cómo se escribe la historia en la época del nuevo testamento

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2 H asta 1995, los Suppléments [en español, Documentos en torno a la Biblia] presentaron tex- tos antiguos que iluminaban los márgenes del texto bíblico o que incluso constituían en parte sus fuentes. Después, en 1996, el comité de redacción consideró que se habían ofre- cido los textos principales que respondían a ese proyecto. Los Documentos inauguraron en- tonces una nueva andadura: examinar las lecturas plurales que se hicieron, a lo largo de los siglos, de textos bíblicos particularmente importantes en la historia. Sin abandonar esta segunda pista, muy fructífera, el comité considera útil publicar de for- ma puntual un número que haga justicia al primer enfoque. Se tratará, bien de actualizar un tema ya aparecido, pero cuyos datos han sido enriquecidos de forma importante en los últimos veinte años, como el de Qumrán, bien de abrir un nuevo camino al que aún no se ha prestado interés en una o dos décadas. De ahí este Documento redactado por Marie- Françoise Baslez, que nos presenta la forma en que se escribe la historia en el mundo gre- corromano; ilumina la obra lucana, pero también bastantes apócrifos del Nuevo Testa- mento. En efecto, a la luz del trabajo aquí presentado se entiende mejor por qué la literatura del Nuevo Testamento (íntegramente conservada en griego, recordémoslo, y no en arameo o en hebreo) no apareció como un bloque errático a los ojos de los cristianos de origen paga- no de los primeros siglos de nuestra era. Especialmente la obra lucana presentaba a Jesús y sus apóstoles usando ampliamente géneros literarios a los que estaban acostumbrados los potenciales lectores. En cuanto al lector actual, también percibe en qué medida puede afirmar que Lucas-Hechos hace justicia a la historia. Hugues COUSIN Presentación

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Page 1: Cómo se escribe la historia en la época del Nuevo Testamento

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Hasta 1995, los Suppléments [en español, Documentos en torno a la Biblia] presentaron tex-tos antiguos que iluminaban los márgenes del texto bíblico o que incluso constituían enparte sus fuentes. Después, en 1996, el comité de redacción consideró que se habían ofre-cido los textos principales que respondían a ese proyecto. Los Documentos inauguraron en-tonces una nueva andadura: examinar las lecturas plurales que se hicieron, a lo largo de lossiglos, de textos bíblicos particularmente importantes en la historia.

Sin abandonar esta segunda pista, muy fructífera, el comité considera útil publicar de for-ma puntual un número que haga justicia al primer enfoque. Se tratará, bien de actualizarun tema ya aparecido, pero cuyos datos han sido enriquecidos de forma importante en losúltimos veinte años, como el de Qumrán, bien de abrir un nuevo camino al que aún no seha prestado interés en una o dos décadas. De ahí este Documento redactado por Marie-Françoise Baslez, que nos presenta la forma en que se escribe la historia en el mundo gre-corromano; ilumina la obra lucana, pero también bastantes apócrifos del Nuevo Testa-mento.

En efecto, a la luz del trabajo aquí presentado se entiende mejor por qué la literatura delNuevo Testamento (íntegramente conservada en griego, recordémoslo, y no en arameo oen hebreo) no apareció como un bloque errático a los ojos de los cristianos de origen paga-no de los primeros siglos de nuestra era. Especialmente la obra lucana presentaba a Jesúsy sus apóstoles usando ampliamente géneros literarios a los que estaban acostumbradoslos potenciales lectores. En cuanto al lector actual, también percibe en qué medida puedeafirmar que Lucas-Hechos hace justicia a la historia.

Hugues COUSIN

Presentación

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Nuestra época, en un contexto de laicidad, tiene ten-dencia a enturbiar la distinción entre religión y cultura.Esto presenta muy a menudo graves inconvenientes, enparticular cuando se trata de enseñar historia del cris-tianismo en cualquiera de los niveles. Pero también abrenuevas perspectivas de investigación. Ciertamente nopara la historia de la fe y del dogma, que se fundamen-ta en la tradición establecida y reconocida por la Iglesiaa lo largo de los siglos, sino para la historia de la misióncristiana, a fin de responder mejor a esta cuestión queacerca hoy a historiadores de las religiones e historiado-res o exegetas del cristianismo: ¿cómo y por qué elmundo antiguo se convirtió en cristiano (por citar el tí-tulo de un reciente ensayo de P. Veyne)?

