concurs de relats i fotografies 2010 -...

37

Upload: lynguyet

Post on 28-Sep-2018

214 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

1

Concurs de Relats i Fotografies 2010

Intercanvi d'Estudiants | ETC - Edifici d'Estudiants

Índex de Relats

Concurs de Relats i Fotografies 2010...........................1

Intercanvi d'Estudiants | ETC - Edifici d'Estudiants....1

Relat guanyador: El muerto quiere camote....................4

Barcelona, amigo..................................................................9

Like a Spanish village........................................................15

Arrivederchi.......................................................................20

Carta por un amic..............................................................29

Vida eterna a la Ciutat Eterna.......................................35

Índex de Fotografies

Fotografia Guanyadora: Train Station in Chinese New

Year........................................................................................6

Humildad................................................................................6

Un miroir de soleil..............................................................13

Cykeltur (Viatge en bicicleta).........................................13

We LOVE Taipei..................................................................17

The Erasmus experience follows you where ever you go

..............................................................................................21

L'educació especial a Chinchero.....................................21

2

3

Relat guanyador: El muerto quiere camoteLeticia Almanza Monferrer

De seis meses de intercambio, el mejor recuerdo que

mantengo fue el del 1 de noviembre en Zacatecas,

México. El día de muertos… esa tarde no existían las

clases ni los maestros, solamente cientos de personas

con disfraces dantescos cantando “el muerto quiere

camote” por todas las casitas de la ciudad.

Deambulando por las calles fui a parar al panteón. En la

entrada blanca impoluta me encontré a una mujer

gordita, morena, de cara curtida y vendiendo

calaveritas de azúcar y chocolate para los altares de

los muertos. Me senté a su lado y empezó con un

suspiro a contarme la historia de los difuntos músicos

del cementerio.

“ ”

El acuerdo se llevaba a cabo el día de antes. En estricto

orden se escribían los nombres y al lado las canciones y

cada año se repetía de la misma manera para que los

nuevos pudieran participar. En la noche de muertos el

cementerio se llenaba de familias con un dolor antiguo,

de cráneos de dulce y de cacao y de niños disfrazados

de criaturas siniestras. Las tumbas eran alumbradas

con millares de velitas que se iban consumiendo entre

las palabras y el recuerdo.

4

Entonces un grupo de 4 hombres se acercaba cargando

sus instrumentos de música, con sombreros de paño

negro, dientes de oro y camisas blancas.

- Buenas noches familia ¿una canción para el difunto?

Todas las miradas se clavaban en ellos a pesar de que

no se diferenciaban de la oscuridad.

- Se las dejamos baratitas: 40 pesos por canción para

recordar al muerto

Las familias los despedían con un gesto de tristeza y

resignación o empezaban a cuchichear entre ellos para

decidir que canción le dedicaban a su muerto. A veces

atinaban y su selección era rápida, otras, para

sorpresa de los parientes, los músicos empezaban a

renegar explicándoles que les convendría más elegir

otra melodía. Las familias perplejas y sin entender muy

bien cómo, acababan cediendo a las sugerencias de los

músicos.

Así caía el sol y unas nubes fucsias empezaban a bañar

todas las criptas.

Murmullos al unísono rezaban por las almas, los niños

ya empezaban a llorar, los hombres se aburrían, y

entonces las mujeres sacaban de canastos de mimbre

5

y de telas de colores, tortillas, frijoles, quesos y

botellas de tequila y mezcal, regaban un chorrito sobre

la tierra y lo pasaban luego a las gargantas sedientas.

Los músicos iban caminando y descaminando sus

pasos y tachando nombres en sus listas según habían

conseguido que las familias pagaran una canción para

los difuntos. Cuando la comida se agotaba y el tequila

empezaba a causar estragos, las mujeres rezaban las

últimas oraciones de manera mecánica, reacomodaban

las flores, y con un cuchillo despegaban los bultitos de

cera de las tumbas. Hasta que se iba el último cuerpo

con vida del cementerio, los músicos esperaban

apoyándose en sus instrumentos con la mirada perdida

y haciendo ademanes con sus sombreros para las

últimas despedidas.

Entonces revisaban su lista, recontaban las monedas y

volvían al no mundo con sus muertos, a beber con las

calaveras, a contarles si habían conseguido que sus

respectivas familias pidieran las canciones que ellos

deseaban para alimentarse el alma.

