como en santiago daniel barros grez

Download Como en Santiago Daniel Barros Grez

If you can't read please download the document

Upload: cesar-andres-gonzalez-tejos

Post on 02-Jul-2015

7.240 views

Category:

Documents


6 download

TRANSCRIPT

COMO EN SANTIAGO Daniel Barros Grez Comedia de costumbres, en tres actos La escena pasa en un pueblo provinciano cualquiera, en casa de don Victoriano. El lugar de la accin es una sala modestamente amoblada, con dos puertas laterales, una puerta y una ventana ubicada en el fondo que da a un patio exterior. ACTO PRIMERO Escena I Ins, doa Ruperta. INS. (Entretenida en su costura, canta una cancin de la poca.) RUPERTA. Ins! Qu bulla es sa? Escena II Dichos. Ins. Cantaba, ta, para entretenerme y hacer menos pesado mi trabajo. Ruperta. S! Pero debieras tener presente que tu prima est durmiendo. Ins. Como ya es tarde, crea que Dorotea se hubiera levantado. Ruperta. Y cmo piensas, inconsiderada muchacha, que una nia tan delicada y tan nerviosa como mi hija haya de levantarse antes de las once del da? Has olvidado que estuvimos anoche en el baile con que este pueblo festej a nuestro simptico diputado? Ins. Pues, por eso mismo, ta ma, por lo mismo que Dorotea es dbil y enfermiza, no debera recogerse tarde! Ruperta. Qu dices? Ins.Que acostndose temprano, podra Dorotea tambin levantarse temprano. Ruperta. Y quin te mete a ti a venir con reglas sobre lo que no entiendes? Qu sabes t de bailes y de recogidas temprano o tarde? Ins. Nada s de eso, ta, pero. Ruperta. Sabe que mi hija se levanta a la hora que le da la gana, porque es rica, y tiene con qu darse gusto! Ins. Pero, ta, clmese usted: yo no he dicho eso sino porque... Ruperta. No faltaba ms sino que t vinieras a ensearme a mi las reglas del buen tono; a m que he nacido, que he crecido en Santiago, y que cro y educo a mi hija como conviene a una persona de su clase! Te parece que en Santiago se va a un baile a prima noche para recogerse a hora de cenar? Pobre muchacha provinciana! Venir a ensearme a m, que acabo de hablar con l... Si t lo hubieras odo hablar anoche, habras comprendido ... Ins. A quin, ta? Ruperta. A quin ha de ser sino a nuestro simptico diputado, don Faustino Quintalegre, que anoche estuvo divino? Ins. Ah!

Ruperta. Qu talento de hombre! Qu maneras ms distinguidas, qu aire tan cortesano, qu movimientos tan elegantes, sobre todo qu galn con las nias! No se separ en todita la noche de Dorotea, y bail ocho veces con ella. Ins. Ocho veces! Ruperta. S, s; ocho veces. Las llev en cuenta con las cuentas de mi rosario. Ins. Todo eso podr ser, ta; pero quiere que le diga una cosa? Ruperta. Habla! Ins. Es que usted le est metiendo a mi prima mucha ms bulla que yo. Ruperta. Es verdad que como tengo una voz tan vibrante, segn me lo dijo anoche Faustino... Sabes t lo que significa esta palabra vibrante? El tambin me lo explic... Ah! Voy a ver si esa pobrecita duerme. Es tan nerviosa como yo cuando tenia su edad. (Vase.) Escena III INS, llorando. Ins. Ah!Pobreza!Quin no te debe su desdicha? Madre ma! Cuando al morir me entregaste a mi buen to don Victoriano, creste haberme dado un padre, y moriste tranquila... No me quejo de mi to; pero su mujer... Por qu se te parece tan poco, madre ma? Ah! Si t vivieras; si yo pudiera abrazarte como en tiempos ms felices, yo te dira: madre ma, amo a un hombre, y ese hombre se casar bien pronto con mi prima! Y t Horarias conmigo; y tus caricias consolaran mi pobre corazn, mientras que ahora... (Se pone la cabeza entre las manos, con muestras del ms profundo dolor.) Escena IV INS, DOROTEA, vestida fantsticamente. Dorotea. Ins, Ins! Qu desgracia la ma! Yo quisiera llorar, pero no puedo. Ins. Qu tienes, Dorotea? Dorotea. Mis lgrimas se resisten... Ins. Pero dime, qu es lo que te pasa? Dorotea. Y la frialdad con que me lo preguntas! (Aparte. Estas almas vulgares no saben sentir.) No echas de ver en mi semblante el profundo dolor que me abruma? Ins. Pero yo quisiera saber... Dorotea. Ah! Si el cielo te hubiera dotado de mi exquisita sensibilidad, habras adivinado en mis ojos, y hasta en la inflexin de mi voz, este cruel dolor que me atormenta. Pero te lo dir, ya que es necesario. Te acuerdas del peinador de cuerpo entero que mi pap me encarg a Santiago? Ins. S, me acuerdo. Dorotea. Pues bien, cuando esperbamos que haba de llegar en estos das, recibi anoche mi pap una carta, en la cual le dicen que la carreta que lo traa se ha quebrado en el camino. Ins. Y no es mas que eso, Dorotea? Dorotea. Y te parece poco, Ins, el encontrarme sin peinador, ahora que tanto lo necesito? Ah, si tuvieras mi sensibilidad, me comprenderas! Mi peinador de cuerpo entero (Llora.)

Ins. Clmate, prima ma. Si ese espejo se ha quebrado, mi to te encargar otro. Dorotea. (Con un imperioso movimiento de nia antojadiza.) Es que yo lo necesito ahora, porque es preciso que le parezca bien... Y cmo puedo parecera bien, si no puedo vestirme ni adornarme con exquisita elegancia? Compadcete, Ins, de mi desgracia! Ins. No te aflijas, Dorotea... Dorotea. Vome obligada a vestirme delante de un espejo de estos que no parece sino que se estn riendo de una, pues en vez del retrato, se ve all la caricatura. Oh, es un martirio horrible! ... Cmo he de poder presentarme ante mi pretendiente? Ins. Pero, Dorotea, oye, por Dios! Tu amante es un joven que te ama, no por los adornos postizos de tu cuerpo, sino por las cualidades de tu alma. Dorotea. Es que t no lo conoces, Ins! No hay un hombre ms apasionado por la belleza que l; y tiene un alma tan sensible, que hasta un lazo de cinta mal colocado le da mal de nervios. El mismo me lo dijo anoche. Figrate que, estando para casarse en Santiago... Ins. El? Dorotea. Oye. Al tiempo de ponerle las bendiciones, not que la novia llevaba guantes de color amarillo, por lo cual dijo redondamente no, y dej a la tal novia plantada, delante de todos sus parientes. Ins. Dios mo! Estoy soando? Dorotea. Para que aprenda a manejarse como debe... As sera ella de ignorante... Ins. Pero eso es increble, Dorotea! Dorotea. Y, sin embargo, nada es ms natural. Si t estuvieras dotada de mi delicadeza de sentimientos comprenderas la enormidad de aquella falta. Cmo crees que un hombre de corazn se case con una mujer que, en el acto ms serio e importante de la vida, se atreve a presentarse con guantes de color amarillo? Esa mujer no sabe amar! Ins. Si no fuera cierto, creera que Silverio estaba loco, cuando. Dorotea. Silverio! Ja, ja, ja! T crees que te hablo de Silverio? Ins. As lo pensaba, Dorotea. No es Silverio el hombre preferido por tu corazn, y al cual tus padres te tienen prometida por esposa? Dorotea. Es verdad que existe ese compromiso; pero he comprendido al fin que mi corazn no podr nunca amar a un hombre tan vulgar como Silverio... Ins. Ah! (Aparte. Ser verdad?) Dorotea. Bien claro se lo demostr anoche. Ins. Y entonces, quin es? . Doroteo. El rival favorito? Es Faustino Quintalegre, el hroe del baile de anoche. Ins, Ese caballero recin llegado de Santiago? Dorotea. El mismo, Ins, el mismo. No me dej en toda noche. Qu joven de tanto talento! Por eso el Gobierno lo Mand elegir diputado por este pueblo! Qu amabilidad! Bail conmigo ocho veces, por lo cual todas me miraban con envidia yo creo, Ins, que ser un marido modelo, porque viste como un figurn; habla y baila como un figurn... Mira t si una mujer de mis sentimientos no gozar al lado de un hombre tan fino, delicado. Ins. Y tan figurn. Dorotea. As es! No es verdad, mam? Escena V Dichos y doa RUPERTA.

Ruperta. Dices bien, hijita. Qu era lo que decas? Dorotea. Le estaba contando a Ins mi conquista de anoche. Ins. Pero cmo has podido adelantar tanto, Dorotea, en una sola noche? Dorotea. Es que un joven como Faustino hace en una sola noche lo que otros en un ao; porque no creas t que l me hablaba as como suelen hacerlo los mozos de provincia, que se andan por las ramas, y que es necesario que una los ayude. No, no! Me hablaba como en Santiago, clarito como el agua, pues es joven educado que sabe decir las cosas con una claridad encantadora; y aunque una se defienda, l porfa sin descanso, hasta que la hace decir a una todo lo que l quiere. En el segundo baile, ya yo le haba correspondido, sin quererlo, a sus apretoncitos de mano, dados, eso s, con la ms exquisita delicadeza. En el tercero Ins hizo suspirar ms dos veces; en el cuarto tuve que mirarlo fijamente, para reprocharle su atrevimiento; pero no acab el quinto, sin que yo hubiese vuelto a mirarlo, para manifestarle mi desenojo. Para qu he de decir ms sino que en el .sexto me arranc ms de cinco ses, y que antes de llegar al octavo nos habamos jurado amor eterno? Ins. No se puede negar que el negocio march algo de prisa. Dorotea. Al vapor, nia, al vapor, como sucede en Santiago. All se marcha al vapor en asuntos amorosos. Con decirte que si un matrimonio no se realiza en un mes, contado desde la primera conversacin de los amantes, ya se pone aquello fiambre y de mal gusto! Ruperta. As mismo es; y hay matrimonios que en una sola noche de baile se arman, se desarman; pelean los novios; vuelven a reconciliarse, y se casan al otro da... DOROTEA. No importa. As es como una mujer ha gozado en una semana una vida entera de ilusiones... INS. No comprendo, Dorotea, cmo es que.... RUPERTA. No te admires, Ins; sas son maneras de la alta sociedad, que t no sabes, porque no has estado en Santiago. DOROTEA. No se canse en balde, mam. No todas las almas tienen las mismas tendencias. Ins piensa de un modo y yo de otro; y no puede ser de otra manera, porque las dos tenemos diversa manera de pensar. Esto es claro. Yo he nacido para la alta sociedad; un marido de provincia me matara, y desde anoche sueo con los paseos, bailes y tertulias de Santiago. Mi alma estaba aletargada, cuando crea amar a Silverio, quien jams me ha expresado su pasin con aquel fuego, aquella gracia, aquel sentimiento, en fin, de Faustino Quintalegre. RUPERTA. Es que Faustino te dice eso como se dice en la capital. DOROTEA. As es que estoy resuelta a no acordarme ms de Silverio. INS. Y tu palabra empeada? Y el amor que le has jurado a ese mozo? DOROTEA. Y crees t, pobre Ins, que una mujer que empea hoy su palabra, ha perdido la libertad de desempearla maana?. .. RUPERTA. Eso s que no! La mujer tiene derechos inalienables, y el ms santo de todos esos derechos es el de anular mil ses con un solo no. DOROTEA. Sobre todo cuando a ello nos obliga este tirano que llevamos dentro del pecho. RUPERTA. Tales son las leyes que rigen al gran mundo. Dorotea. As me lo explic Faustino anoche. Hablando con l, me pareca estar en Santiago. Ya se ve. El tambin me dijo que yo era una verdadera santiaguina. INS. Y si mi to quisiera obligarte a que le cumplieses la palabra dada a Silverio? RUPERTA. No la obligar, porque aqu estoy yo!

