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El 1 de Julio del 2015 lanzamos la campaña Completando el vuelo en la que nos propusimos identificar a los 154 niños, hijos de exiliados políticos, que en 1983 viajaron de Europa a Uruguay en un chárter puesto por el gobierno español. Nuestra propuesta fue lograrlo haciendo uso de las herramientas que brinda la red y apelando a la teoría de los seis grados de separación, que afirma que estamos conectados con cualquier persona en el mundo en una cadena de no más de cinco puntos de unión. La campaña tuvo excelentes repercusiones y logramos identificar a más de la mitad de los pasajeros que formaron parte del vuelo de 1983. También nos pusimos como objetivo ampliar los 80 minutos de película con otras miradas acerca del mismo acontecimiento, por lo que invitamos a los niños, hoy adultos, a contar su punto de vista del viaje. Aquí reunimos los testimonios que hemos recibido a lo largo de la campaña. ¡Agradecemos a todos aquellos que nos ayudaron a completar el vuelo!

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El 1 de Julio del 2015 lanzamos la campaña Completando el vuelo en la que nos propusimos identificar a los 154 niños, hijos de exiliados políticos, que en 1983 viajaron de Europa a Uruguay en un chárter puesto por el gobierno español. Nuestra propuesta fue lograrlo haciendo uso de las herramientas que brinda la red y apelando a la teoría de los seis grados de separación, que afirma que estamos conectados con cualquier persona en el mundo en una cadena de no más de cinco puntos de unión. La campaña tuvo excelentes repercusiones y logramos identificar a más de la mitad de los pasajeros que formaron parte del vuelo de 1983. También nos pusimos como objetivo ampliar los 80 minutos de película con otras miradas acerca del mismo acontecimiento, por lo que invitamos a los niños, hoy adultos, a contar su punto de vista del viaje. Aquí reunimos los testimonios que hemos recibido a lo largo de la campaña. ¡Agradecemos a todos aquellos que nos ayudaron a completar el vuelo!

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Montevideo 11 de abril de 2015. Escribo esta carta para saludarlos, a mis compañeros de vuelo, a Pablo Martínez y todo el equipo de “Tus Padres Volverán”- De paso les cuento mi sentir acerca del viaje y la película. No puedo evaluarla desde el punto de vista técnico, pues por un lado carezco de elementos, y por el otro, fue tanta la emoción (alegría, tristeza, desconsuelo, calidez, orgullo, bronca, impotencia, nostalgia) que sentí, que no me dejó cabida para lo objetivo. Me gustaría que la carta pueda llegar a todos, a los que viajamos, a los que nos esperaron, a los que organizaron, a los que estuvieron allí, a los que lo vivieron a distancia, y a los que recién se enteran de que ésto realmente pasó. El viaje lo viví con mucha alegría y me sigo emocionando con cada recuerdo… La experiencia personal y única de estos seis protagonistas de alguna manera integra mi sentir. Seis vivencias que también se entrelazan con la mía. Antes de entrar en mi experiencia personal, lo que sí quiero comentar es que evidentemente el tiempo va cambiando nuestras perspectivas. O la actualidad lo hace. Mirando el viaje desde el punto de vista de una madre (hoy en día tengo una hija de 15 años) reconozco que en realidad fue una locura… No tanto para mi, pues yo era adolescente, tenía 13 años, sino que en el vuelo viajaron bebes y niños muy pequeños... ¿Qué habrá movido a esas mamás, o familiares a cargo, para animarse a enviar tal cual paquetito, a lo más preciado de sus vidas? Solos… En general tampoco se habla mucho de los daños colaterales que sufrimos los hijos de exiliados. En algunos casos, haber presenciado escenas terribles de detenciones, haber visitado a familiares a los penales. Enterarte de la muerte de mamá, papá…Y el desarraigo... Despedidas, separaciones. Adaptarnos a una vida distinta, el exilio y luego el retorno… Constantes movidas, cambios, a los cuales nos tuvimos que adaptar a la fuerza, sin opción, sin elección y como cada uno pudo o no. Pues en ese entonces no existía la Psicoterapia tal cual la tenemos hoy en día, y nuestros padres ya bastante tenían con su dolor, con su lucha, con sus preocupaciones etc. etc. Ellos anhelaban y pretendían que nosotros entendiéramos (que en mí caso sí lo pude hacer, pero muchos de nosotros no lo sintieron así) y “colaboráramos”. Y éramos niños, y ellos decidieron por nosotros, desde el acierto o error, desde la conciencia o inconsciencia, desde el instinto de supervivencia, desde la rebeldía, desde el amor. Y muchos de ellos, también acababan de dejar su niñez, apenas tenían 20 y poquitos años… ::. El viaje de Vero .:: Les cuento un poquito mi historia, lo más breve posible. Nací en Montevideo en el año 1970. Vivía con mis padres, hasta que papá se fue a Chile en el año 72 y luego nos mudamos con mamá también a Santiago. Inmediatamente del golpe de

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estado allí, papá pasó a la clandestinidad y mamá y yo regresamos al Uruguay gracias a Belela Herrera. Desde 1973 a 1975, nos fuimos a vivir con mis abuelos maternos. Para mí, fueron años hermosos, porque ahí es cuando se ancló el amor que me trajo de vuelta. Si bien yo era pequeña y había quedado con traumas por lo vivido en Chile y la separación de mi padre, el amor de mis abuelos fue lo que me rescató. Mamá vivía un infierno, perseguida, sin saber si su esposo estaba vivo o muerto, con amigos presos, sin casa propia, con un futuro incierto e inseguro para ella y su hija pequeña. Demasiada angustia, preocupación, miedo y tristeza… y mucho menos, paciencia y ganas. Sin embargo, allí estaban ellos, mis abuelos adorados, que cómo pudieron (y lo hicieron de maravillas) trataron de suplir las carencias en mi vida. En 1975 logramos irnos a Holanda, dónde mi papá nos esperaba. Acortando mucho mi historia, les cuento que tuve una infancia hermosa, plena, me adapté bien a la sociedad Holandesa pero… Siempre hay peros. Siempre me sentí distinta, diferente. Por un lado, la discriminación que había en los años 70 y 80 en Holanda hacia los extranjeros era imponente. Por el otro, yo anhelaba ese amor de abuelos. Mi abuela nos visitó en dos oportunidades, y si bien yo revivía con cada visita, moría cuando ella se iba. Quería volver, porque ya no quería ser “la que tiene el pelo color caca”, “la que no se merece ir a estudiar al liceo de nivel superior (aunque tenía una escolaridad excelente), porque como extranjera, total, iba a terminar como cajera en un supermercado”. Aclaro que esto último le valió una trompada al Director de la escuela de parte de mi padre… Hubo dos pilares fundamentales que me posicionaron en la vida, en la adaptación, en la lucha, en el entendimiento, en la esperanza, en la aceptación. Uno: Sin detalles pues no quiero mezclar la política partidaria en esto, fue la militancia de mis padres. Desde pequeña iba a reuniones, de las cuales no participaba, pero si ayudaron a tener un sentimiento de pertenencia. Por un lado, me encontraba con niños en la misma situación, hablábamos el mismo idioma (en todo sentido), teníamos el mismo sentir y ellos se convirtieron en “mis primos”. Por el otro, siempre fui consciente de lo que sucedía acá en el Uruguay, y me sumaba a los actos, manifestaciones, actividades que abarcaban la lucha contra la dictadura militar. Además, en esas reuniones se tomaba mate, se escuchaba canto popular, candombe y comíamos “a la uruguaya”. También nos preparaban para facilitar de alguna manera nuestro regreso. Una vez al mes, íbamos a “La Escuelita”, donde nos enseñaban Historia y Geografía, nuestro idioma, a bailar El Pericón y se hablaba mucho sobre nuestro Paisito. Todo eso, hizo que para mí, Uruguay no fuera “un desconocido”. Dos: El amor. A pesar de los bemoles que hay en toda familia de exiliados, tuve la dicha de tener una familia unida. Tuve a mis padres juntos, nació mi hermana Laura (para ella la historia fue diferente a la mía), teníamos un grupo de amigos Holandeses, Uruguayos y Chilenos muy lindo. Y también mantuvimos contacto (el que se podía para esa época) con nuestros familiares y amigos que habían quedado el Uruguay. Y dentro de ese seno familiar, que había sufrido mucho, (y cada uno carga hasta el día de hoy con sus fantasmas, mochilas, y duelos) algo nos mantuvo unidos. Y eso fue el amor. El amor

