contratiempo 129 - diciembre / enero 2016

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CHICAGO, ILLINOIS, DICIEMBRE / ENERO 2016 NÚMERO 129 Poema inédito de Paolo de Lima Relatos de Manuel José Rincón Marcos Raya en MCA DOSSIER: ¿Objetivos del milenio sin alcanzar?

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Con la transición de 2015 hacia 2016, la reflexión de nuestro dossier nos lleva a los objetivos del desarrollo que las Naciones Unidas se fijaron a principios del siglo y milenio, y que tendrían un primer punto de examen al cumplirse la primera quincena de ambos periodos. El dossier, coordinado por nuestra Directora Ejecutiva, Moira Pujols, subraya logros, retos y las crecientes complicaciones de un entorno internacional donde el desarrollo es móvil, ambiguo y, a ratos, inalcanzable.

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Page 1: Contratiempo 129 - Diciembre / Enero 2016

CHICAGO, ILLINOIS, DICIEMBRE / ENERO 2016 NÚMERO 129

Poema inédito de Paolo de LimaRelatos de Manuel José RincónMarcos Raya en MCA

DOSSIER:

¿Objetivos del milenio

sin alcanzar?

Page 2: Contratiempo 129 - Diciembre / Enero 2016

C on la transición de 2015 hacia 2016, la re-flexión de nuestro dossier nos lleva a los objetivos del desarrollo que las Naciones Unidas se fijaron a principios del siglo y

milenio, y que tendrían un primer punto de examen al cumplirse la primera quincena de ambos periodos.

El dossier, coordinado por nuestra Directora Ejecu-tiva, Moira Pujols, subraya logros, retos y las crecientes complicaciones de un entorno internacional donde el desarrollo es móvil, ambiguo y, a ratos, inalcanzable.

Presente y pasado forman los pilares de este ejem-plar, el número 129 de la vida de esta revista. Si el dossier pone el reflector en las condiciones presentes del mundo, la sección deshoras recupera una de las mitologías más antiguas de la humanidad, la de los astros, en una aproximación que hace el escritor co-lombiano Manuel José Rincón Domínguez, de quien publicaos tres cuentos de su reciente libro de relatos Cuentos y pasiones del cielo.

Entre pasado y presente, una variada selección de textos: subrayamos la reseña publicada en mirada

cómplice a la presencia de Marcos Raya en el Museo de Arte Contemporáneo como parte de la muestra Surrealism: The Conjured Life.

También, en tiempo extra, presentamos en ex-clusiva un poema inédito del poeta peruano Paolo de Lima, así como interesantes trabajos de José de María Romero Barea, Pedro Poitevin, y Marco Esca-lante, y una reseña a la interesantísima novela Los perros descalzos, del escritor mexicano Antonio Ruiz Camacho, y que ha causado impacto de crítica tanto en inglés como en español.

Queremos además subrayar la Carta al Lector de nuestro director editorial, Gerardo Cárdenas, en página 3, y que contiene un importante anuncio.

Hacia 1957 y para reiniciar la publicación de la re-vista La Biblioteca de la que era editor, escribió Jorge Luis Borges: “Toda revista, como todo libro, es un diálogo; la suerte del que ahora iniciamos también depende del lector, ese interlocutor silencioso”.

El diálogo continúa. Que 2016 sea venturoso para todos nuestros lectores.

DICIEMBRE - ENERO 2016 • NÚMERO 129

TIEMPO EXTRA3 Carta al lectorGerardo Cárdenas

4 Soliloquio de la florestaPaolo de Lima

6 Faces, Flesh, and MoneyMarco Escalante

7 Pablo García Casado: la belleza y el sentidoJosé de María Romero Barea

8 Dejen de decirles a los escritores latinos que “escriban sobre lo que conocen”Pedro Poitevin

9 Exiliados y mutiladosLos perros descalzos de Antonio Ruiz CamachoGerardo Cárdenas

10 ContrafotoArturo Richardson

10 ContrafotoArturo Richardson

MIRADA CÓMPLICE12 Marcos Raya en el MCAStephanie Manríquez

DOSSIER14 La población migrante y los Objetivos de Desarrollo del Milenio Moira Pujols

16 Éxitos y fracasos de América Latina en los Objetivos del MilenioDarío Mizrahi

18 Migración, los Objetivos de Desarrollo del Milenio y el desarrollo post-2015Paul McDaniel

19 Migración, género y derechos fundamentalesRosa María De la Torre Torres

20 Trabajo infantil en el campo, el secreto mejor guardado de EEUU Ángel Villarino

DESHORAS21 De la vida y amores de las constelacionesGerardo Cárdenas

22 El copero del OlimpoManuel José Rincón Domínguez

24 La picadura del escorpiónManuel José Rincón Domínguez

26 Las pinzas de la justiciaManuel José Rincón Domínguez

contratiempoDIRECTIVAGerardo Cárdenas, Jochy Herrera, Moira Pujols, Helen Valdez, Ellen Wadey Placey

DIRECTORA EJECUTIVAMoira Pujols

DIRECTOR EDITORIALGerardo Cárdenas

DIRECTORA DE ARTE / PORTADAOlivia Liendo

CONSEJO EDITORIALAndrea Ojeda, Catalina María Johnson, Gerardo Cárdenas, Julio Rangel, Luis Alejandro Ordóñez, Marcopolo Soto, Noelia Cruz, Olivia Liendo, Kim Potowski, Rafael Franco, Rey Emmanuel Andújar, Stephanie Manríquez, Verónica Lucuy Alandia

COLABORADORESArturo Richardson, CHema Skandal!, Febronio Zatarain, Ignacio Guevara, Jochy Herrera, Jorge Frisancho, Marco Escalante

DISTRIBUCIÓNSouth Side Weekly

La revista contratiempo es una publicación gratuita que se imprime y distribuye diez veces por año a la comunidad hispanohablante de Chicago

contratiempo is grateful for the past and

present support of The Chicago Community

Trust, the Richard Driehaus Foundation,

the Field Foundation of Illinois, the Illinois

Humanities Council, the Illinois Arts Council,

the City of Chicago Department of Cultural

Affairs, the International Connections Fund

of the MacArthur Foundation and individual,

institutional and corporate donors, and

the contribution of writers, artists and

volunteers who make our work possible

© contratiempo nfp1900 South Carpenter, Chicago IL 60608. (312) 427 5450

INFORMACIÓN SOBRE LA REVISTA, PUBLICIDAD O SUSCRIPCIONES: [email protected]ÍO DE COLABORACIONES:Gerardo Cárdenas [email protected]ÍO DE ILUSTRACIONES Y FOTOGRAFÍAS:Olivia Liendo [email protected]

VISÍTANOS EN: contratiempo.net

issuu.com/contratiempofacebook.com/Contratiempo@revcontratiempo

La fotografía que ilustra la portada es un autorretrato de Nacho Guevara. Nacido en San José, Costa Rica, el artista emigró a Estados Unidos hace más de diez años. “A partir de ese momento”, señala, “encontré en la fotografía una manera sólida de apoderarme de todo lo nuevo que me rodeaba”. Actualmente reside en Nueva York .www.nachoguevara.com

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E n el espacio que habitualmente dedi-camos a piezas individuales de poesía he querido, en mi calidad de director editorial, dedicar estas líneas a los

lectores de contratiempo. Me parece impor-tante que a la puertas de un cambio, hagamos todo lo posible porque los lectores tengan la información a la mano.

Escribo desde la profunda convicción que contratiempo está logrando, mes a mes, algo que es fundamental: constituirse en un archivo viviente de la literatura en español que se está haciendo en Chicago y el Medio Oeste, y estableciendo puentes y lazos duraderos con esfuerzos similares que se están llevando a cabo en otras partes del país y fuera de éste. Sin esa memoria viva se esparcirán muchas piezas, se perderán muchos logros, y algún día hasta se puede poner en duda que todo esto existió.

La revista ha rebasado ya los 125 ejempla-res, y la primera década de vida, y se aproxima velozmente al número 150. Es un logro impre-sionante que genera un gran orgullo al interior de nuestro consejo editorial. Contratiempo es, por supuesto, más que la revista: año con año aumenta el número de eventos que organiza-mos, como el Festival Poesía en Abril que se aproxima ya a su primer decenio, o nuestra muy reciente participación en el Chicago Hu-manities Festival y el Festival Lit/Luz de MAKE Magazine. Pero la revista es el centro, núcleo y ancla de estos esfuerzos.

Como todo proyecto cultural, es importante que al hacerse examen continuo de lo logrado, la revista mire también estratégicamente a futuro y se mantenga en constante proceso de renovación. A veces ese proceso de renovación involucra a los liderazgos.

Es tiempo de una renovación, de un cambio en liderazgo editorial. Esto es fundamental para darle nuevas energías, nueva dinámica, nuevas ideas, nuevo rostro a la revista. Para evitar los anquilosamientos que suelen atacar a todo proyecto cultural y editorial. Para seguir ofreciendo a ustedes, lectores, contenidos de vanguardia y relevancia.

Es por ello que he elegido esta vía para comunicar a los lectores mi decisión de dejar la dirección editorial de contratiempo, la cual he

venido ejerciendo desde 2008, y para anunciar que partir del primer ejemplar de 2016, la di-rección editorial estará a cargo de Rey Andújar.

Dejo la dirección editorial satisfecho por el trabajo logrado y por la interacción constante con los lectores. Contratiempo es fruto de la labor de muchos: el consejo editorial es un equipo fuerte que, junto con las direcciones ejecutiva, editorial y artística, seguirán mante-niendo a la revista como un referente para la literatura y el periodismo cultural en español en Estados Unidos.

Subrayo la importancia de la designación que el consejo editorial ha hecho de Rey Andú-jar como nuevo director editorial. No sólo es Rey uno de los mejores escritores dominicanos de su generación, y una de las mejores plumas de la lengua española en Estados Unidos; ha sido parte también por un buen número de años del consejo editorial. No podría quedar este proyecto en mejores manos.

Quiero también por este conducto agrade-cer al consejo editorial por su continuo apoyo durante mi dirección, y agradecer la confianza que en 2008 depositaron en mí Moira Pujols y Jochy Herrera. He caminado esta ruta de la mano de ellos y del consejo en uno de los pro-yectos editoriales y literarios más importantes que he conocido, y mi gratitud es eterna.

Queda mucho por hacer, y corresponde a los nuevos liderazgos hacerlo. Pero no puedo cerrar sin pedirles a los lectores que, así como han favorecido a contratiempo con su prefe-rencia a lo largo de este años, le den un fuerte voto de confianza al equipo encabezado por Rey Andújar. Contratiempo inicia una nueva andadura y la opinión final, como siempre, está en manos de ustedes, los lectores.

Saludos con enorme agradecimiento, por ende, a nuestros lectores, y mis mejores votos de éxito para el equipo de contratiempo.

Gerardo Cárdenas, escritor y periodista mexi-cano es, hasta el número presente, director editorial de contratiempo.

CARTA AL LECTORGerardo Cárdenas

Fotografías cortesía de:

Ana María Soto

Moira Pujols

Arturo Richardson

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POESÍA

H ay una cruz natural incrustada en las ramas del parque se muestra como la ciencia en la grieta que por ellas recuerda.  Su desbordada poesía en el pozo de los cambios como si debajo de las creencias llamasen las aguas quietas. Pero anotar 

el humo que recubre las ramas es una señal que en palabras no basta  después de a) haber tocado y dejado acariciar el humo y las ramas,  b) anotar: no hay una cruz incrustada en las ramas, c)  ahora no nace la oración, d) dijo: “pero si tú no estabas ahí”, él: “¿y eso  qué tiene que ver?”, e) se siente frío, después de conducir la mano a esto,

f) Leo este poema de Lezama: “El muchacho vendedor de estalactitas, saltamontes,  antes de dormir repasa su castillo de cuello de cristal,  la botella llena de cocuyos donde guarda los diez céntimos,  los metales antiguos, las vacías columnas,  que ahora son serpentinas que rodean a los cocuyos,  a los cien cocuyos que tiran sus frentes  contra los vidrios oscuros, desdeñosos de la corrupción”.

Una parte, arriba, a la izquierda, Parque Roosevelt, horada sus pretextos y los tachos de basura observan como hombrecitos verdes la garúa en paralaje. 

Una escritura volvió para sacudirse, levantó sus cejas  y se marchó de inmediato.  La luz de los postes juega con los insectos en el silencio de la garúa

y el vendedor de estalactitas se coló fuera de las comillas porque, Milán, “el poema no tiene biografía / hay que hacerla”,y ahora el precepto y la progresión y lo que el carácter arrastra se acrecienta como si uno secundara un desfile de muertas palabras que nacen para ser leídas.

Para ser leídas. Hay unas nubes viajeras dentro de las botellas abandonadasante los hombrecitos verdes, unas nubes que no saben que son un nombreque les da una palabra. Hay ay hay ay hay unos charcos de puras gotas alrededor de mi centro de palabras, ellas me dan su fría presencia, me danuna reposada energía desenchufada. En la hora cuarta, solo los árboles como gentes en su mundo paralelome dejan adivinarlos para conocer sus figuras. 

Las lavándulas al mar de violeta pasaron manojo de las savias debajo de la cabalgata del viento 

arriba de nosotros callados paralelos brecha irreductiblepalabra crítica radical puro antagonismo irracional gramática la madre va de hecho a la puerta para pensar en un afuera 

que alcanza para zurcirla en la corteza  o para hundir su sesera en el humo de los árboles. 

Para no cometer bulla, vestido en la nueva temporalidad por fueradel que ignora cantar en la madrugada para no hacer que no sepa la hoja ante los charcos sobre el imaginado:la acera indebida después de las estrellas. 

Para no alimentar la boca nacida, palmo a palmo, en sus carnes,  cerca de las gotas necesarias de humo que me observan 

después que nuestros ya no somos, pero algo  imperceptiblemente se mueve en el comienzo del habla. 

La pura diferencia es una distancia al otro lado de mi vozya que esa diferencia mínima se hace objeto de mi pensaro de lo que no tiene sonoridad al caer en la acera.Las lavándulas presentan hojas opuestas, simples, enteras, dentadas, pinnatífidasposeen fosforescencias verticilastralesdispuestas están en pisos separados a lo largo del eje floríferocompacta estructura axilados por brácteas floralesy unas flores pequeñas cáliz tubular casi actinomorfoacostillado con cinco dientecillos y un apéndice oblongo.

