comenzar desde niños · comenzar desde niños dres a veces contribuyen a descui-dar este aspecto...

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Por Rodolfo Bianciotti 17 Comenzar desde niños dres a veces contribuyen a descui- dar este aspecto tan importante de la educación de los hijos. Pero vayamos a algunos ejem- plos prácticos. Cuando una mamá tiene a su hijo en brazos y le dice, por ejemplo: «Dale un besito a la Virgen» o «Tírale un besito a Je- sús», está educando al niño en los valores religiosos. Naturalmente que todavía el niño a esa edad no es totalmente consciente de quién es Jesús o quién es la Inmaculada, pero va asimilando poco a poco que eso que hace es bueno; que le gusta a la mamá; que sus herma- nitos también lo hacen, etc. De allí que sea muy importan- te que desde pequeños los niños sean llevados a la Iglesia y parti- cipen de la Misa y de otras cere- monias religiosas, aunque jueguen y griten o hagan monerías que dis- traigan a los otros fieles. Es su mo- do de rezar. Y poco a poco irán a- similando que ir a la Iglesia es un encuentro festivo, familiar, con flores, luces y música, y que hay o- tros chicos que también partici- pan. Si vamos a esperar a que los hijos estén en 5º año para ense- ñarles los valores religiosos y mo- rales, ya llegamos tarde. Debe- mos comenzar desde muy peque- ños, pero sería un trabajo inútil si los hijos o alumnos vieran que sus padres o maestros no son cohe- rentes con lo que enseñan. Quienes tenemos unos años recordamos seguramente cómo, cuando éramos niños, papá o ma- má nos sentaban en sus rodillas an- tes de ir a dormir y nos hacían re- zar algunas jaculatorias y la oración al Ángel de la guarda; o persig- narnos con agua bendita. No son sólo recuerdos sino que estos pe- queños gestos familiares nos han ido formando paulatinamente en la vida espiritual. Recuerdo a un adolescente que vino al seminario a hacer una expe- Nunca apagar la llama En los primeros artículos hemos hablado de los valores que llamamos naturales, como por ejemplo la honestidad, el espíritu de familia, la amistad, la solidaridad, la higiene, etc. Hoy nos proponemos tratar brevemente La formación en los valores religiosos y morales. riencia para ver si su camino era la vida consagrada. En una de nuestras conversaciones me comentó, entu- siasmado, que había estado en la capilla haciendo oración personal. Lo dejé hablar y después le pregun- té cuánto tiempo había estado en oración ante el Santísimo... «¡Co- mo 30 segundos!». Confieso que en un primer momento me des- concertó, pero reaccioné rápida- mente y lo felicité y alenté dicién- dole que, seguramente, más ade- lante podría intentar rezar uno o dos minutos... ¿Por qué cuento este hecho real? Porque nunca debemos apa- gar la llama de los valores por muy pequeña que sea. Para este adoles- cente fue su primera experiencia de estar solo y en silencio frente al Sagrario y para él era realmente una conquista. Se lo debe alentar y proponer algo más. Los valores, entonces, deben ser propuestos ya desde la tierna infancia y después también. Por lo general no se necesitan grandes discursos. Conozco familias que con toda naturalidad a la hora de las comidas hacen la «oración de la mesa» encargando, rotativamente, a cada uno de los niños; los más pequeños lo hacen en forma de versito aprendido en el jardín; los más grandes, de otra manera. Lo mismo dígase de la oración antes de ir a dormir o cuando toda la fa- milia va a la Misa dominical. En cuanto a los valores mora- les, el modo de enseñanza-apren- dizaje es similar, aunque en este caso la intervención de los padres y de los maestros debería ser más explícita. Por ejemplo, enseñando a decir siempre la verdad; a respetar a los demás; a mantener los com- promisos asumidos; el respeto al propio cuerpo; la dignidad de las personas; el respeto a la vida; el perdón, etc., valores todos que de- ben ser vividos incluso en situacio- nes adversas. En otras palabras, la vivencia de los valores religiosos y morales exi- gen «pagar un precio»; un ir contra- corriente aunque implique ser cri- ticados o discriminados. El ejemplo de los santos y el tes- timonio de tantas personas buenas pueden ser un aliciente no sólo pa- ra niños y adolescentes sino, tam- bién, para los adultos, como el caso de aquella madre de Esquel, en 2006, que en pleno juicio se levan- ta, abraza y perdona al asesino de Testimoniar con la vida su hijo. O el de Gianna Beretta Molla, médica pediatra, a la cual du- rante su último embarazo le detec- tan un tumor uterino y ella exige a sus colegas que salven al bebé, dan- do ella su vida por esa nueva vida. Queridos amigos de Milicia Maria- na, ya ven que madres, padres, do- centes, catequistas, consagrados y sacerdotes debemos rezar mu-cho y pedir a la Inmaculada que nos ayu- de y ayude a los niños, a los adoles- centes y a los jóvenes a descubrir y vivir con alegría los valores evan- gélicos. Quién mejor que Ella-que tiene siempre a Jesús en sus brazos y en su corazón-para llevarnos a Él. L 16 Valores para la vida os padres siguen siendo los primeros educadores y formadores en los valo- res, tanto naturales como religio- sos y morales, aunque es verdad que el ritmo de vida actual, las acti- vidades laborales y sociales tan- to de los padres como de las ma-

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Page 1: Comenzar desde niños · Comenzar desde niños dres a veces contribuyen a descui-dar este aspecto tan importante de la educación de los hijos. Pero vayamos a algunos ejem-plos prácticos

Por Rodolfo Bianciotti

17

Comenzardesde niños

dres a veces contribuyen a descui-dar este aspecto tan importante de la educación de los hijos.

