«contra todos los fueros de la muerte»: las resurrecciones de … · volvió a salir por cuarta...

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«CONTRA TODOS LOS FUEROS DE LA MUERTE»: LAS RESURRECCIONES DE DON QUIJOTE EN LA NARRATIVA QUIJOTESCA HISPÁNICA Santiago A. López Navia [...] don Quijote, al que su autor hizo morir de una manera indigna y negadora de su verdadera alma: entre sábanas, arrepentido y rodeado de sus verdaderos enemigos [...], aunque decaído de cuer- po, todavía tenía fuerzas suficientes para imaginar y emprender hazañas inauditas [...]. A don Quijote no se le puede desposeer de su locura porque ello es arrancarle el manto real. Y loco y mil veces loco, volvió a salir por cuarta vez de su casa por esos campos de Castilla tan infinitos como su alma. José Camón Aznar Cide fíamete Benengeli en II, 74: la voluntad autorial de un final cerrado Nada nuevo cabe añadir al hecho de que el final del Quijote de 1615 sea un ñnal cerrado. Mediante el recurso al autor ficticio, que asegura en última instancia su propiedad intelectual, sabemos que don Quijote cierra con su muerte la última página de su vida y de su historia, y que todo intento de violentar este desenlace resultará, por lo tanto, ilegítimo y desproporcionado: Para mi sola nació don Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en uno, a despecho y pesar del escritor fingido y torde- sillesco que se atrevió, o se ha de atrever, a escribir con pluma de avestruz grose- ra y mal deliñada las hazañas de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus hombros ni asunto de su resfriado ingenio; a quien advertirás, si acaso lle- gas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote, y no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muer- te, a Castilla la Vieja; haciéndole salir de la fuesa donde real y verdaderamente yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva. 1 1. Quijote, II, 74. Empleamos la edición de Martín de Riquer en Barcelona, Planeta, 1980. ACTAS II - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Santiago A. LÓPEZ NAVIA. «Contra todos los f...

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«CONTRA TODOS LOS FUEROS DE LA MUERTE»: LAS RESURRECCIONES DE DON QUIJOTE

EN LA NARRATIVA QUIJOTESCA HISPÁNICA

Santiago A. López Navia

[...] don Quijote, al que su autor hizo morir de una manera indigna y negadora de su verdadera alma: entre sábanas, arrepentido y rodeado de sus verdaderos enemigos [...], aunque decaído de cuer­po, todavía tenía fuerzas suficientes para imaginar y emprender hazañas inauditas [...]. A don Quijote no se le puede desposeer de su locura porque ello es arrancarle el manto real. Y loco y mil veces loco, volvió a salir por cuarta vez de su casa por esos campos de Castilla tan infinitos como su alma.

José Camón Aznar

Cide fíamete Benengeli en II, 74: la voluntad autorial de un final cerrado

N a d a n u e v o c a b e añadir al h e c h o de que el final del Quijote de 1615 s ea u n ñna l cerrado. Mediante el recurso al autor ficticio, que asegura e n ú l t ima instancia su propiedad intelectual , s a b e m o s que d o n Quijote cierra c o n su muer te la ú l t ima pág ina de su vida y de su historia, y que todo intento de violentar este desen lace resultará, por lo tanto , i l eg í t imo y d e s p r o p o r c i o n a d o :

Para mi sola nació don Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en uno, a despecho y pesar del escritor fingido y torde-sillesco que se atrevió, o se ha de atrever, a escribir con pluma de avestruz grose­ra y mal deliñada las hazañas de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus hombros ni asunto de su resfriado ingenio; a quien advertirás, si acaso lle­gas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote, y no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muer­te, a Castilla la Vieja; haciéndole salir de la fuesa donde real y verdaderamente yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva. 1

1. Quijote, II, 74. Empleamos la edición de Martín de Riquer en Barcelona, Planeta, 1980.

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No será Avellaneda, el «escritor fingido y tordesillesco», quien desatienda lo sobrenaturalmente legislado en los «fueros de la muerte», pero sí es bien cierto que algunos otros escritores transgredirán esta definitiva voluntad auto-rial empeñados en que don Quijote haga «tercera jornada y salida nueva». Amparándose en las ilimitadas prerrogativas de la taumaturgia literaria, nue­vos autores resucitarán al caballero, ya inmortal por su propia naturaleza, para hacerle protagonista de nuevas aventuras.

Nuestra tarea va a consistir en estudiar estas obras, que, genéricamente, podemos denominar «resurrecciones» de don Quijote, y que constituyen, por sí mismas, un corpus literario bien definido en el amplio conjunto de novelas que, desde el siglo xvii hasta nuestros días, se han propuesto la arriesgada y difícil tarea de imitar o cont inuar la obra cervantina.

Literatura quijotesca y literatura quijotizante, referencias obligadas

Si anteriormente hemos significado el hecho de que las «resurrecciones» del caballero determinan un área temática clara en las continuaciones e imi­taciones del Quijote, convendría que localizáramos la situación literaria de mayor amplitud en la que las obras que estudiamos tienen cabida. Por esta razón, antes de entrar en el estudio ordenado de las «resurrecciones», vamos a proponer un intento de clasificación temática de las continuaciones e imita­ciones del texto de Miguel de Cervantes, bien entendido que nuestra propues­ta está condicionada por dos limitaciones: la primera, que consideramos ex­clusivamente el ámbito literario de la producción escrita en lengua castellana, tanto en España como en Hispanoamérica; la segunda, que atendemos tan sólo a la producción narrativa, excluyendo, por lo tanto, la poesía y el teatro, que precisarían, por su propia significación, una clasificación aparte.