Su fruto poseía un ojo protuberante del tamaño de una caja de galletasun ojo de color siniestro, amarillo en el centro, ardiente,que late con un brillo que destella. El fruto se desplaza, pero no sé de dónde vino,pero puedo verlo cerca de sus ojos, puedo verlo con mis ojos, puedo entenderel carácter irreductible la brecha irreductible de los intersticios—una llama es rojo es azul es amarilla es fría y quema como cuando irritalanza un mordiscón y le muerde la cabeza a las palabras: la p es ahora una copala a un inodoro con la tapa levantada, la l una paloma dormida, la b una o conun bulto en su cabeza la s un imán cuya energía mantiene con vida a los sintagmas.Sus ojos, como aquella ave que se introduce en el hueco del árbol,

incineran las miradas.

Aquel ojo mueve las hojas opuestas y toca su textura dentada, toca tus yemas y ellas se tocan presentando su vida

y está tu dínamo imitando poliedros y pirámides como por ejemplola que está por Choquehuanca—su oído, saliva de los augurios, atraviesa la garúasin esfuerzo con la mínima diferencia entre la fuerza de unas palabras escritas y el peso de estas gotas sin gotas

donde un paseante garboso esconde su predisposición con tacitas que registran su hastío.

Pero yo no debería estar aquí.Pero yo no debería no yo no peroestos paseantes ya pasaron escondidos detrás de los árboles elaboran 

el día que irremediablemente llega y ellos, los árboles, los veo, son árbolesy no las personas que veía conversar con sus extrañas figurasy se hizo la ciudadanía de serenos smithizados y cierro estas palabrasy ya no están— ya se fueron . . ya volvieron. . . . . . . . . .

Soliloquio de la florestaPaolo de Lima

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POESÍA

Ilustración: Mischvalente

Paolo de Lima es doctor en literatura por la Universidad de Ottawa (Canadá) y ac-tualmente es catedrático en la maestría y doctorado de Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, así como catedrático de Lengua y Literatura en la Universidad de Lima. El 2005 obtuvo el primer premio de ensayo de la Asociación Canadiense de Hispanistas. Es coeditor de los volúmenes Hinostroza: Il miglior fabbro (2011), Oswaldo Reynoso: Los universos narrativos (2013) y En octu-bre no hay milagros: 50 años después (2015). Es autor de los estudios La última cena: 25 años después. Materiales para la historia de la poesía peruana (2012) y Poesía y guerra interna en el Perú (1980-1992) (New York: 2013). Ensayos suyos han aparecido en revistas como A contracorriente. A Journal on Social History and Literature in Latin America, Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Inti. Revista de Literatura Hispánica, Guaraguao. Revista de Cultura Latinoa-mericana y La Palabra y el Hombre. Revista de la Universidad Veracruzana. Ha participado en numerosos congresos internacionales en Estados Unidos, Cana-dá, España, Francia y diversos países de América Latina. Es a su vez autor de los poemarios Cansancio (1995 y 1998), Mundo arcano (2002) y Silenciosa algarabía (2009), reunidos en Al vaivén fluctuante del verso (2012).

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CINE

G oodfellas. Película que reposa en el cuerpo.

Cada gesto, debidamente su-brayado, muestra diacrónicamente

la transformación moral y psicológica de un personaje. Así, la risa grotesca del Henry adulto transporta inevitablemente a la risa angelical del Henry adolescente. Ocurre lo mismo con los otros personajes: conforme su degradación moral se acentúa, sus gestos, particularmente su risa, adquieren la artificialidad hiperbólica de la caricatura. Goodfellas es una galería intermina-ble de muecas irreales, máscaras fantásticas que remiten, por oposición, a un pasado natural ya remoto, a gestos que prometían un rostro.

Los personajes, sin embargo, habitan desde un principio el infierno. La fantasía del paraíso monetario implica, por necesidad, violencia; así como el ascenso en el mundo criminal termina necesariamente en caída. Ninguna escena regis-tra mejor la consolidación del paraíso ilusorio que la escena de la boda. Allí, literalmente, la cá-mara flota, y en un paneo de ensueño capta una imagen radiante –el rostro de Karen, desposada y feliz, ensayando una sonrisa ancha que el ralenti, con crueldad, prolonga-, casi como anticipando, por oposición, la irrupción de lo real:

El motivo del paraíso en ruinas, sin embargo, es cosa bastante común en el cine americano. Es incluso una obsesión que comparten los cineas-tas más notables de la generación de Scorsese. Allí está De Palma, y esas dos empresas suyas en que el sueño se plasma como caricatura grotesca: Scarface y Carlito’s Way. Pero el cine de De Palma es un cine de superficies, colores, texturas; un cine donde el ecran es un canvas y los perso-najes, despojados de espesor moral, suelen ser meras siluetas. En Goodfellas, lo que importa es el volumen, el peso, la carnalidad de los personajes, como expresión material de su transformación ética. En términos de tauromaquia, se puede imaginar el arte de Palma como el del matador, y el de Scorsese, como el del toro.

Para iluminar esta dicotomía, basta recordar dos muertes escandalosamente antitéticas: la de Billy Batts en Goodfellas y la de Carlito Brigante en Carlito’s Way. Billy Batts mue-re brutalmente y por episodios: primero lo muelen a patadas en el bar de Jimmy, luego lo transportan por horas en la cajuela de un auto, finalmente lo acuchillan antes de enterrarlo en un terreno baldío. Esta prolongación inusual del martirio parece incluso ser una respuesta al dilatado crimen que Hitchcock, con ánimo realista, filmó para Torn Curtain. La muerte de Carlito Brigante, en contraste, transcurre como un sueño: su asesino, Benny Blanco, es

una aparición fantasmal y poética; su agonía, prolongada por la cámara lenta, es un limbo lírico donde convergen recuerdos y anhelos. De Palma, despojando a la realidad de sus elemen-tos impuros, ofrece en la muerte de Brigante una lección de formalismo y estilo. En Goodfe-llas, mientras tanto, aparecen los cadáveres en basurales, bajo puentes de barrios anónimos, en los frigoríficos del matadero.

Gran parte del cine comercial americano parece transcurrir entre estos dos polos. Y la certera pregunta que alguna vez se hiciera Alain Bergala –de si es lícito empalagarse con el modelo De Palma, válido tal vez en los tiem-pos del cine clásico, cuando el holocausto aún no había aniquilado la inocencia- pudo haber incluido, tal vez, entre los antídotos, un nombre más próximo y americano: el de Scorsese, cuyos filmes más valiosos (Goodfellas, Raging Bull, Taxi Driver) reposan en la fisicalidad del entorno.

Porque mirándolo bien, Goodfellas es un filme que reposa en el aspecto físico de Paul Cicero. ¿Hay personaje más sólido, más volu-minoso, más material y apodíctico que Paulie en la historia del cine americano? Siempre lo vemos comiendo, totalmente inexpresivo y parco, rodeado de mafiosos que carecen de su contundencia. Paulie, literalmente, cae sobre los otros: es un volumen que manda, un peso que impone su interés en la desbalanceada economía del crimen.

Esta fisicalidad es además metafórica, en la medida en que expresa un valor del pasado: el apego a lo concreto. En el mundo de Paulie todo es real y palpable: la violencia solucio-na las contradicciones, el dinero circula en efectivo. Este mundo “pesado”, atado todavía a ciertos valores humanos –el amor a la familia, el respeto al linaje-, es paradójicamente un mundo frágil, a punto de ceder ante el empuje de otras fuerzas clandestinas: las del poder cor-porativo –internacional, anónimo, levitante, anclado en las fisuras ostensibles de las leyes.

De allí la ubicuidad del dinero en efectivo en Goodfellas, que bien puede ser vista como el “tramonto” del oro y del cash. Con Reagan, con Thatcher, con el neoliberalismo, con el ascenso del capital transnacional, llega el dinero iluso-rio, el dinero fantasma, el dinero abstracto:

“El dinero se ha desmaterializado. Hubo alguna vez un tiempo en que los oficiales del banco federal de reservas de New York llena-ban carretillas con barras de oro y las transpor-taban del sótano de un país al sótano de otro. Hoy en día, 1.3 trillones en moneda corriente circula diariamente en el intercambio y nunca adquiere forma tangible.

El dinero se ha vuelto etéreo, volátil y electró-nico. Nada más que una combinación de unos y ceros que fluyen a través de millas de alambra-do y circuitos de fibra óptica, rebotando entre satélites e irradiándose de un relé de microondas a otro. Este nuevo dinero es como una sombra. No tiene dimensión táctil ni peso. Es una ima-gen”. (Thomas Stewart, Intellectual Capital).

Casino, una película posterior en que Scor-sese se imita a sí mismo, curiosamente culmina con la disolución de ese mundo físico y tradi-cional al que Pauli pertenece. Sobre sus ruinas se erige un imperio virtual mucho más pode-roso, capaz de cambiar gobiernos y leyes, de transformar un desierto de Nevada en paraíso de la banalidad y el consumo: el imperio vasto, impersonal y barroco del capital financiero.

Marco Escalante, ensayista peruano, reside en el área de Chicago.

Faces, Flesh, and MoneyMarco Escalante

Cortesía: Warner Bros.

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CRÍTICA

C uando Pablo García Casado (Córdo-ba, 1972) surge como poeta, lo hace con una de esas voces reconocibles al instante: implacable, describe la

vida en ciudades de provincia “con sus miles de citas a ciegas”, sus habitantes deshechos por el alcohol, la vana esperanza, la suerte adversa. El estilo de su primer poemario, Las afueras (1997), registra todos los detalles con la misma intensidad neutral, la misma precisión desa-pasionada. Sus personajes luchan por aferrarse a lo que odian. Sus parejas “buscan un solar en las afueras”, “su propio pedazo de cielo”. El único alivio parece encontrarse en el fondo de un vaso, en “esos bares supermercados desnu-dos de la noche”.

El viejo Nuevo mundo, sus pueblos desola-dos y sus parques de caravanas son en el paisaje del siguiente libro de poemas El mapa de Amé-rica (2001), un mundo que ningún escritor en castellano había evocado antes con tanta ho-nestidad. Algunos de los mejores escritos sobre la enfermedad se encuentran en los poemas de este libro: la depresión “después de una vida de baldosas quebradas”, el “dolor // de uniformes guardados en naftalina” de las clínicas, las trai-ciones (“agencias de trabajo y otros basureros del espíritu”), la resignación (“mete tu corazón en esa bolsa de plástico / guarda la bolsa en tu taquilla deja la llave al encargado”).

La del poemario en prosa Dinero (2007), por último, es una escritura despojada de preten-siones. Directa y contundente. El lenguaje es coloquial, pero no de una manera consciente o auto-condescendiente. Casado entiende que la verdadera agonía del materialismo es su tristeza: “No es un ambiguo sentimiento de angustia, es dinero”. Se ocupa de los repentinos cambios de fortuna, pero sabe que el daño real se encuentra en la infinitud, en la lenta asfixia de la imposibilidad, “la soledad de los progra-mas nocturnos (…) hombres con cuchillos afila-dos, mujeres con dentadura postiza”.

La lectura ininterrumpida de los tres libros en el volumen Fuera de campo (Visor libros, 2013. Prólogo de Antonio Lucas), revela que su poesía es una meditación sobre las cosas que conforman nuestra vida: la soledad, el miedo, la esperanza, la pérdida, pero también el amor. Sobre todo el amor: “… tú me mantienes con vida. La boca que se dibuja cuando estoy a punto de abandonar. Tú, la belleza y el senti-do” (“Himno”, Dinero). Como escribiera F. S. Fitzgerald refiriéndose a Gatsby, Casado posee un “don extraordinario para la esperanza”. No importa dónde o con quién has estado, parece decirnos, hay otra vida, más dulce que la que

tenías. Hay que trabajar duro, te costará llegar a ella, pero no temas: te pertenece.

José de María Romero Barea (Córdoba, España, 1972) es profesor, poeta, narrador, traductor y periodista cultural.

Pablo García Casado: la belleza y el sentidoJosé de María Romero Barea

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CRÍTICA

D urante una reciente discusión sobre poesía y raza, un miembro del público preguntó a los panelis-tas cómo escribían sobre personas

que no comparten su entramado cultural. La respuesta eminentemente sensata de uno de ellos fue: “escribes sobre lo que conoces”. Me impresionó la sabiduría y poder de esta declaración. Pero podría haberla sentido de otra manera si el panelista hubiese sido blanco y el miembro del público latino, y no al revés. Como poeta inmigrante y latino, he escuchado a poetas blancos bien intencionados usar pala-bras similares para animarme a escribir poemas sobre la dislocación y la etnicidad. “Escribes de lo que sabes” puede también significar “esto es lo que quiero oír de ti”.

Al ser matemático, tengo una opinión lige-ramente más favorable sobre los datos que mu-chos de mis amigos poetas por lo que, al térmi-no de la sesión, me fui a casa con intención de leer y clasificar todos los poemas del archivo de Poetry Foundation escritos por poetas latinos (tengo disponibilidad de algo de tiempo). Tenía ciertas conjeturas sobre qué patrones surgirían pero no anticipé lo rápido que me cansaría de confirmarlos. Consideremos estos agraciados versos yámbicos de Kristiana Rae Colón:

Las chicas cuyos nombres son antiguos, sagrada ascendencia, los dioses mayas y aztecas con los que abue-la* oraba

O estos versos de Quique Avilés:

Mi lengua está partida en dosen pedazos de confusión de espeso acento

O de hecho, cualquier poema en la página web de la Poetry Foundation ya sea de Richard Blanco o Martín Espada, ambos estacados. Por buenos que sean, todos los poemas hablan de la etnicidad y la identidad.

Me queda claro que los archivos de Poetry Foundation no constituyen una muestra re-presentativa de las tendencias editoriales de la élite poética estadounidense, y que un cuidados análisis requeriría lectura, con fines comparati-vos, de una muestra suficientemente amplia de poemas célebres de poetas no latinos, así como de poemas menos afortunados de poetas latinos célebres. Pero estoy convencido de que las con-clusiones de tal análisis no sorprenderían a nadie.