Pero vayamos a algunos ejem-plos prácticos. Cuando una mamá tiene a su hijo en brazos y le dice, por ejemplo: «Dale un besito a la Virgen» o «Tírale un besito a Je-sús», está educando al niño en los valores religiosos. Naturalmente que todavía el niño a esa edad no es totalmente consciente de quién es Jesús o quién es la Inmaculada, pero va asimilando poco a poco que eso que hace es bueno; que le gusta a la mamá; que sus herma-nitos también lo hacen, etc.

De allí que sea muy importan-te que desde pequeños los niños sean llevados a la Iglesia y parti-cipen de la Misa y de otras cere-monias religiosas, aunque jueguen y griten o hagan monerías que dis-traigan a los otros fieles. Es su mo-do de rezar. Y poco a poco irán a-similando que ir a la Iglesia es un encuentro festivo, familiar, con flores, luces y música, y que hay o-

tros chicos que también partici-pan. Si vamos a esperar a que los hijos estén en 5º año para ense-ñarles los valores religiosos y mo-rales, ya llegamos tarde. Debe-mos comenzar desde muy peque-ños, pero sería un trabajo inútil si los hijos o alumnos vieran que sus padres o maestros no son cohe-rentes con lo que enseñan.

Quienes tenemos unos años recordamos seguramente cómo, cuando éramos niños, papá o ma-má nos sentaban en sus rodillas an-tes de ir a dormir y nos hacían re-zar algunas jaculatorias y la oración al Ángel de la guarda; o persig-narnos con agua bendita. No son sólo recuerdos sino que estos pe-queños gestos familiares nos han ido formando paulatinamente en la vida espiritual.

Recuerdo a un adolescente que vino al seminario a hacer una expe-

Nunca apagarla llama

En los primeros artículos hemos hablado de los valores que llamamos naturales, como por ejemplo la honestidad, el espíritu de familia, la amistad, la solidaridad, la higiene, etc. Hoy nos proponemos tratar brevemente La formación en los valores religiosos y morales.

riencia para ver si su camino era la vida consagrada. En una de nuestras conversaciones me comentó, entu-siasmado, que había estado en la capilla haciendo oración personal. Lo dejé hablar y después le pregun-té cuánto tiempo había estado en oración ante el Santísimo... «¡Co-mo 30 segundos!». Confieso que en un primer momento me des-concertó, pero reaccioné rápida-mente y lo felicité y alenté dicién-dole que, seguramente, más ade-lante podría intentar rezar uno o dos minutos...

¿Por qué cuento este hecho real? Porque nunca debemos apa-gar la llama de los valores por muy pequeña que sea. Para este adoles-cente fue su primera experiencia de estar solo y en silencio frente al Sagrario y para él era realmente una conquista. Se lo debe alentar y proponer algo más.

Los valores, entonces, deben ser propuestos ya desde la tierna infancia y después también. Por lo general no se necesitan grandes discursos. Conozco familias que con toda naturalidad a la hora de las comidas hacen la «oración de la mesa» encargando, rotativamente, a cada uno de los niños; los más pequeños lo hacen en forma de versito aprendido en el jardín; los más grandes, de otra manera. Lo mismo dígase de la oración antes de ir a dormir o cuando toda la fa-milia va a la Misa dominical.

En cuanto a los valores mora-les, el modo de enseñanza-apren-dizaje es similar, aunque en este caso la intervención de los padres y de los maestros debería ser más explícita. Por ejemplo, enseñando a decir siempre la verdad; a respetar a los demás; a mantener los com-promisos asumidos; el respeto al propio cuerpo; la dignidad de las personas; el respeto a la vida; el perdón, etc., valores todos que de-ben ser vividos incluso en situacio-nes adversas.

En otras palabras, la vivencia de los valores religiosos y morales exi-gen «pagar un precio»; un ir contra-corriente aunque implique ser cri-ticados o discriminados.

El ejemplo de los santos y el tes-timonio de tantas personas buenas pueden ser un aliciente no sólo pa-ra niños y adolescentes sino, tam-bién, para los adultos, como el caso de aquella madre de Esquel, en 2006, que en pleno juicio se levan-ta, abraza y perdona al asesino de

Testimoniar con la vida

su hijo. O el de Gianna Beretta Molla, médica pediatra, a la cual du-rante su último embarazo le detec-tan un tumor uterino y ella exige a sus colegas que salven al bebé, dan-do ella su vida por esa nueva vida.

Queridos amigos de Milicia Maria-na, ya ven que madres, padres, do-centes, catequistas, consagrados y sacerdotes debemos rezar mu-cho y pedir a la Inmaculada que nos ayu-de y ayude a los niños, a los adoles-centes y a los jóvenes a descubrir y vivir con alegría los valores evan-gélicos. Quién mejor que Ella-que tiene siempre a Jesús en sus brazos y en su corazón-para llevarnos a Él.

L

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Valo

res

para

la

vida

os padres siguen siendo los primeros educadores y formadores en los valo-

res, tanto naturales como religio-sos y morales, aunque es verdad que el ritmo de vida actual, las acti-vidades laborales y sociales tan- to de los padres como de las ma-