En cualquier caso, los dos criterios anter iormente expuestos —lengua y género literario— no son suficientes para solucionar plenamente las dificulta­des inherentes a un corpus 2 definido por una notable heterogeneidad. De he­cho, y como después veremos, un reducido pero significativo número de obras no son fácilmente encajables en los tres primeros grupos de los cuatro

2. Todas las obras estudiadas para establecer nuestra clasificación están comprendidas en los princi­pales repertorios bibliográficos en los que, entre otros aspectos, se recoge información sobre continuacio­nes e imitaciones del Quijote. Cfr. en especial Leopoldo Rius, Bibliografía crítica de las obras de Miguel de Cervantes Saavedra, vol. II, Madrid, Librería de M. Murillo, 1899; Emilio Cotarelo y Morí, Imitaciones castellanas del Quijote. Discursos leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública de D... el día 27 de Mayo de 1900, Madrid, Imprenta Ducazcal, 1900; Homero Serís, La colección cervantina de la Sociedad Hispánica de América, University of Illinois Studies in Language and Literature, vol. VI, n.° 1, febrero (1920); Juan Uribe-Echevarría, Cervantes en las letras hispanoamericanas, Chile, Ediciones de la Universidad de Chile, 1949; Rafael Heliodoro Valle, Bibliografía cervantina en la América Española, Méxi­co, Imprenta Universitaria, 1950; Raymond L. Grismer, Cervantes: a bibliography, Nueva York, Kraus Reprint, 1970; Óscar Barrero Pérez, «Los imitadores y continuadores del "Quijote" en la novela española del siglo XVIII», Anales Cervantinos, XXIV (1986), 103-121; cfr. también el capítulo correspondiente a las imitaciones y continuaciones del Quijote en la «Guía del lector del "Quijote"» comprendida en el vol. I de la edición de la novela a cargo de Justo García Soriano y Justo García Morales en Madrid, Club Interna­cional del Libro, 1985.

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que constituyen nuestra propuesta de clasificación, de modo que por sí mis­mos definen lo que, con prudencia, no pasamos de denominar «situación es­pecial». Hechas las anteriores consideraciones, pasamos a exponer nuestra hipótesis.

1. Continuaciones del «Quijote» Denominamos continuaciones a aquellas obras en las que se narran sucesos

protagonizados por los personajes del Quijote con posterioridad al tiempo deli­mitado por la historia del protagonista, don Quijote de la Mancha, en el texto cervantino. En este primer grupo diferenciamos dos subgrupos, determinados por su relación con cada una de las dos partes de la novela de Cervantes:

1.1. Continuaciones posteriores al «Quijote» de 1605, cuyo final abierto es una invitación a que otro autor distinto a Cervantes prosiga las aventuras de los protagonistas, tarea que emprende precisamente Avellaneda con su Quijote apócrifo. 3

1.2. Continuaciones posteriores al «Quijote» de 1615, que, a diferencia de la Pr imera Parte, plantea un final cerrado, marcado por la muerte de don Quijote y reforzado explícitamente por Cide Hamete Benengeli mediante su afirmación enfática de que el protagonista «yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva». Aquí podemos dife­renciar otras dos situaciones claras, según el grado de respeto que las corres­pondientes obras observan en relación con el mensaje final de Benengeli:

1.2.1. Continuaciones ortodoxas o conservadoras, que respetan la volun­tad del autor arábigo y no alteran el final del segmento histórico correspon­diente a la vida del caballero, y que se subdividen, según sus protagonistas, en obras protagonizadas por Sancho Panza y obras protagonizadas por otros personajes correspondientes a la historia original. 4

1.2.2. Continuaciones heterodoxas, que, muy lejos de los deseos de Cide Hamete, pasan por alto la muerte del protagonista devolviéndole a la vida, bien a través de los poderes mágicos de la resurrección, bien a través de la carga de intemporalidad que emana de la gloria de don Quijote. Aquí es, precisamente, donde tienen cabida nuestras «resurrecciones», de las que nos ocuparemos posteriormente.

3. Alonso Fernández de Avellaneda, Segundo tomo del Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha, que contiene su tercera salida: y es la quinta parte de sus auenturas, Compuesto por..., En Tarragona en casa de Felipe Roberto, 1614.

4. Cfr., por ejemplo, Jacinto M.a Delgado, Adiciones a la historia del Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha, en que se prosiguen los sucesos ocurridos a su escudero el famoso Sancho Pama, escritas en arábigo por Cide —Hamete Benengeli, y traducidas al castellano con las memorias de la vida de este por D..., Madrid, en la Imprenta de Blas Román, 1786. Si bien el libro de las Adiciones no está fechado en su primera edición, está ya suficientemente comprobado que el año en el que se registra su aparición es precisamente 1786. De hecho, la recensión sobre la obra apareció en el n.° 31 del Memorial Literario del mes de julio del año referido, en la p. 286 y en la sección titulada «Argumento de los libros y papeles publicados en este mes». Cfr. también Pedro Gatell, Historia del más famoso escudero Sancho Panza, desde la gloriosa muerte de don Quixote de la Mancha hasta el último día y postrera hora de su vida, Madrid, Imprenta Real, 1793 (Parte I), y Madrid, Imprenta de Villalpando, 1798 (Parte II). Entre las obras protagonizadas por otros personajes, destacamos como ejemplo la de José Abaurre y Mesa, Histo­ria de varios sucesos ocurridos en la aldea después de la muerte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1901.

