumal.

o Contrastar las prácticas y estrategias desarrolladas por los habitantes de Chetumal

para enfrentar los huracanes, con los programas gubernamentales de gestión de

riesgo que se han implementado.

3. Relevancia de la temática estudiada

La relevancia de la temática de la tesis responde a dos dimensiones fundamentales,

una vinculada a las particularidades del contexto y a los sujetos de estudio, y la otra

relacionada a los aportes que se proponen a la perspectiva del Estudio Histórico y Social

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de los Desastres. En cuanto a la primera, la relación entre la ubicación geográfica de la

ciudad de Chetumal y la recurrente presencia de los huracanes, así como las experiencias

y aprendizajes emanados de la interacción de sus pobladores con este fenómeno natural,

imprimieron un interés particular a la investigación. Aunque el proceso histórico que

delineó las características actuales del territorio chetumaleño ha estado marcado por la

manifestación de varios huracanes, hasta el momento no he encontrado estudios

orientados a identificar, comprender y reflexionar en torno a las implicaciones que tienen

los efectos e impactos de ese fenómeno natural en aquel escenario social y su

correspondencia con la forma en que se ha ido configurando la ciudad y la forma de vida

de los sectores sociales que la integran.

Asimismo, el sureste mexicano ha sido un terreno poco examinado por los

investigadores interesados en las amenazas naturales, menos aún se han explorado vetas

analíticas desde una perspectiva social y desde la visibilización de las experiencias e

historias de las comunidades que conviven con esas amenazas. El componente

económico prima en los estudios sobre desastres en Quintana Roo, debido a la

importancia que reviste el turismo en las ciudades del norte del estado. En general, la

información que he encontrado se centra en la cuantificación de las pérdidas y los costos

de recuperación y “normalización” de los contextos afectados.

Con respecto a la segunda dimensión, el estudio de las vulnerabilidades frente a los

huracanes apunta a comprender a través de ejemplos concretos, fundados en la realidad

empírica, la compleja gama de factores económicos, particularidades sociales y decisiones

políticas que se vinculan a los daños que se producen tras la manifestación de este

fenómeno natural. Además, mucho se ha reflexionado en las investigaciones sobre

desastres en torno a la vinculación que existe entre la precariedad material y las

condiciones de vulnerabilidad; sin embargo, han faltado esfuerzos por construir

discusiones críticas que, fundamentadas en el estudio etnográfico, permitan demostrar,

cuestionar o matizar dicha vinculación.

Esta investigación supone un esfuerzo por trascender el uso de los términos de

vulnerabilidad y pobreza como si fueran sinónimos, a partir de la incorporación de otros

aspectos que nutran las reflexiones, en lugar de centrarse únicamente en las capacidades

materiales y el nivel de ingreso de las poblaciones afectadas. La vulnerabilidad más que

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una condición que describe la insuficiencia de recursos económicos es utilizada en el

presente trabajo como una categoría de análisis, colocando en el centro del debate ideas,

muchas veces preconcebidas y prejuiciadas, en torno a la indefensión, incapacidad y

desconocimiento de ciertos grupos sociales frente a las amenazas naturales.

Por otro lado, la identificación y comprensión de las percepciones, representaciones,

prácticas y estrategias de las personas frente a los huracanes, tanto de los habitantes de

Chetumal que carecen de conocimientos técnicos como de los funcionarios de las

instituciones públicas, apunta a construir un estudio del contexto social y de sus

condiciones de vulnerabilidad y riesgo que considere las múltiples miradas que se posan

sobre la realidad. Ello se traduce en un esfuerzo por contribuir a generar una discusión

crítica de los desastres integrado por el conocimiento científico, los programas de ayuda y

las experiencias locales.

4. Estructura de la tesis

El presente trabajo está dividido en cuatro capítulos. En el primero, titulado Estudiar

los desastres: perspectiva histórica y social, delineo las premisas teóricas en las que se

sustenta la tesis. A partir de las herramientas epistemológicas del Estudio Histórico y

Social de los Desastres, ubico las principales categorías de análisis desde las cuales

realicé la discusión e interpretación de los datos, construidos a partir de la información

obtenida durante el trabajo de campo en la ciudad de Chetumal.

Presento una discusión acerca de la transdisciplinariedad en el estudio de los

desastres y los aportes que se han realizado desde la antropología y la historia en este

sentido. Sitúo las dimensiones espaciales y temporales donde se inserta la investigación,

apostando por el uso de la larga duración braudeliana en los estudios antropológicos y las

interrelaciones diacronía-sincronía. En este sentido, el presente estudio se ubica dentro de

los trabajos que apuestan por estudiar los contextos sociales advirtiéndolos en el marco de

un proceso histórico y no en un instante, un “ahora”, que limita la comprensión de las

características de dicho contexto. Aunado a ello, sintetizo los principales aportes que se

han realizado desde el paradigma del Estudio Histórico y Social de los Desastres en el

estudio de eventos coyunturales, más allá de los conocimientos técnicos promovidos

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desde las “ciencias duras” y describo algunos de los trabajos que sirvieron como

antecedentes a la presente investigación.

Detallo la metodología seguida para la recopilación de la información en campo, tanto

etnográfica como documental. Describo las técnicas empleadas y el tipo de fuentes,

resaltando la importancia otorgada a la compilación y confrontación de datos empíricos

emanados del contacto con los sujetos de estudio y la observación directa del contexto

social, así como aquellos obtenidos a partir de documentos hemerográficos. Expongo las

unidades de estudio y análisis, y los ajustes que sufrieron algunas de las premisas

iniciales de la investigación al contacto con la realidad estudiada. Además, explico cómo

fueron organizados y analizados los datos, a partir de los fundamentos que sustenta la

metodología de la grounded theory.

En el capítulo II, La historia de Chetumal es la historia de sus huracanes, privilegio la

reconstrucción del proceso histórico que delineó las características actuales de la ciudad y

de sus pobladores. Desde una mirada diacrónica explicito cómo se han ido construyendo

las condiciones de riesgo y vulnerabilidad frente a los huracanes, condiciones que se

vinculan con el origen y ubicación geográfica de la ciudad, pero que se han ido

transformando a través de diversos cambios en la interacción con ese territorio. Analizo las

decisiones políticas, las actividades económicas, las migraciones y las formas, materiales

y ubicación de las viviendas en relación con la exposición a la amenaza de los huracanes

y los posibles daños asociados a ello.

Además, a través del rastreo de información histórica enumero y reseño los huracanes

que se han presentado en la ciudad y los daños que se han producido, dándole relevancia

a aquellos eventos que son referidos con mayor ahínco por los habitantes de Chetumal,

articulando la información documental con los testimonios recogidos durante la estancia en

campo. En tal sentido, cuatro huracanes son particularmente importantes en este capítulo:

Janet (1955), un fenómeno profundamente enlazado a la historia de la ciudad y al

recuerdo de sus pobladores; y, más contemporáneamente, Carmen (1974), Mitch (1974) y

Dean (2007).

En el tercer capítulo, Entre socavones e inundaciones: crecimiento demográfico y

expansión territorial de Chetumal, privilegio el estudio de la dimensión material del riesgo,

a partir de las relaciones y prácticas que se desarrollan en torno a la apropiación, dominio,

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construcción y transformación del territorio. El análisis lo centro en la interpretación de los

datos etnográficos, pero sin dejar de vincularlos con otras fuentes de información. La

discusión gira en torno a los cambios que se pueden vislumbrar en el entorno natural y

social actualmente, en la forma como son habitados y vividos los espacios de la ciudad, en

relación con el incremento demográfico y los procesos de urbanización. Para ello, describo

y analizo los patrones de asentamiento, la distribución poblacional, el acceso y uso de los

servicios básicos, así como los efectos de la reducción de cuerpos de agua y de cobertura

vegetal. Retomo las notas de campo realizadas en la observación directa al contexto

estudiado, los testimonios de los propios habitantes de la ciudad e informes internos de la

Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA) de la ciudad, obtenidos gracias al

rapport establecido con los entrevistados.

El último capítulo, “Estamos acostumbrados”, parte de un debate conceptual en torno a

la cultura de la prevención y escudriño en su construcción discursiva desde las

instituciones nacionales e internacionales y la manera cómo ha permeado entre la

población de Quintana Roo y, particularmente, en Chetumal. A partir de esta discusión, la

investigación se interna en el mundo de las percepciones y representaciones, haciendo un

esfuerzo interpretativo que permita comprender cómo son construidos simbólicamente

tanto la amenaza de los huracanes como los riesgos con los cuales conviven los

chetumaleños. Además, advierto la forma en que esas construcciones se concretan en

conocimientos, prácticas de preparación y estrategias de adaptación frente a la persistente

presencia de los huracanes. Finalmente, atiendo a los procesos de recuperación y

reconstrucción de la sociedad, reflexionando acerca de los programas gubernamentales

de ayuda, los procesos organizativos y la solidaridad vecinal y, en ese mismo sentido,

discuto la noción de resiliencia a la luz de los datos empíricos.

En las conclusiones generales retomo algunos aspectos para sintetizar los principales

hallazgos de la investigación. Reflexiono en torno a la necesidad de multiplicar las

investigaciones fundamentadas en el trabajo etnográfico, que contribuyan a complejizar

las discusiones que se realizan actualmente en torno a los desastres. Apunto a la

necesidad de generar debates que trasciendan la academia y desde donde se propongan

alternativas prácticas a los múltiples riesgos que enfrentan millones de personas que

habitan en contextos urbanos, que no cuentan con las infraestructuras que garanticen el

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resguardo de bienes materiales y vidas humanas. Chetumal constituye apenas un ejemplo

de la compleja y diversa gama de problemas que ha generado la falta de congruencia

entre los llamados “proyectos de desarrollo urbano” y los contextos en los cuales son

impuestos, que se expresa de manera especialmente dramática en las condiciones de

vulnerabilidad de la población, y que colocan en una situación de particular fragilidad a los

sectores más desfavorecidos de la sociedad.

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CAPÍTULO I. ESTUDIAR LOS DESASTRES: PERSPECTIVA HISTÓRICA Y SOCIAL

La lectura de la realidad que resulta de esta forma de razonar que la cultura occidental ha puesto en práctica, ha aislado, objetiva y sistemáticamente, a la humanidad de la naturaleza; y esta situación dista mucho de ser transformada o advertida. Esto lo testifica la infraestructura académica construida por la razón positivista e instrumental: el conocimiento científico sólo es alcanzado por una actividad sistemática y disciplinaria o, lo que es lo mismo, para reconocer la realidad ha de fragmentarse el conocimiento. Entonces, al dividir al conocimiento, la realidad es dividida, clasificada, atomizada, fragmentada, entendida como un espacio parcelado a la espera de la observación (Altez, 2006: 41).

Introducción

Desde hace casi medio siglo se ha venido incrementando el interés por el estudio de los

desastres, vinculado a las transformaciones que se han estado produciendo en las

dinámicas sociales a nivel mundial. El crecimiento demográfico en las ciudades, las

migraciones masivas, la expansión de la mancha urbana, los cambios en las actividades

productivas han contribuido a complejizar los problemas asociados a la manifestación de

ciertos fenómenos adversos, de carácter natural o social, expresados en mayores

pérdidas humanas y materiales. El Informe de Evaluación Global sobre la Reducción del

Riesgo de Desastres del año 2015 (GAR15), señala que 25 años después de la adopción

del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, por parte de los

Estados Miembros de las Naciones Unidas, y diez años después del Marco de Acción

Hyogo (MAH), no ha habido una reducción significativa del riesgo a desastres a nivel

mundial.8 Las pérdidas económicas se incrementan a un promedio de entre 250.000 y

300.000 millones de dólares estadounidenses al año. Asimismo, en los países de ingresos

medios y bajos, se está produciendo una creciente mortalidad, que puede expresarse en

8 El Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales fue acordado el 11 de diciembre de 1987

partiendo del reconocimiento de las afectaciones negativas de los “desastres naturales” en la vida humana,

infraestructuras y propiedades, particularmente en los países en desarrollo. Por lo cual, la comunidad internacional, con

el auspicio de las Naciones Unidas, prestaría particular atención al fomento de la cooperación en la reducción de tales

desastres (ONU, 1990).

El Marco de Hyogo fue adoptado por 168 gobiernos en enero del año 2005 durante la Conferencia Mundial sobre

Reducción de Desastres (CMRD), celebrada de Kobe, Hyogo, Japón. Se trataba de un plan detallado que abarcaba 10

años de aplicación, orientado a reducir las pérdidas que ocasionan los desastres en términos de vidas y bienes sociales,

económicos y ambientales de los países y al interior de las comunidades (EIRD/ONU, 2005).

El GAR es un informe bianual que desde 2009 ha generado la Estrategia Internacional para la Reducción de Riesgos de

Desastres de la ONU, ISDR por sus siglas en inglés.

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unos 42 millones de años de vida humana que se pierden anualmente en contextos de

desastres (UNISDR, 2015).

No obstante, reflexionar críticamente en torno a los desastres implica trascender los

análisis constreñidos al número de fallecidos y a la cantidad de recursos económicos

invertidos en los procesos de reconstrucción posteriores al evento coyuntural. Incluso, las

evaluaciones realizadas desde la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del

Riesgo de Desastres en el año 2009 advertían las limitaciones de los estudios centrados

en el costo-beneficio, que se orientan a determinar la cantidad de dinero gastado en la

reposición de edificios o infraestructuras dañados. Se ha puesto de relieve la necesidad de

adoptar medidas para abordar los factores subyacentes al riesgo, tales como los

problemas de planificación y deficiencias en el desarrollo urbano, los medios de vida

rurales vulnerables, la degradación ambiental, la pobreza y la desigualdad (UNISDR,

2015).

El Estudio Histórico y Social de los Desastres tiene sus raíces, precisamente, en los

esfuerzos analíticos de científicos sociales e historiadores, que se han distanciado de las

investigaciones centradas en los aspectos físicos y las soluciones tecnológicas frente a las

catástrofes.9 Desde este paradigma se han definido y discutido caminos epistemológicos

alternativos, con los cuales comprender las condiciones estructurales de las sociedades

como factores determinantes en la ocurrencia de los desastres. En este capítulo esbozo

un panorama general de esos supuestos epistemológicos, que constituyen las

herramientas teóricas y metodológicas que guían la presente investigación.

Sin pretender ser exhaustiva intento ubicar, lo más explícitamente posible, las

principales categorías utilizadas para analizar los datos construidos a partir de la

información recolectada durante el trabajo de campo. Aspectos más puntuales los iré

profundizando en los capítulos siguientes, de acuerdo con la temática principal que cada

uno de ellos aborda. Lo anterior constituye una estrategia metodológica orientada a

entretejer la teoría con la evidencia empírica, que me permita profundizar en la discusión

9 De acuerdo con el antropólogo e historiador Rogelio Altez, “catástrofe es una concepción moderna que supone un

desorden destructor intempestivo”, cuyo uso se da a partir del siglo XIX y coincide con la eclosión de las ciencias. La

noción de desastre tiene una elaboración más contemporánea y en ella se reconoce a la sociedad como corresponsable

del impacto de los fenómenos de la naturaleza, como “productora de vulnerabilidad” (Altez, 2002: 170-171). Sin dejar

de reconocer el contenido semántico que históricamente han tenido ambas nociones, en la presente investigación se

utilizan como sinónimos.

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de los principales planteamientos que se asoman actualmente en el estudio de los

desastres.

1. Antecedentes del estudio de los desastres

La aproximación material y simbólica de las sociedades hacia el medio ambiente que

les rodea se ha transformado a través del tiempo, de la mano de procesos históricos y

sociales. Transformaciones que se relacionan tanto con el aprovechamiento de los

recursos que el medio ofrece, como con las diversas formas en que se percibe el ser

humano a sí mismo dentro del contexto natural y cómo ese contexto es representado y

aprehendido, subjetiva y concretamente, de acuerdo con el escenario cultural en el cual el

individuo y su sociedad se encuentran inmersos. En el caso de Occidente, en el pasado

las grandes catástrofes “naturales” eran advertidas como actos de Dios, castigos divinos

por un mal comportamiento moral, más que una consecuencia de las propias acciones de

los seres humanos sobre el entorno (Smith y Petley, 2009). Así, antes de la modernidad la

lectura de los fenómenos de la naturaleza se fundamentaba en el texto bíblico y el

discurso evangelizador, no se pretendían interpretar ni comprender críticamente:

Si los fenómenos naturales tenían consecuencias positivas, siempre serían vistos como bendiciones divinas a las que tendrían que estarles eternamente agradecidos, si sus consecuencias resultaban negativas, se trataba entonces de una calamidad pública. Rogativas, plegarias y procesiones salían al paso para calmar la ira de Dios, el cual siempre tenía razones bien fundadas para castigar a los desobedientes pecadores. La naturaleza operaba entonces como una doble articulación divina: bendiciendo por un lado y ordenando por el otro (Altez, 2006: 64).

Esta perspectiva alentaba la aceptación de los desastres como acontecimientos externos

e inevitables. Con la conquista y colonización del continente americano, a la par de estas

visiones fatalistas, se inició un proceso de alienación sistemática de la naturaleza y se

comenzaron a sentar las bases de la dicotomía naturaleza/cultura. Tras la expansión

europea y las ideas ilustradas creció el interés por la búsqueda del conocimiento

sistemático a través del método experimental como la principal herramienta de

aprehensión de la realidad concreta (gracias a la explotación económica), y abstracta,

(mediante una “distancia objetiva” que intermedia entre los seres humanos y la naturaleza

que les rodea). Comienza un camino de consolidación de una lógica de abstracción, que

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interviene entre la naturaleza objetivada y el sujeto, generando una escisión hermenéutica

con la realidad (Altez, 2006).10

En ciertos casos, por ejemplo, el de las tierras frecuentemente inundadas, desde hace

más de 4.000 años comunidades del Medio Oriente desarrollaron prácticas para enfrentar

las épocas lluviosas, más que aceptar de forma pasiva “la voluntad de Dios”. A través de

esfuerzos organizados se construyeron las primeras presas de río y, más tarde, se dan los

intentos iniciales para proteger los edificios contra los sismos (hace unos 2.000 años).

Desde estas tempranas prácticas comenzó el desarrollo de la ingeniería civil y las ciencias

de la tierra, incrementando su importancia hacia el siglo XVIII cuando el término de

“ingeniería civil” fue acuñado formalmente por oposición a la “ingeniería militar”. Sin

embargo, estas ciencias condujeron a respuestas más que nada estructurales frente a las

dinámicas de la naturaleza, hasta finales del siglo XIX cuando se incorporaron otras

medidas como la previsión meteorológica y las advertencias sobre tormentas (Smith y

Petley, 2009).

En Occidente y sus periferias, las ideas en torno a la providencia y los castigos divinos

permanecieron vigentes hasta el momento que surgió una concepción más utilitarista del

entorno. Un profundo pesimismo, arraigado en el cristianismo, impregnó el entendimiento

de los males que afectaban la realidad cotidiana. Rogativas, procesiones, oraciones,

sermones, conjuros y exorcismos eran los remedios considerados eficaces para luchar

contra las desgracias (Alberola Romá, 2003; García Acosta, 2017). Esta vinculación de los

desastres con la ira del Ser Supremo cambiaría entre mediados del siglo XVIII y principios

del siglo XIX, teniendo como sus principales alicientes el sismo ocurrido en Lisboa en el

año 1755, la Revolución Francesa y los inicios de la Revolución Industrial (García Acosta,

2005). Para esta época la ciencia y la filosofía se volcarían hacia una representación de

los seres humanos como ontológicamente distintos de la naturaleza, produciendo una

escisión entre ambos: los seres humanos dejan de vislumbrarse como parte integral del

10 Se trata de un desplazamiento epistemológico de la manera como se concibe el individuo, efecto de un proceso de

vasta complejidad que trastocó las visiones del mundo y la relación naturaleza-cultura. La naturaleza a la vez que es

comprendida, es decir, construida formalmente como una fuerza de trabajo, es concebida como un medio de producción

y en ese sentido, objetivada (Altez, 2000). El antropólogo francés Philippe Descola ha señalado que “en la actualidad,

muchos antropólogos e historiadores concuerdan en que las concepciones de la naturaleza son construidas socialmente y

varían de acuerdo con determinaciones culturales e históricas, y, por lo tanto, nuestra propia visión dualista del universo

no debería ser proyectada como un paradigma ontológico sobre las muchas culturas a las que no es aplicable” (Descola,

2001: 101).

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medio natural y pasan a definirse desde la cultura. Estos acontecimientos ocasionarían un

cambio en la percepción de los desastres, una transformación paradigmática.

La Ilustración impulsó la racionalidad científica que, mientras plantea la superación de la

ignorancia y la barbarie, asume que las dinámicas sociales y naturales siguen leyes que

se pueden medir, calcular y predecir. Se consolida entonces la idea de las catástrofes

como actos de la naturaleza (Altez, 2006; Padilla Lozoya, 2014a). Así, la modernidad vino

acompañada de una eclosión científica, que produjo un desplazamiento progresivo de la

responsabilidad simbólica del cristianismo sobre el discurso occidental a través de los

cambios tecnológicos. Aspectos materiales, de la realidad concreta, produjeron cambios

en la realidad abstracta. Sin embargo, aún no se reconocía de forma clara la

responsabilidad de las sociedades en las pérdidas y fue entonces cuando se pasó de un

Dios castigador a una naturaleza feroz y culpable de los desastres “naturales” (Oliver-

Smith, 2002; García Acosta, 2005; Altez, 2006). Pero, en aquel entonces ya Rousseau

advertía que los desastres no eran responsabilidad de la naturaleza y que los seres

humanos eran los causantes de los daños derivados de la ocurrencia de los fenómenos

adversos, como lo explícita al referirse, precisamente, al sismo de Lisboa en su célebre

carta enviada a Voltaire:

La mayoría de nuestros males físicos son obra nuestra. Teniendo el caso de Lisboa hay que considerar que si no hubiera habido 20 mil casas de 6 ó 7 pisos, y que si los habitantes de esta gran ciudad hubieran estado mejor y más ligeramente distribuidos, el daño hubiera sido mucho menor y quizás incluso nulo, como si nada hubiera ocurrido (Rousseau en García Acosta, 2005).

Hasta mediados del siglo XX continuó una visión limitada de las interacciones entre los

seres humanos y los fenómenos de la naturaleza. Surgió para entonces el paradigma del

comportamiento, propuesto por Gilbert White, un geógrafo estadounidense que volcó sus

investigaciones a señalar que los peligros ambientales no son eventos únicamente físicos,

sino que están relacionados a decisiones individuales orientadas al asentamiento e

intervención de terrenos inadecuados. Introdujo la propuesta de ecología humana y en

estos análisis cuestionó si realmente existían las amenazas “naturales”. Este enfoque

abarcó más tarde aspectos tecnológicos y se centró fundamentalmente en los países más

desarrollados. Además, bajo este paradigma los ingenieros construyeron estructuras

diseñadas para controlar las fuerzas más perjudiciales, mientras que los científicos

sociales se orientaron a la reducción de desastres a través de “ajustes” humanos, tales

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como ayuda post-desastre y mejor planificación del territorio ocupado (Smith y Petley,

2009). Desde este paradigma la atención se centraba en la recuperación, en la respuesta,

que de alguna manera significaba que lo determinante en las investigaciones seguía

siendo la amenaza.

Los antropólogos a mediados del siglo XX en particular utilizaron el estudio de eventos

naturales como un pretexto para analizar el cambio social. A diferencia de los sociólogos,

aquellos se encontraban más interesados en lo ocurrido en aspectos específicos de la

cultura, examinados a través del uso de métodos y técnicas propias de su campo. Más

tarde, durante los años setenta, se volcaron hacia el desarrollo de investigaciones donde

destacan las aportaciones de trabajos historiográficos que, sin estar centrados en los

desastres, fungieron como antecedentes importantes en las investigaciones de

antropología al respecto (García Acosta, 2004).

Es en esta década cuando surgió el paradigma del desarrollo, como una alternativa

basada en las experiencias de latitudes menos industrializadas del mundo, donde los

desastres crearon impactos particularmente severos, incluyendo muchas pérdidas de

vidas humanas. El eje de las investigaciones pasó de centrar su atención en las amenazas

naturales a concentrarse en los desastres y de los países más desarrollados a los menos

desarrollados, estudiando la relación entre el subdesarrollo y los desastres, concluyendo

que la dependencia económica incrementaba la frecuencia y el impacto de las amenazas.

“La vulnerabilidad humana -una característica de las personas más pobres y más

desfavorecidas del mundo- se convirtió en un concepto importante para comprender la

magnitud de los desastres” (Smith y Petley, 2009: 5). Fue bajo este paradigma que la

Organización de las Naciones Unidas (ONU) decretó el Decenio Internacional para la

Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN) entre 1990 y 1999.

Fue justamente en la década de los noventa cuando se creó La Red de Estudios

Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (LA RED), organización que nació

a partir del reconocimiento de diversos investigadores de que los desastres en este lado

del globo han sido resultado de la articulación entre el incremento demográfico, los

procesos de urbanización, el aumento de la pobreza y los problemas tecnológicos en

viviendas e infraestructuras de servicios (García Acosta, 2005). Además, surgió el

denominado Estudio Histórico y Social de los Desastres con la publicación del primero de

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tres volúmenes de la obra Historia y Desastres en América Latina, coordinada por la

historiadora y antropóloga Virginia García Acosta. A partir de estos trabajos se realizaron

esfuerzos por afinar herramientas teóricas y metodológicas, que permitieran estudiar

desastres del pasado con una perspectiva social y advertidos como resultado de procesos

históricos. Más contemporáneamente, estos estudios han tomado particular interés por los

procesos de recuperación y reconstrucción, abonando a debates en torno a las nociones

de mitigación y resiliencia. Igualmente, han volcado la mirada hacia la interacción material

y simbólica de las poblaciones afectadas con el entorno tanto natural como construido, y a

las estrategias preventivas y adaptativas que, en algunos casos, se han desarrollado para

convivir con las amenazas que representan ciertos fenómenos de la naturaleza.

En ese mismo sentido, en los últimos años se ha abordado el paradigma de la

complejidad, que postula que las amenazas y los desastres son dos lados de la misma

moneda. Ninguno puede ser comprendido o explicado únicamente desde el punto de vista

de la ciencia física o de las ciencias sociales. Además, advierte que las amenazas y los

desastres están inextricablemente ligados a los cambios ambientales globales. La

perspectiva denominada mitigación sostenible de las amenazas por Mileti y Myers (1997) y

paradigma de complejidad por Warner, Waalewijn y Hilhorst (2002), pretende ir más allá

de la reducción local de pérdidas a corto plazo, basada en “soluciones rápidas” y apunta

tanto a la aplicación de respuestas ingenieriles, de planificación y distribución de ayuda

humanitaria, como a la necesidad de abordar todas las amenazas sociales y ambientales

modernas, que afectan tanto a ámbitos rurales como urbanos (Smith y Petley, 2009: 5).

No obstante, es necesario que insista en que estas transformaciones paradigmáticas

no implican que, en la actualidad, el conocimiento científico y el pensamiento occidental

hayan desechado la apreciación de los fenómenos naturales como los responsables de las

“calamidades” y de los seres humanos como víctimas. Aun cuando se han producido

cambios importantes, en muchos casos persisten ideas, percepciones y representaciones

que permean los conocimientos y prácticas de los funcionarios de las instituciones

públicas y que reproducen la interpretación de los eventos de la naturaleza como

desastres “naturales”, limitando las posibilidades de incidir de manera profunda en la

comprensión y atención a las condiciones de vulnerabilidad y riesgo, principales

responsables del incremento de los daños provocados.

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2. Estudio Histórico y Social de los Desastres

Las investigaciones que parten del Estudio Histórico y Social de los Desastres se

encuentran dirigidas a reconstruir, analizar e interpretar los contextos humanos desde una

dimensión histórica y con una perspectiva social, a través de la identificación y

comprensión de uno o varios fenómenos, naturales y/o antropogénicos, que articulados

con las particularidades de dichos contextos dan como resultado un desastre. Se trata de

advertir la coyuntura como resultado de procesos sociales, utilizándolo como hilo

conductor del análisis, sin reducir su aprehensión a una mera narración o descripción de

acontecimientos, ni centrar la atención exclusivamente en el evento resultante. Este

paradigma nace a partir del reconocimiento de los científicos sociales de la necesidad de

advertir los condicionantes históricos que han generado los desastres y que han

incrementado la vulnerabilidad de las sociedades expuestas a diferentes amenazas

naturales. Más allá de un telón de fondo, la dimensión histórica invita a profundizar su

análisis en el marco de un proceso, en toda su complejidad (García Acosta, 1996).

Como lo explica García Acosta (1996; 2004), la carencia de herramientas teóricas y

metodológicas que permitieran desplegar investigaciones históricas sobre desastres desde

una perspectiva social limitó durante mucho tiempo su desarrollo, pues ya las ciencias

sociales desde varias décadas atrás y desde diferentes latitudes habían asomado

propuestas para estudiar los desastres en el presente. Por lo cual, en el despliegue de

este paradigma, denominado el Estudio Histórico y Social de los Desastres, tuvo un papel

fundamental la proximidad cada vez mayor entre la antropología y la historia, abonando a

la propuesta de Fernand Braudel en torno a los estudios enmarcados en la larga duración.

Es decir, a partir de análisis que atiendan a la conjugación diacrónica-sincrónica en el

estudio de los contextos sociales y en la búsqueda por advertir los cambios y

continuidades que han delineado dichos contextos.

La diversidad ha sido uno de los elementos básicos que han dirigido las

investigaciones antropológicas, haciendo esfuerzos analíticos por evitar el reduccionismo,

el esencialismo y los postulados tendientes a negar la heterogeneidad de los grupos

humanos. La dimensión histórica revela, justamente, diferencias sustanciales en la

construcción de las particularidades culturales de los diversos escenarios sociales.

Entonces, articular historia y antropología en las investigaciones sobre desastres, más que

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un trabajo de cooperación y colaboración conjunto, constituye uno de los aspectos claves

que permiten complejizar las miradas que se posan sobre la realidad, apuntando a una

comprensión mucho más inclusiva de los contextos estudiados.

La dialéctica de la duración es un aspecto fundamental que, procedente de los tiempos

de la historia, debe considerarse en estas investigaciones, pues la temporalidad resulta

indispensable para el establecimiento de una metodología de las ciencias del “hombre”.

Sin embargo, ello no implica una historia de los acontecimientos, sino una historia de larga

duración, que supera lo episódico, lo instantáneo y advierte las estructuras que subyacen

a las prácticas, realidades y masas sociales, que constituyen límites de los que el ser

humano y sus experiencias no pueden desligarse. Se trata de advertir la duración social,

que constituye tiempos múltiples y contradictorios de la existencia de las poblaciones, que

no hablan sólo del pasado, sino que son parte esencial de la vida social actual (Braudel,

1986).

…historia, ciencia del pasado, ciencia del presente. La historia, dialéctica de duración, ¿no es acaso, a su manera, explicación de lo social en toda su realidad y, por tanto, también de lo actual? Su lección vale en este aspecto como puesta en guardia contra el acontecimiento: no pensar tan sólo en el tiempo corto, no creer que sólo los sectores que meten ruido son los más auténticos; también los hay silenciosos (Braudel, 1986: 82)

Al asumir la larga duración el estudio de los fenómenos sociales se aborda desde una

perspectiva sustancialmente diferente. Se trata de un giro en el estilo, la actitud, el

pensamiento, es decir, una nueva concepción de lo social. Implica trascender lo

espontáneo, el tiempo corto y familiarizarse con otro tiempo, un “un tiempo frenado” como

lo define Braudel, volviendo con “…otros ojos, cargados de otras inquietudes, con otras

preguntas” (Braudel, 1986: 74). En el caso de los desastres, comprende aprehenderlos a

partir una escala temporal mayor, pero a la vez identificándolos con las condiciones

particulares de un contexto y con una amenaza específica, su manifestación, efectos e

impactos (García Acosta, 2004: 134).

Asimismo, el énfasis colocado en la larga duración advierte la necesidad de superar la

noción de ciclo, donde el desastre es fragmentado en tres momentos: antes, durante y

después. Ello, debido a que esta perspectiva ha orientado las investigaciones a buscar

soluciones sistémicas, reproduciendo nociones como las de sistemas de atención y

emergencia, sistemas de defensa o protección civil, sistemas de gestión de riesgo.

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Siguiendo al antropólogo e historiador venezolano Rogelio Altez (2009a), una verdadera

transformación epistemológica requiere trascender el paradigma empírico-funcionalista y

recurrir a una nueva perspectiva analítica, que advierta los procesos de construcción

histórica y social del riesgo y donde la vulnerabilidad, más que un “acumulado”, sea

aprehendida desde su reproducción y transformación en el tiempo.

Igualmente, se han realizado esfuerzos críticos por distanciarse de las raíces

colonialistas de la noción de desastres “naturales” y las estigmatizaciones del llamado

“Tercer Mundo”. El historiador australiano Greg Bankoff (2001), ha señalado que se trata

de un término que generalmente se relaciona con los lugares donde más frecuentemente

ocurren fenómenos naturales, incorporándolo a un discurso que contrapone estos lugares

a otras áreas consideradas “seguras”, generando un entendimiento implícito de “ellos”

como opuestos a “nosotros” a través de caracterizaciones de la tierra y el clima,

catalogados de peligrosos para la vida humana. Sin embargo, no se cuestionan las

razones estructurales que ocasionan una desproporcionada incidencia de los desastres en

el mundo no occidental. Estos aspectos también han sido expresados en términos de

“sociedades vulnerables” a las amenazas, pero el concepto de vulnerabilidad denota

factores mucho más complejos que predisposiciones climáticas o regionales a los eventos

físicos.

En este sentido, desde el Estudio Histórico y Social de los Desastres los fenómenos

naturales y los desastres dejan de ser utilizados como sinónimos, considerando a estos

últimos como el resultado de la confluencia entre un fenómeno natural peligroso y una

sociedad o contexto vulnerable, por lo que su comprensión pasa por un estudio profundo

de las condiciones en las cuales se presentó el fenómeno y se produjo la coyuntura.

Asimismo, se reconoce que los desastres develan circunstancias críticas que engloban

aspectos sociales, económicos, políticos y ambientales, que se encuentran presentes en

la sociedad antes de que dichos desastres se materialicen. Aunado a ello, se advierten

acciones y actitudes de los grupos sociales afectados, así como sus capacidades de

recuperación (García Acosta, 1996).

Ya en la década de los ochenta el geógrafo canadiense Kenneth Hewitt, en su obra

titulada Interpretations of Calamity (1983), propuso la definición de enfoque dominante,

como una manera de identificar las perspectivas emanadas de las ciencias naturales,

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ingeniería y arquitectura que se orientan hacia un entendimiento netamente físico de los

fenómenos naturales, proponiendo soluciones tecnológicas y centradas en los impactos

socioeconómicos de los desastres. En este enfoque los procesos de intervención se

orientan, generalmente, a volcar la mayoría de los recursos económicos a volver a la

“normalidad”, a las mismas condiciones existentes antes de la ocurrencia del evento

coyuntural.

En el mismo texto, Hewitt propone el enfoque alternativo, centrado en los factores

sociales del riesgo y los desastres, en la manera como las personas los evalúan, por qué

ocurren y cómo son percibidos por la sociedad. En la publicación de su obra Regions of

Risk (1997) profundiza en este enfoque y desarrolla la perspectiva de la vulnerabilidad,

que señala que el riesgo deber ser advertido en su relación de dependencia con las

condiciones sociales. La sociedad, más que la naturaleza, decide quienes están más

expuestos a las amenazas y quienes carecen de defensas contra ellas. Hewitt (1997),

explica que las interpretaciones sobre riesgo deben reconocer que los desastres

dependen del orden social, de las relaciones cotidianas entre los seres humanos y el

medio ambiente, así como de las circunstancias históricas que explican las formas cómo

se configuran y transforman dichas relaciones.

En líneas generales, el Estudio Histórico y Social de los Desastres se centra en la

investigación sistemática de las catástrofes. Para ello, se han ido delineando una serie de

categorías analíticas que se nutren del mundo real y es justamente por eso que no existen

definiciones únicas e inamovibles dentro de la literatura orientada al tema. Sin embargo,

ello ha contribuido a complejizar las discusiones académicas y a afinar la mirada sobre

nociones y conceptos desde los datos construidos a partir de la información obtenida en

documentos históricos y/o trabajo etnográfico (Oliver-Smith y Hoffman, 2001; Altez, 2006;

2016; García Acosta, 2004). En la medida en que el conocimiento no es producido de

manera aislada, sino que se desprende de una forma específica de acercarse a la realidad

empírica, a los procesos sociales, en esa misma forma se han multiplicado y

complejizados los problemas de investigación que se plantearon inicialmente en el estudio

de los desastres.

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3. Construyendo abstracciones para comprender la realidad: las categorías de

análisis en el estudio de los desastres

Los estudios sobre desastres desde las ciencias sociales han venido desarrollándose

desde hace más de siete décadas. Durante este tiempo se han enriquecido las

discusiones teóricas y las aproximaciones empíricas, gracias a la contribución de muchos

investigadores que han trabajado en diferentes latitudes. Ello ha ocasionado la

emergencia de múltiples categorías de análisis, conceptos y definiciones, lo cual es

indicador de que la vitalidad intelectual no depende necesariamente de un acuerdo

conceptual, como lo afirmó el antropólogo Anthony Oliver-Smith (1999) en su momento,

pues llegar a un consenso en cuanto a la definición de términos es menos importante que

clarificar nuevas perspectivas, problemas y áreas de exploración.

En el caso del Estudio Histórico y Social de los Desastres, aun cuando se trata de un

paradigma con pocos años de vida, la multiplicación de las investigaciones realizadas

desde sus criterios epistemológicos, con particular énfasis en América Latina, han logrado

construir y discutir diversas nociones con las cuales aprehender críticamente a los

procesos históricos de construcción de contextos sociales, utilizando como catalizador de

análisis a los eventos desastrosos. Además, dichas categorías se han alimentado no sólo

de la relación entre antropología e historia, sino que han encontrado asidero en un

discurso y una práctica verdaderamente transdisciplinaria:

En el Estudio Histórico y Social de los Desastres, además de las categorías propias de la investigación histórica y el análisis social, se utilizan también categorías procedentes de ese universo transversal de conocimientos que supone el estudio de los riesgos, las amenazas y las vulnerabilidades, cuyo origen está anclado a un proceso plural de aplicaciones múltiples con base en diferentes disciplinas y ámbitos científicos. Es, de por sí, un discurso transdisciplinario, pero al mismo tiempo es un discurso en formación, una plataforma discursiva no acabada (Altez, 2016: 22).

De acuerdo con Altez (2016), las nociones que son propias de este espacio de

conocimiento apuntan más hacia una propuesta categorial que a un “marco” conceptual,

pues no se encuentran orientadas a constreñir sino a generar una plataforma teórica

genuinamente transversal. Además, provienen de una revisión tanto intensiva como

extensiva, que dependen de las perspectivas y fines prácticos de cada investigador. En

este apartado me centraré en esclarecer y precisar esas categorías, que fungirán como los

principales instrumentos de análisis de los datos empíricos de la presente investigación,

reconociendo los desafíos que se presentan al abordar nociones en torno a las cuales no

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hay acuerdos en cuanto a sus definiciones.11 De allí, la importancia de la

complementariedad de los diversos enfoques que son manejados por los especialistas en

el estudio de los desastres.

3.1. Los desastres y las amenazas

Un ejemplo claro de los desafíos que enfrentan los investigadores se relaciona con la

categoría misma de desastres. Ya he asomado al inicio de este capítulo cómo se ha

transformado a lo largo de los últimos siglos la forma como eran aprehendidos. Ello no ha

cambiado en la actualidad y múltiples eventos y/o procesos continúan siendo

coloquialmente denominados como desastres, incluso existe una diversidad de

aplicaciones literarias y populares del término, abarcando conceptos, definiciones, hechos,

fenómenos, metáforas y alusiones que quebrantan la precisión, claridad y simplicidad del

término, generando desafíos gigantescos para la investigación científica.12

Desde el Estudio Histórico y Social de los Desastres se han realizado numerosos

esfuerzos por deslastrar las definiciones que colocan a los desastres como sinónimos de

fenómenos naturales, aquéllas que advierten el evento físico como si fuera en sí mismo la

catástrofe. Aunque no existe una única definición, los trabajos que parten de esta

perspectiva teórica coinciden en afirmar que los desastres no son el resultado de factores

exógenos, cuyas consecuencias dependen de las dinámicas de la naturaleza. Más bien,

su desencadenamiento y evolución tienen que ver con factores de orden interno, propios

de las sociedades, donde las condiciones de existencia, manifiestas en una creciente

vulnerabilidad y reproducción de situaciones de riesgo, son las responsables de dichos

desastres.

Pero ¿por qué ocurren los desastres? La historia de los seres humanos en el planeta

ha estado caracterizada por procesos de adaptación al medio ambiente, buscando

satisfacer sus necesidades a través de los recursos naturales, mientras minimizan los

11 La existencia de la palabra no supone la función de su contenido en un sentido universal, pero las categorías de

análisis si tienen un contenido semántico que siempre es teórico, determinado por su contexto, comprometido o adscrito

a un discurso. “Ello lleva a comprender que lo que significó una noción siglos atrás, no necesariamente ha de significar

lo mismo en la actualidad” (Altez, 2002: 171). 12 Teniendo en cuenta, claro está, que esos mismos usos e interpretaciones dicen algo de las poblaciones afectadas, de

sus formas de percibir y representar los eventos coyunturales, otorgando información con la cual comprender el mundo

de significaciones que se despliega dentro de las sociedades para darle inteligibilidad a los desastres (Oliver-Smith,

2002).

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peligros que el entorno representa. A través del conocimiento adquirido gracias a la

experiencia, durante extensos períodos de la vida en la Tierra se ha logrado encontrar un

equilibrio y aunque había riesgos se podían mantener dentro de límites aceptables. La

fractura de dicho equilibrio trae como resultado los desastres. Como lo señalé

anteriormente, este desequilibrio puede ser explicado en parte por la presunción

occidental de que el entorno natural debe ser utilizado y explotado para satisfacer los

intereses del ser humano, lo que ha conllevado a las crisis ambientales que existen en la

actualidad. Otra explicación se encuentra en las formas de crecimiento económico que

han regido desde la Revolución Industrial, que han conducido a rápidos cambios de las

sociedades, la urbanización a espaldas de la preservación del ambiente, el

empobrecimiento de amplios sectores de la población y la búsqueda de ganancias para

unos pocos (Lavell, 2000b).

Una definición de desastre que me parece particularmente esclarecedora es la

propuesta por el geógrafo británico Allan Lavell:

Un desastre comprende un contexto y proceso social que se desencadena como resultado de la manifestación e impacto de un fenómeno físico de origen natural, socio-natural o antropogénico que, al encontrar condiciones propicias de vulnerabilidad en una población y debilidad, fragilidad o falta de resiliencia en su estructura productiva e infraestructura, causa alteraciones intensas, graves y extendidas en las condiciones normales de funcionamiento de la sociedad afectada, las cuales no pueden ser enfrentadas o resueltas de manera autónoma utilizando los recursos disponibles por esta unidad social. Estas alteraciones están representadas de forma diversa y diferenciada, entre otras cosas, por la pérdida de vida y salud de la población; la destrucción, pérdida o inutilización total o parcial de bienes, producción y formas productivas de la colectividad y de los individuos, así como daños severos en el ambiente, requiriendo de una respuesta inmediata de las autoridades y de la población para atender a los afectados y reestablecer umbrales aceptables de bienestar y oportunidades de vida (Lavell, 2006).

La definición anterior contiene varios elementos que se irán aclarando a medida que se

vaya profundizando en las demás definiciones utilizadas en la investigación, por ejemplo,

los tipos de amenazas, derivadas de los diferentes fenómenos físicos que Lavell refiere

como natural, socionatural y antropogénico, además de categorías como vulnerabilidad y

resiliencia. En el caso de las amenazas, ya he señalado que denota “…todo aquello que

se presenta ante una sociedad como potencialmente peligroso” (Altez, 2006: 28). Son

“…condiciones latentes que significan una desestabilización potencial, toda vez que lo

susceptible de desestabilizarse se trate de un contexto vulnerable” (Altez et al., 2010: 3).

Entonces, se trata de fenómenos que, por sus características, así como por las

particularidades de una sociedad, comunidad o grupo social en particular se convierten en

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potencialmente destructores. De no existir la posibilidad de sufrir daño al encontrarse

frente a un evento físico determinado, no hay tal amenaza, únicamente un fenómeno sin

repercusiones en la sociedad (Lavell, 2000a).

En este sentido, las amenazas están definidas por aspectos puramente físicos,

mientras un desastre se relaciona con las propiedades de los grupos humanos que están

expuestos y afectados por dichas amenazas (Brooks, 2003). Como lo señala Altez (2016),

lo que determina la latencia, existencia y capacidad de producir daños de un fenómeno es

la interacción que las sociedades han construido con él y que lo convierten en

amenazante. Por ello, su manifestación devela procesos sociales preexistentes que,

justamente, determinan sus resultados. Así, existe una mutua dependencia entre el

fenómeno y el contexto para el cual representa una amenaza y, en esa misma medida, no

permanecen inmutables, sino que se transforman en el tiempo, no son las mismas

históricamente y su significado tampoco. Aquello que pudo representar una amenaza en el

pasado no tiene necesariamente por qué serlo en el presente.

Conviene subrayar lo siguiente: la misma dinámica de las relaciones humanas que

construye las amenazas ante los entornos en donde se asientan, es la que produce su

transformación en el tiempo, y esto significa que las amenazas no sólo pueden cambiar,

sino también desaparecer. No obstante, los fenómenos naturales no desaparecen como

tales, pero si la sociedad ha logrado descifrar sus efectos y ha levantado defensas

exitosas ante ellos, sus manifestaciones ya no causarán más daños (Altez, 2016).

En cuanto a la realización de tipologías de las amenazas, se han hecho con base en

diversos criterios. La más extendida es aquélla que identifica básicamente dos: naturales y

antropogénicas. Las amenazas que tienen un origen natural son las que se relacionan con

fenómenos propios de la naturaleza que pueden convertirse en potencialmente

destructores como huracanes, terremotos, lluvias torrenciales, aludes, tsunamis,

deslizamientos, inundaciones, plagas, sequías, erupciones volcánicas, epidemias, pestes

y tornados. Las amenazas de origen antrópico o antropogénico refieren a eventos que se

encuentran directamente relacionados con las prácticas de los seres humanos como la

industria y la tecnología, guerras, deforestación, contaminación, corrupción, terrorismo y

totalitarismo, entre otros (Altez, 2006; Altez et al., 2005).

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Sin embargo, debido a la complejidad de las sociedades contemporáneas y a los

riesgos asociados a ellas, en la práctica ha resultado sumamente complicado establecer

dónde termina una amenaza netamente natural y comienza una de origen antrópico, pues

es justamente la interrelación entre la dinámica natural y el contexto social lo que

determina la amenaza y el posterior desastre. Al respecto el investigador Juan Carlos Ruiz

Guadalajara ha señalado:

…[este es] el problema medular de la relación entre sociedad y naturaleza[:] …las amenazas comunes del medio físico se integran a nuevas amenazas socialmente creadas, producto de una intervención negativa del hombre sobre su entorno, elemento que le permite definir un tipo de vulnerabilidad basada en amenazas socionaturales, es decir, aquellas amenazas que toman la forma y se construyen sobre elementos de la naturaleza, y cuya concreción es producto de la intervención humana en los ecosistemas (Ruiz Guadalajara, 2005: 107).

Es debido a esta complejidad que Lavell (2000a) incorpora otros dos tipos de amenazas,

asociadas a los contextos urbanos contemporáneos: socionaturales y tecnológicas. Este

autor advierte que la proximidad de los centros urbanos a diversos recursos naturales, si

bien ofrece un abanico de posibilidades para las sociedades que allí se ubican, también se

transforman en amenazas para ellas mismas. Al respecto el geógrafo francés Sébastien

Hardy (2009) comenta que, si bien es cierto que hay amenazas cuyo origen y trayectorias

no son “antropogizables”, procesos como la urbanización “antropogiza” los lugares y

también ciertos fenómenos físicos a gran escala. “Visto desde esta perspectiva, es claro

que hasta los eventos físicos extremos asociados a procesos naturales pueden convertirse

en amenazas, solamente por intermediación humana, lo cual significa que el concepto

mismo de amenaza es socialmente construido” (Lavell, 2000a: 3). Se pueden mencionar,

por ejemplo, inundaciones, deslizamientos, hundimientos y sequías, que se originan por

un manejo inadecuado del entorno natural de las ciudades y, a diferencia de los

fenómenos de auténticas características naturales, son previsibles y prevenibles a través

de procesos de planificación de las prácticas humanas sobre los territorios ocupados.13

Las amenazas tecnológicas también se relacionan con las acciones de los seres

humanos. La aplicación de tecnologías en la producción y el transporte son fuente de

posibles amenazas. Explosiones, escape de sustancias tóxicas, contaminación por

13 Este tipo de amenaza, profundamente articulada con los procesos de urbanización, incremento demográfico en las

ciudades y creación de asentamientos carentes de planificación, será discutida con mayor profundidad en el capítulo III a

la luz de la evidencia empírica proveniente del trabajo de campo realizado en Chetumal.

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industrias, que comúnmente son referidos como “accidentes”, cada vez son más comunes

en los centros urbanos (Lavell, 2000a).14

También se ha planteado la noción de amenaza recurrente. Un claro ejemplo de este

tipo de amenaza se encuentra en la ciudad de Chetumal, donde la presencia de los

huracanes es persistente y existe la posibilidad de que se manifiesten cada año en la

denominada temporada de ciclones tropicales. Como lo explica el antropólogo e

historiador mexicano Raymundo Padilla Lozoya (2014a), existen sociedades en donde

ciertos fenómenos naturales son comunes y las condiciones de vulnerabilidad asociados a

ellos tan cotidianos, que la interacción amenaza-sociedad es “desastrosa y crónica”. Pero

las poblaciones no son pasivas y pueden desarrollar capacidades, estrategias y prácticas

para protegerse, prevenirse y recuperarse, e incluso mitigar los impactos y atenuar los

daños.15

Asimismo, las amenazas han sido distinguidas en función de su manifestación, bien

sea intempestiva o lenta. Las de manifestación súbita, repentina o intempestiva son, por

ejemplo, los sismos, tsunamis, huracanes, tornados, erupciones volcánicas y granizos;

mientras que las de manifestación lenta, las cuales “…a diferencia de las identificadas

como de impacto súbito o repentino, con frecuencia se manifiestan a lo largo de un cierto

período…” son, por ejemplo, sequías, plagas y epidemias (García Acosta, 2008a: 28). Un

aspecto fundamental de este tipo de clasificación es que se relaciona con diferentes

acercamientos metodológicos: las amenazas de manifestación súbita son fáciles de

detectar, ya que ocurren en un determinado momento y sus efectos y respuestas son

prácticamente inmediatos; las de manifestación lenta son resultado de la acumulación,

permanencia o ausencia de cierto fenómeno, de allí que sus efectos e impactos se

expresen en lapsos temporales mayores, de semanas, meses e incluso años (García

Acosta, 1996).

14 Hewitt (1997) reconoce que, aunque todos los desastres son complejos, en ciertas catástrofes la necesidad de

reconocer la interacción de muy diferentes fuentes y formas de daños se hacen primordiales. Además, refiere a una

clasificación realizada en función de la clase de agentes o condiciones que pueden ocasionar el daño: amenazas

naturales (ya ejemplificadas), amenazas tecnológicas (materiales peligrosos como sustancias y gases tóxicos, procesos

peligrosos como radioactividad y fuego, y dispositivos peligrosos como vehículos, explosivos y estaciones eléctricas) y

violencia social (armas, perpetradores como gobiernos y grupos terroristas, y métodos como guerra, terror, subversión y

genocidio). 15 Volveré sobre este punto más adelante.

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Por otro lado, también se ha planteado la noción de coyuntura desastrosa. Aunque en

ocasiones es utilizada como sinónimo de desastres es necesario hacer algunas

precisiones al respecto. La lógica subyacente al desastre, al decir de Altez (2016), da

cuenta de un proceso histórico y social que estableció sus causas, que son múltiples y

complejas y que, en la mayoría de los casos denotan desastres en medio de cadenas de

desastres, es decir, desastres articulados entre sí a través de diversas amenazas que se

presentan al mismo tiempo (plagas agrícolas con sequías y hambrunas, huracanes con

inundaciones). Esta secuencia de eventos desplegados sobre una sociedad y/o

comunidad es lo que se denomina coyunturas desastrosas.

Por lo general, «contribuyen a la transformación estructural de las condiciones materiales» de las sociedades afectadas, exhibiendo también profundos estremecimientos subjetivos y severas alteraciones en la cotidianidad, así como también en las formas concretas de la producción o en los circuitos económicos, y en el orden aparente de las relaciones de poder. Pueden observarse en cortos o largos periodos, a veces persistiendo por décadas, otras veces desplegadas en menor duración (Altez, 2016).

La etnohistoriadora Isabel Campos Goenaga (2016), en su investigación sobre los

desastres en la Península de Yucatán entre los siglos XVII y XVIII, da cuenta por medio de

información histórica de la existencia, precisamente, de diversas amenazas naturales y

biológicas que, concatenadas entre sí y articuladas con constantes situaciones de riesgo y

vulnerabilidad, dieron paso a crisis epidémicas y catástrofes entre los mayas. Igualmente,

en una obra anterior, develó las contradicciones de la sociedad colonial yucateca a través

del estudio de los efectos e impactos de varios fenómenos naturales (huracanes, sequías,

plagas) que condujeron a una crisis social. Pone de relieve la manifestación de varias

amenazas, que comenzó con una plaga de langostas que devastó los campos de cultivo y

a la cual le siguieron una sucesión de eventos adversos que se concretaron en una

coyuntura desastrosa (Campos Goenaga, 2011).

El antropólogo estadounidense Michael Moseley ha utilizado el término catástrofes

convergentes para explicar estas crisis producidas por más de un fenómeno natural o

catástrofes naturales colaterales. Implican diferentes combinaciones de varios tipos de

amenazas y afirma que “en ciertos casos éstas conducen a la caída del régimen político

imperante, propician cambios ideológicos, económicos y de patrones de asentamiento, a

la vez que afectan la salud de las poblaciones” (Moseley, 2008 :44). En este sentido, las

condiciones de riesgo y vulnerabilidad de una sociedad pueden colocar a su población en

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un escenario de fragilidad y exposición a diversos daños provenientes de diferentes

fenómenos, o contribuir a que la ocurrencia de un único fenómeno conlleve el

desencadenamiento de eventos de otra índole, redimensionando los efectos e impactos de

aquél.

Otra noción similar, retomada en los trabajos sobre desastres, es la de coyuntura

crítica. De acuerdo con los investigadores Richard Stuart Olson y Vincent T. Gawronski

(2003), el término se encuentra vinculado a los estudios de Collier y Collier (1991) sobre

movimientos obreros y cambios de régimen en América Latina, y definido como “un

período de cambios significativos, que típicamente ocurre de manera distinta en diferentes

países (o en otras unidades de análisis) y que se supone que produce legados distintos”.

Para Stuart Olson y Gawronski (2003), los desastres son comúnmente referidos como

momentos críticos, encrucijadas o puntos de inflexión que pueden generar cambios

radicales en el curso de la historia en varios países. Refieren a los trabajos, entre otros, de

Elizabeth Dore (1986), quien vinculó el terremoto de Managua de 1972 y el

comportamiento subsiguiente del régimen de Somoza al eventual ascenso y victoria de los

sandinistas revolucionarios, argumentando que el sismo selló el comienzo del final para

Somoza.

En líneas generales, esta noción denota el resultado de la confluencia de amenazas

múltiples que se materializan dentro de un contexto altamente vulnerable o “el cruce de

eventualidades que irrumpen en procesos de poder de manera determinante” (Altez, 2016:

39). Entonces, el desastre no sólo revela, sino que además exacerba relaciones, tensiones

y divisiones, permitiendo una observación directa de los procesos sociohistóricos, más allá

de las superficies ideológicas. “En efecto, un desastre es como una biopsia, un corte en la

propia estructura de un país que revela su salud política, económica y social” (Stuart Olson

y Gawronski, 2003: 9).

3.2. La vulnerabilidad

Los estudios sobre vulnerabilidad tuvieron sus inicios en la ciencia de la ingeniería.

Deducida de una ecuación con aplicabilidad en ese campo, el término y su definición

estuvieron cavilando entre dos perspectivas, aquélla que lo circunscribía a ser un factor o

componente del riesgo y la que lo consideraba como una construcción social. Fue hasta

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fines del siglo XX cuando el concepto se fue complejizando, aproximándose a sus

condiciones reales, lo cual fue resultado de transformaciones interpretativas en las

ciencias sociales y se dio de la mano de la proliferación de las investigaciones en países

en vías de desarrollo (Altez, 2016). Los múltiples peligros que enfrentan las poblaciones

que habitan en estas sociedades, condujeron a trascender los fines meramente

ingenieriles de la noción de vulnerabilidad y a advertir las diferentes dimensiones que

colocan en situaciones de fragilidad a las personas, que son diferenciales y que, además,

trascienden las estructuras físicas de los lugares habitados.

Del enfoque alternativo surgió el paradigma de la vulnerabilidad, propuesto por Hewitt

en los ochenta y profundizado en su obra posterior Regions of Risk (1997), que ya referí

anteriormente. Fundamentado en la evidencia empírica, este investigador señaló que el

riesgo y los desastres son resultados de la articulación entre las amenazas y ciertas

condiciones de vulnerabilidad que se construyen y reproducen a través del tiempo (García

Acosta, 2005). De acuerdo con Lavell (2002), bajo este paradigma, la vulnerabilidad es

concebida como resultado de procesos históricos que se vinculan con modelos de

crecimiento y cambios sociales asumidos o impuestos en diversos países. De allí que

diferentes modelos de crecimiento se relacionan con diferentes consecuencias y

expresiones de riesgo y vulnerabilidad.

En esa última década del siglo XX, también tuvo gran eco la definición de

vulnerabilidad propuesta por Piers Blaikie, Terry Cannon, Ian Davis y Ben Wisner en la

obra titulada At Risk y traducida al español como Vulnerabilidad:

Por vulnerabilidad entendemos las características de una persona o grupo desde el punto de vista de su capacidad para anticipar, sobrevivir, resistir y recuperarse del impacto de una amenaza natural. Implica una combinación de factores que determinan el grado hasta el cual la vida y la subsistencia de alguien quedan en riesgo por un evento distinto e identificable de la naturaleza o de la sociedad (Blaikie et al., 2001: 16).16

Para la misma época, desde América Latina ya LA RED se encontraba trabajando en el

fortalecimiento de esta nueva perspectiva. Con el texto Los desastres no son naturales,

compilado por el urbanista británico Andrew Maskrey y publicado en el año 1993, se les

dio visibilidad a estas investigaciones. También partían de una base empírica y

presentaban miradas críticas e interdisciplinarias. A través de estos aportes, se reconoció

16 La versión en inglés fue publicada en el año de 1994 y reeditada con Ben Wisner como primer autor en el año 2003.

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la necesidad de atender a los condicionantes sociales que han producido los desastres y

que, al mismo tiempo, han incrementado la vulnerabilidad de las poblaciones afectadas.

Vulnerabilidad no sólo en términos materiales, sino además subjetivos, desde las

percepciones y representaciones sociales que tienen los diversos grupos humanos en

torno a los desastres.

…la vulnerabilidad constituye un concepto amplio, que debe ser entendido como el grado con base en el cual grupos sociales, comunidades, y regiones, e incluso naciones enteras, son diferentes frente a los riesgos en términos de sus condiciones sociales, culturales, económicas y políticas específicas. Es de hecho, una característica de ciertos procesos sociales y estructurales resultantes de complejas relaciones entre los habitantes, el medio y las diversas formas y medios de producción en una determinada época y sociedad (García Acosta, 2001: 17).

Debido a su interrelación con las características de cada contexto particular, la

vulnerabilidad no es homogénea, aspecto que constituye piedra angular del análisis que

realizo en el presente trabajo. No todas las clases sociales, comunidades y sociedades

son vulnerables de la misma manera frente a idénticos fenómenos naturales, mientras

éstos pueden representar una amenaza para ciertas personas puede no serlo para otras,

o variar en cuanto a las formas y magnitudes en las que se expresa. En este sentido, se

puede sostener que la vulnerabilidad es diferencial y esta diferencia se articula con

múltiples aspectos como las desigualdades económicas, las alianzas políticas, la

planificación urbana, los asentamientos humanos y el uso, acceso y calidad de los

servicios básicos.

La vulnerabilidad social diferencial ha sido desarrollada por diversos investigadores de

las ciencias sociales, Wisner et al., (2003), por ejemplo, advirtieron que:

Muchos aspectos del entorno social son fácilmente reconocidos: las personas viven en situaciones económicas adversas que los obliga a habitar en regiones y lugares que son afectados por amenazas naturales, ya se trate de las llanuras de inundación de los ríos, las laderas de los volcanes o zonas de terremotos. Sin embargo, hay muchos otros factores políticos y económicos menos obvios que se encuentran detrás del impacto de las amenazas. Estos implican la manera en que los activos, ingresos y acceso a otros recursos, como el conocimiento y la información, se distribuyen entre los diferentes grupos sociales, y las diversas formas de discriminación que se producen en la asignación de bienestar y protección social (incluyendo el alivio y recursos para la recuperación) (Wisner, et al., 2003: 5).

De acuerdo con estos autores, no todos los seres humanos son igualmente capaces de

acceder a los recursos y oportunidades dentro de una sociedad, así como no están

igualmente sometidos a los mismos riesgos. Además, la naturaleza de la vulnerabilidad

depende de la o las amenazas a que estén expuestos los miembros de un contexto

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particular, pues las características de un conjunto humano los hará más vulnerables a

ciertos eventos físicos que a otros. De allí, que se deban plantear las interrogantes ¿quién

es vulnerable? y ¿a qué es vulnerable? (Brooks, 2003). Esto es lo que García Acosta ha

referido como vulnerabilidad diferenciada o vulnerabilidad con apellido:

No es lo mismo ser vulnerable a huracanes o a temblores, a sequías o a inundaciones. Resulta en este sentido interesante considerar a las amenazas recurrentes que, como en el caso de los huracanes, han permitido desplegar cierta resiliencia manifiesta en estrategias adaptativas, prácticas y acciones que han resultado de lecciones aprendidas al estar esas sociedades expuestas a una amenaza que se ha presentado año con año en las áreas oceánicas tropicales en las que son comunes (García Acosta, en prensa).

Las vulnerabilidades diferencial y diferenciada se relacionan con la configuración de

contextos marcados por los procesos sociales e históricos que les son propios y que

tienen un papel muy importante en la determinación de quién o quiénes están en mayor

riesgo, no sólo vinculado a aspectos que tienen que ver con dónde viven y trabajan las

personas, y en qué tipo de edificios residen, sino además su nivel de preparación,

información y conocimientos. Oliver-Smith (2002) señala que no todas las comunidades

experimentan los desastres de la misma manera o en el mismo grado, cada una sufre las

catástrofes en el contexto de sus propias condiciones de vulnerabilidad. Un mismo agente

del desastre mostrará grandes variaciones en patrones de destrucción, así como en la

interpretación de las causas, efectos y responsabilidades. El ingeniero colombiano Omar

Darío Cardona (2004) denominó a este aspecto como exposición, relacionado con factores

de riesgo interno que se expresa como la viabilidad de que un individuo, grupo o sociedad

puedan ser afectados por la concreción de la amenaza a la cual están expuestos, con

diferentes niveles de consecuencias económicas, sociales o ambientales en un

determinado sitio y durante un cierto período de tiempo.

3.2.1. Vulnerabilidad y pobreza

Al hablar de vulnerabilidad diferencial se debe introducir otro aspecto, que será

discutido en los capítulos III y IV del presente trabajo: la noción de pobreza. Como lo

refiere García Acosta (en prensa) muchas de las investigaciones que abordan este tema

han sostenido que las comunidades pobres son las más vulnerables o propensas a sufrir

daños considerables como resultado de la ocurrencia de un desastre, asumiendo la

vulnerabilidad y la pobreza como sinónimos. Entre ellas se pueden mencionar los trabajos

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de O´Keefe y Wisner (1975), López (1998) y más recientemente Solís y Mansilla (2010), y

Soares, Millán y Gutiérrez (2014).

El concepto de pobreza expresa una condición de necesidad resultante de la

insuficiencia de ingresos, calificando de forma descriptiva determinados atributos de

personas y familias, sin dar mayor cuenta de los procesos causales que le dan origen. Por

su parte, el enfoque de la vulnerabilidad, hace referencia al carácter de las estructuras e

instituciones económico-sociales y a los impactos que éstas provocan en comunidades,

familias y personas en distintas dimensiones de la vida, como consecuencia de la

ocurrencia de eventos socioeconómicos extremos.17 Lo cual proporciona una visión más

integral sobre las condiciones de vida de los pobres y, al mismo tiempo, considera la

disponibilidad de recursos y las estrategias de las propias familias para enfrentar los

problemas que las afectan (Pizarro, 2011). La vulnerabilidad no debe ser entendida como

la incapacidad de agencia de los sujetos y las comunidades para desarrollar mecanismos

que les permitan hacer frente a situaciones críticas. En este sentido, su estudio advierte

también el otro lado del espectro, es decir, no sólo las condiciones estructurales de

desigualdad que exponen a las comunidades a diferentes tipos de amenazas sino,

además, la incorporación de las capacidades de resistencia como elemento de análisis,

que permite una comprensión más apropiada de las realidades sociales (Aguirre, 2004).18

En el texto People´s response to disasters: vulnerability, capacities and resilience in

Philippine context, el geógrafo francés JC Gaillard (2011), a través del análisis de los

procesos de organización de diferentes grupos sociales para enfrentar la persistente

presencia de eventos naturales adversos, contradice las ideas que han dominado durante

años el conocimiento de los desastres, que afirman que el comportamiento y la percepción

de los pobres son los responsables de los daños. Ideas que, además, han influenciado

profundamente la forma de hacer política no sólo en Filipinas sino en el mundo entero. Sin

embargo, demuestra a través de datos empíricos que los sectores más desfavorecidos

han desarrollado un amplio rango de capacidades para resistir y recuperarse del shock

17 Estos eventos se encuentran vinculados con cambios en el entorno económico, social y político, generados por shocks

repentinos o transformaciones de carácter estructural, por ejemplo, los ajustes macroeconómicos y los cambios en el

patrón de desarrollo de América Latina, así como el paso del socialismo al capitalismo en Europa Oriental, y el

repliegue del estado de bienestar en Europa Occidental, produciendo reestructuraciones productivas, tecnológicas,

económicas, sociales e institucionales (Pizarro, 2011).

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que experimentan como resultado del desastre, que van más allá de la viabilidad de esos

recursos y que engloban habilidades para usarlos y acceder a ellos.

Igualmente, Bankoff (2003) en un estudio previo al anterior, titulado Cultures of

disaster. Society of Natural Hazard in the Philippines, exploró la interacción entre las

amenazas naturales y la sociedad en Filipinas. En este trabajo afirma que la vulnerabilidad

de una población se encuentra interrelacionada con su grado de marginación, pero señala

que estas condiciones de desventaja pueden dar lugar a formas de organización social,

cooperación y conductas humanas particulares, desarrollando adaptaciones culturales

ante una “experiencia de vida frecuente” como es la presencia de amenazas naturales

recurrentes, particularmente, del fenómeno de El Niño.19

De acuerdo con Oliver-Smith (2004), las elecciones que los individuos y/o grupos

sociales realizan no involucran sólo una adaptación medioambiental, también dependen

de aspectos culturales dentro de los cuales se reflejan las relaciones de poder de la

sociedad y, más específicamente, la manera cómo el poder es expresado en los dominios

de riqueza y prestigio. Los valores culturales suscritos en esas relaciones pueden generar

distorsiones acerca de la capacidad de respuesta y la prevención ante situaciones de

riesgo entre diferentes estratos sociales. Elementos que, si bien en la realidad crean un

marco diferencial con respecto a los niveles de vulnerabilidad, también pueden convencer

a las poblaciones con mayores ingresos económicos de que se encuentran a salvo ante

una catástrofe. Escenario que no hace más que reproducir las condiciones de

vulnerabilidad y riesgos a desastres, así como el desconocimiento de las mismas.

