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CONTENIDO Presentación p.4

CUARESMA p.6

Miércoles de Ceniza p.9

Del pecado a la gracia p. 12

El ayuno y el corazón p.13

El sentido de la Cuaresma

p.20

La voz del Papa p.23

Visita apostólica p. 24

Reflexión del mes p.27

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Presentación Fausto E. Méndez Batres

Director general y Editor en jefe Estimados lectores. La realidad que nos toca vivir está fuertemente influida por una sociedad que ha degrado las concepciones de “amor”, “perdón”, “arrepentimiento”, “pecado” y hasta de “Dios”. Para el creyente, estas concepciones, aunque humanas, no dejan de ser parte de nuestro entorno diario. En los momentos difíciles, Dios nos auxilia y permite que no caigamos en las acciones del pecado y es en Cuaresma donde vivimos más intensamente este proceso continuo y permanente de conversión. La revista “Toma y lee” es un medio que nos permite acercarnos más a Dios a través de la lectura de las reflexiones, artículos, secciones y mensajes, así como el pensamiento de nuestros escritores que contribuyen al proyecto de Dios construyendo, por medio de la palabra escrita, un medio para conocer más y profundizar los temas de interés particular y social de nuestro tiempo. La Cuaresma debe humillar el deseo del espíritu para que se pueda poner en verdadera y real presencia de Nuestro Padre y así caminar por los senderos que conducen a la salvación que no es otra cosa que ser bendecido con los frutos y la gracia de amor de Dios en nuestra vida para los demás. Que cuaresma represente una verdadera convicción a nacer a la vida de la gracia de Nuestro Señor Jesús y que la conversión sea duradera y fructuosa para nosotros mismos y nuestros hermanos. Buen inicio de cuaresma y que Dios los acompañe siempre y en todo.

¡A LEER!

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¿QUÉ ES LA CUARESMA? La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios. El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual. En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios. Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección. 40 días La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto. En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades. La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

¿QUÉ ES LA CUARESMA?

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MIÉRCOLES DE CENIZA Por César Augusto Jiménez Ramírez

COMENZAMOS un tiempo

“fuerte” dentro del Calendario Litúrgico de la Iglesia Católica, el Tiempo de la Cuaresma. El miércoles de Ceniza es el primer día de la Cuaresma, cuarenta días antes de la Pascua. En este día se inicia un tiempo espiritual particularmente importante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.

También en los primeros siglos de la Iglesia en Roma, existía la práctica de que los “penitentes” (grupo de pecadores que querían recibir la reconciliación al final de la Cuaresma, a las puertas de la Pascua), comenzaran su penitencia pública el primer día de la Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el jueves antes de la Pascua. Estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X). Entonces, en el siglo XI, desaparecida ya la institución de los penitentes como grupo, viendo que el símbolo de la imposición de la ceniza al iniciar la Cuaresma era bueno, se empezó a realizar este rito para todos los cristianos, de modo que toda la comunidad se reconocía pecadora, dispuesta a emprender el camino de la conversión cuaresmal. Por algún tiempo la imposición de la ceniza se realizaba al principio de la celebración litúrgica o independientemente de ella. En la última reforma litúrgica se reorganizó el rito de la imposición de la ceniza con el objetivo de que sea un símbolo más expresivo y pedagógico para los fieles, pasándose a realizar después de las lecturas bíblicas y de la homilía, las cuales nos ayudan a entender el profundo significado de lo que estamos viviendo. La Palabra de Dios, en ese día, nos invita a la conversión. El deseo de convertirnos y volver al Señor es lo que da contenido y sentido al gesto de las cenizas. Las cenizas usadas para la cruz que recibimos en la frente son obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos del año anterior. Este tiempo del Año Litúrgico, la Cuaresma, se caracteriza por el llamado a la conversión. Si escuchamos con atención la Palabra de Dios durante este tiempo, descubriremos la voz del Señor que nos llama a la conversión. Por eso es elocuente empezar este tiempo con el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, acompañado de las palabras “Convertíos y creed en el Evangelio” y de la expresión “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás”, nos invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordándonos la fragilidad de nuestra vida aquí en la tierra.

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“Arrepiéntete y cree en el Evangelio”

“Polvo eres y al polvo volverás”

Significado simbólico de la Ceniza

La ceniza, del latín “cinis”, es producto de la combustión de algo por el fuego. Por extensión, pues, representa la conciencia de la nada, de la muerte, de la caducidad del ser humano, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. Ya podemos apreciar esta simbología en los comienzos de la historia de la Salvación cuando leemos en el libro del Génesis que “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Gen 2,7). Eso es lo que significa el nombre de “Adán”. Y se le recuerda enseguida que ése es precisamente su fin: “hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Gn 3,19). En Gén 18, 27 Abraham dirá: “en verdad soy polvo y ceniza. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. La ceniza significa también el sufrimiento, el luto, el arrepentimiento. En Job (Jb 42,6) es explícítamente signo de dolor y de penitencia. De aquí se desprendió la costumbre, por largo tiempo conservada en los monasterios, de extender a los moribundos en el suelo recubierto con ceniza dispuesta en forma de cruz. El gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente, se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y entrada al ayuno cuaresmal y a la marcha de preparación para la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo. Por eso cuando nos acerquémos a recibir las cenizas, meditemos muy bien en nuestro corazón las palabras que pronunciará el celebrante al imponérnoslas en forma de Cruz: “Arrepiéntete y cree en el Evangelio” (Cf Mc1,15) y “Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver” (Cf Gén 3,19). Para que de verdad sea un signo y unas palabras que nos lleven a descubrir nuestra caducidad, nuestro deseo y necesidad de conversión y aceptación del Evangelio, y el deseo de recibir la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.