La música era la única cosa que les producía sensación

de cuando estaban en vida, por eso en la noche a los 4

músicos se les permitía estar en tránsito, ni aquí ni allí,

con peticiones de música de los muertos que solo podía

6

sonar si era pagada por los vivos para el recuerdo de

ellos, los ausentes.

“ ”

Al acabar su historia la mujer me miró, no entendía que

hacía tan lejos de mi casa, le dije que valía la pena por

momentos como esos y mientras me alejaba empezó a

tararear una canción.

7

8

Fotografia Guanyadora: Train Station in Chinese New Year

Marta Viles Casanovas

Humildad

Imanol Crespo Martínez

Barcelona, amigoYussef Chaib Abderrahman

En Melchor de Palau, hay una esquinita, un hueco donde

el tiempo discurre distintamente. En ese rellano, la

alterada monotonía del espacio tiempo convoca

sucesos tan extraordinarios que pasan desapercibidos

a nuestro entendimiento. Fue allí, dos meses después

de llegar, donde conocí a Barcelona. Aquella noche

aprendí lecciones que son tan útiles, tan rentables que,

en mi vida, he podido aplicarlas. Aquella madrugada me

enseñó que el alcohol no mitiga las penas, más bien hace

de espejo cóncavo en el que, al mirarte, te sientes

hundido o exultante, jodido y viceversa, en palabras de

Benedetti, independientemente del mal causado.

Entonces, cuando me crucé con él, con Barcelona, lo

miré fijamente a la cara a sabiendas de que ese acto no

quedaría en mirada furtiva, porque él, por encima de sus

gafas, me lanzó un destello de cristal y me espetó:

− No em reconeixes, oi?

Me costó un segundo oscilar del pensamiento en

castellano a la voz catalana de Barcelona.

9

− Tú també creies que, per ésser ciutat, hauria de ser, a

la teva personificació, una dona, oi que sí? Tots els

homes sou iguals…

No sabía qué decir. Me dio la sensación de que cualquier

palabra, cualquier dubitación no haría más que dejar

entrever mi estupor y sería como darle la razón.

− Som-hi, agafa’m dels braços: avui tinc ganes de

passejar pel meu cos.

Como buen autómata, me agarré fuerte a él. Había

bebido tanta ginebra que no podía erguirme.

− Saps que no et fa bé beure tant. He vist morir massa

gent amb menys glops. Potser viuràs per a panadir-

te’n.

Callé un segundo y comencé a explicarle todos mis

problemas. Él, con sus duros rasgos, me miraba en

silencio. Tenía los ojos entre glaucos y grises; como un

cielo que no acaba de aclararse.

− No et dic que no, però no és prou motiu per a matar-

te poc a poc.

Me dio un abrazo atenazador que me hizo sentir bien.

Llegamos a la estación de Sants a trompicones.

10

− Aquí es reuneix la gent més rara. No obstant això, es

pot aprendre molt d’ells. Seu allà i fixa-t’hi.

En esto, se acercó a un viejo destartalado que

vomitaba en unos bancos. También me recordaba a

alguien ese proyecto inacabado de persona o

personificación. No distinguía entre los dos extremos.

Apenas podía abrir los ojos, tenía muchísimo sueño;

súbitamente todas las imágenes de mi vida, todos los

tragos indiscriminados, las batallas que difícilmente

había podido superar se me agolpaban en la frente y

solo quería dormir, dormir en Barcelona, junto al vaivén

de gentes que se arracimaban en la estación a las tres.

No me sentía perdido ni desplazado, aquella vez no, tan

solo quería descansar, descansar hasta que llegara la

primavera, que vagueaba en el calendario de aquel

2010. Creo que sonreí, que me invadió un entusiasmo

absurdo, un optimismo autogenerado o autodegenerado,

y el frío me caló el pensamiento. Me hice un ovillo, me

acurruqué sobre el regazo de Barcelona, que era

punzante, indiferente, y a la vez cómodo,

paradójicamente agradable.

− Avui no et toca dormir, és hora de marxar.

Creo que, de súbito, le dije que porqué era tan

prepotente, tan taimado.

11

− Desde el aire, eres como una mujer, tus senos, tu

Tibidabo, tu Montjuïc, se enseñorean, humildemente,

como si tuvieras idea de tu belleza, pero no la

mencionaras por miedo al orgullo. Quieres gustarme, y

me gustas. Cuando ando por tu vientre, por las estrías

de tus caderas, me siento diluido entre tanta

magnificencia, pero no so loeres grandiosidad. También

están los charnegos que vinieron en busca de vida y los

que se marcharon hacia el mar desesperados por culpa

de tus férreas máquinas, de tus engranajes de

palabras y prepotencia. Otros languidecen

preguntando la hora en Passeig de Gràcia, y tú solo te

muestras bonita y melancólica, preciosa, cuadrada, con

tu Plaça Catalunya…

− Això no!