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2. Ampliaciones del «Quijote» Llamamos ampliaciones a aquellos textos en los que se nar ran sucesos

protagonizados por los personajes del Quijote dentro del t iempo definido por la historia del protagonista. Según los autores de estas narraciones, estos he­chos no fueron conocidos o considerados por Cervantes en la obra original. Los sucesos narrados parten, en calidad de excursos o paréntesis, de la se­cuencia lineal de acontecimientos que determina la columna vertebral de la narración cervantina, sin que esta secuencia deje de ser punto de obligada referencia. 5 Los títulos que forman parte de esta situación temática se subdi-viden en dos grupos, según que sus aventuras estén protagonizadas por don Quijote y Sancho Panza 6 o por otros personajes. 7

3. Imitaciones del «Quijote» Por imitaciones entendemos las obras construidas con arreglo al esquema

formal, las propuestas temáticas y los patrones personajísticos previstos por Miguel de Cervantes en el Quijote. Según el área específica a la que se adscri­ben los temas y los personajes correspondientes a cada uno de estos textos distinguimos dos tipos:

3.1. Imitaciones de corte caballeresco, cuyos personajes protagonizan aventu­ras que se aproximan, con mayor o menor fidelidad, a las características ge­nerales de la caballería andante . 8

3.2. Imitaciones de corte no caballeresco, en donde los protagonistas viven aventuras o empresas personales que pretenden motivar al lector a una refle­xión de carácter ideológico o mora l . 9

Tanto las continuaciones como las ampliaciones pueden integrarse en lo

5. Clasificación aparte, a caballo entre las continuaciones y las ampliaciones, corresponde a El pastor Quijótiz, de José Camón Aznar, Madrid, Espasa-Calpe, 1969. En esta obra, don Quijote regresa a su pueblo una vez vencido por Sansón Carrasco y, desarrollando las perspectivas pastoriles que el caballero le propusiera a Sancho en Quijote, II, 67, se convierte en el pastor Quijótiz, bajo cuya identidad empren­derá nuevas aventuras hasta su definitiva muerte. No es, pues, una ampliación propiamente dicha, pues supone por sí misma una línea narrativa de aventuras completamente alejada de la secuencia principal y además con su propio final. Tampoco es, en cambio, una continuación, pues no parte del final de uno de los dos subsegmentos de la historia de don Quijote, sino que se introduce en el correspondiente a la Segunda Parte de la obra sin observar el decurso de los acontecimientos que propusiera Cervantes.

6. Cfr., por ejemplo, Julián Motta Salas, Alonso Quijano el Bueno (Don Quijote en Villaseñor), Bogo­tá, Minerva, 1930, y J. Salat Fornells, Primer libro de sendas de olvido o Don Quijote en tierras leridanas, Cervera, Artes Gráficas Prunés, 1944.

7. Cfr., por ejemplo, Eimerich Clovis, Desconocida aventura de Teresa Panza, Barcelona, Sopeña, 1936.

8. Cfr., por ejemplo, Alonso Bernardo Ribero y Larrea, Historia fabulosa del distinguido caballero Don Peiayo Infanzón de la Vega. Quixote de la Cantabria, Madrid, en la imprenta de la viuda de Ibarra, 1792, y Mariano Sánchez de Enciso, Don Quijote en América. (Escenas de la andante españolería), Madrid, Imprenta Hispano-Alemana, 1913.

9. Cfr., por ejemplo, Luis Arias de León, Historia del valeroso caballero D. Rodrigo de Peñadura, Marsella, Imprenta de Camaud y Simonin, 1824, y Rafael Crespo, Don Papís de Bobadilla, o sea, defensa del cristianismo y crítica de la seudo-filosofía, Zaragoza, Polo y Monge, 1829. Excluimos de los objetos de nuestro estudio algunas imitaciones fuertemente cargadas de sentido ideológico que hacen perder a la trama valor puramente literario para convertirse, prácticamente, en libelos políticos. Un buen ejemplo de este tipo de textos lo tenemos en la obra de Francisco Meseguer, El don Quixote de ahora con Sancho Panza, el de antaño (Impreso en Córdova [sic], y por su original en México en la oficina de Doña María Fernández de Jáuregui, calle de Santo Domingo, año de 1809), en donde Sancho, en diálogo con Napo­león, representa los argumentos nacionalistas en contra de la presencia francesa en España.

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que podríamos l lamar narrativa quijotesca propiamente dicha, es decir, la pro­ducción literaria definida por temas y personajes correspondientes a la obra de Cervantes, con un mayor o menor desarrollo y con una mayor o menor fidelidad a los modelos originales. Las imitaciones, en cambio, corresponde­rían a la literatura que se podría singularizar como quijotizante, que es la que, asumiendo formas y temas propios del Quijote, propone como responsables de su planteamiento a personajes que, sin ser los originalmente cervantinos, recuerdan o semejan a sus patrones en virtud de su caracterización. La litera­tura quijotesca y la literatura quijotizante determinan, a nuestro entender, las dos líneas claras que definen la producción narrativa en torno al Quijote des­de el siglo XVII hasta nuestros días.

4. Otras situaciones En esta parte de nuestra clasificación incluimos los títulos que no caben

en las tres situaciones anteriores, claramente definidas, y que se prestan, por su esencia literaria, a una consideración aparte. Dentro de este cuarto aparta­do de nuestra propuesta podemos diferenciar dos subapartados:

4.1. Paráfrasis del «Quijote»: las dos únicas obras que conforman este subapar tado son las escritas por Pedro Gatell en el siglo xvm. 1 0 Las paráfrasis participan, por su factura y por su temática, de una doble naturaleza narrat i­va y ensayística; de la narración en torno al Quijote observan la versión fiel de los sucesos originales partiendo de una recreación sintética, así como la orto­doxia autorial relacionada con el recurso a Cide Hamete Benengeli, y del en­sayo toman la actitud del autor, que, al filo de su síntesis, propone considera­ciones morales sobre los protagonistas de la historia.