En la Kenyon Review Online, por ejemplo, el artículo más destacados sobre poetas latinos es una cuidadosa reseña titulada “Perfilamiento racial: primeros libros de tres poetas latinos” . No he tenido oportunidad de leer los tres libros señalados (los pasajes subrayados se ven estupendos), pero queda muy claro desde el título de la reseña que, por cuanto concierne

a los poetas latinos, los editores de la Kenyon Review se han enfocado en la identidad.

Por supuesto, no tiene nada de malo escribir sobre la identidad, y un poema genérico sobre la abuela, por mera virtud de apuntar hacia la dislocación, el bilingüismo, y la etnicidad, posiblemente abarque un rango más amplio de la experiencia humana que un poema genérico sobre grandma**. “Escribes sobre lo que cono-ces” y los poetas latinos que viven en Estados Unidos ciertamente cuentan con experiencias muy diferenciadas que enriquecen su conoci-miento sobre territorios menos conocidos para otros poetas. Y aún así, en principio, los poetas latinos debería ser tan capaces como los poetas no latinos de escribir un buen poema sobre cualquier tópico universal en particular. Enton-ces ¿por qué es que, digamos, Tony Hoagland, parece tener un toque dorado indiscriminado que le permite escribir sobre el divorcio o la raza con casi igual alabanza, en tanto que la mayoría de los poetas latinos más prominentes son desproporcionalmente más visibles cuando escriben sobre la experiencia latina?

Si bien imperfecta, puede que ayude una analogía con Hollywood. Cuando, hace un par de años, Ricardo Darín, -uno de los actores ar-gentinos más respetados de su generación- ex-plicó en una entrevista que no tenía interés en aceptar ofertas de Hollywood en parte porque los papeles puestos a disposición de actores latinos (léase: malvados narcotraficantes) eran más bien impertinentes, el vídeoclip se volvió viral. Es cierto que Hollywood ha ofrecido, a lo largo de los años, un rango muy estrecho de papeles a los actores y actrices latinos. Fuera de los narcotraficantes, los actores y actrices latinos suelen interpretar a policías, amas de casa, trabajadores, amantes exóticos y, ocasio-nalmente, líderes carismáticos o maestros.

Hay una valiosa y amplia gama de experien-cias humanas por explorar en esos papeles. Pero para un consumidor latino de películas de Hollywood, hay algo discorde en lo improba-ble que es para un actor o actriz latino que le ofrezcan un papel de científico, sabelotodo, o hasta de un personaje moldeado en el Morfeo de The Matrix. No, los actores y actrices latinos no suelen interpretar papeles brillantes. Esto contrasta con la manera en que son tratados los poetas latinos (su brillantez, afortunada-mente, es reconocida y celebrada).

Aún así, como consumidor de poesía –y aún con lo brillantes que son algunos de los poemas más celebrados de poetas latinos- hay algo igualmente discorde en lo improbable que es que la obra de los poetas latinos sea mos-trada como ejemplar, cuando el tema se desvía demasiado del exótico “ya sabes qué” que recibe el mote de “lo que conoces”. La marca de lo marginal no reside tanto en que lo que sea

es poco común; reside en que no puede lograr aquello que el mainstream logra comúnmente.

Hollywood me da algo de esperanza. En los dos últimos años, dos directores mexicanos han ganado el Oscar al mejor director, y ambos lo lograron con cintas que no corresponden al molde en el que Hollywood suele acomodar a los latinos. Birdman es tan metacinematográ-fica y autoindulgente como cualquier película que recuerde (se me viene a la mente 8 ½ de Fellini) y aún así González Iñárritu se hizo con la estatuilla. Y aunque algunos críticos han argumentado –sin importar lo que diga Cua-rón- que Gravity, con su exploración del caos, fue filmada con alguna especie de sensibilidad mexicana, los efectos que la identidad cultural parece haber tenido sobre la cinta son sutiles e indicativos de que lo puedo ocurrir cuando –no comprometidos con expectativas de identidad- los artistas abordan lo que conocen de una manera única en la que su conocimiento se conecta con su lugar particular en la cultura.

No quiero decir que los poetas latinos deban escribir menos sobre identidad y más sobre cualquier otra cosa. Lo que encuentro proble-mático no son las selecciones subjetivas que los poetas latinos hagan sino las selecciones sesgadas que los editores hacen, aún si lo hacen inconscientemente. Sé que los poetas latinos escriben poemas sobre una amplia variedad de temas. Pero no puedo evitar sospechar que no son leídos tan cuidadosamente que cuando es-criben sobre “lo que conocen”. Si los editores en posiciones de poder cultural tienen un compro-miso real con mostrar la notable diversidad del panorama actual de la poesía estadounidense, entonces ese fenómeno de la selección incons-ciente debería ser pare de la conversación.

Así que, para ponerlo francamente, esto es lo que quisiera ver de ustedes, querido editores de élite: un esfuerzo más consciente de publicar poemas que ilustren la amplia gama de prácti-cas poéticas dentro de la comunidad latina, así como de cualquier otra comunidad minoritaria cuyas contribuciones son celebradas despropor-cionadamente cuando se meten de forma más bien explícita con el tema de su propia margi-nalidad. O para decirlo aún más sucintamente: publiquen más sobre aquello que no conocen.

* en español en el original** en inglés en el original

Pedro Poitevin escribe con frecuencia para Letras Libres y Periódico de Poesía, la revista de poesía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su primer poemario, Perplejidades, se publicó en México a principios de este año. Este artículo se publicó originalmente en la revista Partisan. Traducción al español de Gerardo Cárdenas.

Dejen de decirles a los escritores latinos que “escriban sobre lo que conocen”

Pedro Poitevin

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CRÍTICA

D e difícil definición y en constante proceso de cambio, la llamada lite-ratura hispana o latina de Estados Unidos ha entrado en el siglo XXI

con un fuerte estira y afloja entre el inglés y el español, y entre la temática del desarraigo y la de la asimilación. Esta dinámica explicaría en parte la abundancia de antologías desde fines del siglo XX a la fecha: hay una necesidad de recopilar, para poder diagnosticar; de coleccio-nar, para hacer la disección.

Es por ello refrescante que de pronto surja un libro que rompe estas vertientes, y que lo haga en dos idiomas, no como un producto bilingüe sino como algo que primero se escri-bió en inglés y luego el propio autor reescri-bió en español. Este sólo hecho merecería un artículo aparte, pero por ahora quiero centrarme en la temática de Los perros des-calzos (Barefoot Dogs en inglés, publicado por Scribner; y en español por Literatura Random House), del escritor mexicano radicado en Texas, Antonio Ruiz Camacho.

Ruiz Camacho parte de dos vertientes que en sí mismas no son nuevas: la violencia en México y el camino cuesta arribe del inmi-grante quien, independientemente de las circunstancias de su llegada a Estados Unidos, lucha por integrarse a la nueva sociedad o al menos para construir un nicho que le dé una falsa sensación de seguridad.

Pero con estos elementos, habituales en mucho de la literatura latina de Estados Unidos, Ruiz Camacho arma un entramado diferente: es algo que podríamos llamar la literatura de la supervivencia, que es parecida a las anteriores pero no es igual porque no surge de una narrativa que busque hacer cró-nica de la violencia, ni de una narrativa que plantee el arraigo/desarraigo.

Es una literatura que requiere mapa. El au-tor lo sabe y al final del volumen nos ofrece un árbol genealógico donde las fechas de muerte son tan presentes como las de nacimiento. No puedo dejar de pensar en Rulfo: aquí la búsqueda del padre de muerto en Comala se convierte en la búsqueda del padre/abuelo muerto desde el exilio (autoexilio o impuesto es otro punto a discutir). Y en esa búsqueda, como en Pedro Páramo se establecen diálogos que cruzan las fronteras entre vivos y muertos.

No quiero decir con ello que Ruiz Cama-cho regrese a Comala o quiera que nosotros volvamos a ella; el autor y su obra se sostie-nen por sí mismos, pero a mi modo de ver esos hilos conductores son importantes. A final de cuentas, hay exilios que no necesi-

tan cambiar de país. También, es importante subrayarlo, las referencias explícitas del autor a sus influencias apuntan concretamente en la dirección de Jorge Ibargüengoitia. Lo de Rulfo es apunte mío. Por insistir, digo que no hay mucha distancia entre uno y otro, como tampoco la hay entre Comala y Cuévano.

Lo anecdótico: la familia Arteaga se ha repartido por varias partes de la geografía estadounidense y de España tras abandonar precipitada e inevitablemente México luego del secuestro y asesinato del patriarca José Victoriano Arteaga.

El título del volumen, que no se clarifica hasta el final, nos deja desde el principio una imagen clara: la del dolor físico. ¿Qué cosa pue-de ser más terrible para un perro que perder el acolchonamiento de sus patas? Así, ¿qué puede ser más terrible para un ser humano que perder el piso, que sangrar al caminar, que perder el punto de referencia de la tierra?

Los Arteaga, vivos y muertos, se nos con-funden en la neblina. El país al que han dejado también está perdido en la neblina. La sangre pesa sobre sus hombros aún si son inocentes del crimen que victimó al padre y abuelo. La violencia no discrimina: todos son alcanzados.

Los perros descalzos, que puede ser visto como una colección de relatos independien-tes unidos por un delgado pero presente hilo temático, o como una novela contada en capítulos que son unidades en sí mismos, nos plantea otra idea aterradora: no hay escape posible, y la sangre vertida sobre la cabeza de uno, seguirá vertiéndose una, dos, o más generaciones en adelante. Lo bíblico es un punto inescapable. De esa manera, también, no hay distancia real entre Cuévano y Hous-ton, Nueva York, California o Madrid.

Ruiz Camacho utiliza imágenes sorprenden-tes que obligan a pensar con cuidado. En una de las historias, dos amantes se entretienen metiéndose dentro de grandes lavadoras de ropa. No lograrán, con ello, lavar el pasado, lavar el horror, lavar la huida. En todo caso, lograrán el mareo, la confusión.

Los perros descalzos es el debut novelísti-co de Ruiz Camacho (Toluca, México, 1973), quien ejerció el periodismo por largo tiempo y ahora radica en Austin, Texas. Ha entrado por la puerta grande con una novela que necesa-riamente abre el panorama de lo que se está escribiendo en Estados Unidos.

Gerardo Cárdenas, escritor y periodista mexicano, es director editorial de contratiempo.

EXILIADOS Y MUTILADOS

Los perros descalzos de Antonio Ruiz CamachoGerardo Cárdenas

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CONTRAFOTO

CONTRAFOTO Rafael Franco

Arturo RichardsonCONTRAFOTO

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1900 South Carpenter Street Chicago, IL 60608¡Gratuitos y abiertos al público!

PROGRAMAS DE CONTRATIEMPO EN CULTURA IN PILSEN

VIERNES de CINEFORUM 7pm

Ciclos temáticos de cine sobre la condición humana que crea nuevo espacio para compartir, elaborar ideas o confrontarlas, y crear mecanismos de consenso y solidaridad, tan vitales en el ejercicio de la participación política. Moderado por Julio Rangel.

• Contacta [email protected] para información sobre el próximo ciclo de Cinemaforum

V

DOMINGOS de TALLER 1 pm

El taller es un punto de encuentro para el desarrollo de los poetas y escritores hispanohablantes de Chicago y suburbios y es parte vital de la misión de contratiempo en la comunidad inmigrante. Coordinado por Febronio Zatarain.

• Consulta las próximas fechas en facebook.com/eltallerdecontratiempo

D

¿Más info? www.contratiempo.net o escríbenos a [email protected]

MIÉRCOLES de PROHIBIDO LEER 8 pm

Estas noches son parte del desarrollo de los talleristas en contratiempo. Los participantes traen sus escritos a las tablas en un performance poético para adquirir dominio del escenario. Participan miembros de taller de contratiempo ¡y tú!. Coordinado por Marcopolo Soto y Miguel Marzana.

• Consulta las próximas fechas enfacebook.com/eltallerdecontratiempo

M

Tantos recorridos, tantas historias de inmigración que encuentran en común una sola cosa: el idioma español. contratiempo ha creado Ediciones Vocesueltas para diseminar y promover la literatura escrita en español en Chicago. Estos proyectos de publicación conjunta con los autores han dado frutos desde el 2007, habiéndose publicado seis libros a la fecha. Debemos un agradecimiento especial a los autores publicados en Vocesueltas, cuyo ímpetu, talento y generosidad han hecho posible el establecimiento de este sello editorial.

EDICIONES

VOCESUELTAS

Información: [email protected]

EDICIONES VOCESUELTAS

01 A veces llovía en Chicago. Por: Gerardo CárdenasPrecio US$12.95. 1a. edición (2011) . En español. ISBN: 978-09800042-6702 En la 18 a la 1. Por: Escritores de contratiempo en Chicago. Precio US$14.99. 1a. edición (2010). En español. ISBN: 978-09800042-5-003 Extrasístoles (y otros accidentes). Por: Jochy Herrera. Precio: US$ 19.99. 1ª. Edición (2009). En español. ISBN-13: 978-0-9800042-3-604 Jaleos y denuncias. Por: Stanislaw Jaroszek. Precio: US$14. 1a. edición (2010). En español. ISBN: 978-098000424-3 05 Desarraigos: Cuatro poetas latinoamericanos en Chicago. Por: Jorge Hernández, Febronio Zatarain, Juana Iris Goergen y León Leiva Gallardo.Precio: US$ 15. 1ª. Edición (2008). En español. ISBN-13: 978-0-98000421206 Vocesueltas: Cuatro cuentistas de Chicago. Por: Raúl Dorantes, Bernardo Navia, Fernando Olszanski y om Ulloa. Precio: US$ 15. 1ª. Edición (2007). En español. ISBN-13: 978-0-980004205

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Escritores, correctores, fotógrafos, diseñadores, administrativos, distribuidores, coordinadores de eventos, agentes de ventas, artistas en general

Para mayor información comuníquese con nosotros:

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1900 South Carpenter, Chicago IL 60608.