− Eso sí... Mírate, tienes las manos más bonitas y los

oídos más pequeños. Cuando me paro en Plaça

Universitat, te imagino como una señora que come

pipas, y realmente sé que eres un simple burgués que se

fuma puros de domingo en Pedralbes.

− No, t’equivoques. Però que siguis sincer diu molt de

tu. Jo tinc varies formes, rei, no sóc una persona i si ho

fos també seria incongruent. No ho ets tu, oi?

12

Malgrat això, ofereixo el que la gent vol veure, no perquè

sigui condescendent, sinó perquè ha de haver-hi de tot,

saps? Tu et creus millor que la resta perquè fas vagues

de fam i mai no veus el futbol, però ets una persona

més, no te n’oblidis. Per tant, sóc la senyora que

t’imagines a la plaça i sóc el borratxo que vomita a la

estació perquè es mor de càncer i no vol que el vegin a

casa. Sóc la prepotència de Plaça Espanya, però també

la fam dels rodamons que acullo. Sóc Sarrià i el Raval. I

si dorms, no et llevaràs. Acompanya'm.

Me cogió en brazos. Y de pronto, todas las calles

comenzaron a aparecerse. Recorrimos Gràcia con sus

hippies, Sant Gervasi y sus casas ajardinadas, los

pinos de Collserola, los cipreses,el Gaixample, los

interminables paseos, las calles infinitas, Lesseps y al

fin me llevó en sus brazos a la playa. Nos sentamos un

rato y luego se despidió parcamente. Me dijo que no me

dormiera hasta llegar a casa. "¿Qué casa?" le dije . Y al

cabo:

− T’he mostrat molts llocs, no siguis dolent i escull-ne.

Adéu, que vagi bé.

Me tumbé extenuado sobre la arena. Estaba húmeda.

Me quedé contemplando las olas que acudían a la orilla

solemnes, apenadas. Allá lejos el horizonte estaba

calmo, desierto como yo. Parecía dubitativo, al fin una

13

pequeña brecha de luz, un hoyo a través del que se

bifurcaba el cielo, por donde asomaba el sol con sus

tentáculos. Pasados unos segundos o una vida entera,

la luz le ganó el pulso a la noche y las fuerzas me

volvieron a los brazos. Me percaté, entonces, de que la

ginebra no era buena compañera.

14

Like a Spanish villageMaria Moret

Els txecs tenen una expressió molt curiosa: this is like

a Spanish village. La fan servir quan creuen que alguna

cosa és caòtica, il·lògica, sense cap ni peus. Així van ser

els meus inicis a Praga, em sentia com si fos in a

Spanish village. L’idioma, la cultura i la distància em

feien sentir confusa, en una recerca constant de la

lògica txeca. Com a qualsevol lloc trepitjat de nou tenia

la il·lusió per descobrir cada racó de la ciutat, per

desxifrar els seus secrets i profanar els llocs

reservats exclusivament als txecs. Potser així,

sentiria que no era una turista més fent les quatre

fotos, prenent una cervesa amb vistes al castell o a la

riba del Moldava. Hi havia de passar un any i volia, ni que

fos per una estona, que se’m deixés de confondre per

una turista despistada.

Poc a poc, vaig anar deixant el mapa a casa i vaig

començar a endinsar-me a l’altra Praga. No vaig tardar

en descobrir que viure en aquesta ciutat era com viure

una escena contínua del teatre més absurd. Poca cosa

tenia lògica i la cosa més petita es convertia en una

odissea kafkiana. Com el primer cop que vaig anar a

comprar fruita. Per sort, vaig optar per un self-service

en què només a l’hora de pagar m’hauria de dirigir en

15

aquella estranya llengua eslava. Quan el botiguer em va

parlar vaig sentir un bloqueig lingüístic, físic, i en

comptes d’intentar dir qualsevol cosa vaig esbossar el

més gran dels meus somriures, convençuda que

formava part del llenguatge no verbal internacional.

Però quan l’home em va començar a escridassar i em va

tirar el canvi de mala gana vaig pensar que potser a

Praga el somriure era una expressió ofensiva. Mentre

recollia les monedes vaig deixar anar alguna cosa en

txec, inconnexa i sense sentit, intentant restablir les

bones relacions de veïns. La fúria va augmentar i vaig

pensar que una retirada a temps era millor que

espatllar una bonica relació botiguer-client que just

acabava de començar.