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DEL PECADO A LA GRACIA Por Christian Rodrigo Barba Macías

La Cuaresma es un tiempo que nos ofrece nuestra Santa Madre Iglesia para que, a través de la penitencia, regresemos a la gracia de Dios y gocemos de sus beneficios. La gracia de Dios es un don del cual todos tenemos derecho, siempre y cuando seamos meritorios de ello, pues bien, si este es un regalo para todos, sólo lo recibe quien desea aprovecharlo. El pecado es una realidad constante en nuestra vida, es la consecuencia de haber errado conscientemente en el ejercicio de nuestra libertad. Es propio del humano el errar constantemente, así como también es propio el enmendar sus yerros. Dios es consciente de la naturaleza del hombre y de la fragilidad a la que está expuesto constantemente, no obstante, la misericordia de Dios está siempre y eternamente lista en socorrernos en nuestra necesidad. Si bien es cierto que, es el pecado mismo el que nos separa de gozar de las divinas gracias, es también verdadero que dentro de la sabiduría divina, Dios ha querido ofrecer una oportunidad de salvación a partir del mismo pecado que cometemos, dicha oportunidad está en la reparación de nuestras faltas y en la penitencia que hagamos. Muchas veces, cuando escuchamos la palabra penitencia, lo primero que se viene en mente es dolor y mortificación, torturas y sacrificios. La penitencia no se reduce a lo anterior. Penitencia es arrepentimiento, conversión y de cierto modo, dominio de nosotros mismos y aspirar a ser lo más dignos posible de la gracia de Dios. Nunca debemos pensar que cualquier pecado pueda ser más grande que la misericordia de Dios, misma que es verdaderamente proporcional a la fuerza de nuestra conversión, pues es en ésta donde radica nuestro mérito en merecerla. La voluntad del hombre es el vehículo de las gracias divinas y el punto clave para habilitar en él mismo la gracia santificante y santificadora. Pues bien, como dice el libro del Apocalipsis (3, 20):”He aquí, yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”. Es claro que, el hombre debe tomar la iniciativa de abrir la puerta de su espíritu tras haber escuchado el llamado amoroso del Divino Amor, para gozar de la alegría del banquete preparado para los que lo aman. Si no abrimos la puerta a Dios, que nos toca con sutileza en cada momento, Él no podrá entrar para ofrecernos lo que Él nos tiene preparado. Cuánta razón tiene San Agustín al predicar que: “Aquél que te creo sin ti, no te salvará sin ti…”. No tengamos miedo de acoger la cruz como único camino, pues el dolor de nuestros pecados es pedagogía de salvación, porque, así como Dios se hace hombre para compartir nuestra naturaleza, es pues que Él llena de gracia también las debilidades del hombre, por ende, no hay pecado alguno que no tenga consigo la potencia de la gracia de Dios. El deber del hombre es escudriñar en su propio pecado y encontrar la semilla de la gracia, que si crece, crecerá más abundante que el propio pecado, cumpliéndose que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Romanos 5,20). Quizá para el creyente fiel, en el nuestro pecado sólo vea sinsentido y amargura, aunque lo es, pero Dios sólo ve esperanza en que el hombre encuentre el regalo escondido en él, mismo que nos conduzca de nuevo hacia la casa paterna. 12

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El mensaje de arrepentimiento y conversión va siempre y primariamente dirigido a nuestros corazones: "Desgarrad vuestros corazones, no vuestros vestidos" nos dice el profeta Joel 2,12-18. Este es el pasaje de las Escrituras que escuchamos en la primera lectura del miércoles de ceniza. "Como vemos en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores "el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia" (Catecismo #1430). La conversión es el cambio de corazón. Si este cambio es auténtico, debe manifestarse en todas las áreas de nuestra vida, ya que el corazón mueve nuestras decisiones, acciones, sentimientos y disposiciones. El corazón es la sede interior de la persona humana. Toda realidad interior debe necesariamente manifestarse en el exterior. Dios reveló su amor por nosotros enviando a su único Hijo en el misterio de la Encarnación. "La Palabra se hizo carne". Así, debe ser en nuestras vidas: la conversión debe tener una expresión concreta y encarnada en cada área de nuestra vida. La conversión no es solamente decir Señor, Señor.. sino decir que toda mi vida, mi mente, mi corazón, mis talentos, mis dones, mis capacidades; mi cuerpo le pertenece al Señor y es para su gloria. La conversión sincera es cambiar los intereses de mi corazón, ya no es vivir para mi propio

