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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 1 - -www.elalmendro.com [email protected] Miércoles 1 de mayo San José obrero EVANGELIO Mateo 13, 54-58 54 Fue a su tierra y se puso a enseñar en la sinagoga de ellos. La gente decía impresionada: -¿De dónde le vienen a éste ese saber y esos prodigios? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¡Si su madre es María y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas! 56 ¡Si sus hermanas están todas con nosotros! Entonces, ¿de dónde le viene todo eso? 57 y se escandalizaban de él. Jesús les dijo: -Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta. 58 No hizo allí muchas obras potentes por su falta de fe. COMENTARIOS I v. 54: Fue a su tierra y se puso a enseñar en la sinagoga de ellos. Mateo, como Marcos (6,lb-6) no nombra a Nazaret, dice «su tierra» (literalmente: su patria). A diferencia de Marcos, Mateo no llama a Jesús «el carpintero», sino «el hijo del carpintero» (v. 55); también suaviza la frase de Marcos: «no pudo hacer allí ningún prodigio» sustituyéndola por "no hizo allí muchas obras potentes por su falta de fe" (v. 50); Mateo, tampoco dice como Marcos que lo siguieran los discípulos, ni que la escena tuviese lugar en día de sábado. Esta escena de Mateo pone el punto final a la enseñanza de Jesús «en las sinagogas» (4,23; 9,35) y resume la actitud de Israel (v.54: «su tierra / su patria») frente a Jesús al término de su acti- vidad en Galilea. La escena resume la crisis de fe planteada a partir del cap. 11 («dichoso el que no se escandalice de mí», y 13,55). Sus paisanos se escandalizan de él, pero no serán los únicos en hacerlo a lo largo del evangelio. v. 54b-56: La gente decía impresionada: -¿De dónde le vienen a éste ese saber y esos prodi- gios? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¡Si su madre es María y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas! ¡Si sus hermanas están todas con nosotros! Entonces, ¿de dónde le viene todo eso? El tono despectivo («éste») de las preguntas que se hacen los compatriotas de Jesús hace que equivalgan a una negación del sentido profundo de su actividad por parte de sus compatriotas. El hecho de que sea el hijo del carpintero hace dudar de su saber y de sus obras. Al no poderlas atribuir a Dios, sospechan o acusan a Jesús de magia. La gran equivocación es que consideran hijo del carpintero al que es el "hijo de Dios". No descubren en Jesús más de lo que sabían. Viendo no entienden. Israel, juguete de los círculos fariseos, no capta el secreto del reino. II El texto evangélico de la fiesta de San José obrero nos coloca ante la incomprensión de la naturaleza de Jesús por parte de sus compatriotas, debido a la humildad de su origen. Imposibilitados de descubrir al “Dios con nosotros” en la oscuridad de su procedencia familiar, rechazan la Palabra profética.

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Page 1: COMENTARIOS - Editorial El · PDF file55¿No es éste el hijo del carpintero? ... elección entre el reconocimiento del origen divino de los poderes que ... El capítulo 15 del libro

FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 1 - -www.elalmendro.com [email protected] Miércoles 1 de mayo San José obrero EVANGELIO Mateo 13, 54-58 54Fue a su tierra y se puso a enseñar en la sinagoga de ellos. La gente decía impresionada:

-¿De dónde le vienen a éste ese saber y esos prodigios? 55¿No es éste el hijo del carpintero? ¡Si su madre es María y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas! 56¡Si sus hermanas están todas con nosotros! Entonces, ¿de dónde le viene todo eso?

57y se escandalizaban de él. Jesús les dijo: -Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta. 58No hizo allí muchas obras potentes por su falta de fe.

COMENTARIOS I

v. 54: Fue a su tierra y se puso a enseñar en la sinagoga de ellos. Mateo, como Marcos (6,lb-6) no nombra a Nazaret, dice «su tierra» (literalmente: su patria).

A diferencia de Marcos, Mateo no llama a Jesús «el carpintero», sino «el hijo del carpintero» (v. 55); también suaviza la frase de Marcos: «no pudo hacer allí ningún prodigio» sustituyéndola por "no hizo allí muchas obras potentes por su falta de fe" (v. 50); Mateo, tampoco dice como Marcos que lo siguieran los discípulos, ni que la escena tuviese lugar en día de sábado.

Esta escena de Mateo pone el punto final a la enseñanza de Jesús «en las sinagogas» (4,23; 9,35) y resume la actitud de Israel (v.54: «su tierra / su patria») frente a Jesús al término de su acti-vidad en Galilea. La escena resume la crisis de fe planteada a partir del cap. 11 («dichoso el que no se escandalice de mí», y 13,55). Sus paisanos se escandalizan de él, pero no serán los únicos en hacerlo a lo largo del evangelio.

v. 54b-56: La gente decía impresionada: -¿De dónde le vienen a éste ese saber y esos prodi-

gios? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¡Si su madre es María y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas! ¡Si sus hermanas están todas con nosotros! Entonces, ¿de dónde le viene todo eso?

El tono despectivo («éste») de las preguntas que se hacen los compatriotas de Jesús hace que equivalgan a una negación del sentido profundo de su actividad por parte de sus compatriotas. El hecho de que sea el hijo del carpintero hace dudar de su saber y de sus obras. Al no poderlas atribuir a Dios, sospechan o acusan a Jesús de magia. La gran equivocación es que consideran hijo del carpintero al que es el "hijo de Dios". No descubren en Jesús más de lo que sabían. Viendo no entienden. Israel, juguete de los círculos fariseos, no capta el secreto del reino.

II

El texto evangélico de la fiesta de San José obrero nos coloca ante la incomprensión de la naturaleza de Jesús por parte de sus compatriotas, debido a la humildad de su origen. Imposibilitados de descubrir al “Dios con nosotros” en la oscuridad de su procedencia familiar, rechazan la Palabra profética.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 2 - -www.elalmendro.com [email protected]

El pasaje está centrado sobre el sentido que se deben atribuir a los poderes, “milagros” de Jesús que aparecen mencionados dos veces (vv. 54 y 58) y que reaparecen en el episodio siguiente en las palabras de Herodes a sus ayudantes (Mt 14, 2).

Dichos poderes están ligados al “enseñar” de Jesús en la Galilea. Esta es la última vez que se señala con este término el ministerio en aquella región y en adelante sólo se hará mención de esa enseñanza describiendo la actividad de Jesús en Jerusalén (21, 23; 22, 16). Se trata por tanto de la conclusión del “enseñar” de Jesús en la Galilea, que había sido mencionado frecuentemente hasta este momento en los sumarios (4, 23; 5, 2; 7, 29; 9, 35; 11, 1).

Se trata entonces de la actividad de Jesús en su pueblo, tierra o “patria”, mencionada en los vv. 54 y 57. Sus “compatriotas” son colocados ante la elección entre el reconocimiento del origen divino de los poderes que Jesús realiza y su pretendido conocimiento sobre Jesús y su origen familiar. “Asombrados” (v. 54) no pueden conciliar estos dos orígenes que a sus ojos son contradictorios y, por ello, están imposibilitados de dar una respuesta satisfactoria a sus dudas ya que sus prejuicios sobre lo que conocen respecto a Jesús se lo impiden. Dichos prejuicios les llevan a plantear despectivamente la pregunta refiriéndose a Jesús con un triple “éste” : “¿De dónde saca éste”(v. 54)... “¿No es éste el hijo del carpintero?”(v. 55)...”¿De dónde saca éste?” (v. 56b)...

Este tono despectivo que adoptan revela que tienen ya una respuesta negativa sobre el origen divino de Jesús. Ven las credenciales divinas de los “milagros” pero no los entienden, “escandalizados” por la humildad de su núcleo familiar. Sus ideas sobre la grandeza de Dios no se concilian con la dura ley del trabajo a la que está sujeto el padre de Jesús y con la irrelevancia de sus restantes vínculos familiares. El resultado es el “escándalo” que reproduce la historia de la semilla caída en terreno rocoso (Mt 13, 20-21).

Por consiguiente, se revela su ofuscamiento que les impide la aceptación de la Palabra de Dios en la actividad profética de Jesús. La suerte de los profetas del Antiguo Testamento se prolonga en la acogida dispensada del profeta de Nazaret. Los compatriotas se caracterizan por la incredulidad (v. 58) y por el desprecio del profetismo propio de su núcleo más cercano: “Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta” (v. 57).

También hoy las propias convicciones y prejuicios pueden impedirnos la aceptación de los enviados de Dios. Exigiendo de ellos orígenes encumbrados podemos cerrarnos a la comunicación divina que se prefiere actuar en la pequeñez y en la insignificancia.

Ante la conexión de Dios con personas sujetas a trabajos, a veces deshumanizadores, podemos cerrarnos a la comprensión de la acción de Dios y , de esa forma, oponernos a la palabra profética. El texto nos invita a descubrir en dichas personas la presencia del Dios con nosotros, “hijo del carpintero” y cuyos hermanos y hermanas “viven aquí”, a nuestro lado.

El “primero de mayo” tiene una entidad propia, como jornada internacional mundial de la

lucha de los trabajadores, del mundo obrero, por la defensa de sus intereses, los intereses de los pobres. La jornada tiene su origen en las huelgas de Chicago a principios del siglo XX en la lucha por la jornada de las ocho horas. Paradójica y significativamente, en Chicago, una pequeña placa rememora el lugar de los hechos, y en EEUU el primero de mayo no es fiesta del mundo obrero. Pero la generosidad de aquellos anónimos obreros que lucharon por la consecución de una legislación acorde a la dignidad de la persona humana y a los derechos de los trabajadores, es hoy conmemorada en el mundo entero.

La Iglesia puso la fiesta litúrgica de san José obrero en esta fecha una vez que el mundo obrero ya la había consagrado con sus luchas, con su sangre y con su unidad, como “día de los trabajadores”. No sería bueno que la fecha se nos quedara encerrada en el fanal de las consideraciones sobre san José. Cierto que José, obrero, es un recordatorio de que Jesús era miembro de la capa social humilde, de la clase trabajadora, de los pobres más exactamente. Pero las preocupaciones sociales y la comunión con la lucha de los trabajadores no se justifica por nuestras reflexiones religiosas sobre san José, sino por sí mismas. Para nosotros, la dignidad de los pobres, la solidaridad con su causa, las luchas del mundo obrero por los derechos humanos y los

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 3 - -www.elalmendro.com [email protected] derechos laborales, tienen una entidad teológica y espiritual. No son “política” o “preocupaciones humanas”, simplemente, sino un problema espiritual, un desafío permanente de Aquel que se identificó con los pobres y nos desafió diciendo: “lo que hicieron ustedes con cualquiera de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron”.

Buen día para recordarnos que el cristianismo es amor, y que el amor es solidaridad concreta, solidaridad con los pequeños, los humildes, los trabajadores (hoy tantas veces en desempleo, paro, cesantía), los obreros… Y que esta solidaridad es amor cristiano, caridad, fe. Jueves 2 de mayo Atanasio EVANGELIO Juan 15, 9-11

9Igual que el Padre me demostró su amor, os he demostrado yo el mío. Manteneos en ese amor mío. 10Si cumplís mis mandamientos, os mantendréis en mi amor, como yo vengo cumpliendo los mandamientos de mi Padre y me mantengo en su amor. 11Os dejo dicho esto para que llevéis dentro mi propia alegría y así vuestra alegría llegue a su colmo.

COMENTARIOS I

v. 9: Igual que el Padre me demostró su amor, os he demostrado yo el mío. Manteneos en ese

amor mío. El Padre demostró su amor a Jesús comunicándole la plenitud de su Espíritu (1,32s), que era

la comunicación de su gloria o amor fiel (1,14). Jesús demuestra su amor a los discípulos de la misma manera, comunicándoles el Espíritu que está en él (1,16; 7,39); la unión a Jesús-vid (15,1ss) se expresa ahora en términos de amor. Los discípulos deben vivir en el ámbito de ese amor (cf. 15,4).

v. 10: Si cumplís mis mandamientos, os mantendréis en mi amor, como yo vengo cumpliendo los mandamientos de mi Padre y me mantengo en su amor.

Jesús pone en paralelo la relación de los discípulos con él y la suya con el Padre (10,15); la fidelidad del amor se expresa en ambos casos por la respuesta a las necesidades de los hombres (cumplir los mandamientos del Padre/de Jesús). La praxis asegura la unión con él. No existe amor a Jesús sin compromiso con los demás. Los mandamientos o encargos del Padre a Jesús se identifican con su misión de salvar a la humanidad. El criterio objetivo de la relación con él y con el Padre es el amor de obra (cf. 1 Jn 3,14); éste demuestra la autenticidad de la experiencia interior.

v. 11: Os dejo dicho esto para que llevéis dentro mi propia alegría y así vuestra alegría llegue a su colmo.

La alegría es «objetiva», por el fruto que nace (15,8), y «subjetiva», porque el amor practicado produce la experiencia del amor; los discípulos viven circundados del amor de Jesús. Pero además, Jesús comparte con ellos su propia alegría, la que procede del fruto de su muerte y de su experiencia del Padre.

II

El capítulo 15 del libro de los Hechos, que hoy hemos leído casi todo, narra un acontecimiento que fue trascendental en la vida de la iglesia naciente: la llamada “Asamblea

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 4 - -www.elalmendro.com [email protected] Apostólica” o “Concilio Apostólico” de Jerusalén. El tema no podía ser más importante. Ya varios evangelizadores, entre otros Pedro y Pablo y sus compañeros, había experimentado la misericordia que Dios otorgaba a los paganos, concediéndoles creer en Jesucristo, dándoles su Espíritu y convocándolos en comunidades como las que acababan de fundar Pablo y Bernabé, según el relato de Hechos, en la meseta de Anatolia (hoy Turquía). Ahora se trataba de resolver la cuestión planteada por los judíos más observantes convertidos al cristianismo: Los paganos recién convertidos ¿debían hacerse circuncidar, o no? ¿Debían cumplir las normas rituales de la Ley de Moisés? Para ellos esto era evidente y por eso habían ido representantes suyos a Antioquia, a exigir a los hermanos de origen pagano el atenerse a esta norma; pero otros, entre ellos Pablo, el más aguerrido, defendían la libertad de los paganos convertidos al cristianismo frente a las instituciones judías: circuncisión, normas rituales, etc.

A una distancia de veinte siglos no alcanzamos a captar la trascendencia del acontecimiento, porque vivimos un cristianismo completamente liberado de las antiguas normas judías, aunque conservamos estrechos vínculos espirituales y afectivos con la religión de Moisés. Para la iglesia naciente se trataba en cambio de una cuestión de vida o muerte. ¿Se convertiría el cristianismo en una secta más del judaísmo, como la de los esenios? ¿O se emanciparía reclamando originalidad y autonomía? Estas fueron las cuestiones tratadas en la asamblea cuyo relato acabamos de escuchar. Se nos dice que Pedro y Santiago por su parte aceptaron que se respetara la libertad de los cristianos venidos de la gentilidad frente a las normas judías, mientras que Santiago, el hermano de Jesús, aceptando básicamente la opinión de los otros, propuso que se les escribiera exigiéndoles atenerse a un mínimum: abstenerse de la idolatría y de la fornicación, exigencias obvias para un cristiano que había sido pagano, y abstenerse igualmente de la sangre y de la carne de animales muertos por extrangulamiento, pues para los judíos la sangre era la sede de la vida, y pertenecía exclusivamente a Dios (cfr Gn 9,1-7). Es el contenido del llamado “Decreto apostólico”, cuyas circunstancias de envío leeremos pasado mañana.

La trascendencia de la Asamblea Apostólica queda de manifiesto en el hecho de que tenemos una segunda versión, algo diferente, del acontecimiento: el mismo Pablo nos la da en la carta a los Gálatas (2,1-10). Por ambos relatos deducimos que la cuestión de la circuncisión y de otras normas judías fue crucial para los primeros cristianos. Según san Pablo se trataba de comprender y aceptar el alcance redentor de la cruz de Jesucristo. Imponer o mantener las normas judías era como negar que Dios nos había ofrecido a todos, judíos y paganos sin distinción, su misericordia y su amor salvador.

¿Y nosotros hoy? ¿No confiamos más en los ritos y en prácticas externas que en el mismo Jesucristo? ¿No creemos que Dios nos debe mucho por nuestras buenas obras, como los antiguos fariseos, negando hipócritamente nuestra condición de pecadores y haciendo entonces inútil la cruz de Jesucristo? La lectura de Hechos nos debe hacer volver a la actitud agradecida de los primeros cristianos que estaban convencidos que la salvación por Jesucristo es solo gracia de Dios. Que no hemos hecho, ni podremos hacer nada, por merecerla.

De la brevísima lectura del evangelio de San Juan, apenas tres versículos, debemos destacar dos realidades: el amor y la alegría. El amor que nos aquí un sentimiento o una pasión humanos, sino divinos. Es Dios quien ama a Jesucristo, es Jesucristo quien nos ama a nosotros y está dispuesto a entregar su vida para nuestra salvación; somos nosotros, invitados a permanecer en el amor de Cristo. Este amor de Dios, no es como nuestros frágiles amores humanos; es eterno, irrevocable, inextinguible. Podemos nosotros dejar de amar a Dios porque nos extraviemos yéndonos detrás de cualquier ídolo, pero Dios no dejará de amarnos jamás. Su amor es tan irrevocable como la cruz de Cristo, como su sangre derramada injustamente, precisamente para demostrarnos este amor de Dios. Muchos seres humanos, hermanos nuestros, podrán dolerse de no haber sido nunca amados, de no haber recibido en la vida sino dolores y sufrimientos. A nosotros corresponde testimoniarles el amor de Dios, el amor de Cristo, hacérselo presente. Así guardamos o cumplimos los mandamientos de Cristo.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 5 - -www.elalmendro.com [email protected]

Este amor es causa de alegría, es fundamento de felicidad. Y Cristo quiere que esta felicidad llegue en nosotros a la plenitud. Mucho se nos ha acusado a los cristianos de vivir una fe triste, pesimista. Así pensaba el gran filósofo alemán Friedrich Nietzsche, que decía que no se nos veía cara de ser felices. Y así han pensado muchos otros. Sin embargo la mayoría de los santos cristianos han manifestado poseer una gran alegría, ser completamente felices, aún en las dificultades, persecuciones y tormentos a que se han visto sometidos. Porque el verdadero amor es la fuente de la felicidad, como lo habremos experimentado muchos de nosotros cuando hemos amado de verdad a alguien. Pues con mayor razón la experiencia del amor de Dios y de su Hijo Jesucristo debe ser en nosotros fuente de felicidad para compartir con los demás. Con los que se sienten solos, fracasados, abandonados. Con los enfermos y los desahuciados, los que han sido rechazados por la sociedad, los encarcelados, los pobres... Tantos y tantos seres humanos que merecen ser algún día felices, experimentar el amor liberador de Dios. Viernes 3 de mayo Felipe y Santiago Apóstoles EVANGELIO Juan 14, 6-14

6Respondió Jesús: -Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí. 7Si llegáis a

conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre; aunque ya ahora lo conocéis y lo estáis viendo presente.

8Felipe le dijo: -Señor, haz que veamos al Padre, y nos basta. 9Jesús le contestó: -Tanto tiempo como llevo con vosotros y ¿no has llegado a conocerme, Felipe? Quien me

ve a mí está viendo al Padre; ¿cómo dices tú: «Haz que veamos al Padre»? 10¿No crees que yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo? Las exigencias que yo propongo no las propongo como cosa mía: es el Padre, quien, viviendo en mí, realiza sus obras. 11Creedme: yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo; y si no, creedlo por las obras mismas.

12Sí, os lo aseguro: Quien me presta adhesión, hará obras como las mías y aun mayores; porque yo me voy con el Padre, 13y cualquier cosa que pidáis en unión conmigo, la haré; así la gloria del Padre se manifestará en el Hijo. 14Lo que pidáis unidos a mí (= invocando mi nombre), yo lo haré.

COMENTARIOS I

v. 6-7: Respondió Jesús: -Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre

sino por mí. El camino supone una meta; la verdad, un contenido, que es la vida (1,4). Jesús es la vida porque es el único que la posee en plenitud y puede comunicarla (5,26). Por ser la vida plena es la verdad total, es decir, puede conocerse y formularse como la plena realidad del hombre y de Dios. Es el único camino, porque sólo su vida y su muerte muestran al hombre el itinerario que lo lleva a realizarse.

Para el discípulo, Jesús es la vida, porque de él la recibe. Esta nueva vida experimentada y consciente es la verdad; esta verdad entendida como camino supone una asimilación progresiva a

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 6 - -www.elalmendro.com [email protected] Jesús y da un carácter dinámico de crecimiento a la vida y a la verdad. El Padre no está materialmente lejano, el acercamiento a él es el de la semejanza.

v. 7-8: Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre; aunque ya ahora lo

conocéis y lo estáis viendo presente. Felipe le dijo: -Señor, haz que veamos al Padre, y nos basta. El Padre está presente en Jesús. La petición de Felipe (v. 8) denota su falta de comprensión.

Había visto en Jesús al Mesías que podía deducirse de la Ley y los Profetas (1,43-45), pero no había comprendido que Jesús no es la realización de la Ley, sino del amor y la lealtad de Dios (1,14.17). En el episodio de los panes (6,5-7) Felipe no comprendía la alternativa de Jesús, por eso a la pregunta de éste: ¿con qué podríamos comprar pan para que coman estos? Felipe contestó: Doscientos denarios de plata no bastarían para que a cada uno le tocase un pedazo. Para Felipe no había alternativa, seguía en las categorías de la antigua alianza. Felipe ahora ve en Jesús al enviado de Dios, pero no la presencia de Dios en el mundo.

vv. 9-11: Jesús le contestó: -Tanto tiempo como llevo con vosotros y ¿no has llegado a

conocerme, Felipe? Quien me ve a mí está viendo al Padre; ¿cómo dices tú: «Haz que veamos al Padre»? ¿No crees que yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo? Las exigencias que yo propongo no las propongo como cosa mía: es el Padre, quien, viviendo en mí, realiza sus obras. Creedme: yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo; y si no, creedlo por las obras mismas.

Jesús le contesta con una queja: "Tanto tiempo como llevo con vosotros y ¿no has llegado a conocerme? (v. 9). La convivencia con él, ya prolongada, no ha ampliado su horizonte.

Felipe no sabe que la presencia del Padre en Jesús es dinámica ("quien me ve a mí está viendo al Padre", v.10); a través de Jesús, el padre ejerce su actividad.

Las exigencias de Jesús reflejan las múltiples facetas del amor, lo concretan y lo acrecientan; por eso comunican Espíritu y vida y hacen presente a Dios mismo, que es Espíritu, formulan la acción del Padre en Jesús y, por su medio con los hombres Entre Jesús y el Padre hay una total sintonía (v. 11). El último criterio para detectar esta sintonía son las obras

vv. 12-14: Sí, os lo aseguro: Quien me presta adhesión, hará obras como las mías y aun

mayores; porque yo me voy con el Padre, y cualquier cosa que pidáis en unión conmigo, la haré; así la gloria del Padre se manifestará en el Hijo. Lo que pidáis unidos a mí (= invocando mi nombre), yo lo haré.

La obra de Jesús ha sido solo un comienzo; el futuro reserva una labor más extensa: "Quien me presta adhesión, hará obras como las mías y aun mayores" (v.12) Las señales hechas por Jesús no son pues irrepetibles por lo extraordinarias, son obras que liberan al hombre ofreciéndole vida. Con este dicho da ánimos a los suyos para el futuro trabajo; la liberación ha de ir adelante. Jesús cambia el rumbo de la historia; toca a los suyos continuar en la dirección marcada por él. Los discípulos no están solos en su trabajo ni en su camino Jesús seguirá actuando con ellos. A través de Jesús el amor del Padre (su gloria) seguirá manifestándose en la ayuda a los discípulos para su misión (v. 13). La oración de la comunidad expresa su vinculación a Jesús (v. 14); se hace desde la realidad de la unión con él y a través de él, pidiendo ayuda para realizar su obra.

II

En esta fiesta de dos santos apóstoles, la 1ª lectura, tomada de la 1ª carta de Pablo a los corintios, nos recuerda el núcleo fundamental, esencial, de la fe cristiana; aquello sin lo cual seríamos cualquier otra cosa, menos discípulos de Jesús y miembros de su Iglesia. Es el llamado

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 7 - -www.elalmendro.com [email protected] “kerygma” o proclamación. Lo que los apóstoles seguramente predicaron, adaptándolo a las diversas circunstancias y auditorios. San Pablo lo recuerda a los corintios entre los cuales algunos se atreven a negar la realidad de la resurrección, o mejor, se atreven a afirmar que la resurrección es algo completamente espiritual, místico, que no afecta para nada nuestro cuerpo ni tiene repercusiones en nuestra existencia mortal.

Pablo recuerda a los corintios nada menos que “el evangelio que les prediqué”. No una ideología, una doctrina filosófica o teológica. Tampoco un código moral. Sino la certeza de los acontecimientos salvadores de los cuales los apóstoles fueron testigos y autorizados mensajeros. Se trata de la muerte salvífica de Jesús en la cruz, en cumplimiento del plan divino de salvación para toda la humanidad. De su sepultura, garantía de la realidad mortal que experimentó Jesús, y de su resurrección gloriosa, irrupción definitiva de Dios en nuestra pobre historia humana y cumplimiento en Cristo de todas las promesas y expectativa de la humanidad. Este es el Evangelio, la buena noticia. El fundamento y principio de nuestra fe. Lo que nos define como cristianos. Es decir, la misma persona de Jesús: su vida y su muerte. La garantía de que ante Dios todos tenemos un lugar, de que El nos hará justicia a cada uno, y llevará a la plenitud nuestra efímera existencia, como llevó a su plenitud la existencia de Jesús.

El pasaje de la carta de Pablo, insiste al final en las apariciones del Señor resucitado, y presenta una lista de testigos autorizados, anotando incluso que muchos están todavía vivos en el momento en que se escribe la carta. Llama la atención que está lista no coincida con los testigos señalados en los relatos de apariciones del final de los cuatro evangelios. Faltan, por ejemplo, las mujeres, que vieron a Jesús resucitado al pie del sepulcro (Mt 28, 9-10; Mc 16, 9-11; Jn 20, 11-18). Pero no es cuestión de una absoluta coincidencia que resultaría más sospechosa como testimonio. Los primeros cristianos estaban seguros, y Pablo se hace eco de ello, de que el Resucitado se había hecho ver por diversas personas, en ocasiones distintas, de maneras diferentes. Lo que Pablo subraya es que el testimonio de la resurrección depende de experiencias ciertas tenidas especialmente por apóstoles: Cefas, que es el mismo Pedro, los Doce como grupo que representa a la comunidad de salvación, la Iglesia, Santiago, en este caso el llamado “hermano del Señor”, o “el menor”, para diferenciarlo del hijo de Zebedeo, hermano de Juan, del grupo de los doce apóstoles. Este Santiago el menor es el que estamos conmemorando en este día.

La lectura del pasaje del evangelio de san Juan ha sido escogida, seguramente, porque en ella se menciona al apóstol Felipe, cuya fiesta, junto con Santiago el menor, se celebra hoy. Con seguridad hay que diferenciarlo del Felipe protagonista de varios relatos del libro de los Hechos de los Apóstoles, uno de los siete varones escogidos como administradores de la comunidad por los apóstoles (Hch 6, 1-6), el evangelizador de Samaria (Hch 8, 4-8) y del eunuco etíope (Hch 8, 26-40); a no ser que las tradiciones sobre personajes distintos que llevaban el mismo nombre hallan terminado confundiéndose.

En el pasaje evangélico el apóstol Felipe hace a Jesús una petición audaz e inusitada: “muéstranos al Padre y eso nos basta”. Nada menos, como si a Dios se le pudiera mostrar aquí o allá, como se muestra a una persona o a una cosa cualquiera. Como si Dios pudiera ser contemplado con nuestros ojos mortales, cuando en el AT es constante la afirmación de que quien vea a Dios necesariamente morirá (véase por ejemplo Ex 33, 20; Is 6, 5). Pero con su audacia el apóstol Felipe ha hecho que Jesús nos revele el verdadero rostro de Dios: “quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. Conocer a Jesús, escuchar sus palabras, vivir sus mandamientos, equivale a conocer plenamente a Dios, a contemplar su rostro amoroso reflejado en la bondad de Jesucristo, en su misericordia y amor hacia los pobres y sencillos.

De Santiago el menor sabemos que llegó a ser líder de la comunidad cristiana de Jerusalén hasta los calamitosos años anteriores a la guerra judía contra Roma. El historiador Flavio Josefo, contemporáneo de los acontecimientos, nos ha dejado un testimonio vívido y honroso del apóstol en una de sus obras (Antigüedades judías 20.9.1). Representaba Santiago el menor el cristianismo judaizante de los primerísimos tiempos, apegado todavía al culto del templo, a la reunión sinagogal, la guarda del sábado y demás tradiciones judías. Flavio Josefo nos dice que gozaba del

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 8 - -www.elalmendro.com [email protected] respeto y veneración, no solo de los cristianos, sino también de los mismos judíos piadosos que lo llamaba “el justo”. El mismo autor narra dramáticamente su muerte a manos de judíos fanáticos. De Felipe casi no sabemos nada. La memoria litúrgica de la Iglesia los unió cuando en el siglo VI fue inaugurada la basílica de los doce apóstoles en la ciudad de Roma, y se depositaron en su altar principal supuestas reliquias de estos dos personajes. Sábado 4 de mayo Mónica EVANGELIO Juan 15, 18-21

18Cuando el mundo os odie, tened presente que primero me ha odiado a mí. 19Si pertenecierais al mundo, el mundo os querría como a cosa suya, pero como no pertenecéis al mundo, sino que, al elegiros, yo os saqué del mundo, por eso el mundo os odia.

20Acordaos del dicho que yo mismo os cité: «No es un siervo más que su señor». Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán ;si han vigilado mi mensaje, también el vuestro lo vigilarán. 21Todo eso lo harán contra vosotros por ser de los míos, porque no quieren reconocer al que me envió.

COMENTARIOS I

v. 18-19: Cuando el mundo os odie, tened presente que primero me ha odiado a mí. 19Si pertenecierais al mundo, el mundo os querría como a cosa suya, pero como no pertenecéis al mundo, sino que, al elegiros, yo os saqué del mundo, por eso el mundo os odia.

El mundo, nombre colectivo, designa al circulo o sistema de poder que organiza la sociedad, y a sus adeptos. En este contexto designa a todo sistema injusto. El favor o la desgracia ante «el mundo» depende de la aceptación o no de sus valores; los discípulos han roto con él, al optar por Jesús, opción confirmada por su elección. Éste es el éxodo al que Jesús invita: el paso de la esclavitud a la libertad (8,36), de la muerte a la vida (5,24).

vv. 20-21: Acordaos del dicho que yo mismo os cité: «No es un siervo más que su señor». Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán ;si han vigilado mi mensaje, también el vuestro lo vigilarán. 21Todo eso lo harán contra vosotros por ser de los míos, porque no quieren reconocer al que me envió.

Jesús repite la primera parte del proverbio citado antes (13,16: el amor significa servicio mutuo), para mostrarles que la persecución es la consecuencia inevitable de la práctica del servicio a los hombres (cf. 5,16). La actitud de los partidarios del sistema ante Jesús y los suyos es la de sospecha continua (vigilarán), porque la propuesta de una alternativa los irrita y los alarma. Los dirigentes se han negado a reconocer que Jesús era el enviado del Padre (v. 21).

II

Ayer interrumpimos la lectura de Hechos por celebrarse la fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago que tiene lecturas propias. Hoy la reanudamos, dándonos cuenta de que se han omitido en

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 9 - -www.elalmendro.com [email protected] la lectura litúrgica algunos pasajes importantes para comprender lo que sigue. En primer lugar omitimos el pasaje del envío de una delegación de la iglesia madre de Jerusalén encargada de presentar el llamado “decreto apostólico” a las comunidades de Antioquia (Hch 15, 22-35). La delegación estaba compuesta por un tal Judas, apodado Barsabás, y nunca más mencionado en la obra, y Silas, ambos designados como “dirigentes”. Más tarde se les llamará también “profetas” (15, 32), es decir: intérpretes de las Escrituras y mediadores de la acción del Espíritu. Pablo y Bernabé hacen naturalmente parte de la comitiva. Ellos debían comunicar de viva voz, como era usual en la época, el contenido del decreto y de la carta que lo acompañaba. Así lo hicieron, consolidando además la fe y la vida de la iglesia de Antioquía. Otro pasaje omitido es el del comienzo del llamado 2º viaje misionero (15, 36-41) en el cual los compañeros del 1er viaje, Bernabé y Pablo, se separan a causa de Juan Marcos, el que los había abandonado apenas tocada la costa de Anatolia. Se nos informa que Pablo, tomando ahora como acompañante a Silas, se dirige por tierra a visitar las comunidades de Siria y de Cilicia.

En el pasaje que leímos hoy vemos a Pablo visitando nuevamente las comunidades de Derbe y Listra, no se mencionan las cercanas Iconio y Antioquía de Pisidia. En Listra Pablo recluta a un joven cristiano llamado Timoteo, hijo de judía y pagano, que habría sido circuncidado por Pablo para no ofender a los judíos de la región. La noticia contrasta con todo lo que se nos ha dicho que había sido decidido en Jerusalén, y con la actitud de Pablo frente a la circuncisión, tal y como la conocemos por sus propias cartas (véase por ejemplo: Rm 4, 9-12; Gál 5, 2-6; 6, 11-18).

Ahora ha crecido el equipo misionero de Pablo pues, aparte de algunos otros que no habrán sido mencionados, sabemos ciertamente lo acompañaban Silas y Timoteo. Es que Pablo no es un misionero solitario, un “francotirador”, sino que va siempre acompañado de otros misioneros, conformando un verdadero equipo en el cual se distribuyen las funciones, no pocas, de una empresa de evangelización de semejantes proporciones. Todo un modelo y una ejemplo de evangelización para nosotros. Y estos compañeros serán estables, Silas, llamado también Silvano, será mencionado en diversos lugares del NT: 1Tes 1, 1; 2Tes 1, 1; 2Cor 1, 19; 1Pe 5, 12. Aparece como co-remitente de varias cartas y como compañero o discípulo de Pedro. Lo mismo sucede con Timoteo: acompañará al apóstol en el resto de sus viajes misioneros y será el destinatario de dos de las cartas pastorales, en donde lo encontramos como dirigente de las comunidades cristianas de la isla de Creta.

En la 2ª parte de la lectura se nos da un itinerario misionero regido por el Espíritu Santo. Es El quien decide a dónde deben ir los apóstoles. Impidiéndoles detenerse en otras provincias de Anatolia: Asia, Frigia, Galacia, Misia y Bitinia, los orienta claramente hacia la costa del mar Egeo, a una pequeña población llamada Troas, cerca del emplazamiento de la antigua Troya. Allí Pablo tiene una visión nocturna: un macedonio que lo llama pidiéndole ayuda para su pueblo. Macedonia se encontraba al otro lado del mar, en territorio europeo, en un país situado al norte de Grecia, en la basta península Balcánica. Interpretada la visión como un aviso devino, los misioneros se aprestan a embarcarse para Europa, portadores del evangelio, la “Buena Noticia” de nuestro Señor Jesucristo.

Curiosamente el redactor de Hechos al final del pasaje que acabamos de leer, comienza a hablarnos en 1ª persona del plural: “intentamos pasar a Macedonia”. ¿Es que él iba personalmente en el grupo? De quién se trataría? A partir de este momento se suceden en el texto varios de estos pasajes llamados “pasajes nosotros”, por estar en 1ª persona del plural: 16, 10-17; 20, 5- 21, 18; 27, 1- 28, 16. Muchos pensaron que se trataba de Lucas, a quien se atribuye el libro, como ya sabemos. Estaría utilizando una especie de diario de viaje, y se habría unido al grupo evangelizador precisamente en Troas. Otros piensan que es simplemente un artificio literario para darle mayor viveza al relato. Quedamos informados.

En la lectura evangélica, que sigue siendo del evangelio de san Juan, Jesús anuncia a sus discípulos que experimentarán el odio del mundo, como El mismo lo ha experimentado. Nos extraña esta concepción pesimista y negativa del mundo en boca de Jesús, pero es que en el 4º evangelio se emplea un lenguaje que estaba muy en boga a finales del siglo 1º de nuestra era. Era el

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 10 - -www.elalmendro.com [email protected] lenguaje dualista que presentaba las cosas en forma de oposiciones: cielo y tierra, arriba y abajo, bien y mal, Dios y Demonio, carne y espíritu. Uno de los polos era concebido como bueno y positivo, el otro como malo y negativo.

