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K. Marx 1818 -1883 E n el momento de iniciar el tratamiento de la filosofía de Marx, se impone señalar algunos aspectos generales que condicionan la génesis de su pensamiento, especialmente en su periodo más fructífero desde el punto de vista teórico, que es el que transcurre entre los años 1840 y 1848. En lo político destaca la posición conservadora sustentada por el rey Federico-Guillermo de Prusia, que genera un acusado descontento entre los liberales prusianos y los intelectuales de Renania, territorio este último en el que habían proliferado y triunfado los ideales revolucionarios franceses. La difusión de las ideas progresistas francesas en la Alemania del sur, tras la revolución de 1830 en Francia, provocó como reacción en la corte alemana, que ejercía el predominio político, un aumento de la censura y de la dureza del régimen policial. Como consecuencia de lo anterior y ante la falta de una clase obrera con capacidad de movilización -es de destacar en este sentido la escasa industrialización de la Alemania de la primera mitad del siglo XIX-, la contestación frente al conservadurismo político se llevó a cabo sobre todo en el ámbito intelectual: escritores, historiadores y periodistas defienden abiertamente sus ideas de cambio revolucionario y de alternativa a la feudalizada Alemania en periódicos y revistas. La actividad filosófica se convierte así en la médula espinal que vertebra la crítica, y sustituirá, en cierta medida, a la acción revolucionaria en la calle a través del poder de la prensa y los panfletos. Desde finales del siglo XVlll (Revolución Francesa, 1789) y hasta las primeras décadas -del siglo XX (Revolución Rusa, 1914-17), Europa va a presenciar toda una serie de movimientos revolucionarios en los que desempeña un papel destacado el Contexto histórico-cultural y filosófico IES La Orden Departamento de Filosofía 1

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K. Marx 1818 -1883

E n e l m o m e n t o d e i n i c i a r e l tratamiento de la filosofía de Marx, se impone señalar algunos aspectos generales que condicionan la génesis de su pensamiento, especialmente en su periodo más fructífero desde el punto de vista teórico, que es el que transcurre entre los años 1840 y 1848. En lo político destaca la posición conservadora sustentada por el rey Federico-Guillermo de Prusia, que genera un acusado descontento entre los liberales prusianos y los intelectuales de Renania, territorio este último en el que habían proliferado y triunfado los ideales revolucionarios franceses. La difusión de las ideas progresistas francesas en la Alemania del sur, tras la revolución de 1830 en Francia, provocó como reacción en la corte alemana, que ejercía el predominio político, un aumento de la censura y de la dureza del régimen policial. Como consecuencia de lo anterior y ante la falta de una clase obrera con capacidad de movilización -es de destacar en este sentido la escasa industrialización de la Alemania de la primera mitad del siglo XIX-, la contestación frente al conservadurismo político se llevó a cabo sobre todo en el ámbito intelectual: escritores, historiadores y periodistas defienden abiertamente sus ideas de cambio revolucionario y de alternativa a la feudalizada Alemania en periódicos y revistas. La actividad filosófica se convierte así en la médula espinal que vertebra la crítica, y sustituirá, en cierta medida, a la acción revolucionaria en la calle a través del poder de la prensa y los panfletos. Desde finales del siglo XVlll (Revolución Francesa, 1789) y hasta las primeras décadas -del siglo XX (Revolución Rusa, 1914-17), Europa va a presenciar toda una serie de movimientos revolucionarios en los que desempeña un papel destacado el

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propio Marx: la revolución de 1848, la participación en la experiencia revolucionaria que supuso la Comuna de París en 1871 y en la fundación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Aunque la situación económico-social es muy desigual según los países -piénsese en el gran desarrollo industrial de la Inglaterra decimonónica frente a la Alemania del mismo periodo-, se va a producir un aumento general de la industrialización, que culmina con la revolución industrial, especialmente en Inglaterra, donde se concretan en los plan os teórico y práctico los análisis que tanto Marx como Engels realizaron del capitalismo decimonónico. En el viejo continente nos encontramos, por regla general, con la existencia de enormes desigualdades entre la burguesía y la clase trabajadora, que tanto en la ciudad (proletariado) como en el campo (agricultores), estaba sometida a largas jornadas de trabajo, salarios escasos y condiciones de inestabilidad en el empleo. Con pequeñas variaciones, se empleaba, incluso a niños, durante jornadas de 12 horas tanto en la actividad fabril como en la agrícola.

