cómo guardar el sábado

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Cómo guardar el sábado (ROY ADAMS) El tema que nadie quiere tocar por temor a ser considerado legalista. Con la boca bien abierta, estoy sentado en el consultorio del dentista, y escucho la charla informal entre él y su asistente. Están hablando acerca de un matrimonio joven, uno de cuyos integrantes parece ser el hijo del dentista. La pareja está por tener un bebé, y la asistente quiere saber cómo están. -¿Cómo le fue a su hijo en la reciente tormenta de nieve? -preguntó la asistente. -Mal -respondió lacónicamente el dentista. -¿Por qué? -Bueno, no limpió la nieve de la entrada del garaje hasta el domingo de tarde. -¿No tenía una pala para hacerla? -Sí, tenía una. Pero, como sabes, ellos no limpian la nieve en sábado. -¿Qué? -Podría haberla limpiado el sábado de noche, pero por alguna razón no lo hizo. Así que, cuando fui a visitarlos el domingo, ya se había endurecido... -Bueno, pero ¿no tuvieron que usar el auto? -Ellos no usan el auto en sábado. Yo lo hago, pero ellos no. -¡Oh! -Supongo que si el bebé nace en sábado no nos enteraremos hasta el sábado de noche o el domingo. -¿Por qué? -Ellos no usan el teléfono en sábado. -Pero ¿cómo irían al hospital? -Ah, en ese caso usarían el auto, porque sería una emergencia. Mientras yo escuchaba, no podía dejar de pensar cuánto más liberales somos nosotros, adventistas, en nuestra observancia del sábado, comparados con los judíos ortodoxos (y, además, en mi opinión, cuánto más razonables somos). Pero ¿no existe la otra cara de la moneda en este tema? Oscilación pendular Cuando Jesús vino, encontró a una nación plagada de una multitud de reglas humanas respecto del sábado, creadas para proteger el santo día. Recientemente, mientras leía el Evangelio de Juan, tuve que sacudir la cabeza como si no hubiera leído el pasaje cien veces antes. Era la deprimente escena en el Estanque de Betesda, donde "yacía una multitud de enfer- mos, ciegos, cojos y paralíticos" (Juan 5:3). Al mirar ese sombrío espectáculo, Jesús descubrió a un hombre que hacía 38 años que estaba paralítico, lo sanó y le ordenó: "Levántate, toma tu lecho, y anda" (vers. 8).

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Page 1: Cómo guardar el sábado

Cómo guardar el sábado

(ROY ADAMS)

El tema que nadie quiere tocar por temor a ser considerado legalista.

Con la boca bien abierta, estoy sentado en el consultorio del dentista, y escucho la charla

informal entre él y su asistente. Están hablando acerca de un matrimonio joven, uno de cuyos

integrantes parece ser el hijo del dentista. La pareja está por tener un bebé, y la asistente quiere

saber cómo están.

-¿Cómo le fue a su hijo en la reciente tormenta de nieve? -preguntó la asistente.

-Mal -respondió lacónicamente el dentista.

-¿Por qué?

-Bueno, no limpió la nieve de la entrada del garaje hasta el domingo de tarde.

-¿No tenía una pala para hacerla?

-Sí, tenía una. Pero, como sabes, ellos no limpian la nieve en sábado.

-¿Qué?

-Podría haberla limpiado el sábado de noche, pero por alguna razón no lo hizo. Así que,

cuando fui a visitarlos el domingo, ya se había endurecido...

-Bueno, pero ¿no tuvieron que usar el auto?

-Ellos no usan el auto en sábado. Yo lo hago, pero ellos no.

-¡Oh!

-Supongo que si el bebé nace en sábado no nos enteraremos hasta el sábado de noche o el

domingo.

-¿Por qué?

-Ellos no usan el teléfono en sábado.

-Pero ¿cómo irían al hospital?

-Ah, en ese caso usarían el auto, porque sería una emergencia.