Este lenguaje ya era conocido en el mundo judío antes de Jesucristo: aparece reflejado en los escritos de Qumrán, en buena parte de la literatura apócrifa apocalíptica de los judíos e, incluso, en algunos pasajes sapienciales o apocalípticos del AT. Cuando Jesús habla del mundo que lo odia y que también odiará a sus discípulos, no se está refiriendo al cosmos, al universo como creación de Dios, pues este es bueno y refleja la sabiduría, la bondad y la belleza del creador. Se está refiriendo en cambio al entramado de los poderes y los intereses de la historia, por ejemplo al Imperio Romano con todas sus injusticias sociales y económicas; o a la orgullosa cultura helenista que imperaba en la época y que era el soporte de la organización política; o a las comunidades judías extremadamente nacionalistas, fatuamente orgullosas de sus tradiciones anquilosadas; o a la actitud cerrada de tantas personas egoístas, vanidosas, avaras, crueles e insensibles que se opondrían necesariamente a la predicación evangélica.

Jesús anuncia a sus discípulos el odio del mundo que se manifestará en persecuciones, como las que Él mismo ha sufrido, como han sido constantes a lo largo de la historia del cristianismo. Persecuciones que en lugar de detener el ímpetu evangelizador de la Iglesia, la lanzan a nuevos horizontes, a nuevas fronteras, confortada por el Espíritu de Jesucristo.

Domingo 5 de mayo Máximo

DOMINGO SEXTO DE PASCUA

Primera lectura: Hechos 8, 5-8. 14-17 Salmo responsorial: 65, 1-7. 16-20 Segunda lectura: 1 Pedro 3, 15-18

EVANGELIO Juan 14, 15-21

15Si me amáis, cumpliréis los mandamientos míos; 16yo, a mi vez, le rogaré al Padre y os dará otro valedor que esté siempre con vosotros, 17el Espíritu de la verdad, el que el mundo no puede recibir porque no lo percibe ni lo reconoce. Vosotros lo reconocéis, porque vive con vosotros y además estará con vosotros.

18No os voy a dejar desamparados, volveré con vosotros. 19Dentro de poco, el mundo dejará de verme; vosotros, en cambio, me veréis, porque de la vida que yo tengo viviréis también vosotros. 20Aquel día experimentaréis que yo estoy identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros.

21El que ha hecho suyos mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama; y al que me ama mi Padre le demostrará su amor y yo también se lo demostraré manifestándole mi persona.

COMENTARIOS I

¿UNA ETICA CRISTIANA?

¿Existe una ética cristiana? ¿Existen unas normas de comportamiento que se puedan considerar propiamente cristianas?

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 11 - -www.elalmendro.com [email protected]

No. No se trata de ponerlo todo en duda. Hay normas o principios de comportamiento que son aceptados y defendidos por la Iglesia, pero que no le pertenecen en exclusiva, sino que son patrimonio de toda o de gran parte de la humanidad. Entonces, ¿qué es «lo propio» del comportamiento cristiano?

«SI ME AMAIS. . . »

Además de los buenos sentimientos que de forma natural pueda tener una persona, en el origen del comportamiento cristiano hay un hecho fundamental: la relación del creyente con Jesús de Nazaret. Una relación que es, primero, de adhesión a su persona y a su proyecto de hombre y de humanidad; y en segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, una relación de amor que conduce a la plena identificación entre Jesús y el creyente.

Según esto, el comportamiento del creyente en Jesús no se rige por unas normas impuestas o por unos principios aceptados sin rechistar, ni de una ley que se le impone desde fuera, sino, muy al contrario, su actuación nace del amor, sus normas de comportamiento se las da él mismo, le salen de dentro como consecuencia de su identificación personal con Jesús: «El que ha hecho suyos mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama».

«... CUMPLIREIS LOS MANDAMIENTOS MIOS»

Pero ¿cuáles son esos mandamientos? En el capítulo anterior de su evangelio, Juan nos deja el testimonio del único mandamiento

que Jesús ha dejado a los suyos, un mandamiento nuevo que, por serlo, sustituye a los mandamientos viejos: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, también vosotros amaos unos a otros. En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os tenéis amor entre vosotros» (13,34). Jesús, que acababa de aceptar su muerte como culminación de su entrega en favor de los hombres sus hermanos y que de esa manera llevaba su amor hasta el extremo, se pone como ejemplo y medida del amor entre sus discípulos. Y hace de ese amor el signo mediante el cual se podrá reconocer en adelante a sus seguidores. Poner en práctica en cada caso y en cada circunstancia este único mandamiento, en eso consisten los man-damientos de Jesús.

En realidad, el mandamiento nuevo no es sino el encargo de Jesús a sus seguidores para que continúen su misión. En efecto, antes de hablar del mandamiento nuevo, Jesús, en el evangelio de Juan, había hablado dos veces de la misión que él tenía que desarrollar diciendo que era un mandamiento, un encargo de su Padre. La primera vez se refiere a lo que tenía que hacer: «Por eso el Padre me demuestra su amor, porque yo entrego mi vida y así la recobro. Nadie me la quita, yo la entrego por decisión propia. Está en mi mano entregarla y está en mi mano recobrarla. Este es el mandamiento que recibí de mi Padre» (Jn 10,17-18). Entregar la vida voluntariamente, éste es el mandamiento que Jesús ha recibido de su Padre. La segunda vez se refiere a lo que Jesús tiene que decir, al mensaje que tiene que comunicar: «Porque yo no he propuesto lo que se me ha ocurrido, sino que el Padre que me envió me dejó mandado él mismo lo que tenía que decir y que proponer, y sé que su mandamiento significa vida definitiva» (Jn 12, 49-50). El mandamiento del Padre consiste en que comunique un mensaje que es al mismo tiempo una oferta de vida, que si la aceptamos, nos hace hijos y nos compromete a trabajar para convertir este mundo en un mundo de hermanos.

A la luz de estos mandamientos que cumple Jesús debemos entender el mandamiento que él nos deja.

UN COMPORTAMIENTO CRISTIANO

En consecuencia, una moral cristiana no se distingue de otras porque, por ejemplo, condena el divorcio o prácticamente todo lo relacionado con el sexo. No. La moral, la ética cristiana se distingue porque nace de un amor hasta el extremo y tiene como meta practicar un amor de la misma calidad. En todo tipo de relación interpersonal, ésta es la característica que debe distinguir el comportamiento de los cristianos. (De este modo, el matrimonio cristiano, siguiendo con el ejemplo, no se distingue de un matrimonio no cristiano en su indisolubilidad, sino en que marido y

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 12 - -www.elalmendro.com [email protected] mujer se quieren tanto que están dispuestos a dar la vida el uno por el otro y, en ese amor, sienten la presencia del amor sin límites del mismo Jesús. Y en que ese amor no se encierra ni siquiera en los límites del matrimonio mismo, ni en los de la familia, ni dentro de ningún otro límite, sino que se extiende y se comunica a cuantos pueda alcanzar. De esa manera, la pareja se convierte en una unidad de lucha en favor de un mundo de hermanos en el que sea posible la felicidad de todos los seres humanos. La indisolubilidad vendrá por añadidura.)

¿SEREMOS CAPACES?

Si quisiéramos hacer un esfuerzo de síntesis de la ética cristiana podríamos proponer esta fórmula: Todo lo que se opone, estorba o ignora cualquier tipo de amor es moralmente malo. Todo lo que es amor es moralmente bueno; todo lo que es amor hasta el extremo y, por tanto, compromiso de realizar el proyecto de un mundo de hermanos, es específicamente cristiano.

Comportarse de esa manera es, sin duda, un proyecto difícil. Pero Jesús no nos deja solos: antes de marcharse promete el envío de alguien que nos sirva de apoyo: «Yo, a mi vez, le rogaré al Padre y os dará otro valedor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad...»; y anuncia su próxima vuelta («No os voy a dejar desamparados, volveré con vosotros») a un mundo que lo ha rechazado, que no lo reconoce, pero en el que ha quedado un grupo de personas que, mediante la práctica del amor, están identificados con él y se han comprometido a hacer posible que en el mundo sea verdaderamente posible el amor. ¿Seremos capaces?

II

15-17 «Si me amáis, cumpliréis los mandamientos míos; yo, por mi parte, le rogaré al Padre y os dará otro valedor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad, el que el mundo no puede recibir porque no lo percibe ni lo reconoce. Vosotros lo reconocéis, porque vive con vosotros y además estará con vosotros».

Por primera vez menciona Jesús el amor de sus discípulos a él: la adhesión a su persona y obra se convierte en un impulso de identificación con él. Después de haber expuesto el mandamiento nuevo (13,34), habla Jesús de “sus mandamientos”: El primero expresaba la actitud del discípulo y creaba la solidaridad del amor. “Los mandamientos suyos”, cuyo contenido nunca se explicita, son las exigencias de actuación que las circunstancias presentan al amor de los discípulos. En “el manda-miento” habla Dios en el interior del discípulo; en “los mandamientos” le habla desde la realidad histórica.

Si Jesús conserva el término “mandamiento” para designar esta realidad, es sólo para oponer su norma de vida a los mandamientos de la Ley antigua, que quedan superados.

El amor de identificación con Jesús no absorbe al discípulo, sino que lo abre a los demás. No hay verdadero amor a Jesús que no lleve al amor de los otros.

Por la identificación con Jesús, los mandamientos pierden todo carácter de imposición; son la exigencia del amor. Cumplirlos significa ser como Jesús, y a esto lleva espontáneamente la fuerza interior del Espíritu. No se trata de la obediencia de los discípulos a normas externas, sino de la expansión exterior de la sintonía con Jesús.

Mientras estaba con ellos, Jesús les ha enseñado y los ha protegido. El Espíritu será “otro valedor”, toma el puesto de Jesús. La comunidad lo recibirá gracias a él.

El término “valedor”, que se aplica al Espíritu, significa el que ayuda a la comunidad en cualquier circunstancia. Es el Espíritu de la verdad, por ser él la verdad y comunicarla. El término “verdad” significa también “fidelidad / lealtad" (cf. 4,24) y está en conexión con el amor (1,14). El Espíritu de la verdad-amor da libertad al hombre, pues la verdad hace libres (8,31s); él continuará el proceso de liberación.

El mundo, el orden injusto, el sistema de poder, profesa “la mentira”, una ideología que propone como valor lo que es contrario al designio creador, lo que merma la vida del ser humano. El

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 13 - -www.elalmendro.com [email protected] sistema es la mentira institucionalizada, que llega al homicidio, a la supresión de la vida (8,44). No puede percibir el Espíritu de la verdad ni conocerlo, pues la estructura de muerte es incompatible con el principio de vida.

Los discípulos tienen experiencia del Espíritu en Jesús; pero esta experiencia será mayor en el futuro, cuando lo reciban ellos mismos y esté en ellos como principio dinámico y vivificante.

18-20 «No os voy a dejar desamparados, volveré con vosotros. Dentro de poco, el mundo

dejará de verme; vosotros, en cambio, me veréis, porque de la vida que yo tengo viviréis también vosotros. Aquel día experimentaréis que yo estoy identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros».

Jesús sigue preparando a sus discípulos para el momento de su ausencia; les da todas las seguridades para que no estén intranquilos. No los dejará huérfanos, indefensos.

Su ausencia no será definitiva; promete su vuelta dentro de poco. Después de su muerte, no se manifestará al mundo, pero sí a ellos. Al participar de su misma vida, que es su Espíritu, experimentarán su presencia.

“Aquel día” llegará cuando Jesús se haga presente, ya resucitado, a su comunidad. El efecto de la comunicación de la vida-Espíritu será la experiencia de identificación con Jesús y con el Padre. Comunión de vida entre Dios y los hombres: se constituye así un núcleo de donde irradia el amor.

21 «El que ha hecho suyos mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama; y al que me

ama mi Padre le demostrará su amor y yo también se lo demostraré manifestándole mi persona». De su relación y la del Padre con la comunidad pasa Jesús a la que establecen con cada

miembro de ella. Su comunidad no es gregaria, ni su Espíritu uniforma; cada uno es responsable de su modo de obrar.

El discípulo hace suyos los mandamientos de Jesús y los cumple. La actividad en favor del hombre (mis mandamientos) es lo único que da realidad al amor a él (cf. 14,15) y, por tanto, el único criterio para verificar su existencia. El amor a Jesús consiste, por tanto, en vivir sus mismos valores y comportarse como él. El amor verdadero no es solamente interior, sino visible: un dinamismo de transformación y de acción.

La semejanza con Jesús, efecto de ese amor, provoca una respuesta de amor de parte del Padre, que ve realizada en el hombre la imagen de su Hijo. La respuesta de Jesús se traducirá en una manifestación personal suya. El Padre y Jesús, que son uno, responden al unísono. El Padre considera hijo al que ama como Jesús; Jesús lo ve como hermano. Jesús menciona solamente su propia manifestación, porque él seguirá siendo el santuario donde Dios habita (2,21); en él se revela el Padre (14,9).

III

La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, nos presenta a Felipe predicando a los samaritanos en su capital. Es una noticia inusitada si tenemos en cuenta la enemistad tradicional entre judíos y samaritanos, tan presente en los evangelios, en pasajes como la parábola del buen samaritano (Lc 10, 29-37), o la conversación de Jesús con la samaritana (Jn 4, 1-42) o en otros pasajes más breves (Mt 10, 5; Lc 9, 51-56; 17,16; Jn 8, 48). Los judíos consideraban a los samaritanos como herejes y extranjeros (Cfr. 2Re 17, 24-41) pues, aunque adoraban al único Dios y vivían de acuerdo con su ley, no querían rendir culto en Jerusalén, ni aceptaban ninguna revelación ni otras normas que las contenidas en el Pentateuco. Los samaritanos pagaban a los judíos con la misma moneda pues los habían hostigado en los períodos de su poderío y habían llegado a destruir su templo en el monte Garizim. Por todo esto nos parece sorprendente encontrar a Felipe predicando entre ellos, en su propia capital, y con tanto éxito como testimonia el pasaje

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 14 - -www.elalmendro.com [email protected] que hemos leído, hasta concluir con un hermoso final: que su ciudad, la de los samaritanos, “se llenó de alegría”.

Esta obra evangelizadora que rompe fronteras nacionales, que supera odios y rivalidades ancestrales, provocando en cambio la unidad y la concordia de los creyentes, es obra del Espíritu Santo, como comprueban los apóstoles Pedro y Juan, que con su presencia en Samaria confirman la labor de Felipe. Se trata de una especie de Pentecostés, de venida del Espíritu Santo sobre estos nuevos cristianos procedentes de un grupo tan despreciado por los judíos. Para el Espíritu divino, no hay barreras ni fronteras. Es Espíritu de unidad y de paz.

La 2ª lectura sigue siendo, como en los domingos anteriores, un pasaje de la 1ª carta de Pedro. Escuchamos una exhortación que con frecuencia se nos repite y recuerda: que los cristianos debemos estar dispuestos a dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos la pida. ¿Por qué creemos, por qué esperamos, por qué nos empeñamos en confiar en la bondad de Dios en medio de los sufrimientos de la existencia, las injusticias y opresiones de la historia? Porque hemos experimentado el amor del Padre, y porque Jesucristo ha padecido por nosotros y por todos, para darnos la posibilidad de llegar a la plenitud de nuestra existencia en Dios. Por esta misma razón el apóstol nos exhorta a mostrarnos pacientes en los sufrimientos, contemplando al que es modelo perfecto para nosotros, a Jesucristo, el justo, el inocente, que en medio del suplicio oraba por sus verdugos y los perdonaba. La breve lectura termina con la mención del Espíritu Santo por cuyo poder Jesucristo fue resucitado de entre los muertos.

A quince días de que termine la cincuentena pascual, la Iglesia comienza a prepararnos para la gran celebración que la concluirá: la de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. La manifestación pública de la Iglesia. Podríamos decir que su inauguración. En la lectura del evangelio de san Juan, tomada de los discursos de despedida de Jesús que encontramos en los capítulos 13 a 17 de su evangelio, el Señor promete a sus discípulos el envío de un “Paráclito”, un defensor o consolador, que no es otro que el Espíritu mismo de Dios, su fuerza y su energía, Espíritu de verdad porque procede de Dios que es la verdad en plenitud, no un concepto, ni una fórmula, sino el mismo Ser Divino que ha dado la existencia a todo cuanto existe y que conduce la historia humana a su plenitud.

Los grandes personajes de la historia permanecen en el recuerdo agradecido de quienes les sobreviven, tal vez en las consecuencias benéficas de sus obras a favor de la humanidad. Cristo permanece en su Iglesia de una manera personal y efectiva: por medio del Espíritu divino que envía sobre los apóstoles y que no deja de alentar a los cristianos a lo largo de los siglos. Por eso puede decirles que no los dejará solos, que volverá con ellos, que por el Espíritu establecerá una comunión de amor entre el Padre, los fieles y El mismo.

El mundo no puede recibir el Espíritu divino. El mundo de la injusticia, de la opresión contra los pobres, de la idolatría del dinero y del poder, de las vanidades de las que tanto nos enorgullecemos a veces los humanos. En ese mundo no puede tener parte Dios, porque Dios es amor, solidaridad, justicia, paz y fraternidad. El Espíritu alienta en quienes se comprometen con estos valores, esos son los discípulos de Jesús.

Esta presencia del Señor resucitado en su comunidad ha de manifestarse en un compromiso efectivo, en una alianza firme, en el cumplimiento de sus mandatos por parte de los discípulos, única forma de hacer efectivo y real el amor que se dice profesar al Señor. No es un regreso al legalismo judío, ni mucho menos. En el evangelio de San Juan ya sabemos que los mandamientos de Jesús se reducen a uno solo, el del amor: amor a Dios, amor entre los hermanos. Amor que se ha de mostrar creativo, operativo, salvífico.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 15 - -www.elalmendro.com [email protected] Lunes 6 de mayo Heliodoro EVANGELIO Juan 15, 26-16, 4 a.

26Cuando llegue el valedor que yo voy a mandaros recibiéndolo del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio en mi favor. 27Pero también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.

16 lOs voy a decir esto para que no os vengáis abajo: 2Os excluirán de la sinagoga; es más, se acerca la hora en que todo el que os dé muerte se figure que ofrece culto a Dios. 3y obrarán así porque no han conocido al Padre ni tampoco a mí. 4Sin embargo, os dejo dicho esto para que, cuando llegue la hora de ellos, os acordéis de que yo os había prevenido.

COMENTARIOS I

vv. 26-27: Cuando llegue el valedor que yo voy a mandaros recibiéndolo del Padre, el

Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio en mi favor. 27Pero también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.

Antes ha prometido Jesús a los discípulos la permanencia en ellos del Espíritu de la verdad (14,17); ahora les anuncia la actividad del Espíritu en la misión: dará testimonio a favor de Jesús, condenado por el mundo. Dará ese testimonio dentro de la comunidad, asegurándola de la verdad de su mensaje y actuación. Se trata del testimonio profético, que confirma la experiencia interior y consolida la ruptura con el mundo. El testimonio ha de ser continuado por los discípulos (también vosotros). El enfrentamiento de Jesús con el mundo no va a terminar con su muerte; al contrario, va a multiplicarse por medio de los suyos. Estar con Jesús desde el principio, requisito para dar testimonio en cualquier época, significa aceptar como norma toda la vida de Jesús, sin separar al Jesús resucitado del Jesús terrestre, como en la tentación espiritualista que prescinde del compromiso.

vv. 1-2: Os voy a decir esto para que no os vengáis abajo: 2Os excluirán de la sinagoga; es más, se acerca la hora en que todo el que os dé muerte se figure que ofrece culto a Dios...

Jesús previene a los discípulos, para evitar su deserción en el futuro. Podría parecerles inexplicable verse combatidos por las instituciones religiosas. Jesús les anuncia que serán marginados por los que se llaman representantes de Dios e intérpretes de su voluntad. No sólo los marginarán, sino que llegarán a darles muerte. Las instituciones religiosas adoran a un dios que acepta como culto la muerte del hombre (se figure que ofrece culto a Dios). Si ése es su dios, son homicidas por esencia. De hecho, los máximos representantes de la institución religiosa judía han decretado ya la muerte de Jesús (11,53) y la de la comunidad, representada por Lázaro (12,10).

vv. 3-4: y obrarán así porque no han conocido al Padre ni tampoco a mí. 4Sin embargo, os dejo dicho esto para que, cuando llegue la hora de ellos, os acordéis de que yo os había prevenido.

Jesús libera a los suyos del respeto a las instituciones religiosas. Bajo su impresionante fachada se esconde un fraude, pues no conocen al Padre (5,37; 8,19.47.54s). El dios a quien ofrecen culto no es el verdadero (17,3), pues no está en favor del hombre (5,10; 9,24.29): es la antítesis del que se manifiesta en Jesús. Al vaciar a Dios de su propio ser, llenan su nombre con la proyección de sus propias ambiciones, que despliegan su capacidad destructora. De ahí el dios homicida (8,44).

Este mundo injusto tendrá su hora, la de su triunfo aparente.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 16 - -www.elalmendro.com [email protected]

II

Seguimos leyendo en el libro de los Hechos de los apóstoles la gesta evangelizadora que llevó el Evangelio del Medio Oriente a Europa, logrando la constitución de comunidades cristianas que, a su vez, se hicieron misioneras. Hoy escuchamos parte de uno de esos “pasajes nosotros”, que según explicábamos el sábado pasado (4 de Mayo), aparecen como si hubieran sido escritos por un testigo presencial. El itinerario transcurre por la parte norte del mar Egeo: el puerto de Troas en el litoral asiático, la isla de Samotracia, y el puerto de Neápolis ya en territorio macedonio. De dicho puerto el grupo misionero va un poco hacia el interior de la península Balcánica, a la ciudad de Filipos que, como el mismo texto anota, era una de las más importantes ciudades de la provincia romana de Macedonia. Su nombre evocaba al gran Filipo II rey de Macedonia, que en el siglo III AC la había fundado, Se encontraba en un lugar muy bien escogido, con fuentes abundantes de agua, cerca de importantes yacimientos de metales preciosos y rodeada de campos muy fértiles. Cuando la visitan los misioneros cristianos es una ciudad completamente romanizada, habitada por veteranos del ejército que derrotó a los asesinos de Julio César en el 44 AC, sus habitantes tienen la ciudadanía romana con todos los demás privilegios e instituciones de una ciudad libre. A los antiguos dioses de Grecia se han sumado los de Roma e, incluso, hay testimonios arqueológicos de otros cultos exóticos: dioses egipcios y orientales.

La colonia judía debía ser muy pequeña ya que, al parecer, por el relato de Hechos, no tenían ni siquiera una sinagoga, sino que los pocos simpatizantes del judaísmo, principalmente mujeres, se reunían al aire libre, en las afueras, a orillas de un riachuelo.

Si nos hemos demorado en la descripción de la ciudad se debe a que la comunidad cristiana fundada allí por Pablo y sus compañeros llegó a ser importante. Pablo le dirigió la famosa carta a los Filipenses que, según algunos eminentes exégetas, es el resultado de la fusión de al menos dos cartas recibidas del apóstol por esa comunidad. Además los vínculos entre Pablo y los cristianos de Filipos fueron estrechos, emotivos, hasta el punto de que solo de ellos se dejó Pablo ayudar económicamente (Flp 4,10-20). Y pensar que los primeros cristianos aquí fueron mujeres: Lidia, una extranjera, comerciante de púrpura, una tintura fina para telas, en cuya casa terminaron hospedándose los misioneros, y algunas otras simpatizantes judías.

Ya hemos leído antes que era el Espíritu Santo el que guiaba el itinerario de los predicadores cristianos y, como lo dice hoy la lectura, el que habría los corazones de los oyentes para aceptar el evangelio y sus compromisos. Así sigue siendo hasta hoy.

Dos temas podemos destacar de la lectura del evangelio de Juan, sin olvidar que seguimos leyendo los capítulos 13-17, los llamados discursos de despedida de Jesús durante la última cena. En primer lugar la reiterada promesa del envío del Espíritu Santo, aquí llamado: “Espíritu de la Verdad”. No porque vaya a revelar a los discípulos teorías abstractas, verdades filosóficas o teológicas. Sino porque procede del que es verdadero por antonomasia: el mismo Dios, porque trae su energía creadora y salvadora, la verdad del amor y del perdón, las verdades que se convierten en realidades de vida para quien lo recibe. Este Espíritu de la Verdad dará testimonio de Jesucristo, es decir, hará que muchísimos seres humanos, a lo largo de los siglos, aceptemos su Palabra, nos acojamos a su salvación, nos integremos a la comunidad de sus discípulos. Nos dará fuerza y sabiduría, también a nosotros para seguir testimoniando, como los primeros predicadores cristianos, la verdad del amor de Dios que ofrece su salvación a todos los seres humanos

En segundo lugar Jesús anuncia a sus discípulos las persecuciones y contradicciones a que se verán sometidos. De parte de los judíos que expulsarán de sus sinagogas a quienes se atrevan a confesarlo como Mesías e Hijo de Dios. Y de parte también de los poderosos del mundo que llegarán incluso a dar muerte a los cristianos, creyendo que hacen algo grato a Dios. Fue lo que pasó durante las persecuciones del Imperio Romano contra los cristianos: se les acusaba de impiedad y de ateísmo porque no adoraban las divinidades del estado totalitario. Lo que pasó en otras muchas épocas de la historia, por ejemplo durante el gobierno de Hitler y de su partido nacional socialista en Alemania, cuando muchos cristianos, católicos y protestantes, se vieron

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 17 - -www.elalmendro.com [email protected] hostigados, perseguidos, y asesinados por el poder de ese estado totalitario. Lo que sigue pasando en tantos lugares del mundo, ahora en nuestro tiempo, cuando se persigue a los cristianos por oponerse a regímenes inhumanos cuyo dios es la fuerza y el poder del dinero.

Jesús ha anunciado a sus discípulos que serán partícipes de sus sufrimientos, pero que el Espíritu de la Verdad los alentará para que su fe no desfallezca. Y que al final, recibirán los mártires el don supremo de la resurrección.

Podríamos preguntarnos hasta qué punto somos dóciles al Espíritu que Jesús envía a su Iglesia, hasta que punto nos abrimos a su influjo, acatamos sus inspiraciones. Y podríamos preguntarnos también qué haríamos si no persiguieran por ser cristianos. ¿Estaríamos dispuestos a continuar siendo cristianos? Martes 7 de mayo Augusto EVANGELIO Juan 16, 5-11

5Ahora, en cambio, me marcho con el que me envió pero ninguno de vosotros me pregunta adónde me marcho. 6Eso sí, lo que os he dicho os ha llenado de tristeza. 7Sin embargo, es verdad lo que os digo: os conviene que yo me vaya, pues si no me voy, el valedor no vendrá con vosotros. En cambio, si me voy, os lo enviaré.

8Cuando llegue él, le echará en cara al mundo que tiene pecado, que llevó razón y que se ha dado sentencia. 9Primero, que tiene pecado, y la prueba es que se niegan a darme su adhesión; 10luego, que llevo razón, y la prueba es que me marcho con el Padre y dejaréis de verme 11 y, por último, que se ha dado sentencia, y la prueba es que el jefe del orden este está ya condenado.

COMENTARIOS I

v. 5-6: Ahora, en cambio, me marcho con el que me envió pero ninguno de vosotros me

pregunta adónde me marcho. 6Eso sí, lo que os he dicho os ha llenado de tristeza. Nunca les había hablado Jesús de la persecución futura; hasta ahora, el blanco había sido él,

quien, además, podía defenderlos. Los discípulos siguen sin comprender la muerte como ida al Padre. No piden explicaciones, que consideran superfluas, pero se llenan de tristeza al pensar en la separación, que ellos interpretan como desamparo (cf. 14,18). Sin Jesús, se sienten indefensos ante el mundo.

v. 7: Sin embargo, es verdad lo que os digo: os conviene que yo me vaya, pues si no me voy, el valedor no vendrá con vosotros. En cambio, si me voy, os lo enviaré.

Para Jesús, la presencia y ayuda del Espíritu hará más bien a los discípulos que su propia presencia corporal. Pero para comunicar el Espíritu tiene que dar antes la prueba última y radical de su amor por el hombre. Mientras se apoyen en la presencia física de Jesús, los discípulos no aprenderán a tomar su plena responsabilidad ni tendrán la autonomía propia del que obra por convicción interior. Les conviene que se marche, para actuar por si mismos bajo el impulso del Espíritu.

v. 8: Cuando llegue él, le echará en cara al mundo que tiene pecado, que llevó razón y que se ha dado sentencia.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 18 - -www.elalmendro.com [email protected]

El sistema injusto se ha erigido en juez de Jesús y lo ha condenado como a un criminal. El Espíritu va a reabrir el proceso para pronunciar la sentencia contraria. Los que se hicieron jueces son los culpables; el condenado tenía razón y, en consecuencia, el sistema que se atrevió a cometer semejante injusticia está condenado por Dios.

vv. 9-10: Primero, que tiene pecado, y la prueba es que se niegan a darme su adhesión; 10luego, que llevo razón, y la prueba es que me marcho con el Padre y dejaréis de verme...

El mundo designa aquí al círculo dirigente que condenó a Jesús. Su pecado es »el pecado del mundo» (1,30), que consiste en impedir, reprimir o suprimir la vida, impidiendo la realización del proyecto creador (1,10); este pecado ha alcanzado su máxima expresión en el rechazo de Jesús (15,22).

La prueba de que Jesús tenía razón será la acogida del Padre (v.10), de la que la comunidad tendrá plena conciencia a través de la experiencia del Espíritu que de él va a recibir (15,26). El Padre va a refrendar toda la obra de Jesús; al acogerlo, Dios se constituye en juez e invierte el juicio dado por el mundo. Al marcharse con el Padre, Jesús dejará de estar presente como antes.

11y por último, que se ha dado sentencia, y la prueba es que el jefe del orden este está ya condenado.

El orden injusto va a considerarse más seguro por la muerte de Jesús, pero la comunidad experimentará que ese mundo está juzgado y que Dios está contra él.

II

Hoy escuchamos un episodio bastante movido de la evangelización en Filipos. En los versículos anteriores (no leídos en la liturgia) se nos ha relatado la causa del encarcelamiento de los misioneros Pablo y Bernabé: Pablo había liberado de un demonio pitoniso, es decir, adivino, a una esclava que había dado en seguirles por toda la ciudad profiriendo grandes gritos. Los dueños de la esclava que habían perdido una fuente de ingresos, pues la explotaban haciéndola adivinar por dinero, fueron los causantes del encarcelamiento y del castigo a que los magistrados de la ciudad sometieron a los apóstoles. Fueron arrojados a la mazmorra, es decir, al lugar más profundo y seguro de la cárcel y se les trabaron los pies con el cepo, un pesado tronco de madera que les impediría caminar.

Aún en estas circunstancias los apóstoles mantienen alto el ánimo: oran y cantan, asombrando seguramente a los demás encarcelados que, pronto, podrán explicarse el motivo de tanta entereza: nos dice el autor que una especie de terremoto liberó milagrosamente a los apóstoles del cepo y las cadenas, y abrió las puertas de la cárcel. Milagros como este son comunes en el libro de los Hechos y plantean agudamente el problema de su historicidad. Pero la mirada del creyente no puede quedar enredada en la maraña de las explicaciones racionalistas de tales episodios. Ha de penetrar a profundidad y acoger el significado de la Palabra de Dios. Se nos quiere decir que el Evangelio no puede ser encadenado. Que aún la cárcel es territorio de misión. Cuántos cristianos han llegado a la fe, precisamente, escuchando la proclamación del Evangelio en la cárcel. Ha habido incluso carceleros convertidos a la fe gracias al testimonio evangélico de algunos de sus prisioneros. Como en el caso del carcelero de Filipos que fue preservado del suicidio por la confortadora palabra de Pablo: “no te hagas daño, aquí estamos todos”.

Y lo que había comenzado tan dolorosa y dramáticamente termina en la alegría y en la luz y los cantos de la fiesta. El carcelero junto con su familia hace fiesta por la fe recibida, y agasaja a los apóstoles. Así son los caminos de Dios. Para que aprendamos a valorar el don precioso que se nos ha hecho concediéndonos conocer, amor y creer en Jesucristo. Para que nos aseguremos de que, aún en medio de las circunstancias más adversas, podemos comunicar a otros nuestra fe, ser misioneros.

Las palabras de Jesús que hemos leído hoy en el evangelio de Juan, pertenecientes a la última parte de los llamados “discursos de despedida”, presentan dificultades de interpretación

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 19 - -www.elalmendro.com [email protected] reconocidas por mentes tan poderosas como la de san Agustín y la de santo Tomás de Aquino. Es que en la Sagrada Escritura, tanto en el AT como en el NT, hay pasajes así, difíciles de interpretar, de entender, para nosotros que estamos tan lejos en el tiempo y en el espacio de los autores inspirados que los compusieron. Pero la dificultad no puede impedir que hagamos un esfuerzo, con humildad y docilidad a la inspiración divina, para captar el mensaje.

En primer lugar Jesús constata la tristeza de sus discípulos ante su inminente partida, una tristeza tan grande que les impide incluso preguntarle nuevamente a dónde va. Se han quedado callados y preocupados. Jesús trata de subirles los ánimos insistiéndoles en que les es conveniente su partida pues, de lo contrario, no recibirían al Paráclito, el abogado defensor, el amigo consolador, el Espíritu de Dios que vendrá sobre ellos para suplir a plenitud la presencia visible de Jesús.

Por otra parte, Jesús les revela algo de la futura acción del Espíritu: es como una especie de juicio ante un tribunal, como si se anticipara el juicio final. El lenguaje empleado aquí por el evangelista pertenece claramente al mundo de la jurisprudencia de la época. El Espíritu que ha de confortar y fortalecer a los discípulos en cambio declarará reo al mundo, manifestará cuál ha sido su pecado, ejercerá la justicia y dictará la sentencia.

En el conjunto del Evangelio ha quedado claro que el mundo, entendido, como hemos dicho ya, en el sentido de las fuerzas sociales, históricas y económicas opuestas al plan divino, ese mundo ha rechazado a Cristo, se ha negado a aceptar su Palabra, ha preferido sus tinieblas de pecado a la luz poderosa de la bondad y la verdad divinas. Ese es el pecado del mundo que el Espíritu revelará especialmente ante los mismos discípulos para que puedan apreciar en su justa medida la inocencia de Cristo condenado injustamente a muerte, y la maldad del mundo cerrado sobre su orgullo y egoísmo. El Espíritu hará justicia, o mejor: mostrará a los discípulos la justicia de Dios que resucitando a Jesús de entre los muertos lo entroniza a su derecha, por eso ya no lo ven, porque ha vuelto a la invisible gloria del Padre. Y, también, porque manifestará a los discípulos que el mundo es reo de su pecado, de haber rechazado la presencia de Dios en Jesús. Viene luego, por supuesto, la sentencia o la condena que recae sobre “el Príncipe de este mundo”. Se trata de la personificación de las fuerzas malignas de la historia: la injusticia ejercida sobre los inocentes, la opresión de los pobres con su secuela de males, la tiranía de los sistemas totalitarios. El Espíritu de Dios, declara Cristo a sus discípulos, realizará este juicio de la historia, en el cual brillará la justicia y la bondad divinas a favor de los suyos.

A nosotros corresponde escrutar en los acontecimientos de nuestro tiempo, este triunfo del amor y de la justicia de Dios, sin dejarnos intimidar por la aparente potencia del mal y del pecado. Las palabras de Jesús aseguran nuestra esperanza. Miércoles 8 de mayo Victor – Acacio EVANGELIO Juan 16, 12-15

12Mucho me queda por deciros, pero no podéis con ello por el momento. 13Cuando llegue él, el Espíritu de la verdad, os irá guiando en la verdad toda, porque no hablará por su cuenta, sino que os comunicará cada cosa que le digan y os interpretará lo que vaya viniendo. 14El manifestará mi gloria, porque, para daros la interpretación, tomará de lo mío. 15Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso he dicho que toma de lo mío para daros la interpretación.

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COMENTARIOS I

vv. 12-15. El mensaje tiene consecuencias que los discípulos aún no sacan y horizontes que no

pueden vislumbrar (12). Hay mucho terreno inexplorado en la verdad dé Jesús, que sólo irá siendo conocido a medida que la experiencia coloque a la comunidad ante nuevos hechos o circunstancias. El Espíritu será el guía (13). No transmitirá una doctrina nueva, explicará y aplicará el mensaje, y descubrirá en él virtualidades antes ocultas. Al mismo tiempo, irá interpretando la historia (lo que vaya viniendo) como dialéctica entre “el mundo” y el proyecto de Dios; así irá guiando a los discípulos en su actividad en favor del hombre. Para acertar en lo que conviene han de estar atentos, por una parte, a la vida y a la historia y, por otra, a la voz del Espíritu que la interpreta. Lo hará manifestando la gloria de Jesús (14), que equivale a tomar de lo suyo. Toma de Jesús su mensaje, el amor manifestado en su muerte. Lo oye en cuanto mensaje (13. cada cosa que le digan), lo toma y lo comunica en cuanto amor. La penetración del mensaje, es decir, la sintonía del amo?, hace posible la interpretación de la historia.. Quiere decir Jesús que sólo a través del amor se puede conocer el ser del hombre, interpretar su destino y realizar la sociedad humana.