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entre nosotros, el amor padres-hijas, el amor de abuelos, el amor a nuestra tierra. Ese amor nos salvó, ese amor nos mantuvo, ese amor hace que hoy seamos quienes somos. Volviendo al viaje… Medio año antes del viaje, ese partido político en el cual militaban mis padres, organizó un Campamento de Juventudes en Hungría. Desde Holanda viajamos varias familias, y allí pasamos una semana BOMBA! Fue EL CAMPAMENTO DE MI VIDA. Fue ahí que conocí a muchos jóvenes que se transformaron en grandes amigos. Yo tenía en ese entonces 13 años. Con algunos tengo hasta el día de hoy contacto. Nuestra amistad se mantuvo durante años por medio de cartas. Amigos de Suecia, Italia, Angola, Bélgica, Francia, Checoslovaquia, España. Y la alegría fue enorme cuando en Madrid, nos volvimos a reencontrar con muchos de ellos. Realmente, la estadía en el internado, fue una fiesta. Pero esas anécdotas quedarán para otro momento. Desde nuestra partida desde Holanda, ya éramos Noticia Internacional, pues nos entrevistaron periodistas Holandeses antes volar hacia España. Yo entendía el mensaje, el significado político del viaje, ya tenía edad para hacerlo. Los más pequeñitos no…Yo estaba acompañada de amigos, no estaba sola. Yo sabía que iba a encontrarme con ese amor tan anhelado. En mi, no hubo ni una gota de duda, temor, desolación. Todo lo contrario, me sentí más contenida y entendida que nunca. Llegamos ese día de calor fatídico, sin haber dormido prácticamente en 48 horas (adolescentes obviamente). Veníamos de un frío invierno nórdico. Y de mil recomendaciones (No hables con extraños, no vayas al baño público sola, no hables de más…), de miedo, pues todavía era dictadura. Y no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. Tomando atajos en mi experiencia, les cuento que disfruté cada minuto de mi estadía. Desde las reuniones familiares, el café con leche de Lela, las actividades organizadas para nosotros, pero sobre todo del gran afecto que recibimos de la gente. Tenía una imagen gris del Uruguay, pues además en mis ojos se habían grabado las fotos en blanco y negro que figuraban en folletos, panfletos y afiches. Fotos del Penal… Al Uruguay me lo imaginaba “ciego, sordo y mudo”. ¡Qué contraste encontré! Me recibió un país que GRITABA: “Se va acabar, se va acabar la dictadura militar” “Porompompón, Porompompón, el que no salta, es un botón”. “El pueblo unido, jamás será vencido”. La gente agitaba con fervor y orgullo nuestra bandera, pancartas por todos lados. Y mucho color, alegría, papeles picados, murgas, música, y muchos abrazos, tarjetas, cartas y regalos de personas que ni conocías. De esos extraños, con los cuales, según recomendación de los padres, no podíamos hablar… Tanto afecto, tanto amor. Amor a la vida, amor a la esperanza. Qué duro fue dejar todo eso. Qué amargura, qué tristeza. Otra despedida más, otra vez sentirme morir…. Pero con la sensación de que habíamos dejado una lucecita encendida, y con la promesa de “VOLVERAN”.

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Solo me queda decir: GRACIAS A TODOS los que hicieron posible esta inimaginable, y desde mi sentir hermosa experiencia. Un abrazo a todos los que viajaron conmigo, a los 153. Un abrazo a los 6 protagonistas, pues en el alma los entiendo a todos. Un abrazo a toda la Producción de Tus Padres Volverán por la puesta tan inteligente, mostrando diferentes visiones de un mismo acontecer. Saludo, afectuoso desde Montevideo. María Verónica Wainberg.

26 de diciembre de 1983, yo, Patricia casi por cumplir mis 17 años, aterrizando en el Aeropuerto Internacional de Carrasco, hacía 3 años y 8 meses que había partido desde ese mismo aeropuerto junto a mi madre y hermanas rumbo a Suecia, despedidas por abuelas, tíos, primos y algún@s amigos y amigas. Dejando un padre preso en el Penal de Libertad, un montón de afectos y un Uruguay gris, un Uruguay del miedo, del no se puede, de lo prohibido. Atravesar las puertas del aeropuerto y comenzar a vivir aquel reencuentro no es fácil de describirlo con palabras. Fueron 26 días de constantes emociones y vivencias que han quedado marcadas a fuego en mi ser. El reencuentro con un Uruguay que no reconocía, un pueblo volcado a las calles con alegría, espontáneo, transmitiéndote el afecto y el compromiso con una lucha por la libertad que no tendría límites. Además del reencuentro con mi padre en el Penal y constatando por primera vez en casi doce años que poder abrazarlo fuera de esas rejas era posible. El reencuentro con amig@s y sus familias que me entregaron todo su cariño, y saber que no había sido olvidada para ellos. El abrazo de la gente que por el simple hecho de ser una de los niños y niñas de ese vuelo te abrigaban con un calor sincero. Yo sabía que era un símbolo como cada uno de los 153 restantes, representábamos todo el exilio volviendo a casa. Al volver a Suecia tenía una cosa muy clara y era que mi lugar estaba en Uruguay, a los 6 meses hacía ya mis maletas del retorno, para poder ser parte de la lucha por fin de la dictadura junto a todo el pueblo uruguayo. Patricia Porras