Amb el pas de les setmanes l’escena es va repetir al

supermercat, al metro i a un bar. No podia parar de

pensar que tot plegat era like a Spanish village.

Sospitava que hi havia alguna cosa que els ofenia i no

acabava d’entendre quina. Amb el pas dels temps van

anar arribant els descobriments. El més important de

tots va comportar l’eliminació del somriure i

substituir-lo per un bon dia semi brusc. Només llavors

vaig ser tractada amb normalitat. No era res personal.

Tot plegat era com aquell conte de Melville, Bartleby

l’escrivent, on el seu protagonista davant l’elecció de

fer o no fer, prefereix no fer. Una actitud vital, una lluita

silenciosa contra el sistema amb la qual els txecs hi

16

tenen molt en comú i, en certa manera, molts d’ells són

una mica Bartlebys.

T’adaptes, com també t’acostumes a l’absurditat de

fer cues interminables a les estacions i just quan és el

teu torn… és l’hora de fer el cafè i la guixeta tanca,

sense importar gaire que perdis el tren. Al contrari, per

primer cop et somriuen. Callo i com tota la cua poso

una cara inexpressiva, no em moc i espero estoicament.

És el que s’espera de mi. El taquiller s’acaba el cafè i el

sandvitx, obre la guixeta i amb un txec molt tancat em

diu alguna cosa. Merda, no l’entenc. La gravetat de no

entendre el que et diuen és la pitjor de les catàstrofes!

Per que molts txecs davant la perspectiva d’entendre

o no entendre l’anglès, prefereixen no entendre’l. Ho

intento, però m’he creuat amb un d’ells i amb resignació

abandono la cua, sense bitllet i amb la promesa de

millorar el meu txec. Em barallo una estona amb les

màquines expenedores de bitllets, però inclús

aquestes, semblen regir-se per la lògica txeca.

Al cap dels mesos m’hi he començat a sentir còmoda.

Anar al supermercat ja no és un suplici, fins i tot

m’atreveixo a anar a la carnisseria i demanar una canya

de llom. M’acabo emportant un bistec de vedella, però

fingeixo que és el que havia demanat per convençe’m

que el meu txec està millorant. Amb dignitat pago,

agafo la bossa i amb un somriure contingut li desitjo un

17

bon dia. No puc evitar preguntar-me si ha preferit

vendre’m vedella. Poc a poc deixa de ser un Spanish

village, per convertir-se en la meva Praga on a cada

cantonada no saps si preferiran fer o no fer. No puc

evitar somriure per dins, mentre per fora mostro una

cara inexpressiva i només l’últim dia, quan la ciutat

està d’esquenes i adormida, li somric d’orella a orella

recordant que uns mesos enrere this was like a

Spanish village.

18

19

Un miroir de soleil

Montserrat Coixart Igual

Cykeltur (Viatge en bicicleta)

Berta Gallego Páramo

ArrivederchiImma Anglès Sarrias

“Vieni?”, criden des del carrer. Agafo les claus

ràpidament i baixo en una revolada. Assegut a la Vespa,

em dóna el casc mentre es contempla al retrovisor la

italianitat feta persona: ulleres d’aviador, perfum,

sabates de punta... Me’l poso i sec. Engega el motor i

arrenca carrer avall a gran velocitat. Serà l’última

vegada que donarem un passeig en motorino, i avui

farem, exactament, el mateix recorregut que nou

mesos abans, quan ho veia tot per primera vegada.

“Agafa’t bé que cauràs tesoro”. Somric... Italians!

Ja he perdut la por a anar amb moto serpentejant

entre l’esbojarrat trànsit de la ciutat. S’ha d’entendre

com una dansa de caos, en la què, si s’hi balla, tot va

com una seda i on el problema arriba quan s’intenta

conduir a l’europea. És passat migdia i fa calor. Parem

al semàfor. “Francescoooouu!”. És el pizzer, amb la seva

panxota enfaixada en el davantal blanc que estava fent

una cigarreta al carrer i ens ha reconegut... “Porca

troia...”, musita el meu amic abans de regalar-li el seu

més gran somriure. “Mi devi paga’ le pizze!” “Subito

Fabio?! Stasera!”... Verd. Estem salvats.