En este sentido, la investigación que aquí planteo reflexiona en torno a la aplicabilidad

de la vulnerabilidad en el estudio empírico de los procesos de desastre. Muchos

investigadores se han centrado en la falta de planeación o bien en la incapacidad física o

económica. Es necesario colocar el acento en la desigualdad social, en las causas de

fondo y las presiones que tiene una comunidad determinada que favorece el surgimiento y

18 Estos aspectos referidos a las estrategias, capacidades y respuestas de las poblaciones frente a los eventos coyunturales

se detallarán más adelante. 19 De acuerdo con la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), El Niño es una oscilación del sistema

océano-atmosférico en el Pacífico tropical que tiene consecuencias importantes en el clima alrededor del mundo, se

caracteriza por temperaturas oceánicas inusualmente cálidas en el Pacífico ecuatorial, a diferencia de La Niña, que se

caracteriza por temperaturas oceánicas inusualmente frías. Entre sus consecuencias se encuentran: aumento de las lluvias

al sur de los Estados Unidos y Perú, lo que ha provocado inundaciones destructivas, y sequías en el Pacífico occidental,

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reproducción de diferentes y complejas condiciones de vulnerabilidad y riesgos a

desastres (Wisner et al., 2003). Como lo señala la científica social mexicana Alicia Cuevas

(2014), gran parte de las investigaciones han puesto el énfasis en la poca organización

social de las personas o en su incapacidad comunitaria, asociado a ideas como debilidad

o carencia. Además, son escasos los análisis que van más allá de la tipificación de la

vulnerabilidad en términos de género, etnicidad, edad o clase. Rara vez explican por qué y

cómo estas características están vinculadas con la alta probabilidad de muerte, la

disrupción de la vida cotidiana y las grandes dificultades en los procesos de recuperación

(Cardona, 2004).

Asimismo, enfatizo la distinción entre “inseguridad” e “indefensión” (Ward, 2011),

entendiendo que incluso las personas con condiciones de vida precarias y marcadas por la

desigualdad y la discriminación, pueden desarrollar capacidades y prácticas que les

permitan enfrentar con éxito los efectos e impactos de las amenazas naturales. Frente a

éstas, las personas no son sólo víctimas vulnerables e indefensas, también pueden

demostrar capacidades significativas para afrontar las amenazas (Gaillard, 2011). Como lo

señala el investigador cubano Benigno Aguirre (2004), el mismo tipo y nivel de

vulnerabilidad puede producir diferentes tipos y cantidades de pérdidas, dependiendo de la

capacidad de resistencia, preparación y mitigación del fenómeno adverso. Así, las

decisiones que las personas toman en relación con la presencia de dicho fenómeno

reflejan diversas formas de vida, que incluyen también diferentes concepciones de lo que

constituye actuar con raciocinio, explicaciones, culpabilidades y formas de lidiar con

riesgos y amenazas.

3.2.2. Vulnerabilidad global vs. vulnerabilidad estructural

Dentro de los estudios sobre vulnerabilidad tuvo particular acogida la noción de

vulnerabilidad global propuesta por el ecólogo colombiano Gustavo Wilches-Chaux en el

año 1993. Una definición que denota la carencia para responder de manera efectiva o

adaptarse a los efectos de un determinado cambio en el entorno, por lo cual dicho cambio

se configura como un riesgo. Para él la vulnerabilidad en sí misma es un sistema dinámico

que:

a veces asociado con devastadores incendios forestales en Australia. Disponible en:

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“[…] surge como consecuencia de la interacción de una serie de factores y características (internas y externas) que convergen en una comunidad particular. El resultado de esa interacción es el “bloqueo” o incapacidad de la comunidad para responder adecuadamente ante la presencia de un riesgo determinado, con el consecuente “desastre” (Wilches-Chaux, 1993: 22-23).

A partir de esta definición tipifica once ángulos de la vulnerabilidad, entendiéndola como

un fenómeno interno de las sociedades.20 Sin embargo, Altez (2016) sostiene que bajo

esta propuesta sería más preciso hablar de vulnerabilidades (en plural) y comprender que

todos esos ángulos y la sociedad misma “funcionan” como un sistema. Para este

investigador, la propuesta de Wilches-Chaux procede de una plataforma epistemológica

funcionalista, propia de la teoría de los sistemas. Además, afirma que esta aproximación

en torno a la noción de vulnerabilidad la caracteriza como “una condición observable,

detectable, que puede desglosarse de la realidad aparente, intrínseca a la situación

económica-material-ambiental de la sociedad, acumulativa, en relación interdependiente

con todos los componentes de la sociedad, y multidimensional” (Altez, 2016: 26).

Igualmente, García Acosta, basándose en Cardona (2004) ha señalado que

metodológicamente sería más preciso referirse a dimensiones de la vulnerabilidad que a

“vulnerabilidades”, “ya que pueden analizarse de manera independiente como parte de la

vulnerabilidad global” (García Acosta, en prensa). Oliver-Smith (2002), por otro lado,

afirma que el concepto de vulnerabilidad debe “desempaquetarse” en términos teóricos

sobre sus implicaciones políticas, económicas, socioculturales y ecológicas, más que

fragmentarse en sus variadas formas.

Partiendo de esta discusión, en esta investigación me suscribo más bien a la noción de

vulnerabilidad estructural propuesta por Altez (2005), definida desde las debilidades de

una sociedad, no sólo en términos de su infraestructura o en el desconocimiento de las

amenazas con las que convive, sino comprendidas en la interacción que sostienen con su

contexto histórico, social y cultural. Además, reconozco la importancia de la percepción de

las poblaciones dentro de la construcción de las condiciones de vulnerabilidad, que dan

cuenta de cómo se configuran y transforman las relaciones entre el escenario vulnerable y

aquello que se identifica como amenaza. Para Altez, la vulnerabilidad como condición

contextual puede cambiar en el tiempo, y si ello sucede es porque cambia la sociedad y

http://www.pmel.noaa.gov/elnino/what-is-el-nino

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toda su estructura profunda. “Dichas transformaciones, que producen resultados legibles

en las realidades construidas, deben ser atendidas metodológicamente para poder

comprender y conocer críticamente a los procesos que construyen y reproducen los

riesgos, las vulnerabilidades y las formas de respuestas antes tales circunstancias” (Altez,

2015: 449).

Atender a la vulnerabilidad estructural involucra tomar en cuenta la planificación de la

sociedad, la prevención y mitigación de los riesgos naturales, y generar una articulación

efectiva entre los tomadores de decisiones, las investigaciones científicas y la comunidad.

Pero, además, se debe considerar “la causalidad ubicada en los procesos económicos y

sociales globales… Significa una vez más que la reducción del riesgo en un sentido

permanente, es un objetivo de la política económica y social y no un problema de ajustes

al margen, con acciones parciales” (Lavell, 2000b: 28). Desde esta perspectiva, exploro y

analizo la vulnerabilidad como una manera de dar cuenta de la exposición de grupos o

individuos a condiciones de riesgo, donde el grado de dicha exposición está influenciada

no sólo por el entorno natural, sino además por el contexto social, económico y político. Es

necesario comprender que hay situaciones que contribuyen a incrementar la vulnerabilidad

que van más allá de la simple ubicación geográfica de los asentamientos humanos, aun

cuando se reconoce que este aspecto contribuye significativamente a la exposición de las

sociedades a ciertas amenazas naturales.

4. Construcción social y percepción del riesgo

De acuerdo con Padilla Lozoya (2014a), el uso que se le dio al concepto de riesgo

durante varios siglos carecía de reflexiones a profundidad y tenía una finalidad

principalmente pragmática. Se empleó como sinónimo de amenaza y fue asimilado al

lenguaje económico y comercial para dar cuenta de la incertidumbre y la necesidad de

proteger los productos cada vez más demandados por la modernidad. Desde los años

ochenta del siglo XX, los estudios sobre desastres han venido desarrollando un enfoque

constructivista para explicar la forma como se van configurando las condiciones de riesgo

en los contextos sociales.

20 Estos ángulos son: natural, física, social, económica, técnica, educativa, política, ecológica, cultural, ideológica e

institucional (Wilches-Chaux, 1993).

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Para esta época la antropóloga inglesa Mary Douglas planteó sus ideas en torno a

esta categoría de análisis y desarrolló una explicación cultural de los riesgos, que fue

conocida con el nombre de antropología del riesgo (Ruiz Guadalajara, 2005). Sin

embargo, Douglas junto con Aarón Wildavsky, se enfocó básicamente en la percepción del

mismo, discutiendo en torno a los factores que inciden en su aceptación o rechazo y

exposición, así como los mecanismos que los reducen o profundizan. Más que su carácter

objetivo, señalaron que el riesgo es construido culturalmente y varía dependiendo de la

subjetividad de las personas y el grupo al que pertenecen:

De la obra de Mary Douglas se desprende claramente una línea de interpretación que ha sido considerada por muchos especialistas como la única relacionada con la antropología del riesgo, al grado que hacia la década de 1990, cuando se hablaba de antropología del riesgo, la referencia obligada era la obra de Mary Douglas como alternativa a las interpretaciones de la sociología estadounidense especializada en este tema, asociadas con el estructural-funcionalismo, con los estudios sobre respuesta social e, institucionalmente, con la creación del Disaster Research Center, hoy ubicado en la Universidad de Delaware (García Acosta, 2005).

Siguiendo a García Acosta (2005), Douglas nunca habló del concepto de construcción

social del riesgo como tal. Se le ha identificado con él a partir de los trabajos de científicos

sociales franceses que retomaron sus ideas e identificaron la percepción social del riesgo

como sinónimo de construcción social del riesgo. Sin embargo, son dos dimensiones

diferentes de un mismo aspecto, tal como lo profundizaré más adelante.

Para la década de los noventa surgieron los trabajos del sociólogo alemán Niklas

Luhmann, para quien el concepto de riesgo debe transcender el cálculo racional

economicista e incorporarse a los estudios de sociología como una oportunidad para dar

nuevo contenido a su vieja función que era, fundamentalmente, alamar a la sociedad

(Padilla Lozoya, 2014a). En este sentido, Luhmann (1996) sostiene que una

modernización verdaderamente reflexiva únicamente será posible, cuando las

consecuencias no pretendidas de las actividades del proceso capitalista contemporáneo

sean asumidas como propias de los efectos retroactivos de dichas acciones sobre el

entorno.

Sin embargo, los también sociólogos Anthony Giddens (inglés) y Ulrich Beck (alemán)

criticaron las nociones sociológicas de la modernidad y plantearon la necesidad de

analizar los riesgos y la exposición a amenazas creadas desde la industria. Así, Beck

propuso la noción de sociedad del riesgo como la tercera etapa del desarrollo de las

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sociedades, siendo las otras dos: preindustrial e industrial (Padilla Lozoya, 2014a). La

Teoría de la sociedad del riesgo plantea, entonces, un análisis sociológico de la

modernidad que trasciende la teoría crítica y apunta hacia una autocrítica social, un

examen de los conflictos que atraviesa la humanidad como resultado de los efectos no

previsto por la sociedad industrial, motivando una serie de debates, cuestionamientos y

conflictos en torno a los peligros que aquélla ha originado. Se trata de un punto de

inflexión fundamental, a partir del cual los perjuicios causados por el proceso de

industrialización dejan de ser considerados daños colaterales en la “marcha hacia el

progreso”, dando cuenta de consecuencias que han escapado a las representaciones

sociales respecto a la seguridad (Beck, 1996).21 El riesgo aparece, entonces, como una

categoría clave para comprender los efectos emanados del conjunto de acciones

vinculadas a la sociedad industrial.

Igualmente, para la década de los noventa, con la creación de LA RED, se impulsó y

fortaleció el enfoque que algunos denominan “constructivista”, procurando una reflexión

crítica que permitiera complejizar las discusiones teóricas en torno al riesgo, señalando las

causas sociales como su fuente principal. Desde este enfoque, el riesgo no constituye un

hecho o un decreto, por el contrario, se encuentra inserto en los procesos históricos que

delinean los contextos sociales e implican un ámbito de causalidad y una atribución de

responsabilidad bien definida: los grupos humanos. La construcción social del riesgo

refiere así a las diversas formas en que las sociedades construyen contextos frágiles que

se articulan y que incrementan las condiciones de vulnerabilidad, lo cual “se traduce en

una falta de adaptación al medio físico, que provoca, incluso, que el propio medio se

convierta en una amenaza e, incluso, en un factor de generación de riesgo” (García

Acosta, 2005: 22).

En las sociedades actuales, marcadas por un vertiginoso incremento demográfico en

centros urbanos, los problemas de planificación del territorio han complejizado los riesgos

con los cuales conviven las personas. De ello, Chetumal constituye un claro ejemplo. Esta

21 No obstante, Beck señala que a diferencia de los filósofos y sociólogos que entienden la racionalidad como discurso o

relativismo cultural, la modernización reflexiva implica, más bien, que los seres humanos no tienen suficiente

racionalidad y razón. Lo cual apunta a comprender “[…] que los fatalismos que dominan nuestro pensamiento son

anticuados y que no soportan el examen de autoconfrontación decisiva en la modernidad” (Beck, 1996: 194). En ese

sentido, no se trata de la construcción abstracta de teorías, sino del desarrollo un modelo de comprensión del presente

desde la “autorreflexión fatalista de esta época”.

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debilidad en la planificación, articulada con la nula presencia de políticas de control, la

especulación del suelo y las formas de administración de los territorios locales, redundan

en una expansión de los lugares habitados de una manera desarticulada, haciendo

evidente los retos para dar solución a las demandas de vivienda y equipamientos públicos.

Se generan, entonces, unas condiciones que contribuyen a inadecuados patrones de

asentamiento y a una creciente degradación ambiental, cuyas respuestas se centran en la

mayoría de los casos en soluciones técnicas, paliativos emanados de especialistas

contratados por instituciones públicas o por el capital privado con injerencia en los

procesos de urbanización de esos contextos (Campos G. et al., 2012).

Desde la perspectiva constructivista se busca, precisamente, superar las definiciones

“fisicalistas” del riesgo, que se centran en la probabilidad, estimación o cálculo de su

factibilidad. Trascender estos planteamientos permite ir más allá de las soluciones de los

“expertos”, mientras se aboga por una comprensión más bien estructural. Además, al

comprender al riesgo como una condición histórica y socialmente construida se deben

tomar en cuenta tanto sus aspectos concretos como simbólicos. Es allí donde las

reflexiones de la dimensión material del riesgo incorporan el estudio de las percepciones

de las poblaciones afectadas, es decir, cómo las sociedades piensan y actúan con relación

al riesgo. En este sentido, los desastres fungen como indicadores de la construcción social

del riesgo desde dos aristas: cómo las sociedades lo producen y cómo las sociedades lo

perciben, pues una cosa es su aprehensión significativa y otra es construir socialmente el

riesgo.

Se trata de contenidos que, si bien resultan ser diferentes, no son excluyentes. Son complementarios. O deberían serlo. La construcción social del riesgo que parte de un enfoque alternativo para el estudio de los desastres se refiere a la raíz del problema, a la base misma que explica los procesos de desastre. La percepción del riesgo, culturalmente construida y que, por lo mismo, deberían mantenerse con tal nominación y así evitar equívocos, se refiere a una parte fundamental del proceso de desastre que da énfasis a otro concepto medular al que se le debe dedicar un análisis específico… entendida como la capacidad para cambiar o adaptarse para hacer

frente de una mejor manera a lo desconocido… (García Acosta, 2005: 23).

El riesgo se define entonces desde características objetivas y subjetivas. En tanto objetivo,

está sumido en aspectos que se centran en los daños y pérdidas asociados a la

exposición a determinadas a amenazas y, por ende, a condiciones de vulnerabilidad que

pueden expresarse, en términos monetarios o cuantitativos como número de elementos

dañados o perdidos, y/o en términos cualitativos como impactos en la calidad de vida, la

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historia, la cultura y la psique. Desde una perspectiva más bien subjetiva, existen diversas

percepciones y representaciones sociales en torno al riesgo, imaginarios que

corresponden a grupos sociales diferentes, a sus contextos culturales, experiencias,

estatus social, entre otros (Lavell, 2006).

Otro aspecto fundamental de los estudios sobre la percepción del riesgo se relaciona

con lo que Douglas definió como inmunidad subjetiva. Se traduce como la tendencia a

ignorar los peligros, particularmente aquellos que son más cotidianos, más comunes, o

bien a disminuir la importancia de los peligros de baja probabilidad de ocurrencia, con lo

que el individuo “corta” la percepción de los riesgos. De esta manera, el mundo inmediato

parece más seguro de lo que verdaderamente es, lo cual reposa en una incapacidad para

racionalizar la participación activa y pasiva en la construcción de los riesgos (Ruiz

Guadalajara, 2005). Se trata de procesos bajo los cuales las sociedades han

“normalizado” cierto tipo de amenazas:22

El estudio histórico de los riesgos y de los desastres, y su aceptación y comprensión como procesos, ayuda a evitar la expansión de ciertos fenómenos que en la actualidad resultan ser sumamente peligrosos: su “normalización”. Es ésta una anomalía que se extiende, de manera preocupante, cada vez más. La “normalización” del riesgo, junto con el de la pobreza, de la violencia y de la marginación, entre otros, constituye una amenaza creciente que se ha derivado en buena parte de un manejo mediático e irresponsable que no podemos soslayar y que debemos combatir (García Acosta, 2003: 30).

En el caso de la población de Chetumal, por ejemplo, los aspectos que tienen que ver con

las percepciones y representaciones en torno a las amenazas naturales y al riesgo son

sumamente difíciles de esgrimir, sin el componente mediático que ha estado muy presente

en las últimas décadas. La información institucional es interiorizada y se entrelaza, a veces

de manera contradictoria, con los conocimientos adquiridos por los habitantes de la ciudad

a través de sus propias experiencias. Profundizaré en ello en el capítulo IV, discutiendo en

torno a la percepción distorsionada del riesgo formulada por la antropóloga venezolana

Emma Klein (2009), quien se nutre, precisamente, de las propuestas de Mary Douglas.

Esta noción da cuenta de una deformación en el proceso perceptivo, generando un

desequilibrio entre el riesgo “real” y el “oficial”, pues a través de la información difundida

22 Al hablar de “normalización”, no hago referencia a las propuestas de Bankoff (2003), quien señala la existencia de

una interacción efectiva entre las sociedades y las amenazas naturales, como el caso de Filipinas, donde el autor sostiene

que se ha desarrollado una cultura de los desastres. Se trata, más bien, de una percepción distorsionada de las amenazas

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por las autoridades se puede contribuir a generar una sensación de “normalización” y/o

subestimación de las amenazas con las que se conviven.

Han existido debates en ámbitos académicos y en la gestión de riesgos en torno a esta

dimensión subjetiva del riesgo, pues muchas veces los análisis se limitan a la toma de

decisiones económicas racionales para la reducción del mismo. Se ha argumentado que

las percepciones “no científicas” del riesgo deben ser invalidadas porque están sometidas

a múltiples influencias internas. No obstante, se han realizado esfuerzos por advertir que

el riesgo es mucho más complejo y va más allá de estimaciones probabilísticas de

mortalidad, morbilidad o pérdidas económicas. Al incorporar en las decisiones las

percepciones de las poblaciones afectadas, el análisis de los expertos puede nutrirse e

incluso mostrarse limitado o inadecuado, pues se contrastan con las experiencias, el

contexto cultural y el conocimiento local. La realidad es, sin embargo, que la “ciencia” por

sí sola se ha mostrado incapaz de proporcionar soluciones definitivas a los problemas

relacionados con el riesgo (Smith y Petley, 2009).

El sociólogo Denis Duclos (1987) ha destacado la influencia que tienen las estructuras

sociales sobre la percepción del riesgo. Refiriéndose a sus estudios en su natal Francia,

señala que “la resistencia de los individuos a la racionalidad de tipo económico, pero

también su subordinación a una lógica social más compleja aparece en los casos de

eventos naturales mayores”. Por ejemplo, investigaciones empíricas pusieron de

manifiesto que los habitantes de zonas susceptibles a inundarse frecuentemente no

reaccionan a los argumentos de tipo monetario, aunque sean favorecidos por las

compañías de seguros. Por lo cual, “parece que la racionalidad subyacente a esta

negativa es de carácter psicológico y social” (Duclos, 1987: 42). Así, las personas toman

decisiones que no necesariamente se corresponde con lo que esperan las autoridades,

pero que constituyen elecciones que no se efectúan en lo abstracto, sino en función de

sus prácticas cotidianas. Al obnubilar los significados y decisiones que se producen en el

seno de los contextos sociales, esta percepción “racional” del riesgo devela sus

incongruencias, impidiendo la materialización de acciones que incidan efectivamente

sobre la construcción social del mismo (Duclos, 1987).

con las cuales se conviven y de los riesgos construidos socialmente. Se “naturaliza” la persistencia de los fenómenos

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5. Construcción social de la prevención

Si bien es cierto que se han abierto nuevas brechas para comprender la importancia

que tienen las sociedades en la construcción del riesgo y de condiciones de vulnerabilidad

ante ciertos fenómenos de la naturaleza, han faltado esfuerzos por vincular estos aspectos

con el desarrollo de prácticas de prevención, adaptación y mitigación de los desastres al

interior de los grupos sociales, y cómo estas son transmitidas generacionalmente. Se debe

apuntar a comprender, precisamente, la complejidad de factores que se vinculan a los

efectos e impactos de fenómenos amenazantes y orientar la formulación de planes de

gestión de riesgos efectivos, que adviertan los conocimientos comunitarios. Esto es lo que

García Acosta (2015) ha denominado construcción social de la prevención, cuyo análisis

pretende distanciarse de ideas preconcebidas, centradas en la falta de agencia y

pasividad de las poblaciones afectadas.

La construcción social de la prevención, desde la perspectiva local comunitaria, se refiere a las formas en que la sociedad construye contextos preventivos ante la presencia recurrente de amenazas. Se trata de acciones, prácticas y conductas que provocan cambios permanentes en la cultura material y organizativa de las comunidades y grupos afectados (García Acosta, 2015: 53).

Esta autora señala que la construcción social de la prevención, generalmente, se plasma o

se expresa en estrategias adaptativas efectivas para prevenir o mitigar los daños ante la

presencia de determinadas amenazas. Igualmente, sostiene que las sociedades y los

grupos pueden desarrollar procesos de resiliencia, como resultado de su interacción

histórica con el medio ambiente, implementando prácticas adaptativas exitosas y, con ello,

producir nuevos contextos que disminuyan el riesgo ante la presencia de amenazas

recurrentes (García Acosta, 2015).

La noción de construcción social de la prevención está claramente representada en los

resultados obtenidos a partir de los trabajos realizados por la Red sobre riesgo y

vulnerabilidad: estrategias sociales de prevención y adaptación, coordinada por Fernando

Briones y la propia Virginia García Acosta, cuyo objetivo central fue “la recuperación de

conocimiento ancestral, culturalmente construido y asociado a la prevención de riesgos

ante amenazas hidrometeorológicas recurrentes, a partir de casos en diferentes regiones

del planeta” (García Acosta, 2015: 51). Bajo estos planteamientos se consideraron las

diversas formas que han construido y reconstruido las sociedades para enfrentar y

adversos, incrementado el nivel de vulnerabilidad frente a su presencia. Más adelante profundizaré en ello.

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prevenir los efectos asociados a la manifestación de una amenaza natural, a lo cual

denominaron estrategias sociales de prevención y adaptación o estrategias adaptativas.

En el libro Estrategias sociales de prevención y adaptación (García Acosta et al., 2012)

también se encuentran investigaciones realizadas en varios países, que dan cuenta de la

construcción de diversas prácticas de las sociedades para hacer frente y prevenir los

efectos relacionados con la inminente presencia de una amenaza natural en diferentes

regiones del mundo. García Acosta (2015) señala a los antropólogos Julián Steward

(Estas Unidos) y Herman Konrad (Canadá) como sus principales inspiraciones al formular

tanto el concepto de estrategias adaptativas como construcción social de la prevención.

En el caso de Steward, retomó la idea de adaptación cultural en la interacción entre el ser

humano y la sociedad con el entorno natural, y de Konrad la propuesta de estrategias de

subsistencia, que utiliza para dar cuenta de los mecanismos desarrollados por los mayas

prehispánicos frente a los huracanes. A través de estos planteamientos y los aportes del

Estudio Histórico y Social de los Desastres formula su definición, sin embargo, acepta que

se trata de una categoría de análisis que aún está en proceso de elaboración (García

Acosta, 2015).

Así entendida, la construcción social de la prevención se encuentra irremediablemente

vinculada con las estrategias adaptativas, que provienen de cambios en la cultura de

algunas comunidades como respuesta a su interacción con el medio ambiente. Estos

cambios contribuyen a prevenir o mitigar los impactos y efectos derivados de la presencia

de ciertas amenazas e incluso pueden conducir a procesos de resiliencia, entendida

“…como una habilidad desarrollada en su interacción a lo largo de generaciones con el

medio ambiente, implementado prácticas adaptativas exitosas y, a partir de ello, crear

nuevos contextos que disminuyan la vulnerabilidad ante la presencia de amenazas

recurrentes” (García Acosta, 2005: 53). Dedicaré las siguientes páginas de este apartado

a definir más detalladamente cada uno de estos elementos.

5.1. Cuatro aspectos, un proceso: prevención, preparación, recuperación y mitigación

Al advertir el desastre en el marco de un proceso social e histórico, el evento

coyuntural constituye apenas una dimensión de los múltiples aspectos que se manifiestan

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tras la ocurrencia de la calamidad. Los conocimientos y prácticas de prevención y

preparación, así como la recuperación y reconstrucción post-desastre, emanadas tanto de

la población como de las instituciones, también contribuyen a caracterizar y analizar la

construcción social del riesgo y las condiciones de vulnerabilidad presentes en un contexto

social particular. Cada uno de estos factores serán definidos por separado con fines

metodológicos, pero es imperativo insistir en que todos constituyen un continuum espacio-

temporal, dado que se encuentran interrelacionados y que, en conjunto, dan cuenta de las

capacidades y limitaciones de los grupos humanos para enfrentar con éxito la presencia

de fenómenos amenazantes.

En el caso de la noción de preparación, es común que sea confundida con prevención.

Aunque son aspectos que deberían complementarse entre sí, tienen características

diferentes, y no siempre los dos se encuentran presentes en un mismo escenario social.

Esta confusión ha provocado que no se atienda realmente la prevención, sino que los

esfuerzos de las instituciones se centren en el post-desastre, en la recuperación. Mientras

la preparación es una “respuesta emergente” cuyo propósito es proteger la vida o los

bienes ante la manifestación inminente de una amenaza, la prevención refiere a un

“proceso más bien duradero y sistemático” (Padilla Lozoya, 2014a). En este sentido, existe

una clara distinción entre ambas, la primera entendida como “las capacidades y

conocimientos adquiridos por los gobiernos, las organizaciones profesionales encargadas

de la respuesta, las comunidades y las personas para anticiparse y responder de forma

eficaz a los impactos de condiciones o situaciones de peligro previsibles, inminentes o

actuales” y la segunda referida a “actividades tendientes a evitar el impacto adverso de

amenazas, y medios empleados para minimizar los desastres medioambientales,

tecnológicos y biológicos relacionados con dichas amenazas” (EIRD y OCAH, 2008: 48).23

Un aspecto interesante es que la misma falta de claridad al interior de las instituciones

y organismos, tanto nacionales como internacionales. contribuye a reproducir las

confusiones en torno a estos términos. En México, la Ley General de Protección Civil

define prevención como:

23 La distinción entre ambas nociones no implica que agencias internacionales como éstas (Secretaría Interinstitucional

de la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres- EIRD- y la Oficina de Coordinación de Asuntos

Humanitarios- OCAH-), tomen en cuenta dichas diferencias en la toma de decisiones. Por lo general, colocan el énfasis

en la preparación.

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conjunto de acciones y mecanismos implementados con antelación a la ocurrencia de los agentes perturbadores, con la finalidad de conocer los peligros o los riesgos, identificarlos, eliminarlos o reducirlos; evitar o mitigar su impacto destructivo sobre las personas, bienes, infraestructura, así como anticiparse a los procesos sociales de construcción de los mismos (Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, 2012).

Si bien existe un reconocimiento de la necesidad de transformar las condiciones que

conducen a que la manifestación de los peligros se exprese en un “impacto destructivo”, la

legislación coloca el énfasis en la amenaza, en el evento físico, no en los aspectos

estructurales que generan y reproducen el riesgo a desastres. La prevención debe

centrarse en la anticipación, en reconocer y disminuir las debilidades de una población

para enfrentar un fenómeno adverso, no sólo a través de la potenciación de capacidades

sino, además, con cambios profundos de las características políticas, económicas y

sociales que construyen y reconstruyen contextos vulnerables.

La definición de prevención de la Ley General de Protección Civil mexicana, y de la

mayoría de la legislación similar en otros países de América Latina, se acerca más a la

noción de preparación, pues su propuesta se centra en adoptar medidas para dar

respuesta a situaciones de emergencia y recuperación tras la ocurrencia de un desastre.

Tal como lo señala el Committee on Disaster Research in the Social Sciences del National

Research Council of The National Academies (2006), la preparación, en el plano

institucional, se orienta a acciones que incluyen el desarrollo de planes formales de

desastres, la capacitación del personal encargado de atender las emergencias, el

mantenimiento de recursos humanos, materiales y financieros de reserva y, en casos

excepcionales, la formación de programas públicos de educación e información para los

ciudadanos, los hogares, las empresas y los organismos públicos.

Tanto la preparación como la prevención guardan estrecha relación con la

recuperación y los procesos de mitigación de riesgo. En cuanto a la recuperación, ésta

incluye acciones orientadas al restablecimiento de las rutinas sociales y económicas tras

la manifestación del fenómeno adverso. Engloba medidas concretas como reconstrucción

y asistencias, pero también recuperación psicológica y social. La experiencia de desastres

puede generar conocimientos que contribuyan a acciones concretas que incrementen el

nivel de preparación y, en algunos casos, apuntar a que se desplieguen estrategias

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preventivas y se realicen ajustes a los procesos de mitigación de riesgo (National

Research Council of The National Academies, 2006).

La mitigación de riesgo abarca intervenciones que se traducen en medidas

preventivas, que contribuyan a reducir los daños y la disrupción social. Si bien pueden

incluir únicamente procesos físicos orientados a diseñar, construir, mantener y renovar

infraestructuras para que resistan los efectos e impactos de los fenómenos adversos,

también deberían aglutinar esfuerzos orientados a disminuir la exposición de las

poblaciones a los desastres. La mitigación o reducción de riesgo es definida por Allan

Lavell como:

Planificación y ejecución de medidas de intervención dirigidas a reducir o disminuir el riesgo. La mitigación es el resultado de la aceptación de que no es posible controlar el riesgo totalmente; es decir, que en muchos casos no es posible impedir o evitar totalmente los daños y sus consecuencias y sólo es posible atenuarlas (Lavell, 2004: 19).

De acuerdo con el National Research Council of The National Academies (2016), la

mitigación incluye la promulgación de medidas de uso de la tierra que tengan en cuenta

los impactos potenciales de desastres, la regulación del desarrollo en zonas de alto riesgo

como laderas propensas a deslizamientos de tierra y zonas costeras sujetas a oleadas de

tormenta. En algunos casos, incluso, implica la reubicación de comunidades o grupos

poblacionales.

La reconstrucción es uno de los elementos fundamentales de la recuperación post-

desastre. No obstante, retomo esta última noción, no desde la idea de volver a un estado

anterior, de reproducir las mismas condiciones que existían antes del desastre sino de

construir nuevas realidades tendientes a reducir el riesgo y la vulnerabilidad de las

poblaciones afectadas, y esto constituye parte fundamental de la prevención. Si bien es

innegable que en algunas circunstancias la sustitución de la infraestructura de las

viviendas, el restablecimiento de servicios básicos o la reparación de vialidades pueden

ser suficientes para reconstruir en muchos aspectos la estructura social, también es cierto

que las políticas orientadas en ese sentido en ocasiones reproducen la expresión material

de patrones sociales y económicos riesgosos. Así, un desastre puede convertirse en una

oportunidad para atender diversos problemas, en lugar de concentrar los esfuerzos y

recursos únicamente en reemplazar lo que se perdió. Ello puede contribuir a obtener

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resultados positivos en la reducción de los peligros potenciales, así como en la fragilidad y

desigualdad social (Oliver-Smith y Hoffman, 1999).

…sectores tanto dentro como fuera de la sociedad golpeada reconocen los desastres como oportunidades para realizar cambios sociales muy necesarios, en particular en sociedades caracterizadas por estratificación social rígida, basada en ideologías raciales o étnicas de dominación. Esta misma tensión entre lo conocido y lo nuevo está presente también en lo material, y sobre todo en el dominio infraestructural, sin consecuencias importantes para el bienestar social y la seguridad física futura. Por muchos aspectos, la reconstrucción se ha conceptualizado en función del remplazo de lo que se perdió o la restauración del sistema original en su sitio, a pesar de problemas endémicos y vulnerabilidades. Sin embargo, muchos consideran los desastres como oportunidades para atender problemas materiales a largo plazo en alojamiento e infraestructura, refundiendo la reconstrucción en un proceso de desarrollo con las metas de reducir la vulnerabilidad y mejorar las capacidades sociales y económicas (Oliver-Smith, 1994: 27).

Desde esta perspectiva, los desastres contribuyen a develar las deficiencias en el diseño y

aplicación de políticas públicas. Los cambios deben ser amplios y profundos, y abarcar las

características sociales, culturales, económicas, políticas, medioambientales,

organizacionales y tecnológicas, a fin de poder reducir sustancialmente la fragilidad ante

amenazas potenciales (Oliver-Smith et al., 1999). Siguiendo a Oliver-Smith (1994) cuatro

aspectos fundamentales deben considerarse en el proceso de reconstrucción después del

evento desastroso: recuperación emocional de las víctimas; recuperación económica,

inclusive reemplazo del ingreso perdido, restauración de empleos y/o los medios de

producción y restauración de los mercados; reemplazo de pérdidas físicas, que incluye

sustitución de pertenencias personales, el hogar o, en algunos casos, el reemplazo de

tierra; y remplazo de oportunidades.

La reconstrucción comprende aspectos materiales e infraestructurales, pero además

requiere tomar en cuenta las interrelaciones entre instituciones, sectores sociales e

individuos al momento de asignar recursos (materiales y no materiales) dentro de la

sociedad. Es necesario incorporar a las poblaciones afectadas como agentes activos en

los procesos de reconstrucción, lo que permitirá superar la inmediatez de las soluciones

técnicas, accediendo a una comprensión profunda de los problemas subyacentes a la

vulnerabilidad (Oliver-Smith et al., 1999; Oliver-Smith, 1994).24

24 En el capítulo IV reflexionaré en torno a la noción de “gestión del riesgo”, que ha adquirido notable popularidad en las

políticas públicas, así como en el ámbito académico. Se trata de una noción que se vincula con un conjunto de medidas

tendientes a conocer los riesgos con los cuales se convive y, en esa misma medida, transformarlos o mitigarlos. Sin

embargo, existen diversas discusiones críticas al respecto.

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5.2. Estrategias adaptativas

En las ciencias sociales mucho se ha hablado acerca de la adaptación de las

sociedades al entorno, a través de diversas estrategias y prácticas construidas en la

interrelación con las dinámicas de la naturaleza. Para ello, se han desarrollado diversos

mecanismos que van desde la protección física hasta el aprovechamiento de los recursos

que el mismo medio ofrece. Oliver-Smith señala que se trata de un concepto que desde

las ciencias sociales “…se refiere principalmente a cambios en las creencias y/o

comportamiento en respuesta a circunstancias alteradas para mejorar las condiciones de

vida (o supervivencia)” (Oliver-Smith, 2009: 13).

En el caso concreto de la adaptación a las amenazas naturales y a los desastres, LA

RED (1992) ha señalado que las comunidades afectadas poseen particularidades

culturales que pueden ser entendidas como formas de adaptación al medio ambiente y

que necesitan ser reconocidas como herramientas sociales con las cuales construir una

relación más segura con su entorno. Se han realizado esfuerzos desde el Estudio

Histórico y Social de los Desastres partiendo de esta premisa y, últimamente, han tomado

mayor importancia dentro de los trabajos de corte etnográfico, centrándose tanto en las

debilidades de las poblaciones sujetas a condiciones de riesgo y vulnerabilidad a

desastres, como en las capacidades que poseen para enfrentar con éxito las amenazas

con las cuales conviven. En el trabajo Estrategias sociales de prevención y adaptación

(2012), que anteriormente mencioné, se ha recopilado evidencia empírica procedente de

diferentes comunidades alrededor del mundo que permiten respaldar las discusiones

teóricas al respecto. En esta obra se asumen tres supuestos básicos:

a) Las sociedades no son y nunca han sido entes pasivos ante la presencia de amenazas naturales.

b) Históricamente, las comunidades han formulado caminos sociales y culturales para enfrentarse a riesgos y desastres potenciales.

c) Las sociedades han desarrollado, a lo largo de la historia, estrategias sociales de prevención y adaptación en su interacción con el medio natural (García Acosta, 2012: 12).

Bankoff (2003; 2007), por ejemplo, a través de sus estudios sobre la sociedad filipina,

afirmó que existe una cultura de los desastres ya que las amenazas naturales son tan

frecuentes en su historia que se han ido integrando dentro de la cotidianidad. Entre esas

amenazas se contabilizan ciclones tropicales, erupciones volcánicas, tormentas eléctricas,

mareas de tormentas, sismos, tsunamis, inundaciones, derrumbes, El Niño y La Niña,

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entre otros; aunados a los procesos de degradación ambiental y los eventos que ocurren

como resultado de fenómenos iniciales, que el autor denomina epifenómenos. La

presencia de esta multiplicidad de amenazas ha sido “normalizada” a través de la

experiencia en la vida diaria y se ha integrado a la cultura de los filipinos.25

El capital social es destacado por Bankoff (2003; 2007) como una de las principales

estrategias de adaptación, entendido como redes sociales de ayuda mutua y voluntariado

que se desarrollan antes y después del evento coyuntural. Al igual que García Acosta

(2009), para este investigador el capital social es un factor fundamental para hacer frente a

los fenómenos amenazantes, movilizando recursos individuales y colectivos. Incluso,

registró la reubicación como un recurso preventivo cuando las estrategias adaptativas

fallan, así como la construcción de viviendas a través de técnicas que mezclan estilos

español e indígena. Además de las adaptaciones físicas, los filipinos responden

subjetivamente a través de chistes, relatos, conmemoraciones religiosas y peticiones a la

divinidad. Esas “…estrategias fueron adoptadas históricamente como una manera de

incorporar los sucesos de gran pérdida dentro de la memoria colectiva de la comunidad

para hacerla más manejable a escala individual y humana” (Bankoff, 2003: 169).

Los trabajos de Gaillard (2011) constituyen un esfuerzo importante en la

reconstrucción de las estrategias adaptativas de las comunidades para hacer frente a las

amenazas naturales. La incorporación de los conocimientos de las personas en torno a los

fenómenos físicos, así como sus prácticas para enfrentarlos, que ha logrado realizar este

estudioso de los desastres dentro los debates académicos, ha generado un parteaguas en

las discusiones teóricas que se han desarrollado al respecto. Gaillard (2011) retoma el

concepto de capacidad, propuesto por Anderson y Woodrow en 1989, como una noción

que permite reflejar los recursos y activos que las personas poseen para resistir, hacer

frente y recuperarse del shock que experimentan tras la ocurrencia de los desastres.

El desarrollo de estas capacidades no implica el fin de la vulnerabilidad, pues aún

comunidades altamente vulnerables pueden desplegar un amplio rango de habilidades.

Mientras éstas últimas se encuentran enraizadas en aspectos como conocimiento local,

habilidades y tecnología indígenas, y redes de solidaridad, la vulnerabilidad,

frecuentemente depende de constreñimientos estructurales que son exógenos a las

25 Con respecto a la noción de cultura de los desastres realizaré una discusión teórica en el capítulo IV, donde

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comunidades y que se relacionan con inequidades en la distribución de la riqueza, fuerzas

del mercado, sistema político y gobernanza. Es, justamente, las diversas maneras en que

las capacidades son movilizadas en tiempos de crisis lo que refleja lo que se denomina

coping strategies, que refieren a las diferentes formas en que las personas y

organizaciones utilizan los recursos existentes para el logro de un fin benéfico frente a las

condiciones adversas que se presentan tras un proceso desastroso (Gaillard, 2011).

Padilla Lozoya (2014a) en su investigación, precisamente, sobre estrategias

adaptativas frente a los huracanes en Cuyutlán y San José del Cabo, las define como

“…opciones culturales, formas o maneras de interactuar con el medio ambiente o lidiar con

un tipo de amenaza en específico, tienen un fin preparativo o preventivo que contribuye en

mitigar los impactos de los desastres” (Padilla Lozoya, 2014a: 78). De acuerdo con este

investigador, cuando las estrategias son exitosas permanecen vigentes a través del

tiempo, abarcando décadas e incluso siglos y cuando no es así, desaparecen o se

transforman. Señala que son el resultado del ingenio individual o colectivo para enfrentar y

dar respuesta a problemas, llámense amenazas, riesgos o desastres.

En síntesis, las estrategias adaptativas son diversas formas de enfrentar los efectos

derivados de la manifestación de una determinada amenaza, desarrolladas por cada

sociedad en un momento histórico determinado. Se trata de la puesta en práctica de

diversas herramientas que dependen del conocimiento del entorno natural, así como del

grado de dependencia que se tenga hacia los recursos físicos, sociales, económicos,

políticos y culturales disponibles (Altez, 2015; García Acosta, 2001).

5.3. Resiliencia

El término resiliencia ha adquirido particular popularidad en los últimos años,

aplicándose a los más variados contextos, lo cual ha atentado en contra de su claridad y

precisión analítica. En el marco de los estudios sobre desastres ha fungido como un

concepto tendiente a explicar cómo las estrategias preventivas y adaptativas de las

poblaciones para hacer frente a fenómenos adversos pueden facilitar la transición de los

afectados hacia condiciones más estables que las que existían antes del desastre. Más

que volver a la “normalidad”, se busca generar mecanismos que contribuyan a anticipar

reflexionaré a la luz de la evidencia empírica obtenida en el trabajo de campo realizado en la ciudad de Chetumal.

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eventos y desarrollar planes que permitan prevenir contingencias y reducir los shocks

iniciales tras el evento coyuntural (Kapacu y Liou, 2014). Entre los aspectos que se deben

tomar en cuenta para generar comunidades resilientes se encuentran: reducir los riesgos,

desarrollar estrategias para hacer frente a las amenazas y recuperarse sin daños

significativos (lo cual implica el manejo de la emergencia) y desarrollar habilidades y

estrategias adaptativas para implementar tras la manifestación de la amenaza (es decir,

procesos de recuperación y mitigación) (Cannon, 2008).

Como se puede advertir, la resiliencia es un concepto amplio que engloba los demás

aspectos que he venido explicando, involucra capacidades y habilidades colectivas para

resistir, adaptarse o mejorar las circunstancias o los contextos ante la presencia de

amenazas específicas recurrentes. Coloca el énfasis en las diversas maneras en que las

personas superan los desastres y, en ese sentido, se enfoca en la prevención (García

Acosta, 2015; Gaillard, 2011). Puede definirse de la siguiente manera:

…[es] la capacidad para integrarse socialmente en el corto, mediano y largo plazo, para enfrentar y recuperarse ante desastres recurrentes por medio de un conjunto de prácticas y estrategias dinámicas, que pueden estar relacionadas con cohesión social y capital sociocultural, por medio de la cooperación, participación y la solidaridad (Padilla Lozoya, 2014a: 50-51).

Una postura más crítica acerca de las discusiones que se han planteado en torno a la

resiliencia es la de la antropóloga Elizabeth Harrison y el especialista en desarrollo rural

Canford Chiroro (2016), quienes afirman que se trata de un término que tiene

implicaciones políticas y que, en la mayoría de los casos, falla en explicitar precisamente

las relaciones políticas y la dimensión social, así como el poder que delinea estos

aspectos. Asimismo, cuestionan que exista una tendencia a considerar la resiliencia como

una “cosa buena”, algo a lo que se aspira, sin advertir las contradicciones que se

presentan al aplicarse a diferentes niveles y escalas: entre comunidades, hogares dentro

de una misma comunidad e, incluso, al interior de las familias. Por ejemplo, un arreglo de

trabajo colectivo puede ser visto como una capacidad resiliente, sin embargo, puede

colocar a ciertas personas en desventajas por razones de edad o problemas de salud. Por

otro lado, la resiliencia de un hogar puede ocasionar la erosión de las habilidades

particulares al interior, algo que es particularmente relevante cuando la labor reproductiva

de las mujeres tiene particular importancia, por encima de sus destrezas individuales.

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Igualmente señalan que, desde la toma de decisiones institucionales, no se consideran

aspectos como la agencia de las personas y comunidades, y tampoco se interroga

¿resiliencia a qué y para quién? Además, el pensamiento resiliente se ha convertido en

una práctica discursiva que sugiere problemas y soluciones, aplicado con connotaciones

de superación de adversidades, pero sin cuestionar los problemas estructurales. En este

sentido, la “agenda de la resiliencia” puede ser muy atractiva para ser utilizada como una

justificación que permita colocar el énfasis en los aspectos individuales, a expensas de la

responsabilidad del Estado y de la esfera pública más amplia (Harrison y Chiroro, 2016).

Entender esto implica trascender el ámbito local. Para mí, la resiliencia no puede ser

explicada únicamente a través de las estrategias adaptativas de las personas, de sus

aprendizajes y procesos organizativos frente a un evento coyuntural. Existe una relación

causal entre el contexto, las prácticas que allí se desarrollan y las narrativas de carácter

nacional e internacional.26 Por ello, resulta imperativo complejizar su estudio, politizarlo,

ver desde dónde emana y de qué forma, y cómo se encuentra atravesada por el poder y el

discurso institucional. No se trata de desechar sus posibilidades analíticas para dar cuenta

de ciertos procesos que se dan al interior de las poblaciones afectadas por fenómenos

adversos, pero sí advertir la necesidad de complejizar las reflexiones que se realizan al

respecto, a la luz de la estructura social, los grupos al interior, las relaciones y los

intereses políticos y económicos vigentes.

En el estudio de la vulnerabilidad diferencial, este último aspecto es particularmente

interesante pues coloca el acento en las capacidades comunitarias para modificar las

condiciones de riesgo. No todas las personas tienen la posibilidad de que sus voces sean

escuchadas, intervienen factores como género, generación, etnicidad, riqueza. Aspectos

que influencian su nivel de participación y poder de decisión (Harrison y Chiroro, 2016:

17). Además, ambas (vulnerabilidad y resiliencia), dan cuenta del éxito o fracaso de las

estrategias adaptativas y, como procesos sociales, evolucionan en el seno de la

interacción socioecológica. Por ello, el uso de la resiliencia como una noción apolítica y

tecnocrática, pretendiendo intervenciones neutrales para la protección de la sociedad

pueden minar los esfuerzos y capacidades locales para adaptarse a los efectos de los

fenómenos de la naturaleza (Oliver-Smith, 2017).

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La adaptación humana al medio natural no es ni una respuesta biológica ni técnica de una población indiferenciada a condiciones físicas o materiales. Siempre es internamente complejo, involucrando los diversos intereses, conocimientos y significados de una población diferenciada, que interactúan tanto en los procesos materiales de un entorno físico complejo y dinámico como en un conjunto de instituciones y prácticas sociales, políticas, económicas e ideológicas. Hoy en día, esta interacción se hace más compleja por el compromiso local con las instituciones internacionales, nacionales, regionales y otras no locales y con las limitaciones y opciones que implican para la toma de decisiones, haciendo a menudo la adaptación un proceso aún más político (Oliver-Smith, 2017: 206- 207).

Comprender cómo las comunidades pueden reducir los riesgos y daños frente a las

dinámicas del entorno debe abarcar proyectos centralizados de arriba hacia abajo, que

serán políticamente viables y equitativos únicamente si involucran a los diversos sectores

sociales interesados y si su implementación es lo suficientemente flexible para adaptarse

cuando cambien las condiciones del contexto en el cual son aplicados (Oliver-Smith,

2017).

6. La base empírica de la investigación

En la introducción del presente trabajo hice referencia a los planteamientos generales,

preguntas y objetivos que guían la investigación y señalé, de manera sintética, los

aspectos metodológicos que han conducido la búsqueda y recopilación de información a

partir de la cual construí y analicé los datos. En este apartado explicaré con mayor detalle

esa metodología y las técnicas que apliqué durante la estancia en campo para indagar en

diversas fuentes, tanto documentales como etnográficas.

Desde la perspectiva del Estudio Histórico y Social de los Desastres, que como ya

señalé en la primera parte de este capítulo, constituye el paradigma teórico en el cual se

fundamenta esta investigación, la articulación de información histórica y contemporánea es

esencial para comprender el contexto social estudiado desde el presente. Siguiendo al

antropólogo e historiador Rogelio Altez “no hay sociedad sin historia, ni historia sin

sociedad; lo que es social es histórico, y lo que es histórico es social. De esta manera, se

entiende que lo que resulta históricamente producido es, también, socialmente producido

por definición” (Altez, 2016: 56).27

26 Estos aspectos se profundizarán en el capítulo IV, a la luz de los discursos institucionales y su asimilación por parte de

los pobladores de Chetumal. 27 Cursivas del texto original.

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A través de la interacción de las dimensiones diacrónica- sincrónica he podido realizar

una discusión crítica de las vulnerabilidades de los habitantes de Chetumal y cómo se han

ido construyendo escenarios de riesgo frente a la amenaza de los huracanes. Más allá de

la descripción de las características de esta ciudad y de sus pobladores, aposté por la

reconstrucción y análisis del proceso sociohistórico que delineó tales características, por

medio del cual es posible entender sus particularidades actuales. Es desde esa

perspectiva que llevé a cabo la indagación en las fuentes. Advertir la vulnerabilidad de la

población chetumaleña sólo por sus manifestaciones empíricamente visibles, limita una

aproximación crítica a un problema que es complejo. Es a través de una metodología

flexible e inclusiva, con el uso de diversas técnicas y la obtención de información

proveniente de múltiples fuentes, lo que me ha permitido analizar críticamente el contexto

estudiado, oscilando entre la perspectiva de los actores, mis propias interpretaciones y los

testimonios del pasado, plasmados en fotografías antiguas y documentos hemerográficos.

6.1. Trabajo etnográfico

Para hablar acerca de mi estancia en Chetumal, introduciré algunos aspectos que dan

cuenta de ciertos cambios que tuve que realizar para adaptar el trabajo de campo a las

circunstancias del contexto. Debido a que el problema de investigación se formula antes

de entrar en contacto con los sujetos de estudio, se suelen realizar modificaciones a los

planteamientos iniciales, adaptándolos a las características del escenario social

(Hammersley y Atkinson, 1994). Los criterios establecidos a priori, en la formulación del

proyecto de tesis, fueron ajustados de acuerdo con lo encontrado en campo. Además,

procuré flexibilizar el trabajo etnográfico, visibilizando lo que deseaban expresar los

sujetos de estudio, desde sus propias experiencias y recuerdos, a través del uso reflexivo

de técnicas antropológicas, apostando por conversaciones informales, entrevistas semi-

estructuradas y recorridos de observación realizados en compañía de ellos.

Haré referencia también a las formas en que se produjo el acceso a los informantes y

cuáles fueron las principales dificultades que se presentaron, y explicaré de manera

concreta los procedimientos que me permitieron obtener la información, así como el tipo,

cantidad y calidad de la misma. Expondré también el procedimiento de construcción y

análisis de los datos.

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6.1.1. Premisas iniciales

Para alcanzar los objetivos de la investigación planteé como estrategia metodológica la

obtención de información a través de diversas fuentes, tanto documentales (documentos

históricos y oficiales, hemerografía, estadísticas, censos, planos, mapas, fotos antiguas y

contemporáneas, libros y tesis), como etnográficas (observación participante, entrevistas y

recorridos con o sin los informantes). Así, el tiempo en campo, que se desarrolló entre los

meses de septiembre y diciembre de 2016, lo dividí entre la búsqueda y recopilación de

información documental y el trabajo con los informantes en Chetumal. Este período incluyó

una estancia de 7 días en la ciudad de Mérida, donde visité la Biblioteca Yucatanense y

realicé una entrevista a Xavier Moya, Coordinador del Programa de Apoyo a la Reducción

de Riesgos de Desastres en México del Programa de la Naciones Unidas para el

Desarrollo (PNUD).28 Asimismo, tuve varios encuentros con el Dr. Carlos Macías Richard,

director del CIESAS Peninsular, quien fungió como asesor de campo y cuyas sugerencias

fueron de gran ayuda para la etapa inicial de la investigación.

Me interesaba orientar el trabajo etnográfico, esencialmente, en el estudio de dos

sectores demográficos, en función de sus niveles socioeconómicos: los sectores de bajos

ingresos, identificados con los grupos poblacionales que, de acuerdo a los índices de

marginación del Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2010), se encuentran, por un

lado, en condiciones de pobreza moderada y extrema y, por otro, los sectores de clase

media y clase media alta, que se ubican entre los grupos con los mayores ingresos

económicos de Chetumal. Esta distinción de los sujetos de estudios se fundamentaba en

uno de los aspectos básicos de mis preguntas iniciales de investigación, que se orientaban

a intentar comprender la forma cómo se van construyendo riesgos y vulnerabilidades, así

como conocimientos y prácticas frente al mismo fenómeno de la naturaleza (los

huracanes), entre personas pertenecientes a diferentes estratos socioeconómicos.

Para ello, seleccionaría dos colonias de la ciudad que ofrecieran estos contrastes y

que, además, fueran residencia de personas que hubieran vivido en la ciudad desde hace

más de sesenta años (tomando como referencia el huracán Janet de 1955).29 Igualmente,

sería importante entrevistar a inmigrantes de reciente data, que permitieran comparar

28 Investigador que contacté a través del Dr. Raymundo Padilla Lozoya, lector del proyecto de tesis. 29 En el capítulo II explicaré la importancia que tuvo este huracán en la historia de la ciudad y, en ese sentido, su

relevancia para la investigación.

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aquellos aspectos construidos en la interrelación histórica con las amenazas naturales de

los habitantes más antiguos y las expectativas, ideas y conocimientos que pudieran tener

personas que aún no se hubieran familiarizado con la reiterada presencia de este

fenómeno en Chetumal.

Nunca había visitado la ciudad, ni conocía a ninguno de sus habitantes. Toda la

información que poseía provenía de fuentes secundarias y había escasas investigaciones

que permitieran hacerse una idea clara y precisa de sus particularidades y de su

población. De esta manera, llegué sin tener una postura concreta acerca de las colonias

que elegiría para realizar el trabajo etnográfico. El acercamiento a los habitantes de Barrio

Bravo y Flamboyanes se dio a través de la interacción con los primeros informantes en el

campo y, más tarde, esa relación se profundizaría gracias a un mayor conocimiento del

territorio y de sus características históricas, geográficas y poblacionales, que contribuyeron

a que tomara la decisión de continuar la investigación en las referidas colonias.

Al criterio inicial de selección de la unidad de análisis (de los sujetos de estudio), a

partir de sus niveles socioeconómicos, agregué otro aspecto que resultó fundamental a la

luz de la estancia en campo: la ubicación de sus viviendas. Como refiero en el siguiente

capítulo, existe una división, tanto física como simbólica, del espacio donde se encuentra

emplazada la ciudad. Dicha división toma como referencia la bahía Chetumal y la altura

sobre el nivel del mar. Se encuentra, por un lado, la parte baja, identificada por los propios

pobladores de esa manera, que es la zona más cercana a la bahía y también la más

antigua de la ciudad y, por otro, la denominada parte alta, hacia el norte o interior del

territorio, ocupada a partir de la década de los sesenta del siglo XX como consecuencia de

la presión ejercida por el incremento demográfico.

También le otorgué mayor peso a criterios como el origen de los entrevistados (si eran

migrantes o nacieron en la ciudad), los años de residencia en Chetumal, así como los

materiales y formas constructivas de sus viviendas. Igualmente, incorporé testimonios de

otras personas que no habitan ni en Barrio Bravo ni en Flamboyanes, pero cuyas

experiencias se tornaban interesantes a los propósitos de la investigación. Como lo señala

la antropóloga argentina Rosana Guber (2010), es importante ajustar la problemática a la

perspectiva de los sujetos de estudio y a la realidad empírica, ser flexible y estar dispuesto

a reformular los límites del campo en función de las nociones y prácticas tanto de los

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informantes como del contexto social, una vez que se ha trascendido el planteamiento

teórico del trabajo etnográfico y se ha internado en el universo de estudio.

La visita de mi directora de tesis, la Dra. Virginia García Acosta, entre el 7 y el 10 de

noviembre, también fue un elemento importante para realizar ajustes al trabajo etnográfico

durante la estancia en campo. Poder compartir con ella experiencias en la ciudad,

presentarle a los informantes y recorrer juntas los espacios que se habían transformado en

parte esencial de la investigación, permitió detectar vacíos, aspectos que debía

profundizar y elementos que habían pasado desapercibidos o inadvertidos hasta ese

momento. Además, se presentó la oportunidad de reunirnos con Margarito Molina,

antropólogo de la Secretaría de Educación y Cultura de Quintana Roo, quien me había

ayudado a contactar a varias personas, y con Antonio Higuera, también antropólogo, que

se había transformado en un gran apoyo en muchos sentidos: me sugirió bibliografía,

facilitó el acceso a varios informantes e incluso compartió su cubículo de trabajo conmigo

en la Universidad de Quintana Roo.

Igualmente, tuvimos la oportunidad de visitar Corozal (Belice), en compañía del Dr.

Higuera. Allí pudimos observar las casas de madera que sirvieron de inspiración para las

primeras construcciones que se realizaron en Chetumal tras su fundación. Conversamos

con algunas personas sobre los huracanes y varias refirieron la presencia del Janet. Sería

interesante poder realizar un trabajo comparativo entre ambas ciudades, ya que en varias

oportunidades un mismo ciclón se ha manifestado en las dos márgenes de la frontera.

Un aspecto que también flexibilicé durante la estancia en campo, y que asomé en la

introducción a la investigación, tiene que ver con la profundidad histórica. En la

formulación del proyecto de investigación marcaba un lapso temporal que iba desde la

segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, criterio que justificaba por dos razones: el

huracán Janet, considerado por los chetumaleños un hito en la historia de la ciudad, y el

inicio de los programas de colonización dirigida en la década de 1960. Sin duda, se trata

de dos eventos que marcaron material y simbólicamente el proceso histórico que delineó

las características actuales de la ciudad. Sin embargo, gracias a la ayuda de

investigadores de la Universidad de Quintana Roo y, particularmente, a los recuerdos de

algunos de los pobladores más ancianos de la ciudad que pude entrevistar, obtuve

información más antigua, que me permitió extender el lapso temporal de la investigación.

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Asimismo, encontré testimonios escritos y orales que datan de la primera mitad del siglo

XX, así como notas de prensa, fotografías y bibliografía que develaron la importancia de

introducir en la discusión analítica la construcción de las condiciones de riesgo y

vulnerabilidad de ese contexto social en términos temporales más amplios, dando cuenta

de las transformaciones que se han producido en los estilos de vida de sus habitantes.

6.1.2. Dos colonias con relación a una ciudad

La mayor parte del trabajo de campo lo realicé en las dos colonias referidas

anteriormente: Barrio Bravo y Flamboyanes, que fungieron como espacios representativos

de la distinción que se hace del territorio entre parte alta y parte baja. Sin embargo, tanto

las entrevistas como la observación directa traspasaron los umbrales de estas colonias. La

información que recolecté allí fue complementada por datos empíricos de otras zonas de

la ciudad y su análisis lo realicé en articulación con la comprensión de las características

generales del territorio chetumaleño, en cuanto a sus particularidades geográficas,

infraestructurales, uso y aprovechamiento del espacio y de los recursos naturales.

Barrio Bravo fue una de las primeras colonias de la ciudad, junto con la Colonia

Centro, El Rastro y Barrio Viejo. En sus inicios estuvo habitada por los migrantes que

llegaron a Payo Obispo (como se conocía anteriormente Chetumal) durante los años

posteriores a su fundación en 1898. Actualmente, está sujeta a los estigmas de la pobreza

y la delincuencia, aunque esto no es necesariamente así, pues la heterogeneidad de sus

habitantes da cuenta de personas con diferentes ocupaciones, pertenecientes a clases

sociales distintas y con estilos de vida diversos, lo que impide generalizar tales

afirmaciones. Es una colonia que se caracteriza por la heterogeneidad en los sistemas

constructivos de las viviendas, que pueden ser autoconstruidas con cartón y láminas de

zinc, de bloque, cemento y piedra, o de madera. Estas últimas constituyen vestigios de las

antiguas casas de estilo colonial inglés. Allí establecí contacto con originarios y migrantes

de corta y larga data en la ciudad, incluyendo ancianos y personas de mediana edad.

Flamboyanes, al contrario de Barrio Bravo, es una colonia relativamente nueva

ubicada en la parte alta de la ciudad, construida entre finales de 1970 y principios de 1980

con estructuras de mampostería, de dos pisos y con todos los servicios básicos a su

disposición. Asociada a personas de clase media y media alta, fue habitada desde sus

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inicios por profesionales de diversas áreas, políticos y otras figuras públicas. En esta

colonia también entrevisté tanto originarios, como migrantes de corta y larga data en la

ciudad, personas ancianas y de mediana edad.

6.1.3. La bola de nieve: acceso a los informantes

De acuerdo con Guber (2005), la bola de nieve consiste en que cada entrevistado,

presenta o recomienda al investigador personas de su círculo de conocidos, que

generalmente proceden de sus núcleos de confianza. Esta técnica facilita el acceso a

nuevos informantes y puede contribuir a incrementar no sólo la calidad, sino la cantidad de

información obtenida. Además, permite advertir alianzas y conflictos entre la población

estudiada, cómo y qué tipo de vínculos establecen entre ellos. Fue, precisamente, a través

de la bola de nieve, también denominada muestra en cadena o por redes (Hernández

Sampieri et al., 2006), como tuve acceso a los entrevistados, tanto habitantes de las

colonias como funcionarios públicos e investigadores de la Universidad de Quintana Roo.

El primer contacto con los pobladores de Chetumal lo conseguí a través de la Dra.

Isabel Campos Goenaga, con quien había compartido actividades académicas orientadas

a la difusión de investigaciones sobre desastres en ciencias sociales e historia. Ella

conocía a Gabriel Ayora, profesor del Instituto Tecnológico de Chetumal y residente de la

ciudad desde hace varias décadas. Él me recibió en el aeropuerto, ayudó con la búsqueda

de hospedaje y presentó con mis dos primeros informantes: el profesor Santos, originario

de la ciudad, y a Vicente, Jefe de Unidad de la Coordinación Estatal de Protección Civil.

Este último se convertiría luego en uno de mis principales colaboradores etnográficos.

Los primeros días estuvieron centrados en la observación y recorridos por la ciudad, e

intercambio de correos con el Dr. Carlos Macías Richard, quien vivió muchos años en

Chetumal, cerca de Barrio Bravo. Él me contactó con el profesor Martín Ramos de la

Universidad de Quintana Roo, quien vive en esa colonia y me facilitó el encuentro con sus

vecinos e investigadores de esa universidad. La entrada a Flamboyanes se dio gracias al

Dr. Gabriel Macías Zapata, profesor- investigador del CIESAS Peninsular. A través de él

obtuve los datos de una habitante de esa colonia, quien a su vez me contactó con algunos

de sus vecinos y con el antiguo director de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado

(CAPA).

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En general, el acceso a los informantes se fue dando sin contratiempos. Relacionarse

con un chetumaleño genera la suficiente confianza para que otro chetumaleño converse

contigo y te abra las puertas de su casa y de su vida. La mayoría de los informantes se

mostraban ávidos de hablar, de contar su historia y la de la ciudad, reflejaban en sus

palabras la añoranza por un pasado que ya no existe. Un elemento que también facilitó el

rapport fue mi otredad. Los informantes tomaron con sorpresivo agrado que alguien de un

país “lejano” viniera a estudiar a México y, más aún, se interesara en los relatos de unas

personas que vivían en una ciudad distante de los grandes centros turísticos y comerciales

de Quintana Roo. En las entrevistas, a los informantes más ancianos les preocupaba que

tras su muerte se perdieran todos sus conocimientos, recuerdos y experiencias. Por ello,

tomé la decisión de entregarles las transcripciones de nuestras conversaciones, lo cual

agradecieron mucho, tanto ellos como sus familiares.

En cuanto a las instancias públicas, no hubo mayores problemas para obtener

información, e incluso los funcionarios entrevistados se mostraron muy dispuestos a

conversar y algunos de sus comentarios fueron muy críticos en torno a la gestión de las

instituciones que representan. La única dificultad que se presentó fue la incursión a la

Comisión Nacional de Agua (CONAGUA), cuyo acceso logré apenas una semana antes

de terminar el trabajo de campo y tras varios intentos infructuosos de contactar a diversos

funcionarios de la referida institución. La entrada se dio a través de una amiga de Rocío,

una de las entrevistadas de la colonia Flamboyanes. Ella me contactó con Juan,

funcionario con más de 20 años de experiencia en esa institución.

Otro aspecto particular es que durante las primeras semanas en campo las

advertencias acerca del aumento de la inseguridad hicieron que sólo trabajara hasta las

cinco o seis de la tarde. A medida que me fui familiarizando con la ciudad y sus habitantes,

hubo un mejor provecho de las horas del día y un desplazamiento más independiente por

sus espacios, que no dependía del acompañamiento constante de Ángel, hijo del profesor

Gabriel Ayora, quien se había convertido en un gran amigo y un apoyo fundamental en la

etapa inicial de la investigación.

A grandes rasgos, aun con el aumento poblacional de las últimas décadas, Chetumal

sigue siendo una ciudad pequeña, especialmente si se compara con las capitales de otros

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estados de México, lo que facilitó el contacto con sus pobladores y el aumento paulatino

del número de entrevistas, incluyendo a políticos y autoridades.

6.1.4. La observación directa y los recorridos por la ciudad

Un aspecto fundamental para la investigación era el conocimiento detallado de las

características físicas de la ciudad, tanto naturales (geografía, relieve del territorio,

cuerpos de agua, clima), como sociales (formas, materiales y ubicación de las viviendas,

funcionamiento y acceso a los servicios básicos, infraestructura urbana), así como las

implicaciones de la interrelación entre ambas (cambios de uso del suelo, aprovechamiento

de los recursos naturales, contaminación, degradación ambiental). Las observaciones que

realicé en campo fueron fundamentales en este sentido. Para ello, hice múltiples

recorridos por la ciudad, a pie, en automóvil o bicicleta, a diferentes horas del día y bajo

diversas condiciones climáticas.

Además, la observación directa me permitió contrastar las afirmaciones de los

entrevistados con lo advertido en el terreno de estudio. Valerse de diversas técnicas de

recopilación de información dentro del trabajo etnográfico nutrió el análisis. Una

investigación fundada sólo en la observación limita el contacto e interacción con los

actores sociales, pero conjugada con entrevistas y revisión de documentos, “enriquece la

interpretación de los procesos que se están estudiando” (Hammersley y Atkinson, 1994:

120).

Además, pude realizar varios recorridos con tres pobladores de la ciudad (dos de la

colonia Barrio Bravo y uno de la colonia Flamboyanes), uno con el Dr. Gabriel Macías

Zapata y otro con Vicente, de Protección Civil. Ello resultó fundamental para darle una

dimensión más vívida a los relatos y contribuyó a obtener información que quizás no

hubiera conseguido de otra forma. El uso de la cámara fotográfica también ayudó a captar

los espacios considerados más significativos por los informantes, relacionados con zonas

seguras e inseguras para protegerse frente a la ocurrencia de los huracanes, calles y

colonias propensas a inundación, terrenos quitados a cuerpos de agua o cobertura

vegetal, o lugares que les evocaban algún recuerdo, relato de experiencias o leyendas en

torno a los huracanes, al pasado de la ciudad y al estilo de vida de sus pobladores.

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Por otro lado, al coincidir la estancia en campo con la temporada de ciclones

tropicales, esperaba poder participar activamente en las acciones desplegadas antes,

durante y después del evento natural, acompañar a las personas en sus prácticas

preparativas y de protección, las medidas adoptadas por las instituciones involucradas y

realizar un análisis posterior a la ocurrencia del mismo. Ello no fue posible, pues no se

produjo ninguna alerta de huracán, tomando mayor relevancia los testimonios y recorridos

con los informantes, así como la información extraída de la prensa local. Pero pude ser

testigo de varias lluvias severas que logré registrar a través de fotografías y levanté fichas

de las colonias, zonas y calles de la ciudad más proclives a inundaciones.

Todas estas observaciones, recorridos y conversaciones, quedaron plasmadas en el

diario de campo, que fue una herramienta imprescindible durante la estancia en Chetumal.

No sólo describía mis actividades diarias, además, plasmaba mis reflexiones e

inquietudes. Cada quince días compartía estas anotaciones con la Dra. García Acosta, lo

cual enriqueció nuestras conversaciones y permitió que me realizara sugerencias más

acordes a las condiciones del contexto.

6.1.5. Entrevistas semiestructuradas

El antropólogo argentino Héctor Mora Nawrath (2010), enfatiza la importancia de

conducir el trabajo de campo a través de diversas técnicas de recopilación de información,

pues la aplicación de una única técnica no constituye una etnografía ya que, al generar un

solo tipo de datos, no se logran advertir las diferentes dimensiones que configuran los

fenómenos socioculturales. En este caso, la observación directa la conjugué con las

entrevistas en campo, una de las técnicas básicas implementadas por los antropólogos, ya

que favorece el contacto directo con los sujetos de estudio y permite obtener información

en torno a costumbres, tradiciones, hábitos y experiencias sociales que remiten a la

cultura en el cual se encuentran inmersos.