placer, pues es contrario al evangelio: "el que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo". Somos creados con alma y cuerpo. La necesaria purificación interior para la conversión de nuestros corazones es también necesaria en nuestro cuerpo, sentidos, pensamientos, acciones y hábitos. La penitencia interior, ese rasgar el corazón, también tiene que tener expresiones externas y así llevarnos a un crecimiento de la gracia en todo nuestro ser. Todo debe estar integrado y ordenado por la gracia con nuestra cooperación en la oración y la penitencia. La Iglesia nos enseña que hay tres expresiones tradicionales de penitencia. Esta son el ayuno, la oración y la limosna. Las tres son mencionadas por Jesús en el Evangelio de San Mateo 6,1-6 y 16-18; precisamente en el Evangelio del miércoles de ceniza. El ayuno, la oración y limosna nos recuerdan que la conversión incluye todos los aspectos de la vida: "expresan conversión con relación a uno mismo, con relación a Dios y con relación a los demás" (Catecismo #1434). En esta enseñanza quiero específicamente dedicarme al ayuno, tan necesario para crecer en el dominio propio, en la moderación de nuestros apetitos y en abrirnos cada vez a las realidades espirituales y al alimento eterno. ¿QUÉ ES EL AYUNO? Es la práctica de limitar el consumo de comida y bebida para imitar los sufrimientos de Cristo durante su pasión y a través de toda su vida terrena. El ayuno nos recuerda que la

EL AYUNO Y EL CORAZÓN Madre Adela Galindo, SCTJM

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conversión afecta y debe afectar todas las áreas de nuestra vida. El ayuno como parte de la tradición judía en el Antiguo Testamento: Levítico 16,29-30. El Señor ordena un día de ayuno como expiación y purificación: "ayunareis… porque en ese día se hará expiación por vosotros para purificaros". Joel 2,12. Como signo de arrepentimiento: "volved a mí de todo corazón, con ayuno, con llanto, con lamentos". Éxodo 34,28. Como preparación para las manifestaciones Moisés está en el Monte Sinaí cuarenta días y cuarenta noches, si comer pan, ni beber agua, y escribió las nuevas tablas de la ley. Deuteronomio 10,10. Poder de intercesión ("en cuanto a mí, me estuve en el Monte, como la primera vez, cuarenta días y cuarenta noches, en ayuno. También esta vez me escucho Yahveh y renuncio a destruirte"). Jonás 3,7, Ante el anuncio de la futura destrucción de Nínive, el pueblo hace ayuno y penitencia. Salmo 35,13. Ante la persecución injusta- David, ayuna y hace penitencia. Salmo 109,24. Para lograr el auxilio del Señor -ayuna hasta debilitarse las rodillas-. Judit 4,9-15. Ante la amenaza de Nabucodonosor, los Israelitas ofrecen alabanzas, intercesión, penitencia y ayuno. El Señor oyó sus voces y vio su angustia. Ester 4,16. Para evitar la agresión, Ester dice a Mardoqueo: "vete a reunir a todos los judíos que hay en Susa y ayunad por mí. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis siervas ayunaremos. Y así, a pesar de la ley, me

presentare ante el rey; y si tengo que morir, moriré". El Ayuno en el Nuevo Testamento: Con insistencia. Lucas 2, 37: "(Ana) no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios con ayuno y oraciones". Preparación para imponer manos. Hechos 13,3 --"la comunidad después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron" (a Pablo y Bernabé en misión) Para encomendar alguien al Señor. Hechos 14,23 --"designaron presbíteros en cada iglesia y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor" Para completar las tribulaciones de Cristo. Col 3,3 --"me alegro de los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia". Para ser vencedores. 1 Cor 9,25 "los atletas se privan de todo y eso por una corona corruptible, nosotros, en cambio, por una incorruptible." Para vencer la carne Gal 5,17 "pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu y el espíritu contrarias a la carne, como entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais" El ejemplo de Jesús: Para vencer el demonio. Marcos 9,29 -"esta clase de demonio solo puede ser expulsado por la oración y el ayuno". Mateo 4 y Lucas 4. Nos revelan a Jesús en el desierto orando y sin comer ni beber nada por cuarenta días para vencer las tentaciones en el desierto.

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En Mateo 4 encontramos muchas enseñanzas necesarias para la vida espiritual. Jesús recibe el Bautismo, el Espíritu Santo desciende sobre Él , y se oye una voz, que dice "este es mi Hijo amado". (Toda una experiencia bella y muy espiritual) Inmediatamente ese mismo Espíritu lo lleva al desierto (lugar solo, árido, peligroso, sin provisiones de ninguna clase), a ser tentado por el demonio. El desierto es necesario para que el Señor pueda hacer grandes cosas en nosotros, El siempre se ha revelado a su pueblo de manera extraordinaria durante el desierto y también siempre ha preparado a su pueblo para la misión durante el desierto.. Pero, precisamente por esto, también el demonio, allí, libra una gran batalla, para obstaculizar lo que Dios quiere hacer. Jesús, se prepara para esta batalla, con oración y ayuno de cuarenta días y noches. ¿Cómo no prepararnos nosotros para la batalla que se libra en nuestras vidas y en el mundo contemporáneo? Nos preparamos con oración y ayuno? Cuando mas tentados nos sintamos, mas debemos de orar y ayunar. Los Israelitas son liberados de Egipto y llevados por el desierto hacia la tierra prometida. Al poco tiempo de haber sido sacados de Egipto y de caminar por el desierto, se les iban agotando las fuerzas. Entonces se rebelaron contra Moisés. Tenían hambre y sed y exigían que les proveyera. El Señor hace el milagro del maná y de hacer brotar agua de la piedra. Jesús ayuna, y con su ayuno, repara por las quejas y las injurias que los israelitas hicieron al Señor en el desierto.

