ConcursoLiterario 2019

Los presentes cuentos son los ganadores de la edición 2019del concurso literario Swiss Medical Group.

El jurado, compuesto por especialistas de la industria editorial infantil,realizó la selección de las historias ganadoras escritas

por los colaboradores de la compañía.

El viajede Napoleón

Nubes

Catal inay los mundos de colores

Francisco Gambina

Malena Soto

Celeste Andrea Melian

El viajede Napoleón

Francisco Gambina

Para salir a jugar, Catalina tenía que esperar que pase la hora de la siesta.¡Qué aburrido! se quejaba siempre.Ese día, apenas se hicieron las cuatro de la tarde, apareció su mamá con una propuesta que sabía que no iba a rechazar.– ¿Querés ir a la plaza? – ¡Sí! –contestó Catalina a los gritos –¿Puede venir Napoleón?

Napoleón era el tortugo que tenían como mascota. Eran amigos. O hermanos, tal vez. Cada vez que iban a la plaza, Napoleón las acompañaba. Cruzaba la calle en una caja con agujeritos y después lo dejaban caminar por el pasto. Con su caparazón verde y marrón, se confundía con las plantas y parecía un montoncito de pasto moviéndose.

Era divertido llevarlo y verlo explorar, morder tallos y cabecear piedras. Catalina jugaba, corría, saltaba y se hamacaba. Tenía las rodillas raspadas, los cachetes colorados, el pelo despeinado y la remera llena de tierra, como siempre, pero ese día pasó algo que nunca había pasado antes: PERDIERON DE VISTA A NAPOLEÓN.

Cata y la mamá lo buscaron por todos lados. Se tiraron al piso, cuerpo a tierra, tratando de encontrarlo. Miraron para un lado y para el otro, pero se fue haciendo tarde y no lo veían por ningún lado.

– Napoleón – gritaba Catalina – ¡Napoleoooón! – repetía aún más fuerte para que el tortugo la escuchara.Napoleón no respondió. –Se perdió, Má. –No te preocupes hija, ya va a volver.

Catalina caminó de la mano de su mamá hacia la casa. Llevaba vacía la caja con agujeritos y estaba triste. De vez en cuando, miraba hacia atrás con la esperanza de ver a su tortugo. Cuando llegaron, dejó la caja abierta al lado del malvón rojo de la puerta, llevó una hoja de lechuga y una tapita con agua fresca, miró hacia la plaza una vez más, suspiró y cerró la puerta.

Napoleón empezó a desesperarse cuando se dió cuenta de que Catalina y su mamá se estaban yendo. No me tendría que haber alejado tanto, pensó. Extendió su cuello todo lo que pudo y las miró irse caminando despacio hacia la casa. Catalina se daba vuelta cada tanto, tenía los ojos tristes y húmedos.

Cuando desaparecieron detrás de la puerta de entrada, entendió que no le quedaba otra que empezar a caminar. Sin importar el tiempo que tomara, tenía que volver con ella.

Miró hacia arriba, vio el cielo y las nubes del atardecer, hizo sonar su corto cuello, estiró las manos y los pies, y arrancó la caminata. Con pasos cortitos, avanzaba lento pero constante. Cada tanto, miraba hacia atrás y veía el surco de pastitos pisados que iba dejando.

Los gritos de los nenes y nenas que aún estaban jugando por ahí se fueron silenciando de a poco. ¿Cuánto tiempo habrá pasado?, se preguntó yfrenó al lado de un hormiguero.

Estaba agitado así que se apoyó sobre el caparazón, estiró las patas y descansó un momento. Apareció una fila de hormigas negras que llevaban provisiones en sus espaldas. Tenían hojas, granos y ramas. Algunas pasaban más lentas; sostenían, cuidadosamente, unas gotas de agua. Una hormiga generosa le convidó una semilla de girasol, una hoja de laurely lo alentó a seguir adelante.