Jesús posee en común con el Padre,- en primer lugar, la gloria/amor que le ha comunicado (1,14), la plenitud del Espíritu (1,32; cf. 17,10). No ha de concebirse como posesión estática sino como relación dinámica con el Padre, incesante y mutua, que hace de los dos uno (10,30) e identifica su actividad. Jesús realiza así las obras del Padre (5,17.36; 10,25), su designio creador (4,34; 5,30; 6,38-40). Por tanto, el criterio para interpretar la historia, basado en la sintonía con Jesús, se concreta en la realización del hombre, designio del Padre y expresión de su amor.

II

La selección hecha para el uso litúrgico ha omitido el relato del final de la evangelización en Filipos, en Tesalónica y en Berea, ciudades de Macedonia, en el norte de Grecia, y hoy nos presenta a Pablo llegando a Atenas, la vieja y gloriosa capital cultural de toda Grecia. Seguramente el autor de Hechos no fue ajeno a la admiración que la ciudad suscitaba y suscita aún en quien la oye nombrar. Casi automáticamente vienen a la memoria y a la imaginación las líneas puras del Partenón, el templo dedicado por los atenienses a la diosa fundadora, Palas Atenea; la silueta de la acrópolis, los nombres de los grandes maestros: Sócrates, Platón, Aristóteles...

Y seguramente Pablo mismo experimentó la importancia de su arribo a esta especie de Meca y de cuna de la civilización occidental.

De todas las peripecias que pudieron tener lugar durante la evangelización en Atenas, solo se nos ha relatado una, la del discurso de Pablo ante el areópago. Tal vez por tratarse de un episodio de un gran contenido simbólico. El areópago era un consejo o asamblea compuesto por los exmagistrados de la ciudad que, para la época de la visita paulina, ejercía funciones de alta corte de apelaciones e, incluso, de academia de jurisprudencia. Se reunía en un lugar al que la institución debe su nombre: una especie de colina donde soplaba el viento, haciéndola propicia para reuniones en días calurosos. Hasta allá llega Pablo después de observar atentamente la cantidad de magníficos edificios, esculturas, altares, arcos y plazas columnadas que hacía de la ciudad un verdadero museo viviente, del cual sus habitantes se sentían muy orgullosos.

Pablo comienza a hablarles de lo que todo ser humano, con las solas fuerzas de su razón, puede saber de Dios, de lo que técnicamente se llama “teología natural” o “teodicea”. Pero arranca su discurso captando la atención de los oyentes y alagándolos por su gran sensibilidad religiosa pues, les dice, ha visto, de camino a la reunión, la cantidad de altares dedicados a los distintos dioses, y hasta un altar “al dios desconocido”, como si quisieran asegurarse de no dejar de adorar a ninguno. Les dice que ese dios desconocido por ellos es el que viene a predicarles. Se trata, claro

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 21 - -www.elalmendro.com [email protected] está, del único Dios vivo y verdadero que Pablo conoce desde su juventud, el creador sabio del mundo y del género humano, el Padre providente que alimenta a sus hijos permitiendo el sucederse de las estaciones y haciendo fecunda la tierra. Pablo llega incluso a referirse a uno de los poetas griegos que hablaba de que los seres humanos somos, de alguna manera, descendencia, estirpe de Dios. Al final los exhorta a convertirse ante la proximidad del juicio divino que Dios va a realizar por su elegido, a quien resucitó de entre los muertos. No ha mencionado a Jesús sino tácitamente, pero la expresión “resurrección de los muertos”, hace que los magistrados interrumpan el discurso burlándose, o dándole largas a Pablo a quien prometen escuchar en otra ocasión. Es que el mensaje de la resurrección choca contra el escepticismo de estos hombres acostumbrados a disfrutar al máximo la vida porque no esperan, según las concepciones filosóficas griegas, ninguna vida más allá de la muerte.

El relato culmina con la noticia consoladora de que un tal Dionisio, miembro de la asamblea, abrazó la fe, una mujer llamada Dámaris y algunos más. No se cuenta otra cosa de la evangelización en Atenas. Se dice lacónicamente que Pablo marchó hacia Corinto. De todos modos parece que se fundó una pequeña comunidad que, con el tiempo, dada la importancia histórica y cultural de la ciudad, llegó a ser una de las más renombradas Iglesias de todo el mundo griego.

Tal vez para Pablo la evangelización de Atenas fue un fracaso, allí no hubo judíos que se opusieran, ni autoridades que persiguieran a los misioneros. Tan solo la condescendiente ironía de los sabios magistrados llenos de filosofía. Por eso, más tarde, Pablo dirá que la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios (1Cor 1, 19-31) y que Dios se complace en los humildes y sencillos.

Seguimos leyendo los discursos de despedida de Jesús contenidos en el evangelio de san Juan, en los capítulos 14 al 17. En los cuatro versículos de la lectura evangélica de hoy, Jesús ilustra a sus discípulos sobre el papel que jugará en sus vidas el Espíritu Santo, aquí designado por Jesús como “Espíritu de la Verdad”. Él completará su formación, pues Jesús reconoce que no les ha dicho o enseñado todo, porque no pueden cargar con ello todavía. Seguramente las primitivas comunidades joánicas, entre las cuales circuló en primer lugar el 4º evangelio, experimentaban la luz del Espíritu que los iba llevando a una cada vez más profunda comprensión del mensaje de Jesús, que les ayudaba a superar las dificultades y a resolver los no pocos problemas que se les presentaban. Por ejemplo, problemas de entendimiento con otros grupos cristianos, o la persecución por parte de los judíos y de los paganos, o la organización interna de la misma comunidad, el contenido de la predicación y de la catequesis que se debían transmitir, el ritual de las celebraciones comunitarias o el sentido de las antiguas escrituras. A medida que la comunidad iba sorteando todos esos problemas, iba experimentando la acción, en ella, del Espíritu de la Verdad.

Ese Espíritu no era otro del que es mencionado como “Ruah”, como “aliento” de Dios en el AT, a quien se atribuía la creación del mundo, la inspiración de los profetas, la sabiduría de los gobernantes, la habilidad de los artesanos y las enseñanzas de los sabios. Era el Espíritu que el profeta Joel había anunciado para los últimos tiempos, no ya reservado a unos pocos sino dado sin medida a todo el pueblo de Dios (Jl 3, 1-5; Hch 2, 17-21.33). En san Juan es llamado varias veces “Espíritu de la Verdad”, no porque Jesús tenga de El una concepción intelectualista, sino porque la verdad en el 4º evangelio es sinónimo de la fidelidad de Dios, de su misericordia amorosa y de los demás atributos de su ser.

Jesús insiste en que el Espíritu transmitirá a los discípulos el conocimiento íntimo de Dios, del Padre omnipotente y de su Hijo Jesucristo con los cuales El está en íntima comunión. Sus palabras son las de Dios, sus inspiraciones proceden de Dios, porque Él mismo es Dios. Por medio suyo la palabra de Cristo que es la Palabra misma de Dios, se mantendrá viva y operante entre los discípulos a lo largo de los siglos. Así lo ha experimentado la Iglesia y así lo experimentamos nosotros cuando vivimos de manera activa y comprometida nuestra fe de cristianos en comunidad.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 22 - -www.elalmendro.com [email protected] Jueves 9 de mayo Pacomio – Gregorio EVANGELIO Mateo 28, 16-20

16Los once discípulos fueron a Galilea al monte donde Jesús los había citado. 17A1 verlo se postraron ante él, los mismos que habían dudado. 18Jesús se acercó y les habló así:

-Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra. 19Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizadlos para vincularlos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo 20y enseñadles a guardar todo lo que os mandé; mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin de esta edad.

COMENTARIOS I

16Los once discípulos fueron a Galilea al monte donde Jesús los había citado. 17A1 verlo se

postraron ante él, los mismos que habían dudado. . «Los once discípulos»: falta uno, Judas el traidor, representante del Israel histórico que ha

pedido la crucifixión de Jesús. El Israel mesiánico se forma sin integrar al antiguo pueblo como tal. La expresión «los once discípulos», que excluye la existencia de otros discípulos (cf. 10,1: «sus doce discípulos»), muestra claramente que el número es simbólico y que «los Doce / Once» abarcan a todos los discípulos de Jesús, fuese cual fuese su número.

En relación con la defección del Israel histórico está la ida a Galilea. Jerusalén, capital de Israel, queda atrás y no va a ser objeto de misión. La misión en Israel la han hecho Jesús (15,24) y los discípulos (10,6). Ahora que Israel ha rechazado al Mesías, la misión se dirigirá a los paganos. Galilea es el punto de arranque, pues es la tierra limítrofe con las naciones paganas (cf. 8,28; 15,21). «El monte», como en 5,1, representa la esfera divina, la del Espíritu; desde ella va a enviar Jesús a los suyos. La presencia de Jesús en Galilea conecta al resucitado con el Jesús histórico, que ejerció su actividad en esa región.

Los discípulos se postran ante Jesús, mostrando su fe en él como Hijo de Dios (cf. 14,33), pero al mismo tiempo dudan El verbo «dudar/vacilar» se encuentra en el evangelio solamente aquí y en 14,31, donde delataba la falta de fe de Pedro, que lo llevó a hundirse en el agua. La escena está también en relación con la transfiguración: la realidad de Jesús ahora es la misma que se manifestó allí; la transfiguración anticipaba la resurrección. Teniendo en cuenta estos datos, la duda significa que los discípulos no tienen fe suficiente para asumir el destino de Jesús. Según Mt, es la primera vez que tienen experiencia del resucitado, el vencedor de la muerte; saben que han de afrontar la muerte para llegar a este estado. Como Pedro en 14,31, no se sienten capaces de realizar en sí mismos la condición divina que ven en Jesús.

v.v.18-20: Jesús se acercó y les habló así: -Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra. 19Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizadlos para vincularlos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo 20y enseñadles a guardar todo lo que os mandé; mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin de esta edad.

. Durante la vida mortal de Jesús, «el Hombre» había tenido potestad «en la tierra» (9,6); ahora, después de su resurrección, sentado a la derecha del Padre (26,64), su autoridad, como la de éste, se extiende a tierra y cielo. A través de la cruz ha llegado a la plena condición divina.

En virtud de esa autoridad universal, los manda en misión al mundo entero. Va a realizarse la promesa de Dios a Abrahán (Gn 17,4s; 22,18); toda la humanidad va a constituir el Israel definitivo. «Id» muestra que Galilea es el punto de partida. La misión consiste en hacer discípulos,

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 23 - -www.elalmendro.com [email protected] en proclamar el mensaje de Jesús para que los hombres sigan sus enseñanzas, aprendan su mensaje y lo practiquen.

Para ello, el primer medio es el bautismo. En el evangelio han aparecido dos bautismos, el de Juan, con agua, y el de Jesús, en su aspecto positivo, con Espíritu; en su aspecto negativo (atribuido por Juan Bautista y que no pertenece a la misión), con fuego (cf. 3,11). El bautismo con agua es signo de arrepentimiento y enmienda (3,6.8); sólo el bautismo con Espíritu vincula con el Padre, con Jesús y con el Espíritu mismo. Mt indica la vinculación personal (= nombre) que se produce en el bautismo: el hombre queda vinculado al Espíritu, que completa su ser y lo pone en la línea del «Hombre» (cf. 3,16); por ser el Espíritu, exhalado por Jesús en su muerte, el mismo Espíritu de Jesús, vincula a él porque produce la unidad de Espíritu; pero el Espíritu que recibió Jesús era el Espíritu de Dios (3,16), que lo hacia Hijo; por él reciben también los hombres la calidad de hijos del Padre y hermanos de Jesús (28,10). A la escucha y aceptación del mensaje sigue, pues, el bautismo del Espíritu, dado directamente por Jesús (3,11). Mt, que tiene una fuerte tradición judía, incluye probablemente en el encargo «bautizadlos» ambos bautismos el de agua, administrado por los discípulos, y el del Espíritu, obra de Jesús.

El segundo medio para hacer discípulos es la instrucción o enseñanza que lleva a la práctica. No se trata ya de un primer acercamiento a Jesús por la audición del mensaje, sino de la práctica de éste. Jesús no encarga a sus discípulos enseñar doctrina (cf. 23, 8), sino «practicar todo cuanto os he mandado». Hay que aclarar el contenido de la enseñanza. En Mt, el verbo «mandar», con sujeto Jesús, ha aparecido solamente en 17,9, donde prohibe a Pedro, Santiago y Juan decir nada de la visión que han tenido (la transfiguración) hasta después de su resurrección. Esta orden no ofrece paralelo con el contenido de 28,20. Para encontrar un paralelo hay que remitirse al término entolé, «orden, mandamiento, encargo», de la misma raíz. Ahora bien, la única vez que aparece «mandamiento» sin referirse a los del AT (cf. 15,3; 19,17; 22,36.38.40) es en 5,19, donde denota las bienaventuranzas. Éstas son los mandamientos de Jesús que toman el puesto de los de Moisés. Por otra parte, la frase «todo lo que yo os he mandado» es la misma que se usa a menudo para referirse a la antigua Ley (cf. Ex 23,22; 25,21; 29,35; 34,11.18.32; 40,16; Dt 1,41; 61.3, etc.). Jesús encarga a los suyos enseñar el código de la nueva alianza (cf. 26,28), que se compendia en las bienaventuranzas propuestas en su primer discurso (5,3-10). Nótese la oposición entre 5,19: «el que se exima de uno de estos mandamientos mínimos y lo enseñe así a los hombres» (motivo de exclusión del reino), y la totalidad que exige Jesús en la enseñanza y observancia: «todo lo que os he mandado».

Los que van a enseñar esto a las naciones han de practicarlo (cf. 5,19: «el que lo practica y enseña»). La comunidad con su modo de obrar y su fidelidad al mensaje de Jesús, constituye la escuela de iniciación para los nuevos adeptos.

La última frase de Jesús es una promesa que mira sobre todo a la misión. No van a estar solos en ella, Jesús va a acompañarlos en su labor (cf. Ag 1,13). Así se cumplirá el contenido de su nombre, Emmanuel: «Dios entre nosotros» (1,23). Juntos van a beber el vino nuevo de la entrega total (cf. 26,29). Tal situación durará hasta el fin de esta edad, que coincide con el del mundo, es decir, durante todo el tiempo del reinado de «el Hombre» en la historia (13,41). Después quedará solamente el reinado del Padre (13,48; 26,29), fase definitiva del reinado de Dios.

II

La primera lectura de la liturgia nos ofrece el relato de la Ascensión del Señor cuyo objetivo fundamental es trazar los rasgos específicos de la esperanza cristiana. Jesús, nuevo Elías, asciende a los cielos y este hecho no significa el fin de la historia deseado por los discípulos según se refleja en su pregunta: “¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino para Israel?” (v.6). Se trata por el contrario, del tiempo del testimonio que prepara ese final. En el salmo interleccional se proclama la entronización de Dios como “emperador” y “rey” de toda la tierra y la carta a los cristianos de

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 24 - -www.elalmendro.com [email protected] Efeso conecta el señorío del Mesías Jesús a la comprensión que deben tener los miembros de la comunidad eclesial sobre la esperanza a la que “abre su llamamiento” (1, 18) .

El Evangelio, final del relato de Mateo, vuelve a subrayar esa conexión. Comprende las circunstancias del último encuentro entre Jesús y sus discípulos (vv.16-17) y las palabras finales del Señor a su comunidad (vv.18-20).

Respecto a las circunstancias, el texto sitúa la escena en una montaña de la Galilea. Se produce en ella la teofanía del Resucitado que debe colocarse en relación con la montaña de la Tentación y con la montaña de la Transfiguración. Se anticipa, así el Señorío de Jesús, tema principal que se desprenden de las palabras que éste pronuncia.

Lejos del centro de la dirigencia religiosa, Jesús se encuentra con los Once. El número es el resultado de la sustracción de Judas de la cifra original de los Doce discípulos y significa la totalidad de los seguidores de Jesús que no defeccionaron. Todos ellos son beneficiarios de la experiencia del Resucitado.

Ante esa experiencia su actitud es una mezcla de adoración y de duda. Como Pedro ante el embate de las olas (cf. Mt 14, 23-33), la comunidad lleva en su seno estos dos sentimientos contradictorios. Ambos son los dos únicos textos de Mateo que combinan los verbos que se refieren a esos dos sentimientos.

Las palabras de Jesús se dirigen a fortalecer la fe comunitaria desde un encargo en que están implicados tres personajes: Jesús, el círculo de los discípulos y “todos los pueblos”. Respecto a sí mismo, Jesús afirma que ha recibido “plena autoridad en el cielo y en la tierra” (v. 18). Para el evangelista, la autoridad ocupa un puesto importante en la presentación de Jesús. Este, al inicio de su actividad, había rechazado la última propuesta del diablo en orden recibir “todos los reinos del mundo” (cf. Mt 4, 8-10), los discípulos habían visto actuante en Jesús el significado del poder divino pero debían mantenerlo en secreto (cf. Mt 16, 28 - 17, 9). Ahora es el momento de la proclamación de ese señorío, recibido por Jesús del Padre.

Los elementos que subrayan el universalismo son acumulados en este breve pasaje. Junto a “cielo y tierra” y la mención de los “pueblos” se da una significativa repetición del término “todo”, “plena autoridad” (v.18), “todos los pueblos” (v.19), “todo lo que les mandé” (v.19), “cada día” (v.20). La obediencia al querer divino confiere a Jesús un señorío universal que se ejerce sobre toda realidad creada.

Este señorío universal es el fundamento para la existencia de la realidad eclesial. El encuentro con Jesús Resucitado establece la Iglesia en el momento de la irrupción gratuita y definitiva de Aquel que ha sido entronizado a la derecha del Padre. De esta forma se inicia una nueva era con la presencia definitiva del Enmanuel, el Dios con nosotros.

Este “relato de vocación” de la comunidad eclesial describe la transmisión que le hace Jesús de “todo su poder”. Gracias a él pueden convocar a nuevos discípulos mediante el bautismo y la enseñanza. Por el bautismo, Jesús había iniciado el cumplimiento definitivo de la justicia del Reino (Mt 3, 15), igualmente el bautismo cristiano injerta a cada bautizado en la misma dinámica. Junto al bautismo, el otro rasgo característico de la existencia cristiana es la “enseñanza”. No se trata de una teoría que se debe proclamar, sino de la Buena Noticia del Reino frente a la cual todo creyente es un seguidor al que se exige un comportamiento coherente. Se trata de “guardar todo lo que les mandé”. De esa forma, toda obra y palabra de Jesús se convierten en punto de referencia que se debe tener presente en la propia vida.

El mandato de Jesús compromete a toda la comunidad eclesial y la responsabiliza frente a todas las naciones. Aunque ya iniciado en el círculo de los discípulos, el señorío de Jesús no puede agotarse al interno de la vida de las comunidades cristianas. Para ello cuenta con la asistencia de su Señor: “Yo estaré con ustedes”. Esta asistencia suministra el coraje necesario para superar todos los temores y tempestades y confiere un ámbito ilimitado para la actuación de la salvación.

Pero para ello, se exige de la Iglesia la misma obediencia de Jesús. Sólo en el rechazo del poder de dominio, en la obediencia filial al Padre, podrá realizar su tarea. Este “manifiesto” final

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 25 - -www.elalmendro.com [email protected] del Señor Resucitado liga íntimamente la misión de la Iglesia al camino recorrido históricamente por Jesús de Nazaret, Hombre y Dios. Viernes 10 de mayo Antonino EVANGELIO Juan 16, 21-23 a.

21Cuando la mujer va a dar a luz se siente triste, porque le ha llegado su hora; pero, cuando nace el niño, ya no se acuerda del apuro, por la alegría de que ha nacido un hombre para el mundo. 22Así, también vosotros ahora sentís tristeza, pero cuando aparezca entre vosotros os alegraréis, y vuestra alegría no os la quitará nadie. 23aEse día no tendréis que preguntarme nada.

COMENTARIOS I

v. 21: Cuando la mujer va a dar a luz se siente triste, porque le ha llegado su hora; pero,

cuando nace el niño, ya no se acuerda del apuro, por la alegría de que ha nacido un hombre para el mundo.

La mujer, con artículo determinado, es tipo de la humanidad, como la embarazada de Is 26,17 es imagen del pueblo y en Is 66,8 es la ciudad de Sión la que da a luz a sus hijos. Jesús alude con sus palabras al nacimiento de una nueva humanidad; también a Is 26, 14ss: "Como la embarazada, cuando le llega el parto, etc.", que usa la imagen en relación con una resurrección de muertos. En boca de Jesús no sólo señala su propia resurrección, sino también la que el hombre experimenta al salir de la opresión, que es muerte. La imagen del parto se sitúa en la misma doble perspectiva: la muerte-resurrección de Jesús y la tristeza-alegría de los suyos. La persecución y muerte son prenda de alegría y vida. La imagen del parto precisa en qué consiste el fruto (15,2): es el hombre nuevo, el que posee la vida definitiva. Éste nace como fruto de un desgarro, expresado en términos de muerte o dolor. Jesús va a dar su vida para crear el hombre nuevo; también los sufrimientos de los suyos, perseguidos por el orden injusto, son dolores de parto de la nueva humanidad.

vv. 22-23a: Así, también vosotros ahora sentís tristeza, pero cuando aparezca entre vosotros os alegraréis, y vuestra alegría no os la quitará nadie. 23aEse día no tendréis que preguntarme nada.

Aplica Jesús claramente el tema de la tristeza-alegría a los acontecimientos de su muerte-resurrección. Los pone así en paralelo con la imagen que había usado: su muerte representa los dolores de parto; su resurrección, el nacimiento del Hombre. La condición de Jesús resucitado no deja, por tanto, de ser humana; es la plenitud de existencia que Dios ha destinado al hombre.

Una vez que los discípulos hayan visto el triunfo de la vida sobre la muerte, la alegría será permanente. El gozo de la comunidad estriba en la presencia de Jesús resucitado, signo de la vida invencible. Cuando llegue aquel día, comprenderán (v. 23a). La experiencia del Espíritu responderá a todas las preguntas.

Síntesis: En el discurso de Jesús, que venimos comentando, aparecen dos planos superpuestos en relación con el tema muerte-fecundidad:

- En primer lugar, se refiere a su propia muerte, que producirá tristeza, pero no duradera; su fruto será el nacimiento del hombre nuevo a su estado definitivo.

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- En segundo lugar, lo que sucede con Jesús es ley para todos. La comunidad tiene que ser fecunda y; por tanto, conocerá sus momentos de dolor/muerte, tanto a nivel individual como de grupo. Así seguirá naciendo el Hombre. No se interrumpe, sin embargo, la alegría, que nace de la presencia de Jesús y del fruto que nace.

II

La solemnidad de la Ascensión del Señor, que celebrábamos ayer, interrumpió la lectura del libro de los Hechos. Se nos contaba de la llegada de Pablo a Corinto, el gran puerto situado en el istmo de su nombre, que une la península Balcánica con la pequeña península del Peloponeso. Su estratégica ubicación hizo de Corinto una ciudad rica y renombrada desde épocas remotas. Ahora, cuando Pablo la visita, se ha convertido en la capital administrativa de la provincia de Acaya, sede del procónsul, el gobernador nombrado directamente por el senado romano para regir las provincias más importantes del imperio. En Corinto se acumulaban y transferían mercancías de todas partes, había astilleros para la construcción de embarcaciones, ricas corporaciones de mercaderes y de artesanos, miles de esclavos que desempeñaban muy distintos oficios. Y no faltaban, por supuesto, los templos y los adoradores de las diversas religiones importantes del imperio. Incluso los judíos tenían su poderosa e influyente sinagoga. La ciudad era famosa, además de su riqueza e importancia económica y comercial, por la corrupción de costumbres de sus habitantes, siendo un centro afamado, en todo el Mediterráneo, de prostitución.

La estadía de Pablo en Corinto fue larga, de un año y medio según Hechos, lo que le permitió dedicarse al trabajo manual para ganarse la vida, actitud de la que se glorió siempre, la de predicar gratuitamente el evangelio, no movido por ninguna clase de codicia... Incluso sabemos que estuvo asociado a un matrimonio judío: Aquila y su esposa Priscila, convertidos al cristianismo y llegados a Corinto a raíz del edicto del emperador Claudio que expulsaba a los judíos del la capital del imperio (aproximadamente hacia el 49 d.C.). Esta pareja se asoció a Pablo, no solo en el trabajo material de fabricar lonas, sino también en la evangelización. En Corinto se formó una comunidad cristiana de numerosos miembros, inquieta, llena de entusiasmo, con la cual el apóstol, después de su partida que se nos narra hoy, mantuvo una intensa correspondencia y unas relaciones, a veces tensas y difíciles, pero siempre francas y muy cercanas, siendo la de Corinto la comunidad cristiana de origen paulino que mejor conocemos.

En la lectura de hoy se nos presentan, por una parte el consuelo divino que recibe Pablo para animarlo a perseverar en sus fatigas de evangelizador y, por otra parte, el incidente ante el procónsul Galión promovido por los judíos contra Pablo y sus compañeros. El libro de los Hechos presentará, como suele hacerlo, a las autoridades romanas benévolas frente al naciente cristianismo, o por lo menos nada interesadas en inmiscuirse en conflictos religiosos. Tal vez esa imagen sea cierta en los orígenes cristianos, lo que sabemos es que el Imperio Romano, a partir de los años 70 DC, comenzó a preocuparse por la cada vez más notoria presencia e influencia de los cristianos en su seno.

¿Y nuestra comunidad? No debemos olvidar nunca que las iglesias retratadas en el libro de los Hechos de los Apóstoles, deben ser para nosotros modelo y ejemplo.

El pasaje del evangelio de san Juan que hemos leído hoy, tomado, como venimos haciéndolo, de los discursos de despedida de Jesús durante la última cena celebrada con sus discípulos, nos pone ante una alternativa: la tristeza y el gozo, las penas y la felicidad. Pero son las de Cristo: tristeza y pena por su partida inminente, porque ya no estará más física y personalmente presente entre los suyos. Porque el mundo los perseguirá y odiará a causa de Jesús. Gozo y alegría porque Jesús regresará a través de su Espíritu y, de una manera definitiva, al final de los tiempos, cuando los creyentes podamos “estar” con Cristo, “permanecer” en El. Expresiones de completa intimidad que solo podrán realizarse en la consumación universal.

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Jesús emplea la imagen de la mujer que espera dar a luz: antes del parto se afana y está triste y preocupada porque se le viene encima un trance doloroso que, incluso, pone en peligro su salud, su vida. Pero que una vez ha dado a luz se alegra por la vida que ha nacido, con la cual ella hace que la raza humana siga adelante. Esta imagen, tan común en la Biblia (por ej: Is 13, 8; Mt 24, 8; etc.), es empleada por Jesús para expresar la situación de su pequeña comunidad en el mundo: ella es como una madre que se preocupa y está triste antes de dar a luz a tantos seres humanos por la fe en Dios Padre y en su Hijo Jesucristo; pero que se alegra cuando puede reunir en torno a la mesa del Señor a todos los hijos de su fecundidad misionera, de su testimonio evangélico.

Acercándonos al final de este tiempo pascual debemos renovar la alegría que llena a la Iglesia por la resurrección de Jesucristo, por la acción de Dios que lo ha constituido Señor de la historia, juez de vivos y muertos. Y esta alegría pascual nos debe ayudar a sobrellevar con fortaleza las persecuciones, los odios, discriminaciones y sufrimientos de la evangelización. Sábado 11 de mayo Anastasio EVANGELIO Juan 16, 23b-28

2 3 bSí, os lo aseguro: Si le pedís algo al Padre en unión conmigo, os lo dará. 24Hasta el presente no habéis pedido nada en unión conmigo; pedid y recibiréis, así estaréis colmados de alegría.

25Hasta aquí os he hablado en comparaciones. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en comparaciones, sino que os informaré sobre el Padre claramente. 26Ese día pediréis en unión conmigo; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, 27porque el Padre mismo os quiere, ya que vosotros me queréis de verdad y creéis firmemente que yo salí de Dios. 28Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo y voy con el Padre.

COMENTARIOS I

v. 23b: Sí, os lo aseguro: Si le pedís algo al Padre en unión conmigo, os lo dará. Declaración solemne: Los discípulos tienen pleno acceso al Padre, cuya paternidad los

abraza a ellos. El acceso existe en unión con Jesús. No es Jesús un mediador que distancie del Padre; al contrario, lleva a los discípulos hasta él. Jesús subraya la eficacia de la petición (si le pedís algo... os lo dará). Al poner como única condición que sea hecha en unión con él, su objeto ha de estar incluido en el ámbito de la obra de Jesús (10,10: yo he venido para que tengan vida y les rebose). Todo lo que contribuye a la vida individual o comunitaria, o a la comunicación de vida a otros, puede ser objeto de petición.

v. 24-26: Hasta el presente no habéis pedido nada en unión conmigo; pedid y recibiréis, así estaréis colmados de alegría. 25Hasta aquí os he hablado en comparaciones. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en comparaciones, sino que os informaré sobre el Padre claramente. 26Ese día pediréis en unión conmigo; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,

Jesús exhorta a pedir con la seguridad de recibir. La experiencia del Padre asequible y generoso llena de alegría. Se refiere a la hora de su vuelta. Su información sobre el Padre no serán explicaciones de palabra, sino la que procura la experiencia del Espíritu. Éste hará superflua toda comparación, el conocimiento del Padre les será connatural.

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vv. 27: porque el Padre mismo os quiere, ya que vosotros me queréis de verdad y creéis firmemente que yo salí de Dios.

No existe un Dios severo y un Jesús mediador (el Padre mismo os quiere), sino un Dios Padre que ama a los hombres Y que hace presente su amor en Jesús. El amor del Padre a los discípulos tiene por fundamento la adhesión de éstos a Jesús, su cariño a él como amigos y su fe en su procedencia. Como Jesús (15,15), también el Padre quiere a los discípulos como a amigos (querer, no "amar"). Ni uno ni otro dominan al hombre; están a su favor y se ponen a su servicio (6,11; 13, 4ss).

De hecho, Dios ofrece su amor al mundo entero (3,16), pero el amor no es completo mientras no sea mutuo. Su amor, dador de vida, es ayuda eficaz, pero sólo adquiere realidad cuando encuentra respuesta. No se impone, se ofrece como don gratuito.

v 28: Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo y voy con el Padre. Jesús resume su itinerario: desde el Padre hasta el Padre (cf. 13,3). Salir del Padre significa

no sólo ser enviado por él (5,36.38), sino ser Jesús la realización del proyecto que Dios tenía desde el principio (1,1.14).

II

Ayer leíamos en el libro de los Hechos de los Apóstoles cómo Pablo había puesto fin a su estadía en Corinto para regresar a Siria, a visitar la comunidad de Antioquía la Grande, de la cual había partido para este su segundo viaje misionero. Hoy leemos que, después de permanecer un tiempo en ésa capital de Siria, emprendió un nuevo viaje, el tercero según el esquema del libro de los Hechos, visitando las comunidades de Frigia y Galacia, ambas regiones de Anatolia, la actual Turquía. Terminando por establecerse en Efeso, la capital de la provincia imperial de Asia. Se trataba de otra de las grandes ciudades del Imperio y del mundo antiguo, en la desembocadura del río Meandro, un poco al sur del litoral asiático sobre el mar Egeo. Era pues un puerto activísimo, como Corinto, con la cual mantenía un intenso tráfico comercial pues están casi frente a frente. Ambas ciudades existen todavía aunque han perdido la importancia que tenían en los tiempos de Pablo. Éfeso era una típica ciudad helenística, es decir, de cultura griega, a las actividades comerciales se sumaban, para hacerla próspera y famosa, las peregrinaciones al santuario de la diosa Artemisa, diosa de la fecundidad, la Venus romana, confundida también con la diosa lunar Diana, la cazadora nocturna. El templo de la diosa era una de las maravillas de la antigüedad, en sus dependencias se practicaba la prostitución sagrada y los comerciantes de la ciudad se enriquecían con la venta de recuerdos, ofrendas y exvotos que compraban los peregrinos.

La estadía de Pablo en Efeso fue larga, de más o menos dos años. Desde allí mantuvo correspondencia con sus comunidades, evangelizó la ciudad y, por medio de sus colaboradores, evangelizó también toda la región de Asia. Hoy oímos hablar, en la lectura, de un tal Apolo, un judeocristiano elocuente que arribó a Éfeso y a quien los compañeros de Pablo, Áquila y Priscila, que se encontraban también en la ciudad, terminaron de evangelizar y enviaron a Grecia, concretamente a Corinto, con cartas de recomendación. Este Apolo aparecerá mencionado precisamente en la 1ª carta a los Corintios pues sus partidarios entusiastas, conformaban uno de los bandos en que se había dividido la comunidad (1Cor 1, 12; 3, 5).

La mención de ciudades importantes en las cuales es predicado el Evangelio, nos lleva a reflexionar sobre las dificultades de vivir la fe y, sobre todo, de proclamarla a los demás, en el contexto de las grandes metrópolis de nuestra época. ¿Cómo emular a Pablo y a los demás apóstoles que fueron capaces de formar comunidades cristianas, activas y misioneras, en las grandes ciudades del Imperio Romano? ¿Cómo vivir nuestra fe de cristianos al ritmo que se impone en nuestras capitales de millones y millones de habitantes? Es todo un reto para nuestra creatividad y nuestro fervor misionero, pues no podemos mantener la concepción romántica de los

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 29 - -www.elalmendro.com [email protected] “países o territorios de misión”: lugares en continentes remotos, entre gentes pobres y abandonadas. New York, Tokio, Buenos Aires, Kinshasa, Montreal, Sydney, Bogotá, Ciudad de México, Bombay, Lima, etc. Todas ciudades de varios millones de habitantes serían los lugares a donde iría Pablo y sus compañeros a predicar el Evangelio, si ellos tuvieran que hacerlo en nuestro tiempo. Ahora nos toca a nosotros, cristianos del siglo XXI.

Pedir es una actitud muy común entre nosotros: pedimos favores, excusas, servicios, dinero cuando nos hace falta, responsabilidad a nuestros gobernantes, seguridad, etc. A lo largo de los siglos los seres humanos se han dirigido a sus dioses pidiéndoles favores y beneficios, perdón y ayuda, iluminación e inmortalidad. Hoy, en la lectura evangélica tomada de san Juan, de los discursos de despedida de Jesús durante su última cena, el Señor nos dice que pidamos seguros de que vamos a recibir. Que pidamos al Padre en su nombre, es decir, por mediación suya, confiándonos en sus méritos, que son los del Hijo muy amado de Dios, que entregó su vida para cumplir la voluntad del Padre dándonos la salvación.

Uno pide cuando tiene confianza en que va a recibir. Otro ámbito de nuestra vida en donde pedimos fácilmente es el de la familia: los hijos piden a los padres y viceversa, los esposos se piden entre sí, sabiendo todos que el amor y el respeto, la confianza y la ternura de los unos por los otros les llevará a darse mutuamente. Así Jesús nos dice que pidamos al Padre, como hijos confiados, sabiendo que hemos entrado a formar parte de la misma familia de Dios, porque Cristo salió del Padre, vino al mundo y volvió a Dios, para llevarnos con Él, para que conformásemos con El, mediante la fuerza y el amor del Espíritu, una familia unida, cuya dimensión terrena es la Iglesia, pero que tiene una dimensión celeste, trascendente, la de la vida plena de Dios.

Pedir implica estar dispuesto a dar. El único que no tiene necesidad de pedir es Dios, y sin embargo quiso ponerse en ese transe, enviando a su Hijo al mundo: Jesús, que pidió agua a la samaritana, que pidió a sus oyentes fe en sus palabras y en sus acciones, que pidió a sus discípulos constancia y valor en la tribulación, y paciencia antes de la venida del Espíritu consolador. Por eso Dios está dispuesto a darnos siempre con generosidad, porque conoce nuestras carencias, nuestras grandes y pequeñas necesidades. Pero mal haríamos en pedir a Dios, en nombre de Jesucristo, si no estuviéramos dispuestos a dar a nuestros hermanos cuando nos piden algo, sobre todo a nuestros hermanos pobres y necesitados, que esperan de nosotros una palabra, una sonrisa, un gesto de comprensión y de respeto, una ayuda efectiva en sus tribulaciones. Cuando recibimos lo que pedimos nos llenamos de alegría, pero cuando damos, dijo Jesús, nuestra alegría es más grande todavía (Hch 20, 35) y la Escritura nos garantiza que “Dios ama al que da con alegría” (Prov 22, 8; 2Cor 9, 7).