Mientras yo escuchaba, no podía dejar de pensar cuánto más liberales somos nosotros,

adventistas, en nuestra observancia del sábado, comparados con los judíos ortodoxos (y, además,

en mi opinión, cuánto más razonables somos).

Pero ¿no existe la otra cara de la moneda en este tema?

Oscilación pendular

Cuando Jesús vino, encontró a una nación plagada de una multitud de reglas humanas

respecto del sábado, creadas para proteger el santo día. Recientemente, mientras leía el

Evangelio de Juan, tuve que sacudir la cabeza como si no hubiera leído el pasaje cien veces

antes. Era la deprimente escena en el Estanque de Betesda, donde "yacía una multitud de enfer-

mos, ciegos, cojos y paralíticos" (Juan 5:3). Al mirar ese sombrío espectáculo, Jesús descubrió a

un hombre que hacía 38 años que estaba paralítico, lo sanó y le ordenó: "Levántate, toma tu

lecho, y anda" (vers. 8).

Page 2: Cómo guardar el sábado

¿Cuál habrá sido la reacción de los líderes religiosos ante este hecho asombroso?

¿Regocijarse al ver al hombre que hasta entonces había estado enfermo, ahora desbordando salud

radiante? Solo había un problema: el emocionante incidente que había restaurado esa vida había

ocurrido en sábado. "Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho"; le dijeron al hombre

radiante. "¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?" (Juan 5:10, 12).

¡Increíble! En lugar de estar mudos de asombro y gozo, estaban tratando de matar al que

había transgredido una de las reglas humanas que ellos habían inventado para el sábado.

Esa clase de mal uso del sábado nos ha hecho temer cualquier discusión sobre la

observancia del sábado. Pero la sabiduría está en saber cuándo el péndulo ha ido demasiado

lejos. Si Jesús viniera a nuestro mundo actual, ¿enfatizaría el mismo aspecto del sábado que hace

dos mil años? O, muy por el contrario, ¿no nos culparía por hacer a este día santo lo mismo que

los judíos de su tiempo habían hecho al Templo?

Deberíamos dar la bienvenida a todos los intentos por rescatar el sábado del legalismo y las

reglas humanas ajenas a su espíritu y su propósito. Pero, con centenares de miles de nuevos

miembros que ingresan en la Iglesia Adventista cada año, parece indispensable ocupamos de

tanto en tanto del importante tema de la observancia del sábado. Mi temor es que, si damos por

sentado este elemento vital, podría llegar el momento en que nuestra observancia del sábado no

difiriera demasiado de la manera en que los demás cristianos observan el domingo.

El sábado en el hogar de la hermana Davidson

De niño fui anglicano y escuché hablar acerca de los adventistas en la pequeña comunidad

en la que me crié. Junto con el resto de mi familia, yo los despreciaba. Pero, justo antes de entrar

en la escuela secundaria, asistí a algunas reuniones evangelizadoras que ellos realizaron, y quedé

impresionado. Para asistir a la escuela secundaria tuve que alejarme de mi hogar y, por pura

coincidencia (retrospectivamente, hoy lo llamo providencia), fui a vivir como pensionista al

hogar de la hermana Susannah Davidson, una fiel adventista de larga trayectoria en su iglesia

local. Allí, por primera vez me encontré cara a cara con la observancia del sábado.

En el hogar de la hermana Davidson, todos tenían algunas tareas para realizar los viernes

de tarde. Trabajando juntos con el propósito de tener todo listo para la puesta del sol. Al ponerse

el sol, la casa estaba limpia, todos nos habíamos bañado, nuestras ropas estaban listas y ya se

había preparado la comida para el sábado; mientras todos nos reuníamos alrededor del piano en

la sala, para el culto de recepción del sábado, el aroma del pan recién horneado llenaba toda la

casa (haciéndonos agua la boca y recordándonos que la cena vendría inmediatamente después).

Como alguien que comenzaba a aprender qué es guardar el sábado, no podría haber tenido un

mejor ejemplo.

