control sobr ee l movimiento obrero en...

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CONTROL SOBRE EL MOVIMIENTO OBRERO EN MÉXICO MANUEL CAMACHO AL INICIAR NUESTRO ESTUDIO nos interesaba descubrir qué tan eficientes son los controles del sistema político y, sobre todo, de la burocracia sindical so- bre el movimiento obrero mexicano. Partimos de la idea general muy difun- dida de que los controles sobre los obreros son eficaces. 1 Después de realiza- da nuestra investigación hemos comprobado que los controles —especial- mente los de la burocracia sindical— son más limitados de lo que se cree. En virtud de que el aparato sindical es uno de los pilares fundamentales —junto con el ejército— del sistema político, nuestra comprobación sugiere consecuencias de consideración que presentaremos en forma ele interrogan- tes al final del artículo. El análisis de las consecuencias es sólo preliminar, por lo que requerirá de mayor profundización y de nuevas investigaciones que logren precisar algunos puntos sobre los límites y posibilidades políticos de nuestro país. En México, las organizaciones obreras no son el movimiento obrero, sino que más bien ejercen control sobre el movimiento obrero. Las organizacio- nes encuadradas en el Congreso del Trabajo, a pesar de sus diferencias par- ticulares, son generalmente intermediarios entre una masa obrera organi- zada y controlada desde arriba y un Estado con el cual negocian y al que respaldan. E n vez de ser un movimiento obrero, se trata ele organizaciones de intermediarios políticos que actúan como grupos de presión y sobre todo como 'feudos'. Es decir, que no sólo constituyen asociaciones que persiguen influir en las decisiones gubernamentales sino que además contribuyen a mantener el orden social interno, obteniendo a cambio posiciones políticas, 1 E n los medios políticos se tiene la impresión de que las organizaciones campe- sinas oficiales no tienen fuerza real ni tampoco el llamado sector popular, pero se considera que el aparato sindical burocrático representa un poder real por controlar eficientemente a los obreros. Su peso específico dentro del PRI, como se aprecia por ejemplo en el programa de acción y las numerosas posiciones legislativas que se lo otorgan a la "corporación obrera", muestran la importancia concedida por el Esta- do al aparato sindical. pg-juN 76 CONTROL SOBRE EL MOVIMIENTO OBRERO 497 .compensas económicas o pasando simplemente a compartir el poder. 2 El pfasis del artículo radica en la función de mantenimiento del orden social ; n terno que desempeñan los sindicatos burocráticos. La parte medular del trabajo la constituye una presentación sobre las fa- y pautas de control del sistema y de la burocracia sindical sobre el mo- limiento obrero y de la insurgencia sindical frente a estos controles. Estas autas no necesariamente son iguales para todas las ramas productivas y '«abría que precisarlas de acuerdo con las regiones específicas, pero represen- .¡in un primer esfuerzo por agrupar un conjunto de fenómenos difusos, he- , t , r ogéneos y en ocasiones contradictorios que hemos observado en la vida ; ¡ndical de México. La presentación de las pautas de control se apoya fundamentalmente en fuentes directas. Como se comprenderá, no las citaremos para no perjudi- car a quienes nos ayudaron en esta tarea. A ellos les estamos muy agrade- idos, sobre todo a los trabajadores que nos brindaron la oportunidad de discutir ampliamente estos materiales. Los casos que estudiamos directamente son el de una empresa comercial aediana sujeta a todas las presiones imaginables de parte de sus proveedo- res, clientes, bancos, del gobierno y de un sindicato combativo; el de una ^ran empresa industrial de capital privado donde el sindicato pertenecía a a CTM y era manipulado notablemente por la propia empresa; el de una impresa industrial mediana que controlaba a sus trabajadores mediante un sindicato de membrete; los sindicatos de las tres empresas a las que nos re- frinios, y un sindicato de una gran idustria estatal perteneciente al Con- creso del Trabajo donde el control está fuertemente centralizado. Si bien hemos estudiado cómo controlan los dirigentes sindicales burocráticos a los trabajadores, no hemos investigado cómo controla el secretario general de Li CTM a los dirigentes burocráticos. Este artículo podría mejorarse notablemente si se situara históricamente, <e relacionara con las experiencias de otros países, se enriqueciera con más ejemplos y se precisaran las peculiaridades de México en relación con la li- teratura sobre el tema. Ello lo trataremos de hacer posteriormente y ojalá ¡o hagan otros investigadores o militantes políticos. La propia selección del tema y la presentación de las pautas ele control 0 insurgencia sindicales indican la preocupación por vincular la investiga- nón con la práctica, con la acción concreta. Esperamos que este ensayo sea útil para reflexionar sobre la acción y que no vaya a limitar las propias po- 2 Manuel Camacho, "El poder: Estado o 'feudos' políticos 1 ', La vida política en léxico 1970-1973, El Colegio de México, 1974. 496

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Page 1: CONTROL SOBR EE L MOVIMIENTO OBRERO EN MÉXICOaleph.academica.mx/jspui/bitstream/56789/23332/1/... · CONTROL SOBR EE L MOVIMIENTO OBRERO ... tes al final de artículo l. El análisis

C O N T R O L SOBRE E L MOVIMIENTO O B R E R O E N MÉXICO

M A N U E L C A M A C H O

A L I N I C I A R N U E S T R O E S T U D I O nos interesaba descubrir q u é tan eficientes son

los controles del sistema polí t ico y, sobre todo, de la burocracia sindical so­bre el movimiento obrero mexicano. Partimos de l a idea general muy difun­d ida de que los controles sobre los obreros son eficaces. 1 Después de realiza­da nuestra invest igación hemos comprobado que los controles —especial­mente los de l a burocracia sindical— son m á s limitados de lo que se cree.

E n v i r t ud de que el aparato sindical es uno de los pilares fundamentales —junto con el e jé rc i to— del sistema polí t ico, nuestra c o m p r o b a c i ó n sugiere consecuencias de considerac ión que presentaremos en forma ele interrogan­tes a l f ina l del ar t ícu lo . E l análisis de las consecuencias es sólo preliminar, por lo que r e q u e r i r á de mayor profundizac ión y de nuevas investigaciones que logren precisar algunos puntos sobre los l ímites y posibilidades políticos de nuestro país .

E n M é x i c o , las organizaciones obreras no son el movimiento obrero, sino que m á s bien ejercen control sobre el movimiento obrero. Las organizacio­nes encuadradas en el Congreso del Trabajo, a pesar de sus diferencias par­ticulares, son generalmente intermediarios entre una masa obrera organi­zada y controlada desde arriba y un Estado con el cual negocian y al que respaldan. E n vez de ser un movimiento obrero, se trata ele organizaciones de intermediarios políticos que a c t ú a n como grupos de pres ión y sobre todo como 'feudos'. Es decir, que no sólo constituyen asociaciones que persiguen inf lu i r en las decisiones gubernamentales sino que a d e m á s contribuyen a mantener el orden social interno, obteniendo a cambio posiciones políticas,

1 E n los medios polí t icos se tiene l a impres ión de que las organizaciones campe­sinas oficiales no tienen fuerza real ni tampoco el l lamado sector popular, pero se considera que el aparato sindical bu roc rá t i co representa un poder real por controlar eficientemente a los obreros. Su peso específico dentro del PRI, como se aprecia por ejemplo en el programa de acción y las numerosas posiciones legislativas que se lo otorgan a l a " c o r p o r a c i ó n obrera", muestran la importancia concedida por el Esta­do a l aparato sindical .

pg - juN 7 6 C O N T R O L S O B R E E L M O V I M I E N T O O B R E R O 497

.compensas económicas o pasando simplemente a compartir el poder. 2 E l pfasis del a r t í cu lo radica en la función de mantenimiento del orden social ;nterno que d e s e m p e ñ a n los sindicatos burocrá t icos .

L a parte medular del trabajo la constituye una presentac ión sobre las fa-y pautas de control del sistema y de la burocracia sindical sobre el mo­

limiento obrero y de l a insurgencia sindical frente a estos controles. Estas autas no necesariamente son iguales para todas las ramas productivas y

'«abría que precisarlas de acuerdo con las regiones específicas, pero represen-.¡in un primer esfuerzo por agrupar un conjunto de fenómenos difusos, he-, t, rogéneos y en ocasiones contradictorios que hemos observado en la vida ;¡ndical de Méx ico .

L a p resen tac ión de las pautas de control se apoya fundamentalmente en fuentes directas. C o m o se c o m p r e n d e r á , no las citaremos para no perjudi­car a quienes nos ayudaron en esta tarea. A ellos les estamos muy agrade-idos, sobre todo a los trabajadores que nos br indaron la oportunidad de discutir ampliamente estos materiales.

Los casos que estudiamos directamente son el de una empresa comercial aediana sujeta a todas las presiones imaginables de parte de sus proveedo­res, clientes, bancos, del gobierno y de u n sindicato combativo; el de una

r̂an empresa industrial de capital privado donde el sindicato per tenecía a a C T M y era manipulado notablemente por l a propia empresa; el de una impresa industrial mediana que controlaba a sus trabajadores mediante un sindicato de membrete; los sindicatos de las tres empresas a las que nos re-frinios, y un sindicato de una gran idustria estatal perteneciente al C o n ­creso del Trabajo donde el control está fuertemente centralizado. Si bien hemos estudiado c ó m o controlan los dirigentes sindicales burocrá t icos a los trabajadores, no hemos investigado c ó m o controla el secretario general de Li C T M a los dirigentes burocrá t icos .

Este a r t í cu lo p o d r í a mejorarse notablemente si se situara h i s tór icamente , <e relacionara con las experiencias de otros países, se enriqueciera con más ejemplos y se precisaran las peculiaridades de M é x i c o en re lación con la l i ­teratura sobre el tema. E l l o lo trataremos de hacer posteriormente y ojalá ¡o hagan otros investigadores o militantes polí t icos.

L a propia selección del tema y l a p resen tac ión de las pautas ele control 0 insurgencia sindicales indican l a p r eocupac ión por vincular l a investiga-nón con la p rác t i ca , con l a acción concreta. Esperamos que este ensayo sea útil para reflexionar sobre l a acción y que no vaya a l imi ta r las propias po-

2 Manue l Camacho, " E l poder: Estado o 'feudos' pol í t icos 1 ' , La vida política en léxico 1970-1973, E l Colegio de México , 1974.