4.2. Obras de clasificación especial, donde tienen cabida algunos —po­cos— textos de título quijotesco y de naturaleza literaria en absoluto quijotes­ca , 1 1 así como un exiguo número de títulos de escasa consideración en donde aparecen, como telón de fondo, temas, actitudes y personajes de corte o inspi­ración quijotesca muy desviados de los patrones originales. 1 2

Las resurrecciones de don Quijote desde 1790 hasta nuestros días

Como se recordará, hemos insertado las «resurrecciones» de don Quijote dentro de las denominadas «continuaciones heterodoxas», que consisten, efec­tivamente, en ignorar el final del caballero para hacerle protagonista de nue­vas aventuras. A continuación, vamos a proponer una caracterización general de estos textos observando un criterio cronológico, orientado al análisis de

10. Pedro Gatell, La moral de don Quixote deducida de la historia que de sus gloriosas hazañas escri­bió Cide Hamete Benengeli. Por su grande amigo el Cura, Madrid, por Josef Hervera, 1789, y La moral del más famoso escudero Sancho Panza, con arreglo a la historia que del más hidalgo manchego D. Quixote de la Mancha escribió Cide Hamete Benengeli, Madrid, en la Imprenta Real, 1793.

11. Cfr., por ejemplo, la novela de Rafael López de Haro, En un lugar de la Mancha..., Madrid, Librería de Pueyo, s.a.

12. Cfr., por ejemplo, Enrique Ceballos Quintana, El Quijote de los siglos, Madrid, Establecimientos Tipográficos de M. Minuesa, 1876.

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u n a p r o d u c c i ó n n a r r a t i v a c u y o s t í t u lo s e s t á n c o m p r e n d i d o s — p o r el m o m e n ­t o — e n t r e l o s a ñ o s 1790 y 1979 . A lo l a r g o d e los t r e s s ig los q u e e n c i e r r a n n u e s t r a s d o s c o t a s , h e m o s p o d i d o l o c a l i z a r d o c e t í t u lo s e n los q u e d o n Qui jo t e vue lve al m u n d o o e n los q u e , s i m p l e m e n t e , se v iene a d e s c u b r i r q u e n o h a m u e r t o , a l b e r g a d o e n la i n t e m p o r a l i d a d d e s u t r a s c e n d e n c i a o d e s u g lo r i a .

L a o b r a q u e m a r c a el i n i c io de l r e p e r t o r i o q u e a h o r a n o s i n t e r e s a p a r t i c i ­p a p r e c i s a m e n t e d e e s t a ú l t i m a s i n g u l a r i d a d . A f ina les de l s ig lo xv ín se p u b l i ­c a la a n ó n i m a Carta escrita por D. Quizóte de la Mancha a un pariente suyo...,n e n la q u e u n « p a i s a n o » — a s í se h a c e l l a m a r — d e d o n Q u i j o t e se c o n v i e r t e , a r e q u e r i m i e n t o d e los h e r e d e r o s del c a b a l l e r o m a n c h e g o y p a r a s a t i s f a c e r l a s g e s t i o n e s d e t e s t a m e n t a r í a , e n e d i t o r d e u n a c a r t a p e r t e n e c i e n t e a los p a p e l e s de l p r e s u n t a m e n t e d i f u n t o A lonso Q u i j a n o . E n e s t a c a r t a se « a c l a r a n » v a r i o s s u c e s o s e n r e l a c i ó n c o n la h i s t o r i a de l p e r s o n a j e , q u e n o h a m u e r t o , s i n o q u e se e n c u e n t r a e n c a n t a d o p o r el m a g o M e r l í n — a ú n e n 1784, f echa e n la q u e se firma la c a r t a — en la C u e v a d e M o n t e s i n o s . D o n Qui jo t e n o s h a c e s a b e d o r e s d e l a s c i r c u n s t a n c i a s e n las q u e se p r o d u j o su fa lsa m u e r ­te . S e g ú n lo q u e n o s c u e n t a , el s a b i o M e r l í n d e c i d e :

[...] encerrarme en esta cueva de Montesinos [...] para quitar la ocasión (como dixo en el último capítulo de mi historia) de que algún otro autor que Cide Ámete [sic] Benengeli me resucitase falsamente e hiciese inacabables histo­rias de mis hazañas [.. .]. 1 4

P o r s u p u e s t o , n o e s t a m o s a n t e u n a r e s u r r e c c i ó n , s i n o a n t e u n a p r o p u e s t a c o n t r a r i a a la m i s m a . L o q u e i m p o r t a , s e a c o m o sea , es l a p e r v i v e n c i a del c a b a l l e r o , y el h e c h o p a r a d ó j i c o d e q u e , p e s e a la i n t e n c i ó n m e r l i n i a n a d e q u e d o n Qu i jo t e n o s e a m o l e s t a d o , é s t e e n t r a a h o r a e n d i s t a n t e a c c i ó n p a r a expl i ­c a r s u s i t u a c i ó n a c t u a l .