Dentro de los objetivos específicos de la investigación, planteé la importancia de

analizar las percepciones, representaciones y prácticas sociales que han construido los

habitantes de Chetumal en su relación histórica con los huracanes. La aplicación de

entrevistas me permitió conocer sucesos pasados y presentes, interpretaciones de las

personas con relación al entorno natural y social, las amenazas y riesgos con los cuales

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conviven. Antes de ir a campo elaboré dos guías de entrevistas semi-estructuradas, una

dirigida a la población y otra a los funcionarios de las instancias públicas. Tras las

primeras entrevistas realicé algunas modificaciones a las guías, incorporé preguntas,

eliminé otras, pero siempre pensando en una aplicación abierta, sin la rigidez de los

cuestionarios o las entrevistas totalmente estructuradas:

En la primera etapa del trabajo de campo, la entrevista antropológica sirve para descubrir las preguntas, esto es, para construir los marcos de referencia de los actores a partir de la verbalización asociada libremente. Desde estos marcos se extraerán, en un segundo momento y tras una categorización diferida, las preguntas y temas significativos para la focalización y profundización (Guber, 2010: 143).

Durante las entrevistas los informantes introdujeron otros temas, no necesariamente

vinculados con los propósitos de investigación. Más allá de divagaciones, tienen que ver

con aspectos que son importantes para ellos, con sus inquietudes y que aportaron

información valiosa que probablemente no hubiera obtenido a través de conversaciones

controladas y sujetas a las preguntas de las guías de entrevistas. Además, el acceso a

fotografías atesoradas por ellos fue una herramienta importante, fungieron como

detonadores de la memoria y facilitaron el desarrollo de las conversaciones. En todos los

casos, las personas me dieron su autorización para reproducir las imágenes e

incorporarlas dentro de la tesis.

En total entrevisté a 25 personas con una duración promedio entre una hora y cuatro

horas por cada entrevista, teniendo en cuenta que ocho personas las entrevisté entre dos

y cuatro veces, y siete de las 25 fueron representantes de instituciones. Además, llevé a

cabo múltiples conversaciones informales que también contribuyeron a la investigación. La

tabla no. 1 detalla el número de entrevistas y recorridos que realicé con los habitantes de

la ciudad, y distingo a los informantes claves o centrales, de los ocasionales, a la vez que

señalo aquellos que vivieron el huracán Janet (1955):

Habitantes de la ciudad de Chetumal

Informantes Colonia Ocupación No. Entrevistas No. Recorridos

Pascual* ** Barrio Bravo/ Migrante de larga data

Dueño de una pequeña tienda

4 1

Cecilia y Blanca* Barrio Bravo Amas de casa 1

Lucrecia y María Barrio Bravo Funcionarias públicas 1

Tabla No. 1. Entrevistas y recorridos realizados con los habitantes de la ciudad de Chetumal

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Adrián* ** Barrio Bravo Docente 2

Roberto Barrio Bravo Pescador y vigilante del Congreso.

1

Mariana* ** Barrio Bravo Ama de casa 2

Mercedes* Barrio Bravo/ Migrante de larga data

Ama de casa 1

Marcos Barrio Bravo/ Migrante de los noventa

Profesor de la Universidad de Quintana Roo

1 1

Laura** Flamboyanes/ Migrante de los ochenta

Antropóloga/Profesora 4 1

Petra Flamboyanes Funcionaria pública 1

Rocío* ** Vivió en Flamboyanes, ahora vive en Andara

Exdiputada, exoficial mayor del estado, exdirectora del DIF

2

Adriana Vivió en los antiguos límites de Chetumal, ahora vive en Las Casitas/Migrante de larga data

Coordinadora del Instituto de Museos

2

Santos* Vivió en Colonia Centro, ahora vive en Andara

Profesor del Instituto Tecnológico de Chetumal

1

Lorena Organizadora de la celebración a San Judas Tadeo

1

Antonio* Colonia Centro Rescate informal de la historia de Chetumal

1

Luis Colonia Centro Cronista informal autodidacta

1

José* Colonia Centro Obras Públicas Municipales

1

Total 27 3

*Vivieron el huracán Janet. **Informantes claves.

Las entrevistas que realicé a los funcionarios de las instancias públicas se detallan en la tabla no. 2:

Funcionarios de instituciones públicas

Informantes Institución No. Entrevistas No. Recorridos

Juan CONAGUA 1

Armando CAPA-exdirector 1

Vicente Protección Civil- Jefe de Unidad 2 1

Santiago Protección Civil- exdirector 1

Xavier Programa de Apoyo a la Reducción de Riesgos de Desastres en México del PNUD-

1

Tabla No. 2. Entrevistas y recorridos realizados con funcionarios de instituciones públicas de Chetumal

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coordinador

David Párroco Iglesia Sagrado Corazón de Jesús 1

Total 7 1

6.2. La información documental

Siguiendo al antropólogo Claude Lévi-Strauss (1976), el mayor dilema al que se

enfrenta la antropología es el pretender reconstruir un pasado cuya historia no se puede

alcanzar, o querer hacer la historia de un presente sin pasado. De allí la importancia de

conjugar información documental con los testimonios actuales de los entrevistados y las

percepciones del investigador:

… [cuando el investigador] se limita al instante presente de la vida de una sociedad, resultará en primer lugar víctima de una ilusión, porque todo es historia: lo que se ha dicho ayer es historia, lo que se ha dicho hace un minuto es historia. Pero, sobre todo, el investigador se condena a no conocer este presente, porque sólo el desarrollo histórico permite sopesar los elementos actuales y estimar sus relaciones respectivas (Levi-Strauss, 1976: 322).

Bajo esta premisa, dediqué parte de la estancia en campo a la recopilación de

documentos de diversas fuentes, que permitieron rastrear información con la cual

comparar, contrastar y confrontar la evidencia empírica obtenida a través de la

observación directa y las conversaciones con los sujetos de estudio. Muchos de los fines

de semana se centraron en la revisión de libros y tesis en la biblioteca de la Universidad

de Quintana Roo, cuya producción académica parece tener poca difusión fuera de la

ciudad. La biblioteca Chilam Balam del Museo de la Cultura Maya también fue consultada

en varias oportunidades, así como la recopilación de fotografías, planos y notas de prensa

en el Archivo General de Quintana Roo. Visité la Casa de la Crónica, espacio dedicado a

preservar la historia de Chetumal. No logré conversar con el cronista de la ciudad, Dr.

Ignacio Herrera, pero la Lic. Priscila Alvarado, encargada de atender a los visitantes del

lugar, compartió varios documentos relacionados a la historia de la ciudad escritos por el

mismo Dr. Herrera. Además, pude observar las múltiples fotografías que cubren las

paredes de la sala principal, imágenes que remiten a la vida de Chetumal a través de los

múltiples huracanes que han afectado a sus pobladores.

En la tercera semana de estancia en campo tuve la oportunidad de revisar el archivo

histórico, hemeroteca, y acervo fotográfico de la Biblioteca Yucatanense. También recopilé

información procedente del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática

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(INEGI), entre ellos: censos, mapas, índices socioeconómicos y demográficos, y

características de infraestructura y servicios de la ciudad.

Por otro lado, a través del Centro de Documentación del Caribe (CEDOC) tuve acceso

a una serie de entrevistas realizadas a la segunda generación de Payobispenses en la

década de los ochenta del siglo XX por la antropóloga Luz del Carmen Vallarta, en el

marco de un proyecto suscrito al CIESAS Sureste. Estas entrevistas se dirigieron a nueve

personas, aproximadamente 29 horas de grabación, y tenían por objetivo reconstruir la

historia de la ciudad a partir de los testimonios de sus habitantes. En estos relatos

encontré información que permitió confirmar algunos datos históricos encontrados en los

documentos revisados.

En la tabla no. 3 presento una relación de las fuentes documentales consultadas:

Características de la Fuente

Tipo de Fuente Acervo

Generales

Bibliográficas ▪ Biblioteca de la Universidad de Quintana Roo.**

▪ Biblioteca Chilam Balam del Museo de la Cultura Maya.**

Tesis ▪ Biblioteca de la Universidad de Quintana Roo.**

Documentos históricos y/u oficiales ▪ Archivo General de Quintana Roo.** ▪ Programa de las Naciones Unidas para

el Desarrollo (PNUD).* ▪ Comisión de Agua Potable y

Alcantarillado (CAPA).** ▪ Coordinación Estatal de Protección

Civil.**

Hemerográficas ▪ Archivo General de Quintana Roo.** ▪ Fondo Reservado de la Biblioteca

Yucatanense.* ▪ Sala hemerográfica de la Biblioteca

Yucatanense.* ▪ Archivo personal del Dr. Gabriel Macías

Zapata.**

Fotografías ▪ Archivo General de Quintana Roo.** ▪ Archivo Audiovisual de la Biblioteca

Yucatanense.* ▪ Archivos personales de los

informantes.**

Crónicas ▪ Casa de la Crónica.**

Planos ▪ Archivo General de Quintana Roo.**

Tabla No. 3. Fuentes documentales consultadas

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Censos, mapas, población, economía, infraestructura, servicios.

▪ INEGI.**

Específicos

Estudio geohidrológico en el acuífero de Chetumal, Quintana Roo.

▪ CAPA.**

Informe de manejo del agua pluvial- Chetumal

Plan comunitario para el manejo de riesgos con equidad

▪ Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.*

Atlas de riesgo de Chetumal 2011 ▪ SEDESOL/ Gobierno Federal.**

*Mérida. **Chetumal.

6.2.1. Documentos de archivo

En cuanto a los documentos históricos, encontré información en notas de prensa en el

Diario de Yucatán del año 1942 dentro del Fondo Reservado de la Biblioteca

Yucatanense, así como fotografías custodiadas en el Fondo Audiovisual, que muestran

imágenes de Chetumal y de las afectaciones de algunos huracanes tanto allí como en

Belice. En cuanto al Archivo General de Quintana Roo, revisé varias secciones, pero

únicamente encontré información en dos de ellas (Tabla no. 4):

Fecha Título Fondo Ubicación

15/09/67-30/07/69

Reporte del huracán Beulah. Recomendaciones del grupo de auxilio del territorio y anexo al plan de auxilio.

Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia

Caja 14, expediente 350

23/04/1937 Resolución de la ampliación de la zona urbanizada de ciudad Chetumal antes Payo Obispo de la primera delegación del gobierno del territorio.

Sección Asuntos Agrarios, Serie Resoluciones sobre fundos legales, deslinde y ampliación de ejidos

Caja 1, expediente 2

1974 Ciclón Carmen Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia

Caja 23

10/05/1966 Recomendaciones, plan y organización del grupo de auxilio local en caso de huracán e información sobre instrucciones de la secretaría de marina

Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia

Caja 13

1970 Plan de Desarrollo Integral Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia

Caja 30, expediente 633

Tabla no. 4. Documentos históricos consultados en el Archivo General de Quintana Roo, Chetumal

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Sin fecha Datos históricos y geográficos del territorio de Quintana Roo

Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia

Caja 14, expediente 341

27/08/1973 Informe sobre huracán Brenda Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia

Caja 23

06/10/1966-09/10/1966

Reportes del huracán Inés y Beulah Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia

Caja 13

Sin fecha Informe de la Brigada del Instituto Nacional Indigenista por el ciclón “Beulah”

Sección Despacho del Ejecutivo, Serie Correspondencia

Caja 14, expediente 340

6.2.2. Fuentes hemerográficas

En cuanto a las fuentes hemerográficas, la revisión la centré en notas de prensa de

agosto a noviembre de cada año, meses que coinciden con el período de mayor actividad

de la temporada de ciclones tropicales. También procuré buscar información de los años

en que habían ocurrido los huracanes e inundaciones más recordados por los informantes.

Entre ellos se encuentran los siguientes: Sin nombre (1942),30 Janet (1955), Carmen

(1974), Mitch (1998) y Dean (2007), lluvias con inundaciones (1976, 2015, 2016, 2010)

(tabla no. 5).

Fuente Años consultados Acervo

Diario de Quintana Roo 2007, 2015 Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo.

Diario de Yucatán 2007 Hemeroteca Yucatanense.

Diario del Sureste 1966, 1974 Hemeroteca Yucatanense.

Ecos del Caribe 1976, 1977 Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo.

Novedades Quintana Roo 1988 Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo.

Excélsior 1955 Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo.

El Universal 2010 Versión digital, página web oficial.

Por esto! 2016 Archivo personal del Dr. Gabriel Macías

30 “La costumbre de designar a los huracanes con nombres de personas se estableció en 1953. Antes se identificaban

mediante coordenadas geográficas mientras se encontraban sobre el mar- lo cual resultaba en extremo confuso debido a

su constante movimiento- y si se encontraban en tierra se les daba el nombre de la población más cercana. Con el

procedimiento de asignarles nombre desde que son tormenta tropical se les puede identificar con mucha mayor

precisión. Los nombres se toman de una lista elaborada por la Organización Meteorológica Mundial. Se aplican en orden

alfabético comenzando con la A y se repiten cada seis años. Para evitar equivocaciones, se eliminan y no vuelven a

usarse nombres de huracanes notables. No se emplean denominaciones que comiencen con las letras Q, U, X, Y y Z,

porque son muy escasas.

En un principio, se utilizaban únicamente nombres de mujer, pero debido a las quejas de las feministas en el sentido de

que se asociaba a la mujer con fenómenos destructivos, ahora se emplean alternadamente nombres masculinos y

femeninos” (Morales, 2012. 286)

Tabla no. 5. Fuentes hemerográficas consultadas

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Zapata.

6.2.3. Algunas precisiones en torno a las fuentes documentales

Durante el proceso de recopilación de información documental se suscitaron varias

dificultades que es necesario que precise, a fin de que se comprendan algunos vacíos

presentes en los siguientes capítulos de la tesis, particularmente en aquellos donde existe

un mayor énfasis en los aspectos históricos. En el caso de los huracanes que han

afectado directa o indirectamente Quintana Roo, la información es más abundante a partir

de su constitución formal como Territorio Federal en 1902. He encontrado pocas

referencias sobre los años anteriores y, en general, provienen de fuentes secundarias que

no cuentan con una descripción del acervo de donde fue extraída dicha información. Con

respecto a Chetumal en particular, las descripciones más antiguas proceden de las

investigaciones realizadas por antropólogos y arqueólogos, especialistas en la lectura de

escritura pictográfica, códices y literatura de los mayas prehispánicos, así como de la

reconstrucción de vestigios materiales que dejaron los antiguos pobladores del territorio

que actualmente ocupa esta ciudad. Tras su fundación formal, la escasa población que se

mantuvo durante las primeras décadas del siglo XX y el funcionamiento intermitente de la

prensa local, aunado a los problemas de transporte y comunicación con el resto del país,

permite explicar la escasa información que se puede encontrar para esta época.

Los documentos oficiales, hemerografía, fotos y planos de Chetumal se encuentran

resguardados en el Archivo General de Quintana Roo, cuyas oficinas quedan en la misma

ciudad. En cuanto a los documentos oficiales, mucha información se ha perdido y/o

destruido, lo cual ha sido atribuido a la falta de un resguardo seguro frente a los

huracanes, ocasionando un invaluable menoscabo de las fuentes históricas. El fondo

hemerográfico del referido Archivo se encuentra en mejor estado de preservación y la

prensa está organizada por nombre y año, pero es a partir de la década de los ochenta

que se encuentra mayor cantidad de información. En este mismo fondo se pueden revisar

planos de la ciudad, algunos digitalizados y otros en físico, con un notable estado de

deterioro. Las fotografías, por otro lado, no cuentan con un fondo propio. Se maneja una

carpeta digital con numerosas imágenes antiguas, pero la mayoría no tiene ningún tipo de

referencia que permita identificarlas, lo que limita su utilidad.

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Por el contrario, se puede obtener material valioso en la Biblioteca Yucatanense. El

Fondo Reservado contiene documentos anteriores a 1950 y, aunque escasas, hay

referencias en torno a la región que ocupa hoy la ciudad, así como a la manifestación de

huracanes para esa época. La Hemeroteca posee un gran acervo de los diarios de

circulación local a partir de 1950, donde también se puede localizar información gracias a

los corresponsales que eran enviados a cubrir las noticias en Chetumal, por ejemplo, del

Diario de Yucatán. Con respecto al Fondo Audiovisual, entre sus materiales se encuentran

fotografías antiguas de la región Peninsular, que pueden ser digitalizadas para el uso de

los investigadores. En general, las múltiples fuentes que se pueden consultar son

fácilmente localizables debido a la organización y sistema de búsqueda que manejan en

esa biblioteca.

6.3. Construcción y análisis de los datos

De acuerdo con Anselm Strauss y Juliet Corbin (2002), la investigación cualitativa

implica tres aspectos básicos. Primero, la construcción de los datos, que pueden provenir

de diversas fuentes, en este caso entrevistas, observación directa y documentos.

Segundo, los procedimientos que se siguen para organizar e interpretar esos datos, es

decir, codificarlos y analizarlos. Tercero, la redacción de un documento final, en el cual se

presenten los resultados de la investigación. En esta sección describiré el segundo

componente, la metodología que seguí para organizar y clasificar los datos obtenidos a

partir del contacto directo con los sujetos y el espacio social estudiados.

La teoría fundamentada o grounded theory, propuesta por Barney Glaser y Anselm

Strauss en la década de los sesenta del siglo XX, fue la metodología que utilicé para

codificar y categorizar los datos presentados en esta investigación, que se basa en un

constante análisis comparativo entre la evidencia empírica y la teoría (Charmaz, 2006). Sin

embargo, no se trata de una metodología deductiva, pues la elaboración teórica no se

fundamenta en construcciones conceptuales preconcebidas, más bien, se deja de lado la

formulación de hipótesis y se aboga por la construcción de categorías de análisis

arraigadas en los datos extraídos del contexto estudiado.

Se refiere a una teoría derivada de datos recopilados de manera sistemática y analizados por medio de un proceso de investigación. En este método, la recolección de datos, el análisis y la teoría que surgirá de ellos guarda estrecha relación entre sí. Un investigador no inicia un proyecto con una teoría preconcebida (a menos que su propósito sea elaborar y ampliar una teoría

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existente). Más bien, comienza con un área de estudio y permite que la teoría emerja a partir de los datos. Lo más probable es que la teoría derivada de los datos se parezca más a la “realidad” que la teoría derivada de unir una serie de conceptos basados en experiencias o sólo especulando (cómo piensa uno que las cosas debieran funcionar). Debido a que las teorías fundamentadas se basan en los datos, es más posible que generen conocimientos, aumenten la comprensión y proporcionen una guía significativa para la acción (Strauss y Corbin, 2002: 21-22).

Es una metodología flexible, cuyos propósitos analíticos se encuentran centrados en los

procesos, en los cambios que se producen en los patrones de acción e interacción dentro

de las unidades sociales (Strauss y Corbin, 2002). Así entendida, comulga con la

perspectiva de la larga duración braudeliana que promueve el Estudio Histórico y Social de

los Desastres y, en este mismo sentido, resultó una herramienta útil para organizar,

analizar e interpretar información proveniente de diversas fuentes.

La codificación de los datos la realicé dividiéndolos en cuatro tipos: entrevistas a la

población, entrevistas a los funcionarios de instituciones públicas, observación directa

(descripciones vertidas en el diario de campo) y documentos históricos. Trabajar con cada

tipo de datos de manera separada, permitió posteriormente comparar y contrastar la

información obtenida a través de las diversas fuentes. Al construir las categorías las pude

agrupar en datos similares, así como develar aquellos que mostraban diferencias y

contradicciones entre una fuente y otra.

6.3.1. Codificación

De acuerdo con Auerbach y Silverstein (2003), la codificación es un procedimiento

orientado a la organización de los datos y descubrimiento de patrones dentro de la

estructura organizacional, patrones que no pueden ser advertidos en la masiva cantidad

de textos que el investigador encara cuando comienza el proceso de análisis. Esta

codificación responde, además, al objetivo central de la investigación por lo que no se trata

de un procedimiento rutinario y mecánico, sino que debe realizarse a través de pequeños

pasos, moviéndose del texto “crudo” a los propósitos del investigador, del más bajo al más

alto nivel de entendimiento, en términos abstractos.

Siguiendo los pasos propuestos por estos autores para efectuar la codificación desde

la teoría fundamentada realicé lo siguiente:

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1. Primera aproximación al material “crudo”

Para extraer la información relevante de los testimonios de los informantes, primero

transcribí las entrevistas en su totalidad. Para la observación directa, organicé las notas en

el diario de campo, mientras que para las fuentes escritas fiché la información por título,

contenido y tipo de fuente (histórica o hemerográfica). Además, durante la estancia en

campo, a medida que iba redactando el diario iba colocando comentarios significativos al

margen del documento, lo mismo hice con las transcripciones de las entrevistas. Se trató

de una primera aproximación a una codificación abierta, para vislumbrar grosso modo la

calidad, cantidad y tipo de información que iba obteniendo.

2. Destacar los textos relevantes

Una vez redactado, organizado y fichado todo el material, lo pasé a un documento de

Excel, cada tipo de datos (entrevistas a la población, entrevista a los funcionarios de

instituciones públicas, descripciones en el diario de campo, documentos históricos y

hemerográficos) en una hoja de trabajo diferente. Luego realicé una revisión general a

través de una lectura exhaustiva de todo el corpus y fui dividiendo en textos relevantes, en

algunos casos por oraciones y en otros por párrafos, y coloqué notas junto a cada uno, ya

no desde una codificación abierta sino centrada en los tópicos iniciales de investigación y

con ayuda de los aspectos contenidos en la guía de entrevistas (Imagen no. 1).

3. Identificación de las ideas repetidas

Como señala Charmaz (2003), los datos varían en calidad, relevancia y utilidad, por lo

cual deben ser jerarquizados en función de su propósito de acuerdo con los objetivos

trazados. Así, una vez identificado cada texto relevante, los fui agrupando por tópicos con

ayuda de la función filtrar de Excel, que de forma automática permite clasificar y ordenar la

información y, en ese mismo sentido, advertir cuáles contenidos se repiten y cuáles no se

corresponden con los objetivos planteados. Éstos últimos los coloqué en una hoja de

trabajo aparte para retomarlos más tarde, en caso de que encontrara nueva información

con la cual agruparlos o contrastarlos, o simplemente para ser descartados.

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4. Identificación por temas

Ya en este punto de la codificación pude advertir patrones, textos con contenidos

comunes. En tal sentido, el siguiente paso consistió en agrupar esas ideas similares por

temas, incrementando el nivel de abstracción de los datos. Al hablar de temas se hace

referencia, precisamente, a un contenido implícito o tópico que tienen en común un grupo

de ideas (Auerbach y Silverstein, 2003). En total, surgieron 27 temas.

5. Construcción teórica

De la misma manera en que fui agrupando las ideas repetidas por temas, éstos últimos

fueron organizados de acuerdo con un criterio más amplio y abstracto de clasificación:

construcciones teóricas, en total ocho de ellas. Una construcción teórica es un concepto

abstracto que organiza un grupo de temas dentro de un marco teórico, moviendo el

análisis de la información obtenida en el campo a la interpretación de los datos en el nivel

más alto de abstracción (Auerbach y Silverstein, 2003).

Así, los aspectos teóricos de la investigación no fueron formulados a partir de una

realidad preexistente, objetiva, “allá afuera”, sino que fueron generados directamente de

Imagen no. 1. Utilización de la herramienta Excel para la codificación de los datos

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los datos. Como lo explica Charmaz (2003), las categorías analíticas y las relaciones que

se establecen entre ellas proporcionan un marco conceptual de la experiencia estudiada.

Entonces, la investigación se basa en una teoría fundamentada, es decir, en una

comprensión teórica abstracta del contexto estudiado, construida directamente a partir de

los datos.

6.3.2. Análisis e interpretación

La grounded theory mueve la investigación etnográfica hacia el desarrollo teórico,

pasando de la descripción a categorías analíticas y a la interpretación teórica (Charmaz,

2003). El proceso de codificación en sí mismo conlleva un proceso de interpretación de los

datos, a través de la jerarquización de las ideas, la particular forma de organizar la

información y la relación que se construyen entre ésta y niveles más abstractos de

clasificación de los datos. Sin embargo, eso no es todo, pues el proceso de escritura de la

tesis conlleva la construcción de una narrativa teórica, en la cual los datos son hilados en

una discusión crítica y reflexiva (Auerbach y Silverstein, 2003). Así, interrelacioné y

contrasté los comentarios de los informantes, sus recuerdos, intereses, percepciones con

las categorías construidas a partir de la información obtenida de la observación directa y la

revisión documental, a la par de su confrontación con la teoría revisada.

Más allá de la descripción, el uso de la teoría fundamentada permite formular marcos

teóricos explicativos para entender un fenómeno, valiéndose de la comparación de

diversos tipos de datos (Charmaz, 2003). El trabajo interpretativo, entonces, incluyó las

perspectivas y voces de los sujetos de estudio, pero también asumió lo observado, oído y

leído por mí, en el marco de un proceso paralelo de interpretación, desde mis propios

referentes, no sólo teóricos, sino sociales y culturales.

Otro aspecto fundamental en el análisis de los datos se correspondió con el perfil de

los entrevistados, pues el contenido de la información que me proporcionaron se relaciona

con su ubicación dentro del contexto social y atiende a aspectos como estrato social, edad

y ocupación. En el caso de los funcionarios públicos, sus posiciones como representantes

de organismos estatales también influyeron en sus comentarios que, en algunos casos,

emanaron de un discurso institucional completamente interiorizado; aunado al

conocimiento técnico que poseen, que distancian sus opiniones de las emitidas por los

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habitantes de la ciudad que carecen de ese tipo de conocimiento. Y si bien no existe

separación tajante entre los diversos tipos de informante, pues una persona puede poseer

un conocimiento general en algunos aspectos y específico en otros, en el proceso de

análisis fue necesario establecer claramente quién estaba hablando y desde dónde, lo que

me proporcionó un panorama más claro de las diversas voces que estaban en

interlocución (Guber, 2010).

Como lo señalan Strauss y Corbin (2002), las múltiples perspectivas de los actores

sociales deben ser advertidas dentro del proceso de interpretación, no sólo en el afán de

construir una teoría inclusiva, sino además como una estrategia para cuestionar y revisar

de forma escéptica las interpretaciones del propio investigador. En el movimiento pendular

de moverme entre los datos y la construcción de la teoría, la identificación de los actores

involucrados fue fundamental para profundizar en el proceso de comparación e

interpretación, advirtiendo vacíos, contradicciones, sesgos y percepciones desde diversas

posiciones en las relaciones de poder y la jerarquía social.

7. Reflexiones generales

He realizado un recorrido por los principales aspectos teóricos y metodológicos que

guiaron el análisis y las reflexiones de los capítulos que aparecen a continuación. Algunas

nociones fueron asomadas de manera sucinta, ya que se retomarán con mayor

profundidad en articulación con los aspectos particulares que se discutirán más adelante.

Sin embargo, hay dos elementos que quisiera rescatar. Primero, la importancia otorgada a

la interrelación entre antropología e historia tanto en la construcción como en el análisis de

los datos empíricos; segundo, la primacía otorgada a las voces de los actores sociales

involucrados en la investigación.

En cuanto al primer aspecto, privilegio la articulación de múltiples fuentes de

información en el proceso de reflexión e interpretación, que permita vislumbrar las

múltiples aristas que involucra un tema tan complejo como el de los desastres y su

interrelación con las dinámicas históricas y sociales. Con respecto al segundo punto, si

bien visibilizaré los discursos y prácticas institucionales en torno a los desastres, intentaré

no reproducir las reflexiones centradas en los aspectos eminentemente técnicos. Por el

contrario, me centraré en los procesos sociales, en la forma como se construyen,

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representan y se enfrentan los desastres, y los factores asociados a ellos: amenazas,

riesgo y vulnerabilidad.

En este mismo sentido, es imperativo insistir que cuando hablo de los desastres, no

hago referencia a una naturaleza indomable, sino a construcciones sociohistóricas. Lo que

convierte una amenaza (como un terremoto o un huracán) en un desastre no es el

fenómeno en sí, ni su irrupción intempestiva, sino la presencia de la sociedad en su

camino. Los desastres no simplemente ocurren, sino que son causados, y en este sentido,

van más allá de un suceso “natural”, involucran una serie de condicionantes sociales

responsables de la edificación de dicho fenómeno natural como peligroso. Éstos emergen

de la relación sociedad-medio ambiente y de las formas institucionalizadas que esa

relación adopta. La conjunción de una población humana y un agente potencialmente

destructivo no produce inevitablemente un desastre, de allí que los patrones de

vulnerabilidad erigidos históricamente constituyan un elemento esencial en el

desencadenamiento de la catástrofe. Patrones de vulnerabilidad que se manifiestan en la

localización, infraestructura, estructura sociopolítica, esquemas productivos e ideología

que caracterizan a una sociedad (Oliver-Smith, 1999; 2002).

Así, este trabajo parte de un abordaje transversal, desde la premisa que asume a los

procesos históricos, sociales, culturales y naturales en su condición de unicidad e

indivisibilidad. Todos estos aspectos se encuentran articulados determinantemente a

través de relaciones múltiples, y es a través de la comprensión analítica de estas

relaciones que es posible aceptar que se trata de un solo proceso, natural y humano al

mismo tiempo (Altez, 2006). La investigación pretende convertirse en una oportunidad

para iniciar un examen diferente de la realidad, intentando reconstruir, redefinir y

reinterpretar la relación material y simbólica entre los procesos históricos-sociales y

naturales-culturales. Perspectiva cada vez más apremiante dentro de las reflexiones

críticas de los procesos sociales.

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CAPÍTULO II. LA HISTORIA DE CHETUMAL ES LA HISTORIA DE SUS HURACANES

Fíjese que en cada huracán, en cada temporada que hay mal tiempo, cambia el estilo de vida, eso sí me he dado cuenta un poquito. Por ejemplo, aquí vamos a suponer que pegue un mal tiempo, ya no va a estar el árbol que estabas acostumbrado a ver tantos días, ya no lo encuentras, o de repente pegó el ciclón o un mal tiempo, cuando vas a ver te sorprendes que la ciudad ha cambiado mucho. Con tantos huracanes, uno tras otro y las lluvias,

Chetumal ha cambiado mucho (Roberto, 14 de octubre de 2016). 31

Introducción

En la zona del Caribe Oriental, en el Océano Atlántico, se forman los huracanes que

tienen influencia sobre la Península de Yucatán, donde se localiza la ciudad de Chetumal.

Es debido a ello, que los habitantes de ese territorio han sufrido los embates de los

huracanes desde los albores de su fundación e incluso los antiguos habitantes de aquellas

tierras, integrantes de la civilización maya, habían aprendido a convivir con ellos y le

atribuían propiedades sobrenaturales. De allí que, comprender las características actuales

de la ciudad implica necesariamente considerar la persistente presencia de este fenómeno

en su territorio. El eje central en torno al cual gira el presente capítulo es, precisamente, la

reconstrucción e interpretación del proceso histórico que delineó el contexto social

chetumaleño y las formas de vida de sus habitantes, en interrelación con los efectos e

impactos de los huracanes.

Más allá de realizar una revisión exhaustiva de todos los ciclones que han afectado a

Chetumal, a través de los aspectos más significativos de su historia y de sus antecedentes

prehispánicos, se pondrá de manifiesto una lectura espacial y temporal amplia, articulando

la descripción de los principales fenómenos hidrometeorológicos (o al menos los referidos

con más ahínco por los testimonios de sus pobladores y la información hemerográfica) con

las transformaciones del entorno natural y social, con la forma como han sido habitados y

vividos los espacios de la ciudad. Cuatro huracanes serán centrales en ese sentido: Janet

(1955), Carmen (1974), Mitch (1974) y Dean (2007).

Como se irá advirtiendo, la persistente presencia de los ciclones (relacionada con la

ubicación geográfica de la ciudad), articulada con las múltiples transformaciones que se

31 Hombre, pescador, herrero y vigilante del Congreso del Estado de Quintana Roo. Su casa se encuentra en la colonia

Barrio Bravo. Ha vivido muchos huracanes en alta mar.

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han producido en las formas de ocupar el territorio y aprovechar sus recursos naturales,

han generado escenarios de riesgo. Al mismo tiempo, la ausencia de diversificación de las

actividades productivas, las relaciones de poder inscritas en decisiones políticas

particulares y los intereses económicos han contribuido a crear y fortalecer condiciones de

vulnerabilidad, generando situaciones de inseguridad y limitando las posibilidades de

sortear con éxito el paso de estos fenómenos hidrometeorológicos. No pretendo afirmar

que los huracanes han condicionado de forma determinante ciertas prácticas sobre el

territorio chetumaleño, pero es innegable que han influenciado algunos cambios en las

dinámicas sociales. En este sentido, se trata de advertir cómo su presencia se

interrelaciona con la historia de la ciudad y de qué manera han develado, a través de sus

manifestaciones, “situaciones críticas preexistentes” en ese contexto social.

En este capítulo privilegio la información proveniente de fuentes históricas, tanto

hemerográficas como fotografías y planos antiguos, en interrelación con los testimonios de

las personas más ancianas que entrevisté durante mi estancia en campo. Además, retomo

algunas de las entrevistas realizadas por la antropóloga Luz del Carmen Vallarta, a la

segunda generación de chetumaleños en la década de los ochenta del siglo XX, así como

varias investigaciones previas que abordan aspectos de la historia de la ciudad. A través

del cruce discursivo y analítico de la información extraída de las diferentes fuentes, develé

similitudes, vacíos y contradicciones, que permitieron nutrir las reflexiones de los diversos

aspectos que se abordan en las siguientes páginas.

1. La geografía de Chetumal: una ubicación riesgosa

El territorio mexicano se caracteriza por contar con 11 regiones climáticas, que varían

en función de su ubicación geográfica y relieve, los cuales determinan la orientación de los

sistemas de viento y las condiciones de calentamiento regional debido a su latitud. Por

ello, la precipitación pluvial, la temperatura anual y la oscilación térmica son similares entre

sí en cada región climática. La ciudad de Chetumal se localiza en el sureste de México,

forma parte de la región número once, denominada Península de Yucatán, caracterizada

por una pequeña porción de humedad durante todo el año e intensidad de precipitaciones

centradas en los meses de mayo a octubre. Es capital del estado de Quintana Roo y

cabecera del Municipio Othón P. Blanco. Fue fundada en la desembocadura del Río

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Hondo en la bahía Chetumal, el cual marca la frontera entre México y Belice (Mapa no. 3)

(Castillo Villanueva, 2009; Vidal Zepeda, 2005; Cuevas Portilla, 2010).

Chetumal cuenta con una extensión territorial de aproximadamente 67 km de largo y

20 km de ancho en su parte más amplia, con un área cercana a los 1100 kilómetros

cuadrados. La bahía tiene características de estuario debido a la presencia del río y de

zonas inundables; los movimientos de sus masas de agua se encuentran influenciados por

los vientos alisios, predominantes al este y sureste.32 La baja profundidad de la bahía (de

menos de 5 cm) la hace muy sensible al fenómeno de marea de tormenta,33 y la zona

32 Las masas de agua son amplías porciones de agua singularizada por su temperatura, salinidad y densidad. Las distintas

masas que componen los océanos se van configurando y modificando como resultado de los intercambios mar-aire y por

las mezclas e intercambios que se producen entre aguas de distinta procedencia. Glosario de Geografía General.

Disponible en: http://glosarios.servidor-alicante.com/geografia-general/masa-de-agua

Los vientos alisios son dos cinturones de viento que soplan desde los centros de alta presión subtropicales moviéndose

hacia la zona de baja presión ecuatorial. Son vientos de poca altitud caracterizados por la consistencia en su dirección.

En el hemisferio norte, los vientos alisios soplan desde el noreste y en el hemisferio sur, los vientos alisios soplan desde

el sureste. Diccionario meteorológico. Disponible en:

https://www.estrucplan.com.ar/Producciones/imprimir.asp?IdEntrega=2121 33 La marea de tormenta es el aumento anormal del nivel del agua en la costa del mar, producida por los vientos fuertes

de un ciclón que ha llegado a tierra y por la baja presión de la tormenta. National Oceanic and Atmospheric

Administration- NOAA. Disponible en: http://www.aoml.noaa.gov/hrd/tcfaq/A8_esp.html

Mapa no. 3. Vista aérea de la ubicación geográfica de Chetumal

Modificado por María N. Rodríguez Alarcón del mapa original de Google Earth

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terrestre cercana es sumamente plana, con pendientes de sólo 1.15 metros por cada

kilómetro de la costa, lo cual indica altos niveles de exposición a inundaciones, así que

con la trayectoria e intensidad adecuadas y con vientos favorables los huracanes e incluso

las tormentas tropicales podrían generar la inundación total de la ciudad (Castillo

Villanueva, 2009; Rosengaus, 2001).34

Chetumal se caracteriza por su clima tropical, un relieve de pendiente limitada y suelos

cársticos, que implican aportes de agua continental hacia la zona costera a través de los

mantos freáticos. De acuerdo con el sociólogo e historiador Gabriel Macías Zapata (2004),

la ciudad se asentó dentro de una región forestal delimitada por una extensa zona de

bosque tropical, a la cual se accedía a través de diversas aguas navegables que

conforman el “sistema de la Bahía de Chetumal”. Este sistema se encontraba dentro de un

entorno pantanoso que permitió el desarrollo del palo de tinte y de extensos bosques hacia

el interior del territorio, propicios para el aprovechamiento de maderas preciosas como

cedro y caoba.

Igualmente, las particularidades de la cuenca del Caribe determinan la existencia de

múltiples hábitats, donde se desarrollan ecosistemas de alta diversidad biológica, aunque

frágil, pues resisten poco los niveles de explotación, de intervención o disturbio. En cuanto

a los terrenos que circundan la ciudad, tienen una capacidad limitada para el desarrollo

urbano ya que se caracterizan por la presencia de selva baja y mediana hacia el noroeste

y suroeste, zonas inundables hacia el oeste y la presencia de diversos cuerpos de agua.

Actualmente, la cubierta vegetal original ha sido destruida debido a la extracción de

productos forestales, la agricultura y la ganadería. Los espacios antiguamente dominados

por selvas altas y medianas ahora son bosques bajos de tipo secundario, dominados por

la maleza (Castillo Villanueva, 2009; 2004).

En cuanto a los fenómenos naturales, de principios de junio a finales de noviembre de

cada año esta región es afectada por ciclones tropicales, cuya formación inicia en los

34 La diferencia entre depresión tropical, tormenta tropical o huracán se relaciona con la velocidad máxima de vientos

sostenidos en la superficie. La depresión alcanza vientos menores a 64 km/h, la tormenta oscila entre 64 y 118 km/h y

los huracanes comprenden vientos de 119 km/h en adelante. Además, estos últimos pueden ir de la categoría uno a la

categoría cinco, de acuerdo con la escala Saffir Simpson, la cual alcanza cuando los vientos superan los 250 km/h.

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mares del Caribe y las Antillas.35 Es justamente, la costa este de la Península, desde

Cancún hasta los linderos de Belice (donde se ubica Chetumal), la zona que se encuentra

expuesta en mayor grado a las tormentas tropicales (Vidal Zepeda, 2005; Cuevas Portilla,

2010). Mientras en otras regiones del país la orografía y la hidrografía delinean la

diversidad geográfica, en Quintana Roo son el clima y las lluvias los que configuran el

entorno natural.

Ubicado entre el Ecuador y el Trópico de Cáncer, el clima es cálido subhúmedo en 98.9% de la superficie estatal, y húmedo en 1.1%; con abundantes lluvias en verano y temperaturas calurosas durante la mayor parte del año, con unos 27°C en promedio. Enero suele ser el mes más frío debido a la temporada de “nortes”, cuando esos vientos helados azotan a la península desde el Atlántico. Las estaciones, sin embargo, transcurren sin parteaguas visibles y sólo las temporadas de secas y lluvias definen el calendario. Estas últimas comienzan a fines de mayo y se prolongan hasta noviembre, mes que marca el final de la temporada de huracanes. Normalmente ocurren fuertes chubascos invernales durante el mes de enero (Careaga Viliesid e Higuera Bonfil, 2012: 21).

En términos generales, la ubicación geográfica de Chetumal se encuentra directamente

relacionada con la persistente presencia de los huracanes y la propensión a sufrir

inundaciones. Existe un riesgo inherente a las características del entorno natural donde

fue fundada la ciudad, colocando en una situación de vulnerabilidad a la población

asentada allí. Riesgo que, como explicaré en el siguiente capítulo, no ha permanecido

inalterable a través del tiempo, sino que se ha complejizado, e incluso profundizado, por la

persistente e inadecuada intervención sobre el entorno, produciendo alteraciones en las

dinámicas medioambientales.

2. Antes de Chetumal: los huracanes entre los mayas

El territorio que actualmente ocupa la ciudad de Chetumal comprendía parte de las

tierras bajas de la civilización maya e integraba el cacicazgo Uayimil-Chactemal. Para el

período precerámico (9000-1400 a.C.) era un lugar próspero y densamente poblado, que

abarcaba los amplios litorales de la bahía y el corredor fluvial del Río Hondo, al cual

llegaron los conquistadores al mando de Francisco de Montejo y Alonso Dávila en el siglo

XVI. Desde épocas tempranas, este cacicazgo tuvo gran importancia debido a su

35 En el presente trabajo utilizaré huracán y ciclón tropical como sinónimos, ya que los pobladores de Chetumal

prefieren esta última denominación y es la palabra que comúnmente emplean para referirse a dicho fenómeno

hidrometeorológico.

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localización estratégica, donde las selvas y cuerpos de agua favorecían la fertilidad de las

tierras cultivadas (Xacur Maiza, 2005; Bautista Pérez, 2016. Tomo I).

Chactemal se extendía desde el norte de la laguna de Bacalar hasta un poco más al sur de la laguna de Río Nuevo (en el hoy Belice); es posible que su capital se encontrara al sur de la Bahía de Chetumal; todo parece indicar que la parte más importante de esta provincia se ubicaba en el interior del recinto amurallado de Ixpaatún; desde ahí debía controlarse el comercio de la bahía y tierra adentro. Además del comercio, los habitantes de esta provincia también se dedicaron a la pesca, agricultura, apicultura y horticultura (Xacur Maiza, 2004).

De acuerdo con Xacur Maiza (2004), el primer contacto entre españoles y mayas lo

propició un huracán en el año 1511, que ocasionó el naufragio de Gonzalo Guerrero y

Jerónimo Aguilar en las inmediaciones del territorio que hoy ocupa Quintana Roo. Para

entonces, los mayas tenían una interacción de larga data con este fenómeno natural y, a

pesar de la escasa información que se ha encontrado en los jeroglíficos, hay suficiente

evidencia para dar cuenta de interpretaciones mitológicas en tornos a ellos que, de

acuerdo con el antropólogo canadiense Herman Konrad (1985, 2003), formaban parte de

la cosmología plasmada en el Chilam Balam. Igualmente, el investigador Fernando Ortiz

(1984) ofrece referencias al respecto en el Pop Wuj o Popol-Vuh, una de las obras

literarias y espirituales más importantes de los mayas:36

Para ellos, Huracán era el misterioso corazón del cielo, simbolizado por el rayo y el trueno y representado por la gran constelación que ahora conocemos como Orión y en la cual creían ver la figura de un hombre al cual le faltaba una pierna. Los espíritus creadores recibían también, colectivamente, el nombre de Huracán. Esos espíritus dieron vida a los cuatro balames que sostenían el mundo sobre sus hombros, y de esos cuatro míticos personajes- a quienes los espíritus creadores concedieron tantas mujeres- descienden los mayas quichés (Morales, 2012: 233).

Para los mayas, los huracanes poseían un profundo poder de transformación de la flora y

la fauna; constituían un factor esencial en la vida social que, al ser incontrolable, los

obligaba a adaptarse a sus efectos ecológicos (Campos Goenaga, 2012a; Konrad, 1985).

Así, por ejemplo, los asentamientos se ubicaban entre unos 20 y 50 km de distancia con

respecto a la franja costera, para evitar tanto el agua del mar como los vientos intensos.

36 De acuerdo con Campos Goenaga: “Los huracanes, “tempestades con remolino”, eran conocidos por mayas y otros

grupos de la zona caribeña. Huracán es una palabra de origen taíno y se revela como una presencia constante en los

modos de vida de las culturas antillanas y caribeñas: Juracan era el término con que los taínos designaban al dios del

mal, destructor; los indios caribes de las Antillas lo llamaban Aracan, Urican y Huiranyucan, que significaba viento

poderoso y viento fuerte; los indios galibi de la Guyana francesa y holandesa, usaban la palabra hyroacan para los

demonios. Fernando Ortiz dice que al dios de las tormentas Huracán también se le conocía con los nombres indígenas

Guabancex, Maboya y Jurakan, y era la deidad más importante en el área caribeña durante la época prehispánica…”

(Campos Goenaga, 2012b: 132).

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Se refugiaban de los huracanes en la selva, pero se enfrentaban a las inundaciones que

se producían en el interior de la misma, desarrollando otras estrategias para paliar sus

posibles afectaciones. En cuanto a las construcciones, los mayas erigieron muros de

piedra alrededor de las casas habitación y los campos, que variaban en altura y ayudaban

a contener las inundaciones. Las viviendas tenían una base de piedra, muros y techos de

palma y madera, con forma cilíndrica, para facilitar la circulación del viento; mientras los

templos eran de mampostería (Konrad, 1985; 2003).

Los mayas también desarrollaron prácticas como la diversidad agraria, la silvicultura y

la acuacultura. Lograron articular los ciclos agrícolas con la disponibilidad del agua pluvial,

crearon sistemas hidráulicos, construyeron terrazas y camellones. Cultivaban de tal

manera que pudieran beneficiarse de las lluvias, pero cosechaban los frutos antes de los

meses proclives a huracanes. A la par de estas “estrategias permanentes” desarrollaron

“estrategias cortas o especiales”, de acuerdo con los términos propuestos por Konrad

(2003), como la recolección de alimentos y la caza de animales, para prepararse en caso

de las contingencias que pudieran presentarse. Si la población era más grande que las

Imagen no. 2. Casa tradicional maya en la comunidad de Xchac Hua, Yucatán

Fuente: Checa-Artasu, 2012.

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capacidades de proveerse de la cantidad adecuada de alimentos, se optaba por la

migración hacia lugares ya ocupados, que si bien podía conducir a enfrentamientos

también generaba acuerdos entre localidades rivales, lo cual les permitía extender la

actividad comercial hacia otras partes del territorio ocupado.

Sin embargo, tras la conquista de la región, iniciada en el año de 1526 con la

capitulación real que autorizó a Francisco de Montejo a realizar la ocupación de Yucatán,

se dieron los primeros pasos hacia el resquebrajamiento de las prácticas mayas en torno a

la ocupación del territorio y aprovechamiento de sus recursos naturales (Xacur Maiza,

2004). La sustitución de antiguas formas de vida por patrones de asentamiento, que

atendían a fines de dominación de los grupos humanos y explotación del medio físico,

sentó las bases para la transformación de las condiciones de riesgo y vulnerabilidad frente

a las dinámicas de la naturaleza de aquella región peninsular.

A pesar de ello, con la instalación de la población española de Villa Real (de

Chetumal), la región experimentó un progresivo declive hasta finalmente ser abandonada

en 1532. Por ello, la ocupación por parte de los colonizadores tuvo una existencia más

bien efímera, limitando las consecuencias que pudieran derivarse de los efectos e

impactos de los huracanes. Se trataba de vastas áreas geográficas escasamente

pobladas, habitadas por mayas sometidos a explotación y sojuzgamiento, menguados por

epidemias, vejaciones y múltiples rebeliones, que durante mucho tiempo fueron sofocadas

por los españoles.

En las provincias de Uayimil y Chactemal, de 216 mil habitantes en 1531, había 6,500

en 1549; 30 años más tarde quedaron prácticamente deshabitadas. Al concluir la

conquista de Yucatán, los españoles se establecieron en las zonas occidental, centro,

norte y oriente (actualmente parte del estado Quintana Roo), mientras el sureste se

mantuvo habitado por un grupo de mayas dispersos. Desde entonces la baja densidad y

emigración de los pobladores de estas regiones, además de su lejanía de los centros del

poder económico y político peninsular, limitó el desarrollo de las prácticas de control

español, como las encomiendas. Estos aspectos facilitaron las múltiples rebeliones que se

produjeron en los siguientes años y sirvieron como antecedentes a la Guerra de Castas

(1847-1901), donde los mayas sublevados se refugiaron en las selvas orientales y

formaron varias comunidades independientes (Xacur Maiza, 2004).

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Después de la irrupción española y tres siglos de vida colonial, a mediados del siglo XIX quedaba tan sólo un pueblo maya inmolado, diezmado y confinado a lo más inhóspito de las selvas del oriente de la península de Yucatán. Tihosuco y Bacalar sobrevivían como principales ciudades fronterizas entre los mundos mestizo e indígena. Pero sobre aquella misma tierra, cuya cultura milenaria se había perdido para siempre, quedaba ante todo, un reclamo profundo de justicia que nada podía contener, haciendo inevitable la Guerra de Castas (Bautista Pérez, 2016: 227. Tomo I).

Cuando México logra su independencia de España en 1821, el gobierno de la Península

se adhiere a la nación pero, a diferencia del centro del país, no se produjeron

transformaciones significativas de las particularidades políticas, económicas y sociales que

dominaron durante la Colonia. Así, Yucatán continuó bajo el mando de los españoles

peninsulares, mientras los mayas seguían viviendo bajo las mismas condiciones previas.

Los cambios se producirían con la Guerra de Castas, conflicto bélico que estalló en 1847 y

se extendió hasta 1901 (Xacur Maiza, 2004). A través de la rebelión, los mayas lucharon

por culminar con la explotación a la cual eran sometidos, las afectaciones a la agricultura

milpera como consecuencia del avance de las plantaciones azucareras y su reclutamiento

para combatir en diferentes batallas. Obtenían armas y municiones a través de los colonos

ingleses de Honduras Británica (hoy Belice) a cambio de productos silvícolas y ganado

(Vázquez Dzul, 2011; Careaga Viliesid, 2016. Tomo I).

Con la firma y ratificación del tratado de límites Mariscal-Spencer entre 1893 y 1897,

se estableció el Río Hondo como la frontera oficial entre México y Honduras Británica, y se

prohibió la venta de armamento a los mayas rebeldes, lo cual permitió un mejor control de

ambos bordes del río. En el caso de México ese control se materializó a través del pontón

Chetumal,37 que anclado en la desembocadura del río sirvió como puesto aduanal y de

vigilancia, y marcó la fundación de la ciudad el 5 de mayo de 1898, bajo el nombre de

Payo Obispo (Vázquez Dzul, 2011; Careaga Viliesid, 2016. Tomo I).38

La territorialidad de la costa oriental de Yucatán se disputó durante la segunda mitad del siglo xix entre las autoridades mexicanas, los líderes mayas sustraídos y los madereros ingleses. Por ello, el sistema porfiriano de concesiones, bajo el amparo del andamiaje legal constituido, permitió la participación de capital privado para desarrollar la habilitación, fraccionamiento, colonización y apropiación de las vastas extensiones yermas, así como también el aprovechamiento de los

37 El pontón es “un tipo de embarcación que define el diccionario como barco chato, propio para ríos de poco calado o

buque viejo que, amarrado de firme en los puertos, sirve de almacén, de hospital o de depósito de prisioneros. Apropiado

por la poca profundidad de la Bahía de Chetumal y para la misión a que se le destinaba” (Hoy, 1998: 42). 38 Payo Obispo era el nombre con el cual estas tierras eran conocidas desde la segunda mitad del siglo XVII. Cuando

Othón P. Blanco fundó la ciudad ratificó tal nominación, que permanecería así hasta 1936, año en que se cambió a

Chetumal, un nombre moderno, cuyo origen se remonta a los mayas precolombinos. Chakte'mal era un cacicazgo

gobernado por Nachan Ka'an, que tenía como frontera natural al mar Caribe por el este y el cacicazgo de Huaymil por el

norte y el sur (Bautista Pérez, 1998).

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recursos naturales existentes. Un proceso que garantizara la territorialidad de la región, en el cual convergieron los intereses económicos y políticos de destacados miembros del gabinete porfiriano, y de prominentes comerciantes e inversionistas del país y de la península yucateca. Esto incluyó la parte continental de la región, sus principales islas: Cozumel y Mujeres, y principalmente, la franja forestal fronteriza del Río Hondo, el límite político entre la república mexicana y la colonia inglesa de Honduras Británica acordado en julio de 1893 (Rangel González, 2016: 148).

Para entonces, la bahía Chetumal y las riberas del río Hondo estaban ocupadas por

personas provenientes del norte de la colonia inglesa, cuyas tierras eran utilizadas para el

cultivo de verduras, maíz y frijol (Vallarta 2001). Emplazada en las márgenes de la bahía

homónima, la ciudad creció desde las orillas del mar hacia el interior de la selva y las

actividades productivas, las relaciones comerciales e incluso la vida cotidiana de sus

pobladores se desarrollaron en torno a las ventajas que ofrecía la proximidad al mar, como

medio de transporte y proveedor de recursos naturales. Así, las tierras cercanas a la bahía

se convirtieron en la zona comercial y sede de las dos cabeceras de la región fronteriza,

Chetumal y Corozal (Belice). “El eje, desde el comienzo de la institucionalización de la

frontera, fue el comercio y la centralización de las comunidades, y el abastecimiento, todo

a través de la navegación en la bahía, además de ser los centros políticos administrativos”

(Castillo Villanueva, 2004: 89). Ambas poblaciones eran sedes de las actividades

económicas de la región. La producción cañera y su industrialización semi-artesanal, así

como la explotación forestal se desarrollaban allí; además, eran los únicos lugares con

servicios mínimos dentro de un contexto donde las carencias eran lo común.

El 24 de noviembre de 1902, se produjo por decreto del gobierno federal la creación

del Territorio Federal de Quintana Roo, como una estrategia más de control de la región,

tras la culminación de la guerra, cuyo decreto fue emitido por Porfirio Díaz en 1904.39 A

partir de entonces se entregaron concesiones para explotar madera y chicle en el sur del

territorio. De acuerdo con Vázquez Dzul (2011), gracias a estos permisos la zona

39 La historia de Chetumal se ha encontrado marcada por los diversos conflictos y decisiones políticas que han afectado

la existencia jurídica de Quintana Roo. El territorio actual de este estado primero formó parte de la región que ocuparon

los mayas entre 2000 a.C. y el siglo XVI. Para 1824 Yucatán fue erigido como estado de la federación, mientras el resto

del territorio de Quintana Roo se mantuvo escasamente poblado hasta 1848. Con la Guerra de Castas se produjo un

cambio en la distribución espacial de la población de la península e influyó en los asentamientos actuales. Tras el

decreto de 1902, por primera vez se designó la parte oriental de la península con el nombre actual de Quintana Roo.

Durante la Revolución Mexicana su territorio fue anexado al estado de Yucatán y se trasladó la capital a Payo Obispo

(hoy Chetumal). Para 1931 fue dividido entre Yucatán (mitad norte) y Campeche (mitad sur), pero para 1935 fue

restituido como estado por decreto del presidente Lázaro Cárdenas. El 12 de enero de 1975 fue publicada la Constitución

Política del Estado Libre y Soberano de Quintana Roo, estableciendo la ciudad de Chetumal como su capital y siete

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“comenzó a tener vida” y, con las políticas de colonización promovidas entre 1925 y 1930,

se fomentó la migración de trabajadores del norte para impulsar las áreas agrícolas de la

región, cuyos efectos comenzarían a tener resultados para mediados del siglo XX.

3. Fundación de Chetumal: antes del hada Janet

Tras seis años de fundada, en 1904 Payo Obispo recibió la visita de un huracán.

Aunque no se tienen mayores referencias de este fenómeno, se sabe que para entonces

el teniente Othón P. Blanco ya había iniciado una campaña para incentivar la inmigración.

Invitó a los descendientes de los refugiados de la guerra, mayas y mestizos, que vivían en

Honduras Británica a regresar a territorio mexicano. Así que cuando llegó el ciclón, ya se

habían asentado en la ciudad las primeras poblaciones estables. Se contabilizaban 650

habitantes, que recibieron el fenómeno natural en medio de la ausencia de los servicios

más elementales (Xacur Maiza, 2005).

En los años siguientes, el incentivo a la migración sería una prioridad para el gobierno

de México. A través del ofrecimiento de tierras para cultivar, se estimuló el regreso de los

descendientes de los mexicanos que vivían en aquella colonia inglesa. Igualmente, se

alentó a los trabajadores forestales del chicle y la caoba, otorgando tierras en calidad de

donación para que se asentasen en ellas (Mendoza Ramírez, 2016. Tomo II). De acuerdo

con el testimonio del señor Luis Lizárraga, la invitación de Othón P. Blanco para poblar

Payo Obispo tuvo como sus principales alicientes, justamente, la entrega de terrenos y la

posibilidad de cosechar en milpas sin tener que pagar nada al gobierno. Fue así como

muchos pobladores del otro lado de la frontera se instalaron en Chetumal y despoblaron a

Corozal:40

El crisol quintanarroense reunió en los albores del siglo XX el amplísimo perfil de personas obliga-das a portar por el mundo la carta de ciudadanía turca (palestinos, libaneses, egipcios, sirios, árabes, entre otros), con el no menos amplio expediente de la nacionalidad inglesa (súbditos de Honduras Británica, de la India y de la Gran Bretaña), para no mencionar a los habitantes yucatecos y campechanos residentes en Belice, a los hondureños y a los cozumeleños, dispuestos a aventurarse en la fundación de ciudades. Los nuevos habitantes debieron incorporarse, en su momento, al ritmo de las normas y disposiciones que marcó el país para legalizar la propiedad agrícola y urbana en esta frontera apenas conquistada (Macías Richard, 2016. Tomo I: 185).

municipios: Cozumel, Felipe Carrillo Puerto, Isla Mujeres, Othón P. Blanco, Benito Juárez, José María Morelos y

Lázaro Cárdenas. En 1993 se incluyó el municipio Solidaridad (Castillo Villanueva, 2009). 40 Entrevista realizada por Luz del Carmen Vallarta, 31 de septiembre de 1987.

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Además, se intensificó el trabajo forestal con la llegada de colonos de Veracruz y Chiapas,

quienes se dedicaron a la extracción de chicle, debido al aumento de la demanda de goma

de mascar en el mercado mundial (Barton Bray, 2004). En estos primeros años de vida de

la ciudad, aparece la propiedad privada sobre la tierra y el Estado comienza legalizarla

bajo dos modalidades: arrendamientos, es decir, contratos a empresas o particulares para

explotar y utilizar un recurso natural por un tiempo y cuota específicos; y concesiones

forestales que, con el mismo fin que los arrendamientos, eran otorgadas a compañías

extranjeras o nacionales. Además, la expansión urbana y las necesidades de

aprovisionamiento favorecieron la entrega de pequeños solares para la agricultura a los

habitantes de la ciudad. En el año 1901 se creó una franquicia libre que duraría hasta

1912 y que permitió a los colonos adquirir artículos de primera necesidad, para la

agricultura y la explotación de maderas a bajo precio.

Con respecto a la población maya, no figuran en el censo realizado en la ciudad en

1904. Al parecer, concluida la guerra se asentaron en los pueblos de la ribera del Río

Hondo y Calderitas. Trabajaron en la explotación forestal y sólo empezaron a asentarse en

Payo Obispo dos décadas después, “momento en que el auge del chicle hizo inevitable las

alianzas entre los mayas recolectores de la resina y los comerciantes yucatecos y

extranjeros que establecieron oficinas en Payo Obispo” (Ramos Díaz, 2009: 183).

En medio de este escenario, el 20 de octubre de 1916 otro huracán tocó tierras

quintanarroenses. Arrasó con Xcalak y Ubero, destruyó plantaciones de cocoteros y el faro

de Banco Chinchorro desapareció con la crecida de las aguas. En Payo Obispo,

específicamente, se vació la bahía Chetumal, se destruyó la torre inalámbrica de

telecomunicaciones, se produjeron inundaciones y de las 150 casas que había en la

ciudad, 93 quedaron destruidas (Martin Ramos, 2009; Xacur Maiza, 2005; Macías Richard,

1997). Además, para ese año el paludismo había tomado la vida de 84 personas, de una

población estimada de 1000 habitantes. Igualmente, eran comunes para entonces los

casos de disentería y otras enfermedades asociadas al tubo digestivo (Bautista Pérez,

1998).

El ciclón llegó a un contexto marcado por condiciones de vida duras, los progresos que

se habían dado en cuanto a infraestructura de servicios sufrieron un retroceso. La ciudad

carecía de electricidad, agua potable y suficientes víveres para atender a la población, y

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las casas se asentaban en un terreno pantanoso y sujeto a inundaciones (Chenaut, 1989).

Estas circunstancias no limitaron los incentivos gubernamentales para impulsar el

crecimiento poblacional de la ciudad. Ya para 1929, Quintana Roo es incorporado a la ley

que establece la existencia de fundos legales, iniciando un proceso de otorgamiento de

tierras urbanas en calidad de dotación gratuita (Plano no. 1). Entre 1898 y 1922 la ciudad

creció hacia el norte, teniendo como guía la avenida Héroes, camino que conducía hacia

el poblado vecino de Calderitas. La segunda vialidad importante era la avenida Álvaro

Obregón, la única vía de acceso que existía hacia la ciudad desde el poblado Subteniente

López, frontera con Belice, y la ribera del Río Hondo. Durante estos años el área del

poblado pasa de 10.3 a 52.2 hectáreas (Castillo Villanueva, 2009).

No obstante, la población se mantuvo en un nivel de crecimiento bajo. La ausencia de

diversificación económica obligó a muchas familias a migrar, produciendo un retroceso en

el aumento poblacional. Con todo, a partir de 1922 la ciudad se expandió hasta el cruce de

las dos vialidades principales. A partir de entonces y hasta el año 1941 se produjo un

crecimiento uniforme hacia el norte y el oeste, extendiendo el espacio ocupado de 52.2 a

129.4 hectáreas (Castillo Villanueva, 2009).

Se tiene registro de otro huracán que llegó a Payo Obispo en el mes de septiembre de

1931. El Diario de Yucatán de fecha 13 de septiembre, indicó que a las 4:15 de la tarde

recibieron una nota de su corresponsal en Cozumel, indicando “Hoy anunció la Capitanía

de Puerto de aquí, un ciclón rumbo a Payo Obispo, con dirección hacía aquí. El tiempo se

pone sospechoso: fuertes vientos y mar muy crecida. Los habitantes toman precauciones”.

Para el día 14 señaló que ya había “azotado” en horas de la tarde a la ciudad,

“ignorándose los daños que la misma haya causado”. El 7 de octubre de ese mismo año,

un “fuerte temporal” de cincuenta millas por hora ocasionó lluvias incesantes en la ciudad

(García Acosta et al., publicación en preparación). Aunque en ninguno de los dos casos se

tienen registros de las afectaciones, ya había un mayor número de pobladores asentados

en las inmediaciones de la bahía, muchos de ellos sin experiencias previas de presencia

de este fenómeno hidrometeorológico y carente de los conocimientos y prácticas que

habían desarrollado los mayas durante centurias.

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Fuente: Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo

Plano no. 1. Plano de los terrenos destinados para ejidos de la Ciudad de Payo Obispo (1920)

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Para ese año ya se contabilizaban 2320 habitantes en Payo Obispo, mientras para

1933 se censaron 1774 pobladores. Además, con la incorporación de una parte de la

región a Campeche y otra a Yucatán (1931), desaparecieron los servicios de electricidad,

vigilancia y sanidad local; el agua de lluvia que se captaba en el aljibe del pueblo y que se

suministraba gratuitamente, empezó a venderse (Chenaut, 1989; Mendoza Ramírez, 2016.

Tomo II).

Para el 7 de agosto de 1934 se produjeron anegaciones en Chetumal, como

consecuencia de una “perturbación ciclónica” que afectó a Belice y a las costas de

Campeche. Para el día 9 llegó a la ciudad con “relativa intensidad” y luego se dirigió hacia

el noroeste. Para ese año hubo problemas económicos, debido al encarecimiento de las

importaciones y la devaluación de la moneda mexicana. Entonces se creó el perímetro

libre, medida que ayudó a amortiguar los efectos negativos de esta situación (Chenaut,

1989; Macías Zapata, 1998). Uno de los habitantes de Chetumal, explicaba durante una

entrevista que en esa época:

La mayoría de la gente se dedicaba al comercio de importaciones que llegaban de Belice. Dada la lejanía con la República era muy difícil conseguir todos nuestros insumos, entonces el gobierno de México abre lo que se llama el “perímetro libre” para que nosotros podamos comerciar con Belice. Incluso para viajar a Mérida tardabas como 12 horas en llegar, ir a México era terrible. Y había aviones que viajaban hasta Mérida, pero se caían… a la salida de Chetumal había un manglar, es más, le llamaban “los mangles” a todo eso. Había mucho mango, plátanos, guatacas, todo el mundo se llevaba a su casa plátanos para comer, había huertos familiares, cositas que se sembraban. Mi abuela cuando iba a cocina iba al patio y traía cilantro, traía hierba buena, traía de todo lo que tenía. Pero básicamente nosotros vivíamos de lo que encontrábamos en Belice e incluso al hablar había muchas palabras que se confundía por el inglés beliceño, sí (Santos, 08 de septiembre de 2016).41

Para 1935, el presidente Lázaro Cárdenas restituyó el Territorio de Quintana Roo y

nombró al general Rafael E. Melgar su gobernador. Durante los años siguientes se

reactivó la economía, se continuó incentivando el poblamiento de la entidad a partir de la

definición de nuevas reglas para explotar los recursos forestales, se impulsó el reparto

agrario y la organización de los trabajadores. En el caso de Chetumal, se volvió a invitar a

personas dedicadas a la extracción del chicle y la caoba a asentarse en la ciudad y

solicitar tierras en dotación. Nuevamente se apoyó el regreso de los descendientes de

mexicanos que aún permanecían en la colonia inglesa, prometiéndoles tierra para trabajar.

41 Hombre, profesor universitario. Nació en Chetumal, vivió en la parte baja y ahora habita en una colonia exclusiva

haca el interior de la ciudad. El primer huracán que experimentó fue el huracán Carmen (1974).

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En los censos se anotaron entonces descendientes de mexicanos (mayas y mestizos) nacidos en la colonia inglesa, en localidades como San Román, Patchacán, Corozal, Cayo San Ignacio y Orange Walk. También se inscribieron chicleros originarios de entidades como Veracruz, Tamaulipas, Jalisco y Yucatán, y se registraron incluso algunos solicitantes de nacionalidad guatemalteca, hondureña y coreana y otros cuya actividad no era la agricultura (Mendoza Ramírez, 2016: 38. Tomo II).

Además, se realizaron los primeros repartos ejidales con una finalidad básicamente

forestal entre 1935 y 1940. Se impulsaron obras de infraestructura como el Palacio de

Gobierno, el hotel Los Cocos, la escuela Belisario Domínguez y el hospital Morelos, y en

1936 se construyó, con ayuda de la población, el aljibe o captador de agua Lázaro

Cárdenas, con capacidad de dos millones de litros. Siguiendo a lo señalado por el señor

Imagen no. 3. Avenida Héroes entre las décadas de los treinta y

cuarenta. Chetumal.

Imagen no. 4. Muelle de Chetumal en la década de los

treinta.

Fuente: Archivo General de Quintana Roo, Acervo fotográfico

Fuente: Archivo General de Quintana Roo, Acervo fotográfico

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Luis Reinhart McLiberty, Melgar incentivó la edificación de las primeras casas de

mampostería en los “espacios vacíos” de la ciudad, realizadas con piedra y cal, para

sustituir la madera como material de construcción. Para él, se creó una nueva ciudad que

quedó materializada en el cambio de denominación, pasando de Payo Obispo a Chetumal

en 1936.42

Para inicios de los cuarenta, la ciudad se asemejaba a una población colonial, carente

de edificios de construcción moderna, no había una eficiente red eléctrica que abasteciera

todas las calles, el tránsito de los vehículos era escaso, no había carreteras y la

comunicación se hacía por medio de embarcaciones pequeñas, el comercio únicamente

tenía movimiento en algunos meses del año, y había sólo una escuela primaria y dos

parques (Pacheco Cruz, 1999).

Para entonces, el 27 de agosto de 1942, otro huracán atravesó tierras

quintanarroenses en medio de la construcción de diversas obras públicas como la etapa

final del campo de aviación, el Palacio Federal y el monumento a la bandera, y dentro de

una región que, de acuerdo con el Diario de Yucatán, estaba experimentando un aumento

considerable de población (Diario de Yucatán, 1 de septiembre de 1942). Los mayores

daños se produjeron en la zona norte, trayendo problemas de abastecimiento de víveres y

casos de paludismo y gripe. En Chetumal hubo pocos destrozos en las viviendas y

espacios públicos, pero produjo una contracción importante de las tierras cultivadas (Xacur

Maiza, 2004; Dachary y Arnaiz Burne, 1998; Pacheco Cruz, 1999). De acuerdo con Xacur

Maiza (2004), este huracán fue bautizado como Santa Mónica por la población de

Cozumel, donde permaneció más de diez horas, causando graves daños a maizales,

edificios de gobierno, bodegas, avenidas, red eléctrica, barcos y árboles, aunque no hubo

víctimas humanas.