Teléfono: 312 427 5450

busca voluntarioscontratiempo

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MIRADA CÓMPLICE

Marco Raya, Night Nurse, 1993/1996. Collection Museum of

Contemporary Art Chicago, Restricted gift of Roy and Mary Cullen.

Photo: James Isberner. © MCA Chicago

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MIRADA CÓMPLICE

Marcos Raya en el MCA

“No será el miedo a la locura lo que nos obligue a bajar la bandera de la imaginación” – André Breton

“ El reencuentro fue agradable. Hace ya, cerca de dos décadas que no la veía. Me trae recuerdos. Aquella noche formába-mos parte de la historia artística de Chi-

cago. Y justo al siguiente día, cada quien tomó su rumbo”, recuerda Marcos Raya, con una chispa nostálgica y orgullosa en su mirada que ni sus redondos y obscuros lentes podían ocultar. Y es que su querida enfermera nocturna le abrió las puertas del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago en 1996 dentro de la exhibición Art in Chicago: 1945-1995 con la que se dio a conocer en la gran estratósfera del arte. Los coleccionistas Mary and Roy Cullen, de Houston adquirieron la pieza Night Nurse (1993), aquella noche, tras su segundo encuentro con ella; el primero se había llevado a cabo años atrás, en el Museo de Arte Contemporáneo de la Ciudad de México.

Desde entonces esa instalación pasó a ser parte de la colección del MCA y hoy es partí-cipe de la exposición Surrealism: The Conjured Life como una firme representación contem-poránea. Comparte sala con piezas de prolífi-

cos surrealistas mexicanos como Martin Ra-mírez, Remedios Varo y Leonora Carrington así como con el chileno Roberto Matta, entre trabajos de Paul Delvaux, Jeff Koons, Cindy Sherman, Balthus y muchos más.

Pero la historia entre Night Nurse y Raya no siempre fue exitosa: el romanticismo los une.

Marcos llegó a Pilsen a los 22 años y se hospedó en una iglesia abandonada del barrio, donde instaló su primer estudio y realizó lo que ahora puede denominar sus primeras piezas de índole surrealista: The Anguish of Being y The Nearness of the Infinite, en 1970. Después se trasladó a Casa Aztlán, adoptando el activismo en contra de las guerras y dictaduras, la visión política urbana y la reflexión hacia un barrio castigado por la pobreza, las drogas, el territo-rialismo pandilleril y el alcohol. Su liberación de Aztlán fue hasta 1985, regresando al arte de es-tudio y comenzando sus años de perro, como él los llama, influenciados por el alcohol; siempre con un pie en las calles y con otro en el estudio. Pintó el lado oscuro y perdido del barrio y a todos sus personajes, incluyéndose a sí mismo.

El autorretrato con su doctor, un hombre muy bueno y compasivo, tal cual lo descri-be Raya, acompaña esta instalación y junto

con Night Nurse establece una narrativa de la rehabilitación. La instalación es un comple-jo tributo a los recuerdos y fatalidades de la vida de Marcos Raya. El romanticismo de esta escena yace en los ropajes de una cama pulcra en contraste con los instrumentos quirúrgicos, una sensación aterciopelada rodeada de un narco-barrio en guerra, con crimen, amargo; aquel espacio eran sus vacaciones imaginarias.

El surrealismo de Marcos Raya recae en las leyes del azar, en lo horriblemente bello, en crear diferentes mundos dentro de una misma obra, pero sobre todo en la irreverencia sagrada del rascuachismo en sus distintos universos, en su barrio Pilsen, a la par con los de abajo, en aquella realidad pasada que jamás se volverá a repetir: sus años lumpen, y en aquellas eternas caminatas por los callejones recogiendo elementos desecha-dos para adjudicarles un nuevo propósito.

Stephanie Manríquez es integrante del consejo editorial de contratiempo.

Surrealism: The Conjured Life se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago desde el pasado 21 de noviembre hasta el 5 de junio de 2016Para más información: mcachicago.org

Stephanie Manríquez

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DOSSIER

Fotografía:Arturo Richardson

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DOSSIER

A l concluir 2015 vence el plazo inicial de quince años marcado por la Organización de las Naciones Unidas para la consecución de

los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU publicará un informe preliminar el próximo año respecto del éxito o fracaso de este em-prendimiento social, relativo a las expectati-vas pautadas en el año 2000.

¿Qué ha pasado con los objetivos definidos desde entonces?

Los objetivos marcados fueron erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente, y fomentar una asociación mundial para el desarrollo. En este Dossier no pretendemos hacer un análi-sis completo que abarque las ocho áreas, sino que más bien presentaremos algunos aspectos enfocados desde el prisma de la población mi-grante latinoamericana en Estados Unidos.

Cuando hablamos de objetivos de desarro-llo tendemos a pensar en los problemas de desnutrición, mortalidad infantil, educación

e infraestructura en países pobres, remo-tos y aislados. Sin embargo, estos objetivos también tocan muy de cerca a la población migrante en Estados Unidos, tanto por su rol en el desarrollo de sus países de origen como en el del país adoptado. En su calidad de vida en este último, se ve reflejada la falta de protección y salvaguardas que pone en una situación particularmente vulnerable a las mujeres y niños migrantes.

Presentamos un análisis general de los éxitos y fracasos de las estrategias de desarrollo implementadas en América Latina, la migra-ción como elemento indirectamente relaciona-do a los objetivos originales y recién incorpora-do en los nuevos y más extensos Objetivos de Desarrollo Sostenible, los peligros inherentes al trabajo de niños migrantes en el sector agrícola de los Estados Unidos, que labora en condicio-nes desconocidas por la mayoría de la pobla-ción, y asociadas con economías tercermundis-tas, no países líderes del “primer mundo”

Examinamos también el nuevo papel de la mujer como trabajadora migrante, en “un mercado de trabajo caracterizado por la informalidad y la falta de regulación, lo que propicia bajos salarios y carencia de otro tipo de contraprestaciones -como asistencias sani-taria y social-, lo que facilita la explotación.”

Esta condición laboral no afecta solamente a las mujeres migrantes, como nos informa los resultados de una reciente misión de la ONU que examinó las condiciones de las mujeres en EE.UU. en áreas como la vida económica y so-cial, acceso a la atención médica, la seguridad, la salud y los derechos reproductivos.

“Si bien todas las mujeres carecen de sufi-ciente protección de sus derechos, las mujeres pobres, de poblaciones nativas americanas, las minorías afroamericanas e hispanas, las mujeres migrantes, LBTQ, las mujeres con discapacidades y mayores son particularmen-te vulnerables”, señaló el informe. “Estados Unidos, que es un estado líder en la formula-ción de normas internacionales de derechos humanos, está permitiendo que las mujeres queden rezagadas.”

En resumen, el Dossier busca enfocar la experiencia transnacional de la población migrante, las angustiantes disparidades en sus condiciones laborales y su rol fundamental en el desarrollo económico y social, en relación a los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Moira Pujols, dominicana, es directora ejecutiva de contratiempo

La población migrante y los Objetivos de Desarrollo del Milenio

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DOSSIER

E l 8 de septiembre de 2000, las Na-ciones Unidas firmaron en Nueva York la Declaración del Milenio. Tras hacer un diagnóstico de

cuáles eran los mayores problemas para la humanidad, llegaron a la conclusión de que había ocho desafíos en los que era imperioso avanzar. Así se diagramaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que debían estar cumplidos en 2015.

Éstas fueron las metas fijadas: erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; y fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

América Latina redujo la pobreza, uno de los principales Objetivos de Desarrollo del Mi-lenio, pero mantiene una elevada desigualdad

“Gracias al crecimiento económico y al emprendimiento de programas sociales impor-tantes, durante la década pasada, la región ha logrado sacar de la pobreza a casi 80 millones de personas que se han sumado a las clases me-dias. Hemos podido alcanzar la mayoría de las metas, sobre todo las de reducción de pobreza extrema y promoción de la equidad de género. Donde hemos experimentado cumplimiento moderado ha sido en las áreas de empleo, mortandad materna y educación universal primaria”, explicó Verónica Zabala, gerente general de la Oficina de Planificación Estraté-gica y Efectividad en el Desarrollo del Banco Interamericano de Desarrollo.

“Sin embargo, América Latina sigue siendo una de las regiones del mundo con mayor des-igualdad, y 80 millones de personas continúan viviendo en la pobreza extrema. Esta situación afecta desproporcionadamente a ciertos grupos poblacionales, especialmente a las comunida-des indígenas y de descendencia africana; a los niños, las mujeres y los discapacitados; y a los habitantes de zonas rurales remotas y de zonas urbanas rezagadas”, agregó.

Objetivo 1: erradicar la pobrezaLa mayoría de los ODM planteaban desafíos

generales que se traducían en metas bien es-pecíficas. La primera, reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el número de personas que viven con menos de un dólar diario.

Según estadísticas de la CEPAL en “América Latina y el Caribe: una mirada al futuro desde los Objetivos de Desarrollo del Milenio”, la

región cumplió la primera parte del ODM 1 en 2011. Ese año, la proporción de individuos con ingresos inferiores a 1,25 dólares se redujo a 4,6%, un 63% menos que en 1990.

Casi todos los países alcanzaron y superaron el objetivo planteado, pero hay algunas ex-cepciones. Uruguay se mantuvo estable sobre la meta, ya que en 1990 apenas el 0,45% de su población ganaba menos de 1,25 dólares, y en 2012 (último año con estadísticas) bajó a 0,31 por ciento. Para la CEPAL, Argentina también se mantuvo sin variaciones, aunque en realidad experimentó una leve involución en el período: subió de 0,97 a 1,41 por ciento. Colombia me-joró, pero no lo suficiente. Paraguay y Bolivia, directamente retrocedieron.

Sin embargo, fracasó en la segunda parte del ODM 1, que exigía “alcanzar empleo pleno y productivo, y trabajo decente para todos, in-cluyendo mujeres y jóvenes”. Si bien la situación laboral de América Latina mejoró considerable-mente desde 1990, la región está hoy lejos de garantizar “trabajo pleno y decente para todos”. El 9,7% de la población ocupada se encontraba en 2013 en situación de indigencia. Es decir que, a pesar de trabajar, uno de cada diez latinoame-ricanos con empleo no obtienen los ingresos suficientes para pagar sus alimentos.

“Comparada con otras regiones del mun-do -dijo Zabala-, América Latina y el Caribe continúa rezagada en empleo productivo y decente. A pesar del crecimiento económi-co y registrado en la última década, muchos trabajadores siguen desempleados o con acceso únicamente a puestos de trabajo precarios e informales. Una de las razones por las cuales la oferta de trabajadores no empata la demanda de la economía formal se debe a la falta de pro-ductividad de la fuerza laboral adulta, la cual se puede explicar por no invertir adecuadamente en la formación de capital humano, sobre todo en las etapas iniciales de vida”.

“Esto va ligado al otro rezago -continuó-, que es la educación primaria universal, donde el avance ha sido moderado sobre todo porque, si bien la matriculación de estudiantes ha crecido, la calidad de la educación no es uniforme com-parada con otras regiones. De la misma forma, la educación secundaria y superior también padecen problemas de calidad y cobertura, y no siempre están vinculadas a mercados laborales”.

Objetivo 2: llegar a la enseñanza primaria universal

En este caso, el primer desafío era “ase-gurar que, para el año 2015, los niños y niñas puedan terminar un ciclo completo de

enseñanza primaria”. Se avanzó, pero esto tampoco se cumplió.

La tasa neta de matrícula regional ronda el 94%, y se mantiene en ese nivel desde 2000. Esto impide alcanzar la anhelada universalidad. Según la Unesco, cuatro millones de niños latinoameri-canos en edad de ir a la escuela primaria perma-necían fuera del sistema educativo en 2013.

La gran mayoría de las naciones de la región no llega al 98% de escolarización que se admite como umbral de universalidad.

Objetivo 3: promover la igualdad de géneroLa primera parte de este ODM, que pro-

ponía “eliminar las desigualdades entre los sexos en la enseñanza primaria y secundaria, preferiblemente para el año 2005, y en todos los niveles para 2015”, se cumplió. Las niñas latinoamericanas acceden a la escuela en una proporción apenas inferior a la de los varones, pero dentro de los parámetros previstos para dar por cumplida la meta.

El problema aparece en el mercado laboral. La proporción de mujeres empleadas en el sec-tor no agrícola creció seis puntos en el período, pero persiste la desventaja con los hombres: la relación es de 44 contra 66 por ciento.

Por otro lado, el sueldo promedio de una trabajadora es de 87 dólares por cada 100 que gana un varón. Además, las mujeres son más pobres: en algunos casos extremos, como República Dominicana, la pobreza femenina es un 50% superior a la masculina.

Objetivo 4: reducir la mortalidad infantilLa meta concreta era bajar en dos terceras

partes, entre 1990 y 2015, la tasa de defunción de los menores de cinco años. Aquí la región fue muy exitosa: logró un descenso de 54 a 18 por cada 1.000 nacidos vivos.

Objetivo 5: mejoorar la salud maternaEste ODM tenía dos propósitos específicos:

“Reducir, entre 1990 y 2015, la mortalidad ma-terna en tres cuartas partes” y “lograr el acceso universal a la salud reproductiva”. Los resulta-dos estuvieron lejos de lo esperado.

En la primera misión la región fracasó ro-tundamente: la proporción de defunciones fue de 85 cada 100.000 nacidos vivos, sólo un 39% menos que hace 25 años. Es decir, poco más de la mitad de lo que se pretendía. Lo único que salva a América Latina es que ninguna región del mundo pudo cumplir con esta meta.

Si bien se avanzó, tampoco se cumplió la se-gunda parte. La universalización del acceso a la salud reproductiva sigue siendo una utopía. “La

Éxitos y fracasos de América Latina en los Objetivos del Milenio

Darío Mizrahi

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DOSSIER

incidencia todavía muy elevada de la mortalidad materna, los altos niveles y escasa reducción de la fecundidad adolescente y la baja cobertura prenatal que presentan algunos países de la re-gión ilustran los diversos desafíos que enfrenta aún América Latina y el Caribe para avanzar en mejorar la salud sexual y reproductiva de las mujeres”, sostiene el informe de la CEPAL.