El sábado era el momento para usar las mejores ropas, no importa lo que uno tuviera. La

forma en que uno se vestía mostraba que estimaba tanto el sábado como para guardar lo mejor

que tenía para ese día. Y era considerado parte de una buena observancia del sábado ir a la

iglesia oliendo a limpio. Cuando Elena de White dijo que los baños debían tomarse antes del

sábado, pienso que estaba hablando en el contexto de su tiempo. En sus días, darse un baño

Page 3: Cómo guardar el sábado

representaba un gran trabajo. Había que buscar el agua, posiblemente de un pozo, y acarrearla

hasta el baño. Si era invierno, había que encender un fuego para calentarla. Y, cuando uno piensa

que las familias generalmente tenían muchos integrantes, no es difícil comprender por qué era

necesario realizar ese trabajo antes del sábado.

El principio detrás de esa norma sigue siendo válido. Y me costaría muchísimo comenzar

el sábado sin haber tomado una ducha antes. Con un buen desodorante, la mayoría de las

personas puede pasar todo el sábado con esa ducha del viernes de tarde. Pero, para aquellos cuya

química corporal lo demanda, me parece apropiado que tomen una segunda ducha el sábado de

mañana.

Fue en el hogar de la hermana Davidson donde aprendí muchas de las cosas que practico

actualmente en forma automática respecto del sábado: retirar las revistas y los libros seculares de

mi mesa de luz o guardarlos para que no me distraigan en sábado; mantener apagadas la radio y

la televisión durante el sábado; escuchar música religiosa; preparar alimentos especiales con

anticipación.

Aprendí que la observancia del sábado es un asunto de atmósfera; es un cambio radical en

el ritmo de actividades; es dar lugar a Dios; es hacer tiempo para tener una comunión especial

con él. Es eliminar toda distracción, a fin de crear un ambiente en el que se fortalezca la

espiritualidad.

¿Le importa a Dios la manera en que guardamos el sábado?

Como sabemos, el sábado tiene su origen en la Creación, cuando Dios nos dio el ejemplo

supremo descansando de su obra creadora. Luego, expresó claramente su voluntad en el cuarto

Mandamiento, ordenándonos que no hagamos ningún trabajo en este día (Éxo. 20:8-11).

Sin embargo, es un período de 24 horas; somos seres humanos, y la vida debe continuar

durante ellas. Así que, necesitamos aclarar el mandato "no hagas en él obra alguna":

En este sentido, creo que es relevante la aclaración que encontramos respecto de la Fiesta

de la Pascua; porque el descanso relacionado con ella estaba basado en el descanso del sábado

semanal. Tanto en el primer día como en el séptimo día de la Pascua, el pueblo tendría una

"santa convocación": "Ninguna obra se hará en ellos, excepto solamente que preparéis lo que

cada cual haya de comer" (Éxo. 12:16).

Aquí vemos una interpretación importante de la estipulación "no hagas obra alguna": El

sábado normalmente no es un día de ayuno; hay que preparar los alimentos, y eso requiere algo

de trabajo.

De Éxodo 16 aprendemos, sin embargo, cuál es la clase de trabajo permitido. El pueblo

debía recoger cada día solamente el maná necesario para ese día, y lo que sobraba se descom-

ponía durante la noche. Los viernes, sin embargo, debían recoger maná para dos días; y no se

echaba a perder durante la noche. Explicando el fenómeno, Moisés dijo: "Esto es lo que ha dicho

Jehová: Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová; lo que habéis de cocer,

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cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para

mañana" (Éxo. 16:23). Así, Dios hizo una clara distinción entre el sábado y el resto de la semana.

No sabemos exactamente qué prepararon ni cómo lo comieron. Pero Dios les ordenó: "No

encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo" (Éxo. 35:3).