Domingo 12 de mayo Nereo – Aquiles – Pancracio

DOMINGO SEPTIMO DE PASCUA

Primera lectura: Hechos 1, 12-14 Salmo responsorial: 26, 1.4. 7-8

Segunda lectura: 1 Pedro 4, 13-16 EVANGELIO Juan 17, 1-11 a.

17 1Así habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo: -Padre, ha llegado la hora: manifiesta la gloria de tu Hijo, para que el Hijo manifieste la

tuya: 2ya que le has dado esa capacidad para con todo hombre, que les dé a ellos vida definitiva, a

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 30 - -www.elalmendro.com [email protected] todo lo que le has entregado; 3y ésta es la vida definitiva, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, conociendo a tu enviado, Jesús Mesías.

4Yo he manifestado tu gloria en la tierra dando remate a la obra que me encargaste realizar; 5ahora, Padre, manifiesta tú mi gloria a tu lado, la gloria que tenía antes que el mundo existiera en tu presencia.

6He manifestado tu persona a los hombres que me entregaste sacándolos del mundo; tuyos eran, a mí me los entregaste y vienen cumpliendo tu mensaje. 7Ahora ya conocen que todo lo que me has dado procede de ti; 8porque las exigencias que tú me entregaste se las he entregado a ellos y ellos las han aceptado, y así han conocido de veras que de ti procedo y han creído que tú me enviaste.

9Yo te ruego por ellos; no te ruego por el mundo, sino por los que me has entregado, porque son tuyos 10(como todo lo mío es tuyo, también lo tuyo es mío); en ellos dejo manifiesta mi gloria 11y no voy a estar más en el mundo; mientras ellos van a estar en el mundo, yo me voy contigo.

COMENTARIOS

vv. 1-3: Así habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo: -Padre, ha llegado la hora: manifiesta la gloria de tu Hijo, para que el Hijo manifieste la

tuya: 2ya que le has dado esa capacidad para con todo hombre, que les dé a ellos vida definitiva, a todo lo que le has entregado; 3y ésta es la vida definitiva, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, conociendo a tu enviado, Jesús Mesías.

Padre es el apelativo de Dios que muestra la relación que el que lo pronuncia tiene con él, y caracteriza a Dios como el que por amor comunica su propia vida. Ha llegado la hora anunciada en Caná (2,4) y que había provocado la crisis de Jesús (12,27). Jesús sabe que ella significa su victoria (16,33). Por eso vuelve a pedir al Padre que se realice el acontecimiento salvador, la manifestación de su gloria/amor (12,27); manifestando su amor, quiere dar a conocer el Padre a los hombres. El Padre manifestará su gloria dando vida/Espíritu por medio de Jesús.

De Jesús depende la realización de la obra creadora de Dios. Él tiene la capacidad de hacer que el hombre nazca de Dios (1, 13), dándole así vida definitiva y la capacidad de hacerse hijo (1,12).

Lo que le has entregado (v.2) (cf. 6,37.39; 10,29): El Padre ha entregado a Jesús el grupo de los que responden a la llamada de la vida; son los que escuchan y aprenden del Padre (6,45).

El conocimiento del Padre solamente se obtiene conociendo a Jesús Mesías (v.3). Pero este conocimiento es relacional, no meramente intelectual. Sólo puede conocer a Dios como Padre quien respecto a él es hijo; la vida definitiva implica, pues, ser hijo del Padre. Sólo puede conocer a Jesús como Mesías el que experimenta la liberación y salvación que él trae (14,20). Una y otra experiencia se identifica con la del Espíritu. El Padre es el único Dios verdadero; el dios que establece con el hombre una relación señor-siervo es falso.

vv. 4-5: Yo he manifestado tu gloria en la tierra dando remate a la obra que me encargaste realizar; 5ahora, Padre, manifiesta tú mi gloria a tu lado, la gloria que tenía antes que el mundo existiera en tu presencia.

Jesús da remate a la obra del Padre en primer lugar en sí mismo (19,30) y, por la comunicación del Espíritu/vida definitiva (19,30.34; 20,22), en los que le han dado su adhesión.

Por eso pide que su muerte manifieste el amor solidario del Padre y suyo al hombre, que sea la prueba indiscutible de que su propia obra y amor son los del Padre. A tu lado indica el carácter definitivo de esa manifestación; la acogida del Padre será el final del itinerario de Jesús (13,3; 16,10) y manifestará permanentemente la gloria del Hijo. Jesús realiza el proyecto divino sobre el hombre. Este proyecto, anterior a la creación, era el Hombre-Dios (1,1), lleno de la gloria del Padre

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 31 - -www.elalmendro.com [email protected] (1,14), el Hijo único, Dios (1,18). Ahora pide al Padre que el proyecto llegue a su realización perfecta con la demostración plena de su capacidad de amar y de comunicar vida.

v. 6: He manifestado tu persona a los hombres que me entregaste sacándolos del mundo; tuyos eran, a mí me los entregaste y vienen cumpliendo tu mensaje.

Jesús ora por la comunidad presente (vv. 6-19). Presupone la fe y la praxis de la comunidad por obra de la actividad de Jesús: vienen cumpliendo tu mensaje. Jesús es la manifestación del Padre; lo que la comunidad contempla en él es la gloria del Padre que lo llena (1,14) y que es su propia gloria (2,11). El Padre, actuando a través de Jesús, se manifiesta a los hombres (9,3). Ver a Jesús es ver al Padre (12,45; 14,9). La llamada del Padre hace romper con el mundo, el sistema de injusticia y muerte, y asociarse al éxodo de Jesús (8,12). Los discípulos van cumpliendo el mensaje del Padre, que es el de Jesús (14,24).

vv. 7-8: Ahora ya conocen que todo lo que me has dado procede de ti; 8porque las exigencias que tú me entregaste se las he entregado a ellos y ellos las han aceptado, y así han conocido de veras que de ti procedo y han creído que tú me enviaste.

El punto central de estos versículos son "las exigencias que ellos han aceptado". Hay una decisión de la voluntad que precede al conocimiento y es condición para él. Jesús repite un principio enunciado dos veces en el templo (7,17; 8,31). No hay conocimiento sin previa decisión de la voluntad; no se sale de la duda sin comprometerse con el bien del hombre. El pasaje está también en relación con 3,33s: al aceptar las exigencias y llevarlas a la práctica, los discípulos experimentan la acción del Espíritu en ellos; esto los convence de la misión divina de Jesús y de que lo que tiene procede del Padre. La certeza de la fe no se basa, por tanto, en un testimonio externo, sino en la experiencia de vida (el Espíritu) que comunica la práctica del mensaje de Jesús, creando la comunión con él. Esta fe descubre el origen divino de su persona y misión (que de ti procedo... que tú me enviaste).

vv. 9-11: Yo te ruego por ellos; no te ruego por el mundo, sino por los que me has entregado, porque son tuyos 10(como todo lo mío es tuyo, también lo tuyo es mío); en ellos dejo manifiesta mi gloria 11y no voy a estar más en el mundo; mientras ellos van a estar en el mundo, yo me voy contigo.

Considera Jesús la circunstancia en que pronuncia esta oración por los suyos; es la de su marcha con el Padre. En las necesidades concretas, la comunidad pide en unión con Jesús (16,16). Ahora, sin embargo (v. 9), el ruego de Jesús no se refiere a necesidades particulares, sino al futuro de su comunidad en medio del mundo. Esta oración precede a la existencia de su comunidad y la funda.

Jesús no ruega por el mundo, el orden injusto. Respecto a él, sólo puede pedirse que se destruya y desaparezca. Subraya Jesús su incompatibilidad. con el sistema de opresión y de muerte. Los discípulos son del Padre y de Jesús (v. 10); son miembros de la misma familia, viven en el hogar del Padre (14,2s). El distintivo del grupo cristiano es que en él brilla la gloria/amor de Jesús (13,35); así perpetúa su presencia entre los hombres. El grupo va a quedar en medio del mundo, ambiente hostil y seductor al mismo tiempo, sin el soporte de su presencia física (v.11).

II

Llegamos hoy al 7º y último domingo y a la última semana de Pascua, ya el próximo domingo celebraremos Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, el don de Cristo resucitado sobre su Iglesia, y habrán terminado así los cincuenta días de gozosa celebración del Misterio Pascual, la conmemoración anual de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Como preparándonos para la celebración de Pentecostés hoy nos propone la liturgia, como 1ª lectura, el pasaje del libro de los Hechos de los Apóstoles en el que se nos dan los nombres de los apóstoles de Jesús: han regresado del Monte de los Olivos, en donde vieron ascender al Señor al cielo, y se congregan en una casa de la ciudad santa. Cuidadosamente apunta el autor que estaban

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 32 - -www.elalmendro.com [email protected] con ellos algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y sus hermanos. Es la Iglesia naciente, fundada sobre el cimiento de los apóstoles, congregada en torno a María que es su figura, prototipo e ideal, y compuesta de seres humanos de toda condición. Una verdadera familia que el Espíritu vendrá a transformar con su potencia, su fuego y sus dones, para convertirla en la verdadera familia de Dios, su pueblo elegido, el cuerpo espiritual del cual Jesucristo es cabeza y Señor, el templo invisible en donde se rinde culto a Dios en espíritu y en verdad.

Mientras espera, obediente a la orden de Cristo de no abandonar la ciudad hasta no recibir el don del Espíritu, la comunidad apostólica está en oración. Este rasgo caracterizará a la Iglesia a lo largo de los siglos: Iglesia orante, comunidad que suplica, alaba e intercede. En cuyo seno hay maestros de oración como María, la inspirada cantora del Magníficat, o como los apóstoles mismos a quienes enseñó a orar nada menos que el mismo Jesús. Como la Iglesia naciente también hoy la Iglesia ora pidiendo al Padre que renueve en ella los portentos de Pentecostés y que no deje de infundir su Espíritu Santo para purificarla y fortalecerla en la ardua tarea de testimoniar y proclamar el evangelio en el mundo de hoy.

En la 2ª lectura tomada, como en todos estos domingos de Pascua, de la 1ª carta de Pedro, se insiste en que los cristianos hemos de estar dispuestos a sufrir con alegría a causa de nuestra fe. No se trata de que seamos valientes por nosotros mismos, sino de que poseemos el Espíritu del Señor resucitado que nos capacita para testimoniar ante el mundo la verdad y la bondad del evangelio. Un testimonio que, como en el mismo texto se nos dice, debe ser «existencial»: con nuestros actos, gestos y compromisos. Sufrir por la fe es algo digno y, muchas veces, necesario. Pero sufrir por ser malos: homicidas, ladrones, malhechores o entrometidos, es algo que debemos evitar a toda costa, es algo vergonzoso, indigno de cristianos. Muchos de nuestros hermanos en la confesión de la fe cristiana han sufrido, y sufren actualmente, por eso, por ser cristianos. En lugar de avergonzarse ellos se alegran y dan gloria a Dios, porque sus sufrimientos son como un don de intercesión por el mundo pecador y por los cristianos débiles y cobardes. Esto lo debemos recordar cuando las exigencias de la vida cristiana nos causan algún dolor o incomodidad.

El pasaje del evangelio de San Juan que hemos leído hoy, pertenece a la llamada “Oración sacerdotal” de Jesús, al final de los discursos de despedida de los capítulos 13 al 17. Después de exhortar largamente a sus discípulos, consolándolos, previniéndoles y prometiéndoles el Espíritu, Jesús prorrumpe en una hermosa oración al Padre. Oración de consagración en primer lugar, por la cual Jesús se pone confiadamente en sus manos pidiéndole que lo glorifique, es decir, que manifieste ante el mundo que Él es verdaderamente su Hijo, su Palabra encarnada. Tal glorificación se realizará en la cruz, el patíbulo infamante de la crueldad romana, convertida en trono glorioso donde se muestra al mundo la infinita bondad del Padre, la obediencia rendida del Hijo y su carácter mesiánico, real, pues Él es el verdadero rey de las expectativas judías. Así interpreta el evangelista Juan todo el drama del calvario, y los hace iluminado por la luz del Espíritu que llevó a los primeros cristianos, en este caso a los de las comunidades joánicas, a comprender plenamente el misterio de Jesús.

Pero Jesús no sólo pide al Padre su propia glorificación sino que también pide por sus discípulos, los que estaban con Él sentados a la mesa en la cena de despedida, y los discípulos de todos los tiempos, incluso nosotros, que creemos en Cristo después de 20 siglos, comenzando éste tercer milenio del cristianismo. Jesús reconoce que los discípulos son un don que el Padre le ha dado, que están íntimamente unidos a Él por la fe en su Palabra que es la misma Palabra del Padre, que ya forman con Él y con el Padre una sola familia. Por ellos ruega Jesús al Padre, ellos que son el comienzo de su glorificación y que permanecen en el mundo mientras que Él regresa al Padre.

¿No debemos alegrarnos y consolarnos sabiendo que Jesús ora por nosotros? Es cierto que estamos en el mundo, esa realidad que, frecuentemente, en el lenguaje joánico, representa el mal, la opresión y explotación de los humildes y pequeños por parte de los poderosos, el dominio de Satán como personificación de todas las fuerzas que están contra Dios y su voluntad y, por lo tanto, contra los discípulos de Jesús, contra su Iglesia.

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A la comunidad orante del libro de los Hechos le ha enseñado a orar el mismo Jesús, no con lecciones teóricas sino con su propio ejemplo: orando delante de ella al que es Señor de la vida, padre amoroso y creador del universo. Por eso la Iglesia, a lo largo de esta semana, se concentra en la oración, implorando que siga viniendo sobre ella, siempre y a través de los siglos, el Espíritu que haga presente a Jesús, que le enseñe a mantenerse en la ruta del que es “camino, verdad y vida”.

Esta última semana del tiempo Pascual, que es como una preparación inmediata para la solemnidad de Pentecostés, está dedicada por la Iglesia a orar especialmente por la unidad de los cristianos. Esto en seguimiento del ejemplo de Cristo que, la víspera de su pasión, oró también diciendo: “que todos sean uno”. Estamos convencidos que nuestras divisiones y rivalidades son un obstáculo para la fe de muchos y por eso la iniciativa de esta semana. Lunes 13 de mayo Fátima EVANGELIO Juan 16, 29-33

29Sus discípulos le dijeron: -Ahora sí que hablas claro, sin usar comparaciones. 30Ahora sabemos que lo sabes todo y

que no necesitas que nadie te haga preguntas. Por eso creemos que procedes de Dios. 31Jesús le replicó: -¿Que ahora creéis? 32Mirad, se acerca la hora, y ya está aquí, de que os disperséis cada

uno por vuestro lado y a mí me dejéis solo; aunque yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo. 33Os voy a decir esto para que, unidos a mi, tengáis paz: en medio del mundo tendréis apreturas; pero, ánimo, que yo he vencido al mundo.

COMENTARIOS I

vv. 29-30: Sus discípulos le dijeron: -Ahora sí que hablas claro, sin usar comparaciones.

30Ahora sabemos que lo sabes todo y que no necesitas que nadie te haga preguntas. Por eso creemos que procedes de Dios.

Los discípulos se figuran entender ya del todo e interpretan mal las palabras de Jesús. Creen que ha contestado a su pregunta no formulada (16,19) y se admiran de su saber; por eso creen que procede de Dios. Su fe no se apoya en el único argumento que Jesús ha dado: sus obras (5,36; 10,38; 14,11), sino en una pretendida ciencia que le atribuyen.

vv. 31-32: Jesús le replicó: -¿Que ahora creéis? 32Mirad, se acerca la hora, y ya está aquí, de que os disperséis cada uno por vuestro lado y a mí me dejéis solo; aunque yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Jesús se muestra escéptico. La fe verdadera tiene por objeto a Jesús en la cruz (19,35) como manifestación suprema del amor de Dios (3,16) y su fuerza salvadora (3,14s). Jesús los conoce mejor que ellos mismos. La inadecuación de su fe se va a mostrar cuando se enfrenten con la realidad de la muerte de Jesús. Jesús evoca la imagen del rebaño disperso: ante su detención y muerte, que van a destruir toda esperanza de triunfo terreno, todos desertaran.

v. 33: Os voy a decir esto para que, unidos a mi, tengáis paz: en medio del mundo tendréis apreturas; pero, ánimo, que yo he vencido al mundo.

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Este versículo termina el desarrollo sobre la persecución, comenzado en 15,18. Jesús quiere tranquilizar a los suyos (cf. 14,1.27). La paz que les deseaba como despedida (14,27) debe ser una realidad en ellos gracias a la unión con él. Esta paz está cercada por la presión del orden injusto en medio del cual se encuentran (12,25; 13,1). La persecución es inevitable (tendréis apreturas) pero no es señal de derrota; cada vez que el mundo cree vencer, confirma su fracaso.

II

Reemprendemos la lectura del libro de los Hechos en donde la habíamos dejado el sábado pasado: Pablo llega a Efeso y encuentra allí a un grupo de discípulos de Juan Bautista. Es que el movimiento de Juan Bautista lo sobrevivió algún tiempo, el precursor tuvo discípulos, según el testimonio unánime de los evangelistas y, según anota Juan en el 4º evangelio; algunos de sus discípulos se hicieron discípulos de Jesús. Pero quedaban algunos que permanecieron fieles a la memoria del profeta de la conversión y la penitencia ante el inminente juicio de Dios. A un grupo de estos discípulos de Juan evangeliza Pablo apenas llegado a Efeso. Curiosamente eran 12 personas, como si se tratara del número simbólico de una nueva comunidad cristiana, o se tratara de una reiteración de lo que había sucedido en Jerusalén cuando el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles. Es como un nuevo Pentecostés, pues también comienzan a hablar en lenguas y a profetizar, movidos por la energía divina que los ha invadido, como, años atrás, habían hecho los apóstoles y sus demás acompañantes ante la admiración de los peregrinos de todas partes del imperio que colmaban la ciudad santa.

Ante este pasaje de Hechos podemos decir que siempre es Pentecostés en la Iglesia. Que siempre que un grupo de personas abraza la fe en el Evangelio de Jesucristo y se hace bautizar, viene sobre ellos el Espíritu Santo. Así debe ser también en nuestra comunidad cristiana. Hemos de sentir en nosotros la influencia poderosa del Espíritu divino que tan generosamente se nos da. Y hemos de manifestar esa presencia “hablando en lenguas y profetizando”, es decir, anunciando a quienes podamos, con la palabra y con el ejemplo, la gozosa noticia del amor de Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo, en su muerte y en su resurrección. Porque el Espíritu no viene a nosotros falto de poder o de energía, solo espera nuestra disponibilidad para manifestarse también en nosotros portentosamente, como lo hizo en los orígenes de la Iglesia. Cuando nos enseñaron el catecismo nos hablaron de los dones del Espíritu Santo, y de sus frutos en nosotros. Tal vez nos falla la memoria y no podamos enumerarlos como lo hacíamos de niños o de jóvenes, pero en nosotros experimentamos, si somos humildes y sabemos reconocerlos, la sabiduría y la inteligencia, el consejo y la fortaleza, la ciencia, el temor de Dios y la piedad (Is 11, 1-4), los siete clásicos dones del Espíritu, que en plenitud vienen sobre el Mesías, sobre Jesús, pero que Él nos participa también a nosotros al darnos su Espíritu.

En la lectura evangélica, ya casi al final de los discursos de despedida de Jesús que nos trae san Juan, antes de su oración sacerdotal, los discípulos exclaman en coro: “Ahora sí que hablas claro. Ahora vemos que lo sabes todo. Ahora creemos que saliste de Dios”. Ante tanto entusiasmo, Jesús les anuncia la dispersión que sufrirán cuando El sea capturado por sus enemigos, dejándolo solo. Aún en tan grave trance Jesús sabe que el Padre está siempre con El. Y mirando más allá, a la historia futura del mundo y de la Iglesia, Jesús les anuncia a sus discípulos las luchas que enfrentarán en el mundo, cuando los odien por el Evangelio y los persigan por el nombre de Jesús. Como en efecto ha sucedido a los mejores cristianos a lo largo de los siglos. La lista de las persecuciones contra la Iglesia es bien larga, como lo saben nuestros historiadores: en el pasado y hasta el presente; y más larga todavía es la lista de los mártires. El valor con el que tantos cristianos han enfrentado los tormentos proviene de la certeza en el cumplimiento de la palabra de Jesús: “No teman: Yo he vencido al mundo”. Desde su cruz, como tantas veces hemos dicho en estos comentarios, a lo largo del tiempo pascual, Jesús reina y rige la historia, mostrándonos que Dios se hace solidario con el dolor humano, se pone de parte de las víctimas que del mundo solo han

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 35 - -www.elalmendro.com [email protected] recibido dolor y explotación. Que ante la misericordia infinita de Dios ningún poder humano puede instaurar otro criterio diferente para juzgar a los seres humanos.

Esta victoria de Jesús sobre el mundo debe asegurar a los discípulos el don de la paz en medio de las luchas de la evangelización y los sufrimientos de la persecución. El cristiano sabe que ningún poder sobre la tierra es absoluto: no lo fueron los grandes imperios que se han sucedido sin interrupción a lo largo de la historia, no lo serán tampoco los poderes actuales del mercado, la eficiencia, el dinero, la técnica, la globalización informática y económica... Sobre cualquiera fuerza deshumanizadora que se erija en la historia, se levanta la cruz de Jesús que vino a los suyos para que tuvieran vida y vida abundante. Esta es la victoria de Cristo sobre el mundo que asegura a los cristianos la paz en medio de las pruebas. Martes 14 de mayo Matías EVANGELIO Juan 15, 9-17

9Igual que el Padre me demostró su amor, os he demostrado yo el mío. Manteneos en ese amor mío. 10Si cumplís mis mandamientos, os mantendréis en mi amor, como yo vengo cumpliendo los mandamientos de mi Padre y me mantengo en su amor. 11Os dejo dicho esto para que llevéis dentro mi propia alegría y así vuestra alegría llegue a su colmo.

12Éste es el mandamiento mío: que os améis unos a otros igual que yo os he amado. 13Nadie tiene amor más grande por los amigos que uno que entrega su vida por ellos. 14Vosotros sois amigos míos si hacéis lo que os mando. 15No, no os llamo siervos, porque un siervo no está al corriente de lo que hace su señor; a vosotros os vengo llamando amigos, porque todo lo que le oí a mi Padre os lo ha comunicado. 16No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros y os destiné a que os pongáis en camino, produzcáis fruto y vuestro fruto dure; así, cualquier cosa que le pidáis al Padre en unión conmigo, os la dará. 17Esto os mando: que os améis unos a otros.

COMENTARIOS I

v. 9: Igual que el Padre me demostró su amor, os he demostrado yo el mío. Manteneos en ese

amor mío. El Padre demostró su amor a Jesús comunicándole la plenitud de su Espíritu (1,32s), que era

la comunicación de su gloria o amor fiel (1,14). Jesús demuestra su amor a los discípulos de la misma manera, comunicándoles el Espíritu que está en él (1,16; 7,39); la unión a Jesús-vid (15,1ss) se expresa ahora en términos de amor. Los discípulos deben vivir en el ámbito de ese amor (cf. 15,4).

v. 10: Si cumplís mis mandamientos, os mantendréis en mi amor, como yo vengo cumpliendo los mandamientos de mi Padre y me mantengo en su amor.

Jesús pone en paralelo la relación de los discípulos con él y la suya con el Padre (10,15); la fidelidad del amor se expresa en ambos casos por la respuesta a las necesidades de los hombres (cumplir los mandamientos del Padre/de Jesús). La praxis asegura la unión con él. No existe amor a Jesús sin compromiso con los demás. Los mandamientos o encargos del Padre a Jesús se identifican con su misión de salvar a la humanidad. El criterio objetivo de la relación con él y con el Padre es el amor de obra (cf. 1 Jn 3,14); éste demuestra la autenticidad de la experiencia interior.

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v. 11: Os dejo dicho esto para que llevéis dentro mi propia alegría y así vuestra alegría llegue a su colmo.

La alegría es «objetiva», por el fruto que nace (15,8), y «subjetiva», porque el amor practicado produce la experiencia del amor; los discípulos viven circundados del amor de Jesús. Pero además, Jesús comparte con ellos su propia alegría, la que procede del fruto de su muerte y de su experiencia del Padre.

vv. 12-14: Éste es el mandamiento mío: que os améis unos a otros igual que yo os he amado. 13Nadie tiene amor más grande por los amigos que uno que entrega su vida por ellos. 14Vosotros sois amigos míos si hacéis lo que os mando.

El mandamiento que constituye la comunidad y le da su identidad (13,34) es, al mismo tiempo, el fundamento de la misión. Donde no existe comunidad de amor mutuo como alternativa a la sociedad injusta, no puede haber misión. Jesús señala cuál es la cima del amor: igual que yo os he amado (13,34).

v. 15: No, no os llamo siervos, porque un siervo no está al corriente de lo que hace su señor; a vosotros os vengo llamando amigos, porque todo lo que le oí a mi Padre os lo ha comunicado.

Jesús explica la adhesión en términos de amistad, que nace de la comunidad de espíritu y de la común vivencia de entrega. Ha pasado de la metáfora local (15,4: seguir insertados en la vid) a la relación personal (amigos). Requiere que la relación con él sea de amistad. Siendo el centro del grupo, no se coloca por encima de él; quiere ser compañero de los suyos en la tarea común. En contexto de misión, la amistad significa la colaboración en un trabajo que se considera común a todos y responsabilidad de todos. La igualdad y el afecto crean la libertad. La diferencia entre el siervo y el amigo se basa en la confianza. Esta es total: á sus discípulos Jesús se lo ha comunicado todo.

v. 16: No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros y os destiné a que os pongáis en camino, produzcáis fruto y vuestro fruto dure; así, cualquier cosa que le pidáis al Padre en unión conmigo, os la dará.

La elección es la de todo discípulo. En cierto modo, Jesús ha elegido a la humanidad entera, pues ha venido a salvar al mundo (3,17; 12,47); al acercarse el hombre, esa elección queda concretada y realizada por la acogida de Jesús. La frase expresa la experiencia de cada cristiano, pues éste, aunque consciente de su opción libre, sabe que no puede atribuir sólo a su iniciativa la condición de miembro de la comunidad de Jesús. La elección se hace para la misión; los discípulos son colaboradores de Jesús. Él espera que la labor de los suyos tenga un efecto duradero que vaya cambiando la sociedad (que vuestro fruto dure). La dedicación a realizar las obras de Dios (9,4), que es la sustancia de la misión, pone a disposición de los discípulos la fuerza del Padre. A través de ellos se vierte el torrente de su amor.

v. 17: Esto os mando: que os améis unos a otros. Para terminar la sección sobre el amor, repite Jesús su mandamiento (cf. 12), condición para

estar vinculados a él y producir fruto. La repetición es, al mismo tiempo, un aviso: si no existe esta calidad de amor, falta lo esencial.

II

El número de creyentes, ciento veinte, simboliza la totalidad de la comunidad de discípulos de Jesús. Ellos son el nuevo pueblo de Dios, constituido para dar testimonio del resucitado. El grupo apostólico estaba preocupado por representar adecuadamente a la comunidad de discípulos y busca reemplazar al traidor. Con esto se intentaba reavivar el ideal de Israel. Lo cierto es que tanto el ideal de las doce tribus como el de los doce enviados fracasaron. Las tribus terminaron en un irremediable conflicto entre el grupo de Israel y el grupo de Judá; el ideal de los doce tropezó con la traición de Judas y, luego, con la disensión entre simpatizantes de los paganos (helenistas) y simpatizantes de Israel (judaizantes).

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La intervención de Pedro, que no da espera a la venida del Espíritu, trata de restablecer una situación que precedió a la muerte de Jesús. Después de la oración echan suertes, y como la suerte siempre es ambigua, favorece a Matías, uno de los discípulos de Jesús. El Espíritu mostrará luego la relativa importancia que tiene el grupo para la expansión del Evangelio. De igual modo, el escaso significado de Matías, comparado con José Barsabas, el Justo, y otros creyentes destacados.

En el Evangelio, Juan nos recuerda cómo Jesús nos llama personalmente a su seguimiento: “Ustedes no me eligieron a mi, sino que yo los he escogido a ustedes”.

El llamado de Jesús no es un asunto exclusivo de religiosos o religiosas, presbíteros, diáconos o personas excesivamente piadosas. Su llamado es una oportunidad para entablar amistad con él. Una amistad exigente y comprometida con la causa de Dios: el Reino. De este modo, ninguno que se sienta interpelado por Jesús, ya sea en la intimidad de su corazón o en el rostro de la gente miserable, tiene excusa para no seguirle. Jesús llama a todo ser humano capaz de comprometerse por hacer de este mundo un lugar digno para vivir.

La fiesta de Matías nos recuerda cómo el llamado de Jesús lo puede hacer la comunidad de creyentes. Por eso después de la venida del Espíritu Santo los evangelizadores ya no serían exclusivamente los apóstoles. Muchos hombres y mujeres de las más diversas nacionalidades y culturas fueron constituidos como mensajeros de la buena nueva. Miércoles 15 de mayo Isidro EVANGELIO Juan 17, 11b-19

11bPadre santo, guárdalos unidos a tu persona -eso que me has entregado-, para que sean uno como lo somos nosotros. 12Mientras estaba con ellos, yo los guardaba unidos a tu persona -eso que me has entregado-, y los protegí; ninguno de ellos se perdió, excepto el que iba a la perdición, y así se cumple aquel pasaje. 13Pero ahora me voy contigo, y hablo así en medio del mundo para que estén colmados de mi propia alegría. 14Yo les he entregado tu mensaje, y el mundo les ha cobrado odio porque no pertenecen al mundo, como tampoco yo pertenezco al mundo; 15no te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del Perverso.

16No pertenecen al mundo, como tampoco yo pertenezco al mundo. 17Conságralos con la verdad, verdad que es tu mensaje. 18Igual que a mí me enviaste al mundo, también yo los he enviado a ellos al mundo 19y por ellos me consagro yo mismo, para que también ellos estén con-sagrados con verdad.

COMENTARIOS I

v. 11b: Padre santo, guárdalos unidos a tu persona -eso que me has entregado-, para que

sean uno como lo somos nosotros. Comienza el evangelio por una petición de Jesús por los suyos. El apelativo Padre santo

prepara la petición final de esta oración: conságralos/santifícalos con la verdad. La unión con el Padre se realiza por la comunicación de su Espíritu (14,16s), que, al crear la relación de amor con el Padre, lo hace presente y mantiene en el ámbito de su presencia. El objetivo último es la unidad (cf. 21-23; 14,20), efecto de la comunidad de Espíritu. Como entre Jesús y el Padre, se trata de la unidad que produce el amor.

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v. 12: Mientras estaba con ellos, yo los guardaba unidos a tu persona -eso que me has entregado-, y los protegí; ninguno de ellos se perdió, excepto el que iba a la perdición, y así se cumple aquel pasaje.

Hasta ahora, constituyendo el grupo y viviendo con él, Jesús lo ha mantenido unido al Padre, presente en él. En adelante, la situación cambia: la experiencia del Padre ha de ser interior. Así llegarán a su estado adulto. Un discípulo, Judas, no ha respondido, ni siquiera en el último momento (13,26), al amor de Jesús; éste se refiere al pasaje de Sal 41,10, citado en 13,18.

v: 13: Pero ahora me voy contigo, y hablo así en medio del mundo para que estén colmados de mi propia alegría.

El tema de la alegría ha aparecido en el discurso, significando la que producen el fruto y la experiencia del amor de Jesús y del Padre (15,11). Aquí es la de saberse queridos por el Padre, que los hará objeto de su solicitud (cf. 15,1).

vv: 14-15: Yo les he entregado tu mensaje, y el mundo les ha cobrado odio porque no pertenecen al mundo, como tampoco yo pertenezco al mundo; 15no te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del Perverso.

El Padre había entregado los discípulos a Jesús, sacándolos del mundo (v. 6). Jesús les ha transmitido el mensaje del Padre, que es el del amor, haciendo efectiva su separación. Al cumplir el mensaje, los discípulos se han situado fuera de la esfera del mundo, y esto suscita odio, como ha sucedido con Jesús (15,18-25). La ruptura con el mundo no comporta, sin embargo, un alejamiento material (v. 15). Han de permanecer en medio de la sociedad, pues en ella han de crear la alternativa, pero sin ceder a las amenazas o halagos del sistema perverso. El Perverso es "el Enemigo" (8,44; 13,2), "Satanás" (13,27), el dios-dinero, principio inspirador (8,44: "padre") del sistema de poder e injusticia. Ceder a la ambición y al deseo de provecho personal llevaría a los discípulos a ser cómplices de la opresión; la comunidad se habría pasado a las filas del "mundo". Nada peor podría sucederle que ostentar por un lado el nombre de Jesús y por otro asociarse a la injusticia, en connivencia con los poderes que dieron muerte a Jesús.

vv. 16-17: No pertenecen al mundo, como tampoco yo pertenezco al mundo. 17Conságralos con la verdad, verdad que es tu mensaje.

Jesús menciona de nuevo la ruptura de los discípulos, que corresponde a la suya propia; introduce así la petición siguiente, punto culminante de esta oración. La verdad toma ahora el lugar de la unción ritual; consagrar/santificar está en relación con el Espíritu Santo/santificador (14,26; cf. 1,33; 20,22) y con el Padre (11), del que procede el Espíritu (15,26); el Espíritu Santo es al mismo tiempo el Espíritu de la verdad; Jesús enuncia en este pasaje la relación entre "consagración" y "verdad". El Espíritu es la vida-amor del Padre y el principio de vida (3,6); al ser comunicado al hombre, produce una nueva experiencia de vida-amor que, en cuanto percibida y formulada, es la verdad (8,31s). Consagrar con la verdad significa, por tanto, comunicar el Espíritu. El Padre consagró a Jesús para su misión (10,36); Jesús le pide que consagre a los discípulos (unción mesiánica) de manera semejante a la suya. La verdad se formula en el mensaje del amor y la vida, que equivale al mandamiento (Sal 119,142) (13,34). Gloria, amor y Espíritu son equivalentes. El Espíritu da la experiencia del amor del Padre; esta experiencia, conocida, es la verdad; proclamada, el mensaje; como norma de vida, el mandamiento; traducida en la entrega, la "gloria" o resplandor visible del amor, que manifiesta a Dios en medio del mundo.

v. 18: Igual que a mí me enviaste al mundo, también yo los he enviado a ellos al mundo 19y por ellos me consagro yo mismo, para que también ellos estén consagrados con verdad.

La misión de los discípulos, tiene el mismo fundamento que la de Jesús, la consagración con el Espíritu, y las mismas consecuencias, la persecución por parte de la sociedad hostil (15,18-25; 16,1-4a). Jesús estaba ya consagrado por Dios para su misión (10,36); sin embargo, afirma que se consagra él mismo por los discípulos (19), aludiendo a su muerte. La consagración con el Espíritu no es pasiva, exige la colaboración. Por parte de Dios consiste en capacitar para la misión que él confía, comunicando el Espíritu; por parte del que la recibe, en comprometerse a responder hasta el fin a ese dinamismo de amor y entrega. Un don no llega a ser tal hasta que no es aceptado;

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 39 - -www.elalmendro.com [email protected] la muerte de Jesús, mostrando la aceptación del don hasta lo último, le dará su realidad plena y definitiva. Su muerte, que permitirá la efusión del Espíritu, hará posible la consagración de los discípulos.

II

Seguimos leyendo hoy el discurso de despedida de Pablo ante los presbíteros de la comunidad de Efeso que había hecho llamar a Mileto. En alguna oportunidad ya habíamos hablado de este género literario presente tanto en el AT como en el NT. Es el llamado género de “testamento”, en donde se ponen en boca de un personaje importante, consejos para los destinatarios de la obra, advertencias, anuncios y explicación de doctrinas o creencias determinadas. Así tenemos por ejemplo en Gn 49, 1-28 la despedida de Jacob, una especie de testamento para sus doce hijos, y todo el libro del Deuteronomio que no es otra cosa que el gran “testamento de Moisés”, supuestamente pronunciado en forma de largos discursos, en las estepas de Moab, al pie del monte Nebo, antes de subir a la montaña en donde el gran caudillo desaparecería. Así también las últimas palabras de David moribundo a Salomón su hijo en 1Re 2, 1-9 e, incluso, el salmo de despedida que se le atribuye en 2Sm 23, 1-7. El género conoció un gran desarrollo en la literatura apocalíptica de carácter apócrifo, en donde encontramos libros titulados, por ejemplo: “Testamento de los Doce Patriarcas”.