20

Al pis hi vivim set persones de quatre nacionalitats

diferents. Contra el que es pugui pensar, hem

desenvolupat una gran cultura de cuina els caps de

setmana que comença a les paradetes del mercat i

acaba amb una llarga sobretaula. Però això no treu que,

de tant en tant, tirem de les pizzes d’en Fabio... Pel què

es veu, sense pagar!

Ja som a la piazza Risorgimento, on hi ha la millor

gelateria... En aquest nus viari, un diumenge al matí

anava amb autobús tota sola i, de sobte, el conductor

va parar i va venir fins on jo seia per preguntar-me si

sabia cap a quin dels carrers havia de tirar... El curiós

va ser que, després de cinc mesos allà, ni em va sobtar

una situació que a Barcelona hagués estat

inimaginable.

Un fort clàxon quasi em fa caure de l’ensurt. “Ma che

cazzo!!...” Com sempre que fa alguna imprudència, el

Francesco no contesta... Accelera. Som a Via della

Conciliazione, avançant cap a la plaça Sant Pere... La

cúpula es fa cada vegada més gran... Tot i travessar-la

cada matí, no hi ha hagut dia que no m’hagi parat a

contemplarla... Entre les columnes, els turistes adoren

el déu Sol... Entre tant mitjó blanc en sandàlia, amb els

meus companys ens sentíem orgullosament

autòctons. Anar-hi sola és també tota una experiència.

21

Sempre hi ha algun jubilat xerraire a l’aguait de

jovenetes soles...

“Vuoi un caffè?” “Non adesso”... Sense cap problema

estem recorrent el petit carrer Borgo Pio contra

direcció i hem passat per la Latteria... La cafeteria al

costat de la universitat que rivalitza amb les cadires

de les aules en quantitat d’hores asseguts. Aquí el

cambrer ens rep sempre amb un gran somriure i ens

prepara els millors cappucinos dibuixant-hi sobre

l’escuma un somriure amb cacau... Un detall que va

tenir, al final ,el seu efecte i ara està sortint amb la

meva amiga madrilenya... M’hi he estat moltes hores en

aquest lloc... Quasi sempre amb gent però també sola,

perquè és impossible avorrirs’hi... Els italians són un

espectacle ambulant i, en els pocs minuts que dura el

seu espresso a la barra, s’hi pot veure desfilar, en una

sola tarda, una comèdia, una tragèdia i un drama.

Travessem el riu... “Piazza Navona, vero?” “Si”.. Ja estem

botant els carrerons gastats del casc antic que,

indefectiblement, enamoren el visitant... Qui s’hi pot

resistir?... A ambdues bandes se succeeixen el colors

rogenc, mostassa i carbassa de les façanes... Em conec

tots els carrers, placetes i carrerons de tant

passejar-hi... Aquesta ciutat obliga a estimar-la, i

estimar-la és caminar-la... Amb la compensació d’unes

soles destrossades.

22

“Fermati un attimo!” Estem davant el ghetto jueu...

Només quatre carrers empresonats en el centre

històric. Algú em va dir una vegada que al ghetto el

silenci s’escoltava i tenia raó. Sempre hi he anat sola...

M’agrada deambular i ficar-me a portals que donen a

patis porticats... I pensar.... Tothom amb qui he parlat

està d’acord que un any a l’estranger és, d’alguna

manera, un any de reflexió...

“Adesso Termini”, li crido intentant que em senti.

“Termini?”, crida. “Si”. “Sei pazza”. És la solució. Quan no

m’entén, és que estic boja. Termini és l’estació central.

M’agradaria entrar-hi, però prou paciència està tenint.

Aquí vaig arribar fa nou mesos amb una maleta petita i

una por immensa... Hi he esperat molta gent i des

d’aquestes andanes he agafat molts trens que m’han

dut per tota Itàlia... Trens antics i sempre en retard...

Termini és un no parar, un nus de cultures, un moviment

constant de vides anònimes en una instal·lació aturada

en el passat.

Tombem carrer avall... Esquivem un vianant que

travessa temeràriament com tots, com

jo mateixa... I allà apareix... El Coliseu... Grandiós,

majestuós...i decaient. Símbol i mirall de la ciutat.

Parada obligatòria per tot visitant...