Dorotea. Ah! Si mi pap fuera tan cruel que me obligara a casarme con un hombre que no sabe ponerse la corbata, me morira... RUPERTA. No te aflijas, hija ma. No te casars con l! Dorotea. Figrate, Ins, que anoche se atrevi Silverio a ir al baile con corbata de color! Pero ahora que me acuerdo, qu te parece mi peinado? Mrame bien el vestido por detrs. Hace bulto elegante y de gusto? Es una verdadera desgracia que no haya llegado mi espejo de cuerpo entero! INS. (Examinando el vestido.) Si he de decirte la verdad, Dorotea..., a m me parece un poco exagerado este bulto. DOROTEA. Qu llamas t exagerado, cuando este vestido ha sido hecho en Santiago por una modista recin llegada de Pars? Pero alguien viene... Dorotea. Esa es la voz de Victoriano, que ha ido por mi orden a visitar a nuestro diputado. DOROTEA. Bien hecho, mam. Voy a preguntarle a mi pap qu le ha parecido. (Va hacia la puerta del fondo y vuelve corriendo.) Mam, mam! Mi pap viene con l! Dorotea. Con Quintalegre? DOROTEA. (Hace seas de que s, como embargada -por la emocin.) Dorotea. Quin sabe si en Santiago se usa ahora venirse con el visitante, para pagarle, a rengln seguido, la visita? DOROTEA. Preciosa moda! Pero salgamos... La emocin debe haberme puesto colorada, y no debo presentarme a l con este color tan provinciano... Se muere por las mujeres plidas, mam! Dorotea. Pues, ven ac a ponerte los polvos de arroz. DOROTEA. Ven, Ins, a ayudarme a inflar un poco el vestido... INS. Pero lino ests ya bastante inflada? DOROTEA. Todava no, Ins! Ven pronto! (Vase con doa Ruperta.) Escena VI INS. INS. Qu par de locas! Me han dado ganas de conocer al galn, y este plumero me servir de pretexto. (Coge un plumero y se pone a sacudir las mesas, manifestando distraccin.) Escena VII INS, don VICTORIANO, FAUSTINO. VICTORIANO. (En la puerta.) Porque como yo soy municipal... Seor don Faustino, entre usted! FAUSTINO. Srvase usted pasar, seor don Victoriano. VICTORIANO. No lo permitir de ningn modo! Pase usted ! (Entra Faustino.) Porque como yo soy municipal... Ins, ve a decir a la Ruperta que una visita la espera aqu. INS. (Hace una cortesa a Faustino.) Voy all al momento. (Aparte. Parece un ttere el seor diputado del gobierno.) (Vase.)

Escena VIII Dichos, menos INS. Victoriano. Porque como yo soy regidor... Sintese usted, seor. Faustino. (Sentndose.) Gracias. Deca usted?, Victoriano. Deca que, como yo soy regidor, estuve toda la noche ocupado en el cabildo, y me fue imposible asistir al baile. Pero la Ruperta me encarg encarecidamente esta maana que fuese a hacerle a usted la visita de cumplimiento... Faustino. Y por eso no he querido tardar en venir a dar las gracias a tan cumplida y amable seora. Victoriano. En cuanto a eso, es la mujer ms cumplida del mundo; vive pendiente de la moda, y no se le escapa un pice de las reglas de la Etiqueta. Ya se ve! Criada y nacida en Santiago. Faustino. Eso se conoce a la distancia. Victoriano. Usted la tratar de cerca y ver qu cabeza aquella! Le aseguro que a m me tiene como un reloj! No me deja pasar una, porque ella est siempre al cabo de todo lo que sucede en Santiago: as es que ha educado a nuestra hija, que da gusto. Ya se ve, la muchacha tiene un memorin que es para dejar pasmado cuando uno la oye recitar una novela de Alejandro Dumas. Faustino. Ah, seor! Anoche fue Doroteta la reina del baile. Victoriano. No es verdad, seor, que parece una verdadera santiaguina? Perdnele a un padre esta franqueza. Quiero tanto a mi hija! Faustino. Esos sentimientos honran a usted y a toda su familia, seor. (Aparte. Es un viejo original.) Victoriano. S, amigo mo, todos mis esfuerzos se cifran en mantener a la debida altura la honra y el tono de mi familia; y desde que soy regidor, he tratado de poner mi casa en el pie que corresponde a la dignidad que invisto, como dice mi mujer. Faustino. Hace usted muy bien. Victoriano. Verdad es que me cuesta algunos pesitos al ao; pero la Ruperta no es mujer que se mida en gastos cuando se trata de seguir la moda; y desde que hago parte del. municipio de este pueblo, puedo decir a usted... Pero aqu vienen ellas. Escena IX Doa RUPERTA, don VICTORIANO, DOROTEA, FAUSTINO. Ruperta. Seor don Faustino, cuan dichosa soy de ver a usted en esta casa! Faustino. Mayor es m dicha, seora, en poder presentar a ustedes mis respetos... Dorotea. Mil gracias. (Aparte. Qu elegancia!) Faustino. Me he apresurado a venir, porque, como, por desgracia ma, slo puedo permanecer hasta maana en esta encantadora ciudad... Dorotea. Ah! Ruperta. Tan pronto se vuelve usted a Santiago? Ya se ve! Este pueblo no presenta aliciente... Faustino. Qu dice usted, seora! Aqu no echa nada de menos un viajero de la capital. (Aparte. Casi me han muerto de hambre en eso que llaman hotel.) Belleza, gracias

femeniles, sociedad escogida, todo, todo se encuentra en este pueblo, que con mucha justicia merece el nombre de Santiaguito. (Aparte. No hay ms que alabarles su pueblo a los provincianos.) Victoriano. Eso mismo digo yo; pero hay aqu gentes enemigas del seor gobernador, que por El gusto de hacer oposicin al gobierno que es un gusto que yo no entiendo no cesan de vociferar por esas calles que el pueblo no adelanta; y cierran los ojos para no ver cunto hacemos los municipales. Mire usted: desde que soy regidor, que har como tres aos, se ha gastado, slo en componer veredas, una verdadera fortuna. Ruperta. Son gentes rojas esas que hablan, y slo por envidia lo hacen. Victoriano. As es. No hay vereda de las de los regidores que no est arreglada; y slo cuando llueve mucho no ms suele Cortarse el trnsito en alguna. Ruperta. De aqu nace la envidia; y como ven que en todas partes las elecciones las gana siempre la lista en que se halla Victoriano... Victoriano. Es decir, la lista del gobierno; porque ha de saber usted que el ministro ha tenido siempre a bien que represente los intereses de esta localidad. Faustino. Esto no prueba sino la honorabilidad de usted. Ruperta. Y tambin que esta municipalidad es como la de Santiago, es decir, formada por las personas ms respetables... Victoriano. No todas por desgracia, pues los rojos consiguieron meter uno de los suyos este ao; y all tenemos que sufrir aquel hombre, que se lleva dale que le dars, oponindose a todo. Y luego quieren que un pueblo adelante! Mire usted: anoche tuvimos una sesin muy acalorada; y desde que soy regidor, no he visto nada parecido. Faustino. Y sobre qu asunto se trat? Victoriano. Sobre la reja que haba de rodear el jardn que pensamos poner en la plaza. Dorotea. Ah! Vamos a tener jardn como en Santiago? Victoriano. S, hija. Comenzamos a discutir sobre si se pondra o no la tal reja. El rojo se opuso, diciendo que la municipalidad estaba pobre. Ruperta. Pero no le dijiste que en Santiago...? Victoriano. Vaya si se lo dije! Le ganamos la votacin. Faustino. En razn a que sus intereses locales estn a cargo de una municipalidad tan escogida... Victoriano. Qu quiere usted? Escogida por el supremo gobierno, que tiene el don de elegir a su gusto. Faustino. Un pueblo que sigue en todo las huellas de la capital. Victoriano. Por supuesto! Y seguiremos con paso de gigante esas huellas, mientras el gobierno siga las gigantescas huellas d ... del gobierno, me explico? Faustino. Perfectamente, y confo en que usted . . . Victoriano. Yo ser un amigo dispuesto a servirle con todos mis posibles, no slo en esta casa sino en la municipalidad. Cuente con mi fundo. Ruperta. (Hace imperiosamente una sea a Ins para que se retire.) (Vanse Ins y don Victoriano.) Escena XI FAUSTINO, doa RUPERTA y DOROTEA. Faustino. Qu caballero tan cumplido! Parece criado en Santiago. Ruperta. Y, sin embargo, no ha estado jams en la capital.

Dorotea. (Aparte.) Qu visita tan inoportuna la de Silverio! Ahora lo aborrezco. Faustino. Pero yo s el secreto. Dorotea. No lo crea, seor. Ese mozo que ha venido a ver a mi pap es un... Ruperta. (Aparte.) Calla, nia! Faustino. Digo que yo s por qu don Victoriano, sin haber estado Jams en la capital, posee esas maneras tan elegantes. Ruperta. Por qu? Faustino. Porque ha vivido a su lado, seora. Ruperta. Favor que usted me hace, seor. Verdad es que conozco la alta sociedad y trato que mi familia se imponga de los usos y maneras sociales. Dorotea. En cuanto a eso, yo puedo estar orgullosa de mi mam. No deja nunca de ensearme los usos sociales; y ya s cmo se va a los bailes, cmo se hacen los paseos, cmo debe una nia conducirse en la Filarmnica(*) y, en fin, todas las maneras de la alta sociedad. Faustino. Por eso deca yo que don Victoriano ha vivido aqu como en la capital. Dorotea. El nombre de las calles, las plazas, todo me lo ha enseado mi mam; as es que puedo pasearme con la imaginacin por todo Santiago. Pero como ella no ha visto, despus de transformado, el cerro de Santa Luca, nada ha podido decirme. Dicen que Vicua Mackenna lo ha puesto muy lindo. (*) Filarmnica: saln en que se daban fiestas y conciertos: orquesta. Faustino. Ah, seorita! El intendente de Santiago es un verdadero mago, que con su varita de virtud ha escrito sobre aquellas rocas la palabra buen gusto, convirtiendo aquel montn informe en un grupo de cristales, obeliscos, pirmides, agujas, rampas, planadas y escaleras. Hoy ruedan vehculos por donde ayer slo liaban los pjaros. Las cumbres del histrico cerro se han alegrado al sentirse oprimidas por el diminuto pie de las hermosas. El ha ido all a auxiliar a la naturaleza; y auxiliado tambin ella misma, ha convertido las rocas en estatuas; las ha hecho hablar con el murmullo de las aguas, que aparecen por entre sus grietas corriendo, ondulando o despendose en espumosas y chistes cascadas, y las ha engalanado con rboles, flores y arbustos de mil colores y formas. Dorotea. Ay, mam! Qu cosa tan encantadora! Yo dara cuanto tengo por ver tanta belleza. Por qu la municipalidad no har tambin aqu un cerro de Santa Luca? Ruperta. Yo se lo dir a tu padre, y l hablar en el cabildo sobre el particular. Faustino. Este pueblo, siguiendo como hasta ahora los pasos de la capital, una vez que tenga un cerrito, por pequeo que se convertir en un verdadero paraso. Dorotea. Lo cree usted as, seor? Faustino. S, seorita; y aun creo que, sin necesidad del cerrito, merece, desde luego, el nombre de paraso una ciudad como esta en donde hay tantos ngeles. Dorotea. Ah! Faustino. Pido permiso a ustedes para retirarme. Ruperta. Tan pronto! Dorotea. Cuando apenas ha comenzado usted la visita! Ruperta. Rugole que no sea sta la ltima vez. Faustino. No tiene para qu rogarme una cosa que yo tan ardientemente deseo. Seora, beso a usted la mano. Seorita, a los de usted. (Vase.)

Escena XII Dichos, menos FAUSTINO. Dorotea. (Abrazando a doa Ruperta.) Mam!, mam! late hombre.... este... hombre! Ruperta. Clmate, nia, porque no es bueno que una mua sea as tan impresionable, tan sentimental, tan... Dorotea. Pero, mam, por Dios! Este hombre es el nico quien puedo ser feliz. Anoche so con l.. Mam, quiere le diga una cosa? Como usted me ha dicho que una hija no debe ocultarle nada a su madre... Ruperta. Dime, qu cosa es? Dorotea. Que me casara con l ahora mismo, para que llevase a Santiago. Ruperta. Qu nia de tanta sensibilidad! Clmate, Dorotea!... Pero de qu me admiro, si yo era lo mismo que ella cuando tenia su edad? Dorotea. Y cuando estuviramos en Santiago, nos pasearamos en vehculos por "donde ayer volaban los pjaros". Se fij usted en eso que dijo? Ruperta. S, me acuerdo; pero no te impresiones tanto. Dorotea. Es que temo... Ruperta. Ten confianza, porque te miraba con unos ojos que... Yo tengo experiencia y s muy bien lo que aquellas miradas queran decir. Dorotea. Pero se va! Se va! Ruperta. Si l es fino, ha de volver, querida ma. Escena XIII Doa RUPERTA, DOROTEA, VICTORIANO. Victoriano. Sabes lo que ha pasado, Ruperta? Ruperta. Habla, hombre! Victoriano. Es el caso que despus de haber hablado con Silverio sobre su matrimonio con Dorotea... Dorotea. Ah, pap! Victoriano. Que el muchacho desea realizar pronto . . . Dorotea. Pap! Pap mo! Usted no querr ver muerta a su hija! Victoriano. Qu significa esto, Dorotea? Dorotea. Es que... Ruperta. Calla, nia; y t, Victoriano, prosigue. Victoriano. Prosigo. Pues, seor, cuando yo sala de mi cuarto, me encontr con don Faustino, quien, sin ms ac ni ms all, me pidi la mano de Dorotea. Ruperta. Lo estaba adivinando! Dorotea. Y usted qu le contest, pap? Victoriano. Qu haba de responderle, sino que tena la palabra empeada y que acababa de hablar con tu novio? Dorotea. Ah, yo me muero! (Se desmaya.) Ruperta. Padre desnaturalizado! Has muerto a tu hija! Victoriano. Yo desnaturalizado? No entiendo. Dorotea, qu tienes? Dorotea. Pap desnaturalizado, usted ha muerto a su hija!