42 Entrevista realizada por Luz del Carmen Vallarta, 17 de abril de 1987.

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Imágenes no 5 y 6. Calle Benito Juárez. Chetumal. Fotografías tomadas el 28 de enero de 1941.

Fuente: Archivo General de Quintana Roo, Acervo fotográfico

Nuevamente, el 9 de noviembre de 1942 otro ciclón tropical se presentó en Chetumal,

destruyendo parques, muelles, edificios públicos y el cuartel general de la guarnición de la

plaza. Numerosas familias se quedaron sin hogar y tuvieron que ser alojadas en la escuela

Belisario Domínguez y otros edificios que no sufrieron daños de consideración. Además,

se produjeron nuevas afectaciones en la actividad forestal, perturbando la explotación de

caoba, cedro, chicozapote y ramón. Aunado a ello, los problemas de insalubridad

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Plano no. 2. Plano General de Ciudad Chetumal (1946)

Fuente: Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo

persistían. El paludismo era la principal causa de muerte y las infecciones intestinales la

segunda. La vía de comunicación más importante seguía siendo la marítima, seguida de la

aérea, ante una red de caminos poco desarrollada. Las infraestructuras, las actividades

económicas y las oportunidades educativas seguían siendo limitadas (Diario de Yucatán,

10 de noviembre de 1942; Dachary y Arnaiz Burne,1998).

La señora Mariana me comentaba:

Escuela no había, bachilleres ni había, ni escuelas grandes, academias. Saliste de la Belisario, hiciste tu sexto año, ya, si tienes dinero pagas academia, ahí cerca del parque ahí estaba, ahí iban a estudiar. No más estudio ya no había, sexto año y ya estuvo. En aquel tiempo pues ya para qué estudiar, qué voy a trabajar si aquí no hay nada para hacer. Pesca, milpa, madera, corte de

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madera, chicle, era el trabajo de acá. Llegó la temporada del chicle, contratan los chicleros y ya se van. Terminaron, ya empezó la temporada de la madera, a botar madera. Te contratan, ahí se van seis meses. Ese era el trabajo de acá, no había como ahora que hay una secretaria y que hay doctor, enfermero, no (Mariana, 06 de octubre de 2016). 43

Por otro lado, la Segunda Guerra Mundial había propiciado un aumento de la demanda de

chicle, que alcanzó los niveles más altos en la historia de Quintana Roo. Lo anterior

estimuló el crecimiento demográfico, pasando de 18,700 habitantes en 1944 a 35 mil en

1955, la mayoría concentrada en Chetumal y sus alrededores (Xacur Maiza, 2004).

Igualmente, con la construcción del aeropuerto la ocupación de la ciudad se expandió

hacia el oeste, tendencia que se mantuvo hasta 1969 cuando el área ocupada pasa de

129.4 a 671 hectáreas (Castillo Villanueva, 2009).

4. La princesa del Caribe y el hada Janet

Con la llegada de Margarito Ramírez a la gobernación del Territorio en el año 1944, el

contrabando, el fraude, el descenso de la producción chiclera, la excesiva explotación

maderera, la represión, los abusos y los encarcelamientos dominaron el panorama político

y económico de Chetumal. Sin embargo, también se materializaron varias obras como el

mercado Miguel Alemán, la primaria Álvaro Obregón y el teatro Ávila Camacho, se culminó

la construcción de los pisos primero y segundo del Palacio de Gobierno; se creó la primera

escuela secundaria y la primera cárcel pública del Territorio. Ramírez continuó la carretera

Chetumal- Peto, promovió el establecimiento de la primera notaría pública y fundó la

empresa Maderas Industrializadas de Quintana Roo (Xacur Maiza, 2004).

A pesar de las obras realizadas, la dotación de tierras y los incentivos que se dieron

para que se multiplicaran los asentamientos y se intensificara la producción agrícola, las

circunstancias en la región continuaban siendo desalentadoras. Habían pasado más de 40

años desde la fundación de Chetumal, pero en el gobierno de Ramírez persistieron los

problemas de comunicación, la falta de electricidad y las condiciones sanitarias críticas; el

abastecimiento de agua se daba a través de pozos o aguadas, o bien se recurría al

almacenamiento de las lluvias en curbatos. Aunque se contaba con el aljibe de la ciudad,

43 Mujer anciana, nació en Chetumal. El primer huracán que recuerda es el de 1942. Toda su vida ha habitado en las

cercanías de la bahía.

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la incorporación de tuberías de agua potable estaba lejos de consolidarse.44 También se

carecía de un sistema de control de las excretas humanas, pues la ciudad no contaba con

drenajes, incrementando con ello el riesgo de contraer enfermedades gastrointestinales

(Mendoza Ramírez, 2016. Tomo II). La señora Mariana explicaba cómo era el estilo de

vida para la década de los cincuenta:

…en aquel tiempo no conocíamos estufa, era lo que yo a veces me pongo a pensar, ¿cómo es posible? todo era de madera, techo de guano o de lámina, quemábamos leña... con pura leña cocinábamos… nosotros no conocíamos luz eléctrica… No había luz, no teníamos corriente. Para salir a comprar de noche con lámpara, la ciudad oscura solamente había luz sobre la [avenida] Héroes donde está el parque hasta ahí llegaba la luz, lo demás todo en oscuras. Ya le digo que no conocíamos televisión, no conocíamos radio (Mariana, 28 de octubre de 2016).

Para la segunda mitad de la década de 1950 se inició un proceso de colonización

intensivo en Quintana Roo. Ante la crisis que afectó al sector rural, se implementaron

políticas tendientes a ampliar la actividad agrícola a través de la incorporación de miles de

hectáreas de selva del sureste del país y la formación de nuevos centros de población

ejidal (NCPE) para aglutinar a la enorme cantidad de campesinos que demandaban

tierras. Así, se transformaron las leyes, declarándose todos los terrenos nacionales

abiertos a la colonización ejidal (Mendoza Ramírez, 2016. Tomo II). Uno de los

entrevistados, oriundo de Chetumal, lo describe de la siguiente manera:

[La ciudad] comienza a transformarse con lo que se llamó “colonización dirigida”. Eso se hace para aumentar el número de pobladores, para eso se hace la colonización dirigida, se comienzan a poner en la Plaza de la Laguna, en Michoacán, en Tabasco, que había tierras, que podían venir acá y entonces comienza a transformarse la ciudad. O sea, empiezan a desaparecer las casas de madera e incluso nuestra cultura comienza a cambiar, ya perdimos todo aquello que teníamos con Belice, ese comercio, la cercanía que teníamos. La mayoría [vino] de Veracruz... Les daban terreno y ellos producían lo que iban a consumir… Empieza a crecer enormemente la ciudad (Santos, 08 de septiembre de 2016).

Bajo este panorama llegó el huracán Janet a Chetumal en septiembre de 1955, en medio

de la incredulidad de los habitantes de la ciudad, quienes desconfiaban de los avisos del

gobierno. Se formó del otro lado del Atlántico como una depresión tropical y fue

fortaleciéndose a medida que avanzaba a través del océano, hasta convertirse en

tormenta el 21 de septiembre de 1955. Al topar con el sur de Quintana Roo, el 27 de

septiembre, ya contaba con un diámetro de 800 km y vientos de 280 kph. El centro del

huracán llegó a Corozal (Honduras Británica) y a Chetumal, alrededor de la 1:00 am, hora

44 Los curbatos eran recipientes de madera utilizados para captar y almacenar agua de lluvia.

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local, el día 28. En la ciudad, el operador de la radio de la Compañía de Aviación

Mexicana leyó 920,1 milibares en el barómetro mercurial unos minutos antes de que

llegara el ojo (Weather Bureau Office, 1955; Morales, 2012; Xacur Maiza, 2005).

4.1. Hilda y después Janet

El 11 de septiembre de 1955 se formó la tormenta tropical Hilda en el océano Atlántico

y para el día 12 ya se había convertido en huracán. El día 16 se esperaba su llegada a

Chetumal, las personas fueron informadas a través del voceo de militares que pasaban en

camiones a evacuar a la población, por entonces concentrada en las cercanías del mar.

Sin embargo, cruzó la Península de Yucatán entre Chetumal y Cozumel, por la

escasamente poblada Bahía de la Asunción. Afectó particularmente el centro y norte de

Quintana Roo y luego de pasar entre Celestún y Sisal, llegó a Tampico, donde se

produjeron grandes inundaciones (Morales, 2012; Xacur Maiza, 2005).

Dos semanas después Janet tocó territorio chetumaleño. Existen muchas

inconsistencias en torno al número de habitantes que había en la ciudad cuando llegó y el

número de personas fallecidas que dejó tras su paso. En las notas de prensa que publicó

el Excélsior días posteriores a la ocurrencia del evento, se habla de 7500 pobladores y

200 muertos, mientras los registros del Centro Nacional de Huracanes señalan 5000

habitantes, 12 muertos confirmados y un número indeterminado de desaparecidos. El

investigador Juan Ángel Xacur Maiza (2005) menciona 84 muertos y más de 300

desaparecidos entre Chetumal, Vigía Chico y Xcalak, y el antropólogo Herman Konrad

(2003) señala múltiples destrozos en una ciudad habitada por 5000 habitantes. En una

entrevista, la señora Mariana recordaba:

Como a las once de la noche nada, está la luna preciosa. En un instante se levantó una ola grande allá en frente al Palacio [de Gobierno] que cuando reventó esa ola cubrió a la ciudad, la llenó de agua enseguida. Comenzó el viento, arrancaba los árboles y los aventaba para otro lado. Cuando amaneció, el agua estaba al pie del cerro ese, de donde está la escuela Belisario. En aquel tiempo había empezado a ser las excavaciones [para colocar tuberías de agua potable] y entre las zanjas aparecían muertos. Cuando el agua bajó, como a las dos de la tarde, puros muertos había. Por volquetadas se llevaban los difuntos, como piedras los vaciaban al hueco, allá iban chicos, grandes, viejitos, en un cerrar y abrir de ojos se destruyó Quintana Roo. Todas las casas tendidas, casi no habían de material, era pura madera, cual mejor tenía su casita de altito. ¿Sabes cómo sacaban los difuntos debajo de sus casas? Porque la poca gente que quedó, los hombres los agarraban para ir a levantar una casa que se cayó, empiezan a quitar madera por madera, con pala los barrían así, echaban gasolina y los quemaban, ahí mismo les ponían madera y todo, “¿Qué estás quemando? ¿Muertitos?” Muchos muertos así quemaron… (Mariana, 06 de octubre de 2016).

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Imagen no. 8. Lo único que quedó en pie tras el paso del huracán Janet (1955) fueron las construcciones de “material”, como la iglesia Sagrado Corazón de Jesús

Imagen no. 7. Chetumal tras el paso del huracán Janet (1955)

Fuente: Copia de fotografía del álbum personal de don Antonio, habitante de Chetumal

Fuente: Copia de fotografía del álbum personal de don Antonio, habitante de Chetumal

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El señor Pascual, tenía poco tiempo viviendo en Chetumal cuando llegó el huracán Janet.

Así lo recuerda:

Creo que como a mediodía ya veníamos de regreso yo y mi mamá y ya estaban los muertos allá escorados, allá en la esquina de [la plaza de] Los Caimanes, entre [las calles] Obregón y con Hidalgo. Allí estaban tirados los ahogados, los que habían muerto, grandes, hombres, mujeres y bebitos estaban allí tiraditos, eran varios, quizás eran como veinte. Yo digo que cuando vino el agua fue donde entonces los ahogó porque ya estaban golpeados. Alguna mamá creo que fue golpeada, soltó a su hijo. Con la sensación de la ahogada sueltan a sus criaturas, soltaron a sus criaturas. Por

eso era que había niños ahogados ahí… (Pascual, 01 de octubre de 2016).45

Xacur Maiza (2004) refiere 80% de la infraestructura de la ciudad destruida. Sus

descripciones coinciden con lo comentado por los entrevistados, que indicaron que las

marejadas llevaron agua de mar a todo el primer cuadro de la ciudad y, literalmente,

barrieron con lo que encontraron a su paso. También sus afirmaciones señalan, como los

pobladores de la ciudad aseveraron, que la principal causa de muerte fue ahogamiento, no

sólo por las oleadas del mar, sino porque en esa época se abrían zanjas para introducir

agua potable y muchos de sus habitantes cayeron en ellas.

A los estragos del viento se sumó un efecto característico de los huracanes, al cual a menudo no se presta mucha atención: la marea de tempestad. Este fenómeno consiste en el ascenso del nivel del mar debido en esencia al empuje del viento sobre el agua, y en mucho menor medida al efecto de succión por la baja presión atmosférica en el ojo del huracán. El agua que la marea de tormenta del Janet impulsó desde mar abierto hacia el interior de la bahía de Chetumal, al quedar confinada en ese limitado espacio, se elevó más de seis metros y se lanzó sobre las partes bajas de la ciudad, arrastrando casas, animales, vehículos y personas en su poderoso movimiento de flujo y reflujo, que se sumó a las consecuencias del oleaje. Por ello, en las décadas siguientes, los habitantes de Chetumal se resistieron a vivir en las proximidades del mar y preferían erigir sus casas en las partes altas (Morales, 2016: 151-152).

Una nota de prensa del Excélsior, al describir la vista aérea de Chetumal, señala que no

quedó una sola casa en pie, sólo unos cuantos edificios lograron sobrevivir, pero con

graves daños y en peligro de derrumbarse (Excélsior, 02 de octubre de 1955). De acuerdo

con Santiago Cruz Pacheco, el agua se elevó por encima de los tres metros de altura y

sus estragos alcanzaron a más de 400 ó 500 metros de radio dentro de la ciudad. “Gran

número de familias fueron aplastadas al derrumbarse sus hogares, sin contar con cantidad

de cadáveres que arrastró la corriente más adentro, que no aparecieron porque

seguramente fueron pasto de la fauna marina” (Cruz Pacheco, 1990: 292).

45 Hombre, tiene más de 60 años viviendo en la colonia Barrio Bravo. Migró a Chetumal justo antes del huracán Janet.

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4.2. Trascender el número de muertos: cambios en el estilo de vida y las actividades productivas

Más allá de los datos cuantitativos, se trató de un huracán que no sólo ocasionó daños

materiales sino que, además, impactó en la memoria de los chetumaleños. Es, hasta el

momento, el meteoro más recordado y referido tanto en los documentos hemerográficos

como en los testimonios de los habitantes de la ciudad, y retomado por los investigadores

que se han interesado en la historia de esta localidad del sureste mexicano. Todos los

entrevistados coinciden en señalar que fue un parteaguas, un antes y un después en la

vida de la ciudad y de sus moradores.

¿De los ciclones? El Janet ha sido el más fuerte, le digo que de ése no he visto otro. He visto otros ciclones, pero así de fuerte no. Como le vuelvo a decir, había un árbol en la puerta de la casa, allá del rancho de mi papá, cuando fui a buscar a mi hermano, el árbol ése estaba en el otro lado de la carretera, con todo y raíz lo levantó, lo llevó para otro lado, para que vea que estaba fuerte de veras el aire. De todos los ciclones el Janet es el más famoso, ha sido el ciclón que de veras vino a acabar con Quintana Roo (Mariana, 06 de octubre de 2016).

Janet llegó a una ciudad habitada por personas procedentes de diversas partes del país, e

incluso del mundo; aquellos que venían de Belice quizás ya tenían experiencias previas

con los huracanes, pero para muchos era la primera vez que les tocaba vivir un fenómeno

de estas características. De acuerdo con los entrevistados más ancianos, al igual que

sucedió con Hilda, las alarmas se dieron a través del voceo. Pasaban camiones militares

para alertar a la población y trasladarla a refugios improvisados, que para ese entonces

eran básicamente cuatro: la escuela Belisario Domínguez, el hospital José María Morelos

y Pavón y el hotel Los Cocos, que formaban parte de las pocas estructuras de concreto

que había para aquel momento y que, además, se ubicaban en la parte alta de la ciudad; y

el Palacio de Gobierno, que si bien se encontraba frente a la bahía sus dos pisos de altura

sirvieron como protección a la inundación que siguió al huracán.

El problema del Janet y por qué se murió mucha gente era por lo endeble de la ciudad en esa época… y no había la tecnología que se tiene actualmente. Entonces cuando el Janet les llamaban y pasaban en un coche de sonido, les decían que ahí venía el ciclón y les invitaban a que vayan a los refugios ya implementados para esto, que era el hotel Los Cocos, que era el hospital Morelos y que era la escuela Belisario Domínguez, donde es ahorita la escuela de música, de danza, de arte, sí. Entonces la gente corría y se refugiaba y a la mera hora no llegaba el ciclón ¿Por qué? porque el ciclón se estacionó, venía muy lento, muy lento. Entonces pues la gente regresaba y luego otra vez, hasta que la gente dejó de creer que en verdad venía el ciclón. La gente que se salvó en verdad fue porque se fueron a los refugios (Adrián, 01 de noviembre de 2016).

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Tras el paso de Janet se produjo la pérdida de grandes hectáreas de selvas, la mayor

parte de la riqueza forestal quedó destruida, así como la producción cocotera. A partir de

entonces hubo un retroceso de la producción chiclera y se impuso la necesidad de

rescatar las maderas que resistieron el evento. Se incrementaron los costos de

explotación y se dificultó el trabajo forestal debido a las condiciones de destrucción. El

Banco de Comercio Exterior prometió rescatar la actividad forestal, bajo el compromiso de

hacer costeable esta actividad. Para evitar la pérdida de los árboles caídos, se

transformaron en trozos y tablas aserradas alrededor de 200 mil metros cúbicos de caoba

entre 1955 y 1957, sustancialmente diferente a los 15 mil metros cúbicos que se

explotaban anualmente antes del huracán (Armijo, 2004; Hoy, 1998).

Es verdaderamente angustioso el estado en que quedaron los montes. La totalidad de los árboles frutales fueron desgajados y otros arrancados de cuajo. Chicleros de la cooperativa Matamoros, que después de múltiples esfuerzos lograron escapar de la furia del ciclón, dijeron que la explotación de chicle, que es uno de los medios de vida de esta región, pasó a la historia (Excélsior, 03 de octubre de 1955).

En los días siguientes vino la carestía de alimentos, se expandió el temor del surgimiento y

propagación de epidemias. Ante aquel panorama se abrieron fosas comunes para enterrar

a los fallecidos y se produjo la migración temporal o definitiva de muchos chetumaleños.

La mayoría de ellos fueron evacuados hacia Mérida, Campeche y Villahermosa y, en

menor medida, hacia el Distrito Federal y Bacalar, aunque esta última también sufrió

daños de considerable envergadura (Excélsior, 03 de octubre de 1955). Además, los

testimonios y la información en prensa señalan que se recibió ayuda internacional y que,

gracias a Janet, por primera vez el resto de México volteó la mirada hacia el sur del país.

Lo señalado por los entrevistados detallan aquel escenario, dominado por el temor y la

incertidumbre ante un futuro incierto:

Hambres, pestes, los tuvieron que evacuar, mucha gente salió de acá. Llegaban los aviones, traían poca comida, solamente los puros niños atendían, las personas grandes pues se aguantan. Así que cuando llegaban los aviones de comida, enfilaban los niños hasta los de pecho para que les den biberón. Entraba la noche, se cerraban los cuartos y los que duermen en las salas oliendo toda la peste de los difuntos que quedaron bajo su casa. Chicos y grandes ahí se pudrieron, después entonces nos vino un hambre… Todo el monte estaba en el suelo, de la carretera se veía la laguna (Mariana, 06 de octubre de 2016).

Debido al nivel de destrucción y al riesgo sanitario, se habló acerca de la posibilidad de

mudar la ciudad. Así lo describe el Excélsior:

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Los señores ingenieros Jorge Medina Patrón, Ramiro Ortiz Cervera y José E, Molina C., enviaron un telegrama al secretario de Comunicaciones, arquitecto Carlos Lazo, sugiriéndole que se construya una nueva capital del Territorio Quintana Roo, en Puerto Juárez. Dicen en su mensaje que la medida se impone en virtud de que la ciudad de Chetumal se encuentra completamente arrasada y hay peligro de que se desencadenen epidemias, por la incapacidad material de sanear el ambiente, que la hacen inhabitable cuando menos por un año. Puerto Juárez cuenta con magníficas vías de comunicación terrestres y aéreas, además que tiene grandes perspectivas de desarrollo económico (Excélsior, 03 de octubre de 1955).

También el gobernador Margarito Ramírez, propuso cambiar la ubicación de los edificios

públicos más importantes y trasladar la residencia de los habitantes hacia la parte alta de

la ciudad. Entre esos edificios figuraban el Palacio de Gobierno, las oficinas federales y

comercios. Además, se proponía construir casas de mampostería para los damnificados

en las avenidas Hidalgo, Calzada Veracruz, Primo de Verdad, Venustiano Carranza y San

Salvador. Estos planes nunca se concretaron y a pesar del temor muchas de las personas

que permanecieron o regresaron decidieron permanecer en el primer cuadrante de la

ciudad. En cuanto a las casas para los damnificados, ciertamente se construyeron en los

terrenos altos de la ciudad, pero conservando el mismo material: la madera. Así, se creó la

colonia que más tarde sería conocida como Las Casitas (Lavalle, 2004. Tomo II).

Sin embargo, se dieron pasos importantes hacia la expansión urbana, que se iría

consolidando con las diversas políticas de colonización y proyectos de desarrollo urbano.

Los sistemas constructivos empezaron a transformarse, habitantes de zonas rurales

totalmente devastadas decidieron establecerse en la ciudad, se incorporó el tendido

eléctrico y la economía inició su camino hacia el fortalecimiento del sector terciario, a

través de la actividad comercial.

Otro aspecto característico de Janet es que ha sido el único huracán en torno al cual

se han tejido diversos relatos, entre ellos el de “la casa voladora” y “el soldado

decapitado”. Algunos sin comprobación empírica, pero que han contribuido a consolidar en

la memoria de la población el paso de este fenómeno hidrometeorológico. Además, se

creó el monumento Renacimiento para recordar a las víctimas e incluso el compositor

quintanarroense Carlos Gómez Barreda escribió una canción ampliamente conocida por

los chetumaleños.46 Durante una de nuestras conversaciones, el señor Pascual la cantó:

Ahí donde tiene su imperio el mar del caribe, nació la princesa más bella de Quintana Roo, su padre fue el rey infortunio y cuenta la historia que un día destruye su reino el hada Janet. La patria

46 En el capítulo IV profundizaré en estos aspectos, relacionados con representaciones y percepciones de los pobladores

de Chetumal en torno a los huracanes.

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lloraba tan trágico signo, más surge increíble el coraje de un pueblo con fe. Trabajo y amor al terruño obraron milagros y así renació esplendorosa ciudad Chetumal (Pascual, 01 de octubre de 2016).

Otros huracanes han llegado a Chetumal después, algunos recordados por los pobladores

de la ciudad, pero ninguno es referido con tanto ahínco como Janet. Las características

del contexto social en el cual se presentó le dieron la significación que actualmente sigue

teniendo y la destrucción de las infraestructuras de viviendas y espacios públicos

contribuirían a una transformación importante de Chetumal y del estilo de vida de sus

pobladores. Janet, de acuerdo con los propios chetumaleños, fue una experiencia

traumática, un fenómeno sin posible comparación con otros huracanes anteriores y

posteriores a él. Sin embargo, puedo afirmar que los daños físicos y pérdida de vidas

humanas tuvieron relación directa con las incapacidades materiales y subjetivas de la

población. La fisionomía de la ciudad, la fragilidad de los servicios básicos, así como la

concentración demográfica en las cercanías de la bahía, fueron determinantes en el

impacto del huracán; el nivel de destrucción contribuyó a crear en el imaginario de sus

pobladores la idea de un ciclón destructivo, asolador y sin paragón en la historia de

Chetumal.

4.3. Una coyuntura crítica

Además de los testimonios de los entrevistados, investigaciones previas han asomado

una relación entre la manifestación del huracán Janet y la caída del gobierno de Margarito

Ramírez, quien se había mantenido en el poder por 14 años (1944-1958). De acuerdo con

Xacur Maiza (2004), las afectaciones que se produjeron tras el ciclón redimensionaron la

ola de descontento de la población en torno a la gestión de este político tabasqueño. Entre

otras, las personas denunciaban la corrupción, la represión y el fraude, aunado a la

disminución de la producción de chicle. Con Janet se develaron estas problemáticas, que

se unieron a las pérdidas materiales y humanas e incrementaron las demandas de los

chetumaleños. El huracán perjudicó gran cantidad de árboles y el acceso a los campos

chicleros y madereros se vio interrumpido, lo cual se convirtió en una oportunidad para

que Ramírez y la compañía Freiburg Mahogany Internacional organizaran una operación y

saquearan la madera tumbada por Janet.

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La firma estadounidense proporcionó 1.3 millones de dólares, vía gobierno federal, para que los concesionarios locales compraran equipo y extrajeran la madera más valiosa. El Banco Nacional de Comercio Exterior canalizó otros 6-10 millones de pesos para contribuir al apoyo de la tala de “salvamento”. En 1956-1957 los volúmenes se incrementaron así; de 15,000 metro cúbicos en 1955, a 80,000 en 1956, 45,000 en 1957 antes de caer a 5,600 metros cúbicos en 1958 (Armijo, 2004: 66).

En su testimonio, la chetumaleña Wesley Puc Soriano afirmó que Janet, efectivamente,

derribó la riqueza forestal y menguó la producción chiclera, lo cual fue aprovechado por

Ramírez para ganar dinero con la venta de los árboles caídos, lo que detonó la presión del

pueblo para conseguir su salida del poder (Puc Cahuich, 2001). Además de estas

ganancias, también hubo denuncias en contra del gobernador por lucrar con la venta de

maíz y otros suministros que habían sido donados para atender a los afectados. Así lo

recordó la señora Mariana:

Hambres, pestes, los tuvieron que evacuar, mucha gente salió de acá. Llegaban los aviones, traían poca comida, solamente los puros niños atendían, las personas grandes pues se aguantan. Así que cuando llegaban los aviones de comida, enfilaban los niños hasta los de pecho para que les den biberón. Entraba la noche, se cerraban los cuartos y los que duermen en las salas oliendo toda la peste de los difuntos que quedaron bajo su casa. Chicos y grandes ahí se pudrieron, después entonces nos vino un hambre y el gobernador que era Margarito Ramírez, nos estaba dejando morir de hambre. Todo lo que llegaba, lo embodegaba, lo regresaba para Villa Hermosa porque era de Villa Hermosa él… Porque la gente estaba ahí, frente al Palacio de Gobierno, ahí comíamos, ahí dormíamos, esperando que salga, lo iban a linchar, porque todo, todo lo que mandaba Estados Unidos, Inglaterra, todos, llegaban los aviones con cobijas, colchonetas. No lo repartía, todo lo embodegaba allí en el Palacio (Mariana, 06 de octubre de 2016).

Para 1956, dos movimientos de oposición al gobierno alzaron sus voces: Comité Pro

Gobernador Nativo y la organización de campesinos y madereros de la zona centro y sur

del Territorio. Con respecto al Comité Pro Gobernador Nativo, tenía como centro de sus

exigencias que la autoridad principal del Territorio, que era designada por el gobierno

federal, fuera oriunda de Quintana Roo. En cuanto a los campesinos y madereros, éstos

sostenían que Ramírez había detenido la construcción de la carretera Chetumal- Peto en

el kilómetro 50 con el propósito de evitar el abaratamiento de los precios de las

mercancías y seguir obteniendo, a través de sus amigos comerciantes, grandes

ganancias. Además, afirmaban que no había libertad de prensa, que el gobernador era

socio de contratistas chicleros y madereros, y que participaba del contrabando (Xacur

Maiza, 2004).

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El 17 de agosto de ese año, luego de varias manifestaciones, se realizó un plantón

frente al Palacio de Gobierno. Otro evento de mayores proporciones fue organizado días

después, al cual asistió el general maya Francisco May Pech47. Aunque en esta

oportunidad el mandatario no se encontraba en el Territorio, con la toma del Palacio los

líderes del movimiento obligaron a renunciar al Secretario de Gobierno. A su regreso,

Ramírez optó por la persecución y el encarcelamiento, pero las protestas no cesaron hasta

que se logró su destitución en 1958. Siguiendo a Xacur Maiza, “pese a todas las penurias

que provocaron esto años aciagos, las protestas contra Ramírez y el huracán Janet

propiciaron que las autoridades del centro prestaran atención a su frontera sur, Quintana

Roo” (Xacur Maiza, 2004: 234).

Como señalé en el primer capítulo, la concreción de ciertas amenazas naturales no

sólo devela condiciones críticas que preexisten en el escenario social antes de la

manifestación del fenómeno. Además, pueden convertirse en un punto de inflexión, un

detonador de otros acontecimientos que se articulan con ellas para producir una coyuntura

crítica. El impacto del huracán, manifiesto en muertes, pérdida de la productividad de los

bosques y carencia de víveres, aunado a las condiciones generales en las cuales vivían

los chetumaleños, se unieron a los problemas económicos y políticos que habían creado

descontento entre la población, contribuyendo a la caída del régimen dominante. El evento

coyuntural exacerbó las tensiones sociales, irrumpiendo en el proceso de poder imperante

de manera determinante (Altez, 2016).

5. Después de Janet: Carmen, Mitch y Dean

A pesar de los daños que se produjeron tras el paso de Janet, que ocasionó

migraciones, destrucción en viviendas e infraestructura urbana y reducción de los bosques

sujetos a la explotación forestal, en abril de 1960 se informó que más de 900 mil

campesinos con sus derechos agrarios protegidos, serían trasladados a Quintana Roo, así

como a Veracruz, Tabasco y Chiapas, donde se les entregaría la tierra que solicitaban

para cultivar. Se trataba de un plan de colonización a gran escala que, en el caso de

Quinatana Roo, ofrecía 50 hectáreas de terrenos para cada jefe de familia (20 para cultivar

47 Fue un militar indígena maya y el último dirigente de la Guerra de Castas en la Península de Yucatán,

particularmente en la región que hoy ocupa el estado de Quintana Roo, en donde vivió gran parte de su vida y murió

(Kawakami, 2013).

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y 30 de uso común) y créditos. Además, se les apoyaría para la construcción de sus

viviendas, se les daría una despensa quincenal y quince pesos diarios. Para 1961 llegaron

alrededor de 200 campesinos, pero el número de migrantes fue considerablemente inferior

a lo estimado y más que formar nuevos poblados, repoblaron varias zonas del Territorio.

Estas políticas de colonización marcaron el final de la explotación forestal como centro de

la actividad económica de Quintana Roo, mientras se impulsó el cambio de uso del suelo

hacia la ganadería y la agricultura. Fue entonces cuando Chetumal recibió familias

provenientes de Morelos, Michoacán, México y Durango (Mendoza Ramírez, 2004).

La política de colonización y ocupación espacial y la dotación ejidal significaron la concentración de la población en los núcleos urbanos de los ejidos, lo cual permite concentrar también la prestación de servicios (agua, escuelas, oficinas públicas y brigadas sanitarias). Esto tuvo particular efecto en la ribera del río Hondo, donde el patrón de asentamiento había sido lineal y disperso, dando lugar a un reordenamiento de la población pero sin perder el carácter lineal de la misma, ya que el río seguía siendo la principal vía de comunicación. Los asentamientos tuvieron sus centros urbanos en la ribera y sus extensiones forestales se ubicaron en forma de fajas hacia el interior del territorio. En ejidos fuera del área de influencia del río el patrón fue concentrado y central, permitiendo un mayor control espacial (Castillo Villanueva, 2009: 89-90).

Imagen no 9. Colonos para Quintana Roo Fotografía tomada el 14 de julio de 1961

Fuente: Fondo Audiovisual, Biblioteca Yucatanense

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Para 1967 Javier Rojo Gómez, gobernador de Quintana Roo, promovió la instalación de

televisión y telefonía a larga distancia, terminó la construcción de la carretera Chetumal-

Escárcega y fomentó el cultivo de caña de azúcar en la ribera del Río Hondo. Luego, con

la llegada de Luis Echeverría a la presidencia del país (1970-1976), se hicieron realidad

las ambiciones de las autoridades del Banco de México de transformar el turismo a través

de la creación de cinco Centros de Desarrollo Turístico Integral, entre los cuales destacó

Cancún.

Con el Plan de Desarrollo Integral del Territorio de Quintana Roo (1971-1976) se

consideró la planificación del Territorio en tres zonas económicas (norte, centro y sur) y se

promovió el bienestar social, la infraestructura y el desarrollo integral. A través de este

programa se buscaba “aumentar las oportunidades de ocupación y mejorar las

condiciones de trabajo, fortalecer las organizaciones de trabajadores, eliminar las

tensiones entre clases sociales, promover cambios positivos en la estratificación social y

activar procesos de integración socioeconómica y cultural entre los grupos de población”

(Hernández Trueba, 2004: 378). En 1972 se instauró el régimen de zona libre como una

estrategia para impulsar las inversiones del sector privado en el comercio, el turismo y

otras actividades vinculadas al macroproyecto turístico de Cancún, además, se favoreció

la pesca y la agricultura.

Durante estos años, entre 1968 y 1988, la Península de Yucatán experimentó un

período de ausencia de actividad ciclónica. El territorio mexicano sólo recibió el impacto

directo de dos huracanes por su costa del Caribe: Eloise, en la zona norte del litoral, y

Carmen, más de 300 kilómetros al sur, cerca de la frontera con Belice (Morales, 2012). De

acuerdo con Morales (2012), ello debe haber contribuido a la nula importancia que le

dieron los inversionistas, planificadores e incluso el gobierno federal a la amenaza de

tormentas y huracanes. Tampoco tomaron en cuenta los cientos de miles de inmigrantes

que se establecieron en estas localidades, la mayoría de ellos procedentes del norte y

centro del país, carente de experiencias frente a la manifestación de estos fenómenos

naturales.

No obstante, estas afirmaciones pueden ser matizadas. Aunque cuando llegó el

huracán Carmen las condiciones materiales eran diferentes a aquéllas que determinaron

el nivel de destrucción que se produjo en los cincuenta con la llega de Janet, sus impactos

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y efectos no pueden ser subestimados. Más bien, podría sugerirse la obnubilación del

fenómeno, así como la negación de las experiencias previas de presencia de huracanes, a

través de la primacía otorgada a los intereses políticos y económicos que dominaban en

aquel momento.48

Efectivamente, Carmen (1974) es el fenómeno más referido por los antiguos habitantes

de Chetumal, después de Janet, tanto por las características del propio huracán como por

los cambios en la fisionomía de la ciudad. Causó inundaciones, particularmente en las

cercanías a la bahía y daños a infraestructura pública y viviendas. De acuerdo con el

Diario del Sureste, por más de 3 horas “golpeó duramente” a Chetumal, entró a 30 millas

de la ciudad con vientos de hasta 200 kilómetros por hora ocasionando incomunicación

total, fallas en los servicios públicos, destrucción de las casas de madera e inundaciones.

Los vientos huracanados comenzaron a sentirse a las cuatro de la madrugada y no

cesaron hasta las diez, aunque de seis a siete de la mañana fue el lapso de mayor

intensidad. Las lluvias prácticamente no cesaron en todo el día (Bautista Pérez, 2013).

Más de 10 mil personas de una población de 35 mil fueron evacuadas de las colonias

próximas a la bahía y refugiadas en edificios públicos; 10 chetumaleños resultaron

heridos. En general, se produjeron daños en 70% de la ciudad. (Diario del Sureste, 03 y 04

de septiembre de 1974). El aeropuerto, el cine Leona Vicario, la zona comercial, el Centro

de Salud, el Club Campestre y la Casa del Pueblo sufrieron daños. Las líneas de

conducción de la electricidad y el suministro de agua potable fueron interrumpidos. La

población quedó prácticamente incomunicada, excepto por carretera. Se produjeron

inundaciones y las calles quedaron obstruidas por postes, láminas, maderas y árboles

(Diario de Yucatán, 03 de septiembre de 1974). Con respecto a la riqueza forestal, la selva

circundante resultó gravemente afectada debido al derrumbe de árboles, lo que ocasionó

semanas después varios incendios. Con todo, en ese año se habían sembrado 3 mil

hectáreas de arroz y, a decir de los campesinos, Carmen contribuyó a lograr una muy

buena cosecha (Xacur Maiza, 2005; Mendoza Ramírez, 2016. Tomo II).

El señor Adrián describió su experiencia cuando llegó Carmen a Chetumal:

Yo el que viví fuerte fue el Carmen, ese sí lo recuerdo porque lo vi, fue en el 74. Yo estaba todavía en la primaria, pero sí, es el que viví que dejó huella en mí como tal. Bueno, en el Carmen te digo lo primero fue una gran impresión respecto a lo que estaba pasando porque acá al lado vivía el compadre de mi mamá y de repente pues “vámonos” y “para dónde nos vamos”. La preocupación

48 Profundizaré en torno a la memoria colectiva, así como a su uso tendencioso, en el capítulo IV.

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de mi madre era dónde vamos a guarnecernos del ciclón porque tenemos una casa de madera. Y nos fuimos al sindicato de taxistas, pero cuando vimos ya estaba lleno. Sí y el problema es que es un edificio que no estaba preparado porque tenía ventanales de aluminio, de vidrio, era vidrio y aluminio muy endebles, pues cuando empieza el aire fuerte se rompen y empieza a entrar aire y agua. Si fue algo medio traumático porque estás niño. Al principio que estaba el viento, antes que arrecie ves cómo se estaban moviendo los carros ¿no? que allí tenían ellos encadenados. El problema ahí, después de eso, para nosotros eran los víveres. Es feo cuando vienes a tu barrio y ves el árbol donde jugabas en medio de la calle, algunos animales muertos, ahogados, sí. Eso si es traumático, es lo que ves. Y luego todo oscuro, sólo los quinqués… Entonces es lo que ves, lamentaciones nada más ¿no? de las gentes. A los comerciantes, como no están preparados, sus cortinas se doblaron, sus mercancías se tiraron… El Carmen sí hizo [daño] porque había todavía muchas casas de madera, aquí en el barrio la casa de al lado se cayó, la de aquí enfrente se cayó. Pero cuando ves un huracán, ves nada más que todo destruye, todo está inundado, no hay luz, está oscuro. Pero ése para mí fue el peor, los otros no, ha habido tormentas que nos pegan, pero no (Adrián, 01 de noviembre de 2016).

Como lo señaló el señor Adrián, cuando Carmen se presentó en Chetumal aún se

conservaban estructuras de madera. A partir de su manifestación, se privilegió la

construcción de casas de mampostería, sustituyendo las antiguas viviendas de estilo

colonial inglés que ya habían comenzado su declive en la década de los cincuenta.

Otro cambio importante para la ciudad, luego del huracán, ocurrió el 08 de octubre de

1974 cuando Quintana Roo dejó su denominación de territorio y se convirtió en un estado

libre y soberano (Xacur Maiza, 2004). Para los chetumaleños, el Carmen se conjugó con

este cambio de estatus para incentivar transformaciones en la infraestructura urbana. Una

habitante de Chetumal comentaba en una entrevista que cuando el huracán llegó a la

ciudad aún era pequeña, tenía calles sin pavimentar y selva alrededor. Cuando se crea el

estado, se asfaltaron los caminos, se garantizó el servicio de agua potable y, en general,

se empezaron a realizar diversos gastos destinados a obras públicas (Adriana, 31 de

octubre de 2016).49

A pesar de las afectaciones que se produjeron tras el huracán, el desarrollo del sector

turismo siguió su curso. Los daños se concentraron en las localidades del sur de Quintana

Roo, alejadas de las inversiones económicas. Aunque las experiencias previas habían

demostrado que la zona norte se encontraba igualmente expuesta a estos fenómenos de

la naturaleza, la transformación de la región se continuó profundizando y, en pocos años,

se convirtió en un polo de atracción turístico y de inmigración (Xacur Maiza, 2004;

Mendoza Ramírez, 2016. Tomo II; Careaga Viliesid e Higuera Bonfil, 2012). Chetumal no

estuvo exenta de estos cambios. Para la ciudad se trató de una época de transición, el

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crecimiento poblacional comenzó a acelerarse alcanzando 23,865 habitantes en 1970 y

56,709 en 1980 (INEGI, página web oficial).

Para fines de la década de los setenta, los principales factores que motivaron la

migración hacia Chetumal, un sitio apartado, en lugar de dirigirse a los grandes centros

urbanos del país o a los Estados Unidos, fueron: la saturación de las fuerzas de trabajo en

las principales ciudades como el Distrito Federal, las poblaciones rurales más pobres y sin

tierras migraban a otros destinos rurales dentro de México y no tanto a Estados Unidos, y

el atractivo que generó la dotación de tierras. Muchas de estas personas llegaron de

49 Mujer, migró a Chetumal en la década de los sesenta del siglo XX. Profesional, trabaja en el área de cultura.

Imagen no. 10. Daños en las casas de maderas tras el paso

del huracán Carmen (1974)

Imagen no. 11. Pérdida total del techo del cine Leona Vicario tras el paso del

huracán Carmen (1974)

Fuente: Bautista Pérez, 2013.

Fuente: Bautista Pérez, 2013.

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Yucatán, campesinos henequeros sin derecho a créditos, sin tierras, desempleados y

jóvenes, con deseos de mejores condiciones de vida. Entre Yucatán, Campeche, Veracruz

y Tabasco proporcionaron el 71.23% del total de la población migrante (Chenaut, 1989).

La ciudad continuó creciendo hacia el norte y oeste debido a la construcción de la

avenida Insurgentes, tercera vialidad de importancia y segunda de acceso a la ciudad.

Además, se crearon dos avenidas sur-norte paralelas a la avenida Héroes: Calzada de

Veracruz y Juárez. Esto incentivó el surgimiento del segundo mercado de la ciudad y se

empezaron a concentrar negocios en torno a éste, como complemento al centro histórico.

La expansión urbana pasó de 671 hectáreas en 1969 a 1434.1 hectáreas en 1980 (Castillo

Villanueva, 2009). Para esos años, ante la falta de diversificación económica, la libre

importación de bienes de consumo, que en un principio era un apoyo a la actividad

forestal, se convirtió en la principal fuente de ingresos para sus habitantes.

Para Chetumal, el régimen de zona libre, junto con las otras medidas, la consolidó como la principal ciudad comercial importadora de la región y dio lugar a su período más importante, pero discutido, sobre todo por el carácter irregular que también presentó esta actividad. Respecto al comercio, también es importante el servicio de aduanas, así como algunas instituciones del Estado y organismos concertadores de la actividad económica (Hernández Trueba, 2004: 358).

Entre los años 70 y 80 se incrementó la red carretera, se construyó el boulevard Bahía

(restándole unos cuantos metros al mar), se consolidó el servicio de correo y telégrafos, y

se ampliaron las redes de distribución de agua potable. Asimismo, se multiplicaron las

infraestructuras para instituciones públicas, bibliotecas, centros de salud y de

esparcimiento (Macías Zapata, 1998; Xacur Maiza, 2005). Sin embargo, esto no solucionó

las deficiencias en la dotación de agua potable, el deterioro de las calles y la insuficiencia

del sistema de drenaje en las épocas de lluvia. En la prensa Ecos del Caribe (1977; 1978),

se encuentran reiteradas denuncias en torno estas problemáticas.

En la década de los ochenta, con la construcción de la avenida Erick Paolo, el

crecimiento espacial se intensificó hacia el oeste, pasando de 1434.1 a 2268.3 hectáreas.

Este incremento se dio más hacia lo interno de la ciudad que hacia el exterior de la

mancha urbana, a través de la ocupación de espacios disponibles dentro de Chetumal

(Castillo Villanueva, 2009). En una entrevista, una de las habitantes de la ciudad

comentaba:

En el periodo del 74 se vuelve estado, cuando se convierte en estado, no recuerdo bien, con Martínez Ross, pero ya con Pedro Joaquín se terminaron de pavimentar la mayoría de las calles y

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el agua, porque era un problema muy grave lo del agua potable, casi no había en la ciudad, se seguían surtiendo con agua de lluvia y los que si teníamos el líquido, pues fallaba muchísimo… Después ya vino muy rápido, después de los setenta, lo que viene siendo los 80-90, ya creció muy rápido, se abrió todo, toda la avenida Insurgentes y hace como 10 años ya tienen las plazas, que fue la primera plaza comercial… (Adriana, 31 de octubre de 2016).

Durante la gobernación de Miguel Borge Martín (1987-1993) continuó el aumento

demográfico, lo que ocasionó un incremento en el número de colonias populares y, a la

par, los problemas de urbanización en cuanto a infraestructura pública y servicios. En

1993 se creó la avenida Maxuxac, lo que continuó orientando la expansión de la mancha

urbana a lo largo de la avenida Héroes, hasta que el número de hectáreas ocupadas llegó

a 2759 (Castillo Villanueva, 2009). En cuanto a obras públicas, construyó el Museo de la

Cultura Maya, la Universidad de Quintana Roo, prolongó el boulevard y amplió los

primeros kilómetros de la entrada carretera de la ciudad a cuatro carriles, así como un

camellón al centro (Xacur Maiza, 2005). En la economía, con la contracción que sufrió el

comercio de importación, debido a la caída del dólar y la firma del Tratado de Libre

Comercio con Estados Unidos y Canadá, los habitantes de la ciudad tuvieron que

privilegiar la venta de productos nacionales y se produjo un crecimiento de la prestación

de servicios. No obstante, la ausencia de diversificación y fortalecimiento de las

actividades productivas colocó a la ciudad en un fuerte estancamiento económico (Xacur

Maiza, 2004; Hernández Trueba, 2004).

De acuerdo con la antropóloga Leydi Hernández Trueba, este estancamiento se

relaciona directamente con la actitud y las conceptualizaciones de los comerciantes

importadores, “quienes basados en una economía mercantil simple y por la influencia de

instituciones sociales, económicas y políticas relacionadas con el comercio importador no

optaron por una actitud empresarial innovadora para diversificar la economía” (Hernández

Trueba, 2004: 360). El señor Adrián me comentaba:

Chetumal empieza a tener una decadencia a partir de los ochenta. En el año del 86 más o menos empieza a tener una decadencia Chetumal, ya los comercios pues ya no venden tanta importación. Desde que México empieza a entrar al GAP, luego al TLC y todo ese rollo, acá empiezan a tener muchas broncas, las devaluaciones afectaron porque como compraban a crédito vía Panamá, o sea, todos sus proveedores de los comerciantes de Chetumal eran panameños ¿sí? Y todas las transacciones que se hacían en Chetumal eran en dólares. O sea, al banco tú ibas y podías abrir una cuenta en dólares sin pesos mexicanos sí, pero entonces toda, toda tu deuda o toda la deuda de esos comerciantes de esa época era en dólares. Entonces cuando vino la gran devaluación, que el dólar creo que estaba en 7, 8 pesos, luego sube a 12, luego sube a 16, luego sube a no sé cuánto, porque subió demasiado y ya viste que luego le quitan los ceros aquí. Entonces, tronaron demasiado comerciantes aquí. Muchos comerciantes, las deudas quedaron impagables, demandas,

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etc. Entonces tuvieron que llegar a acuerdos con sus proveedores. Algunos lograron acuerdos de pago... pero eso simple y sencillamente, hizo que muchos quebraran aquí. Y es cuando viene la debacle del comercio en Chetumal (Adrián, 01 de noviembre de 2016).

En coherencia con los que sostiene Hernández Trueba (2004), el señor Adrián explicó que

luego de la caída de la economía se intentaron implementar medidas para desarrollar la

región, aunque poco efectivas e incluso absurdas, contrarias a las características del

territorio:

Se empieza a buscar alternativas para desarrollar la zona, pero son ideas la verdad que absurdas. Querían producir arroz en la ribera del Río Hondo, cuando no es una tierra para hacer arroz, y se logró una inversión impresionante y se gastó el dinero a lo tonto porque se puso una arrocera que ahorita nada más es pura lata y puro edificio muerto. Todo ese dinero se perdió. Entonces creo que ha habido proyectos que no han sido ad hoc o pertinentes a la zona y eso que han hecho, pues han hecho que truene el mismo comercio. Lo mismo con Miguel Borge, con sus hostales cuando entra José Luis Pech como Secretario de Turismo, quiere poner hostales tipo Europa cuando aquí no estamos acostumbrados a eso, ¿no? Quebraron, quebró la empresa de Turín, quebraron las empresas madereras aquí, quebró el parque industrial de Chetumal, porque no tienen visión hacia dónde van y qué productos… Entonces, te digo yo así que te diga sabes qué, por qué Chetumal depende del comercio y ha tenido bajas en su vida económica es por eso, creo que hay malas decisiones de gobiernos, en cuestiones de inversión, sí. Y el miedo que han tenido los empresarios en invertir y pues lo más fácil para los jóvenes es irse y pensar “ah, dónde vas a trabajar”, “pues voy a trabajar al gobierno ¿no?”. Les falta un poco de ser emprendedores al respecto, pero también no se lo inculcan en las escuelas, ése es el problema. Si no eres de marketing o no eres de ventas o algo, no te meten en “ah, para ser emprendedor”, cuando en todo puedes ser emprendedor, siempre y cuando te lo inculquen desde la escuela. Entonces, es lo que estamos viviendo ahorita,

mucho desempleo (Adrián, 01 de noviembre de 2016).

Tras décadas de transformaciones profundas en el escenario político, económico y social

de Chetumal llegó el huracán Mitch. Nació en el Caribe, cerca de las costas venezolanas,

pero tuvo su origen en una onda tropical formada en Cabo Verde, en las proximidades de

África, el 10 de octubre de 1998. Alcanzó vientos de 290 kph y en las costas se registraron

mareas de tormenta, lluvias, inundaciones y deslaves. Aunque la trayectoria que marcaba

sugería su llegada a Belice y Chetumal, una alta presión lo hizo desviarse al sur, hacia

Honduras y luego a El Salvador y Guatemala. Finalmente, se desintegró el 1 de noviembre

en la zona fronteriza entre México y Guatemala. Mientras que en México se estima un

número de nueve muertes asociadas a este huracán, en Nicaragua esta cifra asciende a

2863 y en Honduras a 5677. Además, se produjeron destrucciones importantes en

viviendas, carreteras, puentes y campos agrícolas y ganaderos en éstos últimos dos

países (Morales, 2012; National Hurricane Center, 1999).

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Mitch ha sido descrito como la “peor tormenta tropical” de la región caribeña en 200

años, el “peor desastre” en Centroamérica en los últimos 100 años o el “huracán más

mortífero” de la historia del Atlántico. Debido a sus afectaciones en países vecinos como

Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala, fue catalogado oficialmente como un

“desastre regional”. Desde el punto vista meteorológico, ha sido el ciclón más poderoso

registrado hasta entonces en el mes de octubre, superado sólo por Wilma en el año 2003

(Lavell, 2002; Morales, 2012).

En Chetumal, durante días se esperó la inminente llegada de Mitch, muchas familias

fueron evacuadas y otras resguardaron sus bienes. La espera generó sentimientos de

desesperación, las oraciones salieron al paso. Muchos entrevistados señalaron que la

destrucción de la ciudad sería total, “Chetumal dejaría de existir”, “la ciudad

desaparecería”, “no quedaría vivo nadie” son las afirmaciones más frecuentes entre los

chetumaleños.

…cuando iba a venir este Mitch, que nos iba a devastar y todo. Surgió una corriente de católicos para pedirle [a San Judas Tadeo] que no venga el ciclón. Y todo se genera porque ese ciclón, como te dije, estaba tan estacionado, o sea, no fue un ciclón errático ni nada, fue un ciclón que estaba estacionado y estaba creciendo, su ojo fue impresionante y su alcance en diámetros, era de kilómetros. Entonces a la gente le asustó mucho porque no se movía, pero además te decían: “sabes qué, acaba de bajar un avión hércules del ejército y trajo trascabos, o sea, maquinaria pesada para hacer huecos porque va a destruir Chetumal y están las bolsas negras [para los muertos] ahí en el ejército” (Adrián, 01 de noviembre de 2016).

La mayoría de los entrevistados afirmó que la carencia de información y la falta de

preparación del gobierno se articularon para generar temor e incertidumbre ante la llegada

de Mitch, “el monstruo del Caribe”; fue el cambio de trayectoria del huracán lo que

garantizó el resguardo de las vidas de los chetumaleños. De atravesar la ciudad, la

ausencia de medidas de protección y seguridad se hubieran materializado en la pérdida de

muchas vidas y la destrucción total de la urbe. Ante la poca certeza de lo que ocurriría

surgieron las peticiones a San Judas Tadeo, que desde entonces se convirtió en el santo

patrono de los huracanes en Chetumal:50

La tarde del 28 de octubre del 98 la angustia se había apoderado por completo de más de 120 mil habitantes de Chetumal, ante el inevitablemente azote del huracán Mitch. 20 mil personas ya habían sido movilizadas a los alberges, saturados e inseguros, mientras que otros aseguraban sus viviendas de la mejor manera posible, hacia el mediodía las lluvias intensificaban, nunca podrá

50 En el capítulo IV profundizaré en este aspecto, que se relaciona con las respuestas simbólicas frente a los fenómenos

de la naturaleza.

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saberse donde se hizo aquella tarde la primera invocación a San Judas Tadeo… (Luis, 30 de

octubre de 2016).51

Aunque Mitch se desvió, las lluvias llegaron a Chetumal y se produjeron inundaciones que

afectaron a alrededor de 70 familias de las colonias Fidel Velásquez y Proterritorio, al

interior de la ciudad, donde el agua alcanzó los 50 centímetros debido a la carencia de

sistema de drenaje. A las inundaciones se sumaron la concentración de basura, animales

muertos y desechos humanos que imperaban en los terrenos baldíos que colindaban con

las viviendas de algunos sectores de bajos recursos económicos. En la zona baja también

se produjo estancamiento de agua, por ejemplo, en Nueva Reforma y 5 de abril

(Novedades de Quintana Roo, 30 y 31 de octubre de 1998).

Un aspecto fundamental de la manifestación de Mitch fue que develó los riesgos que

se han producido en Quintana Roo debido al acelerado incremento demográfico. El estado

no contaba con la infraestructura urbana necesaria, de servicios públicos ni de salud para

atender a la población en caso de contingencias (Novedades de Quintana Roo, 13 de

noviembre de 1998).52

Para la primera década del siglo XXI, la política económica de Chetumal siguió

centrada en un mercado simple de comercio, servicios públicos y privados, y en menor

medida de los incentivos que provenían de la agricultura, así como de la agroindustria de

otras localidades del municipio Othón P. Blanco. Si bien, el Plan de Desarrollo Integral

incluyó el aumento poblacional a través de la colonización dirigida, aunado a la migración

espontánea, y se produjo un relativo crecimiento económico en el sur de Quintana Roo, el

desarrollo de Cancún actuó en detrimento de esta parte de la región, incluyendo a

Chetumal. Además, persistieron los problemas infraestructurales, la fallas en la prestación

de servicios y las deficiencias en la comunicación y el abastecimiento. El 70% de la

población se dedicaba a la prestación de servicios, mientras el resto realizaba actividades

de un sector primario débil, sometido a un gran deterioro ambiental y económico

(Hernández Trueba, 2004).

51 Hombre, ingeniero de profesión e historiador autodidacta. Migró a Chetumal a principios de la década de los sesenta

del siglo XX. 52 Precisamente, Lavell (2002) ha sostenido que un número importante de las inquietudes, reflexiones y debates en torno

a los condicionantes sociales y ambientales de los desastres, y de sus efectos en el seno del desarrollo, surgieron después

del Mitch. Se colocó en el centro del debate la necesidad de dirigir el proceso de reconstrucción dentro de parámetros

que garantizaran la reducción de los niveles de inseguridad o vulnerabilidad en la sociedad frente a este tipo de evento.

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Así, llegó Dean en el año 2007. El centro del ciclón se localizó a 65 km al este de la

ciudad el 21 de agosto a las 03 horas, con vientos máximos sostenidos de 260 kph y

rachas de 325 kph, ocasionando lluvias de 81 mm (CONAGUA y SEMARNAT, 2007). Fue

catalogado como el noveno huracán más intenso registrado en el Atlántico, debido a la

baja presión de su ojo (906mb) y como el tercero de mayor intensidad al tocar tierra, con

vientos de 260 kph.

Fue un clásico huracán de Cabo Verde, donde se gestó el 11 de agosto de 2007. Cruzó a gran ve-locidad el Atlántico con un rumbo sostenido hacia la península de Yucatán, y el día 17 entró al Caribe, como huracán de categoría 2. No parecía muy peligroso, pero a partir de ese momento comenzó a fortalecerse con tal rapidez que en poco más de 36 horas pasó de la categoría 2 a la 4 y rápidamente llegó a la 5, con la cual tocó tierra en el sur de Quintana Roo al amanecer del 21 de agosto (Morales, 2016).

No se produjeron pérdidas humanas, pero si graves daños materiales. La población

costera de Mahahual quedó completamente devastada; en Bacalar hubo destrozos en

casas, infraestructura pública y caída de muchos árboles. Chetumal no padeció mucho sus

efectos, pero afectó 900 mil hectáreas de vegetación forestal, aunque sin mayores

pérdidas en la composición y diversidad de la selva (Morales, 2012; 2016). Nuevamente,

las inundaciones más severas por la entrada del agua de mar se produjeron en la parte

baja de la ciudad, mientras en la parte alta el nivel de estancamiento del agua de lluvia se

mantuvo entre 5 y 10 centímetros (Diario de Yucatán, 22 de agosto de 2007).

Así recordó la señora Mariana el paso de este huracán en una de nuestras

conversaciones:

El ciclón del Janet, pues como le digo, en aquel tiempo, no sabíamos cuanta categoría traía, más sabemos que venía ese ciclón, que ahora tiene nombre, tiene categoría. Nada de eso, el Dean te digo que sí, fue un poco fuerte pero no tanto o quizás vuelvo a pensar que quizás puede ser, que como ahora la vida es diferente, todos tienen casa de material, por eso no nos dimos cuenta, pero nuestra tablería toda estaba en el suelo. Allá había una mata de limón, donde está la almendra, cuando venimos en la mañana estaba en el camellón, lo arrancó de raíz y lo aventó allá, quiere decir que también trajo un poco de fuerza. Los cableríos, todos estaban en suelo, mediodía no podíamos salir, imagínate si no se previniera uno con la comida, ¿Qué íbamos a hacer? (Mariana, 06 de octubre de 2016).

El huracán Dean no causó mayores daños en la Península de Yucatán, ya que fue un

huracán “seco” que cruzó muy rápido a través de zonas relativamente despobladas,

selváticas y pantanosas. Fue un ciclón asimétrico, con un sistema nuboso más cargado en

el semicírculo sur que en el norte, lo que propició precipitaciones menores en las

localidades más pobladas, aunque en el caso de Chetumal las lluvias oscilaron entre 125 y

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150 mm. En cuanto a los problemas infraestructurales, se interrumpió el suministro de

agua potable y hubo daños en transformadores e instalaciones eléctricas. Con respecto a

las viviendas, las colonias más afectadas fueron las habitadas por personas de los

“sectores populares” (Diario de Yucatán, 22, 23 y 25 de agosto de 2007).

Imagen no. 12. Daños causados en vivienda autoconstruida tras el paso del huracán Dean (2007)

Imagen no. 13. Daños causados en espacios públicos de Chetumal tras el paso del huracán Dean (2007)

Fuente: Fotografía tomada y obsequiada por Don Pascual, habitante de la ciudad desde la década de los cincuenta

Fuente: Fotografía tomada y obsequiada por Don Pascual, habitante de la ciudad desde la década de los cincuenta

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En la actualidad, se han avizorado pocos cambios en cuanto a la diversificación

productiva, el fortalecimiento del sector comercial y la creación de condiciones económicas

que garanticen la estabilidad laboral y el incremento de la calidad de vida de los sectores

más desfavorecidos de la sociedad. En gran medida, persisten las mismas problemáticas

que hace más de una década, en medio de una población que sigue aumentado, aun

cuando en la ciudad tampoco existen las oportunidades que incentivan a los pobladores

de las localidades vecinas a migrar hacia la urbe que, básicamente, se orienta a la

búsqueda de mejores condiciones de vida.

Ha sido, precisamente, como consecuencia de la presión demográfica que Chetumal

fue expandiéndose hacia zonas inadecuadas para el asentamiento humano y que no

cuentan con la infraestructura apropiada. La fragmentación del hábitat, la alteración de los

flujos de agua subterránea (con su inminente saturación, contaminación, riesgos de

infiltraciones y fugas), así como el desplazamiento de fauna y flora endémica, constituyen

sólo un pequeño panorama de las múltiples transformaciones sobre el entorno natural.

Siguiendo a la geógrafa Lourdes Castillo Villanueva (2009), los riesgos ambientales se han

potenciado con las transformaciones que ha sufrido la ciudad, debido a la ocupación de

áreas de alto valor ecológico, que no son adecuadas para los asentamientos humanos. En

cuanto a la calidad de vida de los chetumaleños, el rápido crecimiento urbano no ha

encontrado su contraparte en una eficiente dotación de servicios e infraestructuras básicos

para atender a una población en constante aumento, generando focos de marginalización

vinculados a procesos de segregación espacial.53

5.1. Otros eventos

Otros fenómenos hidrometeorológicos han afectado directa e indirectamente a la

población de Chetumal, sin embargo, son escasamente recordados. Las afectaciones

fueron menores, lo común son las inundaciones y daños en la cobertura vegetal. Referiré

aquellos que se encuentran registrados en el Servicio Meteorológico Nacional, cuyas

fechas más antiguas datan del año 1997. En el mes de agosto de 2001 Chantal atravesó

la frontera entre México y Belice a 15 km al suroeste de la ciudad con viento de 115 kph.

53 Estos aspectos, que se relacionan con las características actuales de la ciudad y de la vida de sus pobladores, los

profundizaré en el siguiente capítulo.

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Dos meses más tarde, en octubre, Iris entró a tierra a 130 km al sur- sureste de Chetumal

con vientos de 220 kph, aunque se debilitó al día siguiente de tocar territorio mexicano.

En el año 2008 la tormenta tropical Arthur atravesó el sur de Quintana Roo entre el 31

de mayo y el 1 de junio, ocasionando lluvias intensas en el sureste mexicano, sin reportar

daños importantes o fallecidos. Más tarde, en julio, Dolly también generó fuertes

precipitaciones en Quintana Roo. En el año 2010 se formaron dos depresiones tropicales y

once huracanes. De los ciclones, seis tocaron tierra directamente en las costas de México.

Karl pasó a 15 km al noroeste de Chetumal la segunda semana del junio con vientos

sostenidos de 185 kph y rachas de 230 kph. Alex tocó territorio de México el día 26 de

junio, aproximadamente a las 21:30 hora local en el extremo suroeste del estado de

Quintana Roo, como tormenta tropical, a 90 km al suroeste de Chetumal, con vientos

máximos sostenidos de 95 km/h y rachas de 110 km/h (CONAGUA y Servicio

Meteorológico Nacional, 2002; 2009; 2011).

En el mes de agosto del año 2011 la tormenta tropical Harvey afectó el municipio

Othón P. Blanco con vientos máximos de 91 kph. En el año 2012 el huracán Ernesto, de

categoría 1, también afectó en este municipio con vientos de 140 kph (Coordinación

Estatal de Protección Civil, página web oficial). El día 4 de agosto de 2016 el huracán Earl

tocó tierra en la costa de Belice, a 120 km al sur de Chetumal, con vientos sostenidos de

130 kph y rachas de 155 kph (CONAGUA y Servicio Meteorológico Nacional, 2017).

6. De las casas de madera a las construcciones de “material”

Con la fundación de Payo Obispo y la llegada de migrantes provenientes de la colonia

inglesa Honduras Británica, el modelo de vivienda que dominaba en aquel territorio se

instaló en el sureste mexicano. Literalmente cruzó el rio Hondo, pues muchos de los

primeros pobladores de la ciudad desarmaron sus casas de madera en el lado británico y

la transportaron a lomo de cayuco para el lado mexicano. En la colonia inglesa eran

construidas con amplias habitaciones hechas con armadura a escuadra y las paredes,

techos, suelos y divisiones se formaban con tablas de pino. El techo era de tablas de un

pie de largo, cinco pulgadas de ancho y cuatro líneas de grueso, a cuatro aguas. La

distribución al interior de la vivienda consistía en una pequeña sala con dos alcobas en las

cabeceras. Además, tenía un corredor delantero donde sus moradores recibían el aire

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fresco y las visitas de sus vecinos la mayor parte del año. Estas casas llegaron a Payo

Obispo con un elemento diferente: láminas de zinc para el techo pintadas de color rojo, en

lugar de las pequeñas tablas de madera (Ramos Díaz, 2009: 178).

Durante décadas el sistema constructivo en Chetumal fue dominado por esta

arquitectura en madera, reminiscencia de las viviendas de estilo inglés de Honduras

Británica. Además, se construyeron casas que incluían una combinación de elementos

estructurales y arquitectónicos, que representaba una simbiosis entre la arquitectura maya

y el bungalow inglés, y que solventaron las necesidades habitacionales de los trabajadores

forestales, comerciantes, hacendados y jornaleros. Estas casas y las tradicionales de

madera atendían a aspectos bioclimáticos, permitían la ventilación y la circulación del

viento, protegían del calor y los eventos meteorológicos extremos (Checa-Artasu 2012).

Las puertas o bien son exentas, o bien a batiente a la inglesa con mosquiteras o cierres en persiana hechas de lamelas -tablones horizontales hechos de madera-, que serán similares a los de las ventanas. Estas persianas muestran no sólo el uso de la madera como elemento de cierre, sino también para regular la entrada de luz y calor al espacio habitacional, reducir la violencia de los fenómenos meteorológicos (los ciclones o huracanes) y sustituye dada la escasez y dificultad de mantenimiento de otro tipo de cerramientos como sería el vidrio. Otro elemento de gran incidencia en el factor bioclimático de la arquitectura de madera en el trópico es el pilote o el horcón… teniendo varias funciones como la evitación de inundaciones y el acceso de animales, pero también, proveer el levantamiento de la casa sobre el nivel del suelo, permitiendo un canal de ventilación que incide en la parte inferior de la misma. Esta circulación servirá para articular una termorregulación interna que también ayude a las estructuras de techumbre que conforman espacios cerrados, gracias a falsos techos y espacios laterales creando cámaras de aire aislantes del calor exterior. La presencia de vigas de celosía, paredes que no tocan los falsos techos o la disposición en paralelo de las oberturas exteriores ayudarán, aún más si cabe a mantener un buen nivel de ventilación, la circulación de las brisas proveyendo una termorregulación idónea (Checa-Artasu, 2001: 55-56].

Estas casas se concentraron en cuatro calles y una vía principal (avenida Héroes),

siendo unas de planta baja y otras de dos pisos, siguiendo el modelo británico que

readaptó el bungalow, construidas en estilo de tipo victoriano. Fueron las residencias de

personas con estabilidad económica, dedicadas al comercio de madera y chicle,

fundamentalmente. En zonas aledañas se fueron instalando nuevos habitantes, que

construyeron casas que seguían ese modelo, pero combinado con aquéllas que tenían

paredes de madera con techos de huano, o las paredes de tasiste con techumbres de

plancha de zinc. Para 1922 el crecimiento de Chetumal, desde el mar hacia el norte,

alcanzó una superficie de 0.48 kilómetros cuadrados, superando las vías inicialmente

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abiertas, desplazando manglares y pantanos, dando lugar a una multiplicación de las

características y formas constructivas (Checa-Artasu, 2001).

En la década de los veinte y treinta esa expansión dará pie a esa diversidad tipológica por lo que respecta a la morfología de las casas, con una distribución basada en predios de tamaños entre los 25 metros de lado y hasta de 50 metros de lado, que no obligan a la total ocupación de los mismos con construcciones, dejando espacios libres e incluso baldíos entre los lotes y las construcciones. Así un crecimiento que se verá relanzado en torno a los años 1935 a 1940, con la expansión urbana que promueve el gobernador Rafael E. Melgar, construyéndose en esos años la Escuela socialista Belisario Domínguez y el Hospital materno infantil Morelos, ambos proyectados por el arquitecto yucateco Manuel Amábilis Domínguez (1883-1966), impulsor de una readaptación de las arquitecturas mesoamericanas como parte de una arquitectura nacional para México y decorados por el escultor Rómulo Rozo (Checa-Artasu, 2001: 59).

Imágenes no. 14 y 15. Casas de Madera en la década de los cuarenta. Chetumal

Fuente: Archivo General de Quintana Roo, Acervo fotográfico

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Para la segunda década del siglo XX se consolida el proceso de crecimiento

demográfico en la ciudad y se incorporan más obras públicas construidas con hormigón.