23

Però ara... “Dove andiamo?” El recorregut acabava aquí

però... Per què em porta al Circo Masimo?... Enfilem

l’Aventino... Passem el Jardí dels Tarongers... Arribem a

una plaça i para el motor... “Una porta?” L’Ordre de

Malta, hi diu, al costat d’un porticó verd que interromp

la monotonia del mur. Baixem de la moto i m’indica la

ferradura de la clau?... “Guarda”... Miro pel forat... I

emmarcat entre dues fileres perfectes d’arbres verds,

dins la forma de la ferradura, es veu, al fons, la cúpula

del Vaticà banyada en la llum daurada que només

aquesta ciutat pot tenir... I de sobte ja no la veig

perquè estic plorant... Aquest tipus de coses màgiques

són les que només passen aquí... “No vull marxar”,

penso... Com si m’hagués llegit el pensament, el

Francesco diu: “Dai...Questo non è un addio, è soltanto un

arrivederci” (arreveure)... Sí... Té raó, després de quasi

un any i amb tot el què he viscut només puc dir una

cosa: Arrivederci, Roma.

24

25

We LOVE Taipei

Marta Viles Casanovas

Carta por un amicLaura Salinas Tejedor

Barcelona, 2 Abril 2010

Estimat amic,

Ara ja fa un any que vaig tornar a Barcelona, tres-cents

seixanta-cinc dies des que vaig enlairar-me amb aquell

avió de Ryanair que em portaria de nou als braços dels

meus ares, que havien estat desitjosos de rebre’m des

del mateix dia que havia marxat. Curiosament, aquesta

experiència no només havia estat enriquidora per a mi,

sinó que tots els que vivien a prop meu havien sofert

una petita transformació positiva d’ençà la meva

partida. Sense dubte, havien après a conviure amb la

idea que la seva petita anava fent-se gran.

Com ja vaig explicar-te, la raó per la qual vaig fer

l’Erasmus a Hamburg, on vaig trobar-te, va ser per

sortir de la petita capsa en la qual vivia. Només coneixia

les quatre parets que m’envoltaven, una realitat que jo

mateixa havia anat configurant amb l’ajut dels que

estaven al meu costat; anava a la universitat, me’n

tornava, sortia a fer un tomb amb els amics,

passejàvem pel tumultuós carrer del centre...

26

En definitiva, la meva vida era ben senzilla i res

m’impedia de continuar-la o complicar-me-la

innecessàriament. Per què hauria de traslladar-me a un

indret on no coneixeria ningú, a un ambient diferent al

meu on la comunicació no seria fàcil? Quin sentit podria

tenir començar des de zero?

Amic meu, sóc conscient que aquests pensaments són

poc “open-minded”, com tu diries, però si us plau, entén

que quan et trobes dins la capsa, costa molt veure més

enllà. Tot i així, sorprenentment vaig acabar emplenant

un seguit de documents que em conduirien a veure la

capsa des de l’altre cantó. Quina por!

Abans del gran dia, tots em desitjaren bona sort i em

donaren alguns llibres per si em trobava sola. Vaig

omplir l’ordinador de pel·lícules, sèries per si m’avorria,

fotos dels meus amics i familiars per possibles

moments de crisis melancòliques, música per a no

pensar i apunts de la carrera per si no entenia les

classes. És curiós veure ara que res d’allò em va fer

falta gràcies a tu.

De camí a l’aeroport, amb la maleta plena de records i

roba, em preguntava què estava fent. En l’últim

moment, li vaig haver de sumar un paquet que portava

per nom “equip de supervivència”, que el meu germà

gran va donar-me; portava unes pinces per a estendre

27

la roba, draps de cuina, dues ampolles d’oli d’oliva, pel

mite que allà no en trobaria, un gorret d’hivern, i un

poema de Konstantínos Kaváfis anomenat “Ítaca”, que

et recomano molt llegir. Després de l’espera’t i difícil

“adéu”, i d’un vol de dues hores i mitja em trobava en el

meu nou destí: Hamburg.

Va passar tota una setmana, abans que tu arribessis.

Altres estudiants d’Erasmus i de màsters

internacionals vinguts de molts racons del món -

França, Itàlia, Noruega, Lituània,Turquia, Canadà, Índia,

Finlàndia, Mèxic,Tailàndia, Perú, Rússia, Brasil - ja hi

eren i havíem començat a conèixer-nos. Tot i parlar

diferents llengües, l’anglès i les ganes de viure aquella

experiència ens unia. És difícil explicar com des d’un bon

principi sentia tenir un munt d’amics dels que,si amb

sort, només en coneixia el nom.