Victoriano. Explcame, Ruperta, qu significa esto. Ruperta. Esto significa que Dorotea no quiere casarse con Silverio. Victoriano. Por qu razn? Ruperta. Porque ama a Faustino. Victoriano. Ah!, yo no sabia... Ruperta. Por eso te he dicho que jams tomes una determinacin serla sin consultarme. Victoriano. Pero, mujer, qu necesidad tena de consultarte ahora, cuando s que hemos de cumplir la palabra que le dado a don Manuel, de casar a Dorotea con su hijo Silverio y sobrino tuyo? Dorotea. Pues entre mi sobrino y el diputado, prefiero el diputado. Dorotea. Y yo tambin. Victoriano. Y la palabra que tenemos empeada? Dorotea. Qu sabes t de palabras, hombre sin educacin No ves lo que sufre tu hija? Victoriano. Pero, Ruperta, yo no s... Ruperta. Quieres ensearme a m cmo se conduce la gente ilustrada en casos semejantes? Te parece que en Santiago respetan estpidamente una palabra dada, cuando se trata del establecimiento de una hija, hombre sin corazn? Victoriano. Pero, Ruperta, si yo no tengo corazn, tengo honradez y mis padres me han enseado... Ruperta. Y qu saban tus padres, pobres provincianos que jams divisaron la Plaza de Armas? Corre al momento a deshacer lo que has hecho, no te detengas. Ve y dile a Faustino que reflexionado mejor, y que prefieres que l sea esposo de nuestra hija.. Victoriano. (Empujado por doa Ruperta, va a salir y vuelve) Lo peor es que, por esta negativa ma, se ha deshecho un negocio que tenamos palabreado. Ruperta. Qu negocio es se? Victoriano. Has de saber que don Faustino me quera arrendar mi fundo de La Rinconada; y esta maana hablamos largamente sobre el particular. Slo nos faltaba convenir en el canon cuando este incidente ha venido a entorpecer el negocio. Ruperta. Razn de ms para ir a desdecirte de tu negativa. Victoriano. Yo creo que l la ha recibido muy mal. Ruperta. Razn de ms, Victoriano! Victoriano. Y que desea casarse con Dorotea tanto como arrendar el fundo. Ruperta. Razn de ms, razn de ms, hombre de Dios! Toma tu sombrero antes que la cosa se enfre y no pierdas tiempo. Victoriano. Pues, siendo as, voy al momento. Ruperta. Y no le pidas muy caro por el arriendo, porque y al cabo todo quedar en casa. (Vase don Victoriano.) Escena XIV Dichos, menos don VICTORIANO; despus, INS. Ruperta. No te lo deca, Dorotea? Aquellas miraditas indicaban algo! Dorotea. Ah, mam! No me cabe el corazn en el pecho. Que pasos son sos? Ins. (Mirando por la ventana hacia el patio exterior.) Es Silverio que viene... Dorotea. Jess! Qu hombre tan malcriado! No sabe llegar nunca a tiempo. Lo aborrezco! Vmonos, mam!

Ruperta. Vmonos, hija ma. Pero ten calma. Dorotea. No, no, mam, lo aborrezco, lo aborrezco. Escena XV INS, SILVERIO. Silverio. Ins, cre haber odo hablar aqu a mi ta. Ins. Acaba de retirarse; voy a llamarla. Silverio. Gracias, querida prima, por haber adivinado mis deseos. Ins. (Aparte.) Pobre Silverio! Qu .golpe tan cruel va a sufrir! Y tan digno de ser amado! Escena XVI SLVERIO. Silverio. (Dejndose caer en un silln.) Aguardar aqu... Yo quiero que ella me explique su conducta de anoche. ACTO SEGUNDO Escena I SLVERIO. Silverio. (Pasendose aguadamente a lo largo de la sala.) No s qu pensar de la conducta de mi ta, pues no parece sino que tratase de huir de mi, segn ha sido su prisa en retirarse de aqu. Porque si ella me vio, Ins debi decirle que era yo quien vena a visitarla. Y Dorotea? Qu motivo he podido darle para que se condujera como lo hizo conmigo anoche en el baile? Slo tena miradas para el hroe de la fiesta y no pude conseguir que bailase una sola vez conmigo. Cuando llegu, ya estaba comprometida con el tal don Faustino. 742 Escena II SILVERIO, INS. Silverio. Dime, Ins, por qu me hace, esperar tanto mi |;ta? Qu ha sucedido? Se ha enfermado ella? O bien, Dorotea... ins. No, Silverio; ambas gozan de perfecta salud; pero tu | ta me ha encargado decirte... (Aparte. No s cmo darle este recado.) slverio. Qu te ha dicho mi ta? ins. Que no saldr a recibirte. slverio. Por qu razn? Ins. No me ha dicho la causa, sino solamente que t, como persona que has estudiado en Santiago, debes sacar las consecuen-;' las de esta negativa.

slverio. Qu significa esta conducta? Acaso he come-alguna falta que me haga merecedor de tal desprecio? Y Dorotea? ins. Dorotea me encarg que te dijese lo mismo. Silverio. Gran Dios! Aqu hay algo que yo no compren, algn chisme, sin duda..., porque no puedo persuadirme de que Dorotea haya olvidado, sin motivo alguno, sus protestas de mi amor... Dime, Ins, me aprecias? Ins. (Conmovida.). Yo? Y cmo pudiera no apreciarte, Silverio? Silverio. Gracias, Ins. T eres buena, prima ma, y no judo de que tu corazn de ngel sabr comprender mi dolor. Ins. (Aparte). Mi corazn! Si supiera l que mi pobre co-n sufre.) slverio. Querida Ins, dime: qu le has odo decir a mi |ta o a Dorotea de m? ins. Yo? Nada... (Aparte. Cmo he de tener fuerzas pa-, decirle?) slverio. Pero es preciso, Ins, que esta accin de mi ta ga alguna causa. Es preciso que Dorotea tenga algn motivo o para romper conmigo. Los vnculos formados por el amor de tis aos no se cortan en un da. Sin embargo, Dorotea se ha conido conmigo, en el baile de anoche, como si yo fuera indigno su cario. Por qu esta mudanza tan repentina? No puedo 'eer que sea causada por un nuevo amor, porque esto sera in-itar a Dorotea. Dime, Ins, por Dios, si sabes que alguien ha-Fya venido a calumniarme ante ella! Ins. No es eso, Silverio. Silverio. Ah, Ins! Dices que no es eso:luego t sabes el motivo de tan repentino desvo. Ah! Dmelo, Ins, por lo que ms quieras. Hazme saber la causa de mi desdicha, t que hasta ahora has sido la ms querida de mis amigas! Ins. (Aparte. Corazn mo, no me vendas!) Antes de contestarte, dime, Silverio, si podrs dejar de amar a Dorotea. Silverio. Y por qu me preguntas eso? Aun cuando pretendiera olvidar ese amor que ha constituido la dicha de mi corazn y la nica aspiracin de mi alma... Ins. (Aparte.) Cunto la ama! Silverio. Aun cuando lo pretendiera, Ins, yo no podra dejar de pensar en Dorotea. Ins. (Aparte. Dios mo! Dame fuerzas para cumplir con mi deber!) Ni aun cuando vieras que ella ama a otro? Silverio. A otro? Eso es? Y t, Ins, que pretendes ser mi verdadera amiga, me das una noticia que me causar la muerte? Ella ama a otro! Ins. Oye, Silverio; clmate. Esto no es ms que suposicin... Silverio. Amar ella a otro?-Y desde cundo? Ayer me juraba un amor eterno..., pero ese hombre la ha seducido con engaosas palabras. Yo deba haberlo comprendido anoche..; Ins, querida amiga ma, dime a quin ama Dorotea! Ins. No lo s, Silverio. (Aparte. Y, sin embargo, me sera tan fcil dividirlos.) Silverio. Tienes razn, Ins, para estar enfadada conmigo. Perdname: he sido injusto contigo, Ins, pero ya sabes el lugar que ocupas en mi corazn. Es imposible hablar contigo sin quererte. Ins. (Aparte.) Ah, si yo viera en sus palabras otra cosa que el reflejo de su amor por otra mujer! Silverio. Qu tienes, Ins? Por qu no me contestas? T ests enferma! Ins. (Apoyndose en una de las sillas.) Yo? No es nada... El calor de esta pieza. Silverio. Feliz t, amiga ma, que no conoces este dolor de verse despreciado por quien

uno ama! Ins. (Aparte.) Ojal no lo conociera! Silverio. Lo que he odo me basta para comprender mi desdicha; pero quiero or pronunciar mi sentencia por la boca misma de Dorotea. Voy a hablar con mi ta. (Se encamina hada la puerta de la derecha, a tiempo que don Victoriano aparece por la puerta del fondo.) Escena III Dichos, don VICTORIANO. Victoriano. (En la puerta.) Ruperta! Negocio hecho! El hombre se avino en todo... Ah, Silverio! Se me haba olvidado.. Silverio. Aqu me tiene usted, seor, para recordarle lo que acabamos de hablar ahora poco rato... victoriano, (Aparte. En buena me he metido!) Qu es lo que quieres, Silverio? 744 Silverio. Que. me diga por qu he merecido el desprecio de ustedes. Victoriano. Hombre! Si yo no te he despreciado jams! Eres el hijo de mi buen cuado Manuel, cmo he de despreciar un buen muchacho como t? Silverio. No obstante, mi ta acaba de enviarme un recado que importa una verdadera despedida de su casa. Victoriano. Cosas de tu ta, hombre; pero yo no... Silverio. Como usted es el jefe de la familia... Victoriano. Quin puede dudarlo? Silverio. Por eso quiero que usted me explique esta accin de mi ta. Victoriano. Explicarte yo las acciones de la Ruperta, hombre? Te confieso verdaderamente que, aun cuando yo soy el jefe la familia, casi siempre me quedo en ayunas d lo que tu ta Ella tiene sus leyes para todo. Y t, que has vivido en Santiago, debes entenderlas mejor que yo. Pero si no las entiendes, debes extenderla mejor que yo. Pero si no las entiendes ella te las explicar de pe a pa. (Se encamina hacia la puerta de derecha.) Ruperta! Ruperta! (Aparte. Esta mujer me suele meter en unos pantanos...) Ruperta! Escena IV Don VICTORIANO, doa RUPERTA, INS, SILVERIO. Ruperta. Qu gritos son sos, Victoriano? Es sa la manera como debe conducirse una persona educada, que ocupa un ,_ en la municipalidad de este pueblo? Victoriano. Perdname, Ruperta. Hay veces que grito cota! estuviera en el campo, porque se me olvida que soy regidor, aqu est Silverio, que quiere pedirte explicaciones... Ruperta. Y qu desea que yo le explique el seor don Silverio? Silverio. Aunque ahora no merezca el ttulo de sobrino, que siempre me ha honrado usted, quisiera saber por qu ha enviado con Ins ese descorts recado. Ruperta. Y de qu te sirve, Silverio, haber estado ocho en Santiago, si no comprendes lo que te hemos querido significar? Victoriano. Eso mismo le he dicho yo. Debiera haberlo comprendido al momento, y no