La despedida que el autor pone en boca de Pablo, en Hch 20, 18-35 se asemeja mucho a los pasajes y textos que hemos mencionado. Pablo, en primer lugar, hace advertencias “pastorales”, muy acertadamente llamadas así porque se emplean las imágenes del rebaño, los pastores, los lobos al acecho. Quienes ejercían y ejercen cargos de responsabilidad en las comunidades cristianas, no pueden dejar de sentirse interpelados. Vienen enseguida avisos de pureza y salvaguarda doctrinal, pues en la época en que el libro de los Hechos de los apóstoles fue compuesto, hacia los años noventa del siglo I, ya comenzaban a presentarse en las comunidades desviaciones doctrinales que amenazaban la unidad de las iglesias y la recta comprensión y vivencia del cristianismo. Finalmente Pablo se pone como ejemplo de pastor y de guardián de la fe: con su solicitud incansable y con su desinterés absoluto, pues hace gala de haber trabajado con sus manos para ganar su propio sustento y el de sus compañeros, con el fin de no comprometer la libertad del evangelio.

El último párrafo de la lectura de hoy es conmovedor, se trata de los gestos de despedida entre el apóstol y sus interlocutores: oran juntos de rodillas, los que lo despiden lloran, abrazan y besan a Pablo que va a marchar a Jerusalén y a quien, temen, no volverán a ver más. Finalmente lo acompañan hasta el barco, pues el viaje era por vía marítima.

¿No es un ejemplo para todos nosotros: para nuestros pastores y para nosotros, los fieles? ¿No son actuales las palabras de Pablo, cuando nuestras comunidades experimentan el asedio de tantos “lobos rapaces” y la enseñanza pura de Jesús es tantas veces tergiversada y mal interpretada? Finalizando el tiempo pascual debemos cerrar filas en torno al Evangelio y a Jesucristo, el pastor supremo de nuestras vidas, para seguir siendo la auténtica Iglesia que El y los apóstoles quisieron.

Todo lo que dijimos acerca de la lectura de Hechos puede aplicarse a la lectura de Juan: se trata de una parte de la “oración sacerdotal” de Jesús, en el capítulo 17 del 4º evangelio, conclusión de los discursos de despedida de los capítulos 13 al 16. Jesús también deja aquí, en estos textos, como tantos personajes del AT, como Pablo en Mileto, un testamento de amor y de cuidado para con sus discípulos. Los ha instruído acerca de su misión, les ha revelado todo lo que el Padre les encomendó, les ha advertido de las luchas y persecuciones en el mundo, y les ha prometido el Espíritu Paráclito que continuará su obra a lo largo de los siglos.

Ahora Jesús ora, pide al Padre por sus discípulos. En primer lugar pide que el Padre los guarde unidos, y luego, le pide que los preserve de los males y las seducciones del mundo. Este

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 40 - -www.elalmendro.com [email protected] mundo que, como tantas veces hemos dicho, no es el cosmos de la creación querido y amado por Dios, sino las fuerzas de la historia humana, rebeldes a la voluntad del Señor.

Deberíamos sentirnos halagados y agradecidos: Cristo ora por nosotros al Padre, intercede por nosotros. Si seguimos estando desunidos y si el mundo nos seduce con sus insidias, se debe solamente a nuestros pecados. Si las iglesias cristianas tienden tan anhelosamente a la unidad, y batallan por el evangelio en el mundo de las injusticias y la violencia, se debe a la oración de Jesús que no deja de pedir por nosotros ante el Padre.

Finalmente Jesús nos envía a sus discípulos, como el Padre lo envió a El. Somos sus misioneros para transformar el mundo rebelde en un mundo de hijos obedientes de Dios. Así nos consagraremos en la verdad, es decir, nos habremos puesto incondicionalmente en el camino de cumplir siempre y únicamente la voluntad de Dios, como Jesús. Jueves 16 de mayo Juan Nepomuceno – Ubaldo EVANGELIO Juan 17, 20-26

20Pero no te ruego solamente por éstos, sino también por los que a través de su mensaje me den su adhesión: 21que sean todos uno -como tú, Padre, estás identificado conmigo y yo contigo-, para que también ellos lo estén con nosotros, y así el mundo crea que tú me enviaste. 22Yo, por mi parte, la gloria que tú me has dado se la he dado a ellos, para que sean uno como nosotros somos uno 23-yo identificado con ellos y tú conmigo-, para que queden realizados alcanzando la unidad, y así conozca el mundo que tú me enviaste y que les has demostrado a ellos tu amor como me lo has demostrado a mí.

24Padre, quiero que también ellos -eso que me has entregado- estén conmigo donde estoy yo, para que contemplen mi propia gloria, la que tú me has dado, porque me has amado antes que existiera el mundo.

25Padre justo, el mundo no te ha reconocido; yo, en cambio, te he reconocido, y éstos han reconocido que tú me enviaste.

26Ya les he dado a conocer tu persona, pero aún se la daré a conocer, para que ese amor con el que tú me has amado esté en ellos y así esté yo identificado con ellos.

COMENTARIOS

I

v. 20: Pero no te ruego solamente por éstos, sino también por los que a través de su

mensaje me den su adhesión: Jesús ora por la comunidad del futuro, ensanchando el horizonte de su comunidad a épocas

sucesivas. Está seguro de que su obra continuará. El llamado mensaje del Padre (6,7) y mensaje de Jesús (14,23), lo es también de los discípulos. No es para ellos una doctrina aprendida ni han de proponerlo como algo a lo que están obligados; no se puede proponer el amor si no se vive; se comunica como experiencia y convicción propia, El mensaje produce la adhesión a Jesús, punto de referencia para todos los tiempos. El mensaje no es una teoría sobre el amor, sino la formulación de la vida y muerte de Jesús.

v. 21: que sean todos uno -como tú, Padre, estás identificado conmigo y yo contigo-, para que también ellos lo estén con nosotros, y así el mundo crea que tú me enviaste.

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La petición de Jesús es la unidad, expresión y prueba del amor, distintivo de la comunidad; su modelo es la unidad, que existe entre Jesús y el Padre, y es condición para la unión con ellos. Quienes no aman no pueden tener verdadero contacto con el Padre y Jesús. Se establece así la comunidad de Dios con los hombres; su presencia e irradiación desde la comunidad, a través de las obras que revelan su amor (9,4), será la prueba convincente de la misión divina de Jesús. No se convence con palabras, sino con hechos.

vv. 22-23: Yo, por mi parte, la gloria que tú me has dado se la he dado a ellos, para que sean uno como nosotros somos uno 23-yo identificado con ellos y tú conmigo-, para que queden realizados alcanzando la unidad, y así conozca el mundo que tú me enviaste y que les has demostrado a ellos tu amor como me lo has demostrado a mí.

La gloria/amor del Padre ( el Espíritu) que Jesús ha recibido (1,14) constituye al Hijo (1,32.34) uno con el Padre (10, 30). La comunicación de la gloria a los discípulos realiza en ellos la condición de hijos; la comunidad de Espíritu produce la unidad entre ellos y con Jesús y el Padre. La comunidad es el nuevo santuario. La realización plena del designio de Dios (v. 23) depende de la existencia de la unidad, fruto del amor incondicional., Este es el testimonio, válido ante los hombres. Gloria y amor del Padre son equivalentes. Los discípulos manifestarán a un Dios que es don de si generoso y total (»Padre»).

v.24: Padre, quiero que también ellos -eso que me has entregado- estén conmigo donde estoy yo, para que contemplen mi propia gloria, la que tú me has dado, porque me has amado antes que existiera el mundo.

El término quiero muestra la libertad del Hijo (13,3); su designio es el mismo del Padre. Estar con él (14,3) denota la condición de hijos, Contemplar su gloria equivale a experimentar su amor (1,14) y responder a él (1,16). Jesús ha realizado el proyecto de Dios (1,1; 17,5), que el Padre había concebido como expresión total de su amor, y cuya realización en Jesús preveía desde el principio.

vv. 25-26: Padre justo, el mundo no te ha reconocido; yo, en cambio, te he reconocido, y éstos han reconocido que tú me enviaste. 26Ya les he dado a conocer tu persona, pero aún se la daré a conocer, para que ese amor con el que tú me has amado esté en ellos y así esté yo identificado con ellos.

Jesús expone al Padre la diferencia entre el mundo que lo rechaza y él y los suyos, para que el Padre justo los honre (12,26) y resume el contenido de su oración. Alude a su actividad pasada (vv. 4.6) y afirma su propósito para el futuro (vv. 1.5): manifestar ser el Padre dando la vida. La cruz será la revelación plena y definitiva de la persona del Padre, manifestando todo el alcance de su amor. .Conocer al Padre a través de Jesús es la vida definitiva (v. 3). Por eso Jesús quiere que los discípulos sean iguales a él, que gocen del mismo amor del Padre que él ha gozado, para qué su unión con ellos sea total.

II

¡De Jerusalén a Roma! Esa podría ser la consigna que sintetice la 1ª lectura de hoy, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles. Pablo, modelo de los apóstoles, ha regresado a la ciudad santa, a la capital milenaria de la religión yahvista, movido por el Espíritu Santo que es, si no resulta atrevido decirlo, como su agente de viajes. La comunidad cristiana de Jerusalén ha cambiado mucho en un cuarto de siglo que lleva de existencia. Ya no es propiamente la comunidad apostólica pues los apóstoles han marchado a la misión. Tampoco se caracteriza por su ímpetu misionero, que han capitalizado en cambio las comunidades fundadas por Pablo y sus compañeros entre paganos.

Se trata ahora de una pequeña comunidad de judeocristianos apegados a la ley de Moisés, que guardan el sábado y siguen asistiendo a las sinagogas, en algunas de las cuales ejercen el liderazgo; diferenciándose de los judíos solamente en el confesar que Jesús de Nazaret, el

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 42 - -www.elalmendro.com [email protected] crucificado resucitado, es el Mesías esperado del que hablan las profecías. Incluso conocemos al líder principal de esta comunidad, es Santiago, “el hermano del Señor”, es decir, un familiar muy cercano de Jesús que, precisamente por el prestigio de ese parentesco, ha llegado a ocupar dicho lugar. En el fondo los judeocristianos de Jerusalén se parecen a uno de esos “partidos” o “sectas” judíos de que hablan Flavio Josefo y san Lucas, de los cuales conocemos bastante bien a los fariseos y a los saduceos, mencionados hoy en nuestra lectura.

Pues bien. Pablo ha regresado a Jerusalén movido por el Espíritu, allí los hermanos le han aconsejado realizar ciertos ritos de purificación en el templo, junto con sus acompañantes. Mientras hacía como le habían aconsejado se suscitó un motín contra él y estuvo a punto de ser linchado acusado de haber profanado la santidad del santuario. A duras penas la guarnición romana logró rescatarlo de sus enemigos (Cf. Hch 21, 17-40). Hoy leemos que el tribuno quiere poner en claro la causa de la hostilidad de los judíos contra Pablo y que para el efecto, lo hace comparecer ante el sanedrín, el máximo tribunal religioso de los judíos, el mismo ante el que habían comparecido, primero Jesús, y luego sus apóstoles, en los tiempos de la fundación de la Iglesia.

Pablo aprovecha las divisiones doctrinales y disciplinares de los judíos para escapar a un juicio que le hubiera resultado contrario: proclama ante el sanedrín que ha sido arrestado por predicar la resurrección de los muertos, y así enfrenta a los fariseos y a los saduceos, una de cuyas diferencias era precisamente la fe en la resurrección.

Es que el Espíritu tiene otros planes para Pablo, como se le revelan en la visión nocturna: debe ir a Roma, la capital imperial, la ciudad más importante del mundo conocido en esa época. Una ciudad de un millón de habitantes hace 20 siglos; la sede de los poderes, las fortunas, las artes y las letras de lo que era el mundo civilizado del momento. Hasta allí ha de llevar Pablo el Evangelio de Jesucristo porque es Buena Noticia para todo el mundo.

En el fragmento de la oración sacerdotal de Jesús que hemos leído hoy Jesús insiste rogando al Padre por la unidad de sus discípulos, unidad basada en la unidad entre el Padre y su Hijo; condición necesaria para que el mundo crea. Es como si Jesús presintiera las continuas y tristes divisiones a que nos entregaríamos sus discípulos a lo largo de los siglos, divisiones fundamentadas en cuestiones doctrinales, a veces tan sutiles que al cabo de unos años ya no las entienden ni los que las defendían. Otras veces las divisiones se han debido a juegos de poder, a intereses de prestigio y de influencia ante los imperios del mundo, como la triste división entre las iglesias de Oriente y de Occidente, consumada hacia el año 1000 de nuestra era. O se ha tratado del juego de fuerzas innovadoras que, por una parte han tratado de mantener la fidelidad a los ideales más puros del evangelio y, por otra, de adecuar a la iglesia a los cambiantes ambientes del mundo y de la historia. Así ha pasado en el caso de tantas reformas intentadas por dentro o por fuera de la Iglesia, y que no han hecho más que destruir su frágil unidad. Por la que oró Jesús antes de padecer, como escuchamos hoy.

Es la razón por la cual esta semana está dedicada a la oración por la unidad de los cristianos. Queremos seguir el ejemplo de Jesús. Queremos orar juntos con nuestros hermanos separados, con los cristianos ortodoxos, con cualquiera que confiese que Jesús es el Señor. Si oramos juntos seremos capaces de servirnos, de amarnos, de dar al mundo el testimonio de nuestra fe común. Seremos capaces de realizar el ideal de Cristo: “Que todos sean uno como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

¿Cómo no tomarnos en serio esta semana de oración por la unidad de las iglesias si el mismo Cristo oró por ella? ¿Cómo no querer darle al mundo el testimonio de nuestra total fraternidad en estos tiempos de la globalización, de las telecomunicaciones y de tantas otras maravillas, que hacen más significativa la unidad de todos los seres humanos en una sola gran familia? Sin nuestra oración tal unidad no se dará a pesar de que multipliquemos las iniciativas de diálogo, de acercamiento y cooperación. Esa unidad es un don que Dios quiere que humildemente le pidamos.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 43 - -www.elalmendro.com [email protected] Viernes 17 de mayo Pascual Bailon EVANGELIO Juan 21, 15-19

15Cuando acabaron de almorzar, le preguntó Jesús a Simón Pedro: -Simón de Juan, ¿me amas más que éstos? Le respondió: -Señor, sí; tú sabes que te quiero. Le dijo: -Apacienta mis corderos. 16Le preguntó de nuevo, por segunda vez: -Simón de Juan, ¿me amas? Le respondió: -Señor, sí; tú sabes, que te quiero. Le dijo: -Pastorea mis ovejas. 17La tercera vez le preguntó: -Simón de Juan, ¿me quieres? Pedro se puso triste porque la tercera vez le había preguntado: «¿Me quieres?», y le

respondió: -Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. Le dijo: -Apacienta mis ovejas. 18Si te lo aseguro: Cuando eras joven, tú mismo te ponías el

cinturón e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás los brazos y otro te pondrá el cinturón para llevarte adonde no quieres.

19Esto lo dijo indicando con qué clase de muerte iba a manifestar la gloria de Dios. Y dicho esto, añadió: -Sígueme.

COMENTARIOS

I

v. 15: Cuando acabaron de almorzar, le preguntó Jesús a Simón Pedro: -Simón de Juan, ¿me amas más que éstos? Le respondió: -Señor, sí; tú sabes que te quiero. Le dijo: -Apacienta mis corderos. En el episodio anterior (21,7), Jesús no se ha hecho eco del gesto de Pedro. Terminada la

comida se dirige a él. Evita que el problema personal interfiera en su contacto con la comunidad. Jesús lleva la iniciativa (le preguntó). Simón de Juan (cf. 1,42) ha pretendido destacarse del grupo ostentando ser el primero en la adhesión a Jesús (13,37). La pregunta (¿me amas más que éstos?), enfrenta a Pedro con su actitud, en presencia de los demás. Después de sus negaciones, Pedro evita toda comparación; te quiero, amor de amigo, en lugar de «te amo», amor de identificación y se remite al conocimiento de Jesús (tú sabes).

Apacentar equivale a procurar alimento, que, como el que da Jesús, es el don de la propia persona (14,15.21); corderos son los pequeños; ovejas, los grandes; de este modo se representa la: totalidad del rebaño.

v. 16: Le preguntó de nuevo, por segunda vez: -Simón de Juan, ¿me amas? Le respondió: -Señor, sí; tú sabes, que te quiero. Le dijo: -Pastorea mis ovejas.

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Jesús pregunta por segunda vez, de modo más breve e incisivo si Pedro está realmente identificado con él y lo toma por modelo, renunciando a todo otro ideal de Mesías. Pedro responde de la misma manera.

Pastorear significa dar la vida por las ovejas, como hace el pastor modelo (10,11); esta es la disposición propia de todo discípulo.

v. 17: La tercera vez le preguntó: -Simón de Juan, ¿me quieres? Pedro se puso triste porque la tercera vez le había preguntado: «¿Me quieres?», y le respondió: -Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. Le dijo: -Apacienta mis ovejas.

La tercera vez recuerda la triple negación. Pedro había profesado dos veces ser amigo de Jesús («tú sabes que te quiero»); «ser amigo» es renunciar a la idea de un Mesías de poder (18,10), a la relación de inferior a superior (13,6-8), al trabajo como siervo o asalariado (15,15).

Dice el evangelio que Pedro se puso triste, pues Jesús parece desconfiar de sus afirmaciones anteriores y le hace recordar su obstinación (Pedro/Piedra).

Pedro insiste: Tú lo sabes todo, nueva rectificación (cf. 13,37s). El tercer encargo de Jesús "apacienta mis ovejas" sintetiza los dos anteriores.

vv. 18-19: Sí te lo aseguro: Cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás los brazos y otro te pondrá el cinturón para llevarte adonde no quieres. 19Esto lo dijo indicando con qué clase de muerte iba a manifestar la gloria de Dios. Y dicho esto, añadió: -Sígueme.

Pedro dará la vida en la cruz, como Jesús. Así se asociará hasta el final a su misión de pastor. Pedro, cuando era joven, actuaba a su arbitrio, sin objetivo (ibas adonde querías); desde ahora tendrá que ser coherente con el seguimiento, aunque le cueste (adonde no quieres).

II

Como en Jerusalén los judíos más fanáticos tramaban contra la vida de Pablo, el tribuno decidió remitirlo al procurador romano de la provincia de Palestina, cuya residencia oficial estaba en Cesarea marítima, la ciudad romana que había fundado y construido el rey Herodes el Grande. En la cárcel del gobernador, Pablo estaría más seguro. Este cautiverio se prolongó por unos dos o tres años, bajo el gobierno, primero del procurador Antonio Félix (52-60 DC) y, luego, del de su sucesor Porcio Festo (60-62 DC). En la lectura de hoy el libro de los Hechos nos hace saber, por boca de Festo, que Pablo y sus enemigos han sido escuchados por el gobernador, que no encuentra en la causa nada digno de castigo, y que ha decidido, después de escuchar al mismo Pablo, remitirlo a Roma, para ser juzgado por los tribunales imperiales. Todo esto le informa Festo al rey Herodes Agripa, descendiente de Herodes el Grande, que con su hermana Berenice ha ido a Cesarea a visitarlo.

No nos deben confundir los nombres de los personajes ni las peripecias complicadas de la historia, lo importante es saber que en Pablo se están cumpliendo las palabras de Jesús según las cuales sus apóstoles deberían comparecer ante los reyes y los gobernadores para dar testimonio de su nombre (Mc 13, 9-10). Por otra parte, nos hemos de admirar de que el Espíritu divino disponga los acontecimientos de la historia y mueva los corazones de los hombres, para llevar a cabo, tantas veces sin saberlo, los designios de Dios. El viaje a Roma desde Jerusalén, era largo y costoso. Aunque Pablo se las hubiera ingeniado para hacerlo por su cuenta, el Espíritu dispone las cosas de tal manera que pueda viajar seguro, bajo la vigilancia imperial, y a costa del erario público. En Roma, como veremos, Pablo podrá predicar el evangelio a judíos y a paganos, allí sufrirá su martirio, según una antiquísima y venerada tradición, allí se custodiará su sepulcro hasta el día de hoy, y su nombre junto con el de Pedro, quedará indisolublemente unido al destino de la ciudad eterna.

¿Que tal Pablo en New York? ¿O en Tokio? Seguramente no lo habrían arredrado estas megalópolis contemporáneas de varios millones de habitantes, donde los seres humanos viven a

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 45 - -www.elalmendro.com [email protected] veces como hormigas o termitas, sin conciencia de su dignidad ni de su singularidad. Pero en nuestras grandes ciudades están hoy, a falta de Pablo y movidos por el mismo Espíritu que lo condujo a él, muchas comunidades cristianas que anuncian y viven el Evangelio, el mismo que predicara Pablo hace ya 20 siglos completos. Nos podríamos preguntar si nuestra comunidad cristiana ejerce algún influjo sobre el entorno de nuestra ciudad. Si habitada por cristianos nuestra ciudad, grande o pequeña que sea, es más humana, más habitable, más fraterna. Esa será la medida del compromiso de nuestra fe.

Como terminamos de leer los capítulos 13-17 del evangelio de Juan, los discursos de despedida de Jesús, la liturgia nos propone en estas vísperas de Pentecostés la lectura de los últimos pasajes del 4º evangelio, concretamente del capítulo 21 que, según los especialistas es un añadido al texto original del evangelio que terminaba en el capítulo 20. No debemos extrañarnos de que así se completaran nuestros textos sagrados. Creemos firmemente que fueron escritos bajo la inspiración del Espíritu divino que movió a los autores, a uno solo o a varios, a completarlos tal y como El quería.

El pasaje evangélico que hoy leímos nos presenta el último diálogo de Jesús con su apóstol Pedro. Se trata de un encuentro entre el resucitado y algunos de sus discípulos, a orillas del lago de Genesaret, donde tantas veces estuvieron antes de la crucifixión y de la Pascua. Jesús pregunta al apóstol, por tres veces, si lo ama. Y Pedro se ve obligado a confesar su amor, también por tres veces, como habían sido tres las negaciones en la noche oscura de la Pasión del Señor. A cada confesión del apóstol Jesús le reitera un mandato: el de apacentar su rebaño compuesto de ovejas y corderos. La imagen puede parecernos demasiado bucólica, campesina, a nosotros acostumbrados a vivir en las grandes ciudades, lejos de los encantos de la naturaleza. A algunos les parece demasiado pasiva la comparación de la iglesia con un rebaño de ovejas. Pero eran las imágenes de la época en que fueron escritos los evangelios, imágenes que provienen del AT, imágenes que hablan de amor, entrega hasta la muerte, servicio desinteresado entre personas que se consideran hermanadas por la vida y por la fe. ¿O preferiríamos imágenes de dependencia entre jefes y súbditos, entre gerentes y empleados, patrones y obreros, amos y siervos? Seguramente no: porque la imagen del rebaño guiado, protegido, servido por su humilde pastor, esta entrañablemente unida a nuestra concepción de la Iglesia, en donde todos somos hermanos y en donde los pastores tienen graves responsabilidades de las cuales darán estrecha y rigurosa cuenta al único y supremo pastor que es Cristo.

Eso es lo que significan las misteriosas palabras que, al final de la lectura, Jesús resucitado dirige a Pedro: le anuncian un destino de compromiso con los suyos y de testimonio hasta el martirio cuando: “otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Efectivamente el apóstol Pedro, después de evangelizar en Jerusalén, en Palestina, luego en la gran capital de Siria, arribó a Roma, como Pablo, y allí murió mártir, cumpliendo el destino de los apóstoles.

Quiere la liturgia de estos días que asumamos las responsabilidades de nuestra fe pascual y que, dóciles al Espíritu que desde sus orígenes guía y anima a la iglesia, estemos dispuestos a emular a los apóstoles de Jesús, testimoniándolo con nuestro ejemplo y nuestras palabras en medio de nuestros hermanos. Sábado 18 de mayo Juan I EVANGELIO Juan 21, 20-25

20A1 volverse, Pedro vio al discípulo predilecto de Jesús, que iba siguiendo, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar.» Pedro, entonces, al verlo, le preguntó a Jesús:

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-Señor, y éste, ¿qué? 22Le respondió Jesús: -Y si quiero que se quede mientras sigo viniendo, ¿a ti qué te importa? Tú sígueme a mi. 23De ahí que se corriera la voz entre los hermanos de que el discípulo aquel no moriría.

Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: «Si quiero que se quede mientras sigo viniendo, ¿a ti qué te importa?»

24Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es digno de fe.

25Pero hay además otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribiesen una por una, pienso que los libros que se escribieran no cabrían en el mundo.

COMENTARIOS I

v. 20: Al volverse, Pedro vio al discípulo predilecto de Jesús, que iba siguiendo, el mismo

que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar.»

Jesús invita a Pedro a comenzar el seguimiento (cf 13 36) Es la invitación que hizo a Felipe al principio del Evangelio (1,43). Pedro tiene que volver a los principios y aprender todo lo que no había aprendido. Se vuelve, para comenzar su seguimiento, y ve al que nunca ha dejado de seguir a Jesús.

v. 21: Pedro, entonces, al verlo, le preguntó a Jesús: -Señor, y éste, ¿qué? 22Le respondió Jesús: -Y si quiero que se quede mientras sigo viniendo, ¿a ti qué te importa? Tú sígueme a mi. 23De ahí que se corriera la voz entre los hermanos de que el discípulo aquel no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: «Si quiero que se quede mientras sigo viniendo, ¿a ti qué te importa?»

Pedro está inseguro y por eso reacciona preguntado; quiere saber qué será del otro, para imitarlo y no desviarse. Pero no importa lo que pase con el otro; la ruta de cada uno es independiente, mientras sigo viniendo haciéndose presente en la comunidad, hasta que acabe la creación de la humanidad (20,17). No hay más modelo que Jesús ni más camino que el suyo (Tú sígueme a mí). El Espíritu se identifica con él. Se deshace de este modo un equívoco (v. 23). La palabra hermanos es apelativo de los cristianos.

v. 24: Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es digno de fe.

La comunidad presenta el testimonio del evangelista, autor del Evangelio, el discípulo predilecto de Jesús. Esta afirmación asegura al lector que la figura de Jesús descrita en el Evangelio responde al significado profundo de su persona La comunidad ha aceptado este testimonio y lo refrenda; sus miembros saben que es digno de fe, es decir, que corresponde a su experiencia personal de Jesús.

v. 25: Pero hay además otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribiesen una por una, pienso que los libros que se escribieran no cabrían en el mundo.

Se trata de una hipérbole o exageración: lo escrito es sólo una muestra de lo que hizo Jesús Para conocer a Jesús no hace falta la plena información histórica, basta penetrar su significado profundo.

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II

Terminando el tiempo pascual, los cincuenta días de celebración gozosa de la resurrección del Señor, terminamos también de leer el libro de los Hechos de los Apóstoles. Porque la primera consecuencia de la fe en la resurrección de Jesús es el comienzo entusiasta de la misión apostólica, entre judíos y paganos, para anunciarles la Buena Nueva, el Evangelio del amor misericordioso de Dios por todos los seres humanos; amor hasta la muerte, la de Cristo en la cruz, y hasta la vida, la existencia nueva de los bautizados que esperamos confiados el don de la vida eterna por Jesucristo. Esto fue lo que hicieron los apóstoles según hemos leído en el libro de los Hechos: predicar el evangelio, fundar y congregar las comunidades cristianas, dar testimonio de Jesús por todas partes.

Hoy se nos dice que Pablo, llegado a Roma, estuvo en una especie de prisión domiciliaria: podía vivir en una casa alquilada bajo la custodia permanente de un soldado romano. Podía recibir visitas y seguramente estaba acompañado de discípulos y discípulas que le servían, acompañaban y ayudaban en la predicación. Hasta se nos indica que eso duró dos años.

Fiel al esquema que ha seguido a lo largo del libro, el autor nos dice que Pablo predicó primero a los judíos, llamándolos a su casa. La colonia judía en Roma era muy numerosa, poseían varias sinagogas y hasta se han encontrado en el subsuelo de Roma cementerios exclusivamente judíos que datan de la época. Pablo les hace una especie de resumen de cómo han sido sus relaciones con el pueblo elegido, manifiesta amor y respeto por sus paisanos, y les asegura que no tiene ninguna intención de acusarlos ante los tribunales paganos.

Al final de la lectura encontramos dos afirmaciones importantes: que Pablo predicaba el Reino de Dios, y que enseñaba la vida de Jesús. Esto con toda libertad, y sin estorbos. El Reino de Dios había sido, según los evangelios sinópticos (Mt, Mc, Lc) el contenido fundamental de la predicación de Jesús. En las palabras del Señor, en sus milagros de curación y de liberación de endemoniados, en sus controversias con los fariseos legalistas, en su oferta de perdón a los pecadores, en todas sus acciones llenas de humanidad y de respeto, de compasión y afecto por los seres humanos, especialmente por los más pobres y necesitados, se manifestaba la voluntad de Dios en marcha, es decir, la toma de posesión de su reinado, nada parecido a los opresivos imperios de la tierra, explotadores, injustos, inhumanos. Es una hermosa síntesis de toda predicación cristiana: el reinado de Dios y la vida de Jesús; el uno para el otro: Jesús para el Reino, el Reino como misión y tarea de Jesús.

Lo mismo podríamos hacer también nosotros, máxime no estando en prisión domiciliaria como Pablo. Anunciar en nuestra propia ciudad, con nuestros gestos y palabras, el reinado de Dios y la vida de Jesús.

La lectura evangélica ha consistido en los últimos versículos del evangelio de Juan. Después de hacer que Pedro le confiese su amor, y por tres veces, como para reparar la triple cobarde negación de la noche de su arresto, Jesús le ha confiado el pequeño rebaño que es la Iglesia, y le ha anunciado el precio mortal de su renovado amor: será amarrado por otros que lo llevaran a donde no quiere, es decir, al martirio. Pero el “discípulo amado” por Jesús los sigue de cerca y Pedro pregunta a Jesús por la suerte de este personaje. La más antigua tradición de la Iglesia lo ha identificado con Juan, el hijo de Zebedeo, hermano de Santiago. Ha estado presente en la cena y se ha recostado confiadamente en el pecho del Maestro, para preguntarle por la identidad del traidor. Ha estado presente también al pie de la cruz y ha recibido de Jesús moribundo el encargo de velar por su madre. También ha corrido con Pedro hasta el sepulcro, cuando María Magdalena les dio la noticia del hallazgo de la tumba vacía. Y a la orilla del lago, después de una noche infructuosa de pesca, ha sido el primero en reconocer a Jesús en el hombre misterioso que les pregunta si tienen algo para comer. Ahora sigue a Pedro y a Jesús que dialogan. Y es objeto de una extraña profecía: que si Jesús quiere que él permanezca hasta su muerte a Pedro no le debe importar. Es la gratuidad del amor: a Pedro se le anuncia el martirio, al discípulo amado un destino glorioso; no porque haya hecho cosas mejores que Pedro, sino simplemente porque también ha amado mucho al Señor, hasta merecer tan honroso título.

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Al final de la lectura nos enteramos de que este discípulo amado es el que ha dado testimonio de todo lo que contiene el evangelio y de que él mismo lo ha escrito. Y los primeros cristianos que leyeron el 4º evangelio estaban convencidos de la veracidad de su testimonio. Tal vez ellos mismos añadieron la nota según la cual los hechos y las palabras de Jesús fueron muchos más de los narrados; que de escribirse todos no habría lugar suficiente en el mundo para los libros que los contuvieran.

Por el bautismo que nos asocia íntimamente a la muerte y resurrección de Jesús, también fuimos hechos apóstoles, fuimos enviados a predicar el Evangelio como Pedro, como Juan, Como Pablo. No podemos vivir nuestra fe de cristianos en el anonimato y en la pasividad. Debemos, al contrario, abrirnos a testimoniar nuestra fe, a difundir el evangelio, la alegre noticia del amor de Dios por todos nosotros.

Domingo 19 de mayo Pedro Celestino

DOMINGO SEXTO DE TIEMPO ORDINARIO

PENTECOSTÉS Primera lectura: Hechos 2, 1-11

Salmo responsorial: 103, 1.27-31 Segunda lectura: 1 Corintios 12, 3-7. 12-13

EVANGELIO Juan 20, 19-23

19Ya anochecido, aquel día primero de la semana, estando atrancadas las puertas del sitio donde estaban los discípulos, por miedo a los dirigentes judíos, llegó Jesús, haciéndose presente en el centro, y les dijo:

-Paz con vosotros. 20y dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos sintieron la alegría de ver

al Señor. 21Les dijo de nuevo: Paz con vosotros. Igual que el Padre me ha enviado a mí, os envío yo también a vosotros. 22y dicho esto sopló y les dijo: -Recibid Espíritu Santo. 23A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos;

a quienes se los imputéis, les quedarán imputados.

COMENTARIOS I

UNA FRATERNIDAD UNIVERSAL

A pesar de que las ideologías o los intereses de las clases dominantes en/renten a unos hombres con otros, a pesar de que esos enfrentamientos se hayan justificado siempre que se ha podido en nombre de Dios (¡en su nombre se ha llegado a justificar hasta las guerras!), ni al hombre le conviene, ni Dios quiere otra cosa sino que los hombres lleguen definitivamente a entenderse.

LA TORRE DE BABEL

Los escritores bíblicos más antiguos estaban condenados de que la humanidad tenía un origen único, de que todos los hombres procedían de un tronco común. Pero esta convicción

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 49 - -www.elalmendro.com [email protected] chocaba con la experiencia de ver a los hombres enfrentados, divididos e incapaces de entenderse ni siquiera mediante una de las facultades que más les diferenciaba de los animales: el lenguaje.

Casi mil años antes de nuestra era, uno de aquellos antiguos escritores, reflexionando a la luz de su fe, impresionado seguramente por los templos que se edificaban en Mesopotamia desde el tiempo de los antiguos sumerios (una de las primeras civilizaciones de la historia de la humanidad), construyó el relato de la torre de Babel (Gn 11,1-8), con el que pretendía explicar cómo a los hombres, a pesar de proceder de un tronco común, les resultaba imposible entenderse, pues hablaban diversas lenguas. El significado de ese relato es claro: los hombres intentaron edificarse un templo a sí mismos, volvieron a caer en la trampa de Adán y Eva: «seréis como dioses» (Gn 2,4). Y al igual que en el Paraíso se rompió la armonía entre la pareja, también ahora, como consecuencia de ese tremendo y repetido error, se quebró aún más la unidad del género humano.

OTRAS BABELES

Porque el hombre, cuando cree que puede ser dios y se empeña en conseguirlo a su manera, lo único que consigue, ya lo decíamos el domingo pasado, es convertirse en un peligro para sus semejantes; y sus semejantes, si tienen la misma pretensión, se convierten automáticamente en un peligro para él. Porque, a pesar de que de esta clase de dioses puede haber muchos, cada uno de ellos quiere ser más dios que los demás.

Esta tentación, a pesar de ser tan antigua como el hombre mismo, jamás ha dejado de estar de actualidad. Todavía hoy sigue habiendo muchos que, aunque digan que creen en un Dios supremo, o aunque digan que no creen en ningún Dios, se endiosan a si mismos y se comportan como amos, como señores de sus semejantes, violando sus derechos, limitando su libertad, esclavizando sus conciencias, pisoteando su dignidad y exigiendo de hecho para sus decisiones un sometimiento semejante al que, según el concepto que ellos tienen de Dios, debería estar reservado sólo al Ser Supremo: ahí están para probar lo que decimos todos los totalitarismos, los ateos y los que se dicen creyentes, los meramente políticos y los parcial o totalmente religiosos... Y ahí están esas verdaderas Babeles, obstáculos casi insalvables para el entendimiento de los hombres, que se han ido edificando a lo largo de la historia: la esclavitud, la santa Inquisición, los campos de exterminio del nazismo, las purgas estalinistas, la represión franquista, los desaparecidos argentinos, la agresión imperial contra Nicaragua...; los bloques militares, cualquier tipo de militarismo, la carrera de armamentos, el tráfico de armas...; la tortura, el hambre, el colonialismo...