Amb tu va ser diferent. Vas aparèixer l’últim, i com si el

destí ho volgués vas entrar a la classe del curs intensiu

d’alemany, al mateix temps que entraves a la meva

vida. Casualment, vas seure’t al meu costat i en

aquelles tardes d’Octubre ens vam fer amics. No sé si

recordaràs com feies bromes amb el meu accent

espanyol, i com jo et distreia de la feina per a què

m’expliquessis més sobre el teu país, que fins aquell

moment només era un nom per a mi, Turquia. Em

parlaves d’història, de l’imperi Otomà, del líder Atatürk,

28

de la teva religió, dels teus costums, dels problemes

que teniu per entrar a formar part de la Unió Europea,

dels menjars riquíssims que trobaves tant a faltar. La

meva ignorància i curiositat inexhaurible et sorprenien

en forma de preguntes, però jo només coneixia el que hi

havia dins la capsa i volia aprendre tant de tu!

De seguida, vam descobrir Hamburg junts. Agafàvem

l’S-Bahn, després de classe i ens baixàvem a una

estació diferent segons el dia. Durant aquelles hores,

les nostres converses volaren més enllà. Les teves

paraules van descriure’m la teva família, el teu petit

poble, Alanya, els teus estudis, que mai vaig arribar a

entendre del tot, les teves inquietuds i el motiu pel qual

eres allà. Venies a fer un màster per a millorar les teves

oportunitats laborals, i amb sort, reduir el temps de

servei militar a un mes. I què en sabia jo de tot això?

Gràcies a tu ara puc explicar centenars d’històries i

puc entendre l’anhel d’algú que viatja com un reclam per

la pau i l’oposició a la violència; puc assaborir l’aroma

d’haver conegut realitats tan riques i plenes de formes

diferents, que eren totalment desconegudes per a mi.

Suposo que tu també comparteixes aquesta sensació

tan agradable. I és que vam saber trobar en les nostres

diferències un lligam que encara avui continua.

Quan vaig haver de tornar, fa exactament un any, no em

vas voler dir “Good bye”, sinó “See you later”, i així va

29

ser. A l’estiu m’havies d’ensenyar a Turquia tot el que,

mesos enrere, m’havies descobert amb paraules a

Alemanya.

I què dir-te, amic meu, de la meva capsa? Aquelles

quatre parets de la meva realitat són molt més al fons,

tan al fons que gairebé no les distingeixo. Potser

perquè no hi són? O perquè els elements que hi ha dins, i

que estiren les parets endarrere, són molt més

nombrosos? Sigui el que sigui, ara hi ha més llum,

colors, coneixements, experiència, espai, sí...espai, això

últim és tan important! més lloc per encabir més

històries!

Espero que t’hagi agradat saber de mi i recordar

aquells temps no tan llunyans que vam compartir

plegats en aquella bonica ciutat del nord d’Alemanya.

Fins la propera carta, cuida’t molt.

Una forta abraçada,

Laura

30

31

The Erasmus experience follows you where ever you go

Adam Oliveras Sala

L'educació especial a Chinchero

Alba Trenchs Picó

Vida eterna a la Ciutat EternaClara Duch Alanyà

Aquells dies encara no era estiu però feia tanta calor

que ningú dubtava que a Roma les coses anaven així.

Feia alguns anys havia llegit en un llibre de Cesare

Pavese un capítol que començava així: “L’estiu a Roma no

s’acaba mai. Aquelles nits tan curtes duraven per sempre”.

Vaig memoritzar de seguida aquella frase que, molt

abans que mai hagués decidit que voldria anar a fer un

Erasmus a Roma, ja havia trobat bonica. Em semblava

preciós que un estiu pogués ser inacabable i, encara

més, que una nit d’estiu durés per sempre. Des que vaig

aterrar a la Ciutat Eterna, sempre vaig estar

esperant-ho. Volia descobrir si Roma estava feta per a

mi i jo estava feta per a ella.

Segurament era cap al mes de maig. Havien passat ja

molts dies des que el 16 de setembre del 2008 a les

onze del matí hagués agafat sola aquell avió només

d’anada cap a Roma. I també havien passat moltes

coses, sobretot després de sentir que cada dia d’una

vida Erasmus són com 72 hores en una vida habitual i

que les emocions corren a una velocitat difícilment

traduïble. La tardor havia estat dura perquè Roma és

una ciutat dura. Roma té una cara tendra per a aquells

que hi passen dos dies de visita però treu les ungles si

32

s’adona que t’hi quedes més temps. Roma és esquerpa;

és la Mamma Roma pasoliniana, és la Città Aperta de

Rossellini, i també és la absurda i satírica Roma de

Fellini.