Ya d e n t r o de l s iglo XLX, y e n u n a o b r a d e J o s é M a r t í n e z R ives — c u y a p r i m e r a m i t a d de l t í t u lo es i d é n t i c a a l de l Quijote c e r v a n t i n o — p u b l i c a d a p o ­s i b l e m e n t e e n el a ñ o 1 8 6 6 , 1 5 a s i s t i m o s a u n a v i s ión l i t e r a r i a . E l a u t o d e n o m i ­n a d o B a c h i l l e r A v e l l a n a d o , n a r r a d o r e n p r i m e r a p e r s o n a , v is i ta el p l a n o t r a s ­c e n d e n t e d e la i n m o r t a l i d a d , « m a n s i ó n m i s t e r i o s a » — c o m o él m i s m o n o s d i c e — h a b i t a d a p o r s e r e s i n t e m p o r a l e s d e la c a t e g o r í a u n i v e r s a l d e H o m e r o ,

13. Anónimo, Carta escrita por D. Quixote de la Mancha a un pariente suyo, en el que le hace saber varias cosas necesarias para la perfecta inteligencia de su historia, Madrid, en la Imprenta de Blas Román, 1790.

14. Op. cit, p. 9. 15. José Martínez Rives, El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha. Tercera parte escrita por el

Bachiller Avellanado, Burgos, establecimiento tipográfico de D.A. Cariñena, 1866. Tenemos a la vista la segunda edición. Si nos fijamos en la fecha de la sección titulada «Al que leyere u oyere leer» —que es la presentación de la obra—, 26 de febrero de 1866, habrá que suponer que las dos ediciones correspon­den al mismo año. Hay otra consideración que hacer: esta segunda edición, corregida y aumentada, constará, según se hace saber en la cubierta, de dos tomos «de unas seiscientas páginas cada uno». Sólo contamos con el primer tomo, que se interrumpe en la p. 80. Ello se debe a que se trata de una edición por entregas, de modo que el volumen que tenemos a la vista corresponde a algunas reunidas en el tomo I, incompleto. No hemos podido conseguir la primera edición ni la segunda edición renovada y acabada, y remitimos a nuestro primer tomo incompleto nuestras investigaciones. Para ellas hemos manejado el ejemplar correspondiente a la colección Sedó, fichado en la Sala Cervantes de la Biblioteca Nacional con la signatura Cerv. Sedó 5545.

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Sócrates, Ovidio, Virgilio, César, Cicerón o Colón, entre algunos otros señala­dos por el narrador . Junto a todos estos representantes de la historia real,

[...] estaba también allí el gran Quijote de la Mancha comenzando su buena conversación con su escudero, que se limpiaba los ojos con la m a n o . 1 6

En estas «dilatadas y amenas campiñas» despiertan los personajes de una siesta de tres siglos, instalados ahora en «la mansión de los seres inmortales», desde la que emprenderán nuevas aventuras.

Veinte años más tarde, aparecerán en La Habana las Semblanzas caballe­rescas11 de Luis Otero y Pimentel, novela en la que todos los personajes del Quijote reviven. El retorno del caballero protagonista está en gran medida motivado por las lamentaciones del narrador , que reclama la resurrección de don Quijote para luchar contra los males de un m u n d o azotado principalmen­te por la guerra. Lo más significativo de esta obra, en la que don Quijote repite viejas obsesiones como ver gigantes donde no los hay —esta vez en un bosque de cedros—, son las andanzas de los protagonistas por tierras hispa­noamericanas, que alternan con aventuras amorosas intercaladas, como la del Cacique de Maniabo y la India de la Floresta, que resulta ser la hija perdida de los condes de Vegas Dulces.

Don Quijote y Sancho se encuentran precisamente con la condesa de Ve­gas Dulces, que se regodea con la locura de nuestros personajes, del mismo modo que lo hace el correspondiente conde mediante el recibimiento que les dispensa en palacio y las circunstancias burlescas de su estancia allí. Una vez más oiremos los típicos razonamientos de don Quijote y Sancho; una vez más el caballero propondrá sus ya sobradamente conocidos puntos de vista sobre las a rmas y las letras, y una vez más Sancho Panza será elevado a la dignidad de gobernador, en esta ocasión de la ínsula de Palo Verde, lo que motivará los inevitables consejos de su amo y la inevitable correspondencia con Teresa Pan­za. Tras el final de este segmento narrativo, indudablemente inspirado en el correspondiente a las aventuras de nuestros personajes en su encuentro con los duques en la Segunda Parte del Quijote cervantino, y después de algunas fic­ciones tocantes al encantamiento de Dulcinea, don Quijote será desinfectado por una acción sanitaria que pretende preservar a los habitantes de un pueblo de toda contaminación; acto seguido es encarcelado, juzgado, y finalmente res­catado por la hija de los de Vegas Dulces, a la que el caballero devolviera sana y salva a sus padres en una de sus aventuras. Tras la libertad del protagonista, el retorno a los lares patrios de La Mancha marca el final de la obra.

Las restantes muestras de nuestro repertorio corresponden ya a nuestro siglo, en el que precisamente resucitará don Quijote en La nueva salida del valeroso caballero D. Quijote de la Mancha,li escrita por Antonio Ledesma Her-

16. Op. cit, p. 12. 17. Luis Otero y Pimentel, Semblanzas caballerescas o las nuevas aventuras de don Quijote de la

Mancha, La Habana, Tipografía de «El Eco Militar», 1886. 18. Antonio Ledesma Hernández, La nueva salida del valeroso caballero D. Quijote de la Mancha,

Barcelona, Lezcano, 1905.

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nández en 1905. Resulta muy sorprendente ver aquí a un don Quijote realista y crítico con las impresiones erróneas que le atribuyera su autor, Cide Hamete Benengeli. Ahora, el caballero distinguirá perfectamente molinos a los que no cree gigantes; no confundirá manadas de ovejas con ejércitos de caballeros dispuestos a entrar en batalla, ni caerá en el error de querer liberar a un preso escoltado por la benemérita, a diferencia de sus afanes libertadores en otro tiempo mostrados con los galeotes. Por otra parte, nuestro caballero se asom­brará ante los avances de la técnica, y creerá, por ejemplo, que el trolley del trolebús es un largo brazo que suspende al tranvía y lo lleva en volandas.