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Les cuento que yo vivía con mis padres y mi hermana en Bélgica, en la ciudad de Bruselas. Me fui de Uruguay con mi familia cuando tenía 5 años, pasamos un tiempo en Buenos Aires en un hotel de refugiados, hasta que finalmente pudimos viajar a Bélgica. Nuestro exilio siempre fue de cara al Uruguay; mi padre siempre nos decía a mi hermana y a mi que no nos acostumbráramos porque el próximo año volvemos a Uruguay; y así pasaron casi 7 años... Para mi el tiempo que vivimos en Bélgica no fue fácil. Extrañaba mucho a mis abuelos, además en un principio no sabía hablar francés, y en esa época en Bélgica había mucho racismo. Sentí mucho la violencia del rechazo por no ser belga, por hablar otro idioma, por tener otras costumbres. Incluso en la escuela, en esa época en Bélgica se permitía la agresión física a los niños por parte de los adultos, y viví algunos episodios que me marcaron mucho como persona. Cuando se plantea la posibilidad del viaje a Uruguay mi hermana y yo queríamos ir. En un primer momento se manejó la idea de que viajara ella por ser más grande; luego se dijo que no, que mejor viajáramos los más pequeños por una cuestión de seguridad. Como había pocos lugares disponibles podía viajar un niño por familia; así que finalmente viaje yo. Para poder viajar tuvimos que tramitar un pasaporte especial de las Naciones Unidas, ya que desde los 6 años yo también tenía pasaporte de refugiada política que decía "válido para todos los países excepto la República Oriental del Uruguay". Este viaje fue una de las experiencias más conmovedoras de mi vida. Me marcó profundamente, al punto que todavía hoy me emociono al recordar... Mi memoria esta un poco fragmentada; casi no recuerdo el viaje en tren de Bruselas a Madrid. Lo que si recuerdo es que una vez en Madrid me volví a encontrar con muchísimos amigos del campamento de Hungría y fue increíble. Nos divertimos muchísimo, fue una fiesta!! Lo siguiente que recuerdo es cuando subimos al avión, yo me senté con Mariana de Italia (que nunca más volví a ver); y cuando nos dijeron que estábamos sobre volando el Uruguay fue tan grande la emoción que todos nos abalanzamos a las ventanas para poder mirar. Al llegar al aeropuerto nos dijeron que no podíamos gritar ni cantar nada porque sino nos subían al avión de regreso a Madrid. Nos dividieron por delegaciones y cuando los ómnibus salieron del aeropuerto la gente empezó a gritar y nosotros también. No lo podíamos creer!!!! A pesar de ser niños, yo tenía casi 11 años, por nuestra realidad estábamos muy politizados, nuestros padres nos habían explicado mucho los motivos del viaje, además en Bélgica participábamos activamente de actos políticos contra la dictadura. Desde muy pequeña mis padres me explicaron todo lo que sucedía en Uruguay, la violación a los derechos humanos, los presos, etc a tal punto formaba parte de mi vida que todos los años en la escuela hacia una conferencia para mis compañeros de clase denunciando la dictadura uruguaya. El reencuentro con mis familia fue muy emocionante, a tal punto que yo no me quería volver a Bélgica. Quería quedarme con mis abuelos en Uruguay. Los días que estuve acá fueron cargados de emociones, alegrías y reencuentros. A pesar de haberme ido del Uruguay muy chica yo sentía que este era mi lugar...

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Nosotros fuimos la primer delegación en volver a Madrid, me acuerdo del aeropuerto, de la tristeza que sentimos al irnos, lloramos mucho.... No me acuerdo de nada del viaje de regreso a Bruselas, pero si me acuerdo que al llegar organizaron en la casa Uruguay/Argentina una reunión para que contáramos lo vivido y cómo estaba la situación en Uruguay; mi madre me contó que casi no dijimos nada... Era muy difícil para unos niños poder poner en palabras una experiencia tan conmovedora. Muchos años después de haber regresado a Uruguay, un día leí un artículo sobre el viaje de los niños, y empecé a revivir todos lo sentimientos que había tenido durante el viaje; me volví a emocionar y a angustiar y creo que recién en ese momento pude tomar conciencia de hasta qué punto esta vivencia incidió en mi vida; y en mi decisión de vivir en Uruguay. Muchos años después volví a Bélgica, fui a visitar a mi hermana y su familia que viven en Bruselas y de alguna manera me reconcilié con ese país; me di cuenta que también lo quiero, que también lo llevo adentro. Me encantó volver a recorrer sus calles, sus olores, sus sabores... Y pude recuperar y revalorizar las cosas buenas, que también las hubo, pero que eran muy difíciles de ver cuando estábamos obligados, contra nuestra voluntad, a vivir en ese país. Creo que fueron épocas muy difíciles para nuestro país y para mi familia; épocas de desencuentros, tristezas, perdidas, pero también de compromisos políticos muy fuertes y de ideales muy firmes. Algunas veces los niños del exilio quedábamos un poco perdidos en medio de toda esta situación, donde los adultos apenas podían con sus propios dolores y preocupaciones... Estoy ansiosa por ver el documental, recuperar imágenes de lo vivido y poder compartir parte de mi historia con mis hijos, mi marido y amigos. Saludos y gracias!!! Mariana Fulle

Escribo para contar alguna anécdota de mi vida y del viaje, pero me sale mejor si hilo un poco la historia uniendo mis recuerdos de aquella época. Aunque era muy chica, fue una época que me marcó para toda vida y que tiene mucho que ver con cómo soy actualmente. Nos reuníamos muy a menudo con el resto de los uruguayos exiliados en Madrid, se organizaban asados, actos, conciertos... Íbamos a las clases de expresión corporal que organizaba Lucila... Incluso nos fuimos de vacaciones todas las familias a un campamento en Rascafría, y a una residencia en Santander... En nuestra vida en Madrid recuerdo la conciencia de la situación que se vivía en Uruguay durante la dictadura. Yo era muy chica, no tenía 2 años cuando vinimos a España, pero recuerdo que una vez fuimos a un entierro de una exiliada que estaba muy enferma y que aunque estaba perseguida en Uruguay volvió para despedirse de su familia antes de morir. Mis padres no vivieron cosas así, pero hubo muchos compañeros que sí y eso siempre estaba en el ambiente, la añoranza del paisito y el miedo y la injusticia que se vivía, y del que muchos habían huido. Nosotros cuando vinimos, pasamos por Venezuela para visitar a mis abuelos paternos que también habían emigrado, y en España primero vivimos una temporada en Barcelona, porque los dos hermanos de mi madre (que habían estado presos) vivían allí con