El cielo se fue oscureciendo. Napoleóncaminó todo lo que pudo y con las energías que le quedaban llegó a una roca. Apoyó sus patas delanteras sobre la superficie fríay vio que estaba a mitad de camino.Se sentó, apoyó su caparazón en la piedra y se puso a mirar las estrellas. Comió con ganas media semilla y media hoja de laurel. Tomó agua de un charquito y se quedó dormido.Ahí pasó la noche.

A la mañana siguiente comió el resto de la hoja que quedaba, le dió un sorbo enorme al agüita del charco y emprendió la marcha. Llegó a la vereda casi al mediodía. Era riesgoso cruzar la calle, pero tenía que hacerlo. El asfalto estaba tibio, la senda peatonal vacía y, por suerte, a esa hora no había muchos autos. Aceleró el paso todo lo que pudo.

Estaba cansado y tenía sed, pero sabía que cada vez estaba más cerca. Le tomó casi dos horas llegar al otro lado. Se subió a la vereda y vio el malvón rojo de la puerta. Sonrió cuando vio la caja con agujeritos: ya estaba en casa. Tomó agua y masticó lechuga, se acomodó contra la pared y esperó. Estaba feliz y ansioso por ver a Catalina.

Cuando Catalina abrió la puerta para ir a jugar lo vio. –Napoleooooón – gritó con ganas y una emoción enorme.

Tenía una sonrisa de oreja a oreja y una felicidad que desbordaba. –¡Napoleón está acá, mamá!–¡Qué bueno, hija! Te dije que iba a volver.

Catalina alzó a Napoleón, lo abrazó, le dio un beso en la cabeza y otro en el caparazón, le acarició las patitas, le pidió perdón y le prometió que nunca más iba a pasar de nuevo. Lo puso en la caja con agujeritos y esperó a su mamá para cruzar la calle y tener nuevas aventuras en la plaza de enfrente.

–¡QUÉ BUENO QUE VOLVISTE, AMIGO!

Catal inay los mundos de colores

Celeste Andrea Melian

Catalina estuvo toda la tarde mirando por la ventana. Su mamá, que había entrado en la habitación hacía un rato, le preguntó qué había tan interesante allá afuera. Cata contestó que estaba esperando que el cielo dejara caer sus últimas gotas para que los rayitos del solformaran un arco iris.

A Cata le gustaban las milanesas de su mamá, los días de cumpleaños y los unicornios. Tanto le gustaban, que cuando se le apareció uno pensó que estaba loca o que se lo había imaginado.

Se refregó los ojos con fuerza, pero al abrirlos el unicornio seguía en su habitación. Estaba allí, majestuoso, en sus cuatro patas, con su cuerno torneado y su cuerpo blanco como la tiza.

Su pelo rizado mostraba todos los colores que existen. Comenzaba en su cabeza y terminaba en una cola que el animal movía levemente. Fue entonces cuando el unicornio empezó a hablar.

Catalina estaba tan sorprendida que dijo el ¡GUAU! más grande de sus siete años recién cumplidos.

–Buenas tardes señorita, espero no haberla asustado. Me presento, mi nombre es Ponycornio– dijo el unicornio, mientras hacía un galope suavecito alrededor de ella.–Pero, pero ¡los unicornios no existen! –exclamó Cata, todavía incrédula.–No para quienes no saben imaginarlos –contestó.

Ponycornio lucía preocupado y cansado. Le contó que había viajado desde un lugar muy

lejano, con la esperanza de que ella pudiera ayudarlo. – Los colores del arco iris han decidido irse –dijo abatido –. Están molestos y ya no quieren colorear las cosas que no les gustan, como las armas de la guerra o la basura que la gente tira fuera del cesto. Por eso, decidieron volver a su lugar de origen.

Una lágrima brillante se escapó de uno de los ojos de Ponycornio.