Primera Tentación: Jesús siente hambre (una realidad humana) y allí se aprovecha el demonio para lanzar su primera tentación y seducción: "Si eres el Hijo de Dios, di que esas piedras se conviertan en panes". Jesús le responde: "no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Deut 8,3). El demonio no pudo lograr hacer caer a Jesús, a pesar que El tenía hambre, porque a través del ayuno, el había puesto en segundo lugar la necesidad de satisfacer el hambre, o la gratificación física inmediata. A través del ayuno, vamos dominando esta área, y cuando la tentación viene a nosotros, ya podremos resistirla. "No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Jesús responde, citando Deut 8. Esta es una característica de Cristo, siempre mostrarnos que el cumplir la voluntad del Padre da más vida, que tomar alimento. Esta respuesta de Cristo, nos revela lo que fueron esos 40 días: no hubo pan, ni agua, pero si profunda comunicación con su Padre. Esto es más importante que nada. No buscar nunca nuestro alimento fuera de la voluntad de Dios. (apetitos: cuerpo, emociones, sexuales, mentales, de ego, de fama, de reconocimiento, etc). Segunda tentación (porque siente hambre): "le pone sobre el alero del templo, y le dice: Si eres hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: a sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna". Jesús le dice: "también está escrito, no tentaras al Señor tu Dios" (Deut 6,16). El demonio está tentando a Jesús para que desafíe la protección del Padre y tome

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control fuera de la obediencia a Dios. Era la tentación de la satisfacción personal, que los ángeles le sirvan, le protejan y no le pase nada. Jesús, es tentado en esta área después de ayunar, ¿es que acaso el ayuno tiene también el poder de liberarnos de nuestro ego? ¿De nuestro deseo de ser servidos, honrados? Tercera Tentación (porque siente hambre): "lo lleva a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: todo esto te daré si postrándote ante mí me adoras". Jesús responde: apártate de mí Satanás, porque está escrito: al Señor tu Dios adoraras y solo a El darás culto". (Det 6,13). El demonio le tienta con alcanzar poder y fama terrenos, ¿será que el ayuno, nos libera de estos deseos? , ¿Será que al experimentar nuestra debilidad, vacío, necesidad, en el ayuno, nos reconocemos criaturas, dependientes de Dios, y así nos liberamos de la gran tentación de adorar a falsos dioses (incluyéndonos nosotros mismos). Las tres tentaciones del desierto fueron dirigidas hacia el placer, poder y fama. Las tres fueron presentadas durante 40 días de oración y ayuno. Las tres fueron vencidas con las virtudes contrarias: negación, sumisión total al Señor y su Palabra, humildad. Tres virtudes que son frutos del ayuno. El A.T. nos revela el poder del ayuno sobre los enemigos exteriores, el N.T., nos revela además, el poder que tiene para vencer los enemigos del alma: carne, demonio y mundo. Frutos del ayuno: No es un fin en sí mismo, sino medio de conversión, porque conduce a libertad de corazón y mente. Proceso por el cual nos

liberamos de todos los apegos terrenales y de todas las cosas que nos atan: caprichos, gustos, excesivo auto cuidado. Y nos encaminamos hacia la Paz. Fortalece, estabiliza y desarrolla el auto control (fruto del Espíritu Santo). Nos ayuda a reconocer nuestra debilidad y dependencia en Dios. Perfecciona la pobreza de espíritu. Edifica la vida interior y elimina los excesos de nuestra vida a fin de hacer más espacio para Dios. El ayuno permite llevar más fácilmente una vida interior unida a Dios y al mundo celestial; el ayuno libera de la pesantez de la materia. Los santos recomiendan el ayuno a todo aquel que quiere llegar a una mayor interioridad. El ayuno apaga poco a poco la concupiscencia. Ayunar no solo de comida (San Juan Crisóstomo): El valor del ayuno consiste no solamente en evitar ciertas comidas, pero en renunciar a todas las actitudes, pensamientos y deseos pecaminosos. Quien limita el ayuno simplemente a la comida, está minimizando el gran valor que el ayuno posee. Si tú ayunas, que lo prueben tus obras. Si ves a un hermano en necesidad, ten compasión de él. Si ves a un hermano siendo reconocido, no tengas envidia. Para que el ayuno sea verdadero no puede serlo solo de la boca, sino que se debe ayunar de los ojos, los oídos, los pies, las manos, y de todo el cuerpo, de todo lo interior y exterior. Ayunas con tus manos al mantenerlas puras en servicio desinteresado a los demás. Ayunas con tus pies al no ser tan lenta en el amor y el servicio. Ayunas con tus ojos al no ver cosas impuras, o al no fijarme en los demás para criticarlos. Ayuna de todo lo que pone en peligro tu alma y tu santidad. Sería inútil