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sus respectivas familias. Tanto mis tíos como mi madre son españoles, por eso mi madre pudo acompañarnos en el viaje, porque tenía pasaporte español, y porque mi hermano Matías tenía tan sólo 3 años. Con mis 6 añitos, no sé muy bien cómo, pero en el viaje llevaba ya todo eso en mi cabeza, lo cual hizo que fuera más emocionante si cabe. Fue una experiencia que me marcó para siempre, es imposible expresar con palabras lo que sentí y aún siento cuando lo recuerdo. La gente volcada a la calle para recibirnos, transmitiendo tanta esperanza y tanto amor, se me pone un nudo en la garganta cada vez que lo recuerdo, y agradezco enormemente haber podido formar parte de esa experiencia. Para mí fueron unas vacaciones super especiales, porque ya era consciente de que estaba conociendo mi país, del que hablábamos continuamente en casa, y a una parte de mi familia que estaba lejos, aunque cuando nos recogió mi tío en AEBU me asusté un poco, porque todavía era un extraño. Me acaba de venir a la mente una anéctoda divertida del viaje, una cantidad de gente cuando nos oía hablar, se reían y comentaban: "mirá, hablan como los de Verano Azul". Después llegó el fin de la dictadura y todos se fueron volviendo, íbamos al aeropuerto continuamente a despedir a la gente. Mis padres también lo intentaron, pero al final tomaron la difícil decisión de no volver a desarraigarnos... La comunidad uruguaya menguó y ya no nos reunimos tanto, aunque todavía tenemos relación con los pocos que quedamos de aquella época. Por todo esto, y a pesar que llevo toda mi vida en España y estoy tan integrada que si no lo digo, nadie pensaría que no soy de aquí, siempre me sentiré uruguaya. Actualmente vivo en Madrid con mi compañero y nuestro gato, aunque en pocas semanas la familia aumentará. Estamos esperando una niña, que está previsto que llegue a mediados-finales de junio. Soy española y uruguaya, y de ninguna parte a la vez. Un saludo, Natalia Kaplun Asensio.

Me sumo a la iniciativa, les cuento que yo fui una de los 154. Tenía 13 años y vivía en Madrid, como a la mayoría de los que vinimos el viaje me marcó mucho y fue determinante para reafirmar la convicción de mi retorno a Uruguay. Volví con mi madre en el 84 y mi padre y mi hermano lo hicieron en el 85, actualmente vivo en Montevideo. El viaje desbordó las expectativas que podíamos tener, nunca imaginamos que la gente se iba a volcar a la calle como lo hizo, ni la enorme manifestación de afecto que nos prodigaron. Creo que nunca volví a experimentar ese sentimiento de comunión y esperanza que vivimos esos días. Gracias a las celebraciones por los 30 años del viaje, al libro que se publicó el año pasado y a la película, me he reencontrado con amigos de los cuales no había vuelto a saber nada.

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Vi la película en Cinemateca y me gustó escuchar vivencias distintas a la mía y conocer otros "pasajeros" que tenían su historia para contar. Agradezco que todo esto esté pasando. Mariana García

A los 8 años el exilio era el llanto de mi madre sentada en la cocina, escuchando la voz de mis abuelos en un cassette, que trasmitía las malas nuevas... era vivir día tras día, en un lugar que no era el tuyo, aunque no supieras muy bien cuál era ese lugar, lejano y arrebatado… Recuerdo aquella noche buena en un albergue de Madrid. Éramos una sumatoria de 154 pequeñas soledades… no sabíamos que al otro lado del océano, un pueblo entero nos esperaba para recordarnos que “Los hijos de nuestros hermanos, son también nuestros hijos”. El viaje significó para nosotros el descubrimiento de que existía, en un lugar, un pueblo que nos reclamaba y al que, sin duda, íbamos a volver...

Mi hermano, Danilo Falduti fue uno de los 154 niños. Recuerdo mucho las anécdotas del viaje, y veo que fue tan impresionante como él nos lo contaba al volver a Italia. También recuerdo el dolor inmenso de saber que él viajaría y yo no iba a hacerlo, esa sensación no la he olvidado nunca, pues implicaba que no viviría el reencuentro con los abuelos, primos y tíos que me habían sido arrancados de forma tan abrupta y que tanto extrañaba. Me dijeron que yo era muy chiquita para el viaje, que sólo se permitían mayores, pero ahora veo que hubo niños de tres años y yo en ese entonces tenía 8, jejeje, creo que el proceso de selección fue complicado y me tocó una mentirilla para justificar que yo no iba a viajar. Ahora desde México y con tres hijos rememoro las sensaciones de la infancia exiliada, de la eterna nostalgia que quizás al principio no era del todo mía pero siempre permaneció, del conflicto de la identidad a veces tan ciegamente dolorosa través de los testimonios que ustedes recogen. Aprovecho el poder catártico de abrirse un poco. ¡Ojalá proyecten la película en México! Laura

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Es poco lo que puedo recordar salvo imágenes puntuales. Cuando viajamos yo tenía cinco años y mi hermana nueve. Nosotros vivíamos en Madrid y mi mamá fue una de las organizadoras desde España por lo que familiarmente siempre estuvo muy presente. Las imágenes son pocas como comentaba, ver a mi papá vestido con un mameluco y con la cabeza rapada en la visita al Penal de Libertad sin duda es lo que tengo más presente. Volver a ver a mis abuelos y que ellos sean mi referencia de un hogar durante el viaje creo que marco, inconscientemente, la relación que tuve con ellos desde la vuelta del exilio. Hoy tengo dos hijas y en pocos días nace mi tercer hijo. Sólo imaginarme el desprenderme de mis hijos en una situación como la que vivimos, me confirma lo valiente que fue mi mamá para mandar a sus dos hijos en este viaje. Al verme hoy en un video documental sobre el viaje, me doy cuenta que fue mucho más importante para mis padres y familiares que para mi. Viendo algunos testimonios de otros integrantes del viaje me doy cuenta que hoy tenemos visiones y realidades diferentes del exilio y del viaje. Para mi el exilio forma parte de mi historia y la de mi familia y sólo eso. Tengo un papá que tuvo que aprender a ser papá nuevamente (por suerte con éxito) y la suerte de tener una mamá que actuó de madre y padre a la vez, llenando o intentando llenar todos los vacíos que pudimos tener. Saludos, Joel

Para mí la experiencia del viaje no solo fue inolvidable sino que tuvo fuertes repercusiones en mi, en mi familia y en el curso de los acontecimientos que le siguieron. Yo tenía apenas 5 años cuando viajé. Fue una experiencia fuerte para una niña tan pequeña, viajar tan lejos, conocer a personas extrañas pero que te recibían tan bien, con los brazos tan abiertos. La llegada fue un caos, me separaron de mi hermana mayor, Iana y me metieron en un ómnibus. La gente se agolpaba por todas partes gritando y saludando. El calor era sofocante, me acuerdo que tiraban agua con mangueras a la hilera de buses que desfilaba por la rambla bajo ese cielo tan celeste del que tanto había oído hablar a mi madre. La multitud se agolpaba en torno a los ómnibus, cientos, miles de caras sonrientes saludaban y de pronto una mano se acercó y golpeó mi ventana "es Sole, es Sole", era mi abuela, entre tantas otras. En AEBU nos repartieron y comenzó la gran aventura: la abuela Marta y el abuelo Pepe, la