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sibilidades de l a acción concreta, que siempre exige i m a g i n a c i ó n y C str a

tegia. E l orden de presentac ión es el siguiente. E n l a pr imera parte del a r t í c n ] 0

tratamos de responder a la pregunta ¿ c ó m o se controla a los obreros e n

M é x i c o ? E n l a segunda parte nos referimos a l a oposición a los controles y a l caso de una organizac ión insurgente (el F A T ) que ha tenido una des tacada pa r t i c ipac ión en dos de las principales huelgas de los ú l t imos año* E n l a ú l t i m a parte — y de manera pre l iminar— hemos tratado de despren der las consecuencias de los resultados de nuestra invest igación, presentando algunas interrogantes sobre el control obrero que se plantean al Estado y a

las nuevas fuerzas sociales en gestación.

L C Ó M O S E C O N T R O L A A L O S O B R E R O S

Fases de control del sistema

Para agrupar cada uno de los aspectos del control del sistema polí t ico so­bre los obreros, hemos separado en fases los distintos tipos de control, ya que de esta manera resaltan su naturaleza, el sujeto que lo ejerce y el momento en que ocurre. A l considerar las fuerzas y el momento, el concepto de fase, a d e m á s de agrupar l a in fo rmac ión concreta, nos permite contar con una ca t ego r í a út i l para el análisis es t ra tégico de nuestro objeto de estudio.

L a s seis fases principales del control obrero del sistema se r í an : l a resis­tencia patronal a la o rgan izac ión obrera; el control bu roc rá t i co de l a asam­blea obrera; l a concil iación y el arbitraje gubernamental; l a negociación, cohecho y coop tac ión ; el enfrentamiento pol í t ico y, finalmente, l a represión. Estas fases pueden variar dependiendo de l a región y del sector de que se trate; desde luego que no en todo conflicto ocurren todas las fases aquí mencionadas, pues el proceso puede terminar en la pr imera fase y así suce­sivamente. j L a pr imera fase de control tiene lugar dentro de la propia empresa don­

de los propietarios o sus representantes tratan, en forma rut inaria y perma­nente, de impedir cualquier tipo de protesta y o rgan izac ión de parte de sus trabajadores. E n esta fase la administracicm de l a empresa permanece vigi­lante para evitar " l a entrada de un sindicato" o "e l descontento de los tra­bajadores". Pa ra ello se vale de l a i n fo rmac ión que le proporcionan sus propios trabajadores, el departamento de personal o de relaciones industria­les y en ocasiones hasta investigadores privados que contrata con tal objeto. Cas i para cualquier empresa —aunque cada vez sea más c o m ú n declarar lo contrario—• resulta preferible evitar que exista un sindicato, pues, cua-

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uiera que sea su tipo, su presencia r ep re sen t a r á cierto costo económico !

u n a nueva fuerza con quien compartir el poder interno. D e ahí que la ; i i ayor parte de los empresarios hagan hasta lo imposible para impedir \% entrada de un sindicato o la organizac ión de sus trabajadores. L a p rác -,jca más c o m ú n es l a de despedir a los trabajadores que han establecido vínculos con una organ izac ión sindical o que, en forma independiente, tra-

de crear una organ izac ión o una simple asociación de trabajadores para j a defensa de sus derechos.

Dentro del marco del estricto control de l a empresa se da otra forma de control sobre los trabajadores. Cuando l a empresa llega a u n cierto grado ¿e complejidad que le permite darse cuenta de que puede ser penetrada por una o rgan izac ión sindical efectiva, c o m ú n m e n t e decide celebrar un contra­to colectivo (preventivo) con a l g ú n sindicato de membrete. E l lo para que M caso de que d icha organizac ión tratara de penetrarla se encontrara ante el hecho consumado, u n contrato colectivo; de esa manera l a empresa cuen­ta con u n elemento adicional de defensa en contra del sindicato real.

Cuando l a presencia de organizaciones sindicales insurgentes era prác t i ­camente nu la y menor la conciencia de los trabajadores, las empresas gene­ralmente pre fe r ían impedir que entrara cualquier sindicato. Pero en un periodo de mayores presiones obreras se ha preferido contratar el servicio de los sindicatos de membrete; pero si l a pres ión es mayor o existe l a posi­bilidad de l a insurgencia obrera se opta por entregar el contrato a uno de ios sindicatos institucionales fuertes.3 T a l fue el caso en S P I G E R , donde la empresa, previendo la insurgencia, en t regó el contrato colectivo a l sindica­to minero m e t a l ú r g i c o y l l amó al experto del grupo industrial Salti l lo para que le manejara el problema obrero.

L a segunda fase del control obrero l a realizan los dirigentes burocrát icos de las organizaciones sindicales. E l papel preponderante del control pasa de los propietarios de las empresas al comi té ejecutivo o al apoderado del sin­dicato. E n esta fase existe ya un sindicato dentro de l a empresa, sea porque forzó su entrada sea porque los patrones decidieron aceptarlo en "pre­vención de males mayores". Desde luego que l a empresa no se separa por completo del proceso, pues c o n t i n u a r á esforzándose para impedir que se realicen asambleas y tratando de separar a los dirigentes de la base. Pero, aunque sea e s p o r á d i c a m e n t e y de manera restringida, se trata ya de una organización sindical que realiza asambleas, r e ú n e a los trabajadores, les ofrece ciertos beneficios que quedan plasmados en un contrato colectivo e

•"• E n este estudio no nos referimos a los sindicatos blancos que han sido creados por las propias empresas, como es el caso del l lamado Grupo Monterrey, pues estos ins t i tuyen un caso diferente.

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incluso puede emplazar a huelga con el fin de lograr dichos beneficios para defender su propia posición polí t ica dentro del cuadro de las fuerza^ que a c t ú a n dentro de la empresa. E n esta fase los trabajadores se reúnen con el comi té ejecutivo sin la presencia de los patronos e incluso llegan -5

tomar decisiones no totalmente acordes con l a voluntad patronal. L a e i ^ presa, a l no haber logrado controlar directamente a sus trabajadores o p 0 r

considerarlo m á s conveniente, decide realizar un control indirecto a través de los l íderes sindicales, a quienes trata de corromper, presionar o compta cer de m i l maneras distintas. S in embargo, el control sobre la asamblea n o

persigue ú n i c a m e n t e defender a las empresas de las demandas de sus tra­bajadores o encontrar un mecanismo de negociac ión m á s elaborado. E l con. trol tiene una función pol í t ica de gran importancia para el funcionamiento del sistema pol í t ico en su conjunto.

L a tercera fase del control obrero por parte del sistema ocurre cuando interviene el gobierno. Los mecanismos que éste ut i l iza para controlar a los obreros son m ú l t i p l e s ; los podr í amos agrupar en tres tipos distintos: indi­rectos, polí t icos y directos. Los controles indirectos se ejercen cuando deli­berada o involuntariamente el gobierno afecta el desarrollo de la organi­zación obrera a t ravés de su pol í t ica económica y social.

Los controles polít icos los ejerce el gobierno promoviendo o l imitando las carreras de los dirigentes del aparato sindical. Pues aunque el sector obrero constituye l a columna vertebral del P R I y ello le otorga un amplio margen de maniobra dentro de las distintas funciones del partido, las autoridades pol í t icas federales, a l controlar directamente ai partido, obtienen u n amplio margen de maniobra en l a selección de candidatos a puestos de elección popular y desde luego en el nombramiento de funcionarios administrativos, por lo que el gobierno puede inf luir directamente en la suerte pol í t ica de un dirigente sindical, vetando su selección en u n caso extremo, manejando algunos medios de difusión, alentando a sus enemigos o favoreciendo a sus aliados.

O t r a forma de "control" polí t ico ocurre cuando el gobierno deja en ab­soluta l ibertad a los sindicatos, a veces hasta el grado de permitirles que trasgredan l a ley. E n ocasiones el gobierno no tiene que premiar directa­mente los servicios de los dirigentes afines o que castigarlos cuando difieren de él l imi tando su avance polí t ico, sino que simplemente les concede una absoluta l ibertad para el manejo de las finanzas sindicales. S i se trata de sindicatos ricos, como lo son algunas secciones petroleras, les concede total libertad para el manejo de sus fondos, e incluso pasa por alto actos ilícitos como la venta de plazas y las asociaciones que se realizan entre los líderes sindicales y las empresas privadas proveedoras de organismos descentral izá­

i s y las empresas públ icas . S i se trata de sindicatos débiles económica­mente, pero con peso pol í t ico, el gobierno busca l a manera de apoyarlos e C o n ó m i c a m e n t e , empezando por no cobrarles impuestos sobre algunas ac­uidades no necesariamente sindicales y, en algunos casos, concediéndoles s Ubsidios para sus oficinas, u n auditorio u otro medio de p romoc ión polí t i ­ca o bien colocando a algunos de sus dirigentes y empleados bajo la n ó ­mina federal.

Esta gran laxi tud en cuanto a l manejo de las finanzas sindicales contras­ta con las p rác t i cas de otros países. Mientras en M é x i c o el gobierno sólo interviene en las finanzas sindicales al obligar a los sindicatos a que en sus estatutos aparezca l a forma de pago y el monto de las cuotas y las normas para l a adquis ic ión , admin i s t r ac ión y l iqu idac ión de sus activos, 4 en otros países, como en C h i l e hasta antes de l a U n i d a d Popular, el Cód igo Labo­ral l imitaba de muy diversas maneras el poder económico de los sindicatos, supervisando el gobierno estrictamente las finanzas sindicales y l imitando las posibilidades ele invers ión a los sindicatos. Este f e n ó m e n o llevó a los sin­dicatos chilenos a vincularse estrechamente con los partidos políticos, y a ia Central Ü n i c a de Trabajadores ( C U T ) a una permanente crisis finan­ciera.5 E n cambio en M é x i c o el gobierno no v ig i la las finanzas sindicales para facilitar el enriquecimiento de los dirigentes.

