conocimiento

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1 Publicado en: Adolfo Chaparro y Christian Schumacher (eds.), Racionalidad y discurso mítico, Bogotá: Universidad del Rosario, 2003. CONOCIMIENTO, DEMARCACIÓN Y ELECCIÓN DE TEORÍAS Pablo Quintanilla PUCP Hasta hace relativamente poco tiempo, la discusión sobre el estatuto epistemológico del discurso mítico solía esconder una pretensión demarcatoria. Es decir, solía incorporar la búsqueda de criterios para demarcar entre, de un lado, el discurso lógico supuestamente caracterizado por el razonamiento deductivo y cuya epítome serían las ciencias y, de otro lado, el discurso mítico, que sería el reino del pensamiento analógico, figurativo y simbólico. Es sabido que esta distinción, así formulada, ha sido ampliamente superada en la filosofía reciente. Difícilmente alguien podría pretender que se puede eliminar del discurso científico el componente figurativo 1 y, por otra parte, es indiscutible que los mitos incorporan formas explicativas de la realidad que no deben ser desdeñadas. Pero aunque la aspiración a demarcar entre ciencia y mito como dos formas de razonamiento radicalmente diferente ha sido generalmente abandonada, en ocasiones esa pretensión demarcatoria se ha reformulado en términos de la búsqueda de criterios para distinguir entre el discurso científico y el que no lo es. Es sobre esa pretensión demarcatoria que quisiera concentrarme en esta ocasión, porque mi sospecha es que depende de un remanente positivista del que bien haríamos en librarnos. Desarrollaré esta 1 Cf. Hesse, Mary, “The cognitive claim of metaphor”, en: Van Noppen, J.O. (ed.)., Metaphor and Religion, Bruselas, 1984; Hesse, Mary y Arbib, M.A., The construction of Reality, Cambridge: Cambridge University Press, 1987.

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Filosofía y Psicoanalisis

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Page 1: Conocimiento

1

Publicado en:

Adolfo Chaparro y Christian Schumacher (eds.), Racionalidad y discurso mítico, Bogotá: Universidad del Rosario, 2003.

CONOCIMIENTO, DEMARCACIÓN Y ELECCIÓN DE TEORÍAS

Pablo Quintanilla

PUCP

Hasta hace relativamente poco tiempo, la discusión sobre el estatuto

epistemológico del discurso mítico solía esconder una pretensión demarcatoria.

Es decir, solía incorporar la búsqueda de criterios para demarcar entre, de un

lado, el discurso lógico supuestamente caracterizado por el razonamiento

deductivo y cuya epítome serían las ciencias y, de otro lado, el discurso mítico,

que sería el reino del pensamiento analógico, figurativo y simbólico. Es sabido

que esta distinción, así formulada, ha sido ampliamente superada en la filosofía

reciente. Difícilmente alguien podría pretender que se puede eliminar del

discurso científico el componente figurativo1 y, por otra parte, es indiscutible

que los mitos incorporan formas explicativas de la realidad que no deben ser

desdeñadas. Pero aunque la aspiración a demarcar entre ciencia y mito como

dos formas de razonamiento radicalmente diferente ha sido generalmente

abandonada, en ocasiones esa pretensión demarcatoria se ha reformulado en

términos de la búsqueda de criterios para distinguir entre el discurso científico y

el que no lo es. Es sobre esa pretensión demarcatoria que quisiera

concentrarme en esta ocasión, porque mi sospecha es que depende de un

remanente positivista del que bien haríamos en librarnos. Desarrollaré esta

1 Cf. Hesse, Mary, “The cognitive claim of metaphor”, en: Van Noppen, J.O. (ed.)., Metaphor and

Religion, Bruselas, 1984; Hesse, Mary y Arbib, M.A., The construction of Reality, Cambridge:

Cambridge University Press, 1987.

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2

idea tomando especialmente en consideración el criterio falsacionista de

demarcación de Popper, para mostrar los puntos donde sospecho que Popper

no se ha alejado lo suficiente del positivismo. Intentaré descubrir los residuos

positivistas en el proyecto mismo de Popper, que se evidencian en su versión

de la distinción entre oraciones observacionales y oraciones teóricas. Mostraré

cómo las objeciones contra esta distinción, propuestas en la filosofía reciente,

tienen como consecuencia minar las bases del proyecto demarcatorio mismo.

Así, sugeriré abandonar el problema de la demarcación para sustituirlo por la

pregunta por la elección de teorías.2 Este giro no implica consecuencias

relativistas, ya que puede haber criterios objetivos para determinar cuándo una

teoría es más explicativa que otra, en relación a ciertos objetos de estudio, pero

esa argumentación requerirá de más tiempo y la dejaré para otra ocasión.