“El progreso moderado en mortandad ma-terna se debe en gran parte a la heterogeneidad de la región. Por ejemplo, en el Caribe, la tasa de reducción de este indicador fue menor en casi cuatro puntos porcentuales con respecto al resto de la región. De la misma forma, en las zonas remotas y pobres, donde aún persisten barreras económicas y no económicas en el acceso a servicios de salud, la salud sexual y re-productiva continúan siendo determinantes en la morbilidad y mortandad materna de mujeres en edad reproductiva”, dijo Zabala.

Objetivo 6: combatir el sida y otras enfer-medades

Los desafíos concretos que se establecie-ron fueron detener y comenzar la reducción de la propagación del sida, lograr acceso universal a los tratamientos para combatirlo, y hacer lo mismo con el paludismo y otras enfermedades graves.

En términos generales, los resul-tados fueron satisfactorios. El sida sigue siendo un problema grave en la región, pero su incidencia relativa se contuvo y, en algunos casos, se retra-jo. El otro dato positivo es el notable incremento en la cobertura médica. Según la Organización Panamerica-na de la Salud, América Latina y el Caribe es la región que más expandió el tratamiento antirretroviral.

Con el paludismo también se produjeron avances importantes, aunque en 2012 se reportaron medio millón de casos. Todavía más se consiguió en el combate a la tuber-culosis, cuya prevalencia se redujo un 57% entre 1990 y 2013.

Objetivo 7: la sostenibilidad del medio ambiente

Este ODM tenía diversos incisos. El primero y principal, “incorporar los principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas naciona-les e invertir la pérdida de recursos del medio ambiente”. Esto no se cumplió.

A diferencia de lo que consiguieron los países desarrollados, en la región se redujo la proporción de la superficie cubierta por bos-ques, y aumentaron las emisiones de dióxido de carbono.

Sin embargo, otros objetivos específicos se cumplieron. Por ejemplo, el que planteaba “re-ducir a la mitad el porcentaje de personas sin acceso sostenible al agua potable y a servicios básicos de saneamiento”.

Objetivo 8: fomentar una alianza para el desarrollo

La mayor parte de las metas correspon-dientes al último ODM refieren a medidas de cooperación internacional y no a políticas que puedan implementar los países en sus terri-torios. Por eso no es tan fácil evaluar el grado de éxito de la región en particular. Además, en cuestiones como los fondos de asistencia oficial para el desarrollo -uno de los incisos centrales- América Latina es receptor antes que donante.

En lo que sí se trabajó bastante fue en el último punto de este ODM: “Dar acceso a los beneficios de las nuevas tecnologías, especial-mente las de la información y las comunicacio-

nes”. El avance fue notable, como lo muestran el crecimiento sostenido de usuarios de inter-net y de telefonía móvil.

“Para continuar avanzando en el crecimien-to sostenible, sustentable e inclusivo en Amé-rica Latina y el Caribe, y evitar que los avances no se reviertan, el BID considera que la región debe enfrentar de manera determinante tres desafíos que reflejan problemas estructurales y emergentes: exclusión social y desigualdad, productividad e innovación bajas, e integración económica insuficiente. Además, las políticas públicas que se diseñen e instrumenten para enfrentarlos deben tener en cuenta que estos tres desafíos están relacionados entre sí y se ven afectados transversalmente por temas comunes tales como la igualdad de género y diversidad, el cambio climático y la sostenibi-lidad ambiental, y la capacidad institucional”, concluyó Zabala.

Darío Mizrahi es periodista y sociólogo argen-tino especializado en análisis político y cultural, confección y análisis de estadísticas. [email protected].

Fotografía: Arturo Richardson

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DOSSIER

L os Objetivos de Desarrollo del Mi-lenio originales establecen la meta siguiente respecto a la Migración, dentro de una sección en la promo-

ción de los derechos humanos, la democracia y el buen gobierno: “Tomar medidas para garan-tizar el respeto y la protección de los derechos humanos de los migrantes, los trabajadores migratorios y sus familias, eliminar los actos de racismo y xenofobia cada vez mayor en muchas sociedades y promover una mayor armonía y tolerancia en todas las sociedades “.

Aunque mencionan brevemente la protec-ción de los migrantes como componente de los derechos humanos, los ODM originales no abordan los beneficios de la migración para el desarrollo en todas las áreas. La migración involuntaria o forzada es de hecho una gran preocupación en todo el mundo, y el papel de la migración en el desarrollo no puede lograrse plenamente sin atención a la protección de los derechos humanos de los migrantes y trabajan-do para reducir las fuerzas de la xenofobia y el racismo en las sociedades.

Sin embargo, es claro que la migración voluntaria desempeña un papel integral en el desarrollo. La migración es un vehículo a través del cual los pobres del mundo luchan por una mejor calidad de vida e ingresos. Las remesas anuales enviadas por los migrantes exceden ya varias veces más grande que toda la ayuda externa oficial, de acuerdo con cálcu-los del Banco Mundial. La transferencia de conocimientos entre las naciones producen migración circular y movilidad. Sin lugar a dudas, la migración y la política de migración pueden tener un gran impacto en los procesos de desarrollo a diferentes escalas.

Los objetivos de desarrollo post-2015 actualmente en las obras pueden incluir un fuerte enfoque en la migración como un componente transversal de desarrollo que trasciende muchos otros temas, entre ellos la urbanización. Como Michael Clemens, investigador principal en el Centro para el Desarrollo Global, observa, uno de los objetivos de desarrollo sostenible emergen-tes (ODS) del Grupo de Trabajo Abierto los Objetivos de Desarrollo Sostenible propone es “reducir las desigualdades dentro y entre países.” El Grupo de Trabajo abierto propone dos formas de hacerlo: “facilitar la migra-ción ordenada, segura, regular y responsable y la movilidad de las personas, incluso a través de la implementación de las políticas migratorias planificadas y bien administra-das” y “reducir a menos del 3% de los costos

de transacción de los migrantes remesas y eliminan corredores de remesas con costos superiores al 5%. “En cuanto a las ciudades y la urbanización, el Grupo de Trabajo abierto también propone un objetivo de” hacer que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros y sostenible. “Una de las varias formas de hacerlo, en relación con los procesos de migración interna o interno, el grupo propone, es “apoyar los vínculos económicos, sociales y ambientales positivos entre las zonas urbanas, peri-ur-banas y rurales mediante el fortalecimiento de la planificación nacional y regional de desarrollo.” Es evidente que los autores están tratando de abordar los muchos tipos, geografías y factores de la migración y su in-tersección con problemas de la urbanización.

El Equipo de Tareas del Sistema de Nacio-nes Unidas sobre la Agenda de Desarrollo de las Naciones Unidas después de 2015 también se ha producido “ piezas temáticas” en algunos de los temas clave de la agenda de desarrollo post-2015. En cuanto a la migración y la movi-lidad humana, el Equipo de Trabajo dice: “La ecuación de migración y desarrollo es comple-ja. ¿Causa subdesarrollo la migración? ¿Impide el desarrollo la migración o puede promover el desarrollo? “Su informe concluye que hay formas significativas de incluir la migración en la agenda de desarrollo global. Con la posible inclusión de la migración como un componente de los objetivos de desarrollo post-2015, Clemens plantea varias observacio-nes. En primer lugar, observa que “los políticos de desarrollo están pensando en cómo aprove-char el poder de la migración para el desarrollo mundial y plan para un mundo móvil. Esto es exactamente lo que hay que hacer, y décadas de ciencias sociales muestran que no hay alter-nativa. Si los ODS son una hoja de ruta seria para la política de desarrollo mundial, deben comprometerse seriamente con la política de migración. “En segundo lugar, advierte que el progreso hacia la inclusión de la migración dentro de los nuevos ODS puede ser vulnera-ble ya que las negociaciones a nivel mundial se repartirse diversos objetivos propuestos antes de la producto final emerge. Sin embargo, como se insta a Clemens, “los negociadores no deben comprometer la migración. Los formuladores de políticas en los últimos años han llegado a un amplio consenso de que la migración, si está bien regulada, puede ser una fuerza masiva para la reducción de la pobreza mundial. Si las autoridades permiten que la migración quede fuera de la más reciente serie

de objetivos, van a perder una gran oportuni-dad e influencia constructiva “.

Una de las críticas de los originales Objeti-vos del Milenio ha sido que a menudo tratan de introducir el cambio social local a través de iniciativas y financiamiento externos. Por lo contrario, los objetivos de desarrollo se lograrían mejor desde la base, con iniciativas comunitarias en asociación con los interesa-dos. Los procesos de migración deben desem-peñar un papel claro en la agenda de desarrollo post-2015. Los líderes comunitarios locales en todo el mundo ya están reconociendo el papel que puede desempeñar la migración en el desarrollo local y regional. Están activamente la búsqueda de iniciativas innovadoras para fomentar la migración a sus lugares, para dar la bienvenida a los inmigrantes, y para integrar a los migrantes ya allí. Al incluir el papel de la migración en el desarrollo como un compo-nente transversal de los objetivos de desarrollo que surgen después de 2015, la comunidad internacional tendrá razón reconocer los im-portantes vínculos entre migración y muchas cuestiones áreas de desarrollo.

Paul McDaniel es Asociado de Iniciativas Empre-sariales e Innovación del Immigration Policy Cen-ter. Anteriormente fue investigador de proyectos en el Centro para las Comunidades Ciudadanas e Inmigrantes de la Catholic Legal Immigration Network (CLINIC).

Migración, los Objetivos de Desarrollo del Milenio y el desarrollo post-2015Paul McDaniel

Los objetivos de desarrollo se lograrían mejor desde la base, con iniciativas comunitarias en asociación con los interesados

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DOSSIER

L a fuerte estratificación por género y etnia de los mercados laborales receptores genera una doble discrimi-nación para las mujeres inmigrantes,

ya que éstas se ven obligadas a insertarse en los mercados más precarios y más bajamente re-munerados, puesto que son demandadas para efectuar aquellas tareas domésticas y de ciudad que las mujeres autóctonas del país receptor no desean hacer. Se trata de un mercado de traba-jo caracterizado por la informalidad y la falta de regulación, lo que propicia bajos salarios y carencia de otro tipo de contraprestaciones -como asistencias sanitaria y social-, lo que facilita la explotación.

En general, las organizaciones no guberna-mentales (ONG), las asociaciones de migrantes, los sindicatos y demás agentes que trabajan por los derechos de los migrantes, o que tienen pro-gramas especialmente dirigidos para ellos, no han integrado la especificidad de género en su trabajo. Por ello, las respuestas que desde estos foros se proponen poco pueden hacer para aliviar la situa-ción que viven millones de mujeres migrantes.

El Informe del Estado de la Población Mun-dial 2006, presentado el 4 de septiembre por el Secretario de las Naciones Unidas, exhorta a los líderes mundiales a proteger los derechos humanos de las mujeres migrantes.

Bajo el título “Hacia la esperanza: Las mujeres y la migración internacional”, la obra de 108 páginas de texto y estadísticas, realiza una profunda reflexión sobre las migraciones, sus causas y consecuencias. En tal sentido, señala que se continúa haciendo caso omiso a las necesidades de las mujeres migrantes en el planeta, pese a sus sustanciales contribuciones a las familias, lugares de origen y a las comuni-dades en el extranjero.

Se señala que de los 191 millones de migran-tes reportados el pasado año, 95 millones son féminas, en un estudio que examina el alcance y la magnitud de este fenómeno para las repre-sentantes del llamado sexo débil, los efectos de las remesas que envían a sus respectivos países y su desproporcionada vulnerabilidad a la trata, la explotación y el abuso.

Las migrantes están más expuestas que los hombres al trabajo forzado, a la explotación sexual, a la prostitución forzada y a otras for-mas de violencia y tienen más probabilidades de aceptar condiciones de trabajo precarias y con salarios más bajos, muchas veces por debajo del mínimo legal. Generalmente, están expuestas a graves peligros de salud, sobre todo en fábricas de maquila y otros trabajos pesados o insalubres, y carecen de información y poder

para bregar con las infecciones transmisibles sexualmente, especialmente el VIH/SIDA, lo que muchas veces les causa la muerte.

A pesar que cada día se hace más evidente que la migración tiene una especificidad de género, la mayoría de las políticas y regla-mentos migratorios aún no la toman en cuenta. Los países de envío y de acogida no se preocupan por determinar las medidas y los mecanismos cooperativos necesarios para promover y proteger los derechos humanos y la dignidad de las trabajadoras migrantes, y para erradicar el tráfico de mujeres y niñas.

En cumplimiento de los convenios y trata-dos internacionales que México ha suscrito, relacionados con la pro-tección de los derechos humanos de las mujeres, la erradicación de todas las formas de violencia y la discriminación hacia las mujeres, así como los relativos a los derechos de las y los trabajadores migrantes; y en concor-dancia con los objetivos específicos “Impulsar un marco jurídico nacional eficiente y acorde con los compromisos inter-nacionales en materia de derechos humanos para las mujeres y niñas a través del cual se pro-moverá y garantizará el pleno disfrute de estas normas fundamentales de las mujeres y la niñez” y “Prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres”, del Programa Nacional para la Igualdad de Oportunidades y No Discri-minación contra las Mujeres PROEQUIDAD, el

Instituto Nacional de las Mujeres se ha plan-teado, como una de sus prioridades, incidir, me-diante estrategias de coordinación interinstitu-cional, en la atención de las mujeres migrantes, parejas de migrantes y sus familias; así como en aquellas que ingresan en el territorio nacional a través de la frontera sur. Sin embargo, estas propuestas están aún lejos de ser una realidad.

En el mes de abril de 2006, se llevó a cabo el “Congreso Internacional sobre los Derechos Humanos de las mujeres migrantes: accio-nes para su protección”, organizado por la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde se señaló reiteradamente que para comprender las causas y las consecuencias de la migración

internacional es esencial aplicar una perspecti-va de género. La desigualdad entre los géneros puede ser un poderoso factor que contribuye a precipitar la migración cuando las mujeres tienen expectativas económicas, políticas y so-ciales que las oportunidades disponibles en su país no satisfacen. La migración puede ser una experiencia enriquecedora para las mujeres.