venir a que yo le explicase las acciones de mi mujer. Silverio. Si esto es una burla, ta, le asegur que es de gusto; y si es de veras... Ruperta. Pero mira, nio, no echas de ver que cuando la de una novia no quiere recibir al novio, es como si le dije- se da por germinado aquel noviazgo? Victoriano. Eso mismo, hombre. No te deca que ella te de explicar en un santiamn? Silverio. Sin embargo, como ste es un asunto que slo Dorotea debe decidir, espero or de su propia boca el no que usted me ha querido significar. Ruperta. Ya que as lo quieres, yo misma ir a buscar a mi hija, aunque debieras ahorrarnos este modo grosero de darte calabazas. Victoriano. (Aparte a doa Ruperta, mientras sta va a salir por la puerta de la derecha.) Dile a la nia que el hombre ha pasado por todo, y que se ha llevado el arriendo baratito. (Vase doa Ruperta.) Escena V Dichos, menos doa RUPERTA. Silverio. Seor to, si yo no hubiera sido testigo de esta vergonzosa escena, no la creera; y no entiendo cmo es que... Victoriano. Pues, hombre, a m me pasa lo mismo; casi nunca entiendo estas cosas sino despus que la Ruperta me las ha explicado. Silverio. Qu le contestar usted a mi padre cuando le venga a exigir el cumplimiento de su palabra empeada? Victoriano. Entonces crees t que yo tengo obligacin de cumplir...? Silverio. Pues no ha de tenerla! Todo hombre debe... Victoriano. Ya s que el hombre lo es por su palabra y el buey por el asta; pero, advierte que yo soy un hombre de dignidad concejil, un regidor de los elegidos por el gobierno y por consiguiente puedo faltar sin menoscabo de mi honor... Silverio. Qu dice usted? Victoriano.Es tu ta quien lo dice; y cuando ella lo dice, bien sabido se lo tendr. Silverio. Al contrario, seor; por lo mismo que es usted un hombre de dignidad, est ms obligado a cumplir lo que promete. Victoriano. As me salen volviendo loco! Pero aqu viene Ruperta... Escena VI Don VICTORIANO, doa RUPERTA, INS, DOROTEA, SILVERIO. Victoriano. Este es un enredo que no entiendo, Ruperta. Por un lado me dices t que puedo faltar honorablemente a mis compromisos con Manuel, porque soy regidor del gobierno; y por otro me dice Silverio que no puedo, por la misma razn. Ustedes dos han vivido en Santiago: A quin debo creerle? O bien se usa en la capital dar una misma razn para probar el pro y el contra? Ruperta. Calla la boca, Victoriano, y t, Silverio, oye a Dorotea. Silverio. Dorotea, para creer lo que mi ta me ha dicho, necesito orlo de tu propia boca. Dorotea. Ya que t lo exiges, Silverio, te dir que no puedo ser tu esposa. Silverio. Pues bien, Dorotea, ya que as lo quiere mi destino tendr que renunciar a la

dicha de vivir' contigo... Ins. Ah! (Vase Silverio) Escena VII Dichos, menos SILVERIO. Victoriano. Ruperta! Eres un prodigio para salir bien los trances apurados! Ven ac y te contar cmo arreglamos negocio. Ya la escritura de arriendo se est redactando. (Vase doa Ruperta.) Escena VIII INS, DOROTEA. Ins. No te vayas, Dorotea; ven. Permtele a tu prima y amiga que te pregunte, has pensado maduramente lo que has hecho? Dorotea. Qu llamas t pensar maduramente? Ins. Digo si has reflexionado con detencin sobre lo que acabas de hacer. Considera que desechas un novio, cuyas buenas utilidades te son conocidas, por otro a quien slo conoces de nombre. Nada te dir de tus compromisos, ni de tus juramentos de amor que te tenan atada a tu futuro esposo. Slo te ruego, Dorotea, que reflexiones un momento. Silverio te ama, y t lo sabes bien. Crees que otro pretendiente puede amarte como l, despus de saber que t has faltado a tus compromisos? Dorotea. Y a qu viene ese sermn? Ins. Esto no es un sermn, sino advertencias de amiga. Todava puedes deshacer el mal que has hecho. Dorotea. Cmo? Ins. Llamando a Silverio. El te... ama! Dorotea. Y qu me importa que Silverio me ame, cuando yo amo al otro? Ins. Pero si ese otro, Dorotea, es un... Vaya! Te digo no puede amarte, prima ma! Dorotea. Cmo te atreves a decir eso? Sabe que me ama que a su propia vida... Pero ya entiendo!... Ins. Qu dices? Dorotea. Quiero decir que tu verdadero inters es que quede libre Faustino Quintalegre. Ins. Yo? Ests loca? Dorotea. Lo he conocido desde las primeras miradas que le lanzaste; pero no seas insensata, Ins; no mires tan alto, que eso se .queda para los que tenemos mejor posicin social. Guarda tus consejos para otra ms necia que t. (Vase.) Escena IX INS. Ins. Ms necia que yo! Tiene razn Dorotea. Ha sido una necedad de mi parte pretender que marche por el camino de la razn. Si estuviera para rer me reira, pero mi

pobre corazn late de dolor en estos momentos! La dicha de Silverio es mi propia dicha; y aun cuando su unin con Dorotea abra un abismo entre nosotros, quiero verlo feliz al lado de la mujer que ama... y, sin embargo, esta idea me punza el corazn sin poderlo remediar. Gracias, Dios mo, por haberme dado fuerzas para cumplir con el deber que me he impuesto, de ocultar este amor que forma mi mayor delicia y mi ms cruel martirio! Escena X INS, SILVERIO. Silverio. (Saliendo precipitadamente por la puerta de la izquierda:) Ins! Ins querida! Eres un ngel! Ins. Silverio! Qu haces? Dios mo! Yo... Silverio. Deja, Ins, que te abrace de rodillas; deja que bese tus plantas; djame pedirte perdn por no haber sabido adivinar que me amabas! Ins. Qu dices? Silverio. Clmate, Ins. Cuando sal de aqu, hace poco, entr en esa pieza por el corredor. (Mostrando hacia la izquierda.) Lo he odo todo desde ah. Ins. Gran Dios! Me he vendido! Silverio. No, Ins, t te has dado a conocer. Bendita sea la hora en que te he conocido, ngel de la bondad! T abogabas por m, contra tus ms ardientes deseos; y ahogando tus lgrimas que caan como una lluvia de espinas sobre tu corazn, no pensabas sino en mi felicidad. Cmo he podido verte sin amarte? He sido un loco, que corra fascinado tras una luz fosfrica, sin reparar en la amorosa luz de tus ojos. No te dir ahora que te amo, Ins querida! T no me lo creeras, porque an resuenan en este lugar palabras de amor dirigidas a otra mujer. Adis. (Vase.) Escena XI INS. Ins Ah, vuelve, vuelve! S, te creo, Silverio! Pero qu tilo que digo? Insensata de m! No pueden sus palabras ser i de la gratitud antes que del amor? Yo s que l no ha de querer engaarme al decir que me ama. Pero cmo he de creer me ama cuando acabo de ser testigo de sus palabras de amor idas a Dorotea? Y yo, que siento en m la conciencia de poder hacer su felicidad, he de dejarlo hundirse en la desgracia sin tenderle una mano, qu sabr mejor que ninguna otra enjugar sus rimas? S, ser al fin feliz amndolo, ante todo el mundo; yo he tenido que ocultar este amor durante tantos aos de martirio!, oh Dios mo!, estoy delirando. (Llora.) Escena XII Doa RUPERTA, INS. RUPERTA. Ins, por qu lloras? INS. Yo, ta? No... RUPERTA. En balde tratas de ocultrmelo: Dorotea me lo ha dicho todo.

INS. Y qu le ha dicho mi prima? RUPERTA. Tu prima? Siempre luciendo el parentesco! Pero mejor sera que trataras de merecerlo, imitando a Dorotea. Crees t que con ser pariente de una persona encumbrada se gana algo, si una no hace nada para elevarse a esa altura! Aun cuando t seas prima de tu prima, ella ser siempre la primera y t la segunda: no lo olvides. INS. Ojal pudiera olvidar, ta, los malos tratamientos que no merezco! RUPERTA. Y todava te crees ms merecedora? Despus de que te tenemos en casa y te damos un abrigo, a la sombra de nuestra familia, y te elevamos a nuestra altura, y te ponemos en contacto con nuestra escogida sociedad; despus de hacer tanto por ti, vienes a decirme en mi cara que te crees ms merecedora? Eres una ingrata y presuntuosa, pues a tu atrevimiento le es dado pensar en el amor de Faustino. INS. Yo, ta? Yo? RUPERTA. S, sobrina, t, t! No debieras ver sino los favores que has recibido en esta casa, para no arrebatarle su novio a Dorotea. INS. Si no pienso en tal cosa, ta de mi alma! RUPERTA. Y aunque lo pensaras, convncete de que eso es una locura. Crees poder competir con mi hija, porque tienes esa carita de mueca inglesa? No, Ins; t ests muy lejos de poseer 749 las distinguidas maneras de tu prima; y esto es lo que ms estiman los mozos de Santiago, como Faustino. Tambin ests- t muy distante de poseer la rica dote de mi hija, y no creas que esto es lo que os mozos de Santiago estiman menos. INS. Ta, tenga la seguridad que yo no me estimo en tan poco para que desee casarme con ese caballero. RUPERTA. No digo yo, pues? Acaso piensas casarte con un prncipe? Escena XIII Dichos, don VICTORIANO. VICTORIANO. As es, Ins; con un prncipe, no. Crele a tu ta, porque ella dice siempre lo justo. INS. Ah, to mo! Usted es bueno, y no puedo dejar de hallar un apoyo en su corazn. (Lo abraza En dnde lo buscar sino en el hermano de mi madre? (Llora) VICTORIANO. No llores, Ins, hija ma! Dime, Ruperta, qu le estabas diciendo a esta pobrecita?... RUPERTA. Le estaba enseando los usos sociales... VICTORIANO. Consulate, Ins: esto no es sino que tu ta te estaba enseando los usos sociales. INS. Yo no quiero un maestro que sea mi verdugo. Acurdese, to, de que mi madre, al morir, me dej encargada a su cario de usted... VICTORIANO. Dices bien. Pobre hermana ma! Mira, Ruperta, ensale a Ins los usos sociales, pero no a modo de verdugo. RUPERTA. Yo verdugo? Y te atreves a decirlo, Victoriano! VICTORIANO. Yo no me atrevo, mujer; lo que digo es... RUPERTA. Debieras ver que esta muchacha, criada en los campos, tiene todos los resabios de una provinciana; y si ha de vivir con nosotros, es preciso que bote el pelo de la

dehesa, VICTORIANO. Eso es lo mismo que yo digo. Mira, Ins, es preciso que te quites esos resabios, y que botes el pelo de la..., cmo dijiste, Ruperta? RUPERTA. Oigo pasos... El es, sin duda. (A Ins.) Vete para adentro y dile a tu prima que salga al saln. VICTORIANO. Tal vez ser el escribano, que viene con la escritura para que yo la firme. (Asomndose a la puerta del fondo) Ah, no! Es Manuel. Escena XIV Doa RUPERTA, don VICTORIANO, don MANUEL. MANUEL. S, Victoriano, yo soy, que vengo a preguntar desde cundo... VICTORIANO. Pregntaselo a la Ruperta, Manuel. Yo no s desde cundo... MANUEL. Digo, desde cundo has dejado de ser hombre? VICTORIANO. Yo he dejado de ser hombre? Pregntaselo a la Ruperta.. RUPERTA. Djalo hablar, Victoriano. MANUEL. No eres hombre desde que olvidas tus compromisos, Victoriano. VICTORIANO. Ah! MANUEL. Qu delito ha cometido mi hijo Silverio para que ustedes le nieguen la mano de Dorotea? T has olvidado la palabra empeada; mi hermana Ruperta ha llegado a desconocer los vnculos de la sangre, y el amor de Dorotea se ha convertido en odio. Ah me encontr en la calle con el pobre muchacho, que iba huyendo de esta casa, como un loco. Por qu han alimentado ustedes las esperanzas de mi hijo, si al fin haban de cometer con l tan negra felona? Es as como se conduce una familia honorable? Piensa de este modo alcanzar Dorotea fama de mujer honesta y prudente? Y t, Victoriano, dime si tus padres te ensearon a ser honrado faltando a tu palabra. VICTORIANO. (Aparte. Esto es lo que me sucede por creer siempre a mi mujer!) Mira, Ruperta: bastantes veces te repet que no nos era dado faltar a nuestros antiguos compromisos. RUPERTA. Calla, Victoriano; y t, Manuel, yeme. En primer lugar, no debes admirarte de que Victoriano falte a su palabra, pues, segn los usos admitidos en toda sociedad culta, el padre no puede obligar a su hija a que d su mano a quien no ama sin ser un tirano. VICTORIANO. Ya ves, Manuel, que yo no puedo tiranizar a Dorotea. MANUEL. Yo no pretendo que la tiranices, sino que ejerzan ustedes sobre ella la influencia de padres, para que la muchacha no haga disparates. Y si no, dgame, qu han hecho ustedes para disuadirla de su locura? VICTORIANO. (Aparte. Aqu s que tiene razn Manuel.) Es verdad, Ruperta, que hemos andado un poco ligero en... RUPERTA. Te callars al fin? Cuando se trata de la felicidad de los hijos, toda prontitud es tardanza. Querras t que por andar mirando en detalles, dejramos escapar la oportunidad de establecer ventajosamente a nuestra hija? VICTORIANO. Es evidente, Manuel. Cmo habamos de dejar escapar esta oportunidad? MANUEL. No comprendo. VICTORIANO. Aun cuando no entiendas, hombre, crele a la Ruperta, pues nadie ms que ella entiende en esto de las oportunidades.