La sola idea de que el arco iris desapareciera, hizo que Cata quisiera ayudarlo. Había que convencer a los colores para que regresaran a pintar, no solo el arco iris, sino todas las cosas buenas. –¿Y de dónde vienen los colores? – preguntóintrigada.

Los ojos de Ponycornio brillaron otra vez, pero de alegría. Y entonces le contó que, además de la Tierra, había otros planetas. Una galaxia repleta de mundos de colores.

Un grupito de mundos rojos por acá, otro grupito de mundos púrpuras por allá. Había planetas dorados, ocres, casi naranjas, a veces, un poco pálidos, pero que nunca llegaban a ser blancos. Tenían la bendición de contar con soles propios, tan cercanos y calurosos que el invierno nunca se sentía.Los mundos amarillos tenían otoños y servían para que los animales de colores pudieran saltar sobre las hojas secas de los árboles y hacer ese ruido que suena a un crujido y que es tan divertido. Cuando el sol caía, el cielo se alumbraba de atardeceres que se combinaban entre sí, como en los cuadros famosos. A esos mundos uno podía llegar si cerraba bien fuerte los ojos y dejaba volar su imaginación.

Cata estaba maravillada con el relato que escuchaba. Su mamá le había contado que los unicornios eran seres mitológicos que representaban la fuerza y el poder. Pensó que si un unicornio se había aparecido en su habitación, entonces, ella también podía ser fuerte y valiente para cumplir con él esa misión tan importante. Segundos después, estaba subida al lomo de su nuevo amigo, lista para la aventura mágica de volver a pintar el arco iris. –¿Cómo podemos recuperar los colores? –pensó en voz alta –¡Ya sé! quizás puedo pintarlo con mis lápices...aunque es probable que mis manos se cansen. –O tal vez ¡podemos pintarlo con acuarela! –propuso el unicornio.–No sé si vamos a poder –dijo ella preocupada—. Mis amigas y yo pintamos con acuarelas todas las tardes y creo que la pintura no alcanzará. Además, deberíamos buscar un pincel lo suficientemente grande.

Entonces, se dio cuenta. –¡Tu cola, Ponycornio! Tu cola puede ser nuestro gran pincel para volver a pintar el arco iris.–¡Esa sí que es una excelente idea! –dijo el unicornio entusiasmado. –Ahora, solo debemos pensar cómoconseguiremos suficiente pintura –dijo Cata.–Creo que tengo la solución para eso –propuso el unicornio–. Es hora de viajar a los mundos de colores.

Cata sabía que no les quedaba mucho tiempo.Las nubes comenzaban a disiparse de a poco.Si no lograban pintar el arco iris antes de que dejara de llover lo perderían para siempre.Se dio cuenta de que, aunque ambos se esforzaran, no iba a ser suficiente. Debían buscar ayuda. Galoparon juntos por el barrio hasta encontrar a las mejores amigas de Cata.Ate y Sofi habían pasado muchas tardes con ella dibujando unicornios y pintando arco iris. Minutos más tarde, las chicas estaban felices de sumarse a la aventura.

La primera parada fue en los mundos naranjas. Un pequeño zorro de origami los recibió y los acompañó para que pudieran hablar con los colores.Cata y sus amigas fueron mostrándoles todas las cosas buenas por las que valía la pena vol-ver a pintar. Les explicaron que gracias al arco iris ellas habían aprendido cuál era cada color. Les contaron todas las cosas buenasque cobraban vida con el color.

Hablaron de cómo a las niñas les gusta pintarse los labios de rojo con las frambuesas recolectadas de las casas de las abuelas.

También, sobre las veces que creaban pintura naranja destiñiendo un papel crepé o cómo jugaban a ser científicas que descubrían nuevos tipos de flores púrpuras.Convencidos con el relato, los colores se dejaron atrapar nuevamente.

Para que el celeste volviera a brillar en el arco iris, Ate saltó de un lado al otro por los mundos juntando un poco de color por este cielo y otro poco de color por este mar.