En el proceso de migración internacional las mujeres pueden dejar atrás situaciones de sub-ordinación a la autoridad tradicional y patriar-cal y encontrarse en situaciones que les permita sentirse habilitadas para ejercer una mayor autonomía respecto de sus propias vidas. No obstante, es por todos sabido que, durante su

traslado en busca de mejores oportunidades, las mujeres sufren, no pocas veces, vejaciones a sus derechos humanos, además de violencia física,

sexual, emocional y psicológica, situación agravada por su condición de migrantes.

Así, el objeto de las políticas públicas y las estrategias gubernamentales en materia de mi-gración debe incidir, cada vez más, en difundir y discutir los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos de las mujeres migrantes, a fin de prevenir la violencia y la discriminación.

Rosa María De la Torre Torres es profesora e investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas y Empresariales de la Universi-dad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Michoacán, México.

Migración, género y derechos fundamentalesRosa María De la Torre Torres

Fotografía: Arturo Richardson

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DOSSIER

D oce de junio. Día Internacional contra el Trabajo Infantil. El Secre-tario de Estado, John Kerry, apela a la comunidad internacional desde

Washington. Dice que es urgente “rescatar” a los más de 220 millones de niños que son explotados en todo el mundo ante la mirada indiferente de sus Gobiernos. “Queremos que nuestros aliados se unan al compromiso que hemos contraído con esos millones de niños para que se adopten políticas que eliminen el trabajo infantil”, dice, esgrimiendo un argu-mento con el que su diplomacia saca a menudo los colores de países en desarrollo y cuestiona el sistema productivo de potencias emergentes.

Ese mismo doce de junio, a María le tocó acarrear cajas de moras. Con sus pequeñas manos, recolectó los frutos durante más de nueve horas y los cargó en un remolque. Lo hizo acompañada de su padre y su hermano mayor, a cambio de un salario miserable, en una enorme explotación agrícola situada al sur del estado de Virginia. La niña tiene doce años y el pasado verano fue el tercero que trabajó de sol a sol en el campo. Fue también el más duro de todos, recuerda, por culpa de un corte que se hizo en el antebrazo (una herida ancha, aunque no demasiado profunda, ya cicatrizada) al engancharse con el clavo de una caja. “A mí me da pena que se acabe el colegio porque es cuando tengo que trabajar más”.

María, de padres mexicanos pero con pasa-porte estadounidense, no vive en uno de esos países remotos y pobres que retratan los Tam-poco es un caso aislado. Forma parte de una co-munidad numerosa y de la que se habla incluso menos que de los obreros infantiles del textil en Bangladesh o de la minería en Bolivia: la confor-mada por el medio millón de niños que, según cálculos de organizaciones como Humans Right Watch, trabajan a sueldo de grandes corporacio-nes agrícolas en Estados Unidos.

“Hay niños de todas las edades y perfiles. Algunos tienen menos de ocho años, otros están en plena adolescencia. Los hay que acuden a la escuela regularmente y otros que no la pisan. La mayoría son hijos de inmi-grantes hispanos y, aunque muchos obtu-vieron la ciudadanía estadounidense por nacer aquí, todos carecen protección, no hay casi herramientas para ayudarlos ni progra-mas federales para ellos. La tasa de fracaso escolar es cuatro veces superior a la media nacional”, denuncia Norma Flores, directiva de la Association of Farmworker Opportuni-ty Programs (AFOP) y presidenta del comité de asuntos domésticos de la Coalición con-

tra el Trabajo Infantil. Flores conoce bien el problema porque ella misma trabajó durante años en el campo cuando era niña.

El trabajo infantil en tareas agrícolas está tolerado al amparo de viejas leyes diseñadas para las pequeñas granjas familiares. Cuenta también con el apoyo y la presión de un sector, el agrícola, al que le cuesta conseguir mano de obra barata y que desde hace décadas se nutre de jornaleros estacionales y de inmigrantes ilegales que a me-nudo acuden con sus hijos a los sembrados.

Las extensiones de cultivo de sitios como Carolina del Norte son inabarcables. En este estado hay más de 50.000 sembrados, la mayoría en manos de grandes empresas. Se transita de un terreno a otro por estrechas carreteras que pasan entre granjas, plantaciones de tabaco, boniatos, maíz, etcétera, sin apenas núcleos urbanos entre medias. En época de recolección, los camiones circulan sin descanso, recogiendo frutas y verdu-ras y transportándolas a almacenes. Los jornale-ros temporales, así como muchos trabajadores fijos, se alojan en barracones de chapa o casas prefabricadas, en campamentos tan precarios como los que se ven en países tercermundistas.

En total, se calcula que el 20% de los accidentes mortales registrados en el sector agrícola de EEUU tienen como protagonista a un menor. Y tampoco parecen infrecuentes los casos de abuso sexual. Según el testimonio del abogado William R. Tamayo, algunas jornaleras de Florida tienen hasta un nombre para ello. Lo llaman “El Motel Verde”.

La ley para prevenir el trabajo infantil en Estados Unidos data de 1938 y hace una excep-ción para la agricultura, un guiño a las pe-queñas explotaciones familiares que en aquel entonces capitalizaban el sector agrícola. “Todo ha cambiado desde entonces y ahora está en manos de grandes corporaciones, que contra-tan a los niños directamente o a través de in-termediarios. Mucha gente no lo entiende, aún se tiene la idea de la granja familiar en la que los niños dan de comer a las gallinas cuando se levantan y aprenden responsabilidades. Eso está bien cuando se hace durante dos horas al día, no lo consideraría trabajo infantil. Pero la realidad no es esa, sino la de niños que trabajan sin horarios, todos los días, en un ambiente corporativo, no familiar, y muy agresivo. Sus padres les hacen trabajar por supervivencia, no para educarlos”, incide Bailey.

Las leyes actuales no establecen limitaciones en las pequeñas explotaciones agrícolas, siempre que los niños dispongan del permiso de sus pro-genitores o tutores. Las grandes empresas, por su parte, pueden contratar a mayores de 12 años

fuera del horario escolar. Y a partir de los 14 ya no existen restricciones de ningún tipo, ni siquiera es necesaria una autorización paterna. La laxitud contrasta con el resto de sectores de la economía estadounidense, donde la edad mínima para trabajar son los 16 años, con excepciones muy concretas como la de los actores de cine.

Los granjeros y propietarios que defienden el trabajo infantil también hablan de super-vivencia. Si no fuese por el trabajo de los “sin papeles” y de los menores, dicen, su negocio sería inviable y tendrían que vender sus tierras y dedicarse a otra cosa. La solución que proponen organizaciones y economistas pasa por elevar el precio final, tirando hacia arriba los salarios de los trabajadores agrícolas: los peor pagados de la economía americana y, en su mayoría, despro-vistos además de sanidad y seguros sociales.

Un estudio de Philip Martin, economista de la Universidad de California, refleja que un incremento salarial del 40% (lo suficiente para poder mantener a la familia sin que los niños trabajen) no tendría apenas impacto para los consumidores americanos, ya que el gasto en fru-tas y verduras crecería tan sólo en unos 15 dólares anuales de media por unidad familiar. Y es que, por cada dólar que ganan las compañías agrícolas vendiendo a los distribuidores, los trabajadores sólo reciben seis céntimos, un seis por ciento.

Angel Villarino es redactor en jefe de Confidencial, donde se publicó este texto originalmente. Se publi-ca en contratiempo con permiso del autor. Villari-no ha ejercido como corresponsal en Italia, China y EEUU para distintos medios internacionales.

Trabajo infantil en el campo, el secreto mejor guardado de EEUU Ángel Villarino

Medio millón de niños, según cálculos de organizaciones como Humans Right Watch, trabajan a sueldo de grandes corporaciones agrícolas en Estados Unidos

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DESHORAS

La atribución de historias y leyendas a las estrellas no es territorio exclusivo de los griegos, pero ninguna otra civilización construyó una

narrativa tan específica, tan compleja como la griega. Toda elaboración posterior tiene, necesariamente, que apoyarse en las historia entretejidas por los griegos.

Manuel José Rincón Domínguez, escritor colombiano, ha dotado a las historias de los 13 signos del Zodiaco de un hilo común: el de la pasión sexual. Esto, en su más reciente volumen Cuentos y pasiones del cielo (Pana-mericana Editorial, Bogotá, 2015). Si bien este planteamiento no era en modo alguno ajeno para los griegos, Rincón busca con ello responderse una pregunta básica: ¿cómo no ver la pasión humana reflejada en el resplandor de un planeta, en las líneas imaginarias que unen a planetas y estrellas y que sólo nosotros entendemos como una forma específica? La pasión amorosa es en parte eso: líneas invisibles que unen lo impensable.

Rincón se responde a sí mismo otra interrogante al dotar al libro, en el prólogo, de un manuscrito ficticio. Todo ma-nuscrito, real o imaginado, es un men-saje codificado. Rincón envía un men-saje altamente político que cobra aún más sentido tras los recientes atentados en París y Beirut. La respuesta que él le da a la pregunta es que sin amor, sea amor a la sabiduría o amor al cuerpo del ser amado, no hay esperanza.

Se podría rebatir que el manuscrito es innecesario, pero para el autor es importante esa armazón para caminar por el andamiaje de 13 historias de amor y pasión más allá de los límites del universo.

En estas páginas, agradeciendo la cortesía del autor y de Panamericana Editorial, repro-ducimos tres de esos relatos: “El copero del Olimpo”, “La picadura del escorpión” y “Las pinzas de la justicia”.

Cuentos y pasiones del cielo es el segundo volumen de relatos de Rincón, quien en 2006 ganó el Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá con el libro Una daga en Alexanderplatz, también publicado por Panamericana Editorial.

Selección de relatos e introducción a cargo de Gerardo Cárdenas

De la vida y amores de las constelaciones

Ilustración: Olga Lucía García

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DESHORAS

H e sido el único mortal que vio llo-rar a Zeus en una pileta mientras el latido de su corazón se ahogaba en el dolor. Sentí la túnica hú-

meda y algunas de sus lágrimas en mi cuerpo cuando intentó salvarme. Él, que organizaba el Olimpo y tenía control sobre la noche y el día, se encerró para ocultar el llanto.

Sí, los dioses lloran. Por los tiempos de los tiempos han permanecido inconformes, por eso cometen más errores que aciertos; luego lamentan sus faltas y caen en la melancolía. Para no asemejarse a los mortales, ocultan la forma como jalan los hilos de nuestra voluntad cuando desean adueñarse del mundo.

Y si se aburren, adquieren aspectos fantás-ticos para alimentar su vanidad. Hay noches en que roban un espíritu para satisfacerse, como hacía Zeus en múltiples transformacio-nes. Siembran la semilla de su omnipresencia en bellas doncellas o se desahogan en jóvenes apuestos. El interés no siempre es por pasión. En ocasiones buscan esclavos que sirvan vino en interminables fiestas. Sucedió muchas veces en el Olimpo y me sucedió después de mi rapto.

Me dedicaba al cuidado de ovejas y al regocijo con las pastoras. Ellas sucumbían a mi belleza. Las abrazaba mientras oía sus historias de desamor con los troyanos. Les daba consejos para mermar el sufrimiento ocasionado por seres educados más para la guerra que para el amor.

—¡Ganímedes! Ve a pastorear a las mon-tañas y no pierdas el tiempo en Troya —dijo un día mi madre preocupada por el futuro de la ciudad. Se oponía a la construcción de una gran muralla de protección—. Prefiero que pases tu juventud lejos de la fortifica-ción a verte perder el tiempo con salvajes sin horizonte.

Ella, como una madre que busca proteger a sus hijos, asociaba la fuerza con el nacimiento de mentes guerreras que tarde o temprano gestaban combates, desolación y tristeza. Decía que con el pastoreo y la vida en el campo aprendería más sobre la fraternidad y el amor que con las flechas y los arcos. Me inculcó la vía de la contemplación. La lluvia, el sol, los astros, la Vía Láctea y el firmamento en general, que apenas comenzaba a poblarse de constelacio-nes, me sumían en interminables meditaciones mientras las ovejas balaban y comían. Aún recuerdo aquellos tiempos. Debo reconocerlo, mi naturaleza y belleza me dieron reputación y encanto. Era el más bello de los mortales, al

menos eso opinaban las doncellas que gozaron de mis placeres. Vivía feliz en la pradera, tenía mujeres para escuchar y querer. Aprovechaba el tiempo y las consentía con historias. Pare-cían ovejas recién esquiladas en busca de calor y protección.

—Hijo mío, escuchar nos llena de gozo y tranquilidad. Eso vale más que la belleza y ejerce atracción sobre nosotras —decía mi madre.

Sin embargo, fue la reputación de mi her-mosura la que atravesó fronteras. Hasta los dioses sucumbieron a mi belleza, la misma que me condenó a ser mancebo en las fiestas del Olimpo. Dejé de ser un pastor dedicado a la esquila y la contemplación para convertirme en sirviente y amante.

Una tarde de primavera contemplaba un arco iris doble. La imagen trajo a mi memoria voces, flautas y visiones de mi infancia. En ocasiones queremos hacer permanentes las vivencias del pasado y aquel día corrí detrás del tesoro que hay en el nacimiento del arco iris. Recordé los juegos con mis dos hermanos y las sonrisas al lado de mi madre. Solíamos pasear por los prados, escarbar la tierra o divagar so-bre el misterio del tamaño de los olivos, árbo-les cuyas raíces se aferran al suelo para ofrecer su follaje al Olimpo y brindar sombras de paz a los mortales. Ensimismado, contemplaba los colores separados y juntos al mismo tiempo, cuando en medio de la llovizna fui sorpren-dido por un águila enorme. A primera vista pensé en proteger a mis ovejas. El ave volaba en círculo, luego de un lado a otro. Descendía sobre los olivos para ascender de nuevo hacia el sol, como si la luz del astro le diera más fuerzas para perfeccionar el vuelo. En tierra intenté perseguirla. El animal quería fatigar-me. No buscaba ovejas, me buscaba. Ante mi cansancio, descendió. Me embistió con rapidez y alzó vuelo conmigo. Me aferré a su nuca. Mis animales se convirtieron en pequeños puntos blancos. En medio de las nubes los veía como diminutas motas de lana desprotegidas en mi ausencia. Fruto del cansancio y la altura, me dormí agarrado de su cuello hasta despertar en un lugar donde, entre columnas de piedra, escuchaba desorden y voces exaltadas.