RUPERTA. Ahora, por lo que toca al repentino cambio de Dorotea, bien echars de ver, Manuel, que una nia de tan exquisita sensibilidad y criada en tanto regalo, est expuesta a sufrir repentinos trastornos en su corazn. VICTORIANO. (Aparte. Esta mujer es el diablo, Dios me perdone! Tiene razones para todo.) S, Manuel, convncete de que stas son cosas que pasan en Santiago todos los das. MANUEL. Bonita razn! Y qu me importa a m que en Santiago obren as? No es sino que nosotros los provincianos hemos de ser lo mismo que los monos, para andar a la santiaguina, comer, hablar y casar a nuestros hijos a la santiaguina? No somos ac cristianos de veinticinco arriba para que necesitemos ver cmo saludan, cmo bostezan y cmo estornudan all en la capital? Qu te parece, Victoriano? Somos acaso nios para no conocer los pies que nos pisan? Por qu hemos de convertirnos en tteres para que los santiaguinos jueguen con nosotros? VICTORIANO. Eso s que no! Todo podemos ser, pero no tteres. No te parece, Ruperta? Ruperta. Lo que me parece es que t debes or y callar. VICTORIANO. (Aparte.) Esta mujer quiere que yo viva oyendo y callando. RUPERTA. Dime, Manuel, qu cosa ms puesta en razn que imitar en todo y por todo a nuestra capital, que es nuestro centro de civilizacin, de riquezas y de buen gusto? VICTORIANO. (Aparte. Est de Dios que esta mujer tenga razn siempre.) Ya ves, Manuel, que Santiago es nuestro centro... MANUEL. De todo lo bueno y de todo lo malo. Por eso digo que debemos imitarlo en aquello que Dios manda, as como ellos nos deben imitar a nosotros, en lo poco o mucho que tengamos de razonable. VICTORIANO. En cuanto a eso, es claro que Santiago nos debe imitar... RUPERTA. Ests loco, Victoriano? Como puedes dejarte convencer por tales razones? VICTORIANO. No se te d nada, Ruperta; aun cuando Manuel me convenza veinte veces..., mi voto ser siempre tuyo! MANUEL. Pero despus de todo yo quisiera saber cul es el novio por quien Dorotea desprecia a mi hijo. RUPERTA. El novio es nada menos que... VICTORIANO. Djame, Ruperta, que esto me toca responderlo a m, y t, Manuel, nos hallars razn cuando sepas que el novio que pretende a Dorotea es nada menos que nuestro diputado... RUPERTA. Y vas a conocerlo porque aqu viene. Escena XV Dichos, FAUSTINO y el ESCRIBANO. (La escena se divide en dos grupos: hacia la izquierda, don Victoriano y don Manuel hablan en voz baja; y hacia la derecha se ponen doa Ruperto,, Faustino, y el escribano a conferenciar sobre el arreglo de la escritura indicada en el dilogo.) FAUSTINO. Seora, a los pies de usted,.. Seor don Victoriano, aqu trae el seor escribano la escritura hecha, para que usted la lea y la firme. Ruperta. Pase usted para ac, seor Quintalegre. Aqu leeremos la escritura en comit.

VICTORIANO. Dices bien, Ruperta; yo la leer despus. (Se vuelve a donde est don Manuel.) MANUEL. Conque este pjaro es nuestro diputado? VICTORIANO. S, hombre; pero no creas que es un diputado de esos que bota la ola, sino todo un diputado de los de buena ley, de los elegidos por el supremo gobierno. MANUEL. As ser l! VICTORIANO. Un diputado, hombre, de esos que no pierden votacin jams, porque nunca dejan de tener razn: ah tienes al que va a ser mi yerno. MANUEL. Buena pro te haga, Victoriano. Ya tena yo noticias de tal pajarraco. RUPERTA. Aqu falta una cosa, seor escribano... Mire usted; esta palabra debe escribirse con letra mayscula! VICTORIANO. Mira, Manuel, qu mujer tan sabia es tu hermana, no se le escapan ni las comas, y es capaz de ensear a escribir al mismo escribano! MANUEL. Qu escritura es sa? VICTORIANO. Voy a contarte. (Hablan en voz baja.) RUPERTA. Estos dos puntos deben ser punto y coma. ESCRIBANO. Lo pondremos as, seora. (Toma la pluma y escribe.) RUPERTA. S, seor escribano, es preciso cuidar mucho la puntuacin, mire que yo he. visto en Santiago pleitos ruidossimos ocasionados por un punto y coma; no es verdad, seor Quintalegre? FAUSTINO. Y cmo podra dejar de serlo, dicindolo usted, seora ma? VICTORIANO. Pero, hombre de Dios! Por qu te parece tan mal este caballero? Cuando yo te digo que es de los elegidos por el gobierno, y siendo as, claro es que no ser una rana. RUPERTA. Vea, seor escribano; agregue usted esta clausulita que acabo de redactar. ESCRIBANO. Muy bien, seora. (Escribe, mirando el papel que le ha pasado doa Ruperta.) FAUSTINO. (Aparte.) Y es permitido agregar clusulas a la escritura sin consultarme? Qu sera si ya fuese mi suegra? Pero no lo ser, gracias a Dios. VICTORIANO. Te parece que el gobierno es tonto, para que no sepa elegir de lo mejor? Ya ves que yo tambin soy regidor de los elegidos por el gobernador, MANUEL. (Aparte. Quiero conocer de cerca a esta buena alhaja.) Mira, Victoriano, ser bueno que me presentes a l, porque al fin y al cabo ha de ser mi sobrino poltico. VICTORIANO. Ah! Ya saba yo que te habas de dar a la razn. (Se acerca al otro grupo.) Est ya en punto de firmar, seor escribano? ESCRIBANO. En dos minutos mas, seor. VICTORIANO. (Aparte a doa Ruperta.) Oye, mujer, he convencido a Manuel. Quiere amistades con nuestro yerno, es preciso que se lo presentes con todas las formalidades de estilo. RUPERTA. (Aparte a don Victoriano.) Muy bien, dile a Manuel que se acerque. VICTORIANO. (Aparte a don Manuel.) Ven ac, Manuel; Ruperta te presentar: yo no he acertado jams en esto de las presentaciones. RUPERTA. Seor Quintalegre, tengo el honor de presentarle a mi hermano Manuel, to de Dorotea. FAUSTINO. Tanto la cualidad de hermano de usted, seora, como la de to de Doroteta, son ms que suficientes motivos para que el seor don Manuel encuentre en m un amigo de corazn y un servidor decidido.

MANUEL. Mil gracias, seor. Ojal alcance a merecer con mi sincera amistad el honor de la suya. Porque siendo el diputado elegido por este departamento... VICTORIANO. No, Manuel! Mucho ms que eso todava. Ya te he dicho que el seor es elegido por el ministerio! MANUEL. Bah! Por acaso el ministerio es el encargado de elegir por nosotros? VICTORIANO. Qu hombre este sin experiencia del mundo! No es el ministro, sino el seor gobernador el encargado de elegir nuestros diputados. MANUEL. Ah, dices bien! VICTORIANO. (Aparte a Faustino.) Dispnsele, seor, estas inocentadas al pobre Manuel. Es un hombre de provincia, que no est al corriente de los usos de Santiago. MANUEL. Sin duda que ha merecido representarnos en el Congreso, por el mucho conocimiento que tendr de nuestro departamento. FAUSTINO. Es la primera vez que vengo aqu, seor. VICTORIANO. Y qu necesidad tiene el seor Quintalegre de trajinar por todo el departamento para conocerlo de punta a cabo? No ves que este caballero es de la capital, que es donde est el centro, como dice la Ruperta, el centro de..., el centro, en una palabra? MANUEL. Sin embargo, como es preciso conocer prcticamente nuestras localidades, para... RUPERTA. Sabe, Manuel, que una persona educada en Santiago conoce por la geografa las provincias, mucho mejor que todos los provincianos juntos. MANUEL. Pero yo quisiera saber cmo una persona que no ha pisado nuestro departamento puede conocer nuestras necesidades locales. VICTORIANO. Qu cabeza! Las conoce por la geografa, pues, hombre. No parece sino que fueras nio, por las inocentadas que dices. FAUSTINO. Pero ya es tiempo de firmar, don Victoriano. ESCRIBANO. La escritura slo espera la firma. VICTORIANO. Pues, entonces, mano a la obra! Tome usted la pluma, seor don Faustino! FAUSTINO. Srvase usted firmar primero, seor mo. MANUEL. Y Dorotea? En dnde est mi sobrina? No sera bueno, Ruperta, que viniera a presenciar este acto? RUPERTA. Dices bien, hermano mo. (Se acerca a la puerta de la derecha.) Dorotea! Dorotea! Escena XVI Don VICTORIANO, don MANUEL, doa RUPERTA, FAUSTINO, DOROTEA y ESCRIBANO. FAUSTINO. (A Dorotea.) Soy muy feliz, seorita, con haber tenido el placer de verla a usted dos veces en este da. (Habla en voz baja con Dorotea.) RUPERTA. (Sujetando de un brazo a don Victoriano, para que no se acerque a Faustino.) Djalos que hablen un rato a solas, hombre de Dios! VICTORIANO. (Aparte a doa Ruperta.) Y ser bien visto, Ruperta, que sin estar casados todava... ? RUPERTA. (Aparte.) No seas tonto! Djate de esas antiguallas. VICTORIANO Bueno! Bueno! Traiga la pluma, seor escribano, para estampar mi

firma. (Toma la pluma y se prepara a firmar.) Yo necesito de tiempo para esto de firmar. MANUEL. (Aparte a doa Ruperta.) Mira, Ruperta, yo creo que el diputado no desea tanto casarse con Dorotea como obtener el arriendo barato. RUPERTA. (Aparte a don Manuel.) Que no desea casarse, cuando est que se le hace agua la boca por la muchacha? MANUEL (dem.) Pues observa cmo se va a poner plido con lo que voy a decir. (A don Victoriano.) No firmes todava, Victoriano. VICTORIANO. Que no firme cuando llevo ms de la mitad del nombre puesto? MANUEL. Es que quiero hacerte presente una cosa, como tambin al seor Quintalegre. FAUSTINO. Qu cosa, seor don Manuel? MANUEL. Es el caso que, como Victoriano le compr esa hacienda a don Pedro Camus, el cual acaba de quebrar en Concepcin ... VICTORIANO. Y qu tiene que ver la quiebra de don Pedro Camus con esta firma, que ya tengo medio trabajada? Es cierto que le compr la hacienda a don Pedro, y por ms seas, se la pagu en onzas de oro. Si l ha quebrado, peor para sus acreedores. MANUEL. Pero sabes que Camus te vendi una estancia que no le perteneca... FAUSTINO. Cmo es eso? VICTORIANO. No te entiendo, Manuel. MANUEL. Pues, voy a explicrtelo: la hacienda de La Rinconada fue legada, hace setenta aos, por su dueo, al convento de San Francisco; pero, habindose extraviado el testamento, pas el fundo de mano en mano hasta llegar a poder de don Pedro. Ahora ha aparecido el dicho testamento, que yo he visto por mis propios ojos; y el sndico del convento piensa ponerle pleito. Yo les hago esta advertencia, para que despus no haya entre ustedes tropiezo alguno. La buena fe antes de todo. VICTORIANO. Pero ser verdad? MANUEL. Para que veas que es cierto el caso, voy a pedirle al sndico ciertos papeles que lo ponen de manifiesto. RUPERTA. Ve, Manuel; corre, hermano mo! Cmo es que no sabamos esto? MANUEL. Voy corriendo: en un cuarto de hora estoy de vuelta. (Vase.) Escena XVII Dichos, menos MANUEL. ESCRIBANO. Si ello es verdad, como debemos creerlo, desde que el seor Manuel lo ha dicho, parceme, seores, que ustedes no deben firmar hasta examinar bien esos documentos. RUPERTA. As es, seor escribano. Puede usted retirarse; y en cuanto veamos esos papeles... ESCRIBANO. Con el permiso de ustedes, mis seores. (Vase.) Escena XVIII Don VICTORIANO, doa RUPERTA, FAUSTINO, DOROTEA. RUPERTA. (Aparte. Creo que Manuel tiene razn: Faustino se ha impresionado ms de lo que debiera.) Ya que hemos quedado solos y como en familia, voy a decirle a usted una