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privar mi cuerpo de comida, pero alimentar mi corazón con basura, con impureza, con egoísmo, con competencias, con comodidades. Ayunas de comida, pero te permites escuchar cosas vanas y mundanas. También debes ayunar con tus oídos. Debes ayunar de escuchar cosas que se hablan de tus hermanos, mentiras que se dicen de otros, especialmente chismes, rumores o palabras frías y dañinas contra otros. Además de ayunar con tu boca, debes de ayunar de no decir nada que haga mal a otro. Pues ¿de qué te sirve no comer carne, si devoras a tu hermano? ¿Que nos dice San Juan Crisóstomo con esta reflexión? Que los días de ayuno deben de ser especialmente días de abstenernos del uso desordenado o incluso exagerado de los otros sentidos: No fijarme en lo que no debo, no hablar lo que no debo, no oír lo que no debo, no desear lo que no debo, no buscar satisfacer todas mis necesidades emocionales, espirituales; no buscar saciar mi soledad, buscando inmediatamente compañía; no querer saberlo todo; no requerir respuestas inmediatas a todo lo que se me ocurre en la mente, etdulces, más dóciles. Quizás tengo que ayunar de la soberbia, buscando activamente ser humillada, o hacer actos concretos de humildad, etc. Ayuno y pureza corporal (según el papa Benedicto XVI). Ayunar significa aceptar un aspecto esencial de la vida cristiana. Es necesario descubrir de nuevo el aspecto corporal de la fe: la abstención de la comida es uno de estos

aspectos. Sexualidad y alimentación son los elementos centrales de la dimensión física del hombre: hoy, a una menos comprensión de la virginidad corresponde una menor comprensión del ayuno. Y una y otra falta de comprensión proceden de una misma raíz: el actual obscurecimiento de la tensión escatológica, es decir, de la tensión de la fe cristiana hacia la vida eterna. Ser vírgenes y saber practicar periódicamente el ayuno es atestiguar que la vida eterna nos espera; más aun, que ya está entre nosotros. Sin virginidad y sin ayuno, la Iglesia no es ya Iglesia; se hace intrascendente, sumergiéndose en la historia. Hoy más que nunca, la penitencia, mortificación es necesaria para expiar por nuestros pecados y reparar por los del mundo entero. A través de los siglos, la humanidad siempre ha sido pecadora, pero lo reconocía y hacia penitencia por ello. Hoy no es así, se vive en pecado, no se le llama pecado sino que al contrario se vive orgulloso de ello. Se están rechazando todos los principios morales y éticos, y por ello la humanidad ha perdido la libertad interior y ha llegado a ser víctima del peor tirano: el propio "yo" y el demonio. El ayuno como acto común y público de la Iglesia, me parece hoy tan necesario como en tiempos pasados; es un testimonio público tanto de la primacía de Dios y de los valores del espíritu como de nuestra solidaridad con todos aquellos que padecen hambre. Si no ayunamos no conseguimos librarnos de ciertos demonios de nuestro tiempo". Por eso el catecismo de la Iglesia, en el número 2015, nos dice: "El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (2Tim

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4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas." Ayuno y Caridad. El ayuno no puede separarse de la caridad fraterna. Si un cristiano se priva de algo es para darlo a sus hermanos y dar testimonio con ello de su amor a Dios. Pío XII (1950): "lo que sustraiga a la vanidad, el cristiano lo dará a la caridad y subvendrá misericordiosamente a la Iglesia de los pobres. Así lo hacían los fieles de la Iglesia primitiva: alimentaban las fuentes de la caridad con el ayuno y abstinencia de las cosas permitidas". San Agustín: "tus privaciones serán fecundas si muestras largueza con otro". Las privaciones son cristianas si nos hacen crecer en santidad, en caridad y generosidad. En las primeras comunidades cristianas cuando había un pobre entre ellos ayunaban durante dos o tres días y acostumbraban a enviarle los alimentos que tenían preparados para ellos. Podemos apreciar porque la Iglesia primitiva observaba dos días de ayuno a la semana: miércoles y viernes.

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EL SENTIDO DE LA CUARESMA Padre José Medina.