Ponycornio buscaba el color y barría su cola, como un pintor, cargando el arco iris de los colores más intensos que jamás se vieron.Sofi se ocupó del verde. Mientras juntaba hojas, paltas y sapitos, pensó qué lindo que era mirar fijo y con ganas un color, como queriendo ser él. Y saltó en busca de todos los verdes que existían para pintar.

Un rato más tarde, el trabajo estaba terminado y volvían a la habitación. Cata y sus amigas se sentaron sobre la cama. Estaban cansadas, pero entusiasmadas por ver lo que sucedería. Se abrazaron, contentas de haber trabajado juntas y en equipo.La amistad significaba para ellas, justamente eso: estar para la otra cuando más lo necesitara.

De repente, las gotas dejaron de golpear sobre la ventana y en las hojas de los árboles.Los rayitos del sol comenzaron a brillar, suaves pero firmes, y un enorme arco iris de todos los colores se extendió sobre el cielo.

Cata siguió con los ojos su recorrido, buscando el lugar exacto donde se iniciaba, justo donde el horizonte se perdía y nacían las nubes.Y entonces lo vió.Ponycornio galopaba por ahí, alegre de haber recuperado todos los colores. Las amigas se miraron felices y se dijeron todo con una risa cómplice.

Al final de cuentas, no importa qué tan grandes sean las tormentas, el arco iris siempre volverá a salir, colorido y radiante, para recordarnos qué lindas pueden ser las cosas de nuestro mundo.

NubesMalena Soto

–¿Cómo se forma la lluvia mamá? –le preguntó Facu a su mamá una tarde gris de verano. Estaba muy enojado porque había esperado toda la semana para ir a la casa de su primo Amadeo y quería tirarse a la pileta, pero ese sábado lluvioso parecía tener otros planes.–La lluvia se forma cuando un frente frío se cruza con un frente cálido.

Facu la miró con cara de confundido, entonces, su mamá le contó esta historia:Hace mucho mucho tiempo, cuando Dios hizo el universo, creó las nubes. Y contrario a lo que uno piensa las hizo a todas bien distintas. Había nubes naranjas, que aparecen bien tempranito a la mañana; nubes blancas con forma de animales, que flotan en el medio del cielo celeste del mediodía; y hasta nubes violetas que salen a pasear un ratito antes de que aparezca la luna.

Otra de las cosas que hacía diferentes a las nubes era su temperatura. Había nubes muy frías, blancas y largas, que iban desplazándose de Sur a Norte, y nubes calentitas, regordetas y llenas de agua que bajaban de Norte a Sur.

Como en todas las familias, a veces, hasta las cosas más insignificantes generan pelea. Se dice que a las nubes frías les gustaba estacionarse bien cerquita del piso y, así, poder ver jugar los nenes en la Tierra y divertirse con ellos. Un día, las nubes cálidas vieron que las nubes frías se estaban divirtiendo viendo a los chicos jugar a la rayuela y decidieron acercarse a espiar.

No pasó mucho tiempo antes de que las nubes frías se dieran cuenta de que sus vecinas les querían sacar su lugar de privilegio y ahí empezó la pelea. Primero, se gritaron un poco y nacieron los truenos. Después, se pelearon con las manos, tanto que se sacaron chispas, y nacieron los relámpagos. Finalmente, las nubes frías decidieron vaciarles los bolsillos a sus enemigas, las nubes cálidas, que estaban llenas de agua; así, nació la lluvia.

Cuando ya no hubo bolsillos que vaciar, ni chispas que sacarse, ni quejas que gritar, se dieron cuenta de que los nenes habían terminado de jugar a la rayuela hacía un buen rato.

Cada una se fue por su lado dejando un cielo bien limpio y la tierra con olor a mojado.

Cada tanto, como todos los hermanos, las nubes se vuelven a pelear un poco, descargan los bolsillos llenos de agua y se van tranquilas.

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