Ahora nos detendremos un momento en el concepto mismo de

demarcación y en la pregunta sobre qué es exactamente lo que se demarca

respecto de qué, y con qué objetivo. Formulado de diversas maneras, el

problema de la demarcación atraviesa la historia de la filosofía occidental. Con

Parménides se plantea la pregunta sobre la distinción entre apariencia y

realidad, con Platón la diferencia entre opinión y conocimiento, con Kant la

demarcación entre un uso legítimo y uno ilegítimo de la razón, con Wittgenstein

la frontera entre el sentido y el sinsentido. En el terreno de la filosofía de la

ciencia, la pregunta se plantea en términos de cómo demarcar entre las

disciplinas que son científicas de aquellas que no lo son.

En casi todos los casos, sin embargo, la pretensión demarcatoria está

acompañada de una cierta consciencia de que, para hacer la demarcación, es

necesario estar más allá de los dos ámbitos a ser demarcados. Es una diosa la

que permite a Parménides acceder de la noche al día; según Platón son las

Ideas conocidas por reminiscencia las que permiten el conocimiento; el autor

de la Crítica de la Razón Pura es un sujeto trascendental; Wittgenstein hace la

2 Desarrollé una idea semejante y con una argumentación parecida, aunque con pretensiones y

consecuencias diferentes, en mi artículo “La pregunta por la demarcación en la filosofía de la ciencia

actual”, publicado en Juan Carlos Tafur (ed.), La Ciencia y el saber psicoanalítico, Lima: Instituto

Cultura Abierta, 1990.

Page 3: Conocimiento

3

demarcación desde la cima de una escalera, la cual es lanzada

inmediatamente después de que uno ha subido por ella.

El problema de la demarcación, tal como se plantea en la filosofía de la

ciencia actual, tiene sus orígenes en el presupuesto moderno de la unidad del

método. Como se recordará, Aristóteles era un pluralista metodológico: él creía

que no hay un método que compartan todas las ciencias ya que sus objetos de

estudios son diferentes. Aristóteles distinguía, por ejemplo, entre la silogística,

que es el método de las ciencias cuyo objeto de estudio es un género, es decir,

la filosofía segunda, y la dialéctica que sería el método empleado por las

disciplinas cuyo objeto de estudio no es un género, que serían la filosofía

primera, la ética y la doxografía. Así pues, si bien Aristóteles distingue entre los

diversos tipos de ciencias y sus diferentes objetos, no hay propiamente la

pretensión de demarcar entre disciplinas verdaderamente científicas y aquellas

que falsamente parecen serlo.

A diferencia de Aristóteles, los filósofos que inauguran la modernidad,

Bacon y Descartes, postulan un solo método para todas las ciencias.

Argumentan que ya que es una la razón (pues una es el alma), uno debe ser el

método, pues éste es coextensivo con la razón y no es sino un desdoblamiento

de ella. De igual manera, la ciencia debe ser sólo una y universal (la Mathesis

Universalis), porque es el producto de la aplicación del método a la realidad.

Así es como los filósofos modernos dirigieron sus esfuerzos a buscar ese

método que tendrían en común todas las disciplinas científicas, y que nos

permitiría demarcar entre ciencia y no ciencia. Encontrar el famoso método

resulta fundamental para aquellos filósofos que además presuponen que

ciencia y conocimiento son coextensivos; esto es, que todo conocimiento es

necesariamente científico y que no hay formas no científicas de conocimiento.

Para ellos el psicoanálisis, el arte, la metafísica o la religión, por ejemplo, no

constituyen en sentido estricto conocimiento. Estas actividades eventualmente

podrían proporcionarnos intuiciones valiosas o sugerentes, pero no

conocimiento; el único conocimiento verdadero sería el que puede ser

verificado mediante los criterios empíricos usuales de las ciencias naturales.

Pero, como será notorio, se utiliza aquí como criterio de fundamentación del

Page 4: Conocimiento

4

conocimiento en general los criterios de verificación de algunas ciencias en

particular, lo cual constituye una obvia falacia de composición.

¿Cuál debe ser, entonces, el criterio de demarcación? Evidentemente la

correspondencia de las teorías con la realidad no puede serlo, pues ninguna

teoría resultaría siendo científica, ya que todas las teorías científicas del

pasado han sido superadas por las del presente. Si la correspondencia fuera el

criterio que buscamos tendríamos el paradójico resultado de que ni Aristóteles,

ni Copérnico, ni Galileo, ni Newton fueron científicos, sino solamente aquellos

con cuyas opiniones coincidimos.