Queridos amigos y hermanos, con el miércoles de Ceniza, primer día de la Cuaresma, iniciamos el camino de preparación para la santa Pascua. Se trata de un itinerario espiritual de oración y penitencia, con el que los cristianos se dejan purificar y santificar por el Señor, que quiere que participen en sus sufrimientos y en su gloria (“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos de Cristo; si empero padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.(cf. Rm 8, 17). El Espíritu Santo, que guió y sostuvo a Cristo en el “desierto”, nos introduce en este tiempo de Cuaresma, dándonos la gracia necesaria para resistir a las seducciones del antiguo tentador y vivir con renovado compromiso en la libertad de los hijos de Dios. En efecto, Jesús no nos pide una observancia formal o meros cambios exteriores, sino más bien la conversión del corazón, para que cumplamos con fidelidad la voluntad de su Padre y nuestro Padre. En este tiempo cuaresmal, Jesús nos llama a seguirlo por el camino que lo lleva a Jerusalén, para inmolarse en la cruz. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc 9, 23). Esta invitación es, sin duda alguna, exigente y dura, pero capaz de liberar, en quien la acoge, la fuerza creativa del amor. Por tanto, en este tiempo de Cuaresma nuestra mirada se dirige a la cruz gloriosa de Cristo. El autor de la Imitación de Cristo escribe: “En la cruz está la salvación; en la cruz está la vida; en la cruz está la defensa del enemigo; en la cruz está el don sobrenatural de las dulzuras del cielo; en la cruz está la fuerza de la mente y la alegría del espíritu; en la cruz se suman las virtudes y se perfecciona la santidad” (XII, 1). La frase bíblica que nos acompaña a lo largo de todo el itinerario cuaresmal es: “Convertíos y creed el Evangelio” (Mc 1, 15). Cuando nos imponen la ceniza sobre nuestra cabeza volvemos a escuchar esta expresión del evangelista san Marcos. Con ella se nos recuerda que la salvación, que Jesús nos ofrece en el misterio de su Pascua, exige nuestra respuesta. Así, la liturgia nos invita a manifestar de forma concreta y visible el don de la conversión del corazón, indicándonos qué camino tenemos que recorrer y cuáles instrumentos debemos usar. La escucha asidua de la palabra de Dios, la oración incesante, el ayuno interior y exterior, las obras de caridad, que hacen concreta la solidaridad con nuestros hermanos, son puntos irrenunciables para aquellos que, regenerados a la vida nueva mediante el bautismo, quieren vivir ya no según la carne, sino según el Espíritu (cf. Rm 8, 4). Hago mías las palabras de san León Magno que, en uno de sus discursos sobre la Cuaresma, afirmaba: “No hay obras virtuosas sin la prueba de las tentaciones; no hay fe sin contrastes; no hay lucha sin enemigo; no hay victoria sin combate. Nuestra vida transcurre entre asechanzas y luchas. Si no queremos ser engañados, debemos estar vigilantes; si queremos vencer, debemos combatir” (Sermón XXXIX, 3). Acojamos esta invitación. Exige una disciplina ardua,

queremos vencer, debemos combatir” (Sermón XXXIX, 3). Acojamos esta invitación. Exige una disciplina ardua, especialmente en el contexto social de hoy, a menudo caracterizado por el cómodo desinterés y el ateísmo práctico. El Espíritu Santo nos conforta y nos sostiene en esta lucha, “viene en ayuda de nuestra flaqueza —como afirma san Pablo—, pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene, mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8, 26). También en la Cuaresma debemos tener presente la solidaridad con nuestros hermanos, ya que la Cuaresma es el tiempo de la solidaridad ante las situaciones precarias en las que se encuentran personas y pueblos de tantos lugares del mundo. Entre las situaciones de precariedad hemos de tener especialmente presente -en la oración y en la ayuda concreta- la condición dramática de quienes en nuestros países hermanos como Haití y Chile viven y sufren las tremendas consecuencias de los terremotos que han tenido. De la misma manera que las multitudes del Evangelio se maravillaban ante los gestos y la enseñanza de Jesús, así también hoy la humanidad podrá sentirse fascinada más fácilmente por Cristo y decidirse por él, si contempla el testimonio de fe y caridad de los cristianos. El Señor, a través de la obra de la Iglesia, continúa llamando a hombres y mujeres para que lo sigan. Deseo de corazón que, la Cuaresma sea para cada uno de nosotros una ocasión propicia para este camino de conversión, que tiene su referencia fundamental e irrenunciable en el sacramento de la penitencia. Esta es la condición para llegar a una experiencia más íntima y profunda del amor del Padre. Que nos acompañe María, la Virgen Santísima, por el camino de conversión y penitencia que estamos transitando. Su ayuda materna nos impulsa a vencer toda pereza y todo miedo, para avanzar con fe intrépida hacia el Calvario, sabiendo estar amorosamente al pie de la cruz, con la alegre esperanza de participar en la gloria de la resurrección del Señor.

Con mi bendición. + Padre José Medina.

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LECTURAS

DE INTERÉS

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LA VOZ DEL PAPA Por César Augusto Jiménez Ramírez

El 7 de febrero del presente, se he publicado en la Sala de Prensa de la Santa Sede el Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma de este año, bajo el tema: “Prestemos atención los unos a los otros, para estímulo de la caridad y las obras buenas”. En su mensaje, firmado en la Ciudad del Vaticano el 3 de noviembre del año pasado el Papa comienza explicando que “la Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana”: El Amor. Y agrega que “este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario”, puesto que se trata de “un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual”. El Santo Padre propone algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (10, 24). Y explica que el fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor “con corazón sincero y llenos de fe” (v. 22), de mantenernos firmes “en la esperanza que profesamos” (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos “la caridad y las buenas obras” (v. 24). Mientras recuerda que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). En el primer punto subtitulado “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano; Benedicto XVI afirma que también hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos “guardianes” de nuestros hermanos (cf. Gn 4, 9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado recíproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. Porque “el gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe

en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente”. “La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual”, escribe más adelante Benedicto XVI. Y señala más adelante que “la cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es ‘bueno y hace el bien’ (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades”. Tras plantear la pregunta de “¿qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano?”, el Papa escribe que “con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás”. Mientras “nunca debemos ser incapaces de tener misericordia para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre”; porque “el encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza”. En el tercer punto el Papa se refiere al estímulo de la caridad y las buenas obras, como camino hacia la santidad. Y recuerda que “lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a ‘comerciar con los talentos’ que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25 ss). “Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor –concluye su Mensaje– todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras” (cf. Hb 6,10). Llamada que es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua.