cosa, seor Quintalegre. FAUSTINO. Hable usted, seora, que nuestro deber es or... VICTORIANO. S; se es nuestro deber. (Aparte. Y callar, adems, como dice la Ruperta.) RUPERTA. Ya mi marido me ha hablado del honor que usted nos hace en pretender la mano de nuestra hija... FAUSTINO. Seora, cuente usted con mi eterna gratitud por haber consentido en mi felicidad... DOROTEA. (Aparte a Faustino.) Y, sin embargo, usted me ha dejado con la palabra en la boca cuando habl mi to. FAUSTINO. Ah! Perdone usted, Doroteta... RUPERTA. Calla, nia. Usted, seor don Faustino, sepa que hemos convenido con Victoriano, desde algunos aos atrs, en dar nuestra hacienda de La Rinconada al esposo de Dorotea, para que trabaje en ella. VICTORIANO (Aparte.) No me acuerdo de ese convenio, pero... RUPERTA. Ahora, ya sea verdad o no la noticia que nos ha dado Manuel, debemos comenzar por... FAUSTINO. Por firmar la escritura? RUPERTA. No, no! FAUSTINO. Es que, si no hubiera nada que temer de ese testamento, podramos arreglar primero el negocio del arriendo, y despus... DOROTEA. Esa es la fuerza de su amor, seor mo? FAUSTINO. Adorada Dorotea, si pienso antes en el arriendo que en nuestra unin es por darte una mayor prueba de mi cario. No ves, hermosa ma, que si comenzara por casarme, poda alguien decir que me haba casado contigo por obtener la estancia? Prefiero el que digan que arriendo el fundo con el fin de acercarme a tu hermosura. RUPERTA. A pesar de eso, seor Quintalegre, no hemos de faltar a lo que hemos convenido con mi esposo, que est presente. VICTORIANO. S, seor! As lo hemos convenido. Y como usted no debe ignorarlo, cuando marido y mujer convienen en una cosa, es preciso... RUPERTA. Primeramente se casar usted y despus recibir la hacienda, pues yo creo que la noticia de Manuel es falsa. VICTORIANO. (Aparte.) Ahora s que entiendo! La Ruperta teme... Esta mujer vale un Per! RUPERTA. (A Faustino.) Usted tiene un cuarto de hora para resolverse. Luego llegar Manuel, y veremos qu crdito merecen sus noticias. Srvase usted aguardarnos aqu mientras tanto. VICTORIANO. Hasta luego, seor don Faustino. (Aparte a doa Ruperta al salir por la puerta de la derecha.) Ah, Ruperta! T sabes ms que Salomn. (Vanse.) Escena XIX FAUSTINO. FAUSTINO. Y se van! Pues, seor, estoy en capilla! ACTO TERCERO

Escena I FAUSTINO. FAUSTINO. Pero quin haba de imaginarse que estos provincianos fuesen capaces de adivinar mis intenciones? Pero cmo, dejar escapar este negocio? Si no estuviera de por medio la seora suegra, nada me costara llevar del cabestro a don Victoriano... Y luego este otro viejo de don Manuel, que ha venido a echar bolas a la raya. De todos modos, seguiremos la farsa, y lo que suene, sonar. Puede ser que don Victoriano caiga en el garlito, a pesar de su maliciosa mujer... Lo importante es seguir enamorando a Dorotea, y su amor me servir de anzuelo para coger este suspirado arriendo... Oh farsa, farsa! T eres la reina del mundo y dictas la ley a todos las hombres. Si la farsa de mi popularidad me ha dado un asiento en el Congreso, por qu la farsa de mi amor no me ha de proporcionar un arriendo productivo? (Saca el reloj.) Pero ya se ha pasado casi el doble del tiempo y doa Ruperta no viene... Estos provincianos andan siempre con el reloj atrasado. Escena II FAUSTINO, don VICTORIANO, doa RUPERTA. RUPERTA. Seor Quintalegre, ha reflexionado usted sobre lo que le conviene hacer? VICTORIANO. Ha reflexionado usted? FAUSTINO. S, seor; ya he tomado mi partido. No firmar la escritura de arriendo. VICTORIANO. Por qu? RUPERTA. Renuncia usted a la mano de nuestra hija? FAUSTINO. Ah, seora! No diga usted eso. Cmo ha de renunciar el hambriento al sabroso manjar que se le presenta? Cmo no ha de querer el ciego la luz para sus ojos? Cmo...? RUPERTA. Y entonces, por qu renuncia usted?... VICTORIANO. S, seor, por qu renuncia? FAUSTINO. Dorotea es la luz de mis ojos, el delicioso manjar de mis apetitos, el abrigo de mi corazn, el delicioso nctar de mi sed. . VICTORIANO. Pues, entonces, arriende usted la Rinconada, y tendr nctar y abrigo y... FAUSTINO. No, seor; he pensado seriamente en este asunto. Si ustedes no estn arrepentidos, si Doroteta sigue correspondiendo a mi amor, ser su esposo; pero no puedo obligarme a tomar la estancia en arriendo, ni cosa parecida. VICTORIANO. Lo siento, seor, porque como yo estoy ya viejo, quera separarme de los trabajos del campo y darle la estancia al marido de mi hija, por un canon bajo.. FAUSTINO. Pero es el caso, seor, que yo no soy hecho para vivir en el campo; y si Dorotea quiere seguirme a Santiago... RUPERTA. Lo seguir, amigo mo, lo seguir a usted hasta el mismo Pars y Londres, si quiere, porque no hay nia ms dcil y condescendiente que mi hija. FAUSTINO. Pues, entonces, ponga en conocimiento de su preciosa hija mi ltima resolucin. RUPERTA. As lo har; pero como esta muchacha es tan sentimental, no extrao que desee la realizacin...

FAUSTINO. Del dulce vnculo? Hoy mismo, si ustedes quieren. VICTORIANO. Hoy? Pero si no se ha arreglado nada todava. FAUSTINO. Entonces maana u otro da... RUPERTA. Mientras ms pronto se hagan estas cosas, tanto menos sufre el honor de las nias. VICTORIANO. Y ser bien visto, mujer, que as tan de repente . ? RUPERTA. Si t supieras lo rpido que se arreglan en Santiago los asuntos amorosos. All en los antiguos todo era traba para el sagrado nudo; pero hoy se ata con todas las facilidades que el siglo presenta. No le parece a usted, amigo Quinta-legre? FAUSTINO. S, seora; estoy dispuesto para que hoy mismo el seor cura me d el derecho de llamarme hijo de usted. Ahora permtame ir a disponerme como conviene. RUPERTA. Muy bien. Vaya usted, hijo mo, y Dorotea cumplir con su deber como nia sumisa. FAUSTINO. (Aparte) Pero cmo me llevo al viejo a la escribana? RUPERTA. T, Victoriano, debes ir al momento a decirle al cura que deseo hablar con l. FAUSTINO. (A don Victoriano.) Sale usted? Pues tendr el gusto de andar algn trecho con mi seor suegro. VICTORIANO. Que me place! Vamos, amigo mo. (Vanse) Escena III Doa RUPERTA. RUPERTA. Se har hoy mismo! A m me gusta la rapidez en estos asuntos. Escena IV Doa RUPERTA, DOROTEA. DOROTEA. (Llorando.) Mam, mam! Estoy muerta. RUPERTA. Ah, nia! Qu tienes? DOROTEA. Mam de mi vida! No s cmo decirle lo que he visto. Soy muy desgraciada! RUPERTA. Pero me dirs al fin qu significa ese llanto? DOROTEA. Ese llanto significa que yo soy muy infeliz... Lo he visto por mis propios ojos. RUPERTA. Qu has visto, por Dios? DOROTEA. Voy a decirle: ha de saber que por la ventana del cuarto de mi pap estaba ahora hablando Ins con el traidor de Silverio. RUPERTA. Ins? DOROTEA. Ella era. La vi con estos ojos! En la calle estaba Silverio... Es un desleal, un traidor..., y despus de haberme jurado que no amara nunca sino a su Dorotea! Estoy segura que le juraba a Ins un amor eterno. Lo aborrezco, mam, lo aborrezco... Y crea usted en el amor de los hombres! (Llora.) Ah, soy muy... des.. .gra.. .cia.. .a...daaaa! RUPERTA. Qu muchacha tan sentimental! Clmate, nia, y acurdate slo de tu nuevo y nico amor. DOROTEA. Faustino? _ RUPERTA. S, porque est dispuesto a ser tu esposo cuando t lo determines. . DOROTEA. Ah, no, mam, no, por Dios!... Si he de decirle la verdad, Faustino ha comenzado ya a disgustarme.

RUPERTA. Tan pronto, y cuando an no te has casado con l? DOROTEA. Yo no s lo que me pasa, mam. Soy muy desgraciada! Desde que he sido testigo de la falsa de Silverio, ya no me acuerdo de Faustino... Y luego que ste es un descorts... RUPERTA. Por qu dices eso, nia, cuando Quintalegre es la cortesa personificada? DOROTEA. Mire usted: cuando l sali de aqu con mi pap, yo estaba en la esquina del corredor... El me vio, sin duda, pero pas de largo sin saludarme. RUPERTA. No te vera. DOROTEA. Pues, mal hecho que no me haya visto,. Cuando yo me puse all para que me viera al pasar. Jams me haba sucedido esto con un hombre! RUP E R T A. Perdnale, Dorotea, esa pequea distraccin, que cuando sea tu marido... DOROTEA. Las har mayores. Usted misma me ha dicho que los hombres comienzan por pequeas distracciones y concluyen con distracciones mayores... Usted puede perdonarlo, pero no yo, que voy a casarme con l. Una y otra vez tos para llamarle la atencin; pero l pas como si tal cosa; y slo tena palabras para mi pap... RUPERTA. Qu le deca a Victoriano? DOROTEA. Le hablaba del arriendo de La Rinconada. RUPERTA. Ah! Quin sabe si ha llevado a Victoriano a la escribana... DOROTEA. Le aseguro, mam, que ahora siento haber despedido a Silverio. RUPERTA. Y como mi pobre Victoriano es un bendito, habr firmado la escritura. DOROTEA. Ah, mam! Usted no me comprende. RUPERTA. S, te comprendo, hija; pero... DOROTEA. Yo quiero hablar con Silverio! RUPERTA.Para qu? DOROTEA. Para echarle en cara su falsa. Es menester que usted reprenda a Ins. Ambos se han estado burlando de las dos, durante todo este tiempo. (Se asoma a la puerta de la derecha). Ins! Ins! Escena, V Dichos, INS. INS. Aqu estoy, Dorotea. DOROTEA. Mi mam quiere preguntarte sobre qu hablabas con Silverio por la ventana. INS. No s con qu derecho puede hacrseme una pregunta que envuelve una verdadera reconvencin. Ruperta. Te has olvidado, Ins, de que yo, como la seora de la casa, tengo el derecho y aun el deber de velar sobre tus acciones? Crees que he de consentir nada contra el decoro?... INS, Yo no he cometido, ta, ninguna accin indecorosa. RUPERTA. Y te parece honesta la conducta de una muchacha soltera que se pone a conversar por la ventana con los mozos que pasan por la calle? INS. Yo no s por qu en m es malo lo mismo que he visto muchas veces hacer a mi prima, sin que nadie le dijera una palabra. RUPERTA. Es que Dorotea lo haca con mi permiso... DOROTEA. Porque Silverio era mi novio. 761 INS. Pues, entonces, yo no he hecho mal en hablar con Sil-verio por la ventana. RUPERTA. Qu dices? INS. Porque Silverio es mi novio. DO-IOTEA. Ah, y te atreves a decirlo!