L a L e y Eederal del Trabajo es una legislación social avanzada que po­drían aprovechar ampliamente los trabajadores en sus luchas democrati­zantes. S in embargo, t a m b i é n ofrece posibilidades de control directo que mencionaremos a con t i nuac ión . Por ley, todo sindicato debe registrarse en la Secre ta r ía del Trabajo y Previsión Social en los casos de competencia federal y en las Juntas de Conci l iac ión y Arbitraje en los de competencia local. 0 E l registro p o d r á negarse si el sindicato no se propone los objetivos que l a ley le asigna, que son el estudio, mejoramiento y defensa de los inte­reses de los trabajadores, o si no se llenan los t r ámi t e s formales de registro. En el caso de que un sindicato ya esté, registrado, el gobierno a t ravés de su representante en l a junta ele concil iación y arbitraje correspondiente (que nombra la Secre ta r í a del Trabajo y Previsión S o c i a l ) 7 tiene una gran influen­cia en el proceso de calif icación de la existencia y l ic i tud de la huelga. Esta atr ibución representa un poder inmenso para el Estado ya que si l a Junta de Conciliación y Arbitraje declara l a inexistencia legal del estado de hue lga 8

4 Ley Federal del Trabajo, A r t . 371, fr. X I , X I I , X I I I , art. 374, art. 380. •> A l a n Angel í , Partidos políticos y movimiento obrero en Chile, E ra , 1972, pp.

67-86. <• LFT, art. 365. 7 LFT, art. 593. s LFT, art. 463.

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f i jará a los trabajadores un t é r m i n o de veinticuatro horas para que regresen al trabajo, los ape rc ib i rá de que por el solo hecho de no acatar l a resol u , c ión t e r m i n a r á n las relaciones de trabajo, salvo causa justificada, dec la ra^ que el p a t r ó n no ha incurr ido en responsabilidad y que está en libertad do contratar nuevos trabajadores y d i c t a r á las medidas que juzgue convenientes para que pueda reanudarse el trabajo. S i la Junta llega a declarar que l a

huelga es ilícita, se d a r á n por terminadas las relaciones de trabajo de l 0 s

huelguistas 9 y p o d r á obligar a los trabajadores que juzgue necesarios a pres­tar los servicios indispensables para evitar que se perjudique gravemente l a

seguridad y conservac ión de los locales, maquinar ia y materias primas o l a

r e a n u d a c i ó n de los trabajos. E n caso de que los huelguistas se negaran a pres-tar dichos servicios, el p a t r ó n p o d r á util izar otros trabajadores y l a Junta en caso necesario, sol ici tará el auxil io de la fuerza púb l i ca a fin de q l l e

puedan prestarse dichos servicios.

Aunque l a ley es bastante precisa en lo que se refiere a los requisitos reales y procesales que deben cumplirse para suspender los trabajos en caso de huelga y para que l a Junta declare l a existencia y l i c i tud de l a huelga, las autoridades no siempre permiten que l a asociación obrera logre pasar los fil­tros del registro del sindicato y la calif icación de l a huelga. Generalmente las autoridades h a r á n uso de los recursos y los controles que les ofrece l a ley en a t enc ión a consideraciones pol í t icas .

E n algunos lugares del interior del país es muy difícil que las autoridades declaren existente una huelga, pero cuando se trata de u n movimiento de .amplias dimensiones las autoridades d e c l a r a r á n existente la huelga o incluso, en caso de no hacerlo, dif íc i lmente h a r á n uso de los controles que les ofrece l a ley, pues ello ev idenc ia r ía l a inequidad en la ap l i cac ión de la ley por parte de una autoridad que p e r d e r í a su ca rác t e r concil iador que l a propia ley le marca a l inclinarse abiertamente por l a parte patronal.

Sobre todo, el gobierno sabe que si se opone desde el pr inc ip io a u n mo­vimiento obrero de gran envergadura, a d e m á s de perder legi t imidad, l imi­t a r í a su posibil idad de intervenir en los momentos estra tégicos, es decir no p o d r í a "tener el s a r t én por el mango". E l gobierno u t i l i za rá todos los meca­nismos imaginables para no perder el contacto pol í t ico con un movimiento mayor y para poder actuar siempre como arbitro. Pero en los pequeños conflictos y en las á reas retiradas del centro, generalmente las autoridades e s t a r án asociadas directamente a los intereses patronales, impidiendo cual­quier o rgan izac ión e inc l inándose rutinariamente en favor del capital .

E n caso de que las autoridades declaren la existencia de l a huelga, de in-

9 LFT, art. 465.

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,nediato b u s c a r á n que los factores de l a p roducc ión lleguen a un acuerdo, qUe negocien.

Y así, en el momento de la negociac ión, aparece l a cuarta fase del control je los trabajadores, pues si sus representantes y los representantes patronales ¿rucamente negociaran no se tratar ía , de una fase m á s de control, sino sim­plemente de una negociac ión entre intereses encontrados. Pero generalmente en esta etapa los patronos tratan de disociar a los dirigentes de sus bases mediante los expedientes comunes del halago y la exal tac ión de l a vanidad, e l soborno y l a coop tac ión . Aunque estas funciones son desarrolladas por los patronos, cuando se trata de un conflicto con repercusiones polí t icas, el Es-lado interviene directamente presionando a ambas partes para que negocien o recurriendo, t a m b i é n , a l a co r rupc ión , l a adu lac ión y l a cooptac ión , pero no sólo de los dirigentes sindicales sino t a m b i é n de los patronos. Elay casos en que él Estado, para acelerar l a solución de un conflicto obrero patronal, ofrece a los empresarios l a posibil idad de deducir de los impuestos las pérdidas ocasionadas por el conflicto, y como es sabido, a los dirigentes obreros los llega a premiar faci l i tándoles el ascenso polít ico o el bienestar económico.

Cuando las directivas sindicales no aceptan divorciarse de los intereses de sus representados y llegan a constituir un problema polít ico para el sistema, se entra entonces a una quinta fase en l a cual las tres instancias anterio­res de control, que son los patronos, las organizaciones sindicales institucio­nales y el gobierno se unif ican — e x p l í c i t a m e n t e o en torno a valores enten­ados— para enfrentar po l í t i camen te a la organizac ión de que se trate. E n esta fase se amenaza a los dirigentes, se ut i l iza toda l a in formac ión policiaca en su contra, se movi l izan apoyos polít icos en contra de estos grupos y, en fin, se concerta un frente ún ico para obligar por medio de la fuerza polí t ica a que los oponentes se dobleguen o a l menos a que "se queden quietos".

L a ú l t i m a fase, cuando han sido agotadas las anteriores o cuando los res­ponsables polí t icos del Estado no tienen la suficiente resistencia y pericia, la constituye la repres ión del Estado en contra de los dirigentes y una ac­ción s imu l t ánea para separarlos por l a fuerza de sus bases.

Desde luego que en la realidad estas fases no es tán n í t i d a m e n t e separadas, ni las funciones que se ejercen en cada una son siempre iguales, pero sí sin­tetizan la esencia del proceso del control obrero por parte del sistema.

Pautas del control burocrático sobre la asamblea

Quizá sea poco lo que se pueda decir acerca del control bu roc rá t i co que ejer­cen los dirigentes de una organ izac ión sobre l a masa después del trabajo de

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Roberto Michels acerca de los partidos políticos y las tendencias o l i g ^ quicas propias a toda o r g a n i z a c i ó n . 1 0 Michels , al tomar al Par t ido Social D e m ó c r a t a y al movimiento obrero alemanes como casos crí t icos para caV mostrar que el surgimiento de dirigentes profesionales necesariamente termú na con l a democracia, incluso en los partidos m á s cercanos a las masas encuentra las razones organizativas, psicológicas, intelectuales, financieras \ p ropagand í s t i cas por las cuales los dirigentes se encumbran por encima y aparte de las masas. Y , una vez en esa posición, ejercen u n control permanente sobre éstas para evitar ser desplazados. Miche l s pone énfasis en el control que se ejerce a t ravés del monopolio de los medios de cornu. n icac ión , lo mismo que otros autores 1 1 que encuentran en las posiciones sostenidas por la o rgan izac ión ante el exterior y en el control de l a prensa elementos claves de control . E n M é x i c o , a diferencia de otros países euro­peos y de los Estados Unidos , el control de la prensa no garantiza el control de l a organizac ión . N i el per iódico de una central bu roc rá t i c a como l a C T M . n i el que publ ica una organ izac ión insurgente como el F A T , son los medios de c o m u n i c a c i ó n fundamentales de dichas organizaciones. Esta diferencia de M é x i c o con otros países l leva a que sea l a asamblea de trabajadores donde se i n i c i a el control fundamental y el campo pr inc ipa l en donde se puede cues­t ionar l a h e g e m o n í a de una direct iva bu roc rá t i ca . Esta s i tuac ión particular de M é x i c o nos l levará a dedicarle una ampl ia a t enc ión al control de la asamblea.

A l referirnos al control b u r o c r á t i c o de l a asamblea partimos del caso más c o m ú n en la v ida sindical de nuestro pa ís , por lo que excluimos los sindi­catos de membrete y los sindicatos militantes. C o m o mencionamos antes, existen numerosos sindicatos que n i siquiera son conocidos por los propios trabajadores, pues se trata de simples membretes que, por contar con el re­gistro correspondiente ante l a Sec re ta r í a del Trabajo y Previsión Social, celebran contratos que, m á s que promover l a defensa de sus agremiados, persiguen impedir la entrada de una organ izac ión sindical real a l a em­presa respectiva; es decir, que no se trata de organizaciones reales sino de. meros negocios para quienes hacen uso de esos membretes. E n el otro extre­mo se encuentran los sindicatos ampliamente politizados que celebran reunio­nes pe r iód icas donde tiene lugar una gran pa r t i c ipac ión d e m o c r á t i c a y que asumen posiciones pol í t icas de vanguardia no sólo por lo que respecta a sus asuntos internos, sino incluso en la v i d a pol í t ica nacional .

S i separamos los casos extremos, las organizaciones de membrete y los sin-

1 0 Roberto Michels , Political Parties, A Sociological Study of the Oligarchical Ten­deudes of Modern Democracy. Free Press, 1962, pp. 61-117.

1 1 M . A . T r o w Lipset and J . S. Coleman, Union Democracy, Free Press, pp. IJ-16-

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Jicatos politizados, encontramos un amplio campo que representa lo que s e r ía el caso m á s c o m ú n de la v ida sindical en M é x i c o : una asamblea de trabajadores que conf ían " a medias" en sus dirigentes y unos dirigentes qUe se dedican rutinariamente a representarlos ante las autoridades guber­namentales y las empresas, con t ro l ándo los para beneficio propio y t a m b i é n para conseguir una revisión pe r iód ica de la s i tuación económica de sus re­presentados.