Así pues, si la corrección no puede ser un criterio de demarcación, ¿cuál

podría serlo? Durante muchos años la pregunta por la frontera entre lo

científico y lo no científico tuvo una fácil respuesta. Científica es, se decía,

aquella disciplina que hace uso del método científico, y el método científico es

el ejercicio de la inducción y la experimentación. El inconveniente es que la

inducción genera serios problemas de justificación. En primer lugar, en tanto

inferencia lógica la inducción es evidentemente inválida, pues a partir de un

conjunto de casos individuales no se puede deducir válidamente una

proposición cuantificada universalmente. ¿Qué justificación tenemos, entonces,

para confiar en la inducción? La paradójica respuesta es que la justificación de

la inducción es la inducción misma. Ya que la inducción suele servir

exitosamente para predecir el curso futuro de la naturaleza, inferimos por

inducción que va a ser igualmente exitosa en el futuro. Pero esta es

evidentemente una justificación circular, y no hay otra. ¿Será, entonces, que

todo el edificio de la ciencia reposa en última instancia en un método cuya

justificación es circular? Por otra parte, aun si la inducción funcionara como

criterio demarcatorio, ella es incapaz de explicar la aparición de hipótesis

científicas creativas. El inductivismo se basa en el supuesto de que la

elaboración de una hipótesis científica se produce simplemente a partir de la

generalización de casos particulares, de manera que la experiencia genera la

teoría. Sin embargo, como Popper mostró en su crítica a éste, no es que la

observación empírica posibilite la construcción de hipótesis; en muchos casos

Page 5: Conocimiento

5

es al revés, primero surgen las hipótesis y luego estas son corroboradas o

falsadas por la experiencia.3

En el caso de la filosofía de la ciencia de corte positivista, sin embargo,

la demarcación entre ciencia y no ciencia se pretendía hacer desde el interior

de lo demarcado, incurriendo en lo que Karl Popper llamó la „falacia naturalista‟.

Esta falacia radica en utilizar los criterios de verificación propios de las ciencias

naturales para demarcar entre las disciplinas científicas y las que no lo son. La

falacia en cuestión ya había sido señalada por Dilthey, con la finalidad de

preservar a las ciencias humanas de la imposición del método de las ciencias

naturales. Pero el objetivo de Popper, a diferencia del de Dilthey, no es separar

las ciencias humanas de las ciencias naturales, sino postular un nuevo criterio

de demarcación entre ciencia y metafísica. Afirma Popper:

Llamo problema de la demarcación al de encontrar un criterio que nos permita distinguir entre las ciencias empíricas, por un lado, y los sistemas „metafísicos‟ por otro.4

Como es sabido, Popper objetó el inductivismo y el principio de

verificabilidad de los positivistas lógicos como criterios de demarcación entre

ciencia y no ciencia, para proponer a cambio el principio de falsación. Es

materia de discusión, sin embargo, si al hacer eso Popper realmente se liberó

de los presupuestos positivistas o simplemente los reformuló de una manera

diferente. En todo caso, La Lógica de la investigación científica de Popper

apareció en 1934 para sugerir una nueva manera de demarcar entre ciencia y

no ciencia. En esto, ciertamente Popper representa una superación del

inductivismo como criterio de demarcación, pero aún presupone la necesidad

de una demarcación.

El libro de Popper se hizo materia de la más alta preocupación para

aquellos dedicados a disciplinas que o bien se encontraban claramente en la

clandestinidad respecto de la ciencia (expectorados del ámbito de la

3 Cf. Popper, Karl, Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico, Madrid: Paidós,

1983. 4 Popper, Karl, La lógica de la investigación científica, Madrid, Tecnos, 1982. Los subrayados son del

autor.

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6

racionalidad por los positivistas lógicos) o, en mejor de los casos, se discutía su

situación, como el psicoanálisis y el marxismo, desterrados al ostracismo al

mismo nivel que la hechicería y la astrología. Las ideas de Popper permitieron

someter a crítica la epistemología positivista y devolver las esperanzas a los

que se hallaban excomulgados. Si bien Popper tampoco aceptó la cientificidad

del marxismo o del psicoanálisis, su mérito consiste, entre otras cosas, en

haber diagnosticado la falacia consistente en suponer que el problema de la

demarcación pertenece a las ciencias naturales. Los positivistas lógicos

suponían que la epistemología debía ser una ciencia como cualquier otra, una

"ciencia de la ciencia". Pero, como ya vimos, Popper afirmó que hay una falacia

naturalista en suponer que una ciencia, con su propia metodología, pueda

servir de criterio para confeccionar la metodología de la ciencia y, más aún,

pueda incorporar un criterio de demarcación.

Los positivistas suelen interpretar el problema de la demarcación de un modo naturalista: como si fuese un problema de la ciencia

natural. En lugar de considerar que se encuentran ante la tarea de proponer una convención apropiada, creen que tienen que describir una diferencia -que existiría, por decirlo así, en la naturaleza de las cosas- entre la ciencia empírica por una parte y la metafísica por otra. 5

Por tanto rechazo la tesis naturalista: carece de visión crítica; los que la sostienen no se percatan de que, por más que crean haber descubierto un hecho, no han pasado de proponer una convención. 6

Popper también rechazó el criterio de demarcación positivista, basado

en el principio de verificabilidad, y propuso su criterio de falsación: 7 una teoría

es científica si sus hipótesis son falsables y una disciplina es científica si

contiene teorías cuyas hipótesis son falsables. Esto es, si en principio es

posible imaginar para ella un contraejemplo que de ocurrir la mostraría como

5 Popper, op. cit., p.35. Subrayados del autor. 6 Ibid. P. 51. "Sobre las fuentes del conocimiento y de la ignorancia", en: Conjeturas y Refutaciones..