—Debes tener hambre —dijo Zeus sacándo-me de mi letargo al tiempo que varios sirvien-tes llegaban con bandejas de comida traída de diferentes mares.

—Más que hambre, siendo un mortal hijo de Troya, tengo sorpresa de encontrarme entre dioses.

—No te asustes. Tu belleza te da derecho a estar en el Olimpo. Es nuestra voluntad que nos acompañes, que nos complazcas en los festines y goces

—afirmó mientras me miraba—. Los dio-ses te admiran. Por ahora descansa, porque mañana celebraremos una de nuestras fiestas donde escanciarás el vino y serás cortés con mis invitados.

Cerré los ojos acosado por la incertidum-bre. Al otro día desperté cuando la noche y los invitados se habían apoderado del Olimpo. Me colocaron entre la cava y el mesón de servir, mientras Zeus lucía como el más grande. Sin su metamorfosis de águila, sentado en el trono, parecía un padre protector.

—¡Copero, copero! —gritó un joven apuesto que en los inicios de la fiesta ya tambaleaba, producto del vino—. Más vino, trae más vino que tengo sed.

Nunca antes alguien me había gritado, ni siquiera los guerreros troyanos. Inicié mi nueva labor. Observaba otros espíritus más frágiles. Se excitaban como mis ovejas cuando mas-caban las pepas rojas de las plantas traídas de Oriente. La única diferencia era que en vez de balar, hablaban duro, gritaban exaltados. Con los alaridos escondían los vacíos de la soledad y el poder, aquellas sensaciones de desánimo que se confiesan bajo los efectos del vino.

—¡Quiero vino! ¡Ganímedes, quiero más vino! —baló desde el fondo una mujer con aire de autoridad que ocultaba tristeza. Pa-recía una semidiosa desprotegida. En medio del efecto del néctar y mi desconcierto, me dejé seducir. Recordé mis amores de pastor, una de las sensaciones más terrenales que viviría en el Olimpo.

Zeus fue una mezcla de buen huésped con ademanes de anfitrión irascible. Tenía la habi-lidad de dictar órdenes con aparente suavidad y sus consejos eran de obligatorio cumpli-miento; el arte de mandar con disfraz de seda. Al final, siempre se hacía lo que él quería. Des-de ese entonces las aventuras amorosas fueron esporádicas. Mi cuerpo estaba consagrado a él, quien no dejaba de acariciarme y seducirme. Mi presencia le era irresistible. Al principio lo acepté como experto amante, pero con el tiempo me fatigué. Me poseía con autoridad. Extenuado de servir y consentir a sus invita-dos en múltiples orgías, terminaba en el lecho soportando su pasión. Zeus no escuchaba. A pesar de mi cansancio y la ausencia de placer, él insistía en acosarme. No se daba cuenta de que su deidad se había transformado en

El copero del Olimpo

Ilustración: Olga Lucía García

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DESHORAS

desilusión, de que, si hubo amor, se extinguió en la hoguera de su inconsciencia para trans-formarse en rencor. En las fiestas comencé a derramar el vino con más frecuencia y a desatender a los invitados. Quería huir de sus desafueros, esconderme y permanecer oculto donde los ojos del Olimpo no me alcanzaran. Extrañaba cada vez más el pastoreo y la alegría de una vida sencilla y contemplativa. Por mo-mentos, otros invitados, al verme huraño, no se me acercaban. El enfado los repelía. Mi vida se fue diluyendo en el tedio. Pasaba el tiem-po y Zeus se volvía más hosco frente a mis rechazos. Sus celos se convirtieron en ataques de furia al ver que intentaba compensar mi dolor y tristeza en otros lechos de diosas víctimas de sus desmanes.

El verano siguiente, con el peso de la tristeza, me senté en la base de una de las columnas, fijé la mirada en el capitel, estiré mis muñecas y en ellas tracé dos profundas líneas con mi daga de esquilar. La piedra absor-bió las primeras gotas de sangre. Caminé lento hacia una de las albercas llenas de vino y me sumergí. El elíxir se mez-cló con la sangre que latía por mis muñecas en aquel estanque que en otras fiestas sirvió para beber y esti-mular las pasiones del Olimpo. Me transformé en águila e inicié un vuelo en el que no veía a mis ovejas, solo bosques de niebla y una enorme nube blanca sin fin.

Zeus, al encontrarme, no creía lo que veía. Parecía recordar mi rapto, mi belleza, el amor inicial. Ahora observaba mi rostro gris y el cuerpo hinchado de humedad al flotar en el vino mezclado con mi sangre. Había perdido la armonía y el estilo que antaño amaba y seducía. Estoy se-guro de que mi muerte le recordaba su papel en el Olimpo. A los dioses, a pesar de sus faltas, les gusta sentirse creadores de lo bello. Se entristeció. Vi el desconcierto en su rostro. Lo había herido en lo más profundo.

Desde la alberca observé cómo la amargura se instaló en él. Zeus intentaba contener los sollozos, pero la melancolía lo traicionó y su caudal de pesar se volvió llanto. Las primeras lágrimas arrastraban dolores anteriores, luego adquirieron brillo, como si su espíritu se fuera purificando. Reunió las últimas gotas en un ánfora y con dolor se acercó a la pileta.

Volvió a sollozar. Mis ojos, fijos en el capitel mayor del Olimpo, se concentraron en un águila de piedra que se precipitaba sobre las losas. Zeus entró al estanque y me tomó en sus brazos. El silencio reinó entre los invitados. Bañado en vino, me llevó hasta su habitación. Encerrado, creo que entendió que su amor pasó

desapercibido al intentar transformarme en un objeto más de su reino, como si

el poder del elegido fuera suficien-te para ganarse el aprecio de un

mortal. Vio cómo la desazón se convirtió en daga y en cada

brote de mis venas circularon los días en su reino, aquellos en que me sentí abandona-do, anhelando mis ovejas.

Después de llenar el ánfora con las últimas

lágrimas, me regresó a la pradera junto a mi

rebaño y preparó la pira para que-

mar mi cuerpo. De regreso

al Olimpo, volvió a llorar como si qui-siera apagar el fuego de la

hoguera donde me consumía.

Las gotas de su tristeza fueron las más

brillantes. Las ordenó como estrellas en el firmamento para dar forma a la constelación de Acuario. Finalmente,

tomó el ánfora donde ha-bía depositado el descon-suelo y la acomodó al lado de los luceros para que en los meses, ya no de verano sino de invierno, yo derrame desde el firmamento agua para rociar a los dioses que han perdido el camino del

amor, para que la amar-gura de los hombres se

transforme en alboro-zo. Sin embargo, el

águila de piedra aún permanece

resquebrajada en el Olimpo.

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DESHORAS

El día que cumplí quince años mi padre me obsequió un arco de plata con flechas cuyas puntas, cubiertas del mismo metal, brillaban en la noche. Como obsequio adicional, agregó una de oro traída de Ítaca.

—Es para tu tiro de gracia. Solo tendrás uno, no lo desperdicies —dijo—. ¡Vete ahora a deambular por mis bosques! Tu tarea ahora será protegerlos.

Así era Zeus, de pocas palabras y mucho mando. Yo, feliz, cumplía a cabalidad el trabajo encomendado por él. Nada detenía a las flechas del Olimpo. La fuerza mental y corporal la concentraba en el arte de la caza mientras cuidaba con esmero sus montes. Inmersa en mi labor, no tenía tiempo para más. Una buena obra se logra si no hay distracción en lo mundano. Renuncié a otros placeres, no sé aún si por decisión propia o por los designios de mi padre al nombrarme diosa de la cacería y de la virginidad.

Zeus, además, me dio hermanos y medio hermanos que regó por doquier, entre ellos a mi tutor Apolo, fiel compañero de quien apren-dí la buena puntería. Gracias a él fui la más certera en la cacería de ciervos, en la derrota de monstruos y en los combates contra los agre-sores del bosque. Y en defensa de mi castidad me regaló un par de galgos. En mi soledad me protegían mientras viajaba en sueños por los bosques de la Arcadia y caminaba por los rama-les donde encontré al gran Orión.

Recuerdo aquella noche cuando el ciervo se desplomó por el tiro preciso. Sentenciado por la punta de plata de mi flecha los ojos del animal miraban el arco y antes de soltar la cuerda, ya tensa para el disparo, se derrum-bó con una saeta en la frente. Perpleja, vi surgir en medio de la espesura al cazador que tiempo después intentaría abusar de mí. Aún conservo la imagen de hombre musculoso y atractivo, aunque tiende a difuminarse como lo hacen los malos recuerdos. Se acercó acompañado de su perro, Sirio. Sigiloso, parecía navegar. Los rasgos de su rostro iluminado por la luna dejaron en mí la visión de una figura sobrenatural. Evoqué gigantes y estatuas del Olimpo. Su belleza las superaba. La ilusión de verlo viajar por mi cuerpo me atrapó y me sembró el deseo por él, un deseo efímero, igual a los que pierden su encanto cuando se hacen realidad, y a mí los deseos se me cumplen cuando ya no los necesito.

—¿Quién osa desafiarme en mis bos-ques?

—dije molesta—. Acabas de derribar el cier-vo que tenía en la mira.

—Soy Orión, hijo del gran Poseidón. No quise arruinar tu jornada de caza —dijo—. Desde mi escondite observaba al animal. De haberte visto, tu belleza y tus armas me hubie-ran cautivado más que el ánimo de atacar a la presa.

“Además de cazador, juega a ser seductor”, pensé, y la verdad, su voz en ese momento fue música para mí. No solo era melodiosa, sino fuerte. La vitalidad aumentó los deseos por sentirlo dentro de mí, compartir mis labios, mi lecho y dejarme amar. Sus movimien-tos resultaron pausados. Imaginé por un momento que la caza no era su profesión ni su arte. A veces quere-mos ver en los hombres lo que no tienen, el amor nos hace imaginar cosas que no son. Cierta serenidad ocultaba una pasión incontrolable. En un principio las flechas nos unieron y su lentitud al hablar me conquistó, lue-go nuestras diferencias nos separarían.

Orión solucionaba los problemas con competencias de fuerza o tiro,

victorias que luego merecían interminables festines de carne y vino. Acariciar la hoja de un árbol, arrodillarse frente a una flor o dejarse seducir por un aroma no hacía parte de su universo. El arte de la paciencia, de lo sutil, de lo exquisito, le estaba negado. Lo supe tiempo después y no la noche en que me conquistó.

Entre la frondosidad de los árboles varias veces nos retamos. El que cazara el animal más grande salía victorioso. Nuestra amistad cre-ció hasta el día del incidente con el ciervo de

cuernos dorados. Si no era capaz de olfatear una flor,

La picadura del escorpión

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DESHORAS

inevitable, también, que se apiadara frente a la hermosura de un animal. Orión mató el ciervo consentido de mi padre. Zeus lo había conseguido con mucha dificultad. Y decir con dificultad es cierto porque hasta él, aunque fuera dueño del Olimpo, debía esforzarse para obtener varios de sus caprichos. Ese día las mariposas en mi vientre se transformaron en aguijones. El animal mítico hacía parte del bosque y no podía creer que existiera alguien capaz de flecharlo. Lo destrozó con un dardo en la cabeza y esgrimió sus cuernos en forma de trofeo. No comí ni dormí. Caminé rumbo a una de las lagunas para dejar ahí mis lágrimas.

—Si la felicidad es efímera, la tristeza tam-bién debe serlo. Más que derramar tus gotas de melancolía, escóndelas para evitar una tierra inundada de dolor —dijo mi padre, compa-decido ante mi tristeza y los hombres. Añoré las musas de Apolo para liberarme de la voz interior, del clamor seductor que me conducía directo a los brazos firmes del gran cazador.

Hoy pienso, cuando miro el cielo, en un pasado inclemente con él. Hablo del pasa-do, porque Orión parecía ser víctima de las herencias de su padre: poder y pasión. Por la ambición del poder perdió el camino de la vida y por su pasión, el del amor. Su frenesí lo llevó a intentar someterme. Yo también heredé cualidades y defectos: rebeldía, seguridad en mí misma y ganas de ir más allá de los límites del Olimpo. Quizá por eso me consagré a la caza, al arte de la flecha, del tiro certero, con la dedi-cación propia de dioses que no se pueden dar el lujo de desviar su camino. Me sentía poderosa y dueña de los bosques de mi padre, una diosa fuerte y admirada, y a una mujer le gusta ser admirada, aunque en mi caso fuera más por la cacería que por el amor.

Otro día, entrada la tarde, la desilusión cre-ció con una de sus diversiones preferidas: jugar al disco. Quien lo arrojara más lejos, ganaba. En los dos primeros intentos yo había logrado las distancias más largas.

Él, por desgracia, en su tercer tiro me su-peró. El viento cómplice hacía volar el bronce, hasta que uno de mis galgos entró en la con-tienda y de un brinco lo atrapó.

—¡Perro bestia! —gritó. Se fue pateando árboles. Durante la noche escuché golpes y el crujir de los árboles derribados.

Un día después, mi perro desapareció. Lo busqué. Grité hasta el cansancio. Perdí la voz. El eco me ayudaba en reemplazo de los dioses

que permanecían mudos ante mi desespero, hasta que Apolo acudió en mi ayuda.

—Artemisa —dijo, con voz lenta y melan-cólica—, anoche, una de mis musas encontró tu galgo en el pozo. Atada a las patas traseras tenía una bolsa llena de guijarros.

El testimonio de mi hermano coincidía con mi pesadilla. Entre la niebla del sueño revelador y la noche, Orión se deslizó en mi tienda. El experto cazador agarró el perro, cortó su cuello y lo arrojó a un lago con las patas amarradas a un lastre. Monté en cólera. De inmediato fui en busca del hombre por quien hubiera sacrificado la cacería. Llegué cansada al lago. La fatiga por el largo camino no apaciguó mi rabia. A lo lejos se oía el golpe del agua sobre las rocas, la música de la lluvia en medio de la cascada.