RUPERTA. i Desvergonzada! INS. Como no es ningn delito... DOROTEA. Embustero, infiel! Me engaaba... INS. Eres injusta, Dorotea. Silverio te amaba... DOROTEA, Y me ama todava... Entiendes? Me ama! INS. Creo que no, Dorotea. RUPERTA. Qu atrevimiento! DOROTEA. Tan segura ests del amor de tu Silverio? Pues, yo te juro que no te casars con l. Mam! Yo quiero ver a Silverio. Envelo a buscar al momento... Yo quiero echarle en cara su deslealtad... Quiero que me diga si es a m a quien ha amado... Quiero ver qu cara pone el fementido... INS. Clmate, Dorotea; yo misma enviar a llamar a Silverio. DOROTEA. Retrate de mi, alma de Can! Me arrepiento de haberte llamado prima hasta el presente... Mam, mam de mi corazn, yo me muero! (Cae desmayada.) RUPERTA. (Sosteniendo a Dorotea.) Mira tu obra, malvada! INS. (Rociando con agua a Dorotea.) Yo no tengo nada que reprocharme, ta. RUPERTA. Nada! As fue la educacin que recibiste? Ah, si t hubieras sido criada y educada, como mi hija, por una madre severa y cristiana! INS. (Con viveza.) Seora! Hasta aqu he sufrido sus insultos, porque yo sola era el objeto de ellos; pero desde que usted se atreve a insultar la memoria de mi madre... RUPERTA. Qu dices? INS. Si hay algn nombre que no se puede pronunciar sin veneracin, es el de mi santa madre! Adis, seora, y t Dorotea, adis. (Se encamina hacia la puerta del fondo.) DOROTEA. Detngala, mam! Mire que se va a la casa de mi to Manuel! RUPERTA. Te prohbo que salgas de aqu! INS. Te engaas, Dorotea. Yo voy a ver a mi to Victoriano, para rogarle que me busque una casa en donde vivir; porque en sta no puedo estar ni una hora ms. Prefiero servir de criada en cualquiera otra casa del pueblo. (Al tiempo de salir Ins, aparecen en la puerta don Manuel y don Victoriano.) Escena VI Don VICTORIANO, don MANUEL, doa RUPERTA, DOROTEA, INS. VICTORIANO. Ruperta! Sabes lo que ha pasado, mujer? Ja, ja, ja! Por qu lloras, Dorotea? Manuel les contar el caso. Y t. Ins, qu tienes? Si es para rer, ja, ja, ja! R u p E R T A. Tanto hablar para no decir nada. Qu ha sido eso, Manuel? MANUEL. Voy a decirte. Cuando yo me volva, despus de haber hablado con e sindico. VICTORIANO. Figrate, Ruperta, que como posee don Faustino el don de la palabra, me llevaba sumamente entretenido, por esa calle abajo, cuando al enfrentar la oficina del escribano, me propuso entrar a descansar. Entramos y, sin saber cmo, me vi con la escritura enfrente. RUPERTA. Lo deca yo! Y firmaste? VICTORIANO. Alcanc a concluir y reteir bien el nombre y a comenzar el apellido, pero a ese tiempo entr Manuel y..., ja, ja, ja! Cuntales t, hombre, la cosa. MANUEL. Afortunadamente entr yo y, al ver a Victoriano escribiendo, le pregunt:

"Est firmando esa escritura, hombre de Dios? No echas de ver a lo que te expones realizando tan de repente este contrato?" VICTORIANO. Estas palabras me recordaron el compromiso que tenemos con la Ruperta, y volv atrs al momento... Quiero decir que no pas adelante, que es lo que yo llamo volver atrs; y la firma qued hasta poco ms all de la mayscula del apellido. RUPERTA. Pero, hombre de Dios! Cuanto te encargu expresamente que no firmases! VICTORIANO. As fue: confieso mi pecado; pero como el diputadito es de los que se entran por el ojo de una aguja, no extraes que casi me haya hecho caer en el garlito.(*) RUPERTA. Mala espina me da el tal diputado. DOROTEA. Por qu, mam? RUPERTA. Porque me jur que no se interesara en el arriendo, y ahora veo que me ha engaado. DOROTEA. Si, cumplir lo mismo todos sus juramentos. VICTORIANO. Eso s que no! Es un hombre de pro, como de los escogidos por el gobierno para representarnos! MANUEL. Hombre de pro, dices, y olvida su palabra por hacer el negocio? VICTORIANO. Vaya, Manuel, que eres inocente! Te parece que porque el gobierno nos ha elegido, hemos de dejar de hacer nuestros negocios? RUPERTA. Calla, Victoriano. Y t, Manuel, traes ese testamento? MANUEL. No pude ver al sndico, pero luego hablar con l. Voy a buscarlo a casa de una amiga en donde yo s que se halla. DOROTEA. To, no se vaya usted todava. VICTORIANO. Yo voy a verme con el seor cura. RUPERTA. T no saldrs en todo el da de aqu, Victoriano. VICTORIANO. Y por qu razn? RUPERTA. ...por el bien de tu hija. VICTORIANO. No comprendo... RUPERTA. Despus lo entenders. VICTORIANO. Vaya que sea! (Aparte. Siempre vengo a entender despus estas cosas.) DOROTEA. To Manuel, yo quiero hablar con Silverio, al momento. VICTORIANO. (Aparte.) En la municipalidad me pasa lo mismo: despus de las votaciones es cuando vengo a comprender bien la materia. MANUEL. Y para qu quieres hablar con mi hijo, Dorotea, despus de lo que has hecho con l? VICTORIANO. Lo mismo digo yo. DOROTEA. He sido dura con mi primo, y yo quisiera desenojarlo. MANUEL. Pero Silverio no vendr mientras no vea letra de Dorotea. DOROTEA. Entonces voy a escribirle. (Se sienta a escribir.) VICTORIANO. Mira, nia, lo que haces! Y si Quintalegre sabe que andas escribiendo cartitas a tus antiguos pretendientes? RUPERTA. Aun cuando lo sepa, qu tiene eso de malo? Te parece que Faustino es un hombre sin mundo, para que se aflija por billete ms o menos? Un joven de Santiago! VICTORIANO. Ah! Conque as se usa por aquellos mundos? RUPERTA. Escribe, Dorotea. VICTORIANO. (Aparte) Estos usos sociales! Hay algunos que no comprendo. DOROTEA. (Entregando un papel plegado a don Manuel.) To, entregue este papelito a Silverio.

MANUEL. Voy, sobrina ma, (Vase.)(*) En sentido figurado el Diccionario de la Real Academia de la Lengua le otorga, tambin, la acepcin de celada y asechanza, que es el verdadero sentido con el que sola utilizarse o se utiliza todava esta locucin. Caer en el garlito Esta locucin, cada en desuso, proviene del lenguaje de los pescadores. Su significado es el de verse atrapado por algn engao o trampa y su procedencia alude al nombre de garlito, que es una especie de nasa o ingenio para pescar, a modo de buitrn, que es otro arte de pesca formado por dos conos de red concntricos.

Escena VII Dichos, menos don MANUEL. INS. Ahora, to, yo tengo que hablar con usted. VICTORIANO. Qu quieres, Ins? RUPERTA. (A Ins.) Sal de aqu, muchacha sin pudor! VICTORIANO. Vete a m cuarto, Ins. Yo ir all luego, y t me dirs lo que desees. INS. All lo espero, to. (Vase.) Escena VIII Don VICTORIANO, doa RUPERTA, DOROTEA. RUPERTA. Qu idea! (Aparte a Dorotea.) Ve, nia, al cuarto, y cuando entre Ins, cierra la puerta, y trteme la llave. DOROTEA. Voy, mam. (Vase.) Escena IX Dichos, menos DOROTEA. VICTORIANO. Mira, Ruperta: sabes que me est haciendo cosquillas una cosa aqu adentro? RUPERTA. Qu cosa es sa? VICTORIANO. Yo tambin he sido joven, Ruperta, y me acuerdo muy bien de aquellos tiempos, cuando te pretenda. RUPERTA. Qu quieres decir con eso? VICTORIANO. Que si yo subiese sabido que t andabas con esquelitas a otro... RUPERTA. Todava no te convences, hombre, de que stos son usos admitidos en la alta sociedad? VICTORIANO. Si, estoy convencido, Ruperta. RUPERTA. Es que una mujer no sabe cul es el verdadero novio sino despus de puestas las bendiciones. VICTORIANO. Eso tambin es cierto. No haba cado en ello! RUPERTA. Antes de las bendiciones, todos los novios son falsos, y te aseguro que Dorotea ha hecho bien en querer desagraviar a Silverio. VICTORIANO, Pero ahora que la muchacha est a pique de casarse con Quintalegre,

qu le importa estar bien o mal con Silverio? RUPERTA. Importa mucho, hombre! Te parece que una nia bien educada rompe del todo con sus antiguos pretendientes, slo porque va a casarse con el ms moderno? No, Victoriano: esto no es cordura, y te confieso que hemos andado bien imprudentes en echar con cajas destempladas a Silverio. Una nia que estima en algo su porvenir no debe hacer esto con sus novios, sino tenerlos en suspenso, y como si dijramos a medio amor o a cuarto de amor, segn sus mritos. VICTORIANO. Ya, ya! RUPERTA. Porque bien puede fallar el que posee el amor entero, y entonces, vienen a suplir la falta esas otras fracciones de amor que quedan como reservas. VICTORIANO. Conque Dorotea quiere ahora desenojar a Oliverio para tenerlo de reserva? RUPERTA. Eso es. Escena X Don VICTORIANO, doa RUPERTA, DOROTEA. DOROTEA. (Aparte a doa Ruperto, entregndole la llave) Aqu est la lave, mam. La he dejado encerrada. RUPERTA. Muy bien. (A don Victoriano.) Ahora es preciso que sepas que Ins ha tenido el atrevimiento de decirme en mi cara palabras insultantes. VICTORIANO. Ella? Pero si es una paloma sin hil la pobrecita! RUPERTA. T no la conoces, Victoriano. Dorotea se ha desmayado al or a su prima. VICTORIANO. Es que Dorotea ha adquirido la costumbre de desmayarse por cualquier cosa... DOROTEA. Ah, pap, usted no me ama! VICTORIANO. Por qu razn dices eso, Dorotea? Porque no creo en los desmayos de mujeres? RUPERTA. Calla, hombre sin nervios! DOROTEA. Ah, pap, si usted tuviera mis nervios! RUPERTA. Ahora es menester que te convenzas... VICTORIANO. De que no tengo nervios? RUPERTA. ...de que no debes hablar con Ins. VICTORIANO. Y se me haba olvidado! Voy al cuarto. RUPERTA. Es intil, tengo aqu la llave. VICTORIANO. Qu quiere decir eso, Ruperta? RUPERTA, Que la tengo encerrada, porque es preciso castigar de algn modo su atrevimiento. VICTORIANO. Ruperta, por qu has hecho eso con esa pobre nia? DOROTEA. Pobre nia! Pap, usted no ama a su hija. Me voy. VICTORIANO. Qu muchacha! Ven ac, Dorotea. Si te quiero mucho! DOROTEA. (Al salir por la puerta de la derecha.) No, no! Me voy de aqu! (Vase.) Escena XI Dichos, menos DOROTEA.