Del mismo año es la novela de Tulio Febres Cordero Don Quijote en Amé­rica}9 A pesar de que, una vez más, vemos a un don Quijote que vuelve a la vida por encantamiento para emprender nuevas aventuras por América bajo el nombre de Alonso Quix, el autor de la obra quiere dejar claro que no le ha movido la pretensión de cont inuar la obra de Cervantes:

[...] no hay tal, queridos lectores: ni remotamente ha tenido el autor tan insensata pretensión, y es muy otro el pensamiento que campea en todas las páginas del libro. 2 0

El autor va a aclarar todavía más sus intenciones:

[...] no es obra de aspiración literaria, sino obra de intención patriótica: es la aplicación del legendario Quijote como correctivo de un mal [...] muy generaliza­do en Hispano-América, que consiste en el menosprecio de lo criollo y la servil imitación de lo extranjero.2 1

Las circunstancias de la resurrección que ahora nos interesa son signifi­cativas: ante la presencia de un doncel, que resultará ser poster iormente el mismísimo hijo de Cide Hamete Benengeli, don Quijote es llevado, después de muerto y preso de encantamiento, a la Cueva de Montesinos, tras abandonar , en forma de fantasmagórica aparición, el cementerio donde iba a ser enterra­do. Vuelto a la vida por la acción de un pastorcillo de Montiel, que libera involuntariamente a los personajes de sus encantamientos, don Quijote y San­cho, compañero inseparable también en estas vicisitudes, pasan a América para protagonizar nuevas andanzas caballerescas. En toda esta t rama, es es­pecialmente interesante el hecho de que Benengeli cobre entidad de personaje e intervenga a través de su hijo, encargado, por delegación de su padre, de depositar a los protagonistas en la Cueva de Montesinos en cumplimiento de la voluntad del mago Merl ín. 2 2

El siguiente título de nuestro repertorio, también fechado en el año 1905, es, precisamente, La resurrección de don Quijote,11 del padre Valbuena. El au-

19. Tulio Febres Cordero, Don Quijote en América, o sea, la cuarta salida del ingenioso hidalgo de la Mancha, Caracas, Parra León Hermanos, editores, 1930. Ésta es la edición que manejamos, pero la primera, según leemos en los preliminares, es de 1905.

20. Op. cit, p. 20. 21. Ibídem. 22. Podemos ver un antecedente de esta trama en la Carta escrita por D. Quixote..., cfr. supra, nota 13. 23. P. Valbuena, La resurrección de don Quijote, Barcelona, Antonio López, editor, s.a. Uribe-Echeva-

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tor se plantea en esta obra una atrevida resurrección del Alonso Quijano ente­rrado por Cervantes, desafiando la voluntad de su creador con notable arro­gancia:

Pues dé enhorabuena el señor de Saavedra por enterrado a su don Quijote, que no dándome yo por enterrado de lo dicho en su prefacio, y después de perso­narme en el lugar de la Mancha de igual modo que lo hizo el Juzgado en el Huerto del Francés, desentierro tranquilamente a mi hombre y a su escudero Sancho, les doy una inyección de vivificante suero marca Fierabrás y los llevo y los traigo de la mano por donde en gana me viene. 2 4

Así las cosas, los personajes correrán nuevas aventuras en medio de los adelantos y el tráfago político de principios del siglo xx. Don Quijote y San­cho conocerán el telégrafo y el ferrocarril; serán identificados por los proceres del cervantismo del momento y harán su entrada triunfal en Madrid, en don­de Sancho será proclamado, una vez más, gobernador, y los protagonistas visitarán, de la mano de sus anfitriones, el Ateneo y el Palacio Real, entre otros centros de interés público. Posteriormente, se t rasladarán a Barcelona, donde visitarán la corbeta «Nautilus», y todo hasta una «nueva muerte», como dice el mismo autor, de don Quijote.

Un año después publica Manuel Lugilde Huerta su Panquijote 25 en el cual los protagonistas vuelven a la tierra después de que, como dice el mismo Sancho,

[...] el señor San Pedro nos dio la palmadita en el hombro. 2 6

Los personajes resucitados vienen a parar concretamente a la Andalucía de nuestro t iempo, donde, tras un encuentro sorprendente con unos pastores, serán identificados por un médico «concienzudo», como se nos dice en el título del tercer capítulo. Rememorando viejas hazañas con los cueros de vino, ahora don Quijote vivirá nuevas aventuras con una escopeta y un tonel. En el ámbito de la dialéctica, el caballero discutirá en esta ocasión con un maestro de escuela sobre los valores de la solidaridad, la fraternidad y la convivencia. Más tarde será recibido en Jerez, ciudad en la que se dirige a los obreros en un discurso mediante el cual desmonta los principios del igualita­r ismo económico valorando en cambio la justicia basada en la rectitud, argu­mentos por los que los burgueses y capitalistas del lugar aprecian la modera­ción que don Quijote muestra en sus palabras. Al final de la obra, caballero y escudero desaparecerán montados en un automóvil fantástico conducido por el espíritu del maestro Pintarrueques, aquél con quien discutiera en su mo­mento don Quijote, dirigiéndose hacia destino desconocido.

tría fecha esta obra en 1905, conjetura muy probable si observamos que, en la cubierta de la obra, Sancho Panza sujeta una pancarta con el texto «Viva el centenario»; ha de entenderse, suponemos con lógica, el centenario de la publicación del Quijote.