¿Significa esto que actualmente debemos comer los alimentos fríos en sábado? Creo que

no. Una manera correcta de comprender el pasaje es considerarlo en su contexto. Cuando uno

trata de imaginar cómo debió haberse visto el campamento israelita con el humo de cien mil

fuegos esparcidos por todo el campamento, podemos darnos cuenta de que esa no era la

atmósfera que Dios quería para el día santo. En la mayoría de los lugares actualmente, por otro

lado, el proceso de producir calor para calentar nuestros alimentos es tan fácil como cepillarse

los dientes. Aunque creo firmemente que nosotros, como los antiguos israelitas, debemos

preparar la mayor parte de los alimentos antes del sábado, no veo por qué debamos comerlos

fríos. El esfuerzo para calentarlos no es mayor que el requerido para traerlos a la mesa. Hacer

que los alimentos sean agradables es la clase de trabajo indicada en Éxodo 12:16.

La intención de Dios es que el sábado sea un día de renovación. En un pasaje lleno de

belleza poética, el profeta evangélico pinta un cuadro de las bendiciones que aguardan a todos

los que honran a Dios mediante la observancia del sábado. "Si retrajeres del día de reposo tu pie,

de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo

venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias

palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te

daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado" (Isa. 58:13,

14).

Comparando este texto con Jeremías 17:19 al 26, entiendo que en sábado mis actividades y

mis pensamientos deberían estar orientados en una dirección diferente que los otros días, de

acuerdo con la santidad de estas horas especiales. Si soy un comerciante, no realizo negocios en

sábado. Si soy un docente, no doy clases en sábado. Si son un electricista, no realizo

instalaciones eléctricas en sábado. Si soy un abogado, no atiendo casos en sábado. Si soy un

estudiante, no estudio en sábado. Y si soy un pastor, un médico o una enfermera, entonces el

sábado significa una modificación (aunque no necesariamente una detención completa) de mi

trabajo.

Hay excepciones, por supuesto, por emergencias o situaciones especiales. Cuando ocurre

un desastre, por ejemplo, uno responde de la manera más apropiada: cambiando un neumático,

rescatando a alguien de un incendio, cocinando, viajando o haciendo lo que sea necesario para

hacer frente a la crisis. Pero si, en circunstancias normales, deliberadamente elegimos el sábado

para pintar la casa de la viuda fulana o cortarle el césped, cosas que podrían esperar

tranquilamente hasta el domingo o incluso hasta el miércoles, entonces algo anda muy mal en

nuestra comprensión de la voluntad de Dios.

Por medio de Isaías, Dios dice que si soy cuidadoso al observar el sábado como él lo

indicó, entonces él me bendecirá con un ramillete de cosas buenas, algunas de las cuales no com-

prendo plenamente (como darme a "comer la heredad de Jacob"). Pero, aunque no lo entienda del

todo, ¡eso suena grandioso para mí!

Page 5: Cómo guardar el sábado

Los adventistas, especialmente los que vivimos en el mundo industrializado, estamos

tremendamente ocupa dos durante la semana, y tenemos la tendencia a llenar las horas del

sábado con muchas actividades. Pero siempre deberíamos esforzamos por liberar el sábado de

todo lo prescindible.

Una de las mejores tardes de sábado que pasé fue en la isla de Tobago, en el Caribe,

cuando los jóvenes organizaron una tranquila reunión de jóvenes a la orilla del mar. A medida

que el enorme disco solar se hundía detrás del horizonte y sus rayos dorados pintaban el cielo

con una belleza indescriptible, las palabras del himno que entonamos para despedir el sábado se

unieron con el suave sonido de las olas, recordándonos el día glorioso al que cada sábado señala.

¡Oh, qué sábados maravillosos pasaremos con Jesús junto al mar de vidrio!

"Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares

delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo ven era res, no andando en tus propios caminos, ni

buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo

te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre;

porque la boca de Jehová lo ha hablado" (lsa. 58: 13, 14).

- ROY ADAMS, es editor asociado de la Adventist Review, de cuyas páginas fue extraído este artículo. - Fuente: REVISTA ADVENTISTA - FEBRERO 2009.