RUPERTA. No ves, Victoriano, de lo que es capaz un hombre desnaturalizado como t? VICTORIANO. Yo, desnaturalizado? Y por qu? RUPERTA. Porque manifiestas interesarte por tu sobrina delante de tu hija, que, como te he dicho, es tan delicada... Pero doblemos esta hoja y hablemos de otra cosa. VICTORIANO. Dices bien, Ruperta. Hablemos de otra cosa. R U P E R T A. Por supuesto que no has visto al cura. VICTORIANO. As ha sido, porque como me sucedi aquello de la oficina..., pero puedo ir al momento. RUPERTA. No quisiera dejarte ir solo, Victoriano. VICTORIANO. Crees que tengo miedo? RUPERTA. No, soy yo la que tengo miedo de ti. VICTORIANO. De cunto ac has comenzado a tenerme miedo, Ruperta? RPERTA. Quiero decir que temo el que vayas a cometer otro disparate. VICTORIANO. Acabramos! Tal vez tienes razn en decir eso, despus de lo sucedido. Pero ahora te prometo irme derecho a la parroquia. (Vase.) Escena XII Doa RUPERTA, DOROTEA. DOROTEA. (Entrando por la puerta de la derecha.) Mam, mam, qu gusto! RUPERTA. Qu hay, nia? DOROTEA. Que Silverio me ha contestado. Lea usted la carta. RUPERTA. (Toma la carta que Dorotea le pasa y lee.) "Mil gracias, querida Dorotea, por haberme devuelto tu amor. Pronto estar contigo, para manifestarte los sentimientos de mi corazn, tan enamorado como sincero." DOROTEA. Qu le parece, mam? Podr querer a Ins cuando me dice eso a m? RUPERTA. Silverio sigue amndote, y sera peligroso el que se encontrase aqu con Faustino. DOROTEA. Pues eso es lo que yo deseo. No ve usted que una vez que Faustino se aperciba del amor que Silverio me tiene, se apresurar... RUPERTA. Ya entiendo. DOROTEA. Y adems, quiero ver aqu a Silverio, para que Ins se convenza de que no la ama. Dme la llave, mam. Voy a dar libertad a mi prima, para que venga a leer esta carta. RUPERTA. No, no, yo ir. (Vase.) Escena XIII DOROTEA. DOROTEA. Yo no s lo que por m pasa. Yo no quiero casarme con Silverio y sin embargo tengo celos de Ins. Amar por acaso a mi primo? Si amar tal vez a los dos! Dios mo! Pueden caber dos amores en un solo corazn? Hay aqu un misterio que yo no comprendo. Gran Dios, por qu no nos es dado comprender lo que pasa en nuestro

corazn..., aqu, dentro de nosotros mismos? (Mirando por la puerta del fondo.) Aqu viene mi mam con Ins... Jams cre que pudiera aborrecer tanto a mi prima! Escena XIV Doa RUPERTA, DOROTEA, INS. INS. De todos modos, ta, la accin de Dorotea es indigna. RTJPERTA. No digo que Dorotea ha hecho esto por orden ma? INS. Eso no quiere decir otra cosa, ta, sino que hay mujeres que obran a veces como chiquillas. DOROTEA. Hablas tan resueltamente, porque te crees amada. (Le pasa la carta de Silverio.) Lee ese papel... y en l vers si es a ti a quien Silverio prefiere. INS. (Leyendo.) Dios mo! Qu he hecho para merecer este engao? RUPERTA. Qu has hecho? Ser menos digna que tu prima para merecer el amor de mi sobrino. DOROTEA. Convncete, Ins, de que Silverio no puede amar a otra que a m! INS. No seas cruel, Dorotea! DOROTEA. S! A m! Yo lo he visto suspirar por mi amor durante aos enteros. INS. Dorotea! Por Dios! DOROTEA. T has sido testigo de su constancia. Cmo puedes creer que su corazn haya cambiado en dos horas? INS. Dios mo! Es verdad! (Aparte. Ah, dicha de un momento!) DOROTEA. Todo cuanto ha podido decirte es falso. INS. Por piedad, prima ma! Por piedad! DOROTEA. (Aparte.) Estoy vengada! (Vase Ins.) Escena XV Doa RUPERTA, FAUSTINO, DOROTEA. FAUSTINO. A los pies de usted, seora..., y usted, Doroteta, permtame estrechar su encantadora' mano. RUPERTA. Tena deseos de verlo, seor Quintalegre. DOROTEA. Y yo tambin. FAUSTINO. Oh, eso es para m una felicidad que casi no me atreva a esperar! 768 RUPERTA. Deseaba preguntarle si usted me dijo que ya no se interesaba por el arriendo. DOROTEA. Y que slo aspiraba a... FAUSTINO. A la mano de usted? As lo dije. DOROTEA. Sin embargo, usted ha pasado cerca de m sin mirarme. FAUSTINO. Eso he hecho? Tal vez porque he tenido la desgracia de no verla. DOROTEA. El amor verdadero adivina cuando no ve. RUPERTA. Y adems ha tratado usted de sorprender a mi marido. FAUSTINO. Las apariencias me condenan; pero igame usted, seora. Repito ahora lo que dije antes: yo no pretendo entrar en otros negocios que en los de mi corazn, cramelo, Doroteta. Pero al salir de aqu me acord de que mi hermano Tristn deseaba venirse a

trabajar en una hacienda del sur, y se lo dije a don Victoriano. El entonces acept la idea de firmar la escritura, poniendo el nombre de mi hermano en lugar del mo. RUPERTA. Ah! FAUSTINO. Y cuando estaba el caballero poniendo su firma, entr don Manuel. RUPERTA. Ya Manuel me ha contado eso. FAUSTINO. (Saca un papel del bolsillo.) Aqu tienen ustedes la contestacin telegrfica de mi hermano, en la cual me dice que por el correo me enviar su poder para que yo firme por l esta escritura. RUPERTA. Pero ya sabe usted que no pensamos poner la hacienda en otras manos que en las del esposo de Dorotea. FAUSTINO. Entonces, me resuelvo a tomar el fundo. El amor de Doroteta me da valor para esto y mucho ms. RUPERTA. Muy bien. Pronto tendr el placer de poderlo llamar hijo mo. DOROTEA. (Tapndose la cara con las manos.) Ah, mam! (Aparte. Por qu no llegar Silverio?) RUPERTA. He mandado buscar al cura; y l nos dir si puede Quedar arreglado el asunto esta noche. FAUSTINO. (Aparte. La seora suegra anda al vapor.) Sin embargo, seora, yo quisiera hacer a usted una observacin. RUPERTA. La escucho, amigo mo. DOROTEA. (Se oye ruido afuera.) (Aparte. Es Silverio!) (Se asoma a la puerta del fondo.) Ah! Es mi pap! Escena XVI Dichos, don VICTORIANO y don MANUEL. VICTORIANO. Estaba usted aqu, don Faustino? FAUSTINO. S, seor. VICTORIANO. Tanto mejor. RUPERTA. (A don Manuel.) Trajiste esos papeles? MANUEL. No quiso prestrmelos el sindico; y tuvo razn para ello. VICTORIANO. Ya te he dicho, Manuel, que todo eso debe ser ilusin de tus sentidos. RUPERTA. Pues yo voy creyendo lo mismo. (Aparte a don Victoriano.) Hablaste con el cura? VICTORIANO. (Aparte a doa Ruperto.) S, mujer; y me dijo que todo s arreglara hoy. FAUSTINO. Qu cosa, seor? VICTORIANO. Lo del matrimonio, pues, amigo. Este prroco es un sacerdote muy activo! FAUSTINO. Pues a pesar de mi justa impaciencia, debo prevenir a ustedes que an no he tenido tiempo de prepararme de una manera conveniente. Escena XVII Doa RUPERTA, FAUSTINO, don VICTORIANO, un RECEPTOR con unos papeles en la mano.

VICTORIANO. (Al receptor.) Qu se le ofrece a usted? RECEPTOR. Vengo a darle una notificacin al seor don Victoriano Siempreviva. VICTORIANO. Yo soy. Sobre qu es la notificacin? RECEPTOR. Es una demanda del sndico del convento de San Francisco. VICTORIANO. Sobre mi estancia de La Rinconada? RECEPTOR. Creo que s, seor. Impngase usted de la demanda. (Le pasa los papeles.) MANUEL. (A Faustino, mientras don Victoriano y doa Ruperta leen los papeles.) Pues ahora vengo a caer en la razn por qu el sndico me negaba el testamento. FAUSTINO. (Aparte. Se broce la mina!) RUPERTA. Mira, Manuel, lo que nos decas era verdad. MANUEL. Y lo dudabas t? DOROTEA. Qu es eso, mam? RUPERTA. Que nos quieren quitar la hacienda, hija ma! Pero sostendremos el pleito. VICTORIANO. (Pasando los papeles a don Manuel.) Yo no entiendo palabra de estas cosas, Manuel. MANUEL. (Leyendo.) La demanda est en regla y se funda en el testamento, cuya copia se acompaa. RUPERTA. Contestaremos esa demanda! VICTORIANO. Voy a verme con un abogado! RUPERTA. Para qu necesitamos abogado, cuando podemos decir que ya tenemos uno en la familia? No es verdad, seor Faustino? FAUSTINO. Es verdad que soy abogado; pero hace ya tanto tiempo que no defiendo. Seora, en cuanto yo vuelva de Santiago. MANUEL. (A Faustino.) Y piensa usted marcharse, ahora que sus ilustrados consejos le son tan necesarios a mi cuado? FAUSTINO. Es un asunto urgente, seor... Manuel. (Aparte a doa Ruperta.) Mira como el novio se ha arrepentido porque se le agu el negocio. RUPERTA. (Aparte a don Manuel.) Lo he conocido al momento, (dem a Dorotea.) Antes de que l te desprecie, adelntatele, nia. DOROTEA. Seor don Faustino, puesto que usted tiene necesidad de ir luego a Santiago, le deseamos tanta felicidad por all, que no se acuerde usted ya ms de este pueblo. FAUSTINO. (Aparte. Gracias a Dios que ella misma me saca del apuro!) Comprendo, seorita... Viniendo de usted, hasta las calabazas son sabrosas. RUPERTA. Para que usted vea que tambin aqu se saben dar como en Santiago. FAUSTINO. Ahora slo falta manifestar mi gratitud a Dorotea. DOROTEA. Su gratitud? Luego usted deseaba deshacerse de este compromiso? Oree usted que yo estaba tan deseosa de casarme? Pues sepa usted que no es el primero a quien desprecio! FAUSTINO. Ojal no sea el ltimo, seorita! DOROTEA. Y advierta que si quisiera casarme, podra hacerlo en este mismo instante... To Manuel, por qu no ha venido Silverio? Escena XVIII Dichos, SILVERIO, despus INS, acercndose a SILVERIO, sin ser notada.

SILVERIO. Aqu estoy, mi querida prima. Estaba ah en el corredor y dudaba de si deba entrar. DOROTEA. Y cmo has podido dudar, primo mo, cuando yo misma te he llamado? RUPERTA. (Aparte a don Victoriano.) Mira si es conveniente tener un novio de reserva! DOROTEA. Te he llamado, Silverio, para pedirte que me perdones y para decirte que te amo ms que nunca. FAUSTINO. (A media voz.) Ah! No me acordaba de que tenamos primito de por medio. SILVERIO. Nada tengo que perdonarte, Dorotea. Slo tengo que agradecerte, y en cuanto al cario de que me hablas, sabr corresponder a l como merece. INS. Dios mo! DOROTEA. Mire usted, seor Quintalegre, si yo deca la verdad. FAUSTINO. Ah, seorita! Hasta en esto se parece este pueblo a la capital. R u P E R T A. Acabemos esto. Sobrino, abraza a tu esposa. SILVERIO. Agradezco a usted, ta ma, el permiso que me da, y del cual quiero aprovecharme. (Vulvese hacia Ins y la abraza.) Ins ma! INS. Gracias, Dios mo. (Abraza a Silverio.) DOROTEA. Traicin! RUPERTA. Estoy soando? FAUSTINO. Caracoles! Esto es an mejor que en Santiago. VICTORIANO. Pues yo no entiendo palabra de lo que estoy viendo y oyendo. MANUEL. Qu significa esto, Silverio? SILVERIO. Esto significa, padre mo, que yo amo a Ins con delirio, desde que la coquetera de Dorotea me ha curado hoy de la locura de amarla a ella. DOROTEA. Ay, yo me muero! Mam! SILVERIO. Por eso te dije, Dorotea, que no slo te perdonaba, sino que te agradeca lo que habas hecho conmigo. MANUEL. Y t, Ins? INS. Yo, seor, he amado a Silverio desde que tuve la dicha de conocerlo. SILVERIO. Y ha sufrido en silencio seis aos de martirio. Hoy mismo la he odo, padre mo, rogar a Dorotea que no me rechazase. MANUEL. (Abrazando a Ins.) Ven ac, hija ma! INS. Padre mo! MANUEL. Amala, Silverio, como ella se merece. Pero por qu no me abriste tu corazn? As me habras ahorrado el tener que hacer una farsa. FAUSTINO. Qu farsa es sa, seor? MANUEL. La de esta demanda y ese testamento que he tenido que inventar. FAUSTINO. (A don Manuel.) Entonces la historia del testamento es falsa? MANUEL. No es ms que invencin ma, como esta demanda. FAUSTINO. Ah! MANUEL. Para que usted vea que aqu sabemos inventar comedias como en Santiago. (Toma los papeles y los hace pedazos y los pone en las manos de Faustino.) FAUSTINO. (Va a la puerta del fondo.) Picaros provincianos, me quitaron un negocio de las manos! (Arroja los papeles al viento y vase.)