En el mismo libro p. 315, en las notas a pie de página 13 y 18, Popper la denomina 'falacia esencialista' en

lugar de 'naturalista', por razones que expone en su Miseria del Historicismo, Madrid, Alianza Editorial,

1981. 7 El verbo 'falsar' ya tiene carta de ciudadanía en castellano. Siguiendo a Víctor Sánchez de Zavala,

traductor al castellano de La lógica de la Investigación Científica (LIC), usaré 'falsar', 'falsación',

'falsable', para traducir 'to falsify'. Sánchez de Zavala afirma, y yo me aúno, que 'falsificar' o 'falsear'

tienen otro sentido en castellano. Cf. LIC nota a la página 33.

Page 7: Conocimiento

7

falsa. Una teoría para la cual no se pueda imaginar un caso falsador, un

potencial contraejemplo, no es científica pues lo explica todo bajo sus propios

criterios, presupone su inobjetabilidad y carece de una forma de controlar la

correspondencia de sus aseveraciones con los hechos del mundo. Para Popper

una teoría tienen más contenido informativo en la medida en que sea más

falsable, i.e., en tanto excluya más hechos del mundo. Por ello, la tarea de los

científicos deberá ser poner a prueba ingeniosamente las hipótesis teóricas, si

éstas soportan con éxito las pruebas serán aceptadas provisionalmente como

científicas.

Un sistema debe ser considerado científico si hace afirmaciones que puedan entrar en conflicto con observaciones; y la manera de testar un sistema es, en efecto, tratando de crear tales conflictos, es decir, tratando de refutarlo. Así, la testabilidad es lo mismo que la refutabilidad y puede ser tomada igualmente, por lo tanto, como criterio de demarcación. 8 Habrá teorías bien testables, otras apenas testables y otras no testables. Estas últimas carecen de todo interés para los científicos empíricos. Se las puede llamar metafísicas.9 La característica distintiva de los enunciados científicos reside en que son susceptibles de revisión (es decir, en el hecho de que puedan ser sometidos a crítica y reemplazados por otros mejores.10

Popper aclara sin embargo que las teorías no falsables, aunque no son

científicas, son perfectamente significativas. La metafísica o el psicoanálisis

son discursos con sentido, aun cuando no sean científicos. Esa es una

diferencia de fondo entre el positivismo lógico y Popper; para los positivistas el

criterio de significatividad de los enunciados se identifica extensionalmente con

el criterio de demarcación, para Popper, en cambio, se trata de dos criterios

completamente distintos.

Pero aunque Popper es un áspero crítico del positivismo lógico es

innegable que está muy influido por ellos. Algo que comparten es el sentirse

obligados a desenmascarar los discursos supuestamente no científicos y

8 Popper, Conjeturas y Refutaciones (CyR), p. 312. 9 Ibid., p.313. 10 Popper, LIC, p. 48.

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8

organizar una cruzada contra ellos. Esta vocación policíaca de la filosofía de

las primeras décadas de este siglo dirigió considerables baterías contra el

marxismo y el psicoanálisis. De este último escribe Popper:

Las dos teorías psicoanalíticas mencionadas (la de Freud y la de Adler, P.Q.) se encontraban en una categoría diferente. Simplemente no eran testables, eran irrefutables. No había conducta humana concebible que pudiera refutarlas. Esto no significa que Freud y Adler no hayan visto correctamente ciertos hechos. Personalmente no dudo de que mucho de lo que afirmaron tiene considerable importancia, y que bien puede formar parte algún día de una ciencia psicológica testable. Pero significa que esas "observaciones clínicas" que los analistas tomas, ingenuamente, como confirmaciones de su teoría no tienen tal carácter en mayor medida que las confirmaciones diarias que los astrólogos creen encontrar en su experiencia. En cuanto a la épica freudiana del yo, el super yó y el ello, su derecho a pretender un status científico no es substancialmente mayor que el de la colección de historias homéricas del Olimpo. Estas teorías describen algunos hechos pero a la manera de mitos. Contienen sugerencias psicológicas sumamente interesantes, pero no en una forma testable.11

Es difícil negar lo tremendamente moderno, y en ocasiones ingenuo, que

es este párrafo. Aunque critica el dogmatismo de los positivistas lógicos,

Popper comparte algunos de sus presupuestos principales. Uno de ellos es la

distinción entre términos observacionales y términos teóricos, distinción que

sustenta el monismo metodológico positivista y que es el presupuesto de

cualquier forma de empirismo.