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COMPARTIMOS EL DOCUMENTO

OFICIAL DE LA CONFERENCIA DEL

EPISCOPADO MEXICANO SOBRE LA

VISITA DEL PAPA A MÉXICO.

CONCERNIENTE A LA VISITA DE S.S.

BENEDICTO XVI A MÉXICO

El 12 de diciembre de 2011, Su Santidad

Benedicto XVI anunció que tenía la intención de

emprender un Viaje Apostólico, antes de la

Santa Pascua, a México y Cuba.

Al término de las consultas llevadas a cabo con

el Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos y

de la Conferencia Episcopal que lo han invitado,

y luego del detallado estudio realizado por los

responsables de los viajes del Papa,

conjuntamente con autoridades federales y

miembros del gobierno de Guanajuato, el Santo

Padre ha aprobado el programa que le fue

sometido y que se verificará del modo siguiente:

El Santo Padre llegará, proveniente de la ciudad

de Roma, al Aeropuerto de León, Guanajuato,

(Bajío), la tarde del viernes 23 de marzo de

2012, en donde será recibido oficialmente por

S.E. el Señor Presidente de los Estados Unidos

Mexicanos, Lic. Felipe Calderón Hinojosa, por

la Conferencia Episcopal y por el Sr. Arzobispo

de León.

Durante su permanencia en México se

hospedará en la residencia de las Religiosas del

Colegio Miraflores, de León, Guanajuato.

La tarde del sábado 24 de marzo, se trasladará a

la Casa del Conde Rul, sede de Representación

del Gobierno del Estado de Guanajuato, para un

encuentro oficial con S.E. el Sr. Presidente de la

República Lic. Felipe Calderón Hinojosa y su

Delegación. Al final el Santo Padre saludará y

bendecirá a los niños y fieles que se encontrarán

reunidos en la Plaza de la Paz, de la ciudad de

Guanajuato, Gto.

Durante la mañana del domingo 25 de marzo,

el Santo Padre presidirá una Misa

multitudinaria en el Parque Bicentenario,

Municipio de Silao, al pie del Cerro del

Cubilete que en su cima alberga el

Monumento a Cristo Rey. En tal

circunstancia encontrará a los fieles

representantes de todas las Diócesis de

México.

Por la tarde del mismo día 25, el Santo Padre,

en la Iglesia Catedral de León, se reunirá

para el rezo de Vísperas y dirigirá su mensaje

a todos los Obispos de México y a los

Representantes de los demás episcopados de

América Latina y del Caribe.

El 26 de marzo por la mañana, desde el

mismo Aeropuerto de León, Gto., el Santo

Padre proseguirá su viaje hacia Santiago de

Cuba. Ahí será despedido por las más altas

autoridades civiles y religiosas de México.

Oremos junto a Santa María de Guadalupe

por el Santo Padre Benedicto XVI, por su

Primera Visita Apostólica a México que es

motivo de esperanza y de confirmación de la

fe en el Señor.

† Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla

Presidente de la CEM

† Víctor René Rodríguez Gómez

Obispo Auxiliar de Texcoco

Secretario General de la CEM

VISITA APOSTÓLICA 2012

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LA REFLEXIÓN DEL MES Por Fausto Enrique Méndez Batres