En lo filosófico, resulta imprescindible aludir a las llamadas «tres fuentes del marxismo»: la economía política inglesa, la filosofía idealista alemana y el socialismo utópico francés. Si bien estas fuentes aparecen de forma explícita en sus textos, y las trataremos a continuación, no nos resistimos a incluir también a los que se han llamado recientemente «cuatro maestros», con los que Marx mantuvo una estrecha relación intelectual, y que influyeron decisivamente en su obra: Epicuro, al que dedica su tesis doctoral, defensor de un materialismo de la libertad, metaforizado por la doctrina del clinamen o desviación aleatoria de los átomos; Rousseau, del

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que Marx toma su concepción del democratismo igualitario, o la idea de la asociación fundada sobre la participación directa de los ciudadanos en la decisión general; Adam Smith, del que procede la idea de que el fundamento de la propiedad es el trabajo; y por último, Hegel, el más importante y el más ambivalente, inspirador y adversario constante del trabajo teórico de Marx sobre la «contradicción dialéctica» y la historicidad de la sociedad humana.

Esta cuádruple raíz filosófica del pensamiento de Marx ejerce sobre el paralelismo en la amplia y generalizada influencia que el marxismo tiene en el pensamiento de nuestro siglo, en especial, en el estudio etnográfico-estructural de las sociedades primitivas, en las diversas acepciones del humanismo actual (existencialista, personalista, freudiano, etc.), en la teoría crítica de la sociedad de la llamada Escuela de Francfort, y en las diversas relecturas que se han hecho de Marx, vinculadas a los avatares del movimiento obrero, la lucha sindical y la política de los partidos socialistas, socialdemócratas y comunistas.

En líneas generales podemos destacar dos grandes movimientos filosófico-culturales: la Joven Alemania, de carácter crítico-literario, y la llamada Izquierda Hegeliana, tendencia filosófica, política y religiosa en la que se cultiva un acusado radicalismo de las ideas de Hegel, maestro indiscutible del periodo, dominantes en la Alemania en la que Marx inicia sus escritos filosóficos.

CRÍTICA Y SUPERACIÓN DEL IDEALISMO DE HEGEL Y LA IZQUIERDA HEGELIANA

Después de Hegel, el pensamiento de su época

queda dividido en dos grandes orientaciones

que se inspiran en el gran maestro:

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a) "La derecha Hegeliana, que aceptaba la justificación del Estado existente como la forma más avanzada del desarrollo histórico, manteniendo al mismo tiempo la primacía de la Idea y del Espíritu sobre la Naturaleza.

b) La izquierda Hegeliana (David Friederich Straus, Bruno Bauer, Arnold Ruge, Max Stirner y, más adelante, Feuerbach y el propio Marx)

Estos últimos autores aceptaban la dialéctica, como método histórico-filosófico de análisis de la realidad según el cual el progreso de la historia es posible gracias a la negación dialéctica, a la oposición o lucha de contrarios. Sin embargo, a diferencia de la derecha hegeliana, no veían la historia como el proceso de desenvolvimiento de la Idea, del espíritu humano, que iba dando lugar a las diferentes formas sociales y políticas cuya cúspide era ocupada por el Estado existente. Aun aceptando la dialéctica, nos encontraríamos con que las instituciones jurídicas, las distintas formas de estado, la actividad humana (lo que Hegel denomina sociedad civil, y que Marx sustituirá por el concepto de práctica social de los seres humanos, o las condiciones materiales de su vida) se reducen a una visión invertida de la realidad en un doble sentido: por un lado, se subordina la sociedad civil al estado por otro, los individuos reales, los sujetos humanos, se convierten en predicados de una sustancia universal o idea.

De vital importancia resulta el intento marxista de superación del materialismo y el antropocentrismo de Feuerbach. Marx reconocerá, en la Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, que "la crítica a la religión es la premisa de toda crítica". Como sabemos, Feuerbach reducía la teoría hegeliana del espíritu a una antropología. El espíritu, el ser genérico, o lo divino, no son sino la proyección no consciente de la propia subjetividad del ser humano fuera de sí. La representación teológico no es