PENTECOSTES El domingo pasado decíamos que Jesús había mostrado a la humanidad el único camino

posible para llegar a ser semejantes a Dios (la entrega por amor en favor de los hombres) y que, tras realizar él este camino, está permanentemente al lado del Padre. Diez días después de la Ascensión, según las cuentas que hace San Lucas en los Hechos de los Apóstoles, Dios volvió a bajar a la tierra para meterse dentro de un puñado de hombres que estaban asustados pero que se hallaban dispuestos a tomar el relevo y a andar también ellos el camino que anduvo Jesús. Al sentir la fuerza del Espíritu de Dios, perdieron el miedo y empezaron a dar los primeros pasos. Y lo que antes había servido para separar a los hombres se convirtió en vehículo de entendimiento, lo que era causa para que los hombres no pudieran comunicarse se convirtió en instrumento de unidad: empezaron a hablar en lenguas diversas a personas que entendían idiomas distintos; y todos se comprendían a las mil maravillas: .... y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma». El Espíritu no los había uniformado, pero había hecho posible la unidad: las lenguas seguían siendo distintas, pero el entendimiento era posible. Y esto porque el Espíritu les facilitaba un lenguaje universal, el único que, respetando los diversos modos de expresarse que cada cual tenga, conduce al entendimiento pleno: el lenguaje del amor, el lenguaje de la entrega en favor de la construcción de un mundo nuevo en el que nadie pretenda ser dios de nadie, el lenguaje de la revolución más profunda que el hombre pueda realizar y en la que hasta el mismo

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 50 - -www.elalmendro.com [email protected] Dios está comprometido: la revolución que pretende construir una verdadera fraternidad universal. Sin padres, sin amos, sin dio secillos..., con un solo Padre y un único Espíritu que nos hace a todos hijos y hermanos.

II

v. 19: Ya anochecido, aquel día primero de la semana, estando atrancadas las puertas del sitio donde estaban los discípulos, por miedo a los dirigentes judíos...

La escena tiene lugar el mismo día en que comienza la nueva creación (v. 19: aquel día pri-mero de la semana); esta realidad va a ser considerada ahora desde el punto de vista de la nueva Pascua, con alusión al éxodo del Mesías Los discípulos son todos los que dan su adhesión a Jesus, no hay nombres propios ni limitación alguna. Con la frase estando atrancadas las puertas muestra el desamparo de los seguidores de Jesús en medio de un ambiente hostil El miedo denota la inseguridad; los discípulos aún no tienen experiencia de Jesús vivo (16,16) Como José de Arimatea, son discípulos clandestinos (19,38) Su situación es como la del antiguo Israel en Egipto (Ex 14,10); pero, como en el Éxodo, están en la noche (ya anochecido) en que el Señor va a sacarlos de la opresión (Ex 12 42 Dt 16, 1).

vv. 19-20: llegó Jesús, haciéndose presente en el centro y les dijo: -Paz con vosotros, y

dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos sintieron la alegría de ver al Señor. Jesús se hace presente, como había prometido (14,18s, 16, l8ss) y se sitúa en el centro:

fuente de vida, punto de referencia, factor de unidad. Paz con vosotros es el saludo que les confirma que ha vencido al mundo y a la muerte y, a continuación, Jesús les muestra los signos de su amor y de su victoria (v. 20). El que está vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz; se les muestra como el Cordero de Dios, el de la Pascua nueva y definitiva, cuya sangre los libera de la muerte (Éx 12,12s); el Cordero preparado para ser comido esta noche (Ex 12,8), es decir, para que puedan asimilarse a él. La permanencia de las señales en las manos y el costado indica la permanencia de su amor; Jesús será siempre el Mesías-rey crucificado, del que brotan la sangre y el agua. Alegría.

v. 21: Les dijo de nuevo: Paz con vosotros. Igual que el Padre me ha enviado a mí, os envío yo también a vosotros y, dicho esto, sopló y les dijo: -Recibid Espíritu Santo.

La repetición del saludo (v. 21) introduce la misión, a la que tendía la elección de los discípulos (15,16; 17,18). Ésta ha de ser cumplida como el la cumplió, demostrando el amor hasta el fin (manos y costado). El Espíritu (v. 22) los capacitará para la misión. Sopló o «exhaló su aliento», éste es el verbo usado en Gn 2,7 para indicar la infusión en el hombre del aliento de vida. Jesús les infunde ahora su propio aliento, el Espíritu (19, 30), creando de este modo la nueva condición humana, la de espíritu (3 6 7 39) por el «amor y lealtad» que reciben (1, 17). Culmina así la obra creadora, esto significa «nacer de Dios» (1,13), estar capacitado para «hacerse hijo de Dios» (1,12). Quedan liberados «del pecado del mundo» (1,19) y salen de la esfera de la opresión. La experiencia de vida que da el Espíritu es «la verdad que hace libres» (8,31s); quedan «consagrados con la verdad» (17,17s). El éxodo del Mesías no se hace saliendo físicamente del «mundo» injusto (17,15), sino dando la adhesión a Jesús y, de este modo, dejando de pertenecer al sistema mundano (17,6.14).

v. 23: A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los im-

putéis, les quedarán imputados. Este es el resultado positivo y negativo de la misión, en paralelo con la de Jesús. El pecado,

la represión o supresión de la vida que impide la realización de proyecto creador, se comete al

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 51 - -www.elalmendro.com [email protected] aceptar los valores de un orden injusto. Los pecados son las injusticias concretas que se derivan de esa aceptación.

El testimonio de los discípulos (15,26s), la manifestación del amor del Padre (9,4), obtendrá las mismas respuestas que el de Jesús: habrá quienes lo acepten y quienes se endurezcan en su actitud (15,18-21; 16,1-4).

Al que lo acepta y es admitido en el grupo cristiano, rompiendo de hecho con el sistema injusto, la comunidad le declara que su pasado ya no pesa sobre él; Dios refrenda esta declaración infundiéndole el Espíritu que lo purifica (19,34) y lo consagra (17,16s). A los que rechazan el testimonio, persistiendo en la injusticia, su conducta perversa, en contraste con la actividad en favor de los hombres que ejerce el grupo cristiano, les imputa sus pecados. La confirmación divina significa que estos hombres se mantienen voluntariamente en la zona de la reprobación (3,36).

III

En la 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, escuchamos el relato del Pentecostés cristiano: La venida del Espíritu Santo, prometido por Jesucristo, sobre los apóstoles y los demás componentes de la Iglesia naciente, entre ellos María, la madre de Jesús, y otras mujeres. Pentecostés era una fiesta judía que se celebraba a los cincuenta días de la Pascua, inicialmente una fiesta agraria, de campesinos, que había sido asociada al recuerdo de la llegada del pueblo de Israel al pie del monte Sinaí, y al don de la ley y de la alianza en medio de los portentos que lo acompañaron: fuego en la montaña, viento huracanado, sonar de truenos y trompetas. San Lucas, el autor del libro de los Hechos, ha querido presentar la inauguración oficial del ministerio apostólico, en el marco de esta celebración judía, cuando llegaban a Jerusalén miles de peregrinos, como sucedía también en Pascua y en la fiesta otoñal de los tabernáculos o de las tiendas.

Así como en el Sinaí fue constituido el pueblo de Israel con sus instituciones, así también ahora, en Jerusalén, sobre el monte Sión, es constituido el nuevo pueblo de Dios: la Iglesia de Jesucristo. No es obra puramente humana, es obra del Espíritu Divino que el Resucitado envía del Padre como supremo don al mundo. Por eso las manifestaciones portentosas: las lenguas de fuego, el huracán y el ruido. La gente reunida por el portento, asiste a la primera predicación de Pedro y los demás apóstoles. Una predicación que no ha dejado de resonar en el mundo a lo largo de estos 20 siglos y a pesar de todas las dificultades y persecuciones. Para los cristianos ya no rige la ley judía con sus minucias a veces inhumanas, y a la alianza antigua sellada con los sacrificios de animales, sucede ahora la alianza nueva y eterna refrendada por la sangre misma de Cristo. Por todo esto la Iglesia exulta hoy de júbilo, porque es como el aniversario de su fundación, y porque hoy se renuevan en ella los prodigios de los orígenes, pues el Espíritu Santo sigue colmándola de dones.

San Pablo, en la 2ª lectura de hoy, tomada de su 1ª carta a los Corintios, nos habla de la unidad de la Iglesia bajo la imagen de un cuerpo bien coordinado, en el que cada uno de los miembros contribuye al bienestar de todos, desempeñando distintas funciones cada uno. Es cierto que Pablo pudo tomar la imagen de autores paganos que la aplicaban a la sociedad en general, pero lo novedoso es que en la Iglesia la unidad del cuerpo es otorgada por el don del único Espíritu Divino que recibimos en el bautismo, y la diversidad de sus miembros es la manifestación de los diversos dones del mismo Espíritu. Ya no hay distinción entre judíos y paganos, ni entre esclavos y libres, ninguna otra distinción: todos somos llamados a ocupar nuestro lugar en la comunidad, un lugar diverso según los dones, funciones o servicios que se nos hayan confiado, pero un lugar en la unidad de la misma Iglesia, nuevo pueblo de Dios, familia de Dios convocada por el Espíritu.

Hemos pasado la semana anterior orando por la unidad de los cristianos. Hoy podemos pedirle al Espíritu Santo que, manifieste y selle, por fin y definitivamente, esa unidad tan anhelada, concediéndonos a todos comprender las palabras inspiradas de Pablo, de que somos un solo cuerpo de bautizados en el mismo Espíritu.

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La lectura del evangelio de Juan nos da otra versión de Pentecostés, diferente pero no contradictoria de la que leímos en Hechos. Para san Juan el Espíritu es un don que procede directamente de Cristo Resucitado: es su aliento, su soplo vital. Él lo transmite, al atardecer del día mismo de la resurrección, a los discípulos reunidos en una casa de Jerusalén, y llenos de miedo por la hostilidad de los judíos. El Señor resucitado se pone en su presencia deseándoles reiteradamente la paz, identificándoseles como el Jesús de Nazaret que ellos habían conocido, el crucificado, pues les muestra las llagas de las manos y del costado. Enviándolos a predicar la Buena Nueva, como el Padre lo había enviado a El. Aquí la imagen del Espíritu es también el viento, el soplo, el aire en movimiento. Pero no el simple viento de la tierra, sino el soplo que sale de las entrañas mismas del Resucitado, pues en El está presente el Espíritu Divino que lo ha resucitado de entre los muertos y por eso puede comunicarlo a otros sin medida.

En San Juan, el don del Espíritu Santo está asociado al perdón de los pecados. Porque el pecado es como el paradigma, el ejemplo exacto, de todos los males que nos pueden afligir a los seres humanos. El pecado es la injusticia, la opresión, la violencia y la muerte. Él es la causa de nuestra caducidad, de todas nuestras lágrimas y de todas nuestras perplejidades. Cuando el Espíritu divino perdona nuestros pecados es como si volviéramos a nacer y como si el mundo se renovara milagrosamente delante de Dios, liberado de la carga de males con que lo afligen nuestros crímenes.

Terminamos la celebración del tiempo pascual, de estos cincuenta días que son como un solo día de felicidad y gloria, renovándonos en el Espíritu de Jesús resucitado. El Espíritu que debemos comunicar al mundo con nuestro compromiso misionero y ejemplar de cristianos, para que el mundo crea y, creyendo, se salve. Lunes 20 de mayo Bernardino de Siena EVANGELIO Marcos 9, 14-29

14Al llegar él adonde estaban los discípulos vio en torno a ellos una gran multitud y a unos letrados que discutían con ellos. 15Al ver a Jesús, toda la multitud quedó desconcertada; pero, en seguida, echando a correr, se pusieron a saludarlo. 16Él les preguntó:

-¿De qué discutís con ellos? 17Uno de la multitud le contestó: -Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu que lo deja mudo. 18Cada vez que

lo agarra, lo tira por tierra, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, pero no han tenido fuerza.

19Reaccionó Jesús diciéndoles: -¡Generación sin fe! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros?, ¿hasta cuándo

tendré que soportaros? Traédmelo. 20Se lo llevaron y, en cuanto lo vio el espíritu, empezó a retorcer al chiquillo; cayó por

tierra y rodaba echando espumarajos. 21Jesús le preguntó al padre: -¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? Respondió -Desde pequeño; 22y muchas veces lo ha tirado al fuego y al agua para acabar con él. Si

algo puedes, conmuévete y ayúdanos. 23Jesús le replicó: -¡Ese «si puedes»! Todo es posible para el que tiene fe. 24lnmediatamente el padre del chiquillo gritó:

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-¡Fe tengo, ayúdame en lo que me falta! 25Al ver Jesús que una multitud acudía corriendo, intimó al espíritu inmundo: -¡Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno: sal de él y no vuelvas a entrar en él! 26Entre gritos y violentas convulsiones salió. El chiquillo se quedó como un cadáver, de

modo que la multitud decía que había muerto. 27Pero Jesús, cogiéndolo de la mano, lo levantó y se puso en pie.

28Cuando entró en casa sus discípulos le preguntaron aparte: -¿Por qué no hemos podido echarlo nosotros? 29El les replicó: -Esta ralea no puede salir con nada, más que pidiéndolo.

COMENTARIOS I

v. 14 Al llegar él adonde estaban los discípulos vio en torno a ellos una gran multitud y a

unos letrados que discutían con ellos. La discusión que ve Jesús al bajar del monte enfrenta con los letrados al grupo de sus

discípulos, al que se asocia una multitud; ésta es grande, indicio de la vastedad del problema y de la gran expectación existente. La presencia de los letrados señala la temática común a esta escena y a la anterior (9,11): según ellos, la llegada del Mesías ha de ser preparada por Elías, «que lo pondrá todo en orden» (9,12); esto significa que hay que esperar de Dios la solución a la situación del pueblo, sin esforzarse por encontrar una solución humana. Los discípulos, por su parte, con la multitud, sostienen que hay que pasar a la acción sin esperar más (cf. 9,11). Jesús, en el reparto de los panes, ha mostrado a los discípulos el camino para solucionar la situación del pueblo desesperado, pero como ellos no han entendido esa alternativa y siguen en las antiguas categorías, no salen de su idea reformista, que, en el fondo, es la misma de la multitud y no resuelve su problema.

v. 15 Al ver a Jesús, toda la multitud quedó desconcertada; pero, en seguida, echando a

correr, se pusieron a saludarlo. Al notar la presencia de Jesús, la multitud tiene una doble reacción: primero desconcierto, al

darse cuenta de que cuando los discípulos han fracasado, Jesús no estaba con ellos; luego alegría, porque la presencia de Jesús abre una puerta a la esperanza. Jesús se convierte en el polo de atracción (echando a correr).

vv. 16-18 El les preguntó: «¿De qué discutís con ellos?» Uno de la multitud le contestó:

«Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu que lo deja mudo. Cada vez que lo agarra, lo tira por tierra, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen, pero no han tenido fuerza».

Jesús pregunta a los discípulos de qué discutían con los letrados, y le responde uno de la multitud. En la escena que sigue Mc representa la situación de la multitud por medio de dos figuras: el hijo epiléptico representa su desesperación, causada por la doctrina de los letrados que promete una salvación milagrosa en un futuro incierto, omitiendo todo esfuerzo para remediar la injusticia; el padre, por su parte, representa la esperanza de la multitud en Jesús. El estado del hijo/ pueblo es grave; el espíritu que lo posee lo deja mudo, es decir, su postura fanática es tan extrema que no admite diálogo; además le produce paroxismos que lo dejan extenuado.

Han recurrido a los discípulos, pensando que Jesús y ellos eran una sola cosa, pero éstos, que siguen en las categorías judías y no aceptan el mesianismo que Jesús les propone (8,30.32s; 9,l0s), han sido incapaces de ofrecer una alternativa al pueblo.

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v. 19 Reaccionó Jesús diciéndoles: «¡Generación infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros?, ¿hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo».

Ante la postura de los letrados y la obcecación de los discípulos y, en parte, de la multitud, Jesús se exaspera viendo la inutilidad de sus esfuerzos. La generación infiel es la del Mesías, incluidos los discípulos, que no acepta el programa mesiánico (8,12.38). Jesús va a actuar por su cuenta.

vv. 20-22 Se lo llevaron y, en cuanto lo vio el espíritu, empezó a retorcer al chiquillo;

cayó por tierra y rodaba echando espumarajos. Jesús le preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?» Respondió: «Desde pequeño; y muchas veces lo ha tirado al fuego y al agua para acabar con él. Si algo puedes, conmuévete por nosotros y ayúdanos».

El pueblo oprimido y desesperado, poseído por un fanatismo violento (espíritu inmundo), se resiste con todas sus fuerzas a que lo acerquen a Jesús; no quiere renunciar a la violencia, en la que ve el único medio para su liberación. La situación desesperada del pueblo es mal antiguo en Israel (desde pequeño). La doctrina de los letrados, que no hacen nada por aliviar su situación, lo lleva a buscar solución en conatos de violencia que amenazan con destruirlo: el fuego está en relación con Elías, el reformista violento (1,30s; 9,4); el agua, con Moisés (9,4), el liberador mediante un éxodo violento. El padre, que representa la esperanza de la multitud, pide una solución a Jesús, pero la situación es tan grave que no confía del todo en que pueda ponerle remedio (si algo puedes).

vv. 23-24 Jesús le replicó: «¡Ese "si puedes"! Todo es posible para el que tiene fe».

Inmediatamente el padre del chiquillo gritó: «¡Fe tengo, ayúdame en lo que me falta!» Jesús le reprocha su falta de fe en él; la fe del hombre abre la puerta a la fuerza de Dios: si hay

fe, todo es posible. Nueva petición del padre: confía en Jesús, pero reconoce su propia ambigüedad. vv. 25-27 Al ver Jesús que una multitud acudía corriendo, conminó al espíritu inmundo:

«¡Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno: sal de él y no vuelvas a entrar en él!» Entre gritos y violentas convulsiones salió. El chiquillo se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que había muerto. Pero Jesús, cogiéndolo de la mano, lo levantó y se puso en pie.

Es la tercera vez en el evangelio que, después de una multitud judía, aparece una segunda multitud, que representa a los seguidores de Jesús que no proceden del judaísmo (3,20.32; 5,21.24b; 9,14.25). Esta multitud está deseosa de estar con Jesús (acudía corriendo). Como en otra ocasión (7,33), Jesús no quiere involucrar a estos seguidores en cuestiones que atañen al pueblo judío; por eso inmediatamente, y a pesar de su resistencia, libera al niño/pueblo de su fanatismo violento. El espíritu es calificado ahora de «mudo y sordo»: no deja que el poseído dialogue ni escuche (7,37). El fanatismo está tan arraigado, que, al renunciar a él, el niño! pueblo queda como muerto. Coger de la mano, levantar, se usan solamente cuando el afectado es judío (cf. 1,31; 5,41s). La acción de Jesús le restituye la vida: es como una resurrección.

v. 28 Cuando entró en casa sus discípulos le preguntaron aparte: «¿Por qué no hemos

podido echarlo nosotros?» La casa en que entra Jesús es la del nuevo Israel, constituido por los discípulos (3,20; 7,17).

Estos le preguntan aparte, adverbio con el que Mc indica su incomprensión (cf. 4,34; 6,32; 7,33; 9,2). No se explican su fracaso (cf. 6,7).

v. 29 El les replicó: «Esta ralea no puede salir con nada mas que pidiéndolo». La respuesta de Jesús implica que también ellos están poseídos por un espíritu del mismo

género (esta raleo, reformismo violento). Aludiendo a la petición del padre (24), que obtuvo la liberación del hijo, les insinúa que ellos no quedarán liberados de su espíritu mudo y sordo hasta que reconozcan que lo tienen y le pidan a Jesús que los libere de su infidelidad (19; cf. 10,47.48).

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II

En pocos relatos del evangelio aparece tanta gente. Están, por un lado, los discípulos que discuten con unos letrados y mucha gente alrededor, cuando llega Jesús y es saludado por la gente; de entre la gente destaca uno que resulta ser el padre de un muchacho que sufre ataques de epilepsia, dolencia interpretada entonces como posesión demoníaca. Los discípulos, sin embargo, no han podido echar el demonio que hace sufrir tanto al muchacho.

Jesús achaca esta impotencia a la falta de fe de los discípulos. Éstos, aunque seguidores materiales de su maestro, no han asimilado todavía su estilo de vida ni le han dado su adhesión; por eso no pueden realizar obras liberadoras como Jesús.

Solo la presencia del niño ante Jesús hace que uno de aquellos ataques se reproduzca, como si el demonio -que otras veces había intentado la destrucción del niño arrojándolo al fuego y al agua- pusiese resistencia a la liberación de aquél.

Ante esa situación, el padre del muchacho le ruega a Jesús que se compadezca de él y de su hijo. Y es la fe de aquél hombre la que anima a Jesús a liberar a su hijo para siempre del poder de Satanás.

Los discípulos preguntan entonces a Jesús por qué no pudieron liberar del demonio al muchacho y Jesús les responde que esto sólo es posible con oración.

Por el evangelio sabemos que Jesús se retira para orar en tres ocasiones para pedirle a Dios no caer en la tentación del éxito y del triunfo fácil: al terminar la jornada de Cafarnaún, después del reparto de panes y en el Huerto de Getsemaní. Sin embargo, nunca se dice de los discípulos que oren en este evangelio: tal vez no estaban dispuestos a seguir el camino del maestro y preferían el del poder, el triunfo y los honores. Y por este camino no se puede liberar a los hombres del demonio que los esclaviza. Hace falta que oren para pedirle a Dios comprender que sólo cuando se renuncia a al modo de vida mundano puede comenzar la liberación de los oprimidos. Martes 21 de mayo Felicia y Gisela EVANGELIO Marcos 9, 30-37

30Se marcharon de allí y fueron atravesando Galilea; no quería que nadie se enterase, 31porque iba enseñando a su s discípulos. Les decía:

-Al Hombre lo van a entregar en manos de ciertos hombres, y lo matarán; pero, después que lo maten, a los tres días resucitará.

32Pero ellos no entendían aquel dicho y les daba miedo preguntarle. 33ªY llegaron a Cafarnaún. 33bCuando llegó a la casa, les pregunto: -¿De qué hablabais por el camino? 34Ellos guardaron. silencio, pues en el camino habían discutido entre ellos quién era el más

grande 35Jesús se sentó; llamó a los Doce y les dijo: -Si uno quiere ser primero, ha de ser último de todos y servidor de todos. 36y cogiendo a un criadito, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: 37-El que acoge a un chiquillo de éstos como si fuera a mí mismo, me acoge a mí; y el

que me acoge a mi, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado.

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COMENTARIOS I

vv. 30-31 Se marcharon de allí y fueron atravesando Galilea; no quería que nadie se

enterase, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de ciertos hombres, y lo mataran; pero, aunque lo maten, a los tres días resucitará».

Viaje hasta Cafarnaún. Mientras caminan a través de Galilea, el interés de Jesús está centrado en los discípulos. Ante la incomprensión que éstos siguen mostrando, Jesús reitera la enseñanza sobre el destino del Hijo del hombre (8,31), término que lo designa a él y, tras él, a sus seguidores. La enseñanza se hace más genérica que en 8,31: el anuncio de la entrega, muerte y resurrección del Hijo del hombre carece de todo detalle que las vincule a un pueblo o agente determinado; esa hostilidad a muerte puede darse en cualquier cultura.

Se establece por primera vez la oposición entre «el Hijo del hombre», el Hombre en su plenitud, y «hombres» que no la conocen ni aspiran a ella. Se insiste en el hecho de la muerte (lo matarán... aunque lo maten), pero para vaciarla de su contenido, haciendo resaltar la resurrección, la continuidad de la vida. Jesús quiere calmar la angustia de sus discípulos ante la perspectiva de una muerte sin combate ni gloria, inculcándoles que ésta no es una amenaza ni un fracaso, porque no es el final.

vv. 32-33a Pero ellos no entendían aquel dicho y les daba miedo preguntarle. Y llegaron a

Cafarnaún. La incomprensión de los discípulos es total, son refractarios a esa enseñanza. Tienen miedo de

preguntar a Jesús, porque vislumbran que la explicación no correspondería a su expectativa de triunfo. No ven sentido en una vida después de la muerte. Llegan a Cafarnaún.

v. 33b Cuando llegó a la casa, les preguntó: « ¿ De qué hablabais por el camino?» La casa/hogar (gr. oikía) en Cafarnaún es figura de la comunidad de Jesús, que integra a los

dos grupos de seguidores, como apareció en 2,15 (discípulos y «pecadores»), cuando fue mencionada por primera vez. Jesús hace a los discípulos una pregunta que va a resultarles embarazosa.

v. 34 Ellos guardaron silencio, pues en el camino habían discutido entre ellos quién era el

mas grande. El silencio de ellos revela su obcecación (3,4: de los fariseos; cf. 7,25: «espíritu mudo y

sordo») y lo improcedente del tema que han discutido: quién tenía rango superior o mayor categoría en el grupo. Domina en ellos la ambición de preeminencia, a la que incita el sistema jerárquico judío, radicalmente opuesta a la enseñanza anterior de Jesús (9,31).

v. 35 Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si uno quiere ser primero, ha de ser último

de todos y servidor de todos». Jesús se sentó, porque esta casa/comunidad es su morada estable; si, estando en la misma casa,

tiene que llamar a los Doce (los mismos discípulos en cuanto constituyen el Israel mesiánico) es porque están distanciados de él, aunque no físicamente; su lejanía está causada por su resistencia a aceptar el destino del Hijo del hombre (9,31-32); Jesús va a recordarles lo que significa «estar con él», primera finalidad de su constitución como grupo (3,14).

En primer lugar, los corrige: tienen que renunciar a toda pretensión de rango. Usa para ello la oposición ser primero-ser último de todos y servidor de todos. Quien se hace último de todos y servidor de todos tiene la misma actitud de Jesús y se coloca a la cabeza de los demás (primero), es decir, sigue a Jesús más de cerca. «Hacerse último y servidor» equivale a «renegar de sí mismo» renunciando a toda ambición egoísta, primera condición del seguimiento (8,34). Este dicho da pie a la escena siguiente.

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v. 36 Y cogiendo a un criadito, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo... El criadito (lit. «el chiquillo» o pequeño servidor, cf. Mt 18,2s) es al mismo tiempo el último

de todos (por su edad) y el servidor de todos (por su oficio); cogiendo: Jesús no necesita llamarlo, porque está a su lado, «está con él», tiene su misma actitud: su presencia en la casa/comunidad, sin pertenecer al grupo de los Doce, indica que «el chiquillo» representa al otro grupo de seguidores, los que no proceden del judaísmo (3,32.34; 4,10; 5,24b; 7,14; 8,34; 9,25). Jesús lo pone en medio, como modelo para los discípulos; lo abrazó, gesto de amor e identificación, que corresponde a la relación anunciada por Jesús para con todo el que realiza el designio de Dios (3,35: «ése es hermano mío y hermana y madre»). v. 37 "El que acoge a un chiquillo de éstos como si fuera a mí mismo, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado". Cuando son enviados (el que acoge, cf. 6,11), estos seguidores llevan consigo la presencia de Jesús y del Padre.

II

Jesús necesita tiempo para estar con los discípulos y contagiarlos de su mentalidad haciéndoles abandonar sus viejos anhelos de poder, de triunfo y de éxito. Por el camino les anuncia su pasión y resurrección. Pero los discípulos no entienden que el camino del Mesías pase necesariamente por la muerte; no sólo no entienden sino que les da miedo preguntar.

Cuando llegan a Cafarnaún Jesús se interesa por saber de qué habían venido hablando por el camino. Pero ellos no quieren responder, pues sus pensamientos y anhelos distan mucho de los de su maestro. Ellos desean ser los primeros; Jesús dice que para ello es necesario hacerse últimos y servidores de todos. Y por si no quedase claro coge a un criadito (un chiquillo), el último de todos por edad y el servidor de todos por oficio; lo pone en medio, como modelo que hay que imitar; lo abraza, en señal de amor e identificación e invita a hacer lo mismo a los discípulos diciendo que quien acoge a estos últimos de la sociedad, acoge a Jesús y quien acoge a Jesús acoge al Padre. Con esa acción Jesús enseña a sus discípulos que el camino para la identificación con el Padre, pasa necesariamente por hacerse últimos, renunciando al poder y al triunfo y sirviendo incondicionalmente a los demás. Sólo desde el servicio desinteresado a los demás podemos crear una sociedad de personas libres, iguales y solidarias. Miércoles 22 de mayo Joaquina Vedruna EVANGELIO Marcos 9, 38-40

38Juan le dijo: -Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y hemos intentado

impedírselo, porque no nos seguía. 39Pero Jesús le replicó: -No se lo impidáis, pues nadie que actúa con fuerza como si fuera yo mismo puede al

momento renegar de mí. 40O sea, que quien no está contra nosotros está a favor nuestro.

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COMENTARIOS I

v. 38 Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y hemos

intentado impedírselo, porque no nos seguía». Juan, el autoritario (3,17: «el Trueno»), habla en nombre del grupo, que comparte su actitud

(hemos intentado). Los Doce no toleran que ejerzan la misión quienes no aceptan las categorías del judaísmo (no nos seguía). Juan excluye todo seguimiento de Jesús que no incluya la identificación con la ideología de los Doce.

Como «el chiquillo», también el individuo anónimo representa a los seguidores no israelitas, pero ahora en la actividad, que, fundada sobre el verdadero seguimiento, es liberadora como la de Jesús (cf. 3,22s) y elimina los fanatismos (demonios) que impiden la convivencia humana; los discípulos, en cambio, por su falta de seguimiento, han fracasado (9,18.28).

vv. 39-40 Pero Jesús le replicó: «No se lo impidáis, pues nadie que actúa con fuerza como

si fuera yo mismo puede al momento renegar de mí. O sea, que quien no esté contra nosotros está a favor nuestro».

Jesús reprueba el intento de impedir esa actividad. Quien libera afirmando su conexión con él tiene una adhesión estable a su persona y es un aliado. De hecho, posee una autoridad como la que Jesús mismo se proponía comunicar a los Doce para expulsar a los demonios (3,14-15).

II

Juan, apellidado junto con Santiago “hijos del trueno”, -hoy diríamos violentos, intempestivos (3,17)-, intenta impedir por la fuerza que uno -no perteneciente al grupo de los doce- arroje demonios en nombre de Jesús.

Jesús corta de raíz este intento de monopolizar el bien por parte de sus discípulos, pues sabe que la liberación de las personas es buena venga de donde venga y la haga quien la haga, máxime si la hace alguien que -no siendo del grupo- actúa en nombre de Jesús. Ése ya le ha dado su adhesión y se ha sumado a su causa y es, por tanto, discípulo suyo.

Jesús responde a Juan en plural, o lo que es igual, lo que dice vale no sólo para él, sino para todos los discípulos. Y lo hace con una frase proverbial: “el que no está contra nosotros está a favor nuestro”.

Difícil lección que debemos aprender todos los seguidores de Jesús: hacer el bien , liberando a las personas, no es exclusiva de nadie; aunque no sea de los nuestros, ése se ha sumado ya a la tarea liberadora de Jesús y no hay por qué impedirle que actúe.

Gracias a su fe, este individuo anónimo, que no pertenece al grupo de discípulos pero obra en nombre de Jesús, es capaz de hacer lo que los discípulos no han podido hacer con anterioridad por falta de fe (9,16-18). Es la fe, la adhesión a Jesús lo que define al discípulo; no basta con pertenecer al grupo; hay que darle la adhesión al maestro, cosa que todavía no han hecho del todo los doce, pues no entienden muchas de las consignas de su maestro. ¿Y nosotros?

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 59 - -www.elalmendro.com [email protected] Jueves 23 de mayo Desiderio EVANGELIO Marcos 9, 41-50

41Además, quien os dé a beber un vaso de agua por razón de que sois del Mesías, no quedará sin recompensa, os lo aseguro.

42Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar.

43Si tu mano te pone en peligro, córtatela; más te vale entrar manco en la vida que no ir con las dos manos al quemadero, al fuego inextinguible. 45y si tu pie te pone en peligro, córtatelo; más te vale entrar cojo en la vida que no con los dos pies ser arrojado al quemadero. 47y si tu ojo te pone en peligro, sácatelo; más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que no ser arrojado con los dos ojos al quemadero, 48donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. 49Es decir, cada cual ha de salarse con un fuego.

50¡Que buena es la sal! Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué podréis salarla? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros.

COMENTARIOS I

v. 41 «Además, quien os dé a beber un vaso de agua por razón de que sois del Mesías, no

quedará sin recompensa, os lo aseguro». Si los Doce, en la misión, reflejan la figura de Jesús Mesías, llevarán también ellos la

presencia de Jesús y del Padre, que será la recompensa del que los acoge (cf. 9,37). Estas dos perícopas son complementarias: La del «chiquillo» (9, 33b-37) muestra lo que

significa «estar con Jesús» (3,14), es decir, identificarse con él, renunciando a la ambición de preeminencia y adoptando su actitud de servicio; el grupo de seguidores no israelitas lo cumple, pero los Doce no. La segunda perícopa, la del que expulsa demonios (9,38-41), ejemplifica la misión liberadora (3,14-15) que realiza el grupo no israelita, mientras los Doce fracasan en ella: al seguir apegados a las categorías del judaísmo, no «están con Jesús» y no tienen alternativa que proponer.

El intento del grupo de los Doce de impedir la misión de los que no se atienen a sus categorías refleja, sin duda, conflictos pertenecientes a la época de Marcos. Se hace patente la polémica de este evangelista contra los círculos cristianos judaizantes.

v. 42 «Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mi, mas le valdría

que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar». Aviso de Jesús: peor que morir es hacer daño a los pequeños (opuesto a «más grande», 9,34),

a los que no tienen ambición de honor o preeminencia y adoptan una actitud de servicio (9,35), condición del verdadero seguimiento. Se trata, como antes, de los seguidores no israelitas (uno de estos pequeños 9,37: «uno de estos chiquillos»). El escándalo existe cuando hay en la comunidad quienes pretenden ser más grandes, ser servidos en lugar de servir (10,45), poniéndose por encima de otros como superiores a ellos. Esta ambición pondría en peligro la adhesión de «los pequeños» a Jesús.

Sigue la polémica de Mc contra los que pretenden deformar el mensaje de Jesús introduciendo modos de actuar frecuentes en el judaísmo.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 60 - -www.elalmendro.com [email protected]

vv. 43-48 «Si tu mano te pone en peligro, córtatela; más te vale entrar manco en la vida que no ir con las dos manos al quemadero, al fuego inextinguible. Y si tu pie te pone en peligro, córtatelo; mas te vale entrar cojo en la vida que no con los dos pies ser arrojado al quemadero. Y si tu ojo te pone en peligro, sácatelo; más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que no ser arrojado con los dos ojos al quemadero, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga».

Hay que hacer opciones, por dolorosas que sean, pues son opciones entre el éxito y el fracaso de la existencia: toda actividad (simbolizada por la mano), conducta (el pie) o aspiración (el ojo), que busca prestigio y superioridad, está viciada y hay que suprimirla, pues pone en peligro la fidelidad al mensaje y bloquea el desarrollo personal.

Las imágenes que usa Jesús son fuertes: hay que extirpar todo lo que en uno mismo se oponga al mensaje y cause daño a los que quieren ser fieles a él. Sólo esta decisión lleva a la vida, la opción contraria lleva a la muerte. «La vida» (43.45) está en paralelo con «el reino de Dios» (47); se trata, por tanto, de asegurar la plenitud de vida tanto en el mundo presente como en el futuro.

La expresión «el gusano que no muere y el fuego que no se apaga» está tomada de un texto profético (Is 66,24) que se refiere a cadáveres que se queman, no a vivos que sufren; la yuxtaposición de gusanos y fuego, que serían incompatibles, relativiza las imágenes. No se describe con ellas un tormento eterno, sino una destrucción total.

v. 49 «Es decir, cada cual ha de salarse con un fuego». La sal, que impedía la corrupción de los alimentos, sirve como imagen de la fidelidad al

mensaje. Para mantener esa fidelidad el seguidor de Jesús necesita autodisciplina, expresada con la imagen compleja de un fuego, elemento doloroso, pero que sala y conserva, opuesto al fuego que destruye (48).

v. 50 «¡Qué buena es la sal! Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué podréis salaría? Tened

sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros». El tríptico termina con un colofón, que pondera la excelencia de la fidelidad (la sal). Pero si en una comunidad la fidelidad fuese meramente exterior, sólo de nombre (sal sosa), su situación no tendría remedio (cf. 7,6). Termina con una exhortación a la unidad: la fidelidad de todos al mensaje (tened sal entre vosotros) conservará la paz en la comunidad.

II

Si el chiquillo o criadito de la lectura de antes de ayer simbolizaba la actitud de servicio que deben tener los seguidores de Jesús, el escándalo en la comunidad viene cuando hay gente que no tiene esta actitud de servicio y se pone por encima de los demás. Esta actitud de prepotencia y superioridad pone en peligro a la comunidad de Jesús que es una comunidad donde todos son iguales e impide que los pequeños, aquellos que entienden su relación con los demás como servicio desinteresado a los demás, se adhieran al grupo cristiano.

Por eso en la comunidad, toda actividad (simbolizada por la mano), conducta (el pie) o aspiración (el ojo) que busca prestigio y superioridad está viciada y hay que suprimirla, pues pone en peligro la fidelidad al mensaje de Jesús y bloquea el desarrollo personal.