Para la epistemología tradicional, un enunciado es observacional si ha

sido extraído directamente de la experiencia sin mediar teoría alguna y sin

estar contaminado de presupuestos. Estos son los enunciados que constituyen

los protocolos de los investigadores. Los enunciados teóricos, en cambio, sólo

pueden ser comprendidos en el contexto de una teoría determinada, sus

términos se definen en esa teoría y normalmente son de uso técnico. Términos

teóricos serían por ejemplo 'electrón', 'masa' o 'inconsciente'; pues enunciados

tales como "la masa es invariable" o "tal es la órbita del electrón" sólo se

entienden en el contexto de ciertas teorías y son verdaderos de acuerdo con

11 Popper, CyR, p. 62. El paréntesis es mío.

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9

las observaciones aceptadas como tales por las teorías en cuestión. La

epistemología tradicional solía aceptar que los términos observacionales tienen

la función de controlar la veracidad de los enunciados teóricos, es decir, los

enunciados teóricos deben explicar los sucesos del mundo real valiéndose de

la evidencia de los términos observacionales. Los enunciados observacionales

reflejan los hechos del mundo y las teorías científicas, que son sistemas

constituidos por enunciados observacionales y enunciados teóricos, ordenan y

explican tales hechos.

Pero aquí aparece el problema de la 'variación de significado'. Algunos

autores afirman que los términos teóricos adquieren un significado en una

teoría, significado que cambia cuando cambia la teoría, lo cual las convierte en

inconmensurables. Así, por ejemplo, el enunciado "la masa es invariable" en un

contexto newtoniano y "la masa es variable" en un contexto relativista no serían

contradictorios porque el significado del término 'masa' no es el mismo en

ambas afirmaciones. En su versión más fuerte, la tesis de la 'variación radical

de significado', defendida entre otros por Kuhn y Feyerabend, conduce a

aceptar que las teorías son inconmensurables. Los críticos de estos dos

filósofos12 suelen decir que la tesis de la variación radical del significado es

indeseable porque conduce a que sea imposible confirmar o falsar una teoría

sobre la base de observaciones. Tales críticas presuponen, sin embargo,

exactamente lo que Kuhn y Feyerabend rechazan. No será necesario

adentrarse en la discusión sobre la variación de significado, bastará tenerla en

cuenta como un argumento adicional contra la tesis del monismo

metodológico.13

Hay muchas razones por las cuales es discutible que existan términos

absolutamente asépticos de presupuestos, sean estos científicos o no. Las

teorías seleccionan los hechos que estas consideran pertinentes cuando se

trata de corroborar o falsar una hipótesis, y esta selección de hechos se lleva a

cabo, naturalmente, utilizando los criterios de selección de la teoría. Así, una

12 Por ejemplo Kordig, The justification of scientific change, Dordrecht, Reidel, 1975. 13 Para Carnap ("The methodological character of theoretical concepts". En: Minnesota studies in the

philosophy of science, Vol 1, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1956 editado por Feigl y

Scriven), aunque el significado de los términos teóricos cambie, el significado de los términos

observacionales permanece invariable.

Page 10: Conocimiento

10

teoría se corrobora a sí misma recurriendo a supuestos objetos

observacionales que tienen existencia previa y distinta a la teoría, pero que en

la práctica han sido configurados y seleccionados por ella.14 Cualquier

enunciado observacional, por inocente que parezca, presupone ciertas

concepciones acerca del mundo, y resulta imposible preguntarse si esas

concepciones son científicas o no, pues estamos justamente en un momento

de la discusión en que no puede introducirse semejante distinción. Para los

positivistas lógicos los enunciados observacionales son el cimiento de la

ciencia. Si se rechaza la distinción no hay manera de afirmar que las teorías

hablen acerca del mundo, pues éstas resultarían siendo sistemas de

enunciados teóricos emitidos sobre otros enunciados teóricos. Popper, sin

embargo, criticó la distinción asestando un golpe a la epistemología tradicional.

El argumento de Popper es que los términos observacionales no son otra cosa

que 'disposicionales'. 15 Un reciente crítico lo expone claramente:

(…) para Popper, al aceptar el más modesto de los enunciados de observación estamos implícitamente aceptando alguna teoría, y no podemos sentirnos más justificados al creer en un enunciado observacional que en los enunciados teóricos pertinentes." 16

Pero Popper no es el único en criticar la distinción 'enunciados

teóricos/enunciados observacionales'. Otro de los pioneros es Norwood Russell

Hanson,17 y también lo hace Stephen Toulmin.18 Por otra parte, Imre Lakatos,

14 Una teoría obtiene sus criterios de selección y corroboración de la matriz disciplinar a la cual pertenece.

Las relaciones entre una teoría, la matriz disciplinar y las otras teorías en vigencia, constituyen un

problema demasiado complejo para tratarlo en estas pocas páginas. Cf. Brown, Harold, La nueva filosofía

de la ciencia, Madrid, Tecnos, 1983. En La estructura de las revoluciones científicas Kuhn utilizaba

indiscriminadamente el término 'paradigma' en muchos sentidos distintos. Margaret Masterman en "The

nature of paradigm" (en: Criticism and the growth of knowledge, compilado por Lakatos y Musgrave),

encontró veintidós usos distintos. Esto condujo a que el propio Kuhn en un trabajo posterior "algo más

sobre paradigmas" (en: La tensión esencial) haya acuñado nuevas expresiones para algunos sentidos

específicos importantes. 'Matriz disciplinar' es una de ellas y se refiere a los elementos que una

comunidad científica comparte en un momento dado de la historia de su ciencia y que los hace colegas de problemas comunes. Estos elementos comunes también son llamados por Kuhn 'generalizaciones

simbólicas'. Harold Brown (op.cit.) ha aislado dos sentidos generales de 'paradigma': 1° logros

concretos que sirven de guía a posteriores investigaciones, y 2° matriz disciplinar: conjunto de sistemas

de creencias que una comunidad científica comparte. Este segundo sentido tiene, a su vez, dos

subsentidos: uno epistémico y otro sociológico. 15 Los términos disposicionales son aquellos que expresan tendencias. Por ejemplo, 'soluble en agua' o

