comunicado 3 2015

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APUDEP INFORMA Comunicado N° 3 - 26 de mayo de 2015 [email protected] Síguenos en Facebook: Apudep UP El próximo 7 de octubre la Universidad de Panamá cumplirá ochenta años de fundada. Su génesis no fue bien recibida por los sectores económicos y políticos dominantes de nuestro país. Desde aquel mo- mento, hasta el presente, diversos y complejos han sido los avatares que ha tenido que superar esta Casa de Estudios para tener abierta sus puertas a los sectores populares y mantener enhiesta la bandera de los intereses soberanos del país y contra las conductas entreguistas de quienes subordinan los intereses patrióticos y sociales de la Universidad a sus particulares ambiciones crematísticas. Importante es recordar las palabras de nuestro primer Rector y padre espiritual de esta institución: “(…) consideré siempre una obra del más elevado patriotismo la creación y la formación de nuestra Uni- versidad. Ella constituirá por derecho propio (…) por suficiencia y por solidaridad intelectual en la cultura, el más avanzado vigía de nuestro pueblo y el más fuerte, consistente y eficaz defensor de nuestro destino”. Sabias palabras expresadas cuando nuestra Universidad nacía en momentos que el horizonte internacional presagiaba oscuros nubarrones. Cuando numerosos y prestigiosos científicos e intelectuales de Europa eran perseguidos por las hordas fascistas, nuestro claustro cobijaba a todos aquellos preclaros hombres quienes aportaron su sabia científica, cultural y humanística a la formación de valiosos intelectuales y profesionales que han mantenido viva la llama de los verdaderos principios demo- cráticos y de tolerancia proyectados, desde sus aulas, a la sociedad panameña. Mantener esa conducta de principios ha implicado ser hostigados por esas fuerzas antinacionales que, utilizando los medios que le da su poder económico y político, no desdeñan ocasión para atacarla y destruirla. Sin embargo, la vigencia de la Universidad, por sus supremos objetivos, se ha impuesto. Hoy, su voz autorizada en el trazar de los elevados destinos patrióticos, no solo está amenazada desde el exterior; a lo interno, también actúan oscuras fuerzas que demagógicamente utilizan los elevados principios que inspiraron la creación de la Universidad para encubrir los nefastos objetivos que seducen a las fuerzas retrogradas. Esos sectores, enquistados en la administración, en su afán de mantener su hegemonía han acudido al clientelismo, la hostilidad hacia quienes los adversan y a la creación de estructuras de poder paralelas, conformadas por profesionales foráneos, quienes, guiados por agendas sectarias y nada transparentes, han contribuido a estructurar una falsa imagen de nuestra universidad. Unos y otros, al intramuro y extra muro, estrechan sus manos en esta non santa cruzada. En el presente, la estructura económica, política y social panameña atraviesa delicadas situaciones: la población observa como a saqueadores del erario público los premian con medidas de casa por cárcel, mientras humildes hijos, por delitos de menor gravedad, languidecen en nuestras cárceles en las peores condiciones humanas; en momentos en que la mayoría de las familias panameñas viven en la pobreza y la pobreza extrema, funcionarios gubernamentales y sus cercanos familiares devengan varios salarios disfrazados de ayuda, acusando los tirios a los troyanos de corrupción. Los actuales detentadores del poder gubernamental justifican el nepotismo rampante y se atreven argumentar con juegos de palabras que tal hecho no es corrupción. Nuestra Universidad no podrá callar estas ignominias y de allí el ataque del que es objeto, que tiene como propósito, desautorizarla moralmente. Es indispensable que los errores cometidos sean admitidos públi- camente, no encubrirlos ni disfrazarlos, hay que corregirlos inmediata y radicalmente y, cual cirujanos, extirpar la pus interna que producen esas falencias, aprovechadas, por todos sus enemigos para intentar destruir nuestro centro de estudios. No hacerlo es facilitarle su labor. Ha llegado la hora de ser profun- damente autocríticos, no esperemos que los supuestos correctivos vengan desde afuera, porque sus objetivos estarán muy alejados del pensamiento de los padres fundadores de la Universidad de Panamá: Méndez Pereira, Jepta B. Duncan, José Dolores Moscote. Cada profesor, cada estudiante, cada administrativo, tiene que actuar en esta dirección. El silencio puede ser cómplice de los intentos de destrucción de nuestra Universidad. Que no se nos acuse que nuestra cobardía fue el sustento de la felonía. Digamos nuestra verdad, que son muchas verdades; tenemos la autoridad moral para hacerlo. Actuemos. Como dijo José Martí “Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a su mesa; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él, el permiso para vivir”.