Por tanto, se trata de considerar los textos del NuevoTestamento como objetos de la historia cultural, cierta-mente sin arrebatarles el valor canónico y fundacionalque tienen para todo creyente, incluidos los historiado-res. Tratar de leer un monumento literario como un do-cumento no es una aproximación específica de lo quepodríamos considerar como una nueva historia del cris-tianismo. Se aplica desde los años sesenta a los monu-mentos literarios del helenismo: Homero, los grandeshistoriadores griegos, el teatro griego con mayor dificul-tad, las novelas griegas y latinas más recientemente...La pertinencia de este acercamiento se ha encontrado

confirmada sin cesar por el cotejo de estos textos con ladocumentación «en bruto» proporcionada por las ins-cripciones y los papiros. Considerar los monumentos dela literatura o del pensamiento como documentos llevaa dos enfoques.

En primer lugar, el texto ya no es estudiado en sí mismocomo una unidad literaria, como hacen los exegetas (porsupuesto hay que entender las dos aproximaciones co-mo complementarias), sino en una serie documental,asociado y comparado a otros textos, sobre todo a lasinscripciones, incluso a los vestigios arqueológicos, próxi-mos en el espacio y en el tiempo: es lo que se conoce co-mo método de los paralelos. Evidentemente, el criteriode «texto canónico» y el valor normativo que se deducede él no intervienen en esta aproximación sociocultural.Por ejemplo, los textos «heréticos», que conocíamos só-lo por sus adversarios «ortodoxos» antes de que se des-cubrieran bibliotecas de papiros en Egipto, son hoy ree-xaminados como testimonios de identidades cristianasparticulares y no sólo como desviaciones doctrinales ydisciplinares. Por eso, este Documento tomará en consi-deración no solamente los libros del Nuevo Testamento,sino incluso los otros textos cristianos del mismo perío-do cronológico –segunda mitad del siglo I y primera mi-tad del II–, teniendo en cuenta también citas de diversasmemorias cristianas conservadas por autores posterio-

Introducción

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res, como Clemente de Alejandría, a finales del siglo II, o,sobre todo, Eusebio de Cesarea en su Historia eclesiásti-ca en el siglo IV. Por último, el descubrimiento de una bi-blioteca de papiros como la de Nag Hammadi, en Egipto,aunque se trate de la biblioteca de una comunidadgnóstica, es decir, sectaria, proporciona una indicacióncronológica importante para la circulación y la forma-ción de algunas tradiciones. Y, ciertamente, para mejorcircunscribir a los lectores, aparecen todos los paralelosexternos disponibles. Para hacer que funcione el méto-do de los paralelos, cuando se trata de conceptos o ins-tituciones, evidentemente es preciso confrontarse conlos textos originales o, en su defecto, ofrecer una tra-ducción literal: aquí se ha hecho sistemáticamente laelección palabra por palabra, dando a los términos suvalor técnico, cosa que puede representar una cierta se-paración con respecto a las traducciones literarias a lasque está acostumbrado el lector.

Segundo principio metodológico: tratar un texto literariocomo un documento o, más exactamente, como unbanco de datos documentales hace necesario lo que seconoce hoy como «deconstrucción» del texto. En efecto,para que el método de los paralelos sea eficaz y dé resul-tados, hay que poner en serie elementos que acontecen,factuales o conceptuales, que sean muy precisos. Portanto, todo el problema se reduce a aislar en un texto li-terario los datos susceptibles de pertenecer a la historia,independientemente del razonamiento teológico en elque se encuentren insertos y de la reinterpretación dela que pudieran ser objeto. Un texto del Nuevo Testamen-to se lee, por tanto, en varios niveles. Existe el nivel his-tórico, innegablemente, porque el texto no se reduce arelatos que ponen en escena a figuras emblemáticas (eneste sentido, la aproximación estructuralista puede serreductora); conserva la huella de acontecimientos y per-