SE ME HAN ASIGNADO NOCHES DE DOLOR El personaje bíblico Job, es un ejemplo para cualquier cristiano sobre lo qué debemos hacer en las adversidades de la vida. El santo Job es un personaje bíblico sometido a una opresiva prueba por Satanás con autorización de Dios y cuya dignidad y temple para salvar la adversidad. Es un ejemplo de santidad, integridad de espíritu y fortaleza ante las dificultades. Job, en la primera lectura, dice: “Recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la felicidad.” (Jb. 7,7). La vida es un tránsito necesario para que nuestro ser pueda regresar a su principio, al amor que mueve el universo, a Dios. La renuncia a lo que somos es el primer paso en el camino del cristiano. No podemos seguir siendo nosotros, debemos morir al pecado de manera que nos convirtamos en receptores de la vida y la verdad. Como un soplo, la vida es fugaz e incierta de los sinsabores que se tendrán que enfrentar pero, la garantía de la muerte es ineludible. El título de este artículo es también una cita de Job que, en lo personal, me es muy grata de reflexionar. Inicio por exponer brevemente el concepto de “dolor”. Es una sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior y en el contexto cristiano es el sentimiento, pena o aflicción por haber ofendido a Dios. Y ahora, vamos a aplicarlo a nuestra vida. El dolor es visto como: Un suplicio. Un castigo como consecuencia de acciones contrarias a la moral e incluso a la salud. Cuando nos sentimos mal por los excesos, por hacer algo que no debíamos hacer. El suplicio más grande que es sin duda el que se paga en el infierno es la plena certeza de que Dios ya no está ahí. El suplicio es un castigo constante y un dolor que poco a poco degenera hasta causar la muerte. Como un lugar de encuentro con Dios. Alguien pensara que el dolor es una forma muy rara de encontrarse con Dios o también que es una forma muy extrañísima en que nuestro Padre expresa el amor que por nosotros siente. Sin embargo, tenemos que considerar varios aspectos sobre el dolor. Recordemos que el centro de nuestra vida es Cristo y por lo tanto, así como Él viene a mostrarnos el verdadero camino, su misma vida es ejemplo vivo de que no es fácil llegar a Dios. Desde que nació hubo problemas para su familia, para su gente; cuando profeta tuvo enfrentar a sus mismos compatriotas donde no pudo ser su profeta; con los “doctores”, escribas y fariseos; con sus mismos discípulos, con la gente que le seguía, en Getsemaní, con Pilatos, con Herodes, en el viacrucis, en Gólgota y hasta su último aliento. Dios quiere que seamos felices pero nunca nos dijo que la Tierra sería el lugar para serlo. Entre muchas cosas, la felicidad es un estado que se consigue después de un gran esfuerzo. Tener fe no es cosa fácil y quién experimenta una fe firme, puede sonreír porque Dios, el amor y la felicidad misma se encuentra en esa persona. Comentábamos una frase del Papa Juan Pablo I: “"Nuestra fe es perfecta alegría, por eso una sonrisa es el mejor testimonio de nuestra fe.” Ser feliz es tener dentro de sí: “Un pedacito de cielo.” Sufrir no es algo deseable pero nos ayuda a humillar nuestro espíritu a Dios y no a la adversidad. El dolor será muy grande pero ¿Es más el dolor o el amor a Dios? Jesús cayó camino a su muerte pero siguió hasta el final. ¿Por qué? El amor suele no tener una explicación. Jesús sufrió más que ninguna otra persona en el mundo y a través de la historia. El dolor que podemos sentir no se compara con el que él experimentó.

El dolor que podemos sentir no se compara con el que él experimentó. Por eso, en el sufrimiento y en la adversidad, debemos ponernos al lado de Jesús en el camino al Gólgota, que aunque no sea el mismo dolor, nos sintamos partícipes del dolor de su Pasión. Vaya que habrá que ofrecer todas las pruebas dolorosas a Dios. Y aunque puedo decir más cosas, hasta aquí sobre el dolor. Pasemos a la noche. La noche, cuando el Sol no alumbra determinada superficie de la Tierra, un fenómeno natural consecuencia del movimiento del planeta, ha sido motivo de una muy profunda cosmovisión de los antiguos y que hasta nuestros días sigue siendo objeto de gran misterio y espiritualidad. La noche es vista como: Mentira, porque la mentira es la ausencia de la luz que emana de la verdad. Mentir es apagar la luz, permitir que las nubes de la incertidumbre y desconfianza penetren en el interior del corazón. Misterio y presencia del mal. Porque donde no está Dios, que es la luz por la cual el mundo y todo lo que existe puede ser parte en la sinfonía perfecta del cosmos, no hay vida, hay muerte, destrucción, duda y por ende, también hay pecado y el pecado nos impide ver a Dios porque hemos permitido que los ojos miren a la oscuridad y dado que no existe la oscuridad, miramos al vacío infinito de la perdición al que, de seguirlo, se puede caer eternamente. Como un lugar de encuentro con Dios. En la noche oscura el amor de Dios se acerca de una manera que parece negarnos. En la noche parece que Dios está contra nosotros. Pero San Juan de la Cruz, sostiene que nada en el amor es oscuro o destructivo, pero por quienes somos y por la purificación que necesitamos se experimenta el amor en lo oscuro. En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada ¡oh dichosa ventura!, salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada La noche, cuando la paz sosiega la tierra y los gritos se apagan y permiten que el estruendo del silencio gobierne, cuando el alma puede viajar a la contemplación auditiva de Dios, cuando el ser pierde su noción de existencia y duerme cual trigo segado, cuando el alma se “recuesta” en los brazos de la paz ¿Qué mayor ventura? San Juan de la Cruz, nos asegura que el amor de Dios está en algún lugar presente en medio de los desechos de la vida, pero que inicialmente no será experimentado como amor: En la noche dichosa en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía. La noche, vista como pecado, es el abismo de la duda, pero si nos permitimos ver hacia adentro, cerrando nuestros ojos para escuchar y ver el interior de nosotros, para preguntarle al amor residente ¿A dónde? La luz del amor conducirá y no habrá error. La noche se ha convertido en una experiencia iluminadora y en una guía más veraz que el día. Pues aunque el exterior esté oscuro, hay un sol en nuestro interior.

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San Agustín: "tus privaciones serán fecundas si

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muestras largueza con otro". Las privaciones son cristianas si nos hacen crecer en santidad, en caridad y generosidad. En las primeras comunidades cristianas cuando había un pobre entre ellos ayunaban durante dos o tres días y acostumbraban a enviarle los alimentos que tenían preparados para ellos. Podemos apreciar porque la Iglesia primitiva observaba dos días de ayuno a la semana: miércoles y viernes.

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