'combustible'. 16 Newton-Smith, W.H., La racionalidad de la ciencia, Barcelona, Paidós, 1981. 17 Russell Hanson, Norwood, Patrones de descubrimiento-Observación y explicación, Alianza

Universidad, 1977. Publicado originalmente en inglés como Observation and explanation: a guide to

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11

discípulo de Popper, da al experimento y la observación un papel mínimo en el

control de las teorías filosóficas sobre la ciencia.19 Lo que todos ellos están

discutiendo es la existencia de ese "suelo de la observación" al cual se refería

Herbert Feigl,20 que sería el fundamento último de toda teoría científica. En

general, puede afirmarse que en torno a la distinción entre enunciados teóricos

y observacionales son por lo menos cuatro las posiciones importantes:

1. La aceptación total de la vigencia de la distinción. Por ejemplo, la ortodoxia

del positivismo lógico. 21

2. El rechazo de la distinción. En su versión más radical esto supondría una

identificación entre teoría y observación.

3. Suponer una diferencia cuantitativa -y no cualitativa, como en la primera

posición- entre enunciados observacionales y teóricos. Esta postura la

asume, por ejemplo, Newton-Smith. 22

4. Por último, la propia posición de Popper, que se analizará

inmediatamente.23

Aunque rechazó la distinción, Popper introdujo a cambio la noción de

'enunciados básicos' que cumplen la función de "corroborar nuestras teorías"

y a los que llamó "falsificadores potenciales de la teoría", porque son los que en

última instancia conectan nuestras teorías con el mundo real. Para la mayoría

de críticos, empero, lo que hizo Popper fue expulsar los enunciados

observacionales por la puerta y abrirles luego la ventana. El ejemplo que pone

de enunciados básicos es: "hay un cuervo en la región espacio temporal K".

Aunque con otra nomenclatura, y a pesar de sus objeciones, la distinción está

philosophy of science. Patterns of discovery-An inquiry into the conceptual foundations of science,

Cambridge University Press, 1958. 18 Toulmin, Stephen, La Comprensión Humana, Alianza Universidad, 1977. Publicado originalmente

como: Human Underestanding, Vol I: The collective use and evolution of concepts. Princeton

University Press, 1972. 19 Lakatos, Imre, The Methodology of scientific research programmes, Cambridge University Press, ed.

Por J. Worrall y G. Currie. 1978; Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales, Madrid,

Tecnos, 1982. 20Feigl, H., "The orthodox view of theories" p. 6 En: Radner y Winokur, Minnesota Studies in the

Philosophy of Science IV, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1962. 21 Cf. Carnap, Rudolf, "Testability and meaning" En: Readings in the Pilosophy of Science, ed. por Feigl

y Brodbeck, Nueva York, Appleton-Century-Crots, 1953. 22 Newton-Smith, Op. Cit., p.38. 23 El lector interesado en el debate puede revisar: Suppe, The structures of scientific theories (comp.),

Chicago, University of Illinois Press, 1974.

Page 12: Conocimiento

12

presente. La única diferencia radica en que para Popper depende de una

convención en la comunidad científica de determinada época el aceptar o no un

enunciado como básico, a diferencia de los empiristas lógicos para quienes el

significado y estatuto de los enunciados observacionales es inmutable. Pero,

para Popper una vez aceptado un enunciado básico tiene rango de "falsador

potencial".

Naturalmente, esto conduce a que las decisiones respecto de

enunciados básicos sean las que decidan la vigencia de las teorías. Afirma

Popper que si bien su filosofía es en cierto sentido convencionalista, se

diferencia de otros tipos de convencionalismo, como el de Duhem o el de

Poincaré, en que para ellos son las proposiciones universales las que

dependen de la convención, mientras que para Popper la convención no afecta

más que a proposiciones singulares.

Pero, ¿por qué era tan importante para la filosofía de la ciencia

tradicional mantener la distinción entre teoría y observación? Porque para esa

epistemología el mundo es una colección de hechos atómicos y las teorías

científicas son construcciones conceptuales que pretenden explicarlo

mostrando la regularidad de tales hechos. Para esta epistemología, es

absolutamente necesario que los hechos sean independientes y previos a las

teorías y que su estatuto ontológico no dependa de ellas. Desde el punto de

vista del positivismo lógico, los hechos son objetivos, válidos para cualquier

observador independientemente de su posición teórica; de ahí que si dos

teorías entran en conflicto, la correcta será aquella que tenga mayor apoyo

observacional. Si se disuelve la distinción, serán las teorías las que propongan

sus propios objetos de estudio en la medida en que no hay un control

observacional externo que muestre cuándo una teoría está explicando objetos

del mundo real, y cuando está explicando objetos construidos por ella misma.