E n este caso c o m ú n al que nos referimos, l a asamblea es vista como un juego. Los dirigentes "juegan" con los trabajadores; los trabajadores a su vez hacen el juego a quienes mandan frente a unos cuantos trabajadores que toman en serio l a asamblea y que por lo general son criticados por sus pro­pios c o m p a ñ e r o s que los consideran unos "tontos", por considerar seriamen­te lo que casi es una "pachanga".

¿ C ó m o ejercen los dirigentes el control sobre la asamblea de trabajadores? ¿Cuáles ser ían las pautas de ese control? Cuando se observa el desarrollo de una asamblea de trabajadores, se aprecia que los controles que ejerce el comité ejecutivo sobre la masa no son tan elborados n i tan coherentes como uno se lo i m a g i n a r í a antes de asistir a una "asamblea t íp ica" . E n algunas asambleas los controles son tan burdos que se l imi tan a que los trabajadores pasen al estrado a f i rmar las listas de asistencia. E n otros casos, no pasan de ser reuniones de los dirigentes que, a t ravés de sus adeptos, hacen llegar los mensajes a l a masa; t a m b i é n se d a el caso de asambleas que se celebran sólo cuando acontece un problema muy grave en l a empresa o cuando se va a solicitar la revisión del contrato colectivo. Pero incluso en las asambleas que se celebran semanalmente se aprecia una especie de inercia o control automático, y éste permite que, a pesar de los errores de los dirigentes, no se desmorone el control. Desde luego que este control a u t o m á t i c o opera en mayor medida en las asambleas despolitizadas, pero no se p o d r í a decir que su peso disminuya progresivamente con l a pol i t ización, ya que el desarrollo político de los trabajadores no es l ineal , pues una asamblea muy despoliti­zada puede desbordar con gran faci l idad los controles.

Si bien en ocasiones se aprecia de inmediato que los controles no son muy elaborados como uno los i m a g i n a r í a , en algunas otras asambleas de trabajadores se puede tener l a impres ión contraria. E n ellas se observa una gran libertad en el desarrollo de la asamblea; pa rece r í a que existe una de­mocracia sai generis, pues todo mundo parece tener la oportunidad de part i­cipar si así lo desea. Esta pr imera impres ión puede ser e r rónea , ya que en algunos sindicatos los l íderes mantienen atemorizados a los trabajadores, amenazándolos con el despido y la p é r d i d a del trabajo e, incluso, creando un cl ima de terror por medio de grupos de choque. Estos elementos no sólo ponen en evidencia que no existe democracia en la asamblea, sino que los

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determinan la in tegrac ión de la asamblea. E n situaciones crí t icas, mediante este control se puede evitar l a pa r t i c ipac ión de a lgún trabajador que ya h a

sido expulsado del sindicato o l iquidado en l a fábrica y, en especial, se puede impedir l a entrada de agitadores o partidarios de los trabajadores, como estudiantes o dirigentes de organizaciones insurgentes. E n el sentido opuesto al v igi lar el acceso quienes apoyan al comi té ejecutivo pueden permit i r q U r ! entren personas ajenas al sindicato como miembros de una confederac ión na­cional , asesores de la directiva e incluso agentes policiacos.

E l hecho de dir igir l a asamblea le otorga al que lo hace m á s del cincuenta por ciento de probabilidades de imponer su voluntad; de ahí que sea funda­mental l a elección del presidente de debates o la h e g e m o n í a del secretario general del comi té ejecutivo, pues en muchos sindicatos, a pesar de que entre los asistentes a l a asamblea se nombra un presidente de debates, el secretario general se adjudica dichas funciones sin mayor oposición por parte de la asamblea. D e manera muy simple pod r í amos decir que quien de hecho a c t ú a como presidente de debates dirige éstos a favor de su grupo de amigos y en contra de sus enemigos. Las formas como lo hace son múl t ip les .

Generalmente el grupo adicto al comi té ejecutivo ya sabe a qu i én se va a proponer como presidente de debates y en Ja mayor parte de los casos ocupa ese puesto l a persona que el secretario general escogió de antemano. C u a n d o por alguna razón la base logra nombrar a un presidente de debates, resulta ser un trabajador que no está capacitado para función tan crucial . E n l a m a y o r í a de los casos l a base escoge a un presidente partiendo de razonamientos poco adecuados para este propósi to . Así se llega a seleccionar a trabajadores que son s impát icos o buenos deportistas. Y a sea que el comi té ejecutivo nombre al presidente de debates (en algunos sindicatos los pro­pios estatutos permiten que el secretario general haga el nombramiento) o que l a base nombre a u n trabajador que al no estar calificado termina por dejar que el secretario general ejerza esa función, casi siempre es el comi té ejecutivo quien dirige a l a asamblea.

A q u e l que ejerce esta función tiene de su parte las ventajas que le dan los estatutos del sindicato. Puesto que son las propias directivas sindicales b u r o c r á t i c a s las que registran los estatutos de su organ izac ión , generalmente los d i seña en tal forma que tienden siempre a otorgar todos los poderes al c o m i t é ejecutivo y al presidente de debates, y cuentan con infinidad de re­cursos estatutarios para oponerse a l a disidencia. Ante todo es el presidente de debates quien concede l a palabra. Desde luego que. la palabra no se con­cede siempre a todo mundo y menos en el momento en que cada trabajador desea hablar, e incluso se llega a l caso de asambleas donde sólo se con­cede a los adictos a l a di rect iva; si se concede l a palabra a u n opositor

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s u cr í t ica es exhaustiva se llega hasta los extremos de apagar el m i c r ó -¡Qno o qui társe lo por la fuerza. 1 4

Quien está al frente de l a asamblea interviene a favor o en contra de los o l lntos que se debaten en el momento que juzga oportuno. Esta facultad !C concede un poder ampl í s imo pues puede detectar las emociones, intereses [. sentimientos de la asamblea para poder corregir su posición original , re-c l l rr i r a los artificios que convenga, dejar de intervenir y hacerlo sólo en el comento oportuno y, en f in , todo un conjunto de táct icas que permiten manipular l a op in ión de la asamblea. L legan a ocurrir casos sorprendentes, pal es el caso de una asamblea cuyo dirigente sintió que estaba a punto de perder el control sobre l a masa y r ecur r ió a una estratagema muy peculiar : én el momento crí t ico dijo que se iba a celebrar una rifa de un refrigerador y que el boleto premiado se encontraba debajo de una de las sillas del re­cinto sindical. Todos los trabajadores se levantaron en busca del boleto pre­miado, c reándose una catarsis; terminada l a rifa, el dirigente h a b í a recu­perado el control.

Dentro de ciertos l ímites, el presidente de debates puede ridiculizar, ca­lumniar e incluso expulsar a u n opositor. Por ejemplo, suele suceder que u n trabajador llegue a ingerir bebidas alcohól icas por ser domingo el d í a de l a asamblea o para adquir ir valor para atacar a l a mesa directiva o a l a empre­sa. Cuando esto sucede basta que el presidente descalifique al trabajador acusándolo de estar borracho, y no es siquiera necesario expulsarlo. E n otros sindicatos incluso se facil i ta que los trabajadores vayan a l a cantina a fin de complacerlos.

E l presidente de debates puede suspender m o m e n t á n e a m e n t e l a discusión cuando el orden se altera y, si existe u n mayor desarrollo polí t ico, hacer uso de los distintos tipos de mociones que existen. Éstas son innumerables: o r i ­ginal o pr incipal , de enmienda, de orden, de ape lac ión (se somete a discu­sión a pesar de la opos i c ión ) , dejar pendiente, de cierre de debates, de receso (cuando los án imos es tán muy acalorados) para remitir a una comi­sión, de reconsiderar (no tiene caso aprobar puntos que perjudiquen a la asamblea), de dispensa de t r á m i t e (para permit ir a un ajeno estar presen­te), de revocación de acuerdos, de mero t r á m i t e y de clausura. Pero estos refinamientos parlamentarios son poco usuales en nuestra realidad.

Cuando el presidente de debates pone a vo tac ión una moción , lo puede hacer en el momento que convenga a l a directiva, digamos esperarse por medio de táct icas dilatorias a que la m a y o r í a de los trabajadores abandone el local (o tenerlo lleno de trabajadores eventuales desde el pr incipio) y

l i Este tipo de ejemplos, si se quiere coloquiales, no los hemos dejado de mencio­nar porque para los trabajadores no son desde luego intrascendentes y porque sirven para ejemplificar nuestras proposiciones.

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sobre todo puede plantear las distintas posiciones que se sujetan a votación de l a manera que mejor convenga a sus propios intereses. E incluso en cier tas votaciones donde no existe el voto nominal n i escrutadores, y las parte* es tán cerca de un empate, puede, aqué l la , inclinarse a favor de uno de l 0 s

participantes. L a manera en que l a directiva controla a l a asamblea no es sólo en las formas, sino t a m b i é n en el contenido de la discusión, pues gene, r a í m e n t e define la orden del d í a o a l menos part icipa directamente en l a

fo rmulac ión de ésta.

Q u i e n hace la agenda gana. Esta proposic ión vá l ida para cualquier reía, c ión pol í t ica t a m b i é n lo es para una asamblea de trabajadores. Por lo ge­neral, cuando se in ic ia una asamblea, l a directiva no comprueba si existe quorum, o bien, contra lo establecido en los estatutos, se empieza l a asam­blea sin quorum. Pero t odav í a de mayor importancia es el hecho de que en las asambleas de trabajadores no se discute la orden del día , simplemente la direct iva elabora dicha agenda de acuerdo con sus propios intereses, sin con-sultar a l a base. U n a vez elaborada l a agenda de la r eun ión , l a directiva la presenta a l a asamblea sin ponerla siquiera a vo tac ión .