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APUDEP INFORMAComunicado N° 3 - 26 de mayo de 2015

[email protected] Síguenos en Facebook: Apudep UP

El próximo 7 de octubre la Universidad de Panamá cumplirá ochenta años de fundada. Su génesis no fue bien recibida por los sectores económicos y políticos dominantes de nuestro país. Desde aquel mo-mento, hasta el presente, diversos y complejos han sido los avatares que ha tenido que superar esta Casa de Estudios para tener abierta sus puertas a los sectores populares y mantener enhiesta la bandera de los intereses soberanos del país y contra las conductas entreguistas de quienes subordinan los intereses patrióticos y sociales de la Universidad a sus particulares ambiciones crematísticas.

Importante es recordar las palabras de nuestro primer Rector y padre espiritual de esta institución: “(…) consideré siempre una obra del más elevado patriotismo la creación y la formación de nuestra Uni-versidad. Ella constituirá por derecho propio (…) por suficiencia y por solidaridad intelectual en la cultura, el más avanzado vigía de nuestro pueblo y el más fuerte, consistente y eficaz defensor de nuestro destino”. Sabias palabras expresadas cuando nuestra Universidad nacía en momentos que el horizonte internacional presagiaba oscuros nubarrones. Cuando numerosos y prestigiosos científicos e intelectuales de Europa eran perseguidos por las hordas fascistas, nuestro claustro cobijaba a todos aquellos preclaros hombres quienes aportaron su sabia científica, cultural y humanística a la formación de valiosos intelectuales y profesionales que han mantenido viva la llama de los verdaderos principios demo-cráticos y de tolerancia proyectados, desde sus aulas, a la sociedad panameña. Mantener esa conducta de principios ha implicado ser hostigados por esas fuerzas antinacionales que, utilizando los medios que le da su poder económico y político, no desdeñan ocasión para atacarla y destruirla.

Sin embargo, la vigencia de la Universidad, por sus supremos objetivos, se ha impuesto. Hoy, su voz autorizada en el trazar de los elevados destinos patrióticos, no solo está amenazada desde el exterior; a lo interno, también actúan oscuras fuerzas que demagógicamente utilizan los elevados principios que inspiraron la creación de la Universidad para encubrir los nefastos objetivos que seducen a las fuerzas retrogradas. Esos sectores, enquistados en la administración, en su afán de mantener su hegemonía han acudido al clientelismo, la hostilidad hacia quienes los adversan y a la creación de estructuras de poder paralelas, conformadas por profesionales foráneos, quienes, guiados por agendas sectarias y nada transparentes, han contribuido a estructurar una falsa imagen de nuestra universidad. Unos y otros, al intramuro y extra muro, estrechan sus manos en esta non santa cruzada.

En el presente, la estructura económica, política y social panameña atraviesa delicadas situaciones: la población observa como a saqueadores del erario público los premian con medidas de casa por cárcel, mientras humildes hijos, por delitos de menor gravedad, languidecen en nuestras cárceles en las peores condiciones humanas; en momentos en que la mayoría de las familias panameñas viven en la pobreza y la pobreza extrema, funcionarios gubernamentales y sus cercanos familiares devengan varios salarios disfrazados de ayuda, acusando los tirios a los troyanos de corrupción. Los actuales detentadores del poder gubernamental justifican el nepotismo rampante y se atreven argumentar con juegos de palabras que tal hecho no es corrupción. Nuestra Universidad no podrá callar estas ignominias y de allí el ataque del que es objeto, que tiene como propósito, desautorizarla moralmente. Es indispensable que los errores cometidos sean admitidos públi-camente, no encubrirlos ni disfrazarlos, hay que corregirlos inmediata y radicalmente y, cual cirujanos, extirpar la pus interna que producen esas falencias, aprovechadas, por todos sus enemigos para intentar destruir nuestro centro de estudios. No hacerlo es facilitarle su labor. Ha llegado la hora de ser profun-damente autocríticos, no esperemos que los supuestos correctivos vengan desde afuera, porque sus objetivos estarán muy alejados del pensamiento de los padres fundadores de la Universidad de Panamá: Méndez Pereira, Jepta B. Duncan, José Dolores Moscote.

Cada profesor, cada estudiante, cada administrativo, tiene que actuar en esta dirección. El silencio puede ser cómplice de los intentos de destrucción de nuestra Universidad. Que no se nos acuse que nuestra cobardía fue el sustento de la felonía. Digamos nuestra verdad, que son muchas verdades; tenemos la autoridad moral para hacerlo. Actuemos. Como dijo José Martí “Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a su mesa; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él, el permiso para vivir”.