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abuela Queta, los tíos Darío y Susana la prima Leticia, el primo Guillermo... Capurro, Salinas. Ese verano en Montevideo sentí por primera vez la fragancia a jazmín, mi primer amor, experimenté la sensación de equilibrio al lograr andar en bicicleta sin rueditas y me decepcioné al enterarme de que los reyes eran los padres. Al volver a La Coruña, lo primero que le pregunté a mi madre fue el por qué no podíamos estar todos juntos. Gracias por reflotar una historia como esta, años después del viaje me enteré de que dentro de la maniobra política que significaba no habían garantías totales de que los militares nos dejaran salir del país y según tengo entendido nos tuvimos que ir antes. Eso, como protagonista, me molestó profundamente, me hizo sentir usada como carnada, pero debo reconocer que la comunidad internacional hubiese condenado cualquier acto en nuestra contra por parte de los militares.

Mi nombre es Iana Campaña y soy otra de los 154 niños del vuelo a Uruguay. Nunca entendí como algo que quedó tan grabado en mi haya tenido tan poca trascendencia en nuestra gente. Recuerdo cada uno de los días del viaje a pesar de los años que pasaron. En mi caso, mi viaje estaba en duda, no recuerdo las razones exactas pero sí que entre otras cosas había un problema de papeles y de permisos de viaje, y tuve que viajar 2 noches antes de La Coruña a Madrid sola, sin mis padres. Mi madre viajó 2 días después. Me esperaba en el aeropuerto de Madrid una pareja que yo no conocía, o por lo menos no recordaba. Al día siguiente me fue a buscar un primo de mi padre. Para mi fue todo un desafío...tenía 10 años. Cuando llegamos a Montevideo, después de un viaje largo y con varias escalas, bajamos de avión y nos repartieron en los ómnibus. A mi hermana de 5 años la pusieron en un ómnibus y a mi en otro. Yo no podía entender por qué y me asusté muchísimo, ella era "mi responsabilidad", la tenía que cuidar. Estábamos en la pista del aeropuerto y del otro lado de un alambrado mucha gente que nos había ido a recibir... y de repente la vi a mi abuela colgada del alambrado gritando. Fui corriendo a saludarla y a avisarle que mi hermana iba en otro bus. Fue un largo viaje hasta llegar a AEBU, mucha gente, mucho calor, mucha emoción, mucho cansancio...fueron 3 o 4 horas eternas, para mi fueron muchas más, me quedé dormida colgada de la ventana del ómnibus y me despertó mi tío con mi primo en los hombros... fue muy emocionante. Tengo mil recuerdos más: cumplí años acá (Uruguay) y me lo festejaron. Ahora hablo de ese viaje y nadie sabe de que estoy hablando, no se dónde está toda esa gente que fue a recibirnos, ¿se olvidaron?. Me emocionó mucho saber de este proyecto, que alguien se acordara de ese viaje. No tengo ni fotos, sólo en mi mente. Yo viajé hablando con un acento español cerrado y volví a los días con nuestro acento... A diferencia de mí, mi hermana mucho menor que yo, recordaba a la mayoría de nuestros familiares... y los disfruté mucho. Esta es una manera de reencontrarme con todos esos recuerdos imborrables y que no pude compartir con nadie más...

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Les cuento que para mi el vuelo es una de las experiencias de la dictadura que nunca olvidaré. Fui en el viaje de casualidad, porque no estaba planeado que yo viajara. Unos días antes de que se hiciera el viaje, liberaron a mi madre, que estaba presa en el penal de Punta de Rieles, por lo que el vuelo me significaba el reencuentro con mi madre, luego de 5 años. Al llegar nos encontramos con ese recibimiento fue increíble y un paso a lo que todos esperábamos, que era el fin de la dictadura. Nunca lo voy a olvidar. Creo que fue un hecho muy importante para todos. Espero ver la película, ¡Está buenísimo que se hagan cosas así! Un abrazo, Camilo.

No se exactamente el motivo que no me permite abrirme y compartir mi experiencia, a pesar de haber participado en la red y en el estreno de Málaga. Dado que no quisiera quedarme fuera de esta experiencia histórica, procedo... Año 1980 partimos desde el Aeropuerto de Carrasco con mi mamá (recién liberada del penal de Punta de Rieles) tras más de cinco años de cautiverio, dado que la volvieron a detener en pleno día (regresábamos de una linda jornada de playa con mis primos y mamá) pero sigo...Vinieron unos cuantos jeeps a casa de tía Ofelia, con quien viví todos esos años, en pleno día, a llevarse de nuevo a mamá. Aún recuerdo aquel momento que volvió a helar mi corazón. Sin dar más detalles, el cónsul Descallar, de la embajada de España, (mi mamá es alicantina) resolvió la salida de mi madre del país (ya que se la llevaron para deportarla). Resolvieron que mi hermano Andrés y yo viajásemos con ella, que era lo que mi mamá rogaba. Llegamos a España donde teníamos toda nuestra familia por parte de madre. Aterrizamos en Barajas el 14 de diciembre de 1980. Mi padre quedaba preso en el Penal de Libertad (no se quién decidió ponerle ese nombre, porque de libre estaba poco). La adaptación a España fue muy lenta, para mi especialmente. Pude viajar en aquel maravillosos vuelo de 1983 (mi hermano Andrés se quedó en tierra, dado que al parecer no habían mas plazas). La vuelta al paisito, aquel clamor, la emoción, el reencuentro. Yo soy del 70, por lo que tenía ya 13 años y recuerdo cómo si fuera hoy aquel momento mágico. Gracias a todos los que lograron realizar aquel vuelo. Para mi fue un encuentro con familiares de Papá, de Villa del Cerro, que me eran desconocidos. Reencuentro con mis primos-hermanos, mi tía Ofelia, que era como mi segunda madre.

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Mi papá fue liberado en el año 81, por lo que ya estábamos todos en España. Jamás regresamos a vivir al paisito. Eso forma parte de otra historia . Hoy en día soy mamá de dos niñas maravillosas, que ya tienen 22 y 23 años. He regresado varias veces al paisito, y en ocasiones con la firme decisión de quedarme, pero volver a separarme, para mi es imposible! Un abrazo eterno desde Alicante y nuevamente gracias y abrazo a mis compañeros de viaje, a la familia de Tus padres volverán. Los quiero.