E n l a lectura del acta de la asamblea anterior, l a directiva tiene u n ele­mento básico de control, pues se redactan las actas según los deseos del comi­té ejecutivo. Aunque el acta de la asamblea anterior sea le ída al inic io de cada asamblea, es muy difícil que los trabajadores lleguen a oponerse a ella, tanto porque resulta difícil encontrar los puntos de divergencia para cual­quier persona que sólo escucha la r á p i d a lectura de un texto largo, m a l re­dactado, escrito en un lenguaje no siempre accesible, como porque a la mayor parte de los trabajadores ya no les interesa lo que sucedié) en la asam­blea anterior. D e ahí que l a directiva de un sindicato tenga amplio margen de maniobra y capacidad de m a n i p u l a c i ó n al tener l a a t r ibuc ión de ela­borar el acta, donde constan los acuerdos de la asamblea anterior (que gene­ralmente no se detallan) ? en tanto que l a base se encuentra desde el prin­c ip io en posición de desventaja en cuanto a l a in formac ión .

Dent ro de l a orden del d ía , los informes del comi té ejecutivo a l a asam­blea son u n nuevo expediente de control, pues ellos permiten que, en caso de no contar con un presidente de debates afín, sea el secretario general quien tome la palabra por todo el tiempo que desee. Por lo general, los in­formes no son discutidos por l a asamblea n i tampoco puestos a vo tac ión , o cuando se informa sólo se hace para que el comi té ejecutivo se prestigie a sí mismo. ( " C o m p a ñ e r o s , atendiendo a su solicitud hemos logrado . . / ' ) P o r lo que toca a las comisiones que se nombran para investigar u n pro­blema, éstas nunca informan a l a asamblea de los resultados de su investi­gac ión . Plasta este momento el control del c o m i t é ejecutivo sobre l a asam­blea es p r á c t i c a m e n t e completo.

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Cuando se llega a l punto en l a orden del d í a generalmente conocido f 0 r no asuntos generales, es cuando la base se vuelve menos controlable, pues , n este momento puede expresar sus puntos de vista (desde luego sujetos a i o S controles que hemos mencionado en las fases del acceso y de las fun­dones del presidente de debates). E n much í s imas asambleas se llega al . ) Unto de asuntos generales ya muy tarde, por lo que se da por visto, i m p i ­diendo de esta manera la pa r t i c ipac ión de l a asamblea. Es precisamente e n este momento cuando adquieren su valor preciso las táct icas dilatorias. A o esar de todos los controles, l a directiva se ve obligada a veces a considerar a la base; esto se hace por medio de las votaciones.

Aun así, en numerosas asambleas de trabajadores n i siquiera se acostum­bran las votaciones, ya que l a directiva toma los acuerdos cuando se retiran los asambleístas . Estas prác t icas l levan al desencanto de los trabajadores que terminan por perder el interés en las asambleas, a las que asisten por estricta necesidad, si son obligatorias, o por conveniencia, en los casos en que reci­ben una boleta de asistencia de cierto valor económico . U n o de los privi le-crios de quienes es tán cerca de l a directiva es recibir d icha boleta sin nece­sidad de asistir a la asamblea. Buen n ú m e r o de los trabajadores asistentes entra unos cuantos minutos y a l a pr imera oportunidad se retiran, pues por lo general considera poco út i l los temas que a h í se tratan y la forma como se discuten.

L a falta de in formac ión de los trabajadores es tan completa que, general­mente, l a base no conoce los convenios que el sindicato celebra con la em­presa, al grado de que muchos de estos convenios es tán incluso registrados en la Jun ta de Conci l iac ión, pero los trabajadores ignoran que la ley los faculta a conocer d icha información . Desde luego que esta falta de infor-

| marión es a ú n mayor en lo que se refiere a convenios y compromisos no es-' critos, como aquellos que celebran los dirigentes sindicales con otros sindi­

catos, con otros dirigentes o con polí t icos profesionales a quienes apoyan en busca del ascenso polí t ico propio.

Las directivas sindicales rehuyen las votaciones siempre que sea posible; pero cuando ya no tienen otra alternativa lo hacen en el momento y en los

; términos m á s apropiados para ellas. Es decir, se vota cuando ya se re t i ró l a \ mayoría, cuando el secretario general siente que puede ganar la vo tac ión , ! cuando ya hubo tiempo para manipular a l auditorio, o planteando los té r -| minos de l a vo tac ión en tal forma que incluso l a directiva pueda modificar | la decisión de l a asamblea, ya sea porque los t é rminos sean ambiguos, no | incluyan todas las posibilidades o estén planteados equ ívocamente . Por | ejemplo, puede suceder que una directiva se vea obligada a realizar una j votación, que el resultado de és ta le sea claramente adverso y, sin embargo, | se retrase la e jecución del acuerdo de l a asamblea en espera de que surja

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una nueva oportunidad que permita revisar dicho acuerdo. En los prore. dimientos de la votación existe otro elemento de control. Éste se apreria < n

los m é t o d o s que se siguen para elegir a un comi té ejecutivo que. junto r 0 n

un emplazamiento a huelga, constituyen dos de los principales puntos <jr

in terés para la asamblea de trabajadores. L a manera en que se desarrolla el proceso electoral en un sindicato como el de C I N S A ilustra cómo l a diree. tiva influye sobre los resultados de una elección, a partir del propio proceso electoral . 1 5 A veces es tan grande la falta de a tenc ión en la asamblea q l l c , los propios trabajadores no se dan cuenta de que ya votaron.

E n el control burocrá t i co de la asamblea de trabajadores, juega un papel digno de menc ión por separado lo que sería el elemento sociopsicológico que influye sobre la dirección y las masas. Q u i e n observa el desarrollo de una asamblea de trabajadores se percata de inmediato de la presencia de un mecanismo de control psicológico o c a r i s m á t i c o : por una parte, una especio de "orden del d í a " de los estados de á n i m o y a tenc ión de las masas y, por otra, l a sensibilidad de los líderes para ajustarse paulatinamente a dicha orden del d ía y para influir en ella. E l pr incipio básico que rige la táctica del dirigente consiste en exponer los puntos m á s fác i lmente atacables en el momento en que el estado de á n i m o de las masas lo resiste o, mejor aun. cuando l a a t enc ión está en su cresta inferior. Es en este campo de reacciones donde la personalidad del líder cobra gran importancia, pues a su persona­l idad in t r ínseca agrega el hecho de que es él quien puede detectar las varia­ciones en los estados de án imo de las masas.

L a personalidad del dirigente no puede pasar desapercibida en una asam­blea de trabajadores. Aunque las personalidades de los dirigentes muestran diferencias sustantivas, quizá existen algunas caracter ís t icas comunes, como s e r í a n : cierta capacidad para no alterarse por la presión de l a asamblea, el desorden y la falta de a tenc ión de los trabajadores, al grado de poder aceptar que la gente platique o murmul le ; no contestar los ataques de inme­diato sino esperar el momento oportuno para hacerlo; tener imaginación para recuperar la confianza de la masa o, al menos, para distraerla y evitar así que sea dir igida por un adversario; no tener que atacar directamente a sus adversarios por razones de personalidad, pues de* esa manera los haría crecer. Aunque uno podr ía suponer que a mayor desarrollo polí t ico de la asamblea de trabajadores, menor sería la importancia de la personalidad del dirigente, en la p rác t ica se observa en cualquier organizac ión la exis­tencia de un "jefe" (Leiter) y un grupo que lo rodea y se beneficia de su

lr> M a n u e l Camacho, " L a huelga de Sal t i l lo , un intento de regenerac ión obrera • Foro Internacional, Vo l . X V , Núm. 3, E l Colegio de Méx ico , 1975.

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. . j t- . i io. id 1 \ V i w i ! t u i i " ^ i . ! l ' : ' ! ' n 1 : v ¡d.i M I H Í H al, d'»nd«- ! Í i \ 1 d i . i : r ' -* . . . K ! i á n !'• i ' i ; ! tai . M » ¡« • . - '•:••!.:." i i ; -ri < - n a m l . . d d- • •!:i. r *** H Ü ; t « > « • - M

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E l control de los trabajadores por parte de los directivos burocrát icos está s¡empre inscrito en un marco ideológico cultural , condicionado no sólo por una ideología que los medios de difusión refuerzan, sino incluso por una dominación cultural y psicológica que en ocasiones llega a ser más poderosa que los propios controles políticos. A manera de ejemplos resulta un control más poderoso el hecho de que en una comida se ridiculice a u n trabajador que no sabe comer con cubiertos, que controlar el acceso a la asamblea,

i Así, se refuerzan las imágenes que identifican al l íder como una persona que ! maneja conocimientos y habilidades que c o m ú n m e n t e no posee el trabajador,

como quien ya pertenece a una clase m á s alta por poseer un auto y asistir a restaurantes con los patronos, y. en general, al obrero civilizado con el obrero en el poder. Es muy difícil atentar contra los valores que se han i n ­culcado, sobre todo cuando cumpl i r con esos valores da prestigio.

I I . O P O S I C I Ó N A L C O N T R O L

La insurgencia sindical

\ ín el apartado anterior hemos tratado de presentar los principales con-j [roles del sistema y la burocracia sindical sobre los obreros. E n principio j los controles funcionan porque los trabajadores no se oponen, pero esta pro-1 posición para ser vá l ida h a b r í a que precisarla.

Para cada pauta de control del sistema y de la asamblea hay, teórica y políticamente, la posibilidad de oponerse, de vulnerar el control a través

i de una posición, insurgente. Pero quien pensara que t e r m i n a r í a con el con-! trol simplemente enfrentando una pauta específica, es tar ía desde ese mo-i mentó destinado al fracaso. E n té rminos polít icos lo que interesa no es que j para cada táct ica exista una con t r a t ác t i c a , sino descubrir las cadenas de i control para elaborar una estrategia de oposición.

L a insurgencia consistiría en toda una gama de posibilidades polít icas i que ir ían desde organizar el descontento dentro del sindicato y la fábrica

1 0 Véase acerca de. la instituc.ionalización de la autoridad, M a x Weber, On the í'hcnry <>¡ Social and Economic Organization, ed. T a í c o t t Parsons, Free Press, pp.

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hasta la fo rmac ión de una organización que planteara los grandes problemas polí t icos como las alianzas sociales, l a huelga pol í t ica , l a toma del p o d e r

del Estado, el replantamiento de l a ideología y la mora l idad social, y j a

cons t rucc ión de un nuevo orden a partir de un periodo de transición deliberado.