Somos tanto más personas cuanto más libres, más iguales, más acogedores y más solidarios seamos. Y la actitud de prepotencia, de superioridad, de dominación impide estos grandes valores humanos y cristianos. Por eso esta actitud de superioridad y deseo de dominio no puede darse en la comunidad y hay que arrancarla de cuajo: si tu mano... si tu pie... si tu ojo te pone en peligro, arráncatelo... ¿Estamos dispuestos a ello?

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 61 - -www.elalmendro.com [email protected] Viernes 24 de mayo Susana – María Auxiliadora EVANGELIO Marcos 10, 1-12

10 1De allí se marchó al territorio de Judea al otro lado del Jordán, y otra vez multitudes de gente se le fueron reuniendo por el camino. Según su costumbre, también esta vez se puso a enseñarles.

2Se acercaron unos fariseos y, con intención de tentarlo, le preguntaron si está permitido al marido repudiar a su mujer. 3El les replicó:

-¿Qué os mandó Moisés? 4Contestaron:. -Moisés permitió repudiaría, dándole un acta de divorcio. 5jesús les dijo: -Por lo obstinados que sois os dejó escrito Moisés ese mandamiento. 6Pero, desde el

principio de la humanidad Dios los hizo varón y hembra; por eso el hombre dejará a su padre y a su madre 8y serán los dos un solo ser; de modo que ya no son dos, sino un solo ser. 9Luego lo que Dios ha unido, que no lo separe un hombre.

10En la casa, los discípulos le preguntaron a su vez sobre lo mismo. 11Él les dijo: -El que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera; 12y si

ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.

COMENTARIOS I

v. 10,1 De allí se marchó al territorio de Judea al otro lado del Jordán, y otra vez multitudes

se le fueron reuniendo por el camino. Según su costumbre, también esta vez se puso a enseñarles. Continúa el viaje hacia Jerusalén. La popularidad de Jesús se hace manifiesta también fuera de

Galilea. El hecho de que enseñe a las multitudes que se suman a la comitiva muestra que éstas no han captado aún su mensaje (cf. 1,22; 2,13; 4,1; 6,34).

v. 2 Se acercaron unos fariseos y, con intención de tentarlo, le preguntaron si está permitido

al marido repudiar a su mujer. Los fariseos que se acercan a Jesús pretenden tentarlo (cf. 1,13: de Satanás; 8,11.33), es decir,

ponerlo a prueba. Se debatía mucho en las escuelas rabínicas cuáles eran los motivos que justificaban el repudio, que estaba permitido por la Ley. Ahora quieren ver hasta qué punto lo acepta Jesús. El repudio significaba que el hombre podía despedir a su mujer por algún motivo, sin más explicación. Expresaba la superioridad del hombre y su dominio sobre la mujer y reflejaba, en la esfera doméstica, la opresión ejercida en todos los niveles de la sociedad judía.

vv. 3-5 El les replicó: «¿Qué os mandó Moisés?» Contestaron: «Moisés permitió repudiarla,

dándole un acta de divorcio». Jesús les dijo: «Por lo obstinados que sois os dejó escrito Moisés ese mandamiento».

Jesús les pregunta sobre el fundamento de su postura. Cuando citan a Moisés, Jesús no se intimida: les declara abiertamente que, al dar ese precepto cediendo a la obstinación y dureza del pueblo, Moisés fue infiel a Dios y frustró el designio divino.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 62 - -www.elalmendro.com [email protected]

vv. 6-9 «Pero, desde el principio de la humanidad, Dios los hizo varón y hembra; por eso el ser humano dejará a su padre y a su madre y serán los dos un solo ser; de modo que ya no son dos, sino un solo ser. Luego lo que Dios ha emparejado, que un ser humano no lo separe».

El ideal del matrimonio está basado en el proyecto creador de Dios: un amor superior al de los padres realiza una identificación que excluye el dominio (serán los dos un solo ser). Contra toda la mentalidad y praxis de la cultura judía, Jesús afirma claramente la igualdad del hombre y de la mujer. No valen leyes humanas que destruyan esa igualdad querida por Dios. La mera decisión unilateral de un cónyuge no basta para anular el vínculo creado en la pareja (lo que Dios ha emparejado, que un ser humano no lo separe).

v. 10 En la casa, los discípulos le preguntaron a su vez sobre lo mismo. De nuevo está Jesús en la casa/comunidad, y allí se vuelve a hacer patente la incomprensión

de los discípulos (cf. 7,17; 9,28), quienes no pueden entender que se hable de igualdad entre el hombre y la mujer. Participan de la dureza y obstinación que ha reprochado Jesús a los fariseos y al pueblo.

vv. 11-12 El les dijo: «El que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra

la primera; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio». Jesús reafirma la igualdad mencionando las dos posibilidades contrarias: ni el hombre puede

tomar esa decisión por su cuenta ni tampoco la mujer. Este último caso era inconcebible en la sociedad judía, aunque sí se daba en la sociedad romana.

II

Una vez más se muestra Jesús como el abanderado de la igualdad. Hombre y mujer son iguales desde el principio de la creación. La oportunidad para defender la radical igualdad entre hombre y mujer por voluntad divina se la brinda a Jesús una pregunta que le hacen los fariseos para tentarlo, tomando pie de la ley del repudio que permite al varón casado despedir a su mujer, rompiendo unilateralmente el vínculo matrimonial. No se trata aquí, por tanto, del divorcio tal y como lo entendemos hoy, cuando los miembros de una pareja deciden de mutuo acuerdo separarse, sino de la institución judía del repudio, que permitía al hombre despedir a su mujer incluso por cualquier motivo. Esta ley favorecía la dominación del marido sobre la mujer.

Jesús no acepta esta práctica que provenía de Moisés y la desautoriza considerándola una infidelidad a la voluntad divina que hizo al hombre y a la mujer iguales desde el principio.

Lo que Jesús defiende en primer lugar no es, por tanto, la indisolubilidad del matrimonio sino la radical igualdad de hombre y mujer. No valen, por tanto, leyes que destruyan esa igualdad querida por Dios. La decisión unilateral de un cónyuge no basta para anular el vínculo creado en la pareja.

Los discípulos, que defienden la superioridad del varón sobre la mujer, parecen no entender la mentalidad de Jesús y le preguntan sobre lo mismo. Jesús aprovecha su pregunta para reafirmar esta igualdad. Ni el hombre ni la mujer pueden tomar por su cuenta esta decisión unilateral que haría a uno superior al otro y convertiría el matrimonio en una institución que favorecería la dominación del uno sobre el otro.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 63 - -www.elalmendro.com [email protected] Sábado 25 de mayo Beda – Gregorio EVANGELIO Marcos 10, 13-16

13Le llevaban chiquillos para que los tocase, pero los discípulos se pusieron a regañarles. 14Al verlo Jesús, les dijo indignado:

-Dejad que los chiquillos se me acerquen, no se lo impidáis, porque los que son como éstos tienen a Dios por rey. 15Os lo aseguro: quien no acoja el reino de Dios como un chiquillo, no entrará en él.

16Y, abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos.

COMENTARIOS I

v. 13 Le llevaban chiquillos para que los tocase, pero los discípulos se pusieron a

conminarles. Chiquillos, como en 9,36: nuevos seguidores de Jesús, no procedentes del judaísmo, que

aceptan plenamente su programa. Los discípulos quieren impedir que se acerquen a Jesús y les conminan como si tuviesen un mal espíritu (como Pedro a Jesús en 8,32). Aparece de nuevo la tensión entre los dos grupos (cf. 9,37).

v. 14 Al verlo Jesús, les dijo indignado: «Dejad que los chiquillos se me acerquen, no se lo

impidáis, porque sobre los que son como éstos reina Dios». Jesús se indigna. Su prohibición: no se lo impidáis, relaciona esta perícopa con la del exorcista

(9,39), figura de un seguidor no israelita. Tienen derecho al contacto con Jesús porque, gracias a su opción, Dios reina sobre ellos; de los que son como éstos (lit. «de estos tales»), es decir, de los que se hacen «últimos de todos y servidores de todos» (9,35).

v. 15 Os lo aseguro: «quien no acoja el Reino de Dios como un chiquillo, no entrara en él». Jesús termina con un dicho solemne (Os lo aseguro): La actitud de estos seguidores es la

necesaria para entrar en el Reino, cuya primicia es la comunidad cristiana. Para ellos, el Reino ya no está cerca (1,15): su opción por Jesús ha colmado la distancia que lo separaba y entran en él. Son modelo de aceptación/acogida del reinado de Dios.

v. 16 Y, abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos. Como hizo Jesús antes con un «chiquillo» (9,36), también aquí abraza a éstos, mostrándoles

su identificación y afecto. Ya se ha notado la correspondencia entre «abrazar» y «ser hermano, hermana y madre» de Jesús (3,35). Al gesto del abrazo se une la bendición de Jesús, la abundante comunicación de vida a los que han producido (4,24s).

II

Una vez más insiste Jesús en la importancia de acoger en la comunidad a los que no cuentan, representados esta vez por los niños. Los niños en nuestra sociedad son con frecuencia el centro de atención de la familia. Cuanto más desarrollado es un país, más desciende el nivel de natalidad y los niños son más valorados. No sucedía lo mismo en tiempos de Jesús. Los niños eran

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 64 - -www.elalmendro.com [email protected] sinónimo de los últimos, de los que no cuentan; no se sentaban a la mesa a comer con los padres, sino con los criados. Niño y criado era con frecuencia sinónimos: ambos pertenecían al grupo de los sometidos, de los dependientes.

Jesús no quiere una comunidad en la que haya unos que cuenten y otros no; donde haya dominadores y dominados, señores y siervos. Sus discípulos, sin embargo, no estaban en esa onda y, por ello, cuando ven que acercan los niños a Jesús, los conminan para que se dispersen como si se tratase de demonios. Jesús se indigna por la actitud de los discípulos y les anuncia que el reino de Dios -del que la comunidad cristiana es una primicia- es de los que son como niños, o lo que es igual, de quienes se han hecho como niños: servidores y últimos. Para entrar en él hay que deponer todo deseo de preeminencia, de poder , de dominación y de señorío. El discípulo debe saber que la comunidad no tiene nada más que un Señor que se ha hecho servidor de todos hasta la muerte. No es el discípulo más que el maestro. ¿Estamos de acuerdo en esto?

Domingo 26 de mayo Felipe Neri

SANTISIMA TRINIDAD

Primera lectura: Exodo 34, 4-6. 8-9 Salmo responsorial: 34, 4-6. 8-9 Segunda lectura: 2 Cor 13, 11-13

EVANGELIO Juan 3, 16-18

16Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único, para que todo el que le presta su adhesión tenga vida definitiva y ninguno perezca. 17Porque no envió Dios el Hijo al mundo para que dé sentencia contra el mundo, sino para que el mundo por él se salve.

18E1 que le presta adhesión no está sujeto a sentencia: el que se niega a prestársela ya tiene la sentencia, por su negativa a prestarle adhesión en su calidad de Hijo único de Dios.

COMENTARIOS I

TRINIDAD Y VIDA CIUDADANA

Esto de la Trinidad, tal y como lo han predicado, suena a “música celestial”. Es un misterio, se ha dicho; no hay quien lo entienda. Al fin y al cabo, por mucho que nos esforcemos, nunca vamos a poder desvelarlo. “Un sólo Dios y tres personas distintas. El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios”.

Cuando para la mayoría de los cristianos el misterio de la Trinidad está entre paréntesis,

hablar ahora de ella y de sus implicaciones en la vida ciudadana puede parecer el colmo de la paradoja. Pero, a pesar de todos los pesares, vamos a intentarlo porque, si creemos que el hombre está hecho a imagen de Dios, nos debe preocupar conocer su verdadero rostro para entender el nuestro.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 65 - -www.elalmendro.com [email protected]

Las ideas que tenemos de Dios, por regla general, no son demasiado cristianas, digámoslo abiertamente. Se han infiltrado en el cristianismo cuando éste se sumergió en la cultura griega. En el mejor de los casos son herencia del judaísmo.

Para unos Dios es “ese algo que mueve todo esto por ahí arriba”, el principio y fin de todo,

lo del "motor inmóvil" de Aristóteles, o aquello de la "inteligencia creadora" que apunta Platón en el Filebo. Para otros, Dios es alguien, pero implacable, irascible, celoso, vengativo, justiciero, aguafiestas, tapahuecos, inmóvil, impasible... Imágenes de un Dios cancelado por Jesús hace veinte siglos. Dios no es así.

Dios no es algo, sino alguien. Nos lo dijo Jesús: "Cuando oréis decid: Padre..." (en arameo,

la lengua hablada de Jesús: "abbá" = papá). Que a Dios se le llamaba Padre estaba dicho y descubierto muchos siglos antes de Jesús. En oraciones sumerias como el Himno de Ur a Sin, dios lunar, el orante lo invoca como "Padre magnánimo y misericordioso en cuya mano está la vida de la nación entera". Lo nuevo y provocativo es que Jesús le llame "papá".

Pero hoy que está en crisis la imagen del padre, que hay crisis de autoridad, ¿debemos

seguir hablando de Dios como Padre-papá? ¿No será contraproducente? ¿Qué clase de padre es Dios?

Dios, el Dios de Jesús, es padre, pero no paternalista ni autoritario. En esto radica la crisis

de autoridad que atravesamos. Juan dice en su Evangelio: "El padre y yo somos una misma cosa" y Jesús dice a su Padre: "Yo sé que siempre me escuchas". La primacía del Padre en la Trinidad no se ejerce en menosprecio o anulación del Hijo, sino con una autoridad que resulta paradójica: "El Padre ama al Hijo y lo ha puesto todo en sus manos". Confianza y entrega plena es el clima de las relaciones entre Padre e Hijo.

Dios es también Hijo (palabra que proviene del latin "filius" y ésta de "filum"= hilo). Dicho

de otro modo, Dios es dependiente. En toda familia, el hijo depende al nacer de los padres, pero para subsistir como persona tiene que cortar el cordón umbilical. Dependencia. originaria y autonomía consecuente. En nuestra sociedad se da actualmente un rechazo del padre por parte de los hijos, de la autoridad por parte de los gobernados; se puede hablar ya de un mundo que abandona su ser patriarcal. ¿Y no será porque el padre corta la aspiración del hijo y porque el hijo, al subrayar su libertad, no reconoce su dependencia del padre? En la Trinidad divina no sucede así. El Hijo no rechaza al Padre. Es camino e imagen del mismo. "Quien me ve a mí ve al Padre". No hay dominación sufrida por el Hijo, ni anarquía reivindicada en Jesús. Hay amor que lo iguala todo, gracias al Espíritu.

Porque Dios, finalmente, es Espíritu. Como viento y fuego, calor, libertad, amor. Sin el

Espíritu la relación Padre-Hijo se convierte en tortura y martirio de frialdad y desamor. Y aquí es donde la Trinidad se convierte en lección de vida ciudadana. Autoridad y paternidad

en nuestra sociedad, sí; pero no autoritarismo ni paternalismo. Dependencia de hijos a padres, pero sin atentar contra la autonomía de cada uno. Y sobre todo amor, libertad, escucha, calor de hogar.

II

EL DIOS CRISTIANO

¿Es el Dios cristiano el mismo que el de las demás religiones monoteístas (las que afirman que existe un solo Dios)? Si cuando decimos Dios nos referimos sólo a un concepto, a una idea filosófica...,

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 66 - -www.elalmendro.com [email protected] pues sí, se trata del mismo Dios. Pero si pasamos de la filosofía a la vida..., entonces hay que pensar más la respuesta; porque no todos los que creen en un solo Dios entienden o conocen a Dios dé la misma manera.

DIOS NOS HABLA

Los cristianos conocemos a Dios porque él ha querido hablarnos. Si algo hay propiamente cristiano es que nuestra fe no nace del deseo del hombre de llegar hasta Dios, sino de la decisión de Dios de ponerse en contacto con los hombres: su Hijo, «la Palabra hecha carne», es la prueba.

Dios había estado intentando ponerse en contacto con la humanidad durante mucho tiempo,

desde lo de Egipto, cuando intervino por primera vez en la historia mostrándose como un Dios amante de la libertad de los hombres y de los pueblos. Su intento se vio una y otra vez frustrado. Su mensaje fue unas veces desoído y otras voluntaria o involuntariamente manipulado.

Y así, se le llegó a presentar como un Dios caprichoso y arbitrario, dispuesto a imponer durísimos castigos a los hombres por violar leyes insignificantes, o un Dios cruel que ordenaba pasar a cuchillo a poblaciones enteras, incluidos los ancianos y los niños... (véase, p. ej., Jos 6,21; 8,2.22-29).

Para nosotros los cristianos sólo hay un camino para conocer a Dios: Jesús de Nazaret. Sólo en él tenemos la garantía de poder conocer a Dios tal y como Dios se ha querido dar a conocer (Jn 1,18).

NO VIENE A JUZGAR

«Porque no envió Dios el Hijo al mundo para que dé sentencia contra el mundo, sino para que el mundo por él se salve».

Durante mucho tiempo se ha presentado a Dios sobre todo como juez. Y es cierto que en la Biblia hay pasajes en los que se llama o se presenta a Dios como juez (p ej.: Sal 82; 94,2). Lo que sucede es que, en lugar de ver en qué sentido o de qué manera Dios realiza esta función, lo que hemos hecho es aplicarle a Dios el modelo de juez que tenemos los hombres o, con más frecuencia, el tipo de juez que interesaba justificar a las clases dominantes. Por eso se olvidaban frases como la que hoy leemos en la primera lectura: «Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad» (Ex 34,6), para poner siempre en primer plano aquellas frases que, hablando de castigo, de infierno o de cosas por el estilo, ayudaban a dominar cualquier tipo de rebeldía, convirtiendo a Dios en motivo de temor y, por tanto, en justificador de los que de tejas abajo se habían apuntado a jueces de sus semejantes. Sobre todo cuando estos jueces decían que su función procedía del mismísimo Dios. Y es importante constatar que no ha sido una sola, sino muchas las religiones que, a lo largo y ancho del mundo y de la historia, han presentado y siguen presentando así a Dios.

Pues no. El Dios cristiano, el Padre, que se ha manifestado en Jesús de Nazaret, es un Dios que no quiere juzgar, que no amenaza, que no condena. Aunque algunos, dicen que en su nombre, acudan con demasiada facilidad a la condena.

DIOS ES AMOR

Un Dios que sólo es Padre, que sólo es vida, que sólo es amor, que sólo salva. Lo que sucede es que el Padre no impone la salvación que nos envía por medio de Jesús: no la

impone, sólo la ofrece. Porque su salvación es efecto de su amor. Y el amor respeta siempre la libertad de la persona humana; no sólo la respeta: la busca, la potencia. Y en el uso soberano de esa libertad, el hombre podrá aceptar o rechazar la salvación que el Padre le ofrece.

Esta es la primera cualidad de Dios que los cristianos tenemos que tener en cuenta cuando queramos hablar del Padre, de nuestro Dios: Dios es amor. Pero una vez más tenemos que tener cuidado de no hacer a Dios a nuestra medida: su amor no es como el nuestro, casi siempre mezclado con egoísmo, casi siempre más preocupado por ser correspondido que por alcanzar la felicidad de la persona amada.

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¡Y QUE AMOR! «Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único, para que todo el que le

presta su adhesión tenga vida definitiva y ninguno perezca». Su amor es infinito, sin medida y no espera ser correspondido... al modo humano. La calidad del amor que Dios ofrece se pone de manifiesto en la entrega de su Hijo; es un

amor que tiene un objetivo, una finalidad clara: la salvación del mundo de los hombres. Y una salvación que no es sólo una promesa para la vida futura, sino una posibilidad para ésta: es la posibilidad (posibilidad que está en nuestras manos convertir en realidad> de llegar a ser hijos de Dios) la posibilidad de convertir este mundo en un mundo de hermanos. Es el amor del Padre, que por amor da la vida, y que quiere que sus hijos sean muchos y se le parezcan practicando el amor fraterno. Así es como Dios quiere que le correspondamos.

Ese es el Dios cristiano. El que «demostró ... su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único... para que el mundo por él se salve». Esta es la imagen que nos dio de él Jesús de Nazaret. Y todas las que de Dios se hayan podido presentar antes o después de él, o están de acuerdo con esta imagen o son, desde el punto de vista cristiano, total o parcialmente falsas.

III

vv. 16-18 Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a dar a su Hijo único, para que todo el que le presta su adhesión tenga vida definitiva y ninguno perezca. Porque no envió Dios el Hijo al mundo para que dé sentencia contra el mundo, sino para que el mundo por él se salve. E1 que le presta adhesión no está sujeto a sentencia: el que se niega a prestársela ya tiene la sentencia, por su negativa a prestarle adhesión en su calidad de Hijo único de Dios.

La razón de todo esto es el amor de Dios por la humanidad. Subraya el texto hasta dónde ha llegado ese amor: Dios no se ha reservado para sí a su Hijo único, sino que lo ha dado para que todo ser humano tenga plenitud de vida.

De hecho, la denominación "el Hijo único" alude a la historia de Abrahán, que llegó a exponer a la muerte a su hijo único o amado, Isaac (Gn 22,2). También Dios, por amor a la humanidad, expone al peligro de muerte a su Hijo único, para que todo ser humano tenga plenitud de vida.

La única condición para ello es la adhesión al Hijo, que significa la adhesión a todo lo más noble de la condición humana. Dios no quiere que los hombres perezcan, es decir, que acaben en la muerte, porque en él no hay nada negativo. De hecho, Dios no se acerca al mundo en su Hijo para condenar al mundo; no es un Dios airado contra el género humano: es puro amor, pretende sólo salvar mediante el Hijo, es decir, comunicar a los hombres plenitud de vida hasta superar la muerte.

En consecuencia, no hay juicio por parte de Dios; él no juzga. Es el hombre mismo el que, por su opción, determina su suerte. Quien opta por la vida, que Dios ofrece en Jesús, tendrá vida; quien rechaza la vida, firma su propia sentencia.

Dar la adhesión a Jesús como a Hijo único o amado de Dios (cf. Gn 22.2) equivale a creer en las posibilidades del hombre, viendo el horizonte que el amor de Dios abre al género humano. Significa aspirar a la plenitud que aparece en Jesús y ha sido hecha posible por él, modelo de los hijos de Dios que nacen por su medio.

IV

Cerrado ya el ciclo de la celebración pascual, la liturgia nos propone hoy la contemplación gozosa del misterio íntimo de Dios que se nos ha revelado en Jesucristo. A lo largo de toda la historia los seres humanos hemos buscado la razón última de nuestra existencia, la realidad incondicionada que de sentido y fundamente todas nuestras aspiraciones y esperanzas, que responda a todos nuestros interrogantes. Todas las religiones de la tierra, las grandes y pequeñas

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 68 - -www.elalmendro.com [email protected] religiones, las antiguas ya muertas y las de ahora que están vivas y en auge, cuando bastos sectores de la humanidad viven intensamente la experiencia de Dios; todas las religiones, decimos, pretenden conocer a Dios y darlo a conocer a los seres humanos. Nosotros los cristianos afirmamos que Dios es Padre y que nos ha manifestado su amor en su Hijo hecho hombre, Jesucristo, y que nos da su Espíritu para llevar a plenitud nuestra existencia. Pero esta revelación no se ha realizado de una vez por todas, sino que Dios, adecuándose a nuestras capacidades limitadas y a la evolución de nuestra historia, se ha ido manifestando poco a poco, hasta llegar a esta plenitud de los tiempos. Las lecturas de hoy nos presentan de manera clara y sencilla este proceso.

La lectura del libro del Éxodo que hoy hacemos, es un momento culminante de la revelación divina. Moisés, enviado por Dios, ha liberado a los israelitas de la opresión egipcia, y los ha conducido a través del desierto, hasta la montaña en la cual él mismo había recibido su vocación y había conocido el nombre misterioso del Dios de sus antepasados, los patriarcas. Ahora, él solo, en la cumbre del monte Sinaí se presenta ante el Señor llevando las tablas de la ley que regula la alianza entre Dios y su pueblo. Moisés percibe fuertemente la presencia de la divinidad y se atreve a pronunciar su nombre. Entonces el mismo Dios se le revela como un Dios “compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad”. ¿Cómo no pedirle que acompañe al pueblo peregrino en el desierto, enfrentando la incertidumbre de su futuro? ¿Y cómo no pedirle también, al compasivo y misericordioso, que perdone las culpas de su pueblo que es de dura cerviz y que lo convierta en su propiedad amada, su heredad, entre todos los pueblos? Es lo que hace Moisés postrado en tierra, adorando la majestad amorosa de Dios.

El Dios de Israel, cuyos descendientes son los actuales judíos, es también el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, como veremos en la lectura evangélica. Y es también el Dios de los musulmanes, tantos millones que son ellos actualmente en el mundo, a quienes se les reveló, según su fe, a través del profeta árabe Mahoma, en el siglo VI DC. Esto quiere decir que judíos, cristianos y musulmanes adoramos al Dios único que se manifestó a Moisés en el Sinaí, creador del mundo, Padre providente de todas sus criaturas, garante de la justicia y del derecho, especialmente a favor de los pobres y los humildes, juez de vivos y muertos que no dejará impune los pecados cometidos contra sus hijos, ni dejará sin premio a quienes se han mantenido fieles a su amor.

La breve segunda lectura del final de la 2ª carta de San Pablo a los corintios le hace eco a la lectura del Exodo: Pablo exhorta a sus hermanos a vivir alegres, buscando diligentemente su perfección, llenos de ánimo, en un mismo sentir y en paz unos con otros. Los saludos que transmite desde donde escribe, remiten a la Iglesia de Jesucristo ya extendida por amplias regiones del Imperio Romano cuando el apóstol envía la carta. Al final, el apóstol desea a los cristianos de Corinto los dones de la vida divina, empleando una fórmula que tal vez toma de la naciente liturgia cristiana: La gracia, es decir los dones de la salvación, el perdón y la Palabra iluminadora de Jesucristo. El amor del Padre, porque se trata del Dios que ya se había manifestado a Israel como compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad, ed decir, como Dios de amor y no de ira, ni mucho menos de odio. Como Padre de Cristo y Padre nuestro en el mejor sentido de la palabra “Padre”. Y, finalmente, la comunión de Espíritu Santo, porque el Espíritu divino es Espíritu de Paz y de unidad, de convivencia íntima y amorosa entre el Padre y el Hijo, El que realiza la unidad de la Iglesia y conduce al mundo a la meta soñada de la paz, la justicia y la unidad.

La lectura evangélica de esta solemnidad de la Santísima Trinidad, esta tomada del evangelio de san Juan. Se trata de palabras que Jesús dirige a Nicodemo, el magistrado judío que fue a visitarlo de noche y a dialogar con Él y a interrogarlo sobre su persona y su misión. Según las palabras de Cristo el amor de Dios por el mundo ha llegado al extremo de enviarle a su Hijo único como salvador y vivificador de cuantos crean en El. Es Dios de amor, de misericordia y perdón. No las imágenes deformadas de las divinidades paganas, tan parecidas a nosotros mismos, con nuestras mismas pasiones, odios e imperfecciones. No el Dios apático, frío y distante del que hablaron algunos filósofos. Un “motor inmóvil” para hacer funcionar al mundo como si éste fuera un reloj o

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 69 - -www.elalmendro.com [email protected] una máquina cualquiera. Ni siquiera el Dios garante de la ley, la norma suprema de toda ética, como un juez incorruptible e impasible que no da lugar en su corazón a la comprensión y al perdón.

El Dios que nos revela Jesucristo es un Dios de amor, que ha llegado a implicarse en nuestro mundo y nuestra historia a través de su hijo Jesús. Capaz de compasión, misericordioso y paciente, “lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad” como escuchábamos que se define a sí mismo en la 1ª lectura. Este amor entrañable de Dios se ha manifestado en los gestos, las palabras, las acciones de su Hijo, Jesús de Nazaret. Esa es la esencia de nuestra fe cristiana: que en la Palabra de Jesús escuchamos la Palabra misma de Dios, que en su muerte y resurrección, Dios nos ha otorgado el perdón y la vida. Por eso dice Jesús que creer o no creer en El es definitivo para nuestra existencia, como si fuéramos juzgados por esta actitud.

En la lectura de hoy se nos habla de Dios, el Padre, y de su Hijo Jesucristo. No se menciona al Espíritu Santo como esperaríamos tratándose de la fiesta de la Santísima Trinidad. Pero en muchos lugares del evangelio de Juan se habla y se presenta la acción del Espíritu Divino que obra y se manifiesta en el mismo Jesús. Especialmente en los discursos de despedida de los capítulos 13-17 de este mismo evangelio, Jesús promete a los apóstoles, como regalo, consuelo, defensa, guía y maestro, el don del Espíritu Santo que será su presencia permanente en medio de los suyos, en medio de la Iglesia a lo largo de la historia. Lunes 27 de mayo Agustín de Cantorbery EVANGELIO Marcos 10, 17-27

17Mientras salía de camino se le acercó uno corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó:

-Maestro insigne, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva? 18Jesús le contestó: -¿Por qué me llamas insigne? Insigne como Dios, ninguno. 19Ya sabes los

mandamientos: no mates, no Cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, sustenta a tu padre y a tu madre.

20Él le declaró: -Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven: 21Jesús se le quedó mirando y le mostró su amor diciéndole: -Una cosa te falta: ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres, que tendrás en

Dios tu riqueza; y anda, ven y sígueme. 22A estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó entristecido, pues tenía muchas

posesiones. 23Jesús, paseando la mirada alrededor, dijo a sus discípulos: -¡Con qué dificultad van a entrar en el reino de Dios los que tienen el dinero! 24Los discípulos quedaron desconcertados ante estas palabras suyas. Jesús insistió: -Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios para los que confían en la riqueza!

25Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios.

26Ellos comentaban, enormemente impresionados: -Entonces, ¿quién puede subsistir? 27Jesús se les quedó mirando y les dijo: -Humanamente, imposible, pero no con Dios; porque con Dios todo es posible.

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COMENTARIOS I

vv. 17-18 Mientras salía de camino se le acercó uno corriendo y, arrodillándose ante él, le

preguntó: «Maestro insigne, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva?» Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas insigne? Insigne como Dios, ninguno».

Un hombre angustiado (arrodillándose ante él) busca solución para un problema crucial: cómo evitar que la muerte sea el fin de todo, qué hacer para tener vida después de la muerte. Reconoce en Jesús un saber superior (Maestro insigne) y cree que puede resolver su problema y calmar su angustia. Jesús le responde que no es necesario consultarle a él, pues, en esta cuestión, los judíos han tenido el mejor de los maestros, Dios.

v. 19 «Ya sabes los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso

testimonio, no defraudes, sustenta a tu padre y a tu madre». De los diez mandamientos, Jesús omite los tres primeros, que se refieren a Dios; le recuerda

solamente los éticos, los que se refieren al prójimo, que son independientes de todo contexto religioso. Mc añade no defraudes, no privar a otro de lo que se le debe. Son mandamientos negativos, que prohiben cometer ciertas injusticias con el prójimo. En último lugar, invirtiendo el orden, menciona el cuarto mandamiento (sustenta a tu padre y a tu madre), insinuando con ello que la obligación para con la familia no puede servir de pretexto para eximirse de la obligación para con la humanidad en general. La condición mínima para superar la muerte es, pues, no ser personalmente injusto con los demás.

v. 20 El le declaró: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven». El hombre declara que siempre ha sido fiel a esos mandamientos. Esto hace ver que Mc

describe aquí una figura ideal, el perfecto judío, para crear el contraste con las exigencias del mensaje de Jesús.

v. 21 Jesús se le quedó mirando y le mostró su amor diciéndole: «Una cosa te falta: ve a

vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres, que tendrás en Dios tu riqueza; y anda, ven y sígueme».

Jesús le demostró su amor invitándolo a seguirlo incorporándose al grupo de discípulos, y le expone la condición que tiene que cumplir. Una cosa te falta: el hombre está preocupado por el más allá, pero eso no basta para su desarrollo como persona; éste se obtiene siguiendo la línea de Jesús, haciéndose último y servidor de todos (9,35), y para ello tiene que abandonar sus muchas posesiones. Así contribuirá a crear en este mundo una sociedad nueva (el reino de Dios) donde reine la justicia y el ser humano encuentre su plenitud.

De hecho, aunque personalmente no es injusto, este hombre está implicado, por su riqueza, en la injusticia de la sociedad. La ética propuesta en los mandamientos de Moisés no elimina la desigualdad ni lleva a una sociedad verdaderamente justa.

Es condición, por tanto, para todo seguidor tomar la decisión de eliminar, en cuanto esté de su parte, la injusticia. Para ello ha de renunciar a la acumulación de bienes (todo lo que tienes), que crea la pobreza de otros, la desigualdad y la dependencia humillante; darlo a los pobres repara a nivel personal esa injusticia.

Por otra parte, la acumulación de bienes proporciona una seguridad en el plano material, pero, al ser injusta, impide el desarrollo humano; la verdadera riqueza y la seguridad definitiva se encuentran sólo en Dios (Dios será tu tesoro, alusión a 10,14: «Dios reina sobre ellos»), que actúa a través de la solidaridad y el amor mutuo de la comunidad de Jesús, y garantiza el desarrollo personal.

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v. 22 A estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó entristecido, pues tenía muchas posesiones.

El hombre, por su apego a la riqueza, no asiente a la invitación de Jesús. Su amor a los demás es relativo, no llega al nivel necesario para un cristiano. No está dispuesto a trabajar por un cambio social, por una sociedad justa; la antigua le basta. Prefiere el dinero al bien del hombre.

El grupo de discípulos no ha entendido el mensaje: la ambición de preeminencia (9,34) hace que no aspiren a una sociedad nueva que favorezca el desarrollo humano; su espíritu reformista piensa en las categorías de la antigua: no importa la desigualdad.

v. 23 Jesús, paseando la mirada alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Con qué dificultad van a

entrar en el Reino de Dios los que tienen el dinero!» Jesús resume lo sucedido con el rico y resalta el obstáculo que constituye la riqueza para

formar parte del Reino, es decir, de la sociedad nueva. Aquí aparece la diferencia entre la «vida definitiva» a que aspiraba el rico y que puede alcanzar si evita la injusticia, y «el reino de Dios», en el cual no entra y que no puede referirse en concreto más que a la comunidad de Jesús.

vv. 24-25 Los discípulos quedaron desconcertados ante estas palabras suyas. Jesús insistió:

«Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios para los que confían en la riqueza! Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el Reino de Dios».

Las palabras de Jesús siembran el desconcierto entre los discípulos: ellos piensan que en el reino de Dios (la nueva sociedad) continúan existiendo la riqueza individual y la dependencia que ésta crea (cf. 6,36s).

Jesús no se retracta, sino que insiste en la misma idea (para los que confían en la riqueza, frase muy bien atestiguada y requerida por el v. 25); añade un matiz: el rico no sólo tiene riquezas, sino que confía en ellas, cree que son el único medio de asegurar la propia existencia. Con una frase hiperbólica (mas difícil es que un camello pase...) acentúa la práctica imposibilidad de que un rico renuncie a la seguridad que le da su riqueza para contribuir a la creación de una sociedad nueva (el reino de Dios).

v. 26 Ellos comentaban, enormemente impresionados: «Entonces, ¿quién puede subsistir?» Los discípulos no se explican la exigencia de Jesús; se preguntan si es posible la subsistencia

del grupo sin el apoyo de la riqueza material de algunos de sus miembros (subsistir, gr. sôthênai, escapar de un peligro, aquí el de la indigencia; vse. en 8,35 los dos sentidos de «salvar su vida»).

v. 27 Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Humanamente, imposible, pero no con Dios;

porque con Dios todo es posible». Jesús les da la solución: ellos miran la cuestión desde el punto de vista puramente humano y la

juzgan según la experiencia de su sociedad: en ese planteamiento no hay más solución que la riqueza para el problema de la subsistencia. Pero ésta es también posible de otro modo alternativo: con la solidaridad que produce el reinado de Dios.

II

La escena tiene dos partes: en la primera se muestra a un hombre rico preocupado por heredar la vida eterna; para ello, Jesús le indica que basta con cumplir los mandamientos que miran al prójimo. Al ver que éste los cumplía ya, Jesús le indica el camino para llegar a la plenitud humana que pasa necesariamente por desprenderse de los bienes, darlos a los pobres y seguirlo. Así su riqueza será Dios y éste -y no el dinero- será también su único señor.

Al oír esta recomendación de Jesús, el joven se marchó entristecido, pues tenía muchas posesiones. Acto seguido Jesús hace notar a los discípulos lo difícil que es para los ricos entrar en

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 72 - -www.elalmendro.com [email protected] el reino de Dios o comunidad cristiana, pues para ello tendrán que renunciar al dios-dinero como prueba de que adoran al único Dios verdadero, que se define como amor sin límite. Ser rico y cristiano resulta tan difícil como hacer pasar el animal más grande -el camello- por el agujero más pequeño -el de una aguja-.