La disolución de la distinción tiene consecuencias importantes

concernientes al tema de la demarcación. Para los positivistas, si negamos la

existencia de enunciados observacionales, el contenido de las teorías no será

el mundo sino ellas mismas. Así las cosas, no tendría sentido proponer una

demarcación, pues ésta sólo es viable si se trata de distinguir entre disciplinas

Page 13: Conocimiento

13

que nos permiten conocer el mundo tal como es, versus actividades

especulativas que constituyen sus propios objetos de estudio. Ninguna teoría

podría considerarse más científica que otra, pues no existiría ningún criterio

externo, común a las teorías, para evaluar su objetividad.

Pero la disolución de la distinción conduce, sobre todo, al

replanteamiento de la noción de método científico, pues sugiere que cada

disciplina tiene sus propios criterios de cientificidad que dependen de sus

criterios de explicación, ninguno de los cuales puede ser extensivo a otras

disciplinas. Así, la pregunta por la frontera entre ciencia y no ciencia va

haciéndose poco interesante. ¿En qué nos basaríamos para decir que la física

o la química son más científicas que la metafísica o el psicoanálisis, cuando

son actividades que intentan explicar, valiéndose de distintos criterios de

explicación, objetos distintos? Las investigaciones actuales en física, por

ejemplo, están más lejos de la observación de lo que suele creerse y más

cerca de ser explicaciones de objetos teóricos. Y, ¿quién puede negar que

muchas prácticas de la hechicería se basan en rigurosas observaciones

empíricas y predicen con acierto el comportamiento de la naturaleza? Se

objetará que tales observaciones no están insertas en un corpus teórico más

general. En efecto, pero no se hallan insertas en un corpus porque pertenecen

a otra tradición cultural y no por otro motivo.

Lo que nos muestra los últimos cincuenta años de la filosofía de la

ciencia es un desplazamiento de un monismo metodológico empeñado en

demarcar los confines de la ciencia y explicitar la estructura del método, hacia

un pluralismo metodológico, consecuencia y rechazo de la tradición cartesiana,

en el que la pregunta por la demarcación se torna poco atractiva.

Siempre será un asunto a resolver por una convención o una decisión el de a qué cosa hemos de llamar una "ciencia" o el de a quien hemos de calificar de científicos.24

Constituye un último prejuicio positivista, presente en Popper, el

pretender evaluar todas las disciplinas mediante un solo criterio, la falsación

24 Popper, LIC, p.51.

Page 14: Conocimiento

14

empírica, que además es el criterio usual en un grupo de ellas. Así pues, la

pregunta por la cientificidad de las disciplinas debería abandonarse para ser

reemplazada por las preguntas: ¿qué hace que una teoría sea mejor que otra?

y ¿qué criterios deberíamos utilizar para escoger una teoría cuando se

produzca un conflicto entre teorías? Sobre estas preguntas se ha concentrado

la conversación en la filosofía de la ciencia actual. 25

Realmente carece de sentido tratar de articular un principio que separe lo científico de lo no científico. Lo que importa es que dispongamos de una concepción viable de qué es lo que hace que una teoría sea buena. 26

La pregunta por la demarcación (como la pregunta por la virtud o por la

ortodoxia) sólo tiene sentido cuando se trata de censurar alguna actividad. Pero

la pregunta sobre qué hace que una teoría sea buena, tampoco es tan aséptica

como parece. Cualquier posible respuesta estará cargada de supuestos.

Newton-Smith menciona ocho características que hacen que una teoría sea

buena. Estas son:

1.- Anidamiento observacional.- La capacidad de preservar el éxito

observacional de sus predecesoras.

2.- Fertilidad.- La capacidad para producir nuevas y originales hipótesis

explicativas.

3.- Historial.- El éxito observacional continuado.

4.- Apoyo interteórico.- La capacidad de integrarse con otras teorías

previamente aceptadas.

5.- Adaptabilidad.- La capacidad de hacer ajustes ante el fracaso.

6.- Consistencia interna.

7.- Compatibilidad con creencias metafísicas bien fundadas.