Con la creación del teatro Ávila Camacho, el mercado Miguel Alemán, la escuela Álvaro

Obregón y el estadio de béisbol Melchor Ocampo se rompe definitivamente con la

tradición de arquitecturas en madera (Checa-Artasu, 2001). Proceso que consolidó el paso

del huracán Janet en 1955 y, posteriormente, el huracán Carmen (1974). Aunque algunas

casas fueron reconstruidas y el Estado creó la colonia Las Casitas, con viviendas de

madera como una medida para atender a la población damnificada tras el paso de Janet,

ya se había iniciado una paulatina transformación de las formas constructivas, que en

conjunto con el incremento de la ocupación de zonas hacia el interior del territorio modificó

el paisaje urbano de Chetumal. Además, para la década de los setenta se produjo una

marcada transformación en la arquitectura de la ciudad. “La avenida Héroes se saturó de

edificaciones de uso práctico- utilitario carentes de un concepto estético” (Xacur Maiza,

2005: 45).

El 10 de noviembre de 1995, a través del Decreto No. 127 se aprobó la protección,

conservación y restauración de las casas de madera, y se les incluyó como parte del

patrimonio histórico, cultural y artístico de Quintana Roo (Gobierno del estado de Quintana

Roo, 1995). Sin embargo, actualmente, muchas de estas viviendas han sido sustituidas

por construcciones de cemento y otras se encuentran en franco estado de deterioro. Las

que se encuentran mejor preservadas han sufrido algunas modificaciones con respecto a

su versión original. No existe un inventario actualizado del número, características y

ubicación de las casas que quedan en pie en Chetumal. Para el año 2015 se

contabilizaban 45, un número considerablemente inferior a las 185 que existieron según la

maqueta de la ciudad y de las 101 que censaron en el año 1995 (Novedades Quintana

Roo, 18 de abril de 2015).54

54 La maqueta de Payo Obispo fue realizada por Luis Reinhart McLiberty. Inició su elaboración en 1917 y en varias

oportunidades ha sufrido modificaciones. Actualmente reposa frente a las instalaciones del Congreso del Estado de

Quintana Roo y es un recuerdo material de las características de la ciudad en sus primeros años de vida. Véase imágenes

16 y 17.

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Con el paso de los ciclones, muchas personas optaron por casas de “material”,

construidas con cemento y/o piedra. Aquellos que contaban con los recursos económicos

suficientes, cambiaban el sistema constructivo de sus viviendas, algunos de manera

drástica y otros a través de intervenciones paulatinas hasta completar la transformación

total de la edificación; mientras las personas de clase baja reconstruían sus casas con

materiales frágiles y de bajo costo. Así, la manifestación de los huracanes se articuló con

la expansión de la mancha urbana y el incremento constante del número de habitantes de

la ciudad para impulsar los cambios en el sistema constructivo A través de diversos

programas de desarrollo y la apertura al capital privado para la construcción de nuevas

colonias, comenzaron a proliferar las viviendas de cemento y piedra, con características

modernas. Además, los grandes gastos que implicaban el mantenimiento de las casas de

Imágenes no. 16 y 17. Maqueta de Payo Obispo

Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 07 nov 2016

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madera y las dificultades para incorporarles la infraestructura necesaria para equiparlas

con los servicios básicos actuaron en detrimento de su conservación.

Hace como 10 años pues vamos a atacar ya el problema de raíz. Vamos a atacar los cinturones de miseria, vamos a quitar las zonas suburbanas. El fraccionamiento ya tiene todos los servicios, de todo, de abastecimiento de abarrotes, luz, drenaje, pavimentación, la electricidad y todo va por debajo del suelo. Para que en un momento determinado los postes si se caen no se interrumpa el servicio, primero; segundo, por seguridad, enterrado el cable por muy alto que sea el voltaje no hay ningún riesgo y siempre voy a garantizar el servicio de electricidad, agua y drenaje… ah telefonía igual, la domiciliaria o celular, las repetidoras tienen su propia fuente de energía y aunque esté el ciclón, la infraestructura está hecha, la antena, para aguantar vientos muy fuertes y el servicio lo tenemos… Se cambió la construcción porque antes aquí te vendían los lotes y tú construías como podías. Había muchos cinturones de miseria, la zona suburbana, casas de madera, casas de láminas de zinc, de cartón, de varitas. La gente cortaba sus varitas, conseguía sus cartones y construía sin ningún tipo de servicio público, ni electricidad, ni drenaje, ni agua potable. Imagínate cómo vivían. Cuando pasaba un huracán, la gente que está en la intemperie había que protegerla (Vicente, 13 de septiembre de 2016)

Estas transformaciones en los sistemas constructivos no implican sólo cambios en los

materiales de las viviendas, sino en el estilo de vida de sus moradores, por ejemplo, pasar

a ocupar casas que ya cuentan con agua, electricidad y drenaje, con otras distribuciones

de las habitaciones, carente de porches para recibir a las visitas y recibir el aire fresco.

Ello, sin contar con la pérdida de aspectos que respondían a las características del clima

de la ciudad. Una entrevistada sostenía que:

no son casas que en realidad estén bien, son casas pues si, que nada más tienen el valor histórico y a lo mejor tuvieran un valor emotivo, pero para las familias si es que quisieran, pero de ahí para allá, no. Casi siempre tenían los cuarticos chiquiticos porque eran sólo para colgar hamacas, se supone que no eran para camas. Entonces las cosas hidráulicas y eso, pues cuando las casas de madera, no existían, eran letrinas. Ya si tú pones eso de todos modos le tienes que poner bloques, le tienes que hacer un añadido, un parche para poder poner todo eso. Igual las cocinas, es que no había drenaje, no había nada. Pues quién va a querer estar haciendo eso ahorita, pues no. Entonces, ya si tú quieres hacerle tu cocina, ya hay que hacerles muchas modificaciones y muy caro si es que en verdad quisieras respetar la madera. Ya tendrían que ser como están las de los gringos, que están como que tienen dos partes para tapar, precisamente, todas las instalaciones. Están forradas, como se hacen con los techos que les ponen un cielo raso, entonces te sale más caro todavía y no va a ver quién te sepa hacer esas cosas y después el mantenimiento, regresamos a lo mismo, porque a lo mejor todas esas partes tendrían que ponerle algo especial para la humedad y que no tenemos aquí, es la verdad, no hay gente especializada en esto. Tendrías o tú solito investigar y hacerlo o pagar para vengan empresas de otros lados para ponerlos, entonces te haces mejor una casa nueva, definitivamente (Adriana, 31 de octubre de 2016).

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Sin embargo, las casas de “material” no implican necesariamente mayor seguridad y

protección frente a los huracanes, ni un incremento en la calidad de vida. Como explicaré

en el capítulo III nuevos elementos se han introducido en la dinámica de la ciudad y de sus

pobladores, transformando las condiciones de habitabilidad, alterando el medioambiente y

generando nuevas situaciones de riesgo. Siguiendo a Castillo Villanueva (2009), el

Imágenes no. 18 y 19. Casas de maderas en Chetumal, Quintana Roo

Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 12 sep 2016

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“progreso” que conlleva los procesos de urbanización involucran factores de cambio en el

entorno, las formas de vida, la infraestructura, el equipamiento y la comunicación.

Chetumal ha transitado hacia un nuevo modelo de urbanización desde una gestión

gubernamental que ha intentado impulsar las inversiones en el sur de la entidad. Además,

las ideas en torno a la seguridad frente a los fenómenos de la naturaleza tendrían que

analizarse no sólo desde las características materiales, sino en torno a las percepciones y

representaciones que han desarrollado los pobladores de la ciudad frente a los huracanes,

donde la información difundida desde las instituciones gubernamentales ha tenido un peso

fundamental. Esto último lo retomaré en el capítulo IV.

7. La parte baja y la parte alta de la ciudad

Tras la fundación de Payo Obispo, los primeros pobladores se asentaron a orillas de la

bahía Chetumal. Sus vidas se desarrollaron alrededor del mar: alimentos, ropa,

herramientas de trabajo y medicinas e incluso las noticias, que llegaban mucho después

de producirse, venían en barco. La carencia de caminos limitó durante mucho tiempo las

comunicaciones con otras regiones del territorio mexicano, estrechándose las relaciones

con Consejo y Corozal, en Honduras Británicas. La importancia del transporte marítimo se

mantendría vigente hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando los caminos carreteros lo

desplazaron hasta concluir en la pérdida total de su importancia (Bautista Pérez, 1998).

Las primeras calles de la ciudad se abrieron luego del desmonte de las inmediaciones

de la bahía, se construyeron como amplias avenidas con camellones centrales. Éstas

fueron: 22 de enero, Héroes del 22 de abril, 5 de mayo y Juárez. Para 1904 la población

era de 650 habitantes y todo estaba por hacerse, sólo a través del trabajo de sus propios

pobladores se le fue dando forma a la ciudad. En las siguientes décadas se fue

incrementando paulatinamente la población, se abrieron nuevas calles y se construyeron

más casas habitación. Sin embargo, la mayoría de las personas permanecieron asentadas

en las cercanías del mar, mientras hacia el norte del territorio se concentraban pocos

campamentos temporales de los trabajadores forestales dedicados a la extracción de

chicle y madera (Xacur Maiza, 2005).

De acuerdo con el señor Adrián, la ciudad era sumamente pequeña, en sus primeros

años abarcaba únicamente las colonias Barrio Viejo, Colonia Centro y Barrio Bravo. Todas

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ubicadas en las inmediaciones de la bahía (Adrián, 26 de noviembre de 2016). En Colonia

Centro vivía la gente con mejores posibilidades económicas, mientras Pueblo Nuevo (que

empezó a ser conocido como Barrio Bravo en la década de los ochenta) era una zona

habitada por personas orientadas a la agricultura, dedicados a producir camote, frijol,

maíz, naranja, tomate y aguacate.55

Los pobladores más antiguos de Chetumal coinciden en afirmar que luego del huracán

Janet (1955) el espacio que ocupaba la mancha urbana se expandió. La experiencia les

demostró que la zona más expuesta al viento y al agua era, precisamente, donde se

concentraba prácticamente la totalidad de la población. Entre las consecuencias de este

fenómeno natural se pueden contar la emigración de familias enteras, el proyecto de

construir únicamente en la zona alta de la ciudad y, lo más importante, la “necesidad” de

edificar las viviendas con materiales pétreos. La construcción de la colonia Las Casitas en

la parte norte, marcó el inicio de la ocupación del interior del territorio chetumaleño. El

paulatino crecimiento demográfico consolidó esa expansión territorial y, por ende, el

aumento de los espacios urbanos (Xacur Maiza, 2005).

En la década de los sesenta, con la colonización dirigida y los incentivos a los

migrantes, se fueron multiplicando los asentamientos en la ciudad y para la segunda mitad

de la década de los setenta, con Martínez Ross en la gobernación, se inició una nueva

etapa constructiva, se crearon nuevas colonias, se prolongó la Avenida Héroes y se abrió

el Instituto Tecnológico de Chetumal hacia el interior de la ciudad (Xacur Maiza, 2005). El

señor Roberto recuerda:

Eso fue como en el [año] 87, empezó a crecer ya Quintana Roo, colonias y calles. Pues, ya vinieron más personas y empezaron a repartir lotes. Ya se empezaron a formar las colonias, ya se formó lo que es la Solidaridad, Payo Obispo, Nuevo Progreso. Bueno casi todas las colonias actuales y todas se formaron esa vez. Hay muchos más habitantes, hay muchas más colonias, no sé cuántas hay, yo me quedé en que eran 80, no sé cuántas hay ahorita (Roberto, 14 de octubre de 2016).

Para la década de los ochenta, durante la gestión de Pedro Joaquín Coldwell surgieron

nuevas colonias alejadas de la bahía: Polígono Dos, Flamboyanes y Payo Obispo (primera

etapa). Además, se asfaltaron y se tejió el tendido eléctrico en todas las calles. Para fines

de los ochenta y principios de los noventa, continuó creciendo la ciudad y para la

55 Entrevistas realizadas por Luz del Carmen Vallarta: Jesús Barquet de Quiven, 14 de noviembre de 1987; Luis

Reinhart McLiberty, 17 de abril de 1987.

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gubernatura de Mario Villanueva Madrid (1993-1999), se urbanizaron colonias populares

como Solidaridad y Comité Pro-territorio.

Con la llegada del siglo XXI se produjo un nuevo crecimiento de la ciudad, un período

que ha sido identificado desde el 2000 hasta la actualidad. En estos últimos años se ha

profundizado el incremento de zonas no urbanizadas y terrenos baldíos al interior de

Chetumal. Se ha colocado el énfasis en la expansión de los límites con una conurbación

con el poblado vecino de Calderitas, que se ubica hacia el norte, y hacia el oeste donde se

encuentra la localidad de Huay-Pix (Alonzo Alonzo y González Vera, 2010).

Así, se fue construyendo históricamente una distinción objetiva y subjetiva de la ciudad

entre la parte baja o “vieja” Chetumal y la parte alta o “nueva” Chetumal. La parte baja

cubre las áreas próximas a la bahía Chetumal. Las colonias más antiguas se ubican en

esta parte de la ciudad, actualmente separadas del mar por el boulevard Bahía y

restaurantes y centros nocturnos que bordean los límites de las casas habitación. Allí

vivieron los primeros pobladores de Chetumal, comerciantes y trabajadores forestales.

Aún persisten algunos de sus descendientes en esta zona, pero bajo un estilo de vida

sustancialmente diferente al de sus padres y abuelos. La colonia más conocida es Barrio

Bravo, cuyos habitantes viven bajo el estigma de la pobreza y la violencia, aunque muchos

son profesionales y miembros de la clase media de la ciudad.

La parte alta es heterogénea, se han construido fraccionamientos para la clase media

alta, media y baja. Aunque aglutina migrantes de otras regiones del país y familias

provenientes de las zonas rurales que circundan la ciudad, también se encuentra habitada

por chetumaleños que antiguamente residían en la parte baja, que a través de créditos

otorgados por instituciones públicas adquirieron viviendas en esta zona. El señor Pascual

relataba, en una de nuestras productivas conversaciones, cómo se ha producido el

desplazamiento de las personas que vivían en las colonias más antiguas hacia las nuevas

construcciones:

Pues, las cosas han cambiado. En vez de ir a más, yo creo que se ha ido a menos, sobre todo la colonia [Barrio Bravo] ¿no? te decía, antes muchas casas, todos los terrenos más bien, aunque sea con poca gente, pero tenía gente. Hoy hay muchos terrenos, los mismos terrenos, pero ya no tienen gente. Entonces eso que quiere decir, que en vez de que vaya para más, ha ido a menos ¿sí? Creo que por eso el gobierno ni se interesa. Yo no sé si es su propósito, de que la gente se largue de acá de esta colonia, que se largue a otro lugar. Por eso están apurado de hacer casas allá [en la parte alta de la ciudad]. Actualmente las están dando baratas, a 260 mil pesos cada casa. Yo siento que están baratas ¿sí? Porque antes estaban a más de 300, ya le bajaron. Pero para la clase de casas que están haciendo ellos, son casas que te quiero decir que son casas incómodas, son casas

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incómodas que la gente no se acomoda, pero las agarran porque pues, quizás porque ya les empujaron el crédito, ya están pagando…Pues por ahí por, por allá lejos en la parte alta, sí (Pascual, 07 de octubre de 2016).

Asimismo, las experiencias en torno a la presencia de huracanes han contribuido a

construir una distinción entre una zona insegura (cercana a la bahía) y una zona segura

(hacia el interior de la ciudad), debido a la exposición a las fuerzas del viento y la

propensión al desbordamiento de las aguas. Aunque los pobladores más ancianos, que

aún habitan en las colonias antiguas, afirman no tener miedo de la manifestación de este

fenómeno natural, pues ya saben qué hacer, cómo resguardarse y proteger sus bienes.

No sucede lo mismo con los migrantes que llevan pocos años viviendo en Chetumal,

quienes prefieren habitar en los nuevos fraccionamientos, alejados de la bahía, que les

pueden garantizar mayor seguridad en caso de los ciclones, aun cuando están expuestos

a los permanentes problemas de inundación que se producen en la parte alta de la ciudad.

En cuanto a estas inundaciones, también existen diferencias relacionadas con la

orografía y tipo de suelo. En general, en Chetumal domina el relieve de llanura, bien sea

llanuras costeras, llanuras pantanosas y cuencas y depresiones continentales. De acuerdo

con estos tres tipos de relieve se producen las inundaciones, aquéllas que se producen en

las llanuras costeras abarcarían, básicamente, lo que es comúnmente denominado por la

población como la parte baja de la ciudad. Comprende las colonias ubicadas frente a la

bahía y se debe fundamentalmente a la influencia marina derivada de las perturbaciones

ciclónicas y a su relación con las condiciones geológicas y geomorfológicas (relieve

negativo, terreno bajo y pantanoso). En esta zona el efecto del agua no sólo es destructivo

al avanzar tierra adentro, sino también en sentido inverso, es decir a su retirada hacia el

mar. Las inundaciones en llanuras pantanosas se presentan en las planicies costeras,

donde predominan pantanos, ciénagas, lagunas y cubetas de decantación, que reciben

agua lacustre y/o marina. Hay zonas de la ciudad que cuentan con estas características,

que pueden permanecer inundadas permanente o temporalmente, por semanas e incluso

meses. En cuanto a las inundaciones en cuencas y depresiones tropicales se producen en

la mayoría de las zonas interiores que presentan un suelo de drenaje lento (CAPA- IMTA,

2013). Ésta última sería la parte alta de la ciudad o la “nueva Chetumal”.

Dos extremos de la ciudad de Chetumal el este y el sureste, culminan en la Bahía de Chetumal, cuya costa es baja y pedregosa, cubierta en su mayor parte por el mangle, hacia el suroeste de la zona urbana se encuentra el cauce del río Hondo y su desembocadura, aunque no existe

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urbanización alguna en esa zona, la mayor parte de la ciudad se extiende hacia el norte y hacia el oeste, su territorio únicamente tiene una diferencia de altura situada a unos 200 metros de la costa. El resto es prácticamente plano, con algunas mínimas ondulaciones, esta zona permite la formación de aguadas y zonas pantanosas durante la época de lluvias, aunque la zona de estudio, entre Huay-Pix y Xul-Ha es atravesada por una pequeña corriente permanente de agua, el estero de Chaac, que es precisamente el enlace permanente entre la laguna de Bacalar y el Río Hondo. Lo que es un elemento relevante de todo este sistema lagunar-fluvial (CAPA-IMTA, 2016: 27).

Resulta significativo, además, que la diferencia de elevación entre ambas “partes” de la

ciudad es en realidad muy pequeña. Se encuentran separadas físicamente por un escalón

natural del terreno, que constituye una transición corta pero gradual. La parta baja tiene

una elevación media de 2 m sobre el nivel del mar y la parte alta se extiende tierra adentro

con una elevación de 6 a 9 m, por lo que el desnivel entre ambas varía entre 4 y 7 m

(CAPA-IMTA, 2016).

Se trata de una diferencia topográfica que se entreteje con otros aspectos vinculados a

las experiencias, representaciones y percepciones de los habitantes de la ciudad. Como

explicaré en el capítulo IV, los contrastes que se dan en torno al territorio chetumaleño no

responden únicamente a una cuestión física, pues también se encuentran vinculados a

factores que trascienden la ubicación y características geográficas del territorio y se

insertan en el mundo de lo simbólico, en la subjetividad de la población.

8. Reflexiones finales

Los contextos estudiados son productos históricos y sociales, entonces es ineludible

conocerlos a profundidad desde una dimensión espacial y temporal amplia para poder

identificar y comprender las condiciones en que se van construyendo escenarios de riesgo

a desastres. La articulación entre el trabajo etnográfico y la búsqueda de información

documental aboga por un análisis que abre a una veta transdisciplinaria que es necesario

explorar y profundizar, apostando por un entramado metodológico que contribuya a nutrir

las investigaciones tanto de datos provenientes del pasado como de las particularidades

actuales de dichos contextos.

En este sentido, es fundamental comprender en toda su dimensión las estructuras que

operan detrás de las coyunturas desastrosas, pues permiten trascender los análisis

centrados en los daños producidos y proveen de la información necesaria para construir

discusiones críticas al respecto. Los aspectos políticos (decisiones sobre el territorio,

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incluso desde su fundación), las actividades económicas (explotación forestal, comercio y

servicios) y el escenario social (migraciones, formas de vida, crecimiento poblacional) se

interrelacionan y dinamizan las prácticas espaciales, influyendo de manera determinante

en la construcción de escenarios de riesgo y vulnerabilidad frente a los fenómenos de la

naturaleza, convirtiendo a éstos en amenazas para la sociedad.

Chetumal y, en general, la Península de Yucatán, sufrieron transformaciones

importantes en su geografía poblacional. La inmigración motivada por la dotación de

tierras, nuevas oportunidades económicas y, más tarde, la implementación de proyectos

turísticos, fueron orientados hacia territorios dominados por grandes extensiones de selva.

Bajo la premisa de se trataba de espacios “vacíos”, éstos “debían” ser ocupados para

solucionar los conflictos limítrofes con Belice, controlar las rebeliones indígenas y atender

la demanda de tierras agrícolas por parte de las poblaciones del centro del país.

Como lo ha señalado Lavell (2000a), la ubicación de la mayoría de los centros urbanos

atiende a fines estratégicos y, muchas veces, se relaciona con la cercanía a diversos

recursos naturales. La proximidad a mares, lagos y ríos se explica por la facilidad en el

transporte de bienes, producción agrícola, pesquera o industrial, y la relación comercial y

poblacional en general. Las decisiones que se toman en torno al uso y ocupación del

territorio es lo que determinará la seguridad de sus habitantes, pues se relacionan con la

gestión ambiental y las estrategias de protección de los ecosistemas. El problema se

suscita, precisamente, cuando las dinámicas de la naturaleza se articulan con procesos de

intervención humana que convierten al entorno en amenazas, para las poblaciones allí

asentadas (Campos G. et al., 2012).

Los mares y océanos normalmente benignos, se convierten en amenazas por la presencia cíclica de huracanes y tormentas tropicales, mareas altas combinadas a veces con descargas fluviales anormales, y la probabilidad de un aumento en sus niveles por el impacto del cambio climático global y el efecto invernadero; factores que condicionan la existencia de inundaciones de gran escala, erosión costera y vientos de alta velocidad. Los ríos que ofrecen oportunidades de producción, acceso a agua y medios de transporte y aspectos estéticos de gran valor, además de la refertilizacion natural de sus zonas de inundación, cíclicamente producen inundaciones de magnitudes anormales que ponen en peligro a la comunidad establecida en sus proximidades. Las faldas de los volcanes que proveen importantes recursos edáficos y minerales, se transforman en lugares de peligro frente a la posibilidad de la renovada actividad volcánica (Lavell, 2000a: 3).

Así, el proceso contradictorio de crecimiento poblacional y urbano que se ha producido en

Chetumal, acorde con las dinámicas económicas que se han impulsado y que han

producido cambios en diversos ámbitos del contexto natural y construido, ha transformado

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las dinámicas del entorno en amenazas para sus habitantes. Los asentamientos humanos

han ido invadiendo zonas que ubican a las personas en situaciones de inseguridad. De allí

que, las amenazas naturales, en consonancia con los procesos sociales que las han

erigido como tales, solamente por intervención de las mismas sociedades pueden dejar de

ser un peligro. “Lo cual significa que el concepto mismo de amenaza es socialmente

construido” (Lavell, 200a. 3).

Como se verá más adelante, la expresión del riesgo y su actualización, no requiere la

concreción de un desastre de gran magnitud. Numerosas localidades que sufren un

desastre de gran envergadura han sido avisadas previamente a través de pequeños

eventos como inundaciones, deslizamientos y hundimientos, que muchas veces son vistos

como parte de la cotidianidad de sus habitantes. Empero, estos eventos dan cuenta del

riesgo, la inestabilidad y el desequilibrio en las interacciones con el entorno natural. “Entre

más conscientes de las señales que hagan estos eventos, “no desastres”, y entre más

veloz sea la respuesta de la sociedad en revertir los procesos que construyen estos

riesgos, más posibilidades existen de evitar un gran desastre del futuro” (Lavell, 2004: 11).

En este sentido, las condiciones de riesgo frente a los fenómenos de la naturaleza se

han concretado en una configuración territorial particular, expresada en diversas formas de

dominio y apropiación del espacio donde actualmente se encuentra Chetumal. Aunque la

presencia de los huracanes y la propensión a sufrir inundaciones están vinculadas a las

características geográficas y climáticas del sureste mexicano, sus impactos no son

consecuencia directa de las dinámicas de la naturaleza, sino que son el resultado de

procesos históricos de ocupación y manejo del territorio. La construcción de la ciudad

involucra transformaciones ambientales, mientras que el cambio de los suelos naturales

en tierras urbanas implica la remoción de la cobertura vegetal y su sustitución por

materiales como cemento y asfalto, generando situaciones que conducen a resultados

imprevisibles ante la ocurrencia de fenómenos de la naturaleza (Lavell, 1999).

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CAPÍTULO III. ENTRE SOCAVONES E INUNDACIONES: CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y

EXPANSIÓN TERRITORIAL DE CHETUMAL

...Chetumal está rodeado de agua, bien sea por pantano, por manglares, pero estamos rodeados de agua completamente. Hay zonas que están en construcción aquí en la misma zona de Chetumal que se han estado rellenando porque son manglares o humedales, o aquí se llaman ojos de agua, igual. Entonces, van rellenando y eso es un afluente natural del agua. Allí va a correr cuando el agua decida, cuando la naturaleza decida, allí va a correr, pero ¿qué hemos hecho nosotros? Bueno, los mismos humanos ponemos nuestras casas de habitación allí y lógicamente a largo plazo vamos a tener problemas ¿no? de inundación (Santiago, 28 de noviembre de 2016).56

Introducción

El crecimiento poblacional de Chetumal en el último siglo ha sido verdaderamente

acelerado. Para constatar esta situación basta con recordar algunos datos demográficos,

por ejemplo, entre 1940 y 1970 el número de habitantes creció de 4,672 a 23,865,

duplicándose en 1980 a 56,709 y llegando en 1990 a 94,158. Para el año 2000 contaba

con 121,602 y en 2010, año del último censo realizado en el país, llegó a 151,243

habitantes (INEGI, página web oficial). Este vertiginoso incremento demográfico la ha

ubicado entre las ciudades que presentan los mayores crecimientos poblacionales del

territorio mexicano (SEDESOL, 2010). Sin embargo, dicho aumento no ha encontrado su

contraparte en la formulación e implementación de políticas públicas, que garanticen la

ocupación de nuevos espacios de la ciudad en zonas aptas para la construcción de

asentamientos humanos, con el adecuado funcionamiento de los servicios básicos y en

equilibrio con el entorno vegetal e hídrico de la geografía chetumaleña. Por el contrario, se

ha articulado con una deficiente planeación urbana que ha propiciado una diversa y

compleja gama de problemas sociales y naturales, que a su vez reproducen y profundizan

las condiciones de riesgo a desastres frente a la recurrente amenazas de los huracanes.

Lejos de ser un aspecto exclusivo de Chetumal, o poco común en los países de

Centroamérica y Latinoamérica, los desastres en contextos urbanos son un problema

latente que, como explica Lavell, “…tiende a aumentar su gravedad con el paso del tiempo

y el inexorable aumento en la concentración urbana, producto de procesos económicos y

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de cambio social aparentemente irreversibles” (Lavell, 2000a: 1-2). En este sentido, el

riesgo y la vulnerabilidad se relacionan, aunque no de manera exclusiva, con la estructura

y forma de la ciudad, con las particularidades de los diversos grupos humanos que ocupan

el espacio y sus propios estilos o modalidades de vida.

No es el objetivo del presente capítulo debatir en torno a los procesos de corrupción e

intereses políticos, que puedan estar presentes detrás de las decisiones que se han

tomado en torno al diseño y aplicación de los programas de urbanización y desarrollo

económico de Chetumal, ni del otorgamiento de permisos para construir en áreas no aptas

para la ocupación humana. Lo que planteo es la importancia de discutir y analizar

aspectos materiales, que dan cuenta de un desequilibrio entre la forma como ha ido

configurándose la ciudad y las características climáticas, orográficas y geográficas del

territorio. Para tales propósitos, volveré a las notas de campo realizadas en la observación

directa del contexto estudiado, así como a los testimonios de los propios habitantes de la

ciudad e informes internos de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA),

obtenidos gracias al rapport establecido con los entrevistados, tejiendo un puente para el

diálogo entre los datos empíricos y las propuestas de algunos investigadores que han

abordado temáticas relacionadas a las que presento aquí.

En el capítulo anterior puse de relieve los múltiples factores que incidieron en el

crecimiento demográfico de la ciudad y que, en parte, contribuyen a explicar la ocupación

de zonas no aptas para el asentamiento humano, como una respuesta a la presión por el

espacio. Entre esos factores se encuentran aspectos políticos y económicos, como la

colonización dirigida, la migración, la agricultura, la explotación forestal y, más

contemporáneamente, la intensificación de las actividades del sector terciario. A estos

elementos se une la búsqueda de mejores condiciones de vida por parte de algunos

sectores poblacionales, que vivían en zonas rurales al margen de la ciudad. Por ejemplo,

habitar casas “más seguras”, “más resistentes”, “mejores” son expectativas que han

encontrado asidero en las políticas públicas que han promovido la construcción de

fraccionamientos, destinados a los denominados “sectores populares”.

La reconstrucción de estos aspectos los realicé desde una perspectiva histórica, que

permitiera comprender las características actuales de Chetumal y de sus pobladores. Por

56 Hombre, nació en Chetumal. Desempeñó varios cargos en instituciones gubernamentales, fue director de la

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lo cual, los datos presentados y discutidos en el presente capítulo deben ser leídos en

articulación con lo planteado en el capítulo anterior, advertidos en el marco de una

continuidad, de un proceso. Es, precisamente, el esfuerzo interpretativo con el enfoque de

la larga duración braudeliana lo que permite una comprensión analítica de este contexto,

estudiado en el presente, pero entendido como un producto histórico.

1. Deficiente planeación urbana en Chetumal

Como he referido en el primer capítulo, las vulnerabilidades se encuentran

relacionadas con los tipos de fenómenos naturales que se erigen como amenazas, es

decir, no se puede hablar de vulnerabilidades en general, sino en referencia a un contexto

social en particular, para el cual dichos eventos representan un peligro latente. Siguiendo

a Denise Soares y Alejandra Peña (2014), la transformación de la naturaleza en amenaza

se puede producir debido a la implementación de ciertas estrategias de desarrollo, que

contribuyen a generar condiciones de riesgo. En este sentido, si bien el territorio no es una

causa de los desastres, es un factor directamente vinculado con la presencia de ciertos

fenómenos naturales considerados o que se convierten en amenazantes, expresión de los

modelos de desarrollo adoptados, las formas de crecimiento económico dominantes e

incremento demográfico con patrones de asentamiento inadecuados. En este sentido,

existe una articulación entre desarrollo, degradación ambiental, construcción de riesgos y

vulnerabilidad.57

En el caso de Chetumal y, en general, en Quintana Roo, los gobiernos nacional y local

han consentido el acceso legal y uso de la tierra de acuerdo con las condiciones que

demandan las determinaciones actuales, algunas de ellas relacionadas con la apertura

económica, la globalización y la geopolítica. Como lo señala Gabriel Macías Zapata

(2004), se ha recreado la idea de los “terrenos vacíos”, reminiscencia de construcciones

ideológicas que se produjeron desde la época colonial, para justificar una manera peculiar

Coordinación Estatal de Protección Civil. 57 Como quedó establecido en el capítulo I, referente a los aspectos teóricos y metodológicos que orientan la

investigación, la vulnerabilidad más allá de una condición observable, detectable, se define en función del total de

condiciones subjetivas y objetivas de existencia, producto de un proceso histórico y protagonizada por grupos sociales

que originan o profundizan su predisposición ante ciertas amenazas. Tiene implicaciones ecológicas, políticas,

económicas y socio culturales (Altez, 2016). La construcción social del riesgo, refiere a las formas en que la sociedad

construye contextos frágiles que se asocian e incrementan las dimensiones de la vulnerabilidad, vinculado a una falta de

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de ocupar y explorar los recursos naturales en terrenos considerados incultos y

deshabitados, prescindiendo de la sociedad que de antemano se encontraba allí

establecida. En la actualidad, estas estrategias han generado transformaciones, en

algunos casos agresivas, en otros paulatinas, que se han reflejado en aspectos como en

los cambios en el uso del suelo, erosión, deforestación, contaminación, aumento de la

mancha urbana y concentración demográfica.

Entonces, el crecimiento de la ciudad, en términos demográficos y espaciales, ha

producido una serie de desafíos en la relación que existe entre los grupos humanos que la

habitan y el entorno natural. Aspectos que han profundizado y complejizado las

condiciones de riesgo ante la presencia de ciertos fenómenos hidrometeorológicos,

específicamente huracanes, en un contexto ya de por sí vulnerable como consecuencia de

la ubicación geográfica de la ciudad, como quedó establecido en el capítulo anterior. La

presión demográfica ha sido atendida a través de la construcción de nuevos

fraccionamientos en la parte alta, hacia el interior o en la zona norte de la ciudad,

antiguamente dominada por humedales, pantanos y cobertura vegetal, pavimentando

tanto los cauces de las aguas, como los medios naturales de absorción y filtración de las

mismas.

Así lo explicita el testimonio de uno de los pobladores de la ciudad, al comentar que,

en las primeras décadas tras la fundación de Chetumal, la única zona habitada era la parte

baja. Con los programas de colonización dirigida se produjo la necesidad de ocupar

nuevos espacios hacia el interior del territorio, conocido como la parte alta (Adrián, 26 nov

2016). El siguiente extracto refiere a lo comentado por este chetumaleño, que habita en la

antigua colonia Barrio Bravo, en la parte baja de la ciudad:

Bueno, la ciudad como en los sesenta, que es la década donde nací, era una ciudad muy pequeña. Tenía nada más Barrio Viejo que abarcaba lo que es la Héroes, la avenida Juárez, la 5 de mayo, todo lo que es Barrio Viejo, el Centro hasta cierto punto, Barrio Bravo que es este. Luego surge el barrio de El Rastro, que le llaman, y Las Casitas era lo que había. Lo más lejos, lo más lejos, eran Las Casitas… Se hizo en los setenta el mercado Lázaro Cárdenas, fue cuando Chetumal se fue expandiendo buscando la parte norte, noreste más o menos, se fue expandiendo por donde está la universidad [Universidad de Quintana Roo] y se crean otras colonias. Se crea la colonia 5 de abril, la J. Mujica… Y así empezó a crecer, empezó a crecer del Centro buscando Calderas hasta que ya no había por donde llegar, hasta que ya nos pegamos a Calderas. De hecho, Chetumal y Calderitas ya es lo mismo ¿no? Entonces empezaron a crecer hacia la izquierda. No sé cómo se dice, si es el norte, noreste o noroeste, ahí donde está el fraccionamiento Caribe, Las Américas.

adaptación al medio físico “…que provoca, incluso, que el propio medio se convierta en una amenaza, en un factor de

generación de riesgo” (García Acosta, 2005: 22).

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Entonces, esa es la forma en que Chetumal ha crecido y ha crecido tanto que les han robado el terreno a los que son a humedales, a cuestiones que absorbían las aguas de la lluvia, pluviales, y eso a veces ha generado, genera inundaciones en Chetumal actualmente (Adrián, 26 de noviembre de 2016).

Como lo refiere Adrián, a mediados del siglo XX la configuración de la ciudad se

encontraba supeditada a las colonias que se encontraban en las cercanías de la Bahía de

Chetumal. A medida que aumentó la población, los límites se fueron expandiendo hacia

las antiguas periferias, incrementándose el número de colonias a partir de la creación de

nuevos fraccionamientos, algunos en manos de capital privado, y otros construidos por el

Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT) y

adquiridos a través de los denominados créditos blandos. Sin embargo, la creación de

estos conjuntos residenciales no ha contado con una adecuada planeación, que atienda a

las particularidades de la geografía de la ciudad, las características del suelo, clima y

ecosistema.

Conversando con un funcionario de la Coordinación Estatal de Protección Civil en un

recorrido realizado por la parte alta de la ciudad para, precisamente, observar las nuevas

construcciones, identificar las zonas hacia donde está creciendo la ciudad y tener una

opinión institucional al respecto, comentaba lo siguiente:

Todo esto era reserva, era reserva, pero pues ve. Por la necesidad de la vivienda entran los programas federales y lo parte en la torre todo y ve, ya los problemas tan graves que tenemos, climáticos, aquí también. De que no llueve parejo, las temperaturas cada vez más, más, más calientes, pues están quitando la vegetación. Hasta eso ya tenemos anomalía en toda la ciudad, de la caída de la precipitación. Y siguen avanzando, siguen deforestando… Aquí son Las Américas [una colonia], ¿eh? Y todo esto era la sabana, ve el cuerpo de lo que ya han ido tumbando y van a seguir tumbando porque todo esto ya está trazado, mira. Lo que hicieron es rodear para luego empezar por el medio, ahora sí como el pastel, por la orillita y luego por el medio, lo que está más rico ¿no? Pues quiero pensar que aquí en el medio está lo de la vegetación de reserva, pues pusieron algún fraccionamiento exclusivo como el que está ahí y obvio pues eso, es más, lo venden mejor. Tienen más plusvalía, por alguna necesidad, pues, de consumo (Vicente, recorrido, 21 de octubre de 2016).58

La visión de este Jefe de Unidad de Protección Civil, más allá de un discurso institucional,

exterioriza una postura crítica desde sus propios conocimientos técnicos, que evidencia

complejos problemas para la ciudad, sus habitantes y el equilibrio del ecosistema, donde

se dejan entrever relaciones de poder e intereses económicos que priman sobre el

58 Hombre, jefe de una de las unidades de la Coordinación Estatal de Protección Civil con más de 25 años de trayectoria

en su área.

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correcto diseño y planeación de los proyectos de transformación urbana.59 Sin embargo,

también afirma que no todo ha sido negativo, pues la construcción de estos

fraccionamientos y las facilidades que ha otorgado el gobierno para adquirir viviendas allí,

le permitieron a muchas personas que residían en casas autoconstruidas, tanto en áreas

rurales como al interior de la misma ciudad, acceder a viviendas “más resistentes” en caso

de huracanes y que cuentan con la infraestructura necesaria, en cuanto a servicios

básicos se refiere.

…desde esa manera el gobierno ha logrado controlar el crecimiento poblacional y dar los servicios en el caso de, por ejemplo, el fraccionamiento ya tiene servicio de luz, agua potable, drenaje, alcantarillado, pavimentación, casa de material, por lo menos con suministros de electricidad básicos para que por lo menos se tenga el ventilador, la televisión, ósea, cierta cantidad de electrodomésticos que satisfacen sus necesidades. Entonces cuando pasa un ciclón o se inunda pues no tenemos el problema de suministro eléctrico, ni del agua, porque todo está protegido, lo que está encima del suelo es lo que tenemos problemas, lo que está debajo ya no, siempre y cuando no haya una ruptura o alguna otra situación que se pueda presentar ¿no? Pero mayormente esa es la infraestructura del fraccionamiento… Que son casas pequeñas sí, pero son casas de material y en caso de que haya un mal tiempo lo que más puede pasar es que se inunde ¿por qué? porque en estas regiones donde construyeron los fraccionamientos escarbaron y sacaron la piedra, o sea lo sólido, lo firme lo sacaron para hacer material para construir (Vicente, 13 de septiembre de 2016).

Aunado a lo sostenido por Vicente, Castillo Villanueva (2004), ha señalado que más allá

de la construcción de asentamientos en zonas inadecuadas, han faltado esfuerzos por

dotar a las nuevas áreas ocupadas con los servicios necesarios. En este sentido, afirma

que, si bien la ciudad de Chetumal tiene una de las trazas urbanas mejor logradas en el

país, los altos niveles de urbanización que han caracterizado su “desarrollo”, ha superado

la generación de nuevos espacios dotados de los servicios urbanos básicos. Igualmente,

agrega que, aun en los casos donde se han ejecutado planes de desarrollo para la

ocupación de estos espacios, la demanda existente ha presionado para la entrega de

predios que no cuentan con el equipamiento necesario.

En los diversos recorridos realizados en campo, a solas o acompañada por algunos de

los entrevistados, observé ciertas características físicas de estos fraccionamientos. Si

bien, en efecto, cuentan con los servicios básicos (electricidad, agua potable, sistema de

drenajes) y fueron construidas con materiales resistentes, cemento y piedra, son casas

sumamente pequeñas, muchas familias viven hacinadas. Además, fueron edificadas sobre

59 Más adelante se explicará la decisión de utilizar el término Proyectos de Transformación Urbana, como un

cuestionamiento a los llamados Proyectos de Desarrollo.

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terrenos rellenados, que tras lluvias no muy fuertes ni prolongadas se hacen intransitables,

hay calles sin asfaltar y el transporte público es prácticamente inexistente. Se puede decir

entonces, desde las propias observaciones realizadas en campo, que las afirmaciones

tanto del funcionario de Protección Civil como de la investigadora Castillo Villanueva son

congruentes con la evidencia empírica, pues los problemas infraestructurales de estos

fraccionamientos se encuentran vinculados tanto a su ubicación geográfica, como lo

refiere Vicente, como a las características y funcionamiento de los servicios básicos, como

señala Castillo Villanueva (2004).

Asimismo, estas construcciones se encuentran encima de rellenos que se hicieron sin

atender a las particularidades de la orografía, pues se trata de un suelo que presenta

relieves irregulares y, en tal sentido, proclive al estancamiento de las aguas. En lugar de

elevar el nivel del terreno, en muchos casos se ha disminuido, escarbando la tierra para

utilizar el mismo material que proporciona el suelo para construir, sin tomar en cuenta los

cambios que ello produce al curso que siguen las aguas pluviales, incrementado la

susceptibilidad a inundaciones. De nuevo, Vicente señala:

Porque obvio si te has percatado [en] la ciudad está muy, no muy homogéneo el piso, entonces aquí creo que yo que fue un error de que, a quién le podemos echar la culpa, fue de planeación, porque aquí se debió de sacar un nivel patrón y en base a eso construir. Rellenar donde se deba rellenar y quitar donde se deba de quitar. Que aquí no hay mucho donde quitar porque no tenemos ni valles, ni colinas, ni cerros (Vicente, 13 de septiembre de 2016).

Respecto a estas afirmaciones, el Ingeniero Armando, antiguo director de la Comisión de

Agua Potable y Alcantarillado (CAPA), reconoce que existen deficiencias en la forma como

se ha atendido la necesidad de vivienda en Chetumal. Para él, se trata de un problema

estructural que se vuelve un problema social cuando se presentan fenómenos naturales

adversos, como lluvias excesivas y huracanes (Armando, 22 de octubre de 2016).60

En cuanto al equipamiento de los fraccionamientos, son comunes las quejas de la

población en torno a las fallas en los sistemas de drenaje, falta de mantenimiento en las

alcantarillas, acumulación de desechos sólidos, así como dudas en cuanto a la calidad de

las obras realizadas y su capacidad de resistir el paso de los huracanes. Los testimonios

de varios habitantes de la ciudad coinciden en sostener que las casas que integran esos

fraccionamientos son inseguras, mal construidas, carentes de cimientos fuertes y hechas

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con materiales de segunda que “no lo vas a notar hasta que se dé un suceso como esos.

Hasta ahorita una lluviecita y enseguida se cuela el agua. Imagínate un huracán, un

huracán no han vivido eso, lo que es un huracán acá” (María, 03 de octubre de 2016).61

60 Hombre, ingeniero, ha tenido varios cargos públicos, entre ellos, la dirección de la Comisión de Agua Potable y

Alcantarillado (CAPA). 61 Mujer, nació en Chetumal y es funcionaria pública. Toda su vida ha vivido en la colonia Barrio Bravo, el primer

huracán que vivió fue el Carmen en 1974. En el capítulo IV retomaré los aspectos que tienen que ver con las

percepciones y representaciones de las personas en torno a los huracanes y a los riesgos con los cuales conviven.

Imágenes no. 20, 21 y 22. Limpieza de terrenos para construir comercios.

Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 21 oct 2016

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No he encontrado evidencia que me permita confirmar los señalamientos de los

habitantes de la ciudad en torno a la fragilidad de las viviendas de los fraccionamientos;

los funcionarios que entrevisté, que poseen conocimientos técnicos al respecto, aseguran

que las personas se encuentran seguras en estas viviendas en caso de que ocurra un

huracán. Lo que sí es cierto es que existen problemas de planeamiento urbano que actúan

en detrimento de la calidad de vida de las personas. La bióloga mexicana Guadalupe

Álvarez (2014) hace referencia, precisamente, de la fragilidad física como un componente

de la vulnerabilidad, en tanto existen condiciones de susceptibilidad que tienen los

asentamientos humanos en caso de que aquello que representa una amenaza

efectivamente se presente.

Al conversar acerca de las construcciones que se están realizando en la ciudad,

Santiago, el antiguo director de la Coordinación Estatal de Protección Civil, me explicaba

que:

Si te das cuenta Chetumal está rodeado de agua, bien sea por pantano, por manglares, pero estamos rodeados de agua completamente. Hay zonas que están en construcción aquí en la misma zona de Chetumal que se han estado rellenando porque son manglares o humedales, o aquí se llaman ojos de agua, igual. Entonces, van rellenando y eso es un afluente natural del agua. Allí va a correr cuando el agua decida, cuando la naturaleza decida, allí va a correr, pero ¿qué hemos hecho nosotros? Bueno, los mismos humanos ponemos nuestras casas de habitación allí y lógicamente a largo plazo vamos a tener problemas ¿no? de inundación (Santiago, 28 de septiembre de 2016).

Aun cuando muchos de los fraccionamientos fueron ocupados por la clase media baja y

baja, se trata de un problema que afecta no sólo a estos sectores poblacionales, pues la

construcción de otras colonias de clase media también se han realizado en áreas

inadecuadas, rellenando antiguos pantanos y cauces naturales, impidiendo la filtración y

fácil absorción de las lluvias, trayendo como consecuencia un incremento en el nivel de las

inundaciones, así como socavamiento de las calles.62 La evidencia empírica refiere a

problemas que no son exclusivos de los “sectores populares” pues afectan, aunque no de

62 Más adelante profundizaré en el caso específico de una colonia, Flamboyanes, habitada por académicos, políticos y

otras figuras públicas. La misma fue construida sobre un cuerpo de agua que fue rellenado en la década de los ochenta

del siglo pasado.

En los testimonios, la población es muy clara al hablar de los problemas de estancamiento de las aguas pluviales como

“inundaciones”, sin embargo, entre los funcionarios existen contradicciones al respecto y algunos de ellos hablan de

“encharcamientos severos”. Aun cuando existen parámetros técnicos para medir la cantidad de agua estancada y en

función de ello hacer esa distinción, lo que interesa en este caso es colocar en el debate la percepción de los propios

habitantes cuando hacen referencia al nivel de las aguas tras la ocurrencia de los huracanes, qué afectaciones se han

producido como consecuencia de ello y cuáles prácticas adaptativas se han implementado. Desde parámetros técnicos 20

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la misma manera, a diversas clases sociales y permiten sostener los cuestionamientos

que se realizaron al principio de la presente investigación en cuanto a la utilización de

pobreza como equivalente a vulnerabilidad.63 Además, permite introducir en la discusión

una revisión crítica de los llamados proyectos de desarrollo urbano.

Me suscribo a los planteamientos del investigador Allan Lavell (2002), quien sostiene

que crecimiento económico y desarrollo muchas veces son considerados como sinónimos,

cuando un proyecto de inversión no necesariamente corresponde a un proyecto de

desarrollo. En tal sentido, la vulnerabilidad frente a riesgos por desastres debe ser

atendida como un componente estructural de los modelos de crecimiento instaurados que,

generalmente, son incongruentes con el contexto en el cual son aplicados. El siguiente

comentario del exdirector de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado, es muy clara al

respecto:

…nosotros tenemos una mala planeación entonces al final del día como ciudad, tomamos modelos que no corresponden a nuestra circunstancia simplemente, por ejemplo, tú recorre Chetumal y está muy “padre” porque tiene puro camellón, doble calle de ida y vuelta y demás, pero esas áreas verdes que tenemos al centro les ponemos una guarnición alta y evitamos que el agua entre. Entonces en otras ciudades esas áreas las hacen así tipo canal, sirven para absorber el agua y para conducir el agua superficial, nosotros no lo hacemos. También la urbanización se hizo sin pensar en los niveles, entonces el problema es como el que tenemos en la Morelos con Carranza, es un problema de mal diseño de calles [fácilmente se inunda]… (Armando, 22 de octubre de 2016).

Al contrario de las ideas de estudiosos como Frederick Cuny (1983), Anders Wijkman y

Lloyd Timberlake (1986), que han afirmado que los desastres son un problema no resuelto

del desarrollo, se puede sostener más bien que la vulnerabilidad, y el riesgo asociado a

ella, se convierte en parte del proceso mismo de desarrollo (Lavell, 2000b; 2002). Los

desastres “son problemas exacerbados por el desarrollo, por las formas de crecimiento

económico impuestas, por las formas de acumulación adoptadas, por los patrones de

asentamiento y de ocupación territorial que ese desarrollo ha impuesto particularmente en

los países que ocupan la porción sur del planeta (García Acosta, 2008b: 562).

En los países de Latinoamérica, generalmente, la desigualdad social, la pobreza y la

degradación social y ambiental son vistos como consecuencias no planeadas o

estructurales del desarrollo capitalista, costos inevitables y “aceptables” del progreso. Sin

o 30 centímetros de agua estancada no tiene las mismas implicaciones que para una persona que debe lidiar con esa

misma cantidad de agua al interior de su casa. Estos aspectos los abordó en el capítulo IV. 63 Aspecto en el cual se profundizará más adelante.

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embargo, estos aspectos se encuentran más bien en el seno mismo de las relaciones de

poder, en la forma de hacer política y en las decisiones que se asumen desde los Estados

de las “economías emergentes” y de las “sociedades en desarrollo”, que encuentran

correspondencia con el sistema de mercado (Veltmeyer y Petras, 2015). Por ello, en la

presente investigación se prefiere utilizar la denominación de Proyectos de

Transformación Urbana, en lugar de Proyectos de Desarrollo Urbano, y así evitar

equívocos al respecto.

Sería más preciso, sin embargo, afirmar que los proyectos e inversiones económicas pueden incrementar o no la vulnerabilidad y dejar el nombre de “desarrollo” para aquellos que no lo hagan. Esto no resuelve por sí, el problema de los proyectos que promueven ciertos parámetros de desarrollo, tales como un mejoramiento en los niveles de educación y salud, mientras a la vez no garantizan la construcción de escuelas y hospitales resistentes a las amenazas. Sin embargo, nos mueve algo en la dirección correcta para eliminar la contradicción implícita en la idea de que el desarrollo puede aumentar o disminuir la vulnerabilidad. Realmente es difícil concebir el desarrollo como un proceso que aumenta significativamente las posibilidades de muerte, o de sufrir daños y pérdidas (Lavell, 2002: 16).

Un enfoque coherente de desarrollo debe trascender aquellas variables que únicamente

se centran en lo institucional, lo social y lo económico-productivo, que circunscribe el

entendimiento tanto del territorio como del desarrollo a una estrechez analítica. Los

programas de “desarrollo urbano”, con los poderes políticos y económicos que les son

propios, deben advertirse para comprender la forma en que se organiza y gestiona el

espacio, convirtiéndolo en un objeto y producto de la política económica, reflejando

determinados intereses en su impacto sobre el territorio (Sosa Velásquez, 2012).

1.1. Incongruencias entre las políticas públicas y la planeación urbana

Los tomadores de decisiones tienen un peso fundamental en la forma como es

planificada y construida una ciudad, sin embargo, muchas veces atienden a diversos

intereses y prioridades que no se corresponden a disposiciones coherentes con el

contexto al que refieren. Siguiendo a Castillo Villanueva (2009), los planes se elaboran y

aprueban en medio de la ausencia de una suficiente intencionalidad política que garantice

su cumplimiento y que, aun estando presentes en el discurso político, se encuentran

ausentes en las decisiones que orientan el desarrollo. Al respecto, Rocío, que ha

desempeñado varios cargos de autoridad en instituciones públicas, me comentó que

existen muchas incongruencias entre lo que dicen las leyes y la praxis. Por ejemplo, al

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preguntarle acerca del cumplimiento de la normativa que regula las construcciones en la

ciudad, admitió que sólo se ha cumplido en un 50% y con sus altibajos, debido a los

procesos de corrupción que permean la gestión de los políticos.64

Tanto los testimonios de los funcionarios públicos como de la población en general

dejan entrever que el incumplimiento de las leyes ha tenido un peso fundamental en la

forma como se ha ido configurando la ciudad de Chetumal, complejizando los efectos e

impactos de la manifestación de las amenazas naturales con las cuales han convivido sus

pobladores históricamente: los huracanes. Incluso, en muchas ocasiones no ha sido

siquiera necesaria la ocurrencia de un fenómeno de este tipo, pues lluvias de poca

intensidad son suficientes para alterar la cotidianidad de las personas y develar las

deficiencias físicas de la ciudad. Ejemplo de ello, es el siguiente comentario de Vicente de

Protección Civil:

…la ciudad pues ha crecido, creo yo que un poquito de manera desordenada porque estamos llegando a lugares a donde no debemos de llegar, de construir, porque al final de cuentas el agua, es el agua, el agua va a buscar su paso y si cae en abundancia el agua no respeta nada. El agua, tarde o temprano, te quita el espacio que le quitas. Aquí tenemos un problema muy grave de deforestación, de deforestación de mangle que es el colador entre el mar y la tierra y viceversa ¿no? ahí hay biodiversidad. Pues lo talaron y rellenaron. …ahora, ya ha crecido mucho el parque vehicular, ya se asfaltó mucho, la mancha urbana ya creció, ya está asfaltada casi toda. Entonces eso le ha quitado mucha absorción al subsuelo, que origina también que se contamine más porque al no haber flujo por la filtración, es pues igual que corran 5 litros a que corran 40 litros… (Vicente, 9 de septiembre de 2016).

Las decisiones políticas y económicas que se han tomado entran en contradicción con la

necesidad de generar un espacio social en equilibrio con el ambiente. Tal como lo

establece el artículo no. 8 del Reglamento de Desarrollo Urbano y Seguridad Estructural

para el Municipio de Othón P. Blanco (1993), la conservación del ecosistema atiende a un

propósito cultural, recreativo o paisajístico. Las características topográficas, conformación

geológica, vegetación, fauna y los cuerpos corrientes de agua superficial o subterránea

son advertidas como un “atractivo paisajístico” que, en algunos casos, pueden ser

conservados y en otros pueden ser destruidos para dar paso a las áreas urbanizadas. En

tal sentido, prima un fin estético en la preservación de ciertas áreas naturales y no se

advierten las implicaciones que tienen las transformaciones del ecosistema.

64 Mujer, originaria de Chetumal y creció junto a sus padres y hermanos en Barrio Bravo, ya había nacido cuando

ocurrió el huracán Janet. Durante toda su vida ha estado involucrada en la política, desempeñando diversos cargos

públicos. Vivió en Flamboyanes, actualmente vive en Andara, considerada por muchos como una colonia exclusiva, de

nuevos ricos y políticos.

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En este mismo sentido, también se puede sostener que existen inconsistencias entre

el contenido del Programa Estatal de Desarrollo Urbano (2002) y el contexto actual. El

referido programa señala que el entorno natural de la ciudad se encuentra afectado,

debido al desmonte de grandes porciones de tierra, a la contaminación generada por la

falta de drenajes urbanos y a la ausencia de tratamientos de aguas servidas o residuales.

Ello ha limitado el desarrollo de actividades productivas y ha perjudicado la calidad

ambiental, razones por las que el crecimiento de la ciudad no debe seguir concentrándose

en Chetumal y se debe apuntar hacia su desconcentración a través de la ocupación de

localidades aledañas. Además, agrega la necesidad de mantener los cuerpos de agua y la

selva baja y mediana que rodea la ciudad. Ello no ha sucedido, aun con los avances que

se han realizado en la actualidad, en cuanto a la instalación de sistemas de drenaje, no ha

sido suficiente; los problemas de inundación de la ciudad incluso se han incrementado. No

se ha detenido el crecimiento de la mancha urbana y muchos de los fraccionamientos que

se han construido con inversiones estatales se han ubicado, precisamente, en las zonas

que el programa insta a conservar.

Uno de los casos más referidos por los habitantes de la ciudad fueron las

construcciones de los supermercados Soriana en 2012 y Bodega Aurrerá en 2015.

Afirman que se retiró una parte importante de cobertura vegetal y del cauce natural de las

aguas pluviales que se filtraban por esa zona. La primera construcción fue la de Soriana y

desde las primeras lluvias que se produjeron tras su apertura, se manifestaron los

problemas derivados de su estructura y ubicación geográfica. Las reiteradas inundaciones,

año tras año, son descritas en los testimonios de los entrevistados y lo corroboran las

notas de prensa (Diario de Quintana Roo: agosto- noviembre 2010, 2013, 2015).

Posteriormente, se instalaría la Bodega Aurrerá justo frente al Soriana, pero sobre un

terreno que fue rellenado y elevado para evitar las inundaciones y provocar el desvío de

las aguas pluviales, incrementando el problema para este último, que quedó en un nivel

más bajo y para las calles de los alrededores, donde las aguas estancadas no tienen por

donde salir. Incluso, una empresa particular construyó un fraccionamiento privado justo al

lado de Soriana, esa área también formaba parte del humedal e igualmente rellenaron y

construyeron encima para evitar el estancamiento de las aguas, pero eso no evita que los

alrededores se inunden.

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En uno de los recorridos realizados por esa zona, en compañía del funcionario de

Protección Civil, éste confirmó las afirmaciones de los entrevistados y agregó:

…esta tienda, Aurrerá, ve nomás el nivel que tiene, que tuvieron que subirle. Entonces le quitaron capacidad de superficie a este vaso conector y si ves el nivel de aquí y el nivel de allá, toda el agua se va para allá. Aunque le dejaron parte dizque para que se filtre el agua, pero no es suficiente. Todo lo que se tiene que hacer aquí y subir para que haya filtración, pero más sin embargo no es suficiente. Sí, éste tiene como dos años que lo hicieron [Aurrerá], se tiene un poquito más [Soriana]. Y checa como está aquí el desnivel. Esto es parte de allá del desagüe. Debajo de ese pasto está el tubo de desagüe, el canalito que hicieron y supuestamente allá donde está la esquina es el punto donde converge toda el agua y están las alcantarillas, pero. Era área verde, igual ahí en Soriana. Aquí converge el agua de un sector muy importante de la ciudad y pues ahí pavimentan, obvio, construyen [y] luego tienen un problema que cae una lluvia fuerte y todo queda bajo el agua (Vicente, recorrido, 21 de octubre de 2010).

Imágenes no. 23 y 24. Elevación del supermercado Aurrerá con respecto al nivel del supermercado Soriana y de la calle aledaña

Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 21 oct 2016

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El otorgamiento de permisos para construir en ésta y otras zonas de la ciudad,

guardan relación con los cambios que se han realizado en el marco legal para hacerlo

congruente con las estrategias de cambios de uso de suelo para incrementar los espacios

urbanos de la ciudad. Así, por ejemplo, el Programa de Desarrollo Urbano del área

metropolitana de Chetumal-Calderitas-Xul-Ha, actualizado en el año 2005, aunque

explicita que la ciudad se encuentra sobre un área inadecuada para el asentamiento

humano, debido a su susceptibilidad a accidentes y eventos hidrometeorológicos, como

los huracanes y las inundaciones, establece que su ubicación geopolítica y el nivel de

“desarrollo” alcanzado, la hacen apta para el desarrollo urbano. En este sentido, se

obnubilan los riesgos frente a los cuales se puede encontrar la población asentada allí,

mientras predominan intereses de otra índole, vinculados al control geográfico de la

región. De acuerdo con Castillo Villanueva (2009), los instrumentos que regulan el

desarrollo urbano de la ciudad únicamente han recibido actualizaciones someras,

centradas en adecuar el plan al vertiginoso crecimiento de la ciudad sin incorporar los

elementos necesarios para orientar adecuadamente dicho crecimiento.

La vulnerabilidad social responde, entonces, al desfase del marco institucional

diseñado para la protección ambiental, el incumplimiento de las leyes y la vaguedad en la

gestión de las políticas públicas. Se genera entonces una contradicción entre los procesos

de modernización impuestos desde el ejercicio del poder y las características del contexto;

así las personas asentadas en ese territorio en vez de integrarse a la “marcha del

progreso y el bienestar”, se convierten en sus víctimas. Las condiciones de riesgo se

profundizan debido a la decisiones políticas y económicas, el avance tecnológico y la

carencia y/o incumplimiento de normas de convivencia con el ambiente. De allí que, las

raíces del riesgo también encuentran un importante asidero en la vulnerabilidad de las

instituciones (Lazos Chavero et al., 2012).

2. El problema de las aguas pluviales y el hundimiento del suelo

De acuerdo con el Informe del Programa para el Manejo del Agua Pluvial de la Ciudad

de Chetumal, Quintana Roo, de fecha 05 de mayo de 2013, dentro de la ciudad existen

124 puntos de inundación y encharcamiento, que varían en extensión de acuerdo con las

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características de la precipitación y la ubicación de los referidos puntos.65 Estas

inundaciones se encuentran asociadas tanto a las épocas lluviosas como a la denominada

temporada de ciclones tropicales, que inicia el 1 de junio y finaliza el 30 de noviembre de

cada año. Sin embargo, no son el resultado directo de estos fenómenos naturales, sino de

la profundización de ciertas condiciones sociales que exponen a la población a escenarios

de riesgo. El mismo informe explica la relación de los problemas de estancamiento de las

aguas con las prácticas de ocupación del territorio:

Un factor que contribuye al incremento de los escurrimientos superficiales es el cambio de uso de suelo; esto debido principalmente al crecimiento de la mancha urbana, alguna de ella ubicada en zonas de riesgo de inundaciones y a la construcción de zonas comerciales que impactan directamente en el volumen de agua escurrido lo que incrementa los riesgos de inundaciones. Aunado a lo anterior, la ciudad está sujeta frecuentemente a la presencia de ciclones, tormentas tropicales, huracanes, estos fenómenos naturales originan constantes precipitaciones en periodos que van de 5 a 10 días seguidos, y aunado a las características topográficas, la ciudad se ve afectada por inundaciones en diversas zonas (CAPA- IMTA, 2013: 17).

Otro factor que contribuye a los problemas de estancamiento de las aguas pluviales, es la

presencia de caliza muy compacta y dura con alto contenido de arcilla en el suelo, a la

depresión topográfica y a la existencia de áreas pantanosas en la ciudad, que crean

características favorables para las inundaciones. Al interior del suelo hay vertientes

porosas por donde corren muchos cursos de agua, arrastrando sedimentos cuyo choque y

fricción erosiona la capa intermedia de la tierra, formándose grietas, oquedades, cavernas

y grandes grutas, cuyos vacíos alcanzan incluso la superficie geológica, ocasionando

hundimiento de vialidades, derrumbe de estructuras, hundimiento parcial y total de

construcciones, caída de postes de electricidad, escapes en las redes de agua potable,

red de alcantarillado y colectores colapsados. Daños que también son propiciados por las

vibraciones del tráfico vehicular, aéreo, o por la actividad industrial (CAPA- IMTA, 2013).

En este sentido, las características propias de la orografía del territorio se conjugan

con la acción humana, trayendo como consecuencia inundaciones y socavones. Aunque

podría pensarse que se trata de una cuestión técnica, que únicamente puede ser

explicada por expertos en la materia, los comentarios de una de las habitantes de la parte

alta de la ciudad son congruentes con los señalamientos de las autoridades de CAPA:

65 Informe de uso interno de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA), cuyo acceso se obtuvo gracias a un

Jefe de Unidad, bajo el compromiso escrito de ser utilizado únicamente para fines académicos. Ver Anexo no.1. Zonas

de Inundación de la ciudad de Chetumal

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El detalle es que siguen construyendo sin tomarse la molestia de rellenar al nivel más alto cercano, o sea, no hay conciencia de la orografía, de algo tan elemental como respetar la orografía ¿no? [dicen] “El Fraccionamiento”, van y lo construyen, no dicen “bueno, bum, bum, bueno este es el nivel más alto cercano y [ahí] está, vamos a hacer una compensación” ¿no? “ósea aquí mide 60, nosotros 60” …entonces al equilibrar nadie se inunda, todos se llenan de agua, pero nadie se inunda ¿no? [pero] este sigue bajo, este se sube más y te friega ¿no? (Laura, 18 de octubre de 2016).66

66 Mujer, académica, migró a Chetumal en los ochenta. Vive en la colonia Flamboyanes en la parte alta de la ciudad. El

Imagen no. 26. Zonas inundadas, alcantarillado obstruido

Imagen no. 25. 90 cm de inundación en una zona que cuenta con drenaje pluvial

Imagen no. 27. 75 cm de inundación al interior de una vivienda

Fuente: CAPA-IMTA, 2013

Fuente: CAPA-IMTA, 2013

Fuente: CAPA-IMTA, 2013

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Tanto los funcionarios de Protección Civil como de CAPA y CONAGUA, coincidieron en

afirmar que cuando se trata de aguas provenientes de precipitaciones propias de las

épocas de lluvias, los mayores problemas de inundación se presentan en la parte alta de

la ciudad, pero si se presenta un huracán la parte baja y las comunidades rurales que

rodean Chetumal se encuentran en mayor riesgo debido a su cercanía con la bahía. Sin

embargo, admiten que siempre existe el peligro que la parte alta también resulte afectada,

particularmente en donde existían cuerpos de agua, pues aun con sistema de drenajes

esas tuberías desfogan en la bahía y si el mar incrementa su nivel no hay flujo del agua,

ya que no tiene por donde salir.

El día 24 de octubre de 2016, durante la estancia en campo, se produjeron lluvias que

se prolongaron a lo largo del día, consecuencia del paso de un frente frío como pude

corroborar revisando el boletín meteorológico de Protección Civil. Aproveché la coyuntura

para realizar un recorrido por los fraccionamientos de INFONAVIT que se encuentran en la

parte alta de la ciudad, específicamente Las Américas, y pude observar el estancamiento

de las aguas pluviales en la zona. Además, una parte de esa colonia, Las Américas III, se

encuentra sumamente cerca de un depósito de basura a cielo abierto. En una nota de

prensa del Diario de Quintana Roo del 9 de agosto de 2015 se señala la problemática de

la zona, donde las personas deben convivir con moscas y malos olores, además del

peligro de contraer enfermedades al convivir con materia en descomposición.

Otra de las inundaciones por el paso de temporales y huracanes ocurrió en el año

2012, cuando la ciudad recibió los efectos del huracán Ernesto y la Onda Tropical Número

11. Incluso Chetumal resultó ser la zona más lluviosa del país en ese año, al punto de

rebasar los promedios históricos en un 200%. Así lo refirió el Director General del

Organismo de Cuenca de la Península de Yucatán de la Comisión Nacional de Agua

(CONAGUA), Froilán Torres Herrera, en una nota de prensa que apareció en El Universal.

Además, indicó que la ciudad registró sólo en el mes de agosto de ese año 515.9mm de

lluvia, un 260 por ciento más del promedio histórico que ha sido de 143.5mm durante ese

mes (El Universal, 20 de noviembre de 2012, versión digital).

Los testimonios de los pobladores de la ciudad también evidencian la persistencia de

las inundaciones en los últimos años, asociadas a las épocas lluviosas, a la presencia de

primer huracán que recuerda es el Mitch que, si bien no llegó a Chetumal, generó lluvias prolongadas.

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huracanes, como el Mitch (1998) y el Dean (2007), o resultado de una onda tropical, como

ocurrió en el año 2015. Una habitante de la parte alta de la ciudad recordó lo sucedido en

ese último año:

Hubo un Congreso de Metodología de la Historia en Mérida y, precisamente, el día que yo iba a salir para irme a Mérida empezó una lluvia torrencial, impresionantemente torrencial. El caso es que yo a las 10 de la mañana iba a pasar con mi coche por la maestra con la que me iba yo a ir, entonces me fui a su casa y la lluvia estaba más o menos, pero estando en su casa empezó la lluvia así [ruido] y le digo “si no salimos ahorita, no vamos a salir”. Y con las dudas si nos vamos, no nos vamos. No, pues “¡nos vamos!” y “¿por dónde vamos a salir ahorita?”, entonces nos empezamos a ir por la [avenida] Insurgentes. Cuando llego a la altura del paso alto y por [la avenida] Bachilleres me rajé, mi coche ya tenía el agua así [señala la altura de su cintura] y me jalaba el agua… Entonces salí y nos empezamos a ir y lluvia, lluvia, lluvia todo el camino. Cuando estoy sentada en el evento empiezan a llegar los memes del [supermercado] Soriana de allá poniendo tontera y media ¿no? Pusieron no sé si era una escalera así abierta que te subías y te tirabas un clavado, unos transatlánticos ponen así pasando. Horrible, horrible …hasta donde llegó el agua, una cosa impresionante. Creo que acababa yo en la sabana ahogada ¿no? una cosa horrible. Se inundó [la avenida] Bachilleres, se inundó ¡una cosa! (Laura, 18 de octubre de 2016).