Los discípulos que han seguido la escena no entienden del todo que Jesús recomiende a un hombre que se le ha acercado y que puede resolver los problemas económicos del grupo, seguirlo poniéndole como condición previa vender todo lo que tiene y darlo a los pobres. De ahí que le pregunten: Entonces ¿quién podrá subsistir?. No creen que sea posible la subsistencia material del grupo sin el apoyo de la riqueza material de algunos de sus miembros. Jesús zanja la cuestión diciendo que lo que es humanamente imposible, no es imposible para Dios. Con Dios serán posibles el amor solidario y la generosidad de los miembros de la comunidad que se encargarán de proveer de lo necesario a cada uno de los miembros necesitados. Martes 28 de mayo Germán EVANGELIO Marcos 10, 28-31

28Pedro empezó a decirle: -Pues mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos venido siguiendo. 29Jesús declaró: -Os lo aseguro: No hay ninguno que deje casa, hermanos o hermanas, madre o padre,

hijos o tierras, por causa mía y por causa de la buena noticia, 30que no reciba cien veces más: ahora, en este tiempo, casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y tierras -entre persecuciones- y, en la edad futura, vida definitiva.

31Pero todos, aunque sean primeros, han de ser últimos, y esos últimos serán primeros.

COMENTARIOS I

v. 28 Pedro empezó a decirle: «Pues mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos venido

siguiendo». Pedro se hace portavoz del grupo; no se conforma con el principio enunciado por Jesús; quiere

saber qué les va a tocar a ellos. Atribuye al grupo dos méritos: haberlo dejado todo, que responde a la verdad (1,18.20) y haber seguido siempre a Jesús, que, como se ha ido viendo a lo largo de los episodios precedentes, no responde a la verdad: acompañan a Jesús materialmente, pero las actitudes del grupo están muy lejos de las de él (8,32; 9,10.32.34; 10,13).

vv. 29-30 Jesús declaró: «Os lo aseguro: No hay ninguno que deje casa, hermanos o

hermanas, madre o padre, hijos o tierras, por causa mía y por causa de la buena noticia, que no reciba cien veces mas: ahora, en este tiempo, casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y tierras -entre persecuciones - y, en la edad futura, vida definitiva».

Por eso, la respuesta de Jesús no se refiere en particular al grupo de discípulos (seguidores procedentes del judaísmo), sino a cualquier seguidor que lo abandone todo para manifestar su adhesión a él y dedicarse a la propagación del mensaje. En el Reino o sociedad nueva no habrá miseria, sino afecto y abundancia para todos, pero sin desigualdad ni dominio; en efecto, comparando

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 73 - -www.elalmendro.com [email protected] las dos enumeraciones que hace Jesús, la de lo que el seguidor deja y la de lo que encuentra, se advierte que en la segunda se omite la mención del padre, figura de la autoridad. Como se trata de la etapa terrena del Reino, todo eso se verificará en medio de la hostilidad de la sociedad (entre persecuciones); y esos seguidores, por supuesto, heredarán la vida definitiva.

v. 31 «Pero todos, aunque sean primeros, han de ser últimos, y esos últimos serán primeros». Termina la sección con un colofón que sintetiza los episodios anteriores: no se puede

pertenecer al Reino o comunidad de Jesús conservando un protagonismo y superioridad social basados en el poder y prestigio de la riqueza, como en el caso del rico que se acercó a Jesús. En la comunidad todos han de adoptar la actitud de Jesús, la de hacerse «último de todos (no buscar preeminencia ni protagonismo) y servidor de todos (traducir el seguimiento en servicio)». De ahí el dicho de Jesús: Todos, aunque sean primeros (caso del rico), han de hacerse últimos, desprendién-dose de lo que lo hace «primero» (10,21; cf. 9,35). No se puede entrar en el Reino manteniendo una posición (cf. 10,21.23-35) que crea dependencia dentro del grupo. Ahora bien, todos esos que se hacen últimos serán primeros, pues su opción (renuncia a la ambición y práctica del servicio mutuo) creará para todos igualmente una comunidad de amor y abundancia (cf. 10,29s).

Es decir, el progreso de la comunidad no está en la existencia de mecenas o protectores que, desde una posición de privilegio, compartan su riqueza con ella, creando una humillante dependencia e inevitable jerarquía, sino en la labor común de todos como iguales, sin estridentes diferencias de nivel, creando así entre todos una comunidad fraterna plenamente solidaria y próspera.

II

Dios no quiere que sus seguidores tengan puesto su corazón en la riqueza. Por eso Jesús invita al rico a dejar todos los bienes antes de entrar en la comunidad. ¿Cómo procurarse entonces dentro de ésta la subsistencia material si en ella no hay ricos y los que forman parte de ella lo han dejado todo para seguir a Jesús?

En el evangelio de ayer Jesús respondía a esta pregunta diciendo que esto que parece “imposible humanamente hablando, no lo es para Dios, porque todo es posible para Dios”. Convencidos de esto o tal vez esperando una vida mejor, Pedro y sus compañeros lo habían dejado todo para seguir a Jesús.

Ante esta situación Jesús responde con una promesa: “No hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y la buena noticia que no reciba en este tiempo cien veces más -casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones- y en la edad futura vida eterna”. Jesús les anuncia que esa generosidad y desprendimiento real de los bienes materiales y de la familia de sangre tendrá una recompensa aquí en la tierra y que además sus seguidores heredarán también la vida definitiva.

Los miembros de la comunidad cristiana o seguidores de Jesús, recibirán en la tierra mucho más de lo que dejaron: un nuevo hogar y una nueva familia entre cuyos miembros no habrá desigualdad ni dominio. Jesús omite de la lista la mención del padre de familia, símbolo de la autoridad, pues la comunidad será una comunidad de iguales. Esta sobreabundancia a la que solamente se llega por medio del compartir lo que se tiene y lo que se es no librará al discípulo de las persecuciones, de la hostilidad por parte de la sociedad, que no acepta este nuevo modo de ser y de vivir en el que el valor supremo no es el dinero sino el amor solidario; los seguidores de Jesús, además, heredarán la vida definitiva. ¿Nos creemos esto? Sabremos que lo vivimos en la medida en que nos desprendamos de nuestros bienes para seguir a Jesús en la comunidad practicando el amor solidario, que impide que mientras uno tienen de todo, otros carezcan de lo necesario.

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 74 - -www.elalmendro.com [email protected] Miércoles 29 de mayo Hilda – Maximino EVANGELIO Marcos 10, 32-45

32Iban por el camino, subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante; ellos estaban desconcertados, y los que lo seguían iban con miedo. Otra vez se llevó con él a los Doce y se puso a decirles lo que estaba para sucederle:

33-Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los letrados: lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos; 34se burlarán de él, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitara.

35Se le acercaron los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: -Maestro, queremos que lo que te pidamos lo hagas por nosotros. 36Él les preguntó: -¿Qué queréis que haga por vosotros? 37Le contestaron ellos: -Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda el día de tu gloria. 38Jesús les replicó: -No sabéis lo que pedís; ¿sois capaces de pasar el trago que yo voy a pasar, o de

dejaros sumergir por las aguas que me van a sumergir a mí? 39Le contestaron: -Sí, lo somos. Jesús les dijo: -El trago que voy a pasar yo, lo pasaréis, y las aguas que me van a sumergir a mi os

sumergirán a vosotros; 40pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano concederlo más que a aquellos a quienes esté destinado.

41Al oírlo, los otros diez dieron rienda suelta a su indignación contra Santiago y Juan. 42Jesús los convocó y les dijo: -Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las dominan, y que sus

grandes les imponen su autoridad. 43No ha de ser así entre vosotros; al contrario, entre vosotros, el que quiera hacerse

grande ha de ser servidor vuestro, 44y el que quiera ser primero, ha de ser siervo de todos; todos; 45porque tampoco el Hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.

COMENTARIOS I

v. 32 Iban por el camino, subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante; ellos estaban

desconcertados, y los que lo seguían iban con miedo. Esta vez se llevó con él a los Doce y se puso a decirles lo que estaba para sucederle.

Continúa el camino de Jesús, ahora en su recta final, hacia Jerusalén. Jesús va en cabeza. Suben con él los dos grupos de seguidores, los Doce (= los discípulos

como nuevo Israel) y «los seguidores» no israelitas: la disposición de ánimo de cada grupo es diferente; los Doce están desconcertados; los seguidores van con miedo.

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vv. 33-34 «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los letrados: lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos; se burlaran de él, le escupirán, lo azotaran y lo mataran, pero a los tres días resucitan».

Así como la primera y segunda predicción eran enseñanzas (8,31; 9,31), en correspondencia con la designación «los discípulos», esta tercera es información y se dirige a «los Doce». Solamente en ésta se nombra a Jerusalén y se afirma que las autoridades de Israel condenarán a muerte a Jesús y lo entregarán a los paganos. Se subrayan también los ultrajes que precederán a la muerte (se burlaran de él, etc.). La mención de Jerusalén, centro del sistema judío, y del papel que van a desempeñar las autoridades religioso-políticas mira directamente al nuevo Israel («los Doce»). Este no puede ya estar centrado en la ciudad/institución que entrega a la muerte al Hijo del hombre-Mesías, ni tampoco vinculado a la institución sacerdotal/templo (sumos sacerdotes) o a la Ley (letrados): tiene que desligarse de ese pasado, que ha desembocado en la traición a Dios.

vv. 35-37 Se le acercaron los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

«Maestro, queremos que lo que te pidamos lo hagas por nosotros». El les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?» Le contestaron ellos: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda el día de tu gloria».

No hay reacción explícita de los Doce al anuncio de Jesús, pero, por la escena que sigue, queda patente que les ha resbalado. De hecho, como después del segundo anuncio de la muerte (9,31), se manifiesta también ahora la ambición del grupo (cf. 9,34). Santiago y Juan, «los Truenos» (= los autoritarios, 3,17), sin darse por enterados del anuncio anterior, esperan que Jesús ocupará el trono de Israel (el día de tu gloria) y, adelantándose al resto del grupo, solicitan para ellos los primeros puestos en el reino que imaginan.

v. 38 Jesús les replicó: «No sabéis lo que pedís; ¿sois capaces de pasar el trago que yo voy

a pasar, o de dejaros sumergir por las aguas que me van a sumergir a mí?» Jesús les reprocha su ignorancia, que nace de la resistencia a aceptar sus palabras (no sabéis

los que pedís), y les propone otro programa: aceptar una muerte como la suya (cf. 8,34), expresada con dos figuras; pasar el trago (lit. «beber la copa»), que subraya el aspecto de voluntariedad (acti-vo: «entregarse», cf. 4,29), y ser sumergido por las aguas (lit. «ser bautizado/sumergido»), que pone de relieve el de inevitabilidad (pasivo: «ser entregado», cf, 10,34).

vv. 39-40 Le contestaron: «Sí lo somos». Jesús les dijo: «El trago que voy a pasar yo, lo

pasaréis, y las aguas que me van a sumergir a mí os sumergirán a vosotros; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano concederlo mas que a aquellos para quienes es tan preparados».

Será la cruz el lugar donde se proclame la realeza de Jesús (15,26: «el rey de los judíos»), y los puestos a su derecha y a su izquierda corresponden a los de los crucificados con él (15,28). Jesús declara no poder asignar esos puestos más que a aquellos para quienes estén preparados, es decir, a aquellos que, al llegar el momento de la prueba (8,34: «cargar con su cruz»), respondan con una entrega como la suya. Ocupar esos puestos depende no de Jesús, sino de los discípulos.

v. 41 Al oírlo, los otros diez dieron rienda suelta a su indignación contra Santiago y Juan. El deseo de poder y gloria de los dos hermanos hace estallar la indignación de los otros y

causa división en el grupo (cf. 9,50); los diez, por oposición a «los dos» (35), recuerdan el cisma de las tribus (1 Re 12); la ambición de algunos rompe la unidad del nuevo Israel.

v. 42 Jesús los convocó y les dijo: «Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones

las dominan, y que sus grandes les imponen su autoridad». Jesús toma como contraste para la conducta en la comunidad a los poderes paganos

absolutos (los jefes de las naciones las dominan); implícitamente está poniendo en paralelo con

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 76 - -www.elalmendro.com [email protected] éstos el ideal mesiánico de los discípulos. Los regímenes paganos institucionalizan la absoluta desigualdad entre los hombres, estableciendo una clase dominante (sus grandes). Conforme a las expectativas judías, los discípulos conciben un Mesías autoritario y exigente, tan pernicioso para el hombre como las regímenes paganos que tanto desprecian. La esencia del poder dominador es la misma en todos los casos.

v. 43 «No ha de ser así entre vosotros; al contrario, entre vosotros, el que quiera hacerse

grande ha de ser servidor vuestro»... Jesús pone de relieve el contraste de la nueva comunidad humana (el reino de Dios) con esa

organización social. Excluye terminantemente todo dominio de unos sobre otros: la grandeza no consiste en pertenecer a una clase dominante, sino que se basa en el servicio; la ambición (el que quiera ser grande) no tiene más ámbito que ése (ha de ser servidor vuestro, cf. 9,35); tal debe ser la actitud de todos y cada uno dentro de la comunidad, actitud que, por ser de todos para con todos, crea la igualdad.

v. 44 ... «y el que quiera ser primero ha de ser siervo de todos»... La denominación siervo/esclavo de todos (primera vez en Mc) alude a la situación de la

humanidad pagana, donde la sociedad legitimaba la esclavitud (cf. 5,2-20; 7,24-31), y designa a los seguidores de Jesús en cuanto se ponen voluntariamente junto a los que sufren la opresión de los gobernantes (42: «las dominan, les hacen sentir su autoridad»); la denominación implica, pues, la misión entre los paganos y la solidaridad con los oprimidos de todos los pueblos.

Jesús caracteriza, por tanto, a sus seguidores como los que, dentro de la comunidad, son «servidores» (gr. diakonos, el que sirve por amor) y, respecto a la humanidad, «siervos», término explícitamente opuesto a toda concepción pagana de dominio y poder.

v. 45 ...«porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir

y para dar la vida en rescate por todos». Jesús da la razón de lo anterior (porque). La denominación «el Hijo del hombre» presenta a

Jesús como modelo de la plenitud humana a la que sus seguidores deben aspirar. En su comunidad, Jesús, el Hombre pleno, no va a ser, como los dominadores de la tierra y los grandes del mundo, un dueño que reclama superioridad y exige servicio; al contrario, va a prestar servicio a los suyos. Y el servicio del Hijo del hombre, el Hombre pleno, se refiere siempre al crecimiento, a la madurez y plenitud humana de todos.

II

El mensaje de Jesús en los evangelios es persistente, constante. Frente a la tendencia que tiene el ser humano a conquistar el poder, la fama y los honores, Jesús desvela a los discípulos que su camino pasa por “dar la vida” para “dar vida”, que la cruz no es un fin en sí mismo, sino el paso necesario -la pascua- para llegar a la resurrección. Pero los discípulos -y tal vez nosotros como ellos- o no entienden o no quieren entender.

El evangelio de hoy da una vez más prueba de ello. Esta vez son dos discípulos, los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, quienes se acercan a Jesús para pedirle sentarse a su derecha e izquierda el día de su gloria. Ellos sueñan todavía en clave de poder, de dominio, de gobierno.

Jesús les dice que no saben lo que piden. Porque sentarse a la derecha y a la izquierda el día de su gloria -el día en que se manifieste el poder del amor de Dios en la cruz- será estar dispuestos a ser crucificados con él para dar vida, o lo que es igual, sumergirse en las aguas de la muerte como condición para arribar a la orilla de la resurrección. Y esto no depende de Jesús, ni siquiera del

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 77 - -www.elalmendro.com [email protected] Padre, sino de quienes de entre sus seguidores estén dispuestos a seguirlo hasta la muerte. Ésos serán los que se sienten a su derecha y a su izquierda.

El día de la muerte de Jesús ninguno de los discípulos optó por los primeros puestos, por ser crucificados con él. En su lugar tuvieron que poner dos bandidos. Ninguno de ellos había aprendido la verdadera lección de amor a partir de la cual nace una nueva humanidad en la que no se trata ya de tiranizar a los demás como suelen hacer los jefes de los pueblos, ni de oprimir a los otros como hacen los grandes. En la nueva sociedad vale más quien más se abaja para servir; es el primero quien se hace esclavo de todos, como Jesús que no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos. Así de sencillo; así de difícil. ¿Estamos de acuerdo nosotros con esta forma de pensar? ¿La llevamos a la práctica en la vida diaria? Jueves 30 de mayo Fernando EVANGELIO Juan 6, 51-59

51Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que come pan de éste vivirá para siempre. Pero, además, el pan que yo voy a dar es mi carne, para que el mundo viva.

52Los judíos aquellos discutían acaloradamente unos con otros diciendo: -¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? 53Les dijo Jesús: -Pues sí, os lo aseguro: Si no coméis la carne del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis

vida en vosotros. 54Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida definitiva y yo lo resucitaré el último día, 55porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. 56Quien come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él; 57como a mí me envió el Padre que vive y, así, yo vivo por el Padre, también aquel que me come vivirá por mí. 58Este es el pan bajado del cielo, no como el que comieron vuestros padres y murieron; quien come pan de éste vivirá para siempre.

59Esto lo dijo enseñando en una sinagoga, en Cafarnaún.

COMENTARIOS I

v. 51: Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que come pan de éste vivirá para siempre. Pero,

además, el pan que yo voy a dar es mi carne, para que el mundo viva». Después de la denuncia anterior, pronuncia Jesús una declaración solemne. Para el hombre, el

efecto de la adhesión personal a él es poseer una nueva calidad de vida que, por su plenitud, es definitiva. Ella lo hace superar la muerte, asegurando así el éxito de su existencia.

Jesús, el pan de la vida, se contrapone al maná, que no consiguió llevar al pueblo a la tierra prometida (Nm 14,21-23; Jos 5,6; Sal 95,7ss), y a la Ley, que, como fuente de vida, era llamada “pan”. Se pensaba que el maná daba vida para este mundo; la Ley, para el mundo futuro. Pero es Jesús, como pan, quien desde ahora comunica al hombre la vida propia del mundo definitivo.

Hay una incensante comunicación de vida procedente de Dios (baja del cielo), el Espíritu, (cf. 6,33), que fluye a través de Jesús (6,35) y es comunicado por él. En un momento determinado, el hombre debe hacer suyo este don permanente (comerlo); así evitará el fracaso (y no morir).

Siguiendo la simbología del éxodo, pasa Jesús de la figura del maná a la del cordero (mi carne). El Espíritu no se da fuera de su realidad humana; “su carne” lo manifiesta y lo comunica. A

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 78 - -www.elalmendro.com [email protected] través de lo humano el don de Dios se hace concreto, adquiere realidad para el hombre. En Jesús, Dios se expresa en la historia y manifiesta su voluntad de diálogo con la humanidad. Es en el hombre y en el tiempo donde se encuentra a Dios, donde se le acepta o se le rechaza.

Jesús dará su carne "para que el mundo viva". La expresión supone que la humanidad carece de vida, es decir, lleva una vida que no merece ese nombre.

La objeción de los judíos reflejaba el escándalo que provoca el Hombre-Dios. Mientras Dios pone todo su interés en acercarse al hombre y establecer comunión con él, el hombre tiende continuamente a alejarlo de su mundo, relegándolo a una esfera cerrada y transcendente.

vv. 52.54: Los judíos aquellos discutían acaloradamente unos con otros diciendo: -¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Les dijo Jesús: -Pues sí, os lo aseguro: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis

su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida definitiva y yo lo resucitaré el último día...

Jesús hace una segunda declaración: Comer y beber significan asimilarse a Jesús, aceptar y hacer propio el amor expresado en su vida (su carne) y en su muerte (su sangre). En el éxodo, la carne del cordero fue alimento para la salida de la esclavitud, su sangre liberó de la muerte. En el nuevo éxodo, la carne de Jesús es alimento permanente; la carne y la sangre dan vida definitiva. El Hijo del Hombre en su plenitud es el que hace esa entrega y puede comunicar el Espíritu. No hay realización para el hombre (no tenéis vida en vosotros) si no es por la asimilación a Jesús; el Espíritu que se recibe lleva a una entrega y a una calidad humana como la suya.

v. 55: porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Contexto eucarístico en el que se muestra el doble aspecto de la eucaristía: nuevo maná, alimento que da fuerza y vida, y nueva norma de vida, no por un código externo (Ley), sino por la identificación con Jesús y su entrega (cf. 1,16: un amor que responde a su amor).

vv. 56-57: Quien come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él; 57como a mí me envió el Padre que vive y, así, yo vivo por el Padre, también aquel que me come vivirá por mí.

Jesús no es un modelo exterior que imitar, sino una realidad interiorizada; sintonía. La vida que Jesús posee procede del Padre (cf. 1,32) (57) y él vive en total dedicación al designio de Dios de dar vida al mundo (4,34; 6,39-40.51). Él comunica esa vida a los suyos: la actitud de éstos ha de ser dedicarse a cumplir el mismo designio, tal como lo hace Jesús.

v. 58: Este es el pan bajado del cielo, no como el que comieron vuestros padres y murieron; quien come pan de éste vivirá para siempre. 59Esto lo dijo enseñando en una sinagoga, en Cafar-naún.60Muchos discípulos suyos dijeron al oírlo: -Este modo de hablar es insoportable; ¿quién puede hacerle caso?

A diferencia del antiguo pueblo, la nueva comunidad podrá alcanzar la tierra prometida, la de la vida definitiva. Termina la perícopa indicando la ocasión y el lugar donde pronunció Jesús este discurso (v. 59) y constatando la protesta de un numeroso grupo de discípulos contra las exigencias propuestas por Jesús (v. 60).

II

El Jueves Santo podría llamarse el día de la Eucaristía porque en él conmemoramos la última cena de Jesús con sus discípulos, cuando les entregó el pan y el vino consagrados como memorial de su muerte y de su resurrección. Pero la liturgia quiere darnos hoy, en esta solemnidad llamada del Corpus Christi, del cuerpo de Cristo, una nueva oportunidad para profundizar en la contemplación del sacramento del altar.

La 1ª lectura está tomada del Deuteronomio, el último de los cinco libros atribuidos a Moisés. Se trata de una serie de largos discursos de despedida en donde el gran caudillo se despide de su pueblo antes de ascender a la cumbre del monte Nebo en donde morirá. En dichos discursos

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 79 - -www.elalmendro.com [email protected] se le recuerda a los hijos de Israel las maravillas que Dios ha obrado a su favor, y se les exhorta a mantenerse fieles a la ley de la alianza que Dios quiso pactar con ellos bondadosamente. De ahí el nombre griego del libro: “Deuteronomio”, es decir, reiteración de la ley o segunda versión de la ley.

El pasaje que hoy leímos está centrado en el tema del maná: alimento milagroso que entregó Dios a los israelitas mientras peregrinaban por el desierto, rumbo a la tierra prometida. Se insiste en que era un alimento desconocido para ellos y para sus antepasados, es decir, que era un alimento completamente nuevo, no producido por los campesinos que cultivan la tierra, ni recogido entre la vegetación salvaje de la estepa, sino regalado por Dios, mientras recorrían ese desierto inmenso y seco, solo habitado por alimañas salvajes. Si volvemos a los pasajes del libro del Éxodo (cap. 16) en donde se nos habla del maná, recordaremos que era un alimento comunitario, para todos los miembros del pueblo, que nadie podía acaparar porque el que recogiera más de la cantidad necesaria vería perderse el excedente. Un alimento de la igualdad y de la fraternidad, por encima de las especulaciones de los avaros de este mundo que suelen enriquecerse con el hambre de los pobres. Cuando Jesús sea tentado en el desierto por Satanás, que le propone convertir piedras en panes, le responderá al tentador con las palabras que hemos escuchado hoy en la lectura: “no solo de pan vive el hombre sino de todo cuanto sale de la boca de Dios”. Y de la boca de Dios sale su Palabra que nos salva, nos consuela y perdona, y nos impulsa a construir una sociedad justa en la cual el pan sea suficiente para todos, especialmente para los pobres y los débiles.

En la segunda lectura, el pasaje de la 1ª carta de san Pablo a los corintios que leemos hoy, nos enseña que la eucaristía es un pan de unidad, porque uno es el cáliz de la sangre de Cristo, y uno es el pan de su cuerpo, y así nosotros, aunque seamos muchos en la comunidad, debemos ser un solo cuerpo en el Señor. San Pablo está exhortando precisamente a los Corintios a que dejen las rivalidades y divisiones que han surgido entre ellos, por pura vanidad. Y entre los argumentos que les expone para urgirles a vivir en paz y en verdadera fraternidad, está el de la unidad de la eucaristía que todos celebrarían juntos. Así nosotros los cristianos de este tercer milenio: deberíamos anhelar y trabajar asiduamente por la unidad de la Iglesia tan hermosamente significada en la única eucaristía que todos recibimos y adoramos. Porque nuestras divisiones y rivalidades son un escándalo para el mundo, un obstáculo para la fe de muchos que se sienten atraídos por la persona de Jesús y su evangelio. Pero que no se atreven a integrarse en esta Iglesia fragmentada en sectas y acosada por tantas divisiones. A Jesús hecho pan en nuestros altares y sagrarios deberíamos pedir sin descanso que selle pronto y definitivamente la unidad de sus fieles en su única Iglesia.

Las palabras de Jesús en el evangelio de Juan que hemos leído hoy, pertenecen al largo “discurso del pan de vida” (Jn 6) pronunciado por Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, ante la gente que lo buscaba y seguía, después de participar admirada en el milagro de la multiplicación de los panes. Jesús les reprocha estar pensando solo en el pan que calma el hambre corporal, y se les revela, así también hoy a nosotros, como el pan vivo bajado del cielo, que nos dará la vida eterna. Los seres humanos siempre hemos anhelado un alimento de esa índole: que calme para siempre el hambre de verdad, justicia, amor y belleza que hay en nosotros. Un alimento que nos dé vida eterna, como la de Dios. Un pan de inmortalidad.

Ante el escándalo de los judíos que se preguntan cómo es que Jesús les dará a comer su carne, pensando tal vez en un macabro rito de antropofagia, Jesús responde insistiendo en que su carne y su sangre, entregas a la muerte por amor de todos nosotros, y significadas en el pan y en el vino de la eucaristía, constituyen ese verdadero alimento que los seres humanos buscamos afanosamente. Es el misterio que conmemoramos y adoramos en esta solemnidad del Corpus Christi.

Pero la eucaristía cristiana es también, como el maná del pueblo de Israel en el desierto, un alimento de solidaridad. ¿Cómo podemos decir que participamos en la mesa de Jesucristo, que nos gozamos de recibir el alimento espiritual de manos del mismo Dios si a nuestro lado hay tantos y tantos hermanos nuestros que tienen hambre? Los santos y los mejores cristianos de todos los

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 80 - -www.elalmendro.com [email protected] tiempos, se han sentido impulsados a remediar las necesidades de los pobres y de los pequeños que los rodean, precisamente al participar del banquete eucarístico. Si Dios nos sirve tan espléndidamente la mesa, ¿cómo no servírsela nosotros a nuestros hermanos, para que sientan que ellos también son hijos de Dios?

Que las procesiones, el incienso y los altares floridos de este Corpus Christi nos mueva a imitar a Jesús, capaz de alimentar a las multitudes que lo seguían, capaz de darse Él mismo en alimento. Viernes 31 de mayo Visitación de María a Isabel EVANGELIO Lucas 1, 39-56

39Por aquellos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, a un pueblo de Judá; 40entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41A1 oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo. 42y dijo a voz en grito:

-¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! 43y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45¡Y dichosa tú por haber creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor!

46Entonces dijo María: -Proclama mi alma la grandeza del Señor 47y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, 48porque se ha fijado en la humillación de su sierva. Pues mira, desde ahora me llamarán

dichosa todas las generaciones, 49porque el Potente ha hecho grandes cosas en mi favor: Santo es su nombre 50y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. 515u brazo ha intervenido con fuerza, ha desbaratado los planes de los arrogantes: 52derriba del trono a los poderosos y encumbra a los humildes; 53a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío. 54Ha auxiliado a Israel, su servidor, acordándose, como lo había prometido a nuestros padres, 55de la misericordia en favor de Abrahán y su descendencia, por siempre. 56María se quedó con ella cuatro meses y se volvió a su casa.

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COMENTARIOS I

EL SERVICIO SOLICITO

DEJA UNA ESTELA DE ALEGRIA «Por estos mismos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, en dirección a

un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (1,39-40). El nexo temporal que une esta nueva escena con la anterior es de los más estrecho, imbricándolas íntimamente. María se olvida de sí misma y acude con presteza en ayuda de su pariente, tomando el camino más breve, el que atravesaba los montes de Samaría. Lucas subraya su prontitud para el servicio: el Israel fiel que vive fuera del influjo de la capital (Nazaret de Galilea) va en ayuda del judaísmo oficial (Isabel; «Judá», nombre de la tribu en cuyo territorio estaba Jerusalén). Al igual que el ángel «entró» en su casa y la «saludó» con el saludo divino, María «entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel». De mujer a mujer, de mujer embarazada a mujer embarazada, de la que va a ser Madre de Dios a la que será madre del Precursor.

«Al oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo» (1,41). El saludo de María comunica el Espíritu a Isabel y al niño. La presencia del Espíritu Santo en Isabel se traduce en un grito poderoso y profético: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa la que ha creído que llegará a cumplirse lo que le han dicho de parte del Señor!» (1,42-45).

Isabel habla como profetisa: se siente pequeña e indigna ante la visita de la que lleva en su seno el Señor del universo. Sobran las palabras y explicaciones cuando uno ha entrado en la sintonía del Espíritu. La que lleva en su seno al que va a ser el más grande de los nacidos de mujer declara bendita entre todas las mujeres a la que va a ser Madre del Hombre nuevo, nacido de Dios. La expresión «Mira» concentra, como siempre, la atención en el suceso principal: el saludo de María ha servido de vehículo para que Isabel se llenase de Espíritu Santo y saltase de alegría el niño que llevaba en su seno. La sintonía que se ha establecido entre las dos mujeres ha puesto en comunicación al Precursor con el Mesías. La alegría del niño, fruto del Espíritu, señala el momento en que éste se ha llenado de Espíritu Santo, como había profetizado el ángel. A diferencia de Zacarías, María ha creído en el mensaje del Señor y ha pasado a encabezar la amplia lista de los que serán objeto de bienaventuranza.

LA EXPERIENCIA DE LIBERACION

DE LOS HUMILLADOS Y OPRIMIDOS En el cántico de María resuena el clamor de los humillados y oprimidos de todos los tiempos,

de los sometidos y desheredados de la tierra, pero al mismo tiempo se hace eco del cambio profundo que va a producirse en el seno de la sociedad opresora y arrogante: Dios ha intervenido ya personalmente en la historia del hombre y ha apostado a favor de los pobres. En boca de María pone Lucas los grandes temas de la teología liberadora que Dios ha llevado a cabo en Israel y que se propone extender a toda la humanidad oprimida. En la primera estrofa del cántico María proclama el cambio personal que ha experimentado en su persona:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en la humillación de su sierva. Pues mira, desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Potente ha hecho grandes cosas a mi favor -Santo es su nombre- y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (1,46-50).

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Por boca de María pronuncia su cántico el Israel fiel a Dios y a su alianza, el resto de Israel que ha creído en las promesas. Alaba a Dios por su cumplimiento, que ve inminente por el hecho de la concepción del Mesías y experimenta ya realizado en su persona. «Dios mi Salvador» (cf. Sal 24,1; 25,5; Miq 7,7, etc.) es el título clave del cántico, cuyo tema dominante va ser la salvación que Dios realiza en Israel. Dios ha puesto su mirada en la opresión que se abate sobre su pueblo y lo ha liberado en la persona de su representante, su «sierva» (cf. Dt 26,7; Sal 136,23; Neh 9,9).

Los grandes hitos de la liberación de Israel están compendiados en las «grandes cosas» que Dios ha hecho en favor de María: esta expresión se decía en particular de la salida de Egipto (Dt 10,21, primer éxodo). En el compromiso activo de Dios a favor de su pueblo, éste reconoce que su nombre es Santo; en el compromiso de los cristianos a favor de los pobres y marginados, éstos reconocerán que el nombre de Dios es Santo y dejarán de blasfemar contra un sistema religioso que, a sus ojos, se ha prestado con demasiada frecuencia a lo largo de la historia a defender los intereses de los poderosos o por lo menos se ha inhibido de sostener la causa de los pobres con el pretexto de que alcanzarán la salvación del alma en la otra vida.

En la segunda estrofa se contempla proféticamente el futuro de la humanidad desheredada -tema de las bienaventuranza- como realización efectuada e infalible de una decisión divina ya tomada de antemano:

«Su brazo ha intervenido con fuerza, ha desbaratado los planes de los arrogantes: derriba del trono a los poderosos y encumbra a los humillados; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío» (1,51-53). Dios no ha dado el brazo a torcer frente al orden injusto que, con la arrogancia que le es

proverbial, ha pretendido con sus planes mezquinos e interesados borrar del mapa el plan del Dios Creador. Dios «ha intervenido» ya (aoristo profético) para defender los intereses de los pobres desbaratando los planes de los ricos y poderosos. La acción liberadora va a consistir en una subversión del orden social: exaltación de los humillados y caída de los opresores; sacia a los hambrientos y se desentiende de los ricos. El cántico de María es el de los débiles, de los marginados y desheredados, de las madres que lloran a sus hijos desaparecidos, de los sin voz, de los niños de la «intifada», de los muchachos que sirven de carnaza en las trincheras, en una palabra: de la escoria de la sociedad de consumo, que dilapida los bienes de la creación dejando una estela de hambre que abraza dos terceras partes de la humanidad.

Finalmente, en la tercera estrofa pone como ejemplo concreto de la salvación, cuyo

destinatario será un día no lejano la entera humanidad, la realización de su compromiso para con Israel:

«Ha auxiliado a Israel, su servidor, acordándose -como lo había prometido a nuestros padres- de la misericordia en favor de

Abrahán y su descendencia, por siempre» (1,54-55). Dios no ha olvidado su misericordia/amor (Sal 98,3), como podía haber sospechado Israel ante

los numerosos desastres que han jalonado su historia. La fidelidad de Dios hecha a los «padres», los patriarcas de Israel, queda confinada de momento, en el horizonte concreto de María, el Israel fiel, a su pueblo. Sólo en la estrofa central hay atisbos de una futura ampliación de la promesa a toda la humanidad.

«María permaneció con ella como tres meses y regresó a su casa» (1,56). Lucas hace hincapié

en la prolongada permanencia de María al servicio de su pariente, aludiendo al último período de su gestación. Silencia, en cambio, intencionadamente su presencia activa en el momento del parto,

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FUNDACIÓN ÉPSILON Mayo - 83 - -www.elalmendro.com [email protected] cuando lo más lógico es que la asistiera en esta difícil situación. No tiene interés en los datos de crónica, sino en el valor teológico del servicio prestado. La vuelta «a su casa» sirve para recordar que en la gestación de su hijo, José no ha tenido arte ni parte. La mención de las dos «casas», la de Zacarías al principio y la de María al final, establece un neto contraste entre las respectivas situaciones familiares.

II

El acontecimiento debió pasar totalmente ignorado para los medios de comunicación de la época. Nada anormal el que una muchacha visitase a su prima embarazada y la acompañase en aquellos difíciles momentos. Pero María sabía que bajo aquella capa de normalidad algo realmente extraordinario estaba sucediendo. O, si se quiere, estaba empezando a suceder. Algo de Dios había en aquel hecho de encontrarse las dos primas embarazadas.

María y su prima Isabel, ojos de mujer, supieron ver lo que tantos otros no llegaron ni a barruntar. Dios estaba viniendo. Dios estaba preparando su tienda para hacerse uno de nosotros. Eso significaba una verdadera revolución. No como las que hacemos los hombres en la historia de nuestras naciones, en las que unos tiranos suceden a otros.

Esta es una revolución de las de verdad. De las que ponen todo patas arriba. De las que rompen los esquemas establecidos. De las que nos obligan a tomar partido. De las que dan lugar a un futuro nuevo y diferente. Es el tiempo de los pobres, de los que no tienen nada, de los débiles, de los hambrientos. Para ellos el poder y la misericordia de Dios son esperanza cierta de vida plena. Todo eso lo entendieron perfectamente María e Isabel al encontrarse y mirarse a los ojos. Por eso se pusieron a cantar juntas. Y anunciaron lo que sigue siendo fuente de ánimo y coraje para innumerables cristianos en su vida diaria.

Hoy, con María e Isabel, renovamos nuestra esperanza y entonamos el Magnificat: Dios está de parte de los pobres y está viniendo para hacer justicia.