sonajes reales. Por tanto se trata, por el método de ladeconstrucción y el de los paralelos, de evaluar el traba-jo de reescritura de la historia para poder encontrar, sub-yacentes, realidades históricas. Así es como se habla hoydel «mundo de la Biblia» o del «mundo de los Hechosde los Apóstoles», lo mismo que se habla del «mundo deHomero» o del «mundo de la novela griega», para califi-car este material histórico que depende a veces de las re-presentaciones y de la historia factual. Es la sucesión y lacomparación interdocumental las que permiten evaluarla importancia relativa de una u otra en un pasaje deter-minado.

El interés por el trabajo de memoria estimula hoy tantoa los historiadores de la Antigüedad como a los de otrosperíodos de la historia. La arqueología puede permitirutilizar la problemática de los «lugares de memoria», im-portante cuando se trata de las tradiciones apostólicas ode la localización del sepulcro de Jesús. Sobre todo, el es-tudio del trabajo de memoria renueva la historia del tex-to. No se trata sólo de establecer la historia de los ma-nuscritos para encontrar el arquetipo o incluso el textooriginal, cosa que atañe a los filólogos, ni de dedicarse ala intertextualidad, incuso aunque sea el modo de escri-tura propiamente bíblico, sino de reconstruir la construc-ción de una tradición a través de los estratos del textoque están puestos en su contexto histórico y cultural.Por eso este Documento se inicia con la problemática delpaso de lo oral a lo escrito, para iluminar un poco más lascondiciones en las que fueron puestas por escrito la pre-dicación de Jesús y la de los apóstoles.

En este trabajo de memoria, cada comunidad utiliza re-ferentes y un sistema de representaciones que le sonpropios, para determinar los marcos espacio-temporalesen que inscribe el relato histórico. Éste es el objeto de la

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segunda sección. Toda la historiografía antigua se basaen el principio de la antigüedad (el pasado sirve para ex-plicar y evaluar el presente) y en el de continuidad: la his-toria está pensada siempre con una duración muy largaa partir de la actualidad presente, sin solución de conti-nuidad entre el tiempo del mito y el de la historia. Muyespecialmente en la época del Nuevo Testamento erapercibida por los lectores como una remontada en eltiempo y una interpretación retrospectiva de los hechos,con una interacción muy clara entre el tiempo vivido, eincluso las cosas vistas, con las reminiscencias del pasado.

Pero, en la época del Nuevo Testamento, los géneros his-tóricos se hicieron multiformes, de lo que tuvieron per-fecta conciencia los grandes historiadores antiguos des-de el siglo II a. C. Incluso podemos avanzar que entonces,igual que hoy, un mismo gusto por la historia marca unagran parte de la literatura, con una fuerte inserción deelementos autobiográficos en los textos, el surgimientode la historia novelada y de la novela histórica, la gene-ralización de las memorias de todo tipo. Los primeros es-critores cristianos se mostraron realmente creativos en lacomposición de los evangelios, pero, para lo demás, se re-apropiaron de los modos de expresión y de comunicaciónque formaban parte de su herencia cultural: cartas, he-chos, apocalipsis, etc. Por tanto, para apreciar la cultura y,con ello, el ambiente de los primeros convertidos, es im-portante situar exactamente los escritos del Nuevo Tes-tamento en la abundante literatura historizante de laépoca. Ésta nos ha llegado a través de las inscripciones,que transcriben historias locales, o a través de compila-ciones de citas. Se nos muestra, pues, menos accesible

que los grandes historiadores u oradores antiguos, queno dejaron de ser copiados una y otra vez. Pero la traduc-ción de estos «fragmentos» ha experimentado un granimpulso hoy, facilitando una aproximación más completay más afinada al sentido de la historia en el siglo I d. C.Además, estas traducciones subrayan la importancia dela historia en la construcción identitaria y el arraigo localde las comunidades cívicas. Ahora bien, éstas constituyena la vez el marco y el objetivo de la misión cristiana.