Paris, 7 de julio de 2015 Hola, Fui parte de esa tripulación, en ese momento histórico. Fue uno de los momentos más importantes de mi vida. Tenía 10 años, vivía en París con mi madre. A pesar de que ella me contaba de la situación y que tenía claro que era exiliada, al llegar a Montevideo y encontrarnos con ese recibimiento multitudinario fue increíble, tan emocionante que no encuentro las palabras adecuadas para transmitirles la alegría de ese día. Recuerdo las canciones que cantábamos totalmente eufóricos, las manos que se nos acercaban, la emoción del pueblo recibiéndonos. Por suerte nos mojaban con mangueras porque el calor era sofocante, el contraste total, veníamos del invierno crudo europeo y de nuestra rutina tranquila. Pienso que cada uno y cada una de nosotr@s volvió cambiado. Yo nunca me había imaginado un tal recibimiento e ignoraba que estábamos formando parte de un período histórico del Uruguay. Fue un choc para nuestra identidad. Cuando llegamos a AEBU otra gran emoción el reencontró y encuentro con los familiares y todos los días que siguieron, fui conociendo a toda mi familia aunque tenía a otra parte en Bélgica y en Francia. Unos días después, mi abuela me llevó a la cooperativa magisterial a comprarme unos championes y ahí dijo “ella es mi nieta que vino en el viaje de los niños”. La vendedora gritó “¡ay qué divino!” me dio un beso y empezó a gritar para que sus colegas vinieran a saludarme como si fuera una estrella, ja ja. Esa noche o al otro día tenían la despedida de fin de año y me invitaron. Al llegar me dijeron “¡sos la invitada de honor!” Yo feliz obviamente de encontrarme con gente tan cálida. Los que viajamos de Francia, como había 7 u 8 lugares, el requisito era tener un familiar preso. Mi tío, el hermano de mi madre estaba en Libertad por lo tanto mi prima y yo viajamos. Otro gran choc, ir al penal de Libertad. Mi abuela nos había avisado que nos iban a desvestir para revisarnos. Mi tío nos preguntaba un montón de cosas. Siempre se acuerda que ese día le conté que estaba muy triste porque hacía unos días que se había muerto mi gato, surrealista lo mío pero bueno, formaba parte de mis preocupaciones cotidianas lejos, del exilio. Y cuando lo

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vimos irse sin poder darse vuelta para saludarnos fue terrible, nosotras inocentemente lo queríamos saludar con la mano. Al volver a París, me costaba dormir, no sé cuantos días pasé sin encontrar el sueño fácilmente, mas allá de la diferencia horaria, el tema fue tantas emociones vividas, era inexplicable. Trataba de contarles a mis amigas/os en la escuela pero no entendían. Luego de la apertura democrática, el 7 de marzo del 85 volvimos definitivamente con mi madre. Me imaginé que la gente sería siempre tan cálida y me invitaría a todos lados pero no, la realidad era otra. La adaptación me costó bastante. Tuve la suerte de tener a una maestra divina en 6to que me ayudó un montón en el aprendizaje del español y en la integración. Un día que yo había faltado, Ana María, les pidió a mis compañeros/as que no me dijeran “franchuta” porque a mi me generaba mucha angustia. Y encima cuando decía que había nacido en Buenos Aires era peor, me decían “porteña y franchuta”. Analizando años más tarde pude entender que tocaban a mi talón de Aquiles: mi identidad. En el momento del viaje me llamaba “Andrea Acosta”. Tenía el apellido de mi madre porque cuando nací en la clandestinidad de mis padres, mi padre no se podía presentar, “Alemañy” era menos común que “Acosta”. Al regresar en el 85 esa fue otra dificultad, cambiar de apellido (los trámites duraron como 2 años). En el liceo, el adscripto del Dámaso venía a preguntarme casi todos los días si ya tenía mi cédula… creo que la tuve en 3ero. Fue una alegría total al sacarla!! Reconocida como uruguaya y por fin con los apellidos correctos. Hace 9 años, circunstancias de la vida hicieron que me volviera a Francia. Me reencontré con un compañerito de la escuela, con quien comparto mi vida, junto a dos hijas hermosas. Hace unos meses, conseguimos un apartamento en el barrio de nuestra infancia, cerca de Montmartre. Es como que volví por fin “a casa”. Cuando me preguntan de donde soy, contesto “soy uruguaya” después explico que nací en Buenos Aires pero que me crié en Francia… Hace unos años solicité la nacionalidad francesa para poder concursar como docente en la educación pública. Me la postergaron debido a que en ese momento me encontraba en el seguro de paro. Me dolió bastante por las trabas que eso representaba a nivel profesional pero pienso que lo más doloroso fue el no reconocimiento de tantos años vividos acá, interiorizando muchos aspectos de la cultura francesa. Si bien pasé años difíciles con respecto a la construcción de mi identidad (lo trabajé en terapia), actualmente puedo decir simplemente que soy una mezcla cultural, no me siento 100 % de ningún lugar. París es tan cosmopolita que paso eso me encanta vivir acá. Cuando el avión aterriza, ya sea en Montevideo como en París, me emociono… ¡¡¡MUCHISIMAS GRACIAS PABLO, A LOS/LAS PROTAGONISTAS Y A TODO EL EQUIPO POR ESTE DOCUMENTAL!!! Espero que la gente tome conciencia de lo que padecimos “l@s hij@s del exilio” en lo que

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concierne “la identidad” y logre entendernos. Ese es un aspecto por el cual ha sido difícil por momentos vivir en Uruguay. Abrazos desde la Ciudad Luz, Andrea Alemañy Acosta

Hola, Soy Eíra y voy a intentar a reconstruir mi vuelo de gorrión del 83' para ustedes: para mi familia, para mis amigos, para mis compañeros del vuelo, para mis papás y para mi... Esto se hace bastante difícil, porque en resumen aquel diciembre del '83 , hace casi 32 años atrás, me deja una sensación de alegría y amor y me despierta mi 'patriotismo' por mi querido Uruguay. Ahora que hace 13 años que estoy lejos de allí, se me retuerce un poco el alma y compruebo que me dicen las personas que me conocen: 'se respira por los poros de tu piel que querés vivir en Uruguay'... Mis recuerdos de chica son de que sabía que yo había nacido en un país diferente que mis papás... Que mis papis no podían vivir en su (para mi NUESTRO) país porque habían unas personas que se portaban mal y no dejaban vivir a cada uno como quisiera... En mi casa hablábamos español y por ahí me hablaban en alemán y 'adquirí' un buen acento gringo pero era bilingüe... Sabía que en Uruguay vivían mis abuelos, mis tíos y mis primos y más amigos de mis papás... También me imaginaba que algunos cantantes y personas que escuchaba y nombraban mis padres vivirían allí o quizás no porque no podían... Siempre supe que iríamos a Uruguay y en Austria fui muy feliz pero siempre tenía la sensación de estar de paso... A mi casa siempre venía gente hablando en español... Pero fui aprendiendo que no todos los que hablaban en español eran uruguayos... Gracias a la película Tus padres volverán me reencuentro con Vero que en realidad de ella no me acordaba bien pero de su hermana Laura sí! Estuvieron en casa, en Viena, antes de que marcharan al campamento de Hungría que no pudimos ir nosotros por un problema de los pasaportes. Todo esto lo recuerdo gracias a Vero y lo hablo con papá... Luego revolviendo el baúl de los recuerdos me reencuentro con un diario de viaje que escribió mi abuela Rosita... nunca lo habia leído siendo madre y me ha emocionado mucho... Despierta en mí todo lo vivido en aquellos hermosos días... Descubro que iba en el bus con Vero (el n° 8 y único con aire acondicionado, según mi abuela). En Austria recuerdo que los fines de semana y fechas especiales nos juntábamos con familias parecidas a la nuestra... A mi me encantaba! De hecho recuerdo mucho a 2 familias... Una eran los Galván que no los conocía como tal sino como los nombres de los niños: Yaniré, Coqui y Daniel (luego nació 'el bebé Quique')... Coqui de mi edad más o menos, Yaniré y Daniel más grandes (los tres nacidos en Uruguay! Coqui era (y debe haber sido mi primer) compinche:

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aventuras, juegos y picardía... YANIRÉ era como mi hermana mayor que nunca tuve ni tendré! Quería ser como ella de grande, la admiraba y quería mucho! Además hablaba 'uruguayo' como mis papás, ese acento tan bonito... A Daniel lo quería pero le tenía mucho respeto, es más grande que yo. Yo pensaba que Nicanor, su papá (hasta que tuve 9 o 10 años) era un cantante que se escuchaba mucho en casa: Alfredo Zitarrosa... Otra familia que recuerdo son Sacha... Eran austríacos, vecinos nuestros y sus papás luchaban por los mismos ideales que los míos, así que compartimos muchas cosas con ellos. Sacha tenía mi edad y Florian la edad de Ceci, mi hermanita... Otro recuerdo que me viene pensando en Austria es la historia de mi nombre: Mis padres me pusieron HELGA, porque era un nombre alemán que les sonaba bien y además da la casualidad que nací el día antes de la Huelga General del 27 de junio, y no creo que Huelga les sonara bien a mis papás como nombre y así quedó. De segundo nombre quisieron que suene más uruguayo o latinoamericano y que no sea un nombre, que sean palabras bonitas traducidas a alguna lengua indígena...En el refugio donde vivían mis papis cuando yo nací, había un compañero que era de Paraguay, sabía guaraní...así que papá y mamá fueron haciendo la típica lista de nombres para la bebé para traducirlas al guaraní: Libertad, Alegría... entre otras... hasta que llegaron a la palabra Miel que traducida quedaba en Eireté pero les sonaba muy largo entonces se le ocurrió, pasados algunos días de haber nacido, EÍRA: miel silvestre, nombre que adquirí para los hispanohablantes y quedó HELGA para los 'germanoparlantes'... No recuerdo conocer la connotación política del vuelo del '83, a mi me contaron que podía ir a Uruguay, conocer a mis abuelos, a mis tíos, mis primos y yo quería ir encantada... No recuerdo ningún titubeo más que iba a extrañar a mis papás y a mi hermanita.Yo quería conocer ese famoso lugar y a mi familia y confiaba que si mis padres me querían mandar era porque me iba hacer bien... No recuerdo tampoco miedos por el viaje, el vuelo ni las distancias, quizás no lo percibía... Con 6 años me bastaba ir acompañada de mi 'hermana mayor' Yaniré, conocer a mi familia uruguaya, conocer Uruguay y emprendimos viaje... No imaginé el calor que iba a recibir! Era verano y venía de la nieve... Y por donde miraba (que no podía mucho por mi estatura) había gente y más gente: un río de gente y nosotros 'navegábamos' por él en ómnibus! Recuerdo el viaje interminable desde el aeropuerto hasta AEBU... Gente de todas las edades alegres y emocionados cantando todos juntos: 'Tus padres volverán', 'se va acabar, se va acabar, la dictadura militar!' yo no podía imaginar tanto bullicio pero así era...tampoco entendía mucho esa frase de 'se va acabar la dictadura militar' pero luego me lo explicaron un poco mis abuelos y tíos e inventamos otra canción para los paseos en auto: 'mamá, papá, Cecilia y Eíra volverán!' Recuerdo que mis pies se hincharon en el vuelo y bajé descalza porque no me entraban los zapatos y me agarró un señor barbudo y grande a upa y me dio un poco de miedo porque no lo conocía y me llevó desde el ómnibus hasta AEBU por una 'cadena de personas' agarrándose de la mano, aunque mi abuela le cortó el paso abrazándome! (luego me entero en el diario de viaje que mi abuela se hizo la enferma para pasar antes y verme). De AEBU me fui con el tío Lázaro y la abuela a tomar un helado en el auto y tocando bocina todo el rato... Me llamó la atención y comenté: 'Eso se puede hacer acá?... Allá no, sólo en peligro!'...