24. Op. cit., p. 6. 25. Manuel Lugilde Huerta, Panquijote, Madrid, M. Tabarés, 1906. 26. Op. cit., p. 15.

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En el año 1922 aparece la novela Don Alonso Quijano el Bueno,27 de Ven­tura Fernández López, en cuyo «Aviso al lector» podemos leer todo un desafio a la voluntad autorial de Cide Hamete Benengeli:

Temerario empeño parece resucitar a don Quijote de la Mancha y medir por tanto las armas con Cervantes, pero yo no pretendo eso, sino que se conozca quién era Alonso Quijano el Bueno, que tomó para tipo de su héroe el soldado de Lepanto.

¡Y vamos a ver si nos coge el arrogante anatema de Cide Hamete Benen­geli! 2 8

La resurrección de don Quijote se produce, curiosamente, en hábito de franciscano y en la iglesia de Esquivias, en Toledo. Los protagonistas de esta obra serán Alonso Quijano, el inglés Morris Burton, que será considerado como el nuevo Quijote, y el escudero de este último, Arturo. A lo largo de sus nuevas andanzas, Alonso Quijano se asombra —una vez más— de los desarro­llos de la moderna tecnología —trenes y aviones principalmente— y se sensi­biliza por los problemas sociales del t iempo moderno en el que vuelve a la vida.

Dentro de su visita a Toledo, y en la Academia de la Argamasilla, se rinde homenaje a los personajes de la obra y se debate sobre el Quijote, tanto el verdadero como el apócrifo. Finalmente, Alonso Quijano vuelve a la tumba para descansar esta vez junto a María de Mendoza, tía de Cervantes, en el convento toledano de Santo Domingo el Real.

Tres años más tarde verá la luz una original resurrección del Quijote, como será la novela de Juan Manuel Polar Don Quijote en Yanquilandia 29

Nuestro caballero, desde las páginas de su historia, le pide al tío Sam, preso de un profundo sueño después de darse a la lectura de la obra de Cervantes, que haga los esfuerzos necesarios —desde químicos hasta espiritistas— para resucitarlos a él y a su escudero. Logrado el milagro de la reanimación, don Quijote encuentra en los Estados Unidos de nuestro tiempo un nuevo terreno para practicar su singular visión de las cosas. Su nuevo recorrido comenzará con una sustanciosa conversación con el artífice de su resurrección, el tío Sam, exponente simbólico de la nación estadounidense; dentro de este mismo terreno de los símbolos, se producirá una lamentable confusión del caballero, que cree que la enseña de los Estados Unidos, el águila —«Doña Águila»— es Dulcinea.

27. Ventura Fernández López, Don Alonso Quijano el Bueno, Toledo, Imprenta, Librería y Encuader­n a r o n de Rafael Gómez-Menor, 1922.

28. Op. ext., p. V. 29. Juan Manuel Polar, Don Quijote en Yanquilandia, Cartagena, Juvenilia, 1925. Nada tiene que ver

esta obra con la del mismo título escrita en inglés por Kenneth Graham en 1955, traducida al español en Ediciones Ensayos, salvo que ésta es también una resurrección que queda fuera de nuestro panorama de investigación por tratarse de una obra no hispánica en cuanto a su ámbito idiomático. En la obra de Graham, don Quijote lee en su tumba la noticia de la proclamación de George Washington como primer presidente de los Estados Unidos y, resucitado, vuelve en pleno siglo xx a indagar datos sobre América, hacia la cual embarca en busca de nuevas aventuras junto a Sancho, por supuesto. Su principal objetivo será buscar a Washington para pedirle cuentas.

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En sus nuevas andanzas, los protagonistas favorecen a unos huelguistas, y don Quijote no tendrá ningún empacho en vapulear al dueño de la fábrica prometiendo justicia a los trabajadores. En este mismo ámbito de los enfren-tamientos nuestro caballero combatirá al «Caballero del Dollar», símbolo del lujo y del progreso económico desmesurado.

Las habilidades de orador de don Quijote se mues t ran en el momento en que habla con notable conocimiento de causa, pronunciando un documenta­do discurso sobre América, su historia y sus grandezas. Estas consideraciones no son obstáculo para que sus anfitriones americanos le hagan objeto de bur­las, como la consistente en hacerle creer que ha salido victorioso de todo un ejército de guerreros que fingen una deshonrosa retirada, o como la del des­encanto del fingido reino de Quivira. Al final, don Quijote, Sancho Panza y tío Sam parten hacia nuevos rumbos en un tren que el caballero había confundi­do con un fiero vestiglo.

En 1946 se publicará La resurrección de don Quijote de la Mancha,30 de Higinio Suárez Pedreira. El autor de la obra finge ser el editor de un manus­crito que le entrega «el Caballero Desconocido», interno del manicomio galle­go de Conxo, donde se pueden leer las aventuras que protagonizan en el mar­co de la España contemporánea don Quijote y Sancho Panza, que han vuelto a este mundo de los vivos. De su retorno sólo conocemos lo exiguo del título de la obra de Suárez Pedreira, pues, a diferencia de obras como Don Quijote en América de Febres Cordero, antes estudiada, no se nos dan aquí indicacio­nes sobre las razones, mágicas o de cualquier otra naturaleza, de este regreso. En todo caso, el teatro de esta vuelta al mundo es el escenario de la famosa batalla de Elviña, en las costas coruñesas. Desde este lugar, y a part ir del momento de su reaparición, los protagonistas van a emprender nuevas andan­zas en un mundo moderno. Bajo el nuevo nombre de «Caballero del Amor», don Quijote se enfrenta a los artefactos de la modernidad, combatiendo, por ejemplo, contra un barco de vapor que el caballero cree serpiente mar ina .