Los datos proporcionados por los entrevistados han permitido rastrear y contrastar esta

información a través de las fuentes hemerográficas, encontrando que, por ejemplo, las

inundaciones que se produjeron tras el paso del huracán Dean afectaron de forma

particular la parte baja de la ciudad, con un nivel de estancamiento de las aguas que

alcanzó los dos metros de altura, mientras en la parta alta osciló entre los 5 y 10

centímetros (Diario de Yucatán, 22 agosto 2007). Lo anterior confirma lo sostenido por los

técnicos, que en caso de huracanes las colonias más afectadas son las que se encuentran

en la parte baja, expuestas al mar.

Con respecto a las inundaciones del año 2015, referidas en el testimonio anterior, fue

el resultado de la Onda Tropical Número 44 y se produjo un acumulado de agua de

592,8mm en toda la ciudad en cuatro días de lluvia, de los cuales 200 cayeron en un lapso

de 24 horas (Novedades Quintana Roo, 30 nov 2015, versión digital). En cuanto a los

daños, se registraron 70% de vialidades afectadas, el panteón se inundó, junto con

comercios y viviendas, aunado a los riesgos de propagación de enfermedades debido a la

putrefacción de aguas estancadas (Diario de Quintana Roo, 1- 31 oct 2015). Con

diferencias en cuanto a la referencia de la cantidad de agua acumulada, Vicente comenta

lo siguiente:

¿qué nos sucedió el año pasado? demasiadas temperaturas, seco, y en octubre, el viernes en la tarde empezó a llover, a llover, a llover, a llover y en esos 3 días Chetumal se inundó y la ribera del Río Hondo, cayó más lluvia que la que normalmente tiene que caer en todo el año, en 3 días

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cayeron 622 milímetros, 622 milímetros por 72 horas, y de por si cualquier lluviecita nos ahogamos porque las infraestructuras de las ciudades pues nos están quedando demasiado chicas ¿verdad? para nuestras necesidades. Entonces debemos poner nuestros ojos en tener una mejor infraestructura porque a final de cuentas nosotros somos los que padecemos aquí dentro de la ciudad (Vicente, 15 de septiembre de 2016).

Básicamente, el arrastre de materiales, el colapso de alcantarillas y otras áreas de

desagüe del agua pluvial, la insuficiente capacidad del sistema de drenaje o su ausencia

en algunas zonas de la ciudad, fungen como alicientes al estancamiento de las aguas. De

acuerdo con el Informe del Programa para el Manejo del Agua Pluvial de la Ciudad de

Chetumal, Quintana Roo:

La ciudad de Chetumal dispone de un 35% en infraestructura de colectores pluviales y que cubren un área para 130 mil habitantes, y se ha subsanado en un 40% este problema con la construcción de pozos de absorción para el desazolve del agua, por lo que resta atender un 25% de la población, que es la que está en riesgo” (CAPA-IMTA, 2013: 24).

Por otro lado, está el problema del hundimiento de las calles, que es considerado por los

técnicos como una situación que involucra varios factores. En el caso de la parte baja de

la ciudad, los socavamientos del suelo tienen que ver con el dragado de la bahía y el

relleno de los límites del agua para construir el boulevard, así como cambios en el estilo

de vida de la ciudad. El Atlas de Riesgos de Chetumal (2011), señala que existe peligro de

hundimiento uniforme para toda esta zona de la ciudad y aclara que, si bien los desfondes

registrados tienen su origen en causas naturales relacionados con el tipo de suelo, son

acelerados por las actividades humanas a través de la construcción de obras y vivienda,

así como por el uso intensivo de las vías de comunicación. Vicente de Protección Civil,

profundiza en este aspecto:

Mira el origen de acá es calcáreo, es una tierra seca y dura como la piedra, durísima, pero se moja y se escurre como el fango, es muy erosiva. Y, de hecho, el suelo de aquí de Chetumal, mayormente la zona baja, está formada por ese tipo de suelo y el relleno, porque la parte baja de la ciudad es un relleno, o sea echaron piedra y aquí pasa algo interesante, como la parte baja es relleno, obvio, por el peso se compactó. No había mucho movimiento de tráfico pesado, frecuencia del uso de la calle, la gente mayormente caminaba. Había el flujo subterráneo, pero con el paso del tiempo la salida del agua subterránea al mar se fue tapando, se fue sedimentando, se fue azolvando, se tapó, se retuvo el flujo y el flujo agarró hacia otros lados. Entonces hace como 15 años, poquito más, casi como 18 años, implementaron un programa de dragado de la bahía, o sea quitar los lodos de la orilla porque eran lodos podridos, muy olorosos… Entonces lo único que hicieron fue mover los lodos, destapar la salida natural del agua, que tenía antiguamente y empezó a haber flujo de agua del relleno y la piedra se fue humedeciendo, se empezó a erosionar, se empezaron a hacer cavernas. Empieza a haber tráfico pesado, obvio, que hubo un tiempo, lo empezaron a prohibir porque empezaron a ver que se hundía… entonces hay cuevas debajo y hay corrientes de agua, entonces si se rellenó, pues ya lo lavó y ese es el

problema que tiene ahorita (Vicente, 9 de septiembre de 2016).

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Precisamente, los habitantes de las antiguas colonias de la ciudad mencionaban los

socavamientos de la superficie de la tierra, que afectan las estructuras de las viviendas y

de las calles. Incluso, han descrito e identificado esta situación como un problema histórico

en la ciudad que ha contribuido al abaratamiento de los terrenos, ya de por sí depreciados

como consecuencia de una serie de miedos y estigmas que rodean a la parte baja de la

ciudad, como se advertirá en el siguiente capítulo:

Te digo que el único problema que tenemos fuerte, fuerte, son los desfondes, sí, porque se desfonda la tierra, pero es el único problema que tenemos en el barrio. Por el sistema de cavernas internas que hay, eso si hay que estar pendiente, pues hasta con tu casa porque si tiene asentamientos de repente ves que se empieza a cuartear. Entonces sí hay que estar muy pendiente de eso. Ese es el único problema que tiene Barrio Bravo. Y eso ha hecho que los terrenos, la plusvalía de los terrenos, den a la baja. Un terreno lo compras más barato aquí y grande que en otro lugar de la ciudad, en la parte alta. Pero por eso, por los desfondes… (Adrián, 26 de noviembre de 2016).

Estos hundimientos se producen también en la parte alta, aunque son menos frecuentes,

ya que el suelo presenta una estructura diferente, constituida por materiales estratificados.

De acuerdo con Vicente, los socavamientos que pueden advertirse en esa zona

responden a los mismos cambios que se han realizado en torno al uso del suelo y a los

patrones de asentamiento y urbanización. El siguiente comentario de Laura permite

advertir esta situación a partir de sus propias experiencias, explicando los daños que ha

sufrido su vivienda y, además, deja ver una de las prácticas de adaptación que ha tenido

que implementar la población para convivir con las aguas:67

El manto freático no te permite jugar con el nivel, inmediatamente llegas a agua. 40, 50 centímetros llegas a agua ¿no? Entonces, por ejemplo, esta parte de la casa empecé a ver que empezó a hacer así [hace un gesto de inclinación con sus manos] ¿no? y ponía algo y se iba. Entonces cuando se hizo una remodelación, entonces como es techo, es piso. O sea, hicieron una armaje. Los espacios grandes, no el comedor y esta parte [entrada de la casa]. Entonces como es el techo es el piso, le metieron armada y consolidado, así el piso. Entonces si hay agua pasara abajo, [es] un palafito, pero de cemento (Laura, 29 de septiembre de 2016).

Se ha puesto en evidencia que, en general, en Chetumal predominan las incongruencias

entre los proyectos urbanos y las características geográfica, geológica e hídricas del

entorno. Las decisiones de ocupación del territorio, obras públicas e instalación de

infraestructuras urbanas han profundizado los problemas históricos de inundación y

hundimiento de las calles que, por las mismas características del espacio en el cual se

decidió fundar la ciudad, han existido desde siempre. Funcionarios y sociedad civil

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reconocen las deficiencias que existen en los proyectos de urbanismo implementados;

abogan por soluciones que vayan más allá de medidas paliativas y que se orienten a la

transformación de estos problemas, desde un verdadero cambio de las circunstancias

estructurales que les dan origen y que las han profundizado a través del tiempo. Son muy

claros al reclamar por decisiones que se fundamenten en el conocimiento y análisis del

contexto urbano y natural de la ciudad que, además, se traduzcan en soluciones

definitivas, más que coyunturales.

En el siguiente apartado, Flamboyanes y sus inundaciones, a través de un ejemplo

concreto se advertirá estas incongruencias, se pondrá de relieve el peso que tienen las

capacidades económicas, organizativas y el poder político para enfrentar estos problemas,

dando cuenta con ello de vulnerabilidades, así como de procesos de recuperación que son

diferenciales y que tienen diversas y complejas aristas.

2.1. Flamboyanes y sus inundaciones

Flamboyanes es un fraccionamiento de clase media, sus problemas de estancamiento

de agua pluvial son comúnmente conocidos por los habitantes de Chetumal. Las

conversaciones informales, entrevistas y notas de prensa refieren a las múltiples

inundaciones que ha sufrido. Se encuentra localizada en la parte alta de la ciudad, pero en

una zona que presenta un relieve irregular, con desniveles que dificultan el curso de las

aguas de lluvia. La siguiente cita constituye un testimonio de una de sus antiguas

habitantes refiere a los orígenes de dicha colonia:

Es un fraccionamiento que se construyó si no me equivoco alrededor de mil novecientos, entre el 79 y el 80, sí en ese inter. Entre 75, 80, por allá, se construyó el fraccionamiento Flamboyanes, ese fraccionamiento se construye en lo que era una charca. Mucho tiempo apodaban esa zona como la charca, de mucho tiempo. Yo tengo oportunidad de adquirir mi casa, trabajaba yo en el DIF en ese entonces, en el DIF de aquí, de Quintana Roo. Y pude adquirir mi casa en el 84 más o menos, pude comprar la casa… acababa yo de adquirir mi casa [y] fue la primera inundación terrible ¿sí? El grupo promotora URBA fue quien construyó el fraccionamiento y cuando me avisan que se inundó la charca, obviamente me avisan porque estaba yo cerca de la hermana del señor gobernador. Al gobernador le reportan y él con la inundación viene, da instrucciones de que sobrevuelen la zona y [suspiro de miedo] yo desde arriba digo “Ay, está nadando mi casa”. Y ya llegamos, yo me despedí y fui a ver la casa y efectivamente no podíamos entrar. Fue terrible, subió como 30cm el agua al interior de las casas y fue muy difícil porque ya estaba todo poblado (Rocío, 4 de octubre de 2016).

67 Más adelante, en el capítulo IV, dedicaré un apartado a este aspecto.

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Como lo refiere el testimonio, Flamboyanes fue construida entre finales de los años

sesenta y principios de los años ochenta del siglo pasado, sobre el relleno de un antiguo

cuerpo de agua. En una entrevista realizada por la antropóloga Luz del Carmen Vallarta al

chetumaleño Luis Reinhart McLiberty en el día 24 de julio de 1987, recordó que para la

época en que Rafael E. Melgar fue gobernador del Territorio de Quintana Roo, la zona

Mapas no 4 y 5. Vista aérea del Fraccionamiento Flamboyanes

Modificados por María N. Rodríguez Alarcón del mapa original de Google Earth

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conocida como la charca era, efectivamente, un cuerpo de agua dulce que servía como

suministro de agua para el consumo de la población, “era una laguna bastante grande,

tenía pescado”. Además, señaló en una entrevista previa, el día 17 de abril del mismo año,

que para 1984 se produjo una gran inundación en la ciudad, información que concuerda

con la fecha de la primera inundación que refiere la cita anterior.

Flamboyanes está integrada en su totalidad por casas de cemento y bloque, habitada

por académicos, periodistas, funcionarios de instituciones gubernamentales, políticos y

otras figuras públicas. Fue diseñada y construida por una empresa particular en un área

cercana al aeropuerto de la ciudad y abarca varias manzanas, ubicadas tanto en avenidas

principales como en calles cerradas. De acuerdo con los habitantes del fraccionamiento,

desde que llegó la primera temporada de lluvias, una vez que ya estaban ocupadas las

viviendas, empezaron las inundaciones; conforme fue creciendo la ciudad en esa misma

medida se incrementó el nivel de las aguas, como consecuencia de la insuficiencia de los

sistemas de drenajes de las aguas pluviales, falta de mantenimiento del alcantarillado,

destrucción de cauces naturales de recorrido y filtración de las precipitaciones. Ello,

aunado a la ubicación geográfica de la colonia en una zona donde confluyen las aguas

procedentes de otras partes de la ciudad. Así lo explica Armando, exdirector de la

Comisión de Agua Potable y Alcantarillado:

Su condición de lago, de charca, le da una falta de altura o de nivel. Digamos que es una olla ahí en lo que era la charca, que se alimentaba de un área geográfica que varía su altura de 7 metros a 2 metros, aproximadamente, en un tramo de 1 kilómetro y del otro lado volvía hacer el mismo fenómeno. Entonces era como que se llenaba de agua y no tenía salida superficial. Cuando se diseñó la colonia se crearon unos, un drenaje pluvial, que en su momento fue suficiente para poder lograr el desalojo de las aguas. Entonces se creó un, unos drenajes que aprovechaba el drenaje que se había construido en el aeropuerto para desalojar las aguas de lluvia que se almacenaban en el aeropuerto, que está relativamente cerca. Conforme se fue urbanizando la ciudad y las áreas verdes se fueron pavimentando, el escurrimiento de agua llegaba en mayor cantidad y con mayor velocidad a las zonas bajas de esa colonia y entonces bueno se generó, digamos, la misma cuenca que había de agua, la misma parte de aguas, pero generada con una mayor velocidad porque ya no se infiltraba en el subsuelo… (Armando, 22 de octubre de 2016).

En este punto es importante profundizar en el análisis de lo que he venido señalado hasta

el momento. Hasta ahora me he centrado en la discusión de los datos empíricos, pero es

necesario precisar algunos aspectos, de la mano con una reflexión más profunda de los

mismos. En este sentido, como puede advertirse, el caso de la colonia Flamboyanes

evidencia que los sectores sociales con cierto poder económico y político no están exentos

de encontrarse en riesgo frente a amenazas naturales, pues la vulnerabilidad involucra

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otros factores que trascienden los ingresos económicos y que se relacionan con prácticas

espaciales. Prácticas que no se corresponden con una adecuada adaptación de las

poblaciones dentro del proceso de interacción entre los seres humanos y el medio físico,

generando escenarios de inseguridad frente a ciertos eventos adversos (Cuevas, 2014).

Entonces, la vulnerabilidad no se encuentra necesariamente asociada a situaciones de

pobreza, si bien las personas en condiciones de vida precaria tienen mayores dificultades

para recuperarse materialmente de los efectos e impactos de fenómenos adversos.

Como lo señala García Acosta (en prensa), aunque es cierto que existe una conexión

entre las condiciones de riesgo y la pobreza, y que los impactos de las amenazas

naturales tienen efectos negativos en los sectores pobres, la vulnerabilidad no se relaciona

de manera lineal con aquélla, pues involucra otros aspectos que tienen que ver con

decisiones políticas y económicas, relaciones sociales, poder e incluso con prácticas

cotidianas, que pueden contribuir a reproducir, profundizar e incluso generar nuevos

riesgos frente a ciertos eventos de la naturaleza. Igualmente, el patrón de “desarrollo”

también guarda relación con la vulnerabilidad social, expresando la incapacidad de ciertos

grupos para enfrentar, neutralizar u obtener beneficios de dicho modelo. Así entendida, la

vulnerabilidad debe tomar en cuenta otros factores como la inseguridad e indefensión, que

Imagen no. 28. Marca del nivel del agua en una de las inundaciones: baño ubicado en la planta baja de la casa de LH, colonia Flamboyanes (60cm aproximadamente).

Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 21 oct. 2016

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no son necesariamente imputables a los bajos ingresos económicos, principal atributo

para caracterizar a la pobreza (Pizarro, 2001).

…la persistencia de la pobreza y la mala distribución del ingreso son fenómenos que constatan las carencias y desigualdades propias al capitalismo subdesarrollado; en cambio, la vulnerabilidad parece ser un rasgo social dominante propio del nuevo patrón de desarrollo en los países de la región. Esto es lo que la convierte en un interesante concepto explicativo de la problemática social de fines del milenio, complementario a los tradicionales enfoques de pobreza y de distribución del

ingreso (Pizarro, 2001: 11).

De acuerdo con Altez (2016), se deben trascender los enfoques analíticos que se centran

únicamente en los sectores menos favorecidos, comprendidos como en una situación de

minusvalía y siempre necesitados de ayuda, considerados como el único grupo social

vulnerable. Los fenómenos de la naturaleza no distinguen entre clases sociales y no

seleccionan a las poblaciones en donde se producirán los daños, si bien sus efectos e

impactos, así como la vulnerabilidad, y en consonancia con ella, son relativos y

heterogéneos.

El caso de la colonia Flamboyanes, ejemplifica claramente los problemas de las obras

de ingeniería, tal como lo afirman los técnicos entrevistados. Asimismo, pone de relieve

que, si bien vulnerabilidad no es sinónimo de pobreza, sí existen diferencias en cuanto a

las formas y magnitudes en que se expresa entre los diferentes sectores sociales,

vinculadas no sólo a la exposición a determinadas amenazas y al tipo de afectaciones que

puedan sufrir sino, además, a las capacidades de adaptación y recuperación. Entonces,

aunque la vulnerabilidad no se encuentra limitada de manera absoluta a la disponibilidad

de los recursos, ni es una propiedad de las comunidades o sujetos, sí se encuentra

incrustada en complejas relaciones y procesos sociales (Hilhorst y Bankoff, 2004; García

Acosta, en prensa).

Los habitantes de Flamboyanes no sólo cuentan con los recursos económicos que les

facilitan recuperarse de los daños que puedan producirse tras la ocurrencia de una

inundación o huracán, además sus casas están construidas con materiales más

resistentes que las antiguas casas de madera predominantes en el territorio chetumaleño

en la primera mitad del siglo XX. Asimismo, las relaciones políticas tienen un papel

fundamental en la forma en que estas personas se recuperan y modifican su exposición a

estas amenazas, transformando con ello sus condiciones de vulnerabilidad. A través de

las entrevistas realizadas, se pudo conocer el proceso de organización que se realizó al

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interior de la colonia y el peso político que tuvieron sus habitantes para lograr que el

gobierno, a través de un proyecto millonario, construyera un sistema de drenaje y una

serie de “diques” para resolver el problema de las inundaciones y así lo explicitan:68

Si mira, lo hemos platicado entre los vecinos, esta colonia es clase media y la gran mayoría de nosotros trabajábamos en el gobierno en ese entonces, y había incluso figuras con poder político que viven en esta zona y que también habían sufrido lo que eran las inundaciones. Entonces yo siento que el simple hecho de ser gente conocidas en el medio y de conocer, además, como se movían los enlaces para poder llevar la voz hacia las autoridades que tenían que llegar, yo siento que también eso influyo en que se pudiera lograr el cambio (Petra, 25 de noviembre de 2016).69

La concreción de ese proyecto, denominado Sistema Flamboyanes que fuera iniciado

en el año 2000 e inaugurado el 7 de noviembre de 2003,70 implicó un mejoramiento de las

condiciones de habitabilidad de un único sector de la ciudad. Mientras, persistieron los

problemas de inundaciones en otras zonas de la parte alta, como en los fraccionamientos

Caribe, Las Américas, Solidaridad y Comité Pro-territorio, en donde habitan personas de

los denominados “sectores populares”. Asimismo, el proyecto implicó molestias entre

pobladores de ciertas áreas de la ciudad que no se verían directamente beneficiadas, pero

en las que debieron realizar obras de ingeniería para colocar de manera subterránea las

68 Aunque son referidos como “diques” entre los pobladores de la ciudad, en realidad son una especie de montículos de

cemento que impiden el paso de las aguas de lluvia. Ver Imagen no. 27. 69 Mujer, habitante de la colonia Flamboyanes. Ha trabajado como funcionaria en varias instituciones públicas, entre

ellas el DIF y la Secretaría de Salud. 70 Datos obtenidos gracias a la documentación guardada por una de las habitantes de la colonia, incluyendo costos del

proyecto por rubro y planos de la obra.

Imagen no. 29. Uno de los “diques” construidos en el fraccionamiento Flamboyanes

Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 21 oct. 2016

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tuberías del drenaje, pues el sistema cubre las 40 colonias que rodean a Flamboyanes.

Las palabras del exdirector de CAPA y principal promotor institucional del proyecto son

claras al respecto:

Entonces hubo que consensuar el proyecto y luego había viene otra etapa más difícil, el proyecto donde menos obras se hizo es en la zona de inundación y entonces eso implica que afectas a un montón de gente que no se beneficia directamente con la obra que tú estás haciendo y ahí es donde tú necesitas que los vecinos hablen suficientemente fuerte para poder generar, digamos, para que esta obra, el beneficio que genera esta obra, a una zona muy especial, sea comprendida por la gente que va a ser afectada que no se inundaban (Armando, 28 de octubre de 2016).

Además de la inversión millonaria y los problemas que generó al interior de otras colonias

la ejecución del proyecto, el estancamiento de las aguas pluviales no se solucionó de

manera definitiva, pues las inundaciones persisten en esa zona, aunque en menor

intensidad. Los entrevistados recuerdan, por ejemplo, el aumento de las aguas tras el

huracán Dean en el año 2007 y las lluvias del año 2010, tal como lo indica el siguiente

testimonio:

Yo el 16 de septiembre de 2010 perdí un coche, se mojó todo el coche. Pues habrán terminado la obra en el 2002, algo así, 2003 y bueno siempre con el pendiente y más o menos así la llevamos, pero en el 2010 yo me estaba yendo para México… y estaba el tiempo horrible, pero entre que nos vamos, esto, lo otro, a mí se me hizo fácil decir “Ah, sólo nos vamos 3 días”. Estaba lloviendo, pero “que se quede mi coche afuera, no hay problema” y dejo mi coche afuera. No lo metí, pero no era motivo para que se inundara ¿no? Entonces con el torrencial nos fuimos al aeropuerto, pero el avión no iba a salir, pero tenías que estar allá. Entonces estábamos parados ahí, cuando empezamos a ver los vientos, corren cositas y todo. Le digo a mi esposo “sabes qué, esto no es una tormenta, esto es un mini huracán categoría 1. Ve como vuelan las cosas. Te digo una cosa, nos vamos a inundar”, “no, creo”, me dijo. “Nos vamos a inundar y se quedó mi coche afuera”, …le digo “mira, mientras me quedo yo aquí, anda tú a la casa”. Vino a la casa y se tuvo que parar allá en la esquina del gimnasio [contra esquina de la vivienda de la entrevistada] y desde allá vio mi coche y mi coche estaba pegado a la naranja [árbol], entonces pasaba la gente lo movía y se golpeaba con la naranja. Entonces, lo vio y estaba inundado a tablero, a tablero estaba el agua y pues de ahí llamé a la Toyota para que vinieran a tomar foto, telefoto tomaron porque no se metieron y con la misma dije “si ya se inundó mi carro qué le busco”, cuando vino el avión nos subimos, cuando regresé ya lo revisé estaba todo empapado, pérdida total (Laura, 18 de octubre de

2016).

Acá se manifiesta el carácter relativo de la vulnerabilidad. Aun cuando el vehículo de la

entrevistada se inundó, no generó para ella un problema tan grave como para quedarse en

la ciudad y preocuparse por su pérdida, además de la garantía que le dio contar con un

seguro que le permitiría reponer el bien material sin problemas.

Es evidente que todos los sectores sociales o individuos en el seno de una misma

sociedad, no son igualmente vulnerables frente a los fenómenos naturales que se erigen

como amenazas, al contrario, sus condiciones de fragilidad se expresan de diversas

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formas y magnitudes. Entonces, la vulnerabilidad tiene una dimensión física o material,

que describe aspectos visibles como localidades pobres y falta de recursos económicos,

pero también se encuentra articulada con relaciones sociales, decisiones políticas e

intereses económicos, actitudes y motivaciones.

Tal como lo explica Lavell (2002), cuando una persona está en el límite de la

supervivencia, sólo necesita un pequeño empujón para ser arrojada a la desesperación y a

la miseria total. Esto evidentemente es una situación que no afecta a las personas o

sectores que controlan recursos, poder y opciones para escoger sus condiciones y

circunstancias de vida, pues aun cuando pueden resultar afectados, difícilmente estarán

económica o físicamente destruidos o inhabilitados. Elementos como ahorros, seguros,

redes sociales y otros dispositivos los proveen de resistencia, adaptabilidad y de la

capacidad de enfrentar eventos coyunturales y rápidamente recuperarse. Retomando las

palabras de Oliver-Smith (2004), las relaciones de poder se inscriben en prácticas

materiales dentro de los entornos construidos y modificados, y una de las muchas

maneras en que se refleja en la vida cotidiana es en las diferencias en las condiciones de

vulnerabilidad entre los sectores sociales que habitan en un mismo territorio.71

3. Cobertura vegetal, suelo y agua: transformaciones del entorno natural

Como se ha venido señalando a lo largo del presente capítulo, se han producido

cambios importantes en torno al uso del suelo, el aprovechamiento del agua y la densidad

de la cobertura vegetal en el territorio ocupado por la ciudad de Chetumal. En uno de los

recorridos realizado en campo, resultó particularmente ilustrador observar las

construcciones que se han realizado en el área de la sabana, en un suelo pantanoso, así

como la disminución de los manglares que cubrían los alrededores de la bahía y que

constituyen una protección natural que aminora la fuerza y velocidad de los vientos y las

aguas en caso de huracanes. Ello aunado a la intensiva explotación forestal que ha

colocado en una situación de gran fragilidad a los bosques, antiguamente principales

71 En el capítulo IV retomaré estos aspectos. De acuerdo con Mercedes González de la Rocha (en prensa) “…no todos

los individuos y hogares son igualmente vulnerables ante un determinado riesgo. El grado de vulnerabilidad depende de

las características del riesgo (tipo, intensidad, recurrencia) y de la habilidad de los hogares para responder mediante el

manejo de sus recursos. La vulnerabilidad tiene lugar en un horizonte temporal y las respuestas a los eventos que la

producen también son procesuales. Los pobres tienden a ser más vulnerables que los no pobres dado su muy limitado

acceso a recursos/activos. La escasez de recursos limita las habilidades para responder ante los riesgos”.

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proveedores de la madera que era utilizada para construir las casas de estilo colonial

inglés, forma constructiva común para la primera mitad del siglo XX.

Una nota de prensa del Diario de Quintana Roo de fecha 9 de agosto de 2015,

denuncia el abandono en el cual se encuentra la sabana que se ha convertido en tiradero

de basura y asentamiento de colonias irregulares como Rancho Los Monos, cuyos

habitantes conviven con la putrefacción de los desechos en descomposición y el agua

contaminada de los cuerpos de agua que allí se forman. Al respecto una de las

entrevistadas me comentó:

La sabana lo que están haciendo, le están echando tierra a la orilla, o sea, ésta es la orillita así de la sabana, entonces viene alguien y se asienta en el terreno entonces le van echando sescab, escombros, sescab,72 escombros y cuando ven que ya se consolidó asientan su casita allá y hay un lugar que le llaman Los Monos que es como una bahía, pues esa bahía creo que no estaba muy honda, no está muy honda, entonces le han ido echando escombro para que se haga una especie como de espacio y creo que ya está tan que ya pasa vehículo para cruzar, para no dar la vuelta. Eso el gobierno, literal, no lo debió de permitir nunca porque ¿qué va a pasar? Si está así y si pongo el paso ¿qué va a pasar con este lado?, cuando venga a ver ya lo rellenaron de este lado pegado a la curva ¿no? Y no entienden que cómo en otros estados, otros países la sabana es preciosa para explotarla, ya viste Miami, no sé dónde, preciosa como parte del paisaje. Vives alrededor y tus casas, las lanchas, y aquí están destrozándola y ¡déjate! aparte la cuestión de la naturaleza porque no hay mucho donde absorber (Laura, 18 de octubre de 2016).

Otro problema es la deforestación que se ha producido en los bosques, referido

constantemente por los entrevistados. Barton Bray (2004) explica que las áreas forestales

que persisten actualmente en el sureste de México, son remanentes de lo que fuera un

vasto bosque tropical que se extendía desde San Luis Potosí en el centro-norte, pasando

por la costa del Golfo hasta llegar a los estados del sureste, Guatemala y Belice. Aun

cuando han sido resilientes a fenómenos naturales y humanos, han sufrido alteraciones

debido al cambio de uso del suelo, alterando de manera significativa la masa forestal de

todo Quintana Roo.

Esta transformación del contexto medioambiental no es nueva ya que, como he

mencionado antes, desde los inicios de la ocupación de la ciudad se han realizado

modificaciones al entorno para adaptarlo a las condiciones impuestas por los seres

humanos. Sin embargo, se había producido de manera más bien lenta y progresiva hasta

la década de los sesenta del siglo XX, cuando se dio el impulso inicial a la colonización

dirigida, ya descrita con detenimiento en el capítulo anterior. Luego de ello, hubo un

72 En realidad, la entrevistada hace referencia al sascab o saskab, palabra de origen maya sahkab, “tierra blanca”. Es

utilizada para denominar al material usado para preparar mezclas para la construcción.

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aceleramiento en el incremento poblacional y la presión por el espacio se profundizó.

Como lo señalan Edward A. Ellis y Christopher T. Beck (2004), el sur de Quintana Roo

estaba escasamente poblado a inicios del siglo XX. Inicialmente, y durante la Guerra de

Castas (1847-1901), sirvió como refugio, centro religioso y base militar para los mayas

macehuales, pero con las medidas adoptadas por el gobierno para poblar la zona

fronteriza de selvas mediante programas de modernización y mejoramiento de la

producción agrícola, repartición de territorios ejidales y subsidios para ciertos rubros como

el ganado, la caña de azúcar y el arroz, comienzan a hacerse evidentes los procesos de

deforestación y los cambios en el uso de la tierra.

El siguiente comentario, extraído de una conversación sostenida con un habitante de

la colonia antigua Barrio Bravo, aunque un poco extenso es muy ilustrativo para dar

cuenta, desde sus propios recuerdos y vivencias, de los cambios que se fueron dando a

través del tiempo en la parte baja de la ciudad:

Entonces cuando empezó a llegar gente se empezó a construir el edificio de correos… eso fue en los setenta, y se empezó a construir el COJUDEG, lo que fue el INJUVE, el Instituto de la Juventud. Llegó gente de Tabasco, como albañiles y todo ese tipo de cosas, muchos de ellos se quedaron a vivir en Barrio Bravo ¿sí? Entonces consiguieron sus terrenos pegados ya casi a la bahía… eso era monte porque cuando abren el boulevard es cuando se termina de poblar esa zona. Sí, era monte. Mira cuando empiezan a construir en el sexenio de Jesús Martínez Ross el boulevard, entonces rellenan la parte trasera de lo que es el obelisco de la explanada de la bandera porque eso es mar, eso le ganan al mar, o sea, lo rellenaron, empezaron a rellenar toda esa parte… Yo me acuerdo porque ahí nos llevaba mi papá a nadar, nos llevaba a volar papalotes. Pero era un llano grande, parte de eso ya se lo comió el mar ¿sí? Y los otros pues lo agarró el gobierno para hacer el boulevard y se crearon esos terrenos que generalmente era de gente, ejidatarios del Ejido Chetumal… Eran ranchos donde se cultivaba el coco… más que nada la copra, que era lo que se vendía mucho y se hacía mucho carbón en esa zona, esa era la zona hasta llegar a Calderitas. Pero eso te digo, todo eso de Chetumal fue creciendo, ya después se creó la colonia Adolfo López Mateos en los setenta, que te regalaban el terreno. Ibas y decías “aquí va a hacer mi terreno” sólo márcalo y así se hizo ¿no?... fue cuando Chetumal se fue expandiendo buscando la parte norte, noreste más o menos y se crean otras colonias (Adrián, 26 de noviembre de 2016).

Los cambios descritos en el testimonio anterior, en torno a la reducción de zonas verdes

en el límite entre la parte baja de la ciudad y la bahía, también se produjeron en la selva

ubicada hacia el interior de la misma. En la siguiente tabla se muestra dicha disminución

en un período de 20 años:

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Como se observa en la tabla no. 6, mientras crece el área urbana se va reduciendo la

selva. Entre 1984 y 1994, el incremento del suelo urbano se dio a una tasa de 2.46% y las

zonas de matorrales a 5.6%, a la par se tiene una tasa negativa de -3.15% para la selva.

Aunque para la siguiente década se produjo una desaceleración del aumento del suelo

urbano, Castillo Villanueva (2009) afirma que se debe a la ocupación de terrenos baldíos

al interior de la ciudad. Además, la deforestación ha provocado la aparición de extensas

sabanas y zonas agrícolas, como es el caso de la ribera del río Hondo.

Si en los orígenes de Chetumal la explotación de los recursos forestales se daba,

fundamentalmente, a través de la extracción de madera y látex, posteriormente la

deforestación se centró en la sustitución de bosques por cultivos agrícolas, pastos,

arbustos y matorrales. Actualmente priva la presión por el suelo de uso urbano. Esos

cambios en el uso del suelo, la deforestación y la reducción de la diversidad de cuerpos de

agua que existían en la ciudad, han sido acompañados por la contaminación. Persiste la

ausencia del diseño y aplicación de políticas públicas que vayan a la par de las nuevas

demandas de servicios públicos, entre ellos la recolección y tratamiento adecuado de los

desechos sólidos y la materia orgánica, trayendo como consecuencia la contaminación de

la Bahía de Chetumal, el río Hondo e incluso del manto freático.

Los recorridos realizados y las propias vivencias como residente de la ciudad durante

el trabajo de campo, permitieron advertir la falta de mantenimiento de alcantarillas y

drenajes del agua pluvial, completamente azolvados con tierra y desechos sólidos, aunado

a los olores a putrefacción que emanan en algunas zonas de la ciudad. Tal es el caso de

un drenaje construido a cielo abierto en el fraccionamiento Caribe, medida adoptada para

aminorar los problemas de inundación en esa parte de la ciudad, pero que puede

permanecer días con las aguas estancadas hasta finalmente desembocar en el mar. Fue

Uso de suelo 1984 (ha)

% 1994 (ha)

% 2003 (ha)

% Tasa media anual crecimiento

Urbano 1376 28.6 1632 36.5 1880 39.0 84-94 94-03 84-03

Matorrales 531 11.0 932 19.4 815 17.0 2.46 0.73 1.64

Selva 2909 60.4 2124 44.1 2121 44.0 5.63 -1.49 2.25

Total 4816 100.0 4816 100.0 4816 100.0 -3.15 -0.02 -1.66

Tabla no.6. Cambios en el uso del suelo en Chetumal, 1984, 1994 y 2003

Fuente: Castillo Villanueva, 2009: 195.

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una de las últimas colonias en que se vendieron los predios para construir, pero con la

condición de que si en un año no construían se los iban a quitar y que, además, debían

hacerlo con mampostería, no con lámina ni cartón. Así lo afirmó un funcionario de la

Coordinación Estatal de Protección Civil, en uno de los recorridos realizados por esta parte

de la ciudad. Con respecto al drenaje comentó:

…una calle [en la colonia Caribe] donde hicieron una obra pública, para desfogar agua. Es un sector de la ciudad donde llega mucha agua y que se va directamente a la sabana. Entonces para no quitarle el paso y evitar las inundaciones hicieron esta obra, aquí está, mira. Pusieron la calle como desnivel y el canal en medio… Sí, por aquí corre mucha agua. Y mira cómo vive está gente con ese olor (Vicente, 21 de octubre de 2016).

Como lo señala Castillo Villanueva (2009), la situación ambiental expresada en términos

de la contaminación es una muestra de las deficiencias en el desarrollo de un urbanismo

descontrolado que impacta en el ecosistema. Además, conduce a cambios en las formas

de vida de los propios habitantes de la ciudad, por ejemplo, en cuanto a las actividades

productivas y de esparcimiento.

Bueno, eso es cuando ya estábamos adultos nosotros, ya teníamos 16, 18 años, ya nos dejamos de bañar en la bahía ¿por qué razón? Porque se hizo el primer estudio, un primer estudio y salió que la bahía estaba contaminada pero que no era peligroso, que realmente la contaminación no afectaba la piel ni nada, fue cuando uno deja de meterse. Por ejemplo, nosotros íbamos a Punta Estrella, que era nuestra zona de balneario, donde está el congreso del estado. Pero también cuando, creo que con el sexenio de Miguel Borge se crea, se hace un drenaje pluvial que desemboca a la bahía, fue el primero que se hizo en toda la avenida Chapultepec y desemboca, trae unos olores fétidos terribles, terribles, en esa zona ¿sí? Entonces, pues pensamos que ya no, bañarnos nosotros al menos no ¿quiénes son los que se van a bañar? La gente que llegó a Chetumal, son gente muy humilde ahorita, que son los que van y son los que se meten. Y otros van, pero van por el aire, van por el fresco y no se meten ¿no? buscan mejor la zona de Calderas, cuando también la zona de Calderas está contaminada por los restaurantes. No tienen un sistema de drenaje los restaurantes y eso se va al manto freático. Con decirte ahorita que si tú escarbas en un metro acá sale agua y apesta. Antes de esta agua tomábamos, con esta agua nos bañábamos (Adrián, 26 de noviembre de 2016).

En campo se pudo observar que no existe ningún acceso directo, camino o brecha, por

donde las personas puedan acceder a la bahía. A lo largo de los límites de la ciudad fue

construido el boulevard que llega hasta Calderas, la población más cercana a Chetumal.

La única salida al mar se encuentra en una zona llamada Dos Mulas, que sirve como área

de recreo. Allí las personas van a pasar los días de fin de semana, algunas se bañan en el

mar y otras simplemente disfrutan de la brisa del mar, el sol y el paisaje. Conversando de

manera informal con un profesor de la Universidad de Quintana Roo, comentaba que los

pobres eran los únicos que se bañaban porque al resto de la población les da miedo la

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contaminación, tal como lo refiere la cita del párrafo anterior. Señaló que las aguas están

contaminadas porque Chetumal fue creada sin drenajes y algunas de las viviendas siguen

teniendo fosas sépticas, lo que ocasiona que las cloacas vayan directo a las aguas

subterráneas, y aunque admite que desde hace quince años empezaron a incorporar el

sistema, aún falta mucho para poder cubrir la totalidad de la ciudad. Al respecto Juan,

funcionario de CONAGUA, afirmó que la bahía está contaminada pues, aunque

actualmente las aguas residuales van a plantas de tratamiento, durante mucho tiempo

iban a dar al mar, al igual que los desechos orgánicos de Corozal en Belice, cuyas aguas

confluyen con las de la Bahía de Chetumal (Juan, 24 de noviembre de 2016).73

73 Hombre, funcionario de CONAGUA, tiene 20 años trabajando en atención en caso de contingencias.

Imagen no. 30. Sistema de drenaje para desfogar el agua pluvial. Fraccionamiento

Caribe

Imagen no. 31. Vista de una de las áreas de salida del agua pluvial hacia la bahía

Chetumal

Tomada por María N. Rodríguez, 21 oct 2016

Tomada por María N. Rodríguez, 21 oct 2016

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En este mismo sentido, al hablar del manto freático, las personas relatan que en las

primeras décadas de vida de la ciudad utilizaban esa agua tanto para el aseo personal

como para el consumo. Sin embargo, conforme fue aumentando la población y ante la

carencia de drenajes, se fomentó la contaminación de las aguas subterráneas. Aún en la

actualidad, la carencia de un sistema de drenaje que cubra la totalidad de los espacios

habitados continúa incrementando los problemas de curso de las aguas negras,

fundamentalmente en la parte baja, pues las personas deben costear los gastos de

instalación y muchos no cuentan con los recursos económicos para hacerlo. Por el

contrario, los nuevos fraccionamientos construidos en la “nueva” Chetumal ya cuentan con

el servicio, aunque no exentos de problemas como ya ha quedado establecido.

El caso de las viviendas más antiguas de la ciudad es particular. Por ejemplo, un

habitante de la colonia Barrio Bravo comenta la inversión económica que implica

incorporarse al drenaje sanitario:

Mira, cuando la gente construyó sus baños o sus cocinas, siempre la hacen en la parte de atrás de su casa y muchas a veces no dejaron espacio para una tubería porque nunca imaginaron, porque tenían fosas sépticas y hacían la fosa séptica y ahí se va todo ¿no? En mi caso, por ejemplo, hubiese pasado lo mismo… yo tuve que comprar un terreno, un pedazo de terreno, como un metro veinte más o menos para que yo pueda sacar mi drenaje... te puedo apostar sin temor a equivocarme que la única casa de esta calle que está conectada al drenaje es esta, es la única, o sea porque yo dije “no le voy a seguir metiendo cosas a la tierra”. Pues lo que está pasando es pues que ya contaminaron todo y mientras las autoridades no hagan lo que lo que tienen que hacer, lo que les corresponde. A ellos lo único que les interesa es que les paguen el servicio de drenaje,

porque lo cobran estés o no estés conectado (Adrián, 26 de noviembre de 2016).

El funcionario de la CONAGUA entrevistado afirmó que entre el 80% y 90% de la ciudad

ya cuenta con drenaje sanitario (Juan, 24 de noviembre de 2016) y de acuerdo con el

Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), para el

año 2010 por cada 15000 viviendas 267 no disponían de excusado o sanitario y 67 no

contaban con sistema de drenaje. Sin embargo, el informe interno de la CAPA, titulado

Estudio Geohidrológico en el acuífero de Chetumal, Quintana Roo (2016) indica que en

términos generales la ciudad carece de un adecuado sistema de alcantarillado, pues sus

habitantes en la mayoría de los casos no tienen acceso a este servicio de manera formal,

por lo que el desalojo de las aguas residuales se realiza mediante fosas sépticas y pozos

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negros que, dado su inadecuado diseño, funcionamiento y mantenimiento, explican parte

de la contaminación del agua subterránea de la bahía (CAPA, 2016).74

Igualmente, entre los mismos funcionarios técnicos de las instituciones públicas

existen opiniones encontradas en torno al tratamiento de las aguas residuales que fluyen a

través de los sistemas de drenaje, su capacidad de absorción y desempeño. Mientras

algunos sostienen que son transportadas a plantas de tratamiento, otros afirman que son

lanzadas sin más a los pantanos ubicados en la periferia de la ciudad. Siguiendo esta idea

el representante de Protección Civil indicó lo siguiente:

…ahorita tiene problemas la CAPA porque lo están demandando por la calidad del agua y los residuos que no tratan. Por eso te digo que finalmente no sé a dónde estén destinando todos los lodos, toda la materia fecal, supuestamente debe ser para composta para los cultivos, para ser el cambio ya, para no hacer uso de fertilizantes químicos, pero sí de fertilizantes orgánicos para darle calidad a los cultivos que se realizan aquí en el sur del estado, principalmente la caña (Vicente, 13 de septiembre de 2016).

Durante mi estancia en la ciudad, pude comprobar que si existen plantas de tratamiento.

Sin embargo, ello no ha resuelto el problema en su totalidad. Las limitaciones se

relacionan, precisamente, con la carencia de un sistema de drenaje que cubra todas las

colonias de la ciudad, por lo cual muchas aguas negras provenientes de las casas

habitación siguen siendo arrojadas al mar. Lo mismo sucede con las viviendas

autoconstruidas en la zona de la sabana, que tampoco cuentan con este servicio.

Igualmente, las fallas en el drenaje existente generan filtraciones y fugas, restringiendo su

efectividad.

Además de los problemas de contaminación, se insiste en que las condiciones

climáticas se han transformado como consecuencia de la intervención humana en el

ecosistema. Todos los entrevistados coinciden en este aspecto, señalan cambios en la

temporada de lluvias, aumento en la intensidad del calor e incluso la formación de

tormentas y huracanes fuera de la época regular. Luis recordaba que antes del acelerado

crecimiento demográfico era un lugar fresco, las casas siempre tenían las ventanas y

puertas abiertas, y era suficiente para aliviar el calor; ahora llueve cada vez más

desordenado, debido a la deforestación, a la acción del ser humano sobre el entorno

natural (Luis, 30 de octubre de 2016). Al respecto el funcionario de Protección Civil señaló:

74 Al igual que el informe citado con anterioridad, se tuvo acceso a esta documentación gracias a un Jefe de Unidad de la

Comisión de Agua Potable y Alcantarillado, bajo el compromiso escrito de ser utilizado únicamente para fines

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Hemos tenido anomalías muy marcadas. Aquí teníamos períodos bien marcados de lluvias, lluvias casi todo el año. En los últimos tres años, este año ha sido más regular en cuanto a lluvia y ve cómo se han espaciado las lluvias. Aquí normalmente el período de lluvia iniciaba la primera mitad de mayo y terminaba el 30, el 15 de noviembre. Ya había lluvias esporádicas, típicas de la región en diciembre, marzo, que eran la época de secas, sin embargo, en esa época de secas se presentaban lluvias, no regulares, pero si se presentaban y no sentíamos el calor tan agobiante, había un equilibrio más térmico ¿no? y ya en los últimos diez años como ha crecido Chetumal, se desforestó toda la sabana, que es la zona norte de la ciudad, se quitó toda la vegetación ¿sí? Ya hubo destrucción de muchos microsistemas ahí, mucha fauna tuvo que migrar para sobrevivir, para no ser devorada, sí …era tanta la cantidad de vegetación que había antes y ve ahorita, todo eso también ha venido a contribuir a que haya un cambio radical en el clima, el parque vehicular ya creció, la mancha urbana ya creció (Luis, 9 de septiembre de 2016).

No obstante, en este punto es necesario establecer una clara diferenciación entre las

características climáticas y los desastres. Si bien es cierto que se han producido cambios

en el clima, así como en las temporadas de lluvias y secas, ello no implica que los

fenómenos naturales se presenten necesariamente con mayor intensidad. El incremento y

multiplicación de los daños que se producen tras la ocurrencia de un huracán u otro

evento, guardan relación con la profundización de las condiciones de riesgo como

consecuencia de la reproducción de contextos sociales vulnerables. Uno de los

comentarios del mismo funcionario de Protección Civil es claro al respecto:

El agua de lluvia nunca es mala, genera muchos destrozos, pero es por la mala calidad de la obra y lo que le estamos quitando espacio a otros seres que no debemos de quitarlos porque ellos deben de vivir. Todo eso que desforestamos, pues ahí hay fauna y flora que es su hábitat y nosotros llegamos a invadirlo. Y la naturaleza “espérese, se lo quitan y yo se lo regreso” y ahí vamos nosotros otra vez. ¿qué irá a hacer de las próximas generaciones? Caótico, ¿verdad? (Juan, 21 de noviembre de 2016).

Al respecto el investigador Greg Bankoff (2001), ha señalado que desde finales del siglo

XX los medios de comunicación han centrado su atención en los llamados “desastres

naturales”, mostrando imágenes de inundaciones, sismos, erupciones volcánicas,

tsunamis y otros fenómenos de la naturaleza, lo cual ha encontrado eco en una

controversia académica en torno al incremento de estos “desastres”. Así, han surgido

varias explicaciones, desde aquéllas que afirman que simplemente es producto de una

mayor cobertura mediática y otros que sostienen que son reflejo de un incremento de la

densidad de la población global, pero pocos son lo que han discutido que las amenazas

naturales están teniendo un incremento de sus impactos en la sociedad humana como

consecuencia del aumento de la pobreza, de ciudades cada vez más grandes, de la

académicos.

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degradación ambiental causada por la densidad poblacional y de prácticas rurales no

sustentables.

En este sentido, existe una interrelación entre la vulnerabilidad y la magnitud e

intensidad de la amenaza. La ocupación y el uso inadecuado del territorio conduce a la

degradación del suelo, la contaminación del agua y la destrucción de cobertura vegetal.

Así, el contexto social construye patrones de vulnerabilidad que generan condiciones cada

vez más propicias para la ocurrencia de desastres, con cada vez mayores impactos

humanos y materiales (GAR, 2015).

4. Reflexiones generales: la expresión territorial de los riesgos

En el presente capítulo ha quedado establecido que el territorio es una expresión de

las prácticas sociales, un producto social, un espacio que es habitado, vivido y construido

históricamente (Sosa Velásquez, 2012: 2-3). Así entendido, devela la producción,

reproducción y profundización de escenarios vulnerables ante la ocurrencia de un

fenómeno natural adverso, a través de aspectos que tienen que ver con la explotación de

los recursos naturales, el uso del suelo, la distribución de la población y la ubicación, las

formas y materiales de construcción de las viviendas y demás infraestructuras, que

complejizan y diversifican los riesgos asociados a fenómenos naturales amenazantes.

Aunque la vulnerabilidad no se agota en el territorio, éste constituye su expresión más

acabada, su concreción en condiciones de riesgo, pues es el resultado de la interrelación

de ese conjunto de aspectos de orden social, cultural, económico, político que Sosa

Velásquez (2012) ha denominado las dimensiones del territorio, que dan cuenta de la

relación de una población con su espacio.

Desde esta perspectiva, las expresiones de riesgo a desastres no se manifiestan

únicamente en una dimensión social, sino que tienen, además, una dimensión espacial.

Se puede hablar de una configuración territorial,75 que expresa la interacción de la realidad

geográfica, de los sistemas naturales existentes en esa región, con las prácticas y

75 De acuerdo con Milton Santos, “En los inicios de la historia del hombre, la configuración territorial era simplemente

el conjunto de los complejos naturales. A medida que la historia va evolucionando, la configuración territorial la van

constituyendo las obras de los hombres: carreteras, plantaciones, casas, depósitos, puertos, fábricas, ciudades, etc.,

verdaderas prótesis. Se crea una configuración territorial que es cada vez más el resultado de una producción histórica y

tiende a una negación de la naturaleza originaria, sustituyéndola por una naturaleza totalmente humanizada” (Santos,

2000: 54).

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relaciones sociales que erigen a ese fenómeno natural particular como una amenaza,

configurando históricamente interacciones con el medio físico que son múltiples,

heterogéneas y diferenciales entre los diversos grupos sociales que habitan ese territorio.

Asimismo, las características del perfil urbano y la dinámica demográfica tienen una gran

relevancia para entender los procesos de la construcción social del riesgo frente a los

desastres, así como para priorizar todos los esfuerzos que puedan ponerse en marcha

para reducir la vulnerabilidad de las poblaciones expuestas y los efectos e impactos de

éstos sobre la intensificación de los riesgos.

Visto de esta manera, es necesario insistir en que el análisis de las vulnerabilidades de

la población chetumaleña tiene que tomar en cuenta el modelo de desarrollo

implementado y el papel del Estado en el marco de su expansión y fortalecimiento. No se

trata de etiquetar a las instituciones estatales y a las corporaciones inmobiliarias como los

“malos” y a la población como la “víctima”, sino de reconocer que desde las decisiones

políticas que han apostado por la incorporación de estrategias desarrollistas desfasadas

de la realidad social, se han producido complejos problemas sociales y ambientales,

contribuyendo a incrementar las brechas que existen entre los crecimientos económicos

de las diversas latitudes del globo (Collins, 2009).

Además, es necesario cuestionar los principios que sostienen dichos modelos y sin

cuyas transformaciones no puede haber una posibilidad real de incidir efectivamente sobre

las condiciones de vulnerabilidad. Coincido con Lavell en que, mientras sigan vigentes los

parámetros que sostienen los modelos de crecimiento, cualquier intento por reducir de

forma sustancial los niveles de vulnerabilidad existentes “…claramente requeriría de

mecanismos de compensación social que exceden por mucho las posibilidades y

capacidades financieros o la voluntad política de los gobiernos– aún de los más

avanzados en concepción social y humanitaria” (Lavell, 2002: 17).

4.1. Los peligros cotidianos

Las constantes inundaciones, hundimientos de las calles y fallas estructurales de las

viviendas, refieren a los peligros cotidianos con los cuales conviven los chetumaleños. Aun

cuando no se presenten “grandes” desastres, los desastres “pequeños” asociados a los

impactos de estos peligros cotidianos dan cuenta de un continuum, de un proceso. Estos

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desastres de menor escala van desgastando a la sociedad de manera inadvertida,

acumulando elementos negativos que, a la larga, vuelven a las poblaciones más

vulnerables (Collins, 2009; Cuevas Portilla, 2010).76

…Un desastre “grande” o “regional” es en efecto, al final de cuentas, un número indeterminado de desastres pequeños detonados de forma diferenciada por un evento físico de gran magnitud relativa. Que sea considerado un desastre o múltiples desastres pequeños depende de quien lo contempla y desde que óptica política o práctica lo hace” (Lavell, 2002: 26).

Generalmente, la literatura en torno a los desastres refiere eventos que son considerados

de gran magnitud por la cantidad de pérdidas económicas y humanas que se generan,

pero no dan cuenta de la exposición de las poblaciones a los riesgos del día a día, que

están siempre presentes en sus vidas, muchas veces “normalizados” o invisibilizados. Los

desastres asociados a estos riesgos son fundamentales para comprender cómo se van

construyendo, a lo largo del tiempo, condiciones sociales que al conjugarse con un

fenómeno adverso detonan un “gran desastre”.

Desde esta perspectiva, las relaciones que se establecen y las acciones que realizan

los grupos sociales en la transformación del territorio, constituyen elementos esenciales

que deben ser advertidos en su complejidad e interrelación al comprender sus riesgos y

vulnerabilidades. Estas relaciones y acciones se reproducen en la cotidianidad y se

vinculan con procesos más amplios que tienen que ver, precisamente, con las formas en

que han sido diseñados y construidos los espacios urbanos.

Entonces, será la correcta formulación y aplicación de las medidas que se tomen con

relación a las características territoriales y a su vinculación con procesos sociales

históricamente construidos, las que contribuirán de manera más o menos efectiva a la

reducción de las condiciones de vulnerabilidad de la población chetumaleña frente a la

persistente presencia de los huracanes. En este sentido, resulta imperativo colocar en el

centro del debate la interrelación entre la sociedad y el territorio, que lejos de ser un simple

76 La Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (LA RED) desde mediados de la década

de los noventa del siglo xx cuestionó las estadísticas que contabilizan únicamente los “grandes desastres”, catalogados

así en función de tres criterios, establecidos por la base de datos Emergency Events Database (EM-DAT): el número de

personas muertas y afectadas, la necesidad de ayuda internacional y la declaratoria de emergencia. Por lo cual, elaboró

una base de datos distinta que incluye, además de esos grandes desastres, los considerados como pequeños y medianos,

“…que son aquellos que se manifiestan a escala local e incluso familiar, y cuya inclusión arroja cifras

considerablemente superiores para la región [de América Latina]. No se puede soslayar la ocurrencia de estos “otros”

desastres que, sumados y atendidos a escala local, particularmente en los países en desarrollo, han provocado mayores

daños que muchos de los considerados “grandes desastres” (García Acosta, 2008: 16-17).

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escenario, soporte de las prácticas sociales, expresa, influye y es influenciado por las

acciones, representaciones y percepciones de sus habitantes.

4.2. La gente y el conocimiento “técnico”

Como lo señalan Anne Claus et al., (2015), con frecuencia los proyectos y políticas

dirigidas al desarrollo han propiciado vulnerabilidades a desastres que son oscurecidas a

través de simplificaciones, especialmente a través de la despolitización de la “técnica”. En

favor de la gestión de los especialistas, estos proyectos refuerzan las fronteras entre los

técnicos y aquellos “sujetos a la dirección experta”, excluyen formas alternativas de pensar

que pueden ayudar a reducir las vulnerabilidades, y pueden hacer invisibles los impactos

negativos en aras del “bien mayor” o el “interés nacional”. Sin embargo, las múltiples

experiencias de los “desastres del desarrollo” han develado que el conocimiento experto

no ha sido lo suficientemente “experto” para prevenir estas coyunturas (Collins, 2009).

El trabajo de campo llevado a cabo en Chetumal me permite sustentar afirmaciones

como las anteriores, e insistir en la necesidad de que las voces de los pobladores de la

ciudad logren encontrar eco en la búsqueda por soluciones definitivas a los problemas que

afectan su calidad de vida, para que dejen de ser considerados actores pasivos en la

construcción de sus propios espacios. Sus testimonios demuestran conocimientos claros

de las dificultades que enfrentan dentro de un territorio con rasgos geográficos y climáticos

particulares, el cual se ha venido transformando a diferentes ritmos a lo largo del último

siglo.

Si bien existen diferencias entre los conocimientos técnicos que manejan los

especialistas de las instituciones públicas de la ciudad, con respecto a la opinión que

puedan tener los habitantes “de a pie”, los testimonios de los informantes con los cuales

interactué durante la estancia en campo evidencian experiencias, saberes y aprendizajes

adquiridos en el día a día, desde su cotidianidad. Son ellos quienes enfrentan las

implicaciones de la aplicación deficiente de las políticas públicas; en tal sentido, su opinión

no puede ni debe ser subestimada ya que es producto de una experiencia. Aunque sin un

lenguaje científico, la gente es capaz de expresar los problemas que le afectan. Como he

discutido en el capítulo I, la subestimación e invisibilización del papel de las poblaciones

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afectadas ha sido uno de los errores más graves en los procesos de recuperación y

reconstrucción post-desastres, pero también y sobre todo en la prevención.

De acuerdo con las investigadoras Katrina Brown y Elizabeth Westaway (2011), dentro

de la literatura sobre cambio ambiental, la intervención humana destaca como un

elemento crítico para comprender cómo los individuos, los hogares y las comunidades

pueden responder a diferentes tipos de factores ambientales estresantes. No obstante, la

mayoría de los análisis y de los enfoques políticos orientados a estos temas, colocan el

acento en los recursos e infraestructura para apoyar la adaptación, pero no se preocupan

por darle participación y poder de decisión a los afectados.

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CAPÍTULO IV. “ESTAMOS ACOSTUMBRADOS”

Mira, en Chetumal, Quintana Roo, previamente toda esta zona del Caribe es un área ciclónica, no de hoy, de hace muchos años. Yo aquí en Chetumal vivía en la parte baja de la ciudad. Entonces, en muchas ocasiones en varios años se presentaba un fenómeno ciclónico… Si pasó muchas veces, en varios años en la temporada ciclónica. La gente estaba acostumbrada. Digo, los que somos de Quintana Roo y Chetumal estamos acostumbrados, bueno, ahora hay experiencia… (José, 29 de noviembre de 2016).

Introducción

En los últimos dos capítulos he centrado la discusión, principalmente, en torno a la

dimensión material del riesgo y de las condiciones de vulnerabilidad del contexto social

chetumaleño. En el presente capítulo, las reflexiones tomarán como eje de análisis la

dimensión subjetiva, aquellos aspectos manifiestos en percepciones, representaciones y

experiencias, que se concretan en conocimientos y prácticas de la población para convivir

con la presencia de los huracanes. Igualmente, consideraré los discursos institucionales

que, bajo formas dominantes de conocimiento, despliegan explicaciones científicas y

soluciones altamente técnicas, carentes de cuestionamientos hacia los modelos de

desarrollo implementados, que perpetúan las estructuras económicas y políticas

responsables de la reproducción de escenarios de inseguridad frente a los desastres.

“Estamos acostumbrados” es una frase que expresa una convivencia de larga data con

los ciclones. Sin embargo, la interacción entre los habitantes de Chetumal y estos

fenómenos de la naturaleza, se encuentran atravesados por la influencia que ha tenido la

información que masivamente se ha difundido desde las instituciones públicas, cuyo

contenido ha permeado las narrativas y acciones de la población. Contradicciones,

acuerdos, tensiones se entrelazan en los testimonios de los entrevistados, exteriorizando

significados, valoraciones y creencias que parten de las historias de vida, de las

experiencias, pero que envuelven ideas y argumentos que provienen de la interiorización

de concepciones formuladas desde afuera.

En este sentido, realizaré un debate conceptual en torno a la así denominada cultura

de la prevención. Retomaré aspectos que permitan comprender su base discursiva desde

los organismos nacionales e internacionales, y la manera cómo ha permeado entre la

población de Chetumal. Partiendo de este análisis, haré un esfuerzo interpretativo que

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permita comprender cómo son construidos simbólicamente tanto la amenaza de los

huracanes como los riesgos con los cuales conviven las personas. Los testimonios de los

entrevistados, tanto autoridades de organismos públicos como población civil, serán

fundamentales en este sentido y constituye el pilar empírico del presente capítulo.

Igualmente, reflexionaré en torno a la forma en que los aspectos de carácter subjetivo

se concretan en prácticas de preparación y estrategias de adaptación individuales y/o

familiares para resistir y recuperarse frente al evento coyuntural. Así, considero los

procesos de recuperación y reconstrucción de la sociedad, partiendo de una discusión

crítica de los programas gubernamentales de ayuda, los procesos organizativos y la

solidaridad vecinal. Para ello será fundamental, además, discutir la noción de resiliencia

desde los datos construidos a partir de la información recopilada en campo.

1. Cultura de la prevención

Como lo referí en el primer capítulo, el 11 de diciembre de 1987 se decretó la década

de los noventa del siglo pasado como el Decenio Internacional para la Reducción de los

Desastres Naturales (DIRDN) bajo el auspicio de la Organización para las Naciones

Unidas. Este decreto partía del reconocimiento de las pérdidas económicas y humanas

que se producen como consecuencia de los “desastres naturales” por parte de los Estados

miembros y su compromiso de participar en acciones de cooperación internacional

orientadas a la reducción de dichos desastres (ONU, 1990). Dos años más tarde, en 1989,

la referida organización designó el 13 de octubre como fecha para celebrar el Día

Internacional para la Reducción de Desastres (DIRD). Esta designación tenía como

objetivo “…promover una cultura mundial para la reducción de desastres, lo cual

incluye su prevención y mitigación, al igual que actividades de preparación” (ONU, 2016:

s/p).77

El géografo Jesús Manuel Macías Medrano (1999) señaló, en su momento, que para

los últimos años del siglo XX los diferentes países que integran la ONU intercambiaron

experiencias que permearon las estructuras operativas y mentales de los actores sociales

encargados de la atención y prevención de desastres. Experiencias que fueron

influenciadas, precisamente, por el Decenio Internacional para la Reducción de los

77 La negrita no corresponde al original del texto.

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Desastres Naturales. Uno de los aspectos que más acogida tuvo, particularmente en los

países en vías de desarrollo, fue la necesidad de generar una cultura de la prevención.

Incluso, luego del Decenio, el 21 de diciembre de 2001, en la sesión plenaria de la

Asamblea General de las Naciones Unidas se ratificó el Día Internacional para la

Reducción de los Desastres Naturales y nuevamente se colocó en el centro de los

objetivos “promover una cultura mundial de reducción de los desastres naturales que

comprenda la prevención, la mitigación y la preparación” (ONU, 2001: 5).78 Además, se

confirmó la necesidad de desarrollar e implementar conocimientos científicos y técnicos

para reducir la vulnerabilidad y se recalcó la necesidad de dar a los países en desarrollo

acceso a las tecnologías para que afrontaran con eficacia los “desastres naturales”.

Sin embargo, en los diversos documentos oficiales emitidos por el organismo no se

define lo que se entiende por cultura de la prevención, aunque se insta al desarrollo de

acciones (no especifican cuáles) tendientes a alcanzarla (ONU, 2002). Igualmente, desde

la resolución N° 56/195, denominada Estrategia Internacional de Reducción de Desastres,

se establece lo siguiente:

Reconoce la importancia de la alerta temprana como elemento esencial de la cultura de prevención y alienta a que se redoblen los esfuerzos en todos los planos para contribuir a la vigilancia de los riesgos naturales y la predicción de sus consecuencias, el desarrollo y la transferencia de tecnología, el fomento de la capacidad de preparación para casos de desastre, la detección de los riesgos naturales y la emisión y comunicación de alertas tempranas, así como la educación y la formación profesional, la información pública y las actividades de sensibilización, y recalca la necesidad de adoptar medidas apropiadas en respuesta a la alerta temprana (ONU, 2002).79

Bajo esta perspectiva, dos aspectos resultan interesantes. Primero, la idea de “promover”

la cultura de la prevención, como si la cultura fuera un decreto que surge a través de las

políticas promovidas por las instituciones nacionales e internacionales, o bien algo a lo que

se aspira, un estatus que se pretende alcanzar. Segundo, la permanente confusión entre

la prevención y la preparación, y una agenda de prevención que se centra únicamente en

la educación de la población. Tanto en el decreto del año 1989, como en su ratificación en

el 2002, la prevención se orienta al desarrollo de programas de asistencia técnica y

transferencia tecnológica, formación en torno al tipo de desastre correspondiente,

adjetivado siempre como “naturales” y clasificados como “terremotos, vendavales,

78 Ídem 79 Ibidem.

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maremotos, inundaciones, desprendimientos de tierra, erupciones volcánicas, incendios,

plagas de acrídidos, sequías, desertificación y otras calamidades de origen natural” (ONU,

1989: 171).

En cuanto al primer aspecto, con respecto a la noción de cultura, como lo explica

Macías Medrano (1999), retomando el trabajo Debate sobre la cultura del antropólogo

Jorge Alonso, se trata de un término que debido a su “carácter globalizador” ha generado

ambigüedades que han limitado su precisión. Comúnmente, se establecen afirmaciones

en torno a la presencia o ausencia de cultura, a quienes tienen cultura por oposición a

quienes no la tienen, desde una definición constreñida a los “buenos modales” y al grado

de educación. También se habla de “pobreza cultural” o “capital cultural”, y de

clasificaciones como cultura hedonista o utilitarista. Han sido precisamente los

antropólogos quienes han cuestionado estas afirmaciones, que proponían a ciertos

sectores sociales como poseedores de cultura, por oposición a los pueblos colonizados o

“capas populares” de la población que carecen de ella. A través de investigaciones

etnográficas, advirtieron que todas las sociedades producían cultura y, en tal sentido, no

había una sino múltiples y diversas culturas.

Desde las propuestas de Clifford Geertz (1989), la cultura es un concepto semiótico,

pues el hombre es un animal inmerso en tramas de significaciones. Se trata de aspectos

simbólicos que operan detrás de las prácticas sociales, que trascienden el horizonte de lo

tangible y se entretejen para darle sentido a un contexto más allá de lo aparente, de

aquello que se exterioriza en la inmediatez de las acciones y acontecimientos (Geertz,

1989; Altez, 2006). Las significaciones culturales tienen, entonces, una dimensión

histórica, se construyen y transforman en términos temporales amplios. “La cultura no es

una entidad, algo a lo que puedan atribuirse de manera causal acontecimientos sociales,

modos de conducta, instituciones o procesos sociales; la cultura es un contexto dentro del

cual pueden describirse todos esos fenómenos de manera inteligible, es decir, densa”

(Geertz, 1989: 27).

El antropólogo brasileño Roque Barros Laraia (1986) explicó también, en su momento,

que la forma de ver el mundo, las evaluaciones de orden moral y la valoración de los

diferentes comportamientos sociales son producto de una herencia cultural. Estudiar una

cultura implica, por lo tanto, comprender un código de símbolos compartidos por sus

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integrantes a través de un proceso de interpretación. Así, el estatuto epistemológico de las

unidades culturales no depende de su “observabilidad”, de su concreción material, sino del

conjunto de significaciones que las permean y les otorgan inteligibilidad.

Advertir esto, implica comprender que la cultura de la prevención es, antes que nada,

una construcción discursiva anclada en una agenda política internacional, más que una

noción que emana de la reconstrucción analítica e interpretación de los contextos sociales.

A través de esta noción, el centro del debate se traslada a las poblaciones afectadas,

quienes se convierten de alguna manera en las responsables de los procesos de

desastres, a expensas del papel del Estado y la esfera pública en la construcción de

escenarios de riesgo y garantes de las estructuras económicas que reproducen las

desigualdades sociales, la pobreza y, en general, las condiciones de vulnerabilidad.

En cuanto al segundo aspecto, en el primer capítulo he explicado las diferencias

teóricas y prácticas entre preparación y prevención. Las resoluciones de las asambleas

generales de la ONU, al hacer referencia a alerta temprana como un factor básico de la

cultura de la prevención, confunde ambas nociones. El Sistema de Alerta Temprana

(SIAT) se encuentra bajo la responsabilidad de Protección Civil, un organismo que, de

acuerdo con sus atribuciones, se orienta al “conjunto de tareas humanitarias destinadas a

proteger a la población civil contra el peligro de las hostilidades y de las catástrofes,

ayudándola a recuperarse de los efectos inmediatos, así como a facilitar las condiciones

necesarias para su supervivencia” (Protocolo I de la Convención de Ginebra, 1977: 47).