D e acuerdo con las pautas de control que presentamos, surgi r ían las po­sibilidades insurgentes. Digamos a manera de ejemplo que si el control en ] a

asamblea se realiza a t ravés de una orden del d í a a m a ñ a d a , l a oposición insurgente exigir ía que se sujetara ésta a v o t a c i ó n ; si el control se realiza a t r avés de l a confusión de los trabajadores, los opositores p r i n c i p i a r í a n por denunciar a los enemigos de la clase trabajadora; así p o d r í a m o s mencionar para cada control una tác t ica que minara t eó r i camen te el control específico. Desde luego que l a posibilidad insurgente no impl i ca la necesidad de la vic tor ia insurgente, que depende r í a no sólo de conocer y enfrentar los con­troles, sino de reconocer las cadenas de control para d i seña r una táctica imaginat iva que pudiera ampliar paulatinamente las posibilidades estra­tégicas.

E n l a realidad concreta de Méx ico se ha venido observando u n fenómeno de oposic ión sindical a los controles buroc rá t i cos que ha llevado a todo un conjunto de huelgas novedosas y combativas que, auspiciadas y dirigidas por diversas organizaciones, han logrado movil izar importantes grupos de trabajadores. Aunque los resultados de estas huelgas no han consistido en victorias decisivas para los trabajadores, ha tenido lugar un proceso de apren­dizaje pol í t ico , movil ización y organ izac ión de las bases que p o d r í a plantear nuevas interrogantes al sistema pol í t ico mexicano.

U n a de estas organizaciones es el Frente A u t é n t i c o del Trabajo que ha part icipado en dos de las mayores huelgas, las de C I N S A - C I F U N S A y SPIGER. Pero a pesar de ello, no ha participado directamente en otras huelgas im­portantes como las de General Electr ic , M e d a l l a de O r o , Volkswagen, Re­f iner ía de T u l a , Euzkadi , etc. A c o n t i n u a c i ó n analizaremos l a ac tuac ión del F A T , como un caso de insurgencia sindical .

El Frente Auténtico del Trabajo

E l F A T es una organizac ión que persigue fundamentalmente modificar la s i tuac ión actual de los trabajadores mediante su o rgan izac ión sindical y, en cierta medida, pol í t ica . L a pr incipal act ividad que desarrolla es precisamen­te l a insurgencia al nivel de asamblea, de la base siguiendo el tipo de pautas que hemos presentado en el inciso anterior al referirnos a l a manera corno se p o d r í a n vulnerar los controles que ejerce l a burocracia sindical sobre 1?

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asamblea obrera. L a insurgencia de esta organizac ión no se l imi ta a l a asam­blea de trabajadores, pues en ocasiones ha escalado a otras fases de control ¿el sistema, siguiendo una tác t ica de organizac ión pol í t ica, pero sin llegar a promover acciones violentas.

L a insugerencia pol í t ica asumida por esta organ izac ión está siempre l igada a la ob tenc ión de respaldo para sus movimientos específicos, y se desarrolla en torno a objetivos netamente sindicalistas. Es decir, que aunque llegue a alcanzar otras fases de control del sistema, lo hace en base a lo que c o m ú n ­mente se ha l lamado sindicalismo polí t ico, que concibe al sindicato como u n organismo polí t ico neutral que no se adhiere a n i n g ú n partido, pero que es socialista en insp i rac ión y objetivos. Esta o r i en tac ión parte del convenci­miento de que l a movi l ización permanente de los trabajadores es el medio primordial como pueden impedirse los vicios de l a burocra t i zac ión que afec­tan a la mayor parte de los sindicatos.

Las actividades insurgentes que escapan a l a lucha dentro de l a asamblea son de tres tipos principales: apoyo polí t ico a su movimiento; presión al crobierno, y propaganda. E l apoyo polí t ico a su movimiento lo logran esta­bleciendo relaciones con otros sindicatos afines, a t ravés de las llamadas intersindicales, que sirven para obtener respaldo material para una huelga y, sobre todo, apoyo po l í t i co ; asimismo obtienen u n respaldo menos concreto pero muy úti l enviando comisiones de trabajadores a distintas zonas del país. Cuando l a lucha se radicaliza, el F A T llega a movi l izar a otros sectores de la pob lac ión . L a pres ión al gobierno l a realizan principalmente llevando contingentes a las juntas de conci l iación en los momentos decisivos, cuando se reconoce a un nuevo comi té ejecutivo o cuando las empresas interponen los incidentes de falta de personalidad. E n ocasiones t a m b i é n llegan a presio­nar a a l g ú n funcionario, como lo hacen casi todos los grupos del país . Sus actividades de propaganda incluyen, a d e m á s de las comunes a toda organi­zación pol í t ica , l a o rgan izac ión de marchas de trabajadores y el hacer suyos desfiles que c o m ú n m e n t e son controlados por las fuerzas del P R I , como los desfiles del primero de mayo.

Sus objetivos políticos. Dentro del cuadro sindical mexicano, las organiza­ciones de trabajadores persiguen por lo general apoderarse de sindicatos y contratos (o empresas) para así aumentar su p o d e r í o económico y polí t ico. El objetivo del F A T es diferente pues tiene un gran interés en las prác t icas democráticas entre los trabajadores, en el desarrollo y conducc ión de las asambleas y en la fo rmac ión sindical de los trabajadores. Su acción polí t ica inmediata sigue dos l íneas fundamentales. L a pr imera pretende crear una bse de apoyo mediante la o rgan izac ión de muchos sindicatos pequeños como sucede con la industria del calzado en L e ó n y del vestido en Irapuato; de

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un d í a de salario al año que le proporcionan sus sindicatos; poro la inavn r

parte de los sindicatos del F A T son muy pobres, razón por la cual no , s , ¡ ( . cons iderac ión lo que reciben por este concepto. E l F A T cuenta t a m b i é n C o

ingresos de algunos sindicatos a los que presta asesoría que, aunque son fK

nancieramente independientes del F A T , acuerdan en sus asambleas hono­rarios para los asesores de esta organizac ión .

Servicios de asesoría. Entre los trabajadores nadie está acostumbrado a en­contrar abogados que no traten de inmediato de extorsionarlos. Por lo gene­ral los trabajadores no conocen abogados laborales y carecen de medios para pagar sus servicios. D e ah í que cuando aparece u n asesor o apoderado legal que se ofrece a defenderlos, demuestra competencia técn ica por los resul­tados que obtiene en las juntas de conci l iación, convive con ellos y se dedica vitalmente a su problema, adquiere una gran estatura a los ojos de los tra­bajadores, que por primera vez descubren que son importantes y que, uni­dos, tienen fuerza.

Sus aciertos y limitaciones en el caso de C I N S A . Finalmente nos gustaría plantearnos por q u é el F A T ha adquir ido fuerza y a l a vez por q u é ha sufri­do serias derrotas. Para ello hemos tomado el caso de l a huelga de Saltillo como punto de referencia para responder a estas interrogantes.

E n pr imer lugar, podr í amos afirmar que el F A T y otras organizaciones insurgentes han engrosado sus filas debido al creciente descontento de los trabajadores y a su mayor conciencia. O t ro elemento es l a coyuntura del actual gobierno que, dentro de ciertos m á r g e n e s y en algunos momentos, les h a permit ido desarrollarse.

Y a en el plano estricto de su organ izac ión , la fuerza del F A T no radica —como en el caso de otros sindicatos— en l a capacidad para controlar a un grupo de trabajadores y apoyarse en ellos para apoderarse de l a directiva s indical y permanecer ah í a base de obtener ciertas ventajas contractuales para los trabajadores y suprimir l a disidencia. Su fuerza descansa en tres aspectos bás icos : los servicios de asesoría, l a capac i t ac ión , y la capacidad de movi l i zac ión y de hacerse de respaldos.

L a c a p a c i t a c i ó n la imparten en sus propias escuelas como el C E F O S E M (Centro de F o r m a c i ó n Sindical del Estado de More los ) , en locales que les

faci l i ta a l g ú n sindicato o universidad, pero en todos los casos con mín i ­mos recursos materiales. Para l a capac i t ac ión , el F A T ut i l iza mé todos origi­nales y d i n á m i c o s ; las materias y campos de l a capac i t ac ión generalmente versan sobre l a L e y Federal del Trabajo , los estatutos de su sindicato, la c o n t r a t a c i ó n colectiva, los aspectos organizativos de una huelga, sobre ora­toria y periodismo. M á s que las materias que imparten, l a importancia de la

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. ,p;n i i . u ion < MiiM-.n- e n ( K M ! m i ) i : u j u i e t u n i u t í ' l f t u t i , u n * '*níid«» í i í t ! < < \

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y p r ác t i camen te de l a propia universidad, el respaldo de otros sindicatos, de posesiónanos y colonos, de l a Iglesia y de parte de l a clase media (aunque e n Salti l lo se dio una s i tuación muy favorable a l a movil ización, ello no quita que el F A T l a supo capitalizar e s p l é n d i d a m e n t e ) . E l F A T fáci lmente puede jugar el papel de detonador y contribuir a que afloren los conflictos intersindicales y obrero patronales. Y una vez iniciado un conflicto, logra conseguir respaldo de parte de otros sindicatos y sectores de l a poblac ión.

Por lo que toca a las limitaciones que se observaron en la huelga de Sal ­tillo, p o d r í a m o s decir en primer lugar que el papel de l a oposición en nuestro país ha sido siempre muy difícil, pues o acepta incorporarse al sistema o termina en los extremos de la sublevación o l a repres ión. D e ahí que el m a n ­tenerse po l í t i camen te implique un gran esfuerzo.

Dentro de esa perspectiva general, se p o d r í a n mencionar las principales razones por las que fue derrotado (parcialmente) en Salti l lo. Entre éstas estarían su reducida capacidad de control, l a negligencia del papel personal en la pol í t ica y la i m p r e p a r a c i ó n para afrontar actos sorpresivos por parte de sus enemigos.

Como en el caso de l a mayor parte de los movimientos de oposición en la historia de Méx ico , el F A T puede movil izar m á s de lo que puede controlar, y ello lo coloca, desde un principio, en una s i tuac ión de desventaja estra­tégica al serle muy difícil dar pasos hacia a t r á s , necesarios en toda negocia­ción. S i bien sabe capitalizar el descontento y las ambiciones de los traba­jadores, una vez logrado el proselitismo no atiende adecuadamente a sus ambiciones personales, que en algunas etapas de su desarrollo y en el caso de algunos de los l íderes, son mayores que sus convicciones ideológicas. Por último, la l imi tada in formac ión sobre los enemigos declarados y los enemigos en potencia y el tipo de nexos organizativos que establecen, los hace muy vulnerables a movimientos sorpresivos por parte de sus adversarios.