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Recuerdo la emoción y la alegría cuando conocí a mi familia que tanto me hablaron y yo imaginaba: abuelos, tíos, primos... Había llevado mi flauta de madera, a parte de mi 'oso peposo' y llevaba con ella unos bombones para mi abuelo y con tanto calor se derritieron llenando de chocolate mi flauta... Cómo lloraba!... Hasta que mis abuelos y mi tío Lázaro me pudieron calmar entre mimos y sonrisas con el chiste 'ahora sí que es una flauta dulce!' aunque no me convencían mucho ya que no me servía para tocar hasta que me la limpiaron y pude tocar por primera vez a mis abuelos y tíos con sabor a chocolate! Dormía en el cuarto de mi papá y de mi tío Lázaro, en la cama de mi papá! En el balcón de la casa de mis abuelos había una silla 'muy rara', que me daba un poco de miedo caerme... hasta que me contaron que era el famoso “perezoso” de mi papá! Me enamoré del piano en la casa de mi mamá y estuve tocando 'Arroró mi niño' con Vovó (abuela materna)... Descubrí una carpintería y a un carpintero muy viejo y hermoso: el abuelo de mi papá: mi bisabuelo! Conocí el barrio en todo lo que lleva decir esa hermosa palabra: vecinos, barra de amigos, gente mayor que me querían y disfrutaban sólo por ser la nieta, la hija, la sobrina de tal... Comí los primeros asaditos uruguayos, las primeras pizzas con muzzarella. Conocí la playa y canté 'Vamos a la playa, oh, oh, oh, oh!', la arena me parecía sal, hice castillos y salté olas. A partir del segundo día, si no estábamos paseando, me tocaban a cada rato la puerta los 'amigos nuevos' del barrio para salir a la calle a jugar (mi primer barra de amigos uruguaya!)... jugamos a la rayuela (que me la dibujó el tío), conocí la escuela que fue papá, participé de guerras de agua, jugué con juguetes en la calle (títeres, muñecas, pelotas), fui a la feria a comprar frutas y verduras... Conocí el parque de los Aliados, que se me parecía al Prater de Viena. La placita con toboganes, hamacas, jaula de los monos y subibajas... Fui al parque Rodó con sus sandwiches calientes, Tren Fantasma y el 'famoso' Gusano Loco... Conocí la expresión: 'Ir afuera'... Piriápolis, Portezuelo, lluvias en la playa, carreteras, tormentas. Fui a Salinas donde disfruté con mis primos Juan Santiago y Rosalía con sapitos en la piscina inflable! Le puse pastito y agua para los camellos y abrí un montón de paquetes 'que habían traído los Reyes Magos'. Fui a la casa de los tíos Susana y Arshag a una fiesta de niñas: muñecas, piscina y primas (Ximena, Noelia y Eliana), y la tía Susana, por supuesto! Me acuerdo de una fiesta, que de grande me enteré que fue un Brindis por fin de año en el Club Zhitlovsky: escuché, canté y me enamoré de la canción A Redoblar que la cantó una 'orquesta' donde tocaba el papá de una amiguita uruguaya... Cuenta mi abuela (en el diario) que cuando dijeron unas palabras: 'que el 84 es el reencuentro de todos los uruguayos' yo le dije a mi tía: 'ese Señor dice que mamá y papá y Ceci pueden venir'... Viví mi primer Fin de Año con calor y en la calle, asado, familia, vecinos... Cuando todos empezaron a felicitarse y abrazarse, cuenta la abuela, que yo dije: 'mi mamá, papá y hermanita mañana pueden venir'

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Mi recuerdo es que viví unos días inolvidables y hermosos y les doy gracias a todos los que participaron e hicieron posible una de las experiencias más maravillosas en mi vida... También recuerdo todas las noches... Por el día con tantos paseos y fiestas no extrañaba a mis papis y a Ceci. Pero de noche hablábamos por teléfono con mis padres y yo me concentraba en no llorar con un nudo en la garganta y mis primeros sentimientos de impotencia por no poder compartir mis vivencias con ellos... Eso sí, colgaba el teléfono y mi nudo se rompía en mil lágrimas! Luego me alegraban con algo rico y con vamos a la cama para mañana seguir paseando... Hasta que llegó el día que 'iba a buscar a mi familia para regresar todos juntos!' Pero ese día no pude hablar por teléfono porque el nudo de mi garganta se deshizo con las voces de mis papis y lloré y lloré mucho... El día de la despedida estuve muy contenta, cantando y jugando con todos pero me puse triste porque no me quería ir... quería que vinieran mis papis y Ceci!!! Y así regresé a Austria con la certeza de que aquel país y aquellas personas que tanto imaginaba eran reales y que faltaba muy poquito para volver todos juntos y vivir en Uruguay! 'Papá, mamá, Cecilia y Eíra volverán... Todos volverán! Tus padres volverán!', cantábamos. ¡Y volvimos!

Ya tenía 13 cuando vine en ese viaje, allí conocí a mi padre, también al Uruguay. Me fui a los 3, en un barco y a bordo cumplí 4. Llegue a Barcelona y de allí a Madrid. Nunca me senti exiliada, yo me sentia madrilena. Me divertía mucho eso de poder ser uruguaya y cuando quería española. De niña les hice creer a mis amigos que en Uruguay se hablaba un idioma, el cual inventé. También me descubrieron ya que me olvidaba. Planta. Algo así como gunki. Quizás a la semana sería otra cosa Supongo que alguno hablaría con los padres, más de uno me preguntó si a Uruguay viajaba en tren. O sea qué poco aportarían los padres. Yo jugaba "alchurrova" con 8 o 9 años. Hacía danza desde los 5 en el conservatorio nacional. Mi casa se llenaba de personas con un acento igual al de mi madre y padrastro, también el de mi abuela. Vendía pegonites con una paloma encarcelada, y a los 10 pedía por la liberación de Seregni. Me gustaba, me divertía tener amigos diferentes. Tener varias casas. Me decían de Uruguay y yo lo quería. Me decían de mi padre Jorge y también lo quería. También a José, mi padrastro. Tenia mi madre y una mamima , mi abuela. Un día fuimos a Hungría, otro a Portugal, y a Alemania con uruguayos. Había que bailar lo típico uruguayo para un auditorio de muchas personas.

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Bailamos el pericón. Que no sentia para nada Como hacia danza les dije: "sé una coreografía de M. Jackson" Thiller. Bailó todo el auditorio. Nunca entendieron bien si veníamos de Uruguay o dónde vivíamos Obviamente yo tampoco sabia que allí tenpíamos que representar al Uruguay. Yo me sentía española, el exilio no lo sentí quizás hasta mis 20 años. En ese viaje, conocí a mi padre. Muchísima gente me miraba. Me sentía como en un escenario, ya había subido a él muchas veces. Personas que me acariciaban, me besaban. Yo representaba una lucha, la de mi madre. No la mía. Llevaba una guitarra en mis brazos, se la traía a mi hermano En AEBU subí unas escalones allí me dijeron "EL ES TU PADRE" Miré hacia arriba y vi a un gran señor. Me dije, "uff que grande" Poco beso poco abrazo, me dijo "nos tenemos que ir". Mi madre tan pequeña, mi abuela también, allí estaba la otra parte de mi historia. Mi padre. 26 de diciembre del 83 Allí lo conocí. Nos fuimos a Canal 12, las calles me parecían desiertas, un aire que traspasaba mi entendimiento. Me sentía que cualquier cosa podía pasar. Militares con metralletas en camionetas. Preguntaba cosas sin parar. Al llegar al Canal, me enteré que habían parado la filmación de telecataplum. Cuando llegué, un coro empezó a cantar con un piano Las noticias cantadas me daban la bienvenida. Supe que allí pertenecía. Que había nacido aquí. La otra parte empezaba a juntarse Pasé días conociendo una hermana nueva, una madrastra, y un padre. Muy extraño. No festejaba las fiestas, no sabía de cumpleaños, detestaba el día del padre. Y pasaba tocando los senos a su mujer. Otra historia se abrió en mi. Un juego... siempre fue un juego para mi. Tiempo tardé en sentir que existen diferentes mecanismos de sobrevivir. Quizás en mio fue ese. Un juego de dos patrias, dos nacionalidades, dos madres o tres, dos padres. Idiomas inventados. Tiempo después empecé a tejer el camino hacia la unión con esa niña que fue arrancada de su país. Con 3 años la visitaron los militares buscando a su madre La separaron de su padre en el puerto de Montevideo. Y creció con un muñeco de patas largas, llamado leoncio. El sería mi padre.

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