Así, las labores del organismo se centran en preparar a la población en caso de

contingencia y atenderla en la emergencia. Además, el SIAT cumple una función

preparativa, que se dirige a informar a la población en torno a la concreción de las

amenazas con las cuales conviven, no ha generar condiciones preventivas:

Una de las respuestas más efectivas para reducir la vulnerabilidad humana al cambio ambiental es reforzar mecanismos de alerta temprana. Se pueden tomar muchas acciones para proteger la vida y propiedad si se reciben alertas en tiempo. Mientras que algunas amenazas son inherentemente impredecibles, muchas de éstas que ocurren como consecuencia de la degradación y manejo inadecuado del medio ambiente, y debido a actividades antrópicas pueden al presente ser anticipadas con algún grado de precisión. Las capacidades de alerta temprana se incrementan de manera constante, con avances tecnológicos en la observación del ambiente, su evaluación y comunicaciones. La alerta temprana es la identificación y evaluación oportuna del surgimiento de nuevas amenazas ambientales que en el largo plazo pueden afectar negativamente la vulnerabilidad de las personas, de los ecosistemas y de los servicios que éstos proporcionan (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, 2010).

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Aunque la preparación debería articularse con la prevención, no son sinónimos y en la

práctica no siempre van a la par. Además, la prevención involucra muchas aristas, no sólo

“el desarrollo y la transferencia de tecnología” y “la educación y la formación profesional, la

información pública y las actividades de sensibilización”. Las soluciones centradas en la

técnica son limitadas, niegan el carácter político de las respuestas, a la vez que

desconocen y obnubilan las necesidades, experiencias y prácticas locales. La prevención

no sólo se debe orientar al desarrollo de capacidades para enfrentar un fenómeno

adverso, sino que debe englobar transformaciones en las decisiones políticas, los modelos

económicos y los problemas sociales, que construyen y reconstruyen contextos

vulnerables. Igualmente, debe aglutinar procesos de recuperación y mitigación de riesgos,

que contribuyan a reducir las pérdidas y a transformar las condiciones reproductoras de

escenarios de vulnerabilidad y productoras de desastres.

Por otro lado, estas resoluciones continúan colocando el acento en los fenómenos de

la naturaleza, tipificando a las catástrofes como “naturales” y a los sismos, sequías y

huracanes como riesgos para las sociedades, o bien como sinónimos de desastre. Aun

cuando ya para la promulgación del decreto que declara el DIRD habían pasado al menos

dos décadas desde los primeros cuestionamientos a estas nociones, la formulación de sus

estrategias de acción evidencia la vigencia de estas confusiones. Actualmente, las

decisiones políticas continúan actuando, muchas veces, de espaldas no sólo de las

experiencias locales sino del conocimiento académico. Es cierto que se han abierto

nuevas brechas analíticas, pero aún persisten conceptualizaciones que limitan la

comprensión de los procesos de desastres y, por ende, de la capacidad de incidir en ellos.

Políticos, funcionarios públicos, medios de comunicación siguen reproduciendo ideas que

generan ambigüedades y confusiones en torno a estas temáticas, colocando el énfasis en

la naturaleza y en las poblaciones vulnerables como las “culpables” de las catástrofes.

1.1. La cultura de la prevención en Chetumal

México, como estado miembro de la ONU ha asumido las resoluciones que han

emanado desde la organización en torno a la promoción de una cultura de la prevención.

Como sinónimo de ésta, ha surgido la idea de la cultura de protección civil, bajo la premisa

de que, si una población es vulnerable o no responde “adecuadamente” al riesgo y a los

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desastres, entonces carece de tal cultura. En este país el modelo de Protección Civil como

organismo formalmente constituido se produjo tras los sismos de 1985, como una forma

de estructurar un sistema de relaciones entre el gobierno y organizaciones no

gubernamentales para proteger a los ciudadanos de los peligros y riesgos frente a los

desastres. De acuerdo con Macías Medrano, al hablar de la necesidad de generar una

cultura de protección civil se “hace referencia a la creación colectiva de actitudes,

creencias, orientaciones, expectativas, valores y, sobre todo, normas, conductas y

prácticas compartidas (con diferentes intensidades) por los miembros de una unidad

social…” (Macías Medrano, 1999: 42).

En Chetumal, las ideas en torno a esta “cultura” se encuentran muy presentes, tanto

en el discurso de los funcionarios de las instituciones públicas como en la población y

están directamente relacionadas con las acciones de preparación y respuesta que se han

implementado en torno a la amenaza de los huracanes. En una entrevista a Santiago,

exdirector de la Coordinación Estatal de Protección Civil, me hablaba en torno a dicha

“cultura” que, según él, fue transmitida a través de ese organismo y asumida por los

habitantes de la ciudad:

De igual manera, hemos o se permeó, al menos en los años en que yo estuve allí, a la población sobre la cultura de, en general, Protección Civil, pero en específico de los huracanes. En qué hacer, antes y después del paso de un fenómeno hidrometeorológico. Y eso es muy importante para nosotros, ya que Quintana Roo apenas tiene cuarenta y tantos años de formado como estado ¿no? y hemos recibido muchas personas que vienen de otros estados o de otros países y esas personas no han vivido lo que es el paso de un fenómeno hidrometeorológico. Entonces lo que se ha hecho es bombardear en medios de comunicación, qué hacer antes, durante y después del paso de algún fenómeno hidrometeorológico. Se crearon las redes sociales de Protección Civil Estatal y tuvimos muy buena acogida de la ciudadanía porque inmediatamente se empezaron a inscribir en las páginas de Facebook, Twitter, Instagram y demás ¿no? (Santiago, 28 de noviembre de 2016).

La cultura de protección civil se centra, fundamentalmente, en la educación y en la

formación de la población a través de diversas estrategias de comunicación que

garanticen la constante difusión de información en torno a las amenazas de los huracanes.

Dentro de esta divulgación de información, el Sistema de Alerta Temprana para Ciclones

Tropicales (SIAT-CT) tiene un peso fundamental, pues a través de las alarmas periódicas,

clasificadas a partir de distintos colores, se va comunicando a la población la cercanía,

intensidad y posibles afectaciones del ciclón. Este sistema organiza las principales

acciones que se deben desplegar y está dirigido al personal del Sistema Nacional de

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Protección Civil (SINAPROC), así como a sus dependencias y organismos de apoyo.

Desde el SIAT-CT se elaboran boletines de alertamiento durante las temporadas de

ciclones tropicales y se definen:

una serie de medidas generales que deben ser implementadas en cada una de las etapas por los integrantes del SINAPROC; las etapas están definidas por cinco colores, los cuales van desde peligro mínimo a máximo, en orden ascendente de acuerdo a la proximidad del fenómeno y grado de peligrosidad definido como un promedio de sus vientos máximos y del tamaño del ciclón tropical (Cavazos, 2015: 67).

No obstante, Collins (2009) señala que la alerta temprana se centra, básicamente, en la

capacidad para predecir un evento desastroso y asegurar que las personas que están en

riesgo conocen lo que está sucediendo. Ello constituye sólo una esfera de los múltiples

aspectos que debe englobar el manejo de los desastres, si en realidad se busca reducir

las condiciones de riesgo. Desde la Gestión Integral de Riesgo de Desastres (GIRD)

incluso se establece que un sistema de alerta temprana existe cuando se faculta a las

poblaciones en riesgo para que actúen con tiempo suficiente y de manera adecuada ante

el peligro, de tal manera que reduzcan daños personales, la pérdida de vidas humanas y

afectaciones a las propiedades y al medio ambiente. La comunicación es fundamental, en

este sentido (GIRD, 2014).80

Pero, además de la generación y difusión de información, la cultura de la prevención

engloba las responsabilidades del organismo de Protección Civil, su capacidad de

atención y respuesta, materializada en aspectos como la habilitación de refugios y

albergues, el seguimiento de la trayectoria de los fenómenos hidrometeorológicos, la

evacuación de las personas que habitan en las zonas más expuestas o con viviendas más

frágiles, la atención a la población y la articulación con otras instancias para asegurar la

restauración de los servicios básicos e infraestructura afectada. Vicente, funcionario de

Protección Civil, lo describe de la siguiente manera:

Para proteger la vida humana y las cosas materiales se creó este sistema que antes se conocía como Sistema de Avisos y Alerta, hace como veintitantos años y aquí en el estado de Quintana Roo. Hemos sido pioneros en ese sentido a nivel nacional, e incluso de muchas regiones del planeta. Que hace años no teníamos la infraestructura ni la tecnología que tenemos hoy en día, pero teníamos herramientas para dar seguimiento o detectar las zonas donde se pudieran dar sistemas tropicales. En ese sentido, si nosotros sabemos que estamos en el paso de los huracanes acá en la Península, que todos los años estamos bajo la amenaza, por eso la palabra de ciclón, porque es cíclico, todos los años, así como llueve puede haber huracanes… entonces las autoridades a nivel estatal han diseñado estrategias para enfrentar ese tipo de eventualidades,

80 Más adelante profundizaré en torno a la GIRD.

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pensando en la protección de la población, de cómo vamos a protegerlos, cómo vamos a orientarlos y cómo vamos a apoyarlos en caso de un huracán (Vicente, 15 de septiembre de 2016).

Nuevamente, la “cultura” que se esboza parte de un discurso institucional que se concreta

en una serie de medidas orientadas a las situaciones de emergencia, para resguardar la

vida de las comunidades afectadas y sus bienes materiales. Para ello, se plantea la

necesidad de “permear” a la población de esta “cultura”, partiendo de la presunción de que

no existen prácticas de seguridad y autoprotección al interior de los grupos sociales y que,

en tal sentido, es necesaria la coordinación de las autoridades gubernamentales para que

la sociedad asuma creencias y prácticas relacionadas con su seguridad. En el Programa

Nacional de Protección Civil 2014- 2018, por ejemplo, se señala como una de las mayores

debilidades del SINAPROC la falta de promoción de la cultura de protección civil, lo cual

ha repercutido en una limitada participación social en la práctica de conductas de

autocuidado que contribuyan a reducir las muertes y lesiones. Además, se insiste una vez

más en la necesidad de instruir a las personas a través de campañas de sensibilización e

información, así como a establecer programas permanentes que impulsen esta cultura,

con especial interés en los sectores con altas condiciones de vulnerabilidad.

No obstante, investigaciones realizadas desde la antropología permiten afirmar que las

sociedades han desplegado históricamente capacidades para afrontar crisis, incluidos los

desastres, como han sido las investigaciones desarrolladas por Gaillard (2011), Bankoff

(2003), García Acosta et al., (2012) y Padilla Lozoya (2014a), referidas en el capítulo I.

Incluso, como lo explicaré más adelante, en el caso de Chetumal, las personas han

desarrollado sus propias prácticas para protegerse y resguardar sus bienes. Prácticas que

se encuentran en relación directa con sus experiencias, memoria colectiva y

conocimientos transmitidos generacionalmente. Aunque también las narrativas

institucionales han permeado en la población, pues los habitantes de la ciudad reproducen

en sus testimonios el discurso oficial y señalan la existencia de una “cultura” de la que

antes carecían:

Sí, sí hay esa cultura, te digo, si algo podemos pues decir es de que sí, el gobierno tanto municipal como estatal tienen un sistema de información muy eficiente y sobre todo que la gente está muy pendiente de ello ¿no? Apenas escuchan que hay una pequeña tormenta que puede ser peligro para el estado, en ese momento se instala el Consejo de Protección Civil, que lo tiene que presidir a fuerzas el gobernador, al menos en la instalación. Y si es grave, grave, si tiene que estar el gobernador, hasta el Secretario de Gobiernos, los Presidentes Municipales, sí, el ejército, la marina, la policía, ósea, hay una conexión muy, muy interesante, este, eso si lo podemos decir. O sea,

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independientemente del gobierno que sea ha funcionado y eso ha evitado que haya daños de más, o sea los normales que puede haber con un evento de este tipo. Pero es la cultura que tenemos, no tomamos a la ligera un huracán, no como en otros lados que a veces escucho. Ahora, como el último que pasó y que se murió no sé cuanta gente porque el gobierno no tiene esa cultura de la prevención… En cambio aquí no, aquí viene la armada, la marina de México y el ejército y te saca. Si tu casa no garantiza tu seguridad, tienen órdenes de entrar y sacarte de tu casa y llevarte, y así lo han hecho a varias gentes. Si no va a pegar en Chetumal, por ejemplo, y va a pegar en la zona norte, se organizaban brigadas de apoyo. El ejército para poder abrir carreteras en caso de que se haya caídos postes o árboles para que fluyan los víveres, se cuidaban los aeropuertos para que pueda seguir el tráfico aéreo y poder traer víveres en su momento. Se les pedía a la Cámara de Comercio, se les pide hasta ahorita, en dado caso que no tengan daños fuertes o severos, al otro día abran sus puertas para que la gente pueda adquirir víveres. Los hospitales se prevén, los médicos quedan acuartelados, por decir algo, para prever todo eso. O sea, hay todo un sistema de organización (Adrián, 26 de noviembre de 2016).

El testimonio del señor Adrián expresa una relación directa entre el papel del Estado y la

creación de la cultura de la prevención, donde las acciones que emanan de los

organismos públicos tienen un peso fundamental. Se trata de una concepción que,

además, está presente en la mayoría de los comentarios de los entrevistados. Así, la

narrativa que se ha construido en torno a esta idea se relaciona con el desarrollo de una

eficiente gestión de las autoridades y los organismos a su cargo en el manejo de las

situaciones de emergencia, particularmente en lo que se refiere a la presencia de los

ciclones tropicales. Ello incluye, tanto los planes de preparación que abarcan la

infraestructura necesaria para atender a la población en cuanto a refugio y alimentación,

como la limpieza de espacios públicos y la disposición de personal especializado de las

diversas instancias públicas. Pero también engloba la difusión oportuna de información

adecuada, que permita a las personas actuar en consonancia a la ocurrencia del evento.

En dicha información se coloca el énfasis en recomendaciones orientadas al antes,

durante y después de la concreción de la amenaza, así como el seguimiento diario de los

fenómenos hidrometeorológicos, que se actualiza dos veces al día en la página oficial de

la Coordinación Estatal de Protección Civil y se comunica constantemente por radio y

televisión local y estatal.

Bajo este escenario, es necesario insistir en que estas medidas dan cuenta del

despliegue de prácticas preparativas no preventivas, centradas en el evento coyuntural y

que emanan de unas directrices institucionales claramente establecidas ¿Cómo asumir

entonces que se trata de una cultura de la prevención? Más bien refiere a un contexto

local influenciado por narrativas de carácter internacional y asumidas por las instancias

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nacionales, donde la burocratización y formalización de las instituciones tienen un rol

fundamental. Como lo señala Klein (2009), las representaciones del mundo son

elaboradas de forma consciente y se manifiestan por medio de la dominación social, de las

relaciones de poder. Es cierto que éstas influyen en la cultura a través de la hegemonía y

el control político, pero no configuran ni crean un nuevo acervo cultural.

Hablar acerca de la necesidad de generar y promover una cultura de la prevención

pasa por el desconocimiento mismo de lo que implica la cultura como “un esquema

históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, un sistema de

concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medios con los cuales

los hombres comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a

la vida” (Geertz, 1989: 88). Además, involucra asumir que, sin la guía de los organismos

del aparato del Estado no se pueden generar conocimientos y prácticas entre la población

que les permitan sortear los embates de eventos coyunturales. Lo cual, de acuerdo con las

investigaciones antropológicas, es completamente falso.

1.2. Las experiencias frente a los huracanes

De la mano de las plataformas discursivas dominantes se ha construido una

representación social de la cultura de la prevención. La población de Chetumal ha

interiorizado la información emanada de las instituciones y ha asumido que realmente

existe esta “cultura” y que, gracias a ello, se encuentran mejor preparados para enfrentar

la amenaza de los huracanes. No obstante, la asimilación de esta narrativa se encuentra

atravesada por la experiencia, por las relaciones históricas que se han establecido con el

territorio y las dinámicas de la naturaleza, las cuales encuentran su mayor concreción en

la interacción con los ciclones tropicales. Así lo expresa el señor Adrián al preguntarle

acerca de los factores que, según él, han delineado la cultura de la prevención:

Por un lado, la experiencia que ha tenido la gente chetumaleña. La antigua, con el ciclón Janet, la del 74 con el ciclón Carmen y los ciclones que nos han pegado ¿no? Que han visto que es devastador, si te atontas te lleva, no es un juego. Entonces han visto las consecuencias de esos ciclones. Pero además el gobierno se ha interesado por política pública de proteger a sus gentes. Yo recuerdo de Chucho Martínez, desde David Gustavo Gutiérrez Ruiz, que fue el primer gobernador, no constitucional, pero si el primer gobernador, desde ahí se empezó, pero más con Jesús Martínez Ross. Y se fue afianzando mucho cuando llega el licenciado Pedro Joaquín ¿Por qué? Porque ahí si le ha pegado más fuerte, en Cozumel, en la zona norte y él siendo cozumeleño traía todas esas experiencias de esos ciclones y se empieza a manejar muy en serio… Son las formas en que nos preparamos nosotros ya ahorita y te digo, ya no hay ese miedo al huracán ¿no? porque como ya lo conocemos, ya hemos vivido. Tenemos esa cultura de la

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prevención en caso de huracanes. La gente que no es de aquí es la que tienen temor si viene esto, pero nosotros que ya hemos vivido esto, no tememos a esto del huracán (Adrián, 26 de noviembre de 2016).

Cuando hablo de experiencias me refiero “a aquellos procesos vitales sociohistóricos,

dinámicos y complejos, individuales y colectivos, que son vividos por personas

concretas…: tienen un contexto, es decir, se despliegan en un trasfondo histórico, político,

social y cultural particular, fuera del cual no es posible comprenderlas” (Fuentes Pino y

Ugarte Caviedes, 2015: 13). Así, aunque se asumen los discursos oficiales y se acepten

los conocimientos científicos y las soluciones técnicas emanadas de las instituciones, los

chetumaleños también han construido una relación experiencial, individual y colectiva con

el medio (tanto físico como construido) en el que viven. El territorio se ha ido

transformando en un lugar que es habitado, desde acciones que vinculan a la población

con el espacio, lo cual va generando diversas influencias de ese entorno hacia el sujeto y

la colectividad que, a su vez, poseen la capacidad de transformarlo, dando cuenta de una

profunda interrelación entre ambos. Aunque los eventos coyunturales producen una

desarticulación de lo cotidiano, también generan una serie de experiencias y

conocimientos que nutren la relación entre el territorio y la vida cotidiana de sus

pobladores, que son transmitidos y apropiados, pero, al mismo tiempo, constantemente

actualizados (Salgado, 2014).

En los relatos de los pobladores de Chetumal, es posible observar cómo el

conocimiento de su territorio y las experiencias históricas de interacción con los huracanes

les han permitido desplegar determinadas prácticas, que en algunos casos han sido

heredadas generacionalmente y otras han sido desarrolladas desde sus propias vivencias.

Ello, les ha permitido estar alertas, preparados y lograr reducir los daños materiales tras el

evento coyuntural. Rocío, por ejemplo, señaló en una entrevista la importancia de vincular

la experiencia familiar con la experiencia institucional, pues la participación de la sociedad

es importante en la manera cómo se enfrentan los huracanes. Al respecto, refirió los

conocimientos transmitidos por su abuelo:

Ya tenemos costumbre ¿no? A mí, por ejemplo, cuando en la ciudad de México me dicen que va a temblar me puedo morir, pero cuando aquí me dicen que va haber huracán por mi formación desde niña, como fui familia grande, mi abuelito nos enseñó cómo pasar el huracán protegidos, en una casa fuerte y con todos los alimentos a la mano… Mi abuelo nos decía que de ninguna manera podía permitir, primero, que nos quedáramos en la casa, “mira, Irma” le decía a mi mamá “cuando hay un huracán, cuando te anuncian un huracán, nunca desestimes lo que te dicen. Si hay huracán,

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si va a venir un huracán, ¿sí? a donde podamos refugiarnos nos vamos a ir, no te vayas a empecinar en quedarte en tu casa. Eso es terrible porque no sabes lo que va a suceder”. Mi abuelo era chiclero, trabajaba en el monte. Entonces sabio mi abuelo, mi abuelo decía “si en el momento en que a mí me dicen hay un huracán”, él personalmente se encargaba de ir por nosotros, de llevarnos a donde estemos refugiados, conseguirnos agua… y siempre nos decía “tienen ustedes que aprender que cuando hay un huracán con quien estén tienen que refugiarse bien y ver que tengan alimentos suficientes porque no sabemos cuántos días podemos estar encerrados” Entonces el agua y las laterías ¿si? los focos y las linternas de manos, eran lo más importantes para enfrontar un huracán, y protegerse bien en alguna casa. Ésas eran las enseñanzas de mi abuelo respectos a los huracanes… (Rocío, 24 de octubre de 2016).

Con relación a las propias vivencias, los pobladores más ancianos de la ciudad

aprendieron fundamentalmente de las experiencias con los huracanes Janet (1955) y

Carmen (1974); y con las constantes amenazas se acostumbraron a convivir con la

posibilidad siempre latente de la ocurrencia de algún ciclón tropical. Más allá del temor o la

incertidumbre, se mantienen alertas y en permanente preparación. Obviamente, se trata

de un estilo de vida que se fue construyendo a través del tiempo, adaptando la

cotidianidad al fenómeno natural. El segundo semestre de cada año, período en el cual se

manifiesta la temporada de ciclones tropicales, es común el seguimiento de la información

meteorológica, la compra de víveres y acopio de agua, así como el almacenamiento de

todo lo que consideran necesario para “pasar el huracán”.

Igualmente, la atención a las lluvias es permanente, debido a las constantes

inundaciones de gran parte de la ciudad. Además, identifican las zonas más propensas a

sufrir los embates de la lluvia y el viento que acompañan al ciclón, cuales infraestructuras

son más frágiles y cómo deben resguardar sus bienes materiales. Diferente a lo que

sucede con migrantes de reciente data que, sin conocimientos ni experiencias previas,

cuentan únicamente con la información emanada de los organismos del Estado y que, de

acuerdo con Adriana, muchas veces se quedan en un plano muy general sin aportar

recomendaciones particulares, más puntuales, que sólo la experiencia puede dar (Adriana,

31 de octubre de 2016). Marcos, profesor de la Universidad de Quintana Roo, migró a

Chetumal a principios de la década de los noventa y comentó en una entrevista sus

impresiones en torno a la forma cómo viven los pobladores de la ciudad su relación con

los huracanes:

Han vivido aquí toda la vida. Toda la vida se han enfrentado con la lluvia, con los huracanes, pienso que es parte de la vida cotidiana del chetumaleño enfrentar a los huracanes, enfrentar a lo de las tempestades… Por lo menos están mejor preparados que nosotros que venimos de afuera ¿no? ¿sabes? Quizás el uso más intensivo de la radio por los chetumaleños es en esa época. Ahí están todos con sus radios, con sus pilitas, oyendo la información. Por lo menos, anímica y

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psicológicamente están preparados… Me parece que tantos años de sufrir lo mismo sí les ha dado preparación. La gente está acostumbrada a que hay un período en el año en que se abre la temporada de huracanes y que, eventualmente, en ese período tiene que reunir víveres, que, eventualmente, en ese período tiene que tener madera para tapar sus casas, que, eventualmente, en ese período, hay enfermedades vinculadas a los mosquitos y entonces tienen que mantener sus patios limpios. Como que en el calendario cívico de la ciudad sabes vas a perder dos o tres semanas a veces por año por atender esos fenómenos porque es parte de la vida en la región. Eso es lo que llamaría estar preparado, que en tu calendario de días laborables o de tu calendario cívico sabes que hay días que no vas a hacer lo que sueles hacer porque tienes que estar atendiendo o tapando las ventanas de tu casa o cortando los árboles que están cerca para que no caigan cuando venga el huracán. Eso es estar preparado y la gente lo sabe. Y saben las fechas. Bueno ahora con el cambio climático se están moviendo las fechas, pero, incluso para las lluvias torrenciales que yo te digo que veía de dos o tres semanas, la gente bien a gusto en su casa, adentro, tomando ron, bien rico, tomando whisky, platicando. Eso es estar preparado, pues sabes que está lloviendo, vamos a platicar, vamos a cocinar, vamos a beber (Marcos, 25 de noviembre de 2016).

Siguiendo a las psicólogas chilenas Anita Fuentes Pino y Ana María Ugarte Caviedes

(2015), las experiencias involucran resultados particulares que generan reacciones en las

personas y son ellas las que, al pensar, sentir y vivir esos hechos, en el seno de un

contexto y situaciones determinadas, construyen a su vez nuevos contextos, relaciones y

situaciones. Cada experiencia es fuente de aprendizajes y puede conducir a adquirir o

fortalecer conocimientos críticos desde lo cotidiano. Por ello, los lineamientos emanados

del marco institucional no dictan el nacimiento de una “cultura”, se incorporan a un mundo

de significados, representaciones y conocimientos que ya existen y que los amoldan al

propio bagaje conceptual de los sujetos y las colectividades.

No obstante, existe una sobrestimación por parte de la población en torno a sus

propias experiencias y nivel de preparación, así como de la eficacia y oportuna respuesta

de las instituciones, particularmente de Protección Civil. Si bien es cierto que hay un

incremento de las capacidades, conocimientos técnicos, preparación y atención, tanto de

los organismos correspondientes como de la población civil, no se han producido

transformaciones en los factores que condicionan la amenaza que representan estos

fenómenos naturales. El saberse lo suficientemente preparados y experimentados, ha

generado en los chetumaleños una sensación de seguridad y, en este sentido, una

percepción distorsionada del riesgo (Klein, 2009). Es común escuchar entre los

comentarios de los pobladores que ya no tienen miedo, que se toman muy en serio las

alertas y se preparan, pero que la experiencia y la gestión del gobierno garantizan el

resguardo de las personas y sus bienes materiales. Como lo señaló Petra en una

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entrevista, “como que está la actitud de -tenemos que prevenir, pero no nos va a pasar

nada-. Es una ambivalencia. O sea, el chetumaleño sabe en el fondo o espera en el fondo

que no pase nada. Sí prevengo, pero como que en el fondo espera que no pase nada”

(Petra, 25 de noviembre de 2016).

Yo creo que las personas que hemos vivido los ciclones no nos preocupa tanto nuestra seguridad como seres humanos, que ponga en riesgo nuestra vida ¿no? porque estamos preparados para hacerle frente al evento, sí. Entonces no nos va a agarrar desprevenidos, eso tenlo por seguro. Y ahorita todos, por el face, por ejemplo, hay gente que jala del Sistema Meteorológico de Miami, lo jala y cualquier cosa que ven, sólo ven perturbación en el Atlántico, o sea, que va afectar el Caribe y empiezan a monitorearlo ¿no? Entonces, eso nos ha ayudado mucho y hasta cuando ves tú que “ah, está pasando por aquí, Puerto Rico y Cuba. Ah, va a subir o va a bajar”, ya sabes tú más o menos, tú te haces tú idea de cómo va, están las proyecciones... Ya uno lo ve ¿no? por la experiencia que uno tiene en ese tipo de cosas, pero pues la gente aquí afortunadamente está muy preparada para esto y el gobierno si apoya mucho en ello ¿no? (Adrián, 26 de noviembre de 2016).

De acuerdo con Klein (2009), existen sujetos y poblaciones que desarrollan una

deformación en el proceso perceptivo, lo cual produce desequilibrio entre el riesgo con el

cual se convive y las representaciones que se han creado en torno a ese riesgo. Allí, la

información difundida por las autoridades tiene un peso fundamental y contribuye a

generar un escenario subjetivo marcado por la “normalización” y/o menosprecio de las

amenazas naturales. Como señalé en el primer capítulo de esta investigación, una cosa es

la construcción social del riesgo y otra su aprehensión significativa. El escenario material

da cuenta de procesos históricos y sociales que han reproducido y profundizado los

riesgos, pero también van configurando formas simbólicas de comprender dichas

construcciones que, muchas veces, no se corresponden con su concreción material.

Además, la lectura e interpretación de los fenómenos naturales adversos depende del

lugar social del sujeto y de su relación con el contexto en el que se inscribe

subjetivamente, lo cual se encuentra igualmente condicionado por la eficacia ideológica de

las relaciones de poder en las que se ha formado (Altez, 2009b).

Los comentarios de Vicente, funcionario de Protección Civil, en una conferencia que

dictó a estudiantes universitarios y a la cual tuve la oportunidad de acompañarlo, denotan

esa reproducción de un discurso que, fundamentado en las directrices institucionales,

contribuye a construir una percepción particular de las condiciones de riesgo con las

cuales conviven los chetumaleños:

…pues ya no nos asusta, simple y sencillamente, si tienes protección en tu casa, tu casa es de mampostería, tienes tu despensa, tienes tu gas, tienes qué comer y tomar, cierras tu puertita, órale, todos a dormir y si es en el día entreténgase con la televisión. Y así ya no sentimos tan feo, cuando

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pasó en el año 55, qué infraestructura tenía la ciudad, no teníamos infraestructura, nadie nos avisó, no sabíamos absolutamente nada. Nada más sabía que empezaba el mal tiempo y todos a correr porque sabían que era un huracán, pero hoy en día ya tenemos el Sistema de Alerta Temprana, ya tenemos más conocimiento de los huracanes, sabemos cuándo inicia, cuándo está la temporada más activa, que es agosto, septiembre y octubre, que es cuando hay mayor formación de sistemas y que estamos en mayor riesgo que uno pase sobre la localidad... ya vean que al menos acá en la Península se tiene esa cultura, ya tenemos el sistema nuevo de alerta temprana, que ya nos avisa con mucha anticipación que viene el mal tiempo y sólo tenemos que esperar a ver qué pasa, cómo nos va, cómo queda todo para volver a acomodar toda la infraestructura. Y pues bueno ya vemos que el gobierno ha implementado el famoso FONDEN, o sea, recursos adicionales para dar vuelta a la normalidad, principalmente a las zonas urbanas. Si el gobierno del estado, si el gobierno municipal no tiene el recurso, pues llega ese dinero fresco, en material o dinero, se adquiere y al final de cuenta del resultado salimos nosotros beneficiados… (Vicente, 15 de septiembre de 2016).81

Aun cuando los planes y programas implementados desde Protección Civil hayan

generado un cambio significativamente positivo en la previsión y atención a las

contingencias, ello no se traduce en una transformación de las condiciones de riesgo y de

la exposición de los habitantes de la ciudad a la amenaza de los huracanes.82 Los factores

estructurales asociados a la construcción del riesgo y la profundización de las condiciones

de vulnerabilidad siguen vigentes, en medio de discursos hegemónicos centrados en el

contexto del desarrollo, que reproducen patrones de ocupación, dominio y apropiación del

territorio que coloca a la población en peligro y que tienen implicaciones importantes en la

dinámica de la naturaleza que, muchas veces, conllevan resultados impredecibles.

Las narrativas hegemónicas se consolidan en las representaciones que los grupos

sociales hacen del espacio natural y construido. Ello genera sentimientos de seguridad y

protección, toda vez que las diversas experiencias de los desastres han develado que el

conocimiento especializado no ha sido suficiente para generar soluciones que realmente

transformen los contextos sociales, más allá de medidas paliativas y perpetuadoras de las

81 “El Fondo de Desastres Naturales de México (FONDEN) fue establecido a finales de los años 90’s como un

mecanismo presupuestario para apoyar de manera eficaz y oportuna a la rehabilitación de la infraestructura federal y

estatal afectada por desastres naturales… fue originalmente creado como un programa dentro del Ramo 23 del

Presupuesto de Egresos de la Federación de 1996, y se hizo operacional en 1999 cuando se emitieron sus primeras

Reglas de Operación… En la actualidad, el FONDEN está compuesto por dos instrumentos presupuestarios

complementarios: el Programa FONDEN para la Reconstrucción y el Programa Fondo para la Prevención de Desastres

Naturales (FOPREDEN), y sus respectivos fideicomisos… Sin embargo, en reconocimiento de la necesidad de

promover el manejo proactivo del riesgo, el gobierno de México comenzó, a inicios de los años 2000, a asignar recursos

específicamente destinados a actividades preventivas.” (Banco Mundial y Coordinación Nacional de Protección Civil,

2012). 82 La promoción de refugios vecinales, las cocinas comunitarias, los boletines meteorológicos, el SIAT-CT, las

estrategias de divulgación como conferencias, campañas de sensibilización, formación en las escuelas, cuentan entre las

principales acciones enmarcadas en los planes y programas de Protección Civil en Chetumal (Vicente, 13 de septiembre

de 2016).

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condiciones generales en las que viven las personas cotidianamente (Collins 2009). Como

lo señala Klein (1999), retomando a Mansilla, la maquinaria del Estado influye en las

formas de conciencia social y, por ende, el manejo ideológico que se hace, bien sea por

medio de la información difundida o por las necesidades inmediatas de ayuda humanitaria,

tienden a obnubilar los elementos de fondo que dan origen a los eventos coyunturales y,

en consecuencia, impide develar su verdadera esencia, que se encuentra en los procesos

de construcción de escenarios de riesgo que facilitan su ocurrencia. Se confunde la

realidad concreta con las causalidades aparentes de los desastres.

Además, cuando las sociedades “normalizan” las amenazas con las que conviven, se

incrementa la fragilidad ante las consecuencias de los fenómenos adversos,

instituyéndose una inmunidad subjetiva, que lleva a los individuos a ignorar o subestimar

los peligros, particularmente aquellos más frecuentes (Ruiz Guadalajara, 2005). Como lo

explica García Acosta (2003), la normalización de los riesgos con los cuales convive una

sociedad es un elemento que se debe combatir, pues incide en los procesos de

preparación, prevención y mitigación ante la ocurrencia de eventos desastrosos,

perpetuando así las condiciones de vulnerabilidad y profundizando los efectos

devastadores.

2. Prácticas culturales entre los chetumaleños

Greg Bankoff, en su obra Cultures of disaster. Society of natural hazard in the

Philippines, centrada en el estudio de la relación que la sociedad filipina ha construido

históricamente con los fenómenos naturales, afirmó que las personas han desarrollado

adaptaciones culturales ante una “experiencia de vida frecuente”, aún en medio de

condiciones de desventaja, gracias a formas de organización social, cooperación y

conductas humanas particulares. Señala la existencia de una cultura de los desastres, ya

que las amenazas naturales son tan frecuentes en su historia que se han ido integrado

dentro de la cotidianidad. Afirma que, aunque en las ciencias sociales occidentales los

desastres son caracterizados como un evento anormal, las comunidades e individuos en

Filipinas los han aceptado como parte de su vida, evidente en numerosos aspectos de la

cultura que pueden ser vistos como productos de la adaptación a los eventos desastrosos.

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Se refiere a cultural coping mechanisms o mecanismos culturales para enfrentar la

concreción de las amenazas naturales (Bankoff, 2003; 2007).

De acuerdo con Bankoff (2003; 2007), el capital social, las relaciones de amistad y las

redes de apoyo son factores importantes en la consolidación de esa cultura de los

desastres. Las estrategias de producción y movilización de recursos alimenticios, la

migración, la arquitectura y diversas formas constructivas, además de una actitud

particular frente a las catástrofes, que se manifiesta en chistes, historias,

conmemoraciones religiosas, también fueron estrategias adoptadas históricamente para

hacer más manejables las pérdidas dentro de la memoria colectiva de las comunidades.

La población ha desarrollado auténticas prácticas preventivas, transformando su

cotidianidad desde su interacción con la presencia frecuente de ciertos fenómenos

naturales.

En Chetumal se encuentran presentes mucho de los elementos referidos por Bankoff

como evidencia de la presencia de una cultura de los huracanes. Sin embargo, considero

adecuado hacer referencia más bien al desarrollo histórico de experiencias y acciones

individuales y colectivas que tienen asidero en las dinámicas culturales de la población en

la interacción con los huracanes, que a la existencia de una cultura de los desastres, al

menos en este caso. Aunque las experiencias se han transformado en conocimientos

sobre el entorno natural y construido, así como en prácticas de preparación y estrategias

de adaptación, y se han construido referentes comunes que se han consolidado en la

memoria colectiva, resulta más preciso hacer referencia a un conjunto de capacidades y

habilidades desarrolladas en el seno de un contexto cultural particular, más que al

nacimiento de una cultura.

Como lo refiere Altez, las respuestas que una sociedad construye frente a las

dinámicas de la naturaleza con las cuales interactúa a lo lardo de su historia, pueden ser

comprendidas como “estrategias adaptativas”. Éstas “son el resultado de la puesta en

práctica de recursos contextualmente determinados. Con ello, en tanto adaptación (es

decir, adquisición de recursos y condiciones que permiten la supervivencia y la

reproducción), las sociedades apelan a la cultura para enfrentar exitosamente todo lo que

identifican como “amenaza” (Altez, 2015: 440). No se trata entonces de una cultura de los

desastres, sino del desarrollo histórico de ciertas formas de enfrentar los efectos e

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impactos derivado de la presencia de los huracanes, que guardan relación directa con la

cultura de una sociedad. Estas estrategias “son y han sido culturalmente construidas y,

como tal, deben ser entendidas” (García Acosta, 2001: 118). En ellas profundizaré en los

siguientes apartados.

2.1. Preparación y adaptación

En Chetumal existen prácticas preparativas y estrategias de adaptación que son

comunes y compartidas por la población, pero que se concretan en un nivel individual y/o

familiar, no en procesos organizativos al interior de las comunidades, ni a través de redes

sociales de ayuda mutua. Cuando la temporada de ciclones tropicales está por iniciar, la

población comienza a prepararse; principalmente, a través del almacenamiento de agua y

alimentos no perecederos, protección de puertas y ventanas de las viviendas, ubicación de

áreas de resguardo para los vehículos, abastecimiento de gasolina para plantas de

electricidad o quinqués, cuidado de documentos personales y bienes más preciados.

Igualmente, se ha generado el hábito de escuchar constantemente, a través de la radio y

la televisión, los boletines meteorológicos y las recomendaciones de Protección Civil.

La señora Mariana explicó de qué manera se preparan ella y su familia:

Se preparan, se previenen con mercancía, sus cobijas, colchonetas, abrigos para que se abriguen, eso es lo que hacen, prevenirse con todo. Suficiente comida, suficiente agua. Por eso desde que empiezan que “ahí viene un ciclón, está en tal parte, y viene buscando la costa de Quintana Roo”, ya empiezan a hacer su lista. Cuando ya está la cosa más seria, jálale, se van al súper, surten su despensa, sus garrafones de agua. Ya están prevenidos así, cobijas, ropa, enseguida llenan de cosas la camioneta y lo llevan hasta allá. Así, aunque nos pegó, hay que comer, en latería, pero hay, porque esa vez nos agarraron así, confiadamente [huracán Janet], por eso sufrimos tanta el hambre. No como ahora, ahora hay mucha ventaja que lo anuncian, ya sabes lo que tienes que comprar, que tienes que llevar para que te abrigues, proteger bien la ropa que no se moje, ya tiene uno la idea, en aquel tiempo ya te digo, en aquel tiempo no… Así que ahorita, pues como quien dice el que se ahoga, se ahoga porque quiere, porque como le digo aquí a los míos, “cuando oigan un ciclón, prevénganse, no se confíen, prevénganse de cerillos, encendedor”. Ahorita hasta lámpara hay de cargar corriente. Compren su lámpara, manténgalo cargado, cualquier cosa, no tenemos luz con eso se pueden alumbrar (Mariana, 06 de octubre de 2016).

El señor Adrián también describió cómo se preparan en su casa:

Cuando ya vemos que es inminente, que el huracán ya va a venir, nosotros tenemos la previsión, cerramos cortinas anticiclónicas, compramos agua, tenemos garrafones de agua de 20 litros, se llenan todos lo garrafones, se llenan los tanques de gasolina de los vehículos, se compra una provisión de latería, pan y galletas, se asegura el tanque de gas, se aseguran las tapas de los tinacos para que no vuelen y no se salga el agua y podamos tener agua potable al menos unos días, la cisterna se cierra bien y se aseguran los vehículos en lugares donde no les pueda impactar

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un proyectil o algo. Tenemos velas y tenemos focos. En mi caso, yo tengo una planta, pensando en algo que pueda pasar ¿no? Eso es antes del huracán. Vemos que todo esté tranquilo. Sí, se prepara todo lo que tengamos que preparar, nuestro botiquín, por cualquier cosa, medicina si alguien tiene alguna enfermedad, agua y, por inercia, ya uno hace su despensa. Aunque sepas que en menos de 24 horas van a estar aviones trayendo o las tiendas comerciales van a estar vendiendo, sí, vas y haces tu despensa. Creo que ya se volvió genético y lo mismo, vamos a comprar lo que veíamos que mis padres compraban, es lo que vas y compras (Adrián, 01 de noviembre de 2016).

En el caso de las colonias cercanas a la bahía, las personas que habitan en casas

autoconstruidas, de madera o de un solo piso de altura, evacúan la zona y se trasladan a

refugios o casas de amigos o familiares en la parte alta de la ciudad, pues las experiencias

previas demostraron que las áreas más expuestas al agua de mar se encuentran en

mayor riesgo. Igualmente, Protección Civil en coordinación con el ejército pasan en

camiones para asegurarse que las personas abandonen las colonias y vayan a sitios

seguros.

Mi yerno tiene una casa allá arriba, entonces cuando hay mal tiempo los soldados, marinos, todos empiezan a avisar. Hay que salir, o te vas a algún albergue o tienes casita arriba, te vas a tu casita allá, después del ciclón regresas. Pero así de que digamos que no vamos a salir, todos los de abajo tenemos que salir. Aunque vea usted esa casa alta, ella tiene que salir de allí [la vecina], no se puede quedar esa señora allí, ella cierra su casa y se va con su hijo. Todo esto queda desierto, hasta el otro día regresa, regresan a ver cómo quedó. Pues los de por acá cuando viene un ciclón ya se previenen, ya piensan “en tal parte vamos a ir”, es un refugio, buscan un refugio, eso es lo que hacen y ahorita lo más peligroso es la marea y los cables de luz… Entonces lo que previenen ellos es irse a un lugar más seguro, aunque después no pueden salir, pero como le vuelvo a decir, ya están prevenidos de todos. Hasta que les avisen que ya pueden salir, ya buscan su casa (Mariana, 06 de octubre de 2016).

Estas prácticas preparativas denotan un componente de las estrategias adaptativas:

incorporar la temporada de los ciclones a la vida cotidiana a través de acciones repetitivas,

que año tras años deben realizar. Como varias personas lo han comentado, la población

sabe que debe prepararse el primer semestre del año para la llegada de los huracanes en

la segunda mitad del año. Otras medidas han sido los cambios en los materiales de

construcción de las casas, la instalación de ventanas anticiclónicas, la incorporación de

una segunda planta en las viviendas, donde resguardar los bienes y, en caso de no

evacuar, proteger la vida. Además, estas estrategias toman en cuenta tanto a los

huracanes como a las inundaciones no asociadas con ellos. Incrementar el nivel de las

casas con respecto a la altura de las calles; comprar muebles de cierto tipo de material;

cementar jardines, tinacos, y bibliotecas; reducir la cantidad de objetos dentro de la casa;

modificar tanques de agua; construir canales para facilitar el curso de las aguas pluviales,

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constituyen las principales medidas que han adoptado las personas que cuentan con

ciertas posibilidades económicas para adaptar sus estilos de vida y reducir las pérdidas

materiales.

Cuando llegamos a la casa esta área que es la sala- comedor, empecé a observar que se comenzó a hundir al centro ¿no? Entonces coincide con que queremos hacer la remodelación de la casa. Entonces cuando vino el arquitecto a plantear la remodelación vio esto, entonces dijo él “no, para evitar problemas cómo es arriba va a ser abajo, o sea, como es techo va a ser el piso”. Entonces se le hizo un entramado acá y le metió vigas, le metió cabillas, hizo un enrrejillado y le metió un colado. Entonces esta área como esa área son colados… Entonces es como un palafito… Pues yo, cuando hice la remodelación le dije al albañil “sabe qué, la cisterna pónmela alta”. Entonces le dije “súbemela para que así yo no tenga el pendiente de que se filtre agua sucia a la cisterna”. La bomba que está junto no está en piso, está en alto. Pedí que la subieran para no tener pendiente de estar pensando que la bomba se puede inundar. Igual la bomba que está acá, mi esposo la tiene sobre una casita de perro, que la mandó a poner encima. Y mis libros allá, mandé a hacer repisas de cemento, como esa orilla que ves allá, más o menos, mandé a poner unas repisas. Las repisas corren así y dan la vuelta, pero empiezan a 80 centímetros de alto. Abajo no hay nada. Dije “a mí no se me va a estar calentando la cabeza de que se me mojan los libros”. Entonces el librero es de cemento, la base y ya, luego le puse libreros de madera arriba. Y ahí los muebles son puros reciclados y así preveo que si viene el agua yo no tenga preocupación. Siempre trato de eso. Las bodeguitas que están acá las mandé a hacer, entonces es como para poner cosas abajo, pero se van para arriba mejor, las repisas. Y en el cuarto de servicio igual, mandé a poner unas repisas de cemento altas. Y mucha gente pues encomienda sus vehículos, incluso dije “tengo que comprar puro vehículo alto”. Siempre tenemos que estar llevando nuestros vehículos a algún lugar (Laura, 18 de octubre de 2016).

Un aspecto particular, en el caso de las personas que residen en las colonias más

antiguas y próximas a la bahía, ha sido la compra de vivienda por algún miembro de la

familia a través de los créditos blandos, o la construcción de casas en terrenos adquiridos

en la parte alta de la ciudad, pero sin mudarse de manera definitiva. Siguen viviendo en el

hogar de origen, pero en caso de huracán se trasladan junto con los demás miembros de

su familia a esas viviendas, en lugar de refugiarse en los espacios habilitados por el

gobierno.

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Imágenes no. 35 y 36. Ventanas anticiclónicas

Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 29 nov. 2016

Imagen no. 32. Mueble de cemento para proteger la cisterna de agua

Imagen no. 33. Bomba de agua lejana al nivel del suelo

Imagen no. 34. Muebles de cemento en alto para proteger los libros

Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 21 oct 2016

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En cuanto al desarrollo de organizaciones vecinales o redes de ayuda comunitaria, en

Chetumal no he encontrado evidencia de que se hayan consolidado estrategias de

adaptación a través de esas prácticas. La solidaridad se produce en el momento

coyuntural, pero no trasciende a través de procesos organizativos consolidados. Ni entre

la población más antigua ni en los sectores con menos recursos o de clase media he

logrado ubicar alianzas vecinales que se transformen en capacidades sociales para

enfrentar a las amenazas y que faciliten los procesos de recuperación. Las experiencias

se traducen en capacidades individuales y/o familiares, pero no en procesos de trabajo

colectivo. Se “echan la mano”, se donan medicinas, ropas y alimentos, ayudan con la

limpieza de espacios públicos, pero no existen alianzas comunitarias sólidas.

Bourdieu (1980; 1985) habló, justamente, del conjunto de relaciones y redes de ayuda

como elementos benéficos para un individuo o grupo social, a través de la noción de

capital social: “el agregado de los recursos reales o potenciales que se vinculan con la

posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de

conocimiento o reconocimiento mutuo” (Bourdieu, 1985: 248). Este capital puede ser una

variable esencial en la reducción de la vulnerabilidad, como lo señala Soares, es un factor

“imprescindible para generar y consolidar iniciativas de articulación y organización social

para hacer frente a los desastres” (Soares, 2014: 69). Las redes sociales, la solidaridad, la

Imágenes no. 37 y 38. Incremento del nivel del suelo para evitar las inundaciones

Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 29 nov. 2016

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cohesión y los valores éticos conforman el capital social como un activo colectivo fundado

en conexiones e interrelaciones entre los actores sociales (García Acosta, 2009).

La ausencia de procesos organizativos y lazos de apoyo colectivo entre los

chetumaleños limita la consolidación del capital social al interior de las comunidades y, por

ende, el impulso de acciones que permitan el despliegue de estrategias adaptativas

locales para la prevención de desastres, que permitan “mejorar la sustentabilidad del

grupo en riesgo” (García Acosta, 2009: 125). El señor Santos, habitante de la colonia

exclusiva Andara, señaló la carencia de ayuda vecinal: “No, nadie se habla, nadie. No,

cada familia por su cuenta. Es una colonia de nuevos ricos y cada uno es más egoísta que

el otro” (Santos, 8 de septiembre de 2016). El señor Pascual, que habita en una casa

autoconstruida en la parte baja de la ciudad también me comentó:

No, fíjate que no. No vienen, ni se asoman. Se asoman para otras cosas, pero no, no se asoman. No hay ésa, como dicen, esa cultura. Al menos por acá, sí. Al menos por acá no hay. Como cada uno estaba ocupado con su problema, pues casi no se pone uno a pensar, no me pongo a pensar en eso. Si vienen o quisiera que vengan. Bueno, puede ser que sí sienta yo la necesidad de una ayuda, porque mientras más gente haiga para levantar una casa de madera, es mejor porque no es difícil… Pues sí, esto de la ayuda no, no casi nadie se lo espera. Como que no, yo estuve trabajando solito en esa casa, yo solito la tuve que arreglar. Subir y bajar, subir y bajar ¿sí? Solito y es que vinieron bastante gente, pero nadie. Es que todos están sobre su mismo problema, también. Eso es lo que pasa también, quizás no les permite el tiempo ayudar a nadie. Si, y yo pues también estoy en lo mismo, no puedo ayudar a nadie. Todos estamos en la misma soga (Pascual, 07 de octubre de 2016).

La ausencia de redes comunitarias se atribuye al crecimiento demográfico y a la constante

movilidad de la población, que limita la cercanía y los lazos de fraternidad entre vecinos.

Para los pobladores más antiguos, cuando la ciudad era más pequeña todos se conocían

y eso contribuía a establecer mecanismos de apoyo colectivo. Actualmente, la ausencia de

este recurso social es sentido como una debilidad para enfrentar las situaciones adversas.

Se ha perdido el espíritu de vecindad. Cuando éramos chicos sacabas tu silla a la puerta, en las nochecitas en la mecedora y chismeabas con todo el que pasaba y te contaba las anécdotas del día ¿no? Y todo el mundo se conocía. Ahorita no, ahorita vas a la plaza caminas y bueno a lo mejor saludas a dos que tres gentes, pero habrá 100 que ni los conoces, ni te conocen… Mi vecino de aquí al lado viene del Distrito Federal, tiene otras costumbres diferentes, sales y lo saludas y el otro se te queda viendo con cara de “¿por qué tan sociable?” ¿no? [risas] “¿qué le pasará?”. Todo ese tipo de cosas que ha traído la modernidad, hay gente de todas partes del país, hay gente de todas partes del mundo y cada quien viene cargando historia, cultura, costumbres y se empieza a hacer un mosaico de relaciones, de formas de comportarnos, de formas de comer, de formas de llevarnos ¿no? Entonces yo creo que eso por un lado enriquece y por otro lado te va quitando las costumbres y te va quitando el conocernos todos y el meternos en la vida de los otros, es parte de una comunidad chica ¿no? El ser metiche… ahora cada quien está metido en su burbuja, en su mundo, en su medio… Aquí los que nos conocemos, pues si empiezan las alertas, nos empezamos a

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llamar, pero muchas colonias no se conocen, pues a ver cómo estás, qué estás haciendo, en qué te puedo ayudar o en qué me puedes ayudar. Como que retomar eso ¿no? por colonias. Creo que hay protocolos incluso de protección, creo que Secretaría de Gobernación tiene los protocolos de cómo participar, no sólo para cuidarme yo sino como vecino. Entonces difundir, de seguro a los jóvenes les encantaría ser voluntarios, es algo que se le da al joven ¿no? y hay que promoverlo. Lo hemos dejado olvidado, pues trabajar sobre esto (Petra, 25 de noviembre de 2016).

Esta ausencia de capacidades colectivas, obviamente afecta de manera diferencial a los

diversos sectores poblacionales. Las personas con menos recursos económicos dependen

en mayor grado de la ayuda y solidaridad vecinal, al carecer de ese apoyo las

posibilidades de recuperarse con éxito y más rápidamente de un evento coyuntural, e

incluso de sobrellevar emocionalmente las condiciones adversas, se hace más

complicado. En esa misma medida, se incrementa su dependencia hacia las medidas

desplegadas desde las instituciones gubernamentales, donde las relaciones de poder y los

intereses políticos juegan un papel central en la distribución de ayuda post-desastre. Los

sectores de clase media y media alta, aunque no cuenten con redes de apoyo colectivo,

poseen mayores capacidades económicas que les permiten recuperarse de las pérdidas

materiales, reconstruir las infraestructuras afectadas y volver a sus actividades cotidianas

más rápidamente.

Lavell (2002) ha señalado como las personas que viven en condiciones de vida

precarias pueden acabar en la miseria total, mientras aquellos que controlan o poseen los

recursos económicos, el poder y un mayor rango de opciones para escoger, rara vez

estarán destruidos o inhabilitados, pues poseen ahorros, seguros y otros medios que les

proporcionan resistencia, adaptabilidad y capacidad de enfrentar eventos coyunturales y

recuperarse rápidamente. García Acosta (1996) ya refería, en la presentación del volumen

I de la obra Historia y Desastres en América Latina, la importancia de tomar en cuenta

tanto las estrategias adaptativas como la capacidad de recuperación en el estudio de los

procesos de desastre:

…si aceptamos que la sociedad no es un ente pasivo en el cual inciden determinados fenómenos naturales peligrosos, es necesario tomar en cuenta dos elementos más que, junto con la vulnerabilidad derivada del contexto específico, resultan claves en el estudio tanto histórico como contemporáneo de los desastres. Por un lado, las que denominamos estrategias adaptativas, que son aquellas medidas, actitudes, posturas que la sociedad afectada encuentra, adopta y adapta; por otro, la capacidad de recuperación de los diversos sectores o grupos sociales. Tanto las estrategias adaptativas como la capacidad de recuperación constituyen, a fin de cuentas, los elementos que permiten dimensionar los efectos del desastre, pues se derivan directamente del contexto específico y, por ende, de la vulnerabilidad diferencial existente que comprende tanto las

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condiciones físicas como las sociales y económicas, que siempre serán igualmente diferenciales (García Acosta, 1996: 7)

Aunque las personas en condiciones de vida precaria pueden desarrollar diversas

estrategias para sobrellevar los daños derivados de los eventos coyunturales, la erosión

de los vínculos sociales y la ausencia redes de apoyo disminuyen las capacidades de los

individuos y sus hogares para sobrellevar las pérdidas en medio de situaciones de

carestía. Además, los bajos ingresos se unen a una serie de desventajas como la nula o

baja escolaridad, carencia de autonomía, subordinación y dependencia, angustia y

depresión, obstaculizando el autocuidado y el cuidado de los dependientes, y las

posibilidades de mantener relaciones sociales (González de la Rocha, en prensa). De allí,

la importancia de distinguir entre vulnerabilidad y pobreza pero, a la par, incorporar en los

estudios sobre desastres el factor económico como un aspecto fundamental en el análisis

de las condiciones de vulnerabilidad y en los procesos de recuperación.

2.2. Gestión Integral de Riesgo de Desastres: Procesos de recuperación y reconstrucción

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha implementado el

Programa de Apoyo a la Reducción de Riesgos de Desastres en México, que se encuentra

en consonancia con la Gestión del Riesgo de Desastres en América Latina y el Caribe,

una estrategia de la ONU orientada a la construcción de resiliencia a través del

fortalecimiento de la prevención, preparación, respuesta y recuperación frente a los

desastres. Bajo estos planteamientos se asoman dos objetivos fundamentales: por un

lado, la incorporación de la gestión del riesgo de desastres en las políticas públicas, ya

que a través de las leyes y las normativas se pueden construir las bases sobre las cuales

integrar la gestión del riesgo de desastres en los planes de desarrollo de los países. Por el

otro lado, prestar asistencia técnica para el establecimiento o la revisión de los marcos de

política pública, jurídicos y normativos de la gestión del riesgo de desastres, así como su

transversalización y aplicación; y la preparación de planes de acción para incluir la gestión

del riesgo de desastres en los procesos de desarrollo (PNUD, 2014).

La incorporación de México dentro dicho Programa se produjo tras el impacto del

huracán Isidoro en el sureste del país, ocurrido en el año 2002. De acuerdo con el

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coordinador del Programa, Xavier Moya, se realizó un diagnóstico para detectar las

debilidades de las políticas institucionales de reconstrucción y recuperación post-desastre,

se involucró la participación de las comunidades en la formulación de las posibles

soluciones a implementar y se propusieron lineamientos concretos al Estado mexicano.

Aunque este huracán no afectó directamente el sur de Quintana Roo y el trabajo del

PNUD se centró fundamentalmente en el estado de Yucatán y algunas zonas rurales

cercanas a Chetumal, se obtuvieron diagnósticos generales del país:

Entonces, lo que hicimos después del Isidoro fue hacer como una especie de plan de reconstrucción propuesto desde la sociedad civil y desde la academia. En el 2002 no había experiencia en México de planes de recuperación digamos ¿no? que si en América Latina, que si en Asia, pero México tenía la idea de la reconstrucción de infraestructura y punto ¿no? Y sí fue un huracán que dañó muchas infraestructuras, sobre todo infraestructura turísticas, eléctrica y vivienda. Yo, si no tengo mal las cuentas, algo así como ciento cincuenta mil acciones de vivienda fueron necesarias, por lo menos noventa mil de reconstrucción total. Entonces digamos ante esos daños, el gobierno reacciona con el FONDEN y con las acciones de reconstrucción de infraestructura, básicamente…Y al iniciar en un breve análisis de riesgo según un sencillo diagnóstico, vimos que había que trabajar en las dos cosas al mismo tiempo. Nuestra vocación como PNUD era la recuperación y la prevención, una línea más de desarrollo de bajo riesgo, que es lo que hace PNUD afuera. Pero como en México no había otra intervención de la ONU, por la misma naturaleza el Sistema de Protección Civil mexicano y ser un país, además, con mucho más institucionalidad que otro, entonces vimos que no había opciones para fortalecer la parte de preparación y respuesta, entonces los primeros años hicimos las dos cosas al mismo tiempo y claro tuvimos resultado más rápidos en el tema de preparación y respuesta que es un tema en el que si bien es igual de difícil, igual de complejo, puede tener resultados más rápidos (Xavier Moya, 19 de septiembre de 2016).

En este diagnóstico, de acuerdo con Xavier Moya, también se detectó que las acciones de

preparación y respuesta han sido altamente efectivas en el caso de Chetumal y Cancún,

debido a las gestiones de la Coordinación Estatal de Protección Civil y al Sistema de

Alerta Temprana. Efectivamente, como lo referí anteriormente, ha habido avances

importantes en las fases preparativas y en la atención a la emergencia. Sin embargo, los

procesos de recuperación post-desastre siguen centrados en el restablecimiento de la

infraestructura dañada, en los daños materiales derivados de la concreción del fenómeno

natural. No existen procesos reflexivos, orientados a considerar la coyuntura como una

oportunidad para identificar las causas y consecuencia de los riesgos con los cuales se

conviven. Tampoco se advierte como una veta a través de la cual analizar la vulnerabilidad

social, económica y ambiental, así como apuntar al diseño y aplicación de prácticas que

eviten el surgimiento de riesgos futuros y que corrijan los riesgos presentes, es decir, que

se transformen en una verdadera gestión del riesgo. Ello se evidencia, además, en el

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desbalance que existe entre la inversión en prevención y la inversión en atención a

desastres que realiza el Estado mexicano: se destina cinco veces más a reconstrucción

que a prevención y en los últimos ocho años el Fondo de Desastres Naturales de México

(FONDEN) recibió en promedio 12 veces más presupuesto que el Fondo para la

Prevención de Desastres (Cavazos, 2015).

La propia población señala que la intervención de las instituciones de gobierno se

orienta a la reproducción de las mismas condiciones que existían antes del huracán.

Entregas de láminas de cartón y zinc, otorgamiento de créditos blandos para la reparación

de las viviendas, limpieza de calles y desalojo del agua en zonas inundadas, restauración

de los servicios básicos, son las principales acciones en los procesos de recuperación. Lo

anterior resulta evidente si se advierte cuáles son los organismos que intervienen, cuyos

objetivos se encuentran centrados básicamente en un nivel operativo, entre ellos: la

Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA), la Comisión Nacional de Agua

(CONAGUA), Obras Públicas Municipales, la coordinaciones estatal y municipal de

Protección Civil, la Secretaría de Salud y el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral

de la Familia (DIF).

Se tiene a través de las diferentes dependencias, por ejemplo, el DIF se encarga de distribución de despensa, en recolectar con toda la población es antes, durante y después del huracán, tienen que tomar previsiones antes, durante y después. El antes, obviamente, entra el ejército para los albergues. El durante, para cuidar que nadie salga de sus albergues, nadie sale de sus casas y evitar el saqueo, las fuerzas públicas, recorriendo todas las tiendas en sí. Y el después, el DIF se encarga de recolectar alimentos, medicinas, pañales para recién nacidos, agua sobre todo, cobertores y todo, para tener un almacenamiento, eso previo ya, para que después entonces ya empieza todos los recorridos en las zonas que conocemos vulnerables, frágiles, para ir repartiendo despensas, agua y repartir todo ese tipo de cosas. El Comité Estatal de Protección Civil a través de todas las dependencias, por ejemplo la Secretaria de Obras Públicas sale de inmediato en coordinación con las autoridades municipales para limpiar toda la ciudad y en el caso de las zonas rurales lo que se hace después, es llevarles alimentación, ahí si definitivamente es llevarles alimentación, llevarles láminas de cartón que generalmente en las comunidades rurales las casas son de láminas de cartón, llevarles agua, todas las provisiones necesarias para después de un huracán, limpiar caminos, hay carreteras que se bloquean, pues tienen que limpiar los caminos. [También] hay específicamente programas federales en donde se aportan créditos blandos, se aportan apoyos importantes para la construcción de la vivienda (Rocío, 24 de octubre de 2016).

En cuanto a la población, ya he insistido en la carencia de procesos consolidados de

organización vecinal. Las personas básicamente orientan sus esfuerzos a regresar a la

cotidianidad. Entre amigos y familiares existe la solidaridad, que se centra en asegurarse

que los seres queridos se encuentren bien y sus casas a salvo, y se apoyan en la

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reconstrucción de las infraestructuras dañadas. Más allá de eso, no he encontrado

información que me permita hablar de procesos de recuperación colectivos al interior de

las colonias, ni entre la población en general, que fomenten planes de ayuda post-desastre

o luchas organizadas para exigir asistencia por parte del gobierno.

A nivel institucional, ciertamente, ha habido interés en el post-desastre, en el

fortalecimiento de los organismos de asistencia, así como en el despliegue de recursos y

personal orientado a facilitar el proceso de recuperación. Pero no se puede hablar de una

Gestión Integral de Reducción de Riesgo de Desastres si esa recuperación se centra en la

mera reconstrucción, en devolver a la “normalidad” a las poblaciones afectadas. Se habla

mucho de prevención, sin embargo, mientras permanezcan vigentes e incluso se

reproduzcan las condiciones que propician los daños que se derivan de la ocurrencia del

fenómeno natural, no se podrán desarrollar verdaderas estrategias preventivas y cualquier

esfuerzo se verá limitado tras la llegada de un nuevo ciclón. Se trata de un proceso sin

solución de continuidad: los riesgos derivan en pérdidas materiales y humanas, las

intervenciones paliativas restituyen el escenario social que reproduce esos riesgos y al

concretarse un nuevo evento coyuntural, regresan esas pérdidas e incluso se complejizan.

De acuerdo con Lavell (2003), la gestión del riesgo de desastre es un proceso social

complejo, que tiene como finalidad última la reducción o la previsión y control permanente

del riesgo de desastre en la sociedad. Para alcanzar tales propósitos, esta gestión debe

estar integrada al logro de pautas de desarrollo sustentables en términos humano,

económico, ambiental y territorial. En este sentido, es fundamental identificar y

comprender los procesos y actores sociales que contribuyen a su construcción; tomar en

cuenta aspectos subjetivos del riesgo, desde percepciones, cosmovisión, imaginario,

intereses y necesidades de los distintos actores sociales; formular políticas y estrategias

de intervención y apoyos; así como la implementación de proyectos concretos,

susceptibles de evaluación y retroalimentación. Además, se debe incidir sobre los riesgos

presentes, pero sobre todo en los futuros. La gestión de los riesgos ya existentes puede

involucrar acciones que influyan poco o aglutinar cambios significativos, mientras la

gestión prospectiva se orienta hacia el riesgo que aún no existe, es decir, a la prevención,

y se despliega en relación directa con los procesos de planificación del desarrollo.

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3. Percepciones y representaciones de los huracanes

Comprender las condiciones de vulnerabilidad y las capacidades de la población para

enfrentar las amenazas con las cuales convive, implica reflexionar en torno a las

percepciones sociales que se han construido con respecto a dichas amenazas. Éstas no

significan lo mismo permanentemente, sino que se resignifican histórica y culturalmente, al

variar su significado, se modifica la condición subjetiva de la vulnerabilidad y, en esa

misma medida, la vulnerabilidad también cambia material y concretamente (Altez, 2006).

Se trata de elementos simbólicos que atienden a condiciones particulares del entorno y

que, de esa manera, se transforman como consecuencia de la propia dinámica del acervo

cultural en el cual se encuentran suscritos. Sin embargo, esa transformación no es lineal,

por el contrario, pueden convivir diferentes significaciones con relación a un mismo

fenómeno en el seno de una sociedad. En Chetumal, por ejemplo, las percepciones en

torno a los huracanes entre la población se manifiestan en diversas interpretaciones y

representaciones que se encuentran atravesadas por sus propios conocimientos,

creencias y experiencias, pero también por la memoria colectiva y las explicaciones

científicas del fenómeno natural, develando significados que son complejos y múltiples.

Para algunas personas, particularmente para los profesionales entrevistados que

migraron a la ciudad luego de la década de los ochenta, los huracanes son simplemente

fenómenos de la naturaleza, que rompen la cotidianidad y permiten la renovación de

selvas y bosques. Además, no son culpabilizados de los daños derivados de su presencia,

sino que se acepta la responsabilidad de los seres humanos en las afectaciones que se

producen. Incluso, rechazan explicaciones fundamentadas en creencias religiosas a partir

de las cuales los ciclones son vistos como castigos divinos, con características

sobrenaturales.

Los adventistas y los testigos de Jehová, una vez estuve platicando con unos y le atribuían, por ejemplo, que Dios está muy molesto con nosotros, Jehová en este caso para ellos, y que por eso está recalentando el mundo y están los desastres naturales, las inundaciones, para que nosotros despertemos nuestra conciencia y nos portemos bien. Cuando tú le dices una cuestión científica al respecto dicen que no, que es un mandato divino, que es un mandato de Jehová. Sólo con ellos me he enfrentado a esto ¿no? Sí, porque una vez aquí en la puerta de la casa se tocó eso y les digo “el recalentamiento global, eso es normal porque nosotros lo estamos haciendo talando árboles” y tú “no, Jehová lo está mandando como castigo y van a venir bolas de fuego, inundaciones y van a venir huracanes que van a destruir todo” y ellos así lo manejan… Pero para renovar maleza y todo ese tipo de cosas, creo que la naturaleza sabe por qué lo está haciendo. Que nosotros también somos los responsables de lo difícil o de lo fuerte que venga o de lo devastador que sea un huracán pues es cierto, por lo que le hemos hecho a la naturaleza. Pero

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tiene sus cosas positivas, como ésa ¿no? que de repente se va a caer un árbol viejo y va a surgir otro tipo de árbol (Adrián, 01 de noviembre de 2016).

Para los chetumaleños más ancianos, más bien es un fenómeno perjudicial que trae malos

vientos. Quizás esta percepción de los huracanes se relacione con los recuerdos de Janet,

cuyas pérdidas humanas y materiales fueron significativas, pues los vientos y las

inundaciones afectaron gran parte de la ciudad. Por ejemplo, la señora Mariana los

describió como fenómenos negativos debido a la destrucción que ocasionaron,

confundiendo los huracanes (es decir, la amenaza) con el desastre:

Pues yo pienso que son malos, son malos vientos porque destruyen, porque por más que sea ahorita estamos como diciendo, estamos fuertes porque hay casa así, no muy fácil las puede tirar, pero en aquel tiempo, pues sí. Oíamos decir un ciclón y ya estábamos temblando. Nos acordamos del ciclón Janet y ya estamos temblando (Mariana, 28 de octubre de 2016).

Pero al preguntarle si creía que el fenómeno tenía algún significado en particular, enfatizó:

No creo, no creo, porque dicen estos que estudian eso de los ciclones que el ciclón viene del calentamiento de agua del mar porque como dicen que ya el sol ya se rompió no sé cuántas capas de ozono, ya nos está agarrando, ya que más, entonces el agua hierve y ella ya entonces previene el ciclón, por eso ya trae nombre porque es como si naciera, como un bebé que nace sería, les ponen nombre ahora (Mariana, 28 de octubre de 2016).

También es común que las personas refieran a los ciclones como “desastres económicos”,

debido a los daños materiales que ocasionan, tanto a los bienes personales como a las

infraestructuras públicas. Además, algunos sostienen que tienen implicaciones

diferenciales, mientras son perjudiciales para las personas son benéficos para los

políticos, porque pueden aprovechar la coyuntura para la corrupción, con la malversación

de los fondos que otorgan para los procesos de reconstrucción y ayuda post-desastre.