I I I . L Í M I T E S A L C O N T R O L O B R E R O

Como h a b í a m o s mencionado, el Frente A u t é n t i c o del Trabajo no es la ú n i c a organización insurgente que a c t ú a en nuestra realidad, pues existen d i r i ­gentes que han logrado agrupar todo un conjunto de sindicatos combativos fuera del control oficial y a d e m á s de organizaciones polí t icas, como el Par-

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tido Comunista Mexicano, que t a m b i é n ha desarrollado una considerable labor de organizac ión obrera, principalmente en las universidades. Pero e) grupo que por su si tuación es t ra tégica dentro de la actividad económica nacional se convierte en el núcleo de la oposición, al estar inscritos en un-, industria clave para el conjunto de la economía que constituye, a la vez uno de los pilares del poder ío económico y polí t ico del Estado, es el de los trabajadores electricistas agrupados en la tendencia d e m o c r á t i c a de] S U T E R M . Se ha llegado a considerar que ' l a movi l ización y acción organi­zadas de los electricistas se han convertido desde 1972 en un eje efectivo v

o r g á n i c o para una movil ización popular más vasta", pues abren "el camino para constituir un au tén t i co bloque de los explotados efectivamente dirigido" y al contener d icha lucha ya ' ios elementos y las enseñanzas , la potencia­l idad y las promesas de una opción real, viable, para encarar la crisis y para avanzar con solidez en el camino ineludible de la recons t rucc ión a fondo del pais V

¿ H a s t a q u é punto la presencia de la tendencia d e m o c r á t i c a , el F A T y otras organizaciones insurgentes p o d r í a n plantear nuevas interrogantes a l sistema pol í t ico de M é x i c o ? S i se observan los resultados concretos de las huelgas po­lít icas recientes y el t a m a ñ o de las organizaciones, todo l levar ía a concluir que el sistema es inamovible y que este tipo de movimientos es tán destinados al fracaso.

E l hecho de que la oposición obrera en M é x i c o esté constituida por pe­q u e ñ o s grupos es sólo un indicador de la fuerza de éstos, ya que no son pocos los ejemplos históricos en los cuales un p e q u e ñ o grupo ha podido ca­pital izar y d i r ig i r una coyuntura. Si se atiende a los resultados de las huelgas pol í t icas en t é rminos de conquistas contractuales u obtenc ión de posiciones en la estructura sindical, se concluir ía que estos movimientos t e n d e r á n a des­aparecer. Pero si se observa el aprendizaje pol í t ico que ha tenido lugar en las bases y los avances en la organizac ión , lo menos que se puede afirmar­es que existe un fenómeno de oposición que hab r í a que ubicar en base a otros elementos de análisis.

Pa ra determinar la importancia de estos procesos de aprendizaje político h a b r í a que considerar los fenómenos polít icos que puedan llevar al fortale­cimiento del movimiento obrero e inscribir estos fenómenos dentro de una gama m á s ampl ia de los conflictos que es tán ocurriendo en l a v ida política de M é x i c o . Este análisis es tá a ú n por hacerse, pero a manera de interrogan­tes para futuras investigaciones o discusiones vamos a esbozar las líneas generales de dicho análisis.

1 8 Ro lando Cordera , " L a tendencia d e m o c r á t i c a : la potencialidad y las promesas de una oposición real, viable", La cultura en México, suplemento de Siempre!, 9 de diciembre de 1975.

E l aprendizaje polí t ico que ocurre en el movimiento obrero tiene conse­cuencias sobre el sistema polít ico en la medida en que ha dado lugar (y a su vez se ha reforzado por) a nuevos fenómenos dentro del movimiento Obrero que pueden incidir en una mayor cohesión y fortalecimiento del pro­pio movimiento. A d e m á s de las consecuencias que se pueden desprender por los cambios dentro del propio movimiento obrero, la si tuación estratégica de los trabajadores dentro de toda la gama de nuevos conflictos que están ocurriendo en Méx ico , t amb ién tiene consecuencias sobre el sistema polít ico.

E l elemento más sólido para pensar que existe un amplio potencial en el movimiento obrero es la facilidad con que se integran otras fuerzas laborales a un conflicto obrero patronal concreto. L a in tegrac ión rompe con las d i ­visiones institucionales del aparato ? con la sepa rac ión sectorial e incluso regional. C a d a vez son m á s frecuentes los casos en que a una huelga especi­fica en una capital del interior se sumen todos los trabajadores de dicha rama; y de grandes huelgas como la de C I N S A que reciban el apoyo de sindicatos pertenecientes a la propia C T M ; O bien de grupos que consigan el respaldo popular e spon táneo , como el de electricistas de la Tendencia De­mocrática que desfiló con 150 000 manifestantes en noviembre de 1975. Este fenómeno de in tegrac ión polí t ica pod r í a permit i r movilizaciones de mayor envergadura y huelgas que llegaran a abarcar a sectores y regiones enteras. 1 9

Los cambios que ocurran dentro del propio movimiento obrero afectan al sistema, pero no son éstas las únicas consecuencias. O t ro tipo de conse­cuencias obedecen a la s i tuación es t ra tégica de los trabajadores.

Fuera de y en los márgenes de la pol í t ica tradicional han aparecido últ i-

i y Existen otros elementos un tanto he te rogéneos que muestran una mayor fuerza de parte de los trabajadores como el que los sectores patronales se hayan visto obli­gados a conceder mayores concesiones a los trabajadores, en casos muy específicos om<> c! de si'iCKR, en que a pesar de que la empresa para despedir a las vanguar­

dias obreras conced ió una l iquidación constitucional mucho mayor a la que hubiera otorgado en otros tiempos, no obtuvo la conformidad de los trabajadores que fueron •iquidados y, en general, cuando de acuerdo con las negociaciones que se realizan en !:r> juntas de conci l iac ión, los trabajadores exigen de m a n e í a creciente el cumpli­miento de la ley. Puede observarse un notable aumento en los conflictos que se pre­sentan al arbitraje gubernamental y se ha dado una considerable sindicalización de trabajadores que antes no estaban organizados. Las opiniones cotidianas de los obre­ros en torno al problema inflacionario muestran cambios notables, pues a pesar de las frecuentes revisiones salariales de los úl t imos tres años , con sorprendente frecuen­t a se escucha que: "con este aumento sólo van a subir los precios": "el aumen'.o apenas servirá para recuperar lo que h a b í a m o s pe rd ido" ; "aunque nuestros líderes dicen (pie los aumentos serán de 35%, ellos (los patrones, el gobierno y los l í d e r e ) ya están arreglados en menos". Finalmente, se puede observar en general un crecien­te descontento de los trabajadores con la. burocracia sindical y una mayor seguridad m su propia fuerza frente a los patronos.

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m á m e n t e nuevas fuerzas sociales y grupos eme constituyen un potencia] p a r a

l a contienda pol í t ica . Estas fuerzas y grupos han resultado de l a p r o p i a

urban izac ión y el crecimiento, que les ha dado posibilidades incompletas de pa r t i c ipac ión o que de plano se las niegan. C o n todas las diferencias que co­rrespondan, cada vez es m á s palpable que los campesinos y jornaleros sin tie­rras, los colonos, los estudiantes medios sin perspectivas individuales y socia­les, y t a m b i é n los pequeños propietarios del campo y la c iudad constituyen un potencial pol í t ico de p roporc ión y or ien tac ión difíciles de prever.

A h o r a , las tendencias del crecimiento, la u rban izac ión y el empleo, llevan a pensar hasta a los m á s optimistas que una parte considerable de esas fuerzas sociales y grupos p o n d r á n cada vez m á s en duda las reglas del i u e . go de l sistema pol í t ico que hasta l a fecha han permitido encontrar, si no soluciones, sí a l menos armisticios y conservar la esperanza.

E n t é r m i n o s estratégicos la mejor posibilidad de las fuerzas sociales a las que nos hemos referido (principalmente jornaleros, colonos, profesionistas y estudiantes medios sin perspectivas) es su v incu lac ión con el sector produc­tivo urbano, con los trabajadores. Esa d i recc ión es l a que ofrece las mejores posibilidades de integrar un poder efectivo.

D e a h í que no sea instrascendente lo que ocurre en las asambleas de tra­bajadores, n i tampoco cuáles sean los resultados de las huelgas. Estos fenó­menos pol í t icos ya plantean^ a l Estado, interrogantes que p o d r í a n cambiar l a naturaleza del sistema pol í t ico mexicano. Mencionemos las principales interrogantes.

E n l a medida en que buen n ú m e r o de las directivas bu roc rá t i ca s han perdido legi t imidad y eficacia en el manejo de las masas obreras que con­trolan, su posibi l idad de subsistencia depende m á s del respaldo del Estado, a no ser que se pensara en u n cuadro tal en el que las burocracias sindicales recurrieran a p rác t i cas como la de armar grupos de choque paramilitares, con los que de fende r í an sus posiciones en contra de sus adversarios. E n caso de que las burocracias sindicales optaran por esta salida, se l legar ía a una s i tuac ión de des in tegrac ión pol í t ica pues a los intentos de movi l izac ión obre­ra r e s p o n d e r í a n las burocracias con la toma de l a fábr ica y la represión de los dirigentes de las bases obreras. E l l o ob l igar ía a l a oposición sindical a recurrir a p rác t i ca s semejantes, como las de defensa o toma violenta de fábr icas , huelgas locas, sabotaje industrial y terrorismo. Es evidente que por este camino se ges ta r ían grupos paramilitares incontrolables para las propias burocracias sindicales, se a g o t a r í a n todas las posibilidades pol í t icas para todos los participantes, c recer ía la in te rvenc ión pol ic íaca y mil i tar , y el Estado se h a b r í a acorralado a sí mismo.