Este gusto por la historia acompaña al ascenso del indi-vidualismo, desde el siglo IV a. C., y la búsqueda por par-te de las comunidades de personalidades carismáticas,aunque los principios de composición literaria, por «gé-nero», no dejan de enredarse entre biografías, anales yrelatos de milagros. El redescubrimiento, bastante re-ciente, de las novelas antiguas, cuya aparición es con-temporánea a la puesta por escrito de los evangelios ylos Hechos de los Apóstoles, ha enfrentado a los histo-riadores y los exegetas a dos nuevas problemáticas. Enprimer lugar se trata de evaluar la relación exacta queestablecían las gentes cultivadas del siglo I entre ficcióne historia; después, de examinar la función que habríandesempeñado las novelas en la difusión de los cultos oreligiones procedentes de Oriente, incluido el judaísmo,creando una relación empática entre el lector, el héroenovelesco y su dios. Las relaciones, muy debatidas hoy,entre la primera literatura cristiana y la expresión nove-lesca deben ser estudiadas, por otra parte, más amplia-mente, incluyendo toda la literatura milagrosa, abun-dante ella también, en el siglo I y comienzos del II. Seráel objeto de la última sección.

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• AQUILES TACIO: novelista griego, finales del siglo II d. C.

• ARRIANO: historiador de Alejandría, autor de tratadosfilosóficos y militares, siglo II d. C.

• CARES DE MITILENE: chambelán e historiador de Alejan-dría, siglo IV a. C.

• CARITÓN DE AFRODISIAS: el más antiguo de los novelistasgriegos, finales del siglo I d. C.

• CTESIAS: médico de la corte persa e historiador, segun-da mitad del siglo V a. C.

• DIODORO: historiador griego, autor de una Bibliotecahistórica que recopila muchas fuentes desaparecidas,siglo I a. C.

• DIÓGENES LAERCIO: historiador de la filosofía, comienzosdel siglo III d. C.

• DIÓN DE PRUSA: orador, filósofo y político griego, siglosI-II d. C.

• ELIO ARÍSTIDES: orador y místico griego, comienzos delsiglo II d. C.

• ESTRABÓN: viajero, historiador y geógrafo griego quedescribió la totalidad de la tierra habitada, siglo I a. C-I d. C.

• EUNAPIO: historiador griego, finales del siglo IV d. C.

• EUSEBIO DE CESAREA: historiador de la Iglesia, siglo IV d. C.

• FILÓN DE ALEJANDRÍA: filosofo judío de lengua griega, di-plomático, comienzos del siglo I d. C.

• FILÓSTRATO: sofista griego, autor de una Galería de cua-dros y de Vidas, siglo III d. C.

• FLAVIO JOSEFO: historiador judío de lengua griega, siglo Id. C.

• HEGESIPO: historiador cristiano, autor de Memorias, co-mienzos del siglo II d. C.

• HERÁCLIDES EL CRETENSE: viajero desconocido, autor deuna Descripción de Grecia, mediados del siglo III a. C.

• HERÓDOTO: primer historiador griego, autor de las Inves-tigaciones sobre el mundo griego y Oriente, siglo V a. C.

• ISÓCRATES: orador ateniense, siglo IV a. C., inventor delgénero biográfico

• JENOFONTE (de Atenas): historiador griego, siglo IV a. C.

• JENOFONTE DE AFRODISIAS: novelista griego, siglo II d. C.

• LUCIANO: rétor, satírico y libelista griego, testigo de loscomienzos del cristianismo, siglo II d. C.

• NEARCO: almirante de Alejandría y descubridor del océa-no Índico, siglo IV a. C.

• PAUSANIAS: viajero, autor de una Descripción de Grecia,siglo II d. C.

• PLINIO EL VIEJO: científico romano, autor de una Historianatural enciclopédica, siglo I d. C.

• PLUTARCO: filósofo y moralista, autor de una colecciónde Vidas, siglos I-II a. C.

• POLIBIO: historiador griego del mundo helenístico y dela conquista romana, siglo II a. C.

• SUETONIO: miembro de la Casa imperial y memorialista,siglo II d. C.

• TUCÍDIDES: historiador ateniense, padre de la historia ra-cional, finales del siglo V a. C.

Autores antiguos citados

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