Si la primera vez lo había visto sobrenatu-ral, ahora, al desnudo, era una estatua fría y carente de encanto. Por Orión aprendí que ante el dolor y el engaño nuestras percepciones se transforman, ven a través de los ojos de la realidad y no de la ilusión. El cuerpo hermoso ya no me atraía, y su mundo interior menos. Se bañaba en el mismo pozo donde sumergió a mi perro espartano. Orión y mi galgo, dos imágenes irreconciliables. El calor me invadía, invitaba a un viaje compartido con mi tristeza. Mis ojos se volvieron a nublar. El brillo de su piel mojada ablandó mi cuerpo ávido de reem-plazar la brutalidad de Orión por su virilidad. Discutimos abrazados, dualidad de mujer: deseo y odio. Mis piernas temblaban. Mis ojos se iluminaron. Me seducía. Y de nuevo des-truyó el encanto al intentar poseerme. Quise dejarme llevar. Las manos suaves, no propias de un cazador, me estremecieron. Revolvió mis entrañas. Casi logra visitar mi castidad, pero las imágenes del pasado volvieron. No era el hombre que quería, y en defensa de mi integri-dad y la cacería ya otros pretendientes habían muerto. Intentaba viajar por mi cuerpo. Sus labios en mi largo y esquivo cuello prometían una travesía de ensueño. Ante sus avances, ya inundando mis piernas, lo convencí de vernos en la noche para consumar nuestro amor.

De regreso, pensativa, recolectaba piedras. A pesar de dedicarme a la caza, la pasión y el amor que me negaba me atraían. ¿Los dioses me condenaron al desamor? Quería respuestas a mis sentimientos. Apareció un escorpión debajo de una piedra. ¿Una señal del Olimpo? ¿Odio o amor? ¿Vida o muerte? Lo recogí.

En la noche prendí la fogata. Al llegar

Orión lo convidé a un vino. El elíxir lo ale-graba cada vez más mientras mi tormento permanecía. Su latido hacía temblar el bos-que. Mis animales no dormían y él, sin repri-mir más su instinto, volvió a abordarme. Me contuve ante el recorrido de sus manos en mi cuerpo. Me sorprendía gratamente. Ade-más de certeras para la cacería, sus manos lograban estremecerme. Me tumbó al suelo. Lo sentí encima, su calor, su olor. Manos suaves y sutiles, manos de caricias converti-das en garfios y desencanto, ya no se desli-zaban, agarraban. Recordé la muerte de mi perro, la huella recurrente e imborrable del cazador, y antes de que me llevara al delirio, liberé al escorpión. El animal, furioso por el encierro y asustado por las llamas de la ho-guera, izó el aguijón y lo clavó en su tobillo. Orión trató de matarlo con su espada. Por fortuna, solo alcanzó a cortarle las tenazas que quedaron en el piso vibrando, como si el dolor las hiciera temblar. Miraba con sor-presa, con incredulidad. Se preguntaba por qué. Se sentía traicionado. Durante la noche se debilitó hasta la llegada del amanecer, cuando Aurora, diosa enamorada del hijo de Poseidón, en su último intento por salvarlo, lo convirtió en la constelación de Orión, el gran cazador acompañado de su perro, Sirio, para vigilarlo y protegerlo.

Mi rabia y dolor aumentaron. Un hombre así no merecía consideración. Invoqué los poderes de Zeus y con el arco disparé trece de las flechas obsequiadas por mi padre, que al viajar por la bóveda celeste se convirtieron en estrellas. Construí la constelación que acosa al gran cazador en el firmamento, quizá para perseguirlo o para amarlo. Aún no lo sé. Cuando observo a Escorpión en las noches de primavera, no sin nostalgia, recuerdo al gigante. A pesar de su brutalidad, perdura por su belleza y la agilidad de las manos. Parecía el único hombre que me habría hecho feliz, el único al que me hubiese entregado y por quien habría abandonado la cacería y desobe-decido el mandato de mi padre.

Finalmente, ante la duda, y es mi secreto, disparé al cielo la única flecha de oro ofre-cida por Zeus. Aquella saeta, arrojada con toda mi devoción a la noche, es hoy Antares, el corazón de Escorpión, una estrella roja que al palpitar declara su amor. De haber amado a Orión, habría perdido el arte de cazar y Antares no titilaría.

Ilustración: Olga Lucía García

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DESHORAS

L as tenazas del escorpión chasquea-ban, parecían hablar. Las vimos resonar como si aún estuvieran cerca del cuerpo del animal, abandonadas

al destino y víctimas de la espada de Orión, quien de un tajo las cortó poco después de que el arácnido clavara su ponzoña y lo castigara por ofender a Artemisa. El cazador, gracias a mi marido, goza de un espacio en el firmamento y la diosa, en venganza por el intento de ultraje, también distribuyó en el cielo las estrellas que conforman Escorpión, para que lo persiga en la bóveda celeste. Lanzó las flechas que iluminan ese espacio de cielo, hasta que se quedó sin saetas para terminar el trazado de la constela-ción: son las pinzas del animal que mi hija y yo encontramos abandonadas en los bosques de la Arcadia.

—¡Mira, madre! Una es blanca y la otra negra.—Sí, querida Astrea, como la noche y el día—comenté.—¿Y por qué Zeus nos habrá mandado a

buscarlas? —preguntó, intrigada.—No sé. Algo tramará.Mirábamos las dos tenazas, una más grande

que la otra, más al acecho, lista a cortar. El par de extremidades suplicaban, querían huir del dolor. Temblaban, como el último espasmo que poseen los hombres en su lucha por aferrarse a la vida. Zeus fraguaba algo. Parecía querer el perdón de los mortales y nuestra misión fue contemplar el escenario de lo terrenal para de-cidir sus destinos. Mi hija se había convertido en la veladora de leyes y yo en la imagen de la justicia del Olimpo sembrado con las arbitra-riedades de mi amado. Mi misión era buscar el equilibrio entre cielo y tierra, quizá por ser hija de Urano y Gea, pero con los años descubrí que ciertas ideas no tenían espacio en el Olimpo, el anhelo de armonía existía más en el espíritu de algunos hombres que en el de los dioses.

Amaba a Zeus, pero también sufría por sus desmanes y por la forma como se aprove-chaba del poder.

En mi papel de diosa de la ley y segunda esposa había estado de su parte, pero en

ocasiones había actos que me sobrepasaban y el costo de enmendar sus errores era cada vez más alto. Ahora, también debía preocuparme por la suerte de mi hija.

—¡Suéltame! No me toques, padre —le gritó Astrea a Zeus un día en que quería consentirla y sentirse un padre amoroso y preocupado por los destinos de su hija.

Molesta, corrió a esconderse detrás de una de las columnas del Olimpo, luego rompió en lágrimas. Lamentaba el destino, no solo de los mortales, sino también de los semidioses. Las gotas se deslizaban por la piedra hasta transfor-marse en lluvia. Astrea parecía lavar las penas y entrar en el alma de su padre con el ánimo de encontrar en él resquicios de consideración hacia los hombres.

—¿Qué te pasa, hija? —pregunté.—He visto la cólera de Hera sobre Hera-

cles y la desidia de Zeus. Él no hace nada por defenderlo.

—¡Basta, hija! Tu padre no puede ocuparse de todas las almas. Apenas logra mantener orden en el Olimpo.

—¿Acaso no es omnipresente? —reclamó—. En vez de abandonar a sus hijos a su propia suerte, puede pedir nuestra ayuda —insistió Astrea.

No aceptaba que en vez de proteger a He-racles, Zeus lo hubiera dejado a merced de los celos y del odio de Hera, mi rival y diosa que nunca perdonó las infidelidades de mi marido y fustigó a sus descendientes. Zeus no veía con buenos ojos que Astrea cuestionara sus arbitra-riedades, que criticara sus preferencias.

—¡Tetis! Comienzo a cansarme de los juicios de tu hija —me reclamó.

—¡Déjala en paz! También es tuya —res-pondí.

—Me da igual. O haces algo o se va.Astrea pareció escuchar. No quiso quedarse

en los dominios de su padre y actuó a su manera hasta ser rechazada por Zeus. Perdió su lugar en el éter. Era inevitable, mi hija veía sucumbir a los mortales en inundaciones o guerras mientras el dios del Olimpo se deleitaba con los goces del

reino en interminables bacanales o seduciendo a diosas y doncellas. Gracias a mí evité su exilio to-tal y logré que Zeus la enviara entre los hombres para ponderar sus actos.

—Madre, ¿estas pinzas no servirán para separar el alma del cuerpo de los mortales? —preguntó.

Buscaba una respuesta a la imagen vibrante que teníamos frente a nuestros ojos.

—Quizás. Aunque no entiendo por qué Zeus quiere favorecer más a Orión que a su hija —dije, al observar el cielo. Comenzaba a oscurecer.

—Quizá la muerte de Ganímedes lo haya llenado de culpa y ahora se arrepiente de sus actuaciones.

—Zeus no siente culpa —respondí.Sin embargo, quizás Astrea tenía razón.

Algo cambió en él con la muerte del copero del Olimpo. Zeus amó al bello Ganímedes, pero lo trató como a uno más de sus amo-ríos. Solo sintió dolor cuando el mortal decidió por su vida y terminó flotando en vino entremezclado con su sangre en una de las albercas del Olimpo. Ganímedes falleció con las muñecas cortadas por un trazo firme y hondo. Zeus se acongojó con el suicidio de su amado, como si fuera consciente de sus desafueros, del daño que puede ocasionar un dios llamado a ser más y venido a me-nos al abandonar a los mortales a su propia suerte y condenarlos a observar el teatro del cosmos con los actores que él escogía. Era el primero en infringir las leyes y alterar el equilibrio. Astrea tenía razón, al caer en la cuenta de su tiranía, no solo por el deceso de Ganímedes, sino por la propia imagen de déspota, Zeus marcaba el inicio de la deca-dencia del Olimpo, el paso de la Edad de Oro a la de Plata y Bronce. Mi amado, víctima de su poder, sucumbía al deleite sospechoso y ebrio que confunde al más sabio frente a la grandeza y variedad del mundo, el que exige en su dominio inteligencia y no arbitrarie-dad. Ser un buen dios del Olimpo exigía más de lo que Zeus fue capaz de dominar.

Las pinzas de la justicia

Ilustración: Olga Lucía García

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DESHORAS

Mi hija soñaba con los años dorados vividos, con aquella época sin miseria cuando de la su-perficie surgían toda suerte de frutas, gozábamos de abundantes rebaños, ríos, fuentes, música, los árboles brindaban abrigo y celebrábamos el crepúsculo con vino y ambrosía. Acostumbrados a la eterna juventud, si alguien quería morirse, se alejaba un poco de la pradera, se recostaba y se dormía con suavidad; luego, poco a poco, entraba en un descanso eterno. Algunos sufrían transformaciones y se convertían en estrellas.

—¡Mira, madre! La pinza negra se mueve.—Podría ser tu padre tratando de llevársela

al firmamento. Aunque no veo qué constela-ción pueda formar.

—Que al menos quede cerca a Escorpión—dijo.Mientras lanzaba su idea, yo meditaba. Cada

vez que Astrea hacía algo, sembraba un poco de equidad entre los hombres para contrarrestar los desmanes de Zeus.

—Hija, haremos que la pinza negra simbo-lice el tiempo de la noche y la blanca, el del día —dije, al despertar del trance.

—¿Y en qué constelación las convertiremos?—No lo sé. Aprovechemos la fuerza de Zeus,

que en esta época del año noche y día duren igual —sostuve—. Será un tiempo que permita a los mortales organizar las cosechas.

Propuse dormir. Sentí que desde mi corazón de mujer liberaba a Zeus de un peso más. Al menos el dios del Olimpo parecía haberme escuchado. Al amanecer, ninguna de las extremidades se encontraba en el piso. Las observamos ocultarse en el horizonte para darle paso al día, convertidas en la cons-telación de Las pinzas del Escorpión.

—Madre, ahora deberíamos apro-vechar las tenazas para sopesar sus yerros. Si a mí se me obliga a medir las faltas de los mortales, ¿por que tú no las del Olimpo?

—Hija, desafiar a los dioses tiene castigo.

Y a pesar de que intenté con-vencerla para que abandonara su

idea, Astrea utilizó Las pinzas del Escorpión en forma de balanza para pesar los errores de Zeus. En uno de los brazos de la constela-ción colocó sus deslices y en el otro las cul-

pas de los mortales. Mientras el peso de las faltas se inclinaba hacia Zeus, él, furioso, envió un relámpago que

marcó su exilio del Olimpo. Astrea quedó condenada a cuidar y a juz-gar a los hombres por los tiempos

de los tiempos y yo, acongojada por perderla, construí

en la tierra un templo para los juicios. Ese día, los momentos de luz y oscuridad duraron igual, pero con el paso del tiempo, perdieron equilibrio.

Ahora, en ocasiones, una de las tenazas se inclina hacia la

sombra y otra hacia la luz, como si en una época el Olimpo cometiera más equivoca-ciones que los mortales y en otra fueran los hombres quienes sobrepasaran la línea de la justicia.

Convertidas en la constelación de Las pinzas del Escorpión, me asemejo a una de las tenazas en el cosmos y Astrea a la otra. Las dos intentamos el equilibrio entre las culpas del Cielo y la Tierra. Vernos en forma de balanza buscando entereza era para el Olim-po un riesgo en un reino que al final había perdido el rumbo, por eso nuestro sitio en el firmamento era modesto, casi impercep-tible. No obstante, los césares en expansión, ávidos de poder, vieron y premiaron nues-tros esfuerzos para mostrar las bondades del derecho y la justicia a los mortales. Roma nos reconoció y nos llamó la constelación de Libra, y aunque las pinzas convertidas en platos intentan mantenerse al mismo nivel,

alguno de ellos, al igual que el poder, se inclina hacia algún lado, como la noche

y el día después de los equinoccios.¿Hacia qué lado se inclina hoy?

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Gracias por un maravilloso 2015 y los mejores deseos para 2016 de parte de todo el equipo de contratiempo