Tras una recepción en la Sociedad Cervantina de La Coruña, y después de una ofrenda del caballero al Apóstol Santiago, los protagonistas acaban recluidos, junto con el Caballero Desconocido, compañero de aventuras y na­rrador de su nueva historia, en el manicomio de Conxo.

Ya en la segunda mitad del siglo XX, concretamente en el año 1952, Caro­lina Peralta publica una pequeña obrita de veintisiete páginas titulada La últi­ma salida de don Quijote de la Mancha.31 Acabada la Segunda Guerra Mun­dial, don Quijote desea hacer una visita a la tierra con el fin de comprobar si sus servicios son útiles:

[...] noticioso el caballero manchego de los estragos causados por la última guerra mundial, quiso bajar a la tierra para cerciorarse por sí mismo de la certe­za de aquellas noticias, y por si había algún entuerto que desfacer, algún agravio

30. Higinio Suárez Pedreira, La resurrección de don Quijote de la Mancha, La Coruña, Moret, 1946. 31. Carolina Peralta, La última salida de don Quijote de la Mancha, Barcelona, Talleres Gráficos

Vicente Ferrer, 1952.

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que vengar o alguna viuda o huérfano a quien poder socorrer con el valor de su brazo.

Presentóse al Señor y le expuso su deseo. —Está bien —le dijo Éste—. Te doy tres días de permiso, pero ten cuidado de no mezclarte en discusiones ni pendencias con nadie, no sea que vayas a dar con tus huesos en un campo de concentración.3 2

Don Quijote y Sancho descubren un mundo marcado por conflictos mili­tares, donde poco valen los esfuerzos de los organismos internacionales, y donde la tecnología está al servicio de la destrucción. En fin,

[...] tan entristecido y disgustado regresó al Cielo, que hizo juramento solem­ne de no volver jamás a poner los pies en la tierra. 3 3

Lo cierto es que quebrantará su juramento , porque en La vuelta de don Quijote, novela escrita en 1979 por Torcuata Miguel, 3 4 el caballero volverá a resucitar, una vez más, en pleno siglo xx, y ello pese a las recriminaciones que le plantea su propio creador, Miguel de Cervantes. Don Quijote pretende ahora encontrar a un hijo engendrado en su legítima mujer antes de ser el protagonista de la obra cervantina, y se lanza a esta búsqueda en un t iempo y un lugar adversos, todo en un contexto en el que el enfrentamiento entre el personaje y los «entuertos» contemporáneos permite al lector comprender una crítica a la sociedad de nuestros días. Resulta especialmente digno de mención el hecho de que don Quijote se encuentre en un momento deter­minado de su búsqueda con otros «resucitados» de la literatura universal —Werther, Cyrano, Ótelo, Romeo, Segismundo, Hamlet, Pedro Crespo...—, con los que compartirá inquietudes y diálogo. Con esta obra se cierra —por el momento— nuestro repertorio correspondiente a la veta temática de las «re­surrecciones» del caballero que, en buena lid, no tendría por qué abandonar el lecho eterno donde, parafraseando a Cide Hamete, debería yacer por siem­pre tendido de largo a largo.

Resulta muy interesante valorar la circunstancia de que aparezca o no el autor ficticio en las obras anter iormente analizadas. En una buena parte de ellas se reconocen, o simplemente se mencionan, las responsabilidades auto-riales de Benengeli. En este sentido, será reconocido como autor de la historia por parte de su principal protagonista (Carta..., 1790 y Martínez Rives, 1866), que a veces, incluso, se permite discutirle en algunos datos concretos (Ledes-ma, 1905). Dentro de esta misma línea, Benengeli será el único autor con derecho reconocido a descolgar una vez más la pluma, colgada en Quijote, II, 74, para asumir las tareas históricas correspondientes a las nuevas andanzas de los protagonistas (Polar, 1925 y Peralta, 1952), e, incluso, en sus atribucio­nes de personaje, será el sabio legitimado para intervenir en los asuntos de don Quijote (Febres, 1905). Otro grupo de títulos de nuestro repertorio, en cambio, no sólo son irrespetuosos con la voluntad autorial del historiador

32. Op. cit, p. 5. 33. Op. cit, p. 27. 34. Torcuata Miguel, La vuelta de don Quijote, Barcelona, Plaza-Janés, 1979.

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arábigo, sino que además no observan el derecho legítimo que Benengeli tiene sobre sus personajes, a diferencia de aquéllos en los que, cuando menos, el recurso es objeto de consideración explícita (Otero, 1886; Lugilde, 1906 y Mi­guel, 1979). Por si esto fuera poco, alguna de estas continuaciones surge, ade­más, con la impronta del desafío (Fernández López, 1922).

En medio de estas dos situaciones claramente definidas, se hallan los textos en los que se hace una mención simple del autor arábigo (Valbuena, 1905) o se llega a analizar su condición de recurso en la historia original de Cervantes (Suárez Pedreira, 1925).

Pero el principal valor que atesoran todas estas «resurrecciones» consiste en entender que, a pesar de tantas páginas y tantos capítulos como tiene la obra original de Cervantes, la compañía entrañable de don Quijote ha sabido a poco, y, más allá de la eternidad y la gloria que le confieren sus primeras hazañas y su pr imera historia, ha habido autores que han solicitado su pre­sencia dispuestos, «contra todos los fueros de la muerte», a mostrar a la pos­teridad que no admiten el final del caballero; autores que, con su creación de un don Quijote redivivo, se hacen eco de las cordiales y últ imas palabras del fiel Sancho Panza más que de la definitiva voluntad de Cide Fíamete Benenge­li, y, como el buen escudero, le dicen:

No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva mu­chos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía.

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