8.- Simplicidad.27

25 Newton-Smith, "Las características que hacen que una teoría sea buena". En: La Racionalidad de la

Ciencia, op.cit. Radnitzky, Gerard, "De la fundamentación de teorías de la preferencia fundamentada de

Madrid, Alianza Universidad, 1982. Feyerabend, Diálogo sobre el método, en: Feyerabend, Radnitzky

teorías". En: Radnitzky, Anderson, Feyarebend et ali., Progreso y racionalidad en la ciencia, ,

Stegmüller et ali, Estructura y desarrollo de la ciencia, Madrid, Alianza Universidad, 1984. 26 Newton-Smith, op. Cit., p. 105. 27 Ibid., p. 245;

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No todos estarán de acuerdo en la pertinencia de estos ocho criterios de

elección de teorías. Algunos, por ejemplo, objetarían el criterio número siete, al

no encontrar claro el concepto de creencia metafísica fundada. Pero no se

debe olvidar que la actividad científica misma reposa sobre creencias

metafísicas como, por ejemplo, el principio de la uniformidad de la naturaleza,

i.e., la idea de que la naturaleza sigue un curso regular que no es arbitrario; el

principio de que todo efecto tiene una causa, o la inducción misma. Son

principios metafísicos en el sentido de que no han sido extraídos de la

experiencia del mundo sino más bien son condición de posibilidad de la

experiencia. Además, son tres principios que se necesitan y justifican

mutuamente. Según Hume “todas las inferencias a partir de la experiencia

suponen, en sus fundamentos, que el futuro será semejante al pasado”.28 La

inducción asume que “las instancias de las que no tenemos experiencia, deben

se semejantes a aquellas de las que sí tenemos experiencia, y que el curso de

la naturaleza continúa siempre uniformemente de la misma manera”29

Análogamente, el supuesto de que el futuro será como el pasado reposa sobre

otro supuesto: la creencia en que el universo está gobernado por leyes que son

regulares, determinables y que no cambian o, por lo menos, no cambian

significativamente. Esto es lo que John Maynard Keynes en su Tratado de

Probabilidad ha llamado „el principio de la uniformidad de la naturaleza‟.

Nicholas Rescher, por su parte, lo llama „el principio de la sistematicidad de la

naturaleza‟.30 El principio es definido por Keynes como la creencia en que “la

misma causa produce, en cada caso, los mismos efectos”. Así, la inducción

asume que las leyes de la naturaleza carecen de excepciones. Desde esta

posición resulta pues evidente que el principio de la uniformidad de la

naturaleza está estrechamente vinculado con la creencia en la causalidad, i.e.,

la creencia en que todo efecto tiene una causa y que, además, hay una ley que

gobierna esa relación causal. Sin embargo, sobre este tema se ha producido

un encendido debate en los últimos años, porque muchos filósofos piensan que

hay relaciones causales que no están gobernadas por leyes. El ejemplo

paradigmático de esto podría ser la gran explosión creadora del universo.

28 Hume, Inquiry into Human Nature, Secc. II. 29 Hume, Ibid. Libro I, iii. 30 Rescher, On induction, Cambridge University Press, 1958.

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Ejemplos más cotidianos serían los estados mentales que causan nuestras

acciones.

Quedará claro, entonces, que las teorías científicas tienen presupuestos

metafísicos que no se pueden justificar en la experiencia. Con esto tendríamos

un argumento adicional para considerar problemático todo argumento que

pretendiese demarcar entre ciencia y no ciencia, dado que la ciencia tiene

presupuestos y fundamentos no científicos. Así pues, sospecho que la

pregunta por la demarcación debe ser abandonada y debe ser sustituida por la

pregunta por la elección de teorías. Esto, sin embargo, no tiene por qué

conducir a alguna forma de relativismo. Si se define el relativismo como la

posición según la cual no existen criterios objetivos para establecer los valores

de verdad de nuestras creencias, el relativismo colapsa al mostrar que

elegimos como criterio de verdad las teorías que resultan más explicativas y

que podemos incluso tener criterios que gozan de una gran objetividad para

elegir nuestras teorías. Esos criterios irían en la dirección de las ocho pautas

mencionadas anteriormente, y en este punto es irrelevante si tales teorías van

a recibir el calificativo de científicas o no. Por ejemplo, un psicólogo

suficientemente amplio de mente podrá utilizar un modelo psicoanalítico de

diagnóstico o terapia cuando este se muestra, en relación a un paciente

específico, como más exitoso que una interpretación y terapia cognitiva

conductual. Si se trata, digamos, de un paciente particularmente intuitivo,

ilustrado y con mucha capacidad de introspección. Pero es concebible que ante

un paciente con otras características, sea necesario emplear otra estrategia.

Como quedará claro, la pregunta sobre si el psicoanálisis es ciencia o no, será

totalmente irrelevante. De esta manera superaríamos el monismo metodológico

en favor de un pluralismo metodológico que no identificaría ciencia con

conocimiento.

Las ciencias son instrumentos que nos permiten explicar y predecir

exitosamente el curso de la naturaleza. Pero el conocimiento es mucho más

que eso. Hay formas de conocimiento que no necesariamente se identifican

con las ciencias sino quizá con el arte, la vida moral o la experiencia religiosa.

¿Pueden ese tipo de experiencias producir conocimiento o ser formas de

conocimiento? En tanto iluminan y esclarecen nuestra relación con el mundo y

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con nosotros mismos, no veo por qué no. Las ciencias constituyen sólo una

forma de adquirir conocimiento, aunque una particularmente eficiente para

predecir y controlar la naturaleza. Pero, como hemos visto, incluso al interior de

la ciencia no hay un método único sino diversos métodos y diversas formas de

explicar y entender la realidad.