Mira, yo he llegado a la conclusión y parece que para el pueblo es malo, pero es bueno para los funcionarios, para el gobierno es bueno, sí. Porque ellos “ah, es un desastre” y piden miles de millones de pesos, según ellos para reconstruir. A la FONDEN, creo que la FONDEN se llama. Ellos ahí piden miles de millones de pesos, que según ellos para ayudar al pueblo. Solamente nos están regalando láminas de cartón de esas láminas podridas, viejas y corrientes, además. Ese es lo que he llegado a la conclusión, eso no tiene tiempo que yo he venido entendiendo… Para esas fechas del Dean fue donde ellos estaban teniendo y que nos regalan pura basura y eso es lo que hacen ellos, regalarle al pueblo pura basura y entre ellos yo estuve mucho tiempo y he llegado a la conclusión que ellos son los que se hacen del dinero, que a la FONDEN le piden lo que quiera y el FONDEN les dan lo que les pide, sí, porque es para beneficio del pueblo. Y no es cierto, es beneficio para ellos porque es donde aprovechan la oportunidad para pedir porque no hay negativa, porque se lo dan, pero no para que lo usen para el pueblo, lo usan pero para su bolsa, sí… Pues es bueno para los de allá, sí, pero malo para nosotros los pobres, por decir. No, no nos beneficia (Baltazar, 01 de octubre de 2016).

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Igualmente, ciertas interpretaciones en torno a las dinámicas de la naturaleza se han

transmitido a través de familiares o conocidos que se relacionan con la “lectura” del

entorno natural. Por ejemplo, si el cielo está rojo o “empedrado” o si está “muy caliente el

sol” es porque viene un huracán o se desatarán epidemias. Dos testimonios son

representativos al respecto:

Mi abuelo, él era chiclero, entonces pues vivía permanentemente en el monte y bajaba pues de vez en vez a Chetumal, te estoy hablando del Chetumal que era antes Payo Obispo. Entonces él, como todos nuestros ancestros, como la gente mayor, si se dejaba llevar por sus instintos de cómo ve el tiempo, de cómo ve las condiciones. Mi madre, por ejemplo, me decía “hoy está empedrado el cielo o hoy está rojo el cielo. Creo que tendremos un huracán cerca”, ¿no? o “está insoportable el calor, seguro nos toca huracán este año” ¿no? Son expresiones que yo escuché desde chica de parte de mi mamá y de mi abuelo (Rocío, 24 de octubre de 2016)

Similar a lo que recordó Rocío, que le comentaban su abuelo y su mamá, la señora María

señaló:

¿Usted no se dio cuenta del cielo cuando quedó rojo, rojo? Como tres días así estuvo apareciendo, pero un rojo como candela. Yo salí como a las 6 de la tarde y veo aquel rojo, rojo. A las 6 de la tarde ya está oscureciendo y eso no es el sol, le digo a su nuera de mi hija “¿ya viste el cielo?” “Ah si, si antes aparecía lengua de fuego”,” ay cielo santo”, le digo, “algo está anunciando”, “¿no será ciclón?” me dice ella, “no”, le digo, “lo que está es anunciando sol más fuerte”, “¿usted cree?”, “ahí lo vas a ver”. Fuerza del sol es eso y de eso nos puede venir una epidemia. Planta el sol, ahí veras, ahí verás las epidemias que pueden caer (Mariana, 06 de octubre de 2016).

Otro aspecto particular, es que las personas que ya tienen experiencias previas con los

huracanes coinciden en afirmar que prefieren vivir en un lugar donde lo común sean los

ciclones y no los terremotos. Aquellos “avisan, son previsibles”, los terremotos no.

Además, “ya sabemos qué hacer”, “estamos acostumbrados”. Es, precisamente, la

convivencia histórica con este fenómeno lo que ha desplazado los sentimientos de temor y

les ha permitido construir procesos de aprendizaje. Aunque también la fe ha encontrado

asidero entre la población y, como lo explicaré en los siguientes apartados, la construcción

de relatos y representaciones materiales ha contribuido a la consolidación de una memoria

colectiva en torno a esta interacción con las dinámicas de la naturaleza. Ello, sin contar

con el peso que tienen los medios de comunicación en las concepciones que se producen

en torno a los huracanes. Se pueden encontrar, por ejemplo, notas de prensa en el Diario

del Sureste, Novedades del Sureste y Diario de Yucatán que hablan de la “furia

devastadora de la naturaleza”, “desastres ocasionados por la naturaleza” y adjetivos como

huracán “asesino”, “fuerza de serie”, “espectacular”.

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3.1. Janet: recuerdos, relatos y memoria de una ciudad

La memoria es una elaboración colectiva, a través de las relaciones sociales se

producen y transforman los recuerdos y los acontecimientos, se construyen versiones de

algún hecho e incluso se genera el olvido. Hablar de memoria colectiva refiere a los

pensamientos y sentimientos que son compartidos por las personas que, sin

necesariamente ser cercanas, han vivido un mismo hecho. “Es una construcción social

donde la memoria no se encuentra en la persona si no en la relación entre ellas y su

entorno; es compartida, transmitida y construida por el grupo; y configura representaciones

que quedan cristalizadas, fijadas, que se refuerzan en los lugares donde sucedió un

acontecimiento” (Fuentes Pino y Ugarte Caviedes, 2015: 25).

Un aspecto característico del huracán Janet ha sido, precisamente, la manera cómo

permeó la historia de Chetumal y se insertó en la memoria colectiva de sus pobladores.

Las propias características del fenómeno natural con las particularidades de un contexto

social carente de experiencias previas y sin las capacidades, conocimientos y preparación

adecuada, aunado a las pérdidas humanas y materiales, contribuyeron a “fijar” en la

memoria de los chetumaleños al Janet como un ciclón único en la historia de la ciudad.

Yo lo viví [el huracán Janet]. Yo soy de aquí de Chetumal, aquí nací, aquí me estoy envejeciendo, he visto los ciclones, he sufrido con mi familia los golpes del ciclón. De eso no ha vuelto a haber otro, otro ciclón así, no. Ha habido otros ciclones, pero no como ese… El Janet ha sido el más fuerte, le digo que de ése no he visto otro.... De todos los ciclones el Janet es el más famoso, ha sido el ciclón que de veras vino a acabar con Quintana Roo (Mariana, 06 de octubre de 2016).

De acuerdo con la información recolectada durante el trabajo de campo, en torno a este

fenómeno natural se han construido una serie de narraciones, algunos carentes de

comprobación empírica pero que se han instalado en el imaginario social y transmitido

generacionalmente. A ello han contribuido recuerdos que han sido plasmados en

monumentos como el Renacimiento, o en canciones, como las de La princesa Chetumal y

El hada Janet. Tres relatos son particularmente populares entre la población. “El soldado

decapitado”, por ejemplo, habla de la valentía de un joven militar que perdió la vida

durante el paso del ciclón por la ciudad. La señora Mariana contó una versión de dicho

relato:

Ya le digo en aquel tiempo del ciclón una viejita de acá, de Los Caimanes no quiso salir de su casa, era de dinero, no quiso salir de su casa, ahí murió. Ya entonces llegó el viento y el agua ya subió, muerta segura y un soldado que la fue a rescatar, voló la lámina de zinc y le quitó la cabeza, el

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Imagen no. 40. Reproducción de la lámina de zinc incrustada en el poste de madera

cuerpo encontraron. En eso murió ese pobre soldado, por ir a rescatar a la viejita (Mariana, 06 de octubre de 2016).

Otro relato comúnmente conocido, y del cual si existe evidencia de su veracidad, es la

lámina de zinc que se levantó, voló y se incrustó en un poste de luz de madera. De

acuerdo con los entrevistados, ese poste no fue removido y durante años fungió como un

recuerdo material de la fuerza del viento. Aunque ya no existe el original, se instaló una

reproducción del mismo en las inmediaciones del boulevard Bahía, junto con una placa

que refiere lo sucedido.

Imagen no. 39. Lámina de zinc incrustada en el poste de madera

Fuente: Archivo General de Quintana Roo, Acervo fotográfico

Tomada por María N. Rodríguez Alarcón, 27 sep. 2016

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Tomada por María N. Rodríguez Alarcón, 27 sep 2016

Imagen no. 41. Placa que acompaña la reproducción de la lámina de zinc incrustada en el poste de madera

También es muy conocido el relato de la “casa voladora”, con sus variantes el

acontecimiento es repetido una y otra vez en los testimonios de los entrevistados.

Tenemos la casa voladora, hay una casa voladora que se elevó de sus cimientos y se fue hasta el parque de Los Caimanes que está más adelante, frente a una iglesia, la iglesia Sagrado Corazón de Jesús. Ignoro cómo, pero antes no estaban muy divididos en manzanas, pues yo me imagino que entre todos los vecinos levantaron esa casa, atravesaron y la volvieron a poner en su lugar, que ahorita ya es patrimonio, eso, sí. Entonces ya la familia ya no vive ahí, era la familia Bello Sosa. Y todavía tiene así su letrerito “La Familia Bello Sosa” (María, 03 de octubre de 2010).

El señor Adrián lo relata de otra manera:

Esa es la casa que dicen que se movió, la casa voladora, es más, simple y sencillamente que como era de madera su piso y, generalmente, antes se le ponía un tipo de sellador que aquí se le llamaba Nevalink, es un sellador negro de un derivado del petróleo, sí. Entonces se le ponía al piso, para mí eso fue lo que hizo como una balsa la casa. Entonces la movió, la arrancó de los polines que tenía porque todas las casas de aquí eran de medio alto, piloteadas ¿no? entonces la movió, la arrancó y la ubicó donde tenía que estar. Me cuenta el hijo de un señor que vivió y que estaba en esa casa, inclusive dice que cuando amanece y abre no ve nada, simple y sencillamente había desaparecido todo, sí (Adrián, 01 de noviembre de 2016).

No he encontrado una versión más “formal” de lo sucedido con la “casa voladora”, sin

embargo, aún persiste como “sobreviviente” del huracán Janet. Como este, son múltiples

los relatos, algunos reconstruidos a partir de sus propias vivencias y otros narrados a partir

de la reproducción de historias y cuentos tejidos en torno al evento coyuntural. Pero,

resulta significativo que varios de esos relatos han sido fortalecidos por el discurso oficial y

materializados a través de diversas estrategias, como la reproducción del poste de

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madera, que forma parte del atractivo del boulevard Bahía, principal área de esparcimiento

de la ciudad.

El monumento Renacimiento también fue construido como una manera de

conmemorar el huracán Janet e igualmente forma parte del boulevard Bahía. En él se

plasmaron los tres relatos anteriores, contribuyendo a su consolidación en la memoria

colectiva de la población. Además, se ha construido una representación simbólica del

huracán como una mujer que emerge de las aguas con cabellos revueltos por la fuerza del

viento y la ciudad ha sido significada en forma de recién nacido que, sostenido en brazos

por Janet, renace en medio de los destrozos. Padilla Lozoya, refiere a los vehículos de la

memoria como esos elementos de carácter material que “transportan una parte del pasado

al presente en fragmentos que constituyen una carga de múltiples espacios y momentos”

(Padilla Lozoya, 2009: 306).

Fuente: Crónica Chetumaleña: el huracán Janet, 2012

Imágenes no. 42 y 43. La “casa voladora” y la placa que la acompaña

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Fuente: Crónica Chetumaleña: el huracán Janet, 2012

Imágenes no. 44. Monumento Renacimiento.

Imagen no. 45, 46 y 47. Detalles del monumento Renacimiento

Tomadas por María N. Rodríguez Alarcón, 27 sep. 2016

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Siguiendo a Fuentes Pino y Ugarte Caviedes (2015), la memoria colectiva constituye

una forma de construir un legado que permite recrear el pasado y concebir el presente,

como una transformación constante en búsqueda de estrategias que fortalezcan sus

intereses colectivos. Janet sin duda ha fungido como un estandarte de un pasado, de un

fenómeno devastador que tuvo la intención de destruir a la ciudad pero que, gracias a la

fuerza de su pueblo, “renació victoriosa”. Fue un “parteaguas”, “un antes y un después” del

huracán, son frases que se repiten una y otra vez en los comentarios de los chetumaleños

y que sugieren la idea de una ciudad que sobrevivió con profundas transformaciones luego

de un evento traumático, que se llevó vidas y posesiones materiales. Aunque ciertamente

Janet tuvo implicaciones particulares en aquel contexto, también ha fungido como

justificación de la añoranza por un pasado que el ciclón destruyó y después de lo cual

“todo empezó a cambiar”.

Además, el peso simbólico que desde la práctica política se le ha otorgado al huracán

ha contribuido decididamente en su valoración social y al significado colectivo que posee.

El fenómeno natural ha sido representando como un elemento trascendental del pasado,

reivindicado desde la reminiscencia heroica del devenir histórico de la ciudad. Como lo

señala Altez (2000), la dinámica histórica y social de las relaciones de poder, no sólo

determinan las respuestas culturales ante el evento desastroso, sino también la forma en

la que éste se construye concreta y subjetivamente. El presente enmarcado dentro de un

panorama ceñido a las nociones modernas de progreso, donde el tiempo resulta un

suceder irreversible, el pasado no retorna más que dentro de su utilización política y de

manera tendenciosa, contribuyendo a consolidar una memoria donde se promueve la

conservación de aquello de lo cual se valen los intereses dominantes. En efecto,

“Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las

clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades

históricas” (Le Goof en Agudo Guevara, 1999: 62).

Desde esta perspectiva, puedo afirmar que se ha producido una resignificación del

fenómeno natural y, con ello, de la concreción de otras amenazas ocurridas con

posterioridad al Janet. Ningún otro ciclón tiene referentes materiales que le otorguen

inteligibilidad, no son conmemorados y reedificados constantemente en el discurso

dominante. Lo anterior tiene implicaciones, además, en la condición subjetiva de la

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vulnerabilidad. Las narrativas oficiales hablan de otras condiciones materiales,

infraestructuras más seguras y mejores, mayores conocimientos científicos y aplicaciones

tecnológicas, que limitan el impacto de los ciclones, entonces se “corta” subjetivamente el

riesgo con el cual se convive y la amenaza de los ciclones, por ende, las condiciones de

vulnerabilidad de la población. En tales circunstancias, se debe comprender que la

subestimación de los ciclones como un agente potencialmente destructor, es parte de la

dinámica histórica, de transformaciones simbólicas en torno a las amenazas con las que

se conviven y no una “evolución” del contexto social, que ha generado una disminución y/o

desaparición de las dinámicas estructurales que producen los riesgos y exponen a la

población a situaciones de vulnerabilidad.

3.2. San Judas Tadeo: santo patrono de los huracanes

El orden universal que estructuró el pensamiento occidental y que permeó sus colonias

antes de la modernidad, se encontraba amparado en la fe. No interesaba advertir

críticamente los fenómenos de la naturaleza, por el contrario, eran sociedades en donde la

mayor parte de la población se encontraba excluida de los conocimientos formales y su

comprensión del entorno natural se basaba en el discurso evangelizador (Altez, 2006). El

investigador Juan Carlos Jurado Jurado (2001), sostiene que esa relación de lo religioso

con los fenómenos naturales actúa otorgándole un origen sobrenatural a los males que

perjudican a las poblaciones. Entonces, el castigo divino es empleado como

representación cultural y explicación de las “catástrofes”, situación que toma aún más

fuerza debido a la precariedad de los medios para enfrentarlas.

En el territorio que actualmente ocupa Chetumal, a diferencia de la mayoría de otras

regiones de América, el proceso de conquista y colonización fue breve. Si bien logró

disminuir y dispersar a la población indígena, así como desplazar sus patrones de

asentamiento, no fue lo suficientemente estable y duradero como para llegar a consolidar

un poblado en ese territorio. Como lo referí en el segundo capítulo, la colonización inició

en el año de 1526 y se materializó con la fundación de Villa Real, cuya existencia fue más

bien corta, pues su abandono definitivo se dio en 1532. Debido a ello, no existieron

referentes religiosos instaurados desde el catolicismo, no hubo un proceso sistemático de

transformación de las creencias de los pobladores, pues sencillamente no se desarrollaron

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asentamientos estables con personas a quienes convertir a la fe cristiana. Cuando se

fundó la ciudad en 1898, la población la conformaron migrantes provenientes de diversas

partes de México, Honduras Británica y otros países del mundo, cada uno con sus propias

creencias, valores y tradiciones.

A diferencia de otras localidades, nunca hubo un santo patrono o una virgen en

Chetumal, un referente religioso a quien pedirle favores y orar por su intervención frente al

Ser Supremo. Incluso ante la continua presencia de huracanes, no surgió como en otros

casos similares ninguna divinidad a quien encomendarse cada año frente a la temporada

de ciclones tropicales. Sin embargo, en el año 1998 con la inminente llegada del huracán

Mitch a la ciudad, aunado a los pronósticos en torno a una posible destrucción total del

sureste mexicano y a la pérdida de gran cantidad de vidas humanas, surgió por primera

vez un santo patrono: San Judas Tadeo.83 Sin embargo, tuvo una particularidad que lo

hace distinto a otros casos estudiados, tanto en México como en otras regiones incluso en

Europa, ya que nació de las creencias de una migrante procedente de la Ciudad de

México, no de un oriundo de Chetumal ni del interés de un representante de la Iglesia

Católica.

El 28 de octubre de 2016 tuve la oportunidad de asistir a la celebración eclesiástica,

que se instauró como una tradición anual en acción de gracias a San Judas Tadeo, y de

entrevistar tanto a la Sra. Paquita Rivero, precursora de las peticiones al santo, como al

sacerdote David Ju, encargado de realizar la misa en su honor todos los años. De acuerdo

con el testimonio de la Sra. Paquita, quien ha sido gran devota de San Judas desde que

vivía en la Ciudad de México, donde asistía a las misas que se celebran en la Iglesia de

San Hipólito el día 28 de cada mes en honor al santo, cuando se informó acerca de la

llegada del huracán Mitch a Chetumal, el gobernador Mario Villanueva, quien era su amigo

cercano, le hizo una llamada telefónica y la instó a “colgarse” del santo. Así, lo recordó:

La noticia de que va a haber un ciclón y dan la primera alerta, la segunda alerta y en la tercera alerta, pues ya supuestamente el ciclón ya venía para acá y me habla el gobernador Mario Villanueva. Que yo siempre he sido devota de San Judas Tadeo y me dice “Paquis, cuélgate de los

83 “Los humanos declarados santos fueron personas que se distinguieron por sus características morales, por su labor en

beneficio de la sociedad o por su identificación y comunicación con divinidades. A esos santos, los creyentes suelen

invocarles apoyo en situaciones de emergencia individual o colectiva, ya sea por causa de desastre o desgracia personal.

Algunos santos además son denominados santos patronos, porque algún rasgo característico los relaciona con una

habilidad particular, ya sea intervención divina o protección simbólica, lo cual produce una percepción reconfortante o

esperanzadora para el creyente. En su mayoría, los santos patronos surgen cuando un colectivo los declara, los invoca y

la súplica puede resultar positiva o negativa” (Padilla Lozoya, 2014: 97).

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tenis de tu santo porque esto viene duro, ya están las bolsas, ya está todo para que cuando pase esto nos vengan a recoger”, o sea muertos ¿no? Me dice “yo no me voy a ir, me dicen que yo saque a mi familia de acá” y entonces él me dijo “no me voy a ir, me voy a quedar con mi familia, así que cuélgate de sus tenis”. Y ahí, bueno hasta ahí quedó, ya entra, pues estábamos esperando todos que entrara el Mitch, porque fue el Mitch y de repente me dicen “ya se fue”. Entonces, tú sabes lo que era pues para todo Chetumal que se haya ido este mal tiempo que nos iba a entrar y me vuelve a llamar el gobernador y me dice “oye, te colgaste bien”. Me habla otra vez el gobernador y me dice “mira, tu santito nos hizo el milagro”. Para eso estaba la fiesta de San Judas, de la Expofer y me vuelve a llamar y me dice “Paquis, vamos a hacer una misa en el muelle, encárgate de eso (Paquita, 04 de noviembre de 2016).84

Como lo señala Geertz, los eventos que producen desconcierto y sufrimiento se presentan

como “radicales desafíos a la proposición de que la vida es comprensible y de que

podemos orientarnos efectivamente en ella” (Geertz, 1989: 97). Las rogativas nacen de las

angustias y frustraciones de las sociedades, debido a su incapacidad para dominar el

medio. Esas manifestaciones les otorgan la certidumbre en los poderes divinos para

restablecer el curso regular de la naturaleza, pues los seres humanos pueden adaptarse a

84 Mujer, anciana, migrante de Ciudad de México y creyente de la religión católica.

Imágenes no. 48, 49 y 50. Procesión y misa en acción de gracias a San Judas Tadeo

Tomadas por María N. Rodríguez, 28 oct 2016

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cualquier cosa que su imaginación sea capaz de afrontar, pero no pueden resistirse al

caos. Las representaciones relacionadas con los santos protectores contra desastres son

un fenómeno socio-religioso que funciona como consuelo emocional. La función

característica del ser humano y la de su bienestar es la comprensión, mientras su mayor

temor es enfrentarse con lo que no puede explicar, con el “misterio”, con aquello que no

puede controlar (Padilla Lozoya, 2014b; Jurado Jurado, 2001; Geertz, 1989).

El párroco David Ju comentó lo siguiente:

Nos llegaron reportes del huracán Mitch, la ruta, el tamaño y las consecuencias que podría tener, especialmente para Chetumal por el lugar por el que iba a entrar. Entonces, la gente estaba muy alarmada, en parte creo que las autoridades estaban preparadas para lo peor y surgió esta inquietud de una hermana de la comunidad que se llama Paquita, que creo que estaba al servicio de las autoridades, trabajaba ahí en el gobierno y vio la necesidad de ahora sí que pedirle a Dios pues que tengamos su protección por aquel acontecimiento. Y entonces visitó al sacerdote que estaba antes que yo en esta comunidad, el padre Javier Orozco, y juntos organizaron esa primera misa pidiéndole a Dios que nos libre de pues del huracán, particularmente de ese Mitch y de todas las consecuencias que iba a tener. Providencialmente, el huracán tomó otra ruta y a partir de ese instante quedó como una costumbre, como una tradición, que los días 28 de octubre se iba a celebrar esta misa, sea en su origen en el muelle, ahora se hace [en] la explanada (David Ju, 26 de octubre de 2016).85

Los seres humanos realizan representaciones sobre el entorno y sobre sí mismos

mediante un proceso reflexivo de interpretación. Las creencias sobrenaturales aparecen

en el ámbito terrenal en forma de ritos, mediante actos concretos de observancia religiosa

(Houtart, 2008). Esos actos conjugan el mundo vivido y el mundo imaginado a través de

una serie de formas simbólicas, dentro de una conducta consagrada en cuyo seno se

encuentra la “…convicción de que las concepciones religiosas son verídicas” (Geertz,

1989: 107). Sin embargo, varios de los chetumaleños entrevistados reconocen que se

trata de una celebración reciente, sin historia ni arraigo en las tradiciones de la ciudad.

Conocen las circunstancias bajo las cuales San Judas se convirtió en el santo patrono de

la ciudad y de los huracanes. Algunos aceptan su intervención divina, mientras otros sólo

refieren el suceso sin atribuirle un carácter religioso.

San Juditas Tadeo es el patrono de Chetumal para efectos de los desastres naturales y cada año se le hace su misa en el muelle fiscal o en la zona del muelle, sí, los 28 de octubre. Ese es nuestro patrono para efecto de los ciclones. San Judas Tadeo. Es reciente esto porque anteriormente no había, esto es reciente cuando iba a venir este Mitch, que nos iba a devastar y todo. Surgió una corriente de católicos para pedirle que no venga el ciclón. Y todo se genera porque ese ciclón, como te dije, estaba tan estacionado, o sea, no fue un ciclón errático ni nada, fue un ciclón que estaba estacionado y estaba creciendo, su ojo fue impresionante y su alcance en diámetros era de

85 Párroco de la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús. Ha realizado la celebración de acción de gracias a San Judas Tadeo

los dos últimos años. Anteriormente la realizaba el párroco anterior, el fallecido sacerdote Javier Orozco.

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kilómetros. Entonces a la gente le asustó mucho porque no se movía, pero además te decían “sabes qué, acaba de bajar un avión hércules del ejército y trajo trascabos, o sea, maquinaria pesada para hacer huecos porque va a destruir Chetumal… Entonces, a raíz de todo eso se crea una corriente de personas católicas que empiezan a hacer oración a San Judas Tadeo y creo que fue para estas fechas 28, 27 de octubre y van y le hacen una misa con el obispo y todo ese rollo en el muelle fiscal, a pedirle que no nos pegue el Mitch y no sé que tanto rollo ¿no? Cuando ya el Mitch no nos pega, que destruye Honduras, le hacen entonces una misa de agradecimiento a San Judas Tadeo. Ahora cada vez que va a haber algún evento, que está amenazado Chetumal o Quintana Roo con un ciclón, pues le piden a San Judas Tadeo y se hace su misa ahí en la bahía (Adrián, 01 de octubre de 2016).

Incluso, hay quienes cuestionan la intervención divina al señalar la contradicción del

evento, pues mientras el ciclón se alejó de Chetumal ocasionó importantes pérdidas

materiales y humanas en Centroamérica. Es debido a ello que ha sido tipificado como el

“monstruo del Caribe”. Al respecto, el señor Luis señala lo siguiente:

Hay un fenómeno que ocurrió con el Mitch. El huracán Mitch venía francamente hacia Chetumal, no había posibilidad de que se desviara y si lo seguía uno paso a paso, entonces la gente empezó a invocar a San Judas Tadeo, que es el santo de las causas desesperadas, algo así. Es fenómeno meramente popular, religioso, lo que sea, pero que les funcionó. Algo pasó, le rezaron y el huracán simplemente dio la vuelta y se fue. Entonces la gente está convencidísima de que San Judas vino y torció la trayectoria del huracán y se fue para el centro de México, están agradecidos y lo celebran cada vez, pero ¿qué pasa con los centroamericanos? Yo escribí algo a propósito de eso. Aquí está: “En cuanto a los mayores desastres causados por los huracanes del Atlántico a través de la historia es el Gran huracán de 1780 que mató a 22 mil personas en el Caribe. Mitch es el número 2 y aun así a 14 años del suceso un editorialista en el diario Sur hace la misma reflexión de millones de hondureños ¡No sé cuál haya sido nuestro pecado, pero creo que no merecíamos tanta furia sobre nuestra tierra! El Heraldo, por su parte, reporta que miles de afectados continúan viviendo sobre las zonas arrasadas durante las crecidas de los ríos… Lo más inquietante quizás sea al fin y al cabo la creciente veneración a San Judas Tadeo por haber resguardado a Chetumal de la furia de Mitch, cuando los vecinos de Centroamérica continúan sin restañar las medidas y consideran aún que esa misma furia llegó hasta ellos de forma inmerecida. No bastará entonces, conocer a fondo los caprichos de la física para pretender ser culto en materia de huracanes, es preciso también adentrarse en el nebuloso campo de la metafísica”. Porque ya entran otros factores y ya no puede uno decir “pues no, nos salvó San Judas Tadeo”, pero fue y mató a doce mil centroamericanos, entonces ¿se lo cargamos a San Judas o a quién? (Luis, 30 de octubre de 2016).

Además, las peticiones a San Judas Tadeo reproducen las concepciones en torno a las

amenazas como fenómenos sobrenaturales y, en esa medida, se le adjudica una carga

externa, donde las acciones humanas no tienen responsabilidad directa. La naturaleza

extraordinaria de los huracanes perpetuaba una interpretación de los eventos coyunturales

como escenarios sobre los cuales no se puede actuar materialmente, sólo subjetivamente

a través de la intervención del Ser Supremo. Mitch fue comprendido desde una visión

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fatalista que convertía a los posibles daños derivados de la presencia del huracán en

pérdidas desligadas de las prácticas sociales.

En las sociedades actuales, como en las denominadas “premodernas”, persisten las

explicaciones en torno a los fenómenos naturales desde las creencias religiosas. Recurrir

a la intermediación de santos y vírgenes a través de plegarias, misas y procesiones para

incidir en la providencia divina constituyen hábitos y costumbres que dan cuenta del

arraigo a la fe cristiana. Pero, a la par, la ciencia y la técnica han provisto de nuevas

fuentes de explicaciones. Entonces, las representaciones y percepciones de la población

se articulan con la información emanada del conocimiento científico.

Pero los ciclones no tienen nada que ver con energías sobrenaturales, sino con energías naturales, pues sí, pero sobrenaturales no, no tiene nada que ver. Igual, pues la fe de la gente, por eso dicen que la fe mueve montañas ¿no? Porque cuando lo del Mitch ése, que íbamos todos a morir, la gente organizó una misa, unos rezos y le pidieron a San Judas Tadeo. No había [santo patrono de la ciudad]. Le pidieron a San Judas Tadeo, porque creo que es el santo de los imposibles, algo así, que les salvara y realmente el ciclón se desvió y a partir de eso cada año le hacen misa y creo que sigue en el muelle ¿no? Porque siguen haciendo como agradecimientos porque ellos siguen pensando que él fue el que los salvó y si fue un milagro ¿verdad? Quién sabe si de ese santo o de otro, fue la casualidad realmente. Yo le digo a ella que yo pensé que esa vez me moría. Ya no te salvabas (Adriana, 31 de octubre de 2016).

Se pueden comprender, entonces, dos aspectos fundamentales. Por un lado, como

resultado social, la religión es antes que nada un proceso intelectual, determinado cultural

e históricamente por las condiciones de los actores vinculados. La advocación a San

Judas Tadeo se relaciona con un proceso histórico dentro del cual se expandió y consolidó

la visión cristiana de los fenómenos naturales. Por otro lado, como parte de ese mismo

proceso histórico cada contexto social produce, reproduce y transforma ciertas

condiciones subjetivas y objetivas que los grupos humanos emplean para dar cuenta de la

realidad de la cual forman parte. Dichas condiciones son dinámicas y complejas, y

dependen del acervo cultural, de las causalidades estructurales que les son propias

(Geertz, 1989). En tal sentido, las explicaciones fundamentadas en la fe católica, si bien

no han sido desplazadas completamente, sí han advertido el surgimiento de explicaciones

respaldadas en el avance de la ciencia. Ello, sin contar con los aprendizajes desarrollados

a través de la experiencia de la población, que se ha transformado en conocimiento local.

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4. Reflexiones generales: ¿Resiliencia?

Se han producido avances significativos en la preparación de y atención a la población

afectada tras la ocurrencia de los huracanes en Chetumal. Protección Civil se ha

involucrado en el desarrollo de instrumentos de difusión de información, recomendaciones

e instrucciones que ayuden a las personas a resguardar sus vidas y sus bienes.

Igualmente, la experiencia les ha permitido a los chetumaleños conocer su entorno y las

dinámicas de la naturaleza, advertir cuándo están en peligro y actuar en consonancia.

Existen grandes fortalezas para enfrentar el impacto del fenómeno natural, pero las

políticas públicas no han trascendido al despliegue de prácticas preventivas, de una

gestión efectiva del riesgo donde los planes e inversiones en materia de desarrollo

apunten a generar contextos seguros.

Aunque las personas desarrollen capacidades para enfrentar situaciones adversas,

ello no implica el fin de la vulnerabilidad. Como lo explica Gaillard (2011), mientras las

capacidades encuentran asidero en el conocimiento local, habilidades y redes de

solidaridad; la vulnerabilidad, depende más bien de constreñimientos estructurales que

son exógenos a las poblaciones y que se relacionan con las desigualdades sociales, las

decisiones políticas y el modelo económico dominante. Desde el marco institucional, en

Chetumal no ha habido un verdadero cuestionamiento y transformación de las condiciones

de riesgo y se continúa reproduciendo la vulnerabilidad. Bajo esta perspectiva, no se

puede hablar de la construcción de un contexto resiliente en el caso estudiado.

De acuerdo con Cannon (2008), reducir o mitigar los riesgos constituye un

componente fundamental de las comunidades resilientes. Aunque la población

chetumaleña ha desplegado estrategias institucionales y prácticas individuales y/o

familiares para hacer frente a las amenazas y recuperarse del evento coyuntural, a través

del fortalecimiento del manejo de la emergencia y, además, se han desarrollado

habilidades y estrategias adaptativas, no se han consolidado cambios significativos en las

causalidades de los desastres. Entender esto implica trascender el ámbito local, pues la

resiliencia no puede ser comprendida únicamente a través de las capacidades de la

población, de sus aprendizajes y procesos organizativos.

Además, la narrativa oficial ha contribuido a construir un imaginario social entre los

chetumaleños, un sentimiento de seguridad frente a los huracanes y un elevado nivel de

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confianza en torno a la gestión de los organismos de atención a emergencias. Aunque las

personas cuestionan las políticas desarrollistas, el impacto sobre el ambiente, los

problemas infraestructurales de la ciudad y reflexionan en torno a las implicaciones que

ello ha tenido, por ejemplo, en el incremento del nivel de las inundaciones, la

contaminación, los cambios en el clima y la regularidad de las lluvias; al mismo tiempo se

sienten confiados en que sus propias capacidades y experiencias, aunado al respaldo de

Protección Civil, los harán enfrentar con éxito los efectos e impactos de los ciclones

tropicales. En este sentido, los cambios que se han producido en el estilo de vida debido a

la inclusión de nuevos sistemas constructivos, el incremento de la comunicación, la

tecnología y los avances científicos, son identificados como factores que contribuyen a

estar mejor equipados y preparados con respecto a las condiciones en que vivían cuando

llegaron los primeros huracanes, tras la fundación de la ciudad.

Los discursos desarrollistas han desviado la atención de las causas estructurales de

los desastres, se despolitiza el problema y los esfuerzos se orientan a medidas paliativas,

a reducir el número de muertos y disminuir las pérdidas económicas. Los problemas se

centran en una dimensión material, sin advertir las brechas sociales, las inequidades en la

distribución de la riqueza, las desventajas en el acceso a las oportunidades y recursos

naturales, redes sociales, salud, educación y empleo como componentes básicos de la

reproducción y profundización del riesgo. Paradójicamente, dentro del Informe de

Evaluación Global sobre la Reducción del Riesgo de Desastres del año 2015 (GAR15) se

señala la necesidad de gestionar el riesgo no el desastre y de convertir este proceso en

parte inherente del desarrollo, no como un componente adicional, sino como “una serie de

prácticas integradas al propio ADN del desarrollo” (UNISDR, 2015: xviii).

En este sentido, la reducción del riesgo de desastres no puede conseguirse sin abordar

sus factores subyacentes. Las medidas prospectivas son fundamentales, por encima de

las gestiones meramente correctivas. El apoyo político y económico tras los desastres se

concentra, fundamentalmente, en proteger el desarrollo, en lugar de convertirse en

oportunidades para gestionar los riesgos. La resiliencia no se debe focalizar en las

habilidades locales exclusivamente, también se deben tomar en cuenta la transformación

de aspectos fundamentales, que obstruyen los procesos de recuperación y limitan las

posibilidades reales de generar cambios positivos para aminorar las situaciones de riesgo.

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Como lo ha señalado García Acosta (en prensa), la resiliencia como concepto

multidisciplinario y transdisciplinario debe articularse con otro concepto: capacidad de

recuperación. Igualmente, se debe establecer su asociación con las estrategias

adaptativas y la construcción social de la prevención, a fin de poder “entender a los

desastres como procesos y a los eventos derivados de ellos que constituyen la

materialización espacio-temporal de esos mismos procesos, así como al riesgo mismo y a

su construcción social” (García Acosta, en prensa: 15). Igualmente, comprender como las

comunidades pueden reducir los riesgos y las pérdidas frente a un fenómeno adverso

debe incluir una interrelación entre las prácticas de preparación y las actividades de

mitigación de desastres (Oliver-Smith, 2017).

La resiliencia como fuerza para recuperarse de los desastres o anticiparlos; como fuerza para resistir impactos, crisis, etc., nos interroga acerca de si es un concepto adecuado para entender los problemas más acuciantes de los desastres… Las sociedades se han sobrepuesto y han desarrollado mecanismos de anticipación a los desastres, por ello, en suma, la noción de resiliencia aparece como una suerte de tautología (Macías Medrano, 2015: 320).

La resiliencia, comprendida como la capacidad para recuperarse de los desastres, resistir

sus impactos o anticiparlos, coloca en el debate los cuestionamientos acerca de su utilidad

“para entender los problemas más acuciantes de los desastres”. Se debe recurrir no sólo a

identificar y reconocer estas fortalezas de las comunidades, también se debe reflexionar

en torno a las múltiples formas actuales en que las sociedades están relacionándose con

los procesos de desastre (Macías Medrano, 2015: 320).

La resiliencia debe trascender su uso como agenda política de las instancias

internacionales. Ello significa desarrollar y apoyar planes y programas permanentes de

prevención desde una visión de adaptación al entorno natural y reducción de riesgos a

largo plazo. Se debe andar un camino desde el cual transformar las condiciones de

vulnerabilidad y los impactos negativos de los fenómenos naturales, incrementar la calidad

de vida y la seguridad de las poblaciones, toda vez que se reducen las brechas sociales.

Hablar de resiliencia debe referir procesos profundos de cambio, que desafíen las lógicas

de desarrollo que dominan en las sociedades contemporáneas, a la par que se reconocen

las fortalezas y capacidades individuales, familiares y comunitarias para sobreponerse a

los eventos coyunturales y resistir, pero sin negar los escenarios de constreñimiento

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social, que históricamente han colocado a las poblaciones en situaciones de riesgo y

exposición a daños.

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CONCLUSIONES

Al final de cada capítulo he ido esbozando reflexiones generales, volveré sobre ellas y

realizaré algunas precisiones en torno a los resultados que ha arrojado la presente

investigación.

1. Un contexto paradigmático

Chetumal es un contexto paradigmático en muchos sentidos. Resulta innegable la

enorme influencia que han tenido, tanto en su historia como en sus rasgos actuales, los

diversos huracanes que se han presentado en su territorio. La presente investigación se

convirtió en una oportunidad para emprender un estudio de aquella realidad social

advirtiendo esa particularidad. Se trató de un esfuerzo por reconstruir, redefinir y

reinterpretar la relación material y simbólica entre los procesos histórico-sociales y las

dinámicas de la naturaleza. Los cambios en los estilos de vida, en las actividades

productivas, en las características generales del paisaje urbano fueron factores

fundamentales para comprender y analizar la exposición de la población a los ciclones

tropicales, de la mano de la construcción social del riesgo y de las condiciones de

vulnerabilidad asociadas a dicha exposición.

La inmersión en el mundo simbólico también constituyó piedra angular de la

investigación. Reflexionar en torno a los testimonios de la población en el marco de su

convivencia con los huracanes y sus percepciones en torno al riesgo, en articulación con

las narrativas emanadas de las instancias nacionales e internacionales, permitió

redimensionar la discusión y vislumbrar las diversas formas en que los modelos políticos y

económicos dominantes se reproducen discursiva y materialmente. Ello ha tenido

profundas incidencias no sólo en las políticas públicas orientadas a la atención de

situaciones emergencia sino también, y de manera decidida, en los planes y programas de

transformación urbana, que en aras del “desarrollo” han promovido intervenciones sobre el

territorio que ocupa la ciudad, generando resultados que han actuado en detrimento de la

calidad de vida de sus pobladores y del potencial ecológico de la región.

Los cambios que se han dado en torno a la relación con el territorio, si bien se han

acelerado en las últimas décadas, se encuentran inscritos en un proceso temporal de largo

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aliento que configuró esa localidad como un sitio geográficamente estratégico y con una

gran diversidad natural, que podía ser explotado de acuerdo con los intereses de los

grupos humanos allí emplazados. En la actualidad, esa interacción con el medio ambiente

ha estado marcada por la exacerbación de la expoliación de los recursos naturales,

desplazando la importancia de los nichos ecológicos mientras priman los planes

orientados a la implementación de programas de urbanización. Así, la degradación

ambiental ha tenido como su principal aliciente a las políticas neoliberales, que bajo los

discursos progresistas son enmascaradas como un resultado inevitable de la “evolución”

de la sociedad. Ha sido, precisamente, la negación de las dinámicas naturales, de la

relación dialéctica entre el entorno natural y construido, que se han promovido y fortalecido

las problemáticas que existen actualmente en la ciudad.

Así, se ha ido configurando un espacio urbano que ha generado múltiples y complejos

problemas ambientales y sociales, a través de la implantación de modelos que favorecen

concepciones procedentes de la lógica de mercado, no han sido formulados para que las

disposiciones legales guíen las acciones del gobierno. Su carácter profundamente técnico,

divorciado de los procesos reales de decisión, ha provocado las contradicciones que

actualmente pueden advertirse en Chetumal.

2. Frente a los desastres

Han sido, igualmente, los discursos hegemónicos centrados en el contexto del

desarrollo, los que han incidido en los planes y programas que localmente se han

implementado para actuar frente a los eventos coyunturales. La voluntad política y el

marco de acción institucional se han centrado fundamentalmente en prácticas de

preparación y respuesta. Aunque se habla de políticas públicas orientadas a la reducción

del riesgo, la promoción de un escenario social más seguro y el desarrollo de estrategias

de prevención, las disposiciones de los organismos se han quedado en el plano de la

asistencia y atención, no en una verdadera gestión del riesgo.

La ayuda post-desastre y la recuperación, para que sean efectivas, deben incidir en las

causas subyacentes al evento coyuntural. La reconstrucción material y el rápido retorno a

las circunstancias que existían antes de la concreción de la amenaza, lejos de reducir los

riesgos, los reproduce e incluso los puede exacerbar. En este sentido, cuando los

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desastres ocurren y la recuperación no se gestiona adecuadamente, se profundizan las

vulnerabilidades existentes, creando un círculo vicioso de procesos de intervención que

generan el escenario propicio para nuevos desastres.

Han sido esas mismas dinámicas del esquema desarrollista, que han imperado en las

últimas décadas, las que han repercutido en los lazos sociales. El resquebrajamiento de la

solidaridad vecinal y del apoyo comunitario tienen como sus principales alicientes la

movilidad constante de los chetumaleños. Muchas personas migran en busca de mejores

oportunidades ante la carencia de opciones diversificadas de empleo dentro de un

contexto político donde se ha promovido la tercerización de la economía, orientada al

turismo y al comercio. Al mismo tiempo, muchos migrantes de otros estados o de zonas

rurales aledañas a Chetumal, llegan con la vana esperanza de incorporarse a estas

actividades. Asimismo, al interior de las colonias antiguas se debilitan las relaciones

sociales, las personas se desplazan hacia otros lugares de la ciudad, bajo la expectativa

de mejorar sus condiciones de vida. En tal sentido, se limita la generación y el

fortalecimiento de procesos organizativos locales que, sin la intervención del Estado,

puedan promover mecanismos de protección, prevención y recuperación ante las

situaciones adversas, que trasciendan el nivel individual y/o familiar.

Se debe apuntar al diseño y aplicación de planes integrales, donde los contextos

sociales sean comprendidos a partir de la complejidad de los aspectos involucrados: la

diversidad poblacional, los estilos de vida, las particularidades del entorno geográfico,

clima y suelo. Además, los eventos coyunturales deben ser vislumbrados en términos de

un proceso, ya que en la medida en que la realidad sea fragmentada se continuarán

diseñando las políticas públicas en términos de fases o etapas, sin una verdadera

articulación de acciones tendientes a trascender la preparación y la alerta. Igualmente,

estos planes deben cuestionar los modelos dominantes como los principales factores de

las condiciones de riesgo y vulnerabilidad. Una verdadera gestión “integral” del riesgo

debe tomar en cuenta estas causalidades.

La recuperación post-desastre sólo podrá dar lugar a estrategias preventivas y a

transformaciones reales de los aspectos reproductores de los escenarios de peligro,

cuando se trascienda la mera reconstrucción, cuando volver rápidamente a lo que había

antes sea menos importante que comprender por qué se produjeron los daños en primer

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lugar y actuar en consonancia con ello. Igualmente, se debe tomar en cuenta a la

población, sus mecanismos de autoprotección, así como sus experiencias y aprendizajes.

Finalmente, son las personas que habitan esos espacios quienes han desarrollado una

interacción histórica con sus dinámicas naturales y, además, son las que se perjudican o

benefician de las políticas implementadas. Además, se deben diseñar estrategias que

fortalezcan las redes comunitarias y propicien procesos organizativos al interior de las

colonias, lo cual permitirá a las personas facilitar sus procesos de recuperación y, en esa

misma medida, contribuirá a la gestión gubernamental.

3. Vulnerabilidad estructural

La interacción histórica entre la población y los ciclones tropicales ha propiciado el

despliegue de diversas fortalezas para hacer frente a los impactos del fenómeno natural,

aminorar las pérdidas y recuperarse. Las experiencias se han transformado en

conocimientos y prácticas concretas, en capacidades locales para resistir. Igualmente, se

han dado esfuerzos institucionales importantes en materia de preparación, reconstrucción

y asistencia post-desastre. No obstante, la vulnerabilidad es una condición contextual,

anclada en las particularidades de la estructura social. En este sentido, se deben

comprender e incidir en las realidades sociales, en los procesos que construyen y

reproducen los riesgos y las formas de responder ante esos escenarios de riesgo.

La transformación de las condiciones de vulnerabilidad debe involucrar la planificación

de la sociedad en términos amplios, desde las intervenciones sobre el territorio y las

dinámicas de la naturaleza hasta la prevención y mitigación de los riesgos, así como

promover una interacción y retroalimentación efectiva entre los tomadores de decisiones,

las investigaciones científicas y las poblaciones locales. Además, la reducción del riesgo

debe formularse como un objetivo de la política económica y social, no como un problema

circunscrito a la gestión local. Las soluciones parciales han demostrado sus limitaciones,

derivan en paliativos que no alcanzan a transformar las causalidades estructurales que

convierten a los huracanes en amenazas, al contexto social chetumaleño en un escenario

sometido a situaciones de riesgo y a sus pobladores en sujetos vulnerables frente a los

eventos coyunturales.

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Con todo, los escenarios de inseguridad no conllevan a la indefensión de la población,

pues incluso los “sectores populares” han logrado hacerse de diversos recursos materiales

y simbólicos para lidiar con la amenaza natural aun en medio de condiciones de vida

precarias. Igualmente, las personas de clase media y alta han desplegado estrategias

adaptativas y su poder económico y político les has permitido obtener ventajas en la

gestión pública. Los chetumaleños no han sido sólo víctimas, también han demostrado

capacidades significativas para afrontar las amenazas, aun cuando la vulnerabilidad se

manifieste de manera diferencial entre cada grupo social, resultando en diferentes tipos de

pérdidas, capacidades de resistencia y recuperación ante el fenómeno adverso.

Así entendida, vuelvo a una de las principales aristas de mi investigación. El análisis

de la vulnerabilidad debe aglutinar estos factores (la inseguridad y la indefensión), que no

son necesariamente atribuibles a las personas de bajos ingresos económicos, principal

elemento que suele utilizarse para caracterizar a la pobreza.

4. Los “pequeños desastres”

La investigación realizada en Chetumal también develó la necesidad de darle mayor

importancia al estudio de los denominados “pequeños desastres”. Aunque el fenómeno

natural no se manifieste directamente en la ciudad, sus efectos se hacen presentes

alterando la cotidianidad de los chetumaleños. Por ejemplo, las inundaciones son una

constante, consecuencia de las precipitaciones relacionadas con el paso de los ciclones,

aunque también se producen estancamientos de agua como resultado de las épocas de

lluvias. Igualmente, los hundimientos de las calles, las fallas infraestructurales de las

viviendas, espacios públicos y servicios básicos permanentemente están recordando las

problemáticas de la ciudad. Si bien tras grandes desastres se suelen formular diversas

estrategias y prácticas, el análisis de pequeños eventos puede develar las necesidades

más apremiantes de los chetumaleños y actuar en consonancia con ellas.

A través de los testimonios orales y las notas periodísticas se describen estos eventos,

su reiterativa presencia, así como sus impactos. Aunque no se produzca un desastre de

grandes magnitudes, con enormes pérdidas humanas y materiales, estos pequeños

eventos, que han sido asumidos como parte de la vida diaria, dan cuenta del riesgo y el

desequilibrio en las interacciones con el entorno natural, de los peligros cotidianos con los

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cuales conviven los chetumaleños. Al mismo tiempo, están constantemente actualizando

los riesgos y reproduciendo las condiciones de vulnerabilidad, que pueden derivar en una

coyuntura de mayores proporciones si se presentara un ciclón tropical con la magnitud e

intensidad adecuadas. Así, estos desastres de menor escala van acumulando elementos

negativos que vuelven a la población más vulnerable.

De allí la importancia de trascender el número de fallecidos y la cantidad de recursos

económicos perdidos en los desastres e invertidos en reconstrucción, y profundizar en el

análisis de la exposición de las personas a los riesgos del día a día, que están presentes

persistentemente, invisibilizados o “naturalizados”. Son, precisamente, estos riesgos los

que permiten comprender cómo se van construyendo históricamente las condiciones

sociales que al articularse con un fenómeno adverso dan como resultado un “gran

desastre”.

5. Investigaciones con base empírica

Debo insistir, a partir de esta experiencia, en la importancia que revisten las

investigaciones sobre desastres fundamentadas en el trabajo etnográfico. Contribuyen no

sólo a continuar afinando las discusiones teóricas, sino también permiten complejizar las

reflexiones a partir de datos empíricos. El contacto directo con los contextos sociales

permite cuestionar afirmaciones que muchas veces se dan por sentadas. En Chetumal,

por ejemplo, los sectores más empobrecidos no han generado lazos de solidaridad al

interior de sus comunidades, contrario a lo que han concluido algunas investigaciones. Los

sectores de clase media y media alta no se han encontrado a salvo de las políticas

desarrollistas y las afectaciones que ello ha ocasionado en el entorno. La construcción

social del riesgo es transversal y la vulnerabilidad permea a todos los grupos sociales.

Aunque con diferentes implicaciones en función de sus propias capacidades y recursos,

ninguno se encuentra a salvo de la concreción de las amenazas naturales.

El estudio que he realizado en Chetumal se ha convertido en una ventana crítica,

desde la cual comprender la compleja y diversa gama de problemas que han generado las

narrativas y prácticas hegemónicas que, completamente descontextualizadas de los

escenarios sociales y naturales, imponen su visión de mundo generando procesos

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contradictorios que se traducen en un resquebrajamiento de la calidad de vida de las

personas y un trastocamiento de sus formas de habitar y concebir sus espacios.

6. Estudiar un lugar

En los estudios antropológicos ha existido, durante largo tiempo, un debate en torno a

la importancia que reviste para una investigación la selección de la localidad donde se

realiza el trabajo etnográfico. Muchos autores sostienen que lo central es estudiar en un

lugar, no sobre un lugar. En el caso de Chetumal, es evidente que las características del

contexto fueron fundamentales para comprender cómo se han ido delineando los

fenómenos de la naturaleza como amenazas, así como su interrelación con el riesgo y la

vulnerabilidad frente a los huracanes.

El territorio es un resultado de las prácticas sociales y, en tal sentido, devela la

concreción de escenarios de riesgo ante la presencia de un fenómeno natural adverso, a

través de aspectos que tienen que ver con la explotación de los recursos naturales, el uso

del suelo, la distribución de la población y la ubicación, formas y materiales de

construcción de las viviendas y demás infraestructuras. Ello, aunado al componente

simbólico del territorio, a través de procesos de significación que definen y le dan sentido

al medio en el cual los individuos se encuentran inmersos. A través de las prácticas y

representaciones que caracterizan el habitar el sujeto se ubica dentro de un orden

espacio- temporal. Se sitúa, reconoce y lee el espacio físico, y actúa en él. Desde esta

perspectiva, las relaciones que se establecen y las acciones que realizan los grupos

sociales en la apropiación, dominio, construcción y transformación del territorio,

constituyen elementos esenciales que deben ser advertidos en su complejidad e

interrelación al comprender los procesos de desastre.

7. Investigaciones pendientes

Se han realizado escasas investigaciones antropológicas en el sureste mexicano,

específicamente en Quintana Roo, orientadas al estudio de las condiciones de riesgo y

vulnerabilidad frente a las amenazas naturales con las cuales convive la población. Toda

esa región está expuesta a los ciclones tropicales y es proclive a sufrir inundaciones.

Varias comunidades rurales e indígenas rodean la ciudad de Chetumal, así como las

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proximidades del río Hondo, con condiciones de vida diversas y que podrían abrir nuevas

vetas analíticas en el estudio de los desastres, así como apuntar hacia la formulación de

planes de gestión de riesgo desde otras dinámicas sociales. Belice también ofrece un

panorama sustancialmente distinto al sur mexicano e históricamente sus habitantes han

sufrido las afectaciones de varios de los huracanes que se han manifestado de este lado

de la frontera. Un estudio comparativo entre Corozal y Chetumal, por ejemplo, permitiría

complejizar las reflexiones en torno a la construcción de escenarios de riesgo y

vulnerabilidad, así como de las capacidades locales e institucionales, desde contextos

sociales diferentes.

Igualmente, al interior de Quintana Roo las ciudades del norte presentan contrastes

sustanciales con respecto a las localidades del sur, en cuanto a características

demográficas, patrones de asentamiento, intervención del territorio e inversión en

actividades productivas. Advertir estas diferencias en investigaciones futuras podría

develar otros factores generadores y reproductores de situaciones de inseguridad y peligro

frente a las amenazas naturales, así como fortalezas sociales para enfrentarlas. Además,

aportar nuevas vías de análisis que promuevan la implementación de programas de

prevención y recuperación post-desastre que sean realmente efectivos.

Los resultados que arrojó la investigación realizada en Chetumal constituyen sólo una

muestra de las múltiples contradicciones y complejos problemas que se han generado

debido al desfase entre los modelos de desarrollo y los contextos sociales en los cuales se

han implementado, cuya máxima expresión se manifiesta en la construcción de escenarios

de riesgo frente a los fenómenos de la naturaleza, que colocan en situaciones de

vulnerabilidad a sus habitantes. Mientras tanto, las políticas públicas reproducen prácticas

asistencialistas frente a los desastres en medio de una población carente de medidas de

prevención, redes de apoyo colectivo y, muchos de sus miembros, sujetos a brechas

sociales y desigualdades que constriñen sus procesos de recuperación.

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CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS 2012 Ley General de Protección Civil, en www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/abro/lgpc/LGPC_abro.pdf (última visita consultada: 05 febrero 2016) 2016 Diccionario meteorológico, en https://www.estrucplan.com.ar/Producciones/imprimir.asp?IdEntrega=2121 (última visita consultada: 13 enero 2016) 2016 Glosario de Geografía General, en http://glosarios.servidor-alicante.com/geografia-general/masa-de-agua (última visita consultada: 13 enero 2016) INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA, GEOGRAFÍA E INFORMÁTICA (INEGI) 2015 Censos y conteos de población y vivienda, en http://www3.inegi.org.mx/sistemas/iter/consultar_info.aspx (última visita consultada: 03 febrero 2016) LA RED DE ESTUDIOS SOCIALES EN PREVENCIÓN DE DESASTRES EN AMÉRICA LATINA (LA RED) 1992 Agenda de Investigación y Constitución Orgánica de LA RED, en www.desenredando.org/public/libros/1992/agenda/AgendaDeInvestigacion-1.0.0.pdf (última visita consultada: 18 junio 2016) MUNICIPIO OTHÓN P. BLANCO 1993 Reglamento de Desarrollo Urbano y Seguridad Estructural para el Municipio de Othón P. Blanco, en http://www.tsjqroo.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=2087:r-des-urban-y-seg-estruc-opb&catid=164:othon-p-blanco&Itemid=644 (última visita consultada: 17 febrero 2016) NATIONAL HURRICANE CENTER 1999 Preliminary Report: Hurricane Mitch. 22 October - 05 November 1998, en http://www.nhc.noaa.gov/ (última visita consultada: 18 junio 2016) NATIONAL OCEANIC AND ATMOSPHERIC ADMINISTRATION (NOAA) What is El Niño?, en http://www.pmel.noaa.gov/elnino/what-is-el-nino (última visita consultada: 18 junio 2016) ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS (ONU) 1989 Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales. Resolución núm. 44/236, en http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/RES/44/236 (última visita consultada: 20 junio 2016) 2002 Estrategia Internacional de Reducción de Desastres. Resolución N° 56/195, en http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/RES/56/195 (última visita consultada: 20 junio 2016)

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2016 Tema de 2016: Vivir para contarlo: concientizando y reduciendo la mortalidad, en http://www.un.org/es/events/disasterreductionday/ (última visita consultada: 20 junio 2016) PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO (PNUD) 2014 Gestión del Riesgo de Desastres, en http://www.undp.org/content/dam/rblac/docs/Research%20and%20Publications/Crisis%20Prevention%20and%20Recovery/Brochure_Desastres_sp.pdf (última visita consultada: 20 junio 2016) PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL MEDIO AMBIENTE 2010 Alerta Temprana, en http://www.pnuma.org/deat1/alertatemprana.html (última visita consultada: 20 junio 2016) SECRETARIA DE DESARROLLO URBANO Y MEDIO AMBIENTE Y GOBIERNO DEL ESTADO DE QUINTANA ROO, MÉXICO 2002 Programa Estatal de Desarrollo Urbano, en http://seduvi.qroo.gob.mx/pdus/01PEDUQUINTANAROO22ABRIL2002.pdf (última visita consultada: 23 marzo 2016) SECRETARÍA DE DESARROLLO URBANO Y VIVIENDA DEL ESTADO DE QUINTANA ROO 2005 Programa de Desarrollo Urbano del área metropolitana de Chetumal-Calderitas-Xul-Ha, en http://qroo.gob.mx/seduvi/programas-de-desarrollo-urbano-pdus (última visita consultada: 23 marzo 2016) SECRETARÍA DE LA GOBERNACIÓN 2013 Programa Nacional de Protección Civil 2014-2018. Diario Oficial de la Gobernación, en http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5343076&fecha=30/04/2014 (última visita consultada: 23 marzo 2016) SECRETARÍA DE DESARROLLO SOCIAL (SEDESOL) Y CONSEJO NACIONAL DE EVALUACIÓN DE LA POLÍTICA DE DESARROLLO SOCIAL (CONEVAL) 2010 Informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social, en https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/46190/Quintana_Roo_004.pdf (última visita consultada: 23 marzo 2016) SECRETARÍA DE DESARROLLO SOCIAL (SEDESOL), CENTRO DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA Y GOBIERNO FEDERAL 2011 Atlas de riesgo de Chetumal, en http://www.anr.gob.mx/Docs/2011/vr_23004_AR_OTHON_P_BLANCO.pdf (última visita consultada: 16 abril 2016) SECRETARÍA DE DESARROLLO SOCIAL (SEDESOL) 2010 Catálogo de localidades. Unidad de Microrregiones Dirección General Adjunta de Planeación Microrregional, en http://www.microrregiones.gob.mx/catloc/contenido.aspx?refnac=230040001 (última visita consultada: 16 abril 2016)

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VIVO EN CHETUMAL 2012 Crónica chetumaleña: el huracán Janet, en http://www.vivoenchetumal.com/2012/09/23/cronica-chetumalena-el-huracan-janet/#jp-carousel-20487 (última visita consultada: 30 junio 2016) 4. Fuentes Hemerográficas

DIARIO DE QUINTANA ROO Agosto- noviembre 2010, 2013, 2015. Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo. DIARIO DE YUCATÁN Agosto 2007. Hemeroteca Pino Suárez, Biblioteca Yucatanense. DIARIO DE YUCATÁN Septiembre 1974. Hemeroteca Pino Suárez, Biblioteca Yucatanense. DIARIO DE YUCATÁN Septiembre y noviembre 1942. Hemeroteca Pino Suárez, Biblioteca Yucatanense. DIARIO DEL SURESTE Septiembre 1974. Hemeroteca Pino Suárez, Biblioteca Yucatanense. EL UNIVERSAL 20 de noviembre de 2012, versión digital, en http://archivo.eluniversal.com.mx/notas/886281.html (última visita consultada: 27 abril) EXCÉLSIOR Octubre 1955. Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo. NOVEDADES DE QUINTANA ROO Octubre y noviembre 1998. Hemeroteca Pino Suárez, Biblioteca Yucatanense. NOVEDADES QUINTANA ROO 18 de abril de 2015. Hemeroteca del Archivo General de Quintana Roo. NOVEDADES QUINTANA ROO 30 de noviembre de 2015, en http://sipse.com/novedades/temporada-de-huracanes-2015-caribe-mexicano-quintana-roo-clima-180687.html (última visita consultada: 27 abril)

ANEXOS

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Anexo no.1. Zonas de inundación de la ciudad de Chetumal

CAPA- IMTA. 2013. Informe del Programa para el Manejo del Agua Pluvial de la Ciudad de Chetumal, Quintana Roo.

N° ZONAS DE INUNDACIÓN

1 Boulevard con Calle Rafael E. Melgar

2 Boulevard Bahía con Av. Independencia

3 Boulevard Bahía con Av. 16 de septiembre

4 Boulevard Bahía con Av. Miguel Hidalgo

5 Boulevard Bahía con Calz. Veracruz

6 Boulevard Bahía con Calle Vicente Guerrero con Calle Heroica Escuela Naval

7 Calle Isla Contoy con Heroico Colegio Naval

8 Calz. Veracruz entre Av. Álvaro Obregón y Av. Héroes de Chapultepec

9 Calle Josefa O. de Domínguez y Calle Agustín Melgar

10 Av. Heriberto Frías con Calle Primo de Verdad

11 Av. Primo de Verdad con Privada Primo de Verdad

12 Av. Primo de Verdad con Av. Universidad (Av. Tampico)

13 Av. Universidad (Av. Tampico) entre Calle Lucio Blanco y Calle Manuel M. Diéguez

14 Calle Lucio Blanco con Calle Ramón López Velarde

15 Calle Manuel M. Diéguez con Av. Universidad y Calle Ramón López Velarde

16 Calle Esteban B. Calderón y Calle Ramón López Velarde

17 Calle Camelias con Calz. Veracruz

18 Av. Francisco I. Madero cruzamiento con Calle Cristóbal Colon

19 Av. San Salvador cruzamiento entre Av. Francisco I. Madero y Av. Independencia

20 Av. José Ma. Morelos cruzamiento con Av. San Salvador

21 Av. Independencia entre Av. San Salvador y Calle Camelias

22 Calle Camelias entre Av. Independencia y Av. Francisco I. Madero

23 Cruzamiento de la Av. José Ma. Morelos con Calle Camelias

24 Calle Justo Sierra con Av. Francisco I. Madero y Av. José Ma. Morelos

25 Calle Justo Sierra con Av. José Ma. Morelos y Av. Emiliano Zapata

26 Av. Benito Juárez cruzamiento con Av. Bugambilias (Fidel Velázquez)

27 Calle Estero de Ucum con Av. Independencia

28 Calle Isla Cancún entre Av. Belice y Calle Corozal

29 Calle Isla Cancún entre Av. Benito Juárez e Av. Independencia

30 Calle Isla Cancún entre Av. Independencia y Av. José Ma. Morelos

31 Calle Isla Cancún entre Av. José Ma. Morelos y Av. Emiliano Zapata

32 Av. Belice cruzamiento con Luis Cabrera

33 Calle Anastasio Guzmán entre Av. José Ma. Morelos y Av. Emiliano Zapata

34 Calle Antonio Coria entre Av. José Ma. Morelos y Av. Emiliano Zapata

35 Calle Av. José Ma. Morelos entre Insurgentes con Calle Antonia Coria

36 Av. Insurgentes con Av. Chetumal

37 Av. Insurgentes con Av. Constituyentes del 74

38 Calle Marciano González cruzamiento con Av. Belice

39 Av. Insurgentes con Av. Belice

40 Av. Insurgente con Calle Ramón F. Iturbe

41 Calle Tela con Calle Naranjal

42 Av. Erik Paolo Martínez con Calle Naranjal

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43 Av. Constituyentes del 74 con Calle Tela

44 Av. Constituyentes del 74 con Av. Erik Paolo Martínez

45 Av. Centenario entre Calle Francisco Zarco y Calle Ignacio Manuel Altamirano

46 Av. Centenario entre Calle Ignacio Comonfort y Calle Jesús Urueta

47 Av. Centenario (enfrente del rancho el Mostrenco)

48 Av. Centenario (enfrente de Vilas Zavaleta)

49 Av. Centenario (a 50 mts. Antes de la Glorieta de Acceso a la localidad de Calderitas)

50 Calle Anastasio Guzmán entre Av. Juárez e Independencia

51 Av. Bugambilias entre Manuel Acuña y Juana de Asbaje

52 Av. Justo Sierra con Av. Javier R. Gómez

53 Calle Faisán con Calle Tela

54 Av. Erik Paolo con Calle Torcasa

55 Av. Insurgentes (Bachilleres 1)

56 Calle Laguna Om con Laguna Xul-Ha

57 Av. Antonio Plaza (enfrente Estadio Nachan Ka’an)

58 Av. Reforma con Av. Othón P. Blanco

59 Calle Mahatma Gandhi entre Av. Héroes y 16 de septiembre

60 Av. Primo de Verdad y Av. Héroes

61 Calzada Veracruz con Av. C.N.C

62 Calle José Ma. Pino Suarez entre Jesús Urueta e Ignacio Ramírez

63 Av. Universidad entre Av. Comonfort y Calle Melchor Ocampo

64 Calle Heriberto Jara con Guadalupe Victoria

65 Calle Heriberto Jara con Jesús Urueta

66 Av. Del Centenario entre Ramón Corona e Ignacio M. Altamirano

67 Calle Librado E. Rivera entre Av. Insurgentes y Marciano González

68 Av. Belice con Laguna de Bacalar

69 Calle Antonio Coria entre José María Morelos y Francisco I. Madero

70 Calle Justo Sierra entre Independencia y Francisco I. Madero

71 Calle Laguna Bacalar entre Av. Andrés Q. Roo y Francisco May

72 Calle Leona Vicario entre Laguna de Bacalar y Av. Isla Cancún

73 Calle Florencia entre Laguna de Bacalar y Av. Isla Cancún

74 Calle Leona Vicario entre Laguna de Bacalar y Bugambilias

75 Calle Córcega con Laguna de Bacalar

76 Andador 1 entre Calle Córcega y Andador 2

77 Calle Justo Sierra con Retorno 2

78 Calle Agustín Avilés entre Av. Bugambilias y Justo Sierra

79 Av. 4 de marzo con Luis Rodríguez

80 Calle Silvano Barba con Calle Sin Nombre

81 Calle Cesar Vallejo entre Bugambilias y José Vasconcelos

82 Calle Lope de Vega entre Bugambilias y José Vasconcelos

83 Calle Vicente Lombardo Toledano entre Av. Insurgentes y Antonio Coria

84 Calle José Ramírez con Calle Aarón Merino

85 Calle Juan de Dios Peza con Flor de Mayo

86 Av. Cornelio Lizárraga con Av. Insurgentes

87 Av. Venustiano Carranza con Palermo

88 Retorno 59 con Retorno 58 (Payo Obispo 2)

89 Calle Chan Cah con Andor 4

90 Calle Laguna Mariscal entre Laguna Negra y Laguna Paila

91 Calle Francisco Mendoza con Calle José del Carmen Martínez

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92 Av. Maxuxac con Av. Magisterial

93 Av. Maxuxac con Av. Nicolás Bravo

94 Av. Nicolás Bravo entre Isla Vírgenes y Antigua

95 Av. Juárez esq. Camelia

96 Av. Insurgentes con 4 de marzo

97 Av. Javier Rojo Gómez entre Celul y Maxuxac

98 Av. Maxuxac entre Paloma y 4 de marzo

99 Av. Héroes con Primo de Verdad

100 Camelias con 16 de septiembre

101 Calz. Veracruz entre Justo Sierra y Venustiano Carranza

102 Felipe Ángeles, Fco. J Mujica y Heriberto Jara entre Juan Sarabia y Manuel M. Diéguez

103 Rafael E. Melgar, Flores Magón y Pablo Gzlz. Entre Isla Cancún y Juan J Ziordia

104 Calz. Veracruz con Lázaro Cárdenas

105 Maxuxac frente Gasolinera

106 Av. Erick Paolo entre Gasolinera y el CLIDA del ISSSTE

107 Av. Palermo esq. Andador #9

108 Ignacio Altamirano esq. Calz. Veracruz

109 Felipe Carrillo Pto. Esq. Ignacio Comonfort

110 Juan J. Ziordia esq. Independencia

111 Av. Rojo Gómez esq. Carlos A. Vidal

112 Rafael E. Melgar entre Ignacio Zaragoza y Álvaro Obregón

113 Isla Cancún entre Independencia y Fco. I Madero

114 Av. Insurgentes con Laguna Hom frente a C.F.E. Col Lagunitas

115 Adolfo López Mateos esq. Revolución

116 Calz. Veracruz esq. Ignacio Ramírez

117 Av. Erick Paolo Mtnz. Esq. Nicolás Bravo

118 Emiliano Zapata entre Chapultepec y Efraín Aguilar

119 Chablé entre 1° de Mayo y Jacinto Pat

120 Heriberto Jara entre Ramón Corona y Benjamín Hill

121 Calz. Veracruz entre José Siurub y Gabriel Guevara

122 Fco. J. Mujica entre José Siurub y Gabriel Cueva col. Sta. María

123 Av. Pacto Obrero entre Circuito y Andador 2 su col. Pacto Obrero

124 Otilio Montaño con Nizuc