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ni más ni menos que la de un cogito alienado, escindido entre su existencia concreta y su esencia. De aquí torna Marx el paradigma de la inversión. La religión descansa sobre este supuesto básico: la inversión entre el sujeto y sus atributos, que hará de la idea un ser divino, y del ser humano su creación. En realidad, los seres humanos son aquellos sujetos que proyectaron en lo divino sus propios atributos, de tal manera que lo que percibimos es lo divino como un sujeto del que nosotros somos el predicado. "el ser humano hace la religión; la religión no hace al ser humano" (Prólogo de la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel). La reducción antropológica de la religión en Feuerbach se explica entonces como una inversión entre un sujeto humano y un predicado divino. Feuerbach había dicho que la religión, por lo menos la cristiana, es la relación del ser humano consigo mismo; 0, mejor dicho, con su esencia, pero considerada como una esencia extraña. La esencia divina es la esencia humana, la esencia del ser humano prescindiendo de los límites de lo individual, es decir, del ser humano real y corporal, objetivado, contemplado y venerado como un ser extraño y diferente de sí mismo. Todas las determinaciones del ser divino son-las mismas que las de la esencia humana genérica.

CRÍTICA Y SUPERACIÓN DE LOS ECONOMISTAS INGLESES

Gracias al análisis de las premisas establecidas por los economistas ingleses, y a su posterior crítica, se hace posible la arquitectura del concepto de alienación. En síntesis, la aportación del pensamiento de Adam Smith y de David Ricardo puede reducirse a la siguiente idea: el trabajo aparece como la única fuente de toda propiedad. Éste es a un tiempo el gran acierto y el gran error de la economía política inglesa. El gran acierto, en la medida en que descubre cómo el trabajo, la laboriosidad humana, es la única fuente de propiedad capitalista, y no, como creían los

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fisiócratas, la posesión del suelo. Sin embargo, el capital y la propiedad privada de los medios de producción no pueden ser divinizados, porque tienen el poder de contratar el trabajo humano y de despedirlo esto es, de provocar su miseria. Por tanto, nos encontramos ante una realidad importante. Los economistas ingleses pasan por alto la contradicción que se da entre la teoría según la cual el trabajo es la fuente de la propiedad, y la teoría según la cual el salario es el poder que tiene el dinero sobre el trabajo, para devaluarlo. Los economistas ingleses no consideran la relación directa que se establece entre el trabajador y la producción. Aquí encontraremos el fundamento que posibilita la explicación del concepto de alienación.

CRÍTICA Y SUPERACIÓN DEL SOCIALISMO UTÓPICO

Marx muestra, respecto a los socialistas utópicos, la misma doble actitud que respecto a la izquierda hegeliana y a los economistas ingleses: reconoce parte de sus méritos teóricos y prácticos, pero lleva a cabo una crítica de sus presupuestos. Este socialismo burgués o conservador estaba encabezado por ciertos economistas, filántropos, etc., que querían mejorar la situación en la que se encontraba la clase trabajadora emplean- do para ello un mecanismo que a los ojos de Marx resultaba de enorme ingenuidad: actividades de beneficencia, protección de los débiles, sociedades de templanza, etc. Nuestro autor comparte con ellos el destino último de sus críticas: la sociedad capitalista. Aquéllos se acogen a la idea general del comunismo crítico-utópico (Babeuf, Saint- Simon, Fourier y Owen), según la cual la propiedad privada corrompe radicalmente todos los elementos de la sociedad, desde la organización social hasta la superestructura ideológica, jurídica y moral. En esas condiciones el proletariado no tiene nada que esperar. Nuestro autor reconoce en los socialistas utópicos la capacidad de mostrar la realidad deshurnanizadora de la sociedad industrial y capitalista, pero difiere, al menos, en algunas cuestiones básicas:

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a) La humanización del ser humano deshumanizado no debe reducirse a un postulado moral, error habitual de utopistas como Foürier, Saint-simon o Proudhon, sino que debe realizarse desde el análisis de las condiciones materiales que hagan posible la emancipación humana; esto es, el análisis materialista de la historia como modelo del socialismo revolucionario.

b) Rechazo de la actitud débil del socialismo caritativo y reformista en su intento de conciliar las clases antagónicas.

c) A Proudhon, y pese a reconocer su esfuerzo en el análisis de la propiedad privada, se le reprocha el no haber captado la relación entre dicha propiedad privada y el trabajo alienado. La revolución social no puede limitarse a una mera elevación de salarios.

d) Rechazo del comunismo vulgar, que propone una generalización de la propiedad privada, ya que esto sólo serviría para generalizar al mismo tiempo la alienación.

e) Por último, frente al anarquismo de la época (Bakunin), realiza una crítica de la ingenuidad, que presupone la desaparición "repentina del estado" y entiende que éste sólo desaparecerá tras un largo periodo de revolución social.

A partir de la Historia de la filosofía 2º bach. Algaida

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