A pesar de la duresa inicial, gairebé macarra, conèixer

Roma és entendre una ciutat poètica com n’hi ha

poques. I la seva poesia és inconscient i no es troba

precisament quan el turista la visita. Cal temps i cal

paciència. I aleshores treu el cap un matí passejant per

un barri senzill quan el sol il·lumina les façanes. Es troba

a dos quarts de tres de la tarda al carrer de sota casa

fent un caffè. Es troba a tres quarts de set del vespre

en un terrat ple d’antenes. I, per què no dir-ho, també

es troba una nit d’estiu a quarts de quatre de la

matinada a la Fontana di Trevi, quan no hi ha més que un

parell de carabinieri vigilant que ningú vulgui creure’s

Anita Ekberg, i tu t’estires en un banc de pedra i no

pares de dir-te que què dolce que és, la vita.

En aquells dies, doncs, la nostra Roma i les nostres

nits començaven a ser com ho havien estat per Pavese.

De tanta felicitat, de tanta poesia, de tanta ciutat,

tots estàvem com ebris de vida. L’existència era molt

més senzilla. Ens alimentàvem del que fèiem i a ningú li

preocupava excessivament res. Els meus amics i jo

semblàvem nens d’abans de la guerra, feliços com érem

jugant amb poca cosa. Cada vespre, cada nit, cada

33

migdia, cada matinada, cada tarda, cada matí. Sense

ordre. Vivíem sentint i prou. Les trobades podien

començar a les sis de la tarda al barri i acabar a les

tres de la matinada a l’altra punta de la ciutat. O a les

deu del vespre al llit, perquè estàvem cansats d’ahir.

Res tenia sentit i per això ens divertíem. Ens

dedicàvem a “fare le ore piccole”, com en diuen allà de fer

tard a la nit, i això ja ens semblava molt.

D’aquelles nits en recordo moltes. Quan anàvem a casa

d’A., a la Via degli Etruschi, i passàvem hores sentint-lo

tocar la guitarra i l’harmònica en un terrat des d’on es

veia tot el nostre barri de San Lorenzo. Fins i tot si la

nit era clara i l’smog romà aquell dia estava més diluït

podíem veure els sants que hi ha damunt de la façana

de la basílica de San Giovanni in Laterano. Però només

A passava a vegades. O la nit que, després d’una festa

a casa de F. a la Via Domenichino, vam acabar tots tan

acalorats que vam anar a la Piazza della Madonna dei

Monti a buscar la fresca i ens vam estirar a les escales.

O la matinada que finalment ens vam atrevir a banyar-

nos a la font de la Piazza della Repubblica que dèiem

que ens agradava molt, més que la de Trevi. O mil nits

més que, si me les haguessin explicat un any abans,

hagués cregut que eren tretes d’una novel·la

ambientada als anys 30. Per literàries, per poètiques,

per senzilles, per estar fora del temps.

34

També hi havia les barbacoes que es feien alguns

vespres en un terrat al barri de Cipro -creuat el Tíber- i

A. i jo hi anàvem per trobar-hi gent que no havíem vist

mai. Era bonic. Es bevia vi blanc mirant la Roma als

nostres peus i tots quedàvem fascinats amb la cúpula

de San Pietro feta per Michelangelo –il Cupolone-

il·luminada sota la lluna. I sonava Fabrizio de André.

Recordo un dilluns que –havent abandonat ja rellotges i

agendes-, no em vaig recordar de trucar als pares com

feia cada dilluns al vespre. Em van trucar ells i jo estava

tan emocionada de trobar-me allà que parlava de tal

manera que em van preguntar si estava bé, si és que

havia begut. I no, jo no havia tastat el vi encara. Estava

plena de sensacions hologramàtiques que em vibraven

per dins i fins i tot m’arribaven a la veu.

En aquell terrat tothom reia i es parlava d’aquella vida

desconeguda que ningú sabia de ningú d’abans de

l’Erasmus. I es parlava també d’aquella futura,

assegurant que no seríem capaços de superar unes

vivències tan bones com aquelles que teníem aleshores.

Sabíem que el temps acabaria passant però parlar de

l’últim dia que seríem a Roma era tabú. Es feia

impossible. A la Ciutat Eterna un final mai existeix.

Perquè... La vida viscuda a Roma no s’acaba mai. Aquelles

nits i dies i tardes i vespres i matinades tan curtes...

duraven, i duren, per sempre.

35

ETC – Edifici d’Estudiants

Universitat Autònoma de Barcelona

etc.uab.cat/intercanvi