U n a segunda interrogante pol í t ica aparece a l considerar como forma de subsistencia para el aparato sindical bu roc rá t i co el apoyo del Estado. Esta

alternativa invo luc ra r í a m á s a ú n a l Estado, deteriorando su l eg i t im idad 2 0 al v erse obligado a defender crecientemente las posiciones patronales y las de ¡ ; l S burocracias sindicales. E n a l g ú n momento a reprimir a los dirigentes de l a Oposición sindical y pol í t ica y a los obreros que no aceptaran l a hegemon ía burocrática. O sea que si el Estado apoyara totalmente a l a burocracia sin­dical, no p a s a r í a mucho tiempo para que se generalizaran las detenciones de obreros, l a in t e rvenc ión de l a pol icía en las fábricas y todos los fenó­menos de rebe ld ía desorganizada que esa postura represiva conl levar ía , hasta que el Estado mexicano c o n t e m p o r á n e o , emulando al porfiriato, recurriera a masacres como las de Cananea y R í o Blanco. E n t é rminos con t emporáneos , esta opc ión l levar ía a una s i tuac ión semejante a l a de E s p a ñ a . 2 1

De no permitir que se armaran los sindicatos institucionales y de no apo-var a las burocracias sindicales surgir ía una posible alternativa a esta pro­blemática que sería l a de correr el riesgo de l a r enovac ión a fondo del apara­to sindical bu roc rá t i co . Esta opc ión es desde luego sumamente compleja por las razones siguientes. N o p o d r í a crearse un movimiento obrero alternativo por decisión o i l uminac ión presidencial, pues ello l levar ía a una si tuación semejante a l a que tuvo lugar con la c reac ión de l a C R O C en 1952 que resul tó ser un proyecto polí t ico impuesto desde arriba, por el Estado, y no el pro­ducto de un movimiento o rgán ico , desde abajo. 2 2 Este problema es en l a ac­tualidad a ú n mayor que a l fundarse l a C R O C ya que cada d í a es m á s claro que no todos los sectores sociales aceptan el paternalismo prevaleciente en el sistema polí t ico, sino que sus dirigentes t a m b i é n buscan l a p r o m o c i ó n de los intereses sociales en gestación.

Aunque fuertemente vinculado al Estado, el aparato bu roc rá t i co sindical tiene sustentos propios y sobre todo está cubierto por l a sombra que le ofre­cen los vacíos de poder que resultan de nuestro peculiar sistema pol í t ico. Simplemente no h a b r í a voluntad pol í t ica que pudiera sustituir de golpe al

2 0 Para que el termino legi t imidad no se confunda con su acepc ión ju r íd i ca , nos­otros lo entendemos en su acepc ión pol í t ica . Leg i t imidad significa l a capacidad del sistema pol í t ico para engendrar y mantener l a creencia de que las instituciones polí­ticas son las m á s apropiadas para la sociedad. L a legi t imidad está directamente l i ­gada a las posibilidades de estabilidad pol í t ica , pues aunque una renovada eficacia que se demuestra generalmente a t ravés del desarrollo económico , puede contribuir a legitimar un sistema, por lo general un sistema muy eficaz pero i legí t imo, es más inestable que reg ímenes relativamente ineficientes pero con gran legi t imidad. " U n a colonia bien gobernada al ser i legí t ima es m á s inestable que, digamos, una nac ión recién liberada cuyo gobierno sea ineficiente." Eipset Seymour M a r t i n , Political Man, Anchor, 1963, p. 70 y pp. 64-86.

2 1 Fernando G l a u d í n , " E l nuevo movimiento obrero españo l ' ' , en Movimiento obre­ro y acción política, E ra , 1975, pp. 81-141.

2 2 José Lu i s Rey na, De la inmovilidad a la acción: el movimiento obrero 1952-1959> El Colegio de México , Méx ico 1975, p. 13.

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5 2 4 M A N U E L C A M A C H O FI X V ] ,|

aparato burocrá t ico . Basta recordar los comentarios de algunos colaborado res allegados al presidente López Mateos, sobre su deseo de apenarse (>n

un movimiento obrero m á s amplio para emular al presidente campesino C á r d e n a s . Aprovechando todos los contactos y conocimientos que le había ofrecido su presencia en la Secre ta r ía del Trabajo quiso pues convertirse en el presidente obrero; pero pronto, a raíz de la represión a los ferroca­rrileros, el presidente tuvo que descansar nuevamente y en forma a ú n mavor en la habil idad de la di rección sindical burocrá t i ca . Incluso existen algunos indicios para pensar que el propio presidente Echeve r r í a tuvo la intención de renovar al aparato sindical, pero que ante l a imposibil idad de lograrlo t e r m i n ó apoyándose en, y apoyando a su vez, a F ide l Ve lázquez .

L a tercera dif icultad de la renovación la representa l a s i tuación particular de los mandos dentro del aparato sindical buroc rá t i co . L a larga permanen­cia de los actuales dirigentes los ha llevado, para subsistir, a descabezar a buen n ú m e r o de los verdaderos cuadros medios que en un momento dado p o d r í a n contar con el arraigo, la imagen y las posibilidades de revitalizar con fuerzas de masa su propia o rgan i zac ión . 2 3 O t ro problema específico a los mandos del aparato burocrá t i co lo representa la figura ele su dirigente m á x i m o Fide l Velázquez . A pesar de que dada la ins t i tuc ional izac ión de nuestro sistema polí t ico n ingún dirigente parece ser indispensable, nadie sabe a ciencia cierta cuáles pueden ser las consecuencias de la ausencia de Fidel Ve lázquez . Por su gran experiencia y capacidad polí t ica se ha creado una estructura de poder que en buena medida parece descansar en su propia figura. Pues al existir un poder m í n i m o en la base obrera, el poder de este dirigente parece radicar en Ja confianza del grupo interno y de los cuadros medios llamados ' -búfalos" ha sabido aprovechar una sombra de poder que le ofrece la cobertura estatal y patronal y sirve a su vez al propio Estado. Aunque existen elementos para pensar que el secretario general de la C T M es indispensable, t amb ién existe toda una lógica institucional que hace pen­sar que, ante l a ausencia de Fidel Velázquez , los principales líderes se entre­g a r á n al elegido para garantizar su subsistencia. E n todo caso este problema polí t ico de los mandos burocrá t icos es una incógni ta .

Dentro de las restricciones que condicionan los factores que hemos ex­puesto para la renovación del aparato sindical, surg i r ía la alternativa de entregar el movimiento a la oposición existente y en gestación. E n la actua­l idad , esta al ternativa represen ta r í a la reacción súbi ta de numerosos sectores

2 3 Esta s i tuac ión nos la c o m p a r ó Carlos Salinas, en una nota inéd i ta , con lo suce­dido recientemente a los militares griegos, quienes para conservar su h e g e m o n í a pur­garon a su ins t i tuc ión de los mejores jefes, por lo que a l momento de l a guerra con T u r q u í a fueron derrotados completamente y repudiados por la tropa, la sociedad griega y las fuerzas internacionales que los obligaron a abandonar el poder.

^ K - J L N 76 C O N T R O L S O B R E E L M O V I M I E N T O O B R E R O 5 2 5

„¡e la i n v a l i d a r í a n desde el p r i n c i p i o , o q u r e s p e r a r í a n la o p o r t u n i d a d »s?ra-

, ( v i r a p a r a l i q u i d a r <*Mr p r o p ó s i t o . Es ev iden te que los ve» top-s p a ? o > ¡ M - -

n l á s fuertes se o p o n d r í a n ron la i n r j m t á c t i c a a su a b a n t e y <<>ntar<.m m u \

probablemente c o n el r e spa ldo de una parte r o n s i d n abie <b i a p a i a m del

astado y de las clases medias, temerosas de un cambio. T o d o s estos sectores de poder cons idera r ían inaceptable esta estrategia e incluso algunos grupos liberales con posiciones dentro del Estado pensa r í an que, de esta manera, se introduciría una fuerza pol í t ica que en un momento dado t end r í a la tenta­ción de apoderarse del aparato del Estado. E n el cuadro social y polí t ico del México actual no sería posible concebir que se diera cabida a una estra­tegia en la que las clases y los grupos dominantes entregaran el poder a sus adversarios.2 4

E n una realidad pol í t ica que hasta en los menores conflictos tiende a des­bordarse, serán numerosas las presiones que p r e t e n d e r á n imponer un orden paramilitar y represivo. E n un momento en que ni el Estado ni la oposición obrera y las nuevas fuerzas sociales cuentan con una estrategia para encarar exitosamente las nuevas realidades polí t icas, en una circunstancia económica difícil, la vigencia real de la Cons t i tuc ión es la ún ica g a r a n t í a de que el pro­ceso no se d e s b o r d a r á hacia algunas de las posibilidades m á s negativas.

E n un marco de legalidad constitucional la oposición obrera y las nuevas fuerzas sociales p o d r á n legitimarse paulatina y d e m o c r á t i c a m e n t e , y con­juntar pequeñas victorias tác t icas que ensanchen sus posibilidades es t ra té­gicas. Sin embargo, la posibilidad de llegar a las raíces de la p rob lemát ica política de Méx ico r eque r i r á de una oportunidad his tór ica que a ú n es difícil vislumbrar.

Las interrogantes pol í t icas que hemos mencionado adquieren mayor vigencia por la s i tuación part icular en que se encuentra la economía mexicana. Después de tres décadas de crecimiento a tasas superiores al 67c, la e c o n o m í a muestra ya un nivel de desequilibrio externo de difícil manejo. E n 1975 se ha estimado un déficit en la balanza comercial de 3 500 a 4 000 millones de dólares . Suponiendo conser-vadoramente que el pago de las amortizaciones represente entre 1 500 y 2 000 mil lo­nes de dólares , los ingresos brutos por concepto de capital extranjero (crédi tos c in­versiones directas) necesarios para mantener la paridad c a m b i a r í a son del orden de 5 000 a 6 000 millones de dólares . E n un mercado internacional de créd i to cada vez más restringido, estas cifras muestran no sólo que para crecer, México t e n d r á que descansar considerablemente en el capital externo —mucho más que durante el des­arrollo estabilizador— sino que las posibilidades de crecimiento son cada vez más l i ­mitadas. Esta s i tuación - y cualquier pol í t ica económica que lleve a enfrentarla— afectará directamente a los trabajadores. Para un análisis del significado del desequi­librio externo, véase , Rene. V i l l a r r e a l . El desequilibrio externo.